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John Dewey - La Miseria de La Epistemología Ensayos de Pragmatismo
John Dewey - La Miseria de La Epistemología Ensayos de Pragmatismo
LA MISERIA
DE LA EPISTEMOLOGÍA
ENSAYOS DE PRAGMATISMO
BIBLIOTECA NUEVA
© John Dewey, 2000
© Editorial Biblioteca Nueva, S. L., M adrid, 2000
Alm agro, 38
28010 M adrid
ISBN: 84-7030-784-3
D epósito Legal: M -29.074-2000
Im preso en Rogar, S. A.
Im preso en E spaña - Printed in Spain
B ib l io g r a f ía
C r o n o l o g ía 27
LA MISERIA DE LA EPISTEMOLOGÍA
La influencia del darwinismo en la filosofía
C a p ít u l o p r i m e r o .—
(1909) ................................................................................................. 49
7 Carta a James R. Angelí de 1893, cit. en Westbrook, ob. cit., pág. 61.
rresponde al capítulo 6 de Lógica: Teoría de la investigación, la
obra de 1938 en la que Dewey trató de llevar a efecto de un m odo
com pleto y sistem ático su proyecto de una lógica general que
describiera cóm o funciona de hecho el pensam iento, entendido
éste —en el contexto general del instrum entalism o deweyano—
com o el dispositivo o herram ienta con que cuenta el organism o
racional para enfrentarse a los problem as específicos que el m e
dio le plantea. Para Dewey, «lógica» no tiene otro significado que
el de «conjunto de estrategias inteligentes para resolver proble
m as», o, m ás directam ente, «m aneras de investigar». A estos
efectos, tanto da que pensem os en los aprem ios de la vida coti
diana (problem as «prácticos») que en las indagaciones de la
ciencia (problem as «teóricos»), en cóm o debe describirse algo
(problem as «de hecho») o en qué debe hacerse ante determ inada
situación (problem as «de valor»): la h erram ien ta es u n a y la
m ism a y su m odo de em pleo tiene un patrón común, que es el
que Dewey intenta desentrañar aquí. Un patrón, por cierto, que
no está inscrito en ningún código norm ativo ideal, sino que es
él m ism o el resultado em pírico de un largo proceso de investi
gación por parte de la especie, de u n investigar-cómo-se-inves-
tiga en que se resum e la historia de las form as generales de con
cebir y razonar que en el m undo han sido (la lógica, leem os en
este texto, «es una teoría con un contenido natural y experien-
cial»). La Lógica de Dewey es al m ism o tiem po una historia de
la lógica, una teoría del lenguaje, u n a teoría del juicio y la infe
rencia y u n a teoría de la ciencia; u n a obra am biciosa trufada de
intuiciones que el tiem po se h a encargado de revalorizar8.
«Proposiciones, asertabilidad garantizada y verdad» es una
pieza de naturaleza polém ica que arroja una luz suplem entaria
sobre las ideas epistemológicas de Dewey y clarifica sus princi
pales puntos de fricción con lo que podríam os denom inar la
«tradición estándar» (al m enos en el m undo filosófico anglosa
jón). Se trata de u n a extensa, y sutilm ente ácida, respuesta a las
críticas que le había dirigido B ertrand Russell en su obra de 1940
Investigación sobre el significado y la verdad9. Dewey aprovecha
8 Por destacar sólo dos ideas provenientes del capítulo reproducido en este
volumen: 1) la de que el lenguaje forma un sistema «práctico más que intelec
tual» cuyos significados se implican con «las tradiciones, ocupaciones, técnicas,
intereses e instituciones establecidas del grupo» y determinan las relaciones de
sus miembros entre sí y con los objetos del mundo (lo que se acerca bastante a
la comprensión del lenguaje en el segundo Wittgenstein como parte de una
«forma de vida»); y 2) todo el tratamiento de las interrelaciones entre observa
ción, formulación proposicional de hechos, experimentación, y construcción-
evaluación de hipótesis, de una riqueza y complejidad hasta cierto punto insó
litas dada la fecha en que Dewey escribe.
9 Russell bien pudo haber sido llamado en su época «martillo de pragma-
para devolverle la andanada a Russell cuestionando los puntos
centrales de su em pirism o: la idea de conocim iento directo, la
concepción del significado del atom ism o lógico y la teoría cau
sal de la justificación. Con todo, y com o él m ism o subraya, el in
terés en aclarar sus propias tesis prevalece sobre el deseo de re
futar las de Russell, y así el artículo ofrece u n a discusión más
detallada de algunas de las ideas centrales del capítulo prece
dente, en la que el lector quizá encuentre respuestas, o retazos
de ellas, a preguntas que pudieran habérsele suscitado.
Por últim o, «El carácter práctico de la realidad» cierra esta
antología con un resum en a cargo del propio Dewey de los tó
picos re c u rre n te s de su reflexión sobre el conocim iento: el
punto de partida naturalista, la crítica del representacionism o
y de la teoría del conocim iento com o copia, el rechazo del sub
jetivism o y de la filosofía de la conciencia, la im pronta de la psi
cología y su concepto orgánico de «situación»..., incluso u n úl
tim o im properio a m ayor m iseria de su béte noire («esa variedad
bien d ocum entada de tétano intelectual llam ada epistem olo
gía»), Vuelven a aparecer los tem as desgranados en los textos
precedentes, ordenados a h o ra en un único discurso com pacto y
—lo que no siem pre es el caso tratándose de Dewey— elegan
tem ente com puesto. El título trae a un prim er plano el com
prom iso m etafísico que según Dewey caracteriza al pragm a
tism o («térm ino por el que entiendo aquella doctrina según la
cual la realidad posee u n carácter práctico»). Si Darw in nos en
seña que no hay esencias inmóviles, si la psicología nos describe
com o organism os activos en un m edio cam biante, si la lógica
m uestra los usos de nuestra facultad sim bólica p ara reconstruir
las situaciones existentes en connivencia con nuestro aparato
sensorio-m otor, entonces, ¿qué m ejor autoconciencia que la de
vem os a nosotros m ism os com o unos seres capaces de cabalgar
la ola del presente, conduciendo las transiciones que la llevan
continuam ente hacia el futuro? No hay otra realidad para nos-
tistas», pues ya James (con el que, no obstante, le unía una sincera amistad per
sonal) había sido blanco destacado de sus dardos dialécticos. Y no era lo que
se dice un martillo ligero, dado el ascendiente de que gozaba su figura en el
mundo intelectual y académico. Ello le confiere un valor añadido al hecho de
que, cuando —precisamente en el mismo año de 1941 en que Dewey escribe
este texto— a Russell se le deniega el permiso para impartir docencia en el City
College de Nueva York debido a las presiones de grupos religiosos y reacciona
rios que encontraban sus opiniones sobre el sexo y el matrimonio «lascivas, sa
laces, libidinosas, lujuriosas, venéreas, erotómanas, afrodisíacas, ateas, irreve
rentes, estrechas, insinceras y despojadas de toda fibra moral» (en palabras de
un abogado conservador y, a lo que parece, experto en los múltiples matices de
lo picante), sea Dewey quien encabece la protesta contra tan inicua medida y
le consiga a Russell un contrato docente con la Bames Foundation.
otros que la realidad-por-hacer contando con lo que ya hay. Eso
que ya hay, y que tanto ha obsesionado a la m etafísica occiden
tal a lo largo de toda su historia, para el pragm atism o carece de
u n a entidad subsistente y sólo puede describirse en térm inos
prácticos, com o la sum a de condiciones en las que tiene que
m overse la acción.
* * *
A ng el M anuel F aerna
Bibliografía
P r im e r a s e d ic io n e s
T r a d u c c io n e s
18 6 0
— Pasteur refuta experimen
talmente la teoría de la ge
neración espontánea.
18 6 1
— L in coln su ced e a Jam es
B u c h a n a n c o m o p r e s i
dente de EE.UU.
18 6 1 - 1 8 6 5
— Guerra de Secesión nortea
mericana.
18 6 2
— Salambó de Flaubert.
18 6 4 18 6 4
— P rincipios de biología de — M a x im ilia n o es p r o c la
Spencer. mado em perador de Mé
xico.
186; 186;
— Guerra y paz de Tolstoi. — A sesinato de Lincoln. Le
— Las aventuras de Alicia en sucede Andrew Johnson.
el País de las Maravillas de
Lewis Carroll.
18 6 6
— Crimen y castigo de Dosto-
yevski.
18 6 7 18 6 7 18 6 7
— Volumen I de El capital de — Peer Gynt de Ibsen. — Maximiliano es fusilado y
Marx. se restaura la república en
México.
I
u»
o 1868
— La fontana de oro de Gal-
dós.
1869
— Mendeleiev publica su pri
mera tabla periódica de los
elementos químicos.
18 7 0 18 7 0
— La educación sen tim en ta l — Guerra franco-prusiana.
de Flaubert. — M uere asesin ado en Ma
drid el jefe del gobierno es
pañol, general Prim.
18 7 1 18 7 1
— Democratic Vistas de Walt — Comuna de París.
Whitman.
— M id d le m a rc h de G eorge
Eliot.
i87J 187}
— M axw ell c o m p le ta su s — Primera R epública esp a
ecuaciones del campo elec ñola.
tromagnético.
18 7 4
— Restauración borbónica en
España.
18 7 5 18 7 5 18 7 5
— Ingresa junto con su her — H u m a n o , d em a sia d o h u — Ana Karenina de Tolstoi.
mano Davis en la Universi mano de Nietzsche.
dad de Vermont; años más
tarde recordaría com o in
fluencias im portantes de
esta época los Elements o f
Physiology de T. H. Huxley
y los cursos sobre Kant.
18 7 6
— Bell inventa el teléfono.
18 7 9 18 7 9 18 7 9
— Se gradúa en la Universi — Begriffsschrift de Frege. — Casa de m uñecas de Ibsen
dad de Vermont. Pasa tres — Edison fabrica la primera — Los herm anos Karam azov
años como profesor de ins bombilla eléctrica. de Dostoyevski.
tituto. — Wundt instala en la U ni
versidad de Leipzig el pri-
mer laboratorio de psicolo
gía experimental.
18 8 1 18 8 1 18 8 1
— Publica su primer artículo, — La isla del tesoro de Robert — El sheriff Pat Garret acaba
«The M eta p h y sic a l As- L. Stevenson. con la vida del p istolero
su m p tio n s o f M ateria- Billy el Niño.
lism», en el Journal o f Spe-
culative Philosophy.
18 8 1
— Muere el célebre forajido
Jesse James.
18 8 3
— A s í h a b ló Z a ra tu str a de
Nietzsche.
— Primera parte de la Intro
ducción a las ciencias del
espíritu de Dilthey.
18 8 4 18 8 4
— Se doctora en filosofía en — Aparece el primer tomo de
la Universidad Johns Hop- La Regenta de Clarín.
k in s, d o n d e c o n o c e a
Peirce, y empieza a ense
ñar en la de Michigan. Se
d ecan ta filo só fic a m e n te
hacia el hegelianismo.
18 8 5
— Análisis de las sensaciones
de Ernst Mach.
