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MÓDULO TEÓRICO-PRÁCTICO

Literatura 6to año

Profesora Lucila Ruiz Dardes


Alumno/a:
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UNIDAD N° 2:

EL HUMOR Y LA LITERATURA

CONTENIDOS:

• Definición de humor. Funciones del humor en la sociedad. Los


recursos del humor: ejemplos y características.
• Teorización del concepto parodia.

• El humor en el teatro argentino: sainete y grotesco criollo.

Corpus literario:

• Parodia de La Odisea en el capítulo 14 de la temporada 13 de Los


Simpsons “Cuentos de dominio público”.

● “Mientraiga” - Roberto J. Payró


• “Mateo”, Armando Discépolo.

• "Bellos cabellos", de Adela Basch.

• “Del que no se casa” Roberto Arlt.


● “El extraño idioma de Kampung Sebula” - Dolina
EL HUMOR COMO CRÍTICA SOCIAL

Lo cómico es parte de nuestra condición humana. Casi siempre nace


espontáneamente y se manifiesta en una risa o una carcajada.

Según el diccionario de la RAE la palabra humor deriva del latín


humor-oris y se relaciona con la exteriorización de una manera aguda y
jovial de percibir el mundo.

Lo cómico implica la transgresión a una regla: para que el efecto sea


cómico se supone que se conocen las normas que se están violando. En
general, lo que viola lo cómico son disposiciones comunes, reglas que,
como integrantes del cuerpo social, consideramos como dadas.

FUNCIONES DEL HUMOR:

• Cognitiva y de reflexión: el humor ofrece la capacidad de pensar en


más de una dirección. Por eso los cómicos tienden a ser personas
creativas, con capacidad de dirigir la mirada más allá de lo
evidente.
La falta del sentido del humor es una desventaja para adquirir
conocimientos pues se excluye a acceder a distintas partes de la
realidad.

• Terapéutica: la creencia de que el humor es beneficioso para los


humanos está documentada por la sabiduría popular en refranes y
proverbios. Por ejemplo: La Biblia: “cuando un corazón está alegre
la vida es más larga”. Proverbio chino: “para estar sano hay que reír
varias veces al día” Muchos han depositado en la risa buena parte
de la responsabilidad de la salud física y mental de las personas.

• Instrumento de crítica: el humor siempre ha sido un arma del hombre;


usada para combatir los infortunios de la vida y reírse de ellos e
incluso de sus propias desgracias. Advirtiendo sobre el carácter
desafiante del humor, alguien dijo: “Cuando al tirano se le puede
llamar tirano el humor deja de ser necesario”
El humor también es una especie de espejo que refleja la sociedad
de cada época y de cada zona. En el mensaje humorístico, los
personajes representan a un grupo, pueblo o clase social y sirve
para poner de manifiesto el carácter, las preocupaciones o la visión
del mundo de ese grupo – recordemos los chiste sobre suegras,
provincianos, porteños, médicos, abogados, etc

Actividad 1: lee las siguientes frases e indica a qué función se


puede asociar.

a) La imaginación consuela al hombre de lo que no puede ser. El


humor, de lo que es.

b) El humor es una cobardía, una manera de huir de la realidad.

c) Yo río para demoler.

d) En el fondo tener sentido del humor es ser consciente de la


relatividad de las cosas.

e) La risa es el antídoto del enojo.

f) El humor es la sonrisa de la inteligencia.


LOS RECURSOS DEL HUMOR:

El humor no constituye un género literario específico sino que es una


serie de recursos que pueden aparecer en distintos géneros y textos.

Los principales recursos son:

• La sátira: es una composición literaria en la que se realiza una crítica


de las costumbres y de las conductas deshonestas de individuos o
grupos sociales, con un fin moralizador, burlesco o de simple
diversión. Por ejemplo, la serie “La niñera” intenta ridiculizar la
relación que existe entre el dueño de casa y la persona encargada
del cuidado de sus hijos.
• La parodia: es la intención burlesca de una obra literaria o artística de
cualquier clase. El humor surge de la confrontación entre ambos
textos. Por ejemplo las películas de la serie “Scary Movie” que son
parodias de las películas de terror.
• El absurdo: consiste en relatar hechos incoherentes o presentar
situaciones disparatadas, interpretar erróneamente una situación o
el significado de una palabra. Juega mucho con los distintos
significados de las palabras en diferentes contextos. Por ejemplo:
en una tira de Roberto Fontanarrosa: “comiendo achuras mi agüelo
vivió 99 años. Y hubiera vivido mucho más si no se hubiera
muerto.”
• La exageración o hipérbole: consiste en sobredimensionar o en llevar
al límite la descripción de un hecho, de un objeto o de los
personajes para provocar el ridículo. Por ejemplo: el dictador era un
hombre cuyo poder había sido tan grande que alguna vez preguntó
qué horas eran y le habían contestado las que usted ordene, mi
general” (Gabriel García Márquez).
• La ironía: este recurso consiste en dar a entender lo contrario de lo
que se dice. Es uno de los más sutiles porque exige la
interpretación de dos sentidos: el que se muestra y el que está
oculto, que en realidad es el verdadero. Por ejemplo:
“érase una viejecita
Sin nadita que comer
Sino carnes, frutas, dulces,
Tartas, huevos, pan y pez”.

Actividad 2: sólo una de las opciones constituye una

Ironía, marcala. Ejercicio 1

a) "cuando tenía hambre no tenía comida


y ahora que tengo comida no tengo hambre"
b) "aquí fue Troya
aquí mi desdicha"
c) "¿tomamos la merienda?
Sí, estoy empachado"

Ejercicio 2

a) "hay algunos que son como los olivos,


que solo a palos dan fruto"
b) "¿hiciste ya los deberes de matemáticas?
Estoy haciéndolos en la cancha de tenis"
c) "¿por qué este inquieto abrasador deseo?"

Ejercicio 3

a) "es tan corto el tiempo


y tan largas las esperas
que mientras en ti pienso
tú por mi desesperas"
b) "dientes de marfil"
c) "¿vendrás por la tarde a mi casa? sí, pensaba pasar la tarde en el circo"

Actividad 3: lee las siguientes historietas e identifica qué recurso está


presente. Explícalo.
Historieta 1

Historieta 2
Historieta 3

Actividad 4: mira las siguientes imágenes e identifica el recurso


humorístico que está presente, explícalo.

Figura 1

Figura 2
Actividad 5: mirá el episodio 1 del capítulo 14 de la temporada 13 de
Los Simpson titulado: “cuentos de dominio público” y luego respondé:

a) ¿Qué obra se parodia en el episodio?


b) Identifica otros recursos del humor presentes en dicha
primera historia. Recuerda ejemplificar.

La parodia en el capítulo 14 de la temporada 13 de Los


Simpson.

La parodia.
El concepto de parodia es muy amplio y la teoría literaria lo ha trabajado
exhaustivamente durante los últimos años. Una definición aproximada y frecuente
podría ser que la parodia es una burla de otro texto, en general serio y por supuesto
anterior, o una transformación lúdica de un texto previo. El origen etimológico de esta
palabra refuerza nuestra explicación. La raíz 'odos' del término griego parodia,
significa “canto”. El prefijo 'para' tiene dos significados casi contradictorios. Por un
lado, quiere decir “frente a” o “contra”; al adoptar este sentido, la parodia se define
como 'contra-canto', como oposición o contraste entre dos textos, de los cuales surge
el efecto cómico o ridículo. Ahora bien: en griego, la palabra 'para' también significa “al
lado de” lo que sugiere un acuerdo y una intimidad. Si tomamos en cuenta este
segundo sentido, podemos definir a la parodia como una repetición, pero con
diferencias, sin necesidad de burla.

La parodia aparece en diversos géneros artísticos y medios. La industria


cinematográfica, la televisión, la música y la literatura suelen realizar parodias de
hechos políticos o de otras obras. Por lo general se apela a la ironía y a la
exageración para transmitir un mensaje burlesco y para divertir a los espectadores,
lectores u oyente.
Para que la acción burlesca de la parodia surta efecto, es necesario que el lector
primero conozco y luego reconozca el texto que es parodiado y se ubique del lado del
texto paródico.

Por ejemplo, en capítulo 14 de la temporada 13 de Los Simpson, se presenta una


parodia a tres clásicos de la literatura (La Odisea, Hamlet y Juana de Arco), tanto en lo
que concierne a lo temático como al estilo y a la estructura. En relación con el estilo,
es una parodia por la apropiación del estilo típico de textos, estilo que se manifiesta en
la forma de hablar de los personajes o en las descripciones, como por ejemplo,
cuando Homero, quien parodia a Ulises, invoca a su amada: "Dulce Penélope, eres
tan hermosa como cuando partí". La forma de hablar del protagonista imita el lenguaje
arcaizante del poema de Homero.

La parodia también se evidencia en la estructura: el capítulo de los Simpson se


organiza en episodios que cuentan las aventuras de cada personaje, que no altera el
orden original de cada historia. En el caso de la parodia al texto del poeta Homero, las
andanzas transcurren por las distintas islas del Mar Mediterráneo, las cuales son
ridiculizadas, por ejemplo, al presentar sirenas gordas y feas (Patty y Selma) las
cuales Homeros y sus hombres hallen, en lugar de bellas criaturas aladas que con sus
cantos atraían a los marineros hacia los riscos para causarle la muerte.
También aparecen distintos anacronismos que provocan humor: discos Stu usa gafas
de sol y zapatos con una alta plataforma, hay un buzón de cartas afuera de Troya.

Actividad 6: lee y contesta las preguntas de la obra


“Bellos cabellos”.

BELLOS CABELLOS por Adela Basch


Escena I
(En una peluquería, hay un reloj que marca las once. Entra Laura, con el cabello
largo, y la recibe Miguel, el peluquero.)

MIGUEL: Adelante, tome asiento aquí, por favor.


