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Maestría en Estudios Culturales

Centro de Estudios Interdisciplinarios


UNR

Pensar (se), sentir (se) y hacer (se) (en) el “Encuentro de San Antonio”
Comunidades, intermitencias y una posible performática
entre cuerpos conmovidos

Lic. Carolina Condito


DNI: 31663249

Seminario: “De la vanguardia rusa al cine de Käurismaki: la metamorfosis


estética de la idea del comunismo”

Docente: Dr. Federico Galende (Universidad de Chile)

-2017-

1
Pensar (se), sentir (se) y hacer (se) (en) el “Encuentro de San Antonio”
Comunidades, intermitencias y una posible performática
entre cuerpos conmovidos

Carolina Condito

Uno piensa que los días de un árbol son todos iguales.


Sobre todo si es un árbol viejo.
No. Un día de un viejo árbol es un día del mundo.
Haroldo Conti, “La balada del álamo carolina”

¿Qué puerto aparecido?


La alta fiesta celeste sumergida
bajo el encantamiento de las chispas aladas:
luciérnagas, luciérnagas, todavía en el río!
Juan L. Ortiz, “Luciérnagas”

(….) Rincones, rinconcitos.


Que reverdecen con cada estío
desde el crepitante despertar de un vino
hasta el nuevo cancionero de los asados.
A pesar de lo grotesco y el olvido,
a pesar de tanto hachazo.
Lugares lumbre, con alma,
donde se nos arremolina un caterío
de hijos por las patas, mientras heredan, atestiguan
la imprescindible continuación de la magia.
José Luis Aguirre, “Resistencia”

Un grupo de amigos y amigas en su mayoría bailarines y maestros-maestras de danza de


distintas procedencias se juntan con otro grupo de personas a las que les gusta bailar, que, a
su vez, convocan a otro grupo, quienes, animados por lo ya vivido en una serie de espacios
que inventaron juntos, quieren seguir haciéndolo: encontrarse. Nada mal para comenzar. De
igual manera, consideramos necesario –y justo– dilatar este inicio y presentación del tema
añadiendo algunas cuestiones y referencias. En efecto, parece ser que el grupo de bailarines
y bailarinas tiene ya en sus biografías unas cuantas experiencias comunes, viajes y
emprendimientos colectivos en los cuales la música, la danza y la poesía popular, se
entremezclan con el movimiento que provoca una fiesta en la calle, una celebración en una
escuela de pueblo, una plaza en domingo o un patio de tierra colmado y muy bien regado.
Muchas y variadas –pero contadas– llamas son las que en un inicio encienden este fuego
que, como ya veremos, de a poco se irá avivando.

2
Y tiene fecha y tiene lugar; también un par de nombres propios reunidos por un relato –en
este caso corporizado– llamado “Folclore”. Relato que en ese entonces ya incomodaba a
nuestros protagonistas por lo que reglaba y segregaba y, quizá por ello mismo, relato que
también los interpelaba (el tiempo pasado es opcional). “Hay que salir a buscar lo que vive,
lo que nos interpela como pueblo, lo que se baila, se toca, se cocina, se comparte…”
parecieron decirse estos cuerpos. Y fue por Deán Funes, Córdoba, Cosquín, Santiago del
Estero, La Rioja, Sanagasta, Chilecito, Catamarca, Jujuy, y una decena de pueblos
recónditos ubicados en distintas provincias habitualmente relegadas de los grandes circuitos
de producción y difusión del “Folklore Nacional”, que este grupo de artistas y celebrantes
emprendió su viaje emancipatorio.
Es diciembre de 1991 en San Antonio de Arredondo, un pequeño pueblo de la provincia de
Córdoba, ubicado en las cercanías de la turística Villa Carlos Paz. Allí, luego de variados
intercambios y puesta en cuerpo de “textos” omitidos por los manuales de la Academia, este
mencionado grupo de artistas arroja la primera semilla y nace el “Encuentro Nacional
Cultural de San Antonio de Arredondo” (desde ahora “el Encuentro”). Podríamos agregar
que la semilla fue sembrada precisamente al inicio de una década marcada por el avance de
las políticas neoliberales en nuestro país –con todas las exclusiones y “derrumbes” que esto
implica– por lo que como marca de origen aparece algo del orden de la supervivencia1.
Chispa, lumbre y destello que se enciende y vislumbra entre las avanzadas del american way
of life en versiones locales y con “mucho plástico bajo el puente”. Aún hay lugar, deseo y
necesidad para la experiencia. Aún hay lugar. Hace veintiséis años de manera
ininterrumpida, el segundo fin de semana de diciembre y durante cuatro días, miles de
personas se acercan a un espacio-tiempo para compartir y en ello ser y hacer parte de “el
Encuentro”.
El acontecimiento se inicia varios meses antes cuando un grupo de vecinos y vecinas de las
comunas del sur de Punilla y alrededores comienza a juntarse para planificar el trabajo. Este
implica –entre muchas otras cosas– una llegada al predio del encuentro varias semanas antes
instalándose allí para poder coordinar las tareas y dar cierta seguridad a las infraestructuras,
también quedarse hasta veinte días después para devolverlo al estado anterior a la fiesta. El
predio es una propiedad privada utilizada para el pastoreo de animales que hace años es
cedida durante algunos días para consumar la celebración, por lo que, del encuentro
propiamente dicho, nada hay antes y nada queda después (aunque eso lo veremos). Se