18 8 6 18 8 6
— Se ca sa co n su alu m n a — Los bostonianos de Henry
Alice Chipman, mujer in James.
d e p e n d ie n te y de id e a s — E l e x tr a ñ o c a so d el Dr.
avanzadas que influirá en Jekyll y Mr. Hyde de Ste-
el progresivo apartamiento venson.
de Dewey de la actitud re
ligiosa im buida en él por
su madre, a la vez que des
pertará su sentido del com
promiso social del filósofo.
18 8 7 18 8 7 18 8 7
— Psychology. — El experimento de Michel- — A. Conan Doyle publica la
son-M orley dem uestra la primera historia de Sher-
inexistencia del éter. lock H olm es, A S tu d y in
— Hertz produce las prim e Scarlet.
ras ondas de radio.
18 8 8
— Enseña en la Universidad
de Minnesota. Sus trabajos
en psicología y filosofía le
convierten en figura acadé
mica destacada. Comienza
su rev isió n del h e g e lia
nismo.
1889 1889
— Director del Departamento — E x p o sició n U niversal de
de Filosofía de la Universi París.
dad de M ich ig a n . R e o
rienta sus intereses filosó
ficos desde la m etafísica
hacia la ética, y muestra
una creciente impaciencia
para con la especulación
desatenta a los hechos.
1890 1890
— Principios de psicología de — Aparecen postu m am en te
James. lo s p rim eros p o em a s de
Emily Dickinson.
1891
— Outlines o f a Critical The
ory o f Ethics.
1893
— Salom é de Oscar Wilde.
1894 1894
— Pasa a la Universidad de — Guerra chino-japonesa.
Chicago, donde el grupo de
investigadores que dirige
(en el que destaca George
Herbert Mead) creará las
bases teóricas de la psico
logía social. Crece su inte-
rés por la filosofía política
y la teoría social. Funda la
«Labora tory School» com o
banco de pruebas de sus
ideas pedagógicas.
1895 1895
— Durante un viaje a Europa, — La m áquina del tiempo de
muere de difteria su hijo H. G. Wells.
Morris.
1897 1897
— J. J. Thomson descubre el — Misericordia de Galdós.
electrón y mide su carga. — Se inicia el movimiento ar
tístico de la Secesión vie-
nesa.
— Tío Vania de Chejov.
— Drácula de Bram Stoker.
1899
— E legido presid en te de la
American Psychological As-
sociation.
19 0 0
— Investigaciones lógicas de
Husserl.
— La interpretación de los sue
ños de Freud.
— Max Planck formula la teo
ría cuántica.
— De Vries recupera el tra
bajo de Mendel sobre las
leyes de la herencia.
19 0 1 19 0 1
— W ilhelm Rontgen, d escu — Theodor Roosevelt elegido
bridor de los rayos X, gana presidente de EEUU.
el primer Premio Nobel de — Muere la reina Victoria de
Física. Inglaterra.
19 0 2
— Libro de imágenes de Rilke.
190 3 190 3
— S tudies in Logical Theory — Iván Pávlov hace su pri
(obra colectiva de la «es mera exposición del con
cuela de Chicago»). cepto de reflejo condicio
n a d o en un C o n g reso
Internacional de Medicina
celebrado en Madrid.
19 0 4
— E legido presid en te de la
American Philosophical As-
sociation. Muere de fiebres
tifoideas su hijo de ocho
años, Gordon, también en
E uropa. E l m a tr im o n io
adopta a un niño italiano
de la misma edad, Sabino.
1906 1906
— La evolución creadora de — La madre de Gorki.
Bergson.
— R am ón y Cajal recibe el
Premio Nobel de Medicina
por sus trabajos sobre el
sistema nervioso.
1907
— Pragmatismo de James.
19 10 1910
19 10
— H ow We Think. — Principia M athem atica de — Revolución mexicana.
Russell y Whitehead.
— Muere William James.
19 11 19 11
— El árbol de la ciencia de Ba- — D errocam iento en China
roja. de la d in astía M anchú e
in stau ración de la repú
blica.
19 12 19 12
— Campos de Castilla de Ma — Asesinato del jefe del go
chado. bierno español Canalejas
w
00
por Manuel Pardiñas.
1913 1913
— Del sentim iento trágico de — Pigmalión de George Ber-
la vida de Unamuno. nard Shaw.
19 14 19 14
— Muere Charles S. Peirce. — Primera Guerra Mundial.
19 17 19 17
— La decadencia de Occidente — Revolución Rusa.
de Oswald Spengler.
19 18
— R utherford desintegra el
átomo.
19 19 -19 2 1 19 19 19 19
— Viaje por Japón (donde, — W alter G ropius funda la — Tratado de Versalles y fun
por la situación política del Bauhaus. dación de la Sociedad de
país, rechaza la Orden del Naciones.
Sol Naciente que le quiere — Se declara la Ley Seca en
im poner el emperador) y EEUU.
China (donde es aclamado
por los intelectuales y estu
diantes del movimiento de-
m o c ra tiza d o r «del 4 de
Mayo»). Dewey conserva
ría siem pre un interés y
a fe c to e s p e c ia l h a c ia
China.
19 2 0 19 2 0
— R e c o n str u c tio n in Philo- — La ética protestante y el es
sophy (las conferencias im p ír itu del c a p ita lism o de
p a rtid a s en Jap ón y Max Weber.
China).
1921
— Seis personajes en busca de
autor de Pirandello.
— El chico, filme de Charles
Chaplin.
1923
— Comienza la dictadura de
Primo de Rivera.
19 30 19 30 19 30
— S e ju b ila en C o lu m b ia , — El malestar en la cultura de — El hombre sin atributos de
donde seguirá com o em é Freud. Musil.
rito hasta 1939. — La rebelión de las m asas de
Ortega.
19 3 1 19 3 1
'931 — Gódel formula su teorema — P r o c la m a c ió n de la S e
— P h ilo so p h y a n d C iviliza-
tion. de incompletud de la arit gunda República española.
mética. — Al Capone ingresa en pri
— M uere G eorge H erb ert sión.
Mead.
1933 1933 1933
— La LIPA se integra en la — H eidegger nombrado rec — Franklin D. Roosevelt ele
Farmer-Labor Political Fe- tor de la U niversidad de gido presidente de EE.UU.;
deration, de la que Dewey Friburgo. com ienza el «New Deal».
pasa a ser presidente ho Fin de la Ley Seca.
norario. El proyecto fra — Hitler, canciller de Alema
casa con la victoria electo nia.
ral de Roosevelt en 1936.
1934 •934 1934
— Art as Experience. — Chadwick descubre el neu — Donde habite el olvido de
trón. Cemuda.
— A parece p o stu m a m e n te
Mind, Self, and Society de
G. H. Mead.
1935 1935
— Tratado general de la ocupa — La revolución traicionada
ción, el interés y el dinero de de Trotsky.
Keynes.
1936 19 36 19 36
— Lenguaje, verdad y lógica de — Tiem pos m odernos, film e — Gobierno del Frente Popu-
Ayer. de Charles Chaplin. lar en Francia y España.
— Im crisis de las ciencias eu — Comienza la Guerra Civil
ropeas de Husserl. española.
1937 1937
— La « c o m isió n D ew ey» — El hobbit, de J. R. R. Tol-
(John Dos Passos, Sidney kien.
Hook, Mary McCarthy, en
tre otros) se entrevista con
Trotsky en México. En di
ciem bre se publica el in
form e a b solu to rio sobre
Trotsky y su hijo.
1938 1938
— Logic: The Theory o f In- — La náusea de Sartre.
quiry. — H om enaje a C ataluña de
George Órwell.
1939 1939 1939
— Segunda Guerra Mundial.
— Manifiesto del Committee for — C om ienzan a p u b licarse
Cultural Freedom, del que es los Elem entos de m atem á — Pacto de no agresión entre
presidente honorario, en tica del grupo Bourbaki. Stalin y Hitler.
donde se denuncia el avance — Fin de la Guerra Civil es
del totalitarismo con su im pañola.
plantación en Alemania, Ita
lia, Rusia, Japón y España. 19 4 0
— Asesinato de Trotsky a ma
nos del militante del PCE
Ramón Mercader.
— Churchill, Primer Ministro
británico.
1941 19 4 1
— Ciudadano Kaine, filme de — Alemania invade la URSS.
Orson Welles. — La aviación japonesa bom
b ard ea P earl H arbor.
EEUU entra en la guerra.
1942
— El extranjero de Camus.
— Miguel Hernández muere
en la cárcel de Alicante.
1943
— El ser y ¡a nada de Sartre.
1945 1945
— E l círcu lo de tiza cauca- — Derrota del Tercer Reich.
siano de Brecht. C onferencia de Yalta. Se
— R eb elió n en la granja de fundan las Naciones Uni
George Orwell. das. Truman asciende a la
presidencia de EEUU y or
dena los bom bardeos de
Hiroshima y Nagasaki.
1946 1946
— Contrae m atrim onio con — La bella y la bestia, filme de
R ob erta G rant L o w itz, Jean Cocteau.
cuarenta y cinco años más
joven que él. Adoptan a dos
niños belgas huérfanos de
guerra, John y Adrienne.
— Problems o f Men.
1948 1948
— Los orígenes del to ta lita — D eclaración universal de
rismo de Hannah Arendt. los derechos humanos en
París.
— Se pone en marcha el Plan
Marshall para la recon s
trucción de Europa.
1950 1950
— Bertrand Russell recibe el — Comienza la guerra de Co
Prem io N obel de Litera rea.
tura.
— El crepúsculo de los dioses,
filme de Billy Wilder.
1951
— Comienza la «caza de bru
jas» anticomunista del se
nador norteamericano Mc-
Carthy.
— Churchill vuelve a ser Pri
mer Ministro.
1952 1952
— Muere en Nueva York, el 1 de — Bienvenido, Mr. M arshall,
junio, de neumonía. filme de Luis G. Berlanga.
LA MISERIA DE LA EPISTEMOLOGÍA
ENSAYOS DE PRAGMATISMO
C a p í t u l o p r im e r o
II
* Véase Galileo Galilei, Diálogo sobre los dos m áxim os sistem as del m undo
ptolemaico y copemicano, Madrid, Alianza, 1994, Primera Jornada, pág. 55. [N.
del E.].
** V éase R ené D e sc a r te s, L o s p r in c ip io s de la filo s o fía , M adrid,
Alianza, 1995, Parte Tercera, §45. [N. del E.].
la vida, la m ente y la política no podía producirse, pues entre
esos intereses ideales o m orales y el m undo inorgánico se in
terponía el reino de plantas y anim ales. Las puertas del jardín
de la vida estaban cerradas a las nuevas ideas; y sólo a través de
ese jard ín se accedía a la m ente y a la política. La influencia de
Darwin sobre la filosofía radica en haber conquistado para el
principio de transición los fenóm enos de lo vivo, perm itiendo
así que la nueva lógica se aplique a la m ente, a la m oral y a la
vida. Al afirm ar de las especies lo que Galileo había afirm ado
de la tierra, e p u r si muove, D arw in em ancipó de u n a vez para
siem pre las ideas genéticas y experim entales com o un organon
p ara form ular preguntas y buscar explicaciones.