LAURA: (Se Sienta.) Gracias. Creo que mi pelo está demasiado. Quisiera un corte
nuevo, con algo de original y algo de sugerente.
MIGUEL: ¿Con algo de mi gerente? Pero, señora, mi gerente es pelado. ¿Qué quiere,
que la rape?
LAURA: Lo que quiero es un buen corte de pelo. Y que me dé un aspecto más juvenil,
más seductor; mimoso.
MIGUEL. ¿Su mozo?
LAURA. No, mimoso. Mi-mo-so.
MIGUEL. Señora, no soy su mozo, sino su peluquero.
LAURA. (Suspira hondo.) Quiero un nuevo corte de pelo. ¿Qué me propone?
MIGUEL. (Pensativo.) Hum, veamos. Eso hay que estudiarlo. (Le pone las manos
sobre la cabeza, le toma los cabellos, se los levanta y los deja caer de a poco.) Hum,
¿cortar? No sé. Espere un momento. (Inclina lo cabeza sobre la de Laura y apoya una
oreja sobre su pelo.) LAURA. ¡Eh! ¿Qué hace?
MIGUEL. Me estoy concentrando en su cabello, para escuchar lo que necesita. Acá
trabajamos así. Son las últimas tendencias internacionales en el cuidado del cabello.

(Levanta la cabeza.) Y lo que este cabello necesita, señora, no es un corte, sino una
leve intensificación de color.

LAURA. ¿Le parece?


MIGUEL. Se lo aseguro, señora, relájese y deje su cabeza en mis manos.

(Laura cierra los ojos y Miguel empieza a trabajar.)


Escena 2
(El mismo lugar; pero el reloj marca las tres. Laura está roncando. Tiene la cabeza
cubierta con una toalla. Miguel está al lado, de pie)

MIGUEL. (Palmea las manos.) Linda siestita, ¿no?


LAURA. (Despertando.) ¡Ya son las tres! Tengo que irme.
MIGUEL. ¡Llegó el gran momento! (Le retira la toalla.)
LAURA. (Se mira en el espejo horrorizada.) ¿Qué es esto?
MIGUEL. Una hermosa tonalidad amarrojul.
LAURA. ¿Amarrojul?
MIGUEL. Sí, una combinación de amarillo, rojo y azul. El último grito
de la moda.
LAURA. ¡Yo soy la que va a gritar! ¡Qué locura!
MIGUEL. ¿Qué lo cura? A esto no lo cura nada. No es una enfermedad, es un
hermoso colorido.
LAURA. Mire, si dentro de cinco minutos su hermoso colorido no se ha ido, usted me
las va a pagar.
MIGUEL. ¡Disculpe, acá la que va a pagar es usted!
LAURA. ¡Pero qué caradura! Si no me saca estos colores de mamarracho, no le
pienso pagar.
MIGUEL. En un abrir y cerrar de ojos se lo podría dejar todo rojo.
LAURA. ¡De ninguna manera! Y lo que se va a cerrar es esta peluquería.
MIGUEL. Entonces, se lo podría dejar azulmarilo, una deliciosa mezcla de
azul y amarillo.
LAURA. ¡Ni loca! ¿Qué se cree que soy la bandera de Boca?
MIGUEL. Bueno, señora, decídase. No puedo estar con usted todo el día. ¿Qué color
quiere? ¿Violeta, verde, turquesa?
LAURA. ¿Turquesa? ¡Me va a estallar la cabeza! ¡Quiere que me devuelva ahora
mismo el color que tenía!
MIGUEL. Eso es imposible. Aquí usamos tintes de muy buena calidad, son excelentes
y muy persistentes.
LAURA. (Furiosa, se levanta y mientras abre la puerta grito.) ¡Le voy a hacer juicio!
¡Voy a llevar esto a la corte!
MIGUEL. ¡Qué corte ni qué corte! Su cabello no pedía corte ... Y encima, se

va sin pagar.

Propuesta de actividades para “Bellos cabellos”:

1) Luego de haber trabajado con las características de los textos humorísticos,


expliquen por qué podría incluirse “Bellos cabellos” en este género.
2) ¿Por medio de qué recursos genera comicidad?
3) Marquen en las acotaciones escénicas aquellas que se complementan con los
parlamentos para generar mayor comicidad.
4) En el texto teatral no hay una descripción minuciosa del vestuario y
maquillaje de los personajes. Elige a uno de ellos y realiza las acotaciones
necesarias para reforzar este aspecto en el texto.
5) Escribe una nueva escena que funcione como cierre para esta historia.
Podés agregar personajes y realizar cambios en la escenografía si te
resulta necesario. Recordá que debés seguir con el tono humorístico.
Actividad 7: leé “del que no se casa” y resolvé las
consignas.

DEL QUE NO SE CASA - Roberto Arlt

Yo me hubiera casado. Antes sí, pero ahora no. ¿Quién es el audaz que se casa con
las cosas como están hoy?

Yo hace ocho años que estoy de novio. No me parece mal, porque uno antes de
casarse "debe conocerse" o conocer al otro, mejor dicho, que el conocerse uno no
tiene importancia, y conocer al otro, para embromarlo, sí vale.

Mi suegra, o mi futura suegra, me mira y gruñe, cada vez que me ve. Y si yo le sonrío
me muestra los dientes como un mastín. Cuando está de buen humor lo que hace es
negarme el saludo o hacer que no distingue la mano que le extiendo al saludarla, y
eso que para ver lo que no le importa tiene una mirada agudísima.

A los dos años de estar de novio, tanto "ella" como yo nos acordamos que para
casarse se necesita empleo, y si no empleo, cuando menos trabajar con capital propio
o ajeno.

Empecé a buscar empleo. Puede calcularse un término medio de dos años la busca de
empleo. Si tiene suerte, usted se coloca al año y medio, y si anda en la mala, nunca. A
todo esto, mi novia y la madre andaban a la greña. Es curioso: una, contra usted, y la
otra, a su favor, siempre tiran a lo mismo. Mi novia me decía:

-Vos tenés razón, pero ¿cuándo nos casamos, querido?

Mi suegra, en cambio:

-Usted no tiene razón de protestar, de manera que haga el favor de decirme cuándo se
puede casar.

Yo, miraba. Es extraordinariamente curiosa la mirada del hombre que está entre una
furia amable y otra rabiosa. Se me ocurre que Carlitos Chaplín nació de la conjunción
de dos miradas así. Él estaría sentado en un banquito, la suegra por un lado lo miraba
con fobia, por el otro la novia con pasión, y nació Charles, el de la dolorosa sonrisa
torcida.

Le dije a mi suegra (para mí una futura suegra está en su peor fase durante el
noviazgo), sonriendo con melancolía y resignación, que cuando consiguiera empleo
me casaba y un buen día consigo un puesto, qué puesto, ¡ciento cincuenta pesos!

Casarse con ciento cincuenta pesos significa nada menos que ponerse una soga al
cuello. Reconocerán ustedes con justísima razón, aplacé el matrimonio hasta que me
ascendieran. Mi
novia movió la cabeza aceptando mis razonamientos (cuando son novias, las mujeres
pasan por un fenómeno curioso, aceptan todos los razonamientos; cuando se casan el
fenómeno se invierte, somos los hombres los que tenemos que aceptar sus
razonamientos). Ella aceptó y yo tuve el orgullo de afirmar que mi novia era
inteligente.

Me ascendieron a doscientos pesos. Cierto es que doscientos pesos son más que
ciento cincuenta, pero el día que me ascendieron descubrí que con un poco de
paciencia se podía esperar otro ascenso más, y pasaron dos años. Mi novia puso cara
de "piola", y entonces con gesto digno de un héroe hice cuentas. Cuentas claras y
más largas que las cuentas griegas que, según me han dicho, eran interminables. Le
demostré con el lápiz en una mano, el catálogo de los muebles en otra y un
presupuesto de Longobardi encima de la mesa, que era imposible todo casorio sin un
sueldo mínimo de trescientos pesos, cuando menos, doscientos cincuenta.
Casándose con doscientos cincuenta había que invitar con masas podridas a los
amigos.

Mi futura suegra escupía veneno. Sus ímpetus llevaban un ritmo mental sumamente
curioso, pues oscilaban entre el homicidio compuesto y el asesinato simple. Al mismo
tiempo que me sonreía con las mandíbulas, me daba puñaladas con los ojos. Yo la
miraba con la tierna mirada de un borracho consuetudinario que espera "morir por su
ideal". Mi novia, pobrecita, inclinaba la cabeza meditando en las broncas intestinas,
esas verdaderas batallas de conceptos forajidos que se largan cuando el damnificado
se encuentra ausente.

Al final se impuso el criterio del aumento. Mi suegra estuvo una semana en que se
moría y no se moría; luego resolvió martirizar a sus prójimos durante un tiempo más y
no se murió. Al contrario, parecía veinte años más joven que cuando la conociera.
Manifestó deseos de hacer un contrato treintanario por la casa que ocupaba, propósito
que me espeluznó. Dijo algo entre dientes que me sonó a esto: "Le llevaré flores". Me
imagino que su antojo de llevarme flores no llegaría hasta la Chacarita. En fin, a todas
luces mi futura suegra reveló la intención de vivir hasta el día que me aumentaran el
sueldo a mil pesos.

Llegó el otro aumento. Es decir, el aumento de setenta y cinco pesos.

Mi suegra me dijo en un tono que se podía conceptuar de irónico si no fuera agresivo y


amenazador:

-Supongo que no tendrá intención de esperar otro aumento.

Y cuando le iba a contestar estalló la revolución.

Casarse bajo un régimen revolucionario sería demostrar hasta la evidencia que se está
loco. O cuando menos que se tienen alteradas las facultades mentales.

