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La Mujer en la Edad Media

Introducción

La Mujer en la Edad MediaHacer una síntesis de la situación de la mujer durante la Edad Media cuneta con un
primer escollo: se trata de un larguísimo periodo de diez siglos en los que la sociedad, la cultura y las
costumbres sufrieron muchas variaciones. Por ejemplo, España comenzó el siglo VIII con tres religiones
conviviendo: la judía, la musulmana y la cristiana, que son, además, tres formas distintas de pensar, entender,
definir y construir a la mujer.

Pero el verdadero problema que nos encontramos a la hora de definir la Historia de las Mujeres en la Edad
Media, es la percepción que, en general, se ha tenido de la Edad Media durante siglos llegando incluso a la
actualidad.

Por la inercia del Renacimiento, la sociedad occidental contemporánea todavía considera la “Edad Media” una
época de ignorancia, de embrutecimiento y subdesarrollo.

El término “Renacimiento” fue un invento italiano del siglo XVI para anunciar que tras diez siglos de barbarie
había vuelto la luz cultural del mundo clásico grecorromano.

Mujeres tocando instrumentos musicales en la Edad Media

Lorenzo de Medicis, por ejemplo, celebraba con un banquete anual el nacimiento de Platón. Dante usó a Virgilio
como guía a los infiernos y Erasmo honraba a Cicerón como a un santo.

En el Renacimiento de los siglos XV y XVI no sólo hay un “redescubrimiento” sino una “imitación” del Clasicismo.
Lo malo de ello es que todo lo que no era conforme a la plástica y a la cultura griega y romana era rechazado sin
piedad.

La sociedad moderna actual continúa cayendo en el tópico de que la Edad Media fue la etapa de la historia
occidental más oscura, bárbara, violenta, supersticiosa, represiva y misógina. A ello ha contribuida la literatura
fantástica, los cómics, el cine, etc. Incluso algunas tribus urbanas. Todavía hay textos y documentales que citan
como verdaderos tópicos falsos inventados siglos atrás como el derecho de pernada, que la Iglesia no
consideraba que la mujer tuviera alma, el humillante uso del cinturón de castidad o la masiva persecución y
quema de brujas (cuando es un hecho desgraciado que tuvo su epicentro en los "modernos" siglos XVI y XVII).
Todavía hay escritores, periodistas o simples foreros de Internet que escriben sandeces como que hasta el
Concilio de Trento la iglesia católica no reconoció el alma de las mujeres. Tales ignorancias no son otra cosa que
el resultado de la tergiversación perpetrada desde hace mucho tiempo sobre la religión y sobre ciertos periodos
de la historia.

Mujer medieval: existen miles de santas representadas en la pintura y escultura de la Edad Media

El más humilde de los viajeros habrá comprobado hasta la saciedad en la escultura y la pintura medieval la
presencia de miles de santas representadas en sus vidas, milagros, martirios, etc. con sus nimbos de santidad
sobre su cabeza. En otras ocasiones, reinas, mujeres de la nobleza y abadesas aparecen en sus sepulcros recién
fallecidas y ángeles portando sus almas al Cielo.

Uno de los peores y ridículos tópicos sobre la mujer medieval es que no se le reconoció su alma

El santoral católico está repleto de mujeres reconocidas como santas desde los albores de la persecución
romana sobre los primeros cristianos. En fin, no merece la pena seguir hablando de esta burda falsedad, sólo
pedimos a los lectores que vean las imágenes adjuntas de santas representadas en el arte "anterior al Concilio
de Trento".

Mujeres santas en una pintura medieval de una iglesia palentina

Criterio de valoración de la situación de la mujer en la Edad Media

La valoración del papel que la mujer jugó en la sociedad medieval depende de con qué época la comparemos.
De manera simplificada podemos afirmar que la situación de la mujer en la Edad Media era peor que en la
actualidad (sólo en el mundo desarrollado occidental) pero mejor que en el periodo anterior (Imperio Romano)
Y también mejor que en los siglos posteriores (siglos XVI al XIX).

La razón es que el Derecho Romano (utilizado durante el imperio romano y rescatado por las monarquías
absolutistas desde el siglo XVI) fue mucho menos propicio a la mujer que el “Derecho Consuetudinario” de
origen germánico.

La gran medievalista francesa Regine Pernoud asevera:


"El apogeo (de la mujer) correspondería a la era feudal, desde el siglo X hasta fines del XIII [...]; es indiscutible
que por entonces las mujeres ejercen una influencia que no pudieron tener ni las damas partidarias de La
Fronda en el siglo XVII ni las severas anarquistas del siglo XIX"

Por ejemplo, en Roma la mujer no podía cumplir ninguna función administrativa: ni en la asamblea de los
ciudadanos, ni en la magistratura, ni en los tribunales.

Robert Villers afirma:

"En Roma, la mujer, sin exageración ni paradoja, no era sujeto de derecho... Su condición personal, la relación
de la mujer con sus padres o con su marido son competencia de la domus, de la que el padre, el suegro o el
marido son jefes todopoderosos... La mujer es únicamente un objeto"

Los historiadores saben que era una costumbre romana matar a las hijas no primogénitas. Los tratados de
Derecho Privado romanos lo llamaban: "Desaparición forzada de las hijas menores".

El padre consideraba conveniente conservar a sus hijos varones por necesidades militares, salvo que estuvieran
malformados o parecieran demasiado enfermizos, pero por lo general conservaba a una sola hija, la
primogénita. Era completamente excepcional que en una familia romana hubiera más de una hija.

Sólo hacia el año 390, a fines del siglo IV, la ley civil retira al padre el derecho de vida o muerte sobre sus hijos.
Con la difusión del Cristianismo desaparecía la primera y más decisiva de las discriminaciones entre los sexos: el
derecho a la vida correspondía tanto a las niñas como a los varones.

Las mujeres en la cristianización de Europa

Los nombres que se mencionan en las fuentes durante los siglos II y III de nuestra era, encuentra en su lista
muchos más nombres de mujeres que de hombres. Entre los nombres masculinos, junto con el de Plotino, el
escritor Aulo Gelio y el gran Orígenes, el diccionario menciona solamente a San Sebastián; se citan a veintiuna
mujeres, entre ellas: Zenobia, reina de Palmira, y Faustina, la mujer del emperador Antonino. Las otras
diecinueve son santas, mujeres a quienes la Iglesia colocó en los altares. Esta abundancia de nombres
femeninos que subsistieron para el gran público cuando desaparecían los de los efímeros emperadores de esos
dos siglos, indica la importancia de estas santas, casi todas mujeres jóvenes, que murieron por afirmar su fe.
Ágata, Inés, Cecilia, Lucía, Catalina, Margarita, Eulalia, etc.

Además, emergieron figuras tan importantes como Faviola de Roma (s. IV). Noble romana convertida al
cristianismo, que vendió todos sus bienes, distribuyó su dinero entre los pobres y fundó en Roma el primer
hospital de Occidente, alrededor del año 390.
Melania la joven (383 – 439). Heredera de las inmensas posesiones de su abuela se retiró a Tierra Santa donde
su abuela había fundado una comunidad de mujeres piadosas en Jerusalén. Se sabe que Melania desarrolló una
acción concreta y cierta en el movimiento de liberación de esclavos.

Santa Clotilde (475 – 545). Esposa del rey franco Clodoveo influyó decisivamente en la conversión de Clodoveo y
todo el pueblo franco al Cristianismo Católico.

Teodolinda (570 – 628). Esposa del rey lombardo Agilulf, de culto arriano, consiguió bautizar a su hijo Adaloald
con el rito católico

Monjas y místicas

En el campo religioso la lista de mujeres cultas e influyentes es extensísima. Aquí citamos algunas de las más
sobresalientes:

Hrotswitha, abadesa de Gandersheim (935 - 1002). Se considera el primer gran nombre de la literatura alemana
en el siglo X. Fue escritora de leyendas y Dramas litúrgicos

Herrada de Landsberg (1130 - 1195). Autora de "Hortus deliciarum", Jardín de las delicias. Obra enciclopédica
que constituía la suma del saber de su tiempo con numerosas ilustraciones de gran importancia documental.

Hildegarda de Bingen- 1098-1179. Monja alemana que destacó tanto por sus visiones como por su vasta obra
literaria versada sobre distintas materias. Se la definió entre las mujeres más influyentes de la Edad Media.

Hildegarda de Bingen

Mujeres en el ámbito cultural y educativo

Dhuoda – 803 - 843. Dama de estirpe noble carolingia del siglo IX. Escribió el “Manual para mi hijo” para su hijo
Guillermo. Con mucho, es el tratado de educación más antiguo, puesto que fue redactado a mediados del siglo
IX.

Chistine de Pizan (1364 – 1430). Filósofa, poeta y humanista, considerada la primera escritora profesional de la
historia. Su obra mas conocida “La Ciudad de las Damas” es considerada por algunas autoras como precursora
del feminismo occidental y se sitúa en el inicio de la llamada Querella de las Mujeres.

Chistine de Pisan, una de las mujeres intelectuales más famosas de la Edad Media
Mujeres en el ámbito de la Medicina

Mujer medieval curando a un hombreLas mujeres cuidaban de los enfermos de su familia. De modo que la
medicina doméstica estaba en sus manos. Se ocupaban de las enfermerías de los monasterios o de los
hospitales de pobres y enfermos.

Hasta los siglos XII y XIII, las mujeres no tuvieron ningún problema para ejercer la medicina, desde entonces,
vieron como querían acotar su función. Antes del siglo XIV las mujeres libremente asistían en los partos,
atendían la salud de hombres y mujeres, testificaban como expertas ante las cortes judiciales y administraban
medicamentos.

En este campo sobresale especialmente Trotula de Salerno, doctora italiana del siglo XI que escribió influyentes
trabajos de medicina femenina como la menstruación y el parto.

Reinas

Mujeres osbresalientes: Blanca de CastillaEste campo es el más prolífico en investigaciones de diferentes


autoras. Por ello, hoy conocemos numerosas reinas cuyo poder y/o influencia fue enorme durante el periodo
medieval, como las grandes reinas idolatradas en Francia: Leonor de Aquitania y Blanca de Castilla.

En los reinos hispánicos sobresalieron figuras como la reina Toda de Pamplona, cuya autoridad como auténtica
gobernante de su reino es reconocida por fuentes árabes de la época.

En los Condados hay que destacar figuras como Ermesinda de Carcasona y Almodis de la Marca.

Una de las grandes reinas que reinó por derecho propio fue Urraca de León y Castilla, que gobernó uno de los
estados más poderosos de la Europa medieval a comienzos del siglo XII.

Otras reinas consortes notables en defensa de sus hijos y de la estabilidad de sus reinos fueron Doña
Berenguela de Castilla o María de Molina y todo este panorama rematado con la vida de la reina más poderosa
de nuestra historia: Isabel de Castilla, cuyo reinado ejerce de bisagra entre la Edad Media propiamente dicho y
el absolutismo de la Época Moderna.

https://www.arteguias.com/mujeredadmedia.htm
La mujer en la Edad Media

Los ojos de Hipatia Jun 19th, 2013 6 Comentarios

En esta ocasión, desde la curiosa mirada de Hipatia queremos viajar en el tiempo para aterrizar en el Medievo, y
arrojar algunas luces sobre las sombras que han empeñado la visión que se tiene de esta época tan marcada por
la trilogía de la muerte: guerra, hambre y enfermedad.

Con ello, también trataremos de desmontar, a grandes rasgos, algunos de los mitos que giran alrededor de la
feminidad en una sociedad fuertemente patriarcal. A pesar de los escasos documentos que se encuentran, al
margen de los escritos sobre mujeres ilustres o escritos por clérigos, definir la historia de las mujeres en la Edad
Media es un tanto complicado.

Sin embargo, tras leer de aquí y de allá, vamos a intentar explicar a grosso modo los puntos que más
controversia han podido originar a lo largo de los años, sabiendo que es un tema que trataremos en
profundidad en artículos posteriores.

Siempre que pensamos en dicho período, marcado por las guerras, la peste, el hambre, también el poder
feudal y de la Iglesia, viene a nuestro imaginario si hablamos del papel de la mujer, el derecho de pernada, el
cinturón de castidad, la persecución de brujas, etcétera. Sin embargo, y según varios historiadores, esta
descripción de darse se enmarcaría dentro del período denominado como Alta Edad Media y en algunas zonas
determinadas del territorio europeo, donde el marido sí podía matar a su esposa adultera, o donde la mujer
esclava no podía casarse sin el consentimiento de su señor, y si lo hacía, sus hijos se repartirían entre su señor y
su marido. En esta época, debemos saber que no existían los matrimonios por amor. De hecho, ese es un
privilegio más de nuestra época que de tiempos pasados. De ahí, que la mujer era evidente que no elegía a su
marido, esa tarea era asumida por el padre o, si éste faltase por el cabeza de familia. Vivir bajo la piel de una
mujer era toda una proeza en la Edad Media, ya que al margen de ser desposada por un hombre al que
probablemente no amaba, ésta podía sufrir varios tormentos con total impunidad como la violación, el rapto, la
repudia, e incluso, desde otra vertiente, ser obligada a convertirse en una mujer religiosa, lo que también daba
estatus a la familia y una preocupación menos. La mujer, en definitiva, era pura mercancía al antonjo del
hombre, y siempre jugaba, salvo excepciones, un papel secundario en la sociedad.