1
Cfr. Didi Hubeman (2012).

3
prepara, se vive y se desarma. Fin de esa función. Agregamos que “el Encuentro” se realiza
de manera autogestiva puesto que no recibe dinero de auspiciantes ni hay empresas que
intervengan en su realización. También nos interesa contar que no se cobra entrada a los
espectáculos ni a los talleres. Todas las personas que se alojan en el predio lo hacen en su
carpa. Ni artistas, ni docentes ni organizadores cobran por su trabajo. El trabajo y reunión
para y por la celebración es aquí un gran motivo.
Con referencia a las motivaciones, es posible establecer según relatos2 de algunos de los
primeros referentes que “el Encuentro” se crea como un espacio para compartir las artes en
relación a lo que comúnmente llamamos “Folclore”. Folclore sí, solo que –siguiendo lo
comentado más arriba acerca de las marcas de origen– con la intención de desprenderse de
los relatos hegemónicos planteados en los enfoques académicos3 y al modelo “estampado” y
carente de profundidad proyectado desde los medios masivos de comunicación4. Está aún
presente el propósito de que “el Encuentro” sea albergue y pueda comulgar las expresiones
vivas de distintos sectores populares.
Lo que ocurre durante la festividad excede a las muestras artísticas que también se producen
arriba de los escenarios, dando lugar a espacios de talleres, proyecciones, charlas, muestras,
espectáculos y almuerzos compartidos en los cuales se entremezclan saberes y experiencias
heterogéneas propias de la multiplicidad de quienes participan. Hay un cronograma a modo
de propuesta de las mencionadas actividades que se inician durante la mañana, se
interrumpen durante el almuerzo, y continúan por la tarde. También hay una planificación
previa de los espectáculos y presentaciones en los escenarios. Hoy “el Encuentro” convoca a
personas y grupos urbanos, rurales, aborígenes, marginales, pudientes, universitarios…,
quienes se enteran de su existencia por un “boca en boca” alimentado por años de
efectuación de acontecimiento. Por la masividad que recobraron los últimos encuentros y
también por la necesidad de narrar ciertos fundamentos para los recién llegados, “el

2
Muchos de los testimonios y relatos que aquí presentamos pueden encontrarse en el libro Bailar en San
Antonio: testimonios y reflexiones sobre el Encuentro Nacional Cultural de San Antonio de Arredondo
(2013).
3
Aquí hacemos referencia al modelo canónico desde el cual se presentó al folclore en libros, manuales y
revistas especializadas, principalmente a la danza en tanto un compendio rígido de coreografías. Estos
materiales fueron –y son– difundidos y extendidos en todo el país en academias e institutos públicos y
privados de enseñanza. Ejemplo de ello son los libros de Carlos Vega (1898-1966), Juan de los Santos
Amores (1915-95), por nombrar algunos referentes.
4
Esto puede observarse en festivales como “El Festival Nacional de Folklore de Cosquín”, “Festival de
Doma y Folclore de Jesús María”, “Fiesta Nacional de la Vendimia”, entre tantos otros espacios
dedicados a la música y la danza “folclórica” que se encuentran regidos por lógicas y tiempos de
mercado-consumo televisivo.