Yo no me caso. Hoy se lo he dicho:

-No, señora, no me caso. Esperemos que el gobierno convoque a elecciones y a que


resuelva si se reforma la constitución o no. Una vez que el Congreso esté constituido y
que todas las instituciones marchen como deben yo no pondré ningún inconveniente
al cumplimiento de mis compromisos. Pero hasta tanto el Gobierno Provisional no
entregue el poder al Pueblo Soberano, yo tampoco entregaré mi libertad. Además que
pueden dejarme cesante.

Fuente: ARLT, ROBERTO, Aguafuertes porteñas. Buenos Aires, Futuro, 1950 (págs.
160-162)
Actividades propuestas:

1. ¿Qué reflexiones hace el narrador acerca de las relaciones personales? ¿Qué


diferencias establece entre los intereses de la suegra y los de su novia?

2. ¿Por qué dice que antes sí se hubiese casado pero ahora no?

3. ¿Qué discursos sociales acerca del casamiento son reconocibles en este texto?
¿Qué otros circulan en nuestra época?

4. ¿Qué características del texto creés que generan el tono humorístico?


El extraño idioma de Kampung Sebula - Dolina
A finales de la década de 1950, el profesor George Ferguson daba clases
particulares de inglés en su modesto departamento de la calle Fray Cayetano. Tenía una
reputación de excéntrico que descansaba menos en una conducta atípica que en su
elevada estatura.
Los vecinos aseguraban que el hombre era capaz de conversar en veinticinco
idiomas, y el mismo Ferguson se encargaba de fomentar esa idea mediante el uso de
saludos y frases de cortesía, mayormente en italiano. Pero al margen del fácil asombro de
las viejas del barrio, sus discípulos estaban convencidos de que era un genio.
El presente trabajo se basa en noticias que aportaron dos de sus alumnos, los
hermanos Daniel y Humberto Giangrante. Estos jóvenes, cuya aguda inteligencia no
tardaremos en ovacionar, notaron que el profesor los despedía siempre con unas palabras
que no parecían pertenecer al idioma inglés: reser fatino propisee. Un día se atrevieron a
preguntar el significado de la frase. Ferguson reveló que aquello no era otra cosa que un
saludo bastante usual en idioma sebulés, una lengua que se hablaba en Kampung
Sebula, una región al norte de la isla de Natuna Besar, en el mar de la China. La
traducción literal era algo parecido a sea el destino propicio a nuestro reencuentro
Mitad por curiosidad y mitad por eludir los rigores del estudio, los hermanos
Giangrante tomaron por costumbre interrogar a Ferguson acerca de la extraña lengua de
Kampung Sebula. El profesor no se negaba jamás y se entusiasmaba contando su
juventud en aquellas regiones e ilustrando los episodios con explicaciones filológicas que
se prolongaban muchas veces hasta el final de la clase.
Al cabo de algunos años, Daniel y Humberto Giangrante dominaban mejor el
sebulés que el idioma que habían pensado estudiar. Llegaron a tomar someros apuntes
que sirven hoy como soporte de esta monografía.
Al parecer, la lengua en cuestión registra influencias del neerlandés, el indonesio
bahasa, el chino, el javanés, el castellano y el inglés. Ferguson sostenía que era el idioma
más complejo del mundo. La principal dificultad estaba en el pensamiento mismo de los
lugareños, casi incapaces de concebir ideas abstractas. Sus mentes se resistían a
desligar. Cada objeto era pensado sin separarlo de sus circunstancias.
En aquella región, palabras distintas designan a un mismo objeto en sus diferentes
relaciones. La cama ocupada se menta conun vocablo (letork); la cama vacía, con otro
(kabrera) y no comparten ambas palabras una raíz visible: el idioma sebulés no registra
una vinculación lógica entre el concepto de cama y las situaciones adjetivas. Sin
embargo, la concurrencia de dos o más partes de la oración en una misma palabra es
bastante frecuente en las lenguas más toscas.
Otra dificultad: una misma cosa es aludida con sonidos que son diferentes según
quien hable. Escuela es laborek para un niño, tus para un adulto, lemb -que es también
recuerdo- para un viejo.
Conjugaciones, declinaciones y casos varían según la edad, el sexo, la posición
social y el color del pelo del hablante. Nada cuesta pensar que el tiempo, el progreso y las
tinturas implican ciertamente un cambio de lenguaje. Además, cabe imaginar que es
indispensable conocer todos los idiomas para poder relacionarse adecuadamente en
Kampung Sebula.
El más sencillo de los sublenguajes era el de las mujeres solteras, de vocablos
escasísimos, según explicaba Ferguson, porque los lugareños consideraban la ignorancia
como una casta virtud.
A principios de siglo, la lengua de los pelirrojos estaba casi extinguida, o mejor
dicho, casi no había pelirrojos en la isla.
Sólo los maestros podían hablar idiomas ajenos a su condición. Fuera de estos
casos la usurpación lingüística era castigada severamente. El profesor Ferguson reveló
confidencialmente a los hermanos Giangrante que en ciertos cafetines de mala muerte
existían hombres que hablaban el idioma de las mujeres. El nombre que se daba a estos
sujetos variaba conforme al régimen ya expuesto.
Los pronombres personales usados para las conjugaciones significaban lo
siguiente: yo, tú, él, ella, nosotros, nosotras, vosotros, vosotras, pocos, casi nadie, ellos,
ellas, la mitad de mí mismo, el señor gobernador.
Curiosa es la función de la palabra ué, que sirve para indicar que la siguiente frase
consigna una falsedad. De la misma manera ueué convierte en falso todo lo que se dice a
continuación, sin otro límite que la aparición de la palabra nonset, que anuncia la
finalización de la mentira. Los hermanos Giangrante preguntaron qué sucedía cuando el
vocablo ué se presentaba en medio de una frase ya declarada falsa por un ué anterior.
Ferguson se tomó un día para responder. Después declaró que el segundo ué debía ser
tomado como una promesa de veracidad, y el tercero como un retorno a la mentira, de
suerte que un número impar de advertencias era garantía de falsedad y un número par lo
era de exactitud.
Con el tiempo los dialectos de Kampung Sebula se fueron multiplicando, en virtud
de la movilidad social y de la inevitable superposición de jerarquías: un soltero puede ser
también viejo y morocho. Algunos espíritus nacionalistas intentaron imponer una lengua
general, con el resultado de que se convirtiera ésta en una jerga más. Debe aclararse que
la escritura sebulesa, como la china, posibilitaba por su carácter pictográfico el
entendimiento entre personas de diferentes categorías: casa era masong para, el anciano,
kosmo para el niño, ué para el vagabundo, pero siempre se escribía dibujando una casa.
Ferguson sostenía que la ausencia de algunos vocablos en la lengua sebulesa obedecía
a la dificultad existente para dibujarlos. Los hermanos Giangrante dudaron de esta
afirmación.
Los gestos no sólo enfatizaban, sino que completaban el sentido de la lengua
hablada. La mano derecha apoyada en el hombro izquierdo indicaba el pretérito. La mano
en la frente, el subjuntivo. La mano extendida hacia adelante, el futuro. La palabra
sebulesa norm significa al mismo tiempo manco y mudo.
El lenguaje poético estaba completamente separado del idioma cotidiano. Las
palabras estaban destinadas a facilitar la rima: todas terminaban en ero o ajo. Por lo
demás, las metáforas ya venían hechas. Ojo y lucero eran la misma palabra, como
también lo eran piel y pétalo, estrella y diamante, frío y desdén, perla y diente, desgracia y
orín de perros. Existía para cada frase un segundo sentido, perfectamente explícito, al
que recurrían los poetas, o mejor dicho, los empleados que se encargaban de la poesía.
El profesor George Ferguson murió en 1963. Los hermanos Daniel y Humberto
Giangrante prometieron al despedir sus restos seguir aprendiendo el sebulés y visitar la
isla de Natuna Besar, en cuya región septentrional se hallaba la ciudad de Kampung
Sebula. En lo primero no pudieron perseverar demasiado. Entre los libros y papeles de
Ferguson no hallaron ni siquiera uno que se relacionara con el lenguaje múltiple, a no ser
una serie de aparentes pictografías que al fin vinieron a revelarse como obra de un
sobrino del profesor. A pesar de esta frustración, los hermanos Giangrante consideraron
que sus conocimientos y vocabulario les permitirían hacer pie en Kampung Sebula y
empezaron a ahorrar para el viaje.
En enero de 1970, después de un viaje agotador, llegaron a la región. Al ver a un
policía, se dirigieron a él en la lengua de los servidores públicos: -¿Dove hotel loca? El
vigilante no entendió absolutamente nada. Intentaron con otras personas utilizando todas
las variantes que conocían. Pero no obtuvieron ni siquiera una respuesta. Encendieron la
radio y lamentaron no haber prestado atención al curso de inglés de Ferguson, pues todas
las canciones estaban en ese idioma. Buscaron algunos lugares que el profesor había
evocado en las tardes de la calle Fray Cayetano: el salón IF, donde atendían prostitutas
filosóficas; la calle He-ling, en la que era obligatorio besarse; el bar Gambrinus, donde los
mozos se suicidaban si el cliente no estaba satisfecho.
Al ver que nadie comprendía el sebulés, los hermanos Giangrante dieron en pensar
que tal vez la lengua se había ramificado hasta existir tantos idiomas como personas. Sin
embargo, un marinero argentino les aseguró que allí se hablaba el indonesio o el inglés y
que las palabras eran más o menos las mismas para todo el mundo.
Los Giangrante sintieron crecer en su interior una ominosa sospecha: ¿acaso el
profesor Ferguson se había burlado de ellos? ¿habían perdido su juventud estudiando un
idioma inexistente, inventado por un borracho?(1).
Las noticias sobre los hermanos llegan apenas hasta aquí. Algunos dicen que
fueron detenidos vaya a saber por qué delito y que están sepultados en un manicomio de
Kampung Sebula tratando de congraciarse con los enfermeros hablándoles en el idioma
de los trabajadores de la salud, que es el mismo de los locos.

