EL JUICIO ORAL
A. DEFINICIÓN.
No cabe la menor duda, para los que hemos trabajado en los tribunales de
la República, desde estudiantes hasta profesionales, como jueces y magistrados,
que luego de analizar la situación procesal y de administración de justicia,
llegamos a la conclusión de que urge un sistema más ágil y rápido, que evite
mayores gastos económicos a las partes y sus abogados, y que permita educar a
la población -divulgando los principios y normas procesales- mediante la
publicidad.
Por otro lado, los tribunales de justicia, para acoger la corriente moderna del
derecho en sus diversas ramas, deben actualizarse y tecnificarse. La oratoria, la
oralidad, en consecuencia, no son más que vehículos lógicos para apoyar esa
modernización.
Calamandrei señala que los principios modernos del proceso penal oral se
fundan principalmente sobre la colaboración directa entre el juez y los
abogados, en la confianza y naturalidad de sus relaciones y en el diálogo
simplificador consistente en pedir y dar explicaciones con el fin de esclarecer la
verdad. Los jueces pueden y deben tomar parte activa en el debate para
hacerle preguntas y objeciones a las partes y a los testigos y peritos e
interrogarlos sobre las cuestiones esenciales que motivan el proceso.
pensamiento a que la oralidad es la forma más adecuada que existe para que
el juez tenga inmediación, conozca de cerca la personalidad del hombre que ha
de sentenciar, la víctima, los testigos, las pruebas, y que ese tipo de juicio hace
a una función judicativa rápida, efectiva.
también se educará al público para que asista a las audiencias, lo que a la postre
significará una participación democrática.
Poco a poco los resultados positivos del juicio oral han llevado a la
conclusión de que es el mejor; se acomoda tanto para los países desarrollados,
como para los que están en vías de desarrollo. Al implantarse el juicio oral en
Guatemala, no se está, en consecuencia, adoptando algo ajeno a las necesidades
y características del país; por el contrario, corresponde a la demanda nacional de
pronta, efectiva, expedita y honesta administración de justicia y de restructuración
y cumplimiento del derecho.
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por otra, cuanto más extensa y alta sea su cultura, más le será posible alcanzar
conmover a auditorios elevados. Con el don natural de la palabra se puede
impresionar a espíritus simples; no ejercerá ninguna acción sobre los espíritus
cultos más que siendo uno de ellos, que dando a las palabras el sentido, el lugar,
la graduación y el contenido que les dan las gentes cultivadas.
2. Arreglo, que comprende revisar todas las notas, datos, etc., y escoger lo
mejor. Asimismo, ordenar, quitando lo superfluo y medir el tiempo.
guatemaltecos-, así:
e. Busque que el jurado (o juez) diga: ¡Que sincero es este individuo!, y no,
¡Qué bien habla este hombre!
C. EL DEBATE.
Por otro lado, el propio Mauro Cappelletti, nos indica que la idea de la
publicización del proceso civil, está vinculada, hasta cierto punto, a la de la
oralidad. Si el proceso, puntualiza, o al menos la parte culminante del mismo, ha
de desarrollarse a presencia del juez, en suma, si el juez debe ser una persona del
proceso y no solamente una persona (o un colegio de personas) que juzga al final
del proceso, entonces es también necesario que al juez le correspondan ciertos
poderes de dirección y de control del proceso mismo, o por lo menos del debate
público, del trial.
D. DISCURSO FINAL.
Sin embargo, una cosa de la que ningún orador puede hacer abstracción,
es la de saber lo que él va a decir, si no cómo lo dirá. Dicho de otro modo, el
hombre puede hablar, pero él no es orador. Incluso, para los temperamentos
excepcionales, es conveniente saber un poco anticipadamente lo que se quieté
decir; de lo contrario, por excepcionales que sean cuando abordan la tribuna
insuficientemente preparada, el trabajo inmediato de adaptación o de intuición que
les es necesario realizar, es de una intensidad de fatiga infinitamente superior a la
de la preparación anticipada.
