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Título: La exigencia del lenguaje claro en las decisiones judiciales


Autor: Gómez, Claudio D.
Publicado en: SJA 27/05/2022, 27/05/2022, 1
Cita: TR LALEY AR/DOC/1415/2022
Sumario: I. Introducción.— II. El objeto del proceso: la aplicación del derecho.— III. ¿Cómo debe ser el
lenguaje del juez en el fallo?— IV. El deber de hablar claro también alcanza a los abogados.— V. El lenguaje
no debe ser agresivo.— VI. El lenguaje debe alejarse de los modelos.— VII. Conclusión.
(*)

I. Introducción
El magistrado debe cumplir con un reclamo de larga data, que es que el derecho se exprese de tal modo que
sus interesados y destinatarios últimos, los ciudadanos, puedan comprender cabalmente su contenido; tan es así,
que se habla de un "derecho a comprender" de parte de los ciudadanos.
El lenguaje, el discurso intrincado de antaño, hoy no está bien visto. La decisión que se adopte debe ser
entendible para un ciudadano medio, sin excesivos pruritos formales que lleven a las personas a andar con un
diccionario para saber qué quiso decir el juez.
Asistimos al desarrollo de una sociedad en donde los ciudadanos exigen de sus magistrados que las
decisiones sean justas, razonadas, que resuelvan el entuerto conforme a las circunstancias comprobadas de la
causa; sin poder olvidar que las razones que sustentan los fallos se proyectan a la comunidad toda. Todo de la
mano de una mayor accesibilidad a la Justicia, en donde sus ciudadanos tengan un efectivo acceso a la justicia.
Se ha encontrado fundamento constitucional al deber de hablar claro. Así se ha dicho: "La misma
Constitución Nacional en su art. 18 al consagrar el 'debido proceso' dispone: 'es inviolable la defensa en juicio
de la persona y de los derechos'. Mal podría hablarse entonces del acceso a la justicia como derecho
fundamental, si la persona involucrada desconoce cuáles son sus derechos y obligaciones, cómo obtener su
'tutela efectiva', qué puede esperar de la tramitación de un juicio. El acceso a la justicia comprende el derecho a
la información en lenguaje claro" (1).
El magistrado se vale en su discurso judicial (sentencias) de diversos modos de lenguaje, por caso del
lenguaje natural; del lenguaje especializado (técnico jurídico); del lenguaje con perspectiva de género; el
lenguaje ético, en donde la prosa brilla por su corrección sin ofensas ni chicanas, entre tantas otras.
Foucault ponía énfasis en el análisis y estudio del discurso, ya que "el retórico es el hombre del discurso, de
la opinión, aquel que procura efectos, conseguir la victoria" (2). Nuestro cometido aquí será mucho más modesto
y menor; nos alegramos de que sea entendido correctamente el deber de hablar claro, para que los ciudadanos se
sientan representados con las decisiones que toma la justicia.
Palacio de Caeiro señala que, bajo la apariencia de profundidad, erudición o exégesis del derecho, se
introducen vocablos nuevos o neologismos incomprensibles, se complica la exposición de los argumentos
mediante la utilización de términos inexistentes, se recurre a expresiones que gramaticalmente no se ajustan a la
idea que se pretende trasmitir; o lo que es peor aún: que significan lo opuesto a lo que se viene sosteniendo. A
ello se agrega el desarrollo de los fundamentos en forma rebuscada, confusa, en ocasiones incomprensible, que
convierte oscuro el razonamiento, siendo este susceptible, por ende, de ambiguas interpretaciones con la
peligrosidad que tal situación acarrea en la tarea de exponer, solicitar, lograr y arbitrar lo que para cada uno es
justo (3). Podría decirse con razón que el derecho tiene complejidades que necesitan de una asistencia técnica
profesional para defenderse ante una acusación o hacer valer los derechos ante un tribunal; sin embargo, es
cierto también que muchas de las complejidades que se advierten en el lenguaje utilizado por los tribunales es
creada innecesariamente y sostenida en el tiempo sin ningún tipo de fundamento o utilidad (4).
II. El objeto del proceso: la aplicación del derecho
Antes de entrar de lleno al punto de desarrollo en el epígrafe que abre el presente desarrollo, cabe señalar
que el proceso tiene por fin la aplicación del derecho y lograr la verdad, como síntesis de una decisión justa. Y
ella se puede observar en las distintas materias que la involucran (civil, comercial, penal, laboral, etc.), como lo
pusimos de resalto en la obra que se cita a pie de página.