Es por ello fácil de imaginar que la mujer fuese siempre considerada una menor de edad (una situación que no
varió hasta principios, e incluso mediados, del siglo XX), y hay que tener en cuenta que peor fortuna corrían
aquellas que pertenecían a estratos más bajos de la sociedad o eran viudas (quienes desgraciadamente volvían
en muchas ocasiones a estar tuteladas por algunos varones de la familia, como los hijos). Aunque en ocasiones,
la viudas también podían disfrutar de su pequeña fortuna. Pero este es un tema que trataremos con mayor
profundidad en otro artículo.

Con ello, es fácil imaginar que durante los diez siglos que duró la Edad Media la imagen más comúnmente fuese
lo descrito líneas más arriba, y de ahí, que siempre este período quedase empañado por la famosa Leyenda
Negra ( las campañas contra España empezaron mucho antes de la época Felipe II, donde se encuendra la
campaña contra España, y algunos elementos de la Edad Media fueron utilizados para desprestigiar a España),
extendida por las potencias enemigas de España.

No obstante, y como decíamos líneas más arriba, la Edad Media no fue sólo período de sombras, en estos
tiempos también floreció el mundo de la cultura como la poesía trovadoresca, la creación de las Universidades,
el amor cortés, la aparición del culto de la Virgen María (siglo XII) y, surgieron, al mismo tiempo, figuras como
Juana de Arco, Leonor de Aquitania o María de Molina, entre otras, que destacaron como mujeres más allá de
los modelos patriarcales. Así que la Edad Media no sólo fue un período de tinieblas, o ignorancia, en estos años
también se crearon, como hemos indicado, las Universidades, además de existir una proliferación de obras
artísticas. E incluso, aunque la mayoría de la sociedad fuera analfabeta, la cultura popular contribuyó a
enriquecer al pueblo en general, ya que la cultura erudita, más ligada al latín y la tradición marcada por Roma,
sólo pertenecía a unos pocos. He aquí, debemos manifestar que la cultura popular por ser la perteneciente al
pueblo no estaba exenta de calidad. De hecho, la cultura popular estaba ligada a la tradición, las obras se
entendían como piezas de entretenimiento, que estaban vinculadas a ese intento por parte de los clérigos en
“vulgarizar” la cultura erudita.

Por otro lado, y lejos de las interpretaciones cinematográficas, que tanto daño han hecho respecto a ese
oscurantismo de la Edad Media, hay que despojarse de los mitos y adentrarse mucho más en la realidad de la
sociedad medieval, mucho más compleja de lo que se tiende a estereotipar. Un ejemplo de ello es el siempre
mencionado derecho de pernada, denominado derecho de la primera noche o ius primae noctis, el cual, sí
existió en el derecho jurídico medieval, pero, evidentemente lejos queda de aquellas representaciones de
Braveheart u otros films. En la práctica, según el estudio de los historiadores, se convirtió a menudo en el pago
de un tributo al señor por parte del campesino que se casaba o, existían otros casos en que este derecho
señorial se transformaba en un censo más, también se celebraba una ceremonia en la que el señor franqueaba
de una zancada el cuerpo de la novia y recibía a cambio un par de gallinas o un tarro de miel. Asimismo, y como
indican algunos historiadores, las mujeres que no pertenecían a las clases altas y vivían fuera del entorno
directo del monarca eran mujeres víctimas de las enfermedades y la pobreza , de ahí, que lejos quedan aquellas
imágenes de bellas mujeres a las que el señor feudal violentaba más propias del cine y la literatura. Además,
uno de los cánones de belleza impuestos entre las clases altas fue el de la mujer de piel clara (también se
observa esa tendencia hasta finales del siglo XIX), y no ennegrecida por el trabajo al sol, como era el caso de las
mujeres campesinas. De ahí, que las investigaciones más recientes apunten a que este derecho de pernada era
otra forma de engrosar la renta del señor feudal, no olvidemos que el sistema feudal sobrevivió gracias a los
fuertes impuestos que debían soportar las clases más bajas, es decir, el campesinado, y en segundo lugar,
aunque mejor valorados, los artesanos, entre otros.

Por ello, es fácil caer en tópicos sin atender a una realidad mucho más compleja, ya que la Edad Media estuvo
lleno de vida. Un ejemplo muy claro fue lo que supuso la convivencia de las tres religiones: la judía, la
musulmana y la cristiana, y cada una con una forma distinta de construir el ideario de mujer. Sin embargo, la
imposición de la religión católica sobre las otras, definió el lugar de la mujer en la sociedad de la Edad Media,
creando así diferentes estereotipos antagónicos de feminidad. Por un lado, fue en el siglo XII cuando el
matrimonio se impuso como sacramento, para controlar la monogamia y la exogamia. También se trató el
tema de la castidad, para entender el acto sexual como el objetivo la procreación (no se entendía ni mucho
menos el sexo como un acto de amor o mero placer para la mujer).
Por otra parte, existían diferentes realidades dependiendo de la situación de la mujer, la cual, podía ir desde la
mujer noble, la campesina y la monja, o incluso, la prostituta -que ya trataremos en otro artículo-, siendo la
primera de ellas la única que podía gozar de grandes privilegios y la que, si fuese posible, podría alcanzar un
mayor reconocimiento. Aunque, dicho reconocimiento no le permitiese intervenir en política, ni de su dote, ya
que, no podían disfrutar de ella ni en su estado de casadas, solteras o viudas -salvo algunas excepciones éstas
últimas-, porque pertenecían al padre, al esposo o al hijo (dato que se prolongó en el tiempo, e incluso hasta
fechas no tan lejanas). Recuerden que la sociedad feudal es heredera del modelo grecoromano que era
fuertemente patriarcal, y que este sistema se irá afianzando en el tiempo. También influyó en la vida de las
mujeres el discurso oficial de la Iglesia sobre el papel de la mujer, donde se exaltaba la virginidad. Por ello, no es
de extrañar que un buen número de mujeres ingresaran en conventos, también es verdad, como válvula de
escape a matrimonios impuestos o tras enviudar, o incluso si la familia vivía en situación de pobreza.

La figura de la mujer quedaba relegada al centro del hogar, del que era dueña y señora, atendiendo tareas
como la crianza de los hijos, la organización del servicio, si había, y de la economía doméstica en el caso de que
el marido, estuviese en la guerras, siempre que no hubiese un varón en la casa.

En lo que se refiere a la mujer campesina, menos suerte corría ésta, era sin lugar a dudas la que más duras
condiciones de vida soportó: era la encargada de las tareas domésticas, de la educación de los hijos, y del
ganado y del huerto. Si ésta residía en la ciudad, además de ocuparse de su familia y la casa, debía hacerlo del
negocio familiar o ayudar a su marido, y no vayan ustedes a pensar que el salario de la mujer sería igual que el
del hombre.

Como mencionaba más arriba, también estaba la mujer que optaba por dedicar su vida a Dios ya fuese por
haber cometido pecados en su vida, o porque su dote se le asignaba a una hermana mayor, o simplemente una
mujer que ve el convento como salida a un matrimonio pactado o a la pobreza. Esta mujer ha sido la que más
expectación ha generado en la historiografía, derivada de las particularidades de los conventos y la relativa
libertad que se vivían dentro de ellos. Un caso especial muy estudiado también, lo suponen las beguinas una
asociación de mujeres cristianas, contemplativas y activas, que dedicaron su vida, tanto a la defensa de los
desamparados, enfermos, mujeres, niños y ancianos, como a una brillante labor intelectual: traducían obras
religiosas a lenguas comunes. Organizaban la ayuda a los pobres y a los enfermos en los hospitales, o a los
leprosos. Trabajaban para mantenerse y eran libres de dejar la asociación en cualquier momento para casarse.
Estas mujeres pretendían tener un contacto inmediato con Dios, sin intermediación de la Iglesia, para
establecer un diálogo directo con Él. Como curiosidad, anotarles que este año 2013 moría la última beguina del
mundo, la hermana Marcella Pattyn.

Asimismo, la educación será uno de esos campos en los que la mujer tendrá cierto espacio durante la Edad
Media. En un tipo de sociedad en el cual reina el analfabetismo, donde la transmisión de la cultura se realizaba
de boca en boca, las mujeres se convertían en difusoras de la cultura y las costumbres. Si nos referimos a las
nobles, hoy en día sabemos que la mayoría de ellas sí tuvieron un mayor acceso al mundo del conocimiento,
llegando a dominar la escritura y la lectura, aprendieron otras lenguas, e incluso, las hubo instruidas en
ciencias, y en música.
Además, como mencionábamos líneas más arriba cabe recordar que en esta época nacen las Universidades, en
el siglo XIII, convirtiéndose en los crisoles de la cultura europea. En su mayoría fueron fundadas por eclesiásticos
y, estuvieron prohibidas a las mujeres. Sin embargo, el ambiente intelectual se extendió también a la población
femenina, nos llegan algunas anécdotas curiosas como la de Polonia, en el siglo XIV, donde una joven se disfrazó
de hombre para ir a seguir los cursos de la universidad de Cracovia, pero al cabo de dos años, se descubrió el
fraude y fue expulsada. Otro ejemplo sería el de Salerno, Italia, donde funcionó a partir del siglo X una escuela
libre de medicina que otorgaba sus diplomas a mujeres, concediéndoles licencia para practicar la medicina y la
cirugía. En Bolonia y en Montpellier también hubo gran número de estudiantes femeninas en medicina, algunas
de ellas dejaron escritos tratados de ginecología. A partir de final del siglo XIII, se señala la presencia de mujeres
practicando la medicina, la cirugía y la oftalmología en las grandes ciudades europeas, París, Londres, etcétera.
La mujer, sin embargo, se vio poco a poco sustituida por el varón en la práctica del arte de la medicina y cirugía,
para desaparecer finalmente de esta profesión en el siglo XVI y, de todas las demás.

Por otra parte, el acceso a la educación para las clases bajas fue mucho más complicado, con especial relevancia
en las zonas rurales, donde la Iglesia tenia un peso fundamental lleno de dogmátismo. A las niñas pobres las
educaban en la costura, el hilado y las tareas del huerto y el ganado y si tenían un negocio familiar, a las labores
que debían desempeñar. A las nobles se las mostraba cómo dirigir al servicio así como buenos modales y el
saber estar (la mujer perfectamente instruida que pervivió hasta modelos recientes de mujer). Las monjas eran
las más afortunadas entre todas las mujeres si a la educación nos referimos, ya que, podían llegar incluso a
conocer el latín y el griego y, por tanto, a leer y escribir. De hecho, desde el siglo VI, se exigía que las monjas
supieran leer y escribir. A pesar de que no era lo común, hoy en día sabemos de mujeres que retando a su
tiempo, escribieron desde los conventos, como Hildegarda de Bingen o Gertrudis de Helfta.

Por último, no es un hecho aislado del medievo que se considerase a las mujeres como seres inferiores, de
menor inteligencia, menos capaces. No podemos omitir las obras de fisiología que argumentaban que la
diferencia entre sexos era una cuestión biológica, a las mujeres les atribuían unos humores fríos y húmedos,
mientras que a los hombres se les consideraba calientes y secos, la perfección y medida de todas las cosas.
Estas teorías estuvieron muy vigentes hasta el siglo XIX. La naturaleza de las mujeres les hacía no sólo ser más
débiles en los aspectos morales, sino también en los físicos, porque podía ser causante de todas sus
enfermedades, entre ellas la menstruación, que no era sino todo aquello demoniaco que la mujer expulsaba por
la vagina. La mujer a lo largo de diferentes siglos y edades ha sido considerada como un ser débil, en el que, se
imponen constantemente su emociones sobre la razón. De ahí, que se prefiriese que su figura quedase relegada
a ámbitos domésticos, a la esfera privada, para desempeñar ese papel de perfecto ángel del hogar. Así, se
pensaba durante el siglo XVI, XVI, XVIII, XIX y, el siglo XX. Por tanto, que estos tratados fisiológicos, o escritos
morales y de costumbres, o una regulación jurídica muy negativa para la mujer, hagan de la Edad Medía, en su
mayoría, una etapa oscura, de austeridad y de prohibiciones para la mujer queda irrisorio cuando a lo largo de
la historia, e incluso, hasta fechas recientes, se observa, que desgraciadamente, la mujer nunca ha gozado de
plena igualdad respecto al hombre. Por ello, lejos de alimentar los tópicos, cabe decir que también hubo luces
para la mujer durante la Edad Media, al igual que hoy en día, en pleno siglo XXI la mujer, desgraciadamente, aún
vive entre sombras y no goza de los mismo derechos y libertades que el hombre en muchos puntos del planeta.

Nuestra lucha, por tanto, aún no ha terminado.