III
IV
1 Darwin, Life and Letters, vol. I, pág. 282; cfr. pág. 285.
2 Darwin, Life and Letters, vol. II, págs. 146, 170 y 245; vol. I, págs. 283-284.
Véase también la parte final de su Variations o f Anim áis and Plants under Do-
m esticanon.
Darwin llegó a la conclusión de que la im posibilidad de a tri
buir el m undo al azar com o u n todo, y al designio en cada una
de sus partes, m ostraba que la cuestión era insoluble. Ahora
bien, se pueden d ar dos razones radicalm ente diferentes para
explicar por qué un problem a es insoluble. Una es que el pro
blem a resulta dem asiado elevado para la inteligencia; la otra,
que la pregunta, en su m ism a form ulación, hace presuposicio
nes que la vuelven carente de sentido. El célebre debate de de
signio versus azar ap u n ta con toda seguridad hacia la segunda
de estas alternativas, u n a vez adm itido que el único objeto de
conocim iento verificable o provechoso es la serie p articular de
cam bios por los que se genera nuestro objeto de estudio, junto
con las consecuencias que luego em anan de él, y que nada in
teligible puede preguntarse sobre lo que supuestam ente queda
ría m ás allá. Afirm ar —com o a m enudo se hace— que el valor
específico de las verdades particulares, los lazos sociales y las
form as de belleza carecería de sentido y se to rn aría vano si lo
grara dem ostrarse que se genera a través de condiciones que
son cognoscibles de u n m odo concreto, afirm ar que aquéllos es
tán justificados sólo cuando, ju n to con sus causas y efectos p a r
ticulares, se reú n en de co n su n o bajo alguna causa p rim era
inclusiva y alguna m eta final exhaustiva, es u n atavism o inte
lectual. Sem ejante form a de arg u m e n ta r supone volver a la ló
gica que explicaba po r qué el agua extingue el fuego apelando
a la esencia form al de la acuosidad, y p o r qué apaga la sed a c u
diendo a su causa final. Ya se em plee en el caso del suceso p a r
ticular o en el de la vida en su conjunto, tal lógica se lim ita a
a b s tra e r algún asp ecto de la su cesió n efectiva de a c o n te c i
m ientos p ara reduplicarlo com o principio eterno petrificado
con el que explicar los propios cam bios de los cuales él es for-
m alización.
Cuando H em y Sidgwick* com entaba de pasada en una carta
que, a m edida que se hacía viejo, su interés en qué o quién hizo
el m undo se había ido transform ando en un interés por qué
clase de m undo es éste en cualquier caso, daba voz a una expe
riencia com ún en nuestros días que ilustra tam bién cuál es la
naturaleza de esa transform ación intelectual que la lógica dar-
w iniana ha producido. El interés pasa de las esencias generales
que se ocultan tras cada cam bio p a rtic u la r a la cuestión de
cóm o esos cam bios particulares favorecen o frustran propósi
tos concretos; de una inteligencia que conform ó las cosas de
6 The Meaning o f Truth, Nueva York, Longmans, Green and Co., 1909, pág
nas 209-210. En una nota a pie de página, James utilizó como ejemplo de los
errores que se cometen en relación con el término «práctico» una cita de M.
Bourdeau, quien habla escrito que «el pragmatismo es una reacción anglosa
jona contra el intelectualismo y el racionalismo de la mente latina... Es una fi
losofía sin palabras, una filosofía de gestos y de hechos, que abandona todo lo
que es general y se atiene únicamente a lo que es particular» (la cita procede
de una reseña aparecida en Journal des Débats el 29 de octubre de 1907).
[H. del E.]. En su conferencia de California (la ya mencionada «Conceptos filo
sóficos y resultados prácticos»). [N. del E.]. James había manifestado que su
pragmatismo estaba inspirado en gran medida por el pensamiento de los filó
sofos británicos Locke, Berkeley, Hume, Bain y Shadworth Hodgson (Shad-
worth Holloway Hodgson (1832-1912), filósofo inglés de orientación metafísica
moderada y primer presidente de la Aristotelian Society, cargo para el que fue
reelegido en trece años consecutivos. [N. del E.]). Pero también contrapuso este
método al trascendentalismo alemán, y en particular al de Kant. Es especial
mente interesante observar esta diferencia entre Peirce y James: el primero trató
de ofrecer una interpretación experimental, no a priori, de Kant, mientras que
James intentó desarrollar el punto de vista de los pensadores británicos.
cuando uno acep ta y a firm a u n a u o tra de las dos tesis en
disputa. Peirce era po r encim a de todo un lógico; en tanto que
Jam es era u n educador y u n hum anista, y quería forzar al p ú
blico general a darse cuenta de que determ inados problem as,
determ inados debates filosóficos, tienen una im portancia real
p ara la hum anidad, pues las creencias que ponen en juego con
ducen a form as de conducta m uy diferentes. Si no se capta esta
im portante distinción, resulta im posible com prender la m ayo
ría de las am bigüedades y los errores propios de la etapa pos
terior del m ovim iento pragm ático.
Jam es tom ó com o ejem plo la controversia entre teísm o y
m aterialism o. De nuestro principio se sigue que, si considera
mos el curso del m undo ya dado en su totalidad, es igualm ente
legítim o afirm ar que su causa es Dios o que es la m ateria. En
un caso o en el otro, las cosas son lo que son, y son ellas las que
d e te rm in a n cu alq u ier significado que vayam os a darle a su
causa. P or consiguiente, el nom bre que podam os darle es ente
ram ente arbitrario. R esulta totalm ente distinto si tom am os en
consideración el futuro. En tal caso, Dios significa un poder que
se preocupa de asegurar el triunfo final de los valores ideales y
espirituales, y la m ateria se convierte en un poder indiferente al
triunfo o la derrota de tales valores. Y n uestra vida tom a u n a
dirección diferente según adoptem os u n a u o tra de estas dos al
ternativas. En las conferencias sobre pragm atism o publicadas
en 1907*, aplica la m ism a crítica al problem a filosófico de lo
Uno y lo M últiple, es decir, de m onism o y pluralism o, así como
a otras cuestiones. Allí m uestra cóm o el m onism o equivale a un
universo rígido en el que cada cosa está fijada y perm anece in
m utablem ente un id a a las dem ás, y donde no tienen cabida la
indeterm inación, la libre elección, la novedad y lo im previsto en
la experiencia; un universo que exige sacrificar la concreta y
com pleja diversidad de las cosas a la nobleza y sim plicidad de
una estructura arquitectónica. P or lo que respecta a nuestras
creencias, el m onism o exige un tem peram ento racionalista que
lleva a u n a actitud fija y dogm ática. El pluralism o, po r su parte,
deja sitio a la contingencia, a la libertad y a la novedad, y con
cede com pleta libertad de acción al m étodo em pírico, el cual
puede am pliarse indefinidam ente. Acepta la unidad allí donde
la encuentra, pero no tra ta de forzar la vasta diversidad de acon
tecim ientos dentro de u n único m olde racional.
7 Usando una metáfora afortunada, William James dijo que deben «co
brarse» produciendo consecuencias específicas. Esta expresión significa que de
ben ser capaces de conducir a hechos concretos. Pero quienes no están fami
liarizados con los giros idiomáticos norteamericanos creyeron que significaba
que las consecuencias mismas de nuestras concepciones racionales debían li
mitarse estrechamente a su valor pecuniario. Así, Bertrand Russell ha escrito
recientemente que el pragmatismo no es más que una manifestación del mer
cantilismo norteamericano.
p ara él los conceptos y las teorías no eran m ás que instrum en
tos que pueden servir p a ra in stituir hechos futuros de una m a
nera concreta. Pero Jam es se consagró principalm ente a los as
pectos m orales de esta teoría, a respaldar el «meliorismo» y el
idealism o m oral, y a las consecuencias relativas al valor senti
m ental y las im plicaciones de diversos sistem as filosóficos que
de ella se seguían, en particu lar sus consecuencias destructivas
p ara el racionalism o m onista y el absolutism o en todas sus for
mas. N unca trató de desarrollar u n a teoría integral de las for
m as o «estructuras» y de las operaciones lógicas que tienen su
fundam ento en esta concepción. El instrum entalism o es u n in
tento de establecer u n a teoría lógica precisa de los conceptos,
los juicios y las inferencias en sus diversas form as, po r el pro
cedim iento de considerar principalm ente cóm o funciona el pen
sam iento en la determ inación experim ental de consecuencias
futuras. Es decir, intenta establecer distinciones y reglas lógicas
universalm ente reconocidas derivándolas a p a rtir de la función
reconstructiva o m ediadora atribuida a la razón. Su objetivo es
constituir u n a teoría de las form as generales de concebir y ra
zonar, y no de este o aquel juicio o concepto concreto en rela
ción con su propio contenido o con sus particulares im plica
ciones*.
P or lo que hace a los antecedentes históricos del in stru
m entalism o, dos factores resultan de especial im portancia, por
encim a y m ás allá de la cuestión de la verificación experim en
tal que ya hem os m encionado a propósito de Jam es. El prim ero
de ellos es psicológico, y el segundo es una crítica de la teoría
del conocim iento y de la lógica surgida de la teoría propuesta
p o r el idealism o neokantiano y que se expone en los escritos ló
gicos de filósofos com o Lotze, B osanquet y F. H. Bradley. Como
ya hem os dicho, la influencia neokantiana fue m uy acusada en
los Estados Unidos du ran te la últim a década del siglo xix. Yo
m ism o, y quienes h an colaborado conm igo en la exposición del
instrum entalism o**, com enzam os siendo neokantianos, de la
m ism a m anera que el punto de p artid a de Peirce fue el kan
tism o y el de Jam es el em pirism o de la escuela británica.
Las tendencias psicológicas que h a n influido en el in stru
m entalism o son de orientación biológica m ás bien que fisioló
* The Principies o f Psychology (Nueva York, Henry Holt and Co., 1890),
vol. I, pág. 8. (Hay traducción al castellano en Fondo de Cultura Económica,
México, 1983.) [N. del E.],
m ente ab extra, y de que nuestros intereses no tienen nada que
ver con sus constructos, es totalm ente absurda».
Dados el punto de vista que acabam os de especificar y el in
terés asociado a una teoría lógica de la concepción y el juicio,
lo que resulta es u n a teoría que puede describirse com o sigue.
Las adaptaciones que realizan los organism os inferiores, como
po r ejem plo sus respuestas efectivas y coordinadas a los estí
m ulos, devienen teleológicas en el hom bre y, en consecuencia,
dan lugar al pensam iento. La reflexión es u n a respuesta indi
re c ta al m edio, y ese co m p o n e n te de in d ire cc ió n p u e d e él
m ism o convertirse en m uy grande y sum am ente com plicado.
Mas su origen está en el com portam iento biológico adaptativo,
y la función últim a de su dim ensión cognitiva es el control pros
pectivo de las condiciones am bientales. Luego la función de la
inteligencia no es copiar los objetos del entorno, sino form arse
u n a idea de cóm o pueden establecerse en el futuro relaciones
m ás eficaces y beneficiosas con esos objetos.
La historia de cóm o h a sido aplicado este punto de vista a
la teoría del juicio sería dem asiado larga p a ra contarla aquí.