Para que un enunciado de carácter fáctico esté justificado ha de ser verdadero. Es decir, las premisas
empíricas que forman parte del fundamento de hecho de las decisiones judiciales deben ser verdaderas. Basta
señalar aquí que la aplicación del derecho supone que los enunciados acerca de los hechos objeto del proceso
son verdaderos. Si la norma establece "el que mata a otro será reprimido con ocho años de prisión" y se castiga
a Juan por haber matado a Pedro con la pena de ocho años de prisión, la única forma de entender que se ha

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aplicado correctamente el derecho en ese caso es que efectivamente Juan haya matado a Pedro. Si no lo hizo, no
se aplicó el derecho independientemente de su condena. El juez cometió una arbitrariedad o hizo un acto de
magia, pero no aplicó el derecho, porque el derecho establece esa pena para "el que mata..." (5).
La doctrina señala que las distintas limitaciones procesales y no procesales (como los intereses de las partes)
que pueden interferir en la determinación de la verdad de los enunciados declarativos de hechos probados,
producen que en algunas ocasiones se declaren probados enunciados falsos (6).
Desde la función epistémica del proceso, se resalta este noble deber de los jueces, de un proceso orientado
hacia la búsqueda y descubrimiento de la verdad de los hechos, en donde esta es una condición necesaria para
que se obtenga una sentencia justa. Ante este tipo de proceso, la prueba legal o tasada tiene poco por hacer, ya
que esta es una prolongación lógica y coherente de la prueba irracional o de las ordalías (basados en los famosos
juicios de Dios).
Conforme a este modelo epistemológico, la fijación judicial de los hechos (elemento disparador de la
aplicación de la ley sustantiva) no puede ser, por ejemplo, consecuencia del puro decisionismo o
constructivismo, sino el resultado de un juicio descriptivo de hechos a los que se atribuye "existencia
independiente". Por ello, el concepto de verdad requerido por el modelo es el semántico de la correspondencia y
el principal criterio de verdad el de la contrastación empírica (7). También de ello surge que la actividad del juez
de valoración de la prueba debe concebirse como una actividad racional consistente en la elección de la
hipótesis más productiva entre las diversas reconstrucciones posibles de los hechos.
III. ¿Cómo debe ser el lenguaje del juez en el fallo?
La sentencia debe contener un lenguaje claro, preciso y comprensible para el ciudadano medio.
A los operadores jurídicos les corresponde hablar del modo más claro posible, evitando las homonimias y
las anfibologías del lenguaje a fin de no frustrar la comunicación ni generar estrépitos en el receptor.
En otros términos, es doctrina recibida que los operadores jurídicos (jueces, abogados, auxiliares, etc.)
deben "hablar claro" (dícese del que piensa con transparencia y escribe con claridad) dentro de un proceso
judicial. Ello a los fines de facilitar el acceso a la justicia, el control y cumplimiento de las decisiones judiciales.
Andruet (h.) expresa que se impone que los argumentos utilizados por ellos (los operadores jurídicos) sean
claros, evidentes y explícitos. De tal manera que no resulta posible que se argumente, como tampoco que esta se
interprete, por los canales que resulten o parezcan contradictorios, entimemáticos, oscuros u opuestos con el
sentido común, con lo que habitualmente acontece o con lo que la práctica corriente ordena (8).
Por su parte, Peyrano señala que "nuestro mundo jurídico está acostumbrado a emplear circunloquios, frases
hueras y llenas de afeites y hasta arcaísmos" y agrega: "la prosa procesal debe ser tersa, concisa y técnicamente
afiatada. Hablar mucho no es hablar bien. Hablar 'en difícil', menos" (9).
Hace un tiempo el señor juez de Primera Instancia en lo Civil y Comercial de la ciudad de Villa María
explica su sentencia en lenguaje coloquial a una persona discapacitada (10), diciendo:
"—Buen día, M. Te explico lo que hicimos en esta carpeta tuya.
"Esta carpeta está hecha para ver qué es lo mejor para vos, luego del accidente que tuviste.
"Te fueron a ver varios médicos, una psicóloga y una trabajadora social.
