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Estructura política de

América Colonial
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Durante el siglo XVI, la Corona controló América a través de adelantados


y gobernadores, sujetos a fiscalización y disciplina, y a través de
los visitadores del Consejo de Indias.
El adelantado era, por lo general, un capitán que mandaba por orden del
rey aunque, dada la lejanía, poseía poderes discrecionales.
Pronto se ocuparon del gobierno de las colonias dos organismos
hispanos: la Casa de Contratación de Sevilla y el Consejo de Indias.
Desde la Península adoptaban disposiciones generales, pues las
particulares recaían en los adelantados.
Una vez conquistada toda América, los gobernadores sustituyeron a los
adelantados y se responsabilizaron desde entonces de la organización
legal, administrativa y política.

El Virrey
El cargo más relevante de la administración española lo ostentaba
el virrey, que hacía las veces de rey. El primer virrey, Diego Colón, hijo
del Almirante, dirigió desde Santo Domingo la colonización de 1509 a
1526, año en que desapareció este virreinato, dada la magnitud de
México.

Virreinatos de América
Las Indias quedaron organizadas en cuatro virreinatos:
Virrey Bernardo de Gálvez

Virreinato de la Nueva España


El virreinato de la Nueva España (México) abarcaba desde el norte de
Guatemala hasta el oeste y el medio oeste de los Estados Unidos
actuales, enorme extensión de difícil control, subdividida en tres
provincias y doce intendencias.

Virreinato del Perú


El segundo en extensión e importancia, el virreinato de Perú, se extendía
por parte de la costa americana del Pacífico, capital en la ciudad de Lima
y con ocho intendencias.

Virreinato del Río de la Plata


El tercero, el virreinato del Río de la Plata, con capital en Buenos Aires,
ocupaba lo que es el actual Cono Sur (Argentina, Uruguay y Paraguay) y
parte de Bolivia.

Virreinato de Nueva Granada


El cuarto y último virreinato, el de Nueva Granada, comprendía los
futuros países de Panamá, Colombia, Venezuela y Ecuador, y estaba
dividido en ocho provincias.

Capitanías Generales
Las capitanías generales, territorios de menor importancia, las gobernaba
un capitán general, cuya autoridad sólo la superaba el virrey.
Existían cuatro capitanías generales: capitanía de Caracas (que en la
práctica se independizó del virreinato de Nueva Granada), capitanía de
Guatemala (situada al sur del virreinato de Nueva España), capitanía de
Chile (muy alejada del virreinato de Perú) y la capitanía de Cuba que
incluía a las islas del Caribe.
En aquellos lugares donde por determinadas circunstancias la autoridad
del virrey o del capitán general no llegaba, la ejercía el presidente de la
Audiencia. Se crean entonces tres presidencias: la de Quito (entre los
virreinatos de Perú y Nueva Granada), la de Cuzco (al sur de Lima) y la
de Charcas (en Bolivia).

La Real Audiencia
La Corona instaura la Real Audiencia para el desempeño de actividades
judiciales, administrativas y gubernamentales.
Organismo judicial del más alto nivel, su poder se situaba por encima del
virreinal, hasta tanto el Consejo de Indias no se pronunciase sobre
cuestiones de carácter importante, en las que su decisión era inapelable.
La más antigua Audiencia se creó en Santo Domingo, a partir 1511,
de la cual surgieron la de Panamá (1538), y las de Lima y Guatemala
(1542). La última, la de Bogotá, se estableció a mediados del siglo XVI.
Su importancia fue fundamental, pues en las presidencias, el cargo de
gobernador estuvo ocupado por el presidente de la Audiencia.
La jerarquía de estos organismos era acorde con la importancia del
territorio en que se enclavaran. Así, destacaban las audiencias de los
virreinatos, a las que seguían las presidenciales y después, las
subordinadas y pretoriales.
De todas ellas, disfrutó de mayor poder la de Santo Domingo, la cual en
realidad, fungía como avanzada del Consejo de Indias en el continente.
Su estructura radicaba en un presidente, varios oidores, un fiscal y un
alguacil mayor.
Por lo general, la máxima autoridad civil del territorio presidía la
Audiencia de su región, aunque se tratase de un cargo meramente formal
y representativo, ya que en el Consejo no contaba con voz ni con voto.

