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Por efecto de la revolución industrial, irrumpió la teoría del riesgo. De acuerdo con
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ésta, que consagraba un factor de atribución de responsabilidad objetivo, el reproche
al agente del perjuicio resultaba ya indiferente o poco trascendente, porque el sistema
jurídico priorizaba la idea de resarcimiento a las víctimas, vistas desde entonces como
los débiles en las relaciones sociales. La responsabilidad civil evolucionó de una deuda
de responsabilidad a un crédito de indemnización, prevaleciendo el concepto de
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injusticia del daño y la garantía del resarcimiento a la víctima, sobre la injusticia de la
conducta generadora.
siendo entonces necesario que nuestra ley resolviera la controversia. Por esto, el art.
1710 de Anteproyecto señalaba que las normas sobre responsabilidad civil resultaban
aplicables a los tres supuestos, para luego regularse específicamente las tres
funciones. Sin embargo, el texto legal fue modificado durante el trámite
parlamentario, siendo que finalmente aquella norma quedó redactada en los
siguientes términos: “Las disposiciones de este Título son aplicables a la prevención del
daño y a su reparación”. Así, un sector de la doctrina interpreta que se produjo la
exclusión de la función disuasiva del Código, quedando ésta reservada para otras
ramas del derecho. Pero desde otra posición, se afirmó que en la medida en que el art.
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1714 CCyC permite a los jueces morigerar las condenaciones pecuniarias
administrativas, penales o civiles, la función pecuniaria disuasiva sigue vigente en la
ley.
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responsabilidad civil, según el cual las disposiciones correspondientes deben aplicarse
de acuerdo con el siguiente orden (art. 1709 CCyC):
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a) Las normas indisponibles de este Código y de la ley especial;
b) La autonomía de la voluntad;
c) Las normas supletorias de la ley especial;
d) Las normas supletorias de este Código.
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los perjuicios, haciendo a un lado la idea dominante del sistema tradicional que
regulaba el resarcimiento luego de su producción. Se afirma que la aplicación del
principio alterum non laedere con sentido preventivo contribuye a la solidaridad y a la
paz social, ya que no siempre resulta posible la restitución de las cosas a su estado
anterior.
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En los Fundamentos del Anteproyecto del Código, se expresó que “la necesidad de una
diversidad de finalidades se aprecia si no solo se tutela el patrimonio, sino también la
persona y los derechos de incidencia colectiva”, poniéndose de relieve la función
preventiva de la responsabilidad civil en materia de derechos personalísimos, al
expresar: “cuando se trata de la persona, hay resarcimiento pero también prevención,
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y en muchos aspectos, como el honor, la privacidad, la identidad, es mucho más
eficaz”. Con relación a los derechos de incidencia colectiva se afirmó: “surge con
claridad que la prevención es prioritaria y precede a la reparación, sobre todo cuando
se trata de bienes que no se pueden recomponer fácilmente”. Luego, se ocuparon de
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esta función los arts. 1710 a 1713 del CCyC.
El Código unificado en su art. 1710 establece un deber que recae sobre toda persona
El deber en cuestión se impone con carácter general y se refiere tanto a acciones sobre
cosas, como sobre personas. A su vez, se relaciona con daños aún no sucedidos,
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preventiva en los siguientes términos: “La acción preventiva procede cuando una
acción u omisión antijurídica hace previsible la producción de un daño, su continuación
o agravamiento. No es exigible la concurrencia de ningún factor de atribución” (art.
1711).
Es así que el elemento que activa este tipo de protección es la simple posibilidad de un
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ilícito futuro, la amenaza de violación, que lleva a prescindir de la verificación del daño
en la esfera jurídica del titular, sea que ella se refiera a un daño que aún no ha
ocurrido, a su continuación o bien al agravamiento del ya acontecido. Sin embargo, en
DD
su caso no resulta suficiente la mera invocación de un temor hipotético o eventual,
debiendo el accionante demostrar la verosimilitud del peligro que invoca, sea
mediante prueba directa, o bien por indicios.