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Como puede verse, la forma en que dirá los conceptos el orador, requiere
un intenso trabajo de formación cultural, esfuerzo personal y criterio amplio.
1. Exhortando al auditorio.
2. Produciendo un clímax.
3. Mencionando una cita.
4. Terminar con las mismas palabras de iniciación.
5. Resumiendo, cuando se trata de un discurso que tipo informativo.
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Así, señala que exhortar es plantear una advertencia con que se intenta
persuadir y lograr que el auditorio actué de acuerdo con lo planteado en el tema.
Toda exhortación oratoria debe hacerse con fuerza, con vigor, entusiasmo y
saturada de sinceridad. El orador con este final debe dejar sentir que el público es-
parte importante para realizar, alcanzar o logradas finalidades encerradas o
planteadas en el discurso. En cambio, el mecanismo para terminar produciendo un
clímax es clásico y consiste en hacer una graduación de ideas en forma
ascendente, para llegar a un punto culminante que provoca una respuesta
inmediata y espontánea del auditorio, quien entusiasta entrega el aplauso. Se
recomienda imprimir en la voz, que va en ascenso, toda la emotividad de que sea
capaz el orador.
que involucre o sea síntesis del mensaje. Toda cita de cierre, al igual que en el
recurso de iniciación, le da al discurso un aspecto de categoría y de erudición.
Por último, y no por ello menos importante, para los discursos de tipo
científico, filosófico o religioso, el final que se recomienda es el de la pregunta que
se deja flotar en el ambiente, es decir, un interrogante de carácter general que
refuerce la idea central del mensaje.
Mentir en el debate forense es poco útil, porque como bien apunta Angel
Ossorio, frente a nosotros está nuestro adversario para restablecer la verdad y
desenmascararnos. Pero si se trata de actuaciones en que no haya parte contraria
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Angel Ossorio nos cita el ejemplo de los abogados que saben que un
hombre ha matado a otro y pueden aceptar o rechazar su defensa, y si la aceptan
podrán excusar su acto alegando eximentes o aminorar la responsabilidad
buscando atenuantes. Lo único que no podremos hacer es negar el hecho, para
que, por tal camino, pueda recaer la responsabilidad sobre otra persona, aunque
nosotros no la acusemos directamente. Sólo con haber triunfado en la ocultación y
logrado la impunidad del crimen mediante una mentira, ya hay bastante para no
vivir tranquilo. Si además, dejamos que sobre un inocente refluya la
responsabilidad o, cuando menos, la simple sospecha, la leve duda, la mínima
insinuación, ¿cómo se podrá volver a conciliar el sueño? Pocos crímenes habrá
mayores que ése. Esto es tan claro que no necesita argumentación. Únicamente
los miserables pueden desconocerlo…
En tal virtud, el abogado tiene la obligación de actuar con ética en todas las
diligencias procesales que se le encomienden, sin prepotencias e irregularidades,
sin trucos, engaños o chicanas que en nada le beneficiarán; - todo lo contrario,
sólo dejarán ante el juzgador dudas y malas impresiones su actuación.
Para terminar, debemos recordar que las alegrías del orador en los
tribunales, es hacer pronunciar al juez el derecho -y si hay que suplirlo- la equidad;
es en la vida pública servir del mejor modo los intereses de la colectividad de los
que se es inmediatamente solidario. Es también, todavía, lo hemos dicho, -¿por
qué no señalarlo aún?-, ciertas horas de grande, ancha y fecunda emoción que la
tribuna puede dar.
Hay abogados que naturalmente hablan bien, son dotados por naturaleza,
no solo para expresarse correctamente, sino en forma atractiva. Son aquellos que
seguramente atesoran en su historia personal, muchas horas de buena lectura, a
lo que se agrega condiciones histriónicas personales que colaboran con su buen
decir.
Con la llegada de los juicios orales el abogado puede ser capaz de: