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Erich

P a id ó s 1 E l a rte de a m a r
B ib lio te c a 2 E l m ied o a la lib e rta d
E r ic h F r o m m 3 ¿ P o d rá so brevivir el h o m b re?
4 L a c o n d ició n h u m a n a ac tu al
5 Y seréis co m o dioses
6 E l d o g m a de C risto
7
8
L a crisis d el psico an álisis
S o b re la d eso b e d ie n cia
9 E l a m o r a la vida
1 0 D e l te n e r al ser
11 L o in c o n sc ie n te social
incons­
ciente
12 É tic a y p olítica
13 E l a rte d e e sc u c h a r
1 4 L a p ato lo g ía d e la n o rm a lid a d
15 E s p íritu y so cied ad
1 6 E l h u m a n ism o c o m o u to p ía re al

Edición a cargo de Rainer Funk Obra postuma II

# PAIDÓS
l/ l Barcelona Buenos Aires México
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SUMARIO

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los


Título original titulares del 'Copyright", bajo las sanciones establecidas en las leyes,
D/'e Endeckung des gesefischaft/ichen la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier método o
Unbewussten procedimento, comprendidos la reprografia y el tratamiento informá­
tico, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o pres­
tamos públicos.
Publicado en alemán Prólogo (de Rainer Funk) ............................................. 13
por Beltz Verlag, Weinheím y Basilea © 1990 by the Estate of Erich Fromm

Traducción © 1990 para el prólogo


Eloy Fuente Herrero de Rainer Funk, tubinga
I. SOBRE MI ORIENTACION PSICOANALITICA 17
Cubierta © 1992 de todas las ediciones en castellano,
Mario Eskenazi y Diego Feijóo Ediciones Paidós Ibérica, S.A.,
Mariano Cubí, 92 08021 Barcelona
y Editorial Paidós, SAICF,
Defensa, 599- Buenos Aires II LA REVISION DIALECTICA DEL PSICOANA­
http://www.paidos.com
LISIS ........................................................................... 27
ISBN: 84493-0862-3 N 1. La necesidad de revisión del psicoanálisis . . . . 27
Depósito legal: B-23.134/2003
2. Objeto y método de la revisión del psicoanálisis 35
Impreso en Novagráfik, s i ,
Vivaldi, 5 -0 8 1 1 0 Monteada i Reixac (Barcelona)
3. Aspectos de una revisión teórica de los instintos 40
4. La revisión de la teoría de lo inconsciente y de la
Impreso en España - Printed in Spain
represión ............................................................... 50
a) Lo inconsciente y la represión de la sexualidad 50
b) Lo incoi\cpiente y la represión de la vincula­
ción a la m a d r e ............................................... 53
c) La vinculación a ídolos como manifestación
de lo inconsciente social ................................ 59
d) La vinculación a ídolos y el fenómeno de la
transferencia ................................................... 63
e) La superación de la vinculación a ídolos .. 69 IV. EL SUPUESTO RADICALISMO DE HERBERT
f) Lo reprimido social y su importancia para la MARCUSE ............................................................... 133
revisión de lo inconsciente ........................... 73 1. Marcuse y F r e u d ................................................. 133
g) La nueva idea de lo inconsciente de Ronald D. 2. Las perversiones, según M a rc u se .................... 138
Laing ................................................................. 78 3. La idealización de la d esesp eran za................ 147
h) Modos de superar la re p re sió n ...................... 82
5. La sociedad, la sexualidad y el cuerpo, en la revi­ Bibliografía ........................................................................ 153
sión del psicoanálisis ........................................... 84
6. Sobre la revisión de la terapéutica psicoanalítica 89 Indice a n a lític o .................................................................. 159
a) En el terreno de la consulta profesional .. 89
b) Aspectos transterapéuticos del psicoanálisis 94

III. LA SEXUALIDAD Y LAS PERVERSIONES SE­


XUALES ................................................................... 101
1. Aspectos del movimiento de liberación sexual 101
a) La sexualidad y la sociedad de consumo . 102
b) Sexualidad y nueva forma de vida. Sobre el
movimiento de los h ip p ie s ........................... 105
c) La sexualidad en el psicoanálisis. La impor­
tancia de Wilhelm R e ic h ............................. 107
2. Las perversiones sexuales y su estimación . . . 109
a) El cambio de estimación de las perversiones
sexuales ........................................................... 109
b) La estimación psicoanalítica de las perversio­
nes ................................................................... 113
c) La perversidad del sadismo y del carácter anal 117
3. Sobre la revisión de las perversiones, en el ejem­
plo del s a d is m o ................................................... 122
a) El sadismo y sus m anifestaciones.............. 122
b) La determinación social del s a d is m o ........ 127
c) Sadismo y n e c ro filia ..................................... 129
E l hombre es, sobre todo, un ser social.
E l psicoanálisis reformado atiende especialmente a los
fenóm enos psíquicos que fundan la patología de la
sociedad presente en la enajenación, la angustia, la
soledad, el miedo a la profundidad del sentimiento, la
escasez de actividad y la falta de alegría. A estos
síntomas corresponde ahora el papel principal que
desempeñaba en tiempos de Freud la represión de la
sexualidad.
Por eso, la teoría psicoanalítica debe poder revelar los
aspectos inconscientes de estos síntomas y su carácter
patógeno para fam ilia y sociedad.
E l psicoanálisis debe estudiar, además, la «patología de la
normalidad», esa leve esquizofrenia crónica provocada
p o r la actual y futura sociedad tecno-cibernética.
Los impulsos pueden ser regresivos, arcaicos y
autodestructivos, o pueden contribuir al pleno desarrollo
del hombre, haciéndolo uno con el universo, en libertad e
integridad.
Entonces, sus necesidades allende la supervivencia no
serán excrecencia de disgusto y «probreza», sino fru to de
una plétora de posibilidades que le hagan aspirar
apasionadamente a verterse en los objetos
correspondientes:
Este hombre deseará amar porque tiene corazón, gustará
de pensar porque tiene cerebro, querrá tocar porque tiene
piel.
í:
F,
K PROLOGO
£-
f-

l-
r.

Erich Fromm se jubiló como catedrático de Psicoanálisis


de la Universidad Nacional de México en 1965, el mismo año
que terminaba la investigación sobre el terreno del carácter
¡.
r.
social de Chiconcuac, población rural mexicana. Desligado
de las obligaciones universitarias y libre para emprender un
proyecto nuevo, solicitó fondos a varias fundaciones para una
«obra sistemática sobre el psicoanálisis humanista», de tres
o cuatro volúmenes, que se había propuesto escribir durante
los años siguientes, tratando de todas las materias de la teo­
ría y de la práctica psicoanalíticas desde el punto de vista de
su revisión dialéctica.
Fromm trabajó durante años en este proyecto de una «obra
sistemática y general sobre el psicoanálisis», que en princi­
pio quiso escribir sobre el fondo de su experiencia clínica de
consulta psicoanalítica y de instructor y de inspector psicoa­
nalista, enriqueciéndola con casos ilustrativos; pero no lo ter­
minó, porque su interés, con el tiempo, fue desplazándose al
problema de una teoría psicoanalítica explicativa de la agre­
sión, que presentó finalmente en 1973, en su extenso volu­
men Anatom ía de la destructividad humana.
Otros aspectos de su propósito quedaron sin terminar, o se
realizaron sólo en lo teórico. De todo ello, lo único publicado
por Fromm fue el capítulo «La crisis del psicoanálisis» (E.
Fromm, 1970c), que muestra en detalle cuán necesitado está de
revisión el psicoanálisis, incluso en sus desarrollos: por ejem­
plo, en la llamada psicología del yo. Sin embargo, no publicó
su idea propia, su reformulación y revisión del psicoanálisis.
jf-
i
14 LO INCONSCIENTE SOCIAL PROLOGO 15

El presente volumen comprende las partes, redactadas por En una de las solicitudes de financiación de su proyecta­
Fromm de 1968 a 1970 e inéditas hasta ahora, de su revisión da obra en varios volúmenes sobre el psicoanálisis, informa­
humanista y dialéctica del psicoanálisis. Así, el original co­ ba Fromm de cómo llegó a interesarse por el método de Freud:
nexo más extenso lleva el título: «La revisión dialéctica del «Mis conocimientos de sociología y mi interés por ella me
psicoanálisis» (capítulo 2). En él expone Fromm su método llevaron primeramente a aplicar el psicoanálisis a los proble­
del «psicoanálisis textual» con el que revisa las teorías de mas sociales y culturales. Mis primeros trabajos, publicados
Freud; se ocupa con especial extensión de la importancia que de 1932 a 1934, que encerraban ya las ideas esenciales de mi
tiene lo reprimido social para la redefinición de lo incons­ obra posterior, mostraban por primera vez cómo la teoría psi­
ciente; y ofrece interesantes explicaciones de sus ideas sobre coanalítica puede aplicarse a los problemas socio-culturales...
la práctica terapéutica, hablando también por primera vez del De ahí vino mi postura crítica frente a un entendimiento de­
psicoanálisis transterapéutico, que desarrolló en 1975, en Del masiado estricto de la teoría freudiana, y empecé a modifi­
tener al ser (E. Fromm, 1989). carla. Quise ser fiel a los capitales descubrimientos de Freud,
Toda revisión del psicoanálisis debe atender especialmen­ pero sustituyendo su filosofía material mecanicista por una
te a la cuestión de la importancia de la sexualidad para lo filosofía humanista. El hombre no es una máquina regulada
psíquico. En el capítulo «La llamada revolución sexual», ma­ por un química de tensión y relajación. Antes bien, el funda­
nifiesta Fromm su crítica al papel que se atribuye a la sexua­ mento de mi teoría es éste: el hombre es una totalidad y tiene
lidad, mostrando, en el ejemplo de la sexualidad pregenital, la necesidad de estar relacionado con el mundo.»
de las perversiones, y particularmente de la perversión sádi­ Lo que Fromm apuntaba con palabras manifiestamente
ca, la poca relación forzosa que hay en principio entre la se­ sinceras quiere decir en realidad que sustituyó la idea freu­
xualidad y las tendencias impulsivas. De manera automáti­ diana del hombre, y su derivada teoría de los impulsos, por
ca, la reformulación de la teoría psicoanalítica de las una metapsicología fundamentalmente diferente: el hombre
perversiones lo lleva constantemente a la crítica de Herbert se entiende, ante todo, como ser social; lo inconsciente inte­
Marcuse, compendiada en un final capítulo aparte, que resa en primer lugar como lo inconsciente social y lo repri­
Fromm proyectaba publicar como epílogo a La crisis del psi­ mido social; los impulsos del hombre obedecen a lo contra­
coanálisis (1970a) y que llevaba por título Infantilization and dictorio, específicamente humano, de su situación, que se
Despair Masquerading as Radicalism. La polémica con Mar- manifiesta en unas necesidades solamente peculiares suyas,
cuse, antiguo compañero suyo de instituto universitario, ha­ y cuya satisfacción obtiene siempre en modo social. La opo­
bía empezado ya en 1955 (E. Fromm, 1955b y 1956b) y con­ sición entre individuo y sociedad, no sólo típica de la idea
tinuó como crítica científica en el artículo «La crisis del freudiana del hombre, se entiende como antagonismo histó­
psicoanálisis» (1970c, GA VIII, págs. 58-62). En el capítulo rico entre el carácter productivo o no productivo del indivi­
«El supuesto radicalismo de Herbert Marcuse» publicado por duo como ser social (o, lo que viene a ser equivalente, como
vez primera en este volumen, se siente bien la franqueza y el el antagonismo entre el carácter productivo o no productivo
ardor de esta polémica. de la sociedad en el interior del individuo).
16 LO INCONSCIENTE SOCIAL

De acuerdo con esta orientación, que Fromm esboza en I


el primer capítulo del presente volumen, ha entendido siem­ SOBRE M I ORIENTACION
pre el psicoanálisis como psicología social analítica. Para él, PSICOANALITICA
se halla en primer plano de la aplicación terapéutica del psi­
coanálisis la revelación de lo inconsciente social: la vincula­
ción a ídolos y la fe en espejismos e ideologías, en que no
hace sino manifestarse la «patología de la normalidad» so Se encuentra difundida una idea, no sólo en los escritos
capa de sentido común, de la fuerza de las cosas, de lo que científicos sobre psicoanálisis y psicología social, sino tam ­
es normal, de lo que está claro... bién entre el público, de que hay una oposición fundamental
Los originales de este volumen, escritos en inglés, no se entre la orientación biológica del psicoanálisis y la social (o
encontraban así reunidos y ordenados, por lo que yo he sub­ cultural). Es frecuente calificar de biológica la orientación
dividido el texto y le he añadido epígrafes. Las adiciones ne­ freudiana y, de culturalistas, las teorías de las llamadas «es­
cesarias desde el punto de vista del editor, así como las omi­ cuelas» neofreudianas, en particular las teorías de Harry Stack
siones dentro del texto, figuran entre corchetes. Sullivan, Karen Horney y mías, como si fuesen contrarias a
una orientación biológica.
R F unk
a in e r Esta contraposición, además de superficial, es rotunda­
Tübinga, enero de 1990 mente equivocada. Sin duda ninguna, en cuanto se refiere a
mi obra, no voy hablar ahora de las ideas de Sullivan y H or­
ney, puesto que son diferentes de las mías en cuestiones fun­
damentales, como lo son también las de ellos dos entre sí.
El creer que mis puntos de vista son antibiológicos, o no bio­
lógicos, se debe a dos cosas: una, a la importancia que doy
a los factores sociales en la formación del carácter; y otra,
a mi crítica a las teorías de Freud de los instintos y de la libido.
Cierto que la teoría de la libido es biológica, como cual­
quier otra que verse sobre la vida del organismo humano, pero
yo no la critico por ser biológica en cuanto tal, sino por se­
guir una orientación biológica muy particular, a saber, la del
fisiologismo mecanicista en que se basa esta teoría de Freud.
He criticado la teoría de la libido, no en general la orien­
tación biológica de Freud. Al contrario, no sólo he aceptado
teóricamente otro aspecto de ella: su insistencia en los facto­
res constitucionales de la personalidad, sino que lo he tenido
18 LO INCONSCIENTE SOCIAL
SOBRE MI ORIENTACIÓN PSICOANALÍTICa 19

en cuenta en mi labor clínica, y quizá lo haya tomado mucho a la muerte y a la desintegración, que llamó instinto de muerte.
más en serio que la mayoría de los psicoanalistas ortodoxos. Esta, aun siendo discutible y muy especulativa, proponía una
Estos, a menudo, rinden homenaje de boquilla a los factores teoría biológica general sobre las pasiones del hombre. Des­
constitucionales, pero en realidad, para todos los efectos, creen de el punto de vista biológico, debe observarse que su prime­
que en el paciente todo está determinado por sus primeras ra teoría, no obstante ser tan limitada, se basaba en el su­
experiencias familiares. puesto de que es propio del organismo viviente el querer vivir,
Fue casi inevitable que Freud llegase a su particular teo­ mientras que en su teoría biológica de la segunda fase, más
ría fisiológica mecanicista. Con la escasez de conocimientos profunda, descartó esta primera idea, suponiendo que el fin
que había sobre las hormonas y neurofísiología cuando Freud de la desintegración es tan propio de la naturaleza del hom­
empezaba a escribir, apenas pudo hacer sino ofrecerse unas bre como el de la vida y de la supervivencia.
explicaciones basadas en la idea de unas tensiones internas La nueva base del pensamiento de Freud llegó a ser esta
de origen químico que llegan a ser dolorosas y de una libera­ oposición entre vida y muerte, esencial a todo lo viviente, no
ción de la tensión sexual acumulada, descarga que Freud lla­ aquel modelo hidráulico del aumento de la tensión y de la
mó «placer». Y el papel patógeno de la represión sexual hubo necesidad de reducirla. Pero desgraciadamente, y por muchos
de parecerle tanto más evidente cuanto que hizo sus observa­ motivos, no aclaró nunca la fundamental contradicción en­
ciones clínicas entre personas de la clase media, con su rigu­ tre su primera y su última teoría, ni menos las concilio en
roso puritanismo. Además, según ha hecho notar Erik H. una nueva síntesis. (Relacionando la necrofilia con el sadis­
Erikson, también pudo haber sido influido por las ideas do­ mo anal, yo he tratado de asociar un elemento de la teoría
minantes de la termodinámica. de la libido de Freud con su idea del instinto de muerte.) Freud
Reconociendo que en las neurosis representan un papel siguió manteniendo su antigua idea de que la libido es mas­
im portantísim o otras facetas aparte de lo que suele llamarse culina y evitó el paso, casi forzoso, de asociar el eros a la po­
deseo sexual, Freud extendió el concepto de sexualidad al de laridad masculino-femenino, limitándolo, en su lugar, a la in­
«sexualidad pregenital», suponiendo que su teoría de la libi­ tegración y unificación general de principio.
do podía explicar el origen de la energía que mueve toda la Si bien la orientación biológica de Freud está fuera de
conducta pasional, comprendidos los impulsos sádicos y duda, sería tergiversar su pensamiento oponerla a una orien­
agresivos. tación social. En contra de esta falsa dicotomía, Freud tam ­
E n contraste con este mecanicismo fisiológico de su teo­ bién tuvo siempre una orientación social. Nunca consideró
ría de la libido, siguió en los años veinte una orientación bio­ al hombre como un ser aislado, independiente de un contex­
lógica más general, con su idea de los instintos de vida y de to social. Según decía en Psicología de las masas y análisis
muerte. Considerando la vida como una totalidad, creía que del yo (1976, vol. 18, pág. 67): «Es verdad que la psicología
estas dos tendencias son propias de cada célula del organis­ individual se ciñe al ser humano singular y estudia los cami­
mo humano: la inclinación a la vida, es decir, a aumentar la nos por los cuales busca alcanzar la satisfacción de sus mo­
unificación y la integración, que llamó eros, y la inclinación ciones pulsionales. Pero sólo rara vez, bajo determinadas con­
20 LO INCONSCIENTE SOCIAL SOBRE MI ORIENTACIÓN PSICOANALÍTICA 21

diciones de excepción, puede prescindir de los vínculos de este ge en cierto momento de la evolución animal, que se caracte­
individuo con otros. En la vida anímica del individuo, el otro riza por la casi total desaparición de la determinación por
cuenta, con total regularidad, como modelo, como objeto, los instintos y un incremento del desarrollo cerebral, del que
como auxiliar y como enemigo, y por eso desde el comienzo nacen la conciencia, la fantasía, el proyecto y la duda. Al­
mismo la psicología individual es simultáneamente psicolo­ canzando cierto límite estos dos factores, ha aparecido el hom­
gía social...» bre, y desde entonces mueve todos sus impulsos su deseo de
Cierto que, al pensar en lo social, se interesaba más bien sobrevivir en estas nuevas condiciones.
por la familia que por la sociedad en general o por las clases Las transformaciones «evolutivas» de los seres vivientes
sociales, pero esto no quiere decir nada en contra de que toda ocurren por modificaciones de su estructura física, desde los
tentativa suya de comprender el desarrollo de una persona organismos unicelulares hasta los mamíferos. Los «cambios
fuese el comprender el efecto de las influencias sociales (de históricos», es decir, la evolución del hombre, no lo son de
la familia) sobre la estructura biológica del caso. su estructura anatómica o fisiológica, sino que son cambios
A esta falsa contraposición entre una orientación bioló­ mentales de adaptación al sistema social en que nace. Este
gica y otra social se debe también la errónea estimación de sistema social, por su parte, depende de mucho factores, como
que mi obra es «culturalista», en oposición a «biológica». Mi el clima, los recursos naturales, la densidad de población, los
orientación ha sido siempre sociobiológica y, en este sentido, medios de comunicación con otros grupos, el modo de pro­
no se desvía mucho de la de Freud, pero sí es muy contraria ducción, etc. Los cambios históricos del hombre ocurren en
a ese pensamiento conductista en psicología y antropología la esfera de sus capacidades intelectuales y de su madurez sen­
para el cual el hombre nace como una hoja de papel en blan­ timental.
co, en que la cultura escribe su texto a través del influjo om­ Debe añadirse una observación importante: aunque el
nipresente de la educación y de las costumbres, es decir, con hombre no haya sobrepasado la constitución anatómica y fi­
otras palabras, del aprendizaje y del condicionamiento. siológica que tenía al aparecer como tal, es de considerable
Seguidamente, expongo en breve sumario los puntos prin­ interés para su estudio el conocer la conducta y la neurofi-
cipales en que se manifiesta mi orientación sociobiológica siología de los animales, en especial, de los mamíferos. No
(véanse también E. Fromm, 1932a, y especialmente 1941a, hará falta decir que son de poco valor científico las superfi­
1947a y 1955a): ciales analogías que tanto gustan a Konrad Lorenz y que se
1. Esta orientación se basa ante todo en el concepto de debe tener mucho cuidado en sacar conclusiones de la con­
evolución. El pensamiento evolucionista es pensamiento his- ducta animal para aplicarlas al hombre: precisamente por­
toricista. Llamamos «evolucionista» al pensamiento histori- que éste constituye un sistema propio, caracterizado por la
cista cuando nos ocupamos de las transformaciones físicas débil instintividad y el gran desarrollo del cerebro.
que ocurren en la historia del desarrollo de los animales. H a­ Pero, sabiendo evitar estas trampas, los datos sobre la con­
blamos de cambios históricos cuando aludimos a los que no ducta y la neurofisiología de los animales pueden ser muy
se deben ya a modificaciones del organismo. El hombre sur­ interesantes para el estudio del hombre. Naturalmente, el es­
22 LO INCONSCIENTE SOCIAL SOBRE MI ORIENTACIÓN PSICOANALÍTICA 23

tudio psicoanalítico del hombre tiene que servirse de sus pro­ orientación, en parte, es cuestión de entendimiento, adquiri­
pios datos neurofisiológicos. Verdad es que el psicoanálisis do al aprender las formas de pensar de la sociedad propia:
y la neurofisiología son ciencias con métodos del todo dife­ pero, en gran medida, es cuestión de carácter.
rentes y tampoco abordan los mismos problemas al mismo El carácter es la forma a la que se vierte la energía hum a­
tiempo. Por tanto, cada una debe obedecer a la lógica de su na durante la «socialización» (relación con los demás ) y la
propio método, no obstante deba esperarse que un día se pue­ «asimilación» ( modo de apropiación de las cosas). El carác­
dan sintetizar los datos de ambas. Pero, mucho antes de que ter es, en realidad, un sucedáneo de los instintos que faltan.
esto suceda, cada una de estas ramas de la ciencia del hom ­ Si el hombre, por no estar determinados instintivamente sus
bre, no sólo debe saber de la otra, sino que también han de actos, tuviese que tom ar una decisión antes de cada uno, se­
estimularse ambas mutuamente, exponiendo sus datos y plan­ ría incapaz en absoluto de obrar propiamente: tardaría mu­
teando cuestiones que contribuyan a la investigación de sus cho en tomar sus decisiones y no tendría coherencia. Al obrar
terrenos respectivos. de acuerdo con su carácter, actúa casi automáticamente, y con­
2. La orientación sociobiológica se centra en torno del secuentemente, y la energía de que están cargados sus rasgos
problema de la supervivencia. Su pregunta fundamental es: de carácter asegura un obrar más eficaz y coherente del que
en vista de su fisiología y de su neurofisiología, y dadas sus podría conseguirse a fuerza de aprendizaje.
contradicciones existencíales, ¿cómo puede sobrevivir, física Freud creía que los «rasgos de carácter» se originan en
y mentalmente, el hombre? Que el hombre haya de sobrevivir la libido, y particularmente en las zonas erógenas libidinosa­
físicamente no necesita explicación: pero la afirmación de que mente catectizadas. Al revisar yo este concepto de carácter,
también haya de sobrevivir mentalmente requiere algún co­ lo he considerado como un fenómeno biológicamente nece­
mentario. sario, porque asegura la supervivencia física y mental del hom­
E n prim er lugar el hombre es un animal social. Su cons­ bre. Y baso también los conceptos de socialización y asimila­
titución física es tal que debe vivir en grupos, lo cual quiere ción, en cuanto los dos aspectos de la orientación del carácter,
decir que es capaz de cooperar con otros, al menos para fi­ en la consideración biológica de la doble necesidad del hom­
nes de trabajo y defensa. La condición para esta cooperación bre de relacionarse con los demás y de asimilar cosas.
es que sea cuerdo. Para seguir siendo cuerdo, es decir, para Como saben los que están familiarizados con mis escri­
sobrevivir mentalmente (y, de modo indirecto, físicamente), tos anteriores, he aceptado por completo la descripción clí­
el hombre tiene que estar relacionado con los demás y debe nica de Freud de los diversos síndromes de carácter. La dife­
tener un marco de orientación que le permita captar la reali­ rencia está precisamente en los distintos enfoques biológicos.
dad, de otro modo caótica, y que a la vez lo capacite para Hay una diferencia, sin embargo, que exige ser mencionada:
comunicarse con los demás. para Freud, la energía de que están cargados los rasgos del
Debe tener también un marco de lealtades y valores que carácter es libidinosa, o sea, sexual, en el sentido lato en que
le permita unificar y encauzar su energía hacia fines deter­ él emplea esté término. La energía, como yo la entiendo, es
minados allende la mera supervivencia física. El marco de la del organismo vivo en su afán de sobrevivir, encauzada por
24 LO INCONSCIENTE SOCIAL SOBRE MI ORIENTACIÓN PSICOANALÍTICA 25

las diversas vías que capacitan al individuo para reaccionar En resumen: no hay una orientación «cultural» frente a
adecuadamente ante esta misión. (C. Jung fue el primero que una orientación «biológica», ésta seguida por Freud y, aqué­
empleó «energía» en sentido general, no en el sentido estric­ lla, por la «escuela cultural» de Fromm. Aparte de que yo
to de energía sexual, pero no la relacionó con la función socio- no soy fundador de una escuela sino un psicoanalista que he
biológica del carácter.) tratado de mejorar la teoría de Freud mediante ciertas revi­
Esta función sociobiológica del carácter, no sólo deter­ siones, la mía es una orientación sociobiológica por la cual
mina la formación del carácter individual, sino también la entiendo el desarrollo de la personalidad como la tentativa
del «carácter social». El carácter social comprende la «ma­ del hombre, al haber aparecido en cierto momento preciso
triz», o «núcleo», de la estructura de carácter de la mayoría de la evolución de la vida animal, de sobrevivir, adaptándose
de los miembros de un grupo, que se ha desarrollado como dinámicamente a la estructura social en la que ha nacido.
consecuencia de las experiencias fundamentales y de la for­ La falsa oposición entre una orientación cultural y una
ma de vida común de ese grupo. La función del carácter so­ orientación biológica se debe, en parte, a la tendencia gene­
cial, desde el punto de vista sociobiológico, es moldear la ener­ ral a encorsetar las ideas en cómodas clasificaciones, en vez
gía humana de tal manera que pueda emplearse como de a comprenderlas: y en parte, a la ideología burocrática de
«materia prima» para los fines de la particular estructura de la Sociedad Internacional de Psicoanálisis, algunos de cuyos
una sociedad determinada. (Debemos observar en este mo­ miembros y simpatizantes parecen necesitar una fácil etique­
mento que no existe la sociedad «en general», como tam po­ ta con la cual justificar su aversión a las ideas de los analis­
co hay una energía psíquica «en general», sino solamente ener­ tas que encuentran incompatibles el psicoanálisis y el espíri­
gía psíquica encauzada por diversas vías peculiares de una tu burocrático.
estructura determinada de carácter.)
El desarrollo del carácter social es necesario para la vida
de una sociedad determinada, y la supervivencia de la socie­
dad es una necesidad biológica para la supervivencia del hom­
bre. Lo cual no quiere decir, naturalmente, que un carácter
social garantice la estabilidad de una sociedad. Si la estruc­
tura social es demasiado contraria a las necesidades huma­
nas, y al mismo tiempo se producen nuevas posibilidades téc­
nicas y socioeconómicas, vendrán a primer plano, entre los
individuos y los grupos más adelantados, elementos de ca­
rácter hasta entonces reprimidos, que contribuirán a refor­
m ar la sociedad de manera humanamente más satisfactoria.
El carácter social es tanto el cimiento de la sociedad en los
períodos de estabilidad socioeconómica como un explosivo
en tiempos de grandes transformaciones.
II
LA REVISION DIALECTICA
DEL PSICOANALISIS

1. La necesidad de revisión del psicoanálisis


[
La revisión es normal en la ciencia y, paradójicamente,
una teoría que siga siendo la misma durante sesenta años sin
ser revisada dejará de ser la misma, para convertirse en un
conjunto de fórmulas estériles. Lo que cuenta no es si hay
o no hay revisión, sino qué se revisa y en qué sentido va: ¿si­
gue la marcha de la teoría primitiva, aun cambiando muchas
hipótesis, o vuelve atrás, aun asegurando que no hace sino
continuar el pensamiento del maestro?
Considerando esta cuestión del «revisionismo», tropeza­
mos con una dificultad grave: ¿quién va a decidir qué era lo
esencial de la teoría primitiva? Naturalmente, la obra monu­
mental de un genio, proseguida durante más de cuarenta años,
se desarrolla y se transforma, llegando a ofrecer contradic­
ciones. Resulta preciso entonces comprender cuál es su nú­
cleo, su esencia, por decirlo así, frente a la suma total de sus
teorías e hipótesis. Pero, seguimos preguntando: ¿quién va
a decidir cuál es esta esencia?... ¿El creador de la doctrina?
Sería, desde luego, la solución más cómoda y conveniente para
los discípulos posteriores: pero, desgraciadamente, casi siem­
pre es imposible.
Incluso el genio más grande es hijo de su época y está in­
fluido por sus prejuicios y sus hábitos mentales. A menudo,
está tan absorbido por la lucha contra las ideas antiguas, o
por la expresión de ideas nuevas y originales, que él mismo
pierde la perspectiva para ver qué es realmente lo esencial de
28 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 29

su doctrina. Tuvo que destacar unas avanzadas antes de to­ minando el ambiente del pensamiento y de las experiencias
m ar nuevas posiciones y, por eso, pudo haberles dado una personales del período en que se creó la doctrina, tanto en
importancia no considerada por quienes han aceptado sus des­ la sociedad como en la vida del maestro. Habrá de estudiar
cubrimientos y, en consecuencia, no necesitan estas apoyatu­ cómo trató de expresar sus nuevas ideas de manera que man­
ras o explicaciones auxiliares. tuviese la comunicación con el pensamiento de su época, para
¿Quién más podría decidir qué es lo esencial de una doc­ que ni él ni sus discípulos fuesen tachados de «locos» o que­
trina? ¿Las autoridades? Esta palabra puede sonar rara si la dasen totalmente aislados. Después, hay que comprender
empleamos en relación con descubrimientos científicos: sin cómo fueron influidos los enunciados de la doctrina primiti­
embargo, es muy apropiada. La ciencia, a menudo, es admi­ va por la tentativa de hallar un compromiso entre lo nuevo
nistrada por instituciones y por burócratas que resuelven so­ y lo recibido: y finalmente, cómo, con el cambio social y con
bre el empleo de los fondos, el nombramiento de los investi­ los consiguientes cambios de las experiencias y de las formas
gadores, etc., y que de hecho ejercen una influencia dominante de vida, podría ensancharse, trasladarse y revisarse el núcleo
sobre el sentido del desarrollo científico. No siempre es así, de la doctrina.
naturalmente, pero, sin duda, es lo que ha ocurrido con el Resumiendo: lo esencial de la doctrina es aquello por lo
«movimiento» psicoanalítico. No trataré de explicar por qué, que supera el pensamiento recibido, menos el ropaje tradi­
pero creo que la burocracia psicoanalítica ha querido deter­ cional con el que ha debido revestirse y enunciarse.
minar qué teorías y prácticas terapéuticas merecen llamarse Volviendo ahora a la doctrina de Freud, creo que sus des­
«psicoanálisis», y no creo que haya tenido demasiado éxito cubrimientos más importantes fueron los siguientes:
desde el punto de vista científico. Lo cual no es sorprenden­ 1. El hombre está determinado en gran medida por ins­
te: la burocracia científica, como cualquier otra, pronto se tintos que son esencialmente irracionales, que chocan con su
crea intereses de poder, posición y prestigio y, con el domi­ razón, sus noím as moiales y las norm as de su sociedad.
nio sobre la teoría, puede adquirir dominio sobre las personas. 2. La mayoría de estos instintos no le son conscientes. El
Entonces, ¿cómo podemos determinar lo esencial de una se explica su acción como una consecuencia de motivos ra­
gran estructura teórica, sea el platonismo, el espinosismo, el zonables (la «justifica»), mientras que obra, siente y piensa
marxismo, o el freudismo, si ni su creador, ni la burocracia ofi­ obedeciendo a las fuerzas inconscientes que mueven su
cial pueden resolvérnoslo? La contestación a esta pregunta no conducta.
puede ser muy satisfactoria, porque sigue sin darnos una re­ 3. Toda tentativa de llevar a su conciencia la existencia
gla fácil y segura, pero, en mi opinión, es la única conveniente. y la acción (de estos impulsos inconscientes) choca con una
Descubrir lo esencial de una doctrina es, fundamentalmen­ defensa enérgica, una resistencia, que puede tom ar muchas
te, una tarea histórica. ¿Qué hace falta para esta tarea? El que formas.
quiera emprenderla habrá de estudiar cuál era, en esa doctri­ 4. Aparte de esta dotación constitucional, el desarrollo
na, el pensamiento nuevo y creador que chocase con las ideas del hombre está determinado en gran medida por las circuns­
y opiniones generales de la época. Habrá de continuar exa­ tancias de su niñez.
30 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 31