Nos lim itarem os a decir que, en general, el «sujeto» de un jui
cio representa aquella porción del entorno hacia la cual debe
producirse una reacción; el predicado representa la respuesta,
o el hábito, o la m anera posible en que uno debería conducirse
hacia el entorno; la cópula representa el acto orgánico y con
creto por el que se realiza la conexión entre el hecho y su sig
nificación; y por últim o la conclusión, o el objeto definitivo del
juicio, es sim plem ente la situación original transform ada, u n a
situación que im plica un cam bio, tanto en el sujeto original (in
cluida su m ente) com o en el entorno m ism o. La unidad nueva
y arm oniosa que de este m odo se alcanza verifica la relevancia
de los datos que en u n principio se seleccionaron para servir
com o sujeto y de los conceptos introducidos en la situación a lo
largo del proceso com o instrum entos teleológicos p ara su ela
boración. E n tan to no se alcanza esta unificación final, los d a
tos de percepción y los principios conceptuales, las teorías, son,
desde u n punto de vista lógico, m eras hipótesis. Es m ás, la afir
m ación y la negación son intrínsecam ente alógicas: son actos.
Una descripción ta n su m aria com o ésta difícilm ente puede
asp irar a ser ni convincente ni sugerente. No obstante, si seña
lam os las sem ejanzas y diferencias entre esta fase del pragm a
tism o y la lógica del idealism o neo-hegeliano, pondrem os al
descubierto un p unto de gran im portancia. De acuerdo con di
cha lógica, en últim o análisis el pensam iento constituye su ob
jeto, e incluso constituye el universo. Es necesario afirm ar la
existencia de u n a secuencia de form as del juicio, ya que nues
tros prim eros juicios, que se hallan m ás próxim os a los senti
dos, alcanzan a constituir objetos sólo de un m odo parcial y
fragm entario, incluso hasta el punto de involucrar en su m ism a
naturaleza un elem ento de contradicción. Lo que así resulta es
una dialéctica que perm ite a cada tipo inferior y parcial de ju i
cio p asar a u n a form a m ás com pleta, hasta que finalm ente lle
gam os al juicio total en donde el pensam iento que abarca el en
te ro o b jeto, o el u n iv erso , co n stitu y e u n to d o org án ico de
distinciones m entales interrelacionadas. Es evidente que esta
teoría m agnifica el papel del pensam iento m ás allá de toda pro
porción. Se tra ta de un idealism o racional y objetivo, al que se
opone y del que se distingue el idealism o perceptivo y subjetivo
de la escuela de Berkeley. El instrum entalism o, p o r su parte,
asigna al pensam iento u n a función positiva, la de reconstituir el
estadio presente de las cosas en lugar de m eram ente conocerlo.
Por consiguiente, en él no puede h ab er grados intrínsecos o una
jerarquía de las form as de los juicios. Cada tipo tiene su propio
fin, y su validez está enteram ente determ inada po r su eficacia
en la prosecución del m ism o. Un juicio perceptivo lim itado,
adaptado a la situación que lo h a provocado, es tan verdadero
en su parcela com o el m ás com pleto y el m ás cargado de sen
tido de los juicios filosóficos o científicos. La lógica, p o r tanto,
conduce a u n a m etafísica realista en la m edida en que acepta
las cosas y los acontecim ientos p o r lo que son independiente
m ente del pensam iento, y a una m etafísica idealista en la m e
dida en que sostiene que el pensam iento da a luz actos distinti
vos que m odifican los hechos y acontecim ientos futuros de
form a tal que los to m a m ás razonables, vale decir, m ás ade
cuados a los fines que nos proponem os a nosotros m ism os. Este
elem ento idealista se acentúa m ás y m ás a m edida que en el en
torno hum ano vam os incluyendo paulatinam ente factores so
ciales por encim a y m ás allá de los factores naturales, de m a
n e ra q u e las necesidades que se satisfacen, los fines que se
alcanzan, ya no tienen un carácter m eram ente biológico o p a r
ticular, sino que incluyen tam b ién los fines y actividades de
otros m iem bros de la sociedad.
Es natu ral que los pensadores continentales se interesen por
la filosofía de N orteam érica en tanto que refleja, en un cierto
sentido, la vida norteam ericana. Tras este rápido recorrido por
la historia del pragm atism o, debería quedar claro que el p e n sa
m iento norteam ericano es co n tinuación del europeo. Hem os
im portado de E uropa nuestro idiom a, nuestras leyes, nuestras
instituciones, n uestra m oral y n uestra religión, adaptándolos a
nuestras nuevas condiciones de vida. Lo m ism o reza para las
ideas. D urante m uchos años, nuestro pensam iento filosófico fue
un m ero eco del pensam iento europeo. El m ovim iento pragm á
tico cuyo rastro hem os seguido en este ensayo, así com o el neo
rrealism o, el conductism o, el idealism o absoluto de Royce, el
idealism o natu ralista de Santayana, son todos ellos intentos de
readaptación, m as no creaciones de novo. Sus raíces están en el
pensam iento británico y europeo. Dado que se tra ta de readap
taciones, dichos sistem as tom an en consideración los rasgos ca
racterísticos del entorno de la vida norteam ericana. Pero, com o
ya se ha dicho, no se lim itan a reproducir lo que en él resulta
gastado e im perfecto. No tienen po r objetivo glorificar la ener
gía y el am or a la acción que las nuevas condiciones de vida en
N orteam érica han exagerado. No reflejan el excesivo m ercanti
lism o que la caracteriza. Sin duda, todos estos rasgos am bien
tales han ejercido alguna influencia en el pensam iento filosó
fico; n uestra filosofía no sería espontánea ni tendría un carácter
nacional si no estuviera sujeta a dicha influencia. Pero la idea
fundam ental que h an intentado expresar los m ovim ientos de los
que he estado hablando es la de que la acción y las o p ortuni
dades se. justifican sólo en la m edida en que vuelven la vida m ás
razonable e increm entan su valor. El instrum entalism o sostiene,
en contra de m uchas tendencias opuestas dentro del m edio es
tadounidense, que la acción debe ser inteligente y reflexiva, y
que el pensam iento debe ocupar un puesto central en la vida.
Por ello es po r lo que insistim os en u n a form ulación teleológica
del pensam iento y del conocim iento. Si debe ser teleológico en
particular, y no m eram ente verdadero en abstracto, probable
m ente ello se deba a ese elem ento práctico que se halla en to
das las facetas de la vida de nuestro país. Sea com o fuere, lo que
p o r encim a de todo querem os enfatizar es que se considere a la
inteligencia com o la única fuente y la sola g arantía de un futuro
deseable y feliz. No cabe duda alguna de que el carácter pro
gresista e inestable de la vida y la civilización norteam ericana
h a favorecido el nacim iento de una filosofía que ve el m undo
com o algo en perm an en te form ación y donde aún hay lugar
p ara el indeterm inism o, p ara lo nuevo y p ara u n futuro au tén
tico. Mas no es ésta una idea exclusivam ente norteam ericana,
po r m ás que las condiciones de vida en N orteam érica la hayan
ayudado a hacerse autoconsciente. Tam bién es verdad que los
estadounidenses tienden a subestim ar el valor que posee la tra
dición de la racionalidad en tanto que logro del pasado. Pero el
m undo tam bién h a dado en el pasado m uestras de irracionali
dad, y esa irracionalidad se ha incorporado a nuestras creencias
e instituciones. Hay m alas tradiciones, del m ism o m odo que las
hay buenas: siem pre es im portante distinguir. Que obviemos las
tradiciones pasadas, con todas las im plicaciones que tal negli
gencia nos pueda ac arrea r en la form a de un em pobrecim iento
espiritual de la vida, tiene tam bién su com pensación en la idea
de que el m undo está em pezando de nuevo y se está volviendo
a hacer ante n uestra vista. El futuro, no m enos que el pasado,
puede ser u n a fuente de interés y de consuelo y darle un signi
ficado al presente. El pragm atism o y el experim entalism o ins
trum ental traen al prim er plano la im portancia del individuo.
Él es el p ortador del pensam iento creativo, el a u to r de la acción
y de sus aplicaciones. El subjetivism o es una vieja historia den
tro de la filosofía; u n a historia que com enzó en Europa, no en
América. Pero la filosofía norteam ericana, a través de los siste
m as que hem os expuesto, le ha dado al sujeto, a la m ente indi
vidual, u n a función práctica m ás que epistem ológica. La m ente
individual es im portante porque únicam ente u n a m ente indivi
dual puede ser el órgano que m odifique tradiciones e institu
ciones, sólo ella es el vehículo de la creación experim ental. El
individualism o egoísta y unilateral de la vida estadounidense ha
dejado su sello en n u e stra s p rácticas. P ara bien o p a ra m al,
según el punto de vista que se adopte, ha transform ado el indi
vidualism o cerrado y estético de la vieja cultura europea en un
individualism o activo. Pero la idea de u n a sociedad de los indi
viduos no es ajena a n uestro pensam iento; perm ea incluso el in
dividualism o hoy vigente, que es irreflexivo y brutal. Y ese que
el pensam iento norteam ericano idealiza no es un individuo per
se, determ inado aisladam ente y volcado sobre sí m ism o, sino un
individuo que evoluciona y se desarrolla en un m edio natural y
hum ano, un individuo que puede ser educado.
Si se m e pidiera que propusiera un paralelo histórico para
este m ovim iento del pensam iento en N orteam érica, traería a la
m em oria m i m anual de filosofía francesa de la Ilustración. Todo
el m undo sabe que los pensadores que hicieron ilustre aquella
época se inspiraron en Bacon, Locke y Newton; querían aplicar
el m étodo científico y las conclusiones de u n a teoría experi
m ental del conocim iento a los asuntos hum anos, les interesaba
la crítica y reconstrucción de las creencias y las instituciones.
Como escribe Hóffding*, les anim aba «una ferviente fe en la in
teligencia, el progreso y la hum anidad». Y seguro que nadie les
acusa hoy de hab er buscado subordinar la inteligencia y la cien
cia a fines utilitarios corrientes sólo porque tuvieran esa im
p ro n ta pedagógica y social. Sim plem ente quisieron librar a la
inteligencia de sus im purezas y convertirla en soberana. Difí
cilm ente podrá decirse que aquellos que glorifican la inteligen
cia y la razón en abstracto, a causa del valor que atesoran para
quienes hallan satisfacción personal en poseerlas, las tienen en
m ás auténtica estim a que los que desean convertirlas en guía
* «The Reflex Are Concept in Psychology», The Early Works o f John Dewey,
ed. de Jo Ann Boydston. Carbondale y Edwardsville, Southern Illinois
University Press / Londres y Amsterdam, Feffer & Simons Inc., 1972; vol. 5,
págs. 96-109. Publicado originalmente en The Psychological Review, III (julio
de 1896), págs. 357-370; reimpreso luego con algunas revisiones y bajo el título
de «The Unit of Behavior» en Philosophy and Civilization, Nueva York, Minton,
Balch and Co., 1934, págs. 233-248. [N. del E.].
