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traducción
-de
TOMÁs SEGQVIA

revisada
con la colaboración del AUTOR
y de JUAN DAVID NASIO

nuevamente revisada
por
ARMANDO SUÁREZ
quien tradujo los ensayos
no incluidos anterior-m ente
~

íNDICE GENERA L

)J(()

siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.


CERRO OEL AGUA 2<18, DELEGACIÓN COYOACÁN, 04310, MEXleo, D.f.

siglo xxi editores argentina, s.a. TOMO 1

LAVALLE 1634 PISO 1 ' ·A C- l048AAN, BUENOS AIRES. AAGENTINA

N ota d el director d e es ta colección, por Armando Suárez ix

Nota del traductor, por Tomás Segovia xiii

Uno

Obertu ra de esta recopilación 3

El se min ~ rio sobre La carta ro bada 5

Dos

De nuestros antecedentes 59

Más a llá del "principio de real idad" 67

.EI estadio del espejo como formador d e la función del yo

lie] tal como se n os revela en la experien cia psi coa nalítica 86

La agresi vidad en psicoanálisis 94

Introducción teór ica a las funciones del psicoanálisis en


crimin ol ogía 117

Acerca de la causalidad psíquica 142

primera edición en español, 1971

Tres
décima ed ición en español, corregida '1 aumenfada, 1981

vigesimotercera edición en espailol, 2003

El tiempo lógico y el aserto de certid umb re an ticipada.


e siglo xxi editores. s.a . de c.v.

isbn 968 · 23~ 12 G9·8 (obra completa)


U n nu evo sofisma
187
isbn 968·23- 1270-1 (volumen 1)
Intervención sobre la transferencia
204

primera ed ición en francés, 1966

lO édirions du selliL parís Cuatro


rítulo original: écrils
Del sujeto por fin weslionado
2 19
derechos reservados conforme a la ley Función y campo d e la palabra y del lenguaje en
psico­
impreso y hedlo en méxicolprinted and made in m exlCo análisis
227
Variantes d e la cura-t ipo
311
De un designio
349
(v]

Ík
~
'1 íNDICE CENE.RAL INO IC !:: CENEAAL ' lO

Introducción al comentario de Jean H yppolite sobre la 2. La metáfora del sujeto 867


Verneinung de Freud 354
Respuesta al comentario de Jean Hyppolite sobre la Ver­ fndices
neinung de Freud 366
La cosa {reudiana o sentido del retorno a Freud en psi­ fndi ce razonado de los conce ptos prin cipales 873
coanálisis 384 Tabla comentada de las representac iones gráfi cas 883
El psicoanálisis y su enseli anza 419 T érminos de Freud en alemá n 889
Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista índi ce onorn:ístico 89 1
en 1956 441 Referell cia, bibliogr¡\ficas en orden cronológico 897
La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde
Freud 473

TOMO 2

Cinco

De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de


la psicosis 513
La dirección de la cura y los principios de su poder 565
Observación sobre el informe de Daniel Lagachc: "Psico ­
análisis y estructura de la personalidad" 627
La significación del {ala 665
En memoria de Ernest Jones: Sobre su teoría del simbolismo 676
De un silabario a posteriori 696
IdeC\s directivas para un congreso sobre la sexualidad
femenina 701

Seis

Juventud de Gicle o la letra y el deseo 719


Kant con Sade 714
Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el incons­
ciente freudiano 773
Posición del inconsciente 808
Del T rieb de Freud y del deseo del psicoanalista 830
La cien cia y la verdad 831

Apéndices

J. Comentario hablado sobre la Vemeinun g de Fre ud,


por Jean Hyppolite 859

¿,
~

NOTA DEL DIRECTOR DE ESTA COLECCI óN

Cuando en 1970 y en mi ca lidad de director de esta colección


propuse a l director de Siglo XXI la traducción de los Écrits de
J acques Laca n , trataba de pres·en'tar a l público de habla es pa­
ñola a un a utor pr¿lcti c:lffic nte desconocido, nombre vagamente
asocin uo para alg unos a un miw, para otros a l esd nda lo. Apa­
recidos cmltro a ilos antes en un grueso volumen, sólo unas poca,;
docenas de estudiosos en Buenos Aires, i\1éx ico, Madrid o Enr­
eelo na se esforz.a ban en descifrar una prosa gongorina, que con­
densa ba en un ar tíc ul o de 20 o 30 p ágin as la enseñanza de uno
o dos afios, proseguida miércoles a miércoles 'en su ahora ya
(('· le brc Seminario. Hoy ,so n miles los que se interesan en est;)
c nsc lÍanla, fa cilitad:1 entretanto por la traducción de nlgunos
de sus seminarios 'estenografiados, ele las obras de sus discípu.
Jos franceses y por la publicación de ensayos diversos de sus
seguidores Iatino~mericano~ y cspaíi.olcs. Siglo XXI cuen ta en
su ca tálogo con una muestra represen tativa de tales contrlbu·
ciones y seguirá p resenta ndo lo m:ls signi ficativo que se pro­
duzca en est~ linea, co nvencido como estoy de que los plantea.
mientas d'e Lacan, se e:, lé o no ele a cuerdo con sus presupuestos
o con sus conclusiones, no pucrlen ser en el futuro ignorados por
nadie que quiera repen ~ <lr y h<lcer avanZ<lr la reflexión y el cues­
tionamien to de las bases re(Jr icas del psico:m álisis.
Para todos agu-cllos que COlll parL:1I1 esa convkci6n mín ima y
que deseen profundiz<lr en la obra del psicoa nalista fr:m cés m:ís
origina l de este siglo, au n cu,ndo disponga n de algunas de las
ed iciones anlerior'es de S llS Escritos publicad as por Siglo XX I, la
presente ediciún les será de incalculable uti lidad, por no decir
indispe nsable. Y e llo por las importantes, decisivas novedades
que o[r'ece.
En primer lugar, porque se ha restitu ido el ordenam iento
origin<l l de los tcxLOS ta l tomo ap:lrecic') en la primera edición
fran cesa de 1966, onJena micnto que no es GlSU:l1 ni simpl'emente
cronológico, si no que obedeció a Ull:l intención did¡tc tica pre­
cisa, El primer tomo de las ediciones anteriores de Siglo XXI
traducía solamente un a ~'Clccc ión, reJlizJda por e l propio Lacan,
de lo que en a(lue] momen to consideraba ¿.l ll1{lS represen ta tivo
[IX)
'"'!I

x AR MA NDO SUÁRU NOTA DF,L DIRECTO R DE l'STA CO LFCOÓN K'

de ~ u OO ¡-: I: Jo que l:lIl1hi l' lI c on:'Cf\"a un va lor y una significa­ ~ó l o a las cxigencit\s }JlanleJda~ pDI el propio Lac:t n (preservar
ói'lI1. P e ro esta decisió n excl u ía alg un os textos del s'egundo vo­ la versión ílOica de té rminos COIl v~llor conccptual dire re n cial)
lumen p rev isto. sino a los principios inspir<l dores (le la versió n defc ndid os pOI
De ahí que - segund a Iloveda d -- c~ ta edición prese nte por pri­ el propio Tomás Segovi<l (ante todo, defender la sintaxis y, e n
me ra "el la versión COlll l}l'Cla de lo.'" trabajos incluidos en el lo posibl'e, e l voca bulario espafloles frente a la colo ni /aci6 n por
original. Pnra e llo, yo llli .., llI O me e nca rg ué d e traducir los tex­ e l fra n cés). H e tratado, así. de cor regir desde luego !;¡s err<ltas
tos - se i ~ en lotal- o mitid o\ <: 1\ la . . ediciones anteriores y que de imprenttl , d e resti t uir ¡ns pal.nura s, fra ses, lineas e incluso
son, adem¡ls de la "O ucrtur;¡ de cs w compilación" y d e la con­ parrafos omitidos y tamhi é n de unifi car los té rminos técni cos.
traportada, "]\o[ós a ll ú del principio de realidad", "Sobre la Esto ha implicado a veces la suslituci ón de lérminos co rre cta·
ca usa lidad psí qui ca", " La meláfO\a d el sujeto" y "Juventud de mente utilizados por Tomús Segm·ia por otros sin6 nimos, m e nos
Gide". De los cuatro últimos se publicaron en ediciones no aulo­ cas ti zos quiz.í. pe ro d e curso actual en ]a yil abundante Jiter;'"!·
rizadas version"Cs (Iue, no obstant e. tu ve e n cu enta él. la hora d e tura lacani a na en cé\s telbno o quc eliminaban el ri esgo d e
hace!' la tra du cci ón ; de cmllquicr form a, habi a qu e revisarlas y pensa r qu e se tra ta ba de un con ce pto direre ntc Así, Ire re mp);l­
son yn ine n contra bJes. zado las diver.c;as vcrsio nes de fen te, rcft-lllc y clivage (h endij a,
También es ta edición presenta la tradu cció n d e la m ayo ría rajadura, etc.) por e l término úni co: escisión (la m ejor vers iú ll ,
de los términos, locu do nes y hasta citas ente ras, griegas, latinas, sin duda, d c la Spal ;ung rrc udialla a la que se refiere uC;l n).
a lema nas e inglesas que pululan en el texto origina l, para con­ Tambi én , a partir del momellto e n qu e Laca n introduce el tér·
fusión del lec tor medio, a quien no sc le puede achacar ta m aña min o forclllsion~ he sustituido <:1 vocablo "recusació n " -que
er udici ón y qu e se e ncu entra así desar mad o, no sólo para la vierte cOIT'Cc tarue nte b. Vcnl'l'rfullg frc udian ;l- por c l de "prc­
crítica, sino para la co mpre nsión del argumcnto. Yo mismo h e clusi6n", homc'llogo e'il'aiíol del [c c ll id ~ nlO jurídico-proces:tl
realizado la mayoría de las traducciones, no sin remitirme e n adopt ado por Lacan p;lra desig na r el meca ni smo consliluyenlc
el caso de a lguna s citas clásicas a las tra ducciones más accesib les de la psicosis, consistc ll lC c n un a no integrariún del sigll ificant c
y he tratado de e xplicitar much as citas im p lícitas, cu an do h e del N ombre·d·eJ-P"ldre en la I)<llc ría ~igni[iG1tlte del suj e to en
co n seguido identifi carlas, así como mu chos textos citado s sin plazos qu e impli ca n prescripción . Ig ll ¡dlO ente, aunque es mu ch o
consignación de autor o d e obra. Finalmentc h e es tabl e cido la más acorde C0 11 el ge1lio y la sint;lxis cas tellana habl ar d e "lIlla
corresponde nci a d e I:1.s citas de Frt ud, hechas por Lacan según rcalidad" e n lllgar de cscr ihir "un rea]" ' , he restituido 'es ta úlli ­
la edición a lemana (Gesammelle J{ferh e, Imago Publishing, Lon­ ma cx pres ión . hahida cue nta d e la diferen cia con ce ptu¿¡l qu e
dres) o francesas, con la tradun:io n d e José L. Etcheverry edi­ l,acan pre tend e establcccr e ntre "b realidad" y "lo rea}". H e
t;Ida por Amorrortu. de a cuerdo co n 1:1 siguiente co nve nci ón:
'\ ustiLUid o, cn ta mbio, la ex presió n decididamente no caste llana
J\. x, p. 125 = Obras compleJas, fiu'C nos Aires, AllIorronu Edi ­
" bi ta en se r". por la de " ca ren cia d e ser" u ocasionalmente,
tores. tomo x) página 12 5.
cua nd o na h abía r i'esgo de reso na ncias evocadoras de culpa .
El tex lO integro de las ~diciolles anteriores h a sido revisado.
" bIta dc ~c r" . Manq ue.iL-élre c;:on stiwye ya en francés un forza­
No he tratado d e corregir, ni m e llas <1Úll de "mejora r" una tra ­
ducci ón soberan<l. Dudo glle en otras lenguas h ay" te nid o Lacan mienlo de la si n taxis usual; pero L acan profiere aquí un dis­
un traductor tan fiel al espíritu de su letra y a la le tra de su curso ontológico y es su len gu a. No veo cn e llo razón para
es piritu com o se ha mostr<ld o Tomás Sego via e n su ve rsión, tarea afrancesar la nu estra. El fra ncés, por otra p arte, di spone de dos
e ri za d a de dificultade!ii pero p ara la que le capacitaba, n o tanto expresiones: manque y faute) cuyos campos se má nti cos se tras­
su d omini o de la lengua y liler;Itura francesa s, sino su condi, ibn lapan Pilrcialmente; pero manque no tien e connota ciones m o­
ue .. ¡tisimo poe ta d e la len g ua t:a~te Il Cl rla. Pe ro ni e l m ejor tra· rales, como sr las tiene faule. D e . ahí mi d ecisión de traduc ir
ductor está li b re de la p su s de l"eclura y escritura, ni la edición manque por "carencia" ("mengua" habría sido arcaizante) e n
más cuidada se ve exenla de enatas. l.a s "innovacio nes" resul· lugar de " falta", Por lo d emás soy consciente d e que toda tra­
t~lIltes ue mi revisión han sido iu troduciclas d e acuerdo, n o ducción conll e va ine vitablemente una dosis de "interpre tación":
~

XII ARMANDO SUÁREZ

estas licIa ra ciones deben prevenir a l lector sobre esta even­ NOTA DEL TRADUCTOR
tualidad.
Tomás Segovia, fina lmen te, tra tó de modificar algunas letras
de los "grafos" (término técnico lamhién remplazado) para po·
nerlas de acuerdo con e l texto, que no podía decir en castellano
sin absurdo, por ejemplo : "Otro con A mayúscula" al verter
" Auu-e avec un granu A" . Pero a la larga ni en el texto ni en Esta segunda cdición csp;uiola introduce cicrlo númcro ele difc­
Jos "grafos" podía mantenerse la coherenci a. Ocurre que lo rencias cou respecto a Ja primera. Aparte de las erratas y omi·
que Lacan empezó usando como un recurso didáctico, para siones subsanadas ahoríl, la mayoría d·e los camb ios proviene de
h acer sensib les cÍertas correlaciones conce ptua1es, acabó transo la minuciosa revisión que hi zo el au tor, asistido por el psico~
formándose en un inten to de formalización lógico-algebraica. analista argentino doc tor Juan Da vid Nasio. El tr"ductor, n<l·
Quizá los callejoues si n salida de la tradu cción muestren en vivo tur~lmente, adoptó todos aque ll os que le parecieron inmediata·
las paradojas de esta tentativa de coustrui r un álgebra que no mente convin ce ntes, (lS' como ac¡ucll os ~n que el a utor insistió,
dcsdeñ<l la iutuición , un a formalización que no recusa e l con­ como era, pensamos, su derecho. La parte má.s su stancial de estas
tenido y una lóg"¡ca del significan te que subrepticiamente recu­ variantes corresponde a los términos que, en palabras de l propio
rre a los prestigios del significad o. (10 serán las paradojas de l autor, "tienen en su di scurso función con ceptu"l", y él mismo
propio Inconscicntc?) Sca como fuer'e, I ~l "salida" -que no propone como ejemp lo los térm inos "dema.nde, dema.nder", En
"soluci ún"- menos JIl ala que sc me ocurrió fue conservar las la primera edición el sust<l ntivo se ha b ía Lraducido las m:'is de
n otacioncs originales, tanto en los "gra fos" como en ~ l tcxto y las veccs por su cognado " dcJll<lnda" . pero no rls í cl verbo, S<lIvo
proporcionar. en tre parémesis o en nota al ca lce, las aclaracio­ pocas veces, por considcrar quc "dcmandar" es ante todo en
nes pcrtinemcs. No obstaute -yen previsión de que yo también cspañol un verbo del vocab ul ario jurídico que evoca antes la idea
1I1( urriera en l apsll~ o inadvertencia en mi revisión- anoto des· de "presentar pleito" que la de "pedir" (también ~l sus tantivo,
el'e ahol':l las corre~ponc1c n ci<ls quc pudieran nar )ug:.r a equí. pero menos marcadamente) . E l autOr prefi ere sin embargo man­
voco: A == A ulre == Otro: a == aulre == otro; m == moi = yo; tener ]a misma raíz y atenerse a ella "cada vez que se ponc e l
M = Mere = Madre; P = =
Pere Padre ¡u.:cnto en su texto sobrc la dcmanrb cn cuauto fu nción ... dc
TOl1l,ís Segovia h a sido demasiado generoso co nmigo en su donde surge el d eseo del Otro".
pn'Jlogo: c¡ui'l;is con esta rcvisibn , que cs pero no desluzca e l bri· Éste es pues el tipo de la ma yor parte de los cambios introdu­
110 de su obra, merezca al [in su reconocimiento, cidos en ciertos términos de función conceptulll y tecnicismos,
Fina lmente qu¡~icra agradcccr a Martí Soler el esmero, la que no viene a l caso enumerar en detalle. H ay un o sin embargo
intclig"c nte ;Itencir'lI1 y . . obre lodo 1:1 in agOl<lole pac.:ienciíl quc ha que es imprescindible expl ic.1r: la oposición Moi.Jc se h abía
mostrado a l cuidar csta nllC\':t cdi eilJll de los Escrilos dc Lacan. vertido cn la primera cd ici ón por la oposici6 n "yo sust<1 ncial-yo
formal ". Era , más que una solu ción, un exped iente, como se
l\ f éxico, nrl uu1·e de 1983 reconocía, con las explicacion es necesarias, 'en la nota del tra·
ARMANOO SlJ..\REZ du ctor. Sin embargo, las resonancias indeseadas que esta termi·
nología puede permitir hacen preferir al autor una sol uc ión tal
vez menos elegan te pero más precisa: ambos términos se tradu.
cen ah ora por "yo", pero cuando el original dice je se añade
ese pronombre francés en tre corcb etes (moi: "yo", je : " yo [je]") .
Como es imposib le, de todos modos, expresar en espa ñol la opo.
sición, tendremos que repetir aquí la explicación que intentamos
en la primera edición:
Para el lector no fami li arizado con la lengua francesa, po~
[XllI]
'.
XIV T OMÁS SF.COYI .... NOT A DEI. TRAOUCTOR xv
drí¡1I110.. . explicar esla dife rencia <;e lÍ ~tlando que jc es la forma habitna1es en la lengu;l, paralebs a b s lj uc e l au lor mism o in ·
¡ílOOa del pronom bre de primera persona singular. forma qne traduce e n la sUYé'I (" in natividad", "re mitencia" , " vehi cul a r",
11 0 puede tener ot ra [uncic'm gramatical que la de sujeto y qu e "completud", ··j nstintual " distinguid o de instinti vo, " prcse nti.
auem;.is no puede aparece r si n o " a poyada" e n un verbo efecti­ [i cé'l r", e te., 'e tc. ; un caso un poco m ás audaz fu e el ca mbi o tIe
va m e nte e xpresado, mientras que moi, forma tónica, to m a el gén er o d e "el n ada". d istill guido de "la n ada", que qu eda ex­
luga r de todas las otras formas (je, me) cada vez que falta tal plicado e n n ota) ; y traslacio nes de sentid o para intentar cubrir
"poyo . por ej e mplo cuando aparecen ais ladas (Quir -Moi : significados 'lue no tienen , e n la lengua a la qu e se vierte, sigo
"¿ Quién ? - Yo"). Se co mp¡"ende sin difi cultad lo feliz qne re­ ni[i ca nte asign a ble (el G ISO m;ís v i ~ ihl e fue la "tribu ció n d ~ Ull
$ul ta esta circ un sta ucia para expresa r la con cepció n laca ni a na se nti do oblicuo al tecni cismo "hiante", " hiancia", tomado d e l
del suj eto: ji: no es en realidad sino una especie de desinencia vocabulario de la retóri ca, par;"l tradu cir e l francés béant~ béance,
verba l, funci ú n qu e sólo tendría 'equivalente en nu es tr a le ngua término ya frecuente en el léxico fil osMico d e esa lengua),
ell la efecti va d esine n cia ,personal del verbo (la o de "amo") ; En cu a nto al título de esta nueva edi ció n , e l editor lo ha
['ero mientras je tiene la a utonomía, la identidad y la persisren­ de vue lto ahora a la tradu cción lite ral de l títul o fran cés, lo c ua l
c1~1 el e ulla palabra , nue.'\lras desine nci a:;. son se ntid as co mo parte n o sólo correspo nde a los de seos d el a utor sin o que unifica
ill \cpa rahl e de l yerho, una parte ext re madam e nte ca mbi a nte y además este tomo con el segun do, que recoge los o tr os ca pítul os
qu e pued e llega r ill e ItI'\O a reducirse a cero. El hablante fran­ ele t.crils no inclu idos aq u í.
cés c<.,tau lecc e'i pollt.i nca nrelltc la relari,'m cntre un moi ais la ble No me queda sino repeti r , a pesa r d e los ca mbios i lllroduc id o~,
y subs islente y un ir puramcnte funci o na l, cu yo es ta tuto 'lueda el agrade cimiento que expresé e n la primera edi ció n a l doc tor
IU;\ S su braya d o aun fl l,lI)(lo '\e le h are la violenci a de susta nti. Arm an do Suárez por sus va liosos y pacientes consejos y expli.
va rio lo nt o lo sustallti va 1.;I <:<ln: le Je (ex presió n ("lIyas sllgeren­ caciones durante mi trahaj o, y ahora por la ate n ción con que
( ¡as no ti en en n,ui;) q u e ver con l;-t ya consagrada "el Yo", eqlli­ siguió las vicisitudes d'e estas dos edi ciones. En cu an to a l d oc tor
""lente ele le M oi). Laca n , si e nto nces insistí e n la importancia del esclareci mi ento
En la primera edi ción se ci taba , c n apoyo del expedi-ente ador­ que recibí. tan ge nerosa m ente, de su er udi ción y su inte li ge n ­
tuja, a l propio d oc tor I.aca n que, en un co mentario al tradu c­ cia, no pued o d'ejar ah ora de añadir a aq uél un h omc naje su­
to r, aducía e l co n ce pto de un moi "étoffé" de Pi ch on. Es ju sto ple m e nta ri o a su inter és, su pacien cia y su laboriosid ad , y una
citar ahor a lo que di ce so bre esto en una nu'eva ca rta, especial. expresió n más de gratitud por su s mues tras de lo qu e me at re vo
mente porcple sus fra ses a rrojan '\in duela algun a lu z suplem e n­
a llama r a mistad .
tari a sob re esta dial éc ti ca , fundamenta l, del mni y e l jr. . 'l'O M ,í..S ~r::(;u\'J.-\
"El Yo imaginaTio -dice La car.- n o podría co rrcspo ndtT a
un a pe rso na m ás slIslancín.m que el Yo [le], ni es tc últ imo esta r
vacío respecto de aq ué l.
"Es és t e un des li /.<lmicnlo que hubiera podid o ev itar a los
gt; II11;'lticos ri ch o ll . y e'\lO por s'er p..iro;lIla lista. Pt~ r o a hí c':>l a
1)rc..'cis:l IllCll I.C la cuesl iúl l: ~("6 m o .. itll:11' 1;1 fOrlllali z;ló ún grama­
ti ca l a partir de l di scur~o psicoalla lí tico?
" Es evide nte que si soy responsable de que haya in troduc ido
usted a Pich on en su nota limimu·, se impone un a rectiri cación
para advertir que mi discu rso no toma apoyo e n la gra m.hi ca
silla di stingui é nd ose d e e lla."
Fina lmente, re petiremos las justi ficacio n es q ue dáb amos en
la primera edi ción p or la adopdón de algunos ne ologismos, de
dos tipos principales : de rivaciones, segú n los procedim ie ntos
• ')¡

OBERTURA DE ESTA RECOP ILACIÓN

"El esúlo es el hombre mismo", se rep ite sin ver en ello m.alicia alguna,
ni inquietarse porque el hombre ya no sea una referenáa tan segura, Por lo
demás la imagen de la lencería ,FrIa que engalana a Buffon en trance de escri­
I

bir está ahí para sostener la úza[eTlúón,


Urw reediciÓ11 del Voyage a Montbar (publicado póslumarnente el año
IX por Solvet) de la pluma de H irault de Séchelles, título que rea nuda una
V isite a Monsieur de Buffon de 1785, propieiarla un poco más de refle ­
xión, No sólo porque se gusta alU otro estilo que pref(ftura lo mejor de nu.es­
tras reportajes bufonescos, sino por devolver la expreúón misma a un contexlo
de impertinencia en que el huésped no le cede en nada a su. visitante,
Porque el hombre bland,:do en el adagio; ya para entonces clásico por haber
sido extraído de un discurso en la Academia, muestra en ese lápiz ser unfan­
tasma del gran hombre, que lo ordena en libreto para apoderarse alU de toda
su casa, Nada hay (Ujut' que surja de lo natural y VoLtaire, como es sab,:do,
generaliza maliciosamente sobre ello,
lSuscribiríamos la fónnula: el estilo es el hombre) con Júlo prolongarla:
el hombre al que nos dirigt'mos?
Eso sería satúfacer ese principio promorúdo por nosotros: que en el len ­
guaje, nuestro mensaje nos viene del Otro Y, para an unciarlo hasta elfz'nal:
bajo una forma úwerlida, ( Y recordemos que este principio f ue aplicado a
su proPia enunciación, pues, habiendo sido emitido por nosotros, recibió de
olro, interlocutor eminente, su mejor cuño.)
Pero si el hombre se redujera a no ser más que el lugar de retorno de nuestro
discurso, ¿no nos regresada la pregunta de para qué dirig{rselo entonces?
Tal es en efecto la pregunta que plantea ese nuevo lector, de la que se nos
hace argumento para reunir estos escritos,
Le aho rramos un escalón en nuestro estilo dando a La carta robada el
priU/ügio de abrir su secuencia a despecho de la diacronía de ésta ,
Toca al lector dar a la carta en cuestión~ más allá de aquellos a los que
¡ue dirigida un día, aquello mismo que encontrará alU como palabra final:
su destinación, A saber, el mensaje de Poe descifrado y vollúendo de ¡l, lector,
de tal manera que al leerlo se diga no ser más fingido que la verdad cuando
habita la ficci6n.
Este frrobo (o vuelo) de ia carta (letra))) se dirta la parodia de nuestro
discu Tso: sea que se ater!ga uno a su etimología que indica un acompañamien ­
lo e impHca la precedencia del t.rayecto parodiado; sea que, devolviendo el tir­
(3(
4
ORtRTURA DI'. ~~T .\ Rr COPI L ....r.I(}N

EL SEMINARIO SOBRE LA CARTA ROBADA


mino a su tmpüo común, se uea en él conjurada ÚJ. sombra del maestro del
pensar, para obtener el efecto que nosotros prrferiríamos.

Und wenn es uns gliiekl,


The rape of the lock el robo tÚl rizo, se evoca aqu! el título del poema en

Und wenn es sieh schiekt ,


que POl, por la gracia de la parodia, arrebata, él hasta la epopeya, el rasgo

So sind es Geda nken. 1


secreio d.e su irrisoria apuesta.

Nuestra tarea reconduce este n"zo encantador al sentido topológico que len .
dría el vocablo: nudo en el que se cierra un tray ecto por su redoblamiento in ­
vertido -es decir tal cual lo hemos promovido recierllemente para sostener la
eJ"truc;iura del Sl.~jeto.
Es ahí donde nuestros alumnos tncontrarzan fundamento para reconocer Nuestra investigac ión nos ha llevado al punto de reco nocer que
el (ya para el que a Otees se contentan con homologias menos motivadas.
J),
el automatismo de repetición (Wiederholungs%wang) toma su
Porque desciframos aql1.l' en la Jicúón de Poe tan potente en el sentido
J principio en lo que hemos llamado la ,insistencia d e la cadena
malemáúco del término, esa división en la que el sujeto se verifica por atrave­ significa nte. Esta noción, a su vez, la hemos puesto d'e mani­
sarlo un objeto SÚl que se penetren por nada) div isión que está en el prirlCljJio fiesto como correJativa de la ex-sistencia (o sea: el luga r excén­
de lo que se eleva al final de esta compilación bajo el nombre de objeto ,¡ (léa­ trico) dond e d ebemos situar al sujeto del inconscien te, si hemos
se: a minúscula).
d'e tomar en serio el d escubrimiento de Freu d. Como es sabido,
Es el objeto quien responde a la pregunta sobre el eslilo que plantearnos es en la experien cia inaugurada por el psicoanálisis donde puede
dr.entrada. En ese lugar que designaba al hombre para BujJon, la llamamos captarse por qué sesgo de lo imagi nario viene a ejercerse, hasta
la caída de eu objeto, reveladora de lo que aísla} a la vez como causa del lo más íntimo del organismo hu mano, ese asimiento de lo
deseo en donde el Juieto se eclipsa y como sustentando al sujeto entre verdad simbólico .
y saber. Del itinerario del qu.e estos escritos son jalones y del estilo determina ­ La en señanza de este seminario está hecha para sostener que
do por aquellos a los que se dirigieron, quisiéramos Llevar allcctor a una con­ estas in cidencias imaginarias, lej os de representar lo esencíal de
secuencia ell la que le sea preciso poner de su parle. nuestra experien cia, no entregan de ella si no lo inconsciente, a
menos que se las refiera a la caden a simbóli ca que las conecta
Octubre de 1966 y las orienla.
Sin dud a sabemos la importancia de las impregnaciones ima­
ginarias (Priigung) en esas parcial izaciones de la alternativa
simbólica que dan a la cadena significante su andadura . Pero
adelantamos que es la le y propia de esta cadena lo que rige lo,
efectos psicoanalhicos determinantes para el sujeto: tales como
la preclusión (fordusion, Verwerfung) , la represión (Verd riing­
ung), la denegación (Verneinung) misma -precisando con el
acento que con viene que esos efectos siguen ta n fi elmente el
despla zamiento (Entstellung) del sign ificante que los factores
imagiriarios, a pesar de su inercia, sólo h acen en ellos el papel
de sombras y de reflejos.
y aun ese acento se prodigaría en vano si no sirviese a los
ojos de ustedes sino para abstraer una forma general de fenóme­
1 ["Y si ~ u e rt e tenemos I '1 si nos peta bien , I pues será n pensamientos:'
Goethe, FeJUslo, 1, La coci na de la bruja (según trad ucción de Cansino(
A~ns). AS]

(5J
G l!L SEM IN AI~IO sonRE "LA CA RTA .ROBADA" EL sE MI NARIO So.tlRt: "LA CARTA ROBADA" 7

nos CU) a particulari dad en nuestra experiencia s'eguiría siend b por inadvertencia, puesto qu e la segunda puede considerarse
para ustedes lo esencial, y cuyo ca rácter originalmente compues­ como su repetición, en el sentido que es tá aquí mismo en el
to no se rompería sin ar tifi cio. orden del día.
Por eso hemos pensado ilustrar para ustedes hoy la verdad La escena primitiva pues se desa rrol}a . nos dicen, en el toca­
que se desprende del mOmento del pensamiento freudi a no qu e dor real, de suerte que sospecha mos que la persona de más alto
estud iamos, a saber que es el orden simbólico el que es, para el su­ rango, llamada también la ilustr e p'ersona, que está sola allí
jeto, constitu yente, demostrándoles en una historia la d eterm i­ cuando recibe una ca rta, es la Reina, Este sent imiento se C011­
na ción principal que el sujeto recibe del re corrido de un sig­ firma por el azoro en que ]a arroja la entrada del otrO ilusLre
nifican te. personaje, del que nos han di cho ya antes d'e este relato que la
Es esta verdad, observémoslo, la que hace posible la existencia noción que podría tener de di cha carta pondría en juego para
misma de la ficción . Desde ese momento una fábula es tan pro­ la dama nada menos que su honor y su seguridad, En efecto,
piü como otra historia para sacarla a la luz - 3 reserva de pasar se nos saca prontamente de la duda d-e si se tra ta verdaderamen­
en ella la prueba de su coherenci <l, Con la sa lved ad de es ta reser~ te del R ey, a medid a que se desa rrolla la escena iniciada co n la
va, tiene incluso la ventaja de mallifesLar la necesidad simból ica entrada d el Ministro D.. , En ese momento, en erecto, la R eina
efe manera tanto más pura cuanto que podríamos cr'cerI a gobf'r~ no ha podido hacer nada mejor que aprovechar la di stracción
nada por lo arbitrario, del R ey, dejando la carta sobre la mesa "vuelta con la suscrip­
Por eso. sin ir más lejos, hemos tomado nues tro ejemp lo en b ción hacia arriba", :t.s ta sin embargo na escapa alojo de lince
historia misma dond e se inserLa la dial éctica referente al juego del Mini ~ tro, como tampoco deja de observa r la angustia de la
de par o il'lp:ll, del qu'e mu y recientemente sacamos provecho, Reina , ni de tr as pasa r así SlI secreto, Desde ese momento todo se
S,P lll!d;¡ Hl i e~ un aLar y es ta histori a resultó favorable pa,:l desarrolla como en un reloj, Desp ués de haber tratado con el
I.1I'o,>cguir un curso de investigación que ya había encontradv hrío y el ingenio qu e son su co~ tumbre los asuntoS corrientes, el
en e lla ,1!,>OyO, Min is tro saca de su bolsillo una carta que se parece ' por'el as­
Se (r;\[:J, como usted es saben, de l cuento que Baud'e laire tr,1­ peclo a la que eslá bajo su vis la, y habiendo fingido leerla, la
dujo bajo el lílUlo de: La lellre !lolée [La carla robada). Desde coloca al lado de ésta. Algunas palabras más con que di strae los
un principio. se distinguirá en é l un drama, d e ia narració n que reales ocios, y se apodera sin pestañear de la carta embarazosa,
de é l se h{Jce ~ de !tI :' condiciones de esa narración. lomando las de Villadiego sin que la R eina, qU'e no se ha per~
Se \'(; }>I'onlo, por lo demás, lo que hace necesarios esos C0111­ dido nada de su ma ni obra, haya podido intervenir en el temor
pOlleJlle~, y qlle no pudieron escapar a las intenciones de quien de llamar la atencic'ln d el re al co ns orte que en ese momento se
Jo"! (Olil puso, codea con ella.
La narración, en efecto. acompaña al drama con Ull come n­ Todo podría pues haber pasado inadvertid o para un espec­
tario, sin el cual no habría puesta en escena posible , Digamos Lador ideal en una operación 'en la que nadie ha pestañeado y
que su acciÓn penn anecería, propiamente hablando. invisible cuyo cociente es que el 1vIinistro ha hurtado a la R eina su carta
pt1D la sala -además de que el diálog'o qlledarIa, a co nsecu'en­ y que , resultado más importante aún que el primero, )a Reina
cia de ello y por las necesidades mismas del drama, vacío ex­ sa be que es é l quien la pos-ee ahola , y no inoce ntemente.
presamente de todo sent ido que pudiese referirse a él para un U n resto que ningú n ana lista descuidará, ad iestrado co mo está
oyente: di cho de otra manera, que nada del drama podría apa­ a retener todo lo que ha y de significante sin que por ello se pa
recer ni para la toma de vistas, ni para la toma de son ido, sin siempre 'e n qu é utilizarlo: la ca rta, dejada a cuenta por el Mi­
la iluminación Co n luz rasante, si así puede d-ecirse, que la na ­ ni stro. y que la mano de la Reina puede ahora es trujar en
rración da a ca da escena desde e l punto d e vista que tenía ;¡l forma de bola.
representarla uno de los ac tores, Segunda escena: en el despacho del Ministro. Es en su residen­
Esta s escenas son dos, de las cua les pa sa l~emos de inmedia to a cia, y sabemos, según el re lalo que el jefe de policía h a hecho
designa r a la primera con el nombre de esce na prími Liva y no al Dupin cu yo genio propio para resolver Jos enigmas introdu­
-

8 f:L SEMlNARlO SOBRE " L A CARTA RO B.-'DA" 9


.tL SOUNA RlO SOHRI:: "LA CARTA RODADA"

ce Poe aqu í por segunda vez, que la policía desde hace dieciochd que Dupin nos indica que provienen de la ALrea de Crébillon.
meses, regresando allá tan a menudo como se Jo han permitido ¿Será preciso q ue subrayemos que estas dos acciones son seme­
las a Us'encias nocturn as habituales del Ministro, h a registrado j antes? SI, pues la simili tud a la qu e apuntamos no está hecha
la residencia y sus inmediaciones de cabo a rabo. En va no : a de la simple reunión de rasgos escogidos con el úni co fin de
pesar de q ue todo el mundo puede deducir de la situació n que emparejar su diferencia. Y no bastaría con ret'ener esos rasgos de
el l\olinislro conserva esa carta a su alcance. semejanza a expensas de los otr as para que resultara de ello
Dupio se ha hecho anunciar al Ministro. Éste lo recibe con un a verdad cualquiera. Es la intersubjetividad en que las dos
ostentosa despreocupación, con frases que afec ta n un romántico accion'es se motivan lo que podemos señalar , y los tres términos
hastío. Sin embargo Dupio, a quien no engaña esta finta, con con qu e las es tructura, El privilegio de éstos se juzga en el hecho
sus ojos protegidos por verdes gafas inspecciona las dep"enden­ de que responden a la vez a los tres tiempos lógicos por los cuales
cias. Cuando su mirada cae sobre un billete muy maltratado que la decisió n se precipita , y a los tres lugares qu-e as igna a los su­
parece en abandono en el receptáculo de un pobre portacartas jetos a los que divide.
de cartón qu e cuelga, reten.iendo la mirada con a lgún brillo ba­ Esta decisión se concluye en el mome nto de una mirada. 2 Pues
ra to, en plena mitad de la campana de la chimenea, sabe ya que las m an iob ras que siguen, si bien se prolonga 'en e llas a hurta­
se trata de 10 que está buscando, Su convicción queda reforzada di llas, no le añaden nada, como tampoco su dilación de opor­
por los detalles mismos que parecen hechos para contrariar las tunidad en ]a segund a escena rompe la uni dad de ese momento.
señas qu e tiene d'e la carta robada. con la sa lvedad de l formato Esta mirada supone otras dos a las que reú ne 'en una visión
que concuerda. de ]a apertura dejada en su fal az complementariedad, para
Entonces só lo tiene qu e retirarse después de haber "olvidado" anticiparse en ella a la ra piña ofrecida en esa desc ub ier ta . Así
su tabaquera en la mesa, para regresar a buscarla al día si­ pues, tres tiempos, que ordenan tres miradas, so portadas por tres
guiente, armado de una coutrahechura qu e sim ula el presente su jetos, encarnadas cada vez por personas diferentes.
aspecto de la carta. Un incidente de la calle, preparado para El primero es de un a mirada que no ve nada: es el Rey y es
el momento adecuado, llama la a tención del 'M inistro hacia la la policía.
ventana, y Dupin aprovecha para apoderarse a su vez de la El segundo de una mi rada que ve que la primera no ve nada
carta sustituyéndole su simulacro; sólo le [a lta sa lvar ante el y se engaña creyendo ver cubierto por ello lo que esconde: es
Ministro las apariencias de una despedida normal. la Reina , después es el Ministro.
Aquí también todo ha sucedido, si no sin ruido, por Jo menos El tercero gU'e de esas dos miradas ve qu e dejan lo que ha de
sin estruendo. El cociente de la operación es que el Ministro no esconderse a descubierto para qui en quiera a poderarse de ello:
tiene ya la carta, pero él no lo sab'e, lejos de sospechar que es es el Ministro, y es finalmente Dupin.
Dupin quien se la hurtó. Además. lo que le queda entre manos Para hacer captar e n su unidad 'el co mplejo in ters ubj e tivo
está aquí mu y lejos de ser insignificante para 10 que vendrá des­ así descrito, le buscaríamos gustosos un patrocinio en la téc­
pués. Volveremos a hablar más tarde de lo qu e llevó a Dupin nica lege ndari a mente atribuida al aves truz para ponerse a l a bri­
a dar un Lex to a la carta ficticia. Sea como sea, el Ministro, go de los peligros; pues és ta merecería por fin ser calificada de
cuando quiera utilizarla, podrá leer en ella estas palabras tra­ política, repartiéndose así entre tres participantes, el segundo
zadas para ,que las reconozca como de la mano de Dupin : de los cuales se creería revestido de invisibil idad por el hecho
de que el primero tendría su ca beza hundida en la a ren a, a la
.. . Un desuin si tuneste) vez que dejaría a un tercero desplumarle tranquilamente el tra­
S'i l n'esL dign e d'Alrée, esl digne de Th yesLe sero; bas taría con que, enriqueciend o con una letra [en francés]
su denominación proverbial, hiciéramos de la polilique de l'au·
[.. .Un designio tan funesto,
si no es dign o de Alreo) es dign o de Tieste] t Sc busca rá aquí la referencia necesaria en nueslro ensayo sob re "El
tiempo lógico y el aserto d e certidumbre anlicipada", véase p, 187 de este
tomo.
.
10 EL SEMfNAlUO SOBRE "LA CARTA ROBADA" EL SrMJN ARIO SOBRE .. L .... CA RTA ROBA»A" 11

tTu che (política del avestruz) la poldique de l'autmiche (autml: pueda darse a la co nve nción de un gé n e ro para susci tar un ¡n­
"prójimo"), p ara que e n sí misma a l fin e n cue ntre un nuevo terés esp ecífico en el lector, no olvidemos que "el Dupin" que
se ntido para sie mpre. aquí es el segundo en aparecer es un proto li po, y que por no
D ad o así el n ódu lo intersubje ti va de la acción que se repite, recibir su género sino de l primero, es un poco pron to par;) qu e
[alta reconocer en él un automatismu de repetición~ en el se11t i­ e l autor juegue so bre un a con ve nci ón ,
do que nos interesa en el texto de F reud. Seria sin emba rgo otro exceso reducir todo ello a una fáhu! a
La p ~ uralid ad de Jos suj e tos, natura lmen te, no puede !le!' un a cuya moraleja se ria que para mantener al abrigo de las mjra (b~
objeción para lodos los qu e están avezados desde ha ce tiempo en un a de esas correspondencias cuyo secrelO 'es a veces necesario
las pers pectivas qu e re.\)utU'e nuestra fórmula: el inconsciente es para la paz conyugal, btiste con andar dejando sus red<Jccion es
el discun;o del Otro. y 110 habremos de recordar ahora (o ~u e por las mesas, incluso volviéndolas sobre su ca ra signifi cante,
le añade la no ció n de la inmi xtión. de los sttjetoJ, introdu ­ Es és te un engaño que noso tros por nu estra parte no recomenda­
ci da antaño por nosotros a l reLOmar el a n á li sis del ~ueño de la ríamos a nadie ensayar, por Lemor ele que quedase decepcionado
in yección de Irma , si confiase en él.
Lo qlle nos interesa ho yes la manera en que los sujetos ~c ¿No habría pues aq u í Olro e nigma sino, del Jado del jefe de la
re leva n en su despl<lzamiellto en e l transcurso de la repet ició n policía, una incapacidad e n el p rin cipio de un fracaso - salvo tal
in tersu bj'etiv<l, vez del lado d e Dupin cierta discordan cia, que confesamos d e
Vere mos que su desp lfl.1am ie nlo c.s tá determinado por el lu gar IDo'a gana., entre las observacio ne~ sin duda muy penetrantes.
que viene a OCUp<lf el puro significante que es la 'ca rta robada. aunque no siempre absoluta mente per tin e ntes e n su gen era lidad.
e n su trío, Y es es to lo q ll'e para nosotros lo co nfirmad tomo, con que nos introd uce a su método, y la ma n era e n que efec­
a utomatismo de repetición, t.i va me n te in tervi ene?
De l'evar un poco lejos este sentimiento de polvo en los ojos.
pronto llegaríamos a pregnntarnos si, desde la esce na inaugural
No parece estar de más, sin embargo, antes de adentrarnos en yue sólo la calidad de Jos protagonistas sa lvel del uaudeville,
esa vía, preguntar si la mira d el cuento y el inrerés que tomamos hasta la ca{da en el ridículo q ue parece e n la conclusió n prorne­
en él , e n la medida en yu e coincidan, 110 se hall tl n e n otro lugar. tida al Ministro, no es el h echo de qu e lodo el mundo sea bur­
¿Pode mos co ns ide rar co mo una simple raciona li zació n, seg'ún lado lo que constituye aquí nu'estro placer.
nuestro rudo lenguaj'e, el h echo ele que la hi storia nos sea co n­ y nos veríamos tan to mcls inclinados a admitirlo cua nto qu e
tada co mo un en igma policiaco? e ll co ntnlr:a m o~ e n e ll o, junto con aq uellos que aq uí nos leen ,
En verdad tendríam o~ derecho a e:Him'lr qu e este hecho es la defi ni ción que d imos en algún lugar de pastldel del h éroe mo­
p oco segllro, observa nd o qu e todo aque llo en que se moti va derno, "que ilustran hazañas irrisorias en una situación d'e ex­
s'C mej;:mte enig ma a partir de un crime n o de un delito - a saber, travío",:l
su natura le za y sus móvi les, sus instrumentos y su ejecución, el ¿Pero no nos dejCllUos ga n ar nosotros mismos por la presta n ­
procedimienlo para descub rir su autor, y el cam ino p ara h ace rle cia de l de tecti ve af icionado, prowlipo d e un nuevo m a ta moro!).
convicto- está aq uí cu idadosame n te elim inado desde e l co­ LOdavía preservado ele la insipidez del ,mperman co ntempodneo:'
mienzo de cad a pe ripecia. Simp~'e, broma - que basta para ha cer nos notar por el con·
El dolo, en efecto, es co no cido desd e el principio lan clara­ tI'ario en este r elato un a veros imilitud tan perfeCla, que puede
me n te como los manejos del culpable y sus efectos sobre ~u víc· dec irse qu'e la ve rdad reve la e n él su ordenamíe nto d e fi cción ,
tim a. El problema, cu a ndo nos es ex puesto, se lim ita a la bús­ Pues tal vez es sin duda la vía por la que n os lleva n las razo ­
queda con fines de restitución del obje to en q ue con siste ese nes de esa verosimilitud, Si entramos para empezar en su proce ­
dolo. y parece si n d ud a i nt en ciona l que su solución h aya sido dimiento, percibimos en efecto un nuev o drama al que llama·
ob teni da ya cuando n os lo 'e xplican, ¿Es por eso por lo que se
nos man tiene en suspenso? En efecto, sea cua l sea el créd ito que ~ ce, " Funció n y ca mpo d e la palabra y del lenguaje", en este tomo, p, 233.
12 EL SEMI NARIO SOAAE "LA CA RT A ROll ADA" EL SEMIN AR IO SOBRE "LA CART A ROB ADA" 13
remos complementario del primero, por el hecho de q ue éste era prestarle su voz úni camente por la falta de imagi nació n de la
lo que suele llamarse un d r ama si n pa lab ras, mientras que es que posee, por decirlo as í, la pa tente.
sobre las propiedades del discurso sobre lo que juega el interés El hecho de que e l mensaje sea re tra nsmitido así nos asegura
del segundo.' de algo q ue no es a bsoluta me nte obvio: a saber, que perte nece
Si es patente en 'efec to qu e cada una de las dos escenas del ind udab lemeute a la dime nsión del lenguaje.
d rama real nos es n arrada en el transcu rso de un diá logo dife­ Los aq uí presentes conocen nuestras obser vaciones sobre 'este
rente, bas ta estar pertrechad o con las nociones que hacemos punto, y particula rme nte las que hemos ilustrado por cont raste
va ler en nu'es tra enseñanza p ar a re conoce r que no es as í ta n sólo con el pre tendido lenguaje de las abejas: e n el que un lingüista'
por la amenidad de la exposiciÓn, sino qu e esos diá logos m ismos no puede ver sino un simple señalamiento de la posición de l
toman, en la ut ilización opuesta qu e se hace en ellos de las obj eto, dicho de otra manera una fun ción imagina ri a más dife~
virtudes de la pa labra, la tensión que hace d'e eIlos o tr o dr ama , re n cjada qu'e las otras.
el que nues tro vocabulario distinguirá del p rimero como soste­ Su braya mos :¡q uÍ que semejante forma de comunicación no
niéndose en el orden simbóli co.
e::tri. ausen te en el hombre, por mu y evanescente que sea para é l
El primer d iálogo ---entre el jefe de la policla y Dupin­ el ohje to e n cua nto a su da to na tura l debido a la desin tegración
se desarrolla como el de un sordo con uno que oye. Es decir q ue q ue sufre a causa de l uso de l símbolo.
representa 1.. complej idad verd adera de lo que se simplifica or­ Se p uede percibir en efecto su equi valente en la comunicación
dinar iamen te, con los más con fusos r es ultados. en la noción de q ue se estab)'ece ent re dos personas en e l odio hacia un mismo
r.omunicación.
objeto: con la salvedad de que el encuentro nunca es posible
Se percibe en efecto con este 'ejemplo cómo la comunicación sino sobre un objeto úni camente, de fin id o por los rasgos del ser
puede dar la impresión. en la que la teoría se detiene demasiado al que una y otra se niega n.
lt menudo, de no comprender en su tran smisión sino un solo sen.
Pero semejante comunicación no es transmisible bajo la forma
tid o, como si el comen tario lle n o de significación con que lo simbólica. Sólo se sostiene en la relación con ese objeto. Así,
hace concordar el que escucha, debiese, por quedar inadvertido puede reunir a un número indefi nido de sujetos en un mismo
pa ra aq ue l que no escu cha, considerarse como ne u tralizado. "ideal": la comunicación de u n sujeto con otro en el interior de
Queda el hech o de que, de no retener sino e l sen tido de la multitud así constituid a, n o por e llo será menos jrr edu ct ¡bl e~
relación de hechos d'el diálogu, ap arece q ue su verosimilitud me nte med ia tizada por una relació n in'e fable.
juega con la gara ntí a de la exactitud. Pero res ul ta en tonces más Esta excursión no es s(llo aq uí un record ato rio de princi pios
fértil de lo que parece, al demostrar su procedimien to: como que a punta de lejos a aquellos que n os imputan ignorar la ca·
va mos .1 verlo, li mitá ndonos al relato de nuest ra primera escen a. municación no verbal: a l de term inar el alcance de lo que l'epite
Pues el dob le e in cluso el tr iple fil tro subjetivo bajo el cual el discurso, prepa ra la cuestión de lo que repite el sín toma.
nos llega: narración por el am igo y pariente de Dupin (a l que As! la re lación indirecta decanta la dimensión del I'enguaje, y
ll ama mos desde ahora e l narrador general de la historia) de l el narrador general, al redoblarlo, no le añade nada "por hipó­
rela to por medio de l cual el jefe de la policía da a conocer a tesis" . Pero muy di feren te es su oficio en el segu ndo diálogo.
Dupin ]a relílción q ue le h ace de él la R eina, no es aq uí ún ica. P ues éste va a oponerse al pri mero como los polos que hemos
mente la cons'ecu encia d e un a rreglo fortu ito. distinguido en otro lugar en el lenguaje y que se oponen como la
Si, en efec to, el ex tremo a que se ve Hevada la narradora origi. palabra al habla [mal, paTole).
Il al excl uye que h aya alterado los acon tecimientos, h arian¡os Es decir que se pasa allí de l cam po de la exactitud al registro
ma l en creer que el jefe de la poli cia esté habil itado aqu í para de la verdad. Ahora bien, ese registr o, nos a trevemos a pensar

¡ CE. Emite Denveniste, "Cornmunica tion animale el langage humain",


• La completa inteli ge ncia d~ lo que sigue, exige por su puesto que se
Diogen.e, núm, 1, y nues tro informe de Roma, en este tomo, p . 285. [Hay
relea ese texto cnormememe conoci.do (en fra ncés como en inglés), y ade.
más con o, que es La carta robada . tradu cción es pañola de aq uel ar tícn lo incluida en Émile Bcnven iste, Proble­
m as de ling üística general, México, Siglo XXI, 197 1, t. I , pp . 56·62.]
15
14 El. SEM!I\7A1UO SOBRE " L¡\ CARTA ROBADA" IiL SEfo.HNAftIO SOBRE .. L.... CARTA ROBAD"'"

que no tenemos que insistir en ello, se sitúa en un lugar total· una to ntería, puesto que ha convenido al mayor número" , con­
mente diferente, o sea propiament'e en la fundación de la inter­ tentad sin duda a todos Jos que piensan escílpa r a su ley. es de·
subjeti vidad. Se sitúa all í donde el sujeto no puede captar nada cir precisamente al mayor número. Que Du pin tilde de trampa
5ino la subjetividad misma que cons tituye un Otro en absoluto. la aplicación por los franceses de la palabra "análisi~" al 1tlgebra,
Nos conten taremos, para indicar aq uí su lugar, con 'evocar el es a lgo que no tiene la m·enor probabilidad de heri r nuestro
diálogo, que nos parece merecer su a tribución de historia judía, org·ullo, cuando por añadidura la li beraóón del término para
por el despojo en que aparece la relación del significante con otros fines no tiene nada que impida a un psicoanalista se ntirse
la palabra, en la adjuración en que viene a culm inar . "~ Por en situación de h acer valer e n e 1Ja sus derechos. Y ya lo t'e nemos
QU2 m e mi ~ ntes - se oye exclamar en él sin aJienlO- , sí, por qué entregado a observaciones fil ológicas como para colmar de gusto
me mien les di déndome que vas a Cracovia para que yo crea a los enamorados d el latín: si les recuerda sin dignarse entrar
que vas a Lemberg, cuando en realidad es a Cracovia adonde vas?" 'en ma yores d etalles que "ombílllS no signi fi ca ambición, religio,
Es un a pregunta semejan te la que impondría a nuestro espí­ religión, homines hanesli, las gentes ho nestas", ¿quié n de ustedes
ritu la precipitación d e aporías, de en ig mas erísticos, de para­ no se complacería en r ecordar que es " rodeo, lazo sagrado, la
dojas, incluso de bromas, que se nos presenta a modo d e intro­ gente bien" lo que qui'eren decir estas palabras para cualquiera
ducción al método de Dupin -si no fu ese porque, al s·ernas en ­ que practique a C icerón ya Lucrecio? Sin duda Poe se divierte.. .
tregada como un" confidenci a por algui en que se presenla como Pero nos asalta una duela: ¿ese despliegue de erudición no -está
discípulo, le queda agregad" algunn vjrtud por esta delegación . desti nado a hacernos entender las palabras claves de nuestro
Tal es el prestigio in,te(ectible del testamento: lo fidelidad de l drama? ¿No repite el pres tidi gitador ante nosotros su tru co, sin
testigo es el capuchón con que se adormece cegí'lI1dola a la crí­ fingirnos esta vez qu e nos entrega su secreto, sino llevando aquí
tícn del testimonio. $ U desafío hasta esclarecérnoslo realmente si n que nos demos

¿Qué habrá, por otra parte, más convincente que el ges to de cu'enla de nada? SerIa éste sin duda el colmo que podría a lcalll.za r
volv·e r las cartns sobre la mesa? Lo es hasta el punto ele que nos el il usionísta : hacer que un ser d e su ficció n nos cnga·ñe ver­
persuad e un momento de qu e el pres tidi gitador ha demostrado daderamen te.
efectivamente, como lo an unci ó, el procedimiento de su truco, ¿Y no son efectos la les los que justifi can que hab~ e mos , sin
cuando sólo lo ha re novado bajo una fo rma más pura: y ese mo­ buscar malicia en eHo, de innúmeros héroes imaginarios como
mento nos hace medir la supremacía del signifi cante en el de personajes r eales?
su jeto. y así cuando nos abr imos al entendimi ento de la manera en
Tal opera Dupin, cuando parte de la historia del pequeño que Martin Heidegger nos descubre en la palabra ,,1.110;1<; el jue­
prodigio que burlaba a lOdos sus compañeros en el ju ego de go ele la verdad, no hacemos sino volver a encontrar un secreto
pares e impares, con su truco d e la identifi cación con el adver­ en e l que és ta ha iniciado siempre a su s a mantes, y por el cual
sario, d el que hemos mostrado, sin em bargo, que no puede alcan­ salten que es en e l hecho de qu e se esconda donde se ofrece a
za r el primer plano de su elaboración mental, a saber la noción ellos del modo más ve rdader o.
de la alternancia intersubjetiva, sin topar en ell a de inmedia to Así, a un cua ndo las frases de Durin no nos acon$ejaba n tan
con el es tribo d e su retor no. 6 ma liciosa mente no fiarnos de ellas, tendríamos con todo que
No se deja por e llo de echarnos encima, por aque llo eJe ma­ intentarlo contra la tentación contraria. ""'
rearnos, los nombres d e La R ochefoucauld, de La Rruyere, de Busquemos pu es la p is ta de su hu ell a a llí donde n os despis ta.'
1vlaquiavelo y de C;:l mpane lla, cuya fama yn no parecería si no
fútil jun to a la proeza in fan tiI. . 'Nos gustaría volver a pl an tear ante el St:ñor Dem·eniste la cuestión del
y pasamos sin pestafíear a Ch am[ort cuya fórmula : " Puede sentido anl~nó mico de cie rta.s palabras. primitivas° no, c1e~pués de la l·CC­
tificaci6n mag istral que aportÓ a la falsa vía por la q u e Freud la Cllcaminú
lino apostar qu e toda idea pública, toda convención ace ptada es en eL terreno fiLológico (d . LIl Prychana.lyse, vol. 1, pp. 5- 16). pues nos
parece que esa cuestión queda intacta, si se desbroza. en su rigor la instan­
G eL nu estra introd u cció n, p. 51. cia del significante. Bloch y von Warlburg hacen remontar a 1875 la apa­
SEMINARIO SOBRE "LA CARTA ROBADA "
17
16 EL St:MINARIO SO BRE "LA CAJtTA RODADA" f.l,

y en primer lugar en la críti ca con que motiva el fra caso del tos tan graves (Dios no debiera permitirlo según Poe) como
jefe de poli cia. La veíamos ya apuntar en aquellas pullas sola­ poner en duda que "x' +
px no sea tal vel absolutamente igual
padas que el je¡" de la policía n o tomaba en consideración en a q", sin que jamás. desmentimos en 'ello a Poe, hayamos teni·
la primera entrevista, no viendo e n ellos sino motivo de carcaja­ do que defendernos de alguna inopinada desgracia.
<las. Que sea. en efecto, como lo insinúa Dupin, porque un pr" ¿Todo ese despilfarro de ingenio no tiene pues otra finalid ad
blema es demasiado simp le, incluso d'emasiado evidente, por ]0 que la de desviar al nuestro de 10 que nos [ue indicado previa­
que puede parecer oscuro, no tendrá nunca para él mayor al­ mente qu e debíamos considerar como seguro, a saber que la po­
cance que una fricción un poco vigorosa en el enrejado costal. licía buscó por todas parles? Cosa que debíamos entender, en
Todo está hecho para induci rnos a la noción de la iml>ecilidad lo que se refiere al campo en el que la policía suponía, no sin
del personaje. Y se la articula poderosamente por el hecho de razón, que debiera encontrarse la carta, en el sentido de un ago­
que él y sus acólitos no llegará n nunca a concebir, para esconder tamiento del espacio, sin duda teórico, pero que el picante de
un objeto, nada que supere lo que puede imaginar un pillo or­ la historia consiste en tomar al pie de la letra, pues el "cuadri­
dinario, es decir precisamente la serie demasiado conocida de culado" que regula la operación nos es prese ntado como tan
los escondites extraordinarios: a los que se nos hace pasar re­ exacto que no permitiría, según nos decían, "que un cincuentavo
vista, desde los cajones disimulados del secreter hasta la tapa des­ de línea escapase" a la exploración de los esculcadores. ¿No te­
montada de la mesa, desde los acolchados descosi dos de los nemos entonces derecho a preguntar cómo es posible que la
asientos hasta sus patas ahuecadas, desde el reverso del azogue carta no se haya encontrado en ningún sitio, o más bien a obser­
de los espejos hasta el espesor de la encuadernación de los libros, var que todo lo que se nos di ce sobre una concepción de un más
y acto seguido menudean los sarcasmos sobre el error que el alto vuelo de la ocultación no nos explica en rigor que la carta
jefe de la policía comete al deducir del hecho de que el Ministro haya escapado a las bú squedas, puesto que el campo qU'e éstas
sea pO'eta que no le falta mucho para estar loco, error, se arguye, agotaron 1a contenía de hecho como lo probó [inalmente el ha·
que no consistiría. pero no es poco decir, sino en una falsa dis· Jl algo de Dupin?
tribución d el término medio, pues está lejos de resultar del he· ¿Será necesario que la carta, entre todos los objetos, haya sido
dw de que todos 105 locos sean poetas. dotada de la propi'edad de nulibi,edad, para utilizar ese término
Bien 'está, pero se nos dej a a nuestra vez en la errancia en que el vocabulario bien conocido bajo el tftuJo de R oget toma
cuanto a lo que constituye en mate ria de escondites la superio­ de la utopía semiológica del obispo Wilkins?8
ridad del poeta, aun cuando se mostrase a la vez matemá tico, Es evidente (a Jittle too' selr eviden l) que la carta en efecto
puesto que aquí se rompe <;úbitamente nuestra caza al alzar la tiene con el lugar relaciones para 1as cuales ninguna palabra
presa arrastrándonos a una maraña de ma las querellas empren· francesa tiene tod o el alcance del caliEcativo inglés odd. Bizarre,
didas contra el razonamien to de los matemáticos, que nunca por la que Bauclelaire la traduce regularmente, es s610 aproxi­
han mostrado, que yo se pa, tanto apego a sus fórmulas como mada . Digamos que esas relaciones son singulares, pues son las
cuando las identifican con la razÓn razonant'e. Daremos testi· mismas que con el lugar mantiene el significante.
monio por lo menos de que, al revés de Jo que Poe parece haber U stedes saben que nuestro designio no es hacer de esto rela­
experimentado, nos sucede a veces ante nuestro amigo Riguet ciones "sutiles", que nuestrO propósito no es confundir la letra
que les es aquí fiador con su presencia de que nuestras incursio­ con el espíritu incluso si se trata de una leU re ["carta "] y si
nes en la combinatoria no nos extravían, d'ejarnos ir a exabrup­
8 La m isma a la que el señor J orge Lnis Borges, en su obra tan armónica
con el Phylum de nuestro discurso. concede un 11OIlor qu e otros redn ce n
rición de la s ignificación del \'erbo di pister en el segundo empl eo que
a sus jnstas proporciones. Cf. Lej T em ps Modernes~ jonio-julio de 1%5. pp.
hacemos de ella en nu es tra fra se . [El primero es el que hemos traducido
como "buscar la pisla " al comie nzo de esta (rase. TS)
21~.2136 Y octubre de 1955. pp. 574-575. [Se reri ere, sin duda , a l "ensayo"
de Borgcs "E l idioma analitico de John Wilkins", Qbnu. Bu enos A ir~.
[La can se re riere al anículo de É. Bcnveniste, "Observadoues sobre la
(unción del lengnaje en el descubrimiento freudiano" , incluido en el tomo Emecé, pp. 700-709. AS}.

I de los Problemas de língiUslica general, pp. 75·87. As1 t Subrayado por el autor.

19
18 n. SEMI NA RI O .SOnRE " LA CA RT A RORAD A I:L SEMI N¡\ RI O SOB RE "u . C ART A Ron ADA "

la r ecibimos por ese sistema ele e nvíos qne en París se llama a dilerencia de ello, estará y no esta rá aHí donde est'; , vaya
n e umáti co, y que admitimos perfecta mente qu e la una mala " donde vaya.
y el otro vivifi ca, e n la ffi'e dida e n que el significante, tal vez Miremos con más dete nimíenLO, en efec to, 10 que le ~ su cede
empiezan ustedes a entenderl o, mate rializa la instanci a de la " los policías. Na da nos es esca tim ad o en cua nto a los procedi­
muerte, Pero si hemos insistido p rimero en la materialidad del mientos con que re¡:;istra n el espaóo ilsignado a su in vesl ig<l­
significante, es ta ma reri a lidad es sI:ngu lar en mu chos puntos, el ci ún, desde l a di stribuci ón de e~·e espacio en volúmenes qu e n o
primero ele los cuales es no soportar la partición. R ompamos dejan Cs cap~lr el menor espesor, h asta la aguja qu e son de a las
una carta en pedacitos : sigue siendo la carta que es, y esto en h1andur<ls, y, ti. fa lta de la re percusión que sondea lo duro, I~ ?s t;¡
un sentido mu y diferente d e aqu e l el'e qu e da cuenta la Ges lalt ~ el mi cro~copio Que denun cia los 'excrementos del taladro en la
th eorie con el vitalismo larvado de su noción del todo .I O orilla de su hor ada ción, incluso la entreabertura íntima de a bis­
mos mezquinos . Y a medid a que su red se es tredw pa ra que l' e­
El lenguaje entrega su sentencia a quien sa be es cu ch a r~o : por
guen , no con ten tos co n sacu d ir las páginas de los libros. h as ta con­
'el us o d el artículo emplead o en francés como partícula p a rtitiva .
tarlas, ¿no vem OS al espaci o deshojarse a ~em ejanza de la ca rta?
Incluso es sin dud a aqui donde el espíritu, si el espíritu es la Pe ro los b uscadores ti e ne n una noci ón de lo real tan inmuta­
viviente significación , aparece no menos singula rmente más ofre ­ h 'e <lue no nota n que su b úsqu'eda llega a tra nsform;¡rl 0 en su
cido a la cuantificación qu e la letra. Empezando por l~ signifi­ objeto. Rasgo e n el que tal vez p od r ían di stin guir ese objetO
cación misma qu e sufre que se diga: este di scurso lleno de sig­
d e todos los otros .
nificación, del mismo mod o que se usa e n fra n cés la partíc ul a ~cría sin d ud a pedirles demasiado, n a d ebido <l su falta de
'de para indi ca r que se reconoce alguna inte nción (de l'inte ntíon) visión, .<;:no nds bien a la nu·estra . Pues su imbeci lidad no es de
en un acto, que se deplora que ya no h a ya am or ( plus d'í\ mour) , f" C",I)eci e individu al, ni corporativa, es de origen subi e tiv o. Es l tl
que S'e acumule odio (de la h aine) y que se gaste d evo ción (du imhecilidad reali st<1 qu e n o se paríl a cavilar qu e n ada, por mn \'
dévoue me nt) , y que Cantil infa tu ac ión (la nt d 'inh.ltuation) se lejos qu e vc nga una ma no a hundirlo en l(l s e ntra ñas del mund o .
avenga a que tenga que haber siempre caradura para d ar y re­ Ilun ca es tará escondido en él, pues to qu e otra man o puede al­
galar (d e la c uisse a revendre) y "rififí" entre los h ombres (du Uln za rl o allí, y que lo que esl<Í escondido no es nu:1 ca otra COSíl
rififi chez les hommes) . que lo que f a Tta en 'i U lu gar, como se ex presa la fi cha ele bú s­
Pro en cuanto a la letra, ya se la tome en el se ntido d e ele me nto queda ele un volumen cu a nd o está eXlra viado en la bibli o teol.
tipográfi co, de epístola (en francés) o de Jo que hace al letrado. y aunqu'e é~ te es tuviese efecti vam e nte en el a naqu el o e n la ca­
se dirá qu e lo que se di ce d ebe entenderse a la letra (ir la {eure) . ' . ~ l1a de ~ l lado, estaría escondido all í, por mu y v í ~ ible que apa­
que n os espe rtl e n la casilla una carta (une lettre) , incluso qu e rC / Gl. E s qu e . . ó lo puede d cci n e a la letra que falta en su lugar
ti ene un o letras (d es lettres) , pero nunca qu e h aya e n nin gún ele algo qu e pu ede cambi a r de l uga r , e . . ll'eci r de 10 simbóli co .
sitio let ra (de la letl1"e) cualqui e ra que sea la m odalidad en Pues en cua nto a lo rea l, cualquiera que sea el trasto rn o que se
que nos concierne, a unque fu ese para d esignar el correo re­ le pueda ap ortar, es tá siempre y e n todo ( <1 S0 en su lugar, lo lle~
trasado. va p egtluo a la suel a, sin cono ce r nad a que pueda exiliarlo de él.
Es qu e el s ignific~nte es unidad por ser único, no siendo por ¿Y CÚ IllO e n efec to. para voh e r <l nu es tros policías, habrían
su na tura le za sino símbolo de un a a usenci a. Y tlsí n o pued e podido a podera rse de la le tra (la carta) qui en es la tomaro n e n
decirse d e la cana r o bada que sea necesario que, a se mej anza de el lugar en qu e esta]);=¡ escondida? En aquello que ha cían girar
los otros obj e tos, esté o no es té en algún sitio, sin o más bien . que entre sus d edos, ¿qué es lo qu e tenían sino lo que n o 'res!Jo ndia
a }<1S ~e ñas qu e le~ h é'l bíiln d ad o? A letler, a litter , una carla ,
10 Esto es tan cierto que la fil osofí a, en los ej emplos d escoloridos de tan una ba sura . En el ten ácul o de J oyce 11 se jugó el equívoco sobre
m achacados con que argum enta a partir de lo uno '1 de 10 vario, no em ­
pl ea ra para los mismos usos la simpl e hoja bl anca desgarra da por la mirad n eL Our ~xam; "alio n 'fOlwd his facl íf ica t.i ol/ for il/ca millll liorl 01 Tj·ork
'1 el circulo inlerrumpido, o incluso el jarrón quebrado , para no ha bl;u in pr og1f!.u, Shak espeare and Compa ny , 12. rue (le l'O déo ll, Parí ~. Hl29.
del gusa no cort ado .

20 EL SEMINARIO SOBRE "LA CARTA. ROBADA"


EL SEMINARIO SOBR.t: " LA CARTA ROBAD...." 21
la homofonía de eSas dos palabras en inglés. La clase de desecho biaríamos mejorando "su cultura". Scripta manent, 'en vano
que los policías en 'este momento manipulan no por el hecho aprendería de un humanismo de edición de lujo la lección pro­
de estar sólo a medias desgarrado les entrega su otra naturaleza verbial que terminan las palabras verba volant. Oj alá los escri­
y un sello diferente sobre un lacre de otro color, otro sello en el toS permaneciesen, lo cual es más bi'en el caso de las palabras:
grafismo de la suscripción son aquí Jos más ¡nfrangibles escon­ pues de éstas la deuda imborrable por lo menos fecunda nuestras
dites. Y si se detienen en el otro reverso de la carta donde, como actos por sus tran sferencia') .

~
es sabido, se escribía en esa época la dirección del destinatario, Los escritos llevan al viento los cheques en blanco de una ca­
es que la carta no tiene para ellos Olra Cosa que ese reverso. ballerosidad loca . Y si no fuesen hojas volantes no habría cartas
¿Qué podrían efectivamente detectar de su anverso? ¿Su men­ robadas.
saje, como se expresan algunos para regocijo de nuestros domin­
gos cibernéticos? .. ¿Pero no se nos ocurre que ese mensaje ha
llegado ya a su destinataria e incluso que ha permanecido en su ¿Pero qué hay con esto? Para que pueda haber carta robada,
poder a cuenta con el pedazo de papel insignificante, que ahora nos preguntaremos, ¿a quién pertenece una carta? Acentuábamos
no lo representa menos bien que el billete original? hace poco lo que hay de singular en el regreso de la carta a
Si pudiese decirse que una carta ha llenado su destino después q uien acababa de dejar ardientem'ente volar su prenda. Y se
de haber cumplido su función, la ceremoma de devolver las juzga generalme nte indigno el procedimiento de esas publica­
cartas estaría menos en boga como clausura de la extinción de ciones prematuras, de ]a especie con la que el Caballero de Eon
los juegos de las fiestas del amor. El significa n te no es funcional. puso a algunos de sus corresponsales en si tuación más bien
y así la movilización del elegante mundo cuyos ajetreos segui­ deplorable.
mos aquí no tendría sentido si la carta, por su parte. se Conte n­ La ca rta sobre la que aquel que la ha 'e nviado conserva toda­
tase con tener uno. Pues no sería una manera muy adecuada de vía derechos, l no pertenecería pues completamente a aq uel a
mantenerlo en secreto participársela a una sarta de polizontes. quien se dirige? la es que 'este último no fue nun ca su verda­
Padda admitirse incluso que la carta tenga otro sen tido total­ dero destinatario?
mente diferente, si no es que más quemante, para la Reina que Veamos esto: lo que va a iluminarnos es lo que a primera
el que ofrece a la inteligencia del Ministro. La marcha de las vista puede oscurecer aún má.s el caso, a saber que la historia
nos d'eja ignorar casi todo del remitente, no menos que del con­
Cosas no quedaría por ello sensiblemente afectada y ni siquiera
tenido de la carta. S6lo se nos dice que el Ministro reconoció de
si fuese estrictamente incomprensible a todo lector no prevenido.
buenas a primeras la escritura de su dirección a la R eina, e inci­
Pues no 10 es ciertamente para todo 'el mundo, puesto que,
dentalmente, a propósito de su camuflaje por e l Mini stro, re­
como nos Jo asegura enfáticamente el jefe de policía para regocijo
sulta mencionado que su sello original es el del Duque de S...
de todos, "ese documento, revelado a un tercer personaje cuyo En cuanto a su alcance, sabemos únicamente los peligros que
nombre callaré" (ese nombre que sa lta a la vista como la cola del acarrea si ll'ega a las manos de cierta tercera persona, y que su
cochino entre los dientes del padre Ubu) "pondría en tela de posesión permitió al Ministro "utilizar hasta un punto muy pe­
juicio -nos dice- el honor de una persona del más alto rango", ligroso con una meta política" el imperio que le asegura sobre
incluso que "la seguridad de la augusta persona quedaría as í en la interesada . Pero esto no nos dice nada del mensaje que
peligro". vehicula.
Entonces no es solamente el sentido, sino el texto del mensaje Carta de amor o car ta de conspiración, carta delatora o carta
lo que sería peligroso poner en circulación, y esto tan to más de instrucción, carta de intimación o carta de angustia, só lo una
cuanto más anodino pareciese, puesto que los riesgos se verían cosa podemos retener de ella, es que la Reina no podría ponerla
aumentados por la Índiscreción que uno de sus depositarios pu­ en conocimiento de su señor y amo.
diese cometer sin darse cuenta. Pero estos térm inos, lejos de tolerar el acen to vituperado que
Nada pues puede salvar la posición de la policía, y nada ca m- tienen e n ]a comedia burguesa, toman un sentido eminente por
-1

~DRE
23
22 EL SEM lN AR IO SOIlRf: "LA CARTA ROOADA" F.I. SIOMINARIO LA (.A ll"I A nOHAUA"

designar a su sobera no, a qui en la liga la fe jurada, y de ma ne­ ducir por " la ca rla robada" (la lettre volée") su título, que es:
ra redoblad a pues LO que su posición de có n yuge no la releva de Yhe purloinecl lp.ller~ es decir que utiliza una palabra lo bas­
su deber de sú bdita, si no más bien ]a eleva a la guardia de lo ta nte rara p ara que n os sea m ás f:ícíl ddinir su e tim ología que
que la rea leza segú n la ley e ncar n a de l poder: y qu'C se llama la !'iU empleo.
legitimidad. Yo purloin, nos dice el diccionario de Oxford, es una pala­
Enton ces, c ualquiera que sea el destino escogido por la Reina bra anglo- fr ancesa, es decír cOl1l[)uesta del prefijo pur que se en­
para la carta, sigue siendo cieno q u-e esa carta es el ~í mbolo de cue ntra e n pllrpose, propósito, pu.rchase, provisión, purport,
nn pacto. y que incluso si su destin a tar ia no as ume ese pacto, la mira, y d e la palabra del antiguo (rancés: lo in g, lo/:gner, longé.
existencia de la carta la sitúa en una cadena simbóli ca extraii.a il Reconoceremos en el primer ele me nto e l latí n pro en cua nto
]a que constituye Su Ee. Q ue es in co mpatible con e lla, es lo q ue qu e se distingue de ante porque supone un a trás hacía adelante
queda probado por el hecho de que la p~esión de la carla no d el cual proced e, eve ntua lmen te para gara ntiza rl o, incluso para
puede hacerse va le r públicamente como legíti ma, y qu e parJ. darse co mo aval (mientras que ante ,c;ale al paso a lo que viene
hacerla respetar, la Rein a no podda invocar si no el dere ch o ele a su encu'e ntro). En cu a nto a la segunda vie ja pa labra fran cesa:
su privacidad, cuyo pri vilegio se funda e n el ho nor q ue eS!.<I [o igne-r, verbo de l atributo de lugar au loing (o también longé) ,
posesión deroga. no qui ere d ec ir a lo lejos, sino a lo largo de; se tr a ta pues de
Pues aque lla que e ncarn a la figura de gracia de la !)oheranía fJone'r de lado (mettre de c()té, que en franc.és significa guardar),
no podría acoger una inteligencia incluso p rivad a sin tntereS,ll" o, para recurrir a otra locu ció n familiar francesa que juega so­
al poder, y n o puede pa ra co n el so hera no a lega r e l sec.reto sin bre los dos sen lidos, de poner a la izquie'rda (mellre el; gauche) .
entrar en la clandestinidad. Así nos vemos co nfirmados e n nuestro rodeo por el ob je to
Entonce ~ la responsa bilidad d el a utor de la ca rla pasa a l se­ mismo que nos lleva a él: pues lo que nos ocupa es claramen te
gu ndo plano ante aque lla que la detenta: pues a la ofensa il la la carta desviada o distraída , e n el sen ti do en que se habla de
majestad viene a añadirse 'e u e lla la más a~la traición. di straer o malversar fondos (lellre délournée) , aqu e' la· cuvo
Deci mos: que la de(enta, y no: que la posee. Pues ~e hace trayecto ha sido prolongado (es literalme nte la palabra inglesa).
claro en tonces que la propiedad de la ca rta n o es nrenos impug, o esa carla reta rdada en el correo que el vocabu la r io postal fra n·
n able para su destina taria que para cualquiera a cuyas manos cés llama "carta en sufrimiento" (lell.re f'n soutfrance),
pueda llegar, puesto que nada, en cu a n to a la existe ncia de lH He aq u í pues, simple (md odd, como se nos anuncia d esde la
carta, puede entrar en el orden sin q ue aq uel a cuyas prerroga­ primera página, r ed ucida a su más simple ex presión la singula­
tivas ate nta haya juzgado de ello. ridad d e la ca rta, que co mo e l título lo indica, es el verd.lldero
Todo esto no implica sin em b argo que porque el seu·e to ele tema o sujeto del cue nto: puesto que puede sufrir una desvia­
la carta es indefend ib'e. la denunc ia de ese secreto sea en modo ción, es q ue ti e ne un travecto que le es p·roPio. R asgo donde se
algun o h o norable. Los hon est,i hom':nes. la genle de bien, no afirma aq uí su inciclen cia de sign ificante. Pues hemos aorendido
podrían salir del embrollo a tan bajo precio. Hay m;ís de lln <l a con ceb ir que e l signifi ca nte no se ma ntie ne sino en un despla­
Ti'ligio, y todavía nos falta bastante p ara qu e los la zos sagrados Zélmlc n to co mparable al de nu estras bandas de a nuncios lumi­
dejen de tironearnos a diest ra y si niestra. En cua nto a l ambitl/.s~ n osos O de l a~ memorias ro tativas de nuestras máq uin as-de-pe n ­
el rodeo, co mo se ve. no es siempre la ambi ción la que lo ins­ sar-como.los-hornhres, l:! eslo debido a su funcionamien to alter­
pira. Pues si ha y aquí uno por el que pasamos, es 'el caso de n ante e n su principio, el cua l ex ige qu e aba ndonemos un lu gar,
decir que qu ien lo hereda no lo ro ba, puesto que, par" seri es a reserva de regresar circularmente.
franco. no hemos adoptaclo el títul o de Baud ela ire co n otra in, E...to es sin duda lo que su cede e n e l auto matismo de re pe ti­
tenci ó n q ue la d'e marca r hi en. n o COUlO suele enunciarse ill1 · ción, Lo que Freud nos enseña en el texto que comentamos, es
propia mente el ca rácter convencional de significante, sino \11;(S que 'el s ujeto sigu e el desf ilade ro d e lo simbólico, pero lo que
bie n su preceden cia con respecto a l significado. Esto no quil:l
q ue Ba ud e!aire, í1 pesar de su d'ev oció n, traicionó a Poe al tra- 1= er, nu eslra introducció n , p. 53 .

..
,

24 EL se MIN ARIO SO BRE "LA CARTA ROBADA" .f.L SEM I NA RI O SOIlRE " LA CA Rl A ROBADA" 25
encuentra n u sted es ilustrado aquí es todavía más impresionaute: El Ministro actúa como hombre q ue sabe que la búsqueda de
no es sólo el su jeto sino los su jetos, tomados en su intersubjeti­ la policía es su defensa. puesto que se nos dice que le de ja ad rede
vidad. los que toman la fil a, di cho de o tr a manera nuestras aves­ el campo libre con sus ause ncias: lo cual no quita que ignore
truces, a las cuales hemos vuelto ahora, y que, m ás dóciles que que fuera de esa búsqueda, deja d'e estar defendido.
borregos, modelan su ser mismo sobre el momento qu e los re­ Es el avestruco U1 mismo del q ue fu e artesa no, si se n os per­
corre en la cadena sig nificante. mite hacer prolifera r a nuestro moustruo, pero no pued-e ser
Si lo que Freud descubrió y redescubre de manera cada vez por algun a im beci lid ad ~ i llega a ser su víctima,
más abierta tiene un sentido, es que el desplazamiento del signi­ Es que al jugar la bal.a del que esco nde, es el papel de la
fjú1.nte determina a los s.uj'etos en Su s actos, en su destin o. en sus R eina el qu-e ti eue qu e adoptar. y hasta los atributos de la mu­
rechazos, en sus cegueras, en sus éxitos y en su suerte, a despecho jer y de la sombra, tau propicios a l acto de esconder.
d e sus dotes innatas y de su logro social, sin consideración del ca­ No es que reduzcamos a la oposi ción primaria de lo oscuro
r ácter o el sexo, y que de buena o mala ga na seguirá al tren del y de lo claro la pareja veterana del yin y del yang. Pues su ma­
significante como armas y bagajes, todo lo dado de lo psicológico. nej o exacto im pli ca Jo que tiene de cegador el brillo de la luz.
no menos que los espejeos de que se sir ve la sombra para no
soltar su presa,
Damos aquí en efecto de nueva cuenta en la encrucijada donde Aqul el signo y el ser maravillosamente desarticulados no-;
habíamos dejado n uestro drama y su ronda con la cuestión de la muestran cuál de los dos tiene la primacía cuando se oponen,
manera en que los sujetos se dan el relevo, Nuestro apó logo está El hombre bas tante hombre para desafiar h as ta el desprecio la
hecho para mostrar que es la ca rta y su desviación la que rige temida ira de la mujer sufre hasta la metamorfosis la mal dición
sus entradas y sus papeles, Del hecho de que se encuentre "en del signo del que la h a desposeido.
su frimie n[Q", son e Hos los q u e van a padecer, Al pasar bajo su Pues este signo es ,i n duda el de la mujer, por el h echo de
sombra se convierten en su reflejo, Al caer en posesión de la que en él hace ella va ler su se r, fun-d á ndolo fuera de la ley. qu e
ca rta - admirable amb igüedad del lenguaje- . es su se ntido e l la contien e siempre, debido al efecto de los orígenes, en posición
que los posee. de signifi ca nte, e incluso de fetiche. Para es tar a la al tura del
Esto es lo que nos muestra el héroe del drama que nos es poder de eSle signo, lo único que tiene que hacer es permanecer
contado aq uí cuando se repite la situación misma que anudó su inmóvil a su sombra, encoutrando eu ello por aiiadidu ra, tal
audacia u na primera vez para su triu nfo, Si ahora su cumbe a como la Reina, esa simu lac ió n del dominio d'el no-actuar que
'ella. es por h aber pasado a la segunda fila de la tríada de la sólo el "ojo de lince" del Ministro h a podido traspasa r.
qu e al principio fue el tercero al mismo tiempo que el ladrón : U na vez arreba tado este sig no tenemos pues al hombre en su
esto por la virtud del objeto de su rapto. posesión: nefasta porque no pued'C sostenerse siuo por el honor
P ues si se tr ata, ahora como antes, de proteger la carta de las al que desa [ía . maldita por abocar a l q ue la sostiene al cas ti go
miradas, no puede dejar de emplear el mismo procedimiento que y a l crimen, q ue uno y otro quebranta n su vasallaje a la Le y,
éJ mismo desenmascaró: ¿Dejarla a descub ierto? Y podemos duo Es preciso que haya en este signo un noli me tangere bien
dar de que sepa así l o que hace, vi éndolo cau tivad o de inmediato singul ar para q ue, semejante a l torped o socráti co, su posesión
por una relación dua l en la qu e descubrimos todos ] 05 ca rac teres ent um ezca al interesado hasta el punto de hacerle ca'er en lo
de la ilusión mimé ti ca o del animal que se hace el muerto, y, que se muestra sin eq uívoco como inacció n,
caído en la trampa de la situación típi camente imagina ri a: ver Pues al observ ar como lo hace el narrador desde la primera
que n o 10 ven, desconocer la silUac i('m real en que es visto por conversación que con el uso de la carta se disipa su poder, nos
no ver, ¿Y qué es lo que no ve? Justam ente la si tuación simbó­ damos cuenta de que es ta observación sólo apunta justamente
lica qu e él mismo supo ver tan bien, y en la qu e se encuentra
lS (E l aUlor e mpica un juego de palabras más co mplejo: aulruicherie:
ahora como visto que se ve no ser visto, aUlrui, "próji mo "; tri,herie, " tram pa"; Gulruche, " avestruz", TS,)

\1:••, - - _

26 I.L SL MI N,\ RIO SO () R ~ " LA CART .\ ¡Hl I}A/).\ ' ·L SI:: MI N,\R IO S()llk~. " 1.,\ CAn!".'\, ItOllADA'· 27

a :,u uso con fine~ de poder - y p or ell o mism o qu e ese u so se 11 fna.n! lo cua l qui e re decir : lo <.ju e ·e:, indign o ta n to como lo qu e
h :lce forzoso p ara e l 1\lini slro. es dign o de un h ombre, y cu yo pica n te d eja esca pa r Baude la ire
Para no poder des'embaralar~e d e e lla, es preciso l lll C el Min is­ t raduciendo: lo qu e es indi gn o de un h o m bre LanLO co mo lo lJue
tro no se pa qu é o tra cos;¡ ha ce r co n la ca na. Pues c:-.c uso lo es d ;g no de él. ru·~s en ~ 1I fo rlll a origi na l, la ap reciación es mu­
po ne en un a depe nd e n cia tan cOlllple l(i d e la can a CO Ill O ta l, cho m{ls adecu ad a a lo qu e inte re~a a una muj er.
q ue a la la rg<-t III s iq ui era la co ncie rn e. E~lO deja apare ce r e l a lca n ce imagina ri o de es Le penon aie . e"
Que re mos deci r que para que ese uso concerniese ve rdad era­ decir la rebción n arc:h ist il ·en qu e ~e e ncue nlr() metido el ¡"'Iinis·
men te a la ca rla, el i\Iinislro, que des pu és tl e touo estaría autori­ tro , e.., la vez ciename nte ~ jn sab erl o. Es t<i indi cada ta mbi é n e n
lado a ell o por el ~c r v ici o d el Re y su amo, pod ría prc!)e ntar a b e l lex to inglés, d e!ode la segunda p..ígi na , por un a ob~ervació Jl d e l
R ei na re("onv e n c:jon e~ l"'espetu osas, ¡¡ un c ua ndo hub ie!)e d e aseg u­ narrad or cu ya for m a es ~:luro~a: " El a~ce ndi e nlc -11 m. di <.'e­
rar.,e de :-i U efeClo de rellOle po r med io de las ga rantía s <1dec ll ada ~ qu e ha tomado e l ~[ini ) tro d epe nd ería d el conocim ien lO que
-o bi en in trod uci r a lg un a acti(: n Co ntra e l autor de l;t carta tiene el hur tado r del co nocimi e nto que t iene la vícl ima dI::: ~u
ele qui e n e l Il'echo de que perma n ezca fu era d e l juego mues tra hUrlador'· , lex tu a lrnen te: ¡he l·obbcr's hnow lcdge oi Ihe l.o,H.: r·s
hasta qué punlo no se trata aq uí de la culp,ll>iJ idad y de la l:nowlt:dgc oi (h e robb (~L T érmin o::. l' uya impOrla n( ia suhra ya
f;-!lta, sino de l !) igno de contradicc¡ ú n y de eSGÍ nu alo qu e co ns­ e l a u tor h;H" i énu. o l o~ re pe tir li tendm l::: llte po r Dupin inllled i¡lla ­
l ilUye la carta, en e l se nLid o e n qu e e l Eva nge lio di ce qu'C es nH: lI le después d e l re lato, sohre <:1 cual prosigue e l di ¡í ;o~·o, de
necc,>ario qu e le :s uceda ~ iJl co nsi de r<J ci6n d e la d e~gra c i a de la ·e . , ce na del rapto de la Ca rt a. Aq uí lambién puede det:Ír:,e que:
qu ie n se hace su p ortador - in cl uso someter la Ca rta co nv enida Baudel<lire (l ota en ~ u lengu aje hacien d o al un o interrogar, al
en pieza d e un expediente a l "lercer p e r~onaj e", cali ficad o pa ra otr o con firm a r co n es taS p¡¡Ja br<ls: "¿S,lbe e l la dn': n ? . ." , y
sabe r si sacar;'l d e e ll o una C¡.íma ra A rdi e nte para la R e ina o la 11Iego "el ladró n sab e . . ." ¿Qué? " qu e la perso na roha d a co noce
d e~gr<l cia pa ra e l )"J in istro. él ~ u rohador" .
No sa brc11l o~ por lillé e l ~ Jin is t ro no le da un o de eSLQ:-. usm , Pues lo qu e imp or ta a l ladr6n n o es úni ca me nte qu·e di cha
y con vie ne qu e no lo se pa m os p uesto qu e sólo nos inte resa el persona sepa quién le ha l'obado, sino ciertamente co n quién
erecto de ese n o·uso ; n os u"'l ta sa ber que el modo ele adquisició n ti en e qu e vérseta s e n cuanLo a l ladrú n ; e~ qu e lo crea cap:11. d e
el e la ca rta no ..,e ría un obsuícu lo p ara ninguno (le e llos. todo. co n lo cual h ;:IY qu·e ent e nd er : q ue le co n[i e ra lél pO!-l ic iún
Pues est¡í claro que ..,i e l liSO tia signifíGl.tivo de la ca rt a es un que nadie está e n m edid a d e asu mir realm e nte p orqu e es inwgi­
u<., o fon·.oso para e l Mini:-. t ro, su uso co n fille~ d e p ode r no naria , la de anlO ab~o l uto .
pued e se r si no pOlen cia l, puesto que no puede pasar a l ac to sin En ve rdad e~ una posición de debi lidad absolula, pero no para
dewall tcerse de Ílm,edi ato, uesde e l m omento e n que la ca rla quien ,'l ue' e h ~t cers·e creer . Pr ue ba d e ello no es ~ólo qu e la R e ina
n o ex iste c..:omo med io d e poder sin o por las asignaciones l'dtimas te nga la a ucl ac í:1 de rec urrir a la po i icía . Pues no ha ce ~ in o co n­
d e l pu ro significante : o seé! prolon gar su desviaci ó n para ha ­ fo rmarse a su d e~ pl azami e nt o de u n engra ne e n e l ord e n d e la
cerla llega r a qui e n corre<;¡)onde p or un trá nsito supl e men tario, tri ada in icia l, a l e nco nren(brse a la ceg uera Illi ~ m " qu e es requ e·
e~ decir p or otra trai ci6 n c uyos rebotes se h ace n dir¡ci !e~ de rida P .,I )';] oc upar e~e lu ga r : No more sagacious agcnl could! 1
pre\'er por la gra ve dad de la ca rta -o bi en d e::. truir la carta. lo .'iUIJPOSf:) ir oniza Dupill , {le desi ·reü or ev en ima gi ned . N o, ':i i h a
cual se ría la úni ca ma ne ra, segu ra ) por lo tan to proferida de da·do e..,e pa ~ o,. es lll eno~ por verse empuj a da él Jn d es-espe ra c iú n ,
inmedi a lo 110r Dupin, tI e terminar ca n lo que está d estinad o por ilriven lo d l'.\pair, com o se n os di ce, qu e al ncep tar la carga d e
~u na tural"eza a ..,ignifi car la anulación d e lo q ue sig n ifi ca. un a impa cien cia que d ebe imputarse nó s bi·en a un espej ismo
El a'lce ndi e ute qu e el ¡\[in i~t ro sa ca de la situ ació n n o co n . , iste e~, p ec u hu'.
°
pues en la ca n a, sin o, Lo se pa é l n o, e n el perso n aj e qu e hace Pue s e l l\rini st ro tien e bastante tarea con man tene rse en la
d e él. Y as í las frases de l je fe d e la policía n os lo presenta co mo in acción qu e es su desrino ·e n ese m ome nt o. El Minist.ro en efecto
" lgu ien di spuesto" LOdo, who da res all lIángs, y se comen ta sig­ no est;\ a.b .w lll ln:lI1c:nlr: loco. Es una obser vación d e l jefe de la
nificativamente: aLOse unbecorn íng as rvell QJ those bc:coming policía cu yas pa la bras son !-lie mpre oro pu ro: es cie rto q ue e l o ro

"

~J .
~8 EL SEMINARIO SOB1t.E "LA CA RTA RODADA Fl. SEMI NARIO SOB"AE "LA CARTA ROBADA"

de ,us palabras só lo corre para Dupin y s610 para de correr en la disposición de una creación cuyo minucioso rigor 'es bien
.ante la competencia de los cincuenta mil francos que le costará, visible. Pero en los d os casos, es signifícativo qu e la carta que
al cambio de ese melal en esa época, aun cuando no haya de a [in de cuentas el Ministro se dirige a sí mismo sea la carta
.'icr sin dejarle un sal do favorabl'c. El Ministro pues no está abso­ de un a mujer: como si se tratara de una [ase por la que tuviese
lutam enle loco en ese estancamiento de locura, y por eso debe que pasar por una conveniencia natu ral del signi ficante.
comportarse según el modo de la neurosis. Al igual que el hom­ Asimismo, el aura de indolencia que llega hasta adoptar l a~
bre que se ha retirado a una isla para olvidar, ¿qué? lo ha olvi­ apariencias de la molicie, la ostentación de un h as tío c"ercano al
dado, así el Ministro por no hacer uso ue la carta llega a olvi­ asCO en sus expresiones, el ambiente que el autor de la filoso­
oarla . Es lo que expresa la persistencia de su conducta. Pero la fía del mobiliariol~ sabe hacer surgir denotaciones casi impalpa­
tarta, al igual que el inconsciente del neurótico, no lo olvida. bl"es como la del instrumento de música sobre la mesa, todo
Lo olvida tan poco que lo transforma cada vez m;í.s a -imagen de parece concertado para que el personaje cuyas expresiones todas
aquella que la ofreci6 a su sorpresa, y qU'e ahora va a cederla lo han rodeado de los rasgos de la virilidad, exhale cuando apa·
siguiendo su ejemplo a una sorpresa semejante. re ce el od.or di fe mina más singular.
Los rasgos de esta tra n ~[ormación son anotados, y bajo una Que se trata de un artificio, es cosa que Dupin no deja efecti­
forma bastante cmacterística en su gratuid ad apare nte para co­ vamente de subrayar mostrándonos detrás de esa falsía la vigi­
nectarlos v{di.uamenre con el retorno de lo reprimido. lancia del animal de presa listo a sa ltar. Pero que se trata del
Así nos enteramos en primer luga r de que a su vez el Ministro efecto mismo del inconsciente en 'el sentido preciso en que en­
ha vuelto la carta, no por cierto con el gesto apresurado de la señamos que el inconsciente es que el hombre esté habitado por
Reina, sino de una manera m¡h aplicada, de la man'era en que el signifi cante, ¿cómo encontrar de 'ello una imagen m ás bella
se vuelve del revés un vestido. Es así en efecto como hay que que la que P oe mismo (orja para hacernos comprender la hazaña
operar, segnn el modo en que en 'esa época se pliega una carta de Dupin? Pu~ recurre, con este fin , a esos nombres toponími .
y se la lacra, para desprender el lugar virgen donde escribir una cos que una carta geográfica, para no s'er muda, sobreimpone a
nueva dírección. 14 su dibujo, y qu e pueden ser objeto de un juego de adivi nanza
Esa dirección se convertirá en la suya propia, Ya s'ea de su que consiste en encontrar el que haya escogido la otra persona
mano o ya de otra, aparecerá como de una escritura femenina - haciendo observar 'entonces que el más propicio para extra­
muy fina y con un sello de lacre que pasa del rojo de la pa­ viar a un principiante ser á el que, en gruesas letras am pliamen te
sión al negro de sus esp'ejos, sobre el que imprime su sello. Esta espaciadas en el campo del mapa, da, sin que a menud o se de­
singularidad de una carta marcada con el sello de su destinata· tenga siq uiera en él la mirada, la denominación de un país
rio es tanto más digna de notarse en su invención cuanto que entera. ..
articulada con fuerza en el texto, después ni siqui era 'eS utilizada Así la carta robada, como un inmenso cuerpo de mujer, se os·
por Dupin en la discusi ón a la que somete la identificación de tenta en el espacio del gabinete del Ministro cuando en tra Du­
la carta. pino Pero así espera él ya encontrarla, y no necesita ya, con su~
Ya sea intencional o involuntaria, esta omisión sorprenderá ojos velados de verdes anteojos, sino des nudar ese gran cuerpo.
y por eso, sin haber tenido la necesidad, como tampoco, com­
I I Nos hemos creído obligados a hacer la demostración de es l O a los oyentes prensiblemente', la ocasión de escuchar en las puertas del profe­
con una carta de la c'!poca que inlcr<.."'S aba al seí'ior de Chateaubriand y su
búsqueda de un secrelario. Nos pareció divertido que el selíor de Chateau­
sor Freud, irá derecho allí donde yace y se aloja lo que ese cuerpo
briand haya puCSto el punto final al primer eslado, reciellle rnente restitu ido. está hecho para esconder, en alguna hermosa mitad por la que
de sus memorias en esc mismo mcs de noviemhre de 1841 en que aparecía la mirada se desliza, o incluso en ese lugar Bamado por los
en el Chomber's JouTnolla cana rohada. La dcvoción del señor de Cbateau· seductores el castillo de Santangelo en la inocente ilusión con
briand al poder quc dcnuncia V el bonor que esa devoción confiere a su
persona (todavía no se habfa invcntado su don), lbarán que se sitúe r es· que se aseguran de que con él tienen en su mano a la Ciudad.
pecto del juicio al que veremos más adela nte someterse al Ministro, entre
Jos hombres de genio con r) sin principios? I~ Poe es en efecto autor de un ensayo que lleva este titulo.

\
"liI::......,
,
-

30 rl. srM l l'IiAlt l n SO nRr "LA C"A kTo\ RODADA" n~ .~I . MI I\''' IU(J SOORr "l. .... r.... RT ... ROIl .... DA .. 3J
¡Vc:an! ent re hl s j;lInb a~ de la chinren erl, he aq uí e l obj e to a l Pero no es eso todo. Este beneficio la n alegrem ente o btenido

, alcance de la mano que el ladrón no n ecesita sino tender. . . La


cu estión de saber si 10 toma sobre la cam pan a de la chimenea,
como tradu ce Baud-elaire, o Inljo la campana ele la chimenea
como di ce el texto original puede abandona rse ~in perjuicio~
" l a~ in[erencia~ de la cocinJ.1(1
por Dupin de su hll7.aiía , si bien tiene por objeto sacar su ((15­
taña del fuego , n o ha ce sin o mi, paradóji co, in cl ll~o chocante,
el ensañamien to y digamos el golpe h"jo qu e se permite de re­
pente para CO Il 'el IVlinisl ro cuyo in solente prestigio paTecería
sin emba rgo bastante desinflado por la mala p a~; ld ;¡ que ;¡ell):1
de hacerle .
H emo.~ menciollado los verso,) ¡¡ troces qu e asegura no hahe r
Si la eficacia simbólica se oelllvicse ahí, ¿es flue también ahí se pod ido res istirse a declic u en la Gula f.dsifi Gu\;¡ por él. 'e ll el
habría ext inguid o la cl"eurla simbM ica ? Si p udi ése m os creerlo, n os m ome n to en qu e el Mini~lro fll era de quici o por los infa ltab les
advertirían de 10 contrario dos epi~odios que habrá qu e consi­ d esa fío;, de la Reina , penstlrfl aba tirl a y se preci pit¡.¡rá en el
derar l;lnto menos corno accesorios n wnto que parecen a prime­ abismo: farilis dCJcc:nsus A lIerni, 11 sen te ncia , ailadie ndo que el
ra vista detan",,!' en la obra. Ministro no podrá dej:lI' de reconocer ~ u letrll, lo cual, dejando
Es en primer lugar la hisloria de la rctri buci6 n de Dupi n, qu'e sin pelig ro un oprobio impltlG,ble, parece, dirigido a una fi gu­
lejos oe se r un colofún, se ha anun ciado desd e e l principio por ra que no carece de méritos, un triunfo sin g lor ia, y el re ncor
la muy c1ese nn lelta pregunta que hace al jefe el'c la po' id" so bre q ue invoca ade míls de UIl m¡,¡ 1 proceder sufr ido en Viena (¿ser ía
el monto de la rcco mpe nsa q ue le ha sido pro metida, y cuya e n e l Congreso?) no h(lce ~ ill o añadi r un a negrura supl ementt'lria .
enormidad, aunque re ticente sobre su ci fra. éste no pi e n S~1 en Co nsid eremos sin embarg'o de más cerCll es ta explosi ún pasio­
d isimu larl e, in.') istie nd o inrluso mil ~ ade lll ntt: so bre su aumento. na l, y es pecia lme nre en cll a nto al mo mento en q ue sobrevi ene
El hecho de qu e Dupin nos h.aya sido pre~enlado antes como de un a (lcció n cuyo éxito corresponde a una cabeza tan fría.
un i ndi gen te refug iado en el é rer parece de tal mlturéllez~ como Vie ne j mlo desp ués de l momento en que, cump!ido el act o
pa ra hacernos re fl ex ionar soore e l regiHeo qu e hace para la en. decisivo de la ide n t ifi cación de la carti1, puede deci rse que D u­
treg;, de la Ca J'l Cl , cuya ejecución qu eda aleg remen te aseg uradll pin detenta ya la carta en la medid.a en que se 11í\ llpoderado de
por e l ('hech-book q ue prese nta. No nos parece de~atend ibl e el ell a, pero sin estar tod(\vía en sit uación el e deshacerse de e lla.
hecho de qu e e l hinf sin ¡,¡ mbages con que lo introdujo sea un a Es pues claTarnente parle interesada en la tríada intersubje­
" h i~ Lorja é, tribui<.b ~d persona je tan cé le hre como excén trico", ti va, y como ta l se encuentra en la posici/m med ia qU'e oc up aro n
1l 0~ d ice Ba ud el:..t ire, de un medi co inglés ll alw ,do Ahern eth y en anteriormente la Reina y el Ministro, ¿Acaso, mostr;í.ndose en
la que:: se tr~, l;¡ de un rico avaro qu e, p'e nsando so nsaca rl e una ella superior) irá a revelarnos (\1 mismo ti em po las intenciones
con.)u lta grat is, recibe la r éplica de q ue no tome mcdic ina sin o elel autOr?
que tO me con;,ejo. Si logró volver (\ colocar a l(l carta en su recto camino. to(bví<l
¿No est;,remos en efec to justificados pa ra sentirn os aludid os falt.a hace rl a ll eg:1l' a su c1ire.cci6n. Y es ta dirección está en el
cuanu o se trata ta l vez para Dupin de retirarse por su parte d el lugar ocup:tdo anteriormente por el Re y, puesto qu e es allí
ci rcuito simbólico de la Glrta - llosotro) que no::; hace rn os emi ~ do nde debía volver a entra r 'en e l orden de la Le y.
~a ri os ele todas l ~s carlas robarlas que pOI' algún ti empo por lo Ya hemos visto que ni el Rey ni la Pol id(j que lo mó su relevo
menos c.)t:lI'{m con no~otros "en sulrimienw" (en .~ouffrance) en ese lugar eran capace~ de leeda porq ue e~e rugar im plicaba
en la tran sferencia? ¿Y 110 es la rC!:Iponsabi litlad que implica su la ceguera.
transferencia la que neutralizamos haciéndola equiv;,llc-r ,ti sig~ Rex e l flUgW', el arca ísmo lege nd" ri o de estlls palah ras no pa­
nifi ca nte más aniq uil ador que hay de toda sign ifi cación, a .~<l bcl' rece r'esonar sin o para h" cernos sentir la irri sión de ll a ma r 1I é l
el dinero? a un ho mb re. Y las fig uras de JlI h i ~to rill no puede decirse q ue
alie n ten a e llo desde hace ya a lg ún tiempo. N o es nlltura l pa ra
111 E inclu so de la cocinera. [H a)' aqui un juego de palabl'as: la t<lm paJlOl
ele la chi ment"a se dice en frailees mnr/leOfl.' mus k monteull (ba jo la cam­ el hombre soponar é l solo el p-eso del m;js a lto de los signi[i­
pana) II:qu i~'ale a nueslra cxpresión "bajo cucrcla". T.] l. El ,' e r ~o de \' irgi lio d ice: {ac i lis rlesrenslM Averno.

"

32 J'.L SEMI NARI O S08Jt~ "LA CARTA ROllADA " l:.L ~.Mf N¡\M..O SOBR e " .." U". " KonA OA "
31

cantes. Y el Jugar que viene a ocupar si se reviste con él puede d e su m ensaje para la R ei na, lo ten emos ah ora in v<ll idad o en !)ll
ser apropiad o tambi én para convert irse en el sí mb olo de la m ás Icxto desd e ~ u sa lida de las m a nos de l I\:fini stro?
en orme imbeci lidad .18 Preci ~<llllenre no le qued a sino conteSLélr . . esa pregunta mism a :
Digamos qu e e l R ey está investido aquí de la a nfibo logía n a­ Qué es lo (lue q u ed a d e un sign ifica n te cua ndo ya no tiene sigu i·
tural a lo sagrad o, d e la imbecilidad qu e co rresp on de ju stame n­ I icación . Per o esta p reg unt a es la misma con qne la interrogó
te al Sujeto. aque l qu e Dnpin e ncue ntra ,.. hor:l en ·el lug" r m a rc<ld o por la
Esto es lo qu e va a dar su sentido a Jos pe rsonajes qU'e se su­ ceguera .
cederán e n su lugar. N o es que la policía pueda se r co nsiderad a
com o constitu cio nalmente an alfabeta, y sabemos e l p a pel ue las
picas plantadas en e l campus en el nacimiento d el Estad o. Pe ro Esta C!l e n eLeclo la preg unta que conuujo ahí al Minislro . :.i e<.¡
la que eje rce aquí sus funciones está completamente marcada p or el jugador qu e ..,e nos ha di cho y qu e su act o dennn cia suficien­
las form as liberale s, es d ecir aqu ellas qu e le jmpon en am os lemente. Pue::; iél p' sióll del jug'Hlor n o e~ otra sino esa p regunt:l
p oco ind inad os a so portar sus inclinaciones indi scre tas. P or eso di r ig ida a l sig-nifi ca nte . fi gurada po r e l u-i'ltÓ1-lUWV d e l a zar.
a veces se nos di ce n sin p e los e n la le ng ua los alribulos qu e se Je "¿ Qu é e res, fi gura del el¡.¡el o que hago gira r en tu en cue ntro
reserva n : "Su toJ' n e ultra n ·epidam, ocú pen se u sted es de sus (t"Úx.r¡fo con mi fo rtu na? Nad a, sin o e:,<l presen cia d e la mue rte
golfos. Nos di gn ar emos incl uso prop orciona rl es, pa ra ello, m e· qu e h;lce d e la vida hum a na e\e emplazami e nto con s'eg uitl o ma­
di os cie ntífi cos, Eso les ay ud ar á a n o pensa r e n las verd ad es que ñana él maiiana e n no mhre d e las sig nificacion es d e las qu e tu
es mejor dej¡u' e n la sombra ." 19 signo e!) el ca yado. A sí h izo Sherezalla u u rante mil y una noches.
Es sa biu o qu e el alivio qu e res ulta de tan p ru de ntes princi­ y ,lSÍ hago yo d esd·e h ace di ec iocho meses experiment a nd o ti as­
pios n o h abrá durado en la histori a sino el esp aci o d e una ma ­ ce ndi e nle de ese signo a l precio de un a se ri e verti ginos;l d e ju ­
ña na, y que ya la marcha d el destino trae d e nu evo desd e tod as ga da:) a rreglél d a!-o en el j uego de l p ar o im par."
pa rtes, co nsec uen cia de una ju sta aspiración al re ino de la liber­ A!lÍ e¡, lomu D up in , de\Je el l ugar en que est á) n o pued e de­
tad, un interés h acia aquell os que la pertur ba n con sus crímen es le nuerse. COJllra ~lqll e ) qu e interrog¡'l ue esta man era, d e ex. peri­
que liega h as ta forj a r sus pruebas llegado e l caso . Pued e ve rse me ntar un a ra bia de natura lel.a m a nifi es ta m en te feme nin a. L a
incluso que es ta prá ctica que siempre fue bien vista p or n o ejer. imagen d e alto vu elo en qu e la invenóón ele l poe ta y el r igo r
cerse nun ca sino en fav or del mayor número, queda autentificada d e l malem (Í ti co .'le conjugaba n con la impa&ibilidatl d e l da.n dy
por I"{ confesión públi ca d e sus infundios p or aquellos precisa­ y 1;1 eJega ncia tle l lra mposo se convie rle d e p ronto para aqu e ll ;¡
m e nl e (IlIe p odrían tener algo que a legar: última m a nifes tación misma pe r::,ona ~u e n os l;¡ hi zo sahorear en e l verd ade ro mons­
en fecha d e J,.. preeminenci a del significante sobre el suj e to. in /m horrc n dulII , .'\U n ,... U!) propi 'l'l p ,¡J ¡.¡ hra 'l, " un homhre d e ge·
Qued a el h ech o d e que u n exped ie nte de p o licía sie mpre h a ni o sin prin c ipi o ~ " .
sid o objeLO d e una reserva que se explica un o difícilme nte qu e Aquí qu eda :, ¡gnad o e l orige n ele ese h orror, y e l qu'e lo ex­
d es borde {on a mplitud el círc ulo de los hi storiad ores. p erime n ta 11 0 necesiw p ara n:lda dec1ar <l rse d e la ma ne ré1 In,ls
A este crédi to eva n esce nte l;:¡ en trega que Du p in ti ene inten­ in espe rad a "pa rtidari o ue la d a ma " para revelá rnoslo: es !-oa hido
<¡ue las darna~ de te!l tall que se pongan e n tela de jui cio los pr in­
ció n d e h ace r d e la ca rta al jefe d e la p olicía va a redu cir su
akan ce. ¿Qué qued a a hora d el significante c ua nd o, a lige rado ya cip io!l, p ues ::, W i p!'en das deben m u ch o;¡{ m is terio del sign ifkan te.
Por l~SO Dupin ya ¡¡ vo lver lina]me nLe hél ci a no!)OlroS la ca ra
11 Recordemos el inge nioso díst ico atribu ido antes de su ca ída al más re­ pc trifi ca lll <:! de ese ~ i gn i fi l ¡¡nte del que nad ie fue ra de 1.1 R ein a
cief}te en fech a de los que acudieron a la cila de Cá ndid o e n VCllecia: h a podido lee r :-,ino ~ I rc\(;rso. El luga r co m ú n de b cita co n­
N u m lÍs de cin co reyes quedan hoy en la tierra, viene al orúc ul o qU"(~ <:!!) a (ara lIey,1 t n \tI mu eca, y tambi é n e l
los cua tro de la baraja más el u:y de Inglaterra . qu e e'llé lOrn :l<Lt d e la lraged i;,:
l. Esta fr ase fu e declarad a en lénninos cla ros por un noblc Lord hablarl­
do en la Cámara Alta en la que su dignidad le otorgaba un lugar. "' I~s hi cn C"f lllflt id<1 101 !lpo~ i(ión rundaLll l" l1lal qu e ha n· .-\I ¡ ~ l f'¡ ld("s d e hh

... ­

~5
EL SEM INARIO soBRE "LA CARTA ROBADA"
M F.L SEMINARJO SOBRE "LA CART .... RODAD""
po sometimos a la discreción de ustedes, de la comunicación in­
.. ,Un de.stin si Juneste, tersubjetiva: en la que el emisor, les decimos, recibe del l~ceptor
Sil n'est digne d'Atrée, est di'gne de Thyeste. su propio mensaje bajo una form a invertida. ASl, lo que quiere
decir "la carta robada" , incluso "en sufrimientO", es que una
[.. .Un sino tan funesto,
carla llega siempre a su destino.
Si no es digno de Atreo, es digno de Tieste,]
Guitrancourl, Son Cosciono, mediados de mayo. mediados de agosto de 19'6.
Tal es la respuesta del significante más allá de todas las sig­
nificaciones:
" Crees actuar cuando yo te agi to al capricho de los lazos
con que anudo tus deseos. Así éstos crecen en fuerza y se multi­ PRESENTACIÓN DE LA CONT INU ACI'<lN
plican en objetos qu e vuelven a llevarte a la fragmentaci ón de
tu infancia desgarrada. Pues bien, esto 'eS lo que se rá tu festín Est e texto, a quien quisiese husmear en él un tufo de nuestras
hasta el retorno del convidado de piedra que seré para ti puesto lecciones, puede decirse que nunca lo indicamos sin el cO'tJ sejo
qu e me evocas." de que a trave}s de él se hiciese introducir a la introducción que
Para volver a un tono más tempera do, digamos solamente la lo precedia y que aquí lo seguirá.
ocurrencia con la cual, junto con algu nos de ustedes que habí an L a cu.al est.aba hecha para otros que ven ían de vuelta de
acudido al Congreso de Zurich el año pasado, habíamos rendi­
husmear eJe lufo.
do homenaje a la consigna del lugar, de que la respuesta del Ese consejo no era segu.ido ordl:nariamen te: el gusto del es­
signiricante a quien lo interroga es: "Cómete tu Dasein. " collo es el ornamento de la perseveran cia en el ser.
tEs esto pues lo que espera el lV(inistro en un a cita fatídica? }' no disponemos aqut de la economia del lector sino insis~
Dupin nos lo asegura, pero hemos aprendido también a defen­ tiendo sobre la dirección de nuestro discurso,. marcando lo que
dern os de ser demasiado crédulos ante sus diversiones. ya no será desmentido: nuestros escritos toman su lugar en d
Sin duda tenemos el audaz redu cido al estado d e ceguera im ­ interior de una avenl'u.ra que es la del psicoanalista, en la m.isma
bécil, en qu e se encuentra el hombre con respecto a las letras
medida en que el psicoanálisis es su I,uesta en duda.
de muralla que dictan su destino. Pero ¿qué efecto. para ll a­
Los rodeos de esta aventura, incluso sus accidentes, nos lleva­
marlo a su encuentro, es el único que puede esperarse de las
provocaciones de la R eina para un hombre como é l? El amor ron en ella a una posición de enseñanza.
o el odio. Uno 'es ciego y le hará rendir las armas. El otro es De donde una referencia íntim.a que al recorrer por primera
lúcido pero despertará sus sos pechas. Pero si es verdaderamente vez esta introducción se captará en la alusión a ejercici.os prac­
el jugador que se nos dice, interrogará, antes de baja rl as, una ticados en coro.
última vez, sus ca rtas, y leyendo en eUas su juego, se levantará El escrito precedente, después de todo, no hace sino bordar
de la mesa a tiem po para evi tar la vergüe n za. sobre la gracia de uno de ellos.
¿Es eso tod o y habremos de creer que hemos descifrado la ver­ Así pues se est,á 11Snndo mal la introducción que va a seguir si
dadera estrategia d'e Dupin más aHá de los trucos imaginarios se la considera difícil: es transferir al objeto que presenta lo
con que le era necesario despistarnos? Si, si n duda; pues si "todo que sólo co-rresponde a su ¡nira en cuanto que es de formación.
punto que exige reflexión", como lo profiere al principio Du­ ASÍ, las cuatro Páginas que son para algunos un rompecabe­
pin , " se ofrece al examen del modo más favorable en la oscu­ zas no buscaban ningún embarazo. Tenernos en ellas alguno:.
ridad", podemos leer su solución ahora a la luz del dí a. Estaba retoques pam suprimir fado pretexto de desatender a lo qU(
ya contenida y era fácil de desprender en el título de nuestro
dicen.
cuento, y según la fórmula misma, que d'esde hace mucho tiem­ A saber, que la memoración de que se trata en el inconscientt
dos lérminos citados aquí en el análisis conceplual que da del azar en su -freudiano, u sobreentiende- no es del registro que suele supo·
Físico . Mu chas discusiones se esclarecerJan con sólo no ignorarla .

36
t:J. SEMINAR IO SOB RE "L,., CARTA RQHA n A }'L SEMINARIO SOBR I: "LA CAk'J'A RQHADA" ~7

nérselc a la memada, en la. medida en que seda p7"op,:edad de dicen por ah /. ¡'ZclWiO al lener con él explicaciones~ emplean
In vivo. el pensamien lO mágico,
Para poner en su punto lo que hnpliCll esta referencia nega­ Si ellos mismos entran iJor ahí¡ es rfectivamente con el mismo
tiva, decimos que lo que se ha imaginado para dar cuenta de esle paJo con que el prúnrro se adelanta para apartar de nosotros el
efecto de la materia viva no rcsulta para nosotros más aceptable cáliz de la hipdstasis, cuando acaba de llenar la copa con su
por el h.echo de la resignación que sugieTe. proPia mano.
Mientras que salta a la visla qHe¡ de prescindi"r de ese sujeta­ Pero no prelendt; mm , COn n uestras a. ~, y, a, extraer de /0
miento) podelrws, en las cadenas ordenada.l· de un lenguaje fm"" ,'eal más de lo que hemos supueslo en su dato, e.'l decir en eslt:
mal) encontrar toda la apariencia d(' una memoración: m"uy es­ caso nada) sino únicamen te demoslmr que le ap07"ta n una sin­
pecialment e de la que ex ige el descub 'r ilnienlo de F1"eu_d. taxis ya sólo con tran.'lformar est.e ,"ea l en azar.
¡.legaríamos asi hasta decir que si hay alguna prtleba qu.e dm" Sobl'e lo cual adela.nta1"t!mos que no de olra cil'cunstancia pro­
en alguna part.e, eJ del hecho de que no bastase con esle orden 1Jienen los efe clos de repelición que F.,-eud llama automatismo,
constituyent.e de lo simbólico para hacer frente a todo. Pero nuestras a, ~, y. a, no son si no las recue7"da un sujeto,
Por el momenlo, los nexos de esle m'den son, respecto de lo .oH: nos objela:rd . -Es no preósamente lo que queda en tela de
que Freud adelanta sobre la indestructibilidad de lo que su juicio bajo nuestra IJluma: más que de nada de lo f"ea l, que se
inconsciente conserva, los únicos qu(' puede sospecharse que piensa debf1" suponer en ello, es justamente de lo que no era de
lJasten para ello. donde lo qu.e se repite procede.
(R ewérdese el texto de F reud sobre ,.¡ Wunderblock que a ObSI~1vemos que no por ello es menos asombroso que lo que
este respecto, Como en muchos otros) !'eb(ua el sentido trivial que .H' rt:pite insista tanlo para hacerse valer,
¡,. dejan los dist'·aidos.) QUl~ es ele lo que el menor de nuestros ftpacit'nle,~" en el and­

El programa que sr t,:aza pa1'a nosotros es entonces saber cámo lisis (la fe, y en expreS1:ones que confirman tan/o más nuestra
un lengua je formal determina al sujeto. doclrina c'llanto que ,wn ellos quienes nos han conducido q ella :
Pef'o el interés de semejante programa no es simple : pueJlo como saben aquellos qu.e formamos, por la.\' muchas vtas que
que supone q lIe un sujeto no lo cu.m,p'il'á sino poniendo algo han (~,\cuchado nuesiros /érmin(),~ incluso a'nficipados en el te:\:to
de su parle. todavia fresco para ellos eü: una sesión anaUtica,
Un psicoanalista no puede dejar de ~ielial(tr en él su inlerés ('n Pero que el en fermo sea escuchado como es deb ido en el mo­
la medúla misma del obstácu.lo que ah!' encuentra. mento en que habla) eso es lo que queremos lograr. Pu es ser/a
('x/raiio que se p.,estase o/do sino a lo qu.e le extravía, en (:1
Los que participan de ello lo conceden, incluso los ot J'os} con-

mom enlo en que es senciflamente presa de la verdad.


1J(~llientemente inlerpeladoJ, lo confesarían: hay aquí una faceta

1.-;.\to bien vale que se desarme un poco la seguridad del pú­


de converúón subjetifla qu.e no ha carecido de drama para nueJ­

(ólogo, e,~" decir de la patane'ria que ha ':71venlado el ,úvel de


iro gremio, y la ,:mpulación que se expresa en los otros COn rl llspira cid 71 1'01' ejemplo¡ adrede sin duda para ,\erialar en él el
tt:rm ino de ;nlelectualización con el que pretenden chasquear­ :myo como un limite ;n..w.pera.ble.
nos, a esta luz muestra claramente lo que protege. No hay que creer que f' l filásofo de bUf: na marca univ ersitaria
Nadie sin duda dedic(j una la bor m.ás meritoria a estas Pági­ !jea la Plancha para sopo'rlar ese fmtret enimienlo ,
nas que uno cercano a nosotros, que finalm ent.e no vio en dias Aqul es donde~ clr hace)'se I:CO de 1'ieja.s disputas de Escu.ela,
sino motivo de denunciar la hipóstasis qu.e inquietabtl a su nuestro discurso encwmtr(l el pasivo de lo intelectual, pero r,<;
kantismo.
q1f(~ también se t-ra/o de la. faluidad que se tra ta de vence-l'.
Pero el proPio cePillo han/,Ia no necesita .~u álca.li. Sorprendido en el aclo de imputarnos una tmn,rgresián de la
l~l favor aquí consiste en in troducir a nueJtro impu.gnador~ rrít iw kantiana indebidam.ente, el .Hljeto bien düpuesto a dar
incluso a otros menos pertinentes, a lo qu(' hacen cada vez que u n luga.-r a m~ eslro texlo no es el lio Ubu y no se obstina.
al explicarse a su suiel.o de todos los dlas, su paciente como Prro le quedan pocas ganas de aventuras. Ql.lie7"e asentarse.

"\1~·\--
.lB
EL SEMINARIO 50BJtE "LA CARTA JtOBADA " .EL .sEMIN ....1110 SOBRE " L .... CAIlT.... ltOB....D...... 39
Es una antinomia corporal a la profes ión de analista. ¿Cómo El au tomatismo de repe tición (Wiede rh olungszwang) - a un­
quedar sen lado cuando se ha puesto uno en sit uación de no que su noción se presenta en la obra aquí enjuiciada como des·
tener ya qué respon der a la pregunta de un sujeto sino acostán. tinada a responder a ciertas paradojas de la clínica, tales como
dolo p rimero? Es evidente que estar de Pie no es menos incó­ los sueños de la neurosis traumática o la reacción terapéutica ne­
modo.
ga tiva- no podría concebirse como un añad ido, a un cuando
Por eso aquí asoma la cuestión de la transmisión de la expe. fuese para coronarlo, al edificio doctrinal.
riencia psicoanalítico, cuando se implica e n ella la mira didácti. Es su descu brimiento inaugural 10 que Freud reafirma en él:
ca, negociando un saber.
a sa ber, la concepción de la memoria que implica su "incons·
Las ineidencias de una estructura de mercado no son vanas dente". Los hechos nuevos son aquí para él la oportunidad de
para el campo de la verdad, pero so n escab rosas en él. reestructu rarla de manera más rigurosa dándole un a form a ge·
neralizada, pero también de volver a abrir su poblemática con­
tra la degradación, que se h acía sentir ya desd·e entonces, de
tomar sus efectos como un simple dat o.
INTRODUCCIÓN
Lo que aquí se renueva se articulaba ya en el "proyecto"21 en
que su ad ivi nación tr aza ba las avenidas por las que habría d-e
La lección ele n uestro Semin ario que damos aquí redactad a fue hacerle pasar su investigación: el sistema 'l', predecesor del in­
pronunciada el 26 de abril de 1955. Es un momento del Comen_ con sciente, manifies ta allí su or iginalidad por no poder satisfa­
ta r io que consagramos, lodo aquel año escolar, al Más allá del cerse si no con volver a encontrar el objeto radicalmente perdido.
principio de placer.
Así se sitúa Freud desde el principio en la oposición, sobre la
Es sa bido q ue es la obra de F reud lo qu'e muchos de los que que nos h a instruid o Kierk egaard, referenle a la noción de la
se autorizan con el tí tu lo de psicoanalistas no vacilan en recha. existencia según q ue se funde en la rem iniscencia o en la repe­
zar como una especu lación superflua, y has ta aven tu rada, y se tición. Si Kierkega ard discierne en esto admirablemen te la di le·
puede med ir con la antinomia por excelencia qu'e es la noción ren cia de la concepción an tigua y moderna del hombre, apa­
de instin to (le muerte en que se resuelve, hasta qué punto puede rece qu e Freud hace dar a esta última su paso decisivo al arre­
ser impensabl'e, si se nos permite la palabra, para la mayoría. batar al age nte humano identificado con la conciencia la nece­
Es di fícil si n embargo considerar como una excursión, menos sidad incluida en esta re petición . PuestO que esta repetición es
aún COIllO un paso en falso, de la doc trina freudiana, la obra repetición simból ica, se muestra en ella que el orden de l slmbo lo
que en ella preludia precisamente la nueva tópica , la que re. no puede ya concebirse como constituido por el hombre sino
pres-elltan los términos yo, ello y superyó, que han llegado a ser como constituyéndolo.
tan prevalecientes en el uso teórico como en su difusión popular. Así es como nos hemos sentido ab ocados a ejercitar verdade ra­
Esta simple aprehensión se confirma pen etrando en las moti. me nte a nuestros oyen tes e n la noción d'e la rememoración que
vaciones que art iculan dicha especulación con la revisión teó rica implica la obra de Freud: esto en la consideración demas iado
de la que se revela como constituyen te.
comprobada de que, dejándola implícita, los datos mismos del
Semejan te proceso n o deja n inguna duda sobre el carácter análisis flo tan en el aire.
bastardo, e incluso e l contrasent ido, q ue cae sobre el uso pre.
Es porque Freud no cede sobre lo original de su experiencia
sente de dichos términos, ya manifiesto en el hecho de que es
por lo que lo vemos obligado a evocar en ella un elemento que
perfectamen te equivalente en el reórico y en el vulgo. Esto es sin
duda lo que justifica el propósito con fesado por tales eplgonos D Se trata del En twu rJ t:;'u r· Piychologit: de 1895 que COlllr.uia mente a
de encontrar en esos términos el expedien te por medio del cual las famo sas cartas a flic ss a las que va unido , )'a que le es laba d ir igido,
hacer caber la experiencia del psicoanálisis en lo que ellos llaman no fue cen su rado por sus editores . Ciertos errores e n la lectu ra del manus­
la psicologla general. crito que ll eva la edición alemana dan fe incluso de la poca atenció n con­
cedida a su se nt ido . Es claro que no hacemos en este pasaje sino puntuar
Establezcamos únicamente aquí a lgunos puntos d'e referencia. una posición, desbrozada e n nueS lro seminari o.

h_~-
-

41
40 U .. SEMINARIO SOH RE "LA CARTA ttOUA I.IA·' E l. SE MIN ARI O SOll R.!::. " LA CA RT A )lo nAI'"

la go bie rna desde más allá de la vida - y al qu e él llama ins ti nto sincrón ica mente por ejemplo por la ~¡metría d e )" co nslanfl tl
de muerte. (+ -1- +, - - -) anotada con ( 1) o de la alternan cia (+ ­
La indi cación que Fre ud da aquí a sus S'eguidore!l qu e se di ce n +, _ +' _) anolada con (3), rese rvanuo la no tació n (2) a la
((des no puede esc<l ndali za r sino a aquellos en quienes el sue ño di sime trí a revelada por el impa rz~ bajo !a forma de l grupo de
de l a razón se alimenta , según la fórmul a lapida r ia de Gaya, de dos signos se mejantes indiferentemente preced idos o seguidos del
los monstruos qu e engendra . , igno con trario (+ _ _, - + +, + + - , - -+), para que
Pues p ara no faltar a su costumbre, Freud no nos entrega ~ u aparezcan , e n la llUeva se rie constituida por es tas no ta cio ne!),
noción sino a<.:o mpa ñada de un ejemplo que aquí va a poner a l posibilidades e imposibilid ade s de sucesión que la red siguiente
des nudo de manera des lumbrante la formalizaciÓn fundamen­ resume a l mismo tiempo que maniEies ta la sime trí a con cé ntri ca
la l que designa . de qu e la triada es t<Í preíiada -es d'ecir, ob~ervémosl0 , la estr uC­
Ese juego medi a nte el cual el niño se ejercita en ha ce r des­ tura misma a que d ebe referirse ]a cuestión siem p re r e pla n­
apare ce r de su vista, parCt volve r a traerlo a ell a, luego oblite­ teada" por los a ntropólogos d el carácter radi ca l o apare nte del
rarlo d e nuevo, un objeto, por 10 demás indi ferente e n cu nnto a duali smo de l as orga nizaciones simbólicas,
su na turaleza, a la vez que modula esa alrern a n cia con sílabas He aquí esa red:
distintivas - ese juego, dire mos, m an ífiesta en sus ra sgos radi ­
cales ]a determina ción que el Clnimal human o reci be del orde n
ln:p 1·3:
simbó lico, 2
El h ombre Jireralme nte (o nsagra su tiempo a despleg-.:l[ la a l­
tern ativa es tru ctur al en que la prese n cia y la a usen cia toma n
un a de la o tra su lla mado, Es eu el momento de su co njunción
esencial, y por de ci rlo así en el punto (ero uel deseo, donue
el obje to huma no cae bajo el efecto de la caplura, que, a nulan­
d o su propiedad natural, lo somete desde 'ese momento a l a~
co ndi ciones del símbolo,
A de cir ve rd ad, hay tan sólo aq uí un a vislumbre iluminalllc
d e la e ntrada u el individuo en un orden cuya masa lo sos tie ne
y lo acoge bajo la forma del l'engu aje , y ~ obreimprime e n la
di acro nía co mo en la sincronía la de te rmina ción del c; ignifi cante
a la elel signifi cad o.
Puede cap tarse a~ í en su emerg'encia misma es ta sobrede teI'Illi­
nac ión qu e 'es la única de que se tra ta e n b apercepción freu­ 2
di ana de la [unción simbólica.
La simple co nn o lación por (+r
y (-) de un a se rie que jue­ ea La lllal e; propi amenlc la que r eún e los empleos de la palabra inglc.~a
gue sobre la sola a lternaliva fundament al de la presencia y de sin equivalenl e que sepa mos e n cualquier otra le ngua: odd . E l uso fra nee..
la a use ncia permite demostrar OlmO las más 'estri ctas determina­ ete l;l palabra ilrlpaj'r ("'i mpar") para se i'la la r una aberración de la conducla
JOlIt=Slra su esbozo; pero incluso la palabra francesa di sparale ("dispar. disím ­
ciones simbó li cas se aco mou an a una sucesión de tiradas cu ya
holo") se re vela· insufi cie nle.
realidad se reparte estrictame nte "al aza r ", ~ eL su repalnleamit:nlo rCllo\ador p or Claudc Lé vi-Slraus.\ en su an ic lI­
Basta en efecto si mbolizar e n la di ac ronía de un a s'e rie ta l 10'\ lo " Les orga nisa tions dualistes existenl -eHes?"', Bijd mgen 101 de taa l ·, land ­
gr upos de tres que se co ncluyen a cad a tirada:!:.! definiéndolos f'fl v ol kerllwHtle, De('f J 12, 20, aflever in g, Gra\'e nhage, 195G, pp. 99-128. Este
:trLiculo se encuentra en fra ncés en el volumen de Irabajos el e Cla ude Lé:v¡ .
~ lJuslrem m para mayor cla rid ad est a nOl;¡ció n dt: una se ri t dI:! azar :
Slra us" publi cado bajo el litulo: tfnthropotogie structll role (Plan, 1958).
~A,!l1'Opo 'og(a eJf ruc l ural VTU : ¿Exis ten las organizacio nc~ duali slas?, Due ·
+++- ++- - + ,Ic.
J

IIOS Aires. Eudeba, 1968, pp. 119-148. AS]


12 3 2 2 2 2 3
42 F..L ,sEMIN ARIO SOBRE "LA CARTA RODADA "
EL SEM I NAR IO SOBRE "LA CA RTA ROBADA" 4\
En la serie de los símbolos (1), (2), (3) por ejempl o, se
~ y qU'e a parti r de un a ~ o de un a y no se pueda obtener sino
puede comprobar que mientras dure una sucesión uniforme de
una y o una 5. Lo cual puede escribirse bajo la forma sig'uien te:
(2) que empezó des pués de un (1), la serie se acordará del ran­
go par o impar de cada uno de esos (2), puesto que de eS'e ra ngo a,b a, ~
depende que esa secuencia s610 pueda romperse por un (1) REP.'\RTITORIO An.: - - -4 a, B, y, b ~
d espués d e un número par d'e (2), o por un (3) desp ués de un y, B y,o
número Impar. ler. TfFM I'O 20. T lfMPO 3cr. TIt:M'I'O

Así desde la primera composición consigo mismo del símbolo donde los símbo los com patibles tlel lo, al 3er tiempo se res pon­
primordi al - e indic aremos qu e no la hemos propuesto com o tal den segú n la com partimentació n horizonta l q ue los divide en el
arbitrariamente_, un a es tru ctura, aun permaneciendo todavía reparti tor io, mientras que su elección es inJiferente en el 20.
totalmente transparente a sus datos, hace aparecer el nexo esen­ tiempo.
cial de la memoria con la ley. Que el nexo aq uí ma nifestado es nada menos que la formah­
Pero va mos a ver a la vez cómo se opacifi ca la determinación zaóón más simple del intercClmbio es alg'o que nos confirma su
simbólica al mismo tiempo que se r evela la na turaleza del sig­ in terés a ntropológico. Nos con tentaremos con indicar en este
nificante. con sólo recombinar los el'ementos de nu estra sintaxis, nivel su valor consti tuyente para una subjetividad pri mordi a l,
saltando un témlino para aplicar a ese binario una relación cuya noción situarem os más abajo .
cuadrática. El nexo, teniendo en cuenta su orientación, es en efecto recí­
Establezcamos entonces que ese binario: (1) y (3) en el proco, dicho de otra manera, no es reversible, pero e s retroac·
gru po [ (1) (2) (3) 1 por ejemplo, si junta por sus sím bolos una ti vo. Así, si se fija el término del 40. tiem po, el de l 20. no será
simetría a una sime tría [(1) - (1)], (3) - (3), [ (1) - (3) 1 indife re nte.
r
o también (3) - (1) l, será a no tado a, una disimetría a una Puede dem oslrarse que de fi jarse el lo. y el 40. tér mino de una
disimetría (solamen te [(2) - (2) l), será anotado y, pero que se rie, habrá siempre Ulla le tra cuya posibilidad quedará exclui­
al revés de nuestra primera simbolización, habrá dos signos, ~ Ja de los dos términos intermedios y que hay otras dos letras de
y b, de los que dispondrán las conjunciones cruzadas, ~ para las cuales un a quedará siempre 'excl uid a del primero, la otra
anotar la de la simetría con la disimetría [(1) - (2) l, [ (3) del segu ndo de es tos términ os intermedios. Estas letras están dis·
(2) l, y b la de la disimetría con la simetría [(2) - (1) l, [ (2) _ tribuidas en las dos tablas Q y 0,2'
(3) 1

h~Y~~

Vamos a comprobar qu e, au nque esta conven ción restaura


un a estricta igualdad de probabilidad·es combina torias entre
Cuatro símbolos, 0., ~~ y, t) (con trariame nte a la a mbigüedad
clasificatori a qu e hacía eq uivaler a las probabilidades combina~
¡ fJ
t.ori as de las o tras dos las del símbolo (2) de la convención pre~ TABLA Q:
cedente), la sintax is nueva que ha de regir la sucesió n de las a y y ~

a, B, y, b determina posi bi lidades de distribución absolutamente


disimétri cas e ntre a y y por una parte. ~ y b por otra.

h~~~~~
U na vez reconocido en efecto qu·e uno cua lquiera de estos
términos puede suceder inmed iatamente a cualquiera de los
otros, y puede igualmente alcanzarse en el 40. tiempo contado
a partir de uno de ellos, resulta contrariamente que el tiempo y
TABLA O: a
te rcero, dicho de otra manera el tiempo constituyente del bina­
¡ ¡
rio~ está sometido a una ley de excl usión que ex ige que a partir fJ fJ
de una a o de un a b no se pueda obtener mas que una a o una Estas dos le lra s responden respectivamenle a la dexlrogiria y a la levo ­
lI&

giria d e una figuración cn cuadrante de los términos excl u idos.

1..\,­
44 !·L SJ:.MINARlO SOnRE "LA CARTA ROBADA"
45
ti. U .M I N .... RIO SOBRE " L A COART .... ROBA DA"

cuya primera línea permile ubicar entre las uos tablas la com· bamos más arriba en la pro babilidad de aparición <I·e los dife­
binación buscada del lo. con el 40. tie mpo: la letra de la se­ rentes símbolos ele la cadena.
gunda línea es la que esa combinación excl uye de los dos ti e mpos Mientras que las a. y las y efectivamente pueden por una serie
de su interva lo, las dos letras de la tercera son, de izquier<1a a fe li z de aza r repetirs·e cada un a separad amente h as ta cu brir la
derecha, ] a~ que quedan respec ti vamen te excluidas del 20. y del cadena entera, qu eua excluido, incluso con la suerte más (avo­
3et". tiempos. rabie, que ~ y y puedan aumentar su proporción sino de manera
Esto podría figu rnr un rudimento de l reco rri do subjetivo, es tr ictamente -equiva lente con la diferen cia de un lérmino, lo
mostrando que se funda en la ac tu alid ad que tiene en su pre­ cual limita ti 500/0 el máximo de su frecuencia posib le.
sente 'e l (uluro anterior . Qu e en el intervalo ent re ese pasado La probab ilidad de la combinación qu e re presentan las B y
que es ya 'j lo que p royec ta se abra un agujero que constitu ye las () es equ ivalenle a la que suponen las a. y las y -y la realiza­
cier to rap '/lt mOl'luu.m d el signifi cante (que aquí se tasa en tr es ción d·e las tiradas por Olra pa rte se deja estrictamente al azar-:
cuarlOS de las combinaciones posi bl'es en las que tiene cómo CQ­ se ve aS l <.Iesprenderse de lo rea l un a de tenninac ión simbó li ca
lora rse) ,::!{; es cosa qu e bas ta para suspenue rlo a algun a ausen­ qu e, por muy firmemenle que registre toda parcia lidad de lo
cia, para obligarle a repetir su contorn o. real , no produ ce sino m·ejor las disparielades que aporta consigo.
La subj etividad en su origen no es de ni ngú n modo incum­ D isparidad manifestable también con tan sólo con~ iderar el
benci a de ) 0 real, sino de un a sintaxis que engendra en ella la contraste eM ru ctura l de las dos tablas Q y O , es decir la manera
marca sign ifi ca nte. directa o cr uzada en que el agrupamiento (y el orden) de las
La propiedad (o la insuficiencia) de 1:.1 constru cciun de la 'exclusiones ~e subonlin él reprodu ciéndolo al orden de los extre­
red de los a, B, y , a con!)iste en sugerir c6mo se componen en mos, segú n la tabla a l que pertenece este último.
tres pisos lo real, 10 im:lgin ario y lo simbó lico, aunque sólo Asi, en la sucesiún de las cua trO letras, las dos parejas inter­
pu·e da jugar as í intrínseca mente lo si mhóJi co como rep resentante media y ex trema pueden ser idénticas si la última se inscribe en el
de los dos primeros asi deros. orden de la tabla O (tales como (tetaa, aa~~ , ~~yy, ~~5~, yyyy,
Meuilando en cieno modo ingEnuamente so bre la proximi­ yyM, 55<1a, ~hB~ qu e son posibles), no pueden serlo si la última
dad con qu e se aJea nza el triunfo de la sintaxi~ es co mo va le ,.e inscribe en e l sen tido Q (~~~~, ~~aa, yyBB, yyaa. &&M, &ayy,
la pena demorarse en la 'exploraci ún ele la cadeo" aq uí ordenada
uaM, auyy imposibles).
en la misma línea que retuvo la a ten ción de P oincaré y de Observaciones cuyo cade ter re creativo no debe ex traviar nos.
l\1arkov. Pu es na h ay otro nexo fu era d el de es ta derermina ei6n sim­
Se obsen 'a as í que ~ i . e n nuestra cadena , pueuen en contrars·e hó lica donde pued;'l situarse esa so brede ter minaciu n ~ i gni(i ca nte
dos ~ que se sucedan sin in terposición de un;'l (\, se rá siempre
cuya noción nos aporta Freud, y que jamás pudo concebirse
o bien directamente (B B) o bien desp ués de la inter posic ión de
como una sobredeterminación rea.l en un espíritu como el suyo
un número por Otra parte indefinido ue parejas ay: (~aya. .. .
y~) , pe ro que desp ués de 'a
segunda ~, ninguna nueva ~ puede
-en el que todo contradice que se abandone a -esa aberración
conceptual donde (i lóso(os y médicos encuentran dema~ iado (á­
aparecer en la cadena antes de qu e se ha ya producido un a b.
Sin emba:·go, la ~uce~ión defin ida ¡¡rriba de dos ~ no puede (·¡lmente con qu é (;.,Imar SIl S efusiones relig iosas.
Esta posición de la autonomía de lo simbólico es la única qu·e
rep rou u ci r~e sin que una ~egunua () se añada a la primera en
permite liberar de sus equívocos a la teoría y a la práctica de
un en lace eq ui vale nte (sa lvo por la in versión ue la pareja a y
la asociació n Jib"re en psicoanálisis. Pues es mu y o tra cosa rde­
en ya) a la que se impone :\ IlIs dos ~ I o sea ~ in interposició n
rir sus resortes a la determinación simbulica y a s us l'eyes que
de una ~ .
a los presupuestos escolásticos de una inercia imagi nari a que la
De donde ,·c,; ulta illmedi:lt:Lmente la elisimell"Ía que 'lll unri¡í·
sostien en en el asociacioni smo. filosófico o seudo-tal, antes de
i1fI Si no 'c li~ I H· en CI.lC nl a el Orc1c11 d~· la .. letra),. c:. h" cnli/ll "'0 1" /1111111 no pre tenuer ser experim ental. P or haber abandonad o su examen ,
<'<; ~ in o de 7(l6. los psicoa nal istas encuentran aquí un punto de a tracció n más
- --
46 EL SEMINARIO SOBRE " LA CARTA RODADA " El. SEMINARIO SOBRE "LA CARTA ROBADA"
4i

para la confusión psicologizante en qu e recaen constantemente, tructura de la para noia, se apoya sin dificultad 'e n el esquema
a lgunos deJ-iberadamente. siguiente:
De hecho s610 Jos 'e jemplos de conservación, indefinida en su
suspensi ón, de las exigencias de la cadena simbó lica, tales como ESQUEMA L:
los que acabamos de dar, permi ten concebir dó nde se sitúa el
deseo inconsciente en su persistencia in~es tru c(ib le, la cual, por
SE:)~e;--------- 0) otro-,
paradóji ca que parezca en la doctrina freudiana, no 'deja de ser
-.!:-I-I....... "- "of' :{

uno de los rasgos que más se afirman en ella. ~


~

Este carácter es en todo inconmensurable con ninguno de los


e fectos conocidos en psicolog"ia au ténti camente experimen tal, y
""- ",

~:;


que, sean cuales sean los plazos o las demoras a que estén sujetos, ~ " " A....
l'
vienen como toda rea cción vital a amortiguarse y a a pagarse. ,4 '.')

Es precisamente la cuestión a la que Fr'eud regresa un a vez más


O
o"
f' ~q,
~
~''I,
'"
en Más allá del princ/pio de pLacer, y para señal ar qu e la insis­ ~~
iencía -en que hemos encontrado el carácter esencial de Jos fe­ ,'" "~
nómenos del automatismo de repetición no le parece poder en­ .,
contrar otra motivación sino prevital y transbiológica. Esta con­
clusión puede sorprender, pero es de Freud hablando d'e ¡¡que­
JO{l
(yo [moi]) a
fI "
oiro 0'
1I0 de lo que fue el primero en hablar- Y ha y que ser sord o
para no oírlo. Imposible pensar que bajo su pluma se trate de ya bien conocido de nu es tros alumnos y donde los dos términos

un recurso espiritua lista : es de la estructura de la determinación medios re presentan )a pa reja de recíproca objetivació n imagi ­

de lo que se trata. La ma teria que desplaza en sus efectos rebasa naria que hemos desbrozado en 'el estadio del es pejo.

con mu cho en extensión a la de la organización cerebnd, a cu­ La relación es pecular con el otro por la cual qui simos pri ­

yas vi cisitudes quedan confinados algunos de ellos, pero los meramente en efecto volver a dar su posición dominante en la

función del yo a la teoría, cru cial en Freud, del narcisismo, no

o tros no siguen siendo menos act ivos)' es tructurados como sim·


puede reducir a su subordinació n efectiva' toda la fantas ma tiza­

bólicos por materializarse de otra manera. ción sacada a ]a luz por ]a experiencia analíti ca sino int.erpo­

Así sucede que si el hombre llega a pensar el orden simbó­ niéndose, corno lo expresa el esq uem a, entre 'ese m ás aeA de]

lico, es que primeramente está apresado en él en su ser. La Sujeto y ese más allá del Otro, donde lo inserta en erecto la

ilusión de que él lo habría form ado por medio de su conciencia palabra, en cuanto qu e las existencias que se fundan en ésta

proviene de que es por la vía de una abertura es pecífica de su están enteras a merced de su fe,

relación imaginar ia con su semejante como pudo e ntrar en ese Es por haber confundido ,esas dos parejas por Jo que Jos lega­
orden como sujeto. Pero no pudo efectuar esa entrada sino por tarios de una praxis y de una ense ñan za que ha d'eslindado tan
el desfiladero r ad ical de la palabra, o sea el mÜifilO del que decisiv<lInente como puede leerse en Freud la naturaleza profun.
hemos reconocido en el juego del niño un momento genético, damente narcisi sta de todo enamoramie nto (Verliebth eit) pu­
pero que, en su forma completa, se reproduce cada vez que el dieron divinizar la quimera del amor ll amado ge nital hasta e l
suj eto se dirige a l Otro como absoluto, es decir como 'el Otro punto de ati-ibuirJe la virt ud de obla tividad , de donde han
que puede anularlo a él mismo, del mismo modo que él mismo salido tantos extravíos terapéuticos.
puede hacerlo con él, es decir ha ciéndose objeto para engañarlo. Pero al snprimir simplemente toda referencia a los polos sim­
Esta dialéctica de la intersubj'etividad, cuyo uso necesario bemos bólicos de la intersubjetividad para reducir la cura a una utó·
demostrado a traves de los tres años pasadoo en nuestro seminario pica re ctificación de la pareja imaginaria, hemos llegado ahora
e n Sainte-Anne, desde la teoría de la transferencia hasta la es· a una práctica en la que, bajo la bandera de la "rel ación de
48 }.L ~'MIKARIO SOJ3RE "LA CARTA RORADA EL SEMINARIO SOBRE "LA CARTA ROBADA" 49
objeto", se consuma lo que en todo hombre de buena fe no la cadena llamada L bajo una forma que nos parece más "ha­
puede por menos ele suscitar el sentirnienLo de la abyección. blante".
Es esto lo que justifica Ja verdadera gimnasia del registro in­ Cadena L: (10 (OO ... O) 0101 ' .. O (00 O) 01)
tersubjetiva que constituyen tales de los ejercicios en los que 11111 (1010 1) 111 .. etc.
nuestro seminario puelo parecer demorarse. "Habtan/e" en el .lentido de que una lectura de ella quedará
El parentesco de la relación entre los lérminos del e::,quelll<l facililada al fJreáo de una convención s'uplementaria, q'ue la
T. y de la qu'e une los 4 tiempos más arriba distinguidos en b hace concordar con el esquema L.
serie orientada en la que vemos la primera forma acabada de Esta convencúJn consiste en dar a los O entre paréntes/s el
una cadena ~imbó1ica no puede dejar de impresiooílr desde el oaloT de tiempo silenáoso, mientras que se deja un valor de
momento en que se hace la comparación. escansúJn a los O de las alternancias, convención justificada por
el hecho de que más abajo se verá que no son homogéneos.
Fl entrecomillado puede refJrcsenlaT entonces la estructura
del ,lo,' (Es) de nuestro esqurma 'r., simbolizando al sujeto qtie se
PARÉNTE.':>lS DE LOS PARÉNTESIS supone cornfJ/etado con el Es freudiano~ el sujeto de la sesión
[1966] !Jsicoanalítica fJor ejemPlo. El Es aparece alli entonces bajo la
forma que le da Frcud, en cuanto que l"o distingue del incons­
CoZocarenws aquí nuestra perplejidad de que ninguna de las riente~ a saber: log¡'sticamenle desunido y s'ubjetivamente silen­
fJersona.\ que se abocaron a descifrar la ordenación a q11e se fJres­ cioso (silencio de las pulsiones).
taba nuest'fa cadena haya fJensado en escribir bajo forma de pa­ Es la alternancia de los O 1 la que re!Jresenla entonces la reji­
réntes-is la estructura que sin embargo hablamo.s enunciado cla­ lla imaginaria (aa') del esquema L.
ramente. Falla defmir el jJrivílegio de esla alternancia propia del en­
Un paréntesis que encierra uno o varios otros paréntesis, () tn~dds de las comillas (01 pare.<¡) J o s,1a evidentemente del esta­
,ca « ) ) o «) () () ),taíesloqueequivalealarej)"r­ tuto de a y a' en si mis!rlos.'27
ticúJn más aniba aíwlizaJa de las ~ y de las C>, donde ('S fácil 'IW1' Lo que queda afuera de las comillas representará el campo
que el paréntesis redoblado es funda'mental. del Otro (A del esquema '1.). Alli dornina la 1'ejJeúción, bajo
Lo llamaremos comillas. la rsjJecie del 1, -rasgo nnar¿o, que representa (complemento de
t.l es el que destinamo5 a recubrir la estructura del suj('{() la convención prcadcnfr') los tiem!Jos maTcados de lo simbó­
(S de: nuestro esquema L), por cuanto implica 'un redoblamiento lico conw tal.
o más b'ien esa especie de división que comp'rendc l/na fllnciá¡¡ Es también de afU de donde el sujeto S 1'ecibc su mensaJe
de dobladillo (o forro). bajo l.ma forma invertida (interpretación).
Henws colocado ya en ese dobladillo la alternancia dirccto Aislado de esta cadena, el fJaréntesis que incluye lo) (10 .
o invena de las ayay ... , bajo la condici(jn de que (>1 núJ/wro (l<' (1) n:!Jresenla el yo del cogito¡ fJúco!"ógico, o sea del falso cogito,
sus signos sr:a !Jar o nulo.
(:1 cual fmede igu.alrnenle sofJOrlar la penJersión p'ura y simple. 2ij
Entre los paréntesis intn-iores, una alle1'nancia yuyu.. y en
El único rnto que se im!JOne de r.sta tentativa es el forma­
número de signos nulo o impar.
lismo de cierta memof(lrión ligada a la. cadena. simbólica.~ cu,ya.
En cambio en el interior de los paréntesis, tanto.\ y CO/l/O SI'
ley f)(Jdr/a foftnularse fáci/"mentr: en la cadena L.
quiera, a partir de ninguna.
(Fsenrialrnrnle definida ¡Jor el relevo que conslil'uye en la
Fuera de las comillas, encontramos por el contrario una .lUCC­
sión cualq1l7:era de a, la cual incluye ninguno) uno ovar/os pa­ ro Esta es la ra7,ón dc que ha}amm inlroducido mús taHlc llll;) lopología
réntesi" atiborrados de ayay. a en número de signo,\' nulo () m;i.~ apropiada.
impar. :!!' eL el abaLe de Choisy cuyas memorias célebres plledcll traducirse:
pif'r¡~o cuando soy el que se vi~t(' de mojer.
Sustituyendo las L. y las "/ potO unos )' cr~ros, fJO(lTem_o'J escribir
50 EL SEMINARIO SOBRI: " LA CARTA IlO MOA " EL 5.EM1 N AR1 0 s0 6RE "LA CAllTA 1l0BA D A" 51
alternancia de los O, 1, el/ronquear uno o varios signos de parén­ Es to n o es mds que un eje rdcw~ pero que cumPle nuestro
tesis y de que sign os.) designio de inscribir en él la clase de contorno donde lo q ue
L o que ha de retenerse aquí es la rapidez con que se obtiene hemos llamado el ca put mortuum del significante toma su as­
una forma lización que sugiere a la vez una m emoración prim01'. pecto causal.
dial para el su jeto y una estru cturación en la que es notab le qu e Efecto ian manifiesto cuando se capta aquz' como en la ficc ión
se distinguen e'n ella disparidades es tables (la m isma es tructura de la carta robada .
disimétri ca en efecto persiste invirtiendo por ejemPlo todas las Cuya esencia es que la cart a ha)'a podido producir sus efec­
comillas) .29 tos dentro: sobre los actores del cllento~ incluido el narrado r,
• Unamos aquJ la red de las a, ~ , y, e" en su constitución por transfor­ tanto como fu cra: sobre n osotros , lectores, e igualmente sobre su
maciÓn de la red 1-3. Todos los matem á ticos sa ben qn e se obliene transfor­ autor, sin que nunca nad.ie haya tenido que preocuparse de lo
mando los segmentos de la primera red e n cones de la segunda y marcando que quería decir. L o cua,[ de todo lo que se escribe es la suerte
los caminos orientados que unen eS los rones. Es la siguiente (que coloca m01
para mayor claridad al lado d e la primera):
ordinaria.
no 1-3 :
01
P ero en este momento esta mos ape nas lanzando un arco cuyo
puente sólo los años consolida rán .lO
Así, para demos trar a nues tros oyentes lo que distingue de la
relac ió n du al implicada 'en ]a noción de proyección a una in­
tersubj e tividad verdadera, nos habíamos valido ya del razon a­
miento referid o por P oe mismo de ma nera favorable en la his­
toria que será el tema del pres~ nte seminario, como el que guia­
ba a un pretendido n iño prodigio para h acerle gana r más veces
'0
de las q ue eran de esperarse en el j uego de par o impar.
RED a.. ti, y . LS : Al seguir este razonamiento - infantil, es la ocasión de de cirlo,
• •
"0
pero que en otros luga res seduce a más de uno-, hay q ue captar
el punto donde se denun cia su engaño.
Aquí el su jeto es el interrogado: responde a la cues ti ón de
adivinar si los objetos que su adversario esco nde en su mano
son en número par o impar.
Después de un a jugada ga nada o perdida para mí, nos di ce
en susta ncia el muchadlo, sé que si mi adversario es un simple.
su as tu cia no irá más allá que ca mbiar de tablero para su apues­
OO' O"
• ta, pero qu e si es un grado más fino, se le ocu rrir á que esto es
precisa mente lo qu e voy a cavila r y que por lo tanto conviene
dond e se establece la convención con la que .se han funda do las letras : que juegue sobre el mismo.
Es pues a la objetivación del grado más o menos ava nzado del
1.1
0.0
=a
= y '10 El t.exto de 1955 se reanuda aqul. La introdu cción por med io de tales
1.0 =~
0.1 = b
ejercicios del campo de abor clamie nto estructural en la leorJa psicoa nalft ka
fue segu ida en efeClo de importantes desarrollos en nu es tra enseila nza. El
progreso de los con ce ptos sobre la subjet i"'aci ón corrió en ella parejas con
(te ve aquí la Talón de Jo que dijimos de que hay dos especie1 de O. en una referencia al Q'nalysis siltts en el que pretendíamos materi alizar el pro­
nueltra cadena L. los O de y = 000 y los O de y = 010). ceso subjetivo . ­

-'1Ii...
52 n. StMIN.\ RI O SODRl; "LA CARTA ROllA!)"" l:L sn.i1NA RIO S()BRJ~ ·'LA CARTA ROBADA" 53
a Jambica mi'e nto ce rebral de ~ u adversario a lo que se ate n ía el gada, es decir quien soy el sujeto activo. mi esfuerzo en cada
mu chach o para lograr sus éx itos. PunLO d e vista cuyo nexo con instante será sugerir al adversario la existencia de una I'ey q ue
la identificación imaginaria se manifies ta de inmedia to por e l preside cierta regu laridad de mis jugadas, para arrebatarle su
hecho de que es por una imitacir'm interna de sus actiluues y captura las más veces posibles por medio de su ruptura.
d e su m ímica Como pretende lograr la justa aprecíaciún (k su Cuanto más libre se hag-.:t es te comportamiento de la parte
objeto. de regul aridad re a l que a pesa1' mío se esboza en él. más éxito
Pero ¿qué puede suceder en e l grado siguie nte ( uando el ad· ten d rá efect ivamente, y por eso uno d e los que participaron en
versario, h abiendo reconocido que soy lo bastante intelige nte una d e las p ru ebas d'e ese juego, qu e no vacilamos en colocar
p ara seguirlo en ese mo\'imie nto, manif ieste :'lll propia inte li­ en el rango de los trabajos prácticos. confesó qu e en un mo·
gencia al darse cuen ta de que es ha ciéndose el idiota como ti'ene mento cu que tenía e l se ntimi ento, ju stificado o no, de ser des·
probabili dades d e engañarme? Desde ese momento no h ay otro cubí erto dernasiado a m'cnudo. se había librado de él impo·
ti empo vá li do del razonamiento, p recisa mente porqu e en lo suee· niéndose como regla la su cesión convencio nal traspuesta de las
~;¡vo no pued e sino repe ti rse en un a osci laci6n indefinida . letras de un verso de Mallarmé para la secuencia oe las jugadas
y fuera del caso de imbecilidad pura, en qu e el ra zona nü cn to que iba a proponer en lo sucesivo a su adversario.
parecía fundarse o bjetivanl'entc, el muchacho no puede sino P ero si el juego hubiera durado el tiempo de todo un poema
pensar que su adversario llega al tope de este tercer liempo, y si de miJ(lgro el adversario hub ie ra podido reconocerlo, h a·
puesto que le ha perrnilido el segu ndo, por dOI1(.l'e él mi:,mu es bría ganado entonces en todas las jugadas.
considerado por su adversa rio como un suj e to que lo ohjeliv<l, Esto es lo que nos permitió decir qu e si el inconsciente exis te
pue5 es verdad qu.e es ese su.jeto, y desde ese ma men to, a h í Jo en 'el sentido d e Freud , queremos de cir: si escuchamos las ¡mpli.
tenemos a tr apado co n él en el callejón sin sa lida que com pren· cacione::; de la Jecció n que é l saca de las ex periencas de la psico·
de roda intcTSubjetividad puramente dual, la de estar sin re· patología d e la vida cOlidiana por ejemplo. no es impensable
cursos contra un Otro ahsolu to. que una moderna máquina de caJcular, dese nt rañando la frase
Observemo~ de pasada el pa pel desva nccie nte que descmpc'la que modula sin que él lo sepa y a largo término las elecciones
la inteligencia en la conslitnción d-el liempo segundo dond e la de un sujeto. ll egue a ganar más all á de toda proporción acos·
dialéctica se desprende de las contingencias del d<llo, y (Iue tumbrada en e l juego d e par e impar.
hasta que yo se lo impu le a mi adversa rio para que su funr¡('lll Pura paradoja si n duda, pero en la que se expresa que no es
sea inútil puesto que a partir de all í vuelve a entrar e n csa~ por fa lta de un(t virtnd qu e. sería la de la conciencia humana por
contingencias. lo que nos negamos a califica r de nüqui na-de.pensar aque ll a a
No diremos sin embargo que la vía de la ide nti ficació n imagi. la que concediéramos tan miríficas actuaciones, sino simplemen.
nada con el adversar io en el instanle de cada una de las jugad 'lo; te porque no pensaría más de lo que lo hace el hombre en su
.,ea una vía condenada de ante mano; diremos que excluye el pro· esta tuto co mún sin que por ello sea me nos presa de los llama·
ceso propiamente :, imlJólico, que aparece desde el mornenlo en dos del sign ifica nte.
P or eso la posibilidad así sugerida tuvo el interés de hacernos
que esta ide n tificación ~e hace no con el adversario, sino con su
entender el efecto de desaliento, incluso de angustia. que algunos
razonami'cn Lo que ella artic ul a (dife rencia , por lo demé-í.s, 4uc !lC
experimentaron por su causa y qu e tuvieron a bien partici·
enuncia en el texto). El hecho prueba ade más que semejante
parnos.
identificación puramente imaginaria fraC<lsa e n el conjunto.
R eacción ~obre la cual se puede iron iza r, teni endo en cuenta
Desde ese mom'ento el recuno de cada jugador, si razona, no que viene de ana li stas cuya técnica reposa entera 'sobre la de·
puede en contrar::;e sino más allá de la relación dual, es decir en terminación inconsciente que se concede en ella a la asociación
a lg un a ley que presida la slIcesiún de las jugadas qu e me son llamatla libre - y que pueden leel con todas sus letras, en la
propu-es tas. ob ra de Freud que acabamm de citar, que un a cifra no se escoge
y esto es tan cierto que ::.i soy yo quien da a ~d i vinar la ju . nunca a l azar.
54 EL SEMINARIO SOBRE "LA CARTA ROBADA" EL SEMINARIO SOBRE "LA CARTA ROBADA" 55
Pero reacción fundada si se piensa que nada les ha enseñado a en su ficción por un designio semejante al nuestro. Al menos
desembarazarse de la opinión común distinguiendo lo que ella podemos decir que lo que hicimos sentir de esto en su exposi­

,
ignora: a sa ber la naturaleza de la sobredererminación freu­ ción aEectó lo bastante a nuestros oyentes como para que sea
diana, es decir de la determinación simbólica tal como la pro­ a petición de ellos si publi camos aquí un a versión.
movemos aquí. Al retocarla conforme a las exigencias de lo escrito, diferentes
Si esta sobredeterminación hubiera de tomarse por real, como de las del habla, no h~mos podido impedirnos adelantarnos un
se lo sugería mi ejemplo por el hecho de que confunden como poco sobre la elaboración que dimos más tarde de las nociones
cualquier hijo de vecino los cálcu los de la máquina con su me­ que introducía entonces.
canismo. 31 entonces en efecto su angustia se justifi caría, pues en Así, el acento con que hemos promovido cada vez más ade­
un gesto más siniestro que el tocar el hacha, seríamos aquel que lante la noción de significante 'en el símbolo se ha ejercido aquí
la dirige contra "las leyes del azar", y como buenos de terministas retroactivamente. Desvanecer sus rasgos por una especie de
que son en decto, aquellos a quienes 'este gesto impresionó tanto (lnta histórica hubiera parecido, eso creemos, artificial a aque­
sien ten, con razón, que si se tocan esas leyes no queda ya nin­ llos que nos sigu~n. Esperemos que habernos dispensado de
guna concebible. ello no decepcione su re cuerdo.
Pero esas leyes son precisamente las de la determin ación SIm­
bólica. Pues está claro que son anteriores a toda comprobación
real del azar, como se ve que es según su obediencia a estas leyes
como se juzga si un objeto es apropiado o no para utilizarse a fin
de obtener una serie, en este caso siempre simbólica, de gol pes
de azar: calificando por ejemplo para esta función un a moneda
o ese obj eto al qu'e admirablemente se nombra dado.
Pasada esta etapa, teníamos que ilustrar de una manera con­
creta la dOffilnancia que afirmamos del significante sobre el
sujeto. Si es ésta una verdad, está en todas partes, y d'e beriamos
poder desde cualquier punto al alcance de nuestra lanza hacerlo
surgir como el vino en la taberna de Auerbach.
Fue así como tomamos el cuento mismo del qu e habíamos
extraído, sin mirar más lejos al principio, el razonamiento liti­
gioso sobre el juego de par e impar: encontramos en él un favor
que nuestra noción de determinación simbólica nos prohibía ya
considerar como un simple azar, aun si no se hubi'era mostrado
en el transcurso de nuestro examen que Poe, como buen pre­
cursor que es de las investigaciones de est.rategia combinatoria
que están renovando el orden de las ciencias, había sido guiado

~ Fue para tratar de disip ar esta ilnsión pOl" lo que cenamos el ciclo de
aqnel año co n una cou[eren cia so bre púcoanálisi.i y ciberné tica, que decep­
cionó a mu cha gen le, par el hecho de que apenas hablamos en ella de olra
cosa que de la nnmeracióu binari<l, del triángulo aritmético, in cJu<o de la
simple pucl·ta , definida por e l h echo de que es ncce~ario qu e eslé: abierta
o cerrada , en una palabra , que 110 parecimos habernos el evado mucho por
e ncima de La e lapa pasca li a na d e la cuestión . [La conferencia citada se ha­
llará en el SemitwriO' 2: El Yo en la teoría de F,.eud y en la técnica psico­
analítica, pp, 435·445. AS]
(f)
o
o

DE NUESTROS ANTECEDENTES

Al producir ahora) por una v uelta atrás" los trabajos de nuestra


entrada en el psicoanálisis, recordaremos desde dónde se hizo
esta entrada.

Médico y psiquiatra, habiamos introducido, bajo el membrete


del "conocimiento paranoico"} algunas resultantes de un méto­
do de clínica ex h austiva, del cual nuestra tesis de medicina cons­
ti tuye el ensayo.!
M ás bien que evocar al grupo (Évolution psychia trique) que
tuvo a bien dar acogida a su exposición, o incluso su eco en los
medios surrealistas donde un relevo nuevo reanudó un lazo an­
tiguo : Dalí, Crevel, la paranoia crítica y el Clavedn de Dide­
rol - JUS re lO11.0S se encuentran en los primeros ntÍmeros de
rvlinotaure-. 2 apuntaremos el orzgen de este int.erés.
R eside en el rostro de Clérambau lt~ nuestro único marstro en
psiquiatría.
Su aulomati.c¡mo mental~ con su ideología mecanista de me­
táfora, muy criticab le sin duda~ nos parece, en .nt manera de
abordar el t.exto S1tl1jetilJO, más cercano a lo que puede cons­
tnúrse por tW análisis eJtruct11.ral que ningún esfuerzo cUnico
en la psiq uiatría france.w .
Fuimos sensibles allí a una promesa que nos afectó, percibida
por el conlraste que hace con lo que asoma de declinante en
una semiología cada lJez. más adentrada en los p"esupuestos
razonan tes.
Cférambault realiza, por su ser de la mirada, por sus parcia­

, Lo pS'jrhoJc poronoioque dan.~ ses rapporls avce lo personolité, Le Fran·


~oi.~ . 1932 rOe la psirosi.{ paranoica en sus rela ciones COn la penonolitlarl.
Méx ico, Siglo XXl. 1976]. Se apoya ~obrc siete observaciones, a unque su
método impone en ella una mo nografía, el caso AiOlée. Estc h echo mo ti va
la aprcciación ga lalll c (lile se encolHrará dc ella, de u na lumbrera, en la
p. 51 S del lomo 11 de c;;los EfCrifos.
:l"Le prohl e me d .. s l~' l e" y "Motirs du crime pa rano·jaquc". E;;le último
a rti cul o dedicado a las hermanas Papin y olvidado en \lIla recicnte reanu­
dación del tema por un lC~li go de C'ila (t poca [inclu idos en la edición mexi­
calla de D e lo psicosi;) !)(I1'arlOica .. .l.
[59]

\...

60 m; NUI .!i ¡R{ )S l\Nl'I:.CUW.NT I· S DI: NUESTIo:OS .... N1J:CliDF Nrr.S ti l

lidades de ! )(' llSQmifmlo, ('(lII/ (J una reclltTencia de lo que r(~Cte n­ de la t ilulacidn u.su al) ~ n 1936,4 ('11 d jJ1"i ll w r (o ngrt'.I"o in te rn a­
lemenle n()~ ha.n descrilo ('n la fig/lra fecha.da tic El nacimiento ciona l en que tuvimos la experiencia de una asociación que
de la clíni ca.;' debia da rnos m.uch.as olra 'i, no ún m,érilos estábamos r.n ;1 , Pue,'
Clfro7ll!Jal/l¡ conoela bien la trQ(liáán fmncem, pe,'u era Krae­ su, invenci';n nos culocaba en d corot ón de una reSisl('náa terí o

pelin quien lo había !orlllado, ('n quien el genio de la clinica rica y técn ica que ) aunque co n.Hiluia lIn !noblell7a que d('spttes
( 'rO /lepado fI lo más allo, fue ca da vcz. lI"iás j)alente, se hallaba ) preci.w es de cirlo, bien
Singulanll('nle, pr.ro J} ('cesa,,-iamenle nos pan~Ct', nos vimos lejos d(~ ser !u:rcibido por lo,> medio,> lIr. dond f' había11lo<; partido,
(ond1lcic!()\' a Freud .
Pue\ /a fidelidad ti la envo ltura forma l del JinlulIlll, que es
la verdadera. huclla cUnirQ a la que lo m ábamos g ust o, nos llevó j.vos ha j)Q.?'ec ido bien ofrece r al lec.'.or en IJri m er lllgar u n 1)('­
fl ese linúlc en que se invie rte en efectos de creación. En el caso qu,ói.o articulo, contemporáneo de aq1lclla produccidnJ"i
de nuestTa ¡('si.I' ( el caso A imée), eleelos litera rios _y de su fi­ Suced e que nuesln)s alumno,> se hacen la ilusión de encnnlT(/ r
ciente mérito como para haber sido l'ccoghloJ, bajo la rúb rica "ya allí" aqueflo a lo qu.r después 11 0S ha llevado nuesh-a en Se ­
(H' verente) de poesia involuntaria, por el poeta Paul Éluard. lianza , ¿No e\' bastante que: lo que está olU no haya ce1Tadn el
Aqui la función dt:l i deal se nos presentaba en un a se rie de cam ino'! TÓ!I1.ese l o q'!.le aqt /l se dibuja en (ua.n / o a una referen ­
n:duplicacionrs qu.e nos inclucian a la noción de una estructura. ria al lenguaje coml) fruto de la única imprud encia qUf! nu.nca
má.\· insl"Ptctiva que el sa ld o al que habrian reducid o el asun t o nos ha engariado: la de n.o fia rno.\· de nada sin o de esa experien­
los cUnicos de Tolosa por una rebaja en el registro de la pasión. ("ia del sujeto que es la malerúl única de l trabajo psú:o(m alíúco .
Además, el c feclo como de bocanada que en nuestro su jeto l~ l I ¡'tu lo "Mds allá elc," no se a1Tcdra anle la paráfrasis del
habla tumbado ese biombo que llam.an un deli rio, en cuanto su olro " Alás allá" quc Frnul asigna en 1920 a su princiPio del
1J/ano hubo locado, en una agresirjn no sin herida, una de las pLacer. Po r lo cual se jneg1tnla uno: ¿Rom.pe allí Fn:l/d el yu.go
illlágenl."~ d(' .\11 lealro, doblemente fict ida para ella por se,· de gracias a l cual .'>Osl.iene este pri n ciJu'o por hacr.rlo gemelo de !
una v€llette en realidad, redoblaba la conjugación. de su es pacio prin ciPio de la. re'alidad?
poético cun 1I.na escansión del abismo. Frtu d en su " Alás allá " da caúi da (l./ hecho de que el princi­
A s/ nos acercábamos a la maquinaria del paso al acto, y aun­ pio de plact!r, al que ha dado en suma. un .H::ntido nuevo al in.~ ­
q11(" súlo f~/ese por conlentarnos con el perch.ero del autocas t igo tala r en r.l ci rcuito de la realidad , como procesn prima rio, la
que 110S tendía la cn'm.inologia berlinesa por boca de A lexan der art icn laciún significanl.c t/(, la -repetición , vie ne a toma r uno más
y df: Staub , desembocábamos en Freud , n 1leVO aún po', facilitar el derribo d r S il bar'yera Iradicinna {
La modalida d en que 1m conocimiento se especifica con sus d el lado de /In goce -,cu )'o ser auonces se 1"(~viJle con d maso­
f!.I"!C:1·eolipos, e igualmente con sus descargas, para testimoniar de quismo, () incluso J(' abre S()bre la pu.lsión de /nu ertt:.
otra fU71ción , podia dar lllgar a enriquecim.ientos a los que nin­ ¿Qu.é rl~.wltfl I:n nfas condiciones de aquel (~ J1t recrllw m ien l ()
gún aw.dt:1númo, siquiera fuese el d e la vanguardia , hubiese ne­
gado su bCl1 ('vo lencia.
~ F u c (.'11 el CO ll g r cso d e ¡'vl a t"Íe llbad (3 1 d e juli o (k 1936) d o nd e lo m ó su
T al vez se captará cómo, traspasando las puertas del psicoa ná­ lu¡..,'::1.r este plimer pi,'o le de IlUeslr.l illlc.;rH' nciÓn CIl la loorfa p.. icoa n a lili ca,
lisis, reconocimos de inmediato en. su p ráctica prejuicios de ,'ie cncoDtrad una rderenci.:t iróni ca a el en las pp, 1;4 · 175 de c~to~
J·:~rr il os. con ind ica ció n de! 1.o mo de la El!c)" rl opül ie ! /fl ll r (l i.fc que da fl­
sabcr lf1uch a más interesantes. por ser los que deben reducirse
de la fech a d e Sil'> te, is ( 19J\R). H a b íamo" descu idad o e ll efecto Cnlreg:H
('11. su escucha fun damental,
el leX LO p<t I" ~1 la lm'mol"Ía <le l Co ng reso.
No ha blam os estu: rad o a ese momen to para meditar sobre las r' Se tra t a l.I e l artícul o "M,ís allá de l principio <le rea lid ad " re pl"Ol.Iu cillo
lanlastas po.,. las que se alJTchende la idl'o del yo, y si el "estadio la s p p . 67 .'0). de e~tos &c1"ifO$. Estc a rt ículo. apare cil.lo e n L 'l~voIILLio" PlY­
rhi al r iqur. l OSó , f::¡~cíClllo n I. número especia l dc estudJm frcu dia nos. p p .
del espejo" fu e producido por nosolros, lodavia a las puertas fi7-A0. e~ t's tl" iua menl e cOlll c mponí n eo l.I c la pr imera co mun icac ión dd
"esta dio lid (,SPl'jO ", fcc ha l.lo e n M a rienbal.l · N o irmourier c n agosto,oct ubre
• er. Míc hel FOIl('<l Ult, El nflcimi('/Ilo dI! ltl cfin iro, Mcxic(J, Sig lo xx r, 1967 . d(' 19:-\0.
62 DE NUESTROS ANTlCEDENTf.S DE NUESTltOS A NTECEDENTES 63
por el cual la identid.ad de los pensamientos que provienen del que se invocarla al conjugar los dos términ os: Wirklich keit y
inconsciente ofrece su trama al proceso sectl.ndaTio~ permitiendo R ealitat que Freud distingue aIli, reservando especialmente el
a la realidad establecerse a satisfacción del princiPio de Placer? segundo a la realidad psíquica.
He aquí la pregunta en que podría anunciarse ese abordar del Entonces toma su valor, éste sz' wirklich, ope rante~ la cuña que
revés el pToyecJ.o freudiano Con que hemos caracterizado Tecien. introducimos al volver a colocar en su lugar la evidencia enga­
t emente el nuestro. tí.osa de que la identidad consigo mismo que se supone en el
Si se encuentra aquí ,"u esbozo, no jJodria ir lejos. Digamos sentimiento común del yo tendria cualquier cosa que ver con
únicamente que no exagera el alcance del acto psicoanaUtico una pretendida instancia de lo real.
su poniendo que trasciende el proceso secundario para alca nzar Si Freud recuerda la relación del yo con el sistema percepción­
una realidad que no se produce en él, aunque sólo fu ese Tom­ conciencia, es únicamente para indicar que nuestra tradicirin?
p;endo la ilusión que reducta la identidad de los pensamientos reflexiva? de la que sería erróneo creer que no haya tenido inci­
al pensamiento de su identidad. dencias sociales por haber dado apoyo a formas políticas del
Si en efeelo todo el m1tndo~ aun los bastante tontos para no esta tus person al? ha puesto a prueba en esle sistema sus patrones
reconoccrlo~ admite que el proceso primario no encuentra nada de verdad.
real si no es lo imposible, lo cual en la perspectiva freudiano Pero es para ponerlas en tela de juicio para lo que Freud liga
sigue siendo la mejor definición que puede darse de élJ se tra­ el yo can una doble referencia, una al cuerpo proPio, es el nar­
taría de saber más de lo que encuentra de Otro para poder ocu­ cúismo, la otra a la complejidad de los tres órdenes de identi­
parnos de ello. ficación.
No es pues ceder a un efecto de perspectiva el ver aquí ese El e.! tadio del espejo da la regla de la repartición entre lo
primer delineamiento de lo imaginario, cu.yas letras, asociadas imaginario y lo simbdlico en ese momento de captura por u.na
con las de lo simbólico y de lo real J vendrán a adornar mucho inercia histórica cuya carga lleva todo lo que se autoriza en el
más tarde, justo antes del discurso de R oma, !os potes, para h echo de ser psicología, aunque sea fJOr cami n os por donde pre­
siempre vados por ser todos tan simbólicos, can que haremos tende desembarazarse de ella.
Huestra triaca para resolver los az aros de la cogitación psico­ Por eso no dimos a nu estro artículo sobre el "PrinciPio de
analítico. Realidad" la con tinuación que anunciaba y que deb¡'a habérse­
las con el Gestaltismo y la fen omen ología.
Antes bien recordando una y otra vez en la práctica un mo­
Nada en esto que no se justifique por la tentativa de preve­ mento que no es de historia sino de insight configuran te, por lo
nir los malentendidos que abrazan la idea de que habría en el cual lo designamos co mo estadi o, aunque emergiese en una fase.
su.jeto algo que responderla a un aparato --o incluso, como se
dice en otras partes, a una función propia- de lo real. A hora
bien, es a esle espefismo al que se aboca en esta época de una ¿Debe reducirse ésta a una crisis biológica? Su dinámica tal como
teorLa del Yo que, aun apoyándose en el lugar que Freud con­ la exponemos se apoya en efectos de diacronz'a: retraso de la
cede a esta instancia en Psicología de las masas y análisis del yo, coordinación nerviosa ligado al nacimiento prematuro, antici·
comete un e7Tor, puesto que no hay en este artlculo o tra cosa pación formal de su resolución.
que la teor/a de la identificació n. Pero es una vez. más dar galo por liebre suponer una armonia
Defando demasiadamente, por otra parte~ de referirse al ante­ que contradicen muchos hechos de la et%gia animal.
cedente necesari o, sin duda producido en un año en que la aten­ y enmascarar lo vivo de una función de falta co n la cuestión
ción de la comunidad analitica está un poco relajada por tra­ de l lugar que puede tomar en una cadena causal. Ahora bien~
tarse de 1914 J del artículo Introducción al narcisismo que da a lejos de pensar en eliminarla de ella, una función tal nos parece
llquél su base. ahora el origen mismo de la noesis causa /ista, y hasta el punto
Nada en todo caso que permita considerar univoca la realidad de confundirla con su paso a lo real.
M lJE NU!::S', RO." ANn:l:~.UI!NHS DE NUF.S·CII.OS ANTECEDENTES 65
PeTO darh~ ,H l. eficaCia por la d i.\cordancia imaginaria sigue espacio, en la que se asombra. uno de que la filosofía no se haya
.\I(,lldo conceder demflsia.do lugar {I la pres'1In.ci6n del nacimiento. vuelto a inte resa r desde (ple K ant con su guante en la punta de
Fsta función eJ de una falta md.\ rrítica por sr?' Sil cobertura los dedos s1LSpendl:ó de ella una estética, tan fdcil de volver d el
f d M:Crelo <Id júbilo del .\'u.jeto.
f;n lo cua.l .\C deja 7IeT que loda dilación !iobn' la génesis del
l'evés, sin embargo, como ese guante mismo,
Sin em bargo es ya colocar la experiencia en un punto que no
yo par! ¡cipo. aún de la vanidad de lo que juzga. L o cua l florece l)e rmite fn:gal1.arse sob re .fU lazo con la calidad de vidente. H asta
('(/t'rf)or Sil propio j)(;'so, pensándolo u.n poco: ¿pued(~ ningún el ciego es allí sujeto, IJor saberse objeto de la mirada, Pero el
paso en lo imaginnrio rebasar sus jJrolúo$ 1¡'m.il (~'~J si n.o In"oca/e IJroblema esl.á en otra pw"te) y su articu lación es tan leór-ica
d(> otro orden? como la del problema de M olyneux,G habr{a qlle saber lo que
Sin Cl l1blltgO e.\" Jin duda lo que jJro/lu:te el psi('ounálisis, y q/H se ría el yo en un mundo donrle nadie supiese nada de la si me·
.H' quedaría en milo si Y('I1"ocediese hasta el rúvel de ese ()1"(leTl. lJoía con relación a un plano,
Para locnlizarlo en el e::,la dio del eslJ(Jjo, .Iepamos en primer Pam los ¡Juntos de referencia del co n ocimiento especu.lar fi·
lugar lee r ('n él el /ulradignw de la definición propiamente ima~ naímente reco rdamos lma semio logía que va desde la más sutil
ginaria r¡1l(~ .H: da de la lIu:lonimia: la parle por d lodo. Pues despersonalización hasta la alucinación del doble. Se sabe que
no ()lnilamos lo (j u e nuestro conn:pto envuelve d,: la cX!Jeriencia no tienen en si mismos ningún valor diagnóstico en cuanto a la
ana/iÚr(/ d~ la /an/n,\'ia, esas imág(:nf;',\' llamadas parciales, úni~ (~.5t ru ctura del sujeto (la psicótica entre otras). Es sin embargo
ra.\ q1/(: merecen la. referencia de un arcalsmo pr¡1nero~ que mas 1.mportante anolar que no constituyen un punto de refe·
noso!m.\ n :llnimo.\' /)ajo f'l título de imdgenes del c;uerpo frag. rencia más consú/pn le de la. fanla.~ia en el tratamiento psico­
ul.(m.t(/d(J~ )' que se confirman por el aserto, en la fenomenolog/a analítico,
de la cxpc:ri~nri(f Jd~iniann, de las fanta sías de la fase llamar/a
¡Jarano/tit:,
1.0 que .w: fflauitntla en el triunfo del hecho de aSllInir la Nos encontramos pu.es con que volvemos tI colocar estos textos
imagen del cuerpo e'n el espejo, e,\' ese objeto evanescente enl n : en un futw'o anterior: se habrán adelantado a nuest ra inserción
lodos IJor no aparecer sino al margen: el intercam.bio de la.\' de l inconsciente e n el lenguaje. ¿No es exponerse, viéndolos dis·
núradas, lIumifiesto (' n el hecho de que el niií.o se vllelr,a llacia pcrJarse a lo largo de aH.os poco n utridos, al re jnoche de haber
aquel '1/((' de alguna manera le asisle, aunque sólo f uc:,w IJOr crdido a un ,'etardo?
rJsi.\/ir a .\"" juego , Además de que no tenlamos mds rernedio que hace r' en nues·
AiíaduJllos lo qw' un lila una peUcula, lomada por cO/ll pleto ira práctica nuestras escuelas) alegQ1'emos no haber ·p odido hacer
fuera de mu:slra intención, mostró a los nueslros, de una niña nada mejor durante aquel liemlJo que jJrepara1' nuestro au·
cmtf1'Onldndose de'.m1lda en el espejo: su, '1llano como '/In rdám. ditorio.
jJugo ('rULando de un tajo lorpe lo. fa lla fálica . A las generaciones pre.H:mles de la psiquiatría les cos tará ima·
Sin emb(trgo~ seo. lo que sea lo r¡lte 1ft ima.gen cu.bn:, ésla no ginarse que hayamos sido, en nuestros tiemlJos de Jala de guar·
(CHtra úno un /Joder engalio.1'O d" dcriílar la enajenaciáf¿ qw' día, unOJ tres los que nos avenlw"amos en el psicoanálisis, y sin
ya sitúa el deseo en. el ('ampo dd Olrn, hacia la rivalidad ql.U~ ser ingratoJ para con aquel grupo de la Évolution psychialri.
prevalece, lo/a.lilm'ia, por el lu'cho (lf: qu.e el sefnejanlc' SI: i(' que, diremos que por más que haya sido entre sus talentos donde
impone con una fascinacirín el!tal: n/e " lo uno o lo otro" (' S el el psicoaná.lisis salió a lu.z, no por eso recibió de ellos u.na puesta
,·egreso depresivo de la f(ls e .~eglJnda en l\1elanie Klein: ('.\' la en tela de juicio radical, El a11.adido para ese fin de u.na inje.
figura del asesinato h egeliano, rencia mun.dana no aumentó ni Stl solidaridad ni su informaáón.
A 'i iadamos el uso con fines de apólogo pam 1'esumir el r/esco~
nocimiento, aquí ar raigánd.ose orig,: naúo¡ de la. inve rsión produ.. ~ CE. en tos Cahiers pour l'A71al)'se, 2, ma yo de 1966, Cercle d 'Epistémologie

cida en la s/:metría con rela.ción a un plano. No lorna.ría valo," de ]'E.N,S., el artículo de A, GrosrichJ.rd. sobre "Une expérience psycholo­
giquc a u }(V III C siecle", donde se podrá profundizar, de la ficción del ciego
sino por una n:fercncia más desal'folluda (1 la orh:n.toción en el fi lósofo ;¡ la !lel fil ósofo ciego, la cu('slión del snjelo,
66 DE NUESTROS ANTECF.DF.NTES

A decir verdad ningu.na enseñanza que no fuese la acelerada MÁS ALLÁ DEL "PRINCIPlO DE REALIDAD"
de rutina surgió antes de que en 1951 abriésem os la nuestra a
titulo privado. EN TORNO A ESTE PR1NCIPIQ FUNDAMENTAl. DE LA DOCTRINA
Si no obstan te la cantidad de reclutas, de la que se engendra DE FREUD, LA SEGUNDA GENERAC I,6N DE SU ES CUELA PUEDE
un efecto de calidad, cambió después de la guerra de todo a DEFINlR SU DEUDA Y SU DElJER
todo) tal vez la sala atiborrada para escucharnos sobre El psico­
análisis, didá cti co (a) (una coma en medio) será una evocación
que recuerde que no Jo hicimos en vano.
H asta la fecha sin embargo el lugar más considerable que nos
ofreciera algunas conferencias públicas fue aquel Colli:ge philo­
sophique donde se cruzaban) invitando lean Wahl) las {ieb-res Para el psiquiatra o el psicólogo que se inicia en nuestros años
de en tonces. 7 lreinta en el método psicoanalítico, no se trata ya de una de esas
A ·ftadamos qu,e esta nota no debe nada biográfico sino al de­ conversaciones que rompen un progreso mental y que, como
seo de esclarecer al lector. tales, atestiguan menos una elección madura en la investigación
que la ex plosión de una secreta discordancia afec tiva, Sed uc­
ción ética de la consagración a una causa discutida, unid a a la
económica de un a especulació n contra los valores establecidos,
no lamentamos para el psicoanáisis estos atractivos demasiado
ofrecidos a los rodeos de la com pensació n, La nueva psicología
no sólo reconoce al psicoanálisis derecho de ciudad anía; al re­
cortarla incesa ntemente en el progreso de di sciplinas partidas
de otros horizontes, demuestra su va lor de vía pionera. Es as í
como, bajo una incidencia normal, pudiera decirse, es abordado
el psicoanálisis por lo que, sa ltándonos 10 que h ay de arbitrario
en tal fórmula, llamaríamos la segund a generación analítica, Es
esta incidencia la que queremos definir aquí para indicar la
ruta en la que se refleja.

L LA PSICOLOGÍA SE CONSTITUYE COMO CIENCIA CUANDO LA


RELATIVIDAD DE UN OE]ETO ES PLANTEADA POR FRE UD, SI BIEN
RESTRINGIDA A L OS HECHOS DEL DESEO

Crítica del asociacionismo

La revolución freudiana, como toela revolución, toma su sentido


de sus coyunt'uras, es decir de la psicología reinante en su tiem­
po; ahora bi'e n, todo juicio sobre esta úlLima supone una exé­
1 Prod ujimos alH entre otras cosas un milo individual del flwr ótico, inicio gesis de los do cumentos en que es afirmada. Fijamos el marco
de una referencia esLnlcturalista en fonna (el pdmer texro de Lévi.Slrauss de eSle artículo pidiendo se nos conced a el crédito, al menos
sobre el.rllilo). Su lexlo mult icopiado, aparecido sin correcciÓn nu estra, dará
fe para volver a tomarlo ulte riormente. provi ~ i ona lmente, de haber realizado ya 'es te trabajo fund ame n­

[67)
68 M Á.<¡ ALLÁ Ou.. "PRI NC IPIO DE REA LIDAD " MÁS ALLÁ DI::..L "PRfNC¡P IO lH": REALIDAD" 69
tal, para desarrollar a llí el momelltQ de la crítica que nos pa­ generél} de los problemas que caracteri7.a en cada momento la
rece 10 esencial. En efec to, si tenemos por legíti mo hacer pre va~ dete nción de un a teoría . As í considerado en su conjunto, gracias
Ieeer el método histórjco en e l estudio mismo de los h echos del él la fa cilidad otorgada por el curso de l tiem po, el asociacion is­
conocimiento, no LOmaremos en e ll o pre texto para e ludir la m o va a revelarnos sus im plicacion es metafísicas baj o un a luz
crítica intrínseca que plantea la cuestión de su valor: un a crí ti ca d'eslumbran te: para oponerJo simplemente a una concepcÍón que
ta l, fundada sob re el orde n segund o que confie re a es tos hechos se def ine con mayo r o menor jui cio en los fund amentos teóri·
en la h istoria la parte de Te[lexión qu'e impli ca n, sigue siendo cos de diversas esc uelas contem poráneas con el nom bre de fu.n·
inmanente a l os da tos reconocidos por e l método, o sea, en nues· ción de lo rea l~ digamos que la teoría a!:oociacionista está domi·
tro caso, a las form as expresadas de la doctrina y de la técni ca, nada por la fu nción de lo verdadero.
en tanto requiere simplemente de ca da una de las forlllas en
cuesti ón ser lo que se da por ser. Veremos así que a la psicologi:l
que se preten día científica a fines del siglo XIX y que, tanto por EsU"l teoría es.{, fund ada en dos concep tos: un o meca m clsta,
su aparato de obj'elividad como por su profesión de materi a· cual es el del engram.a; otr o falazmente tenido por dato de la
lismo, lo imponía incluso a sus adversa ri os, le faltaba simpl e. experiencia, esto es, el de la vincu.lación asociati va del fe nómeno
mente ser positiva, 10 que excluye por su base tanto la objeti· men ta l. El primero es una fórm ul a de in ves tigación, basta nte
vidad como el materialismo. fl exible por lo demás, rara designar el ele mento psicoHsico y
Pued'e mantenerse, en efecto, que esta psicología se fund a yue no introduce más que un a hipó tesis, aunque fu ndamental.
sobre una concepción llamad a aso ciac ioni 'ita del p siquismo, no la de la producd('lO pas iva de es te elemento. Es notable que la
tanto porque la formul e en doctrina, sino por cuanto recibe escuela h aya añadido el postulado del ca rácter atomísti co de este
- y como datos del sentido común- una serie de postu lados que e lemen to. ya que es, en efecto, un postu lado que ha limitad o la
determinan los p rob lemas en su posició n misma. Sin duda apa· vi.!.ión de sus sostenedores has ta el ex tremo de hacerlos "pasar
rece de entrada qu e los marcos en qu e clasifica los fe nómenos al lad o" de los hechos exper ime n tales en los qu e se man ifiesta
en sensaciones, perce pciones, imágenes, creenci as, operaciones la ac tividad del sujeto en la organi zación de la forma, hechos
lóg'icas, juicios, etc., son tomados en prés tamo tal cu al a la por lo dem . is tan compatibles con un a in terpl'etación ma teri a·
psico logía escolás tica, que a su vez los. hab ía recibido de siglos lista que pos teriormente sus inventores no han podido conce·
d'e elaboración fil osófica. Es preciso en to nces reconocer qu e birl os de di stinta manera.
es tos marcos, lejos de haber sido forj ados para una con cepcíón El segundo de los con ceptos, el de la vinculación asocial.iva,
objetiva de la rea lid ad psíqui ca , no son sino los productos de e~ tá fund ada en la exper iencia de las reacciones de l viv iente.
una especie de erosión conceptua l en la que se reinscrib en las pero se ex tiende a los fenómenos mentales, sin que se critiquen
vicisitud'es de un esfuerzo especifico qu e empuja al hombre a en modo a lg uno las pe ti ciones de principios, tomad as, precisa.
buscar para su propio conocimiento una garantía de verdad: ga' mente, de Jos datos p síqui cos. en p arti cular la que supone dada
rantía que, como se ve, es tr ascendente por su posición y lo la forma men tal de la simiUtud, no obstan te ser ta n deli cada de
sigue siendo en su forma, aun cu ando la filosofía venga a negar a na li za r en sí misma. As1 se h a introdu cido en el conce pto ex·
su existencia. ¿Qué idéntico relieve d'e trascendencia conse rv an pli cat ivo el dato mismo del fenómen o que se pretende expli ca r.
los concep tos, re liqui as de una investigación ta l? Con esto defi· Se trata de ve rdaderas jugarretas conce ptuales. cuya in ocencia
niríamos 10 que el asociacionismo int roduce de no positivo en no excusa el su toM}uedad y que , como lo ha destacado l ane t •
la constitución misma del obj eto de la psicología. Se compren· repre~entan un verdadero vicio menta l, pro pio de u na escuela,
derá lo difícil que resulta desembro llarlo a es te ni vel. recorda n· qu e llega a s~r )a lla ve maeSlra util iLada en tod os los giros de
do que )a psicologia ac tual conserva muchos de es tos conceptos la teorí a, Inútil decir qu e así se puede desco nocer por comple to
y que ]a purificació n de los principios es lo último que se acaba la necesidad de un a e~pecí e de análü.is, de un análisis que exige,
en cad a ciencia. si n duda, sutile.w. pero cuya ause ncia torna caduca toda expli ca·
Pero las peticiones de principio se expanden en esta economía (¡{,n en j>sj("ología . y qu e se llama andlis;s fenomenológico.
70 MÁS ALLÁ DEL "PRI NCIP IO OE REALIDAD"' MÁS ALLÁ DEL " PRINCIPIO OE REALIDAD" 71
Consecuentemente, hay que preguntarse qué signifi can tales doja en Su plenitud, a la sorprendente definición que se d a de
carencias de ntro del desarrollo de una disciplina que se pro­ la percepción como una "alucinación verdadera".
po ne como objetiva. ¿Se deben al materialismo, como se ha des­ Tal es, pues, el dinamismo de conceptos to mados de un a
lizado en cierta crítica? O, peor aún, ¿es imposible alcanzar en dialéctica trascendenta l que llevan a la psicología asoc iacionista,
psicología la objetividad? en su a fán de [nndarse en ellos, a fracasar - y ello tanto más
Se denunciará el vicio teórico de l asociacionismo sí se reco­ fatalmente cuanto que los recibe vaciados de la reflexión que
noce en su estructura la posición d'el problema del conocimiento implicaban- en su propósito d'e con~ti(Uir su objeto en térmi·
desde el punto de vis ta filosófico. Efectiva me nte, la posición n os posit ivos : ape nas, en efecto, los fenómenos se definen allí
tr ad iciona l de este problema se encuentra, por h abé rsela here­ en funci ón de su verdad, ya qu edan sometidos en su concepción
d ado bajo la primera simulación de las fórmulas de Locke deno­ misma a un a cl asifi cación de va lor. J era rquía ta l no sólo vici a,
minadas empi r istas, en los dos conceptos fundamentales de la como hemos visto, el es tudi o objetivo de los fenómenos en lo
doctrina. Me refie ro a la ambigüedad de una críti ca <lue, a mpa­ que atafi.e a su alca n ce dentro del propio conocimiento, sino qu e
rada en la tesi s de que "n ihil erit in intelle'ctu quod non prius adem ás, al subordinar a su perspectiva todos los datos psíqui­
fucrit in sensu"}l reduce la acción de lo real a l punto de contacto cos, falsea el análisis de éstos y empobrece su sentido.
de la mítica sensación pUTa, es deci r, a no ser más que el punto Es así como, as imil and o el fen6m'eno de la alucinació n al
ciego del conocimiento, ya que en él nada se reconoce, y qu e orden senso ri a l, la psicología asociacionista no hace más qu e
impone con tanto m ayor fuerza, explicitada o no 'en el "nisi reproducir el alcance absolutamente mítico con ferid o por la
;ntellectus ip.'ie"2 -como la antinomia dialéctica de una tesis tradi ción filosófica a este fenómeno en la cues tión escolástica
incompleta-, la primacía del espíritu puro, en tanto que, por acerca de l error de los sentidos; sin duda, la fascinación prop ia
el decreto esencial de la identificación, que reconoce al objeto de este papel de escándalo teórico explica esos ve rdade ros des­
a la vez que lo afirma, cons tituye el momento verdadero del conocimientos en el análisis del fenómeno, qu e así posibilitan
conocimiento. la p'erpetuación tenaz en más de un clíni co, de una posició.n lan
Es la fuen te de es3. concepción ato mística del engrama de don­ errónea de su problema .
de proceden los encegueci mientos de la do ctrina respecto de la Consideremos ahora los prob lemas de la imagen. Este fenó­
experiencia, mientras qu e la vinculación asociativa sirve de meno, indud ablemente el más importante de la psicología por
vehículo, debido a sus no criticadas implicaciones, a una teoría la riqu eza de sus d a tos concretos, es importante ta mbi én por la
fund amen ta lmente idealista de los fenómenos del conocimi ento. complejidad de su función, nna complejidad a la qu e no es
Este último punto, claro está que paradóji co con respecto posibl e tratar de abarcar con un solo término, co mo n o sea el
a una doctrina cuyas pretensiones son las de un ma teri a lismo de función de inform.ación. Las diversas ace pciones d e esta ex­
ingenu o, aparece con toda claridad no bien se intenta formular presión, qU'e apu ntan, desde la vulgar h as ta ]a arcaica, a la
una exposición un poco sistemáti ca de ella , o sea , una exposi­ n oción acerca de un acon tecimiento, al sello de una impresión
ción sujeta a la coherencia propia de sus conceptos. La de Taine, o a la organización mediante nna idea, expresan bastante bien,
que es la de un vu lgarizador, aunque consecuente, resulta pre­ en efecto, los papeles de la imagen como forma intuiti va d el
ciosa a este respecto. Se sig ue en ella Hn a construcci6n sobre objeto. forma plástica del engra ma y forma generadora del de­
los fenómenos del conoci miento que se fij a el propósito de re­ sa rrollo. Este fenómeno extraordin ario, cu yos problemas van
ducir las 3.ctividades superiores a complejos de reaccio nes ele­ de la fenomeno logía m·e ntal a la biología y cuya acción reper­
menta les, y que se ve reducida, por su parle, a buscar en el cute desde las condiciones del espíritu hasta determinismos or.
control de las actividad·es superi o res los criterios diferenciales gánicos de una profundidad acaso insospechada, se nos presenta
de las r eacciones elementa les. Dirij ámonos, para captar la paia­ en el asoc iacionismo reducido 3. su función de ilusión. A la i ma­
gen, qu e, de ac uerd o con el espíritu del sistema, se la considera
1 [Nada sen\ en el intelecto que antes no esté en los sentidos. AS]
corno un a sensación debilitada en la medida en que da un tes ti­
2 [A no ser el propio intelecto. AS]
moni o men os segu'ro de la realidad, se la estim a como el eco
72 M'\S ALLÁ DEI. "PRINC IPI O DE ILEALII.IAO " MÁ S ALLÁ Orl. "1'ltlN(;I I' IU I.lE REALlO,\U" 73
v la sombra de la sensación, iden(ificad a, ue ahl, con su hue lla, la par'adoja de negar que la ciencia tenga que conocer la verdad,
~on el engrama. La concepción -esencial para el asociacio nis­ lie ro lampoco olvidamos que la \'erdad es un va lor que responde
mo- del espírüu como un "polipero de imdgenes" ha sido cri ~ rt la incertidumbre, con la que la experiencia vivida del hom­
ticada, sobre todo, como afirmadora de un mecanicismo pura­ bre se halla fenomenológicamente signada y que la búsqueda
mente metafisico, pero no se ha advertido menos que su absur. de la verd ad anima hist6ricamente, hajo la rúbrica de lo 'espi­
<lidad esencial reside en el empobrecimiento intelectualista que ¡·jt.ual , los ímpetus del místi co y las regla!> del moralista, las orien­
Je impone a la imagen. taciones del a~ceta ~' los h aJlazgo~ del mistagogo.
En rigor, un altísim o número de fenóm enos psíquicos se con. Esa búsqueda, que le impone a toda una cultura la preemi­
s¡deran en las concepciones de esta esc uel a como si no signifi­ nencia de la verdad en el testimonio. ha creado una actituu mo­
casen nada, lo cua l parece excluirlos de l o~ marcos de una psi. ral que ha sido y sigue siendo para la ciencia una condicic'>n ue
cología auténtica, de una psicología que sabe que cierta ¡nten. exis tencia. Pero la ve rdad en ~ u va lor específi co permanece
cional idad es fenomenológi camen te inheren te a su objeto. Para ex traña al orden de la ciencia: é!>l<l pucd'e honrarse con su,
el asociacion ismo, esto equivale a tenerlos por insignificantes. es a lianzas con la verdad, put'de propone rse como o bjeto su (enll·
decir, a arroja rlos sea a la nada uel desconocimiento. o bien meno y su va lor, pero de ninguna manera puede identificarla
a la vanidad del "epifen6meno". como su fin propio.
Si hay en e llo. a l parecer, algún arlificio, deteng-ámonos un
instant.e e n lo~ criterios vividos de la verdad y preguntémoJlo,>
Una concepción como ésa distingue, por lanto, dos órdenes e n cuáles son, entre é~lOS. Jos más concretos que sub~i~te ll en lo,>
los fenc')menos psíquicos: por un a part'e, los que se insertan en vertiginosos relativismm a que h,U1 llegado la fbica y las mate.>
a lgún nivel de las operaciones del conocimiento racional ; por Ill~lticas cOlllempodllreas, ¿dónde e~dn la cerl idllulbre -prueba
la otra, todos Jos dem{¡s: se ntimientos, creencias, delirios, asen­ del conocimiento mí.,tico-, la evidencia -fundamento de la e.. .·
timientos, intuiclones, sueños. Los primeros necesitan del aná­ peculaci()n filos6fica- y la 720 cOlltmdiccián misma. más mooesta
lisis asociacionista d el psiquismo; los segundos deben explicarse exigencia c.le la con')lrucción empírico-raciom,lista? l\lás al al­
por algú n determini smo, extra ño a su "apariencia" y denorni­ GlOCe de nuestro juicio, ¿se puede decir que el científico se pre­
nado "orgán ico" por el hecho de reducirlos, ora al smtén de gunta, por ejemplo, si el arcoíris es vCl'dadero? Únicamenle le
un objeto físico, ora a la relación de un fin biológico. impoI't'l que este fenóm eno ...ea comunicable en algún lengua je
Así, a los fenómenos psíqu icos no se les reconoce realidad (condición del orden mental) • registr;d)le de alguna forma (COIl ­
propia alguna: aquellos que no pertenece n a la realidad ver­ dici ón del orden experimental), y que logre insertarse 'en la
dadera. sólo tienen una realidad ilusoria. La realidad ver­ cauena de la~ iuentificacio nes s imb6 I i ca~, e n la que su ciencia
dadera e~tá constituida por el sistema de las referencias v~i lido unifi ca )0 di\'erso de su objeto propio (co ndició n del 01-([('11
para la ciencia ya eSlablecida, o sea, de los mecanismos tangibl'eS -racional) .
para bs ciencias físicas, a 10 cua l se añaden motivaciones uti li­ Hay que convell ir e n que la leo ría Lisico-matemfLtica a fine'i
tarias para las ciencias na lura les. El papel de la psicología no es de l siglo XlX aún recurría a FundamellLos demasiado intuitivo~ .
otro que el de redu cir a e~te sistema los fenóme nos psíquicos y posteriormente eliminados, para que pudi·era hiposlasiar en
verifica.1·lo gracias a la determ in ación, por él. de sus fenó me nos e llos su prodigiosa fecundidad y se le reconociera así la oHmi ­
mismos que constituye n su conocimienlO. En la medida en que pOlemj" implicada en la idea de verdad. Por otra parte, lo,>
es función de esta verdad, no es un a ciencia esta p~icología. éx itos prácticos de aquella ciencia le COllfcrían ante la multitud
e'ie prestigio· deslumhranre que no care(c de relación con el
fenómeno ue la evidencia, de modo, ]>lfe..... que se ha1laba en
VeHla.d de la psicología y l,sicología d e la ve rdad buena posición para servir ue último objeto a la pa!>i6n de la
verdad. despenando en el vulgo esa proster naci<'> n ante el IlU'evo
Compréndase bien aquí nuestro pensamiento. No Jugamos a ídolo, llamado cit'rllificis11lo. y e n e l "i ntelectual" esa eterna
74 MÁS ALLÁ DEL " l'RtNCIP10 DE REALIDAD MÁS "u.A. DEL "PRINCIP IO DE ItLALlDAD" 75
pedanterí a qu e, por ignorar cuán relativa a las murallas de su cer en éste la vulgaridad de sus propi os prejui cios_ En eC-eeto,
torre es su verdad, mutila todo lo real de eSla que le es dado la actitud común a toda una cultura ha gu iado la abs tracción
captar. Al interesarse só lo por el acto del saber, por su propia ya analizada como la de los doctos: tanto p a ra el en fermo como
actividad de científico. ésa es la mutilaci6n qu'e co mete el ps i. para el médico, la psicología es el ca mpo de lo " imaginario",
cólogo asociacionista, una mutilación que, debido a su índole­ e n el se ntido de ilusorio; lo que tien'e. p ues, una ~ i gni(icac i 6n
especu lativa, no deja de tener para el viviente y el humano real, el síntoma por consigu ie nte, sólo puede ser psicol6gico
crueles consecuencias. "e n a pariencia" y se di stinguirá d el reg-jstro ord in ar io de la
vida psíq ui ca por algún rasgo discordante -en el qu e quede
claro su carácter "grave"_
U n p unto d'e vista parecido le impone al médico su asombroso F re ud compre nde qu e esa elección misma le hace perder todo
desp recio por la realidad psíquica, cuyo escánda lo, pe rpe t uado su va lor a l tes timonio d el en (ermo_ Si se des'ea reconocer una
en nuestros dias gracias a la co nservación de toda una forma­ rea lidad propia a las reacciones psíquicas, n o hay que comenzar
ción escolás tica, se expresa ta nto en la parcialidad de la obser· por elegir entre éstas: ha y que co menzar por no e legir. A fin de
vación como en la ba stardía de concepciones como la del Pitia­ m-edir su eficiencia, ha y que respetar su sucesión_ Y no se trata .
tismo. Pero justamente por se r un médico, es decir, un práctico desde luego , de restituir la cadena gracias al relato ; pero el
por exceleucia de la vida íntima, en qui e n eS le punto de vista momen to mismo del testimonio puede constituir un fragmento
apa rece, d'e la más sorpre udente manera, co mo una negació n significativo, con tal que se exija la totalidad de su texto y se
siste máti c<:t, de un médi co debía venir también la negación del libere a éste de las cadenas del relato_
p unto de V L:){<l mismo_ No la negació n puramente crft ica que De ese modo se co nstituye lo que podemos llamar la expe.
por la misma época fl orece en especulación sobre los " datos in· ricncia anaUtica. Su primera condición se formula en una ley
mediatos de la conciencia", sino un a neg<:tción efi caz por el hecho­ de no omisión, que promueve al nivel del interés, reservado a
d e afirmarse eu un<l nueva positividad _ Freud dio ese paso­ lo notab le, tod o aquello que "se comprende de suyo": lo ca ti·
fecundo, sin duda porque, tal c ual lo atest igua e n su autobio­ diano y lo ordinario, ley que es, no obstante, incompleta sin
grafía, se vio de term inado <:t ello por su preocupación de curar, una segunda, 'e sto es, la ley de no sistematizaci6n, que con cede.
esto es, por un a actividad 'en la que, contra a quellos que se­ al plantear la incoherencia como condición d e la experien cia,
complacen e n relegarla <tI rango secund;uio de "un arte", h ay una presunci ón de significac ión a todo un d esec ho de la vida
que reconocer la inteligencia misma de la realidad humana, en mental, es decir, no s6 10 a las representaciones cuyo sin5Cntido
la medida en qu e se ap lica a transformarla , es lo único que ve la psicología de escuela: libreto de l sueno,
presentimientos, fanta smas de la -ensoñación , <le li r ios confu!'os
o lúcidos, si n o tambien a esos fenómen os que por el hech o de
R evolución del método freudiano ser com pletamente nega tivos ca recen , por así decir, de -eslado
civil: laps us del le nguaje y fallas de la acción_ Adv irtamos q ue
El primer signo de esa actitud de sumisión a 10 re al que aparece­ ambas le yes, mejor di cho, que a mbas reglas de la 'expcriencia,
en Freud co nsistió en re conocer qu e, 'en vista de que la mayoría la primera de las cu ales fue aislada p or Pichon , aparece n Cor·
de los fenómenos psíquicos en el hombre se re laciona, aparen~ mu ladas por Freud e n una sola : ley de la asoúación libre, de
temen te, con una función de rela ción sociaC no hay motivo acuerdo con e l concepto rein a nte a la saZÓ n _
para 'e xcluir la vía que dehido a ello abre el acceso ffi,ls común,
o .~a, el testimonio que acerca de fenómenos tales da el sujeto
mlsmo_ Descripción fenomenológica de la expen"encia psicoanalltica
Uno se pregunta, por lo demás, en qué basaba el médico de
entonces el ostracismo el-e principio con que cond e na el tes timo­ Esta experien cia co nstitu ye el elemento de la técn ica terapr.uti.
nio del enfermo si no era en la excitación de tener que recono­ ca, pe ro -el médico puede proponerse, a poco que posea el sen ti·
7G M.\S ALeA I)l:! . " 1'IU N(:¡ P l 0 Of. RE A LIIlA Il MÁS Al.L\ DEL "PR.I NC IP IO VE REA LID AD" 77
<lo Leór ico, deri n ir 10 que ella aport a a l~ observación. T end r;í ve Ja ~e r. en la ex p-eri encia, in consciente como ex presad a)' <.:ons­
e n tonces más de una oportu n idad de maravillarse, si ésa es la ciente com o reprimida [ré primée]~ no obsta nte que el lenguaje,
form a d e asomb ro qu e respo nde en la investigación a la apa r i­ de abord árse lo por su fu nción d e expresió n soci al, revela a la
ción d e un a re l ~l c i (¡n ta n simple que parece sust raerse al pen vez su nnidad signi ficat iva en la intenció n y su a mbi g üedad
!)<l miento. constitutiva com o expresió n subjetiva, declara nd o en co ntra del
f Lo da do d e la experi encia es de entrada leng uaj e, un lenguaje ; pensa miento, me ntiroso como él. Ob servemo~ de paso q ue esas
es d ecir, un signo. ¿Qué sig nifica y cu{m comp lejo es el proble­ re lac iones, o frecidas por la exp eriencia para la profundización
m a cualldo e l p~ i có l ogo Jo rel ac iona con el suj e to del conoci­ te no menológica, SO I1 ricas en d irec tivas p ara toda teoría de la
miento, e ~ t o e~, co n el pensamiento de l suj eto? ¿Qu é relación "conciencia", especia lmen te mórb id a, y q ue su reconoc imie nto
ha) enlre el pensa mien to y el lenguaj e? ¿No es más que un len­ incomple to vuelve cadu cas a casi tod as es tas teo rf as.
g uaje, aUllque secreto, o es só!o la expresión d e un pensamienLo
p uro, informulado? ¿Dónde hallar la med ida común a los d os
términos del problema, o sea, la unidad cu yo lenbruaje es el Pero prosiga mos co n la desco mposició n d e la ex peri encia . El
!-lig ua? ¿Se encuentra co n te nida en la palabra, ya sea nomhre. oye n te entra, p ues, en ella en situaci b n d e in LCTl oculOl-. El su­
ve ruo o adved.: io? ¿En ]a es pesura de su h istoriü? ¿POI" qué no je to solicita conserva r es te pa pel, primer o implíci tamente, y ex­
e n Jo~ lIreca ní"lOos que lo forman fonéti cam en te? ¿Cómo elegir plícitamente luego. Silen cioso, sin embargo, y sustrayend o hasta
eH es te d éd ¡:do a l que nos a rras tran filóso[o.\¡ y ling üistas, p~ ico­ las reacciones de su rostro, poco advertido, por lo d'emás, en su
fís i co~ y fisió logos? ¿Ctllno escoger una refere ncia, qu e a medida pe rsona, el psicoanal ista se rehúsa p acientemente. ¿No hay u n
q ue se la pl <l nteil de ma nera más e lementa l se nos aparece má~ umbral en e l que esta actitud debe de hacer q U'e el monó logo
m ítica? se detenga? Si el sujeto lo continúa, es en virtud de la ley de
Pero el p ~icoa n a ¡i s ta, pa r a no desligar la experi encia del len­ la ex periencia; ¿pero se diri ge siempre al oye nte, prese nte de
g uaje de la .:,i tu ació n imp li cad a p or e ll a, <.: ua l es la d el interlo­ veras, o más bien, ah o ra, a algún otro, imagina ri o, pe ro más
cu tor, se atiene al sencillo hecho d e que el lenguaje, antes d e rea l: al fantasma del recuerdo, a l tes ti go de la soled ad, a la
signifiGlr algo, significa para algu ien. Por el mero hech o d'e e.:, ta tua del d eber, al mensaj ero del c estin o?
es ta r p rese nte y escuch ar, ese hombre qu e hab la se dirige a él, Ahora bi'e n en su reacción misma d e rechazo del oyente, el
y, pll e~ (Q qu e le impo ne a su disc urso e l no qu'e rer deci r nada, suj e to va a tra icio nar la image n que lo susti tu ye. Con su implo~
qu eda eH pie lo que e~e ho mbl-e quiere decide, En efecto, lo que r ac ión, con sus imprecacio nes, con sus insin uacio nes, con sus pro­
di ce pllede " no te ne r !)entido alguno"; lo qu e le di ce encub re vocac iones y sus ard ides, con las flu ctuaciones de la intención
uno. El oye nte lo ex perime nta en el mov imie nto d e responder; q ue le di rige y que el analista registra, inmóvil, pero no imp a­
;11 suspc llder é.:, te, co mpre nd e el sentid o del disc urso. Entonces sible, comun ica a éste el dib uj o de su imagen. Sin embargo, a
reco noce allí un a intención entre aquell as que represelltan cier­ med ida que sus intencio nes se tornan más expresas en el d iscu rs o,
ta tensi ón de la relac ió n socia l: inren(' i6u I'e ivindica ti va, inten­ mézclanse a ellas tes timo ni os con los qu e el suj eto las apoya~
ción puniti va, intención p ropicia tori a, intenóó n demos tra tiva 7
les d a vigor, les hace retomar a liento: a llí fo rmul a aqu ello de
in tención puramente agresiva. Así comprendida h.l intención, o h­ lo que sufre y q ue qui ere dejar a trás, confía el secrelo d e sus fra­
.'.érvese cómo la lrasmi te el lenguaje. De :lcuerrlo con dos modO!!, casos y el éx ito de sus d e~ i g nj os, juzga su ca rác ter y sus relacio­
cu yo an;lhsi.., es ri co de enseilan za, "e la exp resa . pero inco m­ nes con 'el prój im o , D e ese modo informa ace rca d el co njunto
p rendida por el suj e lo, en lo qu e el di~c urso infor ma acerca de d e su condu cta a l ana lis ta, q ui en, testigo a su vez. d e un mo­
lo vjvido, y e llo tan lejos COmo e l suj elO asum a el anonimato me nto de és ta, enc uentra 'allí una b ase pa ra su crí ti ca. Ahora
moral de la ex presió n : es la [a rma d e l .:,imbo lismo. Es co n<.:e bida bien, lo que tras u na cr ítica semejan te esa cond ucta le m ues tra
po r e l suj'e to, pero negada p or és te, e n lo qu e d e lo vi vido afirllla a l ana lista es q u'e en ella actúa permanentemen te la image n
el di s(,llrso, y e llo tan lejos como el su je to sistematice su con­ mi 'ima que éste ve su rgir en lo ac t ua l. Pero el analista no es tá
('(: pci('lI1: es la forIll a d e la de negación, Así, pues, la intenci()n re- a l tanto de Sil descubrimiento, ya qu e, ti. m edida q u e la peti­
78 MÁS ALLÁ DEL " PRIN CIPIO DE 1I.f.ALtDAO" MÁS ALLÁ DEL "rR(NCU'(O DE REALIDAD" 79
ción cobra (orma de alegato, el testimonio se amplía con sus Discusión del valor objetivo de la experiencia
llamados al testigo; son relatos puros que parecen "fuera de
tema " y que el sujeto saca ahora a flote de su discurso Jos Tal es Ja descripci6n fenomenológica que se puede dar de lo
aconteci mientos sin intención y los fragmentos de los recuerdos qu'e ocurre en la serie de experiencias que forman un psicoaná­
que constituyen su historia, y. entre los más desunidos, los que lisis. Tra bajo de ilusionista, se nos podría decir, si no tu viera
(¡floran de su infancia. Pero de pronto entre ellos el analista en­ por fruto, justamente, la resolución de una ilusión . En cambio,
cuentra la misma imagen que el sujeto, con su juego, ha susci­ su acciÓn terapéutica se debe definir esencia lmen te como un
tado y cuya huella ha reconocido impresa en la persona de éste, doble movimiento medianre el cual la imagen, primero difusa y
esa imagen a la que sabia, desde luego, de esencia humana, quebrada, es regresivamenre asimilada a 10 rea l, p~ra ser pro­
pueslo que provoca la pasión y ejerce la opresión, pero que sus­ gresivamente desasimilada de lo real, es decir, restaurada e n su
trairl a sus rasgos de la mirada del psicoanalista, como también realidad propia, Una acción que da testimonio de la efici encia
éste lo hace respecto del sujeto. Ahora descubre esos rasgos en de esa realidad.
un retrato de familia: imagen del padre o de la madre, del Pero, si no trabajo ilusorio, simple técni ca, s'e nos dirá, y,
,a d ulto todopoderoso, tierno o terrible, bienhechor o castigador; como experiencia, la menos favorable a la observí:t ci6n cientí{i­
image n del h'e rmano, niño rival , reflejo de sí o compañero, ca, pues se basa en las condiciones más contrarias a la objeti­
Pero el sujeto ignora esa imagen que él mismo presenta con vidad. ¿No acabamos de describirla como una constan te inte1·­
su conducta y que se rep roduce incesantemen te; la ignor<l en a.cciÓn entre 'el observador y el objeto? Efectivamente, en el mo­
los dos sentidos de la palabra. a saber: que lo que repile en su vimiento mismo le com unica el sujeto, con su intención, que el
conducta , lo tenga o no por suyo, no sahe que su imagen lo obse rvador está informado de ésta, y has ta hemos insistido sobre
explica , y que desconoce la import<tncia de la imagen cuando la .índole primordial de esta vía. In versamente, por la asimila­
evoca el recuerdo representado por ella. ción ·entre él mismo y la imagen -asimi lación a la que favo­
Pes'e, con todo, a que el analista concluye por reconocer la rece-, subvierte desde el origen la función de la imagen e n el
imagen , el sujeto a su vez termina por imponerle su papel a s ujeto; con todo, sólo identifica a ésta en el progreso mismo de
través del debate que prosigue. De esa posición extrae el ana· esa subversión: tampoco h-emos ocultado en absoluto e l carácter
lisla el pod'er del que va a disponer para su acción sobre el constitutivo de es te proceso.
su jelo. Esa ausencia de referencia fija en el sistema observado, y ese
En tldelante, efectivamente, el analista ac tú a de tal modo que uso, para la observ<lciÓn. del movimient ::> subje tivo mi smo, al
el sujeto toma conciencia de la unid;'ld de la imagen que se que en todas partes se lo elimina como fuente del error, son. a l
refra cta en él en efectos extral10s, según la represente, la en· parecer, otros tan tos desafíos al método sa no.
carne o la conozca. No hemos de describir aquí de qué manera Además, permttasenos mencionar el desafío que se puede ver
procede el analista en su intervención. Opera en los dos regís. en ello para un buen uso, En la observación misma que nos
tros de la elucidación intelectual, por la interpretació n , y de la proporciona, puede el observador esconder aquello que com­
maniobra afec tiva , por la transferencia; pero fijar sus tiempos promete a su p'ersona: las intuiciones de sus hallazgos llevan, en
es asu nlO de la técn ica, que los define en fun ci6n de las rea ccio­ otras parte. el nombre de de lirio, y sufrimos al e ntrever de qué
n es del sujeto, y regular su velocidad es asu nto del tacto, mer­ experiencias procede la insistencia de su perspicacia . Sin duda,
ced al cual el analista advierte el ritmo de estas reacciones. los caminos por los que se descubre ]a verdad son insondab les.
Digamos lan sólo que, a medida que el sujeto prosigue la y hasta ha habido matemáticos para confesar haber visto a ésta
experi"encia y el proceso vivido en que se recons li tu,e la imagen, en sueños o haber tropezado con ella en alguna trivial colisión.
la conducta deja de imitar la sugestión, los recuerdos recuper<ln Pero es decente exponer su descubrimiento cual si procedi·e ra
su densidad real, y el amdista ve el fin de su poder, inútil de de un comporta mi ento más conforme a la pureza de la idea.
an ! en ade lante debido al fin ele los síntomas y a la consumación Como a la mujer de Céo;¡ar, a la cienci a no se la debe sospechar.
de la personalidad. Por lo demás, ha ce mucho tiempo que el allo renombre del

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w M ÁS ALLÁ DIl. "!'IUN(;If>lO 01;. R~Af..Il)'\\)' M,\S ALLÁ DU "PRI NC IPI O DE REALIDAD" 81
(ientífico ya no corre riesgos; la naturaleza no podría ya devc­ suficiente inmediatez en el hecho de que es a su semejan te a
la rse ha j o fi gura humana <t lgu na y cada progreso d'e la t ie ncia quien el hombre ex plota, que ee; en él en quien se reco noce, que
h'l borrado de ella un rasgo an tropomórfico. a él está ligado por el lazo psíq uico i ndeleb l~ qu e perpetúa la
miseria vi tal, verd adera mente es pecífi ca de sus primeros años,
Estas relac iones pueden opo nerse a 1as que constitu yen, en
Si t ree mos p osi ble U-a ta r con . d gun a ironía lo qu e las ilJ1leriores sentido estrecho, el conocimiento, como relaciones de con natura­
objeciones dejan tras lucir en p unto a resislen cia a(ectiva, no no!o, lidad,' con es te términ o ueseamos evocar su homología con 'esas
consideramos eximidos de respo nder a su alcance ideológico. Sin formas más inmedi a tas, g lobales y adaptadas que caracterizan,
extraviarnos en el terreno epis temológico, diremos desue ahora en su conj unto, a las vinc ul aciones psíqu icas del animal con su
qu e la ciencia de la fí sica, por mu y dep ur ada que se pres'en te medio na tural y m ed iante las cuales se distinguen de las mismas
de toda ca tegoría inLuitiva en sus mod ern os progresos) no deja relaciones en el caso del h ombre. Hemos de insistir respecto
lras lu cir~ y por cierto que de un modo sorprendente, la eS lru c­ del va lor de esta e nse ñanza de la psi cología an imal. Sea como
tu ra u'e la intelige ncia que la ha construid o. Si b ien un lVleyer­ fuere, la idea que hCly en el hombre de u n mundo unido a él
~on ha podido demos trarl a somelida en todos sus procesos a la por un a relación armon iosa permite adivi nar su base 'en el <l ntro­
forma ele la identificación mental - forma tan consl iLU tiva del co­ pomorfismo del milO de 1a l1al,ura.leza.. A medid a que se cu mple
nocimiento humano, que la encuentra por reflex ión en los iti­ el esfu erzo que esta idea ani ma, la realidad de esa b~se se revela
nerar ios comunes de l pen ,amiento.-; si el fe nóme no de ]a luz, en la sub versión siempre más amplia de la n aturaleza, esa sub­
cligamos para sumin istrar e l patrón de referencia y el áto mo de ve rsión que es la horninizacióll del plan'C ta: la " naturaleza " de l
acción , reve la en ella un a oscura rela ción con el sensorio huma­ hombre es su relación con el ho mbre,
no, ¿no muestran acaso estos puntos, claro está que ideales, por
los que la física se \'incula J I hombre, pero que son los polO'i
en torno de los cuales ella gira, la más inquiet;¡ nte homología F.l objeto de la psicologla. se dlJfi ne en tth-minos ese ncialmente
con los ejes as ignados a l conocimien to hum¡.l no, como ya Jo l'clotivistas
hemos recordado, por una trad ición reflexiva ajella al l'ecurso
de la experi encia? En esa realic1au específica de las rela.ciones inlerhumanas pu ede
De todos mod os, el antropo morfismo que la física ha re du ci­ u n a psicología uefinir su objeto propio y su m étouo de inves ti­
do, por ejemplo en la noció n de fu.erza, no es un an tropomorf is­ gación , Los concep tos implicados por este objeto y es te método
mo noético, sino psicológico: es, 'esencialmente, la proyección 110 son subje ti vos, sin o relat.ivistas. Por ser a ntropomórficos en su
de la intención humana , Trasladen la misma exigencia de re­ funda mento, esos conceptos - si su extensió n, indicada más a rri­
du cción a un a antTopologla a punto <le n acer, imponerla, incl u­ b<l , a la psicologí<l anima l se dem uestr a como válicla- pu ed~ n
so, a sus fin es más remoLO~, equiva le él desconocer su obj eto y a desarroll arse en form as genera les de la psicología.
poner auténti came n te d-e m<lnifiesto un antropocentrismo de Por lo uemás, el v~d or objetivo de toda investigación se de­
otro orden: el del conocimiento. muestra como la rea lidad de l movi miento, es decir, por ]a efi­
En efecto, el hombre man tiene con la na turaleza reJ;.H.:io nes cacia ue su proyecto, 1,0 que mejor confi rma la excelencia del
que se ven, por una pa rte, 'especifi cadas por las propi euad es de camino ucfinido por Freucl para . abordar el fenúm eno, con una
un pensamien to identifica, torio~ as í como, por la o tra , por el uso pureza que lo distingue de lodos los demás psicólogos, es el
de instrumentos o herramienta s anificia les, Sus relaciones con ava nce prodigioso que ]0 Ilev{) Ha la cabeza" de todos los dem,is
su semeja nte proceden por vías mucho m:í s directas; no sel1.a la­ en ]a rea lid ad psicolúgiGI.
mas en este caso al lenguaje, ni a las insti tu ciones socia les ele­ He mos de dem os lrar es te punto en un a segunda parte d el pre­
mentales, qu e, sea cual fu ere su gén'es is, se halla n en su es truc­ sente artículo. A la ve? manifeslaremos el uso genial qu e Freud
tura sig nadas de art ificiaJismo. Pensa mos en esa comunicación ~ upo hacer de la noción de imagen; si con el n ombre de imago
afectiva, esencial para el grupo soc ia l y qu e se manifiesta con no la li ber6 plenamente del estado confuso de J<l intuíción co­
82 MÁS ALLÁ OfL "PRINC IPIO DE Rf"ALIOAO" MÁS ALLÁ 01'1 . "PRINCIPIO DE REALIDAD" 8l
mún, fu e para emplea r de ma nera mag istral Su a lcance concr'eto, complejos. Preciso es ver e n eIJo el concepto más concre to y
conservándolo todo, en punto a su función jnfonnadoro. e n la fecund o qu e se ha ya apo rtado en el estudio del com po rtamie nto
intuición, la memoria y el desarrollo. hu mano, en oposici6 n con e l concepto de in stinto, qu e has ta
Freud mostró esa fun ción a l descu b rir en la experiencia el en tonces habia reve lado ser en es te Gl mpo tan in adecuado como
proceso de la identificación. Muy diferente del proceso de la es. téril. Y si la doctrina ha, en efecto, referido el complejo llJ
imitación, dis tin guid o por su for ma d e a proximación parcial y instinto, en ca mbio parece qu e la teoría más S'e esclarece por
titu beante, la identificación se opone a és ta no s610 como Ja as i. aq uél que lo que se apoya e n éste.
mil ac ión global d e un a estru ctura, sino también como la asimi. Por la via del cornplejo se insta uran e n el psiquismo las imá­
lació n virtu.al del desarro ll o que esa es tru clnra implica en el gen es que informan a las unid ades más vastas de l campana­
estado a ún indiferenciado. mi'ento, irn ,ígenes con las qu e el sujeto se identifica un n y otra
Así se sabe qu'e e l niñ o percibe ciertas sit uaciones afec tivas vet par<l re presellt;u , actor úni co, el dra ma de sus con fli ctos,
- como. por ej emplo la particular uni ón de dos individu os den ­ Esa comedia, situ ad" por el ge ni o de la es pecie bajo el signo de
tro de un grupo- con una per sp icacia mu cho m;ís inmediata que la risa y las lágr imas, es un a commedia dell'arte, en 'el sentido
1<l del adu lto. porque éste, en efecto, pese a su mayo r diferen. de qu e cada individuo la improvisa y la vuelve mediocre o a lta­
ciació n psíquica, se ha lla inhibido en el conoci mie nto hu mano mente expresiva, seg ún sus dones, desde luego, p'e ro tambi én
y en la conducta de sus relaciones por las categodas convencio. seglln una parad ój ica ley. que parece mos trar la fecunclid .,c1 psí­
nales que las censuran. Con todo, la anse ncia de estas Gllego. quica de toda insuficiencia vital. Co mmedia detl'arle, ad'em ás,
rías. a l permitir captar mejor los signos, sil\le al oil)o menos por la circunslancia de que se la represen ta de acue rdo con un
qu e la es tru ctura primaria de su psiqu ismo. que lo imbu ye g ui ó ll típico y papeles tradicionales, En ella se pueden recono­
desde un primer momento del sentido esencial de la situ ad/m . cer los m i~ m os perso najes qu e han sido tipificados por e l fol ­
No es ésa, si n em bargo, toda su ventaja; además cont iene. con klore, los cuentos y el teatro par<l el niño o para el ad ulto: el
la impresió n significativa, el germen , que el niiio habrá de de­ ogro, el fust¡g,Hlor, 'el t<lcarío, e l padre no ble; los complejos los
sa rrollar en toda su riquez<l, de la interacción social qu e en ella expresa n con nombres más científicm.. En un a imagen a la que
se expresa. ha de condu cirn m el otro aspecto de este trabaj o se reconoced
Por eso, pues. el carácter de un ho mbre pued e d'e s,nrolla r un a la fi g ura del arlequín .
identificación parenta l qu e ha dejado de ejercerse desd e la edad
límite de su recuerdo, Lo qu e se transmite p or esla vía psíquica
son esos rasgos qu e dan en el indi vidu o la forma par ti cular de U n" veí' v,dorada la conquista fenom'enolúgica del freud is mo,
sus relaciones humanas, esto es, su personalidad, Pero 10 qu e la pas(l mos ahora a Ja crítica de su me tapsicologia. Comien 7,a és ta,
conducta de l hombre reflej a entonces no son sólo esos rasgos, prec isamente, en la introdu cdún de la noción de lib ido. En
que a menudo son, no obstante, los más ocultos ; es la si tuación efecto, 1<1 ps ico logía freudian a impulsa su inducción con una
actual en que se Il<I il ab<l e l progenitor, objeto de la iden tifi ca. <ludacia rayana en la temeridad, con lo cua l preteude remon­
ción , cua nd o és ta se produjo, situaciÓn d e confli cto o de infe­ tarse desde la rd ac i6 n interhumana, tal cual la aísla," es dedr,
Tjoridad dentro del gr upo conyugal, por ejemplo, como si estuviese determin ada en nues tra cultura, has ta la (un­
Del anterior proceso resulta que el comportamiento indivi. ción biolc'tgictl, qu'e vendría a ser, luego, su sustrato, y designa
du al de l ho mbre lIev<l la impro nta de cierlo número de relacio­ a esta funci ón en el deseo Je x ual.
nes psíquicas típi cas en las qu e se expresa un (l de term inada es­ Sin t:mb;u go, ha y que diHinguir dos empleos del concepto de
tructura socia l; cuando me nos, la conslelacú;n que dentro de lib id o, penl)<J nentemente confundidos, por lo lIem,ls, en la doc­
esta estructura domin a de modo m;ls especia l los primeros año~ trina: C0 ll1 0 c01Jcepto (~ Il('rgdti('o, que regul a la eq nivalcncia d e
de la infanciél. Jos fenúmenos, y como hip(;lf~,\' is .'i1l.'ilondalisla, que los refi e re a
Esas relaciones pslquicas fundamental es se h an revelado a la la materia,
experiencia, y la d octrina las ha definid o can e l té rmin o de Desig uamos ,rusta?lcialisfrI ;¡ 1:1 hipó/. ("sis, y n o rn:lteria lista , por­

l:!,
84 MÁS ALLÁ DEL "PRINCIPIO DE IU:ALIDAU" MÁS ALLÁ I)IL "PRINCll'IO DE REALlDAO" B5

que el hecho de recurrir a la idea de la m a teria 110 es más que minaciún positiva entre las realidvdes psíquicas, a las que una
un a forma ingenua y superada de un materialismo au ténti co. De definición relativista ha permitido objetivar. Esta determina·
cualquier modo, Freud designa en el metabolismo de la función ción es dinámica, o relativa a los hechos del d eseo,
sexual en el hombre la base de las "sublimacio nes" infi nitamente Así, pues, ha ~itlo posible establecer una escala de la consti·
variadas que su comportam iento pone de manifiesto. tu ción en el hombre de los objetos de su interés, especia lmente
No discutir'emos aquí esta hipótesis. desue que nos parece de aquellos qu e, de una prodigiosa diversidad, siguen siendo
ajena al campo propio de la psicología. Subrayaremos, no obs­ un enigma, si la psicología plantea en principio a la realidad tal
tan te, la circunstancia de hallarse fundamentada sobre un des­ cual la constitu ye el conocimiento: anomalías de la emoción y
cubrimiento clínico de un valo r esencial: el de una correlación la pulsi6n, idiosincrasia de la atracción y la repulsión, fobias y
que se manifiesta constan tem'e nte entre el ejerci cio, el tipo y p,inicos, nostalgias y voluntades irracionales, curiosidades per­
las anomalías de la [unción sexual y un gran número de formas sonales, coleccion ismos electivos, invenciones del conocimiento
y "síntomas" psíquicos. Añadamos a ello que los mecani smos o vocaciones de la actividad.
en los que se desarrolla la hipótesis, mu y diferentes de los del Por otra parte, se ha definido una distribución de lo que
asociacionismo, conducen íl hechos que se ofrecen al control de podríamos llamar los pttes los imaginaríos que constituyen la
la observación, personalidad, puestos que se ven distribuidos -yen los que se
y si la teorla de la libido aduce, por ejemplo, que la sex uali­ componen, según sus tipos- por las imág'enes ya evocadas como
dad infantil pasa por un estadio de organización ana l y as igníl informadoras del desarrollo: son el cUo, el yo y la instancia
un valor eróti co a la función excretoria y al objeto excrementi­ arca ica y secunu aria d el su peryó.
cio, es éste un interés que se puede observar 'en el niño aHí mis­ Dos pregunlas se plantea n al llegar a este punto: ¿cómo se
mo donde se nos 10 señala. c.:onstituye, a trav¿'s de las imágenes -objetos del interés-o esa
En cambio, como concepto energético) la libido sólo es la no­ realidad en la que; concuerda universalmente el conocimientO
ta ción simb6lica de la equivalencia entre los dinamismos que del hombre? ¿Y cómo a través de las identificaciones típi cas del
las imágenes in vis ten en el comportami ento. Es la condición sujeto se constitu ye el yo [je], en el que aquél se reconoce?
misma de la iden ti[icadón úmbólica y la en tidad esencial del Freud responde a ambas pregun tas pasando nuevamente al
orden raci onal, sin las cuales nin gu na ciencia podría constituir­ terreno metapsi co16gico, Propone un "p rinciPio de realidad"
se. Gracias a esta notación, la eficiencia de las im~ge nes, todavía cuya críti ca, dentro de su doctrina, constituye el fin de nuestro
sin relación posible con una unid ad de medida, pero provista trabajo. Pero antes debemos examinar qué a portan con respecto
ya de un signo positivo o negativo, se puede expresar por el él la realidad de la ,:magen y a las [ar'mas del conocim'i eni o las
equilibrio que aquéllas logran y, de alguna manera, por un investigaciones que, junl.am'ente con la disciplina freudiana,
método de doble p esada_ asisten a la nueva ciencia psicológica. Tales serán las dos par·
Con em pleo tal, la noci dn de libido ya no es metapsicológic<l: tes de nuestro segun do artículo.
es el instrumento de un progreso de la psicología hacia un saber
positivo. Por ejemplo, la combinación de la noción de investi­ (Marienbad, Noirmoutiel"_ Agosto-vctubre de 1936.)
dur a libidinal con una estructura tan concretamente definid~l
como 1a del su peryó represe nta, tanto acerca de la definición
idea l de la conciencia moral como respe cto de la abstracción
fun cional de las reacciones denominadas de oposición o de imi­
taci ón.: un progreso s6lo comparable a l proporcionado en la cien­
cia de la física por la rela ción p eso sobre volumen cuando se
terminó por sustituir ella a las ca tegorías cuantitativas de 10
pesado y lo liviano.
De ese modo se h<ln introd ucid o los elementos de Ulla deter­

- ,
EL UfAO IO DEL ESPEJO COMO FOR M ADO R 87

EL ESTADIO DEL ESPEJO COMO FORMADOR DE LA o ar t i ficia l (lo que solemos llamar unas an d ade ras) , supera e n
FUNC I ON DEL YO [fE] T A L COMO SE NOS u n j ubiloso aj e t reo las tra bas de ese apoyo pa ra suspe nde r su
REVE LA EN LA EX PERIENCI A PSICOANA UTI CA' ac titud e n un a pos tura m ás o m e nos inclinada, y conseguir, p ar a
fijarl o , un aspec to insta nt á neo de la imagen.
Esta actividad conserva par a nosotros hasta la edad de d ieci ­
och o me~;,es el se ntido que le d amos -y que no es menos revela­
d or de U Il -d inamism o Ji b id ina l, hasta e nto n ces p roblemá ti co,
que de u lla es tru ctura o n LO lógicCl de l mund o hu m ano que se
La concepció n del estadi o de l espejo que in troduj e en nu eS lro i nse rta e n nues tras re El ex ion es sob re'el con oci miento pa ra no ico.
último congreso, hace trece a ños, po r haber más o me nos pasa uo Hasta p ara e ll o co m prender e l es tadlo d el es p ej o co m O un a
desue entonces a l uso de l gru po [rancés, no me pareci ó índigna idenl':¡I:cación en el ::,"Cntido pleno que el análisis da a este tér­
de ser recordad a a la a tenc ión de usted es : h oy especia lmenle en min o: a sa uer, la tra nsformac ión prod ucida en e l suj eto cua nd o
razón de las luces que aporta sobre la [u n ció n del yo [je] e n la asume un a image n, cuya prede~ tin ació n a es te efec to de fa se
ex pe riencia 4ue de él n os d" e l psicoa ná lis is. Ex pe ri en cia de la es tá su fic ie nreme n te indicada por e l uso, e n la teo ría, del té r­
qu e hay qu e decir qu e nos opo ne a toda filosofía derivada d irec­ m in o anti gu o ima.go .
tamente de l cogilO. El hecho <.le qlte su imagen especular sea asumida jubi losa­
Acaso haya entre us tedes qui enes recuerden el as pecto de] ccm· mente p or e l ser ::,u m ido todavía en la im p o tencia mo triz y la
porlamienlQ de que partimos, iluminado por un hecho de psico­ depen d cn eia de lit lacta ncia qu e es e l h o mbreci to e n ese es ta di o
logía comparada: la cría de ho mbre, a una edad en que se e n· inJa71s, n o\ p.uece r:'1 por lo ta nto que ma nifi esta, e n u na situ;:. ­
cuen tra por poco tie mpo, pero todavía un ti e mpo, su pe rado ciú n eje mplar, la ma tri z simból ica e n la qu e e l yo [fe ] se p reci­
e n inte li gen óa inst rume nta l por e l chimpa ncé. reco noce ya sin pi la e n un tl for ma p ri mord ial, antes el'e ohj etiva rse en la d ia léc­
e mb argo su image n en e l espej o como ta l. R econocimic nto se lia­ tica de la íden t ifi caci6n' con el otro y antes de que el lenguaje
lado po r la mími ca iluminante d el Aha..E,.zebnis~ en la <]uc para le rC'itlt u ya en lo un iversa l su fun ci6 n de suje to.
Kohler se expresa la apercepción siluacional, tie m po esencia l de l E \l.íI form a p or lo de m ;b de be rí a más bie n d esign arse com o
aclO de in te ligencia. "n-icÜ:a.l , ~ !o. i q ui!-o iércllnos h ,'l ce rb e ntr<lr e n un regist ro co noci do,
Es te aC lO, e n efec to, lejos de ago la rse, co mo e n el mon o, e n e n el ,.. e nt.id o <.le q ue ~ení ta m h ién el tro n co de las identi fica­
e l con tro l, un a vez a dquiri d o, de la ina nid ad de la im agen, re­ cione., .,,>eeunclarias, cuyas funciones tI·e normalización libidinal
bo ta en segu ida e n e l n iño en u na serie de ge~(Qs en los qu e reco n ocemos b¡l jO ese térm ino. Pero e l P Ullto imp ortan te es q ue
experim·enta lú dlcamente la rel ació n de los movimientos asumi ­ es ta (arma si tú a la in!> tancia de ] yo~ a\l n desde a nte!> de su de t'e r­
d os de la imagen con su med io am u ie nte re flejado, y de ese minac iú n !o.ol: ia l, e n un a línea de ri cei!'H"} , irredu cti b le pa ra sie m­
co m p lejo virtua l a la rea lid ad qu e re produ ce, o sea co n su pro · pre po r el indi viduo solo; o m i" bie n , qu e sól o asi nlú t icame nte
pio cuerpo y con las personas, incluso co n los objetos, q ue St' tocad -el de ve n ir de l sujeto, ella lquiera que sea el éxito de las
en cue n tran junto a él. ~ ínles i s di a!t(1 icas po r med io ele la:-; cua les tie ne que re solver
Este acontecimiento puede producirse, como es sabido desde en Cu,mto yo [je] ~JU di~eord a n ci a con respec to a ~ u p ro pi:l
los traba jos de Ba ld wi n, desde la edad de seis meses, y su repe­
rea !id a d .
ti ció n ha atraído con frecue n cia nu est ra m editaci<'ln a nte e l es­ E!> qu e la fo rma to lal d e l cue rpo, g rítc ias a la cu a l e l suj e to s-e
pec t¡'tcul o im p resion a nte d e un Jaclflllte a nte -el espejo, q ue no adehlll w e n ,un c'ipejismo a la ma du ración de su poder. no le es
tien e tod avÍl! domini o d e la m arch a, ni siqui eríl d e Ll post u r:l dada . . ino co m o C es talt, es decir en una ex terioridad doncl"e sin
en p ie, pero que, a pesar del eSLOrbo d e algún sOSltn huma n o
~ [1.:1C:1 0 se <l lcnd r:\ en lo s uccsivn a la Ir:Hl ucción de Idealirh po r mo j­
1 Comullicación pl"bC ll lada aule el XYI Cong reso Illlcm acio llil l de P~i ­ idc(l~ cOIlU:pl H:1 li l.:índ o lo de ¡¡c ue rdo cn n _1I hi pal"li ción: /tIO; - yo com o
coa ll:'l1 i\is, e n Zu rich , el 17 dc j lllio de 1949. co m¡ll'!u.:c iólI imagi n a ri a , je )'0 como posidoll sirnhó lica d e l suje t? .... 5]

(8GI

.....,
.....

.
88 EL ESfADIO DEL ESPEJO COMO FORMl\bOR t:L ESTADIO UFl ESPt:JO COMO fORM!\DO k 89

duda esa forma es más constituyente que constituida, pero donde vuelto en la cues ti ón del sentido (le la belleza como formativa
sobre todo le aparece en un relieve de estatura que la coagula y como eróg'ena .
y baj o una sim'etría que la in vie rte. en oposición a la turbulen­ Pero los hechos del mime Lismo, concebidos como de identifi.
cia de movimientos con que se experimenta a sí mismo a nimán­ c<tción heteromórfica, no 110S interesan mellos aquí, por cuanto
dola. Así 'esta Gestalt, cuya pregnancia debe considerarse como plantean el problema de la significaci6n del espacio para 'el or~
ligada a la especie. aunque su es tilo motor sea todavía confundi­ ga nismo vivo -y los con ceptos psicológicos no parecen más iro·
bIe, por esos d os aspectos de su aparición simbo liza la pefma, propios para aportar alguna luz sobre es ta cuestión qu e los ri·
nencia mental del )'0 [je] al mismo tiempo que prefig ura su dículos e:,[uerzos intentados con vistas él reducirlos a la ley prc.
destinación 'enajenadora; es tá preñada todavía de las correspon. cendidamente suprema de la adaptación. Recordemos únicamen·
dencias que unen e l yo Ue] a la es tatua en que el hombre se te los rayos que hi zo fulgurar sobre el asunto el pensamiento
proyecta como a los fantasmas que le dominan, a l autómata, (joven entonces y en reciente ruptura de las prescripciones socio·
en fin , en el cual, en un a telación ambigua, tiende a redon~ lógicas en que se había form ado) de un Roger Caillois, cuanllo
dearse el mundo de su fabr icació n . hajo el lérmino de psicaJu'niu legendaria) sub~umía el mimetis­
Para las imagos, en efecto -respecto de la s cua les es nnestro mo morfológico en una obsesi(m del espacio en su efecto des·
privilegio el ver perfilarse, en nuestra experiencia cotidiana y rea lizan te.
en la penumbra de la eficacia simb6lica,J sus rostros velados-, Tambi én nosotros Iremos mostf;:tdo en la dialéclica socia l qu e
la imagen especular parece ser el umbral del mundo visible, si estructura como para noico el conocimiento humano" la raz.Ón
hemos de dar crédito a la disposición en espejo que presenta en que lo hace m¡'¡s autónomo que el del animal con respecto al
la alucinación y en el sueño la ¡mago del cuerpo pmpiQ, ya se ca mpo de fuerzas del deseo, pero también que le determina en
trate de sus rasgos individuales. incluso de sus mutilaciones, o esa "poca realidad" que denuncia e n ella la insa tisfacci(m su·
de sus proyecciones objetales, o si nos fijamos 'en el papel del rrealista. ti Y estas renexiOlres nos incitan a reconocer en la ca p.
aparato del espejo en las apariciones del doble en que se mani. taciÓn espac ial qu e manifiesta el estad io del espej o el efecto e n
fiestan realidades psíq ui cas. por lo demás heterogéneas, e l hombre, premanente incluso a esa dialéctica, de una insufi·
Que una Gestalt sea capaz de efeclos formativos sobre el orga. ciencia org{m ica de su rea lidad natural, si es que atribuimos
nismo es cosa que puede atesti guarse por una experimen tación algún senlido al término " naturaleza".
biológica, a su vez tan ajena a la idea de causalidad psíquica La fun ció n del estadio del espejo se nos revela entonces como
que no puede resolverse a formnlarla como tal. No por eso deja un caso particular de la funci6n de la ¡mago, que es establecer
de reconocer que la maduración de la gónada en la paloma una rel ac ió n uel orga nismo con Sil rea lidad: o. cqmo S'e ha di cho.
tiene por condiciÓn necesaria la vista de un congénere. sin que del I nncnwelt con el UmtIJelt. '
importe su sexo -y tan suficiente, que su efecto se obtiene po. 1. --Pero esta relac ión con la n atu ralez~1' e~tá alterada en el h ombre
nierrdo sol<lmente al alcan ce del individuo el campo de reflexión . por cierta uehiscencia del organismo en su seno, por una Dis·
de un espejo, De igual manera, el paso, en la es tirpe, del grillo cordia prímordial que traicionan los signos de malestar y la
peregrino de la forma solitaria a la forma gregaria se obtiene '\ incoord inación motriz de los meses neonat'lles. La noci6n obje·
exponj·endo al individuo, en cierto es tadio, a la acciÓn excl usi. tiva del inacabamiento anatómico del sistema piramidal como
vamente visual de una image n similar, con tal de qu e eSlé ani. de ciertas remanendas humorales uel organismo materno. con·
mada de movimientos de un estil o suficientemente cercano ,,1 \. firma este punto de vista que formulamos como el dato de una
de los que son propios de su especie. Hechos que se inscriben I verdadera pTematurac¡ón especifica del nacimiento en el hombre.

en un orden de iden tifi cación homeomórfica que quedaría en. I Señal emos de pasada que este dato es reconocido como tal
por los embriólogos, bajo el término de feialiUlción, para deter·
sef. Clande Lévi·Strauss, "L·efficacité symbolique·', Revue d'Histoire des
R eligilhlS, enero· marzo, 1949 (inclnido en A1Jtropofogia c:slruclu1'o l, Buenos ~ cr. el! C1i le tomo pp. 104 Y 170.

Aires, Eudeba, 1968 ("La efi cacia si mból ica·'), pp. IG8. 185]. ~ [Almi óll al texto de André Brcton, DiscOlIH JU1· l ~ pw de n!oli/(f. TSl

90 EL ESTADIO DEL .f.SPFJO COMO FORMADOR eL E.STADIO DEL f.SPEJO COMO FORMADOR 91

minar la prevalencia de los aparatos llamados superiores del qu'e los emancipemos de la condición de experiencia que hace
ncuroeje y especialmente ele ese córtex que las intervenciones que los recibamos ele una técnica de lenguaje, nuestras tenta­
pSlcoqUlrúrglcas nos llevad n a concebir como el espejo intra­ tivas teóricas quedarían expuestas al reproche de proyectarse
org,ínlco. en lo impen3ab:e de un ':>ujet.o absoluto: por eso hemos buscado
Este de~(\rrollo es vivido como una dialéctica temporal que en la hipótesis aquí fundada sobre una concurrencia de datos
proyecta decisivamente en historia la formación del individuo: objetivos la rejilla directriz ele un método de rr:dllccián silllb6l/ul.
el csladio del esjJcÍo es un drama cuyo empuje interno se preci­ Éste in.)taura en la::. defensas del yo un orden g'enético que
pita de la in:.uficicncia a la anticipación; y que para el sujeto, responde a los voto::. formulados por la señorita Anna Freud en
presa de la ilusicm ele la itl"entificación espacial, maquina la') la primera parle de ::.u gran obra, y sitúa (contra un prejuicio
fantasías que :le sucederán desde una imagen fragmeIltada del frecuentemente expre::.ado) la repre::.ión histérica y sus retornos
cuerpo 11 <1,':> La una forma que llamaremos orLopédica de su tota­ en un e:;taclio m;Í5 arcaico que la inversión obse<¡iva y su<¡ pro­
lidad -y a la armadura por fin asumida de una identidad ena­ ce::.os aislantes, y éstos a su vez como previos a la enajenad/m
j'enante, quc va (\ marcar con su estructura rígida tooo su desa­ paranoica que data del viraje del yo [jc] especular al yo [jeJ
n'ollo menlal. Así la ruplura del círculo del Innenwe1t al Um­ social.
• !
eng·endra
wc!l'-----; . .
la cuadratura lIlaCTolable
h
de la::.' rea.)cveraClones Este momento en que termina el estadio del e::.pejo inaugura,
del yo. por la identificaci()n con la ánago del semejante y el drt\llla de
ESle cuerpo Iragmentado, término que he hecho también a(ep­ 1m celm primordiales (l.an acertadamente valoril.ado por la
tar en IlUC.C,tro ~i)tellla ele referencias te/>ricas, se muestra regu­ escuela de Charlotte Bühler en los hechos de lmnsilivis/JIo 111­
larmente en los ~ueíios, cuando 1<1 moción del análisis toca cierto F<lntil), la dialéctica que de::.de entonces liga <tI )'0 [je] con situa­
nivel ele de~integT;¡ciún agresiva del individuo. Aparece ent.onces ciones ~ocialIllellle elahoradas.
bajo la forllla de lllielllhro~ desunidos y de esos órganos figura_ Es este momento el que hace vo1car~e de(ic,ivamente todo el
dos ·en exmcopia, que adquieren ala::. y armas para las perseci..l­ s;¡b"er humano en la mediatización por el de::.eo del otro, constitu­
ciones intestina::., los cuales fij('J para ::.iempre por la pintura el ye su~ objetos en una equivalencia abstracta por la rivalidad
visionario Jedmlmo Bosc.o, en su ascensión durante el siglo de­ del otro, y hace del yo [¡"el ese aparato para el cual Lodo irnpul!io
cimoquinto al cenit imaginario del hombre moderno. Pero esa de los imtintos sed un peligro, aun cuando re::.pondi-ese a una
forma se mu'C')tra tangible en el plano orgánico mismo, en b::. maclur<lciún natural; pue::. la normaliLación misma de esa ma­
líneas ele fragilif(\(i('m que definen la anatomía fantasiosa, mani­ duración depende desde ese momento en el hombre de un expe­
fiesta en 1m sÍntoIlw::, de escisión e::.quizoide o de espasmo, de diente cultural: como se ve en lo que respecta al obj·cto sexual
la histeria. en el complejo de Edipo.
Correlativamente, la formación dd yo [jr] se simboliza onÍrj. El término "narcj.)i~IllO prinnrio" con el que la doctrina de­
camenle por un campo fortificado, o ha::'la un estadio, distrihu­ signa la carga libidinal propia de e)e momento, revela en su~
yendo de~de el ruedo interior ha::'la su recinto, lla.)ta su cont.orno inventores, a la lul. de nuestra concepción, el m;'IS profundo sen­
de cascajos y pant,i1lO::', dos campos de lucha opue::.toc, donúe el timiento de la~ latencia'), de la .)ernAnticít. Pero ella ilumina
sujeto s'e clnpecina en la bú::.queda del altivo y lejallo ca.':>tillo también la opm¡ción dil¡;ÍLllica que trataron de definir de e':>a
interior, cuya forma (a vece~ yuxtapue~til en el mi~lllo libreto) libido a la libido sexual, cuando invocaron in::.tintos de dec,truc­
simboliza el ellu de manera ::.obrccogedora. Y parejamente, aquí ei/m, y hasta de muerte, para explicar la relación evidente de
en el plano mental, encontramos r'C(llizada~ e::.ta::. e.c,tructura:; de la libido narci<¡i::.ta con la función enajenadora del )'0 [jel, con
L'tbricl fortificada (uya met;Hora ~UJ ge e~pont<Í.neaJllClltc, y como la agre.c,ivi(bc1 Cjue s·e desprende de ella en tO(b relacic'm con el
brotada de joe, c,(llloma::. mic,l11os del sujeto, para dc':>ignar lo::. 'otro, aunque fuec,e la de la ayuda 11l;1<¡ ~amaritana.
meClni.c,Jllo') de inversi/Jn, de ai':>lan)iento, de reduplicaci/HI, (le Es que tocaron e<¡a neg-atividad existenci,d, cuya realidad e<;
(tnu!a(i/m, de dec,pLI/allliento, de la nellro~is ob~esiva. tan vivaJllente promovida por la filmofía conternpodne;l del
Pero, de edificar ::.ohre estos únicos datos ::.ubjctivos, y por poco ser y de la nada.
9~
EL t.STADI O UFI ~ SI 'F JO COMO ...OIl.M .... OOR
92 -FL, ESTI\OIO 1I1::L ESPEJO COMO YOItM¡\IXllt
En ese punto de juntura de la natu ra lela con la cu ltura que
Pero esa 1dosofía no la aprehe nde desgr aciadamente si no en la antropología de nuestros días escruta obstin ad amente, sólo
los límites de una self·su fliciency de la conciencia, que, por es tar el psicoanálisis reconoce ese nudo de servidumbre imaginaria
inscrita en sus premisas, encadcna a los de:;conodmientos cons­ que el a mor debe siempre volver a deshacer o cortar de tajo.
titutivos del yo la ilusión de a utonomía en que se confía . Juego Para tal obra, el sentimiento altruista es sin promesas p <'tr<t
,del espíritu que, por a limentarse singularmente de préstamos a nosotros, que sacamos a luz la agresividad que subtiende la aC.­
la experiencia analí tica, cul mina en la pretensión de asegurar ción del fil ilntropo, del idealista, del ped agogo, inclu so del
un psi<.oaná1isis existenciaL
reformador.
Al términ o de la empresa histórica de una sociedad por no En el recurso, (jue nosotros preservamos, del sujeLO a l suj eto,
reconocerse y¡l otra función sino utilitari a, y en la angus tia del el psicoa nálisis puede acompañar al paciente h(lsta el límit e
individuo a nte la forma concentracionaria del lazo social cuyo ex tático del "Tú eres eso") donde se le revela la cif ra de ~lLdes.
surgimiento parece recompensar ese esfuerzo, el existencialismo tino morta l, pero ·no está en nuestro solo poder de prac ti cantes
se juzga por las justificaciones que da de los ca llejo nes sin sa lida eTc ontlucirlo hasta ese mome nto en que empieza el verdadero
s ubj e ti vo~ que efectivamente resultan de e llo: una libertad que
110 ~e afirma nunca tan auténticamente como en tre los muro"
viaJe.
de un a cárcel. una exigencia de compromiso en la que se expre­
sa la impotencia de la pura conciencia para su perar ninguna
situaci(lI1, ulla idealización voyeurista-sádi ca de la relación se­
x ual , una personalidad que no se r eali za sino e n el suicidio,
una cOllcie ncia del otro que no se satisface si no por el asesina to
hegeliano.
A es to~ enun ciad o:, se opone tod a nuestra experiencia en la
medida en que nos aparta de con cebi r el yo como cen trado so­
bre el úttema percepción-conciencia} como organizado por el
. "principio de realidad" en que s'e formula el prejuicio cien tif is­
ta más opues to a la di a lécti ca del conocimiento -para indica r.
nos qu e p"trtamos de la funci ón de descollocimierzto que lo ca­
racter ila en tod as las estructuras tan fu er temente arti culadas
por la se í10rita Anna Freud : pues si la Verneinu.ng representa
su forma patente, latentes en su mayor parte quedarfm sus efec­
tos mientras no sean iluminados por alguna luz reflej ada en el
pl ano de fa ta lidad , donde se manifiesta el ello .
Así se comprende esa inei'cia propia de las formaciones del yo
Ue] en hlS que puede verse la de[inición más ex tensiva de la
neurosi s: del mismo lnodo que la captación de l suj eto por la
situac ión da la fórmula más ge1reral de la loc ura, de la que yace
entre los muros de los man ico mios como de la qu e ensordece
la tierra C011 su son ido y su furia.
Los sufrünientos de la neurosLs y de la psicosis so n para nos­
otros la esc uel a de las pasiones del alma, de l mismo modo que
el fiel de la balanza psicoana líti ca, cuando calcul a mos la incli.
nación de la amena za so bre comunidades en teras, nos da el ín­
dice de amortizacic'm de las pasiones de la civitas.
LA AGRES IVID .... O EN rSICOANÁusrs 95
LA AGRES IVID AD EN PSICOANA LlSIS que me h an inspirado mis refl exio nes de mu cho t. ie mpo "lrede­
-dar -<le e~ ta ¡¡paría ve rdade ra d e la d oc tr in a, y tamhi én el se nli­
I NFORME TEÓRI CO PRESENTADO EN EL X I CONGRESO 0 1:: LOS miento qu e a la lec tura de numerosos lrabe.j os he tenido d e
PSI COANA LI STAS I.)J:: l.l::NG UA FRA NCESA , REU N IllQ EN BRUSELAS nu es tra respo ns<l bilidad en la evolució n actual d e I¡¡ psicología
A MEDIAI>OS DE MAYO DE 1948 de IabOr<lI Ori o y d e cura. Pienso por un<l parte en l a~ inv e:;Liga ­
-ciones l);:¡m"das beho1Jiollristas, lo mejor d e cuyos res ultados
(que" veces nos parecen un poco magros para el a parato cun
qu e se r od ea n) me parece que lo deben a la utili zac iú n a menu­
do implícit.a qu e hace n de las categorías qu e el <lll,í.Iisis lt¡¡ apo r­
tado a la psicolog fa ; por otra parte, a oe género d e cura - ya .'1e
El informe p rece dente les ha presentado 'el empleo qu e hace mos dirija a los adu ltos o a 1m nil"íos- que puede agrupar':ie bajo el
de \a n oci6n de agres ividad,l en clínica y en tera péutica. Me término de cura psicodramá tiw, que busca su efi cacia en la
qu eda la tarea de puner a prueba delante de ustedes si puede ahrea cct ún qu e incenta agotar en el plano del ju ego, y en ]a
form arse de ella un co ncepto tal que pueela aspirar a un uso -que el anál isis clás ico da también las nociones efi cazmente di ­
d enlífi c.:o, es decir pro pi o para obje tivar hechos de un orde n re clri ces.
compa ra ble en la realidad , más ca tegóri ca men le p:Ha es t7lb lece r
ulla dim ensión de la experiencia en la que hechos ohjetivados
puedan co nsidera rse COIllO va riables ~uyas. TESIS 1: La agresividad se manifiesta en u.na expe'rienáa q'll c (' S

T encmos lodos en conu'm en e~ ta asambh~(, una experie ncia subjetiva POT Sil consti tución misma.
fundad a e n una (éc nic<I , un sistema de co nce ptos a l q\l e so mos
fi e l e~, tanto porque fu e elaborado por aquel prec isamenle que No 'es v:lno, en efecto, volver al fenómen o de la ex peri encia P S I­
nos ab r iú toda s la s \'ías de esa experiencia, cu anto po rque lleva coana lí Li ca. Por apuntar a datos primari os, esta re fl ex ión es
la mar ca viva de las elapas de esa elaboración. Es decir que al {)mitida a menud o.
conl.rario de l dogmatismo qU'e nos imputan, sabemos que ese Puede d ecirse que la acción psicoanalítica se d esarrolla en y
.<,istema per manece abi erto no sólo en ~u acabamiento, sino en por la co municació n verba l, es decir en Ull a captura dial éc ti ca
varias de SlI S ¡un luras. (Jel sentido. Sup one pU'es un sujeto que se mani Ciesta co mo tal
Eso~; hiat.os parecen rellnirse en la signifi caci6n enigmática .C! la intenció n de u tro.

qu e Frelld promoviú co mo instinto de mu erlt': tes tim oni o, se­ Esta .~ ubj etiv idacl no puede objeuírsellos como algo qu e d ehi e­
mejanle él la figur:l de la Esfinge, de la aporía eO Il (lue lropezó ra cs Lar cadu co, ~egt'ln el ideal que la física satisface, e 1imin;\n­
ese gran pen sa miento en la tentativa mc'IS profund a que se ha dala m'ed iante el aparato registrador, sin poder ev itar no obs­
dado de for mular una -ex periencia del hombre en el registro tante la cauc iú n del error personal en la lectul"(l del resul t;:ldo.
de la biología. Sólo un suj eto p ued e comprender un se ntido, inversamente
Esa a po ria es tá en el co razó n de la noci ón d e la agre~i vidad , todo fe nó meno d e se ntido implica un su jeto .l En el aná lisis un
respec to de hl cua l Ined imos mejor cad a día la p¡lrle qu e co n vie­ ~ uieto se da como pudi end o ser comprendido y lo es e fec tiva­
ne a (ribuirle en la econo mía p!:.iqui ca. mente: inlros pecciún e intui ció n pretendidallle nle proyectiva no
Por 'eso la cues tión de la 1l ~lluraJ ez a metapsicolúgica d e las con stitu ye n aquí los vicios ele principio que un " psicología qu e
tenden cia s moníferas vue lve a ponerse COnSLan lement c sohre dab<l sus p r imeros )JtlSOS en la v ía de la ciencia co nside r6 co mo
e l lapete por nu es tros colegas leúricm, no sin conlradia iún, y irrcduoiblet1. Esto equivaldría a ha cer un ca llejón sin s<l Jida de
.a menudo, preciso es d'ecirlo, con algún form" l ismo. momento~ abslractamente aislados del cli:110go, cu,tn do es pre­
Qui ero úni ca mente proponerle~ algunas observatiolles o tesis (iso conf iarse ¡¡ su movimiento: es 'el mérito d e Fre ud el ha ber
asumid o sus r¡e~gos, antes de dominarlos mediante una téc ni ca
1 Dejando aparte es ta primera linea. esLc texto se da inLac trl. Tlgur o~a.

[94]
9ti LA A(;k} SI\' JUAO J;:r.: 1 ~1C:t)'\N .I..LI SI~ LA AGRL'> IVIOAD EN PSICOAN Ál.lSlS 97

¿Pueden sus rcs \lltad o~ lunuar una ciencia positi va? Sí. si la L.., efi cacia propia de esa intención agresiva es manifiesta: la
ex pericnci¡.¡ es rOlltrolable por todos. Ahora bien, constituid .. comprobamos corrientemente en la acción formado ra de un
enlre dos suj'e tos tin o de Jos cuales de.~empeña en el di álogo llTl individu o sobre ]a~ personas de su dependencia: la agresividad
{'<lpe l de ideal impersonalidad (pu nto que exigirá m,ís auelante in tencional roe, mina, disgrega, castra; , condu ce a la muerte :
lIueSlra atenciún), }" experi encia , un a vez aca bada y bajo la'i "¡Y yo 4ue creía qu e er as impotentel", gemía en un grito d-e
úni cas condiciones de Glpacidad exigible para toua illve,~tigacic'll1 ti b'l'esa una madre a su hijo que acababa de confesarle, no sin
t:,'Ipecial, puede ser retomada por el otro sujeLO con UII tercero. 'esfueflo, sus te ndencias homosexuales. y podla ,,"'erse que su per.
Esta vía apare ntemente inici ¡'ltica 11 0 es sino una tran~l1lisi6n mallente agresividad de mujer viril no había d ejado de tener
por rec urrencia, ue la que 11 0 cabe asomhrarse pues to qu e de· efectos; siempre nos ha sido imposible, 'en casos semejílO les, des~
pende de la estructura misma, bipo lar, de Lada subj etividad , viar los golpes de la empresa analflica misma.
Só lo la velocidad de la difusió n de la experiencia queda afec ',, · Esta agresividad se ej erce ciertamente dentro de constriccio­
da po r ella y si su restricci6n al área ue una cuhura puede dis· nes rea les, Pero sabemos po r experien cia que no es menOS eficaz
('uLirse, aparte ue que ninguna sa na antropología puede saG;'l r por la vía de la expresividad: un padre ~evero intimida por su
ue ello un a objeci6n, todo indica que sus res ultados pueden sola pre~e nci a y la imagen del.. Cas tigador a penas necesita enar­
relativizarse 10 ~ ufiáe nte para un a genera liz.-"lción que sa lisfag.¡ oola r!'.e pa ra quc e l niño la formc. R es uen a más l-ejos qu e nín·
el postulado huma llitario, inseparable del e!'.pírilll de la denc ia . gún estrago.
ES lm fenómenos mentales llamados las imágenes, con un tér­
mino cuyas acepciones semánti cas con firm an todas su va lor ex·
" ..: SIS JI : La agresivida.d., en. la expe)·ien.cia, nos es dada como presivo, después de Jos fracasos p'erpetuos para dar cuenta de
intención de a.gresión y como imagrn de dislo cación ellos qu e ha registrado la psicología de tradición clásica, el psi­
corporal, y rs bajo tales modo~ como ,le demuestra efi. coanálisis fu e el primero que se reveló a l nivel de la rea lidad
Cir'l1 ir':,
concreta quc representa n. Es que partió de su función forma·
d or<l. en el suj elo y reveló q ue si las imágenes co rrientes delermi·
l.a ex perie nria allíllil tc a nos permile experim entar la presión
nan ta!cs inflexiones individuales de las tend-encias, es como va­
intencional. La leemos en el sen tid o simbólico eje los síntomas,
ria cioll cs dc las matri ces que constitu ye n para los " instintos"
en cuanto e l ~ uj'eto de~ poj ;" las defe nsas con las qu c los desco­
mismos esas otras específi cas qu e nosotros hacemos responder a
necta de sus rela cio nes CO Il su vida cotidia na y con Sil histori¡1
- en la fin alidad implícita de sus con duc tas y de ~llS rechazos ­ la <lnligua apelación de imago.
en las fallas eJe su accióll - en la co nfe~ i{,11 de SU" fa ntasmils E nll~e estas últimas las ha y qu e represe ntan los vecto res elec·
pri vi legiados - en los ,-éblls [je rog líficos] de la vida onírica. ti vos de las intcnciones agres ivas, a las que proveen de una efi·
Podemos c"si m'c(lirl J. en };t modulad /m r eivindicmlora qu e car ia que podemos ll amar m;í.gica. Son las imágenes de castra­
'iostiene a veces todo el di'icurso, en sus s l1~pensiones, !\ llS vacila­ ci('m, de ev iración, de mutilación , de desmembrami'e n ro, de di s­
cione~, ,.,us inflexiones y sus bpSll S, en las inexacLitudes del relaLO, 10Lació n, de des tripamien to, de devoración, de re ve ntamiento del
I<Is irregula rida ues en 1<1 aplicaci bn u'e la regla, lo'i relrasos en LtlCrpo. eu 1I11<l. palabra las imagos que personalm'ente he agr u·
las sesio nes, las ausencias calculada~. a menuuo en las rccrimin,, · pado ba jo la rúbrica que bien parece ser estructural de imagos
clones, los re pro c h e~, los temo res fantasmá li cos, las reacc iones de l C'up.rpo fragmentad.o.
e mocionales ue inl . las d em o~traciones con finalidad intimidante; Ha y aquí una relación especíHca del ho mbre con su propIO
mientras que las vio lencias propiamen te dich ;.¡:.¡ son tu n raras cuerpo qU'e Sé! manifi es ta igualmente en la generalidad de una
(o mo 10 implican la coy un tura de emergenc ia que ha llevado serie de prácticas socia les -desde los ritos del ta tu aje, de la
al enfermo a l méd ico, y su tra nsfo r mació n, :.:I ce ptada por e l pri. in ci!)ió n, de ]a circuncisión en las sociedades primitivas, hasta
mero, en un a convenri(m <le di á logo. en lo que podría llama rse 10 arbi trario procustiano de la moda,
en cuan to q ue d'esmiente en las sociedades ava nzadas ese respeto

...