5. Los móviles inconscientes del hombre pueden recono- ció una vez así: «Lo que era “ello” debe hacerse “ yo” »,* con­
cerse por deducción (interpretación) de sus sueños, síntomas virtió la visión de la irracionalidad del hombre en un medio
y actos triviales indeliberados. para su liberación. Así, no sólo dio una nueva dimensión a
6. Los conflictos entre la idea consciente que tiene el hom­ la verdad, sino también a la libertad. La libertad de comer­
bre de sí mismo y de las cosas, por una parte, y las fuerzas cio, la libertad de uso de la propiedad y la libertad política
que lo mueven inconscientemente, por otra, en caso de alcan­ significan poco si el hombre no puede liberarse de sus inter­
zar una intensidad que pase de cierto límite, pueden provo­ nas fuerzas irracionales e inconscientes. Es hombre Ubre el
car perturbaciones mentales como una neurosis, rasgos de ca­ que se conoce a sí mismo, pero de una manera nueva: habien­
rácter neuróticos, o un estado general, difuso, de indiferencia, do atravesado la capa engañosa de la mera conciencia y com­
angustia, depresión, etc. prendiendo la realidad oculta en su interior.
7. Si las fuerzas inconscientes se hacen conscientes, este Si, con todas estas ideas, negaba Freud el cuadro racio­
cambio tiene un efecto particularísimo: el síntoma suele de­ nal optimista del hombre, profundamente arraigado en el pen­
saparecer, hay un aumento de energía y se vive con más ale­ samiento y en el sentimiento de su época, en otros aspectos
gría y libertad. se ajustaba a su marco de referencia: sobre todo, al admirar
Todos estos puntos tienen una relación especial con el y aplicar los métodos del materialismo mecanicista, cuyos
tiempo en que vivió Freud. Su obra fue, a la vez, culmina­ principales exponentes eran un grupo de catedráticos alema­
ción y final de la era del racionalismo y de la Ilustración. El nes: Hermann Ludwig E Heimholtz, Du Bois-Reymond y
era racionalista, por cuanto creía en la capacidad de la razón Ernst von Brücke. Este, que fue maestro y jefe de Freud como
para resolver los enigmas de la vida, en tanto fuesen resolu­ director del laboratorio de Psicología de la Universidad de
bles. Pero superó el racionalismo al reconocer que el hombre Viena, dejó una impresión duradera en su discípulo, que re­
es movido por fuerzas irracionales, en tal medida que no ha­ conoció con gusto su gratitud y admiración.
bía imaginado el siglo xvm. Esta irracionalidad del hombre, Freud pasó de la fisiología, la neurología y la psiquiatría
y el carácter inconsciente de sus internas fuerzas irraciona­ (tal como se la entendía entonces) a la psicología, pero llevó
les, constituye el descubrimiento más radical de Freud, por consigo Jos métodos y los conceptos fundamentales que le
el cual superó, y en cierto sentido derrotó, el racionalismo op­ había inculcado la obra de Brücke. Buscaba el sustrato fisio­
tim ista que dominaba el pensamiento consciente, pero, al cri­ lógico de la energía psíquica (libido). Conservó también el
ticarlo, proporcionó a la razón un cimiento más firme. Pu- «neurologizar» del laboratorio de Brücke en su pensamiento
diendo explicar racionalmente lo irracional, colocó la razón sobre el nuevo terreno del psicoanálisis: «catexia» de energía,
sobre una base muchísimo más sólida. energía «libre» y «ligada» y «desplazamientos» de ener-
Pero Freud pudo haber sido un abogado de pesimismo
y desesperación sí no hubiese descubierto un método para li­
* Trad. de Etcheverry (1976), t. 22, pág. 74'. «Donde EUo era, Yo debo
berar al hombre del poder de las fuerzas irracionales hacien­
devenir.» Trad. de López-Ballesteros (1974), t. VIII, pág. 3145: «Donde era
do consciente lo inconsciente. Este principio, que Freud enun­ e l l O y ha de ser yo.» [7^1
32 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 33

gía son conceptos que se encuentran entre los fundamentales ni Adler, ni Jung, compartían la postura fundamental de
de este nuevo pensamiento. Freud, aunque cada uno por diferentes motivos. Adler, aun
Dicho todo esto, queda claro que los descubrimientos de con buenas dotes y gran perspicacia psicológica, no era un
Freud históricamente importantes fueron: 1) la existencia de hombre que estuviese al borde del racionalismo contemplan­
poderosas fuerzas irracionales que mueven al hombre: 2) el do el abismo de la irracionalidad: pertenecía a un grupo re­
carácter inconsciente de estas fuerzas: 3) su función patóge­ presentativo de un nuevo optimismo, relativamente superfi­
na (en ciertas circunstancias): y 4) el efecto de curación y li­ cial, característico de la nueva clase media de Alemania y
beración de hacer consciente lo inconsciente. Austria antes y después de la Primera Guerra Mundial. En
Estos descubrimientos fueron atacados por los psiquia­ su pensamiento no había ningún aspecto paradójico ni trági­
tras y los psicólogos que no los entendieron. Y fueron ataca­ co. Estaban convencidos de que el mundo progresaba cada
dos también por antiguos alumnos y discípulos que sí los vez más y que incluso los obstáculos y los inconvenientes ha­
habían entendido, pero tomaron una postura crítica, a la vez brían de convertirse en ventajas. (Este mismo optimismo in­
que quisieron sacudirse el yugo de la superioridad del pa­ genuo era propio de los reformistas austríacos y de los so-
pel de Freud y, en ocasiones, de su rígida negativa a revisar cialdemócratas alemanes, uno de los cuales era Adler.)
ideas. Alfred Adler y Cari Gustav Jung son los más conoci­ Jung mantenía una postura histórica totalmente distinta.
dos de estos rebeldes. Sugirieron revisiones que fueron bien En lo esencial, era romántico y antirracionalista. Para el ro­
recibidas, y algunas de las cuales asumió Freud poste­ manticismo, lo irracional no es algo fuera de razón que se
riormente. deba comprender para superar, sino, por el contrario, la fuente
Adler comprendió mucho antes que Freud la importan­ de la sabiduría, que se debe estudiar, comprender y apropiar
cia de los impulsos agresivos y destructivos. Jung liberó la para enriquecer y profundizar la vida. Freud se interesaba por
energía psíquica de su estricto entendimiento como energía lo irracional y lo inconsciente porque quería liberar al hombre
sexual, convirtiéndola en concepto como tal. Tenía también de su poder. Jung, porque quería ayudarlo y curarlo, impul­
una idea más rica del simbolismo y de la mitología que Freud sándolo a mantenerse en relación con su inconsciente. Freud
y reconoció que el hombre no sólo es influido en su vida, y y Jung fueron como dos hombres que, marchando en direc­
ni siquiera principalmente, por factores personales, sino que, ciones contrarias, se encuentran una vez en el mismo punto
a menudo, estos factores personales, por ejemplo, la propia y traban una conversación animada, olvidando que, en cuanto
madre, representan fenómenos y arquetipos universales que reanuden la marcha, se alejarán cada vez más uno del otro.
ejercen una influencia poderosa sobre la vida de todos, inde­ El tercer grupo de disidentes suele llamarse el de los «neo-
pendientemente de la personalidad de la madre particular. freudianos», o « culturalistas», o «revisionistas». Sus princi­
Por lo que se refiere a estos puntos y diferencias, no po­ pales representantes [en Estados Unidos] somos Harry Stack
dían ser causa ni motivo de ruptura. Tampoco sirven de ex­ Sullivan, Karen Horney y el autor. No ha dejado de haber
plicación suficiente la rigidez de Freud ni las ambiciones de otros que discrepasen mucho de las ideas ortodoxas domi­
Adler y Jung. La causa real de una ruptura inevitable fue que nantes, como Franz Alexander y Sándor Radó: pero, por ha­
34 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 35

ber continuado dentro de la organización freudiana, no se los neofreudianos hemos insistido en conservar la palabra
les ha colgado nunca la etiqueta de «neofreudianos». «psicoanálisis», no sin protestas de algunos freudianos para
Los «neofreudianos» de ningún modo defienden ideas quienes el no obedecer las normas de la organización priva
idénticas. Lo que tienen en común es el afirmar los datos cul­ del derecho a llamarse psicoanalista. (A qué absurdos puede
turales y sociales más de lo que era corriente entre los freu- llevar este espíritu burocrático puede verse en que se hiciese
dianos. Pero, ciertamente, esta afirmación es un desarrollo criterios del uso de diván y de celebrarse cinco sesiones se­
de la propia orientación social fundamental de Freud, que manales para juzgar si uno practicaba o no psicoanálisis.)
siempre consideró al hombre dentro de un contexto social y Desde el punto de vista científico, el error principal de los
atribuyó a ía sociedad un papel importante en la represión. fundadores de escuelas nuevas, Adler y Jung, fue trivializar
Sullivan ha dado menos importancia a la sexualidad y, más, los grandes descubrimientos de Freud y abandonarlos des­
a la evitación de inseguridad y angustia. Horney ha afirma­ pués por completo, sustituyéndolos por sus propias ideas, a
do el papel de la angustia, de los temores y de la incompati­ menudo, de calidad inferior. Se puede criticar también a los
bilidad de ideales del yo; y ha propuesto reformas fundamen­ neofreudianos, comprendido yo mismo, por no haber pres­
tales de la psicología femenina de Freud. tado a veces atención adecuada a Freud, o incluso por ha­
El autor fue teniendo cada vez más dudas sobre la teoría berlo criticado innecesariamente. Aun siendo comprensible
de la libido de Freud y ha propuesto otra, centrada en las ne­ durante una polémica, y en especial al tropezar con la franca
cesidades que surgen de la condición existencial del hombre. hostilidad de los freudianos, creo que, en general, no ha sido
H a afirmado el papel de la sociedad, no como «cultura», sino excesiva ni injusta la crítica de los neofreudianos. A pesar de
como una sociedad determinada, estructurada de acuerdo con nuestras grandes diferencias, hemos atendido sobre todo a la
su modo de producción y sus principales fuerzas producti­ compresión de lo inconsciente y a hacer consciente lo incons­
vas. Y ha subrayado la importancia de los problemas éticos ciente. Pero ninguno de nosotros hemos tratado de descubrir
y de valores para la comprensión del hombre. qué expresiones habrían apaciguado a la burocracia freudia­
Ninguno de estos tres psicoanalistas hemos negado las teo­ na, llevando quizás a que se acogiese más amablemente el pen­
rías fundamentales de Freud antes citadas ni hemos tratado samiento «neofreudiano».
de form ar una nueva escuela que reemplazase a la de Freud.
Abandonamos la organización freudiana, sobre todo, por la
intolerancia de la burocracia hacia los disidentes, de ningún 2. Objeto y método de la revisión del psicoanálisis
m odo por voluntad nuestra de fundar organizaciones nuevas
que sirviesen de hogar a doctrinas nuevas, o antifreudianas. La renovación creativa del psicoanálisis sólo será posible
E n este decisivo sentido, nos distinguimos totalmente de Ad- si supera su conformismo positivista [véase E. Fromm, 1970c,
ler y Jung, diferencia que se manifiesta simbólicamente en GAIX, págs. 47-70] y vuelve a ser una teoría crítica y provo­
que éstos diesen a sus teorías nombres nuevos (psicología in­ cativa en el espíritu del humanismo radical. Este psicoanáli­
dividual y psicología analítica, respectivamente), mientras que sis revisado proseguirá el continuado descenso al «infierno»
36 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 37

de lo inconsciente, criticando todas las formas sociales que funda. (Véase E. Fromm, 1966a, GA VI, pág. 139 y sig. Harry
deforman y desfiguran al hombre, y se ocupará de todo aque­ Stack Sullivan se acerca a esta manera de entender el conoci­
llo que pueda llevar a la adaptación de la sociedad a las ne­ miento con su idea [del terapeuta] como «observador parti­
cesidades del hombre, en vez de a la adaptación del hombre cipante», de la que ha hecho fundamento general de su trato
a la sociedad. con el paciente.) En griego, y especialmente en Aristóteles,
Particularmente, examinará los fenómenos psicológicos el conocimiento es impersonal y objetivo: y este tipo de co­
que constituyen la patología de la sociedad contemporánea: nocimiento ha llegado a ser el fundamento de las ciencias na­
la enajenación, la angustia, el aislamiento, el miedo a la pro­ turales. El terapeuta piensa también de esta manera, objeti­
fundidad del sentimiento, la falta de actividad y la falta de vamente, al considerar muchos aspectos de los problemas de
alegría. Estos síntomas han asumido el papel principal que su paciente, pero su orientación principal debe ser el «cono­
en tiempos de Freud representaba la represión sexual, y la teo­ cimiento por vivencia activa», que es el método científico ade­
ría psicoanalítica debe enunciarse de tal manera que pueda i cuado para comprender a las personas.
comprender los aspectos inconscientes de estos síntomas y las 3. U n cambio de la idea del hombre. E n vez del «hombre-
condiciones patógenas que ios producen en la familia y en máquina», aislado, sólo secundariamente social, nosotros te­
la sociedad. El psicoanálisis estudiará especialmente la «pa­ nemos la idea de un ser fundamentalmente social, que es sólo
tología de la normalidad», esa leve esquizofrenia crónica ori­ al estar relacionado, y cuyas pasiones y afanes se originan en
ginada por la actual y futura sociedad tecnocibernética. las condiciones de su existencia humana.
Entiendo que la revisión dialéctica de la teoría freudiana 4. Una orientación humanista, que supone la identidad
clásica debe hacerse —o seguir haciéndose— en seis terrenos: fundamental del potencial de todos los hombres y la acepta­
la teoría de los impulsos, de lo inconsciente, de la sociedad, ción incondicional del otro, por no ser distinto a mí.
de la sexualidad y del cuerpo, y la terapéutica psicoanalítica, 5. U n entendimiento sociocrítico del conflicto entre el in­
con ciertos elementos comunes en todos ellos: terés de casi todas las sociedades en la continuidad de su sis­
1. El cambio de perspectiva filosófica, del materialismo tema y el interés del hombre en el máximo desarrollo de sus
mecanicista, o bien al materialismo histórico y al pensamien­ potencialidades; lo cual implica el no aceptar las ideologías
to evolutivo, o bien a la'fenomenología y al existencialismo. por sí mismas, considerando, al contrario, que el buscar la
2. Entender de manera distinta lo que es conocimiento verdad es liberarse de los engaños, de la conciencia errónea
de una persona y lo que es conocimiento en ciencias natura­ y de las ideologías.
les. Se trata de la diferencia fundamental entre la idea hebrea Los seis terrenos de evolución productiva del psicoanáli­
y la idea griega del conocimiento. En hebreo, «conocer» sis no son de ningún modo, ni deben ser, independientes uno
iyadd) era la vivencia activa de una persona, una relación con­ de otro. Al contrario, constituyen un conjunto, y es de espe­
creta y personal, no una abstracción: lo cual se manifiesta rar que una doctrina revisada del psicoanálisis los unifique
también en el empleo de «conocer» en el sentido de un amor en un sistema. Desgraciadamente, ha habido poco contacto
sexual penetrante y en el sentido de una comprensión pro­ hasta ahora entre algunos terrenos de éstos con otros. Por este
w

38 LO INCONSCIENTE SOCIAL
LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 39
motivo, convendrá tratarlos ahora independientemente, al ex­
ve expresión franca y casi siempre las reprimió efectivamen­
plicar con más detalle qué quiere decirse con «revisión dia­
te. Desde luego, la necesidad y la validez de este psicoanálisis
léctica de la teoría psicoanalítica».
textual serán negadas por quienes, o bien niegan en general
La revisión dialéctica sigue dos métodos: uno, examinar
la validez del psicoanálisis, o bien creen que la obra del psi­
los datos y las conclusiones teóricas de Freud a la luz de otros
cólogo, del sociólogo, del historiador, etc., es puro producto
datos posteriores, un nuevo marco filosófico y los cambios
intelectual, no influido por factores personales.
sociales ocurridos durante los últimos decenios; el otro es una
A diferencia del psicoanálisis personal, el psicoanálisis tex­
crítica de Freud basada en lo que pudiera llamarse «psicoa­
tual no se ocupa sobre todo de sentimientos o deseos repri­
nálisis textual». Todo pensador creativo descubre más de lo
midos, sino de ideas reprimidas y de desviaciones del pensa­
que puede darse cuenta y es capaz de expresar. Para enunciar
miento del autor. Pretende examinar el pensamiento oculto
teorías, tiene que desatender a menudo cierto terreno del co­
y explicará las desviaciones. Ciertamente, en tal análisis re­
nocimiento, sin llegar a darse cuenta de que hay otras posibi­
presentan un papel importante las consideraciones psicoló­
lidades válidas. Naturalmente, escogerá las observaciones y
gicas: el caso más claro es cuando los temores del autor le
las ideas de Jas que tenga más pruebas y m ejor se ajusten a
impiden llegar a las conclusiones lógicas, haciéndole inter­
su filosofía, política o religión. Si no hace tal selección, que­
pretar mal sus propios datos, o cuando unos prejuicios sen­
dará demasiado disperso entre las varias posibilidades de con­
sibles le hacen imposible ver ciertos defectos de su teoría y
siderar y explicar los hechos como para poder construir una
pensar en mejores explicaciones (el ejemplo más craso es la
teoría sistemática.
tendencia patriarcal de Freud). Pero lo que importa no es tanto
Entonces, ¿cómo sacamos la conclusión de que también
descubrir los móviles sentimentales, sino reconstruir las ideas
piensa inconscientemente en otras posibilidades, de que, en
que, por el motivo que fuese, no entraron, o sólo entraron
realidad, se ha superado a s í m ism ol: de manera no muy dis­
indirecta o transitoriamente, en el pensamiento manifiesto del
tinta a lo que se hace en psicoanálisis, cuando, por curiosas autor.
omisiones, errores, exageraciones y subestimaciones, vacila­
Naturalmente, de un autor a otro difieren mucho los mo­
ciones, bruscos cambios de tema, sueños, etc., deducimos que
tivos para reprimir ciertas ideas posibles. Como hemos di­
hay ideas inconscientes.
cho, un motivo frecuente para reprimir lo impopular, o in­
En el caso del psicoanálisis textual, seguimos el mismo
cluso peligroso, es el miedo; otro está metido muy hondo en
método aunque no tenemos sueños a nuestra disposición.
los «complejos» afectivos; y otro es el intenso narcisismo que
Analizando la manera exacta como se expresa un autor, las
inhibe una autocrítica conveniente. En el caso de Freud, po­
incoherencias que no ha eliminado, la breve mención de una
demos suponer que ni el miedo ni el narcisismo tuvieron un
teoría que no vuelve a recoger, la exagerada insistencia en cier­
papel importante. Pero hay otro motivo que sí pudo ser muy
tos puntos y la omisión de alguna hipótesis posible, pode­
destacado: la función de Freud como jefe del «movimiento».
m os concluir que el autor debió de tener conciencia de otras
Sus partidarios estaban unidos por la teoría común. Si Freud
posibilidades, pero tan ligera que sólo alguna vez les dio bre­
la hubiese reformado mucho, podría haber satisfecho su pa­
40 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 41

sión por la verdad, pero también habría sembrado confusión porque el hombre, y sólo él, es consciente de sí y de su exis­
en las filas de sus seguidores, poniendo en peligro el movi­ tencia; es, de hecho, en la Naturaleza el único caso en que
miento. Creo que el miedo a esto quizá moderase a veces su la vida se ha hecho consciente de sí.
pasión científica. Este irresoluble conflicto existencial (existencial, a dife­
Debemos subrayar que el psicoanálisis textual no preten­ rencia de los conflictos de condicionamiento histórico, que
de decidir si una teoría es verdadera o falsa: sólo saca a la pueden hacerse desaparecer, como la oposición entre rique­
luz, con el supuesto de que tenga pruebas, lo que un autor za y pobreza) se debe a un hecho evolutivo, biológico: el hom­
pudo haber pensado en el fondo y más allá de lo que él pen­ bre surge en la evolución animal en el momento en que la de­
saba que pensaba. Con otras palabras, el psicoanálisis tex­ terminación por los instintos ha alcanzado un mínimo, al
tual puede ayudarnos, como dijo una vez Kant, a «compren­ mismo tiempo que la parte del cerebro que es la base del pen­
der a un autor mejor de lo que él se comprendió a sí mismo». samiento y de la fantasía ha alcanzado un orden de desarro­
Pero la validez de las posibilidades que se deduzcan sólo po­ llo mucho mayor del que se encuentra en los primates. Esto,
drá afirmarse en virtud de sus propios méritos científicos. por una parte, hace al hombre más desamparado que el ani­
mal, pero, por otra, le ofrece la posibilidad de una fortaleza
nueva, aunque de tipo completamente distinto. El hombre,
3. Aspectos de una revisión teórica de los instintos en cuanto hombre, ha sido arrojado de la Naturaleza y, sin
embargo, está sujeto a ella: es, por decirlo así, un aborto de
Especialmente desde 1941, he tratado en mis obras de re­ la Naturaleza.
visar la teoría de los impulsos y de las pasiones que mueven Objetivamente, este intrínseco conflicto biológico del hom­
la conducta del hombre, además de los que sirven a su pro­ bre exige soluciones, es decir, exige desarrollo humano. Sub­
pia conservación. He supuesto que estos impulsos no pue­ jetivamente, la conciencia de haber sido arrancado de su base
den explicarse adecuadamente como un proceso químico in­ natural, y de ser una pieza aislada, desligada, de un mundo
terno de tensión y relajación, sino que deben comprenderse caótico, lo llevaría a la locura (es loco quien ha perdido su
basándonos en la «naturaleza» del hombre. puesto en un mundo estructurado, que comparte con los de­
Sin embargo, esta idea de la «naturaleza» o de la «esen­ más y en el que puede orientarse). De ahí, que las energías
cia» del hombre, es decir, de aquello por lo cual el hombre del hombre se dirijan a convertir en llevadero este conflicto
es hombre, no postula, como tantas otras, que pueda descri­ insoportable, buscándole cada vez las mejores soluciones po­
birse en términos positivos, diciendo que es una sustancia, sibles. Todas las pasiones y anhelos del hombre, normales,
o una estructura fija, con ciertas cualidades invariables, como neuróticos o psicóticos, son tentativas de resolver este con­
bueno o malo, amoroso u odioso, libre o no libre, etc. La flicto esencial. Como le es vital encontrar soluciones, estas
«esencia» del hombre es un conflicto que sólo existe en él: tentativas se hallan cargadas de toda la energía de que dispo­
la oposición entre ser de la Naturaleza, estando sujeto a to­ ne y sirven más bien a la supervivencia mental que a la física,
das sus leyes y, al mismo tiempo, trascender la Naturaleza, como medios para eludir la sensación de la nada y del caos
42 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 43

y para encontrar cierta forma de unidad, un marco de orien­ sofía. En caso de que hiciera falta una expresión descriptiva,
tación y de lealtades. Son medios, en sentido lato, «espiri­ podría decirse que se basan en un humanismo radical.) Si la
tuales», de acuerdo con la idea de «espiritualidad» de Susan existencia precede a la esencia, ¿qué es la existencia, en cuan­
Sontag (1985, pág. 11), la mejor que he encontrado: «Espiri­ to se refiere al hombre? No puede haber más respuesta sino
tualidad = planes; terminologías; normas de conducta en­ que su existencia está determinada por las características fi­
caminadas a resolver la dolorosa contradicción estructural siológicas y anatómicas que son comunes a todos los hom­
inherente a la situación humana, a la consumación de la con­ bres desde su evolución del reino animal: de otro modo, «exis­
ciencia humana, a la trascendencia.» (Sólo, que yo, a «pla­ tencia» se queda en concepto vano y abstracto. Pues bien,
nes, terminologías...», antepondría «apasionado afán».) si el esencial conflicto biológico del hombre, no sólo caracte­
Así pues, la naturaleza o esencia del hombre, según la en­ riza su existencia físicamente, sino también tiene como con­
tiende esta teoría, no es otra cosa sino la oposición inherente secuencia conflictos psíquicos que exigen solución, resulta in­
a su constitución biológica, que arroja soluciones diferentes. sostenible la afirmación de Sartre de que el hombre es sólo
La esencia del hombre no se identifica con ninguna de estas lo que él hace de sí mismo (véase J.-P. Sartre; 1957). Lo que
soluciones, que, ciertamente, no son de número y calidad ar­ el hombre puede hacer de sí mismo y lo que puede desear
bitrarios e ilimitados, sino que están determinadas por las ca­ son las diversas posibilidades derivadas de su esencia, que no
racterísticas del organismo humano y de su entorno. Los co­ es otra cosa sino su conflicto existencial-biológico y psíqui­
nocimientos de historia, psicología infantil y psicopatología, co. Pero el existencialismo no define la existencia en este sen­
así como, particularmente, de historia del arte, religión y mi­ tido, sino que tiene de ella un idea abstracta y queda preso,
tos, nos permiten enunciar ciertas hipótesis sobre las solucio­ por tanto, en una postura voluntarista.
nes posibles. Por otra parte, como la Humanidad ha vivido Esta idea que he esbozado de las pasiones como específi­
hasta ahora bajo el principio de la escasez y, por tanto, de camente humanas es dialéctica, pues entiende los fenómenos
la coacción y la dominación, no se ha agotado de ningún psíquicos como consecuencia de una oposición de fuerza. Y,
modo el número de tales soluciones, pues abre nuevas pers­ en mi opinión, es conveniente, porque: 1) no cae en el ahisto-
pectivas la posibilidad de que lleguemos a una vida social ba­ ricismo de entender que la esencia del hombre es una sustan­
sada en la abundancia y, por tanto, en la desaparición de los cia o cualidad determinadas; 2) evita el error de un volunta­
constreñimientos. rismo abstracto que no caracteriza al hombre por nada más
Esta teoría sobre la esencia del hombre es dialéctica, que su libertad y responsabilidad; 3) coloca la comprensión
de la naturaleza del hombre sobre el fundamento real de su
opuesta a aquellas para las cuales consiste en una sustancia
constitución biológica en cuanto hombre, explicando, no sólo
o cualidad fija: pero también es opuesta a las ideas del exis-
lo que tiene en común con el animal, sino también, dialécti­
tencialismo: de hecho, constituye una crítica del pensamien­
camente, qué fuerzas opuestas se liberan cuando supera la
to existencialista. (Las ideas que exponemos se centran en tor­
existencia animal; y 4) contribuye a explicar Jas pasiones y
no del problema de la existencia humana y, sería equívoco, afanes que mueven al hombre, tanto los más arcaicos como
pues tienen poca relación con el existencialismo como filo­ los más ilustrados.
44 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 45

El conflicto inherente ai hombre es la base de sus apasio­ En este caso óptimo, las necesidades del hombre allende la
nados afanes. Cuál de ellos se active y llegue a predominar supervivencia no nacen del disgusto y la «escasez», sino de
en el carácter de una sociedad o de un individuo depende, su riqueza de potencialidades, que tienden con fuerza a de­
en gran medida, de la estructura social, que cumple una fun­ rramarse en los objetos correspondientes: quiere amar por­
ción selectiva mediante sus formas de vida, sus enseñanzas, que tiene corazón; quiere pensar porque tiene cerebro; y quiere
castigos y recompensas. tocar porque tiene piel. El hombre necesita del mundo por­
Afirmar lo específicamente humano de unas pasiones o que sin el mundo él no puede ser. En el acto de relación con
impulsos porque deben su origen al conflicto existencia! de! el mundo, se hace uno con sus «objetos» y éstos dejan de ser
hombre no significa negar que tenga impulsos debidos a su objetos. (Véase E. Fromm 1968h, GA V, pág. 425.) Esta rela­
fisiología, y que comparte con todos los animales, como la ción activa con el m undo es ser; el acto de conservar y ali­
necesidad de comer, de beber, dormir y, hasta cierto punto mentar el propio cuerpo, la propiedad, la posición, la fama,
para asegurar la supervivencia de la especie, el impulso se­ etc., es tener o usar.
xual. Corresponden al deseo, fisiológicamente condicionado, El examen de estas dos formas de existencia, su relación
de supervivencia y, no obstante cierto grado de maleabilidad, con el concepto del ego, como sujeto del «tener» y «usar»,
están fijados. y del yo, como sujeto del «ser»; las categorías de actividad
Freud quiso entender, y aquí está nuestra fundamental y pasividad y la atracción hacia la vida y la atracción hacia
diferencia con la teoría clásica, que todas las pasiones hu­ la muerte: éstas son las cuestiones principales para la revi­
manas se radican en necesidades fisiológicas o biológicas sión dialéctica del psicoanálisis. (En Psicoanálisis y Etica,
y construyó ingenuas interpretaciones teóricas para sostener 1947a, GA II, cap. 3, revisaba la teoría clásica de la sexuali­
esta postura. En el marco teórico que nosotros exponemos, dad pregenital, y ahí debo remitir al lector. Lo esencial de esta
los impulsos humanos más fuertes no se dirigen a la supervi­ revisión es la tesis de que los caracteres «oral» y «anal» no
vencia física (en condiciones normales, cuando tal super­ son consecuencia de una excitación anal y oral, sino que m a­
vivencia no está amenazada), sino a buscar una solución a nifiestan un tipo especial de relación con el mundo, que es
su conflicto existencial, un objetivo que encauce sus energías reacción al «ambiente psíquico» de la familia y de la so­
por un camino y dé sentido a su vida, haciéndole superar ciedad.)
aquella finalidad que tiene en común con los demás organis­ Hay dos pasiones que requieren una revisión completa:
mos. Todos los datos históricos y clínicos demuestran que, la agresión y el eros.
con sólo la búsqueda y satisfacción de sus necesidades bioló­ Al no distinguir entre clases cualitativamente diferentes
gicas, el hombre queda insatisfecho y expuesto a graves tras­ de agresividad: por ejemplo, una agresión reactiva en defen­
tornos. sa de intereses vitales, una pasión sádica de omnipotencia y
Estos impulsos, o pueden ser regresivos, arcaicos y auto- dominio absoluto, y una destructividad necrofílica, dirigida
destructivos, o pueden servir al pleno desarrollo del hombre, contra la vida misma, Freud y la mayoría de los autores psi-
uniéndolo al mundo en condiciones de libertad e integridad. coanalíticos se obstruyeron el camino a la compresión de la
46 LO INCONSCIENTE SOCIAL
LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 47

génesis y dinámica de cada una de ellas. No sólo está justifi­ laridad significa igualdad —aunque, a la vez, diferencias—,
cado idear teorías nuevas sobre los diversos tipos de agresivi­ y su rigurosa perspectiva patriarcal le impedía pensar en una
dad hum ana, sino también es muy necesario, en un mundo igualdad entre el varón y la hembra. El concepto freudiano
en grave peligro de no poder enfrentarse ya a la que él mismo de la sexualidad no encierra el eros: el impulso sexual se pro­
provoca. [Véase, especialmente, el libro, aparecido en 1973: duce por una química interna en el varón, y la hembra es el
Anatom ía de la destructividad humana, 1973a, GA VII.] objeto adecuado de este impulso.
Muchas observaciones clínicas desde hace pocos años, Inesperadamente, cuando Freud ideó su teoría del eros
mías y de otros, han confirmado una hipótesis que expuse frente al instinto de muerte, pudo haber cambiado de postu­
por prim era vez en El corazón del hombre (1964a, GA II). ra, para afirmar que el eros es la atracción específica entre
Me refiero a la idea de que las dos fuerzas más hondas que el varón y la hembra, en el sentido del mito de Platón: que el
mueven al hombre son la biofilia, o amor a la vida, y la ne- varón y la hembra habían estado unidos primitivamente y que
crofilia, o amor a la muerte, la descomposición, etc. Es bió- anhelaban volverse a unir. Esta idea habría tenido además la
filo el que ama la vida, el que «vivifica» todo lo que toca, gran ventaja teórica de permitirle considerar que el eros cum­
comprendido él mismo. El necrófilo, como el rey Midas, lo plía su requisito al instinto, a saber, la tendencia a regresar
convierte todo en cosa muerta, sin vida, mecánica. La fuerza a un estado anterior. Pero Freud no quiso avanzar por este
relativa de la biofilia y de la necrofilia es lo que más determi­ camino, quizá, repito, porque habría significado aceptar la
na todo el carácter de una persona o de un grupo. Esta idea igualdad entre el varón y la hembra.
es una revisión, basada en observaciones clínicas, de los ins­ La dificultad teórica de Freud en la cuestión del amor y
tintos freudianos de vida y de muerte. Pero, a diferencia de del eros, efectivamente, era muy grande. Del mismo modo que,
Freud, no considera que las dos tendencias sean dos fuerzas en sus primeras obras, no había considerado que la agresión
biológicas existentes en cada célula, sino que la necrofilia es fuese un impulso primario —aunque nunca la desatendió por
una evolución patológica ocurrida cuando, por unos cuan­ completo—, entendía el amor como un epifenómeno, como
tos motivos, se ha obstruido o eliminado la biofilia. Creo que, una sexualidad «inhibida de su objeto». Creía que su sustra­
para la revisión dialéctica del psicoanálisis, será misión im­ to es la sexualidad, entendida en el espíritu de su marco de
portante seguir investigando la biofilia y la necrofilia. referencia fisiologizante. De hecho, la idea primitiva de Freud
La revisión de la idea freudiana del amor se asocia al exa­ de la sexualidad y su posterior concepto del eros no pueden
men de su idea de la libido y del eros. Freud no consideró concillarse. Se basan en premisas enteramente distintas: el eros
la atracción entre varón y hembra como un fenómeno fu n ­ —como el instinto de muerte— no está localizado en una zona
damental al deseo sexual porque creía que éste era producido erógena particular: no está regulado por tensiones químicas
por una química de tensiones internas que exigen liberarse. internas y necesidad de relajación. Además, no está sujeto
A parte del atractivo de esta explicación fisiológica, quizás a evolución, como la libido, sino que es una cualidad, esen­
haya otro motivo que hiciese a Freud no considerar la polari­ cialmente fija, de toda sustancia viviente. Y tampoco cum­
dad de varón y hembra como un fenómeno fundamental: po­ ple con los requisitos que pone Freud al instinto. Hemos alu­
48 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 49

dido ya a la concesión de Freud de que el eros no tiende a turaleza no son más que aspectos diferentes de un solo fenó­
la conservación, lo que él había creído antes esencial para un meno. Podríamos suponer que FTeud no era del todo cons­
instinto. Otto Fenichel (1953, pág. 364 sig.) ha señalado lo ciente de esta nueva idea, que únicamente se revela en ciertas
mismo sobre el concepto de Freud del instinto de muerte. incoherencias, afirmaciones sorprendentes, pero aisladas, etc.
Sin embargo, Freud no llamó la atención sobre la funda­ Lo siguiente puede servir de ejemplo de estas íntimas vacila­
mental diferencia entre estas dos ideas de los impulsos y, qui­ ciones de Freud: En E l malestar en la cultura, comentaba el
zá, tampoco fue enteramente consciente de ella. Trató de en­ mandamiento «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» con
cajar la idea nueva con la antigua, de modo que el instinto estas palabras: «¿Por qué, pues, se rodea de tanta solemni­
de muerte ocupase el lugar del antiguo instinto agresivo y el dad un precepto cuyo cumplimiento no puede recomendarse
eros sustituyese la sexualidad. Pero podemos reconocer la di­ como racional?» (S. Freud, 1976, t. 21, págs. 106-107). Y en
ficultad que encontró en esta empresa. En Nuevas Conferen­ su carta a Einstein ¿Por qué la guerra?, escribía: «Todo cuan­
cias, habla de «las pulsiones sexuales entendidas en el senti­ to establezca ligazones de sentimientos entre los hombres no
do más alto», añadiendo que también pueden llamarse «eros, podrá menos que ejercer un efecto contrario a la guerra... El
si prefieren esta denominación» (S. Freud, 1976, t. 22, pág. psicoanálisis no tiene motivo para avergonzarse por hablar
95). En E l yo y el ello, identifica el eros con el instinto sexual aquí de amor, pues la religión dice lo propio: “Ama a tu pró­
y con el instinto de conservación (véase S. Freud, 1976, t. 19, jimo como a ti mismo.” » (T. 22, pág. 195.)
pág. 41). En M ás allá del principio del placer, afirma que «la Esta hipótesis (de un tácito cambio de idea de Freud so­
pulsión sexual se nos convirtió en Eros, que procura esforzar bre el amor), por ser cosa de interpretación y conjetura, no
las partes de la sustancia viva unas hacia otras y cohesionar­ puede «demostrarse», pero pueden alegarse muchas pruebas
las; y las comúnmente llamadas pulsiones sexuales aparecie­ sobre la posibilidad de que se estuviese librando una dura ba­
ron como la parte de este Eros vuelta hacia el objeto» (t. 18, talla en el pensamiento de Freud pero, como no fue plena­
pág. 59 n.). Y en su última obra, Esquema del psicoanálisis, mente consciente de ella, se vio obligado a negarla, declarando
dice que la libido es un «exponente» del eros (no, como an­ que no había contradicción entre la idea de la sexualidad y
tes, que el eros es la libido transformada), «la cual en la con­ la nueva teoría del eros. Cualesquiera que sean los méritos
cepción corriente —aunque no en nuestra teoría— se super­ de esta interpretación, creo que la revisión dialéctica debe es­
pone con Eros» (t. 23, pág. 149; el subrayado es mío). tudiar las contradicciones entre las primeras y últimas teo­
E n m i opinión, el «psicoanálisis textual» délas teorías de rías de Freud y buscar nuevas soluciones, algunas de las cua­
Freud sobre la sexualidad y el amor puede mostrar que su les, ciertamente, habría encontrado el mismo Freud si hubiese
pensamiento lo llevaba a estimar de otra manera el amor, vivido más tiempo [En Grandeza y limites del pensamiento
como energía vital primordial, y en su forma especial de atrac­ deFreud, 1979a, GA VIII, cap. 4, págs. 337-358, puede verse
ción entre varón y hembra. Bajo la superficie de la teoría ex­ un análisis .detallado de las diversas teorías de Freud sobre
presa, había una idea de que el am or a la vida, el amor entre los instintos.]
hombre y mujer, el amor a los semejantes y el amor a la N a­
50 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 51