El viejo dualism o de sensación e idea vuelve a repetirse en el
vigente dualism o de estructuras y funciones periféricas y cen
trales; el antiguo dualism o de cuerpo y alm a halla un claro eco
en el dualism o actual de estím ulo y respuesta. En vez de inter
p retar el carácter de sensaciones, ideas y acciones a p a rtir de su
lugar y su función dentro del circuito sensorio-m otor, seguim os
inclinándonos a in terp retar este últim o desde nuestras ideas
preconcebidas y preform uladas de una distinción rígida entre
sensaciones, pensam ientos y actos. El estím ulo sensorial es u n a
cosa, la actividad central, que hace las veces de la idea, es otra,
y la descarga m otora, que representa el acto propiam ente dicho,
u n a tercera. A resultas de ello, el arco reflejo no es u n a unidad
com prehensiva u orgánica, sino un centón de partes disjuntas,
u n a conjunción m ecánica de procesos desagregados. Lo que se
requiere es que el principio que subyace a la idea de arco refle
jo com o unidad fundam ental se em plee de m anera coherente
p ara d eterm in ar el valor de los factores que lo integran. Más
concretam ente, lo que hace falta es que estím ulo sensorial,
conexiones centrales y respuestas m otoras no sean vistos com o
entidades separadas y com pletas en sí m ism as, sino com o divi
siones del trabajo, com o factores que funcionan dentro del todo
concreto singular, designado ah o ra com o «arco reflejo».
Mas ¿cómo podem os denom inar propiam ente eso que no es
sensación-seguida-de-idea-seguida-de-m ovim iento, sino que es,
por así decir, el organism o m ental del que sensación, idea y
m ovim iento constituyen los órganos principales? Visto desde el
lado fisiológico, el nom bre idóneo para ese proceso m ás inclu
sivo sería el de «coordinación». Ésa es la esencia de los hechos
que se agrupan y se subsum en bajo el concepto de arco reflejo.
Tomemos com o ejem plo el caso bien conocido del niño y la
vela*. La interpretación com ún diría que la sensación de una
luz actúa com o estím ulo cuya respuesta es alcanzar con la
m ano, la quem adura resultante es un estím ulo cuya respuesta
es retira r la m ano, y así sucesivam ente. Sin duda es éste un
modo aproxim ado, práctico, de representar el curso aparente de
los acontecim ientos. Pero cuando preguntam os po r su adecua
ción psicológica la situación es m uy otra. El análisis nos revela
que empezamos, no con u n estím ulo sensorial, sino con una
coordinación sensorio-m otora, la coordinación óptico-ocular, y
que en cierto sentido es el m ovim iento lo que es prim ario y la
sensación secundaria, donde el m ovim iento de los m úsculos del
* William James, The Principies o f Psychology, Nueva York, Henry Holt and
Company, 1890, vol. I, pág. 25. [Hay traducción española, Los principios de la
psicología, México, Fondo de Cultura Económica, 1983.] [N. del E.].
cuerpo, cabeza y ojos determ ina la cualidad de lo que se experi
m enta. E n otras palabras, el verdadero com ienzo está en el acto
de ver; es un m irar, no u n a sensación de luz. El quale sensorial
nos da el valor del acto, del m ism o m odo que el m ovim iento le
proporciona un m ecanism o y un control, pero tanto sensación
com o m ovim iento yacen en el interior, no en el exterior del acto.
Ahora, si este acto, el ver, estim ula otro acto, el alcanzar, es
porque am bos entran dentro de u n a coordinación m ás amplia;
porque ver y to m ar h an ido juntos tan a m enudo p a ra reforzar
se el uno al otro, p a ra ayudarse entre sí, que cada uno de ellos
se puede considerar prácticam ente un m iem bro subordinado de
un a coordinación mayor. Más concretam ente, la capacidad de
la m ano p ara h acer su trabajo dependerá, directa o indirecta
m ente, de que sea controlada, y no sólo estim ulada, p o r el acto
de visión. Si la luz no inhibiera el alcanzar en la m ism a m edida
en que lo excita, éste sería puram ente indeterm inado, se dirigi
ría a algo o a nada, no al objeto concreto visto. A su vez, el
alcanzar debe tam bién estim ular y controlar el ver. El ojo debe
m antenerse fijo en la vela si el brazo h a de h acer su trabajo;
dejém oslo vagar y al p unto el brazo se pondrá a o tra tarea. En
otras palabras, lo que ah o ra tenem os es u n a coordinación
aum entada y transform ada; el acto sigue siendo ver, pero ahora
es ver-a-efectos-de-alcanzar. Sigue habiendo u n circuito senso
rio-m otor: un circuito con m ás contenido o valor, pero no la sus
titución de u n estím ulo sensorial po r u n a respuesta m otora1.
Tomemos ah o ra la historia en su siguiente estadio, cuando
el niño se quem a. Apenas hace falta señalar de nuevo que vuel
ve a tratarse de una coordinación sensorio-m otora y no de una
m era sensación. No obstante, m erece la pena an o tar de form a
especial que estam os sim plem ente ante la com pleción o cu m
plim iento de la coordinación ojo-brazo-m ano previa, no ante un
suceso enteram ente nuevo. Es sólo porque el quale calor-dolor
se introduce en el m ism o circuito de experiencia al que perte
necen los qualia óptico-ocular y m uscular, po r lo que el niño
aprende de la experiencia y adquiere la capacidad de evitarla en
el futuro.
Form ulado de un m odo m ás técnico, la así llam ada respues
ta no lo es m eram ente al estím ulo; está, por decirlo así, dentro
de él. La quem adura es el ver inicial, la inicial experiencia ópti-
co-ocular, am pliada y transform ada en su valor. Ya no es m ás un
m ero ver; es un ver-una-luz-que-significa-dolor-cuando-se-toca.
1 Véase The Psychological Review (mayo de 1896), pág. 253, donde Angelí y
Moore ofrecen una excelente formulación e ilustración de esta reciprocidad de
estimulaciones.
La versión com ún de la teoría del arco reflejo procede bajo el
supuesto m ás o m enos tácito de que la aparición de la respues
ta constituye u n a experiencia totalm ente nueva; que es, por
ejemplo, la sustitución de una sensación de luz p o r u n a sensa
ción de quem adura p o r intervención del m ovim iento. Pero lo
cierto es que el único significado del m ovim iento en cuestión
consiste en m antener, reforzar o tran sfo rm ar (según sea el caso)
el quale inicial; lo que tenem os no es la sustitución de u n tipo de
experiencia p o r otro, sino el desarrollo o, com o parece apropia
do llam arlo, la m ediación de una experiencia. En una palabra,
el ver sigue controlando el alcanzar y es interpretado a su vez
p o r el quem arse*.
H asta aquí el argum ento puede resum irse diciendo que la
idea de arco reflejo tal com o com únm ente se em plea es defec
tuosa, prim ero, porque asum e que estím ulo sensorial y respues
ta m otora son existencias m entales diferentes, cuando en reali
dad siem pre están dentro de u n a coordinación y obtienen su
significado exclusivam ente del papel que desem peñan en el
m antenim iento o reconstrucción de la m ism a; y segundo, por
que asum e que el quale de experiencia que precede a la fase
«motora» y el que la sucede constituyen dos estados diferentes,
en vez de ser el últim o siem pre una reconstrucción del prim ero,
donde la fase m otora aparece sólo con vistas a esa m ediación.
El resultado es que la idea de arco reflejo nos deja con u n a psi
cología descoyuntada, ya la considerem os desde el punto de
vista del desarrollo del individuo o de la especie o desde el punto
de vista del análisis de la conciencia m adura. E n lo que respec
ta al prim ero, al no ver que el «arco» del que habla es en reali
dad u n circuito, u n a continua reconstrucción, rom pe la conti
nuidad y nos deja únicam ente con u n a secuencia espasm ódica,
donde el origen de cada espasm o hay que buscarlo fuera del
propio proceso de la experiencia, bien en u n a presión externa
del «medio» o en u n a inexplicable variación espontánea proce
dente del interior del «alma» o del «organismo»**. Por lo que
* Cuenta Plutarco que el general Marcelo, al mando de toda una flota roma
na, sitió Siracusa durante la segunda guerra púnica por ser esta ciudad aliada
de Cartago, y que durante meses sus tentativas de ocupación fueron baldías
merced a¡ talento ingenieri 1 del siracusano Arquímedes, que ideó toda clase de
dispositivos (lentes que incendiaban las velas de los barcos, grúas que los vol
caban haciéndolos zozobrar, enormes y potentes catapultas) para resistir el ase
dio. Cuando, en el 212 a.C., la ciudad finalmente cayó, el saqueo de la solda
desca sorprendió a Arquímedes concentrado en un problema de geometría que
intentaba resolver dibujando sobre el suelo. Un centurión romano, sin recono
cer en aquel anciano acuclillado al más extraordinario y reputado sabio de la
época, le conminó a que se entregara, a lo que éste respondió lacónico y sin
levantar la vista de sus dibujos: «no molestes a mis círculos». Entonces el cen
turión lo atravesó con la espada, cosa que luego pagaría él con su vida, ya que
Marcelo había dado orden expresa de no matar a Arquímedes (es de suponer
que no como tributo de las armas a la inteligencia, sino con idea de poner tan
privilegiado cerebro al servicio del aparato militar de Roma). [N. del E.].
relativas entre los diversos órganos, m ediante las cuales se m an
tiene el equilibrio orgánico.
Es m ás, el sonido no es u n m ero estím ulo, o u n a m era sen
sación; él tam bién es u n acto, el acto de oír. Hay involucrada
una respuesta m uscular tan to com o un estím ulo sensorial; es
decir, en el oír está im plicado u n determ inado aparato m otor
específico no m enos que en la huida subsiguiente. El m ovi
m iento y la postura de la cabeza, la tensión de los m úsculos
auriculares, son requisitos p ara la «recepción» del sonido. Tan
verdadero es decir que la sensación de sonido surge de una res
puesta m otora com o que el h uir es una respuesta al sonido. Esto
se puede expresar señalando que el profesor Baldwin ha inver
tido en el pasaje citado el orden real de sus elem entos prim ero
y segundo. No tenem os prim ero u n sonido y después una acti
vidad de atención, a m enos que el sonido se tom e com o m era
sacudida nerviosa o suceso físico, no com o cualidad consciente.
La sensación sonora consciente depende de que haya tenido
lugar ya la respuesta m otora; o, dicho en los térm inos del en u n
ciado anterior (si «estímulo» se u sa com o referido a un hecho
consciente y no a un m ero suceso físico), es la respuesta m oto
ra o atención la que transform a la sacudida nerviosa inicial en
estím ulo para otro acto. Una vez más, el «elemento» final, la
huida, no es m eram ente motor, sino sensorio-m otor, con su
valor sensorial y su m ecanism o m uscular. Tam bién él es una
coordinación. Y, po r últim o, esta coordinación sensorio-m otora
no es u n nuevo acto que sobreviene a lo que le precede. Del
m ism o m odo que la «respuesta» es necesaria p a ra constituir el
estím ulo y determ inarlo com o sonido y com o este tipo de soni
do —el producido por u n a fiera, o por u n ladrón—, así tam bién
la experiencia del sonido debe persistir com o un valor en la
huida, p ara que ésta no decaiga nada m ás em prendida, para
controlarla. Nadie piensa que la reacción m otora im plicada en
la huida sea u n acontecim iento separado, desconectado, pero
tam poco se la debe considerar com o m era reacción al sonido.
