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traducción

-de
TOMÁs SEGQVIA

revisada
con la colaboración del AUTOR
y de JUAN DAVID NASIO

nuevamente revisada
por
ARMANDO SUÁREZ
quien tradujo los ensayos
no incluidos anterior-m ente
íNDICE GENERA L

)J(()
siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.
CERRO OEL AGUA 2<18, DELEGACIÓN COYOACÁN, 04310, MEXleo, D.f.

siglo xxi editores argentina, s.a. TOMO 1


LAVALLE 1634 PISO 1 ' ·A C- l048AAN, BUENOS AIRES. AAGENTINA

N ota d el director d e es ta colección, por Armando Suárez ix


Nota del traductor, por Tomás Segovia xiii

Uno

Obertu ra de esta recopilación 3


El sobre La carta ro bada 5

Dos

De nuestros antecedentes 59
Más a llá del "principio de real idad" 67
.EI estadio del espejo como formador d e la función del yo
lie] tal como se n os revela en la experien cia psi coa nalítica 86
La agresi vidad en psicoanálisis 94
Introducción teór ica a las funciones del psicoanálisis en
crimin ol ogía 117
Acerca de la causalidad psíquica 142

primera edición en español, 1971


Tres
décima ed ición en español, corregida '1 aumenfada, 1981
vigesimotercera edición en espailol, 2003
El tiempo lógico y el aserto de certid umb re an ticipada.
e siglo xxi editores. s.a . de c.v.
isbn (obra completa) U n nu evo sofisma 187
isbn 968·23- 1270-1 (volumen 1) Intervención sobre la transferencia 204

primera ed ición en francés, 1966


lO édirions du selliL parís Cuatro
rítulo original: écrils
Del sujeto por fin weslionado 2 19
derechos reservados conforme a la ley Función y campo d e la palabra y del lenguaje en psico-
impreso y hedlo en méxicolprinted and made in m exlCo análisis 227
Variantes d e la cura-t ipo 311
De un designio 349
(v]

Ík
'1 íNDICE CENE.RAL INO IC !:: CENEAAL ' lO

Introducción al comentario de Jean H yppolite sobre la 2. La metáfora del sujeto 867


Verneinung de Freud 354
Respuesta al comentario de Jean Hyppolite sobre la Ver- fndices
neinung de Freud 366
La cosa {reudiana o sentido del retorno a Freud en psi- fndi ce razonado de los conce ptos prin cipales 873
coanálisis 384 Tabla comentada de las representac iones gráfi cas 883
El psicoanálisis y su enseli anza 419 T érminos de Freud en alemá n 889
Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista índi ce onorn:ístico 89 1
en 1956 441 Referell cia, bibliogr¡\ficas en orden cronológico 897
La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde
Freud 473

TOMO 2

Cinco

De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de


la psicosis 513
La dirección de la cura y los principios de su poder 565
Observación sobre el informe de Daniel Lagachc: "Psico -
análisis y estructura de la personalidad" 627
La significación del {ala 665
En memoria de Ernest Jones: Sobre su teoría del simbolismo 676
De un silabario a posteriori 696
IdeC\s directivas para un congreso sobre la sexualidad
femenina 701

Seis

Juventud de Gicle o la letra y el deseo 719


Kant con Sade 714
Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el incons-
ciente freudiano 773
Posición del inconsciente 808
Del T rieb de Freud y del deseo del psicoanalista 830
La cien cia y la verdad 831