4. La revisión de la teoría de lo inconsciente y de la represión lo terapéutica^ diciendo que incumbe a la consulta del clíni­
co. La terapéutica puede tener cierto carácter técnico, pero
a) Lo inconsciente y la represión de la sexualidad el fenómeno mismo, la compresión de mi inconsciente y de
su incompatibilidad con mi opinión consciente de mí mismo
El descubrimiento más importante de Freud fue el de lo es precisamente el descubrimiento que otorga al psicoanáli­
inconsciente y de la represión. Relacionó esta importante idea sis su importancia como radical avance en el propio descu­
con su teoría de la libido y supuso que lo inconsciente es la brimiento del hombre y hacia una forma nueva de sinceri­
sede de los deseos sexuales instintivos (posteriormente, afir­ dad. Desgraciadamente, se ha puesto de moda aplicar el
mó que parte del yo y del superyó son también inconscien­ concepto de represión exclusivamente a la sexualidad y creer
tes). Desgraciadamente, este enlace facilitó una evolución que que, si no hay represión de los deseos sexuales, lo inconsciente
haría atascarse el pensamiento psicoanalítico. se ha hecho consciente.
Así ocurrió, en primer lugar, porque todo el interés se con­ La falta de represión de los deseos sexuales no significa
centró en lo sexual, genital y pregenital. El único aspecto que que la mayor parte de lo inconsciente se haya hecho cons­
interesaba de lo inconsciente era la sexualidad reprimida. Cua­ ciente, como evidencia los grupos sociales que practican y ex­
lesquiera que fuesen los méritos de la teoría de la libido, Freud perimentan libremente la sexualidad en todas su formas, sin
creó un medio para conocerse a sí mismo que va muy allende la carga de los tradicionales sentimientos de culpa. Es éste,
del ámbito sexual, a todos los terrenos de lo inconsciente. Si de hecho, uno de los cambios notables que están ocurriendo
yo soy codicioso, angustiado, narcisista, sádico, masoquista, en la sociedad occidental de hoy. Es notable, además, que esta
destructivo, insincero, etc., pero tengo reprimida la concien­ práctica libre y «sin culpa» de la sexualidad, no sólo se en­
cia de todas estas cualidades; si yo concentro todo mi interés cuentre en los grupos juveniles radicales, sino que se halle tam­
en mis anhelos sexuales y eróticos reprimidos, este tipo de bién entre los apolíticos hippies y entre los jóvenes de clase
análisis me hace la vida muy fácil, sobre todo si creo que la media de Norteamérica y de Europa Occidental que son po­
sexualidad —genital y pregenital— es buena y no debe repri­ líticamente radicales; así como entre ciertos círculos de me­
mirse ni contenerse: ya no tengo la penosa obligación de ver diana edad de la clase media acomodada. Parece que la libe­
ese lado mío que no se corresponde con mi opinión consciente ración sexual, cuyo defensor más ilustre fue Wilhelm Reich,
de mí mismo. está desarrollándose a un ritmo asombroso en todos los gru­
Limitado a la libido, el gran descubrimiento de Freud pier­ pos de la sociedad consuntiva, sin las consecuencias políti­
cas que Reich supuso se derivarían.
de mucho de su carácter verdaderamente crítico y revelador,
Lo que importa es comprender la cualidad de la experien­
pudiéndose emplear mejor, simplemente, como un medio para
cia sexual. La satisfacción sexual se ha convertido, en gran
analizar a otros que no se han liberado todavía de los tabúes
medida, en un artículo de consumo, con las características
sexuales, no como medio para conocerme a mí mismo y re­
de cualquier otro consumo moderno, al que mueven, sobre
formarme. todo, el aburrimiento, la depresión oculta y la angustia, sien­
Este tipo de psicoanálisis no puede desecharse llamándo- do el acto de la satisfacción en sí vano y superficial.
I ONtVERSIOAÜ RAFAEL U N D I V aT
B 1 B L I O T £ rX
II A M n I V/ A r? ; i¿ a
52 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 53

Me parece que muchos móviles sexuales de la joven gene­ La liberación sexual no significa que sus beneficiarios ha­
ración radical están dictados un poco por consideraciones teó­ yan perdido la mayoría de sus represiones, no muchas menos
ricas de acuerdo con Freud y Reich. La satisfacción sexual, que las de sus abuelos. Lo que ha cambiado es lo que se re­
como medio para desembarazarse de todos los «complejos» prime. Al buscar lo inconsciente, sobre todo, en el terreno de
de uno, puede llegar a ser algo obsesiva, especialmente si se la sexualidad, se hace más difícil descubrir otras experiencias
acompaña de un preocupado examen de si hemos tenido un inconscientes.
orgasmo «cumplido», etc. La sexualidad de grupo, aunque Es mucho mayor el menoscabo del concepto de lo incons­
pueda decirse mucho en su favor teóricamente (como el que ciente cuando se aplica en sentido abstracto y cuando se re­
supera el sentido de la propiedad, los celos, etc.), puede no fiere principalmente a ideas tan generales como el eros y el
distinguirse tanto, en realidad, de la tradicional vida sexual instinto de muerte. En este caso, pierde todo significado per­
burguesa extraconyugal (comprendidos el voyeurismo y el ex­ sonal y deja de ser en absoluto un medio para conocerse a
hibicionismo) como creen los que participan en ella. Lo cual sí mismo.
es cierto, en especial, de la necesidad de cambiar y alternar Incluso el complejo de Edipo, el eje de la represión según
las parejas sexuales, por perderse muy pronto el interés por Freud, apenas toca lo hondo de las pasiones humanas incons­
la misma pareja. cientes. De hecho, el deseo del niño de trato sexual con la ma­
El que la satisfacción sexual se haya liberado de sentimien­ dre, escandaloso como es desde el punto de vista tradicional,
tos de culpabilidad ha sido un gran avance, pero queda en no es nada irracional en realidad. El complejo de Edipo es
pie la cuestión de hasta qué punto los jóvenes «radicales» pa­ el triángulo amoroso de los adultos reconvertido a la situa­
decen el mismo defecto que sus mayores y que sus compañe­ ción infantil. El niño obra muy razonablemente y, de hecho,
ros más tradicionalistas: la incapacidad de intimidad huma­ con más frecuencia que los adultos en situaciones parecidas.
na, defecto que suple como sucedáneo la intimidad sexual y El niño, impulsado por su sexualidad en ciernes, desea a la
política. Para la joven generación radical, el paso siguiente madre porque es la única mujer en torno, o la más asequible.
sería, o así me lo parece, hacerse más consciente de su miedo Enfrentado a la amenaza de castración del padre rival, la pro­
a la intimidad sentimental profunda y del papel de la sexua­ pia conservación prevalece sobre la pasión sexual, renuncia
lidad como sucedáneo. Además, me parece, tienen la tenden­ a la madre y se identifica con el agresor.
cia a obedecer doctrinas psicoanalíticas mal digeridas, como
guías de vida sexual, los mismos que con tanta firmeza re­
chazan el fanatismo en sus pensamientos políticos. El seguir b) Lo inconsciente y la represión de la vinculación
a Freud, incluso bien digerido, lleva a sobreestimar la sexua­ a la madre
lidad, como explicaré después, y a despreciar el eros y el amor.
Amoldar la propia conducta sexual a las doctrinas de Freud Tras la vinculación del niño a la madre en el plano geni­
resulta un poco pasado de moda, y sólo parecerá «subversi­ tal, hay otra vinculación mucho más profunda y más irracio­
vo» a los mayores. nal. El niño —de cualquier sexo— está vinculado a la madre
54 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 55

como la figura dispensadora de vida, de total ayuda, protec­ el deseo de ser amado y protegido por la madre durante to ­
ción y amor. La madre es vida, seguridad; protege al niño da la vida es el anhelo de ser uno con ella, de regresar a su se­
de la realidad de la situación humana, que requiere activi­ no y, finalmente, de anular el haber nacido. Entonces, el seno
dad, decisión, aventura, soledad y muerte. Si pudiese m an­ materno se convierte en la tumba, la madre tierra en que «en­
tenerse siempre intacta la vinculación a la madre, la vida terrarse», el océano en que ahogarse. No hay nada de «sim­
sería una gloria, no habría que afrontar el conflicto de la exis­ bólico» en esto: tales anhelos no son «disfraces» de deseos
tencia humana. Así, el niño se aferra a la madre y se resis­ edípicos reprimidos; al contrario, los deseos incestuosos son
te a abandonarla. (Al mismo tiempo, su maduración físi­ con frecuencia un intento de salvarse de deseos de la madre
ca y los influjos culturales significan una tendencia opuesta más profundos y amenazadores. Cuanto más profundo y más
que, finalmente, en caso de desarrollo normal, hará al niño intenso sea este deseo de la madre, tanto más reprimido esta­
renunciar a la madre, para buscar amor e intimidad en rela­ rá. Unicamente en la psicosis y en los sueños se hace cons­
ciones en las que obre, idealmente, como persona indepen­ ciente este deseo.
diente.) El psicoanálisis clásico no ha tenido en cuenta la profun­
El profundo anhelo de seguir siendo un niño suele ser re­ didad de este deseo y no ha dado la importancia adecuada
primido, o sea es inconsciente, porque es incompatible con a que la vinculación primordial del niño —y niña— es con
los ideales de la madurez que se le inculcan en la sociedad la madre. Freud no hizo una gran revisión de su teoría ante­
patriarcal. (Los ritos de iniciación de las sociedades primiti­ rior hasta 1931, en su trabajo Sobre la sexualidad fem enina,
vas tienen la función de cortar drásticamente esta vinculación. al afirmar que «la fase preedípica de la mujer» (el apego pree-
Debe estudiarse más, por ser cuestión complicada, hasta qué dípico a la madre, que precede al apego al padre) «alcanzaba
punto se corta la vinculación a la madre en la sociedad ma- una significación que no le habíamos adscrito hasta enton­
tricéntrica, de las que sigue habiendo algunas, donde son mí­ ces» (S. Freud, 1976, t. 21, pág. 228). Es interesante que Freud
nimos la propiedad privada, el trabajo asalariado y el desa­ compare este apego preedípico a la madre con la sociedad ma­
rrollo de la individualidad.) triarcal: «La intelección de la prehistoria preedípica de la niña
Sin embargo, en la forma que acabo de describir, la nega­ tiene el efecto de una sorpresa, semejante a la que en otro
tiva a aceptar toda la carga de la individuación no ha perdi­ campo produjo el descubrimiento de la cultura minoico-
do todavía racionalidad ni contacto con la realidad. El hom­ micénica tras la griega» (loe. cit.).
bre puede buscar una figura o representación maternal a la En Esquema del psicoanálisis, Freud da un paso más, es­
que permanecer realmente apegado, que lo domine (o lo sir­ cribiendo: «En estas dos relaciones (pecho y cuidado del cuer­
va) y lo proteja. Por ejemplo, puede apegarse a una mujer po) arraiga Ja significatividad única de la madre, que es in­
m aternal, o a una institución como un monasterio, o a otra comparable y se fija inmutable para toda la vida, como el
de las muchas formas que ofrece la sociedad. primero y más intenso objeto de amor, como arquetipo de
Pero el rechazo a separarse de la madre puede tom ar for­ todos los vínculos posteriores de amor... en ambos sexos. Y
mas más extremas. Más profundo y aún más irracional que en este punto el fundam ento filogenético prevalece tanto so­
56 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 57

bre el vivenciar personal accidental, que no importa diferen­ dre, que comprende también una historia detallada del pen­
cia alguna que el niño mame efectivamente del pecho o se samiento psiconalítico sobre esta cuestión. Interpreta la afir­
lo alimente con mamadera, y así nunca haya podido gozar mación de Freud de manera semejante, pero con la reserva
de la ternura del cuidado materno.» (T. 23, pág. 188. El su­ de que es sólo una interpretación posible y quisiera creer «que
brayado es mío.) Ciertamente, parece que al final de su vida es cierta».
Freud exponía una teoría en franca contradicción con su pos­ Cari Gustav Jung ha prestado una contribución muy im­
tura anterior. Después de describir la profundidad de la vin­ portante señalando la universalidad de la «madre» y que el
culación preedípica a la madre, afirma que se da tanto en los sentido verdadero de la madre particular sólo se comprende
niños como en las niñas (en Sobre la sexualidad fem enina, si la consideramos como un «arquetipo». Postula un «incons­
de 1931, se trataba sólo de las niñas) y que se debe a causas ciente colectivo» sobre la base de mitos*, símbolos, ritos, etc.,
filogenéticas, independientemente de cómo fuese la alimen­ y queda obligado a suponer la herencia del psiquismo, tomán­
tación y el cuidado. Sin embargo, Freud no presenta esta afir­ dose muy a la ligera la dificultad que esto encierra, y que se
mación como una revisión radical, en cambio, siguen los ha­ evita comenzando, como hacemos nosotros, con el concepto
bituales comentarios sobre cómo establece vínculos la madre del conflicto existencial, inherente al hombre en cuanto hom­
con el niño alimentándolo y cuidándolo. bre, que ha originado las diversas soluciones «primordiales»
El modo casi casual como Freud hizo esta adición sólo en toda su historia.
puede explicarse mediante el psicoanálisis textual. Creo que Lo que el psicoanálisis clásico no ha comprendido, no sólo
a Freud le preocuparía durante años la posibilidad de que an­ ha sido la profundidad e irracionalidad del deseo de la ma­
tiguos supuestos suyos no fuesen ciertos, por ejemplo, el sen­ dre, sino también que este deseo no es un mero anhelo «pue­
tido exclusivamente sexual del complejo de Edipo y la nega­ ril». Verdad es, genéticamente hablando, que el niño, por mo­
ción de una vinculación profunda* de por vida* a la madre tivos biológicos, atraviesa una fase de intensa «fijación a la
en niños y niñas, pero que no pudo decidirse a explicitar es­ madre»; pero ésta no es la causa de la posterior dependen­
tos cambios, aclarando qué antiguos elementos de la teoría cia. Esta vinculación a la madre puede conservar su fuerza
había abandonado y por qué nuevas ideas los había sustitui­ —o el hombre puede regresar a esta solución— precisamente
do. Parece que ciertas ideas nuevas, como la citada, le hayan porque es una de las respuestas «espirituales» a la existencia
sido inconscientes y no encontrasen expresión sino en una es­ humana. Es muy cierto que puede llevar a la dependencia ab­
pecie de «lapso» freudiano. Al escribir esta afirmación, Freud soluta, a la locura o al suicidio, pero es también una de las
quizá no fuese consciente de hasta qué punto se oponía a sus posibilidades que se ofrecen al hombre en su esfuerzo por ha­
supuestos anteriores. llar una solución al conflicto existencial. El darle una expli­
Incluso después de 1931, la mayoría de los psicoanalistas cación sexual, o decir que obedece a una compulsión de re­
no tomaron bastante en serio esta indicación de Freud para petición, es no entender el verdadero carácter de esta respuesta
revisar su antigua teoría. John Bowlby (1958) ha publicado a la existencia.
un estudio excelente sobre la vinculación del niño a la ma­ Todas estas consideraciones me han llevado a creer que
58 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 59

lo esencial no es realmente el «apego a la madre», sino lo que puede hacer por doblegarlas. Su desamparo está en un plano
bien podríamos llamar la nostalgia del «estado paradisíaco», superior, pero, en cierto sentido, no es menor que el del niño.
caracterizada por la tentativa de escapar a la plena individua­ Unicamente el pleno desarrollo de todas sus potencialidades
ción, para vivir, en cambio, en la fantasía de absoluta pro­ puede capacitarlo para encarar su real desamparo sin buscar
tección, seguridad y abrigo en el mundo, a expensas de la li­ refugio en la «fantasía paradisíaca».
bertad y la individualidad. Se trata de un estado biológico
en una fase del desarrollo en que dicho anhelo es normal y
responde a la realidad. Pero sería exagerar el genetismo cen­ c) La vinculación a ídolos como manifestación
trar m ás la atención en el apego a la madre que en la función de lo inconsciente social
general de este sentimiento. Hay que estudiar mucho más su
estructura total: el papel del narcisismo, el miedo a darse bien De este desamparo del hombre se sigue un fenómeno im­
cuenta de la realidad, el deseo de «invulnerabilidad» y de om­ portantísimo: el hombre medio, independientemente de la pri­
nisciencia, la inclinación a la depresión, la sensación de total mitiva relación con sus padres, alberga el profundo anhelo
abandono cuando se ve amenazada la creencia en la invulne­ de creer en una figura todopoderosa, omnisciente, previsora
rabilidad, y muchos más elementos. y benevolente. Pero hay más que «fe» en esta relación. Hay
(Puede mostrarse el mismo principio cuanto a otros im­ también un intenso lazo afectivo con este «auxiliar mágico»,
pulsos que suelen ser inconscientes. Son ejemplo los afanes que a menudo se llama «temor» o «amor», o no se le da un
anal-acumulativos. En su forma más racional, es un aferrar­ nombre particular. Se parece al apego del niño a sus padres
se a la posesión, que la teoría clásica interpreta como subli­ por ser esencialmente pasivo, esperanzado y confiado. Pero
mación del deseo de retener las heces. Pero tras este anhelo esta pasividad de ninguna manera disminuye la intensidad del
hay otro menos deliberado: el de encontrar una respuesta a lazo; en todo caso, la incrementa, puesto que la propia vida
la existencia mediante la posesión absoluta y el dominio ab­ —como ocurre en el niño— parece depender de no ser aban­
soluto, convirtiendo todo lo que está vivo en cosa muerta y, donado. Muchas veces, la intensidad de este lazo sobrepasa
por último, adorando la muerte. Es ésta otra solución al pro­ con mucho la del vínculo a personas íntimas en la vida coti­
blema humano, que en su forma extrema llega a ser incom­ diana. Desde luego, cuanta menos satisfacción haya en estos
patible con la vida. Interpretándolo como consecuencia del vínculos, tanto más intenso será el lazo que una al auxiliar
erotismo anal, nos cerramos la puerta a comprender la pro­ mágico. Unicamente creyendo en el apoyo de esta figura, pue­
fundidad y la intensidad de esta solución. Lo mismo es cier­ de uno afrontar su sensación de desamparo.
to del sadismo, del masoquismo, y del narcisismo.) Pueden ser figuras tales toda clase de ídolos religiosos,
Después de todo, considerando la existencia humana en o fuerzas naturales, o instituciones y grupos (como el Estado
general, no debemos olvidar que el adulto no se distingue tan­ o la nación), jefes carismáticos, o simplemente poderosos, y
to del niño en su desamparo ante las fuerzas que determinan personas como el padre y la madre, el marido o la mujer, etc.
su vida. Es mucho más consciente de ellas y de lo poco que Tampoco significa mucha diferencia si son reales o sólo ima­
60 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 61

ginarias. Propongo llamar a todas estas figuras con el nom­ gaña, el rito, etc. No obstante, durante toda la historia de es­
bre genérico de «ídolos». Porque el ídolo es la figura a la cual tas religiones se h a estado librando una batalla contra la ido-
una persona ha transferido su fortaleza y sus capacidades. Iización de Dios: filosóficamente, por los representantes de
Cuanto más poderoso se haga el ídolo, tanto más se empo­ la «teología negativa», como Maimónides, y vitalmente, por
brecerá la persona. Sólo estando en relación con el ídolo puede grandes místicos, como el maestro Eckhart y Jakob Bóhme.
tratar de mantenerse en relación consigo misma. El ídolo, obra Pero, al perder fuerza la religión, de ningún modo ha de­
de sus manos y de su fantasía, la supera y la domina. Su crea­ saparecido ni se ha debilitado la idolatría. H an llegado a ser
dor se ha convertido en cautivo suyo. La idolatría, en el sen­ nuevos ídolos la nación, la clase, la raza, el Estado y la eco­
tido del Antiguo Testamento y los profetas, es esencialmente nomía. Sin esta necesidad de ídolos, quizá no pudiésemos
el mismo concepto que el de «enajenación». (Véase E. comprender la intensidad sentimental del nacionalismo, del
Fromm, 1966a, GA VI, págs. 111-113.) racismo y del imperialismo, el «culto a la personalidad» en
Sólo una «idología», un estudio completo de todos los sus formas diversas, etc. Por ejemplo, no podríamos compren­
ídolos, podría ofrecernos un cuadro satisfactorio de lo fuer­ der por qué atraía extáticamente a millones de personas un
te que es esta pasión de buscar un ídolo, así como de la va­ demagogo repulsivo como Hitler, por qué estuvieron dispues­
riedad de ídolos habidos en la historia. Ahora sólo quiero tas a olvidar las demandas de su conciencia y a sufrir por
mencionar dos tipos particulares de ídolos: el maternal y el él penalidades extremas; por qué hay un brillo de fervor reli­
paternal. El ídolo maternal, como decíamos, es la figura que gioso en los ojos de los que ven —o tocan— a un hombre
otorga un amor incondicional, el apego a la cual, sin embar­ llegado a la fama y que tiene, o puede tener, poder.
go, obsta a la plena individuación. El ídolo paternal es el pa­ Pero la necesidad de ídolos no sólo está en la esfera pú­
triarca riguroso cuyo amor y apoyo dependen de la obedien­ blica. Rascando en la superficie, y a menudo sin rascar, ve­
cia a sus mandatos. mos que muchas personas tienen también sus ídolos «parti­
¿Con qué pruebas cuenta esta hipótesis de que el hombre culares»: su familia (a veces, como en Japón, con culto a los
medio está necesitado de un «ídolo»? Son tantísimas que re­ antepasados), un profesor, un jefe, un actor de cine, un equi­
sulta difícil escogerlas. Primeramente, la mayor parte de la po de fútbol, un médico, o cualquier montón de ellos. Pueda
historia se caracteriza por haber penetrado la religión la vida verse el ídolo —incluso en pocas ocasiones—, o sea produc­
del hombre. La función de casi todos los dioses ha sido la to de la fantasía, quien esté vinculado a él nunca se sentirá
de prestar al hombre apoyo y fortaleza. Y la práctica religio­ solo, nunca sentirá que no tiene un socorro a mano.
sa ha consistido, sobre todo, en apaciguar y contentar a los Hay que plantear ahora una cuestión importante: ¿cómo
ídolos. La religión profética y la cristiana fueron primitiva­ es que hay grupos e individuos en los que el apego a un ídolo
mente antiidolátricas. De hecho, entendían a Dios como el salta tanto a la vista que no puede negarse, mientras que en
antiídolo. Pero, en la realidad, la mayoría de los creyentes ju ­ otros parece faltar, o —preferiría decir— está latente o es in­
díos y cristianos lo sentían como un ídolo, como el gran po­ consciente? Hay varias causas, que, en principio, pueden en­
der cuyo sostén y ayuda podían alcanzarse mediante la ple- contrarse, ya en las condiciones externas de vida, ya en la es-
62 LO INCONSCIENTE SOCIAL
LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 63

tructura psicológica de los interesados, dependiendo ésta casi cual puede suceder de varias maneras: se puede ser especial­
siempre de aquéllas. mente amable, o sabio, o servicial, y suscitar por ello el ansia de
Entre las causas externas, las más importantes son la
un ídolo; o al contrario, se puede ser severo y amenazador, o
pobreza, la miseria, la inseguridad económica y la desespe­ tratar al otro como a un niño, lo que puede tener el mismo efec­
ranza. Entre las causas psicológicas subjetivas, están la an­
to. A menudo resulta muy eficaz una mezcla de estos dos tipos.
gustia, la duda, la depresión preclínica, la sensación de im­
potencia y muchos fenómenos neuróticos y semineuróticos.
En estos casos, vemos a menudo que ha habido padres pro­ d) La vinculación a ídolos y el fenóm eno de la transferencia
motores de angustia o puerilidad.
Frente a estas dos categorías de personas que tienen fran­
El caso de movilización de la «pasión idolátrica» que pue­
ca y permanente necesidad de un ídolo, hay otras que sólo de observarse con más frecuencia es el fenómeno de la «trans­
manifiestan esta necesidad cuando surgen ciertas condicio­ ferencia». Freud descubrió que, durante el tratamiento psi-
nes nuevas. Normalmente, si todo va bien, si están satisfe­
coanalítico, los pacientes mostraban regularmente fuertes
chas con sus condiciones de existencia, con su trabajo y sus
sentimientos de dependencia, temor o amor por él. Desde
ingresos, si tienen un sentido de identidad al cumplir el pa­ entonces, cada analista ha tenido la misma experiencia. Ver­
pel que la sociedad les atribuye, si pueden esperar ascender
daderamente, es uno de los fenómenos más claros y, sin em­
por la escala social, etc., su necesidad de ídolo permanece la­ bargo, más desconcertantes que, cualesquiera sean las carac­
tente. Pero si, de repente, unas circunstancias traumáticas rom­ terísticas reales del analista, muchos pacientes, no sólo tengan
pen este equilibrio de satisfacción relativa, la necesidad la­ un concepto de él extraordinariamente idealizado e irrealis­
tente se hace manifiesta. A escala social, son sucesos ta, sino que también le muestren un fuerte apego, a menudo
traumáticos tales, por ejemplo, las crisis económicas graves muy difícil de perder. Una palabra amable puede producir
que provoquen un paro general, una inflación galopante, una
un estado de bienestar y felicidad. La falta de una sonrisa
inseguridad grande (como la crisis de 1929, que en Alemania amable, por cualquier cosa que no tenga nada que ver con
llevó a la subida de Hitler), o la guerra. (Viene a propósito
el paciente, puede provocar profundos sentimientos de infe­
el dicho, durante la Primera Guerra Mundial, de que «no hay
licidad o angustia. A menudo, parece no haber nadie, en la
ateos en las trincheras».) A escala individual, tales sucesos vida del paciente, que pueda influir tanto sobre su estado de
pueden ser una enfermedad grave, un fracaso socioeconómi­
ánimo como el psicoanalista. Y esta vinculación no se debe
co, la muerte de una persona amada, etc. a deseos sexuales, como lo demuestra el ser independiente del
Sin embargo, estos hechos traumáticos no son lo único
sexo respectivo del analista y del paciente. (Cuando son de
que activa la necesidad latente de un ídolo. No pocas veces distinto sexo, el «amor» al analista, puede tener también un
ocurre que el deseo latente de un ídolo se despierta cuando
fuerte elemento sexual, del mismo modo que cualquier lazo
alguien a quien conviene este papel entra en la vida particu­
afectivo fuerte suscita a menudo deseos sexuales en personas
lar de una persona, movilizando la «pasión idolátrica». Lo de distinto sexo y edad conveniente.)
64 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 65