\.~I
' ..
98 LA AGR.ESIY ID AD EN PS ICOA NÁLISIS LA AG RES IVIDAD El'! l'SICOAl'!..\LISlS 99
de las formas naturales del cuerpo humano cuya idea es tard ía TES IS 111 : Los resoTtes de agresividad deciden de las razon es que
en la cultura. motivan la técnica del análisis.
No hay sin o que escuchar la fabulación y los ju egos de los
niños, aislados o en tre ellos, entre dos y ci nco años, para saber El diá logo parece en sí mismo constituir una renunc ia a la agre­
que arrancar la cab'eza y abrir el vientre son temas espontáneos sividad; la filosofía desde Sócra tes ha puesto siempre en él su
de su imaginac ión , que la experiencia de la muñeca despanzu­ esperanza de hacer triunfar la vía racional. Y sin embargo desde
rrada no hace m ás que colmar. los tiempos en que TrasÍmaco hizo su salida demente al princi­
Hay que hojear un álbum que reproduzca el conjunto y los pio del gran diálogo de l oa R epública, el fracaso de la dia léc­
deta lles de la obra de J erónimo Bosco para reconocer en ell os ti ca verbal no ha hecho s in o demostrars'e con harta frecuencia .
el a tl as de tod as esas imágenes agresivas que atormentan {L l os He subrayado que el analis ta curaba por el diá logo, y locuras
ho mbres. La preva lencia entre ellas, desc ubierta por e l a ná lisis, tan grandes como ésa; ¿qué virtud le añadió pues Freud?
de las i mág'enes de un a autosco pia primitiva de los órganos ora­ La regla propuesta al paciente en el a nálisis le deja adelan~
les" y derivados de la cloaca h a enge ndrado agul las formas de tars'e en una intencionalidad ciega a tod o o tro fin que su libe­
los demonios. H as ta la misma ojiva d'c las angustia e del naci. ración de un malo de una ignorancia de la que no conoce ni
miento se encuen tra en la puerta de los abismos hacia los que siquiera los límites.
empujan a los condenados. y hasta la estructura narcisis ta puede Su vOl será la única que se hará oír duran te un tiempo cuya
e\'ocarse en esas esferas d'e vidrio en las que están cautivos los dUr¡lOÚn queda a discreción del analista. Particularmente le
copartícipes agotados de l jardín de las del icias. ser:'! pronto manifiesra, y ;ul'emás confirmada, la abstención del
Volvemos a encontrar constantemente estas fantasmagorías (lnali~la de responderle en ningún plan de consej o o de proyecto.
en los sueños, particularmente 'en el mamen to en que el al'lálisis Hay aquí una constri cción que parece ir en contra de l fin de­
parece ven ir a refle iarse sobre el fo nd o de las fijaciones más ar­ !;eauo )' que debe justificar a lgún profund o motivo.
ca icas. Y evocaré el sueño de uno de mis pacient'es, en quien ¿Qué preocupaciún condiciona pues, fren te a él, la ílctLtlld
las pulsiones agresivas se manifestaban por medio de fantasmas d el an;disla? La de ofrecer al diálogo un personaje tan despo­
obsesivos; en el sueño, se veía, ye ndo en coche con la mujer de jado como sea posible de característLcas individuales; nos borra·
sus amores difíciles, perseguido por un pez volador, cuyo cuerpo mas, sa limos de l campo dond-e podría percibirse este interés,
como de tr ipa dejaba transparentarse un nivel de líquido h ori­ eS L(\ sim paLJa, esta reacción que busca el que habla en el rostro
zo nta l, imagen de persecución vesical de un a gra n claridad de l interlocutor, evitamos toda manifestación de nuestros g ustos
anatómica. personales, ocul lamos lo q ue puede d'CI atarlos, nos despersona­
Son todos éstos datos primarios de una gestalt propia de la lizamo.l). y tendemos él. esa meta que es representar pa ra el otro
agresión en el hombre y ligada al carácter simbólico, no menos un ideal de impasibilidad.
que a l re fin am iento cruel de las armas qu e fabrica, por ]0 men os No expre!iamos sólo eu 'e~to esa apa tía que hemos tenido q ue
en el estadio artesa nal de su industria. Esta función imaginar ia rea li z.ar en nosotros mismos para estar en situación de compren­
va a esclarecerse en nuestra exposición. der él nu es tro suj eto, ni preparamos el relieve de orácu lo q ue,
Anotemos aquí que de intentarse una reducción behaviourista sobre 'ese fondo de inercia, debe tomar nuestra jntervención
del proceso a na lítico - hacia lo cua l un prurito de rigor, injus­ interpretan te.
tificado en mi opinión, empuj aría a algunos de nosotros-, se ]a Q ueremos evitar una emboscada, qu e oculta ya esa llamada,
mutl1a de sus datos subjetivos más importantes. de los que son marcada por el patetismo eterno de la fe, que el enfermo nos
testigos en la conciencia los fantasmas privil eg'(ados, y que nos dirige, Implica un secreto. "Échate encima -nos dicen- este
han permitido concebir la imago, formadora de la identi fi cación. mal que pesa sobre mis hombros; pero tal como te veo, ahíto.
ase ntado y confortable, no puedes ser digno de llevarlo."
Lo que aparece aquí como reivindicación orgullosa de l su­
fri m iento mos trará su rostro - ya veces en un momento basta nte
100 LA ACRESIVIDAD F.N PSICOANÁLISIS
LA .-\G REsrVIDAD EN PSICOANÁLISIS 101

decisivo para entrar en esa "reacción terapéuti ca negativa" que más desagradables que realizaba para ella el objeto de una pa­
retuvo la atención de Freud- bajo la forma de esa J"esistencia sión, bastante marcada por lo demás de un acento delirante. La
del amor propio, para tomar este término en toda la profundi­ imago subyacente era la de su padre, respecto del cual bastó
dad que le dio La Ro cheloucauld y que a menudo se confiesa que yo le hiciese observar que le había faltado su apoyo (ca­
as í: "No puedo aceptar el pensamiento de ser liberado por otro rencia que yo sabía que había dominado efectivamente su bio­
que por mí mismo." grafía y en un estilo muy novelesco), para que se encontrase
Ciertamente, en una m;ís insondable exigencia del corazón, es curada de su síntoma, sin que hubiera visto en él, podríamos
la participación en su mal lo que el enfermo espera de nos­ decir, más que fuego, sin que la pasión mórbida por otra parte
otros. Pero es ]a reacción hastíl la que guía nuestra prudencia se encontrase afectada por -ello.
y la que inspiraba ya a Freud su puesta en guardia contra toda Estos nuelos SOIl más difíciles de romper, es sabido, en la neu­
te ntaciÓn de jugar al profeta. Sólo los santos están lo bastante rosis obsesiva, precisamen te debido al hecho bien conocido por
desprendidos de la más profunda de las pasiones comu nes para nosotros de que su estructura 'está particularmente destinada a
evitar los contragolpes agresivos de la caridad. camuflar, a desplazar, a negar, a dividir y a amortiguar la in­
En cuanto a ostentar el ejemplo de nuestras virtudes y de tención agresiva, yeso seg ún una descomposición defensiva, tan
nuestros méritos, nunca he visto recurrir a ello sino a algún comparable en sus principios a la que ilustran la torre en es­
gran TIlaestro, todo imbujdo de una idea, tan austera como ino­ trella y el parap'eto en zigzag, que hemos escuchado a varios de
cente, de su valor apostólico; pienso todavía en el furor que nuestros pacientes utilizar a propósito de ellos mismos una refe­
desencadenó. rencia metafórica a "fortificaciones al estilo de Vauban".
Por lo demás, cómo asombrarnos de esas rea ccion"ts, nosotros En cuanto al papel de la intención agresiva en la fobia, es por
que denunciamos los resortes agresivos escondidos en todas las decirlo así manifiesto.
actividades llamadas filantrópicas. No es pues que sea desfavorable reactiv ar semejante intención
Debemos sin embargo poner en juego la agresividad del en el psicoanálisis.
su j'eLO para con nosotros, puesto que esas intenciones, ya sc sabe, Lo que tratamos de evitar para nuestra técnica es que la 1n­
(arman la transferencia negativa que es nudo inaugural del tertci6n agresiva en el paciente encuentre el apoyo de una ,idea
drama analítico. actual de nuestra persona suficientemente elaborada para que
Este fenómeno representa en el paciente la transferencia ima­ pueda organizarse en esas reacciones de oposición, de denega­
ginaria sobre nuestra p'ersona de una de las imagos más o menos ción, d'e ostentación y de mentira que nuestra experiencia nos
'a rcaicas que, por un efecto de subducción simbólica, degrada, demuestra que son los modos caracteristicos de la instancia del
deriva o inhibe el ciclo de tal conducta que, por un acciJente yo en el Jiálogo.
de represión, ha excluido del control del yo tal fun ción y tal Caracterizo aquí esta in<;tancia no por la construcción teórica
s-egmento corporal, que por una acción de identificación ha que Freud da de ella en su meta psicología como del sistema
dado su forma a tal instancia de la personalidad. percepción-conciencia, sino por la esencia fenomenológica que
Puede verse que el m ás azaroso pretexto basta para provocar él reconoció como la más constantemente suya en la experien­
la intención agresiva, que reactualiza la imago, que ha segui­ cia, bajo el aspecto de la Verneinu.ng, y cuyos datos nos reco­
do siendo permanente -en el plano de sobredeterminación sim­ mieneb apreciar en el índice más general de una in versión pre­
bólica que Hamamos el inconsciente del sujeto, con su correla­ juJiciaI.
ción in tencionaJ. En resumen, designamos en el yo ese núcleo dado a la con­
Semejante mecanismo se muestra a menudo ext~madamente ciencia, pero· opaco a la reflexión, marcado co n todas las ambi­
simple en la histeria: en el 'caso de una mu chacha atacada de güedades que, d'e la complacencia a la mala fe, estructuran en
astasia-abasia, que resistía desde hada meses a las tentativas de el sujeto humano 10 vivido pasional; ese "yo" antepu'csto al
sugestión terapéutica dc los estilos más diversos, mi personaje ve rbo [el je francé'q que, confesando su facti cidad a la crítica
se encontró identificada ·de golpe a la constelación de los rasgos existencial, opone su irreductible inercia de pretensiones y de

1Ji.._
102 LA ACRESl\'IDAD EN PSICOANÁLIS IS lA AGRESIYlDAD EN P SICOA NÁLISIS 103
d esconocimi ento a ]a problemá ti ca concreta d e la realización Paseu ahora de la subjetividad de la intenció n a la noción de
de l suje to. un a te ndenc ia a la agresión es dar el salto d e la fe nomenología
Lejos de atacarlo a fondo. la ma yé uti ca ana lítica adopta un de nu es tra expe riencia a la metapsicología.
rodeo que equivale 'en definitiva a inducir en e l suj eto una Pero ese sal to no ma nifiesta ninguna otra cosa sin o una exi­
pa ranoia dirigida. En efecto, es sin duda u no de los aspectos gencia de l pensamiento qu'e, para objetivar ahor a el r egis tro de
de la acción analítica operar la proyección de lo que Mebnie las reaccio nes <lgresi vas, y a f.alta de poder seria d o en una va­
Klei n llama los malos objetos internos, mecanismo paranOIco ria ción cua n titat iva, debe comprenderlo en un a fórmula d e equi­
ci'ertamente, pero aquí bien sistematizado, fi ltrado en cierto va lencia. Así es como lo hacemos con la noci6n de libido.
modo y aislado a medida que se va produciendo. La tendenc ia <lgresiva se revela funda mental en cierta serie
Es e l aspec to de nuestra praxis qu e responde a la categoría del de estados s ignificativo~ de la personalidad, qu e so n las psicosis
espacio, si se comprende mínimam ente en 'ella ese espacio ima­ para no id es y paranoicas.
gi n ari o donde se desarrolla esa dim ensió n de los síntomas, que H e subraya do 'en mis trabajos que ~e podía coordinar por su
los es tru ctura como islotes excluidos, escotomas inenes o auto­ seriación es trictamente paralela la calidad d e la reacción agre­
nom ismos paras itarios 'e n las fun ciones de la persona. s:va que puede esperarse de tal form a d e paranoia co n la etapa
A la o tra dimensión, tempora l, responde la angustia y su in­ d e la gé nesis m'ental representada por el delir io sintomáti co de
cidencia, ya sea patente e n el fenó meno de la huida o de la esa m ism a forma. Relación que aparece aún más profunda
inh ibició n, ya sea latente cua ndo no apa rece sino co n la imago cua nd o - lo h e mostrado para una form a curab1e: la paranoia
mot1vante. de <I utocastig'o- el acto agresivo resu elve la co nstru cció n de­
y co n todo, repitámoslo, es ta imago no se revela sino en la lira nte,
medida en que nuestra actitud ofrece al suj e to e l espejo puro d e As í se seri a de man'era continua la reacción agresiva, desde
un a superficie sin accid-entes. 1__ exp losió n brutal tanto como inm o tivada de l ac to, a través
Pero imagínese, para comprendernos, lo que sucedería en un d e tod a la ga ma de las forma s de las beJi g'er(lncias, hasta la
pac iente que viese en su analista un a réplica exacta d e si mismo. guerra fría d e las demostraciones interpre tativas, paralelamente
Todo el mundo siente que el exceso de tensión agresiva consti ­ a las imputacio nes d'e noci vidad qu e, para no hab lar de l /wkón
tuiría tal obstáculo a la m anifestación de la transferencia que su oscu ro a l que e l paranoide refiere su discord ancia d e tod o co n­
efecto útil sólo podría producirse con la mayo r lentitud, y es tacto vital, se superpon en d esd e la motivación . tomad<t d e l regis­
lo qu e sucede en ciertos análisis d e finalidad didáct ica. Si la ima­ tro de un organismo mu y primiti vo, del veneno, hasta aquella
gina mos, en caso extremo, vivida s'egún el modo de extrañeza o tra , mágica, del maleficio, telepática. d e la influencia, lesiona l,
propio de las aprehensiones del doble, esa ~ i t uación desencade­ d e la intrusión física, abusiva, del desarme de f<.¡ intenció n, des­
naría una angustia incontrolable. posesiva, de l robo del secreto, profanatoria, de la violac ión de
la in tim id ad, jurídica, del preju icio, persecutoria, del espionaje
y de la intimidación, prestigiosa, d e la difamac ió n y del ataque
T ESIS JV: Laagresividad es la tendencia correlativa de un modo al hon or, reivindicadora, del daño y de la exp lo tació n.
de identificación que ltam.amos narcisista. y que deter­ Esta ser ie en la que reconocemos tod as las envoltu ras sucesi­
mina la eslructura formal del yo del hO'm bre y del re­ vas del esta tu to biológico y social de la p ersona, he mostrado que
gistro de en tidades caracterút.ico de su mundo. consistía en ca da caso en una organi zació n origina l de las formas
de l yo y del objeto que quedan igualmente afecladas en su es­
La ex periencia subjeti va d el a nálisis inscribe iumediatcunent e lructu ra , y h asta en Ilts categorías espacial y temporal en que
sus resultados en la psicología concre ta . Indiquemos solamente ~e constitu ye n, vividos como acontecimien tos en una perspectiva
lo que aporta a la psi col~gía de las emociones a l mostrar la sig­ d e espeji sm o~ , como afecciones con un ace nto de es tereo tipia
nificación común de estados tan di\'ersos como el lemor fantas­ qu e suspend e su dial éctica.
mático, la ira, la tristeza activa o la fatiga psicasténica. J <tnet, que mostró tan admirablemente la ~ ignifi cació n de los

li11....
104 lA ACRES IV IDAD EN PSICOANÁLISIS ,1 ,\ M:}U·S I VlllAO EI'i I'SIl:OANÁLlS1S l or)

sentim ientos de persecuclOn como momentos fenomenológicos una maniles tació n lúdi ca d e ejercici o de las fu e rza~ y de su pu es ta
de las conductas socia les, no ha profundizado e n su carácter e n jllego pa ra detec tar e l cue rpo. Debe co mpre nd erse e n un
común, que es precisamente que se cons tituyen por un estanca­ orden de coordin~c i 6n m ás a mplio: e l qu e subordin ará la::; fun ­
miento de uno de esos momentos, semejante en extra ñeza a la dones de pos turas tón icas y de tensión vegetatíva a un a rela ti­
figura de los actores c\\ando deja de correr la películ a. "idad social cuya prevalencia ha subrayado no tab le me nte un
Ahora bien , es te estancamiento formal es pariente de la estrqr­ \Vallon en la cons titució n expresiva de las emocion es humana".
tura más general de l conocimiento humano: la que constitu ye M ,ís aún . yo mbmo h e creído poder poner de reli eve que el
el yo y los o bje tos bajo a tributos de permanencia, de identidad 11li10 cn esas ocasiones an ti cipa e n el plano mental la conq ui sta
y de sustanci alidad, en una palabra bajo formas d'e entidades o d e ]a unid ad funcional de su propio cuerpo, todavía inacabado
de "cosas" muy diferentes de esas ges talt que )a experiencia nos e n e!ooe mome nto en e l plano de la motricid;-td volunt;:lriíl.
permite aislar en lo movIdo del campo tendido según las líneas Ha y :Jqllí una primera captación por !J imagen en la qu c se
del dese o ani.mal. d ibuja e l prim'el' momento de la dial éClica de las identiHcacio­
Efectivamente, esa fijació n formal que introduce cier ta rup­ ]le.... "Esr;í ligado a un fe n ('nnc no de Gesta/t, la p ercepci6 n IllU y
tura de plano, cierta di scordancia en t re el orga nism o del h om­ prccOI CH e l nin o de la fOfll1.(l hUm<l ll <1, form a qu e, ya se ve, fij a
bre y su Umwelt, es la condición misma que extie nde inclcfini­ ~u inlen':s d esde los primeros m'eses, e incluso p a ra el rostro hu­
d a mente su mundo y su poder, dand o a sus objetos su poli va­ mano desde e l dtcimo día, Pero lo que dem ue stra e l fe nó mcllo
le ncia instrume nta l y su po lifonía simbólica, su potencial tam ­ <le reconocimiento, impli cando 1a suhjetividad, son los signoo;¡
b ién de a rmame nto. <le júbilo triunfante y el ludismo de detectación que caracter i7'ln
Lo que he lla mado e l co nocímienlO paranoico cJemuestra e n­ desde el sexto mes el e ncue ntro por el nii10 de su imagen en el
tonces responder en sus formas más O men os arcaica s a ciertos es pejo_ ESla co nducta co ntrasta vivamen te co n la indiferellci:l
momentos criticas, esca ndiendo la historia de la gé nesis mental manj[e!oo t:lda por los :l ni males, a un los qu e perci ben eSél imagen,
del hombre, y que representan cada uno un es tad io ele la iden­ d chilllp:m cé por eje mpl o. cua ndo han co mpro bado su vani d ad
tificación objetivan te. obje tal. y toma aún m{ls relieve por prod u <..: irse él un a ed ad e n
Pueden entreverse sus et<lpas por la simple observación en el qu e el nil-IO prese nta toda\.'b. para el ni,'el de su inte lige n cia
niño, en el que una Charlotee Büh ler, un a EIsa K6hler, y la instrumenta l, un retraso respec to d e l chimpancé, al que só lo
escuela de Chicago a su zaga, nos m ll estr<ln V<l.rios p lanos de :¡Jca rll;\ a los once meses.
manifestacio nes signifi ca ti vas, pero a los que 5610 1" experiencia Lo que h e lla mado e l estadio del espeio tiene el inter{s de
<lIl<llÍti ca puede dar su va lor exacto permit iendo re in tegr ar en manifestar e l din:tm ismo nfectivo por el que el sujeto se identi­
e IJ os la relació n subje ti va_ fica pri lllonlialmen te con la Geslalt visual de su propio cuerpo:
El primer phmo n os muesl ra que la ex per iencia de si en e l e'i, con rebci6n a la ¡n coordinaci ón todavía muy profunda de O;¡ tI
niño pequeño, en cuan to q ue ~e refiere a su se mejante. se desarro­ propia m Olricidad, uni dad ideal. ímagu sa lvadora ; e" v:l loril.a.d:l
lla a parti r ele una sit uac i('m vivida como indiferencjada , Asf ro n 10<1<1 b desolaci/>I1 ori g inal, ligada a la d iscorda n cia intraor­
alrededor de la edad de ocho meses en esas co n frontaciones en­ -g,' n icét y re lacional d e la cría de h o mbre, durante lo!> seis pri­
tre nifios, que, obser('émoslo, par<l ser fecu ndas ape n as permiten mcros lH e~es , en los que lleva los sign os , ne llro lógi(·os ) hUlllo­
una disL,1.n cia de dos m eses y medio de eelad, vemos esos gesws r:¡}es, de ull a premJturación na ta l fi sio lógica,
de acciones fi c ti cias con los que un su jeto rectifica el esfu'eno E~ esel captación por la imago de }a (orm~ hum a na, m:'l'i qu e
imperfecto de1 ges to del otro confundi endo su di stinta aplica­ una Finfiihlurtg cuya a u senci<l se demues tra de tod as las man'eras
ción , esas sin cronías d e la ca ptación espectacular, tanto má'i no­ e n la prime ra infan cia, la q ue entre los se is m eses y los dos
tables cu anLo que se ad'e Jan ta n a la coord inació n c.o mpl e ta de :lilos y medio domin:l toda la dialécti ca del comportamiento d e l
los aparatos motores q ue po nen en juego, 1Iij10 e n pre:."'C ncia dc Su semejante, Durante todo ese periodo se
Así la agresividad que se manifieSta e n las re ta liac iones d e regi::; tradll las reacc io nes emocionales y los testimonios articu­
palmad as y ue golpes no puede consid'erarse únicttmentc como lados d e U Il transiti vismo nOI-mal. E l niño que pega di ce h liber

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106 LA ACRE SIVlOAD EN PSICOA:'IIÁLIS:S LA AGRESIVIDA D .EN rSI COANÁLlSIS 107
sido pegado, el que ve caer llora. Del mismo .modo 'eS en una tres d e lirios de ce los, de ero tomanía y de incerpreta ci()n , Es el
identifi cación con el otro como vive toda la gama de las reac­ delirio mismo d e la bell a alma misá ntropa, arrojando so bre
ciones de prestancia y de ostentación , de las que sus co ndu ctas el mnndo el desorden que hace su ser.
revelan co n evidencia la ambivalencia estructural, esclavo iden­ La exp'eriell cia subje tiva d ebe se r habilitada de pleno d erecho
tificado con el déspota, actor con el espect.ador, sedu cido con para reconoce r e l nudo ce ntral de la agresividad anóivalente.
el seductor. que nu eSlro momenlO cultural nos da bajo la especie do!uillante
H ay aqu í una especie de encrucijada estr uClura l, en la que del resentimiento, hasla en sus más arca icos aspectos en el niño_
debemos acomodar nuestro p"ensam iento pata comprender la Así por haber viv ido en nn momento semeja nte y no haber
natura leza de la agresividad en el hombre y su relación co n el tenido qne sufrir de esa resislenci a hehavioul·¡sla en el s'entido
(ormalismo de su yo y de sus objetos. Esta relación erótica en que nos es propio, san Agustín se adelanta al p~icoanál¡s ¡ s al
que el individuo humano s'e fija en una imagen qu e lo enajena darnos un a imagen ejemp lar de un comportamiento tal en 'eslos
a sí mismo, tal es la energía)' tal es la forma en donde t.oma su términos: " (I idi ego el c:...:pcrlus sum zelantem. parvulwn: no'n­
orig'en esa organización pasional a la que llamará su yo, rlurn loqu cbatur el in t 'U.f~ batltr pallidus am.aro aspeclu, conlac­
E~a forma se cristalizar,J. en efecto en la tensi ón <."onflictull\ taneum slLum:':2 "Vi co n m is propios ojos y conocí b ien a un
interna al suje to, qu'e uetermina el despertar de su deseo por pequ'e llUelo presa de los ce los, No hablaba toda vía y ya co ntem­
el objelo del deseo del otro: aquí el conc1lrso primordial se plaba. tod o pá lido y con una mirada envene nada , a su hermano
precipita en competencia agresiva, y de ella na ce la tríada de l de leche," Así allud a imperecede ramente, co n la elap<l infa n s
prójimo, del yo y del objeto, que, estrellando el es pacio de la (de a ntes de la palabra) de la primera edad , la sitnación de
co muni cación espec ta cular, se inscribe en él según un fOfma­ abso rción es pectacu lar : contemplaba, la reacción emocional:
lis rno que le es propio, y que domin a de (a) manera la Einfüh­ todo pá lido, y esa reactivació n de las im ágenes de la fruslración
lung afectiva qlte e l niiio a esa edad puede desco noce r la iden­ primord ia l: y COIl una mirada envenenada, que son las coonJe­
tidad de hls personas que le son m;.is fa miliares si le aparecen nadas psíqui cílS y so m<Ílicas de la agresividad original.
en un enlorno enteram'ente renovado, Sólo la se ii ora t\1elanie Klein, trabajando en el niño en el
Pero si ya el yo a parece desde el origen marcado CO Il esa rela­ límite m ismo de la aparició ll del lenguaje, s'e ha atrev ido a pro­
tividad agresiva, en la que los espíritus aquej ados d e objetividad yectar la experiencia subjetiva en ese period o anterior dond e sin
podnín recono ce r las erecciones emocionales provocad as en el embargo la observación nos permire aIirmaT su dim ensió n, en
animal al que un deseo viene a solicitar latera lmente en el el simple he cho por ejemp lo de que un niñ o que no hab la reac­
ejercicio de su co ndi cionamienlo experimental , ¿cómo no co nce­ ciona de manera diferenle an te un castigo y a una brutalidad ,
bir que cada gran metamorfosis instintual, escandiendo la vjda Por e ll a sabemos ](., función del primordial recilllO imagina­
del individuo, volverá a poner 'e n tela de ju icio su delimitació n, rio formado por la ¡mago de l cuerpo maternal : por ella sabemo::.
hecha de la conjunci ón de la historia del sujeto con la impen ­ la cartografía, dibujada por la mano misma de los niii.o~ , de su
sable inneidad de su deseo? imperio interior, y el a tlas histúrico de las divisiones intestina!o.
Por eso nun ca, sa lvo e n un límite a l que los genios ul<Ís gra n­ en que las ¡magos del padre y de los tl'ermanos reales o virtu;¡­
d'es no han podido nunca acercarse, es el yo del hombre redu c­ les, en qne la agresic'lIl voraz del ~ujeto mismo debaten ~1I do­
tih ~ e a su identidad vivida; y en las disrupciones d e presivas de minio de leléreo sobre sus regione~ sagradas, Sal)'emos también
los re veses vividos de la jn[erioridad, engendra ese ncialmenle la persi slencia en el sujelo de esa ~ombra de Io.s malos objetos
las n egacio rre~ mor tales que lo coagulan en su formalismo, " No internos, ligados a a lguna accidental a.sociacián (para utili zar
soy nada de Jo que me sucede, Tú no eres nada de lo qne va le," un lermino respecto d'e l cllal se ría bueno que pu~i é ramos en
Por eso se confunden los dos momen tos en que el suj eto se valor el se ntido orgánico que le d<l nu estra ex perie ncia , en opo­
niega a sí mismo y en que hace cargos al otro, y se des cubre ahí sició n al se ntido abstracto que conserva de la ideología humea­
esa es truClura parano ica del yo que "e ncuentra su análogo en las
negaciones fundam entales, puestas en valor por Freud en los ::! [Collles iotles, libro 1, ca p, VII. l\sl
J O~ LA ACRLS IVIlJAV El\" 1'S!(:()ANÁI.I~I' 1.>\ j,pl.}"~ I\' \JIAIJ ioN 1' ~ I COANÁ Ll S I S
IOn
na), Con ello podemos com prender por qné resortes es tructu­ realidad, como de tod o lo que ignora, agota y anuda en las sig­
ral es la reevoc3ción de ciertas personae imaginarias, la reproduc­ nificaciones que recihe del lenguaje: desconocimiento bien sor~
dú n uc ciertas inferioridades de situación pueden desconce rtar prend en te por arrastrar al hombre mismo que supo forzar lo,>
d'el modo más rigurosamente previsib le las funciones volunta­ límites del in consciente por el poder de su dialéc tica.
ria!'! en el adulto: a sa ber su incidencia fragmentadora sobre la Del mi smo 1U0do que la opresión insensa ta de] stLperyú pe\'­
¡mago de la identifi cación origina l. mane<..."'e en la ra íz de los imperativos motivados de b conciencb
Al 1ll0stranlOS lo primordial de la "posición depresiva " , e l moral, la furiosa pasión, que especifica al hombre, de jlllprimir
(;xtremo a rcaísl1lo d e la subjetivaci6n de un kak ón , Melanie en la rea lid ad su imagen es el fundamento oscuro ele las media­
KI'ein ha ce re troceder los límites en que podemos ver juga r la ciones raciona les de la volun tad.
fUllción suhje li va de la ide ntificación, y nos permite particular­
mente !'!iluar como absolutamente original la prime ra formaciün
·del slI lu'ryá. La noción ele un a agresividad como tensión correlati\":l de la
Pero precisamente hay interés en delimitar la órbita en que estructura n<lrcisista en e l devenir del sujeto perm ite comprcn ­
... t orde llan para nuestra Teflexióll teórica las re laciones, que cs­ del' en un a función mu y simplemente formul acla toda clase d(;
t:ín lejos de haber sido elu cidadas todas de la rensi ún ele CU1P;I­
l ilccid'entes y de a tipias de este de ve nir.
hilidad , ele la nocividad oral , de b fijación hipocondriaca , ln­ ll1di ca remos aquí cómo concebimos su enlace dialécli co CO Il
duso de ese masoquismo primordial que excluimos de nuest ra la función del complejo de F.dipo. Éste en su normalid ad es de
exposición, para aislar su noción de una agresividad ligada 3. . . ublima ción, que design a mu y exactamen te una modificación
la relacib n mlrci ~ i sta y a las estructuras de desconocimienlo y iclentifica loria del suj eto, y. COIllO lo 'escribió Freud apenas
d "C ob je{ivélci!'lO sistemá ticos que caracteriL'ln a la form ación hubo experimen tado la neces idad de una coord inación " tóp:ca"
li d yo. de los din amismos psíquicos, una id.enti ficaci.ó n secu.nda,-ia. por
. A la Urbild de esta formación, aunque enajen<lI1te por su introyección de la imago del progenitor del mismo sexo.
función eXlrañnnte, res ponde un a satisfacción propifl, qu e de­ La en'ergíFl de es ta identificación está dada por el primer sur­
pende de la integración de un desaliento org,í ni co, sa tisfacción gimi e nto biológico de la libido gen ital. Pero es cla ro <¡Ile el
que h ay que concebir en la dimensión de un a dehi scencia vita l efec to es tru ctural de identüi cación con el rival no cae por su
'(:oTlstitutiva del hombre y que h ace impensable la idea de un propio peso, salvo en el plano de la fábula , y no se concibe S!110
medio que le esté preformado, l1: bido "negativa" que hace res~ a condi ci6n de que esté preparad o por una identificación pri­
plandec:er de llu evo la noci ón heraclit"Cana de la Di scordia, con­ ma ri a que es tru ctura al suj eto como ri va liza ndo consigo mismo.
. . ¡derada por e l efesio como an terior a la armonía . De bec ho, la n ota de impotencia biológi ca vuelve a encontrars'e
Ni nguna necesidad enwnces de busca r más lejos la fuente de aquí, así como el efec to de an ticipación característi co de la gé­
e", en ergía de la que Freud, a propósito del proble ma de la nesis del psiquismo humano, en la fijación de un "idea l" imagi­
rcpresibn, se pregunta de dónde la toma el yo , para ponerla al nario yue el anfdisis ha mostrado decidir de la conformac iún del
....erv icio del "principio de realidad", "instinto" a l sexo fi siológico del individuo. Punto, d icho sea
No cabe duua que proviene de ]a " pasillll n<ll' c i s i~t<l " , no bien de paso, cuyo alca nce antropológico nunca subra ya ríamos bas­
"'>c cOllcibe mí nimamente al yo segú n la nodón suh jeli\(\ que tante. Pero lo que nos interesa aquí es la fun ción que llamare­
promovemos aquí por estar conforme con el registro de nuestra mos pacifican le del ideal del yo~ la conexión de su normati vidad
experiencia; las dificultades teóricas con que tropezó Frc ud libidinal con una normatividad cultural, ligad a desde los albores
nos parece n depe nder en efecto de ese es peji:,mo de objetivación, ue la hi storia' a la imago del padre. Aquí yace evidentemente el
heredado ele la psicol ogía clásica , que constitu ye la ide ~l del sis­ alcance que sigu'C teniendo la obra de 'F reud T ótem y tabú, a
tema percepción-conciencia, y donde parece brusca menlc desco­ pesar del círculo mítico que la vicia, en cuanto que h ace deriva r
nocido el hedlO de lodo lo que el yo desatiende. escotomiza, del aconteci miento mitológico, a saber del asesin a to del padre,
d c . . conoce en lae; sensacionee; que le hace n r eacc i o n ~ r ante la la dimensión subjetiva que I·e da su sentido, la culpabilidad.
'10 LA ACR(SIVIDAD EN PS tCO ANÁLIS:S LA AG RESIVIDAD EN PSICOAN,.\ LISIS 111

Freud en efeclo n os muestra que la necesidad de una parti­ Tenía que suceder que el aná1isis, después de haber puesto
cipación, que neutra liza el co nflicLO inscri to después de l ases:nato el acento sobre la rei ntegración de las tendencias excluidas por
en la situaci6n de rivalidad 'entre hermanos, es el fUlldamento e l yo, en cuanto subyacentes a los síntomas a los que atacó pri­
de la identificación con el 'T 6 tem pater no. Así la identifi c(\<i/tll meramente , ligados en su mayoría a los asp'ectos fallidos de la
ed ípica es aquella por la cual el sujeto trasciende la é:lgresividad identificació n ed ípica, lIeg'ase a descubrir la dimensi ón " moral"
cons tituti va de la primera individuación subjeti va. Hemos in­ del problema.
sistido 'en otro lugar en el paso que constituye en la instauración Y paralelame nte pasaron a l primer plano, por una parte el
de esa distancia por la cual, con los sentimientos del orden de l papel desempeliado por las te ndencias agresivas en la es tru ctura
respeto. se rea li za todo un as umü afectivo del prójimo . de los síntomas y de la personalidad, por otra parte toda clase
Sólo la mentalidad ltnlidia léclÍca de una cultura que, domi · de concepciones "valorizan tes" de la libid o liberada, en tre la s
nada por fin es obje Livantes. tiende a redu cir al ser del yo tod a cua les una de las primeras se dehe a los psicoanalistas france·
la actividad subje tiva, puede justificar el asombro producido ses bajo e l registro de la oblalividad.
en un Van den Steinen por el bororo que profiere : "Yo soy una Es claro en decto qu e la libido genital se ejerce en el s'e ntielo
guacamaya". Y todos lo,') sociólogos de la "mentalidad primi­ de un rebasamiento, ciego por lo demás, del indi vid uo en pro­
tiva" se ponen a al(\l~e(\f'se alrededor de esta profesión de iden­ ve(ho ele la 'especie, y que sus efectos sublimadores en la crisis
t:d<ld, qu e sin embrt rgo no tiene nada más sorprendente para la del Edipo están en la fuente de todo e l proceso de la subordina­
re Clexió n que afirmar: "Soy médico" o "Soy ciudadano ele la ción cultural del hombre. Sin embargo no se podría acent uar de­
República francesa", y presenta si n duda menos dificult::ldes masiado el carácter irreductible de la estructura narcisista y la
Jógicas que promulgar : "Soy un h ombre", lo cllal en su pleno ambigüedad de una noción que te.ndería a desconocer la cons­
valor no puede querer decir o tra cosa que esto: "Soy semejante tancia de la tensió n agresiva en toda vida moral que supone la
a aquel a quien, a l fundarlo como hombre, fundo para recono­ sujeción a esa es tructura : ahora bien, ninguna obbtivídad po­
Ce rme (amo ta1" , ya que estas diversas fórm ulas no se compren­ dría liberar su a ltruismo~ Y por eso La Rochefou ca uld pudo
den a fin de cuentas sino por referencia a la verdad del "Yo formular su máxima, en la que su rigor está acorde con el tema
es otro" ,:: menos fulgurante a la in lUición del poeta que eviden­ fundamental de su pensamiento, sobre la incompatibilidad de l
re a la mirada del psicmlOalista. matrimonio y de las delicias.
¿Quién sino noso tros vo lver ;:¡ a poner en tela de jui cio el esta ­ Dejaríamos degTadarse el filo de nuestra experien cia de en­
tuto objetivo de ese "yo" ["je" en la frase de Rimba ud ), que gañarnos, si no nuestros pacientes, con una armonía preestable­
una evoluci6 n histórica propia de nu es tra cu ltu ra tiend'e a con­ cida cua lquie ra, que liberaría de teda inducción agresiva en el
fundir <on el sujeto? Esta anomalía merecería ser manifestad a sujeto los conformismos sociales que la reducción de los sínto­
en sus incidencias particulares en todos los planos del lenguaje, mas h ace posibles.
yen primer lugar 'en ese sujeto gramatical de primera persona Y una muy diferente penetración mostraban los teó ri cos de
en nuestras lenguas, en ese ".J'aime" del francés [o en la -o fin a l la Edad M edi a, que debatían el problema del amor e ntre los dos
de l "A mo" espafíol], que hipostasía la tendencia en un suj eto polos de una teoría "física" y de una teoría "extática", qu e
que la niega. Esp'e jismo imposible en las formas lingüisticas en implicaban ambas la rea bso rción del yo del hombre. ya s'ea por
que se sitúan las más a ntig uas, y en las que el suje to aparece su reintegración en un bien universal, ya sea por la efusión del
fundamentalmente en posición de determinativo o de instru­ sujeto hacia un obje to sin a lteridad .
mental de la acc ión, Es en todas las fa ses gené ticas del individuo, en todos los
Dejemos aquí la crí ti ca de todos los abusos del cogito ergo grados d'e cumplimiento humano en la persona dond e volvemos
sum, para recordar que el yo, en nuestra experiencia. represen­ a encontrar ese momento narcisista en el sujeto, en un antes en
ta el centro de la das las -resistencias a la cura de los sin tomas. el que debe asumir una frustración lihidina l y un desp ués en el
3 [Alude a una cé lebre fra se del poeta Anhul' Rimbaud : "le I!.)I /J" /1It/Te " ,
que se trasciende en una subl imación normativa.
dond e el LI SO a ntigra mat ica l d e jI! es im posible de s ugerir e n espaiíol. Ts,l Esta co n cepción nos h ace comprender la agresividad implica­
112 LA ACRF.SIViDAD EN P~ICOANÁLlS1S LA AGRES1VlDAD E N PSICOANÁL ISIS 113

da t n los efec lo~ de todas las regresiones, de lodos los abortos. vi r tud de la fortaleza. Entendid a co n toda j usticia co mo signifi­
de touos los recha zos del desarroJJo lípico 'e n el su jelo, y espe· cativa de un d esa rro llo del yo, se la co nsidera de nn uso social
cia lme nte en el plano d e la rea li zación sexual, más exactamente indi spensable y ta n comúnmente aceptada en las cos tumbres
en e l interior de cad a una de las gTandes fas'es que detenniuan que es necesario, para medir su panicul a ridacl cultura l, compe~
en b vida human a las m etamorfos is libidinales cuya fnnción ne trarse del se ntido y d e las virtudes 'efi caces d e un a práctica
mayor 11a sido d e mostrad a por el a nálisis: destete, Edipo, puber· como la del yang en la moral públi ca y privada de los chinos.
tad , madurez, o mate rnidad , incluso cl ímax involutlvo. Y hemos Si ello n o luera supe rfluo, el prestigio d e la idea de la lucha
dicho a menudo que e l ace nto colocado primero en la doctrina por la vida quedaría suficientem'ente atestiguado por el éxito
sobre la s retorsi ones agresivas del confli cLo edípico e n e l ~ lljeto d e una teoría que ha podido ha cer aceptar a n uestro pens a~
respondía al he cho de que los efec tos del complej o fue ron vis· mie nlo una se lección fundada únicamente sobre la co nquista
Jumbracl o~ prim'ero en los as pectos lallidoJi de su sol u ción . del espacio por el a nimal co mo un a ex plicación vá lida de los
No se n ecesita subraya r qu e una teoría coheren te de la fase desa rrollos de la vida, De es te modo el éxito de Darw in parece
n ar(Ísista esclarece el hech o d e la a mbiva lencia pro pia d e las consis tir en que proyec ta las predaciones de la sociedad victoria­
"pulsiones p arcia les" de la escoptofilia , del sadomasoq uismo y d e na y la 'euforia eco nómi ca que sancionab a para ell a la devasta­
la hommexu a Jidad , no me n os que eJ formali smo es tereotípico ci6n social qu e inaug urab a a la escala del planeta, en que las
y ce remoni al de la ag resividad qu e se m anifiesta e n e lla : :¡pun­ justifica mediante Ja imagen d e un la.l:ssez~taire de los devoran tes
tamos <lC"jui al as pecto [recu'enleme nte muy poco "rea li l.ad o" de más fne rtes e n su compe ten cia por su presa natura l.
J" apreh ensión del próji mo en el ej ercicio de tales de esas p er­ Antes que él, sin emba rgo, un H ege l h abla dado pa ra 'iiempre
versiones, su valor subjeti vo e n el h echo bien diferente ele la . . la teoría de la función propi a de la agreslvi dad en la oJ.llología
recon~ tru ccion es existe nciales, por lo d emás mu y impres io nan­ humana, profetizando a l parecer la I'ey de hierro de nuestro
les, que un J ean·Paul Sartre ha pouido uar ue ellas, tiempo, Es del co nfliclo del Amo y del Esclavo de donde deduce
Quiero indicar ta mbién d'e p asada que la funci ón d ecisiva que todo el progreso sub.ietivo y objetivo de nuestra historia, hacien­
co ncedemos a la ¡mago del cuerpo pro pio en la d e terminación d o surgir de esas cri sis las síntesis que re present an las forma s más
d e la fase n atcisita pennite co mp rea der la re lación cU ni ca entre e levad as del esta tut o de la pe rsona e n O ccide nte. desde el es­
las a nomalías congé nitas d e la bteralizaci6n fun ciona l (z urde­ toico hasta el cristiano y aun hasta el ciudadan o futuro del
ra) y tod as las (ormas el'e in vers ió n d e la normaliza ción sexual Es tado Universal.
y cultura l. ~sto n os recu erd a e l papel a tribuido a la g llllllasi¡:l Aquí el individuo n a tural 'es considerad o como un a nonada,
en e l idea l "bello y bue no" de ]a ed ucaci6 n antigua y nos lleva pues to que el suj eto humano lo es en efecto delante del Amo
a la tes is 'iociaJ con 1(1 q ue concluimos, absoluto que le e!-. t:i dado en la muerte, La sa tisfacció n del de~o
humano sólo es posible medi a ti zad a por el deseo y el trabajo del
otro, Si en e l co nflicto d el Amo y d e l E!-'clavo 'es el reconocimien­
T f.S IS v: Sem.ejante norión rJ.e la ag'reJivúlad como de una de las to del hombr e por el homb re lo que está en juego, es lambié n
coordenadas intencionales del yo humano, y cspeáal­ sobre una n egación radical d ~ los valores naturales como este
mente rclaÜua a la ca,legorio. del espacio, hace conce­ reconocimiento es promovido, ya se exprese en la tiranía es téril
bir su. po.pel en la neurosis moderna y en el malestar de l a mo o en la tira nía fecunda d el traba jo,
de la civilización. Se s<1be qu é a rma zún di o esta doccrina profunda al espa rLa­
guí smo construc tivo del escJavo recreado por la barbarie del
Queremos úni camente aq ul abrir un a per spectiva sobre los vere­ siglo darwini a no ,
dictos que e n el ordt; n social actual nos permit e nu es tra expe­ La relativi zación ele nu estra sociolog'jn por la recopilació n cien­
rie ncia, LlI pl"eemtne ncia de la agresividad e n nues tra civili za­ tífi ca de las l'ormas cnltural'es que destru imos en el mundo, y
ción queda ría ya suficientemente d em os trada por e l hecho d e asimismo los a n Alisis, m arcados co n rasgos verdade rame nte psi­
que se la co nfund e h ab itu almente e n la moral media con la co,malíti cos, e n los que la sa biduria de un Platón nos muestra la
]]4 LA AGRESIVIDAD E N PS ICOANÁLISIS LA AGRES IVIDAD EN PSICOA NÁ LlSIS
113
dialéctica común a las pasiones del alma y de la ciudad, pueden ¿Nos ofrece sin embargo un puerto seguro? Ya en el "espacio
escI arecer nos sobre las razones de esta barbarie. Es a saber, para vital" en el que la compe tencia , huma na se desarrolla de mane·
decirlo en la jerga que responde a nuestros enfoques de las ra cada vez más apre tada, un observador 'estelar de nuestra es­
necesidades su bj etivas d'el h ombre, la ausen cia creciente de todas pecie ll egaría a la conclusión, ne un as n ecesid ades de evasión
esas saturaciones del supery ó y del ideal del yo que se realizan de singulares efectos. Pero la extensión conceptual a la que pu­
en toda clase de formas orgánicas de las sociedades trad ici onales, dimos creer haber reducido ro rea l ¿no parece n~arse a seguir
[armas que "a n desde los ritos de la intimidad cotid iana hasta dando su apoyo al pensamiento físico? Así por haber llevado
las fiestas periódicas en que se manifiesta la comunid ad. Ya nuestro d ominio hasta los confines de la materia, ese espacio
s610 las conocemos bajo los aspec tos más netamente degradados. "realizado" que nos hace parec~r ilusorios los grande') es pacios
Más aú n, por abolir la polaridad cósmica de los principios macho imaginarios donde se movía n los libres juegos de los antiguos
y hembra, n uestra sociedad conoce todas las incidencias psico­ sa bios ¿no va a desvanecerse a su vez en un rugido de l fonno
lógicas propias del fen ómeno moderno lla mado de la lucha de universa l?
los sexos. Comunidad inmensa - en el límite entre la anarquía Sabemos, sea como sea, por dónd e procede nue.al';'\. ad apta­
"democrática" de las pasiones y su nivelación deses perada por ción a estas exige ncias, y que la guerra muestra ser más y más
el ;'gran moscardón alado" de la ti ra nía narcisista-, está cl aro la comadrona obligada y necesaria de todos los progresos d e
que la promoción de l yo en nuestra ex istencia conduce, confor­ nuestra organización. De seguro, la adaptación de j os ad versa­
me a la concepción utilitaris ta del ho mbre que la secu nda, a rios en su oposición social parece progresar hacia un concurSO
realizar cada vez más al homb re como individuo, es decir en un de [ar mas, pero podemos preguntarnos si está moti vado por una
aislamiento del alma cada vez más em parentado con su aban­ concordancia con la necesidad o por esa iden tificación cu)'a
don o original. imagen Dante en su Infierno n os muestra en un beso mortal.
Correla tivame nte, al parecer, queremos decir por razones cuya Por lo demás no parece que el individuo humano, como lIl;.ttc­
contin gen cia histórica se apoya en una necesidad que algu nas de r ial de semejan te lucha, esté absolutamente d esprovisto d~ de­
nuestras consideracion'es permiten vislumbrar, estamos compro­ fectos. Y la detección de los "ma los objetos in ternos", respon­
metidos en una empresa técnica a la esca la de la es pecie: el pro­ sables de las reacciones (q ue pueden ser muy costosas en apa­
blema es saber si el con(licto del Amo y del Esclavo encontrará ratos) de la inhibición y ne la h uida hada adelan te, detecoón ;1
su solución en el servici o de la máquina, para la que una psico­ la que h€mos apre ndido recientemente a proceder para los ele­
técnica, que se muestra ya preñada de aplicaciones más y más mentos de choque. de la caza, del paracaídas y de l comalHlo,
precisas, se dedicará. a proporcionar conductores de bólidos y prueba que la guerra, después de habernos enseñado mucho
vigilantes de centra les reg uladoras. sobre la génesis de las neurosis, se mues tra <tal _vez demasiado
La nociÓn del papel de la sim'etría es pacial en la estructura exigente en cuan to a sujetos cada vez más neutros t:n una .Igre·
n arcisista de] hombre es esencial para echa r los cimientos de un sividad cuyo patetismo es indeseable.
análisis psicológico del espacio, del que aquí no podremos si no No obstante tenemos lambién aq uí alguna s verd :Hles .p~icolt)­
indicar el lugar. Digamos que la psicología anima l n os ha reve­ gicas que aportar: a saber, hasta qué punto el pretendido "ins­
lado que la relación del individuo con cier to ca mpo espacial es Unto de conservación" del yo flaquea fácilmente en el vér tigo
en ciertas especies detec tada socialmente, de una manera que la del dominio del espacio, y sobre todo hasta qué punll.) el temor
eleva a la categoría de pertenen cia subje tiva. Diremos que es la de la muerte, del "Amo a bsoluto", supuesto en la concie nci a por
posibilidad subjetiva de la proyección en espejo de tal ca mpo toda una tradi ción filosófica desde Hegel, está psicológicamen te
en el campo de l otro lo que da al espacio humano su t:"!st ru ctura subordinado -al temor narcisista de la lesión del cuerp() propio.
origina lmente "geométrica", estructura que llamaríamos de No nos parece vano h abe r subrayado la re laciÓ n qu ~ )ostíent::
buena gana caleidoscópica. con la dimensión del espacio una tensión subje tiva, que en el
Ta l es por lo me nos el espacio donde se desarrolla la imagi­ malestar de la civilización viene a traslaparse con la de la an­
nería del yo, y que se une al espacio objetivo de la rea lidad. gustia, tan humanamente abordada por Freud y que se desarro­

""":"¡¡'¡i,
--
116 LA AGIU;SIVIDAD EN PS ICOANÁLIS!S

lla en la d imensión temporal. :eSla también la escJareceremos INTRODUCClON TEORlCA A LAS FUNCIONES
gustosos con las significaciones contemporáneas de dos filoso· DEL PSICOANALISIS EN CR lMl NOLOGIA
fías que responderían a las que acabamos de evocar: la de Berg.
son por su insuficiencia naturalista y la de Kierkegaard por su COMUNICACIÓN PRESENTADA A LA XIII CONFERENCIA
signifi cación dialéctica. 'DE PSICOANALISTAS nE LENGUA FRANCESA (29 DE MAYO DE 1950)
Sólo en la encrucijada de estas dos tensiones debería abor­ EN C.OLABORAC IÓN CON M ICUEL" CF.NAC
darse ese asumir el hombre su desgarramiento origin al, por el
cual puede decirse qu e a cada instante constituye su mundo por'¡
medio de su suicidio, y del que Freud tuvo ]a audacia de foro
mular la experiencia psicológica, por paradójica que sea ~u ex.
presión en términos biológicos. O sea como "instinto de muerte".
En el hombre " liberado" de la sociedad moderna, vemos que 1. Vd movimiento de la verdad en las ciencias de l hom.bre
este desgarramiento revela has ta el fondo del ser su formidable
cuarteadura. Es la neurosis de au tocast.i go, con los síntomas his­ Si la teoría en las ciencias físicas nunca ha escapad o realmente
térico-hipocondriacos de sus inhibiciones funcional'es, con Jas a esa exigencia de coherencia interna que es el movimiento mis­
[armas psicasténicas de sus desrealizaciones del prójimo y del mo del conocim iento. las ciencias del hombre, porque éstas se
mundo, con sus secuencias sociales de fraca so y de crimen. Es encarn<Jn 'en comportamien tos en la realidad misma de su oh-
a esta víctima conmovedora, evadida por lo demás irresponsable J jeto, no pueden e ludir la preg unta sobre su sentido, ni impedir
'en ruptura con la se ntenci a que condena al hombre moderno que la respuesta se imponga en términos de verdad,
a la más formidable galera, a la que recogemos cuando viene a Que la rea~ ad del hombre implique este proceso de revela­
nosotros, es a ese se r de nonada a quie n nuestra tarea cotidiana ción, es un hedlo que induce a algunos a concebir ]a historia
consis te en abrir de nuevo la vía de su sentido en una fraterni. como una dialéctica inscrita en )a materia; es incluso un~ ver-o
dad discreta por cuyo rasero somos siempre demasiado desiguales!. dad que ningún ritua l de protección "behaviourista" del sujeto
resp'ecto de su objeto no castrará su punta creadora y mortal. y
gue hace del científico mismo, dedicado al conocimien to "puro",
un responsable de primera clase.
Nadie lo sabe mejor que el psicoanalista que, en la inteli­
gencia de lo que le confía su sujeto como en la maniobra de los
comportamientos condicionados por la técnica, ac tú a por una
revelación cuya verdad condiciona la eficacia.
L a búsqueda de la verdad no es por otro lado lo q ue hace el
objeto de la criminología en e l orden de los asuntos judiciale~.
ta mbiéIl lo que unifica -estas dos caras: verdad del crimen en
su aspec to policiaco, verdad del criminal en su aspecto antro­
pológico.
De qué [arma pueden ayud ar a esta búsqueda la técnica que
guía nuestro diálogo con el sujeto y las nociones q ue nuestra
experiencia h a de fin ido en psicología. es el problema del cual
trataremoS hoy: menos para decir nuestra contribución al estu­
dio de la delincuencia (exp uesta en otros reportes) que para
lijar sus límites legítimos. y no ciertamente para propagar la
[117]

w..L
118 FUNCIONES DEL PSICOANÁLISIS EN CRIMINOLOCfA FUN C10NES DEL PSICOANÁLISIS EN CRI MINOLOGíA 119
letra de nuestra doctrina sin preocupació n de método, sino para ciedad lo que en la nuestra designamos con 'el término de res­
repensarla, como nos es recomendado hacerlo incesantemente ponsabilidad. .
en función de un nuevo objeto. Pero de allí a que la entidad responsable sea siempre equiva­
lente media algun" distancia .,' Digamos que si primitivamente
se considera a la sociedad en su conjunto (e n principio siempre
2. De la realidad sociológica del crimen y de la ley y la relación cerrada , como lo han destacádo los etnólogos) afectada, debido
del psicoanálisü CO n su fundamento dialéctico a uno de sus miembros, de un desequilibrio que se debe resta­
blecer, éste es tan poco responsable como individuo, que a me­
Ni el crimen ni el criminal son objetos que se pueda n concebir' nudo la ley exige satisfacción a expensas, o bien de uno de los
fuera de su referencia sociológica . defensores, o bien de ]a colectividad de un "in-group" que lo
La sentencia de que la ley hace el pecado sig ue siendo cierta cubre.
al margen de la perspectiva escatológica de la Gracia en que H as ta suele ocurrir que la sociedad se juzgue lo bastante al·
la formu ló san Pablo. terada en su estructura como para recurrir a procedimientos de
Se la ha verificado científicamente por la comprobación de exclusión del mal bajo la forma de un chivo expiatorio y hasta
que no hay sociedad que no contenga una ley positiva, así sea de rege neración merced a un recurso exterior. Responsabilidad
ésta tradi cional o escrita, de cos tumbre o de derecho. Tampoco colectiva o mística, de la que nuestras costumbres guardan hue·
hay una en la que no aparezcan dentro del grupo todos los grados Has; a menos qu e no intente salir a luz por expedientes in­
de transgresión que definen el crimen. vertidos.
La pretendida obediencia "inconsciente", "[orzada", "in tUl­ Pe ro ni aun en los casos en que la punición se limita a recaer
tiva" del primitivo a la regla del grupo es un a concepción et­ sobre el individuo ('IllLO r del crimen se tiene a éste, ni en la
nol ógica, vás tago de una insistencia imaginaria que ha arrojado fun ción mism{Í ni , si se quiere. en la misma imagen de él mismo.
su reflejo sobre muchas otras concepciones de los "orígenes". por responsable, como resulta evidente si se reflexiona sobre
pero que es tan mítica como ellas. la diferencia de la persona que tiene que re~ponder de sus actos
Toda sociedad, en fín, manifiesta la relación 'entre el crimen según sea que su juez represente al Santo Oficio o presida el Tri­
y Ja ley a través de castigos, cuya realización. sea cuales fueren bunal del Pueblo.
sus modos, exige una asentimiento subjetivo. Que el criminal se Aquí es donde el psi coanálisis puede, por las instancias que
vuelva por sí solo el ejecutor de la punición. convenida por la distingue en el individuo moderno, aclarar las vaci laciones de
la noción de responsabilidad para nuestro tiempo y el adveni­
ley en el precio del crimen. como en el caso del iñcesto come­
miento correlat ivo de una objetivación del crimen, a la que
tido en las islas Trohriand entre primos matrilineales y cuya
puede colaborar. .
salida nos relata Malinowsk i en su libro, capi ta l en la mat'eria,
Porque efecti vamente si, en razón de la limitación al indivi­
El crimen y la costumbre en las sociedades sa lvajes (sin que
duo de la experiencia que constituye. no puede el psicoanálisis
imponen los resortes psicológicos en que se descompone la ra­ preren<ler captar la totalidad de objeto sociológico algu no, ni
zÓn del acto, ni a un las oscilaciones de vindicta que puedan a un el conjunto de las palancas que actualmente mueve n nues­
engendrar en el grupo las maldiciones del sui cida); o que la tra sociedad, sigue en pie que ha descubierto en ésta tensiones
sanciÓn prevista por un cÓdigo penal contenga un proced imiento reladonales que parecen desempeñar en toda sociedad una fun­
que exija aparatos socia les muy diferen ciados, de cualquier ción básica, como si el malestar de la civilización fuese a des­
modo este asentimiento subjetivo es necesa rio para la siguifi­ nudar la a rticula ción misma de la cultura con la naturaleza.
cación misma del castigo. Se puede extender sus ecuaciones, con la reserva de efectuar su
Las creencias gracias a las cuales este castigo se motiva en el correcta tran sform ación, a las ciencias del hombre que pueden
individuo, así como las instituciones por las que pasa al ano utilizarlas, especialmente, como vamos a verlo, a la crimi nología.
dentro del grupo, nos permiten definir en una determinada so­ Agreguemos qu e si el recurso a la confesión del sujeto, que
120 FUNCIONES DEL l'SlCOANÁLISIS f.N CIHM I NOLoclA }'UNCIONES DtJ. PSICOANÁLISIS .EN ClI.IMI NOLOCI A 121
es una de las claves de la ve rdad criminológica, y la reintegra. 3. Del crimen qu.e expresa el simbolismo del superyó como in s­
ción a la comun idad social, que es uno de los fin es de su apli­ tan cia psicopalológica: si el psicoan(llisis irrealiza el crimen,
ca ción , p arecen h all ar una fo rma privilegiada en el di álogo ana­ no deshum.aniza al criminal
lítico, es a nte todo porque és te, al podérselo impulsar hasta las
más radicales significaciones, aJcao13 a lo universal incluido Si no se puede ca ptar siquiera la realidad concre ta del crime n
en el lenguaje y que, l'ejos de poder eliminarlo de la a ntropo­ !)i n referir éste a un simbolis'mo cu yas forma s po s itiva~ se coor­
logía, constituye su fundamento y su fin. pues el psicoanálisis dinan en la sociedad, pero qu e se inscribe en las 'estructuras ra­
no es más que un a extensión técnica qu e explora en el indivi­ di ca les tran sm itidas in co nscientemente por el len guaje, este
duo el alca nce de esta dialécti ca que escande los partos de nues: simbolismo es también el primero del que la expe rien cia psico­
tra sociedad y en la que la sentencia p,wlina re cobr a Su ver­ analí ti ca haya demostrado, por efectos patógenos, has ta qué lími ­
dad absol uta. tes hasta enton ces des conocidos reper cute en el individuo. tanto
A quien nos pregunte a dónde va nuestro discurso. responde­ en su fi siologla como en su conducta ,
remos, a ri esgo -un riesgo asumido de buen grado- de descar­ ASÍ, fue partiendo de una d-e las sig'nificaciones de relación
tar la autosuficien cia clíni ca y el fari seísm o prevencionista. que la psicología de las "slntesis mentales" reprimía lo más al to
enviándolo a un o de esos diálogos que nos re la tan los ac tos d.el posi ble en su reconstrucción de las fun ciones individuales, co rno
héroe de la dialécti ca, especialmente a 'ese Gorgias" cuyo subtí. que Freud inaugur6 la psicología extrañamente reconocida como
tulo. que in voca la retórica y está como hecho a medjd a para la de 1<I s profundidades, sin duda en ra zón del a lcance compl e­
distraer la incultura contemporánea, contiene un verdadero tra­ tamente superficia l de aquello a lo que venía a remplazar.
tad o de movimiento de lo Justo y lo Injusto. y a esos 'cfectos, cuyo sentido descu bría, los designó audaz­
Aquí Sócrates refuta la infatuació n del Amo, encarnada en un mente con el ~e ntimi e nto que en la vivencia responde a ellos:
hombre li bre d e esa Ciudad antigua cuyo límite está dado por la culpabil¡,k(d .
la realidad del Esclavo. Forma que da paso al hombre libre de Nada podría manifestar mejor la importancia de la revo lu­
la Sa biduria al declara r lo absoluto de la Justi cia , exigido en ción freudiana que el uso técnico o vulgar, implícito o rig uroso.
ella por la mera virtud del lenguaje bajo la ma yéuti ca del Inter­ declarad o o subrepticio que e n psicología se ha hecho de esa
locutor. Sócrates, as !, no sin darle a percibir la dial écti ca -sin ve rdadera ca legoría, omnipresente desde entonces tras habérsela
fondo como el tonel de las Danaides y las pasiones del poder­ desconocido; nada, a no ser los extraños esfuerzos de algun os
ni ahorrarle el reco nocimiento de la ley de su propio ser polí. por reduci rl a a forma s "genéti cas" u "obJetivas" que ll eva n la
tico en la injusticia de la Ciudad, lo lleva a hacerlo inclinar gara ntía de un experimentalismo " behaviourista" , del que hace
ante los mitos eternos en los que se expresa el sentido del caso muchísimo tiempo qu e se veda desprovista si se privara de leer
tigo y correcciÓn y mejora para el individuo y d'e ejemplo para en los lrec hos humanos las signíficaciones que los especi fi ca n
el grupo, no obstante que él mismo acepta, en nombre de 10 como tales.
universal, su destino propio y se somete por anticipado al vere. 'M ás aún , la primera situación. por la que aún somos deudores
di cto jnsell&1l0 de la Ciudad que lo hace ho mbre. de la i nici ativa freudiana de haber inducid o en psicología la
No es ¡nllti) recordar. ahora bien, el momento históriCO en n oció n para que encuentre en ella, con el correr del ti'empo, l;¡
que nace una tradiciÓn que ha condicio nado la apa ri ció n de más prodigiosa fortuna -primera situación, decimos, no como
tod as nuestras ciencias y en la q ue se afirma el pensam i'ento confrontació n a bstracta delineadora de una relac ión, sino como
del iniciador del psicoanálisis, cuand o profiere Con patética con­ crisis dramática que se resuelve 'en es tru ctura- es, justamente.
fi anza: "La VOl del intelecto es baj a, pero no se detiene m i'C n­ la del crimen en sus dos formas más aborrecidas: el I ncesto y el
tras no se la ha oído", en que creemos perci bir, en un eco sord o. Parricidi o. cu ya sombra engendra toda la patogenia del Edipo.
la voz misma de Sócrates al dirigirse a Calides: "La filosofía Es concebible que, habiendo recibido en psicología tamaño
dice siempre lo mismo." ilporte d c lo socia l, el medi co Freud haya estado tentado de
regresiir a t i y qu e en 1912. ton T ótem y tab ú¡ haya qu erido
122
F UNCIONES DEL rSlcoANÁLI SIS EN CR. IMI NOLOC(..o\ FUNCIONES DEL PSICOANÁLISIS EN CRIMIN OLOCC" 123
demostrar en el crimen primordial el origen de la Ley V niver. "tentati va de homi cidio d e un neuróti co", o de los singu la res.
sal. P ese a cualqu ier crítica de método a que se someta ese tra . robos de aque l es tudiante de medicina que s610 termin a ron
bajo, lo importante e ra haber reconocido que con la Ley y el cuando se dejó aprisionar por la poJicía berl inesa y q u e, antes
Crimen comenzaba el hombre, una vez qu e el clínico hubiese ya qu e conquistar el diploma al que sus conocimientos y sus reales
mos trado que sus signifi cacion es sos tenía n hasta la forma del don es le d aba n derecho, prefería ejercer éstos para infri ngir la
indiv iduo. n o sólo en su valor para el o tro, si no tambi én en su le y, o bien del " poseído de 'los viajes en auto", Re léase ade más
erección para sí mismo. e] anál isis efectu ado por Marie BOflaparte del caso de la señora
Así pues la conce pción del su.peryÓ sa lió a lu z, fundada ante Lefebvre: la estr uctura mór bida de l crimen o de Jos delitos es
(Odo e n efectos de censura inconsciente que expli can es tru cturas eviden te, y su carác ter forzado en la ej ecución, su estereotipia
psicopatológicas ya advert idas y esclareciend o mu y luego las cuando se repiten, el es til o provocante de la defensa o de la con­
anomalías de la vida cotidiana, y correlativa, en fin, del de seu· fesión, la incomprensibilidad de los moti vos: todo confirma la
brimiento de una inmensa morbilidad al mismo tiempo que de "compulsión por un a fuerza a la que el suj'eto no ha podido
sus resortes psicogenélicos: la neurosis de carácter, los mecanis. resistir" , y los jueces en todos es tos casos han con cluido en este
mas de fracaso, las im potencias sexua les, "der gehemmte se n tido,
Ml!nsch ".1
Son condu ctas que se vuelven, sin embargo, com pletamente
De esa manera se revelaba una figura moder na del hom bre, claras a la luz de ]a interpretació n edípi ca, Pero lo qu e las dis­
que contrastaba extrañamen te con las profecías de los pensado­ tingue como m4rbidas es su carácter si mb6 iico, Su estru ctur a
res de fin es del siglo, figura tan irrisori a para las ilusio nes a li­ psi copa tol ógica uo radica en la situación criminal que expre­
mentadas por los libertarios como para las inquie tudes in spi. sa n, sin o en.. éJ. modo irreal de esa expresión.
radas en los moralistas por la liberación de las creencias religio­ Para hacern os comprender ca bal mente, opongá mosles un he·
sas y el debili tamien to de los vínculos tradicionales. A la concu­ cho que, po r se r constante en los anales de los ejé rci tos, adqu iere
piscen cia q ue J-elucía en los ojos del viejO Kar amazov cuando tod o su alcance del modo - a la vez, muy amplio y se leccionado
aseveraba a su hij o: " Días ha muen o; luego todo es t{t permi­ de los elementos asocia les- en que se ll eva a cabo en nuestras.
t ido", ese hombre. el mismo que sue lja Con el suicidio nihilista poblaciones, desde ha ce más de un siglo, el reclutamiento de
del héroe de Dostoievski o que S'e esfu erza en soplar en la tripa los defenso res de la pat ri a y has ta d el orden socia l, esto es, el
nietzsch eana. res ponde con todos sus males y también con todos gusto que se manifi'esta en la colectividad así formada, e l día de
sus gestos: "Dios ha mueno; ya nada está permitido", gloria que la pone en co ntacto con sus adve rsarios civ iles, por
A esos ma les y a esos gestos, la significación del a utocas tigo la situ ación que consiste en violar a una o a varias mujeres en
los cubre por compl'eto. ¿H abrá, pues, que extenderlos a todos presencia de un varón , prefe rentemente mayor y previamen te
los criminales, en la medida en que, segó n la fórm ul a en que redu cido a la impotencia, sin que nada h aga presumir que los
se ex presa el humor gélido del legislador, COmo se supone que individuos que la realizan se distinguen, n i antes ni desp ués,
n adie ignora la ley, todos pu-eden prever su incid encia y se los como hij os O como esposos, como padres o como ci udada nos de
puede considerar, de ahí, como buscadOres de sus golpes? la moralidad normal. Simple hecho, que bien se puede califi­
Esta irónica observación debe, al o bliga rn os a definir lo que car de divers0 2 por la diversidad de la creencia que se le as igna,
el psicoa nálisis reconoce como crímenes o delitos que emanan segú n su fu ente, y hasta de di ve rtido, propi amente hablando,
del su peryó, permitirnos formular una críti ca del alca n ce de por la ma teria q ue tal diversidad ofrece a la propaganda.
ta l noció n en antropología . Decimos que ése es un crimen real, aunque se Jo haya come·
Remitámonos a las notab les observaciones PTinceps gracias tid o en una forma edl pica, y su autor sería castigado con toda
a las cuales Alexand'er y Staub han introd ucido el psicoaná lisis justi cia si las co ndiciones heroicas en qu e se lo da por reali7.ado
en la criminologfa. Es convincente su ten or, ya se trate de la
I [En francés la ex pres ión !a;t dill~s se li sa para signifi ca r el conjunlo
I {El hombre inhibido. AS]
de acon lecimien tos curiosos e insólit os que alimentan la crónica de s u­
cesos. AS]

~J..a..
12'1 FUNCIONH DEI. I'SICOANÁLlSIS EN CN I ~U NOI.OCIA I'UNCIONJ:S DEL PSICOANÁLISIS :EN CR IMI NO LOG íA
125

110 hiciera las m ás de las veces asumir la responsabilidad al explica el incremento del poder captador del grupo sobre e l
grupo que cubre al i ndividuo. jndividuo a medida de la decliÍlación de su poder socia l.
Recuperemos, pues, las límpidas fórmulas que la muerte de Recordemos tan sólo, para fijar las ideas, el hecho de que en
Mauss devuelve a la lu z de nu"estra a tención. Las estructuras de una sociedad matrilinca], como la de los zuni o la de los hopi,
la sociedad son simbóli cas. El individuo, en la med ida en que el cuid ado del niño a p{¡rtir del momento de su nacimiento co­
e~ normal. se vale de ellas para conductas reales, y en la medida rresponde, por derecho, a liÍ hermana de su padre, lo enal lo
en que -es psicópata, las expresa a través de condu ctas simbólicas. inscrib e desde su llegada al Inundo dentro de un doble sistema
Pero resulta evidente que el simbolismo así expresado sólo d·e relaciones parentales. qu e hab n'lfl de enriquecerse en cada
puede ser parcelario; a lo sumo se puede afirmar que señala etapa de su vida con una creciente complejidad de relaciones
el punto de ruptura DCU parlo por el individuo dentro de la red jera rquizadas.
d e las agreg::Jciones sociales. L<'I maniFestación psicopática puede Se ha supera do, por tanto, el problema de comparar las ven·
revelar la estructura de la falla , pero a esta estructura sólo se la tajas que para la formación de un superyó so portable por el
puede considerar un elem'ento dentro de la exploración del con· individu o puede presentar determinada organi zación, presunta~
junto. mente matriarcal, de la familia sobre el clásico triángulo de la
Por eso las tentativas, siempre renovadas y siempre falaces, es tru ctura edípica. La ex p·eriencia ya ha patentizado que este
para fund<lr en la teoría analítica nociones tajes como la de la triá ngu lo n o es más que la reducción al gru po natural, efccma·
personalidad modal, la del can.ícl'er nacional o la del sllperyó da por una evolución histórica, de una [ormación en Ja que la
colectivo deben ser distinguidas de ella por no:,otros con el autoridad que se le ha dejado al padre - único rasgo que snbsis­
ma yor rigor. Es concebible, desde luego, el a tractivo que ejerce te de su 'estructura original- se muestra, de hecho, cada vez m{ls
una teoría qm: deja traslucir de tan sensible manera la reali­ inestable. caduca incluso, y las incidencias psicopatológicas de
dad humana sobre los pioneros de campos de m;.is incierta oh· si tua ción tal se deben relacionar tanto con la endeblez de las
j ~ ti vación . ¿No hemos oido acaso a un eclesiástico pletórico de relaciones de grupo que le asegnra al individno como con la
buena voluntad prevalerse ante nosotros de su designio de apli­ ambivalencia, cada vez mayor, de su estructura.
car los dalas del psicoanálisis a la simbólica cristiana ? Para ata­ Es una concepción que se ve confirmada por la noción de
jar tan indebidas extrapolaci ones, basta referir siempre y nue­ delincuencia late nte, a la que ha llegado Aichhorn ap lica ndo
vamen te la teoría a la experiencia. la experiencia analíLica a la juventud, cnyo cuidad o estaba a su
En ello debe el si mbolismo, desde luego reconocido en el pri­ cargo con motivo de una jurisdic ción especial. Se sabe qne Kate
1Uer orden de delincuencia que el psicoanálisis haya aislado Friedl"nder ha elaborado un" concepción genética de ella b"jo
como psicopa tológico, permitirnos precisar, tan to en extensión el rótulo del "carácter neurótico", y qn e hasta los críticos más
como en comprensión, la significación social u'el ed ipismo, así adver tid os, desde Aichhorn mismo hasta G]over, han parecido
como criticar el alcance de la noció n de superyó panl el con­ asombrarse ante la impotencia de la teoría para distingu ir la
junto de las ciencias del hombre . estructura de este carácter como crimin úgeno de la estructura
Ahora bien , los efectos psicopatológicos en su mayoría, cuando de la ne urosis, en la qU'e las tensiones permanecen latentes en
no en su totalidad en que se revelan las te nsio nes surgidas del los síntomas.
edipismo no menos que las coordenadas históricas que impusie­ El discurso aquí proseguido permite e ntrever que el "carácter
ron tales efectos al genio investigador de Freud, nos lleva n a ne uró ti co" es el reflej o en la condu cta individual del aislamien·
pensar qu e 'cxpresa n una dehiscencia del grupo familiar e n el ro d'el grupo familiar, cuya posición asocial demuestran estos
!-.eno de la sociedad. Esta concepción, que se justifica por la casos, mientras que la neurosis expresa, antes bien , sus anoma·
reducción cada vez más estrecha del grupo a su forma cony ugal lías de es tru ctura. I gualmente, lo que necesita nna explicación
y por la subsiguiente consecuencia del papel formador, cada vez no es tanto el paso al acto delí ctivo en el caso d'e nn sujeto
más 'exclusivo, que le está reservado en las primeras identifica­ encerrado en lo que D<lniel Lagache ha ca lifi cado, con loda jns.
cíone~ del niño ye n el "prendizaje de las primeras disciplinas, licia, de co ndu cta imaginaria, cuanto los procedimientos por
,

126 FU NCIO NES 0El. PSICOAN ÁLISIS .EN CP. IMI NO LOcfA FUNCiONES DEL P SICO ANÁLISIS EN CII.IMINOLOclA 127

los qu e el neuróti co se adapta parcialmente a lo re al, que son, Tegreso a los principlOs, al aseverar an te todo que ese es tudi o
como se sabe, esas mutila ciones aUlOp lásticas que se pueden debe ser monográfi co. Los resultados concretos aportados por
reconocer en el origen de los síntomas. el psicoanálisis marcan otra fe cha, tan decisiva por la confirma­
Esta referencia sociológica del "carácter neurótico" concuerda, ción doctrinal que proporcionan a es te principio como por la
por lo demás, con la génesis que al respecto da Kat e Friedl ander, amplitud d'e los h echos valorados.
si resulta juSto resumirla como la repeticLón, a (raves de la bio­ A la vez, el psicoanálisis ~suelve un dilema de la teoría cri­
grafía del sujeto, de las fru straciones pulsionales, que parecerían minológica: al irrealizar el crimen, no deshumaniza al criminal.
como detenidas en Corto circu ito so bre la situación edípica, sin Más aún, con el exped iente de la transferen cia da entrad a al
poder comprometerse nun ca más en una elaboració n de es­ mundo imaginario del cri minal, q ue puede ser pa ra él la puerta
tru ctuTa. abierla a ]0 real.
El psicoanálisis tiene, pues , por efecto, en la captación de los Observemos en este punto la manifestación espontánea de ese
crímenes de terminados por el superyó~ irrea.liwTlos en lo cual
J
expediente en la conducta del criminal y la transferencia qu e
congenia con un oscuro reconocimiento qu e de mucho tiempo tien<le a produ cirse sob re la person a de su juez : s'e ría fácil reco·
atrás se Jes imponí a a los mejores entre aquellos a los que se ger las pruebas a l respecto. Citemos lan sólo, por lo belleza del
ha adj ud icado la larea de asegurar la aplicación de la ley. hecho, las confidencias del supuesto Frank a l psiquia tra Gil­
También, las vaci laciones que se registran a lo largo del si­ bert, encargado de la buena presentación de los acusados en el
glo X IX en la conciencia soc ial respecto del derecho de cas tigar proceso de Nuremberg: ese Maquiavelo irriso rio y neurótico a
son característi cas. Seguro de sí mismo y hasta implaca ble no punto para qu e el orden insensato del fasci smo le confiara sus
bien apar ece un a motiva ción utilitaria -hasta el extremo de altas obras, sentía que el remordimiento agita ba su alma ante
qu e el u so ing-Iés en esta época considera, al delito menor, así el mero aspecto de dignidad encarn ado en la figura de sus jueces,
sea el de merodeo, que es la ocasión de un h omicidio, como particularmente en la del juez inglés, " tan el'egante", decía.
equivalente de la premeditació n que defin'e al ases inato (véase: Los res ultados obtenidos por Meliua Schmiedeberg con cri­
Alimena , La, prcmcdi taúo-ne) -, el pensami ento de los penalistas minales "mayores" , aun cuando su publicación tropiece con el
ti tubea ante el crim'en en que aparecen in stintos cuya índole obstácul o qu e encuentran todas nu'estras curas, merece d an que
escapa a l registro utilitarista donde se despliega el pensamien to se los siguie ra en su catamnesia.
de un Bentham. De todos modos, los casos que tien en que ver claramente con
Una primera respuesta está dada por la concepción lombro­ el edipi smo deberían ser confiados al ana lista sin ningun a de las
sian a en los prim'eros ti empos de la criminología que juzga limitaciones que pueden trabar su acción.
atávicos a esos instintos y que hace del criminal un supervi­ Cómo dejar de dar la pru eba ín tegra de ello, cuand o la peno­
viente de una forma arcaica de la especie, biológicamente a isla­ 10gía se justifi ca tan mal que a la con ciencia popular le repugn a
ble. Respuesta de la que s~ puede deci r que deja traslucir, sobre apl ica rl a hasta en los crímenes rca.lcs, como se ve en el célebre
todo, un a regresión filosófi ca mucho más rea l en sus autores, y caso ocurrid o en E¡;tad os U nidos de América y relatad o por
que su éxilO sólo se puede explicar por las satisfacciones que Grotja hn en su artícu lo acerca de los Sea.rch Ugls on de linqu en·
podía exigi r la enforia de la clase dominanre, tanto para su cy, d onde se ve a l iury absolver, ante el entusiasmo del públi co,
comodidad intelectua l como para su mala conciencia. a los ac usados. cuando todos los ca rgos habían parecido abru·
Las calamidades de la primera g'uerra mundial marcaron el marios con la demostra ción del asesinato, disfra zado de acciden·
fin de tales pretensiones. y con ello la te oría lombrosiana fue te marítimo, de Jos padres de uno d'e ellos.
a parar al desván y el más simple respeto de las co nd iciones T erminemos estas considera ciones completando las consecuen·
propias de toda cien cia del hombre, que h emos creíd o de nues­ cias teó ricas que se desprend en de la utilizaci ón de la noción de
tro deber recordar en nuestro exordio, se impuso h as ta en el superyó, Al superyó se lo debe tener diremos, por un a manifes­
I

estudjo del criminal. ta ción indi vid ual vinculada a las condiciones social es del edi­
Tit e individual offender~ de H ea ly, marca un a fecha en el pismo. Así, las tensiones criminales incluidas en la situación fa­
128 FUNCION.ES DEL I'SICOANÁ LISIS l'; N CRIM I NQ LO"/.'­ FUNCIONES DEL PSICOANÁLISIS EN CRIM INOLociA 129
miliar sólo se vuelven patógenas en las sociedades donde esta duo a un a sociedad dada. Y el úni co su.peryó colectivo qu e se
situación misma se desintegra. pueda con ce bir exigiría una d isgregación mo lec ular in tegra l de
En este senLido. e l su peryó revela la tensión , como la enfer. la sociedad. Cierto es que el entusiasruo en el que hemos visto
med ad sue le esclarecer, en fisiología, una función. a tod a un a ju ventud sacrificarse por ideales de nada nos lleva
Pero nuestra experiencia de Jos efectos del superyó, ta ll to a entrever su realizadó n posi ble en el hori zo nte de fenó menos
como la o b~ervacj ó n directa o"el niño a la luz de ella, nos revela sociales masivos que dehenfan suponer, entonces, la escala
sn aparición en un estéldio tan precoz, qu e parece contemporá. uni versal.
lleo y a veces hasta anterior a la apar ición del yo.
Melanie Klein a firm a las catego rías de lo Bueno y lo Malo
'en e l estadio infans del com portamien to y plantea el prohlema 4_ Del crim.en ell su relación con la l'ealidad de l criminal: si el
de la im p li cación retroactiva de las significacion es en un a etapa psicoanálisis da su mcdida~ indica. S1l resorle social fun­
a nte ri or a ]a apari ció n de l lenguaje. Se sabe de qué modo su da.me ntal
método. al ac tuar con desprecio de toda objeción de las tensio­
nes del ed ipismo dentro de un a interpretación ultraprecoz de La responsabilidad, es decir, el castigo, es un a caracrerística
las in te nciones del niño pequeñ o, ha cortado el nudo mediante esencial de la idea del hombre qu e prevalece en una sociedad
la acc i.ó n, no sin provocar en torno de sus teorías discu s i on e~ dad a.
apasiolladas. Una civ iJ ización cuyos ideales sea n cada vez más utilit'\[ios,
Sigue en pie e l hecho de qu e la persistencia. imaginaria de los comprometida como está en el movimiento acelerado de Ja pro­
buenos y los malos objetos pr imordiales en comportam ientos du cción, ya no puede conocer nada de la significación expiato­
de fuga, qu e pueden poner al ad u lto en conflicto con sus respon­ ria de l castigo. Si reliene Sil alcance ejempla r, es porqu e tiende
~abi lidades, va a llevar a concebir el superyó como una instan cia a absorberlo en su fi n correccional. P or 10 de más, éste cambia
psicológica que adquiere en el hombre una significació n ge néri­ insensiblemente de objeto. Los ideales del hum anismo se resuel­
ca. Es una noción que no tiene, pese a ello, nada de jdealista; ven en el utilitarismo del grup o. Y como e l grup o que hace la
se inscribe en la realidad de la miseria fi siológica propia de los ley no está, por razo n'Cs sociales, completamente ~egu ro respec to
primeros meses de ]a vida de] h ombre, ace rca de la cua l h a de la justicia de los fundamen tos de su poder, se remite a un
insistido un o de noso tros, y expresa la dep ende ncia, genérica en huma nitarismo en el que se expresa n, igualmente, la su bleva­
efecto, del hombre CO n respe cto al medio humano, ción de los exp lotados y la ma la conci'encia de los explotadores,
Que esa dependencia pueda apa recer como signi fica nte en e l a los que la noción d e castigo tam bién se les ha hecho insopor­
individuo en un estadio increíblemente precoz de su desarro llo, table. La a ntinomia ideol6gica refl eja, aquí co mo en otras p ar­
n o 'es éste un hecho ante el cual deba el psi coanalista retroceder. tes, el malestar soc ial. Ahora bllsca <¡u soluci ón en una posición
Si nues tra experienci a de los pSlcÓpatas nos ha condu cido a l científica del problema, a saber, 'en un análisis psiqui;i. lrico del
gozne entre la naturaleza y la cultura, hemos desc ubierto en criminal, a lo cua l se debe remjti r, habida cueuta ya de todas
ella esa instancia oscura , ciega)' tirán ica que parece la antino­ las med idas de prevencic'Jn contra el crimen y de protección con­
mia -en el polo bio lógico del individuo- de l idea l de l Deber tra su recidiva, lo que podríamos d'esignar (omo una concepción
puro, al qu e e l pensa m iento kantiano sitúa en correspo ndencia sanita ri a de la penologia.
con el orden incorruptible del cielo estrellado. Es ésta una concepci <'m que supone resue1ttls las re laciones
Siempre pronta a emerger del desga rramie nto de las ca tego­ entre el derecho a la violencia y el poder de una policía uni­
rl~ sociales para recrear, según la hermosa exp resió n de Hes­ versa l. Lo hemos visto, soberbio, en Nuremberg. y, auuque el
narcl, el universo mórbido de la falta , esta instancia sólo es cap­ efecto sanitario de es te proceso sigue siendo dud oso con respecto
table, sin 'embargo, en e l es tado psicopático, es decir, en e l a la supresión de los males socia les que pretendía reprim ir, el
indi viduo. psiquiatra no habría podido dejar de asistir por razones de
Por t,ll1 to, ninguna forma del superyó es iníerible del indivi­ "h umanidad", acerra de las cual es se puede ver qu e sienten más

1Ilh I!
I !lO FUNC 1 0~ES UEL PSICOANÁLI SIS EN CtUMI NOLOcl... FUNCIONES DEL PSICO ANÁLI SIS EN CRIMI NO LOCrA ISI
respeto por el obje to humano que por la noción de prój imo. A partir de ese momento, la "situación d'e acusado", para
A la evolución del sentido de castigo responde, en efecto, un a emplear la expresi6n de Roger Gren ier, sólo puede ya ser des­
evolución paralela de la prueba del crimen. crita como la cita de ve rd ades incon cili ab les, tal cual apa rece
Comenza ndo en las sociedades religiosas por la ordalía o por a la a udien cia del menor proceso en la sala de lo crimin al,
la prueba del juramento, en que el culpabl'e se designa por los adonde se ll ama a l experto ~ ates tiguar. Es asombrosa la falta
resortes de la creencia u ofrece su destino al juicio de Dios, la de común medida entre las re f'C rencias se ntimentales en que se
probación ex ige cada vez más el compro miso del individuo 'en enfrentan minis terio públi co y abogado, porque son las del
la confesión , a medida que se precisa su person alidad jurídica. jury, y las nociones objetivas que el experto proporciona, pero
Por eso toda la evolución huma n ista d el Derech o en Europa, qu e que -poco dialéctico- no logra hacer captar , a falta de poder
comienza por el redescuhrimiento de l Derecho Romano en )a desca rgarlas en una conclusión de ir responsabilidad .
Escuela de Batania y va has ta la captación íntegra de la justicia y pod emos ver cómo en el espíritu de l experto mismo esa dis­
por los leg istas re ales y la universali zación de la noción del cord ancia se vnel ve contra su fun ción en un patente resentimien­
Derecho de ge ntes. es estri ctamente correla tiva, ta nto en el liem· l O con desprecio de su deber, como que se ha dad o con el caso
po como en el espacio, de la difusión de la tortura, in augurad a de un ex perto que se neg:1ba a nte el Tribunal a todo otro 'Cxa·
asim ismo en Bolon ia como medio de prueba de l crimen . Un men que no fu era el físi co de un in culpado por lo demás ma·
hecho cuyo alcance no parece haber si do medido has ta ahora. nifiestamente válido men talmente, atrincherándose en el Códi­
y es que e l despreci o por la conciencia, que se man ifiesta en go, de lo que no h ahía qu e deducir la con clusión del hecho del
la reaparición gene ral de es ta práctica como proced imien to de aC I O impuwdo al sujeto por la averigu ació n policia l, cuando
opresión, nos oculta qué fe en el hombre supone como proce· un<t prueba pericial psiqui á tri ca le advertí... expl"esamente qu e
dimienlo de ap licación de la justi cia. un simple examen desde este pun to d e vista demostraba co n cer·
Si en el momento preciso en que nuestra sociedad ha promuI. te-l3 que el acto en cuestibn era puramente aparen te y qu e
gado los Derechos del Hombre, ideo lógicamente basados en la - ges to de repetición ohses iva- no podía consLl tuir, en el lugar
abstracción d'e su ser natural , se ha aba ndo nado el uso juridi co ce rrado, aunqu e vigi lado, en que se había producido, un delito
de ]a tortura, no ha sido ello en razón de un a dulcifi cación de de exh ibici ón.
las cos tumbres, difícil de sostener dentro de la perspectiva his· Si n embargo, queda en manos del experto un pode r casi di s­
tÓrica que tenemos d e la rea lidad social en el siglo X1X; 'eS que crecional en la dosi fi cación de la pena, a poco que se sirva del
el nuevo hombre. abstraído de su consisten ci a social, ya no f!S añadido agregado por la ley, para su propio uso, al artículo 61
creíble ni en uno ni en o tro sentido de este termino. lo cual del Código.
quiere decir que. no siendo ya peca ble, no es posibl e a ñad ir fe Pero con el mero instrumento de ese artícu lo, si bien no puede
a su existencia como crimin al ni, con ello, a su conf'e:sión. De re~poT1der ciel carácter compul sivo de la fuerza qu e ha ar ras·
allí , pues, que sea menester tener sus motivos, juntamente con tracia a l acto del sujeto, al menos puede indaga r qu.ién ha su·
los móviles del crimen, motivos y móviles que deben 5er com· frido la compulsió n.
prensibles, y comp re nsib les para todos, lo que implica, como lo Pero a un a pregunta como ésa únicamen te el psicoanalista
ha formulado uno de los mejores espíritus entre aquellos qu e han puede responder , en la meüida en que únicamente él posee un a
in ten tado repensar la " filosofía penal" en su crisis, y ello con una expe ri enci a di a léctica del suj eto.
rec titud sociológica di gna de h acer rev isar un injusto o lvido Des taquemos q ue uno de Jos primeros elementos cuya aut o·
- hemos nombrado a Tarde-, lo que impli ca, dice, dos condi· nomía psí'luica t:sa experien cia le ha enseñado a captar, a saber,
dones para la plena respon sabilidad del sujeto: la similitud so· lo que la teoría ha profun dizado de ma nera progresiva como
da l y la identidad perso na l. si representara a b instan cia de l yo, es tambié n lo que e n el
De ahí , la puerta de l pretorio está ab ierta al psicólogo, y el diálugo an alítico confiesa t I sujeto como por sí solo, o, con
hecho de que éste no aparelca sino muy rara vez en perso na mayor exactitud, lo que tanto de sus actos como de sus jnten·
prueba tan só!o la caren cia social de su funció n . ciones tiene su confesión. Ahora bien, Freud ha reconocido la

~~
132 fUNCIONES DEL PSICOANÁLISIS EN CRIMINOLOCfA 13$
FUNCIONES DEL PSlCOANÁ LISIS 1':1'11 CR1MINor.QCf..\

forma de esta confesión, que es la más característi ca de la fun­ rac teri za por la dominación de una estru ctura típica de los
ción qu e representa; es la Vemeinung, la denegación. objetos del deseo.
Se podría describir, aqui, toda una semiología de las formas Uno de nosotros ha descri to ' en la identificación del suj eto
cul turales por las que se comunica l a subjeti vidad, comenzan­ in/an.s con ]a image n especular el modelo que considera más
do por la restricción mental, característica del humanismo cris­ significa tivo, al mismo tiempo que el momento más original.
tiano y acerca de la cual tant o se les ha reproch ado a los admi­ de la rel ación fund a m'entaln~en te alien ...nte en la q ue el ser del
rables mora listas que eran 105 jesuitas el haber codifi cado su uso, h ombre se constituye dialécticamente,
continuando por el Ketman, especie de ejercicio de protección Él ha dem os trado también que cada una de esas identifica­
contra la verdad y señalado por Gobinea u como general en sos ciones desa rroll a una agres ividad que la frustra ción pulsiona l
tan penetrantes relatos so bre la vida social del Med io Oriente, no alcanza a explicar, como no sea en la comprensió n del com­
y pasando al Yang. ceremonial de las nega ti vas presentado por mono sense~ caro a Alexander, pero que expresa la dis cordancia
la co rtesía china como escalera al reconocimiento de l prójimo, que se produce en la realización alienante; fen6m'eno cuya no­
para reconocer la forma má-s característica de expresión del su­ ción se puede ejemplificar por la forma ges ti culante que al
jeto en la socied au occidental, en la protesta de inocencia . y respecto proporciona la experiencia sobre el animal en la cre­
plantear que la sin cerid ad es el primer obstácul o h all ado por cien te ambigüedad (como la de una elipse en un círculo) de
la dialéctica en la búsqueda de las verdaderas intenciones: pues­ señ ales op uestamente condicionadas,
to que el uso primario del h abla parece tener por fin disfra­ Esa tensió n pone de man ifi'es to la negatividad di aléctica in s­
zarlas, crita en las formas mismas en que se comprome ten en el hom­
Pero eso sólo es el afloramiento de una estrucLUra que se en­ bre las fuerzas de la vida, y se puede decir qu e el geni o de Freud
cuentra a través de todas las etapas de la génesis del yo, y mues­ h a dado su med ida al reconocerl a como " pulsión de l yo" con
tra qu e la dialécti ca proporciona la ley inconsciente de las for­ el n ombre de insti nto de muerte.
maciones, aun las más arcaicas, del aparato de adaptación . con­ En efecto, toda forma del yo encarna esa n ega tividad; y se
firmando así la gn oseología de Hegel, que formula la ley gene­ puede decir que, si Cloto. Laquesis y Átropos se reparten e l cui­
radora de la realidad en el proceso de tesis, a ntítesis y síntesis, dauo de nuestro des tino, de consuno retuercen el hilo de nuestra
y por cierto que resulta gracioso ver cómo algu nos marxistas se id'en tidad,
afanan en des cu brir en el progreso de las nocion es esen cialmen­ De ese modo, como la tensión agresiva integra la pulsión frus­
te idealis tas que constituyen las matemáticas las huellas imper­ tr ad a cada vez que la falt a ue ad ecuación del "otro" hace abor­
ceptibles de ese proceso y en desconocer su form a allí en donde tar la identificación resolutiva, también de termina, con ell o, un
con mayor verosimnitud debe aparecer, esto es, en la úni ca psi. tipo de objeto qu e s'e vuelve criminógeno en la suspensión d e
cologia que manifiestamente va a ]0 concre to a poco qu e su la dialéctí ca del yo.
teoría se con fi ese guiada por tal form a, Uno de nosotros ha intentado mostrar el papel fun cional y la
Tanto más significa ti vo 'es reconocer la en la sucesió n de las correlaci ón en el delirio de la estrnct ura de ese objeto en dos
crisis -destete, intr usió n, Edipo, pubertad, ado lescencia_ que formas ex tremas de homi cidio paranoico: el caso "Aimée" y el
r ehacen cada un a una nueva síntesis de los aparatos de l yo en de b s b erm an as P ap in, Este último proba ba qu e úni ca mente el
una forma sie mpre más a lienante para las pulsiones que e n an alista puede demostrar, en contra del común sentimien to, la
ellas se frustran, y siempre menos ideal para las que alj¡ en­ aliena ción de la rea lidad del criminal en un caso 'en que el
cuentra n su normalización , Es una form a producida por el fenó­ crimen da la il usión de respo nder a su contexto social.
meno psíquico, acaso el más fundamental que h aya desc ubierto También Anna Freud, Ka te Friedl ander y Bowl by determina n,
el psicoan álisis : ]a identificación, cuyo poder forma ti vo se revela ~n su condición de analistas, esas es tru cturas del objeto en los
hasta en biología. Y cada uno de los periodos ll amados de laten­ casos de robo entre los delincnentes jóvenes, según sea qu e se
da puIsion al (c uya serie correspondiente se compl'e ta con la manifies te en e llos 'e l simbolismo de d on del excremento o la
descubierta por Franz Wittels para el ego adolesce nte) se ca­ reivinc1i cación edípica, la frustración d e la prese ncia nu tricia

.. I~
135
1M FUN CIONES DEL ¡>S ICOAN ÁLlSIS EN CR IMINOLOCf.'\ FUNClONE:5 DEL PSI COANÁL ISI:5 EN cRlMINOLOCíA

o la de la m as tu r bación fálica, y la noción de qu e estructura ta l y su coordin ación estructural con fan tasmas que dejan ausente
responde a un tipo de realidad q ue determina los actos d'el su­ a su autor, anul aci ón ide al o cre aciones imaginarias, a lo cual
jeto, guía esta parte que llaman edu cati va de su condu Cla con viene n a insert arse, con arreglo a una inconsciente es pon ta nei­
respecto a ellos. dad, las denegaciones, las coartadas y las si mulaciones en las
Educación qu e es más bien una di a léctica viva, segú n la cual que se sostiene la realidad alieuada q ue carac teriza al suj e to,
'el educador remite, co n su no actuar, las agresiones propias de l Quere mos decir aquí que tod a 'esa cade na no tiene. de ordi­
yo a ligarse por el sujeto, alien án dose en su s rel aciones con el nari o, la orga ni zación arbitraria de una conducta d eliberada, Y
o tro, a fin de qu e pueda e ntonces desligarlas mediante l as ma­ que las a nomalías de estructura que el anali sta puede descu brir
niobras de l an álisis clásico. en e Ba han de ser para él otros tantos hitos en 'el cam ino de la
Y, desde luego, la ingeniosidad y la pacien cia que uno admira verdad, De ese modo interpreta rá con mayor hondura el sentido
en las inicia ti vas de un pionero como Ai chhorn no hacen olvi­ de las huell as a menud o paradóji cas cou que se delata el au tor
dar que su forma debe ser siempre renovada para superar las d'el crimen y qu e sign ifica n, antes q ue los er rores de un a ej ec u­
resisten cias que e l "grupo agresivo" no puede dejar de desplega r ción imperfecta, los fracasos de un a .. psicopato logía cotidiana"
en contra de toda téc ni ca re co nocida, demasiado real.
Una concepción como esa de la acción de "enderezami en to" Las identificaci oues anales, q ue el an álisis ha descubierto en
se opone a todo aque llo q U'e puede ser inspirado por una psico­ los orígenes del yo, otorgan su sentido a 10 q ue la medicina
logía qu e se d ice genética, que en el niño no hace más que medir legn l design a en la jerga policiaca con el nombre de " tarjeta de
sus ap titudes de crecientes para responder a las pI'egu ntas qu e visita", La "firma ", a menudo fl agran te, dej ada por el criminal
se le formul an en el registro puramente abstracto de las ca tego­ puede indicar en qu é momento de la iden tifi cació n de l yo se ha
rías men ta les del adulto, y que basta para tras tornar la simp1'e prod ucido la represi ón merced a la cual se puede d'ecir que el
captación de este hecho primordial de que el niño, desde sus su jeto no puede respo nder de su crimen y ta mbién gradas a la
primeras manifestacio nes de lenguaje, se val'e de la si ntax is y cual permanece afer ra d o a su denegación,
las partículas de ac uerdo con los marices que los postu lados de Con I'espe ClO a l fenómeno del es pejo, un caso recién publicado
la "génesis" mental sólo deberían permitirle alcanzar en la cús­ por la se ñorita Boutonier nos muestra el reso rte de un desper­
pide d'e una carrera de metafísico, tar del criminal a la conciencia ele lo que lo condena ,
y ya que esa ps icología pre tende alcanza r, bajo estos aspec­ ¿Recurrimos, para superar tales represiones [rép ressions1, a
tos cretin izados, la re alidad del niño, digamos qu e el muy bie n un o de esos procedimi en to ", de na rcosis ta n singularmente pro­
advertible pedan te de berá ¡,egresar de su error, cuando lns pa­ metidos a la actualid ad por las al armas que provocan entre los
labras de "¡Viva la muerte!" , proferidas por labios que no saben virtuosos defenso res de la in viol abilidad de la concienei .. ?
lo qu e di cen, le hagan comprende r que la di a léctica ci rcul a ar­ Nadie, y menos <¡Uf' nadie el psicoanalisla, se extraviará por
diente en la carn e con la sangre, ese camino, ante todo porque, conlra la confusa mitol ogía en
Esa concepción especifica además la especie de dictamen pe­ cu yo nombre los ignoran tes agua rd an el "levantamiento de las
ricial que el analista pu ede proporcionar de la re alidad del cen suras", e l psi coanali sta con oce el sen tid o preciso de las repre­
crime n a l basarse en 'el eSlUdio de lo que pode mos ll amar téc· siones (n:pressions1 que definen Jos límites d'e la síntesis del yo.
nicas nega tivi stas del yo, ya las sufra el ocasiona l crimi na l O Sabe, de ahí, que, re ~peclo del inco nscie nte reprimido cuando
estén dirigidas por el criminal ha bitual, es decir, la inani zación el análisis lo restaura en la concie ncia, no es tanto e l contenido
básica de las perspectivas espacia les y temporales necesitadas de su revelación euan lO el resorte de su reconquista lo que
por la previsi ón intimidante a qu e se fía, ingenuamente, la te o­ constiLU ye la efi cacia del tratamiento; con mucho mayo r ra zó n,
ría denominada "hedonis ta" <le la penología, la progresiva sub· tra tán d ose de las d'e le rmin ac ioues in conscien tes que so portan
ducción de los intereses en el campo de la tentacic')I1 obje ta l, el la af irmac ió n misma del yo, sabe que la realidad, ya se tr a te
estre chamiento d el campo d'e la concien cia a la medid <t d e un a ele la mo tivación del suj eto o, a veces, de su acció n misma, sólo
captació n sonambúlica de lo inmed ia to en la ejecu ción del ac to, puede aparece r por el progreso doe un di ál ogo, al que el cre­

....u..
J!16 FUNCIONES DEL I'SlCOANÁLISIS .EN CJUM ENOLOcíA 137
FUNCl ONES DI:::L PSlCOAN.u. ISIS EN CIllMINOLoclA

púsculo narcótico no podría dejar de volver inconsistente, Ni Se sabe, por lo demás, que esos fenómenos ya h an a traíd o J

aquí ni en parle a lguna es la verdad un dato al que se pueda desd e el punto de vista único del rendimiento, la arención de
ca plar en su inercia, sino un a di a lécti ca en marcha. los explotadores del trabajo que no se contentan con palabras,
No busquemos, pues, la realidad de l crimen más que lo qu e y justificado en la llawthorne Western Elertric los gastos de un
buscamos la del crimina l por medio de la narcosis. Los vatici~ estudio continuado por años d'e las relaciones de grupo en sus
ojos que provoca , desconcertantes para el investi gad or, son pe­ efectos so bre las disposiciones psíquicas más deseable.o; entre los
ligrosos para el sujeto. quien, a poco que participe de una es­ empleados .
tructura psicótica, puede hallar en ellos el "momento fecundo" Por ejemp lo, un a comple ta separac ión entre e l gr upo vital
de un delirio.
constituido por el suj'eto y los suyos y el grupo fun cio na l, donde
Como la tortura , la narcosis ti e ne sus límites: n o puede ha­ se deben hallar los medios de subsistencia del primero, permite
cerl e con fesa r al Su jeto 10 que éste no sa be. una suficien te ilustración a l aseverar que torna verosími l a lOan·
Así, en las Qu.estions médico-Iégales, acer ca de la s cuales el sieur Verdo nx - una anarq uía tanto mayor de las inJÚge nes del
libro de Zacchias nos trae el testimo nio de h aber sido plantea. deseo cuanto que éstas parecen gravitar cada vez más en torno
das ya en el siglo XV I[ en torno de la noción de unidad de la de satisfacciones escopto-fíl icas, homogeneizadas en la masa so­
persona lidad y de las posibles rupturas que a ésta puede ca usar cial; un a creciente implicación de las pasion'es fundamentales
la enfe nnedad, 'el psicoa nálisis aporta e l a parato de exa men qu e del poder, la posesión y el prestigio en los ideales sociales: otros
todavía abarca un ca mpo de vincu laci ón entre la naturaleza y tantos objetos de es tudi o para los cu:tl es la teoría analítica puede
la cultura: en este caso, el de la síntesjs personal en su doble okecerle al estadísti co coordenadas correctas a fin de introducir
relaciÓn de identificación formal, que se abre sobre las hiancias allí sus medidas.
de las d isociaciones neurológicas (desde los raptos epilépticos Así, aun e l político y e l fil ósofo encontrar{m su bien. connotan·
has ta las amnesias orgánicas) , p or una parte, y, por la otra, de do en una sociedad democrática como ésa, cuyas cos tumbres ex­
asimilación alienante, que se abre sobre las tension'es de las tienden su dominadón en el mundo, la apa ri ción de una crimi­
r elaci ones de grupo.
nalidad que prolifera en el cuerpo social hasta el 'ex tremo de
Aquí, el psicoana lista puede indi carle al sociólogo las funcio­ adquirir formas lega lizadas y la inserción de l tipo psicológico del
nes criminógenas propias de una sociedad qu e, exig'en te de una criminal en tre el del recordman el del filántropo o el de la
J

integración veni c.1. I, ex tremadamente compleja y elevada de la vedetle, a veces h asta su reducción al tip o genera l de la servi­
colaborac ión social, necesarü para su producció n , les propone dumbre del lrabajo, y la significación social del crimen reducida
a los snj'etos por eIJa empleados ideales individuales qu e ti en­ i1 su uso publicitario.
den a reducirse a un plan de asimilació n cada vez más hori zontaL Estruc turas ta les, en las que una asimilación social del indi­
Esta fórmula designa un proceso cuyo aspec to di altctico se "¡duo llevada a l ex tremo muestra su correlación con una te n­
puede expresar de manera sncinta dando a observar q lIe, en una sió n agresiva, cuya relativa impunidad en el Estado le resulta
civilización en la que el ideal individualista ha sido elevado mu y sensi ble a todo suje to de un a cultura diferente (co mo lo
a un grado de afirmación basta entonces desconocido, los indivi. era, por ejemplo, el joven Sun Vat-sen), aparecen trastocadas
duos resultan tender hacia ese estado en el que pensarán, sen­ cuando, con arreglo a un proceso forma l ya descrito por P la tón,
tirán, hará n y amará n exactamente las cosas a las mismas horas la tiranía sucede a la democracia y opera sobre Jos iudividuos.
'en porciones del espacio estricLamente eq ni valentes. reducidos a su número ordinal, el acto cardinal de la ad ición,
Ahora bien, la noción fundamen tal de la agresividad corre la ­ pron to segnida por las otras tres operaciones fundamentales de
tiva a toda identificación alienante permite advert ir que en los la aritmética ·.
fenómenos de asimilación social debe haber, a parLir de cierta Así es como en la sociedad totalitar ia, si la "cu lpabilidad
escala cuantitativa. un límite en el qu e las tensiones agresivas objetiva" de Jos dirige ntes los hace tra tar como a criminales y
uniformadas se deben precipitar en puntos donde la masa se responsables, la borradura relativa de estas nociones, indi cada
r ompe y polariza.
por la cOlH'epción san itar ia de la penologia, produce sus frutos

,iA •. _
F uNCIONES I) EL PSICOAN,\LISIS E.N CRI M IN O lOC(A 139
138 F UNCIO NES DEL PS rCOANÁLIS IS 'EN CRIMINO LOCfA

para todas las de más. El ca mpo de concentración se abre, para experiencia como la de l análisis h a sondeado e n la vivencia esta
la alimentación del cual las califi caciones inte ncio na les de la eq ui va le ncia de que nos adv ierte el patético llamamienlO del
re belión son menos de cisivas que cierta relació n cu a nlita tiva Amor : a ti mismo go lpeas, Y la helada dedu cción de l Espíritu:
Culre la masa socia l y la masa proscrita. en la luch a a muerte por puro pres tigi o se hace el hombr e re·
Si n dud a que se lo podrá calcul ar e n los tér min os de la me­ conocer por e l h ombre.
cá nica desarrollada por la psicología llama d a d'e gru po y per­ Si en o tr o sen tid o se desígna por ins tintos a co ndu ctas atávi cas
mitir d e te rmin ar la constante irracional que debe responder a cu ya violenc ia hubo de hacer ne cesa ria la ley de la selva primi·
la ag resivi dad ca rac te rís ti ca de la alienación fun damenta l del t¡va y a I;:¡,s qu e a lgún dobJ"egamiento [i siopatológico libenlTÍa .
individuo. a la ma nera de los impulsos mórbidos, del nive l infe ri o r e n que
Así, en la injusti cia misma de la ciudad -siempr e incompre n­ parecen co nte nidas. bien podemos preguntarnos por qué, d esde
:,ib l'e para el "inlelectu al" sumiso a la " ley del cora¡ó n"- se qu e el h o mbre es h o mbre, no se revelan tambi én impulsos ele
~e\'e ) a el progreso e n e l que el hombre se crea a su propia excavar, de p lanta r, de coci n a r y hasla de ente rrar a los muertos.
lmage n . D esde luego, el psicoanáli'!'is co ntiene un a teoría ele los in s·
( i nlO~, elaboradís ima; a decir verdad, la primera teorí a ver ifi­
cable que en el caso del h ombre se ha ya d ado, Pero nos los
5. De la inexistencia de los "ins tint os criminales". El psicoaná­ mu es tra e mpeñados en un me ta morfismo en e l q ue la fórmula
lisis se detiene en la objetivac.ión del Ello y reivindica la de su órga n o, de su dirección y d'e su objeto es un cu chill o d e
aulonomia de una experiencia irreductiblemenle sub jetiva j ea nnot:": de piezas indefinidamente intercambiables. Los T riebe,
o pulsio nes, que se aís la n en ella constituyen tan sólo un sistema
Si el psico¡,n á li sis proporciona las luces - que he mos me n cio­ de 'e quivalencias e nergé ti cas a l que referimos los intercamb ios
nado- a la o bje tiva ción psicológica d el crimen y dd crim in al, psíquicos. no en la medida en que se subordinan a alguna co n­
l OO tien e tambjén a lgo q ue deci r ace rca de sus [actores innatos? du cla ya del todo montada, natural o adquir ida, sino en la
Obse rve mos a nte todo la crílica a l a que hay q ue someter l a medida en que simbolizan, y a ve ces h asta integra n di a lec li ca·
idea co n[u!)a en que confía mucha gente h o nesta. la que ve en me nte, las fun ciones de los órganos en que apa rece n los inter­
el cr imen un a eru p ción d e los "instin tos" que echa abajo la cambios natura les, esto es, los ori ficios: buca l, a n a l y gen ito­
. ba rrera" de las fuerzas m o rales de intimidación. Image n difí cil ur in ario.
de extirpar, por la satisfacción que procura h as ta a me ntes gra­ De a hí que esas pulsio nes s610 se nos prese nte n e n re laciones
ves, mostr á nd o les al cdminal a bne n reca udo y a l ge nd arme mu y co mplej as, e n las que su propio torcimie nto no pu ede lle­
lt.ltelar, q ue o frece. por ~e r caraclerfsti co d e nuestra soci edad, var a prejuzgar ace rca de su intensidad de origen. Hablar de un
una tranquili za nte om niprese ncia. exceso de libido es una fórmul a vacía de senlido.
Porque si el instinlo sign ifica, en efeclo, la irrebatible a nima· Si h ay, en rigor, una noción q ue se desprenda de un gra n
Jid;tcl del h omb r'e, no se ve por qué h a de ser menos d ócil si se número de jndividuo~ capaces, lanto por sus antecedentes co mo
h;dla enca rn ado en un ser de r azón. La forma d el adagio qu e por la impresión "constitu cion al" que se obtie ne de su contac to
¡'eza: llomo homjni lutJ//J es engañosa respecto de su se ntido y y su íls pec to, de d a r la idea de " te nde ncias c riminales", es má~
Ra llasar Gracián forja, en un ca pitulo de El criticón , una b'lh u· b ie n la nociú n d'e Ulla falta qu e la de un exceso vita l. Su hip o­
la en la que mues tra qu é quiere decir la trad ición mo ral iqa . al gcn i( a lidad es a menudo pale nte, y su clima irradü.l frialdad
expresar que la fe rocidad del hombre para con su se meja nte Jibidinal.
supera todo cu a nto pued en los animales y que, ant e la a me naza Si mu chos indi viduos buscan y encue ntra n , en sus delitos, exhi­
qtre represe nta para la na tura leza entera, h asta los ca rniceros hiciones. robos. esta fas, di[amaciones auónimas y h asta en los
retroceden horro ri zados. crímenes de la pasión asesina, una estimulació n sexual , és ta,
Pe ro esa misma crueld ad implica la human id ad. A un se me·
~ [Véase nota 18 óe la p . 186.)
jant.e apunla, aunque sea e n un ser de otra es pecie. Ninguna
140 FUNCIONES DEI.. PSlCO ANÁUSIS EN CRI M INOLOcí....
}<' UNCION F,s DEL P S1COANÁLlS1S EN CR1M 1NO LOC:;!,\
141
.sea iD que fuere en p un to a los meca nismos q ue la causan - an­ Más allá de ta les anti nomi as, que nos cond uce n al um bral de
gustia, s3'lismo O aso ci ación situacional-, no p adda ser consi­ la sabiduría, no h ay crimen absoluto, y además exisl'en, pese a
d erada com o un e fecto de d esbord amiento de los instintos. la acción po liciaca extendida p or nuestra civilizació n al mundo
Seguramente es visible ]a correlación de gran número de per­ e ntero, asociaciones reli giosas, vinculadas po r una práctica del
versiones en los snj elOs que llegan a l examen crimin ológico, pe ro crimen, en las q ue sus acIep tos sa ben re cuper ar las presen cias so­
!){,lo "e la p uede eva luar psicoa n aIílica mente en {unció n de la brehumanas q ue en el equi librio de l U nive rso ve lan por la des­
fij ac ión obj eta1, del esta ncami'cnto del desarroll o, d e la impli­ trucción .
caci6n en la es tructu r a de l )'0 de las represen taciones neuró ti cas En cuan to a nosotros, dentro de los lí mites que nos h emos
<¡ue com.l itu yen el caso individual. esforzado en definir como aqnellos en los que nuestros ideales
!\.f.is cOllcre ta ('5 la noción con qu e nuestra experiencia com­ sociales redu cen la compren':iión del crimen y condicion an su
v1em );¡ ló pic. t pSÍqu ic<l del individuo, es decir , la de l Ello, pero obj'etiv ación crim inológica, si pod emos a portar un a verd ad de
!ambién. i(' u ~into m ~í.:-. di fícil de captar q ue las otras! un m(ts justo r igor, no olvidamos q ne 10 debemos a la fun ción
Hacer h ~U lll ::l de &us disposiciones inn atas es un a defi ni ción pri vilegiada, cual es la del rec urso del suj eto a1 suj eto. q ue ins­
meramente "b:-.trc¡rta y sin valo r de uso. cri be nnestr OS deberes en el orden de la frate rnidad ete rn a: su
l it t término de cue ~t ante sitnac ional, fund amenta l dentro de r egb es tambi én la regla de tod Cl acción que nos esté permitida .
lo que la teoría designa como automatismos de repe tición, pa·
rece relacio narse con e llas, h abiénd ose efectu ad o la dedu cción
(le los efectos de lo I cp rimid o y de las identi ficaci ones del yo,
y puede i nten'sal' los hechos de recidiva.
Sin d u(l;.~ . el ell o también impli ca esas ele cciones fatales, m a­
n ifies ta.;; eu el ma trimonio, la profesión o la amistad, y qu e a
menuu o apa recen en el crimen como un a reve lación de las fi­
g-uras del ucslino.
P or otra parte, las " tendenclas" del suj eto no dej an d e m os­
trar des lizami en tos vi ncu lados al nivel de su &a tÍsfacción, Q ue­
r"b mos p lantear el pr oble m a de los efe ctos qu e puede tene r a l
respecto un cieno índi ce de sa tisíación crimina l.
P ero acaso 'estamos en los límites de nuestra acció n di alécti­
ca, y la verdad qu e se nos ha dado, de reconocerlo con el
suj eto, no podría ser red ucida a la obje ti vación cien tífi ca.
En la confesión qu e recibimos del neu ró tic o o e l pe rverso, del
inefable goce qu e encuen tran perdiéndose en la imagen fasci ­
n ante, podem os medir 'el poder de un h edonismo qu e h abrá d~
introdu cirnos en las ambiguas relaciones entre la rea lid ad y el
placer. Y si al referirn os a estos dos gra ndes pr incipios d C:icrib i·
mos el sentido de un desarro llo n ormat ivo, ¿cóm o no sentirse
embargado de la importancia de las fun ciones [;-¡!1tasmá[icas en
los mo tivos de ese progTesQ, y de cuán cau tiva sigue la vid a hll.
ma na de la ilu sión na rc isista, aCe rca de la c u ~ 1 sa bemos qllc
teje sus más " rea les" coo rden adas? Y por o tr a ~x\rte, ¿acaso 11 0
se lo ha pesado ya tod o, junto a la cuna, en las ú;¡ bnzas ¡neo n·
m ensurables de la Discordia y el Am or ?

w.l·t .
ACERCA DJ:'. 1.A CAUSALIDAD rslQUICA 143
ACERCA DE LA CAUSALID AD PSIQUICA
Por eso he de inclinarme primeramente ante un esfuerzo de
pensa miento} enseñanza que representa e l honor de un a vida
y el fu ndame nto de una obra. Y si le recuerdo a nuestro a migo
Hen ri Ey que debid o a nuestras primeras defensas teóricas hu­
bimos d'e entrar por el mismo lado en la liza, no lo hago tan
sólo para asombrarme de que hoy nos hallemos en tan op ues­
Estas Uneas fuer on pronunciadas el 28 de septiembre de 1946, tos puntos.
como conlribll ción a las Jornadas psiquiátricas de Bonneval. A dec ir ve rdad, desde la publicación, en L'Encéphale de 1936.
Hená Ey habla puesto en el orden del dla de estas conversa~ de su h erm oso tr.. bajo, realizado en colaboració n con Julien
cio nes el tem a de "la psicogénesis". E l conjunto de las ponencias Rou an) "Ensayo de ;¡plic<lcíón de los principios de J ackson a
y de la discusión fue publicado en un volumen tit 'u,lado: El pro­ una concepción din amica de la neuropsiquia tría", venía yo
b lema de la psicogénesis de las neurosis y de las psicosis, editado comproba ndo -mi ejemplar muestra huelI as de lo qu e digo­
POT Desclée de B'rouwer, El siguien te relalo abrió la reunión. todo cua nto lo acercaba y debía acercarlo ca da vez más a una doc­
trin<l de la perturbación mental que considero incompleta y falsa
y que se designa a sí misma en psiquiatría con el n ombre de
] . Cn'tica de una teoria organ icista de la locura : el órgano-dina­ organicismo.
mismo de I-ienn: Ey Rigu rosame nte, el órgano-d inamismo de Henri Ey se inclu ye
con toda validez en 'esta doc trina por el mero hecho de no pode r
In vi tado por nues tro anf itrió n, hace ya tres años, a ex plicarme rela cionar la génesis de la pertu rbaci ón mental en su cond ición
ante uMedes sobre la causalidad psíqui ca, se m-e ha puesto en de tal , ya sea fun ciona l o lesional en su naturaleza, g'lobal o
una doble ~itua c ión. Me he visto ll amado a formul ar una posi­ pa rcia l en su manifestac ió n y tan dinám ica como se la supone
ción radical del problema: la que se supone que es la mía, y en su resorte, con otra cosa qu'e no sea el juego de los aparatos
que en efecto lo es. Y debo hacer lo en una disc usi<'m que ha constituidos en la extensión interior del tegumento del cuerpo.
llegado a un grado de elaboración al que no he concurrido. El punto cr ucial es, desde mi punto de vis t", que ese juego, por
Pienso responder apuntando direc tamente a ambos aspectos, sin muy energé tico e integrante que se lo con ciba, descansa siempre,
que nadie pueda 'ex igirme ser completo. en último análisis, en tin a interacción molecular dentro del
Durante varios años me h e apa rtado de todo propósito de mod o de la extensión partes ext.ra partes en que se construye
,expresa rme. La humillacÍón de nuestro tiempo, bajo los ene­ la física clásica, quiero d~cir , dentro de 'ese modo qu e perm ite
mig-os del género humano, me a leja ba d-e ell o, y des pues de expresar esta interacció n e n la forma de una rel ac ión entre [un­
Fontenelle me he aba ndonado a la fantasía de tener los puños ción y var iable, que es lo que constitu ye su determini smo,
llenos de verdades para cerrarlos mejor sobre ellos. Confi'eso El organ icismo va 'enr iqueciéndose desde las concepciones me­
esta ridi culez porque marca los límites de Ull ser en el momento canicistas hasta las din amistas y hasta, incluso, las guestaltis[as,
en que éste va a dar res tim onio, ¿Habría que denun ciar en ello y la concepción tomad a de ]ackson por Henri Ey se presta, des­
algún desfallecimiento ante lo que de nosotros ex ige el movi­ de luego, a ese enriquecimiento, al que su discusión misma ha
miento del mundo, si nuevamente se me ha ofreddo la paIabr;¡ contribuido: no sa le de los límites qu e acabo de d'e [ini r, } es to
'en el momento mismo en qu e se revela hasta para los menos es 10 que, desde mí punto de vista, vuelve desdeñable su di[e­
clarividentes que ulla vez más la infatuación del poder no ha rencia con la posición de mi maestro Cléra mbault o ]a de Gui­
hecho más que servir a la astucia de la Raz ón? Júzguese con raud, hab iéndos'e ya precisado que la posición de estos dos au­
tod a libertad cuánto puede sufrir mi búsqu eda. tores ha reve lado un va lor psiquiátri co que me parece el me­
P or lo menos, no he pensado en fa Itar a las exigencias de la nos desdeñab le, y ya veremos en qué sen tido.
verdad, alegrándome de que se pueda defender aqn í a ésta en De LOdas maneras, Henri Ey no pued'e ren egar del marco en
las formas corteses ele un torn eo del habla. qu e lo encierro. Basad o 'en una referencia cartesíana, a la que
[I12J

.....u.
144 ACERCA DE LA CAUSA LIDAD .rs(QUICh ACERCA DE LA CAU sAl.lDAD PSlQU1CA 145
dertamen te ha reconocido y cuyo sentido le ru ego captar bien, con la célebre forma que le h a dado Spinoza: Idea vera debet
es te marco no designa o tra cosa que el hecho de recurrir a la cum suo ideato convenire. U na idea verdadera de be (el acento
evidencia de la realidad física, tan válida p ara él como para cae sobre es ta pal abra, que tiene el sentido de "es su necesidad
todos noso tros desde qu e Descartes la basó sobre la noción de prop ia"), de be estar de acuerdo con lo que es ideado por ella.
extensión. En términos de Henri Ey. las " fun ciones energéticas" La doctrina d'e Henri Ey proporciona la prueba de lo con­
no entran menos en ese marco que las " fun cjones instrumenta_ trario, en el se ntido de que, a medida que se desarrolla, pre w

Jes",l puesto que escribe "que hay no sólo posibilidad, sino sen ta una creciente contradicción con su problema original y
también necesidad de indagar las condiciones quími cas. anató­ permanente.
micas, etc." del proceso "cerebra l generlldor, específi co de la Este problema, l'especto del cua l tien e Henri Ey el sorpren­
enferm'edad" mental, o incluso "las lesiones que debilitan los. dente mérito de haber sentido y as umid o su a lcance, es el qu e
procesos energéticos necesarios para el despliegue de las funcio­ tambien se inscribe en los títulos que llevan sus producciones
nes psíquicas". m ás recientes: ~l problema de los límites de la neurología y de
Ello cae, por lo dem ás, de su propio peso, y no hago más que la psiquiatría, que, desde luego, no tendría más impo rtan cia
indicar de un modo liminar la frontera qu'e, a mi en tender, pone que la r elativa a cualquier otra especialidad médica si no com­
entre nosotros, prometiera la originalidad propi a del objeto de nuestra exp'e­
Dicho lo cual, voy ante todo a aplicarme a una crítica del riencia.
ó rga no-dinamismo de Henri Ey, no para decir que su concepción He m encionado la locu ra: feli cito a Ey por m ante ner obstina­
no se pueda sostener) cosa sufi cientemente d'e smentida aq uÍ po r damente el término con todo lo que puede presentar de sospe­
la presencia de todos nosotros, sino para demostrar, en la ex­ choso, por su antiguo tufo sagrado, para quienes querrían re·
plicitaci6n auténtica que debe tanto al rigor intelectual de su du cirlo de algún modo a la omnitudo realitatis. 2
autor como a ] <1 ca lidad dialéctica d'e estos deba tes, que no tie­ Para hablar en terminos concretos, ¿hay cosa alguna que dis­
ne los caracteres de la verdadera idea, tinga al alienado de Jos demás enfermos, como no sea el hecho
Tal vez sorprenda qu e pase yo por encima del tabú filosófico de encerrarlo en un asilo, mientras que a éstos se los hos pitali­
que afecta a la noción de lo verdadero en la episremologia cien­ za? ¿La orig inalídad de nuestro objeto es, acaso, de práctica
tífica desd e que allí se difundieron las tesis especulativas lla­ (social), o de razÓn (científica)?
madas pragmatistas. Hemos de ver qu e la cuestión d'e la ver­ Estaba claro que Hen ri Ey no podía sino alejarse de razón
d ad condicio na en su ese ncia al fenómeno de la locura y que, de ta l, desde el momen to en que iba a buscarla en las con cepcio­
querer soslayarlo, se castra a este fenó me no d'e la significación, nes de ] ackson . Porque éstas, por notab les qn e sean para su
con cuyo auxilio pienso mostrar que aquél tiene que ver con tjempo debido a sus exige ncias totalitarias 'e n cuanto a las fun ­
el ser mismo deJ homb re. ciones de relación del organísm o, tienen por principio y fin
Para el uso crítico qu e haré luego de él, enseguida permane­ red ucir a una escala común de diso luciones perturb aci ones neu·
ceré cerca de Descartes) al plan tear la noción de lo verdadero rológicas y perturbaciones psiq uLá tricas. Es esto 'en efecto ]0
que ha pasado y, aunqu e Ey haya aportad o un a sutil ortopedia
1 Se pu ed e leer la última exposlcióo publicada actualmelHe de los pUll to~ a esa concepción, sus alumnos H écaen, FoIlin y Bonnafé le de w

<l e vist.a d e HcnTi Ey e n el follc lO que conti ene el iurormc presenla<lo p or muestran con toda facilidad que ésta no permite distinguir,
J. de Ajllriaguc rra y H . H écae n ell las J ornadas de Bo nueva l de 1943 (o esencialmen te, entre la afasia y la demencia, entre el algia fun­
.~ea: en la .sesión inmed ial amenle antecedente). A ese infoTme, que es un a
critica el e su doctrin a, Henri Ey aporta. en cfeclo, un a introdu cción y una cional y la hipocondría, entre la alucinosis y las alu cinaciones,
larga respuesta. Algun as de las citas que se van a leer están tomadas de ni aun entre cierta agnosia y determinado delirio.
ésta s (Ra pporls d e lo. Nellrologie el de la Psych iolrie. H . Ey, J. d(' Aj uri a. y también yo le planteo el prob lema, a propósito, por ejem­
guerra y H. Héca en, HeTmann editor, 1947. No, 1018 de la conoc ida coler .
ción: "A Cllla lites sci entifiques et indu strielles") , OtTas citas sólo se enCllCII . plo, dd célebre en fermo de Celb y Colds tein , cuyo estudio han
O'3. n, por desgracia , e n {c-xtos mecanografiados en los qu e se ha proseguirl c)
tilia mn}' fecunda discmión, prepaf'3toria de la s J o ruad as de 1945. ~ [Totalidad de la I'ealidad ..... s]

\i.o.ll

147
146 ACERCA VE LA CAUSALJOAD PSÍQU I CA ACERCA DE LA CAUSALIDA D f'SfQUlCA

retomauo por separa do, bajo o tros ángulos, Bénary y Hochhei­ cua nd o h ace algun os hallazgos de palabras (A nha/tspunkte, as¡­
ffier: aq ue l enfermo, a fec tado por una lesión occipi ta l que des­ deros, por ejemplo) para nombrar algunos de sus artificios.
truía las <.lo:> calcarinas, presentaba en torno de una ceguera psí­ Pregunto, pues, a H'Cnri Ey: ¿en qué distingue a ese enfermo
quica perturbaciones electivas de tod o el sim bo1ismo categorial , oe u n loco? Queda a mi ca rgo, si no me d a la razón en su sis­
tales como una a bo lición de l comportamie nto oet mos tra r, e n tema, poder d ársela en el mío .
contraste co n la conservación del asir, alteraciones agnós icas Si me responde con las perturbacio nes noéticas d e las diso lu­
muy a ltas, que se las debe co ncebir corno una as imbolia ue todo ciones t'un cionales~ le pI'egun(aré en qué difi eren éstas de lo qu e
e l campo perceptivo, y un d é[icit ue la ca ptac ión sig nifi cati va él llama disolu.ciones globales.
en su canícter de ta l, manifestado en la imposihilidad de com­ De hech o, es la reacción de la personalidad, que en la teoría de
p render la ana logía en un movimiento directo eJe la in teli· Henri E y apa rece como específica d e la psicosis, sea como fuere.
gencia, mientras q ue podía hallarla en tin a simetrí a ve rb al, gra­ y aq uí es do nd e esa teoría muestra su co ntradicción, y al mismo
cias a un a singular "ceguera a la intuición del número" (según ti em po su debilida<l, ya que, a medida que Ey desconoce de un
los términos ue Hochheimer) , que no por cllo le impedla ope­ modo más sistemático toda idea de psicogé nesis. has ta e l ex tremo
rar mecá ni ca mente con los números, y g-racias a una absorc ió n d e confesar en alg una par te que ya no puede siquiera co mpren­
en lo actual, que lo volvía incapaz ele toda asunción de lo [icti· der qué sign ifica esta idea ,:l le vemos recargar sus exposiciones con
cio , es to es, ele toelo razonllmiento abstracto. y qu'c con mucho una descripción "es tru ctu ra l" cada vel más sobrecargad a de la ac­
mayo r ra z:m le ce rraba todo aCceso a lo especul ati vo . tividad psíq ui ca, en la que reapare ce aú n más parali zante la
Disoluóón verdaderamente uniform e, y d el más alto nivel, misma discordancia interna. Como voy a mostrarlo citándole.
qu e repercut'e, seíi.alémoslo incidentalmente. has ta en su fond o Para cri ti car la psicogé nesis, le vemos rcdu ci rl a a esas formas
sobre el comporta mien tO sexua l, d onde la inmed ia tez d el pro· de una idea qu e so n tanto m ás fáci lm'ente refutahles cua nto que
yecto se refleja en la brevedad del acto y a veces has ta en su se las va a buscar entre qui enes son sus adversarios. En u me ro
p osibj ljdael o e interrupción indiferente. con él: el choque emocional, concehido por sus efectos [isioló­
¿No hallamos en ello la alteración negaliva d e di solución gicos; los fac tores reactivos, vi stos dentro de la p'erspecliva cons­
global y apical a la vez, no oostanre que el rodeo órgano-clínico tilllcionalisla; los efectos traum¡}tjcos inconscie ntes, en la me­
me parece sufi cientemente represe nt<.ld o po r el co ntras te entre dida en que, según él, hasta sus propios sostenedores los a ba n­
la lesión loca lizad a en la zona ue proyecci6n visual y la ext'ensión dona n; la suges ti ón pat6gen a, por fin, en la medida 'en que
del síntoma a toda la esfera oel simbolismo? (ahora ci to) "los más indómitos organici s ta~ y neurólogos -pres­
¿Se me did. qu e la falta oe reacti6n de la pe rsona lidad. qu e cindamos de los nomhres- se rese r\l~1Il es ta v,;Hvul a y admiten
pe rmanece 'en la alteración negativa es lo que distingu e ue un <t a título de ex cepcional eviden cia un a psicogénesis a ]a que 'ex­
psicosis a ese enfermo evidentemen te neurol6gico? R esponderé pu lsa n integralmen te de todo el resto de la pa tología".
que no. en ahsoluto. Porq ue ese e nferm o, m~í.s a lhl d e la ac ti vi­ He omitid o s610 un tér mino d e la serie: la (eo ría de la regre­
d ad profesional rutin ar ia qu e h a co nservado, expresa, por ejem­ si6n en el inconsciente, retenida entre las m ,\s serias, sin duda
plo, su nostalgia de las especulaciones religiosas y políticas, que porq ue ::tI menos aparentement'e se presta a ser reducida, cito
se le h <l Tl prohibido. E n las pru'ebas méd icas Jogra por un pelo d e nuevo, "a ese menoscaho del yo que todavía se co nfunde, e n
alcanzar a lgunos de los obj e tivos q ue ya no co mprende, "en­ último aná lisi .~, con la noción oe disolución funciona l". Retengo
chufándolos" en cierta medida mecánica, aunque deliberada· es ta [rase, (epetida en cien formas en la ob ra d e H enri Ey, por­
me nte. a los com port amientos que han perman'ecido posibles, y que gn\c ias a ell a voy a mostrar la deb ilidad radica l de su co n­
m ás aso mbrosa qne el moclo en que logra fija r su so mat.ognos i<l, (epción o e la ·psicopatoJogía.
para recuperar algunos actos del mostrar, es b manera en qu e 1.0 que acabo de enumerar resum e, nos dice. los " hechos in­
sc a ferra a e lla, a ti entas, con 'el stock del leng ua je para sobre· VOGldos" (lé rminos texlttale!o.) pa ra demos trar la psicogé nesis. A
pasa r algu nos de sus oé(i cit agnósícos. Más patéti ca aún su co­
laboración con el méd ico en el a nálisis de sus perturbaciones. acf. 10('. 6 1., p. 14.
-

148 ."CERCA DE L A CAUSALIDAD PSIQUJCA AL:t:RCA OJ:: LA CAUSA LJI>AI. PSfQ UJ CA 149
Ey le resu lta tan fácil des tacar que esos hechos son "más bien de­ eHo, en efecLO, hasta los problemas existenciales. H as ta h e creí­
mostrativos de cualqu ier otra cosa" como a nosotros comprobar do - Dios me perdone- ver escrito con su pluma el término de
que una posición tan cómoda no le ha de procurar mayor em­ "jerarquismo dial éc ti co", cu yo acop)amienLO conce ptual, cr'eO,
barazo. hubiera d ejado patidi fu so a l lamentado Pi ch on mismo, y no es
¿Por qu é es menester que rápidamente, informado de las ten­ desa cr editar la memoria de éste decir que h as ta el alfabeLO d e
dendas d octrin ales con las que, a falta de h-e chos, parece que H egel hu bo d e s·eguir siend o para él le lra muerta.
hay que relacionar "una psicogénesis -lo cito- tan poco com­ El movimi en to de Henri Ey es a trayente, desde luego, pero
palible con lo, hecho, p, icopalológico,", crea que d ebe hacerlas no se ]0 puede seguir mucho timpa, por la razón de que se
proceder de Descartes, atribuyendo a éste un dualismo absoluto percibe qu e la rea lidad de la vida psíqu ica se aplasta all í en ese
introdu cido entre lo orgá nico y lo psíquico? Cuanto a mí, siem­ nudo, siemp re semejante y, efectiv amente, siempre el mismo,
pre he creído, y en nues tras plá ticas de juve ntud también Ey <-¡ue se aprieta siempre con mayor seguridad en torno d'el pen­
pareela saberlo, qu e m ás bien se trata de du alismo de la ex­ samiento de n uestro amigo, incluso a medida que se esfuerza por
tensiÓn y el pensamiento. Uno se asombra, en cambio, d e que librarse de é l, y que term ina por sustraerle, por un a revela d ora
Henri Ey no busque apoyo en un autor para el cua l el pensa­ necesidad , la ve rdad d el psiquismo y la de la locura, j untas.
m iento sólo pued'€! errar en la medida en qu e en él se admiten Cuando H en ri Ey comienza a definir la tan marav iIlosa ac ti ­
las id eas confusas determinadas por las pasiones d e] cuerpo, vidad psíquica como " nues tra adaptación personal a la rea li­
Tal vez sea mejor. en efecto, que Henri Ey n o fundamente dad", me sie nto en el mundo de las visiones tan ciertas, que
cosa alguna en aliado tal, en q uien parezco co nfiarme bas ta nte, todos mis criterios se m anifiestan como si fueran los de un prín­
Pero Ipor favor!. que después de habérsenos producido psicoge­ cipe c1arividente. De veras, ¿d e qué no soy capaz en las alturas
ne tistas cartesianos de la talla de Babins k i, André-Thomas y donde re ino? Nada le es imposi ble a l hombre, di ce el campesi­
Lh ermi tte. n o iden tifique "la intuiciqn cartesiana fundamen tal" 110 de Vaud con su acento inimitable : 10 qu e no puede hacer,
con un paralelismo psico[isiológico más digno de T ain'e que lo deja. Pero asi Henrl E y me arrastre con su arte d e "t.rayec­
d e Spinoza. Semejante alejamiento de las fuentes nos llevaría toria psíq ui ca" al "ca mpo psíquico" y me invite a detenerme
a creer que la influencia de ] ackson es aún más perniciosa que un instante co n él para con siderar la "trayecLOria en el campo",
lo que parece a primera vi sta. persisto en mi feli cidad, por la satisfacci Ón de reconocer fÓr mu­
Ya d esca lificado el dualismo imputado a Descartes, entramos las pari entes d e las que fueron mías cuando, como exordio de mi
sin tra nsición. con un a "teoría d e la vida psíquica in compatible tesis sobre las psicosis paranoicas, intentaba yo d efi nir el fenó­
con ]a idea d e una psicogé nesis de las perturbaciones mentales", meno de la perso nalidad, Pero sin tomar en cuenta que no
en el dualismo d e Henri E y, qu'e se expresa íntegro en es ta apu ntam os :\ los mismos fines .
frase terminal, cu yo ace nto resuena con un tono ta n singular. Claro está, tengo cierto tic que me lleva a leer que, "para el
mente pasional: "Las enfermedades son insult os y trabas a la dualismo -sieolpre cartesiano, supongo-, el espíritu es un es­
lihertad, no está n causad as por la actividad libre, es decir, pu­ píritu sin existencia" , recordando que el primer ju icio d e cer­
rame nte psicogené ti cas", tidumbre que Descartes fund a en la co nciencia que d e sí m ismo
Este dua lismo de H enri Ey me parece más g ra ve, en tanto tiene e] pe nsamiento es un puro juicio d e existen cia: Cogito,
supone u n equívoco insos tenible en su pensamiento, Me pre­ eTgo su.m., Y me conmuevo a nte la aser ción d e que, " para el ma­
gun to, efectivamente, si todo su análisis de la act ividad p síquica terialismo, e l espíritu es un epi fenómeno" , remitiénd o me a esta
no descansa en un j uego de palabras entre su li bre juego y su forma d el ma terialismo para la cual el espíritu inmanente a ]a
libertad. Añad amos a ello la palabra clave: d esplieg ue. materia se reaJi ta por su movimiento,
H enri Ey asever a, co n Gold st'ein, que "la in tegración es el Pero cuando, pasando a la con rerencía de H enri Ey ace rca
ser". D esde ese momento, en esa integración necesita compren­ de la n oción d e perturba ciones nerviosas,4 llego a "este ni ve l
d er no s610 lo psíqui co, sino todo el movimiento de l espíritu, y. • Lo e. cit., p . 122. eL el tCXfO puhlicado cn el presente súmero de esta
d'e síntesis en estru cturas y de formas en fenóm enos, implica con r<,- vj~la ,
~ cr p. 71.

w,.A¡ tr
15 1
150 ACJ::: RC A DE LA CAUSA LID .... n !'S íQUICA "CEP. CA Ol! LA CAUS" LlDAD l'${QU ICA

que caracteriza la creación de un a ca usalidad propiamente psí­ valor bajo cualquier mO<.lo que se te nga p or dado el ser d el
quica" y me e ntero de que "en él se conce ntra la rea lidad del homb re, sea en su ·esencia co mo Idea, sea en su exis ten cia co mo
Yo" y de que, por ello, " se co nsum a la du alidad estruc tural d e orga nismo.
la vida psíquica, vid a ue relaci ón e ntre el mundo y el Yo, an i. Yo, así, ya no su e ño, y ahora, cuando leo qu e, "proyec tado en
mada por todo el movimiento dialéctico d e l espíritu. siempre un a rea lidad a un más espiritual , se const ituye e l mundo de los
aEa nauo, e n el o rde n de la acción tanto como e n el orde n te ó~ valore,., ideales, ya no in teg rad os, sino ínE iuita me nte inregrantes :
ri co, a reducir, sin ja más logra d o, es ta a ntinomi a, o po r ]0 me­ las cree ncias, el ideal, e l progra ma vital, los va lores d el jui cio
nos a tratar de co nci liar y h acer co ncordar las exige n cias de los }(';gico y de la tOnl icnria moral ", veo muy bien que h ay. en
obj'e tos, d el Prójimo, del cue rpo, d el Inconsciente y d el Sujeto efecto, cree ncias y t111 ideíl ) que se articulan e n el mismo psi­
conscie nte", ento nces me despierto y pro testo: el libre juego de qui~mo co n u n progTitm¡.¡ vital tan re pugnante con re." pecLO al
mi activ idad psíquica no implica en modo a lguno qu e me afane jui cio lúgíco como con res p eclO a la concien cia moral , para pro­
tan penosamente, pues n o ha y anti n omia ni ngu na 'e ntre los ob· ducir un fascista y a vetes, m/ks se n ci llame nte, un imbécil o un
jetos que p ercibo y mi cue rpo, c u ya p ercepción es tá ju sta mente ratero. Y saCo la (.oncJusi ón d e que la [a rm a integrad a de esos
cons tituida por un acuerd o de los más naturales co n ell 05. Mi id ca l ~ no im plica para ellos culmin ación psíquica algun a, y qu e
in consciente me n eva con la mayor tranquilidad u el mundo ,1 su acci6n integrante n o liene ninguna relación con su val or: o
uisgustos a que no pie nso en ningún g rado a tri buirle, al me n os ",ea, qu e ta mbién e n ell o de be d e haber e rror.
hasta que me h aga cargo de él p or los refinados medios d el p sj ~ Desue luego, señ ores, no 'eS mi p rop6sito rebajar el al cance
coanálisis. Y todo esto n o me impide conducirme para co n el de vue,o, IYO\ de hates, co mo wmpoco los re~ultados a los que h a­
prójimo con un ego í<; mo irred uctible, siemp re en la m;is sublirn e béis lJ eg,: <lo. Por la di [icu lLau en juego, pronto tendría que ru­
inconsciencia de mi Sujeto consciente, ya que si no intento al­ boriza rme de haberla s uh'e~ ljm ado, Al movi li za r guesta lti smo,
ca n za r la es[era embri aga nte de la oblativ id ad , cara a los psico­ behaviou ri slTl o, térmi n os de e~trllc tura y fenomeno logía para
analistas fran ceses, mi inge nu a ex pe ri e n cia no me da n'k . 1 re tor­ pone r a prue ba e l ó rga no·dinamismo, ha béis m o~tra do rec ursos
cer cosa al g'una d e ese hil o gu e, co n el n ombre de amor pr opi o, científi cos que parezco d esdeñar debido ;¡ principios qui zá un
rue detec t<l do por el genio p'e rve rso de La Roch efo ucau ld en la tan to u e mas iado s'eguros y a un a ironía sin dud a algo intrépida .
trama de todos los ~entimjen lOs hu ma n os, au n en el d el amor. Es que me ha par ecido qu e, al aligerar los términos puestos en
Realmente. tod a esa "actividad psíqui ca" se me ap:nece en­ la balan za, iba yo a ayudar mejor a d esat<lr el nudo qu e h e
tonces como un sue ilo, ¿y es acaso el sue ño de un médico qu e denun (Í"do h ace unos mome ntos. Pero par~~ logra rl o ple name nte
mil y diez mil veces h a podid o oír desenrolla rse e n su o ído esa 'en Jos e,o,píriws apretado'i por él !;ería meneste r gue Sócrates
cadena b8 stard a d e des tino e inercia, de golpes de dados y es tu­ mismo to mara la p<lJ a bra, o acaso, más hi e n, qu e yo os esc u·
por, de falsos éxitos y en cue ntros desconocidos, que conMitu ye chase en silencio.
el te xto corrie nte de una viu a humana? P o ryu e la autént ica dial éc lica e n que com prome téis vues tros
No, más bie n es e l sueñ o del fa bri ca nte ue a utúmatas, tIe l que términos y qu e c.onfi ere su e~ til o a vuestra. j ove n Acallemia e'i
en otros tiempos ta n bie n sa bía Ey, co nmi go, burlars-e, ti ici éndo­ 'iufi ciellt'e para ga ranti za r el r igor de vues tro progreso. Tambi én
me lindame nte que e n tod a con cepció n organi cista de l psiquismo yo me apoyo en ella y me' sic: nto en ella mu cho más cómodo
'le halla, sie mpre d isimulado, "e} h om brecito qu e h ay e n e l qu e e n la reverencia id olát ri ca de las pala bras que ve mos re inar
hombre" , y ve la nd o porque la máqui na respo ndi era. en otra." p artes, esp'ecialmente en el ~erra ll o psicoanalítico. Cui­
Tales caídas de l ni ve l de la concie ncia, tal es estados h ip noi ­ daos, no obstante, d el eco que las vuestras pu edan suscita r fue ra
tIes, tal es di solu ciones fisiológica s, ¿qué otra cma so n, mi yueri­ uel períme tr o e n q ue vuestra inle n ci('m las a nimó.
do Ey, sino el hecho d e que el ho mb rec ito que h ay 'e n e l h o m­ El u ~o d e la palabra req ui ere mut h a más vigi lancia en la cien ­
bre tiene u olor d e cabeza, es decir, le duele al otr o h om breci to. cia d e l homhre en cUél lyuie r o tra parte, pue." co mpromete al se r
'iin duda, yue a su vez ti e ne aqué l en su ca beza, y as í has ta el mi smo d e su objeto .
infinito? P ues el an tiguo argumento d e Polixeno con serva su T od a ac titud insegura res pecto a la ve rdad sa brá siempre des­
152
ActRCA DE LA CAUSALIDAD PSíQUICA ACERCA DE. LA CAUSALI DAD PS IQUlCA 153
Vlaf a nues tros términos de su sentido, y estas especies de abu­ para el filósofo, y sin duda para el filósofo más que para el
sos nunca son inocentes. ne u ró logo, una estr uctura consti tutiva del conocimien to huma,
Publicáis -y pido discu lpas por evocar una experiencia p'er­ n o, a saber, ese soporte qu'e el simbolismo d el pe nsam ie nto e n­
sonal- u n articulo sobre el " Más allá del principio de realidad" cuentra en la percepción visua l y al que llamaré, con Husserl,
en el que la emprendéis nada menos que con el estatulQ d el una relació n de Fundierung, de fund ació n ?
o bje to psicológico, in te nt a ndo sobre lodo fo rm ul ar un a fenome­ ¿Qué otro valor humano yace en la locura?
n ología de la relació n psicoanalitica tal cual se la vive entre Cuando rendía mi tesis acerca d e La psicosis paranoica e1l
médico y en fermo. Y desd e el horizo n te de vues tro círculo os sus relaciones con la personalidad, uno de mis maestros me rogó
llega n consideraciones acerca de la "rela tivid ad de la realidad" formul ar l o q ue en resumidas cuentas me h abía yo p ropuesto:
qu e os inducen a sentir aversión por vuestra propia rúbri ca. "En suma, señor - comencé- o no podemos olvid ar que la locu ra
Por ese sentimient o, lo sé. el gran espíritu de Polilze r renun­ es un fenómeno del pensamiento..." No digo que hubiera as '
ció a la expresión teórica d onde iba a dejar su sello imborrable, indicado suficien temente mi propósito: el gesto que me in te·
para co nsagrarse a u n a acción que nos lo iba a arreba tar irrepa ­ rrump ió te ni a la firmeza de un llamado al pudor: "¡Ca ramba!
rablemente, p u es n o perdamos de vista, a l exigir, después de él, ¿Y qué más? - seña laba-o Pasemos a las cosas serias. ¿V a usted
que una psicología concreta se constitu ya e n ciencia, que sólo a d ejarn os con un palmo de narices? No deshonremos esta hora
'estamos en las postulaciones formales a l respec to. Quiero uecir solemne. Num dignlls er;s intrare .in nostro docto corp ore cum
que todavía n o h emos podido formular la menor ley en la que i.rto voce: pensare!" 6 No obstante, se me graduó de doctor, con
se pau te nuestra eficiencia. los es tímul os que conviene dar a los 'eSpíritus impu lsivos.
Acaso en el punto de entrever el sentido opera torio de las Retomo, pues, mi explicación para vuestro uso después de
huellas que ha dejado en las paredes de sus cavernas el hombre ca torce a ños, y ya veis que a es te tre n -si no me sacáis de las
de la prehistoria puede acudir a nuestra mente la idea d e q ue mttnos la antorcha; pero en tonces, Itomadla l- la definición
sabemos rea lmente menos qu e él acerca de lo que he de llamar, del objeto de la psicología no irá lejos, aun cuando yo pase a
co n toda inten ciona lidad, materia psíquica. A falta. pues, de ha cerles compañía a las lu minarias que alumbran este mundo.
poder, como DeucaJión. h ace r can piedras hombr'es, cuidémon os Por lo menos, espe ro qu e en ese momento 'el movimie n tO de l
esmeradamente de tra n sformar las p alabras en p iedras. mundo haga ver h as ta a esas lumina ri as mismas lo basta nte
Sería desd e luego hermoso que, gracias a una pura ar timaña para q ue ningun a de ellas pueda ya ha ll ar e n la obra de Berg.
d el espíritu, pudié,.mos ver delinearse el con ceplo del objeto son la d¡latante síntes is qu e h a satisfech o las "necesidades espi­
en que se fundara un a psicologia científica. La definición d e ritua les" de un a ge n eración, ni ninguna otra cosa qu e no sea
concepto tal es lo que siempre he declarado necesario, lo que un h a rt o cur ioso conjunto de ejercicios de ven tril oquia meta­
he anu n ciado como próximo, y, an imado por el problema que física.
me proponéis, vaya intentar proseguir exponié n dome hoy, a m i Antes de ha cer hablar a los hechos es conveni'en te reconoce r
vez, a VUeStras cr íticas. las cond iciones de se n tido que nos los dan por tales. Po r eso
pienso que la consigna de regresar a Descartes no estaría d'C más.
Respecto del fenómeno de la locura, si bien no 10 profundizú
2. La causalidad esencial de la locura en sus M editaciones, al men os tengamos por .-eve lador al hecho
de que da con él desde los primeros pasos de su partida, d e una
¿Qué más indicado para ese fi n que partir de la situación donde inolvid ab le alegrfa, hacia la conqui sta de la verdad.
estamos, es decir, reunidos para argum'Cntar acerca de la ca usa­ "¿ Y cómo podría negar yo q ue estas man os y este cu erpo son
lidad de la locu ra? ¿Por qu é es te privilegio? ¿H ay la1 vez en un míos si n o acaso comparándome con algunos insens<ttos cuyo
loco un inte rés mayor que el que hay e n el caso de Ge1b y cerebro ha sido de tal modo alterado y ofuscado por los negTos
GoJdstein, a l que yo recorda ba a gra ndes rasgos hace unos m o­
I l1Y ahora scr~s digno de entrar en n.uestra corporació ll con es te lérmin o:
mentos y que revela no ')610 para el neurólogo, sino tam bién pensar! ...s)

""""'" ~.~ /
J54
ACERCA DE LA CA USA UOAD losíQUI(;A AUReA Dt:: 1.,0. CAUSAl..lO,\O I'SíQUI CA EíS
vapores de la bili~, qu e constanttmente aseg uran ser r eyes, cuan­ "¡Dónde esta ría el error - e.s uibe en ]a p{lg ina 170 de su
00 so n po brísi mos, y que van vestid.os de oro y purpura, cuando libro, Ha lIacinalio-n s et rl.éláe-/' y dónde, por lo demás, es ta­
está n completamente des nudos. o que se imagina n se r cá nta ros ría el error y el de lirio, sí los enfermos n o se equivocasen! Todo
o l'en ef un cuerpo ue vidrio? Son, ¡por supu esto!. locos, y yo en sus a [irmaciones y sus juicios nos revela en ell os el error (in­
n o seda menos extravagan te si me guiase por sus ejemplos." terpretaciones, ilusiones, elc.) ". Y e n la p¿ígina 176, a l plantea r
y sig u e adelante, cuando vemos qu e bien habría podido, no las d os "actitudes posibles" ante la a lucina ció n. de fin e de este
sin prove<.ho pa ra su búsqueda, det enerse en e l fe ll(ím cn o de la modo la suya: "Se la co nsidera como un error que ha y qu e ad·
IOCUTtl .
mitir y exp li car co rno tal sin dejarse arrastrar por su espejismo.
Reco n side ré mo~ lo, pues, en su conjunlo ue acuerdu (0 11 su Ahora bien, su es pejismo induce necesariam ente, 1:Ii no s'e ti ene
método . y no a la manera del m ae~ tro venerado que 11 0 sólo cuid ado, a fund a rla en fenómenos dect ivos y. con e llo, a CO llS·
cortaba las efu sio n es expli cativas de sus alumnos, aqu e l para trUlr hipúl'esis ne urolúgicas que son , cuando men os inútiles,
quien la~ ue Jos aluc inad os representauan un eSGinda] o t<Jl, qu e pues no ll'egan a lo que da fundamento al síntoma mimlO: e l
las inle n umpfa de este modo: "Pero ¿qu é me est;;í u~led con­ error y el ueliri o. "
tando, amigo mío? N;¡da de eso es cieno, veamos, ¿eh?" De est;¡ ¿Cómo no asombrarse, en lances, de que, tan bien preven ido
e~pecie de inlervencJr)rl se pnede extraer una chispa ue sen tido: contra la tcnWóón de fundar sobre una hipó tesis ne urológica e l
lo verCCldero est;í "en el gol pe", ¿pero en qué punto? Segura­ "espej ismo d e la alucinación concebida como una se nsación
mente, eu lo que a taile al uso de la palabra, ya no podemos fiar­ anormal", se apresure a fnndar sobre una hip6 tesis se mejante
no:) aquí ni d el es.oíriLU de l médico ni del espÍJ-iw de l enferm o. lo gue él llama "el error fundamental" del delirio. y de que.
Siga mos m{ls bien a He nri Ey, qui en, en su.s prim'eros traba­ negé1 nd ose con todo d'e recho, en la p;igina 168, a hacer de la alu·
jos, Como Deseanes en o; u simple fra se -y .<; In dud a 11 0 por UIl cinaciún como se nsaci6n a normal " un obje to ltbi cado e n los
t:n Cuenlro casual en aquel la épocn- pone d e relieve el resor te pli egues del ce reb ro". 11 0 titubee en situar ~tllí mismo el fenú­
(::l)encia l de la cree ncia,
meno de la cree nciíl deli rante, considerado ro mo fe nó meno de
Este fe n6meno, Con su a mbi gijedad -en el se r human o y con dé[j ci t?
.' iU uem a~ja do y su dem;¡siado poco para el COllociflli ent o _ y(l Por alta qu e sea , pu es. la tradicióJl en qu e se halla , ha lomad o.
que es meno.'1 qu e 'ia ber, pero es qui zá m;:ís: a firmar es co mpro­ pe1:l e a todo, por UII fal so ca mino. Habría e~quivado éste d e ha­
meterse, pero no 'eS estar seguro-, Ey ha visto ad mirabl emente berse detenido anres del salto qu e ordena en é l la noció lI misma
que no ,'le 10 pu ede eliminar eleJ fenómeno de la alu cinación y de la verdad. Ahora bien, 1:I i no hay progre.s01:l posib!l:s en e l
del delirio,
conocimien to a menos qu e esta noci6n no lo lIlu eva, esL1 en
Pero el an;:I1isis fcnome nológilo r equi'ere yue no se pase por nue1:l tra condíció n, como lo verernos, correr 1:Iie mp re e l riesgo
alto nin gón tiempo; toda precipitación le es Catal, y diré que d e p erd e rnos debido a nu estro mejor movimi ento,
la fig ura sd Jo aparece anl e una jU1:l la acomodaci6 n del pensa. Se puede decir qu e e l e rror es un déficit . en e l sentido que
m ie nto. Aquí Ey. para no (éJer en la (alta, qu e les reprocha ti esta palabra I iene en un balance ; pero 110 lo e,'1 la neencia
los mecani ci r. t a~, de delirar con el enfermo, va a corneter ]a falta mi ~tlla, aunque nos engnñe. porque la creencia puede ex trav iarse
('olltraria, la de in d uir con demasiada prisa en el fenómeno e~"C en lo m;i.s alw de un pe nsa mi ento si n declittacioJ1 , romo el
jui cio ue valor (u yo ejemplo cómico, recién comen lad o y que propio Ey lo prueba en e~ te mamen la.
él paladeaua en !>u justa medida, habría debido ad ver lirle que ¿CucJI es, por tan LO, el fe nó meno de la cree ncia del ira ute? Es,
con 'ello excl uía toda c.omprensión , Mediante una especie de d:ecimos, el ue de~co n oci mienlo> con lo que este término contie­
vér ti go mental, t1isuelve 1;'1 noción de creencia, qu e lenia a la ne d e ¡.¡ntinom ia esencia l. Porque desconocer supo ne un reco no·
vista, en la de erro r, que va a absorberla (O mo una gota de cimi ento, CO U1 0 lo m,mifies ta el desconocimiento sistem¡í Li co, en
agua a o tra qu e la toca. De ahí, toda la operación qu eda (Clllida . el qu e h~y qu e admitir que 10 qu'e se nieg"1 debe de ser de
Inmovi lizado, el fen6meno se vuelve objeto de enjuician Jien to, ;dgún modo reconocido.
y muy pronlo objeto a secas,
~ Aleall , Parl ~ , !!);M , en la peq ueña colección verd e.
156 157
ACERCA [lE LA CAUSA LID AD PSJQUICA ACEn(;A DE 1...\ CAUSALIDAD PSíQUICA

Con respecto a la pertenencia del fenómeno a l suje to, Ey in. tro de la modulación pasional; de la cultu ra y de la historia .
siste en ello. y no se podría insistir demasiado en 10 'evidente: que h ace n su humanid ad, dentro del sistema semántico que lo
la alucinación es un error "amasado con la pasta de la persona­ ha formado criatura;
lidad del suje to y hecho con su prop ia actividad". Dejando -sea que manifiesta esta ve rdad corno intención. abriéndola
.aparle las reservas que me inspira el 'empleo de las pa labras eternamente al problema de saber cómo lo que expresa la men­
pasta y acLividad, me parece claro, en efecto, que en los sent i­ tira de su particularidad puede llegar a formular lo universal
mientos de influen cia y de automatismo el suj'eto n o reconoce de su ve rd ad.
!Sus propias producciones en su calidad de su yas. En esto, todos Un problema en el que se inscribe toda la historia de la fil o­
estamos de acuerd o: un loco es un lo co. ¿Pero lo notable no es sofía, desde las aporí as platónicas de la esencia hasta los abis­
más bien que tenga que conocerlo? ¿Y el probl ema 11 0 consiste mos pasca lianos de la existencia y hasta la rad ical ambigü edad
.aCaso en saber qué Conoce de él sin reconocerse a llí? indicad a por H eidegger allí, desde que verdad significa re­
Porque un carác ter much o más decisivo, por la rerdidad que velació n .
e l suje to confiere a ta l'es fenómenos, que la sensoria lidad expe­ La pa labra no es signo, sino nudo de significación. Diga yo.
rimentada por éste e n ellos o que la creen cia que les as igna, por ejemplo la palabra " telón", y no sólo por conven ción se
es que todos, sean cua les fueren, alucinaciones, inrerpretaciones, designará el uso de un objeto al que pu-eden diversificar de mil
intuiciones, y aunque el sujeto los viva con alguna extralleidad maneras las intenciones con las que lo capta el obrero, e l co­
y extrañeza, son fenómenos que le incumben p'ersonalmente: lo mercian te, el pin tor o el psicólogo guestaltista, como trabajo,
desdobla n, le responden, le hacen eco, leen en él, así como él los valor de cambio, fisonomía coloreada o estructura 'espacial. Es.
ide ntifica, los interroga, los provoca y los descifra. Y cuando por metáfora, un telón de árboles; por retruécano, las ondas y
lI'ega a no tener medio algun o de expresarlos, su perplej id ad nos los ri zos del agua y mi amigo Le iri s,í que domi na mejor que yo
manifiesta asimismo en él una hiancia interrogativa: es decir estos juegos glos01álicos. Es, por decreto, el limite de mi domi­
q.u e la locura es vivida ín tegra en el registro del sentid o. nio, o por ocas ión la pantalla de mi meditación en la habitación
El pa tético interés que así conlle va da una primera respuesta que comparto. Es, por milagro, el espacio abierto al infinito, el
al problema que acerca del valor huma no de su fenómeno he mos desconocido en el umbral, o la partida en la maña n a del soli.
p lanteado. Y su alcance meta físico se reve la en la circunsta ncia tari o. Es, por obsesión, el movimiento en que se trasluce la pre­
de que el fenómeno de la locura no es se parable de! problema sencia de Agripina 'en el Consejo del Imperio, o la mirada de
de la signifi cación para 'el ser en general, es decir, del lenguaj e Madame de Chasteller a l paso de Lucien Leuwen . Es, por equi­
para el hombre.
vocación, Polonio a quien hiero: "¡Una rata, una rata, una
Ningún lingüista y ningún filósofo podría ya sostener, en efec. gran ratal" Es, por interjección en el entreacto del drama, 'el
to, una teoría del I'enguaje cama de un sistema de signos que grito de mi impaciencia o la voz de mi ca nsa ncio. ¡Telón! Es.
duplicara el de las realidades, definidas por el común acuerdo por fi n, una imagen del sentido como sentido, que para descu­
d e las mentes sanas en cuerpos sanos; apenas veo a Blondel que brirse tiene qu'e ser develado.
parezca creerJ o en ese libro sobre la Conciencia mórbida que es. De ese modo se justiEi ca n y denuncian en el lenguaje las acti­
por cierto, la elucubración más limitada que se haya producido tudes del ser, entre las cuales e l " buen sentido" manifiesta a "la
[anta acerca de la locura como del lenguaje, y para culminar cosa más difundida del mundo", pero no hasta el extremo de
en el problema de lo inefahle. como si el lenguaje no lo p lan­ reconocerse entre aquellos para quienes Descartes es, en esto,
teara sin la locura.
demasiado fácil.
El I'engu<lje del hombre, ese in!>trumento de su mentira, está Por eso en· un a antropología en la que el registro de lo cu ltu­
atravesado de parle a parte por el problema de su verd()d:
-sea que la traicione en tan to que él es expresiém de su h e. '[Laca n jut::g:a en I.od o el pánaro co n la poli semia del vocablo " r idea u ·'
rencia orgá nica en la fonol ogía del fla.tuJ vocis; de las "pasio. (pron . " ridó") (relón, cor tina , visillo, e te.), aq ní con la paron omasia _ in_
Iles del cuerpo·' en ~e ntido cartesiano, es decir, de su alma, den ­ trad ucible- que daría al aleJo caslellano un a secuenc ia fo nélica as/: "le )"¡
e Je ri (d e)ó e mon ami t e ri." AS]

eL . .
158 ACE RCA DE LA CAUSALlOAD .ps íQl! I<:¡'\ ,\ct:.Rt.:A DI'. l.A C¡\US,\I.IIl¡\O J>S(QUTC¡\ l !HJ

Ta l en el hombre incluye. como debe s'er, el de lo na tural, se (om'eti el er ro r de aba ndo nar de ln asiado pron to para postular·
podría definir, concretamen te, la psicología como el d om-inio me e n las esferas consagradas de la ig nora ncia d oce n te.
de lo in se nsato, esLO es, de todo cua n to forma nudo en el d is­ P re tendo haber seguid o su mé todo en el a ná lisis del caso de
curso, como Jo indica n sufi cientem'en te las "pa labras" de la psicosis paranoica q ue constituyó el obj eto de mi tesis, caso
pasi6n. cuya estructura psicogenétíca he demostrado y cuya ent idad clí·
E mprend amos este ca mino p ara es tudiar las significaciones de ni ca he designado con el térm ino más O menos vál ido de pa.
la loc ura, como nos in vita n a hace rl o los modos o ri gina les qu e J"an01:a de aut.opll.niáón.
m uestra e l lenguaje, esas alusiones verba les, esas re lac io nes ca ba. Aqu e l1 a e nferma me ha bía a traído por la a rdi en te 6ignif ica.
Iísti cas, esos juegos de homoni m ia, esos re truécanos q ue han ción de sus produ cc io nes escri uls, cuyo va lor litera ri o sor p ren·
cau ti va d o el ex ame n d e un Gui r;¡ ud,R y diré es'e ace nto d e di ó a m uchos escri lores, desde Ftllgue y mi q uerid o Creve l, qu e
~in gularj dad en ya resonancia necesilamos o ír en un " palabra fu eron los p r imer os en l e("rl a~, has ta .loe Bousqu el,fl q ue las co·
pa ra de tecta r el de liri o, esa transfigu ra ció n de l términ o en la mentú i nmediata y ad mirablemente, y I!: luard ,lo q ue hubo de
intención ine fab le, esa fi jación de la idea en el se mantema (qu e recoger no hace mu cho su poesía " in voluntaria" . Se sabe que
Li ende aquí, precisamen te, a degrada rse en signo) , esos hí brid os e l n ombre de Ai mée, cuya pe rsona he d is[r¡lzad o, e!i F:I de 1;1
de l vocabu lario, ese c<'t ncer verbal elel neologismo, ese naufragio fi gura ce nt n d de su creación novelesca.
(le la s in ulxis, esa dup licidad de ht en unc iacilm , pero también Si reúno Jos resulta·d os del a náli sis qu e he hech o al res pecto,
esa cohere ncia qne equi va le a u na lógica, esa Cat ,lcterfstlca q ue creo que surge ya de ellos una feno menología de la locu ra, como
lll('l rca, desde la un idad de uu esti lo hél sta la!) este reotipias, cada pleta en sus términos.
forma de de liri o, toci o aquello po r lo cual el a lienado !:;e comu· 1.05 pun tos de estru ctura qlle se reve la n allí como esenciales
nica con llo::,otros a traves del hab la o de la p luma. \e fo rmul a n como sigue:
Ahí es donde ~e deben revelar Jnte nosotros esüs estructuras al L<l estirpe de las pe rsegu idoras qu e se sucede n en su h is­
de su conocimien to, ace rca d'e las cuales res ulta singular, 'Hlll · toria repite casi sin var iaciones la personi [icaci6n de 1I 11 idea l
q ue no, sin d ud J, po r puro accidente , qu e h rlyrm si-do justa. de ma lign idad cono·.a el cual su necesiJad de agres ión va en
me nte meca ni cista!), como Cléra mbau lt, como G uiraud, quienes a ume n to.
mejor las hayan de linead o. Por f(-l lsa yue sea la teorf a en que Ahora bie n, no sülo ha b usc<ldo permane n te m en te el blvor
las h an com pre nd ido. ha res ul tado concil iar no tab lemen te su y. con e lJo, las sevicias d'e per::,onas que e ncarna ba n ese tipo
esp íritu con un fenómeno esen cia l de esas es trl1 cturaS cual es entre aque lt as q ue le eran acces ibles e n la realid ad , sino q ue
la especie de "an <llomía" qu e se m anifi es la en el las. Aun la
adem;:\s ti ende e n su condu cta a realizar, sin reco nocerl o, el mal
r e fe ren cia constante de l aná lisis de un Cléra mba ul t a lo q ue
m ism o que denu ncia: van idad , friald ad y aba ndo no de SU "
és te lla ma, con un té rmino un tanto di<lforé tico, "Jo ideogé ni co"
debe res n<l tll rales.
no es o tra cosa que la búsqu ed él de los límites de la s ign ifi ta.
ci(¡n. Así, paradójicamente, viene a desp legar. de un modo cuyo bl En ca m bio, su represe ntación de sí misma se expresa ell
alGlTIce ún ico es de comprensión, ese magnífico aba n ico de u n idea l com p le tamente o pu e~to, de pureza y devociú n, que l;¡
eHfu ctu ras q ue va desde los denom inados "posLulados" de 10!i expone como víc tima a los atentados del ser aborrecid o,
d e liri os pas iona les hasta Jos fen6 menos ca lific<ldos de basales del e] Se ob6erva, ademéis, una ne utr <1 lización de la categor ía
a1llomal,:smo menta.l. ~extla l en la que ella se identifica. Esa neutralización, confesada

Por eso creo que ha h'echo m;ís q ue ntldie en pro ele la tes is hasta la ~lI llbi gOed ad 'en sus escri tos y ta l vez lITIpulsada hasta
psicogenética; en todo caso vais ;¡ ver cómo 10 entiendo. la inversión .imagin:Hi va, es cohere ll te eO Il el pla to nismo de la
C léram bau lt fue mi ún ico maestro en la observación de los e rotOma n ía c1<isica q ue ues<1 rro lla res pecto a va ri as perso ni[i ca­
e nfermos, desp ués de l mu y su til y deli cioso T ré nel, a f.jm en
iIE Tl el núme ro 1 de l:l rn isla 14, me d u Drago/l (É(1. Ca h icTS (I 'A n ).
''' Les fo nnl:!'> v(' rh a ks de l'inlCrp ré l<llio n dél ira lll l:", AI/n. m¡Jdi("o ,p.~vr l!U1.. 10 P ;.¡ ul r~ lu:lrd, Pobie in T'o l onlO¡"e el po isie j¡¡t etltiOri1ulle, plaqul:t:l ed i·
1921, pr imer .'iC m e.~ lrl: . VP . 395 y 4 12. t ad a por St:ghcn ( J>oésie 4 ~ ).
160 ACE RCA DE LA CA USA LIDAD ps íQUlC ' ACERCA 1>[ L,\ CAUSALIDA D PSíQU ICA 161
clo nes masculinas y con la prevalencia de sus amistades feme ­ estructura general dd desconocimiento. Pero hay que compren­
ninas e n su hi stori a real. derl a bien.
d] Esta historia está constituida por una lucha indecisa en Seguramente ~e puede decir que el loco se cree distinto de lo
pro de la rea lización de un a exis tencia común, pero sin aba n­ que es, como lo asienta la fra se sobre "aqu e llos que se creen
d o nar ideales que califi caríamos d'e bováricos, sín que es te ve~ tidos de oro y pú rpura", en la qu e Descartes se conforma con
t.érmin o conte nga peyoración alguna . las más anecdó ti cas de las historias de locos, y como se contenta
Luego, una intervención progresi va de su hermana mayor en el ;tu tor, autorí zadísimo. a l qu e el bovayismo~ adecnado a la
su vida la h a despojado poco a poco por comple lo d e su lugar medida. de su simpatí a por los -enEennos, daba la clave de la
de esposa y madre. para n0l3.
e] Esa intervenci6 n la ha desembarazado, a decir verdad, de Pero, !labre qu e la teoría de Jules de Gaultier incumbe a una
sus deberes famili ares. de las relac io nes méÍs normales de la personalidad humana - sus
Pero, a medida q ue la " liberaba" , se desencadenaban y cons­ ideales- , convien·e destacar qu e, si un ho mbre cua lqu iera que
tituían los fenómenos de su deliri o. qu e alca nza ro n su a pogeo ~e cree rey es tá loco, na lo es tá menos un rey que se cree rey.
'en el mo mento en qu e, contribu ye nd o a ello su incidencia mis­ Como lo prueban el ejemplo de Luis II de Eaviera y el de
ma, result ó verse completamente independiente. algun as otras personas rea les, y el " buen !)enlíclo" de todo e l
f] Esos fenómenos aparecieron en una se rie de o leadas a las mundo, en nombre de lo cual se exige, con todo derecho, d·e las
qu e hemos designado con el término, que algunos ha n deseado perso nas colocadas en esa situación " que desempeñen bie n su
conse rvar, de momentos fecu.ndos del delirio. papel", pero ex}rerímenLando con fastidio la idea de que "se
Ciertas resisten cias que hemos podido encontrar para com­ lo crean " de ve ras, así sea él través de un a considera ción su pe­
prender en u na tesis psicogenética la presen tación "elementai" rior de su deber de enca rna r una fun ción en el orde n del mundo,
de tales momentos parécenos que se resuelve n ac tu almente en por lo cu;!! adquieren bastante bien aparien cia de víctimas
e l aho ndamiento que es ta tesis h a adqu irido con posteriorid ad elegidas.
en nosotros. Como hemos de mostrarlo en segui da, en la medida El momento de virar lo da aquí la mediación o la inmediatez
en que nos lo permita el equi libri o de la presente exposición. de la ¡d entificaóún y, para deci rlo de una vel, la infatu ación
g] Nótese qu~ aunque la enferma parezca sufrir por el hecho del su jeto.
de haberle sido arreba tado su hijo por la mencionada hermana, A fín de hacerme comprender, evocaré la sim pática figura del
cuya mera visió n dej aba en libertad, para nosotros, al mal au­ lech uguino, nacido en el desahogo, que, como se sue le decir, "no
gurio, se niega a considerarla como hos til para con ell a misma, dud a de nada". es pecialmente de ] 0 qu-e debe a su di ch osa
ni aun nefas ta, ni desde este punto de vista ni desde ningún otro. suerte. El sentido común tiene la costumbre de ca lificarlo, según
P or el contrario, va a golpear con asesina intenció n a la últi­ e l caso, de "b ienave nturado inocente" o de " pulito" . "Se cree" ,
ma en fecha de las p ersonas en las que ha identificado a sus como se dice en francés, en lo cua l el genio de la lengua pone
persegui doras, y ese ac to, tras el plazo n·ecesario para la tom a el acento donde e~ prec iso, ·es deci r, no en la inadec ua ció n de
de conciencia del al to precio que paga en la abyecció n de la un a tributo, sino en un modo del verbo, pues el sujeto se cree,
cárcel, tiene por efecto la ca ída en ella de las creencias y los en suma, lo que es: un feliz gr;Jnuja , pero el s-enl ido comun le
fantasmas de su deliri o. desea in j1ellO el tropie7.0 que le revele que no lo es lanto como
De este modo hemos proc urado delinear la psicosis en sus cree . No .')-e me vaya a decir qu e me hago e l ingenioso, ni se me
relaciones con la totalidad de los antecedentes biográficos, de mencio ne la calidad qu e se muestra en el di cho de que Napo­
las inten ciones -confesadas o no- de ]a enferma, y de los mo­ león era un lipo que se creía Na pole{m. Napoleón no se creía
ti vos, percibidos o no, que se desprenden de la situaóón con­ en absolu to Napoleón, po rque sabía muy bien por qué medios
tem poránea de su delirio, o sea, como lo indica el título de había 130naparte produ cid o" Napol eó n y de qu é modo Napo­
nuestra tes is, en sus relaciones con la personalidad. león , como el dios de Malebranche, sostenía a cada instante su
Parécenos qu e de ello surge, desde un primer instante, la existencia. Si se neyó Napoleón, fue en el momento en que

1.....iJ~_~_
162
ACERCA DE LA CAUSALIDAD PSfQU ICA
ACJ:::RCA DE LA CAUSA LI DAD PSíQUICA 165
Júpiter decidió pe rderlo, y, consumada su caída, oc upó sus
una identifi cación ideal que caracteriza a ese punLO con un
momentos Jibres en mentirle a Las Cases a su guSto y paladar,
destino particul ar,
para qu'e la posteridad creyera que se había creído Na poleón,
condición requerida para convencer a ésta de que había sido Ahora bien, esa identificación , cuyo carác ter sin medi ació n
ve rd adera mente Napoleón. e "i nfatuado" he deseado ahora mismo hace r sentir, se demues·
No creáis que me ex travío, que me aparto de un propósito tra como la relación del ser con lo mejor que és te ti ene, ya
que deb-e llevarnos nada menos que al corazón mismo de la que el idea l representa en é l su libertad .
dialéctica del ser : en punto tal sitúase, en efecto, el d esc onoci~ Pa ra decir las anteriores cosas en términos más gala ntes, os
miento ese ncial de la locura, que nuestra enferma m an ifiesta las podría demos tr ar con el ejemplo al que el propio Hegel se
p'e rfectamen te. trasladab a en mente cuando desarrollaha es te anúlisis en la
Ese descono cimiento se revela en la sublevació n merced a líl Fe nomenologia, 12 es decir, si recuerdo bien, en 1806, sin dejar
cual el loco qui ere imponer la ley de su corazón a lo que se de es perar (a no temos esto de paso, para volcarlo a un legajo
qu e acabo de abrir), si n dejar de esperar, digo, la aproximación
le presenta como el desord en del mund o, empresa "insensata",
de la Weltseele, el Alma del mundo, que reconocía en N apo­
pero no en el sentido de que es una fa lta de adaptación a la
leún , con el fin preciso de revelarle a és te lo qu e de tal modo
vida - fórm ul a que oímos corrienteme nte en nu es tros medios,
tenía el honor de enca rnar, aunque pareci6 ignorarlo profunda­
aun cuando la mínima reflexi ón sobre nuestra experiencia debe
m·en te. El ejemplo de que hablo es el pe rsonaje de Karl Moor,
demostrarnos su deshonrosa inanidad-, empresa insensata , digo, héroe de Los bandidos, d e Schiller, familiar a la memoria de
más bien por el hecho de que el sujeto no reconoce en el des ­ lOdo alem.ín .
orden d-el mund o la manifesta ción misma de su ser act ual , y lv[;ís accesible a la nues tra, y asimismo más halagüeña pa;a
porque lo que experimenta como ley de su corazón no es más co n mi gusto, evocaré al Alce::; tes de Moliere, no sin formular
que la image n invertida, tanto como virtual, de ese mismo ser. primeramente la advertencia de que el hecho de no haber de­
Lo desconoce, pues, por part ida dobl e, y pr'ecisa mente por des. jado de se r un problema para nuestros doctos espíritus alimen­
dob lar su ac tu alid ad y su virtualidad. Con todo, só lo puede tados de " humanid ades" desde su aparició n dem ues tra sufi cien·
escapar de la actualidad gracias a la virtualidad. Su ser se halla, temente qu'e casas és tas como las que ag ito no son ni por asomo
por télnto, encerrado en un círculo, sa lvo en el momento de tan vanas como los susodichos espíritus querrían hacerlo creer
romperlo medi ante alguna viol"encia en la que, a l asestar su gol­ cuando las ca lifican de pedantescas, sin duda para ah orrarse no
pe contra lo que Se le presenta como el desorden, se golpea a sí tanto el esfu erzo de comprenderlas cuanto las c.o nsecuencias
mismo por vía de rebote socia l. dolorosas que tendrían qu e extraer de su sociedad para ellos
Tal 'es la fórmul a ge neral de la locura que en contramos en mi smos, as í que las hubiesen comprendid o.
Hegel,ll pues no vayáis a creer que innovo, aun cuando he es ti ­ Todo parte de la circunstancia de qu e la "bella alma" de Al~
m ado de mi de ber tomarme el cuidado de presentárosla Co n cestes ejerce sobre el espíritu culto un a fa scinación a la que
una forma ilustrada. y digo fórmula general de la locura, en éste no ~"'e puede resist ir en su condición de "alimen lado de hu·
el sentido de que podemos verla aplica rse particularmente a
' ~ Los Icn un.'S íra nceses ya no podr,íll ignorar cs t{' libro, loda vez que J e,lI1
cua lquiera de e::;as fa ses a través de las cuales se cumple más
H yppolitc Jo ha pllC1l10 a su a\t:ance y de manera que sa li sfaga a los rn ft:.
o menos en cada destino el desarrollo dialéc ti co del ser humano, <I illci\(:~ en su ( Cs i ~ que acaba de aparecer en Aubier y cua ndo ha yan a pa ­
y porque allí se realiza siempre, como una 'estasis de l ser en recido en la NRF las Ilotas del curso que Alex anlirc Koje\" c le ha consag ra ·
do duranl C ci~lCO años en lJ. (.:cole Pratiquc des Haut~ tludes . [ef. Jeal1
u Véase l .a PJ¡jlo~'(jp}¡ie dI'! l 'espri t_ trad. Véra, editada po r Ce rmcr Dai­ H yppolilC, Genesj, 'j e.Hruclura de la Fenomel1o logla del e.~pl r j tu dI'! H l'!gel,
lliere en 1867, y la Phinoménologie de l' l'! sprit, ob r:l sobre la que vo lveremos Barcel o na , Ed icio ne s Pcn insula , 1974. En cuanto a l cu rso de A. Kojcve ha
aparecido en tres voltí ment:s en la t:dilOlial La Pléyade, BuenD5 Aire,~ . CO I1
más ade! :tnle y de la que lean H yppolilC dio en 1939 una excelen le lrad uc.
los tllulos. de Lo dia léctico dl'! l amo y el e.tdalJo I'! Tl Hl'!gl'!l, La c<mcepci¿m
ción en dos volúme oes editada por Aubicr (Fenomenologia dl'!J e.~píritlj .
México, F"CF. J. dI'! la anl" upol ogla 'j del ateúmo en Hegel y ¡ ,a dialéctica de lu t'ea l )' la
¡,h(l dI' /(1 mue,. /.,. en H l'!geJ. AS]
1M ACERCA DE LA CAUSALIDAD PSíQUICA 16[1
ACERCA DE: LA CAU$Af,JI)A[) 1>.~ íQUICA

manidaJes", ¿Da, pues, Moliere razón a la mundana compla­ iAh~ nada es comparable a mi extremado amor!

cencia de Filínto? ¡Dios, se rá posible!, exclaman unos, mientras En el ardor de 'mos trarse a todos)

los otros deben reconocer, con los decepcionados ace ntos ue la llega hasia formar deseos con tra vos.

sabiduría, que es m'enester que así sea al paso a qu e va el Si? yo querría que ninguno os enconlrase amable

mundo. que os vierais reducida a una miserable su,erte)

Creo que el problema no estriba en la sa biduría de Filinto, y que el cielo no os hubiese dado nada cuando nadais.

la solución tal vez resultaría choca nte para caballeros tales. Lo


qu e ocune es qu e Alcestes 'es tá loco, y Moliere lo muestra como Con tan bello deseo y el gusto que siente por la cantinela de
tal, justamente porque aquél no reconoce en su bella alma que "Yo amo más a mi ami ga", ¿no cortej a a la florista? Pero n o
también él contribuye al desorden contra el cual se subleva. podría "mostrar a todos" su amar por la flori sta , y ello da )a
Aclaro qU'e está loco, no por amar a una mujer coyueta o verdadera clave del sentimiento aquí expresado: es la pasión de
que Lo traiciona -circunstancia que nues tros recién menciona. de mostra r a to dos su unicidad, así sea en el aislamiento de la
d os doctos relacion arían, si n dud a, con su inadaptaci6n yitaI-, víc tima, en el que encuentra, en el último acto, su satisfacción
sino por haber caído prisionero, bajo el pahellón del amor, del amargamente jubilosa.
mismo sentimiento que mueve el baile del arre de Jos espejis­ En cuanto al resorte de la peripecia, 'Está dado por el meca­
m os dond e triunía ]a hermosa Celimena, a saber, ese narcisismo nismo que yo. antes que con la aulopunición) relacionaría con
de los ociosos que provee la estructura psicológica del "mundo" la agresión sU'leida del narciúsmo.
en todas las épocas, en este caso dupli cttuo con el otro narci. Pues lo que pone a Al ces tes fuera de sí al e~cuchar el son'eto
sismo, ése que se manifiesta de manera más especial en ciertas de Orontes es que reconoce en él su situación, pintada con exce·
personas por la idea lizació n cole<liva del sentimiento amOroso, siva exactitud ~ó Jo para su ridí culo, y ese imbécil d e su riv al
Celimena en el foco del espejo y sus adoradores en un r<ldian­ se le presenta como sn propia imagen en el espejo. Las palabras
te en torno se complacen en el juego de tales ard ores, Pero Al. de furi a que Jan za entonce~ dejan tras lucir patentemente qu'e
c:'fs tes no m enos <fue todos, ya qu e, si bien no tolera sus menti. busca golpearse a sí mismo, y cada vez que uno de ~ u s reveses le
ras, es s610 por ser su narc isismo mas ex igente, Desde luego, muestre que lo ha logr<.tc1o, sufrirá sus efectos de una manera
,..,e lo dice a sí mismo con la form a (le la ley del corazón : deliciosa.
En este punto uestaco como un defecto singular de la concep­
Quiero (fue seamos sinceros y que, como hombres de honor,
ción de Henri Ey el hecho de a lejarla de la significac ión del
no so lternos palabra algu.na que no salga del corazón,
acto deljr<:lOte, de redu ci rlo a efecto contingente de una falta
de control, cuando el prob lema de la significación de acto tal nos
Sí; pero cuand o su corazón habla , tiene ex tralios grilOs. A'ií, ]0 recuerdan in ca nsablemente exigencia s médico-legales que son
cuando Filinto le preguntrl:
ese nciales para la fenomenología de nuestra experiencia.
Y aun más lejos va Guirauu, mecanicista, cua ndo en su aro
¿Creéis, pues, Jer amallo por ella7
ticulo acerca de los homi cidios lomotivados1 3 se afana en re­
ajSl, pardiez! -responde.
co nocer que lo que el a lienado tra ta de a lcanzar en el objeto al
No la a.rrw7-ía si no creyese serlo".
que golp'ea no es otra cosa que e l kah on de su propio ser.
Una última mirada, antes de aband on arlo, ti Alcesles, cuya
R éplica acerca de la cual me pregunto si CU~ramb aul t no 1<1
única víctima es él mismo, y deseémosle que encuentre lo qu e
habría reconocido como si tuviese que ver más con el uelirio
pasional qU'e con el amor. busca, es to es,
y por muy difun d ido que, como ~e dic e, es té en la pasi6n el mcul"lrcs inmo t i\'f.:~"> l :;vo!u lion Ps)'ch jalr iquf!, marzo de 1931. Véa­
13 "Lc~
fantasma de la prueba de una desgra cia del obj e to amado, 1l<Í­ ~c aúmi\mo: (;uirau<.l )' Caillcl1x, .. Le meurlr<; illmOliv é: n~aClioll liberalr icc
Hole en Alcestes un acento singular: <.lc la mal ad i(: ", Am1. Médi co- l;sych., noviembre <.le Hl28,
167
166 ACER CA DE LA CAUS,\UOAl) PSíQUICA ACERCA DE LA CAUSALlDAO PSfQUICA

un lugar apartado en esta tierra


complacencias del destino, inscritas en los astros, conduzcan con
donde se tenga la lib ertad de ser hombre de honor,
mayor seguridad a esa seducción del ser.
Cuando menos, esta concepción rind e 'el beneficio inmedi ato
para inS1Stlr respecto de la palabra libertad, porque no es só lo de h ace r qu e se desva nezca el acento problemático que el si·
por irrlsió n que la hace surgir aquí e l impeca bl e rigor de la glo XIX puso sobre la locura de las individualidades superiores,
comedia clásica. y doe agota r el arsenal de golpes bajos que se propinau Homa is
El alcance del urama que ella expresa, 'en efecto, no se mide °
y Bourni sien con respecto a la loc ura de los santos de los hé­
po r la estrechez de la acción donde se anuda, y, tal cual e l altivo roes de la libertad.
gesto de Descartes en la Nota secreta - 'en la que se anuncia a El hecho es que ~ i la obra de Pinel nos ha vuelto, ¡gracias a
punto de su bir a la esce na del mundo-, "avanza enmascarado", Dios!, más humanos para con el comú n de Jos locos, hay que
En el lugar d e A Ices tes, yo habria podido buscar el juego reconocer qu e no por 'ello ha hecho aumentar nnestro respeto
de la ley u'el co razó n en e l uestino que conduj o al viejo revolu­ por la locura ue los riesgos supremos.
cionario de 19 17 al banquillo ele los ac us ados de los procesos Por lo demás, Homais y Bournisien representan una misma ma·
de Moscú. Pero lo que se muestra en el espacio imaginario del n ifestac ión del ser. ¿N o es so rprendente, sin embargo, que nunca
poeta va le, metafísicamente, lo más sa ngriento qu e sucede en nos riamos más que de l primero? Desafío a rendir cuenta de e llo
el mundo, pues esto es 10 que en el mundo hace correr sangre. de otro mouo que no sea el de la distinción significativa a que ya
No lile apa rto, luego, del drama socia l que domina a nuestro me he referido. Port.¡ue H omais "cree" en e]Jo, mientras que Bour·
tiem po. Lo que ocurre es qu e el juego de mi tllere dirá mejor nisien, tonto también, pero no loco, defiende su creencia y, a po­
a cada cual el riesgo que lo tienta cada vez que se trata de la yado en su jera rquía, mantiene en tre él y su verdad esa uistancia
libertad. en la yue estará de acuerd o con Homais, siempre que éste "se
vuelva razonable " al reconocer la realidad de las "necesidaues
Porque el riesgo de la locura se mide por el atractivo mismo
de las jdentifÍt:aciones en las qu'e el hom bre comprome te a la espiri l (tales" ,
Habiénuolo. pues, d'esal'mado, al mismo tiempo que a su ad·
vez su verdad y su ser.
versario, con nuestr a comprensión de la locura, recuperamos el
Lejos, pues, d e ser la locura e l hecho contingente de las fra­ derecho de evocar las voces alu cin ato ri as de Juana de Arco. o
gilidaues de su organ ismo, es la perman'e nte virtualidad de una lo qu e ocu rri ó en el camino de Damasco, sin que por ello se nos
grieta abie rta en su ese ncia. intime él ca mbiar el tono de nuestra voz rea l ni a pasar también
Lejos de ser " un insulto" H para la libertad, es su más fiel noso tros a un e~tado segundo en el ejercido de nuestro jui cio.
compañera; sigue como una sombr <:t su movi miento. Llegad o a este punto de mi disc urso so bre la causa lid ad d e
y a l ser del hom bre no sólo no se lo puede comprender sin la locura, ¿no tengo qu e desvelarme porque el cielo me Ijhre de
la locura, sino qu e ni aun sería el ser del homb re si no llevara extraviarme y .:luvertir yuc, tras haber ase verado que H enri Ey
en sí la locura como límite ue su libertad. desconoce la ca usa lidad de la lo<...ura y no es Napole(,n. esco jo en
Par:\ romper tan severa a firmación con el humor de nuestra tal ap ri e to poner por de lanle, como última prueba. que yo sí
juventud, mu y cierto es que, como hubimos de escribirlo con cono/.co esa causalicIau, 'f;-, decir, qu e soy Napoleún?
una fórmula lapidaria en e l muro de nuestra sala de g uardia . No creo) pese a LOUO, Ciue tal ~ea mi propósito, pues paréceme
"No se vuelve loco el que quiere". que. id velar por ma ntener juslas ¡as di slancias human ~s que
Pero lampoco no al q ue quiere alcanzan los riesgos que ro­ consliLUyen TlUc.\tra experiencia de la loc ura, me h'e adecuado a
uean la locur a. No bastan un organismo débil , un <l imagi na­ la ley qu e 'ha ce literalme nt e exi::.tir !,us datos aparentes, a {alta
ción alterada, confliClos que ~ uperen a las fuertas. Puede ocu · dc lo CU<JI el méuil O, ta l como aque l qu e le opo ne al loco qu e
rrir qlle un cuerpo de hierro. poderosas identificaciones y las 10 qu e 6le dice no es cieno, no divaga menas que el loco mi smo.
R eleye nd o , por otra parte, en etta ocasi6n la ohservaci6n en
,. Vide sut)ra, p, 148, lél qll e lOe he a poyado. me parecc qtle IJuedo alesliguar ante mí
168 1tl9
ACERCA 1)~ LA CAUSALIDAD PSlQUlCA Act:m;,. DE LA Cl\USALtDl\I) psíqUICA

mIsmo qu e, cua lquiera que sea la manera e n qu e se puedan Se sabe, en efecto, que Fre ud identifica el Yo con el "siste ma
juzgar sus frutos, he conservado por mi obj eto el respeto qu e percep ción-con cien cia", qu e constitu ye la sumtl de los apara to....
merece como persona huma n a, como e nfermo y como caso. gracias a la c u al el organismo se auapta a l "principio d e rea­
Por último, creo que con e l d esplazam iento de la causalidad lidad" ,"
de la locura ha cia esa insondable decisión del ser 'en la que Si se reflexiona en el papel qne uesempeíia la noción de e rror
és te co mpre nde o desconoce su liberaci ón, hacia esa tra mpa del d e ntro d e la con cepción de Ey. se advierte e l vín cu lo qu e une
des tino que lo engaña respecto de una lil)'erlad qu e no ha con­ a la ilusión organ icista con una metapsi cologia realista. Es to
quistado, no formulo nad a más qu e la ley de nuestro devenir, n o nos ace rca, pese a todo, a un a psicología concre ta,
lal cual la exp resa la f6rmul;.¡ a ntigua: r ÉVOL', oro~ EOO'lyi Así, pues, aun cua ndo los mejores espíritus en p~ i co~ ll á li s j,\
y para d efinir la causalidad psíquica intentará ahora aprehen­ req ui e re n ávidame nte, si h e mos de creerles. un !l teo ría u el Yo,
der el modo á e forma y acción que fij a las d e te rmin <.lciones de hay pocas probabilid ad es de que su lugar se adv ierta por o tra
es te drama, tanto co mo me parece cie ntífi camente ide n tificable cosa qu e no sea un aguj ero hiante mientras no se resuelv an a
COn el con cepto de imago . considerar caduco lo que 'e n efec to lo está e n la obra de un
maes tro sin pa r.
La obra de Merleau-Pont y l1 demuestra si n embargo de ma­
3. Los efectos psíquicos del modo imaginarío nera de cisiva que toda fenomenología sana, como por ejemplo
la de la perce pción, gobierna lo que se considera experien cia
La hi storia de l sujeto se desarrolla en un a serie m t.Í.s o me nos vivida an tes que toda objelivación ron la experiencia , Me ex­
típi ca de identificaciones ideales, qu e re prese ntan a los más pEco: la men o r ilusióu visual manifiesta que ~e impone a la ex­
puros de los fe nó menos psíquicos por el h ech o de revelar, eS'en­ periencia antes qU'e la obser va ción de la figura, parte por parte.
cialmente, ]a (unción de Ja imago. Y no co ncebimos al Yo de la corrija, gracias a l o cual se vu elve objelivn la (o rm a denomi­
otra manera que como un sistema centra l de esas fOl' macion'es, n <lda rea l. Cuando la re[Iexió n nos h aya hecho reco nocer e n
sistema al qu e ha y qu e co mprender, de la misma forma que a esta [a rm a ]a categorla a ,/)riori de la eXlensión, cu ya propi'ed ild
ellas, e n su estru ctura im<:\g'inaria y en su valor libidin al. consis te. jusUlmente. en presentnrse parles extra partCJ 1 110 ')erlÍ
Sin demorarnos, pues, en <tq u'eIlos que h asta en la ciencia por ello men oS cierto qu e "es la ilusión misma qnien no~ d a la
co nfunden tranquilamente al Yo con el ser del suj e to. pode mos acción de Geslalt, que es e n es te GJ ~O e l objeto propio ue b psi­
desde ahora ver d ónde nos separamos de la co ncepció n m<Js cologi. _
común. que identifica a l Va con la sí ntesis de las funciones de Por eso, pues. ni aun todas las con),ideraciones sobre la sinrc­
relación d el organ ismo, una concep ción que debe mos calificar s i~ u"el Yo n os ex imirán de considerar ~ ll fenómeno en e l suj eto.
de bastarda por la circunslancia d e deflnirse en ella un a sínte­ a sa be r : todo lo que el suj e to compre nde co n este término y quc
sis subjetiva en términos objetivos. no es precisamente sinté ti co ni est~ sólo exe n to de contradic­
Ahí se reco noce la p osición de Hcnri Ey ta l c nal se expresa ción, como se lo sabe de 1\10ntaign-e acá; más aún, de sde que 1;1
e n el pasaj e que ya hemos destacado más arriba, en la fórmula t::xperienc ia [reueliana designa en él e] Jugar mismo de la Ver­
seg"ún la cual la a fecci6n del Yo se confunde en último análisis n ei.nung es deó r. d el fen ó me no por el que el suj e to revela uno
l

con la noción de disolución funcion a l. de sus movimie ntos med ia nte la deneg-Aci6n misma que aporta
¿Es dable reprochársela, cua ndo e l l)l~ejujcio paralelista es tan a él y e n el m omento mismo en qu e la aporta. Subrayo que no
fuene que hasta Fre ud mismo, en contra de todo el movimiento se tra ta de un a retractación de pertenencia, si no de una nelja­
de su investigación, siguió siendo prisionero de é l y cuando, ci6 n formal.: en Olros términ os. de un fe n óme no típi co de des­
por lo dem . Í:s. a tenta r co nlra él en la é poca d'e Freud h ab ría tal
10 COll~(I\LCSC a "F reud e n ,~u libro DfU ¡eh U'IJ da s F.{, traducido por Jall ­
ve Z. equivalid o a excluirse u e la comunicabilidad científic;:¡? kl'l{'vilCh ro n el título Le A10i el le So i, en Fswi s de 1).5)" }¡(llIfll)'sc, Payot.
1 9~7 rl~"1 Yo y el F./lo, A, XIXJ .
l~ [Llega a ser tal como ('rct, AS] n Pll';" ombwlogie de la pe,'o'1,tio ll, Call ima nl. 1045 [flCf , M~xico, 19!>71.
170 lit
ACEkCA DE L.... CAUSA LIDAD p s íQUlC." ACEkCA Ot. LA CAUSAL IO AU PSíQUI CA

co nocimi'e nto y co n la forma invertirla acerca de la cual hemos niño con su compañero d e juego ha r econ ocido ese ImnÚlivismo
insistido, forma cu ya más habitual expresión - "No vaya usted e n l a forma asombrosa d e una verdadera ca ptació n por la ima­
a cree r qu e.. ."- ya nos entrega la profunda relación con el gen del otro.
olro en su co ndi ción de tal y que valoraremos en el Yo. D e ese modo puede parli clpar. en un tran ce cabal, en la caída
D e manera, pues, que la 'experiencia no nos muestra a simpli­ de su compaílero, o imputarle asimismo, sin que se t ra te d e
sima vista que nada separa al Yo d e sus formas idea les (leh mentira alguua, el he ch o de recibir el go lpe que él le a ~es t.¡¡.
'deal, d ond e Freud recupera sus d erechos) y qu e Lodo lo limiLa Prescindo por aho ra d e la serie de ren6menos tal e~ , que van
por e l lado del ser a l qu'e representa, yO{ qu e escapa a él casi desde la identificación espectacu lar hasta la suges ti ó n miméti ca
[oda la vida de l organismo, no sólo porque co n suma norma. y la seducción de presta ncia. Todos han sido comprendidos p or
lidad él és ta se la d esco lloce. sino también p orque en su mayor esta autora en la dial éc ti ca que va desde los celos (esos celos
parle no tiene e l Yo que co noce rl a. cuyo valor iniciador entreveía ya sa n Agustín de manera fulgu.
En cuanto a la psicología genélica del Yo, los resultados que rante) hasla las primeras formas d e la simpatía . S·e inscriben
ha ob ten ido nos p8rece n tanto más v ~ lid os cua nto que los t1es­ en una ambi valencia primordi al, qu e se nos prese nla , como y(1
pa ja de todo postulado de integra ció n fnncional. Jo he se ñalado, en esp ejo, en e l sentido d e que el suj·e to se iden­
T a lllbi én yo he dado p r ueba d e ello en mi estudio de los tifi ca e n su se ntimiento d e Sí con la image n del otro, y la ima­
fenó menos ca ra cterísticos de lo qu e he denomin ado mom entos gen d el otro vien·e a ca ulivar en él este se ntimiento,
fec u.ndos d el u'eliri o. ·Proseguido de ac ue rdo con el mé todo fe­ Ahora bien . sól o bajo una condi ció n se produce reaccic'>n t(1 1.
nOnl cnol élgi co. que aqu í precon izo. mi estu di o me h a cond ucido y ella es la de que la diferen cia de e dad enlre los comp.. ií eros
.1 an ,Hisis de los qu e se ha de~ pre ndid o rni co nce pció n d el Yo perma ne7.ca po r d'e bajo d e éierto limite , qu e al co mienzo de la
en un progreso que han podido seguir los oyentes (te las co nfe­ fas e es tudiad~l no puede superar un a ño d e diferencia.
renci as y lecciones que he di ctado por a ijos tant o e n l'Évo lution Allí se pone ya de manifiesto un rasgo esencial de la i m.((go:
psychiatrique como e n la Clíni ca de l a Fa cultad y en e l Instituto los e [ecLos observa bles d'e una forma en el m,'t s ampli o se ntid o,
de psicoan;ili~ i s y que no por haber perman ecido, por mi deci­ qu e s6 10 se puede definir en lérminos de parecid o genético, o
sión. inéditas h¡m d ejado de promover e l término, d est in ado a sea qu e impli ca co mo primitivo cierto r eco nocimielllo.
~orprencl e r . de co't!ocim..iento paranoico . Sa bido es qu e sus elec tos se maniriestan con re!) peuo al ros­
Al comprender con este té rmino una es tru c tur¡l lundamental
[ro hum;;lno d esde el décimo d ía posteri or al na cimient.o, es
d e uües fenómenos, he que rido designar, si no su equivalencja,
decir, apena s aparecidas las primeras reacciones v i ~ ll a l es y pre­
por Jo menos su p<lrentesco con una forma de relación co n el
viamente él cua lquier o tr a exp'e riencia qu e no sea !él d e un a
mundo d e nn aJc.. nce parlicularisimo. Se traLa {le la reaccic'm
succión ciega.
que, rec onoci d a por los psiquiatras, se ha generalizado en psico­
Conque - punto ese ncial-, el primer efec to de la mwgo <Jue
logía con el nombre de tranútivÚlI1o. E8ta reélcción, como nun ­
apa rece en el se r hum ano es un e fecto de alienación del suje to.
ca se elimin él por completo del mundo d el h ombre en sus forma s
En el o tro se ide ntifi ca e l sujeto, y hasw se experime llt<l en pri­
más ligacI éls (en las rebciones de ri va li da d, por eje mpl o) , se
mer lérrnino, fen6meno qu e nos parecerá menos sorprenden le
lllanifie!-' La él nte tod o co mo la méllriz de l Urbild del Yo.
si nos acordamos de las condi ciones socia les fundamental es del
Se la Comprueha, en efe cto, C0l110 si domin élra de m;:¡nera sig. Ul'Jlw elt huma no, y si evoca mos la intui ció n que dom ina a loda
ni[j ('ativél hl [ase primo rdi al e n la qu e el niñ o lomél ca nde ncia la especulación de Hegel.
de Su indi viduo, al qu e su kn g U¡lje traduce, como sa béi". en E l de~ eo mi smo d'el hom b re se <.. onsdtu ye, nos dice, héljO el
te rcera penolla flOtes de ha cerlo en primera. Charlolle nUlll 'e r,l~ si gno de Já mediación ; es d eseo de h acer re co nocer su d e~eo .
po r no citar Ill iís qu e a e lla , o b~e rvalldo e l co mp ortél ntiellto del Tiene por ohjelO un de,eo - e l d el oLro- . 'en e l senlido de q ue
I~Sozi(J lof!ifr"l' !t. psw//fJ/n,f!. i \{ f¡ r S' ru Jie /! ii br- f tia, l, ,.~tr ¡ ,efJf' nJja 11 r, .l cna ,
el ho mbre n o tie ne ohjeto qu e se con~ tilu ya para su de~e o sin
Pi -he .., 19~7 . Véa \C también: Eba Ki)h l<:r. lJ i(' Pl'niilllir hkt'it Ill'f d rr l /flhri ­ alguna rnedi ~l c j (¡ n, lo cUíd aparece en .~u ~ mis primitivas neces i­
g l' ll K ;I/(If' I, l..dJJ ~ ig, 1926. dalles, (amo po r ejemplo e n la circunSUlIlci(1 d e que h<l SLa su
172 ACEl\ (;¡\ DE I ,A CAUSALIDA.D r:.IQl;J{. \
l73
ACERCA DI' LA CAUSA. I. IIHll psIQUlc ...

..di me nto debe se r prelJarado, y que se vuelve a encon trar 'en represent an núcleos de autonomía, ca mbi an cOlllpletamente
tod o el desarrollo ele su sa tisfacci ón a partir del conflicto entre para él la estru ct ura de la r ea lidad.
el a mo y el esclavo m ediante toua la di aléctica del trabajo. No vacilo en decir que s'e ha de poder demostrar que esa crisis
E~ta dialéctica, que es la del se r mismo del hombre, debe rea· tien e resonancias fisiol6giGIS, y qu e, por muy puramente psicolú­
]izar en una serie de crisis la síntesis de su pa rticularidad y de gica que sea en su resorte, se puede considerar a cierta "dosis d e
su uni ve rsalidad, llegando a llniversa lizar esa particularidad Edipo" como pOS'eedora de la eficacia humoral de la absorción
misma. de un med ica men to desc nsi hili zador.
Lo qu e quiere decir lJu e en eS le movimien to que lleva al Por lo demAs, el p apel decisivo de una experiencia afect.iva

hombre a una conciencia cad a vez más ade cU<lda de ~i mismo, su de es te regislro para la constitución del mundo d e la rea lid ;ul

Iibenau se confunde con el desarraBa d e su serv idumbre . cn las categodas del tiempo y el espa cio es I.an evi dente, qu e

¿Tie ne. por tanlO, la ¡mago la funci60 de instaurar en el ser alguien como Bertrand Ru sse lI , 'en S11 e nsayo -de inspiracióJI

un a relación fundam en t;:d ele su realidad con su organismo? radi ca lmente meca ni cista- Análisi.~ del t.:sptril"!L"~) no pu ede evi ·

¿Nos mu es tra e n otras formas la vida psíquica del hombre un tar a ümitir en su teorí a gen é ticl de la percepción la funci ó n de
fen ómeno s'emejante? "sentimie ntos (l"e distan cia" , í\ la que, con el se ntido de lo CO Il ­
Ni nguna experiencia como la del psicoanálisis habrá con tri · cre\.O propio de los anglo.sajones. refi ere al "sentimiento de l
huid o a manifestarlo, y esa necesidad d e repetición que muestra respe to" .
como efecto del co mplejo -aunque la d octrina la 'ex prese en la Yo había destacado es te rasg'o ~jgllifi ca tivo en mi tesis cuando
noci ó n, inerte e impensable, del inconsciente- habla con sufj­ me esfor zaba 'en dar cuenta de la est.ructu ra de 105 "fenómenos
cien le claridad. e le me nta les" de la psicos is paranoica.
La co~tumbre y el o lvido son los signos de la integraci6n en B{lsleme decir que la con sideración de éstos me ll evaba a com­
el orga nismo d e una relación psíquica: toela una situación, por pleta r el ca t¡llogo de las est.ructur as : ~ imboli smo , co nd ensaciún
hubér~ele vuelto al sujelo . l la vez desconocida y tan ese ncial y otras explicitadas p or Freud como aqu ellas, diré, del modo inw­
como su cuerp o, se manifiesta normalme nte en efectos homogé­ ginario. Porque espero qu e muy pronto se ha de renunciar <1(
ne os al sentimiento qu e él ti'e ne de su cue rpo. empleo de la palabra " inconsciente" para des ign a)" lo que sc
El complejo d e Edipo revela ser en la expe riencia capaz no manifiesta en la conciencia,
sólo de provocar, por S llS incidencias atípicas, todos los efectos Percatúbame (y por qu é habría de dejar de pediros que O"
somá ticos de la histeria , sino tambi én de consLituir normalnl'en­ remiUis a mi ca pítulo: 20 11<tY en el tanteo auténtico de su bús~
yu ed a un va lor de testimonio), perc(\(¡',bame, digo , en la obser~
te el sentimienLo ele la realidad.
vació n misma de mi e nferma, de qu e resulta imlJosible situar
Una función de podel' y a la vez de te rnperttme nto; un impe­
con exactitud, por lil anarnnesia, la fec ha y el luga r geográfico
rativo no ya ci"ego, sino "ca tegórico"; un a p ersona que d omína
d e cie rtas intuiciones, de ilusiones ele la memoria, ele res-enti­
y arbitr.. el desgarr<lmie nto áv ido y ]a celosa ambivalencia que mientos co nvi cci onales y obj etivac iones imaginari as qu e sólo se
fumlamentabau bs relaciones primeras del niño con su madre pueden relacionar co n el 11!omenlo {ecnndo del d elirio tomado
y con el rival trate rn o: h e aquí lo que el padre reprcS'enta, y en su conjunto. Re cordar é, para hacerme co mpre nder, la erú·
Lanto más, al p~lrccer, cuant o qu e se halla "retiraelo" ele las pri­ ni cél y la foto de las que la enferma huho de acordarse durante
meras aprehensi ones a [eclivils. L os efectos de eSla aparición se un o de aquellos peri odos co mo si la hubiesen sorprendido algu­
ex presa n d e d iversas ffi fl neras e n la doctrina, pero está bien claro n os me.:,es .a nt es en determinado periód ico y que la co lección
qu e a parece n en ella torcidos p or las incid'encias tr a umatizan­ íntegra d e é'ile reunida durante meses no le había permitido
tes, e n las qne la experiencia los ha dado primerame nte el ad ­
vertir. Me parece qu e se pueden ex presa r, en su forma más ge­ 10 Tr<lducido a l rrancl'~ po r M. Lcfcl>v rc . Payo l, 1926.
:.t)De fa 1'~ ydlofe partll1oiaqm', 2a. parte, cap, 11, pp- 202·215, '! lambiéu
ner al , así: la nu eva imagen hace " precip itar e n copos" e n el en el cap_ IV, § lU , b., pp. 3O{)· 306 [De la p sicosis paml10ictl en SI/S reIa cio·
sujeLO lod o tlll mundo de personas qu e, en la medida 'en que t leS COTI I¡¡ f,('t'sol/¡¡Iidod, México, Siglo XXI, 1976, pp . 188· 198 Y 241-246).

.-­
IH
AC ERCA 1)1:: -LA CAUSA f.lOAIl PSíQUI CA ACt--RCA DE LA CAUS ALIDAD PS{QUlCA 175
vo lver a h all ar. Yo ad mit ía que tal es fenómenos se d an primi.
haber p odido yo encontrar jamás a uno d e sus colegas ingleses
tiva me.me CO IO O re mini sce n cias, ite raciones. series. juegos de qu"C dej a ra de hace rm e partícipt d e a lgún rasgo desagrada bl e
espejo, sin qu e su dato mismo se pueda situar p a ra el suje to,
d e sn carácter . No obstante, los miembros del grupo vie nés, all í
e n el espacio y el tiempo objetivos, de n in guna manera más re unid os como aves a ntes de la inmine nt e mig rac ió n , dieron a
precisa qne aqueJl a e n la que puede situa r sus sueitos.
mi exposición una acogida bastan te calurosa, No entregué mis
Asi, aproximémonos mediante un a n¡U¡sis es tructura l de un pa peles a la sec re ta ría e nca rgad a de los informes d el con greso,
espacio y un ti e mpo imaginarios y de sus co nex iones.
y podréis h a lla r lo ese ncial d e m i exposición en unas breves
Vo lvi'e nuo él mi conoci m iento pa ra noico, yo intentaba con ce­ Hneas de mi ar tículo so bre la fa milia aparecido e n 1938 e n la
bir la es tru ct ura co mo red , y las relaciones de p a rti cipación y EncycloPéd-ie F,'a n~lliseJ en e l tomo dedicado a la vida menta l.2 1
las p erspectivas e n hilera, y el pal ac io de los espeji smos qu e Mi fi n a li dad co nsiste en poner de manifiesto la con exió n d e
rein a n e n los limbos de ese mund o al qu e e l Ed ipo hace hun­ cierto núm e ro d e relacion es imaginarias fund a mentales en un
dirse en el olvid o.
co mportamiento 'eje mplar d e delerminada fase d el d esa rroll o.
A menud o he tomado posición co ntr a la manera azarosa en Ese comporta m ie nt o no es otro qu e e l que ti en e el niño ante
.{lue FrellU inte rpre taba sociológicamen te el desc ubrimi en to ca. su imagen en el es pejo de sde los sei s mes'es de edad, tan asomo
pi tal para el espíl'i tu huma no que Co n él le debemos. Pienso broso p or su d ife ren cia con el del chim pa n cé. cu yo d esa rrollo
qu e el co m plejo de Edipo no apareció con el o ri gen del h ombre e n la a plicación inst rum ental de la inteligencia es tá l'ejos de
(en el snpu es to de que no sea insensalo tratar de escribir su h a ber alcanzado,
historia) , sino a la vera de la histor ia, de la bistoria " hislórica" , Lo que h e llamado asunción triunfante de la imagen con la
en el límite d e las culturas "etnográfi cas". Evidentemente, s6lo mímica j ubilosa q ue la aco mpañ a y la complace ncia lúdi ca e n e l
puede prese nta rse e n la forma patriarca l de la institu ción fami . co nt rol de la ü.l e ntiCicac ión especular, d'espu és del señalamien to
liar: pero n o por ello deja de te ner un valor liminar inneg" ble, expe r ime nt al más breve de la inexisten cia de la image n tras e l
y es toy co nve ncid o d e qU'e en las Cu lturas que lo excluía n su espejo, qu e co ntras ta con los fenómenos op u'Cstos de l mono, me
función la debían llenar experienLÍas iniciát icas, como aún h oy parecieron ma nifestar uno de los h ec hos de. capt;'lción ¡dentifi·
nos lo deja ve r, por lo demás, la etIl ología. Su va lar de cie rre ca toria por la imago que yo proc uraba aisla r.
d e un ciclo psíquico ata ñe a l hech o de represe nta r la situación R elacion ábase d e la mús direc ta m an era con esa imagen d'el
fa mili ar, e n la med id a en que éSla ma rca denlro d e lo cultural, ser humano que ya h abía ~o e ncontrado e n la o rga ni zación má.'"
por su instituci ón, e l traslape d e lo h iológico y ue lo social. a rcai ca del conoci miento human o,
Sin e mb nrgo, la es tru ctura propia del mundo humano, tal1I U
L a idea se h a ab ie rto paso, H a d ado co n la de o tros in ves ti.
("amo impJique la ex iM'Cn cia ue objetm inde pend ie ntes del ca m .
gador es, e n tre los cual es h e de citar a Lhermitte. cuyo libro, pu.
po actua l de las tende ncia s -C OIl la dobl e posi bi lidad d e uso
blicado en ] 939, reunía los baHazgos de una atencic'>n d e mu ch o
si mbó lico y uso instrumental_, a parece en el ho mbre desde las
tiem po atrás re le nid a por la singularidad y la auton omía de la
p rimeras fa ses del desa rr ollo. ¿Cóm o concebir su gúresis psi.
imagen del cuerpo prOPio en el psiquismo.
(;o lógica?
En e fec to, hay en to rno de 'esa image n una inme nsa serie de
A la posición de un problema como éste re~ponde mi Cun s­ fenómenos su bj e tiv os, uesde la ilusió n d e los amputad os h as ta ,
tru cció n d en om in ada "del estadio del espejo", o, como se qu erría por ejempl o. las a lu ci nac io nes del dob le, su a par ició n onírica
(Iecir mejor, ü e la {ase del espejo.
y las obj et ivaciones delirantes a él vinculadas. Pe ro más impor.
H ice en 1936 una comunicación al respe cto dirigida forma J. ta nte es aú n su a ut onom ía como lugar imaginario de referen cia
me nte a l Co ngreso de Ma tie nbad , a l men os h asta el punto q ue de l as sensaciones propiocep tivas que se pueden man ifes tar en
coincidí a exactamente COn Id cu arta ll amada del minuto dé cimo,
e n qu e m'e inte rrumpi ó .Tones, qui ~1l presidía e l congreso en su la Ellc'ycl()Pédie franf(lise . fundad a por A. de Monzi e, tomo VIJI , diri.g ¡do
('a rác ter de presidente de la Sociedad P sicoana lítica de Londres, por Hcnri Wallon , segunda parle, sección A. La fami lle, especia lme nle la ~
p osición para la cu al Jo ca li fi caba, sin duda, el hecho de no pp, 8'40·{5 a 8'40- 11 [lfad , esp .: La familia, Bu enos Aires· Barce lona, Ed ,
Argon aula . pp. 5 1·57J.
176
ACERCA DE LA CAUSALIDAD )'SíQU1CA AcueA DE LA CAUSALIDAD PSíQUICA 177
todo tipo de fenóm enos, de los qu e: la ilu sión de Aristóteles no desde el traltmalismo del nacimiento hasta el fin de los prime­
es m ás que un a IllU"fs tra .
ros seis meses de premat'u,ración fisiológica) y que va a repercutir
La G eS{,alllheor;e y la fen omenología tienen su parte en el luego en el lrou.rnolÍJmo de l d.estele .
legajo de la im élge n en cues tión, y diverslts especies de espejis­ Es uno de los rasgos más fulgurantes de la intuición de Freud
mos im ag inarios de la psicología concreta, familiares a los psi­ en el orden del mundo psíquico que ha ya captado el valor reve­
COJna li stas y que van desde los juegos sexu a les hasta las ambi ­ lador d'e los j " egos de ocultación, que son los primeros juegos
gíiedades monlle~, SO n caUS~1 de qu e se haga memoria de mi esta. del niflo.22 Todo el mundo los puede ver y nadie an tes de él
dio del eSl'ejo por la virtud de la imogen y por obra y gracia del hab ía comprendido en su carác ter iterativo la repetición libe­
espíritu sa nt o del lenguaje. "¡Vaya! - se sue le decir- , esto ha ce raclora que en ellos asume el niño respecto de toda se paración
pen:,ar e n la fmnosa historia de Laca n, e l es tadio del es pejo. o dc¡,tete en su condición de tales.
¿Qué deda , exactamen te?"
Graci"ls a él podemos concebirl os como manifestadores de
En verdad, he llevado un poco más lejos mi concepción del la primera vibración de esa onda estacionaria de renunciam ien­
sentido ex iMe n ci.l! del fen ó meno, comprendiéndolo en su rela­ tos que va él escandir la historia del desarrollo psíquico.
ci6n con lo qu'e he denominado p1'emo.luración del na.cinúenlo Comienza este últ imo. y ya es tán, pues, vinculados el Yo pri­
en el h on.,d?re, o sea, en otros términos, la incompletud y el "atra­ mordial, como esencialmente alienado, y el sacrificio primitivo,
so" del de!:iarrollo del neuroeje dunmte los prime ros seis meses, como 'Csenci'a lmente suicida:
fen6menos bien conocidos por los a natomis tas y, por Jo demás, Es decir, la estrucLura fundamental de la locura.
patentes, desde que el h ombre es hombre, en la incoordina...:i6n Así, en la discordancia primordial entre el Yo y el ser parece
motri z y eyuilibraLOria del lactante, y que probable mente no que es la nOta fundamental que debe de rep'ercutir en toda una
c<trece de vin cu lacic'm con el proceso de felalización, en el que g;1)llél armón ica a tra vés de las fases de la hi stori a psíquica, cuya
Bolk. ve el reSOrte del desarrollo superior ele las vesículas ence­ runciún ha de consistir entonces en resolverla des<1ITo ll ándola,
{.í licas e n el hombre.
T oda resolución de 'esa discordancia mediante una coin ciden­
En [unción de ese :-ttr<tso de desa rrollo <tdc¡uiere la Jllad ura_ cia ilusoria de la rea lidad con el ideal debe de resonar hasta en
ción preCOl. de la percepción visual su vaJor de anticipación la,') profundidades del nudo imaginario de la agresión suicida
funcion (l l, de lo cual resu lta, por una p(lrte. la marcada preva­ narcisista.
lencia de la estructura visual en el reconocimi'ento, tan precoz, Adem<is, el espej ismo <le las apariencias en que las condicio·
COmo hemos visto, ele la forma humana, mientras que. por la nes org;ínicas de la intoxicación) por ejemplo, pueden desempe.
Olr.l, las probabi lidades de identifiC<ición con esta [arma reciben. lia r Su papel, exige el inasible consentimiento d'e la libertad,
s i me está permitido decirlo, un apoyo decisivo, que V¡l a con.',:,­ cual ap<lrece en el hecho de que Ja locura sólo se manifiesta
tituh en el h ombre ese nudo imaginario, r1bsolutamente esen­ en el h ombre y con posterioridad a la "edad de razón", y de
cial, <11 que oscuramente. y a través de las inextricables contra . que aquí se verHica la intuíci6n pascal iana de que "un niño
dicciones doctrinal'es, ha no obstante <ldmirabJemente desig­
no C~ un hombre".
n¡.¡do el psicoan<ílisis Co n el nombre de nn.rcú'ismo.

La s primeras elecciones idenri [icatorias del niño. elecciones


En ese nudo yace, en efecto, la rehlc ió n de la inwge n (on la
" in oce ntes" . no delerminan otra cm.a, en efecto -dejando aparte
tendencia ~ uicida esencialmente expresada por el mito de Narci­ bs patttic;lS "fijaciones" de la "ne urosis"- . que eS<l locura, grao
so, Esta tendencia suicida, que a nuestro ptlrecer repre;e nta lo (i<l ,~ a la cual el hombre se cree un hombre,
que Freud proc uró situa¡" en su me tapsicologf<l con e l nombre Fórmula paradóji ca, que adquiere. sin embargo, su valor si
de instinto de muertc, o bien de masoqu.ismo primm'dial, depen­ !'e consideril que el hombre es mucho más que su cuerpo, sin po­
de. para nosotros, del hecho de que la muerte d'el hombre, mu­ der dejar de saber nada más acerca de su ser.
dlO antes de reflej<ll'se, de un(l manera por lo demás siempre tan En ella se ha ce presente la ilusión fundamental de la que el
ambigua, en su pensamiento) se hall a por el hombre experi­
ro En el artículo "Jcn,~cilS cles Lustprinzips", en EssoiJ (le p,l)'rl/tlr/lllyu,
mentada e n la fa ')e de miseria original que e l hombre vive, trad, c itada , pp. 18,23 [M tis rI/lIi dd jJrincipío de 1J1M'('T, A. XVt1f, pp, 7-62].

l ,
11&.. j " ~
179
178 ACt::kCA OE. L .... CAUSALIDAD I'S:QU ICA I\ CFRCA DI'. LA CAUSALIDA D PS~QU ICA

hombre es siervo, tnucho más que todas las "pas iones del cuer· ra sgo d esignado con el no mbre d e gregarisnw" Por lo demás.
po" en sentido canesiano; esa pasión oe se r un hombre, diré, h ace diez años, cUilndo designé la irn a.go como el "objeto psi­
qu e es la pasión del alma p or excelencia, el na1'Cisismo~ que C(uico" y formulé que la a pari ción del complejo freudia n o mar­
impone su estr u ctura a tod os sus deseos, aun a los más elevados. ca ba una fcch a cn el espiritu hum a no, en la medida en que
En el 'enc u entro del cue rpo y el esp íritu, el al ma aparece como co nte n fa la promc~a de una vcrdadera psicología. escribí al
lo que es pa ra la t radición, es decir, como el límite de la mónada. mi smo ti e mpo, en reite radas op ortu nid aues, que la psi cologia
Cuando el hombre, en busca d el vacío d el pensa miento, a van­ aportaha con ell o un concepto capaz de mostrar en bio!og :a una
za por el fulgor sin so mbra del espacio imaginario, abs te niéndose fecu ndid¡Jd cu ando menos igual a la de muchos o tro!';, qu e 'ion,

h as ta de agu ardar lo que en él va a surgir, un espejo si n brillo por hallarse en uso, sensíbleme nte más inciertos,

le mlle~ t ra una superficie en la que no se refleja nada. Aquella indi cación se vio reali zada en 1939, Y com o prueba

de ello sólo qui ero dar dos "hech os", entre otros, q u e de allí

en adelante han mostrado :,er numerosos,

Creemos, pues, poder designar en la imago e l objeto propio de Pr imer an1cnre, 1939, trabajo de H a rri sso n, publicado en 1m
la psicología. exac ta me nre en la misma medida e n que la n o­ Pro cec(/.mgs 01 the Royal Society.2:l
ción ga lileana del punto ma terial inerte h a fun dado la fí sica, Hace ya mucho que se sabe qu e la paloma hembra , a islada
No podemos todavía, sin e mbargo, ca ptar plename nte su n o­ d e sus congéneres, no ovula,
ció n, y toda es ta exposición no ha tenido otro fin que el de Las experiencias de H arris:-.on demu-eslran que la ov u htciún
g uiarn os hacia su oscura evide ncia. c-,tú d c terminada por la visión d e la [orm¡l específi ca d el CO I1 ­
M-e parece correlativa de un espacio inextenso, es decir, 111­ g'énere, con exclusiéln de tod a a rra forma se nso rial d e la percep­
divi sible, cu ya intuición queda esclarecida p or el progreso de ciún y sin que sea ne cesa ri o que se tr a te d e la visió n de un ma ch o,
la n oción de Gestalt, y de un tiempo cerrado entre la es pera UlJjcada~ en un mi ~ l1lo recinto CO Il individuos d e ambos sexo:-.,
y el sosiego, de un liempo de fa se y de repetición, pero en jaula., fahri cadas d e manera ta l q ue los sujetos n o se
Le da [undamento una 10rma de cau salidad, que es l;t cau­ puedan '\'c r, tli n dejar de percibir sin obstácu lo algun o sus gri­
salidad psíquica misma; la iden t.ificaóón ; ésta es un fenó meno LO~ y ~ 1I olor, las h embras n o ovu la n , A la in versa, es tl ufi á ente
irred u ctible, y la ¡mago es esa forma definibl e en 'e l com plejo
que do~ suj etos pu<....d an contemplar~e, as í sea a través de un"
espacio-temporal imaginario qu e tiene p or función rea li zar la
I/acél de vidrio que basta para itnpedir todo üesc n Gloeuamienl o
ide ntifi cación resolutiva de una [ase psíqui ca, esto es. una me­
del j uego del cOl're jo, estand o la pareja as í separada co m puesta
tamo rfosis d-e las re lacio nes de l indi viduo co n su semejante,
po r d m hemhras. para que e l fenú lll eno de ov ula ció n se dese n­
AqueJl os que n o desean comprenderme me podrían rcdargüir
qu e hay en ello un a petición de principio y que yo planteo gra­ GHlene d e ntro d e plazos que varían: de doce dias, en el (etSO
tuitame nte la irreductibilidad de l f-e nóme no a l se rvic io tlllico de l macho y la he mhra co n el vi drio inle "puesto, a d os meses.
de una conce pción de l h ombrc que sería complct<tmente meta­ en e l dc do~ h emb ra,,;,
física. Pero h a y un punto aú n m¡.ís notahle: la me ra vbión por el
Voy, p ues, a hablarles a los sordos, y les aporlaré hechos que a n imal d e su propia imagen e n el es pej o basta para d esenca­
interesará n, crco, ~u selHido de lo visible, sin que a sus ojos de n ar la ovulaci6n al GIbo de dos Illeses y n1'edio,
aparezcan siquiera con laminados por el espírilu ni por el ~e r : Olro in ve:-, ti g¡.Hlor ha ~eJi a laoo qu e 1,1 ~ecredón de leche e n
quiero decir qu e iré a buscar mis hechos al mund o a nimal. b :, bol sa~ del ma cho, q ue Tl onn a hne ntc ~e produce en oport U­
Está claro qu e los fenóm enos psiquícos deben ponerse de ma­ nidad del rompimi e nto de los hucvo~, no se produce si el ani ­
nifies to si poseen una existencia inde pendiente. y qu e nuestra lHal 11 0 p uede "er ,1 la he m bra e mpollé, nd olo s ,
ima,go debe encon trarse al menos en los animales, cuyo Urnwelt
con ll eva, ya que no la sociedad , por lo menos la agregación de So ('., serie g (fi iHlogic:1i C;óC'))C('<;). núm, 84;; , 3- dc fC'hrc ro <le
~" l' nH" Rfll,

sus semejante~, qu e prescntan en sus caract eres específi cos ese 1939, vol. 12fi, L oJlt lrl:ll,

180
ACEP.CA DE LA CAUSA LIDAD I'SIQU ICA ACERCA UE LA Ci\USI\LlOAO PS íQUICA 181
Segundo grupo ele hechos, en un trabajo de Chauvin. 1941, vado a hacer intervenir la noción de una forma y de un movi­
en los An,na/es de la Société Ent omologique de France.'JA miento específi cos, caracterizados por cierto "estilo", fórmula
Esta vez se trata de una de esas especies de insectos cuyos tanto menos sospechosa en él cuanto que no parece pensar en
individuos presentan dos variedades muy diferentes, ya sea que relacionarla con las nociones de la Gestalt. Dejo que diga su
pertenezcan a un tipo denominado solitario o a un tipo llamado conclusión, en términ os que han de mostrar su escasa propen·
grftgario. Con toda exactitud, se tra ta de l sa ltamontes peregrino, si(ln metafísica: "Preciso es que haya allí -dice- una especie
es decir, de una de las especies llamadas vu lgarmente langostas de reconoc imiento, por rudimentario que se lo suponga . Ahora
yen las que el fenómeno de la nube eSlá vinculado a la apari. bien ¿cómo hablar de reconocimiento -añade- sin sobrenten·
ción d'el tipo gregario. Chauvin ha estudiado esas dos varieda­ der un mecanismo tJsico¡isiológico?"" ¡Que tal es el pudor del
des en este tipo de saltamontes, clasificado como Sc}¡,ülocerca fisiólogo!
J
que presentau, como por lo demás entre las Locusta y otras es­ Pero eso no es todo. Algunos gregarios nacen del ayuntam ien­
pecies vecinas, profundas diferencias tanto resp-ecto de los Íns­ to de dos soli tarios. en una proporción que depende del tiempo
ti n tos -dejo sexua l, voracidad, agitación motriz- como rcspec. durante el cual se les permita a éstos tratarse. Además, las exci·
to de su morfología, ta l cual aparece en los índices bi ométricos, taciones $'e sum~ n de tal modo, que, a medida de la repetición
y de la pigmentacióll que forma el ornato ca racterís tico de las de los ayuntamientos tras algunos intervalos, la proporción de
dos vari'edades.
los gregarios que nacen aumenta.
Para detenernos sólo en este úhimo carácter, señabrc que Inve rsamente, la supresión de la acción morfógena de la ima­
entre los Schislocerca el tipo solitario es verde uniforme en todo gen a(;¡rrea la progresiva reducción del número de los grega·
su desarrollo, que abarca fÍnco estadios larvarios, mi e nlr~ s que rios den lro del linaje.
el tipo gregario pasa por varias especies de colores seglm los Aunque las ca rac terísticas sexua les del gregario adulto caiga n
estadios, con algunas estrfas negras en diferentes partes del cuer. bajo las condi ciones que ponen aún mejor de manifiesto la ori·
po, una de las más constantes de las cuales va sobre el fémur gillalidad del papd de la imago especifica en el fenómeno que
posterior. Pero no exagero al decir que, con independencia de aca bamos de describir, me disgustaría proseguir más tiempo en
estas características, muy llamativas, ]05 insectos difieren hioló. e~tc terreno dentro de un informe que tiene por objeto la cal!·
gicamcnte de cabo a rabo.
salidad psíquica en las locuras.
En este ins-ecto se comprueba que la aparición del tipo grey Tan sólo deseo destacar en esta ocasión el hecho no menos
gario está determinada por la percepci6n, durante los pr imeros <; ignifica tivo de que, contrariamente a 10 que Henri Ey ll ega
periodos larvarios, de la forma característica de la especie: por .:l. decir en a lguna parte, no hay paralelismo alguno entre la
tanto, dos individuos so litarios pues tos en compañía evolucio­ dj[erenciaci6n anatómica del sistema nervioso y la riqueza de
narán hacia el tipo gregario. Graci as a una serie de experie ncias I;J S manifestaciones psíquicas, así sean de inteligencia , como )0
- cría en la oscuridad, secciones aisladas de los palpos, de las demuestra un número inmenso de hechos del comportamiento
antenas, etcétera- se ha podido localizar con toda precisión esa 'entre los animales in feriores. Tal , por ejemplo, el cangrejo de
percepción a la vista y al tacto, con exclusión del olfato. del mar, cuya habilidad en el uso de las incidencias mecánicas
oído y de la participación agi tatoria. No es forzoso que Jos in. cuando tiene que valerse de un mejillón me he complacido en
dividuos puestos eu presencia sean del mismo estado larvario celebrar en mis conferencias 'en reiteradas oportunidades,
y reaccionen de la misma manera a la presencia de un adulto.
La presencia de un adu lto de alguna especie vecina, como la
Locu.rta , determina de igual mooo el gregarismo; no ocun-e así A punto de terminar, me agradaría que este breve discurso sobre
en el caso de un Gryllus, que es una especie m¡.is lejana. la ¡mago os h aya parecido, no una irónica apuesta, si no, cierta­
Tras una discusión en profundid ad, Chauvin se ha visto lle M mente, lo que él expresa: una amenaza para el hombre, porque
Ilol 1941 , Icreer trimestre, pp. 133 Y 272. :I! Loe. cil., p. 25 1. La .~ cursi ... a~ son nueslras.

'a....I.. l. ~
183
1 8~ ACERCA DE LA C..\ U SALlDAD l'sfQ.U ICA ACEltC,\. DI'. LA CAUSALIDAD PS{QU1 CA

e l ha ber reconocido la dista ncia in cuantifica blc de la imlJ"go y cambista, que aqueJlo cuya hueJl a imperceptible sabe ver el
el ínfimo fi lo de la libertad como decisivos de la locura n o cazador del desierto: la pisada de la gacela en las peñas; pero
basta aú n para permitirnos sa nar ésta; tal vez no esté lejos el algú n día se r"e velarán los aspectos de la imago.
tiempo en que nos permitid provocarla. Si nada puede g<lfan· Me habéis oíd o referirme co n di lección, para ubicar su SItIO
tizarnos que no hemos de perdernos en un movimien to libre en la investig'aóó n, a Desca rtes y H egel. En nues tros días está
hacia lo verdadero, basta un papirotazo para asegu rarnos qu e mu y de moda "super" r" a los fil ósofos clásicos. También yo
cambiaremos lo verdJ.dero en locura. Enton ces habremos pasado habria pod id o partir del ad mirab le diálogo co n Parmén ides;
del ca mpo de la causalid ad metaHsi ca, del que podemos mofar­ porque ni Sócrates ni Descart.es ni Marx ni Freud pueden ser
nos, al de la técnica cienLÍfica, que n o se presta a risa. "superad os" en tanlO que ha n llevado su i ndagació n con esa
Ya han aparecido por aquí y por allá algu nos balbuceos de pasión de descubrir que tiene un obje to: la verdad.
empresa semej ante, El arte de la imagen podrá actua r dentro Como lo h a dej ad o escr ito uno de esos príncipes del verbo
de poco sob re los va lores de la ¡mago, y un dí a se sa br;í, de e n­ entre cu yos dedos parecen des li zarse por sí solos los hilos de
cargos en serie de "idea les" a prueba de la cr íti ca; entonces la m{lscara del Ego, y he nombrado a Max J acob , poeta, santo
h abrá adquir ido todo su sentido el ró tulo "garantía verdadera " , y nove lista: si , como él lo ha escrito en su Cornel a dés.. si no me
N i la intención ni la empresa s'er{(n nuevas¡ -:>Í sU forma sis­ engaño: io verdadero es siempre nuevo,
temática.
["fientras aguarda m os, os propongo poner en ec uac iones es­
tru ctur as de lirantes y métodos terapéu li cos ap licados a las psico­
sis, en función de los principios aquí desarrol1ados,
- a partir del ridículo apego al objeto de reiv ind icación , pa­
sando por la te nsión cruel de la fijación hipocondriaca, hasta
el fondo sui cida de l delirio de las negacio nes,
- a partir del va lo r seda tiv o de la explicación médica, pasa n­
do por la acción de ru ptura de la epil"epsia provocada, hasta la
catarsis narcisista del análisis.
Ha sid o suficiente considerar con reflexión algunas "ilusiones
ópticas" para fundar un a teoría de la Geslall. que arroja resul ­
tad os que pueden pasar por pequeñas maravillas; por ejem plo.
prever el fenómeno sig uiente: en un dispositivo compuesto por
seClore,c¡ pintados de azul y q ue gira ante una panta ll a mitad
negra y mitad amarilla, ,!;egún veamos o no e l dispositivo, o
sea, por la mera virtud de una acomodación de l pensamiento,
los colores permanecen aislados o se mezcl an, y vemos los dos
colores de la panta lla a través de un remo lin o az ul , o bien
vemos COmpOlI'erSe un azu l-n egro y un gris,
Juzgad, pues, acerca de lo q ue podría ofrecer a las fa cul tades
comb in ato ri as un a teo rí a que se refi ere a la rel ación mi sma del
ser con el mundo, si adq uiriese a lguna 'exac litud . Dedos, cier­
tamente, que es seguro qu e la percepci ón visual de un hombre
formado en un com plejo cultural completamente diferCnte del
nuestro es nna percepción comp leta mente diferente de la nuestra .
rvLí s inaccesible a nU'estros ojos, hechos p<1 ra los signos del
El. T IEMPO LóGICO y EL ASERTO
!lE CERTIDUMBRE ANTICI PADA.
UN NUEVO SOFISMA'

UN PRO!lLJ!MA DE l ÓGICA

El director de la drce l hace com pa tecer a tres deten idos selectos


y les comunica el aviso sigu ienle:
"Por razon es que no tengo por qué expo nerles ahora, se ñores.
deho pon er en libertad a uno de ustedes. Para d ecid ir a cuál,
r erniLO la sue rte a una pru eba a la q ue se someterá n uSledes, si
les pare ce.
"Son u::.tecles tres aquí presentes. Aquí está n cin co di .~cos qu e
no se eli Sli ngue n sino por el color: tres son bla ncos, y Olros dos
son negros. Sin en lerarl e~ de cuá l he escogido, voy a suj etar le
a cada lino de ustedes uno de estos discos entre Jos dos hom­
bros. es decir fu era del alca nce d irecto de su m irada, eSlando
19u almente excluida lada posibilidad <le alcanzarlo indirecta­
menle por la vista, po r la ausencia aqu í e1'e n ingún med io de
re(j eja rs e.
"Enlonces, les serJ. dado tod o el tie mpo para considerar a sus
compa ñeros y los d iscos de qu e cada un o se muestre ponador,
sin q ue l'es eSLé perm iti do, por sup uesto, comunicarse unos a
otro::. el res ultado d e ::.u in.'\pección. Cosa que por lo dem;ís les
prohibiría su puro interés. P ues sed el primero qu e p ueda con­
cluir de ello su propio color el que S'e beneficiará de la medi(l¡,
li beradora de qu e disponemos_
"Se rrec esilará además q ue su concl usió n eSlé fun dada en mo ~
tivos de lógica, y no únicamente de probabilidad . Para 'este

• Nos fu e pedido Cll mano de 1945 por Ch ristia n Zc rvos qu e co l a horá se lll o ~
CO II cier lO 1111ffi Cro <le eSCTilO)"cS en et nllmcrn de reaparición de su rev:~¡[ a_
L es Cohi(' I"s fl'Af/., co nceb ido e n el desi.gnio de colm a r co n e l e le nco d e ~ 1I
~ um a rio un parc llh.:silo lIc cifra... c n su lapa: 1940 -1944, sign ifica n te para
mll cha ~ gellle-.
Nos lam.all1os con L~l(~ ;lI'l!CII]O, perfect a mcHte al tanto d e que e!lo eqtli­
\-a lía :l h ~ce rlo in media tamente inc llcon tl"a h le.
Ojala res uene con una Ilota jllS la entre el an tes )' el d e~p ll és donde In
colocamo\ aqllí. int; lIl S:-l si dem ll c~ L r a q ue el desp u és hacia allLesala para que
el an les pudiese lomar ~ 1I fi la .
[i 87J

- ' · 1_
189
EL TIEMro LÓG !CO 1 L TIEMl'O LÓGI CO
188
recientes fil ósofos para qui'enes la opresión de cuatro muros no
electo, queda entendido que, en cuan to uno de ustedes esté dis. <.;'i sino un fa vor más para el cogollo d e la libertad huma na,
puesto a fo rmular una, cruzará esta puerta a fin de que, toma· Pero, practicada e n las condiciones inocen tes de la fi cción, la
do aparte, sea juzgado p or su respuesta." <.;xperienci a no decepcionará, lo garantiz<lmos, a aquellos que
Acepwda la propuesta, se adorna a cada un o de nuestros suje­ (onservan algún gusto por el aso mbro, Tal vez se muestra para
la,> con un disco bla nco, si n utiliza r los negros, de lo::, cuales,
el psicólogo de algún valor cien tífico, por lo menos si c);.mlOs
recordémoslo, sólo se dispon ía d~ dos. le a lo que nos pareció que s·e desprendía de ella, por haberl a
¿Cómo pueden los suje tos resolver el probl ema ? ensayad o en diversos gr upos convenientemente escogidos de in­
telectuales califi cados¡ en cuanto a un muy esp'ecia l dc:scon oci­

miento, en esos sujetos, de la realidad del prójim o,

En cu anto a n osotros, no queremos detenern os aq uí más que

LA SOl . UCl Ú!'oI P ER F ECTA


en -el valor lógico de la solución p resentada. N os p;t rccc, en

efecto, como un notable so fi sma, en el sentidO cl ásico d e la pala .

Desp ués de haberse considerado entre ellos dur:mte cierto tiem­ bra, es decir como un ejemplo significa tivo para resolver las [ar­
po) los tTes suje tos dan juntos algunos pasos que los llevan a cru. mas de una función lógica en el momento histórico Cll que su
zar la puerta todos a una. Separadamente, cada uno da entonces problema se presenta al examen filosófico. Las imágenes si nies­
una respuesta semejante, que se expresa as!: tras del rela to se mostrarán sin duda continge ntes. P'e ro, por
" Soy un blanco, y he aquí cómo 10 sé. Dado que mis compa· poco que nuestro solism a no deje de responder a alguna ac tua ­
fieros eran blan cos, pensé qu'e, si yo fuese negro, cada uno de lidad d e nueS lro liempo, na es superfluo que lle\le su signo e n
ellos hu biera podido inferir de ello lo siguiente : 'S i yo también ta les imágenes. Y por eso le conservamos su sopone, tal como el
fuese negro, el otro, puesto que debería reconocer e n esto inme­ ingenioso anfitrión de una noche lo trajo a nuestra re[)exión,
diatamente que él es blanco, habría salido en seguid a; por lo Nos pon emos ahora bajo los auspicios de ese que a veces se
ttlnto yo no soy un negro.' Y los dos h abrían sal ido juntos, con­ presenta en el hábito del filósofo, que con más {recu'e ncia debe
ve ncidos de ser blancos. Si no hacían tal cosa, es que yo 'era un buscarse ambiguo en los di chos del humorista, pero con quien
bla nco como ell os. Así que me vine a la puerta para dar a se tropjeza siem pre en lo secreto d'e la acción del polít ico: el
conocer mi conclu sión. " buen lógico, odioso al mundo.
Así es como los tres salieron simultáneamente, dueños de las
mismas razon'es d e concl uir.

DISCU St ÓN DJ::L SO fISMA

VA LOR SOfiSTICO DE ESTA SOLUCIÓN Todo sofism<l se presenta en pri mer lugar como un error l¡')gico.
y la objeción a éste encuentra fácilmente su primer argumenlO­
Esta soluci ón, que se presenta como la más perlecta que pueda L la maremos A a l suje to real que vie ne a conclnir por sí. mismo.
tener el problema, ¿puede ser alca nzada en la experiencia? D'e­ 1\ y e a los otroS reflejados sobre la condu cta de los cuales est" ·
jamas a la inicia tiva de cada uno e l cuidado de decidirlo. blece su ded ucción , Si la convicción de B, se nos dirá, se funda
No ciertamente porque vayamos a acons'ejar que se haga la sobre la ex pectati va de e, la segurid ad de aquéll a debe lógica­
pru eba a l n;Hural, aunq ue el progTeso anti nómico de nuestr~ mente di sipCtrse con la ruptura de és ta; recíp roc<l mente para e
época pare ce desde h ace algún tiempo poner sus condiciones al con rel<lción a B; y ten-emos a los do~ qued ándose en la indeci­
:l lcan ce de un número cada vez mayor: tememos, en efecto, aun sión. Nada h ;'lce pues necesaria su partida en el caso de que A
cuando aquí sólo .\e trate de ga nadores, que el hecho no se apa r­
{ue~e un negro. De donde resulta que A no puede d'e ducir de
ta demasiado de la teoría, y además no nas contamos entre esos ello que él sea un blanco.
190
r.L TIEMP O L6 clCO EL lTE.M 1'0 LÓCICO 191

A lo c ua l hay qu e replicar e n primer luga r qu e toda esa co­ cuentra aq uí el ap oyo de los hechos y que los haTÍa dudar si no
gitación de B y de e Jes es imputada en falso, puesto que la son e lJ os mismos negros, qu e por lo menos deberían volver a
única sit uaci ón que podría motivarla en ellos: ver un negro, echar a andar ant es que él (pues to que, siend o negro, d a a su
no es la verdadera, y que se trata de sabe r si, suponi e nd o esa vaci lación misma su alcance seguro péira q ue conclu ya n que ~on
situaci ón, Sll desar roll o h'>gi co les es imput.ado sin 1-azón. No hay b ~ a n cos) . Y es porque, viéndolo de hecho bla nco, no hace n ta l
nada d'c eso. Pues, en esa h ipótesis, es el h echo d e que ninguno cosa, por 10 qu e toma él mismo la iniciativa de h ace rla, 'es decir
de Jos dos haya par/ido el p'Timero e l qu e perm ite a cada uno qu e vuelve n <1 ponerse en marcha lOdos jun tos, para declarar
pensarse co m o bla n co, y es claro qu e bastaría co n que vaci lasen que son blancos.
un insl.¡.tnte p ara qu e cada uno de ellos co nfirm ase, sin duda Pero se nos puede op oner todavía que al levantar así el obs­
posible, Su convicción d"e ser un bl(lot.:o. Porque la vacilación táculo no hemos refutado por ello Ja objeción lógi ca, y que va
eS lá exclui da lógicam ent.e p ara quienquiera que viese dos negros. a presentarse otra vez igual con ]a reiteración d el movimie nto
Pero est"í excluida también realmente, en es ta prime ra etapa de y a repr oducir en cada uno de los sujetos la misma Juda "'i b
la deducción, pue~ no encontrándose ninguno en presencia d e misma parada.
un bl anco y d e u n n egro, no ca be que na die salga por la razón Sin duda , pero algún progreso lóg'ico tien e qu e haberse cum­
qu e d e ell o se deduce.
plido. Por la razón d e que estC"l vez A n o puede sacar de la pa ra ­
Pero la obj eción se vuelve a presen tar m ,ís fuerte en la segun ­ da común sino una conclusión inequívoca . Es qu e, si él fuese
da eta pa de la dedu cció n de A. Porque, si bie n h a llegauo con
negro, B y e no hu biesen debido rlelene'rse en absoluto. Pues
lodo derech o a su co nclusic'm d'e qu e él es un bla nco, es table­
e n el punto presente qU'eda excluido que pued an vacilar una
ciend o que ~i él fuese ne gro los otros no tardarían en saberse
bl a nco), y deberían sa lir, ah ora tien e que ab and ona rla , ape nas segunda vez en ~o nc1uir qu e son blancos: una sola vacilación.
la h a for mad o, puesto que e n 'el momento e n qu e es mov id o en efecto, es su ficiente para que un o a otro se demuestr'en que
por ella, ve a los otros hacer el mismo ad em"í n ({ue él. cie rtam e nLe ni uno ni otro son n egros. Si por lo tanto B y e
Antes de resp onder a es to, vo lvam os a pLullear bien los térmi. se ban detenido, A n o puede se r sino un bl;m co. Es decir que l o~
nos lógicos deJ problema. A design <1 a cada lino de l o~ sujeLos tres suj etos se encuentran esta vez confi rmados en una certid um·
en cua nto qu e es t;í él mis mo en la palestra y se deci de o no a bre, qu e no pe rmite ni a la objeci ón ni a la duda re nacer.
co ndui r !labre sí mi<¡mo. B y e so n los otros dos en cua nt o obje­ El sofisma conserva pues, tras hl prueba d e la di scusió n, todo
lOS del ra zonamiento de A. Pero sí éste pu-ede imputarle correc_ el rigor co nstri ctivo de un proceso lógico, a condici ón de qu e
tame nte, acabamos d e mostrarlo, u na cogitació n de hecho fa lsa, se le integre el va lor d'e las dos escansiones suspenúvas, 10 cual
no podrb en c<l mhi o tener e n cuenta más que su comporla­ en esta pr ue ba se mu es Lra verificado en el acto m¡ ~ ffio e n qu e
mien to rea1. cada lin o de los sujetos manifiesta que 'ell o le h a llevad o ;¡ su
Si A, a l ver a D y e disp onerse a moverse co n él, vu elve él conclusió n.
dudar de se r visto negro p or ell os, basta con que vue lva a pla n­
tear la cue~ tión , deteni énuose, para re~olverla. Los ve en efecto
derenerse tambi én: porque esta ndo cada uno realmente en la
misffi<l ,> ilUación que él, 0, mejor dicho, siend o cad a un o de los VALOR DE 1.AS MO CIO NES SUSPE NDIDAS E N EL PROCESO
sujetos A en cua nto real, es deci r en cuan to se decide o no a
concl u ir so bre sí mism o, encuentra la mism a duda en el llli~mo ¿Es tá justificado integrar en el va lor del sofisma las dos mOCH> o
mom'e n lO que él. Pero enton ces, cua lquiera que sea el pens,l­ nes suspendirlas aparecidas as í? Para decidirlo, es pre ciso exami.
mie nto que A imp ute Cl B yaC, con tod a razón co ncluir{¡ de nar cuál es su papel e n la solu ción del proceso lógico.
nuevo que él es un bl a nco. P orque establece derechamente que. Ese papel, en efecto, sólo lo desempeiian después de la conclu­
si él fuese un negro, B )' e llubi'eran debid o proseguh·; o b ie n . sión del proceso lógi co, puesto qu e el" acto qU'e sus penden ma·
""ji admite que vrtci lan, según ei argu me nto preceden te, qu e en. nifiesta esa conclusión misma. No se puede pues o bjetar co n ello

.....;L

l!l2
El. TH:MPO ' .ÓC ICO El. nEMPO LÓGICO 195
que hagan en trar en la solución un elemento 'externo al proceso
h>gico mi~mo. J\¡fuy al contrario, ]a entrada en juego como significantes de los
fenómenos aquí en litigio hace prevalecer la estructura tempo­
Su papel, aunque crucial en la pr,áctica de l proceso lógico,
ral y no espacial del proceso lógico. Lo que las mociones suspen­
110 es t:l de la experiencia en la verificación de una hipótesis,
~ino por el contrario el de un hecho intrínseco a la alllbigüe_ didas denuncian no es lo que los sujetos ven, es lo que han en­
dad lógica. contrado positivamente por lo qu.e no ven: a saber el aspecto de
Pur el primer aspecto, efec tivam'ente, los datos de! pruhlema los discos negros. Aqu'ello por lo que son signifi cantes está cons­
~e descompondrían así: tituido no por su dirección sino por su tiempo de suspensión
Su valor crucial no es el de una elección binaria entre dos com­
l o, Son lógicamente posibles tres combinaciones de Jos atri­
butos laracterísticos de los sujetos: dos negros, un blanco; un binaciones yuxtapuestas en lo inerte,S y descabaladas por la ex­
clusión visual d'e la tercera, sino la del movimiento de verifica­
negru, dos bbncos; tres blancos. Qu-edando excluida la primera
ción instituido por un proceso lógico en que el sujeto ha trans­
por la observación de todos ellos, queda abierta una incógnita
entre las otras dos, que viene a resolver: formado la s tres combinaciones posibles en tres tiempos de
posibilidad.
20. El dato de experiencia de las mociones suspendid<Js, que
equivaldría a una seiial por la cual los sujetos se comun ican Por eso, también, mientras una sola señal .debería bastar para
unos a otros, bajo la forma determinada por las condiciones de la única elección que impone la primera interpretación errónea.
la prueba, lo que les está vedado intercambiar bajo una forma dos escansiones son necesarias para la verificación de los dos
inrencional: a saber lo que ve cada uno del atributo del Otro. lapsos que implica la segunda y única válida.
No hay nada de esto. porque ello sería tanto como dar del Lejos de ser un dato de experiencia externa en 'el proceso
proceso lógico una concepción espacializada, aquella lIlisma que lógico, las mociones susptJndidas son en él tan necesarias que
a~oma cada vez que toma el aspecto del error y que 'es la únic;¡ sólo la ex periencia pU'e de hacer que el sincron ismo que impli­
que objeta a la solubilidad de l problema. can de un sujeto de pura lógica deje de producirse en ese pro­
Es precisamente porque nuestro sofisma no la tolera por lo ceso y que fracase su función en el proceso de verificación.
que se presenta como una aporía para las formas de );¡ lógica No representan allí, en efecto, sino los niveles de degradación
c1ásicn, cuyo prestigio "etern o" refleja esa invalidez que no por cuya necesidad hace apa l'ecer el orden creciente de las instan­
ser Ja suya es menos reconocida: 2 a saber que no aportíln nunca cias del tiempo que se registran en el proceso lógi co para inte­
noria '1ue no pueda ya Se r visto de un solo golPe. grarse en su conclusión.
Como se ve en la determinación lógica d'e los tiempos de sus­
~ y no menos la de lCRi espíritus formados por esa tradición, como lo
pensión que ellas constituyen. la cual. objeción del lógico o duda
íllt's tígu a el sigui elHe recado que recibi mos de un espiritu sin eml.>argo audaz
del sujeto, se revela cada vez como el desarroHo subjetivo de
t'1l Olr09 dominios, después de una velada e n que la discusión de nuestro fe­

cundo sofi~míl había provocado en los espíritus selectos de Un co le gio ín­


una instancia del tiempo, o mejor dkho, como la fuga del su­
timo un verdadero p:\uico conCnsio nal. Al menos. a pesar de S il ) primet";-¡ ~
jeto en una exigencia formaL
palabra s. este recado muestra Jas huellas de un laborioso ajuste.
Estas instancias del tiempo, constituyentes del proceso del
"Mí q uerido Lacan: este recauo apresurauo para dirigir su refl exión haci;-¡
sofisma, permiten reconocer en él un verdadero movimiento
Hila nueva uificultad : a decir verdad, el razonamiento admilído ayer no 1.:"
CO llclu )'ClllC, pll~ ningnno el e los tres eSladOs posible.~: 000-00 . -0 • • • es TI: ­ lógico. Este proceso exige el examen de la calidad de sus tiempos.
ducil.>le al otro (a pes,1\' de las apariencias): sólo el último es uecisivo.
"Consccueucia: cuando A se supone negro, ni B ni e pueden salir, porql1c
no pueden deducir ue su propio compo n amicuto sí so n negros o blanco':
ptH:S si uno es negro, el otro sale, y si es blanco, e l o tro sale también, pue~,o
qne el primero no sale (y recíprocamente) . Si A se supone I.>la n co, tampoco
puede n sa lir. Oc mauera qu e, también en este caso, A no puede deducir del determina el juicio del suj eto. Y por refutamos efectivameUle con cierto
compor tamien to de los otros el color de su disco." apresuramiento, dejaba que se le escapa~e lo que intentamos dem ostrar aquí:
Así, nuestro contrad ictor, por ver demasiado bien el caso, permancda cit'. la función de la pri ~ a en lógica.
3 " Irreduct il.>les", como se expresa el contradictor citado en la nota que
1':0 al hecho de que no es la partida de los otros, sino su espera . lo que
preceue.

-. 'L

194 EL T¡FMPO LÓ GICO


195
LL TIEMPO LÓGICO

LA MODULACIÓN DEL TIEMPO EN EL MOVlMIENTO DEL SOFISMA: EL el sujeto encuentra la siguiente combin ación lógica y. siendo el
I NSTANTE DE LA MIRADA~ fl. TIEMPO PARA COMPRENDER Y EL único que puede asumir el atributo del negro, llega, en la pri­
M O MENTO DE CONCUJlR mera fase del movimiento lógico, a formular así ]a evidencia
siguien te:
Se aíshm en el sofisma tres momentos de la (~uidencia, cuyos va­ 20. Si yo fu. ese un negro, los dos b/.ancos que veo no lard.arían
lores lógicos se revelarán diferentes y de orden creciente. Expo­ en reconoc(~rse corno blancos,
ner su sucesión cronológica es también espaciaJizarlos seg"ún un Es és ta una /ntuición por la cual el sujeto objetiva a lgo míÍs
forma lismo que tiende a redu cir los disc ursos a una a lin eación que los datos de hecho cuyo as pecto se le ofrece en los dos blan­
d e signos. l'vfostrar que la instancia del tiempo se presenta bajo cos; es cierto tiempo el que se define (en los dos sentidos de
un modo diferente en cada uno de es tos momen tos es preservar tomar su sentido y de en contrar su límite) por su fin, a la vez
su jerarquía reyelando en eUos una disc.olltinuidad tonal, esen­ meta y término, a saber, para cada uno de los dos blancos el
cial para su valor. Pero ca ptar en la modulación del tiempo la tiempo para compr('.nder~ en la ~itu ación de ve r un bl an co y un
función misma por donde cada uno de e~os momentos, en el negro. que tiene en la inerci a de su sem ejante la cl ave de su pro­
tránsito has ta el sigui enre, se rea bsorbe en él, subsistiend o úni­ pio problema. La evidencia de este momento supone la duración
camente el último que los absorbe, es reslituir su sucesión real de nn tiempo de med.itación que cada uno de los dos blancos
y comprender verdaderamente su génesis en 'el movimiento ló­ de he comprobar en el otro y que el sujeto manifiesta en los tér­
gico. Es lo que vamos a intentar a partir de una formlllución, minos que pon'C en lab ios del uno y el otro, como si los hubiera
tan rigurosa como sea posible, de esos mome ntos de la evid encia . visto inscritos en un bandedn: "Si yo fuese un negro, él h abría
10. Estando ante dos n ('gros~ se sabe que se es un blanco. salido sin es perar un instante. Si se queda meditando, es que soy
Es ésta una exclusión lógica que da su base al movimiento. un blanco."
Que le sca ~lllterior , que se la pueda considerar como dada a los Pero de este tiempo así objetivado en su se ntido, ¿cómo medir
sujetos con los datos del problema, los cual es prohíben la com­ el límite? El tiempo para comprender puede reducirse al instan­
binación de tres negros, es cosa independiente ele la contingen­ te ele la mirada, pero esa mirada en su instante puede incluir
cia dramática que aísla su enunciado en prólogo. Expresándola todo el tiempo necesario para comprender. Así, la objetividad de
bajo la forma dos negros:: u.n blanca, se ve el valor instantáneo este tiempo se tambalea en su límite. Sólo subsiste su sen tido
de su evid encia, y su tiempo de fulguración, si así puede decirse . con la forma que engendra de sujetos ú!definidos salvo po r su
equivaldría a cero. reciprocida.d, y cuya acció n está suspendida por una causa lidad
Pero ya desde el punto de partida su formulación se modula: mutua en un tiempo que se escabulle bajo el retorno mismo de
por la subjetivaci6n que se dibuja en ella, aunqu e impersonal la intuición que ha objelivado. Por esta modulación del tiempo
bajo la [arma de "se sabe que...", y por la conjunción de la s es por la que se abre, con la scgunda fase del movimien to lógi­
proposiciones que, más que ser una hipótesis formal , representa co , la vía que lleva a la evidencia siguiente:
una matriz suya tod avía indeterminada, digamos esa forma el'e 30. Me apresuro a afirmar que soy un bla.nco, para. que estos
consecuencia que Jos lingüistas designan bajo los términos de blancos, asi considerados por mí, no se me adelanten en recono­
prótasis y apódosis: "De ser ..., sólo en tonces se sabe que se es ... " cerse por lo que so n .
Una instancia del tiempo cava 'el intervalo p ara que 10 dado Es és te el asert o sob,'e u no mismo, por el que el sujeto conclu­
de la prólasis, "ante dos negros", se mude en el dato de la apó­ ye el movimiento lógico en la decisión de un juicio. El retorno
dosis, "uno es un blanco": se necesita para ello el instante de mismo del m ovimiento de comprender, bajo el cu al se ha tam~
la mirada. En la equivalencia lógica de los dos términos: "Dos ualeado la instancia del tiempo qu e lo sostiene objetivamente.
negros: un bl anco", esta modul ación del tiempo introduce la se prosigue en el sujeto en una reflexión, 'en la que esta instan­
forma que, en el segundo momento, se cristaliza en hipótesis cia resurge para él bajo el modo subjetivo de un tiem.po de re­
a utén tica, porque va a apuntar a la incógnita real del probl ema, tTas o respecto de los otros 'en ese movimiento mismo, y se pre­
a saber e l atributo ignorado del sujeto mismo. En es te tránsito, senta lógi camen te como la urgencia del momen to de conclu jr.
196 [97
EL TIEMPO L6GICO ~.J , TIEMPO LÓGICO

Más exactamente, su evidencia se revela en la penumbra subje­ lógico. nos parece digno de ser profundizado. R evela en efecto
tiva, como la iluminación creciente de una franja en el límite una forma propia de una lógica asertiva, de la q,re hay que de­
del eclipse qu~ sufre bajo la reflexión la objetividad del tiempo mostrar a qué relaciones originales se aplica.
para comprender. Progresando sobre las relaciones proposicionales de los dos
Este tiempo, en efecto, para que los dos blancos comprendan primeros momentos, apódosü e hipótesis) la conjunción aquí ma­
la si tuación que Jos coloca en presencia de un blanco y de un nifestada se anuda en una motivación de la conclusión, "para
negro, aparece al sujeto que no difiere lógicamente del tiempo qu.e no haya" (retraso que engendre el error) , efl la que parece
que él ha necesitado para comprenderla, puesto que esa situa_ aflorar la forma ontológica de la angustia, curiosamente refle­
ción no es otra que su propia hipótesis. Pero, si esta hipótesis jada 'en la expresión gramatical equivalente "ante el temor de
es verdadera. los dos blancos ven realmente un negro, no han que" (el retraso engendre el error)...
tenido pues que suponer ese dato_ Resulta pues de e llo que, si Sin duda esta forma está en relación con la originalidad ló­
tal es el caso, los dos blancos se le ad~l antan en el tiempo de gica del suje to del aserto: por cuyo motivo lo caracterizamos
compás que implica en su detrimento el haber tenido que formar como aserto su bje tivo~ a saber que el sujeto lóg ico no es allí
esa hipótesis mi sma. Es pues el momento de concluir que él es otro que la forma 1Jenonal del sujeto del conocimiento, aquel
blanco; 'efectivamente, si deja que se le adelanten sus semejan­ que sólo puede expresarse por "yo" ["je"]. Di cho de otra mane­
tes en esa conclusión, ya no podrá reconocer si no es un negro. ra, el juicio qu'e concluye el sofisma no puede ser formulado
Pasado el tiempo para comprender el momento de concluir;> es sino por el sujeto que ha formado su aserto sobre sí, y no puede
el momento de condu ir el tie mpo p ara comprender. Porque de si n reservas serIe imputado por algún otro, al contrario de lo
otra manera este tiempo perdería su sentido . No es pues debido que sucede con las relaciones del sujeto imperson al y del sujeto
a alguna contingencia dramática, la gravedad de lo que 'está en indefinido recíproco de los dos primeros momentos que son esen­
juego, o la emulación del juego, por lo que el tiempo aprem ia; cialmente transitivas, puesto que el suj'eto personal del movi­
es bajo la urgencia del movimiento lógico COmo el sujeto preci_ miento lógico las asume en cada uno de estos momentos.
pita a la ~z su juicio y su partida, y el sentido etimológico del La referencia a estos dos sujetos manifiesta bien el valor ló.
verbo, la cabeza por delante, da la modulación en que la tensión gico d'el sujeto del aserto. El primero, que se expresa en el "se"
del tiempo se invierte en la tendencia al acto que manifiesta a del "se sabe que.. .", no da más que la forma genera l del sujeto
los otros que el su jeto ha concluido. Pero detengámonos en este noético: puede lo mismo ser dios, mesa o balde. El segundo, que
punto en que el sujeto en su aserto alcanza una verdad que va se expresa 'en "los dos blancos" que deben reconocer-use el uno
a ser sometida a la prueba de la duda, pero que no podría veri­ al Oh-OH, introduce la forma del aIro en cuanto tal, es decir
fi car si no la alcanzase primero en la ce rtidumbre. La lensiótl
como pora reciprocidad, puesto que el uno no se reconoce má ~
tem poral culmina en él, puesto que, ya lo sab~mos, es el desa­
que en el otro y no descubre el atributo que es suyo sino en la
rrollo de su relajamiento el que va a escandir la prueba de su
necesidad lógica. ,Cuál es el valor lógico de este areno conclu­ equivalencia del tiempo propio de los dos. El "yo" [je], sujeto del
sivo? Es 10 que vamos a intentar ahora poner en valor en el mo _ a~erto conclusivo. se aís la por una pulsación de tiempo lógico
vimiento lógico en que se verifica. respecto del otro, es decir respecto de la relación de reciproci­
dad. Este movimiento de génesis lógica del "yo" ["je"] por una
decantación de su tiempo lógico propio es bastante paralelo a
su nacimiento psicológico. Del mismo modo que, para recor­
LA TENSIÓN DEL TIEMPO EN EL ASERTO SUBJETIVO Y SU darlo en efecto, el "yo" [" je"] psicológico se desprende de un
VALOR MANIFESTADO EN I"A DEMOSTRACIÓN DEL SOFISMA transitivismo especular indeterminado, por el complem-e nto de
una tendenci a despertada como celos . .el "yo" de que se trata
El valor lógico del tercer momen to de la evidencia, que se for _ aqu í se define por la subjetivación d-e una competencia con el
mula en el aserto por el que el sujeto concluye su movimiento otro en la función del tiempo lógico. Como tal, nos parece, da
198
EL TIEMPO LÓGICO 199
1.1, TIEMl'O LÓCICO
la forma lógica esencial (mucho m ás que la (orma JJamada
existencia l) del "yo" [" je"J psicológi co' hrc subj e tiva del momen Lo de concluir) he aquí que ~\! condensa
( :O !TIO un núcleo en e l intervalo de la primera moción suspen.dida
Lo que manifiesta bien el valor esencialmente subjeti vo
(Ó<aSC1·ÚvO" en nuestra terminología) de la co nclusión del so.
y que mani(ie~ ta al sujeto su límite en el liempo para compren­
der qu e ha pasado para los otros dos el instante de la mirada y
fi sma. es la indeter minación en que será mantenido un obser­
vad or (el director d'e la cárcel que vigila el juego. por ejem. 'Iue ha regresado el momen.to de conchúr.
plo) , a nte la partida simultánea de los tres sujeto~, para afirmar Ciertamente, si la dud a, desde Descartes, está integrad a en el
de alguno de ello!:. si ha concluido con justeza en cuanto a l valor del juicio, hay qu e observar que, para la forma de aserto
atributo de que es portador. El sujeto, en efecto, h a aprehendido ;tquí estudiada, es te va lor res ide menos en la duda que lo sus·
el momento de co ncluir que él es un blan<.:o bajo la evidencia pende que en la cerlidumbre anticipada que lo introdujo.
subjetiva d e un tiempo d e retraso que le ha <.:e apresurarse ha cia Pero, para comprender la fun ción de esta duda en cuanto al
la sal ida, pero, si no ha apreh endido ese momento, no por ello \ ujeto del aserto, veamos lo qu'e vale objetivamente la primera
actúa de modo diferente ante la evidencia objetiva de la partida ,o;¡ uspensión para el observador a quien hemos interesado ya en
de los otros, y sale a la vez que ellos, sólo que conven cido d e la moci 6 n de conju nto de los sujetos. Nada más que esto: es
ser un negro. Todo 10 que pued'e prever el observador es que, que cada uno, si 'e ra imposible hasta ese momento juzgar en qué
si ha y un sujelo que ha de declararse en la encues ta negro por sentido ha bía concluido, manifiesta una ince rtidumbre de su
haberse apresurado en seguimiento de los otros, será el llOica co nclusió n, pero que seguramente la habrá confortado si era
que se declarará la l en esos términos. correcta, re ctificado tal vez si era errónea.
Finalmente, el juicio ase rtivo se manifiesta aqui por un acto. Si, en efecto, subj etiva mente, uno cua lquiera ha ~a bido ad'e­
El pensa mi'e nto moderno ha mostrado que todo juicio es esen. lanlélTse, y se d'e tiene, es que se ha puesto a dudar si ha aprehen .
cialmente un ac to, y las contingencias dramáticas no hacen aquí dido bie n el momenlo de conclu.ir que era un blanco, pero lo va
más qu e aislar ese itcto en el gesto d e la part ida ele los sujetos. a aprehender nue vame nte u.'e inmediato, puesto que ya ha hecho
Podría n imaginarse otros modos de exp resió n del acto d'e CO Il. ~u experiencia subjetiva, Si, por el contrario, ha dejado que los

cJuir. Lo que hace la singularidad del acto de concluir en el otros se le ade lanten y que cimenlen así en él la conclusión de
aserto subjetivo demostrado por el sofi sma, es que se adelanta que es un negro, no puede dudar de que ha aprehendido bien
a su Certidumbre, debido a la tensión tempora l de qu e estú el momento de concluir, precisamente porque no lo ha aprehen­
cargado subjetiva mente, y que bajo la co ndi ción de esa antici_ dido subjetivamen te (yen efecto podría incluso encontrar en
pación misma, su certidumbre se verifica en una precipitación la nu eva ini ciativa de los otros la confirmación lógica de su
lógica determinada por la desca rga de esa tensión , para que fi . creencia en (lue él es desemejante de los otros) . Pero si se detie·
nalmente la co nclusión no se funde ya sino en instanci as tcm­ ne, es que subordin a su propia conclusión tan estr'echamente a
porales totalmente o bjetivadas, y qu e el aserto se desubjetivice 10 qu e manifiesta la conrlusi6n de los otros, qu e la suspende
hasta el grado más bajo. Como lo demuestra lo que sigue. en seguid a cuand o ellos parecen suspender la suya, luego pone
En primer lugar reaparece el tiemJ10 objetivo de la intuición en eluda que él sea un negro hasta que 'ellos le muestren de
ini cial del movimiento que, como aspirado entre el instante de nuevo la vía o la descubra por sí mismo, según lo cual co nclui­
su comienzo y la prisa de su fin , ha bía parecido estallar como rá esta vez ya sea que es un negro, ya sea que es un blanco: ta l
vez e n falso, tal vez con acierto, punto que perma nece impene­
una pompa. Bajo el impacto de la duda que ex(oli<J la cenidulll.
trable a cualquiera que no sea él.
• Asl el "yo", forma lel'cera del suje10 de b e nunciación en lógica, es aqu l Pero el descenso lógico prosigue hacia el segundo tiempo de
todav/a la "primera pcrsona ", pero tambi én la ,'mica,! la l'dlima, Pues la suspensión . Cada uno de los sujetos, si ha vuelto a aprehender
.~egunda persona grama tical pertenece a ot ra [unción del lenguaje . En cuan, la certidumbre subj etiva del momento de conclu.ir, puede nu eva­
la a la tercera perSOIlJ. gramat ical, es sólo preS\lnta: es un demoslraLivo, mente ponerla en duda. Pero es tá ahora sostenida por la objeti­
igualmenlc aplicable al campo del enunc iado y a todo lo que en é l se
panicu la r iza. vación, ya hec ha , del tiempo para comprender~ y su puesta en
duúa durará tan sólo el instante de la mira da , porque el solo
20l
200 EL TlEM PO LÓGICO t',L TI EMPO LÓCI<:O

hecho de que la vacilación aparecida en los otros sea la segunda LA vERDAb DEL SOF ISMA CO MO REFERENC IA TEMPORALIZADA DE sí
AL OTRO: EL ASERTO SUBJETI VO ANTICIPANTE COMO FORMA
basta para suprimir la suya apenas percibida, puesto que le in­
dica inmediatamente que con seguridad no es un negro. FUN DAMENTAL DE UNA LÓGICA COLECTJVA

Aquí el tiempo subj etivo del momento de concluir se objeti­


va finalmente. Como lo prueba el hecho de que, incluso si un o ASÍ, la ve rd ad del sofisma no vie ne a ser verificada sino por su
cualquiera de los sujetos no lo hubiese aprehendido todavía, presunción, si puede decirse, en el as'erto que constituye. Revela
ahora sin embargo se impone a él; el sujeto, en d ecto, que h u· así depend er de una tendencia que apunta a ella, noción qu e
biese concluido la primera escansión sigui-endo a los otros dos, sería una paradoj a lógica si no se reduj'ese a la tensió n tempora l
convencido por ello de ser un negro, se vería en decto, a causa que determina el momento de concluir.
de la presente y segunda 'escansión , obligado a invertir su juicio. La ve rdad se manifiesta en esta form a como ade lantá ndose

Asl el ase rto de certidumbre del sofi sma llega, diremos, al al error y avanzando sola en el acto que enge ndra su certidum­

término de la reunión lógica de las dos mociones suspend idas en bre; inversamen te el error, como confirmándose en su inercia

'el ac to en que se acaban, a desubjetiviwrse en lo mds bajo. Como y enderezándose di[f eilmente para seguir la iniciativa conqui s­

lo manifiesta el hecho de q ue nuestro observador, si las ha com­ tadora d'e la verdad.


probado sincrónicas en los tres suj etos, no pued e dudar que nin­ Pero ¿a qué clase de re lación responde tal forma lógica? A
guno de ellos pueda dejar en la encu'es ta de declararse blanco, una forma de objetivación que ella engendra en su movimiento,
Finalmen te, puede observarse que en ese mismo momento, si es a saber a la referen cia d~ un "yo" ["je"] a la común medida
todo sujeto puede en la encuesta expresar ]a certidumbre que fi· del sujeto recíproco, o también: de los otros en cuanto tales, o
nalmen te ha verificado, por el aserto subietiuo que se la ha dado s'ea: en c u ~ nto son otros los un OS para los otras. Esta común
en conclusión del sofisma, a saber en es tos términos : UM e he med ida está dada por cierto ti empo para comprender, q u'e se
apresurado a concluir que yo era un blanco, porque si no, ellos revela coruo una función esencial de la relación lógica de reci­
debían adelantárseme en reconocerse rcciprocamente como blan. procidad. Esta referencia del "yo" _["je" ] a los otros 'en cuanto
cos (y si les hubiese da do tiempo para ello) los otros} gracias a tales debe, en cada momento crítico, ser tem porali zada, para
aquello mismo que hubiese sido mi solución, me habrían lan. reducir dialécticamente el momento de concluir el liemtJo para
zado en el error) >J . ese mismo sujeto puede también expresar comprender a du rar tan poco como el instan te de la mirada.
esa misma certidumbre por su verificación desubjetivizada l!n lo Basta con hacer aparecer en el término lógico de los otros la
más bajo de l movimiento lógico, a saber en estos términos: "Se menor dispari dad para q u'e se m anifieste cuánto depende para
pue(le saber que se es un blanco, cuando tos otros han vacilado todos la verdad del rigor de cada uno, e incluso que la ve rdad,
dos veces en salir." Conclusión que, bajo su primera forma, pue­ de ser alcanzada sólo por unos, puede engendrar, si es q ue no
de ser adelantada como verdadera por el suje to, desde el mamen· confirmar, el error en los otros. Y tamb ién esto: qu'e, si bien en
to en que ha constituido el movimi ento lógico del so[¡sma, pero es ta carrera tras la verdad no se está sino solo, si bien no se es
no pued'c COruO tal ser asumida por ese suj eto más que personal­ todos cuand o se toca lo verd adero, nin guno sin embargo lo toca
mente; pero que, bajo su segu nda forma, exige qu e todos los si no por los otros.
suj etos ha yan consumado el descenso lógico que verifica el so­ Sin duda estas formas encuentran fácilm'ente su aplicación
fi sma, pero es a plicable por cua lqui'era a cada un o de ellos. No en ]a prácti ca en un a mesa de bridge o en una conferencia dipl o­
es tando ni siquiera excl uido que uno d e los sujetos, pero uno mática, y h as ta en la maniobra del "complejo" en la práctica
solo, llegue a ello sin haber consti tuido el movimien to lógico psicoanalltica.
del sofisma y por haber segu ido tan sólo su verificación ma ni ­ Pero q uisiéra mos indicar su aporte a la noción lógica de co­
festada en los o tros dos sujetos. lectividad.
Tres faciunt collegium, di ce el dicho, y la co lectividad es tá ya
íntegramente represen tada en la {arma del sofisma, puesto que
se deEine como un gr u po formado por las relaciones recíprocas

I r
20 ~
r ,L TIEMPO L6c tCO
202 EL ' 1EM P() 1.6c tCO
Más cerca sin du da d"e ;:,u valor ve rdadero ap'lrece pre;:,enlada
d e un número defin ido de indi vid uos, al contrario de la gene­
en conclusión de la (orma aquí demostrada de l aser to subje lj\'o
-ralidad, q ue se defin e como una clase que comprende de mane·
ra a bstr;\cLa un núme ro indefinido d e indi viduos. anticipante, a saber como sigue:
10. Un hombre sabe lo que no es un hombre;
Pero bas ta co n desarroll ar p01. rerurrencia la d e mo ~ lr a ci ó n
20. Los hombres se reconoce n 'e n tre ellos p or ~er hombres;
del sofisma para ver que puede aplica rse lógicclmenle a un nú·
30. Yo arirmo se r un hombre, por lemor de que lo::. homb res.
mero ili mitado de suj elos,:> eS lando establecid o que e l a tribulo
·'negati vo" no puede interv enir sino en un núme ro igu;\1 a l nú· me conve nza n de no ser un hombre.
Movimiento que d"l la forma lógica de toda as imil ac ión "hu ­
mero de Jos suj etos men os uno. 6 Pero la obje tivación t.empora l
ma na", e n cuanto preci'iame nte se plantea como asimibldora de
es m<is diHci1 de co nce bir a medida que la colecti vidad crece, y
una barb arie, y que sin embargo reserva la determin ación e::.e n·
parece ob::.tac ulizar una lríg': ca colectiva con la qu e pu'eda com·
pletarse la 16gica clásica. cial del "yo" [" je"]. . .'
Mostra remos sin embarg'o qué respu esla debería aportar se·
mejanle [6gica a la in adecu ació n que sient e un o d'e un a a firm a.
cillO cal como "Yo soy un homhre" a una form a cualquiera de
la lógica cltlsica, aun tra ída en concl usión de las prem isas que
se quieran . (" El hombre es un animal raci ona l. .. ", e lc.)

~ Hc aquJ el ejempl o p aTa cu a tro suj cLos, cu a ll'o discos bl an cos, t res d iscos
ne gro,~.

A pie ll.)a que , si él fuera un negro, uno cua lquiera de D. C. O pod ría
pensa r de los olro,~ d os qu e, si a su vez d fu e ra neg ro, éstos no la rd arían:
e n sa be r q lle e llos soo blan cos. U IIO cu a lqui e ra de D, e, D debe ría pues
concl uir t·;\p ida me n k que é l es b la nco, cosa q u e no apuece, E ntonces A,
d áuuO:ic cu ellla de q ue ~í Jo "e n negro, n, e, D , lie ne n so bre é l la ventaja
d e no lener q ue h acer esa suposición se a presura a co ncl uir (¡tiC d es un
b la nco.
P e ro ¿no ~a kn tod os al mj ~ mo ti empo que él? A, en la duda, se de li ene .
y lod os tamb ié n. Pe ro sí (Odos l;\lII!Jién se de licnc n , ¿qu é q u k rc d ecir? O
bien es qu e ~e d e ti ene n presas de la mi Slna duela qu e A, y A pued e reem ·
pre nde r .~ U ca rre ra sin cuidad os. O bien cs que A es neg ro y qu e uno cual ·
quie ra d e D. e, o se h a pu es to J dudar si la part ida ele los Olros dos n o
si gui fic a rá qu e él es negro, a.~ itni s mo a pen sa r qu e, si 5C de ti en en, no es
porque é l sea b la nco, pu es to qu e uno u olro puooe d ud a l' lodav(a un im·
Lante si no es negro; pu ed e a t'm p lantear qu e deh ed:1O pa nir :l ntes que e l
si él m ismo es negro, y salir a su vez de csa vaua espera , seguro de se r lo
qu e es, es deci r blanco. ¿Asl que R , e, n no lo hacen ? Pues cltlHnces lo
hago yo, d ice A , T odos vu eh 'e n e ntonce<¡ a pa rti r,
Segu nda parad:t. Admit icndo q ue yo sea n egro, se d ice A, uoo cn a ll)uiera
d e R , ·C, n d e he a ho ra ve r claro q u e no podría impul:n a los o tros d os 1I0a
nu eva vacila ció n s i él fu cse neg.-o : y que por lo ta n to es blanco . R, C. D
deben p u c ~ volv er a parl ir anles q ue él. A fa h a d e lo cu al A pa rte d e nuevo ,
y IOdos COIl él.
T e rcera parada. Pero todos deben saber ya q u e son b lancos si y'O fuese 7 Qu e el leC lor q ue prosiga e n este volumen l'cgrcse a esta rc(eren óa a Jo
efectiva mcn te nCb'l·o, se d ice A. Así que ~ i se pa ran , .. y la ce rtidumbre colecti vo q u e es el fin a l de este artíc ulo, p ara situ ar grac ias a ella lo q ue
qu ed a ve rifi cada e n Ires ~5C(lnsior¡cs .nJ5pemilJ(LS. Freud ha pro du cido b ajo el registro de la psi co logía co lec ti va (M assen p.sy ­
G cr. la con dició n de e~ le mC l1 o~ uno en el a trib ula con la fun ció n p sico·
ch o fogie tU/e/ lc hall(lI "Je, 1920): lo colcctiyo no es nada sino el sujeto de lo
analítica del Uno· Ade má s en el sujeto dd p sic oall ;\ Ii.~¡s (d . eu este tom o.
p. 462). indi \ idll al.
INTERVF.NCI6 N SOBRE LA 11tA.NSfERENCIA. 205
INTERVENCIÓN SOBRE LA TRANSFERENCIA'
dando a entender con ello que conserva una dimensión irreduc­
tible a toda psicología considerada como uua objeti vación de
ciertas propiedad'es del individuo,
En un psicoanálisis, en efecto, el sujeto, hablando con propie­
dad, se constitu ye por un discurso donde la mera presencia del
Aquí esta.mos lodav/a en lo de amaestrar las orejas para el lér
psicoanalista aporta, antes de toda intervención, la dimensión
mino su jeto. El que nos da ocasión para ello permanece rá anó.
4

del diálogo.
nimo) lo cua.l nos ahorra tener que remitir a todos los pasajes Por mucha irresponsabilidad, incluso por mu cha in coherencia
en que los distingu,imos más adelante. que las convenciones de la regla vengan a dar al prinópio de
La pregu.nta por paTte de Freud en el caso de Dora) si se la este discurso, es claro que esto no son sino artificios de hidráulico
quisiera considerar corno cen'ada aqUt, seria el beneficio neto (ver observación de Dora, p, 15)' con el fin de asegurar el paso
de nuestro esfuerzo por abrir de nuevo el estudio de la trans­ de ciertos diques, y que su curso debe proseguirse según las leyes
ferencia al sa lir del informe presentado bajo este título por Da. de una gravitación que le es propia y que se !lama la verdad,
niel Lagache, donde la idea nueva era dar cu enta de ella por e l Es éste en efecto el nombre de ese movimiento ideal que el dis­
efecto Zeiga rnilc'.! Era una idea bien a propósito para gustar curso introdu ce en la realidad. En una palabra, el psicoanálisis
en un tiempo en r¡1le el psicoanálisis parecía escaso de coartadas. es una experiencia dialéctica, y esta noción debe prevalecer cua n­
Ha bicndose permitido el colega no nombrado replúar al autor do se planrea la cuestión de la naturaleza de la transferencia,
del informe que también la transferencia podría ser invocada Prosiguiendo mi asun to, en este sentido no tendré Otro desig'­
en ese efeclo, creímos encon trar en ello ocasión favorable para nio que el de mostrar por un ejemplo a qué clase de proposicio­
hablar de psicoanálisis, nes se podría llegar, Pero m'e permitiré primero algunas obser­
Hemos tenido que recortar algo, puesto que también nos vaciones que me parecen urgentes para la dirección presente -de
adelantábamos aqui mucho sobre lo que hemos podido~ en nU'estros esfuerzos de e laboración teórica, yen la medida en que
cuanto a la transferencia} enunciar desde entonces ( J966) , interesan las responsabilidades que nos confiere el mamen to de
la historia que vivimos, no menos que la tradición cuya custodia
nos está confiada,
Nuestro colega n, , " por su observación de que el efecto Zeigar­ Que encarar con nosotros el psicoanálisis como dialéctica
nik parecería depender de Ja transferencia más de lo que la debe pres'entarse como una orientación propia de nuestra re­
determina, ha introdu cido ]0 que podríamos llamar los hechos flexi ón, ¿no podemos ver en ello algün desconocimieuto de un
de resistencia en la experiencia psicotécnica, Su alcance con siste dato inmediato, incluso del hecho de sentido común de que en
en poner en valor la primacía de la relación d e suj eto a sujeto él no se hace uso sino de palabras -y reconocer, eu la atención
e n todas las reacciones del individuo en cuanto que son huma_ privilegiada concedida a la función de los rasgos mudos del com­
nas, y la dominancia de esta relación en toda puesta a prueba portamiento en la maniobra psicol ógica, una preferencia del
de las disposiciones individuales, ya se trate de una prueba de­ análisis por un punto de vista en que el sujeto no es ya sino
finida por las condiciones de una tarea o de una situación, objeto? Si ha y en efecto desconocimiento, debemos interrogarlo
Por lo que hace a la experiencia psicoanaJítica debe compren­ según los mé todos que emplearíamos en todo caso semejante.
derse que se desa rrolla 'entera en eSa relación de sujeto a sujeto, Es sabido que yo me inclino a pensar que en el momento en
qu'e la psicología, y con ella todas las ciencias del hombre, han
1 Pronuncjada en el congl'CSo JJamac!o de lo~ psicoana listas de lengua ro­
mance, de 195 1. sufrido, aunque sea contra su voluntad o induso sin saberlo, un
~ En resumen, se traca del efecto psicológico que ~e produce por llOa C:\rea profundo reajuste de sus puntos de vista por las nociones naci­
incondu.\>a cua ndo deja una Ces (alt en suspenso: de la nccesid<.ld por ejcm,
plo geueralmemc sentida de dar a una frase musical su acorde reso lutivo, 3 Presses Univel'Siuil'cs de Frauce, p, 8 (véase nola 4, p, 2(6) [Diblioteca
r-fueva, Madrid, 1968, 11, p, 605; Amorraren, vu, p, 16].
(204)

. ­
J:'>T I: R\o E.N C IÓN !;OLlRE LA TRANSFE RENC I A
207
206 I NTEKV ENCt ÓN SOl)RI', LA Tk,\NH;.Rf.r>.:C I A

das de l ps i coa Jl(íJj s i ~, parece p rpducirse ent re l o~ psicoanalistas Es n otable que nadie ha.!:ota ahora haya subrayado que el caso
\111 movi miento inverso que yo exp resaría 'en los !iiguien tes
de Dora es expuesto por Fre ud bajo la forma de un a '!'erie de
tér minos, in versiolle'!' dia lécticas, No se trata de un a rtificio de orde ntt.
Si F rc LHI lomó la re'!'ponsabíl idad - contra Hesíodo para qt.1ten mie n to para lln ma le rial acerca del cual F reud form ul a aquí de
bl'!' enfermedades enviadEls por Zeus ava nzan h acia los hombres manera d ec j ~iva que su aparición queda abandonada al capr i.
en ~ il en c i o - de mostrarn os qu'e hay enfermedades que hablan cho del pacie nte, Se trala de una esca nsión de las estructuras 'e n
y de h ;:¡cerno~ entender la verdad de lo que di cell , parece que que se tr.; ,nsmula para e l suje to la verdad, y que no l OGH'I sola­
e~ta verd ad, a Jnedida que s'e nos presenta más c1 ~lra m c nte su
me nte a su compre nsión de las cosas, sino a ~ u po~ i c i ú n mi sma
re lación con un momento de la histori a y con un n crisis de las en cuan la suj eto del que los "obj etos" son func ión. E"i dec.ir
inslilUciones, inspira un temor creciente n los praClica ntes que que el con cepto de la ex posición e~ idé nt ico a l progre!'o del
perpe Lúan 5U tecni ca, sujeto, o sea a la rea lidad de la curació n,
Los vemos pues, bajo toda clase de formas que va n desde e l Ahora bien , es la p rimera vez qu e Freud da 'el con ce pto del
pie ti smo h asta los idea les de In efi ciencia más vul gar, p:lsando obstáculo contra el que h a venido a estrellarse el aná lisis bajo
por la gn ma de propedéuticas naturalistas, refug'iarse bajo el el término de tran.rfercncia, Esto por sí solo da cuand o m e n o~
: l la de un psico~ogj'!'mo que, cos ificando al ser humano, lIeg-<l r ía su va lor de vuella a las fuentes al exa men que emprende mos de
a de'!'agui !mdos a l lado d'e los cuales los de l cientifici smo fh ico las relaciones d ialécticas que constitu ye ron el moment o del fra ·
no ~e rí~ln sino b;lgatelas. caso, Por do nde vamos a inten tar defini r en términos de' pura
Pues de hido precisa mente al poder de los resortes manifesta. dia.!¿clica /.0 transferencia de la qU'e se dice que es nega liva en
dos por el a n <ílj~i~, n o sercl nada menos que un nuevo tipo de el '!' ujeto, así como la ope ració n del <tnali~la q ue la interpre ta ,
-enajenación del hombre e l que pasará a la rea lidad, tanto por Tendre mos q ue pasa r sin emba rgo por todas las fases que
e l esfuerzo de una creencia colectiva COIllO por la acció n de se­ lleva ron a ese momen to, C01110 tamb ién perfilarlo sobre las an ti·
lección de té{'n icas que te nd ría n todo e l alca nce formativo pro. cipaciones pr oblemá ti cas que, en los datos del Gl'!'O, nos indi can
pio de los rilaS: en !:I lIlna un homo jJsychologicl/,f cuy o peligro ' dónd e hubie ra podido 'e ncon nar su resolución lograda , En coll­
denuncio, tramos así:
Planreo a propósito de él la cuestión de saber si nos dejaremos Un jJrimer desa.rrullo, ejempl ar por cuanto somos arras lrado~
fasci nar por su fabr icación o si, volviendo a pen::.ar la obra de de go lpe al p lano d e la afirmac ión de la ve rdad. En electo, de,·
Fre ud, n o podremos volver;} encon trar el sentido aUlént ico de pués de una primera puesta a prueba de Fre ud : ¿irá a mostrarse
su inicia tiva v el medio de mantener su valor sa ludable. lan hipócr ita como el personaje pa te rn o?, Dora se ade ntra en
Quiero pr~cis'ar aquí. si es qu'C h ay necesidad de e llo, que su requisitoria, abriendo un expedi ente de recuerd os cuyo ri gor
estas preguntas no va n dir igidas para nada a un trabajo como contrasta COll la imprecisión bíográfica propia de la neuros is,
el de nuestro amigo Lagache: prudencia en el método, escrú pu­ La se ilora K " , y su padre son amantes desde hace la ntos y tan ­
lo en el proceso, abertura en las conclusiones, todo aquí nos da tos a ños y lo disimulan bajo ficciones a veces ridícu la s, Pero 'el
ejemplo de la distancia ma ntenida entre nuestra praxis y la psi­ colmo es que de este modo ell a queda entrega da sin defensa a
cología , Fu ndaré mi demostrac ión eu el caso de Dora, por re pre­ los galanteos del seiior K ", ante los cuales su padre hace la
.!:oentar en la experiencia todavía nueva de la transferencia el vis la gorda, convi rtié ndola así en objeto de un od ioso ca m·
primero en que Freud reconoce q ue el an{disisoJ liene en ella b alach e.
su parte. Freud es de masiado avez<tdo en la constancia de la mentira
social para haberse dejado en gañ nr, incluso de lab ios, de un
' Pa ra que se pueda controlar el ca nl Cler tex lual de nnestl'o comentario hombre que en su op inión le debe una confia nza tota l. No le
Temilimos en nueS lro texto, para cada evoca ción tic la reseña de Frcud, (J
la lraducció n publi cada por Denoe!, y a la rcedició n aparecida ell Prc ~ses
Un ivers ita il'cs de Frailee, en 1954. a pi e de p:'l gina, [Añ:uJimos noso tros, a hli otcca Nueva , Mac.Jrid , 1967 ·68 , y la argentina de Amorronu , Du eno~
pie de pág iua , la referencia a la ed ición espailob. de Obnrs completas, n i. Airc~ , 1978 ·82.]
208
INTERVENCIÓ N SOBRE LA TRANFEkENCIA INTERVENCJóN SOBRE LA TRANSFERENCIA 209
ha sido pues d.ifícil apartar del espíritu de su paciente toda esta base los celos súbitamente manifestados por Dora ante la
imputación de complace nci<l para con esa m"entira. Pero a l fin a l relación amorosa de su padre? Éstos, por presentarse bajo una
de ese desarrollo se encuentra colocado frente a la pregunta, [arma tan preponderante) requ ieren una explicación que rebasa
por lo de más de un tipo clásico en los comienzos del tratamien­ sus motivos (p. 50).' Aquí re sit úa:
to: "Esos hechos están ahl, proceden de la realidad y no de mí. La segu.nda in versión dialéctica} que Freud opera con la ob­
¿Qu é quiere usted cambiar en ellos?" A lo cual Freud respon­ servación de que no es aq uí el objeto pretendido de los celos el
de por: que da su verdadero motivo, sino que enmascara un interés ha.
Una j>rirnera inversión dialéctica que no tiene nada q ue en­ cia la persona del sujeto-rival, interés cuya n a tu raleza mu cho
vidiar al an álisis hegeliano de la reivindicación del "al ma bella", menos asimilable al discurso común no puede expresarse en él
l. q ue se rebela Con tra el mundo en n ombre de la ley de l cora_ !:lino baj o esa forma invertida. De donde surge:
zó n: "mira, le dice, cuál es tu propia p.rte en e l desorden del Un tercer desarrollo de la verdad: La a tracciÓn fascinada de
que te quejas" (p. 32),' Y a parece entonces: Dora hacia la se í'iora K. '. ("su cuerpo blanquísimo"), las con­
Un segund.o desarrollo de la verdad: a saber que no es s610 fidencias que recibe h as ta un punto que quedará sin sondear
por e l silencio, sino gracias a la compli cidad de Dora misma, sobre e l estado de sus relaciones con su marido, el hecho patente
más aún : bajo su protección vigila nte, como pudo d urar la fi c­ de sus intercambios de buenos procedimientos como mutuas em­
ción que permitió prolongarse a la relación de los dos a mantes. bajadoras de sus deseos respectivos ante el padre de Dora.
Aquí no sólo se ve la participación de D ora en la Corte q ue Freud percibió la pregunta a la que llevaba es te nuevo de·
le hace el seüor K . .., sino que sus relacio nes con los otros p ar­ sarrollo.
ticipa ntes en la cuadrill a reciben una nueva luz por incluirse Si ésta es pues la mujer cuya desposesión experimenta usted
en un a sutil circulación de rega los preciosos, resca te de la caren­ tan amargamente, ~cómo no le tiene rencor por la redoblada
cia d"f prestaciones sexu ales, la cu al, partiendo de su padre h a­ tra ición de que sea de ella de quien partieron esas imputacio.
cia la señora K..., retorna a la paciente por las disp onibilid a­ nes de in triga y de perversidad que todos comparten ahora para
des que libera en el señor K..., SÜl perj uicio de las munificen _ acusarla a usted de embuste? ¿Cu ál es el moti vo de esa lealtad
cias que le viene n directamente de la fuente primera, bajo la que la lleva a guardarle el secreto último de sus relaciones? (a
forma de los dones paralelos en que el burgués encuentra clási­ sa ber la iniciación sexual, rastre able ya en las acusaciones mis­
ca mente la especie de ptenda más apropiada para unir a la repa­ mas de la señora K . ..). Con este secreto seremos llevados en
ración de bida a ]a mujer 1egítima el cuidado del patrimoni o erecto:
(observe mos que la presencia del personaje de la esposa se re­ A la t.ercera inversión d,:alécti ca} la que nos daría el valor real
duce aquí a este enganchamiento lateral a la cadena de los
del objeto que es la señora K . . , para Dora. Es decir no un indi­
intercambios) .
viduo, sino un misteri o, el misterio de su propia femi neidad,
Al mismo tiempo, la relaciÓn edípica se revela cons ti tuida en queremos decir de su femineidad corporal, ta l como a parece sin
Dora por una identificación al padre, que ha favorecido la im­ velos en el segundo d e los dos sueños cuyo estudio form a la se­
potencia sexual de éste, ex perimentada ade más por Dora C0 ll10 gunda parte de la exposición del caso Dora, sueños a los cuales
idéntica a la prevalencia de su posición de fortuna: esto traicio­ rogamos remitirse para ver hasta qué punto su interpretación
nado por l a alusión inconsciente que le permite la semán tica se simplifi ca con nuestro comen tario.
de la palabra fo rtuna en alemá n: Verm6gen. Esta identificación Ya a nuestro alcan ce nos aparece el moj ón alrededor del cual
se transparenta en efec to en tod os Jos síntomas de conversiÓn debe girar nuestro carro para invertir una última vez su carrera.
presentados por Dora, y su descubrimiento in icia el levanta_ Es aquella image n, la más lejana que alca nza Dora de su pri­
miento de muchos de éstos. mera infancia (e n un a observación de Freud, incluso como és ta
La pregunta se con vierte pues en ésta: ¿qué significa n sobre interrumpida, ¿n o le han caído siemp re entre las manos todas

' P.U.F ., p. 24; B.N .. n, p. 620; A., VII, p. 46. fo P . U . F., p. 39; n .N. , ti, p. 625; A .• \'11, pp. 49s.