1
El profesor Ferguson en verdad no bebía.
ALEGORÍAS DE LA

DICTADURA
"La alegoría llega cuando describir la realidad ya no sirve” José
Saramago.
Escritor portugués, Premio Nobel de Literatura 1998

“Escribir acerca del horror es un trabajo de reelaboración del pasado que se topa con la
dificultad de nombrar lo indecible”
Ignacio Scerbo

Licenciado en Letras Modernas e investigador la UNC.

“Era inmoral estar usando la palabra para algo que no fuera


contar lo que nos estaba pasando ”.
Ana María Shua
Escritora argentina.

“La persecución, entonces, da origen a una peculiar


técnica de escritura y, con ello, a un peculiar
tipo de literatura, en la cual la verdad acerca de
todas las cosas fundamentales se presenta
exclusivamente entre líneas.”
Leo Strauss
Filósofo.
Prohibido leer y escribir: la Argentina de 1976

La dictadura militar que tomó el poder en la Argentina el 24 de marzo de 1976


impuso el terror, los secuestros, la violencia y la muerte. Los controles y la
vigilancia, las intervenciones en las universidades y la prohibición de
determinadas lecturas fueron algunas de las medidas con las que se intentó
eliminar toda voz de oposición al régimen. A su vez, se buscó desviar la atención
pública de estos hechos con la persuasión de la “plata dulce” y avivando el fervor
patriótico mediante el Mundial de Fútbol y la invasión a las Malvinas. De ese
modo, se intentó imponer el olvido.
Ambas imposiciones, la censura y el olvido, moldearon la memoria social de los
argentinos y amordazaron su palabra. “El silencio es salud”, “Hay que olvidar, no
saber” se constituyeron en las consignas de una época en la que muchos optaron
por refugiarse en un silencio al que consideraban garantía de seguridad y de
supervivencia. Un ejemplo de esta situación se encuentra en la película Tiempo de
revancha (1981), de Adolfo Aristarain, en la que el protagonista, en una escena
crucial, se corta la lengua con una navaja, harto de vivir silenciando y ocultando la
verdad de ciertos hechos.
Los agentes de la cultura, reprimidos y aislados, se vieron obligados a adoptar
lenguajes diferentes y nuevas formas de expresión para poder transgredir la
censura y hacerse oír. El rock, que fue severamente controlado —fueron
prohibidas 242 canciones—, denunciaba en sus letras la difícil situación del país a
través de un lenguaje metafórico. Ejemplo de ello es la “Canción de Alicia”,
incluida en el disco Bicicleta del grupo Serú Girán, liderado por Charly García.
La crítica y la literatura recurrieron a la metáfora y al doble sentido para burlar las
prohibiciones. Por ejemplo, la revista clandestina Barrilete, de Roberto Santoro,
circuló como un conjunto de poemas anónimos y comentarios literarios que
cuestionaba al régimen. La revista Humor exhibió audazmente en sus páginas no
sólo caricaturas y chistes atrevidos, sino también informes periodísticos serios,
por ejemplo, acerca de la censura y el exilio de los intelectuales. Además, tuvo un
papel importante la revista Punto de vista, dirigida por Beatriz Sarlo, que
circulaba fundamentalmente entre un público universitario. Esta publicación
permitió sostener durante aquel período la cultura en crisis del país. Sus ensayos
y comentarios se mantuvieron unidos por un mismo hilo conductor: la denuncia.
Temas tan diversos como las enfermedades mentales o la situación de los
indígenas en los Estados Unidos funcionaban como textos —o pretextos— para
reflexionar sobre la situación de marginalidad que sufrían algunos argentinos, ya
que podía
resultar peligroso o provocar la censura hablar del tema en forma directa. Muchos
de los intelectuales que permanecieron en el país fueron detenidos, secuestrados
o bien continúan desaparecidos. Los cuentos del libro Absurdos, de Antonio Di
Benedetto, fueron compuestos en un calabozo de la Unidad 9 de La Plata, donde
el autor pasó dieciocho meses detenido por la dictadura militar. Como rompían
todos sus papeles, Di Benedetto encontró un modo de burlar el control en las
cartas a su amiga, la escultora Adelma Petroni, quien lo recuerda así: “Me
mandaba cartas donde me decía: ‘Anoche tuve un sueño muy lindo, voy a
contártelo’.
Y transcribía el texto del cuento con letra microscópica (había que leerlo con
lupa)”. Peor destino sufrió Héctor Oesterheld, el guionista de la reconocida
historieta El Eternauta. Los personajes de la historieta son héroes cotidianos y
locales que deben luchar por su supervivencia ante una invasión extraterrestre.
Desde fines de la década del ’60, Oesterheld había expuesto claramente una
comprometida actitud política a través de su arte, motivo por el cual fue
secuestrado junto a sus cuatro hijas. Todos ellos permanecen desaparecidos.

La historia construida desde la ficción

La narrativa escrita durante la dictadura militar constituyó un intento de


expresar, a través de la metáfora o la alegoría, la condena al régimen desde la
posición de marginalidad y/o exilio del escritor. Este exilio fue real en algunos
casos —muchos autores abandonaron el país y continuaron su obra desde el
extranjero—, e interior en otros —escritores que, si bien permanecían en la
Argentina, no se sentían parte de ella ante la magnitud de los horrores que
ocurrían—. El beso de la mujer araña, de Manuel Puig (1932-1990), publicada en
1976, cuya historia transcurre en la celda de una cárcel, puede leerse como una
alegoría del país bajo la dictadura. Lo mismo ocurre con la novela De dioses,
hombrecitos y policías (1979), de Humberto Constantini (1924-1987).
Muchos autores se plantearon la posibilidad de cubrir los espacios silenciados y
de pensar la identidad del sujeto en
relación con la historia. “¿Hay una
historia?”, se pregunta el personaje de
Respiración artificial (1980) —la novela de
Ricardo Piglia (1941)—, cuando se observa a
sí mismo en una fotografía a la edad de tres
meses y en brazos de su madre. En ese
relato, su historia se entrecruza con la
historia argentina desde la Independencia.
Significativamente, una buena parte de la
narrativa escrita durante el Proceso
presenta rasgos comunes. Uno de ellos es
la representación dolorosa del cuerpo, que
puede ser víctima de abusos, como en la
novela La vida entera (1981), de Juan
Martini (1944), o de torturas, como en el
caso de la novela Conversación al sur
(1981), de Marta Traba (1930- 1983); otro,
la representación de la voz de quienes están al margen del poder y desafían la
vigilancia y el control.
Las novelas Lo imborrable (1993), de Juan José Saer (1937-2005); Villa (1995), de
Luis Gusmán(1944); El fin de la historia (1996),de Liliana Heker (1943); Cruzar la
noche (1998), de Alicia Barberis (1957); Dos veces junio (2002), de Martín Kohan
(1967); El viejo soldado (2002), de Héctor Tizón (1929), escritas y publicadas con
posterioridad a la dictadura, realizan una mirada retrospectiva a la violencia
política y, en especial, al terrorismo de Estado que signó la segunda mitad de los
‘70. Sin ser totalmente “novelas históricas” ni “relatos testimoniales”, se construyen
como ficciones que intentan recuperar la memoria social e histórica.
En ellas se cruza, entonces, la representación narrativa propia de la ficción con
otros modos de representación como el de la novela histórica o el relato
testimonial. ¿Cuál era la finalidad de construir un relato que oscilara entre la
ficción y la verdad de los hechos? No era para poner en duda lo acontecido, sino
para generar la reflexión acerca de las causas y consecuencias de lo que
efectivamente ocurrió; esto es, para comprender una realidad que parecía de
ficción.

El 30 de agosto de 1980 —conocido como “el día de la vergüenza del libro argentino”—, la
policía de la provincia de Buenos Aires realizó un “biblicidio”: quemó en Sarandí más de 1,5
millones de libros y fascículos pertenecientes al Centro Editor de América Latina (CEAL),
mientras otra gran cantidad fue incautada.

Fuente: Zunino, C. et. Al. (2007) Lengua y Literatura 6 ES. La Plata: DGCyE. Pp.
120-121.
NO ES CULPA SUYA (2001)
JORGE ACCAME

Hoy en clase, un alumno se transformó en lobo. Un lobo negro que me


miraba, jadeando, parado en sus cuatro patas sobre el banco.
Yo le pregunté:
-Ayarde, ¿le pasa algo?
Él no respondió, se le estrecharon los ojos y empezó a gruñir.
Mandé al otro chico a buscar al jefe de preceptores.
El lobo me observaba con la boca entreabierta, clavando sus dientes en el
aire.
Un hombre llegó; era calvo, bajo, relleno. Sus rápidos movimientos daban una
lujuriosa sensación de eficiencia. Dos muchachos con overol lo acompañaban.
-Soy el jefe de preceptores. No se preocupe, profesor. Nosotros nos encargamos
de esto – me dijo mientras se ponía unos guantes e indicaba las posiciones que
debían ocupar sus ayudantes.
- ¿Qué van a hacerle? – pregunté.
- Usted hizo lo correcto, profesor – dijo y sacó de un maletín varias sogas.
Enseguida desplegaron su estrategia. El jefe de preceptores enlazó al lobo por el
cuello. Uno de los jóvenes lo sujetó del costado, con otro lazo. Cuando tensaron las
cuerdas inmovilizándolo, el segundo ayudante le colocó un bozal y una capucha
de género. El lobo se revolvía como un huracán. Los útiles que se hallaban
prolijamente distribuidos en su pupitre (Ayarde siempre había sido ordenado)
cayeron y se desparramaron por el suelo. Me estremeció el ruido de látigo que
provocaron al rebotar contra las baldosas.
Los tres hombres sacaron al lobo arrastrándolo, sus gritos me recordaban a los
de la gente que hace mudanzas mientras maniobra algún mueble pesado. Apenas
traspusieron el umbral, cerré la puerta y el curso se inundó de un silencio pesado,
acuoso.
Sobre el polvo del piso había quedado marcada con fuerza una sola huella
alargada desde el banco del muchacho.
A través del cristal, vi, como en una película muda, que introducían al lobo en
una caja metálica, blindada, empujándolo con picas.
El jefe de preceptores regresó.
-Ya nos vamos, profesor – me dijo.
-¿A dónde lo llevan? – pregunté.
-Al sótano. No se aflija, profesor. Esto no es culpa suya.
-¿Va a estar bien?
-Nunca se sabe. Lo metemos con otros en una habitación amplia. A veces pelean.
Lo contemplé alejarse hacia las escaleras, la caja se deslizaba sobre una
plataforma y hacía un chirrido molesto.
Cuando volví la mirada al curso, todos los alumnos se habían refugiado en el
fondo de sus cuerpos, temerosos de convertirse en lobos también ellos.
Saqué mi libreta de calificaciones, una regla y una lapicera. Con cuidado, taché el
nombre de Ayarde de la lista.

