Está en la página 1de 4

Universidad de Flores

Materia: Filosofía del Derecho

Profesor: Juan Bautista Libano

Clase Nº 6

Introducción:

Hola, espero que estén bien. Continuamos conociendo otras corrientes de la


Filosofía del Derecho.

Hasta ahora, hicimos un pequeño recorrido por la corriente positivista del derecho
(en las versiones de Austin, Kelsen y Hart), las del derecho natural, con los principales
postulados de esta vertiente, y el realismo jurídico.

En la clase de hoy nos ocuparemos de la postura de Dworkin, del trialismo


jurídico. Espero que disfruten la clase.

Otras corrientes en la Filosofía del Derecho (segunda parte)

a) La postura de Ronald Dworkin

A diferencia de los que conciben al Derecho como un sistema de reglas que tienen su
origen en autoridades, para Dworkin el Derecho es una práctica social específica, que tiene
como rasgo distintivo su carácter argumentativo. De este modo, critica la teoría dominante
del derecho, que según él tiene dos partes: la primera intenta responder qué es el derecho, la
segunda el propósito al que debería servir el derecho. La primera pregunta Dworkin la
responde diciendo que el derecho consiste en unas normas establecidas por unas
instituciones específicas. La segunda diciendo que el derecho debería servir al bienestar de
la comunidad (respuesta utilitarista).
Dworkin parte de la idea de que el Derecho es un sistema de principios. Por eso
entiende que la teoría dominante es deficiente porque no considera la idea de que los
individuos pueden tener derechos contra el Estado que sean previos a los derechos creados
por una legislación explícita.
Por eso, para Dworkin, el derecho no sólo se basa en normas establecidas positivas,
sino también en principios. El positivismo olvida la importancia de los principios, que no
funcionan como las normas (como todo o nada) sino que funcionan como líneas directrices
que los jueces han de tener en cuenta. Los principios, a diferencia de las normas, tienen la
dimensión de peso o importancia. Cuando dos principios llevan a conclusiones diferentes,
el juez debe considerar el peso relativo de cada uno de ellos (las normas no tienen esta
cualidad, si dos se contraponen una sola puede ser válida).
Los principios entonces tienen una importancia fundamental. Allí donde las normas
son insuficientes los jueces se guían por los principios. Reducir el fenómeno jurídico a un
sistema de reglas impide apreciar la dimensión de la argumentación, discusión y sopesar las
razones, destrezas que son centrales en la práctica jurídica.
Las reglas funcionan como estándares que determinan la solución de los supuestos
que regulan; una vez que se ha constatado que la regla es aplicable al caso, se efectiviza la
aplicación sin necesidad de detenerse en las razones en juego. Sin embargo, Dworkin
explica que a veces se presentan a los tribunales algunos casos en los que hay un grado más
elevado de lo normal de incertidumbre respecto al resultado, debido a que no hay una
norma preexistente que rija la situación pertinente o que, si la hay, puede parecer
inadecuada para producir un resultado satisfactorio. En esos casos hay factores que
empujan a los jueces hacia diferentes direcciones. Estos casos son los casos difíciles (lo
ejemplifica con el caso Riggs vs Palmer o el caso Henningsen vs Bloomfield).
El modelo de los principios de Dworkin posibilita encontrar soluciones jurídicas a
supuestos no resueltos por las reglas. Ahora bien, si los principios forman parte del Derecho
por su rol en la justificación de la coerción institucional (y no porque los hayan decidido las
autoridades normativas), parecen ser más “huidizos” que las reglas; es decir: no hay un
criterio para saber qué principios son aplicables a un supuesto particular y su peso
específico en cada caso.
Sin embargo, para Dworkin existe, para todo caso jurídico, una única respuesta
correcta. El sistema de principios debe entenderse como razones que se aportan y valoran,
como argumentos que se discuten. Cada actor en la práctica comprende que ésta depende
de la verdad de ciertas proposiciones que sólo tienen sentido por y dentro de ella. La
práctica misma consiste en discutir, argumentar, etc. Lo que la práctica exige sólo puede ser
descubierto a partir del modo en que los participantes justifican y defienden los juicios.
Identificar el Derecho es saber identificar qué cuenta como un buen o mal argumento. De
este modo, si un intérprete reflexiona lo suficiente, y se toma los derechos verdaderamente
en serio, podrá identificar la respuesta jurídica correcta.
Por todo ello, en este sistema, los jueces tienen una gran responsabilidad en la
aplicación de Derecho, que consiste en identificar en cada caso cuál es el mejor argumento
jurídico. Para ello, los jueces deben guiarse por la “integridad” (que implica la
imparcialidad, la justicia y el cumplimiento estricto de los procedimientos establecidos).

b) La estructura trialista del mundo jurídico.

Basta un análisis superficial del fenómeno jurídico para descubrir bajo su superficie
elementos de diferente índole. Estos elementos pueden someramente designarse mediante
las voces: conducta, norma y justicia.

Para el filósofo Werner Goldschmidt, si pasamos revista a lo que en la vida cotidiana


suele llamarse “lo jurídico” nos encontramos, en primer lugar, con una serie de conductas
llevadas a cabo por jueces, secretarios, funcionarios de ministerio público, abogados del
Estado, abogados particulares, procuradores, escribanos y también por cualquier habitante
del país cuando se casa, alquila un departamento, compra un auto, etc. En segundo lugar,
con los códigos del país, con los manuales y los tratados que analizan esos códigos, etc. Y
en tercer lugar con la justicia, ese sentimiento que nos causan aquellas conductas o normas
que nos conmueven (reconfortándonos o indignándonos).
Así, se entiende que el mundo jurídico está conformado por tres órdenes íntimamente
vinculados entre sí, pero diferenciables los unos de los otros: el orden de conductas, el
normativo y el de justicia.

Estos tres órdenes o ámbitos no se dan como tres objetos yuxtapuestos, sino que, por
el contrario, son tres aspectos esencialmente entrelazados de modo recíproco.
Efectivamente, se advierte que las normas, creadas por los hombres, se gestan en ciertos
hechos y quieren regular ciertas conductas sociales, a la vez que implican el propósito de
realizar la justicia. El derecho es, en este sentido, “hecho, norma y justicia”,
indisolublemente unidos entre sí en una relación de esencial implicancia.

También podría gustarte