Apéndices

J. Comentario hablado sobre la Vemeinun g de Fre ud,


por Jean Hyppolite 859

¿,
o
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564 l "R.o\T AM IF.NTO POS Ull.E DE LA PS ICOSIS

a rti cul ada con cincuenta aií.os de a nticipación por la teodi cea LA DIRECCIÓN D E Le\ CURA Y LOS PRINCIPIOS
con la que se enfrenta Schreber: " Dios es un a p... " .'IQ DE SU PODERl
Término en el que cu lmin a el proceso por el cu al el signi fi-
cante se ha " dese ncadenado" en lo real, después de qu e se abrió
la quiebra del Nombre-del-Padre - es decir del signifi ca nte que
e n el Otro. en cuanto Jugar de l signi fi ca nte, es e l signifi ca nte de}
Otro en cuanto Jugar de la ley.
Dejaremos aquí por ahora esta cuesti ón prelimin ar a todo l. ANALIZA HOY?
tra tamiento posible de la psicosis, que introduce, como se ve,
la concepción que hay que (orm arse de la maniobra, en este 1. Que un análisis lleve los rasgos de la persona del analizado,
tr a tamiento, de la tra nsferencia. es cosa de la q ue se hab la como si cayese por su propio peso.
Decir lo qu e en es te terre no pod emos hacer sería prematuro, Pero quie n se interese en los e fectos que tendría sobre él la per-
porque sería ir ahora "más allá de Fl'eud", y la cuestión de son a del analisla pensa ría estar dan do pruebas de audacia. Tal
su perar a Freu d ni se plantea siquiera cuand o el psicoaná lisis es por lo me nos el estremecimiento que nos recorre ante las ex -
de después ha vuelto, como hemos dicho, a la etapa de a ntes. presio n'es de moda referentes a la contratra ns[erencia , contribu.
Es por Jo menos Jo qu e nos aparta de todo o tro o bje to que yendo sin duda a enmasca rar su improp iedad conce ptual: pensad
el de rest aurar el acceso de la experiencia que Freud descub rió. qu é tes tim o ni o da mos de e levac ión de alma al mostrarn os en
Pues utilizar la técni ca que él institu yó, (uera de la experiencia nues tra arcilla como hechos de la mi sma que aque llos a quien es
a la que se aplica, es tan eS lúpido como echar los bofes e n el amasamos.
remo cuando el navío es tá e n la arena. A cabo de 'escribir una mala pal abra. Es ligera para aque ll os
a quie nes ap un ta, siend o as í qu e h oy ni siqui era se gu ard an las
Diciembre de 1957-enero de 1958 formas para confesar qu e bajo el no mb re de psicoanálisis mu-
chos se dedican a uu a "reeducaó6n emocio na l del paóente " [22).2
Situar 'en es te nivel la acció n del ana li sta acarrea un a posició n
de pr in cipio, con respecto a Ja cual tod o lo qu e pued e decirse
de la contratrans[erenóa , incluso si no es vano, tendrá una
[unción de diversió n . Porque es más a ll á d onde se encu'entra
desde ese momento la impostura que queremos desaloj ar aquí. 3
No por eso de nun ciamos lo que el psicoanálisis d'e hoy ti ene
de an tifr eudi a no. P ues en esto h ay que agradece rle el qu e se
haya quitado la máscara, pu es to que se jacta de :iup'e rar lo que
por otra parte ignora, no habiend o retenido de la doctrina de
donde sus pri meros. retozo s enCOlllraron su conejo, por cuanto la ley de Freud sino justo Jo sufi ciente para sentirse has ta qu é punto 10
la si mboliladón en la qu e debe enLrar su deseo lo pcend e en su red por qu e aca ba de enunciar de su eXIJ"eriencia es disonante con eHa.
la posición de obj eto pa rcial en la que se ofrece al llega r al mundo. a UII
mundo don de ct deseo del O tro h ace la ley. I Primer informe del Coloq uio Internacional de Royaumont re un ido del

