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11. El Cerebro Dentro de sí Mismo.

Paralizarse en el Proceso
Mental.

"Tiene usted razón, ‐me decía un alienado‐ pero no puede convencerme." Esquirol
"Solo nos alejamos de lo verdadero de las cosas para salir al encuentro del sufrimientos."
Gladys Swain
"Ya no me guio por la memoria ancestral…" del documental "El increíble viaje de la tortuga"
"Si es que hay un infierno en la tierra, debe estar en el corazón del hombre melancólico."
Robert Burton
"No se trata de sobrevivir. El truco consiste en convivir con uno mismo." De la película "Piratas
de Caribe ‐ En el fin del mundo"
"La nada es la mitad de la vida y es la mitad que conozco. Voy a detenerme en eso." Beckett
"Miro al espejo y reconozco a un extraño que afirma ser yo." Peter Sloterdijk

¿Cómo volver a conmutar a mi anterior estado algo más abstracto y fuertemente simbólico?
Mi escritura era la del capítulo "La noche del significado", que en realidad es el escrito más
antiguo. Fuerte, pasional, sentido, dictado desde el hígado ‐la "batería" del ser humano‐ como
diría Norman Mailer. Quizás el poeta y el escritor de narrativa sea ese ser que sabe encontrar
un equilibrio entre el alma y la máquina del mundo. Admiro "Las memorias del subsuelo" de
Dostoievski, un impulso de rabia no contenida expelida hacia afuera con soltura y cierta
comicidad. O la elegancia de "El libro del desasosiego" de Pessoa, redactado con una
tranquilidad y calma que me hace pensar que este autor sí supo equilibrar la "dulce
melancolía" propia de los tristes, de los "seres del subsuelo", de los "lobos esteparios". El
melancólico o cínico que escriba hoy ‐o ayer‐ me merece todo el respeto, porque lucha contra
la corriente. La escritura alegre me parece falsa o cuanto menos sospechosa. La vida real no es
especialmente brillante y de encadenamiento de situaciones alegres, vivaces y de acción. En la
mayoría de las situaciones vence la melancolía, el abotargamiento, la tristeza, la seriedad, la
tranquilidad…, la dulce melancolía. Habría que hacer un manifiesto a favor de esta. Por lo
demás la escritura es una falsedad de la memoria. No recuerdo casi nada de lo escrito. Sobre
todo si se trata de datos puros. A Sartre, pasado los años, le recordaban citas de sus primeros
libros y él negaba que fueran frases suyas: no se reconocía. Me imagino que ese es el signo de
todo ensayo sobre las ciencias humanas: demasiadas frases, postulados, giros y refutaciones. A
veces las frases se escriben solas porque estas mismas no escapan de estar situacionadas. En
ese caso el autor tan solo es un esclavo de la dinámica de la escritura. Me pregunto si el estilo
de la obra tendría que haber sido más al estilo Nietzscheano, o como la propia escritura de
Cioran: cortante, lapidaria, escueta, fragmentaria.

¡Pero basta ya de pensar!, en fin "las memorias del subsuelo" ya estaban escritas, había que
buscar una causación a ese tipo de seres que retratan esos grandes escritores. Confieso que el
libro de Dostoievski lo he leído ahora, al final de esta obra, casi por obligación, aunque al final
con placer. Me chocó su obsesión aritmética, como la llama el personaje, del "dos y dos son
cuatro", pues era un referente en mi vida. Desde los trece o catorce años empecé a dudar de la
vida como un conjunto de máximas que no tenían vuelta de hoja. Me decía: "a veces el
cuadrado es tan solo un círculo imperfecto, la vida no tiene porque ser un cuadrado", mientras
que en otra usaba la frase del personaje de Dostoievski: "dos y dos son cinco". De nuevo la
determinación genética ‐del gen que cause esa tendencia a la soledad y la melancolía‐ en cosas
tan menudas como estas. Es de notar que ya a una edad temprana estaba hablando mi ser
anárquico, pasional y en contra de la razón, como ente susurrador ‐como el demonio de Stefan
Zweig‐ que no me dejaba adaptarme a la vida de los "dos y dos son cuatro", a la vida

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normalizada, de la mayoría de la gente. Por eso cuando leí a George Orwell en su "1984" me
chocó su "dos y dos son cuatro", aunque claro en este libro este concepto cobra otro sentido,
ya que es la razón la que tiene que luchar contra el dictado del sistema que te impone una
mentira. Si la sin‐razón es individual se pude personar e incluso justificar como un necesidad
de rotura del orden hacia el caos para crear novedad, pero no cuando se vuelve sistémica. A
veces lo revolucionario es luchar por la verdad ‐postura racional‐, y otras luchar contra la
verdad ‐postura romántica‐, esa es la paradoja humana. Quizás de forma racional la evolución
trata de equilibrar las dos fuerzas, y cuando una de ellas coge demasiado fuerza nacen los
seres contrarios para tratar de contrarrestar el exceso de balanceo hacia una de las dos
fuerzas.

No logro desconectarme. Quisiera terminar el libro con una vuelta a la locura, pero sigue
hablando y dominando la razón. Quizás tenga que dejar de lado un tiempo este final para que
vuelva a renacer el caos en mi mente ‐en "yo‐mente"‐ He de hacer que mi cerebro escuche
más a mi cuerpo. No, rectifico. Yo‐cerebro he de tratar de escuchar más a mi yo‐cuerpo . Pero
también a la vez es cierto que me siento un ser atrapado a unos condicionamientos que yo‐
cerebro adapto a ciertos requisitos de yo‐cuerpo. Es complicado hablar en este nuevo
lenguaje. En cuanto escribo se crea un reflexión ‐propiedad de espejicidad‐ en tanto que me
sitúo en el espejo, fuera del cuerpo y como cuestionando todo desde fuera. Pero en realidad
nunca hay un afuera, tan solo es apariencia engañosa. Siempre soy en tanto que cuerpo. La
palabra ‐la reflexión, la conciencia, la razón‐ crea ese espejismo. Siempre nos perdemos en las
palabras, siempre el ser está más allá de todo reflejo del espejo que son las palabras.