4
Encuentro” cuenta hace algunos años con una página web oficial5; no obstante, carece, por
decisión de la organización, de publicidad o difusión de carácter masivo.

Hay muchísimo para y por escribir acerca de “el Encuentro” de San Antonio. Difícil tarea la
de narrar una experiencia en la que una misma es –como tantas de las personas anónimas
que participan– año a año transformada, cuestionada y colmada de preguntas, saberes y
nuevos-otros desde los cuales “poblar el desierto” propio, o al menos empezar a
reconocerse, desde allí, en sus diferencias. Hace ocho años que soy parte de este espacio de
encuentro como bailarina, cocinera, docente, lavandera, comunicadora, amiga, estudiante, y
sobre todo celebrante; no obstante, es esta la primera vez que me convoca la escritura. En tal
sentido, quisiera advertir que a lo largo de estas líneas se irán entremezclando variadas
cuestiones: pensamientos nacidos desde este ser y hacer parte de “el Encuentro”, articulados
y tensionados por distintas preguntas y problemáticas que se asocian a lecturas e ideas que
fueron propuestas en el marco del Seminario “De la vanguardia rusa al cine de Käurismaki:
la metamorfosis estética de la idea del comunismo”6 e irrumpieron para iluminar, cuestionar
y problematizar dichas posiciones.
Como ya empieza a leerse, este texto no pretende ser exhaustivo o minucioso en
descripciones ni se ofrece como un análisis riguroso en términos sociológicos,
antropológicos o comunicacionales. Tampoco asume la ausencia de afectividad para hacer
sus planteamientos esenciales, sino más bien lo contrario. De lo que se trata es, siguiendo a
la bailarina y antropóloga Patricia Aschieri, de sugerir un texto que intenta hacerse cargo y,
así, poner de manifiesto que “por debajo de estos constructos reflexivos hay un cuerpo de
conocimiento anudado indisolublemente al mundo” (Aschieri, 2011: 76) y en este caso
concreto, a una experiencia situada.
Es la intención primera del presente escrito, entonces, la de ofrecerse como un texto en tanto
pequeña porción de “permanencia”: un pequeño “existente” que pueda a través de la palabra
dar cuenta de las impasibles imbricaciones entre el pensar, imaginar, escribir, y el crear,
armar, poblar. “Dar cuenta” y en ello recrear estados. Modos de estar y habitar el mundo.
Los pasajes a la existencia y sus dificultades, también las potencias, asedios y aciertos. El
“Encuentro Nacional Cultural de San Antonio de Arredondo”, creemos, es un fenómeno

5
http://www.encuentrosanantonio.com.ar/
6
Hacemos referencia al Seminario de Maestría en Estudios Culturales (CEI-UNR), dictado por el Dr.
Federico Galende, durante marzo de 2017 en la ciudad de Rosario.

5
más que interesante en tanto territorio para preguntarnos por ‘lo posible’7. Entre la
performance y la expresión, entre la cultura y la identidad, diferencia y repetición.
Acontecimiento escénico, por fin, de una vida que puede ser, también y deseablemente, en
común con y entre otros.

A continuación explicitamos las líneas de trabajo o puntos de interrogación desde los cuales
partimos y en los cuales ya nos encontramos “danzando”, junto con las principales
referencias teóricas que, en cada caso, nos sirven de base y despliegue para su desarrollo.
1. En principio pensamos a “el Encuentro” como una práctica colectiva dotada de un
carácter experimental por cuanto sostiene un modo de armar y constituir comunidades –de
artistas, de culturas populares, de maestros, maestras– en su mismo acto de realización en
tanto performática, ritual y escenificación año a año refundada. Asimismo, reconocemos que
esas múltiples manifestaciones culturales que “se encuentran” (aborígenes, urbanas, afro,
rurales, letradas, populares) están ancladas en ciertas tradiciones, ligadas a la reiteración, la
historia y lo consuetudinario, por lo que el carácter experimental aparece en tensión
constante con varios y heterogéneos textos fundacionales.
Para pensar algunos aspectos de estas cuestiones tomamos fundamentalmente el trabajo
realizado por Erika Fisher en “Estética de lo performativo” (2011). Una referencia “casi
obligada” en la temática es, también, el trabajo de Bajtín (1987), a propósito del carácter que
asume la cultura en períodos de fiesta y carnaval. En tal sentido los aportes recientes de
Cecilia Hopkins (2008) a acerca de los carnavales en el NOA, más cercanos que el anterior
en tiempo y espacio, nos resultan útiles en tanto nos remiten a la relación compleja entre
ritual, celebración, religiosidad en tiempos de masividad, virtualidad, espectáculo y puestas
en escena.
2. En segundo lugar, nos detendremos a explorar la práctica de “el Encuentro” en tanto
acontecimiento escénico, estético y político en el cual las fronteras que lo delimitan son, en
la propia dinámica de acontecer, posibles de ser pensadas como umbrales. Interesa traer
estas cuestiones fundamentalmente, y una vez más, por lo que vemos-creemos que
posibilita. La pregunta por la comunidad es nuestra constante puesto que explorar la
comunidad que se configura en este encuentro aparece como una interpelación y apuesta
(más) por la emancipación de (nosotros) los pueblos.