Por A. Carceller.

https://losojosdehipatia.com.es/cultura/historia/la-mujer-en-la-edad-media/

La mujer: su concepción y educación en la Edad Media

Por Adolfo Luis Pérez Álvarez -12/04/20170

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Las ideas acerca de la mujer en la Edad Media fueron fomentadas por clérigos y por castas con poderes
económicos que veían a la mujer como un objeto de decoro, siendo subordinadas al interés de la tierra (Eileen
Power, 1975). Estas clases establecerían un marco legal para la mujer, darían determinado concepto al
matrimonio, dado que eran favorables a la idea de colocar a la mujer junto al hombre. El concepto de
matrimonio y la legalidad dada a la mujer no consideraban a la mujer como un individuo completo, la mujer era
catalogada por su sexo y por lo tanto inferior al varón.

A pesar de esta visión, no consiguió la Iglesia, ni tampoco la Aristocracia, silenciar a todas las mujeres, algunas
de ellas pertenecientes a clases medias urbanas, se hicieron notar a partir del siglo XII, momento en el que
comienzan a desarrollarse el comercio y las ciudades. En la Ley de los Burgos se tenía en cuenta la actividad de
las mujeres casadas en el comercio, las denominadas femmes soles, mujeres con negocios propios que además
de ayudar a sus maridos, mejoraban su status.

En el periodo en el que las clases urbanas estaban en la cima de su prosperidad e influencia, finales del siglo XIII
y XIV, vieron languidecer los más puros ideales del amor cortesano y resurgir, en las famosas historias rimadas
conocidas en Francia como fabliaux, en un antifeminismo secular tan brutal como el que los padres de la Iglesia
habían propuesto.

En el mundo medieval, las clases trabajadoras silenciadas, tenían una visión diferente de la mujer, el hombre del
campo acostumbraba a ver a mujeres trabajando en talleres y en las tierras, una realidad contrapuesta a lo que
se predicaba los domingos en las misas a las que éstos asistían; se les decía desde el púlpito que la mujer era la
puerta del infierno y María la puerta del cielo (Eileen Power, 1975). La Iglesia consideraba a la mujer como un
mal para el hombre, como razón explicaba que: en el paraíso había sólo presencia de dos hombres y una mujer,
y que esta mujer, Eva, no descansó hasta conseguir que Adán fuera expulsado del Edén.
Estas concepciones de la mujer pasan a formar parte de la mentalidad cotidiana de la época. La mujer como
demonio, algo inferior a la par que pérfido. Además de la Iglesia, que importante papel juega con la predicación
de estos planteamientos en una sociedad temerosa de Dios, serán también aristócratas y laicos quienes
adquieran esta visión de la mujer, se consolida la idea de inferioridad femenina.

Encontramos en el amor caballeresco, muy posiblemente surgido de la estimación que se le hace a la Virgen, la
concepción de la dama mundana, a la que el caballero profesaba auténtico amor, un amor muy diferente al del
matrimonio. En estas visiones, que como ya se ha citado, aparecen reflejadas en novelas y poemas
caballerescos, encontramos a una mujer depravada, descarada, tonta, además de otras que aparecen como
brujas maliciosas, situando siempre en medio de ellas al amor, valga el término platónico, hacia un caballero.

Con respecto a la educación femenina, podríamos comenzar haciendo una división en tres del sexo femenino,
por un lado las mujeres dedicadas a la vida religiosa, por otro lado mujeres de la aristocracia y por el último la
mujer perteneciente al pueblo llano. Cada grupo recibía un tipo de educación diferenciada, la mujer aristócrata
era educada en grandes señoríos; la mujer religiosa en colegios conventuales y, por último, la mujer llana, cuya
educación era precaria, se llevaba a cabo en escuelas elementales, las cuales se encontraban en la ciudad,
pudiendo darse también algunas de ellas en el campo. Hay que tener presente que en la Edad Media la
alfabetización era escasa en el hombre, con lo cual aún más inferior sería en la mujer. La educación se refería
sobre todo a asimilar bueno modales, religión y labores de hogar; en el ámbito intelectual poco aprendían. La
mujer cortesana debería prepararse para un buen posicionamiento en la sociedad; estaba mal visto que
supieran leer o escribir, a no ser que fueran monjas.

Sabemos que existían centros en los que niños y niñas aprendían lecciones básicas, podemos decir que era una
enseñanza más práctica que intelectual, además, se puede afirmar que la mujer no recibía buenos tratos
durante su educación. En París estaban los llamados “pequeños colegios”, que enseñaban a leer y gramática
latina; valían tanto para las chicas como para los chicos.

En el mundo campesino, la incorporación de la mujer al mundo laboral se debió, principalmente, a la necesidad


de aumentar su nivel; en caso de ser casada, para ayudar al marido a traer beneficios, en caso de ser soltera,
por el simple hecho de tener que ganarse la vida. Normalmente encontramos a mujeres casadas, que se
dedicaban a ayudar a sus maridos en sus oficios, incluso a su muerte, heredando éstas el negocio del esposo. No
debemos, por el contrario, creer que no existieran mujeres, casadas o solteras, que realizasen actividades
completamente diferentes a las del marido, siendo desde jornaleras hasta tenderas, hay que dejar a un lado la
tradicional concepción de que la mujer en la Edad Media tan sólo se dedicaba a la tarea doméstica. Incluso
muchas mujeres tras casarse continuaban en el mismo oficio que en su estancia de soltera, siendo diferente al
del esposo en algunos casos. Casi no encontramos oficios en lo que no hubiera presencia femenina (Margaret
Wade Labarge).

En el mundo campesino podemos dejar claro que la mujer, a excepción del arado, podía realizar cualquier
trabajo, a la par que el trabajo doméstico. En casi todos los señoríos podemos encontrar a mujeres trabajando,
de tal manera que también se encargaban del trabajo de la casa, desde el cuidado del hogar y la crianza de los
hijos, hasta la elaboración de tejidos y vestimentas para la familia. También en las residencias de los señores
podían encontrarse a mujeres sirvientas, dedicadas servicio del señor.

No es extraño encontrar a mujeres propietarias de tierras, no sólo por viudedad, si no por pertenencia propia
anterior al matrimonio. La mujer era desde jornalera, hasta, segadora, lechera, plantadora y otros oficios que
pudieren llevarse a cabo en el mundo campesino.

https://diario16.com/la-mujer-concepcion-educacion-la-edad-media/

La mujer en la Edad Media

Publicado en 16 marzo, 2015Por anthropologies

InicioSocialLa mujer en la Edad Media

Generalmente cuando se estudia la figura de la mujer en la Edad Media, se suele transmitir la idea de que este
ha sido uno de los períodos históricos en el que las mujeres han estado más infravaloradas y subordinadas por
la sociedad teológica y masculina.

Sin duda, una afirmación que hay que matizar, pues es verdad que la sociedad medieval era
predominantemente masculina y que la mujer estaba sometida a la autoridad del hombre. Pero no más que en
otras sociedades o culturas, como por ejemplo la sociedad Grecorromana.

Por ello, con este artículo pretendo analizar el concepto que se tenía de la mujer y acercarme a la realidad que
vivieron estas. Introducirme en su vida cotidiana para observar que hubo mujeres con poder, que dejaron su
huella en la historia y que manifestaron sus intereses.

La concepción de la mujer en la Edad Media

En lo que se refiere a la concepción de la mujer en la Edad Media, hay que diferenciar entre la imagen dada
por el ámbito eclesiástico y el ámbito popular/literario.

Ámbito eclesiástico
Se trata de una visión que obedece a los criterios de la cultura monástica, por tanto de una minoría que veía a la
mujer de una forma negativa, en parte porque estaban sometidos al celibato. Por ello, dentro de esta visión,
negativa, destacaron autores como:

San Agustín: defendía la idea de que la mujer debía ser un individuo subordinado, quedando reducida a tres
papeles: el de tentadora como instrumento del diablo, el de esposa como instrumento del marido y el de madre
como instrumento de Dios.

Santo Tomás de Aquino: se apoyó en la idea que difundió Aristóteles en De Generatione Animalium (De la
generación de los animales), en la que afirmaba lo siguiente: “La mujer es como un varón impotente”.

Igualmente, en este ámbito la imagen de la mujer se dividía en virtudes y vicios. En mi opinión, aspectos quedan
reflejados en dos personajes de la Biblia.

La virgen María: encarnaría a la mujer virtuosa y el modelo a seguir. De esta forma, hay que citar esas virtudes:
virginidad, belleza natural y la discreción. A estas virtudes, se les uniría dos características que se le atribuyen a
la mujer: la libertad y la sensibilidad. “… Sabed que todas las mujeres, igualmente, sean doncellas o damas y de
cualquier condición, sienten una natural inclinación a buscar los caminos y senderos que conducen a la libertad,
ya que desearían disfrutarla para siempre…” J. de Meung,

Eva: era el modelo de mujer que había que evitar, pues personificaba todos los vicios: debilidad, malas artes (el
llanto), coquetería, testarudez, ligereza, indiscreción y frágil honra “…Nunca he visto una dama tan fiel que, si
no se llega a un pacto con ella no recurra a malas artes, si se la aparta de las buenas…” Guillermo de Aquitania
(S.XI)

Así, desde esta concepción eclesiástica, la mayoría de las mujeres serían Eva y no María, entre otras cosas
porque la perfección no existe y la Virgen encarna esa perfección que solo estaría en un tipo de mujer, las
monjas. “…Es imposible que un estudioso hable bien de las mujeres, excepto cuando se trate de santas del
santoral; no hay ciertamente otra clase de mujeres…” G.Chaucer, Cuentos de Canterbury

Por otro lado, dentro de este ámbito, existían mujeres satanizadas, como Eva (antes citada) y Lilith[1], mujeres
que simbolizan la tentación, seducción y el engaño hacia el hombre (también relacionadas con la serpiente).
Estas, durante la Edad Media estarían representadas en las brujas y retratadas en algunos de los libros escritos
por los inquisidores, como el Malleus Malleficarum de E.Kramer y J. Sprenger “… Si pisáis la cola de una
serpiente, no sería tan cruel ni la mitad de insensato que hacerlo con una mujer encolerizada de venganza…”

Asimismo, siguiendo con este tipo de mujer satanizada, se encuentran casos reales, como:

Blanca de Navarra (primera esposa de Enrique IV de Castilla): En muchas ocasiones fue acusada de fabricar
veneno y culpabilizada de ser la responsable de la impotencia del rey, al que supuestamente tenía embrujado.
De ahí, que el matrimonio finalmente quedase anulado y que la fama de bruja que pesaba sobre Blanca se
extendiese todavía más.

Juana de Avis (segunda esposa de Enrique IV de Castilla): En la corte castellana, fue percibida como una figura
negativa para el rey, porque era considerada una mujer promiscua y adúltera. Es más, ya en la época se
rumoreaba que su hija (Juana, La Beltraneja) no era del rey.

Ámbito Popular/Literario

Esta concepción, parecida a la anterior, obedecía más a la realidad. Una realidad, que nos presenta a una mujer
que rara vez llegaba virgen al matrimonio ó que era fiel…Así lo muestran obras como: Decamerón ó Los cuentos
de Canterbury. “…Yo no tengo vecina que intacta haya ido a sus bodas; aún de las que ya casaron yo sé bien
cuántos y cuales engaños hacen a sus maridos; y este simple me quiere mostrar como son los hombres, como si
yo fuese nacida ayer…” G. Boccaccio, Decamerón

IgualmImagen 2ente, hay que hablar de la concepción de la mujer en la cultura cortesana, donde surgió el amor
cortés. Un género literario que narraba historias de amor, en las que la mujer era admirada y el hombre
aparecía como un personaje sumiso y enamorado de la protagonista.

Por otro lado, dentro de la literatura medieval también hay que hacer alusión a cierta concepción negativa de
la mujer. Plasmada, en algunos personajes femeninos muy famosos, como:

Melusina: según la leyenda, Melusina es un hada que seduce a Remondín en la Fuente de la Sed, lugar dónde
comienzan su relación. Pero para que esta fructifique, ella pone una sola condición: que los sábados por la
noche la deje sola y no la vea. A cambio, ella le promete hijos, felicidad, prosperidad, protección y riqueza.

Todo funciona, hasta que Remondín, creyendo que Melusina le es infiel, la sigue y descubre que de cintura para
arriba es una mujer y de cintura para abajo es una serpiente. Tras este descubrimiento, por una parte Melusina
se convierte en serpiente, abandona a su marido y es condenada a vagar sola hasta su muerte. Por otra parte,
Remondín pierde su fortuna, la felicidad, protección… y los hijos de ambos son condenados a no tener nunca
un reino.

De esta forma, lo que personifica Melusina es el engaño, el peligro de la mujer y las malas artes. Todo ello,
reflejado en su aspecto de serpiente.
Imagen 3

La Celestina: el personaje de Fernando de Rojas, es una anciana (bruja y alcahueta) que ayuda a Calisto a
conseguir el amor de Melibea, a través de malas artes. No obstante, este personaje representa todo lo negativo
de la mujer tardomedieval: la vejez, prostitución, codicia, la brujería, la lujuria, la corrupción…

Ginebra: La Reina Ginebra en la primera parte de la leyenda del Rey Arturo, es definida como un modelo a
seguir; virtuosa, discreta, íntegra, fiel… Pero a partir de su infidelidad con Sir Lancelot, el personaje se convierte
en todo lo contrario; una mujer frágil, adúltera, de escasa moral…Que incluso, es responsable de la caída de
Camelot.