O curre p ara cam biar el sonido o, m ás exactam ente, para des
arrollar las experiencias sugeridas que lo hacen verdaderam en
te significativo. El m ovim iento, sea el que fuere, está entera
m ente determ inado en su significado p o r referencia al oír el
sonido. Es esa m ism a experiencia m ediada2. Lo que tenem os es
2 Dicho de otro modo, toda reacción es del m ism o tipo que la que el profe
sor Baldwin atribuye únicamente a la imitación, a saber, circular. La imitación
es simplemente esa forma particular de circuito en la que la «respuesta» con
duce al mantenimiento comparativamente inalterado de la experiencia anterior.
Digo «comparativamente inalterado» porque, en la medida en que dicho man
tenimiento significa un control adicional sobre la experiencia, ésta está siendo
u n circuito, no un arco o segm ento desgajado de u n círculo. El
térm ino «orgánico» le cuadra m ejor que el de «reflejo», ya que
es tan cierto que la respuesta m otora determ ina el estím ulo
com o que el estím ulo sensorial determ ina el m ovim iento. De
hecho, el m ovim iento es sólo con vistas a determ inar el estím u
lo, a fijar de qué tipo de estím ulo se trata, a interpretarlo.
Espero no d ar la im presión de estar introduciendo refina
m ientos y distinciones innecesarias en lo que después de todo,
podría alguien decir, resulta u n hecho indudable, a saber, que el
m ovim iento en tan to que respuesta sigue a la sensación en tan to
que estím ulo. No es u n a cuestión de hacer m ás com plicada la
explicación del proceso, si bien siem pre es prudente precaverse
contra esa falsa sim plicidad que se logra a base de dejar fuera
de la explicación u n a buena parte del problem a. Es u n a cues
tión de averiguar qué significan estím ulo o sensación, m ovi
m iento y respuesta; cuestión de ver que significan tan sólo dis
tinciones funcionales flexibles, no existencias fijas; que uno y el
m ism o acontecim iento puede desem peñar cualquiera de esos
papeles, o am bos, a m edida que se desplaza el centro de interés;
y que, debido a esa distinción y relación funcional, el supuesto
problem a de su m utuo ajuste, bien sea po r acción de u n a fuer
za superior en el estím ulo o p o r u n a actividad ad hoc en el cen
tro o en el alm a, es un problem a puram ente autocreado.
El carácter descoyuntado de la actual teoría puede apreciar
se si se repara en que resulta im posible aplicar al aconteci
m iento la expresión «sensorio-m otor» com o m era descripción
de él; la expresión sólo tiene validez com o interpretación, esto
es, únicam ente com o lo que define el ejercicio de diversas fun
ciones. En térm inos descriptivos, el proceso todo puede ser sen
sorial o puede ser motor, pero no puede ser sensorio-m otor. El
«estímulo», la excitación de la term inación nerviosa y del nervio
sensorial, el cam bio central, son m ovim ientos tanto, o tan poco,
com o lo son los sucesos que tienen lugar en m úsculos y nervios
m otores. Se tra ta de u n a única redistribución continua e ininte
rrum pida de m ateria en m ovim iento. Y no hay n ad a en el p ro
ceso, desde el punto de vista de la descripción, que nos autorice
a llam arlo reflejo. Es p u ra y sim ple redistribución, tanto com o
la com bustión de u n leño, o el derrum be de u n a casa, o el movi
m iento del viento. E n el proceso físico, en tanto que físico, no
hay nada que pu ed a destacarse com o estím ulo, nada que reac
El patrón de la investigación
(1938)*
* Esta idea de que el conocim iento implica, en el sentido más literal, una
modificación temporal (es decir, en el tiempo) de la realidad conocida se des
arrolla más por extenso en el Capítulo VII del presente volumen. [N. del E.].
de u sar «objetos» p ara este propósito (ya que la palabra nor
m alm ente se aplica a cosas que son observadas o en las que se
piensa) es en efecto sólo aparente. Pues las cosas existen como
objetos p ara nosotros sólo si h an sido previam ente determ ina
das com o resultado de u n a investigación. Cuando se usan en el
transcurso de nuevas investigaciones dentro de nuevas situ a
ciones problem áticas, son conocidos com o objetos en virtud de
investigaciones previas que garantizan su asertabilidad. En la
nueva situación, ellos son medios p ara alcanzar conocim iento
de alguna otra cosa. E strictam ente hablando, son partes de los
contenidos de la investigación tal com o esa palabra se acaba de
definir. Pero retrospectivam ente (esto es, com o productos de
u n a determ inación previa m ediante investigación), son objetos.
C a p ít u l o V I
1 Ob. cit., pág. 362. La misma interpretación se repite en la página 401, esta
vez con las palabras «debe ocupar el lugar de» en vez de «reemplaza a».
2 Logic: The Theory o f Inquiry, pág. 9. [Las citas de Dewey son por la edi
ción original: Nueva York, Holt, Rinehart and Winston, Inc., 1938. Hay traduc
ción castellana: Lógica: Teoría de la investigación, trad. Eugenio ímaz, México-
Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1950], [N. del E.]. Quizá, en bien
de la claridad, la palabra «expresión» debería haber ido en cursiva. Las ambi
güedades en cuestión se discutían en páginas precedentes. En el caso de creen
cia, la principal es la que se da entre su sentido como estado de la mente y como
lo que es creído, la materia de la creencia. En el caso de conocimiento, afecta a
la diferencia entre el conocim iento com o un resultado de la «investigación com
petente y controlada» y el conocim iento como algo supuestamente «dotado de
un significado propio, con independencia de toda conexión con, y de toda re
ferencia a, la investigación.»
3 Ob. cit., pág. 408.
una teoría o una hipótesis, u n significado entendido como sig
nificación posible en algún caso real, para que pueda haber aser-
tabilidad garantizada cuando de u n a cuestión de hecho concreta
se trata. No hay duda de que esta postura confiere a las ideas (teo
rías, hipótesis) una im portancia que no tienen en la perspectiva
de Russell. Pero no es una postura que se pueda contraponer a
las aserciones acerca de cuestiones de hecho particulares, dado
que, en térm inos de m i propia perspectiva, lo que establece son
las condiciones bajo las cuales alcanzam os asertabilidad garan
tizada en tom o a cuestiones de hecho particulares4.
No hay nada específicam ente «pragmático» en esta parte de
m i posición, de acuerdo con la cual es necesaria la presencia de
una idea —definida com o una significación posible de un algo
existente— p ara que cualquier aserción pueda aspirar al rango
de conocim iento o de verdad; en cam bio, la insistencia en que
esa «presencia» lo sea por vía de una operación existencial la
desm arca de la m ayoría de teorías de este tipo. Puedo indicar
algunas de las razones p o r las que adopto esta posición m en
cionando ciertas dificultades contenidas en la visión opuesta
que sostiene Russell, a saber, que hay proposiciones que son co
nocidas en virtud de su p ro p ia presen cia directa inm ediata,
com o en el caso de «Hay algo rojo» o, com o Russell prefiere de
cir, «Rojez-aquí»*.
(i) No entiendo cóm o «aquí» pueda tener u n significado a u
tónom o y autoafirm ado. A m í m e parece que carece de todo ra s
tro de significado si no es en tan to que distinguido de «allí»,
m ientras que «allí» es a m i m odo de ver plural, una cuestión de
m últiples «allíes». Tales distinciones, creo yo, e n trañ an deter
m inaciones que van m ás allá de cualquier cosa dada directa
m ente o susceptible de estar directam ente presente. Diría in
cluso, sin intención de justificar ahora m i afirm ación, que la
pretendidam ente sim ple «rojez aquí» entraña u n a teoría que in
cluye la determ inación o definición de lo que llam am os «Espa
cio». Y hasta añadiría que, dado que la form ulación adecuada
de esa cuestión de hecho concreta sería en cualquier caso «ro-
jez-aquí-ahora», una aserción plenam ente garantizada acerca
II
6 Ob. cit., pág. 154. Con el fin de allanar el terreno para la discusión de
las tesis que aparecen en el pasaje citado en el texto, y como un medio de abre
viar mis comentarios, ofrezco un par de enunciados categóricos que podrían
respaldarse con muchas citas de escritos «instrumentalistas». Los instrumen
talistas no creen que el conocim iento sea un todo orgánico; de hecho, la idea
carece de sentido desde su punto de vista. No creen tampoco que el test de la
verdad sea la coherencia; lo que ellos defienden es una teoría de la correspon
dencia, en el sentido operacional que se especifica más adelante en este en
sayo.
y sólo po r la observación. Además, com o se establece con fre
cuencia en m i Lógica: Teoría de la investigación, es necesario que
los datos (sum inistrados po r la observación) sean nuevos, o di
ferentes de aquellos que sugirieron en prim er lugar el elem ento
inferencial, si es que van a tener algún valor con vistas a la ob
tención de conocim iento. Es im portante que sean recabados
bajo condiciones tan diferentes com o sea posible, de form a que
los datos con orígenes diferenciados puedan com plem entarse
unos a otros. La necesidad tanto de una distinción com o de u n a
cooperación entre m ateria inferencial y observacional es, en mi
teoría, producto de un análisis de la investigación científica; tal
necesidad constituye, com o se m ostrará con m ás detalle en lo
que sigue, el núcleo de toda mi teoría de que el conocim iento
es aserción garantizada.
D ebería e sta r claro a h o ra que el in stru m e n ta lista ni p o r
asom o form ularía el tipo de «réplica» que se le atribuye. En lu
gar de sostener que las «teorías aceptadas» constituyen siem pre
la base p ara interp retar todo lo que de nuevo se obtiene en la
experiencia perceptiva, no les va a la zaga a otros en denunciar
que sem ejante m odo de in terp retar representa u n a fuente m uy
com ún e im portante de conclusiones erróneas, una fuente de
d ogm atism o y co n sig u ie n te m e n te de im p ed im en to s p a ra el
avance del conocim iento. E n mi Lógica he señalado explícita
m ente que u n a de las razones principales por las que la in tro
ducción de los m étodos experim entales significó un cam bio tan
grande, tan revolucionario, para la ciencia natural, es que p ro
porcionan datos que resultan nuevos, no sólo en su detalle, sino
en su tipo. De ahí que su introducción obligara a realizar tipos
nuevos de inferencias hacia nuevos tipos de m aterias, y a for
m u lar tipos nuevos de teorías —adem ás de sum in istrar m edios
m ás precisos de som eter a prueba las viejas—. Partiendo de la
opinión que se les atribuye a los instrum entalistas, supongo que
habría sido m ás fácil y m ás eficaz señalar la contradicción que
se encierra en m antener, po r un lado, que el instrum entalista no
tiene m edio de descubrir «la necesidad de ulteriores correccio
nes» en las teorías aceptadas, y, p o r otro, que todas las teorías
aceptadas son, o pueden ser, inadecuadas. ¿Acaso la idea de que
«cualquier enunciado del nuevo conocim iento obtenido por m e
dio de la percepción es siem pre u n a interpretación basada en
teorías aceptadas» no está en flagrante contradicción con la de
que podría requerir ulteriores correcciones si tales teorías d e
m uestran ser «inadecuadas»? Diga alguien cóm o podría m os
trarse jam ás com o inadecuada u n a teoría cualquiera, una vez
«aceptada», a la luz de la prim era parte de la supuesta «réplica»
del instrum entalista.