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Voy quemando sombras, momificando sueños, hablando a resquicios de mi mente que


permanecen mudas y se no me responden con otra cosa que con silencios desquiciantes,
brumosos y prolongados. Siempre soy sentimiento, emoción, aunque a veces ese sentir sea la
renegación de todo sentimiento. No hay nada fuera de sentir el rojo vivo de la amapola en
primavera; de sentir el frio hielo en los huesos de un invierno neblinoso y blanco. Blanco sobre
blanco en una mente gris. Nada como sentir los ojos de la belleza mirándote directamente: dos
almas grapadas ‐acopladas‐ en un mismo instante: efímero, asfixiante y lacerante, y que por lo
demás quizás nunca vuelvas a recordar. La vida tan solo son instantes encadenados porque el
ser humano ha creado‐y se ha aferrado a‐ los números, los días, los meses y los años. El
tiempo no existe en la alma emocionada, escapa a toda dimensión que no sea la extensión
entre dos estados mentales…, entre dos emociones: la presenta y la que está por venir . ¿Por
qué ese alarido constante y ciego por tratar de predecir el sentimiento posterior?, ¿acaso
tenemos miedo a lo efímero?, ¿acaso ese mismo alarido angustioso de lo por venir es otro
sentimiento a tener en cuenta? A veces el hombre es pregunta, pero esta de nuevo no es más
que emoción. Una interrogación siempre es como una mirada amorosa lanzada al mar de la
nada en espera de que alguna respuesta emocionada dé sentido al vacío que se siente. Pero el
propio vacío es emoción. No hay nada fuera de la emoción. La nada sentida en algunas almas
es simplemente vacío o aburrimiento, en otras dolor inmensos de soledad: ave que planea
sobre un mar inagotable de dunas monótonas, irrespirables, opresivas, restándoles el poco
aire que la existencia les permite. Y para otras ‐para las pocas‐es dulce melancolía que cual
serosa miel se extiende sobre su cuerpo y todos los sentidos ‐tener cuerpo es sentir‐, para
abrigarle con una dulzura en su paso por la bruma y lo opaco del sin‐sentir.

El arte no es vedad, no es verdad en la medida que tan solo es un término clasista. El arte fue
aquel paso que dio el hombre entre elaborar un recurso de forma monótona y repetitiva a
tratar de insuflarle un alma, un sentido fuera de lo práctico, de darle una intención fuera de la

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que tuviese como utensilio. Dos muescas que se encuentran en sus límites en el asa de un
hacha representaban una montaña: el alma de la naturaleza como demarcación de una mirada
soñolienta y curiosa, ¿qué habría más allá? Toda duda sobre algo lejano ‐mental o natural‐
siempre nos hace movernos, nos hace motivarnos. El arte fue esa mirada mágica que enlazó
todo los objetos del mundo en símbolos. Y una vez que el mundo se volvió símbolo la
conciencia estaba preparada para ir hacia el hombre. Pero hay que detenerse en ese
momento del tiempo, congelarlo, abrigarnos dentro de sus pliegues. El hombre fue la
capacidad de convertir una emoción en un signo externo para lo otros. Todo dibujo, silueta, o
forma geométrica o abstracta comunicaba una emoción que quizás acababa de nacer para el
grupo y por lo tanto para la humanidad. Aquellos primeros hombres, en sus torpes y simples
trazos definieron las posibilidades y lo ilimitado del ser humano. Pero con el paso del tiempo
la razón cerró todas las formas, y creando la abstracción del cuadrado, delimitó al hombre, su
naturaleza y la forma, mirada y lectura que había que hacer sobre la naturaleza. Murió el
hombre, ¿o tal vez renació ahora como ente que mata lo mágico?, ¿acaso el hombre tan solo
fue aquel paso entre el animal y la razón y ahora ha muerto?

El artista es ese ser que aún sobrevive como hombre primigenio. Que reniega de la razón en
tanto que le mata como hombre. Si todo se vuelve cuadrado, si una emoción es cuantificada a
la marca que deja en un escáner la actividad de unas neuronas, si el hombre se mide por su
productividad ¿qué espacio queda para el arte?, ¿qué para lo mágico?, ¿qué para la alteración
de un sentido del mundo que no sea el simplemente de la utilidad? Y si el mundo se vuelve
aquello que es lo útil entonces todo se vuelve instrumento por y para la productividad del
hombre. La naturaleza está ‐en este estado‐ a nuestro servicio, la naturaleza se vuelve cosa y el
hombre es alterado a su productividad: ¿qué lo diferencia de una hormiga o una abeja? Si se
mata al arte, si se mata la emoción, si se mata la individualidad y por lo tanto se mata lo
mágico, que era el signo de hombre interpretando lo natural como ente con un alma, entonces
no podremos escapar del pensamiento único, el de volvernos simples engranajes en una
maquinaria, que cual reloj de precisión, calcula todo en procesos materiales y sin alma. La
materia sin alma deviene en puro objeto que mata la emoción. Que nos mata como humanos.
Que convierte y pervierte a la naturaleza a un mecanismo caótico ‐ya no mágico‐ que hay que
dominar y controlar.

Dije que no había una posible salida a la democracia puesto que todo dialogo tan solo lo es en
tanto que contiene una negación que la pueda contradecir. La democracia sin su negación ‐
cualquier negación‐ se vuelve un lenguaje unívoco y universal, fuera de él nada existe. Y una
vez dentro de este, tan solo es un monótono y gris parloteo de un hombre consigo mismo.
Como aquel loco que hila y desgrana siempre unas mismas palabras sin sentido, ni contenido y
sin final: dando vuelta una y otra vez sobre lo mismo sin siquiera llegarse a percatar que ha
caído en lo manido y fallido del hacer y el deshacer, de lo recursivo y de lo "siempre los
mismo": como los personajes de García Márquez en sus "cien años de soledad", haciendo y
deshaciendo: monedas, guerras, espiritualidades... La democracia cerrada sobre sí misma, al
final, tan solo se vuelve locura monomaniaca . Pensamiento único. Un loco sin que ningún
terapeuta ‐su negación‐ le escuche. No hay posibilidades sin negación de lo que se afirma
como base.

Quizás haya que volver sobre los inicios, como círculo que tan solo se explica cuando este se
termina por cerrar. Habría que volver al hombre que tornaba a la naturaleza como un
elemento que siempre contenía un algo indefinible e insustancial. Que contenía un alma que
no podía ser definible a un solo término. La pluralidad da alma a las cosas, mientras que la
razón y por ello lo democrático le restan todos los posibles para limitarlo a una sola palabra,
concepto y finalidad. La mirada del artista ha de valer tanto como la de aquel científico o aquel
laboratorio que explica y reduce un estado o emoción a una sustancia química que es regulada

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por esta o aquella pastilla. La experiencia nos dice que la mejor terapia, la mal llamada
ocupacional, equilibra y devuelve cierta paz a las almas atormentadas. El arte, la capacidad de
volver el universo a su simbolismo, al final, es tan operativa como cualquier otra sustancia. En
ese estado el hombre se comunica con su esencia, con aquel pasado que nos hizo hombres,
frente a este presente que nos trata de convertir en máquinas. Donde todo hombre se define
por su función, por su hacer en lo social, por su labor u ocupación. Definir y limitar al hombre
por aquello que le hace útil para la sociedad es matar al hombre.