"Ellos nos informaron las cosas de tu vida de todos los días, que podés hacer sola, y otras cosas para las
cuales necesitás ayuda de otras personas.
"Te fuimos a ver el juez, una defensora especial, y la abogada de tu papá, y conversamos con vos.
"Con todos esos papeles, y otros informes que buscamos, decidimos qué es lo mejor para vos, para que estés
bien.
"De los papeles tuyos, y de tus cosas más importantes, se va a encargar tu papá, A. S. P., pero siempre te va
a preguntar primero qué es lo que vos querés.
"Vimos que el lugar donde estás viviendo está bien para vos, porque en la casa se hace difícil atenderte bien.
"En el hogar donde vivís te van a dar los remedios, y actividades para que estés bien físicamente.
"Te van a seguir visitando tus papás, tu hija y tu nieto, y les vamos a recordar que no se olviden de ir a
visitarte para ver cómo estás.
"También les podés decir a ellos que te visiten otras personas.
"También les podés pedir a ellos las cosas que te gustan o necesitás.

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"En el hogar donde estás, podés seguir haciendo todas las cosas que te gustan, como ver televisión, y hacer
manualidades, y otras cosas que tengas ganas de hacer.
"Si necesitás algo, se lo podés pedir a la gente del hogar, a tu papá, y a tus familiares.
"También, si querés, podés pedir hablar con una abogada o un abogado, o con el juez, si tenés alguna duda
con esta carpeta.
"Después de un tiempo, te van a ver de nuevo los médicos, una psicóloga y una trabajadora social, y el juez,
para ver cómo está tu salud".
El lenguaje empleado y su tono, insólitos en el contexto de un fallo judicial, muestran un meritorio esfuerzo
del magistrado por cumplir con el reclamo expuesto al inicio del epígrafe.
Tal vez una solución práctica —dice Guibourg (11) — sea ni tan tan, ni muy muy: acaso baste, para
incrementar el promedio de inteligibilidad, que los juristas reduzcan su complacencia con las palabras y
expresiones difíciles ("por ante mí", "el encartado", "el injusto", "iuris et de iure", "control de
convencionalidad", "la sentencia de grado", "el remedio recursivo" y tantas otras semejantes) para acercarse,
aunque sea parcialmente, al idioma en el que suele el pueblo hablar con su vecino.
A los jueces se le reclama que no utilicen frases oscuras, elusivas, indeterminadas o ambiguas, tales como
"ocurra ante quien corresponda", etc. El deber de hablar claro y conciso hace a la posibilidad del control de toda
la población de los actos de gobierno y a su publicidad. En tal sentido, se señala que si las sentencias estuvieran
llenas de palabras como "maguer", "Cimero Tribunal", "poder vicarial", "así las cosas", "presunción hominis",
"iure et de iure", "iuris tantum", "ut supra", etc., no cabe duda alguna de que su lectura y comprensión resulta
mucho más dificultosa, lo que no agrega nada a lo que se quiere transmitir, dificulta el mensaje y solo acredita
que el emisor sabe un montón de palabras difíciles.
Se ha entendido que el clare loqui respecto de los magistrados implica un verdadero deber funcional, que
puede llevar a la nulidad de las resoluciones que lo incumplan (12).
No se debe confundir el "lenguaje claro" con el formato de "lectura fácil" (13), que está destinado a personas
con discapacidad intelectual, personas extranjeras que viven hace poco en nuestro país, niños y niñas que
empiezan a leer, personas adultas mayores, personas con dificultades para comprender mensajes escritos;
cuando lo exigible al juez es que utilice un lenguaje claro, sin perjuicio de que, en ocasiones, en virtud de las
señaladas circunstancias excepcionales, deba agregar un apartado complementario a la decisión en lenguaje de
lectura fácil.
Esta forma de resolución judicial ha sido instrumentada por un magistrado de la provincia de Chaco, al
resolver sobre un tema penal juvenil que tenía en consideración a un niño del pueblo originario Qom,
traduciéndolo al lenguaje del menor.