Por desgracia, me veo en la obligación de elaborar alguna
hipótesis acerca de cóm o y por qué, visto el núm ero y la reite
ración de declaraciones hechas en m i Lógica en to m o a la ne
cesidad de distinguir entre elem entos inferenciales y datos ob-
servacionales (porque en caso contrario no hay aproxim ación a
u n a asertabilidad garantizada), pudo a alguien ocurrírsele que
yo negaba la distinción. La m ejor explicación que puedo aven
tu ra r es que m is afirm aciones sobre la necesidad de los secos
datos, extraídos de la observación experim ental y libres de todo
com ponente inferencial, no fueron tom adas en serio porque se
suponía que, desde m i teoría, esos m ism os datos representan, o
presentan, casos de conocimiento, de form a que según m i teo
ría tam bién debe haber en ellos un elem ento inferencial. Sea o
no ésta la fuente del supuesto rechazo de la distinción que R us
sell im agina, puede servir p a ra indicar u n a diferencia sum a
m ente significativa entre nuestras opiniones. Pues Russell pro
pugna, si le entiendo bien, que las proposiciones acerca de esos
datos constituyen en algunos casos ejemplos de conocim iento,
y en realidad que tales casos proveen, en tanto que proposicio
nes básicas, los m odelos sobre los que debe form ularse u n a teo
ría de la verdad. E n mi perspectiva, no son casos de conoci
miento, si bien su form ulación proposicional es u n a condición
necesaria (pero no suficiente) del m ism o.
E ntendería que a algún crítico m i verdadera posición le p u
diera parecer m ás objetable todavía que la que erróneam ente se
m e ha atribuido. Con todo, en bien de la com prensión y com o
base p ara u n a crítica que quiera ser pertinente, resulta indis
pensable que esta postura, y todo lo que lleva consigo, se reco
nozca como fundam ental dentro de m i teoría. Ella me lleva a lo
que en esa teoría se quiere decir con el carácter instrum ental de
u n a proposición. P or tanto, voy a posponer la consideración de
la tesis que se m e h a atribuido, según la cual las proposiciones
son verdaderas si son instrum entos o herram ientas p ara el éxito
de u n a acción, h asta tanto no haya establecido qué es exacta
m ente u n a proposición según m i teoría. La opinión que se me
im puta es la de que «la investigación utiliza "aserciones” como
sus herram ientas, y las aserciones están “garantizadas” en la
m edida en que producen el resultado deseado»7. Quiero con
traponer esta tesis al siguiente enunciado de m i posición:
El juicio puede identificarse como el producto definitivo
de la investigación. Se ocupa de los objetos finales que emer
gen de la investigación con su estatuto de conclusivos. El jui
cio, en este sentido, se distingue de las proposiciones. El con-
* Logic: The Theory o f lnquiry, pág. 120 (he añadido algunas cursivas). Na
turalmente, la palabra «lógico» tal como aparece en el pasaje debe entenderse
en el sentido especificado en anteriores capítulos del libro; un significado que
se determina por relación a operaciones de investigación que se llevan a cabo
debido a la existencia de un problema y que están controladas por las condi
ciones del mismo —toda vez que la «meta» es resolver el problema que suscita
la investigación. [Véase el Capítulo V del presente volumen, en especial su apar
tado último («Terminología») por lo que respecta al significado de «proposi
ción».] [N. del E.].
nión, au n del m odo m ás especulativo y conjetural posible, creo
que quedará claro que, de acuerdo con ella, verdad y falsedad
son propiedades únicam ente de aquel objeto que es el fin, el cie
rre, de la investigación p o r cuyo m edio se alcanza. La diferen
cia entre conclusiones verdaderas y falsas viene fijada p o r el ca
rácter de los procedim ientos operativos m ediante los cuales se
determ inan las proposiciones acerca de los datos y las proposi
ciones acerca de los elem entos inferenciales (significados, ideas,
hipótesis). E n cualquier caso, no puedo im aginar que cuando
alguien afirm a que cosas tales com o los m artillos o los telares,
o procesos quím icos com o la tinción o la aleación de metales,
cuando se usan com o m edios se distinguen po r sus propieda
des de adecuación y eficacia (y sus opuestas) m ás bien que po r
propiedades de verdad-falsedad, se piense que está diciendo
algo distinto al m ero lugar com ún.
IV
* Lo que Dewey critica aquí, claro está, es la teoría russelliana del «ato
mismo lógico» como análisis del significado de la proposición, que presupone
una noción de «elementalidad» intrínseca a ésta definida sobre la base de su es
tructura lógica abstracta o formal. El supuesto de Dewey es que carece de sen
tido hablar de la «forma lógica» de una proposición en general, al margen de su
lugar funcional dentro de una investigación concreta y particular. Se trata, evi
dentemente, de dos nociones muy distintas de «lógica»; véase el comienzo del
Capítulo V de este volumen. [N. del E.].
** Se trata, en efecto, de la «teoría causal de la justificación» propugnada
por Russell, que como se verá enseguida es el blanco principal de la crítica epis
temológica de Dewey en este artículo. [N. del E.].
la verdad com o «correspondencia», así com o en qué sentido la
defiendo: u n sentido que en m i opinión está libre de una difi
cultad fundam ental que la concepción de Russell sobre la ver
dad es incapaz de su p erar o soslayar. El suceso por conocer es
el que, según su p unto de vista, actúa com o causa de la propo
sición, a la vez que es tam bién su verificador; ¡si bien la propo
sición es el único m edio de conocer el suceso! Sem ejante p unto
de vista, com o cualquier otro estrictam ente epistemológico, pa-
récem e que asum e una m isteriosa e inverificable doctrina de la
arm onía preestablecida. Cómo u n suceso pueda ser: (i) lo-que-
está-por-conocer, y por ende resulta por definición desconocido,
y (ii) lo que es susceptible de ser conocido sólo por m ediación
de u n a proposición, la cual, a su vez (iii) p ara ser u n caso de
conocim iento o ser verdadera debe corresponderse con lo-que-
está-por-conocer, representa p ara m í el m ilagro epistemológico.
Pues tal doctrina establece que una proposición es verdadera
cuando se conform a a aquello que no es conocido sino por m e
dio de ella m ism a.
Al contrario que éste, m i propio punto de vista tom a la co
rrespondencia en el sentido operativo que ella tiene en todos los
casos, con la única excepción del caso epistem ológico de una
pretendida relación entre u n «sujeto» y u n «objeto»: a saber, el
sentido de responder, com o una llave responde a las condicio
nes im puestas por una cerradura, o com o dos corresponsales se
«responden» el uno al otro; o, en general, com o u n a réplica es
una respuesta adecuada a una pregunta o u n a crítica; en una
palabra, como u n a solución responde a los requisitos de un pro
blema. E n esta perspectiva, las p artes en «correspondencia»
aparecen abiertam ente y sobre la m esa, en vez de estar una de
ellas fuera p a ra siem pre de la experiencia y la o tra dentro de
ésta en form a de «percepto» o lo que sea. Fue el preguntarm e
cómo podía afirm arse que algo en la experiencia se correspon
de con algo que por definición está fuera de la experiencia, lo
cual constituye p ara la doctrina epistem ológica el único medio
de «conocer», lo que m e hizo em pezar a sospechar de la indus
tria epistem ológica en su conjunto10.
V
Me alegraría pensar que lo dicho es lo bastante claro y pre
ciso respecto de la naturaleza y función de las «consecuencias»
com o para que no fuera necesario añadir nada m ás al respecto.
Pero hay algunas críticas de Russell que parecería que quiero
evadir si no agrego nada específicam ente sobre ellas. Afirma él
haberm e preguntado varias veces cuál es, de acuerdo con m i teo
ría, la m eta de la investigación, y que no ha recibido ninguna
respuesta a su preg u n ta11. Parece haber razones para inferir que
esta cuestión está conectada con la creencia de que lo que me
propongo es sustituir «verdad» po r alguna otra cosa, de form a
que, no siendo la m eta la verdad según la interpretación que de
m í hace, estoy forzado a proponer alguna m eta distinta. Quien
consulte el índice de m i Lógica: Teoría de la investigación se en
contrará con la siguiente entrada: «Asertabilidad, garantizada,
com o fin de la investigación.» A continuación se rem ite al lector
a unos catorce pasajes del texto. A m enos que haya alguna dife
rencia entre «fin» y «meta» que a m í se m e escapa, el siguiente
pasaje parece ofrecer la respuesta que Russell echa en falta:
oportunidad para decir que en efecto así es. No defiendo en este caso un punto
de vista que haya «abolido» en todos los demás. Aplico el punto de vista gene
ral que he expuesto en otros lugares. Existen pocos asuntos respecto de los cua
les haya habido tanta experiencia y tanta comprobación como el de la conexión
entre medios y consecuencias, ya que dicha conexión aparece involucrada en
todos los detalles de cada oficio, arte o empresa. Que la asertabilidad garanti
zada sea una cuestión de probabilidad en el caso de las conexiones causales es
un rasgo que comparte con otras instancias suyas; mientras que, aparente
mente, Russell denegaría el nombre de conocimiento, en su sentido más pleno,
a cualquier cosa que no sea segura hasta el punto de la infalibilidad, o que no
descanse en último término en alguna certeza absoluta.
11 Ob. cit., pág. 404.
* Logic: The Theory o f Inquiry, págs. 157-158. [El concepto de «fin-a-la-
vista» o «fin-en-perspectiva» (end-in-view) es central en todo el análisis de De
wey de la conducta intencional, dentro de la cual él encuadra el conocimiento
o la ciencia no menos que la moral, siendo todo ello partes o aspectos de la ac
tividad general de la investigación empírica. El fin-a-la-vista es el objetivo que
Lo que quiere decir el pasaje, si no aisladam ente sí dentro
de su contexto, es que la investigación com ienza con u n a situ a
ción indeterminada, y no sólo com ienza con ella, sino que es
controlada po r la naturaleza cualitativa específica de ésta*. La
investigación, en cuanto que sum a de las operaciones m ediante
las que se resuelve (se fija, se vuelve determ inada) la situación,
tiene que descubrir y form ular las condiciones que describen el
problem a en cuestión. Ya que ellas son las condiciones que hay
que «satisfacer» y los determ inantes del «éxito». Dado que di
chas condiciones son existenciales, sólo se pueden determ inar
m ediante operaciones observacionales; el carácter operacional
de la observación se pone claram ente de m anifiesto en la n a tu
raleza experim ental de toda determ inación científica de datos.