Real Audiencia de Quito

El Consejo de Indias
El organismo supremo de administración y control de toda la
América española, el Consejo de Indias, se creó en 1511, aunque hasta
1524 no contó con un reglamento coherente. Sin embargo, no fue sino
hasta 1574 (durante el reinado de Felipe II, con las colonias ya
consolidadas) que se promulgaron las Reales Ordenanzas que fijaban
definitivamente las funciones inherentes a su competencia, a pesar de
haberse contemplado ya en las Leyes de Indias.
Su poder dimanaba del rey y se ejercía en representación suya, a través
de su delegado, el presidente del Consejo, cargo que en ocasiones
recaía sobre un eclesiástico.
El Consejo de Indias abarcaba en una sola institución los poderes
ejecutivo, legislativo y judicial. Aprobaba o rechazaba nombramientos de
altos cargos, dictaba leyes, influía en la designación de los altos prelados
eclesiásticos, etc. Los funcionarios de la administración colonial debían
rendirle cuentas e informarle periódicamente de la marcha de sus
circunscripciones.
Estructura
Poseía una estructura administrativa vertical formada por presidentes,
oidores, asesores y cronistas; y en la parte técnica, por marinos,
geógrafos, cartógrafos y demás profesionales relacionados con las
actividades de ultramar.
Cuando se planteaba algún problema de difícil solución o cualquier
situación conflictiva nueva de cierta magnitud, el Consejo enviaba un
visitador como su representante máximo; quien con poder delegado por
el rey, podía someter a cualquier persona, incluso al virrey, a los juicios
de residencia, en los que cualquiera podía verse involucrado por
denuncia de un súbdito contra un funcionario, por humilde que fuera el
acusador. El visitador debía escuchar las razones expuestas en el juicio
e instruir una causa contra el procesado, lo cual se remitía al Consejo
para que éste dictaminara sobre la justeza de la reclamación. Sin
embargo, los juicios de residencia nunca surtieron un efecto verdadero,
ya que los poderosos eran pocas veces blanco de la gente sencilla.
Buena y democrática iniciativa del cardenal Cisneros que, como tantas
otras de la colonia, quedó solo en el papel.

Abolición del Consejo de Indias


La larga vida del Consejo sufrió bastantes transformaciones. Con la
administración ilustrada de los Borbones, el Consejo se convirtió, a la
usanza de Francia, en un Ministerio de Indias, abolido por las Cortes
revolucionarías de Cádiz en 1812, para resurgir con la restauración de
Fernando VII. Finalmente, desapareció en 1834, poco después de la
muerte del rey, cuando España sólo contaba ya con las Filipinas, Cuba y
Puerto Rico, como restos de su imperio.
Consejo de Indias

Poder municipal
Los ayuntamientos indianos gozaron de la mayor importancia en la
fundación, consolidación y posterior administración de los territorios
locales de las colonias. Estos ayuntamientos, denominados cabildos,
desempeñaban funciones sobre todo urbanísticas, ya que se ocupaban
de la ubicación de los edificios públicos y privados de la ciudad, de sus
aguas albañales, de la limpieza general del burgo y de la defensa cuando
ésta se requería.

El cabildo
El cabildo o concejo lo constituían los vecinos más influyentes y
adinerados de la localidad. Pero con el tiempo, los cargos pasaron de
representativos a subastados y adjudicados al mejor postor.
Los regidores, funcionarios que debían ser elegidos por votación, no
pudieron desenvolverse satisfactoriamente hasta después de la
independencia.
Las reuniones de los cabildos podían adoptar el carácter de cerradas o
abiertas. En estas últimas se abordaban temas de importancia, y a ellas
acudía todo el pueblo de la villa y zonas colindantes. En estos cabildos
abiertos se tomaban las decisiones populares, pues en ellos votaban
todos los participantes. En los cerrados se trataban los asuntos menores
y cotidianos, carentes de repercusión general.