Le dijo el magistrado: "...en garantía de las previsiones de las Reglas de Brasilia de acceso a la Justicia de
Personas en situación de Vulnerabilidad, el Convenio 169 de la OIT, y en cumplimiento del Principio de
Publicidad de los Actos del Estado, es que se expone la presente conclusión en lenguaje sencillo y en idioma de
la Nación Qom, el que como Lenguaje Oficial del estado chaqueño compondrá la presente sentencia, en su faz
de traducción literal de lo siguiente:- «C., he valorado tu enorme esfuerzo por crecer y desde el juzgado te
acompañamos para que en esta etapa nueva pueda seguir este camino alejado de lo que no te hace bien. A seguir
estudiando y trabajando como venís haciéndolo. Lo que pasó, quedó atrás gracias a tu compromiso, y el de tu
familia. No tendrás que pagar ninguna multa, ni tampoco hacer otras tareas para el juzgado, el juicio terminó y
fue por tu compromiso. Que sigas bien, Gonzalo». El que siendo asistido por la funcionaria judicial Mariela
Carrasco, se traduce literalmente en cumplimiento de las previsiones legales, como sigue: "C.: ra
'ana'añaxataxachuo'ora 'enecqaqnagui' dalaxic so 'iquiaxac, 'ana'añaxatqome. Qoquelecqomera
'anapaxaguenaxac. So 'iapacauecmashe 'ashetnagui' sa'amaqchiguiñiralta'araic so 'ana'añagataxac am
siquitacnana'a'q. Gonzalo». Todo ello, se hace en estricto cumplimiento de la legislación procesal penal (Art.
134 CPP), penal juvenil (Art. 4. Inc. 15 L2951N) y bajo las previsiones de la Convención de Derechos del Niño,
y del corpus iuris internacional aplicable a la justicia penal juvenil..." (14).
Esta forma de redacción de sentencias es un avance, por cuanto se establece un formato diseñado de
"sección o fragmento claro" dentro de la sentencia global, cuando a lo que se aspira es que toda la sentencia sea
clara, desarrollada en un texto único, sin necesidad de traducción duplicada.
IV. El deber de hablar claro también alcanza a los abogados
Se debe tener presente que el deber de hablar claro también —y valga la insistencia— compete a los
auxiliares de justicia (v.gr. abogados).

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Los actores (y abogados) del campo jurídico construyen sus textos a partir de las lenguas naturales, "desde
tiempos muy lejanos los juristas vienen elaborando un lenguaje especializado, compuesto de términos que no
forman parte del lenguaje natural" (15). Con estas palabras técnicas, susceptibles de definición precisa
("locación", "acto jurídico", "domicilio", "compraventa", "donación", "culpa", "dolo", "derechos reales",
"mandato", "nulidad de los actos jurídicos", "subrogación", "tradición", "revocatoria", "probation", "casación",
entre otras), los juristas tratan de dotar de mayor rigor al lenguaje de la ley, en un intento por conjurar la
ambigüedad y la vaguedad propias de las lenguas naturales.
Perrachione expresa que "es necesario que no se destruya la precisión conceptual bajo la corriente de que la
justicia sea más simple y 'populachera'. Hasta la defensa misma de los derechos y libertades fundamentales
consagrados en la Constitución y en las Convenciones Internacionales exigen claridad técnica para ser eficaces"
(16).

Sin perjuicio de ello, se han rechazado artículos recursivos por haber infringido el deber del clare loqui. Es
decir, el tecnicismo, el uso de un lenguaje especializado no quita el clare loqui.
El Tribunal Superior de Justicia de Córdoba ha sostenido que "...el principio clare loqui impone a todos los
sujetos intervinientes en el proceso un ineludible deber de ser claro al tiempo de asumir una determinada
posición discursiva, de modo de aventar equívocos, anfibologías, o confusiones en sus destinatarios. Ocurre que
solo de cumplirse con el postulado de claridad se hace cognoscible el contenido de un argumento, de modo que
es un requisito inexcusable para habilitar su ulterior inspección. De lo expuesto se sigue que la explicación clara
no solo tiende a respetar principios basales del proceso, como son el de moralidad y buena fe procesal, sino que
tiene raíces constitucionales por cuanto alcanza la defensa en juicio (art. 18 CN). La aludida regla argumental,
encuentra en nuestro ordenamiento adjetivo expresa consagración, ya que determinadas coyunturas
procedimentales reclaman a las partes —de manera positiva— que se expresen con particular claridad, es decir,
que se hable claro (clare loqui); y en el supuesto de no hacerlo, quedará el litigante respectivo sumido en el
riesgo de soportar una situación procesal desventajosa... Por lo demás, nada se explica en orden a que
—diversamente a lo resuelto— el escrito de casación si hubiera satisfecho los recaudos de la técnica recursiva.