Viviana: en el Ciclo Artúrico es más conocida como la Dama de Lago y la guardiana de Excalibur. Pero también,
se nos presenta como un hada de gran belleza que consiguió seducir al mago Merlín hasta tal punto, que este le
enseño todos los secretos de la magia. Aprendizaje, que ella aprovechó para hacerle prisionero de por vida,
dentro de nueve círculos mágicos.

Morgana: Quizás es el personaje femenino más oscuro de la literatura medieval, pues es descrita como una
hechicera malvada y cruel, que guarda un inmenso odio hacia su hermanastro Arturo. Pues, es ella la que
seduce a su medio hermano para concebir un hijo, la que le desvela la infidelidad de su esposa Ginebra o la que
conspira para quitarle Excalibur.

Igualmente, Morgana también es la creadora del “Valle de los falsos amantes”, un enclave mágico en el que
todo caballero que penetra es encantado y atrapado de por vida. Dentro de este, los hombres son hechizados,
sometidos a los deseos mujeres y castigados por sus infidelidades.

La mujer en la sociedad medieval

Cuando hablamos de la mujer, debemos insertarla dentro de la sociedad feudal. La cual, se caracterizaba por
ser un sistema social muy rígido, marcado por el nacimiento y que establecía la clase social a la que se
pertenecía.

Así, en lo que respecta a la mujer, tenemos distintos tipos, dependiendo la clase a la que perteneciese:

La prostituta

Esta se encontraba en el último estrato de la sociedad, dentro de los sectores de marginación y pobrezaImagen
4. Pues, eran las mujeres que vivían en peores condiciones y que moralmente estaban mal vistas dentro de la
sociedad, porque representaban el antagonismo del modelo de mujer medieval. Por lo que llevaban una vida
muy compleja, expuesta a todo tipo de enfermedades venéreas, violencia y escarnio público. Este último,
reflejado (en parte) en las leyes que las obligaban a vestir de forma diferente para ser diferenciadas del resto de
mujeres (vestidos con colores llamativos o llevar un adorno hecho con cintas de colores)
Pero, a pesar de ello, según J.Rossiaud, durante del S.XV “…la prostitución en el sureste de Francia tiene la
función social de conservar el orden y la paz social, canalizando las agresiones sexua-les y protegiendo de esta
manera el matrimonio…”. De ahí, que ésta estuviera institucionalizada y que, en cierta forma, fuera aceptada
por la sociedad porque era una forma de proteger el matrimonio y evitar agresiones a damas jóvenes.

Por lo general, las mujeres que acababan ejerciendo la prostitución eran viudas pobres con hijos o mujeres
violadas que habían sido repudiadas por su propia familia. Y todas ella podían ofrecer servicios en burdeles
(prostibu-lum), tabernas, baños públicos o en la calle.

La mujer campesina/ urbana

Imagen 5 Debía de organizar la casa (en todos los sentidos: cocina, limpieza…) y estar al cuidado de los hijos.
Además de trabajar en el campo o en la ciudad, contribuyendo a la economía familiar.

Eran muy pocas las que trabajaban fuera del ámbito familiar, de forma independiente. No obstante, hay
constancia de que en Córdoba las mujeres podían aprender un oficio artesano, de que en Sevilla existían telares
dirigidos por mujeres o que en ciudades como Cuenca/ Palencia no se prohibía a la mujer la práctica de algún
oficio. De hecho, en el Registro de Alcabalas (impuesto) de la Corona de Castilla, está documentado la
contribución y el oficio que desempeñaban algunas mujeres (lenceras, silleras, zapateras, calceteras,
zurradoras…). Como por ejemplo Maria Lopes (1448), la tocinera que arrendaba casas de la Cofradía del
Salvador, Palencia.

La monja

Este tipo de mujer dejaba toda su vida para dedicársela enteramente a Dios. Aunque no todas ingresaban en
un monasterio con este fin, sino movidas por otros objetivos: tener una mayor libertad (escapar de un
matrimonio pactado…), encontrar un techo y comida, obtener el perdón por pecados cometidos o por ser
viudas (este caso muy dado entre nobles y reinas).
Motivaciones aparte, lo que sí sabemos es que estamos ante un grupo de mujeres muy valorado, diverso y
culto. Pues, sabían leer, escribir y varios idiomas (latín, griego…). Precisamente, de sus manos surgieron
tratados muy interesantes sobre diferentes materias. Destacado especialmente, los casos de:

Hildegarda de Bingen (1098- 1179, Alemania): monja desde los quince años en el monasterio de Disibodenberg.
Destacó, no solo por sus visiones, sino por su vasta obra literaria que abarca diferentes materias; obras
musicales (Sinfonía de la Armonía de Revelaciones Divinas), varios tratados de medicina (Libro de Medicina
Compleja, Problemas y Remedios…) y teología (Liber Divinorum Operum, Scivias…)

Imagen 6

Gertrudis de Helfta (1256-1301, Alemania): ingresó en el monasterio de Helfta a la edad de cinco años, en
dónde se educó y se formó para posteriormente ordenarse. Con 25 años sufrió su primera experiencia mística
y, a partir de ese momento, se dedicó a la escritura de obras teológicas, como: Heraldo del amor divino,
Ejercicios Espirituales…

La noble

Este grupo estaba formado princesas reales casadas con nobles, condesas, duquesas y marquesas. Por tanto, un
tipo de mujer que por la clase social a la que pertenecía podía llegar alcanzar mayores reconocimientos.

Entre sus tareas cabe destacaban: Organización y control al servicio que trabaja en el hogar, cuidado y
educación de los hijos, estar pendiente de la economía de la familia en ausencia del marido, que generalmente
estaba en la guerra…

Todas estas funciones se multiplicaban cuando la mujer se quedaba viuda, pues era cuando asumía el control de
todo: las posesiones, contabilidad, empleados… Una situación que se reafirmaba cuando había de por medio
un heredero menor, pues esto provocaba que estas llegaran a adquirir un gran poder social.

En definitiva, que el día a día de una mujer noble podía llegar a ser muy activo, pero no hay que olvidar que su
principal función era dar hijos y que su matrimonio obedecía a cuestiones políticas para sellar pactos entre
familias poderosas. Algo que socialmente podía llegar a beneficiar en muchas ocasiones a esta mujer porque
podía adquirir mayor poder (posesiones) y mejorar su rango social.
Igualmente, la posición social marcaba la educación[2] que recibían las mujeres. Así la mujer perteneciente a las
clases más bajas aprendía a las labores de la casa, el negocio familiar o las labores agrícolas/ganaderas y en lo
que se refiere a la cultura eran en su mayoría analfabetas. Al igual que los hombres.

Por el contrario, la mujer noble además de aprender a hilar, buenos modales y a saber llevar un hogar. Se la
educaba en otros aspectos y aprendía a: leer, escribir, el salterio, gramática, Sagradas Escrituras, tocar
diferentes instrumentos musicales, cantar, idiomas…

Entre los ejemplos más destacables de nobles, tenemos:

Aethelflaed, Señora de Mercia (911-918, Inglaterra): hija del rey Alfredo el Grande (Wessex), se casó con
Aethelred (señor de Mercia) y poco después, tras la muerte de este, pasó a gobernar directamente Mercia. Fue
una mujer que tuvo un gran protagonismo en su época, pues: ayudó a la reconstrucción de las fortificaciones de
Chester, luchó en Gales dirigiendo sus propias tropas y conquisto Derby.

Imagen 7

Almoldis (1020-1071, España): estamos ante una noble que se caso tres veces (Hugo V de Lusignan, el conde
Ponce III de Tolosa y conde de Barcelona Ramón Berenguer I) y que poco a poco fue a amentando su poder, por;
incrementar sus propiedades en el sur de Francia, entablar buenas relaciones con los nobles y por organizar el
sistema jurídico en Cataluña.

Leonor de Guzmán (1310- 1351, España): amante del rey Alfonso XI de Castilla durante 20 años. Una relación de
la que nacieron diez hijos, que iban acompañados de grandes regalos. De esta forma, Leonor llegó a reunir un
numeroso patrimonio repartido por todo el reino (Palencia, Valladolid, Cádiz, Córdoba, Madrid, Cuenca y
Toledo) que la convirtió en una de las mujeres más poderosas del reino. A lo que se unió su interés por los
asuntos políticos que la llevaron a participar activamente (acompañaba al rey en sus desplazamientos y
expediciones) y a convertirse en la mejor colaboradora/ consejera del rey.

Dicha posición de poder la perdió cuando murió el rey, momento que aprovechó la reina, María de Portugal,
para encarcelarla y ejecutarla en 1351.

Margarita de Constantinopla (1244- 1280), Juana de Brabante (1355-1406), María de Borgoña (1477-1482),
Isabel de Bruhl…

La reina

Eran las mujeres que se encontraban en lo más alto de la escala social, una posición que, por un lado les daba
privilegios y que, por otro lado, provocaba que fueran centro de todas las miradas. Motivo por el cual se las
instaba a ser perfectas.
Esta idea se recogía en obras como la del franciscano Durand de Champagne, Specculum Dominarum (Espejo de
las mujeres) que dedicó a la reina Juana “La Loca”. En sus páginas el monje le recordaba que una reina siempre
debía ser un ejemplo a seguir: “…La reina no es solo una mujer, sino también ejemplo de santidad…espejo d
honestidad…”.

Pero, ¿Cuáles eran las mujeres que tenían como referencia para llegar a ser ese modelo de perfección que se les
exigía? La respuesta a esta cuestión es muy sencilla, se fijaron en modelos ya construidos que aparecían en la
Biblia:

La reina Esther (S.VII a.C.), esta figura aparece en El libro de Esther, uno de los libros que se encuentra en el
Antiguo Testamento.

La virgen María, modelo que fomentaron primero los monjes cistercienses y después franciscanos y dominicos.

“…En el propio estado de gloria, ningún hombre puro será rey en esa patria, pero una mujer pura será reina. Ya
que ningún hombre puro estaría así por encima de los ángeles y por encima de toda esa corte como una mujer
pura. Y así la naturaleza femenina tiene una prerrogativa en esa gloria, por su dignidad, y por su elevación, y
por su poderío, y esto en la persona de la Virgen María…”.

A su vez, ese modelo de mujer establecido para la reina, determinaba cual debía ser el lugar, el papel, los
deberes a desempeñar y las cualidades que tenía que reunir. Todo ello se recoge en el tratado escrito en 1325
por el dominico Jacobo de Cessolis “El solaz de juego de ajedrez[3]”, en este el monje nos explica cómo debe ser
la reina, como debe de actuar, cuáles son sus deberes… A través de los movimientos de las fichas que
componen el ajedrez.

Por tanto, de acuerdo con las normas de este juego la reina o lo que es lo mismo la dama, una de las piezas más
importantes,[4] tenía derecho a pasar por delante de los alfiles (jueces), de las torres (caballeros y funcionarios)
y de los peones (los trabajadores).Igualmente, se establecía que no debía participar en las batallas ni usurpar el
lugar de los caballos y que debía permanecer dentro de las fortalezas.

Por otro lado, Jacobo de Cessolis exponía cuales debían ser las características que debía reunir la reina. Así,
convenía que la reina fuera prudente, discreta, honesta, capaz de guardar secretos sobre asuntos de la corte,
ocuparse de la educación de sus hijos y pertenecer a la realeza para transmitir la sangre real a su heredero,
sumar posesiones territoriales y seguidores.

En definitiva, esta obra gozó de gran importancia en su época pero hay que tener presente que nos transmite
un ideal de reina, pues en realidad existieron reinas que gozaban un gran poder y una fuerte personalidad que
marcaron su tiempo. Como por ejemplo:
Leonor de Aquitania (1137-1204, Francia): fue una de las mujeres más importantes y poderosas del S.XII d.C.,
pues con solo 16 años era dueña del ducado de Aquitania. Más tarde, aumentaría su poder al convertirse en
reina dos veces: primero de Francia (Luis VII) y después de Inglaterra (Enrique II).