7
Cfr. Lazzarato (2006).

6
Alimenta en este sentido, además de las referencias teóricas antes mencionadas, algunos de
los planteos de Judith Butler, principalmente en su ensayo “Nos, el pueblo. Apuntes sobre la
libertad de reunión” (2014), y el diálogo posible con los trabajos publicados en el libro
Bailar en San Antonio. Testimonios y reflexiones sobre el encuentro Cultural de San
Antonio de Arredondo (2013).
3. Por último, y a modo de conclusión, nos interesa vincular la performática de “el
Encuentro” con su devenir en guía y/o referencia para otros encuentros que a instancias de
esta experiencia se realizan –con sus particularidades e idiosincrasias que también los
particulariza– en el resto de la provincia de Córdoba y el país. Sostenemos que si bien la
vivencia es la que primordialmente funda, también hay una supervivencia traducida en
imágenes multiplicadas durante y en lo posterior al encuentro (fotografías sobre todo, pero
también relatos, canciones, crónicas) que no dejan de llamarnos la atención y consideramos
relevante tomarlas en cuenta para analizar lo que creemos experiencias de “resistencia”
comunitaria.
Apoyados en algunas reflexiones esgrimidas por Didi Huberman en “Pueblos expuestos,
pueblos figurantes” (2014) y “Supervivencia de las luciérnagas” (2012), nos vuelve el
interrogante acerca de aquellos modos que elegimos para mostrarnos, exponernos, decirnos
y contar cómo somos y cómo nos deseamos organizar.

1. Los cuerpos, preparaciones y conjunciones

¿Qué envuelve la realización de un encuentro que es vivido como una festividad? ¿Qué
dinámicas o prácticas se actualizan o ponen en juego? Asimismo, nos preguntamos: ¿qué se
compone? En la primera parte de este apartado nos dedicaremos a los dos primeros
interrogantes ligados a los elementos y modalidades que se disponen en y para la gestación
de un encuentro y, en un segundo momento, abordaremos la problemática de la mezcla y las
asociaciones de tales elementos.

Las disposiciones, la magia


Las culturas vuelven al tiempo del mito por medio del rito. Vuelven porque necesitan de ese
momento extracotidiano y de abandono, puesta en suspenso de la existencia ordinaria, tal
vez así sobrellevarla. Embellecer la vida, supervivir, son tanto consignas que podríamos
observar y sostener en términos “de época” así como también como pulsiones constantes en
la historia de los hombres y mujeres en tanto seres simbólicos. Estamos atravesados por