Tampoco se demuestra, pese a lo expuesto en la denegatoria, que se hubiese acreditado —al momento de
interponer el recurso extraordinario— la existencia de vicios lógicos o argumentales que empañan la validez
formal del razonamiento del tribunal de alzada. La impugnante también ignora por completo, lo sostenido por la
cámara en cuanto a que en la resolución cuestionada se habían cumplimentado debidamente las exigencias de
una correcta fundamentación y que se habían respetado las pautas de la congruencia. Tampoco se cuestiona el
argumento expuesto en orden a que la casación solo transparentaba una mera discrepancia con la justicia de la
decisión. Mucho menos se intentó rebatir el fundamento desarrollado obiter dictum en la denegatoria, en el
sentido de que no se había acreditado ningún yerro formal al declarar desierto el recurso de apelación.
Curiosamente, en la presentación directa se postula que la denegatoria no exhibe motivos y carece de
fundamentación. Frente a las razones expuestas por la cámara, resumidas más arriba a los fines expositivos, se
advierte la evidente sinrazón de tales censuras. La única crítica concreta que se expresa en contra de la
denegatoria es que —al decir de la recurrente— si se expresó agravio suficiente, el que estaría dado por el hecho
de que su parte debe cargar con las costas. La crítica no es audible, en tanto parte de una confusión de
conceptos. Al decir que su agravio radica en la imposición de costas, lo único que justifica la recurrente es que
poseía un interés para recurrir, cumplimentando así una exigencia general de todo recurso, no solo de la
casación formal (art. 354 CPCC). Pero ello —per se— no implica que se haya plasmado —y mucho menos
demostrado— un agravio casatorio, esto es, alguno de los motivos previstos en el inc. 1 del art. 383 del CPCC.
La cámara explicó que no podía concederse la articulación recursiva en tanto no se había explicado ni
acreditado la configuración de ninguna de las hipótesis allí previstas. Tal consideración no se ve conmovida por
la simple manifestación de que se tiene interés para recurrir, aserción que —por sí sola— es inhábil para torcer
la decisión denegatoria. Mediante el resto de las argumentaciones esbozadas en la queja —aun cuando
difícilmente traspasen el valladar del art. 385 del rito— solo se repiten planteos expuestos en las instancias
anteriores, pero sin atacar, concretamente, los motivos por los cuales fue repelido el recurso de casación. Así, la
impugnante repite que —a su juicio— no correspondía imponer las costas a su persona porque no era parte en el
procedimiento y, además, porque, a su entender, lo impedía la normativa arancelaria. Obrando de esa manera,
otra vez, la impugnante desoye la tarea que la técnica recursiva le imponía, esto es, la de cuestionar los motivos
de la denegatoria. Finalmente, no es audible el argumento referido a la supuesta ausencia de cita de normas
legales en la repulsa. En primer lugar, simple y sencillamente, porque la mera lectura del pronunciamiento
atacado en queja evidencia que ello no es así, en tanto se han mencionado y aplicado distintas normas de la ley
adjetiva referentes a la fundamentación de las resoluciones judiciales y al juicio de admisibilidad de la casación
que debe realizar el órgano de alzada (v.gr., arts. 155 Const. Pcial. y 326, 383 y 386 del CPCC). En segundo
término, porque es jurisprudencia inveterada y constante de esta Sala que: 'la falta de cita legal no torna
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infundada a la resolución, porque el deber de los judicantes consiste en aplicar el derecho y no en enunciarlo'
(TSJ Córdoba, Sala C. y C., A.I. Nº 365/99; ib. Sent. Nº 52/2001, entre muchos otros). Todo lo expuesto
determina, sin más, el fracaso de la queja" (17).
V. El lenguaje no debe ser agresivo
Como señala Genaro Carrió, "el lenguaje es la más rica y compleja herramienta de comunicación entre los
hombres. No siempre, empero, esa herramienta funciona bien. Una comunicación lingüística puede resultar
frustrada: el destinatario de ella puede sentirse perplejo ante el alcance las expresiones que ha escuchado o
leído" (18).