_I . .

L-........
210 I NTERVENCi ÓN SOBRE LA TR.r\ NFERf.N CIA I NTIc:RVENC LÓN SO BRE l.A TRAN SFERENCIA
211

las claves?) : es Dora, prouablemente todavía i nfans) chupándo. sino más bien qU'e esa al ucinación correspondí a al estadio cre­
se el pulgar izquie rdo, al tiempo que con la mano derecha tir o­ puscular del retorno a l yo). Y todas sus relaciones con los d os
oea la oreja d'e su hermano, un ai10 y medio mayor que ella hombres manifiestan esa agresividad en la que ve mos la dimen­
(p. 47' Y p. 20 8) . sió n propia de la enajenación n:ucisista.
Pa rece que tuviésemos aquí la ma tri z imaginaria en la que Sigue pues siendo ci'erto, como piensa Freud, que el retorn o
han venido a vaciarse todas las situacio nes que Dora ha desa. a la reivindicación pasional para con el padre representa un a
rrollado en su vida; ve rd adera ilustraciÓn de la teo rí a, todav ía regresió n en comparación con las relaciones esbozadas con el
por nacer 'en Freud, de los a utoma tismos de repetición. Pode­ ~eñor K...
mos tomar con ella la medida de 10 que significan ahora para Pero es·e homenaje del que Freud entrevé el poder saludable
ella la mujer y e I ho mbre. para Dora no podría ser recibido por ella como manifestación
La mujer es el obje to imposible de desprender de un primi. del deseo sino a cond ición de que se aceptase a sí mism a como
tivo deseo oral y en el que sin embargo es prec iso que aprenda objeto del deseo, es decir despu és que hubiese ago tado el sentido
a reconocer su propia natura leza genital. (Se asombra uno aquí de lo qu'e busca en la señora K . ..
de que Freud no vea que la de terminación de la afonía durante Igual que para tod a muje r y por ra zo nes que est(Í n en el fun­
las ausencias del señor K., (p. 36H) expresa el violento llamado damento mismo de los interca mbios socia les más 'elementales
de la pulsí6n eróti ca oral en el encuentro a solas con la señora (aqu ellos mismos qu e Dora form ula en las quejas de su rebel­
K . . ., si n que haya neces id ad de in voca r la percepción de la d1<'1 ) , el problema de su condición es en el fondo aceptarse como
lellatio sufrida por e l padre (p. 44'°) , cuando cada quien sabe objeto del d eseo del hombre, y es éste pa ra Dora el mi sterio que
que el cunnilinguus es el arti[icio m ás comúnmente adop tado motiva su idolatría hacia la señora K..., así como en su larga
por los "seliores con fortun a" a quien es empieza n a a ba ndo­ meditación a nte la Madona y su recllr~o al adorador tejano, 1,1
narles sus fuerzas.) Para tener acceso a este reconocimiento de em p uja h ac ia la solución que el cristianismo h a dado a este
su fe mineidad, le se ría necesa rio realizar esa as un ción de su pro­ callej ón sin sa lida subjetivo, haciend o de la mujer objeto de un
pio cuerpo, a fa lta de la cua l permanece a bie rta a la fragmenta. deS'eo divino o un objeto trasce ndente del deseo, lo que viene
ción funci onal (para referirnos al aporte te6rico del estadio d el a se r lo mismo.
espejo), q,u e constituye los síntomas de conversión. Si Freud en un a tercera inversión dialéctica hubiese pues
Pero para realizar la cond ición d'e es te acceso, no h a contado orientado a Dora h ac ia el reconocimie nto de lo que era para
sino con el único expedi ente que , según nos muestra la imago ella la señora K... , obreniendo la co nfesi6n de los últimos se·
or iginal, le ofrece un a apertura hacia el objeto. a sa ber el com­ cre tas de su rela ción con ella, ¿q ué prestigio no habría ganado
pañero masculino al cual la dif'eren cia de edades le permite él mismo (no hacemos sino locar aquí la cueslión del sen tid o
identificarse en esa enajenación primordial en la que el sujeto de la transferencia posiliva) abriendo as í el camino al reconocí·
I

se reconoce como yo (je]. mi ento del obj'eto viril? Ésta no es mi opini ón, si no la de Freucl
Así pues Dora se ha identifi cado al sella r K .. . como 'está iden­ (p. 107)."
Pe ro el hecho de que su fa ll a (uese (alal para e l [ratamie nlo,
tificándose a Freud mismo (el hedlO de que fuese al d espertar
]0 a tribuye a la acción de la tr ansferen cia (pp. 103-107) ,13 al error
del sueño "de transfere nci a" cuando percibió el ol or de humo
qu e le hi zo posponer ~u interpretación (p. 106) , 14 siendo ;lsí
q ue pertenece a los dos hombres no indica, como dijo Freud,
que, como pudo comprobarlo pos ter iormente, s610 tenia dos
p. 67 ,11 que se tralase de a lguna identi(icació n más reprimida,
horas por delante para evi[ar sus efectos (p. 106) .Hi
' P . U.F., p. 37: B.N ., 11 , p. 624; A., VII , p. 16.
Pero cada ve z que vuelve a invoca r esa 'explicación , que to­
·P . U . F . , p. 12; B .N ., ti , p . 613: A., VII , p. 18 (prime ra mención d el her·
ma no, pero sin alusión a la escena. AS]. l~ p , U. F . . p . 90: n .N., JI , pp. 656-7n: A.. \' 11 , p. 104 , n . 7.

ep . U . F " p. 27: D .N ., 11, p. 617; A., VII, pp. 35·6. ,., P.U .F. , pp. R6·~)Q; n .N .. 11 , pp. 6!H ·7; A. .... .. , pp. l(}J.!).

11 r .U .F. , p. 89 ; n .N . 11 , p. 6:;6: A.. ' ! I, pp. 103 ·4.

lO P . U.F " p . 33; B. N . 11, p. 626; A., VII, p. 46.


n P .U. F., p. 54 ; B. N., 11, pp. 633 ·4; A., " 11, pp. 64 -5.
,., p , U .F . , p. 89; n . N .. n, p. fj!)6 ; A. , V!I , p. 104.

1­_
212 INTERVENCIÓN SOBRE LA TMNFERENCI A

mará el desarrollo que todos saben en la doctrina, una nota a


INTERVENCIÓN SOBRE LA TRA NsFERENCIA 215
pie de página viene a añadir un recurso a su insuficiente apre­ nuestra literatura, al tono de una Princesa de eleves presa de
ciación del nexo homosex ual que unía a Dora cQ n la señora K. _. una mordaza infernal.
¿Qué significa esto sino que la segunda razón no se le aparece Es pDr haberse puesto un pDCD excesivamenre en el lugar del
como la primera de derecho sino en 1923, mientras que la pri­ señor K... por ID que Freud esta vez nO' logró conmover al
mera en orden dio sus frutos en su pensamiento a partir de Aqueronte.
1905, fecha de publicación del caso Dora? Freud en razón de su contratransferencia vuelve demasiado
En cuanto a nosotros, ¿qué partido tomar? Creerle ciertamen_ constantemente sobre el amor que el s'eñDr K... inspiraría a
te por las dos razones y tratar de captar lo que pueda deducirs'e Dora, y es singu lar ver cómO' interpreta siempre en el sen tidO'
de su síntesis. de la cDnfesión las respu'estas sin embargo muy vari adas que le
Se encuentra entonces esto. Freud confiesa que durante mu­ opone Dora. La sesión en que cree haberla reducidO' a "no con­
cho tiempo no pudo 'encontrarse con esa tendencia homosexual tradecirlo ya" (p. 93)" y al final de la cual cree poder expre­
(que sin emb~rgo nos dice ser' tan constante en los histéricos sarle su satisfacción, Dora la concluye en un tonO' bien diferente.
que no se podría en ellos exagerar su papel subjetivo) sin caer "No veo que haya salido a luz nada de particular", dice, y es al
en un desaliento (p. 107, n.)" que le hacía incapaz de actuar principio de la próxima cuando se despedirá de él.
sobre este punto de manera satisfactDria. ¿Qué sucedió pues en la escena de la declaración al borde
Esto prDviene, diremos nosDtros, de un prejuicio, aq uel mismo del lago, que fue la catástrofe por donde Dora entró en la en­
que falsea en su comienzo la concepción dd complejo de Edipo fermedad, arrastr andO' a todO' el mundO' a reconocerla como en~
haciéndDle considerar como natural y nO' CDmo normativa la ferma -lo cua l respDnde irónicamente a su rechazo de prDseguir
prevalencia del personaje paternO': es el mi smO' que se expresa su función de sostén para su CDmún dDlencia (no todos los "be­
simplemente en el cDnocido estribillo: "Como el hilO' es para la neficiDs" de la neurDsis SDn para el exc1usivD provecho de) neu­
aguja, la muchacha es para el muchacho." rótico) ?
Freud tiene hacia el señor K... una simpat{a que vie ne de Basta como en toda interpretación válida CDn atenerse al textO'
lejos, puesto que fue él quien le trajo al padre de Dora (p. 18) ,17 para comprenderlo_ El señor K... sólo tuvo tiempo de colocar
Y qU'e se expresa en numerosas apreciaciones (p. 27 n.) .18 Des­ algunas palabras, es cierto que fuerDn decisivas: "Mi mujer no
pués del fracaso del tratamiento, se empeña en seguir soñando es nada para mí." Y ya su hazaña recibía su recompensa: una
con una "victoria del amor" (p. 99).'9 soberbia bofetada, la misma cUyO' contragolpe experimentará DD­
En 10 que se refjere a DDra, su participación personal en el ra mucho después del tratamientO' en una neuralgia transitoria,
interés que loe inspira es confesada en muchos lugares de la Db­ vi'Cne a indicar al torpe: "Si ella no es nada para usted, ¿qué es
servaci6n. A decir verdad, le hace vibrar CDn un estremecimien_ pues usted para mí?"
tO' que, rebasando las digresiDnes teóricas, alza este texto, 'entre y desde ese momentO' ¿qué sería para ella ese fantDche que
las mDnografías psicDpatológicas que cDnstituyen un género de acaba sin embargo de romper el hechizo en que vive ella desde
hace afios?
'·P.U .F., p. 90; B . N ., JI, pp . 656-'1 nota; A., Vil, p. 104, n. 7. La fantas ía la tente de embarazO' que seguirá a esta escena no
'7P.U.F., p . JO; B.N., JI , p . 607; A., "U, p. 19. es una objeción para nuestra inrerpretación: es notorio que se
18 P.U .F., p. 18; B.N., 11, p. 612, n . 2; A., VII, p . 2:1 , n. 19 .
produce en las histéricas justamente en función de su identifí­
10 P . U . F ., p. 82: n. N . , 11, pp. 651-2 [cila inhaIl able ni en el tex to origi­
nal alemán ni en la traducciÓn espailola. Frend , a lo más que llega es a ~_
cae ión viriL
cribir: "Tampoco sé si el se ñor K. habría logr.t.do más de haber descubierto PDr la misma trampa, en la que se hunde en un deslizamiento
que aquella bofetada en modo alguno signiCicaba un 'no' definitivo... Si más insidioso, va a desaparecer Freud. DDra se aleja con la SDn~
no hllbiese hecho C3S0 de ese primer 'no' y hubiese proseguido Sil cortejo risa de la Gioconda e incluso cuando reaparezca Freud no tendrá
con pasión convincente. el resulrado podría haber sido fácilmen te otro: que
la inelinación de la muchacha se abriese paso por encima de todos los cs­ la ingenuidad de creer en una intención de regreso.
collos interiores." A., VII, p. 96. AS]'
21P.U.F., p. 77; D. N., TI) p. 649; A., vu) pp. 91-2.
214 I NTERVENCiÓ N SOBRE LA TRANrf.RENCIA I NTERVEN CIÓ N SOBRE I.A TRAN SFERENCIA 215

En ese mom'e nto ella ha logrado que todos reconozcan la ver~ Así la transferencia no remi te a ninguna propiedad misterio·
dad de la cual sin embargo ella sabe que no es, por muy verídica sa de la afect ivjdad. e incluso cuand o se delata bajo un aspec to
que sea, la verdad última, y habrá conseguido prec ipitar por el de emoción, éste no toma su sentido sino e n funció n del mo·
puro maná de su presencia a l desdi chado s'eñor K... bajo las mento dialéctico en que s'e produce.
ruedas d e un coche. La sedación de sus síntomas, o btenida en Pero este momento es poco significativo puesto que traduce
la segund a fase de su cu ración . se ha mantenido sin embargo. comú nme n te un error de l ana lista, aunqu e sólo fuese el c:e que·
Así la detenci ón dd proceso dialéc tico arroja como saldo un rer demasiado el bien del paciente. cuyo peligro ha denun ciado
apare nte re troceso, pero las posiciones reasumidas no puede n muchas veces F re ud mi smo.
ser sostenidas sino por una afirmativa del yo, que puede ser Así la neutralidad a nalítica toma su sentido auténtico de la
considerada como un progr"eso. posición del puro di a léctico que, sabie ndo qu e todo lo q ue es
¿Qué es fin almente esa tra nsferencia de ]a qu e Freud dice rea l es racion al (e jn versament~) , sabe que todo lo qu'e existe,
en a lgún sitio que su trabajo se p rosigue invisible detrás del y hasta el mal contra el qu e lu cha, es y seguirá siendo siempre
progreso d'el tratamiento y cuyos efectos por lo demás "escapan equivalente 'en el nivel de su particularidad, y que no hay pro.
a la demostración" (p. 67)? 2l ¿No puede aq uí considerársela greso para el suj eto si no es por la integraci6n a que llega de
cOlOo una entidad totalmente relativa a la contratra nsCe rencia su posición en lo uni versal: técn icamen te por la proyección d e
definida como la suma de los prejuicios, de las pasio nes, de las su pasado e n un di sc urso en d·evenir.
perp lejidades. incIuso de la ins ufi ciente inf.ormación de l ana­ El caso de Dora parece privilegiado pa ra nuestra dem ostra·
lista en tal momento del proceso d ia léct ico? ¿No nos di ce Freucl ción en que, tratándose de un a histérica, ]a pantalla del yo es en
mismo (p. 105) 22 qu e Dora hubiera podido transfe rir sobre él ella basta.nte transparente para qU'e en ninguna parte, como
a l personaje pate rno si él hub iese sido Jo bastan te tonto como dijo F reud, sea más bajo el umbral entre el inconsciente y el
para creer "en la versión de las cosas que le presentaba el padre? conscien te, o mejor di cho entre el disc urso analitico y la palabra
Dicho de otra m anera) la transferencia no es n ada teal en el dd sín toma.
sujeto. sino la aparición. en un momento de estancam iento de la Creemos sin embargo que ]a transferencia tiene siempre el
dia léctica analí tica, de los modos permanenres según los cuales mismo se ntido de indicar los momentos de errancia y también
constitu ye sus objetos. de orientación del ana li sta, -el mismo valo r para vo lvernos a
¿Qu é es entonces inter pretar la transferencia? No otra cosa llamar al orden de nuestra papel: un no ac tu ar positivo con
que llen ar con un engaño el vacío de ese pu nto mu'erto. Pero vistas a la ortodramatilación de la subjetividad del paciente.
es te eng'año es útil, pues aunque fal az, vuelve a lan zar el proceso.
La negaci6n con que Dora habría acogido la observación por
parte de Freud de qu e ell a le imputaba las mismas intenciones
que había manifestado e l seí'íor K .. ., no hubiese cambiado nad:l.
al alca nce de sus ·ef~ctos. La oposici ón misma que h ab ría e nge n­
drado habría orientado probablemen te a Dora, a p esa r de Fre ud,
en la dirección favorab le: ]a que la hab ría condu cido al objeto
de su interés real.
y el hecho d'e haberse puesto en juego en person a como sus­
ti tuto del seño r K ... habría preservado a Freud de insistir de·
masiado so bre e l valor de las proposiciones de matrimonio de
aq uél.

:n p U . F ., p. 54-; n .N.,
11 , p. 634-: A. , .... 11 , pp_ 65 Y 10 1·2.

np U. F .. p. 88: n.N . , 11, pp. 6%-6; A., VII, p. 103.

DEL SUJETO POR F1N CUESTlO NADO

Un g,-ano de entusiasmo es en un escrito el rastro más seguro


que pueda. dejarse paro que revele su época, en el sentido la·
mClItalJle. Lamentémoslo para el discurso de R oma, tan seco,
po. ro. lo cua l las circunstancias que menciona no aportan nada
atenu.ante.
Al publicarlo, suponemos un interés en su lectura, incluyendo
el malen tendido.
Aun si deseásemos la precaucirjn, no a'¡¿adiría.mos a su desti­
nación origina l (al Congreso) unas palabras destinadas "al
lec tor'~ cuando la conslante~ de la que advertimos desde el prin­
ápio" de nuestro dáigános al psicoanalista) culmina aqui al
adecu.ane a un gTll.IJO que solicita nuestra ayuda.
R edoblar el interi:s seria nuestra ,-éplica si es que no equi.
J

vale (J, d iuiclirlo revelar lo que) sea lo que sea pm"a la conciencia
del sujeto, gobienza ese interés.
Queremos hablar del .ruleta cuestionado por, ese discur.'iO ,
cu.ando volve rfo a situar aquí desde el punto en que por nuestra
parte no le fallamos, es I.an sólo hacer justicia !Jl punto donde
nos daba cita..
En cu.anto al lector, ya no harem os, sa.l"lIo el apunt e un poco
más allá del designio de nuestro se min ario, úno fia 'rnos a su
enfrentamiento con testas sin duda no más fáciles, pero ubica­
bies inlrinsecamente.
~Jela , el mojón que seii.a la la vuelta que ha de rcrrarse en una
ca rrera, es la metáfora de la que hm'cm.us viá tico para recorda1""
le el d iscurso inédito qu.e proseguimos de~'rle en ton ces cada
miércoles d~l añ,o docente, y que pudiera ser qu.e le asista (si
no asiste a él) al circular 1101' otra parte.

Sobre el .wjelo cuestio nado, el psicoanálisis d.idáctico será nues~


ira punto de partida. Es sabido que se llama asi a un psicoan.á­
lisis que Sf. propone uno emp rende r con un designio de forma ­
ción, especialmente como eleme nt o de la hab ilitación para
practiCa?' el psicoanálisis.
El psicoandlisis, cuando está especificado PO?' esla exigencia~
[2 19¡
220 HU. SUJI:.'TO J' OR FIN CUt::.ST¡ONADO 221
OfL SUJETO POR. FlN CUESTtúNADQ

es considerado po" ello COmo modificado en los datos que se su­ No hay en este bala nce ninguna inlención negativa. Apunta­
ponen en él o,-d¡naTios~ y el psicoanalista juzga debe haCC1­ mos un estado de cosas donde asoma n muchas observaciones
frente a e /lo. ofJOrtunas, una vuelta a cuestionar permanente de la técnica,
Que acepte conducirlo eh esas condiciones supone una res­ de los destellos a veces singulares en la verbosidad de la confe­
ponsabilidad. Es curioso comproba r cómo se la desplaza) por sión .. en suma una "iqueza que puede muy bien concebirse como
las garantías que se toman. fruto del relativismo proPio de la disciplina, devolviéndole su
Pues el bautismo inesperado que recibe lo que allí se pro­ garantía.
pone de "psicoanálisis personal" l (como si los hubiese dife­ In clu.so la objecirJn deducible del black-out que subsiste sob re
rentes), si las cosas vuelven a ponerse efectivament e en el áspero el fin de la didáctica p'u ede quedar como letra muerta anle lo
punto que se desea) no n os parece incumbir paTa nada a lo que intocable de la rutina usua.l.
la proposición aporta en el sujeto asi acogido, desatenderla en Sólo lo in tocado de l umbral mantenido en la habilitación del
Suma. psicoanalista para hacer didácticas (donde el recurso a la anti­
Acaso se vea más claro purificando a dicho sujeto de las preo­ güt.'dad es inúorio) nos recuerda que es el sujeto cuesl,ionado
cupaciones que expresa el términ o de p"opaganda: el efectivo en el psicoanálisü didáctico el que constituye un problema y
que ensanchar-, la fe que propaga r, el est ándar que proteger. Jigue siendo sujeto intacto,
Extraigamos de ellas al sujeto que imPlica la dema n da en que
¿No habría que concebir más bien el psicoandlr:sis didáctico
se presenta . Quien nO.f lee da un primer paso en la observación
como la forma pe1-fe cta con que se iluminarla la naturaleza del
de fjue el inconsciente le da un asiento poco proPicio para re­
psicoanálisis a secas: aportando una restricción?
ducirlo a lo que la referencia a los instrumentos de precisión
T al es el vuelco que antes de nosotros no se le había ocurrido
designa como error subjetivo; sin renuencia a a,iadir que el
a nadie, Parece sin embargo imponerse_ Porque si el psicoaná­
púcoanálisis no tiene el privilegio de un sujeto más consistente,
lisis tiene un campo específico, la preocupación terapéutica
sino qúe más bien debe perrnitú- iluminarlo igualmente en las
justifica en él c01,tocircuitos, incluso tempe.ramentos; pero si hay
avenidas de ot'ras disciplinas. un caso que prohiba ,toda reducción semejante, debe ser el psi­
Esta empresa de envergadura nos distraen'a indebidamente de coanálisis didáctico.
dar sus dererhos a lo que de hecho se alega: o sea el sujeto al Mal insPirado estada quien emitiese la sospecha de que suge­
que se califica (si'gnlficativament.e) de paciente, el cua l no es el rimos que la formación de los analistas es lo más defendible
sujeto estn'ctamen te implicado por su demanda, sino más bien que el psicoanálisis puede presentar. Pu es esa insolencia , si
el producto que se desearía dete rnúnado por ella. ex istiese) no tocarla a los psicoana listas. M ás bien a alguna falla
Es decir que se alloga al pez en la opemción de su pesca. En por co lmar en la civilizaci6n~ pero que no está toda.vía bastante
nombre de ese paciente la -escucha también serd paciente. Es por circunscrita pam que nadie pueda jacta rse de tomarla a su. cargo.
su bien por lo que se elabora la Ucnica de saber medi,' su ayuda. Para ello sólo prepara u.na teoria adecuada a mantener el
De esa paciencia y mesura se trata de hacer capaz al psicoana­ púcoanálisis en el estal ut.o que preserva su. relación con la
lista, Pero después de todo, la incertidumbre que subsiste sobre ClenCla.
la finalidad misma del análisis tiene como efecto no dejar entre • Que el psicoanálisis nació de la ciencia es cosa manifiesta .
el paciente y el sujeio que se le anexa úno la difere1,cia, prome­ Que hubiese podido aparecer desde otro campo es inconcebible,
tida al segundo, de la repetición de la experiencia, quedan do Que la pretensión de n o tener otro sostén siga siendo lo que
incluso legitirnado el que su equivalencia de p,·jncipio se man ­ se considera obvio, allí donde se distingue por ser freudiano, y
lo que no deja en efecto ninguna transición con el esoterismo
tenga con lodo su efecto en la contratran.fferencia. ¿Por qué
entonces la didáctica sería un problema? que estructura P"ácticas vecinas en apariencia, ello no es azar,
sino consecuencia.
I _Med'io por el cual se a ho rra uno el lener qu e d ecidir pri1oero si un ¿Cómo entonces dar cuenta de las equivocaciones evidentes
psicoanálisis será o 11 0 tlidácl ico. qu.e se muestran en las conceptu.alizaciones en curso en los círcu.­
222 Da SUJ ETO POR FI N CUESTI ON ADO OEL SU J ETO POR F I N CUESTIONADO 223
los instituidos? Arréglense como se pueda sus dife rentes maneras y responde en ese caso a la relación esencial del velo con su
-desde la p,·etendida efusión unitiva donde, en el culmen del expe1"iencia por esbozos de m ito.
tratamiento, se recobraría lo. beatitud que habría que conside­ Un hecho contradice esta calificación, y es que se 1'econozcan
rar inaug1l.ranle del desanollo libidinal, hasta los milagros tan en ella no mitos auténticos (entendamos simplemente de esos
alabados de /0. obtención de la madurez. geni tal, con su facili ­ que han sido recogidos sobre el teneno), los cuales sin falta
dad su.blime para moverse en ladas las regresiones- , en todas dejan siemp1·e legible la incomplelud del sujeto, sino fragmen ­
pm'tes se reconocerd ese espejt:smo que ni siquiem, es discut.ido : tos folhlóricos de esos mitos, y precisamente los que han rete ­
la completud del sujeto , que se confiesa in cluso formalme nte nido las ,·eligiones de propa.ganda en sus temas de salvaci6n.
consl:derar cantO tl11a meto. de de recho posible de alcanza r, si Lo discu ti-rán aquellos para quien es esos temas abrigan su. ver­
en los hechos algunas cojeras aln:buibles a la técnica o a las se­ da d, dem.asiado dichosos de encontrar en ellos cómo conforlarla.
cuelas de la hiJlon:a la mantienen en el rango dr u,n ideal de­ ro n lo que e ll o ,~ lla1f1.an hermenéu,tica.
maúado apartado, E l vicio radica l se designa en la transmisión de l saber, En el
T al es el princiPio de lo. extravagancia teórica, en el sentido mejor de los casos bta se de fendería con ·u na refe renóa a aque­
proPio de este término, en que demuestra poder caer el más llos oficios en los rua les~ dUTOnt e siglos, no se ha hecho sino
auténtico interrogado'!" de su responsabilidad de terapeuta tanto bajo un velo, man tenido por la ins titución de la cofradia gre­
como el escrutador md.\' riguroso de los conceptos: confírmese mial. Una mac.rtrla en aTtes y unas 'gra.d os protegen el secreto
con el parangón (/lle evocamos primero, Ferenczi, en sus expre­ de un sabe7' sustancin.l, (De todas formas es a las artes li berale.\·
siones de de/hoio biológico sobre el amphimixis, o para el segu.n­ qu.e: no practican el arcano a las que nos ,·eferim.os más abajo
do, en el cu.al pensamos en jones, mldasr. en ese /Jaso en falso para. evocar con ellas la juventud del psicoanálisis)
fenomenológico, la aphaJlü,is del deseo, en que le hace deslizarse Por atenuada que puedo. ser, lo. comparación no se sostiene.
su. nece.fidad de asegurar la igualdad-de-derecho enlre los sexos Hnsla. el punto de que: podría decirse que lo. realidad está. hecha.
respecto de é:sa 'Piedra de escándalo, que sóto se admite renun­ de lo. inlole1'anria a. e.'ila comparaci611, puesto que lo que exige
ciando a la comp letucl del sujeio: la castración, para llamar la n una posición totalmente distinta del sujeto,
por su nmnbre, La teoria) O más bien el m.achacar que lleva ese nombre )'
A l lado de estos ilustres ejemp los asombra men os la P1'ofttsi6n qu.e es tan 7Ja.riable en sus enunciados que a veces parece que
de ("sos recent·ramt'enlos de la. economia a que ,~e entrega cada sdlo ,w. insipidez mantenga en ella un factor comú.n, no (:s más
qu ien, ext-rapo lan do de la cura al desan'o llo, incluso a la hiJ­ qu.e el "e/lenamiento de u n lugar don de u.na ca.rencia se de­
to1'ia humana.; ta les la re trotracción de la fantasia de la castra­ muestra, sin q·Lle se upa ni siquiera formular la.
ción a la fase anal, el fundamento tomado de una new·osis ora l Intentamos un álgebra que respondería, en el sitio así defini·
universal. '. sin limite a.signable a su etc. En el mejoT de 10J rlo, a lo que efectú.a por . . u parte la clase de lógica que llama.n
casos hay que tomarlo como manifes /.ando lo que llamaremoJ la ",irnbó lica: cua.ndo de la práctico. matemática fija los deTec!1o.\'.
ingenuidad de la pel1Jerúón perJonal, quec1rl1"/.rl o la cosa enten­ No sin el sentim iento c/c la pal·te de p,'udencia y de ruida.do . .
dida para dejar lugm' a alguna ilu.uúnación, que convienen para ello.
Ningana 1·eferencia en estas palab1"Ds a la. inanidad del tér- · Que se tral.a de conservar alU la disponibilidad de la ex.pe·
mino psicoa.nálisiJ pe-rsonal del que puede decirse que con riencia adquiúda. por el sujeto, en la estructura propia de des­
llemasia(w frecuencia lo qu.e designa. se le igua.la, no sancionan· plawmiento y de hendija en que ha debido constituirse, es todo
do sino rrdistribuciones extrem.adamente práctica.L De donde lo que podemos decir aqul, remitiendo o. nuestros desanollos
vudue n. rebotar la cuestión del bc.;l1e¡irio de esa curiosa fa ­ efectiuos,
bularión,
Sin duda el pract,:cante no endurecido no es insensib le o. una
Tea lidad que se hace más nostálgica. por alzanr. a su encuentro, L o q1/.e hemos de subrayar aq u Í es que 1ne lendemos alla nar la
22< Dt:.L SUJ ETO P O)!. }IN CU[.S"rIONAOO
DEL SUjlSTO POR. F I N CUESTIONADO
225
posición científica , al analizar bajo qu.e modo está ya implicada Queremos aquí desligamos de l nivel de broma en que .se lle­
en lo más íntimo del descubri miento psicoanalitico . va n a cabo ordinariamente ciertos debates de principio.
Esta 1'eforma del suje to, que es aquí inaugurQnte, debe ser Pregu.ntándonos de dónde nuestra m.irada debe tomar lo que
referida a la que se produce en el principio de la ciencia, ya el humo le propone, puesto que tal es el paradigma clásico,
qu.e esta última supone cierto aplazamiento tomado resp ecto de cuando se ofrece a ella por mos/.rar hornos crematorios.
las cuestiones ambiguas que podemos llamar las cuestiones de No dudamos que se nos concederá que no puede ser sino de
la verdad. su va lor significantf.; y que incluso negándose a ser estúpido
Es dl}icil no ver ú2lroducida, desde antes del psicoanálisis, para el criterio) ese humo seguiría siendo para la reducción ma­
una dimensión que podría denominarse del sín toma, que se terialis/.a elemento menOS metafórico que todos los que padrEan
articula por el hecho de que representa el retorno de la verdad levantarse al deba tir si lo que re'presenta deb e retomarse por
como tal en la falla de un saber. el sesgo de la biológico o de lo social.
No se traLa del problema clásico del error, sino de una mani· De atenernos a esa ju.ntura que es el sujeto} de las consecuen­
festación concreta que ha de apreciarse "clínicamente", donde cias del lenguaje al deseo del saber) tal vez /'l1.5 víl1.5 se harán
se revela no un defecto de representación, sino una verdad de más practicables) por lo que desde siempre se sabe de la dis tan­
otra referencia que aquello, representación o no, cu.yo bello or­ cia que le separa de su existencia de ser sexuado} incluso de
den v iene a turbm', . . ser v/,Vo.
En este sentido puede decirse que esa dimensión, incluso n o y en efedo la construcción que da mos del su jet o en la co­
estando exp li citada, está altamente diferenciad.a en la crltica de niente de la experiencia freudiana no quita nada de su conmo­
Marx . Y que una parte del vue/co 'Iue opera a partir de Hegel ci6n personal a los varios desplazamientos y hendi jas que pue­
está constitu.ida. pO?" el retorno (materialis ta, precisamente por de tener que atravesar en el psicoa náZ,:sis didáctico.
darle figura y cuerpo) de la cuestión de la verdad. ÉSta en los Si ésle ugistra las resistencias f,'anquen.das, es porque ellas
hechos se impone, dir/amos casi, no siguiendo el hilo de la astu­ llenan el espacio de defensa donde se O1·ganüa el sujeto, y es
cia de la razón, forma sutil con que H egel la pone en vacaciones, únicamente por ciertos puntos de referencia de estructu.ra como
sino perturbando esas astucias (léanse los escritos políticos) que se puede aprehender el recorrido que de él se hace, para esbo­
no son de razón sino disfrazadas, . zar su agotam.iemo.
Sabemos cuál es la precisión con que convendría acompa ñar De igual modo¡ cierto orden de armazón es exigible de 10 que
a esa temática de la verdad y de su sesgo en el saber, princiPio Je trata de alcanzar como pantalla fundamenl.al de lo rea l en
no obstante, nos parece, de la filosofía como tal. la fantasía inconsciente.
La ponemos de manifiesto só lo para denotar alU el sa lto de T odos estos valores de control no impedirán (¡ue la castra­
la operación freudiana. ción, que es la clav(' de ese sesgo radical del sujeto por donde
Se distingue por articular claramente el estatuto del sín toma úene lugn.r el adve nimiento del síntoma, siga siendo incluso en
con el suyo, pues ella es la operación proPia del síntoma , en la didáctica el enigma que el sujf:lo no resuelve sin o evitándolo.
sus dos sentidos. Por lo menos Ji algún orden, al inst.alarse en lo que ha vivido)
A diferen cia del signo, del humo que no va sin fuego, fuego le diese más farde de sus expresiones la responsabilidad, no
que indica con un llamado eventualmente a apagarlo, el slntomtJ intenLará reducir a la fase anal lo que de la castración aprehen­
n a Se interp"eta sino en el orden del significante. El significante da (m la fan/asia .
no tiene sentido sino en su relación con otro signi ficante. Es V icho de otra mlln~,.a, la experiencia se precavería de sa ncio­
en esta articulación donde reside la verdad del síntoma. El sin~ nar manipulaciones del guardagujas t.eÓrico propl:as para man­
toma consemaba una borrosidad por representar alguna irrup~ tener en su t.ransmisión el descanilarniel~/. o .
ción de verdad.. D e hecho es verdad, por estar hecho de la misma Es necesm'ia para ello la restauraciQn del estatuto idéntico
pasta de qu.e está hecha ella , si asentamos materialistamenle del psicoanáliús didáctico y de la rnse~lanza del psicoa nálisis,
que la verdad as lo que se instaura en la cadena significante. {~n ln abertura cientifica de ambos.
226
DEL S1JJETO POR FIN CUESTIO NAD()

.esta Supone~ como cualquier otra, las siguientes condiciones


mín'imas: una relación definida con el instrumento Como instru_ FUNC IóN y CAM PO D E LA PALABR A Y DEL
mento, cierta idea de la cuesh"ón planteada por la materia. El LENGUAJE EN PSlCOANÁLISIS'
que las dos converjan aquí en una cuestión que no por ello se
simplifica, tal vez cierre aquella otra con la cual el psicoanálisis
acompaña a la primera, como cuestión planteada a la ciencia,
que es la de constituir una por si mismo y en segundo grado.
Si aqu': el lector puede asomb rarse de que esa cuesti ón le
PREFACIO
llegue tan tarde, y con el múmo tem peramen to que hace que
se hayan necesitado dos repercusiones de las más improbab les En panicu lar, no habrá que olvidar que la separación
de nuestra enseiianza para recibir de dos estudiantes de la Uni­ en embriología, anatomía, fisiología, psicología, socio­
versidad en los Estados Unidos la tra ducción cuidadosa (y lo. logia, clínica, no existe en la n atural eza y qu e no hay
grad.a) que me1'ecia n dos de nUestros artlculos (uno de ellos el más que un a disciplina: la neu.robiología a la que la
presente) - que sepa que hemos puesto en el tablero de nuestro observación nos obliga a añadir el epíteto humana en
orden preferencia l: primero que haya psicoanalistas. 10 que noS conc ierne.
Por lo menos ahora podemos contentarnos con que mientras
dure un rastro de lo que hemos instaurado , habrd psicoanalista Cila escogida para exergo de un Instituto de Psicoaná­
lisis, en 1952.
para responder a ciertas u1'gendas subjetivas) si es que calificar.
los con el artículo definido fuese decir demasiado, o también ,
si no, desear demasiado. El discurso que se e ncontrará aquí merece ser introducido por
sus circu nslancias. Porque lleva sus marcas.
1966 El tema fue propuesto a l auLor para constitui.- el informe
teórico usual, en la reunión anual que ]a sociedad que represe n
taba en tonces al psicoamUisis en Francia pros'eguía desde hacía
ali as en una tradición que se había vuelto venerable bajo el
título de "CongTeso de los Psicoanalistas de Lengua Francesa",
extendido d'esde hacía dos años a los psicoa nalhtas de lengua
Tomance (yen el que se comprendía a H olanda por una tole·
rancia de lenguaje). Ese Congreso debla tener lugar en Roma
en e l me, eJe septiembre de 1953,
En el intervalo, cier tas disensiones graves acarrearo n en el
grupo francés una secesión. Se habían revelado con ocasión de
la fundación de un ';insti tu lO de psicoanálisis". Se pudo 'escu­
char e ntonces al eq ui po que hab ía logrado imponer sus estatu ­
tos y su programa proclamar que impediría hablar en Roma a
ay uel yue junlO con otros había inten tado introducir una con­
cepción difere nte, y utiJi1.Ó con 'ese [in todos los medios que
tswban en su poder.
No pareció sin embargo a aq uellos que desde entonces habían
fundado la nueva Sociedad Francesa de Psicoan ál isis que debie·

t Info rme del Con.gr~o <le Roma celebrad o en el Islituto di Psicologla


<lclla Uni \'crsit:'t di ~oma e l 26 y el 27 de sep tiembre de 1053.
[227]
228 FUNC iÓN Y CAM I'O O~ LA PALABRA FUNCIÓN Y CAM 1'0 DE LA PALARIlA 229
sen privar ue la manifestación anunciada a la mayoría d e estu­ pu'ede sobrevivirse sino manteniéndose en el ni vel de una expe­
diantes que se adhería n a su enseñanza, ni siquiera que debie­ ri encia integra l.
sen renunci ar al luga r eminente donde h abía sido proyectada. Pero ¿no ha n llevado a un formali smo decepcionante que
Las simpatlas generosas que vinieron en su ay uda del grupo desali enta la inici ati va penaliza ndo el riesgo, y que hace del
ita liano no l os coloca ban en si tuación de huéspedes inop ortunos reino de la opinión de los doctos 'el principio de una prudencia
en la Ciudad universal. dócil donde la autenticidad de la investigación se embota antes
En cuanto a l a utor de este discurso, pensa ba es tar as istido, de agotarse?
por muy desigual que hubi'ese de mostrarse ante la tarea de ha­ La extrema complejidad de las nociones puestas en juego en
blar de la palabra, por alguna conni,'encia in scrita en aque l nuestro dominio hace que en ningún otro sitio corra un espíri­
lugar mism o. tu, por exponer su juicio, más totalmente el riesgo de d'escubrir
Recordaba en efecLo que, mucho antes de que se revelase alU la su medida,
gloria de la más alta cátedra del mundo, Auli o Celia, en sus No­ Pero esto debería arrastrar la consecuencia de hacer nuestro
ches dticas, daba al lugar IJamado M ons VaÚcanus la etimolo­ propósito primero, si no es que único, de la liberación de las
gía de uagl:rc, que designa los primeros balbuceos de la pa labra. tesis p or la e lucidación de los principios,
S, pues su discurso no hubiese de ser cosa mejor que un va­ La selección severa que se impone, en efecto, no podría ser
gido. por lo menos lomaría d'e ello el auspicio de re novar en su remitida a los aplazami.entos indefinidos de una coopción quis­
di sciplina los fundamentos que ésta toma en el lenguaje, quillosa, sino a la fecundidad de la producción concreta y a la
ESla renovación lomaba asimismo de la historia demas iado prueba dialéc tica de sostenimientos contradictorios,
sentido pa ra que él por su parte no rompiese con el es tilo tradi­ Esto no implica de nuestra parte ninguna va lorización de la
cional que ,sitú a e l " inform'e " entre la compilación y la síntesis, diverge n cia, Muy al contrario, 110 sin sorpresa hemos podido
para <.la rJ e el estilo irónico de una puesta en tela de juicio de escuchar 'en el Congreso intern acional de Londres, al que, por
los fundamenlos de esa disciplina, no haber cumpl ido las formas, veníamos como demandan'tes, a
Puesto que sus oyentes eran 'esos estudiantes que esperan de una personalidad bien intencionada para con nosotros deplorar
nosotros la paIélbra, fu e sobre todo p ensa n<.lo en ellos como fo­ que no pudiésemos justifi car nuestra secesión por a lgún des­
mentó su discurso, y para Tenunciar en su hon or a las reglas que a cuerdo doctrinal. ¿Quj'e re esto decir que una asociación que
se observa n en tre augures de remedar el rigor con la minucia quiere ser internacional tiene otro fin sino el de mantener el
y confundir regla y certidumbre, principio de la co munidad de nuestra experiencia?
En el confliclo en efecto que los había llevado a la presente Sin lluda es el secre to de Polichinela que h ace un buen ralo
si tuación , se ha bía n dado pruebas e n cu a nto a su a utonomía que ya n o h ay tal, y fue sin ningún esc<í.ndalo como al impene­
<.le temas de un d esconocimiento tan eJ<orbitante, que Ja e xigen­ lrable señor Zilboorg que, poniendo apar te nuestro caso, insis ~
cia primera corresp ondía por ello a una reacción contra el tono lÍa en que ninguna secesión fuese admitida si no a título de
permanente que h abía permitido semejante exceso, dehate científico, el penetrante se ñor W alder pudo replicar que
Es qu e más allá de las circunstancias locales que h abían mo. (le confrontar los principios en que cada uno de nosotros cree
ti vado este conflicto, había salido a luz un vi cio qu e las reba-' funda r su experiencia, nuestros muros se disolverían bien pron ~
saba con mucho. Ya el solo hecho de que se haya podido pre­ to en Ja confusión de Babel.
teude r regular de manera tan autoritaria la formación del psi. Creemos por nuestra parte que, si innova mos, no está en n u es ~
coana lista pl;mteaba la cuestión de saber si los modos estableci .
tras gustos hacer d'e ello un méri to,
dos de esta formaci ón no desembocaban en el fin paradójico
de una min oriza ci6n perpetuada. En una disciplina que no debe su valor científico sino a los
conceptos teóricos que Freud forjó en el progreso de su expe­
Ciertamente, las formas iniciáticas y poderosamente organi­
zadas en las que Freud vio la garantía de la tran smisión de su riencia, pero que, por estar todavía mal criticados y cons'e rvar
doctrin a se justifica n en la posición de una disciplin a que no por lo tanto la ambigüedad de la lengua vulgar, se aprovechiln
FUNCIÓN Y CA MPO DI. LA PALABRA
2!1
23() FUNCIÓN Y CAMPO DC l.A PALADItA

de esas resonancias no sin incurrir en malentendidos, nos pare· Sin duda, ésta, la última en n acimiento, nos parece inspirarse
cería prematuro romper la tradición d-e su terminología. en el respeto debido a los que han sufrido en erecto lo que lla­
Pero me parece que esos términos no pueden sino esclarecerse maremos, moderando nuestro pensamiento. una presión en la
con que se establezca su equivalencia en el lenguaje actual de enseñanza que los ha somet ido a una dura pru'eba, pero puede
la antropología, incluso en los últimos problemas de la filosofía, uno preguntarse también, escuchando su trémolo en la boca
donde a menudo el psicoanálisis no tiene sino que recobrar lo de los maestrOS, si los límites del infantilismo no habrán sido
que es suyo. si n previo aviso retrotraídos hasta la tontería. .
Urgente en todo caso nos parece la tarea de desbrozar en Las verdades que estas frases hechas recubren merecerían sin
nociones que se amortiguan en un uso de rutina el sentido que embargo que se las sometiese a un examen más serio.
re co bran tanto por un retorno a su historia como por un a re· Método de verdad y de desmístifícación de los camuflajes sub­
flexión sobre sus fundamentos subjetivos. jetivos, ¿manifestaría el psicoanálisis una ambició n desmedida.
Ésta es sin duda la fun ción d'el docente, de donde todas las de aplicar sus principios a su propia corporación: o sea a la con­
otras dependen, y es en ella donde mejor se inscribe el precio ce pción que se forjan Jos psicoanalistas de su papel an te el en~
de la experiencia. [ermo, de su lugar en la sociedad de los espíritus, de sus relacio­
Descuídesela y se obliterará el sentido de una acción que no n'es con sus pares y de su misión de enseñanza?
re cibe sus eíectos sino del sentido, y las reglas técnicas, de redu­ Acaso por volver a abrir algunas ventanas a la plena luz del
cirse a recetas, quitan a la experiencia todo alcance de conoci ­ pensamiento de Freud, esta exposición aliviará en algunos la
miento e incluso todo criterio de realidad. angustia que engendra un a acción simbólica cuando se pierde
Pues nadie es menos exigente que un psi coanalista sobre lo en su propia opacidad.
que puede dar su estatuto a una acción que no está lejos de Sea como s'ea. al evocar las circunstancias de este discurso no
considerar él mismo como mágica , a [a lta de sa ber si tu arla en pensamos en absoluto en excusar sus insuficiencias demasiado
un a concepción de su campo que no se le ocurre ha cer concor­ evidentes por el apresuramiento que de ellas recibió, puesto que
dar con su práctica.
es por 'el mismo apresuramiento por el que toma su sentido con
El exergo cuyo adorno hemos tra nsportado a este prefacio es
un ejemplo de 'ello bastante lindo, su form a.
A más de que hemos demostrado, en un sofisma ejemplar del
Por eso t:1mbién, ¿está acaso de acuerdo con una conce pción
tiempo intersubjetivo,2 la función del apresuramiento en la
de la formación analitica que sería la de una escuela de conduc­
tores que. no contenta con aspirar a l privilegio singular de ex­ precipitación lógica dond e la verdad encu-entra su condición
tender la licencia de conductor, im;.\ ginase e~ tar en situaci6n de irreb asable.
controlar la construcción au tomovilísti cfl.? Nada creado que no aparezca en la urgen cia, nada en la uro
Esta comparación valdní lo que valga, pero sin duda vale gencia que no engendre su rebasamiento 'en la palabra.
tanto como las que corren en nues tras asambJ'eas m.í.s graves y Pero nada también que no se haga en ella contingente cuan­
que a pesar de haberse originado en nuestro discurso a ~os idio. do viene su momento para el hombre, donde puede identificar
tas, ni siquiera tienen el sabor de los camelos de iniciados, p\'!ro en un a sola razón el partido que escoge y el desorden que de­
no por eso parecen reci bir menos un v'lIor de uso de su carácter nuncia, para comprender su coherencia 'en lo real y adelantarse
de pomposa inepcia. por su certidumbre respecto de la acción que los pone en
La cosa empieza en la compar ación de todos conocida del equilibrio.
candidato que se deja arrastrar prematuramente a la práctica
con el cirujano que operaría sin asepsia, y llega hasta la que
incita a llorar por esos desdichados esludiantes desgarrados por
el con fli cto de sus maestros como niiios por el divorcio de sus "eL "El liempo lógico y el aserto de certid umbre anlicipada". en este
padres, tomo, p. 187.
232 FUNCIÓN Y CA MPO 0 1:; L\ PALA.BIt A FUNCIÓN Y CAMPO Dt: LA PALABRA 233
INTRODUCC i ÓN
su conducción. La nueva perspecti va tomó aquí su a rra nq ue
de la extensión del mé todo a las psicosis y de la apertura mo­
Va mos a detennin¡¡r esto mien tras estamos todavía en ment¡ínea de la téc ni ca il datos de princi pio diferente. El psico­
el aCe li o de nues tra ma teri a, pues cuan do lleguemos al análisis desemboca por ahí en un a fenomenología ex istencia l,
perihelio, el calor será ca paz de hacérnosla olvid ar.
LICHTENBERG
y aun en u n ac tivismo a nimado de caridad. Aquí tambié n UIla
reacc ió n nít ida S'e ejerce en favor de un re torno a l pivote técnico
"Flesh co mposed of suns, H o'W can sucll be?" excla im de la simbolización.
the simple a nes. e] Im porta ncia de la cont ra tra nsferencia y, corre lat ivame nte,
R. BROWN I NG, Pa rley ing with ce rtai n peoPlc de la fo r mación de l psicoan alista. Aqu í el acento vino de los
azoras de la termin ación de la cura , que converge n con los d'el
Es tal el esp an to que se apodera del hom bre a l descu brir la mo mento en que el ps icoaná lisis d idác ti co aca ba en la introd uc­
figura de su poder, que se ap arta d e ella en la acción misma q ue ción del candidato a la prácti ca . Y se observa la misma oscil a­
es la suya cua ndo esa acción la muestra desnuda. Es el caso de l ción : por una pa rte, y no sin va lentía, se ind ica el ser del an;l·
psicoa nálisis. El descu brimien to -prorneteico- de Freud fue lista COlUO elemento no despreciab1e en los efectos del aná lisis
una acción tal; su obra nos da tes timoni o de ello; pero no es tá y q ue incl uso ha de ex ponerse en su cond uccióll a l fin al del
menos preSen te en cada acción hu mi ldemen te llevada a cabo juego; no por ell o se promn lga menos enérgica me n te, por o tra
po r uno de Jos o breros for mad os en su escuela. pa rte, q ue ningun a solución puede provenir sino de una pro­
Se puede segu ir al fi lo de los años pasados esa aversión del in­ fu nd ización cada vez más ex tremada del resor te inconsciente.
terés en cuauto a las funciones de la palabra ye n CUanto a l ca m­ Estos tres problemas tienen un rasgo común fuera de la actj·
po del le nguaje. Ella motiva los "cam bios de meta y de técnica " vidad de pio neros qu e ma ni fies tan en tres [ron teras dHerentes
confesados en e l movim iento y cuya relación con el amortigua_ con la vitalidad de la experiencia q ue los apoya. Es la tentac ió n
miento de la efi cacia terapéu tica es sin embargo a mb igua. La q ue se preseu ta a l a nalista de abandonar el [undamento de la
promoción en efecto de la res istencia de l objeto en la teoría y palabra, y esto prec isamente en terrenos d onde su uso, por CO Il ­
en la técnica debe ser so metida ella misma a la dia lécti ca de l finar con lo ine[a1Jle, req ueriría m ás que n unca su examen: a
aná lisis q ue no p uede dejar de reconocer en ella u na coartada saber la ped agogía ma terna. la ayu da sam arit ana y ]a maes tría
del suj e to. d ialéct.ica. E l peligro se hace grande si le abandon a ade más Su
Tra temos de d ibuj ar la tópica de este m ovim ie n to. Cons ide_ lenguaje en beue(icio de lengua j'es ya insti tuidos y res pecto de
rando esa litera tu ra qu e llamamos n ues tra act ivi dad científi ca , los cuales couoce ma l las c.o mpensaciones q ue ofrece n a la ig_
los problemas ac tua les del psicoa náljsis se desbroza n ne tame nte norancia.
baj o tres encabezados: En verdad nos gustaría saber más sobre los e fectos d:e la sim ­
A] Función de lo imaginario. diremos nosotros, O más d irec ta­ bol ización en el niño, y las madres oficiantes en psicoa n á li si~,
mente de las fa n tasías, en ]a técnica de la experiencia y en la aun las q ue da n a nues tros más al LOs consej os un aire de ma­
constitución d el o bjeto en los diferentes estad ios del desarrollo triarcado, no están al abrigo de esa con fu sión de las leng uas en
psíq uico. El impulso vino aq uí d'e l psicoanálisis de los niñ~s, y la que Ferencú des ign a la ley de la relación niño-adulto.:I
d el terreno favorab le qu e ofrecía a las ten ta tivas como a las ten ­ Las ideas que u uestros sabios se forj an so bre la re la ción d.e
tacjones de los inves tigadores ]a cercanía de las es tru ctu rac iones objelO acabada son d·e una concepción más b ien incierta y, si
preverba les. Es all í tambié n dond'e su cu lminació n provoca ahora son expuestas, d.ejan aparecer un a medi ocrid ad que no honra
un re torno plantea nd o el problema de la sa nción simb61ica qu e " la profesióu.
ha de darse a las fantasías en su in terpre tació n . No hay duda de que estos efectos - do nde el psicoanalista
B] Noción de las relaciones libidinales de obje to q ue, reno­
:1 F e rCIlCÚ: "Coufusion of longues bt' tween lhe auu l t anu rhe chil u·· , { nI.
va ndo la idea dé l progreso de la cura, rees tr uctu ra sordamen te ¡om·. o/ Pryrho., 1949, xxx, iv~ pp. 225-230.
234 F UNC iÓN Y CAM r O DE LA PALA BRA l'UNCJ6N 'J' CA MPO DE LA PALAOR.-\ 235
coincide con e l tipo de héro'e moderno qu e ilustran h azañas irri. mites de su toleran cia a su propia actividad, ahora "co ncedid a"
sorias en una situ ación de extravío- podrían ser corregidos por si 'es que no admi t ida, no dependen ya si no de la masa numé­
una justa vuelta al est udio en el qu e el psicoa nalista d ebería rica por la que se mide su presencia en la escala socia l.
ser m aes tro, el de las funciones de la p alabra. Estos p rincipi os bastan para repartir las condi cio nes simbó­
Pero parece que, desde Freud, este campo central de nuestro licas, imaginar ias y rea les que determinan las defensas - a isla­
dominio h ay;} quedado en bar becho. Observemos cuánto se cui ­ miento, anulación, negación ye n general desconoci miento- qu e
daba el mismo de exc ursiones dem asiado extensas en su perife. podemos reconocer en ]a doctrina .
ria: h abiendo descubierto los estadios Hbidinales de l niño 'en Entonces si se mide por su masa la impor tancia qu e el grupo
el análisis de los ad ult os y no in ter vi niendo en el pequeño Hans nortea merica no tiene para e l mo vimiento an alíti co, se aprec iarán
si no por intermedio de sus pad res; descí frando un Pélño entero en su peso las condi cion es q ue se encuentran en él.
de l leng uaje del in conscie nte en el delirio para noide, pero no En el ord en simbólico, en primer lu ga r , no se pU'ede descui­
utilizando para eso sino el tex to clave dejado por Schreber en dar la importancia de ese fac tor e del que h ablábamos en el Con­
la la va de su ca tástrofe espiritual. Asumiendo en cambio para greso de Psiqui a trí a de 1950, como de una con stan te caracteds.
la dia lécti ca de la obra, como para la trad ición de su sentido, y tica de un m-edio cullural dado: condición aquí del an tihi!'wri­
en tod a su altura, la posición de la maestría. cisma en que todos es tán de ac uerdo en reconocer el rasgo prin.
¿Qu iere es to decir que si el lugar d'el maestro queda vacío. es cipa l de la "comuni ctl ción" en los Estados U nidos, y qu e a nu es­
menos por el hecho de su desa parici ón que por una ob lite rac ión tro entender es tí-l en los antípodas d'e la ex periencia analíti ca.
creciente del sen tido de su obra? ¿No bas ta para convencerse de A Jo cual se añade una fo rma mental mu y a utóctona que bajo
e llo comprobar 10 que ocurre en ese lugar? el nombre d e behallio'urism.o domina has ta tal punto la noci6n
Una técn ica se transmi te allí, de un es tilo maci lento y a un psicológica en Nonea méri ca, qu e es t;{ claro qu e a estas alturas
re ticente en su opacidad, y al que toda aereación cr íti ca parece ha I"ccub ierto to ta lmente en e l psicoanálisis la inspiración freu­
e nloquecer. En verdad, tomando e l giro de un fo rmalismo lle­ diana.
vado has ta e l ceremoni a l, y tanto que puede uno preguntarse si Pa ra los o tros dos órdenes, dejamos a los interesados el cui­
no cae por e llo bajo 'el mismo paralelismo con la neurosis o bse­ dado de apreciar lo que los mecanismos mauifestados en la vida
siva, a tra vés del cu al Freud apuntó de man era tan convincente de las sociedades psicoanalíticas deben respectivamente a las
al uso, si no J la génesis, de los ri tOs reli giosos. relaciones de presr;)l1cia en el interior del gr up o y a los efectos
La analogía se acentúa si se considera la literatura qu e esta de su li bre 'e mpresa resentidos sob re el conju nto del cuerpo so­
actividad produce para a lim'Cntarse de ella: a me nud o se tiene cial, así como el crédito que conviene dar a la noció n subrayada
en ell a la impresión de un curioso circuito cerrado, donde el por uno de sus representantes más lúcidos, de la convergencia
desconocimiento del origen de los términos engendra el proble­ q'ue se ejerce entre la ext ra ne idad de un gr upo donde domin a
ma de bacerlos con cordar, y do nd'e el esfuerzo de resolver este e l inmigrante y la distanciaCÍón a que lo a trae la [unció n que
problema refuerza este desconocimiento. aca rrean las condicio nes arriba indicadas de la cultu ra.
Para rem ontarnos a las causas de esta deteri ora ción de l dis­ Aparece en todo caso de manera innegab l-e que la concepción
cu rso analítico, es leg ítimo aplicar el método psicoana líti co a la de l psicoa nálisis se ha inclinado allí hacia la ad aptación del in­
colectividad qU'e lo sos tiene. dividuo a la circunstancia social, la búsqueda de los palterns
H ab lar en electo de la pérd ida de l sentido de la acción ana_ de la conduct a y toda la obje tivac ión impli cada en la noción de
lítica es tan cieno y tan vano como explicar el sfntom;1 por su las human relations, y es ésta sin duda una posi ción de e xclu ­
se ntido, mientras ese sentido no sea reconocid o. Pero es sabido sión privilegi ada con rela ción al objeto humano que se ind ica
que, en ausencia de ese reconocimien to, la acción no puede en el término, nacido en aquellos parajes, de human enginecring.
dejar de ser experimentada como agresiva en el nivel en que As! pues a la distancia ne cesaria para sostener semejante posi­
se coloca, y que en ausenc ia de las "resis ten cias" socia les en que ción es a la que puede atribuirse el eclipse en el psicoanálisis.
el grupo analí tico encontraba ocasión de tr anquili za rse, los 11­ de los términos más vivos de su experien cia, el inconsciente, la
2Yl
236 I:UNClÓN y CAMPO Of LA I' A LABA A 1 U ~C IÓN " CA MPO PE LA J· .... LADRA

sex ua lid ad, r uya menció n mi sma parecería que debiese b orrarse redu cti bles al a rco renejo. Como la pi la de pla tos t uya dClrulI:­
próximamen te. be se des til a en la exh ib ició n clásica, para no dejar en ll'e las
No tenemos po r qu é tomar partido sob re el formalismo y el man OS del artista más que dos trozos desparejados por el des­
espiritu tender il, que los documentos oficiales del gru po mismo trozo, ]a constru cció n comple ja que va desde e l desc ubTimi'ento
seii alan pa ra denunciarlos. El fariseo y el tendero no nos i n tc~ de las migraciones de la libid o a las zonas erógenas h asta el paso
resan S1 no por su ese ncia com ún, rU'ente de las difi cultades que mel.psicológico de un principio de pl acer genera li z"do hasta el
tienen uno y otro con la palabra. y especi almente cuando se instinto el'e muerte, se convierte e n el binomj o de un instinto
trala del talking sho p, para hablar la jerga del ofi cio. erótico pasivo modelado sobre la ac tivid ad de las des piojadoras,·
Es qu e la incomunicabi lidad de los motiv os, si pu ede sos tener caraS al p oe ta, y de un instinto destru ctor , simplemente identi.
un mag ist'erio, no corre parejas con la maes trí a, por 10 menos fi cado con ]a motricidad. Resul tado que merece un<l men ción
la que ex ige una enseñanza. La cosa por lo demás fue percibida mu y hon rosa por el ar t'e, voluntario o n o, ele lIcvlI r hasta el

cuand o fu e necesario h ace poco, para sos ten er la primacía. dar, rigor las consecuencias de un m alentendido.

para g uardar las formas, al mcnos una lección .


P or eso la fide lidad indefectiblemente reaEirmada por el nus_
mo ba ndo hacia la técni ca tradicional previo balance de las
prllebas hech as en los ca mpos-frontera enumerados más arr iba 1. P ALABRA VAcíA Y PALABRA PLEN A E N LA
11 0 ca rece de eq uívocos; se mide en la sustitu ció n del té rmino REALlZAC1ÓN PSICOANALÍT1CA DEL SUJ ETO
clásica al término ortodoxo para ca lificar a esta técllica. Se pre­
fie re atenerse a las buenas mane ras. a fa lta d e saber sobre la
doctrina decir nada. Donne en ma houche parole vraie et eS la ble et fay de

Afirmamos por nues tra pane que lel técnica no p uede ser como moy langue caulte.

l.': inlernele consolacion, XLVI! Chapi (re: qu'o n ne do it

prendi da, ni por consiguiente correctamenre ap licada, ~ i se d e~­ pas chascun croire el du leg'ier trebuchement de paro les.

conocen los concepLOs que la fund an. Nuestra tarea ser á demos­
trar que er,os concep tos no toman su pleno sentido sino orien.
Cha rla sie.mpre.

tá ndo~e en un ca mpo de J'ellguaj e, sino ordenánd ose a la [un­ Divisa del pensamien to "ca usista".B

( ión de la palabra.
Punto en e l que hacemos no tar que para maneja r algún con­ Ya se dé por agente de curació n, de for mació n o de so ndeo, eI
cepto freudi ano, la lectura d e Freucl no podría ser considerada psicoa nálisis no tielle sino un mediu.m: la palabra del pacienre .
:m perflwl, a unque hrese para aque llos que so n h omó nimos de La evidencia del hecho na excusa qu e se le desa ti e nda. Ahora
n ocio ne ~ corri entes, Como lo demues tra la ma laventu ra que la
bien, toda pala bra ll ama a una respuesta.
lempo rada nos trae a la memoria de un a teorí a de los insl:intos. Mostrare mos qU'e no h ay palabra si n resp uesta, incluso si no
revisada de Freud por un au tor poco despierto a la part e, lla­ encuentra m ás q ue e l silencio, con tal de que tenga 1m oyente,
mad a por Freud ex presamen te mítica. que contie ne. Manifi e~­
y q ue és te es el meollo de su (unción en el an álisis.
tamente no pod ría estarlo, puesto que la abord a por d libro
P'ero si e l psicoana lista ignora que así sucede e n la [unción
ue Ma ri e l3onaparte , que cita sin cesar como un eq ui va lente
de la pal abra , no experimentará sjno más fuertemente su l1a­
del texto freudiano y esto sin que nada advierta de ell o (t I lec tor,
mado, y si es el vacío el que primeramente se hace oír, es en sí
<..:onfiando tal vez. no s in ralón . en e l buen guSto d e ó te para
JlO confundirlos, pero no por ello dando menos prueb:\ d'e que
mi smo dond e lo ex peri l1lcutará y será m ás a llá de la palabra
no e ntiende n i jo ta del verdadero ni ve l de la seg und a mano . donde buscará un a rea lid ad qu e colme ese vado.
Por cuyo medio, de reducci ón en dedu cc ión y de ind uccibn
4 [Alusión :lt poem:l de R imb:l lld: "Les ch erche\1 ses dc poux". TSl
en hipó tesis, e l a utor concluye con la est ri<..:tjl tautología de sus & [Juego de palab ras: catl.\ t'r, "c:l usa r", sigu ifica t::lmbién. en el lenguaje
premi s~l.\ fa lsas : a saber que los instintos de que se trata son
popular, ··charlar". TSl
238 FUNC iÓN Y CA MPO DE LA P ..... LABRA FUNCIÓN Y CA MP O DE LA P A LAB~A 239

Llega así a analizar el comportamiento del sujeto para en. entre nosotros h a desesperad o a los trad uctores, a un cuand o se
con trar en él lo que no dice. Pero pa ra o btener esa con Cesión, ofrec iese a ellos el eje rcicio de agotam iento marcado para siem .
es preciso q ue h able de ello. Vuelve ento nces a recobrar la pala­ pre en la lengua francesa por el cu ño de un maestro del es tilo:
bra, pero vu-elta sospechosa por no haber respondido sino a la "Cien veces en el telar vol ved a poner..."/ pero ¿cómo pro.
derrota de su silencio, an te e l eco percibido de su pro pia nada. gresa aqu í la ob ra?
Pero ¿qu é era p ues ese ll a mado de l suje lo más a llá del vacío La teorÍ<t nos recuerda la tríada: frustración, agresividad, re­
de su decir? Llam ado a la verdad en su principio, a través del gresió n. Es una explicac ión ele aspecto tan comprensible q ue
( ual t irube a r{m lo s lt a macl o~ de necesidade!\ más h um il des . Pero bien podrí a dispensarnos de comprender. La intu ición 'es ágil ,
p rim era mente y de golpe Ibuuado propio del vacío, en la !lia n­ pero una evidencia debe sernos tanto más sospechosa cuando se
ci3 am bigua de una sedu cci6n inten tada sobre el o tro por los ha convert ido en l ugar com ún . Si el a nálisis viene a sorprend'er
medios en que el suj eto sitúa su complace ncia y en q ue va a su deb ili dad, conve nd rá no conforma rse con el rec urso a la <lfec­
ade n trar el monumen to de su narcisjsmo. tivid ad. P alabra· tabú de la incapacidad dia léc tica que, con el
"¡ Ya estarnos en la introspección !", exclamél el pr udente ca. verbo intelect u.aliz.ar, cuya acepción p'eyorativa hace mérito de
ba Bero que se las sabe toda:, sobre sus peligros, Ciertamen te no esa incapacida d , quedarán en la histori a de la lengua como los
habrá sido él, co nfiesél, el últ imo en saborear sus encantos. si es ti gmas de nues tra obtusión en lo q ue respec ta al suj eto. s
bien ha ago tado sus provechos. L¡.is Lima q ue no tenga ya tiempo Preguntémonos más bien el'e dó nde viene esa fr ustrac ió n. ¿Es
que perder. Porque oiríais estupendas y profundas cos(),s, si He. del silencio de l ana lista? Una res puesta, incl uso y sob re todo
gase a vues tro d i"<Í tt. a probad ora, a la palabra vacía muestr a a men u do por su s efectos
Es ex trílñ o que un a na lista, pa ra qu ien este personaje es uno que es mucho más fr ustran te q ue el si lencio. ¿N o se tr a tará más
de los primeros encuen tros de su ex periencia, ex playe todavía bi'en de una frus tració n que seria in herente a l discurso m ismo
la introspección en el psicoa ná lisis. Porque a penas se acepta la de l suj e to? ¿No se adentra por él el su jeto en un a desposes ión
ap uesta, se escabullen tod élS aq uell as bellezas q ue creía uno tener más y más grande d e ese ser de sí mismo con respecto al cu al,
en re~e r va. Su cuen ta, de obligarse a ella, parecerá corta, pero a fuerza de pin turas sinceras que no por e llo dejan menos in·
se prese ntan o tras bas tante inesperadas de nuestro h om bre como coherente la idea, de rectifi cacio nes qu e no llega n a desprend er
para parecerle a l principi o tontas y dej arl o mudo un buen mo­ su esencia, de apuntalamie n tos y de defensas que no impiden a
mento. Suerte comú n,c su estatua tamba learse, de abrazos n;¡rcisistas que se hacen soplo
Cap ta entonces la d if'erencia entre el espej ismo de mo nó logo al animarlo, acaba po r recon ocer que 'ese ser no fue nun ca sino
cuyas fa ntasías acomoda ticias a nimaba n su jac ta nci a, y el trabajo su obra e'l. lo imagi nario y q ue esa obra defrauda en él toda cer­
forzado de ese disc urso sin esca paloria que el psicólogo, no sin ti d um bre? Pu es e n ese tra bajo que realiza de reconstr uir la para
h umoris mo, y el terapeuta, no sin astucia, decoraro n con el nomo o tro, vuelve a encontrar la en ajenación fund ame nta l q ue le hizo
bre de "asociación libre". construirla como ot ra, y q ue la destinó sí'empre a serIe hurtada
Porq ue se tra ta sin dud a de un tra bajo, y tanto qu e ha pod i­ por o lro. U
do decirse que exige un aprendiznje y aun llegar a ver en ese Este ego) cuya fue rza definen ahora nuestros teóri cos por la
aprend izaje el valor for mador de ese trab;¡jo. Pero to mad o así. capacidad de sos tener una fru stración, es frustración en su esen·
¿qu é o tra cosa podría fo rma r sino un obrero ca li ficado? cia.lo Es frustración no de un deseo de l suj eto, sino de un obje to
y eraonces, ¿qué sucede con ese trabajo? Examinemos sus COll­
diciones, su fruto, con la esperanza de ver mejor ;¡sí su me ta y 1 (" Vio gt (sic) fo is sur le mét ier, rerne tlez vOlre .puvrage, .." Bo ileau , A.,-r
su provecho. pol! l;que. nl
Se h abní reconocido a la pasadfl la pertinencia del térmi no , Hablamos escri¡o primeramente: en roatel'ia de psicologia (19&6).
8 P:irrafo reelaborado (1966).
du.rc harbeiten a que equ iva le e l inglés work ing through, y que l O Es és te el punto de cru za miento <le una des..'iación tanto práclica co mo

t eóri ca. P ues identificar el r:go con la disciplina del suje¡o es confundir el
' Párrafo reela borado (1966). aislamiento jmaginario con el dominio de los instin tos. Es por ello ex po.
240 FUNCiÓN y CA MPO DE L.!\. I'ALAln~" FUNC I ÓX y (.A M1'O I>J; LA »ALAURA 241
uonde SU deseo es tá enajenado y que, cuanto más se elabora, .,u presen te por explicaci one~ sabias de su pasado, traiCiona bas­
tanto más se ahonda para el sujeto l a enajenación de su gozo. tan te has ta en su tono la angu~tja que quiere ahorrarse de rener
Frustración pues d'e segundo grado, y ta l que aun cuando el que pensar qu e la libertad de su paciente esté suspendida de la
sujeto en su disc urso lleva ra su forma hasta )a imagen pasivi. de Su intervención. Qlre e l expediente al que se la nza pueda ser
zante por ht eua) el suje to se hace obje to en la ce remonia del en a lg ún momento benéfi co para el sujeto, es cosa que no tiene
espejo, no podría con ello sa tis(acers·e. pues to que au n si alcan­ o.t ro alca nce qu e un a broma es timul ante y no nos ocupará más
zase en esa imagen su m ás perfecta similitud, seguiría siend o el uempo.
gozo del otro lo qu e h aria recono cer en ella. Por 'eso no hay res­ Apuntemos m .Í5 bi en a ese hic el 'n llnc dond e algunos Creen
puesta adec uada a ese discurso, porque el suje to tomad como de ber encerrar la maniobra del análisis. Puede en efecto ser
de desprecio toda palabra que se comprometa con su -equivo­ útil, COIl lal d e que la inLención imaginaria que e l analista des­
cación.lJ (ubre allí no sea se parada por él de la relación simbó li ca en que
La agresividad que el sujeto experimentará aquí no liene . . e expr e~a. Nada debe allí lee rse :referente al yo de l sujeto que
nada que ver con la agTesividad animal del deseo frustrado. no pueda ser rea~um i do por él bajo la forma del yo [je], o sea
Esta referencia con la que muchos se contenta n enmasca ra Otra cn primera persona.
menos agrad able para tod os y para cada uno: la agresividad del "N o he sido esto sino para llegar a s'er lo qu e puedo ser":
esclavo que responde a la fru stración de su trabajo por un deseo <.;i tal no fuese la punta permanente de la asun ción que el sujeto
de muerte. hace de sus espejismos, ¿dónde podría asirse aquí un progreso?
Se concibe en ton ces cómo esta agres ividad puede responder El a naJista eu tonces no podría acosar sin pelj gro al suj eto en
a toda intervención que, denunciando las intenciones imagina_ la intimidad de su gesto, o aun de su estática, sa lvo a condición
ri as de l disc urso, desanna el objeto que el sujeto ha construido de reintegr;:l rl os como partes mudas de su discurso narcisista, y
para sa tisfa cerlas. Es lo qu e se Jlama en efecto el aná lisis de las es to ha ~ ido observado de IUan!:Ta muy sensib le, incluso por jó­
resistencias, cu ya vertiente peligrosa apa rece d e inmediato. Está vcnes practicantes.
señalad a ya por la existencia del ingenuo que no ha visto nun ca El peligro allí no es e l de la re¡¡cció n negativa del ~ujeto , sino
manifes tarse otra cosa que la significación agres iva de las fan _ lll;.is bien de su ca ptura en una objetivación, no me nos im agi­
tasías d e sus suj e tos. l :? naria que a ntes, de su eS Lática, o aun de su estatua, en un es ta­
lllLo renovad o de su enajenación.
Ese mismo es el que, 110 vacilando en alega r en fa vor de un
aná lisis "causa li sta" qu e se propondría transformar al suj e to en Muy al contrario, el arte del analisLa debe ser el de suspen_
der las cen idumbres del sujeto, hasla que se consuman sus últi­
JJerse a errores de juicio en la cond ucción del tratamiento: asi a a puntar mos espejismos. Y es en el discurso donde debe esca ndirse su
a un reforzamicmo del ego en muchas neurosis moti vadas por su cs tru ctur<t resol uci6n .
demasiado fu CHe. lo cual es un ca llejón sin salida . ¿No h emos leido, ba jo Por vacío qU'e apuezca ese discu rso en efecto, no es así si no
la pluma de nu estro amigo M ich ::teL Balin t, qu e un reforl.amient o del f~gO tom ándolo en su valor facial: el q ue jU!ltifica la frase de 1vla­
dehe ser favo rable al sujelo qu e sufre de ('jaculalio prnecox, porque le pero
mitiría una suspens ión más prolongada de su deseo? ¿Cómo pensa rl o sin ll armé cuando compara el uso común del lenguaje con el inter­
embargo, si es precisamente al hech o de que su deseo está suspend ido a la c.. mbi o de una moneda cu yo anverso y cuyo reverso no muestran
función imaginaria del ego al que e] sujeto de be el cortocirc uito <Iel acto, ya sino fig ura!l borrosas y que se pasa de mano en mano "en
wbre el cua l la clJnica psicoa nalilica mu estra claramente que est,í. ligado ... ile ncio".ll: Esta me t<.ifora basta para recordarnos que la palabra,
a la ide ntifi cación narcisista con la pareja?
u Uuego de pa lab ras cntrC mépris, "desprecio", y méprise, "equiVOc.1ció ll ".
i n cI u ~o en el extremo de su desgas te, conserva su valor de tésera.
TSJ
I~ Esto en el trabaj o mismo al que dam os la palma al final úe nu es tra l~ [Prd,u·¡o al Tmilé du vcrbt', d e Ren é GhiJ: "l'\arr:lr, emeijar, incluso
introdu cción (1966). Q neda seli alado en lo que ú gue que [a agresividad dc.\eribjr . cso marcha y aón a<:j hastaria a cua lquiera quizás, pa ra ¡mer­
no es si no un efccto lateral d c la husfración analítica, si bien pu ede ~er (amhi a r el j>C'n, ¡¡miclI! o humano, lo mar o poner en la mano del olro en
reforzado por cieno ti po de intervención: qu e, como (a l. no es la razón d(: · ilcllt:io una pioa d e IWlIlc<la. ., «(l:"II VTf'.\· cmhpteteJ, I'ari .~, La Pléiade,
1..1 pareja fru slraciÓn. regre:-ión . p. R57). AS]
242 FUNCiÓN Y CAMPO DE LA PALABRA F UNC iÓ N Y CA MPO Dt: LA PAL AIlRA, 243

Incluso si n o comunica nad a, e l discurso re pre~ent a la exis. contac to con lo rea l, la posibilid ad misma d e estos contro les se
tencia de la comunicación; incluso si niega la evidenci a, a firma con ve rtiría en un probl ema. Muy al contrari o, el contr olador
que la pala bra coosticu ye la ve rdad ; incluso si es tá d estin ad o a mani fi es ta en ell o un a segund a visión (la exp resión cae al pelo)
engañ ar, especula sob re la fe en e l testi mon io. q ue h ace pa ra él la ex pe rie nc ia p or lo me n os tan in slr uctiva
Por eso el psicoanalista sabe mejor que n adie que la cuesti ón como para el contro lado. Y esto casi t~nto más cua nto qu e este
en él es en tend er a q ué "parte" de ese d isc urso está co nfiad o último mu es tra me nos de esos do nes, que algunos con sideran
el té rmi no significa tivo. y es así en efecto co mo opera en el como tanto más in co muni cabl es c uanto ffi ¡.Í S e mbara zo provocan
mejor d e los casos: tom a ndo el rela to de una historia cotidian a ellos mismos so bre sus secretos técni cos.
p or un a pÓlogo que a buen e nte nded or diri ge su sa ludo, una La razó n de es te enigma es qu e el con tr olad o d esempeña allí
la rga prosopo pe ya p or una interj ecci ón direc ta, o al co ntrari o el pa pel d e filtro, o in cl uso , d e re fr ac tor del discur so del suje to,
un simple la psus po r una d eclara ción h a rto compleja, y a un el y q u e así se pr'esenta ya hecha a l controlador una este reografía
susp iro d e un sile ncio po r todo el d esa rr ollo líri co al q ue su p le . q ue d estaca ya los tres o cuatrO registr os en que puede lee r la
Así, es un a puntuació n aCortun ada la que da su se ntido a l partitura constitu id a por ese di sc urso.
discurso d'f! suj eto. P or eso la suspensión de la sesión de la que Si e l contro lado pw..liese ser colocad o p o r el contro lad or en
la técni ca ac tu al h ace un alto pura mente cron omé tri co , y como un a posici ón subje ti va diferente d e la que impli ca el tér min o
tal indife rente a ]a trama d el di sc urso, d ese mpefía e n él un sini es tro d e control (ventajosa me nte sustituido, pero sólo en
pa pel d e esca nsión que tie ne tod o el val o r d e una in re rvenci 6n lengua inglesa,H por el de supe.,vision) , el mej or fruto q ue sao
para precipita r los momentos con cl uyentes. Y es to indi ca libe. Ga rl a de ese ej e rcici o se ri a a pre n de r a mante nerse él mismo en
rar a ese té rmin o d e su m ar co rutin a rio pa r a so me terlo a tod as la posici ón de subje tividad segunda en que l a situac ión pone de
las final i dad'e.~ úti les d e l a técni ca . entrada al co ntro lad or.
Así es co mo puede operarse la regresió n, qu e no es sino la EnconLraría en ello la vía aut énti ca para alcan za r lo q ue la
ac tualizac ió n e n el di scurso d e las relaci oues fa ntasead as resti· d ásica fó rmul a de la a ten ó ó n difu sa y a un di str aída de l ana·
tuidas po r un ego en cada e ta pa d e la descomposición d e su es· lis ta no expresa sino de maner a muy apr ox imad a. P ues lo esen·
tru ctura , Porque, en fin , esta regres ió n n o es re al; n o se mani· cial es sabe r a lo qu e esa a tenci ón apunta: seguram ente n o, todo
fi es ta ni siquiera en el le nguaje sino por in [lex iones, g iros, "tro­ nu estro tr abajo es tá h ech o pa ra dem ostrarl o} a un obje to más
piezos ta n ligeros" [" treb u ch emen ts si legiers"] que n o pod rían all á de la p a la bra d el suj e to, co mo a lg un os se conslriñe n a no
en últi ma insta nci a so brepasa r el a rtiCici o del h a bla "babyish" pe rderlo nun ca d e vista. Si tal d'e biese ..ser el camino d el a n.ílisis,
e n el adulto. Imputa rl e la rea lidad de un a relació n ac tual con ~ería sin dud a a o tros medios a los qu e re curriría, o b ie n se da
el objeto equi va le a proyectar al sujeto e n un a ilusi6n en aj e. el ún ico ejemplo d e un métod o qu e se prohibiese los medios
n a nte qu e n o h ace sino refleja r un a coartad a d el ps icoa n alista. de su fi n.
Po r eso n ad a podría extrav ia r más al psicoana li sta qu e qu e. E l ú ni co obj'eto que esd al alcance del a n alista, es la relació n
rer gui arse p or un pre tendido co ntacto experimentado de la imaginaria que le liga al sujeto en cuanto )'0, y, a {a lta de po.
realidad de l sujeto. Este camelo de la ps icologia intui cionista , derlo eliminar, puede utilizarl o para regula r el caud al d e sus
incl uso Ce n omen ológica, h a tomado en el uso conte mpo dneo orejas, segú n el u!)o que la fisio logía , d e acue rd o con el Evange.
una extens ión uien sintomática d el enrarecimiento de Jos efec· lio, muestra que es n orm a l hace r de ell as: oreja.r para no oír} di.
tos de la pa labra e n el contexto social prese nte. Pero su val or ch o d e otra mane ra p a ra h ace r la ubicacic'm de lo q ue debe se r
ousesivo se ha ce flagra nte con pro moverla e n una relaci ón que, oíd o. Pu es no ti en e ot ras, ni te rcera oreja, ni cu a rta, p ara una
po r sus mismas reglas, exclu ye todo co ntac to rea l. t ransa udi ci6n que se desearía direc ta del inconscie nte por el
L os jóve nes a n alistas q ue se dej ase n sin em bargo impone r p or in ron!>cie nte. Diremos lo que h ay qu e pe nsa r de esta pre te ndida
10 que este re curso implica de d ones impen'e trabl es, no e nco ntra · com ull1ca ción ,
rán n ad a mej or p a ra d a r m a rch a a trás que reíerirse al exito de
los contro les mismos qu e padecen . Desde 'el punto d e vista d el It lV en e!)paiiol. .... s]

244 :FUNCI6N y CAMI'O O~. l.A I'ALo\üRA I uNCIÓN y CA M " O m : I.A PAI.A aMA 245
H emos abordado la (unción de la palabra en el an úlisis por el Aufhebung behav iourista, para decir que no tienen por yué cono­
sesgo más ingrato, e l de h.. palabra vacía, en que el sujeto pa~ cer si el suj eto se ha acordado de cosa alguna? Únicamente ha
rece hablar en vano ue a lg uien que, 3 U1HJu e se le pareciese hasta relatado el acontecimiento. Diremos por nuestra parte que lo
la confusión, nun ca se unirá a él en la asunción de su deseo. ha verbal indo, O para desarrollar este término cuyas resonancias
H emos mostrado en el1a la fu"ente de la depreciación creciente en francés [como en espa ilol] evocan Ulla [iglJfa de Pandora
de que h a sido objeto la palabra en la teoría y la técnica, y diferente de la de la ca ja d onde habr ía tal vez yue volve rJ o a
hemos tenido que levantar por gríldos. cual un a pesada rueda encerrar, lo ha hecho pasar al verbo, o más precisamente al
tle molino caída sobre ella, lo yue no pued~ servir sino de vo­ epas en el que se refi ere en la hora presente los orígenes de su per­
lante a l movimiento del análisis: a saber los fa ctores psicofisio. '>ona. Esto en un lenguaje que permite a :m discurso ser entendi.
lógicos individuales que en rea lidad quedan excl uid os de su do por sus contemporáneos, y más a ún qu e supon e 'e l discurso
dialéctica. Dar como meta al aná lisis el modificar su inercia pro­ presenre de és tos. As í es como la recitació n del epas puede in ·
pia, es condenarse a la fi cción del movimiento, con que rierta c1uir un disc urso de an taño en su lengua arcaica, in cluso extran w

tenuencia de la técnica parece en e fect o sa ti sfacerse. jera , incluso proseguirse en el tiempo presente con toda la ani ­
mación del anor, pero es a la manera de un discurso indirecto,
aislado entre comi llas en el curso de l rela to y, si se represe nta ,
Si dirigimos ahora nuestra mirada al otro extremo de la expe­ c<; en un escenario que implica no s610 coro, sino espectadores,
riencia psicoanalítica -<1 su hi storia, a su casuistica. al proceso La rememoración hipn6 ú ca e~ sin duda reprodu cción del pa­
<l'e la cura-, hallaremos motivo de oponer al aná lisis del /tic ...ado, pero sobre todo representac ión hablada y que como tal
el l1un c el valor de la ana mnesis como índice y como resone de l implica toda suerte de presencias. Ec¡ a la rememoración en vi­
progreso terapéutico, a la intersubj eti vid ad obsesiva la inter­ gilia de 10 que en el análisis se llafna curiosamen te "el materia )",
subJ etividad histérica. al análisis de la resistencia la interprel.a­ lo yue el drama yue produce an te ]a (lsamblea de los ci udada­
ción simból ica. Aquí comie nza la realización de la palabra plena. nos los mitos originales de la Urbe es a la historia que sin duda
Examinemos la relación q ue ésta consti tu ye. es tá hecha de materiales, pe ro en la yue Ulla na ciún de nuestro.';
Record'e mos que el método instaurado por Breue r y por Freud días aprende :1 leer los ~ ímbolm. ele un des lino en marcha, Puede
fue, poco después de su nacimiento, ba uti zado por una de las decirse en lenguaje heideggeriano que una y otra constituyen
pacientes de Breucr, Anna O" con el nombre de "I,a.lIúng cure". al s uj eto como gewc:sencl, es decir como siendo el que así ha
R ecordemos yue fue la experiencia inaugurada co n esta histé­ ,> ido, Pero 'en la unidad intern a de es ta tempora li zación, el
ri ca la que les ll evó al desc ub r imiento del acontecimiento pató­ 5jrndo (ens) señala la convergencia de los ha.biendo sido. Es
geno ll amado traumático. decir yue de ~ uponer otros encuen tros desde uno cualyu iera de
Si este acontecimi ento fu e reconocido como ca usa del síntoma, esos mome ntos que han sido, habría nacido de ello otro en te
es que la puesta en palabras de l uno (e n las "slories'~ de la e n­ que le h aría haber sido de manera totalmente diferente,
ferma) de te rmillílba e l levantamiento del otro. Aquí el térmi. La ambigüedad de la revelaciún h istérica del pasado no pro­
no "toma de conciencia ", tomado de la teoría psicológica de ese viene tanto del titubeo de ~ u conten ido entre lo imaginario y
hecho que se ela boró en seguida, conserva un prestigio qu'e me­ lo real, pues se sitú a en lo un o ye n lo otro. No es tampoco que
rece la desconfianza que cons id eramos como de buena regla res­ "ea embustera. Es que nos presenta el nacimiento de la verdad
pecto de las 'explicaciones yue hace n oficio de evidencia!-., Los e n la pa labra, y que por eso tropezamos con la realidad de lo
prejuicios psicológicos d e la época se oponían a que se recono­ que no es ni verdadero ni falso. Por lo m'Cnos esto es lo más
ciese en la verba li zación como ta l otra realidad que la de su turbador de su problema.
flatus vocis. Queda el hecho de qu-e en el estatlo hipnóti co est;', Pues de la venl<:.Id de es(a revelación es la palabra presente la
disociada de la toma de conciencia y que es to bastaría para que da testimonio 'en la rea lidad actual, y la qu e la funda en
hacer rev isar esa concepción de sus efectos. Hombre de esta rea lidad. Ahora bien, en esta realidad sólo la pa­
Pero ¿cómo no daría n aquí el ejemplo los va li entes de la lahra da tCS lirnvnio de esa parte de los poderes del pasado que
,

fU1'I C¡ Ó N y CA M ro DE LA PALABRA
247
246 FU NCl 61'1 y CA MP O DE LA PAL ADRA

ha sido apartada "e n cada encrucij ada en que el acon tecimiento me nte lógico, !7 y qu e so n fa mili ares a nu estros alumnos por ha ­
ha escog ido. berse mostrad o mu y pro picias a l análisis di a léctico por el cual
Por eso la condi ción de cont inuidad en la an a lTlnes ia, e n la los guiamos en el proceso d e un psicoan álisis.
que Freud m ide la in tegrid ad ue la cu ración, no tiene n ada que Es ciertamente esta asun ción por el sujeto de su historia, en
ver co n el mito l>ergso ni ano de un a res taur ac ión d'e la dur ación cuanto que es t ~l constit uida por la pa la b ra dirj g ida a l o tro, la
e n que la auten ticidad tl e cad a insta nte sería des tru id a de no que form a el fondo d el nue vo métod o al que Freud da el nom­
res umir la modulació n ue lodos los instantes a nleceuentes. Es bre de psicoa ná lísis, no en 1904, co mo lo ense ñaba n o ha mu ch o
que n o se tr(\ta para Freud ni d e memoria biológica, ni de su un a au to rid ad q ue, por h aber hecho a un lado el man to de un
mistificación in tu icion ista, ni d e la para mnesia de l síntoma, silen cio prude ll le, mo:, tró aq uel dí a no co nocer de Freud sino
sino de rememoración, es d'eci r de his tori a, que hace d esGlnsa r e l títul o de sus o bras, sino en 1895 . 1f~
so bre el único fi el d e las certidumhres d e fecha la balanza en Al igu al que Freu d, ta mpoco noso tros n egam os, en este aná­
la qu e las con jeturas sobre el pasado hace n oscilar las promesas li sis d el se n tid o d e su método, la di scontinuidad psico.Eisiológi­
d'el futu ro. Sea mos ca tegóri cos, no se t rata en la a namnesia psi­ ca qu e manifies tan los es tados en qu e se produce el síntoma his­
coana líti ca d e rea liuad , sino d e verdau , porq ue es el erecto d e téri co. ni que éste p ueua se r tra tado por mé todos - hipnosis,
una pa la bra plena reordenar las co n tingencias pasad as d ,índoles incluso na rcosis- qu e reproducen la dis co ntinuidad de esos esta­
e l sentido de las necesidades por ve nir, tales com o las cons titu ­ d os. Sencillamente, y tan exp resame n te como él se p rohibió a
ye la poca li be rtad por med io de la cual el suj e lo las hace pa rtir d e cierto momento rec urrir a ellos, desaut o ri zam os tod o
presentes. apoyo to mauo en e~os es tad os, tan to para expli ca r el síntoma
Los mea ndros d e la btlsq ueda q ue Freud p r os igu e en la ex­ como para curarlo.
posicic'm d el caso d el "hombre de los lobos" co n(i rman es tas Porqu e si la origin alidad d e! método es tá hecha de los medios
ex presiones por to ma r en ellas su ple no se ntido. d e qu e se priva, es qu e los medi os que se reserva bastan para
Freud exige un a o bjeti vación to ta l de la prue ba mie ntras se co nstituir un domini o cu yos límites d efinen la rela tivid ad de
tra ta ue [echa r l a escena pri m itiva, pe ro supone ::;i n más tod as :,us operacio nes.
las res u bje ti vaciones de l aco ntecimiento q ue le parecen necesa· Sus medi os so n los de la pal abra 'en cua nt o que confiere a
ri as pa ra explicar sus electos en cad a vuelta en qu e el suj eto se las fun ciones d e l indi viduo un sentido; su d ominio e" e l d el
reestru ctura, es deci r Otras tantas reestructurac iones d el aco nte· di:,c u r::.o concreto en cuanto cam po de la realid ad transindivi­
ci mien to que se o pera n, como él lo exp resa , nachtriiglich , re tr o· du a l de! ::.ujeto; sus operaciones son las de la histori a en cuanto
ac tivarn ente.15 Es m<is, co n un a au dacia que linda co n hl uesen . que constitu ye la emerge ncia d e la ve rd ad en lo rea l.
vo ltu ra , declara qu e considera legí tim o bace r en el an ¿t lisis d e Pri meram ente en efecto, cu ando el suj eto se adentra en el
los procesos la elisión d e los interva los ue ti empo en q ue e l an ;í1isis. acepta u n a posici6n más cons tituyente en si misma que
aconteci mien to perm ane ce late nte en el suje to. u; Es d ecir qu e t uda 'i las consignas con las que s'e d eja más o menos engaña r:
a nu la los tiem.pos pa.ro. comprende,. en provecho de los mome-n ­ ¡(I d e la interl ocución . y no vemos incon veniente en que esta
tos de conclu ir qu e precipita n la meditación d e l suj eto hac ia e l o{nc rva ció n deje al oye nte con [u ndido.U::I Pues nos dará ocasión
sentido que ha ue decidirse d el acont ccimient o o rigin al. de su brayar q ue la aloc uci ón d el suje to supone un " alocuta­
O bse rvemos que el tiempo pm'a comprender y el momento de
concluir so n nociones que hemos definido e n un teorema pura _ .7 C L pp . 194 ·200 d c (;::,Il reco pil ació n .
I ~ En u n art icu lo al ;\l c;l n cC d el lec Lar fra n cés m enos exigcn te, p uesto que
I ~G.J.V., XII , p. 7 1: C¡"1 P.{yclI01WlyH:{ . P rc s~("'1 U ll iversi l a i re ~ de Frallce , p.
aparcein e n la Revllt: Ncurologique c.:uya colección se en c uCnLra h a bitu a l­
35G, tr;l dll cc ión (jé bil clel ll;rm ino: n.N. , 11, p. 803 [el lra(\ uc lO f c~ p a Jlo l me n te e ll las h ihlio ll,;GIS de la.~ sa las d e gu a rdi a. El disp'lrl tC aq u í rescli ado
oice a I¡O~ l eTior i ): A .• XVII , p. '1:2 [COII pO<,tc r io ridadJ. ilu.~ tra c nt rc olrO~ cómo dicha autl)ridad a la que Sl luda mos en la p. 236 se
le e .JoY ., XII, p. 72. JI . \, l'II(im as linca ~. Se vuel ve a e ll coll t rar sll hrayac\a m idió CO II su learltn hip.
e n I:l lIoca la noción de NQchl l'¡¡glidlheil. Ci nq t)s)'chorlalJ.)cs, p. 3.",G, 11 . 1: no [l ucgo de pil la bra.<¡ (;lI lre inlerlocution y inlerlnque, "co nfll ndido",
B .~ ., 11 , p. 803, nOta 1; A., XVH, p. 43. n. 19. " ;¡ lu roido". Ts1
r

248 249
FUNC,¡ÚN y CAMPO LW l A 1\~ I.ABRI\ H iNC I6N y CAM I'O 1»):: l A J't\LI\B R,\

rio' ! ,~O di ch o tIc otra manera que el Jocut01'21 se constituye aquí la sortija2~ de boca en haca para dar a l acLO d e l :-. uj eto qu e
como intersubjetividad. recibe su lll e n ~ aje el sentid o quc hCl ce de ese Llcto un acto el'e ~ u
En segunuo lu gar, sobre el fun damento eJe esta interlocuciún, h istoria y que le da su verdad.
en cuanto "incluye la respu es ta del interlocn tor, es cumo el seo ­ y entonces la objeción de con tr adi cció n in terminis que eleva
(ido se n05 en lrega de ]0 que Freud exige co mo restitu ción d e contra el pensamiento in co nsc ie nte Ulla p.\ icologia m a l (ullu aua
la continn idad en las motivaciones del sujeto. El examen ope. en su lógi ca cae con la distinción mi sma del domin io psicoa na­
r<leion.. 1 d e t::s tC' objetivo nos mu es tra en efecto qu e n o se satis. lítico en cuanto 4ue manifieHa la realida.u del d isc urso e n su
face sino e n la Lontinuitlad intersubj etiva de l discurso en donde a utonomía y el epp1l1" si lJ1twvd del p~ico('lJla lis l a coi n cide con el
se consLitu ye la histori a d el "uj e ta. de Galileo cn "U incidencia, que 110 es la de la experie ncia del
Así es como el suj e to pued e va lici nar ~obl'e su historia bajo el he cho, ~ino la del exp erimenlHU¡ m enÚ.\'.
'efecto de un a cua lquiera de esas drogas que ado rmecen la con­ El inconsciente es ese cap ítulo de mi historia que c~t;í mar­
ciencia y que han recibido en nuestro tie mpo el nombre de Glllo por Ull blanco u ocupado por un embuste: es e l cap ítulo
"sueros d e la verdad " , e n qlre la segurid ad e n e] conlrase ntido {·ensul'ad o. Pero la verdad puede volverse a t:l1cont)'(l.r; lo más
delata la iro ní a propia de l le ng u<lje. Pero ]a re tra nsmi sió n misma ;1 menud o ya es t;\ etlcrita e n otra parte. A sabe r:
de su ui sc urso reg istrad o, a unqu e fuese h e<:ha por la boca de su - en los mOllUlllentos: y e~ t o es mi cuerpo, eS decir el núcleo
médico, n o p ueue, por lI eg'a rl e bajo esa form a e n a je na d a, len er hi ~ t é rj co d e la ll e urosis donde el ~í Jl to nl<l hi sté rico mu e~ tra 1;\
los mismos efec tos qu e la interlocu ció n psicoa n a lít ica . 'C~ tru ctura de UIl lengu aje y se d escifra co mo una in scripción
Por eso es e n Ja p osició n de un te rcer té rmino donu e e l u esc u­ qu e, un a vel recogida, puede ~j ll pé rd ida grave se r destruida;
urüniento Ireuuiano del in consciente se escla rece -en ~u fu nd <t­ - e n ]05 d ocum e ntos de a rchivos también: y ~o n los recuerdo\
mento veruauero y puede ser formu lado de m a ne ra ~ imple en d e mi infa n c ia , impenetrabl es ta ll lo co m o ell o'i, cu an d o no co­
es tos términ os: nozco su proveni'e n cia;
El in con sci'e nte es aque lla parte del discurso concre to C n CU Cl Il ­ - en la evolu ción sem ~íntica : y e~to rc~ polld e a1 sloch y a la.'"
to tran sindividual que fa lta a la disposición de l suj e to par.. re.,. ace pciones d el vocabu lario que lile es parti cular, colOO a l es til o

tab lecer la c.:o nrinuid ad de su di scurso con scien te. de mi vida y ¡¡ mi carác te r ;

ASl desaparece la p ara doja que presenta la noción d e l in con 'i. -en la tradi cióll tambi é n , y aun e n las lc)'e nd as 4u e h é\j O UTt;t

cien te, si se la refiere a un a realidad individual. Pues red ucirla forma h eroj (i cad a ve hi culall mi hi sto ri a;

a la tend encia inco n scie nte sólo es reso lver la paradoja, elu­ -en los ras tros, finalm e nte, qu e co nserva n illcv itahle me ntc la ,;

dienuo l a experiencia que muestra claramen te que el ülco nscien­ distorsion es, necesiladas p"ra la co nex ió n de l ca pitul o adu lre­

te participa de las funciones de la idea, incluso d-el pensalllie nt o. rado eon l os ca pítulos yue lo e nJllarca n , y cu yo se ntid o res la ­

Como F reud lo subraya claramente, cua nd o, no putlientlo evitar bleeer;í mi exégesis.

del pen samie nto inconsciente la conjun ción de términ os co ntra­ El es tudi a n te qu e te nga la idea - ]0 ha stante ra ra , es cierto,
riados, le d a el viáti co de esta invocación: sil ven ia verbo . Así como para 4ue nuestra en ~e ñanza se dediyue a p ro paga rla­
pues le obedecemos ech ;índole la cu lpa a l ve rb o, pero a ese de que p ara com prender a Fre ud , la le ctura d'e Freud es pre fe .
rible él la de l seiior Fe ni chel, podra d arse cue nta emprendié n.
veroo realizado e n e l discurso qu e corre como en e l juego de
dala de yue lo yue acabamos de decir es tan poco orig in a l, in­
3) Inclu so si habla "para las pa red es". Se dirige a ese (gran) Olro Clip cluso en su (raseo, que no aparece en e ll o n i una sola me tá fora
teoría hemos refonado d(,.'S pu cs y que gobierna algulla ¿tJOché en la reite" que la obra de Freud n o rep ita con la frecuencia de un motivo
raciÓn del término a l que seguimos ateni éndonos en es ta fec h a: el tIc iLlter ­ en que se transpa rent;l su tram a misma .
subjeti vidad (196G).
ft T omamos estos términos dd llo rado t.doua rd Pichon q uc , tanlO cn la , ":!'! [Jucgo tr:Hlicional en :¡:rancia. que co nsislc cn h:t(l;r cou er ull a wrl ij a
indicaciones que dio para el naci m ie nto de nuest ra disci plin a como para :l lo brgo ele una cinla que los jug:\dorcs cn círcll lo so~ Li(,I1 CIl cntre sm
las qne le guia ron en las tini eblas dc las persona!., most ró un a adivinadór: manos, dc l.ll rnallcr:.. quc sca difíc il a d ivinar cn qué mt!.no 11a quedadu 1<1
que só lo podemos referir a su cjercicio dc la sc m;ÍllIica. ~f)1 Lija. TSJ

2:11
250 F U N CiÓN Y CAMP O DE LA PA LA BR ... FUNCi Ó N V C.AM I"O 1>1'. l A I" ALAD RA

P odrá e nton ces p <l lpar más fácilme n te , e n cad a insta n te de ne es vivid o por sus acto res co mo victo ri a o de rro ta d e l Pa rl a­
su p níctica, co mo a la m a n era de Ja n eg<l ció n q ue su redo bla ­ m ento o de la Cone; 'ell ta l o tra , como victoria o d err ota d el
nli e nlo a nu b , es tas m etá fo ras p ierde n su dimensió n IllCla ft'>r ica, prole tari ado o de la burgu esía, Y tnm q ue sea n " lo!! pueb los" ,
y re(o n oce rá qu e su cede as í porq ue t i o pera en e l d o m ini o pro­ pa ra hab lar co m o R e tz, tos qu e siempre p aga n los de!o, t ro/o;" no
pi o de la me tMor a q ue n o es sino e l sinó nim o d el d espl azam.i en LO es en a bsoluto e l mi smo aco n tecim ien to hisl úri ro , (luc re mo') d e­
simhó lico. pues to e n juego e n el sínt om <l . ci r q u e n o dej an la mh ma d a... e de recuerd o en la m emo ria ele
.Iuzga r;.í mejor d esp u és d e eso so bre el d espla za mi en to ima­ los h ombres .
g in a rio q ue m o tiv <l la ob ra del se ñor Fe ni che l, midie nd o la d i. A !!a be r : q ue co n la d esapa ri ció n d'e la re<l lidad de l Pa rlame n­
feren cia de co nsiste n cia y de efica cia téc ni ca e ntre la re fe re n cia to y d e la C one, e l p ri m e r a con tecimie n to re tOr nará a su va lo r
a los estadi os pre tc ndid a me nte org{lnico s d el des;t ITo llo ú ld ivi . tra um á ti co susce p tib le tl e un progresivo y auté nt ico tl es \a n ec i­
du a l y la busquecla de los acon teci mien tos par ticu lares de l a m ie n to, si n o se re,lni ma 'ex pre!!;unente !! u senti d o. l\.lie ntr a,,; q ue
historia d e l !! ujelo. Es exac ta m e n te la q u e separa la investiga ­ e l re cuerdo d e l seg un do !>egui rá ~iend o mu y vivido incl uso ba jo
ci ún h istór ica a uté n tica de las pre te nd idas leyes d e 1", hi stor ia líl cem u ra - lo m ism o q u e la amnesia de la re p res i¡')n es un a
d-e las q ue p uede dec irse q u e cada é poca e n cu en tra su filósofo de las fonn:ls más viv as de la m emo ria-, mien tras h ;.¡ ya h o m b res
pa ra d ivul garl as a l caprich o de los va lo res q u e pre va lecen e n pa ra some ler su re be ldía a l o rde n d e la lu ch a po r e l <1d ve n i·
e ll a. mi e n to polí t ico d e l p ro le ta ri ad o , es d ecir , ho mbres para qui e nes
N o q ui e re decirse que no hay... mJda que conse rva r d e los di ­ las pa la bras cla ve d'el ma teriali!! Jn o dia léc ti co ten ga n un se n ti d o.
[e re ntes se n t idos d escubi e rtos e n la marcha genera l ele la h is to­ y en t on ces sería decir delllas i¡¡do que fu és'e m os a tra~l ad a r
ri ", a lo la rgo d e esa. ví a qu e va de Bossuet (.facqu es-lléni gne ) es tas obse rva cio nes ;¡( ca mpo de l p sicoan á lisis, p uesto qu e eS I"' n
a Toy nbee (Arn o ld ) y que pu ntúa n los ed ific ios d e A uguste y<1 e n é l y pues to qu e el d e::, in tr incamien to que produ <.e n a llí
Co mte y de Kl.I rl M a rx.. Cad a un o sabe ú e rt am e nte q ue va le n e ntre la téc n ic<l de uesci (ra mi ento d el in co n scie n te v la teorítl.
ta n poco p<lrCl orie n ta r la invesLigació n so bre u n pasad o recien . de los instintos, y a un de las pul sio lles, cae po r su p ; o pio peso .
te como p éHlI pres umir co n a lgun a razó n a contecim ientos de Lo qu e ense rI a mos a l ') uj e to a recon ocer co m o su i n con ~cj e nte
m a ri a n:t . Por lo clemá!! son Jo basta n te modes tas co mo pa r", re mi . es su hislo t ia ; es d eci r q ue le ay ud a mos el pedeccion a r I ;l !l isto­
tir éJ l p asa d o m a ña na sus ce rtidumbres, y ta mpoco d e masiad o r iza ción actual de los hec hos que determ ina r on ya en su exi sten­
mo jigíl tas p~l ra ad m itir los re loqu es q ue perm ite n p reve r lo qu e cia cierto n úm c ro ele " vuelcos" históricos. P e ro si h a n tenido
su cediú ayer. ese p a pel h a sido y<1 e n c ua nto hechos d e hi stori a, es d ecir e n
Si su pape l es pues basta nte m agro pa ra e l progreso cie n t ífi co , c uan to recon ocid o:, en cierto se ntido o ce nsur;:¡ dos e n ci eno
su inlerés sin em ba rgo se sitúa en o tro siti o: es tá e n su p ape l orde n .
d e idea les, qu e e:; con sid erab le. Pues n os lleva a d i:; tin guir lo Así toda [ija c.i ún e n un pre te nd ido estad io in st in tual es {'l n te
qu e puede ll amarse las funciones p r ima ri a y sec und<1ri a de la tod o est igm a hi ~ t6 ri co: págin a de ve rgüen za qu e se olv ida o qu e
hiHo rizJc ió n . se íl n u ),l, o p{lgina d e glori a que obliga. P e ro lo olvi d a d o se
P ues afirma r del p sicoa n;Hi sis co mo d e la h isto r ia qu e en rec uerda en los acto~, y la anul ación ~e op on e a lo qu e se di ce
cua n to cie nc ias so n ciendas de lo parti cul a r, n o qu ie re decir e n o tra parte, com o la o b li gadún p e r pe túa e n e l sím bo lo e l es­
qu e los h ech os co n los que tiene n q ue ve rse las sea n puríl me n te p ej is m o preciso e n que e l suj elo !:o e ha visLO a tra p::ld o.
a ccid en ta les, si es q ue n o fl:.lCl ici os, y qu e ~ u valor ú ltimo se re ­ Pa ra d ecirlo e n pocas palab ras, los estadi os instin tua l-es so n
du zca a l <I!! pecto br u to de l tra um a. ya cu a ndo so n v ividos organil('l dos en subj e t ivid ad . Y par a ha­
Los aco ntecirn ie n tos se en gen d ra n en un a hi sto rilac i{>n p r i­ b la r c laro, la su bj'e t ivid ad d e l niii.o q ue reg i ~ t ra e n victor ias y en
m a ri;¡ , di ch o de o lra ITwne r<l la histor ia se h ace ya e n e l esce n<1­ de rro tas I€.I gesla d e hl ed ucación d e !!us es Hnle res, ROla ndo e n
r io do nde ~e la rep resen llHú una vez esc rita, e n e l fuero i n te rn o e llo d e la sexu a l i/.<l cíÓll imaginaria d e su s orifí cios clo aca les,
C0l11 0 en e l fue ro e x te ri o r. ha cien d o agres i6n de sus expu lsion es excreme nli ci;¡s, sed ucció n
En t.a l c.: p oca, ta l mo tín e n el a nabal p Jrisino dc Sa int-A nt o i. d e sus re te n c.io nes, y sí m bo los ele !:o us re la ja mi ent os, esa subje ti ­
!!52
J'U NUUN \' {;'\.\fJ'O OJ·. 1..\ J"'I~"'II)(i\ l'UN(; IÓ"" \ ' ("i\ .\ f I'O nt, L\ l'II LAIIRt\ ..
'U:"
_ .)

vid;H.I no ('S fUl1damenlalmt:nl(' dife1-ente d e la subj etividad del riega de rechazo con sus e flu vios el miLO original. La ~ mejores
psicoa nalista qu e se eje rcita e n restituir para co mpre nd e rl as hJ S plumas d esti lan su tinta e n pl anlear ecuacion'es que sa tislagan
formas del amor que él llama pregenital. las exige ncias de] miste rioso g enita l l ave (ha y ex presiones cuya
Dicho de Olra manera, el es tadio anal no es me n o~ puramente extrañeza co ngenia mejor con el paréntesis de un térnlin o prcs­
hist6rico C1I:;1 1H.lo e~ vivido que cU<1od o es vue lto a pt.'ll ~<1r, ni t:1do. y rubri ca n su lem:1 tiva por un a confesión de non ¡¡"Ud) .
meno:, puramente fund ado en la inter~lIbjeti vidad. E n cambio, Nadie sin embargo parece conmocionado por el ma lestar q uc
~ u h OJl1ologaciún como e l<.lpa d e un a pretendida maduración resulta de 'ello, y m{ls bien se ve alli ocasión de a lentar a LOdos
instintllal Ile"a derec. hamente a Jo~ mejores espíri tu ~ a extra­ los i\I{ünchh ause n d e la norm al izacibn psicoa nalít ica il qu e xC:
viarse hasta ver ell ell o la rcprocluccit'>n en la on tog ónesi:: . de un ti ren de los pelos (on la espera nza d e <llca n zar el cie lo de la
.c..'stau io d el filum ;lI1imal que ha y que ir él bus<:ar e n los ásGI­ plena reali í'.acióu del o bjeto gen ital, y a un d el objeto a secas.
ri s o a Ull e n las medusa:::., e:::.pecuJaciün que, a u nqu'e ingeniosa Si n oso tros Jos psicoa na li stas eSlamos bien si tuados par;) co n o­
baj o 1(1 p lum ;} d e un Balint, lleva en otros a l<ls en soñacion es cer el poder de las palabras, no es un a razÓn para ha ce rl o va le r
más in co nsiste ntes. illcJu:::.o a la locu ra que va a buscar e n e l en el sentid o de lo inso luble, ni para "a tar fard os pe!:l ados e imo­
protozoo e l e~quema imaginario de la efracción corpora l cu yo portables para abr um ar con ellos las espaldas de los h omb re;.,",
te mar goberll aría la sex ualidad femenina. ¿P or qllé elltonces n o como se expresa la maldición de Crj ~ t o a los fariseos e n el lexto
buscar Ja image n d el )!o en el (a maró n bajo el pre texto d e qu'e d'e Son Mateo,
llllO )' otro recobran después de cada muda su caparazón? Así la pobre!.a u e los lé rmin os donde inle nla mos inclui r un
Un tal J "worski, en Jo> ,,,1o> 19 10.1 920, h abía edific" uo un problema subjetivo puede dejar qué desear a cie n os espí ritu ~
mu y h ermoso si!>tema d o nde "el plano biológico" vo lvía a e n ­ exigentes, por poco que los comparen con los que estrucluraban
contrarse hasta 'e n los co nfin es de la cultura y que precisamente h asta 'e n su confusió n las quere llas anüguas acerCa de b Natu­
daba al orde n de los cr ustáceos su có n yuge histórico, si mal no raleza y de la Graci a. z:1 Así puede dejar subsistir te mores e n
recue rdo, en a lg una tardía Edad Media, bajo e l e ncabezado d e cuanto él I:t ca lidad d e los cfer.los psicológicos y soc. iológ ico:: . que
lIn co mlln florecimiento de la arma dura; no dejnndo viuda por puede n esperarse de su uso. Y se harán votos porqu-e u na mejor
lo d e m:ís de su correlato humano a ninguna forma anima l, y sin apreciación d e las fun cio nes de l lagos disipe los misterios d e
exceptuar a los mo lWicos y a la ~ chinch es. nu estros ca ri smas fantasiosos.
La ana logía no es la metcHora, y el rec urso que h an encoIl­ Para atenernos aUll a tradici6n m;'¡s clara, (al vez e n t"e nd ~llllox
trado e n e lla los fil ósofos d e la natu ra leza ex ige el ge nio de la m<íxima cé le bre en la qu e La R ochefou cau ld nos di ce que
un Goethe cuyo ejemplo mismo no es a len tador. N ing un o re­ ·· h ay pe rso n.1S que no h ab rían eS lado n un ca ena morada s si n o
pugn:1 más al espíritu de nuestra dis ciplina, y es al'ejeíndose ex­ hubi ese n ardo nun Ca h ab lar de l a mor", no en 'el sentido ronl<Ín ­
presa me nte de é l como Fre-ud abrió la vía propia a la interpreta _ ti co d e un <J "rea li zac ión" totalmEnte imaginaria del a mor que
ción de los sueños, y co n eUa a la noci ón del simbolismo a nalí­ encontraría e n e llo ull a a marga o bjeción, sin o co mo un recono­
tico. Esta noción, nOsotros lo decimos, esttl estri cta men te en opo­ cimiento auténtico de lo que el amor debe al sí mbolo y de lo
!)ición co n el pensa miento a na lógico d el cua l una tradición du ­ qu e la palabra ll eva de amor.
dosa hace que algunos, inclu~o entre 1I0sotros, la consid eren to­ Basta e n todo caso referirse a la obra de Freud para med ir en
davía co mo :::.olidar ia. qu é rango secundario e hipoté tico coloca la teoría de los instin­
Por eso los excesos en el rid ícu lo d ebe n ser ut ilizados por su lOs. No podría a sus ojos res istir un solo instal lte conlra el me­
valor de ahridores d e ojos. pues por abrir los ojos sobre lo ab~ ll a r h ech o pa nicular de l1ua histo ri a, insisle, y el narcisismo ge­
surd o de una teoría, los guiar:ín hacia pel igros que no ti e nen ni/al que invoca en e l momento de resumir el caso del ho mbre
nad a de te() ri cos.
Est:l. mitología de la madurclció n in stintu al, co nstruida con ;:, Esta refercncia a I:J. apoda del cri "l ia ní smo anu nciaba otra más precisa
trOlaS 'escogidos de la obra de Fre ud, e ngendra en efecto proble_ en su wlm cl1 j::ll! SCni sla: n ~ea l'a M:a l cuya alÍn virgen apuesta nos obligó a
r ecnmcntarlo lodo para llegar a 10 que esconde eJc incs limah!c para d
Ill:l.'i espiri tH <l l c~ cu yo vapor co n-d ensa do en idea les d e nubes análi sis - cn esla fccha GUllio de 1966) todavía en rescrva .
~

. 'UNC IÓN y C... MPO DE LA PAL... IHI.... ~rY.i


25-i FUNCiÓN Y CAMPO DI', LA PALAllRA

de los lobos n os mu e~ tra basta nte el d esprecio e n qu e sitúa e l out d e un paciente de l analista o de un hij o en análisis
(lClll1g
orden co nstituid o de los estadios libidin ales. Es m¡í!), no evoca del anali zado, Caso de resonancia en las redes co muni cantes de
.a llí el co nflicto instintual Sill0 para apart..-Irse en seguida de él, discurso, del que un es tudi o exhaustivo esc1arecería los c"sos "ná­
y par.1 reconocer en el aislarni'ento simbó li co uel ")'0 n o estoy Jogos que prese nta la vida corriente,
castrad o" , en que se afirma el sujeto, la for ma compu lsiva a la La omnipresencia d el discurso humano podrá ta l vez un día
que qu eda e ncad enada su eJ ecci6n heterosexua l, c.:ontra 'el efecto ser abarcada bajo el cie lo abiert o de una omnicomunícílciún de
de captu ra hom oscxua li'l.ante que ha sufrid o el yo devuelto a la su lexto. Que no es d ecir «ue será por 'ello más concordanle.
matriz imaginaria d e la e~cena primitiva. Tal es en verdad el Pero 'es és te el campo que nuestra experiencia polari za en una
conflicto subjetivo, dond e no se u'ata sino de las peripeci<ls de relación que no es entre elos sino en apariencia, pues lada posi­
1(1 subj e tividad. tClnla y tan bi en que el " yo " [je] gana y pierde ción de su es tru ctura en terminos únicamente dual es le es Lan
contra el "yo" al capricho eJe la calequización religiosa o de la inadecuada en teoría como ruinosa para su técnica,
Aufhiaru,ng adoc[rin adora, co nflicto de cu yos efectos Freud ha
hec ho perca t<lrse al suje to por sus oficios a ntes de expli cá rn oslo
en la dial éc tica del co mplej o d e Edipo.
Es en el an<i1 i!lis de un caso tal donde se ve bien que la rea­ JI , SíMfiOLO y LE NGUA JE COMO ESTRUCTURA y LÍMI 'H, nr,L CAMPO
li z<lc i6 n del am or perfecto no es un fruto de la Il atunlleza sino PS lCO ANAl.ln CO
.de la gracia. es decir de una co ncord a ncia illLersuhjetiva que im­
pone su armonía a la naturaleza desgarrada que la sostiene, Ti¡v dQxi¡v ¡¡ n "in AMO) "f'lV.
Pero ¿qué es pues ese suj e to con e l que IlOS nu chaca usted Evangelio según Sa n ]u:ln, VIII , 25,24
,el ente ndim ie nto ?, exclama finalmenre un oye nte que ha perdido
Haga palabras rImadas.

la pacienci;¡. ¿No hemos recibido ya del se ñor Pero Gr ullo la Consejos a un joven psico(lnal ista.

leccit)1l el e que todo 10 que es experimentado por 'el individuo


es sub jetivo? Para re tomar el hilo d e lo que venim05 di ciend o, repi tam os
- Boca ingenua cu yo elogio ocupará mis úllim os día s, ¡á brete que es por redu cción de la historia del sujeto parti cu lar como
una vez más para escucharme, No hace falta cerrar JO!l ojos, El e l ;1n¡ílisis toCíl UIH'l S Gestallen re la cionales que eX lrapola en un
suj'eto va mucho más a lLí de lo que el individu o experimenta d esa rrollo regular; pero que ni la psicología ge né ti ca, ni la psi­
"subjetivamente", tan lejos exac tamente como la verdad que col ogía difer encial que pueden ser por ese m'edio esclarec idas,
puede alcanzar, y que acaso salga de esa boca que acabáis de so n ele 5 U in cumbencia, por exigir co ndiciones de observac ión
cerrar ya, Sí, esa verdad d'e su hi!ltoria no está toda ella en su y de experiencia que nO ti'enen con las su yas si no rel ac iones de
pequ6ío papel, y si n embargo 5U lugar se marca en él, por los h o monimia.
tropi ezos dolorosos que experimenta de no co nocer sino sus Vayamos aún más lej os: lo que se destaca como ps icología en
répli cas, incluso en pIlgi nas cuyo desorden no l-e d a mu cho alivjo. est<ldo bruto de la expe riencia común (que no se co nfunde con
Que e l inconscienle del sujeto sea el discurso elel Olro, es lo la expe ri encia sensible más que para el profesio na l de las ideas)
que aparece más claramente aún qu e en cUOllquier o tr a parte - él sab er: en a lg una suspensión de la cotid iana preocupación.
e n los est udios qu e Freud co n s~lg ró a lo qu e él llama la telepa­ el asombro surgido de 10 que empareja a los seres en un despa­
tía, en cuanto que se manifies ta en e l co ntex to de una expe­ rejamíento que sobrepasa al de los grotescos d e un Leonardo o
ri en cí,1 analítica, Coincidencia de las expresiones del su jeLO con d e un Gaya ; o la sorpresa que opone el espesor propio d e un a
hechos de los que no puede estar informado, pero que se mue­ piel a la caricia de una p <t lma animada por el descubrimiento
ven sie mpre en los nexos de Otra experienci<1 d o nd e el psico­ ,o:in que todavía la embote el deseo,- , esto, puede decirse, es
antl li sta es interlocutor; coincidencia igualm ente en el Casa m{¡s
frecuente cons tituida por una convergen cia puramente verbal, :bol ( (Dcdanlc, po es: ¿Tú quié n ('res? Díjoles Jesús:) " Pu c,~ ni mas ni me-·
incluso ho moními cíl, o que, si inclu ye un acto, se trata d e un no ~, eso mLsmo que os vengo diciendo", Asl
!!!í(i HIN C IÓ;": ) CA'\1I'O In LA I'A L.A UR \ l' UNCI ÚN y CA MP O DE LA PALABRA
257

abolido en ull a cx per ie no;¡ ari <¡ca a esto!:! capri chos, reacia o: c!:!os para acordars'e así de que el sueño tien e la es tru ctura de una
111isterios, [rase, o más bien, si hemos de atenernos a su letra, de un ré bus?6
Un p~i<:();ndli s i s va nonnal me m c a su términ o sin enlrega r. es decir de una escritura, de la qu e el sueño del nirio repres-en­
H OS m,h que poca co:-'(I de lo qu e nues tro paciente posee como taría la ideografía pri mordial, y que en el adulto reproduce el
propio por .<,u <¡e n.<, ibi Ji clad a los go lpes y a los colore,o;;, ue la pron­ empl'co fonético y si mbólico a la vez de los elementos signifi.
titud de sus asimientos o de los puntos (J <lCOS de su Glrn e, de su ca ntes, que se encuentra n asimísmo en los jeroglíficos de l an ti.
poder de retener o de illventar, 'HlIl de la vivacidad ele sus gus Los. guo Egipto como en Jos caracteres cuyo uso se conserva en China.
Estol par.\doja es só lo apar ente y no procede de nln g una ('a ren­ Pero au n es to no es más que desci[ram iento d el instrum'ento,
(ia persona l, y !:! i se la p uede mo ti va r por las condi ciones llega· Es en la versión d el texto donde empieza lo importan te, lo im.
tivas ele lluestra experiencia, tan sc')lo nos urge un poco lll ;is a portante de lo que Freud nos di ce qu e está d ado 'en la elabora ·
inter roga r a t:S{(I so bre lo qu e tie ne de positi vo. ción del suei'ío, es decir en su retórica. Elipsis y p leonasmo, hipér­
Pues no se rC::'lle lve en los esfuerzos de al gull os quc -se UlC· baton o silepsis, regr esión, repetició n, aposición, tal'es son los
jantes a esm filc')sofos que Plalc', n CSC"fn ece porque su ape tito uesplazamienlos sintác ti cos, metáfor a, ca tacresis, anto nomasia,
de lo rea l lo::, lleva ,1 be\i ar <1 los ,íruoles- van a to ma r lodo epi . alegoda, metonimi a y siné cdoqu e, las condensaciones se mánticas,
~odio donde apunte esa realid ad <¡ue se escabulle por la reac· en las que Fre ud nos enseña a leer las i ntenciones ostentatorias
ci6n vivida (k la que !le muestran tan golo!:!os. P orque !Ion esos o de mos trativas, disimuladoras o persuas ivas, relorced oras o se­
mi smos lo!>' que, proponiénd ose po r objelivo lo que eSlá más ductoras, con que el sujeto modula su discurso onírico.
alJ;í del lenguaje, reaccionan ante el "pro hibido tocar" inscrito Sin duda ha establecido como regla que hay qu e b uscar siem­
en nuestra regla por una es pecie de ohsesión. No t;a he dudar de pre en él la expresi(m de un deseo, Pero entendám oslo bien. Si
((ue. en esta via , hllsmear.<;e recíprocamente se (ollvicl'ta en la Freud admi te como motivo de un sueño que pare ce estar en con·
q ll intaesencia de la rea('( i (~ n de tr;¡nsfere ncia. No exagera mo'i tra de su tesi s e l deseo misI1)o de contradeci rle en un suj eto que
nacl a: un joven psi<:o;¡ nalista e n ~ ll trabajo de candida tura puede ha tratado d e conven cer,:!7 ¿cómo no llegará a admitir el mismo
en nues tros dí as sa ludar en se mej ante ~ubord il1 ac i 6 Il de ,<¡ u sllj'e lo, motivo para é l mismo desde el momento en que, por h aberl o
obteni da después de dos o tres aijos de psicoan .ílisis va no. el a lcanzad o, es del otro (prój imo) de quien le retornaría su ley?
;,dvenimiell to espe rado ele la rela ci6n de obj eto, y recoger por Para d ecirlo tod o, en nin gun a par te aparece más claramente
e ll o e l dignu ,s es /, illtra rc de nuestros sufragi os. qu e ;¡va lan su ... qu'e el d eseo del hombre encuentra su sentido en el deseo del
0 1 pacida des. otro, no tanto porque el otro detenta las llaves elel objeto ele­
Si el p!licoan;ilisis puede llegar a ser un a ciencia - pues no lo !:!eado, sino porque sn primer objeto es ser reconocido por el o tro.
es todavi;¡- , y si no debe dege nenll' en su técni ca - cosa que tal ¿Quién de entre nosotros, por lo demás, no sabe por expe­
vez ya esté hecha- , debemos recuperar el sentido de su expe· riencia gue en cuanto el análisis se ade ntra en la vía de la tran so
ri enci a, [erencia _ y és te es para nosotr os el indicio de q ue Jo es 'e n efec­
N;¡d., mejor podríamos hacer con este [in qu e vo lver a la obra to-, cada sueño del pa ci'ente 'ie inter preta como provocación,
d e F re ud , 1'-:0 basta decl ararse técnico para sentirse autor izado, ro n(esiún larvada o diven-iÓ n. por su relación con el disc urso
por no comprender a un Freud HI, a refuta rlo en no mbre d e
:F, [F'., la exprL~ión utilizada por el propio FTeud en Lo. jnterprtlaúón de
un Freud II al c..¡ue se cree comprende r, y la mi sma ignorancia
1m ,n¿C' iiO,f (Tm umlltultmg, r., }.Y.> IHJI, p , 234) o mitida e n la ed ición d e
en que se e~ l A de Freud 1 no exc usa el que se consi(\'e rc a los A m VITOI'Hl. IV, p, 285 . Los ré bm son a((:rtijos gT¡ificos e n los que, a partir
<:in co gran des p~i<.:oa n {di sis como una ~e rje de (;1$0\ tan lila l d e l ~ ignin ca lllc o el sig nil'i ca do ele los dCOlt:ntos icónicos o ~i mbó licos. debe
escogidos como m,,¡ expuestos, a unque se mostras'e asom bro TC('(H1Slruirsc una fra se. En las pJgimls (k e n tre ten i m iento d e la!'> rev ista s
de qu e el gra no de verdad qu e esco ndían se hay;¡ sal vado. ~:; ¡I\I ~tTadas se los d eno mina e n csp<litol __imp ropiamcn tc- " jeroglífi cos", Asl
,r, Cf, C egc llwu mch lrallme , in Tnwm d f'l t/ung, C, W., llJ PP ' 156· 157 Y 1&3·
Vuélvase pues a tOlllilr la obra de T;reud en la Tmu m d euflln g
Jfi4, Tr.ld . in!4ks.:l . StandaTd [,lIil ioll , 1\'. pp. 15 1 Y 157· 15B. Trad . fra ncesa ,
(.'( 1. Alca ll , pp. 14 0 y 14 6 . Tlad , cspa ño1<1 , n . ~ " l . pp. 3311 · 1, 335; .\. ,' 1\ ,
;o) Expresió n Tecog ida de 1<1 bOla tic u no d e los psicualla li slOI' m:Í\ in l(' It '·
,.. dos e n c~tc d<:h:"llc ( 1%6), PI" I!)~I, 17<1 ·:í ,
258 F UNCiÓN Y CAMPO DI': I.A PALABRA F UNCl 6N y C,\M 1'0 DE LA PALABRA 259
analítico, )' qu'e a medida que progresa e l a nálisis se reducen en la historia propia del sujeto, es que estaban ya la tentes en la
cada vez más a la función de elementos d~ l d iálogo que se rea~ e lección de la qne toma ron su punto de partida -y entonces si
liza en él? se rduta como sup'Crsticiosa la idea de que so n aquf las cifras
En CUa nto a la psicopatología de la vida cotidi ana, Olro ca m. mi ~ m as las que han de terminado el destino del sujeto, forzoso
po consagrado por o tra obra de Fre ud, es claro que todo aeLO es adm iti r que es en el orden de existencia de sus comb inacio­
fallido es un di scurso logrado, incluso bastante li ndamente pu­ nes, es dec ir en el Jengua.ie concreto que representan, donde re·
lido, y que en el lapsus es la mordeza la que gira sobre la pala­ ~ id e todo lo que el análisis revela al sujeto como su inconsciente.
bra y j usto con el cuadran te que hace falta para que un buen Veremos que los fílólogos y los etnógrafos nos re velan bas­
entendedor encuentre lo que necesita, tante sobre la seguridad combinatoria que se manifi'esta en los
Pero vayamos derecho a donde 'el libro dese mboca sobre el sistemas completamente inconscientes con los q ue tienen que
azar y las creencias que engendra, y especialmente a los hechos vérsel as, para que la proposición aquí expresada no renga p:Ha
en qu e se dedica a demostrar la eficacia subjetiva de las asocia­ ellos nada de sorprendente.
ciones sobre números dejados a .la ~uerte de ona elección inmo­ Pero si alguien siguiese siendo reacio a nuestra ide;:¡, recurri­
tivada, incluso de un sorteo al azar. En Ilinguna parte se revelan ríamos, un a vez mAs, al restimonio de aquel que, habiendo des­
mejor que en semejante éxito las estru cturas dominantes del cubierto el inconsciente, no carece de títulos para ser creído
campo psicoana lítico. Y el llamado hecho a la pa!>ada a mecanis­ cuando señ.al;:¡ su lugar: no nos dejará en fa lta.
mos intelectua les ignorados ya no 'es aquí ~ ino la excusa de des. Pues por mu y dejada ue nuestro interés que 'es té -y por ello
aliento de la confi anza tota] concedida a los símbolos y que se mismo- , El chiste y su re la.dón con lo inconsciente sigue siendo
tamba lea por se r colmada más allá de todo límite. la obra más incontrovertible por ser 1a más transparen te donde
Porque sí para adm itir un sínLOma en la psi copaLOlogía psico­ el -efecto del inconsciente nos es demostrado hasta los confines
a na lítica, neurótico o no, Freud exige el mínimo de sobredetel'­ de su finura ; y el rostro que nos revela es el mismo de l espíritu 29
minaCÍón que constituye un doble sen tid o, símbolo de un con­ en la ambigüedad que le confiere f'l lenguaje, dond'e la otra cara
flicto difunto más allá de su función en un conflicto presente de su poder de regalía es la "salida", por la cua l su orden entero
no menos slmból-ico, si nos ha enseñado a seguir 'en el texto de se anonada en un instante - salida en efecto donde su act ividad
las asociaciones libres la ramificación ascenden Le de esa estirpe creadora devela su gratu idad absoluta, donde su dominación
simbólica, para situar por ella en los puntos en que las fo rm as sobre lo rea l se expres<l en el reto del sinsentido, donde el hu·
verbales se entrecruzan con ella los nudos de su est ru ctura -que­ mor, en la gracia ma lvada d'el espíritu libre, simbo Uza una ver·
da ya del todo claro que el síntoma se r es uelve por entero en un dad que no dice su última palabra.
análisis del lenguaje, porque él mismo está estructurado como H ay qu e seguir en los rod eos admirablemente urgentes de las
un lenguaj'e, porque es lenguaje cuya palabra debe ser librada. líneas de este libro el paseo al que Freud nos arr astra por ese
A quien no ha profundizado en la naturaleza del lenguaje es jardí n escogido del más ama rgo amor.
al que la experiencia de asociación sobre los números podrá Aq uí todo es sustancia, todo es perla. El espíri tu que vive
mostrarle de golpe lo qU'e es esencial cap tar aqu í, a sa ber e l po­ como desterrado en la creación de la que es el invisible sostén,
der combinatorio que dispone sus equívocos. y para reconocer sa be que es dueño en todo i nstante de anonadarla. Form<ls a lti.
en eHo el resorte propio del in conscien te. vas O pérfidas, dandistas o bonachonas de esa realeza escondida,
En efecto si d-e un os números obLenidos por corte en la con. de todas ellas, a un eJe las m~Is despreciadas Freud sabe hacer bri
tinuidad de las cifras del numero escogido. de su casa miento llar el esplendor secreto. Historias de l casamentero recorriendo
por todas la s operaciones de la aritmética, incluso de la división
r epetida del número orig inal por uno de los números cisiparos, lrar.;e de las uOlas promovidas por nosotros desde esa epoca, que se cncuen·
Jos números r'esultantes 2B muestran ser simbolizan tes entre todos tran de f..mile Rorc1 en su libro sobre el azar sobre la IrhialicJad de lo que
se oblien e así de "JlOlablc" a partir de un número cualCJujcra (1966),
[En fran cés, la pa labra esprit significa a la vez "espiritu " e "ingenio",
:J)

~ Es preciso, para apreciar el fruto de estos procedim ientos. compene. "gracia" El aULor uLiliza los dos sentidos. 'rs]
260 FUNCiÓN l' CAMPO DE LA PALA8RA .-U NCIÓN y CAM I'O 01-. LA. PAl.ABRA 261

los g he ttos de Moravia, ligura dilamada de Eros y como él hijo tido del sentido, sino en el acto que lo enge ndra? Así el vuelco
de la penuri a y del esfu'erzo, guiando por su servicio discreto la goetheano d'e su presencia en los orígenes : "Al principio fue la
avidez del menteca to, y de pronto escarneciéndolo con una ré· acció n", se vuelca a su vez: era ciertamente e l verbo el q ue
pli ca iluminan te en su sinsentido : "Aquel que deja escapar así estaba 'en el principio, y vivimos en su creación , pero es la acción
la verdad", com'enta F reud, "está en realidad feliz tIe arroj ar la d'e nu es tro espíri tu la que con tinúa esa creación renovándola
máscara," siempre, Y no podemos volve rn os hacia esa acción sino deján.
Es en efec to la verdad la que por su boca arroja aquí la más· donas empu.iar cada vez más ade lante por ell a,
cara, pero es para que el espíritu adop te o lra más engañosa, la No lo intenta remos por nuestra parte sino sabiendo que ésta
sofística que no es más que estratagema, ]a lógica que no es más es su vi;:!. , '
que trampa, lo cómico incluso que aquí no ll ega sino a deslum.
brarle. El espíri tu es tá siempre en otro siLia. "El espíritu supone
en 'e fecto una condi cionalidad subjetiva tal. ..: na es espíritu Nadi e pU'ede a legar ignorar la ley; esta fórmula transcrita de )
sin o lo que yo aceptO como tal", prosigue Freud, que sabe de humorismo de un Cód igo de Justicia expresa sin embargo la
qué h ab la. verdad en que nuestra experiencia se funda y qu e ella confir­
En ninguna otra parte la inten ción del individ uo es en efecto ma, N ingún hombre la ignora en efec(Q, puesto que la ley de l
más manifiestamente rebasad a por 'el haJla zgo del suje to; en hombre es la ley de l lenguaje desde que las primero, palabras
ninguna parte se h ace sentir mejor la distinción que hacemos de reconoci miento presidieron los primeros don'es, y fueron ne­
de un o y otro; pues to que no sólo es preciso que algo me haya cesarios los dánaos detestables que vienen y huye n por el ma r
sido extraño 'en mi hallazgo para que encuentre en él mi placer, para que los hombres aprendies'en a temer a las palabras enga­
sino que es preciso que siga siendo asf para que tenga efecto. ñosas co n los dones sin fe. Hasta entonces, para los Argonautas
Lo cu al loma su Jugar por la necesidad, tan bien señalada por pacíficos que unen co n los nudos de un comercio simbó lico los
Freud, del ter cer oyente siempre supuesto, y por el hecho de islotes de la comunidad, estos dones, su acto y sus objetos, su
que el chiste no pierde su poder en su transmisión al estilo indio erección 'en signos y su fabricación misma, es tán tan mezclados
recto. En pocas palabras, apunta al lugar del Otro el amboceptor con la palabra que se los designa con su nombre,lI l
que esclarece el artHicio de 1a palabra chisporroteando en su ¿Es en esos dones, o bien en las palabras de consigna que armo­
suprema a lacridad. nizan con ellos su sinsentido sa ludable, donde comienza el l'e n­
Una sola razón de caíd a para el espíritu : la chi:ltura de la ver­ guaje ron la l ey? Porque esos dones son ya símbolos, en cuanto
dad que se expl ica. qu e el símbolo quiere decir pacto, y en cuanto que son en pr i,
mer luga r significantes del pacto que constituyen como signi fi.
Ahora bien, esto concierne directamente a nu'eslro problema.
cado: como se ve bien en el hecho de qU'e los objetos del inter,
El desprecio actua l por las investigaciones sobre la lengua de
cambio simbólico, vasijas hechas para quedar vacías, escudos
los símbolos, que se lee con sólo mirar los sumarios de nuestras
demasiado pesados para ser usados, haces que se seca rán, picas
publicaciones de antes y después de los años 1920, no responde que se hund-en en el suelo, están destinados a no tener uso, si
para nuestra disciplina a nada menos que a un cambio de obje­ no es que son superfluos por su abundancia.
to. cuya tendencia a alin'earse con el ni vel más cha to de la co­ ¿Esta neutralización del signitican te es la totalidad de la nat u ~
municación, para armoni za rse con los objeti vos nuevos pl'opues­ raleza del lenguaje? Tomado así, se encontraría su desp untar
loS a la técni ca, habrá de responder tal vez de l balance bastante entre las golondrinas d'e mar, por ejemplo, durante el pavoneo,
maci lento que los m ás lúcidos alzan de sus resultados. so )' materializada en el pez que se pasan de pico en pico y en el
¿Cómo agotaría en electo la palabra el sentido de la palabra, que los etólogos, si hemos ele ver con e llos en esto e l instrumento
o por mej or decir con el logicismo positivi sta de Oxford, e l sen­ de una puesta en movimiento del grupo que serIa un equiva lente
de la fies ta, telldrían justificación para reconocer un ~ímbolo,
3l el. C. 1. Oberndorf, "UnsaLisfactory rcsulfs o f ps)'choanalyl ic lherap y",
~'e L 1' lIlf<> o u ·o.~: Do Kamo , de Mauricc Lecnhardl, cap', IX. y X.
P~ycllOan alylic Quarterfy, 19, 393-407.
262 FU NCIÓN " CAMPO DE LA P ALABR A F UNC1ÚN y C,"- MPO Df LA PA LA li RA 263
Se ve que n o retrocedemos an te una búsqu ed a fuera del d o. creado en un gr upo de sujetos una configuración alta mente in­
m in io h um ano de los oríge nes del comp0rLamiento simbólico. dividu a li zad ;:t d'e reacciones a fines y viscerales del símbo lo ideico
Pero no es cie rtamenle por el ca mino de un a elabora ció n del (idea-sy mbol) 'contrac t', un a respuesta qu e podría traerse a tra­
signo, el que emprende después de tantos o tros el sellor .Tules vés de sus ex periencias pa rti cu la res has ta un a fuen te en apa rie n­
H. M asse rma nn ':~2 en el que n os detendremos un instan Le, n o cia lejana, pero en rea lidad básica m'e nte fi siológica: en es te ejem­
sólo por el ton o viva z co n q u'e traza su desar ro llo, si no por la plo, simplemente la pro tecció n de la retina contra un a luz exce·
acog ida que ha encon lrado entre los r edac to res de nuestra pu­ siva " , Y el a u tor conclu ye : " La significación de tales experien­
blicac ión o fi cial, que confo rme a una tradi ci6n tomad a de las cias par a la in ves ti ga ción psicoso mática y lingüísti ca no necesita
agen cias de e mpleos, no descuida n nun ca liada de lo qu e pU'eda ni siqui era m ás elaboración,"
proporcio nar a nu es tra di sciplin a "buenas re ferencias" . Hubiéramos tenido curiosida d sin embargo, po r nues tr a parte,
Im agínense , un hombre que ha reproclu cic.l o la neur osis ex­ de ente rarn oS de si los sujetos as í educados reacc ionan ta mbié n
pe-ri-men-ta l-men-te en un perro a tado a un a mesa y po r qué ante la enun ciación de) mismo voca blo art ic ul ad o en las locu­
m edi os inge ni osos : un timbre, el pla to de carne qu e éste anun­ ciones: man-iage conl'w ct , bridge -eontract, breach o/ contraet,
cia, y el pla to de manzanas que llega a contra ti empo, y no lo incluso progresiva mente redu cida a la em isión de su primera
digo todo. No será él, por lo me nos él mismo nos lo asegura, sílaba : con tract, con trac, contra, contr.., Ya q ue la contraprue­
quien se dej'e enredar con las "ampli as rum iaciones", que así es ba, exig ible en es tricto método, se ofrece aquí po r sí misma e n
como lo expresa, q ue los filósofos ha n consagrad o a l prob le ma la murmurad ón 'entre dientes d e esta sílaba po r el lecto r francés
de l le nguaje, É l nos lo va a aga rra r por los cuernos, qu e no hub iese sufrido otro condicionamien lO qu e la viva lu z
Fig úre nse qu e por un condi cionamiento juicioso de sus refl e­ proyec tada sobre el problem a por el señor J uIes H . M asse rmann-.
jos, se o bti'cne de un mapache que se dirija hacia donde se guar _ Pregun taríamos enton ces a éste si los efe ctos así obs'ervados en
da su co mida cuand o se le presen ta la tarj eta uonde puede lee r­ los suj etos (o ndic ion ad os le seg uiría pa reciend o qu e puede n
se su menú , No se nos di ce si I1eva men ción de los precios, p'ero presci ndir w n fáci lmente de se r 'e laborados. Porque o bien ya
se añade es te rasgo co n vincenLe: que, por poco qu e le haya de­ no se prod ucirían , manifestand o así que no dependen ni siquie­
cepcio nad o el se rvicio, regresará a destroza r la tarj eta demas iado ra cOlldicionalmente del semanlema , o bien segui dan prod ucién­
promeLedo ra, como' lo haría con las cartas de un infi el una dos'e, plan tea nd o la cues tión de los límites de és te.
amante irri ta d a (sir). Di ch o de o tra ma ner a, harían ap arecer en el ínstrumento mis­
\
T a l es un o de los arcos por los que el autor h ace pasar la mo de la pa lab!',! la distinción de l signifi cante y del signifi cado,
carrete ra que condu ce de la seña l al símbolo, Se cir cul a po r e lla tan alegremente confundida por el a utor en el términ o idea.
en dob le se ntido, y el sentido de regreso no mues lra mella res symbol, Y sin necesidad de inlerroga r las reacc iones de los su je­
obras de arte, tos cond icionados a la orden d071't c071 l ra ct, in cl u:,o ti. la co nju­
Porque si en el hombre asocia usted a la proyección de un a gació n en Le ra de l ve rb o lo eontract) podríam os hacer no tar al
lu z viva delan te de sus ojos el ruido de un timb re, y luego el autor qu e 10 que define corno perteneciente al lenguaje un ele­
ma nejo de éste a la emisión de la orden: contraiga (e n inglés: nrenlO cua lquiera de un a leng ua, es que se distin gue como tal
con tract) , llegará uSled a qu e el suje lo, modulando él mismo pa ra tod os los usua ri os de esa lengua en el co njun to su p uesto
eSa ord ell, llIurmur.tndoI a, bi en pro nto simplemente produ ciéll­ constitu id o por los elementos homólogos.
dol a en su pensa miento, ob renga la contracció n de su pupila , o R esulta de ello que los efectos particulares de ese e le mento
sea un a reacción del sistem a de l q ue se d ice q ue es aut6nomo del lenguaje están ligados a la ex istencia de es'e conjunto, a nte­
por ser ord inariamen le in accesible a los efec tos intencio nales, riormente a su nexo posible con tod a experien cia parti cula r del
Así el señor Hudgi ns, si hem os de creer a nues tro a uto r, " h a suj e to, y qu e consid'erar este último nexo fu er a de tod a referen­
cia al primero, consiste simplemente en nega r en ese elemen to
~t Julcs H , Masscrm :lIlll , "Laogltage, bt:havi or aod d }n::l mic psychi ::l llf', la flln ci{Jn propia del lenguaje .
¡n teT, ¡ Ol/ rllar Df Psychont1., 1944, 1 Y 2, pp, 1-8, R ecorda to ri o de prin cipios qu e evitaría tal vez a nuestro autor
264 FUNCiÓN Y CAMPO DE L" PAIAHRA FUNCiÓN Y CAMro l)€o LA PALABRA 200
descubrir co n una inge nuidad ~in par la correspondencia textual pero cuyo sentido imponderable acarrear á desplazamientos d e
de las ca legorías de ]a gramática de su infancia en las relaciones algún peso. ¿Está pues ahí la ley y el lengu aje? T al vez no
de la realidad . todavía.
Este monumento de inge nuidad, por lo d'cmás de una especie Porque incl uso si apareciese entre las golon drinas algl1n célci­
bastante común en es tas materias, no me recería tantos cuidados que que, emb u ch fmd ose el pez simbólico ante las otras golon­
si no fuese obra d e un psicoanalista, o más bien d e alguien que drinas pi coabie rta s, in augurase 'esa explotación de la golondrina
empaI~ej a como por casualidad lodo lo más opuesto que se pro­ por la. golondrin a cuya fantasía alguna vez nos complacimos en
duce, en cie rta tendencia del psicoanáli sis, bajo el título de hilar, esto no bastaría para reproducir entre ellas esa fabulosa
teoría del ego o de técni ca de an áli sis de las d efensas, a la expe­ historia, image n de la nuestra, cuya epopeya alada nos mantuvo
ri'encía freudiana, manifestando as í a con trario la coherencia de cautivos en la isla de los pingüinos, y faltaría bastante para hace r
una sana concepció n del lengu aje con el mantenjmiento de ésta. un universo "golondrinizado".
Pues el d esc ubrimiento de Freud es el d el campo de las inciden­ Este "bastante" completa el símbolo para hacer de él el len.
cias, °e n la na turaleza del hombre, de sus rel aciones co n el orden g uaje. P ñra que el o bj eto simbólico liberado de su uso se con ·
simbó lico, y el escalam iento de su se n tido h as ta las instancia~ vierta en la pa labra liberada del hic el nunc, la diferencia no
más radi ca les de la simbo lización en e l se r. Desco nocerlo es con­ es de la calidad, so nora, de su materia, sino de su ser evanescente
den a r e l descubrimiento al olvülo, la experien cia a la ruina. donde el sím bolo encuentra la perman'e ncia d e l concepto.
y asentamos como una afirmación que n o podría se pararse Por la palabra que es ya un a presencia hecha <le ause ncia, lit
de la se riedad de nu es tro desa rrollo actual, que la presencia d'el ausen cia misma viene a nombrarse en un momento origi na l cll ya
mapadle evocado más ar riba en el sillón dond e la timidez d e recreaci ón perpetua ca ptó el genio de Freuu en el juego del
Freud, si hemos de creer a nuestro a utor, habría confinado al niño. Y de es ta parej a modulada de ]a prese ncio. y de la a u ~en­
analista colocá nd olo detrás del diván, nos parecena preferi ble c.:ia, que basta igualmente para con ~tituir el ras tro so bre la arena
a la del sabio que sostiene sobre la p alabra y el lengu aje seme­ d el trazo simple y del trazo quebrado de los koua mánticos de
jante di sc urso. China, n,lee el universo de se ntido oe una lengua aonde el uni­
Porque el mapache por lo menos, por la gracia de Jacqucs verso de J"'5 cosas ve ndrá a ordenarse.
Prévert ("una piedra, dos casas, tres ruin as, cuatro 'erverradores, Por nred io de aq uello que no toma cuerpo sino poI' !>er el
un jardín, unas flores, un mapache"), ha entrado para siempre rastro de una nada y cu yo sostén por consiguiente no pued e a l­
en el bestiario poético y participa como tal en su esencia de la terarse, e l concepto, salvando la ouraciún d e lo qu e pasa, en.
función eminente del símbolo, pero el ser a nuestra semej anza ge ndra }(1 cosa.
que profesa as í el desco nocimiento sistemático de esa función, Pues no es o ecir bastante todavía decir qu e ·el co nce pto es la
se excluye para siempre de todo lo que puede por ell a ser lla­ cosa misma, lo cual puede demostrarlo un nirl0 contra la e~ ­
mado a la exi stencia, Y en tonces, la cues ti ó n del lugar que ca. cuela . Es el mundo de las paJabras el que crea e l mund o de
rresponde al susodicho semejante en la clasificación natural nos las cosas, prjmera m'e nte confundidas en el hie el ?tune de l todo
parecería qu e no incumbe si no a un humanismo que no viene en devellir, d and o su ser co ncreto a su esencia, y su luga r en
a cuento, si su disc urso, cruzándose con una técni ca de la pala­ todas partes a lo que es o rsde siempre: )(l"·~tro fe; aEÍ..:t:t
bra d e la que nosotros ten emos la cus tod ia, no hubiese de se r El hombre habla pues, pero 'es porque el slm bolo lo ha hecho
demasiado fecund o, a d especho d e engendrar en ell a mon struos ?ombre. Si en efecto d one~ so breab~ndantes acog1n al extra n.
estériles. Sé pase por lo tan to, pues to que además se jacta de de. Jera que se ha o ado a conocer, la Vida oe los grupos n a tu ra les
safi ar el rep roche de an tr opomorfismo, que éste sería el último que constituyen la comunidad está ')ometida a las reglas de la
término que se nos ocurriría para decir que ha ce d·e su ser la a li anza, ordena ndo e l se ntido en que se opera el intercambio
medida de todas las cosas,
~ [Lil cr:.l lmc llh·: CO~ d e siempre. P;.¡rccc lomado de T ucidid c:i, HislorjtJ
Volvamos a nuestro objeto simbó lico que es por su parte mu y de la s guen·as del PelOPOfl U O, 1, XXJI: ·'Mi hislori;.¡ ha si tio compu t:s la p;.¡r:\
co nsistente e n su materia, si bien ha perdido el p·eso de su uso, $Cl" o bra ¡x'rdurable. no el cntn:le nimicnto de un;.¡ hOf;'¡". Asl
266 FUNCIÓN Y CAMPO I>E L A pA L "llkA F UNCIÓN Y CA M PO D..; I.A P..... LAB RA 267

de la~ mujeres, y a las p res ta tio nes recí procas qu e la a lian za d e­ tradi cionales, es ma ldecido como la ab om inación del verbo y
termina : ("omo dice el proverbio sironga, nn pariente por alian­ la desolaci ón del peca dor.
za es un musl o de elefante. La alianza es tá presid ida por un oro Sabemos "C [eaiva me n te qué d evas tac ió n , qu e va h a!'i ta la d iso­
de n preCe re n da l c uya ley, lple impli ca Jos no mbres de pare n ­ ciaci6n d e la persona lidad de l sujeto, puede eje rcer ya una [i ­
tesco, es para "el grupo, co mo e l leng u aje, impe rativa en sus liación falsificada, cu a ndo la conslricciún de l 111ecl io se a pli ca
formas , pero in conscienle en su es tru ctura. Pero e n esta es truc· a soste ne r la me nli ra. Pued e n o ser m'e nor cuan do, cas~ln dose un
tu ra cuya ar mo ní a O cu yos ca llejones sin sal ida reg ul a n el inte r­ h om bre co n la mad re de la mujer de la q u e ha te n ido u n hijo .
ca mLio restrin gido o generalizado gu'€: d iscierne a llí el etnó logo, éste tenga p or herma no un n ifio herm ano de su madre. Pero si
el teórico <tsombrado enc uen tra Loda la lógica de hs co mbina­ d esp u és - y el caso no es in ventad o - es ado p tad o por e l ma tr i.
cio nes: as í las leyes d el n úm ero, es delir d el símbo lo m<is d e pu. moni o co m pasivo d e una h ija d e un matrim o ni o a n te ri or del
rada, mue~tra n se r inma n"e nt es a l simboli smo or iginal. Por Jo p adre, se en contrClrá si"e nd o una vez más medio h e rma no de su
me nos es In r iq ueza d e las for mas en q ue se desarro ll a n las es­ nu eva ma d re, y pued en imagin arse los se nlimien tos co m p lej os
trucLUras ll amadas elemen tales de l paren lesco, la q ue las h ace con que esp erará el n aci mi e nto u:e un niñ o qu e ~er¡.í. a la ve z su
a llí. l egj bl e~. Y e~to deja pe nsa r qu e acaso sea ta n sólo n oestra he rm a n o y su sob r ino, en es ta sltuc,ción repe tid a.
inconscien cia d e su pe rm an-en cia la q u e n os per mite creer en la Asimismo el si mple de~nivel en las gen·eraciones q ue se pro­
libertad d e las e lecci ones en las estrucl uras llamadas co mplej as d uce por u n n iilo tard ío nacido d e un segund o ma t r imo ni o y
de la ali:m7él. bajo cuya ley vivimos. Si la es tad ística d ej a ya c uya madre jove n res ulta con te m poní nea d e un h ermano ma yor.
e n trever qu e esa liben ad no se ejerce a l aza r, es q ue UOít lógica puede prod ucir erectos qu e se acercan a estos, y es sa bido q ue
su bje tiva la orie nta r ía en sus e[ec tos. és te era el caso de Freud .
Es en efe no en este se n tido en el c¡ ue se d iní qu e el co mplej o Esa misma [unción d e la ide ntificació n simb6 lica p or la cua l
d e Edi po. e n cu anto qu e re co nocemos si·e m p re q ue Tec u bre con el primitivo cree reencarnar al antepasado h omónim o y qu e
su signif icac ión e l ca m po e n te ro de nu es t ra experien cia, en nues­ de termi n a inclu so 'e n el h om bre moderno un a rec ur re ncia alter­
tro des<lrr ollo, marca los lí m ites que nu es tra di~c i p lin a asigna n ad a d e los caracte res, int rod uce p ues e n los su jelos so me tidos a
a la subJe ti vidad : a sa ber, lo c¡ue el suj e to p ued e con o( e r d e su estas d isco rdan cias d e la relación pa terna nna disocia ción d el
par ticipac ió n inco nscie n te e n el movimie n to ele las estructu ras Ed ipo en la q ue de be v"erse el rew rt.e co nstante de sus efectos
complejas de la alia n za, verificando los efec tos ~ i rn bó l icos e n pa tóge n os. Incl uso e n efec to re pre~e nta da po r un a ~ o l a pe rso nn,
su ex iste n cia p a rti cul ar de l movimiento tange ncial h ac irt el in­ la fun ción p a te r n a co n centra en sí rela ciones imagina rias y rea­
ces to qu e se ma nifi esta d esde el ad ve n imie nlo d e un a com un i. les. si·empre má~ o menos inadecuadas a la rebción ~ ¡m b6 I ic(J
d ad u ni 'i'ersa l. qu e la c o n ~ t itu y e e~e n c i a lm e n te .
La ley pri mordia l es pues la q ue, regu bn d o la alia nza, so bre­ En e l nombre del pa.dre es dond e te ne mos q u e reco nocer el
pone el re in o de la cul tu ra al reino de la n a wra lela en tregado sos tén d'e la función simbólica q ue, desd.e el al bor de los liempos
a la le y elel <:qnlrea mi"en to" La prohi bici6n d el inces to no es sino h istóricos, identific a su persona con la figu ra de la ley. Esta
su pivote ~u bj e li vo, despojado por la tendencia modern a h as ta.
co nce pción nos pe rmite dis tinguir clara me nte e n el a n:i li sis de
Teducir a la mad re y a la he rm a na los o bjetos prohibid os a 1<1
un casa los efectos inco nscientes d e esa [unción reS ¡YCClO de las.
e lección d e l suj e Lo, a unqu e por lo de m;ís no lad a Ilce ncia qued e
re laci ones narcisistas, i n cl uso resp ec to de las rea les qu e el suj e to
abie rta d e a h í e n adelante.
sosti en e co n la image n y la acción de la perso na c¡ ue la e ncarna,
Esta ley se da pues a co noce r sufi cie nte mente co mo idé nti ca
y d e ello result a un modo de comprensió n qn e va a reso nar en
a un o rd·en de leng uaj e. Pues ning('1l1 pod er sin las denom ina _
cion es de pare n tesco ti e ne alcance de instituir el orden de las la conduccic'm misma de las in tervenciones. La prácti ca nos ha
preferencias y de los tabües q ue anuda n y tren:la n a través de las co nfirmad o su {ecun d idad, ta nto a n oso tros como <\ los a lumnos.
ge n·eraciones el hil o de las es ti rp es. Y es e n elec to la conC usió n a qui en es h emos ind ucido a es te mé lo do. Y h emos tenido a me­
d e las ge neraciones lo que, en la Biblia como en lodi1s la s leyes n ud o la opor tuni dad en los con t roles o en los casos com u nica.
26S FUN C iÓN Y CAMPO 1>):; l.... PALA8R.... FUNCiÓN Y CAMPO Dl:. I.A PIIL... URA ~G9

dos de subrayar las confusiones nocivas que engendra su des­ experiencia intersubjetiva en que ese deseo se hace .reconocer.
conoel mien too Se ve entonces que el problema es el d'e las relaciones en e l
Así, es la virtud del verbo la que perp·e túa el movimÍen to de sujeto de la palabra y uel lenguaje.
la Gran Deuda cuya economía ensancha Rabelais, en una metá­ Tres paradojas en esas relaciones se prese ntan en nuestro
fora célebre. hasta los as tros.:-:4 Y no nos sorprenderá que el ca­ dominio.
pítulo en el que nos presenta con la inversión macarrónica de En la locura, cua lqui era que sea su naturaleza, n os es forzoso
lO!) nombres de parentesco una anticipación de los descubrimien­ reconocer, por una pa rte. la libertad negativa de una palabra
lOS etnogrftficos, nos muestre en él la substantífjca adivinación qu'e ha renunciado a hacerse reconocer, o sea ]0 que llamamos
del misterio humano que intentamos elucidar aquf. M obstáculo a la transferencia, y, por otra parte. la formación sin .
Identificada con 'el ha7./, sagrado o con el mana omnipresente, guiar de un delirio que -fabula torio, fantástico o cosmológico;
fa Deuda inviolable es la garantía de que el viaje al que son interpretativo, reivindicador o idealista- objetiva al sujeto en
empujados mujeres y bienes trae de regreso e n un ciclo infali­ un lenguaje si n dialéctica. J7
ble a ~ u punto de partida otras mujeres y otros bienes, portado­ La ausencia de la palabra se manifiesta aq uí por los -es tereo ti­
res de una entid ad idéntica: símbolo cero, dice Lévi-Strauss. que pos de un discurso donde el sujeto, podría decirse , es h ablado
reduce a la forma de un signo algebraico el poder de la Palabra..'1.G más que habla él: reconocemos en él los símbolos del inconscien­
Los símbolos envuelven en efecto la vida d'el hombre con una te bajo forma s petrificadas que, al lado de las formas embalsa­
red tan total, que reúnen an tes de que él venga a l mundo a madas con que se presentan los mitos en nuestras recopilaciones,
aquel10s que va n a enge ndrarlo "por el hu'eso y por la carne", encuentran su lugar en una historia natural de estos símbolos.
(Iue aportan a su nacimiento COIl los dones de los aSlros, si no Pero es un error decir qu·c el sujeto los asume: la resistencia ti
con los dones de las hadas, el dibujo de su destino, que dan su reconocimiento no es menor que en )a neurosis, cuando el
las palabras que 10 hafiín fi el o renegado, la ley de los actos que sujeto es inducido a ell o por una tentativa de cura.
lo seguirán incluso hasta donde no es todavía y más allá de su Notemos de pasada que valdría la pena ubi car en el espacio
misma muerte, y que por ellos su fin encuentra su sentido en social los lugares que la cultura ha asignado a estos sujetos.
el juicio final en el que el verbo absuelve su ser o lo condena especialmente en cu anto a su destina ción a servi cios sociales
-salvo que se alcance la realización subje ti va del ser-para-la­ aferentes al lenguaje, pu·es no es inverosím il que í3e demuestre
muerte. en ello uno de los factores que designan a esos sujetos para los.
Servidumbre y grandeza en que se anonadarla el vivo, si 'el efectos de ruptura producida por las di scordancias simbóli cas,
deseo no preservase su parle en las interferencias y las pulsacio­ características de las estructuras compl'ejas de la civilización.
lle~ que hacen conve¡'ger sobre él los ciclos del lenguaje, cuando
El segundo caso está representado por e l campo privilegiado
la confusión de las lenguas se mezcla en todo e lJo )' las 6rdenes del descubrimiento psicoanalítico: a saber los síntomas, la inhi ­
s<.; contradicen en los desgarramientos de la obra universal. bición y la angustia , en la economía constituyente de las dih~_
Pero este deseo mismo, para ser satisfecho en el hombre. exige rentes neurosis.
~er reconocido, por hl co ncordancia de la pa labra o por la lucha
La palabra es aqui expulsada del discurso concreto que ordena
de pres tigio, en e l símbolo o en 10 imaginario. la conciencia, pero encuentra su sostén o hien 'en las funciones
Lo que está en juego en un psicoanálisis es el advenjmiento natuf<Jes de) su jeto, por poco que una espi na orgánica introduz.
en el sujeto de la poca realidad que este deseo sostiene en él ca esa hianda de su ser individual en su esencia, que hace de la
en comparación COIl los conflictos simbólicos y las fijaciones enfennedad la entrada del vivo en la existencia del sujeto':~8 o
jmaginaria~ como medio de su concordancié'l , y nues tra vía es la
:r¡ Aforismo de Uchtcnbcrg: "Un Joco que imagina ser un príncipe no
:.. [(;rfr,g(1l1lú(/ )' Palfl.ngrllel, libro 1lI } caps. [JI )' I V. liS]
...., (lhid. ) l:bro 11·, cap. I X. liS] difierc del príncipe que lo es ue hecho si uo porque aq uél es un prlncipc
nega ti vo, mie nlra s que éste cs un loco uega (i\'o, Considcrados sin su signo,
:to\ ["hllroduccióll a la obra de Maree! Maus~·', CII Soriolllgill y IlnI7·0/Jolo.
son semejantes. " '
:;//1 d(' M. Mau'\.'\. ~'ladr¡d, TeCIlO.\. 1979, pp. 40-41. A:S]
311 Para obtener il'lmcd i:ttamcn tc la conHnn:lci ón subj e l.iva de esta obser·
270 FUNCiÓ N l CA MPO DE LA PAL.....DRt\ fUN CiÓN Y CAMPO DE LA PAL,'ORA 27 1

bien en las imágenes que organi zan en el límite del Umwdt y "a lma bella" que no reconoce la razón misma de su s·er en el
d e l lnnen welt su eS LruClUr3C i ('m re la cion al. desorden que denuncia en el mundo.
E l síntoma es aquí el signifi cante de un signHicado reprimido Per o un a salida se ofrece al sujeto para la resol uci ó n de es re
de la conciencia del sujeLO. Símbolo escrit o sob re la arena de la callej6n sin salida donde de lira su discurso. La comuni cación
carne y sobre e l velo de Maya, participa del lenguaj'e por la am­ puede establecerse para él v{d idamente -e n la ohra común de la
bigüedad semántica que hemos ~eñalado ya en su constitució n. ciencia y en los e mpleos que ella gobierna en la civi li :wció n
Pero es un a palabra de ejercici,? pleno, porqu'e in cluye e l dis· uni ve rsa l; esta comuni cación será -efectiva en el in terior de la
c ur ~o del o tro en el secre to de su ci fra. e norme objetivttción const ituida por esa cien cia, y le perm iti ní
Descifra nd o esta pa labra fu e como Freud encon tró la lengua olvida r su subj etividad. Colaborará eficazmente en la ob ra co­
primera de los símbolos;3fl viva todavía en el sufrimiento del mún en su trabajo co tidiano y ll enadt sus ocios con tod os los
h om bre de la civili zac ión (Das Unbehagen in dar KUltUT). atrac tivos ele un a cultura profu sa lJue, desde la novela policiaca
J eroglífi cos de la histeria , blasones de la fobia, laber intos de h as ta las memo rias históri cas, desde las conferencias ed uca ti vas
la Zwangsn.eurose; 'e nc.:'l ntos de la impo te ncia , eni gmas de la hasta la ortopedia de las re laciones de grupo, le dar;i ocasión de
inhibición, orácul os de la angustia; arm as parlantes de l ca rie­ olvidar su ex istencia y su muerte, al mismo ti'empo que de des­
ter,40 sellos del au tocas ti go, disfraces de la perversión ; ta les son conocer en un a falsa comunicaci ón el sentido particu lar de
los hermeti sm05 que nues tra exégesis resue lve, los equívocos que Sll vida.

nues tra in vocación disuelve, los artifi cios que nuestra dialécti_ Si el sujeto no recobrase en un a regresión, a menudo llevada
ca absue!ve, en una liberación del sentido apr isionado que va hasta el 'es tadio <lel espej o, el recinto de un estad io dond e su )'0
desde la revelación del pali mpsesto hasta la palabra dada de l contiene sus ha7.a ñas imaginarias, ape nas habría lí mi tes as igna.
mislerio l',.el perdón de la pal abra. bies a la credulidad a q ne debe sucumbir en esta sit uación . Y
La ter cera"pa rad oja de b re lacié n del lenguaje con la pala. es lo que hace temibl e nue!,tra responsa bilidad cuando le apo r_
bra es la del sujelo lJu'e pierde su !ien[ido en las objetivaciones tamos, con las manipulaciones mÍt.i cas de nuestra doctr ina, un ;);
de l di5curso. Por meta física que parezca su definición, no pode­ ocasión supl ementaria de enajenarse, en la trinid ad deHomp ues­
mos descon ocer su presencia en el primer plano de nuestra e x~ la d~l ego, del supe'rego y del id, por ejemplo.
periencia. Pues es ésta la enajenación más profunda del suj eto Aquí es un muro de leng uaje e l lJue se opone a la pa labra, y
de la civiliza ción cientlfica y es ell a la que encontramos en pri­ las precauciones contra el ve rbalismo q ue son un tema del dis­
mer lugar cuand o el suj e to empieza a h ablarnos de él: por eso, curso del hombre "norma]" de nu estra cultura, n o h ace n sino
para resolve rla entera mente, el análisis deb erí a ser llevado hasta reforzar su es pesor.
el términ o de la sa biduría. No seria vano medir éste por la suma estadísticamente de ter­
Para d arle una formulación ejempla r , no podríamos encon­ minada de Jos kilogramos de papel impreso, d~ los kilómetros de
trar terreno m ás pertinente que el uso del discu rso co rriente, surcos discográficos y de las horas ele e misiólI radiofó ni ca q ue
haciendo observar que el "ce mis-je" [esto soy] de tiempos de la susodi cha cultura produce por cabeza de h ab it ante en las
Villon se ha invenido en el Uc'cst moi" [soy yo; literalmente, zo nas A, B Y e de su área. Sería un bello objeto de investiga­
esto es yo] del fra ncés modern o. ción para n uestros orgttnismos cu ltu rales, y se ve ría así que la
E l yo del h o mbre moderllo ha tomado su forma , lo hemos l n­ cueHióll de l lenguaje no es tá. contenida toda ella en ·el área de
dicado en Olro lugar, en el ca llejón sin sa lida dialéctico d·e l las circunvoluciones donde su uso se refleja en el individuo.

vadón de Hegel, basta haber .... iSlO, en la e pidem ia reciente, :t un co ne jo ci~go ItJIe a·re [he hotlow men
en medio de una canelera e rigir hacia el sol pon iente <:1 vacío d e S ll visiÓn W e are the stuffed m en
camb iada en mirada: es huma no hasta lo tr;\gico, Leaning together
3'11 Las lineas sI/pro e il1{1'O mu es tran la ace pción q ut= damos :l este término.
Headpiece rilled with straw . AlaS!H
.o El error de Rcich, sobre el cua l volveremos, le hizo lomar unos escu dos
de armas por un a a rmadura. .u [T . S. E!iot, Tite 110110111 mell. 'rS]
272 FUNCIÓN Y CAMPO DI': LA l'ALASRA F UNC IÓN Y CAMPO DE LA I"ALASRA 27~

y lo que sigue. Pues parecería que, dejándonos ganar de n uevo por una ex­
La semejan za de e~ ta sltuaclOn con la enajenación de la lo­ tra vagancia del espíritu médi co contra la cual justamente tuvo
cura en la med id a en qu'e la forma dada más arriba es autén­ que constituirse el psicoanálisis, fuese a ejemplo suyo con un
tica, a sa ber que e l sujeto en ella, más que hablar, es hablado, retraso de medio siglo sobre el movimiento d'e las cienci as como
corresponde evidentemente a la exigencia, supuesta por el psi­ intentamos unirnos a él.
coa ná lisis, de una palabr:.J verdadera . Si es ta consecuenci a, que Objetivación abstracta de nuestra experienci a sobre princi­
lleva a Su límite las paradojas constitu ye ntes d'e nuestro actual pios fi cticios, incluso simulados, del método experimental: en·
desarrollo, hubiera de ser vuelta contra e l buen sentido de la con tramos 'en esto el efecto de prejuicios de los que habría que
perspectiva psicoanaHtíca , concederíamos a esta objeción toda limpiar ante todo nuestro campo si queremos cultivarlo según
<¡u p'e rtinencia, pero para res ultar confirmados por ella: y esto su auténtica estructura.
por un rebote dia léctico en el cual no nos faltarían padrinos Practicantes de la función simbólica, es asombroso que nos
autorizados, empezando por la denuncia hegeli ana de la "(ilo­ desviemos d e profundizar en ella, hasta el punto de desconocer
~o[ía de l cráneo" y tan sólo deteniéndonos en la advertenda de qu'e es ella la que nos coloca en el corazón del movimiento que
Pasca l que r"esuena, desde el lindero d e la era históri ca del "yo", instaura un nuevo orden de las ciencias, con una nueva puesta
en estos términos: " los hombres están tan necesariamente locos, en tela de juicio de la antropología.
(lue sería estar loco de otra locura no ser loco". Este nuevo orde n no significa otra cosa que un retorno a una
No quiere decirse sin embargo qu'e nuestra cultura se desa­ noción de la cien cia verdadera qu'e tiene ya sus títulos inscritos
rrolle entre tinieblas exteriores a la subj etividad creadora. Ésta, en una trad ición que parte del T eeleles, Esa noción se degradó,
por e l contrario, no ha cesado de militar en ella para renovar ya se sabe, en la inversión positivista que, colocando las ci-encias
el poder nunca agostado de los símbolos en el in tercambio hu. del hombre en el coronamiento del ed ificio de las ciencias ex­
mano qu e los saca a luz. perimentales, las subordi na a ellas 'en realidad. Esta noción pro.
Señalar el pequei'ío número de suj etos qu'e soportan esta crea­ viene de una visión errónea de la historia de la ciencia, fundada
ci ón sería ceder a lln a perspectiva rom ántica confrontando lo sobre el prestigio de un desarrollo especializado d-e ]a expe.
que no tiene equivalen te. El hecho 'es que es ta subjetividad, en riencia.
cualquier dominio donde aparezca, matemática, política, reli­ Pero hoy las ciencias conjeturales, recobrando la noción de
g'josa, incluso publicitaria, sigue a nimando en su conjunto el la ciencia de si empre. nos obligan a revisar la clasificación d'e
movimiento humano. Y un enfoqu e no menos ilusorio sin duda las ciencias que hemos recibido del siglo XIX, en un sentido que
nos haría acentuar este rasgo 0pu'esto : que su carácter simbólico los espíritus más lú cidos denotan claramente.
no ha sido nun ca más manifiesto, La ironía de las revoluciones Basta con seguir la evolución concreta de las disciplinas para
es que engendran un poder tanto 111á~ absol uto en su ejercicio, darse cuenta de ello.
no, como suele decirse, por ser m<1s anónimo, silla por estar La Jingüls tica puede aq uí servirnos de guía, puesto que es
más red ucido a las pa labras que lo significan. Y más que nunca, éste el papel que desempeña en la vanguardia de la antropolo­
por otra parte, la fu erza de las ig!esias reside en el lenguaje que gía contemporánea, y no podrfamos permanecer indiferentes
h an s<tbido memtener : instanci a, preciso' es decirlo, que Freud ante esto.
d~j6 en la sombra en el artículo donde nos dibuja lo que lla ma ­ La forma de matematización en qu'C se inscribe el descubri·
remos las subjetividades colectivas de la Iglesia y del Ej ército. miento de l fonema como función de .J.as parejas de oposición
El psicoa ná li sis ha desempeñado un papel en la dirección de formadas por los más pequeños elementos discriminativos obser­
la subjetiviclad moderna y no podría sos tenerlo sin ordenarlo vables de la semánti ca, nos lleva a los fundam-entos mismos
bajo -el movimiento que en la ciencia lo elucida . donde la última doctrina de Freud designa, en una connotación
Éste es el problema de los fundamentos que deben asegura r voc;Uica de la presencia y de la ausencia, las fuentes subjetivas
a nu e~ tr a disciplina su lugar en las ciencias : problema de fo ro de la función simbólica.
mal ización, en verdad muy mal abordado. y la reducción de toda lengua al grupo de un muy pequeño
274 FUNCtÓN y CA MP O DE L A PALABR A F UNCIÓN y C.... Ml' O DE LA PA LABR... 275

número de estas OposICIones fan émicas inici ando una tan ri gu . tl cons titu ir nuestra subsistenci a, y precisam ente por cruzarse
rosa form alizació n de sus morfemas más elevados, pone a nues­ a llí en una doble inversión: la ci'encia m<Í s subj e tiva habiendo
tro a lcance u n acceso es tricto a nu es tr o campo. forjado un a nu eva realidad, la tiniebl a d el reparto social aro
A noso tros nos toca aparej árnosle pa ra encontrar en él nu'fS­ mándose con un símbolo actu ante.
tras incidencias, como 10 hace ya. por es tar en un a li nea para­ Aq ui no aparece ya aceptable la oposición que podría tra za r·
lela, la e tnogra fía, descifrando los mitos seg ún la sincronía d e se de las ciencias exactas con aqu'ellas para las cuales no ca be
los milemas. declinar la ape lación de conjeturales: por falta de fundamento
¿No es acaso sensible qu e un L évi ·S trau5S, sugiliendo la im­ para eSLa oposici 6n:t 4
plicació n de las es tru ctur as del lenguaje y de esa parte de las Pues la exacti tud se d istingue de la verdad, y la conjetura no
leyes sociales qu e regula la alian za y el parentesco conquista ~xcluye el ri gor. Y si la ciencia ex perimenta l tom a de las mate­
ya el terreno mi smo en el que Freud asien ta el in conscie nte?42 má ti cas su exactitud , su re lación con la na turaleza no deja por
Entonces es imposibl'e no ce ntrar sobre un a teo rí a general d el ello de se r problemá tica.
símbolo una nueva cl as ificación de las ciencias, en la que las Si nues tro nexo con la na tur aleza, en efecto, nos incita a pre·
ciencias del hombre recobren su lugar central en cua nto a cien­ guntarn os poéti camente si no es nu es tro propio movimi'en to
cias de la subj e ti vidad . Indiq uemos su prin cip io, que no dej a el que encontramos en nu es tTa ciencia , en
d e exigir elaboración .
La función simbóli ca se presenta como un doble movimiento , , ,ce lte voi x

en el sujeto: el hombre h ace un objeto d'C su acción, pero para QUt se conna í.l qu.an d elle sonne

devo lver a és ta en el momento propicio su lugar fu ndador. En 'f\.fJ ét re l>htS la vo ;x de personne

es te eq uívoco, operante en todo in sta nte, yace tod o el progreso T ant que des on d.es el des bois}4r.

de una fu nción en la que se alternan acción y conoc imi e nto.'~3


Ejemplos tomados uno a los bancos d e la escuela, el otro a lo es claro que nuestra físi ca no es sin o una fabricación mental.
m ás vivo de nu'estra época: cu yo in strumento es el símbolo matemáti co.
- el primero ma temático: primer ti empo, el hom b re objeti va Porque la ciencia exp'er ime nta l no es d efinida tanto por la
en dos números cardin ales dos colecciones qu e ha contado; se­ cantidad a la que se aplica en efecto, sino por la medida que
gund o ti empo, realiza con esos números el acto de sumarl os (ef. introduce en lo rea L
el ejemplo citado por K ant en la introd ucción a la es ttti ca tra s­ Como se ve por la medida d el tiempo si n ]a cual serí a ¡mpo·
cend en tal, § IV en la 2a . edi ción de la Crítica de la razón pura) ; sibl'e. El reloj de Hu ygbens que es el úni co qu e le da su preci­
- el segundo histórico: primer ti'empo, el h ombre q ue trabaja sió n, no es sino el 6rgano que reali za la hipó tesis de G alileo
en la prod ucción en nuestra socied ad se cuenta en la fila de sobre 1:1. equi gravedad de los cuerpos, o sea sobre la aceleración
los proletarios; segundo tiempo, en nombre de esta pertenencia u niforme que da su ley, por s'C r la misma, a toda caída.
hace la huelga general. Ahora bien, es di vertido obse rvar que el apara to fue termi·
Si es tos dos ejem plos se a lza n, para nosot ros, d e los ca mp os nad o antes de q ue la hi pótesis hubiese podido se r verificada
más contrastados en lo con creto: juego cad a vez m ás Hcito de por la obS'ervación, y qu e por es te hecho la hacía inútil al mi s­
la ley mate mática, fren te de bronce de la explotaciÓn capita. mo tie mpo que le ofrecía el instrumento d e su rigor. 4G
lista, es qu e. aun pareciéndonos ve nir de lejos, sus efectos vienen
u Estos do'\ últimos párra fo s han sido reelaborados ( l966).
~2 Cf. Claude Lév¡.$tJClUSS, " L;lnguage and lh e analysis of social Jaws", esta voz/ que se conoce cuando suena/ no se r ya la voz de nadi e/ tanlo
' G [ •..

American An!hropologis!, vol. 53, núm , 2, abril .j un io de 1951, pp. 155·163. como de las ondas )' los bosques (paul Valér y). TS)
(Adaptación del original inglés en Arlfropo logill estr uctural) cap, m , "Len· oe Cf. sobre la hipó lesis de Ca lileo y so bre el reloj de Huyghens: " An ex ­
guaje y soci edad ", nuenos Aires. Eud eba. 1968. pp . 5 1·6 1. AS) perimelll in measurement" por Alexand re Koyré, Pmceedings 01 American
., Estos cuatro últimos párrafos han sido reeJaborados (1966). Ph ilosoiJltical Socie ty, \' 01. 97, abril 1953 l"Un experimento de medic:ón",

L
276 FUNC1ÓN y CAMPO DE LA PALA BRA HIN CIÓN y CA MPO DE LA PALABRA 277
Pero la ma temá t"l ca puede simbolizar otro tiempo. principal. demos cómo la experiencia misma r enueva esta pr ogresión ase­
mente e l tiempo intersubjetiva que estructura la acción huma­ gurando su relevo.
n a, del cua l la teorfa de los j uegos, llamada también estrategia, La refer encia, en fin, a la lingüísti ca nos introduci,rá en el
que vald r ía más llamar estocástica, comienza a entregarnos las método q ue. dis tinguiendo las estructuraciones sincrónicas de
fórmulas. las estru cturaciones diacrónicas -en e l lenguaje, puede perm itir­
El autor de 'estas líneas ha intentado demostrar en la lógica nos compre nder mejor el valor diferente que toma nuestro len ­
de un sofism a los resortes de tiempo por dond ~ la acción hu ­ guaje en la interpretación de las resistencias y d'e la trans feren­
mana, en cuanto se orden a a la acción del 0Y-0, encuentra en da, o también diferenciar los efectos propios de la represión y
la escansión de sus vacilaciones el advenimieI)to de la certidum­ la estru ctu ra de l mito individual en la neurosis obsesiva .
bre, y en la decisión qu e la concluye da a j¿1/~cc ión de l otro, a la Es conocida la lista de las disciplinas que Freud design aba
que incluye en lo sucesivo. con su sanción/ en cuanto al pasado, como debi-enuo constituir las ciencias anexas de una idea l Fa·
su sen tido por venir. cultad de psicoa nálisis. Se encuent ra n en ella, al lad o de la psi.
Se demues tra a llí que es la certidumbre anticipada por e l quiatría y de la sexología, "la histori a de la civili zación, la m i to~
sujeto en e l tiempo para comprtmder la que, por el apresura­ logia, la psicología de las religiones, la historia y la crítica li~
mi~nto que precipita el momen to de concluir, determina en el terarias" .
otro la decisión q u e hace del propio movimiento del sujeto El conjunto ue estas materias que determinan el c-ursus de
error o verdad. \lna enseñanza técnica se inscribe normalmente en el triángu lo
Se ve por este ejemplo cómo la form ali2ación ma temática que epistemológico que hemos descrito y que daría su mé todo a un a
inspiró la lógica de Boole, y aun la teorfa de los conjuntos, al ta enseñanza de su teoría y de su técnica.
puede aportar a la ciencia de la acción humana esa estructu ra Añadiremos de buen grado, por n:ues tra parte : la re tóri ca, la
d el tiempo intersubjetivo que la conjetura psicoanalitica nece­ dialéctica en el sentido técnico que toma este término en los
sita para asegurarse en su rigor. T óPicos de Aristó teles, la gramática, y, cima suprema de la -esté.
Si, por otra parre, la historia de la técnica histori adora mues­ ti ca del lenguaje: la poéti ca, qu e incluiría la técni ca, dejada en
tra que su progreso se define en el ideal de u na identificación la sombra, del chi ste.
de Ja subjeti vidad del historiador con la su bjeti vidad constitu­ y si estas rúbricas evocasen para algunos resonancias un poco
yente de la hislorizaci6n primaria donde se humaniza 'el acon­ caducas, no nos repugnaría endosarlas como una vu'eh a a nues­
tecimiento, es claro que el psicoanálisis encuentra aqui su alca n­ tras fuentes.
ce exacto: o sea en el conocimiento, en cuanto qu'e realiza este Porque el psicoan ál isis en su primer desarroll o, ligado a l des.
ideal , y en la eficacia, en cuanto que encuentra en ella su razón. cubrimiento y al estu dio de los sfmbolos, iba a participar de l.
El ejemplo de la historia disipa también como un -espejismo estru ctu ra de lo que en la Edad Media se ll amaba "artes li be·
ese recurso a la reacció n vivida que obsesiona a nuestra técni ca rales". Privado como ellas de un a formu lación ve rdadera. se
como a nuestra teoría, pues la his toricid ad funda mental del organi zaba como ellas en un cuerpo de problemas privilegiados,
aconteci mien to que rerenemos basta para conceb ir la posibili­ cada un o promovido por alguna feli z relación d-el hombre con
dad de un a reproducción subjetiva del pasado en el presente. su propia medid a, y tomando de esta particularidad un enca n­
to y un a humanidad que pueden compensar a nues tros ojos el
Más aún: este ejemplo nos hace captar cómo la regresión psi­
aspecto poco recreativo de su presentación. N o desu'eñemos este
coanalítica implica esa dimensión progresiva de la historia del
aspecto en los primeros desarrollos del psicoanálisis; no expresa
suje to respecto de la cu al Freud nos sub raya que está ausenre
liada menos, en efecto, que la recreación del sen tido humano en
del concepto junguiano de la r egresión neurótica, y compren- los tiempos áridos de l cientificismo.
Desdeiíémoslo tanto menos cu anto que el psicoanál isis no ha
inclu ido en Estudios de historia del peusamiento cienti/ico~ Siglo XXI.
México, pp. 274·305. AS) elevado el nivel aventurándose 'en las falsa s vías de un a teoriza_
NueS lros dos tíltimos párra fo9 fueron reelaborados (1966). ción con traria a su estructura dialéctica,
278 FUNCIÓN Y C.... MPO DE LA PALABRA FUNCiÓN Y CA MPO D~ LA PALA.BRA
279

1'\0 dará fundamentos científicos a su teoría como a su técnica coanalíLico, a un a confusión de las lenguas de hl cua l, en una
sino formalizando de ma nera adecuada estas dimensiones esen­ conversación familiar de una época reciente, la personalidad
ciales de su experiencia que son , con la teoría hi stórica del sÍm­ m¡is repres'e nta tiva de su ac tual jerarquía no hada ningún mis­
bolo : la lógica intersubj eti va y la temporalid ad del suj eto, teri o an te nosotros.
Es bastante nota ble que es ta confusión se acreciente con la
pretensió n en la que cada uno se cree d'Cl egado a descubrir en
nu es tra experiencia las condiciones de una obje tivación acaba­
111. LAS RESO NANC IAS DE LA INTERPRETACIÓN Y EL TIEMPO DEL da, y con el fervor que parece acog-er a esa:; tentativas teóricas
SUJETO EN LA TÉCNICA PSICO ANALÍTICA a medid a qu e se muestran más desreales.
Es indudab le que los principios, por bien fundados que estén,
Entrt el hombre y el amor, del análisis de las resistencias han sido en la prácti ca ocasión de
Hay la muj er. un desconocim iento cada vez mayor del suj eto, a falta de ser com­
Entr e el hombrt: y la mu jeT. prendidos en su relación con la intenubjetividad de la palabra.
H ay un mundo . Siguiendo, en 'efecto, el proceso de 1as siete primeras sesio nes
Entre el hombre y el mundo,
que nos ha n sido íntegramente tra nsmitidas del caso del hombre
Hay nn ffinro .
ANTO I NE. T UD AL, en Paris en l'an 2000
de las r a las, parece poco probable que Freud n o haya recono­
cid o las resistencias en su lug'ar, o s'ea allí precisa mente donde
Na m Sihyl1am qu ide m Cumis ego ipse oculis meis vi di nuestros modernos ttcni cos nos dan la lección de que él dejó
in ampulla pendere, et cum ilJi pu eri dicerellt: ~t~úA/..a pas(l.r la ocasión, puesto qn e es su texto mismo el que les permite
'ti. 6iAett; res po nd t bat illa : áJto6avElv 6ÉAw:17 señal arl as -manifestando una vez m ás ese agotamiento de tema
Satiric6n, XLVIlI qu e. en los tex tos freudianos, nos maravilla sin qu e ninguna in­
terpretación ha )';t agorado tod av ía sus recursos.
Volver a traer la experien cia psicoa nalítica a la palabra y al Queremos decir que no sólo se dejó llevar a alentar a su su­
lenguaje como a sus fundamentos, es algo qu e interesa su téc­ jeto para que saltara por 'encima de sus primeras re ticencias,
nica. Si no se in serta en lo iuefa ble, se de sc:: ubre el deslizamiento sino qu e comprendió perfectame nte el alcance seductor de ese
que se ha operado en ell a, siempre en un solo sentido, para ju ego en lo imaginario. Bagta para convencene de ello remitirse
alejar a la interpretación de su principio. EstéÍ un o en ton ces a la cl'esc.ripción que nos da de la expresión de su paciente du­
autori zado a sospechar qIre es ta d esviación de la práctica mo­ rante el pen oso rel a to del supli cio representado que da tema
tiva las nuevas metas a las que se a bre la teoría. a su obsesión, el de la rala empujada en e l ano del a tormen­
Si miramos más de cerca, los problemas de la interpretación tad o: "Su rostro (nos dice) reflejaba el horror d'e un gOLO ig­
simból ica comeuzaron por intimidar a nuestro pequeño mundo norado." E l efecto ac tual de la repetición de ese rel a to no se le
antes de hacerse en él embarazosos. Los éxitos obtenidos por escapa, ni por lo ta nto la identificación del psicoa na lista con el
Freud aso mbran a llí ahora por la informalidad del endoctrina­ "capitán cru'el" que hizo entrar a la fuerza ese re la to en la me­
mieuto de que parecen proceder, y el alarde de esa informalidad m oria del sujeto, y ta mpoco pues el a lcance de los esclarecimien­
que se observa 'e n los casos de Dora, del hombre de las ralas y tos teóri cos cuya pre nda requiere el su jeto para proseguir su
del h o mbre de los lobos no dej a de escandaliza rnos. Es cierto disc urso.
que uueslros hábiles no tienen empacho en poner en duda que Lejos si n embargo d-e interpretar aquí la resis tencia, Freud
fuese ésa una buena técnica. nos asombra accedi endo a su requerimiento, y has ta tan lejos
Este desafecto corresponde en verdad, 'en el movimiento psi . que parece entrar en el juego del sujeto.
Pero el carácrer extremadamente apr oximado, has ta e1 punto
07 [PorC)ne yo vi con mis propios Ojos Ol una tal Sibil a de CumOlS pe nder

de una redoma y al decirle los niños: "Sibila, ¿qu e quieres?", ell a respondíOl: de parecernos vulgar, de las explicaciones con qu e 10 gratifica,
"Quiero morir". AS) nos instru ye suficientemente: no se trata tanto aquí de d octrina,
280 F UNCi Ó N Y CAMPO DE LA PALA UItA t·U NCIÓN y CA MPO DE. LA PALABRA 281
ni siquiera de endoctrinami'en lo. como de un don simbólico de real 'es rac io na1. 48
Pero el descubrimiento freudi ano fue demos­
la palabra, preñado de un pacto secreto, en el contexto de la trar que este proceso verifican te no alcanza a uténticame nte al
participació n imagina ria que lo incluye, y cuyo alca nce se reve­ suj eto sino descentrándolo de la concienda de sí, en el eje de
lará má.s tarde en la 'e q ui valencia simbólica que el sujeto insti. ]a cual lo ma ntenía la reconstrucción hegeliana de la fenomeno­
tuye en su pensamiento de las ratas y de los [ta rines con qu e logia del espí ri tu : es tan to como decir que hace aún más cadu ca
re tribuye al analista . toda búsqueda de una " toma de conciencia" que, más a ll á de
Vernos pues q ue Freud, lejos de descono cer la resistencia, usa su fenómeno psicológico, no se inscribiese en la coyuntura de l
de ella como de una di sposición propicia a la puesta en movi. momento particular que es el ún ico que da cuerpo a lo univer­
miento de las resonancias de la palabra, y se conforma, en la sa l y a falta del cual se disipa en generalidad.
medida -en qu e puede, a la definición primera que ha dado de Esta s observaciones definen los lími tes dentro de los cuales 'eS
la resistencia, sir viéndose de ella para implicar a l sujeto en su imposible a nues tra téc ni ca descon ocer los momentos es tru ctu­
mensaje. Y es asi como desb andará bruscamen te sus perros en rantes de la fenomenología hegeliana: en primer lugar la di a·
cu anto vea que. por ser tr atada con miramientos, la resistencia léctica del Amo y del Esclavo, o la de la " bella alma" y de la
se incl ina a mantener el diál ogo al ni vel de u na conversaciÓn ley del corazón, y generalmente todo Jo que nos permite como
en que el suj e to entonces perpetuarla su sed ucciÓn con su e,o;¡. prender CÓmo la cons titución del objeto se su bordin a a la rea.
cabullirse. li zación d el sujeto.
Pero aprendemos que e l psicoanálisis consiste en pulsar sobre Pero si quedase algo de p rofético en la exige ncia, en la qu e
los múltiples p-e ntagramas de la partitura que la palabra cons. se mide el ge nio de Hegel, de la identidad radi cal de lo parti.
tituye en los registros del lenguaje: de donde proviene la so bre . cular y lo uni versal, es sin duda el psicoanálisis el que le aporta
determinación que no tiene sentido si no es 'fn este orden. su paradigma entregando la estructu ra donde es ta identidad se
y asi mos al mismo tiempo el resorte del éx ito de Freud . Para realiza como desuniente del sujeto, y si n recurrir a mañana.
que el mensaje del ana lista responda a la interrogación profun. Diga mos solamente que es esto lo que objeta para n oso tros
d a de l sujeto. es preciso en efecto que 'el sujeto lo oiga cpmo a toda refere ncia a la tota lidad en el individuo, puesto que e l
la respuesta que le es particular, y el privilegio que tenían los suj eto introduce en él la di visión , así como en lo colectivo qu e
pacien tes de Freud de recibir la buena palabra de la boca misma e~ su eq uivalente. El psicoanálisis es propi amente lo que remite
de aq uel que era su anunciador, satisfada en ell os esta ·exigencia. al uno y a l otro a su posición de espejismo.
Observemos de paso qu e aquí el sujeto había tenido un an un. Esto parecería no poder se r ya olvidado, si la ensei'íanza del
cio de ello a] entreabrir la Psicopatologla de la vida co l idia na~ psicoa nálisis no fuese precisamente que es olvidab~e -por donde
obra -en tonces en el fre sco r de su aparición . resulta, por una in versión más legítima de lo que se cree. que
Lo cual n o es decir que este libro sea much o más conocido nos viene de ]os psicoa nalistas mismos la confirmación de que
abara, incluso de los ana listas. pero la vulgarizaciÓn de las no. sus "nuevas tendencias" representan este ol vido.
ciones freudianas en la co ncien cia común, su entrada en lo qu e y si H egel viene por otra parte muy a propósito para dar un
nosotros llama mos el muro del lenguaje, amortiguaría el efecto sentido qu e no sea de estupor a nu·estra mencionada neutra li­
de nuestra palabra si le diésemos el es tlJ o de las expresiones d ad , no es que no tengamos nada que tomar de la elasticidad de
dirigidas por Freud al hombre de las ratas.
la ma yéuti ca de Sócra tes, y a un del procedimiento fascin ante de
Pero aquí no es cuesti ó n de imitarlo. Para volver a encontrar
la técnica con qU'f Platón nos la presenta, aunque sólo fuese por
el efecto de la palabra de Freud, no es a sus térm inos a los que
recurriremos, sino a los principios que Ia gobiernan. experim'ent ar en Sócrates y en su deseo el enig ma intacto del
Estos principios no son otra cosa que la di aléctica de la con. psicoana lista, y por situar en rel ación con la escopia pla tóni ca
ciencia de sí, ta l como se reali za de Sócrares a Hegel, a partir nuestr a r elac ión con la verdad: en este caso de una manera q ue
de Ja suposición irónica de que todo lo que es racional es rea l
l1li [Cf. H egel, Vrundl i,lieu de,· PhilosoPhíe des R echl,es, "Vorrede", Felix
para precipitarse en el j uicio científico de que todo lo que es M<:incr \"cr lag, p . 14. Filosofln del derecho, Pre facio. Mé xico, UNAM , p. [4 . A .~ ]
T

282 FUNCiÓN Y CA MPO DE CA P:\ L.... llltA FUNCiÓN Y C AM ro OI!- LA PALA1IRA :?Ss
respela la distancia que hay entre la reminiscencia que Platón a é! algo nu-evo, he nombrado a Ern e~ t J o nes, el úlLimo .!:oo brevi­
se ve arrastrado a suponer en todo advenimiellto d-e la idea, y viente de aq uellos <l quienes fueron dtldos los siete anillos def
el agotamiento del se r que se co nsume en la repeti ción de Kier­ maestro y que da testimonio, por su presencia en 105 pues tos
kegaard.'lU de hon or de un a asociación internaci onal, de que no est.'¡n reser·
Pero ex iste también una diferencia históri ca qu e no es vano­ vados únicamente a los portadores de reliquias.
medir del inlerlocutor de Sócrates al nuestro. Cuando Sócrates En un articulo fnndamenLal so bre el simbollslllO;;o el doctor
toma ap oyo en una razón artesa na que puede extraer igual. Jones. hacia la página 15, hace la observacióp de que, au nque
mente del di scurso del esclavo, 'es para dar acceso a unos a utén. hay millares de símbolos 'en el sentido en que los entiende el
ti cos a mos a la necesidad de un orden que haga justi cia de SIl psicoanáli sis, todos se refieren al cuerpo propio, a las re ltlciones
poder y ve rdad de las palabras mae~ tras de la ciudad . Pero nos­ de parentesco, ,-d nacimiento, a la vida y a la mnerte.
otros tenemos que vérnoslas con esclavos que cree n ser amos y E~ta verdad, r econocida aquí de hecho, nos p'ennite co mpren.
que encuentran en un lenguaje de misiÓn universa l e l sostén der qu e, a unque e l símbolo psicoana líticamente habland o sea
de su servidumbre con las ligas de su ambigüedad, De tal modo reprimido en el in consciente, no lleva e n sí mismo nin gún in­
qlle podria decirs'e con humorismo que nuest.ra meta es resti­ dicio de íegresión, o aun de inmadurez, Basta pues, par<J que
tuir en ellos la libertad sobera na de la qu e da prueba Humpty haga su efe cto en el sujeto, con que se haga oír, pues sus efectos
Dumpty cuand o recuerda a Alicia que después de todo él es el se operan sin saberlo él, como lo admitimos en nuestr:t expe­
amo del signifi ca nte, si no lo es d'el significado en el cual su riencia co tidiana, 'ex plica ndo muchas reacciones de los suj eLo.'l
ser tomó su forma, tanLO normales como neuróticos por su respuesta al se ntido sim·
Así pues volvemos a enco ntrar siempre nueSlra doble refe­ bólico de un ac LO, de nna relación O de un objeto,
rencia ~ la palabra y a l lenguaj e, Para liberar la palabra del No cabe pues uudar de que el ana lista pueda jugar con el
suje lO, lo introdu cimos 'c n el lenguaje de ~u deseo. es decir en poder d'el sí mbolo evocándolo de un a manera calculada en líl ~
el lenguaje !Jrirnero en el cual más a lb.í de lo que nos dice de resontlncias semánticas de sus expresiones.
él, ya nos habla si n saberlo, y en los símbolos de l síntoma en Ésta se ría la vía de un reLorno al uso de los efectos si mbó.
primer lugar. licos, en nna téc ni ca renovada de la interpretación ,
Es ciertame nte de un lenguaje de lo que se trata, en efecto, Podrf amos para ell o tomar r eferencia en lo que la tradición
en el simbolismo sacado él luz por el aná lisis, Este lenguaje, res­ hindú enseJia de l dhvani,ol en el hecho de que distingue en él
pondiendo a l vo to lúdico que puede encontra rse en un aforismo esa propiedad de la palabra tIe hacer entender lo qU'e no dice .
de Lichtenb'erg, tiene el carác ter nniversal de una lengua qne Así es como la ilu stra COH una historia cuya ingenuidad, que
se hi ciese entender en todas las otras lenguas, pero ;11 mi smo parece ob ligada en estos ejemplos, mues tra sufícicllLe humoris.
timpo, por ser el lenguaje que capta el deseo 'en el pnnto mismo mo para inducirnos a p-enetrar la ve rd ad que oculta,
en que se humaniza haciéndose recono cer, es absolutamente Una muchacha, dícese, espera a su amante a l borde de un
panicul ar a l sujeto, rlo, cuando ve a un brahma que avanza por allí. Va hacia él
Lenguaje 'prim.ero, decimos pues, con lo cual no queremos, y exclama con el LOna de la más amable acogida: "¡Qué feli z
de cir lengua prim iti va, puesLO que Freud, qne puede comp,u'ar_ día e l de hoyl El perro que en es ta orilla os asustaba con sus
:,e con Ch am pollion por el mérito de haber realizado su descll­ ladridos ya no esrará, pues acaba d e devorarlo un leó n qu e
bdmiento total, lo d esci fró entero en los sueños de nuestros frecuent'a los parajes" ,!"
conlemponj neos, y así su campo esencial es d efinido con ;:lIguna
autoridad por uno de los preparadores m,,js tempranamente aso­ ao"Sur la th éo ri e du symbolismc". BlitiJh ] ou.mal a! Ps)'clwlagy, IX, 2, Re­
produc ido en f'tr pen. on psycho-analysis. CL "En memoria de Ernest J Olles:
ci ados a aquel trabajo, y uno de los pocos qne hayan a porttldo sobre la lcorfa del !iimboli smo" , lomo 11 de estos Escn'tos, pp. 676 ss'
ti! Se trata de la enseñanza de Abhinavagupla, e n el siglo x . CL la obra el el

"Indicaciones por nOsotros cnmpJillas llegado el momenlo (1960). CuaLro­ Dr. Kanli Chanc!J'a Pam!cy, " Indian esthetícs", Choll'hnmba Sallshit Scri('s,
p:i nafos ree laborados. Sludies, vol. 11, Denal'l's, 1950_

"
284 FUNCiÓN Y CAI'oI PO Dt': LA PALAlUtA FUNCIÓN Y CAMPO DE LA. P ..... LABRA 285
La ausencia del león p uede pu'es tener ta ntos efectos como el inglés, que pued'e llevar su práctica hasta los limites del far·
SélltOque, de es tar presente, sólo daría una vez, segú n aq uel full ar,M
proverbio que Freud aprecia ba. Pues need y demand para el suje to tienen un se ntido d iame­
El carácter- pn'mo d'e los símbolos los acerca, en efecto, a esos tralmen te op uesto, y suponer que su empleo p U'eda ni por un
números de los que todos los otros es tán compuestos, y SI son in sta n te ser confundido equivale a desconocer radica lmen te la
pues subyacen tes a todos los semantemas de la lengua, podremos intimación de la palabra.
por una investigación discreta de sus interfel~et:t ci as, sigu iendo Porque en su [u nción simbolizan te, no s'e dirige a nada menos
e l hilo de una metáfora cuyo d es plazamie nto simbólico neutra­ que a transformar al suj eto al que se dirige por el lazo q ue
lizará los sentidos segun dos de los térmi nos q ue asocia, restituir establece con el que ] a emite, o sea : introducir un efecto de
a la palabra su pleno va lor de evocación. sig nifica nte.
Esta técnica 'exigiría, para enseñarse como para apre nderse. Por eso tenemos que insistir una vez más sobre la estr uctura
un a asi mil ac ión profunda de los recursos de una le ngua, y espe. d e la co municación 'en el lengu aj e y disipar definitivamente e l
cialmente de los que se realiza n concretamente en sus textos malen tendido del lenguaje.signo, fuente en este terreno de con­
poé ti cos. Es sabido qu e tal era el caso de Freud 'en cuanto a las fu siones elel d iscurso como de malformaciones de la palabra.
letras alemanas, en las que se inclu ye al teatro de Shakespeare Si la comunicación de] lengu aje se concibe en efecto como
por una trad ucción sin par. Toda su obra d a fe de ello, a l mismo una se ñal por la cual el emisor i nforma al receptor de algo por
ti empo que de la asisrencia que en ello eucuen tra constantemen­ medio de cierto cód igo, no hay razón alguna para que 110 canee·
te, y no menos en su téc ni ca que en su descubrimiento. Sin damos el mismo crédi lO y hasta más a todo otro signo cuando
perjuicio del apoyo de un conocimiento clásico de los A nti guos. el "a lgo" de que se tra ta es del individuo : hay inclu so la mayor
ele una ini ciación moderna en el folklore y de una participación razón para que demos la preferencia a {Oda modo de ex presión
in teresada en las conquistas del humanismo contemporáneo en que se acerque al signo na tu ral.
el campo etnográfico, Así es como en tr e nosotros llegó el descrédito sobre la técnica
Podría pedirse al té cni co de l análi sis que no tenga por vana de la palabra y como se nos ve en busca de un ges to, de u na
toda tentativa d'e seguirle en esa vía . mueca, de un a actitud, de una mímica, de un movimiento, de
Pero h ay una corr iente que remontar. Se la pu ede medir por un estremecimiento, qué digo, de una detención de l movimien·
la a tención condescendiente que se otorga, como a una novedad, to hab itu al, pues somos finos y nada deten drá ya en sus hu ellas
al wo rding: la morfología inglesa da aq uí un sopor te bastante nu estro ech ar sabuesos.
su til a una noción tod avía difícil de definir, para que se haga Vamos a mostrar la insuficiencia de la noción d'el lenguaje­
caso de él. signo por la manifestación mi sma que mejor la ilustra en e l
L o que recub re no es sin embargo muy alen tador cua ndo un reino animal, y que parece que, si no hubiese sido recientemen­
aulOr!l:! se marav illa d e haber obtenido un éxi to bien diferen t'e te objeto de un desc ubr imiento a ut~ntico, habría habido que
en la interpretación de una so!a y misma resistencia por el em. inventarla para es te fin.
pIeo "si n premeditación consciente", nos subraya, del término Todo el mundo admite hoy en día que la abeja, de re greso de
need for love en 'el sitio y lugar del término demand lor love su libaCÍón a la colmena, transmite a sus compañeras por dos
que primeramente, sin ver más lejos (es é l quien lo precisa), clases de danzas la indicación de la existencia de un bo tín próxi­
había suge r ido. Si la anécdota debe con firmar esa refere ncia mo o bien lejano, La segund a es la más notable, p ues el plano
de la interpretación a la ego psycho·/ogy que 'esta en el tít ul o en que describe la curva en forma de 8 qu e le ha merecido el
del artículo, parecería ser más bien a la ego psychology del aná. nombre de wagging dance y la frecuencia de los trayec tos que
lista, en cuanto que se conforma con un tan modesto uso del la abeja cumple e n un ti'empo dado, designan exactamen te la
dire cción determinada en función de la inclinación solar (por
NI Ernst Kris, "Ego psychology and interprelation", Psych oano lytic Quny.
pp. 15-29; eL el pa!laje cítado, pp . 27.28.
ler/y, xx, núm . 1, enero 195 1. r.3 P árrafo reeJaborado (1966).
286 FUNC IÓN Y CAMPO DE LA PAI.A BR" FUNC iÓN Y CAMPO DI!: LA PALAORA 287
la que las abejas pueden orientarse en todo tiempo, gracias a su d ia léc ti ca, y que formu ló a~ í : el lengu aje humano co nstitui ría
sensibilidad a la luz polarizada) por u na pane, y por otra parte pues una comu nicaciún dond e el 'e misor recibe de l receptor :j ll
I;¡ dista ncia has ta varios ki ló m-etros a que se enC uentra el botín. propio mensaje bajo una forma invertida, fórm ul a q ue no~
y las o tra~ abejas res po nden a este me nsaje dir igiéndose ¡n me. bastó con adoptar de la boca del objetor para recono cer ell ell;,
<r a ta mente ha( ia el luga r as í designado. el cu ño de nuestro propio pensamiento, a ~ tlb~r que la palabra
Una decena de años de observación pacien te bastó a Ka rl va n inclu ye sie mpre subjetiva mente su respuesta , q ue el " No 111(.'
Frisch para descodificar este rnodo de mensaje, pues se tra to.. sin buscarías si no me hu hieras enco no',ldo" no h ace sino hOl\lOlo·
duda de un código, o de un sistema d e seña res que s610 su carác­ gar es ta verdad, y q ue é::,ta es b razón d e que en el redlal.o
ter genérico nos im pide califi car de co nve ncio nal. paranoico de l reconoci miento sea baj o la for ma de ulla \'e r ba.
¿Es por cHo un lenguaje? Pod emos d ecir que se d istingue d e lización negativa corno 'el inconfesable se ntimienLo viene a ')Ur­
él preCÜ¡alne nte por la co rre lac ión fij a de sus signos con la rea­ gir e n la " in te rpretación" persecutoria.
li dad qu e significan. P ues en u n lenguaje los signos to ma n su D e igua l modo, cuando un o se a pl aude d e h aber encon trado
valor de su relación los unos co n los otros, en la repartición Iéxi. a a lgu ien que habla e l m ismo 1enguaje que un o, no qui ere un o
G\ de los se m:mtemas tan lO Como en el uso posicional, incluso decir q ue se encuentra con él en el disc urso de todos, sino q ue
fl ex io na l de los mo rfemas, co ntras ta ndo co n la fij eza de la cod i­ est!l uno unido a él por una palabra p ani cu lar.
ficación pues ta e n juego aq uí. Y la d iversidad de las leng uas hu. Se ve pU'es In antinomia inma nente a las relaciones de la pa·
mimas toma, bajo esta luz, su p leno va lor. la bra y de l le nguaje. A medida que el lenguaje se hace más fun.
Además, si el mensaje del modo aquí descrito determina ]a cio nal, se vuelve impro pio para la pa la b ra, y de hacérse nos de­
acción del Jocius nun ca es retransmitido por éste. Y esto sign i­
J masiado panicu lar p ierd'e su fun ción de lenguaje.
fica que q ueda fijado en su función de relevo de la acción, de Es conocido el uso que se h ace en las trad icio nes primi ~ i vas
la q ue- ni ngú n sujeto lo separa en cua nL O símbolo de la co mu­ de Jos nombres secretos en los que el snjeto identifica su persona
nicación misllla. M o sus dioses hasta el punto d'e que revelarlos es perderse o tra i.
La forma baj o la cual el lengu aje se exp resa defi ne por e lla ciona rl os, y las conride n('Ías de n uestros su jetos, si es que no
misma la subjetividad. Dice: "I rás por aqu Í, y cuando veas es to, nues tros prop ios recuerdos, nos ensefl an que no es raro que el
tomarás por alJá." Dicho de otra manera, se refie re a l d isc urso ni ño vue lva a encon tra r 'es po ntá neamente ]a virtud de es te uso-
de l o tro. Está en vuelto como ta l en la más alta función de la Fin almente es en la intersubj etividad del "nosotros" que
pa labra, po r cuanto com p ro mete a su au tor a l in vestir a su asume, en la q ue se mide en un lenguaje su va lor de palabra.
destin a tario con un a rea lidad nueva, po r ej'Cll1 p lo co n un "E res P or una an ti nom ia inversa, se observa que cuan to más se
mi mujer", un sujeto pone en sí mismo el sello de ser el hombre neutra liza u n leng uaje ace rcánd ose a ]a info rmac ión, más 1-edun·
de l conjungo. dancias se le im pu ta n. Es ta noció n de red und a ncias lo mó su
Ta l es en efecto la forma 'esencial de donde toda palabra punto de partida en investigaciones tanto más p recisas cuan to
huma na de ri va más qu e a la qu e !lega. q u e eran más interesadas, qu'e recibie ron su imp u1so de u n pro­
De do nde la paradoja cuya o bserva ción creyó podernos opa. b~e m a de economía referido a las comunicaciones a larga d is·
ner uno de n uestros oyen tes más agud os, cua ndo em peza mos a tancia y, prin cipalmente, a la posibilidad de ha cer viajar varias
d a r a co nocer nuestros p u nLos de vista sobre el aná li sis en cuanto con ve rsaciones a través d e un solo h i lo telefónico; pU'eele com­
p robarse en ellas q ue un a parte impor tante de l medium fo nético
~ Esto para uso de qu ien IOdavfa pueda entenderlo. d espués de haber ido es superflua para que se rea ü ce la comu n icación e fec ti va menl e
a bUSC:lr en el d icciona rio U nré la just ificació n de una teorla que ha,e
de la pa la bra u na "acción al lado", por la trad ucción que da en decto dc:l
buscada.
griego !Jorobo l¿ (¿pero por q ué no " acción hacia"?) sin haber observado Esto es pa ra noso tros <lltamente instructivo,M pues lo que es
por ello que si esta pa la bra de lodas fo rm as designa Jo que q uiere decir, es
en razón del uso sermonario que rese rva la palab ra verbo , desde el siglo x, M A cada lengua je su ror ma de transmis ión , y si la legitimidad de tales
al Logos encarnado. investigaciones se funda en su éx ito, no está vedado hacer d e ellas u n uso
288 F UNCIÓN '( CAMPO DE LA PALABRA FUNCtÓN y CAMPO DE. l.A T'ALABRA 289

redundancia para la in formación. es precisamente lo que, en la ramente reconocerlo o abolirlo como suJeto. Tal es )a responsa.
palabra. hace oficio de resonancia. bilidad del analista cada vez que interviene con la palabra.
Pues la función del lenguaje no es informar sino evocar.
l
Así es como el problema de los efectos terapéuti cos de la in­
Lo que busco en la palabra es la respuesta de l otro. Lo que terpl~etación inexacta que ha planteado el señor Edward Gloverl'.iO
me constituye como sujeto es mi pregunta. Para hacerme reco. en un artíc ul o notable, le ha llevado a conclusiones en que la
nocer del otro, no profiero lo que fue sino con vistas a lo que cuestió n de la exactitud pasa a seglmdo término. Es a saber que
será. Para encon trarlo, lo Hamo con un nombre que él debe no sólo toda intervención hablada es recibida por el suj'eto en
asumir o rechazar para responderme. función de su estructura, sino que toma en él una función es­
Me identifico en el lenguaje, pero sólo perdiéndome en él tructurante en razón de su fo rma, y que es precisamente el al­
como un objeto. Lo que se realiza en mi historia no es el preté. cance de las psi coterapias no analíticas, incluso de las más co­
rito definido de lo que fue, puesto que ya no es, ni siquiera el rrientes " recetas" médicas, el ser intervenciones que pueden ca­
perfecto de lo que ha sido en 10 que yo soy, sino el futuro ante­ lifi carse de sistemas obsesivos de sugestión, de sugestiones histé­
rior de lo que yo habré siclo para lo que estoy llegando a ser. ricas <.le orden fúbico, y aun de apoyos persecutorios. ya que
Si ahora me coloco frente al otro para interrogarlo, ningún cada una lOma su carácter de la sanción que da al desconoci_
aparato cibern é ti co, por rico que lo imaginéis, puede hacer una miento por el suj'e lo de su propia realidad.
La palabra en efecto es un don de lenguaje, y el lenguaje no
reacción de lo que es la respuesta. Su definición como segu ndo
es inmaterial. Es cuerpo sutil. pero es cuerpo. Las palabras están
término del circuito estimulo· respuesta no es sino una metáfora
atrapadas 'en todas las imáge nes corporales que cautivan al su je­
que se apoya en la subjeti vidad imputada al animal para el i­ to; pueden preñar a la histérica, iden tificarse con el objeto del
dirla después en el esq u'ema psíquico a que la redu ce. Es lo que penis-neid, representar el fJujo de orina de la ambición uretral,
hemos l1 amado meter e l conejo en el sombrero para sacarlo des­ o el excremento retenido de l gozo avaricioso.
pués. Pero una reacción no es una resp uesta. l\rCás aún , las palab ras pueden sufrir ellas mismas las lesiones
Si aprie to un botón eléctri co y se hace la luz, no h ay respues­ simbólicas, cumplir los actos imaginarios de los que el paciente
ta si no para mi deseo. Si para obtener el mismo res ultado debo es el sujeto. Recu érdese la Wespe (avispa) castrada de su W ini .
probar todo un sistema de relevos cuyas posiciones no conozco, cia l para convertirse en el S. P. de las iniciales del hombre de
no hay pregunta sino para mi espera, y no la habrá ya cuando los lobos, en e l momento 'en que realiza el castigo simbólico de
yo haya conseguido del sistema un conocin1i'ento sufi ciente para que ha sido objeto por parte de Grouscha, la avispa .
manejarlo con segurid ad. R ec uérdese también la S que constituye el residuo de la fór­
Pero si llamo a alguien con quien hablo con el nombre, sea mula hermética en la que se han condensado las invocaciones
cual sea, que yo le c1oy, le intimo la función subjetiva que él conjuratorias del h ombre de las ratas después de que Freucl
retomará para responderme, incluso si es para repudiarla. hubo extraído de su cifra el anagrama del nombre de su bien_
Entonces aparece la función decisiva de mi propia respuesta amada, y que, unido a l amén final d'e su jacula toria, inunda
y que no es sotamente, como suele decirse, ser re cibida por el eternamente el nombre de la dama con la eyección simbólica de
sujeto como aprobación o re chazo de su discurso, sino verdade­ "iU deseo impotente.
De igual manera, un artículo de Robert Fli'ess,oi inspirado en
moraliza ute. Consideremos, por ejemplo, la sentencia que hemos puesto en las observaciones inaugurales de Abraham, nos demuestra que
epígrafe de nnestro prefacio. Su eslilo, por eSLar embarazado de redundan · el discurso en su conjunto puede convertirse en objeto d'e una
óas, les parecerá tal vez chato. Pero desembarácenle de ellas y su audacia
se ofrecerá al entusiasmo que merece. Prestad oídos: "EmpaTl noak olbik erotizac ión siguiendo los desplazamientos de la erogeneidad en
sepa r embranalfi 'ilOpsik sosisia klin noexen nat ik noa maskundi sipl nrobio)
a kobse rb nsobligañad tetuman ennslkonsrn ..." He aquI al fin desnuda la ~ Edward Clover, "The therapcutic effect of inexacl inlerprelation; a con­
pureza de su men saje . El senlido vnelve a levantar la cabeza, la coufesión tribut ion lo the thoor)' of suggestion", I"t. ] . PJa ., XII, p. 4.
del se r se dibuja y nuestro espíritu vencedor lega al fllturo su impronl3 17 Robert Flicss. "Silence and verbalization. A supplement lO lhe Iheor y

¡nmorlal. oí the 'anal)'lic JuJe ' ", Inl. ] . Psa ., xxx, p. 1.


290 FUNCIÓN Y CAMPO DE LA PALABRA FUNCIÓN Y CAMPO DE LA PALABRA 291
la imagen corporal, momentán'eamente determinados por la re­ lencia característica del obsesivo, la una por la agresividad fan.
lación analítica. tasiosa que la perpetúa, la otra por el culto mortificante que la
El discurso toma entonces una función fálico-uretral, erótico­ transforma en ídolo.
anal, incluso sádico-oraL Es notable por 10 demás que el autor De igual manera, reconociendo la subjetivación forzada de la
capte sobre todo su efecto en los silencios que señalan la inhibi. deuda 58 obsesiva cuya presión es actuada por el paciente hasta
ción de la satisfacción qu'e experimenta en él el sujeto. el delirio, en el libreto, demasiado perfecto en la expresión d'e
Así la palabra puede convertirse en objeto imaginario, y aun sus términos imaginarios para qUé el sujeto intente ni siquiera
real, en el sujeto y, como tal, rebajar bajo más de un aspecto realizarlo, de la restitución vana, es como Freud llega a su
la función del lenguaje. La pondremos entonces en el paréntesis meta: o sea a hacerle recuperar en la historia de la indelicadeza
de la resistencia que manifiesta. de su padre, de su matrimonio con su madre, de la hija "pobre,
Pero no será para ponerla en el índice de la relación analí­ pero bonita", d'e sus amores heridos, de la memoria ingra ta del
tica, pues ésta p'erdería con ello hasta su razón de ser. amigo saludable, con la constelación fatídica, que presidió su
El análisis no puede tener otra meta que el advenimiento de nacimiento mismo, la hiancia imposible de colmar de la deuda
una palabra verdadera y la realización por el sujeto de su his_ simbólica de la cual su neurosis constituye el protesto.
toria en su relación con un futuro. Ningún rastro aquí de un recurso al espectro innobl'e de no sé
El manrenimiento de esta dialéctica se opone a toda orienta. C}ué "miedo" original, ni siquiera a un masoquismo fácil sin em·
ción objetivante del análisis, y destacar esta necesidad es capital bargo de agitar, menos todavía a ese contraforzamiento ob<;esivo
para penetrar en la aberración de las nuevas tendencias mani· que algunos propagan bajo el nombre de análisis de las defensas.
festadas en el análisis. Las resIstencias nlismas, ya lo mostré en otro sitio, son utilizadas
S·erá una vez más con una vuelta a Freud como ilustraremos todo el tiempo que se puede en el sentido del progYeso del dis­
también aquí nuestra intención, e ig"ualmente por la observa­ curso. y cuando hay que ponerles un término, a lo que se llega
ción del hombre de las ratas, puesto que hemos empezado ya es a ceder a 'ellas,
a utilizarlo. Porque es a~í como el hombre de las ratas llega a introducir
Freud va hasta tomarse libertades con la exactitud de los en su subjetividad su mediación verdadera bajo la forma trans­
hechos, cuando se trata de alcanzar la verdad del sujeto. En un ferencial de la hija imaginaria que da a Freud para r'ecibir de
momento, percibe el papel determinante qu'e desempeñó la pro­ él la alianza y que en un sueño clave le revela su verdadero ros­
puesta de matrimonio presentada al sujeto por su madre en el tro: el de la muerte que l'e mira con sus ojos de betún.
origen de la fase actual el'e su neurosis. Tiene además la ilumi. Por eso, si es con este pacto simbólico como cayeron en el su·
nación de esto, como 10 mostramos en nuestro seminarío, debido jeto las astucias de su servidumbré, la realidad no le habrá fa­
a su experiencia personal. Sin embargo, no vacila en interpretar llado para colmar esos 'esponsales, y la nota a manera de epita­
para el sujeto su 'efecto como el de una prohibición impuesta fio que en 1923 Freud dedica a aquel joven que, en el riesg-o de
por su padre difunto contra su relación con la dama de sus peno la guerra, encontró "el fin de tan los jóvenes valiosos sobre los
samientos. cuales podían fundarse tantas esperanzas", concluyendo el caso
Esto no es sólo materialmente inexacto, Lo es, también, psico­ con el rigor del destino, lo alza a la belleza de ]a tragedia.
lógicamente, pues la acción castradora del padre, que Fl~euel Para saber cómo responder al sujeto en el análisis, el método
afirma aquí con una insistencia que podría juzgarse sistemática, es reconocer en primer lug"ar el sitio donde se encuentra su ego,
no desempeñó en este caso sino un papel de segundo plano. Pero e<;e ego que Freud mismo definió como ego formado de un nú­
la percepción de la relación dialéctica es tan justa que la inter­ cleo verbal, dicho de otro modo, saber por quién y para quién
pretación de Freud 'expresada en este momento desencadena el el ~ujeto plantea su pTeg'u,nta. Mientras no se sepa, se correrá
levan tamiento decisivo de los símbolos mortíferos que ligan narci·
00 Equiyalente para nosotros aquí del término ZWGngsbefiirchtung, que
sistamente al sujeto a la vez con su padre muerto y con la dama hay que descomponer sin perder nada (le los recursos semánticos de la len·
idealizada, ya que sus dos imágenes se sostien'en, en una equiva- gua alemana,
~

292 FUNCIÓN Y CA MPO DE LA PALAlJKA j.·UNCIÓN y CAMPO DE LA PALABRA 29!


un riesgo de co ntrasentido sobre el deseo que ha de re conocerse en la relación de dos cuerpos entre los cuales se es tablece una
allf y sobre el objeto a quien se dirige ese deseo. comunicación fantasiosa en la que 'el analista enseña al sujeto
El histér ico ca utiva ese objeto en una intriga refinada y su (\ captarse como objeto: la subj etividad no es admitida sino en
ego está en el tercero por cuyo intermedio el suj'eLO goza de ese el paréntesis de la ilusión y la palabra queda puesta en el indice
objeto en el c ual se encarna su pregunta. El obsesivo arrastra de una búsq ueda de ]0 vivido que S'e conviene en su meta su·
en la jaula de su narcisismo los objetos en que su pregunta se prema, pero el resultado dial écticamente necesario aparece en
repercute en la coartada multiplica~a de figuras mortales y, el hecho d e que la subjetividad del psicoan alis ta , liberada de
domesticando su alta voltereta, dirige su homenaje ambiguo todo freno, deja al sujeto entregado a todas las intimaciones de
hacia el palco donde tiene él mismo su lugar, -el del amo que su palabra.
no puede verse. Una vez cosificada, la tópi ca intrasubjetiva se realiza en efecto
Trahit sua quemquc voluplas; uno se identifica al espectácu_ en la divisi ón ele} trabajo entre los sujetos que se encuentran
lo, y el otro h ace ver. en presencia uno de otra. Y ese uso desviado de la fórmula de
En {llanto al primer sujeto, tenéis que hacerle reconocer dón. Freud seg ún la cual todo lo que es id debe convertirse en ego,
de se sitúa su acción, para la cual el término acting out toma su aparece bajo una forma desmíst ificada; el sujeto transformado
~entído literal puesto que actúa fuera de sí mismo. En cuanto en un esdHI ha de conform arse a un ego 'en el cual el analista
al otro ten éis que haceros reconoce r en el esp-ectador invisible reconocerá sin dificultad a su a1iado, puesto qu e es de su propio
de la escena, a quien le une la mediación de la muerte. ego del que se trata en verd ad.
Es siempre pues en la relación del yo del sujeto con el yo [jr,] Es sin duda este proceso el que se expresa en muchas formu·
de su dis curso donde debéis comprender el sentido del discurso laciones te(¡r icas del splitting del ego en el análisis. La mitad del
para desenajenar al sujeto. ego del sujeto p3.sa del otro lado de la pared que se para al ana­
Pero no podréis llegar a ello si os atenéis a la idea de qu·e el !izado de l analista, lu'Cgo la mitad de la mitad, y así sucesiva­
yo del sujeto es idéntico a la presencia que os h a bla . mente, e n una procesión asintótica que sin embargo no llegará
Este error se ve favorecido por la terminología de la tópica a anular, por mucho que avance en la opinión d e sí mismo que
qu'e tienta demasiado al pensa miento objetivan te, permitiéndole haya alcanzado el sujeto, todo margen desde donde pu'eda revi­
deslizarse desde el yo definido como el sistema percepción-con­ sar la aberración del análisis.
ciencia, es decir como el sistema de las objetivaciones del sujeto, Pero ¿cómo podría el snjeto de un análisis ce ntrado sobre el
al yo concebido co mo correlativo de una realidad absoluta, y d'e principio de que todas sus formulaciones son sistemas d-e defensa
encontrar en él de este modo, en un singular r'Ctorno de lo re­ se r defendido contra la desor ie ntación total e n que ese prin­
primido del pensamiento psicologista, la "función de lo real" ' ri pio dej a a la dialéctica del analista?
sobre la cua l un Pierre Janet ordena sus concepciones. La in terpretación de Freud, cuyo procedimiento dialéctico
Sem'ejante deslizamiento sólo se operó por no habe r recono­ aparece tan claramente en la observación de Dora, no presenta
cido que en la obra de Freud · la tópi ca del ego, del id y del.H/. estos peligros porque, cuando los prejuicios del ana lista (es de­
perego está subordinada a la metapsicología cuyos términos pro­ cÍr su con tratra nsferencia, término cuyo empleo correcto en
mueve él en la misma época y sin la cual pierde su sentido. Así nuestra opinión no podría extenderse más allá de las razones dia_
s·e inició el ca mino de una ortopedia psicológica que no ha aca­ lécticas d'el error) Jo han extraviado en su intervención, paga
bado todavía de dar sus frutos. inmediata me nte su precio mediante una transferencia negativa.
Michael Balint ha analizado de manera en extremo penetran. Pues ésta se manifiesta con una fuerza tanto mayor cuanto que '"
te los efectos intrincados de la teoría y de la técni ca en la géne. semej<lI1te análisis ha empujad o ya más lejos al suj"eto en un
sis de una nueva concepción del análisis, y para indicar su re­ reconocimiento auténtico, y de ello se sigue habitualmente la
sultado no encuentra nada mejor que la consigna que toma de ruptura.
Rickman, del advenimiento de una Two-body psychology. 00 [El aulor jllega con la tradu cc ión francesa del Es (Ello) freudia no, ,"er­

En efecto, no podría expresarse mejor. El análisis se convierte r¡(lo por erla, eso. AS]

2!}! ~Ir,
FUNCIÓN Y C/t.MI' O DE LA PALA BRA FUNCiÓN Y {'."A'MPO DE LA PALABRJ,.

Esto es precisame nte lo que sucedi ó 'en el caso de Dora. debi­ en lugar de escanda lizarse de sus mentiras, que son por lo dcm:\s
do al empecinamiento de Freud en querer hacerl e reconocer e l muy ingenuas, se asombrará u no más bien de que siga habiendo
obj'eLO escondido de su deseo en esa p ersona del seiíor K, en el ta n las honestas, etc."
que los prejuicios constituyentes de su conlraLra ns[eren cia le Estas líneas, por represen tar el sentimiento al que han regre­
arrastraban a ver la promesa de su felicidad. sa do mu ch os de esos analis tas de nuestros dí as que condescien­
Sin duda Dora misma estaba fingiend o en esta relac ión, pero de n a hab larl e al en[ermo "'en su lenguaje", pueden servirnos
n o por ello resinti6 menos vivamente que Freud lo estuviera pa ra comprender 10 que h a sucedido entre tanto. Porque si
pa ra con e lla . P ero cuando regresa a verlo, desp ués del p lazo de Freud hubiese sido capaz de fi r marlas, ¿cómo habría podido
qui nce meses en q ue se inscri be la cifra fatídi ca de su "tiempo entender como lo hi zo la verd ad incluida 'en las historietas de
para comprender" , se la siente en LTar en la vida de una ficc ió n sus primeros enfe rmos, incluso descifrar un sombrío delirio co­
de haber fingíd o. y la convergencia de esta fi cción en segundo mo el d e Schrebcr h asta ensancharlo a la med ida del hombre
grado con la in ten ción agresiva que Freud le imputa, no sin e ternam"e nte encadenado a sus símbolos?
exac titud seguramente, pero sin reconocer su verd adero resorte, ¿N uestr3 razón es pues tan débi 1 como pa ra na recono cerse
nos presenta el esbozo de la complicidad intersubj etiva qu e un igual en la meditación de l discurso sa b io y en el intercambio
" análi sis de las resiste ncias" en casi ll ado en sus derechos hubiese primero del objeto simbó li co, y como para no encon trar en ést'e
podido perpetu ar entre ellos. No hay duda de qu e con los medios la med ida idénti ca de su as tu cia ori gin al?
que se nos ofrece n a hora por nuestra progreso técnico, el error ¿H abrá que recordar lo que va le la vara de "pensamiento"
hum ano hubiera podido prorrogarse más all¡.í de los límites en a los prac llcantes de un a experi'encia q ue relaciona su ocupa.
qu e se h ace di abólico. ció n más con un erotismo in testino que con un equivalen te de
Todo esto no es cosa nuestr(l., pues Freud mismo reconOCl 6 a la acción ?
posttTio'ri el origen prejuicial de su fraca so en el desconocimien ­ ¿Es necesario que el que les habl a les dé [e de que, por su
to en que él mismo se encontraba entonces de la posición hamo­ parte, no necesila recurrir al pen samiento para comprender que
sex nal del objeto a que ap untaba el deseo de la histérica. si en este momento les habla de la palahra, es en la medida en
Sin duda roda el proceso que deS'Cm bocó en esm tend encia qu e tenemos en común una técnica de la palabra que les hace
ac tual del psicoaná lisis se remonta en primer luga r a la mala aptos par" oírla cua nd o él les h abla de ella, y que lo dispone
concie ncia qu e el anali sta ha tomado del mil agro operado por a dirigirse a través de ustedes a los que nada sa ben de ella ?
su palabra. Éste interpreta el símbolo, y he aquí qu'e el síntoma , Sin du da lenemos que agU"l ar el o ído a lo no-d icho que yace
que lo inscribe en le tras de su fri miento en la ca rn e de l suj eto, eu los agujeros del discurso, pero esto no debe entend'erse como
se borra. Esta taumaturgia es de ma l tono para nueStras costum­ golpes que so nasen detr{,s de la pared,
bres. Porque al fin y al cabo somos sa bios, y la magia no es un a Pues por mucho que no nos ocupemos consigui entemente,
prác ti ca defendible. Se descarga un o de ello imputando al pa­ co~a de la que se jacta n algun os, de otra cosa que de esos ruidos,
ciente un pensamiento lllé1gico, Pronto Vflmos a predi car a nn es_ es preciso conceder que no nos hemos colocad o en las condicio­
tras enfermos el Evangelio según Lévy-Bruhl. Mientras tan to, nes méis propicias para d'esci [rar su se ntido: ¿cómo, sin ponerse
nos hoemos vuelto a convertir en pensadores, y as í se ve n también entre ceja y ceja el comprenderlo, traducir lo que no es de por
restablecidas esas justas distanci as que hay que saber conservar sí lenguaje? Arrastrados as í a ape lar a l sujeto, puesto que des­
con Jos enfermos y cuya tradición se había abandon ado sin duda pu¿s de todo 'es a su aC li vo hacia d o nde debemos hacer viral'
un poco precipiladamente; tradició n ta n noblemen te expresada e ~¡¡ compren sión, lo meteremos con nosotros en la ap uesta, la
e n 'eslas líneas de Pierre 1anet sob re las pequeiías ca pacid ades cua l no es otra que la de que los comprendemos, y esperamos
de la histénca com paradas con nuestras altu ra s" "No enliende que un a vuelta nos haga ga nadores a los dos. Por m"edio de 10
n ada de cie ncia - nos confía J ane t habland o de la pobrecita- y rua l, prosigu iendo este movimiento de lanzadera, aprenderá de
no se imagina que alguien pueda interesarse en ·e lla... Si se manera mu y simple a escandir él mismo la medida, forma de
piensa en la au sencia de control que caracteri za su pensamiento, suges ti bn que equivale a cualquier otra, es decir q ue como en

, iU
~,..T

296 FUN CI ÓN Y CAMPO DE 1,1\ PhLA8Kh l'UNC IÓN y CA MPO DE l .h PAL."BRA 297
cnalquier otra no se sabe quién da la señal. Este procedimiento nues tras perso nas sigue sie ndo un (actor aleatorio, puede pare.
se da por bastan te seguro cuando se trata de ir a l agujero.so cer que hay aqu í algún misterio_
A medio ca~ino de este 'extremo, queda planteada la pregun_ Pero es te misterio se esclarece si se le enfoca en la fenomeno­
ta: ¿el psicoanálisis sigue siendo una relacÍón dialéctica donde logía del sujeto, en cuanto que el sujeto s'e constituye en la bús­
el no·aclUar def analista guía al discurso del suje to hacia la queda de la verdad. Basta recurrir a los datos tradicionales que
realización de su verdad, o bien se reducirá a una relación fan­ nos proporcionarán los budistas. si bien no son ell os los únicos,
taseada donde "dos abismos se rozan" sin LOcarse hasta agotar la para reconocer en esa forma de la transferencia el error propio
gama de las regresiones imaginarias - a una especie de bundling,61 de la existencia, y bajo tres aspectos que eHos resumen así: el
llevado a sus límites supremos en cuanto prueba psicológica? amor, el odio y la ignorancia . Será pues como conlraefecto del
De hecho esa ilusión que nos empuj a a buscar la realidad del movimiento analítico como comprenderemos su equivalencia en
sujeto más allá del muro del lenguaje es la misma por la cual lo que suele llamarse una transferencia posüi va en e l orig-en,
el sujeto cree que su verdad está en nosotros ya dada, que nos­ ya que cada un o encuentra la manera de esclarecerse gracias iI
otros la conocemos por adelantado, y es igualmente por eso por los dos otros bajo este aspecto existencial, si no se excep túa al
lo que está abierto a nuestra interve nción objetivan te. terce ro generalmente omitido por su proximidad respecto del
Sin duda no tiene que responder, por su parte, de ese error sujeto.
subjetivo que, confesado o no en su disctHso, es inmanente al Evocamos aquí la invectiva con la cual nos hada testigo de la
hecho de que entró en el análisis, y de que ha cerrado su pacto incontinencia de que daba pruebas cierto trabajo (ya demasia­
inicial. Y no puede descuidars'e la subjetividad de este momento, do citado por nosotros) en su objetivación in se nsata del juego
tanto menos cuanto que encontramos en él. la razón de lo que de los insúntos en el a nálisis, alguien cuya deuda respecto de
podríamos llamar los efectos constitu yentes de la transferencia nosotros podrá reconocers'e por el uso que a llí hacía del término
en cuanto que se distingu'en por un índice de realidad de los real. En efecto, era con estas palabras como "liberaba", como
efectos con stituidos que les siguen. 62 suele decirse, "su corazón": " Es tiempo de que termine esa esta­
Freud, recordémoslo, refiriéndose a los sentimientos aporta­ fa qu'e tiende a hacer creer que en el tratamiento tiene lugar
dos a la transferencia, insistía en la necesidad de distinguir en a lguna cosa real." Dejemos de lado en qué paró esto, pues des­
ellos un factor de realidad, y sacaba en conclusión que sería graciadamente si e l análisis no ha curado el vicio oral del perro
abusar de la docilidad del sujeto querer persuadirJo en todos de que habla la Escritura , su estado es peor que antes: es el
vómito de los otros lo que vuelve a tragarse.
los casos de que esos sentimientos son una simple repetición
Pues esta humoradél no estaba mal orientada, yél que huscaba
transferencia( de la neurosis. Entonces, como esos sentimientos
efectivamente la di.stinción, nunca producida hasta ahora 'en el
reales se manifiestan como primarios y el encanto propio de
an,il isi s, de esos registros elementales de los cuales m;\s tarde
40 Dos párrafos reelaborados (1966).
echamos los cimientos en los términ os: de lo simbólico, 10 ima_
ot Se designa bajo ese término la. costumbre de origen céltico)' todaví;! gin a rio y lo real.
usada en ciertas sectas bíblicas de América, que pennile a los novios, e En efecto, la realidad en la expe rien cia analítica queda a me­
illc\USO a nn huc::sped de paso emparentado con la muchacha de la cas;"! . nudo velada bajo formas negativas, pero no es demasiado difi­
dormir juntos en la misma cama, a condición de que conserven sus TOp'U. ó I si tuarla.
l..a palabra toma su sentido del hecho de qne la muchacha está generalmcn­
te empaquctada en sábanas. (Quincey habla de ella cos tumbre. Cr. tamb ién Se la encuentra, por ejemplo, en 10 que h ab itualmente repro­
e l libro de Amand le Jeune sobre esta práctica en la secta de los amish.) bamos como intervenciones activas; pero sería un error deCinir
.A:sl el miro de Tristán e lsolda, y aun el complejo que rcpresenta. apa­ con e llo su lími te_
orinal"Ía ahora al psicoallalista en su búsqued a del alma prometida a unos
esponsales mislificantes por la vla de la extenuación de sus fancastas ins­
Porque eS lá claro, por otra parte, que la abstención del ana­
tinlual es. lista, su negativa a responder, es un elemento de la realidad en
-.~ Aquí se encuentra pue!> deGnido lo que hemos designado más tarde el an<í.lisis. M{ls exactamente, es en esa nega tividad en cua nto
como el soporte de la transferencia: a ~aber. el sujclo-s upncsto·saber (1966). que es pura, es decir desprendida de lOdo motivo particular,
~ ...
298 F UNCIÓN Y CAMPO DE LA PA LAnRA FUNCiÓN Y CAMPO DE LA (' ALAORA 299
donde reside la juntura ent re lo simbó li co y lo rea l. Lo cua l se de los lobos, cuya importancia ej emplar [ue comprendida tan
comprende en e l hecho de que es te no-actua r se funda en nu es tro ca balmente por Freud, que vu'elve a apoyarse en él en su artíc u­
sa ber afirmad o del principio de que todo lo q ue es rea 1 es racio­ lo sobre el análisis finito o indefinido.G:l
nal, y en el mo ti vo q ue de e lJo se sigu e de que es al :,u jelo a La fi j ación ant icipada de un término, primera forma de in­
qui en le LOca vo lver a enCO ntrar su medida . terven ción act iva, inaugu rada (proh pudor!) por Freud mismo.
Queda e l hecho de que es ta abstención no es soste nida inde­ cu alqu iera qu e sea la seguridad adivinatoria (en el sentido pro­
finidamente; cu a nd o la c u"estió n del suj eto ha tomad o la fo rma pio del término) C4 d e que pueda dar pruebas el ana lista siguien­
d e la verdadera palabra, la sancionamos con nu es tra res pues ta, do su ej em pl o. d ej ~rá siempre al sujeto 'en la euajenación de
pero Lambién h emos mostrad o qu e un a verd adera p<tlabra coo ­ su verd ad ,
tiene ya su resp ues ta '1 qu e no ha cemos sino red o blar eD il nues tro \' efecti va mente encontramos la confirmac ión de ello en dos
lay su a ntífona. ¿Q ué signif ica esto, sino qu e no h ace mos otra hechos d el caso de F reud :
cosa que dar a la pa lab ra del suj e to su puntuació n dial éc ti ca? Prim-erame l1le. el ho mbre de los lo bos - a pesar de todo el
Se ve enton ces el otro momento en qu'e 10 sim bólico y lo real haz. d e pruebas que d emues tran la historicidad de la esce na pri ­
se reú nen , y ya lo había mos marcado teóricame nte: en la fun. miti va . a pesa r de la co nvicción que manifiesta para con él.
ci60 del tiem po, y es to vale la pena d'e que nos detengamos un impertu rbab le ante las dudas metódi cas a cu ya prueba le so·
momento sobre los efectos técnicos del tiempo, mere Freud- no llega nunca sin embargo a integ ra r su reme mo­
El ti empo desem peña su papel en la técnica baj o varias 1Il. raciúl en su historia.
c.:ideucias, En segund o luga r, el ho mbre de Jos lobos dem ues tra ulteri or­
Se presenta en la dw'ación total del aná lisis en primer lugar, me n re su e najenació n d e la manera más ca tegó ri ca, bajo un a
e impli ca el sentido que ha de darse al término del análisis, (orma paranoide,
que es la cuestión previa a la de los signos de su fin. Tocaremos Es cierto que aquí se mezcla o tro fa ctor, por donde la rea li .
el problema de la fi jación de su término, P"ero está claro desde dad inLerviene en el a n{disis, a saber: el d on de dinero cuyo
el prim er m omento que esa duración n o puede anticiparse para va lor si mbó li co nos reservamos tratar 'e n otro si ti o. pero cuyo
e l suj eto sin o co mo in defin ida, alcance se indi ca ya en lo q ue hemos evocado respec to de l lazo
Esto por d os razones qu e s610 pueden distin gui rse en la pers. de la palabra co n el don consti tuye nte d el in terca mbio primi­
pec tiva dial éc ti ca:
tivo, Ahora bien, aq uí el don d'e diner o es tá in ve rtido por una
- una qu e se refiere él Jos límites de nu estro campo y que co n.
ini cia ti V,] de Freud en ]a que podemos reconocer, tanto como
firm a nues tra aseve r~c i ó ll sobre la defini ción de sus confines:
en su insistencia en yo lver so bre el caso, la subjeLivació n no re­
no podemos preve r de l suJeto cuál será su tiempo ¡Jara comp ren­ suelta en él d'e los prob lemas que este caso dej a en suspe nso,
der, por cua nto incluye un (actor psicológico que IlOS esca pa y nadie duda que haya sido és te un factor desencaden ado r de
como tal; la psicosis, sin q ue por lo demás p odamos decir exac tamente
- la otra que es propiam'ente d el suj eto y por la cua l la fijación por qué.
d e un tér mino e'lui va le a un a proyección especializante. donde " Po rque ta l es la trldu cción correcta de los dos l-:rminos que han sido
se encuentra de inmediato enajenado de sí mismo: desd'e el trad ucidos, co n e!.a inf:dibi li.dad en el sinsenlido que ya hemos seña bldo.
momento en que el pl alo de su verdad puede ser p revisto, :-td. co mo " a n :Hi $i ~ lermillldo .., an;\I isis intermin able",
ve nga lo qu e adve nga en la intersubjeti vidad interva lar. es que (;< Cf, Aulo CeUo. Noch~j nticllS, 1I, 4; "En nn proceso. cuando se lr.lla
dc quié n se cllc:l rgad de la lcm:lción, y d05 o m:'!.s personas piden que se
la ve rd ad es tá ya allí , es decir qu e restab lece mos en e l suj eto Il s iu scr iba para cste min isterio. el juicio por el cual el lribtlnll 1l0mbrl al
su espejismo origin al en cuanto que coloca en n oso tros su ver­ acusador se ll ama ad ivi nación ,. E.<la pal abra proviene de que siendo el
<

dad y qu e a l sa ncio nar lo con nuestra a utorid ad, instala mos su acusa dOr y c l :lcusac1o dos cosas corre\ar i\'H , y que no pueden subsisti r la
anális is 'e n un a aberrac ión, qu e será imposible de corregir en un a sin la Otra. )' pu es tO qu e la especie de juicio de que se traca en este
caso presenta a un acusado ~ ill acusador, es preciso rec \1rrir a la ld ivínl ción
sus resultados.
pa ra e ncontra r lo qu e la ca usa no da . lo qu e dej a aún desco nocido . es decir
Esto es si n duda lo que sucedió en el caso célebre d el hombre a l acusa dor. "
~'P'".

300 FU NC IÓN Y CAMf'O DF. LA I'Al.ABkA FUNCiÓN Y CA MI'O DE v.. PALABRA 301
¿No se comprende sin embargo que admitir un sujeto mante· Esta mos perfeClamente de acuerdo. Pero preguntarnos cuá l es su
nido a costa del pritáneo del p sicoanálisis (pues debb su pen ­ medida, ¿Es la de l uni ve rso de la precisión, para em plear la ex­
sión a una colecta del grupo) a ca usa del servicio que hacía a presión de l señor Alexandre Koyré? Sin duda vivimos en ese
la ciencia en cuanto caso. es también instituirlo decisivam'ente uni verso, pero su adve nimiento para el hombre es de [echa
en la enajell<lción de su verdad? reciente, puesto que remonta exactamente a l reloj de Huyghens.
Los materiales del suplemento de análisis en que el e nfermo o sea el alio 1659, Y 'el ma lestar de l hombre mod erno no indi ca
es con fi ('t.do a Ruth MacBrunswick ilustra n la resí)onsa bi lid ad del precisa mente que esa precisión sea en si para él un fa ctor de li­
tratamiento anterior, d'emos trando nuestras afirmaciones sobre los beración, Ese tiempo de la ca ída de los graves ¿es sagTado por
lugares respectivos de la palabra y del lenguaje e n la med iación responder a l tiempo de los as tros en cuanto pnesLo en lo eterno
psicoa na litica, por Dios que, como nos lo d ij o Lichtenberg, da cuerda a nues­
Más aún, es en su perspectiva donde puede captarse cómo tras carátulas solares? Ta l vez saquemos una idea m{ls clara de
Ruth Mac13runswick no se situó en suma n ada mal en su posi­ esto comparand o el ti empo de la creación d e un obje to simbó·
ción de li cad a respecto de la transferencia, (Se recordará 'el muro li co y e l mom'ento de in atenció n en que lo deja mos caer.
mi smo de nuestra metáfo ra en cu anto que figura en uno de 1m Sea co mo sea, si el trabajo de nues tra funci ón durante este
sueños. y los lobos del sueño clave s'e muestran en él áv idos de tiempo sigue siendo problemá ti co, creemos haber mostrado de
rodearlo. , .) Nuestro semi nario sabe todo esto y los demás lI1"nera su[i cien l'emente ev idente la [unción del trabajo en lo
podrán ejercitarse en ello. OG que e l paciente realiza en él.
Queremos en ef'eCto tocar otro aspecto, particularmente :Hgi. Pero la re" lidad, cua lquiera que se;). de ese tiempo toma des­
do en la :"Ictualidad. d e la funció n del tiempo en la técnica. Nos de \!se momento un valor local, e l de una recepción del produc­
referimos a la duración de la sesión, to de ese trahaj o.
Aquí se trata una vez más de un elemento qu'e pertenece ma­ Desempeilamos un pa pel de registro. al asumir ]a fun ción.
nifiestamente " la realidctd, puesto que representa nuestro tiem­ fnnd amenta l en todo intercambio simbóli co, de recoger lo que
po de tril bajo. y bajo este enfoque. cae bajo el capítu lo de una do hamo) el hombre en su autenticidad, lla ma la palabra que
reglament{'lción profesional que pued e considerarse corno pre­ dur a.
vaJente, Testigo invocado de la sin ceridad del sujeto, depositari o del
Pero sus in cidencias snbjetivas no son menos importantes , Y acta de su discurso, referencia de su exact itud, fiad or de su rec·
en prim'er lugar para el analista. El carácler tabú ba jo el que se ti tud, guardián de su tesram'ento, escribano de sus cod icilos, el
lo ha presentado en rec ientes debates prueba su ficiente mente analista tiene a lgo de escriba.
que la subjetividad d el grupo está muy poco liberada a este r es_ Pero sigue siendo a nle todo el dueño de la verdad de la que
pecto, y el cilrácter escrupuloso, para no decir obsesivo, que ese disGurso es 'e l progreso . El es, ante todo, el que puntúa, como
toma para a lgunos, si no para la mayoría, la observación de nn hemos d icho, su dialéctica. Y aquí, es aprehendido como juez
est<Índar cu y<"\s variacio nes históricas y geográficas no parecen del precio de ese discurso. Esto implica dos consecu encias.
por lo dem:ls inquieta r a nadie. es sin duda signo de la existen­ La suspensión de la sesión no pued~ dejar de ser experimenta.
cia de un problema que nadie es tá mu y dispuesto a abordar, da por el sujeto como una pu n tuació n en su progreso. Sabemos
pues se siente que llevaría muy lejos e n la pu esta en duda de cómo calcula el vencimiento de esta sesión para articularlo con
la función del a na lista. sus propios plazos, incluso con sus escapatorias, cómo an ticipa
Para el sujeto e n a n.Hisis, por otra parte, no puede descono· ese progreso sop'esán dolo a la manera de un arma, acechándolo
cerse su importancia . El inconsciente - se asegura CO I1 un tono como un abrigo,
tanto m;ís comprensivo cuanto me nos capaz se es d e justifi car lo Es un hecho que se comprueba holgadamente en la práctica
que quiere decirse-, e l inconsciente pide tiempo para reve larse. de los textos de las escrituras simbóli cas, ya se trate de la Bi blia
O de los canónicos chinos: la ause ncia d-e puntuación es en ellos
G.'S Dos p{lrra ros reeJaborados (1966). una fuente de ambigiiedarl, la puntuación una vez colocada fija
:302 FUNCi ÓN Y C....MI·O DE LA PAt.\ 8R A FUNCIÓN Y CAMPO DE LA PALABRA 303

e l sent ido, su ca mbio lo re nueva o lo tras torna, y, si es eq ui vo­ ción de las buenas intenciones manifestadas 'en su trabajo. Es
cada, equiva le a ah era rlo. lo que los niños buenos del catecismo analítico expresan en su
La indiferencia con que 'el corte del l.imillg interrumpe los rudo lenguaje di ciendo que el ego del suj~to trala de seducir
momentos de apresuram iento en el sujCLO puede ser [atal par:\ a su sul>crego.
la conclusi6n hacia la cual se precipitaba su di scurso, e incluso Esta formulación intrasubjetiva se desmistifica inmediatamen­
fijar en él un malentendido. si no es que da pretexlo a un ardid te si se la entiende en la relación analíti ca, donde el work ing
de retorsión . throu:gh del suj eto es en electo utilizado para la seducción del
Los principiantes pareC"en m ás impresio nados por los efect os anali sta,
de esta incidencia, lo cual hace pensar que los otros se someten Tampoco es una casu a li dad que, en cua nto el progreso di a_
a su rutina . Sin duda la neutr alid ad que manifes tamos al aplicar léctico se ac'erca a la puesta en tela de juicio de las intenciones
es tri cta rnente esta regla mantien e la vía de nu'es tro nO·Jctuar. del ego en nues tros suj etos, la fantasía de la muerte del ana lista,
Pero este no-actu ar ti e ne. su límite, si no no habría interven. experimentada a me nud o bajo la forma de un temor, incluso
c¡{'m ; ¿y por qué ha cerl a imposible en es te punto, así privil'egiado? de una a ngustia, no deje nunca d'e producirse,
E l peligro de que eSle punlo lome un valor obsesivo en el y el sujeto se apres ura a lanzarse de nuevo en una elabora­
ana lista es simplemente e l de que se preste a la connivencia del ción aú n m<Ís demostrativa de su "buena voluntad".
suj eto: no s6lo ab ierta al ohsesivo, pero que toma en él un vigor ¿Cómo dudar entonces del e(-ecto de cierto desdén por el a mo
especial. justame nte por su sentimiento d'e l trabajo. Es conocida hacia el producto de semejan te trabajo? La resistencia del suj eto
1<1 no ta de trabajo forzado que envuelve en este sujeto hasta puede encontrarse por ello absolutame nre descon certada,
los mismos ocios, Desde es te momento, su coartada has ta en tonces inconsciente
ESLe sentido está sostenido por su relación subjetiv<l con 'el empieza íl de,'\cubrirse para él, y se le ve buscar apasio nadamente
~Ilno en cuanto que 10 que espera es su muerte, la razón de tantos esfuerzos.
El obsesivo manifiesta en efecto una de las actitudes q ue No dáfamos todo esto si no estuviésemos convencidos de que
Hegel no desarrolló en su dialéctica del amo y del esclavo. El experimentando en un momento, llegado a su conclusión, de
esclavo se ha escabu llido ante el riesgo de la muerte, donde le nuestra experien cia, lo q ue se ha lla mad o nuestras sesiones cor­
era ofrecida la ocasión de l dominio en un a lucha de puro pres­ tas, hemos pod ido sacar a luz en tal suj e to masculino fanta sías
ti gio. Pero puesto que sabe que es morta l, sabe lambién que de 'emba ra zo ana l con el sue ño de su resol ució n por medio de
el amo puede morir. Desde ese momento, puede aceptar traba­ un a ces{¡rea, en un plazo en e l que de o tro modo hubiéramos
jar para el amo y renunciar a l gozo m ientras tanto: y, en la segu ido redu cidos a escuchar sus especu laciones so bre el arte
incertidumbre del momen to en que se prod ucirá la muerte del de Dostoievski .
amo. espera, Por lo demás no estarnos aq uí para defender ese procedimien­
Tal es la razón intersubjeti va tanto d'e la duda como de la to, sino p<lra mostrar que tiene un sentido dia lécti co preci so
procrastinación que son rasgos de c~ r ácter en el ob~esivo. e n su apli cación técni ca. M
Sin embargo todo su tr abajo se opera bajo la égid a de es ta y no SOl1\OS los úni cos que hemos observado que se identifica
intención"y se hace por eso doblemen te enajenan te. Pues no sólo en última insta ncia con la técnica que suele designarse con el
la obra del ~ ujeto le es arrebatada por Olro, lo cua l es la rela­ Ho mbre de z.en, y que se ap lica como medio de revelación del
ción constitu yen te de toclo trabajo. sino que e l reconocimi ento -sujeto 'en la ascesis tradi cional de ciertas escuelas de l lejano
por 'e l suje to de su propia esencia en SH obra, d o nde ese trabajo oriente.
encuentra Sil razón, no le esc.a pa menos, pues t i mismo " no está Sin llega r a los ex tremos a que se lan za esta técnica, puesto
en ello", eSl{1 en el momento <l nticipado de la muerte de l amo, que S'erían contrari os a algunas de las,limitaciones que la nues­
a partir de la cual vivirá, pero en espera de la cual se identifica
..1 é l como muerto, y por med io de la cua l é l mismo eslá ya muerto. 00 Pi edr:l (le desec ho o piedr:\ ;:¡ng:u lar, nu es tra J'u erz;:¡ es no haber cedido

No obstante, se esfuerza en enga lÍ ar a l (uno por 1:1 demostra. -sobre este plinto (1966),
3M FUNCIÓN Y CAMPO DE LA PALABRA F UNC ION 'ti CA MPO DE LA PALABRA 305
tra se impone, una apl ic:lción discreta de su principio en el aná. biología, ha dado de la vida como del conjunto de las (uerzas
li sis UDS parece mu cho más admisible qu e ciertas modas llama· que resisten a )a muerte, no menos que la co ncepción más mo­
<las (le análisis de las resistencias, en la medida eu qu'e no impli­ d erna que encontramos en un Can non en la noción de horneas­
ca en sí misma ningún peligro de enajenación del suj eto. tasis, como fun ció n de un sistema que mantiene su propio equi­
Pues no rompe el disc urso sino para dar a luz la palabra. librio, es tán ah í para re cordarnos que vida y muerte se compo­
Henos aquí pues al pi'e del muro, al pie del muro del lellgua. nen en un a rela ción polar ~n el seno mismo de fen 6m·enos que
je. Estamos a llí donde nos corresponde. es decir del mismo lad o suelen relacionarse con la vida.
que el paciente, y e~ por encima de e::,e muro, que es e l \mismo A sí pues la congruencia de los términos contrastados del ins­
para él y para nosotros, como vamos a intentar responder ~1I eco tint o de muerte con los fenómenos de repetición, a los que la
de ~ 1I palabra. expli cación de Freud los refiere en efecto bajo la califi cación
Más allá d e ese muro, no hay nada que no sea par<t Ilosotros de autom atismo, no debería presentar dificultades, si se tratase
tinie blas eXl er i ores. ¿Quiere esto decir que somos dueños <lbso· de una noción biol ógi ca.
IUl OS de la situació n? Claro que no, y Freud sobre es te punto Todo el mundo siente claramente que no hay nada d e esto, y
n os h a legado su testamento sobre la rea cción terapé uti ca ne, e~o es lo que hace tropezar a muchos de nosotros con es te
gativa, probl ema , El hecho de que muchos se detengan en la incompa.
La clave de es te misterio, suele d'e cirse, está en la in~tancia tibilidad aparente de es tos términos puede incluso reten er nues·
d e un masoquismo primordi al, o sea de una Illani(es tación en tra a tenci ó n por cuanto manifiesta una inocencia dialéctica que
estado puro de ese instinto de muerte cu yo -eni gma nos propuso descon certarí a sin duda el problema clásicamente planteado a
F re ud en el apogeo de su experiencia, la semánti ca en el en un ciado determinativo: una a ldea sobre el
No podemos echarlo en saco r oto, como tampoco podrclllo"l Ganges, con el cual la esté ti ca hindú ilustra la segunda forma
aquí pospon'er su Cxamen . de las resonan cias del Jenguaje,G7
Pues observarem os que se unen en un mismo rec hazo de este H ay que abordar en efecto esta noción por sus resonancias en
acabamiento de la doctrina los que llevan el an álisis alreded or lo que ll amare mos la poética de la obra freudian a, primera vía
de una concepción d el ego cuyo error hemos denunciado, y los de acceso para penetrar su se ntido, y dimensión ese ncial si se
qu e, como R eich, van tan lejos en el prin cipio de ir a buscar co mprende la repercusión dialéctica de los orígenes de la obra
más a ll á de la palabra la inefable expresión orgáni ca, que para en el apogeo que a1lí se ñala ésta. Es preciso recordar, por ejem­
libera rl a , como él, de su armadura, podrían como él simbolizar plo, qu e Freud nos da testimonio d·e haber encontrado su vaca,
en la sup f'rposición <le las dos formas vermi culares cuy o es tup e­ ción méd ica en el llamado escuchado en una lect ura pública del
faciente esquema puede verse en su libro sob re el Análüi.\' tl,d famoso H ¡·m no a. la naturaleza de Goethe, o sea en ese texto d es­
rnrdcter, la indu cción orgá smica que esperan como él d el análisis. cu bier to por un ami go donde el poeta en el ocaso de su vida ha
Conjunción que nos dejará sin duda augurar favo rab lemen te acep tad o recono ce r a un hijo putativo de las más j óvenes efu_
so bre el rigor d e las formaciones del espíritu. cuando hayamos sion es de su pluma.
mos trado la relac ión profunda que une la noción d el instiuto d e En el o tr o extremo de la vida de Freud encontramos en el
muert e con los problemas de la palabra, artículo sobre el aná l isis en cuanto finito e indefinido la referen­
L a noción del instinto de muerte, por poco que se la consi­ cia ex presa de su nueva concepción al co nqi cto de los dos prin ­
dere, se propone Como irónica, pues su se ntido debe busca rse cipios a los que Empédocles de Agrigento, en el siglo v antes de
en la conjunción de dos términos contrarios: el instinto en -efec­ J esucristo, o sea en la indistinción presocrática d'e la naturaleza
to en su acepción más comprensiva es la le)' que regul a en su y d el espíritu, some tía las alternancias de la vida universal.
sucesió n un ciclo de comportamiento para el cumplimient o de Estos dos hechos son para noso tro.') una indicación suficien te
una fun ción vital, y la muerte aparece en primer lugar como d e qu e se trata aquí de un mito de ]a díada cu ya promoción en
la destrucción d e la vida,
Sin embargo. la definición que Bichat, en la aurora de la f.l' Es la (o rm:. Ibmada Laksanalak sa na.
306 FUNCiÓ N Y CAMPO DE LA J'ALA.BR A FUNC1ÓN y CAM PO DE LA PA[.ABRA 307
Pla tón es evocada por lo demás en Más allá del princiPio del mando cuerpo inmed iatamen te 'en la pareja simbó li ca de dos
placer, milO qu e n o puede comprenderse en la subjetividad del jacul atorias elementales, anuncia en e l suj eto la integració n di a­
hom bre modern o si no elevándolo a la negatividad del ju icio en crónica de la dicotomía de los fonemas, cu yo lenguaje existente
que se in scri be. ofrece la estructura sincr6 nica a su asi milació n; así el niño em·
Es decir que del mismo modo que el aUlo matismo de repetición , pieia a adentrarse en el sistema del disc urso conCl"eto del amo
al que se desconoce igualmente si se quieren dividir sus térmi. biente, reproduciendo más o menos ap roximadamen te en su
nos, no apunta a otra cosa que a la temporalidad his lOriza nl'e de Fm·t.' y en su D a! los voca blos que recibe de él.
la experiencia de la transfere ncia, de igual modo el instinto de F OTI! Va ' Es sin duda ya en su soledad donde el deseo de la
muerte expresa esencialmente el límite de la función históri ca cría de hombre se ha convertido en el deseo d'e Otro, de un alter
del suj eto. Ese límite es la muerte, no como ven ci miento even­ ego qu e le domina y CU y O obje to de deseo constitu ye eu lo suce­
tu al de la vid a del individuo, ni como certid umbre empírica del sivo su propia pena .
suj e to, sino seg'ún la fó rmula que da H eid'egger, como "posibi. Ya S'e dirija el nl¡io ahora a un compañero imaginario o re al,
lidad absolutamenre propia, incondicional, irrebasa ble. segura lo ve rá obedecer igua lmente a la nega tividad de su discurso, y
y como tal indeterminada del sujeto", entendámoslo de l sujeto puesto que su llamada tie ne por efecto ha cerle escabu lli rse,
de finido por su historicidad. buscará en un a inLim acic'l n d'esterradora la provocación del re ­
En efecto este límite está en cada insta nte presente en lo LOrno qu e vuelve a Uevarlo a su deseo.
que esa his tori a ti ene de 4lca bada. R eprese nta el pasado b ajo su Así el símbol o se manifiesta en primer lugar como asesi n ato
forma real, es decir no e l pasado físico cuya existencia es tá abo­ de la cosa, y esta muerte constituye en 'el suje to la eternización
lida, ni el pasado épico tal como se ha pedeccionaclo en la obra de su deseo,
de memoria , ni el pasado histórico en que el hombre encuentra El prim er símbolo en que recon ocemos la humanidad en sus
la ga rantía de su porvenir, sino el pasado qu e se manifiesta in · ves ti gios es la sepultura, y el 'expediente de la muerte se reco­
vertido en la repe tición.l)s noce en toda relació n donde el hombre viene a la vida de su
Tal es el muerto del qu e la subje ti vidad hace su compañero hi storia.
en la tríada qu e su med iació n inst.itu ye en el conflicto universal Única vida que perd ura y que es verdadera, pues to qu'C se
de Philia, e l a mor, y de Neih or, la discordia, transmite si n perderse en la tradici<')J1 perpetu ada de suje to a
Entonces ya no es necesario re curri r a ]a noción ca duca del sujeto, ¿Cóm o no ver con qué altura trasciende a esa vida hereda­
m asoqui smo' prim ordi al para comprender la razón de los juegos da por el animal y donde el individuo se desvanece en la es pecie,
repetitivos en que la subjetividad fomenta juntamente el domi_ puesto que nin gún memorial distingue su efímera aparició n de
ni o de su aband ono y el nacimiento del símbo lo, la que la reproduciril en la invariabilidad del Li po? En efecto,
Éstos son los juegos de ocultación qu e Freud, en una in tuición dejando ap:ute esas mutaciones hipotéticas del ,phyl1Lrn que debe
genial, presentó a n u'estra mirada para que reconociésemos en inLegrar un a subj eti vidad a la que e l hombre no se acerca tod a.
ellos que el momen EO en que el deseo se humaniza es también el vía más que desde fu era, nada, si no las exp'e riencias a las qu e
mome nto en que el ni ño n ace al lenguaje, e l hombre los asocia, d istingue a una ra ta de la ra ta, a un ca ba .
Podemos ahora ver q ue el suj eto no s610 domina con e llo su 110 de] ca balJo; nada sino es'e paso in consistente de la vida a ]a
privación, asum iéndola, sino que eleva su deseo a ]a segunda muerte; mientras que Empédodes precipitánd ose a l Ema deja
potencia, Pues su acción destruye el objeto que hi zo a parecer y para siempre pre!)e nte en la memoria de los ho mbres ese aClO
desaparecer en la provocación an ti cipa nte de su au sencia y de simbó lico de su ser-para-Ia-muerte.
su presencia. H ace as í negativo el campo de fuerzas del d-eseo l.a Jib'ertad d el hombre se inscribe tod a en el tri ángu lo cons.
p ara hacerse ante sí misma su propio obje to. Y es te objeto, to­ titu ye nte de la renu nciació n que impone el deseo del otro po r
(18 F,S las lineas en las qu e se inscribe nu es tm ¡Htima fo mlUlación de la n' .
la a menaZ<l de la muerte para el gozu de los fruLOs de su servi.
pet ici ón (1%6) han sido su stituidas a un recurso inadecuado al "eterno dumbre, d-el sacrifi cio consentid o de su vida por las razones que
r etorno", que era todo 10 que podíamos dar a entender enlo nces. dan a la vida hum ana su medida, y de la renunci a sui cida del
308 FUNCIÓN Y C ..... MPO OE LA PALABRA FUI"oCJÓN y (;t\ M PO U~. LA t'ALA8RA !09
vencido que frustra de su victoria af amo abandonándolo a su Pero a la vez puede también captarse en él que la dialéctica
inh umana soledad. no es individual y que la cuestión de la terminación del análisis
De estas figuras de la muerte, la tercera es el supremo rodeo es la del momento en qu'e la satisfacción del sujeto encuen tra
por donde la particularidad inmediata de] deseo, reconquistan­ cómo rea lizarse en la satisfacció n de cada uno, es decir, de todos
do su fanna inefable, vuelve a encontrar en la denegación un aquellos con los que se asoda en la realización de Ulla obra
triunfo último. y tenemos que reconocer su sentido, porque humana . Entre todas las que se proponen en el siglo, la obra
tenemos que vérnoslas con ella. No es en efecto una perversión del psicoa nalista es tal vez la más alta porque opera en él como
del instinto, sino esa afirmación desesperada de la vida que es mediadora entre el hombre de la preocupación y el sujeto del
la forma más pura en que reconocemos el instinto de muerte. sa ber absoluto. Por 'eso también exige una larga ascesis subje­
El sujeto dice: "¡No!" a ese juego de la sortij a de la intersub· ti va, y que nunca sea interrumpida, pues el Iinal del aná lisis
jetividad donde el deseo sólo se hace reconocer un mom'e nto didáctico mismo no es separable de la entrada del sujcw en su
para perderse en un querer que es querer del otro. Paciente. práctica.
mente, sustrae su vida precaria a las aborregan tes agregaciones Mejor pues que renunci'e quien no pueda unir a su horizon.
del Eros d'eI símbolo para afirmarlo finalmente en una maldi­ te la subjetividad de su época. Pues ¿cómo podría hacer de su
ción si n palabras. ser el eje de tantas vidas aquel que no supiese nada de la dia·
Por eso cuando queremos alcanzar en e l sujeto lo que había léctica que lo lanza con esas vidas e n un movimiento simbólico?
antes de los juegos seriales de la palabra, y lo que es primordial Que conozca bien la espira a la que su época lo arras tra en la
para el nacimiento de los símbolos, lo 'encontramos en la muerte, obra continuada de Barrel , y que sepa su función de intérprete
de donde su existencia toma todo el sen tido que tiene. Es como en la discordia de los lenguajes. P ara las tinieblas del rnundus
deseo de muerte, en efecto, como se afirma para los otros; si se alrededor de las cuales se enrolla la torre inmensa, que deje a
identifica con el otro. es coagulándolo en la metamorfosis de su la vi sión mística el cuidado d'e ver elevarse sobre un bosque
im agen esencial, y ningún ser es evocado nunca por él sino 'entre eterno la serpien te podrida de la vida.
las sombras de la muerte. Permitasenos re1r si se imputa a estas afirmaciones el desviar
Decir que este sentido mortal revela en la pal abra un centro el sentido de la obra de Freud de las bases biológicas que hubie·
exterior al lenguaje es más que una metáfora y manifiesta una ra deseado para ella hacia las referencias cu lturales que la reco·
estructura. Esa estructura es diferente de la espacialización de rren. No queremos predicaros aquí la doc trina ni del factor b,
la circunferencia o de la esfera en la que algunos se complacen con el cual s'e designaría a las unas, ni del factor e en el cua l se
en esquema tizar los límites de lo vivo y de su medio: responde reconocería a las otras. Hemos querido únicamente recordaros
más bien a ese grupo relacional que la lógica simbólica designa el aJ b, e, desconocido de la estructura del lenguaje, y haceros
topológicamente como un anillo. deletrear de nuevo el b·a, ba, olvidado, de la palabra.
De querer dar una representación intuitiva suya, parece que ¿Pues qué rece ta os guiaría en una técnica que se compone
más que a la superficialidad d'e una zona, es a la forma tridi­ de la una y saca sus efecms de la Olra. si no reconocieseis el cam·
mensional de un toro a lo que habría que recurrir, en virtud de po y la función del uno y del otro?
que su exterioridad periférica y su exterioridad central no cons· La experiencia psicoanalítica ha vuelto a encon trar en el hom­
titu yen sino una única región. 69 bre el imperativo del verbo como la ley que lo ha formado a su
Este 'esquema sa tisface la circularidad sin fin del proceso dia. imagen. Manej a la función poé tica del lenguaje para dar a su
lécLico que se produce cuando el sujeto realiza su soledad, ya deseo su mediación simbólica, Que os haga comprender por rin
sea en la ambigüedad vital del deseo inmediato, ya sea en la que es en el don de la palabra 70 donde reside toda la realidad
plena asunción de su s·er-para-Ia-muerte.
':'1' Se enliend e que no se trata aquí ue esos '/dones" que sie mpre se supone

ti! Premí~as
de la lopologfa que nosotros ponemos en práctica desde ha ce que les faltan a los novicios, sino tIe un lono que les falta en efecto mil ..
cinco años (1966). :1 11!l!I!IHlo (It- lo que uC'berla,
S08 FUN06N y CAMPO DE LA PALABRA FU .... <.lÓN y CAM 1'0 m; LA t'ALABMA !ro
vencido que fr us tra de su victoria al amo abandonándolo a su Pero a la vel puede también captarse en él que la dialécti ca
inhumana soledad. no es jndividual y que la cuestión de la terminación del análisis
De estas figuras de la muerte, la tercera es el supremo rodeo es la de] momento en qu'e la satisfacción del sujeto encuentra
por donde la parti cularidad inmedi a ta del deseo, reconquistan­ cómo realizarse en la satisfacción de cada uno, es decir, de tod os
do su (orma indable, vuelV'e a encontrar en la denegación un aquellos con los que se asocia en la realización de una obra
triunfo último. y tenemos que reconocer Su sent ido, porque humana. Entre todas las que se proponen en el siglo, la obra
tenemos que vérnos]as con ella. No es en efecto una perversión de l psicoana lista es ta l vez la más alta porque opera en él como
del instinto, sino esa afirmación desesperada de la vida que es mediadora entre el hombre de la preocupación y el sujeto del
la forma más pura en que reconocemos el instinto de muerte. saber absoluto. Por 'eso también exige una larga ascesis subje.
El suje to dice: "INol" a ese juego de la sortija de la intersub. tiva, y que nunca sea interrumpida, pues el final del análisis
jetividad donde el deseo sólo se hace reconocer un mom'ento didáctico mismo no es sepa rable de la entrada de l sujeto en su
para perderse en un querer que es querer d'el otro. Pacienle· práctica.
mente, sustrae su vida precaria a las aborregan tes agregaciones Mejor pues que renunci'e q uien no pueda unir a su horizon.
del Eros d-el s{mbolo para afirmarlo fina lmente en una ma ldi, te la subjetividad de su época. Pues ¿cómo podrla h acer de su
ción sin palabras. ser el eje de tantas vidas aquel que no supiese n ada de la dia·
Por eso cuando q ueremos alcanzar en el sujeto lo que había léctica que lo lanza con esas vidas en un movimiento simbólico?
an tes de los juegos seri ales de la palabra, y lo que es primordial Que conozca bien la espira a la que su época lo arras tra en la
para el nacimiento de los símbolos, lo 'encontramos en la muerte, obra continuada de Ba bel , y que sepa su función de intérprete
de donde su existencia toma todo el sen lido que tiene. Es corno en la discordia de los lenguajes. Para las tinieblas del munduJ
deseo de muerte, en efecto, como se afi rma para los otros: si se alrededor de las cuales se enrolla la torre inmensa, que deje a
identifica con e l otro, es coagulándolo en la metamorfosis de su la visión mística el cuidado d'e ver elevarse sobre un bosque
imagen esencial, y ningún ser es evocado nunca por él si no 'entre eterno la serpiente podrida de la vida .
las sombras de la muerte. Permítasenos reír si se imputa a estas afirmaciones el desviar
Decir que este sentido mortal revela en ]a palabra un centro el sentido de la obra de F,'eud de las bases biológicas que hu bie,
exterior al lenguaje es más que una metáfora y mani[iesta una· ra deseado para ella hacia las referencias culturales que ]a reco­
estructura. Esa estructura es diferen te de la espacialización de rren. No queremos predicaras aquí la doc trina ni del factor b,
la circunferenci a o de la esfera en la que algunos se com place n con el cua l se design aría a las unas, ni de) [actor c en el cua l se
'en esquema tizar los límites de lo vivo y de su medio: responde reconocería a las otras. Hemos querido únicamente recordaros
más bien a ese grupo relacional que la lógica simbólica designa el a, b, c) desconocido de la es tructura del lenguaje. y haceros
topológica mente como un anillo. deletrear de nuevo el b·a, ba, olvidado, de la palabra.
De querer dar una representación intuitiva su ya, parece que ~Pues qué receta os guiaría en una técnica que se compone
más que a la super fi cialidad de una zona, es a la [arma tridi­ de la una y saca sus efec tos de la otra, si no reconocieseis el cam.
mensional de un toro a lo que h abría que recurrir. en virtud de po y la función del uno y de l otro?
que su exterioridad periférica y su exterioridad central no cons ~ La experiencia psicoanalítica ha vuelto a encontrar en el hom­
tituyen sino una única región. 09 bre el imperativo del verbo como la ley que lo ha formado a su
Este 'esquema sa tisface la circularid ad sin [in del proceso dia. imagen. Maneja la función poética del lenguaje para dar a su
léctico que se produce cuando el sujeto realiza su soledad, ya deseo su mediación simbólica. Que os haga comprender por [in
sea en la ambigüedad vi tal del deseo inmedia to, ya sea en ]a que es en el don de la p alabra" donde reside toda la realidad
plena asunción de su s'er-para-Ia-muerle.
:'IJ Se clIliende qu e no se lrala aq uí ele esos "dones" que ,\ iempre se supo ne

SIPremüas de la topo logia que nosotros ponemos en práclka desde hace que les rallan a los novicios, sino oe un tono que les falta en efecto m¡h
~1 me nudo elC' lo qlj(' debería.
cinco años (1960).
310 FUNCiÓN Y C .... MI·O DE LA PALABRA

de sus efectos; pues es por la vía de ese don por donde tod a VARIANTES DE LA CURA-TIPO
realidad h a llegado al hombre y por su acto conti nuado como
él la mantiene.
Si el d ominio que define esle don de la pala bra ha de baSla r a
vuestr a acc ión como a vuestro saber, bas tará también a vuestra
devoci ón. Pues l'e ofrece un campo privilegiado.
Cuando los Devas, los h ombres y los Asuras -leemos en el
primer Brit hmana de la qu inta lección del Bhrad ·ii ran ya ka U pa­ Este titulo, contrapartida de otro que promovía la rúbrica to­
nishad- termi naban su noviciado con Prajapati, le hicieron davra inédita de cura-tipo, nos fu e impartido en 1953) de un
este ruego: "Háb lanos." Plan del" que era ·responsable un comité de psicoanalistas. Esco­
"Da, dijo Prajapilti, el dios del trueno. ¿Me h abé is entendido?" gidos de diversas tendencias, nuestro amigo H ená Ey les había
y los Oevas contestaron : "Nos has dicho: Damyala, dOlTI ,IOS" delegado en la Encyclopédie médico-ch irurgicale para su incum­
-COIl lo cua l el tex to sagrado quiere decir que los poderes de ben cia e l en cargo general que ha bía recibido en ella el mismo
arr iba se someten a la ley de la pa lab ra. de los métodos terap éuticos en psiquiatría.
"Da, di jo Prajapa ti, el dios del tru eno. ¿Me h abéis entendido?'· A ceptdbamos esa pm"te por la ta rea de interroga r a dicha cura
y los hombres respondieron: "Nos h as dich o: Datla, dad " - con sobre su fundamento científico el único de donde podría tomar
J

ello el texto sagrado quiere decir que los hombres se reconocen su efecto lo que semejante títul o nos ofrecia de referencia im­
por el don de la pa labra. plícita a una desvl:ación.
"Da, d ijo Prajapiiti, el dios del tru eno. ¿Me habéis entendido?·· Desviación demasiado sens-ible en efe cto: por lo menos cree­
y los Asuras respondieron: " Nos has dicho: Dayad hvam, haced mOJ haber abierto su. cues tión, si bien sin duda a contrapelo de
merced" -el texto sagrado quiere decir que los poderes de abajo la in te nción de sus promotores.
resuenan en la invoc.ación de la palabra. 7 1 , H ab·rá qlLe pensar qu.e esa cuestión ha ya quedado resuelta
Esto es, pros igue el texto, lo que la voz divirra hace oír en el por la retirada de esle articulo, rápidament e puesto, por obra
trueno: sumisión , don, merced. Da da da. de d/:cho comi té) en la cuenta de la renovación o.,.d':'laTl:a en el
Po rque Praja pá ti res po nde a todos: " Me habéis entendido." mantenimiento de la actualidad en es ta clase de obras?
M uchos vieron en ello el signo de alguna precipita ción) expli­
cable en este caso por la manera misma en que cierta mayorla
se encontraba definida por nuestra crít ica. (El articulo apa­
reció en 1955.)