Ahora bajo esta nueva mirada echemos un ojo a algunos de los artistas en la actualidad tan
incomprendidos. Tapies voltea a las palabras, porque las trata de des‐causar, trata de romper
con sus significados deteniéndose en su significante; la letra, así, se vuelve signo puro que
trata de desprenderse de lo mecánico del concepto. Le trata de restaurar su halo de magia. Por
otro lado introduce cruces como signo que le ha sido dado en una cultura concreta, pero trata
de ir más allá de un solo y unívoco sentido. La cruz, de nuevo, se vuelve multisigno que a veces
incluso reniega de los límites causales que le ha dado la cultura actual, contraviniendo y
negando su unicidad, para al final volverse incluso sacrílega. Ahí tenemos a Francis Bacon:
mucho se ha dicho de sus figuras borrosas, que se niegan a su estatismo, que por lo demás es
propio ‐de forma trasversal‐ de la pintura. Esa indefinición nos está hablando de la esencia del
hombre: el hombre siempre es ese ser inacabado e inconcluso que solo lo puede terminar de
pintar la muerte. Mientras permanece vivo su constante cambio y transmutación solo puede
ser pintada como un objeto indefinible que tiene cierta forma entre dos o tres estados
posibles. El movimiento explica al hombre, no su quietud, la quietud pinta a un ente muerto,
acabado y finito: el movimiento por el contrario lo explica en tanto que una constante e
infinita transición. Este estilo al final a calado en la películas de terror, donde el movimiento
rápido de aceleración y desaceleración, brusco y continuo, de la cámara provocan confusión, y
porque no, terror en el hombre actual: ávido de definición y concreción. Este movimiento
desarmonizado de la cámara no devuelve a un estado primigenio donde el miedo a lo posible
nos azuzaba a tratar de fijar la mirada ‐y también la morada y por ello la muerte del nómada‐;
a fijar a conceptos previsibles al mundo y lo natural. Y qué no decir del cubismo: recordemos
que su inspiración fue el arte tribal, antes denominada artesanía, que no deja de ser el arte o
la supervivencia de aquella mirada primigenia en tribus y culturas que aún sobrevivían en
estadios de cazadores ‐recolectores. Los artistas que visitaron la exposición hecha en París a
principios del siglo pasado sobre arte tribal, se sintieron identificados, en lo más recóndito de
sus almas, con aquellas otras personas y espíritus que seguían manteniendo intacta esa mirada
a la naturaleza entre mágica e inescrutable. Esos artistas, y entre ellos Picasso, se comunicaron
o conectaron con sus almas primigenias, aunque siempre con cierto halo de contaminación de
la mirada actual. Todo artista cubista se puede explicar como la lucha sangrienta e inconclusa
de una mirada tribal y una mirada occidental que no terminan de cuajar en arte que tuviera el
calado y la simplicidad del arte tribal en el cual se inspiraba. La mirada occidental de la razón
siempre pervierte ‐envenena o contamina‐ la inocencia del arte tribal en cual no puede ser
sometido a una mirada que nazca de la razón. El arte tribal con la mirada occidental se vuelve
artesanía al no poder conectar con su proceso mágico y desconocido. Otra artista, que nos ha
dado a conocer Julio Menden en uno de sus documentales, fue Judith Scott. Ella a través de su
arte, desde su síndrome de Down, nos puede decir más sobre la condición previa del ser
humano que cualquier otro estudio concienzudo y sesudo de la ciencia. Apilaba e hilaba
objetos y materiales encontrados en cualquier lugar. ¿Porqué este material u objeto sí y este
otro no?, ¿porqué al tener ciertos materiales construía una gran esfera y al tener otras
construía un objeto alargado?, ¿qué le decía cada objeto como para impelerle a robarlo o
verse en la necesidad de trasladarlo a su mundo, ya como propiedad, y como para que
formase parte de su obra? De alguna manera su estado metal ‐enfermedad, síndrome‐ está
más comunicado con el cerebro de nuestro nacimiento como humano que el humano
promedio actual. Cuando ve un objeto y siente de alguna forma la ansiedad de poseerlo, es

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porque este objeto le ha seducido, le ha atraído hacia sí, y esto no puede ser de otra forma
que porque el objeto se ha comunicado con alguna parte de su alma, con alguna sensación,
emoción o sentimiento. Toda seducción es un deseo de posesión en tanto que lo que te
seduce sientes que forma parte de algún trozo de tu alma. La seducción es comunicación entre
dos partes que antes no tenían contacto. Unificación de dos entidades que son contenidas
separadas en el mundo. Pero ahí no acaba todo, un objeto solo es un símbolo, el alma no
puede reducirse a un solo símbolo. La acumulación de objetos por parte de Judith Scott
obedecía a tratar de crear partes o fragmentos de su alma, o del cómo o sentido de alguna
parte o alma de la naturaleza y de la realidad. Cada obra es un acto y aspecto acabado que hila
ciertos objetos, y de ciertos colores, para explicar una parte de la realidad, sea esta interior o
exterior.

Creo que estos ejemplos basten para tratar de entender lo que quiero decir. Hoy en día el
hombre medio no entiende el arte moderno. Se ha desvinculado de tal manera con su alma
primigenia que ya no entiende esa comunicación mágica con el mundo natural que se reduce a
lo puramente simbólico y está más allá de la razón, la forma y lo figurativo. El lenguaje de la
naturaleza, nos dice hoy la ciencia, está reglada por ciertos principios básicos que interactúan y
se replican en formas. La replicación es lo universal, una mutación en la replicación crea
variedad, crea evolución, pero las bases siempre son las mismas y son simples. ¿Por qué se da
una coincidencia entre el arabesco del arte islámico y la filigrana geométrica de la arte celta?
Una concurrencia cultural separada por el espacio y por el tiempo. En los dos tipos de arte se
da una misma elaboración del entrelazamiento que es propio de las ramas y las raíces cuyo
principio no es otro que un simple y permanente entrelazamiento y arquitectura necesaria
para economizar espacio y solidez. Sus precursores, sus artistas, sus culturas estaban abiertas y
unidas a este lenguaje de la naturaleza. No hay arte que no escuche y medite sobre lo natural y
que al final termine por comprender esta capacidad que tiene la vida de construir con tan solo
unos pocos elementos. Y hoy en día cada vez hay menos contacto con la naturaleza como para
tratarla de escuchar. En la actualidad los propios tatuajes tribales y los grafitis se basan en
este mismo principio básico del entrelazamiento del arabesco o la filigrana celta ‐y de otras
culturas de Oceanía‐: siempre repetitivo, pero siempre distinto; aunque ahora en gran medida
desligado de su verdadero origen. Toda la vida se comprende por la interacción física y química
de veinte aminoácidos. Toda la variedad visible e invisible de la vida está constreñida a este
reduccionismo. El artista en su simplicidad se comunica con ciertos de estos aspectos y este los
vuelve a fusionar y entremezclar con los mismo principios, esencias y bases con que lo hacen
las propias biomoléculas. El arte imita la generación de la vida y en su constante e inacabada
mirada crea construcciones y obras de procesos que puede que incluso no se den hoy, pero
que estén por venir. Los límites de la naturaleza son los límites del arte, y tal como nos
descubre la naturaleza esta parece infinita e inabarcable. Lo mágico tiene cabida incluso en la
ciencia si se concibe como aquel proceso por el cual se explica o se reduce un aspecto
abstracto e irreal de la naturaleza a un concepto abarcable, pensable y visible, y que cree una
emoción o sentimiento difuso que no se pueda reducir a una sola palabra o concepto, y
aunque sea de forma imprecisa, inconclusa, fallida y efímera. El arte por computadora, en su
variante de las fractales así lo parece demostrar: un algoritmo recursivo con una variable crea
espectaculares gráficos que imitan los comportamientos intrínsecos de la naturaleza en su
nivel más básicos y elementales. La arquitectura, con su equilibrio entre técnica y arte es otro
claro ejemplo.

