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EUROPA I
AÑO 2013
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contribuían a ello. Poco a poco, muchos pequeños propietarios buscaron protección contra
los primeros de aquellos males aceptando el patronato, es decir, entrando en
encomendación con respecto a algún poderoso, al que cedían todo o parte de su propiedad
agraria, aún conservando el usufructo, a cambio de protección efectiva frente al fisco y la
violencia imperantes. La situación de los encomendados no es equiparable, aunque a veces
se parezca, a la de los campesinos no propietarios, arrendatarios o colonos, que estaban
adscriptos hereditariamente a la tierra desde tiempos de Diocleciano, y cuya situación se
degradó a lo largo del siglo IV al significar además la adscripción una dependencia
personal con respecto al propietario, que podía perseguir al colono huido y encadenar
incluso a los que supusiera que lo iban a intentar. El colono pagaba sus impuestos al Estado
a través del propietario, no podía litigar con éste en juicio, ni enajenar bienes sin su
consentimiento. La obsesión por retener una mano de obra escasa y cobrar los impuestos
explican el por qué estas situaciones de dependencia que reducían a poco las libertades
como ciudadanos romanos de numerosos campesinos, aunque éstas se mantuviesen en un
plano formal, y les constreñían a un estado de servidumbre que es menester no confundir
con la esclavitud de corte antiguo, de la que la diferencia tanto por su definición jurídica
como, sobre todo, por el distinto ámbito de relaciones sociales en el que nace. La
insolidaridad de aquellos humiliores con respecto al Imperio sería evidente en los
momentos de crisis porque veían en él más un aparato de opresión que no una garantía
protectora. Hay que recordar, sin embargo, el auge del campesinado libre, con contratos de
enfiteusis, en zonas del Imperio del Oriente a lo largo del siglo VI, como hecho de signo
contrario.
La esclavitud en el mundo mediterráneo de los siglos IV al VI no es, sin embargo, un
fenómeno residual o en vías de extinción. Sucede que los esclavos son más caros y escasos
que en los siglos I y II, salvo en zonas fronterizas o momentos de guerra, y la extensión de
la ciudadanía desde el 212 dificulta, por otra parte, la renovación del fenómeno a partir de
fuentes internas del mundo romano, pero el nacimiento sigue siendo uno de los posibles
motivos de la esclavitud. El esclavo cumple idénticas funciones económicas que en tiempos
pasados, pero no en la misma cuantía, puesto que algunas se cubren ya más frecuentemente
por medio de otras formas de relación social, según se ha indicado. Hay, por lo tanto,
esclavos en dominios rurales, artesanos, empleados, agentes comerciales, y abundan sobre
todo en el servicio doméstico, puesto que su propiedad revela la buena posición del dueño,
o supone una fuerza laboral apreciable. Las familias más ricas de Antioquia, por ejemplo,
disponen cada una de 1.000 a 2.000 esclavos. En Occidente, donde la clase senatorial es
mucho más rica, las cifras son mayores: Melania, que no pertenecía a las familias más
poderosas de Roma, decidió liberar a 12.000 esclavos de sus dominios a comienzos del
siglo V.