Pero, si la transferencia es un fenómeno que ocurre regu­ Esta peculiar actitud concuerda con que tantos psicoanalis­
larmente en la situación de tratamiento psicoanalítico, varía tas, en sus reacciones ante personas e ideas fuera de la con­
mucho de intensidad, según ciertas condiciones. En primer sulta, sean tan ciegos e inauténticos como otros profesiona­
lugar, está el caso de las neurosis más graves (y los casos in­ les menos ilustrados.
termedios [borderline] psicóticos), especialmente aquellos en Algunos analistas, como René Spitz, han reconocido cla­
que ha avanzado poco el proceso de individuación y, por tan­ ramente que la función real de esta disposición es la de pue-
to, se ha desarrollado una gran necesidad de «simbiosis». Pero rilizar al paciente para poder obtener un máximo de «datos
una transferencia intensa no tiene por qué ser síntoma de grave de la infancia». Yo he practicado el psicoanálisis durante mu­
perturbación mental. chos años a la manera clásica y, después, en situación de frente
Se manifiesta también a menudo en casos de trastornos a frente. Y, según mis datos comparados, la intensidad de la
relativamente leves, en los que puede observarse con frecuen­ transferencia —no su existencia—, especialmente en los ca­
cia otro factor: la puerilización del paciente, provocada por sos de transtornos mentales menos graves, depende en gran
el orden de la consulta psiconalítica clásica, que hace al pa­ medida del grado de esta puerilización artificial. Si el psicoa­
ciente tenderse en un diván, mientras que el analista se sienta nalista responde a un paciente como otra persona mayor, si
detrás y no contesta a ninguna pregunta directa, sino que sólo no se esconde tras la máscara del «Gran Desconocido», y si
profiere de cuando en cuando una «interpretación». Esta dis­ se concede al paciente un papel más activo, queda muy dis­
posición suele hacer que el paciente se sienta desamparado minuida la intensidad de la transferencia, con lo que también
como un niñito, despertando en él todos los deseos latentes ésta crea menos obstáculos.
de apegarse a un ídolo. En lo terapéutico, esta situación tiene la gran ventaja de
Freud no quiso esta puerilización del paciente, al menos no suspender el papel de adulto del paciente. Es a él, al adul­
conscientemente. Dio otras explicaciones de este procedimien­ to, a quien se hace afrontar sus anhelos inconscientes, y este
to: por ejemplo, el no poder soportar que diversos pacientes .afrontamiento es necesario para reaccionar a ellos, y aun para
lo estuviesen «mirando fijamente» horas y horas. Después se comprenderlos bien. Si se transforma totalmente al paciente
adujeron otros motivos, como que el paciente no debía mi­ en un niño, los datos que ofrece adquieren fácilmente la cua­
rar al analista, para poder hablar de sus experiencias emba­ lidad de trances soñados, de algo que frecuentemente se con­
razosas con más libertad, y que el paciente no fuese influido vierte en recuerdos de deseos inconscientes, sin que sean del
por las reacciones del analista, visibles en sus cambios de ex­ todo vividos. Es errónea la divulgada idea de que, cara a cara,
presión facial. Yo creo que estas razones, en gran parte, no el paciente no comunicará sus pensamientos más íntimos, con
son más que justificaciones del apuro del analista ante la idea frecuencia embarazosos. A veces, es más difícil al principio
de tener que acompañar sinceramente al paciente en su des­ para el paciente, como hemos comprobado los que emplea­
censo a los «infiernos». Sí puede escuchar sus «rarezas»..., mos este método, pero incluso los pensamientos más em­
pero el mirarse uno a otro a los ojos lo haría todo embarazo­ barazosos se expresan con no menos claridad frente a frente
samente real; sería traspasar los límites de las «conveniencias». que en el diván. Sin embargo, una vez expresados, se viven
66 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 67

con mucha más realidad que en la disposición clásica, por­ mos indicado antes, la vida está llena de estas «transferen­
que, en ésta, el paciente habla en un «vacío interpersonal», cias». Mucho de lo que circula por ahí como «enamorarse»,
y así sus pensamientos le siguen siendo a menudo irreales: e incluso relaciones intensas y duraderas de matrimonio y
sólo adquieren plena realidad viva cuando se comparten ver­ amistad, son del mismo tipo. En muchos de estos casos, sólo
daderamente con el analista como persona, no como fantas­ una interpretación torcida podría defender que siempre se en­
m a impreciso. contrará una fijación infantil de la misma intensidad. Pode­
Lo esencial es cómo se interpreta la transferencia: ¿es re­ mos hacer también observaciones parecidas en las reacciones
petición de una relación infantil, o es movilización del cons­ individuales a un dirigente poderoso. Hallamos apegos inten­
tante deseo de un ídolo? Observaciones anteriores han dado sos, una estimación más o menos equivocada del carácter ver­
ya a entender las razones para creer esto último, al decirse dadero del ídolo y, repito, ninguna relación necesaria con el
que podemos ver «transferencias» por todas partes, y sin re­ tipo de apego a los propios padres.
lación ninguna con la situación psicoanalítica. Pero se puede Puede verse un buen ejemplo en el apego de muchos no­
objetar que, también en aquellas situaciones, la idolatría re­ tables alemanes, civiles y militares, a Hitler. De todas las des­
produce la relación con los padres. Expondré unas observa­ cripciones, resulta que muchos no obraban sobre todo por
ciones en contra. Primeramente, cuando todo un grupo es miedo. Sólo puede comprenderse esa obediencia ciega, esa
aquejado de «pasión idolátrica», vemos que ésta es indepen­ sordera a la propia conciencia y ese temor de Hitler por que
diente de la particular relación con sus padres de cada indi­ no viesen en él a la persona verdadera: un pequeño burgués
viduo. Además, he comprobado que, en la situación analíti­ destructivo, listo, pero tremendamente aburrido y trivial, con
ca, no hay correlación precisa entre las experiencias infantiles el mal gusto del nuevo rico, como lo vieron muchos después
y la intensidad de la transferencia. Puede observarse en algu­ de la catástrofe, sino como un semidiós, un ídolo todopode­
nos pacientes que a la intensa transferencia no corresponde roso, cargado de magia, blanca o negra. Incluso cuando al­
una primitiva fijación, igualmente intensa, al padre o a la ma­ gunos estaban conspirando contra él, se hallaban sometidos
dre. Entiéndaseme bien: no quiero decir que no haya relación a su influjo hipnótico. ¿Cómo puede explicarse? ¿Será que
entre una y otra cosa. De hecho, en muchos casos puede ver­ toda esa gente tuvo un tipo especial de padre y no hacía más
se claramente tal relación, pero hay excepciones suficientes que repetir su experiencia primitiva? No parece probable, tra­
para afirmar que no existe necesariamente y, por tanto, que tándose de un grupo tan heterogéneo. ¿Sería por una insegu­
el supuesto clásico es una simplificación exagerada. (Natu­ ridad anormal? Tampoco es probable, porque muchos, en es­
ralmente, quien, por razones dogmáticas, quiera ver en toda pecial los generales, habían tenido muy buen éxito en su
fijación primitiva la intensidad que observa clínicamente en carrera. ¿Fue puro oportunismo? Este sí fue un elemento en
la transferencia evitará fácilmente el problema teórico.) muchos, pero que no explica la intensidad del lazo afectivo.
Afortunadamente, al apreciar este problema, no hemos ¿Qué otra cosa pudo ser?
de limitarnos a ese tipo de idolatría que, cuando ocurre en Hitler mostraba la seguridad de sonámbulo que sólo tie­
la situación terapéutica, se llama «transferencia». Como he­ ne una persona extremadamente narcisista. Su magia se ma-
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nifestó en el éxito de los nueve primeros años de gobierno sanamente —y nunca exclusivamente— la reproducción de
(aunque fue facilitado en gran medida por los fondos que le una experiencia infantil, sino que forma parte de la «condi­
concedieron los industriales, por la inclinación de Inglaterra ción humana».
y Francia a no contribuir a derribarlo, y por la discordia y La cual quiere decir que se nubla la comprensión de la
la falta de coraje de sus oponentes). Hitler no se interesaba «transferencia» en la situación psicoanalítica si nos centra­
por nadie, de manera que estaba libre de todo cálido senti­ mos sobre todo en la relación con los padres, en vez de consi­
miento. Podía mostrar una agresividad sin límites aun con­ derarla como un rasgo humano que se moviliza por ciertas
tra sus colaboradores principales, alternándola con gestos y condiciones posteriores —agudas o crónicas— y siempre de­
sonrisas benévolas y amables. Con otras palabras, mediante pendiente de la estructura total de carácter de la persona. Pa­
esta conducta les hacía sentirse como niños pequeños, ofre­ rece que Freud, bajo la influencia de unas primeras interpre­
ciéndose como el ídolo que todo lo sabe, todo lo puede y todo taciones clínicas y, después, por la idea de la «compulsión
lo castiga. Albert Speer presenta en sus memorias (.Erinne- de repetición», no amplió su concepto de la transferencia y,
rungeri) gran cantidad de datos sobre el carácter de esta «trans­ por tanto, no lo aplicó a algunos fenómenos de los más di­
ferencia». Estuvo verdaderamente «enamorado» de Hitler fundidos de la conducta humana. En este caso, como ocurre
hasta el día de su muerte. Para él, había conservado su aura tan a menudo con los conceptos de Freud, tiene una impor­
de ídolo incluso hasta los últimos años, cuando se rindió a tancia mucho mayor de la que él le atribuyó si lo libramos
la duda y transgredió sus órdenes de destruirlo todo en Ale­ de las limitaciones debidas a los supuestos teóricos que esta­
m ania antes de abandonarlo al enemigo. (Al parecer, Speer bleció al principio de su labor clínica.
era biófilo, no necrófilo, como Hitler.) Y todavía lo adoraba Con todo lo dicho hasta ahora, no he querido dar a en­
al final, cuando Hitler estaba enfermo y perdido. Sin embar­ tender que la necesidad de ídolos sea un rasgo fijo de la na­
go, de la autobiografía de Speer se desprende con bastante turaleza hum ana que no pueda superarse. He hablado de la
claridad que la relación con su padre no se caracterizó por «mayoría» de las personas y de pruebas «del pasado y del
un amor ni un temor excesivos. presente». Pero siempre ha habido individuos excepcionales
Todas estas consideraciones no invalidan el concepto freu- que parecen haberse liberado del anhelo de ídolos. Además,
diano de transferencia ni su grandísima importancia. Nos lle­ podemos observar muchos individuos en quienes la pasión
van, simplemente, a una definición más lata: el fenómeno de idolátrica, aun existiendo, es menos fuerte que en el hombre
la transferencia debe entenderse como manifestación de que, medio.
en lo hondo de su inconsciente, la mayoría de los hombres
se sienten como niños y, por tanto, anhelan una figura pode­
rosa en la que confiar y a la cual rendirse. En realidad, esto e) La superación de la vinculación a ídolos
es esencialmente lo que indica Freud en E l porvenir de una
ilusión (1976, t. 21). La idea que exponemos se distingue sólo La cuestión, entonces, es qué condiciones explican la fal­
de la teoría clásica en que, para ella, este anhelo no es nece- ta (relativa) de la necesidad de ídolos.
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De lo que he podido observar durante los muchos años se apoyaban en sí mismos. N o tenían nada que perder y no
en que este problema ha centrado mi atención, todo me lleva tenían otro fin que el de alcanzar la vida más plena.
a esta conclusión: la sensación de impotencia y, por tanto, Esta independencia e iluminación son infrecuentes, pero
la necesidad de ídolos es menos intensa cuanto más logre una hay muchos grados menores de independencia y no idolatría
persona deber su existencia a sus propios esfuerzos activos; que, si no son corrientes, tampoco son raros. En tales perso­
cuanto más desarrolle su capacidad de amor y razón; cuanto nas, la pasión idolátrica es leve y su posibilidad de establecer
más tenga un sentimiento de identidad, no transmitido por relaciones de «transferencia» es poca. La vida, para ellas, es
su papel social, sino arraigado en la autenticidad de su ser; un constante ensanchamiento del reino de la libertad y de la
cuanto más sepa dar y más relacionado esté con otros sin per­ no idolatría.
der su libertad e integridad; y cuanto más conozca su incons­ Aparte de las condiciones individuales: la constitución,
ciente, de m odo que nada hum ano en sí mismo y en los de­ las experiencias Infantiles, etc., las condiciones sociales son
más le sea ajeno. de importancia esencial, si es que la no idolatría debe dejar
Q ué condiciones individuales han hecho posible a algu­ de ser u n fenómeno aislado. No es difícil decir cuáles son es­
nos hombres excepcionales estar libres de idolatría es, natu­ tas condiciones: por citar sólo algunas de las más im portan­
ralmente, un asunto tan complejo que ni siquiera podemos tes, la falta de explotación y, por tanto, de la necesidad de
tratar de tocarlo ahora. Pero ha habido grandes no idólatras, promover la confusión mental mediante ideologías justifica­
que han influido decisivamente en la historia del hombre: el doras; la posibilidad de que cada persona esté libre de coac­
Buda, Isaías, Sócrates, Jesús, el maestro Eckhart, Paracelso, ción y manipulación, franca o encubierta, empezando en la
Bóhme, Spinoza, Goethe, Marx, Schweitzer, y otros muchos, primera infancia; e influencias estimulantes que fomenten el
igual de conocidos o menos. Todos ellos fueron «iluminados», desarrollo de todas sus facultades. La riqueza y el elevado nivel
veían el m undo como es y no tenían miedo, por saber que de consumo no tienen nada que ver con Ja libertad y la inde­
el hombre puede ser libre si es hombre cabal. pendencia. La sociedad industrial, en sus versiones «capita­
Unos expresaron su fe en términos teístas; otros, no. Pero, lista» y «comunista», no es conducente a la desaparición de
para aquéllos, Dios nunca llegó a ser un ídolo. Así, decía el la pasión idolátrica, sino que, por el contrario, la fomenta.
m aestro Eckhart (1969, pág. 273) [en su sermón N o li timere Freud expresó con belleza estas ideas sobre el desamparo
eos]: «Cuando llego al fondo, al suelo, al río y a la fuente del hombre y las posibilidades de superarlo [en E l porvenir
de la divinidad, nadie me pregunta de dónde vengo ni dónde de una ilusión, 1976, t. 21, pág. 48]: «Por eso lo contradigo
he estado. Allí nadie me ha echado en falta, porque allí el a usted cuando prosigue diciendo que el hombre no puede
mismo Dios desaparece.» Vieron Ja verdad, y Ja verdad ios en absoluto prescindir del consuelo de la ilusión religiosa, pues
hizo libres. Rebosaban simpatía, pero no eran sentimentales. sin ella no soportaría las penas de la vida, la realidad cruel.
M ostraban gran fortaleza, pero también gran ternura. Des­ Por cierto que no podría el hombre a quien usted ha instila­
cendieron al abismo de su alma y volvieron a ascender a la do desde la infancia el dulce —o agridulce— veneno. Pero,
luz del día. No necesitaron ídolos que los salvasen, porque ¿y el otro, el criado en la sobriedad? Quizá quien no padece
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de neurosis tampoco necesita de intoxicación alguna para atur­ cerse asequibles al análisis; pero, si no se tiene una actitud
dirse. Evidentemente, el hombre se encontrará así en una di­ crítica ante la sociedad, ni siquiera pueden llegar a ser objeto
fícil situación: tendrá que confesarse su total desvalimiento, de atención psicoanalítica.
su nimiedad dentro de la fábrica del universo; dejará de ser
el centro de la creación, el objeto de los tiernos cuidados de
una Providencia bondadosa. Se hallará en la misma situación f) Lo reprimido social y su importancia para la revisión
que el niño que ha abandonado la casa paterna, en la que de lo inconsciente
reinaba tanta calidez y bienestar. Pero, ¿no es verdad que el
infantilismo está destinado a ser superado? El hombre no pue­ El carácter de lo inconsciente y de la represión es otra ma­
de permanecer enteramente niño; a la postre tiene que lan­ teria que debe estudiarse mucho más. Aunque Freud abando­
zarse fuera, a la “ vida hostil”. Puede llamarse a esto “ edu­ nó, por teóricamente insatisfactorio, el concepto «sistemático»
cación para la realidad” ». y topográfico de lo inconsciente, gran parte del pensamiento
La diferencia entre este pasaje y las ideas expuestas arri­ psicoanalítico y popular sigue fascinado por la idea de lo in­
ba es la siguiente: Freud no cree que el desamparo del hom­ consciente como un lugar o una cosa. (Muchos emplean el
bre se deba, en considerable medida, a la irracional e incom­ término «subconsciente», que se presta mejor a entenderlo
prensible estructura de su sociedad; y que en una sociedad como un lugar.) Sin embargo, no hay cosa ni lugar semejan­
ordenada en ventaja de todos, y comprensible para todos, dis­ te. (Véase también R. R. Holt, 1965.) La inconsciencia no es
minuiría muchísimo su sensación de desamparo. Además, un lugar sino una. función. Yo puedo no estar enterado de
Freud sólo piensa en el aspecto intelectual-científico, que debe ciertas experiencias (ideas o impulsos) porque fuertes defen­
desarrollarse para que otorgue al hombre un grado superior sas les impiden entrar en la conciencia. Entonces, tales expe­
de independencia. No toma bastante en consideración el de­ riencias pueden llamarse inconscientes. O, si no están bloquea­
sarrollo sentimental del hombre. Con otras palabras, y para­ das, son conscientes. (Empleamos los términos «consciente»
dójicamente, no relaciona uno de sus mayores descubrimien­ e «inconsciente» en el sentido dinámico de Freud, no en el
tos clínicos, la transferencia, con su idea de la inclinación del sentido descriptivo de que una idea no está en la concien­
hombre a la puerilidad y las posibilidades de superarla. cia en un momento determinado, pero puede entrar en ella
La teoría clásica tampoco se las ha habido con otro as­ sin dificultad.) Naturalmente, ciertas materias suelen ser in­
pecto de lo inconsciente, no relacionado con el que acaba­ conscientes con más frecuencia que otras, pero ello no justi­
mos de citar. Al fin y al cabo, el hombre contemporáneo pasa fica la idea topográfica de un sitio que se llame lo «incons­
por bastantes pruebas que, por su misma naturaleza, no pue­ £
ciente».
den explicarse con la libido ni con el yo; por ejemplo, la ena­ La cuestión verdadera es por qué se reprimen ciertas co­
jenación inconsciente, la depresión, el sentimiento de extra­ sas y a qué se deben las respectivas diferencias de rigor de
vío, la importancia y la indiferencia ante la vida. Se trata de la represión. Se escribe mucho sobre la agresividad del su-
características vitales del mundo cibernético, y tienen que ha­ peryó, relacionándola con el instinto de muerte, y se hacen
74 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 75

especulaciones metapsicológicas sobre el papel respectivo del lám bién hay que trabajar más en el sentido de la investi­
yo y del superyó en la represión. Sin embargo, estas especu­ gación que expuse en E l lenguaje olvidado (1951a, GA IX).
laciones no parecen arrojar mucha luz sobre los fenómenos Me refiero a la idea de que los conceptos de conciencia e in­
clínicos observables. Más bien, son ejercicios teóricos abstrac­ consciencia son, estrictamente hablando, relativos. Lo que lla­
tos que, en el mejor de los casos, perfeccionan la formula­ mamos habitualmente «conciencia» es un estado mental de­
ción teórica y, en el peor, desvían de examinar los datos ob­ terminado por nuestra necesidad de dominar la Naturaleza
servables, cuando hacen falta muchísimos más antes de que para sobrevivir; y en sentido estricto, en cuanto a la produc­
pueda ser fecunda esta especie de teorización. ción material, de satisfacer necesidades que se han creado e'n
Citaré brevemente sólo una orientación de la investigación el curso de la historia. Pero no sólo vivimos para atender a
que, en mi opinión, puede dar fruto. En primer lugar, el con­ nuestras necesidades vitales y protegernos de peligros. Al dor­
cepto del «filtro social», el cual determina q u é hechos se ad­ mir y, con menos frecuencia, en otros estados, como la me­
miten en la conciencia. (Véase E. Fromm, 1960a, GA VI, págs. ditación, el éxtasis, los inducidos por alucinógenos, etc., que­
323-328.) Es un «filtro», compuesto por el lenguaje, la lógi­ damos liberados de la carga de atender a la supervivencia.
ca y las costumbres (ideas e impulsos permitidos o prohibi­ En estas condiciones, puede funcionar otro sistema de cono­
dos, respectivamente), y es de carácter social. Es específico cimiento, por el cual percibimos el mundo y nos percibimos
de cada cultura y determina en ella lo «inconsciente social». a nosotros mismos de manera enteramente subjetiva y perso­
Se impide tan rigurosamente que lo inconsciente social lle­ nal, sin tener que censurar nuestra conciencia en el interés
gue a la conciencia porque la represión de ciertos impulsos de pensar para la supervivencia. Este modo de percepción es
e ideas tiene una función muy real e importante para el fun­ consciente, por ejemplo, en nuestros sueños. Cuando estamos
cionamiento de la sociedad. Por tanto, todo el aparato cultu­ durmiendo, la experiencia subjetiva es consciente y la expe­
ral sirve al fin de mantener intacto lo inconsciente social. Pa­ riencia «objetiva» es inconsciente. Cuando estamos despier­
rece que la represión individual, debida a las experiencias tos, ocurre lo contrario.
particulares del individuo es, en comparación, marginal; y Como la vida del hombre se ha dedicado sobre todo a la
además, que los factores individuales son tanto más eficaces lucha por la existencia, se ha llamado «conciencia» la relati­
cuando obran en el mismo sentido que los factores sociales. va a esta finalidad de existir y se ha considerado que la otra
Cualesquiera sean los méritos de estos conceptos, hay que conciencia, la totalmente liberada de obligaciones externas,
trabajar mucho para construir una teoría más completa de es lo inconsciente. En realidad, ambas son modos completa­
lo inconsciente social y de su relación con lo inconsciente in­ mente distintos de lógica y experiencia, que dependen de dos
dividual. (No hará falta decir que lo inconsciente social, en modos distintos de ser y actuar. Lo «inconsciente» se presen­
el sentido en que empleamos esta expresión, no tiene nada ta como arcaico, irracional y punitivo únicamente desde el
que ver con lo inconsciente colectivo de Jung: aquél se trata punto de vista vulgar, o sea, del pensamiento relativo a la ac­
de un fenómeno relacionado con la estructura social; éste, de ción práctica. Desde el punto de vista de la libertad, no es
aspiraciones arcaicas comunes a todos los hombres.) ni una pizca menos racional ni ordenado que la conciencia.
76 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 77

Al estudiar más esta cuestión, creo que se llegará a una tros juicios, que nuestros dirigentes no se distinguen del hom­
estimación crítica del concepto freudiano de los procesos «pri­ bre medio, que nosotros mismos no estamos completamente
marios» y «secundarios» y de la tradicional investigación psi- despiertos, no somos razonables ni felices. No estamos ente­
coanalítica del arte, en tanto se base en tal concepto. (Des­ rados de que el amor y la libertad son abstracciones, que no
graciadamente, el psicoanálisis clásico se ha visto muy podemos «tenerlos», sino que sólo podemos amar y liberar­
estorbado para idear una teoría propia del arte por su con­ nos, cosa que no hacemos.
cepto de los procesos «primarios», que se desenvuelven en Saber lo que no somos es menos espantoso que enterar­
lo inconsciente y que, por su mismo carácter, son procesos nos de lo caótico inconsciente, pero sigue siendo muy incó­
arcaicos e inestructurados dentro de ello. Con tales supues­ modo. Inconsciencia equivale a desconocimiento de la ver­
tos, el lenguaje del arte no puede entenderse como lo que es: dad. Llegar a conocer lo inconsciente significa descubrir la
otro lenguaje, con su propia lógica y estructura.) verdad. Este concepto de la verdad no es el tradicional, de
Se podrá mostrar: 1) que diversos estados de conciencia la correspondencia entre el pensamiento y aquello a lo que
e inconsciencia, respectivamente, están determinados por fac­ se refiere, sino que es un concepto dinámico, según el cual
tores socioeconómicos, en especial, por el grado de preocu­ la verdad es la acción de eliminar engaños, de reconocer lo
pación por el dominio de la Naturaleza; y 2) que la división que el objeto no es. La verdad no es una afirmación definiti­
estricta entre lo consciente y la inconsciencia no se encuentra va sobre algo, sino un paso en el camino del desengaño. El
forzosamente en modelos individuales o culturales en los que conocimiento de lo inconsciente llega a ser un elemento esen­
no domine el interés por la producción material. En caso de cial de la búsqueda de la verdad y, la educación, una acción
un equilibrio diferente entre estos dos estados del ser, es pro­ de desengaño.
bable que desaparezca su intrínseco antagonismo y, por con­ Lo que es normalmente inconsciente en estado de vigilia
siguiente, se pueda hablar de dos formas distintas de concien­ se hace consciente en el arte. El poeta expresa lo que el hom­
cia, cada una con su propia lógica y estructura, y con bre medio siente, pero de lo que es inconsciente: dándole for­
posibilidad de combinarse. ma, puede comunicarlo a los demás. El dramaturgo hace vi­
Otro ámbito por estudiar, totalmente distinto, de la in­ vir un sentimiento que normalmente se reprime porque está
consciencia es el de la «conciencia errónea». Me refiero a que en contra de todo lo lícito. Si Hamlet hubiese ido al psicoa­
nuestra idea de nosotros mismos, de los demás y de las situa­ nalista, quizá se habría quejado de una «sensación de inquie­
ciones es «extraviada» (equivocada) y no sabemos lo que son tud» al encontrarse en compañía de su madre y de una «inex­
en realidad; o, más precisamente, lo que no son. El niño del plicable desconfianza hacia su padrastro». Quizás habría
cuento sobre el nuevo vestido del rey sabe cómo no está el añadido que «estos sentimientos son bastante neuróticos,
rey: no está vestido. Nuestras necesidades íntimas, junto con puesto que, en realidad, su madre y su padrastro son muy
la sugestión social, casi nunca nos informan propiamente so­ buenas personas y bastante amables con él». Un psicoanalis­
bre lo que no es una persona o una situación. No vemos, por ta clásico podría haber tratado de mostrarle que el odio a su
ejemplo, que nuestros actos no están de acuerdo con nues­ tío se debía a una rivalidad edípica y que la raíz de todo el
78 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 79

complejo estaba en su deseo incestuoso de su madre. El aná­ rre lo mismo, desde luego, con todos los psicoanalistas exis­
lisis de Shakespeare, en cambio, consiste en revelar la incons­ tencialistas, pero Binswanger no entra a comprender la expe­
ciente comprensión de Hamlet del carácter verdadero de su riencia vital del paciente, sino que se limita a ofrecer un in­
madre y de su tío: son unos asesinos crueles y taimados. Ham­ forme muy corriente, para titular después los diversos
let no reprime un deseo incestuoso, sino su conciencia de la síntomas, complejos y deseos con términos sacados del vo­
realidad. El recurso al espectro sirve para establecer la ver­ cabulario de Husserl y Heidegger. Nos quedamos sin cono­
dad de las sospechas de Hamlet. cer al paciente, nada se nos enseña en realidad, salvo una re­
El artista revela la verdad que se reprime por ser incom­ tahila de frases filosóficas, que ocultan un enfoque corriente
patible con las convenciones y con lo «pensable». Con su arte, y enajenado.)
hace lo mismo que, a escala particular, el psicoanalista: des­ Ronald D. Laing es, ante todo, un humanista radical. La
cubre la verdad reprimida. Por este motivo, toda arte grande siguiente explicación es característica de este aspecto de su
es revolucionaria. Incluso el artista «reaccionario», por ejem­ postura: «La Humanidad está extrañada de sus posibilida­
plo, Dostoievski, es revolucionario, porque revela la verdad des auténticas. Esta idea fundamental nos impide creer ro­
oculta, mientras que el «artista» del «realismo socialista» es tundamente en la cordura del sentido común y en la locura
reaccionario, porque contribuye a sostener los engaños pro­ de los que se llaman locos... Nuestra enajenación llega hasta
movidos por el Estado. La descripción homérica de la guerra las raíces. Comprenderlo es la base principal de todo pensa­
de Troya hizo más por la paz que el «arte» pacifista maneja­ miento serio sobre la presente vida interhumana. Conside­
da por la propaganda política. rada desde perspectivas diferentes, interpretada de maneras
diferentes y expresada con modismos diferentes, esta compren­
sión une a hombres tan diversos como Marx, Kierkegaard,
g) La nueva idea de lo inconsciente de Ronald D. Laing Nietzsche, Freud, Heidegger, Tillich y Sartre» (R. D. Laing,
1967, pág. 10.). Su entendimiento de la terapéutica se halla
En la obra de Ronald D. Laing aparecen' nuevas y pro­ en estrecha relación con esta postura humanista, como ve­
fundas ideas para comprender lo inconsciente (véase R. D. mos en la siguiente afirmación: «La psicoterapia debe ser
Laing, 1960, 1961, 1964, 1964a, 1966 y 1967). En teoría, Laing el decidido intento de dos personas de recuperar la integri­
se incluye en el «psicoanálisis existencialista» (véase R. May dad de lo humano mediante la relación entre ambas» (Op.
y otros, 1958). Pero, aparte de algunas ideas filosóficas gene­ cit, pág. 46.). Y declara: «La relación terapéutica con un ob­
rales que comparte con otros existencialistas, su orientación jeto que modificar, en vez de con una persona que aceptar,
se distingue por una profunda penetración en el detalle de no hace sino perpetuar la enfermedad que pretende curar»
la conducta y de las fantasías del paciente y por su interés (Op. cif.).
y empatia. (Es una orientación muy diferente a la que mues­ Las contribuciones más originales de Laing se refieren a
tra, por ejemplo, Ludwig Binswanger, uno de los fundadores los aspectos inconscientes de la vida de una persona. En The
del análisis existencial, en su historial de Ellen West. No ocu- S elf and The Others, expone un análisis muy penetrante de
80 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 81

fenómenos que han sido olvidados por la mayoría de los persona origina dentro de sí misma «diversos modos sociales
psicoanalistas. (En mi opinión, dentro de la historia del psi­ interiorizados de ser». Sostiene también que no hay persona­
coanálisis, el pensamiento de Laing está estrechamente em­ lidad, instintos ni sentimientos «fundamentales» fuera de la
parentado con el de H arry Stack Sullivan, en su concreta des­ relación que tiene una persona dentro de un contexto social
cripción de las fantasías inconscientes del paciente y de su u otro. La discusión del asunto excedería con mucho los lí­
comunicación con los demás, en particular, con el analista, mites de este trabajo. Sólo quiero decir que la suposición de
como «observador participante».) La riqueza y concreción un carácter básico en la persona A no excluye la posibilidad
de su análisis de las relaciones interpersonales hace imposi­ de que este carácter sea influido constantemente por los ca­
ble una explicación resumida, por lo que debo remitir al lec­ racteres B, C, D..., con los que se comunica, y que, en esta
tor a sus escritos. Basta decir aquí que ha arrojado nueva luz relación interpersonal, diversos rasgos del carácter A se in­
sobre las experiencias interpersonales del paciente esquizo­ tensifican y otros se debilitan. El ejemplo más sencillo es el
frénico, no sólo describiendo lo que sucede en él en cuanto de la persona con carácter sadomasoquista: en el encuentro
hombre que adolece de esquizofrenia, sino describiendo tam­ con un carácter B, se activará su sadismo y, en el encuen­
bién la comunicación interpersonal dentro de su familia. tro con un carácter C, su masoquismo; y la persona que en
Además de los datos sobre la vida esquizofrénica, Laing su carácter no tenga un rasgo sadomasoquista destacado, no
ha analizado otras experiencias importantísimas. Particular­ reaccionará de modo masoquista ni sádico al encontrarse con
mente, merece citarse su exposición de los fenómenos de la los caracteres B o C, respectivamente.
«fantasía», de la «afectación», el «fraude vital», de la «iden­ El mayor mérito de Laing hasta ahora quizás haya sido
tidad» y el sentido de sí mismo, y de la «conformidad», «in­ lo que convencionalmente podríamos llamar su «contribu­
conformidad» y «connivencia» (véase R. D. Laing, 1961). La ción al estudio de la esquizofrenia». Pero sería una califica­
importancia del enfoque de Laing para una revisión creativa ción muy mezquina de su labor, porque, en la profundidad
del psicoanálisis está en la profundidad de su experiencia de en que él ve la esquizofrenia, esta «enfermedad» deja de ser­
la vida y en su aplicación del principio de una observación lo, para convertirse en un estado del ser, un viaje a las tinie­
y descripción minuciosas, sin lastre de pensamiento dogmá­ blas del mundo interior, la dimensión del ser en comparación
tico, y libre de la represión corriente, por su postura crítica con la cual la vida «normal» del yo es un espejismo previo.
ante la sociedad (véase op. cit., pág. 67). Laing ha expuesto Por cuanto sé, lo que Laing puede explicarnos va mucho más
el problema de la adaptación con una actitud humanista ra­ allá de lo que han dicho hasta ahora los psicoanalistas; y abre
dical y de crítica social: «Si la formación misma se ha des­ nuevos panoramas a la comprensión psicoanalítica, no sólo
viado, el hombre que verdaderamente quiera mantener el rum­ de la psicosis, sino también de la «normalidad» (sana y en­
bo tendrá que abandonarla» (1967, pág. 108). ferma), y de la experiencia religiosa y artística. En mi opi­
Sólo estoy en desacuerdo con Laing sobre un aspecto esen­ nión, su obra representa la contribución más importante y
cial: él mantiene que no hay una «personalidad básica», o prometedora a la revisión dialéctica del psicoanálisis.
«un solo sistema interior» {op. cit., pág. 89), sino que cada
82 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 83

h) M odos de superar la represión muchas personas que son sensibles a sus estados de ánimo
conocen esta experiencia. Se encuentran más vivos en unas
Además de conocer las causas de la represión, también circunstancias que en otras y hacen la misma observación en
es importante descubrir los factores que permiten y fomen­ los demás. Verán también que, en realidad, la mayoría de la
tan la desrepresión, por la cual lo inconsciente se hace cons­ gente puede considerarse como semidormida, en compara­
ciente. Esta es, al fin y al cabo, la clave de la terapéutica psi- ción con el estado de mayor vivacidad que es posible. La causa
coanalítica, pero se la ha atendido relativamente poco. Se ha está, en gran medida, en su dependencia semihipnótica del
estado demasiado dispuesto a tomar como explicación la tra­ influjo sugestivo de dirigentes, consignas, etc. O tra causa es
dicional respuesta psicoanalítica de que, en gran medida, la el obsesivo ajetreo, que impide «encontrarse consigo mismo»
superación de la represión se debe, por una parte, al padeci­ y reduce la vivacidad al nivel necesario para atender a las ocu­
miento del síntoma y, por otra, a una relación de transferen­ paciones. En cambio, los ejercicios de relajación física y men­
cia positiva con el analista. Sin duda, esto es cierto, pero no tal, de silencio y concentración, pueden hacernos más des­
explica de modo suficiente por qué se vence la represión en piertos y, por tanto, más conscientes.
las situaciones terapéuticas. (Según mi experiencia, la fuerza En mi opinión, es equivocada la idea, hoy tan de moda,
de las tendencias biofílicas, frente a las necrofílicas, es una de que la gente puede descubrir su inconsciente hablando
condición importante para superar la represión.) «francamente» de sí misma en grupo. Decir francamente lo
Hay que plantearse la cuestión de si el conocimiento de que uno piensa y siente de sí mismo y de los demás no suele
lo inconsciente es posible sólo como consecuencia de la tera­ arrojar datos inconscientes, sino conscientes, aunque secre­
pia psicoanalítica. ¿Ocurre fuera de esta situación? Y si así tos, esto es, que habitualmente no se comunican. Al compar­
es, ¿qué factores tienen importancia? La revisión dialéctica tirlos con otros, se suelen perder los elementos verdaderamente
del psicoanálisis habrá de prestar mucha atención a este pro­ inconscientes, los cuales son tan sutiles que el tosco recurso
blema, pudiéndose esperar de esta investigación muchas ideas de la conversación en grupo más bien tenderá a ocultarlos
nuevas. [Véase la exposición sobre el autoanálisis y sobre el que a revelarlos. En contra de esta moda del «hablar de», creo
psicoanálisis transterapéutico en E. Fromm, 1989a, págs. que el estar en silencio y concentrado, y queriendo traer lo
85-113.] inconsciente a la conciencia puede dar mejor resultado que
Citaré ahora sólo unos cuantos factores que me parecen el estar hablando constantemente con los demás. La solución
importantes. Uno de ellos es social: las situaciones de cam­ ideal quizás esté en la posibilidad de comunicarse tranquila­
bio social radical, en que empiezan a desmoronarse muchas mente con otra persona, que, si dice algo, sea para hacer unas
categorías tradicionales de pensar y sentir,, parecen conducen­ cuantas preguntas y manifestar lo que entienda de la comu­
tes a liberarse de la represión, al menos en ciertos terrenos. nicación inconsciente: es como debiera ser la situación en la
Otro factor puede ser la vivacidad de una persona, el gra­ terapia psicoanalítica.
do en que está «despierta». Resulta difícil explicar qué es
estar «despierto» [véase E. Fromm, 1989a, págs. 50-54], pero
84 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 85