La respuesta para un después de la democracia parece que solo puede ser una salida hacia el
encuentro con el arte. El fin de la historia, que han predicho los posmodernista, la muerte de la
legitimidad y el liderazgo, la escapada del pensamiento único e instrumental, tan solo puede
ser dejándolo atrás y si retomamos y volvemos al hombre creativo. A esa esencia del alma
humana que aún dejaba espacio para lo mágico como aquello que hacía posible comunicarse y

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sentirse seducido por el mundo exterior. Si terminamos de matar ese aspecto de lo humano, y
vamos por ese camino, terminaremos por matar lo poco que nos queda de aquella esencia
humana inocente y en cierta forma dulce que nos hacía sentirnos unidad con la naturaleza. No
podemos, ni debemos, poner de un lado lo humano y de otro la naturaleza, pues eso tan solo
nos ha llevado al estado actual de cosas. El humano ha de volverse como parte de la
naturaleza y esto no puede ser de otra forma que volviéndola a sentir de forma mágica. Ha de
dar un paso atrás, volver a tratar de comunicarse con su ser mitologizante y demiúrgico para
volver estar integrado con la realidad y la naturaleza. Al final la razón no ha terminado más que
como verdad instrumental que opera a través de lo democrático y sin posibilidad de un afuera
u otra opción. Se ha vuelto un camino cerrado, dentro del laberinto de la evolución, que tan
solo nos puede llevar a la muerte de alma del hombre a través de la locura, el trastorno y la
enfermedad psíquica, cada vez más generalizada; y la destrucción del planeta en manos de un
mundo cada vez más tecnificado y mecanizado al que se ha restado el alma de la ecuación. El
hombre desalmado, se vuelve máquina que enferma y destruye. Todo intento de salir de esta
verdad, que se está evidenciando, siempre se hace desde el dialogo cerrado y sin salidas de la
democracia que ya ni siquiera cree que exista otra mirada posible. Toda otra mirada o
perspectiva, como la que o estoy proponiendo, solo es tomada como locura e irrealidad.

Se puede pensar que tan solo estoy tratando sobre un concepto abstracto y que no tiene
contacto con ninguna propuesta real, pero nada mas allá. Se ha crear espacio para que el
hombre vuelva a ser más creativo. Más tiempo libre, estructurado de otra forma que la actual
y rutinaria mecánica en la que no hemos vistos inmersos de los fines de semanas, las fiestas y
las vacaciones. Al dividir el tiempo entre menos labor y más ocio quizás el hombre elija otros
caminos que los que elije hoy en días, donde a veces no tienen otra opción que simplemente
descansar del estrés y la fatiga física o como mucho dedicarse a tareas simplemente
recreativas y que no requieran esfuerzo, dedicación o creatividad. No se puede potenciar la
creatividad y la mente alternativa sin tener tiempo para ello. Más tiempo libre quiere decir
trabajar menos, pero que a la vez trabajen más personas como para que no exista el
desempleo. Hay otra dimensión del tiempo sobre la que hemos perdido su verdadero sentido.
El tiempo siempre es un proceso mental, y el cerebro requiere de una cadencia para que
funcione adecuadamente. El estrés y las prisas de hoy obligan a trastornar esta dimensión. La
velocidad del proceso social no se ajusta al proceso mental, la respuesta rápida busca u obliga
a que el cerebro trate de reajustar un modelo de proceso que se ha mantenido por milenios a
un nuevo tiempo en el que no se siente cómodo, ni en el que puede trabajar bien. La respuesta
de acción y mental rápida no está ajustada: del cerebro lleva ese proceso a nivel irreflexivo, si
no halla una respuesta llama a la reflexión, a la conciencia, para salir del paso y responder,
pero aquello que se responde y el cómo sea actúa, muchas de las veces son posiciones
forzadas y equivocadas. En algunas personas y situaciones esto genera un estrés tal que se
crea un sentimiento de acorralamiento tal que la persona puede llegar a responder con
violencia ‐sea verbal o física‐, y otras de las veces con ideas y posturas poco claras que la
persona al final tiene que justificar o retrotraerse. Como hemos visto lo largo del libro (sobre
todo en el capítulo "6.1 La búsqueda de la conciencia) el cerebro toma una cuestión y necesita
de un proceso de asentamiento y maduración, después del cual da una respuesta a un nivel
intuitivo. La razón o conciencia puede desdecir, reajustar o revisar esa intuición, pero a
grandes rasgos ese proceso por el cual de alguna forma una pregunta ‐teoría de "pregunta
abierta"‐ esa pasada por toda la memoria ‐al modo de búsqueda en una gran base de datos‐ es
la única vía por la cual hallar la posible respuesta más óptima. A veces ese tiempo pueden ser
unos segundo, pero otras veces requiere de minutos, horas o días. Hemos olvidado el principio
que rige el refrán de "vísteme despacio que tengo prisa" que en realidad ha sabido entender
este principio básico de nuestro cerebro y cuerpo. A este cambio del tiempo mental solo son
capaces de adaptarse los jóvenes ‐y por un periodo cada vez más corto‐, con los consiguientes
problemas que ya he analizado capítulos atrás. El siguiente problema que generará todo este

