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A Juan le llamaba mucho la atención cómo se comportaba Diego, su

amigo de la escuela. Diego era desalineado, poco aplicado, se dormía


recién a la madrugada y comía siempre comida chatarra.

En cambio, Juan comía muchas frutas, sus comidas eran casi siempre
saludables salvo por ocasiones especiales, tenía sus tareas al día y se
acostaba temprano para descansar adecuadamente.

Juan siempre que visitaba a su amigo, veía a los padres de Diego


regañándolo y sugiriéndole que haga las cosas diferentes. Los padres de
Diego le decían "acuéstate temprano", "cómete las frutas" o "haz tu
tarea".

Pero Diego no hacía caso a lo que le decían, simplemente hacía todo lo


contrario. Juan estaba convencido de que su amigo era un niño
desobediente.

A Juan eso le preocupaba porque veía como su amigo se perjudicaba con


sus malos hábitos. Un día que estaba con cara sería pensando en el
asunto en el sofá de su casa su padre le preguntó:

—¿Qué pasa Juan que andas con esa cara de preocupado?

—Es que pensaba en Diego, se la pasa comiendo mal, no hace sus


tareas y duerme muy poco.

—Eso es cierto, ¿Y qué es lo que tanto te preocupa de ese asunto?

—Que sus padres le dicen todo el tiempo que haga las cosas mejor, y él
no hace caso. Parece que fuera sordo o no entendiera —respondió Juan,
afligido.

—No hace caso a lo que le dicen, eso es cierto Juan. ¿Pero te has puesto
a observar a los padres de Diego? —preguntó su padre.

—No mucho papá, ¿por qué me preguntas?

—Es que los padres de Diego le dicen una cosa, pero hacen otra. Fíjate
que le piden que se duerma temprano y ellos se quedan despiertos
hasta altas horas de la noche. Le piden que coma saludable y ellos se la
pasan comiendo porquerías. Y le piden que haga sus tareas y su casa es
un desorden total.

—¿Y entonces? —preguntó Juan.

—Y entonces, Diego tiene mensajes contradictorios. La realidad es que


se educa con el ejemplo. Diego está haciendo lo que ve en su entorno.

—Entiendo.

—Pero tranquilo, Diego es un niño inteligente y seguramente logrará


hacer las cosas mejor. De todas formas, cuando vea a sus padres les
comentaré al respecto.

Después de esa charla, Juan se sintió un poco más tranquilo, y pudo


comprender que el ejemplo y lo que uno ve en su entorno enseña mucho
más que las palabras. Juan ya no pensó en su amigo Diego como un
niño desobediente, y lo ayudó en cuanto pudo mostrándole otras
realidades.

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