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LITERATURA
AÑO: 5TO
El realismo
Las novelas realistas se escriben desde los años treinta pero el Realismo como escuela no se
consolida hasta la década de los cincuenta, con la Revolución de 1868, en que van tomando
cuerpo las posiciones antirrománticas o superadoras del Romanticismo.
Asigna como fin a las obras artísticas o literarias la imitación fiel de la naturaleza, cuyo auge se
da en Europa en la segunda mitad del siglo XIX.
• Aparece una rigurosa observación de la realidad como método descriptivo, influido por
las ciencias experimentales; los escritores se documentan sobre el terreno, tomando
minuciosos apuntes sobre el ambiente, las gentes, la indumentaria, etc. También buscan en los
libros los datos necesarios para conseguir la exactitud ambiental o psicológica.
• Intención social de los escritores. Se intenta descubrir las lacras o cualidades, manías y
hasta deformidades sociales y contribuir a eliminarlas; renace la idea del “Arte útil”.
Los Temas
Principalmente están derivados de la mentalidad burguesa: el poder, el dinero, la influencia
social o las cuestiones políticas del momento.
Recursos de verosimilización
Para que la historia tenga apariencia de realidad, las narraciones realistas suelen presentar una
serie de recursos:
- Los personajes son seres comunes, sencillos, con vidas similares a las de cualquier
persona de la época en que se sitúan los hechos. Por lo general, se los describe con mucha
precisión.
- El habla de cada personaje –que aparece en los diálogos en estilo directo- suele
mostrar el registro y los modismos que usaría alguien de su condición, de su edad y de su
época.
ACTIVIDAD REPASO:
A continuación, les presento dos cuentos de Juan Solá, pero, antes, les dejo algunos datos del
autor:
PRESENTACIÓN DEL AUTOR
Juan Solá es escritor y guionista. Nació en la ciudad de La Paz, Entre Ríos, el 24 de enero de
1989. A corta edad se radicó en Resistencia, Chaco, donde cursó sus estudios y publicó su
primer libro, Cuentos para compartir, a los diez años. Tras haber obtenido numerosos premios
y reconocimientos en certámenes literarios a nivel nacional, se trasladó a Buenos Aires para
continuar su formación y dedicarse de lleno al mundo de las letras como editor y con la
publicación de sus libros Naranjo en flúo y Microalmas.
La Chaco tuvo gran llegada al público lector y ya alcanzó la edición número doce. Es una audaz
incursión al mundo trans, a sus dificultades y problemas, contada con ternura y violencia.
Narra los días y las noches de una travesti chaqueña que va a la ciudad de Buenos Aires, los
días y las noches en lucha por su propia supervivencia, por mantenerse a salvo. Galaxia es uno
de sus destacados personajes, y aparece en la última parte de la trilogía para dar nombre a la
novela.
Ñeri es una historia editada por Hojas del sur, continuación de La Chaco, aunque se puede leer
de manera independiente. Es la historia de una familia de siete hermanos, a quienes el padre
los va sacando uno a uno de la casa. Allí el padre representa la imagen del mandato patriarcal
y los sucesos revelan cómo opera ese modelo autoritario en la identidad de cada uno. La trama
también da testimonio de la pobreza, la exclusión y la trata de personas, en un contexto donde
la amistad y los vínculos humanos se tienden como puentes sobre un abismo interminable.
Según el autor, el tema principal de la novela es la ficción de la libertad, la falsa noción de
creerse libres simplemente por no estar encerrados en una cárcel, mientras el mandato
patriarcal representa una jaula inmensa que contiene a la sociedad entera y afecta la vida de
todxs, haciendo quizás hasta más daño. La novela también aborda el lugar que tuvo la mujer
en la década de los 90´s y principios del 2000.
Naranjo en flúo es una novela para chicos que rescata la mitología guaranítica, la cultura
indígena que históricamente se ha desarrollado en la zona del Nordeste argentino donde se
crió Juan.
Mirá la negra de mierda, mirá cómo lleva los nenes en la motito. Tres gurisitos sin casco,
cagándose de frío, y la negra con ese culo enorme que ocupa todo el asiento. Qué hija de puta.
Mirá, mirá cómo lleva a la pendejita, medio dormida, casi cayéndosele de esas piernas gordas
de tanta cerveza y torta frita. Y mirá el otro, ahí atrás, agarradito como puede, tiritando,
pobrecito. ¡Y mirá cómo lleva el bebé, negra hija de mil putas, metido adentro de la campera!
Inconsciente de mierda, ojalá le saquen los hijos, ojalá se muera esta negra de mierda.
La camioneta arrancó, rabiosa, y se perdió calle abajo, zambullendo a la negra y sus crías en
una nube de humo pegajoso. El que iba atrás tosió un poco y la motito se paró. El señor del
golcito gris bocinó con furia a sus espaldas y le ordenó que se moviera, pelotuda, y la puta que
la parió.