El Corregidor
Como jefe de los cabildos figuraba el corregidor, con función similar a
la de los alcaldes actuales, máxima autoridad local de la villa. Llegó un
momento en que todos los cargos se subastaron, pues la Corona se veía
necesitada de fondos. Así se sacaron a subasta los cargos públicos, que
se transformaron, con el tiempo, en oligárquicos. Sólo con la
independencia se modificó esta estructura poco democrática (dada la
prohibición de que formaran parte de ella los artesanos, jornaleros y
esclavos), que se mantuvo durante toda la colonia y constituyó un
privilegio.
Los reyes habían dispuesto que toda la tierra que no hubiese sido
repartida, quedase como pasto comunal o como baldía y propiedad de la
comunidad, administrada a través de los cabildos. Con esto aplicaban la
política de poblamiento de la Corona en las regiones que recuperaba del
Islam durante la Reconquista.

La estructura eclesiástica
La Iglesia, abanderada espiritual de la Conquista, destacó en la defensa
del indio ante los desmanes de muchos conquistadores y el sistema de
las encomiendas.
Fray Bartolomé de las Casas, sacerdote en Santo Domingo, Cuba y
México, recibió de los reyes el título de Protector de los Indios y
argumentó sus tesis en múltiples escritos, en los que denunció las
tropelías cometidas. En la actualidad se le considera un precursor del
anticolonialismo.
Procesión del Corpus Cristi

Los Dominicos
Entre las ordenes que más destacaron en las labores humanitarias se
encuentra la de los dominicos, a la que pertenecían Las Casas, fray
Antonio de Montesinos (ambos dedicados a ejercer control sobre las
huestes militares) y el Cardenal Cisneros.

Otras ordenes y santos


Otras órdenes, los franciscanos y capuchinos, llevaron a cabo una
política cristiana y cultural extraordinaria.
Como legislador de Indias debemos mencionar la labor jurídica del padre
Francisco de Vitoria, coautor de las Leyes de Indias. El franciscano
catalán fray Junípero Serra logró evangelizar toda California e instaurar
el sistema de misiones, que aún hoy persiste.
Los negros encontraron un defensor en el jesuíta fray Pedro Claver, al
que la Iglesia elevó a los altares en 1887. El mulato fray Martín de
Porres, también santificado por la Iglesia, se destacó como adalid de los
huérfanos y niños desposeídos de Perú. Entre otros prelados ilustres,
defensores de los desheredados, contamos con San Francisco Solano,
fray Juan de Zumárraga, la escritora mexicana Sor Juana Inés de la
Cruz, y Santa Rosa de Lima (la patrona de América).

Misiones de la Iglesia
Las misiones de la Iglesia en América siguieron dos vertientes diferentes.
Por un lado se dedicaron a propagar la religión católica entre los
indios y, por ello, contribuyeron en gran medida a su alfabetización,
volcando sus esfuerzos en esta labor dominicos, franciscanos y
capuchinos por igual.
La otra vertiente, más completa e integradora, la asumió la Compañía de
Jesús, cuyos miembros no sólo evangelizaron y alfabetizaron a los
aborígenes, sino que organizaron, colonizaron, administraron e
incorporaron tierras a la agricultura, para uso de las tribus indias
recolectoras.

Los Jesuitas y su labor comunitaria


Destacaron los jesuítas en las llamadas reducciones, que en número de
treinta y cinco fundaron para los indios guaraníes en Paraguay, el sur de
Brasil y el norte de Argentina, organizando las labores de los indios como
si, formasen una comunidad religiosa medieval, autosuficiente y
consagrada al trabajo y a la gloria de Dios. Los padres se erigieron en
únicas autoridades de territorios que descollaron por sus excelentes
resultados económicos y su espíritu humanitario. El experimento tuvo
tanto éxito, que despertó recelos en la Corte y en Carlos III quien, por
diversas razones, dispuso la expulsión de los jesuitas de las misiones y
reducciones. El rey incautó los bienes de los jesuitas en España y en las
colonias, y los obligó a marchar al exilio. Es probable que algunos
sacerdotes sembraran ideas que no convenían a los intereses de las
Corona y en cierta medida, se anticiparon a los aires indenpententistas
que comenzaron a soplar en el último tercio del siglo XVIII en algunas
colonias meridionales.

Las Parroquias
La unidad básica de la organización eclesiástica en las Indias similar al
cabildo, la constituían las parroquias, bajo la tutela espiritual del párroco,
aunque sometidas a la autoridad eclesiástica superior de los obispos y
arzobispos, que velaban por las diócesis, las cuales abarcaban varias
parroquias.