UNA CUESTI ÓN MURCI ÉLAGO: EXAMI NARLA A LA LUZ DE L orA

"Vari antes de la cura-ti po", este titulo constituye un pleonas­


mo, pero no sencillo :1 señalándose co n una contradicción, no
por ello es men05 cojo. ¿Es ello torsión de sú· direcció n a la
info rm ació n médi ca? ¿O bien se trata de un aba ldeo intrínseco
a la cüestión?
Paso a trás que hace las veces de paso de entrada en su pro­

lEn 1966, d iga mos quc lo considerába mos ahyecto. Esto que nos sale
11 POlI ge esc:ri be esto: r ban (1966).
de la garganta nos permitc rec!\CrilJ¡r más Iigera mcnl e uu eslro primer ca ­
pÍlulo.
[311]
312 VARIANTts DE I ,A CURA-TIPO ' · ..... RIA NTI::S Ot: L A CURA-l'/PO 31l

bIema, por recordar lo que se presiente en el público: a sa ber Este rasgo puede parecer, en la cuestión pre:,ente, periférico.
que el psi coanálisis no 'eS una terapéutica como las demás. Pues Pero su alcan ce consiste precisamente en delimitarla con una
la rúbrica de las variantes no quiere decir ni la adaptació n de línea que, a penas visihle desde fuera , constitu ye e l dominio
la cura, so bre la base de criterios empiricos ni, digámoslo, clí­ inrerior de un círculo, sin que éste deje por ello de prese ntarse
nico5,2 a la variedad de los casos, ni la referencia a las variables como si nada allí lo separase.
en que se diferencia el campo del psicoanálisis. sino un a preo­ En ese sllencio que es el privilegio de las verdades no disc u­
cupación, puntillosa llegado el caso, de pureza en los medios y tidas, los psicoanalistas enc uentran el refugio que los hace ¡m­
los fines, que deja presagiar un estatuto de mejor ley que la permeab l'es a todos los criterios que no sean los de una dinámi ca,
etiqueta aquí prese ntada. de una tópi ca, de una economía que son incapaces de hacer
S'e trata ciertaUlente de un rigor en cierto modo ético, fuera valer fuera.
de l cual toda cura, incluso atiborrada de conocimientos psico­ Enton ces todo reconocimiento del psicoanáli sis, lo mismo
analíticos, no sería sino psicoterapia. como profesión que como ciencia, se propone úni cam'en te ocul­
Este rigor exigiría una formalización, teó rica según la enten­ tando un principio de extraterritorialidad ante el qu e el psico­
demos, que ape nas ha encontrado hasta el día de hoy más 5..1. tis­ analista está en la imposibi lid ad tanto de renun ciar a él como
facción que la de ser confundida con un formali smo práctico: ue no denegarlo: lo cual le obliga a colocar toda validación d'e
o sea de lo que se hace o hien no se hace. sus problemas ha jo el signo de la doble pertenencia, y a armarse
Por eso no es malo partir de la teoria de los c,-iteúos lempé-u­ con las posturas de in as ihle que tiene el Murciélago de la fábula.
ticos para esclarecer esta situación . Toda discusión soure la cuestión presente se ahre pues con
Sin dud a la despreocupación del psicoanalista en cuanto a los un malentendido, el cual se revela también por produ cirse a
rudimentos exigidos por el empleo d'e la estadística sólo puede contraluz de un a paradoja de dentro.
compararse con la que es todavía usual en medi cin a. En él sin Esta paradoja se introduce ciertamente por lo que sale de
embargo es más inocente. Pues hace menos caso de apreciaciones todas las plumas, y las méís a utori zadas no lo demu'Cs[J'an menos,
tan sumarias como: "m'ejorado", "muy mejorado", induso "cu­ a propósito de los criterios terapéuticos del psicoanálisis. Que
rado", ya que está preparado por una disciplina que sGlbe des­ esos criterios se desvanezcan en la justa medida en que se apela
prender e l apresuramiento en concluir como un elemento en sí en ellos a un a referencia teórica es grave, cnando se a lega la
mismo cuestionable. teoría para dar a la cura su estatu to. Más grave cua ndo con tal
Bien advertido por Fr'eud de que debe examinar de cerca los ocasión se hace patente que los térm inos más aceptados no mues­
efectos en su experiencia de aquello cuyo peligro queda sufi­ tran de pronto otro uso que el <le índices de la cu rencia o de
cientemente anunciado por el término fUTor san andi~ no se aferra pantallas de la nulidad.
tanto a fin de cuentas a dar sus apariencias. Para h ,tt.:ernos una idea de esto, basta con referirnos a lus co­
Si admite pues el sanar como beneficio por añadidura de la muni caciones presentadas en el úhimo congreso d'e la Asocia­
cura psicoanalítica, se defiende de todo abuso del deseo de ción PsicoanalíticC! Internacional. reunido en Londres; merece­
sanar, y esto de manera tan habiLual que por el solo hecho de rían llevarse al expediente en su totalidad, y cad a un a ínte­
que un a innovación se motive en él se inquieta en su fuero in­ g ramente .;; Extraeremos de una de ellas una apreci ~l ciú n mesu­
terno, reacciona incluso en el foro del grupo por la pregunta rada <la tr ad ucción fran cesa es nuestra): " Ha ce veinte año!!'"
automática en erigirse con un "si con eso estamos todavía en - escribe Ed .....ard Glover-, hi ce circular un cuestion a rio con e l
el psi coanálisis". fin de (hu cuen ta de ]0 que era n las prácticas té cni cas rea les y

2 Salvo qu e se relome en la eSll"uClUI"3 lo que especifica a nuestra "eli. ~ eL In l ' mal iOrlo ! Jou,.,101 01 PJ)'cho -Analyr.is. 1954. núm . 2: lodo el
uica" en el sentido que sosti ene todavía de un mamen lo de nacimient o. numero.
mome Ulo originalmente reprimido en el médico qu e 10 prorrog-a. que !;c 'lJ? ciLado , p. 95 . Se enconlrará eSLe arLículo tradu cido flll eg ramclIll." 1."11
couvie rte él mismo desde ese JI\omento en el nirio perdido , cada vez más. eL la .. úllima s p,í.g·ina s del volumen de este autor publicado bajo el t(t1110 dI."
Michel Foucau lt, El n(lcimie11lo d(> la clí1l ico, Méx. ico , Síglo XXI. 1966. Tnhniq!lt' de la p¡;ycha-tlOly~e, Pressc::s Universitaire~ de Fran cc , 1958.
314 VARIANTES DE LA CURA-TIPO YA RIANl'ES DE LA CURA-T I PO 31S
las normas de trabajo de los psicoanalistas en 'es te país (Gran cos de diagnós ti co, de pronósti co y de seleccj6n de los casos,
Bretaña) . Obtuve respues tas compl etas de veinticuatro de nues­ practicarían, aunque fuese de manera aproximada, los mismos
tros veintinueve miembros practi ca ntes. Del examen de jas cua­ procedimientos té cnicos. l\:in'guna de estas p,·etensiones podría
les, tra nspiró (sic) que no ha bía acuerdo completo sino en se is soportar u.n control un poco estrecho" .G
de los sesen ta y tres punt os planteados. Uno solo de 'esos seis Como se necesi tarían diez p,íginas de esta Enciclopedia sólo
puntos podí::t considerarse como fundamental , a sa ber : la nece­ para la bibliografía de los artículos y obras 'en q ue las autorida­
sidad de analizar la transferencia; los otros se referían a mate­ des meuos i mpug nadas confirman semejante confesión, todo
r ias tan menores como la inconveniencia de recibir regalos. el recurso a l sentido común de los filóso[os parece exclu ido para
re chazo del uso de términos técnicos en el análisis, la evitación encontrar e. n él a lguna medida en la cuestión de las variantes
de los con ta rtos sociales, la absten ción de contes tar a las pregun­ d'e l Ira tam ienlo analíti co, El mantenimiento de las normas cae
tas, la objeción de principio a las co ndiciones previas y, de más y m~s en el orbe de los intereses del grupo, como se mani­
ma nera bastan te interesa nte, el pago de LOdas las sesiones en fi esta en los Estados Unidos donde ese grupo represen la un
ql1C se falta a la cita:' Esta referencia a u na encues ta ya antigua poder.
toma su valor de la ca lid ad de Jos practicantes, toda vía red ucidos Enton ces se trata m'e nos de un standard que de un standing.
a una ¿lite" a los que se dirigía. La evocamos tan sólo por la Lo que hemos llam ado más arriba formalismo es lo que Clovel­
urgencia, que ha llegado a s'e r ya pública, de lo que no era sino designa como " pcd eccion ismo", Basta para darse cuenta de
neces idad personal , a saber (es el título del artículo): defi ni r ello señalar cómo habla de él: el anál isis "pierde as í la medid a
los "cri teri os terapéuti cos del análisis", El obstáculo principal d'e ,c;¡ us límites", se ve conducido a criterios de su operación " in­
e5 designado "Ilí en divergencias reóricas fundamentales : "No motivados y por tan to (uera del alcan ce de tod o contro l", in­
necesita mos mirar le jos -se proslgue- para encontrar sociedades cluso a un a "rnystir¡u e (la palabra está en franc és) q ue desafía
psicoa na líticas hendidas e n dos (sic) por semeja ntes diferen cias, el examen y escapa a toda discusión sensata".?
con gr up os 'ex tremos qLle profesa n puntos de vis ta mu tuame nte Esta mistificación - es en efecto el término técnico para de­
in compatibles, cuyas secciones so n mantenidas en un a uni ó n signar todo proceso que ha ce oculto para el sujeto el origen de
incómoda por grupos medios, cuyos miembros. como sucede con los e fectos de su propia acción - es tanto más notable cuanto
todos los eclécticos del Inundo, sacan partido de su ausenc ia que el aná lisis sigue conservando un favor qu e se acend ra por
de origina lidad haciendo una virtud de su eclecticismo, y pre­ su duración, lan sólo por considerarse en un a op inión bastante
tendi'endo, de manera implícita o explíciLa, que, sin importar amp lia que llena su l ug'l[ putativo. :Basta para ello con que, -e n
las divergen cias de pri ncipio. la verdad científi ca no r eside sino Jos círculos de las ciencias humanas, suceda que esperándola de
en e l compromiso. A despecho de este esfu erzo de los eclécticos él , se le dé esa g·arantía.
por sa lvar las apariencias de un fre nte unido an te el púhlico Resultan de ello problemas que llegan a s'er de interés públi.
cien tífico y psicológico, es evidente que, en ciertos aspectos fun­ ca en un país como los Estados Unidos donde la can tidad de
damen ta les, las técnicas q ue ponen en prácti ca grupos op uestos los ana listas da a la ca lidad del grupo el alcance de nn fa ctor
son tan diferenles como la ti za del qu'eSO." 5 sociológico embragado en lo colectivo.
Así pues el autor citad o no se h ace ilusiones sobre la oport u­ Que el medio considere necesaria la coherencia entre té cn ica
nidad qu e ofrece el Congreso plenar io, al que se dirige, de redu ­ y teoría no es por ello más tranq uili zad or.
cir las dis corda ncias, y esto por f<l lta de toda cri ti ca so bre "la Sólo una aprehensión de conjunto de las di verge ncias, que
suposición ostentada y alimentada con cnidado de que los que sepa ir a su sin croní a, puede alcanzar la ca usa de su discordi a.
está n en si tua ción de participar en semejante propósito com­ Si se intenta esto, se adquiere la idea de un fenómeno masivo
panirfan , aunque fuese grosso modo, Jos mismos puntos de vis ta, de pasividad, y aun de inercia subjetiva, cuyos efectos parecen
acrecentarse con la extensión del movimiento.
hablarían el mismo lenguaje técni co, seguirían sLs temas idén ti-
'Las cursivas so n del aulor, lJ?, p. 96.

IlJ P ci t., p, !l5. ., lJP, 1954, núm. 2, p.96.

:l16 VARIANTES DE LA. CURA-TIPO VARIA N1"ES OE LA CURA ·TlPO 31 7


Por lo m enos esto es lo qu'c sugiere la dispersión que se com­ muestra pues redoblada con un desconocimiento interno a su
prueba tanto en la coordinación de los conceplOS como en su propio movimiento.
comp rensión. Aquí es donde la cuestión d'e las variantes puede, si es que
Algunos buenos trabajos se esfuerzan por volver a ponerlos en sn condición de ser presentada al público médico h a de sel­
vigor y parecen tomar el camino (ajante d'e argüir sobre sus correspondida, encontrar un favor imprevisto.
antinomias, pero es para volver a caer en sincretismos de pura Esa plataforma es estrecha: consiste toda ell a en que una prác­
ficción, que no excluyen la indiferencia ante las falsas apa­ tica que 3""'C funda en la intersubjetividad n o puede escapar a sus
ri encias. leyes cuando queriendo ser reco nocida in voca sus efectos.
Se llega así a celebrar que la debilidad de la invención no Tal vez brotase suficien te el ra yo haciendo ver que la ex tra­
haya permiLido más destrozos en los conceptos fundamentales, territoria lid ad cubierta d'e la que procede para extenderse el
los cuales siguen siendo los que debemos a Freud. Su resistencia psicoanáli sis sugiere que se la trate a la manera de un tumor
;( tantos esfuerzos para adulterarlos se convierte en la prueba por la exteriorización.
a contrario de su consistencia . Pero sólo se rinde justicia a toda prete nsión que se arraiga
Tal es el caso de la transferencia que se muestra a prueba de en un desconocimi~nto aceptándola en términos crudos.
toda teoría vu 19arizante, y aun de la idea vulgar. Cosa que d'e be La cues ti ón de las varian tes de la cura, por adelantarse aquí
.a la robuste z he geliana de su constitución: ¿qu é. otro concepto con el rasgo galante de ser cu ra-tipo, nos incita a no conservar
h ay en efecto que haga resalten' mejor su identidad con la cosa, en ella más que un criterio, por ser el único de que dispone el
<.:on la cosa ~t11 a líti ca en este caso, cuando s'e pega él él con todas médico que orienta en ella a su paciente. Este criterio rara vez
las ambigüedades que consticuyen su tiempo lógico? enunciado por considerárselo tautológico lo escribimos: un psi­
Este fundamento de tiempo es aquel con que Freud la lOau­
coanálisis, ti po o no, -es 1<1 cura que se espera de un psicoanalitsta.
gura y que nosotros modulamos: ¿retorno o memoria l? Otros se
demoran en la cosa sobre este punto resuelto: ¿es real o desreal?
Lagache 8 interroga sobre el concepto: ¿necesidad ele repetición
DE LA VíA DEL PSICOANALISTA A SU MANTENIMIENTO:
o repetición de la necesidad?9
CON SIDERADO EN su DESVIACIÓN
Se capta aquí que los dilemas en que se enmaraña el practi­
can te proceden de los rebajamie ntos por los cuales su pensa­
La observación que sirve de pórtico al capítulo precedente no
miento está en falta para con su acción. Contradicciones que nos
tiene otra evidencia sino irónica. Es que perfilándose sobre el
.cautivan cuando, drenadas en su teoría, parecen forzar a su
pluma con alguna dváyy,r¡ semántica donde se lee ab inferioú callejón sin salida aparente de la cuestión en su enfoque dog­
la dialécüca de su acción. má[i co, la rei tera, bien mirado y si n omitir el grano de sal, por
Así una coherencia exterior persiste en esas desvi aciones de la un juicio sintético a priori, a panir del cua l podrá sin duda
~xper¡encia analítica que enmarca su eje, con el mismo rigor volver a encontrarse en ella una razón práctica.
con que las esqu irlas de un proyectil, al di~pers;,jrse, conservan Pues si la vía del psicoanálisis se pone en tela d'e juicio en la
su trayectori(j ideal en el centro de gravedad dd surtidor que cuestión de sus variantes h asta el punto de no recomendarse ya
trazan. sino de un solo tipo, una exis tencia tan precaria establece que
La condici ón del malentendido, de la cual hemos observado un hombre la mantenga y que sea un hombre real.
que traba al psicoanálisis en la vía de su reconocimiento, se Así, será por las solicitaciones ejercidas sobre el hombre real
~ "Le problblH': du transfert", Rt'/I. Franrai.\(' de P.lycharlOlysc, 195~,
por la ambigüedad de es ta vía como intentaremos medir, co n
16, número 1·2. el efecto que él experimenta, la no ción que toma de ella. Si
11 En 1966, nad ¡e que siga nuestra e nseñ:lOza $in \'e i" en ella que la tran$· prosigue su tarea en efecto en esa ambigüedad, es que no lo
fe rencia es la intromi sión del tie m po d e saber.
Es te texto, <:l \Inque reescr ito , sigu e escr upulosamente nUC!l t ro.. enunciado,
d-etiene más de lo qu e es co mún en la mayoría de las. prácticas
~Ie entone"". humanas; pero si sigue siendo permanente en esa práctica par­
3 18 VARIANTES DE LA CURA- TIPO VAR IANTES DE LA CURA-TIPO !19
ticular la cuestión del lím ite que h a de asignarse a sus varian tes, los términos de su di scurso, la abertura propia de la regla que
es que no se ve el término dond'e cesa la amb igüedad. le as igna como fund a me nta l: a saber que ese discurso s'e prosiga
Entonces importa poco que el hombr e rea l se de scargue de pri'fl/.o sin interrupción, secu.ndo sin rete n ción , esto n o sólo en
la tarea de de finir ese término en las autoridades que sól o sub. cuanto a la preocupación de su coherencia o de su raciona li dad
v ie ne n a e lla dando gato por lieb re, o qu e se avenga a d esco­ interna, sino también en cuanto a la vergü'enza de su ll amado
nocerlo en su rigor, evitando poner a prueba 'el límite; en los ad hominem o de su aceptabilidad mundana . Distiende pues de
dos casos será, por su acción, más burlado que bur1ador d e él, es te modo el margen que pone a su merced la sobredeterm in a·
pe ro con ello no se hall:Há sino más a sus anchas para a lojar allí dón dd sujeto e n la ambigüedad de la pa labra co nstituyente
los dones que 10 adaptan a él: sin ¿,use cuenta de que al aban· y del di scurso constituido, co mo si esperase que sus extremos se
donarse aquí a la mala fe de la práct.ica instituida, la hace caer uniesen por un a revelación que lo ~ confunde. Pero esa conjun­
a l nivel de las rutinas cu yos secretos dispensan los hábiles; secre­ ció n no pued e operarse, debido al límite poco notado en el que
loS desde ese mome nto incriticables, p uesto que est;:ln si'e mpre permanece co nt enida b pretendida libre asociació n, por el cual
subordi nados a los mismos don es, a unqu e ya no J 05 hu biese en la pa labra d el suj eto es mantenida en las formas sintácticas que
el mundo. que ellos se reservan discernir. la a rti cu lan en discurso e n la ¡'c ngua empleada, tal como la en·
Aquel que se deja, a este precio, ;t.ligerar de la preocupación tiende el ana lista.
de su misión se creerá incluso confirmado 'en e llo por la adver· Por consiguiente el a nalista co nse rva e n tera la responsabi­
tencia que resuena todavía con la VOl. misma que formuló las lidad en e l pleno senticlo que acabamos de definir a partir de
reglas fundame ntales de su práctica : de no hacerse una idea su posició n d'e oyente. Una ambigüedad sin ambages, por estar
demasiado elevad a de esa misión, ni menos aún el profeta de a su discreción como intérprete, se repercute eu una secreta inti·
algu na verdad es tablecida. Así ese precepto, presen tándose bajo mac ió n que él no podría a partar ni siquiera callándose.
e l modo negativo, por el cual el maestro pensó ofrecer esas 'P or eso los a utores co nfiesa n su peso. Por oscuro que per ma­
reglas a la comprensión, no abre si no Sil contrasentido a l a nezca para ellos. por todos los rasgos en que se di stingu e un
falsa humildad. malest<lr. Esto se extiende desde el azoro, o aun de lo informe
E n el ca min o de la verdadera. n o habrá que buscar lejos la de las teorías de la interpreta ción, hasta su rareza constantemen­
ambigüedad insoste nible qU'e se propone al psicoa nálisis; está te acrecentada en la práctica por la postergación nunca propia­
al alcance de lodos. Ella es la que se reve la e n la cu estión de lo mente motivada de su e mpleo. El vago término an alizar viene
que quiere decir h ab la r, y cada un o la encuen tra con sólo aco­ a remediar d emasiado a menudo la flotación q ue retiene ante
ger un di scurso. PU'es la locución misma en que la lengua re­ e l de interpretar, por defecto de su puesta al día . Sin duda es
coge su intenci ón más ingenua: la de e ntender lo que "quiere de un efecto de huida de lo que se trata en el pensamiento de l
decir", d ice sufi cie n temente que no lo dice. Pero lo que quiere practicante . La falsa consistencia de la noción de contratrans­
decir ese ·'q uiere decir" es ta mbién de doble se ntido, y depende ferencia , su boga )' las fanfarronadas que abr iga se explican por
de l oyen te que sea el uno O el otro: ya sea lo que el h ablante servir aquí de coartada: el analista escapa gracias a ellas de
quiere decirle por medio de l discurso que le dir ige, o lo que conside rar la acción qu e le corresponde en la producción de
ese discurso le enseña de la cond ición de l hablante. Así, no la verdad. 10
sólo el sentido de ese discurso resid e en el que lo escuch<l , sino La cuestión de las variantes se esclarecería de seg uir ese efecto,
q u e es de su acog ida de la que depende qw:én lo dice: 'cs a saber esta vez diacl'ónicamente, en una hütor·ia. de las varia.ciones del
e l suj eto a l que co n cede acuerdo )' fe, o ese otro qu e su di scurso movim iento psicoanalítico, devo lviendo a su raíz universal, a
le en trega como constituido. sa ber su inse rci ó n en la 'experiencia de la palabra, la especie
Ahora bien, el a nalista se apodera de ese poder di screcional d e ca to licidad paródica e n la que esta cuestión toma cuerpo.
del oyente para llevarlo a una potencia segunda. Pues, además Por lo de más, no se n ecesita ser gran letrado para sa ber que
de que ~e pone expresamente para sí mismo, y au n para el suje­
to hablan te, como inté rprete de l discurso, impone al suj eto, en 10 Tres párrafos reescritos.
~zo VARIA NT ES VE LA CURA-TIrO VARIANTES DE L A C URA · TlPO 321

las pala bras-cla ve que e l hombre rea l, aquí evocado, utili za hujeto francamente constitu ye nte, puesto qu e sostenía los sínto­
de la manerd. más celosa para iJustrar con e llas su técnica no son mas en su sen tido antes de que és te fuese revelado, y es to se co mo
siempre las que concibe más clarmnente. L os augures se rubori­ p rue ba directamen te al reco noce rlo en la as tu cia del desorden
zarían d e urgirse demasiado un os a otros sobre eSl'e pun to, y n o en que lo reprim ido pac ta con la censura , en lo cual, observé·
les parece m al que la vergüenza de los más jóvenes, por exten­ maslo de pasad a, la neurosis se emparie nta co n la condi ción
derse hasta Jos m ás novicios gracias a una paradoja que explican más común de la verdad en el habla y en lo esc rito.
las modas ac t Uéd es en favor de su fo rmaci ón , les ahorre esa Si entonces, una vez que el analista ha dado al sujeto la clave
prueba. de su sí ntoma, éste no deja por ello de persis tir, es q ue el sujeto
Amílisis de) material, a nálisis de las resistencias, ta les son los resiste a reco nocer su se ntido: y se concluye que es esa resisten·
términos en que cada uno referida e l principio elementa l como cia ] a que hay qu e a uali za r antes qu e nada. Entendamos
la palabra fin a l de su téc nica, y el primero aparece com o cadu­ que es ta reg la con cede todavía fe a la interpretación, pero será
co desde la promoción del segundo. Pero, puesLO q ue la perti­ d e la vertiente del suje to en la que va a busca rse esa r esistencia
nencia de la i nterpretaci6n de u na res istencia se sa nciona por d e la que va a depender la d esviación qu e se a nun cia; y es claro
la emergen cia de un " nuevo material ", será en cuanto a la suerte que la noción se indina a cons1derar a l suje to como constituido
que habrá de reservarse a éste dond e empezarán los matices y en su discurso. Basta co n que vaya a buscar esa resisteucia fuera
.aun las di vergencias. Y res ulta que si hay qu e interpretarlo d e ese discurso mismo, y la desviación será si n remedi o. No vol·
como a nteriormente, habrá motivo para pregunt arse si, en estos verá a interrogarse sobre su fracaso a la función cons titnyente
d os tiempos, el término interpretació n conserva e l mismo se ntido. de la interpretación.
Para responder a es to, puede un o referirse a los inicios d el E.<;te movimie nto de d imisió n en el uso de la palabra justifica
año ]920 en qne se insta ura el viraje (ta l es el termino consa· qu e se di ga q ue el psicoa nálisis no ha salido, desde entonces, de
grado 'en la historia de la técnica) considerado desde entonces su enfermedad infantil , término que rebasa aquí el luga r co mún,
como de cisi vo en las vías del an álisis. Se motiva, en esa fecha, por toda la propi edad que encuenlra gracias al reso rte de 'este
por un amortiguamiento en sus resultados, cu ya co mprobación movimiento: d onde tod o se sos ti ene e n e[ecto por el paso en
hasta ahora sólo puede esclarecerse por la opi nión, apócri fa o falso de método que cub re 'el más gra nde no mbre en el psico­
no, en la que e l humor del maestro toma a postcriori val or de anál isis de niños.
previsión, de ser n ecesario apresurarse a hacer el inventario del La no ción d e la resi.!> ten cia no era sin embargo nueva. Freud
inconsciente an tes de qu e vuelva a ce rrarse. ha bía recon ocido su efecto desde 1895 co mo manifies to en la
Lo qu e sin e mbargo queda marcado de descréd ito en la téc­ verbalización de las cadenas de discurso en que el sujeto co nsti­
ni ca por e l término mismo de " materi al" es el co njunto de los tu ye su historia, proceso cuya con cep ció n uo vacila en dotar de
fe nómen os 'en los qu e habíamos aprendido has ta e ntonces a en· imáge nes al representar eSas cadenas como euglobando en sn
contrar el secre to d el sínl o ma, domini o inmen so a nexado p or el haz el nú cleo pa tóge no a lrededor de l cual se flexionan, para pre­
genio de Fre ud al co noci miento del ho mbre y que merecería el cisa r que el efecto de resistencia se ejerce en el senti d o transver­
título propio d'e " semán ti ca psicoana liti ca": sueños, actos falli· sa l al para lelismo d e estas cadenas. Llega inc1uso has[a plantear
dos, l apsu .~ del discurso, desórde nes de la rememoración, capri. ma temáti camente la fórmul a de proporciona lidad inversa de es te
chos de la asociación menlal, etc. e fecto a la distanci a d e] núcleo respecto de la cadena 'en curso
Antes de l "vira je ", es por el desciframiento de este mat'erial d e memorización, enco ntra ndo eu ello, por eso mismo, la me·
como el suj e to recob ra, con la dispo.'iición de l co nfli cto que de. elida del acercamient o rea li zado.
termina sus síntomas, la rememoración de su historia. Y 'es iguaI ~ Es tá claro aq uí q ue, si la int'erpretac ión d e la re.!>jstencia en
mente por ]a resta uración del orden y de las lagunas de ésta acci6 n en lal cade na d e d i.'1c.: urso ~e distingue de 1a inte rpreta.
como se mide ento nces el va lor téc ni co que debe conced'erse cilm de sentido por la cual el su jeLO pasa de una ca dena a otra
a la redu cción de los síntomas. Esta redu cción comprobada de. nds " profunda", b sobre el tex to mismo del discurso donde la
muestra una d inámica en que el inconscien te se d'e[i ne como un p rimera se ejerce 'iin e mbargo, inclu yendo sus e lusiones, sus
S22 " ARIANTES Dt: lA CURA-TI PO VAR.IAN'~S DE LA CURA -TIPO 323
distorsiones. sus eJísíones, y hasta sus ag uj eros y sus sincopas. No hay sino que leer las frases que ab ren el libro Th e ego and
La interpretación de la resistencia abre pues la misma ambi­ Ihe mechan;sms o/ de¡ense, de A nn a Frcud: 12 "En ciertos pe­
giiedad que hemos analizado fi éis arriba en ]a posición del riodos del desarrollo de la ciencia psicoanalítica, el imerés teó­
oyente y que retom a aquí la pregunta: ¿Quién resiste? - El Yo, ri co concedido al Yo del individuo era abiertamente desapro­
respondía la primera doclrina, comprendiendo sin duda en él hado... Toda ascens ión del interés desde las capas más profun­
al sujeto person a l, pero sólo desde el ángulo de manga ancha das hacia las más superficia les de la vida psíquica, y asi mismo
de su dinámi ca. lodo viraje de la investigación del Ello ha cia el Yo eran co nsi­
Es e n es te punto donde la nu eva ori entación de la técnica se derados, en general, como un comi enzo de aversiün h acia el
precipita en un engaño: responde de Ja misma manen. , descu i. an<.H isis", para escuchar, en el sonido ansioso con que preludian
d ando el hecho d'e que se las ve con el Yo cuyo sen tid o Freud, el advenimiento de una era nu eva, la música siniestra en la
su orácu lo, acaba de cambiar insta lándo lo en su llueva tópica, que Eurípides inscribe, en sus Fenicias} el lazo místi co del per­
precisamente con la mira de marcar bien que la resistencia no sonaje de Antígona con el tiempo de ret or no de la Esfinge sobre
es privilegio del Yo, sino igualmente d el Ello y de l Superyó, la acción del héroe.
Desde ese momenfo nada de este último esfuerzo de su pen . Desde entonces, es un lugar común recordar que no sabemos
sam iento será ya verdaderamente comprendido, como se ve en nada del suj e to sino lo que su Yo tiene a bien darnos a conocer,
que los autores de la o la del viraj e estén todavía en la etapa d e y Otto Fenichel llega hasta proferir por Jas buenas, como una
dar vueltas bajo todas sus facetas al instinto de muerte, incluso verdad qu e no nece~ ita discutirse, que "es al Yo a quien incu m­
a enmarañarse sobre con qué propiamente 'el sujeto ha de iden. be la tarea de comprender el se nüdo d-e las palabras""l
dficarse. si con e l Yo o con el Superyó del ana lista, sin dar en El paso siguiente lleva a la confusión de la resistencia y de
ese camino paso que valga, sino cada vez mlls multiplicando la derensa del Yo,
un contrasentido irresistible_ La noción de defensa, promovida por Frcud, desde 1894, en
Por un vuelco de la justa 'elección que determina cmil s ujeto una primera referellcia de Ja neurosis a una concepción gene­
es acogido en la palabra, el sujeto constituyente del síntoma es ra lmente aceptada de la función de la enfermedad. vuelve a
tratado como constituido, o sea, como dicen, en materia l, mien­ ser tom í1da por él ¡ en su trabajo fundamental sobre la inhibi­
tras que el Yo, por muy constituido que esté en la resis lencia , ción., el síntoma y la angus tia, para indicar que el Yo se forma
se convi erte en el sujeto al qu e el analista en ]0 sucesivo va a de los mismos momentos que un síntoma.
ape lar como a la instancia co nstitu ye nte_ Pero ·el único uso semántico que, en su libro citado hace un
Que se trate de la persona en su "totalidad" es en efecto instante, la se ñorita Ann a Freud hace de l término Yo como sujeto
falso del nuevo concepto, incluso y sobre todo en que asegur a del verbo muestra suficientemente la tr ansgresión que consagra
el enchufe de órganos lI am:tdo sistema percepción-conciencia. co n él, y que, en la desviación desde 'entonces asen lada , el Yo es
(¿Freud por otra parte no hace d'el Superyó el primer ava l d e ciertamente el suj eto objetivado, cuyos mecanismos de defensa
una experiencia de la rea lidadl) constituyen la resi~tencia.
Se trata de hecho del Tetorno, del tipo m~ls reaccionario y por E l trata miento se concehirá 'entonces como un ataque que pone
ello cuán instructivo, de una ideología que en todas las demás como principio Ja .existencia de una sucesión de sistemas de
partes reniega de sí misma por haber entrado simple mente en defen~a e n el su jeto, lo cual queda suficientemente confirmado
quiebra. 1l por las vacuidad·es ridiculizadas a la pasada por Edward Clover.
y co n lo que se da uno a bajo precio aires de importancia plan-
'U Si con es[a~ lineas, com o con nu est ras lecciones, h emo s aligerado bas­
tante el imperio de hastío contra el que van sus pe!iCOlOnes. para que al u Traducidas aquí .d fram.:és por nowtros. [El ro y los mecanismos de dt>­
recorrerlas aquí se corrija como por sí mismo su estilo de emisión, añad;'¡ . !e'lsn, Buenos Airc ~ . Paid6s, varias ediciones. AS]
mos le esta nota: que en 196G diríamos que el Yo es la teologJa de Ja libre 13 P,·obll:mes de uclllliqut' pS)'chanaly tique, Presscs Universitaires dc Fran­

empresa, designánd olclt como patronos la tríada: Fénelon, GuizOt, VicIar ce, p_ G3. lProblema.s de lécTlica psicoa7lalítica, Rosa rio, Control. 19-73, p.
Cousin. 93, AsI
~24 VARIANTES DF. LA CURA-Tiro
, 'AJ(JANTES DE LA CUR,A ··npo 325
tcando a tuertas y a derechas la cuestión de sa ber si se ha "ana­ manifestación de la presencia del sujeto pronto parece deberse
lizado bastante bien la agresívidad ";14 por cuyo expediente el preferir: su pres'entación en su aspecto 'J su porte. )a afectación
a lma de Dios afirma no haber encontrado nun ca de la tra ns­ de sus modales, y e l saludo de su despe<li<la; una reacción <le
ferencia o tros efectos sin o agresivos. actitud en la sesión merecerá más a tención que una falta de
Así es como Fenichel trata de enderezar las cosas por medio sinta xi s y será más apreciada por su Índice de lonus que por su
de u na inversió n que las embroll a un poco más. Pues si bien alcance gest ua l. Una boca nada emocional, un borborigmo visee·
no se sigue sin interés el orden qu e él traza de la operación que ral serán testimonios buscados de la m ovi lización de la resisten­
debe realizarse contra las defensas del sujeto al que considera cia, y la sandez a que llega el fanatismo de lo vivido no dej ará
como un a plaza fuerte -de donde resulta que las defensas en de encon trar en la in tersubodoración su recóndi to meollo,
su conjunw no tienden sino a desviar el a taq ue de aque lla que, Pero, a med ida que se separa más del disc urso en que se ins­
por cubrir demasiado cercanam'ente lo que esconde, lo entrega cribe la autenticidad de la relación ana lítica, ]0 que sigue ll a­
ya, pero tam bién que ~sa defensa es desde ese momento la pren­ mándose su "interpretación" corresponde cada vez más exc1u­
<la esencial, hasta el punto de que la pulsión que oculta, de ofre­ siv;;tmente al sa ber de l analista. Sin duda, ese saber se ha acre­
cerse des nuda habría de con siderarse como el artificio supremo cen rad o mucho en esa vía, pero no se pretenda h aberse alejado
para preservarlo-, la impresión de realidad que nos seduce en as í de un aná li sis inteJectuaJista, a menos que se reconozca que
esa estrategia preludia el despertar que quiere qu e allí donde la comuni cación de este saber a l sujeto no ac tú a sino como una
desa parece toda sospecha de verdad, la dialécti ca reco bre sus sugesti ó n a la cua l el cr iterio de la verdad permanece ajeno. Por
dere chos por aparecer que no ha de ser inútil en la prác tica si eso u n Wilhelm Rei ch , que ha definido perfectamente las con­
tan s610 se le dev uelve un sen tido. d iciones de la intervención en su modo de andlisis d.el cardcler,
Pues no se ve ya ningún término ni aun ningun a razón a la considerado con justicia como una eta pa esencial de la nueva
investigación de las preten<lidas profundidades, si lo que descu­ técnica. reconoce no esperar su efecto sino de su insistenciaYí
bre no es más verdadero que lo que lo re cubre, y, de olvidarlo, Que el hecho mismo de esa sugesti ó n sea ana lizad o como tal
el análi sis se d egrada en un a inmensa chicana psicológica, cuyo no la convertirá por -ello en una interpretación verdadera. Se·
sen timiento n os lo dan más que sufi cienteme nte los ecos que mejante an . íJisis dibujaría solamente la r elació n de un Yo con
pueden tenerse de su práctica en a lgunos. un Yo. Es lo que se ve en la fórmula usu al, que el an alista debe
Si fingir fingir, en efecto, es un momento posible de la dia­ hacerse ali ado de la parte sana del Yo del sujeto, si se la com­
léctica, no por ello 'es menos cierto que la verdad que el sujeto pleta con la teoría del desdob lamiento del Yo en el psicoanáli­
confiesa para que se la tome por una men tira se di stingue de lo ~ js.J(J Si se procede as í a una serie de biparticiones de l Yo del
que se ría su error. Pero el mantenimien to de esta di stinción suje to llevándo la ad inf¡njl'Um~ está claro que se reduce, en el
,ólo es posible en un a dialécti ca de la intersubj etividad, donde lími te, a l Yo de l a na lista.
la pala bra constituyente está supuesta en el discurso con stituido. En este ca min o, poco importa que se proceda según una f6r­
Al rehuir efectivamente el más acá de la razÓn de este dis­ mul a en que se refJ eja bien el retorno a l desd én tradicio nal de l
curso, se le desplaza en el más allá. Si el discurso del sujeto \a bio por el " pensamiento mó rbido", al ha blar a l pacien te en
podía. en último extremo y ocasionalmente. po nerse entre pa­ "su lenguaje", no por 'e1lo se le devolverá su palabra.
réntesis en la perspectiva inicial del an álisis por la función de El fondo de la cosa no ha si do cambiado, sino con firmado
engaño, y a un de obstrucción, que pu-ede llenar en la revelación por formularse en un a perspectiva enteramente difere nte. la de
de la verdad, es en cuanto a su fun ción de signo y de manera
permanente como es devaluado ahora. Pues no es ya só lo que se l~ W . R eich . " El a n al il¡j~ tl cl ca ráCl er", l ntcrno t. Zscll1·. lintl. Psychoonol.,

le despoj e de su contenido para ocuparse de su emi sión, de su 1928. 14. mim .:l, pp . 18Q· If)6. Trad . ingL e n Th e Psychoanalitie Rearler, H o­
ganh Press, Lond res , 1950. [El análisis del cal·dctt1·, Bue n os Aires, Paid6s,
tono, de sus interrupciones, inclu so de su melodía. T oda otra va rias al iciones. AS]
111 R . Ste"ba , "La suerte del Ego en la terapia anaUt ica", ¡rl/unal . .J. Ply '
"IJ?, 1954, núm. 2, p. 97. dlo ·Artal., [934, n,hn . 2·3, pp. 118-126.
326 '"A(t IANTCS DE L '\ CURA-TIl'O VARlANHS 01:. LA CURA ·Tl ro 327

la re lación de o bjeto cu yo papel reüe nte e n la técni ca va mos ( 1928, p. 209) no quiere que vengan ue o tro Sltl O sino uel pre­
a ver. Sólo qu e. al referirse a una introyección por e l ~ uj e(Q , )' consc ie nte, es también de un efecto de retorno d e lo que se
bajo forma d e buen objeto. del Yo del <1I1alisla, pe rmit e soñar trata en la presente promoción de los efectos puestos baj o la
so bre lo que un hurón o bservador d educiría d e ese banq uete rübr ica de (ontratrans(erencia. 10
m :sti co e n cu a nto a la mentalidad de l civilizado m od erno. por Asl, n o puede sino seguirse -ergotizando en la inelación e n
poco qu e ceda al mismo extraño error r¡ue co metemos al LOmar q ue se sitúa la instancia de l Yo con sus veci nas para aqu ellos
al pie de la let ra las identifi cacion es 'limbó li cas del pensamiento que co nsideran que repre!:lenta la seguridad de l suj e to.
qll e lla ma mos "primitivo". H ay que a pelar a l sen timi e nto primero qu e da el a n ali sta, qu e
Qu'etla el h ec h o de que un teórico , opina ndo en la delicada no es en tod o caso e l de que el Yo sea su fuerte. por lo me nos
cu estión de la termina ción del análisis, establece cr udamente cuando se Ira ta de l su yo y del fund a mento qu e puede toma r
que implica l a identificación del sujet.o co n el Yo del a nalista d e él.
en cu anto que e~e Yo lo analiza. 17 ¿No 'es éste e l hueho qu e n ecesita que el psicoa na lista d e h a se r
Esta f6rmula, demistificada, no significa otra CO!:la !:li no qU'e lIn psicoanalizado, prin cipi o qu e S. Fere n o: i lleva a l ra ngo de
a l excluir su re lac ión co n el sujeto de todo cim ie nto en la p a­ segunda regla fundamenta l? ¿Y no se d oblega el p~icoa n a lis t a
lab ra, el a na lista no puede co muni ca rl e nada que no haya reci ­ haj o el juicio q ue bie n pode mos llam ar final de Fre ud, puesto
b ido de un sa ber preconce bido o de un a i ntuición inmediata , qu e fu e 'ex presad o por él dos a ños a ntes d e su mue rte, a saber
es decir q u e no esté sometido a la orga ni 1.:\cibn d c su propio Yo. qn e " no a lcanza ge ne ralm ente, en su propia persona lidad, el
Se ace pta rá de momento esta a po ría a la qu e e l a n ;.ui s i ~ queda grado de n or mal idad al que quisiera hacer llegar a s us pacien­
redu cido por ma ntener en su d esv iac ión !:I U principio, y pLtlHea­ tes"?:.!tI E!:, tc veredicto asombroso, y sobre el que n o h ay vuelta
remos la pregunta : para a~umir ser la medid a de la ve rdad d-e d e h o ja, su~ trae a l p~ i coanali!)ta d el beneficio de la exc usa que
lodos y cada uno d e los suj e tos que se confía n a \ \1 asiHe ncia , pllede hacer~e va ler precisamente 'en favo r de toda élil e, y es que
¿qué d ebe pues se r el Yo del analista? se recluta e n el co mún d e los hombres.
De!:'d e el moment o en que es tá por debajo del promedio. la
hipótesis m¡lS bvorabl c es ver en ello e l efec to d e rehote de
DEL Yo f.N 1'.:1. AN ÁLI SIS Y DE SU FIN EN I':L A N ALI STA un d esvalimie nto qu e lo qu e precede mu e<.,lra que :-le origin<l
en el acto mismo a n alítico.
Este términ o d e aporía co n qu e resumim os e n la desc mbo!:lcada S. Fere n czi , <:l a ut or tic la primera gent>raó<)n más per tinente
d e es te segund o ca pitulo la ganancia adquirida sobre el calle­ para cue!:,tionar lo que se requiere de la lier!:'ol1:\ del p~i coa n a­
j ón sin sa lida del primero a nun cia qu e pretendemos si n duda lista, y especialme nte pa ra el fin d el lratarnie:: nto, evoca en o trO
afrontar esta ga na n cia en el sentido conn'lI1 del psicoana li sta:
lugar el [onuo uel problema.
"Y cie rtam e nte n o co mplacernos en qne pueda ofe ncl er!:>e por ello.
En HI lu mi noso a rtí cul o !:Io l)re la '<:!1asticidad psicoanalítica,:.! 1
Aquí también procede remo!:' a obse rvar que las mi smas cosa!;,
se expresa en estos términos: "U n proble ma h as ta ah o ra n o to­
exigen un disc u rso diferente de ser tomadas en otro contexto,
cacIo, )ob re el qu e llamo la a te nd ó n, es el d e un a me ta psicología
y p repara re mos nu estra exposició n recordando que, si han pre­ qu e es tá a ún por h acer!>e d e los procesos psíqui cos d el an<.llisla
valecido sobre 1" famosa "comunicación de los inconscien tes"
dura nt e el a n;'d i sis. Su balance libidinal mu e~ tra un movimi ento
(considerada n o si n razón e n una fase a nterior como el princi­
pe ndul ar qu e le h are ir y venir entre un a ide ntificación (a mo r
pio de la verdadera inre rpretación) eSa con n ivencia (Ein /úh­
del obje to 'e n el a n ~í1 b i s) y un contro l eje rcido so bre sí. e n Cua n -
ltmg) , es¡t cotación (Ab schiitt.ung) ~l11te las c ua l e~ S. Fe renczi l 8
I~ w . Horrer, "Tres e rite r io.~ psicoI6g:i<.os pa ra tc.:rminar el tra tam iclllO", W Es ucci r de la (J'3 n :.fe rc ncia e n el an a li sta (1l 0 1a de 19(0) .
(rl t enla t. J. Psyc1¡o-Amll., 19:10, nUID. 3, J94- 19'). ~"II Frc ud, An(jli.fÍJ lerm ilUl /¡l e y lw alisi.\ i'llenn¡'l(l ble, c n C . W ., 1. 16, p . 93
JI S. f crcnCli, " [Iasliciuad <.le la técnica psicoallalít ica" , ¡"terna /. "lsclrr. lA . XX III , p. 249. \-'.·cml urili l.a I:l ex prc:li6n "erúehefl ""oJlc n ", qu e n o es "'lu i­
ar1.tl. Ps)'c.}¡oarlal., 1928. H , núm. 2. 207-20') (c n ProMemas y mélot/of del ~ i cra IlUc(~ r /leglu'" sino exaClamente "<lu cre!" edll ca r'· . AS]
psicoa nálisis, Duc nos Aires, Paiuós, pp. 77-88. AS] :1 JnlenUlI.. Z5chr. iJ"n.. /I, I'j)'cI'Oa lutl., 1928 , nllm. 2, p. '1.07.
328 VARlANTE.S DI!. LA CU RA-T1I'O VAR.IANTES DE LA CURA-TIPO 3~9

lo que es una acción intelectual. Durante el trabajo prolongado revela este conflicto se obtiene en un tiempo segundo de una
de cada día, no puede en absoluto aba ndonarse al placer de [ase preliminar del tratamiento, sobre el cual W. Reich , en su
ago tar libremente su narcisismo y su egoísmo en la realidad en concepción ya clásica en el análisis. 23 seña la expresamente que
general, sino solamen te en imaginación y por cortos momentos. su fin es hacer considerar al sujeto esa personalidad como un
No dudo que una carga tan excesiva, que encontraría difícil­ síntoma.
mente su igual en la vida, exige tard e o temprano la elaboración Es seguro que este punto de vista ha mostrado sus frutos en
de una higiene especial para el analista," una objetivación de estructnras tales como Jos caracteres ll ama­
Tal es la brusca consideración previa que toma valor por dos "fálico-narcisist(l:", "masoquista", hasta entonces desate ndi­
apa recer como lo que debe vencer primeramente en él el psico­ dos por ser aparentemente asin tomáticos, para no hablar de los
analista. Pues ¿qué otra razón habría para hacer de ella el exor· caracteres¡ ya señalados por sus síntomas, del histérico y del
dio de esa vía temperada que aquí el autor quiere trazafnos d'e compulsivo, el agrupamiento de cuyos rasgos, cualquiera que
la in tervención del analista con la linea elástica que va a tratar sea el valor que deba concederse a su teoría constituye un J

de definir? a porte precioso a l conocimiento psicológi co.


El orden de subjetivid ad que debe en él realizar, eso es sólo Esto no da sino ma yor importancia a la necesidad de dete­
lo que se indica con una flecha en cada encrucijada, monótono nerse en Jos resultados del aná lisis cuyo gran artesano fue Reich,
pOI' repetirse bajo av isos demasiado variados para que no busque en e l balance que traza de ellos. Su sa ldo consiste en que el
uno en qué se parecen. M enschenkenntniss Men schenforschun g,
J margen del cambio que sanciona este an,ílisis en el sujeto no
dos términos cuya ascendencia romántica, qne los empuja hacia llega nun ca hasta hacer solamente que se traslapen ht s distan·
el arte de conducir a los hombres y a ]a historia natural del das por las que se distinguen las estructuras originales. 24 En·
hombre, nos permite apreciar ]0 que con ellos se promete el lonces 'el efecto benéfico experimentado por el suj eto. gracias
autor, de un método seguro y de un mercado abierto - reduc· a l análisis de esas estru ctu ras. después de haber sido "s in toma­
ción de la ecuaciÓn personal - lugar segu ndo del saber - impe­ tifiradas" en la objetivación de sns rasgos, obliga a precisar
rio que sepa no insistir - bondad sin complacencia 22 - descon· m.is de cerca su relación con las tensiones que el análisis ha
fianza de los altares de la beneficencia - única resistencia qu e res uelto. Toda ]a reo ría q ne Reich da de esto está fundada
atacar: la de la indiferencia (Unglauben) o del demasiado poco sobre ]a idea de que esas estrucmras son una defensa del indi­
para mí (Ablehnurrg) - aliento a las expresiones malevolentes viduo con tra la efusión orgcísmica, cuya primacía en lo vivido
- modestia verd adera sob re el propio saber - en todas estas. es la úni ca que puede asegurar su armonía. Son sabidos 105 ex­
consignas, ¿no es el Yo el que se borra para dar lugar al punto­ <.remos a los qu·e le ha llevado esta idea, hasta hacer que la co­
sujeto de la interpretación? Por eso no toman su vigor sino por mnnidad psicoana Htica lo rechazara. Pero aunque no carecía
el aná lisis personal del psicoanalista, y especialmente por su Cin. de razones para hacerlo, nadie ha sabido formular bien en qué
¿Dónde está el fin de l aná lisis en lo que se refiere al Yol enaba Reich.
¿Cómo saberlo si se desconoce su función en la acción misma Es que hCly que ver primero que esas estructuras, puesto que
del psi coanálisis? Ayudémonos con esa vía de crítica que pone subsisten tras la resolución de las tensiones que parecen moti­
una obra bajo la prueba de los principios mismos a los que varlas, no desempeñan en ellas sino un pap'Cl de soporte o de
sostiene . material, que se ordena sin duda como el material simbólico de
y sometamos a ell a el anál isis llamado del carácter. Éste se la neurosis, como lo prueba el análisis, pero que toma aquí su
expone como fundado en el descubrimiento de que la persona· eficacia de la función imagina ria, tal como se m anifi'esla en Jos
lidad de] sujeto está estructurada como el síntoma que experi. modos de desencadenamiento de los com portamientos instintua­
menta como extraño, es decir que, a] igual que él, oculta un
sentido, el de un confl icto reprimido. Y la salida del material que :::1\\1. Rcich, "El an~li~i~ del ca rácrer", Inl errlOl. ZsCh7·, anUo Pl"ychoanal.,
1m, 14, núm. Z. Trad . ingl. en TI,,: PsychoaTlaly lic Reader, Hoga rlh Press,
12 Ferenczi no imaginaba que pudiese un día pasar al uso del panel l.ondres, 19:;0 [F.i análisis del cankier, Buenos Aires. Paklós, va ria s ediciones1.
publicitario (1966). 201 Articulo cit., p. 196.
3j O VARIANTCS Dr. LA CU RA·Tll'O \' AR I ANTLS 01:: L A CU Jl<\ -TIPO 33 1

les, manifestados por el estud io de su e to logía en el ani ma l, n o lo menos el más evidente as í co mo el más co nocjd o de los datos.
sin que este estudio haya sido fuertemente ind u cido por los d e la 'e x perie n cia analitica,
con ce ptos de desp lazamiento, incluso de idenLificación, pr ove­ Pero se desc uida m á~ f.\cilmente la dominancia que se scña b
ni e ntes de l a n:.ilü,is. en es to de 1" re lac ión narcisista, es decir d e una segundCl e n aje­
A sí R e ich no co me ti () más que un e rror en su an¡í li sis de l ca­ naci 6n por la cual s'e inscrib e en e l suj etO, co n la amb iv;d encin
rác te r : lo que d'e nominó "a rmadura" (character armar) y trató perfe cta de la posic ión en que se ide ntifi ca e n la pare ja perversa,.
co mo tal no es m ás qu e un escudo d e a rmas. El suj e to. después e l desdoblamiento interno de su existe n cia y de su facticidau.
d e l trata mi e nto, con serva e l peso d e las armas que reci bi ó de Es sin e mb argo 'e n el sentido propiamente ~ubjetivo puesto ailí
la natur aleza, h a borrado únicamente cl"C e llas la m a rca d e e n va lor en la perversión, mucho más tjue en su as ce n~i('lI1 aUlla
un bla~ ún. objc ti vación reco nocida, dond e re~ jd e -corno lo d emuestra ya
Si e~la co nfusión ha derno~(rado sin embargo se r posible es ~ó l o la evolución de la literatura cie nlí[i ca- el pa so qu'e e l p~ i .
que la func ión i maginLlria, guía de vida en el anima l en la fija­ coa n:.ílisis ha hec ho (br e n su anexión a l conocimie nt o d e l
<.:l6n se xu al ,11 congénere y en la ceremonia 'en que .,e de~e n ca­ hombre.
dena el aclO reproductor, e indm:o en el señalamiento del te­ Ahora bie n. la leoría de l Yo en e l amj(i ~ i s sigue m a rcad a por
rritorio, parece estar e n el h ombre enteramente desviada hacia un desconocimiento de fondo .:. i se descuida el periodo de su
la relaci l)ll narcis ista e n qu e se funda el Yo, y crea un<l élgresivi­ e laboración que, en la obra de Freud, va de 1910 a 1920, y e n
d ad cuya coord e nada d en o ta la signi ficació n que va a intenta r el que apare ce co mo in scribiéndose entera mente en la e!:itrll c­
d e mostr<lrse qu e es e l a lfa y o mega de es ta re laci6n : p'e ro e l lura de la relación narcisis ta,
erra r d e Rrich se expli ca po r su rech azo declarado d e es ta s ig­ Pu es lejos d e que el estudio del Yo haya co n ~titujdo llunca ,
n ificació n , que se sitúa 'e n la perspectiva d el insLinLo d e mue rte, e n la prime ra ép oca del p ~icoa n ;Uisis, el punto de aversión que
introducida por Freud en la c ll ~pide de su pensa mie nlO. y de la la seilo rita Ann a Freud qui ere si n duda d ecir en el pasaje cit,ldo
qu e es sabido que e~ la piedra de toqu e de la mediocridad de los m ás arr iba, es po r,_cie rt o más bie n desde qu e imag ina ro n pro­
analiHas, )a la re chacen o ya la desfiguren, m ove rlo en é l cua ndo fa vorecen e n verdad su sub\'ersiú n .
Así el <l nálisis del carácter sólo puede fundar un;.¡ concepción La con cep ci(')I1 de l fe nó me no del amor-pasión co mo de l.e rmi ­
propiamente mistifi cadora elel ~ujeto por lo qu e se denuncia en nado por la imagen d e l Yo ideal tanto co mo la c ue~ ti ó n plan­
él co mo una d efen,<':, l, si ~e le aplican ~ u s propios prin cip ios. leada de la inminencia e n é l de l odio senín l o~ punto~ que me­
Para resta urar su va lor 'e n una p erspectiva vedd ic<1, co nviene ditar del pe riodo anl edi cho del pellsa mi e nto fre udi a no, si 'iC
recordar qu e el psicoamUisis no h a ido tan lejos en la revelacilln quiere com prender como es debido la relación del yo (o n la
~..le los de~eos d e l h ombre sin o siguiend o, e n las ve nas d e la neu­ imagen del otro, tal como aparece ~ u ficientemenle evidenLe )"1
ros is y d e la subj e ti vidad marginal de l individuo, la eS Lru C lUl'~1 en e l ~olo título, que conjuga Psicologla de las maS(I ,\ y análisis
pro pia de un deseo que muest ra así modela rlo a nn :l profundi­ del Yo (19 2 1) ,'lG uno ele los anícu los con lo~ que Freud maugu·
dad inespe rada , a sa ber el deseo d e h ace r reco noce r su deseo. I'a e l t'lltimo pe riodo d e su pensamiento, aque l en que aca bar;']
Este (leseo, en el que se verifica lite ralmente qu e el d e!)co del d e de hnir a l Yo e n la tó pica.
hombre se enajena en el deseo del otro, estruClura e n efecLO 1<1 \ Pe ro eSl'e acaba mi e nto no puede co mpre nderse sino a (,ol1d i­
pulsiones descubiertas en el a nálisis, segú n tod as las vid~ itud'e ~ cibn dc ca pwr las coordenadas d e su progre~o en la Ilació n del
de las sustilllciones lógicas, en su fuente, su dirección ) ~u oh­ masoquismo primordial y la del in sti n to de mue l'lC', ill Scrilo~
jeto;:!!} pero lejos de que estas pulsiones, por luucho que no,') en Más allá del principio de placer (1920)." as í com o en lo
l"emonte mo.:. e n su histo ri a, muestren d erivar ele la necesidad de co n cepción d e la raíz degenerador<1 de la o bjelivaciún, wl como
una satisfacción n a tura l, no h ace n sino modularse e n fases que
re produce n LOdas las form as de la perve rsió n sex ua l, tal es por ~ S, Fn:ud , Psit'ologia de las mH,:,(J.) )' ollúlisis cid Yo, <:1) (;. 11 '" XIII,
pp, 71· IGI lA, X" IIl , pp, 67-1l!Gl·
="5_ Frcud. '~" s tJUlsioucs y SH.f destinos, en C. W ., x , pp, 210 -32 [ ..\., X.I\' , ::' S. Frcud, Mrís al/á del princiPio de f)lncer, en G, W" )(]lJ , pp. )·rill [A.
pp. 11 3. 134J. X" III, pp, 7·52].
VA1HANTES DE LA CU RA -TIPO 3:tl,
332 VAR IANTES DE l. A CUR.... · TIf'O

se expone en el pequeño artículo de 1925 sobre la Vern einung No hay, en efecto, más re a lidad qU'e ese toque de la muerte
<la denegación).28 cuya marca recibe a l nacer, detrás de l prestigio nuevo que toma
Sólo es te es tudio dará su sentido a la subida progresiva del en el hom bre la fun ción imaginaria. Pues es ciertamente el mi s ~
interés concedido a la agresividad en la transferencia y en la mo "instinto de muerte" e l que en el a nima l se manifies ta e n
resis tencia, no menos que en el j\rfalestar en la cu.ltura (1929),29 esa funció n , si 1105 detenemos a considerar que al servir a la fi­
mostra ndo qu e no se trata aquí de la agresió n qu e se ima­ jación específica a l congénere en el ciclo sexual, la subj etividad
g ina en la raíz de la lucha vital. La noción de la agresivi. no se di stingue en ello de ]a imagen que la cautiva, y que el
dad res ponde por el contrario al desga rramiento del sujeto individuo no aparece allí sino como representante pasajero de
contra sí mismo, desgarramiento cuyo momento primordial esa imagen, sino como pa so de esa imagen representada 'en la
conoció al "er a la imagen uel otro, captad a en la totalid ad de vida. Sólo a l hombre eSa imagen revela su significación mortal.
su Gestalt, anliciparse al sentimiento tIe su dis cordancia motriz. y de muerte al mismo ti empo : que él existe. Pero esta imagen
a la que es lru ctura retroactivamente en imágenes de fragmenta­ só lo le es dada como imagen del otro, es decir le es hurtada .
ci6n. Esta experi encia motiva tanto la reacción depres iva, re­ Así el Yo no es un;¡ vez más sino la mitad del suj eto; y aun
construida por la se ñora :tYlelanie Klein en los orígenes del así es la qu e él pierde al enco ntrarla. Se comprende pues que
Yo, COtoO el asumir jubiloso la imagen aparecida en el espejo, se a peg ue a ella y que trate de retenerla en tod o lo qu e parece
cuyo fenómeno, caracted stico del periodo de seis u ocho meses, re produ cirla en sí mi smo o en e l otro, y le ofrece, con su efigie,
el autor d e estas líneas considera que manifiesta de manera su semejanza .
ejemplar, con la constitución del Urb ild idea l del Yo, la n a lu ~ Des mi stifi ca ndo el sentido de 10 que la teoría llama " identifi­
raleza propia mente imaginaria de la fun ción uel Yo en el suj eto.:m caciones primarias", digamos que el sujeto im po ne sj·e mpre a l
Es pues e n el se no de las experiencias de prestancia y de otro, en la diversidad rad ical de modos de relación, que va n
intimida ción de los primeros ai'ios d e su vida dond e el individuo desde la invocación de la palabra h as ta la simpatía más inme~
es introdu cido a ese espejismo del dominio de sus funciones, diata , un a form a im ag-i naria, qu e lleva a él el sello, y aun los
d onde su subjetividad permanecerá escindida, y cuya fo rm ac ió n sell os sobrei mpues tos, de las experiencias de impotencia en que
imagi naria, ingenuamente objetivada por los psicólogos como esa forma se modeló en el sujeto: y esa forma no es otra que
fun ción sintéti ca del yo, muestra a ntes bien la condición qu e el Yo.
la abre a la dialéctica enajenante del Amo y de l Esclavo. Asf, p ara volver a la acción del análisis, es siempre en el punto
Pero si estas experi'encias. que se leen también e n e l an ima l foca l de lo imaginari o en qu e se produce esa imagen donde el
en muchos mome ntos de los ciclos instintuales, y especia lm ente sujeto tiende ingenua mente a con centrar su dis curso, desde el
tn la cere monia prelimi nar del ciclo d e la reproducción, con m omento en qu e está liberado, por la condición de la regla, de
lodos los engaiíos y las ab-erraciones que im p li can. se ab ren, en tod a amenaza de un "no h a lugar" dirigido a éL Incluso es en
efecto, a esa significación para estructurar durad erame nte a l la pregnancia visual que esa forma imaginaria conse rva de sus
sujeto humano, es que la reciben de la tensió n experimen rada orígenes donde reside la ra zón de una condición qu e, po r cru­
de la impotencia propia de esa prematuraci ó n del nac imiento cial qu e se la sienta en las variantes de la técni ca, rara vez es
cu ya e~peciHcidad reconocen los nat uralistas en el desa rrollo pu·esta en claro : la que quie re qu e el anali sta ocupe, en la sesió n,
:m at6mico del hombre - hecho e n el que se capta esa dehiscencia un lugar qu e lo haga in visible a l sujeto: la imagen narcisista ,
dc la arm onía na tural. exigiua por Hegel como la enfermedad en efecto, se producirá as í tanto m,í.s pura y quedará más li bre
fecunda, la [alta [e li z de la vida, en que el h ombre, distinguién­ el c;¡mpo para el proteísmo regresivo de sus sed u cciones.
dose de su esencia, descubre su existencia. Pero el analista sa be, en cambio, que no hay que respo nder
~s. Freud . LA n egaciÓ'n, en G. W., XIV , pp. 11 · J:í (A. XIX , pp. 25 3·25 7]. a los ll am ados, por insinu antes que sean , qu e el suj eto le hace
l':IS. Frcuu, F./ ma les tar en la cultum, en G. W ., XIV, pp. 419-5 0() (A . XXI, escuchar en ese lugar, so pena de ver tom ar cuerpo en elJos al
pp. 65-!4{)]. amor de transfere ncia qu e nada, salvo su producción artificia l,
!l() J. Lac~n. "La agresiviuad en psicoanál isis" (1948) r "E l estadio del
espejo" (I!H9). eL e n este tomo, pp. 94 r 86. distin g ue del amor-pasión, ya que las condiciones qu e lo han
334 .... ¡\RIA N'H .S nc LA CURA-TIt'O \' ARIAN TJ:S DE LA CU RA -TIP O 335
producido vienen desde ese momento él. fracasar por su efec to, niño: 3n en todils las fo rmas abordadas, !:le delaw la tO nCe pclOn
y e l disc urso ana lítico a reduc irse a l silencio de la pre~c ncia p uramente du al que h a llegado a gobernar la re lación analí ti caY"
evocada, Y e l analista sa be también qu e e n la medid a de ) (1 Si la rela ción intersubjctiva en el an{disis se concibe en efec to
caren cia de su resp uesta, provocará en e l sujeto la agresividad, corno la de una d uali dad -de individu os, no puede fundarse sin o
incl u so el od io, de la transferenci a neglltiva. e n la un idad de un a depe ndencia vital perpetuada cuya idea h<l
Pero sa bl:' menoS b ien que lo qu e responde es meuos impor­ ve nido a alterar la co ncep ción freudiana de la neuros is (neuro,
tante en el as unto qu e el lugar desde donde responde. Pues no sis de a bando no), como no pued e efectu(ll'se sin o en la polari,
puede contenta rse con la precau ción de evitar entrar en el dad pasivació n-activación del suj eto, cuyos térm in o~ M ichae l
juego del !) ujeto, ya que el princip io del a n ¡Hi ~ i s de la resiste n ­ Balint reconoce exp resa mente que formul a n el ca llejó n s;n
cia le ordena obj etivarlo. salida que hace nec~a ria su teoría.;{7¡ Semejantes errores se ca li ­
Con 5610 acomodar, en e fec to, su punto de mira sobre el ob· fican humanamente con la medida misma de la sutileza que se
j'e to cuya imagen es el Yo del sujeto, digamos sobre los rasgo~ le encuen tra a su connota ción baj o una pluma ta l.
de .') u carác ter, se situará, no men OS ingenuamente que lo hace No podrían rertifi ca rse sin que se recurra a 171 media ción qu e
e l suj eto mismo, bajo el efec to de los pres tigi os de su prop io constituye, entre los sujetos. la palabra; pero esa mediación no
Yo. Y el e fccto aquí no ~-e mide tanto en los espej ismos que es concebible sino a condició n de suponer, en la relac ió n ¡m.. ,
prodU<.:cn como en la distancia que determinan de su relación ginaria misma, b presenci a de un tercer término: la real idad
con el objeto. morta l, e l instinto de muert'e, que se ha demostrad o que condi­
Pues basta con que sea fija para que el suj eto sepa ellcon­ ciona los prest igios del narcisismo, y cuyos efectos vuelven a en­
trar lo "en ell a. contrarse bajo una forma palmaria en los resu lt ados reco noc i­
Consecuen te mente entrará en el juego de una con nivencia m éÍ~ dos por nuestro autor com o los del anfllisis llevado hast;¡ su tér­
rodi ca l en la que el modelado del sujeto por el Yo del anal ista mino en la relación de un Yo con un Yo.
110 ser{t sino la coartada d'e su narcis ismo. Para que la rela ción ele transferencia pudiese entonces esca­
Si la ve rd ad de e~ ta aber ración no se con fesara ab iertame nlc par a es tos efec tos, sería necesario que el an al ista hubí eril d e~­
en la teoría qu e se da de ella y cuyas formas hemos revelado pojado la imagen narcisista de su Yo de todas las formas de l
m;'l s arriba, q uedad a probada "en los fenó me nos qu e un o de lo!'> deseo en qu e se ha cons tituido, para reducirla a la sola figura
an;¡Jjstas mejor formados en la esc uela de a utenti cidad de Fe­ que, bajo sus máscaras, la sos tiene : la del <lITIO abso luto, la
renfl i ana li 7.a de manera tan sensible como ca rac terís ti cos de muerte.
los casos que él considera como terminad os: ya nos describa ese Es pues ciertamente aquí donde el a nálisis de l Yo enCuentra
arelar narcisista en que se consume el su je to y qu e se le insta su término idea l, aque l en q ue el su jeto, habiendo vuelto ti
a ir a apaga r en el baño frío de la realidad . o esa irradillci ón~ encon trar los orígen es d'e su Yo e n un a reg resión imaginaria ,
en su adiós, de un a emoción ind·escriptible, y de la qu e llega toca, por la progresión rem emora n te, a su fin en el an álisis: o
a anotar que el ana lista parti cipa de ell a.:u Se encontrará su sea la subjetivac ión de su muert e.
contraprueba en la resign ació n de cepcionada de l mismo auto r y sería el fin ex ig ible poro e l Yo del ana lis ta, d-el que puede
a adm itir que ciertos seres no pued'en esperar nada mejor que de cirse que no debe conocer sin o el prestig io de un solo amo:
separarse del analis ta en el odio. 32 la muerte, para que la vida, a la que debe gu iar a través de tan ,
Estos resultados sa nciona n un uso de la transferencia que tos des tinos, le sea amiga. }' in que no parece fu era de l a lcance
corresponde a una teoría del amor llamado " primario" que sirve
como modelo de la vora cidad recíproca de la pareja madre- :a:l:t..L nali nl, "Amor por la madre y amo r mal erna r' , I u /.ernal. J. Psycho­
Anal., 1949, p. 25l.
al M. Balínt , "Sohre la lerm inación d el análisis" , I n ferna l. J. Psyc/¡ o-Arutl., ~. M . na lint . " Ca mbio de prop 6sito~ y de técnicas terapé uti cas de l psico­
1950 . p. 19;. auá li ~ i s " , Inlernal. J. PJycho-A1Ial ., 1950. Las o bse rvacion es sobre la IwO
"~M. Balin t, "A mo r y od io", e n Prim ary 1000e (lfld psychoatlalytic lech1l i­ bodY'J jJsyc/¡ ology. pp. 12 ~ - 124.
que, H aga n h Press, Londres, p. 155 . :liS V. el a péndi ce del articulo "Amor por la madre", c¡lado más a rriba .
336 VARIANT ES DE LA CU RA-TIPO
v AlUANTES DE LA CURA-TIPO 3·37
hUllIa no - pues no implica q ue pa ra él como para cua lquiera Yo del ana lista en la forma obtenida del problema d'el que he­
la muerte sea más qu e prestigio- y qu e viene tan sólo a sa tis­ mos revel ado lo que pone en juego.
facer las ex igencias de su tarea, tal como más arriba un Fe­ La cuestión referida ah ora al saber del analista toma su
ren czi la definió. fuerza del hecho de no implicar la respues ta de qu e el analista
Esta condici ón imaginari a no puede sin embargo real izarse sabe lo que hace, p uesto qu e es el hecho patente de qu e lo des­
sino en un a ascesis que se afirma en el ser por un a vía en la conoce, en la teoría y en la técnica , el que n os ha llevado a des­
qu e todo sllbe r objetivo será puesto cada ve z más en es tado d e plaza rl a hacia al lí.
suspensión. Pues para el sujeto la realid ad d e su propia muerte Pues, considerán dose averiguad o que el aná lisis no cambia
no 'es nin gún objeto Imaginable. y e l analista , no más que cual­ nada en lo rea l, y que "lo ca mbia todo" para el sujeto, mientras
qui er otro, n <lda puede saber de el18, si no que es un ser pro­ el anaJista no pueda decir en qu é consiste su o peración, el tér­
metido a la muerte. Entonces, suponi endo qu e haya reducido mino "pensam.iento mágico" para designar la fe ingenua qne el
todos los presti gios de su Yo para ten er acceso al "ser-para-Ia­ sujeto d el que se ocupa concede a su poder no aparecerá sino
muerte", nin gú n otro saber, y<1 sea inmedia Lo o construido, como la coartada d·e su propio desconocimiento.
puede tener su preferencia para que h aga de él un p oder, si Si hay en efecto abu ndantes ocasiones de demostrar la tonte­
bien no por ello quede abo lido. ría constituida por el empleo de es te término en el análisis y
Puede pues ahora r esponder al suj e to desde el lugar en qu e fuera de él, se encon trará sin dud a aquí la más favo rable para
qui ere, p ero no quiere ya nada que determine ese lugar. preguntar al analista 10 que le au toriza a considerar privile­
Allí es donde se encuentrét, si se reflexiona, el mo ti vo del pro­ giado su sa ber.
fund o movimiento de oscilación que red uce el análisis a una Pues el recurso im béci l al término "vivido" para calificar el
práctica "expectante" después de cada tentati va, siempre en­ conocimiento qu e le viene de su propio análisis. como si todo
gañosa, de h acerla nlás "activa". conocimi'enLO nacido de un a experiencia no lo fuese, no basta
La actitud del an al ista no podría sin em bargo dejarse a la para dis tinguir su pensamien to del que le atribuye ser un hom­
ind eterminació n de una libertad de indiferencia. Pero la con­ bre "no como los demás". Tampoco se puede imputar la vani­
signa de uso de un a neutralid ad bene vo lente no le aportil un a dad de este decir al se que lo refiere. Porque si no se tiene fun­
indicación suficiente. Pues si subordina la benevolencia del damento, en efecto, para decir que él no es un hombre como
analista al bien del sujeto, no p or ello le dev uelve la disposi­ los demás, pues to que se reconoce en el sem ejante a un h ombre
ci ón de su sa ber. en que se le puede hablar, no se yerra si se quiere decir con eso
Llegamos pues a la pregunta que sigue: ¿qu é debe saber, en qu e no es un hombre como tod o 'el mundo en cuan to qne se
el análi sis, el analista? reconoce e n un hombre a un igual por el alcance de sus pa­
labras.
Ahora bien. el analista se distingue en que hace de una fun­
LO QUE EL PSICOANALlSTA DEFlE SAOER: IGNORAR LO QUE SA nE ció n que es comón a todos Jos ho mbres un uso que no está al
alcance de todo el mu nd o cuando p orta la pala bra .
La condi ción im agi naria en qu e desemboca el capi lll lo prece­ Pues es efectivamente eso lo qu e h ace para la palabra del su­
dente no ha de comprenderse sino como cOlldición ideal. Pero jeto, a un con sóJo acogerla, como ]0 hemos mos trado m ás arriba,
si se convi ene en que pertenecer a lo imaginari o no qu iere decir en el sil'encio del oye nte . Pues ese silencio comprende la pala­
que sea ilusori a. digamos q ue ser tomad a como idea l no la hace bra, como se ve en la expresió n guardar si len cio. que, para
por ello más desreaL Pu es un punto ideal , incJu'io ulla soluciún h ab lar del silencio de l ana lista, no quiere decir solamente qne
ll amada en ma temáticas "imaginaria", a l dar el pi vote de Lr:lflS· no h ace ruido, sino que se calla en lugar de respo nder.
formación, el nud o de convergencia de fi guras o de funciones No iremos más lejos por este camino antes de preguntar: ¿qué
en teramente determinadas en lo real, 5011 plen amcn t'e pil rte co ns­ es la palabra? Y tra taremos de que aquf todo lo que di ga mos
tilU ye nte suya. Lo mismo sucede con la condi ció n relallva al sea efectivo.
IIB VARIANTES DE LA CU RA-Tll'O VAR IANTES DE L,o\ CURA-TIP O 3 ~9

Ningún concepto sin embargo da el s'e ntido de la palabra, ni Es así efectivamente como procede el discurso para con-vencer,
siquiera el concepto del concepto, pues ella no es el sentido palabra qu e implica la estrategia en el proceso del acuerdo. Y si
del sentido. Pero da al sentido su soporte en el símbolo qu'e se ha participado mínimamente en 1" empresa , o aun sola mente
ella encarna por su acto. en el sostén de una institución humana , se sabe que la lucba pro­
Es pues un acto y que , como tal, supon e un sujeto. Pero no s: gue sobre los términ os, aun si las cosas han quedado aCOI'da­
basta decir que, en ese acto. e l sujeto s upone otro sujeto, pues das, en 10 cual se m anifiesta otra vez la preva lencia del tercer
antes bien se fun da en él como siendo el otro, pero en esa uni· término que es la palahra.
dad paradójica del uno y del otl'O de la que hemos mostrado Este proceso se (umple en la mala fe del suj eto, que gobier­
más arrib a gu'e, por su intermedio, el un o se atiene al OtfO para na su di scu rso entre el embuste, 1" am bigüedad y el error. Pero
hacerse idéntico a sí mismo. es ta lucha por as'egur:n una paz tan precoria no se ofrece ria
Puede decirse pues que la palabra se manifiesta como una como el cam po más com ún de la intersubjetividad si el hombre
comunicación en la que no s610 el sujeto, por esperar del otro no estu viera ya tod o é l per-3uadido por la pala bra, lo cual guie­
que h aga verdadero su m'eosaje, va a proferirlo bajo una forma re decir que se complace en ella de extremo a ex trem o.
in vertida, sin o en la que ese mensaje lo tr ansforma anunciand o Es qu e también el hombre, en la subordin ac ión de su se r a
que es el mismo. Como aparece e n toda fe otorgada, donde las la ley d el reconocimien to, está ti travesado por las aveni das de
decl arac iones "'eres mi mujer" y " eres mi maes tro" significan la palabra y por end e está abieno a toda sugestión. Pero ~e de­
"soy tu es poso", "soy tu discí pulo". mora y se pierde en el discurso de la convicció n, dehid o a los
La palabra manifiesta pues se r tanto m¡Ís verdaderam ente un a e pejismos narcisistas que domin an la rel ac i6n con el otro
palabrtl cuanto menos fundada es tá su verdad en lo que llaman de su Yo.
la adecua(ió n a la cosa: la verd adera palaora se opone as í para­ Así la mala fe del su jeto, por ser ta n constituyente de ese dis­
dóji ca m'ente al disc urso verdade ro; sus ve rdades se distínguen curso intermedio qu e ni siquierél falta en la confesi ón de la
por es to: que la prime ra constituye el reconocimiento por los a mistad, se acompaña d el desconocí miento e n que estos espe­
sujetos de sus seres en cuant o que están en ella illter-esados, ji smos 10 instalan. Esto es 10 qu e Freud designó como la fun­
mientras que la S'egunda es tá constituida por el con oci miento ción inconsciente del Yo de su tópica, antes de demostrar su
de lo rea l, en cuanto que es apunwdo por e l sujew en Jos obje­ forma esencial en el disc urso d e la den'egación (Vt'rn einlmg~
tos. Pero cada un a de las verdades aquí di stinguidas se altera 1925).
por cru za rse con la otra en su vía, Si pues se impone para el analista la convicció n idea l d e que
Así el discurso ve rdadero, de de~broz ar en la pal abra dad a los espeji smos del nar cis ismo se haY,l n hedlo tran~parentes para
los datos de la promesa, la hace apa recer como mentirosa, puesto él, 'es para que sea permeable a la palabra auténtica d el otro,
que co mpromete a l porvenir, que, como di ce n, no es de nadie. respecto de la cual se trata aho1'<1 de comprende r cómo puede
y ad emás ambigua, por cuanto rebasa sin cesar al s'e r al que reconocerla a través d e su disc urso.
incumbe, en la enajenación en que se cons tituye su devenir. Sin duda ese di sc urso intermedi o, aun en C u~nto disc urso del
Pero la verdadera palabra , interrogand o a l discurso verdadero embuste y del error, no deja de d ar testimonio de la ex istencia
sobre lo qu'e signifi ca, encontrad en él que la sign ificación re­ de la pal ab ra en qu e tie funda la verdad, en el hecho de que no
mite s iempre a la significación, ya que ninguna cosa puede ser se soslÍen e sino propo niéndose co mo tal , y en que, incluso si
mostrada de otra manera qu e por un signo, y consiguientement.e se da abienam'e nte co mo disc urso d e la mentira, no afirma sino
lo har{¡ aparecer co mo abo cado al error. m<.\s fuerteme nte la existencia d e es ta palabra. Y si se recupera,
¿Cómo, entre el Ca ribdis y el Escila de esa ¡nler-acusación d e con este enfoque fen omenológico de la verdad! la llave cu ya pér­
la pala bra, el disc urso intermedio, aqu el en que el suj eto, en su dida lleva al logicismo positivi.'>ta a investigar el "sentido del
designio de ha cerse reconocer, dirige la palabra a l otro tenien­ sentido", ¿no ha ce también reconocer en ell a el concepto del
do 'en cuenta lo que sabe de su ser como dado, no se vería obli­ concepw, en cuanw qu e se re ve la en la palabra en acto?
gado él los caminos de la astu cia? E.')(l pa la bra, que co mtituye .tI sujeto en ')ti verdad, le es tá
\.

WJ VARIANTES DE LA GUR.t\-T1PO VARIANTES DE LA CURA-TIPO ~I

sin embargo vedada para siempre, fu era de los raros momentos más sutil, a la verdad de la palabra, no menos que d'e una fe­
de su existencia en que prueba. cuán confusamente, a captarla choría más grosera hecha a su honor -ya qu e la deuda engen­
en la fe jurada. y vedada en cuanto que el discurso intermedio drada por el primero parece haber ensombrecido toda una
le destina a desconocerla. Habla sin embargo en todas partes vida de matrimonio y la del segundo no haber sido saldada
donde puede leerse en su ser, o sea a todos los niveles en que nun ca- da el sentido en que se comprende el simulacro de re­
ella lo ha formado. Esta antinomia es la misma del sentido que denci6n que el sujeto fomenta hasta el delirio 'en el proceso del
Freud dio a la noción de inconsciente. gran trance obsesivo que lo ha empujado a llamar en su ayuda
Pero si esa palabra es no obstante accesible, es que ninguna a Freud.
verdadera palabra es únicamente palabra del suj eto, puesto que Entendamos sin duda que esta cadena no es toda la estructura
'es siempre fundándola en la mediaci ón de otro sujeto como de la ne urosis obsesiva, pero que se cruza en ella, en el texto
ella opera, y puesto que por ese camino está abierta a la cadena de l mito "individual del neurótico, con la trama de los fantas­
sin fin -pero sin duda no indefinida, puesto que se cierra­ mas donde se conjugan, en una pareja de imágenes n arcisistas.
de las palabras donde se realiza concretamente en la comunidad la sombra de su padre muerto y el ideal de la dama de sus
humana la dialéctica del reconocimien la. pensami-entos.
En la medida en que el analista hace callar en él el di~curso Pero si la interpretación de Freud, al deshacer en todo su
intermedio para abrirse a la cadena de las verdaderas palabras, alcance la tente esa cadena, va a llegar al resultado de hacer
en esa medida puede colocar en el1a su interpretación reveladora. caer la trama imaginaria de la n'eurosis, es que para la deuda
Como se ve cada vez que re considera en su forma concreta simbólica que se promulga en el tribu nal del sujeto, esa cadena
una auténtica interpretación: para tomar un ejemplo, en el le hace comparecer menos aún como su legatario que como su
análisis clásicamente conocido bajo el nombre de "el hombre testimonio vivo.
de las ratas", su viraje mayor se 'encuentra en el momento en Pnes conviene meditar que no es solamente por un asumir sim­
que Freud comprende el resentimiento provocado en el sujeto b6lico como la palabra constituye el ser del suj eto, sino que,
por el cálculo q ue su madre le sugiere en el principio de la por la ley de la a lianza, en que el orden humano se distingue
elección de una esposa. Que la prohibición qu e semejante con­ de la naturaleza, la palabra determina, desde antes de su na­
sejo imp1ica para el sujeto de compromet'erse en un noviazgo cimiento, no sólo el esta tuto del sujeto, sino la llegada al mundo
con la mujer que cree amar sea referida por Freud a la palabra de su ser biol6gico.
de su padre en contradicción de hechos patentes, y principal­ Ahora bien, parece que el acceso de Freud al punto crucial
m'ente de éste que priva sobre todos: que su padre está muerto. del ~en tido en que el sujeto puede al pie de la letra descifrar
le deja a uno más bien sorprendido, pero se justiEica al nivel su destino le fue abie rto por el hecho de haber sido él mismo
de una verdad más profunda, que parece haber adiv inado sin objeto de una sugestión semejan te de la prudencia familiar
darse cuenta y que se revela por la secuenda de las asociaciones -cosa que sabemos por un fragmento de su análisis desenmas­
que el sujeto aporta entonces. No se sitúa en ninguna otra parte carado en su obra por Bernfeld- y tal vez hubiese bastado con
sino en lo que llamamos aquí la "cadena de las palabras", que, que en su tiempo no hubiese respondido de manera opuesta
por hacerse ofr en la neurosis como en el destino del sujeto, se para que hubiese dejado escapar en el tratamiento la oportu­
extiende mucho más allá que su individuo : a saber que una nidad de reconocerla.
falta de fe semejante presidi6 el matrimonio de su padre, y que Sin duda la fulgurante comprensi6n de que Freud da prueba
esa ambigüedad recubre a su vez un abuso de confia nza en en semejante caso no deja de velarse muchas veCes con los efectos
materia de dinero que, al hacer que su padre fuese excluido de su narcisismo. Aun así, por no deber n ada a u n análisis pro­
del ejército, lo determinó al matrimonio. seguido en las formas, deja ver. en la altura de sus últimas cons­
Ahora bien, esta cadena, que no está constituid a de puros trucciones doctrinales, que los caminos del se r estaban para él
acontecimientos, por lo demás todos caducos antes del nacimien­ expeditos.
to del sujeto. sino de un faltar, tal vez el más grave por se r el Este ejemplo, si hace sentir la importancia de un comen tario
342 VAIlI ANn;s DE LA CURA ·TII"O VA RIAN1-.;S DE LA CU RJ\ ·TU·O 343
de la obra de Freud para la comprensión del análisis, no Lom a tip o precedente de la forma ción por un maes tro C the earlier
aquí más lugar que el de trampolín para precipitar el salto preceptorsh':p type o[ training") .
último en la cuest ió n presente, a sa ber : el contraste entre los Sobre el reclutam iento de los ca ndida tos se 'expresa así: "An­
objetos propuestos al analista por su experiencia y la disciPlina taño era n , ante todo, individualidades introspecti vas, marcad as
TI,ecesaria a su formación. por su inclinación al es tudio y a la meditación, y que tendía n
A falta de haber sido con ce bido nun ca has ta su fondo . ni si­ a rea lizar un a alta individualídad, incluso a limita r su vida so­
qui era aproximadamente fo rmula do, este contraste se expresa cia l a las discusiones clínicas y teóricas con sus colegas. Leían pro­
sin em bargo, corn o es de esperarse d e toda verdad no reconocida, dig iosamen te y poseían perfectamente la literatura analítica" . ..
en la rebehón de los hechos. " Mu y al contrario, puede de cirse que la m ayoría de los estudian­
En el nivel de la ex periencia en primer Jugar, donde nadie tes de la última dé cada .. , no son introspectivos, que se inclinan
le da voz mejor qu e un Theodor Reik, y podemos contenta rnos a no lee r nada más que la literatura qu e les indican en 'el pro­
con el grito de ala rma de su libro: Lislening with the thírd ea r ,:l6 grama de los institutos y no desean sino aca ba r 10 antes posible
o sea en español : "oír con esa ter cera oreja", con ]0 cua l n o con 10 que se exige para su formación, Su interés se dirige en
d esigna otra cosa sino sin duda las dos de que dispone todo prim'e r lugar a la clínica m ás que a ]a investi gación y a la tea­
hombre, a condición de que sea n d-evueltas a la función que les r b. Su m otivo para ser ana lizad os es más bien pasar por algo
discute la palabra del Evangelio. qu e su forma ción exige", L rt ca pitulac ión parcial de ciertos
Se verán alH las nuones de su oposición a la ex igen cia de una institutos. . en su pri sa ambiciosa y su tendencia a satisfacerse
sucesión regul ar de los planos de la regresión imaginaria, cuyo con la aprehensión más superficial de la teoría es tá en 'el origen
pri ncipio ha 'establecido el ancí Jisis de las resistencias, no menos de los problemas con qu e tenemos que enfrentarnos ahora en
qu e a las formas más s i st.cm~íticas de planning en las qu e és ta la fo rmación de los analistas."
se ha ade lantado - 3 la vez que recuerda, por cien ejemplos vi­ Se ve sufi cientemente. en este discurso muy público, cncin gra­
vos, la vía propia de la interpretación verdadera. Leyéndolo, ve se presen ta el mal y tam bién qué poco o nada es compren­
no podrá d'ejar de reconocer en él un recurso desgraciadamente dido. Lo qu e es de desearse no es que los analizados sean más
ma l definid o a la adivi nación, si el empleo de este término " introspectivos", sino qu e comprendan lo que hace n; yeI reme­
recobra su virtud de evocar la ordalia jurídica que d esign a en di o no es que los institutos estén menos estru ctur ados, sino que
su origen (Aula C elia : Noches ática s, l , Il, ca p, IV) re cordando no se enseñe en ellos un s<Jber predigerido, incluso si resume los
que el destin o humano d~pende de la elecció n de aquel que va datos de la 'experiencia analí ti ca,
a llevar a él la acusación de la palabra. Pero lo que hay que comprender ante todo es que, cualquiera
que sea la dosis de sabe r así transmitida, no tie ne para el ana­
No nos interesaremos menos en el males tar que reina e n todo
lista ningún valor form at ivo.
lo que in cumb e a la formación del anali sta , y para no tomar
Pues el sa ber acumulado 'en su experiencia incumbe a lo ima­
sino su último eco, nos derer..dremos en las declaraciones hechas
ginario, cont ra lo cual viene a tropezar constantemente. has ta
en diciembre de 1952 por el doctor Kníght en su discurs9 presi­ e l punto de haber llegado a regular su andadura sobre su ex­
dencial a la Asociación Psicoanalíti ca Norteamericana.:17 Entre p!oración sistemática en el sujeto, Ha logrado así constituir la
los factores que tienden a "alterar el papel de ]a formación historia natural d e formas de captura del deseo, incluso de
analítica", señala, al lado del acrecentamiento en número de identificaciones del sujeto que nunca habían sido catalogadas
los candida tos en formación, la "forma más estructurada de la en su riqueza, ni a un abordadas en su sesgo de acción, ni en la
ense ílanza" 'e n los ins ti tut oS que la imparten, oponiéndola a l ciencia. ni siquiera en la sa biduría, con ese grado de rigor, sí
bien su lujuriancia y su .,edn cción se había n desplegado desde
IWIGarden Cil y Boak, Nueva Yo rk , 195 1,
:TIR , P. Knight . "Condi ciones actuales de la organización del psicoan á­
hace mucho tiempo en la fantasía de tos ar ti stas.
lisis en los E stados U nidos ", J. Am. Psychoonal. A ss., abr. 1953, 1, núm. 2, Pero aparte de qu e los efectos de cap tura de lo imagi nario
pp. 197·221. son extremadamente difícHes de objeti var en un discurso ver­
$44 VAillArITES DE LA CURA-TIPO 't'ARJANTES DE LA CURA -T I PO 3'15

d adero, al que oponen en lo cotidiano su obstáculo mayor, lo pues puede ser, como ellos, una vía en la que el ser se forma.
cual amenaza constantemente al análisis con constituir una mala Es efectivamente allí donde se encuentra la pasión que debe
ciencia en la incertidumbre en que perman'ece de sus límites en dar su sen tid o a toda la formación analítica, como resulta evi­
lo real, esa ciencia, incluso supo niéndola correcta, es sólo de una dente con sólo abrirse al hecho de que estructura su situación.
as istencia engañosa en la acción del analis ta, pues s610 incumbe Se ha intentado percibir el obstáculo interno al análisis di­
a su depósito, pero no a su resorte. dáctico en la actitud psicológica de postulaucia en que se pone
La experiencia en esto no da privilegio ni a la tendencia l1 a­ el candidato en rel ación con el analista, pero esto no es denun­
mada "biológica" de la teoría, que por supuesto no tiene de ciarlo 'en su fundamento esencial. que es el deseo de saber o de
biológico más qu e la terminología , ni a la tendencia sociológica poder que anima al candidato en el principio de su decisión.
qu'e llaman a veces "culturalista". El ideal de armonía "pul. Como tampoco se ha reconocido que ese deseo debe tratarse de l
sional", que reivindica una ética individualista, de la primera mismo modo que el des·eo de amar en el neurótico, del que la
tendencia, no padda, es fácil concebirlo, mostrar efectos más sabiduría sabe desde siempre que es la antinomia del amor -si
humanizames que el id eal de conformidad con el grupo, por lo es que no es a eso a lo que apuntan los mejores autores a l de­
cual la segunda se abre a la golosina de los "ing'enieros del a l· clarar que todo aná lisis didáctico está en la obligación de ana­
ma", y la diferencia que se puede leer en sus resultados no lizar los motivos que han hecho escoger a l candidato la carrera
proviene sino de la distancia que separa el injerto autoplástico de analista. 3s
de un miembro del aparato ortopédico que lo sustituye, y lo E l [ruto positivo de ]a revelación de la ignorancia es el no­
que queda de tullido, en el primer caso, respecto del comporta· saber, que no es una negación del saber, sino su forma más ela·
m i-e nto instintual (lo que Freud l1ama la "cicatriz" de la neu­ borada. La formación del candidato no podda terminarse sm
rosis) no deja más que un beneficio inseguro sobre el ar tificio la acción del maestro o de los maestros que 10 forman en ese
compensa torio al que apuntan las sublimaciones en el segundo. no-saber; en ausencia de 10 cual uunca será otra cosa que un
A decir verdad, si e l análisis confina bastante de cerca con Jos robot de analista.
dominios así evocados de la ciencia para que algunos de sus con­ y es sin duda aqu í donde se comprende esa cerrazón del 10­
ceptos hayan sido utilizados all í, és tos no encuentran su funda­ co usciente cuyo enigma indicamos en el momento del viraje
mento en la experiencia de esos dominios, y las tentativas que ma yo r de la técnica ps.i coanalítica y del que Freud previó, y no
produce para hacer naturalizar en él a la ciencia siguen estando en un a frase rápida, que podría un día resultar de la difusión
en un susp'enso que hace que no se le considere en la ciencia misma, en esca la socia l, de los efectos del aná lisis. 30 El incons­
sino planteándose en ella como un problema. ciente se cierra en efecto por el hecho de que 'el ana lista "ya no
Es que también el psicoanálisis es una práctica subord inada porta la palabra". porque sabe ya o cree saber lo que ella tiene
por vocación a lo más pa rticular del sujeto, y cuando Freud que decir. Así, si el analista habla al sujeto, que por lo demás sabe
pone en ello el acento hasta el punto de decir qu'C la ciencia otro tanto, éste no puede reconocer en lo que él dice la verdad
analítica debe volver a ponerse en tela de juicio en el análisis de naciente de su palabra particular. Y esto es lo que explica tam­
cada caso (v. "El hombre de los lobos", passim; toda la discu· bién los efectos a menudo asombrosos para nosotros de la$ in·
sión del caso se desarrolla sobre este principio), muestra sufi ­ rerpretaciones que daba Freud mismo. Es que la respuesta que
cientemente al a nali zado la vía de su formación. daba a l sujeto era la verdadera palabra en que se fundaba él
El analista, en efecto, no podría adentrarse en ella sino reco­ mismo, y que, para unir a dos sujetos en su verdad, la palabra
n ociendo en su saber el sín toma de su ignorancia, y esto en 'el exige ser una verdadera palabra para el uno como para el o tro.
sentido propiamente analítico de que el síntoma es el retorno Por eso el analista d'ebe asp irar a un dominio tal de su pala.
de lo reprimido en el compromiso, y qu'e la represión aquí como
en cualquier otro sitio es censura de la ve rdad. La ignorancia MM. Cilelson, "Problemas lerapéuticos en el análisis del candidato nor­
mal ", Int erno l.. J. Psvc}¡o-Anal., ]954. 35. núm. 2, pp. 174·183.
en efecto no debe entenderse aq uí como una ausencia de saber, ·S. Fl·eud , El porvenir de 10 teropia psicoanalítico (19 11 ), en G. W., VJII,
sino, al igual que el amor y el odio, como una pasión del se r; pp. 104-11 5 lA . XI, pp. 111· 142J.
346 VA RIANTES DE LA CURA-TII'O VA RI ANTES DE LA CU RA-TIPO 347
bra que sea idénti ca a su ser. Pues UD necesitará pron uu ciar opinar sobre la cues tión de las variantes, se mues tre sino como
muchas en el tratamiento, y h as ta tan pocas qu e es de creerse un aficionado habitado de chismes?
qu e no se ne<..:esita en él alg un a. para escuchar, cada vez que con Para evitar estos resultados, se ría necesa ri o qu e el aná li sis di­
la ayuda de Dios, es decir del suj eto mism o, ha ya llevado un tra­ dác tico, del qu e todos los autores observa n que sus condiciones
tamiento has ta su término, al sujeto salirle con las palabras mis­ nun ca son d.isc utidas sino bajo una forma censurada, no hun­
mas en las cuales reconoce la ley de su ser. diese sus fines como su práctica en un as tinieblas cada vez más
y có mo se aso mbraría de ello, él cuya acc ión, en la so ledad profunda s, a medida que crece el formali smo de las gara ntías
donde tiene qu e responder de su paciente, no in cumbe sola men­ que se pre tende a portar en él: como Jo declara Michae l Balint
te. como suele d eci rse de un cirujano. a su con ciencia, puesto y como lo demu es tra co n la mayor c1 aridad. 41
qUl! Su técnica le e nseña que la pa labra misma que ella revela Para el ana li sta, eu efecto, la mera cantidad de los inves tigado­
es as unto de un sujeto inconsciente. Así e l analista, mejor que res no podría arrastrar los electos de ca lidad de la in vestiga ción
cua lquier otro, debe saber que no puede se r sino él mismo en que p~ede tener para una ciencia constituida en la objeti­
sus palabras. vidad. Cien psicoanalistas mediocres no harán dar un paso a su
¿No es ésta acaso la respuesta a la pregunta que fue el tor­ co nocimiento, mi entras que un médico, por ser el au tor de un a
mento de Feren czi, a sa ber: si, para que la confesión del pa­ obra genia l e n la gra mática (y no se imag ine aquí algu n a sim­
ciente llegue a su término, la del analista no debe también pro­ pática produ cción del humani smo médico), ha mantenido du­
nun ciarse? El se r d'e l analista en efecto está en acción in cluso ra nte tod a su vida el estilo de la comunicación en el interior
en su silencio, y es en el estiaje de la verdad que ]0 sos tiene de un grupo de an ali stas contra lo~ vientos de su disco rdancia y
cuando el su jeto proferirá su palabra. Pero si, conforme a la ley la marea de sus servidumbres.
de la palabra , es en él en cuanto otro donde el suj eto en cuentra Es que el análisis, por progresar ese ncia lmente en el no-saber,
su identidad. es para mantener en ella su ser propio. se li ga, en la h is toria de la cienci a, co n su 'estado de antes de
Resultado bien alejado de la identificac ión narcisista, tan fi ­ su definició n aristo télica y que se llama la di a léctica. Por eso
n amenle descrita por M. Balint (v. más arriba), pues ésta deja la obra de Freud, por sus referencias platónicas, y aun presocrá­
al sujeto, en una beatitud sin m'edida, más ofrecido qu e nunca ti cas, da test imonio de ello.
a esa fig ura obscena y feroz que el an a lísta llama el Superyó, y Pero por ello mi smo, lejos d'e estar aislado, y aun de ser ais­
que hay que entender como el boquete ab ierto en Jo imaginar io lab le, encuentra su lugar en el centro del vasto movimiento
por todo rech azo (VeTwerfung) de los mandamientos de la conceptu a l que en nuestra época. reestructurando tantas ciencias
palabra." impropiamente ll amadas "sociales", ca mbiando o recuperand o
y no ca be dud a de que un aná lisis didá ctico tiene este e fe cto, el sentido de ciertas secciones de la ciencia exacta por exce lencia,
si el sujeto no encuentra en él nada m ás a propi ado para dar la matemática. para restaurar con ella el asiento de una ci'encia
testimonio de la autenticidad de su experien cia, por ejemplo de la acción humana en ' cuanto que se funda en la conje tura,
el haberse enamora do de la persona que le abr ía la puerta en casa reclasifica, hajo el nOn'ibre de ciencias hnmanas, el cuerpo de
de su analista tom.indola por la esposa de éste. Fantasía pica nte
las ciencias de la intersubjetividad.
sin duda por su especiosa conformidad, pero en la que no tiene
El an álisis encontrará mucho que tomar en la in ves tigación
por qué j acta rse de haber recibido el conocimiento vivid o de l
lingüísti ca en sus desa rrollos modernos más concretos, para es­
Edipo: más bien es tá destinada a escamoteárselo, pues, de qu e­
darse en eso, no habrá vivido nada más que -el mito de Anfi­ clarecer los difíciles pro ble m as que le son plantead os por ]a
tri ón, y a la manera de Sosías, es decir sin comprender nada. verbalizació n en sus aspectos témi co y doctrinal. A la vez qu'e
¿Cómo esperar enton ces que, por mu y sut il que haya podido puedeu reconocerse, de la manera más inesperada , en la elabora ­
presentarse en sus promesas, semejante sujeto, cu ando tenga que ción de los fenó menos má~ originales del inconsciente, sueños y
UI s, Freud, "Historia de una neurosis infantil ", en G. W ., XII , p. 1I 1 "M. Balinl, "Formación anal(tica y análi sis didáclico", Internal, J. Psy'
[A. XV " , p. 74] . t.:h o-A nal., 1954.35. núm . 2. pp. 157- 162.
348 VARIANTES DE LA CURA-TIPO

síntomas, las figuras mismas de la retórica caída en desuso, que DE UN DESIGNIO


en uso demues tran dar sus especificaciones más finas .
La noción moderna de la historia no será menos n-ecesaria al
analista para comprender su función en la vida indi vidual del
su jeto.
Pero es propiamente la teoría del símbolo, retomada del as­
pecto de curiosidades con qu'e se ofrecía en el periodo que Las muestras que siguen de nuestro seminario nos incitan a co­
podemos llamar paleontológico del anális is y bajo el registro de municar al lector alguna idea del designio de nuestra enseñanza.
una pretendida' psico10gl;¡ de las profundidades", lo que el Estos textos conservan aún la violencia de la novedad que
analista debe hacer entrar en su funcióu universal. Ningún es­ aportaban. Se medirá su riesgo comp'robando que sus problemas
tudio será más apropiado para ello que el de los números en te­ siguen estando en el orden del día, cuando les hemos aportado
ros. cuyo origen no empírico nunca meditará demasiado. Y, sin una elaboración que no ha dejado de afi'rmarse en su critica ni
lIegar a los ejercicios fecundos de la moderna teoría de los jue­ en su consi,Tucción.
gos, ni aun a las forma lizaciones tan sugestivas de la teoría de Releyéndolos, nos comPlace encontrar en ellos tal suspensión
.conjuntos, encontrará maleria suficiente para fundar su prácti­ sobre la l'epresión a la que interesa la palabra signor, a la cual
ca con sólo aprender, como se consagTa a ense ñarlo el au tor de en la hora actual viene a hacer eco una cuestión que se nos
estas Iín'eas. a con tar correctamente hasta cuatro (o sea a inte­ plantea sobre el lugar donde se sitúa el término olvidado, pre­
grar la función de la muerte en la relación ternaria del Edipo) . cüa ble en los térm,:nos de nuestra topología: ¿es <'el m.uerto"
No se trata con esto de defin ir las materias de un programa, evocado md.s abajo por nuestra dirección de la cura o el discurso
si no de indicilr que para situar el análisis en el Jugar e minente del Olro lal como lo fundó el informe de Roma1
que Jos responsables de la educación pública están en el deber A esta tarea en progreso, añadamos las dificultades persona­
de reconocerle, hay qu'e abrirlo a la crítica de sus fundamentos, les que puedrn obstaculizar el acceso de un sujeto a una n oción
a falta de lo cua l se degrada en efectos de soborno colectivo. como la Verwer[ung en la medida precisamente en que más se
Es a su disciplina interior a la que in cumbe sin embargo evi­ inlt'resa en ella. Drama cotidiano donde se recuerda que esta
t;lr esos efectos 'en la formación del analista y por ende aportar enseñanuz que abre a todos su teon'a tiene por p1'enda la forma­
Ja claridad en la cuestión de las variantes, ción del psicoa.nalista.
Entonces podrá ser euteudida la extrema reserva con que A qu{ se p·lantcaría la cuesti.ón de la dim.ensión de su. influen­
Freud introduce las formas mismas, convertidas desd'e en ton ces cia, de alenernos en primer lugar al hecho de que estos dos tro­
en estándar, de la "cura-tipo" en estos términos : zos hayan sido extraídos del primer número agotado de la re­
" Pero debo dec ir exp resamente que es ta técnica no ha sido vista La Psychanalyse , donde la parte concedida a nuest-ros tex­
obtenida sino COUlO la única adecuada para mi p-ersonalidad: I.os só lo mide imp erfectamente, por su exceso mismo, el cuidado
no me aventuraría a negar que una personaJidad médica consti­ qu.e les habíamos dedicado.
tuida de manera enteramente diferente pudiese verse arrastrada ¿Cómo evaluar lo que se impuso de la necesaria complejidad
a preferir disposiciones diferentes respecto del enfermo y del de semejante empresa, en el terreno de una e;dgencia de cuyo
problema por resolver." 42 eslatul,o vamos a hablar?
Pues esta reserva dejar:í entonces de relegarse al rango de No es decirlo todo comprobar que talo cual desm.onte invec­
signo de su profuuda modestia, sino que será reconocida como tivo levantando aquí su polvo seguiría siendo de act.ualidad.
afirlUación d'e la verdad de que el análisis no puede encontrar Podría sugerirse igualmente que el aire de esa revista retuvo
al campo frances en la pendiente del deslizamiento del que dan
su medida sino en las vías de una docta ignorancia.
fe los Congresos int ernacionales del psicoandlisis. Y sucede a
4~S. Freud, "Consejos al médico en el tratamiento psicoanalltico", en G.
veces que del ex tranjero nos regresa el asombro de su nau­
W., VIH, p , 376 [A. XII, p. II1). Pasaje traduddo por el autor. fragio.
[349)
350 DE U N DES (G NIO DE UN DESICNIO 35 1
Es i.nútil apu.ntar la retractación interna que la guió desde su hrta tanto como sea posible en el lenguaje, como en aqu.ello
liminar. que él determina en el sujeto.
Nada rebasa aquí ni contravi.ene el orden de importancia qu.e Éste es también el motivo de las co la boraciones que habíamos
hemos tomado recientemente de u.n Mhtz de nuestra cosecha: 1(1 obten ido para nuestro primer número, o sea Ma rtín H eidegger
publicadescensión .1 con su artícu.lo Logos, si bien hubo de lanzarnos a audacias de
Los dfJS textos presentes merccen otra conside1'ación, por ser traduc tor) Émitc Benveniste con su crítica de una referencia
de la hechura de nucstro seminal'io, hnbiendo enmarcado la de Freud, una vez más eminente en mostrarse~ en lo más pro­
contribución que Jean H yppolite, entonces oyente nuestro, tuuo fundo de lo afectivo, regido por el lengu.aje.'.!
la amabilidad de aportar a petición nuestra bajo la especie de Éste el motivo, y no ninguna vana semejanza de diálogo, in­
un comen tario sobre la Verneinung de Freud. cluso y sobre todo filosófi co: en psicoanális/:s no tenemOJ por
Se encontrará este texto) por el permiso que paJ'G ello nos dio qw! enst'tncha-r el horizonte dc los espírit.us.
graciosamente el autor, reproducido en aPéndice. Si ha insistido Entre las iLu.stres vecindades que reunimos un instante para
en que se prt'cisara w cardeler de memm'ial) se verá qu.e el e~crú.­ conferencias que estimu.la.ban nuest1'o designio, ninguna q1lC no
pulo con que se ha presenJodo el carácler de notas descarla todo estuviese destinada, por lo qne su tarea pl'opia implicaba de
malent endido, pero por lo mismo Se apreciará el valor que tienr eslructuralista , a acentuarlo para nosotros. Digámoslo: la estu­
para nOJOtros. pidez ca.lificada q1.t.e puso término a ello, sintiéndose ofendida,
Porque dejarse conducir así por la letra de Frctul hasta el re­ anulaba ya la empresa al no ver en ella .~¡no propaganda,
[drnpago que ella necesita, sin darle cita de antemano, no retro­ ¿Qué resorte lleva pucs al psicoanalista a echm' .w. ancla en
ceder an/.e elresidu.o, n:cob1'ado al final, de su punto de partida otro sitio? Si el aarcamiento a lo reprimido se acompaña de
de enigma, e inclu~o no considerarse sat.isfecho al término de la resistencias qu.e dan la medida de la repres/:ón, como nos lo dice
lJ'G'yecto-ria de' asombro por el cual se entró, en esto consiste Frend, Esto impb:ca 1>or lo menos una est1'echa relacidn entre los
la gamntia que nos aportaba un lógico avezado de lo q'ue cons­ dos términos. Esta relación muestra aqu.í fu.n cionar de l'ebote,
tittda nuestra búsqueda, cuando desde ya tres a.í¡os pamdos, El efecto de verdnd que se entrega en el inconscirnte 'Y en el
prrtendlamos autorizarnos en un comentario literal de Freu.d, ~ín t oma exige del saber u.na disciplina inflexible en la prosecu.­
}:sta exig'c ncia de lectura no tiene la vaguedad de la cu ltura ción de su contorno, pues este contorno va en contra de intui­
que pod,'ía creerse pHesla en cu.estió n en ella. ciones demasiado cdrno das para su segu.ridad.
El privilegio dado a la letra de Freud 11.0 tiene en nosotros Este efecto de verdad culm.ina. en u.na velación ¡'¡,reductib le
nada de sltpe-r.fticimo, Cua ndo se toma uno liberta.des con ella donde se se'ñata la primacía del significante, y sabemos por la
es cuando se le aporta una especie de sacralización tnuy compa­ doctrina f1'cudiana que nada más "ea l toma en él mayor parle
ti ble con su reducción a u.n uso de ,·utina. qu.e el sexo. Pe,'o el sujeto sólo tiene sobre ello un asidero sobre­
Que todo texto, ya se proponga como sagrado o como profano, determinado: el deseo es deseo de saber, suscitado P01" u.na causa
vea crerer su. literalidad en. prevalencia de lo que implica pro­ conexa a la formación de un sujeto~ por medio de la cual esta
piamente de enfrentamiento de la verdad~ es algo cuya razón de conexión sólo se liga al sexo mediante un sesgo t01'pe. Expre.
estructu.ra muestra el descubrimiento de Freud. sión en la que se reconoce la topologia con I.a. cual in.tentamos
Precisamente en lo que la verda d que aporta, la del incons­ cernirla.
cientc, debe a la letra del lenguaje, a lo que nosotros llam.amos Resulta de ello la. presentificaci6n necesaria de un aguje1'o
el sign ificante. qu.e no hay qu.e situ.ar ya en lo trascendental del conoámiento,
Esto , sí nos da cuenla incidental-mente de la calidad de escri­ luga r en suma muy cómodo para traspon erlo por un ret'roceso , si­
tor de F1·eu.d, es decisivo sobre todo para interesar al. psicoana­ no en un luga.,- más próximo como para empujamos a olvidarlo,
1 [El autor utiliza un jncgo de palahr:l~ direrente e iOlraduciblc: POli be, : [er. "Observaciolles sobrc 1:1 función del lc nguajc c n el d escubrimicnto
llicalion, ~ l udi cl1 c1o a la palabra poubclle: bote !.le la basura. ti mismo pro­ freudiano" de t . Benvenistc. cn P roblemas de Ur¡giUslica general. Siglo XX I,
po ne cSla versión e n cspallol. 1s1 Mexico. pp. 75 ·87. Asl
352 DE U.N DESI GNIO DE UN DJ:.SIGNIO 353
A saber: allí donde el ser, por rnuy dado a rehuir su gozo que para responder de lo que se propone al sujeto como de dentro
se muestre en la prueha, no por ello implica menos ni de ma­ y de fuera.."
nera menos permanente que haya acceso de derecho . P reten­ Cuando Freud en un texto célebre produce juntamente Anan­
sión que no escapa a la comicidad, si no es por la angustia que lié y Lagos} ¿iremos a creer que es por gusto del efecto o para
provoca la experiencia que la reduce. devolver al pie plano su Pie firme ofreciéndole la marcha de
Curiosamente, es por este callejón sin sa hda como se exPlica los pies en tierra?
el éxito de F,"eud: se renunáa a comprenderlo para no encon­ ElUmible poder que Freud invoca para despertarnos del sue'ño
trarse en tal callejón, y "su lenguaje", como se dice para reducir ('n que lo tenemos entumecido) la gran Necesidad no es otra

un discurso a lo verbal, viene a florecer en el fraseo del se más que la qu.e se ejerce en el Lagos y que él es el primero en ilumi­
lucífugo. nar con la luz naciente de su descubrimiento.
¿Quién se asombrará, aparle de ese se, de que el psicoanalista Es la repetición misma) cuya figura él renueva para nosotros
dé a Frcud el mismo éx ito, cuando, succión más bien de su tanto como Kierkegaard: en la división del sujeto) des tin o del
pensamiento por esa hendidura que se abre' en él mucho mas h ornb,'c cie ntífico. Apartemos olra confusión: nada que ver con
próxima por to mar en su práctica la insistencia de una inde­ d eterno retorno.
cente intimidad, aúna su horror de forzarlo ordinariamente a La repetición es 7a única que es necesaria) y la que está a
la morosa operación de obstruirlo' nuestro cargoJ aunque no pudiésemos con ella, de todas formas
Por donde se llega a no manejar ya nada de cada una de las seguida perteneáendo a nuestro índice el gobie1'no de su espiral
junturas delicadas que Freud toma de lo más sutil de la lengua, cerrada.
sin moldear en ellas de antemano las imágenes confusas en que
se precipitan sus más bajas traducciones.
En una palabra, se lee a Freud como se escribe en psicoaná­
lisis; que no es decir poco.
Se ve pues que la co nsigna con que nos hemos armado del
retorno a Freud, n o tien e nada que ver con el retorno a las
fuentes que podría aquí tanto como en cua lquier otro sitio no
significar sino una regresió n,
Incluso tratándose de correg/:r una desviació n demasiado ma­
nifiesta para no confesarse como tal en todas las -vueltas, no seria
sino dar lugar a una necesidad externa, aunque saludable.
Nuest ro retorno a Freud tiene u.n sentido muy diferente por
referirse a la topologla del su,jeto, la cual sólo se elucida por
una segunda -iJuelta sobre sí mismo. Debe volver a decirse todo
sob re aIra faz para que se cierre lo que ésta encierra, q ue no
es ciertamente el saber absoluto, sino aquella posición desde
donde el saber puede invertir efectos de verdad. Sin duda es
de una sutura practicada un momento en esa juntura de donde
ha .meado su certidumbre lo que hemos logrado en absoluto de
ciencia. ¿No hay tamb ién aquí con qué tentamos (l una nue-ua
operación allí donde esa juntura sigue abierta) en nuestra vida?
~ Ta l como cmpc7.amos a c.\ lableccrlo el afio mi:;mo (61-62) en que llues·
Este doble giro del que damos la teoría, da ocasión en efecto Iros disdpu lo.'i
,)1: ocupahan de la misma rela ción (denlro-fuera) en un con ­
a que otra costura ofrezca u.n nuevo borde, Aquella por la cual te xto más mun dano. Gracias a lo cual otros habrán tenielo la " entaja dl:
resalta una estructura mucho más prOPia que la antigua esfera qu e vo lvamos a ello C,, (C año (65-66).
INTR ODUCCiÓN AL COMENTARIO DE JEA N HYPPOLIT E 355
INTRODUCCIÓN AL COMENTARIO DE JEAN ]nténtese examinar un poco más estrechamente lo que repre­
HYPPOLITE SOBRE LA VERNEI NUNG DE FREUD serUa en el uso dominante el análisis de las resistencias: se sen­
tirá una gran decepción. Pues lo primero qU'e ll ama la ate nción
SEMI NARIO DE TtCNICA FREUDJANA DEL 10 DE F EBRERO DE 19541 cuando se lee a esos doctrinarios es que el manejo diaJéctico
de una idea cual quie ra es para ellos impensable, que no sabrían
ni siquiera re conocerlo cu ando se ven precipj tados en él a la
manera de Monsieur Jourdain que hacía prosa sin saberlo, por
un a práctica a la que la dialéctica le es en efecto inmanente.
Por consiguiente no podrían detener en ella su reflexión sin afe­
H an podido medir ustedes cuán fecundo se muestra nuestro rrarse bajo un modo pánico a las objetivaci ones más simpli stas,
método de recurrir a los textos de Freud para someter a un exa­ aunq ue fuesen las más groseramen te productoras de imágenes.
men crí tico el uso presente de los concep tos fundamentales de Así es como la r'esistencia acaba por ser para ellos imaginada
la técnica psicoanalítica y especialme nte de la no ción de re­ más que concebida, segú n Jo que connota en su empleo semán ­
sistencia. rico medio,2 o sea. si se examina bien ese empleo, en una acep­
La aduheración que ha sufrido en efecto esta última noción ción tran sitiva indefinida. Gracias a 10 cual "el sujeto resiste"
re cibe su graved ad de la consigna que Freud consagró con su ~e entiende como " resiste a . .." -¿A qué? Sin duda a sus ten­
autoridad de dar preeminencia en la técnica al análisis de las den cias en la conducra que se impone en cuanto sujeto neuró­
resistencias. Pues si Freud pretendía sin duda seña lar con ello tico, a su confesión en las justificaciones que propone de su con­
un viraje de la práctica, creemos que no hay sino confusión y du cta a l ana lista. Pero como las tendencias vuelven a ]a carga.
contrasentido en la manera en que algunos se autori zan en una y como esa técnica está ahí por una vez, se supone que esa re­
orden de urgencia para apoyar en eHa nna técnica que no des­ sistenci a es puesta a prueba seriamente : entonces para mante­
conoce nada menos que aquello a lo qU'e se ap lica. nerla es preciso que ponga algo de su parte y, aun antes de que
La cuestión es la del sentido que hay que restituir a los pre­ tengamos tiempo de volver nos, ya 'eStamos resbalando en el ca­
ce ptos de esta técnica que, por haberse reducido pronto a fór­ rril de la idea obtusa de que el enlermo "se defiende", Pues el
mulas preesta blecidas, han perdido toda la virtud indicativa que contrase ntido sólo se sella definitivamente gracias a su conjun­
sólo podrían conservar en una com prensión au téntica de la ción con otro abuso de lenguaje: la que atribu ye al ténnino de­
verdad de la experiencia que están destinados a guiar. Freud, por fensa el beneficio de la firma en blanco que le confiere su uso
supuesto, no podría esc<l par a esta consideración ni más ni me­ en medicina, sin que se note, porque no se es mejor médico por
nos que los qU'e practican su obra. Pero, ustedes han podido com­ ser mal psi coa naJi ~ ta. que también aq uí hay error en la baza
probarlo, no es el punto fuerte de aquellos que en nuestra dis­ en cuanto a la noción, si es que se pretende hacer eco a su
ciplina se parapetan ruidosamente detrás tIc la primada de la
sentido correcto en fisiopatología - y que no se traiciona menos,
técn ica - sin duda para cubrirse con la c.oncomitancia segura
pu·es no se es más instruido en psicoanálisis por ser ignorante
que concuerda efectivamente con ella los progresos de la teoría . en medicina. la aplicación perfectamente al tanto que Freud
en e l uso entontecido de los conceptos anallticos que es el únlco
que puede justiHcar la técnica que usan. ~ I:'<; tc, di g::í moslo de pa s"da, impl iGl cie rtamcnte osci laciones no desaten­
dibles en cnanlO <l la <l ce ntll ación de ~ 1I trall si ti vid ad. segün la espec ie de
I Se da aquí el tex to re<."Ogido ele uno de los coloq nios del semina rio cele· alte ri dad a la que se aplica. Se dice : lo resj~t che evidence como Co Tesist th e
brado en la dJni ca de la Facultad en el hospil al Sai nl e-A nne y co nsagrado authorily QI lile Coutl - pe ro c n ca m bio "icM da Venuch-ung widersl ehen.
durante el año 53 -!l4 a los E!iC ritos rcc:ni cos de FI'e ud y a la aC lu a lidad a. Ol>~c n·e m os la ga ma de los ma tices <lu C puedcll rt:pani rse mucho m<ls Íi.Ícil ­
la que interesa n . Ún icamente ~e ha ampliado con algunas reEerencias, qu e m(.:nL(; en la diversida d del ~emamcma en alemán : wide-rstehen - w ider.s .
parecieron útiles, a lecciones anteri ores, sin que haya podido co n eso sn­ lrebert - sieh SlriiuheTl gegen, ti11dauem, lorl/Jeslt:hen, por cuyo intermedio
primirse la dificultad de acceso inherente a todo Irozo escogido de un a lI'iderslrh erJ pu ede ser irHcllcionaJmenlC m :í.5 adecu ado al sentido que va­
ense~anza. mOJi a dcsorotar como e l sentido propiame nt e allalitico de la resiste nda .

[354 J
356 I NTRODUCC iÓ N Al. CO MENTARI O DI': JFAN H YPPOLITE INTRODUCt:lóN Al. COM~: NTA RIO DE J .EAN HY PPOLITl: 357
hace d e ella en sus primeros escritos sobre ]a patogen ia de las­ subraya Freud, puede tom arse como la medida de esa pro­
neurosis. ximidad.
Pero, se nos dirá, al centra r su punto de mira de una idea con­ Es en esa metáfora donde algunos h an querido incluso en con­
fusa en su aspecto más bajo de di sgregación, l no cae usted en el J.Tar el índice de la tendencia mecanicista qu e según ellos gra­
desvío de lo que se llama propiamente un proceso de intención varía el pensamien to de Freud. Pa ra darse cuen ta de la incom­
[o tendencia]? Es que también, responderemos, nada reti ene en prensión de que da pruebas es ta reserva basta con referirse a la
esa tendencia a los usuarios de un a técnica asi aparejada, pues jnvestigación qu e hemos ll evado adeb n te paso a paso en los es­
los prece ptos con que ad o rnan su co nfusión original no ponen darecimi'entos sucesivos que Freud aportó a la n oción de resis­
nin gún remedio a sus consec uenci as. Así, se profiere qu e el su­ tenci a, y especialmente al escrito sobre el que nos encontramos
}eto no puede comunica rnos nada sino de Su yo y por medio y dond e da su fórmul a más clara.
de su yo - y aquí una mirad a de r e l O del huen sentido que vuel­ ¿Qué nos dice Freud efectiv amente allí? Nos descubre un fe­
ve por sus fueros en la {asa; que para llegar a algo h ay que nómen o estructuran te de toda revelación de la verdad en el
apuntar a reforzar el yo, o por lo menos, añaden corrig iendo, su diálogo. H ay la dificultad fundamen tal que el su jeto encuentra
parte sa na - y Jos bonetes asienten ante esta burrada ; que en en lo qu e tiene que decir; la más común es la qu e Freud d emos­
el u so de materi al analítico procederemo-s por plan o::; -esos tró en la represión , a saber esa especie de disco rdancia entre
planos de los que por supuesto tene mos en el bolsillo e l a lzado e l signi ficado y el signifi cante, determinada por toda cenS ura
garantizado; qu e iremos asf de la .superficie a ]a profundidad de origen social. La verdad puede sie mp re en es te caso comu­
-nada de poner la carreta d elante de los bueyes ; que para hacer n icarse en tre líneas. Es de cir que el qu e quiere darle a entender
esto e l secreto de los maes tros 'es ana lizar la agresiv idad - nada puede siempre re currir a ]a técnica que indica la identidad de
de carreta qu e mate a los bueyes ; fin almente aquí está la diná­ la verdad con los símbolos que la revelan, a saber : llegar a sus
mica d e la angustia, y l os arcanos de su economía -que nadie fines introduciend o deliberadamente en un tex to di scordancias
toqu e, si no es expe rto hidrá ulico, los potenciales de ese maná que responden criptográfi camente a las que impone la censura.
sublime. Tocios es tos preceptos, digá moslo, y su ornamentación El sujeto verdadero, es decir el sujeto del inconsciente. no
teóri ca serán d escuidad os por Hues tra atenció n sencilla mente procede de otra manera en el lenguaje de sus síntomas, que no
porque ~on ma carrónicos. es ante todo descifra do por el analista sin o qu e más bien viene
La resistencia en efecto no pued'e no ser d esconocida en su a diri girse a él d e manera cada vez más co nsistente, para la sa­
esencia si no se la comprende a partir de las dimensiones del tisfacci ón siempre renovada de nuestra experiencia. Esto es en
discurso en que se manifies ta en e l aná lisis. Y las hemos encon­ cfect.o 10 que ésta h a reconocido en el fenómeno de la transfe­
trado de buen as a primeras en la metáfora con que Freud ilus­ renCia.
tró su primera definición . Quiero decir la que comentamos a su Lo qu e dice el sujeto qu e habla, por muy vado que pueda
debido tiempoS y qu'e evoca los pentagramas en que el suje to ser al principio su discurso, torna su efec to de la aproximación
d esenvuelve " Iongi tndin almen te", para emplea r el término de que se rea li za en él de la palabra en la que convertiría plena­
Freud, las cadenas de su discurso, segun una partitura d e la que mente la verdad que expresa n sus sín tomas. Pr'ecisemos incl uso
el "núcleo pa tógeno" forma e l leitmotiv. En la lectura de esta en seguid a que esta fórmula es de un alcance más general, lo
partitura, la resistencia se ma nifiesta "radialme nte", y co n un veremo.1\ hoy, qu e el fenómeno de la represión por el cual veni­
crecimien to p roporcion al a la proximidad que toma la línea en mos a reproducirl a,
proceso de desciframiento de la que entrega aca bándola la me­ Sea corno sea , es en cnanto que el sujeto llega al límite de lo
lodía central. Y esto h as ta el punto de que es te crecimiento, que el momento permite a su discu rso efectu ar de la palab ra,
como se produce el fenómeno en el que Freud nos muest ra el
• Cf. G. IV., 1, pp. 290·307, en el capi tul o Zur Psyc}¡otheraiJ;e deT Hyst ~· punto d e ar ticulación de la resis ten cia con la di aléctica analí­
ríe, pp. 254·3l2, deb ido a Freud en los Stlld;en übeT hysteTie publi cados en
1895 con Breu er. Hay una edición inglesa de los Studies on hys teria l.-\ .
ti ca. Pues 'ese momento y ese límite CJe equilibran en la emer­
11, "Sobre la psicotera pia de la hi~l('ria" , pp. 261·309]. genci a, fuera d el disc urso del sujeto, del rasgo que puede más
358 l NTJl. OOUCCI6N AL COM ENTA RI O DE J EAN HYPPO LITE I NTRODUCCiÓN A 1.. CO MEN TA RI O DE JEA N HVPPOUTE 359

particu lar mente dirigirse a ustedes en ]0 que está di ciend o. Y del a nálisis. En lo cua l hace ca ptar bien qu e el yo tal como
esta coyuntu ra es p romovida a la [unción de puntu ac ió n de su o pera en Ja ex perie ncia a na lítica no tiene nada qu e ve r con la
pa labra. Para da r a entender semeja nte efec to hemos hecho uso unid ad supu es ta de la rea lidad del suj e to qu e la psicología lla­
de la i mage n de que la palabra del suj e to basc ula hacia la pre­ m ada ge nera l abstrae como institu ida en sus " fun ciones sinté­
se ncia del oyente.-4 ti cas". El yo del qu·e habl amos es absolutamente imposible de
Esa p rese ncia q ue es la relación más pura de qu e es ca paz el distin gu ir de las ca ptacio nes i maginari as que Jo constitu yen de
sujeto con respec to a un ser, y que es tanto más viva mente sen­ ca bo a rabo, en su gé nes is como en sn estatuto, en su funci ó n
tida como tal cuanto qu'e ese ser está para é1 m enos calificado, COntO en su ac tu alidad , por otro y par a otro. Di cho d e otra m a­
esa prese ncia por un instante liberada has ta el extremo de los nera, la di aléctica qu e sostie ne nu es tra experi'en cia, situ ánd ose
velos que la recubren y la eluden en el disc urso común en cuan­ al ni ve l más envo lvente de la efi cacia del suj eto, n os obliga a
to que se constituye como Qiscurso del se impersonal precisa­ comprender el yo de punta a punta en 'el movimiento de enaj e­
m ente p ara ese fin, esa presencia se señala en el disc urso por nación progresiva en qu e se constituye la concien cia de sí en
un a escansión suspensiva a menudo conno tada po r un mo mento la fen omenología de H egel.
de angusti a, corn o lo mostré a ustedes ·e n un ejemplo de mi Lo cual qui ere decir qu e si ti enen usted es qu e vérselas, en el
ex periencia. mo mento qu e estudiamos, con el ego del suj e to, es qu e son us­
De d onde el alcance de la indicación qu e Fre ud nos dio si­ ted es en ese momen to el soporte de su alter ego.
guiendo la suya: a saber que, cuando el suje to se interrumpe Les he record ad o que uno de n ues tros colegas, cu rado más
en su discurso, pueden ustedes estar seguros de que le ocupa tarde de ese prur ito del pe n sam ie n to q ue le ator mentaba toda­
un pensamiento que s·e refiere al analista. vía en un tiem po en que cavilaba sobre las indicacio nes de l a na~
Esta indicació n la verán u stedes casi siempre confirmada si lista, había sido d omin ado por una sos pech a de esa verdad;
hacen a l suje to la pregunta: "¿Qué piensa usted en este instante así, m ien tra s el mi lagro de la in te lige n cia il um in aba su ros tro,
que se refi·era a lo que le rodea aquí y más precisa me nte a mí hi zo culminar su discurso sobre di ch as indicaciones con el anun­
que le escucho?" Con todo, ]a satisfacción que pueda n ustedes cio de esta no ti cia: q ue el an álisis debía sub ordina rse a la con­
sacar de o ír unas o bservaciones más o menos o fe nsivas sobre su di ción p ri mer a de qu e el suj eto tuviese el sentimiento del otro
aspecto general y su humor de 'ese día, sobre el gusto qu e deno­ como exis tente.
ta la elecció n de sus muebles o la manera en qu e es tá n u stedes Es precisam ente aquí d o nde empie za la pregunt a: ¿cuál es la
ataviados no bas ta pa ra justificar lal iniciativa si no saben uste­ cl ase d e alterid ad por la cual el suj eto se interesa en esa exis­
des qué espe ra n d·e esas observaciones, y la idea, ace ptada por tencia? Pues de esa a lterid ad mi sma es de la que el yo d·el suje to
mu chos, de que d an una oportunidad de descarga rse a la agre­
participa, h as ta el punto de qu e, si h ay un conocimiento que
sividad del suj eto es propiamente imbécil.
sea p rop iame nte clasificatorio para el analis ta, y de na tura leza
L 'l resistencia, decía Freud antes de la ·elabora ción de la nueva
tal qu'e sa tisfaga esa ex ige ncia de orientació n previa qu e la nueva
tópi ca, es esencialmente un fenómeno del yo. Entendamos aqu í
técnica proclam a con un to no ta nlo más ensordecedor cuanto
lo que eso quie re decir. Esto nos pe rmitirá más ta rd e comp ren­
q ue desconoce has ta su prin cip io, es la qu e en cada es trUClura
d er lo qu e se entiende de la resiste ncia cu audo se la refi ere a
neuró tica defi ne el sector ab ierto a las coa rt ad as del ego.
las o tras instancias del suj eto.
El fe nó meno aquÍ examin ado muestra una de las for m as m ás En pocas palabras, lo qu e es¡;eramos de la respues ta del su­
puras en que el yo puede m anifestar su función en la di n ámi ca jeto a l hace rl e la p regunta es tereo tipada, qu e las más de las veces
lo libe rará del silencio qu e se ñal a para ustedes ese momento
• Puede reconoce rse aqu í la fór mula por medio d e la cu a l jnlroducíamos pr ivilegiad o de la resistencia, es qu e les mueSlre qu.ién habla y
en los com ienzos de nu estra enseñanza aqu ello ele q ue se trata aq u L f. l a. quién: qu e es una sola y misma pregunta .
sujeto, d eclamas. ero p iet.1. su a n álisis ha blan do de si m is mo sin h ablarle Pero qu eda a di·sc ["eción d e ustedes dárselo a entend er inter­
a usted , o ha b lándole a nsled sin hablar d e él. Cu an do p u eda h ablarl e a
u sted de si mismo, el aná li sis estará terminado. pe lá ndo lo en el luga r imag inari o en que se sitúa : será según que
360 I NTRODU CCIÓN AL CüM ENT."RIO 0 1·: J EAN Ji YPP O LIT.E J NTKO UUCC IÓr.: AL COMEN1 ARIO OE J EAN H ~· Pl'OLlT E 361
uste des p uedan o no enlazar ese eq uÍvoco en el punto d'e su dis­ Todo esto no parece d esplaza do para vo lver a encon t ra r a la
curso con q ue haya venido a tropeza r su palabra. \ uelta d e la esquina la nota d e Freud sobre la que me he d ete·
H om ologa rán as í ese punto como un a puntuació n Correcla . nid o ya en el mismo escrito, y tal vez est.o il u mina con una lu z
y aquí es do nde se co njuga armoniosam ente la oposició n, qu'e nueva lo q ue quiere d ecirnos co n la observación d e que no ha­
s.e ria catas tró fico sostener form alme nte, del análisis de la resis­ bría que inferir, d e la ba talla que se encarni za a veces durante
te ncia y d el análisis de l ma te ri al. Técnica en la cual se forman meses alred edor d e Ulla granj a ais lada, que és ta represe nte el
ustedes p rác ti camente en el seminario llamad o de cont ro l. ~:a ntu ario na cional d e uno de los combatien tes, ni siq ui era que
Sin embarg'o, p ara aquellos que han aprendido o tra, cuya sis­ a lbe rgue u na de ~ us ind us tr ias de guerra. Dicho ele otra manera,
temática conozco demasiado, y q ue le conservan todavía algún el se ntido d e un a acción defensiva u o fensiva no debe busca rse en
crédi to, haré observar que por sup uesto no dejarán us tedes de el obj eto que le d isputa ap are ntemente a l ad versario, sino más
o btener un a respues ta actual al pa tentizar ]a agre~ i v id ad d el su­ bien en el elesignio d el que part icipa y q ue define al adve rsar io
je to para con ustedes, e incluso al mos trar alg una finu ra en re­ por su es trategia.
conocer en ello b ajo un mod o co ntrastado la " necesidad de El humo r o bsidio nal q ue se t ras luce en la morosidad del an á­
am or". Desp ués de lo cual, el arte de ustedes verá a brirse para lisis de las defe nsas da r ía pues sin dud a fr u tos más a lentado res
él el campo de los ma nej os de la de fen sa. ¡Vaya negocio ! ¿No para qu ienes se fí an de ellos si tan só lo lo pusieran en la escueltt
sa bemos acaso que en los confines d o nde la pa la hra dimile em­ de la m..1s pequeñ a l uc ha real, que les enseña ría que la res puesta
pieza el domi nio d e la vio lencia, y q ue reina ya all í, in cl uso sin más eficaz a una d efensa no es llevar a ell a la p ru eba de fuerza.
que se la provoque? De hecho se tra ta s610 en ell os, por fa lta de a te nerse a las vías
Si n evan p ues all í la g'uerra, sepa n por lo menos sus princi­ d ialécli cas en la .. que se h a ela borad o el análisis, y po r fa lta
pios y q ue se desco nocen sus límites si no se la com p rende con de tal en to para volver al uso puro y simp le d e la sugestión, d e
u n Clausewitz como u n caso parti cul ar del comercio humano. rec u rr ir a una forma peelan te ele és ta a favor de un psicologis­
Es sabido que fue re conociendo, baj o el no mb re ele guerra mo a mbiente en la cultura. En lo cua l no deja n de ofrecer a
to tal, su dialéctica in terna, como és te llegó a formular q ue exi­ sus con temporáneos el espec táculo de un as ge ntes qu e no era n
ge se r co nsiderada co mo el p rolongami en to de los medios ele la llamadas a' su profesión por o tra cosa sino por estar en posi­
política. ció n d e tener siempre en ella la última pa labra, y q ue, por en·
Lo cu al permiti ó a cie rtos practi cantes más adel ant ados en la <:onlrar en eso un poco más d e dificultad que en otras nc tivida­
experie ncia moelern ~ de la guerra social, a la que él p re ludiab a, d es lla mad as libera les, mues tra n la fig u ra rid íc ula de Purgones
sacaT el corola rio de que la primera regla que observar sería no obsesionados por la "de fen sa" de cualq uiera q ue no comprend a
d ejar escapar el momento en que el ad ve rsario se hace ot ro que por qll é su hija está muda.
lo que era - lo cual ind icaría proced er r áp idamente a ese repar­ Pe ro con eso no hacen sino en tral' en esa elialécr.ica del yo
to de las apuestas q ue funela las bases d e una paz equ itativa. U s­ y d el otro que constitu ye el ca llej ón sin sa lid a de l neu ró ti co y
tedes pertenecen a nna gener ación que ha podido comproba r q ue h ace a su si tuación solidar ia del p rejuicio d e su ma la vo­
q ue es te arte es desconoci do d e los demagogos q ue no p ueden luntad. Por eso al gu na vez he dic ho que no hay en anál isis otra
d es p renderse de las a bstracciones más que un psi coa n a Ji ~ ta vul ­ resi stencia q ue la de l analista. Po rque este prejuicio no puede
gar. Por eso las guerras mismas q ue ganan no hacen sino enge n­ cede l' a nte una verda d era co nvers ión di aléctica, y aun es preci ..o
drar las con tradi cciones en las q ue apenas hay ocasió n d e re co­ que se ma ntenga e n el suj eto por un ejef( icio continu o . A eso
noce r los efectos d e ell as que prome tían . se redu ce n verdaeleramente toelas las condiciones de la form a.
Ento nces se lanza n a la d esesperada en la empresa de huma­ ción d el ps icoanalista.
nizar al adversa rio que h a caído bajo su ca rgo en su derrota Fuera <le ta l formación, seguirá siendo siemp re d ominante
-llamando incluso al psicoanal is ta al resca te para colabo rar en el prejui cio que ha encontrad o su más es ta ble fó rm u la e n la
]a restauración d e human relatio ns, en lo cual éste, al p aso qu e conce pción uel p i tia tism o. Pero o tras la ha bía n precedido, y
lleva n aho ra las cosas, no vaci la en ex trav iarse. 110 qui ero induci r lo q ue Freud podía pe nsar de ello sino re cor.
362 INTR ODUCC I ÓN AL COMENTARIO DE JEAN HYPPOLITI!. INTRODUCCiÓN AL CQMI:NT AR1Q ·Df: JEAN H YPP OLlT E 363
da ndo sus se ntimie ntos a n te la m ás recie nte de los ti empos de manera casi acrobática lo que entiende p or deseo del sneño.
su ju ve ntud . Tomo el tes timo nio correspondiente del capí tul o Pues si considera qu e sale al paso a la alteració n que el sueño
I V de su g ran escrito so bre Psicología de las ma·,sas y andlisis sufriría por su rem emoración en el relato, a parece clarame n le
del yo. Habla de las asombrosas co ntorsio nes de la suges ti ó n de que sólo le interesa la el aboración del su eño en cuanto que se
las qu e fue testigo e n casa de Bcrnheim e n 1899. prosigue e n el relato mism o, es decir que el sueiío no vale para
" Puedo recordar --dice- la sorda rebe ldia que, incluso en él sin o como vector d e la pa labra. Tan es así que lodos los fe·
aquella época, experimenté co ntra la tira nía d e la suges ti ón, n6 me n os que d a de o lvido, in cl uso d e d uda, que vienen a es tor·
cua ndo un enfermo que no mostr aba bastante fl exi bilidad oía ba r el relato, h a n d e interpreta rse com o sig nifi ca ntes de esa
que le grilaban: '¿ Qué es lo que está h ac ie ndo? ¡Se está ust ed pa labra, y que, si n o hu biese de quedar d e un sueii.o más q ue
co nlrasugestionaud o!' ('Qu'est ce qu e vous faites done? Vou s un despojo tan eva n esce nte co mo e l recu erd o fl otante e n el
VO llS conl.rc-suggesl.ionnez.l' En fran cés en el tex to.) Me deCÍa aire d el gato que se disipa d e ma nera ta n inquie ta nte a nte los
en mi fuero interno qu e e ra la más palmaria de las inj usticias ojos de Alicia, esto no sirve si n o para hacer m ás seguro que se
y de las viole ncias, qu e el enfe rmo tenía bue n derecho a util i· trata de la punta quehr ada de lo que en el suel;o co nstituye
la r la co ntrasugcstió n cu a ndo se inte nt a ba subyuga rl o por ar ti ­ su pun ta transferencial. di cho de otra manera lo que en dicho
ricios d e suges ti ón . Mi resisten cia torn ó más tarde la direcció n sueño se dirige directamente al analista . Aquí por interme·
más precisa de subl evar me contra el h echo d e que la sugestió n dio de la palabra "ca na l" , úni co vestigio subsiste nte del sneño,
que lo explicaba todo tu viese a su vez que hurta rse a la expli ca­ o sea otra vez un a so nri sa, pero és ta impertin enle y de muj er,
ció n. Solía yo rep etir pensando en ella la vieja broma: cou qu e aquella a qui e n Freud se tomó el tra bajo de hacer
pa lad ea r su teoría d el W itz acoge sn h o me n aje, y qu e se tra·
CTistób al llevaba en vilo a Cristo; duce por la frase qu e conclu ye e l chiste que a invitació n d e
Cristo en vilo al mundo todo , Freud eIJa asocia con la palabra ca nal : " De lo sublime a lo ri­
¿dónde los pies de Cristóbal dículo no hay más que un paso."
encontraban pues apoyo?" Del mismo mod o, en el ejemplo del olvido d e un n ombre,
que tomamos anles literalmen te como el primero que se presentó O
y si Freud prosigue d e plorando qu e e l co ncepto de su ges tió n eu la Psicopatorogía de la vida cotidiana, pud imos darnos cue n­
haya deri vado h acia un a con cepció n cad a vez más relajada, q ue ta de que la imposibilidad en que se encuentra Freud de evocar
no le deja prever para pron to el escl areci mie nto del fe nómeno, el nombre de Signorelli e n el diálog-o que ll eva a cabo con el
¿qué no habría dicho del uso prese nte d e la n oció n de la resis· colega que es entonces su compa ñero de viaje responde al h ech o
teneia, y cómo no hubiera ale ntado c ua nd o menos nu es tro es­ de que ce nsnrand o en su conve rsaci6n a nterior co n el mi smo
fuerzo de estrechar técnicamente su empleo? Por lo demás, nues­ todo lo que las pal abras de és te le suge rfa n , ta nto por su co n­
tra manera de reintegrarla en el conjunto del movimiento dia­ te nido co mo por los recu erd os q ue en él forma ba n su séquito,
léc ti co del análisis es tal vez lo que nos permitirá dar un día de la re laci6n del ho mbre y d el médico con la m ue rte, o sea
de la sugestión un a fórmula a prueba de los criterios de la co n el a mo absolut o, Hen·, signar, Freud h a bía abando nad o li·
expe ri e ncia. le ralmente en su inte rl oc utor, y por 10 tan to desprend ido d e sí,
Ta l es e l desjg nio qu e nos guía c u a nd o ilumin amos la resis­ la mitad rota (entend;ímoslo en el se ntid o más ma teri a l del
l<:: ncia en el momen to de tra nspare ncia e n q u e se prese nta , se­ lér mino) de la espada de la palabra, y por un tiempo, precisa­
gú n la fe li z expresión de 1\1. Ma nll o ni , por la pUllta tra nsfe re ncial. mente aq u el en que segu ía dirigi éndose a d icho interlocntor, no
y por eso la ilumin a mos por ej e mpl os d o nd e puede ve rse podía di sponer de ese término como materi a l significante, por
jugar la misma sí n copa dialéctica. qu edar ligado a la sig nifi cación reprimida - y esto tanto más
Así es como hicimos caso;; de aquel co n que Freud ilustra d e
" E ~ l e e jemplo en efecto ina ugura el li b ro,· C. W ., I V, pp. 5· 12; Psycopa·
~G. W. , n·lll, p. 522. n. 1; S. E., v, p . .1) ]7 , n. 2; Sl'ieIJces des r¿ves, p. 427 lhologie de la l1ie quolidieMIt:, pp. 1·8 [Psicopalologia de la vida cotidiana,
[La interprd acióll de los $uet105, A. v, p. 512, n. 11] . A. " , pp. (o· 13J.
361 INTRODUCCIÓN Al. tOMENTAII.J O I )~ JI~ AN "YI'l'Ol.ro. lNTROI)UCCIÓN AL CO:o.1t'NTA\I.'O 0" J'·.AN IIYPPOLIT E 3(j:;

cu an to que el tema de la obra cuyo autor se tra ta ba de recor­ los gra nd es escritos sobre la nueva tópica,; nos lJeva hasta el
<lar en Signorelli, concretamente el fr esco del Anticristo, e n Co razón de la nu e va cues tión planteada por nuestro exa me n de
Orvie to, no ha cía sino historiar bajo un a form a d e las más la resistencia. H e nombrado el texto so bre la denegaci ón .
manifiestas, a unque apocaJíptica, este señorío de la muerte. El señor .Tea n H yppolite, al enca rga rse de este texto, me des­
¿Pero podemos contentarnos con habl ar aquí de represión? carga de un ejercicio en el qu e mi co mpetencia está Jejas de
Sin dud a podemos asegurar que estA presente sólo por las sobre­ alcanzar a la suya. Le agradezco haber accedido a mi súplica y
determin"ciones que Freucl nos da del fe nómeno, y podemos le cedo la p<d abra sobre la Verneinung. 8
confirmar t<1rn bi én por la actualidad d e sus circunsta ncias el
alcan ce de Jo que quiero darles a entender e n la fórmul a: el
incon sciente es el discurso del Otro.
Pues el h ombre que, en el acto de la p alabra, parle con su
'Semejante el pan de la verdad, comparte la meuLira.
¿Pero es tá dicho todo con esto? Y la palabra aq uí retirada
¿podí a ac..1.SO n o apagar'ie ante el ser-pa ra- Ia-muerte, aun cuando
~e le hubi e ra acercad o hasta un nivel d onde sólo la broma es
todavía viable, pues las apariencias de la seriedad para respon­
der a su gravedad no tienen ya sino el aspecto de la hipocre sía?
Así la Illuerte n os aporta la cuestión de lo que niega el di s­
cu rso, pero también la de saber si es ella la que introduce en
él la negaci6 n. Pues la negatividad del discu rso. en cu anto que
ha ce se r ell él lo que no es, nos remite a la cu estión de sa ber
lo que el n o-ser, qu e se manifie!.ta en el orden simbóli co, debe
~t la realidad de la muerte.
Así es co mo el eje de los polos en que se orientaba un primer
"-~ampo de la palabra. cuya imagen primordial es el material d e
la tésera (donde volvemos a encontrar la e timología del símbo­
] 0). está cruzado aquí por una dimensión segunda 11 0 reprimida
sino engañosa por necesidad. Ahora bien, es aquella de donde
surge con el no-se r la definición de la realidad.
Así vemos ya sa har el cemento con qu e la sedicen te nueva téc­
ni ca tapa o rdin a ri a mente sus fi suras, a saber un echar man o.
desprovisto de tod a críti ca. a la rel ació lI con lo real.
No nos h a parecido poder hacer n ad a mejo r, para que sepan
ustedes qu e es ta críti ca es absolutamente cons ubstancia l al pen­
samiento d e Freud. que confiar su demos tración al seño r J ea n
H yppo lite. que no sólo ilustra este se minario por el interés que
se sirve mostrar en él. sino que, por su presenci a, les garantiza en
cierta forma que no me extravío en mi dialéc ti ca .
Le he pedido que comente de Freud un texto muy corto, pero ~ HabrCalllos de C'o ns:lgTar el a ño qu e ~iguió al co mell tario del escrito
qu e, por situarse en 1925, es decir mu ch o más adelante en el litulado: Mas alld del princiPio de Placer.
a Pued e lcene l'i disc urso d el señor Hyppolite en apéndice al Como 11,
desa rrollo del pen~ amiento de Freud, pu es to qu e es posterior a p. 861.
RESPUESTA AL CO M ~ NTA RI O DE J EAN H YI'PO LlTE 367
RESPUESTA AL COMENTARIO DE J EAN H YPPOLlTE verd adero va lor formador para el psicoanalista, avezá ndolo, co­
SOBRE LA VER NEI NUNG DE l'REUD mo d ebe serl o, es a lgo que enseñamos expresamente, en e l ejer­
cicio de un registr o fu era d el cual su experiencia ya no es nada.
Pues no se trata de nada menos que de su adecua ción al ni­
ve l de l h ombre en que lo ca pta, piense de ello 10 que piense ; en
e l cua l es tá ll amado a res ponderle, quiera lo que quie ra, y de l
que as ume, tómelo como lo tome, la responsabilidad. Es deci r
Espero qu e la gra ti tud que sentim os todos por la merced que que no es libre de escabullirse de ello recurriendo hipócrita­
e l señor J ea n H yppolite n os h a concedid o de su lumin osa expo­ mente a su califi cación médica y refiriéndose de manera inde­
sición podrá justifi car a Jos ojos de ustedes, no menos, así lo terminada a las bases de la clínica.
espero, qu e a los su yos, la in sisten cia qu e puse en rogarle que Pues ~I n ew deal psicoanalíti co muestra más de un rostro, a
lo hiciera . decir ve rd ad ca mbia de rostro según los interloculores, de suerte
¿No ve mos, un a vez m,ls, dem ostra do qu e de proponer al es­ que desde hace a lgú n ti empo tiene tantos que le sucede en oca·
píritu menos prevenido. si bi en no es por ciert o el menos ejer­ sion es verse atrapado en sus propias coa rtadas, cree r en ellas
citado, e l te xto de Freud a l que ll amaré de interés más local él mismo, y au n encontra rse en ella s por erro r.
e n apa rie ncia , encontramos en él esa riqu eza nun ca agotada En cu an to a lo que acabamos de oír, quie ro úni camente indi­
de significaciones que lo ofrece po r des tin o a la disciplina del carles hoy las aveni das q ue abre a nues tras inves tigaciones más
comentario? N o un o de esos textos de dos dimensiones, infini­ concretas.
tamente planos, como dicen Jos ma temá ti cos, que sólo tienen El se ño r Hyppolite, con su an áli sis, nos h a hecho fra nquear
un va lor fidu cia ri o en un discurso constituid o, sino un texto la especie de co ll ad o, ma rcado por la diferencia de n ive l en e l
vehículo de una palabra, en cuan to que ésta constitu ye una sujeto, de la creación simbóli ca de la negación en re lac ión co n
emerge ncia nueva de la verd ad . la B ejahu1lg. Es ta creación del símbolo, como él h a subrayado,
Si conviene a plicar a es ta cl ase de texto todos los recursos de ha de concebirse como un momento mítico más que como u n
nuestra exégesis, no es úni ca mente, ti enen aquí el ejemplo de momento gené tico. Pues no puede ni siqui era referirse a la
ello, para interrogarl o sobre sus rela ciones con aque l que es su constitu ción del objeto, pues to que incumbe a un a relació n de l
autor, modo de crílica histórica o literaria cu yo va lor de " resis­ suj eto con el ser, y n o del sujeto con el mundo.
tencia" debe sa llar a los ojos de nn psicoanalisLa formado, sino Así pues Freud, en este corto texto, como en el conjunto de
ciertamente para hacerle responder él las preguntas que nos plan­ su obra, se mues tra muy adelante de su época y bi en lej os de
tea a nosotros, tra tarl o como una pa labra verd adera, deberíamos es tar en falt a frente a los aspectos más recientes de la refl exión
d eci r, si conociéra mos nues tros propios términos e n su valor fil osófi ca. N o es qu e se adelante en nada al modern o desarroll o
d e transferencia. d el pensamiento d e la exi stencia. Pero dich o pensamien to n o
Por su puesto, esto supoue que se ]0 interprete. ¿Hay en e fec­ es más que la exhibición que descubre para un os, recu bre para
to mejor méLOdo críti co que e l que apli ca a la comp re nsión de otros los contragolpes más o menos bien com prendidos de una
un mensaje los prin cipios mismos d e comprensil> n de los que meditacibn del ser, que va a impugnar rod a la tradición de
éste se hace ve hículo? Es el mooo más racional de poner a prue­ nues tro pensa mien to como nacida de una confusión pri mordia l
ba su aute nt icid ad. d el se r en e l ente.
La palabra plena, en efec to, se def ine por sn ide ntidad con Ahora bi en, no puede uno dejar de queda r impres ionado por
aq uell o de que habla. Y es te texto de Freud nos ofrece un lumi ­ lo que se transpa renta constanteme nte en la obra de Freud de
noso ejemplo de esto al con fir mar nuestra tesis del ca r¡'lc ter trans­ una proximidad de estos problemas, que deja pensa r que las
psicol{rgico de l ca mpo de l psicoanálisis, como el se ñor J ean Hyp­ refe:-encias repe tidas a las doctrinas presocri ti(as no da n sim­
polite aca ba de deci rl o a ustedes en los propi os términos. plemente testimoni o de un uso discreto de notas de lectura (q ue
Por e~o los textos de Ireud resultan a fin de cuentas ten er un sería por lo demás contrari o a la reserva casi mistificante que
[366]
368 RES I' UI:.!i'C A Al. COME NTARI O m: .lEAN lIYL'PQLlTE. RESPUESTA AL CO MENTARtQ DE JEAN HVPPOLITE
369
Freud observa en ]a m a nife~ta c i ó n de su inmensa cultura) , sino Piedra de escá ndalo para una teorÍa del pen sa miento que bus­
indnd ablemente de una aprensió n propiamente metafísica de caba en la conciencia la garantía d e su certidumbre, y como tal
problemas para éJ actualizados. qu e estaba en el origen de la hipótesis de esa contrahechura de
Lo que Freud design a aquí por lo afectivo no Liene pues, no la concien cia que alg unos comprenden como pueden bajo el
hace falta volver sobre ello, n ada que ver con el uso que hacen nombre d e epifen ómeno, es nuevamente y más que nunca a
de este término los partidarios del nu evo psicoanálisis, que lo título de fenómeno d e la co nciencia como la conciencia va a
utili zan como una qua/itas occulta psicológica para des ignar esa ~ome ter la alu cinación a la reducción fenom enológica: en la
cosa vivida, cnyo oro su til, si hemos de atenderlos, sólo se daría (Iue se creed ver su sentido e ntregarse a la lrituraci6n de las
a la d eca ntació n de un a a lta alquimia, pero cuya búsqueda, cuan­ formas componentes de su intencion alidad.
do los ye rn os jadear ante sus formas más boba s, apen tls evoca Ningún ejemplo más impresionante de semejan te método qu e
otra cosa qu e un husmea r de poca ley. las páginas co nsagradas por Maurice 1\.ferleau.Ponty a la alu ci.
Lo afectivo en esle texto d e Freud se concibe como lo qu e nación en la Fenom en ologia de la percepción. Pero los límites
de una .\ imbo lización primordia l conse rv a sus efec tos has ta en a la autono mia de la conciencia qu e capta en ella tan admira­
la estruc turación disc ursiva. Pues esta es tru cturación, llamada bleme n te en el fen ómeno mi smo son demasi ado sutiles de m a­
también intelectual, es tá hecha para traducir baj o forma de de~­ nejar para ce rrar el camino a la grosera simplificación de la
conocimiento lo que esa primer a si mb oli zación debe a la muerte. noesis alucinatoria en que los psicoanalistas caen corrientemen­
Nos ,emo~ llevados así a una. especie de intersecció n de lo te: utilizando torcidamente las nociones freu dianas para moti­
~im bólico y de lo re al que podemos ll amar inmediata, en la va r Con una erupción del principio de pla cer la co nciencia
medida en que .')e opera sin int.ermediario imagina ría, pero que alu cinada. l
se med iati7.a, a unqu e es precisa menle bajo un a forma que re­ Sería sin embargo demasiado fácil obj etar a eso qu e el noe­
niega de sí misma, por lo qu e quedó excl uido en el tiempo pri­ ma de la alucinación, lo qu e se llamaría vul garmente su conte­
mero de la simbolización. nid o, no mues tra d e hedlO sino la rel ació n más contingente con
Esta s fórmul as les son accesibles, a pe~ ar d e su arid ez, por un a .')a tisfa cción cualquiera d el sujeto. Entonces la preparación
todo lo que condensan del uso, e n el que se sir ven ustedes se­ fen omenológi ca del problema deja entrever que no tiene ya
guirme, de las categorías de lo simb()lico, de lo imaginario y ;Iquí valor sino a condici ón de plantear los términos de un a
de lo real. verdadera conversidn de la cuestión : (1 saber, si la noesis del
Quie ro d a rl e~ una idea d e los lugares fértil es cu ya clave es fen ómeno ti ene algun a relaci c'm de necesidad con su noema.
lo que ha ce un momento llamaba )'0 el collado que ellas Es aquí donde el artículo de Freud puesto al día toma su
defin en. lugar por se ñalar a nuestra a(enóón has ta qu é punto el pensa ­
Para ha cerlo, extrae ré de dos camp os diferentes dos ejemplos miento de Freud es mucho más estructuraJis ta de lo que se
como premisas, el primero, de lo que es tas fórmula s pueden admite en las ideas acep tad a~. Pues ~e falsea el sentido del prin .
ilumina r d e las estructuras psicopatológicas y hacer compren­ cipi o de pla cer si se d esco noce que en la teoría nunca es plan­
der a la vez de la nosografía; el segun do, de 10 que ha ce n com· tead o ~olo.
prender de la díni ca p~icote[¡ípica y a la vez iluminan para Pue.') la puesta en forma e:,Lru clural, en ese artículo, tal como
la teo ría de la técni ca. el seilor H yp polite aca ba de expli citarl o ant e ustedes, nos lleva
El primero interesa a la función de la alucinaci ón . Sin dud a de enlrada , si ~abemos entenderla, más allá de la conversión
no se podría so breestimar la ampliwd del d es plazami ento qu e qu e evocamos como nece~aria. Y es en esa conversión en la que
se h a producido en el plantea mien to de este problema por el vo y a inlenta r acostumbrarles a anali za r un ejemplo en el qu e
enfoque llamad o fen omenológi co de sus datos. quie ro que sienLan la promesa de una reconstrucción verdade­
Pero cualquiera que !iea el progreso que se h a cumplido aquí, 1 Co mo ej('m p lo de e .~ I C simplismo se puede dar el informe de R. de
el pro blema de la alu cinación sigue es tando no men os centrado \;:aussun: en el CO II g:n..~O de Psiquia(r (a de 1950 y el u so que en el hace par::l
sobre los atribntos d e la conciencia de lo qu e 10 estaba an te~. lodo (in d e ('S::l flución n :rd adt'ramen te nu eva: ¡la e moció n all1ci"ad3~
RESPUESTA AL CO ME NTARIO DE JEAroi HYPPOL1TE RESI"UESTA AL COMENTAR IO DE JEAN H l'PPOLITE 57l
~70

rame nte cienlífica de los dalos del problema, de la que lal vez portamiento un acceso, y no sin audacia, a la realidad gen ital,
seremos juntos los artesanos por cuanto encontraremos en ello ésta ha quedado como letra muerta para su in consciente d onde
los asideros que hasta ahora se han hurtado a la altern ativa cru­ sigue reinando la "teoria sexual" de la fa se anal.
cial de la experiencia. De este fenómeno Freud discierne la razón en el hecho de que
No necesito ir más lejos para encontrar este ejemplo que la posición femenina asumi da por el sujeto en la ca ptació n ima­
volver a tomar el que se ofreció a nosotros la última vez, al inte­ ginaria del traumatismo primordial (a saber aque l cuya histo­
rrogar un momento significa tivo del análisis del "hombre de los ricidad da a la comu ni cación del caso su motivo pri ncipal), le
lobos",2 bace imposible acepta r la realidad genital sin la amenaza, desde
Pienso que es tá tod avía presen te en la memoria de ustedes ese momento inevitable para él, de la castración.
la a lucinación cuyo rastro recobra el suj eto con el recuerdo. P ero lo que di ce de la naturaleza del fenómeno es mucho más
Apareció err áti camente en su quinto añol pero también con la notable. No se trata, nos dice, de una represión (Verdrangu.ng) ,
ilusión, cuya falsedad será demostrada, de haberla contado ya pues la represión no puede distinguirse de l retorno de lo repri­
a Freud , El examen de este fenómeno quedará aliviado para mido por el cua l aquello de lo que el sujeto no puede hablar,
nosotros de lo que ya sabemos de su con texto. Pues no es de lo gr ita por todos los poros de su ser.
hechos acu mulados de donde puede surgir una luz, sino de un Ese sujeto, nos dice Freud, de la castración no queda saber
hecho bien relatado con todas sus correlaciones, es decir con nada en el sentido de la represión, er van ihr nichls wissen wollte
las que, a falta de comprender el hecho, juslamen le se olvidan ,:m Sinne der Verdriingung. 4 y para designar este proceso em­
-salvo intervención del genio qu e, no menos justamen te, for­ p ' ea el término crwerfung, para el cual propondremos consi­
mula ya el enigma como si conociese la o las soluciones. derándolo touo el término "cercenamiento" ["retranchem enl'T
Ese context.o lo tienen ya ustedes pues en los obstácu los que Su efecto es una abolición simbólica. Pues cuando Freud ha
ese caso presenló al an álisis, y en los que Freud parece progresar dicho "Erverwarf si e", "cercena la castración " ("u.nd blieb au.f
de sorpresa en sorpresa. Porque naturalmen te no tenía la om­ dem Slamdpunht des Verkeh rs im After", "y permanece en el
nisciencia que permite a nuestros neoprac ti cantes poner la pla­ sta tu qua del coito anal") ,l':i continúa: "con ello no puede dec ir~
ni [i cación del caso al principio del análisis. E incluso es en esa se que fuese propia meute formulado ningún juicio sobre su
observación donde afirma con mayor fuerza el principio con tr a­ existencia, pero fue exactameute como si nun ca hubiese exis­
ri o, a sa ber que preferiría renunciar al equilibrio entero de su tido".o
leoría antes que desconocer las más pequeñas particularidades Algunas páginas más arriba, es decir justo desp ués de haber
de un caso que la pusiera en tela de juicio. Es decir que si la delerminado la situación histórica de ese proceso en la biogra~
suma de la experiencia an alítica per mite desprender algunas fía de su suj eto, Freud concluyó distinguiéndolo expresamente
formas gene rales, un an álisis no progresa si no de lo particular de la represión en estos términos: "Bin e Verdriingung isl etwas
a lo particular. andercs aTs ~I:ne Verwerfung".7 Lo cual, en la traducció n fran­
Los obslácu los del caso presente, como las sorpresas de Freud, r.esa, se nQ<; presentéi en estos términos: "Una represión es otr a
si recuerdan ustedes mínimamente no sólo lo que de ello sa lió cos('\ que un jui cio que rechaza y escoge." Dejo a ustedes el ju i­
a luz la última vez, sino el comentario qu e hice en el primer cio de la especie de maleficio que hay que adm itir en la suerte
año de mi seminario,3 se sit úan de plano en nuestro asu n to de deparada a los textos de Freud en francés, si nos negamos a
hoy. A sa ber, la "intelectualización" del proceso analítico por creer que los traductores se hayan pasado la consigna para ha~
una parte, el mantenimiento de la represión, a pesar de ]a toma cerlos incompren.)ibles, y no hablo de lo que añade a este efecto
de conciencia de lo reprimido, por otra parte. la ex tin ción completa de la vivacidad de su estilo.
Así es como Freud, en su inflexible inflexión a la experiencia,
'G. W., XII , p. 11 7; Cinq psychanalyses, p. 389 [A. XVJl , p. '18].

comprueba que aunque e l sujeto haya mani festado en su com­ $ ¡ bid.

e ¡birl..

t G. W" X II , pp. 103-121 {A. XYIi , pp. 67 ·811.


• O sea en 1951-1952.
~ C. W. , Xli, p. 1 J 1; Cinr¡ psychanalyses, p. 385 [A. XVJI, p. 74J .

372 RF.5PUESTA AL COMENTAR IO I)E J EAN HYI'POLlll'. k~PU¡';STA AL COMl!NTA R,l O OE J EAIII H YI'PO LlTE. 373

El proceso de que se trata aquí bajo el no mb re de Verwerfung cede con ello pueden ustedes verlo: lo q'ue no h a llegado a la
y que no ha sido, que yo sepa, objeto de una sola observación luz de lo simbólico aparece en lo real.
un poco consistente en la litera tura analítica, se sitú a muy pre· Pues así es como hay que com prender la Einbezie h ung ins l ch ~
cisamen le en uno de los tiempos que el seilor H yppolite acaba la introducción en el sujeto, y la Ausstossu'ng aus dem l ch~ la
de desbrozar para ustedes en la dialéctica de la Verneinung : es expulsión fuera d el sujelo. Es esta última la que constitu ye lo
exactamen te 10 que se opone a la B ejahu.ng primaria y consti­ rea l en cua nto que es el dominio de lo que subsiste fuera de la
tuye como tal lo que es expulsado. De lo cual van ustedes a ver simbolización . Y por eso la castración aquí cercenada por el
la prueba en un signo cuya evidencia les sorprenderá. Porque sujeto de los Iimi les mismos de lo posible. pero igualmente por
es aquí donde volvemos a encontrarnos en e l punto en que 105 ello sustraída a las posibil idades de la palabra, va a reaparecer
dejé la última vez, y que va a sernos much o más fáci l de fran­ en lo re al, erráticamente, es de ci r en rel aciones de resisten cia
quear desp ués de lo que acabamos de aprender gracias al dis­ sin transferencia - diríamos. para volver a la metáfora que uti·
curso del señor Hyppolite. liza mos an tes, como un a puntuación sin texto.
Iré pues más ade l.n te, sin que los más picados de la idea de Pues lo rea l no espera. y concre tamente no al sujeto, puesto
desarrollo. si es que los h ay todavía aquí, puedan obje tar me la que no espera nada de la palabra. Pero está ahí, idénti co a su
lecha tardl. del lenóme no, puesto que el se ñor H yppolite les existencia , ru ido en el q ue puede oírse todo, y listo a sumergir
ha mostrado admirab lemente que es m(ticamente como Freud con sus esquirlas lo que el "principio de realidad" construye
lo describe en cuanto primordial. en él bajo el nombre de mundo ex terior. Pues si el juicio de
La Venverfung pues ha salido al paso a toda maniíestací6n existencia funciona efectiva me nte como lo hemos entendido en
del orde n simbólico, es decir a la B ejahung que F reud esta blece e l mito freudiano, es sin duda a expensas de un mundo sobre
como el proceso primarjo en qu e el juicio atr ibutivo toma su e l cua I ]a astucia de la razón ha tomado dos veces su parte.
raJz, y que no es otra cosa sino la condi ción primordia l para No hay otro valor que dar en efecto a la reiteració n de la
que de lo real venga algo a ofrecerse a la reve lació n del ser, o, repartición del fuera y del de n tro que articula la frase de Freud:
HEs ist, wie man siehl} wieder eine Frage des Aussen tmd. lnnen".
para emplear el lengu aje de H eidegger, sea dejado-ser. Porque
"Se trata, como se ve, nuevame nte de una cuesti ón del fuera y
es sin d ud a hasta ese punto alejado adonde nos lleva Freud ,
del dentro:' ¿En qu é momento en efecto se presenta esta frase?
puesto qu e só lo ulteriormente una cosa cualquiera podrá en­
- Ha hab ido primero la expulsión primari a, es decir lo r eal
contrarse allí como ente. como exterior al sujeto. Luego en el interior de la rep resen ta·
Tal es la afirmació n inaug ura l, que no puede ya renovarse ció n (Vors/ellu.1lg), constituida por la reprod ucción (imagina­
si no a través de las form as veladas de la palabra in consciente, ria) de la percepción primera, la discr iminac ión de la realidad
pu es sólo por la negación de la negación permite el di scurso como de aquello que del objeto de esa percepción primera no
humano regresar a eso. es solamente p lanteado como existente por el suj eto, sino que
Pero ¿q ué sucede pues con lo q ue no es dej ado ser en esa puede volver a encon tra rse (wiede1·gefunden) en el lugar en
Dejahung1 Freud nos lo ha dicho previamente, lo que el suj eto el que puede apoderarse de ello. En eso es en lo úni co en que
ha cercenado (verworfen) así, decíamos, de la abe rtura al se r no la operación, por muy desencaden ada que sea por el principio
volverá a encontrarse en su historia, si se designa con ese nom­ d e pl acer, escapa a su dominio. Pero en esa rea lidad que el
bre el lugar donde lo repr imido viene a reaparecer. Porque, les sujeto debe componer segú n la gama bien templada de sus
ruego observar cuán impresi onante es la fórmula por carecer objetos, lo real, en cua nto cercen ado de la simboli zación primor.
de toda ambigüedad, el suj eto no querrá "sabe r nada de ello di a l, está ya. Pod ría mos incluso decir que cha rl a solo. Y el sujeto
en el sentido de la rep resión". Pues para que hub iese efectiva­ puede verlo emerger de a llí bajo la forma de una cosa que está
mente de conocer a lgo de ello en ese se ntido, sería necesario que lejos de se r un objeto que le satisfaga, y que uo interesa sino
eso sali ese de a lg unil manera a la luz de la simbolizac ión pri­ de la manera m<Ís incongruente a su intencionalidad presente:
mordia l. Pero, un a vez más, ¿qu é su cede con ello? Lo que su- es aq uí la a lucin ac i()n en cuanto que se diferencia radicalmente
374 RESPUESTA AL COMENTARIO DE JEAN HYPPOLlTE p.[.Spu~srA AL CO MENTARI O DE lEAN HYPPOLITE 375
del fenómeno interpreta tivo. De lo cua l tenemos este testimonio donde regresa sin haber podido contar las vueltas de su descenso
de la pluma de Freud transcrito bajo el di ctado del sujeto. y de su ascenso, y sin que su retorno a la su perfice del tiempo
El su jeto le cuenta en efecto que "cuando tenía cinco años, común haya respondido para nada a su esfuerzo.
jugaba en el jardín al lado de su criada, y hacía muescas en la El rasgo de mutismo aterrado vuelve a encontrarse notable­
corteza de uno de esos nogales (cuyo papel en su sueño conoce ­ mente en otro caso, casi calcado de éste, y transmitido por Freud
mas). De pronto notó con un terror imposible de expresar que de un corresponsal ocasional. 8
se hab ía seccionado el dedo meñique de la mano (¿derecha o El rasgo del abismo temporal no va a dej ar de mostrar corre­
izquierda? No lo sabe) y que ese dedo s610 colgaba ya por la laciones significati vas.
piel. No sentía ningún dolor, sino una gran an.')iedad. No se Vamos a en co ntra rlas efectivamente en las formas actua les en
animaba a decir nada a su criad a que estaba a s610 unos pasos que se produce la rememoración. Ustedes sa ben que el sujeto,
de él: se dejó caer sobre un banco y permaneció as í, incapaz de en eJ momento de emprender su relato, creyó primero que ya 10
la nzar una mirada más a su dado. Al fin se ca lmó, miró bien había contado, y que este aspecto del fenómeno pareció a Freud
su dedo, y -¡fíjese nomás !- estaba totalmente indemne". que merecía ser considerado aparte para servir de tema a uno
Dejemos a Freud el cuidado de confirmarnos con su escrúpulo de los escritos que constitu ye n este año nuestro programa.\)
habitual, por todas las resonancias temáticas y las correlaciones La manera misma en que Freud se pone a explicar esa ilu­
biográficas que extrae del su jeto por la vía de la asociación, sión del recuerdo, a saber por el hecho de que el sujeto había
toda la riqueza simból ica del argumento a lucinado. Pero no nos con tado varias veces el episodio de la compra hecha por un tío
dejemos a nuestra vez fascinar por e ll a. a petición suya de una navaja, mientras que su herm ana recibía
Las correlaciones del fenómeno nos enseñarán m¡.is para lo un libro, sólo nos retendrá por lo qu e implica sobre la función
que nos interesa que el relato que lo somete a las condiciones del re cuerdo-pantalla.
de transmisibilidad del discurso. Que su contenido se pliegue Otro aspecto del movimiento de la rememoración nos parece
a ellas tan holgadamente, que llegue hasta confundirse con los c.o n verger hacia la idea que vamos a emitir. Es que la correc­
temas del mito o de la poesía, plantea por cierto un a cuestión,
ció n que el sujeto le aporta secun dariamente, a saber que el
que se formula de inmediato, pero que tal vez exige ser plan·
nogal de que se trata en e l relato y que no nos es menos familiar
teada nueva me n te en un tiempo segundo, aunq ue sólo sea
porque en el punto de partida sabemos que la solución simple que a él cuando evoca su presencia en el sueño de a ngus tia , que
no es aquí suficiente. es en cierto modo la pie7.a maestra del material de es te caso, es
Un hecho en efecto se desprende del relato del episodio que aportada sin duda de otro sitio, a saber de otro recuerdo de a lu­
no es en absoluto necesario para su comprensi6 n, bien al con­ cina ción en el cual es del árbol mismo del que hace brotar
trario, es la imposibi lid ad en que el sujeto se encontró de hab lar sa ngre.
de él en aquel momento. Hay aquí, observémoslo, una interve r­ ¿No nos indica este conjunto en un carácter en cierto modo
sión de la dificultad en relaciÓn con el caso de olvido del nom· extratempora! de la rememoraciÓn algo como el sello de origen
bre que hemos ana lizado antes. Allá , el sujeto ha perdido la de lo que es rememorado?
disposiciÓn del significa nte, aquí se de tiene ante la extraileza ¿Y no enco ntramos en es te carácter algo no idéntico, pero que
del significado. Y esto hasta e l punLO de no poder comunicar podríamos ll amar complementario de lo que se produce en el
el sen timiento que esto le produce, ni siquiera bajo la forma famoso sentimie nto de déja vu que, aunque ha llegado a consti­
de una llamada. siendo así que tiene a su alcance a la persona tuir la cruz de los psicólogos, no por ello ha quedado esclarecido
más adec uada para escucharla: su bien amada Nania.
M uy al contrario, si me permiten el término fami liar por su •ce. "Obcr fausse reconnai<sanc(' ('deja. raconté') w:l.hrcnd dcr ps)'cho­
analyti5chen Arhci( ", en (;. W ., x, pp. 116-123, pasaje ci ta do, p. 122. Trad.
va lor expre.sivo, no pestañea; lo que desc.ribe de su actitud su·
inglc."a , Coll. Popers, 11, pp. 334·34 1, p. 340 ("Acerca del ¡atme reconnoissancr.
giere la idea de que no es sÓlo en un estado de inmovilidad en en el cun.o de l t rabaj o p¡¡icoanalitico", A. X!l~ pp. 207-2 12J.
lo que se hunde, si no en una especie de embudo temporal de 11 l!.s d artic ulo citado ha ce un momen to.
376 RE.~PUE.STA AL COMENTARIO Dli: Jl::AN HYPPOUT¡.: ItESPUJ.:STA AL CO MfNTAH.lO 01. JE A N H) I'I' OLLT!;: 377
a pesa r de l número de explicaciones que ha recibido, y que no es la hi ancia de un vacío la qu e constituye el primer paso de
por aza r ni por gus to de la erudición recuerda Freud e n el ar­ todo su movi miento dialécti co.
tícu lo del que hab lamos por el mo mento? Es ciertamen te ]0 que explica, al parec(::I', ]a insiste ncia que
Podría decirse que el sentimiento de déj.(l vu sale a l encuen tro po ne el esquizofrénico en reiterar ese pa::.o. En vano, puesto
de la alucinació n errática, que es e l eco imag inar io que surge que para él tod o lo si mbólico e:; r eal.
en respuesta a un punto de la realidad que' pertenece a l límite Bien d ifere nte en eso de l paranoico <..Icl que helllo~ mostrado
donde ha sido cercenado de lo simbólico. en nuestra tesis las es tru ctu ras imagi na ri as preva lentes, es decir
Esto quiere decir que el ~entimiento de irrealidad e~ exacta­ la retroacción en un ti empo cícl ico que hace tan difícLl la ana m­
mente el mismo fenómeno que el sentimiento de rea lidad, si se nesia de sus perturba ciones, de fenómenos elementales que son
des igna con este término el "elic" que seña la la res urgencia, di­ wlRmen te presignifican tes y qu e no logran sino después de ulla
fícil de obtener, de un recue rdo olvid ado. Lo que hace que el organi;¡-.ación discursiva larga y penosa eMablecer, consti tuir,
segundo sea sen tido como tal es que se produce en e l interior ese universo siempre parcial que llaman un uelirio. 1O
del texto simbólico que constituye el registro de la rememora­ Me detengo en estas indicaciones, q ue h abremo~ ue volver
ción, mientras que el primero responde a las formas inmemoria­ a LOmar en un trabajo clíni co, para dar un segundo ejemplo en
les que apa re cen sobre el palimpsesto de 10 imaginario, cuando el cua l poner a prueba nuestras afirmaciones de ho y.
el tex to inte rrumpi énd ose dej a al desnudo el soporte de la
rem iniscencia .
No se necesita para comprenderlo en la teoria freudiana m ¡lS Este ejemplo incumbe a otro modo ue interfe rencia entre lo
que escuchar a ésta hasta el fin , pues si toua representación no ~ imbólico y lo rea l, esta vez no uno que sufra el sujeto, sino
vale en ella sino por lo que reproduce de la percepció n primera, que el suj e to ac tú a. Es efecli vame n Le este modo de reac ción el
esta recurrencia no puede detenerse en és ta sino él título mítico. que se desig na en la técni ca con el nombre ue acting out sin
Esta observación remitía ya a Platón a la idea eterna; preside que quede siempre bien de limitado ~ u sentid o; y va mos a ver
en nuestros días el renacimiento del arqueti po. En cuanto a que llUestras consideraciones de hoy son de na tura leza adec uada
nosotros, nos contentaremos con observar que es únicamente para renovar su noción .
por las ar ticulaciones simbólicas que lo enmarañan co n todo E l acting-out que va mos a exam ilwr, ~ ie ntlo de lan poca con­
un mu ndo como la percepción toma su carácter de realidad. secuencia aparen temente p ara el suje to como la alucinac ión que
Pero el sujeto no experimentará un sentim ien to menos con­ acaba de retener nuestra atención, puede ser no menos demo~­
tra tiv o. Si no ha de permiti rnos llegar tan lejos, es que el aut or
vincente al tropezar con el sím bolo que en el origen cercenó de
de l que ]0 tomamos no muestra el poder de investigación y la pe­
su Dejahung. Pues ese símbolo no encaj a por ello en lo imagina­
netració n adivinatoria de Freud, y que para sacar de él más
ri o. Constitu ye, nos dice Freud, lo que propiamente no existe; instrucción pronto nos faltará materia.
y es en cua nto ta l como ek-siste, pues nada existe sino sobre un
Es referid o en efecto por Ernst Kris, au tor que adq uiere sin
fondo supu esto de ausencia. Nada ex iste sino e n cua(lto que embargo toda su importancia por formar parte del triunvirato
no existe.
que se encargó de dar al new deal de la psicología del ego su
Es también esto lo que aparece en nuestro ejemplo. El con­ es ta tlH o e n cierto modo oEcial, e incluso por con siderársele como
tenido, de la aluci nación tan masivamen te simbólica, debe en su ca beza pensante.
ella su apa rición en lo real al hecho de que no existe para el No po r ello nos da de él una fór mu la más seg ura, y los pre­
sujeto. Todo indica en efecto que éste permanece fijado en su cep tos técni cos que este ejemplo se supone ljue iluslra en el
inconsciente en una posición femenina imagi naria que quita art ículo " Ego psycho logy a nu interpre tat ion in psychoanalytic
todo sentido a su mutilación alucinatoria,
10 D e la j)syc}¡ose pararJOloque daflS ses rapportJ avec la persOfmolit¿, P arb.
En el orden simbólico, los vacíos son tan significantes como
L.e fran~oi~, 1932. [D e la Psi cosis p(J1"OfJoi ca C1I sus n' lacioTles con la p eTSo­
los llenos; parece efectivamente, escucha nd o a Freud hoy, que y¡alidad, México, Siglo XXI, 1976).
378 RESPUE ST A AL COMENTARIO DE JEA N H 'i'fPOLlTE ill!SPUESTA AL COMENTAR I O DE JEAN H Yr>PO LITE 379
therap y" 11 desemboca n, en su e quilibrio d onde se distinguen Desde ese momen to, nos di ce Kris, la cuestión cambia d e faz .
las nos talgias del ana lista de vieja cepa, en nociones entre azul Pronto se traslu ce qu e el emin ente coleg'a se ha ap oderado de
y buen as noch es cu yo examen dej amos para más tarde, sin d ejar manera rei terada de las ideas d el sujeto, las ha arregl ado a su
d e esperar po r lo d emás la llegada del bendi l O que, ca li bra ndo g usto y simplemente las h ~ seña lado sin ha cer mención de ellas.
po r (in en su ingenui dad esa infa tuación del análisis norma li­ y esto es lo que el sujeto temblaba de rob arle, sin reconocer en
za nte, le propinase, sin que nadie te nga por qué meter las na­ ello su bien.
rices, el golpe definiti vo. Se anun cia una era de com prensión nu eva. Si dij ese que el
Consideremos mientras tant o el caso que nos presenta para g ra n co razÓn de Kris abrió las puertas de és ta, si n dud a no re­
arrojar lu z sobre la elega ncia co n que, pod ríamos d ecir, lo ha cogería su asent imi enl o. Me diría, co n la se riedad proverb ia l­
desbrozado, y es to en razó n de los principios de los cuales su me nte atribuida en (rancés al papa, que siguió el gra n princi­
in terven ció n decisiva mues tra la aplicación magi.s tral: e nle nda­ pio de aborda r los problemas por la superfi cie. ¿Y p or qué no
mas con es to el llamado al yo de l sujeto, el a bordami ent o " por d iríamos tamb ién que los Loma por fue ra , e incluso que una
la superfi cie", la referencia a la rea lidad, y tutti q'uan ti. br izna d e quijotismo podría leerse sin que él lo sepa en la
He aq uí pues un suj eto al qu e ha tomad o en posición de se­ manera en que viene a decidir tajantemente en materia tan
gund o analísta . Este sujeto se encuen tra grave mente t raba do de licada como el h ech o del plagio?
en su profesión, profesión inte leCLUa l qu e parece no es tar mn y El vuelco de intención cuya lección hemos ido a aprender hoy
alejada de la nuesLra. Esto es lo que se tradu ce diciéndon os que, de nu evo en Freud lleva sin dud a a algo, pero no está di cho que
aunque ocu pa una posición aca démica respe tada, no pod ría sea a la obje ti vi dad. En ve rdad, si podemos es tar seguros de que
ava nzar a un más alto rango, por falta de poder publi ca r sus no se sacará sin provecho a la be lla alma de su rebeldía co ntra
investigaciones. La traba es la compulsión por la cua l se sie nte el desord en de l mund o, poniéndola en g'u ardia en cua nto a la
em pujado a tomar las ideas de los otros. Obsesión pues del pa rte que le toca en él, lo inverso no es verdad , y no debe bas­
plagio, y aun del plagi aris rno. En el punto en que se encuentra, ta rnos que a lguien se acuse d e algun a mala intención para qu e
después d e haber cosechado una mejoría pragmática d e su pri­ le asegu remos que no es culpable de eIJa ,
me r aná lisis, su vida gravita en torno a un brillante scholar en Era sin embargo un a magnífi ca ocasión para pode r perca tarse
e l tormen to cons tantemente a limentado d e evitar hurta rl e sus de que, si hay por lo menos un prejuicio d el que el psi coanalista
ideas. Sea co mo sea, un trabaj o es tá listo p ara aparecer. debería desp renderse por medi o del psicoanál isis, es el de la
y un buen día, h ete aquÍ qu e ll ega a la se~ ión con u n aire propiedad intelectua l. f ,sto habría hecho si n duda m.1s fá cil
de triunfo, Ya tiene ]a prueba: acaba de ech ar el guante a nn para aqu el qu e seguimos aquí or ientarse en la manera en que
libro de la biblioteca que cont ie ne todas las ideas d el su yo, su pacien te lo entendía por su pa rte.
Puede d ecirse que no co nocía e l libro, puesto que le echó una y pues to que se sa lta la barrera de un a prohibición, por lo
ojeada n o hace mu cho, No obstan te, ahí 10 tenernos, plagiario demás más imaginaria que rea l, para permitir al analista un
a pesar suyo. El anali sta (la analista) qu e le hizo su primer juicio sob re las pruebas, ¿por qu é no darse cuenLa de C]ue es
trata mie nto tenía basta nte razó n cuando le decía aprox imada­ q uedarse en la abstracción no mirar el contenido pro pio de las
men te "qui en ha robado robará", puesto que también en su ide3s aqní en litigio, p ues no podría se r indiferente?
pubertad bi rlaba de buen tal ante libros y go losi nas. La incide nci a VOfélcio nal, para d ecirlo de una vez, de la inhi­
Aquí es donde Ernst Kris, con su ciencia y con su auda cia, bición no es tal vez de desc uidarse enteramente, a un cuand o
interviene, no sin co nciencia de hacé rnosl as medir, senlimiento sus erectos profesiona les parecen (~v identemente más imponan­
en el qu e ta l vez lo aba ndon a remos a med io ca mino. P ide ve r tes en la perspectiva culturalm ente especifi cada del Sll ccess .
ese libro. Lo lee. Descu bre qu e n tl da justifi ca en él lo que el Pues, si he pod ido no tar a lguna conten ción en la ex posi ción
sujeto cree leer allí. Es él solo qui en atrib uye al autor el haber de los princ ipio'i de interpretaci6n qu e implica un psicoa náli sis
dicho tod o Jo que él quiere decir. qu e ha regresado a la ego p5ycho ' ogy~ en cambio en e l comen­
JI Aparec ido ('11 T he Psych oonalytic Qua rterly, vol. xx, núm, 1, enero. ta rio de l caso no nos perdonan nada .
~~o
IU::S I'U E~"'A A l. CO MI:.N1ARIO 1.1 1:;: JI·:AN 1I'I" ' I'OLll'f. RESl'Uf'.sTA AL (;O Mt.NTARIO VE JEAN H)' !'POL¡n: ~8 1

Re confortúndose de pasada con una coincidencia qu e le pa~ d e las !Jallerns de la conducta del snj eto, es propi a mente jnscri~
rece de las más felices con las fórmulas del honorable señor Bi~ bir esa cond ucta en las patterns de l anal ista.
bring, el se ñor Kris nos expone su método: " Se trata de determi~ No es que no se meneen allí otras cosas, Y vemos dibujarse con
llar en UII periodo preparatorio (sic) las patlenl:i de compor~ el padre y el abuelo una situación triangular mu y atractiva de
tamiento, "re;cntes y pasadas, <lel suj eto (d. p. 24 del artículo). aspecto, tanto más cnanto que el prjmero parece haber fallado,
Se observarán :lnte todo aq uí sus actitndes de crítica y de admi~ como suele suceder, en mantenerse al nivel del seg und o, sa bio
ración para con las ideas de los otros; luego la relación de éstas distinguido en su campo. Aquí algunas astucias sobre e l abuelo
con la ~ ideas propias del paciente." Pido excusas por segu ir (grand-pére) y el padre que no era gra nde, a las que tal vez
paso a paso el tex to. Pues es preciso aquí qu e no nos deje duda hubiéramos preferido a lgu nas indicaciones sobre el papel de la
alguna so bre el pensamiento de su autor. "Una vez llegados a muerte en todo es te juego. Que los peces grandes y los chi cos
este punto, la comparación entre la productividad d el propio de las partidas de pesca co n el padre simbolicen la clásica "com­
pacie nte y la de los otros debe proseguirse con el mayor detalle. paración" que en nuestro mundo mental ha tomado el lugar
Al final, b deformación de imputar a 105 otros sus propias ideas ocupado en otros siglos por aIras más galantes, i no lo dadamosl
va a poder finalmente ana lizarse y el mecanismo 'debe y haber' Pero todo esto, si se me permite la expresión, no me p;lrece
volverse cOI1:,cien te." tomado por la punta debida.
Uno de los maestros añora dos de nuestra juventud, del que No daré de ello m,ls prueba que el cuerpo del delito prome­
-SÜl emba rgo no podemos decir que lo ha ya mos seguido en los tido en mi ejemplo, es decir justamente lo que el señor Kris nos
últimos viraje:, de su pen:,amiento, hab ía designado ya lo que produce como el trofeo de su victoria. Cree haber llegado a 1a
nos describen aquí con el nombre de "balancjsmo". Por sup uesto, meta; se lo participa a su paciente. "Sólo las ideas de los o tros
no es de de::.de ñarse hace r consciente un sí ntoma obsesivo. pero wn interesa ntes, son las únicas qu e va le la pena tomar; a pode­
sigue siendo a lgo diferente de fabricarlo de cabo a rabo. rarse de ellas es un a cuestión de saber arreglárselas" -traduzco
Abstra ctam en te planteado, este análisis, descriptivo, nos pre­ así engineering porque pienso qu e hace eco al célebre how lO
ú::.an, no me parece sin embargo muy diferenciado de lo que norteamericano, pongamos, si no es eso: cue~tión de planifica~
se reporta del modo de abordamiento que habría seg uid o la ción.
primera analista. Pues no nos hacen un misterio del hecho de "En ese punto - nos dice Kris- de mi interpretación, espe ra­
que se trata de la seilora Melitta Schmideberg, al ci tar una frase
ba la reacción de mi paciente. El paciente se ca ll a ba, y la lon­
extraída de un comentario que habría hecho apa recer de ese
g itud misma d e ese si lencio, afirma, pues mide sus efectos, tiene
caso: "Un paciente que durante su pubertad robó de vez en
un a signifi cación especia l. Enton ce~ co mo domin ado por una
<:uando ... ha conservado más tarde cier ta inclinación al pla~
iluminación súbita, profiere estas palabras: 'Todos los días a
gio... D esde ese momento, puesto qu e para él la actividad e~t<l ­
mediodía, cuando salgo de la sesión, antes del almuerzo, y antes.
ba li gada con el robo, el e!ifuerzo científico co n el plagiarís~
mo, etcé tera." de volver a mi oficina, voy a dar una vuelta por la calle tal
No hemos podido verificar si esta frase agota la parte tomada (un a ca lle, nos expli ca el autor, bien co nocida por sus restau ­
al aná lisis por el autor juzgado, ya que una parte de Ja litera~ rantes pequeños, pero donde es uno hien ate ndid o) y hago g ui .
tura ana líti ca se ha vuelto por desgracia muy difícil ele acceso.12 ños a los menús detrás de las vidrieras de sus enu:adas. En uno
Pero comprendemos mejor el énfasis d el autor d e qui en reci­ de esos restaurantes es donde encuentro de costumbre mi plaLo
bimos el texto cuando embona su conclusión: " Es posible aho ra preferido : sesos frescos'. "
comparar los dos tipos tIe enfoqu e anal1tico." Es la palabra final de su observación. Pero el mu y vivo ill­
Pues, a medida que ha preci:,ado concretamente en qu é con~ teres que siento por los casos de generaci<'J1l sugerida de los ra­
giste el suyo, vemos claramente lo que quiere decir ese aná lisis tones por las montañas, los detendrá a ustedes, así lo espero,
u eL s¡ se puede: Melina SCh micleberg, "Iocellekluellc Hernmung uIH! tod avía un momento, si les ruego exam inar conmigo ést.a.
E,.StOrung'·, Zlsch,.. f. PSfl. Piid., \'111, 1934. Se trata de todo <t todo de un jndividuo de la e~pecíe Ilamélda
~82 R.ESPUESTA AL COMENTARIO DI': JEA N H YI'POLlTF.
RESPUESTA AL COMENTARIO DE lEAN HYl'POL¡TE 3B3
acting out, sin duda de pequeño tama ño, pero muy bien cons­ defensas del s ujet o~ que al plantear a su mundo las preguntas a
tituido. las que debería contestar él mismo, puede uno ganarse respues­
Sólo me asombra el placer qu e parece aportar a su partero. tas bien incongruentes, y cuyo valor de realidad, en cuanto a
¿Piensa acaso que ,')e trata de un a salida vá lida de ese id,13 que las pulsiones del sujeto. no es el que se da a re conocer en los
lo sup remo de Su arte ha logrado provocar? síntomas. Esto es lo que nos permite comprender mejor el aná­
Que con seguridad la confesión de ello que hace el sujeto lisis hecho por el se ñor Hyp polite de las tesis apor tad as por
tenga todo su va lor transferencial , es cosa fuera de duda, aun Freud en la Ve·mein ung.
cuando el autor ha ya lomado el partido, deliberado, él lo sub­
raya, de ahorrarnos todo detalle referen te a la articulación, y
aquí subrayo yo mismo, ent re las defe nsas (de las qu e acaba de
<lescribirnos el proceso de desmontarlas) y la 'resistenda del pa­
ciente en el análisis.
Pero del ac to mismo, ¿qué comprender? Sa lvo ve r en él pro­
piamente un a emergencia de un a relación oral primordialmente
"cercenada ", lo cual explica sin duda el relativo fracaso del
primer aná li sis.
Pero que aparezca aquí bajo la (orma d e un acto totalmente
incomprendido por el sujeto no nos parece para este nada bené­
fi co, si hicn nos muestra por otra parte adónd e conduce un aná­
lisis de las resistencias que consiste en atacar el mundo (las
patlerns) del sujeto para remodelarlo sobre el del ana lista , en
nombre del análisis de las defensas. No dudo de que el paciente
se encuentre, a fin de cuentas, muy bien sometiéndose aquí tam­
bién a un régimen de sesos frescos. Llenará así una palt e·m más,
la que un gran número de teóri cos asignan propiamente al pro­
-ceso del análi sis: a saber, la introyección del yo del analista. Hay
que esperar, en efecto, que aquí también es a la parte sana a la
-que entienden referirse, Y en este pun to las ideas del señor Kris
sob re )a productividad intelectu al nos parecen garantizadamen­
te de conformidad para Norteamérica,
Parece accesorio p regunta r cómo va a arreglárselas con los
sesos frescos, los sesos re<1 les, los que se reh ogan con mantequilla
y pimienta. para lo cual se recomienda mondarlos previamente
de la pía madre, cosa que exige mucho cuid ado. No es ésta sin
embargo una pregunta vana, pues su pónganse que hubiera sido
por los mu chachitos por los qu e hubieran descubierto en sí el
mismo g usto, ex igiendo no menores refinamientos, ¿no habría
·en el fondo el mismo malentendido? Y ese acting out~ como
quien dice, ¿no sería igualmente ajeno al sujeto?
Esto qui ere decir que al abord ar la resisten cia del yo en las

UTéJ·mino inglés aceptado por el Es rrcudiano.


LA COSA. FREUDIAN A 385

LA COSA FREUDlANA O SENTIDO D E L R ETORNO dado nos ha legado y de aquellos a quienes con fió su custodia,
A FREUD EN PSICOANAUSIS' quiero decir de l movimiento del psicoanálisis donde las cosas
h an ll'egado hasta el punto de que la consigna d e un retorno
A SYLVIA
.a Freud significa una inversión.
Muchas continge n cias se han anudado en esta historia desde
J

que el primer so nid o del mensaje freudiano resonó co n sus ecos


en la campana vien-esa para extender a 10 lejos sus ondas. Éstas
parec ieron ahogarse en Jos sordos desmoron amientos d el primer
co nflicto mundia l. Su propagación se reanudó con la inmensa
SITUACiÓN DE T1 EM I'O y LUCAR Df". ESTE EJERCICIO d esgarradura humana en que se fomentó el segundo. y que fue
su más poderoso veh ícu lo. Campanada d el odio y tum ulto de
En estos días en qu e Vie na, por h;¡ccrse escucha r de nuevo por la discordia, soplo pánico de la guerra, sobre estos latidos nos
la voz de la ópera, reanuda en un a variante pa téti ca lo que fu e llegó la voz de Freud, mientras veíamos pasar la diáspora de
~ u misión de siempre en un punto de co n verge ncia cu ltural del Jos que eran sus portadores y en los que no por azar ponía su
que eIla supo holeer el concierto, me parece que no está despla­ mira la persecución, Este impulso sólo debí a dete nerse en los
zado evocar la e lección por la cual permaneced ligada , e. . ta vez co nfines de nuestro mundo, para repercutirse allí donde no es
para siempre. a una revo lución del conocimiento íl la medida justo decir qu e la historia pierde su sen tido puesto que es
(l'eI nombre de Copernico: entíénclasc el lugar eterno del dcscu­ donde encuentra su límite; allí donde se ría incluso erróneo creer
hrimienlo d e Freud, si se puede decir que gracias ;¡ él el centro que la histo ria eslá ause nte, pues to que, anudada ya sobre va rios
verdadero del ~er huma no no csuí ya en el mi smo lugar que le siglos, no adqui ere sino peso por el abismo que di buja su hori.
asignaba tod a un a ll'adicú'm humani sta. zonte demasiado corto; pero donde es negad a en una volu ntad
Sin duda in cluso para los profetas anle quí'ene:, su país no fu e categórica que d a su es til o a las empresas: anhistorismo de culo
totalmente sordo, de l~e ven ir un mo mento en qu e se observa en tu ra propio a los Estados Unidos de Norteamérica,
ellos su eclipse, a un q ue fu ese después de su muerte. A l ex tran­ Este anhistorismo es el que define la asimilación requerida
jero le cuadra a lgun a reserva en cuanto a las fuerzas que ponen para ser reconocido en la sociedad constituida por esta cultura.
e n juego tal efecto de ro,,<:. Era a su intimación a la que tenía que resp onder un grupo de
Por eso el re torno a Freud del que me hago aquÍ nuncio se emigrantes que, para hacerse reconocer, no podían hacer valer
sit úa en otro sitio: allí donde lo reclama suficientemente el es­ si no su diferencia, pero cuya función sup onía la historia en su
cánd alo simbóli co que el doctor AIfred Winters tein, aquí pre­ principio, ya que su discip lina era la que había restablecido el
sente, supo, como presidente de la Socied ad Psicoana lítica d'e puente que une al hombre moderno con los mitos ant iguos. La
Viena, señalar cuando se consumaba, o sea en la inauguración coy untura era d emasiado fuert'e, la ocasió n dem asiado seductora
de la placa memo ri a l que designa la casa donde Freuu elaboró para no ceder a la tentación ofrecida: abandonar el principio
su obra Il'eroica, y que no cons i ~te en que ese monumento no para hace r reposar la {unción sobre la diferencia. Entendamos
haya sido dedi cado a Freud por sus conci ud adanos, silla en que bien la naturaleza de esta tentación. No es la de la faci lidad ni
TI a se deba a la asociación internacional d e Jos que vive n de la del beneficio. Sin duda es más fácil borrar los principios de
su padrinazgo. una doctrina qu e los estigmas de una provenien cia, más prove­
Fa lla sintomát ica , porqu e trai cio na una , renegaóón que no choso someter la función propia a la demand a; pero aquí redu­
viene d e eSla ti'e rra donde Freud debido a 'su tradi cic)1l no fue ci r su función a su diferencia es ceder a un espejismo interno a
nl<Í,s que un Ilu ésped de paso, sino del campo mi~mo cuyo cui- la función misma, el que la fu nda sobre esta diferencia. Es re­
gresar al príncipio reaccionario que recubre la dualidad del que
I Ampliación de ulla con Cc lc ncia pronunciada en la c¡¡nica (}ellro·p~j­
sufre y de} que cura, co n la oposició n del que sa be con el que
qui:ítrica de Viena el 7 de noviembre de 1955, aparecida ('1'1 r.'hiOJu/ion PI )'·
.hiat1'ique, 1956, n. 1. igno ra. ¿Cómo no pedir disculpas por considerar es ta oposici6n

[184 1
38G L.... COSA FRr.UJ)l ..... NA LA COSA FREUD1ANA J87
como ve rdadera cua nuo es real. cómo no d eslizarse desd e ahí que aport a a las preguntas que plantea ha sido o no rebasad a
has ta con ve rtirse en los managers d e las a lmas en un contex to por la respuesta que se en cuentra en ella a las preguntas de lo
socia l que requiere su oficio? El m ás co rruptor de los conf01U actual.
,es e l con fo'rl intelec tu al, de l mismo modo que la peor co rrup­ ¿Acaso les revelaré algo nuevo si les digo que esos te)".'1os a los
ción es la del mejor. qu e consagro desde hace cuatro años un semin ario de dos horas
Así es como la fra se d'e Fre ud a .Tung, d e cu ya boc<A ](1 co nozco, todos los mi ércoles de noviembre a julio, sin ha ber puesto 'en
cuando, invitados los dos en la Clark U lliversity, tuvieron a la obra h asta ahora más de una cuarta parte, suponiendo que mi
vista el puerto de N ueva York y la célebre estatua que alumbra comentario implique la totalidad, nos han dado, a mí como a los
al universo: "No saben que les traemos la peste", le etl en viada que me siguen, la so rpresa de verdaderos descubrimi entos? Ésto:.
d e rebote como sa nción de una hybris cuy o tu rbio re!'plandor van desde concep tos que han permanecido in explotados has ta
no apagétn la antífrasis y su negrura. La N émesis, para aga rrar detalles clíni cos aband onados al hallazgo de nu estra exploración,
en la trampa a su autor, sólo tuvo que to ma rl e la pala bra. Po­ y qu'e dan testimonio de cómo el campo que Freud experimentó
dríamos temer que hubiese añadido un billete de regreso en rebasaba h'ts aven idas que se encargó de dispon er en él para nos~
pri mera clase. otros, y hasta qué punto su observación, que produce a veces la
En verdad, si tal cosa sucedió, sólo a nosot ros mismos tenemos impresión de ser exhaus ti va, estaba poco sometida a lo que ten ía
que reproch{trnoslo. Porque Europa parece m{tS bien haberse que demostrar. ¿Quién no se ha sentido conmovido, entre los
sustr aído a la preocupación lo mismo qu e al es tilo, si no a la técni cos de disciplinas ex trañas al análisis a los que conduje a
memori a, de Jos que salieron de ella, con la represión de sus leer estos textos, de es ta búsqueda en acción: ya sea la que nos
malos recuerd os. ha ce seguir en la T1'aumde'll lung, en la observación del Hombre
No los compadeceremos a ustedes por este o lvido, si nos d eja de los lobos o en Mós aUn del princiPio de Placer? ¡Qué ejerci.
m ás li be rt ad para presentarles el desig nio d e un retorn o a Freud, cio para formar espí ritus, y qué m-ensaje para prestarle la pro­
tal co mo algun os se lo propo nen en la enseñanza de la Sociedad pia voz! Qué co n tro l también del valor metódico de esa forma­
Francesa de Psicoa n;Uisis. No se trata para nosotros de un retor­ ción y del efecto de verdad de ese mensaj e. cuando los alumnos
no de ]0 reprimido, sino de apoyarnos en la an tít esis que co ns­ a quienes l o transmite uno aportan el testimonio de una trans­
t i tuye la fase recorrid a desde la muerte d e Freud en el movi. form ación, acaecida en ocasiones de la noche a ]a mañana, de
mi'en to psicoana líti co, para demostrar lo que el psicoaná lisis no su prác ti ca, que se h ace más simple y más eficaz an tes aú n de
es, y busc¡:¡r junto con ustedes el medio de volver a poner en hacérseles mr'ls transparente. No podría darles a ustedes cuenta
vigor lo que no ha dejado nunca de sostenerlo en su desviación extensamente de es te trabajo en la charla que debo a la amabi­
misma, a saber el se ntido prim'ero qu e Freud preservaba en él lidad del se ñor profesor Hoff el poder dirigir a ustedes 'e n es te
por su sola presencia y que ~e trata aquí de expl icitar. lugar de alta memoria, a la concordancia de mis p u ntos de vista
¿Cómo podría faltarnos ese se ntido cuando nos está atestigua­ con los del doctor Dozent Arnold el haber tenido la idea de
do en la obra más el,ara y m;is orgjnica que exi ste? ¿Y cómo po­ presen tarl a ahora ante ustedes, a mis re ~ acio ne.!i excelentes y ya
dría dejarnos vacila nres cuando el estudio d e es ta obra. nos mues. de larga fecha co n el se ñor Igor Ca ru so el s<l ber qu é acogida en·
tra que sus e tapas y sus v irajes están gobernados por la preocu­ con traría en Viena. I

pación , inflexiblemente eficaz en Fre ud, d e ma ntenerlo en su Pero no p uedo olvidar ta mpoco a los oyentes que debo a la
rigor primero? complacencia del s-eño r Susini, director de nues tro Instituto fran­
Textos que se mues tra n comparables a aque llos mismos que cés de V iena. Y por eso en el momento de llega r al sentido de
la veneració n humana ha revestido en otro tiempo de los más ese retorno a Freud d el que hago profesión aquí, rengo que
altos at ri butos, por el he cho de que soportan la prueba de esa preguntarme si, aunque menos preparados a escuch arme que
d isciplina del comentario, cuya virtud se redescubre al servirse los especialistas, no co rro aquí el riesgo de d ecepcionarlos.
d e ell a según la tradición, no sólo para volver a situ ar una pa_
labra en el contexto de su tiempo, sino para medir si la resp uesta
388 LA COSA PREUOIANA
LA COSA PlU:UDIANA
S89
EL ADVERSARIO ro, es que nos falte tan poco para creernos en el bosque de Bon.
dy,3 exactamente lo que se esquiva detrás de cada árbol, que
Estoy seguro aquí de mi respuesta: -No en absoluto, si lo que debe de haber árboles más verdaderos que los otros, o, si lo pre.
voy a decir es efectivamente lo que debe S'er. El sentido de un fie,'en ustedes, que todos los á rboles no son bandidos. A fa lta
retorno a Freud es un retorno al sentido de Freud. Y el sentido de lo cual preguntaría uno dónde están los bandidos que no son
de lo que dijo Freud puede comunicarse a cualquiera porque, árboles. Así pues ese poco en que se decide todo en este caso
incluso dirigido a todos, cada uno se interesará en él: bastará merece tal vez que nos expliquemos sobre ello. Esa verdad sin la
una palabra para hacerlo sentir, el descubrimiento de Freud cual ya no hay modo de discerni r el rostro de la máscara, y fuera
pone en tela de juicio la verdad, y no hay nadie a quien la ver· de la cual parece na haber más monstruo que el laberinto mis­
dad no le incumba personalmente. mo, ¿cuál es? Dicho de otra manera, ¿en qué se distinguen 'entre
. Confesarán ustedes que es una idea bastante extraña la d'c sí en verdad, si son todos de una igual realidad?
espclarles esta palabra que suele consider.arse casi de mala fama, Aquí se ade lantan los gruesos zuecos para calzar las patas de
proscrita de las buenas compañías. Pregunto si n embargo si no paloma sobre las cuales, como es sabido, camina la verdad, y
está inscrita en el corazón mismo de la práctica analítica, ya que 'engullírse ocasionalmente al pájaro mismo: nuestro criterio, ex.
ésta vuelve a ser constantemente el descubrimienlo del poder claman, es simplemen te económico, so ideólogo. Todos los arre_
de la verdad en noso tros y hasta en nuestra carne. glos de la realidad no son igualmente económicos. Pero en el
¿Por qué, en -efecto, sería el inconsciente más digno de ser re­ punto a que ha llegado ya la verdad, el pájaro escapa y sa le
conocido que las defensas que se oponen a él en el sujeto con indemne con nuestra pregunta: -¿Económicos para quién?
u n éxito que las hace aparecer no menos reales? No reanudo Esta vez el asuntó va demasiado lejos. El adversario se mofa:
aquí el comercio de la pacotilla nietzscheana de la mentira de "Ya se ve lo que pasa. Al se ñor le da por la filosofía. Dentro de
la vida, ni me maravillo de que se Crea creer, ni acepto que poco, entrada de Platón y de Hegel. Esas firmas nos bastan. Lo
baste tener buena voluntad para querer. Pero pregunto de dónde que ava1an bien puede echarse a perros, y aun supo niendO" que~
proviene esa paz que se establece al reconocer la tendencia in­ como dijo usred, eso le incumba a todo el mundo, no interesa
consciente, si no es más verdadera que lo que la constreñía en a los especialistas que somos. Ni siquiera hay dónde clasificarlo
el conflicto. Y no es que esta paz desde hace algún tiempo no en nuestra documentación."
se revele pronto como una paz fraca sada, puesto que no contentos Pensarán ustedes que me burlo en este disc urso. De ninguna
con haber reconocido como inconscientes las defensas que deben manera: ]0 suscribo.
a tribuirse al yo, los psicoanalistas identifican cada vez más sus Si Freud no ha aportado otra cosa al conocimiento del hom­
mecanismos -desplazamiento en cuanto al objeto, inversión con. bre sino esa verdad de que hay algo verdadero, no hay descubri.
tra el sujeto, regresión de la forma- a la dinámica misma que miento freudiano . Freud se sitúa entonces en el linaje de los
Freud había analizado en la tendencia, la cual parece así conti· morali stas 'en quienes se encarna una tradición de a nálisis hu .
nuarse en ella salvo por un cambio de signo. ¿No se llega al manista~ vía lác tea en el cielo de la cultura europea donde Bal.
colmo cuando se admite que la pulsión 2 misma pu.eda ser lle­ tasar Gracián y La Rochefoucauld representan estrellas de pri.
vada por la defensa a la conciencia para evitar que el sujeto se mera magnitud y Nietzsche una nova tan fulgurante como rá.
reconozca en ella? pidam·ente vuelta a las tinieblas. último en llegar entre eUos y
y aun as i utilizo, para traducir la exposición de esos misterios como ellos estimulado sin duda por una preocupación propia.
en un discurso coherente, palabras que a pesar mio restablecen mente cristiana de la autenticidad del movimiento del alma,
en é l la dualidad que las sostiene. Pero no es que los árboles Freud supo precipitar toda una casuística en una l/carie du. T en ­
de la marcha técnica escondan la selva de la teoría lo que deplo. dre" en la que no vien·e a cuento una orientación para Jos 'o fi.
cios a que se la destina. Su objetividad está en efecto estredha_
~ [En las ediciones anteriores, Juan David Nasio ailadía la nota siguiente:
"Pero ¿por que no traducir 'pulsión' por 'flujo '? As1 ~ [Se dice que esle oosque es propicio a los malhechores. 1"5]
390 LA COSA FRKu nlANA L .... COs .... .FRJ'.UDl .... N.... 391

mente ligaua a la silua clón analíLica, la cual entre los cuatro colgando de lo vivo de la~ cosas humanas la cacofonía ins'ensata
muros que limitan su campo pu'e de mu y bien presci ndir de que de la teoría, como también impidiendo a la práctica degradarse
se se pa dónde está el norte. puesto que se confunde con el eje al nivel de los desuichauos que no logran salir ue ella (entién­
largo del diván, al que se considera dirigido hacia la persona de] uase que empleo este término para excluir a los cínicos),
analista. El psicoanálisis 'es la ciencia de los espejismos que se U na verdau, si hay que uecirlo, no es fác il de reconocer des·
establecen en este campo. Experiencia única, por lo uemás bas­ pués de que ha sido recibida una vez, No es que no haya verda­
tante abyecta, pero que no pouría recomendarse demasiado a des establecid as, pero se confunden entonces tan fácilmente con
los que quieren introducirse en el principio ue las locuras del la realidad que las rouea, qu'e para distinguidas de ella durante
hombre, porque, mostrándose emparentada con toda una gama mucho tiempo no se encontró otro artificio si no el de marcadas
de enajenaciones, las ilumina. con el signo del espíritu, y para rendirles homenaje, considerar­
Este lenguaje es moderado, no soy yo quien lo inventa . Ha las llegadas de otro mundo. No basta co n atribuir a una esp'ecie
podido escucharse a un ce loso defensor ue un p~icoanálisis pre­ de enceguecimiento uel hombre el hecho de que la veruad no
tendidamente clási(o definirlo como una experiencia cuyo pri­ sea nunca para él tan hermosa muchacha como en el mom'ento
vilegio está estrictamente ligado con las formas que regulan su en que la luz elevada por su brazo en el emb lema prove~bial la
práctica y que no podrían ca mbiarse en una sola línea, porqu'e, ~orprenue desnud a. Y hay que hacerse un poco el tonto para
obtenidas por un milagro del azar, detentan la entrada a una fingir no sab'er n ada de lo que sucede después. Pero la estupidez
realidad trascendente a los aspectos de la historia, y donde el sigue siendo ue una franqueza taurina a l preguntarse dónde
gusto uel orden y 'el amor de lo belio por ejemplo tienen su podría pues busc;.lrsela antes, ya que el emblema ayuua poco a
fundamento perman ente, a saber: los objetos de la relación indicar el pozo, luga r mal visto e incluso maloliente, más bien
preedípica, mierda y cuernos en el culo, qu'e el e!>tuche en que toua forma preciosa debe conservarse
Esta posición no pouría refut~rse, puesto que las reglas se intacta .
justifican en ella por sus resultados, los cuales so n consiuerados
<omo prueba de lo bien fundado de las reglas, Sin embargo nues­
tras preguntas se ponen a pulular una vez más, ¿Cómo se ha
producido este prod ig ioso azar? ¿De dónde viene esa contradic­ LA COSA HABl.A POR sí MISMA
ción entre el merequ etengu'e preedípico al que se reduce la rela­
ción analítica para nuestros modernos, y el hecho de que Freud Pero he aquí que la veruau en la boca de Freuu agarra al toro
no se sintiera satisfecho hasta haberla reducido a la posición por los cuerno!:>: "Soy pues par<l voso tros el enigma de aquella
del Edipo? ¿Cómo puede la especie ue auscultación en estufa que se escabulle ap'enas aparecida, hombres que sois tan duchos
a que se confina este new looh de la experiencia ser el último en disimularme bajo los oropeles de vuestras conveniencias. No
termino de un progreso que parecía al priucipio abrir vías mu1­ por ello dejo de ttdmitir que vuestro azoro es sincero, porqu'e
tiplicauas entre todos los campos de la creación -o la misma incluso cuando o!:> ha céis mis heraldos, no valéis más para llevar
pregunta enunciada al revés? Si los objetos detectados de esta mis colores que esos hábitos que son los vuestros y semejantes
fermentación electiva han sido así descubiertos por oLra vía a vosotros mismos, fanta,smas, que eso es lo que sois, ¿Adónde
que la psicología experimental, ¿se halla ésta habilitaua para voy pues cuanuo he pasado a vosotros, dónde estaba antes de
vo lverlos a encontrar con sus procedimientos? ese paso? ¿Os 10 uiré acaso algún día? Pero para que me encono
Las respuestas que obtendremo~ ue los in leresauos 110 uejan tréis donde estoy, voy a enseñaros por qué signo se me reconoce,
ninguna duda. El motor de la experiencia, incluso motivado en Hombres, e~cuchau, os doy el secreto. Yo, la verdad, hablo.
sus términos, no podría ser únicamente esa ve ruad de espejismo "¿Será preciso haceros observar que no lo sa bíaü, todavía?
que se reduce al espejismo de la veruad, Todo partió de una Cierlamente algunos u·e entre vosolros, que se autorizarían por
verdad particular, de un develamiento que hizo que la~ realidad ~er mis am<flltes, sin uuua en virtud del principio . de que en
no sea ya para nosotros tal como era antes, y es to es lo que .sigue estas dases de jactancias nadie nos sirve nunca mejor que n05­
392 LA COSA FREUDIANA LA COSA YREUDIANA Y.l3
otros mismos, habían establecido de manera ambigua y no sin lo publico ahora, y desde ese momento será Ull poco más com­
que la torpeza del amor propio que guiaba su interés aparecie­ plicado hacer como si nada, en sociedad buena o mala. Pero
se, que los errores de la filosofía, entiéndase los su yos, no po. no hay ninguna necesidad de que os canséis en vigilaros mejor.
drían subsistir sino por mis subsidios. Sin embargo, a fuerza de lncluso si las jur isdicciones conjuntas de la cortesía y de la polí­
abrazar a 'esas hijas de su pensamiento, acabaron por enco n­ ti ca decretasen como inadmisible todo lo que se a utorizase en
tra rlas tan sosas como eran va nas, y se pusieron otra vez a habér­ mí para presentarse de manera tan ilícita, no quedaríais a mano
selas con las opiniones vulgares, según los usos de los antiguos con tlln poca cosa, pues la intención más inocente se descon­
sabios qu e sa bían poner a estas últimas en su sitio, narradoras o cierta de no poder ya callar que sus actos fallidos son los más
litig¡osas, artificiosas, incluso mentirosas, pero también buscar­ logrados y que su fracaso re compensa su voto más secreto. Por
las en su lugar, en el hogar y en el foro, en la forj a o en )a feria. lo demás, ¿no es sufi ciente para juzgar vu'estra derrota verme
Se dieron cuenta entonces de que, no siendo mis parásitas, és tas evadirme en primer lugar de la torre de la fortaleza donde creíais
parecían servirme mucho mejor, incluso, quién sabe, ser mi mi­ retenerme con m ás seguridad, situándom'e no en vosotros sino en
licia, los agenres secretos de mi poder. Varios casos observados el ser mismo? Yo vagabundeo en lo que vosotros consideráis como
en el juego de Pigeon-vole 4 de mudas súbitas de errores en ve r­ lo menos verdadero por esencia: en el sueñ o, en el desafío al
dades, que no parecían deber nada sino al efecto de la perseve­ sentido de la agud eza más gongorina y el nonsense del juego de
ranc ia, los pusieron en la pista de este descub rimiento. El dis­ palabras más grotesco, en 'el azar, y no en su ley, sino en su
curso del error, su articul ación en acto, podía dar testimo nio contingencia, y no procedo nun ca con m ás seguridad a cambiar
de la verdad contra la 'evidenci a misma. Fue entonces cuando la faz del mundo que cuando le doy el perfil de la nari z de
uno de ellos intentó hacer pasa r al rango de los objetos dignos Cleopatra.
de estudio la as tucia de la razón . Era desgraciadamente profesor, "Podéis pues reducir 'el tr áfico en las vías que os agotasteis
y os sentisteis demasiado dichosos de vol ver con tra sus expresio­ 'en hacer irrad iar de la conciencia, y que constituían el orgullo
nes las orejas de burro con que os coronaban en la escuela y del yo, coronado por Fidlte con las insignias de su trascenden­
que desde en tonces hacen oficio de corneres para aquellos de cia, El comercio de largo alcance de la verdad no pasa ya por
vosotros cuya hoja es un poco dura. Quedaos pues en vuestro el pe nsamiento : cosa extraña, parece que en lo sucesivo pas'e
vago sentido de la historia y dejad a los hábiles fundar sobre por las cosas: rébus,G es por ti por quien me co munico, como
la garantía de mi firma por venir el mercado mundial de la Freud lo formula al final del primer párrafo del sexto capítul o,
men tira, el comercio de la guerra tota l y la n ueva ley de la consagrado al trabajo del sueño, de su trabajo sobre lo que el
autocritíca. Si la razón es tan astuta como dijo Hegel, hará sin sueño q uiere decir.
duda su obra si n vosotros. "Pero cuidado aquí: el trabaj o que se tomÓ éste para hacerse
"Pero no por eso habéis hecho caducos ni sin término vuestros profesor le ahonará tal vez vuestra negligencia, si no vu'estro
emplazamientos para con mi go, Están fechados después de ayer extravío, prosigue la prosopopeya, E ntended bien lo que él dijo
y antes de mañana. Y poco importa que os aba lancéis para ha­ y, como lo dijo de mí, la verdad que habla, lo mejor pa ra cap­
cerles honor O para sustraeros a tIlos, porq ue en los dos casos tarlo bien es tom arlo al pie de la le tra. Sin duda aq uí las cosas
os agarrarán por detrás, Ya huyáis de m í en el engaño o ya SO l1 mis signos, pero os lo repito, signos de mi palabra. La nariz
penséis alca nzarme 'en el erro r, yo os alcanzo en la equivocación de Cleopatra, si cam bió el curso del mundo, fue por haber en­
contra la cual no tenéis refugio. AHí donde la palabra más cau­ trad o en su discurso, pues para cambiarlo según fuese larga o
telosa muestra un ligero tropiezo, es a su perfidia a quien fall a, corta bastó pero fue necesario que fue se un a nariz hablante.
" Pero ahora tendréis que u tilizar la vuestra, aunque para
'[Este juego de s-a lón consiste en ir diciendo rápidamente fra ses a partir
de "pigeon-vole" ("paloma vuela"). cambiando cada vez el sujeto, Los juga­ fines más natura les. Que un o lfato más seguro que todas vues­
dores deben leva ntar la mano cua ndo se trata efectivamente de cosas que
vuelan, y permanecer inmóviles cua ndo. por el co ntrario, la fr ase es absurda, ~ (CL p, 257, n, 26 (re bus es también el dativo plural de res, cosa, en la­
pagando una prenda por cada e rror. Ts1 rin). AS]
~¡dr

394 l.A COs.A FRl'.Ul>I ... NA lA COSA. FR(.UOIA.NA 395


tras carego ría s os guíe en la carrera a ]a que os inóto: pues si el pertenece a aquellos que rep¡'esenta n este drama !<Iin compre n­
ardid de la razón, por muy desd.eñosa hacia vosotros que se uerl o, restituye a estos últimos la autenticidad ue!:ode la cual
muestre, permaneciese ahieno a vuestra fe , yo, la verdad, se ré deca yeron cada vez más.
contra vosotros la gran cmbu~lera, puesto qu·e no sólo por la Pero si conviene una metáfora más grave a l protagonista , es
falsedad pasan mis caminos, sjno por la griela demasiado estre­ la que nos mostraría e n Freud un Acteó n p·erpetuame nte soltado
cha para en contrarla en la falla de la finta y por la neuulosa sin por unos perros despistados d esde el comien zo, y que é l se empe­
pu e rtas del su eño, por la fascinación si n motivo de lo m ediocre cina en volver a lanzar en su persec ución, si n pod·e r refren<lr la
y el seductor ca llejón sin salida del absurdo. Buscad, perros, carrera donde sólo su pasión por la diosa 10 empuja. Lo empu ja
que e n eso os habé is convert ido escuch á nd ome, sabuesos que Só­ tan lej os que no puede detenerse si no en las grutas donde b
focles prefiri ó lanzar tras el ra stro hermético del ladrún de Apo­ Diana cto nian a 'en la sombra húmeda que las confu nd e con la
lo a nt es que e n pos d e Jos sa ngr<l nres ta lones de Ed i po, seguro yacija emblemálica de la verdad, ofrece a su sed, co n la cap,)
co mo estaba d e e ncontrar con él e n la cita siniestra de Cola na igual de la mu e rte, el límite casi místico del dis curso más ra.
la hora de la verdad. Entrad e n lid a mi lI a m<lda y a ull ad a ciona l qu e ha ya habido en el mundo, para que nosotras reconol.·
mis voces. Es t¡.íis ya perdidos, me desm ie nto, os desaf(o. m-e camas e n él 'ei lugar donde el símbolo se !:oustituye a la muerte
destejo: d eds que me llefiendo:' para Clpoderarse de b primera hinchazón de la vid<l.
Este límite 'leste lugar, como es sabido, están todavíCl lejos de
ser alcanzauos por sus di scí pulos, suponiendo que no se nie·
PAVONEO gu·en a seguirlo e n e~e ca min o, y el Actcón por lo tanto que es
despedazauo aquí no es Freud, sino ciertamente cada <l n a li sta
El retorno <l la~ tiniebla~ que d amos por descontado en es te mo­ en la TIledida de la pasión que lo inflarnóy qu e hi zo, según ]a
mento da la señal de un r"tlurder pr¡rly iniciado por la prohibi­ significación que un Giordano Bruno e n sus Fu.rOl·es heroicos
ción de que nadie salga, pue!'to que carla uno desde ese mom·ento supo sacar de es"C mito. de él la presa de 105 perros de sus pensa­
puede esconder la verdad bajo sus ropas, incluso, COlllO en 1<1 mientos.
fi cción ga lante d e la s "joyas indiscretas", en su vi·entre. La cues­ Para medir es~e desgarramiento, es preciso escuch<lr los clamo­
ti ó n g·e nera l es: ¿qui én h ab la? y no c¿¡ rece de pertinencia. Des· res irreprimibl es que se levantan de los mejores como de Jo.'i
graciauamente las resp ues tas son un poco precipitadas. La libio peores, para inten tar lle va rl os de nuevo al punto de partid <l dc
u o es acusada "en primer Juga r . lo cual nos lleva e n la d irección la caza, con las palabras que la verdad nos dio allí corno viático:
ue las joyas. pero hay que darse cue nta ue que e l yo mismo, si "Yo hablo", para conLinuar : "No h ay habla sino de len gua je."
aporta trabas a Jet libido en trance de sa tisfacerse. a veces es Su tumulto cubre lo que sigue.
objeto d e sus "empresa~. Se siente e n ese mome nto que se va ti "¡Logomaquia! tal es lét estrofa de un lado. ¿Q u é Iw céis de
de3moronar úe un minuto a Olro, cuando un e.<arépito d e trozos lo preve rbal, del gesto y de la mímica del lona. del aire de Ll
ue viurio hace que lodos se den cuenla de que es al g ran espejo ca nción, ue l humor y del con·tac·to a-fec- Li- vo?" A lo cU<ll otrQ'i
del sa lón a quien acaln d"e suceuerle el accidente. el golt lll del no me nos animado~ d<ln esta antistrofa: "Todo es le ngu<lje : len­
narcisismo, evocado a toda prisa para llevarle ay uda, habiendo guaje de mi corazó n qu e la te más fuerte cua nd o me agarra el
h echo su entrada por allí. El yo desde ese mome nto es conside. cerote, y si mi e nferma de!<lfallece a nte el rugido ue un avión
rada ge neralmente como -el asesi no, a menos que se le co nsidere en su cenit, es para decir el recuerdo qu e co nservó del üJtimo
como la vict ima, por medio de ] 0 cual los rayos divinos del buen bombardeo." - Sí, ág uil a de l pensamiento, y cua nu o la forma d el
preside nte Schreber empielan a desplegar su red sobre e l mundo, avión recorta la se mejanza e n e l pincel que perfora a la n och e
y el sa b l>at de los instinLo.,; :-¡e complica seriamente. uel pro yec to r, es la respuesta d el cielo.
1...1 comed ia que susp·endo aquí al prin cipio d e su ~egundo Al probar estas prem.isas. sin emb;ngo, no se impugnaba el
acto es m ás be nevolente de 10 qu e suele creerse. pues to que. re­ uso de ninguna forma de comunicación a la que cua lquiera
firi end o a un drama del conocimiento la bufona(la que sólo pudiese recurrir en sus h<lzañas, ni las señales, ni J<lS im ágenes.
c-~ ,.,.. rr

m LA COSA FREUDJANA LA COS A }'RfUOIANA 397


ni fondo ni forma, ninguno más que ninguna, aun cuando ese ORDEN DE LA COSA
fondo fuese un fondo de simpatía, y sin discutir la virtud de
ninguna buena forma. Un psicoa nali sta debe fácilmente introducirse por allí h as ta
Se tra taba de ponerse a repetir únicamente siguiendo a ¡'~reud la distinción fund amental del significado y del sign ifi cante, y
la frase de Su descubrimi en to: "ello" habla, y sin duda allí empezar a ejercitarse con las dos redes que éstos organiza n de
d onde se lo esperaba menos, allí dond'e "ello" sufre . Si hubo un relaciones que no se recubren. ,
tiempo en que bastaba para responder a esto con escu char lo La primera red, la del significante, es la estructura si ncrónica
que "ello" decía (porque escuchándolo la respues ta 'está ya del ma terial del lengu aje en cuanto que cada 'e lemento toma
allí), consideremo;; pues que los grandes de los orígenes. los en ella Su empleo exacto por ser diferente de los otros ; tal es.
gigantes de l sill ón fueron fulminados por la maldición prome­ el principio de distribución que es el único que regula la fun­
tida a las a udacias titanescas, o que sus asientos dejaron de ser ción de los e lementos de la lengua en sus diferentes niveles,
conductores de la buena palabra de la que estaba n in ves tidos desde la p areja de oposición fonemática hasta las locuciones
por sentarse en cHos hasta entonces, Sea como sea, desde enton ­ compuestas, de las que desentrañar las formas estables es la
ces 'e ntre el psicoanalista y el psicoanálisis se multiplican ]os tarea de la más moderna investigación,
enCllentros con la esperanza de qu e el ateniense sea alca nzado La segunda red, la eJel significado, es el conjunto diacrónico
con la Ate na qlle sali{) cubierta con sus armas del cerebro de de los discursos Concretamente pronunciados, e l cual reacciona
Freud , ¿Diré la suerte celosa, siempre igua l, que contrarió esas históricamente sobre el primero, del mismo modo que la estruc­
citas? Bajo la máscara en que cada un o dehía encon trarSe con tura de éste gobierna las vía s del segundo. Aquí lo que domina
su prometida, ¡ay! ¡tres veces ay! y grito de horror de sólo pen­ es la unidad de signi fi cación, ]a cual muestra no resolverse
sa rlo, h abiendo tomado otra el lugar de ella, el que estaba allí nunca en una pura indicación de lo real , sino remitir siempre a
no era tampoco él.
o tra signi ficacü'm. Es decir que la significación no se realiza sino
Volvamos pues ca lmadame nte a deletrear con la verdad lo a partir de un asimiento de las cosas que es de conjunto.
qne ella dijo de sí misma. La verdad dij o: "Yo hablo. " Para
Su resorte no puede ca pta rse en el nivel donde se asegura
que reconozcamos a ese "yo" [je) porque habla, tal vez no era
ordinariamente por la redundancia que le es propia, pues siem­
sobre 'e l "yo" (fe] sobre quien había que lanzarse, sino en las
pre se muestra en exceso sobre las cosas que deja en ella flotantes.
aristas del hablar donde debíamos detenernos. "No hay habla
S610 el significante garantiza la coherencia teóri ca del con jyn­
sino de lenguaje", esto nos recuerda qlle el lenguaje es un orden
LO como conjunto, Esta suficiencia se confirma por el desa rrollo
constituido por le yes, de las cuales podríamos aprender por lo
menos lo que excluyen . Por e jemplo que el lenguaj e es diferente último de la ci"encia , del mismo modo que en la reflexión se la
de la expresión na tural y que tampoco es un código. Que no se encuentra implícita en Jc¡ experiencia lingüística primaria.
confunde con la información , metan las nari ces en la cibernética T ales son l.s bases que distinguen el lenguaje del signo_ A
para saberl o; y que es tan poco reducible a un a superestructura partir de ellas la dialectica toma un nuevo filo.
que hemos visto al marerialismo mismo alarmarse de esa herejía, Pues la observación sobre la que Hegel funda su crítica del
bula de Stalin ci table aquí. "alma bella" y según la cual se dice qu e vive (en lOdos los sen­
Si queréis saber más, leed a Sa us~ ure, y como un campanario tidos, incluso económico, del : de qué se vive) precisamente del
puede incluso tapar al sol, preciso que no se trata de la firma desorde n que denuncia, no escapa a la tautología sino manteo
que se encuen tra 'en psicoanál isis, si no de Ferdin and, al que niendo la tauto-óntica del "alm a bella" como mediación, no
puede ll amarse el fundador de la lingüísti ca moderna. reconocida por ella misma, de ese desorden como primero en
el ser.
Por muy dialéct ica que sea, esta observación no podría hacer
mella en el delirio de la presunción al que Hegel la aplicaba, ya
que queda enredada en la trampa ofrecida por el espejismo de
LA COSA. ~REUD IA N" 1.A COSA FREUDIANA 399
398
la conciencia al yo (fe] inbtuad o de su sentimiento, que erige Los términos para los que p lanteamos a4uí el problema de
en ley del corazón . la interve nción p sicoanalítica hacen sentir bas tante, nos parece,
Sin duda ese "yo" [je] en H egel es definido como un ser lega l, que la ética no es individualista.
en lo cual es más concreto que e l se r real de l que a ntes se pen­ Pero su práctica en la esfera norteameri ca na se h a red ucido tan
saba poderlo a bstrae r : como aparece por el hecho de que com­ sumar ia mente a un medio para o btener e l "sueee;,'s" y a un modo
prende un estado civil y un estado contab le. <..le exi gen cia de la "happiness") que conviene precisar qll'e es
Pero le es taba reservad o a Freud devolver este ser legal res­ ésta la renegación del psicoanálisis, la que resulta entre dema­
ponsab le del deso rd en manifiesto al ca mpo más ce rrado del ser siados de sus partidarios del Il'echo puro y radi ca l de que no h an
real, concretamen le en la se udo totalidad del organismo. querido saber nun ca nada de] descubri mie nLo freud ia no y qu e
Explicamos su posibilidad por la hiancia congénita que pre. no sabrán nunca nad a, ni siquiera en el sentido de la represic'> n :
senta el ser real del h om bre en sus relaciones na tu ra les, y por pu es se trata en 'este efecto del mecani smo del desconocí mi enw
l;:¡ rea nudación para un li SO a veces ideográf ico. pe ro también sistem.ltico en cuanto que simul a el delirio, incluso en sus for­
foné ti co y a veces gra ma ti cal, de los e le mentos imaginarios que mas de gr upo,
aparecen fragmentados en esta hiancia, Una referencia más rigurosa de la experiencia analílica a la
Pero no es neces¡uia esta génesis para 4ue la esLructura sig­ estrUCtura gen'eral de ]a semántica en la qu e tiene sus raíces
nificante del sin toma qued~ demostrada, Descifrada, es patente hu b iese permitido sin embargo conve ncerl os anles 4ue tener
y muestra impresa sobre su carn'e la omnipreM!ncia para el ser que vencerlos.
humano de la (unción simbólica, • Pues ese sujeto dd qu e hablábam os hace un momento como
Lo que distingue a un a sociedad que se (unda en el l'engl1aje del heredero de la verdad reconocida, no es juslame nLe e l yo
<le un a sociedad anima l, incluso lo que permite percibir ru re­ I)'erceptible en los datos más o menos inmediatos del gm'o com­
troceso etnol6gico: a saber , que e l in tercambio que caracteriza cien te o de la enajenación laboriosa. Esta distinción de hec ho
.a tal sociedad tiene otros fundamentos que las necesidades aun es la m isma que se encuen tra desde e l a cid inconsciente fre u.
satisfaciéndolas, lo que ha sido llamado el "don como hecho diano en cuanto que eSlá se parado por un a bismo de las fun cio.
social [Otal" -todo eso por consiguiente 'es transportado mu cho nes preconscientes, hasLa el w del restame nto de Frend en la
más lejos, hasta obje tar la definición de esa sociedad como un a 3 lct, de sus Neue T'orlesungen: " 'Wo Es war, sol1 lch \Verden,"
colección de indi viduos, cuando la inrnixió n de los suj e ws fo r­ F6rmula donde la estr u ctur ac ión signifi can te muestra baslan~
ma en ella un grupo de muy diferente 'es ~ructura, te su preva l'encia.
Es hacer entrar por un a pue rta muy diferente la íncidenci;¡ Analicémosla. Contrariame nte a la forma qu e no puede ev ilar
de la verdad como causa e imponer una revisión de l proceso de la traducción inglesa: "Where the id was, there th e ego shall be",
la causalidad, Cuya primera etapa parecería consistir en reco­ Freud no dijo: das Es, ni dos I eh, como lo bace h a bitualm~nte
nocer lo que la heterogeneidad de 'esta incidencia tendría en pa ra desig nar esas instancias donde hab ía ordenado desde hacía
ella de inherente.G Es extraño que e l pensa mien to ma terialis ta entonces diez años su n ueva tópica, y esto, dado el rigor inflexi­
parezca o lvidar que fue en ese recurso a lo he terogéneo donde b le de su estilo, da a su emp l'eo en esta sen tencia un acento par­
tornÓ su impulso, Y enton c.es nos interesa ríamos más en un rasgo ti cu lar. De toda s formas, sin tener siquiera q ue con firmar por
mucho más im pre~ion ante q ue la resistencia opuesta a Freud la cr ítica interna de la ob ra de Freud qu e efectivamente escri­
por los pedantes, y es la con n ivencia que enco ntró 'en la con. bi6 Das Ieh 1md das Es pa ra ma nrener eSla distinción fund a men _
cienCia común. ta l entre el sujeto ve rd adero del inconsciente y e l yo como cons­
Si [Oda ca usalidad viene a dar testi monio de una im pli caci6n tituido en su núcleo por una serie de iden ti{jcacio nes enajenan.
d el suj eto, no hay dud a de que todo conflicto de orden sea tes, aparece aquí qu e es en el lugar: l-Vo) donde Es) sujeto despro­
puesto 'en su cuenta. vü.to de cualquier das o de otro artíc ul o objetivante, war~ esta.
ba, es de u n lugar de ser de lo que se lrata, y que en este lugar:
6 E~ tc páITafo rcelahorado silú :t en una fech:l anterio r ulla línea de pen.
~am i e nLO que abrimos m.\s tarde (1966),
Jall, es un deb'e r en el sentido mora l lo que allí se anun cia, como
~~11'

400 LA COSA I'REUDIANA


LA COSA FREUDIAN A 4{)\
10 confirma la única frase que sucede a ésLa para cerrar el capí. tico. (Diálogo del que vamos a inr.ntar describir la es tructura.)
Lulo.' !ch, yo [je] a llf debo yo (del mismo modo que se anun· Pero estas significaciones mismas juzgará que no pueden ser cap­
daba: "este soy" [ee sl.tis-jel. antes de que se dijese: "soy yo" tadas con certidumbre sino en su contexto, o sea en la secuencia
[e'esl moi)) , werden, JIegar a ser, es decir no sobrevenir, ni siquie­ que constituyen para cada un a la significación qU'e remite a ella
ra advenir, sino venir a la luz de eS'e lugar mismo en cuanto que y aquella a la que remite en el discurso ana lítico.
es lugar de ser. Estos principios de base entran fácilment e en ap li cación en
Así es como consentiríamos, contra los principios de economía la técnica, e iluminándola, disipan much as de las ambigüedades
significa tiva que deben domin ar una traducción, en forzar un qu'e, manteniéndose incluso en los conceptos principales de la
poco en francés las forma s del significante para a(inear/as con transferencia y de la resistencia, hacen ruinoso el uso a que se
el peso que el ~ lem á n recibe mejor aquí de una significación Jos destin a en la práctica,
aú n rebelde, y para eso utilizar la homofonía del es a lemán con
la ini cia l de la pa labra: suj e to. Por este camino negaríamos a
una indulgencja por lo menos momentánea hacia la traducció n
primera que se dio de la pa labra es por la palabra sí [soi ], ya LA RESISTENCIA A LOS RESISTENTES
que el ello [(a] que se le prefirió no sin motivos no nos parece
mucho más ade cuado, puesto que es a l das alemán de : was ist De considerar úni camente la resistencia cuyo empleo se confun­
das? al que responde en das ¡st, "es, ello es" [cest]. Así el e' con de cada vez mis con el de la defensa, y todo lo que implica en
após trofo elidido que aparecerá si nos atenemos en francés a ]a este se ntido 'en cuanto a maniobras de reducción con las que no
equivalencia recibida, nos sugiere ]a producción de un verbo es posible cegarse más frente a la coerción qu e ejercen, es bu eno
francés: s'étre ["serse"], 'en el que se expresada el modo de la sub­ recordar que la primera resistencia con la que ti ene qu'e habér­
jetivid ad absoluta, por cuanto Freud la descubrió propiamente selas el an álisis es la del discurso mismo en cuan to que es an te
en su excen tricidad radical: "Allí donde 'ello' era [c'ela it], puede todo discurso de la opinión , y que toda objetivación psicológica
decirse, allí donde 'se era' [s'était], quisiéramos hacer entender, se mostrará solida ri a de ese discurso, Es esto 'en ereNo 10 que
mi deber es que yo venga a ser." B motivó la simultaneidad notable con que los burgraves del aná ­
Ustedes' comprenden que no es en una conce pción gramatical lisis llegaron a un punto muerto de su práctica h acía los años
de las funciones en que aparecen donde se trata de analizar si el 1920: es que desde entonces sabían demasiado y no bastante,
yo Uel y el yo se distinguen y se recubren, y cómo, en cada su je. para hacer reconocer a sus pacientes, que apenas sabían u n
to particula r. poco menos, la verdad.
Lo que la conce pción lingüística que debe formar al trabaja­ Pero el prin cipio adoptado desde 'enton ces de la primacía que
dor en su inici ac ión de bas'e le enseñará, es a esperar del sínto­ debe concederse al análisis de la resistencia está lejos de h aber
ma que ponga a prueba su función de significante, es decir conducido a un desa rrollo favorable. Por la sencilla razón de
aquello por lo cual se distingue del índice natural que el mismo qu e atribuir a una operación una urgencia suprema no bas ta
términ o designa corrientemente en medicina. Y para satisfacer para hacerle alcanzar su objetivo, si no se sabe bien en qué con­
es ta exigencia metódica, se obligará a reconocer su empleo con­ siste éste,
vencional en las significaciones suscitadas por el diálogo analí­ Ahora bien, es precisamente hacia un refuerzo de la posición
objeti van te en el su jeto hacia donde se h a orientado el a náJis"is
7 A saber: "Es ist Kulturarbeil eltva die Trockerdegung deT Zuydersee, de la resistencia, hasta el punto de que esta dir'e ctriz se ostenta
Es Ulla tarea civilizadora de la misma especie que la desecación del Zuy­ ahora en los principios que deben darse a la conducción de una
d crsee." cura· tipo.
Ii Puede uno preguntarse qué demonio inspiró al autor, quienquiera qlle

sea, de la traducción que existe en francés, para producirla en estos térmi­


Lejos de tener que manten'e r a l sujeto en un estado de obser­
nos: "Le lIloi doit délogcr le ~a." Es cierto que puede saborearse en ella el vación, es preciso que se sepa que, de colocarlo en ese estad o,
tono de ciertos medios donde es conocida la clase de operación aquí evocada, se entra 'en el círculo de un malentendido que nada podrá rom­
~'If"- ,

40~ LA COSA FREUDIANA LA COSA HlE UOI ANA 403 .

per en la cura, como tampoco en la crítica. Toda intervención INTERMEDIO


en ese sentido s6lo podría pues justificarse por un fin dialéctico,
a saber: demostrar su valor de callejón sin salida. No esperen aquí sin embargo demasiado, pues desde qu'e la cosa
Pero iré más lejos y diré: no pu'ede usted al mismo tiempo psicoana lítica se co nvirtió en cosa aceptada y sus se rvidores va n
proceder usted mismo a esa objetivación uel sujeto y hablarle al manicurista, las migas que hace n se avienen a hacer sacrifi.
como conviene. Y esto por una razón que no es únicamente la cios al bu'e n tono, Jo cual es bien cómodo para las ideas que
de que no s'e puede al mismo tiempo, como dice el proverbio nunca les han so brado a los psicoanalistas: las ideas en barata
inglés, comer el pastel y co nse rvarlo: es decir tener con respecto para todos harán el sald o de lo que le falta a cada uno. Somos
a los mismos objetos dos condu ctas cuyas consecuencias se exclu. gentes bastante al corriente de las cosas para sa ber que el "co_
yen. Sino por el motivo más profundo que se expresa en la fór­ sismo" no será bien visto; y ahí tienen nuestra pirueta sacada
mula de que no se puede servÍr a dos amos, es decir conformar de la manga.
su ser a dos acciones que se afien tan en sentido contrario. "¿A qué va usted a buscar otra cosa que ese yo que usted dis­
Pues la objetivación 'en materia psicológica está sometida en tingue, prohibiéndonos a noso tros mirarlo?", se nos replica.
su principio a una ley de desconocimiento que rige al sujeto no "Nosotros lo objetivamos, de acuerdo. ¿Qué mal hay en ello?"
solamente como observado, sino también como observador. Es Aquí los zapatos finos proceden a paso ele lobo para lanzarnos
decir que no es de él de quien tienen ustedes que hablarle, pues <l la cara la bofetada siguiente: ¿cree usted pues que el yo pue­
él mismo se basta para esta tarea, y al hacerlo, ni siquiera es a da tomarse por una cosa? No somos nosotros quienes comulga­
ustedes a quienes habla. Si es a él a quien tienen ustedes que mos con esa rueda de molino.
hablar, es literalmente de otra cosa, es decir de una cosa otra De treinta y cinco años d'e cohabitación con el yo bajo el te·
que aque lla de la que s'e trata cuando él habla de sí mismo, y cho de ]a segunda tópi ca freudiana, ele los cuales diez de rela.
que es la cosa que les habla a ustedes; cosa que, diga lo que ciones más bien tormentosas, regulari zada finalmente por el
diga , le sería para siempre inaccesible, si no fuese porque, siendo ministerio de la señorita Anna Freud en un matrimonio cuyo
una pala bra que se dirige a ustedes, puede evocar en ustedes su crédito social no ha cesado de ir en aumento, hasta el punto de
respuesta y porque, habiendo escuchado el mensaje bajo esta que me aseguran que pronto pedirá la bendición de la iglesia,
forma invertid a, pueden ustedes, al devolv~rselo, darle la dol>le en UIlJ palab ra como en cient o, ele la experiencia más conti­
satisfacción de haber lo reconocido y de hacerle reconocer la nuada de los psico..l nalistas, no saca rán ustedes nada más que
verdad. ese ca j óu.
Esa v'erdael '-{ue conocemos así, ¿no poelemos pues conocerla? Cierto que está lleno has ta los bordes de viejas novedades y
Adaequ,atio rei et intelleclu..5, tal se define el concepto de ]a ver­ de Ilu'evas antiguaIJas cuyo amasijo no de.ja de ser diverLido. El
dad desde que h ay pensadores y nos conducen por las vías de yo es una función, el yo es una síntesis, una sí ntesis de funcio­
su pensamiento, Un intelecto como el nuestro estará sin duda nes, un a [unció n de sínlesís, ¡Es autó nomo! 1!.sa sí que es buena.
a la altura de esa cosa que nos habla, incluso '-{ue habla en nos­ Es el último fetiche introducido en el sancta sanctórum de la
otros, y a un si se hurta detrás del discurso que no dice nada prácti ca qu'e se autoriza por la superioridad de los superiores.
sino para hacernos hablar, sería bueno ver que no encuentra Vale tanto como cualqui er Otro para este empleo, pues todos
a quién hablar. sa ben que para esa (unción, és ta sí completamen te reaJ, es e l
Ésta es efectivamente la gracia que les deseo, y de lo que se objeto más pasado de moda, el más sucio y el más repulsivo el
trata ahora es d e h ab lar de ell a, y tienen la palabra los que que llena siempre mejor ese cometido. Que éste le va lga a su
ponen la cosa en práctica. inventor la veneración que re coge allí donde está en servicio,
pase; pero lo más lindo e.o;; que le conliere en los medios iJustra­
dos el prestigio de haber h'echo regresar al psicoanáJisis a las
leyes de la psicología general. Es co mo si S. E. el Aga Khan, no
contento con recibir el famoso peso en oro que no menoscaba
404 LA CQM FREUDlANIt. LA COSA F'R.EUDIANA 405
su estimación por parte d-e la sociedad cosmopolita. se viese los tiempos modernos, baja ndo por todos los oficios de comodi­
atribuir el premio Nobel por haber distribuido a cambio a sus dad familiar, de amuebla miento del espacio, de cesión venal o
celadores el reglamento detallado de las apuestas del hipódromo. de usufructo, hasta el uso ¿por qué no?, tambiéu se ha visto
Pero el último hallazgo es el mejor: el yo, como todo lo que semejant'C cosa, de combustible. No es esto todo, pues estoy dis­
manejamos desde hace algún tiempo en las ciencias humanas puesto a prestar mi voz al verdadero pupitre para que sostenga
es una noción o-pe.ra-cio-nal. un discurso sobre su existencia que, por muy utilitaria que sea,
Aquí recurro ante mis oyentes a ese "cosismo" ingenuo que es individu al; sobre su historia que, por muy radicalmente ena­
los mantiene tan bien puestos en esos bancos escuchándome a jenada que nos parezca, ha dejado rastros memoriales a los que
pe,ar del ballet de las llamadas del servicio, PU" que tengan no les falta nada de 10 que exige el historiador: documentos­
a bien conmigo poner un stop a este o-pe. textos.notas-d-e-proveedores; sobre su destino mismo que, inerte
<!En qué ese o-peracionalmente distingue lo que se hace con y todo, es dramático, puesto que un pupitre es perecedero, pues­
la noción del yo en análisis del uso corriente de cualquier otra to que ha sido engendrado en el trabajo, puesto que tien'e una
cosa , de este pupi tre, para tomar la primera qne nos cae bajo suerte sometida a azares, a traspiés, a avatares, a prestigios, in­
la mano? En tan poca cosa que me comprometo a demostrar cluso a fatalidades, de las que él se hace intersigno, y puesto
que los discursos que les conciernen, y esto es lo que está en que está prometido a un fin del que na es necesario que sepa
cuestión, coinciden punto por punto. nada para que sea el suyo, puesto que es el fin que sabemos.
Porque este pupitre no es menos tributario que el yo del sig­ Pero aun así seguirla siendo trivial el que después de esta
nificante, o Sea de la palabra que llevando su función a lo gene­ prosopopeya uno de ustedes sueñe que es ese pupitre dotado o
r al junto al facistol de b'elicosa memoria!> y al mueble Tronchin no de ]a palabra, y como la interpretación de los sueños es ahora
de noble tJedigree, hace que no sea sólo un poco de árbol cor­ cosa conocida si no es que común, no habría por qué sorpren­
tado, serrado y pegado por el ebani~ta, para fines de comercio derse de que descifrando el empleo de significante que ese pupi­
solidarios de las modas creadoras de necesidades que sostienen tre habrá tomado en el rébus ll en que el sOliador habrá ence­
su valor de intercambio, bajo la condición de una dosificación rrado su deseo, y analizando la referencia más o menos equivoca
que no lleve demasiado apr isa a satisfacer la menos superflua que 'este empleo implica a las significaciones que en él habrá
de esas necesidades mediante 'el uso último al que lo reduci.ría interesado la conciencia de ese pupitre, con o sin su discurso,
su desgaste : quiere decirse como leña para- quemar. tocamos ]0 que puede llam arse e] preconsciente de este pupitre.
Por otra parte, las significaciones a que remite 'el pupitre no Aquí escucho una protesta que, aunque regulada como papel
tienen nada que pedirles en cuanto a dignidad a las que inte. pautado, no sé bien cómo nombrar. Es que a d'ccir verdad per­
resa el yo, y la prueba es que envuelven ocasionalmente al yo tenece a lo que no tiene nombre en ninguna lengua, y que,
mismo, si es por las funciones que el señor Heinz Hartmann le anunciándose en ge neral bajo la moción negro. blanco de la per­
atribuye de que uno de nuestros semejantes puede convertirse sonalidad to~al, resume todo lo que se nos machaca en psiquia­
en nuestro pupitre: a saber, mantener una posición adecuada trIa en cuanto él fenomenología a la violeta y en la sociedad en
al consentimi ento que pone en ello. Función op-eracional sin cuanto él progTesismo estacionario. Protesta del "alma bella",
duda que permitirá a dicho semejan le escalonar en él todos los sin duda, pero bajo las formas que convienen al ser ni carne ni
valores posibles de la cosa que es es'e pupitre: desde el oneroso pescado, al aire medio chicha medio limonada, a los andares
alquiler que mantuvo y mantiene todavía la cotización del joro­ entre azu l y buenas noches del intelectual moderno, ya sea de
badila de la calle Quincampoix 10 por encima de las vicisitudes derecha o de izquierda. En efecto, es por e.e lado por donde la
y de la memoria misma del prim'er gran cracl! especulti va de protesta ficticia de los que pululan gracias al desorden encuen­
tra sus paren tescos nobles. Escuchemos más bien el tono de ésta .
• [Alusión al poema cómico de Do¡leau Le lutrin ("El fadstol'). 1'5]
.D [Se cuenta que en esa cal1e de París. durante la fiebre de especulacio­
Este tono es mesurado pero grave: el preconscienle, se nos
nes que condujo al crack del banco Law, un jorobado alqu¡laba 5U C!lpalda
c:omo pupitre. nl II [Ver nota 26. p. 257,J
Jf.z,ip­ c.,·
406 LA COSA FR EUO TANA L A COSA FA.EU01 ANA 4(11

hace observar, n o es, como tampoco la conciencia, del pupitre, Q ue el yo sea la sede de percepciones y el pupitre no, es cosa
sin o de nosotros mi smos que lo percibimos y le damos su sentido, que es tamos dispuestos a ace ptar, pero r-efleja con eIJo la esen­
con t(lnto menos trabajo por 10 demás cuanto que hemos fabri­ cia de los objetos que percibe y no la suya en cuanto que la
cado la cosa.. Pero si se hubi ese tratado de un s'er más níl tural, con ciencia fuese su privilegio, puesto que esas percepciones son
conviene no embutir n unca inconsideradamen te en la concien· en su mayo r par te inconscientes,
ci a la forma alta que, cualquiera que sea nuestra debilidad en el No sin mo ti vo, por lo demás, descubríamos el origen de la
universo, nos asegura en tI una imprescri p ti ble dignidad, véase pro testa de la que d'ebemos ocuparnos aq uí en esas formas bas­
la palabra junco en el di ccionari o del pensamiento espiri tua· tardas de la fen omenología que ahuman Jos análisis técnicos de
lista, 12 la acción humana y especialmen te las que se requerirían en
Hay que recon ocer que aquí Frtud me inci ta a la irreveren­ medi cin a, Si su materia barata, para emplear ese calificativo
cia por la manera en que, en algún sitio, de pasada y como que el señor Jaspers afect.a especialmente a su es timación del psi­
quien no quiere la cosa, se expresa sobre los modos de provoca. coanálisis, es efectiva mente la que da a la obra d'e és te su estilo,
ción espontánea que son la regla e n la puesta en acción de la así como su peso a su esta tu a de director de conciencia de hierro
conciencia universal. Y esto me quita todo escrúpulo de prose. colado y de maes tro de pensamiento d'e hojala ta, no por eso
g uir mi paradoja , carecen de uso, e incluso es siempre el mismo: dis traer.
¿Es pues tan grande la diferencia e ntre el pupitre y noso t1'OS S'e las uLiJiza aquí por ejemplo para no ir al hecho de que
'en cuanto a la conciencia, si aquél adquiere tan fácilmente la el pupitre no h abla, del que los delensores de la lalsa protesta
apariencia de éste, si se le pone en juego entre ustedes y yo, no quieren saber nada, porque de 'escucharme concedérsela, mi
que mis frases haya n permitido e l eq uívoco? Así es como, colo­ pu pitre inmediatamente se haría parlante,
cado como uno de nosotros 'entre dos espejos para lelos, se le verá
reflejarse indefinidamente, 10 cual quiere decir que será mucho
más semejante a l que mira de lo que se pi'ensa, puesto que vien.
do repetirse de la misma manera su imagen , ésta ta mbién se EL DISCURSO nE L OTRO
ve efectivamente por los ojos de oLro cuando se mira, puesto que
~ in ese otro que es su imagen, no se vería verse, "¿En qué pues preval ece por encima del pupi tre que soy -[-es
Dicho de otra manera, el privilegio del yo 'en relación con las diría- ese yo que ustedes tratan en el análisis?
cosas debe buscarse en otro sitio que en esa falsa recurrenci a a l " Pues si su salud se define por su adap tación a una realidad
inlinito de la reflexión que constituye -el espejismo de la con­ consider¿.jda buenamente como su medida, y si necesitan ustedes
cie nci a, y que a pesa r de su perfecta inanidad, sigue cosq uillean_ la al ianza de 'la parte sana del )'0' para red uci r, en la otra
do lo suficiente a Jos que trabajan con el pensamiento como para parLe sin duda, ci'ertas discord ancias con la realidad, que no
que vea n en e ll o un pretendido progreso de la interioridad, aparece n como tales sino para el prin cipio de u stede~ de consi­
cuando es un fenómeno topológico cu ya distribución en la na· derar a la situación ana líti ca como simple y anodin a, y q ue
turaleza es tan esporádica como l a~ disposiciones de pura exte ­ u'it.edes no descan~arán h<tst;\ h acerlas ver con la misma mirada
ri oridad que lo condicionan, suponiendo que el hombre haya qu e la de ustedes por el suj eto, ¿no está claro que no hay más
contribuido a propagarl as con una frecuencia inmoderada , di ~ cr imin ac i ó n de la parte sa na del yo del suje to que su acuer­

Por otra parre, ¿cómo sepa rar e l término "preconscien te" de do con la 6ptica de ustedes que, suponi éndola sana, se convierte
a~í en la medida de las cosas, de l mismo modo que no hay otro
las afectaciones de ese pupitre, o de las que se encuentran en
criterio de la curaci6 n que la adopción com pleta por el sujeto
poten cia o en acto en alguna otra cosa , y que ajustándose tan
de esa medida que es la de ustedes, lo cual confirma lí1 confe­
exac tamente a mis afecciones, vendrán a la conciencia con e llas?
sión frecu'ente entre los autores graves de qu e el final del aná­
11 [Alusi6n a la famosa imagell del "jun co pensa nl e" con que Pasca l des­ lisis se oht ie ne con la identifi cación con el yo del analista?
cribe la digni dad del hombre, n) "Con toch! seguridad, la confesión que se asten la tan tranqui.
408 LA COSA FREUOIA-NA. LA COSA FREUD1ANA 4{)IJ

lamen te, no menos que la acogida que encuentra, d'eja pensar sobre el yo la ventaja de no ser un medio de resistencia, y es
que contrariamente al lugar común según el cua l se impone sin duda por eso por lo que lo escogí para soportar mi discur­
unO a los ingenuos, es mucho más fácil que los ingen uos se im­ so y aligerar otro tanto lo que una mayor interferencia de mi yo
pongan, y la hipocresía que se Tevela en la declaración cuyo en la palabra de Freud hubiese provocado en ustedes de resisren­
arrepentimiento apare ce co n una regularidad tan curiosa en ese cia: satisfecho como lo estaría ya, si lo que debe quedarles a
discurso, de que hay que hablar al sujeto 'en su lenguaje', da ustedes, a pesar de ese desva necimiento, les hiciese encon trar
aún más qué pensar en cuan to a la profundidad de 'esa ingenui­ lo que digo "in teresan te". Locución que no sin motivo designa
dad. Pero hay que sobreponerse además a la náusea qu e levanta en su eufemismo )0 qU'e s610 nos interesa moderadamente, y
la evocación que sugiere del habla babyish, sin la cu~l ciertos que encu"entra la manera de cerrar su circuito en su antítesis
padres advertidos no creerían poder inducir a sus alLas razones por la cual se llama desinteresadas a las especulaciones de interés
a los pobres pequeñuelos a los que no hay más remedio que universal.
mantener tranq uilos. Simples miramientos que se consideran Pero vamos a ver un poco si lo que digo llega a ¡nteresarles,
como debidos a lo que la imbecilidad analítica proyecta en la como sU'ele decirse, para rellenar la an tonomasia con el pleo­
noción de la debilidad del yo de los neuróticos. nasmo: personalmente, el pupitre estará pronto en pedazos para
"Pero no estamos aquí para soñar entre la náus'ea y el vér­ servirnos de arma.
tigo. Queda el hecho de que, por muy pupitre que sea yo que Pues bien, todo esto se encuen tra también en lo que se refiere
les hablo, soy el paciente ideal, puesto que conmigo no hay qué al yo, con la úni ca diferencia de que sus usos aparecen inverti­
tomarse tanto trabajo, los resultados se logran de buenas a pri. dos en su re lación co n sus estados, 1\1"edio de la palabra dirigida
meras, 'estoy curado de an lemano. Puesto que se trata única­ a ustedes por el inconsciente del sujeto, arma para resistir a su
mente de sustituir a mi discurso el de ustedes, soy un yo per­ reconocimiento, fragmentado es como lleva la palabra, y entero
fecto, puesto q ue nunca he tenido otro y puesto que me remito es como sirve para no escucharla.
a usted'es para que me informen de las cosas a las cuales mis En efecto, es en la desagregación de la unidad imaginaria que
dispositivos de regulación no les permiten adaptarme directa­ constitu ye el yo donde e l sujeto encuentra el material signifi­
mente, a saber: todas aquellas que no son las dioptrías de uste­ cante d'e sus síntomas. Y es de la especie de interé-s que despierta
des, su talla y la dimensión de sus pape!'es." en el yo de donde vienen las significaciones que desvían de é-l
Muy bien dicho, me parece, para un pupitre. Sin duda estoy su discurso.
bromeando. En lo que ha dicho, a mi gUStO, no tenía una pala­
bra que decir. D ebido a que era él mismo un a palabra; era yo
'en cuanto sujeto gramatical. ¡Hombre!, un grado ganado, '!
bueno para que lo recoja el sold.do de ocasión en el foso de LA PASIÓN IMAGINARIA
una reivindicadón completamente erística, pero tam bién para
proporcionarnos una ilustración de la d ivisa freudiana que, si Este interé-s del yo es una pasión cu ya natura ler..a había sido ya
se expresase como "Allí donde estaba 'ello', el yo [je] debe estar", entrevista por la esti rp~ de los moralistas entre los cuales se la
confirmaría en provecho nuestro el carácter débil d e la traduc_ llamaba amor propio, pero de la cual sólo la investigación psi­
ciÓn que sustantiva el lch ador nand o con una l la palabra coa na lítica supo analizar la dinámica en su relación con la
soll y lija el curso del Es a la tasa de la ce cedi lla [, ], forma imagen del cuerpo propio. Esta pasión aporta a toda relación
apos trofad a del pronombre neutro [,a]. Qu eda el hecho de que con esta imagen, constantemen te representada por mi semejan­
el pupitre no es un yo, por muy elocuente que haya sido, sino te, una signifi cación que me interesa tanto, es decir que me hace
un medio en mi discurso. es tar en una tal d'ependencia de esa imagen, que acaba por
Pero después de todo, si se encara su virtud en 'el análisis, el ligar al deseo del otro lodos los objetos de mis deseos. más es­
yo también es un medio, y podemos compararlos. trechamente que a l d eseo que suscita en mí.
Como el pupitre lo hizo observar pertinentemente. presenta Se trata de los objetos en cuanto que esperamos su aparición
_..-__orr'

410 LA COSA FR. EU DI.ANA LA COSA FRE UDIANA 411

en un es pacio es tru cturado por la visión, es decir de los obje tos podría sino acarrear medidas de rigor. jConcentración! , es de·
<.:aracterísticos del mundo humano. En cua nto al conoci mie nto elr ll amada al poder d'e esa imagen de la qu e se regocij aba la
del que depende el deseo de esos objetos, los hombres están lejos lun a de miel del espejo, a esa unión sagrada de la derecha y d e
de confirmar la locución según la cual no ven más a ll á de la la izqui erda que se afirm a en ella, por mu y trastrocada que apa­
punta de su nariz, pues su desdi cha por el contrario consiste rezca si el suj'e to se muestra con más miramientos.
en que sea a par tir de la punta de su nariz donde comienza su Pero de esa uni ón, ¿qué modelo más bello que la imagen
mundo, ye n que no puedan aprehender en él su deseo sino gra­ misma del otro, es decir del notario en su función ? Así es como
cias a l mismo expedi ente que les permite ver su nariz misma. las funciones de dominio que llaman impropiamen'fe funciones
es decir en algún espej o. Pero apenas h an di scernido esa nariz, de síntesis del yo, instauran so bre el cimiento de un a enajena­
se enamoran de ell a. y esto es la primera signifi caci6n por la ción libidinal el desarrollo que es su consecuencia, )' conCl"eta­
cual el na rcisismo envu elve las formas del deseo. No es la única,. mente lo que en o tra ocasión llamamos e l principi o paranoico
y la subida creciente de la agres ividad en el firmamento de las del conocimien to humano, según el cua l sus obje tos es tán some­
p¡-eocup ac iones ana líti cas permanecería osc ura si se mantuviera tidos a un a ley d'e redupli cac ión imaginaria , evoca ndo la }~ o mo­
en ella. logación de un a se ri e indefinida de notarios. qu e no debe nada
Es un pun tO qu e creo h aber contribuid o personalmente a es­ a su cámara sindi ca l.
clarecer al conceb ir la d iná mi ca llamada de estadio del espejo, Pero la signi[icación decisiva pa ra nosotros de la enajenación
como consecuencia d'e una prematuración de l nacimiento, gené­ constÜu yenl e del Urbilcl de ) yo, aparece en la relació n ele ex­
ri ca en el hombre, de dond e res ulta en el momento seña lado ]a clusió n qu e es tru ctura desde ese mo mento en e l suj eLO la re la­
identificació n ju bi losa del indhlidu o todavía infa ns con la forma ción dual de yo a yo. Pues si la coa ptac ión imag in ari a del un o
T6t.,,J en que se integra ese reflejo de nari z, o sea con la imagen a l otro d'e berí a hacer qu e los papeles se di stribu yese n de mane ra
de su cuerpo: operacíó n que, aunque h echa él vista de nari z, po­ complementaria e nlre e l nota ri o y el notari ado por e jemplo,
dríamos decir, o sea m ás o menos de la índo le de ese la j ~! qu e la identificació n preci pitada d el yo con el otro en el sujeto ti ene
H OS esclarece sobre la inteligencia del chimpancé, maravillados como efecto que esta di stribución no constituya nun ca un a
como lo es tamos siempre de ca pta r su milagro sobre -el rostro armonía ni siquiera ci nética, sin o que se instituya sobre el "tú
de nuestr os ig uales, no deja de aca rrea r una deplo rable con­ o yo" permanen te de una guerra en qu e es tá en ju ego la exis­
secu enCi a. tellcia d'el uno o el o tr o de dos notari os en ca da uno de los
C;::o mo lo observa muy justamente un poe ta ingenioso, I3 el es­ sujetos. Situa ción que está simbolizada en el "Eso Jo será usted"
pejo haría bien en ser un poco más refl exivo a ntes de devolver­ de la di sputa tJ'ílnsitivislíl, forma original de la comuni cación
nos nuestr a image n . Porque en ese momento el su jeto todav ía agr es i v~.
no ha visto nada. Pero a penas la misma ca ptura se re prod uce Se ve a q ué se reduce el lenguaje d'e l yo: la iluminación intui­
ante la ua riz de uno de sus semejantes, la nariz de un n o tari ol-l tiva, el mand o reco lectivo, la agresiv idad retorsiva de l eco verbal.
por ejempl o, D ios sa he adó nde va a ser lle vado e l sujeto por la Añadamos lo qu e le correspond'e de los desechos a utomáticos del
punta de la nari z, en vista de los lugares en que esos ofi cia les discurso común: la palabrería educadva y el ritornelJo de liran­
minisleri a les tienen la costumbre de me ter las su yas. Y así, como te, modos de comuni cación que reproducen perfectamen te obje­
todo lo demás que te ne mos, ma nos, pies, corazón , boca , incluso tos apenas m ás com plicados qu'e este pupitre, un a constru cción
los ojos, tie ne repugnancia a seguir, se llega a la ,amen aza de de {eed. back para los primeros, para los segund os un d isco de
una ruptura del tro nco de tiro, cuyo a nuncio en ttngustia no gramófono, de preferencia rayado en el luga r deb ido.
Sin embargo es en este registro en el que se pro[iere e l análi­
' ,1 fJc;m Coctcau . T!.l sis sistemático de la defensa. Se corrobora con las aparie ncias
"(Alu sión lúdica :\ l<l n ove la La nariz de !I n Tlotar;() ele A. von Chamif'~o, de la regresión . La relación de obje to proporciona las apa ri en­
en qllc se n<llT<ln las malh;l o;lc1as 'IIicisjlud c~ dc un notario cuya n ari7,
comp ucst<l gncia s a un injeno re banado dcl trasc ro de un .Io:aií;í ll. refl e ja
cias y eS'e forza mi ento no tiene más sa lida que un a de las tres
la s ave nLu ras y desvcnturas q u e le o cune n a 6 LC. AS] que se mues tran en la técnica en vigor. Ya sea el sa lto impulsivo

412 LA COSA FRI':UDIANA L-A COSA FRtUDtANA 413
a lo real a tra vés del aro d e papel de la fantasía : acting out en núscula. En los dos casos, }' baJO las incidencias res pecti vas de Jo
un sen tido ordjn a riame nte de signo contrario a la sugestión . simbólico y de lo imagin ario, prescntifi ca la muerte.
Ya sea la hipornanía transitoria por eyección d el objeto mismo, Pero además conviene que reconoz~a, y por lo tanto distinga,
que está propiamente descrita en la embriaguez rnegalomaniá­ su acción en uno y otro de esos dos registros para saber por qué
ti ca que nu estro amigo Michael Balint, con una pluma tan interviene, en qué instante se o[rece la ocasión y cómo actual'
verídica qu e n os lo hace aún más amigo, reconoce como el índi­ sobre ello.
ce de la terminación del aná lisis en las n ormas actuales. Ya sea La condición primordial es que esté com penetrado de la dife­
e n la especie de somati zación que es la hipo co ndría a minima) renci a radlcal d'el Otro al cual debe dirlgirse su p alabra, y de
teorizad a púdi ca mente bajo el ca pítulo d e la rel ac ió n médico­ ese segundo otro que es el que ve y del cual y por el cual el
enfermo. primero le h abla en el discurso que prosigu e ante él. Porqu'e
La dimensión sugerida por Rickman d'e la lwo body psycho­ es as í como sabrá ser aquel a quien ese discurso se dirige.
logy es la fantas ía con que se cobija un tw o ego analysis tan in­ El apó logo de mi pupitre y la práctica corriente d"el discurso
sos tenible como coh cren te en sus resultados. de la convicción le nl_os trarán suficientemente, si lo piensa, que
ningún discurso, sea cual sea la inercia en que se a poye o la
pasión a la que apele, se dirige nunca sino a l buen entendedor
al que lleva su salud o, Hasta el propio argumen to que llama n
LA ACC1ÓN AN ALíTICA ad hominem no es considerad o por el que lo practi ca sino como
uu a sedu cción destinada a obtener del otro en su autenticidad
Por eso enseñamos que no hay sólo en la situación analítica dos la acep tación de una palabra . palabra qu'e constituye entre los
sujetos presentes, sino dos sujetos provistos cad a uno de dos dos sujetos un pac to, confesado o no, pero que se sitúa en
objetos que son el yo y el otro, dando a este otro [autre] el índice un caso como en el otro más allá de las razones del argumento.
de una a minúscula ini cia l. Ahora bien, en virtud de las singu la­ De ordi nario, cada uno sabe que los otros. lo mismo que él,
ridades de una matemática dialéctica con las cuales h abrá que perman'ecerán in accesibles a las constricciones de la ra2ón. fuera
famili arizarse. su reunión en el par de los sujetos S y A sólo de una aceptación de prin cipio de una regla del debate que
cuenta en total con cuatro términos, debido a que la relació n impli ca un ac uerdo explícito o implícito sobre lo que se llalna
de excl usión que juega entre a y a' redu ce a las dos parejas así su Condo, lo cual equivale casi siempre a un acu'erdo auti cipado
anotadas a una sola en la con frontación de los sujetos. sobre lo que es tá en juego. Lo que llaman lógica o derecho no
Con esta partida 'entre cua tro, el analista ac tuará sobre las es nunca nada más que un cuerpo de regl as que fueron la bo­
resisten cias signif/ca tivas que las tran, frenan y desvía n a la pa­ riosa m'ente ajustadas en un momento de la hi storia debida mente
labra, apor tand o él mismo al cuarteto el signo primordial de la fechado y silUado por un sello de origen, ágo ra o [oro, iglesia,
excl usión qu'e cÓnnOla el "o bien - o bien" d e la presencia o incluso partido. N o esperaré pues nada de esas regl as fu era de
de la a usencia. que desentra ña formalme nte la muerte incluida la buena fe del Otro, y en caso extremo no las utilizaré, si lo
en la B ílclu ng narcisista, Signo que fa lta, observémoslo de pa­ juzgo a propi ado o si me obligan a ell o, sino para divertir a la
sada, en el apa rato a lgorí tmico de la lógica moderna que se mal a fe.
intitula simbólica, y que demuestra en él la insufi ciencia dia­
léctica que la hace todavía inepta para la forma li zación de las
cien cias humanas.
Esto quiere decir que 'el ana lista interviene directamente en El LUGAR DE I ,A PALABRA
la dialéc tica d el análisis haciéndose el muerto, cadaverizando
su posición, como dicen los chinos, ya sea por su silencio allí El Otro es pues el lugar donde se constituye e l yo [je] que habla
d onde es el Otro [/:Iuh·e]. con una A mayúscu la. ya sea anu landó con el que escucha, ya que 10 que uno di ce es ya la respuesta.
su pro pia res i ~ l e n c i ~ a llí dond e es el otro [a1.tt1·e] con una a mi- y e l otro decide al escucharlo si el uno ha h ablado o no,
414 LA COSA l'Rl::UDIANA LA COSA FREUl>!ANA 415

Pero a su vez, ese IUg'dr se extiende en el suje to tan lejos como ción central. Y esto es lo que me permite ahora decjrles por qu é
reinan las leyes de la palabra, es decir mucho más allá del dis­ los m otivos del inconsci'ente se limitan -punto sobre., el cua l
curso que tom;:! d'el yo sus consignas, desde que Freud des cu. Freud tomó partido desde el principio y nunca se desdijo- al
brió su campo in consciente y las leyes que lo estructuran. deseo sexual. En efecto, es esencialmente ~obre el n'e xo sexual,
No es en virtud de un misterio. que sería el de la indestruc· y ordenándolo bajo la ley de las alianzas preferenciales y de las
tibilidad de cier tos c1es'eos infantiles, como estas leyes del incons. rela ciones prohibidas, so bre el que se apoya la primera combi_
ciente determinan los síntomas analizables. El modelado ímagi­ na toria de los intercam bios de mujeres 'entre las estirpes nomi­
n<lri o del suj eto por sus deseos más o menos fij<ldos o regresado~ nales, para desarrollar en un intercambio de bienes gratu itos
e n. su rehlci6n con el obj'eLQ es insufi ciente '1 parcial para dar y en un intercambio de palabras clave el comercio fundamental
su clave . y 'el dis curso con creto que soportan las sociedades humanas.
La insistencia repetitiva. de esos deseos en la transferencia El campo concreto de la conservación indi vidual , en camb io,
y su rememora ción permanente 'en un significante del que se ha por sus nexos co n la división no del trabajo, sino del deseo y
apoderado la represión, es decir donde lo reprimido re torna, del trabajo, )a manifestado desde la primera transformación
encuentran su razón necesaria y suficiente . si s'e admite que el que introdu ce en el alimen to su significación humana hasta las
de::;eo del reconocimiento domina en esas determinaciones al [armas más 'e laboradas de la producción de bie~es que se consu­
deseo que queda por reco nocer, conservJndol0 como tal hasti:l que men, muestra sufi cientemente que se estructura en esa dialécti­
sea reconocido, ca del amo y del esclavo en la que podemos reconocer la 'emer­
Las leyes <.le la rememoración y del reconocimiento sim bólico. gen cia si mbólica de la lucha a muerte imaginaria en la que
en efecto, so n diferentes 'e n su esencia y en su manifestación de hemos definido hace un momento la estructura 'ese ncial del yo:
las leyes de la reminiscencia imaginaria. e~ decir del eco del así pues no hay por qué extrañarse de que ese campo se refleje
sentimien to o de la impronta (P1'iigung) instintual, incluso si exclusivam ente en esa estructura . DidlO de otra manera, esto ex­
l o~ elementm ordenados por las primera!:. como significantes han plica que el o tro gran deseo ge nérico, el del hambre, no esté
sido tOnlados del material al que las segundas dan su sign ifi:, representado, como Freud lo sostuvo siempre. e n lo qu'c el in­
cación, consciente conserva para h acer lo reconocer.
Para tocar la naturaleza de la memoria simbólica ba~ta con Así se ilumina cada vez más la intención de Freud , tan legible
haber estudiado una vez, como yo lo hi ce hrlcer en mi semina­ para quien no se conte nte con hacer el tonto alrededor de su
rio, la continuidad simbóli ca más simp le, la de una serie lineal
texto, en el momento 'en que promovió la tóp ica del yo. y qu e
üe signos que connotan la alternativa de la presencia o de la
fne la de restaurar en su rigor la separación, hasta en su inter­
ausencia, habiendo escogido crlda una al azar, ya se proceda
ferencia in consc iente, del ca mpo del yo y el del incon sci"ente pri­
bajo un modo puro o impuro, Apórtese entonces a esta continui­
meramenle descubierto por el. mostrando la posición "de tra ·
dad la elaboración más simple, la de anotar en ella las frecuen­
cias ternarias en una nu'eva ser ie, y ~e verán aparecer leyes !:. in­ vés" del primero en relaci6n con el s'egu lulo, a l reconocimiento
t<¡cti cas que imponen a cada término de ésta ciertas exclusiones del cual resiste por la incidencia de sus propias significaciones
de posibilidad hasta qu e se levan ten las compensaciones que e n la palabra .
exigen sus antecedentes, Es lIhí si n duda donde reside el contraste entre las significa _
Fue el corazón de esta determinación de la ley simbólica lo (:ion'es de la culpabilidad cuyo descubrimiento en la acció n d el
que Freud alcanzó de buenas a primeras con su descubrimiento, sujeto dominó la [ase primera de la historia del análisis, y las
pues 'en este inconsciente del que nos dice con insis tencia que significaciones de frustrac ión afectiva, de carencia instintual y
no tiene nada que ver con todo lo que hab ía sido designado con de depend encia imaginaria del sujeto que dominan su fa se actual.
ese nombre hasta entonces, reconoció la in stan cia de las leyes Que la preeminencia de las segundas, tal como se consolida
en que se fundan la alianza y 'el parentesco, instala ndo en ellas actualmente en el olvido de las primeras, nos prometa un a pro­
desde la Tntumaeuhtng el comp lejo de Edipo como su motiva- pedéuli ca de in[antilización general, no es decir mucho, cuando
LA COSA FREUDI AN A 417
416 LA COSA FREUDIA NA

el psicoan álisis permite ya que se a uto ricen en su principio efec tos de presuglO en los qU'e el yo se afirma, en la palabra
prácticas d e mistifi cació n social en gran escala. que se confiesa en tal m omento del análisis que es el momento
analítico.
Creemos que es en la co nfesión de esta palabra de la q ue la
transferencia es la ac tualización enigmáti ca donde el a nálisis
LA DEUDA SI?-.fBÓ U CA d ebe recuperar su centro al mismo tiempo que su gravedad. y
qu e nadie vaya a imaginar por nuestras afirmaciones de ha ce
¿Nuestra acción irá pues a reprimir la verd ad mism a que arras­ un momento qu e concebfamos esa palabra bajo a lgún modo
tra en su ejercic io? ¿Pondrá a dormir a es ta verd ad, que Freud místico evocado r del harma. Pues lo que llama la a ten ción en
en la pasión d el hom bre ele las rat as mantend ría ofrecida para el drama patético de la neurosis, son los aspe ctos absurd os de
siempre a nu es tro reconocimiento, incluso si tu viésemos que una simbohzación d esconcer tada cu yo quid pro quo cuanto más
apartar cada vez más d e ella nuestra vigilancia: a saber, que de se le penetra más irrisori o apa rece.
las contr¡¡hechu ras y d e los vanos jura me ntos, de las faltas a la Adaequatio rei el intellectus : el enigma homoními co que po­
palabra y d e las pa labras en el aire cu ya co nstelac ión presidió la demos hacer brotar d el genitivo rei, que sin cambiar siquiera
venida al mun do de un hombre, está am asado el con vidado de d e acento puede ser el de la p alabra reus) que qui ere d ecir
piedra qu e vie n'e a tu rbar, en los síntomas, el banquete de sus pa rte en un proceso, y más pa rticularmente el acusado , y meta­
deseos ? fóricamente 'el que es tá en de uda por algo. nos sorprende d ando
Pues 1a uv a agraz de la palabra por la cwli el niño recibe de­ fi nalm'ente su fórmul a a la ad ec uació n singular cu ya cues ti ón
masiado tempn'lll o d e un padre la autentjfi cación de la nada de planteá b amos para nu estro intelecto y que encuentra su res­
la existencia, y e l raci mo de la ira qu e responde a las palabras pues ta en la deuda simbólica de la que el sujeto es res ponsabl e
de falsa esperanza co n que su madre lo ha embaucado al alimen­ como suj eto de la palabra.
tarlo con la lec he de su verdadera desespera nza, le d a n más den­
tera que el ha ber sido destetad o de un gozo imagin ari o o incluso
el haber sido p riva do d e t;¡ les cuidados reales.
LA FORMACI6N DE LOS ANALISTAS FUTUROS
¿Escurriremos el bulto de lo simbó lico po r medio del cual la
fa lta real paga e l p recio de la ten tación im agin ar ia? ¿Desvia­
remos nues tro 'estudio d e lo que sucede con la ley cuando, por P or eso es a las estructuras del lenguaje, tan manifi es tame nte
haber sido in tolera bl e a una fidelidad del suj e to, fue descono­ reconocibles en los m ecani smos primordialmente descubiertos
cida por él ya cuando era todavía ignorada, y d el imperativo si, del in consciente, a las q ue regresaremos para rea nud ar nues tro
por haberse prese ntad o a el en la impostura, es refutado en su análisis de los mod os bajo los cuales la palabra sa be recubrir la
fuero antes de ser discernido: es decir de los reso rtes que, en d euda que engendr a.
la malla rota de la cad ena simbólica, hacen su bir desde lo ima­ Que la historia d e la lengua y de las instituciones y las reso ­
ginario esa fi g u ra obsce na y feroz en la qu e es preciso ver la n an cias, a testiguadas o no en la memoria, de la literatura y d'e
significa ció n verdadera de l super yó? las significacion es impli cad as en las obras de arte, sean necesa­
Enti énd ase aquí qu e nuestra crítica de l aná lisis que pretende r ias para la in teligen cia d el texto de nuestra experien cia , es un
ser an á lisis d e la resiste ncia y se redu ce cad a .vez a la moviliza­ h ech o del que Freud, por h aber tomado él mismo allí su inspi­
ción de las d efensas, no se refi~ re sino al hecho de qu e está tan raci 6n, ~us procedimien tos d e pensamiento y sus armas téc nicas,
desorientada en su prác lica como en sus prin cipios, para vol­ da testimonio tan abrumad ora menre que se lo puede pa lpa r co n
verla a llama r al ord en d e sus fines legíti mos, .,Mo hojear las páginas d e su obra. Pero no juzgó superfl uo po­
Las mani obras d e complicidad dual en las qu e se esfu'erza ner esa condición a tod a ins titu ci6n d~ una ense ñan za d el psi.
roan~di s is.
para lograr efec tos de felicidad y de éxi to n o podrían tomar
valor a nu es tros oj os sino aminorando la res istencia de los Q ue esa condici ón h aya sido desc uidada, y hasta en la selec­
418 LI". COSA FREUDIANA

ción de los analistas, es cosa que no podría ser extraiía a los EL PSICOANÁLISIS Y SU ENSEflANZA
resultados que vemos, y que nos indica que es articulando téc­
nicamente sus exigencias como únicamente podremos satisfacer­ COMUNICACiÓN PRESENTADA A LA SOCIEDAD FRANCESA
la. De lo que debe tratarse aho ra es de un a iniciación a los mé­ DE FILOSOFÍA EN LA SESlÓN DEL 23 DE FEBRERO DE 1957
todos del lingüista, del historiador y yo diría que del matemá­
ti co, para que una nueva generación de practicantes y de inves­
tigadores recobre el sentido de la experiencia freudiana y su
motor. Encontrará también con qué preservarse de la objetiva­
ción psico-sociológica donde e l psicoanalista en sus incertidum­
bres va a buscar la sustancia de lo que hace, siendo asf que no
puede aportarl'e sino una abstracciÓn inadecuada donde su prác. El argu.mento siguiente habia sido distribuido según la costumbre
Lica se empantana y se disuelve. a los miembros de la Sociedad antes de la comunicación:
Esa reforma será una obra institucional, pues no puede soste­
n erse sino por una comunicación constante con disciplinas que :EL PSICOANÁLISIS, LO Que NOS ENSEÑA.
se definirían como ciencias de la intersubjetividad, o también
1, En el inconsciente que es menos profundo que inaccesible
por el término de ciencias conje turales, término con el cual
indico el orden de las investigaciones que están haciendo virar a la profundización consciente, ello habla (ca parle): un suje­
la implicación de las ciencias humanas. to en el sujeto, trascendente al sujeto, plantea al filósofo desde
Pero semejante dirección no se mantendrá sino gracias a una la ciencia de los suMíos su pregunta.
enseñanza verdadera, es dec ir que no cese de someterse a lo n, Que el síntoma es simbólico no es decirlo todo. El autor
que se llama inno vación, pues el pacto que instituye la expe­ demuestra:
riencia debe tener en cuenta el hecho de que ésta instaura los que con el paso del narcisismo, al separarse lo imaginario de
eíectos mismos que la capturan para apartarla del sujeto. lo si mbó lico~ su uso de significante se distingue de su sen lido
Así, denunciando el pensamiento mágico no se ve que es pen­ natural,
samiento mágico, y en verdad la coartada de los pensamientos que como una metonimia más vasta engloba sus metáforas,
de pod-er, siempre dispuestos a producir su rechazo en una ac· la verdad del inconsciente debe situarse entonces entre las lineas,
ción que no se sostiene sino por su articulación con la verdad. que Freud en el instinto de muerte se interroga sobre el ser
Es a esa articulación de la verdad a la que Freud se remite porte de esta verdad.
al declarar imposibles de cumplir tres compromisos: educar, nI. Si es por re cusar como impropia esta interrogación de
gobernar, psicoanalizar. ¿Por qué lo serían en efecto, sino porque Freud por lo que los psicoanalistas de hoy
el sujeto no puede dejar de estar en falta si se hila en el margen han desembocado en un "ambientalismo" declarado, en con­
que Freud reserva a la verdad? tradicción con la contingencia que Freud asigna al objeto en
Pues la verdad se muestra allí compl'eja por esencia, humilde el destino de las tendencias,
en sus oficios y extraña a la realidad, insumisa a la elección y regresado al más primario ego-centrismo, en contrasentido
del sexo, pariente de la muerte y, a fin de cuentas, más bien con el estatuto de dependencia en que Freud reclasificó al yo.
inhumana, Diana tal vez. , . Acteón demasiado culpable de aco· y sin embargo...
sar a ]a diosa, presa en que se prende, cazador, la sombra en
que te conviertes, deja ir a la jauría sin que tu paso se apresure, . . .CÓMO ENSEÑARLO.
Diana reconocerá por lo que valen a los perros.. ,
IV , La inmensa literatura en que se ~enuncian esta contradic­
cü:m y este contrasentido puede servir de casufstica útil para
demostrar dónde se sitúa la resistencia, engañada aquí por su
[419]
Jt..JJi¡;;Z; - T rt'

420 EL PSICOANÁLISIS Y SU ENSEÑANZA


f,:L PSICOANÁLISIS Y SU E~SE~ANZA 421
propia carrera: o sea en los efectos Imaginarios de la relación retórica refinada de la que el inconsciente nos ofrece el asidero,
entre dos cuyos fantasmas, iluminados desde otra fuente, van y la sorpresa -que introduce a ese Otro [Autre] (que ha de do­
a creer consistente su consecuencia. tarse de una A ma yúsc ul a) del que, aún dirigiéndost alotro [aut"]
y esta vía de penurias se habilita por esta condición del aná­ (con a minú scula) , invoca-la fe, aunque sólo tu ese para mentirle.
lisis: que el verdadero trabajo en él está escondido por na­ Es a ese Otro más allá del otro al que el analista deja lugar
turaleza. por medio de la neutralidad con la cual se hace no ser ne·uler,
v. Pero no sucede 10 mismo con la estructura del aná lisis, que ni el uno ni el otro de los dos que están allí, y si se calla, es
puede formularse de manera enteramente accesible a la comu­ para dejarle la palabra.
nidad cientHica, si se recurre mínimamente a 'F reud que propia­ El incon sciente es ese discurso del Otro en que el sujeto rc­
mente la constituyó. cibe, bajo la forma invertida que conviene a la promesa, su
Pues el psicoanálisis no es nada sino un artificio del que propio mensaje olvidado.
Freud dio los constituyentes al establecer qu e su conjunto en­ Ese Otro sin embargo sólo está a medio camino de una bús·
globa la noción de esos constituyentes. queda que el inconscien te delata con su arte difícil y cu ya ¡gno.
De tal manera que el mantenimiento puramente formal de rancia cuán enterada revelan las paradojas del obje to en Freud ;
estos co nsti tuyentes basta para la eficacia de su estructura de pues si lo escuchamos, es de un rechazo de donde lo real toma
conjunto, y que entonces lo incompleto de la noción de estos existenci a; aquello de lo que el amor hace su objeto es lo que
constituyentes en el analista tiende en la medida de su amp li­ falta en Jo real ; en lo que el deseo se detiene es en la cortin a
tud a confundirse con el límite que el proceso del aná lisis no
detrás de la cual esa fa lta está figurada por lo real.
franque ará en el analizado.
De este a rgumento, refere ncia para la discusión, el a utor tra­
Esto es lo que verifica con su inapreciable confesión la teoría
tará uno o dos pun tos.
de moda: que el yo del analista, del que es fácil co ncebir que
hahrá que llamarlo cuando menos autónomo~ es la med ida de la
La comunicación fu e hecha en estos términos:
realidad cuya prueba para e] analizado la constituiría el análisis_
No podría tratarse de nada semejante en los confines del
Sin detenerme a preguntarme si el texto de mi argumento partí a
análisis, sino sólo de la restitución de una cadena simbó li ca cu·
yas tres dimensiones: o no de una idea justa en cuanto a la audiencía que me espera,
de historia de una vida vivida como hi storia,
precisaré que al interrogar as1: "Lo que el psicoanálisis n os en·
de suj eción a las le yes del lenguaje, únicas capaces de sobre­
seña, ¿cómo en señ arlo?", no he querido dar una ilustració n de
determinación, mi modo de enseñtlnza . Este argumento sitúa, para que se refie·
de juego intersubjetiva por donde la verdad entra en lo real, ra a ellas, como lo ad vierto al final, la discusión, las tesis rel a·
indican las direcciones en que el autor entiende tr azar las vías tivas al orden que ins tituye el psicoanálisis como ciencia. después
de la formación del analista. extrae de eIlas los princi pi os por los cuales mantener en ese
VI. Este lugar descrito de la vercbd preludia la verd ad del lu­ orden el programa de su enseñanza. Nadie, me parece, si un
gar descri too propósito tal se aplicase a la física moderna, calificaría de sibj·
Si ese lugar no es el sujeto, tampoco es el otro (que ha de lino el uso di screto de una fórmula algebraica para indicar el
anotarse con inici al minúscula) que, dando un alma a las apues­ orden de abstracción que constitu ye: ¿por qué entonces aquí
tas d el yo, un cuerpo a los espejismos del deseo perverso, hace nos quedarfamos fru strados de una experiencia más suculenta?'
esas coalescencias del significante al significado, a las que se Tal vez no es necesario indicar que semejante propósito con·
prende toda resis tenci a, en las que toma su pivote tod a suges­ sidera rebasado e l momen to en que se trataba de hacer recono·
ti ón, sin que en ello se dibuje nada de alguna astucia de la cer la existencia del psicoanálisis, y, como quien dice, de produ.
razón, salvo por ser permeables a ella. cir en su favor certificados de buena conducta.
La que las atraviesa, ya que la violencia está excluida, es la Tomo como establecido que esta discíplina dispone ya, en
. .-
. .. ,"~

iZ2 EL PSICOANÁLISIS Y SU ENSEÑA Jo.7..A EL rSlcoANÁLISIS v su ENSEÑANZA 42~

todo concierto de espíritus autorizados, de un crédito más que masiva que el análisis de las mitol ogías d ebe a su inspiración,
sufi ciente en lo que h ace a su existencia calificada. a la formación de un concepto como el de basic persona lit y
Nadie, en nuestros dfas, pondrá a cuenta de un desequilibra­ struclure con que los procustos norteamericanos atormentan con
do, si hay que juzgar su capacidad civil o jurídica, el hecho de su rasero el misterio de las almas pretendidamente primitivas.
hacerse psicoanalizar. Antes bien, cualesquiera que sea n sus ex­ Queda el hecho de que no sin razón uno de nosotros, de le­
travagancias por otra par te, ese recurso será puesto en la cuenta vantarse entonces, podría conmovernos con todo lo que nuestra
de un esfuerzo de crítica y de control. Sin duda los mismos que cultura propaga que pertenece al nombre de Freud, y afirmar
h a yan aplaudido ese recurso se mostrarán ocasionalmente, al que, cualquiera que sea la le y de su aleación, el orden de su mag­
mismo tiempo, mucho más reservados sobre su empleo en cuanto nitud no es tan incomparable con aquello que vehicula, de
a ellos mismos O a sus allegados. Queda el hecho de que el psi­ buen o de mal grado, de Jo que pertenece al nombre de Marx.
coanalista lleva consigo el crédito gue se le abre, a decir verdad P ero también tendríamos en el balance un nombre de Freud
con increíble ligereza, de conocer su asu nto -y que los mas m ás comprometido, y en servidumbres más conf us as que el de
reticen tes de sus colegas psiquiatras, por ejemplo, no tienen in­ 'u parangón.
conveniente e n pasarle la óaza en todo un orden de casos con Seda entonces cuando se volverían ustedes hacia los practi­
los que no saben qué hacer. can tes para pedirles que decidan tajantemente Con lo vivo t~
No obstante supongo que los representantes de disciplinas m ado de su experiencia en cuanto a la sustancia del mensaje
muy diversas de quienes habré de ser oído hoy, han venido, en freudiano. Pero de referirse tan sólo a la literatura ciertamente
vista del lugar. bastante como fil ósofos para que pueda abor­ abundante en la que confrontan sus problemas técnicos, ten­
darlos con esta pregunta: ¿qué es, a su juicio, ese algo que el drían ustedes la sorpresa de no encontrar en ella ninguna línea
análisis nos enseña que le es propio, o lo más propio. propio más segura. ninguna vía de progresión más decidida.
verdaderamente, verdaderamente lo más. lo más verdaderamente? Se encontrarlan ustedes más bien con que si algún efecto de
Apenas me adelanto si presumo que las respuestas recogidas desgaste no fue ajeno a la aceptación del psicoanálisis por los
sedan más dispersas que en los tiempos de la primera impug­
medios cultivados. una especie de extraño contragolpe le saldría
nll ci6n del an álisis.
al li al enc uentro, como si algún mimetismo, subordi nand o el
La revolución constituida por la promoción categórica de las
esfuerzo de convencer, hubiera conquistado a los exégetas para
tendencias sexuales en las motivaciones humanas se em brollaríll
sus propios acomodos.
en un ensanchamiento de la temáti ca de las relaciones interhu­
y tendrían ustedes entonces el malestar de preguntarse si ese
manas, y aun de la "dinámica" psicosociológica.
"se" impersonal en el que se encontrarían confundidos con Jos
La calificación de las instancias libid inales apenas podría elu­
dirse globalmente, pero, mirando má s de cerca, se resolvería en técnicos por reconocer en el simple hecho de su existencia lo que
relaciones existenci ales cuya regu laridad , cu ya normatividad escaparía así a la pregunta de ustedes no sería a su vez dema­
nos las mostrarían llegadas a un estado de domesticación bien .~iado cuestionable en su indeterminación, por no poner en tela
notable. de juicio el hecho mismo de ese reconocimiento, si es que, aun­
Más allá, veríamos dibujarse una especie de analogismo POSI­ que fuese solamente para una cabeza pensante, e l reconocimien­
tivista de la moral y los instintos cuyos aspectos de conform ismo, to exige fundarse en una alteridad más firme .
si no ofenden ya ningún pudor, pueden provocar alguna ver­ Sepan que esa puesta en tela de juicio es efectivamente la que
güenza, me refiero a aq uella que es sensible al ridículo, y susci­ asumo al plantear mi pregunta, y que en esto yo, analista, me
taría el telón -para reducirnos al testimonio de las investiga­ dist ingo de los que consideran que la puerta cerrada sobre nues­
ciones antropológicas. tra técnica y la boca cerrada sobre nuestro saber son expedien­
Aquí los aportes del psicoanálisis parecerían imponentes, si tes suficien tes para poner remedio a es.a alteridad desfalleciente.
bien acaso tanto m ás sujetos a ca uci ón cuanto más directamen­ Pero ¿cómo recordar a unos analistas que el error encuentra
te impuestos. Como podría medirse comparando la renovación sus seguridades en las reglas con que se protegen las preocupa­
.~ •.,1!