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dilema evolutivo es que en el joven no coincidirá el tiempo óptimo de preparación ‐por la
acumulación de saberes‐, con el tiempo óptimo de su mejor velocidad. Con lo cual se va a
provocar un estancamiento o ralentización en el conocimientos y los adelantos (que puede
que no vengan mal, al fin y al cabo eso nos hará reflexionar en el problema.) Por otro lado el
hombre tiene que elegir, y con ellos los medios de comunicación por su lado, el crear unas
propuestas más variables y que no se basen en la telerealidad ‐telebasura‐ que al final no
sirven a otro fin que para crear un prototipo de humano denigrante a imitar. Las personas se
ha comprobado se habitúan a todo: si la programación fuera cambiado a un en la que se
apostase por la creatividad y la enseñanza, al final eso sería lo normal. Todo tiene que
confabular para crear el tipo de humano que es de desear. Se ha de volver a ocupar y a tratar
de vivir en poblaciones pequeñas o medianas y que estas tengan la capacidad de generar
vienes y empleo. La masificación mata la real naturaleza humana de la pervivencia en grupos
reducidos de personas con las que tienen una real comunicación. El tiempo libre no ha de estar
masificado a ciertas rutinas y masificaciones humanas, como el es camino al que se diriges en
la actualidad de lugares de ocio y sitios turísticos. Se ha de volver a un ritmo mas humano del
movimiento y de los cambios: el autobús frente al avión, el recorrido y su disfrute en vez de la
finalidad y el destino. Todo atajo siempre nos descubre algo que de no existir o crearlo tan solo
nos conduce a los caminos más trillados y masificados. El atajo ha de ser un recurso mental,
vivencial y existencial: como el propio de una mente creativa que trata de descubrir lo
intrínseco y complejo de la naturaleza y la realidad. El arte no es de unos pocos, el arte tal
como se entiende ahora moriría al crear un hombre nuevo que tuviese como base de sus
existencia la creación y la elaboración de más más tipos y subtipos de forma de crear y de
formas de ver y entender el mundo. El arte sería la piedra angular de la individualidad, ningún
arte sería o debería de ser Arte y frente a un arte o artesanía. El arte o la creatividad humana
debe de estar más allá de la competición y del ansias de sobresalir. Ha de plegarse en el puro
disfrute de su esencia, que es la búsqueda y la continua producción. Un hombre así estaría
entregado a su labor creativo y tendría al trabajo como forma de cubrir sus necesidades.
Equilibrando los dos estados y estadios, como para salvaguardarlo del trastorno y la
enfermedad psicológica, que visto y analizado bajo este nuevo punto de vista no es otra cosa
que una perturbación del equilibrio de su alma. Se ha comprobado que las personas que viven
más años y se mantiene más sanas ‐tanto de cuerpo como de mente‐ son aquellas que se
entregan con pasión a una labor que les gusta y en las que se desarrollan creativamente. Alma
es creatividad, ya que como descubrimos el juego forma parte de la esencia humana y crear en
el fondo no deja de ser otra cosa que una manera de jugar, y en tanto que la creatividad es un
punto de vista vital del cómo mi cuerpo es enervado o sensibilizado de una forma concreta y
propicia por el mundo y la realidad. Mi creatividad es mi alma en tanto que interpretación
sensitiva de la realidad y si está no tiene espacio para realizarse enferma o se atrofia. La
comunicación entre los hombres, quizás, se volvería a fortalecer y a establecer en la medida
que al mirar una obra solo puede ser entendida y comprendida al conocer al artista que es el
que tiene la llave o la clave que la descifra. El arte, así, hace posible abrir las puertas de la
comunicación, de una comunicación basada en el deseo de conocer el alma de la obra y por
ello del artista. Comunicación directa de dos alma que no se entretienen, ni se basan en lo
aparente y lo superficial que por fuerza crea la mascara de la razón y la palabra.

En un mundo así, la multinacionales y su lenguaje estructural, cosificador, instrumental e


implícitamente destructivo en tanto que no lee ni entiende del concepto del alma del mundo,
no tendría cabida. Así como he afirmado que todo humano es culpable del actual estado de
cosas, en tanto que al no rechazarlo lo acepta, lo asume y lo permite y lo perpetua. De igual
forma si todo humano volviera a recuperar esa mirada mágica y creativa del mundo entonces
acabaría por extinción con la actual capacidad destructiva y desalmada de la multinacionales.
Estas no tienen otra esencia que la desestructuración de los principios básicos que nos hicieron
humanos. Solo al recuperarlos se les podría dar un alma a las multinacionales, desde sus

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propios directivos y dirigentes: ahora más creativos y abiertos al alma humana, de tal manera
que no fueran tan perniciosas tanto para el humano como para el planeta. La democracia en sí
misma se volvería otra cosa, iría inevitablemente hacia otra esencia, aunque no puedo
predecir cual ha de ser su futuro y cambio. Mutaría hacia otra realidad manteniendo las base
humana que la construye. Hemos descubierto que esta siempre termina en las fuerzas de dos
partidos o ideologías: ¿por qué no que convivan juntas y obligadas a entenderse? En dialogo
de las das fuerzas contrarias quizás diesen cambios , pero serían menos drásticos e
imprevisibles, como los que se dan ahora mismo: más medidos, más humanizados. De nada
sirve dar cuatro pasos adelantes si después y por lógica evolutiva hay que dar tres hacia atrás.
El político no ha de ser elegido por su carisma, sino por su capacidad y especialización en su
ámbito. ¿En la actualidad el político es un especialista en qué?, ¿en política?, porque se volvió
un fin en sí mismo?, ¿no es más lógico que para ser ministro de agricultura se sepa de esta
especialidad?, ¿qué sea su pasión y que su ser creativo piense y sienta tan solo en tanto que
esta materia? La política es sí misma se ha convertido en una máquina sin alma. La única forma
de devolverle el alma ha de ser a través de ese camino de la especialización de cada unos de
los espacios de gobierno. El político tan solo ha de ser un tecnócrata que es elegido por su alta
especialización en un saber, que es sobre el que tiene que legislar y poner cierto orden y
reglas.

!Bah¡, como siempre utopías, el sueño de los Románticos, de los surrealistas, del mayo del 60…
¡Soy incapaz de desconectar con la razón!

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A veces no me siento lo suficientemente desnudo, me quito toda la ropa, me ducho para


quitarme cualquier brizna que ocupase mi cuerpo..., pero no me siento lo suficientemente
desnudo. A veces me gustaría desprenderme de la piel como quien se desprende de un ropaje,
o como lo hiciera con su piel una serpiente. A veces todo mi cuerpo gime con un dolor que no
sé diferenciarlo de cuando la áspera y rígida vegetación me araña y me golpea en la montaña.
A veces tan solo quisiera evaporarme como bruma, para no pertenecer a un espacio tan
reducido como un cuerpo, y convirtiéndome en microscópicas gotas de agua de una nube gris,
lloverme sobre el mar y perderme. A veces sentir no es suficiente, y otras de las veces es
demasiado. A veces me duelo tan solo con ser o por no ser tan solo una nada. A veces soy tan
solo una pequeña grieta en mi piel desquebrajada y secada y muerta y sedienta…, y planeo
dentro de esa hendidura que forma un cañón de una profundidad nula, pero llena de
desesperanza y de dolor por su profunda y amortiguada soledad y oquedad herrumbrosa.

Muchas de la veces me niego a existir, a percibir el ruido, el grito, la falta de belleza, lo


mundano, lo ilógico, lo cotidiano, lo efímero, pero también lo eterno, la belleza impertérrita, lo
extraordinario, el exceso de lógica que nada deja escapar de sus tentáculos; también reniego
del silencio, de tu voz cerrada, de tus ojos que no dicen nada, de la muerte en la mirada, de la
vida que nunca es más allá, y delas hojas que caen y se mojan, y se entroñan en nieve, y se
pudren y se vuelven musgo y se vuelve a secar y se vuelve a pudrir, y se seca y se reseca y se
confunde con la tierra y que se deja mojar por la lluvia y termina por ser barro.