Serán legitimados para reclamar aquellas personas que acrediten un interés razonable
en la prevención del daño, sea que este afecte a una persona o bien tenga incidencia
colectiva (art. 1737 CCyC).
Finalmente, si bien el Código no contempla los detalles del proceso en cuestión, sí fija
los alcances esenciales de la sentencia que deberá dictarse (art. 1713 CCyC),
orientando su puesta en práctica y futura regulación especial. En este sentido
establece que, de acogerse la acción, dicha sentencia deberá:
Con base en el texto del art. 1713, se ha interpretado que es posible ejercer dos tipos
de acciones, una de carácter definitivo y otra de orden provisorio. Pero ambas tendrán
carácter preventivo y podrán materializarse por medio de órdenes de innovar y de no
innovar, a dictarse incluso de oficio, cuando se halle comprometido el orden público.
En la primera, para que un magistrado ordene la prevención final del daño, será
necesario el trámite de un proceso de conocimiento, en el cual luego de la oposición
de defensas y pruebas exhaustivas, podrá dictarse una sentencia definitiva. En cambio,
en la tutela provisoria, los tiempos, defensas y probanzas serán acotados, para que
pueda alcanzarse la protección efectiva del derecho amenazado.
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Función disuasiva de la responsabilidad civil.
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incurriendo en conductas dolosas o al menos demostrativas de una gran indiferencia
hacia los bienes ajenos.
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Una parte de la doctrina argentina se ha manifestado contraria al reconocimiento de
este tipo de sanciones, al considerar que la punición de las conductas que merecen
una grave desaprobación social debe encauzarse por otras ramas, tales como el
derecho penal o el derecho administrativo sancionador, siendo que su inclusión en el
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El Anteproyecto del CCyC reconoció este instituto que denominó “sanción pecuniaria
disuasiva”, ya que remite a un castigo económico cuya finalidad es la evitación futura
de conductas perjudiciales. La disposición que era parte del Anteproyecto fue valorada
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Sin embargo, esta norma se suprimió del texto finalmente aprobado. Pero a pesar de
ello y en la medida en que el art. 1714 CCyC permite a los jueces morigerar las
condenaciones pecuniarias administrativas, penales o civiles, algunos autores
consideran que la función pecuniaria disuasiva sigue vigente.
Los presupuestos de la responsabilidad civil son los elementos que, por regla, deben
hallarse presentes para que tal responsabilidad pueda establecerse. Estos son: el daño,
la antijuridicidad, la relación de causalidad adecuada y los factores de atribución de
responsabilidad.
EL DAÑO.
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El daño constituye el elemento central de la responsabilidad civil, que exige un
perjuicio a un tercero como requisito básico para su existencia.
El daño entendido como hecho jurídico, cuenta con una esencia física, pero a ella se le
añade la jurídica, siendo que su estructura se integra con dos elementos: 1) el
elemento material o sustancial constituido por el hecho físico y que representa su
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núcleo interior; y 2) el elemento formal proveniente de la norma jurídica,
representado por la reacción suscitada en el ordenamiento jurídico a consecuencia de
la perturbación provocada en el equilibrio social y alteración perjudicial de un interés
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jurídicamente tutelado.
En cuanto a la indemnización, se afirma que esta no elimina el daño del mundo de los
hechos, sino que solo permite desplazar las consecuencias económicas desfavorables
desde el patrimonio de la víctima hacia el de quien debe responder por el menoscabo;
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siendo así que no interesa tanto imputar a una persona un hecho dañoso, sino
determinar cuál será el patrimonio que en última instancia deberá soportar sus
consecuencias. En su función resarcitoria, la responsabilidad supondría la equivalencia
entre el daño y la indemnización con la cual se lo enjuga.
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El Código de Vélez no definía el daño resarcible. Sin embargo, a lo largo del tiempo,
hubo extensas discusiones doctrinarias a nivel local y comparado. Se sostuvieron los
siguientes criterios:
El daño como violación a un derecho subjetivo representó una postura que fue
asimilada a la precedente y que mereció similares críticas, además de observarse el
carácter difuso de tal expresión e incluyente de categorías forzadas.