El lenguaje también debe cumplir con deberes éticos, en donde la chicana, el ninguneo, el manoseo de la
persona a quien se dirige el discurso no puede ser objeto de agresión, porque se afecta su dignidad y a la
institución misma que abraza.
Recuerdo que, en un caso en donde estaba en juego la protección de una NNA, el juez ordenó se designara
un "abogado del niño" en su defensa —instituto declarativo a tenor del art. 27, inc. c) de ley 26.061, sin que
exista aún su reglamentación que lo operativice—; frente a dicha realidad proactiva un letrado de la progenitora
del menor, con quien tenía intereses contrapuestos en una situación de violencia familiar, llamó al juez
"rabdomante" u "oráculo", y comparó su proceder con los de Stalin, Hitler y Mussolini, entre otras
descalificaciones, pudiendo simplemente resaltar que era un magistrado activo, que hacía operativas normas que
él llamaba declamatorias, lo que en el caso no le convenía a sus intereses. La cámara confirmó la decisión
pretora del juez y llamó la atención al letrado, porque no había necesidad del uso del lenguaje en forma vejatoria
ni agresiva de la persona del juez. Dijo la cámara: "El derecho a criticar una resolución, no puede dar derecho a
agraviar al magistrado que la emitió, tal como ocurre en el presente caso" (19). Dicho lenguaje es innecesario y
viola la ética y probidad que debe mantener el letrado en sus escritos judiciales.
VI. El lenguaje debe alejarse de los modelos
Como es sabido, el lenguaje judicial o jurídico, ante su mayor necesidad de claridad, debe ser realizado para
un contexto relacional fáctico circunscripto.
Para ello debemos alejarnos de los "modelos de escritos", tan famoso recurso para quien es un novel
abogado, quien sale a la calle con las líneas básicas para litigar desde la Universidad.
Agrego que los modelos tienen espacios en blanco a ser llenados, pero es la mayor trampa para quien quiera
desarrollar una demanda o una defensa y/o excepción procesal.
El abogado debe ser un orfebre con el lenguaje, de ello depende el éxito de lo que emprenda a favor de su
cliente.
Desde lo más alto del Tribunal Superior de Justicia de la provincia de Córdoba, se ha aconsejado que lo que
"...sí hay que evitar es hacer un uso acrítico de los textos modelos. Porque el lenguaje nunca es inocente ni
aséptico. Las palabras que conforman un texto fueron escritas por alguien, en un contexto particular y desde una
perspectiva específica, que puede o no coincidir con la nuestra. Reproducir, en forma mecánica, esas palabras
ajenas es hacerlas propias sin saber qué valores transmiten, en qué concepciones jurídicas se fundan, qué
prejuicios irradian. El uso de los modelos de escritos puede favorecer el trabajo de los operadores jurídicos
cuando esos textos se someten a una mirada crítica que permita extraer aquello que resulta útil en el contexto de
comunicación concreto. Un profesional del derecho, que resuelve conflictos interpersonales mediante la palabra,
no puede darse el lujo de cederle a otro esta potestad" (20).
VII. Conclusión
Hemos desarrollado aquí, en forma sucinta, la exigencia de la sociedad para con sus magistrados y auxiliares
de justicia, del deber de hablar claro, en un lenguaje que sea accesible y sencillo para todos; en una forma que
sea lo más lineal y transparente posible.
Cabe agregar, sin tener la última palabra, que el hablar claro, sencillo, no implica adoptar, sin más, el
famoso lenguaje inclusivo (v.gr. se sustituye las vocales de las palabras por la letra "e" y/o "x"), que resulta
claramente una deformación del lenguaje, conforme a los usos y costumbres y a la cultura y los cánones que son
receptados por la Real Academia Española.
Otra cosa es el lenguaje con perspectiva de género, tan necesario para romper viejas ataduras del
patriarcado, cuyo discurso en sí ya denota una forma injusta e inequitativa de expresarse.
Por último, entiendo —como ya se adelantara al inicio— que tan importante como el lenguaje que se utiliza
en las decisiones judiciales es la posibilidad de las personas de acceder al servicio de justicia. De nada sirve
pregonar, enfáticamente, sobre el deber de los jueces de hablar claro, con un lenguaje sencillo, si antes no se
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garantiza el acceso a la justicia, conforme a las propias realidades sociales.