Durante toda su vida se caracterizó por ser una mujer de fuerte, que dirigió su propia vida y que intervino en los
asuntos políticos y culturales de su época: gobernó personalmente el Ducado de Aquitania, tramitó la nulidad
de su primer matrimonio alegando consanguinidad, luchó por los intereses de sus hijos (apoyó la rebelión que
llevaron contra su padre Enrique II y se encargó de asegurarles el trono), tramitó el matrimonio de una de sus
nietas castellanas (Blanca de Castilla), fue una gran defensora y propulsora de la cultura a través del
mecenazgo…

Imagen 8

Blanca de Castilla (1188-1252, España): Reina regente de Francia dos veces, tras la muerte de su marido Luis IX y
cuando su hijo/rey murió en la sexta cruzada. Durante sus años de regencia, la reina se hizo cargo de diversos
asuntos: administrativos, políticos (firmó tratados con nobles con nobles desleales…) militares (en 1229 movió
el ejército contra Bretaña), el conflicto con la Universidad de París en 1229, el enfrentamiento con el cabildo de
Nôtre- Dame…

Isabel I de Castilla (1474- 1504, España): Reina de Castilla y consorte de Aragón/ Sicilia. Desde el primer
momento Isabel demostró tener un fuerte carácter y se dueña de sus decisiones, pues fue ella misma la que
libremente eligió su marido (Fernando de Aragón) y la que tramitó El Tratado de los Toros de Guisando, por el
cual pasaba a ser la heredera de la Corona de Castilla. Igualmente, influyó directamente en los asuntos políticos
de Castilla, tanto internos como externos: reorganizó la administración de Castilla, participó en la reconquista
de Granada y reunificación de la Corona, apoyó y sufragó la expedición de Cristóbal Colón a Las Indias, gestionó
los acuerdos matrimonios de sus hijos…

Adosinda (S.VIII), Doña Toda (876-958), Melensinda (1105-1161), Berenguela (1179-1246), Leonor de
Arborea(1340-1404)…

Rocío Rivas Martínez

Referencias

Bueno Domínguez, Mª.L., Miradas Medievales. Más allá del hombre y de la mujer, ed. Dilex, Madrid, 2006

Pasiones, júbilos y lamentos en la Edad Media, Editorial Ciencia de Madrid, Madrid, 1995.

Fuente, Mª.J., Reinas medievales en los reinos hispánicos, Las esfera de los libros, Madrid, 2003.
Pernoud, R., La mujer en el tiempo de las catedrales, Editions Stock,1980.

Wade Labarge, M., La mujer en la Edad Media, Nerea, 1988.

[1] Según la tradición hebrea Lilith fue la primera mujer de Adán (anterior a Eva) que se reveló y abandonó el
Edén, para instalarse en el Mar Rojo. En dónde se unió a varios demonios, como Samael.

[2] Cuando nos referimos a la educación debemos referirnos al primer tratado pedagógico medieval: “Manual
para mi hijo” escrito por la noble francesa Dhuoda (mediados del S.IX d.C.).

[3] Su título exacto era: Libro de las costumbres humanas y de los oficios nobles, a la manera del juego del
ajedrez.

[4] Hay que tener en cuenta que para ganar la partida de ajedrez la dama es imprescindible, ya que gana quien
toma la reina.

https://www.anthropologies.es/la-mujer-en-la-edad-media/

 
 
 
 
De spirituali amicitia (Elredo d

3 - Amicitia triplex: carnalis, mundialis, s

Amicitia itaque spiritalis inter bonos, vitae, morum, studi


parturitur, quae est in rebus humanis atque divinis cum
consensio. Quae quidem diffinitio ad amicitiam exprime
sufficiens, si tamen more nostro caritas nuncupetur, ut a
excludatur, benevolentia autem ipse sensus amandi qui
 
movetur interius exprimatur. Ubi talis est amicitia, ibi pro
nolle, tanto utique dulcius, quanto sincerius; tanto suavi
amantes nihil possunt velle quod dedeceat, nihil quod e
amicitiam prudentia dirigit, iustitia regit, fortitudo custodi
De quibus suo loco disputabimus. Nunc autem si de eo
putasti, videlicet quid sit amicitia, satis datum existimas,
ea quae dicta sunt, nec aliquid mihi suggeritur ultra quo
ad alia transeamus, scire desidero unde primum amiciti
Natura an casu, an necessitate aliqua; vel certe praecep
imposita, in usum venerit; usus vero eam commendabile

 
 
 
 
NOTAS
 
1.  G. EPINEY-BURGARD y E. ZUM BRUNN, Mujeres trovadoras de Dios. Una tradición silenciada de la Europa medieval, B
México, Paidós, 1998, 238. Las siglas utilizadas en este artículo son DEMA: Dictionnarie Encyclopédique du
Cerf, 1997; DS: Dictionnarire de Spiritualité, Ascetique et Mystique. Doctrine et Histoire,  Paris, Beauchesne, 1937-1995.
2.  Para este tema sigo de cerca a E. POWER, Mujeres Medievales, Madrid, Ediciones Encuentro, 1979, 128.
3. Utilizo la palabra "burguesía" y "burgués" en su sentido originario: "natural o habitante de un burgo", pero con la conno
palabras fueron tomando con el tiempo de "ciudadano de la clase media, acomodada u opulenta". Las "mujeres escritoras
la "imagen medieval de la mujer" pertenecieron en general al ambiente monástico-clerical, a la aristocracia o a la burguesía
4. Como casos excepcionales pueden mencionarse a Eloisa y sus cartas de amor y a algunas poetisas como Beatriz de D
E POWER, Mujeres... 18.
5. J. HEERS, La primera cruzada, Barcelona - Buenos Aires - México - Santiago de Chile, Editorial Andrés Bello, 1997, 161
6.  J. PHILLIPS, La cuarta cruzada y el saco de Constantinopla, Barcelona, Crítica, 2005, 54.
7.  Ibídem, 60.
8.  Ibídem, 91-92. Debe destacarse el tierno amor que unió al Conde Balduino y a su esposa María, hermana de Teoba
ende descendiente de ancestros cruzados y emparentada como su marido con la casa real de Jerusalén).
9. Ibídem, 92.
10.   Contamos con una interesante introducción a la vida y obras de santa Hildegarda en el trabajo de A.A. FRABOSCHI, 
extraordinaria vida de una mujer extraordinaria, Buenos Aires, Ediciones de la Universidad Católica Argentina, 2004, 205.
a su vida, obra y pensamiento en M. SCHRADER, "Hildegarde de Bingen (sainte)" en DS, VII/1, col. 505-521.
11.   M. SCHMIDT, "Mechtilde de Magdebourg" en DS X, col. 877-885; ver también la breve introducción en DEMA, II, 978.
12.   M. SCHMIDT, "Mechtilde de Hackeborn (sainte)" en DS X, col. 873-877; y en DEMA, II, 977978.
13.   P. DOYÉRE "Gertrude d'Helfta (sainte)" en DS VI, col. 331-339 y "Gertrude la Grande (Sainte)" en DEMA, I, 658. Adem
las obras de santa Gertrudis hechas por Sources Chrétiennes (vol. 127, 139, 143, 255 y 331), tenemos traducciones cas
indudablemente auténticas: Mensaje de la Misericordia divina (el Heraldo del amor divino), Madrid, BAC, 1999, 222;
Editorial Monte Carmelo, 2003, 220.
14. Varios sellos discográficos han registrado las melodías compuestas por santa Hildegarda; entre las distintas vers
mención las grabaciones realizadas por Sequentia (Ensemble für Musik des Míttelalters),  para el sello Deutsche Harmonia
15.  E. POWER, Mujeres...,  105.
16.  En Inglaterra, un Estatuto del Reino de 1405 establecía que "todo hombre o mujer de cualquier estado o condición q
colocar a su hijo o a su hija en cualquier colegio que le plazca dentro del Reino". Citado por E. POWER, Mujeres..., 105.
17. Trótula de Salerno escribió un famoso tratado muy usado hasta el s. XVI titulado Passionibus mulíerum [afecciones fem
18.  P. L'HERMITTE-LECLERCQ, "Reclus; Recluse" en DEMA, II, 1296.
19.  ELREDO DE RIEVAL, SAN, Sobre la vida de las Reclusas, 5 en Opúsculos, Buenos Aires, Monasterio Trapense Nt
Editorial Claretiana, 1980, 88.
20.  M. TABUYO, Introducción  en JULIANA DE NORWICH, Libro de visiones y revelaciones,  Madrid, Trotta, 2002, 11.
21.  ELREDO DE RIEVAL, SAN, Sobre la vida de las Reclusas en Opúsculos,  Buenos Aires, Monasterio Trapense Ntra. Sra.
Claretiana, 1980, 59-163.
22.  G. MEUNIER, "Ancrene Riwle ou Règle des Recluses" en DS I, col. 548-549.
23.  San Elredo indica a su hermana normas bien precisas sobre cómo comportarse a este respecto. ELREDO DE RIEVAL, 
Reclusas, 10-15.
24.   ELREDO DE RIEVAL, SAN, Sobre la vida de las Reclusas,  4-9; 17; etc.
25.   H. GRUNDMANN, Movimenti religiosi..., 169.
26.   J. VAN MiERLO, "Béatrice de Nazareth" en DS I, col. 1310-1314.
27.   J.-B. M. PORION, "Hadewijch" en DS VII/1, col. 13-23.
28.   Sobre el Espejo de las almas simples  de Margarita Porete, ver: Romana GUARNIERI, "Frères du libre esprit" en DS
1268.
29.   Ver J. VAN MIERLO, "Béguins, Béguines, Béguinages" en DS I, 1341-1352 y M. LAUWERS, "Béguines, Beguinages" en D
30.   Ibidem.
31.   Herbert GRUNDMANN, Movimenti religiosi...,  193-293.
32.   Cf. Ibidem, 295-324.
33.    G. ÈPINEY-BURGARD y E. ZUM BRUNN, Mujeres trovadoras de Dios..., 238.
34.    M. STANESCO "Troubador, Trouvère" en DEMA, II, 1541.
35.    G.ÉPINEY-BURGARD y E. ZUM BRUNN, Mujeres trovadoras de Dios..., 28.
36.    Así, por ejemplo, santa Hildegarda, además obras de mística, teología, medicina, etc. compuso además setenta y
en: HILDEGARD DE BINGEN, Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestiales,  Madrid, Trotta, 2003). También so
siguientes obras: HILDEGARDA DE BINGEN, SANTA, Scivias: Conoce los caminos,  Madrid, Trotta, 1999; El lenguaje del dese
de Amberes,  Madrid, Trotta, 1999, 153. Flores de Flandes, Madrid, BAC, 2001, 274 [en esta publicación se recogen la
AMBERES, Cartas, Visiones y Canciones  y el tratado Siete formas de Amor  de BEATRIZ DE NAZARETH]; GERTRUDIS DE HELF
Monte Carmelo, 2003, 220; Ibídem., Mensaje de la Misericordia Divina (El Heraldo del Amor divino), Madrid, BAC, 1999, 2
37.    G. ÉPINEY-BURGARD y E. ZUM BRUNN, Mujeres trovadoras de Dios.,  15.
38.    Ibídem,  24.
39.    Ibídem,  19.
40.    Ibídem,  33.

RESUMEN

A partir de un examen de la "imagen ideal" y de la "vida real" de la mujer durante el Medioevo, el autor analiza
el rol de la mujeres en la sociedad medieval. De modo particular se aborda el tema del acceso a la educación de
las mujeres medievales según su diversa pertenencia a los distintos estamentos sociales. Se estudia, por último,
la cuestión de la vida consagrada femenina durante la Edad Media y la condición de las mujeres medievales
como escritoras y maestras de espiritualidad.

Palabras clave: Mujer, Edad Media, educación femenina, vida consagrada femenina, espiritualidad femenina.

ABSTRACT

Based on an analysis of the "ideal image" and the "real life" of woman in the middle Ages, the author takes into
account the role of women in the medieval society. The issue of medieval women's access to education is
particularly tacked, depending on the various social strata they belonged to. Finally, the question of female
consecrated life in the Middle Ages and the position of medieval women as writers and masters of spirituality is
pondered.

Key Words: Woman, Middle Ages, female education, women's consecrated life, female spirituality.
Introducción

La cuestión sobre el rol de la mujer en la sociedad secular y eclesial durante el medioevo es un tema histórico
muy espinoso; tema que ha dado pie a interpretaciones diversas y acerca del cual los investigadores llegan a
conclusiones que, frecuentemente, se nos presentan diametralmente opuestas. A mi modo de ver, y en
comparación con otros aspectos de la historia medieval -tanto secular como eclesial-, el de la mujer medieval es
un tema poco estudiado aún; por ello, no intento ser yo quien presente aquí una visión completa y definitiva
sobre el mismo.

Simplemente y basándome en una bibliografía que tal vez sea reducida, pero que estimo seria, con este artículo
pretendo dar unas "pinceladas" precisamente sobre el papel que las mujeres desempeñaron en la sociedad
durante el período medieval; particularmente, sobre el rol que jugaron en el ámbito eclesial.

Fundamentalmente, los temas que abordaré son tres: En primer lugar me referiré a la situación general de la
mujer en el Medioevo; este tema puede subdividirse a su vez en tres cuestiones interrelacionadas: la "imagen
ideal" y la "vida real" de la mujer medieval y el tema de la educación de la mujer en la Edad Media. Luego
incursionaré en la cuestión relativa a algunas formas de vida consagrada durante el Medioevo -y el problema de
la inserción en la vida eclesial de los "movimientos religiosos femeninos"-. Finalmente, me ocuparé brevemente
sobre el argumento de las mujeres medievales consideradas como "trovadoras de Dios", tratando de ver que
alcance tiene esta expresión que tomo prestada de la obra homónima de Georgette Epiney-Burgard y Emilie
Zum Brunn.1
1. La mujer en la sociedad medieval

1.1. Imagen ideal de la mujer en el Medioevo2

Antes de entrar en un análisis más detallado sobre el papel que las mujeres desempeñaron en la sociedad
medieval según los diversos estamentos de pertenencia a la misma -dama, campesina, trabajadora rural, monja,
beguina, etc.-, conviene que nos hagamos una idea de la "imagen teórica" que se tenía en la Edad Media acerca
de la mujer. Lo primero que hay que decir es que la imagen medieval de la mujer se nos presenta con matices
frecuentemente contrastantes, conformada por ideas oscilantes y pendulares, que van desde el "desprecio"
hasta la "adoración".