LA CULPA

1. ¿A quiénes creen que representan cada uno de los personajes del


cuento?
2. ¿Qué simboliza el hecho de convertirse en lobo?
3. ¿Quién o quiénes cargan con la culpa? ¿Por qué?
4. ¿Cómo entienden el final?

FIESTITA CON ANIMACIÓN (1988)


ANA MARÍA SHUA

Las luces estaban apagadas y los altoparlantes funcionaban a todo volumen.


-¡Todos a saltar en un pie! -gritaba atronadoramente una de las animadoras,
disfrazada de ratón. Y los chicos, como autómatas enloquecidos, saltaban
ferozmente en un pie.
-Ahora, ¡todos en pareja para el concurso de baile! Cada vez que pare la música,
uno abre las piernas y el otro tiene que pasar por abajo del puente. ¡Hay premios
para los ganadores!
Excitados por la potencia del sonido y por las luces estroboscópicas, los chicos
obedecían, sin embargo, las consignas de las animadoras, moviéndose al ritmo
pesado y monótono de la música en un frenesí colectivo. -Cómo se divierten, qué
piolas que son. ¿Te acordás qué bobitos éramos nosotros a los siete años? -le
preguntó, sonriente, el padre de la cumpleañera a la mamá de uno de los
invitados, gritándole al oído para hacerse escuchar. -Y qué querés... Nosotros no
teníamos televisión: tienen otro nivel de información -le contestó la señora, sin
muchas esperanzas de que su comentario fuera oído. No habían visto que Silvita,
la homenajeada, se las había arreglado para atravesar la loca confusión y estaba
hablando con otra de las animadoras, disfrazada de conejo. Se encendieron las
luces.
-Silvita quiere mostrarnos a todos un truco de magia -dijo Conejito-, ¡Va a hacer
desaparecer a una persona!
-¿A quién querés hacer desaparecer? -preguntó Ratón. -A mi hermanita -dijo
Silvia, decidida, hablando por el micrófono. Carolina, una chiquita de cinco años,
preciosa con su vestidito rosa, pasó al frente sin timidez.
Era evidente que habían practicado el truco antes de la fiesta, porque dejó que su
hermana la metiera debajo de la mesa y estirara el borde del mantel hasta hacerlo
llegar al suelo, volcando un vaso de Coca Cola y amenazando con hacer caer todo
lo demás. Conejito pidió un trapo y la mucama vino corriendo a limpiar el
estropicio.
-¡Abracadabra la puerta se abra y ya está! -dijo Silvita. Y cuando levantaron el
mantel, Carolina ya no estaba debajo de la mesa. A los chicos el truco no los
impresionó: estaban cansados y querían que se apagaran las velitas para comerse
los adornos de azúcar de la torta. Pero los grandes quedaron sinceramente
asombrados. Los padres de Silvia la miraban con orgullo. -Ahora hacela aparecer
otra vez -dijo Ratón.
-No sé cómo se hace -dijo Silvita-. El truco lo aprendí en la tele y en la parte de
aparecer papi me cambió de canal porque quería ver el partido. Todos se rieron y
Ratón se metió debajo de la mesa para sacar a Carolina. Pero Carolina no estaba.
La buscaron en la cocina y en el baño de arriba, debajo de los sillones, detrás de la
biblioteca. La buscaron metódicamente, revisando todo el piso de arriba, palmo a
palmo, sin encontrarla. -¿Dónde está Carolina, Silvita? -preguntó la madre, un
poco preocupada. -¡Desapareció! -dijo Silvia-. Y ahora quiero apagar las velitas. El
muñequito de chocolate me lo como yo.
El departamento era un dúplex. El papá de las nenas había estado parado cerca de
la escalera durante todo el truco y nadie podría haber bajado por allí sin que él lo
viera. Sin embargo, siguieron la búsqueda en el piso de abajo. Pero Carolina no
estaba.
A las diez de la noche, cuando hacía ya mucho tiempo que se había ido el último
invitado y todos los rincones de la casa habían sido revisados varias veces, dieron
parte a la policía y empezaron a llamar a las comisarías y a los hospitales. -Qué
tonta fui esa noche -les decía, muchos años después, la señora Silvia, a un grupo
de amigas que habían venido para acompañarla en el velorio de su marido-. ¡Con
lo bien que me vendría tener una hermana en este trance! -y se echó a llorar otra
vez.

DESAPARICIONES

El siguiente es un fragmento de una entrevista a Ana María Shua:


“Uno tenía la sensación de estar escribiendo alrededor de
un agujero negro, que no se podía tocar, y que era lo único
sobre lo que tenía sentido escribir. Y todo lo demás era banal,
era trivial, y era inmoral. Era inmoral estar usando la palabra
para algo que no fuera contar lo que nos estaba pasando.”
1. ¿Qué aspectos de la realidad de la época de la dictadura cuenta Ana
María Shua en “Fiestita con animación”?
SEGUNDA VEZ (1977)
JULIO CORTÁZAR