424 El.. PSICOANÁLISIS Y SU .ENSF:ÑANZA I{1.. P SICOANÁLISIS y SU ENSJ::ÑAN'ZA 425

ciones que él engendra, y ~n la medida de l hecho de que nad ie rente. ¿Es esa proveniencia au téntica la que Freud recobró
ve nada allí? en el conflicto que pone en el corazón de la dinámica psíqui ca
y ahora planteemos de nuevo nuestra pregunta para maravi. que constituye su descubrimiento?
Jlarnos de que nadie piense ya en contes tarla con esta simple Observemos primeramente el lugar donde el conflicto es de­
palabra: 'el inconsciente, por la razón de que hace mucho tiem­ notado, luego su (unción en 10 real. En cuanto al primero, Jo
po que esa palabra no plantea ya ninguna cuestión para nadie. encontramos en los síntomas que sólo abordamos en el nivel en
No plantea ya ninguna cuestión porque no han descansado hasta el que no tenemos únicamente que decir que se expresan, sino
que su empleo en Freud aparezca ahogado en el linaje de con­ dond'e el sujeto los articula en palabras: esto si conviene no ol­
cepciones homÓnimas a las que él no debe n ada, aunque le son vidar que aquí reside el principio del "parloteo" sin respiro a l
an tecedentes. que el análisis limita sus medios de acc ión e incluso sus modos
Estas concepciones mismas, lejos de traslaparse entre ellas, tie­ de examen, posición que, si no fuera constitu ye nte y no s610
nen en común el constituir un dualismo en las funciones pslqui­ manifiesta 'En el análisis de los ad ultos, h aría inconcebible tod a
cas, donde el inconsciente se opone al consciente como lo instin­ la técnica incluyendo la que se aplica a l niño.
tivo a lo intelectual. lo automá tico a lo control ado, lo intuitivo Este conflicto es leido e interpretado en ese texto cuyo enri­
a lo discursivo, lo pasional a lo racionalizado, lo elemental a lo quecimiento necesita el procedimien to de la asociación libre .
integrado. Estas concepciones de los psicólogos sin embargo han Así pues no es sólo la presión obtusa, ni el ruido parásito de
sido relativamente poco permeables a los acentos de armonía la tendencia inconsciente el que se deja oír en ese discurso, sino,
natural que la noción romántica del alma había promovido si pu'edo hace r despuntar así lo que vamos a tener que llevar
sobre los mismos remas, en cuanto que conservaban en un se­ mucho más lejos en ese sentido, las interferencias de su VOl.
gundo plano una imagen de nivel que, si tu ando su objeto en ¿Pero que sucede rea lmente con esa voz? ¿Volvemos a encon­
lo inferior, lo consideraba confinado allí, incluso contenido por trar aquí esas fu enres imaginarias cuyos prestigios encarnó el
la instancia superior, e imponía en todo caso a sus efectos, para romanticismu en el Volhsgeisl, el espíritu de la raza? No se ve
ser recibidos en el nivel d'e esa instancia, una filtración en la por qué Freud habría excomulgado a Jung, ni qué autorizaría
que perdían en energía lo que ganaban en "síntesis". a sus adeptos a proseguir sobre los de Jun g su anatema, si fuera
La historia de es tos presupuestos merecería atención bajo más és te el alcance de l simboli smo por medio del cual Freud pene­
de un aspecto. Empezando por los prejuicios políticos en que tró en el análisis del síntoma definiendo a la vez su sentido psi­
se apoyan y que acotan, y que nos remiten nada menos que a coanalítico. De hecho, nada más diferente que la lectura que
un organicismo social que, de la sencillez irrebasable en que se las dos escuelas aplican al mismo objeto. Lo groresco es que
articula en la fábula que le valió la ovación al cónsul Menenio los freudianos hayan mostrado no estar en situación de formu­
Agripa, apenas ha enriquecido su metáfora sino con el papel lar de manera satisfactoria una diferencia tan tajan te. El hecho
consciente otorgado al cerebro en las actividades del mando de llenarse la boca con la palabra "cientUico", y aun con la
psicológico para desembocar "en el mito ya asegurado de las ralabra " biológico", que están, como todas las palabras, al al­
virtudes del brain trust . cance d'e todas las bocas, no les hace ganar un solo punto más
No sería menos curioso comprobar cómo los valores aquí en­ en ese camino, ni siquiera a los ojos de los psiquiatras, a quie­
mascarados obliteran la noción de automatismo en la antropolo­ nes su fuero interno no deja de avisarles sobre el a lcance del uso
gía médica y la psicología prefreudiana, esto con respecto a su que hacen a su vez d'E est;¡s palabras en gestiones igualmente
empleo en Aristóteles, mucho más abierto a todo lo que le res­ inciertas.
titu ye ya ]a revolución contemporánea de las máquinas. La vía por Freud, aquí. si u embargo, n o nos es sólo trazada;
El uso del térm ino liberación para designar las funciones que está pavimentada en toda su longitud con las afirmaciones más
se revelan en las desintegraciones neuroJógicas señala bien los macizas, las más constantes y las más·imposibles de desconocer.
valores de conflicto que conservan aquí, es decir en un lugar Léasele, ábrase su obra en cualqui'er página , y se encontrará
en el que nada tiene que hacer, una verdad de provenienc ia dife­ ~i empre el aparato de este cami no real.
426 EL PSICOANÁLISIS Y SU 1::NS.t:Ñ"NZ" F.L PSICOANÁLISIS Y su .t: NS11.Ñ ANZ" 427
Si el in con:,ciente puede ser objeto de una lectura con la que el horizonte limitado de los pedagogos ha querido reducir las
se han esclarecido tantos temas míticos, poéticos. religiosos. ideo­ relaciones del individuo con el lenguaje.
lógicos, no es que aporle a su génesis el esla bón intermedio de Si se trata en efecto para el hombre de alojarS'e en un "medía"
una especie de signifi ca Lividad de la naturaleza en el hornbre, que tiene tantos derechos a nuestra consideració n como las aris­
incluso de una signatura rerum más universal, que estaría en tas, erradamente consideradas como las úni cas generadoras de
el p rincipio de su resurge ncia posible en todo individuo. El sín­ experiencia, de lo real, e l descubrimiento de Freud nos muestra
toma psicoanalizable, ya sea normal o patológico, se distingue que este medjo de l simbolismo es bastante consistente para
no s610 de l indicio diagn6stico, sino de toda forma captable de hacer incluso inadecuada la locución que diría del alojamiento
pura expresividad en que está sostenido por una estructura que en cuestión que no vie ne solo, pues justamente 10 grave es que
es idéntka a la estru ctura del lenguaj e. Y con esto no diremos vi'ene solo, incluso cua ndo anda mal.
una estru ctura que ha ya que situar en una semiología cualquie­ Dicho de otra manera, esa enajenación que nos había u des­
ra pretendidamente ge neralizada que hay que sacar de su limbo, crito desde hace algún tiempo con exactitud. a unque en un
sino la estru ctura del lenguaje tal como se manifiesta en los plano un poco panorámico, como cons titu yendo las relaciones
lengua jes que llamaré positivos, los que son efectivamente h a­ entre los hombres sobre e l fundamento de las relaciones de su
blados por masas humanas. trabajo con los ava tares de su producción, esa enajenación . deci­
Esto se refiere al fundamento de es ta es tructura, o sea a la mos, aparece ahora en cierto modo redoblada. por desprenderse
duplicidad que somete a leyes distintas los dos registros que se en una particularidad que se conjuga con el ser, bajo especies
a nudan en ella: del signifi cante y del significado. Y la palabra que no hay más remedio que llamar no progresistas. Esto sin
registro designa aquí dos encadenamientos tomados en su glo­ embargo no es bastante para hacer que se ca lifique este descu­
balidad, y la posición primera de su dis tinción suspende a priori brimi ento de reaccionari o, cualqui era que sea el uso cómpli ce
del examen toda 'eventualidad de hace r que estos registros se para el que ha ya podido emplearse. Antes bien se explicaría
equivalgan término por término, cualquiera que sea la a mpli­ uno así la displi cencia rabiosa de la! costumbres pequeii.obur­
tud en que se los dete nga . (De hecho semejante equiva lencia se guesas que parece formar el cortejo de un progreso social que
revela infinitamente más compleja que ninguna corres ponden­ desconoce en todos los casos su resorte: pues actualmente es en
cia biunívoca, cuyo mod elo sólo es concebible por un sis tema la medida en que ese progreso es sufrido 'en la que autoriza el
significante a otro siste ma significante, según la definición que psicoanálisis, y en l" medida en que se pone en acción en la que
da de ello la teoría ma temática de los gTUpoS.) 10 proscribe, gracias a lo cual el descubrimiento freudiano no
Así, si el síntoma puede leerse, es porque él mismo está ya ha rebasado todavía en sus efectos los que Diógenes esper~ba
inscri to en un proceso de escritura. En cuanto formación par­ de su linterna.
ticular del inconsciente, no es una significación, sino su re lación Nada si n embargo que contradiga la amplia dialéctica que
con una estructura signif icante que 10 determina. Si nos permi­ nos hace siervos de la historia sobreponiendo sus ondas a la mes­
ten el juego de p alab ras, diremos que de lo que se trata es siem­ cola nza de nuestras grandes migraciones, en esto que liga a cada
pre de la concordancia del sujeto con el verbo. uno de nosotros a un girón de discurso más vivo que su vida
y en efecto a 10 que nos remite el desc ubrimiento de Freud misma, si es verdad que, como dice Goethe, cuando " lo que
es a la enorm idad de ese orden en que hemos entrado, en el está sin vida 'está vivo, puede igualmente producir la vida". l
que, si asf puede decirse, hemos nacido por segunda vez, sa liendo Es también que de ese gir6n de discurso, a falta de haber
de l estado nombrado con justicia infa ns sin pal abra: o sea el
J
podido proferido por la garganta, cada uno de nosotros está
orden simbólico constitu ido por el lenguaje, y el momento del condenado, para trazar su línea fa tal, a hace rse su alfabeto vivo.
discurso universal concreto y de tod os los surcos abie rt os por él Es decir que en todos los niveles de la ac tuación de su marione­
h asta esta hora en los que hemos tenido que acomodarnos.
Pues la noción plena que articula aquí mi propósi to va mu­ 1 Coethe, Willi l!lm M eis tt:r, ed. Erich T ronz, Chri sIian Wagner Verlag.
cho más aHá del aprendizaje fun cional, y aun nocional al que Hamburg, t. JI: WilJ¡t:lm Mei.Her Wand erjahre, x, 2. p . 15.
---.. . r~

428 }:L PSICOANÁl...1S1S y su F;NSF.Ñ ,\ NZ,\ 429


EL PSlCOANÁLtSIS y SU E NSJ!ÑANZIt.

la, toma prestado algún elemento para que su secuencia baste Recordarán ustedes esa punta quebrada de la espada de la me­
para dar tes timonio de un texto, sin el cual el d eseo transmi­ moria: el signor del nombre de Signorelli, para Fre ud imposible
.ido en él no s·ería indestructible. de evocar como autor del fresco célebre del Anticris to en la
y aun es to es hablar demasiado de Jo que damos a ese testi. catedral de Orvieto, mientras que los detalles y la fi g ura misma
monio, sie ndo así que en su mantenimiento nos desatiende lo del pintor qu e se inscribe en él no parecen sino acudir más
bastante para transmitir sin nuestra conformidad su ci fra trans­ vivamente a su recuerdo. Es que sign o r~ con el H err, el Amo
formada a nuestro linaje filial. Pues aun si no hubiese nadie absoluto, es asp irado y reprimido por el soplo de apocalipsis que
para leerla durante tantos siglos como los jeroglíficos del de­ se alza en el inconsciente de Freud ante los ecos de la conversa~
sierto, seguiría siendo tan irreductible en su abso luto de signi­ ción que está sosteniendo: perturbación, insiste él a este propó.
ficante como és tos habrían seguido siendo al m o vjmien lO de las sito, de un tema que acaba de emerger por un tema precedente
arenas y al si lencio de las estrellas, si ningún ser humano hu­ -que efectivamen te es el de la muerte asumida.
biera venido a devolverlos a una significaci ón restituida, Es decir que vo lvemos a encontrar aquí la condición cons titu­
y de esta i rreductibi lidad participa el humo frágil del sueño yente qU'e Freud impone al sín toma para que m erezca ese nom­
como el rébus [jeroglífico] en el fond o del plato (considerados bre en el sentido analítico, es que un elemento mnésico de una
por Freud como semejantes en su elaboración), el tropiezo de situación anterior privilegiada se vuelva a tomar para articular
la conduela como la errata del li bro (uno y otro logrados en su la situación ac tu al, es decir qu e sea 'empleado en eIJa inconscie n ~
signifi ca ncia más bien que significaciones faBidas), y la futiIi~ temen te como elemento significante con e l efecto de modelar la
d ad d e la frase inge niosa de la que a partir de su técni ca Fre ud indeterminación de lo vívido en una significación rendenciosa.
nos mues tra que su a legría propia reside 'en hacernos participar ¿No es es to haberlo dicho todo?
en la dominancia del significante sobre las significaciones más Entonces me consideraré exento de una referencia de los
pesadas de lleva r de nuestro des tino. efectos del inconsáente a ]a doble edificación de la sincronia y
¿No son és tos, en efecto, los tres registros, objeto de las tres de la diacronía, que, por necesaria que sea, no carecerí a de pe­
obras primordiales donde Freud de,cubrió las le yes del incons­ dantism o a nte semejante reunión, con una fábula apta para
ciente y donele, si ustedes las leen o las releen con esta clave, ten~ hacer surgir, en una 'especie de estereoscopia, a la vez e l esti lo
drán la sorpresa de comprobar que Freud, al enunciar estas leyes del inconsciente y la respuesta que le conviene.
en detalle. n o hizo sino formular de antemano las que Ferdi~ Si el inconsciente parece en efecto volver a dar un sopo rte al
nand de Saussure sólo habría de sacar a lu z algunos años mas proverbio bíblico que dice que "los padres comieron uv as agra­
tarde, abri end o el surco ele la lingüística moderna? ces y qu e los hij os h an tenido dentera por ello", es a partir de
N o puedo aqu í pensar en hacer un cuadro d e con conlancia un reajuste que da tal vez sa tisfacción a la caducidad en que
cuya rapielez podrían ustedes objetarme con ju sticia. H e indica­ Jeremías lo precipila al citarlo.
d o en otro lugar a qué responden en la relación fun damental Pues diremos que porqu'e ha sido dicho que " las uvas agraces
del signifi cado con el significante la condensación, el desplaza~ que comi eron los padres dan dentera a los hij os", por eso el
miento, la condici6n de representabilidad y las secuencias en hijo para quien eS<ls uvas son en efecto demasiado verdes por
las qu e es significa tivo que Freud haya buscado desde el pri­ ser las de la d'ecepción que le trae demasiado a menudo, como
mer momen to el equivalente de una sintaxis. todos saben, la cigüeña, reves tirá su rostro con la másca ra de
Quiero indicar solamente el hecho de qu e del más simple a l la zorra.
más complejo de los síntomas, la función del significa nte se Sin duda las lecciones de una mujer de genio que ha revolu ­
muestra en ellos prevalente, por tomar en ella su efecto ya al cionado nuestro co nocimiento de las fOfInaci ones imaginarias
ni ve l del juego d'e palabras_ Como se ve, por ejemplo, en ese en el niño , y cuyos temas reconoce todo iniciad o si tengo el ca~
extraordi nario a ná lisis del principio del mecanismo de l olvido pricho de llama rl a la tripera, nos enseñarán a de cir al n iño que
(1 898), do nde la relación del síntoma con el signifi cante parece las uvas, ma los objetos, bien quisiera arrancarlas de las tripas de
surgir enteramente armado de un pensamiento sin precedente. la cigüeña y que por eso tiene miedo ele la zorra, No eligo que

! •
o¡¡¡¡.­ rr'

430 EL PSICOA.NÁLlSIS y SU F.NSJ::.ÑANZA Y.1. PSICOANÁLISI.S y su E NSEÑ ANZA 411


no. Pero te ngo más con Eianza en la fá bula de La Fontaine para a una técnica correctiva de las emociones que serí an putati va­
introducirnos en las estru cturas del mito, es decir en lo que mente su causa.
n ecesita la intervención de ese cuarto término inquie ta nte cuyo Porq ue es en d ecto a es to a lo qu e ha n llegado los psicoa na~
papel, como significan te en la fobia, me parece mucho m as listas por la única vía de ]a vergüenza que vino a a poderarse
móvil. d e ellos cua nd o, queriendo hacer reconocer su experiencia, tan
Dejen ese mecanismo a nuestro es tudi o, y re ten gan ú nica­ íntegramente rej ida desde .sus orig'fnes con esa estructura de
mente la moraleja que ese apólogo encu'Cnt ra en mi voto de que fi cción tan verídica, esc uch aron que les oponían con la graved ad
la referencia a l texto sagrado, Jeremías 3 1-29, si no es en tera­ inflada propia del pre tor que a causas mínimas no e ra usual
mente inconcebible 'e ncontrarla en el inconsciente, no h aga au­ im putar consec uencias tan graves, y que incluso encon trándo les
tomát icamente, la expresión viene al pelo, interrogarse al ana­ cañamazos genera les no se lograría sino perder aún más la razón
Ji sta sobre la persona del "ambiente " del paciente, como se de por qué sólo unos cuantos padecerían de eso y no todos.
<.liee desde hace a lgún ti empo, cuyo número de teléfo no sería.'2 Es por fa lta de un a elaboración de la naturaleza del incons­
Este joke bueno o mal o, ustedes imaginarán que no por azar
J ciente (aun que el trabaj o hubiera sido ya masticado por Freud,
lo a rriesgo perdidamente ligado a la letra, pues es por la marca por el solo hecho de que di ce que está sobredeterminada, ¿pero
de arbitrariedad propia de és ta como se ex pli ca la extraordina­ qui én re ti ene es te términ o para darse cuenta de que n o vale
ria contin ge nci a de los accidenres que dan al inconsciente su sino para el orden del lenguaje?) , por lo que, dad o que la falsa
verdadero rostro, vergüenza de los analistas en cuan to al objeto de su act ividad
Así un a bofe lada -a l reproducirse a través de va ri as ge nera­ engendra su aversión, y esa aversió n en gendr a la pretensión, y
ciones, violen cia pasional primero, luego cada vez más enigmá­ la pretensión la hipocresía y la impudici a juntas, cu yo linaje
tica a l repetirse en los argumen tos compulsivos cuya constru c­ pululante detengo aq u í, llegaron fin a lmente a bautizar liebre
ción parece más bien determinar a la manera de un a historia del don oblativo el gato de la cop ula ción ge n ital, y a proclamar
de Ra ymond Roussel, hasta no ser ya más que el impulso que
e l yo del analista como el expediente elect ivo de la reducción de
puntúa con su síncopa una desconfianza de l sexo cas i para­
los desvíos del sujeto para con la realidad - es to por ningún o tro
noi ca- nos dirá más por insertarse como significante en un
medio sino por un a identificación con ese yo cuya vi rtud no
contex to donde un ojo ap licado a un a rendija, unos personajes
menos ca rilcterizados por su psicología rea] que por perfiles com­ puede por lo tan to provenir sino de la ide ntificación con otro
parables a los de Tartaglia o de Pan ta león en la Comrne dia yo que, si es el de o tro psicoanalista, exige recurrir a algún pa ­
dell'arte, volverán a encontrarse de edad en edad en un ca ña­ rangón de la re laciÓn con lo real. Pues nada ni nad ie, hay qu e
mazo transformado - para formar las figuras del taro t de donde decirlo has ta un a época recien te, en la se lecciÓn del analista, ni
habrán salido rea lmente, aunque sin que el suj eto lo sepa, las en su form ac ión, ha dado nunca manifestac iones ni h a pensado
elecciones, decisivas para su destino, de objetos des<.le entonces e n ocuparse de sus prejuicios conscien tes más encegue cedores
cargados para él de las más desconcertantes valencias. sobre el mundo en que vive, ni de su ignorancia manifiesta en
Añado que sólo así estas afinidad es, fue nte d'c desórde nes in­ estas amenidades del rudimento de humanidades que se re­
dominables mientras permanecen late ntes, podrán reconocer se, qui ere par a orientarlo en la realidad de sus propias operaciones.
y que ni nguna reducción más o menos decora ti va de su para­ Porqu e de esta re lación del hombre con el significante es de
doja a relaciones de objetos, prefabricadas en el cerebro de lo que las hu manidades dibujan la experiencia, y es e n ella
me nteca tos más instruidos en el correo sentimental que en su donde las situaciones generadoras de lo que lIama mos la huma­
ley, tendr;í sobre e llas más efecto que el de intentar somererla s nidad se institu yen , com o lo atestigua el hecho de q ue Freud
e n pleno cien tifi cismo se haya visto llevado no sólo a volver a
~ [Los números telefónicos de París se enu ncia n con cuatro ci fras divididas
de dos en dos y precedidas de un nombre, que simholiza la lona , y del que
to mar p ara n ues tro pensamiento el lT!itO de Edipo, sino a pro­
se toman al marcar el numero las 3 primeras letras: por ejemplo: "Da n to n mover en nu estra época un mito de origen, bajo la forma de
31-29", lo cual evoca bastan te el "Jeremías 31·29 " del texto. 1'$J un asesi na to del p adre que la ley primordi al habría perenn izado,
,. e: rr' .....

452 EL PSICOANÁUSIS y SU ENSE.ÑANZA EL l"SICOA NÁL IS1S y SU ENSEÑANZA 455


según la fórmula con que hemos connotado la entrada del sim­ en la medida en que la ve rdad hace aparecer en ellas su es truc­
bolismo en lo real: "dándole otro sentido". tura de ficción,
Parejamente, con toda la contingencia que la instancia del La cues tión de saber por qué el neurótico "se engaña", si su
significante imprime en el inconsciente, no hace sino alzar con punto de partida está mejor orientado, muestra demas iado a
mayor seguridad ante nosotros la dimensión que ninguna expe­ menudo, derivando en la bobada de una funci ón cualquiera de
riencia imaginable puede permitirnos deducir de lo dado de una lo real, el deslizamiento de pie-s planos en que los anal istas han
inmanencia viva, a saber la cuestión del ser o mejor dicho la dado una voltereta con los predecesores de Freud en un camino
pregunta a secas, la de "¿por qué uno mismo?", por la que el hecho más para la pezuña de una cabra divina.
sujeto proyecta en el enigma su sexo y su existencia, Como por 10 demás, hay más ingenio en la forma escrita de
Esto es lo que, en la misma página donde subrayaba yo "en una palabra que en el empleo que hace de ella un pedante, e·l
el drama patético de la neurosis"., los aspectos absurdos de "se" de " se engaña", que sería un error aislar como represe ntante
una simbolización desconcertada cuyo quid pro quo cuanto más del neurótico en un análisis lógico del verbo que da a su pasión
se le penetra más irrisorio aparece", me hilO escribir, resti­ la forma deponen te, merece que se le reserve la suerte de indi­
tuyendo aquí su alcance a la autoridad paterna tal como Jere­ car la vía en la que Freud no se sobresaltó. Basta voltear sobre
mías y Ezequ iel en el pasaje anteriormente citado nos la mues­ él la preg·unta convirtiéndola en estos términos: "¿A quién en­
tran en el principio del parto significante, y con jug'ándola como gaña el neurótico?"
conviene, con los términos bíblicos de que hace uso la autora 3 Repitamos que esta mos aquí a diez mil pasos por encima de la
del himno de batalla norteamericano, a la maldición de la cuestión de saber de quién se burla (pregunta de la que el
mad re: neuró logo impenitente no puede resolverse a no cO!lverlirse en
"Pues la uva agraz de la palabra por la cua l el niño recibe el blanco) .
demasiado temprano de un padre la autentificación de la nada Pero además hay que articular que el otro que es aquí el
de la existencia, y el racimo de la ira que responde a las pala­ parlenaire de una estrategia íntima no se encuentra forzosa­
bras de falsa esperanza con que su madre lo ha embaucado al mente entre los individuos, únicos puntos que se acepta que sean
alímen tarlo con la leche de su verdadera desesperanza, le dan unidos por vec tores relacionales en los mapas en que la moderna
más dentera que el haber sido destetado de un goce im ag inario psicolog·ía del campo social proyecta sus esquemas.
o incluso el haber sido privado de tales cuidados reales," El otro puede ser esa imagen más esencial para el deseo del
No nos asombrará en efecto darnos cuenta de que la n eurosis vivo que el vivo a l que debe abrazar para sobrevivir por medio
histérica como la neurosis obsesiva suponen en su estru ctura los de la luch a o del amor. Pues la etología animal nos confirma el
términos si n los cuales el sujeto no pued e tener acceso a la orden del engaño, por el cual procede la naturaleza para forzar
noción de su fa cticidad respecto de su sexo en una, de su exis­ a sus criaturas hacia sus vías, Que el fantoche, el símil o el es­
tencia en la otra. A lo cual una y otra de estas estructuras cons­ pejo sustituyan fácilmente al fenotipo para hacer caer al deseo
tituyen una especie de respuesta, en la trampa de su vacío es cosa bastante reveladora sobre la
Respuestas sometidas si n duda a la condición de que se con­ función que puede tomar en el hombre ese otro genérico, si se
creten en una conducta del sujeto que sea su pantomima, pero sabe por otra parte que es subordinando a él sus tendendas
que no por ello tienen menos títulos a esa calidad de "pensa­ como el hombre ap rende ]0 que llama ser amo de éstas.
miento formado y articulado" que Freud otorga a esas forma­ Pero hombre o muj er, puede que no tenga nada que presen­
ciones del inconsciente m;:ís cortas que son el síntoma, el sueño tar al otro real más que ese otro imaginario en el que no ha
y el lapsus. reconocido su ser. ¿Entonces cómo puede alcanzar su objeto?
Por eso precisamente es un error considerar esas respuestas Por un intercambio de lugares entre sus galanes, diremos si
como simplemente ilusorias. Incluso imaginarias sólo lo son confiamos desde ese momento a la dama la demostración del
paso de la histérica.
3 Julia '\'ard Howe. Pues ese otro real no puede encontrarlo sino de su propio
--rr-'

4M EL PSICOANÁLISIS Y SU ENSEÑANZA 1':1.. I'SICOANÁLISIS '1 su ENSL.ÑANZ A 435


sexo, pues es en ese más allá donde llama a 10 que puede darle bas conjura bajo cuerda a la muerte tras el desafío que se le
cuerpo, yeso por no haber sabido tomar cuerpo más acá. A falta lanza. Pero todo el placer es para ese otro al que no se podría
de respuesta de ese otro, le significará una constricción corporal sacar de su sitio sin que la muerte se desencadenase, pero del
haciéndolo capturar por los oficios de un hombre de paja, sus­ que se espera que la muerte acabe con él.
tituto del otrO imaginario en el que se ha enajenado menos que Así es como del otro imagin ar io la muerte viene a tomar el
ha quedado ante él detenida.' semblante, y que a la muerte se reduce el Otro real. Figura-lí­
Así la histérica se pone a prueba en los homenaj es dirigidos mite para -responder a la pregunta sobre la existencia.
a otra, y ofrece la mujer en la que adora su propio misterio al La salida de estos callejones sin salida es impensable, decía­
hombre del que toma el papel sin poder gozarlo. Incansable­ mos, por ninguna maniobra de intercambio imaginario puesto
mente en busca de lo que es ser una mu jeT, no puede sino en­ que es en eso en lo que son callejones sin salida.
gañar a su deseo, puesto que ese deseo es el deseo del otro, a falta Sin dud a la reintegración del sujeto en su yo es concebible,
de haber satisfecho la identificación narcisista que la hubiera y esto tanto más cuanto más lejos, contrariamente a una idea
preparado para satisfacer al uno y al otro en posición de objeto. en boga en el psicoanálisis de hoy, de ser débil se encuentre
Dejando por ahora allí a la dama, regresaremos a lo masculi­ ese yo, se ve por lo demás en el concurso que el neurótico, ya
no para el sujeto de la estrategia obsesiva. Señalemos de pasada sea histérico u obsesivo, obtiene de sus semejantes supuestamen­
a la reflexión de ustedes que ese juego tan sensible a la expe­ te normales en esas dos tragedias - contrariadas bajo muchos as­
riencia y que el análisis hace manifies to no ha sido nunca ar­ pectos, pero de las que hay que observar que la se~unda no
ticulado en estos términos. excluye a la primera, puesto que, incluso elidido, el deseo sigue
Aquí, es a la muerte a la que se trata de engañar con mil as­ siendo sexual (que se nos perdone a tenernos a estas indi caciones).
tucias, y ese otro que es el yo de] sujeto entra en juego como un Pero la vía que alg"uien se propusiera así sería un error, puesto
soporte de la apuesta de las mil hazañas que son las únicas que que no puede conducir al sujeto sino a una enajenación refor­
le aseguran el triunfo de sus as tucias. zada de su deseo, o sea a alguna forma de inversión, en la me­
La seguridad que la astucia toma de la h azaña se replica dida en que su sexo está en juego - y para la puesta en duda de
con las seguridades que la hazaña toma en la as tucia. Y esa su existen cia, no a una destrucción de la tendencia (invocada
astucia que una razón suprema sostiene de un campo fuera del sin límite en el psicoanálisis desde que el autor de la palabra
sujeto que se llama el inconsciente es también aquella cuyo afanisis introdujo su sinsentido analítico, sensible ya bajo la
medio como su fin le esca pan . Porque ella es la que retiene al vergüenza de su forma culta), sino a una especie de pat del
sujeto, y aun le arrebata fuera del combate, como Venus hizo con deseo, que tampoco es lo que ll ama n ambivalen cia, sino una
París, haciéndole estar siempre en otro lugar que aque l donde imposibilídad de maniobrar que r eside en el estatuto mismo de
se corre el riesgo, y no dejar en el lugar sino una sombra de la estrategia.
sí mismo, pues anula de antemano la ganancia como la pérdida, La salida puede ser aquí ca tastrófica, sin dejar de ser satis­
abdicando en primer lugar el deseo que está en ju ego. factoria. Baste evocar 10 que sucedería de tratar a un renco
Pero el goce del que el sujeto queda así privado es transfe­ quitándole una pierna. En una sociedad donde se afirma la
rido al otro imaginario que Jo asume como goce de un espec­ regla de andar renqueando, salvo que se haga uno llevar por
táculo: a saber el que ofrece el sujeto en la jaula, donde con la las piernas de otro, esto puede convenir, y deja al sujeto todas
participación de algunas fieras de lo real, obtenida casi siem­ sus oportunid ades en las competencias colectivas de la pirámide
pre a expensas de ellas, prosigue la proeza de los ejercicios de y del ciem piés.
alta escuela con la que da sus pruebas de estar vivo. Pero la solución es de buscarse por otro Jado, por el lado
El hecho sin embargo de que se trate solamente de dar prue­ del Otro [AH/re]. distinguido por una A mayúscula, bajo cuyo
nombre designamos un lugar esencial a la estructura de lo simbó­
• {El autor emplea la expresión "en souffrance" que designa los envíos
demorados en el correo, pero que también significa literalmente "en sufri·
lico. Ese Otro es exigido para situar en lo verdadero la cuestión
miento". nI del ínconsdente, es decir para darle el término de estructura que
4116 f:.L PSICOANÁLIsIS y SU ENSEÑANZA EL p,srcoANÁL ISU y su ENSEÑANZA H7
haoe de toda la secuencia de la neurosis una cuestión y no un de chapotean tes errancias referenles a las condiciones del le­
engaílo: distinción que muestra un relieve en e l hecho de que vantamiento de la dependencia y la vía m ás apropiada para
el sujeto no ejerce sus engaños sino para "desviar la cuestión". la indemnización de la frustración (término ausen te eh Freud)
Ese Otro, lo he dicho muchas veces, no es sino el aval de la -sin omitir en los niños perdidos aún más extrañas excursiones,
Buena Fe necesariamente evocada, aunque fuese por e l Engaña­ en una referencia al miedo por ejemplo, que, por hacer nula
dor, en cuanto se trata no ya de los episodios de la lucha o del y no recibida toda la elaboración significante de la fobia, se con·
deseo, sino del pacto de la palabra , formaría con un antropoide ideal para su destilación terapéu ti­
Sólo desde el lugar del Otro puede el a nalista recibir la in­ ca, si el eslabón faltante de la descarga de adrenalina en el
vestidura de la transferencia que 10 hab ilita a desempefíar su refuerzo del aparato del yo pudiese llegar a darle algu na verosi­
papel legítimo en el inconsci ente del sujeto, y a tomar alll la militud. En ese extremo del absurdo, la verdad se manifiesta
palabra en intervenciones adecuadas a una dialéctica cuya par­ ordinariamente por una mueca, es 10 que sucede en e fecto
ticularidad esencial se define por lo privado, cuando se oye de la misma cosecha una invocación lagrimosa
Todo otro lugar para el ana li sta lo lleva a una relación dual a la bondad, Ibendi to sea Diosl
que no tiene más sal ida que la dialéctica de desconocimiento, de Este frenesí en la teoría manifiesta en todo caso una resis­
denegación y de enajen ación narcisista a propósito de la cual tencia del anális is al ana lista, respecto de la cual sólo puede
Freud m achaca en t¡¡dos los ecos de su obra que es as unto del yo , aconsejarse a éste que la tenga en cuenta para determinar la
Ahora bien, es en la vía de un refuerzo del yo donde el psico­ parte de su propia resis tencia en las manifesta ciones de sus anali­
análisis de hoy pretende inscribir sus efectos, por un contra­ zados. Esto invocando al cielo para que sea más clemente para
sentido total sobre el resorte por m edio del cual Freud h izo en­ con ellos que para con el análisis, del que puede decir hoy en
trar el estudio del yo en su doctrin a, a saber a partir del narci­ día como AnLOny de su amante: me resistía. la asesiné.
sismo y para denu nci ar en él la suma de las identi ficaciones El cuadro de su práctica no es tan sombrío felizmente. Al­
imaginarias del sujeto. guien ante quien se repite siempre en el momento fijado sobre
En una concepción tan contraria como retrógrada. se supone la muralla el fenómeno de }a inscripción de las palabras "1Vrane,
que el yo constituye el aparato de un a relación con la realidad, Thecel, Phares", aunque estuviesen trazados en caracteres cu­
cuya noción estática no tiene ya nada que ver con el principio neiformes, no puede ver indefinidamente en ellos solamente
de realidad que Freud instituyó en su rel ac ión dialéctica con festones y as trága los. Incluso si lo dice como se lee en el poso
el princi pio de placer, del café, lo que leerá no será nunca tan estúpido, con tal de
A partir de allí, ya no se apunta sino a hace r entrar los des­ que lea, aunque fuese como 1Vlonsieur Jourdain sin saber lo
víos imaginarios, provocados en el sujeto por la situación anaU~ que es leer.
tica, en los términos reales de esa situación considerada como Pues aquí las piedras de 1Vlariette no faltan para rectificar su
"tan simple". El hecho de que estimule esos desvíos podría ha­ lec tura. aunque no sea más que en las "defensas" , que son pa­
cernos dudar de esa simplicidad, pero h abrá que creer que desde tentes sin ir a buscar más lejos que las verbali zaciones del sujeto.
el punto de vis ta real, es simple efectivamente. e incluso lo bas­ Tal vez no sepa a qué sa nto encomendarse para dar cuenta de
tante para parecer un poco encerrada, puesto que no hay sacri­ esas defensas y podrá embroBarse en la concepción del lazo su til
ficios en los que e l anal ista no se muestre dispuesto a consen tir que une el tex to del palimpsesto al que, emborronando bajo él
para ponerle remedio. el fondo, repite sus forma s y sus tintes. No podrá hacer que no
Sacri ficios puramente imaginarios feli zmen te, pero que lle­ se desprenda de este ejercicio de discernimiento una vida de
gan por ofrecerse como pasto a una fellatio imaginaria, extraño intenciones singular. Se verá pues lanzado, por mucho que haga,
sustituto de la filiario simbólica, pasando por la abolición de a l corazón de esas perplejidades ele la dire cción espir itua l que
la molesta dis tancia al objeto que constituye todo el mal del se han elaborado desde hace siglos en la vía de una exigencia
neurótico, hasta la confesión fanfarrona de las complicidades de verdad, exigencia ligada a un a personificación sin duda cruel
propicias reconocidas en la contra transferenci a, sobre el fondo de ese Otro, pero que, por esforzarse en hacer tabla rasa de todo
438 EL PSICOANÁLISiS Y SU f,N SE~ ANZA EL PSICOA NÁ LI SIS 'I! SU ENSE ÑANZA 439
otro afecto en los riñones o en los corazones, no había so ndea­ una formación, usual y felizmente más elevada por lo menos en
do demasiado mal sus repliegues. Y esto bas ta para ha ce r evolu­ Europa, siguen reci biéndola de un origen diferente.
cion ar al psicoa nalista en u na región q ue la ps icología de [a­ E sto pues no se discute. Los institutos no son la institución,
culLad nun ca ha considerado sino con imperti nentes. y de ésta habría que hacer la historia para captar en ella la.
Esto es lo qu e hace mu ch o más enigm ático, en primer lugar implicaciones autorit ari as por las cuales se mantiene ]a extra­
que alguien se Cfea dispe nsado, en nombre de n o sé qué paro­ ordinaria suj eción a la que Freud destin ó a su posterid ad, a ]a
dia de la crítica social, d e interr oga r más al1á a una subestruc­ que apen as nos atr evemos en este caso a calificar de espiritual.
tura que toma por análoga a la producción a la vez qu e la consi­ H e invocado en otro lugar los do cumentos biográficos que
dera na tura l -y que a lguien después se proponga co mo tarea nos permiten co ncluir que esto Freud 10 quiso deliberadamente
hacer entrar todo ello en el redil de dicha psicología, ,ca lificada hasta el punto de aprobar por escrito qu e fuesen censurados por
para el caso d e general, con el resultado de paralizar toda inves­ un col egio serreto aquellos a los qu e encargaba de las m ás altas
tigac ión redu ciendo sus problemas a términos disco rdantes. o responsabilidades por el solo hecho de legarles su técnica.
aun hacie ndo inutili zable la experi encia a fu erza de d esfi gurarla . No es difícil mos tra r qué d esprecio de los hombres se ntía
Sin duda es débil la responsabilidad del psicoaná lisis en esa Freud cada vez que su espíritu llegaba a confrontarlos con ese
especi e de cha ncro constiluido por las coartadas rec urr entes d el encargo consid erado por él por enci ma de sus posibili dades.
psicolog ismo, en un área socia l que cubre su irresponsa bilidad Pero ese desprecio qu edaba en aque l momento consolidado por
con lo que tu vo de signifi ca nte la palabra: liberal. los abandonos repetidos en los que había medido la in adecua­
La verdadera cuestión no es que esa deri vación es terilizante ción menta l y moral de sus primeros adeptos. E spíritus y ca rac­
de la investigación . que esa co mplicidad degradante ue la acción teres qu e es tá perfec tamente claro que sobrepasa ba n d e lejos a
sean alen tadas y sostenid as por las dimisiones en céldella de la los mejores como a la multitud d e los que, desd e enton ces, se
críti ca en nu estra cultura. Es que sean en el psicoanáli sis mante­ han esparcido a través del mundo co n su doctrina. La falta de
nidas y protegidas, nutrid as por la insLitu cíón misma que dis­ fe , po r lo de más, no recibe d e es te último hecho ninguna san­
tingu e, n o ]0 olvidemos, gracias a la inten ción expresa de Freud,
ción, pues to c¡ue se ejerce forzosa mente en e l sentid o d e 106
a la colec tivldad de los analistas de una sociedad científica fun­
efectos qu e p res um e.
dada sobre una práctica comú n. Queremos decir: la in stitu ción
Creo pues que aquí Freud obtuvo lo que quiso: una co ns er­
internacional misma qu e Freud fundó para preservar la trans­
vación purame nte formal de su mensaje. manifiesta en el espí­
misión d e su d escubrimiento y de su método.
ritu de autorid8d reverencial en qu e se cumplen sus a lteraciones
¿Habrá errado pues su meta aquí solamente?
más mani fies tas. No hay, en efecto, un dislate proferido en el
Para res ponder a es ta pregunta, mencionemos en primer luga r
insípido fá rr.. . go que es la literatura analítica que no ten ga cui­
qu e ningún "instituto" ac tu almente auspiciado por esa institu­
ción en el mundo ha intentado todavía tan siquiera reunir el dado d e apoyélrse con una referenc ia al texto d e Fr eud, de suerte
ciclo d e es tudios cuya intención y cuya extensión Freud d efinió que en muchos casos, si el a utor no fuera , además, un afi liado
tantas y tantas veces como exc1usiyas de todo sustitu to. incluso de la institu ción, no se encontraría más se ña l de la ca lifi ca ción
políti co, de una integración a la enseñanza médica ofielal tal analflica d e su trabajo.
como él podía ve rl a en su tiempo por ejemplo. Gracias a e~o, no hay que dudarlo, en vista de las condi cio nes
La enseñan za en esos institutos no es m ás que un a ense ñanza de es te peri odo hi !>tóri co, ha n permanecido inquebrantab les los
profesion al y, como ta l, n o mue 'i tra en sus progra mas ni plan conceptos fund amentales d e Freud. Deben su valor de signifi ­
ni mi ra que rebase los sin duda loables de un a escuela de de n­ ca ntes no pre~en t es a] hecho de ha ber quedado en gra n parte
ti stas (la referencia ha sido no sólo aceptada si no proferida por in comp rend idos.
los interesados mismos): en la materia sin e mbargo de qu e se Pienso qu e Freud c¡uiso que así fu ese hasta el dfa en que sus
lrata . esto no ll ega m ~s arriba que la formaci ón del enfermero conceptos, d e Jos que he indi ca do en cuánto se adelantaron a
ca lificado o d e la asistenta social, y quienes introd llj eron allí las olras ciencia s humanas, pud ie ran finalmente ser reco nocidos
-HQ EL PSICOANÁLISIS Y SU r.N5l.ÑANZA

en su ordenamiento flexible, pero imposible de romper sin SITUA CIó N DEL PSICOANÁLISIS Y FORMACIúN
desanudarlos. DEL PSICOANALISTA EN 1956
Esto haría inevitable la represión que se ha produci do de la
verdad cuyo vehículo eran, y la extraordinaria cacofonía q ue Para algunos .. . y u a ot-rOS"l
constituyen ac tualmente los discursos de sordos a los que se en­
trega n en el interior de una misma institución un os grupos. y
en el interior de los grupos unos individ uos, que no se entienden
entre ellos sobre el sentido de uno solo de los términos que apli­
can religiosamente a la comunicación como a la dirección de su
experiencia, discursos que sin embargo oculta n esas manifesta~ El centenada de l nacimiento es de rara celebración. Supone de
ciones vergonzosas de la verdad que Freud reconoció bajo el la obra una continuación del hombre que evoca la sobrevivencia.
modo del retorno de 10 repr imido. Justamente de esto tendremos que denunciar las apariencias en
Todo retorno a Freud que dé materia a una enseñanza digna nuestro doble tema.
de ese nombre se producirá únicamente por la vía por la que Psicoanal istas nosotros mismos y mucho tiempo con finados en
la verdad más escondida se manifiesta en las re voluciones de la nuestra experiencia, hemos vis to que se aclaraba al hacer de los
cultura. Esta via es la ún ica formación que podemos pretender términos en que Freud la definió un uso no de preceptos. sino
transmitir a aq uellos que nos siguen. Se llama: un estilo. de conceptos que les conviene.
Comprometidos con ell o hasta el límite de 10 posible, y sin
duda más allá de nuestro designio, en la historia en acción del
psicoanálisis, diremos aquí cosas que sólo parecerán osadas si
se confunden ac tiLUd preconcebida y realce.
Por eso la redacción de nuestro título es de una naturaleza tal,
lo sa bemos, como para apartar a aquellos a quienes estas cosas
podrían tocar, de pasar más adelante. Perdónesenos esta mali·
cia: lo que sucede que hemos tratado con estos términos es la
situación verdadera, la formación válida. Aquí es de la situación
real, de la formación dada de lo que qui sú~ ramos dar cuenta,
y para una audiencia m::lS amplia.
¿Qué concurso unánime no se conseguirla sí se fuudiera psi.
coanálisis y form ació n para anunciar el estud io de la situa ción
del psicoanalista? Y cuán edificante sería llevarlo hasta los efec·
tos de su estilo de vida. No haremos sino tocar un instanle su
relación con el mundo, para introducir nuestro tema.
Es conocido el "¿cómo se puede ser psicoanalista?" que nos
hace todavía ocasionalmente presentar en labios mundanos traza
de persas, 2 y que pronlo se encadena a él un "no me gustaría
vivir con un psicoanalista", con que la querida pensati va nos
1 [Las comillas indica n s in d uda que esta segunda parte de la dedicatoria

alude a la expresión familiar, más o menos equivalente a la nuestra: " u otro


perro con ese hueso". 1'$J
2 [A lu sión a la célebre {rase de Moulesguieu: " ¿Cómo se puede ser persa?"

TSJ
[441J
442 SITUACiÓN DEL PSICOANÁLISIS EN 1956 SITUACiÓN DEL PSICOANÁ LI SIS .EN 1956 44~

reconforta por meuio d el aspecto de lo que la suerte nos ahorra. rencia que haremos a nues tros lec tores la merced de conside·
Esta reverencia amb igua no es tá tan cerca co mo parece del rarJ a com o co nsa bida p ero d e la que puede decirse que la obra
crédito, más grave sin duda, que la ciencia nos concede. Pues de Freud se resume en darle el peso de un a instancia nueva.
si en ella se anota d e buen ta lan te la pertinencia de tal hecho H ernia cen tr al que puede aquí se ñalarse con el dedo de una
que se supone nos incumbe, es desde el exte·n:oT y bajo reserva J discordancia difusa, y tal que en decto d eja ndo los términos
de la extrañeza, que nos lOleran, de nuestras costumbres mentales. [reudianos, si así puede decirse, en su Ju gar, es para cada un o,
¿Cómo no nos sen Liríamos 5a Lisfechos, como del fruto de la cu ando se usa de ellos, algo di[erente 10 que se designa.
distancia que mantenemos por lo in comunicable de nuestra ex­ N ada en efecto que satisfaga l as exigencias del con cep to me­
periencia, de este efecto de segregación intelectual? jor qu e estos términos, es d ecir que sea más idénti co a la estruc­
Lástima qu e contraría una necesidad de refuerzo, demasiado tura de una relació n, con cre tamenLe la analítica, y a la cosa que
lnanifies ta por ir más O men os a cualquier sitio, y que puede l'>e cap ta en ell a, concre tamente el significante. Es decir que estos
medirse en nu es tra desa lentadora li Leratura con qué poco se con~ concep tos, poderosamente art iculados entre sí, no corresponden
[orma. Aqu í bas ta rá qu e evoque el estremecimien to de holgura a nada que se dé inmediatamente en la intuición. Pero es preci.
qu e recorri ó la [ila de mis mayores cuand o un di scíp ul o de la samente esto lo que se les sustituye punto por punLo mediante
E~cuela,:l habiéndose un gido para esa coy untura de pavlovismo, una aproximación que no puede ser sino grosera, y tal que se la
vi no a darles su licet. Y el presLigio de l reflejo condicionado, y puede com parar con lo que la idea de la fuerza o la d e la onda
hasta de la neurosis animal, no h a cesad o desde en lances de ha· es para alguien que no tiene ninguna noción de la físi ca.
cer de b s suyas en nu es tras ensoiiacio nes ... Que llegue él algu­ Así la transferencia, por mucho que se haga y sea lo que sea
nos sin embargo el rumor de lo que llama n cie ncias hu ma n as, lo qu e cada uno profesa sobre ella, sigue siendo con la fu erza
y corren tras la voz, y ciertos celo tes sobre el es trado se iguala­ d e adh es ión de un co mún consenlimienLo identificada con un
rán él los mandamientos de la fig urac ión intelige nte. sentimiento o co n una co nsLelació n de sentimientos experimen.
Seguramente ese gesto d e la mano Lendida, pero nunca vuelta tad os por el paciente: cuando con sólo definirla por e l efecto
a cerrar, no puede tener otra razón :) ino interna: q ueremos decir de reproducción re la ti vo al aná lisis, se manifiesta que lo mits
con eso que la expli cación debe buscarse en la situación del claro debe pasar inadve rtid o para el suje to.
psicoanálisis más que de los psicoanalistas. Pues si hemos podi­ Del mismo modo y en forma aún más insidiosa, la resistencia
do definir iróni camente el psicoamilis-is como el tratamiento que es asimi lada a la ac titud d e o posición que la pa la bra evoca
se espera de un psicoanalista, es sin embargo ciertamente el en su empleo vul gar: cuando Freud no podría dar pie a equívo­
primero el qu e decide de la calid ad del segundo. cos, coloca ndo en ella como co]oca los acontecimientos más acc i­
Ya lo hemos dicho, h ay en el aná lisis una situación real que dentales de la vida del suj eto en ]a med ida del obst{lcul o que
se inclica al comparar el lugar común que se pr¡¡¡:)duce más co­ presentan al amUisis, aunq ue sólo fuese para ob via r a su
rrientemente en él, a sauer que ninguna noción nueva ha sido presencia física.
in trod ucida en él desde Frcud, y el recurso tan obligado para Es tos recordatorios triviales por supuesto permanecen opacos
servir en él de ex plicación para todo propósito que se ha hecho bajo es ta forma. Para saber lo que sucede con Ja transferencia,
ya tri vial, o sea la noció n de frustración. Ahora bien, sería en ha y que saber lo que ocurre en el análisis. Para saber lo que
vano b uscar en tod a la obra d e Freud de este término el menor ocurre en el aná lisis, hay que saber de dónde viene la palabr;l.
ras tro: pues sólo encontraríamos en e ll a ocasión de rectificarlo Para saber lo que es la resistencia, hay que saber lo qu e sirve de
co n el de Versagu.ng, e l cua l imp lica re n u nciación, y se distingue pantalla al advenimie nto d e la palabra: y no es tal disposición
pues d e él por toda la uifere ncia d e:: lo simb<'> lico a lo real, dife­ individual, sino una interposición imaginaria que reb asa la in­
dividualidad del su jeto, en cuanto que estructura su individu a­
3 Quere mos d ec ir un to mi sta. [Se refiere sin duda a Roland Dalbi el, a utor li zación es peciCicada en la re lación dual.
de la pr im era le~is doc tora l sobre psico:ln :Hisis e l~ Franci:l , El mefodo t)ÚCO­
/lna!i¡;co y la doctrina fr eudiano, Duen os Aires . Dcscló~ de Drou l\icr, 1 94~. Perd(¡nesellos una Fórmu la tan abstracta para orientar el es­
AS] píritu . Pero tambien no hace otra cosa, a la manera de la fór­
#4 SITUACIÓN DEI. PSICOANÁLl S1S EN J9-.36 SIT UAC IÓN I)f;L P SICO ANÁLISIS EN 1956 445
mula general de la gravilaClon en un texto de historia de las late nte, la armadura del carác ter ~ el cerrojo de la defensa,
ciencias, sino indicar las bases de la investi gación . Y no podría dej emos el frasco y pasemos a l licor, cu yo reconocimiento no
exig irse de la vulga ri zació n psicoana lítica que se abstenga de e ra desde ese momento accesible sino a ese no sé qu é del que
toda referenci a semeja nte. un chasquido de lengua es la prueba última y que introduce
No es efec tivamen te que el rigor conceptual ni la elaboración en la enseñanza una exigencia inédita: la de lo inarticul ado.
técnica no se encuentren en los trabajos psicoa.nalí ticos. Si si­ A partir de ah í, las fantasías psicológicas pudieron darse
guen siend o en ellos esporádicos y aun ineficientes, es por un vuelo. No es éste el lugar de hacer la historia, en el aná lisis,
vjcjo más profundo y al que los preceptos de la práctica han de las variacio nes de la moda. Son poco notadas por sus adep­
cond ucido por una confusión singular. tos, siempre cau tivados por la última: el agotamiento de los
Es sabida la ac titud asistemática que se plantea en el princi­ fant asmas. la regres ión inslintual, el desarmam iento de la de­
pio, tanto de la regla llamada analítica que se impone al pa­ fensa, el es ponj amiento de la angustia, la liberación de la agre­
ciente de no omitir nada de lo que le viene a las mientes y de sividad , la identifi cación con el yo fuerte del analista, la ma n­
renun ciar con es te fin a toda crílica y a toda elección, como ducación imaginaria de sus atributos, la diná mica, ¡ah! la diná­
de la atención ll amada flotante que Fre ud indi ca expresamente mica en que se reconstruye la relación de objeto, y en los úl ti­
al psicoanalista por no ser sino la actitud que corresponde a esa mos ecos lo objetivo en que una disciplina fund ada sobre la
r egla. historia del suje to viene a cu lminar: esa pareja del h ic et nunc,
Estos dos preceptos entre 10s cuales se ti ende e n cierto modo cuyo croar gemelo no es irónico solamente por sacarl e la leng ua
la tela de la experi encia ponen, al pa recer, suficientemente en a nuestro la tín perdido, sino tambiéu por roza r un humanismo
va lo r e l papel fund amenta l del discurso del suj e to y de su de la mejor ley resucitando las musarañas ante las qu e aquí esta­
escucha. mos otra vez boquiabie rtos, sin tener ya para sacar nuestros aus­
A esto es por ciert o a lo qu e. se entregaron, y no sin fruto, Jos picios de la mueca del oblicuo revoloteo de las cornejas y de sus
psicoanalistas en la edad de oro del psicoaná lisis. Si la cosecha burlones guiños de ojo otra cosa que la comez6u de nuestnt
que recogieron, tanto en las divagaciones nunca tan permitidas con tratransferencia.
a la salida de una boca como en los lapsus nun ca tan ofrecidos Este dominio de nuestras errancias no es sin embargo puro
a la abe rtu ra de un oído, fue tan fecunda, no fu e sin ra zón. humo: su laberi nto es ciertamente aquel cuyo hilo nos fue d ado,
Pero esta riqueza misma de datos, fuentes de conocimiento, pero por un caso extraño ese hilo perdido h a disipado en re­
los llevaron pronto a un nudo del que supieron h ace r un ca­ flejos su s mura llas y, haciéndonos saltar por su grie ta veinte
llej ón sin salida. ¿P odrían, una vez adquiridos estos datos, dejar siglos de mitol ogía, cambiado los corredores de Déda lo en ese
de orientarse sobre eUos a través de lo que entendían ya? En palacio del Ariosto donde de la amacla y del riva l que os desa­
verdad, el problema sólo se les planteó a partir del momen to fían tod o no es más q ue engaño.
en qu e el pacien te, que estuvo pronto tan al tanto de ese saber Freud en es to CO<TJ.O en todo es tajante: lodo su esfu erzo de
como lo estaban ellos m ismos, les sirv ió en teramen te preparada 1897 a 1914' fue di stribuir las partes de lo imaginar io y de lo
la i nterpre ta ción que era su tarea, lo cnal, preciso es decirlo, real en los meca nismos del inconsciente. Es singular qu e esto
es ciertamen te la mala pasada más molesta que pueda hacérsele haya llevado a los psicoanalistas, en dos e tapas, primero a hace r
a un a ug ur. de lo imagi na rio otro real , y en nuestros días a encontrar en
Sin poder dar crédi to a sus dos oídos, qu isiero n recuperar el ello la norma de lo rea l.
m<'i.s all~ que efectivamente había tenido siempre e l disc urso, Sin duda Jo imagina rio no es ilusorio y da materi a a la idea.
pero sin qu e ellos supieran lo que era. Por eso se inventaro n Pero lo que permi ti ó a Freud realizar el descenso a l tesoro con
un tercero, q ue se sup o nía llamado a percibir sin intermediarios. que quedaron enriquecidos sus seguidores es la determ inac ión
y para designar esta inmediatez de 10 trascende nte no se esca­
ti mó nada de las metáforas de lo compacto: el afecto, lo vivido, 'Desde la carta a Fliess del 21 de septiembre hasta la r edacción de la Hü ~
la actitud. la descarga, la nece~idad de amor, la ag resividad 'oria de una rl eu '·o.~ is infantil (ver la nota liminar de la observación).
446 SLTUACtÓN l)I:.L PSICOANÁ LISIS EN 1956 SICUACIÓN DEL PSICOANÁLISIS EN 1956 447
simbólica en que la fun ción .i maginaria se subordina, y que en de todos un novicio, en un trabajo del que diremos cuál fue
Freud es siempre recordada poderosamente, ya se trate del me­ para él el éxito, vino una vez, en algunas páginas modestas y
canismo del olvido verba l o de la estructura de l fetichismo. sin fiorituras , a referirnos esta solución elegante de un caso
y puede decirse que a l insislir en que el aná lisis de la neurosis rebelde. "Después de tantos años de análisis, mi paciente seguía
luese siempre re!erido a l nudo del Edipo, no apuntaba a ningu­ sin poder olerme;6 un día finalmente mi insistencia no menos
na Olra cosa sino a asegurar lo imaginario en su concatenación paciente pudo con él: percibió mi olor. La curación había
simbólica, pues el orden simbóli co ex ig'e lres términos por lo llegado."
menos, lo cual impone a l ana lista no olvidar al Otro presente , Haríamos mal en poner mala cara a estas audacias, tienen sus
entre los dos que no por estar aIU envuelven al que habla. cartas de nobleza. Y el "ingenioso doc tor Swift" aquí no nos
Pero a pesar de lo que Freud añade a esta advertencia por escati marí a sus auspicios. Prueba de e110 ese Gran Misterio o el
su teoría del espej ismo narci sis ta, el psicoanalista se adentra arte de meditar .wbre el guardarropa renovado y develado, del
cada vez más adelante en -la rela ción dual, si n que le impresione que citaremos únicamente, a partir de una traducción francesa
la extravag,ancia de la " intfoyecc ión del buen objeto". por la de la época (L.a Haya, en casa de Jean Van Duren, 1729) para
cual se o[rece nuevo pelícano, [eli1.mente bajo las especies fan­ no alterar n"da, la página 18, en la que alaba las luces que
t3sm(,ticas, al apetito del consumidor, ni que lo detengan en pueden sacarse de "la materia fecal, que, mientras está todavía
Jos textos que ce lebran esta concepción del análisis las dudas hesca ... exhala partículas, que subiendo a través de los nervios
que asa ltarán a nuestros nietos al interrogarse sobre las obsce­ 6pticos y de los nervios olfatorios de quien se detenga delante,
nidades de hermanos oscurantistas que encon traban [avor y fe excitan en él por simpa tía los mismos afectos que al Au tor del
en nuestro novecel1to. excremento, y. si se está bien instruido en este profundo miste·
A decir verdad, la nociéln misma de análisis preedípico resu­ rio, basta ello para aprender todo lo que se quiera de su tem ­
me esta desbandada del collar en la que es a las perlas a las peramento, de sus pensamien to'i. de sus acciones mismas, y de l
(ju e les arrojan puercos. Curiosamente las formas del ritual estado de su [onuna."
técnico se valorizan a medida de la degradación de los objetivos . "Por eso me jacto de que mis superiores" (nos enteraremos
La coherenci a de este doble proceso en el nuevo psicoanálisis es en la p. 23 de que son Doctores y Miembros de la Sociedad
sen tida por sus celo tes. Y UllO de ellos, que en las páginas de Real reunidos e n una Asociación celosa de su secreto) "no me
Michelet que hacen reinar la tabla agujereada del retrete sobre co nde narán si a l fi nal de este tratado propongo confi ar la ins­
las costumbres de l Gra n Siglo, en contraba agua para su molino pección de Jos Privados a Personas que tengan más ciencia y
y materia para alzar el tono hasta es ta profesión sin ambages: más jui cio, que los que desempeñan hoy ese oficio. Cuánto más
la bell eza será estercolaria o no será,l'I no sacaba de ello menos briUarb su dignidad . ' . si no fuese otorgada sino a Filósofos y
coraje para preconizar como un milagro las condiciones en que a Ministros, que por el gusto, el olor, el tinte, la sustancia de las
esta verdad última se había producido, y su mantenimiento sin evacuaciones del cuerpo natural, sa brían descubrir cuál es la
cambiar una línea: así co n la cuellta de los minutos que pasa el constituci6n del cuerpo político, y avisar al Estado de las con­
anali sta en su asiento y en que el inconsciente de l sujeto puede juras secretas que forman ge ntes inquietas y ambiciosas."
p oner en regla sus costumbres. Sería vano de nuestra parte complacernos en el h umor cínico
Hubieran podido preverse las salidas donde lo imagi nario, del Dean en el ocaso de su vida, si no de su pensamiento: pero
para alcanzar lo real, debe encontrar el no man's land que, de pasada queremos recordar bajo un modo sensible inclu so
borrando su frontera, le abre su acceso. Las indican los senso­ a los entendimientos olfativos la diferencia de un materialismo
riums no especia lizan tes, en los cuales la aluci nación misma se naturalista y de l materialismo freudiano, el cual lejos de despojar.
presta a dificultades en su límite. Pero el cálculo del hombre es nos de nuestra historia, nos asegura su permanencia bajo su for·
siempre antici pado por su brote inventivo, y para sorpresa feliz ma si mbóli ca, fuera de los capridlOs de nuestro asentimien to.
, [Alu sión a la fra2e de Andrl: nrelon : "La belleza .; er;\ co nvu lsi va o no .. [En el frances familiar , "no poder oler" a algui en significa no sopor·
sc.'ra ".
TS] tarlo, tenerle tirria, "no poderlo ver". n]
#"~ . • T"'"-"

448 SITUACiÓN DEL PSICOANÁLISIS ~:N 1956 SITUACIÓN N',L PSICOANÁLISIS EN J 956 449
Esto no es poca cosa, si representa propiamente los rasgos del analistas a tomar baños de poesía macarronlCa, ni las lecciones
inconsciente, que Freud, lej os de limarlos, ha afirmado cada de tab latura de las artes corteses, con las que sin embargo sus
vez m.ís. E n tonces ¿por qué eludir las preguntas que el incon.'i~ debates se amenizarían felizmente. Aun así podría imponérseles
cien te provoca? un rudimento que los formase en la problemática del lenguaje,
Si la asociación ll amada li bre nos da acceso a él, ¿es por una 10 sufi ciente para permitirles distinguir el simbolismo de la
liberació n que se compara a la de los automatismos neurológicos? ana logía natural con la que lo confunden habitualmen te.
Si las pulsiones que se des cubren en él son del nivel dience~ Este rudimento es la distinción del significante y del sígni~
fálico, o aun de ] rinencéfalo, ¿cómo concebir que se estructuren fi cado con que suele honrarse con justicia a Ferdinand de Saus­
en términos de lenguaje? ~ure, por el hecho de que gracias a su enseñanza está ahora
Pues desde el origen ha sido en el lenguaje donde se han inscrit a en el fundamento de las ciencias humanas. Observemos
dado a conocer sus efectos - sus astucias, que hemos aprendido ':Iotamente que, incluso haciendo mención de p rec ursores como
d esde entonces a reconocer, no deno tan menos, en su trivialidad Baudouin de Courtenay, esa distinción era perfectamente clara
como en sus finuras, un procedim iento de lenguaje. para los antiguos, y ates ti guada en QuinüJiano y en san Agustín .
Las pulsiones q1le en los sueños se juegan en charadas de La primacía del significante sobre el significado aparece ya
alman ague roza n igualmente ese aire de waz que, a la lectura allí imposible de eludir en todo discurso sobre el lenguaje, no
de la Traumdcutu.ng, impresiona a los más ingenuos. Pues son ~ ¡n que d esconcierte demasiado al pensamiento para qu e, inclu­
las mismas pu lsiones cuya presencia dis tancia el rasgo de inge. so en nuestros días, haya podido ser enfrentada por los lin­
nio de lo cóm ico, al afirm arse bajo una más altiva alteridad.7 güis tas.
Pero la defensa misma cuya denegación basta para indicar S610 el psicoanálisis es tá capacitado para imponer al pensa~
la ambigüedad inconsciente no hace uso de formas menos retó­ mien.to esa primacía demostrando que el significante pnede pres­
ri cas. Y sus modos se conciben difícilmen te sin re currir a los cindir d e toda cogitación, a unque fuese de las menos n;flexivas,
tropos y a las figuras, és tas de habla o de escritura, tan de veras para ejercer reagr upam ientos no dudosos en las significacion es
como en Quintiliano,s y que van desde e l accismo y la metoni­ qu e avasa llan a l sujeto, más aún: para manifestarse en él por
mia hasta la catacresis y la antífrasis, h asta la hipálage, incluso esa int rus jón enajenante de la que la noción de síntoma en aná­
hasta la lítote (reconocible en lo que d escribe O. Fenichel) , y li sis to ma un sentido emergente: el sentido del significante que
esto se impon e a nosotros cada vez más a medida que la defensa connota la relación del sujeto con el significante.
se nos presenta más inconsciente. De igu al modo diríamos que el descubrimiento de Freud es
Lo cual nos obliga a concluir que no hay {arma tan elaborada esta verdad: que la verdad no pierde nunca sus dere chos, y que
del estil o que e l inconsciente n o abunde en ella, sin exceptuar rerugiando sus credenciales hasta en el dominio abocado a la
las eruditas, las conce ptistas y las preciosas, a las que no desde~ inmediatel de los instintos, sólo su registro permite concebír
11 a más de lo que lo hace e l autor de estas líneas, el Góngora esa duración inex tinguible del deseo cuyo rasgo no es el menos
del psicoaná lisis, segú n dicen, para servirles. paradójico que puede su brayarse del inconsciente, como lo hace
Si esto es de ta l naturaleza como para desalentarnos de po~ Freud aferrándose a él.
dedo encontrar en el peristaltismo de un perro por muy pavlo­ M as para apar tar toda equivocación, hay que articular que
vizado que 10 supongamos, tampoco es como para obligar a los ese r egistro de la verdad debe tomarse a la letra, es decir que
la determinación simbólica, o sea lo que Freud llama sobrede­
1 Entiéndase bien que esto no es un aria di bravura., sino una observaciÓn terminación: debe considerarse ante todo como hecho de sin­
técnica que la lec tura del Witz: de Freud pone al alcance de todos. Es ver· taxis, si se quieren captar sus efectos de analogía. Pues esos
dad que pocos psicoanalistas leen esta obra, lo cual no tenemos ya por qué efectos se ejercen del tex to a l sentido, lejos de imponer su sen­
ocultar después de que uno de los más dignos nos confesó como una simple
Jagun a no haber abiert o nunca la Psicopa tología de la vida cotidiana.
tido al texto. Como se ve en los deseos propiame nte insensa tos
e Sentent ia rum tl ut verborum. e l. QuintHiano, OralorUJ. irlStitutio~ lib. TX, que de esos efectos son los menos reTOrcid os.
caps. 2 '1 3. De esta determinación simbó lica, la lógica combinatoria nos
,.

450 SIT UAC iÓN DEL PS ICOANÁ LISIS EN 1956 SITUAC IÓN DEL PSICOANÁLISIS EN 1956 45 1
da la forma más rad ical y ha y que saber renunciar a la exigen­ d ente sea i ndividual y colecti vo importa poco al hombre q ue,
cia inge nua que quisiera someter su origen a las vicisitudes de explíci tamente en su Moisés, implicitamente en T ótem y tabú,
la organización cerebral que la refleja ocasional mente. admi te qu e un drama o lvidado atraviesa en el inconsciente las
R ectificación sa ludable, cualquiera que sea la ofensa que edades. Pero lo que hay que dec ir, y esto conforme a Aristóteles,
aporte al prejuic io psicológico. Y no parece estar de más para es qu e no es el alma la qu e habla, sino el hombre el que habl a
sostenerla re cord ar todos los lugares en que el orden simbólico con su alma, a condición de a ñadir que ese lenguaje lo recibe,
encuentra su ve híc u lo, aunque fuese en e l silencio poblado del y que para soportarlo sumerge en él mucho más qu e su alma :
universo surgido de la física. La industria huma na a la que ese sus instintos mi smos cu yo (onda s610 resu ena en profundidad
orden determina má.s que sirve no está sólo allí para conservarlo, por repercutir el eco del significa nte. Y así también cua ndo ese
sino qu e ya visib lemen te lo prorroga m ás allá de lo que el hom­ eco vuelve a subir de allá, el hablador se maravill a de ello y
bre domina d e él, y los dos kilos de lenguaj e cuya prese ncia e leva a llí la a labanza de roma nticismo eterno. Spnch t die See le~
podemos señ<t lar en esta mesa son menos inertes si los encon­ .10 sprich l . .. Habla el a lma, escúchenla ... ach! schan die See/e
tramos corriendo sobre las ondas cruzadas de nues tras emisiones nicht mehr. . .tI Pueden uSledes escuch arla ; la ilusión no durará
por abrir el oído incluso de los sordos a la verd ad que R a belais mucho. Interroguen más bien sobre este asunto a l señor Jones,
SllpO incluir en su apólogo de las palabras heladas. uno de los raros discípulos que intentaron articular a lgo sobre
Un psicoanalista debe asegurarse en la evidencia de q ue el el simbolismo que tuvi ese pies y ca beza: les di rá la suerte de
h ombre, desde an tes de su nacimiento y m ás allá de su muerte, la Comisió n especial instaurada para dar cuerpo a su estudio
está a trapado en la cadena simbólica. la cual ha fun dado el lina­ en ei Congreso de 19 10.'·
je antes de que borde en él la h is toria -a veza rse en la idea de Si se considera por otra parte la preferencia que Freud man­
que es en su ser mismo, en su personalidad total como dicen tuvo por su T ótem y tabú , y el rechazo obstinado qu e opuso
cómicamen te, donde está efectivamente tomado como un todo. a tod a relativ izació n del asesinato del padre considerado como
pero a la manera de un peón, en el juego del significante, y dra ma inaugural de ]a humanidad, se concibe que lo que man­
desde antes de que las reglas le sean transmitidas, si es que ha tiene con eso es la primordia lidad d e ese significa nte que re­
de acabar por sorprenderlas; pues este orden de prioridades present a la pate rnidad más allá de los atributos que aglutina
debe entenderse como un orden lógico, es decir siempre actu al. y de los que el lazo de la ge neración no constituye más q ue un a
De esta heteronomia de lo simbólico, ninguna prehistoria nos parte. Este alca nce de signifi cante aparece sin equívoco en la
permite borrar el corte. Antes por el contrario todo lo que nos afirm ació n as í producida de q ue el verdadero padre, e l pad re
entrega no hace sino ahondarlo más: herrami en tas cuya forma simbó li co, es el pad re muerto. Y la conexión de la pa ternid ad
serial ' nos v uelve más Ihacia el ritual de su fabricaci ón qu e hacia con la muerte, que Freud distingue explícitamente en numero­
los usos a los que haya n estado adapt z:das - amontonamientos sas relaciones clínicas, deja ver de dónde ese significante recibe
que no mues tran nada que no sea e l símbolo a nticipante de la su ran go primordia l.
entrada de lo slmbólico en el mundo - sepulturas que, más Tantos efectos de masas para res tablecer una perspectiva no
allá de tod a mo ti vación que podamos soñarles, son edificios qu e d ar án si n embargo al psicoanalista los medios mentales de ope­
no conoce la naturaleza . rar en el campo que ella circunscribe. No se trata de nivel men ­
Esta exterioridad de lo simbólico con relació n al hombre es tal, por supu esto, sino del hecho de que el orden simbólico nO
la noción misma de l inconsciente. Y Freud ha probado constan­
temente que insistía en ella como en el principio mismo de su • Segundo verso del célebre dístico de Schiller del que el primero p regun­
experiencia . ta asl: WaTum ka rm der lebendige Geüt dem Geist nicht erscheinen 1, y asl
Testigo de e lJo el punto en qu e rompe taj antemente con pues es la resp ne:sta. Es te dísLico tjene un titulo: Sprache (= lenguaje. La
pregunta reza: I.por qu~ el es pt'ritu vivo na puedl': apaTecénele al EspiTí!u1
Jun g, es decir cuando éste publica sus " metamor(osis de la libi­
y la res pu esta: habla el alma l as" ¡oh! ya no h abla mds el alma. AS)
do". Porque el arquetipo, es hacer del símbolo él floreci mien to 10 Cf. E . .lones, Sigmund FTetul. L ije alld wOTk, t. II, p. 76. (Vida y obra de

de] a lma, y todo consiste en eso: pues e l hecho de qu e e l incons. Sigmw,d F7'elld, Buenos Aires, Nova, 1960, tOtIlO 1I, p. 79. AS]
452 Sil UAC IÓN Dl!.L f'Su..Q,\NÁI .ISIS !I.N 1956 SnlJAClbN Df.1. ' ·SICO .... NÁI.ISIS EN 1956 453
es abordable si no por su propi o aparato. ¿Haremos álgeura sin los cincuenta millones de hora.s más o menos de anal istas que
saber escribir? Del mifimo modo ¿puede trata rse d el más peque· h an encontrado en ella su comodidad y su malestar, parece .que
ílo efecto del significa nte, como también ponerle remedio. si n nadie h a pregun tado cuál esl
sospechar al menos lo que implica un hecho de escritura? Pues si Freud dio esa es pecie de atenciÓn por contrapartida 12
¿Ha brá sido necesario que la visión de aquellos a quienes la (Gegens tüch) de la asociación libre. el término flot ante no im·
Traumdeut ung ll llevó al análisis haya sido tan corta, adema· plica su flu ctuación , sino antes bien la igualdad de su nivel ,
siado largos los cabellos de la cabeza de Medusa que les presen­ lo cual queda acentuado por el término alemán gleichschwe·
taba ? ¿Qué es esa nueva interpretación de los sueños sino el con· bende.
fin amiento de la oniromancia tan sólo en el [undamen to, pero Observe mos por otra par~e que la tercera oreja de que nos
irrefragable, de tou a mántica, a saber la batería de su material? hemos servido para denegar su exislencia a los más a llá inciertos
No queremos decir la materia de dicha batería, sino su finitud de un sentido oculto, no deja por ello de ser de hecho la in­
ordinal. Bastoncillos lanzados a l suelo o láminas ilustres del ve nción de un autor. Reik (Theodor), más bie n sensa to en
tarot. simple juego de pare~ o impares o ku a supremos del ~ u tendencia a aco modarse en un más acá de la palahra.
Y¡·king, en voso tros todo destino posible, toda deuda conce· Pero ¿qué necesidad puede tener el anali sta de una oreja de
hible puede resumirse. pues nada en vosotros vale sino la com o más, cuando parece que tiene de sobra con dos a veces para
binatoria. donde el gigante del lenguaje recobra su es tatura por ade ntrarse a 'toda vela en el malentendido fundame nta l de la
esta r de pronto liberado de los lazos gulliveri anos de la signifi. relación de comprensión ? Se lo repetimos a nuestros alumnos:
cación. Si el sueño con viene todavía mejor para esto, es que esta "¡Cuidense de comprender! ", y dejen esa categoría na usea bunda
ela ho ración que reproduce vuestros juegos está en é l en obra a Jos se Ílores J aspers y socios. Que una de sus orejas se ensor·
en su desarro))o: "Sólo la elaboraci6n del sueño nos interesa" . dezca, en la misma medida en que la otra debe ser agu da. Y
dice Freud , y ta mbién : "F.I sueño es una adivina nza." ¿Qué ha­ es la que debe n ustedes aguzar en la escucha de los sonidos O
hría tenido que añadir pa ra que no esperásemos de ello las pala. fonemas , de las pa labras, de las locuciones. de las sentencias, sin
bras del a lma? ¿Las frases de una adivinanza han tenido alguna omitir en ellas las pausas, escansiones, cortes, periodos y para­
vez el men or sentido, y su interés, el que tomamos en su desci· leli smos, pues es allí donde se prepara la versión palabra por
fr amiento, no consiste en que la significa ción manifiesta en Su ~ pala bra. a fa lta de la Cllal la intuición analítica queda ~in so­
imágenes es caduca, no teniendo ningún alcance sa lvo al dar pone y sin objeto.
a entender el significante que se disfraza en ella? Asi es como la palabra que se ofrece a la adhesión de ustedes
Esto merecería incluso que se sacase de ell o una vuelta de la en un lugar común , y con una evidencia t...lI1 capciosa cuan to
1uz sobre las fuentes con que nos iluminamos aquí, in citando su verdad es atrayente por no entregarse sino en e l segundo
a los lingüistas a tachar de sus· papeles la ilusoria locu ción que, tiempo, como: el número dos se regocija de ser impar (y tiene
pleonásti ca mente por lo demás, hace hablar de escritura "ideo­ mucha razón, el número dos, de regocijarse de serlo. pero tiene
gráfica". U na escri tura, como el sueño mismo, puede ser [igu. el ddeclO de no ser como para uecir por qu é) , t:~ encontrará en
rativa, está siempre como el lenguaje articulada si mbólica mente,
o sea que ni más ni menos que éste es fonemática, y fonética de '~ y no: penela"t, como se expresa una traducci ón quc inspir6 sin d ud a
hecho desde el momento en que se lee. UlI aclorno de reloj ideal.
I~ " Die Cljr hic (la otra F.scucla)'·, epígrafe de un T ra i té de la CQ'llirl gellCl:
¿El lapsu s finalmente nos hará captar en su despojamiento aparecido en 189!) (Pa r h , Lil)rairic de I'Art 1ndépendalll. 1" fU C de la Chaus·
lo que quiere decir el que tolere ser resumido en la fórmula: ~ée d'Antin), donde se di scute ]a dialéctica de este ejemplo (p. 41). Obrd
que el d isc urso vien e a superar en él a la significación fingida ? dc un joven llamado Alldn~ Gide que no te nemos más remed io que lamell'
¿Llegaremos por ahí a arrancar al augur de su deseo de en· lar que .se haya apartaclo pre maturamente de lo<; problemas lógicos para
los que e5i{C e nsayo lo mostraba tan dotaclo. El nonse me sobre el cual d e~·
tra ñas y a reducirlo a la meta de esa atencíi:a flota nte que. desde pués de él especu lamos aquí ~e refierc, no hace falta reco rdado. a la tradu(: ·
,ión burlesca '1m: 5ie da a lo s escolares del latín: nU"11If'1"O Del,H imlJare gau­
II En fran cés La science des -réves, en la que Frcud cle.~ign6 su obra
del [ Djo~ gú7:t c,Jc .~cr numér icamenlc ~:tI par..... sJ.
printi pal.
454 5ITlJ AC¡ÓN DEL PSICO ANÁL ISIS EN 195G srnJ ACI6 N DF..L P SIOO ANÁ I. ISIS EN 1956 455

el nivel del inconscien te su más significante alcance, p urifi cado observando que nada en ning uno de los Institutos pertenedentes
de sus equívocos, si se le traduce por : unos números, son d os, a un a a filiación que se auloriza con su nombre ha sido esbo­
qu e no tienen par, es peran a Codal. zado en ese sentido.
Esperamos darn os a ente nder - y qu e el interés qu e mostra mos Pues to que el orden del día es aquí el legado de Freud, trata­
aqu í por la mán tica no es como para ap roba r el estil o de la remos de averigua r qué ha sido de él en el es tado de cosas
cartoman ciana. q ue en la teoría de Jos instintos d a el tono. prese nte.
Mu y a l contrari o, el estudio de la de terminación simbóli ca La historia nos mues tra en Freud la preocu p ación que le gu ía
permitiría reducir, si es qu e no a la vez des prender, lo que la en la organizació n de la A .I.P. o Asociación I ntern acional de
experiencia psicoanCllítica entrega de d atos positi vos: y no es Psicoan ál isis, y es pecia lmen te a p ar tir de 19 12, cuando auspicia
cua lqu ier cosa . en e lla la forma de autoridad qu e prevalecerá, de terminando
La teoría del narcisismo y la del yo ta l como Freud 1., orientó con los detalles de las in stituciones el modo de ejercicio y de
en su segunda tó pica son da tos que pro lo ngan las in ves tig'a ciones transmisión de los p oderes: es ]a preocupació n clara mente con­
m ás modern as de la e tología natural (precisamente baj o el en­ fesada en su corresp onde n cia de asegurar el ma n tenimien to de
ca bezado de la teorf a de los instintos) . ~ u pe nsamiento en su for ma comp leta, cuando él mismo n o esté
Pero incluso su solid aridad, en la qu e se fundan. es descono­ ya a llí para defend erlo. Ma ntenimiento del q ue la de fecció n
ci da. y la teoría del yo no es ya sino un enorme contrase n tido: el de Jun g, m,ts dol or osa q ue todas las otras a las q ue sucede. hace
reto rno a lo que la psicología intuitiva mis ma vomitó. esta vez un problema angustioso. Para hace rle frente, Freud
Pues la deficien cia teórica que señ alamos en la d ocl.r ina nos acepta lo que se ofrece a él en ese momento: a sa ber la idea
pone en el defecto de la enseñanza. qu e recíprocamente res pon­ qu e se le ha ocurrido a una especie de jove n g uardia. aspirante
de de ell a. O sea en el segundo tema de nuestra exposición al a la calidad de ve terano, de envej ecer en di cho mantenimiento
qu e hemos pasad o desde h ace un rato. en e l se no de la A,l .P., no sólo por una sol idarid ad secreta sino
Com o la técnica del psicoanálisis se ej erce so bre la r elación po r un a acción desco nocida.
del suj eto con el sign ifica nte. lo qu e ha conquistado de conod­ La firma en blanco que Freud o lorga a este proyecto,15 la se­
mien to no se si túa si no o rde nánd ose alrededor. gurid ad que saca de él y que lo apac ig ua,l. qu eda n atestiguadas
Esto le d a su lugar en el reagrup amiento que se af irma <:01110 por los documentos de su biógra fo, último sobreviviente a su
ord en de las ciencias conjeturales. vez de ese Comité. llamado de los Siete Anillos, cuya exi stencia
Pues la conjetura no es lo improb able : la estr ategia puede ha bla sido publicada po r el difunto H ans Sachs. Su alcance de
orde narl a en certidu mb re. Del mism o modo lo subj etivo no es prin cipio y sus consecuencias de hecho no p od r ían ser veJadas
el va lor de sen ti m ie n to con que se lo confunde: las leyes de la po r la calificació n di vertida de r omanticismo 17 con que Freud
intersu bjetivid ad son matemáti cas. ,. En verdad es de Frelld de qui en la acción del "Com ité" reci. be su ca­
Es en este orden d onde se edifican las Ilac iones de es tru ctura, rácter con sus consigna5. "Th is COntm iUee wo uld have to be strictly secret
a falta de las cuales la visió n por dentro de las neurosis y la [subrayado en el tex to dado por Jones) ;11 ilS cxütence tlnd its tlcl i ofl
[liu brayado por nosolrosl ." Carc a d e Freud a E. J ones del 1 de agosto de
te nta tiva de aborda miento de las psicosis qued an detenidas. 191 2. q ue ha bría d e ser seguida d e u n despl azamiento de Freud para fija r
La perspectiv a de semejante investigació n exige un a forma­ con Jones, Ferenczi y Ran k. la base de ese "plan" . E. J ones , Sigmund Freud.,
ció n que reserva al lenguaje su papel sustan cial en e lla . Es lo ¡·¡fe a11 d work, vol. !J, p. 173 ropo cit. , n, p. 167]­
1$ " T h c secret oi thi s Commitlee is th at ir. has taken from me my mast
que Freud formula expresamente en el programa de un In sti­
burd('"nsome care for t he (utu re, so tbat I can calmly fo llo\\! m y p ath to
luto idea l, que no nos ex trañará después de lo que es tamos ade­ hhe en d", y "Since then 1 have felt more Jigh t·hearted and carefree about how
lantando que desa rro lle el conjunto mismo de los est udi os fi · long my life will lasl." Ca rla oc Freud a Eitingon del 23 de noviemb re
lológi cos." de 1919, o sea siete años dcspué~ (duran te los cuales por lo tanto incluso
pan alguien de su rango habla quedado igno rada la exi.~tencia del Comité).
Podemos aquí como más arriba parti r de un con tr aste h ru ta l, para proponerle entrar en el Comité. Mis ma obra, p . 174 [o p. cit., p. 1671­
11 " 1 k. no \\! thcre is a boyish and perhaps ro mantic element too in this
H ce. Frcud , C. W ., X IV, pp . 28 1 Y 28 3 {A. xx, pp . 230 Y 232] . co nception ..." Carta cit ad a de Freud a J ones.
"1

456 SIT UAC iÓN DEL PS1COANÁ LlSIS EN 19Pj(J SITUAC iÓ N DFl. »iilCOA NÁL1SIS EN 1956 457
hace tragar la una, y el incidente pica nte con que el doctor el d escu b rimi ento fundamental ele la identi[icaci6n d el yo de
J on es se apresu ra a etiquetar las otra5: 18 la ca rta escrita a sus cad a individu o con una misma image n idea l cuyo es pejismo
espa ldas por Ferenczi a Freud en estos términos: "J o nes, no soporta la personalidad del jefe. Descu brimien to sensacional,
siendo judío, no estará. nunca basta n te li be rado pa ra ser seguro por ad e la nta rse ligeramente a las orga n izaciones fascis tas que
en es ta amenidad. Hay que cortarle toda re tir ada y no quitarle lo hicieron patente.
el ojo de encima." D e haberse pues to antes alenció n en es tos e[ectos,20 Fre ud sin
L a hisloria secreta de la AJ.P, no es tá ni hec ha ni por hacerse. dud a se habría iuterrogado sobre el campo d e,jad o a la d o mi­
Su s efectos carecen de interés junto a los d el secreto ele la his­ nancia d e la función del boss o del cacique, en que una o rga­
tori a. Y el secreto de la historia no ha d e confundirse con los n izaci6n q ue, para sostener su palabra misma, sin duda podía
co nflictos, las violencias y las ab erraci ones q ue son su fábula. La como sus mod elos equilibrarse con un recurso a l lazo simbólico,
pregunta que Freud planteó d e sa ber si los analistas en su con­ es decir co n un a tradici6n, una disciplina, pero no d e manera
junto satisfacen el estándar d e normalidad qu e exigen de sus equiva lente, puesto que tradición y di scipl ina se p ro ponían a ll í
pac ientes proporciona, por se r regul armente citad a a este pro­ co mo objetivo poner en ducla su princip io, con la relación del
pósito, ocasió n a los analistas d e mos trar su bravura. Se asombra h ombre y la palabra.
uno de que los autores de esas cantale tas no vean ellos mismos D e hecho se trata nada menos qu e d el problema de las rela­
la as tu cia : la anécdota aquí como en otras partes disimula la ciones elel yo con ]a verdad. Pues es a la es tructura d el yo en
es tru ctura . !lU mayor ge ueralidad a 10 que se reduce es te efe cto d e identi­
Los caracteres de ésta más aparentes son aquellos mismos que fi cación imaginaria (por el que se mjde d e pasad a la distancia
la ha cen invisible, y no sólo pa ra aqu ell os qu e es tán sumerg idos :\ la qu e se ma ntienen de ella los u sos inusitados a Jos que la
en ella: tal el iniciatismo que m arca su acceso y que, por ser n oció n d el yo es rebajada en el aná li sis) , Y Freud n os propor­
en nu es tro tiempo "bastante úni co", como di cen, más bien se dOll a aquí e l resorte positivo de! m omen to ele la con ci encia del
exhibe, o también el kominte rnism o cuyo estil o interior muestra qu e Hegel d eduj o la estructura dialéc ti ca como fenúmeno de
sus rasgos y cuyo prestigio más común no es rechazado allí. la infatuación .
y el volante más o menos pesado d e tem poral cuyo gobierno Por eso daremos el nombre de Suficiencia a l g:'ado, al g rado
soporta es un hecho de realidad qu e n o tien e en sí por qué bus­ úni co ue la jerarquía psicoanalítica. Pues conlrari amente a lo
car remedio, y del que sólo la extra territori alidad espiritual q ue un va no pu eblo se imagina sobre la base de a pa ri enci<ls,
a la que da cuerpo merece una sanción . La paradoja de la idea esa jerarq uía no tiene más que un grado y por eso ti ene runda ­
qu e se nos ha ocurrido sobre es to es tar á mejor remitida a más men to pa ra d ecirse democrática, por )0 menos ~ i tomamos este
adelante.Hl término en el sentido que tiene en la ci uda d ant igua: d o nd e
Debe partirse para nuestra mira de la observación, nunca la de mocr ac ia no conoce sino amos.
hedl a que sepamos, de qu e Fre ud en caminó a la A,I.P. en su La Sufi ciencia pues está en sí misma más allá de tod a p rueba.
vía diez años antes de qu e. en An árisis del yo y psicologla de 1\ 0 ti ene que ser subciente para nad a, p ues to q ne se b as ta .
masas~ se interesase, a propósito de la Iglesia y d el Ejército, en Pa ra transmitirse, a falta ele disponer de la ley de la sa ngre que
los meca nismos por los qu e un grupo org.íníco participa en la im pli ca 1(1 generación, ni siquiera d e la de la ad o pcíón que
multitud, exploración cuya parcialidad segura se justifica con ~ u p on e J(I alian za, le queda la vía de la reprodu cción imaginaria
qu e por un moclo de facsímil anál ogo a la im presión, permite,
la J ones, SigmHtlrl Fl'ettd, í, 11 , p . 173 {La tl'a tlu cció n argemin a dice (p.
si pued e decirse, su tirada en cierto número d e ejemplares, en
167): "Pocas veces he visco con ta nta cla ridad la venlaja psicológica que
implica el haber nacido judío y verse libre eJel a ta vismo de tantas cosas sin los que el único se pluraliza.
sentido". A Jones deberá tenerlo IJ stetl bajo co nstante vi gila nci a y cor­ Este. modo de multiplicación no dej a d e enco n trar en la situa­
tade la l'etirada". AS] ció n afin idades favorables. Pues no olvidemos q ue la entrada
l O Los dos párrafo,> precedente.'; esláu a usentes de la redacejón public aeJa
en los ÉI-udes Philosophiques : la versión presen te c;e. resenó pal'a un a ~' La versión publicaeJa es diferente a pa rtir de es te párra fo, La adjun ­
tirada aparte. t:l mo ~ en anex o,
458 SITUACIÓN DEL PSICOANÁLISIS EN 1956 SlTUACI6N DEL PSIC..oANÁLISIS EN 1956 4!íD

en la comunidad está su jetél a la condición del psicoanálisis di­ está destinado su abordamiento. Es esta aproximación la que
dáctico, y hay ciertamente alguna razón para que sea en el CÍrcu­ connotaremos con un índice llamando a los que la ocupan: no
lo de los didácticos donde la teoría que hace de la identificación los necesarios sino los Bien-Necesarios.
con el yo del analista el fin del análisis haya tomado nacimiento. ¿Para qué sirven los Bien-Necesarios en la organización? Para
Pero desde el momento que las Suficiencias están constituidas tomar el uso de la palabra, de la cual, como se habrá notado,
en Sociedades y que su elección es cooptativa, la .iloción de clase todavía no hemos hablado: es que en efecto hemos dejado de
se impone y s610 puede aparecer en aquella donde se ejerce lado hasta ahora esa paradoja, difícil de concebir, de una comu­
su selección a condición de envolverla con alguna oposición nidad cuyo encargo es mantener cierto discurso, de que en sus
a la suya. clases fundamentales, Suficiencias y Zapa titos, el silencio reine
La oposición de la insuficiencia, sugerida por un puro forma­ como amo y señor, y que su templo repose sobre dos columnas
lismo, es insostenible dialécticamente. La menor adopción de taciturnas.
la suficiencia eyecta la insuficiencia de su campo, pero asimis­ ¿Qué podrían decir en efecto los Zapa titos? ¿Hacer preguntas?
mo el pensamiento de la insuficiencia como de una categoría No hacen nada de eso por tres razones de las cuales hay dos que
del ser excluye radicalmente de todas las otras a la SuficienciJ. saben.
Es la una o la otra, íncompatiblemente. La primera razón es que están analizados y que un buen ana­
Necesitamos una categoría que, sin implicar la indignidad, lizado no hace preguntas -fórmula que hay que entender en
indique estar fuera de la suficiencia, ése es su lugar, y que para el mismo nivel de perentoriedad con que el proverbio francés
ocuparla se esté cJlificado para man tenerse en ella. Por donde "no hay ahorros pequeños" cierra la réplica a una demanda
la denominación de Zapal.ilos)2L para los que se ordenall en ella, considerada como inoportuna en un célebre pastiche de Claudel.
nos parece buena, pues aparte de que tiene bastante de imagen La segunda razón es que es estrictamente imposible en el
para que en una asamblea se los distinga holgadamen te, los lenguaje corriente en la comunidad plantear una pregunta sen­
define por este porte: están siempre con sus zapatos pequeños sata, y que habría que tener la inverecundia del hurón o el
y, en el hecho de que se acomodan a ello, manifiestan una sufi­ descaro monstruo del niño para quien el Rey está desnudo para
ciencia velada con su oposición a la Suficiencia. hacer la observación correspondien te, único sésamo sin embargo
En tre la posición así marcada y la Suficiencia queda sin em­ que permitiría abrirse a una conversación.
bargo un hiato que ninguna transición puede colmar. Y el esca­ La tercera razón es desconocida a los Zapatitos en las condi­
lón que la simula en la jerarquia no es aquÍ sino trampantojo. ciones ordinarias y sólo aparecerá al término de nuestra ex­
Pues si se piensa mínimamente en ello se verá que no hay posición.
Suficiencia menor o mayor. Se es suficiente o no se es; es verdad En cuanto a las Suficiencias, ¿a qué hablar? Bastúndose, no
ya cuando se trata de ~er suficiente para esto o aquello, pero tienell nada que decirse, y en el silencio de los Zapatitos no tie­
cuánto m<Ís cuando hay que ser suficiente para la suficiencia. nen a nadie a quien responder.
Así la Suficiencia no puede alcanzarse ni de hecho, ni de dere­ Por eso les es dado a los Bien-Necesarios apelar a ese silencio
cho, si no se está ya en ella. Llegar a ella es sin embargo una poblándolo con su discurso. Cosa que no dejan de hacer, y tanto
necesidad: y esto mismo nos da la categoría intermedia. menos cuanto que una vez que ese discurso se ha puesto en mo­
Pero es una categoría que quedará vacía. No podría en efecto vimiento apenas nada puede trabarlo. Desligado, como hemos
ser llenada, sino únicamente habitada: estadía en la que se dicho, de sn propia lógica, 10 que en él se encuentra no se tro­
juega a veces a las necesidades, de la que puede decirse incluso pieza, lo que en él se atraviesa no se ofende, lo que de él se
que en conjunto se hace en ella lo necesario, pero de la cual excluye no se cercena. El sí tiene allí con el no una compatibili­
estas expresiones mismas delatan el irreductible límite a que dad que no es de equilibrio sino de sobreabundancia. Puede
decirse que el uno no se encuentra S~1l el otro o mejor, puesto
:n ["Pequeños Zapatos·'; la expresión "¿lT·e d.ans ses pelils soulin·s" ("estar
con los zapatos chicos"), que el autor emplea a continuación, equivale a
que cae de su peso, puede no decirse.
estar en apuros, estar sobre ascuas. TSJ Esta dialéctica es de la vena de la prosa del burgués gentil
460 SITUA CiÓN DEL PSICOANALlSIS u,¡ ¡%G SITUACIÓN DU•• PSICOANÁL-ISIS EN 1956 16\
hombre, dial éc ti ca sin sa berlo, pero que responde a un a aspira­ 'ierá el sentimienlo que soldará más fuer te mente a la tropa: ese
ción, la de l prestidigitador inquieto de ser aplaudi d o por haber se nlimienlo es conocimienlo, bajo una forma patética, en é l
~acado d el sombrero un conejo que él es el primero que se sor­ se comul ga sin comunicarse, y se llama el odio.
prend e de haber entontrado allí. Se p,-egunt a po,- qué le ha Sin duda un bu.en objeto~ como dicen, puede promoverse a
~a lld o su (ruco, y buscándolo en las razones que ha n d e darse eSlas funciones de sometimiento, pero esa imagen que hace a
{le la prese ncia d el conejo, Jas encuentra igualmente apropiad as los perros fieles , hace a los hombres tiránicos -pues es el Ero~
para responder y las deja pasar todas, en un a indiferencia naci­ cuya verdadera figur a mostró Platón en el fasm a qu e extie nde
(la d el prese ntimie nto de que no tocan lo que le interesa, qu e e~ sus alas so bre ]a ci udad destruida y con que se enloquece e l alma
saber en qué Su tru co ha sa lido bien. Así el disc urso Bien-Nece­ acosada.
sa rio no basta para hacer superfluas las preguntas, per o se mues­ Para devolver es tas. consideraciones a sus proporciones presen ~
tra superfluo para ba~tades. tes, Lomaremos la mano que Valéry tiende a Freud cu and o h a ~
Esa superfluidad en que se traduce el más acá d e la suficien­ blando de esos "ún icos" que pueblan lo que él llama las profe­
áa no pued e llega r hasta el hecho de su defecto si la Suficiencia siones d e lirant es~23 hila la metáfora de los dos electrones cuya
misma no vie ne a responderle por la superfluidad d e su exceso. edifica n le mú sica oye zumbar en el átomo de su unicidad: uno
l!.sl.a es la fun ción d e los miembros de la orga ni zación LI 1m que ca n la: "No hay m ás que yo, yo, yo", el otro que g rita:
{lue ll amaremos Beatitu.des, tomando este nombre de las sectas "pero hay un lal. .. , un taL .. y tal Otro". Porq ue, ailade e l
estoica y epicúrea de la ~ que es sabido que se proponían como aUlor, el nombre ca mbia bastante a menudo.
fin a lca nzar la satisfacció n de la sufi cien cia . Así es como los n umbel· one que aqu í pululan reve lan ante
Las Bea liludes Son los portavoces de las Suficiencias, y el una mirada experta ser olros tantos números dos.
hecho d e es ta d elegación vale que regresemos al silencio d e l a~ Es de cir que el regodeo en que caerán como tales y cuya ex­
S ufi cie ncias, qu e hemos despachado un poco aprisa. trañeza evocábamos más arriba va a encontrarse aq uí llevado
Las Sufi cie ncias, dijimos sin insistir, no lienen nada que a un grado d e ex ultación que no se hará mis convin cente por
(]ec irse. ESlo merece se r motivado. ser ge neral, pero en que tal vez se esclarecerá con su reperc usión .
E l idea l de la suficien cia en los agrupamiel'lLOs que ordena Que el número dos se regocije de ser impar, ¿adónde va a
~Ipena s es propicio a la palabra , pero lleva a ella un a suj eción ll evarle eso en eS la re unión -que podemos sin abuso o rdenar
·("uyos e [ecLOs so n uni[ormes. 22 Contrariamente a lo qu e suel e en una fila úni ca co n la única condición de uni r en lila india
imagin arse. en la ident ificación colectiv:l los sujetos SOIl infor­ caela uno a otro que le precede?
mados por hilo individual ; esta información sólo es común por­ Salta a la vi sta que es preciso que el número tres descienda
(fue en su fuente es idéntica. Freud puso el ace nto sobre el como Dios de la máquina para engendrar la a ltern ancia que
hecho de que se tra la de la identidad que lleva en si la idea liza­ dará a luz el impar. anles de que éste pueda ejercer sus seduc­
óón narcisisla , y nos permite a!:.í completar con un rasgo de es­ ciones sobre el número dos.
(luematismo la image n que hace a llí función d e o bjelo. ESla observación mueslra ya el nervio del asunto, pero se
Pero se puede p reve r el modo de relación so bre el qu e va a verá m ejor bajo una forma desa rrollada.
o cscansar semeja nle grupo, por lo:. efectos que produce la iden­ En la serie así consliluid a, puede decirse efectivamente que
lifi caci6n narcis ista en la pareja, celos fraternales o acrimonia un luga r impar es ocupado por la mitad de los números dos,
·(onyugal. En la co nqllista de l poder, se ha utili ~ado ampliil­ pero como la serie no liene cabeza, puesto q ue se cierra en
menle la Schadenfn:ude rpla cer de dañar] que :,a tis(ace en e l forma d e co ro na, nada ni nad ie puede designar cuál es esa mi­
.oprimido la ide ntifica ción con el Führer. En ulla búsqu eda del tad, y aS l pues los números dos, cada uno para sí y Dios para
'iaber, cierto rec hazo que 'ie mide con el ser, má!\ ~11I ;i d el objeto.
~ H emos cit ado ~te pasaje por enlero en nu.estra lesis: D ~ In psy c ho$ ~ pa­
ratWlaque dan$ us ra.PPOTts avec la penol1nalité, Parls , Le Fran c;o is, 1928, en
"" lis lo que d lnui o5i~m o Ij 5l1al en el mc..-dio n:.~ p ec l o de lo f.luc le ala.ít·
las pp . 283 (n. 1) y 2M ropo eil., p. 252 (n. 29) y 253]. Se ve qu e .OU 65tru
~ k!\jg.\a ex qui ~i l a m e lll f (omo: el Twrcüismo di' la f ¡Jt:q//üiu.\ di/t:r('u r ial .
inlrré5 en CSle tema no dala de la última década.
4Q2 SITUACiÓN m!.L P SICOANÁLISlS EN 1956 SITUACiÓN DU PSICOANÁLISIS EN 1956 4Q3
todos, tiene n deredlO a pretenderse impares, a unque cada uno de la que quienquiera que haya tenido ocasión de con ocer el
esté seg uro de que la mitad de ellos no puede serlo. ¿Pero es as unto nos d ará, en su fuero interno, quitanza, aunque hu biese
esto forzosamente verdad ? No tal. pues basta con que la ffiüad de buscar contra nuestra diatriba el refugio cu ya palabra final
más uno de los números dos pueda decirse de rango impar para soltaba un día delante de nosotros una de esas naturalezas a las
que rebasado el lindero (según la fuerte expresión del señor que su cobard ía ense ña tanto como las guía en estos términos:
Fenouillard) , ya no h aya límites, ya para que todos los números .. No hay dominio en el que se exponga uno más que en el de
dos, cualquiera qu e sea aquel del que se ha ce p<Jrtir la serie, hablar del an ál isis."
queden innegablemente comprendidos en el im par enumerado. H e aq uí pues la organización que obliga a la Pa labra a cami­
Se ve aquí la función de l Uno Además, pero también que es llar entre dos muros de silencio, para conclui r las nupci<ts de la
necesario que sea Uno Sin. Más, pues todo Todavía Uno M ás con fusión con la arbitra ri edad. Se aviene a e llo para sus funcio­
seria Uno D e Más; qu e haría recaer todos los números dos en nes de promoción: las Suficien cias regul an la entrada de los
una presunci ón que queda sin remisión por saberse sin r emedio. Zapatitos en su exterior, y las Bea titudes les designa n aq uellos
Ese Uno Adem.ás estaba ya en el número tres, condi ción pre­ que constituirán los Bien-Necesarios; en sentido inverso, será
liminar de la serie en que se hizo ver mejor de noso tros. Y esto diri g iéndose a las Beatitudes como éstos irán a la Sufi ciencia.
demuestra que la alegría deJ número dos de la Sufi ciencia exige y las Sufi ciencias les responderán sacando de su seno Beati tud es
que su dualidad se exceda en ese Uno Ademds : y que por lo nuevas.
tanto la Beatitud, siendo el exceso de la SuEiciencia, tiene su Una observación atenta enumeraría aquí todas las form as del
lugar fuera de ella . tiro indi rec to o de ese encaminamiento l1 amado trácala, lo qu e
Pero como ese Uno Además que es desde ese momento cada eq uiv ale a decir todas las que provocan al asa1ta nte a usar la
una de las Bea titudes, no puede se r si no un Uno Sin Más, está invisibilidad.
destinada por posición al monó logo. Y por eso, contrariamente Ésta es sin duda la fa lla del sistema como medio de selección
a las Suficiencias que no tie nen nada que decirse, las Beatitudes de los sujetos, y al conjugarse ésta con la i nsonoridad que éste
se hablan, pero no es para decirse míÍ.s cosas. opone a la palabra, no n os extrañaremos de algunos resultados
Pues ese Un o Además donde el número tres se reúne es con paradój icos, de los que no señalaremos más qu e dos, uno de
seguridad la mediación de la Palabra, pero al mantenerse en el efecto permanen te, el otro hecho de casos singulares.
Otro del que debería desprenderse para regresa r al Mismo, sólo 1. Que los programas que se imponen allí a la enseíia nza m a­
(arma en su boca esa íorm¿¡ que tapa: la O de un Oráculo, en gistral tornan esencialmen te su objeto de lo que lla maremos
]a que sólo el apetito ele los Bien-Necesa rios puede hincar el materias d.e ticción7 pues lo único positivo que se en cuen tra en
di ente h¿¡sta h acerla la U de un Veredicto. ell os es una enseñan za médica, que por no ser sino doble le,
Pero las dos su perfluidades que aq uí se conjugan, por la resulta una repetición de la e nseñanza pública que se adm ira
connivencia del defecto de l Di scurso Inconsis tente con el exceso uno de qu e sea tolerada;
del Discurso Inmotivado, no por eHo se responden . Del mismo 2. Que dado que un a política de si lencio tenaz debe encon­
modo que nunca tan tas ca nicas como pueda uno ponerle dentro trar su vía hacia la Reati tud, el analfabeti smo en su estado con·
hará n a un colador más apropiado pa ra servir en él la sopa. génito no deja de tener esperanzas de tener all í éxito. 2Ci Pero
:Ésta es la razón de que la enorme can tidad de experiencia tenemos qu e lndicar además lo que la conjun ción de estos d os
que h a a travesado el an álisis (pues aq uí no puede decirse que
en El caso Sch1·ebef". No carece d e alcance com proba r que la retuvo en el
no se h aya sacado nada del macho cabrío ordeiiado), su ense­ punto preciso en que Kant somele a su cdli ca la pregunta: ¿qué es la
ñanza no ha podido re tener casi nada en su tamiz. 21 O bservación verdad?
l1li Puede también traerse por sus méritos propios. Test imo nio de e ll o el
J( Para quienes no conocicsen la mctáfora <.lel tamit tendido para la oro inventor de la técnica de subodoración referidf!; mas arriba, a quien ese ha·
deña de u n macho cabrio, cL Kant, Critica de la mIó" pura, en la l7ltroduc· Ilngo le valió ser recibido en tre las Suficiencias si n e tapa probator ia e ntre
ciÓ11 a ltI lógica tmscclldr:ntal, lll: D e la divi sión de la lógica general en los Bien-Necesarios donde sin e mbargo habría hecho maravillas, y ser pron o
ana!{lica y dialütica, e<.lic. francesa Meitler, 1952, p. 100. Frcud la !:ecuerda tamente arreba tado al cielo de l u Beatitudes.
/

SiTUA CiÓN Dt:1. PS1COANÁL1 515 EN 1956 465


464 SITUACIÓN DEL PSICOANÁLISIS ¡I,N 1956
ellos que atribuí an casi tod os su ded icación a la p:,iquia tría a los
efecto!) puede producir ocas iona lmente, pues veremos en ello tormen tos inaplacados de ese maldito año qu e el ciclo de los
la manera en qu e el sistema, cerr ánd ose con ella, enc uentra cómo es tudios franceses le inflige a uno en compañía de las ideas!
reforza rse. No, no era eso, ahora 10 sabían, lo que los había gui ado: qué ali­
Suced ió que una Bea titud del Lipa 2 se creyó emplazada por vio y qu é provecho quedar a mano a tan baj o precio, pues un a
las circunstan cias a ponerse a prue ba en un a en señan za del vez. disipado ese error Y una vez sustituido por la convicción
tipo 1, cu ya promoción le se ría de gran lustre. de que ese prurito era en e fe cto lo que I1aman con ese nombre
Fue un h ermoso caso. Al gun os denunciaron a gTitos la licen· condenado: el intelectu aJismo, cuán recta es por fin la vla, con
ci a. la licenciatura en psicología, se entiende, de la cual, según cuánta h olgura encuentra el pensamie nto su cam ino hac ia la
el los, la Bea titud en cues ti ó n no habría sido capaz de pasar el naturaleza, ~y no es tán ahí Jos movimien tos de nuestras vísce­
exa men . ras para asegurár noslo?
Pero los otros más pruuentes supi ero n saca r provecho de la Esto es lo qu e h ace que un buen alumno analis ta de es ta
gran lecció n que se les ofrecía así y en la qu e de pran to podían especie se distingue a la primera ojeada para quienquiera que
leer la Ley suprema, Ley n o escrita , sobre la que se funda la haya visto un o una vez por ese aire interior, y'" has ta posterior,
asociación - do nde cada uno en su seno encontrará preparados que lo muestr a como apo yado sobre el feto mace rad o de sus
su pla to intelectual y su moral acos tumbrada-, pa ra la cual el r esistencias.
largo p lazo de observ ación de que h a sido objeto debía ante todo Des intelec LUa li zación, es ta palabra no indica que cualquiera
mostrarlo ap to -y cuyo mandamiento simple y seguro esc uchar.i ~e vuelva to nto por ello : al revés de los temo res, y aun de las
en sí mismo en los momentos graves: no hay que turbar a las es pe ranzas, vu lga res, e l a nálisis es perfectamente incapaz de
Sea ti LUdes. cambiar nada en esta mate ria .
Pues tal es la razón, desconoc ida de los Zapatilos, au n cua ndo El estud io de la intelige ncia cuyo grado la psicología beha­
la pres ientan, de su propio silenci o, y un a nueva ge neración , vio urista creyó poder superponer a la medida de lo qu e el ani­
por haber visto desgarrarse su velo, salió de a11l templada más mal S3 be englobar en la conducta de rodeo, nos ha parecido a
vigorosamente, y cerró filas alrededor de aquel q ue se la h ab ía menudo qu e podía bend iciarse, al menos para el hombre, con
revelado. un a referencia más ampli a: y concretamente con lo que llama­
¿Pero quién pi ensa en m edio de todo es to en las Beatitudes rí a mos la conducta del rastro.
mismas? ¿Imagi na alguien la desgracia de un a Bea titud solita ­ N o hay vez que llevemos a nuestro per rito a su paseo de ne ce­
ri a, cuand o I1ega a darse cue n ta de que si los decires de los sidad sin que nos impresione e l provec ho que podría sacarse
Bien-Necesarios so n superfluos en su mayor pane, los de los de su s gestos para el análisis de las capacidades que hace n el
llienaven turados son malaventurados ordinari amente... y lo éx.ito del hombre en la sociedad, como asimismo d e esas vir­
qu e en esa malave ntura puede 11egar a ser su Bea ta Soledad? tudes a las qu e los antiguos ap lica ban su medita cibn baj o el
¿Su Suficien cia le so plará en el últ imo momen to qu e elJa misma títul o de Medio-de-Triunfar. Que por 10 menas aquí esta di ­
no es más que Ma l Necesar io? gresió n disipe el malentendido" que hubiéramos podido dar
¡Ah, qu e los Zapa tit os sea n preservados de esa ang ustia! Po r ocasión para algunos: de imputarnos la doctrina de una disco n­
lo menos que se los prepare para sus peligros. Pero se pone Linuidad entre psicología animal y psicología humana que es tá
remedio: noso tros, a quien en cuanto Bea tiLUd , durante años, b ien lejos de nuestro pensamien to.
en la ceremonia llamada de la Segunda Vueltetita, nos ha sido Simplemente hemos querido sostener que para operar co­
deparado oír de propi a haca de los Zapa titos el beneficio que rre clamen le en esos efectos qu e el a nálisis distingue en el hom­
h abían sacado de su análisis personal. dáemos aqu í el más fre­ hre com o síntomas, y qu e, por prolongarse tan dire ctamente en
cuente y más principal de los que aparecen en el h omenaje que su destin o, incluso en su vocación, parecen caer con ellos bajo
rendían a su didáctico, cabe en una palabra : desintelecLUali­ el mismo dominio: el del Ienguaj e l es preferibl e sin duda no
zación. perm anecer comple ta mente iletrad o ~ más mod est a men~e que
¡Ah, cómo se sen tía n por fin liberados, esos queridos ni rl os,
406 SI11JAC16N DEL PSICOANÁLISIS EN 1956
Sl'I'UACIÓN m:L ¡'SICOANÁLiSIS EN 1956 oW7
todo error posible no ha de apartarse del esfuerzo que hiciera de las inversiones considerable$ que desplaza una comunidad
uno para aplicarse a ello. tal, se dejen a discreción de un poder espiritual cuya extrate·
Pero sin duda o tras necesidades predominan, y el fardo de rritorialidad singular hemos señalado.
las Beatitudes, semejante al del hombre blanco, no podría estar Pero la solución seria fácil de obtener: un pequeño territorio
al alcance del juicio de u no solo. a la medida de los Estados fil a télicos (Ellis Island para dejar
Lo hemos escuchado, y todos pudieron escucharlo, de la boca las cosas c1aras) podría ser cedido por un voto del Congreso de
de una Suficiencia en un momento fecundo de la institución los Estados Unidos, los más interesados en ese asunto, para que
psicoanaJítica en Francia: "Queremos", declaró, "cien psicoana~ la 1.P .A. instale en él sus servicios con sus Congregaciones del
listas mediocres." En lo cual no se afirmaba la modestia de un Indice, de las Misiones y de la Propaganda, y los decretos que
programa, sino la reivindicación, acaso ambiciosa, de esa muta­ emitiese para el mundo entero, por estar fechados y promulga.
ción de la calidad que el fuerte pensamiento de Marx ha mos­ dos en ese territorio, harian la situación más definida diplomá·
trado para siempre jamás que se arraiga en la cantidad. ticamente: se sabia además claramente si la función del yo au­
y las estadísticas publicadas a la fecha muestran que la em­ tdnomo ) por ejemplo, es un artículo del símbolo de la doctrina
presa, pues que superaba soberbiamen te'20 todos los obs táculos, ecuménica, o sólo un artículo recomendable para la Navidad
está a un paso de un éxito con el que bate sus propias normas. de los Zapa titos.
Con seguridad estamos lejos todavía de lo que se alcanza en Hagamos un alto aquí para terminar con una nota roborativa.
otros países, y la-s trece páginas e n cuarto aproximadamente, a Si no hemos ten ido miedo de mostrar las fuerzas de disociación
dos columnas, que basta n apenas para contener la lista de los a las que está sometida la herencia freudiana, hagamos patente
psicoanalistas de la Asociación norteamericana, ponen en su la notable persistencia de que ha dado pruebas la institución
si tio a las dos páginas y media en que los practicantes de Fran­ psicoanalitica.
cia y de Inglaterra encuentran cabida. Tendremos en eIJo tanto menos mérito cuan to que no encon­
Jú zguese la responsabilidad que incumbe a la diáspora ale­ tramos en ningún sitio confirmación más deslumbran te de la
mana que ha dado allá los cuadros más altos de la Beatitud, y yirLud que atribuimos al significan te puro. Pues en el uso que
lo que representa la carga que se echa encima de tod os esos den­ se hace en ella de los conceptos freudianos, ¿cÓmo no ver que
tistas, para usar el térmi no impregnado de un paternalismo su sign ifi cación no entra para nada? Y con tcxio no a otra cosa
afectuoso al que se echa mano, para designar el rank and file~ sino a su presencia puede a tribuirse el hecho de que la asocia·
entre esas Beatitudes supremas. ción no se h aya roto todavía para dispersarse en la confusió n
Cómo se comprende que haya sido entre Ellas donde apa­ de Babel.
reció la teoría del yo aUlánorno,27 y cÓmo n o adm irar la fuerza Así la coherencia mantenida de ese gran cuerpo nos hace
de aquellos que dan su impulso a la gran obra de desintelectua­ pensar en la imaginación singular que eJ genio de Poe propone
lización, que propalándose sucesivamente, representa uno de a nues tra reflexiÓn en la historia extraordinari a de] Caso del
esos challenges de los más fecundos en los que una civilización señor Valdemar.
puede afirmar su fuerza, los que se forja ella misma. Para velar Es un hombre al que, por h aber permanecido bajo la hipno­
por ello, ¿dónde encontrarían tiempo, cuando durante el trans­ sis durante el tiempo de su agonía, le sucede que fallece sin que
curso del año se consagran a rebajar a los yos fuertes, a elevar su cadáver deje por ello de mantenerse, bajo la acción del hip­
a los yos débiles? Sin duda durante los meses sin r. notizador, no sólo en una aparente inmunidad a la disolución
1ndudablemente un Estado ordenado encontrará a la larga (¡sica, sino en la capacidad de ates tj guar por medio de la pa­
con qué objetar al hecho de que a lgunas prebendas, a la medida labra su atroz estado.
Tal metafóricamente, en su ser colectivo, la asociación creada
• Fue el propio térmi no empleado por el doctor Emest Jones y reprodu ­ por Freud se sobreviviría a sí misma, pero aquí es la voz la que
cido en el periódico oficial de la Asociación Psicoanalltica anglófona: JUpt!rb­
ly, para rendir homenaje al éxito de dicha empresa (1966). la sostiene, la cual viene de un muerto.
"Cc. nota 29 de la p. 471 del anexo que sigue. Sin duda Freud llegó hasta hacernos reconocer el Eros por
-.

%6 SITUACIÓN DEL PSICOANÁLISiS ¡'. N 1956 srruACJÓN l.lt:L .PSICOANÁLISIS í.N 1956 46~'
el que la vida encuentra cómo pro1ongar su goce en la prórroga Ahora bien, cualquiera que sea el grado en que se suponga
de su pudrición. que un yo haya Uegado a igualarse a la realidad de la que se
En semejan te caso sin embargo la operación del despertar, rea­ supone que toma la medida, la sujeción psicológica sobre la
lizada con las palabras tomadas del Maestro en una vuelta a la (lue se alinea así el acaba miento de la experiencia es. si se nos
vida de su Palabra. puede venir a confundirse con los cuid ados h a leído bien, lo más contrario que haya la verdad que eUa
de un a sep ultura decente. debe hacer patente: a saber la ex trañía de los efectos incons­
cien tes, con la cual se aplacan las pretensiones de au tonomía
Pommenfelden-Guitranco u.rt, Jl'pt ir mbn:-ocl.ubre de /956. de las que el yo hace su ideal; nada tampoco más contrario al
beneficio que se espera de esa experiencia: a sa ber la restitu~
ción que se opera en ella para el su jeto del significante que
motiva esos efectos, procedente de una mediación que precisa­
ANl<:XO
mente denuncia lo que de la repetición se precipita en el
La versión publicada t:n su momenlo estuvo, a panir modelo.
del párrafo designado en nota de la página 157, redac­ Que la vía dua l escogida en sentido opuesto como meta de
tada en estos términos: la experiencia fracase en realizar la normalización con la ctue
podría justificarse en 10 más bajo es cosa que, como ya hemos
De h aber puesto antes atención en esos efectos. Frcud se habría dicho, se reconoce como ordinaria, pero sin sacar de ello la
interrogado más estrechamente sobre las vías particulares que lección de un error de distribución en las premisas, pues se
la transmisión de su doctrina exigía de la institución que debía sien te demasiada satisfacción de atribuir su resultado a las
asegurarla. La sola orga nización de una comunidad no le hu­ debi1idacles repercutidas cuyo accidente en efecto es asaz visi ble.
biera parecido que garan tizase esa transmisión contra la insu­ De todos modos, el solo hecho de que las metas de la forma­
ficien cia del tcam m ismo de sus fieles, sobre el cual algunas con­ ción se afirmen en postulados psicológicos introduce en el agru­
fidencias su yas de las que ha y testimonio muestran que abriga­ pamiento una form a de au toridad sin par en toda la ciencia:
ba sentimientos amargos.~8
forma que sólo el término suficiencia permite ca lificar.
Se le habría aparecido en su raíz la af inidad que enlaza las
En decto, sólo la ttialéctica hegeliana de la inlatuación da
simplificaciones siempre psicologizantes contra las cuales la ex­
cuenta de l fenómeno en rigor. A falt a de la cual seria a la sátira.
periencia le ponía en guardia, con la funció n de desconocimien­
si su sabor no hubiera de repugnar a quienes no están famili a~
to, propia del yo del individuo como tal.
Hubi era visto la pendiente que ofre cia a esta incidencia la rizados íntimamente con ese medio, a la que habda que recurrir
particularidad de la prueba que esa comunidad debe imponer para dar Ulla justa idea de la manera en que se hace valer.
en su umbral: concretamente del psicoanális is para el que el Sólo podemos aqu f hacer patentes resultados aparen tes.
uso consagra el tftulo de didáctico, y que el menor desfalleci­ En primer lugar la curiosa posición de ex tra territorialidad
miento sobre el sentido de lo que busca desemboca en una ex­ científi ca con que empezamos nuestras observaciones, y el tono
periencia de identificación dual. de magisterio con que los analistas la sostienen apenas tienen
No somos nosotrOs aq uí quienes emitimos un juicio; es en que responder al in terés que su disciplina susci ta en los domi~
los círculos de los didácticos donde se h a confesado y se profesa nios circunvecinos.
la teoría que da como fin al análisis la identificacibn con el Si por otra pane las variaciones que hemos mostr ado en Jos
)'0 del analista. abordamientos teóricos del psicoanálisis dan la impresión exte~
rior de una progresión conq uistadora siempre en la frontera de
:18 Cf. " So, hf1ben 5ie ¡e/ti dieu Ba11de geuhen?" l"Ya vio qué banda ~
ésta'l. dicho a Bins....'angcr al término ue una de las reuniones semanales campos nuevos, ello no hace si no más notable aún la compro­
que se celebraban en S il casa a principios oe 1907. En Ludwig Binswanger: bación de cuá n estacionario es lo que se articula de enseñable
Ef'innef'twge11 tU! 5igmund Freud. para uso interno de los analistas en relación con la enorme
470 SITUACIÓN DEL PSICO ANÁLISIS EN 1956 SITUACiÓN D.EL PSl CO ANÁUS1 S E.N 1956 471
ca ntidad de experiencia que, si puede decirse, ha pasado por Si n duda un buen obfeto, como se oye dec ir, puede presidir
sus manos. ese sometimiento colectlvo, pero esa imagen. que hace fieles a
H a resultado de ello, en el extremo opuesto de las aberturas los perros, hace a Jos hombres tiránicos, y es el Eros mismo
cu yo proyecto un iversitario, como hemos indicado, formuló cu yo fasma nos muestra Pla tón desplegado so bre la ciudad des­
Freud, el establecimiento de una rutina del program a teórico, truida y con el qu e se enloquece el alma acosada.
respecto del cua l se des ignarl~ bastante bien lo que r ecubre y así esta experiencia viene a suscitar su propia ideología,
con el término forjado de rnat er,ias de f,:cci ón. pero baj o la forma del desconocimien to propio a la presunción
Con todo, en la negligencia en que un métod o sin em bargo del yo: res ucitand o un a teo ría de) yo autónom.o, cargad a de to­
revolucionari o en el enfoque de los fenóm enos h a dejado a la das las peticiones de principio con las que la psicología, sin es~
nosograUa psiquiátri ca, no se sabe si hay que extrañarse más perar a l psicoanálísis, había hecho justicia, pero qu e entrega
de que su enseña nza en este dominio se limite a bordar sobre sin ambigüedad la fi gur a de los ideales de sus promotores. Z9
la sintomatología clásica, o de que llegue así a bordar hac iendo Sin dud a es te psicologismo analítico n o deja de encontrar re­
un simple rorro repetitivo a la enseñanza oficia l. sisten cias. Lo in teresan te es que, tratándolas como tales! se en~
Si finalmente se obliga uno mínimamente a seguir un a lite­ cuentra favorecid o por innúmeras desol aciones ap arecidas en
ratura poco amable, h ay que decirlo, se verá en ella la propor­ los modos de vida de áreas culturales importantes, en la medida
ci6n qne ocupa un a ignorancia en la qu e ~ o pretendemos de­ en que se mani fi eSl'a en ell as la demanda de patterns que él no
signar la docta ignora ncia o ignorancia formada , sino la igno­ es inepto para proporcion ar. 30
ran cia crasa, aquella cu yo espesor no ha sido nun ca rozado por Se encuentra aquí la coyuntura por la qu e el psicoanálisis
el arado de una críti ca de sus fuentes . se p liega hacia un behaviourismo } cada vez más d omi nante en
Estos fenómenos de es terili zación, mu ch o más patentes aú n sus "tendenci as act uales", Ese movimiento está sostenido, como
desde el interior, no pueden dejar de presenta r relacione5 con se ve, por condi ciones sociológicas que desbordan el conoci­
Jos efectos de identificación imaginarla cu ya instancia fund amen­ miento anaJítico como ta l. Lo que no podemos dejar de decir
tal reveló Freud en las masas y en los agrupamientos. Lo menos aquÍ es que Freud, previendo concretamente es ta colu sjón con
que puede decirse de ellos es que esos efectos no son favo rables el behaviov.rümo, la denunció por anticipado com o la más con~
a la discusión, principio de todo progreso científico. La iden­ traria a su via .¡U
tifi cación con la imagen que da al agrupamiento su ideal , aquí Cualquier a que haya de ser para el análisis el desenlace de la
la de la sufi cienda encarnada, funda ciertamente, como 'F reud s ingular regencia espiritual en la que parece adentrarse así, la
] 0 mostró en un esquema decisivo, la comunión del grupo, pero responsabilid ad de sus partidarios sigue siendo completa para
es precisamente a expensas de toda comuni cación articulada. L, con unos sujetos qu e toman a su cargo. Y es aq uí donde sería
tensión hostil es incluso allí cons tituyente de la relación de indi­ imposible no a larm arse de ciertos ideales qu e parecen prevale­
viduo a individuo. Esto es lo que el preciosismo de uso en el me­ cer en su formación: tal el que denuncia sufi cientemente, por
dio reconoce de manera totalmente vá lida bajo e l término de haber tomado dere cho de ciudadanía, el térmi no desinte lec­
narcisismo de las pequeiias diferencias: qu e traduci mos en térmi­ tllalización,
nos más directos por: terror confonnista. 2G Es ~ bid o qu e CS ésta la teoría a cuya medid a los sellores H . Ha nm a nn ,

Aquellos que están fa miliarizados con el itinerario de la Fe­ F.. Kris y R. LoeWC III¡lein pretende n reducir" la pránj(a del análisis y "sin­
nomenología del es pt'ri l,U se sentirán mejor en esta desembosca­ cronizar" (ta l e~ el té rmino qu e e mplean) el pensamiento dc Freud, sin
eluda un poco vac ilante pa ra el gusto de ello.~ . si es qu e no para su mirada,
da, y se asombrarán menos de la paciencia qu e parece posponer 1966 : Con e~ a vara ,~e miele el acceso a la sociedad de Nueva York ,
en ese medio toda excursió n interrog-ante , Y aun la reten ción :10' L o quc se: nas pide domina a Lal pun to nu estro o ficio prescnte. que
de los cuestionamientos no se detiene en los solicitan les, y no ya no tienc nada q u e ver con el psicoa n:\lish (exprcs ión dirigida a nosotros
es un novi cio el que aprendía de su va]entf;.¡ cuando la moti­ pOI' un p~ icoana l¡s(a . a l té rmino de nuestra recie nte visita a lo~ Estldos

vaba así: "No hay dominio donde se exponga más to talmente Un idos, 1966).
:11 Frc ud: G. W ., X IV, pp. 78 -79 [A , X l( (" Presen t ación aUlobiográfica").
un o mismo que en el de hablar del análisis," p . 49J.
<72 srrUACIóN DEI. PSlCOANÁUSIS .EN 1966
Como si no fuese ya temible que el éxito de la profesi6n LA INSTANCIA DE LA LETRA EN EL INCONSCIENTE
analítica le atraiga tantos adeptos incultos, ¿conviene conside­ O LA RAZÓN DESDE FREUD
rar como un resultado tan principal como benéfico del análisis
didáctico que hasta la sombra de un pensamiento quede pros­ Niños en mantillas
criLa de aque llos para quienes no seria demasiada toda la re­
flexión humana para hacer frente a las intempeslividades de Oh ci udades del mar, veo en vosotras a vuestros ciuda.
loda clase a que los expo nen las mejores intenciones? danos, hombres y mujeres, con los brazos y las piernas
Por eso el plan de producir. para esta misma Francia, " cien est.rechamente atados con sólidos lazos por gentes que
psicoanalis tas mediocres" ha sido proferido en circunsta ncias no comprenderán vuestro lenguaje y s6lo entre vosotro!l
podréis exhalar, con quejas lagrimeantes, lamen taciones
palmarias, y no como expresión de una modesLia e nterada. si no y su spiros, vuestros dolores y vuestras añoranzas de la
como la promesa ambiciosa de ese paso de la can tid ad a la cali­ libertad perdida. Porque aquellos que os atan no como
dad que M arx ilustró, Los promotores de este plan anu ncian prenderán vuestra lengua, como tampoco vosotros los
incluso en las últimas noticias que se están batiendo ahí soberbia­ comprenderéis.
mente las propias normas.
Nadie duda en efecto de la importancia del número de tra­ LEONARDO DA VINCI, Cuadernor
bajadores para el adel anto de una ciencia. Pero aun así es
preciso que la discordancia no estalle en ella por todas partes
en cuanto al sen tid o que debe atribuirse a la experiencia que
la funda. Tal es, ya lo hemos didlO, la situación del psicoanálisis.
P or lo m enos esta si tuación nos parecerá ejemplar en cuan to
aporta una prueba más a la preemi nenci a que auibui'mos, a Si el tema de este volumen 3 de La Psy chanalyse~ pedía de mí
partir del descubrimiento freudiano, en la estructura de la re­ esta colaboración, debo a esta deferencia, por lo que se verá,
lació n intersubjetiva, al significante. el introducirla situándola entre lo escrito y el habla: estará a
A medida, en efec to, que ]a comunidad analítica deje disi­ medio camino.
parse más la inspiraci6n de Freud, ¿qué, si no la lelra de su Lo escrito se distingue en 'efecto por una preeminencia del
doctrina. la haría caber todavía dentro de un solo cuerpo? texto, en el sentido que se verá tomar aq uí a ese [actor del dis­
curso, lo cua l permite ese apretamiento que a mi juicio no debe
dejar al leclor otra salida que la de su entrada, la cual yo pre·
fiero diHcil. No será éste pues un escrito a mi juicio.
La propiedad que concedo al hecho de alimentar mis leccio­
neS de seminario con un aporte inédito cada vez, me ha impe­
dido hasta ahora dar semejante texto. salvo para alguna de
ellas, por lo demás cualquiera en su continuidad, y al que aquí
sólo es válido referirse para la escala de su tópica.
Pues la urgencia de que hago ahora pretexto para abandonar
ese punlo de vista no hace sino recubrir la dificultad de que.
de sos tenerla en la escala en que debo aquí presentar mi ense­
líanla, se aleje demasiado de la palabra, cuyas medidas diferen­
tes son esenciales para el efecto de formación que busco.

t Codice Atlantico 145 r. a .• nado francesa de Gallimard. (OrDO 11 , p. 400.


: P'sychanalY,St et scitlll'ts de l'hornmt.
[473)
4i 4 LA I NSTANCIA DE L A U :7l1l.A LA INSTAN CIA DE LA LJ:;T'RA 475

Por eso he tomado este sesgo de un a ch arla qu~ me fue p ed ida lítica desc ubre en el inconsciente. Poniendo alerta desde el prin.
en ~se insta nte por el grupo de filosofía de la Federación de los cipio al espíritu advertid o sobre el hecho d'e que puede verse
estudiantes de le tras,S para busca r 'en él el acomodo propicio a o blig'.1d o a revisar la idea de que el in co nsciente no es sino la
mi exposición: su ge neralidad nec:esada encuentra cómo ar mo­ sede de los instintos.
nizarse con el carácter ex traordinario de su a uditorio, pero su Pero esa letra, ¿cómo hay que lOmarla aquí? Sencillamen te,
objeto único encu'entra la connivencia de su calificación común , a l pie de la letra.
la literatura, a la cual mi título rinde h omenaje. Desig namos como le tra ese soporte ma terial q ue el di scurso
¿Cómo olvidar en efecto que Freud mant uvo consta ntemente concreto toma de l lenguaje.
y h asta su final la ex igencia primera de esa ca lificación pa ra la Esta si mp1e d-efinición supo ne que el lengua je no se confun .
form ac ión d'e los analistas, y que designó en la ufLiversitas l¡tt e­ de con las di versas fun ciones somá ti cas y psíqui cas que le estor·
,-arum de siempre el lugar ideal para su institución?" ban en el su jeto h abla nte.
Así el recurso al movimiento restituido en caliente de ese dis. Por la r azón primera de que e1 lenguaje con su estru ctura pre­
curso marcaba por añadidura, gracias a aquellos a quienes lo ex iste a la entrada qu e ha ce en él cada suj e to en un momento
destino, a aq u'e llos a quienes no se dirige. de su desarrollo mentaL
Quiero decir: ninguno de aq uellos que, sea por la finalidad Notemos que las afas ias, causadas por lesio ues puramente
qu e sea en psicoan áli sis, tole ra n que su disciplina se haga valer ana tómicas de los aparatos cerebrales que dan a esas fun ciones
por alg un a falsa identidad. su centro mental, muestran 'en su conjunto repartir sus défici t
Vicio h abitual y tal en su efecto men tal qu'e incluso la verda_ segú n las dos vertientes del efecto significante de lo que lla­
dera puede parecer un a coa rtada entre o tras, de la que se espera mamos aquí la letra, en la creació n de la signifi caciónJi Ind ica­
por lo menos que su redoblami'ento refinado no escape a los ción que se aclarará con lo q u'e sigue.
más su ti les. y también el sujeto, si puede parecer siervo del lenguaje. lo
Así es como se observa con curi osidad el viraje que se inicia es más aún ele un dis curso en el movimiento universal del cual
en lo que respec ta a la simbo li zació n y el leng uaj e e n 'el In!. J. su lugar 'está ya inscrito en el momen to de su nacimiento, aun·
Psychoanal., con gra n desp liegue de dedos húmedos re movien­ qu e s610 fuese bajo la forma de su nombre propio.
do los fo lios de Sapir y de .resp~rsen . Estos ejercicios son tod"vía La referencia a la experi en cia de la comun idad com o a la
novicios, pero so bre todo les fa lta el Lo no. Cierta seriedad hace susta ncia de ese discurso no resue lve n ada. Pues 'esa experiencia
so nre ír al en trar en lo verídico. toma su dimensión esencial 'en la tradición que instaura ese dis­
E incluso ¿cómo un psicoanalista de ho y no se sentiría llega­ curso. Esa tradición, mucho antes de que se inscriha en ella el
do a -eso, a tocar la palabra, cuando su experiencia recibe d e drama histórico, funda las estr ucturas elementales de la CUIWTil.
ella su instrumento, su marco, su m ateria] y haMa e l ruido de y esas estru cturas mismas revelan un a ordenación de los inter­
fondo de sus incertidumbres? ca mbios que, aun cuando fuese in conscie nte, es inconcebible
fu era de las permutaciones que a uto ri za el le nguaje.
De donde result. que la dua lidad etn ográfica de la nalUra le­

1. EL SENTInO DE LA LETRA ~ Este as pecto, mu y suge~t i"o para trasto rnar la perspecli\'a de la " fun ción
psico lóg ica" que 10 oscurece todo cn esta ma tc ri a, a pa rece luminoso e n. el
an;íl isis puramente lingii¡ stico de las dos grande!; forma s de la afasia r¡ uc
N uestro título da a entender que más allá de esa palabra, es pudo o rdenar uno de lo.. je fes de la lingü ísti ca mOdcma , Ro man Jakobso n.
tod a la estructura del le ng uaje lo que la experiencia psicoana­ Cf. en el mas accesible de sus trabajos, Flmdamc1/tals 01 la1/gua,l.!,e ( CO II
Mo rri.'l Halle), MOUlo n anrl Co, ·s· Gravenhage [Fundam e ntos del l engua je ,
~ Tuvo lugar el 9 de mayo de J95i en el a nfitea tro Dc<¡carle~ tic la Sor. Ci encia Nu eva , Madri d , 19671, Jos capitulo!; 1 a l lV de la Segunda Pane,
hOlla, y la discU\ión prosigu ió fre n te a un as oop a .~ , así como en la recopilaci ón ele traducd oneli debida a los cu idados de Nico­
• Die Frage d er !"aie,¡al1fll)'u , e, W., -< I V, pp . 2R l -283. [¡Pu eden !o~ legos las Ruwet, aparecida en la s .€dilions du Milluit ba jo el tItulo de Essa1s fi,,­
ej el'Ct: I' el m ¡dl isú?, A. XX , pp. Z30·232. AS] &'1tisli'lues [En sayos de fi/lgiiística general, Se ix 't Rarral, narcclona, 197.'l1.
47G LA INSTANC IA OE LA I,E TRA 477
LA I NSTANCIA DI' LA ' .t:TIl,-\

za y de la cultura este'! eu vías de ser sus tituida por una concep­ yue se lee así: significa nte sob re :,ignificado, el "sobre" respon.
ción ternaria: naturaleza, sociedad y cultura, de Ja condición de a la barra que separa sus dos etapas.
humana, cuyo último término es muy posible que se redujese El signo escrito así merece ser atribuido a Ferdinand de Saus­
~'ll lenguaje. o sea a lo que distingue esencialmente a la sociedad sure, aunque no se reduzca estrictamente a esa form a en nin ­
humana de las sociedades naturales. guno de los llumero:,os esq uemas bajo los cuales aparece ell 1:'1
Pero no tomaremos aquí partido ni punto de partida, dej tmdo impresión de las leccíone.s diversa s de los tres curso:, de los años
en sus tinieblas a la s relaciones origina les de l significante y del 1906. 1907, 1908.1 909, 1910·1911, que la piedad de un grupo de su,
trabaj o, Contentándonos, para deshacernos con un rasgo de discípulos reuni6 bajo el título de Cu.rso de lingüística. general:
ingenio de la función general de la praxis en la génesis de la publica ción primordial para transmitir una ensefíanza digna de
historia, con señalar que la sociedad misma que pret'ende haber ese nombre, es decir que no puede ser detenida sino sobre su
restaurado en su derecho político con el privilegio de los pro­ propio movimiento.
du ctores la jerarquía causa toria de las relaciones de producción Por eso es legítimo que se le rinda homenaje por la fonnali .
respecto de las superestructuras ideológicas, no ha dado a luz
por eso un esperanto cuyas relaciones con lo real socialista hu­ zadón ~ en la que se caracteriza en la diversidad de las escue­
s
biesen puesto desde su raíz fue ra del debate toda posibilidad las la etapa moderna de la lingübtica.
de formali smo literario. R
La temática de esta ciencia, en efecto, está suspendida desde
Por su parte confi aremos únicamente en las premisas, que ese momento de la posición primordial del significante y de l
han visto su precio confirmado por el hecho de que el leng uaje significado como órdenes dist intos y separados inicialmente por
conquistó al lí efectivamen te en la experiencia sn estatu to de una barrera resistente a la significación.
objeto científico.
Esto es lo que hará posible un estudio exacto de los la1.os
Pues és te es el hecho por el cllal la lingüfstica 7 se presenta en propios del significante y de )a a mplitud de su funci6n en la
posi ción de piloto en ese dominio alrededor del cual una nueva génesis del significad o.
clasificación de las ciencias señala, como es la regla, una revo­ Pues 'esta distinción primordial va mucho más a llá del de ba le
lución del conocimiento: las necesidades de la comunicación sobre lo arb itrario del signo, tal c.omo se ha elaborado desde la
son la s únicas que nos ]0 hacen inscribir en el ca pltulo de este reflexión an tigua, e incluso de l callejón sin salida experimen­
volumen bajo el título de "ciencias del hombre", a pesar de la tado desde la mi sma época que se opon'e a la correspondent.:iil
confusión que puede disimularse en ello,
bil1n[voca de la palabra con la cosa, aun cuando fuese en el
Para seíla lar la emergencia de la disci plina lingüís tica, dire­ acto del nombrar. Y esto en contra de las apariencias tal como
mos que consiste, caso qu'e es el mismo para toda ciencia en el la s presenta e l papel impntado al índice qu'e señala un objeto
sentido moderno, en el momento constituyente de un a lgoritmo en el aprendizaje por el sujeto infans de su lengua materna o
que la funda . Este algoritmo es el siguiente : en el empleo de los métodos 'escolares llamados concretos para
S el es tudi o de las lenguas extranjeras.
P or es te camino las cosas no pueden ir más allá de la demos­
S
tración 8 de que no hay ninguna significación que se sostenga
el Recu érd ese que la discusión sobre la uecesídad d el advenimiento de un si n o e:, por la referencia a otra signifi cación: llegando él tocar
llu evo le nguaje en la sociedad com unista lUvO lu ga r rea lme nte, y que Stalin,
para a li vio de los que confiaba n ell su filosofla, la resolvió e n estos términos: en caso extremo la observación de que no hay lengua ex iste nte
el le nguaje no es una supe restructura, para la cual se plantee la cuestión de su insuficiencia para cu­
.. La Iing üfstica , decimos. es decir el estudio de las lenguas exi stentes en brir el campo del significado, ya que ~s. un efecto de su existen4
su eSII'UC(lJra y en I:ts leyes que en ella se revelan - lo cual deja Cuera la
cia de lengua el que responda él todas las necesidades. Si nos
tooría de los código<; abstractos impropiame nte colocada bajo la rubrica de
la looria d e la comun icación. la teorCa. de constitución fís ica , llamada de la
información , inclu$o toda semiologfa m:'is o menos hipoté tiea mente ge. ~ eL el De I/w?,iJt1o oe sa n Agu stín, cuyo capitulo "De ~ig l,¡fi catio n e 10­
Ilenl li zada. c utjonj~" comerll é en mi seminario r:1 23 de junio de 1954,
LA IN STAN CIA DI:: LA Lf..T RA
479
478 l. A I NST ANC IA Uf:: LA LI:.TR A

p on"emos a cir cunscri bir en el lenguaj e la constüu ción del ob ­ seguiría siend o el signo en igmá tico de un misteri o tota l. Lo cua l
jeto. no podremos sino comprobar que sólo se encuentra al nivel por su pues to n o es 'el caso.
Pa ra ca ptar su fun ciÓn empezaré por producir la iluslración
del concepto, m uy diferente de cua lqui er nomina tiv o, y que
errÓnea con la cual se in troduce cl<Í.sicamente su uso. Es és ta :
)a cosa, reduci éndose muy evidenremente al nombre, se qu iebra
en el dob le rad io divergente de la ca usa en la que se ha refu ­
giado en nues tra le ng ua y de la nad a (rien) a la q ue aband onó ÁRBOL
en francés su ropaje la tin o (rem) cosa) .
Estas consideraciones, po r muy existen tes qu e sean para el
fil ósofo, nos desvían del lugar desde dond'e el lenguaje nos
interroga sobre su naturaleza. Y nadie d ejará de fra casar si sos­
tiene su cuesti ón , mientras no nos hayamos desprendi.do de Ja
ilusión de que e l signifi cante responde a la fun ción de represen­
tar al sign iricado, o digamos mejor: que el significa nte d eba
responder de su ex istenci a a título de una significación cua l­ dond e se ve hasta qué punlO favo rece la direcciún antes indi­
quiera. cad a como errónea .
Pues incluso redu cida a es ta última fórm ula, la herejía 'eS la La sustituiré para mis oyentes por otra, que sólo podía con­
misma. Ell a es la que conduce a l lógico-posidvismo e n la bús­ siderarse como más correc ta por exagerar en la di mensi(m in ·
queda del sen ti do de l sent ido, del mean ing o{ meaning, como de­ congruente a la qu e el psicoanalista no h a renunciado tod avía
n o minan, en la l'engua en la que sus fervientes se revuelca n , a del todo, con el senti m iento j ustificado de q ue su con for mismo
su obje tivo. De donde se comprueba que el tex to más ca rgado de sólo tiene precio a partir de ella. Esa o tra es la siguiente:
se nlido se resuelve ante este an álisis en insignificantes baga rel as.
y sólo res isten sus algoritmos maremá ti cos que, po r su parte, CABALLEROS DAMAS
corno es justo, n o llenen ningún senLido .~
. S
Qu eda el hecho de que el algorItmo - , SI no podemos sacar
s
de él más qu e la noció n del paralelímlO de sus términos supe­
ri o r e inferior. cada uno tomado únicamente en su globa lidad,

~ Asi el selio r Ricbards, autor precisa men.te d e una obra so bre los proce­
di mien los apropiados para ese objeti vo. nos mues tra en Olra su a plicación.
Ou

donde se ve que, si n extender demas iad o el a lcan ce del siglll­


fi cante interesad o en la experiencia, o S'ea redobl ando úni ca­
Escoge par a eso un a págin a de Mong-T se, Menda para 1m jes uitas: M ~r¡­ mente la especie no mi na l sólo por la yux taposi ó ón de d os tér­
r ;IIS Qrl the m in d, se ll ama eso, en vista de l objelo de esa pieza. Las ga ran­
minos cuyo sentido complementario parece d eb"er consolidarse
tlas apon adas a la pureza de la exper iencia no tienen nad a que envidi arle
al lujo d e sus puntos de vista. Y el let rado experto en el Canon lradieion31
por ella. se prod uce la sorpresa de una preci pitación del sentido
el! q ue se insena el l ex.IO, es encontrad o en el lu ga r mismo de Pekín inesperad a: en la image n d e las d os pU'ertas gemelas qu e simbo­
llllonde la ce ntrHugadora en demoSlració n fu e lranspo rtad a sin m irar en liza n con el lugar excusado ofre cido a l ho mbre occidental para
gas los. satisfacer sus necesidades na turales fuera de su casa, el imper a­
Pero no seremos meno-l' lrallsponados , y con menos gas los. de ver ope­
rarse la transformación de un bronce q ue da un sonido de cam pana anle el
tivo que pa rece compartir con la gran mayoría de las comuni­
m ás pequeii.o roce de l pensa mi ento, en una especie de tra po para limpia r d ades primitivas y que so mete su vida pú bli ca a las leyes de la
la piza rra negra del psicolog ismo inglés más de plorable. No sin ident ificarlo, segregación urinari a.
¡ayl rápidaJ uen lC con la propia menin ge el e! aU lO r, lÍnico resto q ue li ubsislc Esto no es sólo para d ejar patidifuso med iante un golpe baj o
ele su obj eto y de él mismo d espues de cumplir el agotamien to del se ntido
del UIl O, y del buen sen tido del otro.
al deb a te nominalista, sino para mostraT cómo el significante
, ___ """'TJ"! <

481
180 LA lNSTANCI A DE LA U :TRA LA INST AN CIA DE LA LETR A

cntr~ d-e hecho en el significado; a sa ber, bajo un a forma qu e,. mana, como es justo, para s~r evocad a aquí qu e la de Inglaterra,
no siend o inmate rial, pl ~ ntea la cuestión de su lugar en la rea­ condenada a zarand earse de la Punta Gruesa a la Punta Fina
lidad. Pues. de tener qu e acerca rse a las peque ñas placas esma ). del h uevo del d eca no Swift.
tadas qu e lo sopor ta n, la m irada parp ad-ean te de un mi o pe te n­ Queda por conce bir qu é es tribo 1 qué corredor debe atravesa r
drí a tal vez j usLificación para preguntar si es efecti va mente ahí la S del significa nte, visible aquí "en los plurales con los qu e
dond e hay qu e ve r el sig'nificante, cuyo signifi cado en es te caso cen tra sus acogidas más allá de la ventanilla para llevar su codo
r ecibiría ue la doble '1 ~olemn e procesión de la nave superi or hasta las canalizacio nes por donde, como el aire cali ente y el
Jos ho no res últimos. aire frío, la ind ignación y el d espreci o vienen a soplar más acá.
Per o nin gún ejemplo (o n~truido podría igua lar el relieve qu e Un a cosa 'es segura, y es que esa entrada en todo caso n o deb e
se encuentra en la vivenci a ue la verdad. Con lo cual no rengo' S
por qu é e~ tar descontento de haber forj ado éste : puesto qu e implicar nin guna significación si el algoritmo - con su barra
s
despertó en la persona mtÍs digna de mi re ese recuerd o de su
in[a ncia qu e, llegado así felizmente a mi alcan ce, se coloca per­ le conviene.
fe ctamente aqu í. Pues el algoritm o, en cuanto qu e él mismo no es silla pura
Un tre n llega a la estació n . Un m uch achi to y una niña . her­ [unción del signifi cante, no pu ede revelar sino un a es tru ctura
mano y he rm a na, en un compartimi ento es tán sentados el uno ue significa nte a esa transferencia. Ahora bien, la estr uctur a
frente a la o tra de l lado en que la ve ntanilla q ue d a al exterior de l sign ificante es, como se d ice corrientemente de l lenguaje,
dej a desarrollarse la vista de los edifi cios del andén a lo largo que sea ani culad o.
del cual se deLien'e el tren : « ¡Mira, di ce el herm ano, estamos en Esto qu iere decj r qu e sus un idades, se parta de donde se parta
Damas! - ¡Imbécil!, con tes ta la h erma na, ¿no ves qu e estamos para dibuj ar sus imbricaciones recíprocas y sus englobamie n ­
en Ca ba lleros?" tos crecientes, es tán sometidas a la d oble condición de reducirse
Aparte de qu e en efecto los ri eles en esta hi stor ia m ate ri a liza n a elementos dife rencia les últimos y de co mponerlos según las
la barra del a lgoritmo sa ussurea no ba,jo un a fo rm a bien adecu a­ le yes de un ord en cerrado.
d a para sugerir qu e su r esisten cia pueda ser de otra cl ase que E SLOS e lementos, descubrimiento decisivo de la lingüísti ca, son
di a léctica, serí a necesari o, y ésta es sin dud a la image n que con · los fonemas, en los que no hay que buscar nin gun a constancia
viene . no tener los ojos enfrente de Jos agujer os 10 para embro­ fon ética en la va ri abilidad modulat oria a la que s'e aplica ese
llarse subre el luga r respectivo del significante y del significado, términ o, sin o el slstema sincrónico de los acopl amientos dife·
y no seguir has ta el centro radiante desde dond e el primero ren cia les, necesa ri os pa ra el di scernimiento de los voca blos en
viene a refl ej ar su luz en la tiniebl a de las signifi cacio nes in­ una lengua d ad a. Po r lo cual se ve que u n -elemento ese ncial
acabadas. en el habl a misma e," ta ba predestinad o a moldearse en los carac­
Porqu e va a traer la D i s en ~iú n , úni camente a nim al y conde· teres mó viles que, Didots o G ara mo nds, a tascados en las cajas,
nada a l olvido de las brumas na turales, al poder sin medida,
presen ti fica n válitlam'e n te lo qu e ll am amos la letra, a sa ber la
impl aca ble a las fé.l mili as y acosad or a los d ioses, de la guerra
es tru ctura e~enci a lm ente localizada del sig nifica nte.
ü.l eol6gica . Ca ba Jleros y Damas serán desde es'e mome nto para
Con la segu nda propied'1l1 del sjgn ifica nte de componerse se­
esos dos nlIlos d os pa trias hacia [as q ue sus almas tirarán cad a
gún las leyes d'e un orde n cerrado, se afirma la necesidad de l
una con un ala di ve rgente, y sobre las cua les les sení tCl nto más
sustrato topo lógico de l q ue da una aproxi mac ión el térm ino
imposible pac tar cuanto que , siend o en verdad la misma, nin­
de cade na sig nifi ca nte que yo utili zo ordinari amente: an illos
guno podr ía ceder en cua nto a la preeminencia de la un a sin
r u)o collar ~e sell a en el anillo de o tro co ll ar hedlO de an illos.
atenta r a la gloria de la o lra.
T ales son las condiciones de estructura qu e de termimlll -como
Detengá mo nos aq uí. Parece la h istoria de Fra ncia. M.ís hu
gram,íti ca- el urd en de las imbricaciones constitu ye n te," de l sig­
19 [Di cho popul ar fr a ncés qu c significa no vt:r lo q ue CS ! ;'L visible. n1 nifi n lllle hilSl<1 la unid ad inmedialamente superior a la fra se;
482 LA INSTANCIA DE LA LETRA LA I NsrANClA Dt: LA L ETRA 48 3
como léxico, el orden de los englobamientos consti tuyentes del la domin ancia de la le tra en la transformació n dramá ti ca que
significante hasta la locución verbal.
el diálogo puede operar en el sujeto.'s
Es fá cil, en los límites en que se detienen es tas dos empresas Pero Ja linealidad que F. de Saussure considera como cons­
d e aprehensión del uso de un a lengua, darse cuenta de que sólo tituyente de la caden a del discurso, conforme a su emisión por
las correlaciones del significante al significante dan en ellas el una sola voz y a la horizontal en qu'e se inscri be en n uestra escri­
pa trón de tod a búsqueda de significación, como lo señala la tura, si es en efecto necesaria, no es sufícien te. No se impone
noción de empleo de un taxema o de un sema ntema, la cual a la cadena del discurso sino en la dirección en qu e es tá ori'en·
remite a co ntextos del grado exactamente superior a las unid ades tada en el tiempo, es tando incluso tomada aHí como factor
interesada s.
significan te en todas las lenguas en las que [el plato golpea el
Pero no porque las empresas de la gramática y del léxico se vaso] invierte su tiempo al invertir sus términos.
agoten en cierto límite hay que pensar qu e la signifi cación reina Pero ba sta con escuchar la poesía, como era sin duda el caso
más allá sin compelencia. Sería un error. de F . de Saussure,H para que se haga escuchar en ella una po­
Porque el significan te por su na turaleza anticipa siempre el lifonía y para que todo discurso muestre alinearse sobre los va­
sentido desp legando en cierto modo ante él mismo su dimen. rios pentagra mas de una partitura.
sió n. Como se ve en el nivel de la frase cuando S'e la interrumpe Ninguna cadena sign ificante, en efecto, que no sostenga como
antes del térmi no significativo: Yo nunca ..., En todo caso..., pendiendo de la puntuación de cada una de sus unid ades todo
Aunque tal vez ... No por eso tiene menos sentido, y tan to más lo que se articula d·e con textos atestiguados. en la vertical, si así
oprimente cuanto que Se basta par a hacerse esperar.1I puede decirse, de ese punto.
Pero no es diferente el fenómeno que, haciéndola a parecer Así es como, para volver a nuestra palabra: arbre ("á rbol").
con el úni co ret roceso de un peTo~ b'elIa como la Sulamita, ho. no ya en su aislamiento nominal, sino en el término de un a de
nesta como la rosera,12 vis te y prepara a la negra para las nup­ es tas puntuaciones, veremos que no es úni came nte a favor del
cias y a la pobre para la sub as ta . hecho de que la palabra barre (" barra") es su a nagrama, como
De donde pu ede d ecirse que es 'en la cadena del significante traspone la barra del algoritmo sauss ureano.
donde el sentido insúle, pero que ninguno de los elementos de Pues descompuesta en el doble es pectro de sus vocales y de
la cadena consiste en la significación de la que es ca paz en el sus consonan tes, llama con 'el roble y con el pláta no a las signi­
momento mismo.
ficaciones con que se carga bajo nuestra flora, de fu erza y de
La noción d e un deslizamiento incesante del signifi cado bajo majes tad. Drenando todos los contextos simbólicos en los qu e
el signíficante se impone pues - la cual F. de Sau ss ure ilustra es tomado en el hebreo de la Biblia, yergue en una colina sin
con una imagen que se parece a las dos sinuosid ades de las {rondas la sombra de la cruz. Luego se redu ce a la Y mayúscu.
Aguas superiores e inferiores e n las miniaturas de los man uscri. la de] signo de la d icotomía qu e, en la image n qu e historia el
lOS del Génesis. Doble flujo donde la ubicación parece delgada escudo de a rmas, no debería nada al árbol, por muy genealógico
por las finas ra yas d~ lluvia que dibujan en ella las lineas de
puntos verticales q ue se supone que limitan segmentos de ca. u Lo hicim os el 6 de junio de 1956 sobre el ejemplo <.l e la primera escena
rrespondencia. de A l alia, al que coufesa mo!> que no fne ext raila una alusión lanzada como
de pasada en el N ew Slatc,Sman and Nalioft por un crí t ico high brow a la
Contra esto va tod a la expe rie nci a que me hizo habla r, en un "alta ptllerla" de la9 he roínas de Raci.ne, íncit ándonos a renun ciar a la
momento dado d'e mi seminario sobre las psicosis, de las "bastas referencia a los dramas salvajes de Shakespeare, que se había hecho compu l
de acolchado" requeridas por ese esquema par a dar cueut a de SiVil en lo~ m edios anaHticos donde dese m peña el papel de la reprimenda
para niños malos tle] Cili.Ueísmo.
u La publicación por Jea n St arobin ski, en el Me'·cure de Frarlce d e febre­
u En esto la a lucinación verbal, de reves tir esa forma, nos ah re a veces ro de 1964, ti c las notas dejadas por Ferd inantl d e Saus<¡ure sobre los ana­
una puerta de comunicación, errada ha~ta ah ora por haber sido inadvertida , gra mas y su uso hipogra mático, tlesde los versos ~a turnin os hasta Jos textos
con la estructnra freudiana d e la psi cosis (Semi nario d el año 1955-56). ele ·CicerÓn [d. F. dc Sauss ure. Fuentes manuscritas y eSludio·s críticos. Siglo
I~ [Se llama ba as! (ro5icrt) anliguamente a la mu chacha ganadora d c una XXI, México, 1977 ("Los ~nagra ma s de Ferdinand de Sa ussure"), pp. 229·47].
Tosa con que se premia ba en las aldeas a la más virtuosa. TS] nos da la ~:eg uriclad que nos faltaba enlonces (1966).
484 LA U"ISTANC'A Ol LA l...EHlA LA INSTANCIA Of. J." W:TRA 485
<Iue se pretenda. Árbol circulatorio, árbol de vida del cerebelo, pero no menos dispuesta por ella a cargarse de signi[icación .)
árbol de Saturno o de Diana, cristales precipitados en un árbol Lo que descubre esta es tructura de la cadena significante es
conductor del rayo, ¿es vuestra figura la que traza nuestro des­ la posibilidad que tengo, justamen te en la medida en q ue su
Lino en la escama quemada de la tortuga,Iú O vuestro relámpago lengua me es comón con otros sujetos. es decir en que esa len.
el que hace surgir de una innumerable noche esa lenta muta­ gua existe, de utilizarla para significar muy olra cosa que lo que
ción del ser en el "Ev I1ána I6 del lenguaje: ella dice. Función más digna de subrayarse en la palabra que
la de disfrazar el pensamiento (casi siempre indefinible) del
¡No!, dice el Arbol, dice: ¡No! en el centelleo sujeto: a saber, la de indicar el lugar de 'ese sujeto en la bús­
De su cabeza soberbia queda de lo verdadero.
Me basta en efecto con plantar mi árbol en la locución : trepar
versos qu e consíderamos tan legítimos escuchados e n 105 harmó­ al árbol, e incluso con proyectar sobre él la iluminació n iró ni ca
ni cos del árbol como su inverso: que un conl'exto de descripción da a la palabra: enarbolar, para
no dejarme encarcelar en un comunicado cua lquiera de los he­
Que la tempestad trata universalmente chos, por mu y oficial que sea, y, si conozco la verdad, darla a
como lo hace con una hierba. 17 entender a pesar de tod as las censuras enlre líneas por el único
signifícante que pueden constituir mis acrobacias a través de
Pues es ta estrofa moderna se ordena según la misma le y del pa­ las ramas del árbol, provocativas hasta lo burlesco o úRicamente
ralelismo del signi fican te, cuyo concierto rige la primitiva gesta sensibles a un ojo ejercitado, segú n que quiera ser entendido
eslava y la poesía china más rdinada.
por la muchedumbre o por unos pocos.
Como se ve en el modo común del ente donde son escogidos La función propiamente significan te que se describe así en
el árbol y la hierba, para que en ellos advengan los signos de el lenguaje tiene un nombre. Esre nom bre, lo hemos apre ndido
contradicción del: decir " ¡No!" y del : tra ta r como, y que a en nuestra gramá ti ca infantil en la página final donde la som­
través del contraste categórico del particularismo de la soberbia
bra de QuintiJiano. relegada en un f<l.ntasma de capitu lo para
con el uni-versalmente de su reducción, termina en la condensa­
hacer escuchar últimas consideraciones sobre el estilo, pareda
ción de la cabeza y de la tempestad el indiscernible cen telleo
del instanle eterno. precipitar su voz bajo la amenaza del gancho.
Es entre las figuras de estilo o tropos, de donde nos viene el
Pero todo ese signi[icante, se dirá, no puede operar sino es­
verbo trobar, donde se encuen tra efectivamente ese nombre. Ese
lando presente en el sujeto. A 'esto doy ciertamente satisfacción
suponiendo que ha pasado al nivel del significado. nombre, es la metonimia.
De la cual retendremos únicamente el ejemplo que allí se
Porque lo que importa no es qu e el sujeto oc ulte poco o mu­
daba: treinta velas, Pues la inquietud que provocaba en nos_
cho de ello. (Si CABALLEROS Y DAMAS estuviesen escritos 'en un a
lengua desconocida para el muchachito y la niña, su discusión otros por el hecho de que la palabra "barco" que se esconde
no seria por ello sino más exclusivamente discusión de palabras, allí pareciese desdoblar su presencia por haber podido, en el
resarcimiento mismo de es te ejemplo. tomar su sentido [igura­
II [Alusión a uno de lo! mooos de arlivinación uel Y.King. TI,1 do, velaba menos esas ilustres velas que la definició n que se
l' (Literalmente: "Uno (es) T ouo" (H eráclito, fragm en lo 50. que Cal'cia suponía que ilustraban.
Da cca traduce: "Si se escucha no a mi, sino a Cuenta y Razón (= Logos), ha. La parte tom ada por el tooO, nos decíamos efectivamente, si
brá que con ven ir, co mo pn e~to ('11 razón, cn que touas las cosas so n una "
(Los presocrdlicos, Fet:, México, 1978, p. 243). Heiuesger, que comentó esll' ha de tomarse en sen tido real , apenas nos deja una idea de lo
fragmento en su antculo "1.ogos" -lraducirlo por Lacan para el num o I que hay que entender de la importancia de la [lota que esas
ue la revisfa 1.0 PsychnTlolyu - , lo cita a~f: "Si no wy yo . ~¡1l0 el Se:lI iu o. lo treinta velas sin embargo se supone que evalúan : que un barco
que habcis olrlo. es sabio eLlto nccs <lccil' eH el mismo sentído: Todo es uno'').
AS] só lo tenga un a vela 'es en efecto el caso menos común.
11 (Paul Valcry . TSJ En lo cual se ve que la conexión del barco y de la vela no
486 LA INSTANCIA. DE LA LE1-R..A
LA I NSTA NC IA DE LA LETllA 487
está en otro sitio que en el significante y que es en esa conexión una metáfora, si la condición de la mayor disparidad de las
palabra a palabra donde se apoya la metonimia." imágenes signilicadas no se exigiese para la producción de la
Designaremos con ella la primera vertiente del campo efectivo chispa poética. dicho de otr a man'era para que la creación me­
que constituye el significan te, para que el sentido lome allí tafórica lenga l ugar.
su lugar.
Ciertamen te esta posición radical se fu nda sobre u na expe­
Diga mos la otra . Es la m etáfora. Y vamos a ilustrarla en se­ r iencia llamada de escritura au tomática, que no habría sido in­
guida: el diccionario Quillet me ha parecido apropiado para
tentada sin la seguridad que sus pioner os torn aba n del descu­
proporcionar una mues tra que no fuese sospechosa de haber brimi·ento freudia no. Pero sigue estando mar cada de conf usión
sido seleccionada. y no busqué su re lleno más allá de l verso bien
porque su doctrina es falsa.
conocido d"C Victor Hugo:
La chispa creadora de la metáfora no brota por poner en pre.
Sa gerb e n'éta it pas avare m haineuse . . . sencia dos imágenes, es decir dos significan tes igualmente ac­
(Su gavilla no era avara ni tenía odio...) tu alizados. Brota en tre dos significantes de los cual-es uno se ha
sustituido al o tro tomando su lugar en la cadena significante.
bajo el aspecto del cual presen té la metáfora en el momen to mien tras e l significa nte oculto sigue presen te por su conexión
adecuado de mi seminario sobre las psicosis. (metonímica) con el resto de la cadena.
Digamos que la poesía moderna y la escuela surrealista nos Una palabra por otra, tal es la fórmula de la metáfora, y si sois
han hecho dar aquí un gra n paso, demostrando que toda con­ poeta, produciréis, como por juego, un surtidor cont inu o. in­
jun ción de dos significantes sería equ ivalente para constitu ir cluso un tejido deslumbrante de me táforas. No teniend o además
11 Rendimos homenaje aquí a Jo que debemos en esta formulación al señor
el efecto de embriaguez del di á logo que J ea n Tardieu compuso
Roma n J akobso n. queremos decir a sus trabajos donde un psicoanalista en­ hajo este título. sino g racias a la demostración que se opera en
cu enta en todo instante co n que estrnctu rar su experien cia . y que hace n él de la superfluid ad radical de loda significación para un a re·
snpernua s la s "comunicaciones personales" de las que podríamos .ia c tarno.~ presentación convincente de la comedia burguesa.
tanto como cualq u ier Olro.
Se r econoce efectivamente en esa forma oblicua de vasa ll aie el es tilo d(>
En el ver so de Hugo. es manifiesto qu e n o brota la menor
esa parej a inmonal: RosenCran l1. y Guildenstern, cu)'o desem parejamien to luz por la aseveración d·e que una gavilla n o sea avara ni tenga
es imposib le, aunque sólo fuese por la ímperfecOón de su destino, pu e5 odio, por la raZÓ n de que no se trata <le que tenga el mérito
dnra por el mismo procedimiento que el cuch illo d e J eannol [e'es! com m~ como tamp oco el demérito de esos atributos, siendo el uno y el
le coulef/u de Jeannot se dice d e algo qu e oonserva el nomhre qu e tenia
a unqu e carezCa de todo aquello que a nl es lo co nstilu (a l, y poI" la r atón
o tro junto con ella mi sma propiedades de Booz que los ejerce
misma con la cual Goclh e alabaha a Shakcspea re por haber prese ntado al disponi endo de ella, sin darle parte en sus sentimientos.
personaj e en esa fornu doble: son por sí solos la Geull.sch nlt entera. la So. Si una gavill a r emite a Booz, lo cual sin embargo es efectiva ­
ciedad a Sl!cas (Wilhdm M eü tet s L eh'jah re, ed. Trunz. C hristian Wcgncr mente -el caso, es por sustituirse a él en la cadena significante,
Verlag. Hamburgo, v, 5. p. 299) ,- quiero decir la LP.A.
Agrad ézcase en es te con texto a l au lor de "So rne remal·ks 011 th e role oí
en el luga r mismo q ue lo esperaba. por h aber sido re alzada en
speech in psycho·ana lyti c lechn iqne (I.J.P., nov·di e. 1956 , XXXV II, 6. p. 467), un grado gracias a la escombra de la avaric ia y del odio. Pero
el habe rse tomado el cuid ado de sub rayar que está n "ba ~adas :sobre" un entonces es de B OOl de quien la gavilla h a h'echo ese lugar neto,
trabajo de 1952. Se ex pli ca as í en efecto que nada se haya asimi lado allí re legand o como lo está ahora en las tinieblas del fue r a d onde
de los trabajos aparecidos desde entOtlces, y que el autor sin emba rgo no
ignora, pUCSlO que me cita como su edi tor (s ic. Sé lo qu e quiere deci r
la ava ri cia y el odio lo a loj an en el hueco de su negaci ón .
edito , en inglés). Pero un a vez qu e su gavilla ha usurpado as í su lugar, Booz no
1. H abría que destilar lodo el pasaic de Goc lh e: Dieses leise Au/t , elen. podría regresa r a él, ya que el frágil hilo de la peq ueña palabra
dieses Schmiege n und Bip,gen, dies Ja sagen, St,úcheln ulId Sch meich elll, ,fU qu e lo une a él es un obstáculo más para ligar ese retorno
diese B ehendiglteit, d ies Schwanuin, diese I1.llh eit und L ee,heit, diese ' ech/ .
Liche Sch u,ke, ei, di ese Un/dhigkeit, w ie kann sic du ' ch eine" M enschen aut­
con un título de posesión que lo retendría en el s-eno de la ava­
ged,ucltt we,den ~ Es .(Qilten ihTer wer¡jgslens ein Dutu nd sein~ wenn marl ricia y del od io. Su ge nerosidad afir mada se ve reduci da a l
sie haberl Itontlte; der," sie bloa in Gese Uschaft e twas, sie .\ in d die GeseU­ men os que nada por la munHicencia de la gavilla que. por h aber
scha ft ...
sido tomada de la naturaleza, no conoce nuestra reserva y nues­
488 LA INSTANCIA DI': LA LI:.'llA U lNS'fANCIA Di I.A Lt.1·R.A 489
tros rechazos, e incluso en su acumulación sigue siendo pródiga Se leerá con provecho -el libro donde Léo Strauss, desde la
para nuestra medida. tierra cLásica para ofrecer su asilo a los qu e han escogido la
Pero si en esa profusión el donador ha desaparecido con el libertad, medita sobre las relaciones del arte de escribir con la
don, es para resurgir en ]0 que rodea la figura 'en la que se ha persecución. 20 Circunscribiendo allí de la ma nera más estrecha
anonadado. Pues es la irradiación de ]a fecundidad -que an un~ la especie de connaturalídad que liga a este art'e con esta condi~
óa la sorpresa que celebra el poema, a saber, la promesa que ción, deja percibir ese algo que impone aquí su forma, en el
el viejo va a recibir en un contexto sagrado de su advenim iento efecto de la verdad sobre el deseo.
a la paternidad. Pero ¿no sentimos acaso desde hace un momen to que, por
Es pues entre el significante del nombre propio de un hombre haber seguido los caminos de la letra para alca nzar la verdad
y el que Jo cance la metafóricamente donde se produce la chispa freudi a na, ardemos, que su fU'ego se prende por doquier?
poética, aquí tanto más eficaz para realizar la significación de Sin duda la letra mata, como dicen, cuando el espíritu vivi­
la paternidad cuanto que reproduce el acontecimiento mítico fica. No lo negamos, hab iendo tenido que sa luda r aquí .en a lgún
en el que Freud reconstruyó la andadura, en el inconsciente de sitio a una noble víctima del error de busca r en la letra, pero
todo hombre, del misterio parerno. preguntamos también cómo viviría sin la letra el espíritu. Las
La metáfora moderna no tiene otra estructura. Por lo cual pretensiones del espíritu sin embargo permanacerfan irreduc­
esta jaculatoria: tibles si la letra no hubiese dado pruebas de que produce todos
sus efectos de verdad en el hombre, sin que el espiritu inter­
L'amou:r esl un caillou rianl dans le soleil, venga en ello lo más mínimo.
(El amor es un guijarro que se ríe en el sol) Esta revelación, fue a Freud a quien se le presentó, y su des~
cubrimiento lo ll amó el inconsciente .
recrea 'el amor en una dimensión que pude decir que me pare.
cía sos teni ble, contra su deslizamiento siempre inminente en el
espejismo de un altruismo narcisista.
Se ve que la metáfora se coloca 'en el punto preciso donde e l 11. l.A U :TRA EN }':L lNCONSC.1E!\'TE
sentido se produce en el sinsentido, es decir en ese paso del cual
}:reud descubrió qu e, traspasado a contrapelo, da lugar a 'esa l.a obra comp le ta de Freud nos presenta una página de cada
palabra (m.OI) que en francés es "le mol" por excelen cia [pala­ tres de referencias lilológicas, una página de cada dos de infe.
bra o frase ingeniosa], la palabra que no tiene allí más patro­ renci as lúgicas, y en todas partes una aprehen sión dialéctica de
nazgo que el significante del 'espíritu o jngeni o,I9 y donde se la experiencia, ya que la analítica del }'enguaje refuerza en ella
toca el hecho de que es su destino mismo lo que el hombre más aú n sus proporciones a medida que el inconsciente queda
desafía por medio de la irrisión del significante. más directamente interesado.
Pero para regresar desde aquí, ¿qué encue ntra el hombre en Así es como en La interpretación de 10:i sue'ños 110 se trata en
la metonimia, si ha de ser algo más que el poder de rodear 105 todas la!: páginas si no de lo que llamamos la letra del discurso.
obstáculos de la ce nsura social? Esa (orma que da su campo a la en su textura, en sus empleos, en su inmanencia a h:. materia
verdad en su opresión, ¿no manifiesta acaso alguna servidumbre en cuestión. Pues ese trabajo abre con la obra su camino real
inher-ente a su presentación? hacia el inconsciente. Y nos lo advierte Freud, cuya confidencia
lD La palabra francesa esprit e.~ sin duda el equ ivalente del término alemán sorprendida cuando lanza ese libro haCla noso tros en los prime­
Wit% con el qu e Freucl señaló el punto de mira de su ~a. obra fundamental ros días de este siglo,21 no h ace sino confirmar lo que él pro~
sobre el incouscienle. La dificultad mucho mayo r para e nCOOlrar ese equi .
valente e n inglés [yen español] es instructiva: el wit (como e l " ingenio" es. il\> Léo Strauss. Peruru ti01! anrl the arl o{ wriliflg, The Free Pl't:s ~ , Cien ­
p"ñol] recargado por la discusión que va de Davenant y de l'¡ obbes a Pope cae, IlI inois.
y " Addison, abandona sus virrude, esenciales al humour que es Olfa Cosa. l11 er. la correspondenc ia, concretame nte los números 107 y 11 9 de las cal"
Queda el PWI, demasiado estrecho sin embargo. t!l~ e:q:ogidas por sus editores. [Se trata de la correspondencia con W . Flies s.
490 LA INSTANCIA DE LA Ll'..TlI..A LA INSTANCIA DE LA LETRA tUI!
clamó hasta el final: en ese jugarse el todo por el todo de su Hay que decir que esto sólo es aceptado trabajo~amente y que
mensaje está el todo de su descubrimiento. el vicio mental denunciado más arriba goza de tal favor que es.
La primera cláusula articulada desde el capítulo liminar, por­ de 'esperarse que el psicoanalista de hoy admita que descodifica,
que su exposición no puede sufrir retraso, es que el sueño es antes que resolverse a hacer con Fr'eud las escalas necesarias (con­
un rébus. 22 Y Freud estipula acto seguido que hay que enten. templen de este lado la estatua de Champollion, dice el guía)
derlo, como dije antes, al pie de la letra. Lo cual se refiere a la para comprender que descifra: lo cual s'e distingue por el hechO'
instancia en el sueño de esa misma estructura Eterante (dicho de que un criptograma sólo tiene todas sus dimensiones cuandO'
de otra manera, fonemática) donde se articula y se analiza el es el de una lengua perdida,
significante en el discurso. Tal como las figuras no naturales Hacer estas escalas no es sin embargo más que continuar en
doel barco sobre el tejado o del hombre con cabeza de coma ex­ la Traumdeutung,
presamente evocadas por Freud, las imágenes del sueüo no han La Entstellung traducida: transposición, en la que Freud
J

de retenerse si no es por su valor de significante, es decir por muestra la precondición general de la función del sueño, es lO'
Jo que p'ermiten deletrear del "proverbio" propuesto por el que hemos designado más arriba con Saussure como el desliza­
rébus del sueño. Esta estructura de lenguaje que hace posible miento del significado bajo 'el significante, siempre en acción
la operación de la lectura, está en el principio de la significancla (inconsciente, observémoslo) en el discurso,
del sueño de la Traumdeutung.
J Pero las dos vertientes de la incidencia del significante sobre
Freud ejemplifica de todas las maneras posibles que ese valor el significado vuelven a encontrars'e allí.
de significante de la imagen no tiene nada que ver con su sig­ La Verdichtung condensación, es la estructura de sobreimpo­
J

nificación, poniendo en juego los jeroglíficos de Egipto en los slción de los significantes donde toma su campo la metáfora, y
que sería ridículo deducir de la frecuencia del buitre que es un cuyo nombre, por condensar en sí mismo la Dichtung)2~ indica
ateph) o del pollito que es un vau~ para señalar una forma del la connaturalidad del mecanismo a la poesía, hasta 'el punto de
verbo ser y los plurales, que 'el texto interese en cualquier medi­ que envuelve la función propiamente tradicional de ésta.
da a esos especímenes ornitológicos. Freud encuentra cómo refe_ La Verschiebu,'ng o desplazamiento es, más cerca del término
rirse a ciertos empleos del significante en esa escritura, que están alemán, ese viraj'e de la significación que la metonimia demues­
borrados en la nuestra, tales como el empleo del determinativo, tra y que, desde su aparíción en Freud, se presenta como el me­
añadiendo el exponente d'e una figura categórica a la figura­ dio del inconsciente más apropiado para burlar a la censura.
ción litera] de un término verbal, pero es para conducirnos me­ ¿Qué es lo que distingue a 'esos dos mecanismos que desem­
jor al hecho de que estamos en la escritura donde incluso el peñan en el trabajo del sueño, Traumarbeil un papel privile_
J

prelendido "ideograma" es una letra. giado, de su homóloga función en el discurso? Nada, sino una
Pero no se necesita la confusión corriente sobre ese término condición impuesta al material significante, llamada Rücksicht
para que en el espíritu del psicoanalista que no tiene ninguna auf Darstellbarheit, que habría que traducir por: deferencia a
formación lingüística prevalezca el prejuicio de un simbolismo Jos medios de la puesta en escena (la traducción por: papel de
que se deriva de la analogía natural, incluso de la imagen coap­ la posibilidad de figuración, es aquí excesivamente aproxima­
tativa del instinto. Hasta tal punto que, fuera de la escuela da) , Pero esa condición constituye una limitación qu'e se ejerce
francesa que lo remedia, es sobre la línea: ver en el poso del en el interior del sistema de la escritura, lejos de disotverlo en
café no es leer en los jeroglíficos, sobre la que tengo que recor_ una semiología figurativa en la que se confundiría con los
darle sus principios a una técnica cuyas vías nada podría juslifi­ fenómenos de la expresión natural. S-e podría probablemente
car sino el punto de mira del inconsciente. iluminar con esto los problemas de ciertos modos de pictografía,
que el único hecho de que hayan sido abandonados como im­
parcialmente reproducida en Los orígenes del psicoandlüis; las cartas cit.a­ perfectos en la escritura no autoriza suficientemente a qu'e se
das aparecen en las ediciones de Santiago Rueda y de Biblioteca Nueva,no
así en la de Amorrortu. AS] ro [En este caso la condensación es obra del propio Lacan: no hay paren­
~ [ef. en este tomo, p, 257, n. 26, AS] tesco etimológico entre Dichttrng y Vf"rdichtung, AS]
,;;= ¡~-:;

4·9'2 lA INSTANCIA Ol~ LA L..t::1"RA LA INSTAN CI A DE LA LETltA 49S


los considere como estadios evolutivos. Digamos que el sueño es niEicante en el es tatu to que Freud fij aba para el in conscienre d e
semejante a ese juego de salón en el que hay que hacer adiv inar buenas a primeras y bajo los modos formales más precisos.
a los espectadores un enunciado conocido O su variante por Esto por una doble razón, donde ht menos percibida na tura l­
medio únicamente de una puesta en escena muda. El hecho d e mente es qu e 'esa form alizació n no bastaba por sí misma para
que el su'e ño disponga d e la palabra no cambia nada a este res­ hacer reconocer la instancia del significa nte, puesto que en et
pecto, dado que para el inconsciente no es sino un e lemento ue momento de la publicación de la Traumdeutung J se adelantaba
puesta en escena como los otros. Es justamen te cuando e l juego mu cho a las formalizaciones de la lingüística a las que sin d uda
e igualm'ente el sueño tropiecen con la falta de material taxiemá_ podría demostrarse qu e, por su solo peso d e verdad, les abrió
ti co para representar las articulaciones lógicas de la causalidad, el camino.
de la contradicc ión, de la hipótesis, etc., cuando darán prueba La segu nd a razón no es después de todo sino el reverso de la
de que uno y otro son asunto de escritura y no de pantomima. primera , pues si los psicoanalistas se vi'eron exclusivame nte fasci .
l.os procedimientos sutiles que 'el sueño muestra emplear para nados por las significaciones detectadas en el inconsciente, es
representar no obstante esas articulaciones lógicas de manera porque sacaban su a trac tivo más secreto de la dialéctica que
mucho menos artiflcial qu e la que el juego utiliza ordinariamen­ parecía se rIes inmanente.
te, son objeto e n Freud d e un estudio especial en el que se con­ H e mostrado para mi seminario que es en ]a necesidad de en­
finn a un a vez más que e l trabajo 'del sueño sig ue las leyes del derezar los efectos cada vez más acelerados d'e esa parcialidad
signif icante. donde se co mprenden los virajes aparentes, o mejor di cho Jos
El resto d e la elaboración es designado por Freud como sec un­ golpes d e timó n, que Freud, a través de su primera preocupa­
<lario, lo cual toma su val or de aquello d·e 10 que se trata: fan. ció n de aseg urar ]a sobrevivencia de su descubrimiento co n los
tasías o sueños diurnos, Taglraum para emplear el término que primeros retoques que imponía a los conocimientos, creyó d ebe r
Freud prefiere utili zar para sit uarlos en su función de cumpli­ dar a su doctrina durante la marcha.
miento del deseo (W"nscherfü llu7Ig). Su rasgo distintivo, d ado Pues en el caso en que se encontraba, 10 rep ito. de no tener
que eSas fan tasías pu'eden permanecer inconscien tes, es efectiva­ nada qu e, res pondiendo a su objeto, estuviese en el mismo nivel
mente su significación. Ahora bien, de éstos Freud nos dice que de madurez cien tífi ca, por 10 menos no dejó d e mantener ese
su lugar en el sueño consiste o bien en ser tomados en él a Utulo objeto a la medid a de su dignidad on tológica.
d e ele mentos signifi cantes para el enunciado del pensamiento in­ El resto fue as un to de los dioses y co rri ó tal suerte que el
consciente (Traumgeda.nk.e) - o bien en servir para la elabora_ análisis toma hoy sus puntos de refere ncia en esas formas imagi­
ciÓn secundaria d e que se tra ta aquE, es decir para una fun ción, narias que acabo de mos trar como dibujadas en reserva sobre
el texto que mutilan, y que sobre ell as es sobre las que el punto'
dice él, que no hay por qué distinguir d el pe nsamiento d e la
vigili a (von u,nJcrem wachen Denken njcht .tu unt crscheiden). de mira del analis ta se co nforma: mezclá ndolas en la j neerpreta.
ción del sueño con la JiberaciéJn visionaria d e la paja rera jero­
No se puede dar mejor idea de los efectos de esta función que
glífi ca, y bu scando más generalmente el control del agotamien.
la de compara rlos con placas d e jalbegue, que aqu í y all á co­
to del análisis en una especie de sCllnning20l de esas formas allí
piadas a la plancha d e es tarcir, tendería n a hace r entrar en la
don de apa rezcan, con la idea de que éstas son testimonio deT
apariencia de un cuadro de tema los clichés más bien latosos
agotamiento de las regresiones tanto como del re modelado de
en sI mismos del réúu.J o d e los j erog1íficos.
la " relación de obj'eto" en que se supon e qu e el suj eto se ti­
Pid o excusas por parecer deletrear yo mismo el texto de Frc ud ; pifica. 2tí
no es solamente para mostrar lo qu e se g-dna sencillamente con
no a mputar lo, es para poder situar sobre puntos de referencia ,. Es s3biuo que (al es el procedimiento por el cual una inve¡tigaciólt
primeros, fun dame nta les y nun ca revocados, lo que suced ió en a~ura sns res ultados por medio de la exploración mecánica ele la extensión
el psicoanálisis. enrera del ca m po de su ob jeto.
~ La lipolog ia, si no se refi ere más q ue a l desarrollo del o rga ni smo, des·
Desde el origen se d esconoci ó el papel constituyen te d el sig- conoce la esrructu ra en la que el objeto csr;'! lo mado respecti va mente en la
49,
LA INSI·.... NCI .. . DE 1..... LEn"
494 L.... J.NSTANC[A Dt: LA u:nu..
consciente en este sentido, y se cal ifica así de psíquico un efecto
La técnica que se autoriza en tales posiciones puede ser fértil d el inconsciente sobre 10 somáticO por ejemplo.
en efectos diversos, muy difíciles de criticar detrás de la égida te· Se trata pues de definir la tópica de ese inconsciente. Digo
rapéutica. Pero una crítica inrerna puede desprenderse de una
que es la misma que define el algoritmo
discordancia (Jagrante entre e l modo operatorio con que se
~utvriza esta téc nica - a saber, la regla analítica cuyos instru­
S
mentos todos. a partir de la "libre asociación", se justifican por
la concepción del inconsciente de su inV'entor-. y el desconoci· s
miento completo que allí rein a de esa concepción del inconscien·
te. Lo cual sus defensores más expeditivos creen resolver con una Lo que éste noS permitió desarrollar en cuanto a la inciden .

pjrueta: la regla ana lítica debe ser o bservada ta nto más religio. cia del significante sobre el signi fi cado permite su transforma­
samente cuanto que no es si no el fruto de un feliz azar. Dicho ción en:
d-e otra manera, Freud nunca supo bien lo que hacía.
El retorno al texto de Freud muestra por el con trario la cohe­ 1
[ (S)
rencia absoluta de su técnica con su descubrimiento, al mismo .f
tiempo que permite situar sus procedimientos en el rango que
les corresponde. Fue de la copresencia no sólo de los elementos de la cadena
Por eso toda rectificación del psicoanálisis impone que se re­ significante horizontal, sino de sus contigüidades verticales, en
torne a la verdad de ese descubrimiento, imposible de oscurecer el significado, de la que mostramos los efectos, repartidos según
en su momento original. dos estru cturas fundamentales en la metonimia y en la metá fo ­
PU'('S en el análisis del sueño, Freud no pretende darnos otra ra. Podemos simboliza rlas por:
cosa que las leyes del inconsciente en su extensión más general.
Una de las ra-LOnes por las cuales el sueño era lo más propi cio f(S ... S') S""S H s,
para ello es justamente, nos lo dice Freud, qu'e no revela menos
esas leyes en el sujeto normal que en el neurótico. o sea la estructura metonímica, indicando que es la conex ión
Pero en un caso como en el otro, la eficiencia del inconsci'ente del signifi cante con el significante la que permite la elisión por
no se detiene al despertar. La experiencia psicoanalítica no con­ la cual el significante instala la carencia de ser en la relación de
siste en otra cosa que en 'eStablecer que el inconsciente no deja objeto, utilizando el valor de remisión de la signi [icación para
ninguna de nuestras acciones fuera de su campo. Su presencia llenarlo con el deseo vivo que apun ta hacia esa carencia a la que
en el orden psicológico, dicho de- otra manera en las funciones sostiene. El signo _ situado en tre ( ) manifiesta aq uí el mante­
de relación del individuo, merece sin embargo ser precisada: no nimiento de la barra _, que en el primer algoritmo marca la
es de ningún modo coextensiva a este orden, pues sabemos que, irredu ctibilidad en que se cons tituye en las relaciones del signi.
[icante con el significado la re~istencia de la significación.
26
si la motivación inconsciente se manifiesta tanto por e fe ctos psí­
quicos conscientes como por "efectos psíquicos inconscientes, in­ H e aq ui ahora:
versamente es una indicación elementa l hacer observar que un
gran número de efectos psíquicos que el término "inconsciente",
en virtud de excluir el carácter de la concien cia, designa legíti­
mamente, no por ello dejan de encontrarse sin ninguna relación
f (D S "" S (+) s,

por su naturaleza con el inconsciente en el sentido freudiano. la estructura metafórica, indicando que es en la sustitución del
Sólo por un abuso del término se confund e pues psíquico" in- significante por el significante donde. se produce un efecto de
fantasía, en la puhi6n , en la sublimación -es tructura cu ya teoría elaboro .. El signo ~ desi.gna la congruencia .
(1966).

~
~ ~

<96
LA INSTANCIA DI:: I..A U 'ntA 497
LA INSTANCIA DE 1.A 1.ETRA
significación que es de poesía o de creación, dicho de otra ma­
estrategia en 'el sentido moderno. cuyos cálculos excluyen todo
nera de advenimiento de la significación en cuestión.27 El sig­
"subjetivismo".
no + colocado entre ( ) manifiesta aquí el fra nqueamiento de
Es también prohibirse la entrada a lo que puede llamarse el
la barra - ye l valor constituyente de ese franqueamiento para
universo de Freud, como se dice el universo de Copérnico. En
la emergencia de la significación .
efecto, es a la revolución llamada copernicana a la que Freud
Este franqueamiento expresa la condición de paso del signi­ mismo comparaba su descubrimiento, subrayando que esta ba en
ficante al significado cuyo momento señalé más a rriba confun_ juego una vez más el lugar que el hombre se asigna en el centro
diéndolo provisionalmente con el lugar del sujeto.
de un universo.
Es en la función del sujeto, así introducida, en la que debe­ ¿Es el lugar que ocupo como sujeto del significante, en rela­
mos detenernos ahora, porque está en el punto crucial de nues­ ción con el que ocupo como sujeto del significado, concéntrico
tro prob lema.
o excéntrico? tsta es la cuestión.
Pienso) luego eX l:sto (cogao ergo S71m) , no es sólo la fórmula No se trata de saber si hablo de mí mismo de manera confor­
en que se consti tuye, con el apogeo histórico de una reflexión me con lo que soy, sino si cuando hablo de mi, soy el mismo que
,'iobre las condiciones de la ciencia, el nexo con la transparencia aqu'el del que hablo. No hay aquí ningún inconveniente en ha­
del sujeto trascendental de su afirmación existenciaL cer intervenir el término "pensamiento", pues Freud designa
Acaso no soy sino objeto y mecanismo (y por lo tanto nada con ese término los elementos que están en juego en el incons­
más que fen6meno). pero indudablemente 'en cuanto que lo ciente; 'es decir en los mecanismos significantes que acabo de
pienso, existo -absolutamente. Sin duda los fil ósofos habían reconocer en él.
aportado aq uí importantes correcciones, y concrelamente la de No por ello es menos cierto que el cogito filosófico está en el
que en aqu'ello que piensa (cogitans) nunca hago otra cosa sino núcleo de ese espejismo que hace al hombre moderno tan segu­
comtituirme en objeto (cogilalum ). Queda el hecho de que a ro de ser él mismo en sus incertidumbres sobre sI mismo, incluso
través de esta depuración extrema del sujeto trascendental, mi a través de la desconfianza que pudo aprender desde ha ce mu­
nexo ex istencial con su proyecto parece irrefutable, por lo me­ cho tiempo a practicar en cuanto a las trampas del amor propio,
nos bajo la forma de su anualidad, y de que: Así pues, si volviendo contra la nostalgia a la que sirve el
arma de la metonimia, me niego a buscar ningún sentido más
"cogito ergo swn" ubi cogilo) ibi su.m) allá de la tautología , y si, en nombre de "la guerra es la guerra"
y "un centavo es un centavo" me deddo a no ser más que lo
supera la objeción. que soy, ¿cómo desprenderme aquí de la evidencia de que soy
Por supuesto, esto me limita a no ser allí en mi ser sino en la en ese acto mismo?
medid a en que pienso que soy en mi p'ensamiento; en qué me­ Tampoco yendo al otro polo, metafórico, de la búsqueda sig­
d ida 10 pienso verdaderamente es cosa que sólo me concierne nificante y consagrándome a convertirme en lo que soy, a venir
a mí, )', si lo digo, no interesa a nadie. 28 al ser, puedo dudar de que incluso perdiéndome en ello, soy.
Sin embargo, e ludirlo bajo el pretexto de su aspecto filosófico Ahora bien , es en esos puntos mismos donde la evidencia va
es simplemente da r pruebas de inhibici('m. Pues la noción de a ser subvertida por lo empírico, donde reside el giro de la con­
sujeto es indispensable para el manejo de una ('ien<:i ~1 (,01110 la versión freudi ana.
Ese juego significante de la metonimia y de la metáfora, in­
::; S' lIcl:igna en el contexto el término producti vo {Id d(:cto sign ifi canl c cluyendo y com prendiendo su punta activa que clava mi deseo
(o signifi c:mda); se "e que e~ término está lalcn iC el! la nlelon irnia , pa ­ sob re un rechazo del significante o sobre una carencia de ser, y
lenle en l:l mccHo ra.
:!8 LO) cosa cs muy (li ferC llle si, planteando por ejemplo Hila pn::gunIJ. (omo:
anuda mi suerte a la cu'estión de mi destino, ese juego se juega,
"¿Por qu& hil)' filó so fos?", me hago más cándido de lo qH(' (;S n:llllrnl. pueslo hasta que termine la partida, en su inexorable finura, allí donde
que planteo no so!:tmen LC la cuestión que los fil6oofo~ ~c planlcan desde no soy porque no puedo situarme.
siempre, silla aquella eH la que Lal vez m,ís se ílllcn.:san . Es decir que so n pocas las palabras con que pude apabullar

:ce",,"
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49')
498 LA INSTANCIA DE LA l.t.,'Il.... LA lNST ANCIA V¡'; LA L.ETIlA

. un instante a mis auditores: pienso donde no soy, lu'ego soy el mismo punto de suspensión de la cadena significa nte donde
donde no pienso. Palabras que hacen sensible para toda oreja el recuerdo en cubridor se inmoviliza, donde la imagen fasci nan­
suspendida en qué ambigüedad de hurón huye bajo nuestras te del feliche se h ace estatua.
manos el anillo del sentido sobre la cuerda verba1. 29 No hay ningún otro medio de concebir la indestructibilidad
Lo que hay qu e decir es: no soy, allí donde soy el juguete de del deseo inconsciente -cuando no hay necesidad que, a l ver
mi pensamiento; pienso en lo que soy. allí dond e no pienso que se le prohíbe su sa ciedad, no se r esquebraj e, en caso extre­
pensar. mo por la consunción del organi smo m ismo, Es en una memoria.
Est'e mis terio con dos ca ras se une al hecho de qu e la verdad comparable a 10 que se llama con este nombre en nuestras mo­
no se evoca sino en esa dimensión de coartada por la que todo dernas máquinas de pensar (fundadas sobre una realizac ión elec­
" realismo" en la creación LOma su virtud de la m etonimia, as í tróni ca de la com posición significante), donde reside esa cadena
como a ese otro de que el sentido só lo entrega su acceso al doble que insiste en r eprod ucirse en la transfet'encia, y que es la de
codo de la me táfora, cuando se tiene su clave única: la S y la s un deseo muerto.
del algoritmo saussureano no están en el mismo plano. y el hom· Es la verdad de lo que ese deseo fue en su historia lo que -el
bre se engañaba creyé ndose colocado en su eje común que no sujeto grita por medio de su síntoma, como Cristo dijo que ha­
está en ninguna parle. brían hecho las piedras si los hijos d'e Israe l no les hubiesen dado
Esto por lo menos hasta que Freud hizo su descubrimiento. su voz.
Pu es si lo que Freud descubrió no es esto exactamente, no es Ésta es ta mbi én la ra zó n de que sólo el psicoanálisis permita
nada. diferenciar, en la memoria, la función de la rememoración .
Arraigado en el significante, resuelve, por el asce ndiente de la
h is toria en el hombre, las aporías platónicas de la reminiscencia .
Los contenidos del inconsciente no nos entregan en su decep­ Basta con leer los tfes ensayos sobre Una teoría sexual, recu­
cionante ambigüedad ninguna realidad más consistente en el biertos para las multitudes por tantas glosas seudobiológicas,
sujeto que lo inmedia to; es de la verdad de la que toman su para comprobar que Freud hace derivar toda entrada en el ob.
virtud, y en la dimensión del ser : Kern unseres W esen, los tér­ jeto d e una dialéctica del retorno.
minos están en Freud. Habiendo partido así del vóato.:;''lO hblderliniano, es a la repe­
El mecanismo de doble gatillo de la metáfora es el mismo tición kierkegaardiana attonde Freud llegará menos de veinte
donde se determina el síntoma en 'el sentido analltico. Entre el años m ás tard'e, es decir que su pensamiento, por haberse some­
significante enigmático del trauma sexual y el término al que tido en su orige n a las únicas consecuencias humildes pero in­
viene a sustituirse en una cadena significante actual, pasa la flexibles de la talking cure, no pudo desprenderse nunca de las
chispa. que fija en un síntoma -m'etáfora donde la carne o bien servidumbres vivas que, desde el principio regio del Logos, lo
la funci ón están tomadas como elementos signHicantes- la sig­ condujeron a pensar de nuevo las antinomias mortales de Empé­
nifica ción inaccesible p ara el sujeto consciente en la que puede docles.
resolverse. lY cómo concebir. sino sobre ese "otro escenario" del que él
y los enigmas que propone e l deseo a toda "filosofía na tural", habla como del lugar del sueño, su re cursO de hombre cie ntífi­
su frenesí que imita e l abismo del infinito, la colusión íntima co a un Deus ex m.achina menos irrisorio por el hecho de que
en que envuelve el place r de saber y el de dominar con el gozo, aquí se revela al espectador que la máquina ri ge al regidor mis­
mo? Figura obscena y (eroz del padre primordial, inagotable en
no consisten en ningún Otro desarreglo d'el instinto sino en su
red imirse en el eterno enceguecimiento de Edipo, ¿cómo pensar.
entrada en los rieles -eternamente tendidos hacia el deseo de
si no porque tuvO que agachar la cabeza ante la fU'erza de un
otra cosa- de la metonimia. De donde su fij ación "perversa" en
testimonio que r ebasaba sus prejuicios, que un hombre de cíen­
• [er. la nota 22. p. 249 de este tomo; el juego aludido se llama en franc6
du lur~l , "del hurón". TS1 -' (Rc[orno . AS)

"S..
~
500 LA. lNSTA NCL\ DI! LA LETRA.
50t
LA INSTANCI,\ DE LA UTa,"

cia del siglo XIX haya dado en su obra más importancia que a hombre a la relación narcisista, de la que yo proseguí la el ab o­
todo a ese Tótem y tabú, ante el cual los etnólogos de hoy se ración en el estadio del espejo. Él Y reunió allí la síntesis de
inclinan como ante el crecimiento de un milO auténtico? las funciones perceptivas en que se integran las selecciones sen­
Es en efecto a las mismas necesidades del mito a las que res. soriomotrices que ciernen para el hombre lo que él llama la
ponde 'eSa imperiosa proliferación de creaciones simbólicas par­ r ealidad.
ticulares, en la que se motivan hasta en sus detalles las compul. Pero esta resistencia, esencial para cimentar las inercias ima­
siones del neurótico, de l mismo modo que lo que llaman las ginarias que ponen obstáculos al mensaje del inconsciente. no
teorias sexuales del niño. es sino secundaria en comparación con las resistencias propias
Así es como, para colocarlos 'en el punto preciso en que se de} encaminamiento significante de la verdad.
desarrolla ac tualmente en mi seminario mi comentario de Freud, Ésta es la razón de qu e un agotamiento de los mecanismos de
e l pequeño Hans, a los cinco a ños abandonado por las carencia~ defensa , tan se nsible como noS la muestra un Fenichel en sus
de su medio simbólico ante el enigma actualizado de repente problemas d'e técnica, porque es un practicante (mientras que
para él de su sexo y de su existencia, desarrolla, baj o la direc­ toda su reducción teórica de las neurosis o de las psicosis a
ción de Freud y de su padre, discípulo de éste, alrededor del anomalías genéti cas del desarrollo libidinal es la chatura misma).
cristal significante de su fobia, bajo una forma mítica, todas las se manifieste, sin que él dé cuenta de ello, y sin que ni siquiera
permutaciones posibles de un número limitado de significantes, se dé cue nta, como el reve rso del cual los mecan ismos del in­
Operación en la que se d'emuestra que incluso en el nivel in. consciente serían el derecho. La perífrasis, el hipérbaton, la
dividual, la solución de lo imposible es aportada al hombre por elipsis, la suspensión , la an ticipación, la retractación, la n ega­
el agotamiento d e todas las formas posibles de imposi bilidades ción, la digresión, la ironía, son las figur as de es tilo (f.igura e
encontradas al poner en un a ecuación significante la solución. sententiarum de Quintiliano) , como la catacresis, la litote , la
Demostración impresiona nte para iluminar el laberinto de una antonomasia, la hipotiposis son los tropos, cu yos términos se
observación que hasta ahora sólo se ha utilizad o para extraer im ponen a la pluma como los más propios para etiquetar a es tos
de ella materiales de demolición. Y también para hacer captar mecanismos. ¿Podemos acaso n o ve r en ellos sino un a simple
que en la coextensividad del desarrollo d el síntoma y de su reso­ m anera de decir, cuando son las figuras mismas que se encu'en­
lución curativa se muestra la naturaleza de la neurosis: fóhica, tr an en acto en la re tórica del discurso efectivamente pronun­
histérica u obsesiva, la neurosi s es una cuestión que el ser plan­ ciado por el an ali zado?
tea para el sujeto "desde allí donde estaba antes de que el suje­ Obstinándose en reducir a una permanencia 'emocional la
to viniese al mundo" (esa subordinada es la propia frase qu e r ealidad de la resistencia, de la que ese discurso no sería sino la
utiliza Freud al explicar al pequeño Hans el complejo de Edipo) . cubierta, los psicoanalistas de hoy muestran únicamente que
Se trata aq uí de ese ser que no aparece sino durante el ins_ caen en el campo de una de las verdades fundamentales que
tante de un relámpago en el vado del verbo ser, y ya dije que Freud volvió a encontrar por medio del psicoanálisis. Es que a
plantea su pregunta para el sujeto. ¿Qué quiere decir eso? N o una ve rdad nueva, no es posible contentarse con darle su luga r,
la plantea ante el sujeto, puesto que el sujeto no puede venir pU'es de lo que se trata es de tomar nuestro lugar en ella. Ella
a l lugar donde la plantea, sino que la plantea en el lugar del su­ exige que uno se tome la molestia. No se podría lograr sim ple­
je to, es decir que en ese lugar plantea la cuesti ón con el sujeto, men te h abitu ándose a ella. Se habitúa uno a lo real. A la ve r~
como se plantea un problema con una pluma y como e l hombre dad, se la reprime.
antiguo pensaba con su alma. Ahora bien , es necesario muy especialmente para e l hombre
Así es como Freud hizo entrar al yo en su doctrina. Freud de cjencia, p ara el mago e incluso para el meigo,'H ser el único
definió el yo por resistencias que le son propias. Son de natura­ qu e sahe. La idea de que en el fond o de las almas más simples,
leza imagina ria en el sentido de los señuelos coaptativos, cuyo
ejemplo nos ofrece la etología de los comportamientos animales 3\ [hte~e, en francés: procedente de mégi e-r, cuida r-curar, derivado del la­

del pavoneo y del combate. Freud mostrÓ su reducción en el lÍn medica re, qu iere d eci r "sanador". ...s]
'502
LA INSTA NC IA DE I,A u:,'It.-\
LA INSTANCIA DE LA LETRA 503
y. peor aún, enfermas, haya algo listo a florecer, pase; pero que
haya alguien que parezca saber tanto como ellos sobre lo que primeros a ños anglófonos hablan desplazado en una mirada
debe pensarse de esto ... socor rednos, oh categorías del pensa. sobra la nariz (a glance at the nose~ y no shine on the nose en
miento primitivo. prelógico, arcaico, incluso del pensa mien to la lengua "olvidada" de la infancia del sujeto) la curiosidad
mágico, tan fácil de imputar a los demás. Es que no convien~ ardiente que lo encadenaba al falo de su madre, o sea a esa caren­
que esos ordinarios nos tengan con la lengua afuera proponién­ cia~e·ser eminente cuyo significante privilegiado reveló Freud.
donos enigmas que muestran ser demasiado maliciosos. Fue ese abismo abierto al pensamiento de que un pensamien­
Para interpretar el inconsciente como Freud, habría que ser to se dé a entender en el abismo, el que provocó desde el prin­
como él una enciclopedia de las artes y de las musas, además de cipio la resistencia al análisis. Y no como ·se dice la promoción
un lector asiduo de las Fliegende Bllitter, Y la tarea no nos sería de la sexua lidad en el hombr<¡. Ésta es con mucho el objeto que
más fácil poniéndonos a merced de un hilo tejido de alusiones predomina en la literatura a través de los siglos. Y ]a 'evolución
y de citas, de juegos de palabras y de equívocos. ¿Tendríamos del psicoanálisis ha logrado mediante un golpe de magia cómico
que hacer oficio de fanfreluches antidolées? 32 hacer de ella una instancia moral, la cuna y el lugar de espera
Hay que resignarse a elJo, sin embargo. El inconsciente no es de la oblatividad y de la "amancia". La montura platónica del
Jo primordial, ni lo instintual, y lo único elemental que conoce alma, ahora bendita e iluminada, se va derechita al paraíso.
son los elementos del significante. El escándalo intolerable en la época en que la sexualidad
Los libros que pued'en llamarse ca nónicos en materia d e in­ freudiana no era todavía santa, era que fuese tan "intelectual".
conscien te -la Traumdeu.tung~ la Psicopalología de la vida co­ En eso es en lo que s-e mostraba como digna comparsa de todos
tidiana y el Chiste (Wi tz) en sus rewciones con el inconscien te_ aquellos terroristas cuyos complots iban a arruin ar a la sociedad.
no Son sino un tejido de ejemplos cuyo desarrollo se inscrib'e En el momento en que los psicoanalístas se consagran a remo­
en las fÓrmulas de conexión y sustitución (sólo que nevadas al delar un psicoanálisis bien visto, cuyo coronamien to es el poe­
décuplo por su complejidad parti cul ar, y cuyo cuadro es dado ma sociológico del yo autónomo, quiero decir a quienes me es­
a veces por Freud fu era de texto), que son las qu-e damos del cuchan en qué podrán reconocer a los malos psicoanalistas: es
sign ificante en Su función de transferencia. Porque en la Traum. qu e utilizan cierto término para depreciar toda investigación
deulung, es en el sentido de semejante función Como se intro­ técnica y teórica que prosiga la experiencia freudiana en su
duce el término Oberlragung o transferencia, que dará más tar­ línea auténtica. Este termino es la palabra: intelectualización
de su nombre al resorte operante del víncll~o intersubje ti va entre -execrable para todos aquellos que, viviendo ellos mismos en
el ana li zado y el analista. el temor de ponerse a prueba bebiendo el vino de la verdad,
Tajes diagramas no son únicamente consti tuyentes en la neu­
escupen sobre e l pan de los hombres, sin que su baba por lo
rosis para cada uno de sus sín tomas, sino que Son los únicos
demás pueda tener ya nunca más sobre él otro oficio que 'el
que permiten envolver la temática de su curso y de su resolu.
de una levadura.
ción. Como las grandes observaciones de análisis que Freud

dejó, son admirables para demostrarlo.


y para atenernos a un dato más reducido, pero más mane­
jable, para que nos ofrezca el último sello con e l cual "'"ar 111 . LA LETRA, EL SER Y EL OTRO

nues tra idea, citaré el artículo de 1927 sob re el fetichismo, y el


caso que Freud relata aHí de un paciente aa para qui'en la satis­ ¿Lo que piensa asl en mi lugar es pues otro yo? ¿El descubri­
fa cción sex ual exigfa cieno brillo en la nariz (Gta.nz a.uf der miento de Freud representa la confirmación 'en el nivel de la
Nase) . y cuyo análisis mostró que lo debla al hecho de que sus experienda psicológica del maniqueísmo?34
Ninguna confusión es posible, de hecho: a lo que introdujo
1, 31ii.[f.n
TS];gmas versificados de Rabelais para erucJitos CO nsumados: Cl17'gnntúa.
3f Uno d e mis co lega .. llcga ha hasta semejante pensamiento preguntándose
.X!Fetichismus, G. W., XIV, p. 311 [A., XX!, p. 117J. si el EIIQ (Es) de la doctrina ulterior no era el "yo malo ". (Ya se ve con
quién he tenido que lrabajar. 1966.)

~
5W
LA INSTANCIA. DE LA LEntA LA INSTA NCI A DE LA LETRA

505
la investigación de Freud no fue a casos más o m'enQS curiosos
una A mayuscula, es para indicar el más alhl donde se anuda el
de personalidad segunda. Incl uso en la época heroi ca a la que reconocimiento del deseo con el deseo del reconocimien to.
acabamos de referirnos, e n la que, como los animales en el
Di cho de otra manera, ese o tro es el Otro que invoca incluso
tiempo de los cU'entos, la sexua lidad hablaba, nun ca se precisó mi mentira como fiador de la verdad en la cual él subsiste.
la atmósfera de diabolismo que semejante orie ntació n hubiese En lo cual se observa que es con la aparición del lenguaje
engendrado."
como emerge la dimens ión de la verdad.
La fina lidad que propone al hombre el descubrimiento de
Antes de este punto, en la relación psicológica, perfectamente
Freud fue definid a por él en el apogeo de su pensamiento en
aislable en la obser vación de un comportamiento animal, debe­
términos conmovedores: H'o es war, sa ll le!: werde n. DOllde es­
tu vo (fue) ello, tengo que advenir yo. mos admitir la existencia de sujetos, no por algún espejismo
proyectivo, fantasma que el psicólogo se da el gustazo de a ndar
Esa finalid ad es de reintegración y de concordancia, diré in.
c1uso de reconciliación (Versolmung). desbarata ndo a la vuelta de cada esquina, si no eu razón de la
presencia manifestada de la intersubjetividad . En el acecho en
P'era si se desconoce la excentricidad radical de sí a si mismo
que se esconde, en la trampa cons truid a, en la simul ación re­
con la que se en fren ta e l hombre, dicho de o tra manera la ver­
,.agada en que u n escapado desprendido de un tropel desorienta
dad descubierta por Freud, se fall ará en cuanto al orden y las
al r apaz, emerge algo más que en la ere cción fasci n ante del
vlas de la mediación psicoana lftica, se hará de ella la operación
pavo neo o del combate. Nada allí sin embargo que trascienda
de compromiso que ha llegado efecti vame nte a ser, o sea aquello
a la función del engaño al servicio de una necesidad, ni que
que más repudian tanto e l espíritu de Freud como la letra de
afirme una presencia en ese más-all á-del-velo donde la Natura­
su obra : pues la noción de compromiso es in vocada por él sin
leza entera puede ser interrogada sobre su designio.
cesar como situada en el SOporte de todas las miserias a las que
Para que la cuestión misma salga a la luz del día (y es sabido
socorre su análisis, de tal modo que puede d'ecirse que el recur­
q ue Freud llegó a ella en M ás allá del prin ciPio de placer), es
so al compromiso, ya sea explíci to o implícito, desorien ta toda
]a acción psicoanalítica y la sumerge en la noche, preciso que el lenguaje sea.
Porque puedo engañar a mi adversario por un movimiento
Pero tampoco basta con restrega rse Contra las tarturerías mo.
ralizantes de nU'estro tiempo y llenarse la boca hablando de
que es cont'rario a mi plan d'e ba talla, ese movimiento sólo ejerce
"persona lidad total", para haber dicho siqu iera alguna cosa
su efecto engañoso precisamente en la medida en que lo pro­
art iculada sobre la posibilidad de la mediación.
duzco en realidad, y para mi adversario.
Pero en las proposiciones por las cuales abro con él una ne­
La heteronomía radical cuya hiancia en el hombre mostró el

gociación d'e paz, es en un tercer lugar, que no es ni mi palabra


descubrimiento de Freud no puede ya recubrirse sin hacer de

ni mi inter locutor, donde lo que ésta le propone se sitúa.


todo lo que se utilice para ese fin una deshonestidad radi cal.

Este lugar no es otra cosa que el lugar de la convención sig­


¿Cuál es pues ese otro con el cual estoy más ligado que Con.

nifi cante, tal como se revela en la comicidad de esa queja dolo­


migo mismo, pu'esto que en el seno mj;s asentido de mi identidad

conmigo mismo es él quien me agita?


rosa del jud ío a su compadre: "¿Por qué me dices que vas a
Su presenda no puede ser comprendida sino en un grado se~
Cracov ia para que yo crea que vas a Lemberg, cuando vas de
veras a Cracovia?"
gundo de la otredad, que lo sitúa ya a él mismo en posición de
Por supuesto, mi movimiento de tropeles de hace un momento
mediación con relació n a mi propio desdobJamien to con res.
pecto a mí mismo así como con respec to a un semejante. puede comprenderse 'en ese registro conven cional de la estrate­
Si dije que el inconsciente es e l discurso del Otro [Aulre] con gia de un juego, en el cual es en funciÓn de una regla como en­
galio a mi adversari o, pero entonces mi éxito es aprec iado en la
3D NÓlese sin embargo el lono con que puede hablar.~ en es la época de Ia.~
conn otación de la traición , 'es decir en la relación con el Otro
malas pasadas de los duendes del inconsciente: Der Zufafl und die Kob old . que garantiza la Buena Fe.
strdche des Unbew1lSs ten, es un título de Silbere r, que seria absolut amcnl c A quí los problemas son de un orden cuya heteronomia es
anacró nico en el ambienle presenle de los managers del alm a.
simpl emente desconocida si se la reduce a algún "sentimiento del

500 501
LA JNSTANCIA DE LA U:'f'RA LA I NSTANCIA l>~: LA LE1!lA

otro", lIám'eSe COm o se le llam e. Pues "la existencia del otro'·, todo, no está ta n mal alojada allí, es porque el agente supremo
h abiendo logrado a ntaño llegar a las orejas de M idas psicoana­ que cava desde siempre sus galerías y su d édalo es a la razó n
lista a través del tabique que lo sepa ra del conciliábulo fe nome­ misma, es al mismo Logos a quíen sirve .
nologista, es sabido que esta noticia COrre a través de las cañas: Si no, ¿cómo con cebir que un erudito, tan poco dotado para
"Midas, el rey Midas, es el otro de su paciente_ Él mismo lo ha los "compromi sos" q ue lo solicit<lban en su tiempo como en cual ­
dich o."
q uier otro, como lo estaba Erasm o, haya ocu pado un lugar tan
En efecto, ¿qu é puerta ha for zado con ello? ¿El otro, cuál emin ente en la r'evolución de una Reforma donde el hombre
otro? es taba tan interesado en cada hombre como en todos?
El joven André Gicle d esa fi a nd o a su casera, a quien su ma_ Es q ue al tocar, por poco que sea, la relaci ón del hombre
dre Jo ha confíado, a tra tarl o COmo a un ser r esponsable, abrien­ con el significante, aquí conversi ón de los procedimientos de 1<1
do os te nsíble m'ente a nte su vis ta, COn una llave q ue sólo es falsa exégesis, se ca mbia el curso de la historia modificando las ama­
po r ser la ]]ave que abre todos Jos candados semeja ntes, el can­ rraS d e su ser.
dado qu e ella misma considera como el di gno signifi ca nte de sus Por esto es por lo que el freudismo, por muy incomprendido
intenciones edu ca ti vas - la qué otro apunta? A la que va a in­ que haya si do, por muy con fusas que sean sus cons'ecuencias,
t'ervenir, y a quíen el muchacho dirá riendo: "¿Qué necesidad aparece a toua mi rada capaz de entrever los cambios que hemos
tiene usted de un candado ridículo para mantenerme en la obe­ vivido en nues tra propia vida como constituye ndo una revo·
diencia?" Pero tan sólo por haber permanecido escondida y por lución in as ible pero radical. Acumular los testimonios sería
ha ber esperado a la noche para, des pués d" la acogida tiesa que vano: 36 todo lo que intcresa no sólo a las ciencias humanas,
conviene, echar un sermón al mocoso, no es sólo o tra, de la sin o al destin o del hombre, a la p olítica, a la metafísica, a la
que ésta le muestra el rostro al mismo tiempo que la ira, es literatura, a las artes, a la publicidad, a la propaganda, y por
otro André Cide, que ya no está mu y seg uro, desd e ese mo men to ahí, no ]0 dudo, a la economía , ha sido afectado por él.
e incluso volviendo sob re ello en la actualidad, de lo que quiso Sin embrgo, ¿es esto acaso otra cosa que los efectos desacor.
hacer : qu e h a si uo cambiado hasta en su verdad por la duda dados de una ve ruad inmensa en la qu'e Freud trazó un a vía
la nzada contra su buena fe. pura? H ay' qu e decir aquí que esa vía no es seguida en toda
Ta l vez este imperio de la confusión qU'e es simplemente técnica que se ju zga válida sólo por la ca tegorizaci()n psico.
aq uel do nde se represen ta tod a la ópera bufa humana merece lógica de su obje to, como es el caso del psicoanálisis de hoy
que nos detenga mos en él, para comprender las vías por las fu-era de un re torno a l descubrim icnto freudiano.
cuales procede el análisis no sólo para restaurar a llí un orden, y en efecto la vulgaridad de los conceptos con qu e su prác.
sino para instalar las condiciones de la posibilidad de restau­ ti ca se re comienda, los hilvanes de falso freudismo que ya no
rarl o.
estiln a ll í sino de auoruo, no menos que lo q ue no hay más
K ern unseres J.-Vesen 'el núcleo de nuestro ser, lo que Freud
3 remedio que llamar la retra ctación en qu e prospera, dan tes ti·
nos ordena proponer nos, Como tantos otros lo hicieron antes mo ni o conjunto de su re negació n fundam en taJ.
que él con el va no refrán del "Conóce te a ti mismo", no es Freud por sU descubrimiento hizo en trar den tro del círculo
tanto eso como las vías que lleva n a ello y que él nos da a revisa r.
O más bien ese "eso" que nos propone alcanzar no es algo que :or:: Desc nbro el m ~s recie m e en lo que ~ presenta lIan ameme bajo la
pueda ser objeto ue un conocimiento, sino aquello, ¿acaso no lo pluma de Franc;oi s Mauriac para excusa rse, e n e l Figaro Lilleraire del 25
dice él mismo?, que hace mi ser y de ) 0 cu al, nos enseña él, de mayo. de su ne¡.;a ti va a "co ntar su vida". Si nad ie puede ya e mprender
eso ron el mismo l>uen ánimo, es, no,> dice . q ue "deHle hace med io siglo ,
doy tes timonio tanto y aún más en mis ca prichos, en mis <lbe_ Fre ud , pensemos de él lo que pen se mos ", h a pasado por all í. y después
rraciones, en mis fobias y en mis fetiches que en m i personaje de haber fl aqueado un imita nte bajo el lu gar común de (Iue es para sorne·
vagamen te vigilado. te rnos a la "' histori a de nuestro cuerpo", regresa rápidamente a lo <]u e Sil
~ n s ib i lid ad de escritor no pudo dejar esca par: es la confesión más profun.
Locura, no eres ya objeto del elogio ambiguo en que el sabio da del a lma de todos nuestros prójimos lo qu e nueslro discurso pu blicaría
dispuso la guar ida inexpugnable ue su temor. Si, des pués de si qui siera terminarse.

,~>~

!'.iO~J
LA I NSl'ANCJ A Dt: I.A Llf nlA
508 LA 1l1STANCJA DE LA UTRA
Observemos aquí que a es te artíCu lo se un e la interven­
de la ciencia esa frontera en tre el objeto y -el ser que parecía ción que fue la nu es tra el 23 de abril de 1960 en la So­
señ alar su límite. ciedad de Filosofía, a propósito de la com unicació n que
Que esto sea el síntoma y el preludio de una nueva pu esta en el seDor Perelman pmdujo, sobre la teoría que da de
tela de j uicio de la situ ación del h ombre en eJ e nte, tal co mo la la me táfora como fundón retórica, precisamente en la
han supuesto h as ta ahora todos los postul ados d el conocimien. Th¿orie de l'argumetttation,
to, les ruego a ustedes que no se con te nten con ca.talogar el h echo
de qu e yo lo diga como un caso de heideggerismo -a unque se
le étñad iese el prefijo de un n eo que no añade n ada a ese es tilo
de bote de la basura con 'el cual es usual eximirse de toda re­
flexión con un recurso al "quitenme-esc:rde-ahí" de nuestros
escombros mentales.
Cua ndo hablo de Heidegger, o más bien cuando lo tr aduzco,
me esfuerzo en dejar a la palabra que profiere su significan cia
sobe ran a.
Si h a blo d e la le tra y del ser, si distingo a l otro y al Otro, es
porque Freud me los indica como los términos a los que se re­
fieren esos efectos de resistencia y de tra nsferen cia con los que
he tenido que medirme desigualmen te desde hace veinte años
qu'e ejerzo esta práctica -imposible, todo el mundo se complace
e n re petirlo después de él- del psicoanáli sis. Es también p orque
necesito ayuda r a otros a no perderse por a lif,
Es p ara impedir que caiga e n barbecho e l ca mpo del que
.son herederos, y para esto hace rl es entender que si el síntoma
es una metáfora, no es una me táfora decirlo, de l mismo modo
que decir que el deseo del hombre es una metonimia , Porque
e l síntoma es una metáfora, queramos o no decírnoslo, como el
deseo es una metonimia, incluso si el hombre se pitorrea de él.
y así, para que los invite a indignarse de que después de tantos
siglos de h ipocres ía re ligiosa y d'e fanfarroner ía filosóEica . toda­
vía no se haya articulado válida mente nada de lo que liga a la
metáfora con la cuestión del ser y a la metonimi a con su falta
- ¿se ría acaso necesario que, del objeto de 'esa indignación en
cuan to agente y en cuanto víctima, quedase todavía algo aní
pa ra respond e r a ella: a saber, el ho mbre de l humanismo y el
crédi to, irremediablemente protestado, que h a obtenido sobre
sus intenciones?

T.t .y.e.m.u.p.l.37 14-26 d e mayo d e 1957 nunca a nadie, Se trata de las ini d al es de la (rase qu e podrf a dednne a roí
mismo en esa fecha desde hada mucho tiempo )' con lo que as' oculto JllL
amargura : 'Tu l '." es mis un peu ta rd' (= 'Te has puesto a la obra un
[En CJ rta del 15 oe oct ubre d e 1970, J. Lacan d ice d irigi éndose a Tomás
~
poco tard e.') La e ralta en Jos ~CTit$, pero, ." espe ro, no en el texto origi nal ".
"NJdie puede pe~car ahí la menor ioea. Pero a usted, qu e pone un
~e go v ia;
wida<lo Un m:Havilloso a mi servicio, le confesaré 10 que n o h e confia do AS]
o
u
.-Uc::
DE UNA CU ESTIóN PRELIMINAR A TODO
TRATAMIENTO POSIBLE DE LA PSICOSIS'

H oe quod Irzgwta tres per annos in iPso loco Slu dl.li,


el San ctae Annae Genio loei, el dilectae iuven tuli, qlUle
eo me sa ctata es t, diligentcr de dico. [Dedico devota ­
mente este trab ajo al geujo local de Sa inte-Anne en
que me co nsagré al eSlUdio durante trei nta y seü años.
y a la amada juventud que allí me sigui ó. AS]

I. HAC IA FREUD

1. Medio siglo de freudism o aplicado a la psicosis deja su pro­


blema todavía por pensarse de nuevo, di cho de otro m odo en
el stalu qua ante.
Podría deci rse que antes de Freud su di scusión no se despren­
de de un fondo teóri co que se presenta como psicología y no es.
s ino un residu o " laicizado" de lo que llama rem os la larga coc­
ción metafísica de la ciencia en la Escuela (con la E ma yúscula
que le debe nuestra reverencia).
Ahora bien , si nuestra ciencia, qu e concierne a la ph'Ysis) en
su matemaüzación cada vez más pura, no conserva de esa cocina
sino un rel ente tan di screto que podemos legítimamente pregun­
tarnos si no habrá habido sustitución de persona, no sucede
lo mismo en lo que concierne a la antiph )lsis (o sea al a parato
vi vo que se supone apto pa ra tomar la medida de dicha physis),
cuyo olor a refrito delata sin duda alguna la práctica secular
en di cha cocina de la preparación de sews.
Así. la teoría de la abstracción, necesari a para dar cuenta del
conocimiento, se ha fijado en una teoría a bstra cta de las facul­
tades del sujeto, que las peticiones sensualistas más radicales
no h an podido ha cer má s funci onales en lo que hace a los
efectos subj etivos.
Las tentativas siempre renovad as de corregIr sus resu ltados
por los contrapesos variados del afecto, deben efectivamente

L Este artículo contien e lo m,\s import ante de lo que dimos en. nuestro
semin a rio duranle los dos primeros trimestres del año de enseñanza 1955-56;
queda pues excluido el tercero. A parecido en lA P:¡ychana lyse, vol. 4.

[513J
514 TRATAMIENTO POSIB LE DE L,... PSICOSIS TR.ATA~f1ENTO POSIBLE Dl: LA PSICOS IS 51,
seg uir siendo vanas mientras se omita preguntar si es efecti va­ a ser remitido - o según que se acomode en la palabra a la
mente el mi.'iillo suj eto e l que es afec tado por ellos. modulación sonora a tal fin d e aná lisis acústico: tonal o fan é·
tieo, incluso de po te ncia musical.
E stos recordalorios mu y abreviados bastarían para hace r va ler
2. Es la pregunta C]u e en las ban cas de la escuela (con e mi­ la difere ncia d e las subjetividades interesadas en la mira d el
nú scula) , se aprend e a eludir de una vez por todas: puesto que perccptum (y cómo se la des conoce en el inte rroga to r io de los
incluso admitiendo la~ alternancias de identidad d el perciPicns, enferm os y la nosol ogía de las "voces") . Pero podría pre tende rse
su (un ción constitu ye nte de la unidad del percePlu m no se di s­ reducir es ta diferencia a un nivel de objetivación en el pe,-.
cute. Desde ese m omento ]a di ve rsida d de estru ctura de l per­ cipiens.
ceptum sólo afecta en el percipiens una diversid ad de registro, No hay nada d e es to sin embargo. Porque es e n el ni ve l d ond e
en {¡I timo análisis la de los sensoriu ms. De derech o es ta diversi­ la "s¡ntes is" subjetiva confiere su pleno sentido a la p~la bra
dad es siempre superable, si el perciPiens se m antiene a la dond e el sujeto mues tra todas las paradojas de que es paciente
a ltura de ]a rea lid ad. en esa percepción singular. Qu e es tas paradoj as apa recen ya
Po r eso aquellos a quienes cabe e l C¡ugo de res ponder a la cuand o es el ot ro el que profiere la pala bra, es cosa que queda
cuestic')¡} que plantea la e:x :stencia de) loco no han podido evitar bastante manifiesta e n el sujeto por la posibilidad de obedecer
interponer entre ella y ellos esas ban cas de la escuela, cuya mu­ a ella en cuanto que gobierna su esc ucha y su pues ta e n guardi a
rall a les h(l parecido en es ta ocasión propicia para mantenerlos pues co n s610 entrar en su audiencia, el sujeto cae ba jo el efec­
al abrigo. to d e una sugestión de la que sólo' escapa reduci endo al otro
Nos a treve mos e fec ti va mente a meter en el mismo saco, si a 11 0 se r sino el portavoz de un discurso que no es de él o de
puede decir~e, todas las posiciones, sean meca ni cistas o dina­ una intención qu e mantiene en él en reserva.
mistas en la materi a, sea en ell as la génesis del organismo o del Pero más no tabl e a ún es la re lac ió n del sujeto C011 su propia
psiqui smo, y la estructura de la desi ntegración o d el co nflicto, palabra , donde lo importante es tá más bien enmasca rado por
sí, tod as, por ingeni osas que se muestren, por cuanto en nombre el hecho puramente acús tico de qu e no podría hablar sin oírse.
d el hecho, manifiesto, de que una aluc inación es un perceptum Que no pueda oírse sin dividirse es cosa que tam poco tiene nada
si n o bje to, esas posiciones se atienen a ped ir razón al perciPien s d e priv ilegiado en los comportamientos de la co nciencia. Los
de ese perccptum~ sin que a nadie se le oc urra que en esa pes­ clíni cos han dado un paso mej or al descubrir la alucinación
<J.uisa se salta un tiempo, el de interrogarse sobre si el perceptu.m mo tri z verbal por detección de movimientos fon a torios esbo·
mismo d eja un sentido unívoco al percipiens aqUl co nminado zados. Pero no por e llo han art icul ado dónde reside el punt o
a expli carlo. crucial: es que, d ado q ue el sensoriu m es indiferente en la pro­
Es te ti empo debería parecer sin emba rgo legítimo a todo exa­ du cción de un a cade na signifi ca nte:
m en no prevenido de la alucinación verbal, por el hecho de qu e l o. és ta se impone por sí misma al sujeto en su dimensión
no es reductible, como va mos a verl o, ni a un sen.foriu m pa rticu­ de voz;
la r ni sobre todo a un p-e rcipiens en cuanto que le daría su unidad . 20, to ma como ta l una rea lidad proporcional al tie mpo, per·
Es un error en efe cto considerarla como auditiva por su na­ fec tamente observable en la ex peri encia, que implica su atribu­
turaleza, cuando es con ce bible en última instancia que no lo sea ción subje tiva;
en ningún grado (en un sordomud o por ejemplo, o en un regis­ 30. su estructura propia en cuanto significante es determinante
tro cualquiera no aud iti vo de d eletreo alucinatorio), pero so­ en esa a tribución que, por regl a, es distributiva, es decir con
bre todo si se considera que el acto de oír no es e l mismo según var ias voces, y qu e po ne pues, como tal, al percipiens} pretendi.
<¡ue apu n te a la coherencia de la cadena verbal , co ncretamente damenle unificador, co mo equí voco.
su sobredeterminaci6n en cada insta nte por el efecto a posteriori
d e su secuencia, así como también la suspensión en cada instan­
Le d e su valor en el ad venimiento de un sentido siempre pronto 3. IlustrareIP0s lo qu e acaba de enu nciarse con un fenómeno
5 16 TRATA MI ~NTO POS lnLE DE LA P SICOSIS 'Ill"TAM lENTO POS IBl..E DE LA J'SICOS15 5 17
desgajado de una de nuestras presentaciones clínicas del año tasma de l cue rpo fragmentado para comprende r cómo la enfer­
1955-56, O sea el año mismo del seminario cuyo trabajo evo­ ma, prisionera de la re lació n dua l, responde de nuevo aquí a
ca mos aquí. Digamos que semejante h allazgo no puede ser sino una situación que la rebasa.
e l precio de una sumisión completa, aun cuando sea enterada, Para nuestr o fin presente basta con que la enferma haya
a las posiciones propia mente subjeti vas del enfermo, posiciones confesado que la fra se era alusiva, sin qu e pueda con todo mos­
que son demasiado a menudo forzadas al redu ci rlas en el diálo­ tra r Olra cosa sino perplejidad en cuant o a cap tar h acia quién
go al proceso mórbido, reforzando entonces la dificultad de pe­ de los copresentes o de la a usente apunta ba la a lusión, pues
netrarl as con una reticen cia provocada no sin fund amento en aparece así que el yo [je), como sujeto de la fra se en es tilo di­
e l su je to. re cto, dejaba en susp enso, conforme a su función llam ada de
Se tra taba en efec to de un o de esos delirios de dos cuyo ti po shifter en lingüística. 2 la designación del sujeto hab lan te mien­
hemos mos trado desde hace mucho en la pareja madre-hija, y en tras la a lusión, en su intención conjuratori a sin duda, quedase
e l que el sentimiento de intrusión, desarroll ado en un delirio a su vez oscilante. Esa incertidumbre lJegó a su fin , una vez
d e vigil ancia, no era sino el desarrollo de la ddensa propia de pasad a la pausa, con la aposición de la palabra "marrana" , de­
un binario afec tivo, abierto como tal a cua lquier enajenación . masiado pesada de invectiva. por su parte , para seguir isonó­
Fue la hija la que, en el curso de nuestro examen, nos ade­ nicamente a la oscilación. Así es como e l discurso acabó por
lantó como prueba de las injurias con que las dos tr opezaban rea liza r su intención de recha zo hacia la a lucinación. En el lu­
d e parte de sus vecinos un hecho referente a l amigo de la veci ­ gar donde el objeto indecible es rechazado en lo rea l, se deja
na que se suponía que las hostigaba con sus a taques. después oír una palabra, por el hecho de que, ocupando el luga r de lo
de que tuvieron que poner fin con ella a una intimidad acogid a que no tien e nombre, no ha podido seguir la intención del su­
con com pla cencia al principio. Ese hombre. implicado por lo jeto sin desprenderse d e ella por medio d el guión de la réplica:
tanto en la situ ación de mane ra indirecta, y figura por lo demás oponie ndo su a ntistrofa de depreciación a l refunfuño de la
bastante borrosa en las alegatas de la enferma, había lanzado. estrofa restituida desde ese momento a la paciente con e l índ ice
si hab íamos de creerla. dirigido a ella, cua ndo se cru za ban en del je (yo) , y reuniéndose en su opacidad con las jacula torias
el pas ill o, el término grosero: " ¡Marrana! " del a mor, cuando, ante la escasez de significante para lla mar
Ante lo cua l nosortos, poco inclin ados a reconocer en él la a l obje to de su e pita la mio, usa para ello del expedien te de lo
retorsión de un " ¡Cerdo !" demasiad o fáci l de extrapolar en nom­ imaginari o más crudo. "Te como... - ¡Bombón!" " Te desma­
bre de una proyección que no representa nun ca en semejante yas... -¡Ra tonci to!"
caso sino la del psjquiatra, le preguntamos por las buenas lo
que en ella misma había podido proferir el insta nte anterior. No
sin éxito: pues nos concedió con una sonrisa haber murmurado en 4. Este ejemplo sólo se promueve aquí para captar en 10 vivo
efecto a nte la vista del hombre estas palabras de las cuales, según que la función de irrea li zación no está toda e n el símbolo. Pues
ella, no tenía por qué ofe nderse: "Vengo de la ca rni cería ..." para que su irrupción en lo real sea indudable. bas ta con que
¿A quién apuntaban ? Le era bien dificil decirlo, y nos daba ésta se presente, como es común, bajo forma de cadena ro ta. 3
así derecho a ayuda rla. En cuanto a su sentido tex tual, no po­ 2 Roma n J ako bson to ma este término de j espel'Se n para des ignar esas pa­

dremos descuida r el hecho entre otros de que la enferma habia Labra s del cód igo que sólo toman sentido por las coo rdenadas (a tri bución .
dejado de la ma nera más repentina a su m arido y a su famili a fechado, luga r de emisión) del mensaje_ Referida s a la clasificaci ón de
Pi erce. son sím bo los-índices. Los pronombres pc l'Sou ales son su ejemplo
política y dado así a un ma trimonio reprobado por su madre
emin ente: sus dificultades de adqu isició n como ms délícit funcionales il us­
un desenlace que quedó en lo sucesivo sin epílogo, a partir de tran la problematica engcndrada por esos significan tes en el suj eto. (R o­
la convi cción a que había llegad o de que esos ca mpesinos se man J akobwn . Shi{lers, verbal cal egories, atld th e rwsiatl v erb, Russian
proponían , nada menos, para acabar con esa floj a citadina, Language ProjecI, Depa flm em of Slavic Languages and Li(era(ures. Harvard
University, 1957. ["Los con mutado res, las ca tegorías verba lcs y el verbo
despedaza rl a con cienzudamente. ruso" en E-mayoJ de lir¡gii.iJlica genera l, Barcelona, Seix Barral, 1975. ASl-)
Qué importa sin embargo que haya que recurrir o no al fan ­ 3 Gf. el seminari o del 8 de febr ero de 1956 en el que desarro llamos el
518 TRATAMI ENTO POS IBLE DE LA ['SICOSJ5 ntATAMIENTO POSIBLE DE LA PSICOSIS 519
Se toca en ello también ese efecto que tiene todo sign ificante En ningún sitio en efecto está más fuera de propósito la con­
una vez percibido de suscitar en el perciPiens un asen timiento cepción falaz de un proceso psíquico en el sen ti do de Jaspers,
hecho del despertar de la duplicidad oculta del segu ndo por la del que el síntoma no se ría sino el índice, que en el aborda­
ambigüedad manifiesta del primero. miento de la psicosis. porque en ningún sitio el sín toma. si se sabe
Por sup ues to tocio esto puede se r considerado como efectos leerlo, está más claramente articulado en la eS lruc tura misma.
de espejismo en la perspecti va clásica del sujeto unificador. Lo cua l nos impondrá definir este proceso por Jos determi­
Es notable únicamente que esa perspectiva, reducida a sí mis­ nan tes más radicales de la relación del hombre con el signi­
ma, no ofrezca sobre la alucinación por ejemplo más que pun­ ficante.
tos de vista ele una pobreza tal, que el trabajo de un loco, sin
duda tan notable c.omo muestra ser el Presidente Schreber en
sus Mem orias de un nellTúpata;' puede, después de haber recibi· 5, Pero no hace falta estar en ésas para jnteresarse en la verdad
do la mejor acogida, desde antes de Freud, por parte de los bajo la cual se presentan las alucinaciones verbales en las Me­
psiquiatras, ser considerado incluso después de él como un vo­ morias de Schreber, ni para reconocer en ellas diferencias muy
lumen digno de proponerse para iniciarse en la fenomenología otras que aquellas en que se las clasifica "clásicamente", según
de la psicosis, y no sólo al principiante.5 su modo de implicación en el perciPiens (el grado de su "creen­
En cuanto a nosotros, nos proporcionó la base de un análisis cia") o en la realidad de aqueste (la "auditivación"): a saber
de estructura, cuando, en nuestro seminario del año 1955- 1956 antes bien las diferencias que consisten en su estructura de pa­
sobre las estructuras freudianas en las psicosis, reanudamos, labra, en cuanto que esta es tructura está ya en el perceplum..
sig uiendo el consejo de Freud, su examen. Si se considera únicamente el texto de . las alucinaciones, se
La relación en tr e el significan te y el sujeLO, que ese a nálisis establece e n ellas de inmediato una distinción para el lingüista
descubre, se encuen lra, como se ve en es te exordio, desde el as­ entre fenómenos de código y fenómenos de mensaje.
pecto de los fenómenos, si, regresand o de la experiencia de A los fenómenos de código pertenecen en es le enfoque las
Freud, se sabe el punto adonde conduce. voces qu e hacen uso de la Grundsprache) que traducimos por
Pero este arranque del fenómeno, convenie ntemen te prose­ lengua-de-fondo, y que 5chreber describe (5_ 13-1) 7 como " un
guido, volvería a e ncontrarse con ese punto, como fue el caso alemán un tanto arcaico, pero siempre riguroso, que se seña la
para nosotros cuando un primer est udio de la paranoia nos llevó muy especialmente por su gran riquez.a en eufemi smos". En
hace treinta años al umbral del psico::Jnálisis. 6 otro lugar (S. 167.xII) se refiere con nostalgia "a su forma au­
ténti ca por sus rasgos de noble distinción y de senci ll ez".
ejemp lo de la vocalización "normal" de: la poix du soi'" ["la pa z de la Esta parte de los fenómenos está especificada en locuciones
noche'} neológicas por su forma (pa labras compuestas nuevas, pero
• Denk wii.rdiglu:iten eines Neroenkranken, von Dr. jur. Dani,.l-Poul composición aqui conforme a las reglas de la lengua del pa­
Sc/¡reuer, Senolspriisiden t beirn kgl. Oberfarldesgerichl Dusdcn a. D ., Leip.
ligo 1903 [Memorias de WI enfermo nen/ioso, Ducnos Aires, C. Lohlé , 19791 ciente) y por su empleo. Las alucinaciones informan al sujeto
del que pl'c paramos la traducción francesa para uso de nut:Hro gru po. sobre las forma s y los empleos que constitu ye n el neocódigo: el
5 Es sohre lodo la opin ión que expreS3 el aUlor de la traducci óll inglesa sujelo les debe, por ejemplo, en primer lugar, la denominación
de esas lHe11/.o ,-ios, aparecida el año de nneslro sem inario (cL M emoi,":. of de Grundsprache para designarlo_
my n eroOIlS ¡flne.u, trad. de Ida Macalpin e y Rich ard Hunter, W, M .
L>aw~oJl a nd Sons , Loudrcs), en su introdu cción, p. 25. Da cueu(a en t i
Se tra ta de algo bastante vecino a esos mensajes que los lin­
mi.smo lugar de I::J. forruna del libro . pp, 6"10 . güistas llaman autón;m.os por cuanto es el significan le mismo
• Es nueSlra tesis de doclor ado en medicin a intitulada : De lo p"~y("hose
/Xlrol/ oioqu.e dnnf ses mMw)"l.f av ec la per.son nal it¿, que nuc~!l'O mae~tro , Los paréntesis que comprenden la letra S seguida de cifras (respectiva­
Hellyer. escrihie ndo a nues!r:"! persona, juzgó muy pertinent emcnle en mente árabe y roma na) se emplearán en este texto para remitir a la página
es tos términos: Una goloudrilla no h ace verano , añadie ndo a pro pósilo de: y al capitulo correspondiente de las Denkwiirdiglteiten en la ed ición ori­
nuestra bjhli~rafia: Sí ha leido usted todo eso, le cOlllpadclco. Lo hahfa ginal, foliación muy felizmente indicada en los márgenes de la traducc ión
leído lodo , e n eft..""C lo. ingl esa,
520 TRATAMIE"'TO POSIDLE DE LA P SICOS IS TRATA ~ lE NTO POS I BLE DE LA P SICOS IS 521
(y no lo que significa) lo que constituye el objeto de la comu­ Así, no se le esca pa la importancia primordial de los pensa­
ni cación. Pero esta relación, singul ar pero norma l, del mensaje mientos-de-memorla (E rin n erungsgedanken) en la economía psí­
consigo mismo se redobla aquí con e l hecho de que esos men­ qui ca, e indica inmediatamente la prueba de esto en el uso
sajes se supone que están soportados por seres cuyas relaciones poético y musica l del estribillo modula torio.
enuncia n ellos mismos en modos qu e muestran ser mu y a nálogos Nuestro pac iente que ca lifica inapreciablemen te esa "concep.
a las conexiones del significante. El término Nervenanhang que ció n de las almas" como " la representación un tanto idea lizada
tradu cimos por: anex ión-de-nervios, y qu e provi ene también que las a lmas se han formado de la vida y del pensamiento hu­
de esos mensajes, ilustra esta observación por cuanto pasión y mano" (S. l 64-xn), cree gracias a ella haber "logrado visiones
acciÓn entre esos seres se reducen a esos nervios anexados o des­ sobre la esencia del proceso del pensamiento y del sentimiento
anexados, pero también por cuanto és tos, al igual que los rayos en el hombre que mu chos psicólogos podrían envidiarle" (S.
divinos (Gottesstrahlen) , a los qu e son homogéneos, no son l67-xn) .
otra cosa sino la entificación de las palabras que soportan (S. Se lo concedemos de buen grado, tanto más cuanto que a
130-x: lo que las voces formulan: "No olvide que la naturaleza diferen cia de ellos, estos conocimientos cuyo a lcance é l aprecia
de los ra yos es que deben hablar. ") con tanto buen hum or, no se imagina haberlos recibido de la
Rel ación aqu í del sistema con su propia constitu ciÓn de sig­ naturaleza d e las cosas, y que, si cree deber sacar ventaja d e
nifican te que habría que remitir al expediente de la cuestión ellos, es, aca bamos de indicarlo, a partir de un aná lisis se­
del meta lenguaje. y que ti ende en nuestra opinión a demostrar m ántico. s
la impropiedad de esa noción si apun tase a de finir elementos Pero para volver a tomar el hilo, pasemos a los fen() menos
diferenciados en el lenguaje. que opondremos a los precedentes como fenómenos de mensaj e.
Obse rv amos por Otra p ar te que nos encontramos aquí en pre­ Se tra ta de los mensajes interrumpidos. en Jos que se sostieue
sencia de esos fenómenos que han sido ll am ados erróneamente una relación entre el sujeto y su interlocutor divino a la que
intuitivos, por el hecho de que el efecto d e significación se dan la forma de un challenge o de una prueba de resistencia .
adelanta en ellos a l desarrollo de ésta. Se trata de hecho de un L a VOl del inter locutor limita en efecto los mensajes d e que
efecto del significante, por cuanto su grado de certidumbre se trata a un comienzo d e frase cuyo complemento de sentido no
(grado segundo: significación de significación) toma un peso prese nta por lo demás dificultad alguna para el suj eto, salvo por
proporcional al vado enigmático qu e se presenta primeramente su lado hosttgante, ofensivo, las m ás de las veces de una inepcia
en el lugar de la significación misma. cuya naturaleza es como para desalentarlo. La valentía de que
Lo divertido en este caso es qu e en ]a misma medida en que da pru ebas para no desmayar en su réplica, in cluso para de sa r~
para el sujeto esta alta tensiÓn d el significa nte llega a caer, es mar las trampas a las que lo indu cen. no es lo menos importan te
d ecir que las alu cin acion es se redu cen a estribillos, a monsergas, para nuestro aná lisis d el fenómeno .
cuya vaciedad se imputa a seres sin inteligenci a ni personalidad, Pero nos d etendremos aqu í también en el texto mismo de lo
incluso francamente borrados del registro d el ser, que en esa qu e pod ría mos llamar la provocación (o mejor la prótasis) a lu­
misma medida, decíamos, las voces manifiestan la Seelenau!!as~ cina tori a. De semejan te es tructura el sujeto nos da los ejem plos
sung, la concepció n-de.las-almas (según la lengua fundamental) , siguientes (S. 2 17-xvl): 1] Nun wi/l ieh mieh (ahora me vaya ...)
la cu al concepción se manifiesta en un catálogo de pensamientos 2] Si" sollm niimlieh. .. (debe usted por su parte ...); 3] Das
que n o es indigno de un libro de psicología clásica. Catálogo witl.ich miro .. (Voy a ...) . para atenernos a éstos -a los cuales
ligado en las voces a un a intención pedante, lo cual no impide debe replicar con su suplemen to significativo, para él nad a du­
a l sujeto a portar a él los comentarios más pertinentes. Observe­ doso. do saber: l o. a rendirme al hecho de que soy idiota ; 20.
mos que en esos comen tarios la fuente de los términos es siem­
8 Anotemos que n\l c.~ II"O homenaje aquí np h ace sino prolongar el de
pre cu idadosamen te distinguida, por ejemplo que si el su jeto
Freud . que no tie ne escrúpu los e n reconocer en el delirio mi smo de Schre·
emplea la palabra Instanz (S. no la de 30-It. Conf. notas de 11 ber una a nli cipación de la Icoda de Ja Libido (C . W.~ VIII , p. 315 [Sobre
a 21-1), subraya en nota : esta palabra es mía. un ,liSO de 1){lra-noia . . ., A. Xli, p. 72].)
TRATAMIENTO POS UlLE DE l.A PSICOSIS 523
522 TRATAMIENTO POSTBLE DE LA PSIC OS IS
presentada. Pasemos pues a lo que aporta esa experiencia en
por su parte, ser expues to (palabra de la lengua fundamental) n ues tra cues Lión.
como negador de Dios y dado a un li bertinaje vol uptuoso, para
no h ab lar de lo demás; ~o. pensarlo b ien.
Puede observarse que la frase se interr umpe en el punto dond e Il . DESP Ui:s DI.:: FREUD
termina el grupo de las palabras que podríamos llama r térmi­
n os-índices, o sea aque llos a los que su función en el significante l . ¿Qué no.e;¡ ha aportado Fre ud aquí? En tramos en ma ter ia afir­
designa. según e l término empleado más a rriba, como shiftcrs l mando que para el problema de la psicosis, esa apor tación h a­
o sea precisamente los términos que, en el cód igo, indi can la bía desembocad o en una recaída.
posició n de l suje to a partir de l mensaje mismo. Es ínmedi ata mente sensible en el simplismo de los resortes
Desp ués de lo cual la parte propi amen te léxica d e la frase, q ue se in voca n en concepciones que se red u ce n tod as a este
di ch o de ot ro mod o la que comprende las palabras que e l cód igo esquema fundamental: ¿cómo ha ce r pasar lo interior a lo ex te­
define por su empleo, ya se tr a te de l código común o del códi­ rior ? El sujeto en efecto pod rá aquí englobar cuanto quiera un
go delirante, qued a elidida . Ello opaco. de todos modos e.,; en cuanto yo , es decir, de manera
¿N o es notable la predomin a ncia de la función de l signifi ­ enteramente ex presada en la orientación psicoanalítica presente,
cante en esos dos órdenes de fen ómenos, no incita incluso a e n cuanto ese mismo percipiens imbatible, como se le invoca en
busca r lo que h ay en e l fondo de la asociación que constitu yen: la moti vél("i ('m de la psicosis. Ese tJercipiens tiene completo po~
de un código constituido de mensajes sobre el código, y de un der so b re ... u correlati vo no menos incambiado: la realidad. y
mensaje reducido a lo que en el códi go indica el mensaje? e l mod e lo de ese poder e;¡e toma e n un dato accesib le a la expe­
Todo esto necesitarfa traducirse con el mayor cuidado en un r ie ncia <'om ú n , el d e la proyecció n afectíva.
grafo,9 en el que intentamos ese ai')o mismo represe ntar las Pue'i lae;¡ teo rías prese nt es se recomiendan por el modo abso­
conexiones internas al sign ifi cante en cua nto que estructuran lutél mente incr iti cad o e n que ese me ca ni smo de l a proyección
al sujeto. se pone e n uso e n e lJ as. Todo lo objc ta y nada ]0 apoya, y menos
P ues ha y alll una topología que es enteramente distinta de qu e nad a la ev idenci a clínica de qu e no hay n ada e n co mún
la que podría h acernos imaginar la exigencia de un paralelismo e ntre la proyecció n afec ti va y sus pre tendidos efectos d elirantes,
inmediato de la forma de los fenóm enos con su s v ías de con­ en lre los celos del infiel y los d el alcohóli co por ejempl o.
ducción en el n e uroeje. Que Fre ud , e n su ensayo de inte rpre tació n de l caso del pre­
Pero esta topología, que está en la línea ina ugu rada por sidente Schr ebe r, 'lue ~ lee ma l cua nd o se le reduce a las mon­
Freud, cua nd o emprendi ó, después de haber ab ierto con los se rga,; qu e sig: ui eron . e mplea la forma de una deducción gra­
sueños el campo del in consciente, la descripción de su dinámica, mati<a l pa ra presentar en ell a e l e mpa lme de la re laci6 n co n
sin sentirse ligado a n ingu n a preocupación de localización cor­ el OtrO en la psicosis: sea lo... dife rentes medios de ncga r la
tical, es precisamente lo qlle mejor puede prepar a r las pregu n­ proposici6n : 1.0 amo, de donde se !iig ue que ese jui cio negativo
tas con que se interrogará la superfi cie de la corteza. ~e eslru Clura en dos tiempos: el primero, la inversión del va lor
Pues sólo después del aná lisis lingüíst.ico del fenó meno de del verbo: Lo odio, o de ín ve rsíbn d el gé n ero d el age nt e o de!
lenguaje puede establecerse legítimame n te la rel ación que cons­ objeto: no soy yo, o hien no es él. es ella (o in ve rsa mente) ; el
titu ye en e l suj eto y con ello mismo deli mitar el orden de las segundo de ínteTversión de los sujetos: él me od ia. es a ella a
"máqui n as" (en el sentid o puramente asociativo que tiene este quien ama, es ella quien me ama - Jos problema~ I()gicos for­
té rmin o e n la teoría matemática de las redes) qu e pueden rea­ malmenLe implicados en esa d educcic'¡ n n o re ti ene n la aten ción
lizar ese fe nóme no. de nadie .
No es menQs notable que sea la expe ri e ncia fre udiana la qu e Es m :l.e;¡: que Freud en e'ie texto deseche exp resamente el me·
haya inducido a l a ut or de estas líneas en la dirección aquí ("¡mismo de la proyecci6n como insuficiente para dar cue nt a del
problema , para entrar en ese momento en un larguísimo. deta­
• eL p. 788.
524 TRATAMI ENTO POS IBt.E DE LA PSICOS IS ~TAMLENTO POSIOLE DE LA PSICOSIS 525

lIado y suti l desarro llo so bre la represión, ofreciend o sin em~ ¿Qué podría ca nsar a un os esplrltus que se av ienen a que les
bargo asideros a nuest ro problema, digamos únicamente que hab len de la regresió n, sin que se distinga la regresión e n la
éstos siguen perfilánd ose inviol ados por encima del polvo remo~ estru ctura, la regres ión en la historia y la regresión en el desa­
vido del solar psicoana lítico. rrollo (distin guidas por Freud en cada ocasión como tópi ca, temo
poral o genéti ca) ?
R enunciamos a demora rn os aquí en el inventario de la con­
2. Freud aportó m.is tarde la Introducción al narcisismo. H a fusión . Está sobado para aqu elJos a qu ienes formamos y no jn~
sido utilizada para el mismo uso, para un bombeo, rlspirante teresaría a los otros. Nos contentaremos con proponer a su me­
e impelente al capricho de los tiempos del teorema, de la libido ditación común e l efecto de ex trañe7:a que produce, a la mirad a
por el perciPiens el cual es apto as í para infl ar y des inflar una
J de un a especu lación qu e se ha consagrado a dar vueltas en re­
realidad vejiga. dondo entre desa rrollo y entorno, ]a úni ca mención de los rasgos
Freud daba la primera te oría del modo según el cua l el yo que son sin embargo la a rm azón del ed ificio freudi ano: a sa ber
se constituye a partjr de l otro en la nueva econ omía subje tiva, la equ iva lenci a mantenida por Freud de la funci ón imaginaria
dete rmin ada por el inconsciente : se res po ndía a esto acla man do d el falo en los dos sexos (deses peración durante mucho tiempo
en ese yo el re encuentro del buen viejo percipiens a toda prueba de los aficion ados a las falsas ve ntanas "b iológicas". es decir na­
y de la funció n de síntesis. turalistas). el complej o de castración encontrado como fase no r­
¿Cómo asombrarse de que el único provecho que se ha ya sa­ m ativa del acto de as umir el sujeto su propio sexo, el mito del
cado para la psicosis haya sido la promoción definitiva d e la ases inato del padre h echo necesario por la presencia constitu~
noción de pérdida de la realidad? ye nte de l complejo de Edipo en toda historia personal, y, last
No es eso todo. En 1921, Freud escribe un artícul o incisivo: bttt noto .. ) el efecto de desdoblamiento qu e lleva a la vida amo­
La pérdida de realidad en la neurosis y en la psicosis en el que
J rosa la instancia mi sma repe titiv¿) del obje to ree ncon trable siem­
vue lve a lla ma r la a tención sobre el becho de q ue el problema pre en cua nto úni co. ¿Será necesario recordar ade más el carácter
no es el de la pérdida de la rea lidad, sino de l resorte de lo que profundamente disidente de la noción de la pulsión en Freud,
se sustitu ye a ell a. D iscurso a los sord os, puesto que e l problema la d isy unci ón de principio de la tendencia , de su dirección y
está resu elto; el almacén de los accesorios está en el in terior, de su objeto, y no sólo su "perversió n" or igi na l, sino su impli­
y se los va saca nd o según las ne cesid ades. cación en un a sistemática conceptual, aqu ell a cuyo lugar marcó
De hecho tal es el esquema con qu e incluso el se ñor Kata n. Freud, desde los primeros pasos de su doctrina, bajo el título
en sus estudios en que vuelve tan aten tamen te a las etapas de de las teorías sex ua les de la infan cia?
1" psicosis en Schreber, guiado por su preocupación de pe ne­ ¿No se ve que estamos desde hace mucho tiempo lejos de
trar en la fase prepsicótica, se sa tisface, cuando mu estra la de­ todo esto en un natu r ismo ed ucati vo que no tiene más principio
fensa contra la tentació n instinl ua l, contra la mast urbación y que la noción de gratificación y su con tr apartida: la fru stra­
la homosexualidad en ese caso, para justifi car el surgimiento ció n, no mencionada por ninguna parte en Freud?
de la fantasmagorí a alucinatoria. tel ón in.terpuesto por la ope­ Si n duda las estru cturas reve ladas por Freud siguen sostenien­
ración del percip,:ens en tre la tendencia y su es tim ulan te real. do no s610 en su plausibilidad, si no en su mani ob ra los vagos
¡Cómo nos hubiera a liviado esa simplicid ad en una época, si din amismos con qu e el psicoanálisis de hoy pretende orientar
hubiéramos estimado qu e debiera bastar para el problema de la su flujo. Un a técni ca desh abitada se sup one incluso que seria
creación li teraria en la psicosis! por ello mismo m;:ís ca paz de "mil agros" -si no fuese \ el con­
formi smo por añadidura que redu ce sus erectos a los de una
mesco lanza de suge~ ti lm social y de supers tició n psicológica.
3. Sea como sea, ¿qué problema po nd r ía todav ía obstáculo al
d iscurso del psicoa nálisis, cuan do la implicación de una te n~
de ncia en la realid ad responde de la regresión de su pareja? 4. Es incluso notable que nun ca se manifieste una exigencia de
526 TRATAMIENTO POS lnLE DE L.A PSICOSIS TRATAMlENTO P OSlDLE DE LA PSICOS IS 527

rigor sino en personas a las que el curso de las cosas mantiene Este fantasma es en efecLo esencial, y observaré incluso aquí
por algú n lado fuera de este concierto, tal como la señora Ida que el primer caso en que obt nve ese fantasma en un hombre
Macalpine que nos pone en el predicamento de maravi ll arnos fue por una vía qu e marcó una fech a en mi carrera, y que no
de e ncontrar, leyéndoJa, un espíritu firme. era ni un hipocondriaco, ni un histérico.
Su criti ca del cliché que se confina en el factor de la repre­ Ese fantasma siente ella incluso finam ente, mimbile para los
sión de un a pulsi6n homosexual, por lo demás enteramente in­ tiempos que corren, la necesidad de ligarlo a una estructura
definida, para explicar la psicosis. es magistrat y lo demuestra simb6li ca. Pero para e nco ntrar ésta fuera del Edipo, va a buscar
a saciedad en el caso mism o de Schreber. La homosex ualidad, referencias etnográficas cuya asimi lación medimos mal en Sll
supuesta determinante de la psicosis paranoica, es propiamente escri to. Se trata del lema " heliolítico", del que un o de los ada­
un sÍI1l0ma articu lado en su proceso. lides m ,ís eminentes de la escuela difusionista inglesa se ha he­
Ese proceso está iniciado desde hace mucho tiempo en el mo­ cho defensor. Conocemos el mérito de esas concepciones, pero
mento en que su primer signo aparece en Schreber bajo el as­ no nos pll rece en absoluto que apoyen la idea que la seiíora Ma­
pecto de un a de esas ideas hipnopómpicas, que en su frag ilidad ca lpine pretende dar de una procreació n asex uada como de tin a
nos presentan especies de tomograffas del "Jo} idea cuya función concepción "primitiva".!!
imaginaria nos es suficientemente indicada en su forma: que El error de la señora "1acalpine se juzga por 10 demás, por
sería bello ser una mujer que está sufriendo el acoplami ento. el hecbo de que llega al resultado más opuesto a lo que busca.
La señora Ida Maca lpine. si abre aquí una justa crítica, acaba Al aisl:.lr un fantasm'-l en una dinámica que ella califi ca de
sin embargo por desconocer que Freud, si pone hasta ese punto intrapsíquica, según una perspectiva que abre sobre la no ción
el acento sobre la cuestión homosexual, es anle tod o para de­ de la transferencia , llega :d resultado de designar en )a incerti­
mostrar qu e condici ona la idea de grandeza en el delirio, pero dumbre del psicóti co respecto de su propio se xo el punto sen­
que más esencialmente Freud denuncia en e llo el modo de sible dond e debe ejercerse la interve nción del ana lista, oponien­
a lteridad según el cual se opera la metamorfosis del sujeto, di cho do los felices efectos de esta intervención al olro, catas[rófico,
de otra manera el lugar donde se suceden sus " transferencias" constantemente observado, en efecto, en los psicóticos, de tod a
delir antes. Más le hubiera valido fi arse de la razón por la que suges tió n en el sen tido del reconocimiento de un a hornmexua­
Freud también aquí se obstin a en una referencia al Edipo que lidad la tente.
ella no en cuentra de su agrado. Ahora bien, la incertidumbre en lo qu e hace al sexo propio
Esta difi cultad la hubiera llevado a des cubrimientos que nos es preci sa mente un rasgo banal en la histeria, cuyas usurpa cio­
hubieran esclarecido con seguridad, pues tod o queda toda vía nes en el diagnósti co denuncia la se ñora Maca lpine.
por decir so bre la función de lo que se llama el Edipo invertido. Es que ninguna formación imag inari a es específi ca, !:! ningu­
La señora M acalpi ne prefiere rech azar aq uí todo recurso al
Edipo, para sustituirlo por un fantasma de procreación, que se efecto esperado del lratamienlo !>Obre sm perturbaciones, así como en cl
observa en e l nii'lo de los dos sexos, y esto bajo la forma de dcl adjetivo prolific con que traduce, ron:'lnc\olo mu cho por Jo dcm¡'IS, d
térm ino ale mán: aHsgirlJig, aplicado al ~lIcño cn cueu i6n .
fantasmas de embarazo, que ella considera además como ligados Pcro el término lo deliver, por ~u pan e, no es de d¡~cutirse en cuaJlIQ
a la es tru ctura de la hipocondria. 10 a Lo qlle traduce, por la simpl e razón de qne no hay nada que tradu cir.
Nos hemos frotado los ojos antc el texco alemán. El verbo ha sido ~implc ·
10 Quien qniere probar demasiado se extravía. As(, la señora Macalpine, menle o lvidado por el aU lor o por el tipóg rafo , y la señora Macalpille. en
por lo demás bien inspirada cu and o se detien e en el cadcter, ano tado por :S il e::;f uer:w de tra d ucc ión nos lo ha rc, tilUido sin saherlo. ¡Cómo no e n­
el paciente mismo como demasiado persuasivo (S. 39-¡v), ue la invigoriza­ conLra r bie n merecida la dicha que la embarga más (arde al enco~ t drse lo
dón sngestiva a la que se entrega el pTOfcsor Flec hsig (del que lodo nos (an cODformc con sus <letcos!
indi ca que era m:'ts ca lmado de ord inario) (renre a Schreber en cuanto a JI Macalp :nc , of>. ó t ., p. 301 Y pp. 379 - ~80.
las promesas de la ( ura de sUf' iío que le propone, la <;Cliora Macalpinc , 'z Preg unta mos a la sei\ ora Macalpinc (v. M ~m() in ..., pp. 391·392) si
declamos, interpreta Iargamenle Jos temas ele procreación que cam illera la cifra 9, en cuanlO qn e eslá implicada en d uraci ones tan diversas como
<:omo sugeridos por ese discurso (v. Mtmoirs ..., Discusión , p. 1\96, Uneas los plaws de 9 hor:ls, de 9 día ". de 9 me5I.."'S, de 9 ai'los, q ue nos ha ce surgir
12 y 21), apoyándose en el empleo del verbo to deliver para designar el a la vuclta de todas 1;15 esq uina s de la allamncsis de l pacicnl €:. para voh·cr
528 TRATAMIENTO POSIBLE. 01:: LA PSl COS lS TII.ATAMIENTO POS lllLE DE 1.. \ PS ICOS IS 529
n a es determin a nte ni en la estructura, ni en la din ámi ca de "¡Es claro que el psicoanálisis s610 es posible con un sujeto
un proceso. Y por eso se condena un o a erra r una y otra vez para quien hay un otro!" Y Midas atravesó el puente ida y vuel­
cuando con la esperanza de al ca nzar las mejor, se de cide que ta confundiendolo con un baldío. ¿Cómo hubiera podido ser de
impona un bledo la articulación simbó lica qu e Freud descu­ otro modo, puesto que no s(lb ía que all í estaba el río?
brió a l mismo tiempo que e l inconsciente, y que le es e fectiva~ El término otro. inaudito hasta ento nces por e l pueblo psico-­
mente consustancial: es la necesidad de esta articulaci ón la que analista, no tenía para el Olro sentido que el murmullo de jun cos.
nos significa en su referencia me tódi ca al Edipo.

1lI . CON FRt:UD


5. ¿Cómo imputar a la señora Macalpine la fec horía de este
desconocimiento, puesto que, por ha haber sido disipado, ha 1. Es de lla mar la mención que una dim ensión que se hace sen­
ido acrecentánd ose sin cesar en el psicoanáli sis? tir como la de Otra·cosa en tantas expe ri encias que los hombres.
t sta es la razón de que por una parte los psicoanalistas se viven, netamenle no sin pensar en ellas, antes bie n pensa ndo.
vean reducidos, para definir la escisión mínima, perfectamente pero sin pensar que pi ensa n , y como Telémaco pe nsando en el
exigible, entre la neurosis y la psicosis, a atenerse a la respon­ gasto, no haya sido pensada nun ca hasta ser di cha congruente­
sa bilidad del yo para con la rea lidad: qu e es lo qu e nosot ros mente por ;lqu ello.;¡ a quienes la idea de pensamiento les da la
llamamos dejar el problema de la psicosis en el slatu quo ante. '>eguridad de pensar.
Vn punto qu edab(\ sin embargo designado muy precisamente El deseo, el hast ío, el enclaustram iento, la rebeldía, la ora­
como el puente de la frontera entre los dos dominios. ción, la vigilia (qu isiera que se hiciese al to en és ta pu es to que
Han hecho incl uso de el el caso más desmesurado a propósito Freud se refiere a ella expresa me nte por la evocació n en la
de la cuestión de la transferencia en la psicosis. Sería faltar a la mitad de su Schreber de un pasaje del Zarat1/.s11·a de N ietzsche) ,14
caridad reunir aq u í lo que se ha didlO sobre ese tema . Veamos el pánico en fin están ahí para darnos testimonio de la dimen­
únicamente en ello la ocasión de rendir ho menaj e a l espíri tu sión de ese Otro si ti o. y para Il;ltuar so bre é l nuestra atenc i ón~
de la se ñora lda Macalpine, cuando resume un a posición per~ no digo en cuanto simples estad os de {mimo que el piensala sca­
fectamente confo rm e con el genio qu e se despliega actualmente ll ando puede poner en su sitio, sino mucho más considerable­
en el psicoaná lisis en estos términos: en suma los psicoa na fü.tas mente en cuanto principios permanentes de la s organizaciones
afirman eslar en situación de curar la psicosis en todos los casos co leclivas, fuera de las cua les no parece que la vida humana
en que no se tra ta de un a psicosis. la pueela mantenerse mu cho tiempo.
Éste es el punto sobre el que Midas, legislando un día sobre Sin duda no estcí. excl uido que el piensa-en-pensar más pen­
las indicaciones del psicoanálisis, se expresó en estos términos: sable, pensando ser él mismo esa Otra-cosa, ha ya podido siem­
pre tolerar difícilmente eSa eventual competencia.
Pero esa ave rsió n se vuelve enteramente clara una vez hech a
a encontrarla en la hora del reloj a la que su angustia ha remitido el ini cio
de la cura de suefio t:\'ocada más arriba, v hasta en la vacilación enfre la juntura conceptua l, eu la que nadie había pe nsad o todavía.
4 y 5 días renovada varia" veces en un misnl o periodo de su re memoración de ese Otro sitio con el lugar, pre~ente para todos y ce rrad o a
personal, debe con ce bjr~e como form ando pane co mo lal , es decir co mo cada uno, dond e Freud desc ubr ió qu e sin que se piense, y por
símbolo de la l'elacióu imagi narla aislada por ella como fantasma d~ [o ta nto sin qu e ninguno pueda pensa r en él mejor que Olro,
procreación.
La pregunta interesa a todo el mundo, plles d ifie re del U!".O que h ace "el lo" piensa. 15 " Ell o" piensa más bien mal, pero piensa duro:
Fl'eud en H is toria ele Ilrlf1 neuT{)sü i nfarlli( (El hOmbre de los lobos) d e la
Corma de la cifra V que se supone conserva da de la punta de la agu ja H Anles de la sa li da del sol, VOY Sorltlellall/gal/g: A l.so Jp-rach ZaratllllSlra,

sobre el reloj durante tina escena percih ida a la edad de un alío y medio . tercera parle. Es el 40. tanlO de esta tercera parle.
para volver a encon lrarla en el ba(ir de a las de la mariposa, las pierna<: l~ [f.a p e n .~ e_ E xpre~jó n por exp re~i ón, ser.ia mfu parecido el giro: "la co .~a
abiertas de una chica, etcfler:\. piensa"; pe ro la palahra "co<;a" se prcstarfa a in {er pret acion~ totalmenle
~ Leer op. cit., su introducción, pp. 13-19. fuera ele lugar aquí: fa peme es una tspecic de jmpersona l, qu e cn español
530 TRATAMIE: NTO I'OSIBLE DF L.... PSICOSIS
l'IVoTAMIENTO I'OSIOLE DE LA PSI COS IS 531
pues es e n estos términos como nos anun cia el inconsciente: pen.
samien tos que, si sus leyes no son del tod o las mi smas que l<1s allí es art iculado co mo un di sc urso (el inconscie nte es el dis·
de nuestros pensamientos de tod os los días nobles o vulgares, Curso del Otro) , del que Freud buscó primero definir la sintax is
están pe rfe cta mente a rti culad os. por los trozos qu e en momentos privilegiados, sueilos, lapsus.
No hay ya modo por lo ta nto de reducir ese Otro sitio a la rasgos de ingenio, nos llega n de él.
forma imaginar ia de una n os ta lgia , de un Pa ra íso perdido o En ese disc ur so ¿cómo se interesaría el sujeto s¡ no fu ese parte
futuro, lo que se en cue ntra allí es el pa ra íso de los a mores interesada? Lo es, en efecLO, en cuanto que está es t ir~do en los.
infantiles. do nd e ¡baudelér<lme Dios l pasa cada cosa . . .10 <.:uatro puntos d el esqu ema: a sa ber S, sU inefa ble y es túpid a
Por lo de más¡ si n os qued a ra un (t dud a, Freud n ombró el exis ten cia, a, sus obje tos, a') su yo, a saber lo que ~e reflej a d e
lugar del in co nsciente con un término qu e le h abía ill1presio-. su form a en sus objetos, y A el luga r desde dond e puede plan­
nad o e n Fechner (el cual no es de ninguna ma ne ra en su expe. [eársel e la cues ti ó n de su exislencia.
rimentalismo e l rea lista que nos 5ug ieren nu es tros ma nuales): Pues es una verda d d e experiencia para el a n ál isis que se
cin andere Schau platz, otro escenario; lo repite ve inte veces plantea p ara e l suj eLO la cuestión de su existencia n o ba jo la
en s us o bras ina ugural es. es pecie de la <l ng usü a que susó[a en el nivel de l yo y que no
Una vez que esta asper.'iión de agua fresca, así lo espe ramos, es m ás que un ele me nto de su séquito, si no en <.:ua n to p regun ta
h a reanimado a los espíritus, pasemos a la formula ción cien tí. ¡uticul ada: "¿Qué soy a hí?", referente a su sexo y su co min ge n.
fi ca de la rela ció n co n ese Otro del suj eto. cia en el ser, a saber que es h ombre o mujer por una p a rte. por
ot ra parte que podría n o se r, am bas conj ug'd ndo su misterio, y
an udándolo en los símbolos de la procreación y de la muerte.
2. Aplicaremo'i, " pa ra fijar las ideas" y las a lmas aq uí e n pe na, Que la c uestió n de su existe n cia baña al s uj e to, lo sostiene, lo
aplicaremos dicha relaci ón en el esqu ema J! ya presentado y invade, incluso lo desgarra por todas pa rtes, es cosa de la que
"guí simplifit:a do: las tensiones, los suspensos, los fantasmas con q ue el ;:m a lisla
tropieza le dan fe; y aun falta d ecir qu e es a título de e:ementos
ESQUEMA J!: s • del di scurso particular como esa cuestión en el Otro se articula.
Pu es es porque esos fenómenos se ord en a n en las fi guras d e ese
di sc urso por lo qu e ti enen fij eza de sí ntomas por lo que son
legi bles y se resuelven cua ndo son de scifrados.