5. La sociedad, la sexualidad y el cuerpo, en la revisión nacional ruso; y Herbert Marcuse, con sus estudios del efec­
del psicoanálisis to de la sociedad «represiva» sobre la sexualidad y el eros.
Mis estudios sobre el carácter social los he expuesto prin­
Freud reconoció claramente la relación entre el individuo cipalmente en E l miedo a la libertad (1941a), (Psicoanálisis
y la sociedad y, por tanto, que la psicología individual y la y Etica [1947a]) y Psicoanálisis de la sociedad contemporá­
social están entrelazadas. Pero, en general, solía entender que nea (1955a), así como en dos grandes estudios empíricos: uno
la estructura social está determinada por necesidades instin­ sobre el carácter autoritario de los obreros y empleados ale­
tivas, en vez de comprender su interacción. Inevitablemente, manes, alrededor de 1930 (Arbeiter und Angestellte am Vo-
los psicoanalistas irían interesándose cada vez más por apli­ rabend des Dritten Reiches, 1980a), y otro, en colaboración
car sus datos a los hechos sociales. Desde el punto de vista con Michael Maccoby, sobre el carácter social de una pobla­
antropológico, el mismo Freud hizo esta tentativa en Tótem ción mexicana (Sociopsicoanálisis del campesino mexicano,
y tabú (1912-1913). Geza Roheim analizó sus datos antropo­ 1970b). Estoy convencido de que la investigación en el terre­
lógicos según la teoría de Freud. Abraham Kardiner, en cola­ no de la psicología social analítica puede contribuir en gran
boración con antropólogos, estudió la «personalidad básica» manera a identificar los elementos patológicos de una socie­
de la sociedad primitiva. Wilhelm Reich y este autor hemos dad enferma y los factores sociales patógenos que producen
hecho los primeros análisis de datos sociológicos. e incrementan la «patología de la normalidad».
Reich atendió particularmente a la relación entre la mo­ Paradójicamente, el psicoanálisis clásico no ha prestado
ral sexual, la represión y la sociedad, mientras que yo me he atención suficiente al estudio de la sexualidad. Esta afirma­
interesado sobre todo por el «carácter social», o sea, la «ma­ ción puede parecer absurda a primera vista: ¿no edificó Freud
triz de carácter» común a los miembros de una sociedad y toda su teoría de los instintos sobre el concepto de la se­
clase, mediante la cual la energía humana general se forma xualidad?
en la energía humana especial que es necesaria para el fun­ Un estudio más completo de las obras de Freud, de los
cionamiento de una sociedad determinada. escritos psicoanalíticos y de la práctica ortodoxa muestra que
La crisis social y humana, en constante agravación, ha he­ tratan la sexualidad de manera algo abstracta o esquemática.
cho cada vez más claro que, para comprender fenómenos Se cree que el niño atraviesa unas fases libidinosas. El adulto
como la guerra, la agresividad, la enajenación, la apatía y puede quedar fijado (o regresar) a una de ellas. Pero hay cierta
la compulsión al consumo, hemos de comprender mejor los falta de interés por las muchas facetas concretas y específicas
aspectos inconscientes de los móviles humanos y su relación de la conducta sexual, especialmente de la genital. Mientras
con las fuerzas políticas y socioeconómicas. H an prestado que Kinsey y Masters nos han ofrecido una plétora de datos
unas cuantas contribuciones autores que, sin ser psicoana­ sobre la conducta sexual (pero con poca comprensión de su
listas, han empleado conceptos psicoanalíticos. Se cuentan sentido psicológico), los escritos de psicoanálisis no han for­
entre ellos David Riesman, con su obra sobre el carácter es­ mado un cuerpo comparable de datos clínicos. Esto parece
tadounidense; Geoffrey Gorer, con su estudio deí carácter deberse en parte a cierta repugnancia a hablar con demasía-
86 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 87

da franqueza sobre las prácticas sexuales, repugnancia que El otro aspecto de la sexualidad necesitado de revisión es
podemos ver en Freud, y entender bien en vista de sus cir­ el de las «anormalidades» sexuales, en especial, las perver­
cunstancias, del mismo modo que en la mayoría de sus discí­ siones. [Véase capítulo III, epígrafe 3.] También en este caso,
pulos, con un sentido tradicional del pudor en estas materias. ha oscurecido la realidad una explicación teórica acomodati­
La revisión del psicoanálisis tendrá que poner mucho más cia. Hemos de preguntarnos: ¿qué cualidad tiene la sensación
énfasis sobre los detalles concretos de la conducta sexual y física y mental en las perversiones, en comparación con el trato
su comprensión, lo que se refiere, en primer lugar, a la con­ sexual genital? Además, ¿qué relación tienen las perversio­
ducta sexual «normal». No basta decir que un hombre o una nes con el carácter de la persona, fuera del terreno de la se­
mujer tiene un orgasmo, si se entiende por tal lo que Kinsey xualidad? El hombre sádico que sólo se excita infligiendo do­
llama toscamente un «derrame», sino comprender la cuali­ lor y humillación a una mujer, ¿ve influido por este deseo
dad de la experiencia orgásmica. El paso más importante en su carácter en la vida ordinaria? ¿O su sadismo sexual se debe
este sentido lo dio Wilhelm Reich, que consideraba la relaja­ a su carácter sádico? ¿Qué diferencia psicológica hay entre
ción de todo el cuerpo como condición para una «potencia la perversión oral y la perversión anal? Hay que estudiar mu­
orgásmica» plena y, en general, la actitud relajada, en oposi­ chas más cuestiones importantes en este sentido, lo que sólo
ción a la «coraza» corporal, relacionada con la represión y puede hacerse dejando de tratar ya la sexualidad tan teórica­
la resistencia. Debe añadirse que el concepto de Reich de la mente y con tanta cautela.
potencia orgásmica term ina por sobrepasar el problema de U na laguna que la teoría clásica ha dejado completamente
la pura relajación somática. La ambición, la envidia, la ira, intacta es la comprensión del cuerpo como medio para com­
la avaricia y la codicia (los pecados clásicos, que en la termi­ prender lo inconsciente. La cual tiene dos aspectos: primero,
nología freudiana son consecuencia de anhelos pregenitales) uno teórico, siendo el cuerpo un «símbolo del alma». La for­
estorban la plena relajación. El problema «espiritual», del ser, ma del cuerpo, la postura, el paso, los gestos, las expresiones
frente a la pasión de tener, no puede separarse del de la plena faciales y la manera de respirar y hablar dicen tanto, o más,
relajación. sobre lo inconsciente de una persona que casi cualesquiera
Además, especialmente en vista de la creciente tendencia otros datos de los que suele emplear el psicoanálisis.
a extender la igualdad a identidad entre los sexos, necesita­ En sus movimientos físicos, no sólo se ve el carácter de
mos estudiar el fenómeno de la «sexualidad erótica» (arrai­ una persona —en especial, sus aspectos inconscientes—, sino
gada en la polaridad de varón y hembra) frente a la sexuali­ también aspectos particularmente importantes de perturba­
dad «no erótica», basada en el deseo de distensión y de ciones neuróticas. U na de las mayores contribuciones de
proximidad física. En ésta, las diferencias entre la homose­ Wilhelm Reich fue haber comprendido la relación entre la
xualidad y la heterosexualidad se encuentran algo difumina- postura física y la resistencia, por una parte, y la relajación
das. En general, representa una combinación entre las carac­ corporal con la desrepresión y la salud, por otra. El único
terísticas psíquicas de la sexualidad infantil y las características analista de la generación anterior a Reich con ideas en el mis­
de la fisiología adulta. mo sentido fue Georg Groddeck. Empezaba haciendo masa­
88 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 89

je y, a través de toda su obra, aseguraba que lo inconsciente 6. Sobre la revisión de la terapéutica psicoanalítica
se comprendía mejor entendiendo el cuerpo como símbolo
del alma. a) En el terreno de la consulta profesional
Cualesquiera fuesen los méritos de las teorías posteriores
de Reich sobre el orgón, etc., su afirmación de lo físico como La necesidad de revisar la terapéutica psicoanalítica es re­
expresión de lo inconsciente es, en mi opinión, una de las con­ conocida por muchos profesionales. La cuestión es con qué
tribuciones más importantes a la teoría psicoanalítica. Natu­ profundidad consideran esta revisión. En las obras de Harry
ralmente, siendo su punto de vista tan diferente al de la ma­ Stack Sullivan, Ronald D. Laing, en las mías y de otros, lo
yoría de los psicoanalistas, interesados sobre todo por las fundamental de la revisión es la transformación entera de la
palabras y los conceptualismos teóricos, podemos compren­ situación analítica: en vez del estudio de un «objeto» por un
der por qué no recibieron bien sus ideas. Sólo las tomaron observador desinteresado, una comunicación interpersonal.
en serio un pequeño grupo de discípulos. La obra de Reich Lo cual sólo es posible si el analista responde al paciente, que
influyó a otros, que desarrollaron creativamente su punto de a su vez responde a la contestación del analista, que a su vez
vista. Citaré sólo un autor, Bjórn Christiansen, que ha escri­ contesta a... Así, el analista llega a conocer unas experien­
to un libro interesantísimo sobre la expresión del cuerpo (B. cias de las que, en un momento determinado, el paciente pue­
Christiansen, 1963). de no ser consciente. Al comunicar lo que entiende, el analis­
Fuera del campo psicoanalítico, ha subrayado la impor­ ta promueve nuevas reacciones... Todo ello lleva a una
tancia psicológica del cuerpo I. H. Schultz, cuyo «entrena­ clarificación cada vez mayor.
miento autógeno» ha tenido una influencia muy difundida Esta comunicación sólo es posible si él siente en sí mismo
y ha estimulado a otros psiquiatras a crear métodos no. auto- lo que sucede en el paciente, no si se enfrenta a él sólo cere­
sugestivos de relajación física. La comprensión del valor psi­ bralmente: viendo, viendo y viendo, y pensando lo poquísi­
cológico de ésta ha aumentado-mucho durante los últimos mo que sea absolutamente necesario; y además, si renuncia
decenios por el mayor conocimiento de lós'diversos métodos al espejismo de que él está «bien» y el paciente está «enfer­
de yoga y por sus réplicas occidentales ealos métodos de Elsa mo». Ambos son hombres, y si la experiencia del paciente,
Gindler, popularizados en Estados Unidos .por'Charlotte Sel- incluso del más enfermo, no toca una fibra vital del analista,
ver, y otros. Creo que no hemos hecho sirio entrar apenas en no podrá éste comprender al paciente.
el importantísimo terreno de la teoría-terapia, caracterizado El analista sólo tendrá la confianza verdadera del pacien­
por el énfasis sobre la consciencia de la experiencia, no sobre te si él mismo se permite ser vulnerable, y no se oculta detrás
el pensar en la experiencia, y que una evolución creativa del del papel de un profesional que conoce las soluciones por­
psicoanálisis nos proporcionará grandes descubrimientos en que para eso se le paga. En realidad, el paciente y él están
este campo. comprometidos en una misma tarea: la común comprensión
de los sentimientos del paciente y de la reacción a ellos del
analista. No se trata de su reacción al «problema» del paciente.
90 LO INCONSCIENTE SOCIAL
LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 91

El paciente no «tiene» un problema: es una persona que su­ significativa de su infancia, no a comprender la cualidad y
fre por su modo de ser. la función de su sentimiento. Un hombre puede tender a sen­
Otro aspecto en que creo hace falta revisar la terapéutica tir envidia de sus colegas, por ejemplo, a considerarlos como
es el de la importancia de la niñez. El análisis clásico se incli­ una amenaza a su seguridad o a su éxito, y llegar a sufrir un
na a ver en el presente «nada más» que la repetición del pa­ trastorno grave por la constante necesidad de combatir a sus
sado (la primera infancia), y su idea de la terapéutica es lle­ rivales. El analista quizá se incline a explicarlo como una re­
var el conflicto infantil a la conciencia, de modo que el yo petición de sus celos de un hermano y a creer que esta inter­
reforzado del paciente pueda afrontar mejor que cuando niño pretación curará al paciente de sus sentimientos de rivalidad.
lo instintivo reprimido. Freud reconocía que en muchos, si Pero esto no basta, aun suponiendo que el paciente pueda
no en la mayoría de los casos, la experiencia infantil primiti­ recordar los celos que sentía por su hermano. Lo que todavía
va no se recuerda, por lo que esperaba encontrarla en una hace falta es comprender en detalle la cualidad precisa de su
«reedición», por decirlo así, en los datos que la transferencia sentimiento de celos, tanto de niño como al presente. Enton­
saca a la luz. ces, llegará a conocer muchos aspectos inconscientes del sen­
Muchos analistas empezaron a basarse en reconstruccio­ timiento pasado o presente, por ejemplo, su sensación de poca
nes de lo que «probablemente» había sucedido en la infan­ masculinidad, de impotencia, su dependencia de figuras pro-
cia, creyendo que, si el paciente comprendía p o r qué había tectivas, su narcisismo, sus fantasías de grandeza, y otras mu­
llegado a ser como es, esta misma comprensión lo curaría. chas, según el caso. Y quedará claro que su rivalidad no pue­
Sin embargo, el conocimiento reconstruido no tiene efecto cu­ de entenderse como una repetición, sino como consecuencia
rativo, y no es más que la aceptación intelectual de hechos de todo un carácter, del cual es sólo un elemento.
y teorías reales o supuestos. Desde luego, si se transmite, fran­ Debe tenerse presente que el objetivo de la terapéutica psi­
ca o implícitamente, la sugestión de que el conocimiento de coanalítica no es la investigación histórica de la primera in­
estos hechos curará el síntoma, el poder de la sugestión —jus­ fancia como fin en sí mismo, sino el descubrimiento de lo
to como un exorcismo— quizá produzca una «curación», aun­ inconsciente. Mucho de lo que ahora es inconsciente fue in­
que no analítica. Tampoco podrá discutirse que las condicio­ consciente en los primeros años de vida, y mucho se ha he­
nes para la sugestividad se refuerzan con el procedimiento cho inconsciente bastante tiempo después. No es el pasado
clásico, en la situación, artificialmente puerilizante, del pa­ en sí lo interesante para el psicoanálisis, sino el pasado en
ciente frente al analista. Así, la terapéutica psicoanalítica ha tanto está presente. Mirando principalmente al pasado, y es­
degenerado a menudo en simple indagación del pasado del perando que el presente sea repetición suya, se tiende a sim­
paciente, sin que lleve a la experiencia de descubrir lo re­ plificar demasiado y a no tener en cuenta que mucho de lo
primido. que parece ser repetición no lo es, y que lo reprimido ahora
Otra consecuencia de este método es que ha llevado a con­ es toda una trama, un «plan oculto» que determina la vida
vertir automáticamente a cualquier persona de reciente rela­ de una persona, no singulares hechos sensibles, como el mie­
ción con el paciente en su padre, su madre, u otra persona do a la castración, el apego a la madre, etc.
92 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 93

Aunque pudiésemos rescatar todas las experiencias repri­ Estas breves notas tendrán más sentido recordando lo di­
midas de la infancia (la orientación genética), habríamos des­ cho sobre la fijación a la madre y al padre: que el anhelo de
cubierto una parte considerable de lo inconsciente, pero no estas figuras se explica, en parte, como reproducción de aque­
todo, de ninguna manera, porque muchas represiones ocu­ llas vinculaciones primitivas, pero se arraiga en la estructura
rren después. En cambio, aun no sabiendo nada de las expe­ psíquica total de una persona, a menos que haya llegado a
riencias infantiles, podríamos descubrir todo lo reprimido sa­ ser por completo ella misma.
cando lo equivalente a una placa de rayos X, o sea, estudiando Desde luego, tienen razón los analistas clásicos cuando
lo inconsciente «presente» a través de los fenómenos de trans­ critican un enfoque superficial del presente, o de simple edu­
ferencia, de los sueños, las asociaciones, los lapsos, la forma cación, pero se equivocan sobre el enfoque funcional en el
de hablar, los gestos, los movimientos, las expresiones facia­ sentido mencionado. No es nada superficial el sondear los
les, el tono de voz; en resumen, todas las manifestaciones de aspectos profundamente reprimidos de la vida presente, mien­
conducta (la orientación funcional). Por otra parte, debe ob­ tras que sí puede serlo el enfoque puramente cerebral de los
servarse que los fenómenos de transferencia comprenden mu­ datos infantiles. Nuestro conocimiento de estos problemas es
chas más experiencias que las primitivas infantiles en relación muy insuficiente y, en mi opinión, hay que trabajar mucho
con el padre, la madre, etc. para conseguir una comprensión más segura del papel cura­
Tanto la orientación genética como la funcional son legí­ tivo del evocar, revivir o reconstruir la experiencia infantil.
timas. Sin embargo, siguiendo únicamente la orientación y Tales estudios habrán de examinar otro problema muy cer­
la transferencia genéticas (como mera repetición de experien­ cano, sobre el que no sabemos casi nada. Me refiero a las teo­
cias infantiles), no sólo perderemos gran cantidad de lo in­ rías sobre la relación entre la experiencia primitiva y la pos­
consciente, sino que también propenderemos a emplear el des­ terior. Según la teoría clásica, la experiencia posterior es
cubrimiento de los datos infantiles para explicar por qué el pa­ reproducción de otra primitiva a través de la fijación, o re­
ciente ha llegado a ser la persona que ahora es. De este modo, gresión, a ciertos niveles pregenitales de la libido, suponién­
habremos convertido en investigación histórica el principio dose un nexo causal entre el pasado y el presente; por ejem­
psicoanalítico esencial de experimentar lo inconsciente; lo que plo, se cree que el mezquino ha regresado al nivel anal del
quizá sea bueno (aunque no suficiente) para hacer una psico- desarrollo de la libido.
biografía de una persona, pero no tiene valor terapéutico. Mu­ Sin embargo, como ya he señalado, lo que vemos en la
chos psicoanalistas y pacientes quedan satisfechos cuando el orientación anal-acumulativa y en la oral-sádica (explotado­
análisis arroja lo que parece una explicación satisfactoria de ra), en el sadismo y en el masoquismo, en la biofilia y la ne-
su neurosis en un plano puramente intelectual, no sensible. crofilia, en el narcisismo y en la fijación incestuosa, son for­
(Conozco, desde luego, la insistencia de la mayoría de los ana­ mas de vida que tratan, aunque sea desesperadamente, de
listas en que el análisis no debe ser solamente una experiencia encarar el problema fundamental planteado por la existencia
cerebral. No me refiero a este postulado teórico, sino a lo que, humana. U na de estas soluciones puede ser mejor que otras
en realidad, sucede en muchos casos, según he observado.) desde el punto de vista de una vida lo más plena y armónica
94 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 95

posible, pero todas cumplen su función de ser un sistema de bra. Después pasó a tratar el «carácter neurótico», es decir,
orientación y lealtades. Todas son orientaciones «espiritua­ un carácter que se consideraba enfermo, aunque no presen­
les», en el sentido arriba indicado. Una persona adopta una tase los síntomas corrientes. Finalmente, empezaron a acu­
de estas orientaciones, por decirlo así, como religión parti­ dir cada vez más al psicoanálisis las personas que no eran
cular suya y vive de acuerdo con ella. La orientación es tan felices, que estaban insatisfechas de su vida y se sentían an­
poderosa, no por ser una regresión a un niyel pregenital de gustiadas, vacías y sin alegría. Su tratamiento se «justifica­
la libido, sino por cumplir la función de ser una respuesta ba» de la manera tradicional, diciendo que era para curarlas
a la existencia, dotada de la energía del sistema entero. de una enfermedad crónica, pero, en realidad, lo que muchas
¿Qué es lo que explica la orientación particular de una buscaban era un grado más elevado de bienestar. Querían
persona? Aparte de los factores constitucionales, la respues­ «manifestar sus potencialidades», ser capaces de am ar ple­
ta puede estar en el carácter social de la sociedad en la que namente, vencer su narcisismo o su hostilidad; y aun si no
vive y, en menor grado, en la variedad particular suya de la acudían al psicoanalista con clara conciencia de estos objeti­
familia en que ha nacido. Lo cual quiere decir que entende­ vos, pronto resultaba evidente que éste era el motivo verda­
mos esencialmente el desarrollo del carácter como reacción dero para buscar su ayuda.
del hombre a la configuración total de la sociedad de la que ¿Qué clase de «terapia» es ésta, que ofrece más alegría
forma parte, comunicada primeramente por su familia. y vitalidad, más conciencia de sí mismo y de los demás, ma­
Podríamos suponer que la infancia y la primera niñez ad­ yor capacidad de amar y más independencia y libertad para
miten la «práctica» de diversas formas de orientación, pues ser uno mismo? En efecto, no se trata ya de una «terapia»
son indicadas por las fases del desarrollo físico. Sin embar­ —por lo menos, en el sentido tradicional de la palabra—, sino
go, las primeras fases biológicas no son forzosamente la cau­ de un método de desarrollo humano, una «terapia del alma»:
sa del desarrollo ulterior, sino sólo la primera instancia de lo que significa literalmente «psicoterapia».
una formación de carácter, moldeado por factores interper­ Este tipo de psicoanálisis no considera que problemas per­
sonales que se manifiestan, desde la niñez, durante toda la sonales como el insomnio o las relaciones infortunadas con
vida, a menos que se pongan en movimiento fuerzas nuevas la esposa o con los hijos sean la dificultad última que resol­
y contrarias, entre ellas la fuerza de la conciencia. ver, sino indicios de una existencia insatisfactoria en general.
De hecho, queda claro que ninguno de estos «problemas» pue­
de resolverse, a menos que se produzca una reforma radical
b) Aspectos transterapéuticos del psicoanálisis de la personalidad entera.
Otra cosa queda clara también. No puede haber cambio
Por último, hay otro punto importantísimo para la revi­ de estado mental y sensible si no se acompaña de un cam­
sión teórica y práctica de la terapéutica psicoanalítica, que, bio en la forma de vida. Por poner un ejemplo sencillo: si
como he señalado, empezó como método para curar las en­ un hijo fijado a su madre se hace consciente de esta fijación
fermedades neuróticas, en el sentido tradicional de la pala­ y de sus causas, tal conciencia en sí no será eficaz a menos
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96 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 97

que modifique aquello de su forma de vida que manifieste y social. Sin embargo, cuando queda amenazado cualquier
y, al mismo tiempo, alimente la fijación. Tampoco el hombre sector de su compensación, la locura potencial puede mani­
con un empleo que lo obligue a continua sumisión o insince­ festarse. Por este motivo, todo ataque a ideas, figuras o insti­
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ridad ganará nada comprendiéndolo, a menos que abandone ;'i í- ' tuciones compensatorias encuentra como reacción una agre-
el empleo, aun a costa de sacrificios materiales u otros. Lo i&
cinn v io le n ta .
que hace tan difícil el éxito es precisamente esta necesidad Sólo hay un medio para vencer la locura potencial: la plena
de dolorosa modificación de la forma de vida. conciencia de sí mismo. Lo cual significa estar en comunica­
La «terapia del alma» no hace perder al psicoanálisis su ción con las fuerzas irracionales, arcaicas, de nuestro inte­
papel más antiguo de terapia de enfermedades. Se han des­ rior, así como con aquellas de las que estamos preñados y
cubierto unos cuantos métodos terapéuticos que pueden cu­ no hemos dado a luz todavía: sentir el asesino, el loco y el
rar ciertos síntomas mejor o más pronto que el psicoanálisis, santo que tenemos y tienen otros dentro. En estas condicio­
pero sigue habiendo gran número de manifestaciones pato­ nes, cuando no hay ninguna necesidad de represión, hay la
lógicas, leves y graves, que sólo tienen posibilidad terapéuti­ ■V posibilidad de que surja el yo, como sujeto integrador de
ca en el psicoanálisis. (Aunque sólo cure en una minoría de auténtico ser, frente al ego, como objeto que uno «tiene».
casos ciertas formas de enfermedades mentales, éste no es ar­ («Ego», en el sentido vulgar de centro del propio egoísmo.)
gumento en contra de su valor, mientras no se conozca otro En el ser, no hay nada a que aferrarse y, por tanto, nada hay
método mejor.) En muchos de estos casos, es posible la cura­ que temer. El yo es el que puede decir, con Goethe: «Lo he
ción de los síntomas sin llegar a la honda personalidad del abandonado todo; por eso, el mundo es mío.» Entonces, la
paciente, lo que es condición para la «curación del alma». vida no puede evitarnos, porque «la vida que trato de com­
Pero no se puede comprender y reformar al psicótico, como prender es el yo que trata de comprenderla» (Ronald D. Laing,
tampoco el «carácter neurótico», si no se tocan los estratos 1967a, pág. 156).
más profundos de una vida humana. Nuestras categorías de «realidad» no son sólo otros tan­
Esta experiencia espiritual, en la que se fundan muchas tos engaños: son necesarias, si queremos sobrevivir y vivir...,
formas teístas y no teístas de unión, reparación y reconcilia­ que es la base de cualquier experiencia, incluso la de morir.
ción, tiene estrecha relación con el problema de la cordura. El «cuerdo» padece la dificultad de que, si tiene un atisbo
La existencia humana es absurda: sería imposible sentir ple­ de sus honduras, una experiencia de percepción extraordina­
namente el conflicto de la existencia humana y seguir cuer­ ria, fuera de lo corriente, se asusta y tapa lo que ha visto,
dos. La «cordura» es la «normalidad» que se adquiere a cos­ lo olvida, y quizá lo recuerde de manera intelectual, no
ta de anestesiar la plena conciencia mediante la conciencia sensible.
errónea, el ajetreo rutinario, las obligaciones, los sufrimien­ Hay muchos métodos para alcanzar este objetivo de ilu­
tos, etc. La mayoría de las personas viven gracias a haber com­ minación. El problema con todos estos métodos es el de con­
pensado su locura potencial y, así, son cuerdos para todos seguir una nueva sensación de hondura sin perderse en el la­
los efectos, es decir, para el efecto de la supervivencia física berinto del propio «infierno» y hacerse incapaz de ver el
98 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA REVISIÓN DIALÉCTICA DEL PSICOANÁLISIS 99

mundo y los demás como deben verse si se quiere vivir. (Me de la solución: «Primero, las montañas son montañas y los
refiero a la necesidad de poder ver el mundo «exterior» en ríos son ríos; después, las montañas no son montañas y
un marco de referencia que lo haga «manejable». No se trata los ríos no son ríos; finalmente, las montañas son montañas
de la determinación cultural de nuestra percepción, que va­ y los ríos son ríos.» Daisetz T. Suzuki me expresó una vez
ría de cultura a cultura, sino del marco de referencia presente particularmente la misma idea en forma no paradójica: «El
en todas las culturas, dentro del cual «fuego» es el fuego que iluminado anda por la tierra, sólo que unos centímetros por
puede dañar y puede calentar, no el amor o la pasión que encima.» Además, el principio de compasión, esencial a todo
hay en el mundo «interior».) el pensamiento budista, viene a evitar el narcisismo en la ex­
Hay otro peligro en el descenso al laberinto. Esta expe­ periencia mística.
riencia, de cualquier manera que se produzca —por medita­ ¿Qué tiene que ver el psicoanálisis con la consecución de
ción, autosugestión, estupefacientes, etc.— puede llevar a un esta experiencia? Creo que puede ser una aproximación, y qui­
estado de narcisismo, en el que nada ni nadie exista fuera del zá particularmente adecuada a la mentalidad occidental. Nos
yo implicado. En este estado mental, se carece de ego, pues permite sentir la profundidad de nuestro «infierno» (el «aque-
se ha perdido el ego como algo a lo que poder aferrarse, y ronte» de Freud), primero bajo la guía de una persona que
sin embargo puede ser un estado de fuerte narcisismo, en el sepa animar a su analizando a llegar más abajo, porque no
que no haya relación con nadie, pues nadie hay fuera del yo lo abandonará en su viaje; después, mediante el autoanálisis
ampliado. Freud y otros muchos han confundido este tipo continuo. [Véase E. Fromm, 1989a, págs. 75-113.] La concien­
de experiencia mística con la experiencia mística en absoluto cia de sí mismo, la disminución de la defensividad y de la co­
(el «sentimiento oceánico»); y Freud la interpretó, además, dicia y el aumento de la propia activación pueden ser pasos
como regresión al narcisismo primario. que nos lleven hacia la iluminación, si se combinan con otras
Pero hay otro tipo de experiencia mística que no es narci- prácticas, como la meditación y la concentración, y si se hace
sista, y puede encontrarse en el misticismo budista, cristia­ un esfuerzo grande. La «iluminación instantánea» con estu­
no, judío y musulmán. No es fácil descubrir la diferencia, por­ pefacientes no sirve como sucedáneo de un cambio radical
que se parecen mucho en ambos tipos las expresiones de la de personalidad. Lo lejos que se llegue depende de muchas
experiencia. Sólo puede deducirse esta diferencia por lo que circunstancias. Alcanzar la meta es dificilísimo, pero se pue­
se conoce de la personalidad del místico y, hasta cierto pun­ den dar muchos pasos en dirección a ella. En realidad, la
to, por su filosofía general. Sin embargo, es muy real y muy «meta» debe olvidarse en cuanto otro de los éxitos que se an­
importante, porque la carencia narcisista de ego, como el nar­ helan codiciosamente.
cisismo en general, constituye un estado mutilado del ser. No estamos tratando del psicoanálisis como medio de fo­
De las muchas soluciones al problema de cómo alcanzar %S- mentar el desarrollo espiritual, pero este punto tiene la im­
la iluminación sin volverse loco ni entrar en un estado de nar­ portancia suficiente para que lo citemos, aunque sea breve­
cisismo primario, la más metódica y brillante quizá sea la mente, en este esbozo de programa de revisión dialéctica.
práctica del budismo zen. El siguiente dicho ilustra su idea Puede parecer que estas consideraciones se han apartado mu-

f ?•
100 LO INCONSCIENTE SOCIAL

cho del método con el que Freud trataba de curar pacientes III
histéricos y obsesivos. Pero si recordamos su interés por un LA SEXUALIDAD Y
movimiento que llevase al hombre a un óptimo de concien­ LAS PERVERSIONES SEXUALES
cia y razón, la idea del psicoanálisis como método de cura­
ción espiritual, aun muy en contra de los supuestos raciona­
listas de Freud, puede estar relacionada con la preocupación
más honda de su fundador: no sólo curar la enfermedad, sino 1. Aspectos del movimiento de liberación sexual
también encontrar un camino al «bienestar».
Uno de los cambios más profundos que están ocurrien­
do, a paso cada vez más rápido, desde hace diez o veinte años
(y, en sentido más general, desde los años veinte) es el de las
ideas y prácticas sexuales. Es un cambio tan radical que pue­
de llamarse revolución sexual, o movimiento pro liberación
de la sexualidad. Este movimiento puede caracterizarse, de
modo más general, por la pretensión de que el placer sexual
es un fin legítimo en sí, y no necesita justificación ninguna
por la intención —ni posibilidad objetiva— de procrear, como
fenómeno concomitante del acto sexual. El goce sexual se con­
sidera como un derecho incondicional e inalienable de toda
persona.
Este cambio de ideas encierra el rechazo de la postura cris­
tiana tradicional, y especialmente de la Iglesia católica, de
que el fin «natural» del acto sexual es la procreación y, por
consiguiente, de que la sexualidad, sin este fin, es «antinatu­
ral» (en el sentido del plan divino) y pecaminosa, compara­
ble a la masturbación de Onán. El movimiento de liberación
sexual comenzó, a escala algo limitada, entre los jóvenes de
los años veinte y, durante los años cincuenta y sesenta, tomó
carácter general en Norteamérica y en la mayoría de los paí­
ses europeos. La fuerza de este movimiento se manifestó ex­
presivamente en el general desacuerdo con la condenación pa­
pal de la «píldora» entre millones de personas que de ningún
modo pueden considerarse radicales ni rebeldes.
102 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA SEXUALIDAD Y LAS PERVERSIONES SEXUALES 103