En primer lugar digamos que los principales "factores" que coadyuvaron a la creación de una imagen medieval
de la mujer, fueron esencialmente cuatro: Los conceptos acuñados por los clérigos y los monjes, quienes a su
vez eran tributarios de las ideas de los Padres de la Iglesia (en quienes influyeron, a su vez, las Sagradas
Escrituras, y también -en mayor o menor medida- las ideas filosóficas heredadas de la Antigüedad Clásica), la
aristocracia, la burguesía ciudadana y, al menos en algunos casos, la vida y las obras literarias -poco conocidas y
menos estudiadas aún- de algunas mujeres medievales.

Tanto las fuentes, que podríamos llamar "eclesiásticas" (clérigos y monjes), como las que podríamos denominar
como "laicales" (aristocracia y burguesía),3 dieron origen a una visión contrastante de la mujer; una imagen que
tuvo evoluciones e involuciones a través del tiempo y que frecuentemente admitió dentro de la misma
corriente aspectos contrapuestos.

Es necesario afirmar que, desde los albores de la Edad Media, las ideas predominantes fueron la de "la
inferioridad de la mujer frente al hombre" -mengua que se apoyaba no en la personalidad de la mujer, sino
simplemente en su sexo, considerado como inferior- y la de "la sujeción de la mujer frente al hombre".

Estas ideas, elaboradas por el ambiente monástico-clerical y la aristocracia, tuvieron como contrapartida una
"contradoctrina": la de la "superioridad" de la mujer; doctrina que en el Medioevo estuvo fuertemente
vinculada con el culto a la Virgen María (sobre todo en el ambiente monástico-clerical) y con el ideal de la
"caballerosidad" (elaborado sobre todo en el ámbito aristocrático).

Particularmente a partir del s. XII, a las voces monástico-clericales y a las de la aristocracia se sumaron las de las
clases media-altas de las ciudades, en las que aparece como trasfondo el papel desempeñado por las mujeres
casadas o "solas" (solteras o viudas), particularmente por las que llevaban adelante una actividad comercial.
La intervención de la burguesía, no obstante, sobre todo en la Baja Edad Media (finales de los siglos XIII y XIV)
alimentó una especie de "misoginia" que empeoró la imagen de la mujer, pues a través de los cuentos
picarescos (contes gras) y de las trovas (fabliaux) que los juglares narraban en los días de fiesta, y que eran
escuchados con gusto por ese estamento social (la burguesía), frecuentemente se ridiculizaba a las mujeres,
presentándolas como taimadas, brujas, dominadoras de sus maridos, etc. Esta imagen obscureció bastante el
ideal del "amor cortesano" dirigido a la Dama, y la "excelsitud" de la que era rodeado el culto a María,
elaborados por aristócratas, clérigos y monjes respectivamente.

Cabría agregar como factor de formación de la imagen medieval de la mujer, los escritos de las mismas mujeres.
Hasta el s. XIV, las "mujeres escritoras", provenientes del ambiente laical fueron muy escasas.4 Las escritoras
del Alto Medioevo fueron, en su inmensa mayoría, monjas (de las cuales hablaremos más adelante). Recién en
el s. XIV, y proveniente del mundo laico, podemos nombrar como escritora a Christine de Pisan entre cuyas
obras cabe destacar Le Roman de la Rose y Le livre des trois vertus, (escrito con fines educativos y para uso de
las mismas mujeres). Estas obras, aunque sea tardíamente, ayudaron a forjar la imagen medieval de la mujer.

Estas son, en síntesis, las fuentes de las cuales surgió la imagen medieval de la mujer: los monjes, los clérigos,
los miembros de la Alta Aristocracia y la Burguesía emergente. Como vimos, esta imagen es ambigua, la mujer
es vista siempre como inferior al varón, a veces toma las características de "Eva" y otras veces las de "María". En
algunas ocasiones es vista como "fruto prohibido" y fuente de tentación, en otras es objeto de un amor
caballeresco tierno, valeroso y devoto -no existe un auténtico caballero sin su correspondiente Dama-. Por otra
parte, el "culto a la mujer", adquiere en María niveles rayanos a la adoración. Por el contrario, y en el peor de
los casos -el de la literatura de moda entre la Burguesía- la imagen de la mujer alcanzará sus tintes más oscuros
-como hemos indicado más arriba-.

Pero bien sabemos que la vida real no siempre suele coincidir con la imagen ideal-positiva o negativa- que nos
hacemos de ella. Lo mismo sucede en el tema que venimos analizando; en la vida real, y en los diversos
estamentos sociales que tomemos en consideración, las mujeres llevaron una vida muy diversa de la que nos
pintan los "estereotipos" que había gestado el "imaginario popular".

1.2. La vida real de la mujer medieval en los distintos estamentos sociales

La Dama, quien frecuentemente podía llevar una vida bastante aburrida, era el objeto de poemas románticos de
adoración (propios del amor cortesano). Durante el Medioevo gozaba de una relativa libertad; muchas de ellas
fueron terratenientes, y si estaban solas, se manejaban con gran independencia, ejerciendo un peso
determinante en la economía y en la sociedad del período típicamente feudal, usufructuando derechos
idénticos a los de los varones.

La mujer terrateniente ejercía un gran poder (aunque frecuentemente estaba "atada" a sus feudos, lo cual
implicaba que sus sentimientos fuesen por lo general ignorados, sus matrimonios fuesen acordados por sus
padres y en muchas ocasiones fuesen prácticamente "enajenadas" junto con sus tierras). Si una mujer poseía
tierras y enviudaba o quedaba soltera, ejercía un gran poder social y gozaba de una notable autonomía.

Las mujeres de la aristocracia medieval gozaba de gran importancia también en el ejercicio de su papel de
madre y esposa. Su función más importante, pues, era desempeñada en el hogar, y particularmente durante la
ausencia de su marido, ya que, por regla general, era la persona en quien él más confiaba. Frecuentemente,
cuando partían para la guerra, los señores feudales dejaban a sus esposas como administradoras de las
posesiones familiares, lo cual suponía que la Dama fuese capaz de poseer y ejercer amplios y a veces complejos
conocimientos jurídicos (tenía que defender los derechos legales del feudo); debía supervisar al mayordomo y
demás empleados, ser una hábil administradora de la hacienda familiar, planeando cuidadosamente el
equilibrio entre los ingresos y los gastos.

Durante los períodos de guerra y especialmente si el marido se encontraba en campaña, frecuentemente la


Dama debía también defender el Castillo si éste era atacado por enemigos.

La imagen de la mujer medieval ligada al tema de la "guerra" hoy puede parecernos extraña, no obstante, si nos
adentramos en ese mundo vemos que estas dos realidades (mujer y guerra) no eran tan opuestas. La presencia
de mujeres (y de niños) en las cruzadas está perfectamente documentada.5 No puede olvidarse el hecho de
que, durante la reconquista de Jerusalén, algunas mujeres partieron hacia Oriente, y que incluso algunas de
ellas tomaron formalmente la Cruz, convirtiéndose ellas mismas en "Damas Cruzadas", paralelo femenino de los
"Caballeros Cruzados"; entre las damas más famosas que partieron hacia Levante no podemos olvidar los
nombres de la Reina Leonor de Aquitania;6 de Ida de Lovaina, quien en 1106 partió hacia Oriente en búsqueda
de su marido, Balduino de Mons, conde de Hainault,7 de María, esposa del Conde Balduino de Flandes, quien
junto a su Marido abrazó la Cruz en la ciudad de Brujas el 23 de febrero de 1200;8 o de Berenguela de Navarra,
esposa del Rey Ricardo Corazón de León,9 por mencionar sólo algunas.

Este "temple guerrero" de la mujer medieval tal vez nos permita comprender mejor actitudes como las de santa
Juana de Arco, quien, más allá de su santidad personal, no dejó de ser una mujer de su tiempo.

Aún en tiempos de paz, la Dama tenía que poner en juego una gran capacidad organizativa para precaverse de
que en sus feudos no faltasen ni la ropa ni la comida, no sólo para los más allegados sino incluso para todos los
empleados; lo cual suponía proveer a la fabricación o adquisición de grandes cantidades de vestidos y
alimentos. Suponía además la supervisión del propio predio, la selección de los trabajadores, el cuidado de
animales y sembradíos, etc.
Las actividades de la esposa de un burgués próspero, no diferían demasiado de las de la Dama de la aristocracia.

La Mujer trabajadora y la Campesina tenían responsabilidades muy diversas respecto a las de las damas de las
clases sociales más elevadas o a las de la esposa de un burgués acaudalado. Las mujeres de los estratos sociales
más bajos no debían supervisar ni administrar grandes posesiones. No obstante, e independientemente de si
eran casadas o solas, sus responsabilidades no eran menores. En lo que respecta a su importancia en la vida de
una nación, jugaban un papel análogo al de los hombres de su estamento social: Debían ofrecerse para ser
contratadas, trabajar para subsistir, ayudar a redondear la economía doméstica y, si eran casadas, normalmente
compartían las mismas tareas que sus maridos: La esposa de un curtidor de cueros, por ejemplo, además de
velar por su casa y su familia, normalmente trabajaba en la curtiembre con él; la esposa de un campesino era su
principal compañera en las tareas rurales. Si estaba sola, una mujer perteneciente a la clase de las obreras o
campesinas, debía normalmente trabajar como empleada doméstica (percibiendo el correspondiente salario).
Es sumamente frecuente observar en los documentos medievales que, en caso de viudez, tanto la trabajadora
urbana como la rural, continuaban ejerciendo el oficio de su esposo. En casi toda Europa observamos que, en el
caso de las "mujeres solas", si ejercían alguna tarea industrial, eran aceptadas por los gremios como "miembros
plenos", con iguales derechos y obligaciones que los varones.

Las Monjas que se retiraban a vivir en un convento, cumplían también un papel importantísimo dentro de la
sociedad medieval: La importancia social de una comunidad monástica femenina solía estar en relación
directamente proporcional con la importancia de su convento. Los grandes Monasterios fueron poderosos
centros de formación educativa de las niñas (y en algunos casos de los niños) y llegaron a convertirse en centros
formativos de gran importancia en los que descollaron mujeres de altísimo nivel cultural entre las que podemos
mencionar a Hildegarda de Bin-gen,10 Matilde de Magdeburgo,11 Matilde de Hackeborn,12 Gertrudis de
Helfta,13 etc. Algunas de estas monjas fueron grandes escritoras que usaban el latín con elegancia y soltura, y
que, en algunos casos —como el de santa Hildegarda de Bingen— escribieron desde sinfonías musicales, hasta
tratados de medicina.14

1.3. La educación de la mujer medieval


Sobre el tema de la "educación" de la mujer durante el Medioevo se han hecho muchas afirmaciones no
siempre imparciales o suficientemente justificadas históricamente: Algunos autores han "pintado" a la mujer
medieval como sumergida en el más craso analfabetismo; la realidad que nos presentan los documentos y las
fuentes literarias que poseemos de aquella época, junto con los estudios históricos más serios, es mucho más
matizada.

Si bien es indiscutible que en términos generales y en comparación con la Antigüedad clásica, en la Edad Media
el nivel cultural general descendió notablemente; precisamente por ser "general", este descenso afectó a todos
los grupos de personas -nobles y campesinos, varones y mujeres, etc.-.

Respecto a la educación de la mujer medieval pueden analizarse al menos tres aspectos: Las obras escritas para
la educación de la mujer; los "centros" de educación a los cuales podía acceder la mujer durante la Edad Media
y los niveles de alfabetización alcanzados por la mujer medieval.

Al menos hasta el s. XIII no abundan las "obras didácticas" dedicadas a la formación de la mujer; recién a partir
de entonces comienzan a hacerse más abundantes. Estas obras, en general, estaban orientadas a lo que
podríamos llamar una "formación vocacional" -en general más "práctica" que "teórica"-. A la mujer cortesana se
la instruía sobre la adquisición de modales propios del estamento al que pertenecía -lo cual incluía, por ejemplo,
saber leer y escribir, la cetrería, jugar al ajedrez, relatar historias, cantar y tocar instrumentos, etc.-. Los tratados
más serios sobre la educación de la Dama, en cambio, insisten en aspectos más profundos que en el de crear
habilidades tendientes a formar para la práctica del "amor cortesano". Los tratados dedicados a formar "buenas
esposas" insisten más en la relación entre la esposa y su marido, la formación religiosa de una mujer devota,
etc. Las posturas respecto a la erudición que debía adquirir una Dama eran oscilantes según los distintos
autores: en general se favorecía que aprendan a leer -para que pudieran tener acceso a las Sagradas Escrituras-
pero no siempre se promovía el aprendizaje de la escritura -para evitar, por ejemplo, que escribieran cartas de
amor-. Muchos tratados, no obstante, insisten en que las damas debían saber leer y escribir y, para las monjas,
el camino de la erudición se hallaba mucho más expedito. Frecuentemente la instrucción de las mujeres de la
alta burguesía se asemejaba bastante a la de las damas de la aristocracia.