7
rituales cotidianos que, en su devenir colectivo y sin tiempo –cronológico–, son devueltos a
un momento que podría decirse ‘mítico’, de relato. Tal como plantea Michèle Petit (2015),
podemos reconocernos como seres necesitados de sintonizar con lo que nos rodea de manera
poética, y es desde ese reconocimiento, devenido cuerpo-potencia-colectiva –la tribu– que,
sostenemos, se funda lo que algunos nombran como la “magia de San Antonio”. Esa
“mística del Encuentro” es un relato fundante tanto para quienes lo alimentan como para
quienes curiosos preguntan por él alguna primera vez.
Aun así podríamos preguntarnos ¿dónde está la magia en un hacer común sostenido en
actividades que usualmente se consideran de rutina o de la vida cotidiana, como cocinar,
ordenar, preparar los espacios de trabajo, dar una clase, lavar? La intuición nos vuelve, una
vez más, a la comunidad y sus fundaciones. Y es simbólica y es corporal. Lo simbólico que
se inaugura desde y a partir de lo corporal. Y el círculo sigue “espiralando”, interrogando y
deseando: la “nuda vida”8 puede ser reencantada.
Sí; quehacer cotidiano, pero en un espacio-tiempo dispuesto especialmente para que algo
diferente suceda, y esto es la fiesta. Hay un tiempo, una frecuencia distinta que la fiesta
popular inaugura, sobre todo si se tienen en cuenta algunas características esenciales que en
ellas se observa, tal como el destacado lugar otorgado a los preparativos. Quien haya podido
presenciar “la previa” de una celebración popular, no tardaría en consentirle cierto carácter
de encantamiento que, puede decirse, la acerca a la preparación de una realización escénica,
así como también una presencia tal en términos de experiencia y vivencia de la fiesta misma,
que la avecina a la percepción y a la experiencia estética propias de la creación artística.
A propósito de las festividades en el noroeste argentino, y dejando visible la interrelación
entre arte y vida, magia y cotidianeidad en tales celebraciones, Cecilia Hopkins sostiene que:
“Todos los espectáculos populares se aprecian de otro modo en caso de tomar contacto con
sus preparativos: en todo aquello que usualmente se oculta a la vista del público existe un
concentrado del sortilegio que rodea a las artes performativas en general” (2008: 118). En lo
que me concierne, de mis experiencias en San Antonio puedo decir que nunca me sentí tan
‘bailarina’ como en los momentos en que suenan voces y guitarras mientras me encuentro
picando cebolla y hacen que momentáneamente deba suspender esa actividad para agitar
repasador y caderas…, esto, en sincronía con el mirar de un desconocido que, pelando papas
y desde otro tablón de la cocina, me invita a cocinar juntos una danza. Se trata de un baile en
tanto danza compartida, baile capaz de contener y mezclar –más que nunca, en esa cocina a

8
Cfr. Agamben (2017).

8
cielo abierto– los olores y sabores más diversos, los territorios menos conocidos con los
repertorios más “arraigaditos”, en un presente, tan presente de liturgia y de preparación
acostumbrada.
Resulta oportuno –y clásico también– en esta tarea considerar el trabajo de Bajtín (1987),
quien estudió a la cultura cómica popular durante la Edad Media, principalmente la cultura
del carnaval. Ésta es planteada –entre muchas otras cosas– como un fenómeno situado en la
frontera entre arte y vida, fenómeno de mezcla y abolición momentánea de las diferencias y
jerarquías sociales imperantes en ese momento. En el carnaval, también se disolvería en gran
parte la línea que separa al actor del espectador (artista-público): “los espectadores no
asisten al carnaval, sino que lo viven” (Bajtín, 1987: 14), plantea el autor, y nos abre una
nueva línea para pensar a “el Encuentro” en tanto espacio de frontera y performática.
Cocinar junto a quien en un par de horas desplegará un espectáculo puede decir algo en estos
sentidos. También la imagen –muy común en el Encuentro– de un artista que en medio de su
presentación en el escenario invita a un otro que en ese momento está desarrollando alguna
actividad operativa, tal como atender la barra de bebidas o mezclar la preparación de la
humita, a compartir una canción o una danza “allí arriba”. No es menos representativo el
“hacer cola” para acceder al plato de almuerzo, y ser “desviado” del curso de la hilera por un
devenir serpenteante y entrelazando de manos, brazos y voces que, entre huainos,
carnavalitos y serenatas, se acercan, con-funden y mezclan entre otros tantos “otros”.

Ya las mezclas. Una comunidad


Para que haya ‘mezcla’ deben reunirse componentes distintos en alguno de sus aspectos. La
comunidad que propicia “el Encuentro” es una comunidad de la mezcla desde sus mismos
fundamentos. Estos, ya se dijo, están ligados a la necesidad de juntarse y de integrar
fenómenos “vivos, presentes” de las culturas populares en sus distintas expresiones. La
misma espacialidad y diagramación, así como las actividades que allí se proponen, están
orientadas a que aparezcan las expresiones que resisten –que resistan con su aparición– a la
fosilización esbozada en manuales, textos y escritos cuya principal intención pareciera ser el
grabar una estampa de identidad nacional. Hay cuatro días disponibles para que puedan
asomar aquellas expresiones que, por la luz cegadora de las pantallas, son invisibilizadas o
expuestas en sus más vacías caricaturas. Se presenta una comunidad de mezcla, también, por
la performática misma que implica su actualización renovada en cada nueva edición de “el
Encuentro”, con su multiplicidad expuesta y lenguas incorporadas o al menos mutuamente
afectadas.