La nena en la falda abrió los ojos despacito y preguntó si faltaba mucho. La madre le apoyó la
mano temblorosa sobre la frente sudada, comprobó que la fiebre seguía allí y murmuró un no
mi amor, así, triste y suavecito, como los quejidos del Nazareno, que llora acurrucado contra
sus tetas tibias, o como el cinco por seis treinta, cinco por siete treinta y cinco, que el Ismael
recita con los brazos envolviéndole la panza llena de pan y mate cocido, porque al otro día
tiene prueba y la Brenda tiene fiebre, y el Nazareno llora de hambre, y a esa hora el colectivo
ya no entra hasta el barrio, y el Mario que no aparece desde la semana pasada, y la motito que
se para cada cinco cuadras, y el hospital que todavía está lejos, y doña Esther que le dijo que
para qué iba a tener otro hijo a los veintidós, que mejor abortara, y el Ismael que cada tanto
dice que tiene frío, y la Brenda que se va quedando dormida, y la negra de mierda que le pide
al Ismael que diga las tablas más fuerte, para que escuche la Brenda, para que no se duerma la
Brenda, mientras que a ella le arden los ojos de tanto aguantarse las ganas de llorar de miedo.
“Los invisibles”
Me gusta el subte porque es como el cumpleaños de quince de una prima lejana al que todos
se ven obligados a ir aunque nadie tenga ganas. En él converge la mezcla más exótica de seres
humanos, una suerte de feria llena de colores y ruido y voces estridentes y alguna que otra
imagen triste.
Los pibes se metieron al vagón a los gritos. Eran tres y ninguno tenía más de ocho años. Eran
flaquitos y chabacanos, maleducados sin maldad, medio pillos pero compañeros. Uno solo
tenía zapatillas, el más chiquito. Y cuando digo chiquito no hablo de la cantidad de años sino
de la cantidad de costillas que le conté sobre la piel desnuda. El más chiquito tenía las
zapatillas y también tenía las tarjetitas. Las fue repartiendo mientras hablaba a los gritos y el
otro le respondía a los gritos y un tercero le gritaba a la gente que les tiraran una moneda, que
Dios los bendiga. Una señora se tapó los oídos. .
Recién cuando pasaron en retirada escuché hablar al pibe que tenía sentado enfrente. Él
también habrá tenido unos ocho años.
-Mamá, ¿por qué gritan los nenes?-, preguntó, sin sacarles los ojos de encima. Eran ojos de
asombro. ¡Qué libres eran los nenes que podían jugar en el subte!, habrá pensado.
-Porque son negros-, dijo la madre y sentí como si de repente me hubieran apretado el pecho.
Pensé que había escuchado mal y presté atención. No sé por qué tuve miedo.
-Porque son negros. Y cuando sean grandes, van a ser ladrones. Vos tenés que tener mucho
cuidado con esos chicos, ¿sabés?
La cara del nene cambió como cambia la luz de la tarde cuando es verano y son las ocho menos
diez y hay sol y de repente son las ocho y todo se ha puesto oscuro. Sus ojos se apagaron y los
ratoncitos de curiosidad que espiaban desde las pupilas se atacaron entre ellos. Sus cejas se
torcieron hacia adelante y sus labios se convirtieron en una línea recta y severa. Creo que
hasta se le cayó un poco de magia de los bolsillos.
-¿Sabés?
-Sí, mamá.
No entiendo muy bien lo que me ocurrió a mí. Se me aceleró el corazón y mi garganta se puso
rígida y quería salir del tren aunque estuviera en movimiento. Quise ser yo el que gritara
ahora, pero me pareció más virtuoso el silencio de quien sabe que nunca se humilla a alguien
delante de sus hijos.
Tenías la oportunidad de sembrar una semilla de amor y preferiste perpetuar el odio. Elegiste
enseñar a tener miedo. Podría haberte perdonado la falsa misericordia de quien observa y
murmura 'pobrecitos' pero masticaste tanta bronca que ya no sabés hacer ni eso. Ay, nene,
ojalá alguien te explique que tu vieja ese día estaba enojada y que los pibes de la calle no se
juntan para jugar, sino porque tienen miedo. Los pibes de la calle no gritan porque son negros,
gritan porque son invisibles.
ACTIVIDAD TENTATIVA:
DESPUÉS DE LEER LOS DOS CUENTOS DE JUAN SOLÁ RESPONDER:
A) ¿De qué manera se construye al OTRO que se margina? ¿Qué se dice de él en cada
cuento?
B) ¿Qué recursos utiliza el autor para hacer verosímil estas historias? Ejemplificar con
los cuentos. (Ver recursos realistas)
C) ¿Te parece que hay un mensaje en estos cuentos? ¿Qué frases parecen
transmitirlo?