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II
Rendición
Puede verse que la senda devocional del bhakta, que lleva a la rendición, y la
senda del saber del jnani, que lleva a la comprensión, convergen cuando se da el paso
final. La rendición absoluta es la comprensión total; la comprensión absoluta es la
plena rendición a la muerte del yo individual.
Jesús: «El que pierda su vida por mí, la encontrará» («... el que pierda su vida por
mí, la encontrará», Evangelio de san Mateo, 10:39) Nuevamente: «Hágase Tu voluntad,
y no la mía»; porque se comprende que no hay tal cosa como «mía» y que tampoco
hay un «mí» que sea capaz de desear. Es la rendición de todo vestigio del sentido de
ser una persona individual, incluyendo, por irónico que parezca, todas esas esperanzas
y sueños y preces de llegar alguna vez a ser una buena o mejor persona, o una persona
que otros puedan amar o que sea del agrado de otros o que resulte atractiva para los
demás. Es la completa rendición a «Esto Es Todo Cuando Existe».
Y sí, esa rendición definitiva, esa Comprensión total es súbita y sucede una vez. Y
esa vez es ahora. Y ese ahora es eterno.
La jungla, parte II
Qué darías por saber, absolutamente y más allá de toda duda, que realmente
todo está bien, que no hay razón para tener miedo; que no hay necesidad de sentir
desesperación, extravío o incertidumbre; que todo el dolor y el daño y el mal que
hemos visto no es verdadero sino tan solo una ilusión, y que las más bellas cosas que
hemos experimentado no son más que un vislumbre, un pequeño paladeo de lo
verdaderamente «real», de lo que verdaderamente es nuestro; que todo es correcto;
que todo es perfecto tal cual es; que todo está bien? Esto es lo que veo y lo que sé.
Pero no, nada de esto lo describe bien, nada de esto es correcto. Las palabras son
esclavas de la ilusión. No es «verdaderamente nuestro», no es algo que poseamos, sino
que más bien es lo que somos; y ni siquiera eso, porque no hay «nosotros». Desde
luego, «yo» no sé nada en ningún caso, y no hay un «mí» que vea nada ni hay ningún
«algo» que ver. Lo que se sabe es del todo imposible de expresar o comunicar. Y, en
definitiva, no es algo sabido o visto por «mí», sino que es lo que «yo» es.
Fallan el lenguaje y los conceptos en los que el lenguaje se basa. Por definición,
esta Verdad, esta Belleza está Más Allá. (Más Allá en el sentido de ser inaccesible al
pensamiento y a la experiencia humana, aunque, desde luego, es obvio que no existe
un literal «más allá» ni hay ningún «otro» ser o cosa.) En sí misma, no puede ser
experimentada; solo puede ser «sabida». E incluso este saber no es conocimiento, no
es intelectual; esto no tiene nada que ver con la comprensión mental.
Los místicos y poetas, los santos y maestros despiertos que han vislumbrado o
visto o sabido, han concordado todos en que lo que es visto o sabido es inefable,
inexpresable. Las palabras y los conceptos fallan por completo en explicarlo. Se
describe como aquello que «el ojo no ha visto, ni el oído ha escuchado, ni el corazón
humano ha concebido... » (Corintios, 2:9) Y sin embargo, el corazón humano, siendo
incapaz de poderlo contener, se desborda en burdos intentos de expresar lo que está
más allá de toda expresión, acompañados siempre de la advertencia de que tales
expresiones, de que cualquier descripción, por pasmosa que sea, no puede abarcarlo.
Solo al final de la visión humana reside la Verdad final y definitiva, por cuanto
que, como tal, no puede hallarse de ningún modo dentro de nuestra visión, por mucho
que la llevemos al límite más extremo. La Verdad final no puede ser experimentada o
pensada o verbalizada, ya que no puede ser conceptualizada. Nuestro lenguaje, así
como los pensamientos y los conceptos que lo estructuran, son esencialmente duales,
están basados en una relación sujeto/objeto. No hay modo de pensar o de hablar de lo
que sea sin constituirlo de inmediato, al hacerlo, en objeto de un supuesto individuo
que piensa o habla como «sujeto». Por tanto, tan pronto existe un pensamiento
lingüísticamente estructurado, aparece una desviación de la Verdad, una inversión
fundamental de la auténtica relación sujeto/objeto. No hay tal cosa como un yo
individual que exista como sujeto; los aparentes individuos existen solo como objetos.
Y la Verdad última no existe de ningún modo como objeto; es genuina Subjetividad
pura, y referirse a ella como objeto, tal cual uno debe necesariamente hacer para
pensar en ella, esto es, el mero hecho de referirse a ella como «ella», tal cual hace esta
frase, es el mayor de los disparates.
Aun así... , el saber no puede ser contenido y se desborda. Así que Eso que reside
al final de la visión humana es espontáneamente descrito por muchos que lo han visto
por medio de tres conceptos, de tres palabras. Solo son conceptos, solo son palabras, y
como tales, se alejan completamente de Ello. Aun así. .. , Ser; Conciencia;
Bienaventuranza. Conocidos en sánscrito como Sat Chit Ananda. Tal como observó Wei
Wu Wei: «No podemos ver más lejos ni hay senda que lleve más allá»; y según
Nisargadatta Maharaj: «Hay que asumir que Sat Chit Ananda es lo máximo que la
mente puede acercarse a describir ese estado indescriptible».