~. H ay que in sisti r pues en qu e esta cuestión no se prese nta en


¡¡, L A el inconsciente como ine fa ble, e n que esa cuestión es allí un
cues tion a miento, o sea: q ue antes d e tod o a n álisis es tá ar ti culad a
que sign i fi ca que b condici ón del suj e to S (n e urosis o psicosis) allí e n elementos discretos. Esto es capital, pues esos eleme n tos
d epende de lo que tiene lugar en el Olro A .· Lo que tiene lugar son los qu e el a n á li sis lingüístico nos orde na aislar e n cua nto
sign ifi ca ntes. y que vemos ca ptados en su función en es tado puro
só lo poJda sugcJ ir.,>c co n ull a eomaJlIeción sin SlIj(:IO. pero " pi c lI ~'a" a secas en el punto a la vez más inverosímil y más verosímil:
scria incompr<:nsih lc. n I
16 (El a ulor e mplea un juego de palabras li gerame nte di(cre lll(:: "/¡aude .
- el m ás inverosími l, pues to que su cede qu e su cadena subsis·
/oi 1'c d~ Die,,!" La s palab ras prcce dc lIlés a luJ e n a la fra S(.· J c: BauJel ai re: te e n un a alteridad respecco del suje to, tan radica l como la de los
" .. . l~ T I~T{ iJo1'odis des OlflOU TS en!olllines". TS1 jeroglíficos todavía indescifrables en la soledad d el desierto;
• [ R('cu érdc~c . e n 10 que s igue. 10 d icho cn la "Nota del dircclor dc 1:1 - el más veros ímil , porque sólo allí puede aparecer sin ambi·
co lecció n ", al princi pi o del lo mo 1, accrc:a de la .. A )' la .~ a. inicialc... (le
A ul, 1't~ (= O Lro) y (/u l re (= ol-ro), promovÍt1:l~ p or Lac:an a la condición güedad su fun ción de inducir en el signifi cado ]a significación im­
d e sigilOS algebrai cos. AS] po nién dose su es tru ctura.
Pues ciertamente los su rcos que abre el significa nte en e l
532 TR,JHAMIE N"ro l'OS I8LE DE LA PS ICOSIS IJV. r ,\MIF;N'ro POSIllI.F. DE LA PSICOSIS 533
mundo real va n a buscar para ens.ancharlas las hi ancias que Pues quitadlo de a llí, y el hombre no puede ya ni Siquiera
le ofrece como ente, hasta el pUIlto de que puede subsistir una 1.(I~ tenerseen la posición de Narciso. El án ima, como por el
ambigüedad en cuanto a captar si el significa nte no sigue en d ecto de un e lástico, vue lve a pegar~e al animus y el animus al
ellas la ley del signifi cado. :1I1imal, el cual en tre S y a sos tiene con su Umwe lt " relacion es
Pero no sucede igu al en el nivel del cuestionam iento no del exteriores" se nsiblemente más estrechas que las nu es tras, sin
lugar del suje to en el mundo, !\ino de su existencia en cuanto (llIe pueda decirse por Jo demás que su relación con el Otro
sujeto, cuestionamiento que, a partir de él, va 'a extenderse a su M'a nula, sino únicamente que no se nos presenta de otro modo
relación intramundana co n los objetos, y a la existencia del que en esporádicos esbozos de neurosis.
mundo en cuanto que puede tambi én ser cuestionada más allá
de su orden.
rí, La J! d el cuestionamiento del sujeto en su existencia nene
lllla estructura combi natori a que no ha y que confundir con su
4. Es capita l comprobar en la experiencia del Otro in consciente :Ispecto espacial. Como tal, es cie rtamente el signifi ca nte mi smo
en la que nos guía Fre ud que la cuestión no encuentra sus li­ 'lue debe arti cularse en el Otro, y especialmente en su topolo~
neamientos en proLQffiorfas profusio nes de la im agen, en intu­ gía de cuaternario.
me~cencia s vegetativas, en fra nj as anímicas que irrad iase n de Para sostener esta estructura, encontramos los tres significan­
las palpitaciones de la vida. tes en que podemos identifi car al Otro en el complejo de Edipo.
Ésta es toda la diferencia de su orientación respecto de la Ras tan para simboliza r las significaciones de la reprodu cción
escuela d e Jung que se apega a ta les formas: Wandlu.ngen de,. ~exuada, bajo los significantes de r elación del amor y de la
libido, E sas forma s pueden ser promovidas a l primer plano de procreación,
una mánti ca, pues puede n producirse por medio de 1as técni cas El cuarto término está dado por el sujeto en su realidad,
adecuadas (promoviendo las creaciones imaginarias: ensoñacio­ como tal preduida en e l sistema y que sólo bajo el modo d el
nes, dibujos, etc.) en un emplazamiento ubicable: esto se ve en muerto entra en el juego d e los significantes, pero que se con­
nuestro esquema, tendido entre a ya', o sea en el vejo del espe· vierte en el sujeto verdadero a medid i:l que ese juego de los
jismo narcisista, eminentemente ap ropiado para sostener con significantes va a hacerle signi ficar.
sus efectos de seducción y de captura todo Jo que viene a refl e­ En efecto, ese juego de los signifícantes no es inerte, puesto
jarse en él. que está animado en cada partida pani cular por lada la histo­
Si Freud re chazó esa mántica , fu e en el punto en que el1" ria de la ascendencia de los o tros real es que ]a denominación
desatendía a la función dire ctora de una articulación signifi­ de l os Otros signifi ca ntes implica en la contemporaneidad del
cante, que toma su efecto de su ley interna y de un material Sujeto, M[is aún, ese juego, en cuanto que se in stiLU ye en regl a
sometido a la pobreza que le es esenciaL más allá el e cada partida, e~tructura ya en el sujeto las tres ins­
Del mismo modo que en la m ed ida elllera en qu e ese esti lo tancias: yo (ideal), realidad, supe ryó, cuya determinación serú
d e articulación se ha mantenido, por la virtud del verbo freu­ la obra de 1a segunda tópica freudiana,
diano, inc1uso desmembrado, en la co munidad que se pretende El sujeto por otra parte entra en el juego en cuanto mueno,
ortodoxa, en esa medida subsiste una diferencia tan profunda ' pero es co mo vivo como va a jugar, es en su vida donde tiene
entre las dos escuelas, au n cuand o en e l punto en que es tán las que tomar el color que anuncia ocasionalmente en él. Lo hará
cosas, nin g una de la s dos es té capaci tada para formular su razón, utilizando un set de figuras imaginarias, se leccionadas entre las
Gracias a lo cual el nivel de su prácti ca mostrará pronto redu ­ formas innumera bles de las relaciones anímicas, y cu ya elección
ci rse a la distancia de los mod os de en so ñación de los Alpes y implica ciena arbitrariedad , puesto que para recubrir homoló­
del Atlántico. g icamente e l ternario simbólico, debe SeT numéricamente re­
Para volver a la fórmula que había gustado tanto a Freud en ducido.
boca de Charco t, "esto no impide existir" a l Otro en su lugar A_ Para ello, la relación polar por la que la imagen especu lar
TRA.TAMIENTO POStBLE. DE LA PSICOSIS 535
5~ TRATAMIE.NTO POSIIlLE DE LA I'SICOS IS
cuanto estas líneas circunscriben el campo de la realidad, muy
(de la relación narcisista) está ligada como unificanle al con­
lejos de depender únicamente de él.
junto de elemen tos imaginarios llamado del cuerpo fragmen­ Así, si se consideran los vértices del triángulo simbólico: 1
tado, proporciona una pareja que no es tá solame nte preparada como ideal del yo, M como el signifi cante del objeto primor­
por un a conveni encia natural de desarrollo y de estructura para dial , y P como la posición en A del Nombre-del-Padre, se puede
servir de homólogo a la relación simbólica Madre·Niño. La captar cómo el prendido homológico de la significación del
pareja imaginaria del es tadio del espejo, por lo qu e manifiesta. sUjeto S bajo el significante del falo puede repercutir en el
de contranatura, si hay que referi rla a una prematuración es­ sostén del campo de la realidad, delimitado por el cuadrángulo
pecifi ca del nacimiento en el hombre, resulta ser adecuada para Miml . Los otros dos vértices de éste, i, y m, rep resentan los dos
dar al triángulo imaginario la base que la relación simbólica términos imaginarios de la relación narcisista, o sea el yo y la
pueda en cierto modo recubrir. (Ve r el esquema R .)
imagen especular.
En efecto, es por la hiancia qu e abre esta prematuración en Pueden si tuarse así de i a 11, o sea en a, las extremidades de
lo imaginario, y donde abundan los efectos del estadio del es­ los segmentos Si, Sal, Sa 2 , San, SM, donde colocar las figuras del
pejo, como el animal humano es capaz de imaginarse mortal, no otro imaginari o en las relaciones de agresión erótica en que se
que pueda decirse que lo podría sin su simbiosis con lo simbó­ reali za n -ígualmente de m a l, o sea en a', las extremidades de
li co, sino m ás bien que sin esta hiancia que lo e naje na a su pro­ segmentos Sm, Sa']) Sa'z. Sa'n. SI, en las que el yo se identifica
pia imagen no hubiera podido producirse esa simbiosis con le> desde su Urbild especular hasta la identificación paternal del
simbóli co en la que se constituye, como suje to a la muerte .
ideal del yo."
l~ Ubicar e n cste c~q u c ma R el objcto (t cs intcl"e'lanl C para c, cl:lrccer lo

6. El tercer término del ternario imagi nar io, aquel en el qu e Illle aporta cn el campo de I:l realidad (campo que.' lo lacha).
Por mucJu insistcncia Ilue hayamos pu esto m.is tarde ( ' 1) tlcs:HrolJar
el sujeto se identifi ca op uestamente con su ser de vivo, no es. - de nunciando Ilue eslc O OlpO sólo fundolla ohtl1dJld()~c cnn la pallt:llfa
otra cosa que la imagen fálica cuyo develamiento en esa función del fanlao;ma- . esto exigc toda\'ia mucha atcnción .
no es el menor escándalo de1 descubrimiento freudian o. Tal vez hay interés en reconocer que en igmcitiram ellt e cntonce~, pero
perfet:lamcn lC legible p:lra. quien conoce la ((l11tin uaci6n, como es el caso
E$QUEMA R: si pretende apoyarsc en ello, lo que el esc¡ uema R p{)I] e (11 c\ idcnda cs
•Irs-------.A'1lilllilllllllll"¡IIiVl
¡ M un pla no pro)'ecth·o.
Especialm en te los PUll tos para los que 110 I)()f GI<;llali<1:ul (ni por juego)
hcmos escogido b ~ Ict ras con que se concsponden lit M, i '! eple )ion los
-+
I Ilue enm:! rcaron el úni co cortc v{ilido en este esque ma (o se:! el corte mi,
I ->
MI), ¡,,,lican .~llfjcicn l e ment e que e~te corte ai~ la. en el campo ulla hall(1:l de
I M oeb ill .~ .
Con lo cll al ' est\\ dicho lodo , puesto que Clltolle!.!... ese rampo no (("l';t
,¡jllo el 11Ip;:I fc enicllle cid fantas ma del flue cstc corte da toda la es lnl ClUra .
Quc rc mo.. cll."C ir Illle sólo el cone n:\'ela b (,.. tr\lctura tic ];1 superficic
O¡; ('llIera fX'r poder dc.:s tac:ll' cn clla esos dos c1emellto .~ l1ctCrogéllos Illlc son
(marcadm t'n llueSlro alguritmo [$ <> al dd (ant'l.~ma ): el $. S lach~lIt::t. de
101 b4tml.t que atJlli ha tIc e'spcr::H se donde en erecto llega, es deci r recubrietl­
A (lo el ca mpo de' §f dc la rc:tlidad, )' la a fili e co rrespo ndc a los C:lOlpOS ~ y:S.
E .~ pue" c n cuanlO re: prc.\ Cllllote de la reprcse ntación e n el fl'lnlasma, cs
p
decir co mo sujet.o ol'Íginalmell(c re primido, como d $, S taehat\o clel d c..((.'(),
'iOporla allllí el campo ele la re:l.lidad, ~ ('ste \ólo se sosticne por Il cxtrac­
In scri b amos aquí desde ahora, a titulo de visualización con­ d611 del ohielll (1 qUt· sin cmhargo le tb o;u marco.
ceptual de este doble ternario, lo que I1amaremos consig ui en­ Midiellllu por ("'caloncs, lOdoo; "cc loriaJizados tle una inlnt<¡ión del único
temente el esquema R, y que representa las líneas de condicio­ c lmpo J en el ca mpn !Ji, lo Cllal :-.<)10 ~c arti cula hiclI ell 1l1l e~ t.r0 texto como
decto Jd nll.]'ci ~ i .~ mn , t¡ll cd:l pucs enteramenle excl uido 'lile Illleramos hacer
n amiento del pereeptum, dicho de o tra manera del objeto. por
l 'RATAMIENTO P OSIBLE DE LA PSI COSIS 587
536 TRATAMIENTO POSIBLE DE LA P SICOSIS

Quienes siguieron nuestro seminario del a ño 1956-57 saben Ernest Jones para sostener con la afirmación de su enter o ac uer­
el uso que hicimos de l ternario imaginario aquí planteado, do con Freud una posición diametralmente contraria, a saber
con el que el niño en cuanto deseado constitu ye el vé rtice 1, la que lo con vertía, con matices sin dud a, en el campeón de las
para devolver a la nodón de Relación de objeto,18 un tanto femin istas jnglesas avezadas en el principio de "a cada uno su":
desacreditada por la suma de necedades que se ha pretendido a los boys el falo, a las girls el c. ..
ava la r estos últimos años bajo su rúbri ca, el capi tal de expe.
riencia que le va legítimamen te ligada.
Este esguema en efecto permite demostrar las rela ciones que 7. Esta función imaginaria del falo Freud la develó pues como
se refi eren no a los estadi os preedípicos que por supuesto. no son pivote del proceso simbólico que lleva a su perfección en los dos
inexi stentes, pero analíti came nte impensables (como la obra sexos el cuestionamiento del sexo por el complejo de castra ción.
vacilante pero guiada de la señora Melanie Kl ein lo pone sufi­ La actual relegación en la sombra de esta función del falo
cientemente en evidencia), sino a los . estadi os pregenitales en (reducido a l papel de objeto parcial) en el concierto analíti co
cuanto que se ordenan en la retroacción del Edipo. no es sino consecuencia de la mistificación profunda en la que
Todo el problema de las perversiones consiste en concebir la cu ltura mantiene su símbolo; esto se entiende en el sentido
cómo el niño, en su relación con la madre, relación constituida e n que el paganismo mismo no lo producía sino al término de
en el análisis no por su dependencia vital, sino por su depen­ sns más secre tos mi sterios.
dencia de su amor, es decir por el deseo de su deseo, se identi­ Es en efecto en la economía subj etiva, tal como la vemos go­
fi ca con el objeto imaginario de ese deseo en cuan to que la madre bernada por el inconsciente, una significación que no es evoca~
misma 10 simboliza en el falo. da sjno por lo que llamamos una metáfor a, precisamente la me­
El falocentrismo producido por esta dialéctica es todo lo que táfora pa tern a.
habremos de retener aquí. Está por supuesto enteramente con­ y esto n os trae de nuevo, puesto que es con la señora M aca l ~
dicionado por la intrusión del significante e n el psiquismo del pi ne con quien hemos escogido dialogar, a su necesidad de re­
hombre, y es estrictamente imposible de deducir de ninguna ferencia a un "heliolitismo", con lo cual pretende ver codifi­
armonía preestablecida d e dicho psiquismo con la naturaleza cada la procreación en una cultura preedípica, donde la fun ­
a la que expresa. ción procreadora del padre sería eludida.
Ese efecto imagin ario que no puede experimentarse como dis­ Todo lo que podremos adelantar en este sen tido, f·ea bajo la
cord ancia sino en nombre del prejuicio de una normatividad forma que sea, no harlI sino poner más en valor la función de
propia del instinto, ha determinado sin embargo la larga que­ significan te que condiciona la paternidad .
rella, extingu ida hoy pero no sin estragos, referente a la natu­ Pues en otro debate de los tiempos en que los psicoanalistas
raleza primaria o secundaria de la fase fálica. Si no fuer a por se intenogaban todavÍ<t sobre la doctrina. el doctor Ernest
Jones. con una observación más pertinente que antes, no aportó
la extrema importancia de la cuestión, esa querella merecería
un argumento menos inadecuado.
nuestro interés por las hazañas dialécticas que impuso al doctor
En efecto, con respecto al estado de las creencias en alguna
entrar de nuevo, por una puerta de alr-u cualqu iera , que esos efectos
tribu australiana, se negó a admitir que ninguna coIectivid:!d
("sistema de la, identificaciones", leemos) puedan teóricame nte fundar, de de hombres pueda desconocer el hecho d e ex perien cia de que,
una manera cualquiera, la realidad. sa lvo excepción enigmática, ninguna mujer d a a luz sin haber
Quien haya seguido nuestras exposicione9 topológica:! (que no se justifi­ tenido un coito, ni siquiera ignorar el lapso requerido de ese
can por nada slno por la estructura por articular del fantasma) . debe saber a ntecedente. Ah ora bien, ese crédito que nos parece conced ido
bien que en la banda de Mocbius no hay nada mensurable que sea de
retenerse en su estructura, y que !le reduce, como lo real aquf interesado, de manera por completo legítima a las capacidades humanas
al corte mismo. de observación de lo real es muy preci samente lo que no tiene
E!ta nota es indicativa para el momento actual de nuest ra elaboración e n la cuestión la menor importancia.
topológica (julio de 1966).
a Titulo del seminario.
Pues si 10 exige el contexto simbólico, la paternidad no de­
538 TRATAMIENTO P05IULE DE LA PSICOSIS TR....; r.... ~,H.ENTO POSlBLE DE L.... PStCOS t S 539
jará por ello de ser atribuida al encuentro por la mujer de un donde las S mayúsculas son significantes, x la significación des­
espíritu en tal fuente o en tal monolito donde se supondrá conociua y s el signifi cado inducido por la metMora, la cual
que reside. consiste en 'la sustitución en la cadena significante de S a S'. La
Esto es sin duda lo que demuestra que la a tribución de la elisión de S', representada aq uí por su tachadura, es la co ndi~
procreación al padre no puede ser efecto sino de un puro sig. ción del éxito de la metáfora.
nificante, de un reconocimiento no del padre rea l, sino de Jo Esto se ap lica as í a la metáfora del Nombre-del-Padre, o sea
que la religión nos ha enseñado a invocar como el Nombre-del­ a la metáfora q ue sustituye este Nombre en el lugar primera­
Padre. mente simbolizado por la operación de la ausencia de la madre,
No hay por supuesto ningun a necesidad de un significante
para ser padre, como tampoco para estar muerto, pero sin signi­ Noml )l"c·(\cl·Pa( \r(' Deseo de la Madre ( A )
ficante, nadie, de uno y ele otro de esos estados de ser, sabrá -? Nombrc·(\C(-l'ndrc __
nunca nada. Deseo d e la Madre Signirk;Hlo al ,~uict(l Falo
R ecuerdo aquí para uso de aquellos a quienes nada puede
decidir a buscar en los textos de Freud un com plemento a las Tratemos de concebir ahora una circunstancia de la poslclO n
luces que sus monitores les dispensan con qué insistencia se en. su bjet iva en que, al llamado del Nombre.del-Padre respond a,
cueurra en ellos subrayada la afinidad de las dos relacio nes s ig~ no la ausencia del paure real, pues esta ausencia es más que
nificantes que acabamos de evocar, cada vez que el suj eto neuró. compatible con la presencia del significante. sino la carencia
tico (el obsesivo especia lmente) la manifiesta por la conjunción del sig n :ficante mismo.
de sus temas. No es ésta un a concepció n a 1" que nad a nos prepare, La
Cómo no ha bria de reconocerla Freud, en efecto, cu"ndo ]a preseucia del ~ ign¡[ic"nte e n el Otro es en efecto una presencia
necesidad de su reflexión le ha llevado a ligar la aparición del cerrada al sujeto por lo general, puesw que por lo general es en
significante del Padre, en cuanto autor de la Ley, con la muerte, estado de reprimido (vcl'driíngt ) corno persiste allí, como de
incluso con el ases inato del Padre -mostrando así que si ese allí insiste para representarse en el signifi cado, por su automa­
ases ina to es e l momento fecundo de la deud a con la que el tismo de repetición (Wiederholungs!wang).
sujeto se liga para toda la vida con la Ley, el Padre simbóli co Extraigamos de varios textos de Freud un término que está
en cuanto que significa esa Leyes por cierto el Padre muerto. en ell os lo bastante articu lado como para hacerlos injustifi ca­
bles si ese término no designa allí una fun ción del inconsciente
distinta de lo reprim'do. Tengamos por demostrado lo que fue
IV. POR EL LADO DE SCHREDER e l cora7.6n de mi seminario sobre las psicosi s, a saber que este
Lámina se refiere a la implicación más necesaria de su pensa­
1. Podemos ahora entrar en la subjetividad del delirio de miento cuando se mide en e l fen ómeno ue la psicosis: es el
Schreber. tér mino Ven.vcrfung.
La signi fi cación del falo , hemos dicho, debe evocarse en lo Se art icula en ese registro como la ausencia ue esa Beja.hung,
imagin ario del suje to por la metáfora paterna. o juicio de "tribudón, que Freud estab lece como precedente
Esto tiene un sentido preciso en la economía del significante necesa rio ue toda ap li cación posible de l;:¡ Verneinu.ng, qu e le
del que sólo podemos aquí recordar la formalización, bien co­ opone como juicio de existencia: a la vez que touo el artícu lo
nocida de quienes siguen nuestro semina ri o de este año sobre en el que dest;:¡ca esa Venuinung como elemento de la expe­
las formaciones del inconsciente. A saber: fórmula de la metd~ riencia analítica demuestra en ella la confesión del significante
fom, o de la sustitución significante: mismo que ella anula.
Es pues también sobre el significan~e sobre el que tiene efecto
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(1)
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la lJejahung primordial, y otros textos permiten reconocerlo,
y concretamente la carta 52 de la correspondencia con Fliess,
54{)
TRATAMIENTO POSIDLI: DE LA PSICOS IS TRATAMIENTO POSIBL E OE LA P SICOS IS 541
donde es aislado ex presamente en cua nto término de una p er­ tías de cred ibi lidad se igualan con las más elevadas, será en la
cepción original bajo el nombre de sign o, Zeich en. forma más desarrollada del delirio con la que el libro se con­
La Verwcrfung será pues considerada por nosotros como pre­ funde e n la que nos aplicaremos a mostrar una estru ctura que
cl usión del significante. En el punto donde, ya veremos cómo, mostrará ser semejante al proceso mismo de la psicosis.
es llamado el Nombre-ciel-Padre, puede pues responder en el
Otro un puro y simple agujero, el cua l por la caren cia del efe cto
metaf órico provocará un agujero correspondiente en e l Juga r 2. En esta vía, comprobaremos con el ma tiz de so rpresa en
de la signifi cación fálica. que F reud ve la connotación subj etiva de l inconsciente reco­
Es la única forma en que nos es posi ble concebir aquello n ocid o, que el delirio despliega toda su tapicería alrededor de l
cuyo desenl ace nos presenta Schreber como el de un daño que poder de creación atribuido a las palabras de las q u e los rayos
no es tá capacitado para develar sino en parte y en el qu e, nos divinos (Gott esstrahlen) son la hipóstasis,
dice, con los nombres de Flechsig y de Schreber, el término La cosa empieza como un leit~motiv en el primer capítulo :
"asesinato de almas" (See lcnm ord: S. 22·n) desempeña un pa­ donde el autor primeramen te se detiene en lo que el ac to de
pel esencia1.19 hacer nace r un a existencia ue la nada tiene de chocante para
Está claro que se tfa ta aquí de un des orden provocado en la el pensamiento por con trariar la evidencia que la experiencia
juntura más íntima del sentimiento de la vida en el sujeto, y la le proporciona en las transformaciones de una materi a en la
censura que mutila el tex to antes de la ad ición que Schreber que la rea lidad encuentra su sustancia.
a nun cia a las expli caciones bastan te desviadas que inten tó de su Acentúa esa paradoja con su contraste con las ideas con que
procedimien to deja pensar que asociaba en él al nombre ue per­ es tá más familiarizado el hombre que nos certifica que es él,
sonas vivas, hechos cu ya publicación difícilmen te toleraban las como si hiciera h ita: un alemán gebildet de la época wilhel mi­
convenciones d e la época . Ase, el capítulo siguien te fal ta por ni ana, a li mentado <.le metacientificismo haeckelia no, en apoyo
entero, y Freud, para ejercer su perspi cacia, tuv o que conten­ de lo cual proporciona una lista de lecturas, ocasión par a n os~
tarse con la alusión al Fausto) al Frcischütz y al M anfredo de otros de comp le tar, re mitiéndo nos a él, lo que Gavarni lla ma
Byron, obra es ta última (de la que supone está tomado el nom­ e n a lgún si Lio una prepotente idea del H ombre. 2o
bre de Ahúman, o sea de una de las apofanías de Dios en el Es incluso en esa paradoja sometida a reflexión de la intru­
delirio de Schreber) que le pareció recibir en esa referencia sión de un pensamiento para él hasta entonces impensable don~
tod o su valor de su tema: el héroe muere por la maldición que d e Schreber ve la prueba de que ha debido pasar algo que no
hace caer sobre él la muerte del objeto de un incesto fraterno. viene de su me nte: prueb a a la cual, al parecer, s610 las peticio­
En cuanto a noso tros, puesto que con Fre ud hemos escogido nes de pri ncipio destacadas más arriba en la posición del psi­
confiar en un tex to que, con la salvedad de esas mutil aciones, quiatra nos uan derecho a resisti r.
sin duda lamentables, sigue siendo un documento cuyas garan­

11 H e aq uf el lexto: Einleitend ha be ieh daw zu bemerlr.en, do.ss bei der


3. Dicho lo cua l, atengámonos por nuestra parte a una secuen­
Genesis de r belrelfenden Etllwieklung deren ersle Anfange weil, vielleicht
bis zum 18. Jahrhund ert luTÜek.reichen) einertheils die Na men Flechs ig und cia de fe n ómenos que Schreber establece en su decimoquinto
Schreber [subra yado por n osotros] (wa hrseht:inl ich nicll t in der BeJe hran­ ca pítulo (S. 204-215) .
hu,ng auf je ein lndividu1IIn der betreffenden Familien) urrd andernth eils Sabemos en este momento que el sostén de su partida en el
der Begriff des Seelenmords (en "Sperrdruck" en el tex lo) eine Hauplrofle
Jp iele7J. [A ma nera de introd ucción. debo señalar al respecto que en la gé­
juego forzoso del pensamiento (Denkzwang) al que le constriñen
nesis de este proceso, cuyos orígenes se remontan mn y a lrás, lal \,ez h asta las p a labras de Di os (v. su pra, 1-5) tiene una prenda dra má­
el siglo X\llll, desempeñan nn papel fundamental. por una parte, los nomo
bres de Flechsig y de Schreber (probablemente no limitados a un individuo :xl Se trata prin cipalmente de la Nalürlich e SehO'pfungsgeschichtt! del doc­

de cada una de las respecti vas famili as) y, por otra, el concepto de almicidio. tor ErnSl Haf( kel (Berlín , 1872). y de la Urgesehichle der Men sehh eil de
Op. ei l., p . 29. AS) Quo Casari (Brockhau.i, Leipzig, 1877).
542 TRATA.Mll!.NTO P OS IBLE DE LA PSICOSIS TJlATAM IE NTO P OS IBLE DE LA PS ICOSIS 543
tica que es que Dios, cuyo poder de desconocimiento veremos daridad sim bóli ca el trío del Creador, de la Cri atura y de lo
más adelante, considerando al sujeto como aniquilado. tirado Creado, qu e aquí se des prende.
o plantado (Iiegen lassen), amenaza sob re la qu e vo lveremos
después.
Que el esfuerzo de réplica al que el suj eto q ueda pues sus­ ·1. Es d e la posición del Creador, en efecto, de donde nos remon­
pendido así, en su ser de sujeto, llegue a faltar por un momento taremos a la de lo Creado, que subj etivamente la crea.
de Pensar-en-nada (Nichtsdenken), que parece ser ciertamen te Ú nico en su Multiplicidad, Múltiple en su Unid ad (tales son
el m ás humanamente exigible de los reposos (Schreber di cit) , los atributos, que se unen a los de H eráclito, con que Schreber
y he aquí lo que ocurre según él: 10 defin e), ese Dios, desmultiplicado en efecto en un a jerarquía
1. Lo que él llama el milagro de a ullido (Brüllenwunder) , de re inos que, por sí sola, merecería un estudio, se degrada en
grito arrancado de su pecho y que Je sorprende má s allá de seres birladores d e identidades desanexadas.
tod a advertencia. ya esté solo o ante una concurrencia horrori­ Inmanente a esos se res, cuya ca ptura por su inclusión en el ser
zada por la imagen que le ofrece de su boca de pronto abierta de Schreber amenaza su integridad, Dios no deja de tener el
ante el indeci ble vado, y a la que abandona el puro qu e un soporte intuitivo de un hiperespacio, en el que Schreber ve
instante an tes estaba fijo en ella¡ incluso a las transmisiones significantes diri girse a 10 largo de
2. La llamada de socorro ("H ülte" ruten ), emitida desde los hil os (Faden) , que materializan el trayecto parabó li co segú n el
"nervios divinos desprendidos de la masa", y cuyo lono que­ cual entran en su cráneo por el occipucio (S. 3l5-P. S. v).
jumbroso se mo tiva por el ma yo r alej a miento al qu e se re tira A la vez, a la medida de l tiempo, Dios deja bajo sus m ani­
Dios; festaciones extenderse cada vez más lejos el campo de los seres
(dos fenómenos en que el desgarramiento subje tivo es bas­ sin inte lige ncia, de los seres que no sa ben ]0 que dicen, de los
tante indi scernible de su modo significante, para que no insis­ seres de va nidad . tales como esos pájaros tocados del milagro,
tamos más) ; esos pájaros parlantes, esos ves tíbulos del cielo (Vorhote des
3. La eclosión próxima, o sea en la zona OCulta de l ca mpo Himmels) , en que la misogini a de Freud detect6 al primer vis­
p er ceptivo. en el p as illo, en el cuarto vecino, de manifestacio­ ta zo las ocas blancas qu e eran las muchach as en los ideales de
nes que, sin se r extraordinarias, se imponen al suj eto como pro­ su época, para verlo confirmado por los nomhres propios21 que
ducidas intencionalmente para él; e l suj eto más lejos les da. Digamos solamente qu e son para nos­
4. La aparición en el siguiente escalón de Jo lej ano, o sea otros mucho más representa ti vas por el efecto de sorpresa que
fu era del alcance de los sentidos, en el parque, en lo Tcal~ de provocan en ellas la simil ar idad de los vocablos y las equivalen
creaciones milagrosas, es decir recientemente creadas, creaciones cias puramente homofónicas a las que se confían pa ra su em­
de las que la señora Macalpine observa finamente que pertene­ p' eo (Santiag-o = Carth ago, Chinesenthum =
Jes um Christum,
ce siempre a especies volantes: p ájaros O insectos. e tc., S. 2 l0-xv).
Estos ú ltimos meteoros del delirio ¿no aparecen como el ras­ En la misma medid a, el ser de Dios en su ese ncia se re tira
tro de una estela, o como un efecto d e franja, mostrando los dos cada vez más lejos en el espacio que lo condiciona, retirada que
se intuye en la creciente lentitud de sus palabras, que llega
tiempos en que el significante que se ha callado en el ~ uj e to,
hasta la escansión de un dele treo farfu liante (S. 223-xvl) . De
de su noche hace brotar primero un fu lgor de significaci6n en
tal modo que con sólo seguir la ind icación de este proceso, ten­
la superficie de lo rea l, luego iluminarse a lo rea l con un a ful­
dríamos a ese Otro único al que se articula la existen cia del
guración proyectada desde debajo de su cimien to de nad a?
sujeto por adecuado so bre todo para despejar los luga res (S.
Así, en la cuspide de los efectos alucinatorios, esas criaturas
que, si quisiéramos aplicar con todo rigor el criterio de la a pa­ 2l La rel ación del UOrnbre propio co n la VOl ha de situarse en la es tru ctura
rición del fen Ómeno en la Tealtdad~ merecerían ellas solas el de doble vertiente del lenguaje h acia el mensaje y hacia el cód igo, a la
título de a lucinación , nos recomiendan reconsidera r en su soli- qu e ya nos h emos r eferido. Vid ~ l, 5. Es ella la que decide del carác ter de
rasgo de illgenio del juego de palabras sobre el nombre propio.
545
544 TRATAMIENTO POSIIlLE. DE LA P SICOSIS TRATAMLENTO POS'. BLE DE LA P SICOS1S

n ota del 196-XIV) donde se despliega el susurro de las palabras, man tiene contra su caída por el solo sostén de su verbo y por
si Schreber no tuviese cuidado en informamos por añadidura su le en la palabra?
que ese Dios está precluido de todo otro aspecto del intercam­ Bien valdría esto qu e se diera o tr a manita a los autores del
bio. Lo hace excusándose, pero, aun lame ntándo lo, no tiene m ás bach illera lo de lilosofí a, entre los cuales hemos desdeñad o ta l
remedio qu e comprobarlo: Dios no es solamente impe rmeab le vez demasiado a los que están fuera de la linea de la prepara­
a la experiencia; es incapaz de comprender al hombre vivo; ción del moni gote psicológlco en el que nues tra época encuentra
sólo lo capta por el exteri or (que parece cierta menle ser en la medid a de un human jsmo, no le parece, tal vez u n poco chato.
efecto su modo esen cial); toda interioridad le es tá cerrada. Un
"sislema de notas" (A u{schl-eibes)'stem) donue se conservan De Male branche ou de Loeke,

actos y pensamientos recuerda, sin duda, de manera resbaladiza Plus mahn le plus lou{oque.

el carnet que llevaba el ángel d e la guarda de nu es tras infan­ [Entre M alebranche y Locke,

cias ca teq ui zadas, pero más allá obselV'emos la a usencia de todo M ás listo el más chiflado. - .]

ras tro de sondeo de los riñones o de los corazones (S. 20-,).


Así ta mbién después de que la purificación de las almas Si, pero ¿cuál es? Ahí está el lúe, mi qu erido colega. Vamos,
(Liiutenmg) haya abo lido en ellas toda persistencia de su id en­ dej e ese aire de empaqu e. ¿Cuándo se sentirá pues a sus anchas
tidad personal , todo se reducirá a la subsistencia eterna de ese a llí donde está usted en su casa?
pa rlolco que es el único por el que son conocibles para D ios
las obras mi smas qu e construye la inge niosidad de Jos hombres
5. Tra temos ahora de referir la posición del sujeto tal como se
(S. 300-P . S. n) .
¿Cómo no observar aq uí que el sobrino- nielo del Zl ulor de las constituye aquí en el orden simbólico sobre el ternario qu e la
Novac species insectoru.m (Johann-Christi an -D iln iel von Schre­ ub ica en nuestro e\) quema R.
Nos parece por cierto entonces que lo Creado 1 aSume en él
ber) sub raya qu e ninguna de las cria turas de milagro es de
el lugar en P qu e h a quedado vacanle de la Ley, el lugar del
especie nueva - ni añadir qu e al revés de la seño ra M aca lpine
Creador se des igna allí por ese liegen lassen, dejar phntado,
q ue re conoce en ell as a la Paloma q ue del regazo del Padre
fund amental, en el que parece desnudarse, por la preclusión
veh icul a hacia la Virgen el mensa je fecundo del Lagos, nos del Padr e, la ausencia qu e ha permitido construirse í.'I la primor­
evocan más bi en la que el ilusionista h ace pu lular desde la
di al simboli1.ación M de la M adre.
abenu fa de su cha leeD o de su manga? Del un o 111 o tro, una linea qu e culminaría en las Cri a tur as de
Por cuyo inte rmedi o llegaremos finalmente a asombr:lrnos de la p.dabra, ocupando el lugar del niño negado a las es pera nzas
que el sujeto presa de estos misterios no dude, por muy Creado del suj e to (v. infm: Post-scriptu,m) , se concebiría as í como ro­
que sea, ni de hacer frente con sus palabras a las emboscada s dea ndo el agujero excavado en el carnpo del signiCicante por la
de un a cons ternante es tupidez de su Señor, ni de man tenerse precl usión del No mbre-de l-Padre (v. Esquema 1, p. 553) .
a nte y contra la destrucción, que Je cree ca paz de poner en o bra Alrededor de ese agujero doooe el sopo rte de la cade na signi­
para con él como para con cualquier otro, grac ias a un deredl o ficante [alta a l suje to, y CJue no necesi ta, como se ve, ser inefa­
que le da lunda mento para ello en nombre de l orden del Uni­ ble para ser pán ico, es donde se ha desarrollado toda la lu cha en
verso (WeltoTdmmg) , derecho qu e, por estar de su lado, motiva CJue el sujeto se ha reconstruido. Esa lucha la ha hecho con ho­
es te ejemplo único de la victoria de una cria tura a la qu e un a n or, y las vaginas del cielo (o tro senlido de la palabra VorhOfe,
ca dena de desórdenes ha hecho caer bajo el golpe de la "per­ v. su.pra). las muchach<1 s del milagro que ased iaban los bordes
fidia" de su creador. (" Perfidia", la palabra sallada no sin d el agujero con su cohorle. hi cieron su glosa, en los cloqueas de
reservas, está en francés: S. 226-xvI.) admiracic'lIl arrí.'locados a sus gargantas de arpías: "Verf luchter
¿N o es ésta una extraila co ntrapr\ rtida de la creació n conti­ Kerl! ¡Condenado muchacho! " Dicho de o tra manera: es un
nuada de l\1alebranche, ésta de lo cread o recalcitrante. que se caliente. Pero ¡ay !, era por antífrasis.
546
TRATAM IENT O POS IIlLE DI'; LA PSICOS IS rRATA!l-flE NTO pQSmL"E DE LA PSICOSIS 547
5, Pues ya y recientemente se había abierto para él en el campo pera r la afecta ción de un pene a su persona. Esto por la razón
de lo imaginari o la hía ncia que respond ía aHí a l defec to de la de que si ser y tener se excl uyen en principio, se confunden, por
metáfora si mbólica, la que no podía encontra r cómo resolverse lo me nos e n cuanto aJ resultado, cuando se trata de una caren­
sino en el cumplimiento d e la Entmannung (la emascu lación). cia. Lo cua l no im pide que su distinción sea decisiva para lo que
Objeto de horror al principio para el sujeto, luego aceptado seguirá.
como un compromiso razonable (vern ünft ig, S. 177-xm), desde Como se percibe si se observa que no es por estar precluido del
ese momento decisión irrem isible (S. nota de la p. 179-XlIl), y pene, sino po r deber ser el falo por lo que e l paciente estará
mo ti vo futuro de una redención que interesaria al uni verso. abocad o a conv ertirse en un a mujer.
Si no hemos despa chado con tan poco el término Entman nung, La paridad simbólica M iidchen = Pha llt/.s, o en inglés la
nos azorará 5egu ramente me nos que a la señora Ida Ma ca lpinc ecuació n Girl = P hallus, como se expresa el señor Fenichel,24
en la posic ión que hemos di cho que e.' la suya. Sin dud a piensa a quien da e l tema de un ensayo mcrl tori o aunque un poco
poner en él orden sustituyendo la palabra unmanning a la pa­ embroUado, tiene su raíz en los cam inos imaginari os, por los
labra emascu.lation que el traductor de l tomo lJ1 de Jos Collecl­ que e l deseo del niño encuentra cómo identifica rse con la ca·
ed Papers había creído inocentemen te que bastaría para tradu­ rencia-de-ser de la madre, a la cual por supuesto ella a su vez
ci rl o. y aun tomándose ga rantías contra el mantenimiento de fue in troducida por la ley simbólica en que es ta caren cia es tá
esa trad uccic\n en la versión a utorizada en prepara ción. Si n dud a constituida.
re tiene a lguna imperceptible sugerencia e timológica en ella, por Es el mismo resorte el q1J.e hace que las mujeres en lo real sir­
la cua l se diferencj;:¡rían estos términos, suje tos sin embargo va n, mal que les pese, de objetos para los interca mbios que orde­
a un empleo idéntico.22 na n las estructuras elementales del parentesco y que se perpe túan
¿Pero para qué? La señora Macalpin e, al rechazar como ¡II I_ ocasionalme nte en lo imaginario, mientras que ]0 que se trans·
propio23 que se ponga en teja de juicio un órgano que. si nos mite paralelame nte en el orden simbóli co es el falo .
remitimos a líls Memorias~ sólo está según ella prometido a una
reabsorció n pacífica en las entrañas del sujeto, ¿pretende con
eso re presenlarnos la hurtaclilIa temerosa en que se refug'ia cuan­ 6. Aquí la id entificación, cualquiera que sea, por la cual el
do ti rita, o la objeción de conciencia en cu ya descripción se suje la h a asumjdo el deseo de la madre d esencade na, si se tam·
demora con ma licia e l a utor del Saliricón? ba lea, la disolu ción del tri p ié imaginario (notablemente es en
¿O creerá acaso que se haya tratado alguna vez de una castra­ e l depa rtamento de su madre en el que se ha refugiado d onde
ción rea l en el complej o del mismo nombre? el sujeto tiene su primer acceso de confusión ansiosa con rapto
Sin duda tiene fund ame nto para observar la a mbigüedad que sui cida: S. 39-40-¡v).
hay en considerar como equivalente la transformación del su jeto Sin dud a la adiv inac ión del inconsciente ha ad ver tido mu y
en mujer (Verweiblic/¡ung) y la eviración (pues tal es sin duda pron to al sujeto de que . a falta de poder se r el falo que falta
el sen tido de En tmannung) . Pero no ve que esa ambigüedad es a la madre, le qu eda la solución de ser la mujer que fa lta a los
la de la estructura subjeti va misma que la produ ce aq uí : la cual hombres.
impli ca que aq uello que confina e n e l ni vel .imaginario con la t ,sle es incluso el se ntido tle ese fantasma, cuya relación h a
transformación del suje to en mujer sea precisame nte lo que le sido mu y observada bajo su pluma y que hemos citado más
haga caer de toda herencia de la que p udiese legítima mente es- arriba, del periodo de incubación de su segunda enfermedad,
a saber la idea de " sería hermoso ser una mujer que está su­
n Macalpin e, op. cit.~ p. 298.

:lO rEl
autor escri be imp ropere (pe re = " p adre') y añade en esta nota

Jo que sigue: TSJ ~ Die symbolischt: Glt:ichung Miidclum = PhaIlus, en ¡nl. Zeilschrift für
Psyc hoanalyse, XX II , 1936, trad ucido más tarde b ajo el título: The symbolic
Tal es la ortografía de la palabra ing!esa actua lm ente en u so, en la ad .
eq uation: Gid = Phallu$ en el Psychoanalytic Quarterly. 1949, xx, vol. 3,
mirable traducciÓn en verso de los 10 primeros ca ntos de La 1liada por
Hllghes Salel, q ue de bería bastar para hacerla sobrev ivir en frall cés. pp. 303-324. El francés permite apor tar el términ o a nuestro juicio más
ad ec uado de pucelle ("doncella") .
549
548 11l.}\TAM1 ENTO POSIBLE DI! LA PSICOSIS TRATAM IENTO POSIULE DE LA PS ICOSIS

fri en do el acopl amiento". Este a tascadero de la li teratura schre­ Creem os poder decir que Freud aquí faltó a sus propias nor­
berianrt es tá en su lugar aquí prendido. mas y del modo más contradictorio, en el sentido de qu e acepta
Esa solución si n embargo era enton ces prematura. Pues en como momen to de viraje del delirio lo que rechazó en su con­
cua n to a la M enschenspiele rei (térmi no aparecido en la lengua cepción gen eral, a saber, hacer depender el tema homosexual de
fundamental; o '3ea, en la lengua de n uestros días: rififí entre 18 idea de grandeza (abrimos a nuestros lectores el crédito de
los hombres) qu e normalmente debía seguirse de e lla , debe de­ qu e con ocen su texto).
cirse que el llamado a los bravos debia caer en saco roto, por la E:ita fall a tiene su razón en la necesidad, o sea en el hech o
razón de que éstos se hicieron tan improbables como e l propio de qu e Freud no había form ulad o todavía la Introducción al
su jeto, o sea tan desprovistos como él de todo falo. Es que era narCi sism o.
omitido en lo imaginario del suieto, no menos para ellos que
para él, ese rasgo paralelo al trazado de su figura que puede
verse en un dibujo del pequeño Hans, y con el que están familia­ 7. Si n duda lres a,;os más tarde (1911-1914) no se le hubiera
rizados los conocedores del dihu jo del niño. Es que los otros no escapado el verdadero resor te del vuelco de la posición de in­
eran más que " imágenes de hombres pergeñadas a tontas y a dignación, que provocaba primeramente en la persona del sujeto
locas", para uni r en esta tradu cción de los flüchtig hin,gem ach te la idea de la Entmannung: es muy precisamente que entre tanto
IIfdnner, las observaciones del señor Niederland sobre Jos em ~ el sujeto habla muerto.
p!eos de hin mach en al aleta zo de Édouard Picho n en el uso del Tal es por lo menos el acontecimiento que las voces siempre
fr<1ncés.25 infOl'madas en las mej ores· fuentes y siempre igu ales a ellas mis­
De suerte q ue el asun to estaba a punto de estan carse de ma~ mas en su servicio de información, le hicieron reconocer des­
nera bastante deshonrosa, si el sujeto no hubiera encontrado pués de sucedido con su [ech a y el nombre del periódico donde
modo de rescatarlo brillantemen te. había aparecido en la rúbrica necrológica (S. 8 1-vu) .
lt! mismo articuló su solución (en noviembre de 1895. o sea En cuanto a nosotros, podemos contentarnos con el testimo­
dos años después del comienzo de su enfermedad) bajo el nom­ nio que n os aportan de ello los certificados médicos, dán donos
bre de Versohnung: la palabra tiene el sentido de expiación, de en el momento conveniente el cuadro del paciente sumergido
pro p iciación, y, en vista de los caracteres de la lengua funda~ en el estupor cata tónico.
m ental, debe empujarse aún más hacia el se ntido primitivo de Sus recuerd os de aquel momento, como es 10 usual, no son
la Sühne es decir hacia el sacriti cio, mientras que se le acentú a
J
escasos. Así, sabemos que, modificando la cos tumbre que quiere
en el sentido del compromiso (com nromiso de razón , cf. p. 546, que entre uno en su deceso con los pies por delante, nuestro
con que el sujeto motiva la ace ptación de su destin o). paciente, por no franquearlo más que e n tránsito, se complació
Aquí Freud, yendo mucho más allá de la racionalizació n del en mantenerse con los p ies fu era, es decir sacándolos por la
propio su jeto, admite p aradójicamente que la reconciliaCión ve nta na bajo el tendencioso pretexto de buscar el fresco (S.
(puesto que es el sentido insulso el que ha sido escogido en 172-xll), renovando tal vez así (dejemos apreciar es to a quienes
francés) de la que el sujeto se ocupa encuentra su resor te en s610 se interesan aquí en el avatar imaginario) la presentació n
la alcahuetería de l co partícipe que implica. a saber en .la consi­ de su nacimiento.
deración de que la esposa de Dios contrae en todo caso una Pero no es ésta un a carrera que reanude uno a los cincuenta
alianza de tal naturaleza como para satisfacer el amor propio años pasados sin sentir al hacerlo algún sentimiento de ex tra­
más exigente. ñeza. De donde el retralO fiel qu e las voces, ana listas [de ana­
les] decimos, le dieron de él mismo como de un "cadáver lepro­
:J5 Cf. w . G. Niederland (1951), "Three notes on the Schreber case", Psy­ so que conduce otro cadáver leproso" (S. 92-vu), descripción
choaTl al. Quarterly, xx, 579. Édouard Pichou es autor de la traducción al muy brillante, preciso es admitirlo, de una identidad redu cida
francés de estos términos por: Ombres d'hommes bdcltJs a la .sjx-qtlatre. deux
[Ramón Alcalde, autor de la versión española citada. lo traduce por "hom­
a la confronlación con su doble psíquico, pero que además hace
bres hechos a la ligera". AS} patente la regresión del sujeto, n o genética sino tóp ica, al esta­
550 TRATAMJENTO POS IBLE DE LA PSICOSIS TItATAMIENTO POS lDLE DE LA PSICOS IS 55 1
dio del espejo, por cuanto la relación con el otro especular se Una observación, la de que, ocupándose sin cesar en la con­
reduce allí a su filo mortal. templación de la imagen de la mujer, no desprendiendo nunca
Fue tambié n el tiempo eu que su cuerpo no era sino un agre­ su pensamiento del soporte de algo femenino, la voluptuosidad
gado de colonias de " nervios" extra ños, una especie de muladar divina n o resultaría si no mejor colmada, nos hace virar hacia el
para fragmenlOs desgajados de las ide ntidades de sus persegui. otro aspecto de los fan tasmas libidinales. Éste liga la fem iniza­
dores (S. XIV) . ción del su jeto en la coordenada de la copulación divina.
La relación de todo esto con la homosexualidad, sin duda Freud vio mu y bie n el sentido de mortificación , poniendo
manifies ta en el delirio, nos parece exigir una reglame ntación de relieve tod o lo que liga la ··voluptuosidad de alma" (SeeIen·
m;1 s es trecha del uso que puede hacerse de esa referencia en la wollust) que se incluye en ella , con la " beatitud" (Se ligkeit ) en
teoría . Su interés es grande, pues to que es seguro que el uso cuanto que es el es tado de las almas difuntas (a bschiedenen
de este término en la interpretación puede aca rrear daños gra­ W osen) .
ves, si no se ilum ina por medio d e relaciones simbólicas que Que la voluptuosidad ah ora bendecida se haya convertido en
consideramos aqul como determinantes. la bea titud del a lma es en efecto un viraje esenci a l, respec to
de l cu a l Freud, obseryémoslo, subraya su moti vación lingüísti ca,
sugiriendo que la histor ia de su lengua podría tal vez escla~
8. Creemos que es ta determi nación simbólica se demuestra en recerla. 27
la forma en que la estructura imaginar ia viene a res taurarse. En Es úni camente cometer un error sobre la dime nsió n en que
esle estad io, ésta presenta dos aspectos que Freud mismo dis. la letra se manifiesta en el inconsciente, y que, con forme a su
tingu iÓ. instancia propia de le tra, es mucho menos etimológica (p reci­
El primero es el de una práctica transexu alista , en modo samente diacrónica) que homofónica (precisamente sincrónica) .
alguno indigna de ser comparad a con la "perversión " cuyos ras­ No hay nada en efecto en la historia de la lengua alemana que
gos han prec:sado desde enton ces nu merosas observaciones.28 permita hOlcer un para lelo en tre selig y Seele) ni entre la di cha
Más aún. debemos señ alar lo qne la es tructura que destaca­ que pon e a los amantes "en los cielos" , por cuan to es ésta la que
mos aquí puede tener de esclarecedor sobre la insistencia tan Freud eVO C<1 en el aria que cita de Don Ju an, y la que a las
singular que muestran los sujetos de estas observaciones en ob. almas ll amadas bi enave nturadas promete la morada celes te. Los
tener para sus exige ncias más radicalmente rectifican tes la auto­ difuntos sólo son sehg en a lemán por préstamo del latín, y por
rización, y aun si puede decirse las man os-en-la-masa, de su padre . el hecho de que en esa lengua fu e llamada bienaventurada su
Sea como sea, vemos a nuestro sujeto aba ndon arse a una acti­ memoria (b eatae memoúae selige.,· Gediichtnis). Sus Seele1l más
J

vidad erótica que. como él lo subraya, está estrictamente reser­ bien tendrían algo que ver con los lagos (Seen) donde ha bita·
vada a la soledad, pero cuyas sa tisfacciones con fiesa sin embar­ ron en un tiempo. que con un aspecto cualquiera de su bea ti­
go. Es a sa ber las que le da su imagen en el es pejo, cuando, tud. Queda el h echo de que el inconsciente se preocupa m ás
revestid o de los tiliches del atuendo femen ino, nada, nos di ce, del significante que de l signifi cado, y que " feu mon pe,·c" ("mi
en ]0 alto de su cuerpo, le parece de un aspecto como para no difunto padre") puede querer decir que éste era el fuego (feu)
poder conven cer a todo aficionado even tual del busto feme­ de Dios, o incluso dar contra él la orden de : ¡fuego!
nino (S. 280·XXl) . Pasada esta digresión, queda en pie que estamos aquí en un
Con lo cua l conviene ligar, creemos, e l desarrollo, a legado más allá del mu nd o, que se las arregla mu y bien con un a pos­
como percepción endosomática, de los nervios Jlatn ados de la posición , indefinida de la realización de su meta,
voluptuosidad femenina en su propio tegumento, concretamente Con segurid ad. en efe cto, cuando Schreber h aya terminado su
tra nsformación en mujer el acto de fecund ación divin a tendrá
en las zonas donde se supone que son erógenos en la mujer.
~ eL Freud . p !ychoano/ )ll iu ht: Demerku.ngen über cinem au,lobiog-raphisch
-'" Cí. la muy notable tesis de Jean ·Marc Alby, Contribulion ti ['€lu de du beseri ebe'lle'l Foil von Pararwio, en C. W ., " 111, p. 264, n. 1 [A. XII, p. 29.
tronsuxualisme. París, 1956, n . 25J.
,'RATAM lENTO P OS lnLI:, O... L ,\ PSICOSIS 553
552 TRATAM1F.NíO P OS IHL:E DE I.A PSICOSIS

lugar, del que se sobren tiende (S.3-lntrod.) qu e Dios n o podría Es tanto como decir qne la distorsión que manifiesta entre las
entregarse a él en un oscuro encamin amiento a trClvés de un os [undones qu e identifican en él l a~ letras tomadas del esque­
órga nos, (No olvidemos la aversión de Dios hacia el vivo.) Será ma R no puede apreciarse sino en su uso de re bote dialéctico,
pues por una operación espiritual como Schreber sentirá des­ Señalemos solamente aquí en la doble curva de la hipérbola
pertarse en él el germen embrionario cuyo estremecimien to co­ que dibuja, con la sa lved ad del deslizamiento de esas dos curvas
noció ya en los primeros tiempos de su enfermedad. a lo largo de una de las rectas directrices de su asíntota, el lazo
Sin duda la nueva humanidad espiritual de las criatur as schre­
berianas será toda ell a engendrada en sus e ntrañas, para que ESQUEM A 1:
renazca la humanidad podrida y condenada de la edad .actual.
Es ésta si n dud a una especie de redención, puesto que así se ha
catalogado el de lirio, pero que sólo apunta a la cria tura por
veni r, pues la del presente está marcada por una corrupci ón
correlativa de la captación de los rClyos divinos por la voluptuo­
sidad que los ata a Schreber (S. 51-52-v).
En lo cual se dibuja la dimensión de espejismo, que subraya
aún más el tiempo indefi nido en que se aplaza su promesa, y 'S
que profundamente condiciona la ausen cia de mediación de
que da tes timonio e l fantas ma. Pues puede verse que parod ia la .J
situación de la pareja de sobrevivientes postreros que, ti conse­
cuencia de una catástrofe humana, se encontraría, con el poder
de volver a poblar la tierra, con fron tad a a lo que el ac to de la
reprod ucción ani ma l implica de total en si mismo,
Aquí también puede colocarse bajo el signo de la criatura
el punto de viraje desde e l cua l la lín ea prosigue e n sus dos
ramas, la del goce narci~ista y la de la identificación idea l.
Pero es en el sentido en que su imagen es la añagaza de la cap­
tura imagin aria en la que se arraigan una y o tra . Y allí también hecho sensible, en la doble asíntota que une al yo delirante con
la linea gira alrededor de un agujero, precisamente aquel donde el otro divino, de su divergencia imaginaria en el espacio y en
el " asesinato de almas" h a instalado a la muerte. el tiempo a la convergencia ideal de su conjunción. No sin seña­
·Este otro a bismo. ¿se formó por el sim ple efecto en lo imagi~ lar que de semejante (arma Freud tuvo la intuición, puesto que
28
n ario de l llamado vano hecho en lo simbólico a la metá fora pa­ in tr od ujo él mismo el término: asymptotisch a este propósito.
tern a? ¿O tendremos que concebirlo como producido en un se· Todo el espesor de la criatura real se interpone en cambi o
gundo grado por la elisión del falo. que el sujeto remitiría para para el sujeto entre el goce narcisista de su imagen y la ena­
resolverla a la hian cía mortífera del es tadio del espejo? Con je nación de la palabra d onde e l Ideal del yo ha LOmado el lu­
seguridad el nexo esta vez genético de ese estadio con la simbo­ gar del Otro.
lización de la Madre en cuanto que es primordial no podrín Este esquema demnestra que el estado terminal de la psicosis
dejar d e evocarse para motivar es ta solu ción. no representa el caoS coagulado en que desem boca la resaca de
¿Podemos uhicar los puntos geométricos del esquema R en un sismo, sino antes bien esa puesta al día de líneas de eficien­
un esquema de la eStructura del sujeto al término del proceso cia, que hace hahlar cuand o se tra ta de un problema de solu ­
PSiCÓlico? Lo intenta mos e n el esq ue ma 1, presentado aq uí ahajo. ci6n elegante .
Sin duda es te esquema participa del exceso a que se obliga
toda formalización que qu iere prese ntarse en lo intuitivo. ~ Freud, G. W., \ 111, p. 2M Y la nota [A. XH , p. 46 Y nQla 14].

.L

554 TRATAMIENTO POSIDI.E DE LA PSICOSIS TRATAM1ENT O POSIDLE DI: LA PSICOSIS 555


Materializa de manera significan te lo que está en el principio Queda la disposición del ca mpo iW en el esquema, por cuan to
de la fecundidad efectiva de la investigación de Freud; pues es representa las condiciones bajo las cuales la realidad se ha res·
un hecho que sin otro apoyo ni soporte. que un documento es­ taurado para el sujeto: para él especie de islote cuya consis tencia
crito, no sólo testimonio, sino tambjén producción de ese estado le es impuesta después de la prueba por su constancia,So para
terminal de la psicosis. Freud arrojó sobre la evolución misma nosotros ligada a lo que se le hace habitable, pero también que
del proceso las primeras luces que permitieron iluminar su de­ la distorsiona, a saber retoques excéntricos de lo imaginario ,.
terminación propia. queremos decir la única organicidad que y de lo simbólico ;S, que la reducen al campo del desnivel entre
está esencialmente interesada en ese proceso: la que motiva la ambos.
estructura de la significación. La concepción subord inada que debemos hacernos de ]a fun·
Recogidas en la forma de este esquema, se desprenden las ción de la realidad en el proceso, en su causa como en sus efec­
relaciones por las cuales los efectos de inducción del signifi­ tos, es aquí lo importante.
cante, actu ando sobre lo imaginar io, determinan ese trastorno del No podemos extendernos aquí sobre la cuestión sin embargo
sujeto que la clínica designa bajo los aspectos del crepúsculo del de primer plano de saber lo que somos para el sujeto, nosotros
mundo, que necesita para responderle nuevos efectos de sigo a quienes se dirige en cuanto lectores, ni sobre lo que perma·
nificante. nece de su relación con su mujer, a quien estaba dedicado el pri.
Hemos mostrado en nuestro semi nario que la sucesión simbó­ mer proyecto de su libro, cuyas visitas durante su enfermedad
lica de los reinos anteriores, luego de los reinos posteriores de fueron siempre acogidas por la más intensa emoción, y haci a
Dios, lo in feri or y 10 superior. Ahriman y Ormuzd, y los virajes quien nos afirma. compitiendo con su confesión más decisiva
de su "pol/tica" (palabra de la lengua de fondo) respecto del de su vocación delirante, " haber conservado el antiguo amor"
sujeto, dan justamente estas respuestas a las diferentes etapas de (S. nota de la p. 179-XIII).
la disolución imaginaria, que los recuerdos del enfermo y los El mantenimiento en el esquema 1 del tra yec to Saa'A simbo­
certificados médicos connotan por ]0 demás suficientemente, liza en él la opinión, que hemos sacado del examen de este caso,
para restituir en eUas un orden del sujeto. de que la relación cón el otro en cuanto con su semejan te, e
En cua nto a la cuestión que promovemos aquí sobre la in ci­ incluso una relación tan elevada como la de la amis tad en el
dencia enajenante del significante, retendremos en ella ese nadir sentido en que Aristóteles hace de ella la esencia del lazo con­
de una noche de julio de 94 en que Ahriman, el Dios inferior, yugal, son perfectamente compatibles con la relación salida de
deveIándose a Schreber en el aparato más impresion ante de su su eje con el gran Otro, y todo lo que implica de anoma lía ra­
poder, lo interpeló con esta palabra simple y, según dice el su . dical, calificada, impropiamente pero no sin algún alcance de
jeto, corriente en la lengua fundamental: z9 Luder! enfoque, en la vieja clínica, de delirio parcial.
Su tradu cción merece algo mejor que el recurso a l diccionario Más valdría sin embargo tirar a la papelera ese esquema si,
Sachs·Vi1I atte Co n que se han contentado en francés. La referen­ como tantos otros, hubiera de ayudar a alguien a olvidar en una
cia del seño r Niederland al lewd inglés que quiere decir puta ímagen intuitiva el análisis que la sostiene.
no n os p arece acep table en su esfuerzo por alcanzar el sentido Piénsese tan sólo en ello. en efecto, y se verá cómo la interlo­
de zorra O de arrastrada (o güila) que es el de su empleo de in. cutora cu ya au tén ti ca reflexión saludamos una última vez, la
juria sucia. señora lda [Vlacalpine, encontraría en é l lo que necesita con
Pero si tenemos en cuenta el arcaísmo señalado como carac. sólo desconocer 10 que nos hizo constituirlo.
terísti ca de la lengua de fondo, nos creeremos autorizados a Lo que afirmamos aquí es que al re conocer el drama de la
referir este término a la raíz del [eurre fran cés, del lure inglés,
que es por cierto la mejor alocución ad hominem que pueda :lO En el momento de la aemé de la disolución imaginaria, el sujeto ha
uno esperar viniendo de lo simbólico : el gran Otro de estas mostrado el\ su apcl'ccpci6n d r. li rante un recuno singular a ese crilerio de
impertinen cias. la realidad. qu e e,~ volv er .~ j e mprc al mi~mo lugar, y por qué los a~rros la
TepreSen(an eminentemente: es el motivo designado por sus voces bajo el
:111 S. 136-x. nombre de amarraj e a la s tierras (Anb indcm nn EnJe'J , S. 125-lx) .

..ii.b....
556 TRATA M IENTO POS IOLE DE LA PSICOS I:-' TR ATA,MI": N"r O r OS IIH.E DE LA I'S ICOS IS 557
loc ura, la razón está en lo suyo, sua res agitur, porq ue es en la Esta co nsideración q ue apo rtam os aqu í como cues ti ó n preli­
relació n del h ombre con el significa nte do nde ese dra ma se sitú a. min a r a todo tratamiento posible de la psicosis prosigue su dia­
El peJigro qu e se evoca rá de de li ra r con el enfermo no es para léc ti ca más a ll á: ]'1 de te nemos sin e mbargo aquí, dire mos por
int imi darnos, como no lo fu e para Fre ud. qué.
Conside ramos con él que conviene esc uchar al qu e habl a, Es en p ri mer lugar q ue con nuestr o alto vale la pe na i ndica r
cuand o se tr~ ta de un mensaje que no p roviene de un suj eto 10 qu e se desc ubre.
más all á de l lenguaje, sin o de u na pala bra más a llá de l suj e to. Una perspecti va que no ah le la relac ió n de Schre ber con Dios
Porq ue es enton ces cuand o se escuchará es ta palab r<l , que Sch re­ de su reli eve subj eLÍ vo , la ma rc a co n rasgos n ega tivos qu e la
ber ca pta en el Otro, cuando de Ahrima n a Ormuzd, del Dios hacen a parecer m;-ÍS hi en como mezcla qu e como uni ón del ser
maligno a l Dios a usente, lleva la amones tación en q ue se articu­ con e l ser , y qu e, en la vorac idad que en e ll a se un e con el
la la le)' mism a del signifi cante: <tAller Unsinn hebt sich aul! " asco, en la compli cidad qu e ~ostie ne su exacc ió n, no muestra
"¡Todo Sinsemido se anula]" (S. 182· 183·xlII y 3 12·P. S. IV). na da, p ara ll ama r el las CO:,élS con su nombre, de la Prese ncia y
Punto en e l que volvemos a encontrar (deja nd o a quienes se de la Alegría qu e iluminan la experi encia mís ti ca : oposición no
oc u pará n de noso tros más tarde el cuid ado de sa ber po r qu é lo sólo demos trad¡.¡, sino fund ada por la ausen cia asombrosa en esa
hemos dejado en sus)>enso diez años) el deci r de n uestro diá­ re lacir'm de l Du, q ueremos dec ir del Tú , cuyo voca blo en algu­
logo con Henri Ey.31 "El ser del h o mbre no s610 no puede como nas le ng uas (T iLou) se reserva para el llamado de Dios y el lI a·
prenderse sin la locura, sino que no sería el ser d el hombre si no mado a Dios, y qu e es el significante del Otro e n la pa labra.
llevara en si la locura como el limite de su libertad."
C onocemos los [¡.¡ Isos pudores aros lumbrados en la ciencia a
este respecto, son co mpañeros de los falsos pensamien tos de la
v. POST-SC R1PTUM pedant.ería cuando a rg uye lo inefable de la vive ncia , o a un de
la "conciencia mórb ida", par a desarmar e l esfu erzo de que ella
Ense ña mos sigui e ndo a Freud qu e e l Otro es el lu gar de e~a .')e dispensa, a saber e l q ue se requi ere en el pu nto donde justa­
memor ia qu e él descubri6 bajo el nomhre de inconsciente, me­ mente 11 0 es inef<lbl e pue ~ to que "ell o" habl a, don de la vivencia,
mori a a la qu e considera como el obj eto de un a i nterrogación lejo:, de separa r, se co muni ca , donde la subje ti vidad en trega su
qu e permanece abi erta en cuanto que cOlldid on a la indestru c­ estru ctu ra verdadera, aquell :,¡ donde lo qu e se analiza es idéntico
libilid ad de cien os deseos. A esa interrogació n responderem os a lo qu e se articul a.
por la con ce pción de la cadena signi[j'cante, en cua nto q ue una Por eso desde la misma a talaya ad onde nos ha ll evado la sub­
vez inaugura da por 1<1 sim bolización primordi a l (q ue el juego: jetividad de li ran te, 11 0S vol veremos ta mbién hacia la subjetivi­
Fort! Da!, sacado a luz por Freud en el ori ge n del a utomat ismo da d cien tífi ca: qu ere mos decir la que el científi co que ej erce la
de repeti ció n, h ace manifies ta), esta cadena se desa rro lla según ciencia compa rte con el hom ure d e la civil ización que la sos­
los en laces lógicos cuyo enchufe en lo q ue ha de sign ificarse, a ti ene . No nega remo.'i qu e en el pun to de l mundo do nde residi­
sa ber e l ser de l ente, se ejerce po r los efectos de sig n ificante . mos, hemos visto basta nte so bre es lO para interroga rn os so bre
descritos por nOsotros como metáfora y como me to nimia. los criterio:, por 1m q ue el hombre con un disc urso sob re la
Es en un accidenr e de este regi stro y de lo qu e en él se cumple, lihenad qu e no hay m;ís remed io qu e ca lifi ca r de de liran te (le
a saber la preclusión de l Nombre·del· Padre en el lugar del Otro, hemos dedi cad o un o de nu eslros seminario5), con un conce pto
y en e l fracaso de la me táfora pa te rn a, donde des ign a mos el de lo real donde el determi nismo no es miÍs que una coart ada,
efecto q ue da a la psicosis su con dic ió n esencial, con la estru c­ pronto an g ustiosa ~ i se inten ta ex tender su campo al aza r (se
tu ra q ue la separa de la l1euros is. lo hici mos sentir (1 nu e~ tro :wdito rio en un a ex peri encia-test),
{'on una creencia que lo re úne en la mitad por lo menos del
:n P roPQS SI/.,. Ja causa/it é psyeh i q1te rA cl:: rca ele la ca usa lid:ld p.¡íCJui ca"l uni ve rso baj o el sí mbolo de Santa Cla us o el p ad re Noel (cosa
(Info rme de l 28 de septiemb re de J946 pa ra I:J.s Joruad;ls <le Bollneval). que a nad ie se le esra p a) , nos di suadiría de .<¡¡ tuar lo, por un a
d. lom o J, p. 142. an¡.¡l ogía leg itima, en la ca tegoría de la p sicosis socia l -en la
558 TRATAM IE NTO P OSIBLE DE LA PS ICOS IS TRATAMIENTO P OS IBLE DE LA P SICOSIS 559
instauración de la cual, si no nos engañamos, Pasca l nos habrí a toques del significante de donde procede el desastre creciente
precedido. de lo imaginario, hasta que se alcance el ni ve l en que signifi cante
Que semejante psicosis se muestre compatible con lo que Ha­ y significado se es tabilizan en la metáfora delirante.
ruan el bueo orden es cosa fuera de duda, pero no es tampoco Pero ¿cómo puede el Nombre-del -Padre se r ll amado por el
la que autoriza al psiquiatra, au nql! e fuese el psicoa nali sta, a sujeto al único lllga r de dond e h a podido advenirle y donde
co nfi ar en su propia compatibilidad con ese orden para creerse nun ca ha estado? P or nin guna otra cosa si no por un padre rea l,
e n posesión de una idea adecuada de la realidad ante la cual no en absoluto necesariamente por el padre del suj e to, por
su paciente se mostrada desigual. Un-padre.
Tal vez en esas condiciones harfa mej or en elidir esa idea de Aun así es preciso que ese Un-padre venga a ese luga r adonde
su apreciació n de los fundam entos d e la psi cosis: lo cual trae el sujeto no ha podido llamarlo antes. Bas ta para ello que ese
nuestra mirada al objetivo de su tra tamiento . Un-padre se sitúe en posicióu tercera en alguna relacióu qu e
Para medir el camino que nos separa de él. bástenos evocar tenga por base ]a pareja imaginaria a-a', es decir yo-o bj eto o
el cúmulo de lentitudes con que lo han sembrado sus peregri ­ ideal-rea lidad, interesando al sujeto en el campo de agresión
nos, Todo el mundo ~abe que ninguna elaboración, por sa bia erotizado que induce.
que sea sobre el mecanismo de la transferencia, ha lograd o hacer Búsqu ese en el comien zo d e la psicosis esta coy untur a dra­
que en la prácti ca no se le conciba como Ulla relac ió n puramen te máti ca, Ya se presente para la mujer que acaba de dar a luz
dual en sus términos y perfectamente co nfusa en su Sustrato. en la figura d e su esposo, para la penitente que confiesa su
Introduzcamos aqní la cuesti ó n de 10 que. co n sólo tomar la falta en la persona de su con feso r, para la muchacha ena morada
transferencia por su valor fundamental de fenómeno de repe ti­ en el encue ntro del "padre del mu chacho", se la eucontrará
ción, debería repetir en los personajes persecutores en los que siempre. y se la encontrará más fácilmente si se guía uno por las
Freud designa aquí su efecto. "situacjones" en el sentido nove lesco de este término. Entién­
Respuesta bl andengue que nos llega: de seguir los pasos de dase aquí de pasada que esas situaciones son para el noveli sta su
recurso verdadero, a sa ber el que hace brotar J ¡l " psicolog'ía
usted, una caren cia paterna sin duda . En es te estil o no se ha
profu nd a", al que nin guna mira psicológica podría darle acceso. a:1
renunciado a escribir las duras y las maduras: y e l "círculo"
Para ir ahora al principio de la precl usión (Verwerfung) elel
del psicóti co ha sido objeto de un censo minuclOso de todas las
Nombre-d el-Padre, hay que admitir qu e el N ombre-del -P adre
briznas de etiquetas biográficas y carac terológi cas qu e la aoam­
redobla en el lugar del Otro el significante mismo del ternario
nesis permitiría despegar de los dramaús personae, inclu so de
simbólico, en cuanto que constituye la ley del sig nifi cante,
sus "re laciones in terhumanas" .32
Ensayar es to no costaría nada, al parecer, a aquellos que en
Procedamos sin embargo según los términos de es tru ctura que su búsqueda d e las coordenadas de " ambiente" de la psicos is
hemos desbrozado.
yerran como a lmas en pena de la madre fru strante a la madre
Para que la psicosis se desencade ne, es necesar'i o que el Nom­ hartante, no sin sen tir que al dirígirse hac ia el Jad a de l padre
bre-del-Padre, verworfen, precluid o, es decir sin ha ber ll egado de famili a, se queman , como se dice en e l juego de l objeto
nun ca al lugar del Otro, sea llamado alJi en oposición simbó­ escondido.
lica a 1 sujeto. Además, en esa in ves tigació n a ti entas sobre un a ca ren cia pa­
Es la falta del Nombre-del-Padre en ese lugar la que, por e l terna , cuyo rep arto no dej a de inqui etar en tre el padre tonante.
agujero que abre en el significado, inicia la cascada d e los re­ el padre bonachón, el pad re todopoderoso, el padre humillado,
el padre engolado, el padre irrisorio , el padre casero, e l padre
nc f. la tesis sobre L e mifieu familial des schizophren es [El med io fami ­ de picos pardos, no seda abusivo esperar algún efec to de des­
liar de los esqujzofrénico,~] (París, 19(7) . de André Green: trab ajo ClJyo
mérito cieno no hubiera sufrido si puntos d" referencia más seguros lo :'>:1 Dc sea mos aqui hlLClla ~ue rle a aq\l el de nues tros alnmnos q ue se ha
hubi eran guiado hacia uu mejor éxi to; concretamente en cuant o :1 1 enfoque adenO'ado en la vida de esta observación , donde la crítica puede lener la
de lo qu e es llamado allí curiosamente la "fracLUt"a p$icó lica". seguridad dc un hilo que no la engañará.
560 n l",TAM I,,:,..TO I'OSmLJ:: 01: LA PSICOSIS TR.....TAM IENT Q P OSIOLE DE LA PS ICOSIS 56 1

carga de la o bser vació n siguie nte: él sa ber que los efectos de ofrecen de en contrarse en postura de demérito, de insufici encia,
pres ti g io que es tán en juego en todo esto , y en los que (¡gracias incluso de fraude , y para decirlo de una vez de excluir el Nom­
a Dios!) la relación lernari" del Edipo no está del touo omitida, bre.del-Padre de su posición en el significante.
puesto qu e la reverencia de la maure se ve allí como decisiva, No se n eces ita t(lnto para logr(lr es te resultado, y nadie de los
se reducen a la rivalidad de los dos progenitores en lo imaginario qu e prac ti ca n el a ná li sis d e niños negará qu e la mentira de la
de l suj e to -o sea lo que se art icu la en la pregu nta cu ya fonnu­ condu cta sea por ellos percibida hasta la devasta ción. ¿Pero quié n
lación manifiesta se r regular. para no d ecir o bliga toria, en tod a artic ula que la mentira así percibida implica la referenc ia a la
infanda que se respete: "¿A. quién quieres más, a pap;i o él mamá?" función co nsti tu yente de la palabra?
No pretendemos reduc ir nada con este pé'lralelo: muy al con­ Se d emuestra as í que un poco de severidad no es tá de más
trario. pues esa pregunta, en la que el ni ño no deja nun ca de para dar a la más acces ible de las e xperien cia~ su sentido . . erí­
con cre tar el asco que siente del in'Eantili smo de sus paures, es d ico. Las co nsec uencias que pueden esperarse de ello en e l
precisa mente aquell a co n la que esos verdaderos nU'l os que son exa men y la técnica se juzga n en o tra parte.
los padres (e n ese 5e ntido no hay otros sino ell os en b ['lInili a) Sólo d amos aquí lo q ue es preciso para aprecií1r la torpeza

pre tenden enmascarar e l mister io de su unió n o d e su des unión con que los autores mejor inspirados manejan lo que encuentra n

segú n los casos, a saher d e lo que su vástago sa he mu y bien que de más vá lido al seguir a Freud en el terreno de la preeminen­

es LOdo el proh le ma y qu e como la l se plantea. cií1 que otorga a la transferencia de la re lación con e l padre

Se nos dirá ante esto qne !le pone precisamente el acento en en la génesis de la psicosis.

el lazo de amor y de respeto por el cual la madre pone o no ;11 Niederl a nd da notable ejemplo d e ello:\1 al lJ am ar la ate nció n
padre en su lugar idea1. Cu rioso. responderemos en primer sobre la ge nea logía delirante de Flechsig, construida co n los nom­
lugar, que no se tenga n mu y en ( lienta los mismo!) lazos e n bres de la eS lirpe real de Scltrebe r , Gottíried, Goulieb, Fi.irchte­
gOll. Daniel sobre lodo qlle !le transmite de padres a hijos
sentido inverso, e n lo cua l se mani[iesta que la leoría partic ipa
y cuyo ~entido en hebreo nos da, para n"lOstrar en !) u conver­
del velo la nl.ado so hre e l coito de Jos I n~ dres por la ;1I11l1esia
in[antil. genc ia hacia el nombre de Dios (Gott) una cadena simbólica
importante para manifestar la (un ción del padre en el de li r io.
Pero sobre 10 que <Lucremos insistir es sobre el h echo d e q uc
Pero por no disting uir e n ello la instan cia del NO lllhre-de l­
no es sólo d e la manera en que la madre se aviene él la perso na Padre, pa ra reco nocer la cual no basta eviden temente que sea
de l padre de lo que co n vendria ocuparse. :s ino d e ) caso que hace visible él sim ple vista, deja escapar la ocasión de capwr la cadena
d e su pa labra, dig;;l mos el tér mino, d e S11 autoriu.l<1. dicho de donde se traman las agTesiones eróticas experimentadas por el
o tra manera de l Ju gar que e lla reserva al Nombre·de l·Pad re en sujeto, y de co ntribuir co n ello a poner en su lugar lo que es
la promoció n de la ley. preciso llamar p ropiamente ]a ho mosexualidad delirante.
Aún más all,í, la reiación de l padre con e:,a le y debe con:s i­ ¿Cómo entonces ~e habría d etenido en lo que la [rase citada
derarse en si misma, pues se encontrad en ello la raz<'1Il de esa 11\<\S an' iba de las primeras líneas del segund o capítul o::;\ de
par:adoja por la cua l los efectos devastadores <le la fig u ra paterna Schreber oc ulta en :>u e nu nciado: uno de esos enunciados tan
se observan co n particubr [recueJl cia en los casos e n qu e el padre manifiestamente he chos para que no se los en tiend a, que dehen
ti ene rea hn e nte la fun ció n de legi::,lador o ~e la adj udica. ya sea retener el oído? ¿Qué quiere decir si la tomamos a la letra la
efect iva me nte d e l o~ que hace n las leyes o ya que se pn~sente igualdad de plano en que el autor reúne los no mbre!l de Flech­
co mo pilar de la [e. como parangón de la integridad o ue la sig y de Schreber co n el asesin ato de a lmas para introducirnos'
devoción, como vinuoso o en la virtud o en el vinuosismo, com o en el principio del abuso de qu e es víctima? H ay que dejar a lgo
servidor de una obra de salvación, tr{¡tese de cualq ui er o bjeto qu e penetrar a lo~ glosadores del porven ir.
o fa lta tic obj eto, de naciún o de nata lidad , de ~a l v<tgu;lrdi a o Igualme nte incierto es e l e nsayo en que se ejercita el sei'íor
de sa lu bridad, d e legado o de lega lid ad, de lo puro, de lo peor ~l op. cit.
o de l imperio, lodos ellos idea les que demas iadas oca')iones le (1,; Cf. csa fras e titacla C l! la nola de la p:'1gina 540.
562
TRATA MIE NTo POSII)U: DE LA PSICOSIS ' ·HATA:\IIJ::NTO POSll1LE 01-: I.A PSICOSIS 563
Niederland en el mismo articulo, de precisar a partir del sujeto
¡"Illena de la impostura, despu és de haber ua spasado, según la
esta vez, y ya no del sign ifican te (cuyos términos le son por
ocurren cia de este trozo inmorcal, su trama de padre a parte.
supuesto ajenos), el papel de la función paterna en el desenca­
de namiento del deli rio. No cabe duda que la figura del profesor Flechsig, en su gra­
vedad de inves ti gado r (el libro de la señora Maca lpine nos da
Si pretende en efecto poder designar la ocasión de la psicosis
en el simple as umir la paternidad por e l suje to, que es e l tema lI na fOlO que nos Jo muestra perfilándose so bre la colosa l am­
de su ensayo, entonces es contradictorio considerar cama equ i­ pl iación de un hemisfe ri o cerebral), logró suplir el vacío brus­
va lente la decepción anoLada por Schreber de sus esperanzas c.:amente visl'umbrado de la Ve rwerfung inaugu ra l ("Kieine r
de paternidad y su occeso a la Suprema Corte, en la que su títul o Flechsig ' ¡Peq ueño Flechsig! ", claman las voces.)
d e Senfllsprlisident subroya la calidad de Padre (conscripto) que Por lo menos tal es la con ce pción de Freud, en cuanto que
le as igna: es to en cu anto a la sola mo tivación de su segun da designa en la transferencia que el sujeto ha operado so bre la
crisis, sin pe rjuicio de la primera que se explicaría de la mi sma persona de F lech sig el fac tor que h a precipitado a l sujeto en
manera por el fraca¡,o de su candidatura al Reich stag. la psicosis.
Mientras que la referencia a la posición tercera adonde es Por medio de 10 cual, un os meses después, las jaculatorias
llamado el significante ele la paternidad en todos estos casos divinas harán oír su concierto en el sujelo para decirle a l Nom­
sería correcta y resolvería esa contradicción . bre del Padre que vaya a j ...se con el Nombre de D ... en las
Pero en la perspectiva de nuestro propósito es la preclusión nalgas1l' y fund a r a l Hij o en su cerlidumbre de que a l cabo de
(Vawerfung) primord ial la que lo domina todo con su proble­ 5US prue bas, nada mejor podría hacer que "hacerse"aa sobre el
ma, y las consideraciones que preceden no nos dejan aqu í des­ mund o entero (S. 226-xvI).
provisto!>.
Así eS como la última palabra con que la "experiencia inte­
Pues si nos remitimos a la obra de Daniel Coulob Morit7. rior" de nuestro siglo h a entregado su cómpu to resulta estar
Schreber, fund ador de un instituto de ortopedia en la Univer­
sidad de Leipzig, ed ucador, o mejor, para articularlo en inglés. 01 S. 194-x lv. Di" Redensarl <tE; vt'/·/ lllchl"... ¡vo·" noch t!Ín Oberbleibsel der

"edu caciona lista ", reformador social "con una vocación de após­ Crund..prache, in welcJ¡el' die W orl~ "Ei verflllcht, das sagt sic/¡ .fc1nver"
jedesmal gebrauch t wadell, wenn irgtrnd ei'l mil da Wdlordmltlg utl ert rii­
tol para ll evar a las masas la salud, la dicha y la feli cidad" (sic.
gliche E1'Scheillllng ín da.i B ewasstsein de1· Seeltm ira l, %. B. "Ei ve"-Jfuc}¡ l,
Ida Macalpine, loc. cit., p. 1) 36 por medio de la cuhura física, das sogl sich schweT, dass der fieh e Golf sich j ... lIisst". [Trad . esp.: "La
ini ciado r ele esos cachitos de verdor destinados a ali mentar en ex presión 'Ah. ma ldicióLl'.. era un residuo del leng uaje primiti vo (lengua
e l empleado un idea lismo h ortelano, que conserva n todavía en f.undam enla l) en el cu al se e mpleaban las pal abras 'IAh ma ldición, quien
Al emani a el nombre de Sch rebergiirten , para no hab lar de las lo diría!' cada vez que un fe nó me no in compaLible con el ordell del mundo
ll egaba a la co ncienciO) de las almas, por ejemplo: 'I Ah, ma ld ición! qu i ~ n
cuaren ta e<.liciones de la Gimnasia médica calera, cuyos moni­ d irla que el bue n Dios se ha ce j .. .' ", p. 161. AS]
go tes " pergeñados a tontas y a locas" que la ilu stran son corno 311 Creemos poder torn a r del propio registro de la Grundspra che este eufe­

quien dice evocados por Schreber (S. 166-xlI) , podemos consi­ m ismo, del que sin embargo la s voces y Schreber mi smo. co ntrariamente
de rar como rebasa dos los límites en qu e lo nativo y lo natal van a su cost umbre, prescind e n aquí.
a la na tu ra leza, a lo natural, al na tu rismo, incluso a la natura­ Creyendo cumplir mejor los debe res d el rigor científico a l seña lar la hi­
pocresia que, en eSle rodeo como en o tros, reduce a lo be nigno. o incluso a
lizacic'>n, en que lo virtuo¡,o resulta vertiginoso, el legado liga, lo baboso, lo que demuestra la experiencia freudiana. Q uere mos deci r el
la salvación sa lta ción , en que lo p uro bordea lo ma lempeoria l, empl eo inderinible que se ha ce ordi nari amente de referencias tales corno
yen que no nos asombrará que el niño, a la manera de l grumete ésta: en ese mome nto de su análisis, el enfermo regresó a la fase a nal.
de la pesca célebre de Préver t, mande a paseo (verwerfe) a la Bueno ser/a ver la cara del anO)lista si el enfelmo llegara a " pujar", o aunque
sólo fuera a babear en su di v<\ n.
Todo es to no es más que vuelta e nm a~(arad a a la subljmación q ue en·
30En nota de la mi sma p;\gi na , la seiil)ra Ida Maca lpin e c:la e l thulo d e
de 105 libros de eS le Jutor. con cebi do :t.~[: Glilck.seligk ei lslt:hr~ ja,' das
cuent ra a loja mie ulo e n el inter ur"¡'¡as el jaeces nascimur", implicando con
lIll O
physische Lebell des Mt:nsch en, o sea: Curso dt: felicidad biellaue'llllrada para c[lo que este origen oord id o no incumbe más que a nu estro cu erpo.
la vida fi Jica del hom lne. Lo que el análisis descubre es bien diferen te. No es su andrajo, es el
se r m is mo d el h ombre el que vi e n~ .to mar su lugar e ntre los desechos

~
564 l "R.o\T AM IF.NTO POS Ull.E DE LA PS ICOSIS

a rti cul ada con cincuenta aií.os de a nticipación por la teodi cea LA DIRECCIÓN D E Le\ CURA Y LOS PRINCIPIOS
con la que se enfrenta Schreber: " Dios es un a p... " .'IQ DE SU PODERl
Término en el que cu lmin a el proceso por el cu al el signi fi­
cante se ha " dese ncadenado" en lo real, después de qu e se abrió
la quiebra del Nombre-del-Padre - es decir del signifi ca nte que
e n el Otro. en cuanto Jugar de l signi fi ca nte, es e l signifi ca nte de}
Otro en cuanto Jugar de la ley.
Dejaremos aquí por ahora esta cuesti ón prelimin ar a todo l. ¿ QU lí~N ANALIZA HOY?
tra tamiento posible de la psicosis, que introduce, como se ve,
la concepción que hay que (orm arse de la maniobra, en este 1. Que un análisis lleve los rasgos de la persona del analizado,
tr a tamiento, de la tra nsferencia. es cosa de la q ue se hab la como si cayese por su propio peso.
Decir lo qu e en es te terre no pod emos hacer sería prematuro, Pero quie n se interese en los e fectos que tendría sobre él la per­
porque sería ir ahora "más allá de Fl'eud", y la cuestión de son a del analisla pensa ría estar dan do pruebas de audacia. Tal
su perar a Freu d ni se plantea siquiera cuand o el psicoaná lisis es por lo me nos el estremecimiento que nos recorre ante las ex ­
de después ha vuelto, como hemos dicho, a la etapa de a ntes. presio n'es de moda referentes a la contratra ns[erencia , contribu.
Es por Jo menos Jo qu e nos aparta de todo o tro o bje to que yendo sin duda a enmasca rar su improp iedad conce ptual: pensad
el de rest aurar el acceso de la experiencia que Freud descub rió. qu é tes tim o ni o da mos de e levac ión de alma al mostrarn os en
Pues utilizar la técni ca que él institu yó, (uera de la experiencia nues tra arcilla como hechos de la mi sma que aque llos a quien es
a la que se aplica, es tan eS lúpido como echar los bofes e n el amasamos.
remo cuando el navío es tá e n la arena. A cabo de 'escribir una mala pal abra. Es ligera para aque ll os
a quie nes ap un ta, siend o as í qu e h oy ni siqui era se gu ard an las
Diciembre de 1957-enero de 1958 formas para confesar qu e bajo el no mb re de psicoanálisis mu­
chos se dedican a uu a "reeducaó6n emocio na l del paóente " [22).2
Situar 'en es te nivel la acció n del ana li sta acarrea un a posició n
de pr in cipio, con respecto a Ja cual tod o lo qu e pued e decirse
de la contratrans[erenóa , incluso si no es vano, tendrá una
[unción de diversió n . Porque es más a ll á d onde se encu'entra
desde ese momento la impostura que queremos desaloj ar aquí. 3
No por eso de nun ciamos lo que el psicoanálisis d'e hoy ti ene
de an tifr eudi a no. P ues en esto h ay que agradece rle el qu e se
haya quitado la máscara, pu es to que se jacta de :iup'e rar lo que
por otra parte ignora, no habiend o retenido de la doctrina de
donde sus pri meros. retozo s enCOlllraron su conejo, por cuanto la ley de Freud sino justo Jo sufi ciente para sentirse has ta qu é punto 10
la si mboliladón en la qu e debe enLrar su deseo lo pcend e en su red por qu e aca ba de enunciar de su eXIJ"eriencia es disonante con eHa.
la posición de obj eto pa rcial en la que se ofrece al llega r al mundo. a UII
mundo don de ct deseo del O tro h ace la ley. I Primer informe del Coloq uio Internacional de Royaumont re un ido del

Es ta relación poi' supues to es ani culada claramente por Schreber en lo 10 al 13 de julio de 1958, a in vita ción de la Soci edad },':ancesa de Psicoa na­
que él refi ere, para decirl o sin de jar ninguna ambigüedad, al acto d e ca ... lisis. a parecido en l .a Psyehanalyu , yol. G.
- concretamente el hecho de semir reunirse en es te acto los elemem os l~ C : Las cifra s enlre corc hetes remi len a la s referencias colocada s al (inal de
su ser cuya di spen; ión en el infinit o de su t1eliri o luce su sufrimi ento. este informe.
:lO naja la forma : D ie SOfln e ¡si ei'le H ure (S. ~Ap.). El 501 es para :. Para "o h 'er co ntra el espiritu d e una soci edad un término a cu yo precio
Sc hreber el aspec to centra l de Di os, La experien cia interior de qu e se tra la se la puede a preciar, cuando la se ntencia en que Freud se igu ala a los Pl'e­
.aqut es el titulo de la obra ce ntral de Georgcs Batai ll e. En Madam e Edwa1'fia socr¡h icos: Wo es war, soll ¡ eh werden, se tradu ce en ell a por 13s b uenas
<Ie$cri be el ex.lremo singtlla r de es ta experiencia. r.
al uso fran cés, por: el Yo debe desalojar al Ello [Le M oi doi! d¿l oge r le a}­
[565]
566
1..,\ DIR ECC I ÓN DE LA. CURA. LA UlRE.CCrÓN DE L .... CUllA 567
Pretendemos mostrar en qué ]a impotencia para Sos tener a u. Diga mos que en el depósito de fondos de la empresa común,
ténticamente una praxis, se redu ce. como es corri en te en la el paciente no es e l único con su s dificultades que pone toda
histori a d e los hombres, al ejeracio de un pode r. la cuota. El a nalista también debe pagar:
- pagar con palabras sin duda, si la transmutac ión qU'e sufren
por la oper ac ión analíti ca las eleva a su efecto de interpretación;
2,. El psi coanalista sin duda dirige l a cura. El primer pnnClplO - pero tambié n paga r con su persona, en cuanto que, diga lo
de esta cura, el que lte deletrean en primer lugar, y que vuelve qu e diga, la presta como soporte a Jos fenó menos singulares
a encontra r en todas partes en su formaci ón hasta e l punto de (lue el análisis ha descubierto en la transferencia;
qu e se impregna en é l, es que no debe diri gir al paciente. 1.a - ¿olvida remos que tiene qu e pag-ar con lo que hay de esencial
dire cción de con cien da, 'en el sentido de gula moral que un fiel en su juicio más ín timo, para mezclarse en un a acció n que va al
del ca toJicismo puede encontrar, qu eda aquí rad ica lmente exclui. corazón del ser (Ke'rn unseres Weserts) escribe Freud [6]): sería·
da. Si el psicoa nálisis plantea problemas a la teología mora], no él e l úni co a llí que qu eda fuera del juego?
son los de la dirección de con ciencia, en lo eu ,1 ] recordamos qu e Que aqu ellos cuyos votos se diri ge n hacia nues tras armas no
la dirección de conciencia también los p lantea . se inquieten por mí, ante el pensamiento de qu e me ofrezco aq u í
L a dirección de la CUra es otra cosa. Consiste en p rimer lugar
un a vez m ás a un os ad versarios siempre fe lices de mandarme
en hacer aplicar por el su.jeto la regla analíti ca, o sen las direc­
de vuelta a mi metafísica.
tivas cu ya presencia no podría desconocerse en e l prin cipio de
Po rque es en el s'e no de su prete nsión de co ntentarse Con la
lo que se ll ama "la si tuació n analítica", bajo el pretexto de que
eficacia d onde se levan ta un a afirm ación como ésta: que el ana~
el suj e to las ap licaría en el mejor de los casos sin pensa r 'e n e llas_
lista cura menos por lo que dice y h ace que por lo que es [22J.
Es tas directivas esttin en un a comunicación in icia l planteadas
y a todo esto nadie a l parecer pide razón de semejante afirma·
bajo forma de consignas de las cuales, por poco qu e el analista
ción a su auto r, como tam poco se le llama al pudor, cua ndo,
las comente, puede sost'enerse que hasta en las inflexiones de
con una sonrisa fatigada did gida hacia el ridíc ulo a l que se ex.
su enun ciado servirán de vehículo a la do ctri n a que so bre ellas
pone, es a la bondad, a la suya (hay qu e se r bueno, ninguna
se ha hech o el analista en el punto de consecuencia a que han
trascende ncia en el co ntexto) , a la que s'e remite para poner
ll'egado para él. Lo cual no 10 hace menos solidar io de la e nor­
un término a un de bate sin salida sobre la neurosis de ]a transo
midad de los prejui cios que en el paciente esper<ln en ese mism o
ferencia .4 ¿Pero quién tendría ]a cr ueldad de interrogar al qu e
se dobla bajo el peso de la valija, cuando su porte da clara­
lugar: según la idea que la difusi ón Cultural le ha permitido

me nte a ad ivinar qu e está llena de ladrill os?


form arse del procedimiento y de la fin a lidad de la empresa.

Sin embargo el ser es el ser, quienquiera que sea el que lo


Ya sólo es to basta p ara mostrarnos qu e el probl ema de la di­
invoca, y tenemos derech o a preguntar qu é viene a hacer aquí.
rección se mues tra, desde las directivas del punto de pa rtid a,
como no pudiendo for mnlarse sobre una línea de com ul1l ca_
ción unívoca, lo cual nos obliga a quedarnos aquí por ahora 4. Volveré pues a pon er al analista en el banquillo, en la medi­
para esclarecerlo más tarde. da en que 10 estoy yo mi smo, para observar que está tanto
Establezca mos úni camente que, de red u cirlo a su verdad, ese menos seguro de su acció n cuanto que en elJa 'está más intere­
ti empo consiste 'en ha cer olvidar al paciente que se trata úni. sado en su se r.
camente de palabras, pero que esto n o justifica que el anal ista Intérprete de ]0 que me es presentado en a firma ciones o en
lo o lvide a su vez [1 6}. actos, yo decido sobre mi oráculo y lo articulo a mi capricho,

• "Comm ell t termine r Je traitement anal yriq ue", Revl1e Iran~_ de P$ycha­
nal)/s~, 19!H, ]\', p. 519 Y passim, Para medir la influencia de se mejante
3. Además ya hemos a nunciado que es por el lado del analista formación , lee r: Ch.- H . Nodel , " Le psychanalyste". [.'éflolu,lioll fX)/ chial ri.
por donde pre rendíamos abordar nues tro tema. que, 191.97, mi m o IV, pp. 689-691.


568
LA DIRf.CC IÓN DF .. -\ CL RA l.,." DIRECC iÓN DE LA CUR A 569
úni co amo en mi barco después de Di os, y por supuesto lejos IIn fe nómeno del que no es responsable, y es conocida la insisten·
de poder medir todo el efecto de mis pa labras, pero d e esto da que puso Freud en subrayar su espontaneidad en el paciente.
precisamente convertido y tratando d'e remedia rl o, dicho de otra Desd e hace a lgún tiempo, los analistas e n las revisiones des.
manera li bre siempre del momen to y del número, tanto como garradoras con que ha lagan nuestro palada r, insinuaría n de
de la elección de mis intervenciones. has ta el punto d'e que buena gana que esa in sistencia de la que duran te tanto tiempo
parece que la regla haya sido ordenada toda ell a para no estar. ~e hi cieron ba luartes, tradu ci rí a en Fre ud algun a h uida ante
bar en nada mi quehacer de ejecuta nte, a lo cua l es correla tivo el compromiso que supone la noción de si tu ació n. Como se ve,
el aspecto de "ma terial", bajo el C U :1 1 mi acción aq uí toma lo estamos al día.
que ella misma ha producido. Pero es m<Ís bien la 'exa ltación fác il d e su ges to de arrojar los
,o:,c ntimienros¡ colocados bajo el ca pítulo de su contra transferen­
cia, en el phttillo de una balanza en que la situación se equili­
5. En cuanto al manejo de la transferencia, mi li ber tad en eUa braría gracias a su pesada , la que da testimonio para nosotros
se 'encuentra por el contrario enajenada por el desdoblamiento de una d'esgracia de la conciencia correlativa de una dimisi6n
que sufre allí mi persona, y nadie ignora que es a llí donde hay a concebir la verdadera na tu ra leza de la transferencia.
que busca r el secreto del análisis. Lo cua l no impide creer a No se podría razo nar a parti r de lo que 'el analizado hace
a lgunos que han progresado gracias a esta docta afirmación: soportar de sus fantasías a la persona del anali sta , como a partir
que 'el psicoaná lisis debe ser estudiado como una situ ació n en. de lo que u n jugador ideal supu ta de las int'enciones de su ad ·
tre d os. Sin dud a se ponen condiciones que res tringe n sus movi­ versa rio . Sin duda hay también eSlrategia, pero que nadie se
mientos, pero permanece e l hecho de que la situació n así conce. enga l e con la metMora del espejo en virtud de que convi-ene
bida sirve para a rticu lar (y sin más a rtifi cio que la reed ucación a la superficie lis:J que presenta a l paciente el analista. R ostro
emocional antes citada) los princi pios de una domesticación cerrad o y labios cosidos. no tienen aquí la mi sma fi nalidad qU'e
del Yo ll amado déb il , y, por medi o de un Yo que gustosamente en e l bridge. Más bien con esto el analista se adj udica la ayuda
se considera como de fuerza para cumplir ese proyecto, porque ele lo que en ese j uego se ll ama el muerto, pero 'es para h acer
'es fu erte. Que no se la emita sin algún azoro, es casa a tes tigu ada surgir al cuarto que va a ser aquí la pareja del ana lizado, y
por arrepentimientos cu ya torpeza impresiona, tales como el cll yo ju ego el an alista va a esforzarse, por med io de sus bazas,
que precisa que no cede en cu anto a la exigencia de una "cura. e n hacerle adivinar la mano : ta l es el vínculo, digamos de abo
ción por el interi or" [22].5 Pero esto no hace sino lIl<Í.s signifi ca. negación, que impone al anali sta la pre nda de la partida en
tiv a la comproba ción de que el asentim ien to del sujeto, por su el análisis.
reco rd a torio en este pasaje, no viene sino en el s'egundo tiempo Se podría prosegu ir la metáfora deduciendo de esto su juego
de un efecto primeramente impues to. según que se colotlue "a la derecha" o "a la izqu ierda" de l pa­
Es tas desviacio nes no las mostramos por nues tro gusto, sino
r iente, es decir en pos tura de jugar antes o después del cua r lo¡
más bien para hace r de sus esco llos boyas de nu es tra ruta.
es decir de juga r a ntes o después de ést'e con el muerto.
D e hecho, todo an alista (au nque fu ese de los que así se ex. Pero lo que es seguro es que los sentimientos del analista sólo
trav(an) experimenta siempre la transferencia en e l aso mbro tienen un luga r posible en est'e juego, el del muerto; y que si se
del 'efecto menos e~perado de una rel ación en tre d os que fuese le reanima, el juego se prosigue sin que se sepa quién lo condu ce.
como las otras, Se dice que tiene que componé rselas allí ante Por eso el anal ista es menos libre 'e n su eSlra tegia que en su
táctica.
D Prome lemos a lIuestros lec tores no fatigar los m;\s en Jo que sigue eOIl
fórmulas tan sandias, q ue no tienen aquí otra utilidad verdaderamente .~ino
la de mo stra r hasta dónde ha lleg-oldo el discurso analf(ico. Nos. hemos ex..
cusad o por ello anle nuestros oyen tes ex. tranj eros q ue sin duda conlaban Va yamos mils lejos. El an alis ta es aún menos libre en aquello
(j.
con otras tantas e n su lengua, pero tal "'el no ex.actamente de la mi sma que domin a estra tegia y táctica: a saber, su po lítica, en la cual
cball/ra . haría mejor en ubi carse por su care ncia de ser que por su ser.
570
LA DIRECCiÓN DE LA CURA 571
l.A. DIRECCIÓN DE LA CURA
Para decir las cosas de o tfa manera: su accJOn sob re el pa_ Sea co mo sea, resuelve la cuestión del ser del a n alista.o Un
ciente se le escapa junto COn la ideCl que se hace d e eUa. si no equipo de egos me nos iguales' sin duda que autónomos (¿p'ero
vuelve a tomar su pun to de partida en aquello por lo cual ésta en qué estampilla de o rigen se reconocían en la suficiencia de
es posible, si no retiene la paradoja en ]0 que tiene de desmem­ su autonomía?), se ofrece a Jos norteam-ericanos para guiarlos
brado, para revisar en el principio la estructura por donde loda hacia la happiness, sin perturbar las autonomías, egoístas o no,
acción jntervlene 'en ]a realidad. que empied ra n COIl sus esferas sin conflicto el Atnen'ca n way
Para 10s psicoanalistas de hoy, esta relación con la realidad ha cia ella.
cae por su propio peso. Miden sus defecciones en el p<Jciente so­
bre el principio autoritario de los educadores de siempre. Sólo
que se encomiendan al análisis didác ti co para garantizar su 7. Resu mamos, Si el analista sólo tuviese que vérse las con reS IS·
mantenimiento en una tasa suficiente en los ana listas, respecto tencias lo pensa ría dos veces antes de ha ce r una interpretación ,
de los cuales no deja de se ntirse que, para enfrentarse a los como en efecto es su caso, pero estaría a mano d'cspués de esa
problemas de la humanidad que se dirige a ellos, sus puntos de prudencia,
vista se rán a veces un poco locales, Lo cual no ha ce sino colocar Sólo que eSa interpretación, si él la da, va a ser recibida como
el problema un escalón individual más atrás. provenie nte de la persona que la transferencia supone que es.
¿Aceptar", aprovecharse de ese error sohre la persona? La moral
y no pued'e decirse que se sienta uno tranquilizado, cu ando
del a nMisis no lo contríldice, a condición de que int'erprete ese
trazan el procedimiento del análisis en la reducción en el suj eto
efecto, a falta de lo cual el análisis se quedaría en un a sugestjón
de las d esviaciones, impu tadas a su transfere nci a y a sus resiste n.
grosera.
cias, pero ubi cadas en relación con la realidad, cua ndo se les
Posició n inneg¡lble, sólo que es como provenierHe del Otro de
oye exclamar sobre la "situación completamen te simple" que la transferencia como la palabra del analista será escuchada
ofrecería el análisis para tomar su medida. ¡Vamos!, el ed u cador aún, y s610 que la salida del sujeto fuera de l a transferencia es
es tá bien lejos de estar educado si puede juzgar tan ligerame nte pospuesta así ad infinitum.
una experiencia que sin e mbargo h a debido a travesar él mismo. Es pues gracias a lo que el sujeto atribuye de ser (de ser que
Se adivina por sem'ej ante apreciación que esos a na listas hubi e. sea en otra parte) al a nalista, co mo es posible qu e una inter·
sen dado a esa exp'eriencia otros sesgos, si hubiesen tenido que pret<l ció n regres'e al Ju ga r desde donde puede te ne r alcance
co nfiar e n su se ntido de la realidad para inventar la ellos mismos: sobre la distribución de las respuestas.
prioridad escabrosa de imaginar. Se Jo sospechan un poco. y por Pero aqllÍ, ¿quién dirá ]0 que es el analista y lo que queda al
eso Son tan quisquillosos en preservar sus formas. pi e del murO de la tarea de interpretar? Que se atreva a decirlo
Se concibe que para 'explayar un a concepción tan evidente. él mismo, si todo lo que tiene que responde rnos es que es un
mente precaria, a lg unos de ultramar hayan sentido la necesidad homh re, Que lo tenga o no sería pu'es todo el asunto: sin em­
de introducir en ella un valor estable, un patrón de la medida bargo es allí donde vuelve grupas, no sólo por la impudicia del
de lo rea l: es 'el ego autónomo. Es el conjunto que se supone or. misterio, sino porque e~e tener, es del ser de lo que se tr ata, y
g'dnizado de las funciones más dispares para prestar su apoyo del cómo. Veremos m¡'s ~lhajo que este cbmo n o es cómodo.
al se ntimiento de ¡nnatividad del sujeto. Se le considera como au. Por eso prefi'ere atenerse a su Yo, y a la realidad sobre ]a
tónomo por el hecho de que se supon" que es tá al abrigo de los cual sabe su poquito, Pero entonces )'a 10 tenem os en que si tú
confli ctos de la persona (noll-conflictual sPhere) [14] . o qu e 5i yo con su paciente. ¿Ce'lmo hacer, si están co n las uñas
fuera ? Aquí es donde :Htutam ente s'e recurre a las inteligencias
Se reconoce aqui un espejismo descalcañado que la psicología
de introspección más académica había re chazado ya Como ¡nsos. '" En f'r;}ncia, el doc trin ario del ser citado más aniba ha ido d crccJlO ,1
tenibl'e. Esa regresión es celebrada sín cm bargo como un retorn o l~~l.a ~ohlción: ~'I ~r tk'¡ p~¡co:lIlali~la es innato (eL l.a P. D. A,. J. p. 136).
al redil de la "psicología ge nera l" . 1 1.l1l C~O de p a l<lb ra,~: la palabra francesa égmu: ("iguales") se pronuncia
ig-lIal ']l 1C la palahra ego,~, TS]

oi...:::=...
573
572 LA DIRECCiÓN DE LA CU RA 1.,\ DIRECC iÓN uE LA CURA

que hay que tener en el lugar, denominado para esta ocasión la Son co nm ovedores los esfu erzos de un autor para intentar
parte sana del yo~ la que pien~a como nosotros. lor zar l<i teoría de la forma a En de encontrar en ella la metá·
L.c.N .n.p.p ., puede concluirse, lo cual nos devuelve al punto lora qu e le pe rmita 'e xpresar lo qu e 1('1 interpretación aporta d e
d e part id a, o sea a re inventa r e l análisis. I c~olu ci()n en lIna a mbi güedad inte nciona l. de cier re de un ca·
O a volverlo a h ace r : trat a ndo la transfere nóa co mo una for· l';ícter in comp leto que ~ in e mo¡¡rgo s610 se rea li z;t a posteriori [2] .
ma particul ar de la resiste ncia .
1'vIuchos 10 profesan. A ellos es a quienes h ace m os la pregunta
que da título a este capí tul o: ¿Quién es el ana lista? ¿El qne 2. Se siente qu e e~ la natura leza de un a tra n::, mutació n en e l
inter preta aprovechando la transfe ren cia? ¿El que la a nali za ' ujeto lo <.Jue aq uí se esca bulle. y Utnto m ás dolorosamente para
co mo resiste ncia? ¿O e l qu-e impone su idea de la realidad? vi pen~amienl<.J c uanto qu e le escapa desde el momento mismo
Pregunta que puede pellizcar de más cerca a aquellos a qni e­ en qu'c pa~éI a los hechos. Ningún índice basta en efecto para
nes va dirigida, por ser men os fácil de esquivar que la p regunla: H1 o~trar dónde ac tú a la interpretación, si no se adm ite rad ica l·
¿q uién habla? con la que alguno de mis discípulos les aporrea­ Illente un co n ce pto d e la funcic'm de l significan te, qu e ca pte
h a las orejas por cuen ta del paciente. Pues su respuesta de im­ dónde e l su jeto se subordi n a a él hasta e l punto de ser sobor­
pacientes: un animal d e nues tra especie, a la pregunta ca mbia­ nado por él.
d a. sería más depl orab:'emente tautológica por tener que decir: La intcrpretaci<'m, para dc::,cifrar la diacronía de las repeti­
yo. ('ionc\ inconsci entes. debc introd u cir e n la si ncro ní a d e los sig­
ASl como suen a. nifi owtes que a llí se compo nen a lgo que bruscamente haga po­
\i hl c su lr<tducc ilm - precisamen te lo que permite la función d el
Otro en la ocul l<l clú n del c{H.1igo, yu que es a prop(')sito de él
como apltre<..e su elemento Caltante .
11. ¿CUÁL ES EL LUCAR DE LA INTERPRETAC i ÓN? Esta impor tancia del signifi c<l ute e n la localización de la ver­
dad analít ica a parece e n fili g ran a desde el mome nto e n que
1. Lo que precede no da respuestas a todo lo que allí se pro­ un rllltor se ag-,Irra [irmemt:1l1e a las conexiones de la experie n­
mueve para un novicio. Pero al reunir los problem as actnalmen­ cia e n la definición dc la::, aporí as. Léase a Edward Glover, para
te agitados en torno a la dirección del análisis en cu anto que medir e l precio qu e paga por la falta de este término: cuando
esa ac tua lidad refleja sn uso presente, creemos ha ber respe tado ;t I a rti cular 10\ puntos de vista m ás pert inentes, e ncu entra la
las proporciones. irtt:e rp retaci6n por toda.\) partes. a fa lta de poder deten erla en
Que es com o decir el lugar mínimo que ocupa la int'erpreta. una parte cualqui era. y ha::,ta en la trivialidad de la receta
ción en la actualidad psi coanalí tica ; no por que se haya perdid o medica, y aGlba por decir buenamente, si n que sepa mos si se
su sentido, sino que el abord aje de ese sen tid o d.a siempre testi­ e nti e nd e él mi smo, qu e la lormaci6n del síntoma es un a inter­
monio de un azoro. No h ay autor que lo enf re nte sin procede r 1)I'c taó ú n inexacta del suj eto [1 31­
por di visió n de todos los mod os de inter ve n cio nes verhal es, qu e I, rl intc rpre taci lln a;,i conce bida se co nvierte e n una espec ie
110 so n la intrepretación: expli cacion es, grat·ifi caclones. respues­ tle flogisLO: manific.\ ta en todo lo que se comprende a tuertas o a
ta s a la demanda ...) e tc. El procedimiento se h ace revelador d e rechas. por poco que alimcn te la llama de lo imaginario, de
cuando se acerca al foco de interés. Impone qu e incluso u na ex­ c\a pura cx ltibi óún qu e, bajo el nombre de agresividad, h ace
presió n articulada p<ll'a empuj a r a l suj e to a lomar un a visi<')Il ~ tt ago:-.to de la técnica de aque l ti e mpo {I93 1. es sin duda bas­
(insight) sobre un a de sus conductas, y especialmente e ll su sig_ titllte llueVO para seguir si'endo de h oy. Cf. (13D·
nificación de resistencia, puede recibir un nombre completa­ S(') Io por vcnir ;J culmin ar en el lúe et 1lU11C de e::,le juego, la
mente diferente, co nfrontación por ej'emplo, au n cuando fu ese intcrprttaciún ~e di'itinguirá de la lectura de la signalura rcrwn
la del sujeto co n su propio decir, si n merecer e l d e interpreta­ en la qu e .Il1n g ri v;dil:a (Oll Bo·c hme . Seguirl e por al lí iría mu y
ción, por sólo se r un dec ir escla recedor. poco en la direrri c', n de l ser de nuestros a nalistas,

~
574 LA DIJI.I;;CC I ÓN DE LA CU RA 575
LA DIRECCiÓN DE. LA CURA

Pero ser en la hora de Freud es cosa de un a tablatura muy 4. Nos ah orrarem os el dar las reglas de la inter pre tac ión . No es
diferente, para lo cual no es superfluo sa ber desmontar su re­ q ue no pueda n ser formulad as, pero sus fórmulas su ponen desa­
lojería. rro ll os qu e no podem os co nsiderar como conocidos, a falta de
poder condensarl os aq u L
Limitémonos a o bs'e rvar que al leer los come ntarios cl ásicos
.3 . N ues tra doctrina de l signifi can te es en p rimer lugar discipli­ sob re la inlerpretación, se lame nta siempre e l ver cuán poco
na en la que se aveza n aquellos a quienes formam os en los provecho se sa he sacar de los datos mi smos que se propone n.
modos d-e efecto del significa nte en e l ad ve nimiento de l signi fi . Para dar un ejemplo, cada q uién da tes Limoni o a su manera
cado, única via para conce bir que inscribiéndose en ell a la inter­ de qu e para confirmar lo bien fund ado de una inter pretac ión
preta ción pueda prod ucir algo nue vo. 10 q ue cuenla no es b co nvi cción que acarrea, pu es to que se
Pues no se funda en ningun a asun ción de los arqu et ipos divi. reconocerá mi-lS bi en su cri teri o en el material que iréÍ surgien d o
nos. sino en e l hecho de que el inconsci'ente ti ene la es tructu ra tras ell a.
radical del lenguaje. q ue en él un ma teria l opera según un as Pero la superstición psicologizante es tan poderosa en los
leyes qu e son [as qu e desc ubre 'el est udi o de las lenguas p osi­ espíritus, qu e si em pre se soli citará el fenómeno en e l sentid o de
ti vas, de las lenguas que son o fu eron efec tivamente h abl adas. un ase nLimiento de l su jeto, omitiendo compl elam'enl e lo qu e re­
La metáfora del f1ogÚ¡to que nos inspiraba Glover h ace un sulta de las expresio nes de Freu d sobre la Ve)lIcitumg como
momento re cibe su adec uac ión del error que evoca: la signifi~ forma de conCesión, sobre la cual Jo me nos que pU'ede decirse es
cación no em ana de la vida en mayor medida que el flogisto se que no se la podría hacer equi v<.I ler a un pa n como un as hostias.
esca pa de los cuerpos en la combustión. Antes bien hab ría qu e Así es co mo la teorb tra du ce la ma nera en qu e la resis tencia
hablar de ella como de la combinación de la vida con el áto mo es engendrada en la prac tica. Es tamh ién lo qu e qu eremos dar
cero del signo,! del signo en cuanto q ue en primer lugar con no­ a entender cuand o decimos que no hay o Lra resistencia a l a ná­
ta la presencia o la ausen cia, aportando esencialmente el y que lisis sino la del ana lista mismo.
las liga, puesto que connotando la presencia o la ause ncia, ins­
tit uye la presencia sob re fondo de a usenci a, como constitu ye la
ausencia en la presencia. 5. Lo grave es qu e con los autores de hoy, la secuencia de los
Debe record a rse qu e con la seguridad de su avan ce en su efectos ana líLicos parece tomada al revés. La inlerpretaci() n , de
dominio, Freud, buscand o -el modelo del au tomatismo de repe~ segui r sus expresio nes, no sería sin o un a chochez con relación
ti ción. se detiene -en la e ncru cijada de un juego de ocu ltac ión y a la apert ura de una rebción más amplia d onde por fin nos
de una escansión alterna ti va de dos fonemas, cu ya conjugación compre nde mos ("por el interi or", :,in dud a) .
en un ni ño le llama la a te nció n. La interpre tac ión se convierte aquí en una exigencia de la
Es que efectiva meotl! aparece a llí al mismo tiempo e l valo r debilid ad él la cual ten emos que venir en ayud a. Esto tamhién
del o bje to en cua nto insig nifica nte (l o que el niño h ace a p are~ es a lgo bien difícil de hacerle tr aga r si n que lo devuelva. Es
cer y desaparecer), y el canícter accesorio de la perfección fonéti ca las dos cosas a la vez, es decir un med io bie n in cómod o.
jun to a la distjnció n fon'em<ítica, con respecto a la cual nadie Pero éste es solame nte el efec to de las pasio nes del analis ta: su
nega ría a Freud el derech o de tradu cirla inmediatamen le por temor que n o es del error, si no de la ign oran cia, su g U'i lO qu e
los FOTI' Da ' del alemán hablado por él cuando adnlLo [9J. no 'es de sa Lisfacer, sino de no de ce pcionar, su necesid ad qu e
Punto de inse mi nación de un orden simhólico que preexiste al no es de gobe rnar, sino de estar por e ncima. No se trala en
sujeto in fan til y s'egún el cual le va a se r preciso es tru cturarse. modo a lg uno de la con tratransfcrencia en tal o cual: se trata
de las consecuencias de la relac ión dual. si el terap'euta no la
80, que más qu e ser voca lizada co mo la letra simbólica del ox(g-cno, ('va. su pera, y ¿cóm o la superaría si hace de ella el ideal de su acció n?
cada por la metáforJ. prosegu ida , puede leerse: cero, en cua mo que esa cifra Pl'im,wm viveTe si n duda; h ••y que eviutr la r UpllI T'a. Que se
.'iimboliza la fun ció n esencial del lugar en la es truc tura del .s ignificante. cl as ifique bajo el no mbre de técnica la ci vilidad pueril y h o nes~

~
577
576 1.,\ IHK I ,C(:lÚN 01-; I,A CUlt.\ OIRECCIÓN DE LA CUitA
l.A

ta para e n ~e ila r ("0 11 e!>le fin , pa~e, Pero que ~e co nfund él esa en los caSOS de que nos ha hecho paníci pes. Y por eso son tan
necesidad Ihica . de la pre~c n cia de l paciente e n la cita . co n la preciosos.
re lación analllica , e~ e llg:;:l Jlarse y así se ex trav ía <d Ilov ió o por Po rque é l reco noClO e n seguida que é~e e ra e l pri ncip io de su
mu cho ti e mpo, poder , en lo cua l no se distinguía de la suges ti ón, pero también
qu e ese poder no le d a ba la salida d e l proble ma s:no a condi ción
d'e no utilizarlo, pu es era entonces cua ndo tomaba tOdo su d e­
6. La transfe re ncia en esa perspectiva se conv iene e n la ~eguri. sarrollo d e lra ns[erencia .
(bd del anal ista, y la re lación con lo real , e n e l te rre n o d o nd e A partir d e ese momento ya no es a l que está. en su proximi .
se d ecide e l combél te. La illtcrpretaciún qu e h a sido pO'\ IHI(~S l;'1 dad. a qui en se diri)?e, ) és ta e~ la ra zó n d e qu e le ni eg ue la 'en­
h a~ta la co nso lidació n de la tram,ferenlia ~e h ace dC.'lde e...,c m o· trev ista ca ra a ca ra .
nre nl o subordinad a a la red ucóún d e ést,l, La inte rpr ewció n en Freud es tan osada que, habi éndola vul­
R es ulta d e e llo que se reabsor he en un w()rh ing Ihnmgh , qu e gari zad o, no reconocemos ya su alcance de m á nti ca . C ua nd o
se pued e muy bien tradll<.:ir simplemente por traba jo d e la lraIl 'i­ d'e nunci a una te nd e ncia, lo que é l llama Trieb, una cm" muy
fe re nciél. q ue sirve de coartada a una e~pec ie d e de-,qllile sohre difere nte de un inst into, el frescor de l desc ubrimie nto u os en­
la tim id e/. inici al, es de cir a una in ~iste n cia que ,Ib rt la puerta m asca ra lo que la Trieb impli ca en sí d e un advenimiento de
a todos l o~ rorcejeos. pnes tos hajo el Pélhe ll6n de l rdo rzamie n to significa nte. Pero cmln uo Freud tra e a lu z lo qu e no puede
d e l Yo [2 1-22]_ llamarse de otro modo que las líneas del destino d el suj e to. e!)
so bre la [igura de T iresias sobre la que n os inte rroga mos ,Jnle
la ambigüedad en q U'e opera su veredicto.
7. Pe ro ¿se h a observado acaso, al criticar el procedimielllo de Pues esas lineas ad ivinadas con cie rnen tall poro .11 Yo de l
Frelld, tal como !>e prese nta p or ejemplo e n e l h o mbre de b s suje to, y a todo lo que puede pre::.enlifica r lúc el nltnc e n la
ra las, yue lo que nos aso mbra como un ¡JdOCl rinam ie nto p revio re lac ión dua l, que es cayen do cJ'crechito, en el caso del hombre
consiste simp le mente e n qu'e procede exactamente <:: n e l orden d e las ra Las, sobre e l pacto que presidi e'> a l matr imonio d e su s
inverso? A saber, qu e e mpieza por introdu ci r a l p<lcie nte <l un a padres. sobre lo que ~ucedió por lo tanto mu ch o antes de su
primera u biraci6rt de ~u posició n en lo real, aU llqu <:: e ll o hul)i ese u .acimiento, co m o Freud vuelve a 'encontrar esas co ndiciones
de a rrastrar un a preci pitac ión, no te nga mos mi ed o d e d ec ir un a m e7.c1adas: d e ho nor s;d vauo por un pelo, de t n llció n se ntlUl eu·
siste mati zaci6 n , d.e los síntomas [8]. tal, de compromi::.o socia l y d e deuda prescrita, d e las cua les e l
Otro ej empl o Tl o ta ble: cuando obliga a Dora a (:u mprobar g ra n libre to com p ul sivo que e mpuj ó al p acie nte a ir h ac ia él
qu e ese gran d esorden del mund o de su p;¡dre, cuyos perjui cio!'l parece ser la ca lca crip logrMi ca - y viene all í a m otivar fin al­
son el objeto de su rec! ;:u nac ión, ell a mi snm ha Ifech o m;ís que mente los ca ltejones sin ~a lid " en los que se eXl ravía n su vidil
participar en él, q u e se había convert id o e n ~u e ngra lla je y yue mo rill y su deseo.
no hu b iera pod ido p ro:'ieguirse sin su ("OI11placc IH'i" (7). Pero lo m{¡s (uerce es que el accesO a ese m ater ial sólo h.l sido
He !;uhrayad o d esde hace mu cho tiempo el procedimienlo he· a hi erto por un a interpre tació n en que Fre ud pre~ umi ó un a
geli<lno de esa in ver~ión de las posi<;io llcs fie l " alllla h ell a" e n prohihi ció n q ue el padre del homb re de ~as ratas h a bría e::. ta ·
cll a nto a 1<1 re~ll¡d ; ld él la qu e acusa. No ~e tr<lt a d e adaptarla blecido sobre la legitimación del amor sublim'c a l yu e M! co n·
<l e lla, sino de moslrarle que 'Cst;t dema . . iado hien i ld... ptarla , pll l'~­ sag ra , para ex pli ca r la ma rca de imposibl e co n que, ha jo todos
to qu e co ncurre ~l su fabricaci6n . sus mod os, e~e Jazo pare<:e marcado para él. Interpretación de
Pe ro aq u í se detiene <:: 1 ca mino que hay qu e recorrer con el la cu ,ll 10 m enos que puede decir5'e es que es inexac ta, p ues to
otro. Po rque ya la tran...,ferenci 'l ha Irecho su oura , 1l10s Ln lndo que es d es me ntid<l por la rea lidad que presum e, pe ro que ~i n
que se t n lla de un a cosa lIIu y di ferente d e las re!a(" io llcs deL Yo crul)argo es verdadera en e l he cho de que Freud da prueha en e ll a
con e l mundo. d e un a intuici ú n 'e n la qlte ad e la nta lo que hem o~ ¡.q>ort<l d o ~obre
Freud no parece sie mpre ~ itllarse lHu y hie n ~o ur e es te punto, la fun ci6n de l Otro e n la neurosis ob~e s iva, demostrando que
578 LA. DIRECCIÓN DE LA CU~A 579
LA nUlECc l 6N DE LA CUR.A

esa fun ción en la neurosis obS'esiva se av iene a se r Jlenada por sido escogido e n un all tor de ca lidad y esp ecialme nte s·e nsible,
un mue rto, y que en ese Caso n o podría serl o m ejor que por el por su prosapi", a la dime nsió n d e la interpre tac ió n , Se trata
pad re, en la medida en que, mueno efec tivam'ente. ha alcanzado de Ernsl Kr is y de un caso que é l mismo no n os oculta h a ber
la posi ci(m, que Frel1d re con oció como la del Padre a bsoluto. torn ado de M elitta Schmideberg [15].
Se tr ata de un sujet o inhibido en su vida intelectual y espe­
cialmente inepto pa ra ll egar a alguna publi cación de sus inve~­
8. Que los que nos leen y los que sigile n nu es tra ense ñan za n os ti gaciones. es to en razón d e un impulso" plagiar de l cual p¡uece
perdon e n sj v uelve n a encontrar aquf ejemplos co n Jos qu e les no poder ser du eño. Tal es el d ra ma subj e ti vo.
he ma cha G,do un poco las o rejas. Melina Schmide berg lo había comprendido co mo la recurren­
No c!! só lo porque no p u'cdo sacar él luz mis prop ios an álisis cia de una delincuencia infantll; el suj e to robaba golosinas y
p ara demostrar el plano donde tiene su al can ce la interpreta­ libros, y fue por e!)e sesgo por donde ella emprendió e l análisis
dón, cu and o la interpretación, mostníndose coexlensiva de l a del conflicto inconsciente.
historia , n o puede ser com un icada e n el med io comun icante en E rnst Kri s se atribuye 'el mérito d e retom ar el caso según 11n a
e l que tiene n lugar muchos de nu estros a n álisis, sin ri esgo de inter pretación m ás me tódica, la que procede de la superfi cie a
descubrir el anonimalo del caso. Pues he lograd o e n lal ocasibn la profundidad, dice él. Que la po nga b ajo el pa tron azgo de la
dec ir bastante sin d ecir demasiado, o sea dar a e nte nd er mi psicología del ego según Hanmann, de quien Cl~ee deberse h ace r
ejempJo, sin que nadie, aparte de! interesado, Jo reconozca, partidar io, es cosa accesor ia para apreciar lo qu e va a suceder.
Tampoco es que yo considere al hombre de las ratas como un Ern st Kris cambia la perspectiva del caso y pretende dar al
caso que Freud h ay a curado, pues si a ñadies'e qu e n o creo que e l suj e to el insight de un nlJ'eVO pu nt o de partida desde u n hecho
a n ~í li sis tcng¡l nada que ver en la conclusión trágica de su his­ qu e no es sin o una repetición de su compulsión, pero en el qu e
to ria por su mu e rte e n el campo de batalla, ¿qué no ofrecería Kri s muy loab leme nte no se contenta con los decires del paci'en.
para que los qu e pie nsan mal lo pueda n h onni,,?9 te , Y cuando és te pretende haber to mado a pesar su yo las ideas
Digo que es e n un a direcció n de la cura que se ord e na, c:omo d e un trabaj o que acaba de terminar 'e n una obra que, vuelta
acabo de demostrar lo. segú n un proceso que va de la re ctifi ca_ a su memoria, le permitió coteja rl o a pos teriori , va a las piezas
ción ele las rel acio n es del sujeto con lo real, h asta el desarrollo probatorias y descubre que nada hay allí aparen temente que
de la tríl.ns(erenci a, y luego a la interpretación, donde se sitúa rebas e 10 que impli ca la comun idad del campo de las investi ­
el horizonle en el que se entregaron a Freud los descubrimien­
gaciones, En suma, h abi éndose asegurado de que su p acie nte
tos fundam ent ales. sobre los cu ales vivimos tod av ía 'en lo refe­
n o es plagiario cu ando cree serio. prelende demoslrarle que
rente il !él din <i m ica y a la eStructura de la ne urosis obsesiva.
Nada más, pero también nad a menos. quiere se rl o para impedirse a sí mismo serl o de ve ras - lo que
lla man analizar la d efe nsa a ntes de la pulsió n, que aqní se ma­
Queda p lanleada a hora la c uesti6n de saber si no es por 1Il­
nifiesta e n la atracci ón h acia las ideas de los otros.
venir eS'e orde n por l o que h e mos perdido ese horizonte.
Esta intervención pu'ede presumirse errónea por el solo he cho
de qu e sup o ne que defensa y pulsión so n concéntri c3S y están,
por decirlo así, moldeadas la una sobre la otra,
9. Lo que puede decirse es qu e las vias nuevas e n las que se ha
Lo que compru'e ha que lo es efectivamente, es aqu ello en lo
pre tendid o lega li zar la ma rch a abierta por e l descubridor d a n
qu e Kri s la e n cuentra co nfirmada, a sabe r : que en el momen to
prueba de una co nfusión e n los té rmin os tal, qu e se necesi ta la
si ngu lar id ad para re ve larl a. Volveremos a tomar pues un ejem. en qu e cree pode r preguntar a l enfe rmo lo que piensa d el saco
así vo trea do, és te, soña nd o un insta nle, le re pli ca que desde ha ce
pIo qn e h a contrib uid o ya a nuestra enseüan za; por supuesto, h a
algún tiempo, al salir de la sesión, ronda por una ca lle que
o [Rech:nar con despreciD, Altll.ión a la divisa ele la Orden de La Jarrc­ abund a en restanrancitos a tra ctiv os, p ara a tisbar en los menús
(era : " Aonoi soit qtd mal y penser' (¡ Mal h:.t p quien pic n ~c mal!) ,,\51 el anuncio de su plato favorito: sesos frescos,
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Li80 LA DIRECCIÓN DE LA CU RA ).A DlKJ-:CC IÚN 111': 1.,\ CU R'"

Confes ic'> n que, mAs bie n que dig na d e co nsid erarse co mo la pérti ga ('on su fanta sía de co mes tibl e: para {larIe la oca sión
sa nció n de la feli ci da d de la intervención por e l material que de ade!anw rse en un cuarto de h ora a la nosología de su é poca
apona, n o!) parece tener el valor correc ti vo de l acting out, e n e l d iag n os ti ca nd o: ll n o rex ia me nwl. Refresca rá usted d'e pasada.
informe mi smo <-Jue da d e e ll a_ devolvi é ndolo a su se ntid o propio, e:>e par de términos reduc i­
E~a m OSW7<l d espués de ce n a r que e l paciente respira, me
dos por su e mpleo corr iente a la dudo sa c-didad ele una indi­
pa rece que di ce m ¡lS bien al a nfitri 6fl que faltó durante la ce na, ca ció n e ti olúgica,
Po r mu y co mpul sivo qu e sea pa ra olfatea rltt , se trat~ de un A Tl o rex ia , e n es te caso, e n cu a n to a lo m e nta l, e n cu a n to a l
hint ; síntoma tra nsitorio sin duda , adv i'erte a l a na li sta : erró d eseo del ql1e v ive la ül ea , y esto nos lleva a l e scorbuto qu e reina
u sted e l b lanco, en la balsa en l a qu e lo e mbarco co n las vírgenes fla cas,
Yerra u sted e l bla nco e n efe cto, proseg uiré yo, diri g iénd o me Su J~eCh a7,o simbó li cam e nte motivad o me parece te ne r lIlu ch a
a la m e mori(1 de Ernst Kri s, tal co m o la be con se r vado de l Con­ relación co n la flversión del pa ciente re specto de l o qlle cnv ila,
greso tI e ]'vJilrienhacl, del <-¡u e m'e des pedí desp u és d e mi co muni­ T ene r ideas, ya para H I pa p,i , n os lo dice u sted, n o era cosa
cació n ...o bre el estadio d el espejo, preocupado co mo es taba d e [;.iciJ. ¿N o se ría que e l ah uc Io, qu e :>'e había ilustr<ld o e n e~e
ir él hu smea r la actualidad, una actua lidad ca rgada ele prome­ t.erreno, le habría a sq ueado de e llo? ¿C()OlO sa h erlo? Sin duda
saS, en la O lim p iada de Be rlín, Me objetó amablemente, en fran­ tiene usted ra:dm a l hacer del sign ificante "gnmde". inclu ido
cés: "r.a nt' .re fail pas ,''',IO ga na do ya por esa tenden cia a lo res­ en el térm ill o de pare ntesco [¡!rtlnd-ph'e ("a bue lo") 1 e l orige n .
petable que es ta l vez la <-Jue da aquí ese sesgo a su ac titud , sin m ,ís. d e la ri va li d ad e ie rc ida (re nte (1 1 padre por e l pescado
¿Es eso lo qu e le ex tra vía, Ernst Kris, o sólo que sus inte n cio­ nl<Ís grande obtenido en la pe~ca , Pero es te challt'nge de pura
Iles se<1n rec tas?; pues su juicio lo es también sin duda a lguna, formtt me sugi'e re m ;'ls b ie n que qu iera d ecir: n ada qu e freí r,
pero las cosas, por su parte, son cbica na, Nad.l pues en coml1n e ntre ~ u procesillll . qu e di ce ti pa rtir d e
No es qu e su pacie nte no robe lo qu e importa <l<-juí. Es <-jue la supe rf icie. y la rec tifi cació n subjet iva , puesta en primer pl é1no
11 0, " Quilemo~ e l " no" : es que roba nada. Y 'eso es lo qu e 111.'ts arriba en el J1l~todo de Freud do nd'e por otfa p arte n o se
habría que haberle hecho en tender, m o tiv a por nin g un a prio ridad tópica.
Muy ti la inve rsa de lo que usted cree, n o es su de fe n sa contr¡.¡ E~ ta mb ién que es ta rec tifi cac ió n en Freud es dia lécti ca , y
la id-ea de ro ba r lo q ue le h ace cree r qu e roba, Es de qu e pueda parte ele los decires de l suj e to para regre sa r a ellos, lo cu a l qui e re
te ner un a id ea propia, de lo qu e no tíen e ni la m e n o r idea, o de cir qu'c un a inte rpreta ción n o podría se r exaCHl si no a condi ­
apenas, -c ión d e ser " , un a inte rpre taci ó n,
Inútil pues ade ntrarlo en ese pro ce~o de dar a cada quien su To m a r partido aq uí 'en cuanto él lo obj e tiv o es un ab uso, aun·
parte, en 'e l q ue Di os mismo se p erdería, de lo que su colega le que só lo fue se porque e l plagia ri smo es rdativo a las cos tum­
escamo tea de más o men os original cu a ndo discute co n é l e l hres e n U SO , I t
pedazo d e toó n o_ P ero la idea de qu e l a superfi cie es e l niv el de lo superficia l
Esa ga n a d e sesos frescos, ¿no pued e refrescarle su s pro pios --es a su vez peligrosa,
Otra to p ología es necesa ri<l para n o equi voca rse e n c uanto
co n ce ptos, y recordarl'e en los trabajos de Roman Jak obson la
funci 6 n de la metonimia?, regresa remos so bre esto d entro d e un a l luga r del deseo.
ratO, B o rrar al deseo del mapa, cu¡.¡nc1o ya está re cubie rto e n el
H ab la usted de MeJitta Schmide berg como si hubiese confun· 1.1 Ejemplo aq uí : e n los Es1adO'> Un idos dO llde Kr is fu e a pa ra r, publica­
dido la delincuencia con 'el Ello, Yo no es toy tan seguro y, si eón cq uivale a l¡lUl o. y u na <; Ilseliallza como la mia lendrfa que lomar
he de re fe rirm e a l art ÍCul o donde ci ta ese c.-"1S0 , la formula ció n sus garantías d e prioridad cada sc ma na co ntra el s-<lq ueo tiel que no dejarl a
-de sr" oca sión, En Francia, es bajo un !nodo dc in(iltración como mis ídea~
d e su títul o me sugiere un a metáfora. pellc\,'an e n un gru po, dond e se obedece a la:: órdenes qu e probibe n mi
Trata u sted a l pac ie nte como a un obsesivo, pero é l loe ti e nd e -cu::c::ñanzlI , Siendo allí maldil a:;, las ideas no pueden :;r!'vi r sino de adorno
para alguno\ danclys. f\ o im por ta: el vacío que hace u resona!'. se me d Ie
lO (,, ¡I!.so no !le ha.cd " A S] -o no se me cite, hace cscuchar allí otra voz,
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582 LA DlR,ECCIÓN DE. LA CU P.A LA OIRf.CC¡Ó", DE L.A CURA

paisaje del paciente. no es la mejor continuación que se puede do su movilidad es a travesa.da por las fantasías que implican
dar a la lección de Freud. abi'e rtamente la figura del a nalista?
Ni el medio de terminar con la prof undidad, pues es en la La razÓn de estas osc urid ades persistentes fue formulada en
superficie donde se ve com o un herpes 'en los días de fiesta flo­ un estudio exce pcion;JI por su pers picacia: en cada una de las
re cie ndo el rostro. etapas en que se intentó revisa r los probl'emas de la tra nsferen­
cia, las divergenci as té cni cas que mo tivaban su urge ncia no de­
jaro n lugar a una crílica verdadera de su noción [20].

111. ¿CUÁL ES LA SITUACIÓN ACTUAL DE LA TRANSFERE NCIA ?


2. Es una noción tan ce ntra l pa ra la acción analítica que que­
1. Es al tra bajo d e nuestro colega D aniel Lagache al que hay que remos alcanzar aqu í. que pued'C servir de medida para la par~
re currir para tener una historia 'exacta de los trabajos que, a l­ cia lidad de las teorías que (onsagr an algún ti empo a pensa rl a.
rededor de Freud prosiguiendo su obra y d esde que nos la legó. Es decir que no se cngañ <l rJ quien juzgue según el manejo de
han sido consagrados a la transfe rencia, descubierta por él. El la tran sferencia qu·e és tas aca rre an. Este pragm<ltlsmO es tá justi­
objeto de este trabajo va mucho más allá, a po rtando 'en la fun­ ficado. Pue~ este man ejo de la transferencia es inse pa rable de su
ción del fenómeno las distin ciones de estructura, esencia les para n oción, y por poco ehlborada qu e sea ésta en la pdctica, no pue­
su crítica. Baste recordar aquí la altern a ti va ta n pertinente que de dejar d'C acomodarse él las parcialidades de la teoria.
planeea. e n cuanto a su naturaleza última, entre necesidad de Por otra parte , la exis tencia simultánea de estas parcialida­
repeti ció n y repetición de la necesidad , des no por ello {as ha ce completarse. En lo cual se con firm a
Semejante trabajo, si creemos haber sa bido saca r en nuestra qu e su fren de un defec to ce ntral.
enseñanza las consecuencias que implica, pon'€: bie n e n eviden­ Para tra'er ya un poco de ord en aq uí, reduciremos a tres esas
cia, por el ordenamiento que introduce, hasta qu é punto a me· parti cularidades de la leorí~l. ;J unqu e debiésemos así sacrifi carnos
nudo so n parcia les Jos aspectos en que se concentran los deb a­ noso tros mismos él alguna idea precon cebida. menoS grave por
tes, y sobre todo has ta qué punto 'el empleo ordinario del ténni­ ser ~o lamente de exposicitm.
no , en el análisis mismo, sigue siendo adherente a la manera
m¡.í s discutible, aunque la más vulgar. de abord<lrlo: hacer de él
3. Conectaremos el gelretismo, en la medida en que tiende él
la sucesiÓn o la suma d e los sentimientos positivos o negativos
fundar los fenóm eno~ analíticos en los momentos del desarrollo
qu'e el paciente abriga co n respe cto a su ana lista, in te resados en ellos 'Y a alimentarse de la observación llamada·
P ara medir la situación en que nos enco ntramos en nuestra directa del niño, co n una té(n\(a particular: la qu'C dirige lo
comunidad científica, puede decirse que no se han he cho ni la esencia l de ese procedimi ento hacin el a náli ~is d e las defensas,
luz ni e l consenso sob re los puntos sigui entes d onde sin 'embargo Esta conexió n es hisl<'lrica mente manifiesta . Puede incluso
parecerían exigibles: ¿es el mismo erecto d e la l-e lación con el decirse qu e n o e~t<i fund ada de ninguna olra manera, puesto que
analista el que se manifi'es ta en el enamoramiento primario obser­ es ta co ne xión no e~ t:l comtitu ida ~ ino por e l fr;Jca ~o de la ~oli­
vado al principio del tr;Jtamiento y en la trama de satis[accio_ daridad que ~lI p o n e .
nes que hél ce difícil de romper esa relación, cuando la neurosis Puede mostrar:,e ~u punto d e partida en el crédito legítill10
de transferencia parece rebasar los medios propiamente analí­ dado a la noción de un Yo incon~ciente en el que Freud reorien­
ticos? ¿Sigue siendo co n seguridad }(l relación con el ana lista 'Y tó su doctriml. Pasar de ahí a la hipótesis de que los meca nis­
su frustración fundamental la que, en el peri odo segundo d el mos de defensa que !)e agrupaban bajo su funóón debían poder
a nálisis, sostiene la escansión: frustración, agresión, regresión, d e latar 'ellos mismos una ley de aparición comparable, o incluso
en la que se insc ribirían los erectos m<Ís fecundos del a nál isis? correspondiente, a la ~uces i ó n de las [ases por la cual Freud
¿Cómo debe con ceb irse la subordinación de los fenómenos, cuan­ ha hía intentado unir la emergencia [mIsion al a la fi ,~ iología. es
~ 8!i
584 LA DIR1'.CC IfJN ni; U . CU I'. A (. 0\ I>l R~ C(; J('>N DE 1,1\ CU itA

el p aso qu e Anna Freud, en su libro sobre L os meca.n ismos de E:, ta mos más interesad o:, en ind icar su nexo con la parciaHdad
defem;a) pro pon e da r par a so me terl o ¡¡ i<I prueba de la ex pe­ del aspecto que Abraham d es prende de la tra nsferencia para
ri encia . promoverl o en :,u opacidad com o la capacidad de amar: o sea
Pod ría h aber sido ésta la ocasión de un a critica fec und a de las como si fu ese é~ te un da to constitu ciona l en el en[elmo dond e
relaciones del desarrollo con las estr uctu ras, mn n ifiestam ente p uede leer:,e el grado de ') u curabi lida d, y especialmente el ú ni co
m{\s compl ej as, qu e Freud introdu ce en la psicol ogí<1. Pero la donde fraca saría e l trataOlie llLO de la psicosis.
o peració n se desliz() h acia ab ajo, hasta tal punto era tentador Te nemos aqu í en efecto d os ec uacl Olres. La tra nsfere nci¡-\ ca li ­
tr a ta r de insertar en las e tap as obse rv:1b les del de.'ia rro Ho sen­ [i cad ~l de sexual (Se,x'ILaliibe'rtwp,ung) está en el prin cipi o de l
!)OI·io· mOLo r y de b s ca pacidad es progresivas de un com po n <1­ amo r q ue ha sido ll amad o obje tal (e n alem án : Ob jehtliebe) . La
mien to inteli gen te esos meca nismos qU'e se sup o nía se des pren ­ G'pacidad de transferencia mide el acceso a lo real. No se podrí a
d ían de su p rogreso. subraya r de masiado lo q ue hay aqu í de petición de principio.
Puede decjrse que las es peranzas ql} c Anna Freud colocaba A la in ve rsa de los presupues tos del genelismo, que pretende

en semejan te ex p lo rac ión fueron fr ustradas : nad a se reveló en fund arse sobre un orden de las emergencias formal es en el su­

esa vía qu e fuese escl arecedo r para la técni ca, si bie n los detalles jeto. la perspecti va aurahamiana se explica en un a [inalidad qu e

que un a o bservacib n del niiío iluminada po r el an¡ilisis permi tió, se au toriza. por se r instintual , en qu e toma sus imágenes de la

so n a veces muy suges tivos. maduración de un obje to inefa ble, el Objeto con una O mayús­

La noción de pa llern, ql1 e viene a fun cionar aq uí com o coar­ ( ul a que go bierna la fase d e la objetali dad (significativamente

tada de la tipología p uesta en jaqu e, pa trocina un a técnica qu e, di stinguiua de ]a obj etividad po r su sustan cia de a[ecto) .

persigui endo la loca lizac ü'lTI de un paltern inactu a l, se inclina Esta concepción 'ec toplJ.smi ca del obj e t.o mues tr a pron to sus
Hcilmente a juzga r sobre su a partamiento d.e un pa llern qu e peli gros d egra(Und o~e en la di cotomía grosera que se formul a
encuentra 'en su confo r m ismo las garantías de su con formidad. oponiend o el car;'¡cter p rege n ital a l caníc ter ge ni ta l.
N o se evoca rán sin verg üen za los criteríos de éx ito en los qu e Esta te m ~íti ca primnri a ~e de!o.arro lla sum ari a mente a tribu yen.
desemboca ese tr abaj o postizo: el paso al escal ó n sup eri or ele do al carác ter pregen ital los rasgos acum ul ados del irrealismo
salari o, la saliela de em'e rge ncia de la aventura CO il la secre taria, proyeclivo, del :lutismo más o menos dosificad o. de la restri cción
regul ando el escape d e fu erzas es tr ic tamente some tid as en el de las satisfa cciones por la defensa. del condicionarni'e nlo del
con ju ngo¡ la profesión y la comunida d po lítica, no nos parece n objeto por un a islamie nto d oblemente protector en cuanto a los
de un a di gnidad ta l co mo para req uerir la ap'elación, articul Ol.da dec los de destr ucóón qu e lo con notan, o !iea un a amalgama de
en el Planning del analis ta, o incluso e n su interpretac ió n. a la todos los defeclOs de la re la ción de obj eto pa ra moslrar los mo­
Disco rdia de los instintos de vida y de muerte, aunque decorase t ivo:, lle la dependenc ia ex tremi\ q ue resulta de ello para el
sus expresiones con 'el ca li ficativo pre te nsioso de "eco nó mico", suj e to, Cuadro qu e sería útil a pe~a r de su vo luntaria ac titud
pa ra proseguirlo, en contra d icción com ple ta con el pe nsam ien to de confusió n, si no parec ies'e hec ho para servir de negativo a
de Fre ud , como el juego de un pa r de luerzas homó logas en la nove la rosa de l " paso de la fo rm a pregenital a la forma ge ni.
su o posición. ta l", dond e !:l S pu lsiones "no toman ya ese canícter de necesida d
de posesió n incoerci bl'C, ilimiw<.la, incondi cio nOl. I, qu e supone
un a:i pecto d es tructivo. Son verdadera menle tiernas, aman tes. y
4. Me nos degradada por su reli'e ve ana líti co nos parece la se · si d ~ujeto no po r e llo se muestra obla ti vo, es deci r desinte re.
g und a face ta en qu e aparece lo qu e Se hu rta de la transfere ncia: ~,ado. y si e... o:-; obj etos" (a quí el n UtQr se acuerda de mis obser·
a sa ber el eje tomado de la relación de ohj'eto. .. v;lcio m:s) "son ta n radica lmen te ob.i e to~ na rci sistas colllO 'en el
Es ta teoria, p or m uy bajo qu e haya ca íd o últi ma mente en r<l '\ O p reced en le, e~ ilquí capaz de compren5iejn , de adap tilción
Francia , ti ene como el gene tism o su o r igen noble. F ue Abraham <t I Olro, Por lo dcm:ís. la estru ctura íntim a de esas relacio nes
<lu i'e n ab ri c) su registro, y la no ción de obj e to p ~ r cia l es su con· obj et¡¡ !es !TItfes tr<t qu e la pttr ti cipaci6n de l objeto en su prop io
tribu ció n o ri ginal. N o es éste el luga r de demostrar su valo r. pl are r para sí e~ indi spensable pCl ra la feli cídad de l suje to. L"s
586
LA DI Re CCiÓN DE LA CURA I.A DlRECC I6N DE I.A CU itA 587
con ve niencias, los deseos, las necesidades d el objeto (¡ qu é en­ plicar las barreras y los rebajamientos (Ern iedrigungen). qu e
salada l) 12 son LOrna<.1os e n cu'e nLa has ta e l má s a lt o g ra<..lo". son los l)1ás ba n ales en la vida a morosa, aunq u'e fuese la más
Esto sin emba rgo no impide que "el Yo tiene aquí una es ta­ plena ?
bilidad que no corre el riesgo d e qued ar comprometida por la ¿Nos toca rá a n Oso tros camuflar de cordero rizado d el Buen
pérdida d e un Objeto signifi ca li vo. Perm anece independiente Pas tor a Eros el Dios negro?
de sus objetos". La suhl imación ~ in duda opera en esa o blació n que irradia
"Su orga ni7.3 Ción es tal, que el modo de pensamiento que u ti. del am or, pero empeñémonos en ir un poco más lejos e n la -es­
liza es esencialmente lógico. No pres:enta es pontáneame nte re­ tructura de lo sublime y no lo co nfundamos, cosa contra la cual
gresión a LIn modo de aprelrensi ón de la rea lidad que sea a rcaico, en todo ca~o Freud se inscribe, co n el orgasmo perfecto.
el pensamiento afectivo, la cree ncia m;ígica no desempeñan en Lo peor es qu e las a lmas qu e d'e ~ bord a n en la ternura m{ls
é l sino un papel absoluta mente secu ndario, la simboliza ción no natural llega n a pregunta rse si sa tisfa ce n el n or mal islTlo deli­
va en ex tensión y en importancia m ás allá de lo qu e es en la rante d e la relacic) n ge nita l. fardo inedi to que a la man era d e
vida hab itua l (11). El estilo d·e las reia ciones entre el sujeto y <lq ue Hos que ma ld ice -el Eva nge lista, hemos a tado r ara las es­
e l obje to es de los m;:ÍS evolucionetdos (sic)." UI pa ldas de los inocen tes.
Esto es lo que les ·está prome tido" aqu ellos qu e "a l fi nal d e Mientras qu e leyéndonos. , i a lgo llega de ello a u na época en
u n aná lisis logrado... se percatan d e la enorme diferencia d e 10 que ya no se se pa a qu é res po ndían en la p ráctica esas eferves.
q ue creían antaño ser la al egTla sexua l, y d e Jo que experi men. centes ex rresiones, podrá imaginarse qu e nuestro arte ~ cansa·
tan ahora". gr<iba a r eanimar el hamhrc sex ua l de ciertos retardado), d e la
Se com prende que para aqu-eJJ os que ti e ne n d e buen éls a pri. )-{' ;ínclula , a la fi sio logía de la cua l sin emhargo no hemos con ­
meras es ta alegria, " la re lación genital sea, para decirlo tod o, tribuido en nad a, y e.-.lO por tener de hecho mu y poco qu e cono­
sin historia" [2 1]. cer de ella .
Sin más historia qu e la de conjugarse irresisti ble mente en el
verbo: golpearse el trasero contra las lámparas, 14 cuyo luga r nos
parece aq uí marcado para el escoliasta fu turo qu e ha ll arcí en él 6. Se neces itan por lo menos tres lados para un a pi rámide, <lun .
su ocasión e terna. que fue ~e tl e herejía, El que cierra el diedro aquí descrito en la
hiancia d e la conce pci6 n de la transfe renc ia, se esfuerz:t, si así
r)ll(~de d ec irse, en alca nzar sus bordes.
5. Si hay que seguir en efecto a Abraham cuando nos presen t<l Si la tJ'<1nsferenc ja I'eci b~ ')u virtud d el hec ho de ser de vue lta
la rel ació n de objeto co mo típi ca mente de mostrada en la acti. a la realidad d e la qu e el anali ~ta es el representante, y si se
vidad del coleccionista, acaso la regla n o esté dada en esa anti­ trala de hacer madurar e l Ohje to en el in ve rnad ero de u na si­
nom ia edifi can te, sin o más bien bus ca ndo en algún ca llejó n tuación con fin ad a, no le queda ya al an aJiz<ldo sino un obje to,
sin salid a constituti vo d e l deseo como ta l. ') i se nos perm ite la exposiri 6n , que ll evar~e él la boca, y es 'el
Lo que hace que el o bjeto se presente como qu e brado y d es. a na lista.
compuesto, es tal vez o tra cosa que un fa ctor patológico. ¿Y qué De d o nd e la nocl(')o de ünroyecci(')O in tenubje li va q ue es nu es·
tie ne que ver con lo rea l ese himno absurdo a la arm o nía de tro tercer error, por instalaf.';,e de')graciadamen te en una rela.
lo geni tal? ribn dual.
¿Ha brá que tachar d e nuestra experiencia 'e l drama del edi­ Porque .\(-' trata t ierta mcnte de un a vía uniti va de la cual las
p ismo, cuando debió se r forjado por Fre ud justa me nte para ex. ,<lisas leóricas diven<l,'i que la sazonan segú n la t6pica a la q ue
se ha ce rderencia , sc'llo pueden conservar la met;'¡Jora, vari ándol a
l~ P 3rén t c~ is del aulor de este inform/!o
13 Parén tesis de l a u tor de es le informe. \egún e l ni ve l d e la operaci6n que !)f considere como se ri o: in .
u [Con e'ita ex p res iva imagen se describe CII el fra ncés más famili a r la troyección en fo'erenczi, identifica ción con el Super y6 d el <lnalista
ri sa violc Ul 3. TS) e n Slra chey, trance narc isista term inal en Balint.

.~""
589
588 LA UIIU::CCIÓN DE LA CU it A 1.:\ U II~J.CCI ÓN DE LA CU il A

Pre te ndemos llam ar la atención sobre IrI su stan cia de esta gr,lOd e para e l sujeto la qu e pare ce ría :1 Jos ojos d e Ferenczl
con sumación mfstica , y si un a vez más tenemos qtrc h abérnoslas ca racterilar al neuróLico.
co n lo que su cede en nuest ra puerta, es porque es sa bido que la Lo qu e d ecide sobre lo qU'e crlua uno quiere d ecir, es su u so
experiencia a nalíti ca tomJ; su fu erza d e 10 panicul a r. técnico, y la téc ni ca del acercamiento (rapprocher) , por mu y
Así es com o la importan cia co nccuic.la 'e n la cura a la [antasÍ¡.1 impagabl e lJue sea el ereno d el térm in o no tradu cido en un a
d e la uevo ra ción fá li ca a ex pensas de la image n de l a n a li ~ta, nos ex po~ ici lJn e n ing lés. re ve la "e n la práctica un a te nde ncia qu e
pa rece dig n a de se r seilala d a, e n su cohe reu ci..} con U1Lc1. direcciú n bordea la obsesit'l n .
d e la cura que la ha ce caber e nte ra e n la tlisposici6 n de b dis­ C ues ta Lrabaj o cree r q ue e l ideal presc rito e n la redu cción
tan cia entre el pacie nte y el aualista como objeto de la rela ción d e esa di stan cia a cero ("11il en inglés), no u ej·e ver al au tor qu e
dual. ¡.dlí se concentra su p,lr ad oja teó ri ca.
P nes a pesar de la debiliuad de la te oría con la que un a u tor Sea corno sea, n o ca be duda de qu e e~ ta di sta n cia es tomada
sistema ti za su técnica, no u ej a d'e ser cie rto qu e ana li za \'e rdau e ­ COIllO pa dme tro uni ve rsa l, regu la nd o l as v ~lria c i o n es d e la téc­
ra me nte, y que la cohe re n cia revelaua en e l e n o e es aquí e l ni ca (po r mu y dl in o qu'e p arezca e l d eba te sobre su amp litud)
ava l de l cami no e rrado c[ec ti va l1lente practi cado. para e l d e<; ma ole lalllie n to de la ne urosis.
Es la [un ció n pri v jl ~g i aua d el sig ni fica n te [rilo e n el m odo 1.0 que semejante co n cepción debe a las condici ones especia­
de presencia de l sujeto en el deseo la qu e es ilustrau a a quí, pero l e~ ue la neurosis obsesi va no el'e he ponerse en bl oq u e del lado
en una experien cia q ue puede llamarse ciega: esto a [alta de del ob jeto .
toda orientacióu sobre las relaciones verdaderas de la situ ación N i siquiera parece d e ber pon erse e n ~ u aclivo e l h echo de
analítica, la cu al. ud mismo rnod o que c ualqu ie r otra situación qu e hll ya un pri vilegio e n ~e ñ :dar los re~ ultad os yue ohtendría
e n la qu e s'e ha b la, uo puede, si se la qui ere inscrjb ir e n una e n la neuro:, i!:. o bsesiva. Porque, si se nos pe rmite CO IllO a Kr is
r el ación tlual, sino qued a r ap lastada . dar c uenta d e un <In :di sis, re"lnudauo en seg-u nd o lu ga r, pode mos
Siendo desconoci d a, y por bue n os m otivos, la naturak/.a de testimoniar q u e semejante téc ni ca, uonde el tal ento es innegable,
la in corporaciún símbllli ca, y esta ndo excluido qu e :,e co nSU llle re ~u lt ó p rovoca r en un caso clínico de pura Ob5Cs ión en un hom­
cualqu íer cosa rea l en el anú lisis, aparecer;í, 'en los puntos de bre la in upciún ue un enamorami ento 110 me nos dese nfr enado
refe re nci a elementalc ~ ue mi e nseii.an za, qu e n o p od r~l re co no­ por ser platóni <..:o, y qu e n o se mos trú nre nos irredu ctibl e p o r
cerse ya Hada qu e no s'e a imaginario e n lo qu e se produ ce. Pues habc r~e real izad o ~ohre el prime r o bjeto del mismo ~exo qu e
no 'es ne cesa ri o co noce r los pbHl O~ de un a casa prl ra golpearse la !fu<:: d ¡.¡ ba a man o.
ca beza contra sus p aredes: para h acerl o, es incluso hasta n le H ab lar de p erversic'lI1 u a nsitori<1 puede :,a {i ~ fa<..:e r aq uí a Ull
(áci l prescindi r d e e llos. o ptimi ~t~1 aClivo, pe ro a 'costa de reconocer, en esa re~taurac i t'>ll
Noso tros mismos h em os ind icauo a e:,e a utor, 'e n un ti empo at ípi ca de l tercero de la relac ión demasiado d escuidado, que no
<:n que discutiamos en tre n osotros, q ue de atenerse a una rela. conviene u r,u· co n ckmasiada fuerza del r esorle d e la proximi.
ción imagin ar ia entre los objetos, Ha qu edaba sino la dimensíb n dad en la rc b cib n con e l objeto.
d e la d ista n cia para pode r Ol-u-enarb. (OS;I qu e n o eSlaha C H el
pun Lo de mir a e n e l qu e él abundaba .
Hace r ue la di~ ttt n cia la dim e ns ió n ún ica d o nd e ti c ne n lugar 7. No ha y limite p ara los u e:,g;¡stes d e la técni ca por ~ u {lc')con­
la~ rc Jaci o n e~ d el tleurúti ro co n e l obje to enge ndra co n tradi r ri o­ cep tualizaci6 n. H emos h echo ya referenc ia a los halla zgos de
Ire~ illsup e rabJe~ , que se leen suficien temeute tanto e n el inte­ t, ¡\ an:íli si<; '):alvaje ante e l ( ual p ara nueSlro clolo ro~o asombro
ri or ue l sls telw¡ co mo en la dirección opuesta que difere nte.'\ nin gún control ,.,e alarmó. Pode r o ler a ~u :-l n a li ~ta íI¡>arec.ill e n
au tores saca rán d e la misma me táfora pa ra org¡l lli za r sus impre. tlll trabajo comO lIn<l re;di /.ilciún q ue había d e to ma r.'iC ¡ti pi·c
sio nes. D em asiada o delll<lsiado poca distancia ¡d obje to parece­ d e la le Lr a, para ~ciía l ar e u ell a el re liz éx ito de la tran :,fere nci a.
rán <J veces confund irse h as ta e l punto de e lllbro ll arse. Y no es Puede pe rc.ih irse :'qu í \lna es peáe de hu mor in vo lull tario qll e
la d is ta n cia d el objeto. si n o m e'IS bi en ,;u intimid ad d emasiado t <; e l qu e da precio a estc eje mplo. HlIhi e<;c colmado a .larr)'. N o
592 593
I~\ UUI.I Cr. IÓN Df 1..\ CU R.-\. LA 1I1 RfC(;¡ÓN DI'. 1.A CURA

sobre e l des Ji lll lllie lll O qu'e sufre su létlllca, ~i se desconoce el aquí in augural y que se a nti cipa COIl mucho a todos los te mas
verdadero lugar donde se producen sus efectos. ul ler iorl11ell te desarroJ bdos de 1a túpica.
In fatigab les e n la te ntativa d e d e finirla, no puede decirse Si Ferenczi concibe la tra nsferencia como la jntroyccción de
que re pl eg¡índose !:labre posicion es de Ill ode::.lia, incluso guilí.n­ la persona del medico en la eco nomía subjeliva, y<1 n o se lra ti:l
<.lose por fi ('c i one~, la 'experiend 'l que deSrllTo ll an sea siempre aquí ue esa p'enona como soporte ue un <l co mpulsión repetitiva.
infec unda. de una conducla inad ap tada o como figura de una fanta ~ía, Para
Las in ves tigaciones genéticas y 1" observación direc ta están él se trata aqui de la ab':lorciún en 1<1 economía de l ~ uj e to de tod o
lejos de haberse Ll e::..Jigado ele una animación propiamente ana­ lo qu e e l ps icoa llali ':lta pre':lenlifica en eJ dúo como lúe el l1une
lítica. V, por habe r tomado nosotros mismos en un aoo d e nU'es­ d e Ulla problemú ti ca 'en car nada. ¿No llega este autor hasta el
lro seminario los temas d e la relaci911 d e objeto, h eme::. mostra_ ext re mo de articular qu e el acabamiento de la cura no pued e
do el precio de una con cepción dond e la observackm del Jüño alcaJlz~r~ e sin o e n la co nfesión hecha por el médico al e nl e rm o
se alim enta COH la m ;is ju sta puntu a li zaci6 n de la fun ción u'e la del abandono dd cual él mismo S'e encuentra e n situa ciún d e
malc rnalidad en la gélletlis del objeto: queremos decir la noción sufrir?l~
de l objeto transicíonal. inlroducida por D, "vV , \Vinnic o tt. pun­
lO cb,ye pa ra la explicación de la génesis del felichismo [27J .
Queda 'el h echo de que las incertidumbres flagrantes eje la 2. ¿Es preciso pagar a e~(e precio de comicidad el hec ho d e que
lect ura d e los gra ndes conceptotl freuc!iallos SOI1 relativas a la.'; vea sill1p! emen le rctolloc ida la carencia de se r de l sujet o co mo el
debilidades que grava n el trahajo pr;í< lico, COrtllón de la ex perienci(1 analítica, como el ca mpo J1li ~ lI\o d o n ­
Queremos dar él e ntender que es en la meuida u'e los Gl lle. de ~e despliega la pasión del neurótico?
jo nes ~i n sa lida en contrados a l captar su acción en tlU alltelltici­ Ftl'era eJe es te foco ele la escuela húngara de ti zones a ho ra di s­
dad. com o los i11 vetltig;lu ol'c.'i. tanto como los grupo.'). llegan a persos y que pronto se rün ce ni zas, sólo los ingleses e n su fría ob­
forl.arla e n el sent id o del ejercicio de un poder. jetividad hall sa bid o articu lar esa hiélllcia de la qu e d a tes timo nio
ESle pouer, Jo Sll tllituye n a la relación con el :-:.er dOllde e~¡t e l ne urótico (11 qu ere r justifi ca r ::.u exi::.tencia, y por e nde illlplí~
(\cd6n ti e n e lllga r, haciendo decaer tl US medios, ti sa ber l o~ eJe hl cit,1I1l'ente di ':l tinguir d e la re laó ú n illle rhumana, de ::. u calor
p : li<:l bra, de ..,u 'emin encia verídica, Por etlo es cien a mellte una y de sus e ngail os. e.lia relación con el Otro en que el se r e ncue n ­
e':lpecie de retor no d e lo rep rimido, por eX ll'alia que . . . ea. la que. tra su es tatul o.
B <'ISle:: llOS citar a Ella Sharpe )' sus o b~e r vacjoJl e~ pe rtine ntes
desde las pre te nsiones menos dispue.) lél.':i a c nlbara zars'e con la
para ~eg ujr las v'e rda(! e ras preOl:upaciones del ne uróti co r24].
digniu ad de estotl IlH::dio", ha ce eJev:lr"e e.c,e galimatías de un
Su fu erza radi ca e n una e':lpecie d e ingenuidad que refleja n hl ':l
rec urso al ser como a 11n dato d'e lo real, cu and o el di scu rso que brll squedad l!~, jtlstallwnte célebre':l. de su esti lo d e rerapeuta y
¡·\ llí re ina rechaza tOU;¡ int<::rrogaci6n que no hubi ese ~ido ya d e escr ilOra . No es llll ra 'igo ordin;¡rio e l que e ll a lleg ue h as ta
recollocida por Ulla .~ober bi<¡ lIane.m, Ja van i\glo ri a e ll 1,( exige n cia qU'e impone de un a omniscie ncia
al ana lista par;l Icer (or rectéllllenle las inte nci o nes de l o.~ di ~­
cursos de l all a li zado,
Ha y qu e agrade::ce rl e el que pOllga en primer luga r 'en }¡¡s es­
IV, CtJMO ACT UAlt CON l.L PROPIO ):ER
c uelas d e l pnl cti ca nte ulla cu lLura lite r;ll"i a, incluso ~ i 110 parece
d a l"~c cuenta de:: quc e n la lista de l"ec turas mínimas qu e les pro­
l . La cuesUon del ser del ana lista apílrece muy prOllto CII la po ne pred o minan hl s o bras de im¡'l ginaóón donde el signifi cado
hi storia del anál isis, Qlle e.)to se deba a aquel a quien m;is a tor _ de l [alo d (-:selllpc ií a un papel cenLral bajo un ve lo transpare nte.
men t6 e l problema de la acc ión aníllítica, no eÍJ co.. . a que debe Esto pn¡"cba sellcill:llne nLe que la elección ese, g ui ad a po r la ex-
sorprenuernos. Puede uecirse e n efec to que 'el í1 rtÍ('ul o de Fe­
I~, R ccli fic;lci ón lid ICX IO cn b fr ;ISC pCll ülti ma y e n 1:\ p r im e ra lin ea dd
renrzi: lntroyección y transfere n cia, qu e data de 1909 [3], es p;\na fo ~ i J; Ui<:III C ( 1966).
595
594 I_A I)IR¡·C::: J6N DE LA C\IRA 1.,\ DIRECC iÓN DE. LA CU RA

periencia, así co mo que la indicación d e principio es de las bre feliz, y lo qu e llaman una so mbra feliz debe evitarse por los
más felices. males que propaga.
Es sin duda en la relación con el ser donde e l a na lista deb'e
tomar sn nivel operatorio, y l as oportunidades qu e le ofrece
3. Han sido una vez ITI,b ingleses, a utócton os o n o, los que han para es te [in el a náli sis didácti co no deben ca lcularse única·
definido más categóricamente el final del (l;oálisis por la identi­ m'ente en fun ción del problema que se supo ne ya resuelto para
fi cac ió n del suj'e to con el analista. Ciertamen te, 1<1. opinió n varía el analista que le gula en él.
según se trale de su Yo o de su Supe ryó. No !:>e d o ntina tan fá. Existen desgracias del ser qne la prude nci a d e los colegas.

cilmente la estru c tura que Freud d es hrozó en el sujelO si falla y esa [a Isa vergüenza que ase gura las dominaciones no se at.reven

la distinci ó n e ll tre lo simbóli co . lo imaginario y lo real. a desligar de sí.

Digamos úniCam"e llte que expresiones hasta lal punto hechas Está p or formularse una é tica qu e integre las conqu ista s freu·

para chocar, no se forjan sin qlle nada presione a los que las dianas sobre e l d eseo: para poner 'e n su cúspide la cues ti ó n de l

aventuran . La dia léc tica d e:: 10'1 ob jew:o, f::lI11asiosos promovida e n deseo del analista .

la pd cLica p or Mélanie Klein tiend e ,[ traducirse e n la teoría


en términ os de ide ntificació n .
Pues 'esos objetos, parciales o no, pero ~in duda alguna signi. 5. La decadencia qu e m a rca a la especulación analítica espe­
fi c;m tes, e l se no, el excremenLO, el falo, el suj e to los gana o los cialmente en este ord'en n o puede dejar de impresionar, con
pierde sin duda , es deslTuido por ellos o los prese rva, pe ro sobre sólo que se sea se nsible a la reso nancia de los trabajos antiguos.
touo es esos ohjeLOs, seglin e l lugar donde [nne;on.ln e n su fan ­ A [nerza de comprender montones de cosas, los analistas en
tasía fundamental, y ese m odo d e identific:1ción no h <lce sino mo s­ su conjunto imaginan qu e co mprender lleva su fin en sí y que
trar la p<ltología de la pendiente a la que se ve empuj ;H.lo el no puede se r sin o un ha.ppy end.. El ejem pIo de líl ciencia físi ca
!:oujeto e n un mundo tlond e sus necesiebd'es est.¡'1O redu cida') a Vtl. puede m ostra rles sin e mbargo que los más g randi osos éxitos no
lores de intercambio . pendiente qu e ;, su vez no e ncue ntra su implican que se se pa ad 6 nd e se va.
posibilidad radi cal sino po r la monifi caci6 n qu e el significante A menudo vale m .;ís n o comprend e r para pe n sa r, y se pueden
impone a su vid<t, nurnedndola . galopar legnas y leguas de comp ren sión sin qu e result.e de ello
el me nor pensamiento.
ÉSle fue incJu!>o e l punto d e partid"a de los behaviouristas:
4. Pal-ecería qu e el p!'iicoanali sta, tan s(')lo para ay ud a r a l !-o H.jeto . J~e nunciar a co mprender. Pero a falta d e LOdo otro pe nsamiento
dehería estar a ~a lvo de esa patología. la cua l no se insert<t, ('o mo en nna materia, la nuestra, que es la anli -p h)'sis, toma ron el
'S e ve, 'e n Il ada m e nos qu e e n una ley de hierro. sesgo de ulilizar. sin eomprentlerlo, lo qu e n oso tros compren·
Es por eso justamente por lo qu e sU'eJe imaginarse que e l demos: oC<lsión para noso tros de un re brole de orgullo.
p$icoarwlista debería .~er un homhre reliz . ¿No e~ ade miís la feli ­ La mu e!>tra d e lo qne somos capaces d e producir e n cuantO
cidad lo que vi e nen a pedirle, y có mo potlria darla si no la tu ­ a m oral es el dada por la noció n d e oblatividad. Es una fanta­
viese UIl poco?, dice el sentid o común. sía de obsesivo, p or si mism a in co mprendida: LOdo para el otro,
Es un he cho que no nos n egamos ~! prometer la fel icid(l.d, en mi semejante. se profiere en ella, sin reconocer la angustia que
un :1 época en que la cuesti('m de ~ 1I medida . . e ha co mpli cado: el Otro (con una A mayúsc ula) inspira por no se r un semejante.
e n primer término porque la fel¡cidad , como dijo S¡.¡int-Jusl, se
ha co n ve rtido e n un [actor de la poHtica .
Seamos justos. el proRl'e ~o humani sta desde Ar ist6teles ha·aa 6. No pretende m os enseñar a los psicoanalista s lo que es pen·
San Fra nc;..,co (de Sale!.) no había (o lmado 1¡¡ ~ aporías de 1.. sar. Lo saben . Pero, n o es qne 10 ha yan comprendido por sí
lelicidad. mi smos. Han apre n dido la lección ele los psicólogos. El pensa·
Es perder el li~mpo. ya ~e s<lbe. busca r hl ca mi ..." de un hom _ miento es un ensayo d'e acc ión, repite n graciosame nte. (Freud
596
1....' \ DIRECC IÓN DE L.... CU M. L.... DIRtCC IÓN O,E I.A Cu n,\ 597
111ismo CHe en esta afiagaza, Jo cual n o le impide ser un robusto comprendo nada ue ello, o :-,i comprendiendo algo, estoy seguro
pensador, y cuya acción acaba en e l pensa miento.) de equivocarme. Esto no me im ¡Je cliría responder. Es lo que se
A decir verd'l d, el pensttlll iellto de los ana lis tas 'es un a acción hace fuera del análi sis en semejante (¡ISO. rvre callo. Todo el
que se deshace. Esto deja alguna es pera nla de qu e, si se les mundo está de acue rdo en que [rustro al hablante, y aunque
hace pensar en e ll a, pase n de relOmarla a repe nsarla. a él en muy primer lugar, lambién a lUí mismo. ¿Por qué?
Si lo [rustro, es que me pide algo. Que le responda, justa­
mente. Pero él sabe bi'en que no serían más que palabT'ils. Corno
7. El ana lista es e l hombre a qu ien se habla ya quien se habla las qu e puede obtener de quien quiera. Ni ~iguier;¡ es seg uro
li bremente. Esl.í ahí para eso. ¿Qué quiere decir es to? que me agTaclecería que fu'esen buenas palabras, menos aún
Talla lo qu e pued", d'ec ir~e sobre la asoc iaci6n de ideas no es mala s. Esas palabras, no me las pide. l\lle pide..., pOI' e l hecho
más qu e ropaje psicologista. Los juegos de palabras inducidos de que hab la: su demanda es intransitiva, no supone nin g ún
están lej os; por lo dem;h, por su protocolo, nada es menos libre. objeto.
El sujeto invitado a hablar en el :m{disis no muestra en lo P or supuesto su petición !le d'espliega en el ca mpo de una de­
qu e dice, a decir verdad, una gnln libertad. No es que eSté manda implícita, ae¡ uella por la cua l est,í ahí: la de ' curarlo.
e ncadenado por el dgol" ele sus asociaciones: sin duda le opri­ revelarlo" sí mi smo, hacerle conocer el psicoan <:ílisis, hacer lo
men, pero es m~Is bien que dese mbocan en una palabra libre, calificar como analis ta. Pero esa de man da, él )0 s;¡ he, puede
en un a palabra plena que le sería penosa. esperar. Su dema nda presente no Liene nada que ve r COII eso,
Nada más temible que decir algo que podría ser verdad. Por­ incluso no es la suya, poryue despu és ue tod o soy yo qu ien le
que podría llega r a serlo del todo, si lo fuese, y Dios sabe lo ha ofrecido hablar. (El sujeto 5610 es aquí transitivo.)
que sucede cuando algo, por s'e r verdad, no puede ya volver él He lograuo en su ma lo que en el campo del comercio ord i­
entrar en la duda. nario quisieran poder realizar tan fádlnrc nte: con o rerta , he
¿Es éSle el procedimiento del análisis: un progreso ue la ver­ creado demanda.
dad ? lvI e parece oír ya a los pillos murmurar de mis análisis in­
telectua Iista¡,: cut\ndo soy el prim'ero, que yo sepa, en preservar
en ell os lo indecible, 8. Pero es \In a uema nda, si puede decir~c, radi ca l.
Que es nl<ls a ll á del discurso donde se acomoda nuestra acción Sin duda la se iiora Macalpine tiene ra zú n en quere r busca r
de escuchar, Jo sé mejor que nadie, si bien t.omo en 'ello el en la sola l~egla an alí ti Gl e l mo to r de la tra nsfe rencia . Aun a ..,í
cam in o <le oír, y no de :1u!lc.ultar. Sí por cierto, no de auscul tar se exlr;¡vííl a l designar en la a usen cia ue todo objeto la puert:t
la resistencia, la tensión, el opistó tonos, 1.,. palidez, la descarga abierta hac ia };:l regres iún infantil [24]. Sería 111 :'15 hie n un ob!'t­
adrenalínic:1 (sie) en la que volvería a formarse un Yo más t¡í culo, porqu e tod o el mundo sa be, y antes qu e nad ie los psi co.
fuerte (res/e): lo que escucho es de entendimiento. ana lis tas u'e niños, qu e se nece!:. ilan b:lsta n tes pequeiios ohjeLos
El entendimiento no me obliga a comprender. H' Lo que en­ para mante ne r un a reb ció n con e l niiio.
tiendo no por ello deja de ser un discurso, aunque fuese tan Por el intermedi a d o de 1.. demanda, todo e l pa!l:'ldo se entre­
poco discursi vo como una interjección. Pues un . . . interjección 'es abre has ta el fondo del fondo de 1.. primera infancia. Deman.
del urden del lenguaje, y no del grito expresivo. Es un a parte uar : e l suj·e l.o no h a hecho BUllca otra cosa. no h a podido vivir
del uiscuno que no está por uehajo eJe ninguna otra en cuan to sino por eso, y noso tros lo ma mos el rel evo.
a los 'efectos de sintaxi s en talo cual lengua determinada. Es por esa vía como puede reali zarse la regresi(')Il a nalíti c:l y
A lo que oigo sin uuda, no tengo nada que rep li car, si no como en efeclo se presenta. Se hab la ue 'ella como si el sujeto
se pu siese a hacer niiierías. Sin duda tal cosa sucede, y eso.~
lG [El autol' juega con la polisemia. de en lcndrc, esc uchar y comprC llck l',
romo ell los pána(os siguiclltes COIl )a de rlem(lndel·. dcmmule: pedir, de mel indres 11 0 ,!,on de mu y buen aug~rio. En todo Ci1S0, s'e sa le
mandar. pregul\ta.l; pI'CgUlll:1, petición, dem anda ( incluso en senti do eco. de lo observado ordinariamente en lo q ue se consiuerfl como
nómico). AS] regres ión . Pues I;¡ regresión n o muestra otra cosa qlle el l~e toJ'no
599
I.A DIRECC IÓN DE LA CURA
598 LA DIREC CIÓN DE LA CU RA
Freud sobre las relaciones del Superyó y la realidad. El Superyó
al presente de sign ifi cantes usu a les e n demandas para las cuales
no es por supuesto la fuente de la realidad, como él dice en
hay prescripción.
al gún sitio, pero traza sus caminos, anteS de volver a encontrar
en el inconsciente las primeras marcas ideales donde las ten·
(..\'enci as se constituyen como reprimidas en la sustitución del
9. Para regresa r al punlo de partid a, e~la sItuación explica la
tr ansferencia primaría, y el am or en que a veces se declara. :-.ignificante a las necesidades.
Pues si el amor es d ar lo qu"e no se tiene, 'es bien cier to qu e el
suje to p uede esperar que se le dé, puesto que el psicoan <l lista no
11. No h ay en ton ces ningun a necesidad de buscar más allá el
tie ne o tra cosa que u arle. Pero incluso esa nada , n o se la da, y
resorte de la identificació n con el ana lista. Puede ser mu y di­
más vale así : y por eso esa nad a se 1(1 paga n, y preferiblemente
vers a, pero sení siempre una identificación con signiEicantes.
de manera ge nerosa, para mostrar bien que de otra manera no
A medida que se desarroll a un a nálisis, el a nalista tiene que
tendría mucho valor.
vérselas sucesivamente con todas las ar ticulaciones de la deman­
Pero sí la transferencia prlmana permane ce casi siempre en
da d el suj e to. P ero además, como lo diremos más abajo, no debe
estado de sombra, no es eso lo que impedirá a esa !'ombra soi'1ar
y reproduóf su dern {\nda, cuando ya n o hay nad a que pedir. responder ante ella sino de la p osición de la transferenci a.
Esa d emand a por ser vacia no se rá por ello sino más pura . Se Por lo demás, ¿quién no subra ya la importancia de lo qu e
obse rva rá que el an alista da sin embargo su ptesen ci a, pero creo podrí a llamarse la hipótesis pe rmisiva del análisis? Pero no se
q ue ésta no es en primer lugar sino la imp licación de su acción necesita ningún régimen polltico particular p ara que lo qu e
de escuchar, y qu e ésta no es sin o la contlici ón de la palab ra . En no está prohi bido se convierta en obliga torio.
efec to, ¿por q ué exigiría la técnica que la haga tan discreta si Los an alistas de los que podemos decir que es tán fascin ados
no fues'e así? Es más tarde cuando su presenci a sed notada. por la s secuelas de la frus tr ació n sólo mantienen una posición
Por lo dem:.\.s, el sentimiento más agudo de su presencia está de sugesti ón que redu ce al suj"eto a repl antear su dem anda.
ligado a un momento en qu e el ~uj e to no puede sino ca llarse, Sin duda es esto lo que suele entenderse por reeducación emo­
es decir en que retrocede incluso ante la sombra de la deman(la . cionaL
Así el an alis ta es aq uel que apoya la demand a, no como su ele La bondad es sin duda más necesaria aqu í que en cualquier
dec irse para fru strar a l ~ ujeto, sino para que reaparezca n los o tr o sitio, pero no podría curar el mal que ella misma engen­
signifiGlOtes en que su frustraci ón está retenida. dra, El analista que quiere el bien del sujeto re pite aq uello
en lo qu'e ha sid o form ado, e incl us o ocasionalmente torci do. La
más aberrante educación n o ha tenido nunca otro motivo qu e
10. Ahora bien, con viene recordar q ue es en li m~ís an tigua el bien del sujeto.
demanda donde se produ ce la identificacÍón primaria, la que Se concibe una teoría del análi sis que, al revés de la articu­
se opera por el pod'e r a bsoluto ma tern o, a saber aqu ell a q ue no lación de licad a del análisis de Fr'eud, redu ce al miedo el resorte
sól o suspe nde del apa ra to significante la sa tisfac ción de las ne­ de los síntomas. Engendra una práctica d onde se imprime lo
cesidades, sino qu e las fragmenta, las filtra, las m odehl en los que en otro 1ugar he llamado la figura obscena y feroz del Su·
desfiladeros de la estructura del significanre. peryó, en la que n o hay m ás salida para la neurosis de transfe·
Las necesidades se subordinan a las mi smas condiciones con­ rencia que la de hacer sentarse a l enfermo para mostr arle por
venci ona les q ue so n las del significante en su doble registro: la ventana los aspectos risueños de la n a tur aleza, diciéndole:
sincr6ni co de oposició n entre elementos irreductibles, dia cr6~
"Ad elante. Ahora ya es usted un buen niño [22]."
ni eo de sust i LUción y de combin ación, por el cual e l le nguaje,
a unque sin duda no lo llena todo, Jo estructura todo de la re ­
laci ón interhumana .
De donde la osci lación q ue se observa en las expresio nes de
GO l
600 LA DIRCCCIÓ:-.l OE l.A Cl'RA 1..\ Om1::CC1ÓN DE LA CUilA

Y. HAY QUE TOMAR EL DESEO A LA LETRA


Cuéntese ei número de remitencias que se ejercen aquí para
J ~evar el deseo a un a potencia geométricamen te crecie nte . Un 5010

] . U n sueño. después de todo, no es más que un sueño, se oye índice no bastarí a para caracterizar su grado. Pues habi'Ía que
decir hoy [22]. ¿No 'eS nada el que Freud haya reconocido en distinguir dos dimension'CS en esas remitencias: un deseo de de­
él al d eseo? seo, dicho de otra manera un deseo significado por un deseo
El deseo, no las tendencias. Pues hay que leer la Traumdeu­ (el deseo en la histéri ca de tener un deseo insatis{echo está sig­
tu.ng para sa ber 10 que quiere deci r lo q ue Fre ud llama allí deseo. nificad o por su des'Co de caviar: el deseo de caviar es su signi[i­
H ay que detenerse en esos vocablos ele Wu.nsch, y de Wish ca nte), se -inscribe en el registro diferente d e un deseo sust itui­
que ]0 traduce en inglés, para dist inguirlos del deseo, cuando do a un deseo (e n el sue ño, el de~eo de salmón ahumad o propi o
ese ruid o de petardo mojado con que estallan no evoca nada ele la amiga se sustituye al deseo de caviar de la paciente, lo cual
menos que la concupiscencia. Son votos. constituye la sustitución de un signi{icante por un signifi can te) .10
Estos votos puede n ser piadosos. nostálgicos, contr<lria ntes,
bromist;'ls. Una délma pnede soñar un sueño al que no anim a
más deseo q ue el ele proporcionar a Fr'eud, que le ha exp uesto 2. Lo q ue -encontramos aquí no tien e nad a de microsco plCO,
la teoría de que el sueño es un deseo, la prueba de que no hay como tampoco se n ecesi taban instrumentos especiales para re­
n ada ele eso. El punto que debe retenerse es que ese deseo se conocer que la hoja tiene los rasgos de estructura de )a plant:t
articula en un discurso bien as tuto. Pero no es me nos impor­ de la que ha sido cortada . Incluso quien no hubies'e visto nun ­
tante percibir las consecue ncias del hecho de que Freud se sa· ca una planta sino despojada de hoj as, se daría cuen ta en se­
tis[aga con recon ocer en él el deseo del sueño y la confirmación gu:da ele que un a hoja es más verosímilmente parte de la plan la
de su ley. parn lo que quiere decir el deseo en S1l pensam ie nto. que un pedazo de piel.
El deseo del sLleño de la hi stérica , pero también cualquier
Plles él ex ti ende más al1<1 su excentricidad, pueslo que un sUfiio
nadería en su luga r en este tex to de Freud, resume ] 0 que lodo
de castigo puede en su opini ón significar el deseo de lo que
el libro exp lica en cuanto a los mecanismos llamados incons­
el castigo reprime.
cientes, condensación, deslizamiento, etc ..., atestiguando su es­
No nos detengamos en las etiquetas de los ca jones, aunq ue tructura común: o sea la re lación del deseo con esa marca del
mu chos las confundan con el fruto de la ciencia. Lea mos los lengua je que es pecifi ca al inconsci'ente freudiano y descentra
textos; sigamos el pensamiento de Freud en esas desviaciones que
nuestr Cl concepó 6n de l sujeto.
nos impon e y ele las que no debemos olvida r que, deplorándo. Pi enso fl ue mis alumn os apreciarán el acceso que doy aquí
las él mismo por comparación con un idea l del discurso cien ti· el la oposición fund Clmental del significante al signifi cado, en la
fi co, afirma que se vio obligado a ellas p or su objeto. 17 f U .tl les d'emuestro que empieza n los poderes del lengua je, no
Se ve enton ces que ese objeto es idéntico a esas desvia ciones, < n dejarles, en CU f\nto a concebir su ejercicio, mncha madeja
pues to que en la primera vuelta de su obra desemboca, con que devanar.
referencia al sueño de u na histérica, sobre el hecho de que en Record aré e l automatismo de las leyes por las que se articula n
él S'e sa tisface por desplaza miento, precisamente aquí por a lu ­ en la cadena significan te:
sión a l deseo de otra , un deseo de la víspera, el cual es sostenido
en su posición eminente por un deseo que es cierta mente ele de él la pa ciente en la p:\gin a 152 de los G . W ., lI·m [D. N., 1, p. 3!Ol:
.' Quiero dar una comida. pero no d ispongo sino de u n poco de salmón ahu­
otro orden, pues to que Freud lo ordena como el deseo de tener mado. PiensO en salir para comprar lo necesario, pero recuerdo que e~
un deseo insatisfecho [7].18 dom ingo y que las tiendas estáu cerradas. InteulO luego telefonear a a lgu­
nos proveedores, y resulta qne el teléfono no fun ciona. De este modo, teug o
11 CI. la Cana li S (1 l -IX-t899) a Fliess en: Aus den Anfiinge n, edic. I ma·
qne rennnciar al deseo de dar una co mida" [A., IV, p. 165].
go, Londres [LoJ orígenes del pJicoandlisis: n. N., 1[1, p. 845; carta n o reco·
1~ En lo cu al Freud mori va ]a identificación hi stérica. precisa ndo que el
gi da en la ed ición de Amorrortu]. salmón ahumado dt><¡em peñ a para la amiga el mi smo papel qu e el caviar
UI He aqul ese sueúo tal como queda consignad o según el rela to qu e hace desempeña p ara la pa ciente.
602
LA DIRE CC IÓ N D.E l.A CU RA LA IHRf.CC I6N DE CA CURA 003
a] la sustit ución de un término a otro para producir el efee. 3. Volvamos a hora al libro llamado: La interpretación de los
to de metáfora.
Sll cños (T rattmd.eutung) , mántica más bien, mejor aún signi­
b] la combinación de un término Con otro para producir el fi ca ncia.
efeoto de metonimia [17]. Freud no prereude en absoluto agotar en é l los problem as
Apliquémoslas aquí, y se ve aparecer que, en la medida en psicológicos del sueño. Léase el libro y se comp robará qu e eso,
que en el sueño de nuestra paciente el salmón ahumado, objeto problemas poco explotados (las investigaciones siguen siendo
del deseo de su amiga, es todo 10 que tiene que ofrecer, Freud, raras, si no pobres. sobre el espacio y el ti-empo en el sueño, so·
al establecer que el salmón ahumado está aquí sustituyendo a l ca­ bre su textura sensorial, sueño en colores o ato nal, ¿y lo oloroso,
viar, al que considera por otra parte como el significante del de­ lo '"pido y el grano titctil llega n a él, si lo vertiginoso, lo túr­
seo de la paciente, nos propone el sueño como metáfora de'1 deseo. gido y lo pesado están?), Freud no los toca. Decir que la doctri­
¿Pero qué es la metáfora sino un efecto de sentido positivo. na freucliana es una psicología es un equívoco grosero.
es decir cierto paso del sujeto al sentido del deseo? Freud está lejos de alimentar este equívoco. Nos advierte por
Como el de,eo del sUj'eto se presenta aquí como lo que im­ el contrario que en el sueño s610 le interesa su elaborac ión. ¿Qué
plica su discurso (consciente), a saber como preconsciente -lo qui-ere .,decir eso? Exactamente lo que traducimos por su estruc­
cual es evidente puesto que su marido está dispuesto a satisfa­ tura de'· lenguaje. ¿Cómo podría haberlo advertido Freud, pues­
cer su deseo, pero la paciente, que le ha persuadido de la exis­ to que esa estructura uo fue articulada por Ferdinand de Saus·
tencia de ese deseo, insiste en que no 19 haga, sino en que haga sure sino más larde? Si ésta recubre sus propios términos, no es
de él lo que habría que ser Freud para articular como el d e~eo por ello sino m:h impresionanre el que Freud la ha ya anticipado.
de tener un deseo insatisfecho-, queda el hecho de que hay ¿Pero dónde la ha descubierto? En un fluj o significante cuyo
que ir más allá para saber lo qU'e semejante deseo quiere decir mislerio consiste en que e l sujeto no sabe ni siquiera dónde fi n·
en el inconsciente.
gil' que es su organizador.
Ahora bien, el sueño no es el inconsciente, nos dice Freud, H;-. cer que s-e vuelva a encoutrar en él como desean te, es lo
sino su camjno real. Lo cual nos confirma que es por efecto de inverso de h acerlo reconocerse allí como sujeto, porque es como
la metáfora como procede. Es este efecto el que e l sueño descubre_ en derivaci ón de la c;tdena significante como corre el arr oyo
¿Para quién? Volveremos sobre esto dentro de un momento. del des'eo y el sujeto debe aprovechar una vía de tirante para
Veamos por ahora que el deseo, si está significado como insatis­ ;-.sir en ella su propio leed-bach.
fecho, lo está por el significante: caviar, en la medida 'en que El deseo no hace más que sujetar lo que el análisis subjetiviz3.
e l significante lo simboliza como inaccesible, pero que, desde el
momento en que se desliza como deseo en el caviar, el deseo del
cav.iar es su metonimia: hecha necesaría por la carencia de ser 4. Y esto nos vuelve a traer a la pregunta que d'ejamos m<"ls
donde se mantiene.
arriba: ¿a quién descubre el sueño su sentido antes de que ven_
La metonimia es, como yo les enseño, ese efecto hecho posi­ ga el anal iHa? Este senti do preexiste a su lectu ra como a la cien­
ble por la circunstancia de que no hay ninguna significación r ia de su desciframiento.
que no re mita a otra significación, y donde se produce su más U na y otra demuestran que el sueuo está hecho para el re­
común denominador, a saber la poquedad de sentido (común­ conocim iento... pero nuestra voz d-esfalIece antes de conclu ir:
mente confundida con lo insignificante) , la poquedad de sentido, del deseo. P orq ue el deseo, si Freud dice la verdad del incons­
digo, que se manifiesta en el fundamento del deseo, y le Con­ ciente y si e l análisis es necesario, no S'e ca pta sino en la in­
fiere el acento de perversión que es tentador denunciar en la terpretación.
histeria p resente.
Pero volvamos atrás; la e]aboracióu de] sueño esU. alimentada
Lo verdadero de esta apariencia es que el deseo es la meto­ por el deseo, ¿por qué nuestra voz desfalle ce para concluir con
nimia de la carencia de ser. el reconoc imien lo, como si se apagase la segunda palabra, que
era primera hace un momento, y reabsorbía a la otra en su

'-­
605
604 l ." OIRI:CCIÓf'l DE L\ CURA LA DiRECC iÓN DE. 1.A CU RA

luz? Porque, en fin. no es durmiendo como alguien se hace re­


h~is mismo, ni acercarse por poco que sea a su técnica o a su
do ctrin a. Veremos los recursos del pequeño sue ño que hem os
conocer. Y el sueilo, nos di ce Freud, sin que parezca haber en
ello la menor contradicción , sirve ante todo al deseo de dormir. pescado más arriba, para nuestro prop6sito.
Es repliegue narcisista de la libido y retiro de las cargas de la Pues ese deseo de nuestra 'espiritual histérica (es Freud quien
realidad. la califica así), me refiero a su deseo desp ierto, su deseo de ca­
Por 10 demás, la experiencia muestra que si mi suen o llega a viar, es un deseo de mujer colmada y que precisamente n o quie.
unirse a mi demanda (no él la realidad. como se dice impropia­ re serlo. Pues el carnicero de su marido es ducho para poner
mente, que puede preservar mi dormir). o a lo qu'e se muestra del derecho satisfacciones qu e todo el mundo necesita, los pun ­
aq uí COITIO su equ ivalente, la demanda del otro, me despierto. tos sobre las i'es, y no tiene pelos en la lengu a para contestar
a un p into r que le da coba, sa be Dios con qué osc uro designio,
sobre su jeta interesante : "¡Naranjas! Una rebanada de trasero
5. U n sueño des pués de tod o no es más qu e un su'eilo. Los que de hembra, eso es lo que a usted le hace (alta, y si espera que
desdeñan ahora su instrumento para el an,ílisis han en contrado, sea yo quien se la regale, puede pasársela por donde estoy pe no
como hemos visto, caminos más seguros y más directos para sa nd o."
traer a l paciente ha cia los buenos principios. y hacia .105 deseos H e aquí un hombre sobre el q ue una mujer no debería tener
normales, los qU'e satisfacen verdaderas necesidades. ¿Cuáles? quejas, un carácte r genital, y que por lo ta nto debe velar como
Pues las necesidades de lOdo el mundo, amigo mío. Si es eso lo es debido para que la suya, cuando se acuesta con ella, n o nece­
que le asusta, confíe en su psicoanalista, y suba a la torre Ei Hel site toCt'lrse después. Por lo d-emás, Freud no noS disimula que
para ver qué bonito es París. Lástima que haya algunos que ePa est:'l muy prendada de él, y que lo incita sin cesar.
saltan por sobre la balaustrada d·esde el primer piso, y precisa­ Pero ésta es la cosa, no quiere se r sa tisEecha en sus úni cas ver­
men te de aq ueHos cuyas necesidades todas han sido red ucidas daderas nec<::sidad·es. Quiere otras gratuitas, y para estar b ien
a su justa medida. Reacción terapéutica nega tiva, diremos. segur a de que lo son, no satis[acerlas. Por eso a la pregunta:
¡Gracias a Dios! E l rechazo no llega tan lejos en todo el mun· ¿qué es lo que desea la espiritual carnicera?, puede contes tarse:
do. Simplemente, el síntoma vuelve a brotar como ffi('\la hierba, caviar. P ero esa respuesta es desesperada. porque el cav iar, es
cor\lpulsión de repetición. ella también la que no lo qu iere.
Pero esto por sup uesto n o es más que un error de distribu­
ción de cartas: no se cura uno porque reme mora uno. R emem ora
uno porque se cura. D'esde que se encontró esta fórmul a, la re­ 7. No es esto todo sobre su misterio. Lej os de que este callejón
produ cción de los síntomas no es ya cuestión , sino únicamente sin s:t lid a la enci erre, encuentra 'en él la escapatoria hac ia el
la reproducción de los analistas; la de los pacientes estú resuelta. campo de los deseos d e tod as las espirituales histér icas, carnice ­
ras o no, que hay en el mundo.
Eso es lo que Freud capta en una de 'esas visiones al sesgo de
fi. Un sueño pues no es más qu e un sueño. Pu-ede incl uso leerse las que él sorprende lo verdadero, demoliendo de paso esas abs·
de la pluma de un psicoanalista metido a la enseñanza que es tracc iones con las que los espíritus positivos fabrican gustosos
una p rodl.l cción del Yo. Esto prueba que no se corre n grandes la exp licación de todas las cosas: aquí la imitación cara a Tarde.
riesgos queri'endo despertar del sueño a los hombres. Lo vemos Hay que poner en juego en lo particular el eje esencial que da
prosegu irse en plena lu z, y en aquellos que no se compl<lcen allí la identificació n de la histérica. Si nuestra paciente se iden.
en soiiar. tifica con su amiga, es porque ésta es inimitable en ese deseo
Pero incluso para estos, si son psicoa na listas, debe leerse a insatisfecho por ese salmón que Dios contunda, si no 'es Él quien
Freud sobre -el sueño, porque no es posible de otra manera ni lo ahuma.
compre nder lo que él entiende por el deseo del neuróti co, por Así el sueño de la paciente responde a la demanda de su ami­
repr:mido, por inconsciente, por la interprelación, por el am]­ ga que es la de venir a cenar a su casa. Y no se sabe qué cierno­
606 LA OIR..ECCIÓN DE LA CURA LA DIRECCiÓN DE LA CURA
607

nías la empuja a ello, aparle de que se cena bien allí, sino el que el leva ntamiento de ese ve lo se iguale con el que se realiza.
hecho del que nuestra carnic'era no pierde el hilo: y es que su ba al fin al de los antiguos misterios.
marido habla siempre de ella ventajosamente. Ahora bien , fla ca Ser el falo, aunque fuese un falo un poco flaco . ¿No es ésta
como es, no está muy hecha que digamos para gustarle, a él a la identificación última con el significante del deseo?
quien no le gustan sino las redondeces. No parece tan obvio para una mujer, y hay entre nosotros
¿No tendría el también un deseo que se le ha quedado atrave. quieues prefieren no tener que habérselas más con 'ese logogrifo.
sado, cuando todo en él está satisfecho? Es el mismo resorte que, ¿Tendremos que deletrear el papel del significante para qu-e se
en el su'eño, va a hacer del deseo de su amjga el fracaso de su nos vuelvtl a venir encima el complejo de castración, y esa en­
demanda. vi dia del pen'e del que Dios nos libre, cuando Freud, llegado
Pues por muy precisamente simbolizada que esté la demanda a esa encrucijada, no sabia para dónde tirar, pues no veía m ás
por el accesorio del recién nacido teléfono, es en va no. La lla­ a11;', sino el desierto del análisis?
mada de la paeieo te no ti'ene éxi to; bueno sería ver a la otra Si, pero los ll evaba hasta allí, y era uu lugar menos apest.do
engordar para que su marido la paladee. que la neurosis de transfel'eucia, que lo reduce a usted a echar al
Pero ¿cómo puede ser amada otra (¿acaso no basta para que la paciente, rogándole que salga despacito para que se lleve a sus
paciente lo piense con que su marido la considere?) por un moscas.
hombre qU'e no podría satisfacerse con ella (él, el hombre de la
reba nada de trasero)? Ahí está puesta en su punto la cuestión,
que es muy generalmente la de la identificación histérica. 9. Ar ticulamos sin embargo lo que estructura al deseo.
El deseo 'es lo que se manifiesta en el intervalo qu e cava la
demanda más acá de ella misma , en la medida en que el sujeto,
8. Es en esta cuestión en la que se convierte el sujeto aquí mis­ al articular la cadena significante, trae a la luz la caren cia de ser
mo. En lo cual la mujer se identifica con el hombre, y la reba­ con el ll amad o a recibir el complem'ento del Otro, si el Otro,
nada de sa lmón ahumado viene a tomar el lugar del deseo del lugar de la palabra, es también el lugar de esa carencia.
Otro. Lo que de este modo al Otro le es dado colmar, y que es pro·
Como este d'eseo no aJeanza para nada (¿cómo recibir a toda piamente lo que no ü ene, puesto que a él también le falta el
esa gente con esa única rebanada de salmón?) , no tengo m~s ser, es lo que se llama el amor, pero es también el odio y la
remedio al final de los finales (y del sueño) que renunciar a ignorancia.
mi deseo de invitar a cenar (o sea a mi búsqueda del deseo de Es también, pasiones del ser, lo que evoca toda demanda más
Otro que es el secre to del mío). Todo ha fall ado, y usted dice a ll á de la necesidad qu'e se ar ticula en ella, y es sin duda aq uello
que el sueño es la realización de un deseo, ¿Cómo arregla usted de que el sujeto queda privado, tanto más propiamente cuanto
eso, profesor? m<is saLisfecha queda la necesidad articulada en la demanda.
Así interpelados, hace un buen rato que los psicoanalistas ya Más aún, la sa tisfacción de la necesidad no aparece allí sino
no contestan, habiendo renunciado ellos mismos a int'errogarse como el engaño coutra el que se estrella la demanda de amor,
sobre los deseos de sus pacientes: los reducen a sus demandas, enviando al sujeto al sueño donde habita el limbo del s-er, de·
lo cual simplifica la tarea para converti rlos en los suyos propios. jándole en él hablar. Pues el ser del lenguaje es el no ser de
¿No es ésa acaso la vía de lo razonable, que 'es la que han los objetos, y que -el deseo ha ya sido descubierto por Freud en
adop tado? su lugar en el sue ño, desde siempre escándalo de todos los es·
Pero sucede que el deseo no se esca motea tan fácilmente, por [uerzos del pensamiento por situarse en la realidad, basta para
ser demasiado visible, plantado en plena mitad del esceuario in struirnos.
sobre la mesa d e los ágapes como aquí, bajo el aspecto de un Ser · o no s'er, dormir, soñar acaso, los sueños aparentemente
sa lmón, lindo pescado afortunadamente, y que basta con pre. más simples del niño ("simple" como la situación analítica sin
sentar, como se hace en los restaurantes, bajo una tela fina, para duda), muestran simplemente objetos milagrosos o prohibidos.
608
LA. DIRrCCIÓN D[ L.\ el"P.:\ LA DIRECCIÓ N DE LA CU RA 609
ID. Pero el nIno no se duerme siempre así en el seno del ser, no tienen flexión optat iva para modificar ·e l indicativo de su
sobre todo si el Otro, que a su vez tiene sus ideas sobre sus ne­ fórmula.
csidad'es. se entromete, ye n lugar de Jo que no tiene, le atiborra En 10 cual se veda medianle una referencia lingüística que lo
con la papilla asfixiante de lo que tiene, es decir con funde sus que se llama el as pecto del verbo es aqu í el de lo cumplido (ver.
cuidados con el don de su amor. d adero sentido de la WUl1 scherfÜl/ul1g).
Es el niño al que alimentan con más amor el que rechaza el Es esta ex -sistencia (Entstellung) 20 del deseo en el sueño la
alimento y juega con su rechazo como un deseo (a norex ia que ex pli ca que la significancia del sueño ·enma scare eu ella el
mental) .
deseo, mientras que su móvil se desvanece por ser solamente
Confines donde se capta COUlO en ninguna olra parte que el problemático.
odi o paga al amor, pero donde es .Ja ignorancia la que no se
perdona.
A fin de cuentas, e l niño, al n'egarse a sa tisfacer la demanda 12. El deseo se produce en el mas a llá de la demanda por el
de la madre, ¿no exige acaso que la madre tenga un deseo fu era hecho de que a l articular la vida del sujeto a sus condiciones,
de él, porque es éste el camino qne le falta hacia 'el deseo' poda en ell as la necesi dad, pero también se ahueca en su más
acá, por el hecho de que. demanda incondicional de la presen­
cia y de la aUS'2 ncia , evoca la carencia de ser bajo las tre~ figuras
11. Uno de los principios, en efec to, que se desprenden de estas de l nada 2 1 que constiLUye el fondo de la demanda de amor, del
premisas es qu'e: odio que viene él nega r e l ser del otro, y de lo indecible de lo que
-si el deseo está efectivamente en el sujeto por esa condi ción se ignora en su petición. En es ta aporía encarnada de la que
que le es impues ta por la existencia del discurso de hacer pasar puede decirse en imagen que recibe su alma pesada d·e los re­
su necesidad por los fesfiladeros del significa nte; toños vivaces de la tendencia herida , y su cuerpo sutil de la
- si por otra pane, como 10 he mos dado a entender más arri­ muerle actualiz.ada en la s"ecuencÍa signifi ca nte, el deseo se a fir­
ba, a l ab rir la dialéctica de la transferen cia, hay que fundar la ma como condición absoluta.
noción del Otro [Autre] con una A mayúscula, como luga r de l Menos aú n qu·e el nada que pasa por la ronda de las signifi­
despliegue de la palabra (el otro escenario, eine andere Schau­ caciones que agitan a los hombres, es la estela in scrita de la
plalz, del que habl a Frend en la TrntlmdelLtung); carrera, y como la marca del hierro del signifi cante 'en el hom­
-hay qU'e concluir que, hecho de un a nimal presa del len. bro del suj e to que habla . Es menos pasión pura del significado
guaje, el deseo del hombre es el deseo del Otro. que pura acción del significante, que se detiene en el mom'e nto
Esto apunta a un..l función mu y diferente de la de la identifi_ en que lo vivo convertido en signo la hace insignificante.
cación primaria evocada más arriba, pues n o se trata d·e la as un­ Este momento de corte 'está asediado por la forma de un ji rón
ción por el sujeto de las insignias del otro, sino de esa condición sangTiento: la libra de carne que paga la vida para hacer de él
que tiene el sujeto de en contrar la es tru ctura constituyente de el signifi cante de los sjgnificantes, como tal jmposible de ser
Su deseo e n la misma hiancia abierta por el efecto de los signifi­
f!I RespcclO <.le b cua l no hay qu e ol vidar: qu e el término se emplea por
ca ntes en ay uellos que para él viene a representar al Otro. en
primer::!. vez en b Traumdeul.u l1g a propósito de l sueño; qu e ese empleo da
cuanto que su demanda está sujeta a ellos. S il sentido y a lJ vez el del término: distorsión, q ue lo tradu ce cuando los
Tal vez puede entreverse aqui de paso la raz Ón de ese efecto ingleses lo ap li can al Yo. Observación que perm ite juzgar el 1100 que se hace
de ocultación que nos retuvo en el reconocimiento del deseo en Fr:mcía del término distorsión del Yo, por el cual lo s aficionado! al
re[or~ami enlo del Yo. maiJcon sejados de desconfiar de esos "falsos amigos"
del sueño. El deseo del sueño no es asumido por el suj e to qu e que son las pa labras inglesas (las pal a bras, ¿no es cierto?, tienen lan poca
dice: "Yo" [le) en su palabra. Articulado sin embargo en el lu. imp0rlancia), eutiemlen simplemente... un Yo torcido.
gar del Otro, es discurso, discurso cuya gramática como tal em­ 21. [Con las expresiones "el liada" y " la nada'· hemos intentado da r en
este pasaje un equiv alellle de la di stiución . eu francés, entre le 7"ien y le
pezó a enunciar Freud . Así es como los anhelos que constituye niant. TS]
611
6 10 lA. DiRECC IÓ N DE LA CUR A LA DIRECCiÓN DE L A CURA

res ti tuid o al cuerpo imagin ario; es 'el [a la perdi do de Osiris lisis, n a sin march itamie n tos locales; el gran caudal sin emb argo
embalsamado. pe rmanece,
He aquí pU'es a nuest ro suj eto al fin al de su callejón , llegad o
has ta el punto de h ace rn os un a juga rreta de prestidi g itación
13. La fun ció n de este significante como la l en la búsqu eda d el b astan te par tic ula r p or lo que revel a de un a estru ctura del
deseo es ciertamente. como Freud lo observó, la clave d'e 10 qu e deseo.
h ay que saber para termin ar los análisis: y ningún art ificio lo Diga mos q ue, de edad m ad ura, co mo di cen có micam'en r.e, y de
sustituirá para obten er este fin . espíritu desengañad o. nos enga ñaría gustoso con una su meno­
Para dar un a idea de ell o. describiremos un incidente acaeci. pa usia para excusarse de un a im po tencia sobrevenida, y ac usa r
d o al fin al del a nálisis de un o bsesivo, o sea después de un a la nuestra,
la rgo trabajo en el que n o se consideró suficiente "a na liza r la De hech o las red istri bnciones de la libido no se realizan sin
agres ividad del suj eto" (di ch o de otra man era: proclam ar a costarl es a algunos obje tos su puesto, incl uso si es inamovible.
tambor batiente sus agresiones imagi narias), sino en el que se En resumen, es im po ten te con su am ante, y habiéndosele oc u·
le hi zo r econocer el lugar que lomó en el j uego de la dest ru c· rr ido utili za r sus halla zgos sobre la fun ción del te rcero en po­
ción ejercida por !Jno de sus padres sobre el deseo del o tro. tencia en la pa reja, le pro pone que se acueste con o tro hombre,
Ad ivina la impo tencia en que se encuentra de desear sin des­ a ver qu é pas a.
truir al O tro, y por ende su deseo mismo en cuanto q ue es Ahora b ien, si ella permanece en e l luga r donde la ha insta­
deseo dd O tro. lado la n eu rosis y si el análisis la alcanza allí, es p or la concor­
P ara llega r ahí, se le reveló su m an iob ra de todos los in stan. dancia qu e ha rea li zad o desde hace much o tiem po sin d uda con
les para proteger al Otro, ago tando en el trab ajo de tr ansferen. los deseos del paciente, p'e ro más aún con los pos tulad os incons­
cia (D1.I.rcharbeitu ng) todos los a rtifi cios de un a ve rbali zación áentes qu e mantien en ,
qu e disting ue al o tro [autTe] del O tro [A utre] (a minúscul a y A P or eso no n os asombraremos de que n i corta n i perezosa, o
mayúscul a)}' qu e le lleva, desde el p alco reservñdo al aburr imien · sea la noche misma, su eñe 'este sueño, que recién h ornead o le
la del O tr o (A mayúscula) a dispon er los juegos del circo entre trae a nuestr o a licaído,
los dos otros (la a minúscul a y el Yo, su som bra) . Ella tiene un fal o, siente su forma b ajo su ropa, lo cua l no
Sin duda no bas ta con d ar vueltas en redond o e n ta 1 o cual le impide te ner también un a vaginal ni much o menos desear
rin cón bien explorado de la neurosis obsesiva para lleva rlo q ue ese falo s'e meta allí.
has ta esa glorie ta, ni con con ocer ésta para conducirl o a ella Nues tr o p acie nte al oír tal recu pera ipsofacto su s capacidades
por IIn cam ino q ue no será nu n ca el más directo. No se n ecesi· y lo demuestra bri ll an temente a su comadre,
ta solam'en le el pl an o de un laberin to re const ruid o, ni siquier a ¿Qué inter pre tación se indica aquí?
un lo te de p la nos ya levantados. Se necesita ante lodo poseer la Ya se habrá adi vinad o por ]a dema nda qu'e nuestro pacie nte
combinatoria ge nera l que preside su variedad sin duda, pero hi zo a su a man te que nos solicita desd e ha ce tiemp o q ue va li·
qu e, más útilmente aún, nos da cuenta de los trampa ntojos, me·
demos su h om osexualidad re prim ida.
j o!' aún , de Jos cambios a ojos vista de l laberin to, Porq ue u nos
Efecto m uy pronto previsto por Freud de su descu brimien to
y Olros no fal lan en esta n eu rosis obsesiva. ar qui te ctu ra de
con trastes toda vía n o bas tan te observados, y que no bas ta con del inconsciente: entre las demandas regresivas, un a se abrevar á
a tri buir a ciertas rOl'mas de fachada, E n medi o de tantas act i· de fábulas en las verdades propagadas por el análisis. El a n álisis
tudes sedu ctoras, insurge ntes, im pasibles, hay que ca ptar las an· de regreso de Améri ca reb asó sus espera nzas,
gustias anudad as a las rea lizaciones, los rencores que no impiden Pero nosotr os hemos segu ido siend o, ya se lo imaginan, m ás
las ge nerosidades (¡sos tener que los obsesivos carecen de oblati­ bien cascarrabias sobre ese p un to,
vidad!) , las in con stancias mentales q ue sosti'enen infrangibl es Observemos q ue la soñadora n o se mues tra más complaciente
fidelidades, Todo esto se mueve de manera solid aria en un a ná· con ell o, puesto qu e su argumento aparta tod o as istente, Lo cual
612
LA DIRI:CCI6N DE LA C I' R,\ 1.,\ OIRr CC ló N DE I.A CUR.A 61 3
guiada incluso a un novicio a confiar úni ca mente en el texto, Entonces se piensa que todo está terminado. Pero nada tene·
si se h a form ado 'en nuestros principios. mas qu e hacer con ella en la interpret ación, donde invocarla n o
Sin embargo no anali zamos su sueño sino su efecto so bre llevaría muy lejos, salvo a volver a colocar al paciente e n el
nuestro paciente.
punto mismo en qu e se escabulle 'entre un deseo y su despre cio:
Cambiaríamos nu es tra conducta si le hiciésemos leer en él seguramente el desprecio de su madre recalcitrante a denunciar
esta verdad, menos propagada por estar en la historia, d'e nues­ el des eo dem asiado arcli'enLe cuya image n le ha legado su padre.
tra aportación: qu e el rechazo de la castra ción, si hay <lIgo que Pero sería revelarle sobre eso menos de lo que le dice su aman·
se le pare zca, es en primer lugar rechazo ele la castración el el Otro te: qu e en su sueño, ten'e r el falo no le jmpedía en absoluto
(de la madr-e primeramente).
desearlo. En ] 0 cual es su propia caren cia de ser la que se encon·
Opinión ve rdadera no es ciencia, y conciencia sin ciencia no tró alc"nzada.
ES sino comp licidad ele ignorancia. Nues tra ciencia no s'e tra ns­
Falta que proviene de un éxodo: su ser es tá siempre en otra
mite sino articulando en la ocasión 10 particular.
po r le. Él lo ha "puesto de lad o", pu ede decirse. ¿Lo clecimos
Aquí la ocas ión es úni ca para mostrar la figura que enuncia. paro rnOlivar la dificultad del deseo? Más bien, qU'e el deseo lo
mas en es tos térm inos: que el deseo inconsciente es el deseo del
sea de dificul Lad.
Otro -puesto que el sueño está hecho para satisface r el deseo
No nos dejemos pues e ngañar con esa garantía que el sujeto
del pa ciente más allá de su demanda , como lo sugiere el hecho
rec ibe, por el hech o de que la sofíad ora renga un fa lo , de que
de que lo logre, P or no ser un sueño del paciente, pued e tener
no tendrá que quitárselo a él , au nque fuese para señalar docta­
no menos precio pa rfl nosotros, si por no dirigirse a nosotros como
mente que es ésta una garantía dem as iado fuerte para no ser
sucede con el a nali zado, se dirige a él tan bien como pueda
hacerlo el an a lista. frágil.
Es la ocasión de h acer captar al paciente la función ele sigrlifi. Pu es esto es ju stamente desconocer que esa gara ntía no exi·
can te qu e tiene el falo 'en su deseo. Pues es en cuanto [;JI como giría tan to peso si no tuviese qu'e imprimirse en un signo, y
opera el falo en el sueño para ha cerle recobrar el uso del órg~no q ue es moslrando ese s ig no como tal, haciéndolo aparecer allí
yue re¡:>resenta , como vamos a demostrarlo por el lugar a l que donde no pu ede estar, co mo toma su efecto.
apunta el sueño en la estructura dond e su deseo es tá lomado. La co ndi ción del deseo que reti'ene emjn entem ente al obse­
Además de que la muj er ha soñado, es tá el hecho de que le si vo es la ma rca misma, con 10 cual lo encuentra estropeado, del
habla de ello. Si en este d iscurso ella se presenta como poseedora origen de su obje to: el con traban do.
de un falo, ¿es esto todo aquello por lo cu al le es devu elto su Modo de la gracia sing ular por no figurarse sino co n la re
va lor erótico? Ten'er un falo en efecto no basta para restituirle negaóón de la uaturaleza. En él se oculta un favor que en nues·
una posición de obj eto que 10 a propie a un a fantasía, p or la tro suje to sie mpre hace ;mtesaJa . Y es echándolo afuera como un
cual nuestro pacienle corn o obsesivo pueda ma n tener sn deseo día lo dejará entrar.
en un imposible qu e preserva sus condicion'es de metonimia .
Éstas gobiernan en sus elecciones un juego de esca pe que el
análisis ha perturbad o, pero que la mujer aquí r'estaUra con un 14. La importanci a de preservar el lugar d·e l deseo en la direc.
ardi d, cuya rudeza oculta un refinamiento bien ade cuado para ció n de. la cura necesita que se oriente ese lugar con r elación
ilustrar la ciencia in cluida en el inconsciente. a los efectos de la demanda, únicos que se conci b'en actua]men·
Pues para nuestro paciente de nada sirve rener ese falo, puesto te en el principio de l poder de la cura.
que su deseo es serlo. Y el deseo de 1a mujer aquí cede al su yo, Que el acto genital efectivamente tenga que e ncontrar su lu­
mostrándole lo que 'e lla no Uene, gar en ]a articulación in consciente del des eo, tal es el descubri·
La observa ció n a todo pasto hará siempre mucho caso del miento del aná lisis, y es e n eso precisa mente en lo qu e nun ca
anuncio de una madre cast radora, por poco que la anamnes is se se ha pensado en ceder a la ilusión del paciente de que facilitar
preste a ello. Se despliega aquí como es de j-usticia.
J
su clemanda para la satisfacci ón de la necesidad arregl aría en

"-­
614 LA DIR:tCC t 6N OE L A CURA 615
LA DIRECCIÓN DE LA CURA

n ada su asunto. (Meno~~ ún au tori za rlo con e l clásico: coilus gresión temporal sin duda, pero a condición de precisar que se
n ormalis dosim repetatu.T.) trata del tiempo de la rememoración ) , nO alcan za sino a los sig­
¿Por qué se piensa de manera diferenle al creer más esen cial nificantes (orates, anales, e tc.), de la demanda y n o interesa a
para el progreso de la cura operar en la medida que sea sobre la pulsión correspondiente sino a tra vés de ellos.
otras dema ndas, bajo el pretex to de que éstas serían regresivas? Reducir esta demanda a su lug'ar puede operar sobre el deseo
Volvamos a partir una vez más de l hecho de que 'es en pr imer una apariencia de reducción por el aligeramiento de la nece­
lugar para el sujelo para quien su pa labra es un mensaje, por. sidad.
que se produce en el lugar del Otro. Que poi ello su demanda Pero esto no es más bien sino efecto de la torpeza del analis,
misma provenga de allá y esté etique tada como tal, no significa tao Pues si los significantes de la demanda han sostenido las
únicamente que esté some tid a al código del Otro. Sino que es fru straciones dond e ·el deseo se ha fijado (Fixierung de Freud),
desde ese lugar del Otro (incluso desde su tiempo) desde donde es sól o en su lugar donde el deseo es sujetador.
está fechada. Ya se pretenda frus trante o gratifi caute, toda respuesta a la

Como se lee claramente en la palabra más libremente dada demanda en el amUisis red uce en él la transferencia a la su­

por el sujeto. A su mujer o a su amo, para que reci ban su fe. gestión .

es con un " [Ú e res..." (la una y el otro) como los invoca, sin H ay entre transferencia y sugestión, ~ste es el descubrimiento
d'ecIarar ]0 que él es, sino murmurando contra sí mismo un a d'e Freud, una re1 ación, y es que la transferencia es también
orden de asesinato que el equívoco del francés lleva al oido. 22 una sugestión ; pero un::!. sugestión que no se ejerce sino a partir
El deseo, por más que se transparen te siempre como se ve aquí de la de manda de amor, que no es demanda d-e ninguna necesi­
en la demanda, no por e llo deja de estar más a llá. Está tam­ dad . Que esta demanda no se con stituya como tal sino en cuanto
bién más acá de otra demanda en que el sujeto, repercutiéndose que el sujeto es sujeLO del sign ifican te. es lo que permite hacer
en el lugar del otro, no borraría tan to su dependencia por un de ella ma l uso reduciéndola a las necesidades de donde se han
acue rd o de rebote, como fijada el ser mismo que viene a propo­ tomado esos signifi ca ntes, cosa que los psicoanalistas, como ve­
ner allí . mos, no dejan de hacer.
Esto quiere decir que sólo de una pa labra que levantase la Pero no hay que confund ir la identifjcación con el signifi cante
marca que el sujeto recibe de su expresión podría reci birse la tod opoderoso de la demanda, del que hemos hablado ya, y la
absolución que lo devolvería a su deseo. identificación con el objeto de la d-emanda de amor. Ésta es sin
Pero el deseo no es otra cosa que la imposibilidad de esa pa­ duda también una regTesión, Freud insiste en ello cuando la
labra, que a l responder a la primera no puede sino redob lar su considera como el segundo modo de identificación , que distin­
marca consumando esa escisión (Spaltung) que el sujeto sufre gue en su segunda tópica escribi'endo: Psicología de las masas y
por no S'er sujeto sino en cu anto que habla. análisis del Y o. Pero es otra regresión.
(Lo cu al está simbol i"aoo por la harra ohli cua de noble h;¡s­ Aquí se encuentra e l exit que permite salir de la sugestión .
l'lrdía t:OIl que areclamos la S de l \ ujClo para seli alar que cs es(; La identificación con 'el obj eto como re gresión, porque parte de
la demanda de amor. abre la secuencia de la transferencia (la
" ,j eto: ~. ) '"
La reg,.c~i(·lIl quc "le pone en primc.' pl ano en el an:ili'ii'i (re­ abre, y no la cierra) , o sea el camin o donde podrán denunciarse
las identificaciones que, deteniendo esta regresión , le ma rcan
~ LJucgo de palahr;l~ inl r;H luc ihlc: e ll hancé..., el prono mhrc d e 2;¡. pn.
<;O ll as il) ~'lI l a r tú .'iC prOllullcia igual q ue el verho I f/(: ("m::lla") , )' b fl':ISC
el paso.
111 ('.\ ("eres") sucn :l al oido como lile,. ('matar'') o (lit: (" malado"). H1
Pero esa regresión no depende de la n ecesidad de la demanda,
%' eL el ($ o D) ~ el {~ O (/) de JlU Cstro gra fo, reprodu ci do :Hjuí e ll " SlIb· del mÍsmo modo que el d'eseo sádico no se explica por la deman­
'cl'l'ión (lcl liujeto " , p. 797. El .~isno O c()n.~ign3 l;.¡ .~ rcl:lciollC~: cnvulvilllicntn­ da ana l, pues creer que los escíba\os son un objeto nocivo en sí
dcocJl\o h·illliclltO·COllí llll cióll·d j ~yL lll Cióll. l.0\ n exos qu e .\ih'llif ica \.:1\ ( ·.~ I u,
mismo, es tan sólo una ilusión ordinaria de la com prensión .
<los paré nl c.~ ís pcl'lnil cu leer la S l ach ;¡!I;¡: S cn [(/(Jillg CIl (') COIII ' d e la
d c ma nda : S CI\ {(/(l i7lg anle el o hj clo del d esl'o, O sea COIl Cl'Cla l1lClll c la (En tiendo aquí comprensión en el sentidO nefasto en qU'e ha
plIlsiúu )' la fanta sb . tomado su cotización de Jaspers. "Usted comprende: - ", exordio
616 LA DIRECCi ÓN DI.': LA CU RA LA DIRECCIÓN DE LA CURA 617

con el que cree impresionar a quien no comprend'e nada aquel análisis a sus bases biológicas, esto se sobreentiende ; es tan có­
q ue nada tiene que da rle a comprender.) Pero la demanda de modo de proferir que ni siquiera lo escucha . Pero aun así. . .
ser un a mierda es algo anre lo cual es preferible ponerse un poco Dejemos de lado mis observaciones sobre el h echo de qu e la
a l sesgo, cuando el su jeto se descubre así. Desgracia del ser, evo­ sobredeterminación no es estri ctamente concebible sino en la
cada más arriba. estructura del lenguaje. E.n los sín tom as neuróticos. ¿qué signi­
Quien no sabe llevar sus análisis didácticos hasta ese viraje fica 'esto?
donde se manifiesta con temblor que todas las demandas qu e Significa qu e en los efectos qu e res ponden en un sujeto a una
se han articulado en el análisis, y más que ninguna otra aquella demanda determinada van a interferir aq uell os de una posició n
que estuvo en su comien zo, la de conv ertirse en analista, y que con relaci(¡n al otro (a l otro, aquí su semeja nte) al que él sos­
llega entonces a su plazo, no eran sino transfe rencias destina­ tiene en cuan to sujeto.
das a mantener en su lugar un d eseo inestable o dudoso en su " Al que él sos tiene en cua nlo suj eto" quiere decir qu e el len­
problemática -ése no sabe nada d e lo que se necesita obtener guaje l"e permite conside rarse como el tramoyista, o incluso como
del sujeto para que pueda asegurar la ' dirección de un análisis, el director de escen a de toda la ca ptura imaginaria de la cua l
o tan sólo hacer en él una in terpretación con conocimiento de en caso contrario él no serí a sino un títere vivo.
causa. La fantas ía es la ilustra ción misma de esa posibilidad origi­
Estas consideraciones nos con [irman que es natural ana lizar nal. Por eso tod a ten ta ción de redu cirla a la imaginación, a falla
la tran sferencia. Pues la transferen cia en sí misma es ya análisis de confesa r su fracaso, es un contrasenüuo perma nente, contra­
de la sugestión, en la medida en que coloca al su jeto respec to sent ido del qu e la esc uela kleiniana, que h a llevado mu y lejos
de su demanda en una posición que no recibe sino de su deseo. las cosas en es te terreno, no puede sa lir por no entrever siqui-era
Sólo para e l manlenimiento de ese cuadro de la trans[erencia la categoría del signifi cante.
debe la fru stración preva lecer sobre la gra tificación . Sin emba rgo, un a vez de finid a como image n puesta en [un­
La resisrencia del sujeto, cuando se opone a la sugestión, no ción en la "es tructura significante, la noción de fa ntasía incons­
es sino deseo de mantener su deseo. Como tal. habría que poner­ ciente no ofrece dificultad ,
la en la coJumna de la transferenci a positiva, puesto qu e es el Digamos qu e la fanta ~ í a, en su uso fundamental, es aquello
deseo el que mantiene la dirección del a nálisis, fu era de los efec­ por 10 cual el su jeto se sos tiene al nivel de su deseo evanescente,
tos de la demanda. evanescente en la medida en qu e la satisfacción mism,) de la
Estas proposiciones, como se ve, cambian algo de las opi ni o­ demanda l'e hurta su objeto.
nes corrientes en esta materia . Que sugieran que ha habido ¡Ahl pero esos neuró licos, qué re milgados. ¿qu é ha cer? Son
error de reparto en algún sitio, y habl~emos alcanzado nuestro gente incomprensible, palabra de paure ele familia.
propósito. Es justa mente lo que se ha di cho desde hace mucho tiempo.
desde siempre, y los analistas están todavía en eso. El alma de
Dios llam a él. eso lo irracional, no h abiéndose percatado ni si­
15. Aquí se sitúan algunas observacion es sobre la formación de guiera de qu"e el descub rimiento de Freud equ ivale a consid e­
Jos síntomas. rar en primer lugar como seguro , lo cual derriba de buena~ a
Freud , desde su estudi o demostrativo de los fenómenos su bje­ primeras <.1 nuestro exegeta, que lo rea l es racion al . y luego a
tivos: sueños, lapsus y chistes, d'e los que nos dice formalmente comprobar que lo ra cional es rea l. i\ Iediante lo cual puede cH­
que le son estru cturalmente idénticos (pero por supuesto está ticul ar que aque llo poco razonable que se presenta en el deseo
para nuestros sabios demasiado por debajo de la experi encia es un efecto del P;¡So de lo racional en cuanto l~eal, es decir del
que han adq uirido - Ipor qué cam in osl - para que piens~n si. lengu;¡je. ¡¡ Jo real, en cuanto qu e lo racional ha trazado ya en
q uiera en volver a ello), Freud, deda, lo subrayó cien veces: él su circu nva lacilm"
los síntomas están sohredeterminados. Para el pobre diablo, de­ Pues la paradoja del deseo no es privilegio del neurótico, si no
dicado al cotidiano remachar que nos promete la reducción de l q ue )0 es mús bien el herho de yue tenga en cuenta la ex iste n­
GIS LA DIRECC IÓ N DE I.A CU RA 619
LA DIRECCrÓN DE LA CU kA

da de la paradoja eH su manera de enfrentarla. Esto no lo cla­ se interpone para degradar el mensaje de transferencia, él que
sifica tan ma l en el orden de la dignidad huma na, y no hace está atH pa ra inte rpre tarlo, en una falaz sig'nificación de lo real
honor a los analis tas mediocres (esto n o es una apreciació n, sino qu'e no es sino mistifi cación?
un ideal formulado en un anhelo formal de los int'Cresados). Pues el punto donde el a nalis ta de hoy pretende ca ptar la
que en ese punto no alcanzan esa dignidad : sor prendente dü;­ transfe renciíl es esa distancia que define entre la fantasía y la
taneia que han anotado siempre con palabras veladas los ana. respuesta qu e lla man ada ptada. ¿Adaptada a qu é sino a la d~·
listas... otros, sin que sepa mos cómo distingui r a és tos, puesto manda del Otro, y en qué esa d emanda tendda más o menos
que eJJos no habrían pensado nun ca en hacerlo por sí mismos consistencia f}ue la respuesta o btenida, si no fue se porque se
si no hubiesen tenido a ntes que oponerse a la d esviación de cree autorizado a n'ega r todo valor a la fanta sía en la medida
los primeros. que toma de su propia realidad?
Aquí el ca mino mismo por donde procede lo traicio na, cuan­
do necesita por ese ca mino introducirse en la fantas ía y of re­
16. Es pues la posición del neuró tl co con r especto al d eseo, di­ cerse como ho.'Hia imag inaria a las ficcion es donde prolifera un
gamos para abreviar la fan tasía, la que vi'ene a marcar con su deseo embrutecido, Ulises inesperado que se da e n pasto para
prese ncia la respuesta del sujeto a la demanda, dicho de otra que prospere el eh iq uero de Circe.
manera Ja sig nificación d e su necesid ad , y no se diga que aquí difamo a quien sea. porque es el pun to
Pero esta fantasía no tiene nada que ver con la significació n preci so e n que aqu ellos que no pueden articular d'e otra m<tnera
'e n la cual interfiere, Esta signifi cación en efecto provien e del su práctica se inquietan ellos mismos y se interrogan : las fanta.
Otro en la medid" en que de él depende qu e la demanda sea sías, ¿no es en eIJas en las que proporcionamos al sujeto la gra­
colmada . Pero la fantasía sólo Jlega allí por encon trarse en el tificación d o nde !)e 'cmpant~ma el aná lisis? :tsta es la pregunta
camino df' retorno de un circuito más ampl io, 'el que Ilevílndo que se repiten con la insistencia sin salida de un tormento del
la dema nda hasta lo;.; límites del ser, hace interrogílrse a l sujeto inconsciente,
sobre la fa lta en fa que se aparece a sí mismo cama deseo,
Es in cre íbl'e que ciertos rasgos qu e si n emba rgo desde siempre
han saltado a los ojos de la acción del hombre Co mo [al no ha­ 17, Así es como en e l mejor de los casos el analista de hoy deja
yan sido aquí sacados a la luz por el a náUsis. Nos referimos a a su paci'ente en el punto de identificación puramente imagina­
aquello por lo cual esa acción del hombre es la gesta que toma ria del que perman ece ca utivo e l histérico, por el hecho de que
apoyo en su ca nción. Esa faceta de hazaña, de realización, d e su fantasía implica su e mpantanamiento.
resultado es tra ngulado por el símbolo, lo que la hace pues sim. O sea ese punto mismo de donde Freud . e n toda la primera
bólica (pero no en el sentido enajena nte qu e este término de, parre de su carrera, q uería sacarlo demasiado a prisa forza ndo el
no ta vulgarmente), aque llo en fin por lo cual se h ab la d e un llamad o del amor sob re el objeto de la identificación (pa ra
pasaje al acto, ese Rubicó n cuyo d~seo propio está siempre Elisabeth von R . . ., su cuñad o [5]; para Dora el señor K, .. ;
camuflado e n la his toria en beneficio de su éxi to, todo aqu ello para la j oven homosexual del caso de homosexual idad feme­
a lo que la experiencia de lo que el a na lista lla ma e l acling ou.t nina, ve con más claridad, pero se estrella por considerar que
le da un acceso cas i exp'erimental, puesto que él domin a todo su la transferend a negat iva le apunta en 10 real) .
ar tifi cio, el analista lo rebaja en el mejor de los casos a un a Se necesita el ca pítulo de Psicología de las masas y análisis
reca ída del suj e to, en el peor a un a falta del terapeu ta , del Y o sobre "la iden tificación", para que Freud distinga neta.
Se queda lino ~s tupefac to <tnte esa falsa vergüenza del analista mente ese tercer modo de id entifi cación que condiciona su fun­
ante la acció n , en la que se disimula sin duda un a verdadera: la ción de sostén de l deseo y que especifica por lo tanto la indi ·
qu e tiene de una acción, la suya, una de las más altas, cu ando f'erencia de su objeto.
desciende a la abyección. P ero nuestros psicoanalistas insisten: ese objeto indiferente,
Porque, en fin, ¿qué olra cosa podría ser cuando -el analista es la susta ncia del objeto, comed de mí cuerpo, bebed de mi

l
620 LA DIRl:CC16N DE LA CURA
621
LA DIReCCIÓN DE LA CURA

sangre (la evocación profanadora 'es de la pluma de ellos) . El ¿A dónde va pu'es la dirección de la cura? Tal vez baste con
misterio de la redención de l analizado está en esa efusión ima­ interrogar a sus medios para definirla en su rectitud.
ginaria. de la que el analista es el o bjeto. Observemos:
¿Cómo podda en efeclo 'el Yo con el que pretenden ayudarse l . Que la palabra tiene en ella todos los poderes, los poderes
aquí no caer bajo la acción de la enajenación reforzada a la especiales d'e la cura;
que inducen al sujeto? Los psicólogos han sabido siempre, des­ 2. Que estamos bien lejos por la regla [fundamental) de d iri­
de antes de Freud. aunque no lo hayan dicho en 'estos términos, gir al sujeto hacia la palabra plena. ni hacia el discurso cohe­
que si el deseo es la metonimia de la carencia de ser, el Yo es rente, pero que lo dejamos libre d'e intentarlo;
la metonimia del deseo. 3. Que esa libertad es lo que más le cuesta tolerar;
Así es como se opera la identificación terminal de la que se 4. Que la demanda es propiamente lo que se pone entre pa­
glorifican los analistas. réntesis en e l análisis, puesto que está excl uido que el ana lista
Si se trata del Yo o del Superyó de su paciente, es cosa sobre satisfaga ninguna de ellas;
la qu e vacilan , o más bien , es la ocasión de decirlo, no les 5. Que puesto que no $'e pone ningún obstáculo a la confe­
importa, pero aquello ·con lo que el paciente se identifica, es su sión del deseo, es hacia eso hacia donde el sujeto es dirigido e
Yo fuerte. incluso canalizado;
Freud ha previsto muy bien ese re~ ultado en el artículo citado 6. Que la resistencia a esa confesión, en último análisis, no
hace un momento, mostrando el papel ideal que puede lomar el puede consistir aquí en nada sino en la incompatibi lid ad del
objeto más insignificante en la génesis del caudillo. deseo con la palabra.
No en vano la psicología a naHti ca se orienta más y más hacia Proposiciones que tal vez todavía haya algunos, e incluso en
la psicología de grupo, e incluso hacia la psicoterapia del mis­ mi auditorio ordinario, que se asombren de encontrar en mi
mo n ombre. discurso,
Observemos sus efectos en el grupo analítico mismo. No es Se siente aquí la ardiente tentació n qu'e debe ser para el ana­
cierto que los ana lizados a título didáctico se conformen a la lista responder por poco que sea a la demanda,
imagen de su analista, cualquiera que sea el nivel en que se la Más aún, ¿cómo impedir que el sujeto le atribuya esa res­
quiera ca ptar. Es más bien en tre ellos como los anali zados de puesta, bajo la forma de la d'emanda de curar, y conforme al
un mismo analista est,in ligados por un rasgo que puede ser horizonte de un discurso que le imputa con tanto más derecho
completamen te secundari o en la economía de cada uno, pero cuanto que nuestra autoridad 10 ha asumido a tontas y a locas?
¿Quién nos liberará ya de esa tunica de Neso que nos hemos
donde se señala la insuficiencia del analista con respecto a su
tejido nosotros mismos: el análisis responde a todos los desidera­
trabajo.
ta de la demanda, y por medio de normas difundidas~ ¿Quién
As! es como aqud para quien el problema del deseo se reduce b arrerá ese enorme estiércol de las caballerizas de Augias, la li­
al levantamiento del velo del mi edo, deja envueltos en ese su.
teratura analítica?
dario a todos los que ha conducido. ¿A qué silencio debe obligars'e ahora el analista para sacar
por encima de ese pantano el dedo levantado de l San Juan de
Leonardo, para que la interpretación reco bre el horizonte des­
18. Henos aquí pues en el principio maligno de ese poder siem­ hab itado del ser donde debe desplegarse su virtud alusiva?
pre abierto a una dirección ciega. Es el poder de hacer el bien,
ningún poder tiene otro (in . y por eso 'el poder no tiene fin,
pero aquI se trata de otra cosa, se trata de la verdad, de la 19. Puesto que se trata de captar d deseo, y puesto que sólo
única, de la verdad sobre los electos de la verdad. Desde 'el mo­ puede captárselo en la letra, puesto que son las redes de la letra
mento en que Edipo emprende ese cam ino, ha renunciado ya al las que determinan, sobredet'erminan su lugar de pájaro celes te.
poder. ¿cómo no exigir al pajarero que sea en primer lugar un letrado?

\->-­
622 L..... DIR ECC iÓN DE LA CURA U .. DIRECCiÓN DE LA CURA 623
La parte "literaria" en la obra de Freud, para un profesor de A DVERTENCI A Y REFERENCIAS
literatura de Zurich q ue cOffi-e n zó a dele trea rla ¿qu ién de nos­
l

otros ha in tentado arti cular su importancia? Este in(orme es nn trozo escogido de nuestra enseñ anza. Nuestro dis­
Esto no es más que una indicación. Vayamos más lejos. Inte­ curso en el Congreso y las respuestas que recibió lo vo lvieron a colo­
rroguemos lo que ha de ser d el analista (del "ser" de l analista ) , car en su continuidad.
en cuanto a su propio deseo. H emos prese nt ad o en él un esquema qu e articul a precisamen te las
direcclones aqui propuestas para el campo del análisis y para su ope­
¿Quién tendrá todavía la ingenuidad de contentarse, en cuan.
ració n .
to a Freud, con esa figura de burgués tranquilo de Viena q ue Damos aquí, clasificad as por orden alfabético de autores, las reCe
dejó estupefacto a su visitante André Breton por no aureolarse rendas a las que remite nu es tro tex to medi an1e los números colocados
con ninguna obsesión de Ménades? Ahora que ya sólo renemos entre corcbe tes.
su obra , ¿no reconoceremos en ella un río de fueg'o, que no debe Utili za mos las abreviaturas sigu ientes:
nada a l río artificia l de Fran-;:ois Mauriac? G _ W ,: GeJa mm elte W erke, de Fre ud; editadas por Imago PubJishing
¿Quién mejor que él confesando sus sueños supo tren za r la d e Londres. El número romano que sigue indi ca el vo lumen.
cU'erda dond e se desliza el an illo que nos une a l ser, y h ace r S. E _: Sfflodord etlil iott, de su traducción inglesa, edit ada por H ogarth
lucir entre las manos cerradas que se lo pas~n en el juego de la Press de Londres. Misma ohse rvación.
sortija de la pasión humana su breve fulgor? I.].P.: bltemaliOT. ol ]ournol o[ PJychoanalysis.

¿Quién ha protestado como ese hom bre de g¡tbine te contra el T h.e P . Q. : The PS'yeh omwlytic Quorter l)l .

aca para nli'ento del gozo por aquellos que acumu la n sobre los L a P. D. A.: un a ob ra intitulada: L a psycJumalYJe d'aujou rd'h ui, pu­

hombros de los demás las ca rgas de la necesidad ? blicad a por las Presses Uni vers itaires de Frall ce, a la cua l sólo nos
referimos por la simplicidad ingenu a con que se presenta r:n ella
¿Qu ién h a interrogado tan intrépidamen te como ese clíni co la tend encia a degradar en el psicoa náli sis la direcció n de la cura
ligado a la cotidianida d del sufrimiento a la vida sobre su sen­ y los prin cipios de su poder. Trabajo de difusión en el ex terior sin
tido, y n o para d ecir que no lo tiene, manera cómoda d e lavarse duda, pero también, en el interior, de obstrucción. No citaremos
las manos, sino que no tiene más que uno, en el cual el deseo pues a los aulores que no intervienen aqui con ninguna con tribu­
es llevado por la muerte? ción p ropiame n te cien tHi ca .
H ombre d'e deseo, de un deseo al que siguió contra su volun _
tad por los caminos donde se refleja en el sentir, e l dominar y [ 1] Abraham, Karl : "Die psychoscxuellen Dií(erenze n der Hysteri c
el saber, pero del cual supo revelar, él solo, como un ini ciado und der Dementia pra ecox" ( Ier. Co ngreso Ine de Psicoa nálisis.
en los difuntos misterios, el significante impar : eS'e falo cuya Salzburgo, 26 de abril de 1908), Cent7'Glblatt t úr Nervenh eilllu71­
recepción y cuyo don son para el neurótico igua lmente imposi. de und PJychiaf:rrie, 20 . cuade rno de julio de ]908, Neue folge,
lomo 19. pp. 52 1-533, Y en Klinische R eitr'üge zur PJychoanolyse
bies, ya sea que sepa que el otro no lo ti ene o bien que lo tiene,
(Int . Psych. Verlag, Le ipzig-Viena-Zuri ch, 1921); "T h e psycho­
porque en los dos casos. su deseo está en otra parte: es el de sexual diffe rences betwce n Hys(eria and Dementia praecox", Se­
serlo, Y 'eS preciso que el hombre, masculino o fem enino, acep te lec led Popers~ Hoga rth PreSo'), pp. 64-79.
tenerlo y no tenerlo, a partir del descubrimiento de que no lo es. [ 2} Deve reu x, Georges: "Sorne criteria for tbe timing o í co nfronta­
Aquí se inscribe esa Spaltu. ng última por donde el sujeto se tions and inter pre tations". /. ]. P., XX XIJ ~ 1 (enero de 1951) pp.
articula a l Lagos, sobre la cual Freud a l e mpezar a escribir [12], 19-24 .
nos daba en el extremo último de una obra a la dimensión de l [ 3] Fercl1cz i, Sa ndor: " lntrojcktion und Übertragung". 1909. ] ah¡-·
ser, la sol ución del a náJi sis " infinito", cuando su muerte puso bu ch für psychoauolytisch e Forschtmgen, J, pp. 422-457; " lnt ro jec­
en ella la palabra N ada. lion and transference", Sex in psychoorlOl)'sis, Basic Books, Nue­
va York, pp. 35-93.
4) Freud, Anna : Das l eh 1tTi d die A bllJe hrm echa1iismen~ 1936, en
cap . lV : "D ie Abwehrmech anismen", CL Ve1'Jueh einer Chrot1o­
logie, pp. 60-3 (Int ern. psychoanal. Verlag, Viena, 1936).
( 5] Freud, Sigmund : St u dien über Hy ste rie, 1895; G. W ., J, caso Eli·

"'­
624 LA DIRECC IÓN DE LA CU RA LA DIR ECC iÓN DE LA CURA 621)
sabeth von R., pp. 196-251, esp. 215·; ; Sllldies on Hysler;a~ S. E.) G. W ., XV I, pp. 59-99, traducido bajo el títu lo d e: A l1alyse term i·
11 , pp. 158·60; L a histeria, B . N., I~ pp. 78-1 03. Estudios sobre la née (1) et analyse in term inab le (!1). Lo s punLos de admiración
h il"teria) Amorrortu. JI, pp. 15 1. 174. nu estros a punta n a los es rándares practicados en la traducció n a l
[ 61 Freud, Sigmund: Die T rallmdeu/ung, G. W . lJ ·lJI. CL en ca p . IV: fra ncés de las o bras de Fre ud . Señalamos és ta porq ue, pa ra ]a
"Die T r aumen ts fell ung", pp. 152· 56, 157 Y 163·8. " Ke rn u nse res edici ón de las G. W ., vol. XV I, aparecida en 1950. no ex iste. Aná.
Wesens ", p. 609. Tll e in terp're tation 01 d'reams, S. E., IV, cap. IV: lisis tenni,Ulblt' e in terminable, B. N., m , pp. S,40·572. Análisis
"Dístonio n i n dreamoS" , pp. 14 6-50, ] 5 1, 157·62 Y 60!L La in ler. lenn inable e in terminable, Amorrortu . XXIII , pp. 2 11·25 4.
p'retac ión de los m .eños, B. N., [, ca p . 5: "La de formac ión oníri ca", [12] Freud , Sigmund : Die IcllS1){1lt ung in A bwehroorgang, G. W., XV II ,
p p. 324-38 , 576. La int erpre ta ción de los su er10s, Amor ronu , IV, Sduifle n aus de m Nachlass, pp. 58·62. Fecha del ma nuscril o: 2
ca p . I V: "La desfigur ació n onlri ca", pp. 153 -179 Y 593. d e e nero d e 1938 (inco ncluso) . Splitt ing 01 tit e ego in the defe n.
[ 7J Fre ud, Sigm und : Dru clut ilck ein e'y. H )lst eria.Anaiyse (Vota), ler. siv~ process, Collecled Papen, v, 32, pp . 372·5-; Escisión del "yo"
min ado el 24 de enero de 1901 (cL la ca rta 140 de A us d en A n. 0 1 el ,,'roceso de d efe nsa, B. N ., m, pp. 389·9 ]. La escisió Il del. yo
liingen, la co rre~ p o nden c ia co n Fl iess publi ca da en Londres): G. en el proceso de fensivo, Amorrorlu , XXlIJ , pp. 275·278.
w., v, eL pp. 194-5. A cose o/ ¡'ysleria, S. E., VII, pp. 35.6. H islo­ [1 3] Clover, Edward : "Th e th erapeutic e[[e ct oí in exact interpre ta­
'riales clíni,cos: A ndlísis lragmen tar io de una histeria, B. N ., 11, p p. tion : a co nrr ib utio n lO tll e theory oE suggestion ", l . ]. P., XIl, 1­
6 15·6. Fragmen to de anólisis de un caso de histeria, Amo rrorlu, (octubre de 193 1), pp . 399-411.
VII, pp. 32-3. (14] Harlm a nn , Krí s y Loewen stein: publicacio nes en equ ipo en Th ~
{ 8] Freud, Sigm und : Bemerku ngen ilbe r e;nell Fa lI von. Zwangneu . psychoal1n ly tic stu dy 01 lit e ch ild, desd e 1946.
rose, 1909. G. W., VlJ . C L e n J.d) " Di e Einführung ins Ve rsfl:indnis [15] Kri s, Ern st: "Ego psychology and inr erpre ta tion in psychoanal y­
de r Kur", pp. 402-4, Y la nota de las pp. 404-5, luego: J.l) " Die tic lhera p:,", T it e P . Q., xx, núm. 1, e nero de 195 1, pp. 21-5.
Krankhe itsvera nlassun g", o sea : la jnte rpreta ci ó n de Fre ud decisi. (1 6] Laca n, ] acq u es: Informe de R oma, 26-27 de septiembre de 1953,
va so bre lo que traduciriamos por el suj eto de la e nCe rmed ad , y "Fonction el cha mp de la paro le e t du langage en psychanalyse",
I.g) " De r Vaterkomplex und die Losun g der R a u en id ee", o sea e n La psychanalyse, vo L. l. eL p . 227 de l tomo l.
pp. 4 17-38. Notes llPon a case 01 obsessional neurosis, S. E., x. [17] Laca n , ]acques: " L'insla nce d e la letlre dans l'i nconscient ou
CL e n l.d) " Initia tion .inlo lh e na lOre oC the trea tme nt", pp. 178. la raí so n de puis Fre ud", 9 de m ayo de 1957, en La psycha nalyse.
8 1 Y la nota en p. 18 1; luego: I. f) "Th~ precipita tin g GI USe oC vo l. 3, pp. 47·81. ef. p. 473 del tomo J.
th e illness', y l.g) "The Ca ther complex a nd th e so lu,ion oí lhe [I S] Lagache, Da ni el: "Le probleme du transfert" (Informe de la
ra t id ea ", p p . 195·220 . H istoriales clín icos: Análisis de u n caso XIV Con [erenc ia dr. Psico analistas de Len gua Fra ncesa, 1 de
de neu'rosis obsesiva n. N., lo 11 . C L e n lI.d) "Introducc ió n a la inte. n ov iem bre de 195 1) , R ev . fmnf· Psychan., r.. X VI, 1952, núms. 1·2,
ligen cia de la cura ", p. 726 Y nota; B.f) " La motivació n de la ell. pp. 5-11 5.
fermedad " y 6.g) " El compl ejo pa te rno y la so lució n de la idea [19] Leclaire, Serge: "A la recherche de~ princip es d'un e p sycho tb é·
de las ratas", pp. 732·41 . A prOpól"ilo de un coso de neu rosis obse. rapie des psychoses" (Co ngreso de Bonneval, 15- de abr il de }957),
siva , Amorrorlu, x. CL en 1.0) " La introducció n e n el en te ndi. L'¿'uolu tíon 11syc/¡jat'fique , 1958, fasc. 2, pp . ~77-4 1 9.
mie nto d e la cura", pp. 14 3· 144 Y nota 18: I.F) "El ocasio n ami ento [20] M aca lp in e, I da: "T h e development of th e tr a nsference", T he P.
de la e nfermeda d " y I.e) " El complejo p aterno y la solu ció n de la Q., XIX, núm. 4, octubre de 1950, pp . 500·39, esp. pp. 502-8 Y
id ea de las ra tas' , pp. 154.1 72. 522-8.
[ 9] Fre ud, Sigmund: ] enseits des Lustj>rinúps, 1920. G, W ., x m : cL, [21) La P.DA ., pp. 5- 1·2 (sobre " prege nitales" y "ge nita les") , paso
si es que tod avía es necesario , las pp . 11-4 de l ca p. 11 . IJeyond lhe sim (sobr e el reforza mi ento del Yo y su mé todo), p. 102 (sob re
plellsure 1,rinciple, S. E., XVIII, pp , 14·6, M ás al/á. del princi pio la dista n cia al objeto. princi pio del mé todo de u na cura).
del placer, B. N., J, pp. 1101 ·2. M tÍs alla del principio de pla cer, [22] La P.D.A. eL sucesivamente, p . 133 (r eed ucació n emoc iona l), p.
Amorrorlu , XV III , pp. 15·1 7. 133 (oposición de la P.D.A. a Freud sobre la importa ncia pr i.
PO] Fre ud , Sigmun d: Masse n 1,sychologie und Ich·A nal)'se, 1921, G. mordial de la relaciÓ n entre dos), p . 132 (la curación "desde
W ., XIII, e l cap. VII : " Die l dentifizierun g", es p. pp. 11 6.8 . Group dent ro"), p. 135 (lo q ue importa. n o es ta nto lo que e l a na·
psychology and the ana/ysis o/ tite ego, S. E" XVIII , pp. 106.8. lista d ice o hace como lo que es) y p. 136, etc. , passim, y además
Psic%gla de las maJas, B. N., J, p p . 11 45·7. Psicología. de las ma . p . 162 (sob re la d es pedida al terminar el tr a tamiento), p. 149
sas y arldlisis del yo, A morrOrlO , XV III, pp . 99.1 04 . (so bre e l sue ño) .
(11) Fre ud, Sigmund : Die end/iche und die une n dliche A na lyse, 1937. [23] R. L.: "Pe rversio n sex uelle transitoire au co urs d 'un lra itement
626
LA DIRECCiÓN DE LA CURA

ps ydlanaJ ytique", BlIlIef ill d'Activ;lés de l'Associatioll des Psyc/w .


71.alystes de B e lgique, Bruse las, núm. 25, pp. 1.)7 . OBSERVAC IóN SOBRE EL INFORME DE
[24J Sharpe, Ella: "Technique of psychoanalysis", Coll. Pape'tS, The DANIEL LAGAC HE : " PSICOANÁLISIS y ESTRUCTURA
H oganh Press. Cf. p. 81 (sobre la necesidad de justificar la pro­ DE LA PERSONALIDAD "
pia existencia). pp. 12-4 (sobre los conocimie n tos y las técnicas
exigibles al analista).
[25J Schmideberg. Melitla: "Intellektuelle Hemlrlllng lInd Ess.stürung".
Zeitschrifl für psa. Piidagogik, VIII, 1934.
[26J WiIliams, J. D .: Tite complea t slralegysl, The Rand Series, Me­
Graw·HiU Raok Compan y, Nue va York.Toranta-Londres.
[27J Winnicort, D. W.: "Transitional objects and transitional pheno. Este texto está redactado sobre u.na grabación de una inte1-ven­
mena", 15 de junio de 1951, en l.J.P" XXXIV, 1953, pp, 11 Y 29­ cidn a la que tt1W salida en falso del aparato Privó de su exor­
97. Traducido en La Psyehanalyse, vol. 5, pp, 21 -4] , PUf.
dio, Tal es el accidente del que tomarn os ocasión para ?'etocar
nuest,·o discurso de una manera que modifica sensiblemente su
improvisación. Au.n así es preciso indicar su intención, que es
estrechar en su articu.lación de enlonces una posición que sigue
siéndon os esencial.
Esto nos llevd a sll.prinúr más bien.' ·y precisament.e lo que
en el fu ego de una actualización se adelanta u lo que sólo será
desarrollado más larde. A sí, desatendiendo nuest.rO gusto de
autor, no hemos con.\ervado el apólogo del tarro de mostaza cuyo
recuenlo sin embargo no es anecdótico, puesto que más tarde le
dimos su Pleno desllfTollo.J.
Con la salvedad de que le aseguramos aquí su acla de naci­
mient o, con -fU motivo en los ágapes que nos lo proporciona1'on
por lo menos aparentemente, petO dejemos para nu estro audi­
torio el volv(:r a encontmr el tarro de mostaza en fitigmna en
figuras más accesibles al lector C011W m enos sometidas a los
significantes de la pTesencia.
Por lo demás un texto qu.e no ha sido comunicado previa­
mente bajo ninguna forma documental no es atesliguable sino
desde el mom.ento de su redacción definitiva, o Sea aquí, pas­
cuas d e 1960_

1. LA ESTRUCTURA Y EL SU JETO

El término estructura que va a dar al informe de Daniel La­


gache 2 su palabra clave es enunciado efeClivamente al principio
1 Especialm ente en nu eSlro seminario de ese año 1959-1960, sob re la ética

del psicoan¡\lisis.
2" La antropología es hoy eslnlCluralista. Uno ele sus rasgos principales
es la promoción de la categoría de conjunlo, de Untlas multipl~ x (. .. ) Parti·
mos de ]a idea de que no nos enrremamos a elementos aislados ni a sum as.
[627]
628 O DS'ERVACI6N SOBRE EL I Nr:OR ~f. Of. DANIEL LAG ACHE OBSlck VAC IÓN SODRI EL INFORME DE DANIEL LAGACHE 629

d e much as tencIencias co nt.emporáneas de la investi gación sobre Ahora bien . la es tru ctura no es la forma, hemos insistido en
el hombre. si es este el se ntido amplio que l.agache da, nos eso en o tro luga r," y precisamente la cuestión es avezar el pen­
parece, al término antropo logía. La referencia a la socio logía samiento en un a topolog ía, que s610 la estru ctu ra necesita.
n os hubi era parecido mejor ac tualmente para situa r en ell a el P retendemos que la es téti ca trasce ndenta l tiene que rehacerse
.es lructur a li smo. para el tie mpo en qu e la lingüística ha in troducido en la cien­
Pu es es objeLO de un de ba te )0 basta n te vivaz como para que cia su esta tuto innega bl e: con la estructura defi nida por la
C la ud e Lévi-Strauss no escape a los ataques C1,ue los estructura­ articulación significante como tal.
li stas se dirigen mutuamente, toda vez que la noción de est ruc­ Entonces, cuand o Dani el Lagac he parte de una elección qu e
tura que tiene un o a (al otr o no le parece ser sino aberración. nos propone entre un a e.;' Lru ctura e n cierto modo aparente (que
Como por nuestra pa rle hacemos del término es tru ctu ra un impli caría la crítica de 10 qu e el carácter des cr ip tivo im plica de
empleo qu e creemos poder au torizar en el de Claude Lévi-S trauss, natural) y un a es tru ctur a de la qu e puede de cir que es tá a
es para noso tros una raz6n personal, ésta es la ocasión de de­ -distancia de la ex periencia (puesto qu e se tra ta del " modelo
cirlo, no considerar ese emp leo como ge nera lmente confusio­ te6ri co" qu e él reco noce en la meta psicología analíti ca) , esta
nista. Estamos por ello Ul nto más interesados e n someterl o a la antin omia desc uida un m odo de la estructura que no por ser
prueba del desarrollo qu e Daniel Lagache ordena dentro de él. tercera podría se r excluido, a sa ber los efectos que la com bin a­
La categoria de con junto, para introducirla , en cuen lra nues tro to ri a pura y sim ple del signi fica nte determin a en la realidad
.acuerdo, por cuanto evita las im plicacio nes de la tota lidad o las do nde se prod uce. Pues el es tl"u cturalismo ¿es o no es 10 q ue nos
.depura . Pero esro no es para decir que sus elementos no sean permite pla n tear nuestra experiencia como el cam po donde
ais 1ab les, ni sumabl es : por lo menos, si buscamos en la noción "ello" habla? Si es asi. "la distancia éi la expe ri encia" de la
de conjunto algun a garantía de l r igor qu e tiene en la teoria es tru ctura se desva nece, puesto que ésta opera en ella no como
matemáti ca. " Que sus partes estén a sn vez estrncturaclas" que· modelo teórico, sino co mo la m:'tquin" origin al que po ne en
rrá dec ir e ntonces que ell as mismas son susceptibles de simbo­ ella en escena al sujeto.
li7.ar rod as las relaciones definibles para el co njunto, las cuales Lo qu e Daniel Lagache pone en la cuenta del PUllto de vista
van m uch o más all á de su disti n ció n y de su reuni ó n, no obs­ econó mi co-din ám ico. o sea según él el materia l y su interp reta­
ta nte in angura les. Los e le mentos se definen a llí efenivamente ción . es allí precisamente donde vemos esbozarse la incidencia
p or la posibilidad de ser pl arlleados en fun ción de subconjuntos de la es tru ctura en nuestra exper iencia, y es allí donde una in­
como re cu briendo un a re lació n cualquiera definida para el vesti gación estru ctur a lista debe perseguir sus efectos, toda vez
.conjunto, posibilidad qu e ti e ne por rasgo ese ncia l el no estar que su alca nce eco n6m ico-d in{lmico se ilustra con una com para·
limitada por nin gun a jerarquía natural, ción qu e equiva le a su r:l1.Ón: a saber lo que una turbina. o sea
Por eso el término : pane, nos parece debe r apartarse en el una Illclq uin a d ispues ta según una cadena .de ecuaciones. a po rta
principio, con mayor r az(~ n todo dato de campo que inclu ya a un a cascada na tur a l para la rea li zac.iÓn de la e nergía .
incógnitas tan temibles como un orga nismo, puesLO que ya al ¿Cómo asombrarse entonces de que el criterio genéti co h aya
o rgan izar lo que le rod ea (co n la famosa "situación" qu e nos dado por saldo un fra caso en la puesta a prueba de las tó piCilS
cuelga de la nariz), un tal ca mpo aporla a toda con sideración freudianas, en la medid a míslll.a en que sus sistemas son es­
de estru ctu ra esta limitació n mínima que Da nie l Lagache cir­ tru ctura les?
cun scribe de inmed iato con tod a pertin encia: la de ser geo­ En cua nto al criterio de adaptación, tal vez haya que rechazar
m ét ri ca.~ su empleo has ta nueva orden, la nueva orden que le haya apor­

de ele mentos , s in o a cO lljunlos CU}dS part~s eslá n a su \"(~l C"'> IHl clurada.... " del med io ¡f'en tourage )[... ] No hay o rgani sm o que no este en si tuación ni
D . Lagache, / .a I)s)'chanol ,.~e el. fa slnJc!ure d e la pel".wlI1w(ilé (i n(') rm c di siluaci ón sino para un org·a ni smo. Necesidad e n último aná lisis geométrica
Coloqu io d e Royau mo nl, 10-30 de julio de 1958), reoogido en l .a PJyc{¡allo · (. ..J".
[b id , p. ,.
lysc, núm. 6, París, Prcsscs Univcrsitaires de Francc, 1961 , p. 5. t En uu si mpos io sobre la estruclUra. , celebrado bajo los auspicios del seilor
~ "El campo psicológico es el co njulllo de las relaciones dl.:l o rga ni · lOo y Bastidc.
630 OBSERVACIÓN SOBRE .El. INfOkMI:: ¡lE DANIEL U . (,ACH[ 08s.ERVACI6N SOBRE EL INFORME DE DA NI EL LACACHE 63 1
tarlo el psicoanáli sis mismo: salvo que se to me el ca llejón sin P ara entrar en el meollo del tema con Danjel Lagache, agra·
~a lida llamado del problema posrevol ucionario. dezcámosle que de nun cie de pasada la simple fa lsificación que
En efecto, los sislemas en los cuales Daniel Lagache sabrá Heinz Hartmann intenta imponer a la hi storia al desconocer
poner ta n delicada mente en valor sus rel aciones de interdepen. que en el periodo de la Int roducció n al narcisismo Freud se in·
dencia (propondríamos: paranomias), en cada un a de las dos teresaba ciertamente en la instancia del Yo. la úni ca, la misma
tó picas de Freud, distinguiéndolos en sus fun ciones, no son por que debía seguir promoviendo. En cuanto a la puesta en gua r·
ello la est rUClura en senüd o estri cto: como se ve e n la especie dia con que dicho autor y sus acólitos, Kris y Loewenstein, Creen
de quiasmo que él no explica, según el cual es de la iden tidad deber precavernos contra una conce pción calificada de antro·
de los pensam ientOá de la que el proceso primario (en cuanto pomórfica de la segu nd a tópica, considerare mos con Da niel La­
que procede en el inconscien te) recibe su regla, y en la identi­ gache qu e su objeto no es más consistente que la estupidez, pura
dad de las percepciones d onde el proceso secundario (en cuan to finta, q ue supon e n en nosotros. Pero esto no es para acep tar la
qu e ordena el primero para con la r ealidad) encuentra su criterio imper ti nen cia de esa otra que nos imputan, bien rea l, al conta r
- mientras q ue la percepción es más prima ri a e n la estr uctura con n ues tra gloriola de ser de los que no se d ej an engañar, para
en el sentido en que la en tiende L2gache, y más cercana al prin. deslizarnos la carta forzosa de una concepción ca lifieada de ca u­
cipio del placer con el qu e se asegura el reino de lo primario, sal" de l Yo. ¿Y negará todavía Lagache la influencia ne[asta de
que todo lo que por se r pensado parece repercutido de una la an tin omi a de Jaspers, en este truco de cartas con q ue se pre·
conciencia esclarecid a.
tende deslum brarnos, haciendo espejear el lustro de la fi sio l<r
Por eso no es va no recordar qu e Freud negó, en principio, gía sob re la puerta de los desperdicios por d onde vuelven a
a todo sistema de ninguna de sus tó pi cas la menm' -,-ealida.d sacarnos, para explicar e l Yo d e Freud, ese- maniquí cuyo retoño
como aparato diferenciado en el orga nismo. Pues se olvida, al
es el ato ll adero de tod a experi encia psicológica, ese suj eto verbal
deducir este coro'ario, que nos rehú sa a la vez el derecho a for.
dado como soporte a la síntesis de las funciones más heterócli­
zar nin g un o de esos s i s tem a~ a entrar en la realidad fanlasmada
tas? Da nie l Lagache da su merecido más ade lan te a ese carn ero
de una " totalidad" cualquiera del orga nismo. En pocas pa labras,
de dos ca bezas, a ese mons tru o cuyas sold aduras represen tadas
la estructura de que habla mos no tie ne nada que ver con la
idea de la "es tru ctura del organismo", ta l como la sostienen los podrían evoca r un collage sin arte, pero que concuerda con ese
hechos mils fundados de la Ces tal!. No es qu e Ja es tru ctura en gabine te de curi osidades donde no resulta detonan te el charla·
sentido p ropio no aproveche las hi ancias de la Gestalt orgánica tán. ¿Qué tiene que hacer, efectivamen te, esa con cepción barroca
para some térsela. Pero a partir de sus conjuncio nes que mostra. con el psicoa n álisis, si no es reb aja r su técnica h asta la explota­
rían ser de fisión o de fi suras, se afi rma un a heterogeneidad ción de los más oscuros prejuicios?
e nt re dos órdenes, que se inte ntará menos enmascarar para cap . Queda el hecho de que, como lo observa con fuerza Daniel
tal' su principio. Así, si se la desconoce menos, la d istribución Lagache, la existencia misma de "enclaves animistas ", i ncluso
tópica de la conciencia, tan notable en su disp ersión que pare. de a lterna ncias vividas como perso nales en nuestro ase ntimiento,
cería desmembrad a, nos conduce a consi derar eS le hecho qu e no estorb a para nada la co mprensión de la segunda tópica como
Danie l Lagache Liene razÓn en recordar nos: es que ape nas hemos un modelo teó ri co, ya que lo importante en efecto no es "que
avanzado en el problem a de la natura leza de la conciencia, des, se puedan diferen cia r los sistemas por sus fun ciones", sino reco·
de qu e Freud, en su revisión que él h abía hecho necesaria, sólo nacer como lo hace él el hecho de "que el concep to de función
volvJa a e ll a para queja rse de q ued ar de tenido allí. no es un concepto exclusivamente fisiológi co" .
De todas maneras, no presenta difi cultad el hecho de que el
organismo d ej e plumas. di cho de otra manera ceda talo cua l 5 Si hemos de creer a e ~ lOs autores, Freud, en el 20. modelo, habrla "to­

ele sus tentácu los más o men os amovibles en prenda a tal es tru c­ mado como crite ri o la Juncio" de los sistema.'> o subeslrucluras cn el con·
nielO, y el modelo q uc le inspira es fi siológi co; el p.1.pel de 10$ conceptos
tura, de prohibición social por ejemplo , en el qu e puede como estrU CLurales eS favorecer las ex plicacioues caJl.~a l es , y si se clIenLan CIl(rc
individuo verse apresado. lluesLros instrum entos más válidos, es qu e se sitú an en un co ntexto genético".

oh
632 O BSERVA CI Ó N S08RE F.L I N FOR MI·; DE DAN l EL L \ (; ACH E OnSEJ!.VAC I6N SOD Rf EL IN FCR M I' DE DAN IEL L AGAC H e 633

l.o qu e apo namos a este deba te h ará fáci l tIe creer q ue pe nsa­ espera de sus semeja ntes y lo aboca a l luga r qu e ocu pa en sus
mos q ue no se pu ede h ab lar con mayor excelencia. proyec tos. Pues en la imagi naria dimen sió n que se despliega
Se ve sin emhargo qu é objeciones va a encon trar de nu es tra allí , esa rela cibn de exi!, tencia sigue siendo inversa , en cuanto
parte la ten tativa ue Da niel Laga che po r cua nto es ;¡ su forma­ qu e el no na to sig ue estand o m<Ís bien ce rr ado a su visió n. Pero
ción en la intersubj eti vidad a la que pre tend e referir lo qu e el luga r qu e e l niilo ocu pa en la es(irpe según la conve nció n
Barn a la estructuració n de la persona lidad (es e l título mismo de las estrú ctu ras del p<lrentesco, e l nombre de pi la [pnJnom
de Su G ip . I V). A nuestro entender, su método no es basta nte en francés) q ue II veces lo iden tifi ca ya con su abuelo, los ma rcos
radi cal, y diremos en qué. de l e~ ta <.l o d vil y a un lo qu e denotar á su sexo, so n cosas és tas
No es pecad o, mientras tanto, con sent.i r en la es tocada que qu e se preocup an bien poco de lo qu e él es en sí mi smo: ¡qu e
Jirige contra e l idealismo exorbitante qu e se ej er ce a l querer suri a pues herm a frodit(l, a ver qué!
ha cer deriva r de la conciencia person a l la génesis del mundo Esto, ya se sa be, V (¡ mu cbo m;'ls lejos, tan le jos como la ley
per sona l, o sea a la boga moderna de un psicoa nálisis qu e no cubre al le ngua je, y la verd ad a la pal abr a: ya su existen cia es
querría ya fund arse sin o en la observación del nUlo. Pero tam­ lit.i gada , inocenl c o cu lpa ble, antes de qu e venga al Inundo, y el
bién nos parece o ptimista cuando nos considera liber ados de ese hij o tenue de su ve rd ad no puede dej ar de coser ya un tej ido
prejuicio: ¿olvida aCaso qu e el seÍlor Piage l. nos hab itu ll a inte­ de men tiras. Es po r esO incl uso, a grandes rasgos, por lo que
rroga r en la concienci a person al a la génes is del mu ndo común, habrá er ror sobre la persona, es decir sob re Jos méritos de sus
has ta el pun to de incluir a las categorí as de l pensamien to cien­ pad res, e n su Idea l ue ) Yo; mientras qu e en el viej o proceso de
tffico) ju ~ tjfi ca c i ¡'Hl e n el tribun al ue Dios, el nue vo mo ni go te recu­
No me nos encantad os qu edamos de su obse rv'lció n de qu e rrirá a un expedi ente de a ntes de sus a ~)U e los: bajo la fo r ma
" antes d e e xislir e n sí mismo, por sí mismo y pa ra sí mismo, e l de l Super yó de e llos. Obse rvación de Fre ud, reco rdada por
niño exi ste para y por el prójimo; que es ya un po lo de es peras, Dan ie l I.aga(he, )' en la q ue no habrá que buscar sino efecto y
de proyectos, de a tributos" . Pero esto no sería sino propo ner campo de };I pa labra y del ]enguaje con 1m; óp ti mos que pod rl an
un a perogr ull ada si no p usiera el acen lo so bre el med io por el 5cliaJa rse en un es yuem::l lo pológi co, vie ndo por añ adidura qu e
q ue tantas esperas y proyec tos se hacen senti r en e l in consciente s<'>l o e~ t a dí ~ ti c<l tll e nte pas;1O a la realid au .
del nirío cuand o vi ene al mundo; pues ¿no es por esos a tributos M ~l s profundam ente a ún aquí resue na , tenemos de ell o un a
cuy o términ o, bas tante insó lito en semeja nte apos ición, viene experi encia segura , el ueseo ue los padres. Pero es precisa mente
como a desliza rse en el mov imiento de Su frase en el momento la cues tión qu e abrimos él nlle~ tra vez, (o mo lo sa ben aquí algu­
en qu e se cierra? Atributos: detengo e n ese pequi10 voca blo a n os, de la detcrl11in ac j('JIl del deseo por los erectos, en el suj e to,
Daniel Lagache. ¿Esperaba qu e se me escapara? Si n o, ¿por qu é (le 1 signifi ca nte.
n o d ar le él mi smo su alcan ce ? Un pol o de atribUlaS, tal es e l Si el prop io Da ni el Lagach e no h iciese resonar en ell o mi
suj eto antes de su n acimiento (y ser á tal vez bajo su amonton a­ promoción del Verbo, ¿est<-l rí a tan seguro de que su re ferencia
m ie nto como se asfix iar á u n d ía). De a tr ibut os , es deci r de sig­ taJl bo nita a la ellGlrn aciú n impre~ i on a r ía al audi to ri o, cuand o
n ificantes más o menos li gados en un d iscu rso, tendremos qu e di ce que "en el tran~cur~o de la existencia pren a tal, el se r para
recorda rl o dent.ro de un momento cuand o se tra te de la estru C­ e l prójimo se modifi ca y se enriquece por la enca rn ac ión" ?
tura del Ello. Sí, "el ser p~lrít el prójimo", no d ice el ser en sÍ, y continúa
Pero por el mo mento ¿no p rofesa Daniel Lagache lo mismo "hacia la mi tad de la geslaci6n" . ¿No es que por "sus pr imeras
que lo que yo ense ño cu ando d efin o e l inconscie n te como el manifesl<1cio nes de acliviuad, el fe to". , . empieza a h ace r habl <l r
d isc urso de l O tro? P ues para q ue a "esa exis tencia para y por ue él' Sí, y ue se hable de él. eso es lo qu e define lo yue Daniel
el prój imo", Danie l Lagacbe p ueda, sob re la ex isten cia ue l niño l.agache llama aquí "e~os primeros momentos de un a ex istencia"
"en sí mi ~ m o, por sí mismo y para sí mi smo", con cederle, si no (no')otros di ría mos ex-sistenci a), y de ,.nanera la nto m .ís no table
la preemin encia, por lo men os la anteri orid ad lógica - para eso cua nlO que la Gll ifica de "a utónom a".
n o bas ta su relació n entera mente futura con el e nto rn o qu e le ¿Por qu é en lO nces no a rLi cul~r la anLer io rid ad de la relaci(')fl
634 OBSERVACiÓN son RE EL I NFORME DE DA N lE!. U CACHE OBSERVACIÓN soBRE EL INFORME DE DANtEL LAGACHE
635

con el discurso de l Otro sobre toda diferenciación primaria,6 prema turació n simbóli ca por la qu e el niño se inscribe en el
de la cual admite que el suj eto funciona en ella "sin exis tir en ser para el prój imo (para noso tros, el discurso del Otro) . y
cuanto estr uctu ra cognoscitiva"? Arguye si n embargo siete líneas considerar el retraso fo rma l que registra su apre ndizaje de la
antes que "se niega la evidencia al pretender qu e el recién sintaxis (el momento en que el niñ o habla de él como el prój i­
nacido no tiene ex periencia consciente. siendo así que alterna mo le hab la) como decisivo de lo que sea " en la conjunción
entre el sueño y la vigilancia", Esa vigilancia observable, ¿basta que se opera entre el se r para el prójimo y el ser para sí". Pues
para asegurar le " la existencia de un sujeto si n estructura lejos de que ese instante sea represen tativo de eUo. diríamos q ue,
cognosciti va"? puesto qu e se trata de discurso, esa co njunción es de siempre.
Para nosotros, el hecho de la diferenciación primaria dej a en puesto que e l discurso esta ba ah í desde el principio, au nque
suspenso su uso propiamente significante, del qu e depende el fuese en su presencia impersonal.
advenimien to del sujeto. Para definirla en sí misma, diríamos El d rama del sujeto en el verbo, es que en él pone a prueba
que es una relación de objeto en lo real, pensa ndo dar con ello su carencia de se r, y aq uí es d o nde el psicoanálisis hada bien
la prueba del carácter robusto, en su senci llez. de las dis tr ibu­ en precisar algunos de sus momentos, p ues el psicólogo por su
ciones que utilizamos para situar n uestra experiencia entre sim­ parte nada puede con sus cuestion arios, ni aun con sus graba­
bólico, imaginario y real. ciones en las q ue esos momentos no aparecerán tan fáci lmente,
Es preciso qu e a la necesidad que sostiene esta diferenciació n no antes de. que un a pe lícula haya ca ptado la es tructura de la
primari a se añ ada la demanda, para que el suj eLO (a ntes de carencia como consti tuyente del juego de ajedrez. Es porque reme·
toda "estru ctura cognoscitiva ") haga su entrada en 10 real , a dia ese mome nto de carencia por lo que un a image n viene a la
la vez que la necesidad se hace pulsión, por cuanto su realidad posición de soportar todo el precio del deseo : proyección, fun­
se obli tera al hacerse símbolo de un a sa ti sfacción de amor. ción de lo imag inario.
Estas exigencias ca tegoria les, permÍt:.lse nos señalarlo, tienen la En el ex tremo opuesto viene a instalarse en el corazón del
ventaja en tre otras de relegJr dete~tables metáforas como la de ser, para designar su agujero, un índice : introyección, relación
la participación simbiótica del niño en la madre (¿forman acaso con lo simbó lico.
un liquen?), de deja rnos desconte ntos con una referencia des­ Los progresos observados de la objetivación en esos estadios
enfadad a "a l juego combinado de la maduración y del apren­ precoces parece n efectivamente no tener o tro interés, como
dizaje" para dar cuenta de "una identificación en el conflic to Daniel Lagache lo da a entender . que el de enmascararnos los
intersubjeti vo", incluso si se tiene por seguro que " la predom i­ tiempos inconscien tes de las proyecciones y de las in troyecciones
nancia de su pas ividad hace que reci ba su personaje temporal en la con tin u idad de su d tsarrollo.
de la situación", de no considerarnos desembarazados de la di fe­ Nos de tendremos en el mismo punto que Daniel Lagache
renciac ión entre cuerpo y obje tos con sólo connotarla como sin­ pa ra hacer el balance de nuestra div ergencia. Está en la función
crética, porque esto es desatender la esencial disimetría en tre misma que él da a la jn tersubj etividad. Pues és ta se define para
proyección e introyección. él en un a relació n con e l o tro del semejante, relación simétri ca
Sobre este punto Daniel Lagache sigue siendo clásico. Pero en su prin cipio, como se ve en el hecho de q ue Daniel Lagache
nos parece que no puede acentuar, como lo ha hecho aqu͡ la form ule qUt por el otro el sujeto aprende a tra ta rse como un
objeto. Para nosotros, el sujeto tiene que surgir de l d ato de los
• "La noción de d iferenciación prim aria es prderible a la de ind iferencia­ signi ficantes que lo recubren en un Otro qu e es su lugar tras·
ción. {...] está demostrada por la exis tencia de aparatos qu e aseguran al cendental: por lo cu al se constituye en una existencia donde es
sujeto un rnlnimo de autonomí a: aparatos de la percepción , de la motri­
Cidad, de la memoria, umbrales de descargas de las necesidades y de los posible el vector manifiestamente constitu yente de l campo freu­
afectos. [...J Sin ex istir en cuanro est ructura cognosciti va , el sujeto fun ­ d iano de la experiencia: a sa ber lo q ue él llama el deseo.
ciona y se aclualiza sucesivamente en las necesidades que lo despi er tan y lo Lejos pues de que sea preci so que el Yo·sujeto se esfuerce en
mo tivan . [.. .J Lo que es verdad, es que esas relaci ones de objeto funcion ales hacer retroceder al Yo-objeto para hacérse le " trascendente", el
no euan estructuradas en el senLido de que el sujeto y el objeto no está n
difCH~ncia d os." ¡bid ., pp. 15· 16.
ve rd adero, si es que no el buen sujeto, el sujeto del deseo, 10
636 OnsEkVAC IÓN SODRE El. INFO RM I!; UE DANIEL ('A(;ACH'~ 637
QHSf".RVAGIÓN oSOIlRE El. INfORME DE DANIEL LAGACHE

mismo en la iluminaci c'm del fa ntas ma que en su guarida fuera tural. En lo cual e l posLUlado parece caer en un soborno dialéc­
de las sabie ndas, no es otro qu e la Cosa,' que está lo m.is próxi ~ ti co, qu e n os g ustaría saber hasla qu é punto tiene el beneplácito
ma a él mismo a la vez que le escapa lo más posible. del a uto r.
Por eso precisa mente los qu e me siguen sabrán tam bién qu e El capitulo donde Danjel Lagache interroga a la es tru ctura
ese equívoco de la noesis. por el cua l Daniel Lagache hace des­ de l Ello no nos deja dece p cionado~, y suscribimos textualmente
vanecerse el Yo-sujeto d e lo que allí se piensa, no es lo que yo muchas de sus fórmula s. Nos parece sobresalir especialmente e n
desig no como el fo,ding del suje lo, pues ese tad,ing se produce ~u esfuer zo de situ ar allí al sujeto en la es tru ctura.
en la suspensillfl del deseo, por eclipsarse el suj elo e n el signifi. ~ rv[e atreveré a se ñalar a qué precio hubiera podido evitar el
c.'lnle de la demanua - ye n la fija ci6 n del fanta sma, por con­ callejón sin salida con que tropieza tan brillantemente en sus
vert irse el su je to mismo en e l corle que hace brillar el o bjeto fórmulas sobre la estructura misma en cuanto que fue se la del
parcial co n su indecible vacilación. Ello? Es e l de no re hu sa rse al golpe [ron ta l de las paradojas, en
lo cua l Freud esta vez como tantas otras nos muestra la vía.
Es preci ~o que se ma ntengan juntas tres consideraciones poco
ll . ¿DÓ ND E ELLO?
concordantes ya entre sí, al parecer, y co nseguirlo a partir del
pro pio escánda lo que caua una en sí constituye.
La reco nstrucción que D il niel Lagache lleva a cabo, !l in embargo, La primera es que el Ello es ino rgani zado, circunstan cia cuyo
debe seguirse sin perjuicio de las objeciones precede ntes; pues asombro no puede sino retene rn os en el advenimiento, en e l
si le vemos g uiarse en ella por su postulado de la es tructura Es a lemán , d e esta insw ncia, si debe reunir en su perspectiva la
personal, ese pos tulad o, co mo es ordinario, no se iluminará intlestructibilidad primeramente afirmada (y mantenida) de lo
sino por su uso. reprimiuo que encont ramos e n ella , con el automntismo última­
Ese uso a primera vista es heurístico, toda vez que naniel me nte cuesti o nado de la repetición que debe regresar de a llí
Lagadle en cierto modo pi.de razón a cad<t un o de los sistemas (co nce pto del Wíederh ol1tngszwang, es tablecido en el umbral del
(es su término): Ello, Yo y Superyó, de lo que le ¡"II'a para M ás allá del p rincipio de plarer) ,
ser tina pers ona. En lo cua l no se puede por Illenos de observar A es ta considerac ión est<'t ligada es ta o tra, re iterada constan
que la denominació n de instancia es apartada, <wnque, solidaria temen te por Fre ud en su oca~ión. Concierne a los elementos mis­
de la (ormula ción por Fre ud de esta tópica, llam<tda la segu nda, mos cuyas le yes ha arti culatlo primero en el in consciente, para
parezca a favor de lo qu e Daniel L<tgache llama su es tilo per­ componer m;b tartl e en las pulsiones, hab lando propiamente,
sonalista.
su estruflura: a sa ber que no inclu yen la negación .
Por eS le métod o vienen a componerse ante nues tros ojos, de Si n duda esa prec1usión fue corregida, desde La in.terpreta­
heteronomias limitadas eu autonomías relcHivas (sugerimos : cn ción d p. los .rne1ios, con el análi sis de los rod eos qu e sostendrían
Su panmomia), esos sistemas , sin que natl a preconce bido les im­ su equivalente: la uil ac ió n tempora l, la inhibi ción, la represe n­
ponga resultar todos juntos en un a persona completa: I}uesto tación por lo contrario. Pero ~i se siguen los textos de .Freud, se
que asimismo, y pOl" qué no si tal es su fin, es en la técnica donde comprueba que se mantiene en ellos en la (6rmula más tl pretada
desemboca la inves ti gación, y puesto qu e es al tlesprendimiento tle que no hay, entre las pulsiones que habitan el Ello, contra­
acti vo de uno de esos si ste mas, e l Yo, <.11 que le toca h<l cer apa­ dicción qu e v<llga, es decir que reciba su efecto de la exc1usión
recer un a un id ad de ser si n duda, pero en una ideaJiuad prác­ lógica .
ti ca, que de manera patcnte se confiesa más selectiva qu e es tru c­ La tercera (onsitleración se uesprende de los a forismos en
cuya media lu 7.. termina el e~tu dio sob re El "yo" y el "ello" (Das
7 La Cosa (dos Dif1g) está aepli fech ada CO I1 anti cipació n , pues no fu e p ro­
du cid a sino e n nUCSlro seminario de ese aiio 1959· 1960. Pe ro en esto cs en
¡eh und das Es), surgienuo bajo el término del silencio que las
lo qu e cl cm p!t:o del farro ele mOst<!2a nos orrecia rotlas las gara ntías d e pulsiones tle muerte h arían reinar en el Ello.
in comprensión qu e necesitábamos para qu e ha)·a tenido luga r la expli cac ión Toda ten ta ti va de referir a una diEere ncia ci6n cualquiera, en
qu e Jo acompaña .
el organismo, de la" necesidades primarias, una es tructura así
638 OSSE RVAcr6N SOBRE EL INFORME DE DANIEL LAGACHE 08SllVACl6N S08RE EL I NFORME DE DANIEL LACACHE 639
descrita no puede sino multiplicar sus discordancias aparentes p onder sobre el cri te:rio de Lagache por el ún ico sesgo geomé­
acrecentando cada vez más su peso. A es to es por cierto a lo tri co en que pretende emprenderlo.
que D an iel Lagache no ha podido escapar en esa vía. La imagen confusa del Ello como "depósito de las pulsiones",
En cuanto a noso tr os, nos parece que las dificultades mismas que le repele tan justamente por el asent imiento que r ecibe
con qu e aq uí tropie za cada uno nos confirman en la imposibi­ de un organicismo grosero, se end€: reza en efecto gracias al se n­
lidad en que se está de prescindir de Ja función d el significante. tido que recibe en nues tra perspectiva.
T ómese el significante con tod a simpleza por la punta de Pensemos en el buzón, en la cavidad interior de algún íd@o
materialidad irreductible que impli ca la estructura en cuanto baálico, pensemos en la bocea di lcone que, por combinar los,
que es la snya, ev6qu esele bajo la forma de una lo tería. y apa­ recibía en Venecia su fun ció n temib le. Un depósito sí, si se
recerá la evidencia de que no ha y nada en el mundo sa lvo el quiere, eso es el Ello, e incluso una reserv a, pero ]0 qu e a11í
signi.fi cante que pueda Sos tener una coexistencia - que el des­ se produce, de rogatoria o d e denunciación misivas, vieue de
orden constituye (en la sincronía) - de elementos en los que fuera, y si se amontona allí, es para dormir. Y aq uí se disipa la
snbsiste el o rden más in des tructible al desplegarse (en la dia­ opacidad del texto que enuncia de l Ello que el silencio reina
cronía): ya que ese rigor de que es capaz, asociativo, en la se­ en él: en que no se trata de una metáfora, sino de una antítesis
gunda dime nsión , se funda incluso en la conmutatividad que que ha de proseguirse en la rela ción del sujeto con el significante,
muestra por ser intercambiable en la primera. que nos es expresamente designada como la pu]sión de muerte.
Su subsistencia de connotación no podría suspenderse por ser Pero volvamos a Dar.iel Lagache en el eje de la pregunta
afectada por signos contradictorios, puesto que una exclusión pro­ sobre la persona, para concederle que, si Freud establece que
venie nte de esos signos co mo tales no puede ejercerse sino como no hay en el sistema del inconsciente "ni negación, ni duda, ni
condición de consistencia en una cadena por constituir; a ñada­ grado en la certidumbre", no es para hacernos imaginar que
mos que la dimensión en la que se con trola esta condición es implica una certidumbre sin reservas, ni tampoco el grado cero
únicamente la tradu cción de que semejante cadena es capaz. de la certidumbre. ¿Cómo podríamos no hace rlo, cuando for­
Detengámonos un instante más en esa lotería. Para co nsiderar mulamos desde hace mucho tiempo que sólo la acción en el
que es la inorganización real gracias a la cual están mezclados suj eto engendra Ja certidumbre?
sus elementos, en lo ordinal, al azar, la que de la ocasió n de su Pero pensamos que el error de Lagache es aq uí confundir la
salida nos ha ce sacar las suertes, mientras que es su organización afirmación y la certidumbre. Por medio d e lo cual, habiendo
de estructura la que, permitiéndoles al capricho de l ;uego ser despachado a la segunda, cree haberse desembarazado de la pri­
leídos com o oráculo, deja que, de prosegu ir su extracció n, pueda mera por el mism o procedimiento, de fama poco segura sin
yo afirmar que falt an, en ]0 cardinal. embargo, al que se liga la imagen del bebé desesperado en el
Es pues ciertamente hacia el sostén del significante hacia elesagile ele la tina.
donde nos dirigen las proposiciones de Freud, y desde ]a primera. ¿Pero cómo podría ser así, cuando de afirmació n a certidumbre
¿Será necesario subrayar que Jos retornos en que se enmaraña se esta blece ese nexo, si n o ele precedencia, por lo menos de
la segund a marcan por los puntos de referencia siempre grama­ a nteri oridad lógica, d onde justamente toman su lugar las incer­
ticales que Freud d a a sus recurrencias que se tra ta efectiva­ tidumbres que enge ndra la acción en su estela de verificación ?
mente de un orden de discurso? ¿Y no es echar en saco roto el cuidado, como de cosLUmbre
increíble en la presencia ele pensamiento de que da testimonio,
A partir de aq uí no dejará de impresionarnos la indiferencia
con que Freud puso aquí los pu ntos sobre las fes al arti cul ar
combina tor ia, que se d emuestra d e hecho por el d es mo ntaje de
expresamente la Deja hung como primer tiempo de la enun cia­
la pulsión según su fuente, su dirección, su meta y su obje to. ¿Es
ción inconsciente. e l que supo ne su mantenimi ento en el tiempo
tanto co mo decir qu e todo es allí significante? Sin duda que
segu ndo de la VeTTlcinung, d el que es sabido qué brillo h emos
no, sino estructura. Por eso dejamos ahora de lado su estatuto pretendido dar a su discusión en los comienzos de nuestro se­
energético. Basta con ello sin embargo para que poda mos res­ minario?
040 64 1
OllSE IlVAC I6N se na!:: E( INF O RM I': VE DAN IEL L"CACHE 06S I'.RVAC IÓ N SO UR. f EL I NFO RME DE DA N I El , LA(. ACH f:

Vol vamos a hu nd ir la ma no e n el saco de n ues tr a lo te ría. 58. es ta tulO d e la fr ase inte rroga tiva, p ara medir tod o Jo q ue D a­
Este nú me ro q u e h a sa lido tie ne e n sí mismo su alca n ce d e ni el Lagache pla ntea con la sola fórmula , impresion a nte p or
afirmación, y has ta d iré que p rovocad ora . Y no se me oponga la justeza de ex presión qu e no lo a bandon a e n tod o es te texto,
qu e se n ecesita la vigila n ci a d e un suj e to. pues és te se e n cue n tra d e "esa inle rrogaciú n q ue po ne al yo e n cues tió n , e in cl u!io e n
a llí, ta n $c')lo p or h abe rse in trod ucido en ese núme ro po r la la tonur a ("ti. la quc:st ion"r. Veo b ie n la sulil eza por la cu al
prese n cia d ecim al qu e to taliza en d os column as lo qu e no es es a "la e moció n [l'émoi) p ulsiona l qu e represe nta la p u b ión
sino su cifra, mie n tra s q ue la ca n tidad numé r ica sigue sien do e n el Yo [ le M oi ]" , a la qu e se ellGlrga d e h ace r la~ vece~ d e
e n él ind ife re nte, por se r e n tre o tras cosas el dob le d e un n ú· te naza. Aprue b o su prud en cia t.ant.o más cu a n to qu e es so brad a­
mero pr imo, me n te eviden te qLle la pregun la n o podrí a p a rtir d el E ll o, sino
Po r lo de más, pa ra ap reciar lo qu e esta cifra puede ve h icular que le respo nd e. La más ca racte rí stica e moción e n el Yo, sa be mos
efecti va men te del suje to, consúltese. sobre la [unción exp lora­ sin em ba rgo, de!') de H emrrmng S"y mj)!Olft und A ngsl, q ue n o es
7

dora en psicoa n álisis de los n úmeros escogidos al azar, u n cap i· sin o la seña l de a le rta que ha ce en lra r en juego las defe nsas.
tu lo dema siad o olvidado d e la Psicopotn logia de la vida co­ co ntra la a fi rmac ión d el E llo , n o su pregun ta.
tidiana. E n ve rda d , D an iel Laga ch e se tom a aqu í todo e~e tn d),lj o
T a l es el ejem p lo to mad o co mo e l men os favorab le por su porque q ui ere qu e la fun c(cl n del juicio sea privil egio de l Yo ,
abstra cción e n que pre tendem os mostra r qu e es en u na d up lici. ¿Pu ed o decirle qu e creo qu e todo mov im ie n LO de la ex pe rie n .
d ad fun dad ora del signHica nte do n de el suj e to e n cuentra p ri. cia fre udi a na se insc ribe co nLra eso. y cU{lndo pod ré, tex to e n
merame nt e e l a rroyo cu b ie rto por el qu e corre a n tes d e surgir m elnO, d e moslra rle qu e el fa moso EntwurL d edicad o a F liess,
d e é l, vamo!, a ver po r qué he ndid u ra . tie ne co mo mela no accesor ia estab lece r qu e e n el ni ve l de l sis­
Pero si se n os perm i te recu rrir en e l extre mo opuesto a la te ma de las faci li ta cio nes p rimeras de l pla ce r eS(;'1 ya co nstituid a
an ima ció n ca lurosa d el lf/i tz lo ilustra re mos e n su mayor opa ·
7
un a form a fund a me nta l d el juicio ,lo que é l d esigna p ro pi ame nt e
cidad con e l ge n io qu e g u ió a J arry e n el h a llazgo de la con­ co n el térm ino ju.icio prima r io? No podemos, por nu e~ tr a pa rle,
d e nsac ión d e un sim ple fon em a suple menta ri o e n la inte rjec· en te nd t r de o tra ma ne ra ]a fórmul a a la q ue Lagache confía e l
ci ú n ilustre: m erdre.fl, Triv ialid ad refinad a d e lapsus, de fa nta· fi nal de sus lat ines: q ue l <l ~ p u b iones ex islen ,
sía y d e poe ma , u na le t ra ha bastado para d a r a la jacu] a LOr ia No es nu n ca e n va ll O e n efecto ~ i deja uno q ue se le co ma la
nn.í.s vu lgar e n fra n cés, el valor "j a cu la tori o", q ue llega a lo le ng ua e l ga to cua nd o es un a len gua ·v iva . Q ue 1<.1 ::; p u b ion es
subli me. d el luga r qu e o rupa en la e pope ya de Ub u : la d el por su pa rte ex~s i sta n , t a l vez e n e~o consiste todo : en qu e n o
Vocab lo d e a ntes d el com ie nzo. es t<Í.n en su lu g;n', qu e ~e pro ponen en esa Entsfell'll7l g, en esa
¿Ha.o, ta d ó nd e n o subiríamos con dos le tr a ~, cuand o la orto· de-pos ición, elida mos, o ~ i se qui e re, en esa ba ra h ú nd a de pe r­
grafía: M eádr'e n os entregaría por v! a de ge matría todo lo q ue son as d es pl azadas, ¿~ o es tá ta mbié n ahí pa ra el sujelO su opor­
d e promesa ja mtis el h ombre esc uch a rá e n su historia , y c ua nd o lU nidad d e ex istir un día? E n ese momento sin em ba rgo esa
M a¡rdn! es e l an ag ra ma de l ve rbo e n qu e se funda lo admira ble?!) op ununid ad p íl rece por lo menos comprome ti da. Pnes la l como
No se ve e n es ta sa li da d e to no en la ~er i ed;.¡d de ll u e~ tras va n las cosas, es harto sab ido, c ua ndo e l le nguaje se inmisc uye ,
consideracion es sin o nu eMra preocupació n d e recorebr q ue e::; las p u b io ne::; de be n más b ie n a bunda r, y la cuesti ó n (si h u biera
a l {ooL, oh Sha kes pea re, ta nto e n la vida como e n l a~ Je lras a 7
alguien pa ra pl a ntea rl a) se rÍ<l m a~ bie n saber có mo el suje to
q u ie n h a sid o depa rado el des tino de ma n len e r dis ponible a en co ntra rá e n e ll as un Ju gar cua lqui e ra .
través d e los !) igl o~ el lugar de la ve rda d q ue Fre ud de bía saca r LCl resp ues ta fe lizme n te viene de inm ediato, e n el aguj e ro
a lu z. qu e él se hace e n ellas.
Rec ué rd ense a hora las difi cultades qu e aporta a l lingüista el Es co n seg u ridad d e un a vuelta , que h a br¡\ de co necta rse e n

8 [er. UlJu. .,oi <..l e i\ lfred J a rr y. TS]


10 Fu e d e C~1. pn'g ull la de do nd e q ll i~imo s hacer partir nu es tro cx amE: n de
11 [O sea I/(Im ira (" ad rni r!lr"). TS)
la é Lica <..Id p':> icoa ldli sis e n es le a úo I ~J 5 9· 1960.
642 OBS ERVACiÓN SOl\ RE EL I NFOR.\.1E DE DAN IEL LA CAC HE O BSE RVAC iÓN SO BRE EL I NFC RME DE DA NI EL LAG ACH E G43
la ex per ie ncia lingü ística, a la q ue Fre ud abrió en su ar tícul o ya sea de clase o de relación, q ue se tra taría de superar. Se mos­
sobre la negación, de la q ue debe espera rse el progreso de un a tra rá además el ejemplo de lo que h ay por supr imir para q ue
nueva cr ítica del juicio, qu e tenemos por instaurada en este una in vestigación propia mente estru ctura l se sostenga en su
tex to. H as ta ah o ra. quita ndo la publicación de l di álogo de qu e n ivel, cuando se vea el obstácu lo q ue encuentr a en un tan dimi­
hemos hecho mención, es ta inicia tiva, como ha sucedido en m ás nuto escollo como ese ne cuyo empleo en fra ncés en "je crains
de u n caso, ape nas se ha be nefi ciado de ot Ta clase, de comen ta ri o qu'i l ne vienne" ("temo q ue ve nga') es cali ficado por las gra­
q ue si se hubiera tra tad o ele una embriaguez de N oé. mát icas de ne expresivo, sin q ue n unca nad ie, por r::d . s que se
Bien es tá to lerar al tío Freud q ue se las gas te con el jui cio ar me de las más pe rfeccio nadas ga fas, haya pod id o dese nmara­
d e a tribu ción y el juicio de existe ncia, y has ta q ue dé a l prime­ ñar de q ué puede ser expresivo. T ras de lo cu a l uu os gra mát icos
r o la ven laja de un a antecedencia lógica so bre la negació n en ta n sagaces, tan desconfiados de LOda a utoridad otra que la d el
que se fund aría el segundo. N o serem os nosotros en el psico­ u so como los se ñores Brunot y Brunea u en su Précis de gram·
aná lisis q uienes iremos a exponernos a la mofa de los lóg-icos, maire hi,toriq ue (Masso n , 19 33, p. 587), consideran ese hueso
ni aun a arriesgarnos en la enseñanza de Brenta n o, de l q ue se du ro de roer qu e h a d ado a tod os el ta l ne como de "escaso in­
sa be sin embargo que bril ~a ba. en Viena y qu e el pro pio Freud terés", baj o el p re texto de q u e "las re glas qu e se han establecido
lo frecuentó. sobre él son varia bles y contradiclorias".
El juicio de a tr ibució n lo con cibe pues como insta urándose Q uisiéramos que se esta b leciera un grafo de las zonas en
p or la sola Beja hung. Su caden a desarrolla una prim era con. que esas partícul as subsisten en cierto modo en suspensión,
densación O sincretismo, en 10 cual se manifiesta ya una estruc. Fomenta mos este año un o· de nues tro CUñ O, 12 en el q ue creemos
tura combina toria que hemos ilustrad o noso tros. 11 Con esta poder designar el lecho en q ue oscilan entre una cadena de la
especie de afirmació n de yuxta posición, ¿qué habrá de reru tarse e nunciac ió n en cuan to qu e marca el lugar donde el sujeto eSlá
n unca sino por efecto d e obst rucción ? implícito en el puro discurso (imperativo, voz en eco, epüal a.
Aquí es donde debería vo lverse al problema d el orige n de la m io, lla mado a l fu ego). y un a cadena de l enunciado en cuanto
negación, si es q ue no se entie nde por tal cosa a lgun a pueri l qu e el sujeto está desig- nado en e lla po r los shifters (o sea: Yo
gé nesis psicológica, sino un problema de la estr uctu ra, q ue ha (le], todas las partículas y fl exiones que fi j an su prese n cia co mo
de abordarse en el ma teri al de la es tru ctu ra . suj etos del d isc urso, y con ella e l presente de la cronología) .
Es sabido q ue las part ículas tan d ifere nciadas en todas las E n " Je crains qu: il ne vienne") la infancia de l art e ana lítico
lenguas pa ra ma ti za r la negació n ofrecen a la lógica forma l sa be se ntir a través de ese giro el deseo con sti tuy ente de la am­
ocas iones de impar (o ddit ies) qu e prueban perfectamente qu e biva lencia p ropia del in consciente (q ue cierta especie de ab­
partici pan de un a d istorsió n esencia l, o sea de Otra tr ad ucció n yección q ue hace es tr agos en la comunidad a nalítica con funde
de la Ent'tel/ung, válida si la refie re a la topología del sujeto con la a mbi va lencia de los sent imientos en la qu e se en moh ece
en la es tructu ra sign ifi ca nte. de ordinario). ¿El su jeto de ese deseo es des ignad o por el Yo
La pr ueba de esto apa rece cuand o la lógica fo rmal, por d eber [Je] del discurso? No pues, ya que éste n o es sin o el sujeto del
romper sus amarras con formas gramaticales q ue ve hiculan esa en unciado. el cua l no arti cula más qu e el temo r y su objeto,
distorsió n, se a rranca a la vez de la lingü ís ti ca como de una ame. pues Je es allí obviamente el índice de la presencia que lo
naza dirigida a la parcialidad en que se sostiene, y que sin em­ enun cia lúe el 11tute, o sea en postu ra de sh ifter. El sujeto de
ba rgo sólo es referi ble a un ca mpo de lenguaje, q ue ha de di s­ la en unciación en cuan to que su deseo se tra nspa renta no está
tinguirse como campo del en unciado. en o tro sitio q ue en ese nr cuyo valor ha de encontrarse en un
Se comprenderá ento nces u n a de las razones por las que el apresuramie n to en lógica - as í llama remos a la funció n a la
es tudi o de estas partícul as no pod ría ser ge nético, cua nd o la q ue corresponde su empleo en "avan t qu'il ne vienne" ("an tes
psico logía m uestra volver a trae r a él siempre la m isma lógica, de qu e ve nga") . Y d icha es tru Clura no dej a de te ner correlativo
JI ef. "S u bversión del suje to y dialéctica del deseo eu el inconsciente fr eu­
11 eL p . 687 <lel presente vol u men. di a no", en este lo mo, p. 77S,
644 O as r::RV AC IÓ N SO RnE FL I NFOR M E DE DAN I E1. l.ACAC H F. O nS ERV¡\ C IÓN so n RE E.L I NfO RM E DI: J)¡\ NIFL LACA CHE 645

e ne rgé ti co. po r cua nt o lo que podemos de finir co m o: la f<t tiga coan a listas pued e n a preciar la ex periencia qu e sostie ne esa lite­
d e l ~ u je t o. ~e rn a niEie~ la en la nc u ros i::. co mo distinto d e la fa­ ratu ra : y qu e pued e buscarse la arista qu e se se iiala ve rd ad era­
tiga muscul ar. m e nte e n la l ca lle jón ~ in salida de ese di sc urso. Lo que Da ni e l
U n bulle bulle aquí se evoca objetand o qu e n o podría 11" <1­ Laga che subrllya de la co ntradicció n que ha y e n p o ne r en la
ta r<;e d e l in conscie nt e puesto qu e, como sa be cU('l lqui era, és te c uenta d e un a d e fe nsa su logro, deja en suspe nso la cues ti ó n
ign ora e l ti e mpo. Q ue vuel va <l la cl ase de gramá ti ca pa ra di s­ de qu é es lo qu e pued e lograr.
tin gu ir el liempo de la cronología, las " f or m a~ de aspecto" qne Distin gu ir las re l ~lc i o n es del snjeto con la es tru ctu ra, con ce­
apunta n e n la e nun ciac ión a lo que en ella le su cede a l suj e to, bida co m o es tru ctura de l significante, es resta ura r la p o~ ibiliu a d
ele las qu e situ él n e l enunciado en la línea d e los aco nt ecimie n­ mism a d e Jos efectos de la defensa. Nos imputan sos t.e ne r e l
tos. N o co nfundid entonces al sujeto de lo cump lido C0 11 la poder m ágico uel len guaje. Muy al contrario profesa mos qu e
presencia d e l p as ad o. Se despertará sin duda para Ja vi slumbre se oscurece e~e p od er ~ i :,e le remite a una aberra ción supu es ta ­
d e que la te n si,'JO implica un tiempo y qu e la ide ntifi cación se ment e primi tiva d el p~ iquismo y que es hace rse có mpli ce ue
ha ce a l p aso de un a escansión. ello d a rl e as í la co nsiste n cia de un impensable hec h o. N o ha y
Etle nI: sin emha rgo en su caducidad in cien.::\ sugie re la idea ma yor tr;t ición d e la p ropia praxis que aqu e ll a en qu e cae aq uí
d e un ra stro q u e se b orra e n el camino d e u n a mi gració n. m ás el anali sta .
ex actame nte de un charco que hace aparece r su dib u jo. E l sig­ Decimos pu cs q ue nin g una supre~ ión de sig nifi cGl nte, c ua l­
nifi ca nte primiti vo de la nega ció n ¿no puede habe r sido la e li­ qui e ra qn e sea e l efecto d e d esplazamiento qu e o pe re y a unqu e
siú n d e l significa nte, y su vesti g io no es tá e n una cen snra fo ne­ llegase a prod ucir esa suh limac ió n q ue traduce e n a le m á n la
n¡;ítiGl, d e la cu;d , como de costumbre, ser:, e n Fre ud d ond e A llfhrln.a~g, p odrí a hacer Im-'5 que libera r d e la pulsión un a
ell colltr>re mo; e l eje mpl o memorable, en la Espe ([W)espc) d el re a lidad qu e, p or m agro q ue sea su alcan ce de n eces id¡Ht, n o
h()mb1"(~ de los lobos (H istoria de una neurosis in fan.til) , pe ro se d. p or e llo me n os res iste nte por ser un re~ l o.
d e l qu e h ay mu chas o tras forma s Iingüí,\ li G1S que reil grupal' e n El e fe cto d e la de[en ~a procede por otra vía, m od if ica ndo n o
la ex pe r iencia, empeza nd o por la el isió n de la pr imera ¡;; í\ a h ;l d e l la tend e n cül, sin o a l suj e to. El modo origi nal de e lis ió n sign i­
n ombre d e p ila, en la que se perpetúa la n oble bas tar d ía d onde ficante qu e i Jlt e n ta m o~ aquí concebir como la m a t. riz ue la Ve r­
se origin a un a rama, en ruso, o sea precü,amente en las es tru c­
neinu.lI g afirm a al suj e to bajo el aspecto de n egativo, esca ti­
tura s socio lin güí sti cas bajo cuyo régimen na ció e l h ombr e de
mand o el V;:leío d onu e encuentra su lugar. Propiamente, n o es
los lobos?
esto sino ;t mpli ¡.1ción d el corte donde puede d ecirse qu e reside
Su ge re n cia de tra b ajo: ¿los prefijos (le n ega ción n o h nce n sino
en la ca ue n a signi fica nte, por cuanto es su ele m ento m ,ís radi cal
indi ca r reoc up tí nd olo e l lugar de e~ta ablaci ón signifi ca nte?
en su secu encia disco ntinua , y como tal el lu ga r uesd e u ond e
L o ca ll a d o de lo n o-dicho resultaría así qu e e n la h om o foní a
d el fra ncés lc ex ca va su fo rma al tú del lla mado rfu: "G! ll ;ldo ", el suj eto aseg ura su su bsistencia de cadena.
tu: " tú "], bajo el cual el :, ujeto se e nvi ará sus propiíl s j nti ~ No 11 0S basta co n que Daniel Lagache n os di ga qu e e l suj e to
m aCl ones. " n o se di stin gue d e la pul sión , de la meta y d e l obj eto". Deb e
Ave ntura mos aq uí mu cho, en un domini o d onde no no:; int i­ escoge r e n lo qu e é l d is lingue po r no qu e re r di stin guirlo de l
mid a lün gú n co mpro miso de es pe ciél li sL:I . L o h ace rn os co n ple­ suj e to, y bI pl'ue b¡\ es qu e inmedi a tamente nos mu es tra a ese
na con cie n cia, pues es por dar a entend er e n e llo un a e~ tru c tura suj e to " d e~ perdi gado e ntre esas diferentes re lacio nes d e o bje to
e n le, q ue n o aven tu rarn os nada , puesto qu e es in cumhe n cia d e o sus (lf:,1'nl.pn1l1itnlos". S nbray amo~ nosOl ros aqu i p a ra di stin­
la se ri ed ad d e nu e~ tra ex perien cia. A ~a her la ani cula ciún de la gui r ad e rn ¡b la posi bilid ll d de un a multipli cidau sin ag rupa­
d efen sa co n la pulsi(·; n . mi en to: p ur o bullir de Todo-Unos que , p or co nta r cada uno
D e l aje treo alocad o en que los aut ore s se da n d e [re nt azos como un ll . dt erna n cia , no están toclayía m ontau os en ni ngún
e nt re sí, y aun d e n a lgadas, corriendo tras sus reso rtes, D a ni el abani co.
Laga ch e se ñ a la precisamente la penosa ca cofoní a. Só lo los psi­ Se a co m o sea, esa uni ón del sujeto con el obj e to, pode m os re­
647
64ó OB.SE RV ACI6N SOB RE EL INFORME DE DANI.E.L (ACACHE onSI }tVACIÓN SOIIRE EL lNfORM I' nI' I>.... NH::I, LA¡;ACIH:

conocerlo, es el ideal desde siempre evocado en el principio de otrOS mi 'illlOS14 art icul fl mos la preg unt a sobre e l Ello. Esta pregu n­
un a teoría del conocimiento clásica; fundada en la conna tura­ ta cuyo ::,ign j(icante puntúa el su jtto no encuentra más eco que el
lidad por la que el cognoscente en su proceso viene a co- nocer sil encio de la pulsió ll de muerte, que ha sido necesario q ue entre
[o co-nacer: co-naitre] en lo conocido. ¿Cómo no se ve q ue es en juego para provocar ese (ando de depres ión, reconstituido
p recisamente contra esto contra lo que se alza toda la experien­ por la sel; ora rvfelanie Klein en e~e genio que la guía al filo
cia psicoanalítica: en esa fragmentac ión que reve la como origi­ de los (an tasmas,
nal en la com binatoria del inconscien te, y es tru ctur an te en la O bi en. ::,i no, se redobla en el espanto de la respuest.a de un
descomposición de la pulsión? UJises más as tuto que el de la (¡'¡bula: aque l divino q ue se buda
En pocas palabras, cu;¡ndo Daniel Lagache llega más ce rcana­ de o tro Poli(emo, he li o nombre para e l inco nsciente, ron un;t
men te a decir qu e "esa ausen cia uel sujeto coherente ca ra cteriza mufa superior, ha ciénd ole reclamar no ser nada en el momento
de l mejor modo la organización de l Ello", diriamos que esa mísrn o en que clama ~e r un a persona , antes de cega rl e dándole
ausencia del sujeto que en el Ello inorganizado se produce en un oJo.
alguna parte es la defensa que puede llamarse natural, por muy
marcado de ar tificio que es té ese redond el quemado en la mal e­
za de las pulsiones, por el he cho de que ofrece a las otras ins tan ­ llJ . nE LOS IDEALES nI:: LA l'I':RSONt\
cias el lugar donde acampar para organizar allí las su yas.
Ese luga r es el mismo ad onde toda cosa es llamada p¡jra ser El Yo, l<tl es e~e ojo, d irí.1 mm pétra apresurar ahora los cuatro
lavada allí d e la falta, que ese lugar hace posible por ser el lugar caminos de nueslr(:l marcha , id revés de las perplejidades que
de una ausenc ia : es que toda cosa pueda no existir . Por esta Daniel Lagache deca nta ad mirll blclllente en su texLO, referentes
matriz tan simple d e la primera cont ra di cción, ser o no ser, no a esa autonomía de! Yo , int ra':ii~ lémica según di ce (;1, que nunca
basta comprobar que el juicio de existencia funda la realidad, ~c manifiesta tanlO como cuando si rve a la ley de o tr o, muy
hay que artic ul ar qu e no puede hace rlo sino a lzánd ola de la precisa mente su (riéndola por defe nderse de eHfl. a par Lir de
postura en voladizo con q ue la recibe de un jui cio de atribu­ de'iconocerla.
ció n que ya se ha afirmado. Es el hlherinto do nd e d e'id e siempre in te n to ay ud ar a los
Es la estru ctura de es te Ingar la que exige que e l nada 13 esté nuestros con un pbno a visLa (le p ;í jaro.
en el principi o de la creación, y que, promoviendo como ese ncial Digamos que por hl gracia de las sugestiones de Daniel La­
en nuestra experiencia la ignorancia en que es tá e l suj eto de lo gache, le habré añ..,d ido a lgo <lquí.
rea l de qu ie n recibe su condi ción, im pone al pensamiento psi­ Pues esa distincir'm de l lugar :t1lanado para cl sujelo sin que
coanalítico el ser creacionista, entendamos con ello e l no con­ lo ocupe, )' del Yo que viene a alojarse en <::1, aporta la resolu­
tentarse con ninguna rderencia evolucion ista. Pues la expe rien­ cíón de la ma yoría de las aporía,> detallada s por Daniel L ag{\­
cia de l deseo en la que le es preciso despl egarse es la misma de che _y aun la explicación de CitTLOS equívocos: co mo por ejem~
la carencia de ser por la cua l todo ente podría no se r o ser o tr o, plo de la ex trañ eza q ue Daniel r ,ag;)<.he a tribu ye al inconsciente
di cho de Olra manera es creado como existente. Fe que puede y de la que sabe sin embargo que no se prod u ce sino en el en­
demostr ar que está en el prin cipio del desarrollo galileano de cuentro de l sujeto con b image n nar cisisla; añad iré a la luz
la cie ncia. de lo que acabo de ~port<lr: cuando el suj eto encuentra esa
Digamos únicamente que este lugar n o invoca a ningún ser imagen en condi ciones que le hacen aparecer que ella usurpa
supremo, puesto que, lugar de Ya-Nadie, no puede ser sino de su lugar.
otra parte d e donde se haga oír e l est-ce del impersonal [en la En el p rin cipio de las verd .¡deras rc&islencias con las que nos
fó rmula interrogativa francesa], con q ue en su momento nos- enfrentamos en los úédalos de lo que [¡orece úe teoría sobre el
Yo en el psicoaná lisis, es tá e l simple ~'ech alo de adm iLir qu e el
JI (Con csla expresión, opuesta a " la nada", he mos intenl ado traducir la
H En un discurso en memoria del cc ntcn::trio de Frcud, recogido baj o el
oposición cutre le ndanl y le rien, como ya lo hicim os eu el tomo I de es tos
Escritos (v. allí la Nota del traductor, p. xv) . TS1 lítulo de "La cosa fr(,\HJiall;.l. ". el. tomo 1, p. 384 .