Las mujeres de las clases inferiores tenían un acceso mucho más limitado a la educación (como, por otra parte,
sucedía con los varones de su mismo estamento social); las niñas pertenecientes a las clases trabajadoras o las
campesinas podían acceder a las "pequeñas escuelas" ubicadas en las ciudades y más raramente en el campo.

Respecto a lo que hoy llamaríamos "centros educativos" debemos decir que en el Medioevo las mujeres podían
recibir instrucción (literaria o práctica) básicamente en cuatro tipos de "escuelas": en los conventos, en las casas
señoriales -poniéndose al servicio de las grandes damas-, trabajando como aprendizas en algún oficio y en las
escuelas elementales, a las cuales tenían acceso incluso las niñas de las clases más pobres.

No es cierto, como se ha sostenido hasta hace algunos años, que los conventos fuesen el único lugar en el que
una mujer podía recibir cierta instrucción. De hecho, no todos los conventos tenían "colegios conventuales", ni
todos eran lo suficientemente grandes como para poder brindar ese tipo de instrucción. Sí es notable señalar
que los colegios de los conventos femeninos servían como centros de educación elemental no sólo para las
niñas, sino también para los niños -que por lo general, al crecer, y dependiendo de las posibilidades de sus
padres, eran enviados a abadías masculinas para hacer estudios más avanzados-.

En cuanto a qué enseñaban las monjas -tema en el que entran en juego muchas "variables" como el tamaño del
convento, el nivel cultural de las mismas monjas, etc.- hay que indicar que existió un quiebre entre la Alta y la
Baja Edad Media -ss. XII-XIII y ss. XIV-XV respectivamente-, ya que durante este último período se verificó una
sensible disminución del nivel cultural de las mismas monjas -y concomitantemente de los que se educaban con
ellas-.

Si nos preguntamos sobre el contenido de la enseñanza impartida por las monjas, ante todo debemos decir que,
por la escasez y el carácter fragmentario de las fuentes que poseemos, es sumamente difícil formarnos una idea
precisa acerca de este particular; necesariamente nos tendremos que mover en el campo de las hipótesis más
probables. No obstante lo dicho, no cabe duda de que las niñas aprendían las oraciones elementales, canciones,
costura, el arte de hilar, actos de devoción y buenas costumbres y, al menos en los monasterios más
importantes, nociones básicas de latín y de alguna lengua extranjera -en Inglaterra, por ejemplo, y al menos
durante el Alto Medioevo, no era infrecuente el aprendizaje del francés-.

La instrucción en los propios hogares o en hogares señoriales -al servicio de una dama de la aristocracia-, parece
haber tenido una función más bien práctica que teórica -aprender los modales propios de una Dama, o
aprender a servir en una casa de la aristocracia-.

En general, aún las niñas de los estamentos más elevados de la sociedad, eran tratadas con gran severidad,
tanto por sus padres, como por sus tutores o por los señores a cuyo servicio eran puestas. Pocos son los casos
en los que se registra documentalmente la existencia de un tutor comprensivo y bondadoso.

No parece que las chicas tuviesen fácil acceso a las escuelas de gramática -a la que sí tenían acceso los varones-.
Mucho menos podemos pensar, durante el Medioevo, en la presencia de mujeres en las escuelas catedralicias o
monásticas, y, cuando éstas tuvieron su origen, en las universidades -al menos como situación normal-. Sí, y
como ya hemos señalado, tenían acceso a las escuelas elementales urbanas o rurales.

Ya hemos dicho que en estas escuelas se enseñaba a rezar, a leer y, en algunos casos, rudimentos de gramática
latina. Es interesante señalar la presencia bastante frecuente de maestras en estas escuelas elementales; en el
año 1380, por ejemplo, en las pequeñas escuelas de París, se contabilizaban veintiún maestras que dirigían y
enseñaban en ellas.15 También es curioso que en la ciudad de Boston, en 1404 se haga referencia a una
magistra scholarum, toda vez que el término magister scholarum era un término técnico que designaba al
profesor de gramática latina. Esto nos permite suponer que en la ciudad de Boston, a fines del s. XIV y principios
del s. XV existían mujeres que no sólo aprendían gramática latina -no sólo los rudimentos- sino que también la
enseñaban.16
Los casos como el mencionado más arriba no parecen ser, sin embargo, la norma general, sino más bien la
excepción. Incluso las escuelas elementales no parecen haber sido frecuentadas por las niñas de los estamentos
inferiores, sino más bien por las pertenecientes a la pequeña Burguesía ciudadana y a algunas familias del
campo.

Las niñas pertenecientes a familias obreras tenían acceso a una educación sumamente estrecha. En general
podían aprender algún oficio, ya fuera junto a sus padres o como aprendizas en algún taller. Algo similar ocurría
con las campesinas y las sirvientas domésticas; en general, todas ellas carecían completamente de educación
formal. A lo sumo, y a través del respectivo párroco, aprendían las oraciones elementales; pero, por regla
general, eran totalmente analfabetas.

Para terminar este apartado, vale la pena indicar que había una rama del saber en el que, no sólo se permitía,
sino que incluso se esperaba que las mujeres tuvieran conocimientos; nos referimos a la medicina familiar y
especialmente a la relacionada con enfermedades típicamente femeninas. Contamos incluso con tratados de
medicina especialmente escritos o traducidos para ellas.

No obstante, hay que señalar que hasta el s. XIX, a las mujeres les estaba vedado el ejercicio de la medicina
fuera del ámbito del hogar. Notables excepciones a esta regla fueron, por ejemplo, Trótula de Ruggero o de
Salerno, primera ginecóloga de la historia (s. XI),17 y las otras médicas de la Universidad de Salerno (ss. XI y XII);
también debemos mencionar a Jacqueline Felice de Almania, quien en la París del s. XIV gozaba de gran
prestigio como médica. A pesar de las prohibiciones a las que fue sometida, siguió ejerciendo con éxito la
medicina. Por la misma época y en la misma ciudad se suman a su nombre los de Joanna la llamada "hermana
lega pero casada", Belota la judía y Margaret de Yprés, quienes eran descritas como "cirujanas". Junto con ellas,
consta que en la París medieval, también otras mujeres fueron procesadas por la práctica de la medicina.

2. Formas de vida consagrada femenina durante el Medioevo

El fenómeno de la vida consagrada femenina durante el Medioevo es mucho más multifacético de lo que a
primera vista podría parecernos.
No hablaremos sobre la vida de los monasterios femeninos de corte benedictino o cisterciense por ser, tal vez,
la más estudiada y conocida. Indudablemente, la vida religiosa benedictina ha dado frutos tan sobresalientes
como santa Hildegarda de Bingen (1098-1179), santa Gertrudis de Helfta (1256-1302), Matilde de Hackeborn
(1241-1299) o Matilde de Magdeburgo (aprox. 1207-1282/1294), quienes fueron figuras de primer orden, tanto
por sus escritos como por sus experiencias místicas, escritos y experiencias que las convirtieron en maestras de
vida espiritual; pero tal vez sea menos conocida -y de ello diremos algunas palabras- la vida de las reclusas, de
las beguinas, o el origen y la inserción de los movimientos religiosos femeninos surgidos en el Medioevo, y que
son como la versión femenina de los correlativos movimientos masculinos.

El estilo de vida de las reclusas, como el de las ermitañas, se remonta al origen mismo del monaquismo en el s.
III. En sus orígenes, las re-clusas se diferenciaban de las ermitañas en que optaban por encerrarse en una gruta,
cabaña o semejante, cuyo acceso era clausurado y cuyo único contacto con el exterior lo constituía una ventana
a través de la cual se les pasaban los alimentos.

A partir del s. IX la vida de las reclusas experimentó un giro decisivo, ya que este tipo de vida consagrada se
"urbanizó" -quedó ligado a las ciudades-, los reclusorios comenzaron a edificarse junto a una iglesia, o a un
monasterio, a las mismas puertas de la ciudad, a un cementerio, etc.18

La vida de las reclusas típicamente medievales no revestía las características extremas que frecuentemente ha
trazado la historiografía posterior. Los reclusorios constaban normalmente de dos habitaciones: locutorio y
dormitorio; y tenían dos (a veces tres) ventanas: una dirigida hacia la iglesia, a través de la cual la reclusa podía
seguir los oficios religiosos y recibir la comunión, y otra, a través de la cual atendía a quienes se le acercaban a
pedir consejo espiritual -o a "chismorrear" como lamentaba amargamente San Elredo de Rieval-.19 Algunas
veces, las reclusas disfrutaban de un pequeño jardín, y su soledad no era tan absoluta, toda vez que podían criar
algún animal doméstico y, frecuentemente, tenían una sirvienta junto a sí.20

Nunca existió una regla universal para todas las reclusas; pero durante la Edad Media circularon tratados acerca
del estilo de vida que debían llevar; tal vez, los más famosos hayan sido el tratado Sobre la vida de las Reclusas
que san Elredo de Rieval escribió para su hermana 21 y la Ancrene Riwle. 22

Las reclusas hacían voto de castidad, obediencia y estabilidad, pero no de pobreza, por lo cual son
relativamente frecuentes las noticias sobre reclusas que desde su reclusorio administraban sus propiedades o
que con su dinero hacían obras de caridad.23

Los tratados que versan sobre la vida de las reclusas indican de forma bien concreta el estilo de vida que debían
llevar, tanto en el modo de vestir, como sobre la comida que podían consumir de acuerdo a los diversos
tiempos litúrgicos, la oración, el tiempo dedicado al silencio, los servicios que podían prestar, etc.
No obstante, estos mismos tratados dejan traslucir que las reclusas no siempre llevaban una vida tan ordenada
como se esperaba de ellas -San Elredo se queja varias veces de los abusos e incluso de los actos escandalosos en
los que, en ciertas ocasiones, incurrían las reclusas-.24

En la primera mitad del s. XIII, y contemporáneamente a la expansión de los "movimientos religiosos


masculinos" vemos tomar cuerpo, sobre todo en Francia, Alemania y los Países Bajos, a "movimientos religiosos
femeninos" semejantes a los primeros en sus aspiraciones; se trata, por ejemplo, de las "piadosas mujeres" que
obtuvieron autorización del Papa Honorio III (1216-1227) para vivir en común -sin pertenecer a una orden
existente ni adoptar una regla determinada- y para edificarse mutuamente a través de amonestaciones
recíprocas.25 Esta autorización del Pontífice está a la base de la organización del movimiento de las beguinas -
quienes recibieron diferentes nombres en los distintos países-.

Desde un principio, las beguinas tuvieron detractores, en parte por su "situación intermedia" -vivían como
religiosas siendo laicas; a veces vivían solas y a veces en común, etc.-; irritaba también el "uso" que hacían de
las Sagradas Escrituras -y que frecuentemente traducían a las lenguas vulgares-; sus experiencias espirituales,
no siempre ortodoxas; su intención de escapar al control del clero secular, ligándose más bien a las nacientes
órdenes mendicantes; su calidad de "escritoras espirituales" [entre las autoras más notables podemos
mencionar a Beatriz de Nazareth (1200-1268),26 Hadewiijch de Amberes (aprox. 1240),27 y Margarita Porète (|
1310)28]; la condición de "predicadoras" que se atribuían en algunas ocasiones, y su deseo de alcanzar una
"relación inmediata" con Dios, a través de la contemplación y el éxtasis, sin contar con la mediación del clero -lo
cual ponía en tela de juicio la función social de la Iglesia-.29

Frente al beguinismo la iglesia institucional adoptó dos actitudes distintas: algunos teólogos y pastores las
rechazaron en bloque, asimilándolas a la herejía; en otros casos se intentó "integrarlas" dentro de los cauces
institucionales de la Iglesia, bien "compeliéndolas" a adoptar la Regla de san Agustín; bien agregándolas a las
terceras órdenes de diferentes institutos religiosos;30 o bien, después de un largo y complejo proceso,
convirtiendo los beguinatos en verdaderos y propios conventos femeninos pertenecientes a órdenes
reformadas (como el Cister) o a las órdenes mendicantes.31

A partir de la segunda mitad del s. XIII la valoración del beguinismo se fue haciendo cada vez más negativa; en
parte por prejuicios injustificados, y en parte por una real degradación del movimiento mismo -muchas
beguinas se dedicaban a la mendicidad, encontrándose en edad de trabajar, no observaban la castidad propia
de su estado, o cultivaban doctrinas heterodoxas-. Se verificó, pues, entre las beguinas un fenómeno muy
similar al acaecido con los movimientos religiosos masculinos: aquellas que lograron integrarse de algún modo
(como terciarias o como monjas) en órdenes religiosas, pudieron -al menos en general- salvar sus ideales
iniciales, aún a costa de tener que adaptarse a una "institucionalización" imprevista en los orígenes del
movimiento; las otras, o bien fueron incomprendidas y a veces injustamente condenadas, o bien realmente
cayeron en el cultivo de prácticas y doctrinas heterodoxas.32
3. Las "trovadoras de Dios"

Las autoras de las que venimos hablando, aún con características que las diferencian entre sí, tanto si nos
referimos a Hildegarda de Bingen como a las beguinas del s. XIII o a Beatriz de Nazareth, quien fuera educada
por las beguinas para terminar siendo priora cisterciense; en una publicación han merecido el apelativo de
"trovadoras de Dios".33 Aunque en la obra mencionada no se explica el alcance de tal apelativo, creo que el
mismo es correcto.