Así pues, si definimos ia revolución sexual como la afir­ sumidor. En el siglo xix, la exigencia económica de acumula­
mación del derecho al placer o felicidad sexual, parece parte ción de capital requería del miembro de la clase media for­
inseparable de la tendencia general a más libertad y liberali- marse un carácter que hiciese del ahorro un deseo íntimo, cuyo
zación que caracteriza la evolución política de los países oc­ cumplimiento lo satisfaciese. La fabricación en serie de la so­
cidentales, y que podríamos calificar de evolución histórica­ ciedad informatizada de comienzos de la Segunda Revolución
mente lógica y progresiva. Industrial requiere una personalidad que encuentre su satis­
Sin embargo, unas cuantas cuestiones se plantean para in­ facción en el gasto y el consumo; es el homo consumens, ata­
dicarnos que la cosa no es tan sencilla. En primer lugar, ¿es reado, pero íntimamente pasivo. Según expresión lapidaria de
verdadera esa tendencia cada vez más fuerte a la libertad per­ Aldous Huxley, en Un mundo feliz (1946), el lema de este nue­
sonal en el mundo occidental, o no se trata más que de una vo tipo de hombre es: «No dejes para m añana la diversión
afirmación principalmente ideológica, y contra la realidad de que puedas tener hoy.»
un conformismo y enajenación crecientes? Las prácticas di­ Lo esencial del consumo moderno es el ser una actitud,
fundidas entre los adultos de la clase media y los jóvenes de o, por decirlo más correctamente, un rasgo de carácter. No
todas las clases, como la promiscuidad a gran escala, la se­ importa qué sea lo que se consume: puede ser comida, bebi­
xualidad de grupo, etc., ¿significan que estas personas han da, televisión, libros, cigarrillos, pintura, música o sexuali­
alcanzado un grado más elevado de espontaneidad y libertad? dad. El mundo, en toda su riqueza, se convierte en objeto
Parece que, por lo demás, quienes practican las nuevas cos­ de consumo. En el acto de consumir, el hombre es pasivo,
tumbres sexuales están muy bien adaptados a las formas so­ absorbiendo vorazmente su objeto de consumo, a la vez que
ciales dominantes de pensar y sentir, y no representan de nin­ es absorbido por él. Los objetos de consumo pierden sus cua­
gún modo una vanguardia radical. La revolución sexual entre lidades concretas porque no los solicitan precisas y reales fa­
estos miembros bien adaptados de nuestra sociedad enajena­ cultades humanas, sino un poderoso afán: la codicia de te­
da, ¿puede llamarse realmente revolución, o liberación, cuan­ ner y usar. El consumo es la forma enajenada de estar en
do su forma de vida es tan profundamente tradicional? La relación con el mundo: hacer del mundo un objeto de mi co­
conducta sexual de los hippies y de los estudiantes izquier­ dicia, no de mi interés y preocupación.
distas, ¿forma parte del mismo fenómeno? Las consideracio­ Si el sistema económico requiere un carácter social cuya
nes siguientes tratan de contestar a algunas de estas preguntas. finalidad sea el consumo, difícilmente podrá mantener una
moral puritana; no se puede hacer maníacos del consumo
adiestrándolos a la vez a que, por un lado, acumulen cosas
a) La sexualidad y la sociedad de consumo y, por otro, repriman sus omnipresentes (actuales o poten­
ciales) ansias sexuales. El consumo sexual tiene las cualida­
Analizando la evolución sociopsicológica de los cincuen­ des de cualquier otro consumo: es huero, impersonal, desa­
ta últimos años, se muestran dos tendencias completamente pasionado, pasivo y fácil. La diferencia está en que resulta
diferentes. La más notable es la extensión de la actitud de con­ casi gratis y no merma la capacidad de trabajo. Ofrece pía-
104 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA SEXUALIDAD Y LAS PERVERSIONES SEXUALES 105

cer, y ayuda a la gente a olvidar las penas y preocupaciones b) Sexualidad y nueva form a de vida. Sobre el
de la vida cotidiana. movimiento de los hippies
En realidad, el ser casi gratuito el consumo sexual servi­
ría de inconveniente en una sociedad para la cual es esencial La conversión de la sexualidad en artículo de consumo
que la gente compre todo lo que pueda permitirse: cuanto más es obra de la Segunda Revolución Industrial. Sus consecuen­
tiempo se dedique al consumo sexual, menos tiempo queda­ cias, de ser algo, son reaccionarias: de ningún modo, revolu­
rá para comprar cosas. Pero no es así, en primer lugar, por­ cionarias, ni política, ni personalmente. (La oposición a las
que el consumo sexual estimula el deseo de consumo en ge­ nuevas costumbres sexuales provenía, y sigue proviniendo, de
neral y, por tanto, contribuye a crear la codicia en el grado los sectores de las antiguas clases bajas y media que no eran
necesario; en segundo lugar, aunque el trato sexual en sí no lo bastante acomodados para participar de la nueva cultura
exige gastar dinero (si no es para anticonceptivos), lleva indi­ del consumo y, por tanto, quedaban resentidos. Pero el que
rectamente a consumir más en otros terrenos, como viajes, los oponentes a la revolución sexual fuesen políticamente reac­
cosmética, ropa y los demás bienes y servicios útiles para cionarios no significa que los promotores y los partícipes del
aumentar el atractivo sexual. nuevo consumo sexual sean revolucionarios ni progresistas.)
Una cultura de consumo tiene que insistir en la libertad Sin embargo, estos consumidores de sexualidad no for­
sexual, por llamarla de cualquier manera, aunque la nuestra man la totalidad del movimiento de liberación sexual. Ade­
lo haya hecho hasta ahora mediante una proeza de hipocre­ más de esta mayoría de modelados por la personalidad con­
sía y una rigurosa separación entre la ideología confesada y sumidora, hay una minoría que representa exactamente lo
la práctica confirmada. contrario; constituida sobre todo por los hippies y por algu­
Se ha dicho a menudo que la revolución sexual se ha de­ nos jóvenes radicales, son profundamente críticos de la cul­
bido en gran manera a la influencia de Freud, pero esto es tura del consumo, tanto en las ideas como en la práctica. Pro­
confundir la causa con el efecto. En primer lugar, Freud te­ testan contra la cosificación del hombre, contra su conversión
nía un corazón puritano y no sintió ninguna simpatía por las en una «cosa que consume». Les disgusta la enajenación, la
prácticas sexuales que estuviesen fuera de lo permitido por falta de alegría, el sometimiento idolátrico a las cosas, las nor­
la moral de su sociedad. Su defensa de la masturbación fue mas de conducta, las consignas y las personalidades artifi­
lo más audaz que pudo arrancarse. En segundo lugar, y más ciales. Y son sensibles, hasta la alergia, a la mentira y a la
importante, Freud no habría llegado a ser tan popular, de no hipocresía que prevalecen en nuestra cultura. Más que nada,
haber sido por las necesidades de la cultura de consumo. Las ansian vivir. Quieren ser; no tener y usar. En cuanto están
teorías de Freud se divulgaron tanto porque servían de fácil interesados por la política, quieren una cultura en que la vida
justificación semicientífica al cambio de costumbres que, de impere sobre la muerte y, los hombres, sobre las cosas.
todos modos, habría ocurrido en la época de 1920. Por no ser pertinente al contexto, me abstendré de criti­
car este movimiento, en particular, por no haber mostrado
una forma de vida para los mayores de treinta años; por su
106 LO INCONSCIENTE SOCIAL
LA SEXUALIDAD Y LAS PERVERSIONES SEXUALES 107

afición a los estupefacientes; por romper con la misma tradi­ consumo, pero es también un rito que les permite sentir unión
ción de la que son vástagos y por su incapacidad de hallar, y solidaridad.
o no pretender, una síntesis entre el sentido neomatriarcal, La reunión de trescientos o cuatrocientos mil entusiastas
anarquista, de la igualdad y del desorden y una aceptación en el Estado de Nueva York y de doscientos mil en la isla de
neopatriarcaí de la autoridad racional, la estructura y un mí­ Wight en el verano de 1969 fue una demostración impresio­
nimo de organización; por rendirse también a la pasividad, nante de la fuerza de este movimiento: no sólo la cantidad
que convierte a muchos de ellos en consumidores, si bien a de reunidos para oír a sus artistas favoritos, sino el buen or­
un nivel inferior de necesidades materiales; y, sobre todo, por­ den, la falta de agresividad, la común servicialidad y el buen
que algunos, aunque sean pocos, se muevan por inclinacio­ humor en las circunstancias más difíciles. Este nuevo espíri­
nes necrofílicas, destructivas. Sin embargo, para muchos, el tu era tan patente que incluso los vecinos conservadores que­
placer sexual es alegre y, fundamentalmente, forma parte de daron impresionados y les prestaron simpatía y ayuda. Se­
su ansia de vivir y de afirm ar la vida. Es una manifestación gún el carácter religioso del movimiento, no se trató de una
de amor, de vida, aunque no sea, del tipo de amor individual asistencia multitudinaria a un recital, sino de una peregrina­
que se espera exista en la vida matrimonial. Forma parte del ción, con todas sus cualidades de común intención, interés
ser, no del poseer; y habiendo borrado el estigma tradicional y experiencia. Sin embargo, en vista de sus propias limitacio­
de la sexualidad, carece de la lascivia que muestran los con­ nes y de la fuerza de la idolatría establecida, parece muy du­
formistas enajenados. doso que este movimiento vaya a sobrevivir.
Para comprender el movimiento hippy (en el sentido lato
de todos los que adoptan una filosofía y una forma, de vida
semejantes, comprendidos los que al mismo tiempo profesan c) La sexualidad en el psicoanálisis. La importancia de
una filosofía política radical), debemos entenderlo como un Wilhelm Reich
nuevo movimiento religioso popular, quizás el único im por­
tante de nuestra época. No es teísta, desde luego, sino que Habiendo diferenciado entre la revolución sexual como
se basa en la fe en el amor, en la vida, en la igualdad y en parte de la cultura de consumo y como parte de la revolución
la paz. Es completamente contrario a la dominante religión en pro de la vida, podemos volver a abordar la cuestión de
interesada del culto a la máquina. Se funda en un entusias­ su relación con el psicoanálisis. Cierto, como hemos dicho,
mo colectivo y en ciertos ritos. La forma de vestir y la mele­ que Freud no simpatizaba con la laxitud de las costumbres
na no sirven sólo de protesta contra la respetabilidad de la morales, y quizá le habrían chocado, tanto los suburbanitas
clase media, sino también del rito por el cual se reconocen como los hippies. Pero abrió una puerta, al proponer que las
los miembros de la nueva religión. Creo que, hasta cierto pun­ pasiones del hombre, todos sus fuertes anhelos, aparte de los
to, lo mismo puede decirse de su uso de estupefacientes: sir­ que atienden a la propia conservación, son de carácter sexual;
ve de recurso para conseguir una experiencia espiritual «ins­ que, en realidad, el hombre, como ser apasionado, es un ser
tantánea» y, en este sentido, corresponde a la cultura de sexual; y que, desde luego, no podría haber civilización si no
108 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA SEXUALIDAD Y LAS PERVERSIONES SEXUALES 109

se refrenase y reprimiese la sexualidad, pero la libido es la de liberación sexual. N ada más lógico, pues, que Reich goce
materia de que están hechos los afanes humanos más allá de de muchísima popularidad entre estos revolucionarios. De no
los dirigidos a la supervivencia. Freud, como le reprochó Wil- haberse perdido, en mi opinión al menos, en teorías más bien
helm Reich, no abrió más la puerta. No consideró la posibi­ fantásticas sobre el «orgón», etc., y por las que finalmente
lidad de la radical revolución sexual que ocurriría posterior­ hubo de sufrir martirio, quizás habría seguido desarrollando
mente. El único psicoanalista que realmente abrió la puerta la idea que relaciona la sexualidad con la personalidad ente­
a la revolución sexual fue Wilhelm Reich. ra y podría haber ejercido mucha más influencia todavía so­
A mi parecer, su contribución más importante en este sen­ bre los revolucionarios sexuales. También cometió el ingenuo
tido fue el no quedar satisfecho con la idea freudiana de la error de creer que la actitud de los jóvenes liberados sexual-
potencia genital. Freud no se preguntó por la cualidad de mente tendría consecuencias políticas inmediatas. Supuso
la experiencia sexual. Creía que un hombre tiene potencia ge­ equivocadamente que, al adherirse los reaccionarios a la mo­
nital si es capaz de ejecutar un acto sexual logrado. Y logra­ ral sexual estricta, la postura contraria sería propia de los re­
do, para él, significaba tener una erección y continuar el acto volucionarios. No previó, especialmente, que los nazis, al me­
sexual durante el tiempo suficiente para dar la posibilidad nos de hecho, no se adherirían a las normas conservadoras
de orgasmo a su compañera. Según este criterio, la mayoría de de la moral sexual.
los hombres son genitalmente potentes, pudiéndose conside­ De un modo u otro, esta relación entre la sexualidad y la
rar como enfermos los absoluta o relativamente impotentes. personalidad total no ha perdido ninguna importancia. Urge
El acto sexual se estimaba desde la perspectiva biológica de adelantar mucho más el estudio sobre la relación entre la fe­
servir a la reproducción, con una concesión al goce de la licidad sexual y la felicidad total, la relajación física y la des-
mujer. represión, la sexualidad y el carácter, la actividad interior y
Reich fue mucho más allá que Freud al interesarse por el la codicia, y el ser y el tener.
cuerpo entero, por su soltura y relajación, frente a su rigidez.
No le interesaba sólo si había experiencia orgásmica, sino su
cualidad. No consideraba que los órganos genitales fuesen 2. Las perversiones sexuales y su estimación
unos instrumentos destinados en principio a producir niños,
sino partes del cuerpo, capaces, junto con todo él, de sentir a) E l cambio de estimación de las perversiones sexuales
expansión y gozo extático. Entendía la potencia genital, des­
bordando las limitaciones del principio de gusto y disgusto Hasta ahora, he tratado solamente de un aspecto de la
[placer y desplacer], como la reacción de una personalidad liberación sexual: la consecuencia de la censura cristiana del
no reprimida y no defensiva, del hombre libre que afirma ple­ trato sexual «normal», en tanto no sirva al fin de procrea­
namente la vida y disfruta de ella. ción. Pero la misma censura se abate sobre la otra forma de
La teoría de la libertad sexual de Reich quizá sea la que actividad sexual: las perversiones, que, por su mismo carác­
más se acerque a la sensibilidad revolucionaria del movimiento ter, no llevan a la procreación. De hecho, la perversión se-
110 LO INCONSCIENTE SOCIAL
LA SEXUALIDAD Y LAS PERVERSIONES SEXUALES 111

xual se define como aquella actividad sexual en que se exclu­ dos extremos, en especial, las más difundidas, el sadismo y
ye el acto «normal» del coito. Tales perversiones son, el masoquismo? ¿Son también impulsos patológicos, como
principalmente, el sadismo y el masoquismo, la sexualidad la coprofilia, aunque de mucha menos gravedad, o pueden
anal y, especialmente, la coprofilia, el exhibicionismo, el vo- contarse entre los deseos sanos, que sólo se han considerado
yeurismo, el transvestismo y las prácticas oral-genitales (in­ «antinaturales y extraviados» por haberlo querido así la mo­
cluso la masturbación se consideraba antes como perversión) ral tradicional?
y todas las formas de homosexualidad. Se acostumbraba a No es fácil contestar a esta pregunta. Ciertamente, una
llamar «perversiones» estas prácticas cuando sustituyen por reacción de asco por parte de muchos —o incluso de la
completo el acto sexual «normal» o, en el caso de la hom o­ mayoría—, en sí misma, no demuestra nada. Puede explicar­
sexualidad, lo hacen imposible; cuando llevan a la relación se muy bien, y de dos maneras: primero, como reacción de
genital, a menudo no se les daba el título de perversión. asco debida a la represión de las correspondientes tendencias
Desde hace pocos años, se ha hecho corriente no llamar de uno mismo; por ejemplo, en el caso de la repugnancia por
perversiones a la homosexualidad ni al contacto oral con los los excrementos, hasta cierto punto, no forzosamente, por­
genitales. Muchos tampoco consideran ya como perversiones que, entonces, la mayoría de las personas sentirían la misma
el voyeurismo y el exhibicionismo, que son elementos de la repugnancia por sus excrementos que por los de otras, lo que
«sexualidad de grupo». Naturalmente, la definición tradicio­ no suele ocurrir; segunda, el asco puede deberse a la capaci­
nal, de no servir a la procreación, no ayudaba demasiado a dad de sugestión de los padres, que hacen al niño sentir re­
hacer ninguna distinción entre tipos de perversiones. Se ba­ pugnancia por sus excrementos.
saba en una estimación ideológica y teológica de lo que es Un argumento contundente a favor de las perversiones de
«natural» y «antinatural», no en el carácter de los diferentes cualquier tipo es que si un hombre tiene el deseo de pegar,
deseos y prácticas. Con el debilitamiento y desaparición de dañar y humillar a una mujer y, haciéndolo, obtiene el máxi­
esta ideología teológica y moral, han cambiado las actitudes mo de excitación y satisfacción sexual, ¿quién dirá que su de­
ante las perversiones. Lo cual es patente en el caso de la ho­ seo es extraviado? ¿No merece satisfacción todo deseo, sim­
mosexualidad, como también en el de las prácticas oral- plemente por tenerse? ¿Y no es esto cierto, especialmente, de
genitales, que gran parte de la población considera perfecta­ la satisfacción sádica, que buscan, no la mayoría, pero sí gran
mente normales. De hecho, no pocos psiquiatras y psicoana­ cantidad de personas? ¿No podría convertirse esta minoría
listas sospecharán la presencia de ciertos factores neuróticos en mayoría si se eliminasen las inhibiciones y, en consecuen­
en una persona que muestre reacción de asco o repugnancia cia, la represión de este deseo?
ante estas prácticas. En cambio, casi todo el mundo conside­ Ciertamente, en el caso del sadismo queda una dificul­
raría repugnantes y enfermizas, por poner ejemplos extremos, tad. Afirmándose que todo deseo merece cumplimiento a con­
la necrofilia, el trato carnal de un hombre con el cadáver de dición de que no perjudique a otro, el sádico tendría que bus­
una mujer, y la coprofilia, el deseo de meterse excrementos carse una mujer masoquista (o viceversa) que disfrutase con
en la boca. Pero, ¿qué hay de las «perversiones» entre estos el acto, o tendría que compensar económicamente al compa­
112 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA SEXUALIDAD Y LAS PERVERSIONES SEXUALES 113

ñero, como se hace con las prostitutas. Sin embargo, ésta es Podemos empezar por el mismo Sade, el hombre que fue
una dificultad que puede resolverse. No tenemos estadísticas, uno de los pensadores más radicales de la Revolución Fran­
pero podemos suponer tan elevada la frecuencia del sadismo cesa, que denunció la familia, la propiedad y la religión como
y del masoquismo que nadie se verá obligado a hacer lo que los grandes males de la sociedad... y que desahogó en sus no­
no quiere, y quizá tampoco tenga nadie que pagarlo. velas sus fantasías sadomasoquistas. La cuestión que se plan­
Está claro que nos hemos metido en una discusión más tea es ésta: ¿se entregaba Sade a estas fantasías porque era
general, en el principio de que debe cumplirse cualquier cosa un revolucionario vanguardista, o eran características del Sade
que una persona desee, necesite o ansíe; de que todas las ne­ de clase alta, mientras que su postura revolucionaria era una
cesidades son de igual rango y que la libertad consiste en el reacción contra su otro yo sadomasoquista? Hay mucho a fa­
derecho del hombre a satisfacer sus necesidades y a hacer vor de esto, porque en sus actos se mostró como una perso­
cuanto le plazca, mientras no perjudique a otro ni estorbe nalidad amabilísima y puso su vida en peligro condenando
su mismo derecho. la pena de muerte (véase G. Gorer, 1934). La literatura «por­
Al considerar este punto de vista, nos encontramos en una nográfica» va desde Sade, pasando por el surrealismo, hasta
situación algo paradójica. Este era el punto de vista de mu­ la vanguardia contemporánea de escritores radicales como Ge-
chas clases privilegiadas, aunque a menudo no se expresase net y la autora de la Historia de O (P. Réage, 1972).
ideológicamente, sino que sólo se manifestase en sus actos: A este grupo de autores radicales pertenece también Her-
piénsese en la clase alta francesa del siglo xvm, o en la ingle­ bert Marcuse, que, con un magistral malabarismo intelectual,
sa del xix. Filosóficamente, se sistematizó en el siglo xix (por deja al lector perplejo, sin saber en definitiva cuál es su pos­
parte de Jeremy Bentham, por ejemplo) y se elevó a dogma tura en estas materias. (Véase, sobre Marcuse y mi crítica, el
a mediados del siglo xx, con el creciente consumo a gran capítulo IV: «El supuesto radicalismo de Herbert Marcuse.)
escala.
La teoría de que el cumplimiento de todos los deseos es
lícito, o incluso conveniente, se aplicaba explícitamente a todo, b) La estimación psicoanalítica de las perversiones
excepto a la sexualidad; y los grupos sociales más adelanta­
dos entendieron muy bien la idea implícita. Hasta ahora, no [Marcuse y otros creen que las perversiones] tienen rela­
hay nada sorprendente en todo ello. Al contrario, es conse­ ción física con ciertas zonas erógenas del cuerpo, o con ele­
cuencia lógica de una evolución socioeconómica de la socie­ mentos parciales del impulso sexual, y no son de cualidad di­
dad acumulativa a la sociedad consuntiva. Lo sorprendente ferente a los demás deseos libidinosos; que no tienen ningún
es que el mismo principio, aplicado a la sexualidad y a las significado especial pertinente a la persona entera, a su ca­
perversiones, haya sido proclamado como principio revolu­ rácter, ni a sus fines vitales; y de ahí, que su práctica debe
cionario, en oposición total a la vida burguesa, afirmación ser completamente libre e indiscutida. Según esta idea, el sa-
que han hecho más o menos explícitamente varios represen­ domasoquismo es totalmente independiente de la personali­
tantes del radicalismo. dad en general; es cuestión de disgusto, neutra. Siendo así,
114 LO INCONSCIENTE SOCIAL
LA SEXUALIDAD Y LAS PERVERSIONES SEXUALES 115

efectivamente, cualquier negación de estas perversiones no se­ Lo mismo es cierto del masoquismo auténtico, el deseo
ría más que otra manifestación de la actitud de la sociedad
de ser dominado completamente y de ser barro en manos del
burguesa en contra del placer. Pero no es así, porque las per­
compañero. El aspecto anal del sadismo, una manifestación
versiones están relacionadas con el carácter de la persona y
del cual es la coprofilia, tiene también sus cualidades bien
con la respuesta «espiritual» que da a su vida.
conocidas clínicamente. El carácter anal, según los incontes­
Empecemos por el más sencillo de estos dos problemas,
tables descubrimientos clínicos de Freud y otros, suele ser ta­
la relación entre la perversión y el carácter. Pongamos como
caño, obstinado y exageradamente limpio, ordenado y pun­
ejemplo el sadismo y el masoquismo. Según demuestra la ex­
periencia, quien siente más excitantes sexualmente las prácti­ tual. Es secundario el que se acepte, o la interpretación clásica
cas sádicas tiene también un «carácter sádico». Lo cual quie­ de que estos rasgos de carácter son sublimación o formación
re decir que, fuera del ámbito de la actividad sexual, muestra de reacción contra los impulsos anales, o la teoría que expu­
las cualidades del sadismo en sus relaciones con los demás se en Etica y psicoanálisis (E. Fromm, 1947a), de que mani­
(véase mi detallada descripción clínica del carácter sadoma- fiestan una relación con personas y cosas negativa, de pro­
soquista, autoritario: E. Fromm, 1936a y 1941a). El sádico pio aislamiento y posesiva (siendo la esfera anal uno de. los
se caracteriza por el deseo de dominar absolutamente y da­ principales símbolos e indicaciones de esta orientación). En
ñar a otros. (En una variedad benévola del sadismo, el domi­ todo caso, el carácter anal suele tener estas cualidades. Y la
nio no tiene la función de dañar, sino de mantener al otro perversión coprofílica se acompañará de algunos rasgos ana­
como un objeto de propiedad sádica, «ayudándolo» y «fa­ les y, lo que es más importante, de una inhibición de la capa­
voreciéndolo».) El sadismo es contrario al amor y al respeto. cidad de amar.
Priva de su libertad al «objeto», pero el sádico tampoco es Al considerar esta relación entre la sexualidad y el carác­
libre: es incapaz de ser independiente. El sadismo de carácter ter, debe plantearse la cuestión: el carácter sádico y anal, ¿es
puede ser consciente, pero habitualmente es inconsciente, y una de las variedades de personalidad, que en sí mismas son
se justifica como venganza debida, cumplimiento del deber, indiferentes en cuanto a valor y atractivo, o los rasgos anal-
u odio nacionalista o revolucionario en la lucha por la justa sádicos, aun estando muy bien adaptados a cierto tipo de so­
causa. Podría ocurrir también que, en el caso de las perver­ ciedad, son patológicos desde el punto de vista ideal de una
siones francamente sádicas, se redujese un poco la intensi­ personalidad plenamente desarrollada, amante, independiente
dad del sadismo de carácter, al satisfacerse directamente en y solícita? La respuesta es evidente sí participamos de la fe
el acto sexual, pero, por lo que sé, carecemos de estudios com­ en estos valores, según se ha expresado en la tradición huma­
pletos sobre esta relación. No obstante, aun si así fuese, la nista, del Buda y los profetas a Spinoza.
observación psicoanalítica, o sea, la observación de lo incons­ Es más complicado decidir si en la doctrina de Freud po­
ciente, deja bien claro que la perversión sádica se debe a un demos encontrar esta cuestión de los valores. El cientifismo
carácter sádico; o si no queremos asegurar qué es debido a naturalista de Freud tiende a evitar todo juicio apreciativo ex­
qué: el deseo sexual sádico y el carácter sádico son dos as­ plícito. Pero este juicio se cuela por la puerta trasera de su
pectos de la misma realidad. doctrina de la evolución: el desarrollo normal y conveniente
116 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA SEXUALIDAD Y LAS PERVERSIONES SEXUALES 117

es la completa evolución de la libido, del narcisismo prima­ c) La perversidad del sadismo y del carácter anal
rio a la libido objetiva, atendiendo a la capacidad de inde­
pendencia y de amor. Para Freud, la regresión o fijación a La comparación entre las especulaciones de Marcuse y las
un nivel pregenital, si bien es comprensible y, por tanto, no teorías de Freud importa menos que el tipo de experiencia
merecedora de indignación, es un defecto de desarrollo y, por que se vive en la perversión sadomasoquista y coprofílica.
tanto, patológica e inconveniente. Los juicios de Freud se re­ Suponiendo el caso ideal de un hombre sádico y una mu­
velan en sus ideas sobre la evolución, y en relación con la psi- jer masoquista, como un tipo de sadismo y masoquismo, res­
copatología: la regresión al nivel más primitivo de desarrollo pectivamente, que se corresponden, de modo que hay mutuo
de la libido es la más patológica, o sea, la «peor»; mientras deseo, consentimiento y satisfacción, el mismo carácter de su
que el logro de la genitalidad final es sano, o sea, «bueno». trato sexual excluye la relación, en sentido afectivo. Los dos
Clínicamente, las cosas son todavía más simples. En la partícipes se utilizan mutuamente para satisfacer su indivi­
teoría freudiana, cierto tipo de obsesivo grave se caracteriza dual deseo sexual, cambian placer por placer, e incluso pue­
por una regresión anal-sádica, y su psicoanálisis atenderá en den sentir cierta gratitud mutua por la satisfacción que se han
gran parte a la tarea de ayudarlo a pasar de la fase anal-sádica procurado uno a otro. Pero, en el mismo acto de pegar (o de
a la genital. O bien, la regresión anal-sádica puede manifes­ ser apaleado), cada uno de ellos queda verdaderamente solo
tarse en otros síntomas, como dificultades para trabajar, im­ y el otro queda como objeto. Quizá sea éste uno de los moti­
potencia sexual, o síntomas puramente de carácter, como ri­ vos por los que muchos hombres se sienten perfectamente sa­
gidez o falta de espontaneidad. En todo caso, el psicoanalista tisfechos al pagar los servicios de una mujer, pues no necesi­
considerará la regresión anal-sádica como un fenómeno pa­ tan simular una intimidad afectiva. Más aún, ni siquiera
tológico, independientemente de si se manifiesta en una per­ necesitan afecto, porque el deseo sadomasoquista, por su mis­
versión sexual, en un síntoma o en el carácter de una perso­ mo carácter, lo excluye y lo hace inconveniente. El objeto del
na. Desde luego, una cantidad menor de rasgos anal-sádicos sádico se convierte en una cosa para él, que queda totalmen­
no produce tales síntomas, y entonces no se considera que te aislado en su narcisista interés exclusivo por sí mismo. Esta
sean patológicos en sí mismos; pero por ser menos, no por­ relación es, en efecto, in-humana, por cuanto se convierte a
que la misma regresión se considere sana ni conveniente. otra persona en cosa.
Así pues, el nuevo ideal de Marcuse de la reactivación de Sí hay diferencia entre la situación de miliciano y prisio­
las fases infantiles es justo lo contrario a los ideales tácitos nero y la «relación libidinosa libre» (H. Marcuse, 1966, pág.
de Freud, aunque esto no quiere decir que esté equivocado. 200), pero sólo relativa. Subjetivamente, la postura del mili­
Sólo merece la pena señalar este desacuerdo porque es uno ciano ante su objeto tiene la misma cualidad que entre los
de muchos, y grandes, cuando, en general, Marcuse parece compañeros elegidos libremente, a saber, la conversión de una
querer dar la impresión de que sus especulaciones son un de­ persona en cosa.
sarrollo de Freud, son ramas del tronco de su doctrina. Puede objetarse que esta utilización mutua del otro como
mero medio para satisfacer el propio deseo ocurre también
118 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA SEXUALIDAD Y LAS PERVERSIONES SEXUALES 119

en el acto sexual «normal». Es cierto, naturalmente, pero hay la posesión. El carácter anal se ve fuertemente atraído por
una diferencia decisiva. Si bien la sexualidad genital no es estos equivalentes de los excrementos y puede definirse
idéntica a una actitud amatoria, afectiva, entre las dos per­ por esta atracción.
sonas, por lo menos la admite, o quizá la fomenta. La perver­ En el caso más simple, el carácter anal ama la posesión,
sión sádica, por su mismo carácter, excluye el amor, la inti­ el dinero, la propiedad y la suciedad. De hecho, suele ser po­
midad y el respeto. A veces, el sádico siente afecto después sesivo y sucio (no necesariamente en sentido físico, sino psi­
del acto, lo cual puede explicarse por su gratitud ante el pla­ cológico). En los casos más complicados, cuando los mode­
cer recibido o por que su otro yo no pueda soportar al yo los culturales o los ideales personales acogen mal la codicia
sádico y necesite demostrarse que, después de todo, es hu­ de dinero, etc., o se niega, enmascarándose al adoptar com­
mano. En general, el afecto postsádico no es más que sensi­ portamientos contrarios, o se manifiesta en terrenos en que
blería (es decir, la enajenación del afecto verdadero por la idea no se descubre fácilmente el desacuerdo con los ideales (por
de lo que se debiera o quisiera sentir) y, lo que es muy intere­ ejemplo, la tacañería con los sentimientos o con las palabras).
sante, no falta del todo entre los tipos de milicianos más bru­ Hay varias teorías sobre los motivos de esta afinidad en­
tales, especialmente, cuando están solos con sus víctimas. tre la fijación libidinosa y el carácter. La más conocida es la
El acto sexual sádico y el carácter al cual se debe son lo de Freud y del psicoanálisis clásico. Se supone que la fija­
contrario al amor y al respeto. El sadismo «puro» del que ción anal es provocada por experiencias infantiles en cuanto
habla Marcuse es un engendro de «filosofía» psicoanalítica, a la función de evacuación de la región anal (véase S. Freud,
es cosa que no existe. Tampoco arroja más luz sobre el fenó­ 1908b). El orden, la parquedad y la obstinación se conside­
meno del sadismo la declaración de Marcuse de que el térmi­ raban como sublimaciones directas de los deseos eróticos ana­
no «perversión» abarca «fenómenos de origen esencialmen­ les. Esa teoría es hábil y parece apoyarla el que la persona
te diferente», particularmente las manifestaciones instintivas mezquina suela mostrar particular interés por los excremen­
que son «incompatibles con la civilización represiva y, en es­ tos y en relación con ellos, pero choca con la objeción de en­
pecial, con el prim ado de la genitalidad monogámica» (H. contrarse muchos caracteres anales en cuya infancia no se ha
Marcuse, 1966, pág. 200). podido descubrir ningún incidente relativo a la evacuación,
Lo mismo puede y debe decirse sobre las demás perver­ etc. (Esta misma objeción se opone al carácter oral, pues ha
siones y reactivaciones pregenitales. Pongamos por ejemplo quedado bien establecido en la observación de personas, así
[...] los deseos y los intereses basados en la libido anal. ¿No como en experimentos con animales, que su desarrollo tiene
es ésta más que un tipo diferente de excitación, sin relación poco que ver con la alimentación infantil.)
con la personalidad total y su carácter? Ciertamente, no, se­ Frente a la explicación del carácter anal como subproducto
gún Freud y los psicoanalistas que no están de acuerdo con de la represión anal, yo he expuesto una idea diferente del
la teoría de la libido. Uno de los descubrimientos más fructí­ «carácter acumulativo» (véase E. Fromm, 1947a, G A II, pág.
feros del psicoanálisis fue el poder demostrarse que las heces 46 y sig.), que se basa en la particular relación de la persona
se representan en lo consciente por la suciedad, el dinero y con el mundo exterior. No la repetiré ahora por entero. Pero
120 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA SEXUALIDAD Y LAS PERVERSIONES SEXUALES 121

en E l corazón del hombre (1964a, GA II, págs. 191-193) ex­ lo como el aspecto maligno del carácter anal. La diferencia
pliqué brevemente mis conclusiones sobre la analidad, habien­ es, esencialmente, de cantidad, no de cualidad, y, por tanto,
do estudiado el significado de las heces y su atractivo según el carácter anal se orienta también a las cosas, no a la vida,
la persona se siente en el mundo. Las heces son el producto está centrado en torno del tener, no del ser.
que el cuerpo termina eliminando porque ya no le sirven de El carácter necrófilo es contrapuesto al carácter biófilo,
nada (que sirvan para la tierra es otra cosa, fuera del sentido que ama la vida, y que, en general, corresponde al carácter
personal de Ja propia existencia física). Las heces son un sím­ «genital» de Freud, aunque éste no pasó nunca de describir­
bolo de todo lo que no está vivo, de todo lo muerto, porque lo rudimentariamente, a diferencia del detalle con que atien­
no sirven a la vida del hombre, en lo que él percibe. El niño de a las orientaciones pregenitales. El carácter orientado a
siente ya las heces, según ha mostrado Freud, como posesión, la vida (genital) y el orientado a las cosas, o a la muerte (anal),
como propiedad. Son la primera experiencia del tener, frente pueden distinguirse por ciertos rasgos generales. El biófilo,
a la experiencia del ser, que vive, por ejemplo, en el acto de al contrario que el acumulativo, es atraído por la vida y por
mamar. Ingerir alimento es una experiencia que sirve a la vida. el desarrollo en todas las esferas. Prefiere construir a retener.
Desembarazarse de los excrementos es una necesidad fisioló­ Es capaz de asombro y prefiere la vista de algo nuevo a la
gica: de hecho, el placer más distinto, pues no es más que seguridad de hallar confirmación para lo viejo. Ama la aven­
el alivio de una tensión displacentera..., pero es desembara­ tura de vivir más que lo seguro. Su postura ante la vida es
zarse de una cosa, no ingerir nada. Desde luego, la ingestión más funcional que mecánica. Ve más el todo que las par­
de alimento y la evacuación, en cuanto hechos, son igualmente tes, más las estructuras que las adiciones. Quiere moldear e
necesarias para la vida. Pero lo que im porta psicológicamen­ influir por el amor, por la razón y por su ejemplo; no por
te no es la función objetiva, sino la cualidad subjetiva de cada la fuerza, ni dividiendo, ni manejando las personas, a lo bu­
experiencia. rócrata, como si fuesen cosas. Y disfruta de la vida y de to­
El carácter anal es aquel cuya entera relación con el mun­ das sus manifestaciones, no de la mera excitación.
do está determinada por la experiencia del tener, y más pre­ Mas precisamente, la persona muy anal puede reconocer­
cisamente del tener lo que está muerto. En sus formas más se por sus síntomas, sus sueños, sus comportamientos y, a
leves, por decirlo así, más «benignas», es atraído por la pro­ menudo, por sus rasgos físicos y por sus gestos. Su piel tiene
piedad y el deseo de poseer; en sus formas más intensas y ma­ aspecto mortecino, con sus gestos marca la frontera con el
lignas, por la ruina, la muerte, la enfermedad, la destrucción mundo exterior; en el caso más extremo, en vez de una sonri­
y todo lo que no está vivo, sino que obra en contra de la vida. sa, lleva una mueca permanente; y la expresión de su rostro
En la forma maligna del carácter anal, el carácter necrófilo, es como si estuviese olfateando un mal olor. [Véanse las ex­
el objetivo deseado es la muerte y la destrucción. La diferen­ plicaciones de E. Fromm, 1973a, GA VII, págs. 295-334.]
cia entre el carácter anal y el necrófilo parece estar sobre todo Hacía falta describir de este modo el carácter anal para
en la intensidad de las fuerzas destructivas, amantes de la comunicar, siquiera en esbozo, lo que significan, empírica y
muerte. Yo he propuesto que se considere el carácter necrófi- clínicamente, la represión y la fijación anal. Como ocurría
122 LO INCONSCIENTE SOCIAL
LA SEXUALIDAD Y LAS PERVERSIONES SEXUALES 123

con la perversión sádica, vuelve a quedar nebuloso qué se en­ del «objeto». En estos casos, el sádico suele ser totalmente
tiende por una analidad diferente, «pura», que vendrá a flo­ inconsciente del carácter de su comportamiento, mientras que
recer en la sociedad no represiva. Si carece de las cualidades es más difícil reprimir esta conciencia tratándose de la fran­
de ser acumulativa, no amatoria y no partícipe, que son en ca crueldad. Sin embargo, muchas veces se justifica también
psicoanálisis las cualidades más generales de la analidad, ¿qué la crueldad como necesaria para el desarrollo del niño («tie­
será ésta, aparte de una invención de la fantasía teorizante, ne que aprender a obedecer», por ejemplo).
aislada de la realidad comprobable? El sádico anhela el dominio total, absoluto, al menos so­
bre un objeto, o por un instante. En el trato sexual, es paten­
te este afán. Para el varón sádico, la mujer tiene que conver­
3. Sobre la revisión de las perversiones, en el ejemplo del tirse en puro objeto, en esclava y juguete suyo, una cosa con
la que pueda hacer sin límites cuanto le plazca (y lo mismo
sadismo
ocurre con la hembra sádica). Cuando el sadismo se une a
a) E l sadismo y sus manifestaciones los deseos sexuales genitales, hay cierta satisfacción fisioló­
gica que limita la prolongación del acto sádico. Si no se une
El sadismo, como hemos dicho, es el afán de poder total, a la sexualidad, la excitación no term ina hasta haberse alcan­
de dominio absoluto, sobre todo ser, una persona o un ani­ zado el objetivo, o hasta producirse el cansancio natural. En
mal, no el simple deseo de dañar o humillar, aunque éste sea las formas habituales de sadismo más oculto, el deseo, en rea­
una de sus manifestaciones más frecuentes. Dicho afán de do­ lidad, no se satisface nunca y se hace crónico.
minio, aun con cierto grado de benevolencia, es a menudo Las formas de sadismo que no están relacionadas direc­
lo único en que se descubre la relación sádica con otros. Pue­ tamente con el deseo sexual y no se combinan con la relaja­
de verse en muchos burócratas, maestros de escuela, enfer­ ción genital son las crueldades que hemos visto entre los ofi­
meras y padres, etc. Frecuentemente, el sadismo se revela sólo ciales de la SS en los campos de concentración y en los
en esta actitud socialmente aceptable y de fácil justificación, territorios ocupados, en las palizas a detenidos y «sospecho­
bien porque una manifestación más intensa se reprime, libe­ sos» por parte de policías sádicos, en los linchamientos y otras
rándose sólo en caso de aprobación social (ejemplo del mili­ muchas manifestaciones, en que personas desvalidas, preci­
ciano), bien porque este afán no es tan fuerte y se satisface samente por su desamparo, excitan la lujuria sádica y le sir­
con un dominio menor. Hay muchas formas intermedias en­ ven de objeto. Puede verse una manifestación muy frecuente
tre causar dolor y dominar, como son el estorbar, atar, ence­ de sadismo en el despiadado apaleamiento de animales. La
rrar y oprimir a otra persona, coartar su espontaneidad y su forma más benigna de sadismo, la del dominio, es un moti­
voluntad. No son formas intermedias porque hayan de pro­ vo, a menudo oculto, del «afecto» que se siente por los ani­
vocar menos dolor y sufrimiento que la franca crueldad, sino males domésticos, en especial, por los perros, que se dejan
por ser más aceptables socialmente y poderse justificar con dominar y m altratar (al contrario que los gatos).
facilidad, en el sentido de hacerse «por ser el propio bien» Un fenómeno sádico muy esclarecedor es el que encon­
124 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA SEXUALIDAD Y LAS PERVERSIONES SEXUALES 125

tramos en el síndrome de violación y saqueo de los soldados estar seguros, haría falta estudiar este complicado problema
en una ciudad conquistada. Es vieja costumbre de guerra el analizando los datos de varias guerras. De todos modos, esta
dar permiso, expreso o tácito, a los soldados que han con­ objeción tiene cierta validez, aunque no parece explicar sufi­
quistado una ciudad para hacer con los habitantes todo lo cientemente el fenómeno del recurso directo y favorito a la
que gusten. A veces, este permiso es temporal; si no, podría violación. (En nuestro estudio sobre el carácter social de una
haber peligro de que se acostumbrasen al capricho y dejasen población mexicana, Michael Maccoby observaba, como ilus­
de obedecer a sus jefes. Hemos conocido este síndrome, hace tración de la preferencia por este recurso, aun sin dificulta­
pocos años, en la «Violación de Nankín» por las tropas ja ­ des de consentimiento, que allí había habido varias violacio­
ponesas y en la orgía violadora de los rusos inmediatamente nes de prostitutas.)
después de haber conquistado Berlín. Lo llamo síndrome de Otra objeción a la explicación de la «frustración sexual»
«violación y saqueo» porque su misma peculiaridad consiste es la indiferencia de la elección: según todas las noticias, nin­
precisamente en no limitarse a violar, sino que es todo un con­ guna mujer se salvaba, se violaba también indistintamente
junto de violación, saqueo y destrucción de lo que se encuen­ a viejas y feas. Pero, en sí, ninguna de estas reservas es argu­
tre a mano, como muebles, escaparates y objetos de uso. Tám- mento convincente contra la teoría de la frustración. Adquie­
bién hay matanzas, pero son relativamente infrecuentes y ren importancia cuando consideramos los demás aspectos del
destacan menos que la violación, el saqueo y la destrucción. síndrome. Los soldados que intervenían en esta orgía saquea­
Los soldados que participan en tales actos están desenfrena­ ban todo lo que podían llevarse encima y, lo que no, lo des­
dos y son casi irrefrenables, obran con pasión feroz, en esta­ truían, lo ensuciaban y le dejaban cualquier huella de su paso.
do de la mayor excitación. Si los movía principalmente la lascivia, ¿por qué habían de
¿Qué sentido tiene este síndrome? La explicación más ob­ saquear y destruir con la misma furia? ¿Cómo explicamos
via sería destacar la violación como elemento principal y en­ esa fiera excitación, parecida a un estado de trance?
tenderla como consecuencia de haberse contenido durante tan­ Me he demorado tanto en la descripción de este síndro­
to tiempo un impulso sexual que, después de meses o años me porque es un ejemplo excelente del sadismo. El núcleo pa­
de guerra, puede satisfacerse por primera vez. rece estar en el poder absoluto e ilimitado sobre toda perso­
Desde luego, es cierto que la prolongada frustración se­ na y cualquier cosa. Violando a las mujeres, se establece el
xual es un elemento de este complejo de conducta, pero hay poder absoluto sobre lo viviente, porque las víctimas no son
varios factores que nos hacen dudar de esta explicación. En sólo las mujeres, sino también sus padres, maridos, hijos y
primer lugar, en este síndrome el comportamiento ante las amigos, impotentes para defenderlas. Como la mujer repre­
mujeres se caracteriza por lo ostentoso de la violación, más senta para el hombre la Naturaleza entera, la relación con la
que por cualesquiera formas, incluso toscas, de persuasión cual comprende siempre un elemento de miedo, el poder ili­
y seducción. La natural respuesta de que casi todas las muje­ mitado sobre ella se acompaña de una sensación de omnipo­
res rechazarían cualquier trato sexual salvo la violación, en tencia, que es la misma esencia del sadismo. Pero este poder
mi opinión, no es tan convincente como parece, pero, para absoluto no se siente sólo sobre lo vivo, sino también sobre
126 LO INCONSCIENTE SOCIAL
LA SEXUALIDAD Y LAS PERVERSIONES SEXUALES 127

las cosas. Si uno no puede llevárselas y usarlas, puede adue­ manera no entenderemos su profundidad e intensidad, ni su
ñarse de ellas destruyéndolas, o inutilizándolas para los de­ frecuencia.
más, dejándoles, por decirlo así, la marca del propio ego.
Esta idea del sadismo es diferente, de principio, de la que
lo entiende como impulso parcial, esencialmente de carácter b) La determinación social del sadismo
sexual. Es algo mucho más profundo: es una forma de ser,
una posibilidad de la existencia humana, una solución que El sadismo es diferente según se tenga poder o se sea im­
puede dar el hombre al problema de haber nacido. [...] potente en la realidad. El hombre medio es relativamente
¿Qué sentido tiene esta solución, y por qué la hemos lla­ impotente: el esclavo, más que el siervo; el siervo, más que
mado «espiritual»? El fin de todo empeño sádico es el domi­ el hombre libre; el obrero del siglo xix, más que el del siglo
nio, el dominio absoluto, la omnipotencia. Es una solución, xx; y el súbdito de una tiranía, más que el ciudadano de una
no como la regresión a la existencia animal, o el consumo democracia. Pero todos ellos dependen de circunstancias que
de estupefacientes, que oblitera la conciencia y, por tanto, el no son obra suya y de personas que no son de su elección
origen del problema existencial. Con la sensación de omni­ (en democracia, porque no conocen a sus representantes y «eli­
potencia, se resuelve otro problema existencial, en otro sen­ gen» influidos por el intenso lavado de cerebro a que los so­
tido: el hombre supera las limitaciones de la existencia real meten los medios de «comunicación»). En la medida en que
cegando su inherente impotencia. El hombre, que tiene inte­ un hombre tenga cierto poder y, en especial, tenga la capaci­
ligencia y fantasía, y puede imaginar tener poder sobre todas dad de manifestarlo en actos significativos, se reducirá a un
las cosas y ser «el dueño de su morada», no puede por me­ nivel soportable su sentido de impotencia. Y en efecto, en las
nos de experimentar en la realidad su impotencia ante mu­ clases más adelantadas cultural y económicamente, encontra­
chas circunstancias y, finalmente, ante la muerte. Esta oposi­ mos muchísimo menos sadismo que en las ciases más atrasa­
ción entre impotencia y sueño de poder puede resolverse con das, como la clase media baja. Por eso, esta clase fue en Ale­
la fantasía y práctica de la omnipotencia. Quien consigue la mania el semillero del nazismo, como he mostrado en El
experiencia de dominio a través de los diversos métodos sá­ miedo a la libertad (E. Fromm, 1941a, G A I, págs. 338-356).
dicos, consigue superar la condición humana, vencer las li­ El hombre que tiene pocas satisfacciones verdaderas en
mitaciones existenciales. la vida, materiales y culturales, que es poco más que un ob­
En el éxtasis del dominio absoluto, el hombre deja de ser jeto abandonado a poderes superiores, padece intensamente
hombre: es dios. Aunque sólo sea por un momento, o una su impotencia. Para él, la solución sádica, el sadismo, es la
hora, o un día, pero la esperanza de tenerlo, y el mismo te­ única forma de superar su impotencia, es en realidad la úni­
nerlo, compensan cualquier padecimiento, incluso la propia ca forma de liberación personal, a menos que pueda partici­
muerte. Sólo si no se capta el sentido «espiritual» del sadis­ par en el cambio positivo de sus circunstancias, cosa, por otra
mo, podemos contentarnos con tratarlo como un sesgo del parte, que el propio sadismo suyo le dificulta. Pero el hom­
impulso sexual y como «aberración» psicológica; pero de esta bre mermado, que es y sabe que es un don nadie, puede con­
128 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA SEXUALIDAD Y LAS PERVERSIONES SEXUALES 129

vertirse en rey dentro de la canalla linchatoria que atemori­ ción general: las mismas condiciones de impotencia real pue­
za, humilla y mata a su víctima. También, el soldado mez­ den ser producidas por un ambiente familiar que somete al
quino de un ejército conquistador se convierte en dios al niño a un trato sádico de sus padres, en especial el menos
superar su forma de vida social y humana en el éxtasis de vio­ patente, como el coartar su voluntad y su espontaneidad, di­
lación y saqueo. rectamente, por falta de correspondencia, o por amenazas.
En el otro extremo de la escala, está el individuo con tan­
to poder real que se ve tentado a convertirse en dios superan­
do su humanidad. Un jefe político de poder absoluto, como c) Sadismo y necrofilia
Stalin y Hitler, cae casi sin remedio en esta tentación. Camus
lo ha pintado con brillantez en su representación de Colíga­ La relación entre el sadismo y la destructividad es cues­
la, el emperador que tiene poder sobre todos, sobre el cuerpo, tión complicadísima, que requiere todavía mucho estudio.
el alma, la honra y la vergüenza de todos. Teniendo este po­ [Véase mi exposición más detallada, en Anatom ía de la des­
der ilimitado, no puede tolerar la impotencia existencial que tructividad humana: E. Fromm, 1973a, GA VIL] Señalemos
todavía siente. De hecho, en el ejercicio del poder, tiene por ahora que el sadismo puede no ser una sola cosa. Quizá
que deshacer todo lazo humano y se encuentra en un estado debamos distinguir entre un «sadismo simple», que preten­
de aislamiento insoportable. Lo único que puede salvarlo de da dominar, no destruir, y un «sadismo destructivo», cuyo
esta pesadumbre es la fantasía de omnipotencia, de ser dios. elemento «anal», posesivo, haya tomado la forma maligna
Está casi obligado a querer lo imposible, a «alcanzar la Luna». de la atracción por la muerte. Este supuesto se corresponde
Entonces, ya está loco. Pero su locura no es una «enferme­ con mi idea del amor a la muerte (necrofilia) como forma
dad»: es una forma de ser, es una religión particular. maligna del carácter «anal» acumulativo (véase E. Fromm,
El sadismo no se encuentra sólo en la clase media baja 1964a, GA II, págs. 179-198). No hará falta decir que, como
y entre los tiranos, sino también en otros muchos grupos so­ ocurre con todas las mezclas, hay variedades infinitas, según
ciales. Primeramente, hay muchas situaciones particulares en la fuerza del factor necrofílico.
que se tiene la oportunidad de representar el papel de tirano: Hablando primero del «sadismo simple», debemos subra­
como esposo y padre, maestro de escuela, carcelero, policía, yar que la finalidad del sádico es dominar, no destruir. Nece­
médico, enfermero, militar, etc. Importa observar que, en mu­ sita vivo a su objeto, porque sólo así puede sentir la excita­
chos de estos casos, el poder real ni siquiera es demasiado. ción y la satisfacción del dominio total. Si destruye el objeto,
Lo que cuenta es que cierto grado de poder real basta para pierde la experiencia de dominio, porque no puede contem­
permitir la fantasía de poder absoluto. plar la humillación y el desamparo de su víctima. Sólo ex­
Pero como estas situaciones lo más que hacen es facilitar cepcionalmente, aunque no pocas veces, el sádico «simple»
la manifestación del sadismo, queda en pie la cuestión de en­ quiere matar. Puede querer tener un goce tan completo del
contrarse sus raíces en individuos no disminuidos por causas terror de sus víctimas que se deje llevar al acto definitivo de
socioeconómicas. Por ahora, debo limitarme a una observa­ matar, aunque desde el punto de vista sádico no sea estricta­
130 LO INCONSCIENTE SOCIAL LA SEXUALIDAD Y LAS PERVERSIONES SEXUALES 131

mente «necesario». O puede tener tal deseo de omnipotencia ría para explicar el sadismo destructivo, pero no el sadismo
que crea verla cumplida en el acto de matar, de acabar en otro simple. Sin embargo, su defecto principal está en no distin­
con el milagro de la vida. Por eso, no siempre es fácil distin­ guir entre dominio-omnipotencia y destrucción-necrofilia.
guir clínicamente entre el sadismo y la destructividad (necro- La experiencia clínica y ciertos hechos sociopsicológicos
filia). Sin embargo, esta diferencia existe. me han llevado a concluir que el sadismo es una form a de
El destructivo, el necrófilo, en primer lugar, odia la vida intensa relación personal, por la que el sádico necesita ha­
y quiere aniquilarla, no dominarla. Mientras que el sádico cerse dueño de otra persona para completarse, es decir, que
es «cálido» y sensual, el necrófilo es frío y distante. El sádi­ se trata de una relación simbiótica. Quiere y necesita al otro
co sigue estando de parte de la vida, buscando una satisfac­ apasionadamente, pero no amatoriamente: por eso emplea­
ción última que no puede obtener de otra manera. El des­ mos el término en su sentido habitual. Se apega ansiosamen­
tructivo, por decirlo así, ha dejado el mundo de lo viviente. te al otro, a su propia manera sádica. Es éste el motivo por
Y en su desesperación por saberse muerto, no le queda más el cual el sadismo, como otras formas de apego intenso, inci­
consuelo que la satisfacción de poder quitar vida. Mientras ta fácilmente la sexualidad genital y se mezcla con ella.
que el sadismo simple es una perversión de la potencia, la
destructividad es la venganza final y violenta contra la vida
por no ser capaz de experimentar ninguna «intimidad», ni
siquiera la del torturador con su víctima.
El sadismo destructivo, a diferencia del sadismo simple,
se caracteriza por la agregación de tendencias necrofílicas. AI
ansia de omnipotencia se junta el amor a la muerte. Por te­
ner estas dos tendencias, el sadismo destructivo difiere, tan­
to del sadismo simple, puesto que la aniquilación de la vida
se añade al ansia de omnipotencia, como de la necrofilia, por­
que ésta carece de la relación «cálida» y sensual con la vícti­
m a. Vemos uno de los mejores ejemplos de sadismo destruc­
tivo en la canalla linchatoria, mientras que encontramos
destructividad necrofílica en cierto tipo de asesino de sangre
fría (sin elementos sádicos) y, sadismo simple, en el afán de
dañar y humillar sin matar.
Freud propuso la atractiva teoría de que el sadismo se
combina con el eros en el instinto de muerte. Pero no es una
teoría satisfactoria. Primero, porque no explica el sadismo
no sexual. Segundo, porque, en el mejor de los casos, servi-
IV
EL SUPUESTO RADICALISMO
DE HERBERT MARCUSE

Creo que hace falta tratar especialmente de las obras de


Herbert Marcuse por dos motivos: primero, su postura es
exactamente la contraria a la que he explicado en mis libros,
aunque en cierto sentido es semejante a la crítica que he ex­
puesto, no sólo en mis primeros escritos, a comienzos del de­
cenio de 1930, sino también en E l miedo a la libertad (1941a,
GA I) y los libros siguientes. Creo que podría aclarar más
mi postura exponiendo, aunque sea brevemente, algunas de
las teorías principales de Marcuse.
Segundo, y motivo más importante, es que Marcuse, por
su mala interpretación de Freud y de Marx, así como por lo
embrollado y contradictorio, a menudo, de sus ideas, suele
confundir a muchos lectores, especialmente de la izquierda
radical. Creo que esto es peligroso. Si el pensamiento radical
deja de ser crítico y racional, deja de ser «radical» (de ir a
las raíces) y se hace irresponsable o lleva a la acción irracio­
nal. Además, la nueva izquierda, como la mayoría de los jó ­
venes de hoy, no está bien familiarizada con las obras del pa­
sado, y el llegar a conocer un Freud y un Marx tergiversados
no le ayudará de ningún modo a conectar con la tradición
humanista y revolucionaria.

1. Marcuse y Freud

Vacilo al acusar a un hombre inteligente y erudito como


Marcuse, que ha escrito un libro profundo y brillante, Razón
134 LO INCONSCIENTE SOCIAL EL SUPUESTO RADICALISMO DE HERBERT MARCUSE 135

y revolución (1941), de interpretar mal las obras de que ha­ bre encara esta alternativa: o no hay represión, lo cual quiere
bla. Estoy seguro de que no tergiversa a propósito y delibera­ decir que no hay civilización, o hay represión, con lo que hay
damente; por tanto, debe de haber poderosos motivos perso­ civilización y muchas neurosis.
nales que no le dejen reparar en lo absurdo de las cosas que Sin duda ninguna, sus simpatías estaban de parte de la
escribe en Eros y civilización (1955 y 1966) y en E l hombre civilización y la represión, pero, como muchos reformistas li­
unidimensional (1964). Cualesquiera sean estos motivos, en berales, creía por otro lado que la represión sexual llegaba
las páginas que siguen me atendré estrictamente a su argu­ demasiado lejos y que, disminuyéndola un poco, podrían dis­
mentación y trataré de contestarla. minuir también las neurosis sin poner en peligro el orden fun­
Pero, antes de entrar a criticar su exposición de las teo­ damental de la sociedad. Creía firmemente que es forzoso el
rías de Freud, debo señalar un fallo que el mismo Marcuse conflicto entre las necesidades instintivas y la civilización y
menciona sin darse bien cuenta de sus consecuencias. Dice no albergaba dudas sobre la validez y la necesidad de su tipo
que trata solamente de las teorías de Freud y que no está fa­ de sociedad burguesa. En consecuencia, era opuesto al so­
miliarizado ni es competente en la aplicación clínica de los cialismo, y esta oposición era uno de los elementos principa­
descubrimientos psicoanalíticos. Esta «filosofía» del psicoa­ les de su hostilidad a Wilhelm Reich, que quiso combinar sus
nálisis sin relación con el saber clínico es una orientación que ideas comunistas (que profesaba en la época de su choque
estorba en gran medida el comprender la teoría psicoanalíti- con Freud y que denunció posteriormente) con una teoría ra­
ca. Los descubrimientos de Freud, sacados de su contexto clí­ dical de la liberación sexual.
nico, se convierten en teorías abstractas que hacen imposible Resulta sorprendente que el Freud liberal, antisocialista,
apreciar su sentido verdadero, puesto que se deben precisa­ vaya a convertirse en un teórico revolucionario. A veces, Mar-
mente a la observación clínica. cuse distingue entre el Freud al que se adhiere y ciertas afir­
La equivocación fundamental sobre la postura de Freud maciones suyas que critica. Lo cual dificulta un poco la dis­
está en querer interpretarlo como un pensador revoluciona­ cusión, porque la argumentación de Marcuse es escurridiza.
rio. Freud fue un representante típico del materialismo bur­ Mantiene verdaderas reservas a su aprobación de Freud, pero
gués mecanicista del siglo xix, un reformador liberal optimista en general le otorga el papel de pensador revolucionario.
hasta la Primera Guerra M undial y que, a partir de entonces, ¿Cómo es posible? Por cuanto se me alcanza, una con­
desesperó de que cualquier cambio social fuese mejor. En E l testación puede ser que Marcuse esté impresionado por el
m alestar en la cultura (1930a), manifestó con inequívoca cla­ «materialismo» de Freud: los instintos son las necesidades rea­
ridad su postura negativa ante los objetivos socialistas o re­ les y materiales del hombre, y lo demás es justificación o ideo­
volucionarios. Pero los motivos de esta postura se encuen­ logía. Esta contestación podría ser satisfactoria ante un autor
tran ya en obras anteriores. Creía que la civilización se basa menos consciente que Marcuse de la diferencia entre el mate­
en la represión de los instintos libidinosos, puesto que es con­ rialismo mecanicista y el «materialismo histórico» de Marx
secuencia de una sublimación, o formación de reacción, con­ y que no haya manifestado su oposición a aquél.
dición de la cual es tal represión. Por consiguiente, el hom­ Al principio del Hombre unidimensional (1964), parece
136 LO INCONSCIENTE SOCIAL EL SUPUESTO RADICALISMO DE HERBERT MARCUSE 137

poner toda su esperanza en el perfeccionamiento de la técni­ El por qué Marcuse da tanta importancia a eliminar el
ca: «La mecanización y la normalización en la técnica po­ miedo a la muerte se aclara más considerando su ideal fun­
drían liberar energía individual para un reino de la libertad damental del hombre nuevo. Puede expresarse muy brevemen­
más allá de la necesidad, todavía inexplorado. Cambiaría la te si vamos apartando los perifollos intelectuales con los que
misma estructura de la existencia humana. El individuo se oculta un poco el caso. El hombre de la perfecta sociedad téc­
liberaría del dominio del mundo del trabajo, que le impone nica, al no tener que preocuparse ya de trabajar, por estar
necesidades ajenas y posibilidades ajenas. El individuo sería satisfechas todas sus necesidades materiales, podrá regresar,
libre de llevar con independencia una vida que sería suya. Si volviendo a ser niño, o quizá más bien infante. Marcuse no
la producción pudiera organizarse y orientarse a la satisfac­ lo dice con tantas palabras, porque sonaría demasiado ab­
ción de las necesidades vitales, su dirección bien podría cen­ surdo o audaz. Pero, si seguimos atentamente su razonamien­
tralizarse. Esta dirección no impediría la independencia indi­ to, deja bastante claro este ideal.
vidual, sino que la haría posible.» (H. Marcuse, 1964, pág. 22.) U na manifestación de esta nueva existencia infantil es lo
Pero, ¿cuál es ese «reino de la libertad más allá de la ne­ que Marcuse llama «sexualidad polimorfa». ¿Qué quiere de­
cesidad, todavía inexplorado»? Marcuse explica con dema­ cir con eso? En teoría freudiana, es la experiencia sexual del
siada vaguedad qué es lo que quiere decir realmente. En Eros niño antes de la pubertad, y especialmente antes de aparecer
y civilización, cita, entre los objetivos para la sociedad bue­ el complejo de Edipo, alrededor de los 6 años, cuando se li-
na, que los hombres «puedan morir sin angustia» (H. Mar- bidiniza todo el cuerpo y procuran goce sexual, no sólo los
cuse, 1966, pág. 233) y sin dolor y no antes de que ellos «quie­ genitales, sino todas las zonas erógenas, particularmente el
ran y tengan que morir» (op. c/f., pág. 232). Es difícil tomar recto y la boca, pero también todos los aspectos de la sexua­
en serio estas declaraciones: en primer lugar, no hay razón lidad genital, como el sadismo y el masoquismo. Con el des­
para comprender por qué habrá siempre hombres que mue­ pertar de la sexualidad fálica y, finalmente, de la sexualidad
ran antes de quererlo, por motivos psicológicos que no tie­ genital alrededor de la pubertad, le queda subordinado el pla­
nen nada que ver con el orden social, sino con la herencia cer sexual pregenital.
y la constitución. La reivindicación de que el hombre muera En idea de Marcuse, esta subordinación de la sexualidad
con un mínimo de dolor resulta muy vana en una civiliza­ pregenital a la genital es característica de todas las socieda­
ción en que el arte médico hace todo lo posible por aliviar des represivas y, en la sociedad libre, aquélla volverá por sus
la agonía. Y sobre la idea de que el hombre tiene derecho a derechos y perderá la característica que atribuimos hoy a las
quitarse la vida cuando lo decida, hoy hay muchos de acuer­ «perversiones». Lo esencial de esta teoría es que el hombre,
do con Marcuse, y ciertamente no hace falta reformar dema­ para llegar a ser plenamente él mismo, tiene que regresar, vol­
siado la sociedad para que se haga más fácil acabar volunta­ viendo a ser niño, y que esta regresión ha de manifestarse en
riamente con la propia vida. Las tasas de suicidio muestran un nuevo florecimiento de la sexualidad pregenital. Pero, pro­
que, incluso en estas circunstancias, nadie encuentra grandes sigue la teoría de Marcuse, en una sociedad no represiva, es­
obstáculos para quitarse la vida, si quiere. tas manifestaciones de la sexualidad pregenital, como la co-
138 LO INCONSCIENTE SOCIAL EL SUPUESTO RADICALISMO DE HERBERT MARCUSE 139

profilia (gusto por los excrementos) y el sadismo, adquieren que «la libido no reactivaría simplemente las fases precivili­
un sentido completamente distinto al que tienen en la socie­ zadas e infantiles, sino que también transformaría lo perver­
dad represiva. Se reactivarán todas las zonas erógenas y, como tido de estas fases».
consecuencia, habrá «un resurgimiento de la sexualidad pre­ Me resulta imposible comprender de qué está hablando
genital polimorfa y... una decadencia de la supremacía geni­ Marcuse en realidad y, después de haber releído muchas ve­
tal» (H. Marcuse, 1966, pág. 199). Si el cuerpo en su totali­ ces estos pasajes, empiezo a dudar de si él mismo tenía idea
dad se convierte en «medio de placer..., el cambio deí valor clara de lo que quería decir. En primer lugar, evidentemente,
y alcance de las relaciones libidinosas llevará a la desintegra­ son distintos el sadismo de un miliciano y el comportamien­
ción de las instituciones en que se han organizado las rela­ to sádico en el trato sexual de una pareja en que ambos con­
ciones particulares interpersonales, especialmente la familia sienten y encuentran placer. En éste, el daño o humillación
monogámica y patriarcal» (op. cit.). Para Marcuse, la libera­ sádica del objeto sexual se basan en el común consentimien­
ción de la explotación y de la autoridad irracional se acom ­ to, e incluso las mortificaciones características de esta per­
paña de la liberación de la sexualidad, «constreñida por la versión carecen de la gravedad de inhumanidad que tienen
supremacía genital, en erotización de la personalidad ente­ practicadas a la fuerza. Sin embargo, aun habiendo esta di­
ra» (op. cit.). ferencia, y con ser importante, no cambia en nada lo que es
el impulso sádico; el deseo de dominar completamente a otro,
privándolo de su voluntad y convirtiéndolo en un objeto im­
2. Las perversiones, según Marcuse potente, y se manifiesta en el afán de dañarlo y humillarlo.
En efecto, no hay mayor manifestación de poder que obli­
Marcuse declara que las perversiones, como ei sadismo, gar a un ser viviente a soportar dolor. En lo fundamental,
tienen cualidades distintas, según el tipo de sociedad en que esto no cambia en la práctica de la perversión sadomasoquista
se encuentren: «La función del sadismo no es igual en una que puede encontrarse con frecuencia en nuestra sociedad y
relación libidinosa Ubre que en las actividades de las SS. Las en otras muchas. Si el sadismo no tiene esta finalidad, que
formas inhumanas, compulsivas, coactivas y destructivas de le da su carácter y a la que se debe la intensidad de excitación
estas perversiones parecen estar relacionadas con las perver­ y satisfacción, ha dejado de ser sadismo, y Marcuse no nos
siones generales de la existencia hum ana en una cultura re­ dice qué es.
presiva, pero las perversiones tienen una sustancia instintiva Naturalmente, él no habla de la perversión sádica en nues­
distinta de estas formas; y esta sustancia bien podría mani­ tra sociedad «represiva» (aunque hoy existe también la dife­
festarse en todas las formas compatibles con la normalidad rencia entre ei sadismo del miliciano y el voluntario mutuo
en una civilización superior» (H. Marcuse, 1966, pág. 200 de una pareja sadomasoquista), pero la cuestión es precisa­
sig.). Hablando de su objetivo para el «hombre nuevo» de mente qué queda del sadismo en la sociedad no represiva.
una sociedad no represiva, a saber, la realización de la sexua­ ¿Qué se quiere decir con que la libido no reactivaría simple­
lidad infantil, pregenital, Marcuse afirma (op. cit., pág. 200) mente las fases precivilizadas, sino que también transforma­
140 LO INCONSCIENTE SOCIAL EL SUPUESTO RADICALISMO DE HERBERT MARCUSE 141

ría la perversión (H. Marcuse, 1966, pág. 200)? ¿Qué es lo de tocar, oler y gustar los excrementos propios o de otros y,
pervertido del sadismo, y en qué se transformaría? ¿Qué es según Freud, es un deseo muy característico del infante du­
esa «sustancia instintiva» (op. cit., pág. 201), distinta de las rante la fase dominada por el ano como zona erógena. No
formas destructivas de la perversión actual? ¿No es sexual, es hoy una perversión infrecuente entre los adultos, aunque
o no es sólo sexual, ese sadismo purificado? Esa sustancia es muchísimo menos frecuente que la perversión sadom aso
instintiva, ¿no se caracteriza ya por la necesidad de dominar, quista. A menudo se asocia a un sadismo fuerte, de modo
dañar y humillar? Entonces, ¿qué tiene de sádica? que en psicoanálisis se habla de un carácter «anal-sádico».
Esperaríamos encontrar contestación a estas preguntas en Según el principio general de Marcuse, este elemento de la
las explicaciones generales de Marcuse sobre la regresión a sexualidad infantil también debiera ser reactivado en la so­
la libido infantil, que se supone fundamentalmente distinta ciedad no represiva.
a la regresión de la sociedad no represiva. Pero, desgraciada­ ¿Cómo puede «purificarse» la coprofilia y seguir siendo
mente, la tesis principal de Marcuse, sobre la transformación al mismo tiempo coprofilia? La clásica respuesta freudiana
de la sexualidad en eros, es igual de vaga, un desvarío de fi­ es que se sublima, por ejemplo, en el placer de pintar (en sí,
lósofo del psicoanálisis que confunde el sentido de la teoría una hipótesis más que discutible). Pero, dado que Marcuse
de Freud, parte de la cual está claro que no ha comprendido. rechaza la sublimación, ¿cómo manifiesta el interés y el pla­
No es éste el lugar de tratar detalladamente de la mala inter­ cer en las heces su hombre nuevo y verdaderamente feliz? Es­
pretación de Freud por Marcuse. Lo interesante en nuestro tas preguntas son tan naturales que sólo podemos concluir
contexto es que Marcuse considera la reactivación de la se­ una cosa: en esta idea, el elogio de las perversiones y de la
xualidad pregenital, lo que quiere decir en gran parte de las sexualidad pregenital queda moderado por u n a tendencia
perversiones, un objetivo útil de desarrollo humano, pero pa­ idealizante, una nueva mojigatería puritana expresada en teo­
rece tener miedo a hablar francamente a favor de las perver­ rías metapsicológicas.
siones. Las quiere puras: no debiera haber nada malo en la Lo mismo podemos decir de otro deseo infantil que, se­
perversión sádica y, con el fin de describir esta nueva e ino­ gún Marcuse, debiera reactivarse en la sociedad no represiva:
cente «sexualidad polimorfa», postula una teoría metapsico- el narcisismo. En Eros y civilización, escribe Marcuse (1966,
lógica modificando y tergiversando a Freud, en vez de tratar pág. 207): «La reactivación de la sexualidad polimorfa y nar-
de la realidad clínica y empírica del sadismo. Teoriza sobre cisista deja de ser una amenaza a la cultura y puede llevar
la perversión, el narcisismo, etc., sin intentar siquiera descri­ por sí misma a la constitución de una cultura si el organismo
bir el fenómeno. (De lo abstracto e irreal de su «sadismo», no existe como una herramienta de trabajo enajenado, sino
es característico que apenas hable del masoquismo, insepa­ como sujeto de la realización de sí mismo: con otras pala­
rablemente unido a aquél, y que sería exigido en la pareja con­ bras, si el trabajo socialmente útil es al mismo tiempo la sa­
sentida del sádico.) tisfacción nítida de una necesidad individual.» Expresiones
Es lástima que no hable de otra perversión, la coprofilia, como «realización de sí mismo» y «satisfacción nítida» sue­
que sólo cita de paso. La coprofilia es el deseo y el placer nan muy bien, pero es difícil imaginar qué se quiere que sea
LO INCONSCIENTE SOCIAL EL SUPUESTO RADICALISMO DE HERBERT MARCUSE 143
142

la nueva regresión al narcisismo, supuesto que este término el énfasis en su teoría de la libido, no en su teoría del carác­
tenga algún sentido aún vagamente relacionado con el psico­ ter. Así, echan por la borda —o, mejor, es que no han subido
lógico. a bordo— la parte de la teoría de Freud sin la cual no puede
Marcuse no nos lo pone fácil. Nos ofrece su propia inter­ entenderse bien la totalidad. Además, apartan esta teoría lo
pretación de Narciso y observa (op. c i t pág. 160, nota 5) que •i bastante lejos de los datos personales observables para estar
«el símbolo de Narciso y el término “ narcisista” no los em­ protegidos contra el riesgo de tener que afrontar nunca su ca­
pleamos aquí en el sentido que se les da en la teoría de Freud». rácter, y particularmente sus aspectos inconscientes. Reducen
Perfecto y claro. Pero, unas cuantas páginas después, intenta a Freud a liberador de la sexualidad y lo silencian como ex­
marchar en dirección contraria, señalando que quizá pueda plorador de lo inconsciente individual.
«encontrar cierto apoyo a nuestra interpretación en el con­ Considerando esta discordancia entre el Freud verdadero
cepto freudiano del narcisismo primario» {op. cit., pág. 166). y el Freud «interpretado» filosóficamente, difícil será para
Lo cual sorprende un poco, primero, porque, en interpreta­ un psicoanalista no suponer que el motivo principal de la ter­
ción de Marcuse, Narciso «no se ama sólo a sí mismo» (op. giversación está en la «resistencia» a tocar los problemas hu­
cit.)', y además, si él es el antagonista de Eros, y «si su actitud manos esenciales: los aspectos inconscientes del propio ca­
erótica es semejante a la muerte y acarrea muerte, entonces rácter y las consecuencias de las propias represiones.
el reposo, y el sueño, y la muerte no están dolorosamente se­ El método que siguen Marcuse y otros facilita en gran ma­
parados y diferenciados» (op. cit.). Dejando aparte la vali­ nera esta form a de resistencia. En primer lugar, tratan sola­
dez y el sentido de esta interpretación, es justo lo contrario mente de la metapsicología de Freud, no de sus descubrimien­
a la idea freudiana del narcisismo, en la cual el narcisista sólo tos clínicos. Segundo, desconocen en gran parte las obras de
se am a a sí mismo, y, desde luego, a la teoría posterior de Freud anteriores a 1920 y se concentran sobre todo en su hipó­
Freud, según la cual el narcisismo pertenece al eros y, por tan­ tesis del eros y del instinto de muerte, que es esencialmente una
to, no tiene la afinidad con la muerte que Marcuse explica. hipótesis metapsicológica, poco relacionada con hechos clíni­
Marcuse trata de salvar su afirmación señalando el concepto cos. No es que no se incluyan en el cuadro fragmentos de las
freudiano del narcisismo primario. Y cita la explicación so­ hipótesis anteriores de Freud, si se ajustan a la nueva filosofía
bre el «sentimiento oceánico», una experiencia esencialmen­ del psicoanálisis, pero falta el conocimiento completo y, por
te mística que Freud entiende como regresión a la fase más tanto, la comprensión de sus datos clínicos y de sus teorías
primitiva de desarrollo, en la que no ha nacido todavía el sen­ formadas sobre ellos. Decir simplemente, como Marcuse, que
:i :
tido de la individualidad, o del yo. Como en los casos ante­
':’í : uno no se ocupa de los problemas clínicos por considerarlos
riores, Marcuse vuelve a emplear términos de Freud, o dán­ y cuestiones técnicas es un error metódico, por el propio ca­
doles un sentido nuevo, o quitándoles el preciso y experimental i rácter de las teorías de Freud, surgidas de la observación em­
>3 -

que tenían. pírica. Es casi como exponer las teorías económicas de M arx
Actualmente, muchos que creen haber comprendido la afirmando que no hacen falta conocimientos de la realidad
doctrina de Freud han tomado la costumbre de poner todo económica para comprenderlas y modificarlas radicalmente.
144 LO INCONSCIENTE SOCIAL EL SUPUESTO RADICALISMO DE HERBERT MARCUSE 145