""­
648 OBSERVACiÓN SOBRE FL INFORME DE DANIEL LAGACHF
OIlSrRVAc!6N SOBRE El. rNFORME DE nANlrt. T.AGACHE 649
Yo sea allí de derecho 10 que nnnifiesta ser en la experiencia:
una función de desconocimiento. que recibe su favor por condensar con un significante sugestivo
de no se sabe: qué dopaje lecitínico de la nutrición, la metáfora
Esa resistencia se apoya e!l el hecho de que es preciso que
de la mancha embrionaria en la joroba misma que se supone
conozcamos algo de la realidad para subsistir en ella, y que es
que figura en todo esto la difel'enti,lción, afortunadamente "su­
una evidencia pd.ctica que la experiencia Clcumulada en el Yo,
perficial", aportada del mundo exterior. En lo cual queda hala­
especialmente en el Preconsciente, nos proporciona los puntos
gado por las vías ele sorpresa (en todos los sentidos de la pala­
de referencia que muestran ser allí los m{¡s seguros. Se olvida
bra) propias del Inconsciente un genetismo donde se prolongan
solamente, y ¿no debemos extrañarnos ele que sean psicoanalis­
para un uso de primate las aii.agazas antiguas del conocimiento
tas los que lo olvidan?, que ese argumen to fracasa cuando se
de amor.
trata. de los efectos del Inconsciente. Ahora bien, esos efectos
No es que hayamos de e.'.cupir sobre esas añagazas, por poco
extienden su imperio sobre el propio Yo: incluso es para afirmar
sostenibles que resulten en una ciencia rigurosa. Conservan des­
esto expresamente para lo que Freucl introduce su teoría de las
pués de todo su precio en el plano del artesanado, y del folklore,
relaciones del Yo con el Ello: es pues' para extender el campo
si puede decirse. Pueden incluso ser una ayuda muy apreciable
de nuestra ignorancia, no ele nuestro saber; y revalidar el poder
en una cama. Necesitan sin embargo una puntualización cuya
del Yo, como lo hizo después, responde a 'una cuestión entera­
mente diferente. técnica deja poco que esperar de un acceso que les fuese natu­
ral: la pastoral de Longo 11J está ahí para enseñarnos un cachito,
En efecto, es porque y en CU(lnto que el Yo viene a servir en así como los aprendizajes en general en que se [arman los fa­
el lugar que ha quedado VClcío para el sujeto, por 10 que éste IIIOSOS habilu.s de la psicología escolástica.
no puede sino aportar a él esa eli~torsi6n que, por traducir al Ajuslémosle con todo su cuenla al huevo cíclope. No es más
inglés la Entstellung de principio en toda !mlsión, se ha conver­ que una concha, cuyo vacío asimismo está suficientemente indi­
tido ahora en el sostén en .nue~tro vocabulario de otro error: cado por la doble barra enchufada en su curva con la imagen
el de creer que el problema del psicoanálisis consistiría en ende­ de la hendidura que la reduce a la alcancía, con la que la iden­
rezar no se sabe qué curvatura del Yo. Pero no es del espesor más tiIic.í.bamos méÍs arriba. En cuanto a la lupa, evocadora de tu­
o menos grueso de la lente de lo que dependen las deformacio­ mescencia lavateriana, digamos que se pasea las más de las veces
nes que nos ocupan. Se necesita siempre una en erecto, puesto en el interior en oficio de cascabel, lo cual no deja de ofrecer
que de todas maneras el ojo desnudo la implica. Es de que la recursos a un uso musical, generalm'ente ilustrado por el desa­
lente venga al lugar desde donde el sujeto podría mirar y se rrollo histórico de la psicología tanto literaria como científica.
coloque allí sobre el portaobjetos que se encuentra de hecho Sólo falla un engarce y algunos dijes para que nos encontremos
ajustado cuando el sujeto mira de otro sitio, ele que se sobreim­ provislos de la sonaja de los locos jurados, antídoto al humanis­
prima pues, para gran perjuicio del conjunto, sobre lo que mo, y que desde Erasmo se reconoce que le da su sabor.
pueda llegar a ser mirado allí ele reojo. Es la rutina misma de nuestra ensefíanl.a distinguir lo que la
Puesto que es la suerte ejemplar de los esquemas, en cuallto [unción del Yo impone al mundo en sus proyecciones imagina­
que son geométricos, digámoslo, prestarse a las intuiciones del rias, de los efectos de defensa que reciben del hecho de amueblar
error precisamente yOlCO, partamos de lo que sostiene de ¡ndes­ el lugar donde se produce el juicio.
arraigable la impruden te figuración a la que Freud dio curso de y después de todo, ¿todo esLO no está sabido y masticado des­
las relaciones del Yo con el Ello:1G la que llamaremos el oeuf-a.­ de siempre? ¿Y a qué tiene Freuel que añadir su indicación de
roeil [huevo alojo]. Figura célebre para rellenar seseras, en las que un juicio debe venir en lugar de la represión, si no es porque
la represión está ya en el lugar del juicio? Y cuando se impugna
111 Se encuentra esta imagen en la página 252 del vol. XIll de las G. W. la [unción que definimos siguiendo a Freud como la de la Ver­
["El Yo y el Ello", A. XIX, p. 26]. Bien mirada, confirma el alcance que
damos a las metas de Freud en el interés que atribuye al Yo en su segunda
16 [En el idilio de Longo, Dafnis Jebe recurrir a una anciana para que
tópica.
le instruya cómo hacer el amor con Cloe. AS]
OBSERVACIÓN sOBRE EL INfORME DI:: DANJEL LAGACH~ 651
650 OBSERVACiÓN SOB RI': I:L I NFORME DE DANIEL LA¡:A CHf.
máscara permanece cerrada, a unque su discordancia indica sin
werfung (p reclusi6n), ¿se piensa refutamos observando que e l embargo que se la abrJ.. ¿Pero qué hay con el ser, si detrás no
verbo cuya (orma nominal es ésa es aplicauo por más de un hay nada? Y si h ay sólo un rostro, ¿qu~ h ay con la persona?
texto a l juicio? Sólo el lugar estru clural donde se produce la Observemos aq uí que para diferenciH el Y" I deal del Id eal
excfusión de un significante varía entre esos procedimientos de del Yo en func ión, si no en estructura, Daniel Lagache toma
una esti mativ~ uniCicad a por la experiencia analí tica. Aquí es la vía que habla descartado antes de una descripción "de lo que
en la propio sín fisis del código con el lugar del Otro donde yace es observable en ello dir ectame nte", d e un aná lisis clínico. Cree­
el defe cto de existencia qu e todos los juicios de realidad en q ue mos permanecer fieles a su le tra, de un a finura muy atractiva,
se desarrolla la psicosis n o !legaran a colmar. a l para frasea rl a as í: que e n la relacic'm del sujeto con el otro de
Seña la mos aquí la oportunidad de la revisión que ha ce Da­ la autoridad , e l Idcal del Yo, siguiend o la ley de gustar, lleva al
niel Lagache de las relaciones del Inconsciente con el Precons· sujeto a no gustarse al caprich o del rn;:mdami entoj el Yo Ideal,
cien te, para recordar únicamente a los que pretenden" argüir a ri esgo de no gustar, só lo triunra si gus ta a despecho del man­
contra nosotros el lazo que Freud establece del sistema precons­ damien to.
de n te con los recuerd os verbales, que 'no hay que con fundir la Aqur se e~pe ra de Dan iel Lagache q ue vuel va a su expresión
remin iscencia de los enunciados con las estructuras de la e nun­ de un a estru ctura "a dista nci<l de la ex periencia". Pues en nin­
ciación, los nexos de Geslalt, incluso vigorizados, con las tramas gu na parle, si nos mantenemoS en el fe nómeno, es mayor el
de la re memoración ~ (in a lm e llte que si b s cond iciones de re­ r iesgo de confiar en espejismos, puesto q u e puede decirse que
presentabilidad flexionan al Inconscien te según sus formas ima­ por 10 menos en un aspeclo esas ins!ancias se dan por tales en lo
ginarias, se necesita una estructura común para que un sim bo­ vivido,. el Idea l del Yo como modelo, el Yo id eal como asp ira­
lismo, por muy primi ti vo que se lo suponga en el In co nsciente, ci()n, oh sí, para no decir más bie n sueño. Es sin duda la ocasión
pueda, y ése es su rasgo esencial, ser tradu.cido en un discurso de recu rrir a lo que la ex perime ntación ana lítica nos p ermite
preconsc iente (d. la carta 52 a Fliess siempre recordad<l por construir de meta psicología.
nosotros) . El hecho d e que Freuel distinga los dos términos de la manera
Tenemos finalmente qu e concentrar nuestras observaciones más segur a, puesto que se trata de una interversión que se pro­
sobre la disLinci(m magistra l que introduce Daniel Lagac he de duce en un mismo texto, si no por e llo se llega a distinguir su
los funciones del Yo Ideal y del Ideal del YO.I' ¿No es ahí donde empleo en ese texLO, debería inqui et(lr un poco - ya que el uso
debe j uzgarse 10 bien fundado de la tesis por la que su estudio del s j gni[i c.~lnte no es, que se s<" pa, en Fre ud, pegajoso en Jo
procede por una ave nida perso nalista? más m ín imo. ¿O bien hay qu e entender que su tóp ica no es
Si el psicoa ná lisis en efecto no aportase al problema de la personalista?
persona a lguna tt a nsforllltlción, ¿por qu é tratar de encasillar Paso por a lto lo qu e las vislumbres de Nunberg por una
sus datos en una perspectiva que después de todo apenas ha parte, de Fromm por otra, tienen de m<cÍs o menos es tructural
dado sus pruebas en el siglo? o personalista, como ta mbién e l a rb itraje ue Feni chel, por en­
Recordar aquí que la persona es un a máscara, no es Ull contr(lr, COlO o de ordin ar io en estos debates mucha holgura,
simpl e juego de la etim ología: es evoca r la a mbigüedad de l demas iada para mi g usto, es sabido.
proceso por e l qu e su noció n ha llegado a tomar el valor d e y voy a exponerme a mostrar m i propia insuficiencia al in­
encarnar una unidad que se afírmaría e n el ser. formar a Daniel Lagache de lo que.: el exceso de nuestras ocupa­
Ah ora bien, es el primer dato de nuestra experiencia el mos­ ciones le ha dejado ignorar, a saber del " modelo" propiamente
trarnos que la figUla ele la máscara, no por estar demediad a es dicbo con que yo mismo intenté en e l primer a ño de mi semi­
simétrica - para decirlo en forma de imagen, que reún e dos nar io en Sa inte-Anne hace r fun cio nar, en la estru ctura, las re­
perfiles cuyo unidad sólo se sostiene por el hecho de que la lacio nes del Yo Ideal con el Idea l del Yo.
Es un madeja óp Lico para el que sin dud a me autori za el
l' "(...] la antin omia dd Yo Ideal y del Su pcryó-Idcal de l Yo, de la iden­
ejemp lo de Freud, no sin moti varse para mí por una afinid ad
tíficación narcisisla co n la omnipotenci a y de la sum isión a ln omnipotencia
[...j". ¡bid., p. 46.
G52 O USUU'ACIÓN SOUItI·. U . I NFoRME 111'. II¡\NILL J.ACACII E
ODSHI. I' AC IÓN SOBRE EL INl:"QRMh OE DANIEL }.¡\t; ACH,E. 655
con los efectos de refracóón que condiciona la división [clivaje]
de lo simbólico y de lo imaginario. F IGU RA 1:
Planteemos primero el aparato un poco complejo cuya a na. /'
logia, como es la regla en estos casos, va a fund ar el valor de p
uso como modelo.
/ 0
Es sabido que un espejo esférico puede producir, de un objeto
colocado en el punto de su centro de curvatura, un a imagen
que Je es simétrica pe ro respecto de la cual lo importante es )

que es un<l imagcn real. En ciertas condiciones, como las de uno


de esos experimentos que sólo tenían precio gracias a un interés
todavía inoce nte en e l dominio del fenómeno , relegados como
es tán ahora a l rango de la física amena, esa imagen puede ser
vista por el ojo en su rea lidad , sin el medio generalmente em­
pIcado de una pantall:\. Es el caso de la ilusión ll a mada del ramo
de fI ares invertid o, que se encontrará descrita, para da rle una
referencia seria , en la aplique el pltotom étrie di/ es géom¿tri.
ques (aqu í está otra vez nuestra geometría) , tIe Bouasse, figu ra s
por Jo demás cnriosa de la historia de la e nselia n z~l , y oura que
se consultar;1 para nuestro fin en la página 86, sin perjuicio de
que queden en la s otras algunos gadgels que, a unque menos
fútiles, serian igua lmente propi cios al pensamiento (4a . ed.,
Delagrave. 1947) . Damos aq uí la imagen reproducida de la ple ta rlo para permitirle fUIH.ionar como modelo teó ri co.
página 87, de la que por todo comentario diremos que el ramo En esle mouelo, y hasta en su na turaleza óptica. no hace mos
real escondido en [a caja S, "para aumentar", como di ce Bouasse, sino seguir e l eje mplo ue Frclld, con la salvedad ue que en nos­
"el efecto de sorpresa ", parece surgir para el ojo acomodado otros no ofrece ni siquier<l materi a para prevenir Contra una
sobre el florero V colocado sobre la caja, precisamente en el confusión posible con a lgún esquema de una vía de conducción
cuello A' de dicho fl orero. donde la imagen E' se rea li za con 3Ilatómir<l.
nitidez, a pesar de a lguna deformaci ón que la form a no regular Pues los nexos que v;tn a aparecer en modo analógi co se re­
del objeto debe hace r bastante tolerable. Fie ren claramente, corno V;lmos a ver, a eslructuras (intra-) sub­
Hay que retener en todo esto sin embargo qu e la ilusión para jetivas como tales, representando en e llas la relación con el otro
producirse exige que el ojo esté siwado en el interior del cono y permitiendo distinguir la doble in cidencia de 10 imaginario
aB'y formado por una gcneratri l que une cad;} uno de los y de lo simbóli co. Distin ción cuya importancia para l a c onstruc~
puntos de la image n B' al contorno del espejo esférico, y que ción dcl suje to e nse ri amos, a partir del momento en que tene·
dado que para cada uno de los puntos de la imagen, el cono de mos que pensa r <1 1 suje to como e l sujeto donde Helio" puede
rayos convergentes ca ptados por el ojo es muy pequeño, resulta h"bloc, sin que él se enlere (e inclllso del que h ay que decir
que la imagen será tanto más netame nte situada en su posición qu e nada sabe de el lo en cuanto que h ab la).
cuanto ma yor sea so dislanci" alojo, ya que est<l distan cia d a al Para esto ha y que imaginar, conforme a la figur a 2, lo. que
ojo mayor campo para el desplazamiento linea l que, más aÍl n el florero esté en el interior de la caja y que su image n real
que la acomoda ción. le permite situar esta posiri('m a rondición venga a rodear Con su cuello el ramo de flores ya montado
de que la image n no v¡lcile demasiado con el dcsp la.zél mic nlO. enci ma --el cu al desempefía rá petra un ojo eventual el papel
El cuidado que ponemos en la presen{ él,c ión de este alXlrato de so porte tle acomodación que acaba.mos de indica r como nece
ti ene por fin dar consistencia al montaje con que vamos a COI11­ s<1rio para que se produzca la ilusión: que habrá de designarse
<1hOr;1 romo la del [!orero in"ertido; 20. que un observador colo­
654 OBSE I'WACIÓ N SOU RE lL l NrO R. .\1 E DE DA N IU. LACA CHE onS ~R\','C I 6N SOflRE EL IN FORMe DE DANIF.L L AGAr. H E. 655 •
cado en al gún lugar dentro de l aparato, d igamos ent re las flo. E l ju ego de este m odelo po r una p a rte rec ubre la funció n d e
res mismas, o, para la claridad de la ex p osición, sobre el borde d esco n oci mi e nto qu e nu estra co n ce p ció n del estadio del espej o
del espejo es férico, .en rOIJo ca so (nera de la posibi lidad ~r . sitú a en el princí pio de la form ac ión de l Yo. Per mite enun ciar­
sil<iLl:Limogcn r~~r-4I-cuaLno....esJ:á rewese ntada lo bajo un a form a que p uede decirse generali zada, li ga ndo mejor
e n la figu r.a-2). J rala d~ rea liza r su ilus illn en la image n vi rtual a 1:1 estructura los efectos de asu mi r la image n espec ul ar, tal
~ un espe jo pla no co) orod o po-A_p uede dar de la image n co mo h e m os cre ído p od er inte rpre tar los e n e l momento j ubi­
rcal, COj;! que es concebible si n forzar las leyes de la óptica. loso e n q u e se observa e lec ti va m enLe de l 60. a l 180. mes, fun ­
cljndolas en un a p rematuraciún perceptiva inscri ta en u na dis­
cord a ncia d e l desa rro llo n e urolúgico .
F IGURA 2: Las re lac iones de las imágen es i' (a) e i (a) 18 en nu estro m o­

,/~.....-:, ---­ --- - --- --.....


d elo n o han de tom arse a la le tr a d e sn sub ord ina ci6n ó p ti ca,
sino ('a mo sos teni e nd o una sub ordin ac ión imagina ri a a n áloga .
En i' (a) , en dec to, no hay únicamente lo q ue el suj eto del
,/ ve EspejO
- -
'> "-..
x' mode lo es pe ra . sino cierta me n te ya un a .forma del otro que su

,,-,-~t):- -s'f, ,,
/ $- _. _- //
pregn a ncia , no nlen os q ue el juego de las re lac io nes de pres­
'­ tancia qu e se traban en ella, int rodnce como un principio de
"­ fa lso dom ini o y d e e n<lje nac i6n ra di ca l en un a sí ntesis qu e re­

"­ /, ,, ~) \ q uiere un a adecu ac ión bien dife rente.

'­ , _v
--l.:, \ Es p ara re prese ntar las co ndi ciones ele és ta en su anteri oridad

