Está en la página 1de 2

En este artículo pretendo aportar mi perspectiva de la profesión del psicólogo con los retos

a los que se enfrenta, en el ejercicio de la profesión,  así como las habilidades necesarias
para el desarrollo de la misma con algunos matices deontológicos.
Me acerqué a la psicología casi por accidente, o por casualidad, cuando tenía 19 años; elegí
estos estudios condicionada por las opciones de mi nota media y de mis circunstancias
socioeconómicas. Cabe destacar que llevo vinculada a la psicología 20 años
aproximadamente, y que albergo un cuestionamiento permanente sobre el rol de psicólogo
y sobre las características, cualidades, habilidades, valores y preceptos que requiere el
ejercicio de la profesión.
Hoy estoy dispuesta a dar respuesta a tales cuestiones y para conducir esta reflexión voy a
centrarme en el concepto de la construcción de la identidad en la etapa adolescente:
Para Erikson (1950) “el esfuerzo por darle sentido al yo es parte de un proceso sano que
se construye sobre las bases de los logros conseguidos en etapas anteriores (la confianza,
la autonomía, la iniciativa y la industria) y que coloca los cimientos para enfrentarse a los
retos de la vida adulta. Sin embargo, es raro que la crisis de identidad se resuelva por
completo durante la adolescencia; las cuestiones relacionadas con la identidad surgen una
y otra vez a lo largo de la adultez”.
Como todos sabemos, estoy hablando de la identidad adolescente, y he querido rescatarlo
por tratarse de un proceso vivo, en constante movimiento que reaparece como una
necesidad de adaptación constante en el rol personal de psicólogo. Para lograr las
competencias de un Terapeuta Eficaz se requiere de una gran dedicación. Es fundamental
adquirir habilidades tales como la cordialidad: entendida como capacidad para mostrarse
cálido, afectuoso y amable en el trato tanto verbal como no verbal.
El concepto de auto-conocimiento y sistema de valores lo subrayo como una de las
habilidades imprescindibles para el desarrollo práctico sobre cómo enfocar  los posibles
diagnósticos, objetivos y tratamientos dentro del marco de referencia de la técnica.
Cabe destacar la importancia de un buen ajuste psicológico del terapeuta y la pericia de
mantener la objetividad emocional ya que puede generar
una contratransferencia, interfiriendo negativamente en el tratamiento y en el núcleo del
valor terapéutico para el paciente.
La escucha Activa como habilidad junto a la fiabilidad, sin olvidar la capacidad de generar
confianza con el cumplimiento de compromisos y respecto a las destrezas
intelectuales: capacidad de análisis, reflexión y síntesis, asociación e integración de
conceptos, etc.
Para finalizar, quisiera exponer el derecho del psicólogo a emocionarse así como de las
auto-revelaciones: creo que es un escenario que hay que regular de modo consciente y no
hacer de ello una limitación, pudiendo ayudar en el propio vínculo terapéutico. En mi
reflexión, es mejor evitar las auto-revelaciones pero si hubiera que hacerlo, adecuarlas al
contexto y con sentido.
Soy consciente de que la formación es continuada, el desarrollo personal es indefinido y la
coherencia con los valores tiene que prevalecer como marca personal y de ser genuino. En
este sentido y si me permiten, quiero hacer un alegato sobre las profesionales-psicólogas
que combinan transversalmente el ejercicio de la psicología con la maternidad. En
ocasiones nos encontramos con la necesidad de cambiar  itinerarios formativos,
experiencias de campo, eventos y demás recorridos al contemplar humildemente la
responsabilidad que requiere integrar este periodo tan vital. En este sentido,
me congratulo con todas ellas y me comprometo a continuar haciendo de la psicología una
profesión honesta y respetuosa con los valores humanos. Todo ello dentro de la capacidad
para comprender a las personas desde su propio marco de referencia (empatía) y valorar al
paciente como persona merecedora de dignidad (aceptación positiva).

También podría gustarte