NO MÁS QUE los esperábamos, cada uno tenía su fecha y su hora, pero eso sí, sin
apuro, fumando despacio, de cuando en cuando el negro López venía con café y
entonces dejábamos de trabajar y comentábamos las novedades, casi siempre lo
mismo, la visita del jefe, los cambios de arriba, las performances en San Isidro.
Ellos, claro, no podían saber que los estábamos esperando, lo que se dice
esperando, esas cosas tenían que pasar sin escombro, ustedes proceden
tranquilos, palabra del jefe, cada tanto lo repetía por las dudas, ustedes la van
piano piano, total era fácil, si algo patinaba no se la iban a tomar con nosotros, los
responsables estaban arriba y el jefe era de ley, ustedes tranquilos, muchachos, si
hay lío aquí la cara la doy yo, lo único que les pido es que no se me vayan a
equivocar de sujeto, primero la averiguación para no meter la pata y después
pueden proceder nomás. Francamente no daban trabajo, el jefe había elegido
oficinas funcionales para que no se amontonaran, y nosotros los recibíamos de a
uno como corresponde, con todo el tiempo necesario. Para educados nosotros,
che, el jefe lo decía vuelta a vuelta y era cierto, todo sincronizado que reíte de las
IBM, aquí se trabajaba con vaselina, minga de apuro ni de córranse adelante.
Teníamos tiempo para los cafecitos y los pronósticos del domingo, y el jefe era el
primero en venir a buscar las fijas que para eso el flaco Bianchetti era
propiamente un oráculo. Así que todos los días lo mismo, llegábamos con los
diarios, el negro López traía el primer café y al rato empezaban a caer para el
trámite. La convocatoria decía eso, trámite que le concierne, nosotros solamente
ahí esperando. Ahora que eso sí, aunque venga en papel amarillo una
convocatoria siempre tiene un aire serio; por eso María Elena la había mirado
muchas veces en su casa, el sello verde rodeando la firma ilegible y las
indicaciones de fecha y lugar. En el ómnibus volvió a sacarla de la cartera y le dio
cuerda al reloj para más seguridad. La citaban a una oficina de la calle Maza, era
raro que ahí hubiera un ministerio pero su hermana había dicho que estaban
instalando oficinas en cualquier parte porque los ministerios ya resultaban chicos,
y apenas se bajó del ómnibus vio que debía ser cierto, el barrio era cualquier cosa,
con casas de tres o cuatro pisos y sobre todo mucho comercio al por menor, hasta
algunos árboles de los pocos que iban quedando en la zona. «Por lo menos tendrá
una bandera», pensó María Elena al acercarse a la cuadra del setecientos, a lo
mejor era como las embajadas que estaban en los barrios residenciales pero se
distinguían desde lejos por el trapo de colores en algún balcón. Aunque el número
figuraba clarito en la convocatoria, la sorprendió no ver la bandera patria y por
un momento se quedó en la esquina (era demasiado temprano, podía hacer
tiempo) y sin ninguna razón le preguntó al del quiosco de diarios si en esa cuadra
estaba la Dirección. —Claro que está —dijo el hombre—, ahí a la mitad de cuadra,
pero antes por qué no se queda un poquito para hacerme compañía, mire lo solo
que estoy. —A la vuelta —le sonrió María Elena yéndose sin apuro y consultando
una vez más el papel amarillo. Casi no había tráfico ni gente, un gato delante de
un almacén y una gorda con una nena que salían de un zaguán. Los pocos autos
estaban estacionados a la altura de la Dirección, casi todos con alguien en el
volante leyendo el diario o fumando. La entrada era angosta como todas en la
cuadra, con un zaguán de mayólicas y la escalera al fondo; la chapa en la puerta
parecía apenas la de un médico o un dentista, sucia y con un papel pegado en la
parte de abajo para tapar alguna de las inscripciones. Era raro que no hubiese
ascensor, un tercer piso y tener que subir a pie después de ese papel tan serio con
el sello verde y la firma y todo.
La puerta del tercero estaba cerrada y no se veía ni timbre ni chapa. María Elena
tanteó el picaporte y la puerta se abrió sin ruido; el humo del tabaco le llegó antes
que las mayólicas verdosas del pasillo y los bancos a los dos lados con la gente
sentada. No eran muchos, pero con ese humo y el pasillo tan angosto parecía que
se tocaban con las rodillas, las dos señoras ancianas, el señor calvo y el muchacho
de la corbata verde. Seguro que habían estado hablando para matar el tiempo,
justo al abrir la puerta María Elena alcanzó un final de frase de una de las
señoras, pero como siempre se quedaron callados de golpe mirando a la que
llegaba último, y también como siempre y sintiéndose tan sonsa María Elena se
puso colorada y apenas si le salió la voz para decir buenos días y quedarse parada
al lado de la puerta hasta que el muchacho le hizo una seña mostrándole el banco
vacío a su lado. Justo cuando se sentaba, dándole las gracias, la puerta del otro
extremo del pasillo se entornó para dejar salir a un hombre de pelo colorado que
se abrió paso entre las rodillas de los otros sin molestarse en pedir permiso. El
empleado mantuvo la puerta abierta con un pie, esperando hasta que una de las
dos señoras se enderezó dificultosamente y disculpándose pasó entre María Elena
y el señor calvo; la puerta de salida y la de la oficina se cerraron casi al mismo
tiempo, y los que quedaban empezaron de nuevo a charlar, estirándose un poco
en los bancos que crujían. Cada uno tenía su tema, como siempre, el señor calvo
la lentitud de los trámites, si esto es así la primera vez qué se puede esperar,
dígame un poco, más de media hora para total qué, a lo mejor cuatro preguntas y
chau, por lo menos supongo.
—No se crea —dijo el muchacho de la corbata verde—, yo es la segunda vez y le
aseguro que no es tan corto, entre que copian todo a máquina y por ahí uno no se
acuerda bien de una fecha, esas cosas, al final dura bastante. El señor calvo y la
señora anciana lo escuchaban interesados porque para ellos era evidentemente la
primera vez, lo mismo que María Elena aunque no se sentía con derecho a entrar
en la conversación. El señor calvo quería saber cuánto tiempo pasaba entre la
primera y la segunda convocatoria, y el muchacho explicó que en su caso había
sido cosa de tres días. ¿Pero por qué dos convocatorias?, quiso preguntar María
Elena, y otra vez sintió que le subían los colores a la cara y esperó que alguien le
hablara y le diera confianza, la dejara formar parte, no ser ya más la última. La
señora anciana había sacado un frasquito como de sales y lo olía suspirando.
Capaz que tanto humo la estaba descomponiendo, el muchacho se ofreció a
apagar el cigarrillo y el señor calvo dijo que claro, que ese pasillo era una
vergüenza, mejor apagaban los cigarrillos si se sentía mal, pero la señora dijo que
no, un poco de fatiga solamente que se le pasaba enseguida, en su casa el marido y
los hijos fumaban todo el tiempo, ya casi no me doy cuenta. María Elena que
también había tenido ganas de sacar un cigarrillo vio que los hombres apagaban
los suyos, que el muchacho lo aplastaba contra la suela del zapato, siempre se
fuma demasiado cuando se tiene que esperar, la otra vez había sido peor porque
había siete u ocho personas antes, y al final ya no se veía nada en el pasillo con
tanto humo.
—La vida es una sala de espera —dijo el señor calvo, pisando el cigarrillo con
mucho cuidado y mirándose las manos como si ya no supiera qué hacer con ellas,
y la señora anciana suspiró un asentimiento de muchos años y guardó el frasquito
justo cuando se abría la puerta del fondo y la otra señora salía con ese aire que
todos le envidiaron, el buenos días casi compasivo al llegar a la puerta de salida.
Pero entonces no se tardaba tanto, pensó María Elena, tres personas antes que
ella, pongamos tres cuartos de hora, claro que en una de ésas el trámite se hacía
más largo con algunos, el muchacho ya había estado una primera vez y lo había
dicho. Pero cuando el señor calvo entró en la oficina, María Elena se animó a
preguntar para estar más segura, y el muchacho se quedó pensando y después
dijo que la primera vez algunos habían tardado mucho y otros menos, nunca se
podía saber. La señora anciana hizo notar que la otra señora había salido casi
enseguida, pero el señor de pelo colorado había tardado una eternidad. —Menos
mal que quedamos pocos —dijo María Elena—, estos lugares deprimen.
—Hay que tomarlo con filosofía —dijo el muchacho—, no se olvide que va a tener
que volver, así que mejor quedarse tranquila. Cuando yo vine la primera vez no
había nadie con quien hablar, éramos un montón pero no sé, no se congeniaba, y
en cambio hoy desde que llegué el tiempo va pasando bien porque se cambian
ideas.
A María Elena le gustaba seguir charlando con el muchacho y la señora, casi no
sintió pasar el tiempo hasta que el señor calvo salió y la señora se levantó con una
rapidez que no le habrían sospechado a sus años, la pobre quería acabar rápido
con los trámites.
—Bueno, ahora nosotros —dijo el muchacho—. ¿No le molesta si fumo un pitillo?
No aguanto más, pero la señora parecía tan descompuesta… —Yo también tengo
ganas de fumar. Aceptó el cigarrillo que él le ofrecía y se dijeron sus nombres,
dónde trabajaban, les hacía bien cambiar impresiones olvidándose del pasillo, del
silencio que por momentos parecía demasiado, como si las calles y la gente
hubieran quedado muy lejos. María Elena también había vivido en Floresta pero
de chica, ahora vivía por Constitución. A Carlos no le gustaba ese barrio, prefería
el oeste, mejor aire, los árboles. Su ideal hubiera sido vivir en Villa del Parque,
cuando se casara a lo mejor alquilaba un departamento por ese lado, su futuro
suegro le había prometido ayudarlo, era un señor con muchas relaciones y en una
de ésas conseguía algo.
—Yo no sé por qué, pero algo me dice que voy a vivir toda mi vida por
Constitución —dijo María Elena—. No está tan mal, después de todo. Y si alguna
vez…
Vio abrirse la puerta del fondo y miró casi sorprendida al muchacho que le
sonreía al levantarse, ya ve cómo pasó el tiempo charlando, la señora los saludaba
amablemente, parecía tan contenta de irse, todo el mundo tenía un aire más joven
y más ágil al salir, como un peso que les hubieran quitado de encima, el trámite
acabado, una diligencia menos y afuera la calle, los cafés donde a lo mejor
entrarían a tomarse una copita o un té para sentirse realmente del otro lado de la
sala de espera y los formularios. Ahora el tiempo se le iba a hacer más largo a
María Elena sola, aunque si todo seguía así Carlos saldría bastante pronto, pero
en una de ésas tardaba más que los otros porque era la segunda vez y vaya a saber
qué trámite tendría.
Casi no comprendió al principio cuando vio abrirse la puerta y el empleado la
miró y le hizo un gesto con la cabeza para que pasara. Pensó que entonces era así,
que Carlos tendría que quedarse todavía un rato llenando papeles y que
entretanto se ocuparían de ella. Saludó al empleado y entró en la oficina; apenas
había pasado la puerta cuando otro empleado le mostró una silla delante de un
escritorio negro. Había varios empleados en la oficina, solamente hombres, pero
no vio a Carlos. Del otro lado del escritorio un empleado de cara enfermiza miraba
una planilla; sin levantar los ojos tendió la mano y María Elena tardó en
comprender que le estaba pidiendo la convocatoria, de golpe se dio cuenta y la
buscó un poco perdida, murmurando excusas, sacó dos o tres cosas de la cartera
hasta encontrar el papel amarillo. —Vaya llenando esto —dijo el empleado
alcanzándole un formulario—. Con mayúsculas, bien clarito.
Eran las pavadas de siempre, nombre y apellido, edad, sexo, domicilio. Entre dos
palabras María Elena sintió como que algo le molestaba, algo que no estaba del
todo claro. No en la planilla, donde era fácil ir llenando los huecos; algo afuera,
algo que faltaba o que no estaba en su sitio. Dejó de escribir y echó una mirada
alrededor, las otras mesas con los empleados trabajando o hablando entre ellos,
las paredes sucias con carteles y fotos, las dos ventanas, la puerta por donde había
entrado, la única puerta de la oficina. Profesión, y al lado la línea punteada;
automáticamente rellenó el hueco. La única puerta de la oficina, pero Carlos no
estaba ahí. Antigüedad en el empleo. Con mayúsculas, bien clarito. Cuando firmó
al pie, el empleado la estaba mirando como si hubiera tardado demasiado en
llenar la planilla. Estudió un momento el papel, no le encontró defectos y lo
guardó en una carpeta. El resto fueron preguntas, algunas inútiles porque ella ya
las había contestado en la planilla, pero también sobre la familia, los cambios de
domicilio en los últimos años, los seguros, si viajaba con frecuencia y adónde, si
había sacado pasaporte o pensaba sacarlo. Nadie parecía preocuparse mucho por
las respuestas, y en todo caso el empleado no las anotaba. Bruscamente le dijo a
María Elena que podía irse y que volviera tres días después a las once; no hacía
falta convocatoria por escrito, pero que no se le fuera a olvidar.
—Sí, señor —dijo María Elena levantándose—, entonces el jueves a las once.
—Que le vaya bien —dijo el empleado sin mirarla. En el pasillo no había nadie, y
recorrerlo fue como para todos los otros, un apurarse, un respirar liviano, unas
ganas de llegar a la calle y dejar lo otro atrás. María Elena abrió la puerta de
salida y al empezar a bajar la escalera pensó de nuevo en Carlos, era raro que
Carlos no hubiera salido como los otros. Era raro porque la oficina tenía
solamente una puerta, claro que en una de ésas no había mirado bien porque eso
no podía ser, el empleado había abierto la puerta para que ella entrara y Carlos no
se había cruzado con ella, no había salido primero como todos los otros, el hombre
del pelo colorado, las señoras, todos menos Carlos. El sol se estrellaba contra la
vereda, era el ruido y el aire de la calle; María Elena caminó unos pasos y se
quedó parada al lado de un árbol, en un sitio donde no había autos estacionados.
Miró hacia la puerta de la casa, se dijo que iba a esperar un momento para ver
salir a Carlos. No podía ser que Carlos no saliera, todos habían salido al terminar
el trámite. Pensó que acaso él tardaba porque era el único que había venido por
segunda vez; vaya a saber, a lo mejor era eso. Parecía tan raro no haberlo visto en
la oficina, aunque a lo mejor había una puerta disimulada por los carteles, algo
que se le había escapado, pero lo mismo era raro porque todo el mundo había
salido por el pasillo como ella, todos los que habían venido por primera vez
habían salido por el pasillo. Antes de irse (había esperado un rato, pero ya no
podía seguir así) pensó que el jueves tendría que volver. Capaz que entonces las
cosas cambiaban y que la hacían salir por otro lado aunque no supiera por dónde
ni por qué. Ella no, claro, pero nosotros sí lo sabíamos, nosotros la estaríamos
esperando a ella y a los otros, fumando despacito y charlando mientras el negro
López preparaba otro de los tantos cafés de la mañana.