A veces me cansa la poesía y su obligatoria cadencia que odia y reniega del ruido y el caos
asonante de un universo conflagrado que no se extingue si no que continua y que callando
deja que sea la vida la que genere el sonido y esta machacona, gritona y culposa se envenena
en crear melodías, sonatas, ritmos y cantatas. A veces solo es a veces. Otras de las veces tan
solo un breve instante en el cual nadie cabe y los cuales ocupan un territorio efímero, cerrado
y diminuto. A veces el silencio lo quiere llenar todo. Aunque la mayoría de las veces tan solo
muere en el intento. Esas veces el silencio no pide ser enterrado, ni siquiera ser incinerado;

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ocupa el vacío del meñique de un dedal que ha ido menguando con el tiempo y que al final
solo sirve para cubrir la pata de una mariposa que se niega a volar.

A veces soy ese crepitar susurrante de neuronas que incesantes buscan un motivo por el que
levantar este pesado cuerpo que me envuelve. A veces me pierdo en ese buscar. Me
desentiendo de lo motivos de los demás, como si el humano no existiese y estuviese por
inventar, y hago y deshago sortilegios, magias y hechizos con el ímpetu del niño que siente y
piensa que todo y cada unas de las cosas del bosque tiene un vida, le hablan… , y tocándoles el
pelo les termina por hundir en la húmeda y llana de hojarasca tierra. Muerta la inocencia ya no
queda por lo que vivir, por lo que suspirar, por lo que la magia hubiera de tener algún, aunque
fuese exiguo, sentido.

Desfiles de melancolías que ha veces sueñan con la muerte. Verde gris de hierbas ramificadas
en herrumbrosas raíces

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Me canso. Y esto no termina. Habría que evaluar de constante la vida, como para saber
situarte, pero de hacerlo uno podría deprimirse. El arrepentimiento tan solo es un palabra que
nunca ha terminado de encajar como un guante a una emoción compleja. Podría decir: me
arrepiento de haber caídos en tantos tópicos de cada una de las edades, pero entendida tal
cual esa palabra no es la acertada. En realidad me decepciona, y a la vez me agobia la
sensación de pensar que no fui tan libre como creía, que la cronogenética sea tan
determinista. De no haber luchado más contra esas facticidades y haber estado más vigilante.
De que existan otras mentes que me recuerdan haber caídos en esos tópicos, me gustaría
entrar en sus sueños y borrarme de sus memorias. Y todas esas sensaciones juntas me llevan
de nuevo a que me hubiera gustado ser la perfecta "sombre veneciana": la que todo lo ve y
que no ocupa ningún espacio en la mente de los otros. Haber perfeccionado la invisibilidad
como lo hiciera el protagonista de "hierro 8" o la también, aunque malograda, "The invisible".
El vértigo sartriano más tangible, más que la extinta y quizá vacua nausea, fue descubrir la
mirada. La percepción de que nos hacemos carne a través de la mirada del otro: el otro me
encarna ‐de ahí quizás ese mismo deseo llevado a cabo a través de Jesucristo: encarnar al Dios
invisible, mientras que el acierto del Judaísmo fue que al negar la imagen icónica de Dios, pues
este se volvió invisible; como dijo Freud: "Dios es el más grande y poderoso, aunque es
invisible como una ráfaga de viento o como un espíritu"‐ El otro, con su mirada, nos vulgariza,
nos somete, nos normaliza, y nos mata ‐¿crucifica?‐ al hacernos ver que nos somos un dios.
Que tan solo somos un humano entre otros. Todas las demás facticidades se construyen a
partir de esta. El psicópata juega a ser dios mientras le dura el encanto de no poder ser mirado
por la Ley. Sus crímenes le dan la potestad de poseer al mundo sin que este le llegue a tocar y
ni siquiera a intuir: todo el que le descubre muere y por lo tanto su identidad siempre vuelve a
la sombra: cuando sus manos acaban con la vida de su víctima/descubridor. El más peligroso
de los psicópatas es el que no es sistemático, pues todo sistema siempre es una marca o un
signo que designa ‐señala‐ un origen, y por lo tanto una entidad a la que poder intuir y al final
poder llegar a ver. Ya se sabe el mayor logro del demonio es el hacer creer que no existe. A los
teólogos actuales, arrinconados por las ciencias, no le queda otra que poner a Dios en este
mismo papel de ser invisible e imperceptible al que nada en el mundo le señala. Dios y
demonio en un mismo papel: la vuelta al sempiterno demiurgo que no tenía una identidad ni
buena, ni mala. Como el dios Abraxas que permanece oculto a cualquier mirada banal, tan
tentador para muchos intelectuales, como el propio Hesse. Todo hombre en su ser más íntimo
quiere o pretende ser la reencarnación de este ser. Por ahí quizás empezó a colarse la idea de
Dios en el ADN humano. No soy Dios pues la mirada del otro me humaniza, luego esa idea de

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un ser que no puede ser visto ha de existir, puesto que contamina mi forma de ser y aparecer
en el mundo y dado que soy su imagen entonces este deseo de ser una "sombra veneciana"
tiene que partir de Él. El principio de la razón, equivocada, es que nada viene de la nada ‐ni va
a la nada‐: ahí está Dios.

Al final la conclusión es que la vida me cansa porque me niega ser Dios, por que el hechizo no
se cumple. Por que de ser Dios me volvería invisible y lo que más se parece a esa invisibilidad
es la de morir. Por esto mismo las personas creyentes "mueren en paz", porque creen cumplir
con unos de sus designios más recónditos y esenciales. La muerte nos une a nuestra condición
de familia primigenia, a la tribu: cuando al morir uno se convertía en espíritu que podía estar
en todas la partes y tan solo ser intuido, y en definitiva convertirse en "sombra veneciana".
Uno, ya espíritu, volvía a la vida porque los vivos te traían a esta, podían incluso dejarse
habitar en su cuerpo. Uno se convierte en eterno, en omnipotente y omnipresente. Pero no
nos engañemos, esas transcendencias apenas dura una o dos generaciones. Por lo menos para
las "almas" mediocres. Hay que ser Hitler o Jesucristo para perdurar más; mal o bien puros y
extralimitados para que la memoria quede marcada por un signo perdurable e imborrable en
la historia humana. La peor muerte y la peor vida por lo tanto es la mediocridad. Pero si es así:
¿cómo brillar y ser invisible a la vez? En ese sentido es donde puede emplearse el concepto
sartriano de que "el hombre es una pasión inútil" Una pura contradicción viva que le lanza a
brillar y a ser invisible a la vez, y que fatídicamente solo puede cerrar su círculo al morir.
Imposible ser un perdedor, pero a la vez imposibilitado de cegar su brillante luz si resplandece
aún tratando de cubrir su cuerpo con la capa de la invisibilidad.

Ya me callo. Quizás alguien me haya intuido, y quería haber sido invisible. La única forma de
resolver la paradoja es casi siempre hablar oscuramente. Ser claro te banaliza. La intuición
capta, pero a la manera que la mano sujeta la fina arena del desierto, mientras que la ciencia
siempre trata de convertir todo en roca sólida y tangible. Hay que permanecer como lógica
borrosa. Como agua que fluye. Como esencia inaprensible y que se amolda a cualquier espacio
si que eso le defina a una forma…., y por lo demás: me cansé de contar cuentos
extraordinarios a gente poco extraordinaria. Aunque eso me mate en la mente de muchos.

‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐

No me callo…

Conozco La teoría de William Swann sobre la auto‐referencia o auto‐verificación. La mirada


sartriana podría caber ‐ser abarcada‐ dentro de este concepto, más aceptado en las ciencias
humanas. Al igual que se crea una propiocepción esta implica a su vez una referencia a la
imagen de nuestra personalidad ante los otros. Si alguien se aísla pierde esa referencia externa
necesaria y puede crear distintos síndromes, falsas ilusiones e incluso delirios. Una de ellas se
llama "delirio nihilista" en la que la persona cree ser invisible, no existir o estar muerta. Por lo
tanto el protagonista de la película "Hierro 8" podría entrar de esta esfera diagnostica. La
auto‐referencia por lo tanto puede caer dentro de un dualismo de positiva y negativa y como
siempre un equilibrio al medio. Alguien con una auto‐referencia demasiado auto‐ensalzada cae
en el "delirio de grandeza" o incluso de creerse Dios. Mientras que una negativa hace que la
autoestima sea baja, que supone que es uno de los componentes básicos de la depresión. Es
más, esta teoría implica la forma de la relación con los otros que igualmente era analizada por
Sartre como principalmente tendente entre dos posturas opuestas: 1. la sádica, o deseo que
de poseer la libertad del otro y que solo prevalezca mi propia libertad, o 2. la masoquista, por
la cual entrego mi libertad al otro, y por lo tanto en esencia negándola. También sigue el
principio de similitud (que en apariencia es contradictoria con la anterior): la búsqueda de
iguales ‐Dios los cría y ellos se juntan‐. Una persona negativa en esta esfera buscará a personas

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que no sean superiores a ellas de tal forma que nadie sea capaz de verificar su negatividad,
mientras que las personas positivas buscarán a sus iguales para crecer y luchar dentro de esas
fuerzas. Las dos teorías contradictorias son explicables bajo un parámetro más básico y
sencillo: a través de la psicología evolutiva. En una manada hay un macho alfa, otros machos
alfas que luchan por el poder y los "complacientes". Como ya se vio en la primera parte la
totalidad de la testosterona está modulada a nivel grupal. Una vez que se da un macho alfa,
esta baja en los otros contrincantes y se eleva en este. El macho alfa necesita de los
contrincantes para verificar su posición de macho alfa y que su testosterona se mantenga
elevada: por lo tanto necesita de su iguales, pero a la vez de los "complacientes" sobre los que
cobra mayor sentido ser el macho alfa ‐aptitud sádica Sartriana‐. Mientras que en los
"complacientes" por un lado crean su propio entorno de lucha y unión, a la vez que necesitan
del macho alfa ‐aptitud masoquista Sartriana‐ al que siguen de forma ciega. La ciencia dice que
la teoría que sea menos falible es la más válida, luego la psicología evolutiva al responder a
todas las aparentes contradicciones es la más válida.

Pero hay que terminar de hacer el recorrido. Ya no somos una tribu, ya no operamos al modo
de la familia primigenia, la sociedad actual es un caldo efervescente de información y posturas
simbólicas que ya no parecen obedecer a cualquier reduccionismo. Toda aptitud de auto‐
referencia siempre es la suma de demasiados parámetros. Por reducirlo a una imagen más
simbólica: ya no estamos tratando con formas regulares que se rigen por la geometría
euclidiana: círculos, triángulos, etc.; el multisigno nos ha vuelto fractales, formas que aunque
respondan a algoritmos, contienen tantas variables, que no siempre puede discernirse
claramente su patrón o forma. Cambia un solo decimal, una sola posición de una coma y
cambiará todo. Todo punto de vista o paradigma ‐o lenguaje‐ hablará de la misma cosa u
objeto, sin que en apariencia parezca que se habla de la misma cosa. Ahí es donde tiene cabida
la filosofía o la abstracción de los conocimientos. Lo que yo he denominado "gen disgregador"
no puede ser reducido a una auto‐referencia negativa, debida a una baja autoestima y una
baja tolerancia al estrés, si al final ese individuó formará su propio clan quizás como líder. A
nivel simbólico podría hacer referencia al "ave Fénix" que renace o se eleva por encima de sus
propias cenizas, pero también por cualquier otra simbolización o rito de iniciación de las
antiguas tribus o familias primigenias. En una misma persona se da el componente de una
aparente "complacencia" o falta de liderazgo y tendencia a la lucha ‐auto‐referencia negativa‐,
para al final llegar a ser líder ‐auto‐referencia positiva‐. Quizás lo que se entiende y reduce a
bipolaridad sea este tipo de ser que fluctúa entre dos estados opuestos posibles. Que visto
bajo la teoría de la psicología evolutiva se podría decir que es un ser tendente a ser líder, por
separación de la manada, pero inadaptado a esta nueva cultura super‐sofisticada como es la
actual.

Pero bajo el punto de vista que yo he tratado de defender, no es otra cosa que una conciencia
emergente, con unos parámetros genéticos ‐"gen disgregador"‐ que lucha por adaptar su
lenguaje de base en el multisigno actual. La teoría de la "invisibilidad" o "sombra veneciana"
no puede reducirse a las teorías de William Swann sobre la auto‐referencia o auto‐verificación
negativos, sin caer en absurdos, reduccionismos forzados y contradicciones como he
mostrado. Mientras que si se analizan tal como yo las he expresado son plenamente
significativas y clarificadoras, aún cayendo aparentemente en lo poético. Sartre tenía razón ‐y
otros, claro está‐, la fenomenología es la única posibilidad de enlazar la realidad con la ciencia.
Tiene que haber una ciencia que escape del mecanicismo y reduccionismo de las ciencias
positivas, en el ámbito de las ciencias humanas‐, pero tampoco otra como para terminar por
caer en las mismas premisas, como son las teorías de sistemas. La música es cuantificable, es
matemática, pero ninguna ciencia puede reducir el sentimiento que produce el oírla. Se
estudia a través de sí misma y se estudia a través de ha qué regiones del cerebro afecta, y
como interacciones las distintas parte de este; pero ninguna regla , estudio o ciencia puede

