Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Debatimos acerca de la direccionalidad que deben asumir las instituciones educativas, atendiendo
a los cambios sociales que las atraviesan y, muchas veces, las superan.
La institución educativa siempre estuvo ligada a lo que pasaba socialmente, de hecho para pensar
una escuela mejor, tiene que atender lo que pasa socialmente.
¿Qué sociedad queremos? Y de ahí ¿qué educación deberíamos construir? LA EDUCACION ES UNA
APUESTA QUE EN EL PRESENTE, SE REALIZA HACIA EL FUTURO.
Las nociones de cambio y crisis han dado forma a discursos, debates y propuestas concretas de
reforma educativa. Todos parecen acordar que es necesario cambiar la escuela, así como muchas
veces, más allá de que exista acuerdo o no, las escuelas cambian sin pedir permiso.
Hay algo que parece ser cierto, la realidad social no es estanca, no se puede aprehender de una vez
y para siempre; las personas y las dinámicas institucionales se hallan en un proceso constante de
cambio y permanencia.
Las escuelas no se encuentran inmunes a estas realidades o, más bien, están atravesadas
justamente por ellas. La educación como práctica social que se desarrolla en el presente opera en
una doble dirección pasado-futuro: los procesos educativos siempre están trabajando entre los
relatos del pasado (las normas; los conocimientos; valores; las tradiciones, construidas por la
sociedad a lo largo de la historia) y las apuestas al futuro.
¿Cuáles serían, entonces, los sentidos hacia los que debería dirigirse nuestro sistema educativo?
Como señala Tedesco (2005), hoy es indispensable que la sociedad apunte a educar a las nuevas
generaciones a partir de dos ejes:
Para ello, es preciso un sistema educativo dinámico, que se focalice en los saberes y en los valores
socialmente significativos, con capacidad de conservar las buenas prácticas educativas del pasado y
del presente, pero al mismo tiempo, con capacidades de adaptación a las mejoras y asumiendo la
responsabilidad por su acciones.
Las nuevas capacidades que se requieren en la sociedad actual no se traducen solamente en el
saber hacer de ciertas tareas concretas, sino que se necesitan capacidades complejas, acordes con
la polivalencia, el cambio permanente y con la velocidad que caracterizan a los nuevas procesos
productivos. Lo que se requiere del trabajador son entonces, ciertas competencias, entendidas
como: GALLART PAG 4 (Describe las competencias que deben tener).
Aprender a aprender, aprender a vivir juntos, adquirir competencias que se ajusten a los
requerimientos del nuevo siglo, he ahí los desafíos de la escuela de hoy.
El libro impreso, íntimamente vinculado con la escuela moderna, nos permitió pensar en un
tiempo lineal y evolutivo, en un saber acumulable; el hipertexto como nueva lógica de la escritura
es el dispositivo más claro de esta no finitud, del carácter de proceso y de construcción del
conocimiento y, por tanto, de esa incertidumbre. Como señala Aarseth: PAG 5.
No hay una verdad acabada. ¿Cómo decimos que el caballo blanco de San Martín ya no es tan
blanco?.
Brunner (2003), estemos frente a una nueva revolución educacional: “Tanto el entorno en que
opera la escuela como los propios fines d ella educación están siendo transformados drástica y
raídamente por fuerzas materiales e intelectuales que se hallan fuera de la comunidad
educacional, pero cuyos efectos sobre ésta serán inevitables”.
Brunner (2003): los cambios mas relevantes que enfrenta la educación se relacionan con lo
siguiente:
• La escuela deja de ser el canal único mediante el cual las nuevas generaciones entran en
comunicación educacional.
• La escuela ya no puede actuar más como si las competencias que forma, los aprendizajes a
que da lugar y el tipo de inteligencia que supone en los alumnos pudieran limitarse a las
• Las tecnologías tradicionales del proceso educativo están dejando de ser las únicas
• La escuela deja de ser una agencia formativa que opera en un medio estable de
socialización.