9
Esta puesta en relevancia de la comunidad en tanto territorio experimental se ubica en la
tradición que pone la actuación de los cuerpos en un primer plano. Implica el detener la
atención hacia la performance en tanto disposición de los cuerpos-elementos y la
experiencia sensible acorde a necesidades y deseos, antes que al “texto” en sentido de una
línea o modelo al cual habría que seguir, confirmar o actualizar.
Si nos hacemos eco del último escrito de Deleuze (1995), podemos sostener que, en esta
comunidad experimental de “el Encuentro”, el trazado común está ligado a una inmanencia
como proyecto en sí mismo a partir del cual, desde su interior, observamos se van perfilando
los distintos posibles, existentes, expresiones e interrelaciones. Sin duda existen
regularidades y continuidades: la “perseverancia en el ser” es necesaria, sólo que,
curiosamente, en un espacio ligado al folclore y las expresiones populares –con imaginarios
y manifestaciones colmadas de coreografías, formatos y textos fundacionales– “los modos
de ser” no estarían determinados por un algo superior o previo, o al menos no de manera
única, por lo que nos interesa destacarlo.
Asimismo, estas ideas pueden ser leídas en correlación con las argumentaciones presentes en
el libro Bailar en San Antonio (2013) acerca del planteo ético/estético que sustentan muchas
de las prácticas que allí se suceden, fundamentalmente en los espacios de talleres:

Bajar a la danza de los escenarios y hacer que la gente se reapropie de ellas es


resultado de un largo camino donde al cuerpo, poco a poco, se lo ha ido liberando
de exigencias de bellezas, de definiciones cerradas que establecen un único código
de movimiento, de estereotipos morales, de construcciones de nacionalidad que
dejan por fuera a tradiciones con otros lenguajes de movimiento y forma de habitar
el mundo (Díaz, N.; Dìaz, C.; Paez, F., 2013: 103).

2. Los cuerpos, intensidades: una puesta, algunos umbrales.

Sostener a “el Encuentro” como un modo de hacer/estar en común debe ser leído en su
implicancia ética, estética a la vez que política. Estas ideas encuentran resonancia con
aquello que en su ensayo “Nosotros, el pueblo. Apuntes sobre la libertad de reunión” Judith
Butler (2014) destaca a propósito de la performática de los “cuerpos que se juntan”. Esto es,
la acción misma de reunirse colectivamente es una realización política performativa, aun si
se trata de algo previo y se encuentra separado de cualquier acto de habla específico: “Son
los cuerpos, juntos, sus movimientos, sus gestos y modos de actuar en común, los que ya nos
introduce en un nosotros” (Butler, 2014: 54).