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Según esta postura, el daño consiste en la lesión a intereses jurídicos ajenos, sean
estos patrimoniales o extrapatrimoniales. El “interés” consiste en la relación entre el
sujeto que experimenta una necesidad y el bien apto para satisfacerla.
La “juridicidad” del interés implicaría una noción amplia, comprensiva tanto del interés
legítimo como del simple interés o de hecho. Resultaría incluso admisible el
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resarcimiento de un interés simple, no amparado por un derecho subjetivo, en la
medida que no sea ilegítimo y revista cierta seriedad.
El Código unificado dedica una sección al daño resarcible y lo define en los siguientes
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repercusión disvaliosa en el patrimonio del acreedor, mediante una disminución de
ingresos (daño emergente) o impidiendo su incremento (lucro cesante), el daño será
patrimonial. También lo será cuando el perjuicio consista en la pérdida de chances.
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tener lugar con posterioridad (daño emergente futuro).
Cuando el art. 1738 CCyC dispone que la indemnización del daño “incluye
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El daño es actual cuando al dictarse una sentencia judicial este ya tuvo lugar, en
cambio es futuro cuando aún no se materializó al momento de tal resolución. El daño
debe ser cierto, cuestión que debe reafirmarse en referencia al daño futuro y que
exige una previsión razonable sobre el hecho de que efectivamente se materializará.
Esta clasificación ha sido específicamente consagrada en el art. 1739 CCyC.
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conforman el patrimonio de la persona, e indirecto cuando recae directamente sobre
sus derechos extrapatrimoniales, pero indirectamente sobre el patrimonio.
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4. Daño común y daño propio.
Esta clasificación rige para las obligaciones de fuente contractual. El daño al interés
Según el art. 1739 del Código, “para la procedencia de la indemnización debe existir un
perjuicio directo o indirecto, actual o futuro, cierto y subsistente”. Entonces, los
requisitos del daño resarcible son:
Este recaudo exige que la lesión recaiga sobre un interés propio; por ello, solamente
podrá reclamar su reparación la persona que haya sufrido el perjuicio. Pero, el daño
personal puede ser directo o indirecto y en una de sus acepciones, es directo cuando el
titular del interés afectado es el propio damnificado, e indirecto cuando el perjuicio
propio, invocado por el demandante, deriva de una lesión a bienes patrimoniales o
extrapatrimoniales de otra persona, produciéndose el daño de manera refleja. La
denominación “damnificado directo” se refiere a la víctima inmediata de un hecho
ilícito o al acreedor perjudicado por un incumplimiento contractual.
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En cambio, si como consecuencia del ilícito se produce la muerte de una persona,
serán otros quienes tengan derecho a la reparación de los daños materiales y
extrapatrimoniales sufridos, en su carácter de damnificados indirectos.
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patrimoniales de un hecho dañoso no solo se admite al damnificado directo, sino que,
cuando del hecho resulta su muerte o una gran discapacidad para él, “también tienen
legitimación a título personal, según las circunstancias, los ascendientes, los
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descendientes, el cónyuge y quienes convivían con aquel recibiendo trato familiar
ostensible” (art. 1741).
3. Certeza.
4. Subsistencia.
Este requisito significa que el daño no debió haber sido resarcido por el responsable al
momento del reclamo.
Según el art. 1744 CCyC, “el daño debe ser acreditado por quien lo invoca, excepto que
la ley lo impute o presuma, o que surja notorio de los propios hechos”. Esta regla
supone que debe probarse la existencia del daño por el cual se reclama y a su vez, su
cuantía o magnitud, salvo las excepciones aplicables.
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▪ Pérdida de chances.
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privación de la posibilidad de un beneficio probable, futuro, que integra las facultades
de actuar del sujeto en cuyo favor la esperanza existe.
Según el art, 1739 del Código “La pérdida de chance es indemnizable en la medida en
que su contingencia sea razonable y guarde una adecuada relación de causalidad con
el hecho generador”. A su vez, el art. 1738, al referirse a la reparación integral, incluye
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la reparación de este rubro y otro tanto lo hace el art. 1745 con relación a la pérdida
de chances de obtener los padres ayuda futura, ante el fallecimiento de un hijo.
▪ Daño extrapatrimonial.
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Al referirse al daño moral, los autores clásicos sostenían que se trataba de un perjuicio
en los sentimientos que determinaba dolor o sufrimientos físicos, inquietud espiritual
o agravio a las afecciones legítimas y, en general, toda clase de padecimientos
insusceptibles de apreciación pecuniaria. No siempre se admitió su reparación en
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nuestra doctrina.
que el resarcimiento del daño moral era imposible o significaba una arbitrariedad, ya
que los intereses espirituales no eran susceptibles de ser valuados en dinero. En
sentido contrario, se afirmaba que la indemnización del daño moral no significaba
poner un precio al dolor, a lo sumo sería un “precio del consuelo”.
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El Código Civil y Comercial dispone que está legitimado para reclamar la indemnización
de las consecuencias no patrimoniales el damnificado directo. Pero agrega que, si del
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hecho resulta su muerte o sufre gran discapacidad, también tienen legitimación a
título personal, según las circunstancias, los ascendientes, los descendientes, el
cónyuge y quienes convivían con aquel recibiendo trato familiar ostensible (art. 1741).
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El daño deberá ser probado por quien lo invoque, excepto imputación o presunción
legal o notoriedad. Sin embargo, cuando el incumplimiento contractual, o el ilícito
provocaren un daño de carácter extrapatrimonial, este podrá considerarse probado in
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re ipsa, es decir, apreciarse como surgido de los hechos mismos.
Según el art. 1741 CCyC, “la acción solo se transmite a los sucesores universales del
legitimado si es interpuesta por este…”. Resulta necesario entonces que la víctima o el
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acreedor hubieren iniciado la acción por daño extrapatrimonial en vida, para que
opere su transmisión mortis causa.
sino una afección en los sentimientos de la víctima, por un hecho distinto de aquel que
luego le produjera la muerte. Dado que no existe obligación a cargo del damnificado
de iniciar una acción por daño extrapatrimonial, sino solo un derecho a ello, su muerte
sin presentación previa de la acción sería representativa de la renuncia a su ejercicio e,
incluso, de la concesión de un perdón al ofensor.
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parcial o totalmente imposible, excesivamente oneroso o abusivo, en cuyo caso se
debe fijar en dinero…”. Asimismo, la reparación exigible guarda relación con el sistema
de causalidad adecuada, que implica resarcir las consecuencias inmediatas y mediatas
previsibles del hecho dañoso.
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optar por la reparación en especie, salvo que ello resulte imposible, excesivamente
oneroso o abusivo, supuesto en el cual corresponderá fijar la reparación por el
equivalente al daño sufrido en dinero.
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A su vez, el principio de reparación integral se completa mediante dos disposiciones
tendientes a evitar que el transcurso del tiempo que va desde la producción del daño y
la exigibilidad de la obligación, hasta su reparación efectiva, incidan negativamente en
el crédito del damnificado. Se establece que “El resarcimiento del daño moratorio es
LA
valoradas por los jueces en concreto. Para estos supuestos excepcionales, aún antes de
la reforma de 1968, la jurisprudencia aplicaba soluciones de equidad, morigerando los
montos indemnizatorios en casos puntuales. Ello era así en supuestos en los cuales la
indemnización integral podía causar la ruina del deudor, siempre que el daño no
derivara de su obrar doloso. En este sentido, el Código unificado dispone que: “El juez,
al fijar la indemnización, puede atenuarla si es equitativo en función del patrimonio del
deudor, la situación personal de la víctima y las circunstancias del hecho. Esta facultad
no es aplicable en caso de dolo del responsable” (art. 1742).