A continuación, presentamos algunas propuestas de mejora para pensar una escuela diferente: se
tienen en cuenta dos temas (aunque son más) que son dos desafíos que enfrente la escuela:
La tecnología, así entendida, no es la causa del cambio, sino un instrumento que puede ser
usado como agente de cambio.
En definitiva, las nuevas tecnologías en sí mismas no garantizan calidad, pero si están bien
utilizadas, cumplen un rol fundamental para lograr una formación de calidad de las generaciones
futuras. En América Latina, su adecuada incorporación constituye un aporte relevante, porque
una educación de calidad con equidad es aún una asignatura pendiente
2- La relación escuela-trabajo:
- Hasta los años ochenta, la educación se pensaba como un proceso a término: los
jóvenes recibían una formación que les permitiría ocupar, a lo largo de sus vidas, algún
puesto de trabajo. No cambiaba de trabajo y no hacia cursos de capacitación.
- En la actualidad, este paradigma ya no funciona. Cambiamos de trabajo y nos
capacitamos constantemente.
- Adquirir un título no nos garantiza encontrar un empleo ni mantenernos en él.
- TRAMPOLIN Y PARACAIDAS: La escuela, en tiempo de movilidad social ascendente y de
pleno empleo, funcionó como un trampolín que permitió a distintos sectores y grupos
sociales acceder a puestos de trabajo más importantes que los de sus padres. ESCUELA
igual TRAMPOLIN.
- En el presente asistimos a un proceso en el que la escuela funciona como un
paracaídas: evita una caída rápida (movilidad social descendente) o amortigua el
descenso. Así, por ejemplo, si bien el desempleo afecta a toda la población, es menor
en el caso de los sectores sociales con mayores credenciales educativas.
Tercera Revolución Industrial/ Revolucion tecnológica: está vinculada con estos cambios, el
carácter radical de los cambios se apoya en la alteración de base del tratamiento, de la
conservación y de la transformación de la información. Las nuevas tecnologías de la información y
la comunicación modifican las bases de la producción y, por lo tanto, inciden en los procesos de
desarrollo y de aplicación del conocimiento, en la aceleración de otras innovaciones y, ciertamente,
también en la vida social (económica, comunicacional, cultural, educativa).
• A la flexibilidad interna, vinculada con las formas de organización del proceso productivo, por la
cual se reclama que los trabajadores tengan la capacidad de adaptarse a los cambios y a continuar
aprendiendo a lo largo del proceso productivo.
Cuando se habla de calificaciones requeridas para ingresar al mercado laboral, se hace referencia
al tipo de saberes necesarios para desempeñarse en cada uno de los puestos de trabajo, no sólo
entendidos como los conocimientos de las disciplinas científicas, sino también como modos de
comportarse, tales como llegar a horario, seguir los ritmos de las máquinas, respectar a la
autoridad, cumplir órdenes, etc.
Las demandas formativas y de conocimiento, que derivan de esa forma de organizar la producción,
están íntimamente vinculadas con la jerarquía de los puestos de trabajo que caracterizan al
modelo: de los puestos más bajos de la jerarquía, en los cuales se requiere de un tipo de formación
vinculada con el aprendizaje de hábitos específico, según el tipo de producto que se fabrica. Las
calificaciones, así, remiten a las particularidades del os puestos de trabajo, y no, a las personas.
A diferencia del concepto de calificaciones, que se refiere a los puestos de trabajo, la noción de
competencias remite a aquello que los individuos deben saber, y saber hacer, para desempeñarse
en el mundo del trabajo en el presente.
La única educación útil sería aquella que sirve a la producción; y por lo tanto, es considerado
conocimiento útil aquel que sea funcional y esté acotado a los códigos objetivos, que no admitan
controversias. Claro está que este no debería ser el único justificativo de la educación y de la
escolaridad.
En este sentido, el concepto de competencias remite no sólo al aprendizaje de conceptos, sino que
incluye la adquisición de habilidades de carácter metacognitivo, de estrategias superiores del
pensamiento.