10
Butler se pregunta el porqué de los cuerpos y su insistencia en juntarse, y aparece otra clave
que nos sirve para nutrir la pregunta por la perdurabilidad de “el Encuentro”. Los cuerpos
siempre buscan una vida duradera, más digna, y para todos, al menos es su condición y
potencia en el estar juntos. Los cuerpos se juntan y en eso muestran por un lado que son
cuerpos, así como también qué implicancias políticas tiene el resistir “en este mundo” como
cuerpo. Es en su juntarse que crean redes de protección, y en ello muestran simultáneamente
la posibilidad de resistencia y su necesidad de asistencia (Butler, 2014). Los cuerpos juntos
resisten, se asisten y pueden –necesitan– crear experiencias estéticas capaces de
conmoverlos y transformarlos.
Se juntan, diagraman, se emocionan, se extienden, se exponen… y en eso (se) producen un
mundo. Los cuerpos: una totalidad de extensión emocionante y emoción extensa, una
totalidad de exposición y/o sentido9. Pensar la potencia que contiene el “Encuentro Nacional
Cultural de San Antonio de Arredondo” es también una clave para comprender su
performática. Resulta interesante destacar entonces la corporalidad en tanto materia densa
que atraviesa y funda, a la vez que legitima esta particular comunidad reunida bajo la égida
de un encuentro cultural. “El Encuentro” se realiza más allá de su ser nombrado como tal; o
mejor dicho, su verificación y perpetuación está dada en la renovada convocatoria de los
cuerpos que se acercan, se instalan y hacen cosas –componen muchas cosas– juntos.
Llegado el ocaso de domingo, el encuentro finaliza y hay que borrar sus rastros –tapar las
canaletas, desarmar los escenarios, la cocina, los baños– y devolver la fisionomía anterior al
predio, tal como si allí nada hubiera ocurrido. Si se quiere “Encuentro” al año siguiente, será
necesario repetir la actuación, esto es, volver a juntarse. Allí será necesario advertir los
textos que, cuerpos viejos, cuerpos nuevos, indefectiblemente traen consigo para la
escenificación de una nueva “realización escénica” 10.
Si la cultura toda puede ser pensada como una producción performática, sobre todo a partir
del llamado ‘giro performativo’ en los años sesenta (Fisher, 2011), de manera casi
insoslayable es posible comenzar a replantearnos muchos de los “textos” que recibimos,
leemos y reproducimos, o al menos ofrecer cierta sospecha y cuestionamiento de origen. Si
bien es en la actuación y reiteración en una determinada temporalidad que se termina fijando
un modo (de identidad, de género) también es desde esa actuación que alguna

9
Cfr. Nancy, J-L. (2010).
10
Los conceptos “puesta en escena” “realización escénica”, “escenificación” y “experiencia estética” son
trabajados especialmente en base a la propuesta de Erika Fisher en Estética de lo performativo (2011). No
lo aclaramos cada vez porque también son, en su reapropiación para este escrito, en parte modificados.
Acerca de la conceptualización que ofrece la autora de los dos últimos términos, ver fundamentalmente
las páginas 378-385 del libro citado.

11
transformación puede producirse (Butler, 1999). Precisamente, en un contexto en el cual los
ámbitos del arte, del mundo de la vida y de la política no pueden diferenciarse nítidamente
(Fisher, 2011) cobra vital importancia para nosotros, en esta tarea de observar comunidades
más deseables, el observar los modos en que se producen las transiciones, los límites, y –lo
decimos una vez más– las mezclas.
Es de estas ideas que nos valemos para pensar aquello que “los encuentros” posibilitan
–lleven o no tal nombre– en función de las discursividades que toman y comulgan o
conjugan. En San Antonio se mezcla todo el tiempo pero siguiendo la performática del
encuentro. Hay una programación sugerida, que podría pensarse como una secuencia posible
de esta performática y que habilita distintas perforaciones a la vez que las regla en un
espacio que se repiensa y se rehace permanentemente. Ejemplo de ello puede ser la
declaración que no permite la venta de productos en el predio ni la presencia policial –por
otra parte, jamás requerida–. También la decisión colectiva de multiplicar los fogones
“oficiales” –atento a la masividad de los últimos años– con motivo de evitar que se
propaguen anárquicamente por lugares preparados para otros fines o que puedan resultar
riesgosos, pero sobre todo con la intención de no perder “el espíritu del Encuentro” ligado a
reunirse y compartir entre distintos.
El mundo necesita ser reencantado. Para ello, no basta con una escenificación –planificación
del Encuentro–, además es ineludible que quienes sean partícipes de cada acontecimiento
puedan atravesar por un tipo especial de percepción que los lleve a su transformación –que
algo se mueva, que algo conmueva–. Para alcanzar estos estados e intensidades, el estar
juntos de los cuerpos –la tribu, una vez más– es fundamental o al menos muy propiciatorio
en lo que a contagio refiere. Con el contagio de emociones, las realizaciones escénicas
demuestran su fuerza transformadora (Fisher, 2011) y los límites que separan a una
realización escénica artística de una no-artística, comienzan a desdibujarse. El límite se
convierte en umbral, y allí sólo queda sentir el vínculo

3. Los cuerpos expuestos, encuentros destellos: un lugar (en) común

Si escribo es porque creo, y en esa creencia veo un brillo intermitente que no es el de las
pantallas táctiles con sus múltiples ofrecimientos y formatos. Al derrumbamiento le
ofrecemos resistencia con su devenir potencia, en esta escritura, en esta vida. Hay rastros de
danza, baile más bien: hay un tiempo de celebración y lo sospecho cada vez más cotidiano,
más humano. Será que –siguiendo a Didi Huberman (2012) –aún quedan rastros de