Es ta relación poi' supues to es ani culada claramente por Schreber en lo 10 al 13 de julio de 1958, a in vita ción de la Soci edad },':ancesa de Psicoa na-
que él refi ere, para decirl o sin de jar ninguna ambigüedad, al acto d e ca ... lisis. a parecido en l .a Psyehanalyu , yol. G.
- concretamente el hecho de semir reunirse en es te acto los elemem os : Las cifra s enlre corc hetes remi len a la s referencias colocada s al (inal de
su ser cuya di spen; ión en el infinit o de su t1eliri o luce su sufrimi ento. este informe.
:lO naja la forma : D ie SOfln e ¡si ei'le H ure (S. El 501 es para :. Para "o h 'er co ntra el espiritu d e una soci edad un término a cu yo precio
Sc hreber el aspec to centra l de Di os, La experien cia interior de qu e se tra la se la puede a preciar, cuando la se ntencia en que Freud se igu ala a los Pl'e-
.aqut es el titulo de la obra ce ntral de Georgcs Batai ll e. En Madam e Edwa1'fia socr¡h icos: Wo es war, soll ¡ eh werden, se tradu ce en ell a por 13s b uenas
<Ie$cri be el ex.lremo singtlla r de es ta experiencia. r.
al uso fran cés, por: el Yo debe desalojar al Ello [Le M oi doi! d¿l oge r le a}-
[565]
GO l
600 LA DIRCCCIÓ:-.l OE l.A Cl'RA 1..\ Om1::CC1ÓN DE LA CUilA