(En el nivel no científico de investigación, se pone de m anifiesto
en el hecho de que m iram os y vemos; escuchamos y oímos; o,
en general, en que hay involucrado u n factor m otor-m uscular,
tanto com o sensorial, en toda experiencia perceptiva.) Por con
siguiente, las condiciones descubiertas en y p o r la observación
operativa constituyen las condiciones del problema al que se en
frenta la investigación ulterior; pues los datos, desde este punto
de vista, siem pre son datos de algún problem a específico y por
ende no le son dados prefabricados a la investigación, sino que
son determ inados en y por ella. (R esulta tan obvio que el punto
ya establecido en torno a que las proposiciones sobre datos no
son casos de conocim iento, sino m edios para obtenerlo, es una
parte integral de esta perspectiva, que no añado m ás sobre ello
en este instante.) A m edida que el problem a va asum iendo una
VI
14 Quiero hacer notar que, cuando empleo en el texto las palabras «erró
neo» y «correcto», lo hago a conciencia para evitar decir «falso» y «verdadero»;
porque, de acuerdo con mi punto de vista, el entender y el malentender, la con
cepción clara y la confusa, la lectura recta y la torcida, son cosas que tienen que
ver con proposiciones, las cuales no son finales o completas en sí mismas sino
que se usan como medio para un fin: la resolución de un problema; mientras
que es a esa resolución, en tanto que conclusión de la investigación, a la que se
aplican los adjetivos de «verdadera» y «falsa».
determ inadas, no sólo com o fuente de la investigación, sino
tam bién como instancia de control de la m ism a. Lo que sigue
es u n a parte de lo que allí escribía:
Russell empieza por convertir primero una situación du
dosa en una duda personal [...]. Más tarde, al transformar di
cha duda en un malestar privado, la verdad queda identifi
cada [en mi punto de vista] con la eliminación de ese malestar
[...]. [Pero] la «satisfacción» es una satisfacción de las condi
ciones prescritas por el problema.
* Logic, págs. 106-107.[Capítulo V, pág. 117 de este volumen.] [N. del E.].
** A. F. Bentley, Behavior, Knowledge and Fací (1935), Sección XIX, «Ex
perience and Fact», especialmente páginas 172-179. El pasaje debe leerse en co
nexión con la Sección XXVII, «Behavioral Space-Time». Me complace poder re
mitir a las tesis de Bentley a todos aquellos interesados en la parte de mi teoría
que tiene que ver con acontecimientos prehumanos y preorgánicos, sin que ello
signifique hacerle responsable a él de lo que yo haya dicho en torno a cualquier
otro punto. [Arthur Fisher Bentley (1870-1957), filósofo norteamericano preo
cupado por los problemas de la teoría social y política, especialmente en su ver
tiente metodológica, a la que aportó un enfoque experimental y conductual para
el análisis de la acción social y los procesos políticos. Dewey publicaría algunos
años más tarde una obra en colaboración con él, K nowing and the K nown
(1949), en la que desarrollarán un enfoque «transaccional» (no individualista ni
mecanicista) para la explicación de los fenóm enos sociales.] [N. del E.].
opinión que defienda que el hom bre es una parte de la n a tu ra
leza, no algo externo a ella, sostendrá que ese hecho de ser parte
de la naturaleza cualifica por com pleto su «experiencia». Por
consiguiente, sostendrá sin duda tam bién que la presencia de
indeterm inación en la experiencia hum ana, u n a vez se tom a
ésta en el sentido objetivo del com portam iento interactivo y no
com o una concepción privada que se añade a algo totalm ente
ajeno a ella, es evidencia de u n a correspondiente indeterm ina
ción en el proceso de la naturaleza dentro del cual el hom bre
existe (actúa) y del cual él ha surgido. Por supuesto, quien,
com o al parecer hace Russell, defienda la doctrina de que existe
u n sujeto independiente com o causa de la «dudosidad» o de la
«problem aticidad» de las situaciones, adoptará su m ism a opi
nión, confirm ando de este m odo m i im presión de que la dife
rencia entre nosotros tiene su fuente principal en nuestra dis
tinta visión de la naturaleza de la experiencia, la cual a su vez
se corresponde con concepciones diferentes de la conexión que
hay entre el hom bre y el resto del m undo. Russell no ha repa
rado en la posibilidad de que haya otra teoría genérica de la ex
periencia com o alternativa a las concepciones predarw inianas
de Hegel, por un lado, y de Mili, por otro.
La especificación que hago en m i teoría respecto de la ne
cesidad de que las consecuencias sean «operacionalm ente ins
tituidas» es, por descontado, algo íntim am ente ligado a mi teo
ría to d a de la in v estigación. N o m e so rp re n d e q u e R ussell
encuentre «algo oscuro» el pasaje concreto que cita si lo tom a
aislado de su lugar central dentro de m i teoría total de la expe
riencia, la investigación y el conocim iento. Cito a continuación
u n a frase en la que se percibe la intrínseca conexión entre esta
parte de m i teoría y el punto recién m encionado —el que se
refiere al papel de las situaciones indeterm inadas en la investi
gación— : «Las situaciones que encierran perturbaciones y difi
cultades, que son confusas u oscuras, no pueden ser endereza
das, aclaradas y puestas en orden m ediante m anipulaciones de
nuestros estados m entales personales»*. E sta es la versión ne
gativa de la tesis de que las operaciones de índole existencial,
las operaciones que son acciones, que hacen algo y realizan algo
(un cam bio en el tip o de estado interactivo), constituyen el
único m edio de producir consecuencias que afecten en algo a la
asertabilidad garantizada.
Como cierre de este tram o de la discusión, voy a detenerm e
en la enum eración de algunas cosas que m e desconciertan y
* Logic, pág. 106. [Capítulo V, pág. 118 de este volumen.] [N. del E.].
que, adem ás, no se relacionan únicam ente con la posición de
Russell, sino con opiniones am pliam ente difundidas, (i) Me des
concierta el hecho de que personas que están im plicadas siste
m áticam en te en investigar cuestiones, problem as (com o sin
duda lo están los filósofos), sientan tan poca curiosidad po r la
existencia y la naturaleza de los problem as, (ii) Si u n «sujeto»
es u n extrem o en u n a relación en la que los objetos (los suce
sos) son el otro extrem o, y si la duda no es m ás que u n estado
de un sujeto, ¿por qué el conocim iento no es tam bién lisa y lla
nam ente u n estado m ental de u n sujeto? Y (iii) esa o tra cosa
desconcertante que ya he m encionado: ¿Cómo puede nadie m i
ra r tanto el objeto (el suceso) com o la proposición acerca de él
p ara determ inar si am bos «se corresponden»? Y si uno puede
m irar directam ente al suceso in propria persona, ¿por qué tener
de él un duplicado en la proposición (idea o percepto, según al
gunas teorías) salvo, quizá, com o algo útil p ara la com unicación
con otros?
No quiero term inar sin decir que he intentado conducir la
discusión dentro del espíritu señalado po r Russell, evitando en
la m edida de lo posible todo m alentendido y enfocando los
asuntos debatidos de u n m odo tan libre de controversia como
perm ite la coherencia con m i esfuerzo de hacer claras m is pro
pias opiniones. E n ello he sido consciente de la agudeza e im
portancia de su com entario en el sentido de que «es debido a
que las diferencias alcanzan a lo profundo po r lo que es difícil
hallar palabras que am bas partes puedan aceptar com o form u
lación im parcial de la cuestión». Vista la profundidad de las di
ferencias, a duras penas puedo esperar haber superado con to
tal éxito esa dificultad. Pero, al m enos, sí m e he preocupado
m ás de hacer inteligible m i postura que de refu tar la de Russell,
de suerte que las observaciones polém icas que he hecho nacen
de la convicción de que los contrastes agudos son u n m edio im
portante, quizá indispensable, p ara h acer nítidos los perfiles y
definidos los contenidos de cualquier posición.
Añado m i agradecim iento a Russell po r dedicar tanto espa
cio a m is opiniones y darm e de ese m odo la oportunidad de re-
form ularlas. Si la extensión de esta réplica no parece g uardar
proporción con la que en el libro de Russell ocupa la crítica a
m is puntos de vista, ello se debe a la im portancia que atribuyo
a ese libro. Pues pienso que, con su gran habilidad p ara el an á
lisis, Russell ha reducido a sus ingredientes últim os u n a posi
ción am pliam ente difundida, y ese logro elim ina m ucho de lo
que de vago y confuso había en ella. E n concreto, opino que la
p ostura que adopta respecto de la relación causal entre un su
ceso y u n a proposición representa el prim er intento con éxito
de ofrecer u n a interpretación clara de lo que debe significar «co-
rresp o n d en cia» en las vigentes epistem ologías realistas. La
enunciación en térm inos de u n a relación causal entre suceso y
proposición perm ite deshacerse, en m i opinión, de una gran
cantidad de m aterial inservible que atesta las form ulaciones que
norm alm ente se dan de la relación «epistemológica». Que ta m
bién creo que los logros de este libro desvelan el defecto funda
m ental de la explicación epistem ológica de la correspondencia
—p o r contraposición a la experiencial-conductual— , es cosa
que h ab rá quedado clara p ara el lector. Pero al m enos la cues
tión en esa m edida se ve clarificada y se traslada a u n ám bito
m ás am plio que el de las diferencias entre las tesis de Mr. R us
sell y las mías.
El carácter práctico de la realidad (1908)*
II
III
IV
6 Hemos llegado aquí, por una vía más analítica, al punto ya argumentado
antes respecto al hecho de que el conocer desemboca en una acción que cam
bia las cosas.
recham ente hacia ese térm ino. Cuando «verdad» significa que
se h an logrado in troducir determ inadas diferencias nuevas en
las condiciones, ¿por qué íbam os a ser tan tontos com o p a ra
in tro d u cir otras que no deseam os, pues resultan irrelevantes y
desorientad oras?
Si no fuera po r lo que algunas tristes experiencias nos han
enseñado, no haría falta añ a d ir que el cam bio que el conocer
produce en nuestro entorno no es total ni m ilagroso. La tra n s
form ación, el r e a j u s ^ la reconstrucción, im plican todos exis
tencias previas; unas existencias con características y com por
tam ientos propios que hay que aceptar, consultar, consentir,
m anipular o aclarar de m il m aneras diferentes en los diversos
contextos de los distintos problem as. P roducir u n a diferencia
en la realidad no significa producir u n a diferencia m ayor que
la que la experim entación nos diga que puede lograrse en las
condiciones dadas —a u n cuando podam os seguir esperando te
n er m ás suerte en otra ocasión bajo circunstancias distintas— .
M enos a ú n significa convertir u n a cosa en o tra que no es real,
aunque al pragm atista a veces se le critica com o si cualquier
cam bio en la realidad tuviera que ser un cam bio hacia lo no
real. Por supuesto que hay dificultades, tanto dialécticas com o
reales o prácticas, en el hecho del cam bio, en el hecho de que
sólo algo que sea perm anente puede cam biar y de que el cam
bio es u n a alteración de algo perm anente. Pero m ientras no les
prohibam os a nuestros botánicos y a nuestros quím icos el refe
rirse a los cam bios y las transform aciones de su objeto de estu
dio basándonos en que el cam bio en u n a cosa significa que ésta
pierde su realidad, podríam os perm itirle tam bién al lógico el
hacer lo propio.