12
humanidad: singularidades, luciérnagas, resplandores que hacen que se pueda hablar de y
desde cierta supervivencia. Dotar al tiempo y prácticas cotidianas de ‘una existencia’ podría
ser el primer gesto –difícil paso–. Hacer de ello una celebración convocante y que a su vez
se prolongue en el tiempo con la apuesta de ser re-fundado, cada vez, merece detenernos,
mirarnos y también preguntarnos. Allí una idea: lo sagrado en lo cotidiano puede pensarse
también en la recuperación del ritual de juntarnos.
¿Se trata del ritual de los cuerpos transformando el mundo de los conceptos? Si el esfuerzo
es encontrar la humanidad “pese a todo”, la pregunta por “las posibilidades de aparición, las
zonas de borramiento, sus potencias y fragilidades” (Didi Huberman, 2012) resulta
fundamental. Desde allí, desde la conmoción de una lluvia y la perturbación de tantos
horizontes sin imágenes, nacen gran parte de estas líneas.
Hay una propuesta política en la composición de los cuerpos que a la orilla de un arroyo se
reúnen para armar “una escena” que será compartida esa misma noche, a un público que, a la
vez, pueda ser partícipe. Hay una propuesta estética en la organización comunitaria. Niños,
adolescentes y adultos. Animales y árboles. Música, alimento, baile y poesía en la mañana.
Hay una reunión estética en cada fotografía que –en redes sociales, en muestras realizadas
en el mismo “Encuentro” – expone las composiciones. Hay una política en la multiplicación
de imágenes en las cuales la experiencia sensible y colectiva de ‘los figurantes’11 es la
protagonista. Hay un destello en los encuentros multiplicados durante el último decenio a lo
largo y ancho del estas tierras. Patios, terrazas, campos prestados, montes rescatados o
edificios transmutados… “Algo así nos gusta estar”, juntos; ni masa ni público: comunidad.

Nos mirarnos, releemos lo escrito, revisamos notas seleccionadas y bibliografía


especialmente marcada, y notamos una insistencia: insistencia de (a)parición y exposición de
los pueblos con el encendido deseo de verlos retomar figura (palabra, belleza). Deseamos
exponer a los pueblos como parte de una interminable búsqueda de la comunidad. Sin
soluciones prefabricadas pero sí con lugares de llegada, provisorios quizá, pero lugares en
los cuales la existencia pueda asirse entre otras existencias, una experiencia al fin, en medio
de tantas máquinas, masas y microfascismos solapados de liberalismos. Atentados,
desapariciones, y mediáticas reapariciones. No podemos negarlos, pero en nosotros está
elevar la caída de la experiencia hacia la dignidad, hacia la belleza, hacia nueva formas,
estados, lugares:

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Cfr. Didi Huberman (2014).

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(…) debemos, por tanto, convertirnos nosotros mismos –en retirada del reino y la
gloria, en la brecha abierta entre el pasado y el futuro– en luciérnagas, y volver a
formar así una comunidad del deseo, una comunidad de fulgores emitidos, de
danzas a pesar de todo, de pensamientos que transmitir. Decir si en la noche
surcada de fulgores y no contentarnos con describir el no de la luz que nos ciega
(Didi Huberman, 2012: 120).

Explorar la comunidad que se configura en “el Encuentro” de San Antonio es una pregunta
más por la emancipación de los pueblos. Una pregunta que es reclamo y necesidad: deseo
urgente. En esa tarea nos encontramos y, valga el parafraseo, en esa tarea de encontrarnos,
(aquí), estamos. Escribiendo como una última danza, cada vez. Poema del día. Tarea de
reinventar nuevas formas capaces de afirmar y contener, también de contar y relatar cómo
nos vemos y en ello escribir la danza que necesitamos. Encender un fuego, preparar un
espacio, contar las estrellas capaces de titilar pese a todo… Con algo de la virtud –ese
‘tiempo’– del día de un viejo árbol. Un día del mundo, sí, con los resplandores y opacidades,
pero, sobre todo y fundamentalmente, con la condición y experiencia de estar vivos.

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BIBLIOGRAFÍA

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