No puedo entrar en los muchos argumentos, brillantes, se sólo repite a Freud, para quien la sexualidad pregenital se
pero evasivos, de que se sirve Marcuse para que el lector no sublima en la cultura (con el famoso ejemplo del cirujano,
se sorprenda, o quizá para que no se entere de en qué se que­ que ha sublimado su sadismo en su profesión). Por ello, esta
da realmente su ideal del hombre nuevo. En efecto, tropieza sublimación de la sexualidad pregenital no constituye nada
con una dificultad formidable. El predominio de la sexuali­ que no haya sucedido en la sociedad reprimida. El nuevo as­
dad genital sobre los deseos sádicos, coprofílicos u otros pre­ pecto que Marcuse presenta como finalidad del hombre nue­
genitales no es justo el presente del que quieran escapar la vo es esa parte en que la sexualidad pregenital se experimen­
mayoría de las personas. En realidad, parecen hallar más fe­ ta también como goce sexual en una relación entre dos
licidad en la realización genital, especialmente cuando va uni­ personas.
da a la intimidad y al amor personal. Otra manera como Marcuse trata de adornar la nueva
Para templar las reacciones de la gente más normal, Mar- idealización de las perversiones es decir que, cuando la se­
cuse emplea dos argumentos. Uno, que «el libre desarrollo xualidad se oprime, la libido «se manifiesta en las formas
de la libido transformada dentro de instituciones transforma­ monstruosas tan bien conocidas, en la historia de la civiliza­
das, aun erotizando zonas, tiempos y relaciones anteriormente ción: en las orgías sádicas y masoquistas de las multitudes
prohibidos, disminuiría las manifestaciones de mera sexuali­ desesperadas, de las minorías selectas, de las bandas de mer­
dad, integrándolas en un orden muchísimo más amplio, com­ cenarios hambrientos y de los guardianes de cárceles y de
campos de concentración» (H. Marcuse, 1966, pág. 200). La
prendido el orden del trabajo. En este contexto, la sexualidad
verdad es que, durante toda la historia, han estado muy di­
tiende a su propia sublimación: la libido, no sólo reactiva­
fundidas perversiones como la coprofilia, el sadismo, y el ma­
ría fases precivilizadas e infantiles, sino que también trans­
soquismo; y depende en gran medida de la clase a que se per­
formaría lo pervertido de estas fases» (H. Marcuse, 1966,
tenezca y de sus prohibiciones sociales si se practican sólo con
pág. 200).
prostitutas o en «relaciones libidinosas libres» (parece que,
Es difícil imaginar a qué realidad sexual se refiere Mar- al presente, las clases media y alta, en este sentido, pasan muy
cuse en esta explicación. La coprofilia, por ejemplo, se reavi­ bien sin prostitución). En todo caso, no parece que haga mu­
varía, o sea, que conservaríamos el placer de oler, mirar y cha falta una revolución para que florezcan las perversiones...,
saborear las heces, pero no sería meramente sexual (en el sen­ si es éste el fin conveniente.
tido pregenital), sino que se integraría en el orden del traba­ Para Freud, desde luego, no. Y habría sido más franco
jo. Y lo mismo podremos decir del sadismo, supongo. ¿Se por parte de Marcuse hacer observar que sus propuestas de
quiere decir que el hombre que encuentre un goce lujurioso reavivar la sexualidad polimorfa son estrictamente contrarias
en pegar o humillar a una mujer no lo haría más que en par­ a la totalidad del pensamiento doctrinal de Freud. Reich afir­
te, o no meramente, para obtener placer sexual, sino que parte maba con razón que desarrollaba la teoría de Freud hasta sus
de este placer pregenital se manifestaría en su trabajo, o en últimas consecuencias al subrayar la importancia general de
el orden social más amplio? En cuanto a esto último, Marcu- la potencia orgásmica, frente a los elementos inhibitorios que
146 LO INCONSCIENTE SOCIAL
EL SUPUESTO RADICALISMO DE HERBERT MARCUSE 147

se encuentran en la mayoría de las personas. Reich hablaba, dicará Marcuse tanta sorna a los que hablan de amor, interés
naturalmente, de liberar de inhibiciones la sexualidad geni­ y responsabilidad en la sociedad actual.
tal: de ningún modo, de reavivar la sexualidad pregenital ni Otro aspecto del ideal de regresión total es su interpreta­
las perversiones. Reich creía que, si la sexualidad genital pu­ ción del complejo de Edipo: el «ansia sexual» de la mujer-
diese liberarse, el consiguiente aumento de la libertad y de madre es «el eterno anhelo infantil del arquetipo de la liber­
la energía vital llevaría también a tomar posturas políticas re­ tad: la liberación de la miseria» (H. Marcuse, 1966, pág. 265).
volucionarias. Si esto es discutible, por lo menos es razona­ En la lucha contra la separación de la madre, «libra Eros su
ble, lo que no puede decirse de la relación que establece Mar- primera batalla contra todo lo que representa el principio de
cuse entre la liberación de la opresión y la liberación del realidad: contra el padre, contra la dominación, la sublima­
predominio de la sexualidad genital. ción y la resignación» (op. cit.).
Pero, aparte de que Marcuse, en este punto, se sirva de Marcuse ni siquiera trata de fenómenos como el autor, la
la teoría freudiana para acreditar un ideal exactamente con­ ternura y el narcisismo, puesto que, según él, en nuestra so­
trario a la teoría de Freud, se plantea una cuestión entera­ ciedad un cuerdo no puede sentir nada de ello y sólo tendría
mente distinta: la del sentido psicológico de varias perversio­ la opción de declararse loco, o admitir que, para él, todos
nes. Está comprobado en la clínica que las personas atraídas estos sentimientos no son nada más que ideologías. Y tergi­
por los excrementos, la suciedad, etc., son también las perso­ versa de peculiar manera la teoría freudiana para hacer apa­
nas que no am an la vida y cuya relación con los demás es rentar que todo esto es consecuencia, por decirlo así, o al me­
principalmente sádica. Si lo único importante fuese la sensa­ nos es compatible con ella. Pero es tergiversarla enormemente.
ción subjetiva de excitación, desde luego, la satisfacción de El supuesto fundamental de Freud es que el hombre, de cual­
la coprofilia y del sadismo sería tan buena como la satisfac­ quier sociedad, debe dejar de ser un infante y alcanzar un
ción de la intimidad sexual genital y del amor. Pero si nues­ máximo de independencia. El ideal de Freud era el hombre
tro concepto de la existencia y del gozo humano supera el de maduro, razonable e independiente, que pudiera confiar en
una excitación sensual placentera, sea cualquiera su origen, sí mismo y en su razón. A nadie habría sorprendido más que
y si nos interesan experiencias humanas como el amor, la ter­ a Freud el servir de fundamento al ideal de la regresión como
nura y la simpatía, en cuanto superiores al sadismo y a la fin verdadero del progreso humano. Si Marcuse hubiese po­
atracción por la muerte y la suciedad, verdaderamente, signi­ dido examinar el problema del hombre nuevo en su relación
ficaría para nosotros un retroceso del desarrollo humano este con los demás, quizás habría descubierto que las cualidades
renacimiento de las perversiones, incluso con los preciosos de sadismo, masoquismo, voyeurismo, exhibicionismo y nar­
adornos y con todas las reservas de Marcuse. Su punto de vista cisismo —características de la infancia— perturbarían toda
es el de un sibaritismo para el cual la excitación, por sí mis­ forma de cooperación social en la «sociedad libre».
ma, es un objetivo vital, el odio es tan bueno como el amor
y el sadismo es tan bueno como la ternura; y todo lo que cuen­
ta es la palpitación física. Supongo que por este motivo de­
148 LO INCONSCIENTE SOCIAL EL SUPUESTO RADICALISMO DE HERBERT MARCUSE 149

3. La idealización de la desesperanza de amar, en el sistema actual, constituye por fuerza la excep­


ción; el amor es inevitablemente un fenómeno marginal en
Hay otro punto importante que observar: el papel revolu­ la sociedad occidental contemporánea... Los que se preocu­
cionario de los valores que, según Marcuse, han perdido vali­ pan seriamente por el amor como única respuesta racional
dez (el amor, el deseo de libertad, la lucha contra el aburri­ al problema de la existencia humana deben, entonces, llegar
miento y la manipulación, y la lucha por la integridad y por a la conclusión de que para que el amor se convierta en un
la vida más allá de la satisfacción material y sensual). Estas fenómeno social y no en una excepción individualista y m ar­
nuevas necesidades «humanas», surgidas en el momento y ginal, nuestra estructura social necesita cambios importantes
hasta el punto en que la evolución histórica del hombre lo y radicales.»
ha llevado a superar la esfera de la pura satisfacción de sus Pero, aparte de polemizar conmigo, ¿qué quiere decir Mar-
necesidades materiales, lo han movido también a luchar contra cuse? ¿Que es imposible para nadie, incluso para una mino­
muchos órdenes sociales que se les oponían. Las revolucio­ ría, respetar, cuidar y amar? De ello se seguiría entonces, pa­
nes no son consecuencia solamente de las privaciones mate­ rece ser, que no debemos cuidar, ni respetar, ni amar; que no
riales, sino también de la insatisfacción de otras necesidades debemos desarrollarnos como personas, sino esperar la revo­
humanas, que impide ser hombres cabales. lución, hasta que nazca el «hombre nuevo».
Marcuse despacha este problema y su polémica conmigo Si hoy no fuese posible superar el modelo dominante de
diciendo que el objetivo del máximo desarrollo de las poten­ personalidad, no habría sido posible nunca, y difícilmente
cialidades personales es «esencialmente inalcanzable» (1966, podría haber habido progreso humano. (¿No estaba cuerdo
pág. 253) en nuestra sociedad; que uno no puede practicar Marx, o no intentó practicar «todo eso»?) Con semejantes
«la realización productiva de la personalidad, el cuidado, la convicciones, todo el mundo de todas las épocas habría es­
responsabilidad y el respeto por los semejantes, el amor pro­ perado a la revolución antes de intentar alcanzar un nivel su­
ductivo y la felicidad, y conservar su sano juicio» (op. cit.y perior de desarrollo humano; y la revolución habría fracasa­
pág. 254); y que «curar al paciente significaría hacer de él do totalmente en sus fines humanos (no sólo parcialmente,
un rebelde, o (lo que viene a ser lo mismo) un mártir» {op. cit.). como ha ocurrido casi siempre) porque habría sido hecha ex­
Da a entender que, en mi opinión, este objetivo es fácil clusivamente por gentes que seguían siendo esclavos.
de alcanzar y puede ser alcanzado por la mayoría. No reco­ El desarrollo de la persona puede ocurrir, y ocurre, en las
noce haber visto la inequívoca postura, a través de todas mis circunstancias más adversas. En realidad, éstas le sirven de
obras, de que estos objetivos chocan frontalmente con los fi­ estímulo. Pero esto sólo es cierto de una minoría que, por al­
nes y las prácticas de la sociedad capitalista. Así, escribía en gunos motivos, puede liberarse hasta cierto punto de la for­
E l arte de amar (1985, pág. 127): «No deseo significar que ma social de pensar y sentir y reacciona en contra. Marcuse
podemos esperar que el sistema social actual continúe así in­ y los que piensan como él no lo niegan, ni por un momento,
definidamente y, al mismo tiempo, confiar en la realización en el caso del radical, quien puede creer lo que es general­
del ideal de amor hacia nuestros hermanos. La gente capaz mente «increíble» en su sociedad. En cuanto a la tentativa
150 LO INCONSCIENTE SOCIAL EL SUPUESTO RADICALISMO DE HERBERT MARCUSE 151

de alcanzar «prematuramente», por decirlo así, parte de la te y el futuro. El mismo Marcuse no pretende tener ningún
vida del «hombre nuevo», aunque difícil, no es imposible. Y programa político, pero tampoco ha desautorizado las accio­
tienen que intentarlo precisamente los que se oponen a la so­ nes políticas, especialmente, de los estudiantes que sí creen
ciedad actual y luchan por un mundo habitable para el hom­ que les ha dado un programa de acción política. Y toma esta
bre. El radicalismo político, sin genuino radicalismo hum a­ orgullosa postura: «Por no ofrecer ninguna promesa, ni mos­
no, no llevará más que al desastre. trar ningún éxito, es negativa. De este modo, quiere ser leal
Lo que Marcuse defiende con palabras rebuscadas y am­ con quienes, sin esperanza, han entregado y entregan su vida
biguas es un materialismo vulgar, en el cual la felicidad defi­ al gran rechazo» (1964, pág. 268). Ya vemos: una introduc­
nitiva estaría constituida por la completa satisfacción de las ción de martirio romántico a una postura que no tiene nin­
necesidades materiales, más la satisfacción de todos los de­ guna ayuda, política ni humana, que ofrecer para dar otro
seos libidinosos, especialmente, de los pregenitales. paso por el camino del futuro, o —si no lo hay— para so­
No sorprenderá que, con esta actitud, no se pueda que­ portar con dignidad la catástrofe. Pero temo que pueda ser
dar uno más que abatido y bastante desdichado. Y desgra­ atractiva para algunas personas de espíritu semejante que vi­
ciadamente, esta desesperanza se convierte a una teoría polí­ van en la desesperación. Ciertamente, tal postura no está de
tica sin ningún sentido de la realidad: «Los desplazados y los acuerdo con la tradición de todos los que han vivido y, cuan­
arrinconados, los explotados y los perseguidos de otras razas do ha hecho falta, han entregado su vida por los valores hu­
y otros colores, los parados, los retirados y los inválidos», aun­ manos que, en el pensamiento de Marcuse, han quedado des­
que no tengan conciencia revolucionaria, tienen una función echados.
revolucionaria. «El que empezasen a negarse a seguir el jue­ No se puede fundar ninguna acción política sobre Ja de­
go podría señalar el principio del fin de un período.» Y. ha­ sesperanza y el miedo, pero sí se puede hacer mucho daño
bla vagamente de la probabilidad de que «los extremos his­ convenciendo a otros de que la teoría más progresista y radi­
tóricos vuelvan a tocarse: la conciencia más adelantada de ca] no ofrece mejor consejo que enorgullecerse de la propia
la Humanidad y su fuerza más explotada. No es más que una desesperanza. Es una broma pesada alardear de radical y de
probabilidad» (1964, pág. 267 sig.). Y termina E l hombre uni­ practicar el gran rechazo cuando lo fundamental que propo­
dimensional con esta declaración: «La teoría crítica de la so­ ne es regresar a una vida pueril sibarítica y egoísta. No habla
ciedad no posee conceptos que puedan salvar la falla entre en nombre de la vida: habla en nombre del desamor a la vida
el presente y su futuro» (<op. cit., pág. 268). La teoría crítica, y de un cinismo que se disfrazan de teoría superradical.
¿de quién, en realidad?, ¿la de Marx, la de Freud, o la de
Marcuse? Toda teoría que no posea conceptos que puedan
salvar la falla entre el presente y su futuro no será aplicable, Después de haber escrito los párrafos anteriores, he leído
por lo mismo, a la acción política. el libro de Marcuse Ensayo sobre la liberación, de publica­
De cualquier tipo de acción política se exige que muestre ción reciente (1969), en que expone ideas muy contrarías a
los modos y maneras como se salvará la falla entre el presen­ las de sus obras anteriores. La fuerza del instinto de muerte
152 LO INCONSCIENTE SOCIAL

parece haberse reducido casi a nada, la reactivación de la se­ BIBLIOGRAFIA


xualidad pregenital y de las perversiones ha sido abandona­
da, y ahora Marcuse afirma que los que luchan por el socia­
lismo deben anticipar en su vida las cualidades de la meta
perseguida: «La explotación tiene que desaparecer del traba­
jo y de las relaciones generales entre estos luchadores... La
comprensión y la ternura recíprocas, la conciencia instintiva Bowlby, J., 1958: «The Nature of the Child’s Tie to the Mot-
de lo que es malo..., entonces, atestiguarán la autenticidad her», en: The International Journal o f Psychoanalysis,
de la rebelión» (op. cit., pág. 88). Me alegra que Marcuse haya vol. 34 (1958).
tomado, esencialmente, la misma postura que antes criticaba Christiansen, B., 1963: Thus Speaks theBody. A ttem pts To-
con tanta dureza, pero, en aras de la claridad intelectual, es ward a Personology fro m the Point o f View o f Respira-
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Calígula, 128 Consciente, hacer, 32, 51, 69-70, 77,
Camus, Albert, 128 82-84
Carácter, 17, 80-81 Constitución, 18, 21-22, 28, 41-42,
— acumulativo, 119-121 43, 71
— anal, 45, 114, 115-122 Consumo, 71, 84-85, 102-103
160 LO INCONSCIENTE SOCIAL ÍNDICE ANALÍTICO 161

— y carácter, 102-103 Espinosa, Baruch de, 70-71,115-116 Genet, lean, 113 necesidad [deseo]), 40, 44-45
— y sexualidad, 102-104, 113 Espiritual, 40-41, 96-97, 105-106, Gindler, Elsa, 88 — y necesidad (deseo), 44-45
Coprofffla, 110-111, 114-115, 137-138, 126 Goethe, Johann Wolfgang von, — y sociedad, 44-45
140-141, 144-148 Espiritualidad, 40-41 70-71, 97 Impulsos (instintos, teoría de los, se­
Cuerpo, 36-37, 87-88, 108 Espontaneidad, 102, 116 Gorer, Geoffrey, 84-85 gún Freud, 17-20, 29-30
— e inconsciente, 87 Estim ación de la perversión, Groddeck, Georg, 87 — revisión de la, 40-49
Culpa, sentimiento de, y sexualidad, I09-II4 Grupo, sexualidad de, 52, 102, 110 Inconsciente, 30-31, 35-36
51-52 Estructura social, 21, 24-25 Grupo, terapia de, 83-84 — actual (presente), 91-92
Cultura, 34, 74, 98, 103-104, 135, Estupefacientes, consumo de, — colectivo, 74-75
145 105-106 Hacerse consciente (darse cuenta, — individual, 74, 143
Culturalismo, 17, 19-20, 33 Exhibicionismo, 52, 110, 147-148 enterarse), 96, 99 — revisión de la teoría de lo, 50-84
Existencialista, filosofía, 36-37, Hamlet, 77-78 — según Laing, 78-81
Dependencia, ( v é a s e t a m b i é n vincu­ 42-43, 78-79 Heidegger, Martin, 78-79 — social, 73-79
lación a la madre, vinculación a Evolución, 20-21, 40-41 Hemholtz, Hermán Ludwig F., 31 — y arte, 77-78
los ídolos y transferencia), 63 Explotación, 71, 152 Hippies, 51, 102, 104-107 — y consciente, 75-76
Depresión, 39-40, 52, 58, 61-62 Hitler, Adolf, 61-63, 68-69, 128 — y cuerpo, 87
Desamparo ( v é a s e t a m b i é n impo­ Familia, 19-20, 35-36, 45, 94, 129 Holt, Robert R., 73 — y sexualidad, 50-55
tencia), 59-60, 130 Fenichel, Otto, 47-48 Hombre, idea de Fromm sobre el, Independencia ( v é a s e t a m b i é n liber­
Deseo (anhelo) de la madre, 54-55 Formación de reacción, 114-115 20-25 tad), 70-72
Desesperanza, 147-152 Freud, Sigmund, 17-20, 24-25, Hombre, naturaleza (carácter del), Indiferencia a la vida, 72
D estructividad necrofílica, 46, 29-36, 38-41, 46-51, 55-56, 63-64, 19, 69-70 Individualidad, 54-55, 58, 142
129-131 71-73, 79-80, 84-86, 90, 99-100, — definición, 40-41 Individual, psicología, 35
Diván, o frente a frente, 64-66 103-104, 107-108, 114-117, — y necesidades (deseos), 40-42 Individuación, 54-55, 58
Dostoyevski, Fiodor Mijailovich, 119-121, 133-137 Homero, 78-79 Individuo y sociedad, 22, 24-25, 37,
77-78 — el amor según, 47-49 Homosexualidad, 86-87, 110 84
Du Bois, Reymond, 31 — el carácter según, 24, 143 Horney, Karen, 17, 34 Instinto de vida y de muerte, 19-20,
— el sadismo según, 130-131 Humanismo, 35-36, 42 46-47
Edipo, complejo de, 53-54, 77-78 — las teorías de los instintos (im­ Husserl, Edmund, 78-79 Instinto y carácter, 20-21,23,40-41
Educación, problemas de, 95-96, pulsos) según, 17-19, 46-49, Huxley, Aldous, 102-103 Interpretación, 39-40, 49 64, 67
122, 128 85-86, 143 Intimidad, 146-147
Ego, 45, 97-98, 124-125 — la vinculación a la madre según, Ideología, 37, 135-136, 147 — miedo a la, 52-53
Einstein, Albert, 49 55-57 Idolatría, v é a s e necesidad de ídolos Irracionalidad, 29-30, 33
Enajenación, 35-36, 60, 84-85, Freud y Marcuse, 134-139 Idolo, 60, 61-62 Isaías, 71-71
102-105 Freudiano, movimiento, v é a s e mo­ Idolos, vinculación a
Energía vimiento — latentes, 62-64 Jefes (dirigentes), 60
— psíquica, 24-25, 29-32, 41-42, 94 Fromm, Erich, 17, 19-20, 34, 45-46, — y jefes (dirigentes), 67-69 — y vinculación a ídolos, 67-69
— sexual, 24 60, 74-75, 82, 84-85, 89, 99, — y sociedad, 71-72 Jesús, 70-71
Entrenamiento autógeno, 88 113-114, 119-121, 127, 129, 133 — y transferencia, 63-70 Jung, Caris Gustav, 24, 32-33, 35,
Equiparación (igualdad), 46-47, — el carácter según, 23-25 — y vinculación a la madre, 59-60 56-57, 74-75
86-87, 105-106 — el psicoanálisis según, 20-25 Ideología, 60 Justificación, 29-30, 64
Erikson, Erik, H., 18 Fuerzas (energías) Iluminación, 70-71, 108
Eros, 19-20, 45-48, 53, 130-131, 140, — inconscientes, 29-30 Impotencia ( v é a s e t a m b i é n desam­ Kardiner, Abraham, 84
142-145 — irracionales, 29-30, 96-97 paro), 61-62, 126-129 Kierkegaard, Sóren, 79-80
Escuela psicoanalitica, 34-36 — propias, 69-70 Impulsos (instintos) ( v é a s e t a m b i é n Kinsey, Alfred C., 85-86
ÍNDICE ANALÍTICO 163
162 LO INCONSCIENTE SOCIAL

Laing, Ronald D., 36-37, 89, 97 Pasividad, 45, 49 Repetición, compulsión de, y trans­
to de vida), 47-48, 143, 152
— lo inconsciente según, 78-81 Patología de la normalidad, 35-36 ferencia, 66-69, 90-93
Liberación, 30-32, 51, 53, 77, 90-91, Perversión, 86-87 Represión, 50-53, 86-87, 143
Narciso, 142
127 — definición de la, 109-110 — de la sexualidad, 18, 50-53,
Narcisismo, 40, 58, 91, 93, 147-148
— sexual, 101-104, 108-109, 135, — estimación de la, 109-113 135-136
— primario, 98-99
143, 146 — según Marcuse, 138-148 — de la vinculación a la madre,
— y misticismo, 98-99
Libertad, 29-31, 45, 53, 58, 69-70, — sexual, 109-130 53-59
Nacionalismo, 69-70
77, 102, 108, 112, 114-115, — y carácter, 86-87, 113-116 — fuerza de la, 73-74
Necesidad (deseo) (v é a s e t a m b i é n
147-149 — y psicoanálisis, 113-116 — individual, 74
instinto [impulso]), 45, 112,
Libido, 19-20, 31, 48, 50, 107, 119, Perversiones, teoría de las — social, 73-79
135-136
138-140, 144 — revisión de la, 122-130 — superación de la, 82-84
— de ídolos ( v é a s e t a m b i é n vincu­
Libido, teoría de la, 17-19, 34, 50, Placer (gusto, gana), 18, 101-105, Reproducción y sexualidad, 101,
lación a ídolos), 59-63
72, 119, 143 117, 120-121, 124, 138, 141 108-110
— de marco de orientación y leal­
Lorenz, Konrad, 21 Poder, 127-129, 139 Resistencia, 86-87, 1 4 3
tades, 22-23, 40-41, 93-94
— absoluto, ( v é a s e omnipotencia), Respeto, 117, 148-149
— de relación, 22-23
Maccoby, Michael, 46, 124-125 Primario, proceso, 76 Revisión, 27
— e instinto (impulso), 44-45
Madre, vinculación a la, 91-92 Propiedad privada, 54-55 — de la teoría de la sexualidad,
— material, 136-137, 147-148, 150
— deseo (anhelo) de la, 54-55 Producción, modo de, 21, 34 85-87
— pregenital, 150
— represión de la, 53-58 Psicoanálisis, 17, 22, 35, 134 — de la teoría de la sociedad, 84-85
— simbiótica, 64, 130-131
— según Freud, 55-57 — clásico, 65, 67, 91 — de la teoría de las perversiones,
— y naturaleza (carácter) del hom­
— y paraíso, 58-59 — escuela de, 34-36 122-130
bre, 40-42
— ortodoxo, 18, 25 — de la teoría de lo inconsciente,
— y vinculación a ídolos, 59-60 — y sociedad, 24-25, 34-37, 84
Maestro Eckhart, 61, 70-71 — revisión del, 27-28, 33-40 50-84
Necrofilia, 46-47, 110
Maimónides, Moisés, 61 — textual, 38-40, 48-49 — de la teoría de los instintos (im­
— y sadismo, 129-130
Marcuse, Herbert, 84-85, 113-114 — transterapéutico, 9 5 - 1 0 0 pulsos), 40-49
Neofreudianos, 33-36
— y perversión, 113-116 — dé la teoría del cuerpo, 87-88
— las perversiones según, 138-148 — Neurofisiología, 21-22
— y sexualidad, 1 0 7 - 1 0 9 — d éla terapéutica psicoanalítica,
— y Freud, 134-138 Neurosis, 18, 29-30, 92-93, 95, 155
Marx, Karl, 70-71, 79-80, 133, 135 Psicoanalista y paciente, 89-90 89-100
Nietzsche, Friedrich, 79-80
Psicosis, 54-55, 81 — del psicoanálisis, 33-40
Masoquismo, 58, 81, 109 Niñez (infancia), 90
Masters, W. W., 85-86 Puerilización del paciente, 64-65 — necesidad de la, 27-36
— significado (importancia) de la,
Masturbación, 101, 104-105 Revolución, 145-146
29-30, 90-94
Materialismo, 150 Racionalismo, 30-31, 33 — sexual, 101-104
Normal, 110, 118
— histórico, 36-37 Radicalismo, 113 Riesman, David, 84-85
Normalidad, 96-97
— mecanicista, 31, 36-37, 135 Radó, Sándor, 34 Roheim, Geza, 84
— patología de la, 35-36
M aterna, figura, 54-55 Razón, 69-70, 100, 121
May, Rollo, 78-79 Réage, Pauline, 113 Sade, marqués de, 113
Oceánico, sentimiento, 98, 142
Meditación, 75, 98-99 Realidad, relación con la, 54-55, 97 Sadismo, 111-119, 122-130, 145-148
Impotencia, 122-126, 129-130
Midas, 46 Rechazo, gran, 151 — destructivo, 129-131
Onán, 101
Misticismo y narcisismo, 98-99 Regresión, 136-137, 140-147 — según Freud, 130-131
Orgasmo, 52, 85-86, 108
Motivos inconscientes, 29-30, 84-85 Reich, Wilhelm, 51-52, 8 5 - 8 8 , — reprimido, 122-323
Movimiento psicoanalítico, 28, 107-109 — sexual, 125-126
Paracelso, 70-71
33-36, 40 Relación, 69-70, 130-131 — simple, 129-131
Paraíso y vinculación a la madre,
Muerte, 135-136 Relajación (distensión), 86-87 — y carácter, 87
58-59
Religión, 105-106 — y necrofilia, 129-131
— instinto de ( v é a s e t a m b i é n instin­ Pasión, 19, 37, 40-41, 43-45, 53
ÍNDICE ANALÍTICO 165
164 LO INCONSCIENTE SOCIAL

— y sociedad, 127-129 — e instinto (impulso), 29-30, 34, Transformación (reforma) de la so­ Violencia (fuerza), 42, 121, 139
Salud, 87, 96-97 94, 135 ciedad, 135-138 Von Brücke, Emest, 31
Sano, 111, 116 — enferma, 84-85 TTavestismo, 110 Voyeurismo, 52, 110, 247-148
Saqueo, 124-126 — psicoanalftica, 2 4 - 2 5
Schuítz, I. H., 88 — represiva, 84-85, 136-152 Verdad, 77-78 West, Hilen, 78-79
Schweitzer, Albert, 70-71 — transformación (reforma) de la, — reprimida, 77-78
Sartre, Jean-Paul, 43, 79-80 24-25, 135-137 Vida, 44, 95-96, 104-105
Yo, 45, 118
Selver, Charlotte, 88 — y carácter, 43-45 Vigilia, estado de, 75
Ser o tener, 45, 102-103, 109 — y necesidades, 24-25, 34, 35-37, Vinculación afectiva, 63, 68
Sexos, atracción de los, 48-49.86-87 84 Violación, 124-126 Zen, budismo, 99
Sexual, moral, 104-105 — y represión, 73-78
Sexualidad, 34, 36-37, 85-87 — y sadismo, 127-129
— acumulada, 124-125 — y vinculación a ídolos, 71-72
— anal, 109 Soledad, 35-36, 58
— anormal ( v é a s e t a m b i é n - perver­ Speer, Albert, 68-69
sión), 86-87 Spitz, René, 65
— e inconsciente, 50-53 Stalin, José, 128
— erótica, 86-87 Sublimación, 114-115, 144-145
— genital, 50, 130-131 Sueños, 54-55
— polimorfa, 136-147 Sugestión, 90-91
— pregenital, 18, 45, 137-138, SuUivan, Harry Stack, 17, 34, 36-37,
140-147 79-80, 89
— represión de la, 50-53, 135-136 Superación de la represión, 82-84,
— y amor, 47-49 109
— y carácter, 115-116 Supervivencia, instinto de, 22-23,
— y consumo, 102-105 44-45
— y psicoanálisis, 107-109 Suzuki, Daisetz T., 99
— y reproducción, 108-110
— y sentimientos de culpabilidad, Tfener o ser, 45, 86-87, 97, 102-105,
51-52 109, 120-121
Shakespeare, 77-78 Teoría, 27-28
Símbolo, 32, 57 — crítica, 150-151
Sintoma, 95-96, 116, 121 Terapéutica (terapia), 79-84
Sistema (doctrina), 28-29 — como reconstrucción, 90-93
Sócrates, 70-71 — el orden (disposición) en la,
Socialización, 23-24 64-66
Socialismo, 135 — revisión de la, 89-100
Sociedad, 19-20, 24, 36-37, 84-85, Ternura, 70-71
94 Tillich, Paul, 79-80
— capitalista, 148-149 Transferencia, 72, 90
— cibernética (inform atizada), — fuerza de Ja, 63-65
102-103 — y compulsión de repetición,
— e inconsciente, 59, 73-78 66-69, 90-93
— e individuo, 22, 24-25, 37 — y vinculación a ídolos, 63-70

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