Los Patronatos
Para regular las relaciones entre la iglesia y el Estado, íntimamente
ligados en aquellos tiempos, existían los Patronatos, cuyos miembros los
designaban la Corona, receptora directa de este privilegio a través del
Vaticano.

La inquisición
Sin embargo , un aspecto que vela la buena labor de las iglesia en
América lo constituye la existencia del Tribunal del Santo Oficio,
institución religiosa policial que se conoce con el nombre de Inquisición.
Este brazo armado de la iglesia cobró un inusitado auge a partir de 1569,
año en que el rey Felipe II comenzó a utilizarlo como un elemento
coercitivo más del absolutismo. En América residió en dos sedes, una en
México y otra en Lima. Los inquisidores se dedicaron a perseguir
protestantes, hugonotes franceses, judíos o criptojudíos y, también,
algunas costumbres escandalosas, como la bigamia y la blasfemia.
A diferencia de la Península, el Santo Tribunal no fue aceptado en
América, dada la tolerancia que los españoles tuvieron que ejercer en
una sociedad de varias razas, lenguas y religiones. Los procesos se
produjeron en una medida mucho menor que en España durante la
segunda mitad del siglo XVI.
Inquisición en la Colonia

El aporte cultural de la Iglesia


Además de la enseñanza moral, social y humana que la doctrina cristiana
implicaba, la alfabetización que realizó la Iglesia manifestó un carácter
elitista y selectivo, pues continuaron sin alfabetizar la mayoría de los
campesinos españoles pobres, los indios encomendados y los esclavos
negros.

Fundación de universidades
Muy pronto irrumpió la educación superior en América, como fruto del
esfuerzo combinado de la Corona y de la Iglesia, la cual regentaba en
exclusiva todo el movimiento cultural universitario.
México se benefició con una Universidad, fundada por Real Decreto en
1551; en el mismo año le siguió la de Lima. Trece años antes, en 1538,
Santo Domingo contaba ya con la Universidad de Santo Tomás de
Aquino, que seguía las directrices y modelos de la salmantina.

Fundación de escuelas
Desde principios de la colonización, los sacerdotes dominicos y
franciscanos establecieron escuelas primarias para niños y adultos. En
1505, fray Hernán Suárez comenzó la enseñanza elemental en el
convento de la orden de San francisco, destinada a los hijos de
españoles y de indios nobles, sobre todo en Perú y México. Fundó el
Colegio de San Francisco en 1523 y, en 1525, el Colegio Imperial de la
Santa Cruz, para caciques e indios notables, a fin de ganarlos para la
causa del emperador y del cristianismo, y hacerlos interlocutores válidos
entre la masa indígena.

Universidad Nacional San Antonio Abad de Cusco

La cultura
La sociedad civil contribuyó en gran medida al fomento de la cultura en
América. Las dos ciudades más pobladas, México y Lima, competían en
adelantos culturales.
Le cabe a la ciudad de México el honor de haber sido la primera de
América que, desde 1535, contó con una imprenta llevada por el virrey
Mendoza, con la anuencia del emperador Carlos V. A este logro siguió
la construcción, a fines del siglo XVI, de la catedral, que tardó casi tres
siglos en levantarse y continúa incólume en el centro de la ciudad de
México que, por entonces, constituía la mayor de toda América, tanto por
el número de sus habitantes como por la riqueza de sus edificios. Lima
se benefició de la imprenta a partir de 1583.

Escritores de la Colonia
A fines del siglo XVI y principios del XVII, América comenzó a contar con
excelentes escritores. Entre ellos destacan la monja mexicana Sor juana
Inés de la Cruz (poetisa y ensayista), el peruano Inca Garcilaso de la
Vega (famoso por sus Comentarios Reales, admirable relato sobre la
conquista de Perú) y el dramaturgo hispano-mexicano Juan Ruiz de
Alarcón (La verdad sospechosa). Con el tiempo, esta aportación se
acrecentara y enriquecerá la lengua castellana con infinidad de giros y
nuevos vocablos, y dará universalidad a un idioma que hasta el siglo XVI
se circunscribía solo a España.

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