Los siglos XII y XIII -arco temporal en el que escriben tanto la Abadesa de Bingen como las principales
representantes del movimiento begui-nal- constituyen una época de trovadores; en efecto, a principios del s. XII
aparece entre los ambientes aristocráticos del mediodía francés una poesía en lengua occitana de rara
complejidad; se trata de la poesía de los "trovadores" -trobar significa "inventar" o "hacer poemas"- la cual
brilló entre 1150 y 1230. Los trovadores eran "poetas de corte" y su ideal de vida se cifraba en la "cortesía", la
cual supone la conjunción de elementos como la generosidad, la delicadeza de los modales y el amor perfecto
hacia la mujer amada. El estilo poético de los trovadores se extendió rápidamente por la península ibérica,
Alemania, Italia y el norte de Francia.34

En Hildegarda, y más aún en las beguinas que hemos mencionado más arriba, se perciben claramente la
presencia de todos estos elementos: Todas ellas manejan un lenguaje literario sumamente delicado y poético
que coincide con el "lenguaje cortés"35 -de hecho, varias de ellas han escrito bellísimas poesías y canciones-,36
en ellas se expresa una espíritu de inmensa generosidad y entrega y el deseo de alcanzar un amor perfecto; sólo
que en ellas, el objeto último de ese amor no es ningún hombre sino el mismo Dios. Creo que la suma de todos
estos elementos nos permiten considerarlas con justicia como "las trovadoras de Dios".

No podemos abordar, ni siquiera sumariamente, el contenido de sus obras, pero al menos digamos que en las
mismas se integran perfectamente una doctrina sólida junto con su experiencia espiritual. En este sentido ellas
se ubican en el polo opuesto al de los doctores escolásticos; usando un lenguaje "eckhartiano" podríamos decir
que ellas son "Lebemeisterinen" (maestras de vida), por oposición a los "Lesemeistern" -Lectores de las
Sagradas Escrituras-.37 Nuestras beguinas supieron unir la "mística del amor" a la "mística del ser",
expresándose en un lenguaje en el que se funden el simbolismo del amor cortés con la expresión metafísica del
amor de Dios.38
Para concluir, querría señalar otras dos características de las beguinas, que muestran su importancia para la
vida cultural y eclesial de la Edad Media. Ellas pueden ser calificadas como "madres de varias lenguas
modernas" y como "maestras de prelados y de maestros espirituales".

Obviamente, estas expresiones no pueden entenderse de manera absoluta y excluyente; pero es una realidad
que por no haber escrito en latín -salvo Hildegarda y alguna otra mujer excepcional- sino en sus propias lenguas,
las beguinas se cuentan entre las primeras escritoras del antiguo flamenco, del primitivo neerlandés, del
primitivo alemán y de varios dialectos que están en los orígenes del francés.

Aún aquellas mujeres cuyos nombres no trascendieron en la historia, pueden considerarse "maestras y
consejeras de prelados y de maestros espirituales" en cuanto que, muchos obispos se aconsejaban con ellas, y
muchos autores místicos que las confesaban o dirigían espiritualmente, frecuentemente sistematizaron los
fenómenos místicos que las beguinas experimentaban en la oración. Por nombrar sólo algunos casos, son
paradigmáticos la relación que existió entre el Cardenal Jacques de Vitry (1170-1240) y María de Oignies (1177-
1213), quien fuera su inspiradora;39 o entre Meister Eckhart y varias beguinas de cuyas experiencias se nutrió y
que fueron fuente de inspiración para su doctrina mística.40

Ricardo Walter Corleto OAR

20-06-06 / 30-07-06

Posible retrato de Elredo de Rieval, obtenido de su manuscrito «De Speculo Caritatis»

De spirituali amicitia (Elredo de Rieval)

3 - Amicitia triplex: carnalis, mundialis, spiritualis et vera

Amicitia itaque spiritalis inter bonos, vitae, morum, studiorum que similitudine parturitur, quae est in rebus
humanis atque divinis cum benevolentia et caritate consensio. Quae quidem diffinitio ad amicitiam
exprimendam satis mihi videtur esse sufficiens, si tamen more nostro caritas nuncupetur, ut ab amicitia omne
vitium excludatur, benevolentia autem ipse sensus amandi qui cum quadam dulcedine movetur interius
exprimatur. Ubi talis est amicitia, ibi profecto est idem velle et idem nolle, tanto utique dulcius, quanto
sincerius; tanto suavius, quanto sacratius; ubi sic amantes nihil possunt velle quod dedeceat, nihil quod
expediat nolle. Hanc nempe amicitiam prudentia dirigit, iustitia regit, fortitudo custodit, temperantia
moderatur. De quibus suo loco disputabimus. Nunc autem si de eo quod primum quaerendum putasti, videlicet
quid sit amicitia, satis datum existimas, edicito. Ivo. Sufficiunt plane ea quae dicta sunt, nec aliquid mihi
suggeritur ultra quod quaeram. Sed antequam ad alia transeamus, scire desidero unde primum amicitia inter
mortales orta est. Natura an casu, an necessitate aliqua; vel certe praecepto, aut lege humano generi imposita,
in usum venerit; usus vero eam commendabilem fecerit.

NOTAS

1. G. Epiney-Burgard y E. Zum Brunn, Mujeres trovadoras de Dios. Una tradición silenciada de la Europa
medieval, Barcelona - Buenos Aires - México, Paidós, 1998, 238. Las siglas utilizadas en este artículo son DEMA:
Dictionnarie Encyclopédique du Moyen Âge, Paris, du Cerf, 1997; DS: Dictionnarire de Spiritualité, Ascetique et
Mystique. Doctrine et Histoire, Paris, Beauchesne, 1937-1995.

2. Para este tema sigo de cerca a E. Power, Mujeres Medievales, Madrid, Ediciones Encuentro, 1979, 128.

3. Utilizo la palabra "burguesía" y "burgués" en su sentido originario: "natural o habitante de un burgo", pero
con la connotación particular que estas palabras fueron tomando con el tiempo de "ciudadano de la clase
media, acomodada u opulenta". Las "mujeres escritoras" que colaboraron a crear la "imagen medieval de la
mujer" pertenecieron en general al ambiente monástico-clerical, a la aristocracia o a la burguesía.

4. Como casos excepcionales pueden mencionarse a Eloisa y sus cartas de amor y a algunas poetisas como
Beatriz de Diex y Marie de France. Cf. E Power, Mujeres... 18.
5. J. Heers, La primera cruzada, Barcelona - Buenos Aires - México - Santiago de Chile, Editorial Andrés Bello,
1997, 161-164.

6. J. Phillips, La cuarta cruzada y el saco de Constantinopla, Barcelona, Crítica, 2005, 54.

7. Ibídem, 60.

8. Ibídem, 91-92. Debe destacarse el tierno amor que unió al Conde Balduino y a su esposa María, hermana de
Teobaldo de Champagne (y por ende descendiente de ancestros cruzados y emparentada como su marido con
la casa real de Jerusalén).

9. Ibídem, 92.

10. Contamos con una interesante introducción a la vida y obras de santa Hildegarda en el trabajo de A.A.
Fraboschi, Hildegarda de Bingen. La extraordinaria vida de una mujer extraordinaria, Buenos Aires, Ediciones de
la Universidad Católica Argentina, 2004, 205. Otra sintética introducción a su vida, obra y pensamiento en M.
Schrader, "Hildegarde de Bingen (sainte)" en DS, VII/1, col. 505-521.

11. M. Schmidt, "Mechtilde de Magdebourg" en DS X, col. 877-885; ver también la breve introducción en
DEMA, II, 978.

12. M. Schmidt, "Mechtilde de Hackeborn (sainte)" en DS X, col. 873-877; y en DEMA, II, 977978.

13. P. Doyére "Gertrude d'Helfta (sainte)" en DS VI, col. 331-339 y "Gertrude la Grande (Sainte)" en DEMA, I,
658. Además de la edición crítica de las obras de santa Gertrudis hechas por Sources Chrétiennes (vol. 127, 139,
143, 255 y 331), tenemos traducciones castellanas de sus dos obras indudablemente auténticas: Mensaje de la
Misericordia divina (el Heraldo del amor divino), Madrid, BAC, 1999, 222; y Los ejercicios, Burgos, Editorial
Monte Carmelo, 2003, 220.

14. Varios sellos discográficos han registrado las melodías compuestas por santa Hildegarda; entre las distintas
versiones merecen particular mención las grabaciones realizadas por Sequentia (Ensemble für Musik des
Míttelalters), para el sello Deutsche Harmonia Mundi.

15. E. Power, Mujeres..., 105.


16. En Inglaterra, un Estatuto del Reino de 1405 establecía que "todo hombre o mujer de cualquier estado o
condición que sea, tenía libertad para colocar a su hijo o a su hija en cualquier colegio que le plazca dentro del
Reino". Citado por E. Power, Mujeres..., 105.

17. Trótula de Salerno escribió un famoso tratado muy usado hasta el s. XVI titulado Passionibus mulíerum
[afecciones femeninas].

18. P. L'Hermitte-leclercq, "Reclus; Recluse" en DEMA, II, 1296.

19. Elredo de Rieval, san, Sobre la vida de las Reclusas, 5 en Opúsculos, Buenos Aires, Monasterio Trapense
Ntra. Sra. de los Ángeles - Editorial Claretiana, 1980, 88.

20. M. Tabuyo, Introducción en Juliana de Norwich, Libro de visiones y revelaciones, Madrid, Trotta, 2002, 11.

21. Elredo de Rieval, san, Sobre la vida de las Reclusas en Opúsculos, Buenos Aires, Monasterio Trapense Ntra.
Sra. de los Ángeles - Editorial Claretiana, 1980, 59-163.

22. G. Meunier, "Ancrene Riwle ou Règle des Recluses" en DS I, col. 548-549.

23. San Elredo indica a su hermana normas bien precisas sobre cómo comportarse a este respecto. Elredo de
Rieval, san, Sobre la vida de las Reclusas, 10-15.

24. Elredo de Rieval, san, Sobre la vida de las Reclusas, 4-9; 17; etc.

25. H. Grundmann, Movimenti religiosi..., 169.

26. J. van MiERLO, "Béatrice de Nazareth" en DS I, col. 1310-1314.

27. J.-B. M. Porion, "Hadewijch" en DS VII/1, col. 13-23.

28. Sobre el Espejo de las almas simples de Margarita Porete, ver: Romana Guarnieri, "Frères du libre esprit"
en DS V, col. 1252-1253; 1260-1268.
29. Ver J. van Mierlo, "Béguins, Béguines, Béguinages" en DS I, 1341-1352 y M. Lauwers, "Béguines,
Beguinages" en DEMA, i, 184-185.

30. Ibidem.

31. Herbert Grundmann, Movimenti religiosi..., 193-293.

32. Cf. Ibidem, 295-324.

33. G. Èpiney-Burgard y E. Zum Brunn, Mujeres trovadoras de Dios..., 238.

34. M. Stanesco "Troubador, Trouvère" en DEMA, II, 1541.

35. G.Épiney-Burgard y E. Zum Brunn, Mujeres trovadoras de Dios..., 28.

36. Así, por ejemplo, santa Hildegarda, además obras de mística, teología, medicina, etc. compuso además
setenta y siete sinfonías (recogidas en: Hildegard de Bingen, Sinfonía de la armonía de las revelaciones
celestiales, Madrid, Trotta, 2003). También son dignas de mención las siguientes obras: Hildegarda de Bingen,
santa, Scivias: Conoce los caminos, Madrid, Trotta, 1999; El lenguaje del deseo. Poemas de Hadewijch de
Amberes, Madrid, Trotta, 1999, 153. Flores de Flandes, Madrid, BAC, 2001, 274 [en esta publicación se recogen
las obras de Hadewijch de Amberes, Cartas, Visiones y Canciones y el tratado Siete formas de Amor de Beatriz
de Nazareth]; Gertrudis de Helfta, Los ejercicios, Burgos, Monte Carmelo, 2003, 220; Ibídem., Mensaje de la
Misericordia Divina (El Heraldo del Amor divino), Madrid, BAC, 1999, 222.

37. G. Épiney-Burgard y E. Zum Brunn, Mujeres trovadoras de Dios., 15.

38. Ibídem, 24.

39. Ibídem, 19.

40. Ibídem, 33.


http://www.bibliotecagonzalodeberceo.com/berceo/corleto/mujeredadmedia.htm

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