Y. HAY QUE TOMAR EL DESEO A LA LETRA


Cuéntese ei número de remitencias que se ejercen aquí para
el deseo a un a potencia geométricamen te crecie nte . Un 5010
] . U n sueño. después de todo, no es más que un sueño, se oye índice no bastarí a para caracterizar su grado. Pues habi'Ía que
decir hoy [22]. ¿No 'eS nada el que Freud haya reconocido en distinguir dos dimension'CS en esas remitencias: un deseo de de-
él al d eseo? seo, dicho de otra manera un deseo significado por un deseo
El deseo, no las tendencias. Pues hay que leer la Traumdeu- (el deseo en la histéri ca de tener un deseo insatis{echo está sig-
tu.ng para sa ber 10 que quiere deci r lo q ue Fre ud llama allí deseo. nificad o por su des'Co de caviar: el deseo de caviar es su signi[i-
H ay que detenerse en esos vocablos ele Wu.nsch, y de Wish ca nte), se -inscribe en el registro diferente d e un deseo sust itui-
que ]0 traduce en inglés, para dist inguirlos del deseo, cuando do a un deseo (e n el sue ño, el de salmón ahumad o propi o
ese ruid o de petardo mojado con que estallan no evoca nada ele la amiga se sustituye al deseo de caviar de la paciente, lo cual
menos que la concupiscencia. Son votos. constituye la sustitución de un signi{icante por un signifi can te) .10
Estos votos puede n ser piadosos. nostálgicos, contr<lria ntes,
bromist;'ls. Una délma pnede soñar un sueño al que no anim a
más deseo q ue el ele proporcionar a Fr'eud, que le ha exp uesto 2. Lo q ue -encontramos aquí no tien e nad a de microsco plCO,
la teoría de que el sueño es un deseo, la prueba de que no hay como tampoco se n ecesi taban instrumentos especiales para re-
n ada ele eso. El punto que debe retenerse es que ese deseo se conocer que la hoja tiene los rasgos de estructura de )a plant:t
articula en un discurso bien as tuto. Pero no es me nos impor- de la que ha sido cortada . Incluso quien no hubies'e visto nun -
tante percibir las consecue ncias del hecho de que Freud se sa· ca una planta sino despojada de hoj as, se daría cuen ta en se-
tis[aga con recon ocer en él el deseo del sueño y la confirmación gu:da ele que un a hoja es más verosímilmente parte de la plan la
de su ley. parn lo que quiere decir el deseo en S1l pensam ie nto. que un pedazo de piel.
El deseo del sLleño de la hi stérica , pero también cualquier
Plles él ex ti ende más al1<1 su excentricidad, pueslo que un sUfiio
nadería en su luga r en este tex to de Freud, resume ] 0 que lodo
de castigo puede en su opini ón significar el deseo de lo que
el libro exp lica en cuanto a los mecanismos llamados incons-
el castigo reprime.
cientes, condensación, deslizamiento, etc ..., atestiguando su es-
No nos detengamos en las etiquetas de los ca jones, aunq ue tructura común: o sea la re lación del deseo con esa marca del
mu chos las confundan con el fruto de la ciencia. Lea mos los lengua je que es pecifi ca al inconsci'ente freudiano y descentra
textos; sigamos el pensamiento de Freud en esas desviaciones que
nuestr Cl concepó 6n de l sujeto.
nos impon e y ele las que no debemos olvida r que, deplorándo. Pi enso fl ue mis alumn os apreciarán el acceso que doy aquí
las él mismo por comparación con un idea l del discurso cien ti· el la oposición fund Clmental del significante al signifi cado, en la
fi co, afirma que se vio obligado a ellas por su objeto. 17 f U .tl les d'emuestro que empieza n los poderes del lengua je, no
Se ve enton ces que ese objeto es idéntico a esas desvia ciones, < n dejarles, en CU f\nto a concebir su ejercicio, mncha madeja
pues to que en la primera vuelta de su obra desemboca, con que devanar.
referencia al sueño de u na histérica, sobre el hecho de que en Record aré e l automatismo de las leyes por las que se articula n
él S'e sa tisface por desplaza miento, precisamente aquí por a lu - en la cadena significan te:
sión a l deseo de otra , un deseo de la víspera, el cual es sostenido
en su posición eminente por un deseo que es cierta mente ele de él la pa ciente en la p:\gin a 152 de los G . W ., lI·m [D. N., 1, p. 3!Ol:
.' Quiero dar una comida. pero no d ispongo sino de u n poco de salmón ahu-
otro orden, pues to que Freud lo ordena como el deseo de tener mado. PiensO en salir para comprar lo necesario, pero recuerdo que
un deseo insatisfecho [7].18 dom ingo y que las tiendas estáu cerradas. InteulO luego telefonear a a lgu-
nos proveedores, y resulta qne el teléfono no fun ciona. De este modo, teug o
11 CI. la Cana li S (1 l -IX-t899) a Fliess en: Aus den Anfiinge n, edic. I ma·
qne rennnciar al deseo de dar una co mida" [A., IV, p. 165].
En lo cu al Freud mori va ]a identificación hi stérica. precisa ndo que el
go, Londres [LoJ orígenes del pJicoandlisis: n. N., 1[1, p. 845; carta n o reco·
gi da en la ed ición de Amorrortu]. salmón ahumado dt><¡em peñ a para la amiga el mi smo papel qu e el caviar