TODOS MENOS CARLOS

1. ¿Qué relaciones pueden establecer entre “Segunda vez” y “Fiestita con


animación”?
2. Expliquen las frases de los párrafos primero y último:
“Ustedes tranquilos, muchachos, si hay lío aquí la cara la doy
yo, lo único que les pido es que no se me vayan a equivocar de
sujeto, primero la averiguación para no meter la pata y
después pueden proceder nomás.”
“Capaz que entonces las cosas cambiaban y que la hacían salir
por otro lado aunque no supiera por dónde ni por qué. Ella no,
claro, pero nosotros sí lo sabíamos, nosotros la estaríamos
esperando a ella y a los otros”.
3. Escriban un cuento en el que un personaje desaparezca
misteriosamente de una escuela o un museo, un banco, la
municipalidad, etc., como metáfora del terrorismo de estado.

GRAFFITI (1980)
JULIO CORTÁZAR

Tantas cosas que empiezan y acaso acaban como un juego, supongo que te hizo
gracia encontrar un dibujo al lado del tuyo, lo atribuiste a una casualidad o a un
capricho y sólo la segunda vez te diste cuenta que era intencionado y entonces lo
miraste despacio, incluso volviste más tarde para mirarlo de nuevo, tomando las
precauciones de siempre: la calle en su momento más solitario, acercarse con
indiferencia y nunca mirar los grafitti de frente sino desde la otra acera o en
diagonal, fingiendo interés por la vidriera de al lado, yéndote en seguida.
Tu propio juego había empezado por aburrimiento, no era en verdad una
protesta contra el estado de cosas en la ciudad, el toque de queda, la prohibición
amenazante de pegar carteles o escribir en los muros. Simplemente te divertía
hacer dibujos con tizas de colores (no te gustaba el término grafitti, tan de crítico
de arte) y de cuando en cuando venir a verlos y hasta con un poco de suerte asistir
a la llegada del camión municipal y a los insultos inútiles de los empleados
mientras borraban los dibujos. Poco les importaba que no fueran dibujos
políticos, la prohibición abarcaba cualquier cosa, y si algún niño se hubiera
atrevido a dibujar una casa o un perro, lo mismo lo hubieran borrado entre
palabrotas y amenazas. En la ciudad ya no se sabía demasiado de que lado estaba
verdaderamente el miedo; quizás por eso te divertía dominar el tuyo y cada tanto
elegir el lugar y la hora propicios para hacer un dibujo.

Nunca habías corrido peligro porque sabías elegir bien, y en el tiempo que
transcurría hasta que llegaban los camiones de limpieza se abría para vos algo
como un espacio más limpio donde casi cabía la esperanza. Mirando desde lejos tu
dibujo podías ver a la gente que le echaba una ojeada al pasar, nadie se detenía
por supuesto pero nadie dejaba de mirar el dibujo, a veces una rápida
composición abstracta en dos colores, un perfil de pájaro o dos figuras enlazadas.
Una sola vez escribiste una frase, con tiza negra: A mí también me duele. No duró
dos horas, y esta vez la policía en persona la hizo desaparecer. Después solamente
seguiste haciendo dibujos.

Cuando el otro apareció al lado del tuyo casi tuviste miedo, de golpe el peligro se
volvía doble, alguien se animaba como vos a divertirse al borde de la cárcel o algo
peor, y ese alguien como si fuera poco era una mujer. Vos mismo no podías
probártelo, había algo diferente y mejor que las pruebas más rotundas: un trazo,
una predilección por las tizas cálidas, un aura. A lo mejor como andabas solo te
imaginaste por compensación; la admiraste, tuviste miedo por ella, esperaste que
fuera la única vez, casi te delataste cuando ella volvió a dibujar al lado de otro
dibujo tuyo, unas ganas de reír, de quedarte ahí delante como si los policías fueran
ciegos o idiotas.

Empezó un tiempo diferente, más sigiloso, más bello y amenazante a la vez.


Descuidando tu empleo salías en cualquier momento con la esperanza de
sorprenderla, elegiste para tus dibujos esas calles que podías recorrer de un solo
rápido itinerario; volviste al alba, al anochecer, a las tres de la mañana. Fue un
tiempo de contradicción insoportable, la decepción de encontrar un nuevo dibujo
de ella junto a alguno de los tuyos y la calle vacía, y la de no encontrar nada y
sentir la calle aún más vacía. Una noche viste su primer dibujo solo; lo había
hecho con tizas rojas y azules en una puerta de garage, aprovechando la textura
de las maderas carcomidas y las cabezas de los clavos. Era más que nunca ella, el
trazo, los colores, pero además sentiste que ese dibujo valía como un pedido o
una interrogación, una manera de llamarte. Volviste al alba, después que las
patrullas relegaron en su sordo drenaje, y en el resto de la puerta dibujaste un
rápido paisaje con velas y tajamares; de no mirarlo bien se hubiera dicho un juego
de líneas al azar, pero ella sabría mirarlo. Esa noche escapaste por poco de una
pareja de policías, en tu departamento bebiste ginebra tras ginebra y le hablaste,
le dijiste todo lo que te venía a la boca como otro dibujo sonoro, otro puerto con
velas, la imaginaste morena y silenciosa, le elegiste labios y senos, la quisiste un
poco.

Casi en seguida se te ocurrió que ella buscaría una respuesta, que volvería a su
dibujo como vos volvías ahora a los tuyos, y aunque el peligro era cada vez mayor
después de los atentados en el mercado te atreviste a acercarte al garage, a rondar
la manzana, a tomar interminables cervezas en el café de la esquina. Era absurdo
porque ella no se detendría después de ver tu dibujo, cualquiera de las muchas
mujeres que iban y venían podía ser ella. Al amanecer del segundo día elegiste un
paredón gris y dibujaste un triángulo blanco rodeado de manchas como hojas de
roble; desde el mismo café de la esquina podías ver el paredón (ya habían
limpiado la puerta del garage y una patrulla volvía y volvía rabiosa), al anochecer
te alejaste un poco pero eligiendo diferentes puntos de mira, desplazándote de un
sitio a otro, comprando mínimas cosas en las tiendas para no llamar demasiado la
atención. Ya era noche cerrada cuando oíste la sirena y los proyectores te
barrieron los ojos. Había un confuso amontonamiento junto al paredón, corriste
contra toda sensatez y sólo te ayudó el azar de un auto dando vuelta a la esquina y
frenando al ver el carro celular, su bulto te protegió y viste la lucha, un pelo negro
tironeado por manos enguantadas, los puntapiés y los alaridos, la visión
entrecortada de unos pantalones azules antes de que la tiraran en el carro y se la
llevaran.
Mucho después (era horrible temblar así, era horrible pensar que eso pasaba por
culpa de tu dibujo en el paredón gris) te mezclaste con otras gentes y alcanzaste a
ver un esbozo en azul, los trazos de ese naranja que era como su nombre o su
boca, ella así en ese dibujo truncado que los policías habían borroneado antes de
llevársela; quedaba lo bastante como para comprender que había querido
responder a tu triángulo con otra figura, un círculo o acaso un espiral, una forma
llena y hermosa, algo como un sí o un siempre o un ahora.

Lo sabías muy bien, te sobraría tiempo para imaginar los detalles de lo que estaría
sucediendo en el cuartel central; en la ciudad todo eso rezumaba poco a poco, la
gente estaba al tanto del destino de los prisioneros, y si a veces volvían a ver a uno
que otro, hubieran preferido no verlos y que al igual que la mayoría se perdieran en
ese silencio que nadie se atrevía a quebrar. Lo sabías de sobra, esa noche la ginebra
no te ayudaría más a morderte las manos, a pisotear tizas de colores antes de
perderte en la borrachera y en el llanto.

Sí, pero los días pasaban y ya no sabías vivir de otra manera. Volviste a
abandonar tu trabajo para dar vueltas por las calles, mirar fugitivamente las
paredes y las puertas donde ella y vos habían dibujado. Todo limpio, todo claro;
nada, ni siquiera una flor dibujada por la inocencia de un colegial que roba una
tiza en la clase y no resiste el placer de usarla. Tampoco vos pudiste resistir, y un
mes después te levantaste al amanecer y volviste a la calle del garage. No había
patrullas, las paredes estaban perfectamente limpias; un gato te miró cauteloso
desde un portal cuando sacaste las tizas y en el mismo lugar, allí donde ella había
dejado su dibujo, llenaste las maderas con un grito verde, una roja llamarada de
reconocimiento y de amor, envolviste tu dibujo con un óvalo que era también tu
boca y la suya y la esperanza. Los pasos en la esquina te lanzaron a una carrera
afelpada, al refugio de una pila de cajones vacíos; un borracho vacilante se acercó
canturreando, quiso patear al gato y cayó boca abajo a los pies del dibujo. Te fuiste
lentamente, ya seguro, y con el primer sol dormiste como no habías dormido en
mucho tiempo.

Esa misma mañana miraste desde lejos: no lo habían borrado todavía. Volviste al
mediodía: casi inconcebiblemente seguía ahí. La agitación en los suburbios
(habías escuchado los noticiosos) alejaban a la patrulla de su rutina; al anochecer
volviste a verlo como tanta gente lo había visto a lo largo del día. Esperaste hasta
las tres de la mañana para regresar, la calle estaba vacía y negra. Desde lejos
descubriste otro dibujo, sólo vos podrías haberlo distinguido tan pequeño en lo
alto y a la izquierda del tuyo. Te acercaste con algo que era sed y horror al mismo
tiempo, viste el óvalo naranja y las manchas violetas de donde parecía saltar una
cara tumefacta, un ojo colgando, una boca aplastada a puñetazos. Ya sé, ya sé
¿pero qué otra cosa hubiera podido dibujarte? ¿Qué mensaje hubiera tenido
sentido ahora? De alguna manera tenía que decirte adiós y a la vez pedirte que
siguieras. Algo tenía que dejarte antes de volverme a mi refugio donde ya no
había ningún espejo, solamente un hueco para esconderme hasta el fin en la más
completa oscuridad, recordando tantas cosas y a veces, así como había imaginado
tu vida, imaginando que hacías otros dibujos, que salías por la noche para hacer
otros dibujos.

A MÍ TAMBIÉN ME DUELE

1. ¿Qué situaciones denuncia Cortázar en su cuento? Ejemplificar con


citas textuales.
2. ¿Qué creen que simboliza la comunicación de los personajes mediante
graffitis?
3. Busquen grafitis que les gusten o llamen la atención. ¿Dónde se
encuentran? ¿Qué dicen? ¿Qué imágenes tienen? ¿Qué representan
para ustedes?
CANCIÓN DE ALICIA EN EL PAÍS (1980)
CHARLY GARCÍA

Quién sabe, Alicia, este país


no estuvo hecho porque sí...
Te vas a ir, vas a salir,
pero te quedas
¿dónde más vas a ir?

Y es que aquí sabes


el trabalenguas trabalenguas,
el asesino te asesina,
y es mucho para ti.
Se acabó ese juego que te hacía feliz.

No cuentes lo que viste en los jardines,


el sueño acabó;
ya no hay morsas ni tortugas.
Un río de cabezas aplastadas por el mismo pie
juegan cricket bajo la luna.
Estamos en la tierra de nadie, pero es mía.
Los inocentes son los culpables, dice su Señoría,
el Rey de Espadas.

No cuentes qué hay detrás de aquel espejo:


no tendrás poder,
ni abogados, ni testigos.
Enciende los candiles que los brujos
piensan en volver
a nublarnos el camino.

Estamos en la tierra de todos, en la vida;


sobre el pasado y sobre el futuro,
ruina sobre ruina,
querida Alicia.

Se acabó este juego que te hacía feliz.


LOS INOCENTES SON CULPABLES

1. ¿Por qué creen que el título de la canción está incompleto?

2. ¿Conocían la canción? ¿Qué ideas y/o sentimientos les transmite la


letra?
3. Señalen en qué versos observan indicios de:
a) La represión.
b) El silencio.
c) La injusticia.
d) El exilio.
e) El fin de la democracia.
4. Otra canción alegórica de Charly García es “Los dinosaurios”.
Búsquenla y comenten a qué se refiere.

Para escuchar la canción, pueden hacer click en el enlace o escanear el código


QR desde sus celulares.

https://www.youtube.com/watch?v=AveFU7jMPR0

VUELOS (1998)
LA BERSUIT

Vos me estás mirando y yo voy a caer


colgado en tu sien
vos me estás mirando y yo voy a caer
no me ves, pero ahí voy
a buscar tu prisión
de llaves que solo cierran
no me ves, pero ahí voy
a encontrar tu prisión.

Y la bruma rebota siempre hacia aquí


espuma de miedo, viejo apagón
y la bruma rebota siempre hacia aquí
sólo voy a volver
siempre me vas a ver
y cuando regrese de este vuelo eterno
sólo verás en mí
siempre a través de mí.

Un paisaje de espanto así


y el nylon abrió
sus alas por mí
y ahora ves sólo viento
y el nylon abrió sus alas en mí
tu cara se borra
se tiñe de gris
serás una piedra sola.

Te desprendes de mí
yo me quedo en vos
ya mis ojos son barro en la inundación
que crece, decrece, aparece y se va
y mis ojos son barro en la inundación
sólo voy a volver
siempre me vas a ver.

Y cuando regrese de este vuelo eterno


sólo verás en mí
siempre a través de mí
un paisaje de espanto.

VUELOS DE LA MUERTE
1. ¿Qué saben sobre los llamados “Vuelos de la muerte”? Busquen
información al respecto y escriban brevemente de qué se trataban
dichas operaciones.
2. Vuelvan a leer la letra de la canción. ¿Qué relaciones pueden establecer
con los “Vuelos de la muerte? ¿Quién es la voz de la canción, y a quién
le habla?
3. ¿Qué creen que significan estos versos? Analícenlos.
a- No me ves, pero ahí voy/A buscar tu prisión/De llaves que solo
cierran
b- Y el nylon abrió sus alas en mí/Tu cara se borra/Se tiñe de gris
c- Te desprendes de mí/Yo me quedo en vos
d- Sólo verás en mí/Siempre a través de mí/Un paisaje de espanto
Para escuchar la canción, pueden hacer click en el enlace o escanear el código
QR desde sus celulares.

https://www.youtube.com/watch?v=dMI07zZgNAc

INFORME DE LA SITUACIÓN (1982)


VÍCTOR HEREDIA

Paso a detallar a continuación


el sucinto informe que usted demandó:
Duele a mi persona tener que expresar
que aquí no ha quedado casi nada en pie,
más no desespere, le quiero aclarar
que aunque el daño es grave bien pudiera ser
que podamos salvar
todo el trigo joven,
si actuamos con fe
y celeridad.

Parece ser que el temporal


trajo también la calamidad
de cierto tipo de langosta
que come en grande y a nuestra costa,
y de punta a punta del país
se han deglutido todo el maíz.

A los manzanos se los ve


cayendo antes de florecer.
Se agusanaron los tomates
y a las verduras, por más que trate,
ya no hay manera de hacerles bien.

Ya no sé qué hacer
ni tengo con quién.
La gente duda en empezar
la tarea dura de cosechar,
lo poco que queda se va a perder
si, como le dije, no ponemos fe
y celeridad.

Y entre los males y los desmanes


hay cierta gente que ya se sabe,
saca provecho de la ocasión
comprando a uno lo que vale dos
y, haciendo abuso de autoridad,
se llevan hasta la integridad.

Suscribo nombre y apellido


y ruego a usted tome partido
para intentar una solución,
que bien podría ser la unión
de los que aún estamos vivos
para torcer nuestro destino.

Saluda a usted un servidor.

AQUÍ NO HA QUEDADO CASI NADA EN PIE

Lean el siguiente fragmento extraído de una entrevista a Víctor Heredia:


–¿Cómo se podía seguir siendo artista en esos tiempos?
–Y ... una cosa es escribir una canción contestataria ahora y otra cosa
hacerlo entonces. Era hacer arte con un revólver en la cabeza. Mis
primeras canciones habían sido muy duras. Y después seguí. Escribí
“Informe de la situación” en 1978. La cantaba en recitales clandestinos
que hacíamos, y la gente se sentía identificada. Por suerte yo tenía un
público amplio, que excedía a los comprometidos políticamente. Digo
por suerte, porque eso creo que me salvó.

Extraído de https://www.pagina12.com.ar/1999/99-08/99-08-
17/pag26.htm.

1. “Informe de la situación” fue publicada en el año 1982, pero su autor


aclara que la escribió en 1978. ¿A qué situaciones creen que hace
referencia la canción, teniendo en cuenta su contexto de creación?
2. Víctor Heredia declara que en la época de la dictadura se hacía arte
“con un revólver en la cabeza”. ¿Por qué creen que artistas como él
arriesgaban tanto? ¿Qué ventajas y desventajas creen que tienen los
artistas en la actualidad?
3. En la letra se mencionan diferentes cereales, frutas y verduras, que se
han perjudicado por la aparición de plagas como los gusanos y “cierto
tipo de langosta”, tanto, que “no ha quedado casi nada en pie.”
Expliquen la alegoría.
4. ¿Quién les parece que podría ser el receptor al cual se dirige el
informe? ¿Por qué?
5. Investiguen acerca de lo que pasó con María Cristina Cornou,
hermana de Heredia. Busquen la canción “Todavía cantamos”, y
relaciónenla con lo sucedido en su familia.

Para escuchar la canción, pueden hacer click en el enlace o escanear el código


QR desde sus celulares.

https://youtu.be/5ZL0zJA7Z84
ALGUNAS IMÁGENES Y VIÑETAS PARA ANALIZAR
PARA IR CERRANDO…
¿Qué sintieron al leer los textos propuestos en esta unidad? ¿Cuál les gustó
más, y cuál menos? ¿Por qué? ¿Conocen algún otro cuento/poema/
canción/película que sea una alegoría de la dictadura? ¿Qué les parecieron los
recursos empleados por los autores para referirse indirectamente a hechos tan
dolorosos de nuestra historia? Escriban una reflexión personal para integrar
todo lo visto durante este período.
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