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Es legal, cuando la estimación, o bien la forma de practicarla surge de una norma
jurídica. En este sentido, existen variadas disposiciones que establecen
indemnizaciones tarifadas. Entre ellas podemos mencionar la ley 26.773, que fija un
régimen para la reparación de los daños derivados de los accidentes de trabajo y
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enfermedades profesionales; el Código Aeronáutico, que sobre la responsabilidad de
daños causados a pasajeros, equipajes o mercancías transportados, impone límites a
las indemnizaciones correspondientes, etc. Pero a la vez, se observan criterios de
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valuación legal que no significan tarifación, sino pautas de orientación; el Código
unificado en sus arts. 1745 (sobre indemnización por fallecimiento) y 1746 (sobre
indemnización por lesiones o incapacidad física y psíquica), supone sin dudas este tipo
de valuación legal.
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La cláusula penal es una figura de gran utilidad y aplicación práctica en las obligaciones
contractuales. Nuestra doctrina clásica la ha definido como “una estipulación accesoria
a otra obligación, por la cual el deudor o un tercero se obliga a favor del acreedor o de
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La cláusula penal se define en el CCyC como “…aquella por la cual una persona, para
asegurar el cumplimiento de una obligación, se sujeta a una pena o multa en caso de
retardar o de no ejecutar la obligación” (art. 790).
Su objeto puede consistir en el pago de una suma de dinero o en cualquier otro tipo de
prestación que pueda ser objeto de las obligaciones, es decir que estas prestaciones
sean determinadas o determinables, susceptibles de valoración económica y
correspondan a un interés patrimonial o extrapatrimonial del acreedor.
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También puede pactarse que sea un tercero quien deba cumplir la pena, caso en el
cual la obligación accesoria configurará una especie de fianza.
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interpretarse y aplicarse restrictivamente.
▪ Especies.
a) Moratoria: se refiere a la demora en el cumplimiento y tiene sentido cuando el
acreedor mantiene su interés en el cumplimiento posterior. Consiste generalmente
en el pago de multas que resultan acumulables a la prestación principal.
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▪ Caracteres.
a) Accesoriedad: se trata de una obligación que no es autónoma dependiente de otra
principal. Sin embargo, este principio presenta excepciones. De acuerdo con el art.
803 CCyC, “la cláusula penal tiene efecto, aunque sea puesta para asegurar el
cumplimiento de una obligación que al tiempo de concertar la accesoria no podía
exigirse judicialmente, siempre que no sea reprobada por la ley”.
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e) Subsidiariedad o acumulación: la cláusula penal compensatoria no puede
acumularse a la prestación principal, en cuanto la sustituye ante el incumplimiento.
Aunque ante tal incumplimiento, el acreedor sigue teniendo la opción de reclamar
el cumplimiento o la cláusula penal.
En cambio, el resarcimiento del daño moratorio es acumulable al del daño
compensatorio o al valor de la prestación y, en su caso, a la cláusula penal
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compensatoria, sin perjuicio de la facultad morigeradora del juez cuando esa
acumulación resulte abusiva.
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Sin embargo, existen excepciones, en función de la autonomía de la voluntad, en los
siguientes casos:
El CCyC expresa que: “…Los jueces pueden reducir las penas cuando su monto
desproporcionado con la gravedad de la falta que sancionan, habida cuenta de valor
de las prestaciones y demás circunstancias del caso, configuran un abusivo
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▪ Nulidad.
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nula la principal por incapacidad del deudor, esta nulidad no invalida la cláusula penal.
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para que sea agregada posteriormente. En cuanto a la forma, rige el principio de
libertad de formas, aunque corresponde su formulación inequívoca en miras a su
validez y efectividad, dado el carácter restrictivo de su interpretación.
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Además, esta cláusula accesoria puede estar sujeta a modalidades, como un plazo, una
condición o un cargo.
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que cada uno de los codeudores debe solo su parte, con independencia de la
divisibilidad o indivisibilidad de la obligación principal.