UI He aqul ese sueúo tal como queda consignad o según el rela to qu e hace desempeña p ara la pa ciente.
602
LA DIRE CC IÓ N D.E l.A CU RA LA IHRf.CC I6N DE CA CURA 003
a] la sustit ución de un término a otro para producir el efee. 3. Volvamos a hora al libro llamado: La interpretación de los
to de metáfora.
Sll cños (T rattmd.eutung) , mántica más bien, mejor aún signi-
b] la combinación de un término Con otro para producir el fi ca ncia.
efeoto de metonimia [17]. Freud no prereude en absoluto agotar en é l los problem as
Apliquémoslas aquí, y se ve aparecer que, en la medida en psicológicos del sueño. Léase el libro y se comp robará qu e eso,
que en el sueño de nuestra paciente el salmón ahumado, objeto problemas poco explotados (las investigaciones siguen siendo
del deseo de su amiga, es todo 10 que tiene que ofrecer, Freud, raras, si no pobres. sobre el espacio y el ti-empo en el sueño, so·
al establecer que el salmón ahumado está aquí sustituyendo a l ca- bre su textura sensorial, sueño en colores o ato nal, ¿y lo oloroso,
viar, al que considera por otra parte como el significante del de- lo '"pido y el grano titctil llega n a él, si lo vertiginoso, lo túr-
seo de la paciente, nos propone el sueño como metáfora de'1 deseo. gido y lo pesado están?), Freud no los toca. Decir que la doctri-
¿Pero qué es la metáfora sino un efecto de sentido positivo. na freucliana es una psicología es un equívoco grosero.
es decir cierto paso del sujeto al sentido del deseo? Freud está lejos de alimentar este equívoco. Nos advierte por
Como el de,eo del sUj'eto se presenta aquí como lo que im- el contrario que en el sueño s610 le interesa su elaborac ión. ¿Qué
plica su discurso (consciente), a saber como preconsciente -lo qui-ere .,decir eso? Exactamente lo que traducimos por su estruc-
cual es evidente puesto que su marido está dispuesto a satisfa- tura de'· lenguaje. ¿Cómo podría haberlo advertido Freud, pues-
cer su deseo, pero la paciente, que le ha persuadido de la exis- to que esa estructura uo fue articulada por Ferdinand de Saus·
tencia de ese deseo, insiste en que no 19 haga, sino en que haga sure sino más larde? Si ésta recubre sus propios términos, no es
de él lo que habría que ser Freud para articular como el por ello sino m:h impresionanre el que Freud la ha ya anticipado.
de tener un deseo insatisfecho-, queda el hecho de que hay ¿Pero dónde la ha descubierto? En un fluj o significante cuyo
que ir más allá para saber lo qU'e semejante deseo quiere decir mislerio consiste en que e l sujeto no sabe ni siquiera dónde fi n·
en el inconsciente.
gil' que es su organizador.
Ahora bien, el sueño no es el inconsciente, nos dice Freud, H;-. cer que s-e vuelva a encoutrar en él como desean te, es lo
sino su camjno real. Lo cual nos confirma que es por efecto de inverso de h acerlo reconocerse allí como sujeto, porque es como
la metáfora como procede. Es este efecto el que e l sueño descubre_ en derivaci ón de la c;tdena significante como corre el arr oyo
¿Para quién? Volveremos sobre esto dentro de un momento. del des'eo y el sujeto debe aprovechar una vía de tirante para
Veamos por ahora que el deseo, si está significado como insatis- ;-.sir en ella su propio leed-bach.
fecho, lo está por el significante: caviar, en la medida 'en que El deseo no hace más que sujetar lo que el análisis subjetiviz3.
e l significante lo simboliza como inaccesible, pero que, desde el
momento en que se desliza como deseo en el caviar, el deseo del
cav.iar es su metonimia: hecha necesaría por la carencia de ser 4. Y esto nos vuelve a traer a la pregunta que d'ejamos m<"ls
donde se mantiene.
arriba: ¿a quién descubre el sueño su sentido antes de que ven_
La metonimia es, como yo les enseño, ese efecto hecho posi- ga el anal iHa? Este senti do preexiste a su lectu ra como a la cien-
ble por la circunstancia de que no hay ninguna significación r ia de su desciframiento.
que no re mita a otra significación, y donde se produce su más U na y otra demuestran que el sueuo está hecho para el re-
común denominador, a saber la poquedad de sentido (común- conocim iento... pero nuestra voz d-esfalIece antes de conclu ir:
mente confundida con lo insignificante) , la poquedad de sentido, del deseo. Porq ue el deseo, si Freud dice la verdad del incons-
digo, que se manifiesta en el fundamento del deseo, y le Con- ciente y si e l análisis es necesario, no S'e ca pta sino en la in-
fiere el acento de perversión que es tentador denunciar en la terpretación.
histeria p resente.
Pero volvamos atrás; la e]aboracióu de] sueño esU. alimentada
Lo verdadero de esta apariencia es que el deseo es la meto- por el deseo, ¿por qué nuestra voz desfalle ce para concluir con
nimia de la carencia de ser. el reconoc imien lo, como si se apagase la segunda palabra, que
era primera hace un momento, y reabsorbía a la otra en su