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explicar que es lo que yo, por ejemplo, siento al escuchar el estilo Doom Gothic. A nivel
sociológico me sitúa dentro de un estilo personal de tomar y ver la vida (aunque no me vista
de gótico); a nivel psicológico se puede reducir a que soy tendente a amar lo triste y por lo
tanto tendente a la depresión; y a nivel intertextual ‐deconstructivo‐ caigo en una tendencia al
oxímoron, pues tiendo a enlazar que lo triste me de placer (¿masoquismo?) Pero ninguna de
estas teorías terminan de explicar que si escucho una de estas canciones es como si me
sumergiese en un mar de sensaciones, llenas de colores y formas que me empujan, me
atrapan y me envuelven dentro de un laberinto emocional, en el que al final siento cierta paz
en la incertidumbre (oxímoron de nuevo) que me causa esta contradicciones de signos y
significantes: de voces aterciopeladas femeninas, junto a desgarradoras voces masculinas que
luchan entre ellas para ocupar el espacio sonoro; y que a la vez en esa lucha se crea una
armonía necesaria entre dos contrarios y que me remite a significados en el mundo y lo social
a un nivel puramente pasional, de sensaciones y emociones. Un "desgarró" en una guitarra,
junto a una repetitiva melodía de piano de cola no es cuantificable bajo ninguna regla o
ciencia, eso determina porque no es posible la "fabricación" de éxitos musicales. El oxímoron
dentro de la textualidad , al que le hace falta un estudio deconstructivo, se convierte así en el
paradigma de eso que no termina de encajar en lo humano y que se expresa con aparentes
frases, que hablan de sentimientos, contradictorios. Las personas ‐perjudicada por la
normalización, que a su vez es defendida por la ciencia‐ a veces no terminan de comprender
que la tristeza procure cierto placer, que la oscuridad te hable de la luz de una parte del alma o
que pueda haber una dulce melancolía. La mayoría de las personas normales, que alguna vez
siente algo así, se asuntan y en cierta forma lo huyen y se sienten culpables, porque creen
haber caído en algún lado negativo del alma humana o haberse asomado a un pozo de que si
se cae ya no hay vuelta atrás. Toda tendencia hacia esa dirección perece tan solo llevar al
nihilismo y por ello a la decadencia, a la anarquía, a la muerte, cuando los poetas, los músicos y
en general todos lo artistas son la prueba de que no es así.

De esta forma la invisibilidad de la "sombra veneciana" habla por sí misma, sin necesidad de
ser reducida a ninguna regla. En apariencia, y bajo las ciencias humanas "euclidianas", es
reductible a ciertas premisas o valores, incógnitas y variables dentro de una gran y compleja
ecuación, pero son ecuaciones no lineales: es la que es imposible saber el resultado y solo
podemos pronosticarlo estadísticamente, por probabilidad. Una poesía es tan válida como un
algoritmo, porque la emoción y los sentimientos humanos, una vez que han llegado al
multisigno, ya no se rigen por número enteros, sino por números irracionales, de los cuales ‐y
por necesidad de la simplificación‐ tan solo vemos una porción. El humano está dentro de los
sistemas caóticos, y estos no son sistemas cerrados que terminen por cuadrar dentro de
ninguna teoría que los simplifique.

Cada mente es un caso particular de conciencia que tiene como parámetros de su ecuación su
genética, su ambiente, pero a la vez también su intención dentro de un mundo altamente
simbólico y que ha devenido en multisigno. Esa es la nada, la entropía, la tendencia al caos,
que no termina de poder ser encajada en ninguna ecuación lineal, la que le convierte ‐nos
convierte‐ en no‐lineal. Si en mi caso particular, o en el de la fotógrafa Sophie Callas
persiguiendo en Venecia al ese extraño o Baudrillard que le dio forma en su magnífico escrito,
comprendemos lo que transciende detrás de la "sombra veneciana", pero eso ni siquiera nos
une a un club del "los amantes de la sombra veneciana". La intertextualidad ‐el
deconstructivismo, la posmodernidad‐ nos dice que cada visión siempre asume la visión
anterior y la enriquece o la empobrece, pero nunca o casi nunca la deja igual. Son porciones de
espejos dentro de una bola de espejos, que en apariencia hablan o designan a un objeto ‐a la
bola de la discoteca‐ pero que al no hacer otra cosa que reflejar y dar vueltas siempre es otra
cosa distinta de sí misma en tanto que es lo reflejado o "mirado". Ninguna mirada lo termina
por explicar y ni siquiera una estadística termina de cuantificar todas las posibles miradas y

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reflejos, ya que con el tiempo distintas variables externas van hacer que lo que refleje, y sus
correspondientes miradas, cambien.

¿Qué es el hombre? Es tanto la mirada de Aristóteles, como la de la psicología evolutiva,


como el "pensamiento mágico" devenido en religión, como la de la teoría de sistemas, o como
la de este o aquel poeta, o la mirada de Sartre... Pero todas esas miradas ‐cultura‐ no se tienen
que empeñar o perseguir anular a las otras miradas, como anticuadas, reduccionistas o
poéticas. Seguramente la "sombra veneciana" tan solo esté hablando de cierto de tipo de
personas, pero toda persona o visión o conciencia del mundo está anunciando qué es el
hombre, luego es muy válida como espejo que refleja una realidad de esa bola de espejos que
es el hombre. La actual visión reduccionista de la medicina y la psiquiatría de enlatar a todo lo
no‐normal, como lo enfermo o lo desviado es dejar de tener esta visión extendida de nuestra
complejidad. Cada conciencia es una adaptación de conciencia, porque esa es una parte
integrante de la esencia de la conciencia ‐la adaptación es el motor de la vida y la evolución‐. Si
por necesidades sociales anulamos o des‐normalizamos ciertas adaptaciones eso solo ocurre
porque a nivel de educación nos es muy complejo crear unos colegios y unas enseñanzas a
cada tipo de mente, porque estamos en la prehistoria de lo que ha de ser la educación. Una
vez que ha un individuo se le cuelga el Sambenito de extraño, friky o enfermo, ya estamos
alterando ‐con una variable‐ la ecuación no‐lineal hacia que esa persona sea tendente a crear
enfermedad y trastornos mentales. Se cumple la regla de indeterminación ‐impredecibilidad‐
de Heisenberg y que provoca que el experimentador ‐el que mira y su perspectiva sesgada‐
altere los resultados finales. Así la sociedad crea la preconciente, una veces para bien ‐los
científicos o los artistas‐, pero otras veces para mal ‐el liminoide, el psicópata‐. Solo la justa
mirada, y educación, de la visión de lo que es el hombre puede reajustar o volver a los
parámetros iniciales que en definitivas eran más humanos y que en cierta forma enlazan con
las ideas de la familia primigenia y el "pensamiento mágico", pero esta vez con una vuelta de la
rosca de los conocimientos, o conocimiento en espiral que es la cultura humana.

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