Esta disposición contempla la posibilidad de que solo deban la multa los deudores
responsables. De este modo, si la obligación principal es divisible, cada obligado
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La ley dispone que en las obligaciones de no hacer el deudor incurre en la pena desde
el momento que ejecuta el acto del cual se obligó a abstenerse.
ANTIJURIDICIDAD.
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prescribe que no debe dañarse injustamente a otro.
▪ Estado de necesidad.
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El estado de necesidad se ha asociado a la posición jurídica de quien, para evitar un
mal mayor a su persona o bienes, causa un daño a otro que no es autor del peligro.
Esta figura siempre supone un conflicto de intereses en el que se sacrifica el de menor
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entidad. Se relaciona con la idea de fuerza mayor, que aquí funciona como causa de
justificación de la ilicitud del obrar.
c) Inexistencia de otra vía para eludir el peligro: debe acreditarse que el autor del
hecho no tenía otra opción lícita para evitar el mal, para que quede justificado su
comportamiento.
d) El daño que se ocasione debe ser menor que el que se evite: debe existir una clara
▪ Legítima defensa.
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El CCyC precisa los alcances de la figura, al expresar que está justificado el hecho que
causa un daño “…en legítima defensa propia o de terceros, por un medio
racionalmente proporcionado, frente a una agresión actual o inminente, ilícita y no
provocada; el tercero que no fue agresor ilegítimo y sufre daños como consecuencia
de un hecho realizado en legítima defensa tiene derecho a obtener una reparación
plena…” (art. 1718).
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Sus requisitos son:
a) Una agresión ilegítima: el ataque perpetrado o bien inminente debe ser contrario a
la ley. Si quien comete la agresión lo hace en ejercicio regular de un derecho, no
cabe la aplicación de la legítima defensa.
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Se acepta que la agresión se halle dirigida, no solo contra la persona o los bienes
del defendido, sino también de sus allegados o aún de personas desconocidas, a las
cuales el deudor se haya sentido con el deber de ayudar.
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b) Racionalidad del medio empleado: refiere al comportamiento de quien se
defiende. La racionalidad hace a la proporción entre el ataque, los derechos
llamados a proteger y los medios utilizados para la defensa y supone un doble
análisis referido a la necesidad de la defensa misma y al medio empleado.
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En principio, nadie puede hacer justicia por sí mismo, sino que debe acudir ante los
tribunales a fin de que sean los jueces quienes declaren la existencia del derecho
vulnerado y arbitren los remedios adecuados para su restablecimiento.
Sin embargo, en casos urgentes, se admite que el titular de un derecho pueda imponer
su acatamiento aun con violencia, para evitar su frustración y siempre que no sea
posible obtener a tiempo la intervención de la autoridad pública. El autor de un daño
podría no incurrir en responsabilidad, por tornarse lícita su defensa, cuando concurran
los siguientes requisitos: 1) que exista un peligro actual de pérdida de un bien o
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El CCyC se refiere en forma expresa aunque escueta a esta figura, al disponer que “está
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justificado el hecho que causa un daño: a) en ejercicio regular de un derecho…”. Dicho
concepto debe interpretarse de acuerdo con las palabras de la ley y a sus finalidades
objetivas al momento de la aplicación, considerándose la buena fe y la evitación de
daños injustos.
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▪ Consentimiento del damnificado.
Las partes de un negocio jurídico pueden acordar que determinados daños que surjan
de su relación no serán indemnizados, o que lo serán limitadamente. También puede
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tolerarse la conducta dañina del victimario, fuera de toda relación contractual. Y frente
a tales circunstancias, aparecen interrogantes relativos a si el “consentimiento” que
suponen esas conductas priva de antijuridicidad al acto ilícito o si acaso opera alguna
otra eximente de responsabilidad; en qué casos produce efectos dicho consentimiento
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medida en que no constituya una cláusula abusiva, libera de la responsabilidad por los
daños derivados de la lesión de bienes disponibles”.
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LA RELACIÓN CAUSAL.