'--
605
604 l ." OIRI:CCIÓf'l DE L\ CURA LA DiRECC iÓN DE. 1.A CU RA

mismo, ni acercarse por poco que sea a su técnica o a su


luz? Porque, en fin. no es durmiendo como alguien se hace re-
do ctrin a. Veremos los recursos del pequeño sue ño que hem os
conocer. Y el sueilo, nos di ce Freud, sin que parezca haber en
ello la menor contradicción , sirve ante todo al deseo de dormir. pescado más arriba, para nuestro prop6sito.
Es repliegue narcisista de la libido y retiro de las cargas de la Pues ese deseo de nuestra 'espiritual histérica (es Freud quien
realidad. la califica así), me refiero a su deseo desp ierto, su deseo de ca-
Por 10 demás, la experiencia muestra que si mi suen o llega a viar, es un deseo de mujer colmada y que precisamente n o quie.
unirse a mi demanda (no él la realidad. como se dice impropia- re serlo. Pues el carnicero de su marido es ducho para poner
mente, que puede preservar mi dormir). o a lo qu'e se muestra del derecho satisfacciones qu e todo el mundo necesita, los pun -
aq uí COITIO su equ ivalente, la demanda del otro, me despierto. tos sobre las i'es, y no tiene pelos en la lengu a para contestar
a un p into r que le da coba, sa be Dios con qué osc uro designio,
sobre su jeta interesante : "¡Naranjas! Una rebanada de trasero
5. U n sueño des pués de tod o no es más qu e un su'eilo. Los que de hembra, eso es lo que a usted le hace (alta, y si espera que
desdeñan ahora su instrumento para el an,ílisis han en contrado, sea yo quien se la regale, puede pasársela por donde estoy pe no
como hemos visto, caminos más seguros y más directos para sa nd o."
traer a l paciente ha cia los buenos principios. y hacia .105 deseos H e aquí un hombre sobre el q ue una mujer no debería tener
normales, los qU'e satisfacen verdaderas necesidades. ¿Cuáles? quejas, un carácte r genital, y que por lo ta nto debe velar como
Pues las necesidades de lOdo el mundo, amigo mío. Si es eso lo es debido para que la suya, cuando se acuesta con ella, n o nece-
que le asusta, confíe en su psicoanalista, y suba a la torre Ei Hel site toCt'lrse después. Por lo d-emás, Freud no noS disimula que
para ver qué bonito es París. Lástima que haya algunos que ePa est:'l muy prendada de él, y que lo incita sin cesar.
saltan por sobre la balaustrada d·esde el primer piso, y precisa- Pero ésta es la cosa, no quiere se r sa tisEecha en sus úni cas ver-
men te de aq ueHos cuyas necesidades todas han sido red ucidas daderas nec<::sidad·es. Quiere otras gratuitas, y para estar b ien
a su justa medida. Reacción terapéutica nega tiva, diremos. segur a de que lo son, no satis[acerlas. Por eso a la pregunta:
¡Gracias a Dios! E l rechazo no llega tan lejos en todo el mun· ¿qué es lo que desea la espiritual carnicera?, puede contes tarse:
do. Simplemente, el síntoma vuelve a brotar como ffi('\la hierba, caviar. P ero esa respuesta es desesperada. porque el cav iar, es
cor\lpulsión de repetición. ella también la que no lo qu iere.
Pero esto por sup uesto n o es más que un error de distribu-
ción de cartas: no se cura uno porque reme mora uno. R emem ora
uno porque se cura. D'esde que se encontró esta fórmul a, la re- 7. No es esto todo sobre su misterio. Lej os de que este callejón
produ cción de los síntomas no es ya cuestión , sino únicamente sin s:t lid a la enci erre, encuentra 'en él la escapatoria hac ia el
la reproducción de los analistas; la de los pacientes estú resuelta. campo de los deseos d e tod as las espirituales histér icas, carnice -
ras o no, que hay en el mundo.
Eso es lo que Freud capta en una de 'esas visiones al sesgo de
fi. Un sueño pues no es más qu e un sueño. Pu-ede incl uso leerse las que él sorprende lo verdadero, demoliendo de paso esas abs·
de la pluma de un psicoanalista metido a la enseñanza que es tracc iones con las que los espíritus positivos fabrican gustosos
una p rodl.l cción del Yo. Esto prueba que no se corre n grandes la exp licación de todas las cosas: aquí la imitación cara a Tarde.
riesgos queri'endo despertar del sueño a los hombres. Lo vemos Hay que poner en juego en lo particular el eje esencial que da
prosegu irse en plena lu z, y en aquellos que no se compl<lcen allí la identificació n de la histérica. Si nuestra paciente se iden.
en soiiar. tifica con su amiga, es porque ésta es inimitable en ese deseo
Pero incluso para estos, si son psicoa na listas, debe leerse a insatisfecho por ese salmón que Dios contunda, si no 'es Él quien
Freud sobre -el sueño, porque no es posible de otra manera ni lo ahuma.
compre nder lo que él entiende por el deseo del neuróti co, por Así el sueño de la paciente responde a la demanda de su ami-
repr:mido, por inconsciente, por la interprelación, por el am]- ga que es la de venir a cenar a su casa. Y no se sabe qué cierno-
606 LA OIR..ECCIÓN DE LA CURA LA DIRECCiÓN DE LA CURA
607

