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Cata de fecha abierta para A+

“Epígrafe”

Hace poco más de dos años que mi mundo interior se detuvo. No fue la casualidad de un azar,

fue, mejor dicho, la ineludible erosión que en las relaciones humanas talla el tiempo. No es, mi

actitud de los últimos meses, un despecho del enojo o el cobarde resentimiento que aqueja a los

desmemoriados; la mía es una actitud que encuentra en el silencio su sano bálsamo y la oportuna

pausa para el respro. He aprendido a recrear, con un beneficio arduo, los palacios de La

Memoria, a los cuales tanto recurria el santísimo Agustín para expurgarse a sí mismo en un acto

de plena conciencia sobre sus errores y aciertos. Hay en la confesión personal –acaso la única

auténtica y la más radical-- una enseñanza fecunda y bullente.

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