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accionar y la consecuencia. Y la responsabilidad civil requiere de la existencia de una
relación de causalidad relevante entre el daño o peligro de daño y el hecho que es su
origen.
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determinado resultado es la suma de condiciones positivas y negativas que
conducen a producirlo, de modo tal que, suprimida cualquiera de ellas, ese
resultado no tendría lugar. Supone la equivalencia o igual valoración entre todas
DD
las circunstancias concurrentes previas al evento dañoso, sin posibilidad de
aislarlas o estimar la importancia de cada una de ellas.
Una aplicación estricta de esta teoría puede llevar a la responsabilidad sin límites.
b) Teoría de la causa próxima: esta teoría toma como causa aquella que es
cronológicamente más próxima al resultado. Si bien en muchos casos su
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mediatas previsibles, que tienen nexo adecuado de causalidad con el hecho productor
del daño; es decir, aquellas que acostumbran a suceder según el curso natural y
ordinario de las cosas y aquellas que resultan solamente de la conexión de un hecho
con un acontecimiento distinto, respectivamente. Esto es así, salvo disposición legal en
contrario, que podría establecer que para casos especiales algunas de esas
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consecuencias no sean reparadas, o bien que se indemnicen también las
consecuencias casuales, definidas como aquellas que son mediatas e imprevisibles y
cuya reparación en general no se prevé.
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Sobre la previsibilidad contractual se dispone: “En los contratos se responde por las
consecuencias que las partes previeron o pudieron haber previsto al momento de su
celebración. Cuando existe dolo del deudor, la responsabilidad se fija tomando en
cuenta estas consecuencias también al momento del incumplimiento”. Esta regla exige
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1) El hecho de la víctima.
El art. 1729 del CCyC dispone que: “La responsabilidad puede ser excluida o limitada
por la incidencia del hecho del damnificado en la producción del daño, excepto que la
ley o el contrato dispongan que debe tratarse de su culpa, de su dolo, o de cualquier
otra circunstancia especial”. La norma admite en forma genérica la interrupción o
interferencia del nexo causal por el hecho de la víctima, mientras que reserva para
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casos de excepción de un obrar doloso o culposo de su parte.
Incluso una acción involuntaria de la víctima puede tener aptitud para causar la
ruptura del nexo causal. Se observa así que no interesa la “culpabilidad” a la hora de
evaluar la “causalidad”, sino que lo relevante es que el acto de la víctima haya contado
con virtualidad suficiente para impedir el desenvolvimiento de los sucesos de acuerdo
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con su curso normal y ordinario. Y si el propio hecho de la víctima ha sido la verdadera
y única causa del resultado dañoso, será a su cargo afrontar las consecuencias.
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El CCyC es claro al afirmar que “La exposición voluntaria por parte de la víctima a una
situación de peligro no justifica el hecho dañoso ni exime de responsabilidad, a menos
que, por las circunstancias del caso, ella pueda calificarse como un hecho del
damnificado que interrumpe total o parcialmente el nexo causal…”.
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2) El hecho de un tercero.
Es fortuito el hecho que no ha podido ser previsto, o que, habiendo sido previsto, no
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Tanto los hechos de la naturaleza como los hechos humanos pueden constituir casos
fortuitos o de fuerza mayor.
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a) Hechos de la naturaleza: por ejemplo, los terremotos, las inundaciones, los vientos
huracanados, etc. Sin embargo, estos fenómenos deben cumplir con todos los
requisitos citados para dar lugar al casus.
b) Hechos del hombre:
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i. El hecho del príncipe: involucrará órdenes dictadas por el Poder Ejecutivo,
Legislativo o Judicial, en forma legítima.
ii. La sentencia judicial: puede configurar un casus cuando se dicta en un juicio en
DD
el que el deudor no fue parte o bien si no causó la orden del juez que le impide
cumplir.
iii. La huelga: si se trata de un paro general o bien compromete la actividad de
todo un gremio y resulta imprevisible o inevitable, impidiendo el cumplimiento
por parte del deudor.
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