nías la empuja a ello, aparle de que se cena bien allí, sino el que el leva ntamiento de ese ve lo se iguale con el que se realiza.
hecho del que nuestra carnic'era no pierde el hilo: y es que su ba al fin al de los antiguos misterios.
marido habla siempre de ella ventajosamente. Ahora bien , fla ca Ser el falo, aunque fuese un falo un poco flaco . ¿No es ésta
como es, no está muy hecha que digamos para gustarle, a él a la identificación última con el significante del deseo?
quien no le gustan sino las redondeces. No parece tan obvio para una mujer, y hay entre nosotros
¿No tendría el también un deseo que se le ha quedado atrave. quieues prefieren no tener que habérselas más con 'ese logogrifo.
sado, cuando todo en él está satisfecho? Es el mismo resorte que, ¿Tendremos que deletrear el papel del significante para qu-e se
en el su'eño, va a hacer del deseo de su amjga el fracaso de su nos vuelvtl a venir encima el complejo de castración, y esa en-
demanda. vi dia del pen'e del que Dios nos libre, cuando Freud, llegado
Pues por muy precisamente simbolizada que esté la demanda a esa encrucijada, no sabia para dónde tirar, pues no veía m ás
por el accesorio del recién nacido teléfono, es en va no. La lla- a11;', sino el desierto del análisis?
mada de la paeieo te no ti'ene éxi to; bueno sería ver a la otra Si, pero los ll evaba hasta allí, y era uu lugar menos apest.do
engordar para que su marido la paladee. que la neurosis de transfel'eucia, que lo reduce a usted a echar al
Pero ¿cómo puede ser amada otra (¿acaso no basta para que la paciente, rogándole que salga despacito para que se lleve a sus
paciente lo piense con que su marido la considere?) por un moscas.
hombre qU'e no podría satisfacerse con ella (él, el hombre de la
reba nada de trasero)? Ahí está puesta en su punto la cuestión,
que es muy generalmente la de la identificación histérica. 9. Ar ticulamos sin embargo lo que estructura al deseo.
El deseo 'es lo que se manifiesta en el intervalo qu e cava la
demanda más acá de ella misma , en la medida en que el sujeto,
8. Es en esta cuestión en la que se convierte el sujeto aquí mis- al articular la cadena significante, trae a la luz la caren cia de ser
mo. En lo cual la mujer se identifica con el hombre, y la reba- con el ll amad o a recibir el complem'ento del Otro, si el Otro,
nada de sa lmón ahumado viene a tomar el lugar del deseo del lugar de la palabra, es también el lugar de esa carencia.
Otro. Lo que de este modo al Otro le es dado colmar, y que es pro·
Como este d'eseo no aJeanza para nada (¿cómo recibir a toda piamente lo que no ü ene, puesto que a él también le falta el
esa gente con esa única rebanada de salmón?) , no tengo ser, es lo que se llama el amor, pero es también el odio y la
remedio al final de los finales (y del sueño) que renunciar a ignorancia.
mi deseo de invitar a cenar (o sea a mi búsqueda del deseo de Es también, pasiones del ser, lo que evoca toda demanda más
Otro que es el secre to del mío). Todo ha fall ado, y usted dice a ll á de la necesidad qu'e se ar ticula en ella, y es sin duda aq uello
que el sueño es la realización de un deseo, ¿Cómo arregla usted de que el sujeto queda privado, tanto más propiamente cuanto
eso, profesor? m<is saLisfecha queda la necesidad articulada en la demanda.
Así interpelados, hace un buen rato que los psicoanalistas ya Más aún, la sa tisfacción de la necesidad no aparece allí sino
no contestan, habiendo renunciado ellos mismos a int'errogarse como el engaño coutra el que se estrella la demanda de amor,
sobre los deseos de sus pacientes: los reducen a sus demandas, enviando al sujeto al sueño donde habita el limbo del s-er, de·
lo cual simplifica la tarea para converti rlos en los suyos propios. jándole en él hablar. Pues el ser del lenguaje es el no ser de
¿No es ésa acaso la vía de lo razonable, que 'es la que han los objetos, y que -el deseo ha ya sido descubierto por Freud en
adop tado? su lugar en el sue ño, desde siempre escándalo de todos los es·
Pero sucede que el deseo no se esca motea tan fácilmente, por [uerzos del pensamiento por situarse en la realidad, basta para
ser demasiado visible, plantado en plena mitad del esceuario in struirnos.
sobre la mesa d e los ágapes como aquí, bajo el aspecto de un Ser · o no s'er, dormir, soñar acaso, los sueños aparentemente
sa lmón, lindo pescado afortunadamente, y que basta con pre. más simples del niño ("simple" como la situación analítica sin
sentar, como se hace en los restaurantes, bajo una tela fina, para duda), muestran simplemente objetos milagrosos o prohibidos.
896 íNDICES