Esto es lo máximo que la mente y los conceptos pueden aproximarse al Ser,
Mente Total, Pura Subjetividad, Conciencia, Todo-Lo-Que-Es, Presencia, Verdad última,
Yo Soy. No es una entidad, una persona, una cosa, un «ello». Es puro Sí Mismo;
Conciencia absoluta y plenamente consciente; Amor-Compasión-Bienaventuranza
desbordante vertiéndose.
Puesto que está más allá del pensamiento y de los conceptos y del lenguaje, está
también más allá de la experiencia. La experiencia está determinada por los conceptos,
los cuales son todos ellos ilusorios, meros constructos del espacio y el tiempo. Toda
experiencia está determinada por nuestras percepciones sensoriales, y tiene un
comienzo, una parte media y una conclusión. Esto es cierto para toda experiencia, ya
sea física, mental o incluso espiritual. Toda experiencia está estructurada por, y
contenida en, nuestro marco conceptual espacio-temporal. Pero el Sí Mismo,
Presencia, Verdad última está Más Allá, está fuera de la estructura espacio-temporal y,
por tanto, no puede ser experimentado. Sin embargo, puede ser sabido, Comprendido,
de un modo tal que trasciende tanto el tiempo como el espacio, que trasciende la
experiencia.
Es por ello que los maestros e instructores afirman que el despertar o
iluminación, el acaecimiento de este saber o Comprensión, es siempre instantáneo, y
no gradual o por etapas. Un proceso gradual o por etapas implica duración en el
tiempo; considerar que el despertar es un suceso gradual implica que todavía se piensa
que es un evento que le sucede a un individuo que está experimentando en el tiempo.
Sin embargo, el despertar trae consigo la evidencia de que no hay ni individuo ni
tiempo. La Comprensión, por su propia naturaleza, está fuera del tiempo, y sucede
fuera del tiempo; así que siempre aparece, desde el punto de vista de una consciencia
ligada al tiempo, como un evento instantáneo, es decir, que no requiere de tiempo.
Sin embargo, los organismos mente/cuerpo funcionan fundamentalmente a
través de la experiencia. Ese es el proceso operacional básico, es lo que su
programación les suscita, es lo que les sucede naturalmente: lo que les ocurre a estos
organismos mente/cuerpo es experimentación. Por tanto, cuando tiene lugar la
Comprensión en una mente/cuerpo humana, le ocurre una experiencia; parecerá que
esa mente/cuerpo ha «tenido» una experiencia, se construirá una experiencia en torno
a esa ocurrencia. De este modo, habrá sucedido lo que puede denominarse una
«experiencia de despertar», o la experiencia de la comprensión o de la iluminación.
Pero esta experiencia del despertar no es el Despertar. La experiencia de la
comprensión no es la Comprensión. Son meramente experiencias humanas creadas en
la mente/cuerpo en torno a la ocurrencia del Despertar, de la Comprensión.
La Comprensión, el conocimiento del Sí Mismo, la Presencia, la Verdad última
reside fuera de la experiencia humana, dado que reside fuera del tiempo y el espacio.
La experiencia de la ocurrencia de esta Comprensión, la «experiencia del despertar»,
no es el Despertar, no es la Verdad; es solamente una experiencia creada en la
mente/cuerpo, similar a cualquier otra experiencia humana. Por esta razón, los
maestros e instructores proclaman que incluso las mayores y más prodigiosas
experiencias espirituales carecen de valor y deben descartarse; la fijación en la
experiencia hace que la atención se desvíe de la verdadera Comprensión.
Aun así. .. , el saber no puede ser contenido y se desborda. En el intento de
expresar el saber se emplean el lenguaje y los conceptos, aun cuando solo son palabras
e ideas y yerran completamente el blanco. En el intento de expresar el ver, se
describen aspectos de la experiencia, aun cuando la experiencia de ver no es más que
una experiencia, no es el ver mismo, no es la Verdad. Así, el Sí Mismo, la Presencia, Lo
Que Es se describe en conceptos mediante el empleo de las ideas Sat Chit Ananda, Ser-
Conciencia-Bienaventuranza; igualmente, a menudo se describe también en términos
experienciales empleando la imagen de la luz. Es usual que aparezca la experiencia de
la luz, o de algo análogo a la luz, como parte de la experiencia que ocurre en torno al
despertar o a la Comprensión; de ahí que se denomine iluminación a tal experiencia.
Del Sí Mismo, Presencia, Lo Que Es, se dice que es...
... el cegador resplandor de la gran luz blanca que ha sido llamada Sat Chit
Ananda y que es también nada en absoluto... WEI
WU WEI
Pura es la luz de luces. Esto es lo que saben los conocedores del Sí Mismo. Allí el
Sol no brilla, ni la Luna ni las estrellas, ni el relámpago brilla allí. ¿Dónde podría morar
tamaña llama? Su fulgor ilumina el mundo entero.
Mundaka Upanishad
Un día el Sol admitió: Apenas soy una sombra; ¡ojalá pudiera mostrarte la
infinita incandescencia!
HAFIZ
Apareció esa luz que brillaba cada vez más y más y más, como la luz de mil
soles... Esa luz brillante, de la cual yo era el centro y también la circunferencia, se
expandió por todo el universo, y... esta luz que brillaba con tal refulgencia era, sin
embargo, hermosa, era bienaventuranza, era inefable, indescriptible.
ROBERT ADAMS
Puedes llamar a Dios amor, puedes llamar a Dios bondad; pero el mejor nombre
para Dios es compasión.