Solo así se podrá lograr la tan ansiada paz social. Así sea.
(A) Abogado. Egresado de la UNNE. Juez de Primera Instancia de la provincia de Córdoba. Premio Asociación
Argentina de Derecho Procesal (año 2003/2004). Segundo Premio Foro de Córdoba (año 2000). Referente y
capacitador en el Centro de Perfeccionamiento Dr. Ricardo C. Núñez dependiente del TSJ de la provincia de
Córdoba.
(1) GONZÁLEZ ZURRO, Guillermo, "Sentencias en lenguaje claro", LA LEY, 2018-F, 1165. Cita Online: TR
LALEY AR/DOC/2608/2018.
(2) FOUCAULT, Michel, "La verdad y las formas jurídicas", Edit. Gedisa, Barcelona, España, 1980, p. 166.
(3) PALACIO DE CAEIRO, Silvia B., "Lenguaje en el Código Civil y Comercial y neologismos en las
resoluciones judiciales", LA LEY, 2017-E, 1345, Cita Online TR LALEY AR/DOC/2740/2017.
(4) TULA DEL MORAL, María Lorena - NUÑEZ GELVEZ, Paula, "El lenguaje claro en las resoluciones
judiciales", La Ley Suplemento especial del 06/09/2021, p. 17.
(5) Cfr. MALEM SEÑA, Jorge F., "Libertad de expresión de jueces y magistrados, en Los derechos
fundamentales de los jueces", Alejandro Saiz Arnaiz (Dir.), Edit. Marcial Pons, Madrid, 2012, p. 103.
(6) Cfr. FERRER BELTRÁN, "Prueba y verdad en el derecho", Edit. Marcial Pons, Madrid, 2005, p. 61.
(7) Cfr. GASCÓN ABELLÁN, Marina, "Los hechos en el derecho", Edit. Marcial Pons, Madrid, 2010, p. 49.
(8) ANDRUET (h), Armando S., "Aplicación del principio de cooperación dinámica en la argumentación
jurídica", en Revista de Derecho Procesal Año 2007, Nº 2, Rubinzal - Culzoni, Santa Fe, p. 145.
(9) PEYRANO, Jorge W., "Hablar claro en el proceso (clare loqui)", La Ley Diario del 01/10/2013, p. 1.
(10) Juzgado de 1ª instancia y 4ª nominación en lo Civil, Comercial y de Familia de Villa María, Córdoba, Sent.
Nº 37 del 12/05/2017, en autos "P., M. F. - demanda de limitación a la capacidad".
(11) GUIBOURG, Ricardo A., "El lenguaje llano en el derecho", LA LEY, 2017-D, 1339, Cita Online: TR
LALEY AR/DOC/1501/2017.
(12) Cfr. MASCIOTRA, Mario, "Poderes-deberes del juez en el proceso civil", Astrea, Bs. As., 2014, ps. 46 y
ss.
(13) Lectura fácil es una técnica de redacción, adaptación y publicación de textos.
(14) Juzgado de Niñez, Adolescencia y Familia de Juan José Castelli, Chaco, 12/03/2021, "C. C. S. s/ juicio",
(15) CARRIÓ, Genaro R., "Notas sobre derecho y lenguaje", Abeledo-Perrot, Bs. As., 2011, 5ª ed., reimpresión,
ps. 49/50.
(16) Cfr. PERRACHIONE, Mario C., "Necesidad de simplificar la forma y el lenguaje de la sentencia", Sem.
Jurídico Nº 2273, del 01/10/2020, ps. 573/574.
(17) TSJ Cba., Sala C. y C., A.I. Nº 16, del 18/2/2013, en "Moscovich, Alberto Leonardo - Declaratoria de
herederos - Recurso de Apelación - Recurso directo".
(18) CARRIÓ, Genaro R., "Notas sobre derecho y lenguaje", ob. cit., p. 17.
(19) CCiv. y Com., Marcos Juárez, Córdoba, A.I. Nº 145, del 12/05/2021, en "Cuerpo de copias de apelación en
autos: Villarreal, Fernanda Isabel y otra - denuncia sobre violencia familiar".
(20) ALTAMIRANO, Leonardo, "Lenguaje jurídico claro: uso crítico de los 'modelos de escritos'", Comercio y
Justicia Córdoba, Opinión, del 13/11/2020.

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