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F.l Im'coandlisis y su eus erlonzn
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su sesión del 23 de fehrero de 1957. Aparecida en el /Julleún de la Co muni cació n a un congreso reunido en Royaumont bajo los aus-
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;s
900 tNDlCES

titulo de La dialectique, por invitación de Jean ,.y;tlll, del 19 al 23


de septiembre de 1960.

Posici6n del inconsciente


Congreso reunido en el hospital de Bonneval bajo el tema del in·
consciente freudian o del .30 de octubre a l 2 de noviembre de 1960.
Intervencioues conde nsadas a pedido de Henri Ey para el libro
sobre El in consciente, publicado po r Desclce de llrouwer en 1956
y por Siglo XXI en 1970.

Kant r01l 5ade


Debía servir como prefacio a La philos oPhie dans le bou.doir (Éd .
d u Cercle du Livre Précieux, 1963, 15 vals.). R , G. septiembre de
1%2. Aparecido en la rev ista Critique, núm. 191, abril de 1963,

Del "Ttieú" de Freud y del deseo del pst'coa nalista


Resumen de las intervenciones en un co loq uio convocado por el
profesor Enri co Cas tell i bajo el título de "Técnica y casufslica" de)
7 al 12 de enero de 1964 en la Universidad de Roma. Publicado en
Aai del co lloquio internazionale su " T ecnica e caJislica"J Roma ,
1964.

f.o ciencia y la verdad


Estenografía de la lección de apertura del seminario llevado. a cabo
en el aílo 1965·66 en la École Normale Supérieure sobre El objeto
del psicoa nálisis, como encargado de co nferencias de la Éco le Pra-
tique des Hautes É[Udes (VI sección) el ] de diciembre de 1965,
J

Aparecido en el primer número de los Cahiers pour l'A7Jalyse, pu·


blica dos por el Cerc1e d'Épistémologie de (' tcole Normale Supé·
rieure eu enero de 1966.

illlproo ¡;l l a de <. \


Gllf. ch.\b,l(iIllO n(11I1. 6tl.loc.:al a
col. ;1 ... t' ]l . ()(ifF)()
Illl 11111 qcmp li'll'(" l' ,"ohrallll"
!) de IlI.WIV clt, 200:,

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