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El señor Barbatrás y su

especial barba
En un lugar muy cerquita del mar, vivía el señor Barbatrás. Era un señor muy amable
y simpático. Era un señor muy mayor, nadie sabía exactamente cuántos años tenía.
El señor Barbatrás tenía una larga barba blanca, que le cubría el rostro y gran parte
del cuerpo. Decían las personas del lugar que nunca se había recortado la barba.

Pero su barba, era una barba muy especial. Cuando el señor Barbatrás necesitaba
algo, cerraba los ojos, introducía las manos dentro de su gran barba blanca y extraía
aquello que necesitaba. Si necesitaba un bolígrafo para escribir, lo buscaba entre los
pelos de su barba, si lo que quería eran unos zapatos, allí los encontraba también.

Todos los niños y niñas se le acercaban todas las tardes, y el señor Barbatrás
introducía las manos entre los pelos de su barba y de allí extraía caramelos, globos y
juguetes que repartía entre los niños y niñas. A todos los pequeños les encantaba ir
a ver al señor Barbatrás.
Pero vivía también en aquel lugar, muy cerquita del mar, un niño muy tímido, que siempre se
quedaba observando como los demás niños y niñas disfrutaban de las cosas que el señor
Barbatrás sacaba de su barba. Pero era tan tímido este niño que nunca se atrevía a acercarse, y
de esta forma el señor Barbatrás les daba caramelos y juguetes a todos los niños y niñas, pero
nunca se los había dado a este niño.

El pequeño Din, que así se llama el niño tímido, tenía miedo de acercarse al señor Barbatrás,
sentía mucha vergüenza y nunca disfrutaba con los demás niños y niñas.
Un día la mamá de Din, se puso enferma.
-Din vete a la farmacia a traerme medicinas-le pidió su mamá.

Din fue a la farmacia, pero estaba cerrada ese día, porque era un día de fiesta. Y así el niño volvió
a casa sin las medicinas. Su mamá estaba en la cama y no mejoraba.
Entonces a Din se le ocurrió una idea. Seguro que el señor Barbatrás podía sacar de su
barba las medicinas que su mamá necesitaba. Rápidamente salió de su casa y fue en
busca del señor Barbatrás. Le encontró rodeado de niños y niñas, sacando cosas de su
gran barba blanca.

Se quedo alejado observando, era tan tímido que no se atrevía a acercarse, sentía
mucha vergüenza. Se dio la vuelta, decidido a volver a su casa con su madre. Ya que no
podía llevarle medicinas, estaría con ella hasta que abrieran la farmacia al día siguiente.
Pero entonces pensó su mamá en la cama sin medicinas y sin
mejorar de su enfermedad. Y se lleno de valor, venció su timidez y
se acerco al señor Barbatrás que estaba rodeado de niños y niñas.

-Hola Din!!-le dijo el señor Barbatrás, que se conocía los nombres


de todos los niños y niñas del lugar- ¿quieres un caramelo? O
¿quieres un globo?
Din, sentía mucha vergüenza, porque el señor Barbatrás le había hablado y
ahora todos le miraban a él. Pero pensó en su mamá y se lleno de nuevo de
valor y pudo responder al señor Barbatrás.
-No quiero ni caramelos, ni globos. Mi mamá está enferma en la cama y
necesita medicinas.
-Eso es mucho más importante que los caramelos y los globos-le dijo el señor
Barbatrás.
El señor Barbatrás cerró los ojos e introdujo las manos entre los pelos de
su larga barba blanca. Busco unos instantes y sacó de allí un frasco de
jarabe para la mamá de Dín.
De esta manera Din, pudo ir a su casa corriendo con la medicina y dársela
a su mamá que se recuperó rápidamente.
Desde entonces Din perdió la vergüenza, ya no le daba miedo acercarse al
señor Barbatrás. Lo había hecho ya, una vez y no había pasado nada malo.
Al contrario había conseguido ayudar a su mamá. Y todas las tardes Din, se
acercaba al señor Barbatrás con los demás niños y niñas y disfrutaba de
las cosas que éste sacaba de su gran barba blanca.

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