f)
~'1 ~
\ --, ¡'(o ) de principi o para lo qu e he mos p ues to la ilusión d e la i mage n

~~~~:
i (a) e n e l punt o d e part id a ele nuestro m odelo.
U .. \
Si en efecto eSla imagen correspond e él una su bjetivación , es
/ t:::=-
"--
JI'le .',A !~//// \ e n pr imer lugar p or las vías d e a ULOco nducci6n figur;:¡d as e n e l
U '- I ~ , / ,;
I I moclelo por la reflexión en e l espej o esférico (que p uede con·
l
_ .... ~,,-'-
(. .
1f /, d.:::l
"._----­ // side ra rse a grand es rasgos co mo image n de algu na fu n ción glo­
b" l de la corleza). Y lo qu e el modelo ind ica ta mbién p or el
x

" , / / fl orero esco ndid o e n la ca ja ce; el poco acceso q ue ti en e el suj e to
a b re.. lidad d e ese c ue r po. qu e pierde en su in teri or, en e l
'-..
~~ '- , /
" '- ,,--'Y'
,/ lím ite en que, re pl ieg ue d e fo lios (oa lesce ntes a su e n vo ltura,
y que viene a coe;e rse a e lla <I 1rcdcdor de los ani llos orific iales,
- - ----- y' la imag ina co mo un g ua nt e que sc pud iera volve r de l revés. H ay
técuicas d el cuerpo e n las q ue el suj eto inte nta despe rtar e n su
con cien ci a una co n figur;,c íc'¡n ele esa o~cur:t inti m idad. A unq ue
Bastar:', ; pa ra q uC' el .. u jC(O ~ "ca c<¡;¡ image n e ll el es pe jo ..\ . alejad o de e llas, e l proceso ;l. n:t1íLÍco, es sa b id o, esca nde e l pro­
<011 qu e . . 1I p ropia image n (e n el e"pi1 cio "irl.u ;¡] qu e e nge lldra greso libid inal co n ace nt os pl\ C.'~ l OS .sobre e l cu erpo co mo co ntin­
el espej o, y sin qu e cs té por di o o hli g~H' o a verla si se c ncur n·
ge nte y sob re sus oriE icios.
l r: l lll í nílJl;¡n H~ lltC fu cra d e un ca mp o ortogo nal a la sllpcrf icic
Ade m;í s e l an {di sis conte mpor<i neo, m ,h especialme nte, liga la
de l l''ipe jo - d . b fig u ra:! y la Ii l1 c: t IH1l1tcadit $ S) , ron qll~ su
madu ración de este progreso con a lgo a lo que des ign a co m o
p ropi<l image n , dcdam o...., n: nga e n el es p:Ki o real (al qll e el
relac ió n d e objeLO, y e ~ de esLO de lo qu e se iiaIa m os la función
c'I pac:io virtual engc ndr;ldo por un e"pejo p lano (orrespondc
pitillO po r punlo) ;1 :-,illlar;,¡(' e n el interi or de l callo qu e tlel im il;t de guía, rcpresent~ll1d ol:1 co n b s flores a de nu es tro m ode lo, o
b po., ihilitl:td de la illI , jl'm (C IIUp O x 'y' c n la [í g ur:t !l) .
1- [ E1 1 d Ol ig : II :11 110 :' P"'t:l(; la po~i(i ¡'1I1 dc i (a ). AS)

6,6 OI~lJn· A I .I ÚN 1>01l11J·, Ilo I NI' OItM t:. DI', UAN ILL LA(;A(:1I 1; OUSFR \' M.J(:>N SUURI~ EL I NH)ItMI:: U1:: I ~A ~ ILL I.ACACH E G!)7
sea co n l os obje los mi~1l1m. Ctl qu e se a poya la ac omoda ción la dire cció n de una noesis ab~tl'ac ta . sino para co nnotarlo por
que permite al sujeto percibir la imagen i (a) . e l efec to de estructura en C]ue inte nt a mos constitu ir el Jugar d el
Pero no sin que semejan le modelo ve le para preservarnos de suj eto en una el isi6n de significante.
los prejuicios a los que se inclin a n las cOll cepcio nes de esta El I dea l d el Yo es un a form ación que vie ne a ese lugar sim­
relación nd s corrie ntes. Pues, tomand o e fecto de pará bo la, nos bóli co. y en es to es en 10 que correspo nd e a las coordenadas
permite se ña lar lo poco de I1Jtura l que impli ca el asimiento de jnconscie ntes de l Yo. Para d ecir Jo cua l Frend escribió su segun·
un cuello de vasija, imaginario por ai'íadidura, él un os elementos, da túpica, y habiénd olo d ich o, co mo queda perfectamente claro
los ta llos, cu yo haz., e ntera mente inde te rmin ad o e n su e nla ce si se le lee, no lo es men os qu e no lo ha cía para a llanar el re·
no lo es menos en su divers idad . torno d el yo au tóno mo .
Es que ta mbi én la noción d e obje.to parcial nos pflrecc Jo más Pues la cu estión que abre en Psúologia de las masas y análisis
justo qu e e l a n á li sis lo a descubierto aquí. pero a l precio de pos­ rie l Yo es la d e cómo un obje to reducido a su real idad más es­
tulados so bre una id c(l! taL,dización de ese objeto, e n los que túpida , pero pnesto por cierto número de suj e tos e n un a fun ció n
se disipa el beneficio de ese hall azg·o. de den ominador comú n, que confirma lo que diremos d e su
Así no nos parece obv io que la fragment ació n ele la s funcio. función de insignia, es Glpaz d e pret:ipita r la ide ntificació n del
nes de relac ión, C]ue h em os articubdo como primordial d el esta. Yo Idea l hasta ese poder d é bil de malaventura que mues tra se r
d io del espej o, sea la gara nL1 a de qu e la síntesis irá creciendo en en su fondo. ¿H abr;'l que recordar, p a ra d ar a entender el alcan ce
lo evolución d e ¡as te nde n cia,. La [;¡bula d e M ene nio Agripa de 1a cues ti ón, la figura d e l Führe l' y l os (e n ómenos co lec tivos
n os h a parecido siempre dar testimoni o, cualqui era qu e haya que h a n dado a este texto su alcan ce de videncia en el corazó n
podido se r e l éx ito de su jerga, d e que la a rm onía supuesta mente ele la civilizac ión? Sin dud a que sí, puesto que, por un retorno
orgá n ica para o rde na r los d eseos ha implicado !Sie mpre a lguna de comed ia de lo que Freud quis o aportar de remedio a su
dificultad . Y no creemos qu e Freud ha ya libe rado nues tros pun­ ma lestar, es e n la comunidad a la qu e él legaba su cuidad o d onde
tos de vista so bre 1<1 sex ualid ~H.I y sus (ines para que el a nálisis la s íntesis de un Yo fue rte se emite como consign a, en el corazón
;Ioad a sus propias chiC]ui lladas :l los esfuerlos sec ulares de los de una técni ca dond e el practicante se conci be como consiguien­
moralistas por reducir los d eseos del h ombre a I:-ts normas de do su e(ecto por e l hecho (le e nca rnar él mismo ese Idea l.
sus necesidades. Sea como sea, estos dos eje mplos no e!Stán he chos para relega r
Sea como sea, la a nt inomia de la~ imágen es i (a) e i' (a), po r la fun ci6 n de la palabra e n l o~ d e [e nnin a lltes que busca mos
si tuarse p:1r:l el sujel o en lo imaginario, se resue lve en un cons­ para el resorte supe ri or d e la subj e tivación.
tant e transitivismo. Así se produce ese Yo·Idea l-Yo, cuyas fron­ Es sabido que ese resorle de la pa lab ra e n nuestra topología lo
te ra s, e n el se ntido en que las enti ende Fed ern, !l elO de tomarse designam os co mo el Otro. co nnotíldo con una A ma yúsc ula, y
como sos te ni end o la incert idumbre)' permitiendo la rectifica. es a ese lugar al que responde en nuestro m odelo el espacio
ción , como p erpe tuando el equívoco de circ un scripciones dife­ rea l al que se superponen las im ágen es virtuales "de trás del
rentes seg ún su e!S tat u to , ind uso co mo ad mitiendo e n su como espejo" A (ya sea qu e nuestra convención dé acceso a él al su­
piejo zo nas fran cas y fe ud os e ncla vados. jeto por d e!Splazamiento libre, o porq u e el espejo es tá sin azoo
Lo qu e nos re tien e es qu e un psicoanú lbis qu e juega e n lo gue, se tran sparenta p or co nsigu iente a su mirada, co mo regu­
simbólico - lo c ual es innega ble si su proceso es de conquista lan do allí su posició n por alguna I) .
sobre e l inco nscie nte, de ad venimiento de hi stori a y de re con s~ Sería CITar cree r qu e e l gra n Otro del discurso pueda es tar
lrucción de significan te, si n o se ni ega si mpleme nte que su medio a usente de ning un a dista ncia tomada p o r el suj e to e n su rela·
sea de palabra- , qu e un p ::. icoan <i li sis sea c:l paz de retoca r el ción con el otro, que se opone a aquél como el peque ño, por
Yo ,Lsí cons tituid o en su esta luto imaginario. ser e l d e la (líada imagin a ria . Y la tradu cción pe rson a lista que
Aquf, si e l fen6 meno de cle'iVtl.necimien to, diremos de fading, Daniel Lagache qui ere proporcionar de la segund a to pica de
co n qu e Lagach e cIOl;l al YO-'H! je to nos pRrece en efec to n o tabl e, frelld , si n os p<lfecc tIe todos lOados n o poder ser ex hausti va,
no es p:lra co nte ntarn os COIIIO él CO II \·o lver ~ e n co ntr;¡ r l' ll eso es nl<Ís desig ua l por el hcch o d e qlle se contenla con la distanc ia
658 OBSEltvAC I6 N SOBRE EL INFO RM E DI! DAN IEL L ACAC HE
OnSI::R \'AC¡ÓN sonIU:: :EL l Nl-'ORME DE DANIE L LAGAC H E G5!J
entre d os términ os recíprccos como médium de la in te rsubj e ­
Li vidad d e ]a q u e to ma su principio. No es e n V3 no si se ll a ma in:. ig n es a esas rca l idades. Este término
cs aq u í nom in a ti vo. Es la con::.telación de esas insignias la que
Pues el Otro e n e l que se sitúa e l di scurso, sie mpre la te nte
en la tri a ng ul ació n qu e co nsagra esa di sta nc ia, n o lo es ta nto co nstitu ye para e l suje to el Ideal d e l Yo.

~
N uestro m odelo mu estra que es lO ma ndo como p u nto de rdc­
como para q ue n o se m a nifi es te hasta e n la re lación espec ula r
re ncia 1 como e nfoc7l rc't e l es pejo A pa ra ob te ner e n tre o tros
en su más p u ro m ome nt o: e n e l geHo p or e l que el niño e n e l
espej o, vo lviéndose hacia aq uel qu e lo lleva, ape la co n la m ira ­ efec tos ta l espejismo de l Yo Idea l.
d a al tes ti go que decan ta, p or ve rifi carl o, el reco n ocimiento de ES c ie rta me nte es ta ma ni ob ra del Otro la que opera e l neu ­
la imagen d e l jubiloso "sumir dond e cie rta me n te estaba ya.
P e ro ese ya n o d ebe engañflrnos sobre la es tru ctur a de la pre·
se ncia qu e es aq uí e vocada como tercer términ o : n o deb e n ada
a la an écd o la de l p erso n aje que la en carna.
N o subsis te en ell a sin o ese se r cu yo adve ni mlen to no se
6'ú ti co pa ra re n ova r incesante me nte esos esu ozos de identifi ca­
ció n e n la tra nsfere ncia salvaj e qu e leg itima nu es tro e m pleo d el
~ rm¡n o n e urosis de tra ns[e reHcia .
No es és te, dire mos por qu é, LOdo el reso rte subj e ti vo d el n e u­
ró ti co. Pe ro podemos saca r partida de nu es tro m od e lo in le rro­
gándolo sob re io qu e ocurre con esa ma niobra d e l Otro e n el
ca pta sino por n o ser ya m ás. T a l lo e n cue ntra el tiempo más
ambi gu o de la morfo logía de l ve rbo en fr ancés, el que se designa psicoan;'tIisis m ism o.
Sin hacernos i lus iones sobre el a lca n ce d e un ejercicio q u e
como el impe rfec to. Estaba alli contiene la misma dup licidad
sólo toma peso por u na a n alogía grosera con l os fe nó me n os q u e
d onde se su spe nde: 1I/1. inslante más, y la bomba estallaba, cuan­
permite evocar, proponemos en la figu ra 3 un a idea de lo qu e
d o, a falta d e co ntex to . n o pued e d educirse de e ll o si el aconte­
sucede por el hecho ue que el O lro es enton ces e l a n a l ista, por ·
c imíe nto ocu rri ó o no.
Ese se r se po ne sin e mba rgo con la a nter ioridad de lí mite
q ue el sujeto hace de él el lu gar de su pa labra.
que le asegur:1 el di sc urso, en csa lese rva d e a tr ib utos e n la que P Ut:\LO qlU: el ;I ILili"¡,, (om.i\lt.' cn lo quc g: IIL I el :'\ \I jt.: to por
d ecimos qu e e l sujeto d ebe ha ce rse un lugar. ;l\ulll ir tO llJ O por MI illí( i:lti";l prupj ;\ .. u di,,( u ....¡o ill('on.,rielltl'.
\tI lrayc<to \l' t r:t ll \pOrLll:í CH tI modelo t' 11 UIl.! trall'll.lti,')Jl (1:.;
Si nu es tros a nal iSlas d e h oy u escon oce n , co n esa d ime nsión ,
la expe rie ncia l(ue recib ieron d e F re ud, h as ta n o e n co ntrar e n ~ " 10\ ~i~lI i li C \l1tcs <1<.:1 l'\ p :lcio " d cl r :'t... de! c.\pc.: j O" :'4 .i l IUlHi¡'m
ella sino pre te xto pa ra re nova r un ge ne ti smo qu e n o puede ser <I d IlIod clo <':s Cllt o rHe'\ lb .. Ull a i J ll : I ~ 1l d e (('> Illü la rc:l:lc jt')]1 (O ll
sino siempre e l mi sm o, puesto qu e es un error su fa lla d e d enun ­ _cl-c.~o.-O..~<.!a la rd;H:iÚI! illl<lg illill i;1 (m I el 0 11"0 ~':'I._'(:;J p.l,llL: l _­
cÍ<\ ya só lo p o r la res urge n cia e n sus teorías de viejos es ti gm as, .(le l Yo Ide al ~ i rvc n pin a :lrt: \\ lL IJ' ;d ";¡1j e to i1 Lri llll l2!) d ond e "e
como la m u y fa mosa ce n es tesia e n la qu e se sej'í ala la fa lta d e hip0'lta si:t en ti Jd cal de l Yo.
ese pu n to terce ro e n lo qu e no es nun ca fin a lme n te m ás qu e un Sin <.: llt ra r <': 11 \.1 11 0 ... d c tallR qlle p;lrC(C rí. \l! Ull rc( 11l "O 1'01'/: \<1 0,
recurso cojo a la n oes is. Pe ro nada sin dud a podría e nseiiarles pucde d ec ir\c <¡u <.: al (,o rr:l r..,e 1'10gl C\i\';l lll Clll C lt: .... l:l un :\ p o.., i­
n ada, cuando n i siq u ie ra acusa ll el golpe q ue recibe su idea de l de')!) a DUO de ~ \I pllll to d C' pan i{ h . d O li O. COll ~(l l:'Í p ~ j o e ll . \ .
d esarrollo de los hechos lI ;l m ados u e l hosp ita lismo, en Jos q ue Plledc Ik\'a r ;11 :-. ujcto d e·,dc ':/.1 ;1 \Tlli .. ;1 O( 111':\1 ' p o r un " rOl ;l ­
sin embargo los cuidado.'> d e la casa·Cu n a n o podría n reve lar ej(') n <:\:-.i d o hl e la po ... ióú ll ~ .• CII 1. dc ...d l' dOlld l' ..,Ú Jo \'il'l ,, ;dIll CIl­
o tra carencia que la del anonimato en que se diHribuye n . le tc nía :\('(C..,O;I la il \,.., iú ll (-' e l HC)lCI O il l\·<.: rti llo e n la l il-{ Ill':l 2:
Pero ese lugar original dt:] !>ujeto, ¿cómo lo recobraría en esa pC I'O qu e e il c ...e rcco rrid o J.l i l ll!\ i t')ll d e hc dc..,::dl eccr co n b
clü,ión que lo consti luye C0ll10 au sencia? ¿Cómo reconocería ese ht'l .\q u c d :l a !:I qu e g llia : c n l o ("u ,JI ..,c ("olllinll:l qu e l o.., C r C(LO...
vacío como la CO'ia m ;:ls prüxima, au n cu ando lo excavara de dc d e\per~o n : di /.:lC í()11 ("o lllprol):,do.. e n el a n ,i\ i\i\ b<lj o ; l "' pecto~
nuevo en el se n o del Ol ro . por hacer rcsonar en él su. grito? di \'c r~a l nC nt c (l i~uTtO'i ( Ie bcll rOll .., idcr.lr..,c IlI Cno... rOlll O .., i g n o'i
Más b ie n se com p lacerá e n encon trar en él las mar cas de res­ de \í11lite . . qu e co m o \ ig-n o,> d e l1 ;mqIl C:lm ielllO.
p ues ta q ue fue ron podero.sas a h acer de su gri lO ll amada . Así I'U CI¡ el 1l1Otlc lo dC ll Hle.. lr;1 l;Ulll ¡¡ ':'1l qu c \IB a ,'CI qll e e l o jo $

queda n ci rcun sc ritas e n la rea lidad , con el trazo de l significan te, h a :lkil ll i'ad o la pO'> ic iú n 1 d e\dt' d o nd c p uri be dir cC LlIHe llte la
eS;ls m a rcas do nde \e inscribe la o mnipote n cifl ele la resp u esta. illl 'i¡Ó ll el el Il o)'c]'o ill\ C-rtido, 110 por ello d t' j:lr:í d e ver rc )¡:l cc r.. . c
e ll el c"'P(·,i o. \ ;t!J()r;\ hori/oJll:t! un;l illl:\gt' lI \i rl ll:t! i: (II) dd
GGO ORSr: r..VAI": IÓN SO RnF. I' L I Nr-ORMf. DE DANlrr. ""CACIII': OIlSERVAC IÚN sonRF EL I NFOR ME 1)1'. n AN IF.L LAGA CII (-; 661
F IGURA 3: gen m ás rea l. sea la illl ~ i ú n d e l jarro inv er t ido la qu e co nte nga
\as flores a veruaderas.
L o q ue fi gura así es el mismo eSl;¡do qu e Mi chae l Balint de s·
180 0
t:rih e com o la e rnsión n arcisis ta e n la que sefia la a su gusto e l
filial de l :l n:íli sis. Su descripció n sería mejor, e rec tivamen te, si
$, an o ta r" en e lla un e ntre<Tll zami e nto an álogo e n el que la pre­
sencia misma, es pec ul ar, d e l indi vi du o a nte e l otro, a unque

r °o't.,¡;,
ESP~O ~ o . . /}J:::-=-':=$21
_ _ __ ~= \
recu bre su re.didad , d esc ubre 5 U ilusi(')Jl yoica a la mirada d e
una co n cienci a elel cuerpo corno transida , a la vez que e l poder

- ~
~ ===----11-_ ­
del objeto a} que a l térm in o de tocla L:t maquin ac ión centra esa

:1Jf\~_7
- - - , __ _ o
¡'(o ) co n cie n cia. hil ce e ntrar e n el ra ngo d e las van iebeles su refl ejo
e n los o bje tos a' de Ir'! co nc urrenci a omni va le nle.
E l paciente, e n el es tado d e e lació n qu e res ult a de e llo, cree,
según d ice Mi ch ae l B" Iint, h;,b e r interca mbi ad o su yo con el
d el él. nalist;, . Deseémosle qu e no h a)';, n ada de eso.
Pues in cluso si es su tér mino. no es el fin de::! an;ílis is, y ¡¡ UI1
si se ve e n e llo el fin d e 105 medio) qu e el il n ;¡li sis ha empleado,
.,,",,

11 0 so n los m ed ios de sU (in .


'",';.,

Es decir qu e nuestro mod elo co rresp o nd e a UIl tiempo pre li ­

~---------
¡'(a) - HlOo


mi nar de nnest ra ense ña nza e n que neces itábamos desbroztt r lo
imaginario co mo d emasia do ;,prec i¡¡Qo en la ti:cn ic:l. Ya n o est:l­
mas e n eso.
Vo lve m os (1 trae r la i-lte nción ha cia el deseo , res pecto del cual
mismo florero, que invierte d e nuevo, puede decirse, la im<igcn se o lvidLl qu e llIuch o m:i:s a uté nti ca me nte qu e ninguna búsqu e­
rea l oponiénd ose a c IJ a, como al <írbol su reflej o e n un agua, da u e ide;, ), es él quien regula la repe ti'C ió n sig nifi ca nte d e l
mue rta o viva, le da una s raí ces de su eño. n e uró ti co como su m e to ni mia . No es e n eSl:l observació u dond e
Juegos de la orill a con la onda, observé maslo, con que ha ell­ di remos cómo le es preciso sos te ner ese d eseo co rno insa ti s[cch o
ca nt ado siempre. d e Tristíln )'Hermite h asta Cyrano, e l manie­ (y es el histérico) , como imposible (y es el obsesivo).
rismo preclásico. no sin motivación inco nscien te, puesto que la Es que nues tro m od e lo no deja m fis esclarecida la posición
poesía no hacía con ell o más que ad elan ta rse a la re vol u ció n d e l obje to a. Pues imagi na nd o un juego d e imáge nes. no podría ·
del sujeto, que se co nno la en fil osofía por llevar a };1 existenci a d escribir la run ción qu e ese o bje to recibe de 10 simból ico.
<l la func ión de atributo prim e ro, no sin tomar Sus efectos de Esa misma q u e le ti " su uso de :uma e n e l puesto a va nzad o
ull a cie n cia, de una po líti ca y de un a socieda d nu evas. fób ico, coutra la am ena7.a de la desaparición del deseo; de feti­
Las compla ce nciils del a rte que las acompa ña n, ¿no se e xpli­ ch e e n la estru ctura p erversa, co mo condición abso luta d el d eseo .
ca n en e l precio a tribuid o en la mism a é poca a los artifi cios d e a, el objeto del d eseo , e n el punto d e p a rtida donde lo sitú a
la ana morfosis? De l divorcio existen cia l en que el cuer po se nues ll'O m od e lo, es, d esd e e l momento e n que fu n cion a alH . ..
desvanece e n la es pacialidad, pues esos artificios que instalan en el objeto del d eseo. Esto qui e re decir que, o bjeto porcial, n o es
e l so porte mismo d e la perspec ti va una imagen oculta reevocan sol"men te parte, o pieza sepLlrada, de l d ispositivo qu e imag ina
la sustancia que se ha perdido e n ella . Así podríttmos di ve nirnos aquí e l cu erpo, sino e lemento de ]a es truc tur:l d esde el ori ge n .
en nu es u'O modelo, sj fu ese reali za ble, con qu e el jarro rea l e n y si así puede decirse en el reparto d e car tas d e la partida q u e
su caja, a cu yo luga r vi ene el reflejo d el espejo A, conte nga las se juega. En cuanto se leccio n ado en los a péndi ces d e l cuerp o
flores a' imagin a ria s, mientr ;:ls que, aun que h ec ha de un a im a­ como índi ce d e l deseo, es ya el ex pone nte de una función , qu e

.,

662 O US[RV¡\ <:I ÓN SOlJ k E ¡':L 1"'''O R.\H. DE ll ANI!::L I ~"" (: ¡\GIII" OB-S EllVAC I6 N SO BRI;: EL INFORME DE DANIEL LAGACHE 663
lo sublima : l un :lntcs de que se eje rz:l , la de índice levellltado aquel (re nte al cual la n oción d e intelecto agente bas ta p a ra re­
h.. cja un a a use n cia de la que eJ estoce no ti e ne nad a qu e d ecir, cord ar que n o es cosa d e a yer el cuestionarlo e n su dignid ad d e
sal vo qu e es de alJ í do nde "ello " h obb . persona. N o soy yo, lo h ago observa r, el res ponsable de arras trar
Por eso pn."'cis:lmente, reflejad o e n el CliPCjo, no d (t s()l o a' el a qui en sea a la e n cr ucijada de la razón práctica .
péltr6n d el inte rcamb io, la moned a por mcdio de la cual el deseo Si se co nfirma en ell o la proposición d e Kant d e q ue n o h ay
del otr o e nlr;¡ e n e l circuito de los transilivismos del Yo Idca l. más que dos instancias en las que el sujeto puede ver Cigurada
Es res tituid o al c.a mpo del Otro e n (unció n d e expo ncl1{c d el la h e te ronomi a de su se r, si las contempla mínimame nte "con
d e~e o en el Otro. asombro y respelo", y son " la ruta estrellada por encima de él.
Esto es lo qIl e le permitid tomar e n el términ o verd ;'Hlero del y la le y moral de ntro de él", han cambiad o sin emba rgo las con­
an:disis su val o r elect ivo d e [ig uril r e n el fantasma élfJuell o de­ dici on es desde las que esta contemplación es posible .
ktnte d e lo cual e l snjeto se ve aho l irse, rea lizándose como d eseo. Los espacios infinitos h a n palidecido detrás de las le tra s mi­
Pa ra ll egar a es te punto más all<Í de la redu cci(Jn dc los ideales núsc u las, m<\s seguras para soportar la ecuación d el uni verso, y
dc la pe rso na, es co mo o bj e to a d el deseo, co mo lo qu e Jla sido la úni ca ve la en el e ntierro que podemos admitir [ue ra de nues­
p;¡ra e l Otro e n su e recci6n de vivo, COlll0 el wa.nted o el Wl wan t­ tros sa bios es la de otros h abitantes qu e podría n diri g irn os
ed de su venid a al mund o, co mo el suj e to csUi Jl am ado a rena­ signos de intelige ncia - en lo cual el siIe nci o d e esos esp acios
ce r p ara sa ber si quiere lo que (lesell. T a l es la es pecie de no tie ne ya nada d e a te rrador.
ve rdad qu e co n la inven cic'> n del rtná! isis Frcud tra ía a l mund o. y así, hemos e mpezado a vaciar en ellos nu estra basura, en­
Es es te un cn mpo dond e e l suj e to, co n su pe rso n a, ti e ne que ti énd ase a con vert irlos e n ese foso de d esech os qu e es el es tigma
paga r sobre todo e l rescate de su d e~eo . Y en es to es e n lo que de la " h omini za ción " en el plane ta. desde la prehistori a, oh
el ps i coil n áli~ j s exi ge un a re \' I ~ j(}n de la ¿rIca. pa leontólogo T e ilbard , ¿lo ha olvidado usted ?
Es vis ible p or el co ntra r io fJ lle, para rehuir e~ t a ta rea, mu chos Lo mismo su ced e con la le y moral , y po r la misma razó n que
es t;in listo, a lod os los a h a nrlonos, ¡ncim o a tr a ta r, ro mo lo n os h ace c.. min ar de lenguaje a palabra. Y de~c ubrjr que el Su­
ve mos .'l h o ra en obediencia (reudi ;1t1a , Jos problc ma s d el asumir perye> e n su íntimo impera tivo es efectiva men te "l a voz d e la
del sexo e n ttT lllinos de p a pe l 'lue desempeila r. con ci encia-' , es de cir una voz en primer lugar, y bien vocal, y
La run ci6 n q, d el signifjca l1le pe rdido, a la que e l 'oujeto sao sin m js auto ri dad que la de ser la voz estentórea: la voz de la
eri[j e¡¡ 'u falo, I¡¡ for ma q, (,,) del d C., eo Illa >ndiIlO, ¡.. (<p) del que por lo menos un texto de la Biblia 20 nos di ce que se hizo
deseo d e Ir, muj er, 1l0~ llevan a ese fin c1fl ,lll ,ílisi :1 cll ya :!poJ"ía escu char del pueb lo ac am pado a lrededor del Sinaí, no sin que
nos h a legildo Frc ud e n la ca~t ra (iúJl _ Q ue Oilniel 1.aga{ he deje este artifi cio sugi era qu e en su en unci ación le de volvía su pro­
'ou efecto f ue r;) de ~lI (ampo basta para IflOq r¡¡rIlO~ los límites de pio rumor, a la vez fJu e las Tablas de la Ley seguían siend o n o
lo fJu e del ~uj e t () d el in cOll ,>c iente puede cOlllpre ndel"!'!e Cll tér­ menos necesa ri as para conocer su e nun ciado.
minos pe l"sollali ~ l ;¡s. ' :' Ah ora bie n, e n esas tablas n ada es tá escrito para qui e n sabe
leer salvo las leyes de. la Palabra misma. Es decir qu e con la
per-sona e mpieza eCec tiva mente la pe rson a, pe ro ¿d ónde la p er­
I V. P AR A UN A i TI CA sonalidad? Se anunci a una éti ca, convertida al sile ncio, po r la
avenida no d el espanto, ~ ino del deseo: y la cues tión es sabe r
He reservad o. para terminar, la estru ctu ra d e l Superyó. Es que có mo la vía d e chad a p ala brera del p sicoa n áli sis condu ce a ella .
s<> lo puede h a blarse de él a co ndi ció n de tomar d esde ll1 ¡.Ís arriba N os call are mos aquí so bre su dirección p rácti ca.
el d esc ubrimiento freudian o, a sJuer dewe e l punto de vista Pe ro teó ricamente ¿es de veras el desbro za mien to d el Yo lo
de la existen cia ; y de re con oce r en ello h as ta d ónd e el adveni. que puede pro pon érsele como meta? ¿Y qu é espe rar de eso si sus
miento d el suj e to que habla relega al sujeto del co n ocimiento, posibilidad es, para u tilizar el término de Daniel Lagache, no

l~C f . p. 8]0, "Posición del inconsciente" . :'(1 (F:xodo, 19 y 32. AS]


664 OMEJtV....C16N SOBRE EL INfORME DE DANIEL LACACHE

ofrecen e n verdad al sujeto sino la sa lida d emasiado indetermi­ LA SIGNIFICACIóN DEL FALO'
nada que lo aparta de una vía demasi ado ard u a. aquella respecto
de la eua] p uede pensarse que el secreto poHtieo d e los moralis­
tas ha consistido siempre en incitar al sujeto a desprender efec­
tivamente algo: su castaña del fu ego del deseo? El huma nismo
en este juego no es ya más que un a profesión diletante .
Noscit, sabe, ¿lleva acaso la fig ura de un a elisión de ignoscit,
del que la etimo logía muestra que sólo tiene un falso prefij o, que Es sab ido que el complej o de castración in conscien te tiene una
además no quiere decir un no-saber, sino ese olvido qu e consuma funció n de nudo.
el perdón? lo. en la estructuración dinámica de los síntomas e n el sen­
tid o a nalítico del término, queremos decir de lo qu e es analiza­
N escit entonces, modificándole un a sola letra, ¿nos dejaría sos­
ble 'en las neurosis, las perversiones y las psicosis;
pechar qu e sólo contiene un a negativa fin gida a posteriori
(nachtrliglich) ? Qué importa, puesto que, semejante a aque llas 20. en un a regul ación del desarrollo que da su ra tio a este
primer pape l: a sa ber la in sta lación en el sujeto de un a posición
cu ya constan cia h a hech o sonreír en los objetos metafísicos, esa
in consciente sin la cu al n o podría identifi carse co n el lipo ideal
negación no es más que un a máscara: de las primeras personas.
de su sexo, ni siquiera respond er sin graves vicisitudes a las
necesidades de su partenaire en la rela ción s'exual. e incluso
acoge r con justeza las del niño qu e es procreado en ellas.
H ay aquí un a a ntino mia intern a a la as unción por el hombre
(Mensch) de su sexo: ¿por qué no debe asumir sus atributos
sino a través de un a a men aza, incluso bajo el aspec to de una
privación ? Es sabido que Freud en El malestar en la CU, lt U1"O'1
llegó hasta sugerir un desarreglo no contingente. sino ese ncial
de la 5ex ua lidad hu mana y que uno de sus últimos art ícu los se
refiere a la irredu ctibilidad a tod o a nálisis finit o (end lich e) de
las se cuelas que res ultan del complejo de castración en el in.
consciente masculino, del penisneid en el inconsciente de la
mujer.
Esta aporía no es la única pero es la primera qu e la experien­
cia fre udi a na y la me tapsicología que result a de ell a introdu ·
jeron en n u'estra experiencia del hombre. Es insoluble en toda
redu cció n a datos biológicos: la sola necesidad del m ito subya­

1 Dam o..~ aqu( sin modjficción de text o la conferencia que pronunciamos


eu alemán (" Di e 6 edeutung des P hallus") el 9 de mayo de 1958 eu el lusti ­
t uto Max Planck de Munich donde el profesor P aul Ma tu ssek nos ha bía
in vitado a hablar.
Se medirá eu ella, a condició n de ten er a lgnnos pUU lOS de refcTcucia 50 ­
bre los modos mentales que regía n unos medios no especia lmente in adver·
tidos en esa época, la ma nen en que los ténninos que fuimos los primeros
en extraer de Frelld , "el otro escenario", para lomu uu o c..itado aquL podlan
resonar en ello s. .
Si la retroacción [ap,..es·coup, Nt'lchtragl, paTa citar ot ro de esos términos
del dom inio del espiritu refin ado donde ahora tienen curso, hace este es·
fue rzo imprac ti cab le, sepase qu e erau a lli inauditos.
[665J

666 LA SICNIFICACIÓN DEL FALO LA SIGNIFICACIÓN DEL FALO 667

cerote a la estructuración del complejo de Edipo lo demuestra la fase fálica como efecto de una represión, y la función que
suficientemente. toma en ella el objeto fálico como un síntoma. La difi cultad em­
No es sino un ani ficio invocar para esta ocasión un elemento pieza cuando se trata de sabe r qué síntoma: fobia, di ce uno,
adqu irido de am nesia hereditaria, no sólo porque éste es en sí perversión, dice otro, y a veces el mismo. Este último caso pare­
mismo discutible, sino porque deja el problema intacto: ¿cuál ce el no va m~ls: no es que no se presenten interesantes tr as muta.
es el nexo del asesi nato d'el padre con el pacto de la ley primor. ciones del objeto tle una fobia en fetiche, pero precisamente si
dial, si está incluido e n él que la castración sea el castigo de l son interesantes es por la diferencia de su lugar en la estructura.
incesto? Pedir a los autores que formulen esa diferencia en las perspec­
Sólo sob re la base de los hechos cHnicos puede ser fecunda tivas actualmente en favor bajo el título de relación de objeto
la discusión . Éstos d'c muestran una relación del sujeto con el sería pretensión vana. Esto en cuanto a esa materia, a falta de
(ala que se establec:e ind.ependientemente de la diferencia a na­ otra r eferen cia qu'e la noción aproximada de ob je to parcial,
tómica de los sexos y que es por ello de una inrcrpretación es­ nunca criticada desde que Karl Abraham la introdujo, por des­
pecialmente espinosa en la mujer y con "relación a la mujer, con­ gracia debido a las grandes facilidades que ofreGe a nuestra
cretamente e n los cuatro capítulos siguient es: época.
lo. d'e por qué la niña se considera a sí misma, au nqu e fuese Queda el hecho de que la discusi"n ahora abandonada sobre
por un momento, como castrada, en cu anto que ese término la fase fálica, releyendo los textos sobre ella que subsisten de
quiere decir: privada de falo , y por la operación de alguien, el los años 1928-32, nos refresca por el ejemplo de una pasión doc.
c ua l es en primer lugar su madre, punto importante, y después trinal a la que la degradación del psicoanálisis, consecuti va a su
su padre, pero de una manera tal que es preciso reconocer allí trasplante americano, añade un valor nostálgico.
una transferen cia e n el se ntido a nalítico del término; Con sólo re sumir el debate no podría dejar de al terarS'e la
20. de por qué más primordialmente, en los dos sexos, la ma­ diversidad auténtica tIe las posiciones tomadas por una Helene
dre es considerada como provis ta de falo, como madre fálica; Deutsch, una Karen Horney, un Ernest Jones, para limitarnos
30. de por qué correlativamente la significación de la castra­ a los más eminentes.
ción no toma de hecho (clí nicamente manifiesto) su alcance La sucesi6n de los tres artículos que este último consagró al
eficiente en cuanto a la formación de los sí ntomas si no a partir lema es especia lmente sugestiva: aunque s610 fuese por el enfoque
de su desc u brimiento como castración de la mad re; primero sobre el que construye y que s'eña la e l término por él
40. estos tres problemas culmi nan en la cuestión de la razón, forjado de afanisis. Pues planteando muy justamente el proble­
en el desarrollo, de la fase fálica . Es sabido que Freud especifica ma de la relación de la castración con el deseo, hace patente en
bajo este térm ino la primera maduración ge nita l: e n cu a nto ello su incapacidad para reconocer ]0 que sin embargo rodea de
que por una pane se caracteriza por la dominación imaginaria tan cerca, que el término que dentro de poco nos dará su clave
del atr ibuto [álica, y por el goce masturba torio, y por otra parte parece su rgir de su falta misma.
localiza es te goce en la mujer en el clítoris, promovido asl a la Se encontrad especialmente divertido su éxito en ar ticular
función del falo, y que parece excluir así en los dos sexos, hasta bajo la égida de la letra misma de Freud una posición que le es
la terminación de esta fase, es decir hasta la declinación de l estrictamente opuesta: verdadero modelo en un género difícil.
Edipo, tod a localización instintual de la vagina como lugar de No por ello se d eja ahogar el pez, que parece ridiculizar 'en
la penetración gen ital. Jones su alegato tendiente a restablecer la igualdad de los de­
Esta ignorancia es muy sospech osa de desconocimiento en el rechos naturales (¿actlso no lo 'empuja hasta el punto de ce­
sentido técnico del término, y tanto más cuanto que a veces es rrarlo con el "Dios los crer. hombro y mujer" ele la Biblia?). De
totalmente inventada. ¿Concordaría unicamente con la fábula h echo, ¿qué ha ganado al normalizar la funci ón del falo como
en la que Langa nos muestra la iniciación de Dafnis y Cloe ohjeto parrial, si necesita invocar su presencia en el cuerpo de
subordinada a los esclarecimientos de una anciana? la madre como obj'e to intcrno, término que es función de las
Así es como ciertos autores se vieron arrastrados a co nsiderar Lmtasías reve lauas por l\{ebnie Klein, y si n o puede separarse

669
668 LA SICNIFl CACI6N DEL FALO LA SIGNIfiCACiÓN DEL FALO

o tro tanto de la doc trina de esta última, refiriendo esas fanta­ el significante como tal no tiene nada que ver con una posición
sías a la recurrcncia hasta los límites de la primera infancia, d'e "culturalista" en el sentido ordinario del término, aquella en
la forma ción edípica? la cua l Karen Horney, por ejemplo, resultó anticiparse en la
No nos engañaremos si reanudamos la cuestión preguntándo­ qu"<:rella sobre el falo por su posición, calificada por Freud de
nos qué es lo que podría imponer a Freud la evidente paradoja feminista. No es de la relación del hombre con el lenguaje en
de su posición. Porque nos veremos obligados a admi tir que cuanto fenómeno social de lo que se trata, puesto que ni siqu ie­
estaba mejor guiado que cualquier otro en su l"econocimiento ra se plantea algo que se parezca a esa psicogénesis ideológica
del orden de los fenómenos inconscientes de los que él era el conocida, y que no queda superada por el recurso perentorio a
inventor, y que, a falta de una articulación suficiente de la na­ la noción completamente metafísica, bajo su petición de princi.
turaleza de esos fenómenos, sus seguidores estaban condenados pio de ape lación a lo concreto, irrisoriamente transmitida bajo
a extraviarse más o menos. el nombre de afecto.
Partiendo de esta apuesta -que asentamos como principio de Se trata de encontrar en las leyes que rigen ese otro escenario
un comentario d'c la obra de Freud que proseguimos desde hace (eine anderp, Schauplatz) que Freud, a propósito de los sueños,
sie te años- es como nQS hemos visto conducidos a ciertos resul­ designa como el del inconsciente, los efectos que se descubren
tados: en primer lu gar, a promover como necesaria para toda al nivel de la cadena de elementos materialmente inestables que
articulación del fenómeno analítico la noción de significante, constituye el lenguaje: efectos det"<:rminados por e l doble juego
en cuanto se opone a la de significado en el análisis lingüístico de la combinació n y de la sustitución en e l significante, según
moderno. De ésta Freud no podía tener conocim iento, puesto las dos vertientes generadoras del significado que constituyen
que nació más tarde, pero pretendemos que el descubrimiento la metonimia 'y la metáfora; efectos determinantes para la ins­
de Freud toma su relieve precisamente por haber debido an ti ci­ titución del suj eto. En esa prueba aparece un a topología en el
par sus fórm ulas, partiendo de un dominio donde no podía es­ sentido matemático del término, sin la cual pronto se da uno
perarse que se reconociese su reinado. Inversamente, es el descu­ cuenta de que es imposible notar tan siquiera la estructura de
brimiento de Freud el que da a la oposición del significante yel un sín toma en el s"entido analítico del término.
significado el alca nce efectivo en que conviene en tenderlo: a "Ello" habla en el Otro, decimos, designando por el Otro el
saber que el signi ficante tiene función activa en la d·etermina. lugar mismo que evoca el recurso a la palabra en toda relación
ción de los efectos en que lo signifi cab Je aparece como sufrien­ en la que interviene . Si "ello" habla 'en el Otro, ya sea que el
do su marca, convirtiéndose por medio de esa pasión en el sujeto lo escuche o no con su oreja , es que es a llí donde el sujeto.
significado. por una anterioridad lógica a todo despertar del significado, 'en­
Esta pasión del significante se convierte entonces en una di­ cuentra su lugar significante. El descubrimiento de 10 que ar·
mensión nueva de ]a condi ción hu mana, en cua n lo que no es ticula en ese lugar, es decir en el inconscien te, nos permite cap­
únicamente 'el hombre quien habla, sino que en el hombre y por ta r a l precio de qué división (Spall.ttng) se ha constituido así.
el hombre "ello" h abla, y su naturaleza resulta tejida por efectos El falo aquí se esclarece por su función . El falo en la doctri­
donde se encuentra la estructura del lenguaje del cu al él se con ­ na [reuel iana no es una fantasía, si hay qU'e entender por ello
vi'ene en la materia, y por eso resuena en él, más allá de todo un efecto jmaginario. No es ta mpoco como tal un objeto (par­
lo que pudo concebir la psicología de las ideas, la rela ción de cial, inlerno, bueno, malo, etc ...) en la medida en que ese tér·
la palabra. mino tiende a apreciar la realidad interesada en una relación .
Puede decirse así 'lue las consecuencias del descubrimiento del Menos aún es e l órgano, pene o cHtoris. que simboliza. Y no
inconsciente no han sido ni siqu iera entrevistas aún en la teoría, sin razón tomó Freud su referencia del simulacro que era para
aunque ya su sacudida se ha hecho sentir en la praxis, más de los antiguos.
lo que lo medimos todavía, incluso cuando se traduce en efec­ Pues el falo 'es un significante, un significante cuya fundón ,
tos de re troceso. en la· economía intrasubjetiva del análisis, levanta tal vez el velo
Precisamos que esta promoción de la relación del hombre co n de la que tenía en los misterios. Pues es el significante destinado
670
LA SICNlrrC:ACI6N Dll FALO LA SIGNIFICACIÓN DI:.L fALO 671
a d'esigna r e n su conjunto los efectos del significado, en cuan to lo de la demanda de amor (todo esto perfectamente sensible en
el significante los condiciona por su presencia de sign ificante. la psicología de los primeros cuidados, a la que nuestros a na­
Examinemos pues los efectos de esa presencia. Son en primer Jistas- nurses se ha n ded icado),
luga r los de un a desviación de las necesidades del hombre por H ay pues una necesidad de que la particularidad as í abolida
el hecho de que habla, en el sentido de que en la medida en q ue reaparezca más allá de la demanda, Reaparece efectiva mente
sus necesidades es tán suj etas a la demanda , retor nan a él ena­ all á, pero conservando la estructura que esconde ]0 incondicio­
jenadas. Esto no es el efecto de su depend encia rea l (no debe nado de la demanda de amor. Mediante un vuelco que no es
creerse que se 'encuentra aquÍ esa concepci6n parásita que es la simp le negación de la negación, el poder d'e la pura pérdida
noci ón de dependencia en la teoría de la neurosis), sino de la surge del residuo de una obliteración, A 10 in condicion ado de
conformación significante como tal y del hecho de que su men­ la demanda, el deseo sustituye la condición "absoluta"; esa con­
saj'e es emitid o desde el lugar del Otro. dición desanuda en -efecto 10 que la prueba de amor tiene de
Lo que se en cuentra así enajenado en las necesidades consti. reb elde a la satisfacción de una necesidad. Así, el deseo no es
tuye una Urverdriingung por no poder, por hipótes is, articular­ ni el apetito de la satisfacción, ni la demand a de amor, sino la
se en la demanda pero que aparece en un retoño, que es lo que diferen cia que resulta de la sustracción del primero a la segun­
se presenta en el hombre como el deseo (das flegehren) . La feno­ da, el fenómeno mismo de su escisión (Spaltung).
menología que se desprende de 1a experiencia ana lítica es si n Puede concebirse cómo la rel ació n sexual ocupa ese campo
duda de un a natura l'e za tal como para demostrar en el deseo el cerrado de l deseo, y va 'en él a jugar su suerte. Es que es el
carácter paradójico, desviado, errá ti co, excentrado, incluso es. campo hecho para que se produzca en él el enigma qu e esa
candaloso, por el cua l se distingue de la necesidad, Es éste in. relación provoca en el sujeto al "signiEicársela" dobl emente: re­
c1 uso un hecho demtl siado afirmado para no haberse impuesto torno de la demanda que suscita, en [forma de ] demanda sobre
desde siempre a Jos moralistas d ignos de este no mbre, El freu­ el sujeto de la necesidad; ambigüedad presentificada sobre el
dismo de antaño parecía deber dar su estatuto a este hecho, Otro en tela de jui cio en la prueba de amor dema nd ada. La
Paradójicamente, sin embargo, el psicoanáli sis resulttl encontrar­ hiancia de eSle enigma manifiesta lo que ] 0 determina, 'en la
se a la cabeza del oscurantismo de siempre y más adormecedor fórmul a más simple para hacerlo patente, a saber: que el su­
por negar el hecho en un ideal de redu cción teórica y pr;íctica jeto, lo mismo que el Otro, para cada uno de los participantes
del deseo a la n eces' dad.
'en la relación , no pueden bastarse por ser sujetos de la nece~idad,
Por eso necesitamos articular aquí ese estatuto partiendo de ni objetos de l amor, sino que deben ocupar el 1ugar de causa
la demand a, cuyas características propias quedan e ludidas en la del deseo.
noción de frustración (que Freud no empleó nunca) , Esta verdad está en el corazón, en la vida sex u al, de todas las
La demanda en sí se refiere a otra cosa que a las satisfaccio_ malformaciones posibles del campo d'el psi coaná li:,i:;. Consti tuye
nes que reclama, Es demanda de una presencia o de una ausen. tambi én en ella la cond ición de la felicidad de l sujeto, y disi­
cia, Cosa que manifiesta la rela ción primordi al con la madre , mular su hi anc ia remitiéndose a la virtud de 10 "genita l" para
por estar preñada de ese Otro que ha de situarse mds acd de las resolverl a por med io de la maduración de la ter nura (es deci r
necesidades que puede colmar, Lo constituye ya como provis to del rec urso único al O tro como realidad), por muy piadosa que
del "privilegio" de sa tisfacer las necesidades, es decir del poder sea su intención , no deja de ser un a es tafa . Es preciso decir
de privarlas de lo único con que se sa tisfa cen. Ese pr ivilegio aquí qu e los a na listas fran ceses, con la hipócrita noción de ob la­
del Otro dibuja as í la forma radical del don de Jo que no tiene, t ividad ge nita l, han abierto la marcha mo ral izcllue, que a los
o sea lo que se llama su amor. compases de orfeones sa lvacionistas se prosigu e ahora en todas
Es asf como la demanda anula (aufhcbt) la particu laridad partes,
de todo lo que puede ser concedido trasmut<Índolo en prueba De todas maneras, el hombre no puede aspirar a ser ínl"egro (a
de amor, y las satisfacciones incluso que obtiene para la n'ecesi­ la " persona li dad total", otra premisa en que se desvía la psico­
dad se rebajan (sicJ¡ erniedrigt) a no ser ya sino el ap lasta mien- terapia moderna), desde el momento en qu'e el juego de des­
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672 LA SIGNIFICACIÓN DEL FALO LA SICN IF ICACI6 N DEL FALO

plazamiento y de condensación al que está destinado en el ya que, si no quiero inflar indefinidament'e mi exposición, no
ejercicio de sus fun ciones ma rca su relació n d'e suj eto con el puedo sino confiar en el eco de la experíen cia que nos une para
significa nte. hacer captar a ustedes ese empleo.
El fa lo es el significa nte privilegiado de esa marca en que Que el falo sea un significante es algo qu e impone qu e sea en
la parte del logos se un e al advenimiento d'el deseo. e l lugar de l Otro d onde el suj'e to tenga acceso a él. Pero como
Puede decirse que ese significante es escogido como lo más ese sjgnifi ca nte no está allí sino velad o y como r azón del deseo
so bresa liente de lo q u'e puede ca ptarse en 10 rea l de la copula~ de l Otro, es ese deseo del Otro como ta l lo que a l sujeto se le
dún sexu a l, a la vez que como el más sim bólico en e l sentido impone reconocer, es decir el otro en cuanto q ue es él mismo
literal (tipográfi co) de este término, puesto que equiva le allí su jeto dividido de la Spaltung significante .
a la cóp ula (lógica). Puede decirse. tambi én que es por su tur­ Las emerge ncias que apa recen en la gén esis psicológica con­

gencia la imagen de l flujo vital en cuanto pasa a la generación, fi rman esa funci ón sign ificante del falo.

Todas estas exp resio nes no hacen sino seg uir velan do el hecho Así en primer lugar se formul a más correctamente el hecho

de que no puede desempeñar su papel sino velado, es decir idei niano de que el niño aprehenda desd'e el origen qu e la madre

como signo él mismo de la latencia de que ado lece todo signHi. "contiene" el falo.

ca ble, desde el m omento en que es elevado (aufgehoben) a la Pero es en la dialéctica de la d emanda de amor y de la pr ueba
(unción de signifi cante. de l deseo donde se ordena el desa rrollo.
El falo es el significante de esa Aufhebung misma que inau­ La demanda de amor no puede sino padecer de un deseo cuyo
gura (in icia) por su desaparición. Por eso el de monio del Atoo>; signi fi ca nte le es extraño. Si e l deseo de la madre es el fa lo, el
(Scham) 2 surge en el momento mismo en que en el misterio niño quiere se r el fa lo para satisfacerlo. Así la divi sió n inma­
antigu o, el fa lo es deve lado (el. la pintura cé lebre de la Villa nente al deseo se hace s-e ntir ya por ser experimentada en el
de Pompeya) . deseo del otro, en la medida en que se opone ya a que el sujeto
Se convierte entonces en la ba rra que. por la mano d'e ese se satisfaga presentand o al otro 10 qU'e puede tener de real que
demonio, cae sobre el signi fi cado. marcándolo como la progeni­ responda a ese falo, pues lo que tiene no vale más que lo que
tu ra bastarda de su conca tenación signifi can te . no tiene, para su demanda de amor que qui siera qu e 10 fu'ese.
Así es co mo se prod uce una condición de comp lemen tariedad Esa prueb a del deseo del Otro, la clínica nos mues tra que
en la instauración del sujeto por 'el significante, la cua l explica no es decisiva en cuanto que el suj eto se entera en ella de si él
su Spa lt ung y e l movimiento de intervenció n en que se aca ba. mismo tiene o no ti ene un falo re al, sino en cu anto que se entera
A sa ber: de q ue la madre no lo tie ne. Tal es el momento de la expe rien­
1. qu e el suj e to s610 designa su ser poniendo un a barra en cia sin el cual ninguna consecuencia sintomá ti ca (fobia) o es­
todo lo que significa, tal como aparece en el hecho de que 'luiera tructural (Penisneid) que se ref iera a l complejo de castra ción
se r amado por si mismo, espejismo que no se redu ce por ser tiene efecto. Aquí se sell a la conjunción del deseo en la medida
denunciado como g ramati cal (puesto que impli ca la abo li ción en que el signifi ca nte fálico es su marca, con la amenaza o nos­
del discurso) ; ta lgia de la careucia de tener.
2. que lo que está vivo de ese ser en lo wiJerdriingt encu entra Por supuesto, es de la ley in troducida por el padre 'en esta se­
su significante por recibir la m arca de la Verdrlingu.ng de l falo cuencia de la que depende su porvenir.
(gracias a lo cual el inconsciente es lenguaje). Pero se puede, a teniéndose a la función del fa lo, señalar las
El falo como significante da la razón del deseo (en la acep­ estructuras a las que esta rán sometidas las relaciones en tre los
ción en que el término es empleado como " med ia y extrema
razón" de la div isión armó nica). sexos.
Diga mos que esas re laciones girarán alrededor de un ser y de
Así pu es, es como un a lgoritmo como voy a emplearlo ahora, un tener que, por re ferirse a un significante, el fa lo, tienen el
t El d emonio del Pud or.
efecto contrariado de dar por un a parle realidad a l suj'eto en
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674 L.... SICNIFIC....CIÓN DEJ, FALO I,A SIGN I FICACiÓN DE L FALO

ese signifi cante, y por otra parte irrea liz.a r las relaciones que mismo ti empo qu e la Verdriingung inherente al deseo es m ás
han de signifi ca rse . importante .
Esto por la interve nci6 n de un parecer qu'e se sustitu ye al Sin embargo, n o debe creerse por ell o que In cl ase d e infide­
ten er, para pro tegerl o p or un lado, para enmascarar la fa lta en lidad que aparece aquí como constitutiva d'e la función masc u­
el o tro, y que ti ene el e fecto de p royectar e nte ramente en la lin a le sea propi a. Pues si se mira de cerca el mismo desdobla­
comedi a las manifes tacio nes ideales o típi cas del comportamiento miento se encuentra en la mujer, con la dife rencia de qu'e el
de cada uno de los sexo:" h as ta el límite eI"e l acto de la copula. Otro del Amor como ta l, es decir en cua nto que está privado
ciún. de lo q ue da, se percibe ma l 'en el retr oceso en qu e se sustitu ye
Estos ideales reci ben su vige ncia de la de ma nda qu e tienen a l ser de l mismo hombre cu yos atributos a ma ,
el poder de satisfa ce r, y que 'eS siempre d emanda de am or, con Podría añadirse aquí qu e la h omosexu alid ad m asculina, con­
s u complemento de la redu cción del deseo a demanda . fo rm e a la marca fáli ca que constituye el deseo , se constiLUye
Por mu y paradóji ca qu e pu eda p arece r es ta formulaci ón, de­ sobre su vertiente, mi entras que la h omosexualidad femenina,
cimos qu e es pa ra S'eT el fa lo, es decir el significante de l deseo po r el contra rio, como lo mues tra la observació n , se orienta so bre
del Otro, para lo q ue la m uj e r va a rech az.a r u na parte ese ncial un a de ce pción qu e refu erza la vertiente de la demanda de am or.
de la femin eidad, concre ta mente tod os sus a tributos en la masca­ Estas obser vaciones mer ecerían matizarse con un retorn o so bre
r ada. Es po r lo qu e no es por lo que pretende ser deseada al la (unción de la másca ra en la medida en qu e domina las identi­
mismo tie mpo qu e am ada, Pero el sjgnifíca nte de su deseo pro­ fi caciones en qu e se resuelve n los rechazos de la dema nda ,
pi o lo en cuentra en el cuerpo de aquel a qui'en se dirige su d e­ El hecho de que la femine idad en cuentre su refugi o en esa
mand a de amor. Sin duda no hay que olvidar que por esta fun­ máscara por el hecho de la Jlerdran gun g inherente a la ma rCa
ció n significante, el órgano que qued a revestido de e ll a toma fáli ca del deseo, a carrea la curiosa consec uencia de hacer que
valor de fetich e. Pero el res ul tado para la mujer sigue siendo en el se r humano la os rentaci bn vi ril misma parezca femenina ,
que convergen sobre el mismo objeto un a experien cía de amo r Co rrela ti va mente se entrevé la razón d e ese rasgo nunca elu­
qu e como ,al (d . más arriba) la pri va idealmente de lo que da , cid ad o en que un a vel m ás se mide la profundid ad de la in tui­
y un deseo qu e 'E ncuentra en él su significa nte. Por eso puede ció n de 'F reud : a sa ber por qué sugiere que no hay más que un a
observarse que la <llIsencia de la sati sfa cció n propia d e la necesi­ libido, que, como lo demues tra su tex to, él con cibe co mo de n a­
dad sexual. di cho de otr a manera la fri g idez, es en ella re lati va­ turaleza masculina, La fun ción del significante fáli co desem­
mente bien tole rad a, mie ntras que la Verd,-üngung, inherente boca aquí en su rela ción más profunda : aquella por la cua l los
al deseo es menor qu e en el hombre. a ntiguos encarn aban en él e l N O Ü~ y el Aóyo-;.
En e l hombre, por el co ntra rio, la dia lécti ca de la demanda
y del deseo enge nd ra los dectos a propósito de los cua les hay
que admir ar una vez más con q ué segurid ad Freud los situú en
las junturas mismas a las que perten ecen bajo la rúbri ca de un
reb¡:¡jamien to (Ern i('drigung) 'específica de la vida a morosa ,
Si el hombre encuelltra en efecto cómo sn tisfacer su demanda
d e a mor en b relaci ó n con la mujer ell la medida en que 'el
significante del fa jo la co nstituye cierta mente como dando en el
a mor lo que no tiene, in versam'e nte su propio deseo del fal o
hará surgir su significan le en ~ u d ive rgenci a remanente haci a
"otra mujer" que puede signifi ca r ese fa lo a tí tulos di ve rsos, ya
sea como virge n , ya s'ea como prostituta. Resulta de ell o una
tenden cia centrífug'a de la pulsión ge nital en la vid n am orosa,
qu e hace que en él la impo ten cia sea sopo rtada mu cho peo r, al
EN MEMORI .... DE ERNEST JONES 677
EN MEMORIA DE ERNEST JONES:
y que le debe todo a Ernest Jones, desde su duración has ta su
SOBRE SU TEORfA DEL SIMBOLISMO
tono, no deja en su número de scptiembre.octubre de 1958 de
hacer surgir entre ciertas de sus líneas esa sombra con que parece
siempre ensombrecerse un poder largamente ejercido cuando Ja
noche Jo ha alcanzado: tinta súbita para acusar lo que con su
edificio obliteró de lu z.
Ese edificio nos ~olic ita . Pues, por metafóri co que sea, está
And bring him out that is bu.t woman's son indudablemente hecho para recordarnos lo que distingue a la
Can trace rne in the ted/:ous ways o{ aTt, arq uitectura del edificio: o sea un poder lógi co que ordena la
And hold me pace in deep experiments. arquitectura más allá de lo que el edificio soporla de posible
(Enrique IV, la. parte, III-I , 45-47.) 1 utilización. Por eso ningún edificio, a menos que se reduzca a
barraca, puede prescindir de ese orden que 10 emparien ta con
Lejos de la pompa funeraria con que nuestro colega desapare­ el discurso. Esa lógica no se armoniza con la eficacia sino clomi·
.cido ha sido h onrado según su rango, le consagTaremos aquí el nándola, y su discordia no es, en el arte de la cons tru cción, un
memorial de nuestra solidaridad en el trabajo analítico. hecho solamente eventual.
Si es el homenaje que conviene a la posición de nuestro grupo, Se mide con esto hasta qué punto esa discordi a es mucho más
no eludiremos la emoción que se suscita en nosotros a l recuerdo esencial en el arte del psicoanálisis, cuyo campo lo determina
de relaciones más personales. una experiencia de verdad: de memoria y de significación, mien·
Para puntual izarlas en tres momentos, cuya con tingencia re­ tras que los fenómenos que se descubren en él como los más
fleja a un hombre muy diverso en su vivacidad: la imperiosidad significa ntes siguen siendo piedras de escándalo para los fines
sin miramientos para el novato que éramos en Maricnbad, o de utilidad en que se autoriza todo poder.
sea en el último de nuest.ros concilios anles de que el vacío vi. Por eso ninguna consideración de poder, aunque fuese la más
niese a caer sobre el área \'ienesa, relación epidérmica cuya pun. legítima que concierna a la construcción profesional,2 podría
zada se confiesa LOdavia después de la guerra en uno de nues. intervenir en el discurso del analista sin afectar el propósito
tras escritos; - l a familiaridad de una visiLa al Llano de Elsted, mismo de su práctica al mismo tiempo que su médium.
donde entre las cartas de Freud extendidas sobre una inmensa Si Ernest Jones es quien más ha hecho por asegurar a los valo·
mesa para el primer volumen de la biografía en proceso de res analíticos cierta aceptación oficial, y hasta un estatuto reco­
composición, lo vimos trémulo ele hacernos compa rtir las seduc­ nocido por los poderes públicos, ¿no podemos proponernos in­
ciones de su labor, hasta que la hora de la ci ta de nna paciente terrogar la inmensa apo logía que e!> su obra teÓrica para medir
conservada en la jubilación le puso un fin cuya prisa, en su su dignidad?
nota de compulsión, nos produjo la impresión de ver la marca Esto sólo puede operarse al nivel de una muestra de su tra·
de un colJar indeleble; -la grandeza finalmente de esa carta, bajo, y escogemos el artíc ulo publicado en octubre de 1916, en
de julio de 1957, en la que la excusa por Caltarnos en nuestra el British ]Oltrnal oi Psyclw logy (IX, 2, pp. 181 , 229): sobre la
casa de campo no argüía de un mal estoicamente explorado sino
acep tá ndolo como la seiia l de una competencia altiva, con la I El fin del poder es arlicu lado como tal por el (actor de degradación
muerte pisa ndo Jos talones a la obra por acabar. que acarrea en el trait,irlg analílico en un artícu lo aparecido en el mímero
El órg;lno que es el International ]oumal oi Psycho-analysis de noviembre·di ciembre de 1958 del l. J. P. bajo la firm a de Thomas S. Sza.u.
Es ci erlamenl e el mismo fin cuyas incidencias sobre la dirección de la
cu r a denunciamos en nuestro informe al Congreso de Royaumont en julio
1 ["Y traed al scr viviente que, no ~ iendo hijo de mnjer . pueda segu irrne
pasado.
p or los diferentes senderos del aTle y sostener la compctencia conro;go en
El aulor diado sigue sus efectos en la organización externa del Lruini1lg,
profnndos experimentos", trad. L. Astrana Marin , O. C., Madrid, Agui Jar . desLacadamenle en la selección de los ca ndidalOs, sin ir al fondo de su
p. 432. En la edición rile Oxford Shakespeare co mpl ete 1I.Iorks so n los ver.
sos 47 a 49. '-\s] incompatibilidad con el tratamienlo psicoanalítico mi smo. o sea con la
primera etapa del lraining.
[676J
678
EN MEMORIA DE ERN EST jONES J:: N ML MORI A 01:: f.RN ESl' j ONfS 679
teoría del simboJísmo y reproducido después en cada una de la compren si ón, d e ideas más precoces, más simples y más pl'l~
las ediciones, muy difer entemente compuestas, como se sabe, miti vas, ete., a otras m{ls difíciles y m;l s complejas que, en cien o
que se sucedieron, de sus Papers, sentido, son la continuación de las primeras y las simbo lizan, y
Ning ún co mpromi so en ese tra bajo aparece. Su a bordamiento por o tra p arte, por el d esenmascaramient o constante de simbo­
del problema se sos tiene a su altura, y sí no resuelve su difi­ lismos previos ; en lo cual se reconoce que éstos, si fueron peo·
cultad, la desbroza, sad os p rimera me n te como liter almente verd aderos, mues tran no
Cae ele bru ces la malicia de quienes quisieran h acernos ver ser rea lmente sino as pec tos o representacio nes de la verdad, los
como burlado por el maes tro a es te benjamín 'de Jos fieJes liga­ úni cos de que nuestros es píritus, por razones afe cti vas o intelec­
dos no sólo po r el talismán de los siete anillos, sino por las im. tuales, resultaban en aquel tiempo ca paces."
p licaciones de un ejecutivo secreto,3 T a l es el tono en qu e se inician las cosas e i rá n estrechando
Que a él , e l úni co goy en aquel círculo imbuido de es pecifi­ cada vez m;.'¡s lo qu e est a salida abre de ambigüedad.
ci dad judía;1 le estuviese reservada la palma de elevar al Maes­ :M uchos, en nues tros días, seguramente no concederán a lo
tro el monume nto q ue sabemos, se rá Cosa qu e se comparará sin que va a seg uir sino un interés histórico, o aun preh is tóri co _
d uda con el h ech o de qu e ese monumento confirma el límite Tememos qu e ese desd én oculte un callej ón sin salid a en el
que no qui so abrir sobre su vida privada el hombre qu e abrió que se han adentr ado,
un nuevo c<¡mpo de la co nfesió n p ... ra el univ erso, De lo qu e se tr ata para Jones es de seila la r en cuanto al sim­
Más valdría. no pasar por alto la reflexi ón que m erece ]a bolismo la diverge ncia fund amental de Jung, sobre la cu al Freu d
resistencia del discurso de la bi ografía a l anMisis de l caso prin­ se al a rmó d esde 191 1, rompi ó en 19 l 2,7 Y publicó la pu ntu ali­
ceps qu e constituye no tanto el ínveuto r como la in venció n del za cÍón de su " hislo ria del m ovimi en to an a lítico" en 19 14.
análi sis mism o. Un a y otra m anera de utilizar el simbolismo en la interpre ta­
Sea como sea, la referenci a tomada e n R ank y en Sachs en ción son decisivas en cuanto a la dirección que d an al análisis; y
el art íc ulo qu e examinamos, por los criteri os que propusieron van a ilu stril rse aquí con un eje mplo qu e bien puede decirse
del simbo lismo an a líLico. es edificante. original, pero no inusitado, por cua nto la serpiente no es sim­
Los que e llos p onen a la cabela, des tacada men te el criterio plemente la figura qu e conse rvan el arte y la fá bula de un a
de un ~eutid o consta nte )' de un a inde pendencia de las inter~ mitología o de un folkl ore des ha bitados. El antiguo enemigo no
venci ones 5 jndividu a les, engendran contradicciones que Jones está ta n lej os de nuest ros es pejismos, qu e revisten tod avía los
señala eu los hechos, y la reverencia que sigue m anifestando a rasgos de la tentación, los enga i'íos de la pro mesa, pero tambi én
esos aUlodidactas d e las profundidades no impide que se sie nta el pres tigi o del círculo q ue h a de franquea rse hac ia la sa bidu ría
la ventaja qu e le da un r aciona lismo seguro de su métod o, por en ese repliegue, cerrando ]a ca beza sobre la col a, con que pre­
ser asimismo exclusivo en sus principi os. tende rodea r al m undo,
"Si se consider a", empieza J ones·; "e l progreso del es píritu Cabeza cautiva bajo el pie de la Virgen, ¿qué vamos a ver de
humano en su génesis, p uede verse que consiste, no como se la qu e se repite en el o tro extremo de l cuerpo de la anfisbena?8
cree comúnmente, sólo e n la ac umulación de 10 que adquiere, Una gnosi s montañesa, cuyas heren cias locales seria un eITo r
sumánd ose desde fuera, sino en los dos procesos sig uientes: por ignorar, h a vuelto a empuííarla sacánd ola de las convenciones
una parle, de la extensión y de la transferen cia del interés y de lacustres d onde, ~e gún d ice Jung h abl ándonos a nosotros mismos
de los ::.ecretos de ~ u cantón, está todaví a enroll ada en espiraL
~ La extraordin aria hi sto ria de ese Co mité nos es ab ie rta en e l libro H del
Sigmuud Fr-wd de Ern esl J o nes., cap. \'1, pp, 172 -1 88_ (Vi da y obra de Sig­ ~ Se trata de las posicion es tümad as por Jung en las d os part ~ de W atl d·
l'l1!md F!'eud, Ir, pp. l OO· t8lJ. l lfl1Kt' n ulId Symbolc (l a f.i bído, apa recí da s r espect ivamente en 19 ) 1 Y 19 12,
j eL la carta el e Fcren Cli del 6 de agos to de 1912, op. cit" p. 173 [oP, di.., " [A n f í,~h c ll a, allim a l f:¡bul o ~o . gua rdi:í.n del " g ran a rca no". c$i pecie de
p. 167J. serpi e llte dotada del poder de arras trarse hacía ade lant e y hacía al ds , a
6 Forza mos aqu í el se ntido d e B ed ingungen [ConcJiciones], la q ue Laca n rcladona con b serp iente pa radisiaca que a parece en la ale·
• E. J o nes, Pa pe n on psycha-analysis, 5a. ed ., pp. 87.88. gor í,l del A/wcali!,si.1 de San Juan hollad a pOI' los pies de la Virgen . As1
6Rt
680 EN MEMORIA DE ERNEST ]ONES EN MEM OR IA Of. J:::RNEST J ONES

figuración de la libido: así es como un discípulo de Jung in­ psíquicas y tut ti qu,allti, si na se ve en ello la fu ente de la infa­
terpretará la aparición de la serpiente en un sueúo, en una lU élción de 105 que 5e creen " psicoanalistas na tos".
visió n o un dibuj o, manifes tando sin saberlo qu e si la seducción No es éste sin embilrgo a rgumento utili zable aquí, y Jones na
es eterna, también es siempre la misma. Pues tenemos allí al piensa en tíl! COS<1.
suje to a l alcance de la caplura por un eros autístico que, por En cuanlp 71 la serpiente, rectifi ca que es símbolo no de la
mu y remozado que esté su aparato, tiene un aire de Viejo Co· libido, noóón energética que, como idea, sólo se desprende a
nacimiento. un alto grado de abs tracción, sino uel falo, en cuanto que éste
Dicho de otra manera, el alma, ciega lúcida, lee su propia le parece ca racterístico de una " idea más concreta", induso con­
naturaleza en los arque tipos que el mundo le reverbera : ¿cómo creta hasta e l último término.
no retornaría a creerse el alma d el mundo? Pues ésta e~ la vía que escoge Ernest Jones para remediar el
Lo extraño es que en su prisa de tomar bajo su CUTa esa alma, pel igroso re LOrno que el simbolismo parece ofrecer a un misti ­
los pastores calvinistas ha ya n sido enRañados. 9 cismo, que le parece, una vez desenmasca rado, excluirse por sí
Hay que decir que haber tendido esa pértiga al alma bella mismo en toda cO Il ~ide ra c i ón cientlfica .
desde el refugio he lvético es para un discípnlo de Brücke, proge­ E l símbolo ,e des plaza desde una idea m"s concreta (por lo
nitura de Helmholtz y de Du Bois-R eymond, un éxito más bien menos así es como él se expres <l de ell a), en la que tiene su
irónico. aplicación primar i;), a una idea más abstracta, con la que se
Pero es también la prueba de que no hay compromiso posible re)¡Kíona secundari amente, lo cua l quiere decir que ese despla­
con la psicología, y que si se admite qu e el alma conoce, con zamiento no puede tener lugar sino en un solo se ntido.
un conocimiento de alma. es decir inmedialo, su propia estruc­ Detellg~'lmonos aquí nn illstante :
tura -aunque fuese en ese momento de ca ída en el sueño en Para convenir e n que si la <1 luó naóón del despertar h ace que
el que Silberer n os ruega recon ocer en una paleta para pastel la histérica pr iruepJ uel análisis,l1 con el brazo entumecido bajo
que se desliza en un h ojaldre el "simbolismo fun cional " de las e l pe'!'o de su cabeza sobre su hombro, presion ado como estuvo
ca pas del psiquismo---, nada puede ya se parar al pensamiento sobre el respaldo desde d onde se tendía. cuando se adormeció,
de la ensoñación de las "nupcias químicas". hacia su p<ldre velado en sus eslertores mortales, lo prolongue ,
No es fácil sin embargo captar e l corte tan audazmen te tra­ ese brazo, por una serpiente, y has ta por tantas serpientes como
zado por Freud en su teoría de la elaboración del sueño, salvo ueuos tiene, es uel falo y ele ninguna otra cosa de Jo que esa ser­
rechazando pura y simplemente la ingenuidad psicológica de piente es símbolo. Pero a quién pertenece "concrelamente" ese
los fenómenos puestos en va lor por el talento observador de fa lo, esto es Jo que será menos fácil de de terminar en ese regi s­
Silberer, y es ciertamente ésta la tri ste salida a la que se resuelve tro del psi coanálisis de hoy tan lind amente e tiquetado por Ray­
Freud en la discusión que le dedica en la edición de 1914 de la mond Queneau como b "liquette 1li.nquc".12 Que ese fa lo sea
Traumd cuttmg cua ndo acaba por proferir que los mentados fe­ reco nocido en efecto como una pertenencia que da envidia al
nómenos son sólo cosa de las "cabezas filosóficas ,lO inclinadas a sujeto, por muy mujer que sea , no arregla nada, si se piensa que
]a percepción endopsíqui ca, y aun al delirio de observación " de sólo surge tan inoportun ~ mente por es tar claramente allí en
metafísicos de alma si n duda, sería la ocasión de decirlo - sobre presente, ya sea en la mencionada camisa, o sim plemen te en la
lo que abunda Jones, en efecto, subiendo un tono la nota de cama donde chapotea con el moribundo.
aversión que permite mostrar en ello.
11 eL el caso (le Auna O ...• no reproducido en las G. W ., como pertene­
Alegrémonos de que por esa puerta no h ayan vuelto a entrar ciente a Bn; ucr. Se cllcontr:J. r:\ el pa~ajc c,'ocado en la pág ina 38 de lo~
las jerarquías espirituales con las materiales, las neumáti cas, las Sllldies (vol. II dc la Slan<!¡ml Ed it ion) o e n la p . 30 de la edició ll origina l
de lo~ .~·llltlien abe,- l-lyslerie (A. n , p . 621.
• El autor de estas líneas considera qu e 561 0 la Prostituta roma na puede " [l.iqUt'tlt', popu la rmente eami~a, con el n eologi.~mo pro pio del argot
5in daño codearse con lo que rechaza. ún ico (Ic Qu cllcau, suena mu y pa reci do a la pronun ciación franccsa de " I'hic
100 Freud, G. W ., U-tH, p . 510 [.'\.. v, p. 501}_ Cl nunc·'. AS]

582 EN MI~M O "I" I)E ERNEST JONES 1. 1'\ MfM ORI ¡\ OE ERNEST JONfS 58!
Incluso es es te el problema en el que Ern es t J ones, once años Silherer : "S i h ay una verdad cu al quiera en el psicoanálisis, o,
14

más tarde, d ará un trozo digno de la antología por la ligura de <;. impleme nte, e n un a psicología ge n é tica, entonces los com ple­
patinaje di aléc ti co que demuestra en él a l desa rrollar la contra­ jos primordia les qu e se manifiestan en el simbol is m o deben se r l~
partida de las posiciones tomadas por Freud sobre la fa se [áli Ct1. las fu entes perman e nt es d e Ll vi<.la mental y p rop iamen te ]0 con­
por la úni ca vía de afirm aciones reiteradas d e concordar con tra rio de puras fi g uras de es tilo." Observación que apunta a
ella enteramente. Pero sea lo que sea lo que d e ba pensarse de cierta contingencia que Silherer a nota muy ju stamente tanto e n
ese debate desgraciadame nte abandonado. pueue plan tea rse a la apli cación de los símholos como en las repeticiones a las que
Ernest .Iones la pregunta: el faJo, si es efec ti vamen te el objeto tlan consisten cia, H) para oponerle la constancia de las n ecesida­
de la fobi a o de la perversión, a las que refi ere sucesivamente tl es primordiales e n e l d esarrollo (necesidatles orales por ejem­
la fase fálica, ¿ha permanecicJo en estado ue " idea concreia"? p lo, cuya promoci6 n crecie nte seguirá Jones) .
En cua lquier caso tendrá que recon ocer que el falo toma en Para lo que sirve ese remontarse en la metáfora por el que
esto un a ap lica ción "secundaria". Pues es eso eCectivamente lo Jon es prete nd e compre ntler e l simbolismo es para a lca nza r es tos
que dice cua nd o se dedica a distinguir mu y hábilme nte las fases datos origina les.
proto y deutero-fáli ca. y el falo, de una a otra d e estas fases, E~ pues e n óerto modo ca minando hacia a t rás y pa ra las ne­
cama idea co ncreta de los símbolos que lo va n a sustituir, no ce!lidatles de su pol é mi ca como entró en la referen cia lingüís ti ca,
puede ligarse a sr mismo sino por una similitud tan con creta pero está tan cerca <.le su objeto que basta para rectifi car su
como esa idea, pues de otro modo esa idea concre ta no seria sino mira .
la abs tracción clásica de la idea gen eral o del ohje to genérico, Encuentra en e ll a e l mé rito de articular su propio mentís al
lo cu al dej aría a nu es t ros símbolos un campo de regresió n yue d a r la li sta de esa~ ideas prima ri as de la~ que observa co n justeza
es el que Jones pretende refutar. En resumen , nos a nti ci pamos, q(le so n en pequ eJi o número y cons tantes, al con trario de los
como se ve, a la ú n ica noción que permite co n ce bi r el simbo­ ~ ; n1holos , siempre a b ie rtos ;1 la ad junci6n de nuevos 'iímholos que
lismo d el fa lo, y es la particularic1ad de su función como sig­ ~e apilan ~ohre e!'as ide'ls. Son, según dice, " las ideas de sí y tle
njficante.l~
los parientes inmetlia tamente consanguíneos y los [enó men os del
A decir verdad no deja de ser patético seguir la especie de nacimiento, de l a mor y de la mue rte". "Ideas" todas elJas lo más
rodeo de esta fundón que impone a J ones su deducción. Pues con cre to u e la~ cu ales es la red de] sígniri ca nte en la que es
ha reconocido de buenas a primeras que el simbolismo ana lítico prec iso que el sujeto esLé ya a trapad o p ara que pueda con sti ·
sólo es con cebible si se le relaciona con el h ec h o lin güístico de tuirse en ell as: como sí. co mo en su lugar en un parentesco.
la me táfora, el cu a l le sirve de pasamanos d e punta a punta de como ex istente, como represe ntante de un sexo, hasta como
su desa rrollo. muerto, pues esas ideas no pueden pasar por prima rias sino
Si fall a en e n Contrar en esto su vía, es mu y a pare nteme nt e en abandonando tocio para leli smo con el desarrollo d e las nece­
dos ti empos donde reside el defect o d e su p unto d e partida, en sidad es.
nuestra opi ni ó n, en esa muy insidiosa inve rsió n en su pensa. Que esto no sea observauo n o puede explicarse sino por una
miento. por la cu a l su necesidad de seri ed ad para e l análisis se huida ante la angustia de los origenes, y no le debe nada a ese
autoriza, sin que lo a na lice, con la seriedad d e la n ecesidad. a p resuramiento cuya virtud co ncJ u siva hemos most rado cu a ndo
De 10 cua l da testimonio esta fra se de su controvers ia co n es tá fundada en la lógica. 17
Ese rigor lógico, 10 menos que puec1e exigírsele a l ana lis ta ¿no
13 Esta excursió n no es g rat uita . Pues despu és de su "desa rrollo precoz de

la sexualidad fefllenina" c..I e 1927, su "fase fá lica" de IU!J2. J o nes concluirá H op. cit., p. ]2.1) .
con la monumelllal declaración de 1935 ante la Sociec..l ad c..I e Vie na , declara. l.• Mu.~l [,e, cu rsivas Illlcstm s.
ción de una completa adhesión al genetismo de los fa ntasmas de la que ,.. J o r1l.:~ ll ega aquí h ¡I ~ l a uS:lr del arma a nalítica seña la ndo como UI1
Mela nie Kl cin ha ce el p ivote de su doctrina . y en la que queda e- ncerrac..la ~ int ()1IIa el uso de l términ o: eJ)}¡r'l7Ieral, sín embargo lógica men te justificado
[oda reflexión sobre el si mbo lismo en eJ psicoanalisis hasta nuestro inform e ('n el le xto d e Si lberc r.
de 1953. 1: CL "El tiempu lógi co )' el a~rl() ele certidumbre anticipada", t. J, p. ¡,en.
685
684 E.N M EM OJtJA DE ERNF.ST J ON E~ EN MEM ORIA DE tRN EST j ONf.5

es que lo mantenga en esa angus tia. dicho de otra manera que ofrece a nosotros, está atestiguado que signific6 primero el des­
no ahorre la angustia a aquellos a quienes enseña, incluso para garbado, incluso el aturdido [étourdi]" (en el sigl o XIII) • por lo
asegurar sobre ellos su p oder? tanto que tuvo un sentido moral antes de a plicarse, no much o
Ahí es dond'e Jones busca su vía, pero dond e lo traiciona su antes de l siglo XVll1 , nos informan Bloch Y von vVartburg, a una
mejor recurso, pues los retóricos en el transcurso de las edades propiedad de la ma teria - de la cual, para no detenernos en
han puesto mala ca Ta a la metá fora, quitándole la oportunidad tan bello camino, hay q ue observar que es engañosa por cuanto
de rectificar con ella su propio acceso hacia el símbolo. Lo cu al que, por oponerse a lo ligero, conduce a la tópica aristotélica
aparece en el hecho de que pl antee la comparación (simile en de una gravedad cualitativa. Para probar la teoría, ¿llegaremos
inglés) como origen de la metáfora. tomando ".Juan es tan bravo hasta dar al uso común de las palabras el créd ito de un presen­
como un león" por el modelo lógico de "Juan es un león". timiento de la poca realidad de semejante física?
Se asombra uno de que su sentido tan vivo de la experiencia Pero ¿qué decir precisamente de l a aplicación que nos propor­
a na lítica no ]e advierta de la mayor de nsidad significativa de cionó esa palabra, a saber la nueva unidad de la reforma mone­
la segund a enunciación, es decir de qu e, reconociéndola más taria fra ncesa: qué perspectiva abriremos de vértigo o de grave­
concreta, no le devuelva su primacía. dad, a qu é trance del espesor recurrir, para situar este nuevO
P or falta de ese paso. no llega a formu lar lo que la interpre­ aletazo de lo propio a lo figurado? ¿No serí a m ás simple aceptar
tación analí ti ca hace sin e mbargo casi evidente, y es que la aqu í la ev idencia m ater ial, q ue no hay otro resorte del eíecto
relaci6n de lo real con lo pensado no es la del signifi cado con metafórico sino la sustitución de un signi ficante a otro como
el sign ificante, y la primacía que lo rea l tiene sobre lo pensado tal? Cuando menos sería no quedar como un pesado (en dia­
se invierte del significante al significado. Lo cual se su perpone lecto del Franco Con dado se di ce lourdeau) a favor de este ejem­
a lo que pasa en verdad en el lenguaje donde los efectos de sig­ plo. en el que el franco Jl amado "pesad o" [lourd] no podria
nificado son creados por las permutaciones del significante. serlo para ningún juicio sensa to .. , sa lvo por sus con secuencias :
Así, si Jones percibe que es en cierto modo la meInoria de una pues éstas se inscriben aq uí e n términos contables, o sea pura­
metáíora la que constitu ye el simbolismo analí ti co, el hecho lla­ mente significantes.
mado de la decl inación de la metáfora le oc ulta su razó n. No ve No es de desatenderse sin embargo e l qu e un efecto de signi­
que es el leó n como significante el que se ha desgastado hasta el ficado, qué se muestra, aquí como en el resto, extrap olad o a la
'Ion, y au n hasta el yon-yon cuyo gruñido bonachón sirve de sustitución de l sign ifi ca nte, sea de preverse, y esperado en eíecto:
indica tivo a los ide"lles ahítos de la Metro-Gold wyn - y su cla­ por el cu al lodo fran cés sentirá más pesada su bi lletera, a igual­
mor, horrible todavía para los ex travi ados de In jungla, atesti­ dad de peso de los papeles. si bien se sentir á a la vez menos
gua mejor los orígenes de su empleo para fines de sentido. torpe (éwurdi] en la manipulación de su numerario, a igualdad
Jones cree por el contrari o que el signi ficado se h a hecho más de gasto. y quién sabe la po nderación que adquirirá por ello
po roso, que ha pasado a lo que los gramáticos llama n un sen­ su porte en las peregrinaciones turÍ!)t.icas, pero también los efec~
tido figurado. toS imprevisi b les qu e tendrá sobre las j auj as de sus inversiones
Así se le escapa esa [unción a veces tan sensible en el símbolo o sob re sus utensilios de presti gio el deslizam iento metafóri co
Y el sín toma analítico, la de ser una especie de regeneración del de su s sim patías desde la ch a ta rra h acia la industria pesada Y
significante. los aparatos de peso.ID Pregunta: si lo cómico se desprecia al
Se pierde por e l contrario en la repetición de una falsa le y lIamársele pesado. !por qué la Gracia divi n a no se descalifica
de des plazamiento de l semantema según la cual iría sie mpre de con eso?
una significación parti cular a una más general. de u na concre ta Este error sob re la función del lenguaje vale la pe n a d e insisA
a una abstracta, de una m ater ia l a una m¡ís sutil que llaman
figurad a. incluso moral. Como si e l primer ejemplo que pueda "A nl es sin duda: el ~ucio.
1t Nos guslaría saber qué t.emorcs sobre esos efectos de metáfora hicieron
uno pescar en las noticias del día no mostrase su Glducidad, )'a apartar en las líltimas d cd~ iones esa apelación al principio anunciada de
que la palabra lou.rd ["pesado"]. puesto qu e es ésa la que se franco pesado Uranc lourd], para suslituirle la de uuevo fr auco.
686 EN M [MORIA DE ERNFST J ON.E$ EN MEMORI A DE f.RN EST j ON r S 687
tir en él, pues es primordial en las difi cultades qu e J ones no en la linde misma del uso de la palabra, donde el niilo que
llega a resolver en lo qn e se refiere al simbolismo. designa por un gua-gua lo qu e en ciertos casos se h a insistido en
Tod o gira, efectivamente, en ese deba te alrededor del valor no ll amar p a ra él más que con el no mbre de perro transfi ere
de conoci mie nto que co nviene o no conceder al simbo lismo. La ese gua-gua sobre casi cua lquier co~a -y luego en ese momento
interferencia del símbolo en las acciones más explicitas o más ulterior en qu e declara que el gato ha ce gU(I-gu<t y que el perro
adap tadas a la perce pción toma el alcance de informarnos sobre hace miau, mostra ndo con sus soll ozos, si se prete nde corregir
una actividad más primitiva en el ~er. s u juego, qu e en todo caso ese juego no es gratuito?
Lo que Si lberer llama eJ condicionamiento negativo del sim­ Jones, de retener es tos momentos, siempre manjfiestos, no
bolismo, a saber la puesta en estado de laten cia de las funciones caerí a en el error emin ente con qu e concluye qu e "no es el
discrimina ti vas m ;'¡ s ex tremas en la adapta ción a lo rea l, va a pato co mo un tod o lo yue es por el niJio denominado 'cua c', sino
tomar va lor positivo por permitir ese acceso. Pero se caería en sólo cienos atributos ab"tracto:; . qu e enton ces siguen lI alO{¡n­
e l pecado de círcul o si se dedu jera de ello qu e es una re alidad d ose con el mismo nombre" .:!O
más profunda. inclu so ca lificada de psíqui ca . la que se mani­ Se le aparecería entonces yue lo que busca, a :,aber el efecto
fiesta en eso. de la sustitu ció n significante. es precisamente lo qu e el niño
T odo el es fu erzo de J ones apunta precisamente a negar que primeramente encuentra , o ~ea [en fran cés] l 'rOu1Jc, vocab lo que
e l menor valor pueda preservarse a un simbolismo arca ico a los debe tom arse litera lmen te en las lenguas romances donde !'rO1/.­
ojos de una apre hensión científica de la realidad. Pero como '(leT viene de: tro uo. ~u es es por el ju ego de la sustitu ció n signifi­
sigue refiriendo el símbolo a las ideas, entendiendo con esto los ca nte COIll O e l niño arran ca l a~ cosas a su ingenui eIé.Hl sometién ­
sopo rtes concre tos que se supo ne que le aporta el desarrol(o, dolas a sus metá foras.
no puede a su vez dejar de conserVén has ta el fin al la noción Con 10 cua l, entre parénlesis. el mito de la ingenuidad tI el
de un condicionamiento negativo del simboJismo, lo cual le ilirIO parece por cieno haberse reh echo po r estar tod av ía ahí
impide ca ptar su función de estructura. y por refutarse.
y sin embargo, cuá ntas pruebas no nos da de su juste za de H ay qu e definir la metMora por la jmp lan ta ci()l1 en una ca­
orie ntació n por lo a fortun ado de los encuentros qu e reali za en dena signi[iwnte de otro significante. con lo cUl:l l aque l a l qu e
el cam in o: así. cuando se detiene en la referencia que hace el :I'. uplanta cae al rang'o de signifi cado, )' como :; ignifi cante laten­
niño del "cuac" oue aísla como signifi cante del g rito del pala te perp etúa a llí el interva lo en q ue otra cadena ::.ignificante
no sólo al pato del que es atributo natural. sino a un a :;erie puede ench urar::.e. Entonce'i enconLramo::. las dime ns j on e~ mi:..­
de obje tos qu e comprend en a las mOSGls. a l vino. e incluso a mas en las que .To nes se es fu erza en poner en S1l silio el :,imbo­
un a moned('l ele cinco cént imos, usando esta vez el significante li smo analíti co.
como metáfora . Pues gobiernan la estructura que Frcud ehl a los ::. ínlo m~~ )'
¿Por qu é tiene qu e ver en esto sólo un a uu eva atribudón [un­ a la repre:;ión. Y (UfTa de ellas 110 es posible restaurar la dewia­
dada so bre la aperce pció n de una similitud vohhi l, in cluso si la ción qu e e l inconsciente, en el :,entido de Fre uel . ha :..u[r itlo pOI
autoridad co n que se cubre en su préstamo y que es nada menos la mistifi cación del símholo, qu e es la me la ele Jones.
que Darwin se con tenta con qu e la moneda esté acuii..atla con el Ciertos enfoques erróneos tIebe n para este fin ventilarse, co mo
troq ue l úel águil a p¡.u a hacerla entrar en e lla? Pues por mu y 'i U observación , Ldat po r fasc inar con ~ u referencia al objeto.
compl acie nte que sea la noción de la ;malogía para extender de qu e si e l campanario de igle!)ia puede simbolizar e l fal o, nun- .
la movilidad del volátil has ta b dilución del fluid o, tal vez la
ca el Calo simbo li zad e l campanari o.
función de la me tonimia en cuanto sosteniúa po r la cadena sig­
Pues no es me nos cierto qu e en un sueiio, a unque fuese e l
nificante recubre mejo r aquí la contigüidad d el páj"1fo con el
de una contrahechura irc'> ni c:..¡ de Coctcau . se puede de manera
líquido en el qu e ch'potea.
entera men te legí tima. SChrllll el contexto, interpretar la imagen
¿Cómo no lamentar aquí que e l inte rés manifesraclo en el
niño por el an álisis des<lrrollista no se detenga en este momento, ::o Jones. op. ril.} p. I Oi.
688 EN M F.MO RI A DE ERN EST jONES EN MFMOll.lA DE FJt NE:.' J O NES 689
d el negro que, Co n b tizona a l aire, se precipita so bre la soña­ E l análisis nos ha mostrado que es con las imágenes q ue G lU­
d o ra, como el signifio lllte d e l o lvido que tu vo de su paraguas ti van su eros d e indi viduo vivo con 10 que el suje(o llega a
durante su última sesión de aná lisis. Incl uso es esto lo que los abastecer su implica ción en la secuen cia signifi cante.
analistas más clásicos lIam <l ron la interpretació n "hacia ] a sa li­ Claro gue el indi vid uo human o no deja de prese ntar alguna:
da" si se nos p ermite traducir así e l término int rod ucido e n complace ncia en esa fragmentación d e sus im ágenes - y la bipo­
ing lés: rcconslr1.l clion 1.l.pwoTd.21 larida d del au tismo corp oral a la qu e favorece el privilegio ue
Pa ra deci rl o, Ja ca lid ad de lo concreto en una idea no es más la image n cspecular,:!2 dalo biológico, se pres tará singula rmente
deci siva de su efecto inconsciente qu e la de Jo pesad o en un a q ue esa im pl icación d e su d eseo en el significante tome la
cuerpo gra ve ) 0 es d e la rap idez de su caíd a. forma narós ista.
H ay que es tab lece r que es la incidencia co ncret.. del signifi­ Pero no son las conexione ~ d e ne cesidad, d e las que están
ca nte en la sumisió n de la necesidad a la d emand a la que al d esprendidas esas imágenes, las qu e sostiene n su in ciden cia
reprimir al deseo en posición d e desconocido da a l inconsciente perpetu ada, sino cierta mente la secuencia articulada en que se
su ord en . han inscrito, ]" qu e es tru ctu ra su insistencia como significante.
Que d e la lista de los símbolos, y.. considerab le, suhraya Jones, Es por eso efecti va mente por lo qu e la demand a sexual. co n
observe contra una ap rox imación qu e au n así no es la más gro­ sólo tener qll e presentarse oral me nte, ectopiza en el cam po de l
sera de R a nk y S.. chs (tercer carckte r de l símbo lo: inde pe nden ­ deseo "genítal" inliigenes d e introyecó ó n. L a noción d el obj eto
cia de las determinaciones indi vid ua les) que permanece por el or.. l e n q ue se con ven iría por ello eventualmente el copartícipe,
cont ra ri o ab ierta a la invención ind ivid ua l, a ñ ~d i e ndo úni ca­ no por instalarse cada ve z más en el co razón de la teoría an alí­
mente que un a vez promov ido, un símbolo no ca mbia ya de ti ca deja de ser un a elisió n , fu ente d e erro r.
des tin o - es ésta un a observación mu y iluminadora si regresa­ Pues 10 qu e se produce en el extremo es que el deseo e ncu en~
mos a l catlÍlogo meritori,lInente establ ecid o por J o nes de las tra su soporte fantasmático en lo qu e llaman una de fensa d el
ideas primaria s en e l simbol ismo, permitiénd onos comple tarl o. su jeto an te el copartícipe tomado como significante ele la devo­
Pues esas ideas prim.. rias d esig na n los punl os ·d onde el sujeto ració n cumplida. (Pésense aquí nuestros términos.)
d esaparece bajo el ser del significa nte; ya se tra le, en efecto, de Es en la red upli cación de l sujelo por el significante d onde
ser uno mi smo, de ser un padre, de ser un na cido, de ser a mado est<í el resorte d el con di cionamienlo positivo cuya búsqueda
o de ser un m ueno, ¿cómo no ver que el suj eto, s i es el suj e to prosigue Jones parél lo que é l llama el verdadero simbolismo,
el qu e b ab Ia, no se sosti ene en e llo sino por el discurso? el q ue el análisis d escu brió en su constan cia y redescubre siem­
Aparece entonces que e l a n;ílisis reve la que el falo ti ene la p'-e de nuevo al arti cula rse en e l inco nsciente.
fun ció n de ~ignific;¡ nte de la carencia de ser que determina en Pues basta co n un a composición mínima de la batería de los
el suje to su rel ación con el significante. Lo cUi:ll da su alca n ce signifi canles pa ra q ue és ta baste para instituir en la cadena
;t I hecho de que todos los símbo los de que se ocupa el es tudi o significélllte una du plicidad qu e rec ubre su redupli cación d el
de Jo nes son símbolos fcHicos. suj e to, y es en ese redoblamiento del sujeto de la palabra d onde
E nton ces, de esos p untos imantados de la signifi cación que el in consciente como ta l en cuentra ocasió n d e a rti cularse: a
sugiere su o bservaci6n diremos que so n los pu ntos de umbili ­ sahe r en un soporte qu e sólo se percibe si es percibido como
caci ón del suj eto en los cortes de l significa nte: cortes de los tan estúpido co mo una cr iptografía que no tuvi era cifra.
que el m ás fun d amenta l es la U11Je'rdriingung sobre la que Freud Aquí yace esa heterogeneid ad del " verdadero simbol ismo" que
insisti ó siempre, o se .. la reduplica ció n del sujeto que provoca J ones trala en va no de asir. y que se le esca pa precisamente en
el discu rso, si permanece e nmasca rada por la pulul<tcjón de lo la medida en qu e conserva el espej ismo d el co ndici onami ento
que evoca como ente. nga ti vo, que fa lsélmente deja al sim bolismo, en to dos los "nive­
les" de su regresi6n , confrontado a lo real.
~ e L R. M . Loewemtcin , "Sorne lhough t<; 0 11 interpre ta tio n in Ih e theary
:)0<1 practi cc a f psycboall::II }.~is">
Pso. Slllrly 01 1hr- Child, XII , 1957, I. lI . P. ~ eL nuestra w nc('pció n <Iel C; ladio del espejo}' el fundam ento biológico
Nueva York , p. J4 ~, Y " The problem oC ilHerprc lation", Psa . Qua r/., xx. que le he m os dado e n la prem:lluració n d e l naci mie nto.
691
690 EN MF.M OKIA 1)(-. .E".RN EST ]ONF.S ¡.: t-I MEM OR I A DE t:RNE,H .J 0NI'S

Si, co mo decimos, el hombre se e n cu entra ab ierto a desear LOda sublimació n, y puede d eci rse qu e fuera de lt'l fí sica eSle
tant os o tros e n sí mismo (o mo n om bres ti en e n sus mie mbros rodeo n o es [á ::Icabad o. Se trata de sa ber si el ::Icaba mie nto de
fuera de él, si ha ue
recon oce r tantos miem bros dis locados de ese rodeo puede llegar a algo de o tra ma nera que siendo elimi­
su unidau, penlida si n h aber sido nun cit, co mo e ntes ha y qu e n ado.
son la metMa ra de esos mie mbros -se ve también que es tá re­ Aq ui también, a pesar de este e rro r, ha y que admirar có mo
s uelta la cuestión de saber qué valor ue
conocimiento tienen en su labor -si nos perm itimos util iza r este voc ab lo con el
los sí mbol os, puesto que so n esos miembros mislUos los que le mismo efec to de me táfora a qu e respo nd e n los términ os work ing
vuelve n de!) J>ués de h abe r c lT ~)do por el Inundo bajo un a form a through y tlw"chal'bt>iten de uso e n el a nál isis-, nues tro a utor
en ajenada. Ese valo r, considerab le en cua nto a la praxis, es labr" su campo con un ara d o verdade ramen te d igno de 10 que
nul o en cua nt o a 10 real. debe en efecLO a l signifi ca nte el trab ajo a nalít ico.
Es Illu y impres ionante ve r el esf uerzo que cuc\ta a .Io nes esta­ ASÍ, p ara dar el últim o giro" su co nsiderac ión sob re el lema
bl ecer es ta co nclusión , que su posición exige desde su principio, del símbolo. se enfrenta a lo que resulta d e la hipótesis, que se
por las vías qu e ha e:icogido. La a rticul a por una di stin ci6n sup one admitida por cie rtos au tores sobre puntos ue re[ere n cia
entre e l " ve rd ade ro simboli smo", que él concihe e n ddinitiva lingüís ti cos y mitológicos, de que la agr ic ultura fue e n e l origen
co mo el produ ctor de símbolos, y los "equivalentes simbólicos" la tra nspos ición téc ni ca de un coi to fecu nd ante. ¿P uetle d ec irse
qu e produ ce, y cu ya efica cia s(') lo se mide en el control obje tivo l eg ¡tim ~Hnente d e la <lgricultura e n <lque lla é poca ideal que sim­
de S il asimienLO de 10 real. bolice la co pulnci ó n?
Se puede observar que es{o equ ivale él requer ir ue la exper ien­ Esd b ien claro que la cuesti ón n o es de h echo, ya que n adie
cia analítica que d é su estatuto a la ciencia, y por 10 tanto a aquí ti e n e q ue toma r partido sobre 1::1 exi ste n cia real e n el p a·
,dej a rse mu cho de e lla. Re co núzcase cuando me nos que n o so mos sado de se mejante e tapa, inte resante de todos modos para ver­
nosotros qu ienes tomamos aquí el cargo ue desviar por este terl" en el expediente de la ficció n pastora l en la que el p~ico­
ca mino a nuest ros pdc ti cos, si no .Ion es a quien n adi e h (j re pro­ an a list:\ ti e ne mu cho que ap rend er so bre sus horizonles me nla­
chaclo nun ca que h aga me ta fí sica . les (pa ra no h ab lar d el marxista).
Pero creernos que !le equivoca. Pue" la histor ia de la ciencia L a cuestió n es sólo de la conve ni encia de la ap li cac ión aqu í
·es la única qu e puede dirimir aquí, y es palm" ri a en u e mos· de la n oción del simbolismo, y J ones responde. sin pa recer preo­
trar, e n e l nac imi e nLO de la teoría de la gravittlció n, qu e sól o cuparse del consen timi e nto qu e pueda esper ar, por la negativa?'
a p;trtir de la exterminacilm de totIo simbolismo de los cielos lo cual quiere deci r que la agricultur a representa entonces un
pudi eron ('sta bJecerse los fundam entos en la ti err a de la física pensa mie nto adecua do (o un a idea concre ta), o incluso un modo
modern a, a s<lbe r: que de Giorda no lhuno a Kep le r y de Kep le r sa ti sfa ctorio ¡d el coito! Pero si se ti en e a bien segui r la inlen·
a NewLO n, fue mientras !lt' mantuvo alguna exigen cia de atri­ ción de nues tro autor, se observa que r esulta de ello que sólo
b uci ó n ;t las órb itas ce lestes el e ull a form a "perfec ta" (e n CU<ln­ por cu a nt o semeja nte operac ió n técni ca se encuentra prohibida.
LO qu e impli ca ba po r ejem plo la p ree luine ncia d el círc ul o so bre porq ue es incomp a tibl e co n tal efec to de las leyes de la ali anza
la elipse), co mo esta exigencia ob!lt(lculid, la llegada de la .~ y de l parentesco, e n el hecho por ejemplo de que éste toca a l
ec u aciones clave d e ta teori t\.211 usufru cto de la tierra, qu e sólo e n esa medida la operación sus­
No h ay qu é objeta r ;l qu e la noció n cabali sla d e un Dios que tituida a la primera se hace propiamente simbólica de un a sao
se hu biese retirado ,1 sa biendas de la materia para abanuo n arla lisfaccióll sexual --en lraua e n la represión sólo a partir de
a su mov imiento h aya podido fa vo recer la confi a Jl za otorga d a a llí-, a la vez que se o frece a sos tene r conce pciones natura lis­
l-l la experien cia na tura l CO Ill O a lgo qu e de be desc u brir las hue­ tas, de naturaleza tal que obvia n al recon ocimiento científico
lla!. de una creaciún lógica. Pues tal es el rodeo habitucd de de la unión d e los ga metos en el principi o de la reproducción
~(; r. Ah:xan<lC I' Koyl'(~. Flom 011:' clo.\ e(1 ",miel f() lile mfil/jk UlliVt:·I~{'. sexuada .
n a lt imorl:'. Johns Hopki ns Prcs~.
1957 . donde res ume Ilo bre c:~(u ~ m I lImillw')~
Iraha jo~ [De! //Ilmdo a rrado 11/ 1I1¡jver.\'f) il/fin il o. M{·xko. Siglo XXr. 1979). :u Joncs, op. ci t., p. 136.
692 EN r.U' MORIA 01:; ER NfST j ONf"S 693
EN M E M ORI A DI: E RNEST JONES

Lo cual es estrictamente correcto en cuanto qu e el simbo­ C uand o la concepción de Freud , elaborada y apa recida en
li smo es considerado como solidario de la represión. 1915 en la lnt ematianale Ze z'tschrift, en los tres artÍCu los sob re:
Se ve que en este grado de rigor en la precisión paradój ica las pulsiones y sus av atares, sobre: la represión y sobre: el in­
puede uno p regunta rse legíLimamen tc si el trabaj o de Ernest conscien te, no deja ninguna amb igüedad sobre este punto: es
J anes no cumplió Jo esencia l de lo que pooía hacer en su mo­ e l signifi ca nte e l qu e es reprimido, pues nO hay o tro senúdo que
m ento, si n o fue tan lejos como podía ir en el sen lic10 de la dar en eslos textos al vocablo: Vorst ellu ngsrepriisen la.nz. En cua n­
indicación que seílaló en Freud , citándola de la Traumdeu­ to a los afec tos, formula expresa mente qu e no so n reprimidos,
tung:25 " Lo qu e hoy estcÍ ligado simbó lica me nte estaba proba­ ya que sólo se puede deci r de ellos tal cosa gracias a una tole­
blemente unid o en los liernpos primordüdes por una iden tid ad ra ncia, y arti cul a que, sim ples Ansiit::.e o apéndices de lo repri­
conceptual y Iingüistica. La re lación ~ om bóJj ca pa rece ser un mido, seiíales eq ui va lentes a accesos h is téricos fijados en la es­
signo residual y ulla nlarGI de esa identidad de an taño," pecie, son solamente despl azados, como lo a tes ti gua este h echo
y sin embargo, qu é n o hu biera ganado, para capta r el ve rd a­ fundamental, en cuya apreciación se da a reconoce r un ana li sta :
de ro Ju gar de l simbolismo, de h abe r recordado que no ocupaba por el cual un suj eto está en la necesidad de "comprender"
ningún lugar en la l a. edici(')fl de I ~ Tm umdeu fu.ng, lo cual im­ tanto mejor sus a fectos cuanto menos moti vados rea lmen te eslán .
p li ca que el an<i lisis. en los sueiio '), pero tarnbién en los sín to­ P uede concluirse con el ejemplo q ue Ernest .I o nes tomó como
mas. no ha de hacer caso de él sino como subord inado a los punto de partida y ql1 e desp legó co n la erudición qu e es su
resortes ma yores de la el(Jbor:lció n que e~ lrll ctura al inconsciente, privilegio: el simbolismo de Poli chinela. ¿Cómo no retener en
a sa ber la condensac ión, y e l desplazamiento e n primer Jugar él la dom inan cia de l significan te, man ifies ta bajo su es pecie más
- y nos atenemos :\ e~tos dos l1lec(l ni ~ mo s porque hubieran bas­ materialmente fonemática? Pues, m;.ís a llá de la voz de falsete
tado a suplir el de fecto de información de .Tones en 10 que ha ce a y de las. anomalias morfológicas de ese personaje heredero del
metá fora y metonim ia co mo efec tos primeros del sign ificante. Sátiro y del Diahlo, son cier tamente las homofon ías las que, p or
Ta l vez hubiera ev itado entonces fo rmular contra su propia co nde narse e n sobreimpres iones, a la manera d el rasgo de inge­
elaboración cuyas líneas esenciales creemos haber segu ido, y nio y de l lapsus, nos de nuncian con mayor segurid ad qu e es el
con tra la advertencia expresa del propio Freud, qu e lo que es ralo lo q ue sim boliza, Polecenella. napo l.iLano, pequei'lo pavo,
repri mid o e n el receso metafórico del simbol ¡smo es el a{ecto.2B pulcin ella, pollito, Pu.llus, palobra de ternura legad a por la pe­
Formu] ac ión en la q ue no quisiéramos ver sino un lapsus. si n o deras tia romana a los módicos desa hogos de las modistilléls en
hubiera debido desa rroll arse más tarde en un a explor ación ex­ nues tras primaveras, hel0 aquí rec u bierto por el p~mch del in­
traordinaria men te am bigua de la ronda de los afec tos, en cuanto glés, para recobrar. convertid o en 1nmchinello, la daga, el ta co,
que se sustituirfan unos a otros como tales.Z7 el instrumento re chon cho que disimula, y que le franquea el
Jone'i, op. cil.~ p . J05.
2:; cam ino por donde des cender, hombrecito, a la lumba del cajón,
lones, si se ap licase a si mi smo In suspicacia analíti ca , debería alert3 rs('
!JI! donde los h ombres de la mudan za, domésti cos del pud or de las
de la ex tr afie7a de qu e él mi.~mo se ve afeClado (a C1J.1·ioIlS slnlemmt, pro ­ H enri ette, fin g irán , fingirá n no ver nada, antes de qu e él v uel va
fiere, loco ci t., pp. 123-1 24) ante la ob~cr\ioción no obstante fundada de Sil_
berer de "que la universa lidad , o la v:llidez general y la inteligibilidad de
a salir. resucitado en su valentía.
un símbo lo varía n en ra.zón invc rsa de la pa rte que desernperÍ<l n en su de­ Falo alado, Pa.rapilla,'2R fantasma inconsciente de las ímposi­
te nnina dón los factores afect ivos". bilidades del deseo masc ulin o, tesoro en que se agota la impo­
En suma los pnnlos de desconocimiento de los que ] ones no pnede des­
rmbara:tarse muest ran instructiva mente co mí st ir en la metáfora de l peso que
pret('nde dar al verdadero simbolismo. Por lo cual llega a QClln ide qu e :e T (tulo de un poema ob'iCeno en cinco cantos, supuestamen te traducido
arguye co rHrrl su propio sentido, com o po r ejempl o que recurre a la co nvi c­ de l itali ano. m\l y li bremente ilustrado y apa recido si n indieación de edilor:
ciÓn del suje to pa ra d b tillguir el efecto in consciente, es decir p ropiamente en Londres en la fecha de 1782. Es la palabra la qne alli hace aparecer, bajo
simbóli co, qu e puede tener sob re él una im agen común del discurso (d. un a {onna ca ril ali va para todas las qne la pronuncian , el obj eto a cuya glo­
op. rit., p. 128). l'¡a están co nsagrados es tos ca ntos, y qu e no 'cncontrariamos mejor mane ra
]ones, "FeoT, gu.i ll a71d ha te, le/do en el Ir Congreso In ternacional dr
:.'7 de designar que la de llamarlo el fa lo universa l (en el sentido en que se
Ps:coa nálisis en Oxrord en julio de 1929, publicado op. cit., pp. 304-319. dice: clave uni~·e rsal).
694 l:N MEMORI A. DE J::KN EST J O NE!> r. N M J:: M Q RI¡\ UJ:: ER NEST JONES 695
lencia infinita de la mujer. ese miembr o para siempre perdido buen sujeto de l co nocimiento fil osófico, el q ue enco n trab a en
d e todos aqu ellos, O siri s. Adonis, Orfeo, cu yo cuerpo despeda­ e l o bje LO un es ta tuto tranquili zad o r, a nte e l ma l suj eto d el
zad o d ebe re unir la ternura ambigua d e la Diosa-Madre, nos d eseo y de sus impos turas.
indica, rea pa reciend o ba jo cada ilustració n de es ta la rga bús­ ¿No es de ese mal sujeto del que Jones en ese cenit todavía de
q ueda so bre e l simbo li smo, no s610 la función eminente que su ta lento s~ mues tra def ensor cuando conclu ye, conjuga ndo la
desempeña en él, sin o cómo lo ilumin a. met<Ífora al simbo lismo : " La circ unstancia d e q ue la misma ima­
Porqu e e l fa lo, como lo hemos mos tr ado en otra parte, es el ge n pueda emplea rse pa ra un a y o tra d e esas funci ones no deb e
sig nifica nte d e la pérdid a misma qu e e l sujeto sufre por el cega rnos sobre las diferen cias q ue ha y entre ellas. L a p rin cipal
despedaza miento del signif ica nte y en ning un a parte aparece d e és tas es que con la metáfo ra, el sentimi ento por expresa r es
de manera más dechiva la funci ón d e contrapartida a que un so bres ublimad o (ove }'sublimated) , mientras que con el simbolis­
objeto es a rr as trad o en la subordin ac ió n del deseo a la dial éc­ mo, es subsublimado (u ndéT-Jub limated , sic) ; la una se refi ere a
ti ca simbó li ca. un esfuerzo que ha intentado a lgo más a llá de sus fuerzas, el otro
Aquí volve mos a encontra r la secue nci a indicad a m ¡'ls alTiba , a un esfuerzo q ue se ve im pedid o de cumpli r lo qu e q uisiera"?
y por la cua l Ernest J o nes ha co ntribuido ese ncialmente a la Sobre estas líneas Eue sobre las que, co n un ~entjmj e n to de
elaboración d e la fa se f,í li ca, adentránd ose e n ella un poco más regTesar a la lu z, el recuerdo nos trajo d e vuelta la división in­
en el rec urso al desarrollo. ¿N o e~ la linde del d éd alo donde mortal que Ki erk egaard promovi ó para siempre en las funcio­
parece ha berse embrollad o la propia cl ínica, y del regreso a un nes humanas. tripa rtita, como todos sa ben , d e los d espenseros,
d esconocimi ento reforzad o del alca nce ese ncial d el d eseo, que d e las muca m a~ y de los d esho lJin adores - y q ue, si sorprendiese
ilustra un a cura de co ntenció n imaginari a, fundad a sobre el a alg unos, por res ultélrles nueva, tiene su · mérito iluminado ya
mora lí smo d elira nte d e los ideales de la pretendid a relac ión d e aq uí por la menció n del edifi cio donde se in scribe eviden te mente.
o bjeto? L a extraordinari a elegan cia d el arranque d ado po r Pues, mitS por el recuerd o d e los oríge nes galeses de E rnest
Freud: a sa ber la conjugación en la niña d e ]a reivindicaci ón J o nes, más qu e po r su corta es ta tura, po r su aire ten ebroso y su
co ntra la madre y d e la envidia del fa lo, sigue siend o lél roca d es treza, es segura mente por haberlo seguid o, has ta el grad o de
en es ta ma terí a, y se conci be que h ay amos hecho partir de ella ]a evoca ción, en es te enca mina mie nto como d e un a ch imenea
n uev amen te la dia lécti ca en la qu e mos tramos que se separa n en la muralla. po r lo que a l vo lver así co mo entre un ho llín evo­
la demanda y el deseo. cador de di a ma ntes, nos sentimos de pronto seguros, y por mucho
Pero no introduciremos más adelante una elabo ración qu e que pueda n d e berle las representacion es d e los d os primeros
es la mues t ra en un es tudi o q ue n o podría sino inclina rse -de o fi cios en la co munidad internac ional d e los a nalistas, y parti­
a tenerse tan sólo al tra bajo al qu e se extiende- ante la ex i· cul armente en la Sociedad bri táni ca, po r ve rl o to mar eterna­
gencia di a léctica obstin ada, la altura d e las perspec ti vas. el sen­ me nte su luga r en el cielo de los d esho llinadores, de los que
tim iento de la experi e ncia , la noció n del conjunto, la informa­ nad ie dudará que para nosotras es el más excelso.
ción inmensa, la inflex ibilidad d e la me ta, la erudi ció n sin ¿Pues a quién - se lee en el Talmud- , de dos h om bres que
fallas, el peso finalmente, que dan a la obra de Ernes t Jon es sa le n uno d espu és del otro de un a chimenea al saló n, se le ocu­
su lugar sin pa reja. rrirá, cuando se miran, limp iarse la ca ra? La sa bidu ría dec ide
¿Es acaso un menos di gno home naje qu e este enca minamien ­ aquí por encim a de toda sutileza para d edu ci r a pa rtir de la
to so bre el si mb olismo nos haya llevad o tan cerca d e ese destino n egrura de los rostros que se presentan recíprocamente y d e la
d el hom bre ele ir al ser por no poder co n" e rtirse en un o? Pasto r re fl exión que, en cada un o, diverge; co nclu ye expresamente:
del ser, pro fi e re el fil óso fo de nu es tro tiempo,:!9 a la vez que cua ndo dos ho mbres ~c encuentran al salir de una chimenea. los
ac usa a la fil osofía de h a ber hecho de él el mal pas tor. Respon ­ dos tienen la ca ra suela .
dié ndole con Otro ca ntar, Freud para siempre hace borrarse a l
(;u.il rancou rl, en ero· marzo de 1959 .
iIII [Hei degger. AS]
DE UN SILABARIO A POSTERIOR' 697
DE UN SILABARIO A POSTERIORI
berer lo promueva en /911 ) como la simbólica del umbral
(Schwellensymbolik), la cual se enriquece eventualmente por
añadirsele un guardián.
Pero es por otro sesgo como seduce el fenómeno. Puede decir­
SE que se abalanza desde el tram polín todavía verde del descu­
brimiento de Freud a la re conquista de una psicologla) que sólo
La nota que se esperaría al paso~ más arriba~ del nombre de habria que reanimar desde su polvo.
Silberer no constituye una ausencia real: se la puede encontrar
J Ahora bien, es ún duda de esto de donde el hasta aquí que
en el text o en una forma disuelta. Cosa que hicimos pTecisa~ Jones pretende aportarle por ser en esto el campeón de Freud
mente para responder al hech o de que jones se suelte con un toma el valor que hac..c que nos I:nteresemos en él: por confirmar
capttulo, el cuarto interpolado antes de su conclusión, para dis. ab ovo, queremos decir en el tiem po de germinación del análisis)
cutir la invención de SilbeTer. la actitud decidida de nuestra cnseilanza .
Resulta de ello para el con junto de su argumenta ción que se Jones se adelanta aquí expresamente para enunciar el prin­
redobla en la parte, O sea una equivalencia coja que es para ciPio por el que jung se excluye del psicoanálisis.
nosotros síntoma, entre otras COSaJ, del azoro que marca a la Se resume en una palabra l pertinente para recordar que la
teoría que nos es presentada allí. cosa está siem pre ahi) to me de don de tom e su etiqueta. A lo que
La nota por hacer sobre Silb ercr puede tomar su valor por iones quiere poner remedio es a- la hermeneutización del psi.
iluminar por qué, si puede decirse tal de un texto, no hemos coanálisis.
podido hacer otra cosa que redoblar su azoro. El simbolo al qu.e llama verdadero~ por designm' con ello el
Si/beTer pues pretende trazar lo que sucede con la incidencia que aúla la experiencia freud iana, no "simbo liza" en el sentido
(histórica) del simb%, a la cual califica (muy pertinentemente) en que las figuras del Antiguo Testamento lo hacen con lo que
de fenómeno material) cuando pasa a la función de determinar tiene su. advenimiento en el Nuevo, y qu.e sigue siendo el sen­
un estado psíquico. y aun de fijar lo que llaman constitución tido común en que se entiende el simbolismo.
de un ritmo o de una inclinación. Por eso le es fácil denunciar el deslizamiento que se opera en
El fen ómeno funci onal que for ja con ello es esa fWlción recu. Silberer para equipararlo a jung. El símbolo cede el lugar a lo
pera da en lo que es ma ten:al, de donde resulta que lo que "sim. que figura desde el momen to en que llega a no ser más que
baliza" en lo sucesivo es una estructura elaborada, y con tant o un sentido figurado.
más derecho cuanto que de hecho es su consecuencia. Pero aque llo a lo que cede el lugar son las reaLidades invi­
Forzamos la ilustración que sigue siendo notoria al calificar sibles~ que realizan su. regreso bajo su velo talllcz no de siempre,
de hojaldre al past ,¡ respecto del cual él nos da fe de que le pero de hace un bHen ralo ) precisamente aquel cuyo recuerdo
costó mucho plantar en él la paleta adecuada) en la transición habría que borrar.
hacia el sueño donde la trifulca. con ese pastel había venido a y n o hay que equivocarse aquí. La importancia concedida
sustituirse a su esfuerzo por devolver su pensamiento al nivel por Freud al fenómeno funcional lo es a Utulo de la elaboración
de vigilia necesario para que estuviese a la altura de su exis. secundaria del sueño) lo cual para nosotros es como decir lo tod o)
tenoia de sujet o. puesto que la define expresamente por el em.borronamiento de
El estrato psíquico se evoca aZlil despl'azando el fenómeno al la cifra del sueño operado por medio de un camuflaje no menos
sugerir una posible endoscopia: de profundidades que confinan expresamente designado como l:maginario .
con las sublimidades. No exclu)'e esa enormidad) que es preciso que sea más enor·
El fenómeno es innegable. Por lo cual Freu d le concede un me aún de lo que confiesa ser, y desprovista de toda forma para
lugar en una adición que aporta a la Traurndeutung en 1914, y inscrib irse en la inlimidad) para que iones en 1916 la refiera
principalmente bajo el aspecto más impresionante para que Sil. a {(un a com unicación personal" de Freud~ cuan do se ostenta)
[696]

~
698
DE UN SILABARIO A POSTERIORt DE UN SILABARIO A r OSTf.RI ORI 699
p or p oco que parezca tocaTlas~ en las lin eas que anexan el fenó­ segurid ad nunca en falta con qu.e decide en su campo arrogarse
meno fun ci onal a la Traumdeulung de 1914.1 la última palabra cuando se trata de 1"0 científico.
Pu ede leerse allí del fenómeno funáonal que concierne~ sobre , Pel'o es acaso m aravilla? Cuando su apego a la cien cia mo tiva
todo 's-in duda} a esp íritus "de un tipo especialmente filosófico la relación de aversión. con que sostiene Su. auentura, y c"u.ando
e introspectivo",
lo simbólico, lo imaginQ1'io y lo real no son sino un vademecum
Lo cual da de qué sonrelr) y aun de qué ha ce?' tnofa (de lo corl que subvenimos a la urgencia, en este terreno siempre JUS­
cual ya se ha visto que no n os privamos), por el h echo d e que pendida sobre los que se lo toman a la lige ra, de se., advertidoJ
se repercute co n ello la cuestión d e saber si la filosofía basla rla cua'u do se revuelcan etl él.
para sustra er a los susodichos espíril us a los efectos del incons­ A s! puede articularse que no es porque el umbral como sím­
ciente .' cua n do la discusión misma muest ra que en la época en bolo, o, mejor dich o, como significante que mQ7'ca el lugar do nde
qw: lo que hay en F1'ettd es tomado todavla en serio, el fenó­ ello em1Jieza a llamarse con o t-ro nombre: la casa, el naos, incl"u.­
meno fun cional pone en falta a su, análisis del sue''-¡a, por n o so el fuera en lo que tiene d e impronunciable, es mat.erialmen le
ser efecto de l de'seo (entendamos de la libido, del d.eseo como tina piedra plana, exten dida o bien colocada del campo -por lo
sexua l). .
q1/.e se puede en ·modo algun o, d e la metáfora del umbral, em­
En. este caso. puesto que la excepción , por ser tan real como pleada pa-ra anotar en una curoa que coordina variables ob jeti·
la n orma, exige que se dé cuenta de su in tromisión, la cuestión vadas el p'u nto donde se man.ifi es ta un estado , aunque éste a su
quiere deci-r: ¿hay dos leyes del dormir?
vez h ubiera sido objet.i.vado de la apercepción, o t.an sólo la
Ahora bien, es Sil rid iculez la que nos instruye. Y por esto diferencia cualitat iva de una sensacíón, imaginar u.n resalle asi­
que se demuestra: que cierto recha zo de la experien cia al que ble en un luga r c1Jalquiera de lo real, a [orliori u.na hoja, cual­
aquí Freud se abandona, está fundado por ser el paso inaugu~ quiera que sea, qu.e constituye allí como estratifica do , lo cual
ral de la cien cia.
q ui ~ re decir como unitario, el campo de lo psíquico, o incluso
Es el paso que hemos introducido en el púcoandlisis al dis­ de la simple representación.
tinguir lo simbólico de lo imagi"nario en su relación con lo ,·eal. A sí uría perfectamente fútil califi ca'r de fenómenos fun cionales
Distin ción que se ha impuesto por proven,:r de la prdctica a tra­ a los umbrales, sin em bargo posibles de inscribir, del sentimien t. o
vé.<; de la cn'tica de la intervenrión, y por m ostrarse eristica para en todo terreno de una prsadez y d e un a ligereza igua lmen te
el edificio teó rico.
cargadas de úmbolismo, lo veremos más abajo - si se piensa con
Distinci ón m eló dica pues, y que no por ello constituye, pre­ eso devolverles el menor valor en la teoda de la gravita ción} la
cisémoslo puesto que d térrnino se nos presenta, n ingun umbral cu al sdlo ha lomado fOl"rna tomando cn préstamo signifi.cantes
en lo real. La estructuración simbólica efectivamente, si encuen­ de muy o tro sitio.
tra su material al desarticular lo imaginario de lo real, se ha ce J ones juz.ga como n osotros este punto pertinente en el asunto~
tant o más op erante al desarticular lo "real mismo que reduce a y por eso lo discu.te y lo dirime de modo semeja.nte. ¿No percibe
la reLaciÓ n del significante con e l sujeto, o sea a u n esquema ­ en su fondo h asta qu.é punto esto eq uivale a renuncia-r a la
tismo, q ue en un primer abordamiento se esti ma por el grado antiglta fantasía del conocimien to? Sólo nOJ im porta loma-r n o ta
de decairniento que impone a lo imaginario. de su recurso a la decencia del pensmm:ento psicoanalítico.
Si el n:gor de este abordamiento es exigible para el acceso al Pero esto da también ocasión de señalar que ese recurso lo
receso segundo en que el objeto a se dibuja con o t'ro n udo, nos d,bi lita al articularlo únicamente p or el h echo d e que lo figu­
limitamos aquí a que se sienta que Jon es, al fallar en esto, cil'­ ra do de la metáfora tenga que ced.er ante lo concreto del s-im.
cu nscrib e co n j1L5teza la falta que le hacen nu.e,\'lras categorias. bolismo,
Nos toca a nosotros demostrar que Freud las utiliza~ por la Pu.es es de ese aspecto co n creto d e dond.c toma su fuerza y su
a."gumento toda la ficción que, afa tando al simboli.rTno las cuo­
1 ef. La scie,w: des rives, ed. francesa de Alean , pp_ 450-452 , así como tas de la prirnit ivi rlall, de l arcaisrn o, de la índiferenciaáón , I:n ­
pp. 306·309 [A. v, pp. 228 n . 41, 3Sl, 414" Y 49%OOJ. c/uso de la desintegración n eu.rológica, contribuirá a que n o se
700 701
DE UN SII.ADARIO A POSTERIOR' DE UN SlLA8ARIO A PO$TEIUORI

vea en ella sino la vi rtualidad de la,.. funciones de síntesis. A,iá. qu.e la función sim!,ólica deja aparecer allí el punto nodal, en
dase qu.e su potencialidad no hace sino coronal' el err Or rodeán­ el que un simbolo viene al lugar de la falta constituida por la
dolo de mística. "falta en su lugar", n ecesaTia en el pU1tto de partida de la di­
Al llevar el hierro a ese teneno pm" lo tanto segu.ndo en 1916, mensión de desplazamiento de donde procede todo el juego del
Jones triunfa sin d1ula. Se le perdonará no remediar el peligro símbolo.
que va a surgir desde má.c¡ acá: precisamente desde esa psicolo­ El símbolo de la serpiente lo sugerimos de entTada en la mo·
gización con que la práctica del psicoanálisis va a entorpecerse dulación misma de la frase en que evocamos el fantasma por el
más y más en oposición al descubrimiento de Freud. que A1ma o ... cae en el sueño en los Estudios sobre la histeria,
Pues ningún pudor prevalece con tra un efecto del nivel de esa serpie11te que 11O es U11 símbolo d.e la libido por supuesto,
la profesión, el del enrolamiento del practican te en los servicios como tampoco de In. redención lo es la serpiente de bronce, esa
en los que la psicologización es una via muy proPia a toda dase seTpíente 110 es tampoco como lo profesa I ones el sím.bolo del
de exigen cias bien especificadas en lo social: ,cómo, a aquello pene, sin o del lugar donde falta .
de lo que se es sostén, negarle el hablar su lenguajel En la pre. Sí no llevamos más lejos entonces la estructura lógica es sin
gunta así planteada nl siquiera verlamos malicia. Hasta tal punto duda por tener que vérnoslas con un auditorio al que han vuelto
el psicoanálisis no es ya nada desde el momento en que olvida impropio para los rudimentos de su articulación.
qu.e su responsabilidad primera es para con el lenguaje . T oda nuestra retórica apunta a alcanwT el efecto de forma.
Po,- eso I ones será demasiado débil (too weak, nos lo han repe­ ció 11. que tenemos sin embargo que poner en ella.
tido) para dominar políticamente el anafreudismo. T ¿rm irlO con Queda la necesidad de ·incluir en el expediente que aquellos
que designamos un freudismo reducido para uso de dnades y al qu.e parcelan mejor preparados para adelantarse a sus imPlica·
que sostiene Freud Anna. ciones prefirieron dar de cabezadas con tra la forma de esa frase.
Que l ones, contra ese clan, haya preservado la oporlunidad Un pequ.elío juego, de origen chino si hemos de creer a la
de los k.leinianos basta pa ra m ostrar que se le oponía. Que haya nota, es muy bonito para ilustrar la funó ón del lugar en el sim·
señalado en Viena su adhesión completa a M elanie Klein por J
bolismo, por impo ner únicame1lte e l deslizamiento para distri·
débiles que debieran parecerle a los ojos de su. proPia exigencia bu.ir según una posición determinada unas piezas desiguales,
las conceptualizaciones de ésta, esto tambiérl basta para mostrar que se maniobran sobre una superficie en la que sólo dejan
su fidelidad al camino propiamente psicoanalítico. libre u.n módico cuadrado. Sin duda sucede igual con las res·is­
y puesto que fue a propósito de la discusió n qu.e él dominó, tencias que demues tran en la práctica de la combinatoria . Se
de la fase fálica en la mujer, Como esa adhesión fue llevada a llama el A sno Ro jo.
ese lugar, demos la ayuda de un comentario a lo que nos ha sido La resistencia de que hablamos está en lo imaginaTio. Y fue
demostrado de la po ca finara de algu,nos para captar nuestro al haberle dado, desde nuestros primeros pasos en el psicoaná.
propósito aqui. lisis, en el estadio del espejo, su. estatuto~ como pudimos después
Hacemos valer en su lugar el hecho asombroso de q1.le I ones dar correctamente su lugar al simbolismo.
permanezca sordo al alcance de su propio catálogo de Zas "ideas Es efectiTJamente de lo imaginario, es cosa sabida desde siem·
primarias" al agrupar los s/mbolos en el inconscienle. Pues al pre, de donde procederl las confusi.ones en lo simbólico, pero
llevar más lejos ese catálogo en apoyo de su. consideración de el error, no menos secular, es querer poneT remedio a esto por
que lo concreto funda el verdadero simb% , no hace sino recalo una critica de la representación, cuando lo imaginario sigue
car más la contraverdad de esa consideración. Puesto que no hay siendo prevalente en ella. Es de esto por cierto de 10 que I ones
ninguna de esas ideas que no falte a lo concreto, por no residir sigue siendo tributario: al definir el símbolo como "idea" de lo
en lo real sino gracias al significante, y tanto, que podría decirse co ncreto, con s/:ente ya en que no sea sino una figura .
qu.e sólo fundan una realidad haciéndola desprenderse sobre un Su preju.icio es baconiano . R ecibimos su marca en la escuela,
fondo de irreal: la muerte, el deseo, el nombre del padre. donde nOJ enserian que la vertiente dec isiva de la cien cia es el
Sería entonces desesperado espera,· que Jones se dé cuenta de recurso al sensorium, calificado de experimental.
708
DE VN S1LABA RIO A POSTER IO Rl
702 DE UN SI LABAR IO A P OSTE RIORJ
~e entiend.e incu.mbir con eso a algún saber. Esto no es sin o mate­
No es de ninguna manera que lo imaginario sea para noso tros
lo i lusorio . B ie n al con trario le da m os su fu nción de rea l al ria de caSLLÍstica histórica.
E l psicoaná.lisi~' tien e el p,-ivilegio de q u. e el si m bolismo ~e
fundarlo en lo biolágico: o sea, lo hemos visto más a'rriba en
1'cdu.ce en el al efeelo de verdad que, al extraerlo o no de sus
el l. R . M )! efec to in n ato de la im ago, man ifiesto en todas las
formas palet icas, aisla en su nu.do como la con tra partida ú n la
formas de ta ceremonia sexua l.
En lo cual somos en el -psicoanálisis fie les a la pertenenc ia que cual nada .\"e concibr del saber.
N u do a quí quiere d ecir la división que engend m el signifi­
se siente la n ecesidad de distinguir m uy to ntamente con el tér·
cante en el sujeto) y nu.do verdadero IJa r cuanto no se le podr¡,a
mino de biológica, ·para oponerla a un culturismo a l que lJre­
t en de rnos no con tri bu ir en nada . atJ!anar.
.l::l nudo del fe n óm.eno funciona l n o eS m ás q u e una fa lsifica­
Sólo que no damos en esas formas de delirio que hemos desig­
ción ante este crile'rio, y no por nada Jones finge qu.e Tedobla
n ado suficien temen te, B io logizar en nuestro campo es hacer en·
el p rimero. Pe'ro alJ1anm- el segundo n o ha ce a l p,-im ero m ás
I Tar en él todo lo que ha y de utilizab le para ese ca mpo de la
ciencia llamada biología 1 y no sólo apelar a algo de lo real /,-alable.
U n nudo qu.e n o puede a!Jla.naTse es la estruclw'a del sím ­
que sea VÚJo .
bolo) la que hace qu e no pueda fu. n darse u na id enúfica c ióll
H ablar de instin to uretral o ana l, incluso hacer con ellos un a
sirIO a condición de que a1.go com.plete la medida para di-rimirla.
m ix tión) no t iene m ás sen tid o biológico que hacer cosquillas
a un semejante o seT enterrad01". Ocuparse de la etología anim a l
o de las in cidencias subjetivas de la fJrema tu ración neonatal en (1966.)
el hom¡'nido lo tiene.
E l pensamiento simbólico es de situarse, corno tratamos de
h ace rlo, por rela ción con el p ensa rniento cien tlfi co, pero no se
verá nada de él si se busca esa relación en lo vi rtual o lo p o.
tencial,
Esa relación se encuentra en lo actual.
N unca ha habi d o otro !JenSamienlo sino simbólico, y el pen·
samiento científico es aq u el que redu ce el sim bolism o al fun­
dar en él al sujeto: lo cu.al se llama la matemática en el len·
guaje co rrien te.
No es /Jues de ninguna manera a tltu lo de un minusva lor
del pensamiento, de un retraso de l .wjeto, de un arcaísmo del
desarrollo, incluso de u,na diso lución de la fu ~t ción me n lal~ O
m d.s absurda m ente de la metáfora de la liberación de 1.05 auto·
matismos que inscribi rla sus resu. lt ados - com o el si m bo lism o
puede situarse; incluso si perpetúa incidencias qu,e corresp01k
den a esos esta do s en lo rea l,
I nversamen te, no se puede decir que el pensamiento simb6­
lico esta ba preñado desde siempre del pen.samiento cientifico, si

2 [l nn ale relensing mechnnism, meca nis mos inn a tos de d esencadena mien to,
expresión el aborada por los et6logos para de~ ign :H la suscep tibil idad espe­
cifica dcl animal moti vad o para po ner en marcha un tipo de comporta ­
miento especifico e n relación co n algún rasgo del medio a mbien tc - sonoro,
olfa tivo . elc. y no sólo óptico. As1
705
!l.OBRE I..A SEXUALID AD 'FE M EN INA

IDEAS DIRECTIVAS PARA UN CONGRESO (11. RECO LECCIÓN DE 1.05 H EC HOS


SOBRE LA SEXUALIDAD FEMENINA
Semejante proyeclo exige reco lectar primeranlente:
a] los re nb nren o.~ a testiguados por las mujeres en las condido­
nes de n ues Lra ex pe ri encia sobre las vías y e l acto del coito, e n
\:uan to qu e confirman O no las bases nosológicas de nuestro
punto de pan id a méd ico;
I. INTRODUCCiÓ N HISTÓRICA 1 b1 1a subo rdin . \ci6 n de esos fenó menos a los (eso rtes qu e nues­
tt.1 acción reco no ce como deseos, y especialmente a sus retoilos
Si se consid'era la experi encia del psi coa náli sis en su desarrollo in :onsc ientes - con los erec tos, afe rentes o 'eferen tes con relación
desde hace seseo ta años, no causarem os sorpresa al seña lar el a l acto, que resultan de ello para la eco nomí9 psíqu ica- , e ntre
hecho de que, con cebida inicia lmente como fund ando sobre la los cua les los del amor pueden ser consideradoS por sí mismos,
r epresión patern a 'el complejo de castración, primero en brotar sin p'erjuici o de la transició n de sus consecuencias a l niño;
de sus orígenes. h a o rientado progresivamente hacia las [r ustra­ cl las im p licaciones nun ca revocad as de un ~ bisex uaJid ad psí­
ciones proven ientes de la madre un inlerés en el qu e ese comple­ qu ica referid a en pri mer lugar a las dupli caci ones de la anato.
jo no h a sido elu cidado mejor por distorsionar sus formas. mía , pero qu e pasa n cad:t vez más a la cuenta de las identiH­
U na noción de CCl rencia afectiva . que une sin medi ación a los caciones perso no lógicas,
defecLOs re(fles del ma te rn aje las perturb ac io nes de l desa rrG­
110. se afi.ade a un a d ialéc ti ca de fanlasías d e las que el cue rpo
materno es el cam po imaginario.
Que se trata de una promoció n conce ptual de la sex ualidad (V, nRIl.LO Dr. t.AS AUSENCIAS

de la muj'er. es cosa que no ofrece duda, y qu e permi te observar


De sem'e jante sumario se des prenderán ciert flS a usencias cuyo
una notable negligencia,
interés no pu ed e eludirse por una declarac ión de fal ta de méritos :
1. Las nu evas adq ui~¡ cio nes de la fi sio logía, l OS he chos del sexo
cromosúmi co por e jemplo y sus correla tos ge néti cos, su d istin­
ción del sexo hormonal , y la parte que les corres pond e en la
11. DEFINI CI ÓN nEL TEM A
determ inación a na ló mi ca - o únicament'e 10 que aparece de l
pri vilegio libidin a l de la hormona masculina , o incluso la orde·
Interesa al punto mi smo sobre el qu e quisiéra mos e n es ta co­ nació n del meta bolismo estrógeno en el fenómeno menstrna l-,
yunlura llamar la a tenció n : a sa ber la parte femenin a, si es que si bien siem pre se impone la reserva en su interp retació n clíni ca,
este término ti'ene se ntido, de lo que se pone en ju ego en la re­ no d eja n de d<lr qu é pe nsar por haher qu cdlld o ig nor;:¡dos por
tación genita l, en la cual el acto del coito ocupa un lugar por un Cl p r<Íc ti ca do nde se alega de buen grad o un punto de vista
lo men os loca l.
mesiánico sobre un os quimismos deci sivos,
0, pa ra no descender de los puntos de mira biológicos eleva. La distancia mantenida aquí co n respectO a ]0 rea l puede
dos en l os que segu imos complaciéndo nos: ¿cu áles son las vías plantea r e n e fecto ]a cues tión del corte in te resado, la cua l, si
de la libido otorgadas a la muj er por los fan'eros anatómicos de bien no debe hacerSe entre lo somáti co y ] 0 p síqui co solida ri os.
dHerenciación sex u;:¡l de los organismos supe ri ores? se impone entre e l orga ni smo y e] sujeto, a condición de qu e
se repudi e [>;lra e~le úl timo l::t cuota a fectiva con qu e la ha
I Es te Co ngreso hl \' o IlI gar bajo el nombre de: Co loqu io internacio nal
de psicoa nál isis del 5 al 9 d e sep tiembre de 1960 e n la Uní ... crsid ad muni ,
ca rgado la teorí a del erro r para arti cularlo como el su jeto de
cipa l de Amstcrdam, Pu bli cado en e l últim o nÍlrn ero de La Psych(/7lal)'se una co mbjn ~llori a , úni ca que da su sentido a l inconsciente.
en el que co ntribuimos por nuestra mano, 2, In versame nte. un a parad oja original del pun tO de mira psi.
[704 ]
706 S08RF. LA SEXU .... LIDAD FEMENINA SOBRE LA SEX UAL.ID AD FEMENINA 707

coa naliti co, la posición clave del fa lo en el desarrollo fibidinaI , su voz entre los psicoanalistas, no parecen h ab'er dado lo mejor
¡nreresa por su insistencia e n repetirse en los h echos. de sí para el levantamiento de ese se llo.
Aquí es donde la cues tión de la fa.!:oe fálica en la mujer redo­ D eja ndo a parte la famosa "toma e n arriendo" d e la d epe n­
bla su problema por la circunsta ncia de que después de haber den cia recta l en la que 1<1 se ñora Lou Andreas-Salomé tomó po­
hecho furor entre los años 1927·1935. haya sido dej ada desde sición personal, se h a n atenido generalmente a me táforas, cu ya
'entonces en una tácita indivjsión al capricho de las interpre. a ltura en el ideal no significa nada que merezca preferirse a lo
taci ones de cada uno. que el prime r llegado nos ofrece d e un a poesía menos intenci on aL
Será interrogándose sobre sus razon es como podrá romperse Un Con greso sobre ]a sexua lidad femenina está lejos de haC'e r
esa suspensión. pesar sobre nosotros la amenaza de la suerte de Tiresias,
Imaginaria, rea l o simbólica, re[erenle a la incidencia del
falo en la estructura subj"etiva a la que se acomoda el desarrollo,
no son aq uí las palabras de una e nseña nza particular, sino aque­
llas mismas donde se seli alan bajo la pluma d e Jos autores los VI. EL COMPLF.JO IMAGINARl O y LAS CUESTlQNES DEL DESA RROLLO
deslizamientos co nceptuales que, por no es tar controlados, con­
dujeron a la a ton ía d e la exp'e riencia d esp ués de la parálisis del Si este estado de cosas delata un callejón sin salida cien tífi co e n
d e bate. la manera de abordar lo real, lo m enos que puede esperarse de
Jos ' psicoanalistas reunidos en co ngreso, sin embargo, es qu'e no
olviden qu e su método n ació precisamen te de un callejó n sin
sa lida semejante.
V. LA OSCURIDAD sonRE EL ÓRGANO VAGINAL Si los símbolos aquí n o tienen más que un asidero imagina­
rio es probabJ-eme nte que las imáge nes es tán ya sujetas a un
La percepción de un interdicto, J)or muy oblicuo que sea su simbo lismo inconsciente, dicho de otra ma nera a un complejo,
procedimienlO, puede servir de prelud io. lo cua l h ace oportuno recordar que imágen es y símbolos en. ]a
¿Se co nfirma és ta en 'el h echo de que una di scip lina que, por mujer no podrían aislarse de las imágenes y de los símbolos de
resp onder desde su campo al título de la sexualid ad. parecía la mujer.
permitir sacar a luz todo su secreto, hay a dej ado lo qu e se con­ La representación (Vorstellung en el sentido en que Freud
fiesa d el gozo femenino en 'el punto preciso donde una fisiología emplea este términ o cu ando señ(¡ la que eso es lo qu e está repri.
poco celosa se muerue la lengua? mido) , la representación de la sexualidad femenina condiciona,
La opo~icjón basta nte lrivial en tre el goce clitoridiano y ]a reprimida o no, su puesta 'e n obra, y sus emergencias desp laza­
sat i ~fa cción vaginal h a vislo a la teoría reforzar su moti vo hasta da s (donde la do ctrina del terapeuta puede resultar parte con­
a lojar e n él la inquiet ud de los suj'etos, incluso lle varla hasta di cio nante) fijan la suene de las tendencias, por muy desbasta­
el tem a, si es que no h as ta la re ivindicació n, sin que se pueda da s naturalmente que s'e las suponga,
De be d estaca rse e l hecho de que Jones en su ponencia an te la
decir sin embargo qu e su a ntagonista h aya sido elucidado co n
más justeza, Sociedad de Vien a, que parece h aber qu emado la tierra para
toda contribución ulterior, no ha ya podido ya producir sino su
Esto por la razón de que la natura leza del orgasmo vaginal
adhesión pura y simple a los con ceptos kl ei ni an os e n la perfecta
cons'erva su tiniebla inviolada, pues la noción masotenípica de
brutalidad e n que los prese nta su autora: e ntié ndase la d espreo­
la sensibilidad del cuello, la quirúrgica de un noli ta.nge7·e en cupación e n que se mantie ne Melanie Klein -incluye ndo a las
la pared posterior de la vagina, se muestran e n los hechos con. fantas ías ed ipicas más originales en e l cuerpo ma te rno- d'e su
tingent es (¡en las hi sterectomías ~in dud a. pero también 'en las proveniencia de la realidad qu e supone el Nombre·del.Padre.
aplasia:, vaginales!). Si se piensa que a esto es a todo lo que llega Jon es en la e m·
Las representantes del sexo, por mu cho volumen que tenga presa de reducir la paradoj a de Freud, instalando a la mujer
708 SOS RE LA SEXUALIDAD f[.MENl NA SOB RE LA SEXUALlD AD FUfENINA 709
en la ignorancia primaria de su sexo, pero temperado también niño por venir) con la recuperación de la metáfora sex ual en la
por la confesió n instruida de nuest ra ignorancia -empr'esa tan que se hab ía n ade nt rado ya todas las otras necesidades.
animada en J ones con el prej uicio de la dominancia de ]0 natu­ Esta observación se ñala su límite a las cuestion es sobre el
ral, qu e le parece gracioso asegurarla con una cita del Génesis­ desarroIlo¡ exigiendo que se las subordine a una sincronía fun·
n o se ve qu é es lo que se ha ganado. damenta\.
Porque puesto que se trata de la injusticia q ue se hace al sexo
femenino ("¿ una mujer nace o se hace?" , exdama J ones) por
la fun ción 'equívoca de la fase fáli ca en los dos sexos, n o parece
qu e la femineidad quede más especifi cada po r e l hecho de que VIL DESCONOCIMIENTOS Y PRE JUICIOS
la fun ciú l1 de l falo se imponga aún más eq uivoca por hacerla
retr oceder h as ta ]a agresi ón oral. E n el mismo punto conviene preguntar si la medi ació n fálica
Tanto ruid o en efecto no habrá s ido en vano si permite mo. drena todo lo qu e puede m anifestarse de pulsionaJ en la mujer,
dular las preguntas sigui entes en la Jira de l desarrollo, puesto y principa lmente toda la corriente de l inst into materno. ¿Por
qne es ésa su mú sica. qué no establecer aquí que el becho de que todo lo que es
l . El objeto "malo" de una fal ofagia fantástica que lo extrae ana lizable S'ea sexual no implica que todo lo que sea se xua l sea
d el seno del cuerpo materno, ¿es un atributo pate rno? accesi ble al análisis?
2. Elevando el mismo al ra ngo de objeto "bueno" y deseado 1. En 10 que se re[iere al supuesto desconocimiento de la va·
como un pezón más manejable (sic) y más satisfactorio (¿en gina, si por un a parte diücihnente puede no a tribuirse a la re·
qu é?), la pregunta se precisa: ¿es de la misma rercera persona presión su p'ersistencia frecuente mis allá de lo verosímil, queda
<le quien se toma? Pues no basta con adorn a rse con la noción e l hecho de qu e apa rte de a lgunas obser vaciones (losine Müller)
de 'pa reja combinada , hay qu e saber a d em~s si es en cuanto que declinaremos por el propio mo ti vo de los tra uma ti smos en
imagen o en cuanto símbolo como se constituye ese híbrid o. que se manifiestan , los partidarios del conocimiento " normal"
3. Puesto que e l clitoris, por mu y a utísti cas que sean sus de la vagina se ven reducid os a fun darlo sobre la primacía de
solicitaciones, se impone sin embargo en lo rea l. ¿cómo viene a un desplazamiento de arriba abajo de la s experiencias de la
com pararse con las fantasías precedentes? boca, o sea a agravar gra ndemenre la discordancia, la cual pre.
Si es de manera inde pendiente como pone el sexo de la niñ a tenden mi ti gar.
bajo el s igno de un minusvalor orgánico, el aspec to de red o. 2. Sigue e l problema del masoquismo femenin o que se seí1 ala
blamiento proliferante que toman por ell o las fantasías las hace ya cu and o se promueve una pulsi6 n parcial¡ o sea, ca lifiquesela
sos pechosas de pertenecer a ]a fabulación "legendaria". o no d'e p regenital, regres iva en su condición, a l rango de polo
Si se combina (t" moién é l) tanto con el oojeto " malo" como de la madurez gen ita\.
con el "bueno", entonces se requi ere una teoda de la funci ó n Semejante calificación en efecto no puede considerarse como
de eq uivalen cia del falo en el advenimiento de todo obj~ t o del simplemen te homonimica de una pas ividad, de. por sí ya meta·
deseo, para lo cual no bastaría la menció n de su carácter fórica, y su función idealizan re, inversa de su nota regresiva,
"parcia l".
sa lta a la vista por mantenerse indiscutida a despecho de la
4. De cualq uier manera vuelve a encontrarS'e la cuestión de acu mulación, forzad a ta l vez en la génesis anaHti ca modern a,
estructura qu e introdujo el enfoque de F reud, a saher que la de los efectos castradores y devoradores, dislocadores y sidera·
°
relación de privació n de carencia de se r qU'e simbo liza el falo, se dores de la ac ti vidad femenina.
estabJece de manera derivada sobre la carencia de tener que en­ ¿Podemos confiar e n lo que la perversión masoquista debe a
gendra toda frustración parti cular o global de la deman da, y que la invención mascnli na para concluir que el masoq uismo de la
es a partir de este sustituto, que a fin de ruentas el clítoris pone m uj er es una fanta sía del deseo del hombre?
en su Ju gar an tes de sucumbir en la competencia, como el ca m. 3. En todo caso se denun ciará la debilidad irresponsable que
po d el des'e o precipita sus nuevos objetos (en primer lugar el pretende ded ucir las fantas ías de e fracción de las frontera s cor·
710 SOBRE LA SI::: XUAl.IDAO FEM I'.NINJ\ SOBRE LA SEXUALIDAD FE M EN I NA 711
porales de un a constante orgánica cuyo prototipo sería la rup_ de relevo para qu'e la mujer se convierta en ese Otro para sí
tura de membrana ov ul ar. Analogía g~osera que muestra su fi cien­ misma , como lo es para él.
temente lo lejos que estamos del modo de pensamiento que es el Es en ese se ntido como una develación del Otro interesado e n
de Freud en este terreno cuand o esclarece el tabú de la virginidad. la transferencia puede modificar una defensa gobernada sim­
4. Pues con fin a mos aq uí con el resorte por el cua l el va.gi1~is­ bólicamente.
mo se distingue de los sín tomas neuróticos incluso cuando coexis­ Queremos decir que la defensa aquí se concibe en primer luga r
ten, y que explica que ceda al procedimient'o sug'estivo cuyo en la dimensión d'e mascarada que ]a presencia de l Otro libera
éx ito es notorio en el parto sin dolor. en el papel sexual.
Si el aná li sis en efecto ha ll egado al pu nto de tragarse su Si volvemos a partir de este efecto de velo para refer ir a él
propio vómito tolerando que en su orb'e se con fund an angustia la posición del objeto, se adivinará cómo puede desinflarse la
y mied o, hay quizá aquí una ocasión de distinguir entre incons­ conceplua lización mons tr uosa cuyo activo analítico fue interro­
cie tne y prej uicio, en cuan to él los efec tos del significante. gado m ás arriba. Tal vez qui ere decir simp lemente que todo
y de reconocer a la vez que 'el analis ta está tan expuesto Como puede ponerse en la cu'enta de la mujer en la medida en que,
cualquie r Otro a un prej uicio sobre el sexo, fuera de lo que le en la dialéctica falocéntrica, ella representa el Otro abso luto.
desc ubre el inconsciente. Ha y que vol ver pues a la envidia del pene (Penisneid) para
Record'emos el consejo que Freud repite a menudo de no re­ obs-ervar que en dos momentos diferentes, y con un a certidum­
ducir el suplemento de lo femeni no a lo masculino al comple­ bre en cada uno igualmente aligerada por el re cuerdo de la
mento de l pasivo a l act ivo. otra, J ones hace de él una perversión. luego una fobia.
Las dos apreciaciones son igualmente fa lsas y peligrosas. La
una s-e ñala el desva neci miento de la fun ción de la es tru ctura
an te la del desarrollo hacia el que se ha deslizado cada vez más
vrrr, LA FRICIDEZ y LA ESTRU CT URA SU I3JETIVA el análisis, aqu í en contraste con el acento que Freud pone en
la fobia como piedra angul ar de la ne urosis. La o tra inaugura
el alza de l déda lo al que se ha vis to consagrado e l estud io de
) . La frigidez, por extenso que sea su im perio. y casi ge néri co
las perverSiones para dar cuenta en él de la función de l obje to
si se tiene 'en cuen ta su forma transitoria, supone toda la es truc­
En e l último viraje de este palacio de los espej ismos, a lo que
tura inconscien te que uetermina la neurosis. incluso si aparece
llegamos es al sPliltlng del obj'eto, por no haber sabido leer en
fu era de la trama de Jos síntom as, Lo cua l da cuenta por una la admirab le nota int.errumpida de Freud so bre e l splitting del
parle del carác ter in accesible a todo tratam ie nto somát ico. por ego, e l fading de l suj eto que lo acompaña.
otra parte del fracaso ordinario de los buenos oficios del com­ Tal vez es también ése e l térmi no en q u-e se 'd isipará la ilusión
pañero más anhelado. del sPlilling donde el análisis se ba empantanado haciendo de
Sólo el aná lisis la moviliza, a veces incidentalmente, pero siem­ lo bueno y de lo malo atrib utos del objeto.
pre en una transferencia que no podría estar contenida en la Si la posici6n del sexo difiere en cuanto a l obje to. 'es con toda
dialéctica infantilizantc de la frus tración, in cl uso de b priva­ la distancia que separa a la forma feti chi sta de la forma erOlo­
ció n, sino ciertamente tal como para po ne r en juego la cas tra­ maniaca del amor. Volveremos a encontrar sus salientes en la "i­
ción si mbó lica. Lo cual equiva le aq uí a un )Ja mado a los prin­ ve ncía más común ,
Cl plOS. 3. Si se parte del hombre para apreciar ]a posición recíproca
2. Un p rin cipio senci llo de establecer es q ue la castra ción no de los sexos, se ve que las muchachas-falo cuya ec uación fu e
planteada por el señor Fen ichel de manera meritoria aunq ue
podría ded ucirse unicamente del desarrollo. puesto que supone
vaci lante, pro Jif'eran sobre un Ve nusberg que debe situarse más
la subjelividad del Otro en cuanto lugar de su ley. La otredad allá del "Tú eres mi mujer" por el cual él co nstituye a su com­
del sexo se desnaturaliza por es ta enajenación. El hombre sirve pañera, en lo cual se confirma que lo que resurge en el i ncons­
7t2 SOBRE LA SEXUALIDAD FL!'ofEN l NA S08RE L A SEXU A LIDAD FEM E NINA 71 3
cien te del suj eto es el deseo del Otro, o sea el fal o deseado por ~in dificultad, Quiere en sus grandes líneas ay ud ar a evitar el
1a madre. escollo 'en que se desn aturalizan cada vez m ás los tra bajos ana.
Después de lo cual se a bre la cuestión de saber si el pene líti cos : o sea su semejanza con el ensamble de un a bicicleta por
real, por pertenecer a su compañero sexual, consagra a ]a mujer un sa lvaje que nu nca hubiera visto un a, por medio de órganos
a un lazo sin d upli cidad, con la salvedad de la redu cción del sueltos de modelos históri ca mente lo bastante disla ntes como
deseo incestuoso cu yo procedim ien to sería aquí n atural. para que nó impliquen ni siquiera homólogos, por lo cual no
Se tom a el problema al revés considerándolo resuelto. queda excluida su repetición.
4. ¿P or qué no admitir en efecto qu e, si no hay virilidélcl que Que por 10 menos alguna elegancia renueve el lado ch usco de
n o sea consagrada por la castra ciÓ n, es un amante castrado o un los trofeos así obtenidos.
hom bre m uert o (o incluso los dos en uno) el que se oculta
para la mujer de trás del velo para solicitar a llí su acloración, o
sea desde el l uga r mismo más allá del semeja nte materno de
donde le vino la amenaza de una castración que no la concierne IX. LA H OMOSEXUALID AD FEMENINA Y EL AMOR IDEAL
re almente?
Entonces es desde ese ín cubo ideal desde donde una recepti~ El es tudio del cuadro de la perversión 'en la mujer abre o tro
vidad de abrazo ha de transfigurarse en sensibilidad de funda sesgo.
sobre el pene, Habiéndose llevado mu y lejos, para la mayoría de las per­
Para lo cual constitu ye un obstáculo toda identificación ima. versiones masculinas, la demostración de qu e su motivo imagi.
ginar ia de la mujer (e n su es tat ura de objeto propuesto al de­ n<lrio es el deseo de preservar el falo qu~ es el qu e interesó al
seo) con el patrón fálico que sostiene la fantas ía. suj eto en la madre, la ausencia en la mujer del fetichismo qu e
E n la posición de o bien·o bien en que 'el sujeto se encuentra representa el caSo casi m anifies to de este deseo deja sospechar
attap ad o entre una pura ausencia y u na pu ra sensibilidad, no un des tin o diferente de ese deseo en las perversiones qu'e ella
debe asombrarnos que el na rcisismo del deseo se aferre inme. presenta ,
di a tam'ente al n ar cisismo del ego que es su proto tipo. Pues suponer que la mujer misma asume 'el papel del fetic h e,
Que unos seres insignificantes estén habi tados por un a d ialéc­ no es sino introd ucir la cuestión de la diferencia de su posición
ti ca tan sutil, es cosa a la que el a nálisis n os acos tumbra, y que e n cuanto al d eseo y a l objeto.
ex plica que el me nor defecto del ego sea su lrivialidad. ]ones, en su artículo, inaugural de la serie, sobre el primer
5. La figura de Cristo, evocadora bajo 'es te aspecto de o tras desarroll o de la sexualidad femenina, pa rte de su experiencia
más antig'uas, muestra aquí una in stan cia m á,s extensa de lo que excepcional de la homosexualidad en la muj'er y toma las cosas
supone la fidelidad religiosa del su jeto. Y no es in út il observar en un m ediurn q ue tal vez hubi era hecho mejor en sostener.
que el develamiento ·del significa nte más oculto que era el de H ace bifurcarse el deseo del sujelo en la elección que se im pon .
Jos Misterios, estaba reservado a las mujeres. drí a él. él entre su o bjeto incestu oso, aquí el padre, y su propio
En un nivel más ordi nario, damos cuenta de esta manera: a) sexo. El esclareci miento r¡ue resulta de ello sería mayor si n o
del hecho de qu'e la d upli cidad de l sujeto esté enm ascarada en s'e quedase corto al apoyarse en la solu ció n demasiado cómoda
la mujer, tanto más cuanto que la se rvidumbre del cón yuge la d e la iden tifica ción.
hace especialmente apta p ara rep resentar a la víctima de la caso U na obser vación mejor armada despejaría, a l parecer, que se
tració n; b) de l verdadero motivo del que la exigen cia de la fi­ tr a ta m ás bien de un remplazo del objeto: podría decirse de un
delidad de l O tro recibe en la mujer su rasgo particular; e) del desa fío rempla zado. El caso p rín ce ps de Freud, inago table como
hecho de qu e j us ti fique más fáci lmente esa exigencia con e l de cosLumbre, nos h ace perca tarnos de q ue ese desafío toma su
argumento supu'esto de su propia fidelidad. pu nto de partida en u na exigencia del amo r escarnecida en 10
6. Este cañama zo del problema de la frigidez está trazado en rea l y que no se contenta con nada menos que con permitirse
térm inos e n los q ue las instancias clásicas del análisis se a lojarán los lujos del amor cortés.
SORRE LA SEXUALIDAD FE MENINA 715
714 SOBRE LA SEXUALIDAD FE MENINA

Si este amor m ás que ningún otro se ja cta de ser el que da lo menina, en rel ació n con los que Freud a tribuye, sobre su puestos
que no tiene, esto es ciertamente lo que la homosexua lidad hace m uy dis tantes de la alegoría a la que se reduj eron después, a la
a las mil maravillas en cua nto a 10 que le fa lta. homosexualidad masculina: a sa ber una especie de enlropía que
No es pro piamente el objeto incestuoso el qU1: és ta escoge a se ej erce hacia la degradación comun itaria.
Costa de su sexo; lo que no acepta, es que ese objeto s610 asu ma Sin llegar has ta oponerle los efectos antisociales que costaron
su sexo a costa de la castración. al cata rismo, a~í como a l Amor que inspiraba, su desaparici ón,
Lo cual no signifi ca que ell a renuncie por ello al su yo: al ¿no se podría consider ar en el movimien to más accesible de las
contrario, en todas las formas, incluso inconscientes, de la ho­ Preciosas el Eros de la homosexualidad fem-enina, ca ptar la in.
mosexualidad femenina , es a la femineidad adonde se dirige el formación que transmite, como contraria a la entropía social?
interés supremo, y Jones en este aspecto h a local izado muy bien 3. ¿Por qu é, fin alm ente, la instancia soci al de la mujer sigue
el nexo de ]a fantasía del hombre, in visible test igo, con el cui· siendo trascen dente al orden del contrato que pro paga el tra·
dado dedicado por el sujeto al goce de su compa ñera. bajo? Y principalmente, ¿es por su efecto p or el qu e se mantiene
el esta tuto de l matrimonio 'en la decl inación del paternalismo?
2. Fa lta sacar la lección d'c la naturalidad con que semej an­
Cuesti ones todas ellas irredu ctibles a un campo ordenad o de
tes mujeres proclaman su calidad de h ombres, para oponerla
al es til o de delirio del transexua lista masculin o. las necesidades.
EsC1"i¡o dos años aTlttS dtl Congrtso.
Tal vez se descubra por ahí el paso que lleva de la sex ualidad
feme n ina al deseo mismo.
En efecto, lejos de qu e a ese deseo responda la pasividad del
acto, la sex ua lid ad femenina aparece como el esfuerzo de un
goce envuelto en su propia contigüidad (de la que tal vez LOda
circuncisión indica la ruptura simbólica) para rea.lizarse a por.
tla del deseo que la castración libera en el ho mbre dándole su
significante en el falo.
¿Es entonces a ese pri vilegio de signiElcante al que ap unt a
Fre ud al sugeri r que tal vez n o hay m ás que una li bido y que
es tá marcada con el signo masculin o? Si algu na confi gu ración
quími ca la sostuviese más aHá, ¿cómo no ver en ella la exa ltante
con junci ón de la disimetría de las moléculas que utili za la cons_
trucción viva, con la falta concertada en el suj eto por el len­
guaje, para que se ej~rzan en él como ri va les los partidarios del
deseo y los apelantes del sexo (y la parcialidad de este térm ino
sigue siendo aquí la misma)?

X. LA SEXUALlDAl) FEMENI N A y LA SOCIEDAD

Quedan algunas cues ti ones que plantear sob re las incidencias


sociales de la sexualidad femenina.
1. Por qu é falta u n mito analítico en lo que se refiere al inter­
di cto del in cesto entre el padre y la hij a.
2. Cómo situar los efectos sociales de la homosexualidad fe-
JUVENTUD DE GIDE, O LA LETRA Y EL DESEO'

SOBRE UN LIBRO DE JEAN DELAY yana DE JEAN SCHLUMDERCER

:¡1(aloio~ J.lEv yo.Q XUtvo. JtQoalpÉQwv aoq¡á


M;El.¡;; Ó:,(QE\Ob XOl> aoepoc; JtE<PUXÉVtll
'tG)V (¡'UU &<molJnrov El.biVUI ·tI 11:01X' ),OV XQElaowv VOI.uoOElc;
Ev 1C6>"El. ¡'."UJtQO¡;; <POvfl·~
Eurípides, Medea, 298-301

Y, metáfora o no, no lo que d igo aquí es


absolu lam ente cierto.
André Cide, IVoles de la tentolive omoureuse

EJ libro que J ea n DeJay" ha dedicado a Ja juventud de André


Gide, publicado en dos lomos con un aíío de interva lo, ya sa be
del éxito. La críti ca literaria, sin di scor~l a n c i a que va lga, le ha
rendido lodos los honores y medido la variedad de sus méritos.
Aquí se querría mostrar la conj un cióu por la que una obra
que se basa científicamente en la alta ca lifi cación de su au tor
para tratarla en general encuen tra, en lo particular de su objeto
por fijar, un problema en el que las genera lid ades conquista­
das se modifican; es a es ta s obras, las más actuales, a las que la
historia promete la perduración.
A este problema, el de la relación del hombre con la let ra
-que pone a la historia misma en tela de juicio..-, se compren­
derá que el pensamiento de nuestro tiempo no lo capte como
no sea envolviéndolo por un efecto de convergencia de modo
geométrico, o, ya que en el inconsciente se ha reconocido una
estrategia, procedie nd o por una maniobra de envolvimiento
que se distingue en nuestras ciencias llamadas humanas, no tan
demasiado humanas ya.

1 Este ;}rtículo apareció en el núm. 131 de la Re,·iSla Critique, abril de 1958.


~ ["Si das a los tonuosos cienc ias nuevas, result as un inútil y no un sabio.
y si ha y qu ien le conside re su perior en saber a los que pasan por sabihon ­
do<;, le verán e n la ciudad como un ser ofensivo'· (Versión de A. M. Cari­
bay) . .... s)
~ Jean Dday. 1.(1 jtU11tSU d'A1ldre Cide, GalHmard , 2 vols., 1956.

(7 19]

k
720 JUVENTUD DE GIO.:
721
JUVENTUD DE GIDr::

Vin cular esa obra a ese problema no nos exime de prometerle truo sagrado ha apostado, lo juraría mos, al dar a su compañero
al leclO r, y para comprome ter en ello, es decir en las materias materia para una prueba exce pcional, segnro de que, de tom arl a
qu e se h abrán de agi tar, h as ta a l más n ova LO, un placer que va éste, no haría más que colmarlo.
a ca ut ivarlo desde las primeras páginas del libro, sin que haya El logro mi smo ele J ea n De lay mues tra cuá l sería su ~ u e rte:
tenido que resistirse, y que lo ll evará. si n se nlir su esf uerzo, hasta q ue cua nto m ~l yor fu era el ri gor qu e a plicara a propósito de
b última de las mil trescientas de su número. un tal autor, produciría el complemento más obligado de su
La segurid ad de la escritu ra e~ el instr umento de ese placer obra. El "posfado" psicob iogdfi co de l escritor, busca d o en esta
en que se sentil' ú de a lguna man era absorbido. La pa labra: empresa, res ulta se r [in a lmente el prefacio de sus obras y no sola­
sabi o, se a plica aquí, ante todo, a l arte de u na composición, mente sigu iendo los surcos como próx imo q ue da testimonio,
cu yos rep lieg ues se disim ulan con un a al ternanc ia de las pers­ como Boswell re:,pec to de Johnso n, como Eckermanll pa ra con
pecti vas, do cumentos, análisis, comentari os y retonstnlcc iones Goethe, sino a tirantand o el tambor mismo donde su mensa je
qu e sólo re Lienen la atención por parece r, cada vez, ofrecerl e continuad batiendo.
su reposo. Perdónesenos leoril.ar :,obre el giro que consli tu ye Sll inte-Beu­
Es al cerrar el libro cuand o el lector advierte que nada en el ve, p<lrít dC3plazm·jo de la crítica a la condición li teraria . Diga­
[ue 1l1Olivlldo sino por la preocupación de una ponderación mos, para nO andar con rodeos, que res titu ye al c!"Ítico el poder
exa cttl y de lica dtt. El toque de hum or con que el autor atem­ de ordenar a su gusto la in trusión en la obra literaria de la
pera , a m{)dicos intervalos, su operac ión, no es lIl ~lS que e l lugar vid a privada de l escritor. Y per míta~e n os definir 10 p ri vado con
hecho a la gra ciél que es tru ctura las cosas; ta nto es así, qu e el respeclo a la obra mism:l, en cuyo negativo se cOllvierte de
l O UO que en él mantiene asombra por lo sostenido de su natu­ algún modo, por :,er lOdo aquello q lle el escr itor no ha publi­
ra lidad y se continúa paralelamente a la modulación, única en cado de lo qu e le concierne.
es te gé nero, que su modelo ha dado a entender en su o bra . Bi en conocemos e l pro yecto en que e~to se escuda: una histo­
Ése es e l umbral de la prueba de [uerza e n la que va mos a ria n<ltural de los espíritus. Pero al reservarnos nUt.'-Slro juicio
en trar, por la disposici ón que den ota en el autor de lo que en acerca de un pro p6sito comO este. y sin presum ir de nin g un a
términos e idea nos l¡ a m arb mo~ la atención mfls tier na. t .sa es la o tra ma nera con re:,pcclo él la OllLu r,didad a la que ca lifica, po­
qu e reser va a aq uello con lo qu e reanima en tt lg un a parle el ge'­ dem os separar los erecLos ciertos qu e ha tenido sobre la condi­
niti vo arcaizan te de las "infan cias Ci de". y es ésa tamb ién con ción formu1ada a la obra de escri bir .
la que Cide, gracias a la amistad de su vej ez, le ha sa bido dis­ Nos mantenemos, así, en un a neutralidad objeli va en Cuanto
ting uir . a la posiciún tomada "contra Sainte-l3euve" por Prollst, aunque
De este modo se aclara q ue J ea n Delay, quien ha mostrado ya con se rv~ alg un a pert inencia por la tiu torid ad de un poeta para
sus cua li dades de e:,cri tor en una obra se nsible so bre la que hablar de su creación y, más expresamente, de un aná li sis del
el tiempo ha de volve r, no emplee aq uf su arLe sino a la medida m.-::nsaje poético, que no deja duda algu na sobre el hecho de que
del artifex a quien lo consagra, lo cual .~e confirma con la sor­ su en[oque ex ige un mf todo <ldecuado a su índole.
pre"n dente igualdad en lan extenso li bro de las cua lid<ldes en La ob ra d~ l propio Proust no perm ile rebalir que el poeta
que aca bamos de detenernos y nos in<..ita a mod ifi car a nues tra enc uent ra en su vida el material de su mensaje. Pero, justamen­
voluntad el bufonesco afor ismo, par<l enunciarlo: el es tilo es le, la operación consLituida por este mensaje red uce los daLOs
el objeto. de su vida a su empleo ele ma teria l y e llo, a unq ue el mensaje
Con e llo, .l ea n De lay pretende deslindor . un gé nero: e l de la preLelld~1 articular la experiencia que ha suministrado los datos,
psicobiogra[¡a. Cualquiera que sea la ley bajo la cua l quiera pues a lo snmo es en la experiencia que puede el mensaje re­
ponerlo, no podría ser indiferente para capta r su límite el hech o conocerse.
de que le h aya propo rcionado simult<Íneame n te su obra maes tra. L<l significación del me nsaje se adecua, no h ay que vacilar en
A nuestro parecer, este límite se descubre sin gu larrnen te por la ir has la allí, a todas las falsifi ca ci ones aportadas a las provisio­
suerte que le ha tocado a la ob ra y sobre la cua l el viejo rnons- nes de \a exper iencia, inclu ye ndo éstas, en ocasiones, ]a ca rne
722 JUVEN'r UD DE CIDE JU VE NTU D DI': C IDE. 723
mi sma del escritor. Sólo importa . en efecto una verdad que re­ de edifi óo proporcionalmente al cuadrado de su masa junto a
side en lo que condensa e l mensaje al develarla. Tan poca opo­ las ca rtas publ icadas.
sición hay e ntre esta Dich tung y la Wa.rhrheit en su desnudez En esa masa hay f]ue tener en cuenta el vacío dejado por la
que el hecho de la operación poé tica debe más bien hacernos correspondencia con su prima, más tarde su esposa, Madelein e
detener en un rasgo que olvidamos realmenle de vera~: es una Rond ea ux. Un vacío cuya ubicación )' cuya importancia al res­
operación que se re ve la en una e~trl1ctura de fi cc iún.4 pecto direm os, más adelante, con su causa.
Lo que en compu3 ción con la obra pulJ.li cada la crítica ha Con riden ci<ls recogida s por el autor y cosas vistas por él, lestigo,
produ cido con su recurso a lo priv'ldo del escritor ha seguido sólo ocupan un silio discreLO, por suerte menos ausente de lo
siendo hasta e l día de hoy, e n cuanto" lo nalUral de las apre­ que .lean Delay n os ndvierte que habría querido, pero que pa­
ciaciones, más bien evasivo . Por ese uso, al qu e todo protesto en rece m,ls bien haber sido borrado.
nombre de un a decencia cualquiera só lo res pond e de soslayo, Ni la obra de Cide ni el contenido de estos escritos íntimos
ha e nge ndrado, en cambio, una re voiución de los val ores lite­ nos dejan duda nin guna sobre el designi o del horno l i lt erariLl~~
rarios. Esto, al introducir, e n un luerca do cuyos efectos estaban consumado que Delay re con oce en él.
reglamentados desde hada cuatro siglos por la téc ni ca de la Los papeles Íntimos se hallan, desde su salida y cada vez más
imprenta, un nuevo sig no del valor; lo llamaremos papeles Ínti­ en las arti ma lias que les impiden perderse, orde nados con JTIlraS
mm:. El ma nuscrito, ('1 1 que lo impreso había mantenido en la al cuerpo q ue deben co n ~ tituir, si no en la obra, digamos co n
fun ción de lo inédito, rea parece como parte interesada de la respecto a la obra. Podemos preguntarnos qué dejaría subsistir
obra, con una fun ción que merece exa men . un designio como ése, en punto a interés, para Sain le-Beuve. si
Ésa es la ma teria ofrec ida al presen te libro : notas personales fuese lo natural lo que tuviese en vista.
de Gicle para sus memori as, editadas con el título de Si le grain En su designio. en e fe cto, Gíde no sólo redobla su mensaje
ne meu.rt [Si la. semilla. no mucre]; trozos inéditos del diario, un ad juntt\ ndole los pensamientos de su retiro, sin o que (amploco
cuadern o de lecturas llevado de los veinte a los veinticuatro puede imped ir que sus ac tos sigan su ca mino. Precisemos que
años y signifi c('l tivamente designado por él romo su "subjetivo"; éstos se rvirán. no SÓ lO , como en todas b s épocas, a la preocupa­
la enorme correspond en cia con su madre has ta la muerte de ción por su gloria sino, y el término es de su pluma, a l cuidado
ésta, cuando él tiene veintiséis años; un paquete de carlas iné­ por su biogra fía .
ditas, cuya reunión por los a ll egados hace aumentar el alcance Sospechar de insinceridad , a partir de allí, a toda una vida
seda absurd o, ni aún arguye ndo que no nos entrega nada bajo.
~ La pertin encia de este reco rdatorio en nu es tro o.sunLO quedaría suficien­ ninguna traición, celos a Igu Il os, ninguna moti vaci6n sórdida y
t em cnte cOl1finno.da, de sc r ello necesa rio. por uno de J o~ muchos textos aun menoS todavía de la tonterfa comú n_ Cabe observar que
inéditos 'lue nos pro[>Olciona el libro de Delay, c~cla rcciénd o los co n la luz todo psicotlnálisis, durante todo el tiempo que se lo prosigue,
m:ís apropiada. En este ca so. el del ]o !wnal i"ülil denom inado de la TIré­
vinc, donde Cide r esid ió en ocwi)re de 1894 (nola de la p. 667 de su
a fecta los aCtos del sujeto más de Jo que éste cree, y qu e ello
wmo 11). "La novela probará 'lue pu edc piruar algo d istinLo de la reo.lidad , no cambia para nada los problemas propuestos por su conducta.
directament e, la emoción y el pensamie nto. MO~l r:tni has ta qué pun to pu(.'d c Se siente suf icientemente que cuando Cide fund amenta el prés.
ser dedu cido t1nles de la e."Cpen'encia de las ro.WlS - es deci r, hasta qué punlo tamo de ca pita l con el que subviene a las dificultades de un
.se la puede compon('r; es decir. haSla qué punlO puede ser obra d e arte. a migo estimado,5 con e l término expreso del cuidado de su bio­
Mostra r" 'lue pueue se r obra de <t rie co mpuesta desde el com i<' nzo haSla
el fin, de un realismo , no d(' los hechos ¡x>tlucil09 y co ntinge ntes. si no supe­ grafía, es la apuesta de su confian za lo que inscribe, en la que
ri or". Sigue una referencia al tr iá ngu lo ma lem<Í tico. }' lu ego: "Preciso es e l amor propio tiene más sa lidas que la publicación de una
q ue en su relación misma cada parle de una ob ra p ruebe la verdad de cada buena acción.
o tra ; no se necesila m:'.s prueba . Nada ta n irri ta nte como el teslimonio Siempre el alma es permeable a un elemento de discurso. Lo
que da Conco ul't de lodo lo que aOlieipa . ¡ Ha vislo! [ Ho. oidor Comn si
la pru eba por lo real (uese necesa ria . ..
6 Cf. Delay, 11, pp. 3·87·388. Se trata de su amigo MauTi ce Quillot, y
Cabe lIecir que lIingú n pocla ha pensado jamás de otra mall era , pero
que nad ;e ha cOlltinu ado eS le penfamicn to. Cide ~e ex presa al respecto en una ca rta dirigida a su madre, del 17 de
oc tubre del 91.
724 JUVEN1'UD DE GIDr. JUVENTUD DE GlDE
725

qu e buscamos, en e l luga r donde se constituye con la histo ria El milagro, pa ra d esignar por su no mbre a la prese nte co­
de una palahra, son efectos a los que muchas otras pa labras han yuntura , es que, al ap licar a la lelra de los papeles íntimos su
contribuido y en los qu e el diál ogo con Dios intenta recup era rse. oficio d e consultor, ] e<1n Delay da a esa a mbigüedad su relevo,
Es tas obse rvaciones no es tá n fu era de pro pósito, pu es incumben pu es encuentra en el alma el efecto mismo en que el mensaje
a l so liloq uio d e la bella a lma Cide. se form ó. Los fondos de hierbas en el agua de Na rciso so n de
Ese soliloquio se h ace 011' en la ob ra literaria; ¿los papeles la misma onda qu e e l refle jo de las fr ond as.
íntim os no difi eren de él más qu e por su comuni cación diferida? Gracias aJean D e b y, la psicología ti ene co n la disciplina
Aguí es donde la obra de que tratamos nos e~c1arece co n su literari a un enfre nlamie nto único. La lección es sobrecoged ora,
acierto : no es en su con tenido, sin o en su d es Lin ació n d onde ya que vemos ordenarse en ella, en todo su rigor, la com posi­
h ay q ue buscar la diferencia d e los papeles ínt imos. ción del su je to.
Es a l biógrafo a quien van d C5 tin ados, y no a cua lquiera. Digamos de qué modo lo hemos sab ido. No porque desde
C icle, leye ndo las memorias ele Goethe, "se instruye m,is -es­ luego se piense en segui r aJ ean Delay, induso, tanto se ol vida
cribe íl su madrc- enterándose de qué modo se so naba Coethe qu e se lo sigue, para ve rl o tan bonitamente sacar un a conclu­
1::1 nariz que de la manera en qu e comu lga un portero". Y añade: sión. Sabueso tras una hu ella d e cazado r, no es é l quie n la bo­
"por lo demás, estas memorias son mu y poco interesa ntes por rrará. De tié nese, nos la apu nta desde su sombra. Desprende
l o que cuenta n . . Si no es tu viera n escritas por Goe th e, si Coe­ como de sí la ausencia misma que la h a, causado.
th e se las hub iera hecho escribir, e n lugar su yo, a Eckermann , De <1quella famili a que para Cide fue su famili a, y no una
apenas quedaría en ellas nada m¡ís que un interés de docu­ abstracción social, Delay co mienza por la cró nica.
mento".6 Hace crecer el árbol de burguesía surg ido bajo Luis X IV
Digamos que, dej ando a .lean Delay escribir en su lugar sobre con un R ondea u x c<1 mpesino que enri quece el negocio de géne­
su s papeles íntimos, Cide no ignoraba que .lean Delay sabh ros coloniales, ya indudab lemen te Arno lphe si se piensa en Mon­
escrib ir, y tambi én que no era E ckerm ann . Pero sa bía asimismo sieur d e la Souche. Su hijo se alía a un Padre D 'In carvi ll e; su
qu e Jea n Delay es un psiquiatra e minente y qu e, para d eci rlo nieto se hace dar un de S¿try; el sobri no segundo es Rondeaux
todo, en e l psicobi6grafo va n a encontrar sus papeles Íntimos de M ontb ray, provisto de luces y h asta de iluminismo, pues es
su des tin ació n d e siempre. fr ancmasón y sufre algunos reveses de ] a Revolu ció n. Este
Pensemos en lo que hace decir que el psicoanalista d e nues­ árb ol verde, en el qu e se han inje rtado co n consta ncia ra mifi­
tros días ha ocupado el lugar de Dios. Es te refl ejo d e omn ipo­ caciones d e ca lidad y de l que no falta el la uro de la d istinción
tenc ia (al que, por lo demás, acoge por el r odeo pedan te de científica que se co nqu istaba en las investigaciones nntura les ,
re cllsar le la mi sma om nipotencia a l principi o del pe nsam iento deja tras la tormenta un vástago todavía robusto.
d e su paciente) , preciso es que le venga de a lguna parte. Édouard Rondeau x se rá apto para riva lizar en los negoc ios
Viene de l hecho de qu e el hombre de nuestro tiempo nece­ con los Turelure, qu e en los nue vos tiempos darán por ideal su
si ta, para vivir con su alma, la respuesta del catecismo que le práctica: el "enriqueceos", gracias a lo cual realzaron. al pare­
h (l d<l.do consistencia. cer, la g rll ndeza de Francia . No obstante, si su pree minencia
André Cide sabía hacer de Dios el uso que conviene y agua r­ po lítica nun ca se ha im pues to co n titul as bien evidentes en esa
elaba, po r tanto, otra cosa . .lean DeJay no evoca aquí en va no hazaña, q uizá se debe a que la úni ca virtud que dio r azón d e su
a Mon taigne y su mod o de diri girse a o tro por ve ni r, desde ese existencia - la abn egaci6 n- se ofreció acaso en d emasía por
pri va d o en que renun cia a distin guir lo que será para otro el entonces a la sospecha de hipocresía. Fe lizmente, delegaron la
significa nte. Semeja nte des tinaci ón ha ce comprender por qué tradi ción de esa virtud , con sus privilegios, a sus mujeres, lo
la ambi güedad en que Cide desan oll a su mensaj e se encuentra qu e expli ca lo cómico en que se co nsigna su memoria.
en sus pa peles íntim os. Esa comi cidad inmanente. en el asombroso di álog-o d e la co­
rrespo nd e ncia de Cide co n su madre, se ve preservada a lo largo
a De!ay. Ir, p . 491. del li bro de lo que la pedan tería p sic010gizante ha im p ulsado
726 JUVENTUD DE GmE JUVENTUD Di:: CIDi:: 727
al drama de la relación con la figura de Ja madre. El rasgo se Jo que Gide creyó que debía conservar en punto a reverencia
anuncia desde este capítulo con el bosquejo del aumento de la taineaua para con las incompatibilidades de herencia que se
barriga en los hombres, puesta en frente del sorprendente hecho agrían en su sangre. Los mitos ceden a un método que restituye
de que, en dos generaciones de alianza protestante, las mujeres todo ser a su discurso para retribu ir a todos por su habla.
hacen de esta familia un feudo de religionarios y un parque de Matrimonio de la psicología y la letra, querríamos hacede
maternaje moraL A lo cual debemos la gracia, tras reducci6n al eco a un tflulo de Blake, caro a Gide, para designar 10 que
estado grotesco de los penúltimos machos, de lIna ilustre flor produce cuando la letra llega a la escuela de la psicología y
de humanidad. encuentra en ésta su propia instancia en posición de regida.
La burguesía del padre traduce otra extracción, gentes de Pues, si J ea n Delay encuentra de paso con qué con firmar la
toga y universidad a los que Jean Delay concede el crédilO de descripción hecha por Janet de la psicastenia, es para destacar
una ascendencia florentina . La incubación por S lI padre del COI1­ que la que Gide ha ce de sus propios estados la recubre con la
curso de profesor titula r de Paul Gide, el padre de André, es ventaja de hacerlo en una lengua más estricta. 8
un momento pintado de manera muy conmovedora para intro­ Vemos cómo puede uno preguntarse si las sa bias funciones
ducir tanto la fulgurante carrera de un enseñante orig"inal en co n que se articula la teoría, función de Jo real, tensión psico.
materia de derecho como la pérdida que dej a en su hijo un lógica, no son simples metáforas del síntoma, y si un síntoma
hombre sensible que sólo se liberó de una alianza ingrata poé ti camente tan fecundo no ha sido hecho a su vez como una
gréJcias a una muerte prematura. metáfora, lo que no por eJlo lo reduciría a un flatus vocis, pues
De la velada confesión de una máxima perdida en un cua­ el sujeto hace aquí con los elementos de su persona los gastos
derno Íntimo de Paul. del acento retransmitido por boca de de la operación significa nte.
Gide de su veneración filial -una de las raras referencias de Eso es sugerir a uuestro sentido el resorte último del des cu·
Jean Del ay a sus recuerdos_ , apare ce, oprimen te, la imagen brimiento psicoanalítico. Ninguna de sus aven idas es extraña
del padre. aJean DeJa y; éste la s ensaya una y otra vez sin poder hacer
Pero más adelante, una carta del tío Charles nos trazará los nada mejor que refer irse a los trozos de teo ría en que la doctri­
despeñaderos del alma sob re los que en vano se interroga a la n() se disgrega ahora. Nada, sin embargo, de ]0 que no sepa
psi cología, cuando se trata de reducirlos a las presuntas normas sacar partido si lleva su carga a buen puerto, hasta el extremo
de la comprensión. Respondiendo a una confidencia de su de que se puede decir que, sin el psicoanálisis, este libro no
sobrina concerniente a l conocido abandono que hace de su sería el mismo.
doncellez a la encantadora Oulad. lvf éryem, ese hombre culto, No es que ha ya corrido ni aún por un instante el riesgo de
se enco leriza por un acto del que ]0 menos que se pu eda decir parecerse a ]0 que el mundo analítico llama una obra de psico-­
es que e l contexto de prostitución consuetudinaria y hasta ritual análisis aplicado. Ante lodo, rechaza lo que esta califi cación
en que se inscribe obliga a matizar la moraliz.ación a propósito abs urd a traduce acerca de la confusión que reina en ese paraje,
de ~ l; con todo, el tío Charles no encuentra nada mejor para El psicoanálisis só lo se aplica, en sentido propio, como trata·
figurar su estigma que la mancha del acto, im posible de des­ miento y, por lo tanto, a un sujeto que habla y oye.
hacer una vez come tido, del parricidio, en borrar la
cua l se Fuera de este caso, sólo se puede tratar de método psicoanalí.
encarniza en vano lady Macbeth. 7 lico, ese método que procede al desciframiento de los signi fi­
Así es como al primer viento de la indagación se disipa hasta cantes sin consideraciones por ninguna presupuesta forma de
existencia de l sign ifi cado.
'0ejamos a un lado la incidencia para el censor del hecho 'de que el
caso le sea presentado como experimental por su pupilo. La singnlaridad • Vca se en Ocia)', 1. 1, p . 240: " .. .1'ientimientos de incomplelUd , o. como
de su juido no es mellas sensib le. Vea se en DeJa)'. t. 11, p. 424, la carta cliri Cicle, de 'carencia'; de extrañeza. o co mo djr;'¡ Gide, 'de extl"afiamiclHo ';
desde el pasaje: "No se puedc negar que esta historia sea la marca de un de dc~dohlamit:nto , o co mo dir~ Gidc, de 'segunda rca lidad' [m ucho mas
trastorno absoluto del sentido moral. . .... ha sta la p. 445. la calda de la apropiado : obscrvación del autor dd prcsente aniculo]; de inconsistencia,
reprimenda fr:lIema sobre la "mancha a la que nada podía borrar". 0, como dir~ Cide. de 'desconsistencia'" (más exacto: ídem }.
728
JUVENTUD DE GIDr
JUVENTUD OE GIOE 729
Lo que el libro presente mU ~Stra con brillo es que toda inves­
tigación, en la medid a en qUe observa es te principio, y por la P or el contrarío, se ofrece la complacencia de lo ya oído, pro­
mera honestidad de su a.cue rd o con la man era en que se debe pia para suscitar la aquiescencia docta de los informados, que
leer un materi al literano, e nCllentra en la ordenación de su se ob tie ne a buen precio recordando la preponderancia de la
propia exposición la estru ctura tnisma del suje to de lineado por relación de la madre en la vida afectiva de los homosexuales. V,
el psicoanálisis . . . . más aIl á, el Edipo convertido en nombre común y del que se
Sin dud a , los pSICoan a listas e ncontrarán a llí, una vez mas, habla como de un armario, tras haber sido la enferm edad a los
ocasión para apoyarse en la imPortancia de su doctrina . Mejor es tragos de }<I. cual Gide opuso un sarcasmo para él menos cos·
sería que se inquie tara,n po~ .C()tnprobar qu e ningú n libro pu­ toso qu e antes. l1
bli cado a título de pSlcoanahsis aplicado es preferible a éste, Es seguro qu e .lean DeJay no se contenta con una articulación
por la pureza de l método y por lo bien fund ado de sus resultados. tan vag·a .
.T ean Delay pane siempre del fa vor que le ofrece su tema; ¿Qué fue para ese niño su madre, y esa voz por la qu e el amor
en este caso, la vía abIerta por Gicle mismo, de quien se sabe se identifica ba con los ma ndatos del deber? Se sabe bien que
que se ¡nlereS? en el psicoaná:isis. para qu erer so bremanera a un niño ha y más de un modo, y
Fue el mediO de J acques R1Vihe el que, tr as la gran guerra, también entre las madres de homosexuales.
obtuvo para el mensaj e freudlatlo su primera fortuna, el medIO .lea n Delay no nos da el mapa del laberinto de las identifi ca­
méd ico donde el asombroso H es" ard lo había dado a oír ya en ciones en e l qu e los psicoanalistas trampean en sus escritos para
1910, haciéndose rogar. Cide i"tentó la prueba de un psicoaná­ no perderse. Pero tiene la ventaja, si n soltar el hilo de su caso,
lisis con M adame Sokolnrc.ka, llegada enton ces a Franc ia a titul o de halla rse en é l.
de mina dominica de la Ortodo);:ia vienesa. Era una pieza de­ Lo hace desa rrollando inolvidablemente los componentes del
masiado grande, para n o haber escapado a las garra~, falt~ndole
discurso de la madre; de ahí, se entrevé ]a composición de su
sin duda a lg'o de fuerza penetrante de la simpática pIoner a. persona .
R esulta sorprendente qu e Se haYa p~eocupad o tan p oco por ir Se detiene en lo que s6]0 en va no se puede desplazar para
a los tex tos como por haber POdido formul ar ace rca de Freud ver detrás. Así ocurre con la muchadl a tan poco amable con los
uno de esos juicios cuyo rebote tlo para siquiera mientes en la pretendientes como con las gracias y qu e, como las bodas tardan
estatura de algui en como éPt en llegar, llena el vacío co n una pasión p or su institutriz, cuyas
No menos a la luz de las P.xplicacíolles de Madame Sokolnicka, letras dej a impasiblemente Jean Del ay que hablen ; celos y des­
presentad a de no encubi erta matlera en su n ovela Les fa.u. x mon. potismo no son relega bies porque no se los haya os tentado, ni
nayeurs [Los mon ederos falsos ], esclarece en e l personaje del los ab r al.OS de un a alegría inocente, por anc1adas que estén en
pequeño Bo ris un a tragedIa de )a infancia, re tomada en el lib~o r utinas de vesta les. De seguro que hay qu e conce bir, por sobre
de J ean Del ay por lo que ella es ; una elaboración de su propIO estas manifestaciones inatacables, otra profundidad p ara ese
dr ama. apego, a fin de que resista, de una rebelión para vencerlos, los
El pequeño Boris, redu cido a los cuidados de su abuelo, no prejuicios del a mbiente al que se hace objeción en n omb re del
está, sin embargo. sometIdo a. las mismas condiciones qu e aqu el rango.
que, en el !nomento de m~)flr ..Sll. padre. cua ndo él tenía once A lo cual responde, como en Marivaux las p illerías de las cria­
años, nos dice haberse sentIdo SÚbitamente envuelto por aquel ditas pi zpiretas a l pa thos de las sub limes, el recuerdo del Cide
a mor que de allí en adelante se Cerraba" sobre é po en la perso­ niño a uscultando en el espacio nocturno los modulados sollo­
na de su mad re. zos del desván donde 1\1arie y Delphine, las si rvientas -esta
última la desposada del día siguiente- desgarran su unión .
• Véase Jou1"nnl, 1924. pp . 785·786. eh d
mula : "Freud, imbéc il de genio" se Suil o por De la r. 1. I~ p. 248 . La f6r ­ El psicoa na lista no puede sino detenerse ante la pantalla,
traftamente poco sostenidas. ~lta por el sesgo d e objeciones ex­
10 Dela y, !. J, p . 165. u Pala bras en broma de Gide aJean Dela y sobre " la moda de ed ipemia" .
Delay. lo 1, p, 265 .
730 J UVE NTUD 01;; CID!': JUVENTUD DE CIDF. 731
tanto más picante aquí, si n duda, de que Ma rie debía ser en lad o del patio a pohlar la escena con sus máscaras, la muerte
lo futuro uno de los dragones vigilantes de aq ue llo de lo que ya habrá entrado por el lado del jardín , Para se ñalar su sitio,
no era menester que el ni ño fuese pródigo. ni siqui era es ya necesario que esté vacío. Bas ta qu e es té nume·
El sile ncio qu e entonces supo el niño guardar mues tra, su rada. 0 , por mejor d ecir, ¿no es la muerte misma el número de
[ueto interno apa rte. un pequeño aspecto de la ex te nsión de los sitios? De modo, pues, que está allí acaso po rque es tá tan
un reino lac iLUrno en el que pode res más sombríos constituyen dispuesta a trocarse.
virtud . Por tres veces oyó el niño su Val pura. No es la angustia quien
En ese corredor de medallones en manada nega tiva, J ea n lo acoge. sin o un temblo r desde e l fondo de l ser, un mar qu e
D eJay no se es tac iona. Sabe a la medid a de qu é p asos enderezar lo sum erge todo, ese Scha.u.dern en cuya significancia alófona
su march a, y qué sombra, jamás perfilada sino desde un hueco, confía .lean DeJay para confirmar su significació n d e alogenei·
d esigna a la temible pasean te, p or n o dej ar nun ca qu e deserte dad, como nos enseña la se miología, especialmente ace rca de la
ese anticipo qu e e lla posee sobre él en la torre del departamen to. rela ci6n con la "segund a realidad", y también del se ntimiento
Ese vacío pobló el nifío con monstru os cuya fa un a no cono­ de ser ex cluido de la relac ión con el semeja nte, por donde ese
cemos, desde que un a arúspi ce de oj os de niilo, tripera n inspi­ estado se disti n gue de la tentación ansiosa. 17
rada, nos ha hech o su ca t<ilogo, mirá nd olos en las e ntrañas d e Fineza clí nica, donde se hincha nuestra nostalgia con los ma·
la madre nutricia. chaq ueos que timpa ni za n nuestra vida de psiqu ia tra, cuando
Como consecuencia de lo cual, h emos a linead o esos fantasmas ,u 'm todo es tá por ser a rti cul ado.
en el cajón de la im ag inación del niño, de negros instintos, sin No diremos <lquí por qué 'ion necesa ri os los cua tro vértices
h abernos aú n elevado hasta la observación de qu e la madre de la re lac i6n de l yo co n e l o tro, y adem ás con el Otro, en la
- también eIla, de niña- tuv o los mismos, y qu e reducir el yue e l suj e to se consliLU ye carrio significado.
problema a pregun tarse po r qué camino pasan los fan tasmas Tan s610 remitimos a l lector a los ca pítulos que se ncill amente
para ir de la madre al nifío n os pondría quid en el cam ino las si tú an, gracias <.1 1 mero proceso, ejemplar a nuestros ojos, de l
mismo del qu e toman sus incidenci as efectivas. presente es tudi o,
Una pesadi lla que forma parte de ese cor tejo 13 persegUIrá Ese proceso se abre cu ando se redo bl an en las creaciones del
hasta el fin a l sueilo de Gide, a no ser que la fisura qu e lo escritor las más precoc.:es construcciones, que fueron en el niño
fija a pa rtir de cierta fecha le pa rezca "divertida". Pero siem. las más necesa ri as, por tene r que vol vérsele estos cua tro lugares
pre lo dej a rá deso lado la aparición en la escena de una forma más in seguros de la caren cia que ahí yacía,
de mujer que, ca ído su velo, no deja ver más que un agujero Así es ('omo la co nstitu ció n de la persona., titul o del ca pítulo
negro,!4 o b ien se sus trae a su ab ra7.o como un flu jo de are na .15 e n qu e ('u lmina el cua rto libro, remite a l a náli sis de El viajf:
A lo cua l res ponde en él otro abis mo, el qu e se abre en su d i! Urien , ob ra interpretada por .lean De lay, sin presta rse a más
goce primar io: la des tru cción de un jugue te querid o, los brazos impug nación qu e la qu e ~e desprende de l descifre de un réb us
d e pronto rotos en el estrépi to de lo que lleva n , brazos de un a [jeroglír ko], co mo e l viaje de la Nada, l fi que es la clave de l
sirvienta cosqui ll eada, y la extraña metamorfosi s de Gribouille, ter cer li bro.
siguiend o la deriva del río, en ramita verde, 10 condu cen al D (:! igua l modo, la cr(~ aci';n del doble, que cierra el seg und o
orgasmo. H' li bro y es el e je d e la..; dos partes de la obra, rem ite, en e l primer
Sacudid as, desliza mientos, formas gesticu lantes, y cuando los lih ro, al niti,() dividido .
actores en número suficiente de l tea tro ant iguo llegue n por el Esa ,r." paltung o ct; ds i6n del yo, en la que se detuvo la pl uma
de Fr~ud in m'l/cu.lo mo'rl.is, parécenos que es aqui, por cierto,
u [AJu sión a MeJa ni e Klci n. AS]
el ren6men o e~petiri('o. O ca~ ión de asombrarse, además, de qu e
u Ainsi soil·jl [A s.' sea ] , p. 98. (i ratlo por Dcl ay , p. 138.

u Delay, t. 1, p, 525. en cita de Cah ieTs d'And,-¿ W all.t'f .


'l e r. Ik l;¡y. (. 1, pp . 17 1, 176 Y :121·:129. Si l e g.rain li t' m("flTI, J, pp. 135.
lB DeJay , f. ti, p. 105, en cira de El ntl.7lC man ~ t in te, p. j5.
13() Y I !I:; .
le D eJay, 1. 1, p. 250, 1" [EII rr;Hld'~ su('n all ig ua l: J,t' vo)'agl' d'Od,m y J.e voyagc d'J ,·¡en. ¡\.~l


n2 J UVENTUD DE emE J UVENTUD DE CIDE
n3
el sentido común de los psicoanalistas lo proscriba de toda ¿Cómo concebir lo que se produjo en ese instante que "deci­
reflexión meditada, para abstraerse en una noción como la de dió su vida" y qu e él no pued e, al escribir La p orte étroi te [La
la debilidad del yo, cuya pertinencia se mide para el su jeto pu.erta est re cha], "rememorar sin angusti a" ? ¿Qué es aquella
Gide, una vez más. por la ase rció n que é l puede producir sin "ebriedad de amor, d e piedad, de una indi stinta mezcla d e en­
que su conducta la des mienta. "No me ha ocurrido a menud o tusiasmo, abn egación y virtud", en la qu e llama a Di os para
tener que renunciar: un plazo es todo cuanto obtien e de mí "ofrecerse, n o concibiendo ya otro fin para su vida que el de
el rev és. " 19 proteger a ese niño contra el miedo, contra el mal, contra la
¿Es necesario, para despertar su atención, mostrarles el mane­ vida"?23
jo de una máscara qu e sólo desdoblándose- dese nmascara a la De ha ce rse, como lo pretende Jean DeJay, d el acontecimie nto
figura que represe nta y que no la represe nta sino vo lviéndo! a una formaci ó n míti ca de la memoria, no sería sino más signi­
a enmascarar? Explicarles, a partir d e ahí , que la compone cuan­ ficativo. Porque en su situación de muchacho de trece a ños,
do él está cerrado, y que cuando es tá ab ierto la d esdobla ."" presa d e las más "rojas torme ntas" de la infancia , y e n presen­
Cuando Gide declara, ante Roben de Bonnieres: "Todos debe­ cia de una nJUchacha de quince, esa vocación de pro tegerla
mos represenlar",21 y cua ndo en su irónica PaludesZ2 se interroga signa la intromisión del adulto. Este adulto es tanto más cierta­
sobre el ser y el parece r, aquellos que, por te ner una máscara mente identifica ble con la p er sona misma de la que él la pro­
de alquiler se persuaden de que dentro li enen un ros tro, pien­ tege cuan to que su presencia en ese momento en el piso que el
san: "¡Liter atura!", sin sospechar que en ello se expresa un pro­ joven André ha atravesado d e un impulso, es la que le ha lla­
blema tan persona!, que es, simplemente, el problema de la mado en la casa con todo el atractivo d e lo clandestino; si es
persona. que no fue e lla el objeto de su vi sita. Es. digamos, su amable
El ideal de l yOJ d e Freud, se pinta en esa máscara compleja tía a punto de disipar allí los ardores de Fedra, quienquiera que
y se forma, con la repres ión d e un d eseo del sujeto, por la adop­ hubiere sido quien se aplicó, según las dos vers iones dadas por
ciÓn inconsciente de la imagen misma del Otro, que tiene de Cide. a secund arle e n ello.
es te deseo el goce con e l derec ho y los medios. Con todo, esa persona , si hemos de creer a La parle étroile
El niño Cicle, entre la muerte y el erot ismo masturba torio, _ que aporta en todo caso la verdad de la ficción-, ha desem­
del amor no tiene más que la palabra que protege y la que pe ñado, precisa mente, respecto al muchacho el papel de seduc­
prohíbe; la muerte se ha llevado, co n su padre, la que huma­ tora, y no se puede dejar d e des tacar que sus maniobras se pare­
niza el deseo. Por eso el deseo está confinado, para él, a la clan­ ce n singularmente a las a tormentadoras delicias24 cuya confe­
destinidad. sió n, ju ~ga da escandalosa y proporcio nada por Cide en Et nunc
U na tarde, d e la qu e nos ha h ab lado, fue para él la cita con manet in te, así se h ayan o no situado durante su viaje de bodas,
su destino, la ilumin ación de su noche y su compromiso con corresponde, por cierto, a la circunsta ncia d e que él apenas disi­
los anh elos. Anhelos en nombre de los cuales debía hacer de su mulaba sus más fehriles fa scinaciones.
prima ?\.1adeleine R ondea ux su esposa, y que le a brieron lo Parece, pues. que aqu¡ el suj eto como desean te se halla tro­
que él sos tu vo has ta el fin haber sido el amor únic o. cado en mujer. La Putifar se ocutra bajo la Pasifae en la que
él dirá que se vol verá, bramando por abrirse a la pe netración
l' Cilldo por Dclay. 1. 11 . p. 479, de Si le grain ne m cu,.t . p. 357; compáre­ de la naturaleza, Jo mismo que el modelo de su lía se ad iv ina
selo con el " T a nto peor aCl ua ré ele o tro modo" (Ocla y. t. 11, p. 18). escrito a llí dond e lo indica Jea n D ela y, bajo el mimodrama d e su
e n su cuaderno dc notas cl lo. de e ncro de 189 1, l>ajo el go lpe del gran
recha zo que había sufri do de Maclel c inc.
hi steria infantil.
JI) Máscara que cst;í a su di ~ pos ¡d ó ll en el cap ítul o "A rl" de l:l Antlu'opologic Por es te sesgo en lo imaginario se convierte en el niño deseado,
$t7'uclumle de nu estro amigo Cla ude Lév i-Straus<; , especia lmente e n la5 es de cir en aquello que le faltó, en la rela ció n inso nd able q ue
pp. 287 ·290 [A" I)'o!Jologia e.H rtl,furnl , l3ucIJos Airc ~, Eudcba, pp. 221 -24 1. As1
:n Dela)'. t. 11, p. 70, citando la escena d e Si le ¡"'Tfl.in u e rn eurl, r, pp. 274­
275 , )' re:con!ando q ue C ide da la (órmula para el "secreto puro" dc ~ u vida. ::1 Cf. Ocia)', r. r, pp. 299· W'2 , a~i como Lo p01'l~ ¿troite, pp. 21)-28 .
~y en jouYnfll ·1 881, p. 25, cita do por Oc ia)' en el t. Il, p. 52. :.1 Vbsc El n une ma n el in le, Ed. l des el Calcm]cs, N("uchAtcl y París. p . 41.
734 JUVENTUD DE GlDf. J UV.ENTUD DE CIDE 7$5
une al niño a los pensam ien tos que han rodea do su con cepción Schlumberger,2\1 no hay por qu é hacer caso omiso de lo que
y así recobra un poco de esa gracia, cuya ausencia absoluta e n Gide, en sus últimos com bates por llevar a M adeleine al ma­
su fotografía infant il provocó en Fran~o ¡ s Ñ[auri ac una especie trimo ni o, escribe de ella a Valéry: "Es Morella".30 Mujer del
de horror teologal. más a ll;,í., renegada en su hija, que muere cua ndo Poe la llama
Pero este trueque no viene sino como residuo de una sustrac­ por su nombre qu e sería preciso callar... E l criptogram a de
ción simbóli ca. llevada a ca bo en el Ju gar en que el niño, con­ la posición de l objeto amado en relación con el deseo está a llí
frontado con su madre, no pod ía sino reproducir la abnegación en su dupli cación de nuevo a pli cada sobre sí misma. La segunda
de su goce y la envoltura de su amor. El deseo no h a dejado madre, la del deseo, es mortífera yeso expli ca la desenvoltura
aq uí más que su incidencia negativa, para dar forma al ideal C011 la que la [a rma ingrata de la primera, la del amor, viene
del á ngel a l que un impuro contacto no podría ni rozar, a sustituirse a ella, para sobreimpo nerse~lI sin que se rompa el
Que sea efectivamente amor ese amor "embalsam ado 25 con tra enca nto, a la de la mujer ideal.
el tiempo" 26 del gue Gide dirá : "Nadie puede sospechar lo Queda por saber por qué el deseo y su violencia, que por ser
que es el amor de un ura nista... ",21 lpor qué cerrarse a su tes­ la del intruso tenia su eco en el joven suje to (.Jea n DeJay 10
timonio? ~Por qu é no 'Se conforma a la comprensi ó n del "doctor su braya mu y acertadamente), no han rolo ese encanto mortí·
corazón", a la que, preciso es decirlo, se han conformado los fero, después de haberl e dado forma.
psicoan al istas con la quimera gen ital-oblativa? Aquí creemos que .lean Delay sigue una pista acertada cua n­
Ahora bien -y Je;m Dela y lo su braya muy bien- nada h ay do ve en Made1 eine la última razón para que este amor debiera
a lll que no se soslenga en una tradición muy antigua y que no qued('lr no re<l lizad o. sa lvo que, al apegarse en cierto modo a la
vuelva leg ítima la evocación de los nudos míst icos del amor cor­ pared de vi drio qu e se paraba a eslos dos seres animados por
tés. E l propio Gide no temió comparar su unión, por muy bur­ él para nosotros, quizá se enga íla con su delgadez para creer
guesa mente sellada que es tu viese, con la uni6n mística de Da nle eu su fragilidad.
con Beatriz. y si los psicoanalistas fu eran capaces de esc uch ar El libro no deja duda a lguna respecto a que Modeleine haya
lo que su maestro dij o del instinto de muerte, podrían recono­ querido el casamien to blan co. Pero ]0 ha querido sob re Cunda­
cer que un cumplimiento de la vida puede confundirse con el mentas inconsc ientes, que res ultaron los más conven ienles pa ra
an helo de ponerle un término. dejar a André en el atolIadero.
De hecho el se ntímiento de Gide por su prima ha sid o e l La cosa se puso de mauifiesto, como ocurre con lo mas d i·
colmo del amor, si amar es dar lo qu e no se tiene y si él le ha fícil de ]Jeg(l r a ver, bajo uu a forma que resulta la más paten te
dado la inmorta lidad . una vez designada. La abo li ción en la hija de todo miramie n to
hacia su madre, una vez que ésta hub o a ban donado la famili a,
Este amor que se encarn a en un a meditaciÓn maniquea, de.
es e l índ ice garante de que el deseo sa ludable, en el que la
bía nacer e n el pu nto en qu e la muerte había ya dupliGldo el
desdich<lda criatura habia visto imprimirse una figura varonil ,
objeto faltan te. Re conocemos su paso en esa sup uesta herm;tna
no vo lvería (l entrar desde fuera .
gue Gide Se d a en los Cahien d'Andr¿ Waller pora hacer ele
De tal m;¡nera que no es preciso ser gran letrado para leerlo
su heroína aqu ella que sustituye sutilmente a la difunta por su
bajo la pluma de T\1ade lein e: dur::mte mucho tiempo, tras el
imagen. 28 Él hace morir a esta hermana imagi naria en J8R5, es
drama y mucho más a ll ;'l de la fronter a del matrünonio, qu ede'>
decir, a hacerla nacer con él en la misma edad en que Made­
ella rijada al amor por ,1m padre. B:.t sta qu e adv ierta las incl i­
Ieine cuando su a mor se apodera de e ll a. Y a pesar de .lean
:lO A <¡lli en est a compdfadón le pa rece "pcrCcclamellte d....s atin:Hla". Schlum­
~ ef.DeJa)', t. no ta de la p. 225.
J,
herger . p. 80.
:le Relato tic R oger Martin du Card, en Schlumber~e r. p . 193.
:JI)Dclay . L 11, pp. 98. 173, Y (a mhié n . 1. 1, p. 300.
27 R . Martin du Gard. en Schlumberger, pp. 186 )' 1!'3.
:'11 El lihro (k Jean Dc1ay e.,t,í pla~allo de c.:\lOS testi monios de un fenó·
~.c f. Dela y, t. 1, p. 494 Y la nOta. Cahier~' d'Ar¡dré Wnll er, en O. C. 1,
meno hallal, pero que adquiere aq ul ~ll relieve por la devastación t'll la que
pp. 40.41.
se ¡mel ibe. e L A i llÚ svi/ -il, p. 128.
736 737
)U\'ENTUD DE Gml­ JUVENTUD DE CIDE

naciones o c su ánimo para q ue en la tercera línea evoq ue su dedor de un a puesta en te la de ju icio del deseo por la sabidu ría
figura y esto hay que entenderlo en sentido propi o: a saber, del como rena zca un drama en que el verbo está interesado
m ás allá." Es por esto por lo que Gjde tiene su importancia. Por men­
¿Qué habria sucedido si NI adeleine hubiera ofrecido a André guada que sea, después de todo, su singularidad. él se interesa
una figura de l\fathilde su madre -a la que se parecfa- reanj. en e lla y el mundo que agita para e lla se ha interesado, porque
mada por el color del sexo? de eso depende una oportunidad aún, qu e podría decirse que es
Por lo que a nosolros respecta, creemos que para abrazar a la de la aristocracia . Es incluso la única y última opo rtunid ad
esta Ariadna hubiera necesitado matar a un Minotauro que que ésta conserva de no ser arrojada a las malas hierbas.
habría surgido entre sus brazos. Diga mos que las ma las hierbas han apelado a lo que ya
Sin d uda Gide soñó con ser Teseo. Pe ro aun cu ando la proporcionaron a la cultura y que e l psicoan álisis. hech o para
suerte de A riadn a domada hubiera sido más breve, la vicisitud llevar an te el tribunal la más form idab le deposición en este
de Teseo n o hu biera cambi ado por ello. debate, es esperado en aquél para cuando se disi pe la bruma
No es sola men te por girar a la derecha m¡.Ís bien qu e a la en q ue la ha hecho hnndirse el peso de su responsabilidad.
izquie rda p or Jo q ue el deseo huma no ocasio na difi cultades a l En este terre no .lean Delay ha sa bido percibir en ]a cons·
ser humano. tru cción de André Gide la pieza esencia l, aquélla medi a nte la
E l privilegio de un deseo q ue asedia al sujeto no puede caer cual la fabricació n d e la máscara ab ierta a un desdo bla miento
en desuso a menos que se haya vuelto cien veces a tomar ese cuya repercusión hasta el in fin ito agota ]a imagen de And ré
gi ro del laberin to en qu e el fuego de un encuentro ha impreso Wal ter (en el primero de los dos vo lúmenes) enc uentra la di­
su blasón . mensión de la perso na en la que se convierte André Cicle, para
Sin duda el sello de ese e ncuentro no es soJame nle una im. hacern os entend er que en ninguna o tra parte si no es en esta
pron ta, si no un hierog lifo y puede ser transferido de un texto m{lscara se ofrece a nosotros el secreto del deseo v con él el
a otros. secre to de toda nob leza. I

Pero todas las metáforas no ago tarán su sentid o que es no Es ta p ieza es e l mensaje de Goethe, cuya fecha de inmixti ón,
tenerlo, que es ser la marca de ese hierro que la muerta lleva con la arti cul ación que constituye, nos precisa Jean Delay en
en la ca rne cuando e l verbo la ha desintricado del a mor. cosa de días. 3:1
Esa marca, que acaso no difiera de lo que el a póstol llama el Para reconocer el efecto decisivo de este mensaje en tal fe cha
aguij ón de la carne, ha causado siemp re horror a ) a sabiduría, no teníamos, antes de .lea n Delay, m;;ís que la madre de André
q ue ha hecho todo por desdeña rla. C ide - por Jo que se demues tra que la pasión de un a mujer sin
Observemos que la sabiduría ha si do cas tigada por ello con dones puede obtener la verdad que el métod o reconstru ye cuan­
ese aire de esclava que g ua rda a través de Jos tiempos y que do se une a la finura, si n que el buen sentido, representado en
debe sin duda al azoro de arras tra r consigo ese hierro bajo su es ta ocasión p or Charles Cid e, haya pescad o un a j ota. 34
ves te fingiendo que no es nada . Jean De Jay no nos hace sentir menos el peso d~ la pieza falo
y se pouría, si se refl exio nara e n ello, re tomar el tema del tante, la que representa la pérd id a de la casi tota lidad de l<ls
Amo bajo una nueva luz, precisa ndo qu e no es tan lo su goce ca rtas de Cide en una correspondencia que a barcó el espac io de
lo que le ocupa , como su deseo al que no descuida. su vida de hombre hasta 19 18.
Con el d escenso de los tiempos parece notab le que sea aire. Debemos a su de.c;truccic'Jn por su mujer en esa fech a la pro­
yección por Gid e sobre su amor de un testimonio que causó es­
3: Entre otros, veasc De lay, t. 11, p . 187. "Quiz:'i no conozca bien m :í~ que cllndal o para unos y qu e sigue si~nd o un problema para todos:
do.~ eSlado.~ de á nimo e n cua nto a la.~ cosas dc la vida: la ansicdl d po r el
porvenir, la t ristcza d c b lIo~ lalgj a de papa ..." ('...::Ina <le Matlekille ROIl ­ ~ er. Ocia}", {. 11 , pp. 15!)· 159, 177, 245 Y ss. (el ca pitu lo: Prémedi ta tio ns),
deaux a su tía Juli clte Gide <le octub rc de IR92. y lambién I)elay, t. JI . p . p . Z64 (el mito de LiIl CCO), p. 277.
2:; , anota la ci ta del Diar io dc Madclcin c que la nota -' silúa cn (cbrero .)\ Cana de Charles Gírlc a la scliora de Paul Gide del 16 de a bril de
de 1891.
1895 , in ¿·dila. en Oc ia y, pp. 496 -487.
739
73S JUYENTUD DE CIDE. JUVENTUD DE CIDE

.a llí es dond e el análi sis de J e;:¡ n DeJa y aporra su lu z tomando su Quisiéramos que este libro conservase, para los bombres cuyo
g ravedad de a llí y que sella en definiliva con una confirmació n destino en la vid¡t es hacer pasar el surco de una caren cia. es
obje tiva.:iá decir, para todos los hombres y para aquellos también para
Este testimonio al que Gide di o el tItulo de El nunc manet in quienes es esto una desolación, es decir para muchos entre ellos,
te fue escrilO tras la muerte de su mujer. E l título, si se le res· su incisividad d e n avaja.
tituye la cita, precisa. si fuera necesa ri o, el sentido del texto. y es decir basta nte a firmar que no somos de aquell os para
Evoca e l castigo, que m ~l s 'lilA de la tumba pesa sobre Or[eo, quienes la figura de Madeleine, por marchita que aquí apa­
debido al resenlimienlo de Eurídice por el hecho de que. ha­ rezca , sa ldrí.-. de a llí. como se pretende, di sminuida,
biéndose vue lto para verla durante su ascenso de los infi ernos, Cualquiera que sea la so mbra que la rampa trágica proyecte
Orfeo la condenó a retornar a ellos. a'; sobre un rostro, no 10 desfigura. La que Cide aquí proyecta .
No es, pues, el objeto amado lo que es le títul o invoca para surge del mismo punto en que el trabajo de .lean Delay sitúa
perman ecer en el iIHerior de aquel que bajo ~u signo se con­ su s lu ces y d e dond e noso tros mismos di rigim os el esclarecimiento
fi esa, si no m{¡s bi en una pena eterna : psicoanalíti co.
Poerwque rcspectlls:l 7 el n unc mane!, Orpheus, in te. Un sentimiento diferente prueba que, de inspirarse eu lo
¿Llevaríamos adelante las COS<1S hasta el sentido extraordina­ respelable, pued e (ener un efecto menos respetuoso.
ri amente irónico que adquiriría es ta elección. al indicar que .T ean Schlumherge r reprocha a André Cide ha ber oscurecido
e l poema del Mosquito del que ha sido extr,dd o, a tribuido a la fi gura de su mujer con la negr ura de la s tini eblas en las que
Virgilio. gira e n torno a la muerte que este insecto recibe de iba a su encne ntro. ¿Piensa esclarecer esas tinieblas de sus re­
la mano del ptlstor al que, despertándole por su pi cadura . ase­
cuerdos en tintes claros?
gure') su sa lv;'lción y <]ue las nuevas de los infiernos que el mos­
Es di[ícil no impu ta r él lo enojoso de una pretensión repa­
quilO trae en sue fios al pastor le valddn e l cenotafio que lle­
r:tdora, cuando se esfuerza vanamente. para convencerla de
varA ~ 1I memoria a la posteridad?
rebajar sus pretensiones, contra una voz d ifunt a.
En verdad no ~e piensa a l leer esas líneas en interrogarse so­
El desafío con que se anima para proporcionarnos un defen ­
bre los límites del buen gusto. Son simplemente <1troces por la
conjunciún de un duelo que insiste en renovar sus VOlOs: la so r de las virtudes j>iltricias (s ~ c) :18 se suS tenla mal al prose­
he amado y la amaré para siem pre, y de la mi seria de una mi~ guir en la se nda de un bienestar burgués, como se debilit.. e l
n lda a biertos los ojos sobre lo que fu e } <\ suerte del otro y a testimonio de una desa tención confesada a lo que se jugaba en
quien no le queda nds para contenerse que el e ~ lra go de ulla rea lidad tras e l arte de l:t ~ apariencias. 39
inhumana priv<lci6n. surgido de la memoria con el espectro En verd ad el h onor otorgado a estas virtudes nos ha d a más
ofen d ido de su m¡is tiern a necesidad . bien observar que el torn eo canés no gana nada ado rn ánd ose de
No no<; encargaremos de aplicar aquí lo que profesamos sobre Courteline y que la ohservación de "<]ue Cide lUvO después de
el d e~eo, precisamente en [anta que e n cada un o h.. ce recubr todo una felicidad a la medida" ,4(' pretendiendo pacifi car en
e~ta necesidad . Porque no h ay aJlí verdad qu e sirva a hacer esle contexto, puede aparecer desplazada.
jUMici a. En suma es le testimonio restringiría por si mi smo su alca nce
N<lda del deseo. que es ctl renci a, puede ser pesado ni puesto a las susceptibi lidades de un ímpe tu distinguido, si Ha tendiera
e n los platillos, a no se r los de la 16gi c... a con ve nce rnos de que Madeleine er<l una oca y que las ideas
de su mundo ~l fines del siglo XIX igualaban la homosex ualidad
:w:c.f. OcIa)'. !. 1 . De J"angeli·¡nu·, pp. 4~)2 -.í I 9; TI. Le mari:lg;e 1>ln 11 (, pp. al canibalismo, a la bestialidad de los mitos y el los sacrificios
~5 7 ·.í 92, Y lns p :\~ iJ1a ~ m a gi~tr:l1t: ~ de: La con ~ ul(atioll . pp. 5 lf)·t,:í7.
MCompar::.r CO II un:l ob~e r v:tc:iÓIl dd I Olf rllfl l, p. fl40 .
:IoiJean Sch lum oe rge r , M{/d e lei/le et Atldré Gide, Ga llimard , 1956, p . 18.
:ti M i e jemplar. de J o~ Alclo~. 1I e,· a :l Clllí ulla co ma qu e las cd id o ll ('~ n'li c;l .~
COIlll'lllpol'áncas o miu'/I, a m i p:1rece r conforme :11 Sl'nl¡ !lo, l'" Pl' U:l y rn pelO :JO op. cit., p. 184.

~. ah o l·:!., Orreo , permanece en Li." A.!>] ~ op. cit ., p. l69.

740 JUVENTUD DE GIDE J UVENTU D DE elOE 74 \


hum an os,<fl lo que supone una ignorancia de los clási cos a la Desde ese mo ment o, el ge mido de Cide, cual e l de un a he m­
que Madeleine escapaba en todo caso. hr a4i de primate go lpea da en el vientre y dond e brama e l des­
y sin e mbargo es te esfu erzo no ha sido en vano a la hora de pojo de ese dob le d e sí mismo que eran sus cartas, por lo cual
proporci onarnos testimonios más proba torios. De ellos resulla las llama su hijo, no puede aparecérsenos si no colmando la
que 1\.fadeleine, fin a. cultivada. dotada - ¡pero cuá n secre ta! _ hian cia que e l ac to de la mUjer quiso abrir en su ser, excaván­
supo no ver Jo que quería ignorar: que su irrad iación fu e ra de do la le nta m ente una tras otra con las cartas arrojadas al fuego
un círculo intimo podía atemper arse 10 bastante para n o rete­ de su alma ll a mea nte.
ner especia lmente a una personalidad m¡Ís eficien te para comu­ André Gide, revolvie ndo en su corzón la inte nción redenlora
ni ca rse; que e l cris tal de su juicio, que exa ltó Cicle, podía dejar que a tribu ye a esa m irada que nos pinta igno ran do su jadeo,
.aparecer e l á ngul o opaco d e su refra cción bajo el aspecto de a esa pasa jera que a trav iesa su mue rte sin cr u za rl a, se engaña.
ó erta dureza.4~ ¡Pobre Jasó n partido a la conguista del velloci no de oro de
Ofrecer, no obstante, la ocasión de estim ur al precio de ras­ la di cha y qu e no recon oce a Medea!
gos d e clase, la clase de una p e rso nalid ad, merece quizá la jma­ Pero la cu es tió n qne que remos plantear aquí es tá e n otra
gen, d e la que el verdor primero de un Bernard Fra nk no se parte. y pasará por la risa, di versame nte modul ada por las leyes
hubiera perdido, del tropiezo del león. de la cortesia, que acoge la nueva propagada inoce nteme nte por
¿Po r qué n o ver que la que estuvo indudablemente absorta G ide de su drama, porque esta risa da la respues ta a la pérdida
en el misterio del des tino que la unió a André Cide, se sustrae­ qu e proclama ser la del legado más precioso destinado por él
ría co n ¡gnal tino a toda aproximación mundana, que se sus ­ a la posteridad.
tr ajo - jY con qué firmeza gélida!- a un men s.ajero tan seg uro Esta ri sa redujo al p ro pio Gide a ~o nre ír por haber escrito:
de ser portador de la palabra del cielo para inmiscuirse en su " Quizás no hubo jamfls corresponde ncia más h er mosa".4s Pero
.alcoba?.(3 que la ha ya ll orad o como tal, qu e nos h aya dado tes tim o ni <t de
Hasta dónde ell a llegó a ser lo gue Gide la hizo ser," perma­ este golpe ases tado a su ser por este duelo, e n té rmin os que
necerá impenetrable, pero el único a cto en qu e n os mostró se­ no ha vuelto a encontrar más que para la muerte de Mtldeleine,
para rse enteramen te de ello es el de una mujer, un a verdadera después que los años le devolvieron ex traüamente su con fianza
mujer e n su jnlegridad de muj e r. y su prox imidad, ¿no merece esto que se Jo pondere? ¿Y có mo
Este acto fue e l de quemar las carta s -que so n lo q ue tuvo ponderarlo?
"d e más precioso". Que no nos dé otra razón sino que "tuvo Esa ri sa, ha y qu e reconocerlo, no tiene el se ntido de la indi­
qu e hacer alg'0 ",4ú le añade el signo de] d esencaden tlm ie nto que ferencia co n la que e l au tor del libro que acabam os de incluir
provoca la úni ca trai ción intolerable. en e l expedie nte, nos dice haber acogido la gueja de G ide e n
El a mo r, e l prime ro tll que accede fuera de ell a es te hombre e l fondo de un garito del Vieux-Colombier. Y seria vano atri~
cuyo rostro le h a traicionado cien veces la fugaz co nvulsió n , buirla a la obscenidad propia d e las turbas confraternales.
ell a lo reconoce en lo que lee so bre su ca ra: men os noblez a, di ce
En esta risa, m ás bie n escuch a m os resonar e l se ntid o humano
se n cillamen te .40
que despie rta la gran comedia y n o acallaremos e l eco que
n op. cit., p. 94. recibe del emb rollo inimita ble e n e l que Moli ere nos fi gura ]a
nTest imonio de ~fme. van R ysselberghe, en Sch lum berger, pp . 143-1 44. exaltación del cofrecillo de H arpagón por el eg uívoco gue le ha
Conlra C ide, El. nWIC..., cd. de , p . 69.
Q Cf. correspondenc ia de Claudel y d e Gide , pre parada por Robe n Mal . .7 Ha y que hacer JustICIa a J. Schlumbe rger por haber recOnocido este
lel (Ca ll imard). Carta de MadeJejnc Gide a Ila ul CJaudel del 27 de agosto lado femenino d e los largos llantos de André Cicle. Pero deduce de él que
de 19'25, en respuesra a n na misiva de Paul Claudel, igua lmelll e tra n~cr i ( a . debió inspirarle Ull a actill.ld más viril: "e mpujar la pu el'la de su mu jer".
u "Alissa [... ] no lo era. lo ll egó a ser", responde André Cide a till a ¿Para qué? Sin duda para darle lln besito y asunto a rTeglado. Cf. Schlurn ­
pregunta de Jean DeJay. Dclay, L r, pp. 5<J2-50S; t. 11, p. 32. be rger, p. 213.
~ CL Schlumbcrger. p. 197. I.B Cf. la no ta de la p . 805 del co mplemento del Jou maI, ad junto a El nunc...
H Op. cit., p, 199.
en la edición de Neuchalel.
742 JUVENTUD DF. CIDt­ JUVENTUD DE elDE 743

hecho sustituLirlo por su propia hija cuand o es un enamorado haber plan teado la cuestión de su particularidad, colocó en la
el que le habla de e llo. postura del Amo más allá de la burguesía.
Es decir : no apu ntamos aquí a la pérdida su frida por la hu­ Esas cartas en las que ha bía puesto su a lma ... no tenían
manidad - o las humanidades- con la correspondencia de copia. Y su naturaleza de fetiche aparecido provoca la risa que
C ide, sino a ese cambio fatídico por el que la carla [la letra] acoge la subjetividad lOmada desprevenida.
viene a lOmar el luga r de donde se ha retirado el deseo. Todo aca ba en comed ia, pero ¿qui én hará acabar la risa?
En la última página del libro en la que, después de El nttnc ¿Será el Gide que se contenta en sus últimos días con recorrer
manel in te,"D se recogen las páginas que completan el journal con sus manos las histo rias de almanaque, los recuerdos de in~
sobre las rel ac iones de Cicle con Made leine, leemos, culminando ran cia y las proezas de la buena fortuna entremezcladas, que
lineas que rondan nuestra ca beza, esta frase: " que no ofrece, en toman de su Ainsi soi l-,:i [Así sea] una extraña rosforescencia?~2
el lugar ardi en te del corazón, más qu e un agujero". Parece cla­ "S ignora Velcha, ¿acabó tan pronto¡", ¿de d ónde venía a los
varnos e l lamen to del amante so bre el lugar dejado desierto en labios de ch iquillas como todo el mundo, sus primas. el encanta·
el corazón viviente del se r amado. mi ento pa ra ell as irrevocable p ara arriesgarse en ell o, que le
Pero leímos mal: se t r3 ta del vacío dej ado por el lector, por descubrieron una vez en esa acta de techo inaccesible en que
la su presión de las páginas aquí resLiwidas, en el tex to del se esca ndía su danza? Del mismo trío de magos fatídi co que
¡ Du.rna!. Pero es leye ndo ma l que hemos leído bi en, a pesa r de debía representarse en su destino.
lOdo. y esa ma no que la transcribe, ¿es tod avía la suya, cuando le
He aquí, pues, donde se quiebra esa ironía de Cide que sería llega a suceder que pueda creer que está ya muerto? Inmóvil,
casi úni ca si no hubie ra habido la de H eine, para evocar ese ¿es la mano del adolescente apresado en los hielos del polo de l
toque mortal del que estaba afectado para él el amor, ese " No, viaje de U rien y que tiende estas palabras que pueden leerse:
nosotros no sere mos ve rdaderos amantes, am ada mía", que H ic desperatus?53 Bulliciosa . ¿imita en el tecleo al piano de la
Jea n DeJay enc uentra so bre su cuaderno anotado el 3 de enero agonía (lue le hizo a Cide otorgar a la muerte de su madre la
de 189 1, para seguir su camino y sus secuencias en los p apeles música de un esfuerzo decepcionado hacia la belleza? H aec
y en las obras.(¡(I d esperata?54
H e ahí dónde se extin gue el valor de aquel que, para h acer El movimiento de esa mano n o está en ella misma. si no en
re cono cer su deseo, se arr iesgó a la irri sión y has ta el infortu­ es tas líneas, las mías, que aquí continúan las que Gide trazó,
las de usted que serán las de ese Ni etzsch e que nos ha anunciado
ni o, en que lo abandona también la intuición que hace de su
Coridón "a lgo más que un opusculito".ol sino un a aso mbrosa Jean Delay.
Este movimiento no se detendrá sino en la ci ta que usted co­
síntesis de la teoría de la libido.
noce ya, puesto q ue va a su encuentro, en la cuestión que ofrece
He aq uí en qué aca ba el humor <le un hombre a q ui en la el verbo más allá de la comedi a cuando ella misma se vuelve
riquez.:1. asegu raba la independencia, pero a quien el hecho de farsa: ¿cómo sa ber quién de entre los titiriteros tiene el verda­
dero Poli chinela?"
." EdiciÓn de Neuch5. teJ.
.... Esta ¡ro n ia ca~ i p:lI ód ica de las obras , d e.<;de las Po &út:s ha sta Paludes,
la comen la DcJay en estos li:rm inos en 105 que aso ma la su ya p ropia cualldo
co nclu }'e a propósiLO de la preciosa T enLn tiue amOUf"cuse: "En res umen,
Luc. encantado d e realizar su deseo . se de.' enca nta de t' l rcalidlldolo v
se recobra desobdo . mientras que Gitle. expresando el de<;eo <le ese dobl~ ~Cf. De]a y. t. J, p. ]84. AinJi JoÍl-j/, pp. 95-96.
en lugar de vivirlo, se desencanta tambien de el. pero en UIl se ntido em era­ !i:I Oelay. t. 11, p. 211. (I?ste (aquí) desesperado. AS]
menle d iferente: se dese mbruj a y se yuelve alegre. de suerte que el desen · &lo Delay. {. n, p. 50 1. rtsta desesperada . .'..s]
Iifi Ecco, teco, il vt!1'o Pulcin eIla: quien recuerde el lu gar en que Nietzsche
ca ntamiento en el senli<lo de hechizo es un re(':ncantami enro en sentido de
canto." evoca ese gr ilo so bre el cadalso de un monje de N~po] es agita ndo el cru ­
~ ¡ Es la opini6n emitida sobre esto por 'Fr a ll ~o is Porché, euyo juicio es cifijo. será muy amable si nos proporciona ]a referencia que no hemos
recogido en el volumen de ]a NRF. llegado a encontrar aun (1966).
KA NT CON SADE 745
KANT CON SADEl tod o lo que podría provenir de satisfactorio de la ley, la garan­
tía que necesita de una voluntad para qu ien el sujeto al que
se refiere la ley fu ese inteligible, perdiendo incluso el chato apo­
yo de la función de utilid ad en la que Kan t los confinaba, de­
vuelven la obra a su diamante de subversión. Con lo cual se
explica la increíble exaltación que recibe de ella todo lector
Que la obra de Sade se adelanta a Freud, aunque sea respecto no prevenido por la piedad académica. Efecto que en nad a
del catálogo de las perversiones, es una tontería, que se repite echará a perder el hecho de que se haya dad o cuenta de él.
en las letras, la culpa de la cual, como siempre. corresponde a
los especialistas.
En ca mbio consideramos que el tocador sadia no se iguala a Que &e esté bien en el mal, o, si se prefiere, que el eterno feme­
aquellos luga res de los que las escuelas de la filosofía antigua nino no atraiga ha cia arriba, podría decirse que este viraje se
tomaron sus nombres: Academia, Li ceo, Stoa. Aquí como alJá. tomó sobre una observaci ón filológica: con cret<1mente que 10
se prepara la ciencia rectificando la posición de la ética. En esto, que se había admitido has ta enlonces, que se está bien en el
si, se opera un despejamiento que debe camin ar cien años en b;en, reposa sobre una homonimia que la lengua ale mana no
las profundidades del gusto para que la vía de Fre ud sea practi­ admile: Man fühlt sich lUohl im Guten. Es la manera en que
cable. Cuenten otros sesenta más para que se diga por qué Kant nos introduce a su R azón práctica.
todo eso. El principio de l placer es la ley del b ien que es el wohl, di ga­
Si Freud pudo enunciar su principio del placer sin tener si­ mos el bienestar. En la pr{lctica, someter{a al suje to a l mismo
quiera que señalar lo que lo distingue de su función en la ética encadenamien lo fenomena l que delermina sus objetos. La obje­
tradiciona l, sin correr ya el ri esgo de que fuese entendido, ha­ ción oue aporta a eHo Kant es, según su estil o de rigor, intrín·
ciendo eco al prejuicio introvertido de dos milenios, para re­ seca. Ni ngú n fenómeno puede arr ogarse una relación constante
cordar la atracc ión que preordena a la cria tura para su bien con e l placer. Ni ngun a ley pues de un bien tal pued e enunciarse
con la psicología que se inscribe en diversos mitos de benevo. que definiese co mo voluntad al sujeto que la introduce en su
lencia, no podemos por menos de re ndir por ello homena je a la práctica.
subida insinuante a través del siglo x,x del tema de la " feli cidad La búsq ueda del bien sería pues un callejón sin sa lida, si no
en el mal". renaciese, das Cute, el bi en que es el objeto de la ley moral.
Aquí Sade es el paso inaugura l de una subversión de la cual, Nos es indicado por la ex peri encia que tenemos de oir dentro de
por pi cante qu e la cosa parezca ante la consideración de la nosotros mand a tos, cuyo imperati vo se presenta como categórico,
frialdad del hombre, Kant es el punto de viraje, y nunca detec­ dich o de otra manera incond icional.
tado, Que sepamos, como tal. Observemos que ese bien sólo se supone que es el Bien por
propon erse, como aca bamos de decir, contra y pa ra con todo
La fi'losofia en el tocador viene ocho años después de la Críti­
obje to que le pusiera su condición, por oponerse a cualquiera
ca de la razón prd ctica. Si, después de haber visto que concuerda
de los bienes inciertos que esos objetos puedan a portar, en una
con ella, demostramos que la completa, diremos que da la ver­
dad de la Critica.
, equivalencia de principio, por imponerse como superior por su
valor universal. Así su peso no aparece sino por excluir. pulsión
Con esto, los postulados en que ésta se acaba: la coartada de o sen timiento, todo aquell o que puede padecer el sujeto en su
la inmortalidad adonde rechaza progreso, santidad y aun amor. interés por un objeto, lo que Kant por eso d esigna como "pa.
tológico".
1 Este escrito deb la serviT de pTefa cio a La philosoPhie dans le botldoir.

Apareció en la Tevista Critique (núm. 191, abril de 1963) a manera de Te.


Sería pues p or inducción sobre ese e:fecto como se encontraría
se"a d e la edición de las obras de Sade a la que estaba destinad o, :E.d. du en él el Soberano Bien de los Antiguos, si Kant según su cos­
Cerc1e du Livre Précieux, 1963, 1,5 vob. tumbre no precisar a también que ese Bien no actúa como co n·
[744]
146 KANT CON SAD[ KANT CON SADE 141
trapeso, sino, si así puede decirse, como antipeso. es decir por irrefutable, se presta a que lo indefectible de ella se atempere
la sustracción de peso que produce en el efecto de amor propio con la observación de que los polacos se han recomendado siem­
(Selbststlcht) que el sujeto siente como contentamiento (arro· pre por una resistencia notable a los eclipses de Polonia, e in­
gantia) de sus placeres, por el hecho de que una mirada a ese cIoso a la deploración que se seguía de ellos.
Bien vuelve esos placeres menos respetables. 2 Textual, tanto Volvernos a encontrar lo que autoriza a Kant a expresa r el
como sugerente . pesar de que a la experiencia de la ley moral ninguna intuición
Retengamos la paradoja de que sea en el momento en que ofrezca ningú n objeto fenomenal.
ese su jeto no tiene ya frente a él ningú n objeto cuando encuentra Convendremos en que a todo lo largo de la Crítica ese objeto
una ley, la cual no tiene otro fenómeno sino algo significante se hurta. Pero se le adivina por el rastro, que deja la implaca ble
ya, que se obliene de una voz en la conciencia, y que, a l articu­ continuación que aporta Kant para demostrar su hurtamiento
larse como má..xima. propone el orden de una razón puramente y cuya obra retira ese erotismo, sin duda inocente, pero percep­
práctica o voluntad. tible, cuyo carácter bien fundado vamos a demostrar por la na­
Para que esa máxima haga la ley, es preciso y suficiente que turaleza del susodicho objeto.
ante la prue ba de tal razón pueda retenerse como universa l por Por eso rogamos que se detengan en este punro mismo de
derecho lógico. Lo cual, recordémoslo de ese derecho, no quiere nuestras líneas, para retomarlas poco después, todos aquellos de
decir qu e se imponga a todos, si no que valga para todos los casOs nuestros lectores que es tén respecto de la Crítica en una rela­
o, mejor dicho, que no valga en ningún caso si no vale en ción todavía virgen, por no haberla leído. Que controlen en ella
todo caso. si tiene de veras el efecto que decimos. les prometemos con ePo
Pero como esta prueba debe ser de razón, pura aunque prác. en todo caso ese placer que se comunica por la hazaña.
tica, no puede tener éxito más qne para máximas de un tipo Los otros nos seguirán ahora a la Filosofia en el tocador, en
que presente un asidero analítico a su deducción. su lectura por lo menos.
Este tipo se ilustra por la fidelidad que se impone a la resti·
tución de un depósito:' pues la práctica del depósito reposa
sobre las dos orejas' que, para constituir al depositario, deben Panfleto muestra ser, pero dramático, donde una iluminación
cerrarse a toda condición que pueda imponerse a esa fidelid ad. de escenario permite al diálogo como a los gestos proseguirse
Dicho de otra manera, no hay depósito sin depositario a la altu­ en los límites de lo imaginable : esa iluminación se apaga un
ra de su cargo. momento para dejar lugar, panfleto en el panfleto, a un {actum
Podrá sentirse la necesidad de un fund amento más sintético, intiLUIado : "Fran ceses, un esfuerzo más si queréis ser republi­
incluso en este caso evidente. Ilustremos a nuestra vez su defecto, canos..."
aunque sea al precio de una irreverencia, con una máxima reto­ Lo qu e se enuncia allí es ordinariamente entendido, si no
cada del padre Ubu: "Viva Polonia, porque si no hubiera Po· (¡preciado, como una mistificación. No se necesita estar alertado
lonia, no habría polacos." por el alcance reconocido al sueño en el sueño por señalar una
Que nadie por alguna lentitud, o incluso emotividad. dude relación más próxima a lo real, para ver en la irrisión aquí de
aq uí de nuestro apego a un a libertad sin la cual los pueblos
están en duelo. Pero su motivación aquí ana lítica, aun cuando
, la ac tualidad histórica una indi cación de la misma especie. Es
patente, y valdría más detenerse a mirar dos veces.
Digamos que el nervio del {a cttlm está dado en la máxima
• Remitiremos a la muy aceptable traducción de Barni. que se Temonta que propone su regla al goce, insóli la en tomar su derecho a
a 1848. aquí pp. 247 SS., Y a la edición VorHinder (editorial Meiner) para
el texto alemán. aquí p. 86. la moda de Kant, por plantearse como regla universal. Enun­
• Cí. la escolia del teorema III del capItulo primero de la AnaUtica de la ciemos la máxima:
raz,dn pura flTdctica, Barni. p. 165: VorHl.nder, p. 31. "Tengo derecho a gozar de tu cuerpo, puede decirme quien­
'[Alusión a la expresión france sa dormir sur ses deux oreilles ("dOJUliT
sobre )3..!; dos orejas"). equivalente a nuestro "dormir a pierna suelta". TS1
quiera. y ese derecho lo ejer ceré, sin que ningún límite me de­
748 KA NT CON SAOF KANT CON S....OE 749

tenga en e l capricho de las exacciones que me venga en gana aceptable o no como psíquico (donde los sufridos hombros de l
saciar en él," niño se pres tan siempre a los chapeados de in tendón peda.
T al es la regla a la que se pretende someter la volu ntad de
gógica) .
lodos, si una sociedad le da mínimamente efecto por su obliga.
Sea coma sea, es ya un punto que anotarle a nuestra máxima
toriedad.
el que pueda servir de paradigma de un enu nciado que exclu ye
Humor negro en el mejor de los casos, para todo ser razona­ como tal la reciprocidad (la reciprocidad y no la carga de
ble, si se distribuye la máxima en el consentimien to que se le desquite) .
supone. Todo juici o sobre el orden infame que entronizaría nuestra
Pero además de qne, si ha y algo a lo que nos ha avezado la máxi ma es pues indiferente en la materia, que es reconocerle o
deducción de la C,"Uica ) es a disitnguir 10 racional de ]a suerte nega rJ e el carácter de una regla aceptable como unive rsa l en
de razonable que no es sino un recurso confuso a lo pa tológico, morat ]a moral reconocida desde Kant como una práctica
sabemos ahora que el humor es el tránsfuga en Jo cómico de la incondi cional d e la razón.
[unción misma d el "superyó". Lo cual, para ani mar con un Hay que reconoce rle eviden temente este carácter por la sim­
ava tar esa instancia ps-icoana Iítica y arrancarla a ese retorno del ple razó n de que su solo an uncio (su ke rigma) tiene la virtud
oscurantismo en el que se afa nan nuestros contemporáneos. pue­ de instaurar a la vez tanto ese rechazo radical de lo patológico.
de as imismo realzar la prueba kant iana de la regla universal de todo miramiento manifestado a un bien, a una pasión, in·
con el grano de sa l que le falta. duso a una compasión, o sea el rechazo por el que Kant libera
Entonces ¿no nos vemos incitados a tomar más en serio lo que el campo de la le y mora l, como la form a de esa ley que es
se nos presen ta como no siéndolo del todo? No preguntaremos. también su única sustancia, por cuanto la voluntad sólo se
es fácil adivin arlo, si es preciso ni si es suf iciente que una so­ obliga a ella deses tima ndo con su práctica toda razón q ue no
ciedad sancione un derecho al goce permitiendo a todos auto­ sea de su má.xima misma.
rizarse en él, para que desde ese momento la máxima se autorice Sin duda estos dos imperativos entre los que pueda tenderse,
en e! imperati vo de la ley moral. h asta la ruptura de la vida, la experiencia mora l, nos son im­
N inguna lega lidad positiva puede decidir si esa máxima puestos en la paradoja sadiana como al Otro, y no como a
puede tomar el ra ngo de regla universa l, puesto que a la vez n oso tros mismos.
ese rango puede oponerl a eventu almente a todas. Pero esto no es di stancia sino a primera vista, pues de ma nera
No es cuestión que se d irima con sólo imaginarla, y la ex ten. laten te el impera tivo moral no hace menos, puesto que es desde
sión a todos del derecho que la máxi ma invoca no es el asunto el Otro d esde donde su mandato nos requiere.
aq uf. Se vislumbra aqui cómo en toda desnudez se revela a q ué nos
Sólo se demostraría en el mejor de los casos una posibilidad introduciría la parodia dada más arr iba d e 10 universal evide nte
de lo ge nera l, que no es lo universal. el cual toma las cosas de l deber del depositario, a saber que la bipolaridad con que
como se fund an y no como se arreglan. se instaura la Ley moral no es otra cosa q ue esa escisión del
y no podría omitirse esta ocasión de denunciar lo exorbi. sujeto que se opera por toda intervención del signifi cante : con·
ta nte del pape l que se confiere al momento de la reciprocidad cre ta mente del sujeto de la enunciación al suj eto del enunciado.
en unas estructuras, principalmente subjeti vas, que rep ugna n , La Ley mora l no tiene otro principio. Y au n así es preciso
a ello intrínsecamente. que sea patente, so pena de pres tarse a esa mistificación que
L a reci procidad rel ació n reversible por establecerse sobre
J
el chiste del "Viva Polonia" h ace sentir.
una línea simple uniendo a dos sujetos que, por su posición En lo cua l ]a máxima sadiana es, por pronunciarSe por la
"recíproca", consideran esa relación corno equivalente, difícil. boca del Otro, más honesta que si apelara a la voz de dentro,
mente en cu entra la manera de situarse como ti empo lógico de puesto que desenmascara la escisión , escamoteada ordina riamen·
algún fra nquea miento del sujeto en su re lación con el signifi­ te, del sujeto.
cante, y mucho menos aún como e tapa de ningún desarrollo, El su jeto de la enunciación se desprende en ella tan clara­
701
750 KANT CON SADE Kl.. r.. T CON SADE

mente como del "Viva Poloni a", donde sólo se aísla lo que Pues e l pudor es amboce pt ivo de las coyunturas del ser: entre
evoca siem pre de {un su ma nifestación, <..los, el impudor de uno basta para constituir la violación del
Bas te referirse, para confirmar esta perspecti va , a la doctrin a pudor del otro. Canal ca paz de justificar. si fuese necesario. lo
con que el propio Sade fund a el reino de su principio. Es la 'Iue produjimos antes de la aserción, en el lugar del Otro, del
de los derechos del hombre. Es porque ningún hombre puede sujeto.
ser de otro hombre la propiedad, ni de ni nguna manera el pa­ Interroguemos a ese gozo precario por estar suspendido en
trimonio, por lo que n o podría h acer de ello pretexto para el O tro de un eco a l que sólo susci ta a condi ción de abolirlo a
suspender el derecho de todos a gozar de él cada uno a su ca­ medida que lo suscita, para alcanzar lo intolerable. ¿No nos
pricho. 5 Lo que sufrirá por ello de constricción no es tanto de parece finalmente exa ltarse únicamente ante sí mismo a la ma­
violencia como de. principio, toda vez que la dificultad para nera de otra, horr ible libertad?
quien la hace senten cia no es tanto h acer que consien ta en ello Así también vamos a ver descubrirse ese tercer término que,
como pronunciarla en su lugar. según Kant, esta ría ause nte de la experiencia moral. Es a saber
Es pues sin du da el Otro en cuanto li bre, es la libertad del el objeto, que se ve obligado, para asegurarlo a la voluntad en
Otro lo que el discurso del derech o al goce pone como sujeto el cumplimiento de la Ley, a confinar en lo impen sable de la
de su enunciación, y no de ma nera que difiera del Tú eres que Cosa-en.sí. Ese obje to ¿no lo tenemos aquí, habiendo descendido
se evoca d esde e l fondo ma tador 6 de todo imperativo. de su inaccesibilidad. en la experiencia sad iana. y develado
Pero no por ello es este discurso menos determinan te para como Ser-allí. Dasein, del agen te de l tormento?
el sujeto del enuncia do. al que suscita cada vez que dirige su No sin conservar la opacidad de lo trascendente. Pues ese
equivoco contenido: puesto que el goce, al cou[esarse impúdica­ objeto está extrañame n te separado del sujeto. Observemos que
mente en su expresión misma, se hace polo en una pareja de ]a el heraldo de la máxima no necesita ser aqu í más q ue punto de
cual el Otro está en el hueco que ella horada ya en el lugar emisión . Puede ser una voz en la radio, que recuerda el derecho
del Otro para a lzar en él la cruz de la experiencia sad iana. promovido por e l suplemento de esfuerzo que ante el llamado
de Sacie los franceses hu biera n aceptado. y la mixima conver­
tida para su República regenerada en Ley orgánica_
Suspendamos el decir su resorte para recorda r que el dolor, Tales fen ómen os de la voz, con cretamente los de la psicosis,
que proyecta aquí su promesa de ignominia, n o hace si no coin­ tienen efectjvamente este aspecto del objeto. Y el psicoanálisis
cidir con la mención expresa que de él hace Kant entre las no estaba lejos en su aurora de referir a ellos la voz de la con­
connotaciones de la experie ncia moral. Lo que ese dolor vale ciencia.
para la experiencia sadiana se verá mejor de abordarl o por lo Se ve lo que moti va a Kant a considerar ese objeto como hur­
que tendría de desarman te el arti ficio de los estoicos para con tado a toda deter minación de la estética trascendental, aun cu an­
él: el desprecio. do no deja de aparecer en algún chichón del velo [enomenal,
Imagínese una cont inu ación de Epicteto en la experiencia sa­ ya que no carece de lugar, ni d e tiempo en la intuición, ni de
diana : "Ves, la has roto", dice des ign ando su p ierna. R ebajar modo que se sitúa en 10 irrea l, n i de efecto en ]a realidad: no
el goce a la miseria de tal efecto en el que tropieza su búsqueda, es sólo q ue la fe nomenología de Kan t falle aquí, es que la voz
¿no es convertirlo en asco? incluso loca impone la idea del suje to. y que no es preciso que
En ]0 cual se muestra que el goce es aquello con q ue se mo­ "' el objeto de la ley no sugiera un a malignidad del Dios rea l.
difica la ex periencia sadia na. Pues no proyecta acaparar una Sin duda el cristianismo ed ucó a los hombres a ser poco quis­
volun tad sino a condición de haberla a travesado ya para insta­ qui llosos del lad o de l goce de D ios, y en es to es en lo qu e Kan t
larse en lo más íntimo del sujeto al que provoca más allá, por logra hacer pasar su voluntarismo de la Ley-por-Ia-Ley, el cual
herir su pudor. carga la ma no. puede decirse, en la ataraxia de la experiencia
G Cf. la ed ición de Sade presentada, t . m, pp . 501 ·502.

estoica, Puede pensarse que Kant está' aquí bajo la presión de


t [Tu es (" tú eres") suena igual que fuer ("ma tar"). TS)
lo qu e oye de demasiado cerca, no de Sade. sino de tal místico
752 KANT CON SAnE KANT CON SADE
753

de su país, en el suspiro que ahoga lo que entrevé más allá goce, estaría simplemente fuera de juego, si el fantasma no inler·
de haber vis to que su Dios es sin rostro: Grim-migkeit,!7 Sade viniese para sostenerlo con la discordia misma a la que sucumbe.
di ce: Ser·supremo-en.maldad. Para decirlo de otro modo, el fantasma hace al placer propio
para el deseo. E insistamos en que deseo no es sujeto, por no ser
en ninguna parte indicable en un significante de la demanda,
Pero ¡piuil! Schwtinne1'eien)8 negros enjambres •. os mandamos cua lquiera que ella sea, por no ser articulable en ella aun cuan·
lejos para volver a la función de la presencia en el fa ntasma do está articulado en e lla.
sad iano. El asiclero del placer en el fantasma es fácil de as ir aq uí.
Ese fantasma tie ne un<t estructura que volve rá a encontrarse La experiencia fisiológica demuestra que el dolor es de un
más lejos y en la que el obj eto no es más que uno de los térmi· ciclo más largo desde todo punto de vista que el placer, puesto
nos en que puede ex tinguirse la búsqueda que figura . C uando que una estimulación lo provoca en el punto donde el placer
el goce se pelrifica en él, se convierte en el fetiche negro en que termina. Por muy prolongado que se lo suponga, ti ene sin em·
se reconoce la forma claramente ofrecida en tal tiempo y lugar. bargo como el placer su término: es el desvanecimiento del sujeto_
y lodavía en nues tros días, para que se adore en ella al dios. Tal es el dato vi tal que va a aprovechar el fantasma para
Es lo que sucede con el ejecutor en la ex periencia sádica, fijar en lo sensible de la experiencia sadiana el deseo que apa·
cuando su presencia en el límite se resume en no ser ya sino rece en su agen te.
su instrumento.
Pero que su goce se coagule en ella no la exime de la humil·
dad de Ud acto con el que nada puede hacer para que no se El fanta~llla se defjne por la forma más genera l que recibe
presente como ser de carne y, hasta e1 hueso, siervo del placer. de un á lgebra construida por nosotros para este efecLO. o sea
Dupli cación que no refleja, ni devu elve la recíproca (¿ por la fórmula ($ O a), clonde el romho <> se lee "cleseo <le ', que
qué no sería su mutua lidad?) a la que se ha operado en el Otro h a de leerse igual en !ien tido retrúgr¡¡do, introdu cie ndo una
de las dos al teridades del sujeto. identidad que se funda en una no-reciprocidad absoluta. (Re Ja­
El deseo, que es el soporte de esa escisión del sujeto, se aveno dcll1 coextensiv(\ ,a las forma ciones del sujelo.)
uría sin duda a decirse voluntad de goce. Pero esa apelación Sea como sea, esta forma se muestra particularmente fácil de
no Jo haría más digno de la voluntad que invoca en el Otro, animar en el caso presente. Articula allí en efecto el placer al
manteniéndola hasta el extremo de su divisi ón res pecto de su que se ha sustituido un instrumento (objeto a de la [órmula)
palhos; pu es para eso, parle ya ven cido, prometido a la ¡mpo. con la suerte de división sostenida del sujeto a la que ordena
tencia. la ex periencia.
Puesto que parle sometido a l placer, cuya ley es hacerlo que· Lo cual sólo se obtiene a condición de que su agen te aparente
dar siempre corto en sus miras. Homeostasis encon trada siem· se coagule en la rigidez del objeto, en la mira en que su división
pre d emasiado pronto por el viviente en el umbral más b ajo de sujeto le sea entera desde el Otro devuelta.
de la tensión con que malvive. Siempre precoz la recaída del Una estructura clla tripartita es desde el inconsciente siempre
ala con que le es dado poder rubricar la reproducción ele su exigible en la construcción de una ordenación subjeti va. Cosa
forma. Ala sin embargo que tiene que e levarse aquí a la función , que sat isfacen nuestros esquemas didácticos.
de figurar el lazo del sexo con la muerte. Dejémosla reposar Modulemos el fantasma sadiano con uno nuevo de esos es·
cajo su velo eieusiano. quem as:
El placer pues, rival allá de la volun tad que estimula, no es
ya aquí sino cómplice desfalleciente. En el tiempo mismo del

1 [Cólera terrible. AS]

t (Sent im en talismos. AS)

¡54
KA NT CON SAOE KANT CON SAOE 755
ESQUEMA 1:
v s vivencia con que Sade dota a las vlctlmas de los estragos y tri·
buladones que les inflige en su fábul a. El momentO de su muerte
sólo parece motivado en ellas por la necesidad de sustitu irlos
en un a com bin ator ia que es la única que exige su multiplicidad.
Única (Justine) °
múltiple, la víctima tiene la monotonía de
la relació n de l suj eto con el significante, e n la cual, si h emos de
confiarnos a nuestro grafo, consisLe. Por ser el objeto a del
fantasma, que se sitúa en lo real, la tropa de los ator mentadores
(véase Julie lte) puede tener más variedad.
d_a La ex igencia, en la fi gura de las víctimas, de una belleza
o í5 siempre clas ifi cada como incomparable (y por lo demás ina lte­
rab le, d. más arr iba), es otro asunto, que podrfa despacharse
La línea de abaj o sa lisface el orden del fantasma e n cuanto con a lgun os postulados banales, pron to impugn ados, sobre el
que éste soporta la utopía del deseo. atractivo sexua l. M ás bien habrá de verse en esto la mueca de
La línea sinuosa inscribe la cadena que permite un cálculo lo que hem os demostrado, en la tragedi a, de la función de la
del suj eto. Está orientada, y su orientación constitu ye un orden belleza: barrera extrema para prohibir el acceso a nn horror
donde la aparición del objeto a en el lugar de la Causa se ilu­ fundamental. Piénsese en la Antigona de Sófocles y en el mo­
mina con lo universal de su relació n con la ca tegoría de la ca u­ me nto en que esta lla en en a el EQwC; áv'xa!€ ¡;á-I.av.'
salidad, lo cual, si se fuerza el umb ra l de la d educción trascen­ Esta exc ursió n no cesarí a aquí si no introduj ese lo que pnede
dental de Kant, instauraría sobre el pivote de lo impur o una llamarse la discord ancia de las dos muertes, introdncida po r la
nueva Cr ítica de la Razón. existen cia de la condenaciÓn. El entre-dos-muertes de l más acá
es ese ncial para mostrarnos que no es otro sino aquel con qne
Qued a la V que en ese lugar situad o por encima parece im­
poner la volLmtad que domina tod o el a~unto, pero cuya forma se sostiene el m ás a llá.
también evoca la reun i6n de lo qlle divide reteniéndoto junto Se ve bien en la parad oja que constituye en Sade su posición
con un vd, a saber dando a escoger 10 que hará el $ (S tacba do) respecto del infierno. La idea del infierno, cien veces refntada
de la razón práctica, del S sujeto "ruto de l pJ;¡cer (sujeto por él y maldita como medio de suj eció n de la tiraní a religiosa,
" pa tol ógico") . regr esa curi osamente a mo tivar los gestos de un o de sus h éroes,
sin e mbargo de los más avezados de la subversió n libertina en
Es pues efectivamen te la vol unlad de Kant la que se enc uentra
su fo rm a razonable, concretamente el repulsivo Sai nt·Fond. 10
en el lugar de esa vo luntad que n o puede llamarse de goce sino
Las prácticas cuyo suplicio último impone a sus vícti mas se fu n
explicand o que es e l sujeto reconstituido de la en aj enación al
precio de no se r si no el instrumento del goce. Así Ka nt, puesto dan en la creencia de que puede devolver por ellas en el más
en interrogatorio "con Sade", es decir Con Sade hacie ndo oficio, allá el to rmento e tern o. Conducta respecto de la cual. por su
para nuestro pensamiento como en su sadismo, de i nstrumento, recelo rela ti vo a la mirada de sus cómplices, y creencia de la
cual, por su azoro al explicarse sobre ella, el perso naje snbraya
confiesa lo que cae baj o el sentido elel "¿ Qué quiere?" que en
Jo sucesivo no le falta a nadie.
, su autenticidad. Así lo escuchamos unas páginas más allá in·
Utilícese ahora ese gráfico bajo su forma sUclnta, para en­ ten tar hacerlas p lausibles en su discurso por el mito de nna
contrarse en la selva del fantasma, q ue Sade en su obra desarro­ atracciÓn que tiende a reunir las "partículas del mal" .
lla en un plano de sistema. Esta incoherencia en Sade, desatendida por los sadistas. un
Se verá <..Jue h ély u na e'H:llica del f:lIlla\lIla. por 1" cu al é l poco hagiógrafos también ellos, se il uminaría si se seña lara baj o
punto de af'lIlisis, ~ lIpU eS lo CII $. dehe ha cén~e Jc C II Ja illlagin:t­
d(¡n retroccder infinilamcnlc. De donde b po ro cre íbk ~ohre. • An Ugo nt1; v. ¡SI [Eros, invicto en el combate. AS]

\0 ef. Histoire de julielle, ed. Jean-Jacques Pauven, t. H. pp. 196 Y ss.

e
756 K AN T CON SADE
757
KANT CON SADE

su pluma el término forma lmen te expresado de ]a segun da No hay que esperar nada, ni siqniera de la d esesperación,
muerte. La seguridad que espera de ella contra la espantosa ru­ con tra una estupidez en suma sociológica, y de ]a que s6lo nos
tina de la na tu ra leza (aquella que, si hemos de hace rle caso en ocupamos para que no se espere afuera demasiado, en lo que
otros lugares, el crimen tiene la función de romper) exigiría que ~e refiere a Sade, de los círculos donde se tiene un a experiencia
llegase a un extremo donde se redobla el desva neci miento del más segura de las (arm as del sadismo.
sujeto: con el cual simboliza en e l vo to de que los elementos des­ Prin cipalmente sobre lo que se divu lga de equívoco alrededor
compuestos de nuestro cuerpo, para que no se ,reú nan de nuevo, de él en cuanto a la re!ación de reve rsi,ón que uniría a l sad ismo
~an aniquilados a su vez. con una idea del masoquismo respecto de la cual se imf'\gin a
difícilmente fuera la mescolanza que sostiene. Más vale encon­
tra r en esto el precio de una historie ta, famosa , sobre la explo­
Que F reud sin embargo reconozca e l dinamismo de ese yoto l l ta ción del hombre por el h ombre : definición de l capitali smo
en cier tos casos de su práctica, que reduzca muy clarllmente, ya se sabe. ¿Y el socialismo entonces? Es lo contrario,
demasiado claramente acaso, su función a una ana logía con el Humor involuntario, es el tono del que LOma su efecto cierta
principio de pl acer, ordenándol a a una "pulsión" (demanda) difusión del psicoanálisis. Fascina por ser además in adve rtido.
"de muerte", esto es 10 que rech azará el consentimiento especial­ HJ..y sin e mbargo d octrinarios que se esfu erzan por un aseo
mente de talo cual que no ha podido ni siquiera aprender en la li éis cuidadoso. Nos espetan al charlatán existencialista, o más
técni ca que de be a Freud, como tampoco en sus lecciones, que sobriamente al ready·made personalista. Lo cual resulta en que
el lenguaje tenga otro efecto que el util itario, o de ceremonia el sád ico " niega la existencia del Otro" . Es de todo a todo, hay
cUil ndo m{ls. Fre ud le sirve en los congresos. que confesarlo, lo que acaba ele aparecer en nuestro análisis.
Sin duda. a los ojos de semejantes fantoches, los millones de Si lo seguimos, ¿no es más bien que el sadismo rechaza hacia
hombres para quienes el dolor de existir es la evidencia original e l Otro el dolor de existir, pero sin ver q ue por ese sesgo se
p.ra las prácticas de salvación que fund an en su fe en Buda transmuta él mismo en un " objeto ererno", si el señor Whi te·
.~·on subdesarrollados, o más bien, como para Ruroz , director de heéld tiene a b ien prestarnos ese término?
la R evue des Dcux M ondes, que se Jo dijo claramente aRe nan ¿Pero por qué no habría de hacernos un bi en común? ¿No es
a l rechazarle 12 su artículo sobre el budismo, esto después .de Bur­ éste, redención, a lma inmortal, el estatuto del cristia no? No ta n
nouf, o sea en algún punto de los años 50 (del siglo pasado), aprisa, pa ra no ir tampoco demasiado lejos.
para ellos no es "posible que haya gente tan tonta como eso". Veam os más bien que Sade no es engañado por su fllntasma,
¿No han escuchado pues, si creen tener mejor oído que los en la medida en que el rigor de su pensamiento pasa a la lógica
otro" psiquiatras. ese dolor en estado puro modelar la ca nción de su vida.
de a l ~1I1 0s enfermos a los que lla man melancólicos?
¿Ni recogido uno de esos sueños que dejan al soñador trastor­
nado, por haber ll egado, en la condición experimentada de un Pues propongamos aquí una tarea a nuestros lectores.
renacimiento inagotable, hasta el fondo del dolor de existir? L, delegación que Sade h ace a todos, en su R epública, del
¿O para volve r a poner en su lugar esos tormentos del infiero derecho a l goce, no se traduce e n nuestro grafo por ninguna
no qu e nunca pudieron imaginarse más allá de aquello cnyo , reversión de simetría sobre ningún eje o centro cualquiera, sino
mantenimiento tradicional aseguran los ho mbres en este mundo, solamente por un paso de rotación de un cuarto de círculo, o sea:
les conminaremos a pensa r en nuestra vida cotidiana como si
hubiese de ser eterna?

u Dinamismo subjetivo: la mu erte fl sica d a su objeto al voto de la se·


gunda muer te.
U! Gf. el prefacio de Renan a sus Nouvelles ¿lu des d'histoire 7'eligieuse de

1884.
758 KANT CON SAnE KANT CO N Sl'J)E 759
ESQUEMA 2: Obra aburrida la de Sade, si hemos de escucharles, sí, como
a ladrones en feria, señor juez y señor académico, pero siempre
)) ' V
suficiente para hacerles el uno por el otro, el uno y el otro, el
uno en el otro, molestarse.!!5
Es que un fantasma es efectivamente bien molesto puesto que
no se sa be dónde ponerlo, por el hecho de que está aJl f, entero

.s
en su naturaleza de fan tasma que no tiene o tra realidad que de
discurso y no espera nada de los poderes de uno, pero que le
pide a uno, él, que se ponga en regla con los propios deseos.
$
t
d
Acérquese ah ora el lector con reveren cia a esas figuras ejem­
V, la voluntad de goce, no permite ya negar su naturaleza de plares que, en el tocador sadiano, se disponen y se deshacen en
pasar a la constricción moral ejercida implacablemente por la un rito foráneo. " La postura se rompe,"
Presidenta de Montreuil sobre el sujeto respecto del cual se ve Pausa ceremonial, escansión sagrada.
que su división no exige ser reunida en un solo cuerpo. Sa luden en ellos los objetos de la ley, de quienes nada sa brán
(Observemos que só!o el Primer Cónsu l sella esta división con a falta de saber cómo encontrarse ustedes mism os en los deseos
su efecto de enajenación ad ministrativamente confirmado.) de los qne son cau sa.
Esta división aq u í reúne como S a l sujeto bruto que encarna
e l heroísmo propío de lo patológico bajo la especie de la fide­ Il est bon d'étre charitable
li dad a Sade que van a atestiguar los que fueron pdmeramente Ma is aflec qui? Voilil le point.
compJaci entes con sus excesos,13 su mujer. su cuñada - su valet, [Es bueno ser caritativo
¿por qué no?-, otras devociones borradas de su hisloria, ¿Pero con quién? Tal es el quid.]
En cuanto a Sade, el $ (S tachado), se ve fina lmente que como
Un tal seiíor Verdoux lo resuelve todos los días metiendo mu­
sujeto es en su desf'lparició n donde rubri ca, una vez que las
jeres en el horno hasta que él mismo pasa a la sill a eléctrica.
cosas han J1 egado a su término. Sade desapa rece sin que nada, Pensaba que los suyos deseaban vivir confortablemente. Más
increíblemente, menos aún que de Shakespeare, nos quede ue su esclarecido, el Buda se daba a devorar a aquellos que no cono­
imagen, despu és de haber orden ado en su tes tamento que una cían el camino. A pesar de ese em inente patronazgo que bien
espesura borrase has[a el rastro en ]a piedra de un nombre que podría fundarse tan sólo en un malentendido (no es seguro que
sella su destino. a la tigresa le gusta comer Buda), la abnegación del señor Ver­
Mi¡ q:ruval,14 n o haber nacido, su maldición menos sa n ta que doux proviene de un error que merece severidad puesto que un
la de Edipo no lo lleva jun to a los Dioses, pero se eterniza: poco de grano de Crítica, que no cuesta caro, se lo hubiera evi­
a} en la obra cuya insumergible flotación nos muestra Jules tado. Nadie duda que la práctica de la Razón hubiera sido más
Janin con un revés de su m ano, haciéndola saludar a libros que , económica a la vez que más legal, aunque los suyos hubiesen
la enmascaran, si hemos de creerle, en toda digna biblioteca, san tenido que saltearla un poco.
Juan C "isóstomo o los Pensamientos [de Pascal]. " ¿Pero qué so n", dirán ustedes, "todas estas metáforas y para
qué. ..?"
JJ No se interprete que damo!! crédito aquí a la leyenda de que intervino
personalmellle en el arresto de Sade. Cf. Gilbert Lély, Vie du MaTqui.s de UlCf. Maurice Car~on, L'affa ire Sade, J.-J. Pauvert, 1957. Cita a J, Janin
Sade, t. 1(, p. 577-580, Y la nota 1 de la poigina 580. de la R~ue de Paris de 1834, en su alegato pp. 84-90. Segunda refer encia
14 Coro de Edipo en Colona, v. 1125 [.sic eu el original. De hecho es el p. 62: J. Coctea u como testigo escribe qu e Sade es abu rrido, no sin haber
verso 1224-: "No haber nacido (es lo mejor)". AS) reconocido en el al filósofo y al moralizador.
760 KANT CON SAOE KANT CON SAOE 761
Las moléculas, monstruosas al reunirse aqui para un goce es­
posible resis tir a él? No es difícil adivinar lo que contestaría.
pinlria no, nos despiertan a la existencia de otras más ordinarias
Pero si su príncipe le ordenara, bajo pena de muerte,17 hacer
que encontrar en la vida, cuyos equívocos aca bamos de evocar.
un falso testimonio contra un hombre honrado al que quisiera
Más respetables de pron to que estas últimas, por aparecer más perder por medio de un pretexto especioso, ¿miraría como posi­
puras en sus valencias. ble el vencer en semeja nte caso su amor a la vida , por grande que
Deseos... los únicos aquí que las ligan, y exa ltados por hacer
fuese? Si lo haría o no, es tal vez algo que no se atrevería a deci­
manifiesto en ellas que el deseo es el deseo del Otro.
dir, pero que le sería posible, es algo que concederá sin vacilar.
Si se nos ha leído hasta aq uí, se sabe que el deseo más exac­
Juzg'a pues que puede ha cer algo porque tiene la conciencia de de·
tamente se sostiene gracias a un fantasma uno de cuyps pies ber hacerlo, y reconoce así en sí mismo la libertad que, sin la ley
por lo menos está en el Otro, y precisamente el que cuenta, in­ moral, habría permanecido para siempre desconocida de él."
cluso y sobre todo si le ocurre que cojea. La primera respuesta que se supone aquí de un sujeto del
El objeto, ya lo hemos mostrado en ja experiencia freudiana, que se nos advierte primero que en él muchas cosas suceden en
el objeto del deseo allí donde se propone desnudo. no es sino palabras nos hace pensar que no se nos da la le tra de és tas,
la escoria de un fantasma donde el sujeto no se repone de su siendo así que todo consiste en eso. Es que, para redac tarla, se
síncope. Es un caso de necrofilia. prefiere recurrir a un personaje cuya vergüenza correríamos en
Titubea de manera complementaria al suje to. en el caso todo caso el riesgo de ofender, pues en ninguno bebería de esa
general. agua. Es a saber ese burgu és ideal ante el cual en otro lugar. sin
En eso es en lo que es tan inasible como lo es según Kant el duda para dar un chasco a Fon tenelle, el cen tenario demasiado
objeto de la Ley. Pero aq uí asoma la sospecha que impone ese galante, Kant dec lara quitarse el sombrero. lB
paralelismo. La le y moral, ¿no representa e l deseo en el caso en Eximiremos pues al go lfo del testimonio bajo juramento. Pero
que no es ya el sujeto. sino el objeto el que falta? podría suceder que un defensor de la pasión. y que fu ese lo
El suje to. al qu edar él solo ell presen cia, hajo la [onlla de la bas tante ciego para mezclar con eIJa el pundonor, plantease un
VOl, <ldentro, sin pies ni cabeza segt'ln lo que dice las m;\s de ];¡s problema a Kant, obligá nd olo a comprobar que ninguna oca·
ve<:es, ¿no parece significarse suficientemen te con ese tachado con sión precipita a algunos con mayor seguridad hacia su meta que
qu e lo ]lllce bastardo el signi fi call te $, "ioltado del f:\JItasma el verla ofrecerse a despecho, incluso con desprecio del patfbulo.
(~ <> (1) de:l (¡ue deriva , en los dos sen tido~ de C!,tc térm ino? Pues el pa tfbulo no es la Ley, ni puede ser aquí acarreado por
Si este símbolo devuelve su lugar al mandamie nto de dentro ell a. No hay más furgón que el de la policía, la cua l hien puede
que maravilla a Kant, nos abre los ojos para el encue ntro que, ser el Estado, como di cen del lado de Hegel. Pero la Leyes otra
de la Ley al deseo, va más allá del escamoteo de su objeto, para cosa, como es sa bido desde Antígona.
la una como para el otro. Kant por lo demás no lo contradice con su apólogo: el patí.
Es el e ncuentro donde ju ega el equívoco de la palabra liber­ bulo sólo se presenta en él para que se ate. junto con el sujcto,
tad : sobre la cual, si la birla, el moralista nos m uestra siempre su amor a la vida.
más impudicia que imprudencia. Ahora bien, eslO es lo que el deseo puede en la máxima: El
Escuchemos más bien al propio Kant ilustrarlo una vez más. l6 non propter vita m vivendi perdere causas t9 pasar a ser en un
"Supongamos", nos dice, "que alguien pretenda no poder resis- '" ser moral, y precisa mente porque es moral, pasar al rango de
tir a su pasión, cuando el objeto amado y la ocasión se presen­ imperativo ca tegórico, si es tá mín imamente entre la espada y la
tan, ¿acaso si se hubiera alzado un patíbulo delante de la casa pared. Qu e es precisamente donde lo coiocan aquí.
donde encuentra esa ocasión, para atarle a él inmediatamente El deseo, lo que se llama el deseo, basta para hacer que la vida
después de que hubiera sa tisfecho su deseo, le serla todavía im· no tenga ,entido si produce un cobarde. Y cuando la ley está
17 El lexto dice: de una mu erte si n dHaci6n:

IIBaTOi, p. 173. Es el escolio del probl ema 11 (Aufgabt:) del teorema III 111 Ce. p. 253 de la lrad. de na.rni, p. 90 en la oo. Vorlander.

del capItulo primero de la Analftica, ed. VorHinder. p. 25 . .8 [Y no por amor a la vida perder las causas (o razones) de vivir. AS]

762 KANT CON SAOE K.ANT CON SAOE 763

verdaderamente ahí, el deseo no se sostiene, pero es por la razón Pero tambi én de atraernos el gruñido de los que la encuen·
de que ]a ley y el deseo reprimido son una sola y misma cosa, lriln poco nutrit iva . Numerosos en nuestra época. Renovación
incluso esto es lo que Freud descubrió. Ganamos el punto a medio del confliclo de las n ecesidades y de los deseos, donde casual·
tiempo , profesor. me nle es la Ley la que echa el reSlo.
Para la ma la pasada que puede hacérsele al apólogo kantia no,
el amor cortés o fr ece una vía no menos ten tadora, pero exige
Pongamos nuestro éxito en el cuadro de la tropa, rei na del ser erudita. Ser erudito por posición es atraerse a los eruditos,
juego como es sa bido. Pues no hemos hecho intervenir ni a nues­ y los eruditos en es te terreno son la entrada de los payasos.
tro Caballo, cosa que sin embargo n os era fácil , puesto que Ya Kant aquí por un pelo no nos h ace perder la seriedad,
serJa Sade, que nos parece aquí bas tante califi cado -ni nuestro por bIta del menor sentido de lo cómico (prueba de ello lo que
AIIil, ni nuestra Torre, los derechos del hombre, la libe rt ad de dice sobre ese tem a en su lugar) .
pensa mienLO. tu cuerpo es tuyo, ni nuestra Reina, figura ade­ Pero algui en a quien le fa lta, pero lo que se di ce faltarle, se
cuada rara designar las proezas del amor cortés. habrá nOlado, es Sad e. Este umbra l le sería tal vez fata l y un
Hnbiera sid o mo les tar a demasiada gente para un resultado prefacio no es tá hecho para desfavore cer.
menos seguro.
Pues si arguvQ que Sade, por algunas travesuras, acep tó con
conocimiento de causa (ver 10 que hace de sus "salidas", licit?s Así, pasemos al segundo tiempo del apólogo de Kant. N o es
O no) el riesgo de ser encerrado en la Basti lla durante la tercera menos conclu ye nte para sus fines . Pues supuesto que su ilota
parte de su vida. travesuras un poco aplicadas sin duda , pero tenga la menor agi lidad menta l, le pregu ntará si será su deber
tanto más demos trativas en Cuanto a la recompensa, me echo casualm ente dar un testimonio verdadero en caso de que fu ese
encima a Pine l y su pinelería que vuelve. Locura moral, opina. el medio con que el ti rano pudiera sati sfacer sus ganas.
En todo caso, bonito asunto. Y ya me veo l1 amado otra vez a la ¿Dehería decir que el inocente es un judío por ejemplo, si
reverencia p;)ra con Pinel a quien debernos uno de los pasos lo es de veras, ante un tribunal , es cosa que ' se ha visto, qu e
m ás nobles de la humanidad. -Trece años de CharenLOn para encuentra en eso materia de reprensión -o tambiéu que sea
Sade forman parte efec tivamente de ese paso. -Pero no era su ateo, cuando precisamente pudiera darse que él mismo fu ese
Ju ~ar. En eso consiste todo. Es ese paso mismo el que lo lleva un hombre como para entendérselas mejor sobre el alcan ce de
all á. Pues en cuanto a su lugar, toda cosa pensante está de la ;:tcusación Que un cousi.·a orio que no quiere más que un ex·
acuerdo en eso, estaba en otra parte, Pero hay esto: los que pediente _y ]a desviación de "la Jínea", va a alegar su iuocen­
piensa n bi en pien san que es taba fuera, y los "bien.pensantes", cia en un momenLO y en un luga r donde la regla de' juego es
desde Royer-Collard que lo reclamó en aquella época, lo veían la au to crítica -y qu é más? Después de lodo, ¿un i nocenle es
en el presidi o. incIuso en la horca. En esto precisamente es en lo acaso del todo una blanca paloma, va a decir ]0 que sa be?
que Pine[ es un momento del pensamiento. Quieras que no, Pu ede erigirse en deb er la máxima de llevar la contra al deseo
acredi ta el abati miento Que a derecha y a izquierda el pensa· del tirano, sí el tirano es el que se arroga el poder de someter
mi ento hace sufrir a las libertades que la R evolución aca ba de el deseo del Otro.
promulgar en su nombre. Así en las dos longitudes (y la mediac ión precaria ) de las que
Pues si consideramos los derechos del hombre ba jo la óptica " Kant se hace palanca para mostrar qu e la Ley pone en equili.
de la filosofía, vemos apa re cer lo que por lo demás LOdo el brio no sólo e l p lacer, sino dolor, feli cid ad y as imismo presión
mundo sa be ahora de su verdad. Se redu cen a la libertad de de la miseri a, incluso amor a la v ida, todo lo patológico, se
desear en vano. manifi esla que el deseo puede no s610 leuer el mismo éxito,
Buen pan como unas hostias, pero ocasión de reconocer en sino obte nerlo con más derecho.
e llo nues tra libertad espontánea de hace un rato, y de confirmar Pero si la ventaja qu e hemos dejado tomar a la Crítica por
que es ciertamente la li bertad de morir. la alacridad de su argumentación debiera algo a nuestro deseo
764
KAi\T CON 5.... DI KANT CON SADE 76:)
de saber ad ónde quería ir a parar, ¿no puede la ambigüedad de como la define muy clásicamente la Críl'ica 20 está claro qu e se
J
ese éxito in ve rtir su movimiento hacia un a revisión de las con­ rehú sa a quien no renuncie a la vía del deseo. Esta renuncia­
cesiones sorprendidas? ción puede ser voluntaria, pero a l precio de la verd ad del hom­
T al por ejemplo la desgracia en que se hi zo caer un poco bre, lo cual queda bas ta nte claro por la reprobación e n que
apresuradamente a tod os los obje tos que podrían proponerse han caido a nte el ideal común los epicúreos, y h as ta los es toi cos.
como bienes, p or Se r in capaces de lograr el acuerdo de las v~ Su a ta raxi a desti tuye su sabiduría. No se les tiene en cu en ta
Juntades: s imp~e men te por introd ucir la competencia. Asi Milán para nada que rebajen el deseo; pues no sólo no se considera
q ue Carlos V y Francisco 1 supi eron lo que les cos tó por ver en qu e la Le y se alce por ello, sino que es por eso, sépase o no,
ella el mismo bien un o y otro. por lo que se la siente derribada.
Esto es claramente desconocer lo qu e sucede co n el objeto del Sade, el interfecto, continúa a Saint-]ust donde e.e; debido.
deseo.
Que la feli cid ad se haya convertido en un factor de la política
Al que 11 0 podemos introducir aqu í sino recorda nd o lo qu e es una proposición impropia. Siempre Jo ha sido y volverá a
enseñamos sobre el deseo. que ha de formu larse como deseo del traer el ce tro y el incensari o qu e se las a rregla n mu y bien con
Otro, por ser desde su orig'en deseo de su deseo. Lo cual hace ell a. Es la libertad de desear la qu e es un fac tor nuevo, no por
conceb ible el acuerdo d e los deseos, pero no si n peligro. Por inspirar una revolu ción , siem pre es por un des eo por lo qu e se
la razón de qu e orden ándose en una cad ena qu e se parece a la lucha y se muere, sino por el hecho de q ue esa revolución quiere
proces ión de los ciegos de Brueghel, cada Uno sin dud a ti ene que su lucha sea por la libertad del deseo.
la mano en la mano de l que le precede, pero ninguno sabe De ello resulta que q uiere ta mbi én que la ley sea libre, tan
ad ón de van todos jun tos. libre que la necesita viuda, la Viuda 21 por excelencia, la que man­
Pero de desandar el camino. todos tienen ciertamente la ex­ da al canasto la cabeza de un o por poco que ca becee en el asunto.
perien cia de un a regla uni versa l. pero pa ra no saber más que eso. Si la cabeza de Saint-Just hubiese seguido habitada por fantas­
¿La solució n conforme a la R azón prácLica sería que den vuel­ mas de Organt, ta l vez hubie ra hecho de Termidor su triunfo.
tas en redondo?
El derecho al goce, si fu e ra reconocido, relegaría a un a era
Incluso ausen te. la mirada es sin duda allí un obje to como desde ese momento caduca la dominación del principi o de pla ~
para prese ntar a cada deseo su regla unive rsa l, ma teria lizando cec. Al enunciar lo. Sade h ace deslizarse para cada un o con una
su causa, liga ndo a ella la división "entre centro y ausencia" frac tura imperce ptible el eje an tiguo de ]a é ti ca: que no es o tra
del suj eto .
cosa qu e el egoísmo de la felicidad.
Del cu al no puede decirse que toda referencia a él esté ex­
tinta en Ka nt por la famil iaridad misma con q ue le hace com­
Atengámonos enton ces a decir que un a prácti ca Co mo la del pañ ía. y más aún por los reto ños suyos que capta un o en las exi­
psicoan álisis. que reconoce en el deseo la verd ad del su je to. no gencias con qu e arguye tanto por un a retribución en el más
puede des cono cer lo qu e va a segui r, si n demostrar lo que el1 a allá como por un progreso aquí abaj o.
reprime.
Déjese en trever otra feli cidad cu yo nombre dijimos primero.
y el esta tuto del deseo ca mbia, imponiendo qu e se le reexamine.
El desp'acer se recon oce allí por experiencia qu e da su pretexto
,
a la represión del deseo, al producirse en el camino de su sa­ Pero aqu i es donde debe j uzgarse algo. ¿H asta dónde nos lleva
tisfacción: pe ro asimismo que da la forma que toma esa satis­ Sade en la experiencia de ese goce, o sólo de su verdad?
faccÍó n misma en el retorno de Jo reprimido.
De modo semej an te el placer redobla su aversión a re conocer l!) T eo rema 11 del ca pítulo primero de la AnalUica, en la ecl . VorHincler, p .

la ley, por sos tener el deseo de satisface rla que es la defensa. 25. traducidu de manera toca1mente impropia por Barni. p. 159.
!l [Durant e la Revolución francesa, llamaban "la Viuda" a ]a gui llo­
Si la feli cid ad es agrado SÜl ruptura del suj eto en su vida, tina. TS]
766
KANT CON SADE KANT CON SADE 767
Pues esas pirámides humanas, fabulosas para demostrar el
aquella misma contra la que se esfuerza aquí el fantasma: de
goce en su n aturaleza de cascada, esas caídas de agua del deseo
donde nace el obstáculo a todo b alance válido de los efectos de
edificadas para que aquélla irise los jardines de éste de una vo­
la educación, puesto que no puede confesarse en él de la inten­
luptuosidad barroca, si más alto aún la hiciera brotar en el
ción lo que produce Jos resultados.
cielo, d e más cerca nos alraería la pregunta de lo que está alll
Este rasgo hubiera podido ser precioso por los efectos loables
chorreando.

de la impotencia sádi ca. Que Sade lo haya errado da qué pensar.


De los imprevisibles qu anta con que tornasola el átomo amor­
Su carencia se confirma por otra no menos notable: la obra
odio en la vecindad de la Cosa de dond e el hombre emerge con
no nos presenta nunca el éxito de una seducción en la que sin
un grito, lo que se experimenta, después de ciertos limites, no
embargo se coronaría el fantasma: aquella por la cu al la vícti­
tiene nada que ver Con aquello con que se sostiene el deseo en
ma, aun que fuese en su último espasmo, Jlegase a consentir en
el fantasma que precisamente se constituye por esos límites.
la intenci ón de su atormentador, o aun se enrolase por su lado
Esos límites sabemos que en su vida Sade los rebasó.
gracias al impulso d e ese consentimiento.
y esa depuración de su fantasma en su obra sin duda no nos
En lo cua l se demuestra desde otro ángulo que el deseo es el
lo habría d ado de otro modo.
revés de la ley . En el fantasma sadiano, se ve cómo se sostien en.
Tal vez causemos asombro al poner en tela de juicio lo que
rara Sade, se es tá siempre del mismo lado: el bueno o e l malo:
de esa experiencia real la obra traduciría también.
ninguna injuria cambiará nada en esto. Es pues el triunfo de
Si nos atenemos al tocador, por una vislumbre bastante vivaz
la virtud: esa paradoja no bace más que coincidir con la ridi.
de los sentimien tos de una hija hacia su madre, queda que la
culez propia del libro edificante, al que la Justina apunta de­
maldad, tan justamente si tuada por Sade en su trascendencia,
masiado para no abrazarlo.
no nos enseña aquí nada muy nuevo sobre sus modulaciones
Con la salvedad de la nariz que se mueve, situada al final del
de corazón.
Diálogo de u.n sacerdote y de un moribundo, póstumo (confesa­
Una obra que quiere Ser malvada no podría permilirse ser
rán ustedes que hay aquí un tema poco propicio a otras gracias
una mala obra, y bay que decir que La filosofía se presta a
qu e la gracia divina) ) se hace sentir a veces en la obra la ausen·
este chiste por lodo un lado de buena obra.
cia de un rasgo de ingenio, y puede decirse, más ampliamente,
Ha y mucho predicar ahí aden tro. de ese wit cuya exigencia había dj cho Pope desde hada casi un
Sin duda es un tratado de la educación de las mucha chas22 siglo.
y sometido en cuan to a tal a las leyes de un género. A pesar Evidentemente esto se olvida por ]a invasión pedantesca que
de la ventaja que saca de poner de manifiesto lo "sád ico-a nal" pesa sobre las letras francesas desde la W. W. Il [segunda gue­
rra mundial].
que oscurecía ese tema en su insistencia obsesiva en los dos
Pero si se necesita mucho estómago p ara seguir a Sade cuando
siglos precedentes, sigue siendo un tratado de la educación. El
preconiza la calumnia, primer artículo de la moralidad Que ha
sermón es en él aplastante para la víctima, fatu o por parte del de instituirse en la república, preferírIa uno que pusiera en
institutor.
ello la sal de un R enan. "Felicitémonos", escribe este último,
La información histórica, O mejor dicho erudi ta, es gris y hace "de que J esús no haya topado con ninguna le y que castigase el
añorar a un La Mothe le Yayero La fi siología se compone de ultraje a una clase de ciudadanos. Los fariseos hubieran sido
recetas de ama de cria. En lo relativo a la educación sexual, " in violables'',23 y con tinúa : "Sus exquisitas burlas, sus mágicas
cree uno es tar leyendo un opúsculo médico de nuestros días provocaciones herían siempre en el corazón. Esa túnica de Neso
sobre el lema, que ya es decir. del ridículo que el judío, hijo de los fariseos, arrastra en hara­
Más con ti nuidad en el escándalo de reconocer en la impoten. pos tras de sí desde hace dieciocho siglos, fue Jesús quien la
cia en que se despliega comúnmente la intención educativa, tejió por un artificio divino. Obra maestra de al ta burla, sus
rasgos se han inscrito con líneas de fuego en la carne de1 hipó­
la Sade lo indica expresamente en su tHulo completo.
2:! ef. Vit: de ]eStiS, 17a. ed., p. 339.
768 KANT CON SAO!:: KANT CON SAOE. 76~

crita y del falso d evoto. Rasgos incomparables, rasgos dig nos Sin duda la discreción de este autor le hace cobijar su fórmu·
de un Hijo de Dios. S610 un Djos sa be m a tar de esa manera. la con una referencia a san Labro. No por ello nos sentimos más
Sócrates y Moliere no hacen más qu e arañar la piel. Éste lleva inclinados a darle el mismo cobijo.
hasta el fondo de los huesos e l fuego y la rabia."" Que el fantasma sadi ano encuentre mejor cómo situa rse en los
Pues estas observaciones loman su valor de la continuación defensores de la éti ca cristiana que en o tra parte, es cosa qu e
que sa bemos, queremos decir la vocación del Apósto l de la fila nuestros puntos de referencia d e estru ctura hacen fáci l de ca ptar.
de los fariseos y el triunfo de las virtudes fari seas, universal. Lo Pero qu e Sade por su parte se niegue a ser mi prójimo es cosa
cual se nos conccder{¡ gil(: se pres ta a un argumento más perti­ que debe recordarse, no para negarle lo mism o a nues tra vez,
n ente que la excusa m ás bien ramplona con que se contenta sino para reco noce r con eUo el sentido de esa nega tiva.
Sade en su apología de la calumnia: que e l hombre honrado Creemos que Sade no es bastante vecino de su propia maldad
triunfará siempre d e ell a. para encontrar en ella a su prójimo. Rasgo que comparte con
Esta perogrullada no estorba a la sombría belleza que irradia muchos y con Freud notablemente. Pues tal es sin duda el único
de ese monumento de desa fíos. Ésta al darnos testim onio de la motivo de que unos seres, conoced o res a veces, re troced an a nte
experi encia qu e buscamos detr ás de la fab ul ación del fantasma. el mandamiento cristiano.
Experiencia trágica. por proyectar aquí su condi ción en una En Sade, vemos el test de es to, cr ucial a nuestros ojos, eu su
ilumin ación de más allá de tod o tem or y piedad. rech a70 de la pen a de muerte, cuya historia bastaría para pro­
Sidera ción y tinieblas, la l es, al revés que el rasgo d e in geni o,25 bar, si no la lógica, que es uno de los correla tos de la Caridad.
la conjunció n qu e en esas escenas nos fasc in a con su brillar de Sade se detuvo pues allí, en el punto en que se a nud a el deseo
carbán. a la ley.
Este ca rá cter trágico es de la es pecie que se precisará más Si algo en él se dejó retener en la le y, po r encon trar en ell a la
tarde en e l siglo en m¡ts de un a obra, nove la er(¡ ti ca o drama ocasión . de que habla San Pablo, de ser desmesu radame nte pe·
Telig;oso. Lo ll amaríamos 10 trági co chocho, que hasta nosotros cador, ¿qu ién le arroja rí a la primera piedra? Pero no fue más
no se sabía, salvo en las bro mas de colegial, que es tuviese a un lejos.
tiro de piedra de lo trágico noble. Para entendernos bús'1 uese No es sólo qu e en él como en cad a cua l la ca rne sea débil, es
la referencia d e la trilogía c1audeliana del Padre humillado. que el es píritu es demasiado pronto para n o ser enga ñado. La
(Para entendernos, sépase también que hemos demostrado en apología del crimen sólo le empuja a la confesión por un rodeo
esta obra los rasgos de la más auténti ca tragedi a. Es Melpó mene de la Ley. El Ser supremo queda res taurado en el M aleficio.
la que está en las últimas, con Clio, sin que se vea cuál ente­ Escúchenl e alabarnos su técni ca de poner en obra inmediata­
rrará a la o tra.) me nte todo lo qu e se le pasa por la cabeza, pensando también,
al sustituir el arrepen timi ento por la reiteraci ón, acabar con la
ley dentro. No encuentra nada mejo r para alentarn os a seguirlo
N os encon tramos por fin en posición d e interrogar al Sade, mi que la pro mesa de que la naturaleza mágica mente. mujer como
prójimo cuya invocación debemos a la extrema perspicacia de es, nos cederá cada vez más.
Pierre Kl ossowski. 26 Haríamos mal en confiar en es te típi co sueño de poder.
Nos indica sufi cientemente en todo caso que ni siquier a se
::.1. op. ci t., p. 346.
sabido el punto de partida que torna Freud del "S ideración y 1m."
Úi
"' plantea que Sade, como lo sugiere P. Kl ossowski seña lando a la
Z
vez que no lo cree, ha ya alcanzado esa especie d e a pa tía que
de H eymans [en El chiste y sus relaciones con lo inconsciente, Et cheverry
tradu ce: "desconcierto e ilum:nación", A. vm, pp . 14 , 18, S8, 134 y 144. AS] sería " haber regresado al seno de la natura1eza, al es tado de vi­
~Es el títul o de la obra publicada en la editorial Seuil en 1947 . Digamos gili a, en este mundo·'," habitado por e l leng uaje.
que es la única con tribución de nues tro tiem po a la cuestión sad iana que De lo qu e le fa lta aquí a Sade nos hemos probibido d ecir
no nos parece afeada por los tics del brillanle ingenio. (Esta frase, dema­ palabra. Deberá sen tlrse lo en la gradación de La fil osofía en
siado elogiosa para los demás, fu e puesta primeramente en nuestro texto
dirigida a un fmuro académico, ex perto a sn vez en malicias.) ZI er. b nota p. 94, op. cit.
770 KA NT CON SADE

que sea la aguja curva, cara a los h éroes de Buñuel, la que esté
llamada fin alme nte a resolver en la hij a un penisneid que se
plantea un poco allí.
Sea como sea, se ve que no se ha ganado nad a con remplazar
aquí a Dió tima por Doma ncé, persona a la que la vía ordina­
ria parece asustar m ás de lo que es convenien te. y q ue, ¿lo ha
visto Sade?, condu ye e l asunto con un Noli tangere ma tre1n. 28
V...ada y cosida, la madre sigue es tan do prohibida. Queda con­
Siete

firm ado nues tro veredicto sobr e la sumisión de Sade a la ley.


De un tratado verdaderamente del deseo pues, poco h ay aquí,
y aun de hecho nada.
Lo qu e de él se anuncia en ese sesgo tomado de un encu entro
no es sino cua ndo mucho un tono de r azón.

R . G. Septiembre de 1962.

!JI [No qu ieras tocar a la madre. AS)


SUBVERSIÓN DEL SUJETO Y DlALECTICA
DEL DESEO EN EL INCONSCIENTE FREUDIANOl

Una estructura es constituyente de la praxis llamada psicoaná­


lisis. Esta estructura no podría ser indiferente a un auditor io
como és te. al que se supone filosóficamente enterado.
Que ser fil ósofo quiere decir interesarse en aq uello en 10 que
se interesa todo el mundo sin saberlo, es una afirmaci ón inte­
resante por ofrecer la particularidad de que su pertinencia no
impli ca que sea decidibl e. Puesto que sólo puede resolverse a
condición de que todo el mundo se convierta en filósofo.
Digo : su p'ertinenci a filosófica , puesto que tal es a [in de
cuentas el esquema que Hegel nos ha dado de ' la Historia en la
Fenomenología del espíritu.
Resumirlo así tiene el interés de presentarnos una mediación
fácil para situar al sujeto: en una relación con el sa ber.
Fácil también de demostrar la ambigüedad de semejante rela­
Ó(}!l. La misma ambigüedad que manifiestan los erectos de la
ciencia en el universo contemporáneo.
El sabio que hace la ciencia es sin duda un sujeto él tam bién,
e incluso particularmente ca lificado en su constituci ón, como
lo demuestra el que la ciencia no haya venido al mundo sola
(que el parto no haya carecido de vicisitudes, y que haya sido
precedido de algunos (racasos : aborto o prematuración) .
Ahora bien, ese sujeto que debe saber lo que ha ce, o por lo

I Es le texto representa la comuuicaóón que aportamos a uu Congreso


reunido en Royaumont bajo Jos auspicios de los "Coloquios Filosóficos In ·
lernacionales", bajo el (hu)o de: La dialéctica, al que nos invüaba Jea n Wahl.
Tuvo lugar del 19 al 23 de septiembre de 1960.
Es la fecha de este texto anterior al congreso de Bonneval (al que corres.
, ponde el que Lacan intituló después "Posición del inconsciente" y que el
lector puede consultar en este tomo, p. 809) la que nos empuja a
publi carlo: para dar al lector una idea del adelanto que ha tenido siempre
nuestr a enseúanza en relación con lo que podíamos dar a co nocer de ella.
(El grafo produ cido aquí fue coustruido para n'Jesl ro Seminario sobre
las form aciones del in conscieute. Se elaooró especialmente sobre la estruc­
tura del chiste, tomada como punto de partida, ant e un auditorio sorpren­
dido. Fue el primer trimestre, o sea el último de 1957. Uua reseña sobre
é l, con la figura dada aqul, apareció en el Bulletin de Psychologie en aqueo
lla época.)

[mI

L
774 SUBVERSiÓN DEL SUJETO Y DIALÉCTICA DEL DESEO SUSV[ORSIÓN DEL 5 U J ~TO y DIALtCTlCA DeL DI;5EO 775
me nos es lo que se supon'e, no sabe lo que de hecho en los efec. Su criterio es la un idad del sujeto que 'es, sobre pres upuestos
toS de la ciencia interesa ya a todo el mund o. Por lo menos tal de esa clase de psicología, y debe incluso considerarse como sin­
parece en el universo contemporáneo : donde todo el mund o se tomático el hecho de que su te ma se aisle cada vez más enfática­
encuentra pues a su nivel sobre este punto de ignorancia. mente. como si se tratase ue l retorno de cierto suje to del cono­
Ya sólo esto merece que se hable de un sujeto de la ciencia, cimiento o como si lo psíquico tuviese que hacerse vale r como
T ema al que pretende igualarse una epistemología d e la que revistiendo el organismo.
puede decirse que muestra en ello más pre te n~ ión que éxito. H ay que tomar aquí como patrón la idea en que confluye
D'e donde, sépase aq uí, la referencia totalmente didáctica que todo un pen samiento tradicion al de habilitar el término no sin
hemos LOmado de Hegel para dar a entender para las fin alida· lundamenLO de es tado del conocimi ento. Ya se tra te de los esta­
d es de formación que son las nuestras, lo que hay en cuanto a dos de eJllusiasmo en Platón, de los grados del samadhi en el
la cuestión del su jeto tal como el psicoanálisis la subvierte pro­ budismo, o del E,-lebnú experiencia vivida de lo alucinóge no.
j

piflmenre. cOllvien e saber lo que autentifica de ello una teoría cua lquiera.
Lo que nos califica para proceder en este camino es eviden­ Autenl ifica de elJo en el registro de lo que el conocimiento
temente nu est ra experiencia de esa praxis. Lo que nos ha deci. supone de connaturalidad.
dido a esLO, aq uell os que nos siguen darán fe de ello, es una E.. cl:lro que el s30er hegeljano, e n la Aufhebung logicizante
ca rencia de la reoría sumada a un número de abusos en su trans.­ sobre la que se funda , hace tan poco caso de esos estados en
misión, que, por no carecer de peligro para la praxis misma, cua nW l:dcs como la ciencia modern a, que puede reconocer en
resu ltan tanto la una como los otros en una ausencia total de eIlos un objeto de experien cia en cuanlo ocasión de defi nir cier­
t ~s coorden:1das, pero en ningún caso una ascesis que s'e ría, di­
es tatuto científi co. Plantear la cuestión de las condi ciones mí­
nimas exigibles para sem'e jante estatuto no era tal vez un punto gamos, epislemógena o noófor a.
de partid a deshonesto, Se ha demostrado que lleva Jejos, En eso por cierto es en lo que su refere ncia es para nosotros
No nos remitimos aquí a la amplitud de un alegato social: pertinente.
para ser precisos, a la constancia de las conclusiones que hemos riles supone mos que se está bastante informado de la praxis
d'eb ido adoptar contra las desviaciones notorias en Inglaterra y frcudi ana para da r~e cuenta de que semejantes estados no des­
América ele la praxis que se autoriza en el nombre de psico­ empeii an en ell a ningllD papel; pero una cosa cuya importancia
análi sis. no es apreciada, es el h'echo de que esa pretendida psicología ' de
Es propiamente la subversión lo que vamos a intentar defi­ las profundidades no piensa en obtener de ellas un a iluminación
nir, excusándonos ante esta asamblea cuya calidad acabamos de por ej emplo. ni siquiera les afecta una cotización en la parte
invocar d e no poder h acer más en su presencia que fuera de de recorrido que dibuja.
e lla, a saber tomarla en cuanto tal como pivote de nuestra de­ Pues tal es el sentido, sobre el cual no se hace insistenci a. de
mostración , tomando a nuestra cuenta justifi carn os aq uí de lo ese :tpanamiento al que procede Freud con resp'e cto a los esta­
exiguo de ese margen respecto de ella, dos hipnoides, cuando se trata de expli car así incluso única­
Recurriendo si n embargo a su favor para considera r como mente los fenómenos de la h isteria . Éste es el hecho enonne: que
concedido que las condiciones de una ciencia no podrían ser el les prefiere el discurso de la histéri ca, Lo que hemos ll amado
empirismo. \ "momentos fecundos" en nuestra ubi cación del conocimiento
Encontrándose en un segundo tiempo lo que de e tiqueta cien­ pa ltlnoi co no es una referencia freudiana .
tífica se ha constituido ya bajo el nombre de psicología , Nos topamos con algunas dificultades para hacer entender en
Que nosotros recusamos. Precisamente porque, como vamos a un medio infatuado del más increí b le ilogismo lo que supone
demostrar, la fun ción del sujeto tal como la in staura la expe­ el hecho de interr ogar al inconsciente como lo hace mos, es decir
riencia freudiana des ca lifica desde su ra!z lo que bajo este tltu. hasta que dé una respuesta que no sea del orden d el arreba lo, o
lo, cualquiera que sea la forma en que se vistan sus premisas, del derribamiento. sino que más bien "diga por qué".
no hace sino perpetuar un cuadro académico. Si llevamos al suj eto a alguna parte, es a un desciframiento
776 SUBVERSIÓN DEL SUJETO Y DIALÉCTlCA DEl. DESEO SUDVr:nSlóN DUo SUJETO Y D1AÚCTICA DEL DES.EO ni
que supone ya en 'd inconsciente esta clase de lógica: donde se verdadero: a saber el surgimiento de la elipse como no indigno
reconoce por ejemplo una voz interrogativa. o incluso la marcha de l lugar del que toman su nombre las verdades llamadas supe­
de una argumentación. riores. L1 revolución no es m·enor por alcanzar solamente a las
Toda la trad ición psicoanalítica está ahí para sostener que la "revoluciones celestes".
n uestra no podría intervenir sino entrando por la buena entrada, Desde ese. momento detenerse en ella no tien-e únicamente el
y que de adelantarse a ella, no obtiene sino su clausura. sentido de revocar una tontería de la tradición religiosa que. co­
En otros términos. el psicoanálisis que se apoya en su filia­ mo se ve claramente, sigue tan campante, sino el de anudar más
ción freudiana no podría en ningún caso hacerse pasar por un íntim amente e l régimen del sa ber con el de la verdad.
rito de paso a una experiencia arquetípica o de alguna manera Pues si la obra de Copérnico, como otros lo han hecho obser­
inefable: el día en que alguien dé a entender algo de ese orden var antes qlle nosotros, no 'es tan copernicana como suele creerse,
que no sea un rninus será que todo límite ha sido abolido, De
J es por el hecho de que la doctrina de la doble verdad sigue
lo cua l estamos todavía lejos.2 d;mdo en e ll a abrigo a un saber que hasta entonces, preciso es
Esto no es sino acerca rnos a nuestro tema. Pues se trata de decirlo, cenia todas las apariencias de contentarse con ello.
estrechar de más cerca lo que Freud mismo en su doctrina ar­ He nos aquí pues interesados en esa frontera sensible· de la
ti cula de constituir un paso ··copernicano". ve rdad y del saber de la que puede decirse d'espués de todo que
¿Basta para ello que un privilegio sea relegado, en este caso nuestrll ciencia, a primera vistll, parece ciertamente haber re·
el que pone a la tierra en el lugar central? La destitución su b. gresado a la solución de cerr arla.
secu'ente del hombre de un lugar análogo por el triunfo de la Si no obstante la historia de la Ciencia al entrar en el mundo
idea de la evolución, da el se nti miento de que habría en ello es toda vía para nosotros lo bastante abrasadora como para que
una ganancia que se confirmada por su constancia. sepamm que en esa front era algo se ha movido, es tlll vez allí
¿Pero es tan seguro que sea ésta una ganancia o un progreso donde el psicoanálisis se seilala por representar un nuevo sismo
esenci a l? ¿Algo acaso hace aparecer que la otra verdad. si Bama­ al sohrevenir en ella.
mas así a la verd;¡d revelada, haya sufrido se riamente por el1o? Volvamos a tomar en efecLO por este sesgo el favor que espe­
¿No creeremos que el heliocentrismo no es, por exaltar el centro, ramos de la fenomenología de H·egel. Es el de seJi alar una solu_
menos ilusorio qU'e ver en él a la tierra, y que el hecho de la ción idea l, la de un revisionismo permanente. si así puede decir·
eclíptica daba sin duda un modelo más estimulante de nuestras se. en que 1" ve rd ad está en reabsorci6n const<lnt'e en lo ílue tiene
relaciones con lo verdadero, antes de perder mucho de sn in­ d e penurblldor. no siendo en sí misma si no lo que falta para
terés por no se r ya sino tierra que dice sí a todo? 1<1. reali zac ión del saber. La ,~ ntinomia que la tradición escolás­
En todo caso, no por causa de Darwin los hombres se juzgan tica planteaba como princip;¡l. aquí se la supone resuelta por ser
menos en ]0 alto de la escalera entre las criaturas, puesto que es im <lginaria. La verdad no es otra cosa sino aqIJeJlo de lo cual el
precisamente de eso de lo que los convence. saber no pu ede enterarse de que 10 sabe sino haciendo (lct uar su
El empleo del nombre de Copérnico para ulla sugestión de ignorancia. Crisis re;,! en la qU'e lo imaginario se resuelve, p"ra
lenguaje tiene recursos más ocultos que tocan justamente a lo emplear nu estras categorfas, engendrando una nueva forma sim­
que acaba de deslizárse nos de la pluma como relación con lo b(¡Jica. Esta dialéctica es convergente y va a la coyuntura defi_
nida CO IUO saber abso luto. Tal como e~ deducida, no puede ser
'lncluso ~ se intenta despertar un intcrés. bajo la rÓbrica de los fenóm~­
nos psi, en la tclepatla. o incluso en toda la psicologfa gótica que pueda
sino la conjunciún de Jo simbólico con un real del q~ ya no
resucitarse por nn Myers. el mas vulgar trotaestradas no podr¡'l traspasar el ha y nada que esperar. ¿Qué es esto sino nn sujeto acab;¡do en su
terrt:no donde Freud lo encerró de antemano al establecer lo que retiene identidad consigo mismo? En lo cual se lee que ese sujetO está
de esos fenómenos como algo que debe se:r en sentido estricto: traducido, en ya perfecto "11í y que es la hipóresis fundamental de todo este
los efectos de traslapam ient.o de discu:rso contemporineos.
La leer(a psicoanalftica. incluso si se p:rostituye. sigue siendo mojigata proceso. Es nombrado en efecto como su sustrato, se llama el
(rasgo bien conocido del burdel). Como se dice despu és de Sartre. es una Selbstbewusstsein) el ser de sí consciente, omniconsciente.
respetuosa: no hará el troltoir por cualquier lado (nota de 1966). Ojalá fu·ese asf, pero la historia misma de la ciencia, queremos
7i8 SU II VEItS IÓN DEL SUJETO Y DIALf.CnCA DEL DESEO ~ U" V I.R S I ÓN DI :L SU JETO y Dl ALr::crICA DEL DESEO 779
decir de la nuestra y desde que nació, si colocamos su primer protopático, puesto que es un servicio que no tiene allí titular,
nacimiento en las matemáticas griegas, se presenta más bien en El inconsciente. a partir de Freud . es una cadena de s i g nifi ~
desviaciones que sat isfacen muy poco 'ese inmanentismo, y las cantes que en algún sitio ('en otro escenario, escribe él) se repite
teorías. no nos dejemos enga ñar sobre eso por la reabsorción de e insiste para interferir en los cortes que le ofrece el discurso
la teoría restringida en la teoría generalizada, de hecho no 'em­ efectivo y la cogitación que él informa.
bonan en abso lnto según la dialéctica tesis, nntílesis y síntesis. En esta fórmula, que só lo es nu'estra por conformarse tanto a l
Por lo dem{¡s, alguJlos cruj idos expres;'tndose muy con fu samen­ texto freudiano como a la experiencia que é l abrib. el térm ino
te en las granel'es conciencias responsables de a lgunos camb ios decisivo es el significan te, reanimado de la ret6ri ca antigua por
ca rdin a les en la física. 11 0 dejan de record ,Hnos que después de la lingüística moderna, en una doctrina cuyas etapas no pod-emos
todo, para e:,te s:¡J)er como p:u<t los otros, es en otro sitio donde seña lar aquí, pero en la que los nombres de Ferdinand de Salls­
debe sonar b hora de la yerdad. sure y de Roman J akobson indicarán su aurora y su actual cul­
¿Y por qu6 no habríamos de ver que los aSOlnbrosos mira mien­ minaci/m, recorda ndo que la ciencia piloto del estru ctu rali smo
tos de que goza la charla lanería psicoannlítica en la ciencia en O ccident'e tiene sus raíces en Rusia donde floreció el forma ­
puede deherse ;1 lo que indi ca de una esperanza teórica que n o Ji,mo. Ginebra 1910. Petrogrado 1920 d;cen suficienteme nte por
sea t'Jn tc:l me nte de d'esa liento? qué su instrumento faltó a Freud, Pero esta bIt:1 de la hi storia
No IlOS referimos por Sil puesto a esa ex traordinaria transfe­ no hace sino más instrnctivo el hecho de que los mecanismos
rencia Itlleral, gracias :l la t ual regres:l n a haíiarse en e l psico­ descritos por Freud como los del proceso primario, en que e l
an:Hisis Ins categorías de un;l psicología que l#ev igoriza con eHo inconsciente encue nlra su régimen, recubr:l.n cxarlame:1tel:!s
sus b;ljOS empleos de explot:lci6n social. Por la r~17.ón que hemos funciones que esa escue la considera pam de len ninar las venien ­
exp resado, consideramos que la suerte de la psicolog!Cl está se­ tes más radical'es de los efenos del lenguaje. concrewmenle b
ll:tda sin rcmisibn. metáfora y I:! melonimia, dicho de otra manera los efecLo'i de
Se<l corno o,¡'e:l, nue'i tra dob~e referencia a l su jeto abso luto de sustitución y de combinaci¡'¡n del signifjc~lflle e11 las dimensione,"
Hegel y a l sujeto ;lbolido de la ciencia da la ilumin:lción nece­ respectiv;lm ente sincrónica y diacrc'mi<..a du nd e aparc('en en el
saria para formular en su verdadera medida e l d ra tlla tismo discurso,
de Freud: regreso ele Jet verd:1.d al campo de b, cicnci;t, con el Una vez reconocida en el inconsciente la es trll cL ur;l del le n­
mi smo movimiento con que se impone en el cnmpo de su praxis: guaje. ¿CJUt clase de sujeto podemos concebirle?
reprimida, re torn:l , Puede inlentarse aquí, por un prurito de método, partir de
¿Qui én no ve la distancia que sepam la desgracia de la con~ h c1cfiniri ém eS lri c:t<lmente lingüísli ca elel Yo r.Jel como signifi ­
ciencia de 1;) cunJ, por mu y poderoso qu e sea su burilamiento ca nte: en la que no 'es nada sino el shifu'r o inc1i C:<ltivo que en
en Hegel, puede d'ecirse que sigue siendo suspensión de un sa ber e l sujeto del e nun ciado designa al sujeto en cuanto que habla
-del malestar de la civilización en Freud , aun cuando s6lo sea ilcw a lmente,
e n el so pl o de una fra se como desautorizada donde nos señala Es decir CJue designa a l sujeto de la enunc iaci/m, pero CJu'e no
lo que. ley(:ndolo, no pu'cde articularse sino co mo la relación lo significa. Como resulta evidente por el hecho de CJue todo sigo
oh li cu:l (e n inglés se diría: skew) que separa al suj eto del sexo? ni ficante del sujeto de la enunciación pu'ede fa ltar en el enun­
En nuestro sesgo para situar a Freud, nada pues que se ~r­ ciado, aparte de que 10:-' hay que diri eren del Yo [1('1. y no úni­
c1ene por la astrología judiciaria en que 'fst:l sumida la psicolo­ C<.l menLe 10 que llamamos insuficienLemente los casos d-e la pri­
gía, Nada que proceda de la calidad. o inclu so de lo intensivo, mera persona del si ngular, aunque se adjuntase su a loj:l miento
ni de ningun:l fenomenologí:l con la que pueda tranqullizarse en la invocación plural, incluso en el Sí Mismo de la autosu­
e l ide:l lismo. En el campo freudiano, a pesar de las palabras, la gestión.
conciencia es un rasgo tan caduco para fundar e l inconsciente Pen samos por 'ejemplo haber reconocido al ~ujeto de la enun­
sobre su negación (ese inconscie nte data de sa nto T omás) como ciación en el significa nte que es e l ne francés que los gramáticos
es inodecuado el arecto para desempeñar e l papel del suj e to llaman ne ex pleti vo. término en el que se a nuncia ya la opinión
780 SU!lVERSIÓN DE L SUJETO Y D1ALtcncA DE L DESEO SUBVERSI 6N DEL SUJETO Y DI..u.tCTICA DEL DESEO 78t
increíble de algunos entre 105 mejores que consideran su forma ;cr ya sino la moneda de cuño desgastado de que habla Ma.
como en tregada al capricho. Ojalá que la ca rga que le damos Ilarmé, que la gente se pasa de mano en mano " en sHen cio".
los haga re trac tarse, antes de que se verifiqu e [qu'il ne soit avéré) Este corte de la cadena significante es el único que verifica
que no comprenden nada ([en francés], si retiramos ese ne, el la estructura del sujeto como discontinuidad en lo rea l. Si la
enunciado pierde su valor de ataque pues Yo [le) me elido en lingüística nos promueve el significante al ver en él el de ter­
lo impersonal) . Pero temo así que aca ben [qu'ils n'en vie nnent) minante del significado. el análisis revela ]a verdad de esta re­
por excluirme ([e n frances] deslicémonos sobre es" n ' y su ausen· lación al h acer de los huecos del sentido los determin antes de
cia, reduciendo el te mor alegado por la opinión de mi repug. su discurso.
na ncia a una aseve ración tímida, reduce el ace nto de m i enun­ Es la v/a dond e se cumple el imperativo que Freud aplica a
ciación a situarme en el enunciado) . lo sublim'e de la gn ómica presocrática: Wo Es war, soll lch wer·
Pero si empleand o [en francés] el verbo malar, di go "t ue", den) que hemos comentado más de una vez y que dentro de un
pues to que me apab ullan, ¿dónde me sitúa sino en el tú con el momen to daremos a entender de otra manera.
cual los mido?' Contentánd onos con dar un paso en gramática: alH donde eso
No lo tomen a ma)~ evoco al sesgo 10 que me resisto a cubrir 'estuvo ... ¿qué quiere decir? Si no fuese sin o "ello" que hubiese
con el ma pa forzado de la clínica, es tado (en aoristo), ¿cómo llegar allí mismo para hacerme ser
A saber, la manera justa de contestar a la pregunw: ¿Quién allí, por el hecho de enun ciarlo ahora?
habla? cuando se trata del sujeto del inconsciente. Pues esta Pero el francés dice: La O"
c'était . .. [a llí donde estaba). Uti·
respues ta no podría venir de él, si él no sabe lo que dice, ni si­ li cemos el favor q ue nos ohe(:'e de un imperfec to distinto. Allí
quiera qU'e habla, como la experiencia del an álisis entera nos ]0 donde estaba e n este mismo momento, allí donde por poco es­
enseña. taba, en tre esa extinción que luce todavía y esa eclosión que se
Por lo cual el lugar de] ¡nter-dicto. que es lo intra-dicho de un estrella, Yo [le] puedo ve nir al ser desapareciendo de mi dicho.
entre.dos·sujetos, es e ] mismo donde se di vide la transparencia En unciación que se denuncia, enunci ado que se renuncia, ig­
del sujeto clásico para pasar a los efectos de fading que especi. norancia que se disipa, ocasión que se pierde, ¿qué queda aquí
fican al sujeto freudia no con su ocu ltación por un significante sino el ras tro de lo que es preciso que sea para caer del ser?
cada vez más puro: que estos efectos nos llevan a los conrin es Un sueño í e(erid o por Freud en su artículo: Los dos princi·
donde lapsus y chiste en su colusión se confunde n , o induso pio!i del suceder psr'quico,4 nOS entrega, unida al patetismo con
adonde la elisión es h as ta tal punto la más a lusiva para reducir que se sostiene la fi gura de un padre difunto por ser la de un
a su redu cto a ]a presencia , que se asombra uno de que la caza fantasma, la frase: Él no sabía que estaba muerto.
del Dasein no la haya aprovechado más. La cual nos ha servido ya de pretexto para ilustrar la rela­
Para que no sea vana nuestra caza, la de los analistas, necesi­ ción del sujeto con el significante, por una enunciación cuyo ser
tamos reducirlo todo a la función d'e corte en el di scurso; el ti emhla con la vacilació n que recibe de su propio enunciado.
más fuerte es el que forma una barra entre el significante y el Si la figma sólo subsiste porque no se le di ga la verdad que
sign ifi cado. Aquí se sorprende al suje to que nos interesa, puesto ignora, ¿qué sucede pues con el Yo [1e] del que depende esa sub·
que al anudarse en la significación, lo tenemos ya alojado bajo sisten cia?
la égida del preconsciente. Por donde se llegaría a la paradDia Él no sabía. '. Un poco más y sabía, ¡ah!, ¡que esto no suceda
de concebir que el discurso en la sesión analítica no vale sino nunca! Antes que él 10 se pa, que Yo fie] muera. Sí, así es como
porque da traspiés o incl uso se interrumpe: si la sesión misma Yo [l e] vengo allí , alU donde eso estaba: ¿quién sabIa pues que
no se instituyese como una ruptura en un falso discurso, diga­ Yo [l e) estaba muerlo?
mos en lo que el discurso re.-.li za a l vaciarse como palabra, al no Ser de no-ente, es así como adviene Yo [le] como sujeto que
se conjuga por la doble aporía de una subs istencia verdadera
3 Uucgo de pa labras: d pronombre frailees tu, " tú", y el verbo h l C, "mala",

se pronu ncian igual. n l • G. VV., VUI, pp. 237-8; B. N., lI, pp. 495·8; A. , XII, pp. 223·3 1.
782 SUDVERSI6N DU SUJETO y DIALtCTICA on. D"SEO SUD\ I'JtSlÓN DU- SUJETO Y DIALÉCT ICA DEL DESEO 783

que queda abolida por su saber y d'e un discurso doude es la Recogemos aqu í el guante d'el d esafí o que se nos dirige al
muerte la que sostíeue a la existencia. tr"du cir con e l nombre de instinto lo que Freud llama Trieb:
¿Pondremos a este ser como contrapartid a del que Hegel Jo cu,, ) se traduciría bastante bien por drive en inglés, cosa que
forjó como suje to. por ser ~l sujeto que sostiene sobre la hjslo­ se evita, y por ello la palabra dérive ("deriv a") sería en fran­
ria del discurso d el saber absoluto? Recu érdese que él nos da [e cés nuestra solución desesperada, en caso de que no Jogdsemos
de hab er experi m en tiJdo con eso la ten tación de la locura. ¿Y dar a la ba stardía de la palabra plllsión su punto de ac uii ación.
no es acaso nuestra vía la qll'C la supera, por ir hasta la verdad y de ahí que insistamofi en promover que. dado o no en la
de la vanidad de este discurso? oos'en'aóón biológica, el instinto, entre los modos de conoci­
No adelan tem os aq uí nuestra doctrina de la locura. Pues esta m :e m o qu e la naturaleza exige de lo vivo p::tra que satisfaga sus
excursión esca tológi ca sólo está aquí para se ñalar la hia ucia necesidades, se define como aquel conocimiento en el que admi­
que se para a esas dos relacion'cs, la freudiana y la h egeli(\ U3. del r:UllOS e l no poder s'er un saber. Pero de lo que se tra ta en Freud
sujeto co n el saber. es tle otra cosa, que es cier tamente un saber, pero un saber que
y que n o h ay raíz su ya más segura que los modos con que se no romporta el menor co nocimiento, en cuanto qu e es tá inscri­
distingue allí la dialéctica del deseo, to en un discurso del cna1 , a la manera del esclavo- mensajero del
Pues en Hegel, 'eS al deseo, a la Begie'rde, a quien se remite la uso antiguo, el sujeto que lleva bajo su cabe llera su codicilo que
carga de ese mínimo de nexo que es preciso que el sujeto con· le co nd ena a muer te no sa be ni su se nlido ni su texto, ni en qué
serve COtl el antiguo eouocimiento para que la verdad sea inma­ lengua está escrito. ni siqu iera qu'e ]0 han tatuado en su cuero
llente a la rea lizació n de l sa ber. L'1 astucia de la raz6n quiere cahelludo rasurado mientras dormía.
d ecir que el sujeto desde el origen y hasta el [inal sabe lo que Este ap6logo fuerza apenas la nota de ]0 poco de fisiologia
quiere. interes"da por el inconsciente.
Es aquí doude Freud vuelve a abrir, a la movilidad de donde ElJo ~' e apreciad por la conlr¡¡l)rUeO:l de J:¡ contri hu{' i6n que
salen las revoluciones. la juntura entre verdad y saber. el psicoan ;i1isi s ha apo rtado a la fisiología desde que ex iste: esta
En el siguiente punto: que el deseo se anuda en e ll a al deseo contribució n es nu la, ni siquiera en ' lo que se refiere a Jos órga­
del Otro, pero que ~u ese lazo se aloja el d eseo de sa ber. nos sex ual'es. Ninguna fabulación prevalecerá contra este ba­
El biologismo de Freud no tiene nada que ver co n esa abyee­ lallce.
cibu sermon eadora que nos llega por boca nadas de la oficina Pues el psicoan{disis implica por supuesto 10 real del cuerpo
psicoanalítica. y de lo imag in a rio ele su esquema menlal. Pt:ro p;na reconocer
y era necesario hace rles vivir el instinto de muerte que allí el alcance en la persp'ectiva que se autoriza en él por el desa­
abominan, para ponerlos a tono cou la biología de Freud. Pues rrollo, hay que dnrse cuenta primero de que las integraciones
eludir el instinto de muerte de su doctrin a es desconocerla ab o lTlás o menos parcelarias que parecen co nsti tuir su ordenación,
solutamente. fun cion an allí a ute todo co mo los elementos de una heráldica,
Desde el enfoque que hemos djspuesto en e lla. reco nozca n de 1.111 blasón del cuerpo. Como se confirma por el uso que se
en la me táfora del retorno a lo inanimado con que Freud afecta hace de ell as para leer los dibujos infantiles,
a todo cuerpo vivo ese ma rgen más a.!J.á-de la vid a que el lenguaje AqUÍ se encuentra el principio, volveremos sobre ello, del pri­
asegura al se r por el h'echo de que hab la, y que es justamente vilegio paradójico, que sigue siendo el del [ala en la dialéctica
aquel donde ese ser ,compromete en posición ele signi[ictl.ntb no iucollsciente, sin qne baste para explicarlo la teoría producida
sólo lo que de su cuerpo se presta a ello por ser inl'en:ambiable . del objeto parcial.
sino ese cuerpo mismo. Eu donde "parece pues que la relación Tendremos que decir ahora que si se co ncibe qu é clase de
del objeto con el cuerpo no se define en absoluto como una apoyo he mos buscado en Hegel para criticar una degradación
identificación parcial que tuviese que totali7a rse en c iJa, puesLO del psicoauiHisis tan inepta que no encuentra otro motivo para
que, por el cOIHrario, ese objeto es el prototipo de la fi ignifica n. inLcre.'1.:tr si no el de se r el ele hoy, es inadmisible que se nos
cía d el cuerpo co mo lo que está en juego d el se r. iH1]lule e:;:,t;;¡ r engaliados por un agotami ento puramente dialéc­
784 SUOVf.RS¡ÓN DEL SUJETO Y DIALÉCTICA D:EL DCSEO SUBVERSiÓN DEL SU JETO Y DIALtcrlCA DEL DESEO 785
tico del ser, y que no podríamos considerar a áerto filósofos H e aquí lo que podría de cir'oc (IUC C~ S il (é lu la clc nl clltal (eL
como irresponsable cuando autoriza este malentendido. g rafo J). Se ,lrti(lIla allí lo qu e /lelllo,> ll;II11ado el punto d~
Pues lejos de ceder a una reducción logicizan te. allí donde se hasta por e l ("lIal e l ¡.; ignificante deti e ne el dcs li¡amíCI1l.ü." illd~­
trata del d"eseo, encon tramos en su irreductibilidad a la deman· filli do !-Ji no, de la ",igllificl( ¡{)I}" Se supone <¡tI~ la cadena 'Iig­
d a el resorte mismo de lo que impide igualmente reducirlo a la
necesidad. Para decirlo elípticamente: que el deseo sea articu· JJ!'¡'!cante e::,U ",opor tada por el vertor -..
S .S·. Sin ent.rar sicluier:1
lado, es precisamente la razón de que no sea articulable. Enten­ en la fineta de la clirec("j(')ll retn'¡grada en (IUC se produce Sll
demos: en el discurso que le conviene, é tico y no psicológico. cruzam ien to redoblado por el vector ~, n ::.I.<.,e ÚJliClllléllte el!
Tenemos entonces qu e lleva r mu cho más allá ante nosotros la elite último el pet que engancha, m ellO:' propio p;\r,1 figur:ll" lo
topología qu e hemos e laborado para nuestra ensefíanza nurante que hurta a la captación en su nado \"i"o qu c la inlelH"iún que
este último lustro, o sea introducir cieno grafo a propó-"ito del se esfu erza en ahogarlo en la onda (ILI pre. ll:xto, a ::,:Iher J:¡ rea­
cual avÍsamos que no garantiza sino el empleo entre otros li dad que .se imagina cn el e"'qucllla ctolúgicü del rctor no de b
que vamos a darle, habiendo sido construido y perfeccionado a Ilecesidad.
los cuatro vientos para ubicar en su nivelación la estructura más La función diacrónica de este punto de basta debe enco ntrarse
ampliamente práctica de los datos de nuestra experiencia. Nos en la frase, en la medida en que n o cierra su significación sino
serviría aquí para presentar dónde se sitúa el deseo en relación con su último término, ya que cada término está an ti cipado e n
con un sujeto definido a través de su ar ticulación por el sIg­ la constr ucci Ón de los otros, e in versamente s·ella su se ntido por
nificante. su efecto retroactivo.
GRAFO 1 Pe ro la es tructura si ncrónica está más escon d ida, y es ella la
que n os lleva al origen . Es la metáfora en cuanto que 'en ella
se constituye la atribución primera, la que promulgtl. "el perro
hace r miau, el gato hacer gua gu<t", con lo cual el niño de golpe,
desconectando a la cosa de su grito, eleva el signo a la función
del significa nte, y a la realidad a la sofistica de la significación,
s S' y, por medio del desprecio de la verosimilitud, abre la diversidad
de las objetivaciones por verificarse de la misma cosa,
¿Exige esa posibilidad la topología de un juego de las cuatro
eSy' uinas? He aquí el tipo de pregunta que no parece gran cosa
y que sin embargo puede dar alguna zozobra si de ella debe de­
pender la construcción subsecu"ente,
Les ahorra remos a ustedes sus etapas dándoles de buenas a
primeras la función de los dos puntos de cruzamiento en este
grafo primario. U no, connotado A , es el lugar del tesoro del
~ Se trata del amigo que nos convidó a este coloquio, desplJ(~s de haber
dejado aparecer, unos meses antes, las reservas que sacaba de su ontología significante, lo cual no quiere decir del código, pues no es que
personal contra los "psicoanalistas" según él demasiado inclinados al h,ge­ se conserve en él la correspondencia unívoca de un signo con
lianismo, como si algún otro aparte de nosotros pudiese ser blanco de ellas algo, sino que el significante no se co ns tituye sino de una reu­
en esa colectividad.
Esto en el vuela pluma de una s páginas de su diario lanzadas a los vien­ nión sincrónica y numerable dond e ningun o se sos tiene sino por
tos (azarosos sin duda) que se las hablan arrancado. el principio de su oposición a cada uno de los otros. El otro,
Tras de lo cual le hicimos partí ci pe <!e que, para interesar a esa su connotado s (A), es lo que puede llamarse la puntuación donde
ontología con los términos mismos divertidos con que él la viste en ciertos
billetes familiare s, encontrábamos ese procedimiento, "sin duda no, pero
la significación se co nstitu ye como produ cto terminado.
tal vez" destinado a extraviar a los e spíritu~. ObS'ervemos la disimetría del uno que es un lugar (sitio más
786 SUDVERsrÓN Dl::L SU J ETO Y DI A L tcnc A DL L D.5::0 SUU\l LRSI6N DEL SUJETO \' DIALt.CTICA DEL Dl:.SEO 787
bien que espacio) con respec to al otro q ue es u n momento (es· no se d istin gui ría de l fin gi miento q ue, en la luch a combativa o
cansión más bien qu e dur ación) , la ceremoni <l sex u<ll, es sin embargo bien difet"ente. Des plegán ­
Los dos pani cipa n de esa oferta al sign ifi can te que constitu. d ose en la cap tura imaginaria, el fingimien to se integra en el
ye el agujero en ]0 rca l, uno como hueco de rece lo, el otro como j uego de acercaI1liento y de r uptu ra qu e co nstit uye la danza ori.
perforación para la salida. g in ar i ~ , e n q ue eS;1S dos situaciones vitales encuentran su escan­
La sumisión del sujclO al sign ificante, que se produ ce en el sión , y los part id pantes que ordenan segú n ella lo q ue nos atre­
circui lo q ne \'a de J (A) a A para regresar ele A a s (A) , es pro­ \ 'eremos a llamar su dancidad, El animal por lo dem;Ís se mues·
pi ament'e un círculo en la medida en q ue el ase r to que se ins­ tfa capaz ele esto cuando está acosado; llega a despis tar in icia n.
taura e n é l, a falta de cerrarse sobre nada si no su propia escan ­ do ull a ca rrerél que es de en gai1o. Es to puede ir ta n lejos como
sión. d icho de otra ma nera a fal ta de un ac to en que encontrase para suger ir en las presas la nobleza de h onrar lo que h ay de
su certidumbre, no remite sino a sn pr op ia a nti cipaci ón en la ceremon ia en la c<l za. Pero un ¡¡nimal no finge fin gir. No produ­
composición del signi flca nt'C. en sí misma insignificante. ce huellas cuyo eng.J.íio consistiría en hacerse pasar p or falsas
Ln cU;lClra tu rn de ese círcu lo. p "rrl ser posible. no exige sino s:e ndo las \'erdaderas, es decir las que darían la bu ena pista ,
b "completud" ele b btl terÍa si~ llj(i canl e inst<l b d a e n A simbo­ Como ta mpoco borra sus hucll as, 10 cua l sería ya para él hacerse
lizando desde ese momento el lugar del Otro. En lo CU(}) se ve suje to del signi fican te.
q ue ese Otro n o es nada si no el puro sujeto de la moderna es­ Todo 'esto no ha sido articul<ldo si no de ma nera confusa por
lnllegia de Jos juegos, como ta l pedecta mente accesible a l c;ílcu­ fi lósofo') sin embargo pro(esion;des, Pero es claro que la Pa la­
lo de la conjetura , en la medida en que el sujeto re d , para b ra no comie nza sin o COIl el paso de la ficción al orden de l sig­
regu lnr el suy o, no tiene que tener 'en cuenta para nada n in ­ nifica llte y que el signi fic ln te ex ige otro luga r -el luga r de l
guna <lbe rr<lci6n l!a lil ,H!<I subje tiva en el sent ido común , es decir Otro, el Otro res tigo, el testigo Otro que cualq uiera ue los par­
psico lógica, sino la sola inscripci6n de u na combin atori;1 cuyo ti cipantes- para que la Pabbra que soporta pueda men ti r, es
;Igo t<l mient o es posib le. uedr pla ntearse como Verdad,
Esa cuadr<l tllra es sin emb¡¡rgo i mpo'iibl'e, pero súlo por el Así. es lIe un luga r otro yue la Rea lidad a la q ue concierne
hc:dlO de qlte el sujeto 110 se constitu ye sino 'iu'i lrayéndose a de donde la Verdad S<lca su ga ra nt ía: es de la palabra . Como es
ella y de5 co mpJ et~ n dola esen ci almente por deber a la vei'. con­ también de ella de quien recibe esa marca q ue la institu ye e n
ta rse e n elb y no lle nar e n e ll a o tra fUll ci c'm que la d e fal t<l, una estructu ra de fi cción,
El Otro co mo sede previa de l puro suje to de l ~ igni f j ca nte Lo didlO primero decre ta , legisla, "a fori za " , es orácul o, con­
o :. upa allí la posición maestra, in cl~o an tes de ve nir all í a la fi ere a l otr o real su oscura Fl utor idad ,
existe ncia, p;¡ra decirlo con Hegel y contra él, como Amo abso­ Tomemos so~amente u n significante como in signia de esa
luto, Pues lo q ue se omite 'en la cha ura de la mode rna teoría de omnipotencia, lo cual quiere decir de ese poder todo en pote n ~
la in for mación es que no se puede ni siquie ra hFl bJar de c(¡di go cia , de ese naci mi'e nto de la posibilidad, y tendremos el trazo
si no ee; ya el código de l Otro, pero es ciertamen te de otra cosa unario q uc, por colmar la marca invisible q ue el sujeto recibe
de lo que se treHa en el mensa je, puesto que es por él como el del significan te, e n<1jena a ese sujeto en la ide n tificación pri ­
suj eto se constitu ye, po r lo cual es de l O tro de quien el su jeto mera q u'e forma el ideal del yo,
recibe incl uso el me nsaje que emite. Y están justifi cadas l ~ s no­ Lo cu .l ql1 eda in scrilo por la no ta ción 1 (A) que debemos
taciones A y s (A) , \ sustit uir e n este es tad io a la $, S tachada del \'eetor retrógra uo,
Mensajes de código y códigos de mensaje se d iSl inguirán en haciéndo nosla trasladar de su punta a su punto de p:1 rt id:1 (d,
for mas puras en el su jeto de la psicos is, el que se basta por ese grafo 2) ,
O tro p revio, E(eeto de retroversión por el cual el su j'eto en cada etapa se
Observemos ent re parén tesis q ne ese O tro di stin guido como convierte en 10 que e ra como an tes y no se anuncia: h abrá sido,
lugar de la Palabra no s'e impone men os como testi go de la sino en el futu ro ante ri or.
Verdad. Sin la dimensión q ue constitu ye, el e ngaño de la Palab ra Aquí se inserta la am bigüedad de un d'eScon ocer [méconnaí­
788 sunVERSI6N DEL SUJETO Y OIAl...2CTICA DEL DESEO SUBVERSiÓN DEL SUJ ETO Y D1 ALt:cr ICA DEL DESEO 789

muestr a en la meditac ión de un Fé nelon) no le es e n absoluto


in manente, si no trascende nte puesto que se apoya en el trazo
unario d el ideal del yo (cosa que el cagita cartesia no no d esco­
n oce).7 Por lo cual el ego trascend ental misffi Ü' se encuentra re­
la ti vizado, implicado co mo lo está 'en el desconocimien to en que
se inauguran las ide ntifi caciones d el yo.
Significante Vo,
E~ te p roce!o.o imag'in ario que de la inlagc ll c..¡ p C( ula r (i (a) 1
m \>. <1 ¡ (o)
va a la constitución d el yo por el ca mino de b :-t uhj cli\'acic')Jl
por d ::; ignifi cante, cst¡i .. ignificado en 1l1lc., lrQ gr: llo, 1'01' ti
->
Venol' i (o) .111 de se ntido único, pcro articul:,u l0 dobl cllH: nrc,

I (A) Z
- ......
liBa prime ra \ ez e n conocinuito so hre ~ . l (. \ ) , ulla segunda
GRAFO 2 ----'>
,"el. e n la VÍ;I d e regl'e\o ~o hrc .\ s ( .\ ). Lo ru;d d cn l\l e~ tra ttlrC
t \ )'0 sMo se acaba al a rticlll:1rse n o co mo Yo r.lt'] d el di ~c llrso,
¡re] esencial a l co noce rme [me connaítl·e]. Pues todo lo que el
sino C0 l11 0 metonimia d c 'ni . ¡ igllifira('i ó n (lo qu e Danlourclte ,
sujeto puede dar por seguro, e n esa 1"'etrovisi6 n , es, viniendo a Pi cho n toma n por la pcnoll;] " den~a" [(;(()ff(:('] qu e oponen a l;,
su e n cue ntro, la imagen, anticipada, que to mó de sí mismo en pe rsona sutil ; ·C:-. ta ú ltim a no c\ otra CO.'iil IjllC la fundc'jll J1\;í ..
su espejo. No volveremos aquí a la fun ción de nuestro "estadio :llTih;] d esign ada C0l110 shifl er) .
del espejo", puOto estra tégico primero a lzado por nosotros como La promoción d e la conciencia como esencial a l suje lO en la
objeci ón al favor co ncedido en la teoTÍa al pretendido yo autó· secuel a histórica d el cogito cartesiano es para noso tros la a.cen­
nomo, cu ya res tauraciÓn académica justificaba el contrasentido t uación cngañosa d e la transparencia d el Yo [le] en acto él ex­
propuesto de su reforzamiento en una cura desvia da ya hacia pensas d e la opacidad del significan te que lo determina, y el
un éx iLO ad ap lalivo: fenóme no d e abdi cación mental, co nectado d es lizami ento p or el cu al el B ewusst.sein sirve para cubrir la
con el envejeci miento de l gn~Xl-en la diáspora oe la guerra. y
confusión d'el Sclbst, viene precisamente a demostrar, en la Fe~
red ucción de un a pr.íctica e minente a una etiqueta ad'ccuada
nomenología del espíritu, por el rigor de H egel, la razó n de
para la explo tación del American way of life.'
su error.
Sea co mo sea, lo que el suj eto encuentra en esa imagen alte­
El movimiento mism o que saca d e su eje al fen ó me no elel es~
rada de su cuerpo es el paradigma de tod as las formas del pare­
píritu h acia la relación im aginaria co n el otro (con el otro [au.lre]
cido <lue va n a ap li ca r so bre el mund o de los obj ctos un tinl c
es dec ir co n el se mejante <l ue dcbe connatarse con un a a minú scu­
de h os tilidad proyec ta ndo en él el avatar de la image n n a rci­
sista, que, por el efecto jubila torio de su en cu entro e n el espejo. la) , saca a lu z su efecto: a sa ber la agres ivid ad q u e se co nv ie rte
sc convierte, en el enfrentamien to con el semejan te, e n el d es­ en -el fiel d e la balanza alreded or del c ual va a descomponerse
ahogo de la más ínti ma agresiv idad. el eq uilib rio elel semejante con el semeja nte e n esa relación d el
Es es ta imagen, yo ideal, la que se fij a desde el punto en que Amo con el Esclavo, pre ñada de todas las astucias por las que
el suj eto se detien e com o ideal del yo. El yo es desde es, mo­ la razón va a pone r 'e n marcha su reino impe rsonal.
mento fun ció n d e dominio, juego de pres ta n cia, rivalidad con s­ Esta servidumbre ina ugural de los caminos de la libertad ,
tituida. En la cap tura que experimenta d e su n a turaleza imagi . mito sin eluda más que génesis efectiva, podemos mostrar aq uí
n ar ia, e nmasca ra su duplicid ad. a sa ber <lue la co ncie neia en lo que escond e precisamente p or haberlo rev elado co mo nunca
que se asegura de una exis te ncia innegable (i n ge nuid ad que se a nt'es.

I Dejamos este parrafo ünicam cntc como estela de una batalla superada 7 Los paréntesis so n aquf a ñadidos que insertan d csanolJos sobre la iden ·
{nota de 1962 : ¿en qué est<ibarnos pensando?}. tificación, posterio res (1962).
790 SUQVERSIÓN DEL SU JETO Y DIALECTIC A DF.L DI·SfO SUBVERSI ÓN DEL SUJ ETO Y DIALÉcnCA DEL DESEO 791
La lucha qu e la instaura es llamada con razón de puro pres­ su coartada en la m uert e del Amo. ¿Pero qué h ay de esa muerte?
tigio, y lo que está en juego, pues va en eIJo la vida, apropiado Simplemenre él la espera.
para hacer eco a ese peligro de la prema turación genérica del De hecho, es desde el lugar del Otro donde se instala, de d on.
naci miento, ignorado por Hegel y del que hemos hecho el re· de sigue el juego, haciendo inoperante todo riesgo, especialmen.
sorte dinámi co de la captura especular. te el de cualquier justa, en llila "conciencia- de-sí" para la cual
Pero la muerte, justamente por se r arrastrada a la [unción de sólo está muerto d e mentiritas.
la puesta en juego -apuesta más honesta que la de Pascal Asi pues, que los filósofos no crean poder desh acerse fácil.
::J lIllque se tra te tambié n de un póker, puesto qu e aquí la puja mente de la irrupción que fue la palabra de Freud referente
es limitad a- mues tr a a la vez lo que qu eda elidido de una regla a l deseo,
previa [a nLO co mo del reglamento conclusivo. Pues a fin de cu en­ y esto bajo el pretexto de que la demand a, con los efectos de
tas es preciso que 'e l ve n cido no perezca para que se convierta la frustrac ión, ha sumergido todo lo que les llega de una práctica
en esclavo. Di cho de o tra manera, el pacto es siempre p revio a caída en una banalidad edu ca ti va que ni siquier a sus bland uras
la viole nci a antes de perpetuarla, y lo que llamamos lo simbó­ levantan ya.
li co domina lo imaginario, en lo cual pued'c uno preguntarse si Sí, los trauma tismos e nigmá ticos del descubrimiento íreudia·
el ;¡sesina to es efectivamente el Amo absoluto. no ya no son más que ganas aguantadas. El psicoanálisis se a li.
Pues no bas ta decidirlo por su efecto : la Muerte. Se tra ta menta d'e la observación del niño y de la niñería de las observa­
además de saber qué mU'erte,8 la que la vida lleva o la q He ciones. Ahorrémonos sus reseñas, cuantas son, tan edificantes.
lleva a és ta, y tales qu'e el humorismo ya está siempre mal visto.
Si n querer achacar a la dialéctica hegeliana un veredicto de Sus autores se preocupan ahora dem as iado de una posición
in solvencia, discu tid o desde hace much o tiempo sobre la cues· honorable para seguir concediendo el menor Ju gar al lado irre.
lió n del nexo de la sociedad de los amos, sólo queremos su br;1­ mediablemente es trafalario que el inconsciente m antiene por
yar atlu í lo que, a partir de nuestra experiencia, sa lta a la vista sus raíces lingüísticas.
como si ntomá t.ico, es de cir cOIIl9 inslél!ación en la represi6n , Es Imposible sin embargo, paTa los que pre tenden que es por
propia mente e l lema de la Astucia de la razón cuy o error clesig­ la acogi da dada a la demanda por d onde se introduce la discor­
nado m;ís arriba no aminora su alcance de sed u cció n. E l traba _ dancia en las n eces idades q ue se su ponen en el origen del suje.
jo, nos di ce, al que se ha sometido el escla vo renun ciando al to, descuidar el hech o de que no hay d'emanda que no pase de
goce por temor de la muerte, será justame nte la v/a por la que un a manera o de otra por los desfilade ros elel significante,
y si la ananhé somática de la impo tencia del hombre para
reali zará 1.1 libe n ad. No ha y engaño más manifiesto políticamen­
moverse, a fortiori para valerse, algún tiempo desp ués d-e su na­
te, y por ello mismo psicológicamente. El goce es fáci l a l e,c1avo
cim iento, le asegura su suelo a una psicología de la dependencia.
y dejará al esclavo en servidumbre.
¿cómo eludi rá el hecho de que esa dep endencia se mantiene por
La as tll cia de la ra zón seduce por lo que en ella reSllen<l. d e
un universo de lenguaje, justamente en el hecho de que por él
un mito individual bien conocido del obsesivo, cu ya estru ctura, y a través de él, las necesid ades se han diversificado y desm ulti.
como es sabid o, no es rara en la inlelligenlsia. Pero por poco p licado has ta el punto de que su alcance aparece como de un
qu e és te esca pe a la ma la fe del profesor, difíci lmente se enga. orden (otalmente diferente, según que se le refiera al sujeto o a
fiará creyendo qu e es su trabajo el que h abr á de vol ver a a brirl e la po líti ca? Para decirlo todo: hasta el punto de que esas neceo
la puerta de l goce. Rindiendo un homenaje propiame~te in­ sidades han pasado", registro del deseo, con lOdo lo qu e nos
co nscien te a la historia escrita por H egel, encuen tra a menudo impone confrontar a nuestra nueva experiencia. de sus parad~
jas de siempre para el moralista, de esa marca de infinitud que
I Aqu í también se hace l"eferencia a lo que h emos pro fesado en nuestro
seña lan en él los reó logos, incl uso de la precariedad de su es ta·
semin ario sobre la ttica del psicoanálisis (1959-60, inédi to) sobre la segund a
mu erte. Aceptamos co n Dylan Thomas que no haya dos. ¿Pero entonces el
tuto, ta l como se enuncia en el último grito de su fórmula, lan.
Amo abso luto es efectivamente la única qu e queda? zado por Sa rtre: el deseo, pasión inútil.
792 SU8VER!lIÓN DEL SUJETO \' D[AL:Éc:nCA DEL DESEO SUBVERSiÓN DEL SUJETO Y DIALÉCTt CA DEL DESEO 793
Lo que el psicoanálisis nos demuestra referente al deS'eo en su Partamos de la concepaon del Otro como luga r del signifi­
fun ción que podemos llamar más natural puesto que es de ella cante_ Todo enunciado de autoridad no tiene al11 más garantía
de la que depende el mantenimiento de la especie, no es única­ qu'e su enunciación misma, pues es inutil que ]0 busque en otro
mente que está sometido en su instancia, su apropiación, su signi fican te, el cual de ninguna manera podría aparecer fuera
normalidad para decirlo todo, a los accidentes de la historia del de ese luga,. Lo que formul amos al deci r que no ha y metalen­
sujeto (noción del traumatismo como conti ngencia), es además guaje que pueda ser hablado, o más aforlstica mente: que no
qu'e todo esto exige el con curso de elementos estructurales que, hay un Otro del Otro. Es como impostor como se presenta para
para intervenir, prescinden perfectamente de esos accidentes, -y suplirlo el Legislador (el que pretende erigir la Ley) ,
cuya incidencia inarmónica, inesperada. difícil de reducir, pa­ Pero no la Ley misma, como tampoco 'el que se autoriza en
rece sin duda dejar a la 'experiencia un residuo que pudo arran­ ella.
car a Freud la confesión de que la sexua lidad debía de llevar el Que el Padre pueda ser considerado como el representante
rastro de alguna rajadura poco natural. or iginal de esa autoridad de la Ley, es algo que 'exige especifi.
Harfamos mal en creer que el mito freudia no de l Edipo dé car bajo qué modo privilegiado de presencia se sostiene más
el golpe de gracia sobre este punto a la teología. Pues no se basta all,í del sujeto que se ve arrastrado a ocupar rea lmente el lugar
por el hecho de agi tar el guiñol de la rivalidad sexual. Y con· del Otro, a saber de la Madre. Se hace pues retroceder la cuestión.
vendría más bien leer en él lo que en sus coordenadas Freud Parecerá -ex traño que, abriéndose alH el espacio desmesurado
im pone a nuestra reflexión; pues regresan a la cuestión de don­ que im plica toda demanda: el ser petición del amor, no dejemos
de él mismo partió: ¿qué es un Padre? más libre juego a dicha cuestión.
- Es el Padre muerto. responde Freud, pero nadie lo escucha, Sino que la concentremo~ sobre lo que se cierra más acá, por el
y en la medida en qu"" Laoan..Jo prosigue bajo el capítulo de efecto mi~mo de la demanda, para dar propiamente su lugar
Nombre-del ~P a dre , puede lamentarse que una situación poco al deseo .
científica le deje siempre privado de su auditorio normal.° Es en efecto de un modo muy simple. y vamos a decir en qué
La reflexión analítica ha girado sin 'embargo vagamente al­ sentido, en cuanto deseo de l Otro, como el deseo de l hombre
rededor del desconocimiento problemátj.:o entre algunos primi~ encuentra (orma, pero en primer lugar no cons'ervando sino
tivos de la función del genitor, incluso se ha polemizado, bajo una opacidad subjetiva para representar en ella la necesidad.
la bandera de contrabando del "culturalismo", sobre las formas Opacidad de la que vamos a decir gracias a qué sesgo consti·
de una autoridad 'en cuanto a la cual ni siquiera puede decirse tuye en cierta forma la sustancia del deseo.
que ningún sector de la antropología haya aportado una defini· El deseo se esboza en el margen donde la demanda se desgarra
ción de alguna amplitud. de la necesidad: margen que es e l que la d emanda, cu yo llamado
¿Deberá alcanzarnos la prác tica, que tal vez algún día tendrá no puede ser in condicional sino dirigido al O tro, ab re bajo la
la fuerza de la cos tumbre, de inseminar ar tifici almente a las mu~ forma de la falla posible que puede aportarle la necesidad, por
jeres en sedición fálica con el esperma de un gran hombre, para no ten er sa tisfacción universal (10 que suele llamarse: angustia) .
que saquemos de nosotros mismos sobre la funci ón paternal un Margen que, por más lineal que sea, deja aparecer su vértigo,
vered icto? por poco que no esté recubi erto por el pisoteo de elefan te d~l
El Edipo sin embargo no podrfa conservar indefinidamente capricho del Otro. Es ese capricho sin embargo el que introduce
el estre lla to en unas formas de sociedad donde se pier~e cada el fantasma de la Omnipotencia no del sujeto, sino del Otro
vez más el sentido de la tragedia. donde se instala su demanda (seria hora de que ese cliché imbé­
ci I fu ese. de una vez por todas, y para lodos, colocado en su
~ Que hayamos lanzado ese dardo en esa época, aunqu~ fuese eu térmi­ lugar), y con ese fantasma la necesidad de su refrenamiento
nos má.s vigorosos, en este lugar, toma valor de cita por el hecho de que por la Ley.
haya sido precisamen te sobre el Nombre-dei-Padre sobre el que hayamos co­
mado tres años más tarde la sanción de dejar dorm ir las tesis que habíamos
Pero nos detenemos aquí también para regresar al estatuto
prometido a nuestra enseiíanza, debido a la perman encia de esta situaciÓn. del deseo que se presenta como aut6nomo con relación a 'esa
794 s Un VERS¡Ó N DEL SUJETO Y DIALÉCTICA DEL DES¡':O SUlI VERSIÓ N DEL SU J ETO Y DIALEcnCA DE L DESEO 795

mediación de la Ley, por la razón de qu e es por el deseo por el Observemos que puede en contrarse un indicio en la clara
que se origina, 'en el h echo de qu e por una simetría singular, enajenación que deja al suj eto el favor de tropezar sobre la
invierte lo incondicional de la demanda de amor, dond e el suje­ cues tión de su esencia, en la m edida en que puede no descono­
to permanece en la sujeción del Otro, para llevarlo a la polen­ cer qu-e lo qu e desea se presenta a él como lo que no qui ere,
cia de la condición absoluta (donde lo absoluto quie re decir forma asnmida de la negación donde se in serta singularmente
también desasimiento). el desconocimi ento de sí mismo ig"norado, por el cual transfiere
Por la ganancia obtenida sobre la angustia para con la nece­ la permanencia de su deseo a un yo sin emba rgo evidentemente
sidad, es te desasimiento es un logro ya desde su modo más hu_ intermitente, e invers amente Se protege de su deseo atribu yén­
milde, aquél bajo el cual lo ;entrevió cierto psicoanalista 'en su do! e esas inrermi tendas mismas.
práctica del niño, nombrfudolo: el obje to transicional, dicbo Claro que puede uno sorprenderse de la extensión de lo que
de otra m anera: la hilacha de pañal, el trOlO de cacharro amado es accesible a la conciencia-d e-sí, a condi ción de que s"e haya
que no se separan ya del labio, ni de la mano. sa bido por otros caminos. Lo cual es sin dud a el caso aquÍ.
Digámoslo, esto no es más que embl ema; el represe ntante de
la representación en la condición absoluta está en su lugar en eRAFO 3
el inconsci ente, donde causa el deseo según la estructura de la
fantasía que vamos a 'extrae r de él. Ch e VUO I ?
Pues aqul se ve que la nesciencia en que queda el hombre
respecto de su deseo es menos nescie ncia de lo qu e pide [de­
m ande], que puede después de todo cernirse, que nesciencia de
dónde desea ,
y a esto es a lo que responde nuestra fórmula de que el in­
consciente es el discurso del Otro, en la que hay que entender el
"de" en el sentido del d e latino (determinació n objeti va): d e
Alio in oTat ione (complétese : tua Tes a,gituT) .
Pero también añadiendo que el deseo del hombre es el deseo
del Otro, donde el "de" da la determinación llamada por los
gramáticos subjetiva, a sa ber la de que es en cuanto O tro como
des'ea (lo cual da el verdadero alcance de la pasión humana),
Por eso la cuestión de el Otro que regresa al su je to desde el
lugar de donde espera un oráculo, bajo la etiqueta de un Che
vuoi? ¿qué quieres?, es la que conduce mejor al camino de su
propio deseo, si se pone a reanudar, gracias al savoir·faire de un
compañero llamado psicoanalista, aunque fuese sin saberlo bien,
en el sentido de un: ¿Qué me quiere? I (A) Y,
Es 'Este piso sobreimpuesto de la estru ctura el que va a empu_
jar a nues tro grafo (cL grafo 3) hacia su forma corllpletada, Pu es para volver a encontrar la pertinencia de todo esto, es
por introducirse en ella en primer lug"a r como el dibujo de un preciso que un es tudio bastante profundizado, y que no puede
punto de interrogación pl a ntado en el círculo de la A mayúscula situa rse sino en la experiencia a nalítica, nos permita com pletar
del Otro [AutTe], simboli za ndo con una homografía d esalentado­ la estructura de la fantasía ligando esencialm ente en ella, cua­
ra la pregun ta que signifi ca. lcsyui era qu"e sea n sus elisiones ocasionales, a la condición de
¿De qué frasco 'es éste el abridor? ¿De qué respu esta el signi­ un objelo (respecto del cual no hemos h echo más arriba sino
fi cante, clave universal? roza r por la dia croní a su privilegio), el momento de un foding
796 SU8\'ERSIJ DEL SUJETO Y DlALÉcrJCA DEL OI:SEO SUBVltRSIÓ N DEL SUJi!TO y DIALÍcnCA DEL DESEO 797
o eclipse del sujeto, estrechamente ligado" la Spaltung o escisión GRAFO COMPLETO
que sufre por su subordinación al significante.
Es lo CJue simboliza la ~jgla ($ <> a) que hemos introducido
;, título <.le algoritmo que no por GUiualidad rompe el elenrento
fonem;í.tlco que constituye la unidad ~ ignificante hasta Su áto­
mo literal. Pues está hecha para permitir veinte y cien lecturas
diferentes, multiplicidad admisible hast;1 el límite en ql1e lo
hablado permanece tomado en SI l álgebra.
Este algoritmo y sus análogos utilizados en el grafo no des­
mienten en efecto e n modo alguno lo q ue hemos dicho de ]a ¡m ­
posibilídéld de un metal·enguaje. No son significantes trascen­
dentes; son los índi ces de una significación absoluta, noción
que, sin otro comentario, aparecerá. así ]0 esperamos, adecuada
a la condición de la fantosía.
El grafo inscribe que el deseo se regu~a sobre la fantasía así
estab~ecida, bomólogo a lo que sucede con el yo con respecto Significante Voz
a la imagen del cuerpo, con la salvedad de que s'eííala además i (a)
la inversión de los desconocimientos en que se fundan respecti­
vamente uno y otro. Así se cierra la vía imaginaria, por la que
de bo advenir en el análisis, allí donde el inconsciente se estaba.
Digamos, para proseguir la metáfora de Damourette y Pichon
I (A) )1
sobre el yo gramatical, apli cándola a un sujeto al que está mejor
c!estinada, que la fanta sía es propiamen te " pafio" de ese Yo fje]
4 u e se encuentra primordialmente reprimido, por no ser indica. Que la demanda desa parece también, es cosa que S'e sobreentien­
ble sino en el fading de la enunciaci6n. de, con la salvedad de que queda e l corte, pues éste permanece
He aquí ahora en efecto nuestra atenciÓn solicitada por el es­ pres'e nte en lo q ue distingue a la pulsión de la función orgánica
tatuto subjetivo de la cadena signifi cante en el inconsciente, o que habita: a saber su artificio gramatica l, tan manifiesto en las
mejor en la represión primordial (Urverdriingu.ng). reversiones de su articulaciÓn con la fuente tanto como con el
Se concibe mejor en nuestra dedu cción que h aya habido que objeto (Freud en este punto es inagotable) .
interrogarse sobre la fun ción que sostiene al sujeto del incons­ La delimitación misma d'e ]a "zona erógena" que la pulsión
ciente, al observar que es difícil designarlo en ninguna parte aísla del metabolismo de la función (el acto de la devoraci6n
como sn jeto de un enun ciado, por consiguiente como articulán­ interesa a otros órganos apar te de la boca, pregúntenselo al
dolo, cuando no sabe ni siquiera que habla. De donde el con­ perro de Pavlov) es el hecho de un corre favorecido por el rasgo
cep to de la pulsión donde se le designa por una ubicación orgá. anatómico de un margen o de un borde: labios, "cercado de los
nica, oral. anal. etc., que sa tisface esa exigencia de estar tan to dientes", margen del ano, surco peniano, vagina, hendidura pal­
más lejos del hablar cuanto más habla. \ pebral, incluso cornet'e de la oreja (evitamos aquí las precisio­
Pero si nuestra gnífic.1 completa nos permite situar a la pul­ nes embriológicas). La erogeneidad respiratoria está mal estu­
\i6 n 10 como tesoro de los significantes, su noulci()1l como ($. o D) diada, pero es evidentemente por el espasmo como entra 'en
mantiene ~1I estructura ligá ndob a la diacronía. Es lo que juego.
adviene de la demanda cuando el sujeto se desvanece en ella. Observemos que este rasgo del corte prevalece con no menos
claridad en e l objeto que describe la teoría analítica : pezón,
10 [V(ase la nota del tomo 1, p. 888. JDS]
escíbalos, falo (como objeto imagi nario), flujo urinario. (Lista
J

SUBV ERSiÓN DEL SUJETO Y DIALtcrtCA DEL DESEO 799


798 SUBVERSIÓN DEL SUJETO y DIAu:crrcA DEL DESEO

impensabl'e si no se 1e añade con nosotros el fonema , la mi rada. Sin duda e l cadáver es por cierto un sign ificante, pero la tum·
la voz -el n ada) . ba de Moisés es tá tan vacía para Freud como la de Cristo pa ra He­
Pues ¿no se ve acaso que el rasgo: parci al, subrayado con jus­ gel. Abraham no ha entregado su mis teri o a n inguno de los dos.
ticia en los objetos, no se apl ica al h echo de que formen parte En cuanto a noso tros~ partiremos de lo que articula la sigla
de un objeto total que sería el cuerpo, sino al de que no repre­ S (t«): ~er en primer lugar Ult .,ig-ni fic;L llte, - Nu es tra definición
sentan sino parcialmente la función que los produ ce? del sigJl ¡fic~mte (no ha y otra) e,e; : un 'iignificanle es]o que repre·
Un rasgo común a esos objetos en nuestra elaboración: no ~e lll a a l sUje to para otro e;igllifiGlIlle_ Estc ~ i g-Il ifica llle se r;'1 pU'Cs
tienen imagen es pecul ar, dicho de otra manera, de alteridad .l1 el ,>igll ificallle por el (" ual lodo,> 1o, Q[ro!) \ i g-Jlifi c lllle~ repre­
Es lo que les permite se r "el paño", o para ser más precisos el ~ellta n al suj e to : es decir <-¡tl e :1 (alel de c'¡te significalll'C, lodos
forro, sin ser por ello su envés, del suj eto mismo que se consi­ los o tros 110 repre"entarÍ;¡n nada, Pue,,> [o qlle nad;) e~ represe;l­
dera sujeto de la conciencia. Pues el sujeto que cree poder tener lado si no par,\.
Ahora bien, puesto que la baLería de los significa n tes, en
acceso a sí mismo d"esignándose en el enunciado no es o tra cosa
cuan to que es, está por ESO mismo completa, este significante no
que un obje lo tal. Inlerrogad al a ngusliado de la página blanca,
puede ser si no un tra zo q ue se traza de su círculo sin poder con·
os dirá quién es la boñiga de su fantasma.
Es a ese objelo inasible en el espejo al que la imagen espec u­ larse en él. Simbolizable por la inherencia d e un (- 1) al con­
jUlltO de los significantes _
lar da su vestimenta. Presa capturada en las red es de la sombra,
Es como ta l impronunciable, pero no su operación, pues ésta
que, robada de su volumen qu e hincha la sombra, vuelve a ten­
der el se ñuelo fatigado de ésra con un a ire de presa. es lo que se produce cada vez que un n ombre propio es' pro.
nun ciado_ Su enunciado se iguala a su significación_
Lo que el grafo n os propone ahora se sitúa e n el punto en
De dond e !'esulta que al calcular ésta, según el álgebra que
que toda cadena signífic(¡llte se hon ra en cenar el circul o de ,'>u
s~gni(j cacjóJl . Si hay que es perar semejante efecto de la en Ull. utili z<l mos, a sa ber:
Cl(¡ÓÓn inco n'\cienle, aquí se r;'1 en S (~) , )' se leel':í : significanle S (s ignificante)
de un a fa lta en el Otro, inherente a su fllllci<'J n misma de ser el =s (el enu nciado), con S = (-1) ,

tesoro del significanle. E~ lO en la medida en qu e al Otro se le ;;¡ (\ignificad o)

pide (che v lloi) que responda del valor de es'e tesoro, es decir
que res ponda sin duela desde su IUg<lr en hl cadena infel-ior. tellemo'\ :
pero en los significantes co nstituyentes de la c;1d'en;1 superior.
dicho de otra manera en térmillOs de )Julsi/Hl_ ,= ~
La falta de que se trata es ciertamente lo qu e hemos (ormu­
lado ya: q ue no hay un Olro d-el Olro. Pero este rasgo de la No­ Es lo que falta a l sujeto para pensarse agO lado por su cogito,
Fe de la verdad, ¿es en efecto la última palabra válida pa ra dar a saber lo que es impensable. ¿Pero de d ónde provi~ne ese ser
a la preg unta : ¿qué me quiere el Otro? ¿Su respuesta , cuando nos-­ que aparece como falta ndo e n el mar de los nombres propios?
otros, analistas, somos su portavoz? -Seguro que no, y justamen­ No podemos preguntárselo a ese sujeto en cuanto Yo [fe ].
te en la medida en que nuestr o oficio no tiene nada de doctri­ Pma sa berlo le falta lOdo, pues to que si ese suj e to, Yo estuviese
na1. No tenemos que responder de nin guna verd ad \'1lt ima, es­ mueno, y<I lo hemos dicho, no lo sabda _ Y que por consiguienle
pecialmente ni pro ni contra nin guna religión. no me sabe vivo. ¿Cómo pues me lo probaré Yo [fe]?
Ya es mucho que ten gamos que colocar aq uí, en el mi to fl"'CU­ Pues pueelo en rigor probar al Otro que existe, no por cierto
diano, al Padre muerto, Pero un mito n o se basta por no soste­ con las pruebas de la existencia de Dios cuyos siglos 10 matan ,
ner ningún rito, y el psicoanálisis no es el rito del Edipo. ob­ si no amándolo, solución aportada por el keri gma cristiano_
servación que habrá de desa rro ll a,,~ más larde. Por lo demás, es una solución demasiado precaria para qu e
penS'emos siqui era en fund ar sobre ella un camino desviad o ha·
u Cosa qu e justificamos m:ls tarde por med io d e un moclelo topológico
lomado de la leo rfa de las superficies en el otlalysis si/U! (nota de 1962). da lo que es nuestrO problema, a saber: ¿Qué soy Yo [fe1?

'\

BOO SUBVER SIÓN DEL SUJETO Y DIAL ÉCTICA DEL DLSE:O SUEVER.S16N DEL SUJETO Y DIALÉCTICA DEL DESEO 801
Soy en el lugar desde donde se vocifera qu e "el universo es dida crisis del pensamien to, sino para reducir por el con trario
un defecto en la pureza de l No~Se r ".12 su falso brillo a la hiancia que designan, siempre para nosotros
y es to no sin raz6n~ pues de conservarse, ese Ju ga r hace lan­ mu y si m plenrente edificante, y sobre todo para tratar de forjar
guidecer al Ser mismo. Se llama el Goce, y es aq uello cuya falta en ellos e l método de una especie de cálculo cuyo secreto seria
haría vano el universo. revelado por la inadecuación como tal.
¿Está pU'es a mi cargo? -Sin duda que sí. Ese goce cuya falta Así ese fa ntasma de la ca usa, qu e hemos perseguido e n la m,Ís
hace inconsistente al Otro, ¿es pues el mJo? La ex periencia pura simbolización de lo imag ina rio por Ja alternancia de lo
prueba que ordinariamente m e está prohibido, y es to no única. ::.emejanLe con lo desemejante. 1 <J
men te, como lo creerían los imbécil'es, por un mal arreglo de Observemos bie n por consiguiente lo qu'e se opone a que se
la sociedad, sino, diría yo, por la culpa del Otro si 'existiese: confiera a nues tro significante S (Ifi.) e l sentido del i\1 anl1 o d e
como el Otro no exis te, no me queda más remedio que tomar cualquiera de sus co ngéneres. Es qu e no podemos contenlarnos
la culpa sobre Yo [le], es decir creer en aquello a lo que la ex­ con articu larlo por la miseria d'eJ hecho social, aunque fu ese
periencia nos arrastra a todos, y a Freud el primero: a l pecado acosado hasta un prete ndid o hecho lotal.
original. Pues incluso si no tuviése mos la confesión de Freud Sin dud a C Jaud e l.év i-S lr:lu ~~, ('omel1t<l ndo a i\lau ss, ha que­
tan ex presa como desol ada, quedaría el hecho de que 'el mito, el rido rccon ocer e n él el efccto de un símbolo cero. Pero en nues­
último que ha nacido en la historia, que debemos a su pluma, tro caso n O$ parece q ue se tr a ta 1il;IS bien del signifi cante de la
n o puede servir a nada más que el de la m anzana maldita, con falta de e~e ,., ímbolo cero. Y por eso hemos indicado, a reserva
la sa lvedad, que no se in scribe en su activo de milo, de que, más de incurrir en algllna desgrati a, h;l Ha dúndc hemos podido ne­
sucinlo, es sensiblemente menos cre tinizante. var la desvia ci6n elel algoritmo matemútico para nu est ro uso :
Pero )0 que no es un mito, y lo que Freud formuló sin em­
bargo tan pronto como el Edipo. es el complejo de castració n. el símbolo ~ qne también se escribe i en la teoría de los
Encontramos 'en este complejo el resorte mayor de la su bver­ núme ros complejos. sólo se justifica ev identemente n o a':opirétndo
sión misma que intentamos articular aqul con su dia léctica. a ningÍl n 'HIlOmatismo en su e mpl eo sub.,ig uí e nte.
A lo q ue hay qu e atenerse. es a qu e 'e l goce está prohibido a
Pues, prop iamente desconocido hasta Freud, que lo introdujo
quien habl a como tal, o también que no puede decirse sino
en b formaci ón del deseo. el complejo de castración no puede
entre líneas para (ruienqui'era que sea sujeto de la Ley, pues to
ya ser ignorado por ningún pensamiento sobre el sujelo.
En el psicoanáJisis sin duda, lejos de haberse in ten tado llevar qne la Ley se fu nda en esa prohibición misma.
En efecto, aun si la ley ordenase: Goza, el sujeto sólo podría
m ás allá su articulación , es mu y precisa mente a no dar explica­
contestar co n un: Oigo,14 dond'e el goce ya no estaría sino so­
ciones a lo que se ha dedi cado mucho esfuerzo. Por eso ese gran
cuerpo, exactamente como Sansón, se ve redu cido a mover la breen tend ido.
Pero no es la Ley misma ]a qu e le cierra al snjeto el paso
rueda de molino para los fi listeos de la psicología ge neral.
Sin duda alguna h ay aquí lo que s'e llama un hueso. Por ser hacia el goce, ella hace solamenle de una barrera casi na tural
justamente lo que adelantamos aquí: estructural del suj eto, cons­ un suj'eto tachado. Pues es el p lace r el que aporta a l goce sus
titu ye esenci almente ese marge n que todo pensam iento ha evi­ límites, el placer co mo nexo de la vida, incoherente, has ta que
tado, sa ltado, rodeado o taponado a la vez qu e \I ogra aparente­ otra prohi bición, és ta no impugnable, se eleve de esa regula­
ción d escu bierta por Freud como proceso primari o y ley perti­
menle sostenerse con un círculo: ya sea di aléctico o matemático.
nente del pl acer.
Por eso lle vamos de buen grado a los que nos siguen a los
lugares donde la lógica se desconcierta por la di syun ció n q ue 13 Más recientemente, en sentido opues to, en la tentativa de homologar
estalla de lo imaginario a lo simbólico, no para complacernos superCi cies topológicam en te definidas con los términos puestos en juego
aqul de la a rtÍCnladón subjetiva. O incluso en la simple refutaci ón de la
en las paradojas que allí se engendran, ni en ninguna preten. pretendida paradoja del "Yo mien to" (not3 de 1962).
H [Juego de pala bras intraducible: jouis ('gou") y j'ouis ("o igo'') se pro­
a [Paul Valéry. TS] nuncian en írancés exactamente igual. n )
802 SUDvlRSlóN DEL SUJETO Y DIAL€CTICA DEL DESEO SUDVO I..S IÓN DEL SUJETO Y D IAttCTICA DEL DESEO 803

Se ha dicho que Freud en este punto n o h izo sino seguir la men te ca lificada de cínica. Algunos en nu estros días,H¡ obsesio­
vía por la que avanzaba ya la ciencia de su tiempo, o induso la nados sin duda por ese recuerd o, han creído, hablando a nues·
trad ición de un largo pasado. Para medir la verdadera audacia tra persona, poder hacer descend'e r a Freud mismo de esta tra­
de su paso, bas ta con considerar su recompensa, que no se hi zo dición: técnica del cuerpo, como dice Mauss. Queda el hecho de
esperar: la ca ída sobre lo heteróclito del complejo de cas tración. que la experiencia analí dca nos e nse ña el ca rácter origina l d'e
Es la mera indicación de ese goce en su infini.tud la que im. la culpabilidad que engendra su práctica.
plica la marca de su prohibición , y, por constil uir esa marca, Culpabilidad ligad a a l recordatorio del goce de que falta el
implica un sacrificio: e l que cabe en un ón ico y mismo acto ofi cio devue lto al órgano real, y consagración de la funci ón del
con la elección de su símbolo: el fal o. signifi cante imaginario p01ra imponer a los objetos la proh ibición.
Esta elección es permitida por el hecho de que el fa lo, O .Iea l. Tal es en efec to la fu nción radical para la que una época más
image n del pene, es nega tividad en su lugar en la imagen es­ salvaje del análisis en contraba caUS(l!'; más accidenta les (educa­
pecu lar. Esto es lo que predestina al fa lo a dar cuerpo a l goce, tivas), de l mismo modo que inclinaba h acia el trauma tismo las
en la dia léctica del deseo. otras (armas 'e n las que tenia el mérito de interesarse, de sacra·
Hay que distinguir pues del principio del sacrificio. que es li zación de l órga no (circuncisión).
simbóli co, la funci ón imagina ría que se consagra a él, pero que El paso de la (- <]» (fi minúscula) de la ima gen fálica de uno
a otro lado de la ecuación de lo imagi nari o a lo simbólico, lo
lo vela al mismo tiempo que le da su instrnmento.
hace positivo en tod o caso, incluso si viene a colmar una fa lta_
La (un ción imagin aria es la que Fre ud ha fo rmulad o que
Por mu y sos tén que sea del (- 1), se convierte allí en q, (Fi
preside a la carga del objeto como narcisista. Es sobre es te punLO
ma yúscul a) , e l fal o simbólico imposibl'e de hacer negati vo, signi­
sobre el que hemos vuelto por nuestra parte, de mostrando que {icanle del goce. Y es este carácter de la <I> el que expli ca tanl o
la image n es pecul ar es el canal que toma la transfusi ón de la las parti cularidades del aborda miento de la sexua lidad por la
libido del cuerpo hacia el objeto. Pero en la medida en que mujer, como lo que hace d'el sexo masc ulino el sexo débi l res­
queda preservada una parte de esta inmersión, co ncentrando en pecto de la perversión.
ella lo más ín timo del autoero tismo, su posición "en punta" en No aborda remos aquí la per\'ersiún cn b med ida en que ape ­
la forma la predispone a la fan tasÍa de caducidad en el que ll as ace n tú;t ]a fun ción de l deseo en 'cl homb re, en cua nto qu e
vie ne a acaba rse la exc1u sión en que se encuentra de la imagen institu) e J:t dominfl.ncia, en el sitio privilegiado del goce, del
especular y del prototipo que constitu ye para el mundo de los obj eto (t del fanta sma que sustiluye al A. La perversi(¡ n añade
objetos. un a re c.: uper;lóóll de la cp que ;¡penas pareceri:.l original si no
Es as í como el órga no 'eréctil viene a simboli zar el sitio de l interesase :d Otro romo tal de m.mera muy p01rti cul O1 r. Sólo
goce, no en cuanto él mismo, ni siquiera en cuanto imagen, .~jno nuestra fúrllllila de la C;\nwsía permite ha cer aparecer que e l
en CU<lnto parte fallante de la imagen deseada: por eso es igua­ suj e to aq uí se h01 ce il1~ trl1lllen lO de l goce del Otro.
Interesa más a los filósofos ca ptar la pertinencia de es ta fór­
lable al V - 1 de la significación más arriba producida, del mul a en e l neurótico, justamente porque él la falsea.
goce a l que )#es titu ye por el coeficiente de su enunciado a la fun · El neuró ti co e n efecto, histérico, obsesivo o más radicalmente
ción de fa lta de significante: (- 1). \ fóbico, es aquel que identifica la falta del Otro con su dema nda,
Si Je es dado a nu la r as í ]a interdicción del goce, no por ello q, con D .
es debido a esas razones de forma, sino que es ciertamente que Resulta de ello qu e b dell101lH.la del Otro toma Cu ncic'> n de
su rebasamiento significa lo que reduce todo goce codiciado a objeto en su fanta sma, e.) decir que su f; IIlL ; I~m a (nues tras f/u-nlU­
la brevedad del autoerotismo: las vía s perfectamente trazadas J;¡S permiten !)~berlo jnrltedi01 tíl mente) .'oC redu ce :l la pulsión :
por la conformación anatómica del ser hablan te, a saber la man o (:1 o D). Por eso el cal:ílogo de las pulsiones h <L podido es to­
de l mono perfeccionada aún, n o h an sido desdeñad01s en efecto blecerse e n el neurótico.
en ciert a ascesis filosófi ca como vías d'e una sabid uría abusiva- 1:> Este ph'l"ll cnbre :1 1m. fil ósofo contcmpor.ineo emi1l c1It c (197 1).
\

804 SUnYEIl.StÓN DEL SUJETO Y DIALÉCTIC A DEL o rs:::o SU BVERS iÓN DEL SU JETO Y DIALtcn cA DEL DESEO 805
Pero esta preeminencia dada por el neuró tico a la demanda, a él -en análisis, de su ignorancia siempre nueva para que nin ~
que para un an álisis que cae en la facilidad ha hecho deslizarse guno sea un caso.
a loda la cura hacia el manejo de la frustrac ión, oculta su angus. Para volver a la fantasía, digamos que 'el perverso se imagina
ti a del deseo del Otro, imposible de desconocer cuando sólo está ser el Otro para asegurar su goce, y que esto es 10 que revelcl
cubierta por el objeto fábi co, más difícil de comprender para el neurótico imaginando ser un perverso: él par a asegura rse
los otTOS dos neuróticos, cuando no se tiene el hilo que permüe d el Otro.
establecer la fantasía como deseo del Otro. Se encuentran en­ Lo cual d a el sentido de la pretendida perversión colocada
tonces sus dos términos como hendidos: uno en e l obsesivo en como principio de la neurosis. Está en el inconsciente del ne uró~
la medida en qu e niega el deseo del Otro a l formar su fantasma ti co en cuanto fantasía del Otro. Pero esto no quiere decir que
acentuando 10 imposible del desvanecimiento del sujeto. el otro en el perverso el inconsciente esté a cielo abierto. Él ta mbién se
en el histérico en la medida en que el deseo s610 se mantiene defiende él su manera con su deseo. Pues el d'eseo es una defensa,
por la insatisfacción que aporta a llí escabulléndose como objeto. proh'b'ción [détense] d e rebasar un límite en el goce .
Estos rasgos se confirman por la necesidad, fundam'ental, que El fantasma, en su estructura definida por nosotros, contiene
tiene el obsesivo de presentarse como aval del Otro, as í como el (- fP) , función jmagi naria d e la castración bajo una forma
por el lado de No-Fe de la intriga histéri ca. oculta y reversible de uno de sus términos al otro. Es d ecir que
De hec ho la imagen del Padre ideal es un a fantasía de neuró­ a 1<1 manera de un número complejo, imagina riza (si se nos
tico. Más allá de la Madre, Otro real de la demanda que se permite 'es te término) alternativamente uno de esos términ os
quisiera que calmase el deseo (es decir su des'eo), se perfila la en relació n con el Otro .
image n de un padre que cerrase los ojos sobre los deseos. Con Incluido e n el objeto a, es el ay".~", el tesoro inestimab le que
lo cual queda marcada, más aún que revelada, la verdadera fun· Alcibiades proclama es tar encerrado en la ca ja rústi ca qu'e for~
ción del P adre que en el fondo es la de un ir (y no la de oponer) Ola para él el rostro de Sócrates. Pero observemos que lo es afec~
un deseo a la Ley. taclo del signo (-). Es porque no ha visto la cola de Sócra tes,
El Padre deseado por el neurótico es claram'en te, como se ve, se nos permitirá decirl o después de Platón que no nos escatima
el Padre muerto. P ero ig ualmente un Padre que fuese perfec· los detalles, por lo que Alcibiades el seductor exalta en el ~yaJ,~",
tamente due ño de su deseo, lo cual valdría otro tanto para e l 1" maravilla que hubiese querido que Sócrates le cediese confe­
sujeto. sando su deseo: con fesá ndose abiertamente con esta ocasión la
Se ve aquí uno de los escollos que debe evitar e l ana lista, y el división del suj e to que lleva en sí mismo.
prin cipio de la transferencia en ]0 que tiene el'e interminable. Tal es la mujer de tr ás de su velo: es la ause ncia de pene la
Por eso una vacilación calculada de la "neutralidad" del ana. que la hace falo, objeto del deseo. Evocad esa aus~ncia de una
lisLa puede valer para una histérica m ás que todas las interpre­ manera más precisa haciéndole lle var un lindo postizo bajo un
taciones, a riesgo del aloca miento que puede resultar de ello. disfraz de baile, y me diréis qué tal, o más bien me lo dirá ell a :
Claro que a condición de que ese al~camiento no acarr ee la el efecto es tá garantizado 100%, queremos decir ante ho mbres
ruptura y de que el desarrollo ulterior convenza al sujeto de sin ambages.
Así es como al mostrar su objeto como castrado, Alcibiades se
que 'el deseo d el a nalista no entraba para nada en el as unto.
ostenta como desean te -la cosa no se le escapa a Sócra tes- para
Esta obse rvación no es por supuesto un co nsejo técnico, sino un
otro presente entre los asistentes, Aga thón, que Sócrates pre cur~
punto de vista abierto sobre la cuestión del deseo del a nalista
sor del análisis, y también seguro de su negocio en este bello
para aquellos qu e no podrían de otro modo tener idea de él: mundo, no vacila en nombrar como objeto de la transferencia,
cómo debe preservar el analista para el otro la dimensión ima. sacando a ]a luz de una interpretación 'el hecho que muchos ana.
ginaria de su no·d ominio, de su necesaria imperfecció n, es algo lis tas ignoran todavía: que el efecto amor~odio en la situación
que resulta tan importante regular como la consolid ac ión en él psicoanal ítica se encuentra fuera.
voluntaria de su nesciencia en cuanto a cada sujeto que viene Pero Alcibiades no es en modo alguno un neurótico. Es in·
806 SUDVERSI6N va SUJETO y DlALÉCTICA DEL Dr:5 EO SUBVERSiÓN DEL SUJETO Y DIALtcncA DEL DESEO sen
cluso por ser el des'eante por excelencia, y el hombre que va tan de la Causa perdida (es la vla de lo trágico griego, que Claudel
lejos como se puede en el goce, por lo que puede asi (salvo el vuelve a encontrar en un cristian ismo d~ deses peración).
apres to de una embriaguez instrumenta l) producir ante la mi­ La castración quiere decir que es preciso que el goce sea re­
rada d e todos la articulación central d e la transferen cia, plfes­ chazado, para que pueda ser alcanzado en la escala invertida
la en presencia de objeto adornado con sus reflejos. de la Ley de 1 deseo.
No por ello es menos cieno que ha proyectado a Sócrates en No iremos más lejos aquí.
el ideal del Maestro pedecto, que, por la acción de (-<p) , lo ha
imaginarizado co mpletamente.
En el neurúticú- el (-'rp) se desliza h<1jo la >< del f<lJlta.'·,tlla Este arf/culo aparece por primera vez: una penuria inesperada de
fa\'oreci endo J:l imaginélCi () ll que le es propi a, la (lel )'0. Pu'e,,; los fondos que ordinariamente se prodigan para la publicación ..
la cns traci c) n imaginaria e l neurótico la ha :-.ufrido e n el punto y por enlero l de eslas clases de coloqw:os) lo dejó en la estacada
de partida, es e1Ja la que sostiene ese yo fuerte, qu'C es d st\)'o, con el conjanto de bellas cosas que fueron de éste el ornato.
tan fuerte, puede decirse, que su nomhre propio lo illlponun~., Anotemos para el buen gobierno que el desarrollo "coperni­
el I1cur6tico es en el fon c10 un Sin-Nombre. cano" es un aíiadido, y que el final sobre la castración no tuvo
Sí, ese yo que algunos analistas escogen reforzar todavía más, liempo de ser dicho .. sustituido además por algunos rasgos sobre
es aquello bajo ]0 cual el neurótico encubre la cas tración que la máquina en el sentido moderno, con que puede materiali­
mega. zaru la relación del sujeto con el sign ificante.
Pero a esa castración , contra esa apariencia, se aferra. De la silllpat.ia natural a lada discusión no queremos excluir
Lo que el neurótico no quiere, y lo que rechaza con enca rniza­ la que nos inspiró un desacorde, No habiéndonos afligido en
miento hasta el final del análisis, es sacrificar su castración al modo alguno el térm·in o de ahuman o cón que alguien quiso
goce de l Otro, dejándola servir para ello, selialar nuestras ideas.. sintiéndonos más bien halagados por lo
y claro que no está errado, pues aun cuando sienta en el fon­ que importa de novedad en la categoría por haberle dado oca­
do de sí lo m;:'¡s vano que hay en existir, una Carencia de ser o un sión de nacer, no registramos con menor inleres el chisporroteo ..
De-Más, ¿por qué sacrificaría su diferenci a (todo menos eso) que le sigu.ió p,'estamente, de la palabra "infierno", puesto que
al goce de Otro que, no lo olvidemos, no existe? Sí, pero si por la voz que lo llevaba , declarándose marxista, le daba cierto re­
alar existiese, gozaría de ello. Y es eso lo que el neurótico no li eve. Hay que confesar que somos sensibles al humanismo cuan­
qui'ere. Pues se figura que el Otro pide su cas tración. do vie ne de un lado donde, aunque su uso no es menos astuto
Lo que la experiencia analítica atestjg.ua es que la cas tración que en cua.lquier otro .. por lo '(nenas resuena con una n ota cán~
es en todo caso lo que regula el deseo, en el normal y en el dida: "Cuando el minero regresa a la casa) su mujer le da fric­
ciones . .." En este punto nOS mostram os sin defensa.
ano rm ~l.
Fue durante una conversación personal cuando una de las
A condición dc que o.sei!e en alternar de $ a en la f: Ult<lsí~l,
II
peTsonas que nOs son cercanas nos preguntó (esta fue la forma
la castración hace de }a fantasía esa caden a flexibl e e inextcnsi­ de su pregunta) si hablar para la pizarra imPlicaba una fe en
ble a la ver. por la cual la detenrÍ()ll de li:! carga objeta!, que n o un escriba et.erno. No es necesari.o) le fue contestado, a quien­
puede r e ha~ ar ciertos límites naturales, toma la funciún trascen­ quiera que sepa que todo discurso toma sus efectos del incons­
dental de asegu rar el goce de] Otro que me pone esa cadena ciente.
en la Ley,
A quien quiere verdaderam'ente enfrentarse a ese Otro, se le
abre la vía de experimen car no su uemanda, sino su voluntad.
y entonces: o de rca!izarse como obj'eto, hacerse la momia de tal
ini ciación budista, o de sa tisfacer la vo luntad d'e castración ins­
crita en el Otro) lo cual desemboca en el narcisismo supremo
\
POS1C1ÓN DEL IN CO NS CIENTE 809
POSICIÓN DEL INCONSCI ENTE de ellas, en un texto que se encabeza con una más intima reu·
nión.
EN EL CONGRESO DE BONNEVAL REANUDADA DESnE 1960 l':N 1964 (1966)

En un coloquio como éste, que reúne en convivencia, a te nd ie ndo


a la técnic.:a de cad a uno, a filósofos, psiquia tras, psicó!ogos )
p~icoanaJi!,tas, el comen tario f<llla en ponerse d e acuerdo sob re

H enri Ey - con toda la autoridad con que doml:na el medio psi­ el nive l d e verdad en que se mantienen los textos d e Fre ud .
quidl1'ico fran a"s- hab{a reu.nido en su se¡v1:cio del hospital de Es preciso. ~o bre el in consciente, ir a los h ec hos d e la expe­
Donneval una amplisima con cu rren cia de especia listas, sob re el ri encia freu di a n a.
tema del inconscíenle freudiano (30 de ocLub"e-2 de noviembre E l in (Ol)~ciente es un concepto forj ado sob re el ras tro de lo
de /960) .' . que ope ra para co nstituir al sujeto.
El informe de nuestros alumnos Laplanche y l.eclaire' pro­ E l inconsciente no es una especie que defina en la rea lidad
p~iquica el círculo de lo que no tien e el atributo (o la virtud)
movió allí una concepción de nueslros trabaios que, publicada
en Les Temps Modernes, desde entonces es testimonio, aunque de la conciencia.
manifiesta de uno a otro una divergencia. Puede haber fenúme nos que corresponden a l in co nscie nte bajo
Las intervenciones que se aportan a un Congreso, cuando el est¡JS uos acepc io nes: no por ello d e jan de ser la un a a la o tra
debate pone algo en juego, exigen a veces un comentario j>a.ra extn.l iías. No tie nen e ntre ~ í méls rebcic'>n que de homonimia .
que se las sitúe. El p<::~o que d a mos al lenguaje co mo GlUSa deJ sujeto nos
y basta con qlJ.e la remodelación de los textos se practique de ob liga a precis;l r: la aberración fl orece de re bajar el co ncepto
man era general para que la tarea se haga '('rdua. pr imero ind icado, <tpliG'ul(l o lo a los fen ó menos tui. li biltlln regis­
Pierde además su interés co n el tiempo que necesitan esas lrab!e~ bajo la es pecie h o món ima: re~ taura r el co nc.:e pto ~I pa rtir
rernodelaciones. Pues hahria que sustituirle lo qtW sucede en d e e.sos fe nóme nos n o es pe nsa ble.
ese tiempo conJiderado como t iempo lógico. Ac.:use mos nu e~ lra pos icic'J n sobre e l equí voco a que se preso
En pocas palabms, tres arios y m.edio después, por no haber tarían el eJ y el no (~J d e nuestras posici o nes in icia les.
tenido apenas ocio para supervisar el intervalo, tomarnos una El incon sc iente f!J lo que decimos, si qu e re mos e nte nd e r lo
determinación que H enri Ey, en el libro sobre ese Congreso qu e que Freud presenta en sus tesis.
publicará la editorial D esclée de BroHw er, presenta de esta ma· Decir qu e e l in conscie nte para Freud no es lo que llama n así
nera: en otras partes poco aña diría si no se e ntendi ese lo que quere mos
"Este texto", escribe, "resume las intervenciones de ]. Lacan, decir: qu e el inconscien te de a nt e~ de Freud no es pura y si m·
plemente. Esto pon.l ue no denomina nad a que va lga Inás co mo
que conslit'/l)'eron por su importancia el eje mismo de todas las
obje to, ni que merezca que ') e le d é más ex iste ncia, qu e lo que
discusiones. La redacción fue condensada por j acques L acan
se definirÍCl situá ndo lo e n e l in-negro ,
mismo en estas páginas e.fcrilas, en marzo de 1964, a petición
El inconsciente a n tes de Fre ud n o es nada más consistent e
mía."
qu e ese in-negro, o sea el co njunLO de lo qu e se orde narb por
Ellcclor habrd. de admitir que pa.ra nosotros ese tiempo lógi('o los se ntidos dive rso!) de la pa la b ra negro , por el hecho de qu e
haya podido redu,cir las cirCU1'lStancius a la mención que se ha ce rech azase e l a tri bu to (o la virtud) de la neg rura (Clsica O Ino ral) .
¿Q ué ha y e n co mún - para LOmar las d efini cio nes, unas ocho .
1 [Véase El irlco rlScitlltt, Mé)'.ico, Siglo XXI , 1970. El tc)(.to de Jaeques
Lacan el! pp. [68 ·1 82. E)
que Dwe bhauve rs colecciona e n un libro a nti guo ( 19 [6), pero
~ [Tca n Laplanche y Serge Lec1airc, "E l inconsciente: un estudio psicoa na. n o ta n IM\;¡ <!O de fec.:ha d e bido a que su Gtr;.tctel' h ele n k lito no
líti co " , en i bid., pp. 95·\34. 1':] \e "ería redu c.:id o !'I i <;e lo re hi ciese e n nll e~tro;;; días-, qu é ha~
[808J

810 POSICiÓN DEL (NCONSCLENTE POSIC1ÓN Da.. lNCONSCIENTE Bll
en' camón efecti vame nte entre el inconsciente de la se nsación Todo demuestra por el con trario e n ]a realidad psíquica. sea
(en los d ectos de contraste o de ilusiÓn lla mados Ópticos). el cual sea la ma nera e n que se ordena su textura, la distribución,
inconsciente de a utoma tismo que desa rroll a el há bito. e l COCons­ heteró topa e n cuanto a los ni ve les y en cada un o errá tica, de
ciente (?) d e la doble personalidad. las emergencias ideicas de la conciencia .
un a act ividad l a ten~e qu e se impone como orientada en la crea­ La única función ho mogénea de la con cien da es tá en la ca p­
ción del pensamiento, la telepatí a que algunos quieren referir tura imag inaria del yo por su reflejo especular y en la función
a esta última, el fondo adquirido, incluso integrado a la memo­ de descon ocimiento que permanece por elJo ligada a ella.
ria, le pasional qu e nos sobrep asa en nuestro ca rác ter, lo here­ La denegación inherente a la psicología en este lugar sería,
ditario .que se re conoce en nuestras nalu nllezas, e l inconsciente de seguir a H egel. más bien de ponerse en la cuenta de la Ley
racional finalmente o el inco nsciente metafísi co que implica el del corazón y del delirio de la presunción ,
"acto del espíritu"? La subvención que recibe esta presunción perpetuada, aun­
(Nada en todo es to se parece. sino por confusiÓn. por lo que que sólo fuese bajo las especies de los honores científicos, abre
los psicoanalistas le han adjuntado de ' oscuranti smo, al no dis­ la cuestión de dónde se encuen tra la punta ad ecuada de su pro­
tin-gui-r el inconsciente d el instinto. o como di ce n ellos de lo vech o; no podría red ucirse a la edició n de más o menos copio­
instintual -de 10 ar ca ico o de lo primordial , en un a ilusión sos tra tados.
decisiva mente denun ciada por Claude Lévi ·Strauss - h as ta de La psicología es vehíc ulo de ideales: la psique no represe nta
lo ge nético de un pretendido "desarrollo",) en ella más que el padrinazgo que h ace que se la calilique de
Decimos que no hay nada en común que pueda fundarse en académica, El ideal es siervo de la socied ad ,
un a obje tividad psicológica, au n si és ta hubiera sido extendida Ci erto progreso de la nuestra ilustra la cosa, cuando la psico­
a partir de los esqu emas de una psicopa tología , y que ese Caos logía no sólo abastece las vías sino que se muestra deferente a
no es sino el reflec tor para revelar de la psicología el error los vo tos del estudio de m ercad o.
central. Ese error es considerar unitario el propio fenómeno de Habi endo concluido un estudio de este género sobre los medios
la conciencia, hablar de la misma conciencia, conside rada como apropiados para sostener el consumo en los E. U., la psicología
poder de síntesis, en la p laya soleada de un ca mpo sensori al, en se e nroló, y enroló a Freud consigo. para recordar a la mi tad
la atención que lo transforma, en la dialéctica del jui cio ye n la más olrecid a a esa finalidad de la pob lació n qu e la muj er sólo
ensoñación común . se cumple a tra vés de los ideales del sexo (el, Betty Friedan
Ese error reposa sobre la transferencia indebida a esos fenó­ sobre la ola de "mística femenina" dirigida, en tal década de
menos del mérito de una experiencia de pensa miento que los la posgu erra).
utiliza como ejemplos. Tal vez la psicología en esa consecuencia irónica confiesa la
El cagita cartesiano es de esa experiencia la haza ña insigne, rau)n de su subsistencia de siempre . Pero la ciencia puede
tal vez terminal, por cuanto a lcanza un a certidumbre de sa ber. acorda rse de que la ética implícita en su formación le ordena
Pero no hace sino denunciar mejor lo que ti ene de privilegiado rechazar toda ideología así delimitada. Así, el in consciente de
el momento en que se apo ya. y cuán fraudulento r~s uJta exten­ los psicólogos es debilitante para el pcnso miento. tan sólo por
der su privi legio, para darles con él un esta tuto, a los fenómenos el crédito que éste tiene que darle para discutirlo.
provistos de conciencia. Ahora hien, los deba tes de este coloquio han tenido de no ta­
Para la ciencia, el cogito marca por el contrario la ruptura ble que no han cesado de vol verse hacia el concepto freudia no
con toda segurid ad condicionada en la intuición. en su difi cullad , e incluso que tomaban su fuerza del sesgo de
y la latencia buscada de ese momento fundador. como Selbst­ esta dificultad en cada uno.
bewusstsein,a en la secuencia di alécti ca de un a fenomenología Este hecho es notable. tanto m..ís cuanto que el día de hoy
del espíritu por H egel reposa sobre el pres upuesto de un saber en el mundo los psicoanalistas no se aplican sino en vo lver a
absoluto. las fila s de la psicología . El efecto de aversi6n con que tropieza
I {Conciencia de sí o autoconciencia. AS]
en sn comunidad todo lo que viene de Freud es claramente
812 POSICIÓN DEL LNCONscn:NTF POS1C¡ÓN DEL INCONSC U:NT E 813

confesad o, prin ci p al men te en un a fra cciún de los psicoanalista~ qui e r o tro l a~ esc u chas con las e ntona cio nes. Su falla le indi­
prese ntes . na ba ya a los favo res de la d efecció n.
Dato qu e n o p uede dejarse al ma rge n del examen del tema N o d eplorare mos más la ocasió n con eso e!Jtropeada, puesto
en cu es ti ón . Como tampoco ese o tro d e que se deba a nuestra en­ que cad a qui én , h a.b ié ndose pe rmitido con largueza el beneficio
se ñanza el qu e este coloq ui o h aya invertido esa corriente. No de un uso basta n te acep tado, h a re fundido cuidadosamente su
'ió lo p;tra dejar se ñ al ad o el p un to -lTluchos lo han hecho-, contribu ción. Aprovech a re mos e~a ocasión p a ra explicarnos so­
') (0 0 p orqu e es to "nos obliga (\ dar cue nt a de las vias que toma­ bre nu es tra d oc trin a d el in con sciente en es te momento, y tanto
mos para ello. más legítima me nte cu a n to qu e unas resistencias de reparto sin­
A lo que resulta in vitad o el psicoa n álisis cuando regresa al gulares n os impidi eron e nt o n ce~ decir más.
redil de la "psicologia ge ner al" es a sostener lo que merece, úni­ Este miramie n t.o no es p o líti co, sino técnico. Corresponde a
ca me nte a llí y no en las lejan <.ls co l o ni a~ di [untas, se r denun­ la condición siguiente. es ta bl ecida p or nue:'.tra doctrina: los psi­
ciado como mentalidad primili va. Pues la clase de ínteré~ que coana li stas forman p arte d el co nce pto de inconsciente, puesto
Viene a se r servida po r la psicología en nuestra ~ ocjedad pre­ que co nstituye n aqu ell o a lo qu e éste se dirige. No podemos
'i ente, y de la que he mos d ad o un a idea, e ncuentra en ello su p or consigui ente d ejar de incluir nuestro di~curso sobre el in­
ve ntaja. co nsciente en la t.es i ~ mi ~ m a q ue e nuncia. que la presencia del
El psicoa n á li sis e n la nces subvie ne a pro po rcionar una astro­ jn co n ~c j e nt e. p or si tuarse e n el lugar del Otro, ha de buscarse
logía más dece nte que aque ll a a la que nu estra sociedad sigue e n tod o di scu rso, en su e nun ciació n.
'i acrifi ca nd o e n so rdin a. El suj e to mi smo tle l pretendi ent.e a sostener esa presencia, el
En co nt ra mos pu es justificad a la preve nción co n que el p~ i co­ anali \ ta, d e he, e n esta hipó tesis, con un mi~mo movimiento, ser
an álisis tropieza e n el Este. A él le tocab a no merece rla, mante­ informado y " pu e~LO e n e n t redich o", o sea : experimentarse so­
niend o la p osib ilidad ele qu e, si se le o freciese la prueba de me tid o a la esci!o, i6 n d el sig nifi cante.
exigencias socia les d ifere n tes, h u biese resultado con ellas menos De d o nd e e l as pe('(O d e es piral de tenida que ~ e observa en el
tratable cu a nto peor le trata ran. Prej uzga m m sobre esto segün trahaj o pre~e nl a d o po r nu e.'HfOS alumnos S. Lccl aire y J. La­
nuestra propia posició n en el psicoa n álisis. plan che. E~ qu e lo han limitado a la pues ta a prueba ele una
El psi coan áli sis hubi era hech o mej or en pro fundi .a r !'.u ética pi e/.a sue lta .
e instruirse p or el ex am e n d e la teología, según una vía que y es to es e l sig no mi smo de qu e e n su rigor nuestros enuncia­
Freud nos se ñal ó que n o p odía e vitarse . Cuando menos, que su do~ e~ ( :1I1 hec hos prime r<l me nte pa ra la funció n que sólo llenan
deontología en la cie n cia le h aga 'ie ntir que e ~ responsable de e n su luga r .
la prese ncia del inco nscie nte en e~e terreno. E n el tie rn po pro ped é uti co, <¡e puede ilustrar el efecto d e
Esa [unció n h a sido la ele I1u e ~Lr o . . alumno:'. en este coloquio. e nun ciación preg unta nd o ,d alumn o si imag ina el illcoll \r: iente
y hemos co ntr ibuido a ella ~eg úJl el mé todo que ha ~ido con~­ en el a nima l, a me nos qu e ~ea por al g ún efecto de lenguaje. y
tan teme n te el nues tro e n se mejantes ocasiones, situando a cacle) d e lengu aje hum a no. Si co nsie nte e fec ti vamente en que é~ ta es
uno en su p osici6n e n ("Ui1TH.O ,ti tema. Su pivote se indica 'illfi­ p or cie rto la co nd ic i('¡ n para qu e pueda tan ~6 10 pen \ar e n él ,
cie ntc l1lente en las resp uesLas c:o mignadas. h e mos ve rifi cad o e n é l la esc. i ~ i ó n de las n oc iones de iru·oll\ciente
No carece r ía d e in terés, si b ie n ~6 1 0 p ara el historiador, contar y d e in st.in to.
co n las notas d o nd e csuín recogic.l m los di~ c urs o~ realmente pro­ Feliz all ~ p ic i o ini ( ial. puesto qu e \ i ap elalllo... ,!\iInismo a todo
nunci ad o~. incluso cortad m de los fallan tes que han dejado en an(lli~ta , aun l ua nd o haya p odid o se r llevad o ll) ;l\ adelante a
e ll o~ los d eh:!<..:lOs d e las gr<l bad or;l\ Ill ed nica s. Subrayan la c<)­ un crecIo o ;.{, o tr o, ¿p odr<i d ecir qu e e n e l ejerció o de . . u<; fun­
ren cia d e aquel a qui e ll . . lI S ~e r\' icio~ d e\ ignab a n para acenlu;ll· cion e~ (sos t.e ne r el c1i <¡c ur.,>o del (Ja cie nle. restaurar ,",u cfeClo d e
co n mayor lacto y fide lidéld lo!) rod eo!) d e un mOme nto ele COlll­ \c lltido. p on t: r.\ e e n él e n e n tredicho si le re\ponc1e. como asi­
bate en un luga r d e inte rcambi o . cllilndo ~u s nudos, ~ 1I cu ltur,l. llli . , mo si se call a), h a te nid o alguna v e l que \'ér~el;ts con algo
incluso ~ u d o n d e ge ntes. le pe rmitían ca pta /" mejor que cllal. qu e . . e p a rel ca a un in stint o?
814 POSICiÓN DEL I NCONSC IENTE. P OSICiÓN DEL IN CONSCIENTE. BI5

Como la lect ura de los escritos analíticos y las traducciones ció n temporal qu e es el fad ing constituyente de su ide ntifica­
oficiales de Freud (que nunca escribió esa palabra) nos atibo­ dó n. Es el primer movimiento.
rran de instinto, lal vez tenga algún interés obviar a una retó­ Pero en el segundo, toda vez que el deseo hace su lecho del
rica que obtu ra toda eficacia del concepto. El justo estilo del corte significante en el que se efec tú a la metoni mia, la diacro­
informe de la experiencia no es tod a la teoría. Pero es el ga­ nía (llamada "historia") que se ha inscrito en el fading retorna
ra nte de que los en un ciados según los cuales opera prese rvan {'I la especie de fijeza que F reud discierue en el anhelo incons­

en sí ese re troceso de la enunciación en el que se ac tu aliza n los ciente (última frase de la T m.u.mdeutung) . Este soborno segun­
efectos de me t:ifora y de metonimia, o sea segú n nuestras tesis do no cierra solamente el efecto del prim ero proyectando la
los mecanismos mismos descritos por Freuu como los del in­ topo logía del sujem en e l instante del fantasma: lo sell a, rehu­
consciente. sa nd o a l sujeto del deseo qu e se se pa efecto de palabra, o sea
Pero aquí nos regresa legítimamente la pregunta: ¿son estos lo que es por no ser otra cosa que el deseo de l Otro.
efectos de lenguaje, o efectos de habla? Consideremos que no En es to es en lo que todo disc urso está en e l derecho de con­
adopta aq uí más que el contorno de la dicotomía de Sa ussure. siderarse, de ese efecto, irresponsa ble.
Vuelta h acia lo que interesa :l su autor, los efectos sobre la len­ Todo discurso, menos el del enseñante cu and o se dirige a
gua, proporciona trama y urdimbre a lo que se teje entre si n­ psi coanalistas.
cronfa y di acronía. En Cll anto a nOSOtros, siempre nos hemos creído imputables
Si se la vuelve hacia lo que nos pone en juego (tanto como de semejante efecto, y, aunque desigual en la tarea de hacerle
a aque l que nos pregu nta, si no está ya ex traviado en los que frente, tal era la proeza secreta en cada uno de nuestros "semi­
sostienen la pregunta), a saber el sujeto, la alterna tiva se pro­ nari os".
pone como disyunción. Ahora bien, es ciertamen te esa disyun­ Es que los qu e vie nen a escucharnos no son los primeros ca·
ción misma la que nos da la respuesta, o más bi en es al llevar mulgantes que Platón expone a la interrogación de Sócrates.
al Otro a fundarse como el lugar de nues tra respuesta, dándola Que la "secundaria" de donde salen te nga que redobJarse
él mismo ha.io la forma que invierte su pregunta en mensaje. con una propedéuti ca es bastante significalivo de esns carencias
como introduci mos la disyunci6n efectiva a partir de la cual la yesos ama neramientos. De su "filosofía" la mayoría no ha con­
preg unta tiene un sen tid o. servado más que una mescolanza de fórmulas, un catecismo de
El efecto de lenguaje es la causa introducida en el sujeto. b isute rí a, qu e los anestesia para toda sorpresa de la verdad.
Tanto müs resultan presas ofrecidas a la s operaciones de
Gracias a ese efecto no es causa de sí mismo, lleva en sí el gu­
prestigio, a los idea les de alm personalismo con que la civ ili za­
sano de la ca usa qu e lo hiende. Pues su causa es el signiCicante
ci6 n los conmina a vivir por encima de sus posibilidades.
sin el cual no bélbría ningún sujeto en lo reaL P ero ese sujeto
Posibilidades mentales quiere dec irse.
es 10 qu e el significante representa, y no podría representar El idea! de a utorídad al que se aco pla el candidato a méd ico:
nada sino para otro sign ificante : a lo que se redu ce por con­ la encuesta de opin ión en la que se escabuJ!e el medi ador de
siguien te e l sujeto que escucha. los ca llejones sin sa lida relacionale~; el meaning of meaning en
Al sujeto pues no se le habla . "Ello" habla de él, y ahí es que encuentra su {·oa rtada toda búsqueda; la fenomenología, cer­
d onde se aprehende, y es to tanto más forzosa mente Cuanto que, n idor que se ofrece a las alondras asadas del cielo: el aban ico es
antes de qu e por el puro hecho de que "e llo" se diri ge a él des­ amplio y la di spersión grande en el punto de partida de un a
aparezca corno su jeto bajo el significante en el que se convierte, obtllsi6n o rde naua.
no era absolutamente nada. Pero ese nada se sosti ene gracias a l.a re:-;istellci ;.t, igual en su efec to de nega r a pesa r de H egel
su advenimiento, ahora producido por el llamado hecho en el y de Fre ud , d e::.dicha ue la conci encia y ma!e::.tar ue la civili zació n .
Olro al segundo significan te. Un a XOlV lí [comunidadl de la subjetivaci ón la subtiende, la cual
Efecto de lenguaj e por nacer de esa escisión orig·ina l, el suje­ objetiva 1<15 falsas evidencias del yo y desvía toda prueba
to tradu ce una sin cro nía significélote en esa primordial pulsa~ ele un a ce rti dumbre hacia su postergación. (Que no nos opo n­
BI 6 P OS ICiÓN DF.l. 1Nt:ONSCIENT t: POSICI Ó N tlll I NCO!'o-SC IJ::NTt: 817

gan ni a Imi marx iSlas ni a los catól icos ni a los (re Ulliano~ As í e n e l Ba.l1qucle Freud es un com e nsa l a l que pued e co­
mismos, o pedimo~ qu e ~e pase lista.) rrerse e l ri esgo d e in vita r únpromptu, aunque s610 [ue!)e fi á n­
P or eso súlo UIl ,l c ll se ii ,mza lJue qu eb ra nta e~a 'XOIV~ traza el d ose de la p equ e iia nota e n 1<1 que nos in di ca lo que le debe e n
ca mino del an ;Ui,is yu e ~e jntitula didácti co. puesto yu c l o~ su justeza sobre e l a mor, y ta l vez e n la tra nquilid ad de SlI mi­
re~ lIltados d e la ex periencia se rabea n por el solo hech o d e re­ rad a sobre la tra nsfere ncia. Si n duda se ría hombre co rno para
g i!lt ra rse en esa "".()l vi¡. rea n imar esas fr~l ses ba cCl na les d e las que nadie, si las ha expre­
Es te aporLe de doct rin a LÍ e ll e un n o mbre : es ~e ll c ill al1le llle el ..a do, se ::tc ue rd a ya d cspl1é~ de la embriaguez.
es píritu cie nt ífi co, yue fa lt a abso llll<l me nte e n los lu gares d e Nuestr o se minario n o era "donde 'ello ' habl a", co mo lleg'ó él
r ecl uta mi e nto d e lo!o, ps i coan<tli st~s, d ecirse en brorna . Suscitaba el lugar de sde dond e "e ll o" pod ía
N ues tra e n se l-l ¡,ul lél es annte ma por e l he ch o de que .'\C il1!o,­ hablar, abri e ndo m ás de IIn oído a escu ch a r lo qu e, por fél ll<l
(Tibe en esa verdad . de reco n o<.:e rl o, hubi era dejado pasar corno indife re nt e. Y es
La obj CC jC'lll qu e se ha h ech o va ler ele su in c: ide n ci,) en la verdad qn e a l suhrayarlo inge nuam ent e po r e l h ech o de yu e
tran sfere n cia de los ana listas en forma ción dar á risa a los ana lis­ era esa mi sm a noche a lH e n o~ yue fu ese jusla m ente la v íspera
tas futuros. si gracias a nosot ros los ha y todaví a para yuienes cua nd o lo h abía e n co ntrad o e n la ~es i ó n de un pClc ie nte, ta l a u­
I? reud exj~ t c , Pero lo yue pruebCl e~ la ausencia de loda doctri­ ditor n os marav illaba de yue hubiese sido, h a!'l ta e l pU Il LO d e
na d el p,..,iroa n ¡'t1i ,..,i.., did¡'lcrico e n sus relacione~ co n la af irma­ h acerse texLutt ), lo qu e ha híamos dicho e n nues tro se min ar io.
ción del i llron ~c ienle . E l lugar e n cues ti ó n es la e ntrada de la cave rn a res pecto ele la
Se comp robará e nlonces qu e nu es tro 1I ~0 d e la re n o m e no logía cua l es sabido y ue Plaló n Il OS g uía ha cia la sa li da , mi entras que
de H egel no implicaba n ing un a fide li da d a l siste m a, sino yu e pued e un o ¡m ag in :l/' " cl' e n trar e n ella al psicol1nalisla . Pe ro las
predicaba con el eje mpl o la o po~ i c i 611 a las ev ide nci ~s d e la cmas .son ul c nos hie iles, porq ue es un a entrada :-\ la yu e nunca
ide rHifi cél c i6 n . Es e n la co ndu cc ió n de l exa me n de un e nferm o ~e llega sin o e n e l mom ento en que están ce rra ndo (ese lu gar
ye n e l mod o de co ncluir de é l d o nde se af irma la (TítiGI <:o nO';I no será nun ca turistico) , y porque el úni c.o medio para yu e .~
e l b es ti ar io intelect ual. Es no evita lldo las illl p li cLlcio nes t' li C<l~ entreabr;¡ es llamar desde el interio r.
de nu es tra prax is e n la d eo nto logla y e n el deba le científico Esto no e~ in so lublc, si e l sésa mo del in co n scie nte e~ te ne r
CO IllO se d escllIm lscarará a la b e lla a lma. La ley d e l corazó n, ya efeclo d e pal ab ra, 'le]' est ru ct ura ele lenguaje, pero ex ige d e l
lo hemm di<:ho, h ;lre de L-Is suyas J1lÚ~ al];í d e la para noia. E.., anali st<l qu e vu e lva la v ista al modo de .'iU cie rre,
];1 ley de una as lu ci a yuc, en la astuci a de la r;¡ Z('m, traza Ull Hian c ia , lalido, Ulla alll"rn a n cía de ~ u cció n para segu ir cie rl<l s
mea ndro d e fluj o muy lento. indi cac io nes de Fre ud , de esla es de lo yn e te ne mos yue dar
M "b a lbí, los e UlIn r iados he ge li a n o.'i, induso ;Ilc n iéndo'ie :1 .<¡u cuenta , y eOIl c'\e fin he mos procedido a fUIl C}(lrl O en \ln<l to p o­
texto, son prol) icim ~ decir siempre Otra,co..,,, , Otra' co~ (J que logía .
(,ol'l'i~e ::;u nexo de s íTlte~i~ fanta s.n;í ti cfl , a la Vel qu e co n ~e n'" La e~t rll C llJra de lo y lH:': :-.e cicna se in.,>cl·i h e en efecto eH ulla
...u e fec Lo d e de nunri ~H' las ide ntificacio nes e n s us lrau lpas. geo mc tda d o nd e el esp:,do ~e reduce il una co mbinatori a: e~
Es nu e::; tr'l propia Aufhebung la qu e t.r:lIls fo nn¡¡ 1;. d e H ege l. propiame nt e lo qu e !le llama Ull uor(/('.
M I propia trampa. e n una ocas iú n d e sei'w!;¡ r. é ll ti lu ga r d e 10<.; Sí ~e le e~ tlldia formalmente, en LI~ co n ..,~(' uellda~ de la irre­
..,a lLOs de un progre~o ideal , lo~ aya tare~ de ulla CHé ll ( ia. duct ibilidad tI e ~u corte, ...,e POdr;'11l reordenar en el algu na ... fun­
Par~1 co nfirm a r e n M I fun ció n C~le pU lIlO de <: lrCll c iCl , n ;ub ciones, ent re eHética y lógica , de las Ill:'l.~ i ntere!'ltl IHe....
II <IY mej or, ll egados a e~o, que e l dj¡'dogo de Pl atón, por (' uaJlto Se d a lino cuenta de que e.. el cierre de l il H:O lh c ie nte e l qu e
pe rt e nece <11 gé ne "o n'H lli(o, yue 11 0 re ht'J yc ..,ciial ,u' el pllnlo e l) el ti a 1.1 rlave de ..,u espado, y roncretamenll' d e la impro pi ed ad
qu e ya no qu eda ~ ill o o poner "a lo" ¡Il..,ulw.., de lll;¡dcra la" 111;\.." que hay e n hilcc r d e t I \In d e nt ro.
ca ra .. d e guifio l", lO Il :-.erva el ro..,tro de ndnllol a lravé.. . d e lo.'" D Cm uc'i lr a ralllb ié n e l Ilúcleo de UII ti e mpo I'e\'er~ i \'o, 1l1\1 ~
'iiglo.., ~d pi e de un g ran clllbu:i lC, en ~ "'pera d e qui en lo Il agil ne cesar io d e introd u cir e n tOd a efiGici" de l d bfurso; bíl~Ulllle
lll e jor en la pO\l ur ;'1 que coagula tI e ..,u jurlo con I ~I vcrdad. "en.., ible ya e n la ret roacció n , ..,o hre la que in ~ i ~ tilHo", de~d e h¡Ke
1118 POS ICIÓ;o.¡ DEL I NCONSC IENTr. POSI CiÓN DEl. INCONSCIENTE 819
mu cho ti e mpo, del efecto de sentido e n la frase, e l cua l exige La primera, la enajenación, es cosa del suj e to. En un campa
para ce rrar su CÍ rculo su última pala bra. de objelos, no es concebible ninguna relació n que engendre la
El na cht ra.glich (t-ecordemos que fuimos el primet-o que lo ex. enaje n ación, si n o es la d el sign ificante. Tenem os por origen el
trajo del texto de Fre ud) , el na chtriiglich o apri:s-coup [e fecto a dato de que ningún suje to tie ne razón para aparecer e n lo r ea l,
pO.HC:'íiori ] según el cual el traum a se implica e n el síntoma, salvo qu e exista n allí se res h a blantes. Es co nce b ible un" fí sica
ITlueSlra un a estructura temporal de un orden más elevado. que d é c ue nta de todo en el mundo, inclu ye nd o su pa rte a nima­
Pero sobre todo la experiencia d e ese cierre muestra que no da. Un suj e to sólo se impone en és te por la circun stancia de qu e
sería un acto gra tuito para los psicoa nalistas volver a a brir el ha ya en el mundo sign iri cantes que no quie re n d eci r n ada y
debate sob re la causa} espect.ro imposib le de conjur ar por el pen. que h a n de descifrarse.
sa rniento, críti co o no. Pues la ca usa no es, como se dice también Concede r es ta prioridad a l sign ificante sobre e l :,uj eto es, para
del se r, una trampa de las forma s d el discurso -se la habría nosotros, ten er e n cuenta la ex periencia qu e Freud nos a brió
.<fisipado ya. Pe rpetúa la razón que suhordina al suj e to al efecto de qu e el significante juega y gana, si puede d eci rse, an tes de
del significa nte. que el suj e to se perca te de ello, hasta el punto d e qu e e n el
Sólo como instancia d el inco nsciente, del in co nsciente [reu . juego del IV ilz, d el rasgo de ingenio, por ejemplo, sorprende al
<.liana, se ca pta la ca usa en ese nivel de donde un Hume pre. sujet.o. Con su flash , lo que ilumina es la división del suj e ta
tende d esembosca r/a y que es precisame nte aqu el donde toma co nsIgo m Ismo.
co nsisten cia: la retroacción del significa nte en su e ficac ia, que Pero qu e se la revele no debe enmascararnos que esa divisi6n
hay que d isting uir totalmente d e la ca usa [in a l. no proced e d e o tra cosa sino del mismo juego, del juego de los
Sería incl uso de mostr<l ndo que es la úni ca y verdadera ca usa significa ntes. '. de los signifi ca ntes y no de los sig nos.
primera como se vería unirse la apa rente di sco rdan cia de las Los sign os so n pluri va lentes: representan sin duda algo pa ra
<uatro ca usas de Aristóteles - y l os ana listas podrían, desde su alguien : pe ro de ese alguien el estatuto es incierto, lo m ismo
terreno, a esta reanudación contribuir. que el del lenguaje pretend ido d e ciertos a nima les, le n guaje
Tendrían con ell o la prima de pod er utilizar el ter mino [reu­ de signos que no admite la metáfora ni e nge ndra la metonimia.
diana sobrede terminación de otro modo que para un uso de Ese alguien, e n última instancia, puede ser el uni verso en
pirueta. Lo qu e va a seguir esbozará el rasgo que gobierna la cuanto qu e en él circula, nos dicen, información, Todo centro
relaci6n de fun cionamiento e ntre esas formas: su arti culación dond e ésta se totaliza pued e tomarse por alguie n, pero no por
circular, pero no reciproca. un suj eto.
Si ha y cierre y entrada, no está dicho que sepa re n : d a n a dos El registro del significante se institu ye por el he cho de qu e
,dominios su modo de conjunción . Son respectivamente el sujeto un signifi ca nte represe nta a un sujeto para Olro significante,
y el OLro, dominios que aquí só lo son de sustantivarse g racias Es la estruccura, su e ño, lapsus y rasgo d e ingenio, de todas las
a nuestras tesis so bre el inco n sc iente. formaci ones del inconscie nte. Y es la mbién la que explica la
El sujet o, el suj eto cartesiano, es el presupuesto del mcons­ división originaria del sujeto. El sil!n : [icante, produciénd ose e n
·ciente, lo hemos demostrado en su debido si ti o. el lugar del Otro tod av ía no ubicado, ha ce surgir allí al suj e to
El Otro es la dimensión exigida por el hech o de que la p a­ del ser que n o tiene todavía la palabra, pero al precio de coa­
labra se afirma e n verdad. gularlo. Lo que a llí hab ía listo a hablar - esto e n los d os se n­
El inconscie n te es entre ellos su c.orte en acto. tid os que el pretérito imperfecto. en fran cés como en espa ií ol.
da a l habia, el de co!oca rl o en el instante anterior: es ta b a a llí
y ya n o es tá, pero tambien en el in stante siguiente: un poco
Se le e ncue ntra gober nando las dos o peracion es fu nd a men la les más y estaba por haber podido estar-, lo qu e había allí d esapa­
.en que conviene formular la causaci6 n del suj elo. Operaciones rece por no ser y(\ más que un significante.
que se orde na n en ulla relación circular, pero por ello no. No es pues que esta operación tome su punto de part.ida en
recíproca.
el Otro lo qu e ha ce qu e se la califique de e najenación. Que
820 POS ICiÓN UEL INCONSC IF NT;t: I'()SJC IÓN m ':L I NCONSC II: NTI 82 1

el Otro sea para el ~uj e to el lugar d e su ca usa signiU ca nte no ( ierto sentido qu e ha de l'eribinie o d e la petrificac.:i6n. Pero si
ha ce aquí sino rnQ(i va r la razÓ n p or la que nillgl'ln suj e to puede :-oe queda con el se ntido, es en ese campo (del sen tido) donde
se r (a usa dc sí. Lo cHal ~e impone no sólo porque no sea Di os, vendr.í a morder el sinse n tido qu e se p roduce po r su ca mbi o e n
sino porque ese Dios mismo no podría se rl o, si h emos de pen­ significante . Y es cie name nte al campo del ano <1 1 q ue corres·
sarlo como suj eto -sa n Agustín lo vio perfectame nte a l negar ponde ese sinse ntido, a unque prod u cido como eclipse del suj e to,
el atribuLO de ca usa de .,í al Dios pe rson al. La cosa va le 1<1 pena d e d ec irse, pu e~ ca lifi ca al ca mp o del
La en aje n acib n re'i ide e n la d ivisión de l s uj~[Q ljue ~I Gtbamos in co nsciente a tomar asie nto, diremos, en el lugar del analista,
de design a r e n su ca U !)(I. Ad elltrémonos e n la es tru ctura lógica. e nt endámoslo literalmente: e n su sillón . H as ta t<tl p unto que
Esta estructura es la d e un vel, nu evo e n producir aq uí ., u ori· d eberíamos cede rle ese sil!<)1l e n un "gesto simbóli co". Es la ex­
gina lida d. Para e:,o h ay que derivarlo de lo que !la ma n, en la pre~ ic'ln u ~ ll a l para d ecir : un gesto de protesta , y és te te ndrí a el
lóg ica llamad a m;llcll1 ,íti ca, una re uni ó n (que ~e reconoce ya alGln ce de inscribirse en o p osici6n con lra la consign a que ~e ha
qu e define ciert o vd) . ~ d elatado tan lind ame nte en la grosera divisa, en fraut osij és, for­
Esta re uni ó n es (al que e l vel qu e ll amamos de e n ajen ac ión jemos esa palabra, directamente brotada de la d~aeía [ign oran­
!)ó lo impone un a elecci6 n e nt re sus terminas eli minando un o cia] que un <t prin cesa e n ca rne'> e n el psicoantilisis fra n cés, p<tra
ue ellos, siempre el mímlO sea cu al !lea esa elecció n. Su prenda sustituir el to no presocr:lti co del precepto d e Freuu: Wo es lLJa T,
se limita pues aparente mente a la co nservación o n o de l otro .w ll !eh we-rtlen , el clla-cutí del : el yo (d el <l nali sw sin duda)
téi-mino, cuand o la re uni ó n es bin aria, debe de sal o jar ,, 1 "e llo" [¡'a] (por su pu esto del paciente) .
Esta d isy un ció n se e n c<-trna de mane ra mu y ilu strabl e, si es Que se le di spute a Lecl aire el poder co nsidera r como incons­
que no d r<-t m ¡ítica , en CULJnlo e l sig nificante se e n Glrna en un ciente la secuencia del uni cornio, co n e l pre texto u e que él por
ni ve l m;ís pe rson<-t lizado en la d emanda o en la oferta: en "la su parte es co nsciente de ella , quiere d ecir qu e n o se ve que el
bolsa o la vida" O en " libertad o mu erte", inco nsc ie nte no ti e ne sentido ~ in o en e l campo uel Otr'o -y me­
Se trata tan só lo ele :,a ber ~i quere mos o no (sic au.l non [sí nos a ún esto qu e re sulta de ello : que n o e~ el efecto de sentido el
o no]) conse rva r la " id¡l o re husar la mu e rte, pues e n lo qu e qu e opera en la inter pretación, sino la articu lació n en el sín toma
h ace al otro té rmino d e la ..dte rn ativa: lél bolsa O la lih ertad, de los significantes (si n ni ngún sen tido) que se encuen tra n a llí
vues tra e lección será e n todo caso d ecep ciOl1<ln te. a pr esad o s,~
H ay qu e fij arse en que lo qu e qu eda está de tod os mod os des­
co rnado: se rá la vida sin la bolsa - y será también, por h a be r
r ehusa do la mu e rr e~ un a vida un p oco incomodada por el pre­ Pase mos él la segumla ope rac ión , en la que -se cierra la causación
cio d e la libe rtad . del su je to. para pone r a prueba en ell a la est ruc tura del borde
Ta l es el es ti gma de qu e e l vd, [un cionando aquí dia léc ti ca­ en su [nnción de límile, pero ta mbién e n la tor~ i ó n que mo ti va
me nle, opere efec ti va menle sobre el ve Z de la reuni6 n 16gica el tras lape del inco nscie nt e, Esa ope ra ción la llama remos: se·
qu e, como Ije sabe, cyui va le a un el (sic el nO ll [.sí y n o]), Corno paración. R econoceremos e n ell a lo que Fre ud llama Ichspallu:ng
se ilustra e n qu e a m;.ís la rgo ténnino h a brá que a ba nd o nar la o escisi6n d el su je to, y ca ptare mos por qu é, en el tex lO donde
vida d espué~ de la bolsa y qu e no qu ed a rá finalme nte m¡'ls que Freud la in troduce, la funda en una escisión 110 d el sujeto. SIno
la I ibe nad d e mo rir. del objeto (fálico concretamente).
Del mismo modo nu est ro suje to está colocado e n el ve! de La [arma lógica que vie n e a modificar dialécti ca me nte es ta
seg unda ope rac ión se lla ma e n lógica .s imbó lica: la in tersecc ión,
j [V el, " co njllnci Ó!1 di ~) lIn(i"':1 qu e ,~ j¡' vc p a ra nombrar <1-), o 111;\ ' co~as o tam bié n el produ cto que se form ul a por una perte nencia a­
uc jando l ib re la eleccióll o conj t!t ura, p orq ue d e<:ig na nna úifcrc llcia fun . y a- ,· Esta fu n ción aquí se modifica por una parte tomad a de
dada mera menl e cn la o pinió n , micn lras que (m i denOla una d itcrencia la care n cia a ]a carencia, por la cua l el suj eto viene a e n co nt rar
q llC C!o.l r iha e n la nalUralcl a m ;sma de las COS:1S" (NuelJO Diccionario lalifm.
c,{pwi ol dimo/¡'gicQ , de R <limull úo de M igu e l, MadriLl, V iclOl iano Stdrel" ~ Abre\'iac iólI de n ucs ll'¡¡ I'c~ pUCHa l un a o bjeció n inoperan te.
t 9-10) . ....5] • [E n el o ri g inal , (/- e l 0- (r) . AS}
822 POSICiÓN DEL INCONSC IEN T t.:. S2l
POSICiÓN DEL IN CQNSCI l::NTE

en el deseo del Otro su equivalencia a lo que é l es como su jeto tivamente el deseo del Otro, aun antes de que pueda siquiera
del inconsciente. nombrarlo deseo, mu cho menos aún imaginar su objeto.
Por esta vía el sujeto se realiza en la pérdida en la que ha Lo que va a colocar allí es su propia carencia bajo la forma
surgido como inconsciente, por la carencia que produce en el de la caren cia que produciría en el Otro por su propia desapa­
Otro, segú n el traz(tdo qlle Freud descubre corno -la pulsión más rici ón. D esaparición qu e, si puede decirse, tiene a mano, de la
radi ca l y a la que denomín,,: pu)sión de muerte. Un n i a- es parte de sí inismo que le regresa de su enaje nación primera.
llamado aq uí a llenar otro n i a- , El acto de E mpédocles. al res· Pero lo que colma así no es la falla que encuentra en el Otro,
ponderle. m;mifiesl<\ que se trata aquí de u'n querer. El vel es en primer lugar la de la pérdida constituyente de una de sus
vuelve a aparece r como velle [querer]. Tal es el fin de la ope­ p;¡rtes, y por la cua l se enc uen tra en dos partes consti tuid o. Aquí
ración . El proceso ahora. yace la torsión por la cual la separación representa e l regreso
Separare, separa r, aquí termina en se parere, engendrar se a de la enajen ac ión. Es que o pera con su propia pérdida, que
sí mismo . Eximámonos de los favores seguros que encontramos vuelve a lleva rl e a su punto de partida.
en los etimologistas del la tín en es te desli zamie nto de se ntido de Sin dud a el "pudiera perderme" es su recurso contra la opa­
un verbo a otro. Sfpase úni ca mente qu e este desli za miento está cidad de lo que encuentra en el lugar d el Otro como~deseo} pero
fundado en su comú n apa rej a miento en b función de la pan. es para remitir al sujeto a la opacidad de l ser que le ha vuelto
La parte no es el todo, como di cen, pero por lo ge nera 1 in­ de su advenimiento de sujeto, tal como primeramente se h a pro­
considerada mente . Pues deberia acentuarse que nada tiene que ducido por la intimaci6n del otro.
ver con el todo. Hay que tomar partido sobre ello, juega su Es ésta un a operación cu yo diseño fundamental volverá a
partida por su propia cuen ta. Aquí, es de su part ición de donde e ncontrarse en la téc nica. Pues a la escansión del disc urso del
el sujeto procede a su pílrto. Y es to no implica la metMora gro­ paciente en cuanto que el ana lista interviene en él es a la que se
verá acomodarse la pulsación del borde por donde debe surgir
tesca de que se tra iga de nue vo a l mundo. Cosa que además el
el ser que reside más acá.
lenguaje tendría g randes dificultades paríl expresar con un tér­
La espera del advenimiento de ese ser en ·su relación con lo
mino origi nal, por lo menos en el área del indoeuropeo donde
que designamos como el deseo del analista en lo que tiene de
todas la s palabras empleadas para ese fin tienen un ori ge n ju­ intldvertido, por lo menos has ta la [echa, por su propia posición,
rídico o social. Parere es en primer lugar procurar (u n hij o al tal es el resorte ve rd adero y último de lo que constitu ye la
m arido). Por eso el sujeto puede procurarse lo qu e aquí le tra nsferenci a.
incumbe, un estado que calificaremos de civil. Nada e n la vida Por eso la transferencia es una rela ción esencialmente ligada
de ning uno dese nca de na más encarnizamienLO para lograrlo. a l tiempo y a su manejo. Pero el ser que a nosotros que opera­
P ara ser pan, sacrifica ría sin duda gran parte de sus intereses, mos desde el campo de la palabra y del len gu aje, desde el más
y no es para integrarse a la totalidad qu e por lo demás no co ns­ acá de la entrada de la caverna, nos responde, ¿cuá l es? Iremos
titu yen en modo alguno los intereses de los otros. y menos aún a darle cuerpo por las propias paredes de la caverna que vivi­
el interés general que se distingue de ell os de muy otro modo. rían, o más bie n se animarían con una palpitación cuyo movi­
Separare, se parare: para guarecerse del sign ifi ca nte bajo el miento de vid a es de captarse, ahora, es decir después de que
cual sucumbe, el sujew a taca a la caden a. que hemos reducido hayamos articulado [unción y campo de la palabra y del len­
a lo más JUSto de un binarismo, en su punto de intervalo. El guaje en su condicionamiento.
interva lo que se repite. la más radica l estructura de la cadena Pues no vemos bien que se tenga derecho a imputarnos des­
significaute, es el lugar frecuentarlo por la metonimia, vehículo, cuid ar lo din ámico en nues tra topología: lo orientamós, lo cual
por lo menos eso enseñamos, del deseo. vale más que hacer de ello un luga r común (lo más verbal no
En todo caso, b;¡jo la incidencia en que el sujeto experimenta está donde se le ocurra a uno decirl o) .
en ese intervalo Otra cosa para moti varlo que los efectos de En cuanto a la sexualidad que podría recordársenos que es
sentido con que 10 solicita un disc urso, es como encue ntra efec­ la fuerza con que tenemos que vérnos las y qu e es biológica,
824 P OS ICi ÓN DEL l NCON~C'J.:NTr: T'05 ICI6:'11 DEl. INCONSCIENTI 8Il5
repli caremos que el análisis tal vez no h a contribuido tanto Si ten emos a bien que en este punto el proceso de di ges ti ó n
como pudo esperarse en una época al esclarecimiento de sus comience, se percibe qu e la Ho mmelelle tendría con qu é sus·
resortes, salvo preconizando su natu ralidad en temas de es trj· ten tarse mucho tiempo (reco rdemos que hay organism os, y ya
billos que llegan a veces h as ta e l arru llo. Va mos a tra tar de mu y diferenciados, qu e n o t.ienen aparato di ges tivo) .
a portarle algo más nuevo, al recurrir a un a forma qu e Freud inú ti l aliadir que pronto se trabaría la lu cha co ntra un ser
mismo en este asunto nun ca pretendió rebasar: la del mito . ta n temible: pero que sería difícil. Pues puede suponerse que
y para seguirle el paso al Aristófanes del Banquete más arri­ la tlusen cia de aparato sensorial en la H ommelette no le dej a
ba evocado, recordemos su a nimal de dos espa ldas primitivo para guia rse sino lo real puro, yeso le d aría ve ntaja sobre nm­
en el que se sueld an unas mitades tan firmes al unirse como las otros, hombres, qu e debemos siempre proveern os de un h o­
de una esfera de Magdeburgo, las cua les se paradas en un se· múnc ul o en nuestra ca beza para hacer de lo real mismo un a
gundo tiempo por un a intervención quirúrgica de los celos de realidad.
Zeus, represe n tan a los seres hambrientos de un inen contrable No sería fácil en efecto obviar a lo:, caminos de sus ataques,
complemento que hemos llegado a ser en el a mor. por lo demás imposibles de prever, pu ~to que as imismo no
Al consideraT esta esfericidad del Hombre primordial tanto conocería obstácul o a ellos. Imposible ed ucarl a, lo mismo po­
como su divisÍón , es el hue vo lo qu e se evoca y tal vez se indi ca nerle trampas.
como reprimido después de Pla tón en la preeminencia COllce· En lo que se refi ere a de.struir a la Hommelell.e~ mejor seria
dida durante siglos a la esfera en una jerarquía de las fo rmas cui da rse de que ll egue a pulular, pues to qu e h ace rle un tajo
sa n cionada por las cÍen cias de la n atural eza. se rí a ay udar a su reproducción, y puesto que e l menor de sus
Consideremos ese huevo en el vi entre vivíparo do nde no e~quej es que sobreviviese, aunque fuese de un a quemazón, con­
neces ita cascarón , y re cordemos que cada vez que se rompen sus servaría todos sus pode res de dañ ar . Fuera de los efe ctos de un
membranas, es un a parte del huevo la que resu lta herida , pues rayo mortal que además habría que experimentar, la única
las membra nas son, de l huevo fecundado, hijas con el mismo ~a lida sería encerrarla, agarrá nd ola en las ma nd ibu las de !-ln a
derecho que el viviente que sale a la luz por su perforación. De e:,fera de Magdeburgo por e jemplo, que regresa aquí, úni co ins­
donde resu lta qu e con la sección del cordón , lo que pierde el trumento casua lmente que se propone.
re cién nacido no es, como piensa n los ana listas, a su mad re. Pero sería necesa ri o qu e entrase to da y ell a sola. Pues para
sino su complemento ana tómico. Lo qu e las comadronas llam an ponerle encima los dedos , para empuj ar la por un a nad(l qu e
las secundinas.
desborde, el más valiente lo pensaría dos veces, por temor a qu e
Pues bien, imaginemos que cada vez qu e se rompen las mem·
entre sus dedos se le resbale, y ¿para ir a alojarse dónde?
branas, por la misma salida vuela un fan tasma, el de una form a
Con la sa lvedad de su nombre que va mos a ca mbiar por es(e
infinitame nte más primaría de la vida, y que no estaría muy
oLro más decente de laminilla (por lo demás la palabra om.e­
dispuesta a redoblar el mundo en mi crocosmos.
Rompiendo el huevo se hace el H o mbre (Homme) , pero tam­ lelte no es mas que un a me tástasi s' de la palabra francesa lam. e·
bién la H ommeleue. o [fe: laminilla). Esta imagen y este mito 11 0S parecen basta n te

Supongámosla, Bncha crepa para desplazarse como la amiba, apropiados para fiRurar tant.o como para poner en su lugar lo
ultraplana para pasar bajo las puertas, om ni sciente por ser He· que ll amamos la /,i bido.
vada por el puro instinto de la vida, inmortal por ser escisípara. La image n nos presenta la l i bido como lo que es, o sea un
Tenemos aquí algo que no seria agrada ble sentir derramársele úrga no, a lo cual sus costumbres la emparientan mu cho m ás
a uno en la cara, sin ruido durante el sueño, pa ra sellarla . qu e a un campo de fuerzas. Esta concepción se pone a prueba a l

• {Hay aq uí. aparle d el juego de pala b ras CO Il H omme, una alus.i.ón a un di ­ ~ :-.los llega. bajo la comiglla dd buen lat in , q ue SI! pitorreclI de nu estra s
cho francés: ha y qu c romper los hucvos para ha ce r una tortill a (o//lelt lle). rererencia s a la mct¡tstasis y a la metonimia (s;c). E~ raro que h aga reír al·
er¡uivalente aproximadamente a nu estro: 110 ~c pescan truchas a braga~ en · guien cuyo ros tro es sufici entemente expresivo como para ilu scrar el eslo­
jutas. TS] gl n con qu e lo ma rcarfamos: la boñiga de v::l ca q ue rie .
826 POSICIÓ N DEL l NCONSC lE NTI'
POSIC iÓN DEL I NCONSC IENn: 827
reconocer la es tr uctura de montaje qu e Freud confirió a la a Jos cuid ad os de l a mor. No es es to d a r un a razón su fi cie nte de
pu lsión y al articula rl a en ella. su va lor eró ti co, d el cual un cuad ro (en Berlín) d e T iepolo, e n
La referencia a la teorí a electro magnéLica y concre tamente su horror exa ltado al fig ura r a sa nta Aga ta d esp ués de su su pli­
a u n teorema llamado de Sto kes nos perm i tiría si tuar, bajo la cio, es tá mej or hecho para d ar un a idea,
condición de que esa su perfi cie se apoye en u n borde cerrado, De hecho no se tra ta d e l seno, en el se ntido d e la ma tri z,
q ue es la lo na eróge n a, la razón d e la cons ta ncia de l empuje a un q ue sue len mezclarse a pl ace r esas reso nancias d ond e el sig­
de la p uls ió n sobre la q ue Fre ud insis te tanto. 8 nifica nte juega a fondo con la me táfor a. Se tr ata d el pech o
Se ve tam bié n qu e lo que Freud ll ama e l Sc hu b o e l flujo especificado en la fun ción d el d es tete que prefigura la castració n.
[couléeJ d e la p ulsió n no es su descarga, si o o q ue ha de d ese ri· Ah ora b ien, e l d es te te es tá de masiado situad o d esde la in ves­
birse m ás bien co mo la evaginación ida y vue lta de un ó rga no ti gació n kle inia na en el fa ntasma d e la partición d el cuerpo de
cuya funci ó n h a de situarse en las coorden adas subje tiv as pre· la mad re pa ra qu e no sospec hemos qu e es entre el pecho y la
cede n tes. mad re donde pasa el pl an o d e se parac ión que hace de l pecho
Ese órga no d ebe ll amarse irreal, en el se ntido en qu e lo irreal e l o bje to perdid o que está en ca usa en el deseo.
no es lo imaginario y p recede a lo sub jetivo condicionándolo, Pues de record ar la relación d e parasitismo e n que la orga­
por es tar enchufado d irec tamente en lo rea l. n ización mamífera po ne a la cría, desd e el embrió n has ta el
A esto es a lo q ue nu es tro m ito, como cualquie r otro mito, recién nac ido, res pec to d e l cuerpo de la madre, e l pec ho a pa·
se esf uerza en d ar un a articulación sim bólica más que un a rece rá ro mo la misma cl ase d e ó rga no, qu e ha d e conce birse
imagen. co mo ecto pía de un indi viduo sobre otro, qu e la pl ace nta rea­
N ues tra lam inilla represen ta aq uí esa parte de l vivien te que
li za en los prim eros tie mpos del creci miento de cie rto ti po d e
se p ierd e a l producirse éste por las vías del sexo.
organismo, el cual q ueda es pecificad o por es ta inte rsecció n.
Esa parte no deja sin dud a d e in d icarse en soportes que la
an a tomía m icroscópica m a terializa en los g lóbulos exp ulsados
en las d os etap as d e los fenómenos qu e se ordenan a lrededor d e
La libido es esa lam inill a que des li za el ser de l orga nismo has ta
la redu cción cf om osómica, en la maduració n de una gó nada
su ver d adero limite, q ue va más a ll á qu e el de l cuerpo. Su fun­
sexu ada.
Al ser represe n tad a aquí. por un ser mor dfero. marca la rela­ ción radica l en e l ani mal se ma teri a liza en ta l e tol ogfa por la
ci ón, en la qu e el suj eto toma su p art e, d e la sex ualidad, espe­ caíd a súb i ta d e su poder de in timidaciún en el límite d e su
cificad a en el ind ividuo, con su muer te. "terri to ri o".
De lo q ue d e esto se representa en el suj eto, lo que im presiona Esa lami nilla es órga no por ser instrumento del orga nismo.
es la forma d e corte anatómi co (rea n imando el sentido et imoló­ E s a veces co mo sen sih le, cuando el histéri co ju ega a experimen­
g ico d e la palab ra a na tomía) en d onde se decide la fun ción d e tar has ta el ex tremo su e lasti cidad.
ciertos o bje tos de los que es p reciso d ecir no q ue son parcia les, El sujeto hablante tie ne el p ri vi legio de reve lar el se ntido
sino qu e tienen un a situació n muya parte. mortHero de e.lie (¡rgano, y por e ll o su relac ión co n la sexu ali­
El pecho femenin o, pa ra tom ar e l eje mplo de los prob lemas dad . E sto porque el significan te como ta l, a l tachar a l sujeto d e
qu e suscitan es tos obje tos, no es úni camen te la fuen te de un a buenas a primeras, ha hecho en trar en él el se ntido de la muerte .
nostalgia " regresiva " por haber sido la de un a limento es tima­ (La le tra mata, pero lo aprende mos de la let ra misma.) Por
d o. Está ligad o al cuerpo materno, nos di ce n, a su ca lor, incluso esto es por lo que toda p u bión es virtualmente p ulsi6 n de
mu erte.
11 Es sa bido qu e ese teorema demues tra que el fluj o eJe ro tacional prove­ L o impor tante es captar cómo el organism o viene a apresa rse
niente de la super[icie se igual a a la ci rculación de ro tacional sob re el
borde cerrado en que se apoya, la cual es co nsta nte. Ese rotacional se ob ­
en la d ialéctica del sujeto. Ese órgano de ] 0 in corpora l en el se r
l iene CO Ill O deri vada de las va ri aciones de un vec tor las cuales so n d efin id as sexu ado, eso es ]0 qu e de l orga nismo el mj eto viene a co loca r
para cad a p unto de boreJe y de superficie en fun ción de su veci ndad . en el ti emp o en qu e se o pera una se paración. Por él es po r el
828 POSICI6N DEL I NCONSCn::NTI'. I'OSIC IÓN DEL tNCONSCIENTE 829
que de su muerte, realmente, puede hacer el objeto de l deseo presa mente el mito ult racondensado que se encuentra en el
del Otro. mismo te xto so bre la creación de la compañera.
Por cuyo intermedio vendrán a ese lugar el objeto que pierde Sin duda había desde antes Lilith, pero ésta no arregla nada .
por naturaleza, el excre mento, o también los soportes que en.
cuen tra para el deseo del OtfO: su mirada, su voz.
A dar vueltas a esos objetos para en ellos recuperar, en él Al co n ar aquí, dejamos en el pasado debates en los que, en lo
rest.-1urar su pérdida origin al, es a lo que se dedica esa ac ti vi. que concierne al inconsciente freudiano, eran bienvenidas in­
dad que en él llamamos pulsión (Trieb). tervenciones irresponsables, precisa mente porque las responsa­
No hay otra vía en que se manifieste en el sujeto una incí. bles venían sólo de mala gana, por no decir más, de cierto bando.
ciencia de la sexualidad. La pu)sión en cuanto que representa Un res ultado que no dejó de conseguirse por ello fue que la
la sexualidad en el inconsciente no es nunca sino pulsión par. consigna de silencio de ese bando op ues to a nuestra e nse ñanza
da!. Ésta es la caren cia esencial, a saber la de aquello que po~ fue rota a l!l.
dría representar en e l sujeto el modo en Su ser de lo que es aEí Qu e sobre el comp lejo de Edipo el punto final, o más bien
macho o hembra. la estrelIa norteamericana, haya llegado a u na hazaña hermenéu·
Lo que nuestra experiencia demuestra de vacilación en el tica confirma nuestra a preciación de ese coloquio y ha mostrado
sujeto referente a su ser de masculino o de femenino no ha de más tarde sus co nsec uen cias.
referirse tanto a su bisexuaJidad biológica como a que no hay Indi camos aq uí por nuestra cuenta y ri esgo el aparato por
nada en Su dialéctica que represente la bipolaridad del sexo, si donde podría h;¡cer su regreso la precisión.o
no es la actividad y la pasividad, es decir una pola ridad pulsión.
acción·de l·exterior, que es enteramente ina.decuada para repre.
sentarla en su fondo.
A esto es a Jo que queremos llegar en este discurso, que la
sex ualidad se reparte de un lado al otro de nues tro borde en
cuanto umbral del in consciente, como sigue:
Del lad o del viviente en cuan to ser apresable en la palabra.
en cuanto que no puede nun ca finalmente y entero advenir, en
ese más acá del umbral que no e~ sin embargo ni dentro ni
fuera, no hay acceso a l Otro del sexo opuesto sino por la vía
de las putsiones ll amadas parciales donde el sujeto busca un
objeto que le sustituya esa pérdida de vida que es la suya por oApunlemos sin emhargo además que al restilUi;.. aquí bajo una (orma
ser sexuado. irónica la función ót!l objc to "parcial" fuera de la refe rencia a la regresión
con que ~e le echa habilualmente un velo (entend amos que esta refere ncia
Del lado del Otro, desde el lugar donde la palabra se veri. no puede entrar en ejercicio sino a partir de la estruc lura que define a ese
fi ca por encontrar el intercambio de los significantes, los ideales olJjeto -que llamamos el objeto a). no h emos poclido extenderla hasta ese
que soportan, las est ru cturas elementales del parentesco, la me. punto que constituye su interés crucial. a sat-er el objelO (- <p) en cua nto
"causa " del complejo de castración
tá fo ra del padre como principio de la separación, la división Ese objelo es abordado en la comunicación que viene ahora.
siempre vueJta a abrir en el sujeto en su enajenación primera l'ero el complejo de castración que está en el nudo de nuestros d~a­
de ese lado sola mente y por eSas vías que acabamos de decir, rrolJo .~ actuales rebasa los limites que asignan a la teoria las tendencias que
se designaban en el psic:oan<llisis como nuevas poco antes de la guerra y
el orden y la norma deben jns taurarse, las cuales dicen a l sujeto por las que est<l totla vía afectatlo en su co njunlo.
lo que hay que hacer como hombre o mujer. Se medirá el obstáculo que hemos de quebrantar aquf por el tiempo que
No es verdad que Dios los hizo macho y hembra, si esto equi. nos ha hecho fa]t;} para tlar al discurso tle Roma la continuación de este
va te a decirlo de Adán y Eva, co mo lo contradice también ex. texto , como por el hecho de que en el momento en qne lo co rregimos. su
colación original St: e~ pcre todavía.
DI'; L TRII!6 DE FREUO fU I

DEL TRIEB DE FREUD y DEL DESEO DEL campo del que el freudismo corta un deseo cuyo principio se
PSICOANALISTA e ncuentra esencialmente en imposibilidades.
Tal es el relieve que el morali sta hubi e ra pod ido obse rva r e n
é l, si nu es tro ti e mpo no eSlu viese tan prodigiosa me nte atormen·
lado de ex igencias idílicas,
Esto es lo que q uiere decir la rc[e re n cía constante en Fre ud
a los lVunschgcdanhen (wishfuI thinhing) y a la om nipo ten cia
L a pulsi6n,t lal como es construida por Freud, a partir de )a d el pensa miento: no es la megalomanía lo que se de nun cia, es
experiencia del inconscien te, prohíbe al pensa miento psicologi. la conciliación de los con trarios.
zante ese recurso al instinto e n el que e nmascara su ignora nci a Esto podría querer decir q ue Venus está prosc rita de nuestro
por la suposició n de un a moral en la naturaleza. mundo: d ecadencia teológica.
L'l pu lsi6n, nunca se lo recordará bastante a la obstinación Pero F reud nos revela que es gracias al Nomb re-del -Padre
del psicólogo que, en su con junto y per se, está al servicio de co mo eJ h ombre no p e rma nece atado a i servicio sexual de ]a
la explotación tecnociática, la pulsión freudiana no tie ne nada madre, que la agres ión co nU'a el Padre es tá en e l principio de
que ver con el instinto (ning una de las expresiones d e Freud la Ley y que la Ley está al servicio del deseo que ella instituye
permite la confusión). por la prohibición del in cesto.
La libido no es el instinto sexu al. Su reducción, en el límite, Pues el inconsciente muestra qu e el deseo está afe rrado al in·
al deseo masculino, ind icada por Freud, bastaría para adver. terdi cto, que la crisis del Edipo es determinante pa ra la madu­
tirn os de ello. rac ió n sex ua l misma .
La libido en Fre ud es una energía susceptible de una cuan. El psicólogo desvió de inmedi ato este descubrimiento a con·
time tría tan to más h o lgada de inlroduci r e n teoría cuanto que trasentido para sacar de él una moral de la gratificación ma ter­
es inútil, puesto que sólo son reconocidos en ella ciertos quanta na, un a psicoterapia qu e in(a ntili za a l ad ulto, sin que el niño
de cons tan cia. sea por ell o mejor reconocido, Demasiado a menudo el psico­
Su color sexua l, tan formalmente mantenido por Freud como a nalista torna ese remolque, ¿Qué se elude aquí?
inscrito en Jo más íntimo de su naturaleza, es co l or·de~v a cío: Si el te mor de la castración está en el principio de la norma­
suspendido e n la lu z de un a hi a n cia. lización sexua l, no olvidemos qu e, al tocar sin duda la trans­
Esta hian cia es la que el deseo encuen tra en los límites que gresión que ella prohíbe en el Edipo, afecta igualmente a l a
le im pone el principio llamado irónicamente de placer, por ser obediencia, deteniéndola en la cuesta h omosex u . . 1.
rem itido a una realidad que, p or su parte, bie n puede decirse, E s pues m;'ts bien el as umir la cas tración lo que crea la ca­
no es aquí sino camp o de la praxis. Es preci.same nle de ese renci a ton que se in stitu ye el deseo. El deseo es deseo d e deseo,
deseo del Otro, hemos dicho, o sea some tido a la Cey.
li!.sle es el resumen de nll c.~ Ir::l S inte rvencio nes cn 1111 nOlalllc coloq uio con . (Es el hecho de que la mujer tenga que pasar por )a misma
vocarlo en Roma por el proCesor [nrico Caslelli. ScglJfHlo de utla seric solm·
e! tema de los problema s introducidos en la ctira por los deClo~ de la dial éctica - cuando n ada parece obliga rl a a ello: necesita per­
cieucia -qu e Enrico Castelli sabe admi rab lemente levanlar cn mo :l po rias der lo que n o ti e ne·~ lo que nos pone sobre av iso: permitiénd o­
interrogadoras. nos élnicul a r qu e es el falo por d efecto el que h ace el montante
Este coloquio se celebró, con el titulo de: Técn ica y cas uislic:J , del 7 al
12 de e nero de 1!164 en la Universidad de Roma. de la deuda simbó li ca: cuenta deudora cuando se lo tiene
Evitamos entregar en él dema~iado pronlO aU lla dirusión que no hubiera - cuando no se lo tiene , créd ito impugnado. )
sido controlabl e lo que hemos an iculad o desde entonces sobre la puL~i ó ll , L a cas tr ación es el resorte enteramente nuevo qu e Fre ud in­
en nuestras cOllferencias de la tcole NOrmak Supcricllrc que empezaron
unos dlas de~pllés , trodu jo en el deseo, da nd o a ]a ca.¡'e n cia d el deseo el se ntido
Este texto fu e dado a Jos Atti del coloq uio pa ra resumir nu est ra comuni . que h ab i ~l permanecido enigmá ti co e n la dial éc tica de Sócrates,
cación y nue s tra~ intervenciones, a unqu e conservado en la relación del Banquete.
[830J
r

832 O¡:L "1 RlEU DE FREUD DEL TRIEn DE FREUO II.~~

Entonces la aya),.fw del EQciJv 2


se muestra como el principio do, laicizada, se dirige hacia una sociali zación que no podr;'l
por el que el deseo cambia la naturaleza del amante. En su bús­ evitar ni el eugenismo, ni la segregación política de la anomalía?
qu eda, Alcibíades cn~eña el cobre del embuste del <lmor, y de ¿Tomará e l psicoa nálisis el relevo, no de una escatología,
su bajez<l ( Zlmar es qu erer se r amado) en la que estaba dispues­ sino de los derechos de un fin pri mer o?
to a consen tir. Entonces, ¿cuál es· el fin del an áli sis más allá de la terapéutica?
No nos ha sido permitido, en el contexto d el debate, llevar Imposible no distinguirlo de ella cuando se trata de h acer un
las cosas ha ~ la demo:,trar qu e el concepto de la pulsión la re­ analista.
prese nta CO lUO un montaj e. Pues, lo hemos dicho sin entrar en el resorte de la transfercn ·
Las !mlsiones son nu es tros mitos, ha dicho Freud. No hay que cia, es el deseo del analista el que en último término opera en
enlellderlo como una r emi sión a lo irreal. Es lo rea l lo que miti· el psicoanálisis.
fi ca n, según lo que es ordinario en los mi tos: aquí el que hace El estilo de un congreso filosófi co inclina, al parecer, a cada
el deseo reproduciend o en ello la rela ció n d el sujeto con el uno m ás bien a hacer valer su propia impermeabilidad.
objeto perdido. No somos para eso más ineptos que cualquier otro, pero en
Los obje to~ que pueden so mete rse a provec hos y pérdidas no el campo de la formació n psicoana lÍlica , ese procedimiento eJe
fa ltan para ocupar su lugar. Pero sólo en núme ro limitado pue­ desplazami ento hace la cacofonía de la enseñanza.
den llenar un papel que simboliza ría perfectam ente la automu­ Digamos que en esto ligo la técni ca al fin primero.
til ación del lagarto, su cola soltada en la desesperación. Malaven­ Hemos lame ntado al concluir que, en conj unto, haya queda­
tura del deseo en los se tos del goce, que acech a un dios maligno. do apartada la pregunta que es la de Enrico Castelli, profunda.
Este drama no es e l acc idente que se cree. E s. de ese ncia: pues El nihilismo aquí (y el reproche d e nihilismo) han tenido
el deseo viene del Otro, y el goce está del lado de la Cosa. mucho estómago para ahorrarnos afrontar lo demoniaco, o la
Lo que el sujeto recib e por ello de descu a rtizamiento plura­ angustia, como se prefiera.
lizante, a eso es a lo qu e se aplica la segunda tópica de Freud.
Ocasión de más para no ve r lo que debería sa ltar allí a los
ojos: que las identificaciones se deLerminan a llí por el deseo
si ll satisfacer la pulsión.
Esto por la razón de que la pulsión divide a l sujeto y al
deseo, deseo que no se sostiene sino por la relación que des­
co noce de esta división con un objeto que la causa. Tal es
la. es tructura del fantasma.
¿Cuál puede ser entonces el deseo del analist:d? ¿C uál puede
se r la cura a la que se consagra? ¿Va a caer en el se rmoneo que
hace el descrédito del sace rd o te cu yos buenos sentimie ntos han
sustituido a su fe, y asumir como él una " direcc ió n" abusiva?
Sólo podremos aquí obse rvar que, co n la s(lIveoad de ese li­
berl ino que era el gr;m có mico del siglo del genio, no se ha
tltentado en él, com o tampoco en el siglo de las lu ce~) contra
el privil egio del médi co, no menos religios o sin embargo que
o tr os.
¿Puede el analista cobijarse en esta antigua investidura, cuan­
~ [liyer.A¡.¡,a = ornamento , imagen (e n el D rlnqllete de Platón). iprov, par.
ticipio de futuTO de f lpW, deci r . hablar. La exp resión vendria a decir: la
imagen· prenda de amor de lo deci ble. AS)

LA. CIE NCIA \' LA V:[RDAD 835


LA ClE NC lA y LA VERDAD' de cien cia del psicoa nálisis. Pero pudo o bserv arse que tomé
co mo hilo condu cto r el año p asa do cierto momento del suj eto
que considero corno un co rrelato esencia l de la cienci a: un mo­
m ent o histórica mente d efinido d el que tal vez nos queda por
sa ber si es estri ctamente repetible en la expe ri encia , aque l que
Descartes inaugura y que se llama e l cogilo,
.El estatuto del su. jeto en el psicoanálisis, ¿diremos que lo hemos Este correlato, como momento, es el desfil ad ero d e un rechazo
fundado el año pasado? Llegamos al final a esta blecer un a es­ de todo saber, pero po r ello pretende fundar para el sujeto
tructura que d a cue nla del e~Lado d e esc isión, de Spaltung en ciena a tadura en el ser, que para nosotros co nstituye el sujeto
.que el psicoamllista Jo de tena en su praxis. de la ciencia, en su definición, término qu e d ebe toma rse en el
Esta 'e~c i s i 6 n la de lecta de manera en cierto modo cotidiana. sentido de puert a estrecha.
La admite en la base, p uesto que ya el sofo reconocimiento del Ese hilo no nos gui ó en va no, puesto que nos llevó a formu­
inconsci ente basta parn motivarl .. , y pueMO que también lo su. lar al final d el a ño nu es tra d ivisión experimentada de l suj e to,
merge, si puedo decirlo así. con su constante manifestación. como división en tre el saber y la ve rdad , aco mpa ñándola de un
Pero para que sepa lo que sucede con su praxis. o tan sólo modelo top ológico, la banda de Moebi us que da a entender qu-e
para que la dirija co nfo rme con lo que le es acces ible, n o basta no es de una di stin ción de origen de donde debe prove nir la
con que esta división ~ea para é l un hecho empírico, ni siquiera división en qn e esos dos térm inos vienen a converger.
q ue e l hecho empírico se haya formado en paradoja. Se necesita Quien confíe en cua nto a Freud en ] a técnica de lect ura que
cierta reducción, a veces d e reali zJción larga , pero siempre he tenid o que impo ner cuando se tra taba simplemente d'e vol­
decisiva en el nac imien to d'e una cienci;:t; reducción que consti · ver a colocar cada uno de sus términos en su sincro nía, sa brá
tuye propiamente su objeto. Es lo que la epistemología se pro­ remontar desde la I chspaltul1g so b re la cua l la muerte aba te su
pone def inir e n cada caso co mo en todos, sin haberse mostrado, mano, h asta los artícu los sobre el fetichi smo (de 1927) y sobre
a nu eM ros ojos por lo menos, a la a ltura d'e su tarea. la pérdida de la re alidad (de 1924), para co mprobar en ellos
Pues no !)é que haya dado cuenta plenamente por este med io qu e el retoque doctrin al llamado de la segunda tópica no intro­
d e esa muta ción decisiva qu e por la vía de la física funda l .a duce ba jo los términ os del le/¡, del Ob crieh , in cl uso del Es nin­
ciencia en el se ntido mod'e rno, se ntido que se pone como a bso· g un a ce rtifi cación d e a paratos, sino una vue lta a la ex perien cia
luto. Es ta posición de la ciencia se just ifi ca por un cambio de según una dialécti ca qu e se define del mejor modo co mo lo que
esti lo radical en el I.empo de su progreso, de la forma galopante e l estructuralismo ahora permile e laborar lógicamente: a sa ber
d e su inmixi ón en nue!ltro mundo. de las reac.ciones en cadena el sujeto, y -el suj e to lomado en un a división constitu yente.
qu e Glrac teri za n lo que podemos ll ama r las expansiones de su D'espués de lo cu al el principio de rea lidad pierde la discor­
energética, Para todo eso nos parece se r rad ical una modificaci6n dancia que lo marca ría en Freud si debiese , por una yu xtaposi­
e n nu es tra posición de suj'eto, en el d oble sentido de que es a llí ción de textos, dividirse en tre una noción de la realidad que
inaugural y de que la cien cia la refuerza más y más. inclu ye a la rea lidad psíquica y o tra que h ace de ella el correla to
Koyré es aqui nuestro guía y es sa bido qne se le conoce tod a. d el sistema perce pción. conciencia.
vía mal, Debe s-er leído tal como él se designa d e h echo: a saber la
Así pues, no he d ad o ah ora el paso que se refiere a la vocación línea de experiencia que el sujeto de la ciencia sa nciona.
• Versión cSlc nogr:lfica de la lección de apertura del seminario que <liri .
y bas ta pensar en ello para que inmediatamente tomen su
~i mos c n e l ailO 1965-00 en la t eo le NO¡'male Sup("rieuJ"e sohrc F. I o lJjl' lo campo esas reflexiones que suelen vedarse por demasiado evi­
d~ f p,);co(lnáfilil, a tfllll o de encargado de conferenci as d e la ÉCo le Pratiquc dentes.
d es Hautes E llHJ e ~ (Vla . secció n).
Por ejemplo: que es impensa ble .q ue el psicoanálisis co mo
SIl texlO aparec ió en el primer número tic los Ca}¡icrs pour I'Anaf)'.te, puhli ­
ra dos p01' el Círculo de EpiHcm ologl a de la t co le Normale Supéri e llre, o
prácti ca, que el inconsciente, e l d e Freud, como descubrimientO.
sea en enero de ] 966. hubiese n tenido lugar a ntes d el na cimi·e nto. en el siglo qu e ha
[B34]
836 LA CIEJ\'C IA y L .... VERDAD I.A CIENC IA Y LA VERDAD 837

sido llamado el siglo del genio, el XVIl7 de la ciencia, tomando con ·el saber qu e de su momento histór icamente ina ug ur al h a
esto en el sen tid o absoluto indicado hace un momento, sentido conservado el nombre de rogi Lo_
que no borra si n duda lo que se ha instituido bajo este mismo A ese origen indudab le, patente en todo el trabajo de Freud,
n ombre anteriormente, pero que más que encon trar allí su ar­ a la lección que nos deja como jefe de esc ue la, se debe el que
caísmo, ti ra del hilo hacia sí de una manera que muestra mejor el marxismo no tenga alcance - y no sé de ningún marx ista que
su diferencia respecto d'e cualquier otro. haya mostrado en ello alguna insistencia- para pon er en entre­
Una cosa es segura : si el sujeto está efectivamente allí, en el {jicho su pensamiento ·en nombre de sus lazos históricos.
nudo de la diferencia, toda referencia humanista se hace super­ Quiero decir concretamen te: con la sociedad de la doble mo­
flua, pues to que es a ella a la que le cierra el camino. narq uí a, por los límites judaizantes en los que Freud queda
No apun tamos, al decir esto del psicoanálisis y de l descubri­ confinado en sus avers ione~ espirituales: con el orden capitalista
miento de Freud, a ese accidente de que sea porque sus pacien­ qu e condiciona su agnosticismo político (¿quién de ustedes nos
tes vinieron a él en nombre de la ciencia y del presligio que con­ escribirá un ensayo. dign o de Lamennais, sobre la indiferencia
fiere a fines del siglo XIX a sus servidores, incluso de grado in. en materia de polÍt.ica?); añadiré: con la ét.ica burg uesa, por
feriar, por lo que Freud logró fundar el psicoanál isis, descu­ la cual la dignidad de ~u vida vi·ene a inspirarnos un respero
briendo el inconsciente. que llena la func ión de i nhi bir el que su obra haya realizado,
Decimos, contrariamente a ]0 que suele bord arse sobre una si no es en el Ol<l len tendido y 1<1 confusión , el punto de concu­
pretendida ruptura de Freud con el cientifismo de su ti empo, rrencia de los únicos h ombre~ de la ve rd ad que nos quedan , el
que es esé cientifismo mismo, si se tiene a bien designarlo en su agitador revolu cionario, el escritor que con su est il o marca a
fidelidad a los ideales de un Brücke, a su vez tra nsmitidos del Ja lengua, yo sé en quién e<¡t oy pensa nd o, ese pe nsa miento que
pacto a l que un Helmholtz y un Du Bois-Reyrnond se habían renueva a l ser y cuyo p rec ursor te nemos.
consagrado de hacer entrar a la fisiología y a las fun ciones del Se sie nte la prisa que tengo de emerger de tan tas precauci«) n e~
pensamien to consideradas como incluidas en e lla en los térmi· tomadas para remitir a los psicoanalistas a sus certid umbres me­
nos matemáticamenre determinados de ]a termodinámica lle. ll aS discu tibI es.
gada a su casi acabamien to en su tiempo, el que condujo a Freud, Tengo sin embargo qU'e volver sobre ello aún, aunque fuese
como sus escri tos nos lo demuestran, a abrir la vía que lleva para <1 costa de algunas prolijidades.
siempre su nombre. Decir que el sujeto sob re el que operamos en psicoanálisis no
Deci mos que esa vía no se desprendió nun ca de los idea les de puede se r SÜ10 el suje to de la ciencia puede pare cer pa radoja.
ese cien tifismo. ya que así lo llaman, y que la marca de él que Es allí sin embargo donde debe lomarse un des li llde a fa lta del
la señala no es con tingen te sino que sigue siéndole esencial. cual toJo se mezcla y empieza una deshonestidad qu·e en o tros
QU'e es por esa marca por la que conserva su crédito, a pesar ;.-;itios llaman objetiva: pero es falta de audacia y falta de haber
de las desviaciones a las que se ha prestado, y esto en la medida detectad o el objeto que se raja. De nu·estra posición de sujeto
en que Freud se opuso a esas desviaciones, siempre con una se­ somos siempre r~~ponsa bl es. Llamen a eso terrorismo donde
gu rid ad sin vaci lacion es y un ri gor inHexible. quiera n. Tengo derecho a sonr·e ír, pues no será en un medio don ­
Prueba de ello su ruptura con su adepto más pres ti gioso, de la doctrina es ab iert amente materi a de compro misos. donde
Jun g concretamen te. a penas se deslizó hacia algo cuya función temeré ofuscar a nad ie formulando que el error de bu·eoa fe e~
no puede definirse si no como la de in tentar res taura r en ·ella e ntre todos e l más imperdonable.
un suj e to dotado de profundidades -este último término en La posición de psicoana li ~ta no deja escapatoria , pueslo que ex­
plura l-, lo cual quiere decir un sujeto compuesto de una rela­ clu ye la rer nu ra del "a lm a belia". Si tamhién es paradoja decir
ción con el saber, relación llamada arquetípica, que no se redu­ esto, también es acaso la misma.
jese a la que le permite la ciencia modern a con exclusión de Se<l como sea, est.able7..co que toda tentativa, o incluso tenta­
cualquier otra, la cual no es nada más que la rel ación que defi­ cie'm en que la teoría corriente no cesa de reincidir, de encarn ar
nimos e l ailo pasado como puntual y desvaneciente, esa relación más a1l ;\ e l sujeto, es errancia, siempre fecun da en error, y como
838 LA CIENCIA Y LA VERDAD L A CIENCIA Y LA VERDAD 8!!9

tal equivocada. Así encarnarlo en el hombre, el cual regresa con aunque algo sobre sus rastros, y aun esos rastros son del uno o
ello al niño. del otro puesto que no es Lévy·Bruhl quien los ha trazado
Pues ese hombre será allí el primitivo, lo cual falseará todo -mientras que el balance en e l o tro caso es más severo: no nos
lo del proceso primario, del mismo modo que el niño desem. aporta nada sobre el niño, poco sobre su desarrollo, puesto que
pefiará el papel d'e subdesarrollado, lo cual enmascarará la ver­ falta lo esencial, y de la lógica que demuestra, quiero decir el
dad de lo que sucede, durante la infancia, de original. En una niño de Piaget, en su respuesta a unos enunciados cuya serie
palabra, lo que Claude Lévi-Stranss ha denunci,ado como ilusión constitu ye la prueba, nada dis tinto de la que presidió a su enun­
arcaica es inevilable en el psicoanálisis si no se mantien'e uno ciación para fin es de prueba, es decir la del hombre de cien cia,
firme en teoría sobre el principio que hemos enunciado hace un donde el lógico, no lo niego, ocasionalmente conserva su precio.
momento: que en él un so lo sujeto es recibido como tal , el que En ciencias mucho más válidas, incluso si su título debe revi.
puede hacerlo científico. sarse, comprobamos que el prohibirse la ilusión arcaica que
Es mostrar sufi cientemente qu e no consideramos que el PSICO­ podemos generalizar en 'el término de psicologización del suje.
análisis demuestre ::tqui ningún privilegio. to, no traba en modo alguno su fecundidad.
No hay ci'encia del hombre, cosa que debe entenderse en el Ejemplo de ello es la teoría de los juegos, mejor llamada es­
mismo tono que no hay pequeñas economías . No hay ciencia del trategia, donde se aprovecha 'el carácter enteramente calculable
hombre, porque el' hombre de la ciencia no existe, sino úni ca. de un sujeto estrictamente reducido a la fórmula de una matriz
mente su sujeto. de combinaciones significa ntes.
Es bien conocida mi repngnancia de siempre por la apelación El caso de la lingüís tica es más sutil, puesto que debe integrar
de ciencias humanas, que me parece ser el llamado mismo de la diferencia del enunciado y la enunciación, lo cual es cierta·
la servidumbre. mente la incidencia esta vez del suj'eto que habla, en cuanto tal
Es también que el término es falso, dejando de lado a la psi. (y no del sujeto de la ciencia), Por eso se va a centrar sobre
cología que ha d'escubierto los medios de sobrevjvirse en los otra cosa, a saber la batería del significante, cuya prevalencia
servicios que ofrece a la tecno cracia; o incluso, como concluye sobre esos efectos de signifi cación se trata de asegurar. Es tamo
con nn humor verdaderamente swiftiano un artículo sensacio· bién efectivamente por ese lado por dond'e aparecen las antino·
nal de Cangnilhem: en nna resbalada de tobogán desde ~I pan· mias, que se dosificarán segú n el extremismo de la posición
teón a la prefectura de policía, Así, es en e l nivel de la selec. adoptada en la selección del objeto. Lo que puede decirse es
ción del creador en la ciencia, del reclu tam iento de la in vestiga . que se va muy lejos en la elaboración de los efectos del lenguaje,
ción y de su man tenimiento, donde la psicología encontrará su puesto que pu'ede construirse en ella una poética que no debe
fracaso. nada a la referencia al espíritu del poeta, como tampoco a su
En cuanto a todas las otras ciencias de esta clase, se verá fácil · encarnación.
mente que no forman una antropo logía. Examínese a Lévy. 'Es por el lado de la lógica por do nde ap arecen los índices de
Bruhl o a Piaget, Sus conceptos, m'entalidad llamada prelógi ca, refracción diversos de la teoría con relación al sujeto de la cien·
pensamiento o discurso pretendidamente egocéntrico, no tienen
cia. Son diferentes para el léxico, para el morfema sintáctico y
referencia sino a la menlalidad sup uesta, al pensamiento presu·
para la sintaxis de la frase.
mido, al discurso 'efectivo del sujeto de la ciencia, no decimos
De donde las diferencias teóricas entre un Jakobson , un Hj ems.
del hombre de la ciencia. De manera que demasiados saben que
los límites, mentales ciertamente, la debilidad de pensami'e nto, lev y un Chomsky.
presumible, el discurso efectivo, un poco lioso del hombre de Es la lógica la que llena aquí el oficio de ombligo del sujeto,
ciencia (lo cual sigue si'endo diferente) vie ne a lastrar estas y la lógica en cuanto que no es en modo alguno lógica ligada
construcciones, no desprovistas sin dnda de objetividad, pero a las contingencias de una gramática.
que no interesan a la ciencia sino en la medida e n que no apor· Es preciso literaImente que la formalización de la gramática
tan nada sob re el mago por ejemplo y poco sobre la magia, dé un rodeo 'en torno a esa lógica para establecerse con éxito,
840 LA CJI:::NC IA y LA VERDAD LA CLENCIA y LA VERDAD 8·11
pero el movimiento de ese rodeo está inscri to en ese estable. Al demostrar el poder del aparato que constituye -el mitcrna
cimiento. para analizar las u'ansformaciones mitógenas, que en esta etapa
Indicaremos más tarde cómo se sitúa la lógica moderna (3~r. parecen instituirse en una sincronía que se simplifica por su
ejemplo). Es innegablemente la consecuencia estrictamente de­ reversibilidad, Claude Lévi·Strauss no pretende entregarnos la
terminada de una tentativa de suturar al sujeto de ]a ciencia, naturaleza del mitante, Sabe aquí tan sólo que su informador,
y el último teorema de Godel muestra que fracasa, lo cual quie­ si bien es capaz de escribir lo crudo y lo cocido, salvo por el
re decir que el sujeto en cuestión sigue siendo el correlato de la genio que pone su marca, a la vez no puede hacerlo sin dejar
ciencia, pero un correlato anti nómico puesto que la ciencia se en el guardarropa, es decir en el Museo del Hombre, a la vez
muestra definida por el no-éxito del 'esfuerzo para suturarlo. cieno número de instrumentos operatorios, dicho de otra ma­
Aquí deb e captarse la marca que no debe dejarse escapar del nera rituales, que consag'ran su existencia de sujeto en cuanto
estructuralismo. Introduce en toda "ciencia humana" entre ca· mitante y sin que con ese depósito se rechace fuera del campo
millas, a la que conguista, un modo mu y especial del sujeto, aguél de la estructura lo que en otra gramática se llamaría su asenti·
para el que no encontramos un Índice si no es topológico, diga­ miento. (A La gramrnaire de ¡'assentiment ["La gramática del
mos el signo generador de la banda d'e Moebius que ll amamos el asentimiento"] de Ne\vman, no le falta fuerza , aunque haya sido
ocho interior. forjada para fines exeCTables, y tal vez tendré que mencionarlo
El sujeto está, si puede decirse, en exclusión interna de su de nuevo.)
objeto. El obj eto de la mitogenia no está pues ligado a ningún desa­
La pertenencia qu·e la obra de Claude Lévi-Strauss manifiesta rrollo, ni tampoco det'ención, del sujeto responsable. No es con
a semejante estructuralismo s610 se pondrá aquí en el haber de ese sujeto con el que se relaciona. sino con el suj eco de la cien.
nuestra tesis contentándon os por ahora con su periferia. Sin cia, Y su diagrama se hará tanco más correctamente cuanto más
embargo está claro que el autor hace valer tanto me jor el al­ cercano esté el in[orma nte a reducir su presencia a lü. del sujeto
cance de la clasificación natural que el salvaje introduce en el de la ciencia.
mundo, especialmente por un conocimiento de la fa una y de la Creo únicamente que Claude Lévi-Strauss hará reservas sobre
flora que, como subra)'a él, nos sobrepasa, cuanto que puede la introducción, en la recopilación de los documentos, de un
argüir sobre cierta recuper ación , que se anuncia en la química, interrogatorio inspirado 'en el psicoanálisis, de una recolección
de una [(sica de las cualidades de sabor)' olor, dicho de otra seguida de los sueños por ejemplo, con todo lo que va a alimen·
manera de una correlación de los valores p'erceptivos con una tar de relación transferencial. ¿Por qué, si le afirmo que nuestra
arquitectura de moléculas a la que hemos llegado por la vía praxis, lejos de alterar al sujeto d'e la ciencia del que única­
del aná lisis combinatorio, dicho de otra manera por la mate_ mente puede y quiere sa ber, no aporta de derecho ninguna in_
mática del significante, como en toda ciencia hasta ahora.
tervención que no tienda a que se realice de manera sa tisfacto­
El saber pues está aquí ciertamente separado del su jeto según
ria, precisamente en el campo que le interesa?
la línea correcta, que no pl antea ninguna hipótesis sobre la insu­
¿Quiere decir pues que un sujeto no saturado, pero calculable.
ficie ncia de su desarrollo, la cual por lo demás seria bien difí­
cil demostrar. constituiría el objeto que subs ume, según las formas de la epis­
H ay más: cuando Claude Lévi-Strauss, despu és de haber ex­ temología clásica, el cuerpo de las ciencias que llamaríamos con­
traído la combinatoria latente en las estructuras elementa les del jetural'es, cosa que yo mismo he opuesto al término de ciencias
parentesco, nos da testimonio de que tal inforr:tador, para uti­ humanas?
Ji•.,. el término de los etnólogos, es perfectamente capaz de Me parece tanto menos indicado cuanto que ese sujeto forma
traza r él mismo su grafo levistraussiano, ¿qué nos dice, sino parte de la coyuntura que hace a la ciencia en su conjunlo,
que extrae a llí también al suj'eto de la combinatoria en cuestión, La oposición de las ciencias exactas a las ciencias conj'etura.
aq uel que en su grafo no tiene más existencia que la deno­ les no puede sostenerse ya desde el momento en que la conjetura
tación ego? es susceptib le de un cálculo exacto (probabi lidad) y en gue la
842 LA CI ENCIA Y LA VERDAD LA C IENCIA Y LA VERDAD 843
exactitud no se funda sino en un formalismo que separa axio­ tuándolo aqu!: a llí donde 'ello era, allí como sujeto debo ad­
mas y leyes de agrupación de los símbolos. venir yo:
No podrfamos sin embargo contentarnos con comprobar que Ahora bien, de este punto les muestro la extrañeza tomándo.
un formalismo tiene más o menos éxito, cuando se trata en últi­ lo al revés, 10 cual consiste aquí más bien en volverlos a traer
mo término de motivar su apresto que no h a surgido por mila­ a su frente. ,Cómo lo que estaba esperándome desde siempre
gro) sino que se renueva según crisis tan eficaces, desde que pa. de un ser oscuro ve ndría a totalizarse con un trazo que no se
rece haberse encontrado en ellas cierto hilo recto. traza sino dividiéndolo más netamente de lo que puedo saber
R~pitamos que hay algo en el estatuto del objeto de la ciencia de él?
que no nos parece elucidado desde que la ciencia nació. No es sólo en la teoría donde se plantea la cuestión de la do­
y recordemos que, aunque ciertamente plantear ahora la ble inscripción, para haber provocado la perplejidad en que
cuestión del objeto d'el psicoanálisis es volver sobre la cuestión mis alumnos Laplanche y Ledaire habrían podido leer, en su
que hemos introducido desde nuestra l1~gada a esta tribuna, de propia escisión en la manera de abordar el probl'ema, su solu­
la posición del psicoanálisis dentro o fuera de la ciencia, hemos ción. No es en todo caso de tipo gestaltista, ni debe buscarse
indi cado también que esa cuestión no podría resolverse sin que en el plato donde la cabeza de Napoleón se inscrib'e en el árbol.
sin duda se modifique en ella la cuestión del objeto en la cien­ Está simplemente en el hecho de que la inscrip ción no muerde
da como tal. el mismo lado del ¡:iergamino, viniendo de la plancha de impri­
El objeto del psicoanálisis (anuncio mi color y ustedes lo mir de la verdad o de la del saber.
ven venir con él), no es otro sino lo que h-e adelantado ya de Que esas inscripciones se mezclen debía resolverse si mplemen.
la función que desempeña en él el objeto a. ,El saber sobre el te en la topología: una superficie en que el derecho y el revés
--o.Qieto a sería entonces la ciencia d'el psicoanálisis? están en estado de unirse por todas partes estaba al alcance de
ESrrrnY precisamente la fórmula que se trata de evi tar, puesto ]a mano.
que ese objeto a debe insertarse, ya lo sabemos, en la división Sin embargo es mucho más allá que en un esquema intuitivo,
del sujeto por donde se estructura muy especialmente, de eso es por estrechar, si así puede decirse, al analista en su ser, por
es de donde hemos partido hoy, el campo psicoanalítico. lo que esta topología puede captarlo.
Por eso era importante promover primero. y como un hecho Por eso si la desplaza en otra parte, no puede ser sino en una
que debe distinguirse de la cuestión de saber si el psicoanálisis fragmentación de rompecab'ezas que necesita en todo caso ser
es una ciencia (si su campo 'eS científico) . ese h echo precisamen­ reducido a esa base,
te de que su praxis no implica otro sujeto sino el de la ciencia. Por lo cual no es vano repetir que en la prueba de escribir:
Hay que reducir hasta ese grado lo que me permitirán ustedes pienso: tlluego soyn~ con comillas alrededor de la s'egunda c1áu~
inducir por una imagen como la apertura del sujeto en el psi­ sula, se lee que el pensamiento no funda el ser sino an ud ándose
coanálisis, para captar lo que recibe en él de la verdad. en la palabra donde toda operación toca a la es~ncia del lenguaje.
Este movimiento, ya se habrá adivinado, implica una sinuo. Si cogito sum nos es dado en algún sitio por Heidegger para
sidad que tiene algo de domesticación. Este objeto a no está sus fines, hay que observar que algebriza la frase, y nosotros
tranquilo, ,o habrá que decir más bien: pudiera ser que no les tenemos derecho a poner de relieve su resto: eogito ergo.. donde
dejase tranquilos? y menos que a nadie a aquellos que tienen aparece que nada se habla sino apoyándose en ]a causa,
más que ver con él: los psicoanalistas, que serían entonces aq ue­ Ahora bien, esa causa es lo que recubre el sol! [eh, el debo d~
llos a quienes d·e una manera electiva trataría de apuntar por la fórmula freudiana, que, de invertirse su sentido~ hace brotar
mi discurso. Es verdad. El punto donde les he dado cita hoy. la paradoja de un imperativo que m'e insta a asumir mi propia
por ser aquel donde los dejé el año pasado: el de la división ca usalidad.
del sujeto entre verdad y saber, es para ellos un punto familiar. No soy sin embargo causa de mi, y esto no por ser la criatura.
Es aquel ado nde los convida Freud bajo el llamado del: Wo Es Lo mismo sucede con el Creador. Les remito sobre este punto
wat} soU [ eh weTden que vuelvo a traducir, una vez más, acen- a Agustín y a su De Trinitate, en el prólogo.
844 LA ClENClA y LA VE1U)AD 845
LA CIENCIA Y l.A VI.R.DAD

La ca usa de sí spinozian a puede lomar el nombre de D io!;. el fondo más bajo del mundo psicoanalftico. Especialmente con
Es Otra Cosa. Pero dejemos esto a esas dos palabras, que no un personaje cuyo nivel de cultura y de responsabilidad respon­
pondremos en juego sino añadiendo qu'e es también Cosa otra día al que se exige de un guarda'espaldas,4 pero poco me impar.
que el Todo, y que ese Dios, no por ser así otro es el Dios del taba, yo hablaba en el aire. Había querido simplemente que
panteísmo. fuese allí donde para el centenario del nacimiento de Freud mi
Hay que captar en ese ego que Descartes acentúa con la super­ V07. se hiciese escuchar en homenaje. Esto no para marcar el
fluidad de su función en algunos de sus textos en latín (tema d e sitio de un lugar desertado, sino ese otro qu'e rodea ahora a mi
exégesis que dejo aquí a los especialistas), el punto en que discurso.
sigue siendo lo que pretende ser: dependiente del dios de la Que la vía abierta por Freud no tenga otro sentido que el que
religión. Curiosa caída del ergo, el ego es solidario de ese Dios. yo reanudo: el inconsciente es lenguaje. lo qu'e ahora es admi­
Singularmente Descar tes sigue el movimiento de preserva rlo del tido, lo era ya para mí, como es sabido. ASÍ, en un movimien to
Dios engañoso, en lo cual es a su compañero a l que preserva que jugaba tal vez a hacerse eco del desafío de Saint-Just alzan­
hasta el punto de arrastrarlo al privilegio exorbitante de no do a l cielo por engastarla con un público de asamblea la con·
garantiz<lr las verdades eternas sino siendo su creador. fesión de no ser nada más que lo que va al polvo, dij o, "y que
Esta comunidad de suerte entre el ego y Dios, aqu-í señalada, os h abla", me vino la inspiración de que, viendo en la vía de
es la misma que profiere de manera desgarradora el contempo­ Freud animarse extrañamente una figura alegórica y estreme·
ráneo de Descartes. Angelus Silesius en sus adju raciones místi. cerse con una piel nueva la desnudez con que se reviste la que
cas, y que les impone la forma d·el dístico. sale del pozo, iba a prestarle voz.
Sería provechoso recordar, entre los que me siguen. el apoyo "Yo, la verdad, hablo..." y la prosopopeya continúa. Pien­
que tomé en esas jaculatorias, las del Peregrino querubínico, sen en la cosa innombrable que, de poder pronunciar estas pa·
tomándolas 'en el rastro mismo de la introducción al narcisjsmo labras, iría al ser del lenguaje, para escucharlas como deben ser
que perseguía entonces segt'ln mi modo, el año de mi comentario pronunciadas, 'en el horror.
sobre el Presidente Schreber. Pero en esta revelación cada uno pone lo que puede poner.
Es que puede coj'earse en esa juntura, es el paso de la belle­ Pongamos en su crédito el dramatismo ensordecido, aunque no
za ,2 pero hay que cojear justo. por e llo menos irrisorio, del tempo sobre 'el que se termina ese
y en primer lugar, decirse que los dos lados no se sobreim. texto que encontrarán ustedes en el número 1 de 1956 de L'Évo.
ponen ,s In/ ion PsychiatTique, bajo el título: La Chose freudienne.'
Por eso me permitiré abandonarlo un momento, para volver No creo qu e sea a ese horror experimentado al que haya de­
a partir d'e una audacia que fue la mía, y q ue no repetiré sino bido la acogida más bien fría que dio mi auditorio a la emisión
recordándola. Pues sería repetirla dos veces, b,:s repetil'a podría repetida de ese discurso, la cual reproduce ese texto. Si tuvo a
llamársela en el sentido justo en que este término no quiere bien darse cuen ta de su valor a sus ojos oblativo, su sordera se
decir la simple repetición. mostró en ello particular.
Se trata de "La Cosa freudiana", discurso cuyo texto es e l de No es que la cosa (la Cosa que se encuentra en el título) le
un discurso segundo. por ser de la vez en que lo había repetido. h aya chocado a ese auditorio, no tanto como a algunos de mis
Pronunciado la primera vez (ojal á que esta insistencia les h aga compañeros de barra, en esa época, quiero decir de barra en
sentir, en su trivialidad, el contrapié temporal que engendra una balsa donde gracias a ello pasé pacientemente diez años de
la repetición), lo fue para una Viena donde mi biógrafo situará concubinato, para la pitanza narcisista de nuestros compañ'eros
mi primer encuentro con lo que no hay más remedio que lIamar
6 Ejecutan(e más tarde en la operación de de...trucción de nuestra ense·
ñanza cuya ola, conocida por el auditorio presente, sólo conóerne al lector
I (Alu sión a un dicho francés según el cual "la belleza cojea". TS] por la d~aparidón de la revista La Psychdnalyst': y por nuestra promoción
3 Uuego d e palabras: boiler = cojear; s'emboiler = sobreimponerse, en. a la tribuna de doude 'iie emite esta lección.
cajar uno en otro. AS]
6 cr. estas últimas Hn eas p. 391 <le] tomo 1.
846 l.A CIENCIA Y LA VERDAD .LA CIENC IA Y LA VERDAD 847
de naufragio, con la comprensión jaspersiana y el personalismo bien el mío, o si no babosadas de ama de cría con las q ue se
de pacotilla, con todas las dificultades del mundo para ahorrar­ rebaja un testimonio ya imborrable: a saber un a verdad de la
nos a todos el ser pintados con la brea del alma-a-alma liberal. que la suerte de todos es rechazar su horror, si es que no aplas­
La cosa, no es bonita esa palabra, me dijeron textualm-ente, ¿no tarlo cuando es irrcchazable, es decir cuando se es psicoanalista,
irá a estropearnos sencillamente esa ventura de la crema y nala bajo esa rued a de molino, cuya metáfora he utili zado ocasi onal­
de la unidad de la psicología, donde por supuesto nadie piensa men te, para recordar con otra boca que las piedras, cuando 'es
en cosifi car?, Ivayal, ¿a quién confiarse? Creíamos que estaba preciso, saben gritar también.
usted en la vanguardia del progreso, camarada. Tal vez con ello se me juzgará justificado en no haber encon­
No se ve uno como es, y mudlo menos abordándose bajo las trado conmovedora la pregunta que me concernia, "¿Por qué
máscaras filosóficas. no dice .. .?", proveniente de alguien cuya ingenuidad se hacía
Pero dejemos eso. Para med ir el malentendido allí donde im­ dudosa por el puesto doméstico en las oficin as de una age nci a
porta, en el nivel de mí auditorio de entonces, tomaré una ex­ de verdad, y haber preferido en consecuencia prescindir de los
presión que salió a luz más O menos en aquel momento, y que servicios a que se dedicaba 'en la mía, la cual no necesita de
podría encontrarse conmovedora por el entusiasmo que supone : chantres que sueñen en ella con sacristías .. .
"¿Por qué, expresó alguno, y ese rema sigue repitiéndose, por ¿H abrá que decir que tenemos que conocer otros saberes que
qué no dice lo verdadero sobre lo verdadero?" el de la ciencia cuando tenemos que tratar de la pulsión epis­
Esto prueba hasta qué pun to eran vanos conjuntamente mi temológica?
apólogo y su prosopopeya. ¿Y volver una vez más sobre aquel10 de lo que se tra ta, que
Prestar mi voz para sostener estas palabras intolerabl'es: "Yo, es admitir que tenemos que renunciar en e l psicoanálisis a que
la verdad, hablo..." va más allá de la alegoría. Quiere decir a cada verdad responda su saber? Esto es el punto de ruptura
sencillamente todo lo que hay que decir de la verd ad, de la por donde dependemos del advenimiento de la ciencia. No te­
única, a saber que no hay metalenguaje (afirmación hecha para nemos ya para hacerlos converger sino ese sujeto de la ciencia,
situar a todo el lógico-positivismo), que ningún lenguaje po­ Por lo menos nos lo permite, y entro más alJá, en su cómo:
dría decir lo verdadero sobre lo verdadero, puesto que la ver­ dejando a mi Cosa discutir sola con el nóumeno, lo cual me pa­
dad se funda por el hecho de que h abla, y puesto que no tiene rece despachado pronto: puesto que una verdad que habla tiene
otro medio para hacerlo. poco en comú n con un n6umeno que, tan lejos como pueda
Es por eso incluso por 10 que el inconsciente, que dice lo ver­ recordar la memoria de cualqui'er razón pura, la cierra.
dadero sobre lo verdadero, está estructurado como un lenguaje, Este recordatorio no carece de pertinencia, puesto que el me­
y por lo que yo, cuando enseño eso, digo lo verdadero sobre dium que va a servirnos en este punto, ustedes me han visto traer­
Freud que supo dejar, bajo el nombre de inconsciente, a la ver­ lo hace un momento. Es la causa: la causa no categoría de la lóg i ~
dad h ablar. ca, si no causando todo el efecto. La verdad como causa, ¿uste­
Esta falta de lo verdadero sobre lo verdadero, que necesita des, psicoanalistas, se negarán a asumir su cuestión, cuando es
todas las caídas que constitu ye el meta1enguaje en 10 que tiene de allí de donde se levantó su carrera? Si hay practicantes para
de engañoso, y de lógico, es propiamente el lugar del UrveT­ quienes la verdad como tal se supone que actúa, ¿no son preci~
dTlingung, de la represión origin aria que atrae a ella todas ¡as samente ustedes?
demás, sin contar otros efectos de retórica, para reconocer los No lo duden: en todo caso, es porque ese punto está velado
cuales no disponemos sino del sujeto de la ciencia. en la ciencia por lo que conserva n ustedes ese lugar asombrosa­
Por eso en efecto para habérnoslas con ello empleamos otros mente preseniado en lo que hace las veces de esperanza en esa
m'edios. Pero es crucial aquí que esos medios no puedan ensan­ conciencia vagabunda al acompañar, colectivo, a las revolucio­
citar a ese sujeto. Su benefi cio toca sin duda a lo que le está nes del pensamiento.
escondido. Pero para cubrir ese punto vivo no hay de verdadero Que Lenin haya escri to: "La teoría de Marx es todopoderosa
sobre lo verdadero más que nombres propios; el de Freud o porque es verdadera". es dejar vacía )a enormidad de la cuestió n
848 LA ClENCIA y LA VERDAD LA CIENCIA Y LA VERDAD 849

qu e abre su palabra: ¿por qué, suponi'endo muda a la verdad el su jeto de la denda, una y otra no so n sino sombras, pero no
del materialismo bajo sus dos rostros que no son más que uno: para el sujeto sufriente con el que tenemos que vérnoslas.
dialéctico e histórico, por qué hacer su teoría acrece ntaría su Se irá a decir aquí: "Ya estamos. ¿Qué es ese suj e to sufri ente
poder? Contestar por la conciencia proletaria y por la acció n del sino aquel del que sacamos nueSlros privilegios, y qu é derecho
político m arxista no nos parece suficiente. le dan sobre él sus intelectualiza ciones?"
P or lo menos se anuncia a llí la separació n de poderes entre ]a Partiré para contestar de algo que encuentro en un fil ósofo
ve rd ad como causa y el saber puesto en ej ercicio, coronado recientemente con todos los honores fa cultativos. Es­
Una ciencia económica in spirada en el Capital no conduce cribe: "La verdad del dolor es el do lor mismo." Sobre esta ex~
necesariamente a utilizarI;) como poder de r evolución, y la his­ presión, que abandono por hoy al dom inio que explora, volve­
toria parece exigir otros re cursos aparte de un a dialéctica pre­ ré para decir cómo la f'enomenología se presenta como pretexto
di cativa. Aparte de ese punto si ngular que no desarrollaré aquí, de la contra.verdad y el estatuto de és ta.
y que es que la ciencia, si se mira con cuidado, no tiene memo­ No me apodero de ella sino para hacerles una pregunta a u s­
ria. Olvida las peripecias de las que ha nacido, cuando es tá cons­ tedes los ana listas: ¿lo que hacen ustedes, tiene sí o no el sen­
titu ida, dicho de otra m anera un a dimen sión de la verdad que tido de afirmar que la verdad del sufrimiento neurótico es tener
el psicoan,í1isis pone aquí a lta mente en ejercido, la verdad como ca usa?
Tengo que precisar sin embargo. Es sabido que la teoría físi­ Yo propongo:
ca o malemática, desp ués de cada crisis que se resuelve en la Sobre la magia, parto de este pun to de vista que n o deja ne­
forma para la cual el término de: teoría generalizada no podría bulosidades sobre mi obediencia científica, sino que se contenta
en modo a lguno considerarse que quiere decir: paso a lo gene­ con una definición estructura lista. Supone el significante res­
ral, con serva a menudo en su rango 10 que generaliza, en su es­ pondiendo como tal al significante. El significante en la natu·
tru ctura precedente. No 'es esto lo que decimos. Es el drama, el raleza es llamado por el significante del encantamiento, Es mo­
dram a subjetivo que cuesta cada una de sus crisis. Este dra ma es vilizad o metafóricamente, La Cosa en cuanto que h ab la, res­
el drama del sabio. Tiene sus víctimas, de las que nada indica ponde a nuestras reprensiones.
qu e su destino se inscriba en e l mito del Edípo. Digamos que Por eso ese orden de clasificac ión na tural que invoqué de los
la cuesti ón n o está mu y estndi ada, J. R. Mayer, Cantor, no voy estudios de Cla ude LévLStrauss dej a en su defini ción es tructu­
a establecer una lista de honor de esos dram as que llegan a ve­ ral entrever el puente de correspondencias por el que la opera­
ces hast a la locura donde algunos nombres de vivos apa recerían ción eficaz es concebible, bajo el mismo modo en que ell a ha
pronto: donde considero que e l drama de lo qu e sucede en el sido concebid a.
psicoan álisis es ejemplar. Y establezco que no podría aquí in­ Sin embargo es ésta una reducción que desatiende al suj eto.
cluirse (l sí mismo 'en el Edipo, so pena de ponerlo en entredicho. Todo el mundo sa be que para ello es esencial poner en estado
Ya ven ustedes el programa qu e se dibuj a aquí. No fa lta poco al sujeto, el sujeto chamanizaute. Observemos que el chamán,
p ara qu e quede cubierto. Incluso lo veo más bien bloq ueado. digamos de ca rne y hueso, form a parte de la naturaleza, y que
Me adelanto en él con prudencia, y por hoy les ruego que el sujeto correlativo de la op'eració n tiene que recortarse en ese
se reco nozcan en las luces reflejadas de semejan te manera de sostén corporal. Es ese modo de recorte el que queda excluido
abordarlo, del sujeto de la ciencia. Sólo sus correlativos estru ctur ales en la
Es decir que vamos a llevarl as a otros campos que e l psicoana­ operaci ón le son s-ituables, pero exactameute.
lítico para reivindicar la verdad. Es efectiva mente b ajo el modo de significanre como aparece
Magia y re ligión, las dos posiciones de ese orden que se dis­ 10 que h a de movilizarse en la naturaleza: trueno y llu via, meteo­
tinguen de la ciencia, h asta el punto de qU'e h a podido situtírse­ ros y milagros,
las con re lació n a la ciencia, como fal sa o disminuida ciencia T od o ha de ordenarse aquí según las relaciones antinómi­
para la m<tgia, como reb asa ndo sus límites, o incluso en conflicto cas 'en que se estru ctura el lenguaje.
de verdad con la ciencia para la segunda: hay qu e decirlo, para El efecto de la demanda entonces ha de interrogarse allí por
850 LA CI ENC IA Y LA VE M AD LA CIENC IA Y LA VERDAD 85 1

nosotros en la idea de comproba r si se puede encontrar la rela. funda el suj eto para consi derarse en ella como par te interesada,
ción definid a por nuestro grafo con el deseo. enton ces hay pocas proba bilidades de dar a lo q ue llaman his­
Sólo por esa vía, que se describirá más all á, de un enfoque toria de las religiones un os lím ites cualesqu ie ra, es deci r a lgú n
que no recur ra g roseramente a la an a logía, puede e l psicoana­ rigor.
lista ca lifica rse con una compe tencia para decir lo suyo sobre D igamos q ue el religioso le deja a Dios el cargo d e la causa,
la magia. pe ro que con ello cor ta su propio acceso a la verdad . Así, se ve
La observación de que es siempre magia sexu al tiene su pre­ arrastr ado a re mitir a Dios la causa de su deseo, lo cual es pro­
cio aquí, pero no bas ta par a aut ori zarlo. piamente el obje to del sacrificio. Su demanda está sometida al
Conc1uyo con dos puntos qu e merecen su aten ción : la magia deseo supues to de un Di os al que ento nces ha y qu e sed ud r. El
es la ve rd ad como causa baj o su as p'ecto de causa efi ciente . juego del amo r entra por ahí.
El saber se ca racteri za en ell a no sólo por qu edar velado para El religi oso instala aquí la ve rdad en un -estatuto de culpabi_
el suj eto de la cien cia, sin o por disimularse como tal, tanto en lidad. R esulta de ello una desconfianza para con el sa ber, ta nto
la tradición o peratoria como en su ac to. Es un a condi ción de m ás sensible en los P adres de la Iglesia cuanto más d ominantes
la m agia. se muestra n en ma teri a d'e razón.
La verd ad es re mitida allí a un os fin es que ll am an esca toló­
gicos, es decir que no aparece sino como causa final; en el se n­
En lo que voy a d ecir sobre la religión sólo se tra la de indicar ~ido de que es traslad ad a a un juicio de fin del m und o.
el mismo en foqu e estructura l; y así, suma ri a mente, es en la De donde el relente oscuranti sta qu e invad e todo uso cientí­
oposició n de trazos de es tru ctura donde este esbozo toma su fico de la fi nalidad .
fundamen too H e señ alad o de pasada cuán to tenemos qu e ap rende r sobre
¿Puede 'e sperarse que la religió n tome en la ciencia un esta­ la 'es tru ctu ra de la re lació n de l sujetO co n la verdad co mo cau sa
tuto un poco más franco? Pues desde h ace a lgú n tie mpo existen en la li teratura de los P adres, incluso en las primer as decis iones
extraños fil ósofos q ue d an de sus relaciones la defin icié n más conciliar ías. El r ac ionalismo qu e o rga ni za el pensa miento teo_
bla nda. en e l fondo que las consideran como des plegá ndose en lógico no es en m od o alguno, como se lo imagina la cha tura,
el m ismo mundo, do nde ]a religión por con sigu ie n te tiene la asun t9. de fa n tas ía.
posició n envolvente. Sfha y fantasia, es en el más riguroso sentido de institución
En cuan to a nosotros, so bre este punto delicado, en 'e l que de un a rea lid ad que cubre la verdad .
algunos pen sa rían en ad vertirnos de la neutralidad analíti ca , No n os pa rece en a bsoluto inaccesjble a un tra tamiento cien­
hacemos p revalecer el prin cipio de que ser am igo de todo el tífico e l que la ve rdad cris tiana h aya tenido que pasa r por lo
mundo no basta par a preserva r el lugar desde do nde debe insostenible de la formulaci ó n de un Dios Trino y Uno, El
operarse. poder eclesial a provecha aquí mu y b ien cierto d escorazona­
En la re ligión, la pues ta en j u ego precedente, la de la verd ad miento d e] pensa miento.
como ca usa, por el sujeto, el suje to rel igioso se entiende, qu eda Antes de ace ntuar los cal1ejones sin salid a de sem ejan te mis­
tom ada en una o peración comple tamente diferente. El análisis terio, es la necesidad de su a rticul ación la q ue es saludable para
a pa rt ir del suj eto de la ciencia conduce necesa ri amente a h ace r e l pensa miento y con la que debe m edirse.
apa recer en ella los mecanismos que conocemos de la neurosis Las cues ti ones deben tOm arse en el nivel en qu e el dogma se
obsesiva. F reud los percibió en un a fu lgurancia de la que to man estrella contra las herejías; la cuestión del F ilioque me parece
un a lcance que rebasa toda crítica tradiciona l. Pre tender cali­ poder tra tarse en térmi n os topológicos.
brar en ell a la re ligión no podia ser inadecuad o. La apre hen sión estru ctural debe ser pri me ra y es la ú nica que
Si no puede partirse de observaci ones como ésta: que Ja fun­ p erm ite un a apr eciaci ón exacta de la función de las i máge nes.
ción que dese mpeña en ella la revelac ión se tradu ce como un a El De Trinita te ti ene aquí todos los caracteres de una obra de
denegació n de la ve rda d como ca usa, a sa ber qu e deniega lo qu e teoría y puede tomarse por nosotros como un modelo.

---....
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852 LA CJENCIA y LA VERDAD LA CtENClA y LA VER DAD 853

Si así no fuese, aconsejarla a mis alumnos ir a exponerse al causa, puesto que nuestro progreso este año deb-e contribuir
encuentro con una tapicería del siglo XVI que verá imponerse a a ello .
su mirada a la entrada de la exposición del Mobiliario Nacio­ Lo abordaré por la observación extraña de que la fecundidad
nal donde los espera, desplegada todavía para uno o dos meses. prodigiosa de nuestra ciencia debe interrogarse -en su relación
Las Tres Personas representadas en una identidad de forma con ese aspecto en el que se sostendría la ciencia: que de la
absoluta conversando entre eUas con una desenvoltura perfecta verdad como causa no querría.sab'Cr.nada.
en las riberas frescas de la Creación, son siIT.Iplemente angus­ Se reconoce aquí la fórmula que doy de la Verwerfung o pre­
tiantes. clusión, la cual vendría a unirse aquí en una serie cerrada a la
y lo que oculta una mAquina tan bien hecha, cuando le suce­ Verdriingung, represión, a la Verneinung, negación [dénega.tion],
de que se enfrenta a la pareja de Adán y Eva en la flor de su cuya funci ón en la magia y la religión reconocieron ustedes a
pecado es por cierto de una naturaleza como para ser propuesto la pasada.
en ejercicio a una imaginación de la relación humana que no Sin duda lo que hemos dicho de las relaciones de la Verwer­
rebasa ordinariamente la dualidad. fung con la psicosis, especialmente como Verwerfung del Nom­
Pero que mis oyentes se armen antes con Agustín . .. bre-del-Padre, viene aquí aparentemente a oponerse a esa tenta·
tiva de detectación estru ctural.
Sin embargo, si s'e percibe que una paranoia lograda apare­
Así parezco no haber definido sino características de religiones cería igualmente como la clausura de la ciencia, si fuese el psico­
de la tradició n judía. Sin duda están hechas para demostrar su análisis el que estuviese llamado a representar esa función; si
interés, y no me consuelo de haber tenido que renunciar a enla­ por otTa parte se reconoce que el psicoanálisis es esencialmente
zar con el estudio de la Biblia la funci ón del Nombre-del-Padre' lo que reintroduce en la consideración científica el Nombre-del­
Queda el hecho de que la clave es la de una definición de la Padre, vuelve a encontrarse aquí el mismo callejón sin sadida
relación del sujeto con la verdad. aparente, pero se tiene la impresión de que de este callejón sin
Creo poder decir que es en la medida en que Claude Lévi­ salida mismo se progresa, y que puede verse desanudarse en
algún sitio el quiasmo que parece obstaculizarlo_
Strauss concibe al budismo como una religión del sujeto gene­
Tal vez el punto ac tual en que se encuentra el drama del na­
ralizado, es decir que implica una diafragmatización de la ver­
cimiento del psicoanálisis, y la astucia que en él se esconde de
dad como causa, indefinidamente variable, en la que le hace burlarse de la astucia consciente de los autores, deben tomarse
a esa utopía el halago de verla concordar con el reino universal aquí 'en consideración, pues no fui yo quien introdujo la fó r­
d'el marxismo en la sociedad. mula de la paranoia lograda.
Tal vez es esto hacer demasiado poco caso de las exigencias Sin eluda tendré que indicar que la incidencia de la verdad
del sujeto de la ciencia, y confiar demasiado en la emergencia como causa en la ciencia debe reconocerse bajo el aspecto de
en la teoría de una doctrina d~ la trascendencia de la materia. la causa íormal.
El ecumenismo no nos parece encontrar sus oportunidades
sino fundándose en el llamado a los pobres de espíritu.
Pero será para esclarecer con ello que el psicoanálisis en cambio
acentúa su aspecto de causa material. Así debe calificarse su
En lo que se refiere a la dencia, no puedo decir hoy lo que me originalidad en la ciéncia.
parece ser la estructura de sus relaciones con la verdad como Esta causa material es propiamente la forma de incidencia
del significante que yo defino en ella.
e Pusimos en reserva el Seminario que hablamos anunciado para 1963·64 Por e l psicoanálisis, el significante se define como actuando
sobre el Nombre-del-Padre, después de haber cerrado su lección de apertura
(nov. 63) sobre nuestra dimisión al cargo de Sainte-Anne, donde nu e.stros
en primer lugar como separado de su significación. Éste es el
seminarios tenfan Ingar desde hada diez afias. trazo de carácter literal que especifica el significante copula­
854 LA CI ENC IA Y LA Vl: RpAO
L." CIENCIA V LA VERDAD 855
torio, el fa lo, cuando surgiendo fu era de los lfmites de la madu ­
¿Seguirá siéndonos válido que la causa sea para nosotros exac­
ración biológica del sujeto, se imprime efectivamente, sin poder
tamente otro tanto polimerizándose?
S'er el signo para represe ntar al sexo existente del compañero, es
Esta explo ración no tiene por única meta d arles la ventaja
decir su signo biológico; recuérdense nuestras fórmulas que di.
de un dominio elegante de los cuadros que escapan en sí mis­
ferencian el significante y el signo.
mos a nuestra jurisdi cción. Quiero decir magia. religió n, in­
Es manifes tar suficientemente, de pasada, que en e l psicoan á­
cluso ciencia.
lisi s la histori a es una dimensión distinta de Ja.de l desarrollo, y
Sino más bien record arles que en cuanto sujetos de la cien­
que es aberració n tratar de reducirla a ella. La historia no se
ci:1 psicoan aIítica, es a la solicitación de cada uno de esos modos
prosigue sino a contratiempo del desarrollo. Punto del que lo
ue la relación con la verdad como causa a la que tienen ustedes
historia como ciencia puede tal vez sacar provecho, si quiere
que resistir.
escap ar a la amen aza siempre presen te de una concepción pro­
Pero no en el sentido en que ustedes lo entienden a primera
videncial de su curso.
vista.
En una palabra, volveremos a encontrar aq uí al sujeto del
L a magia no es tentació n para nosotros sino a condición de
significante ta l corno lo articulamos el año pasado. Transpor­
que hagan ustedes la proyección de sus caracteres sobre el suje­
tado por el significante en su relación con el otro significa nte.
to con el que tienen que vérselas - para psicologizarlo, es d eci r
debe d istinguírs'ele severamente tanto del individuo biológico
desconocerlo.
como de tod a evol ución psicológica subsumible como sujeto de
El pretendido pensa miento mágico, que es siempre el del otro,
la comprensión. no es un estigma con el que puedan ustedes e tique tar a l otro.
Es, en términos mínimos, la funciÓn que atribu yo al lenguaje
Es tan vá lido en el prójimo como en ustedes mismos en los lími­
en la teoría. Me parece compatible con un materialismo histó· tes m¡'ls comunes: pues e~li.í en el pri ncipio del más mínimo
rico que deja ahi un vacio. T al vez la teoría del objeto a encon­
-efecto de domi nio.
trará también allí su luga r.
Para decirlo todo, el recurso al pensa mien to mágico no expli­
Esa teoría del obj eto a es necesaria, ya lo veremos, para una
ca nada . Lo que se trata de explicar es su eficiencia.
integración correcta de la función, para con el saber y el sujeto,
En cuanto a la religión, debe más bien servirnos como el mo­
de la verd ad como causa. delo que no debemos seguir, en la insbtución de un a jerarq uía
H an podido reconocer usredes de pasad a en los cua tro modos social donde se conserva la tradición de cierta relación con la
de su refracción que aca ban de ser establecidos aq uí, el mismo verdad como ca usa.
número y una analogía de reparo nominal, que pueden encono La simu lación de la Iglesia ca tólica, que se reprodu ce cada vez
trarse también en la física de A ristóreles. que la re lació n con la ve rdad como causa viene a lo social, es
No por cas ualid ad, pues to que esa física no dej a de estar mar· particularmente grotesca en cierta Internacional psicoanalítica
eada por su logicismo que cons'erva todavía el sabor y la sa­ p or la cond ición que impone a la comunicación.
piencia de un gramatismo original. ¿Necesi taré decir que en la ciencia, en oposición a la magia
y a la religión, el saber se comunica?
Tooam-a TOV dQ L6f'oV TO &LcX Té m:QLE<ATJ'I'EVT Pero hay que insis tir en que no es únicamente porque tal es
la costu mbre, sino que la forma lógica dada a ese saber incluye
e l modo de la comuni cación como suturando al sujeto que im­
, [Literalmente: "Otras tantas (en su) número los porqués incluidos" ,
Fisica, libro 11, ca pitulo 7, 198a 15 y 16. Cita ininteligible sin la frase ante· pli ca.
ceden te y que todos los tradu([ores vierten por una paráfrasis; p . ej . Wicke­ Tal es e l problema primero que plantea la comun icación en
steed y Cornford en la edición bilingüe de la Loeb CJassical Library. Lon·
dres, Heinem ann, 1929, p. 164. He aquí la versión de Fra ncisco de P. Sao la de 'porqll¿ a lgo es o ex iste'" (Obms completas de Aristó teles, Madrid,
maranch: "es evidente q ue existen las causas y que su número es el que Aguijar, 1964. p. 595; las cu rsivas remiten al tenor l iteral de la fr ase del
nosotros di1imos. T odas ellas quedan incluidas en la respuesta a la pregun- Estag¡ rita). ASJ
856 LA C rENCIA y LA VERDAD

psicoanálisis. El primer obstáculo a su valor científico es que la rela­


ción con la verdad como causa, bajo sus aspectos materiales, ha queda­
do desatendida en el círculo de su trabajo.
¿Concluiré volviendo al punto de donde partí hoy: división del su­
jeto? Ese pun to es un nudo. Apéndices
Recorde mos dónde lo desanuda Freud: en esa falla de pene de la
madre donde se revela la naturaleza del fal o. El sujeto se divide
aq uí, nos dice Freud, para co n la realidad, viendo a la vez abrirse
en ella el abismo contra el cual se amurallará con ona fobia, y por
Otra parte recubriéndolo con esa superficie donde erigirá el fetiche,
es decir la existencia del pene como mantenida, aunque desplazada.
Por un lado, extraigamos el (paso-de) [pas-de]8 del (paso-dei­
pene) [pas-de-penis), que debe ponerse entre paréntesis , para transfe­
rirlo al paso- del-saber [pas-de-sauoir], que es el paso vac ilan te
[pru-hésitation] de la neurosis.
Por el otro , recono zca mos la eficacia del suje to en ese gnomon que
éste erige para qu e le señale a toda hora el punto de verdad.
Revelando del falo mismo que no es nada más que ese punto de
falta que indica en el sujeto,
Ese índice es también el que nos seña1a el camino por el que quere­
mos andar este año, es decir, allí donde ustedes mismos se arredran
ante la perspectiva de ser en esa falta, como psicoanalistas, suscita­
dos.

1 de diciembre de 1965

3 1E1 aur ar se sirve de los dos sentidos de la palabra pas en francés: CO UlO adverbio
de neg aci ón y eomo "paso". Hemo! preferido traducir este último, que se adecua me­
jor a su ide", haCIend o notar, al mismo tiempo, que no puede ser sino "un paso en
Cal ta".JON]
COMENTARIO HAIlLADO SOBRE
LA JlER NEI NUNG DE FREUD
J EAN HYPPO LlTE

En prim er lu gar, debo agrad ece r al doctor Lacan la insistencia qu e


ha pu es to en q uc les presente yo es te artículo de Freud, porque eso
me proporcionó la oport unidad de una noch e de trabajo ; y de traer
el hijo d e esa noc.:he ante ustedes. 1 Espero que encontrará indulgencia
a los o jos d e us tedes. El docto r Lacan tuvo la am abilidad de enviarme
el tex(Q alem¡ín co n el texto en francés. Hizo bien, po rque creo qu e
no habría elllendido absolutamente nada en el texto francés, si no
hubiera tenido e l texto alemá n.2
1'\'0 co nocía yo ese texto . Es de una estructura a bsoluta mente ex­
traordinaria, y e n el fondo ex traordina r iame nte e nigmá tica. Su cons­
trucción no es en modo alguno una construcción de profesor. Es una
construcció n del tex [Q a la que no quiero l1amar di alécrica , para no
abu sar de la palabra, pero ex tremadamente sutiL Y me ha impuesto
entregarm e co n el texto alemán y con el texto fr ancés (c uya traduc·
ción no es mu y exac ta, pero en (jn, en comparación con otras, baso
tante Tlone.\lta) a un a verdadera interpretación . Y es esa interpreta.
ción la qu e: voy a darl es. Creo que es válida, pero 11 0 es la úni ca posi.
ble y m e r ~ ce ciertamen te discutirse.
Freud empi eza por presentar el título Die Verneinu.71g. y me h e
dado cu ent.a, descub riénd olo después del doctor Lacan, de que valdría
m ;ís traducirlo por "la denegació n".
Del mi smo modo, en co ntrarán ustedes empleando más all á etwas
im U rt(:il v e fll ei n en~ qu e es no la negación de algo en el juicio, sin o
un a especie de desjuicio.:l Creo que, a todo lo largo de este texto,
I "J e t'apporte I'en(aut d' une nuit d'ldumée." [J. q ("Te tra igo el hijo

lannt:.
2 L:l
n.,
de una noche de ldumea"; se trata del prime.' verso de un soneto d e Mal·

traducción fra ncesa de la 1lemeinung de Freud apareció e n e l t. VII ,


núm . 2, cJd órgano oficial de la Soc iedad Psicoa na lllica de Pa rís, o sea en
1934. bajo el tJlldo de "La negación ". El texto alemán apareció primero en
[mago, IX, en 1925, y ha sido reprod ucido en va rias recopilaciones de obras
de Fr eud. Se lo encontra ra en G. W ., XIV, del que es el segundo a rtículo,
pp. ll - 15 rLa negación". A. XIX, pp. 253-257].
~ Sentiúo bast a Ole indicado por la fra se que sigue, pros iguie ndo sobre la
1lc1'Ul'/eilung, es decir la condenación a la que ella designa como equivalenle
(Ersal z) de la represióu, cuyo propio TiO debe ser tomado como una marca ,
corno uu certificado de origen com parable al rnadt! i71 GC1'1n.any impreso lI O­
brc un obj clO. [J. t..]
[859]
860 COM EI'·.TA RI O DE JEAN HYN'OUTE SOBIU; LA "VERNEI NU NC " COMENTARlO DE JEAN HYPPOLTTE SOBRE LA "VERNEI NUNG" 861
habrá q ue djstin gu h entre la negación interna al juicio y la actüud de de Freud. por lo cual se desprende de esas anécdotas, que hubiéramos
la negación: pues de otro modo no me parece comprensible. podido qeer que no eran más que eso, un alcance filosófico prodi.
El texto francés n o pone de relieve el estilo extremadamente con­ gioso que vaya tratar de resumir dentro de un momento.
creto, casi divertido . de los ejemplos de denegación en los que Freud Presentar el propio ser bajo el modo de no serlo . de eso es de lo
rom a su punto de partida. Éste en primer lu ga r. que contiene una qu e se tr ata ve rdaderamente en esa Aufhebung de la represió n que
proyección cuyo papel podrá n ustedes situar fácilmente sigu iendo los no es una aceptación de lo reprimido. El que habla dice: "Esto es lo
análisis realizados en este seminario, y en el que el enfermo, digamos que no soy." No habri a ya aqui represión, si represión si gnifica in­
el psicoanalizado. dice a so analista: "Va a pensar usted seguramen te consciencia, puesto que es consciente. Pero la represión subsiste en
que quiero decirle algo ofe nsivo, pero no es rea lmente mi intención." cuanlO a lo esencial,' bajo la forma de la no-aceptación.
"Comprendemos", dice F reu d, "que se trala del rech:l7.o de la id ea Aqu1 Freud va :l conducimo s a través de un p roceso de extrema
que acaba pr ecisa mente de emerge r por med io de la proyección." sutileza filosófica, qu e nuestra atención desa provecharía groseramen te
"Me he dado cuenta en la vid a corriente de que cuando, como si dejase p asa r en ]a irreflexi ón de su uso corrien te la observación
sucede a menudo, qneremos decir 'no quiero por cierto ofenderle con a la que va a apegarse F reud de que "aquí 10 intelectual se separa de
lo que vaya decir', hay que tradncir por 'quiero ofenderle'. Es un a lo a(ec tivo".
vo lunt ad que no escasea." Pues hay verdader amente, en la manera en que va a tratarla, un
Pero esta observación ' Ueva a F reu d a una generalización ll en a de descubrimiento profundo.
audacia, y en la que va a plantear el problema de la denegación en Diré, llevando adelante mi hipótesis. que para hacer un anál isis de
cuanto que podrla ser el origen mismo de la inteligencia. Así es como lo intelect ual, no mu estra cómo lo intelectual se separa de lo afectivo,
comprendo el artículo en toda su densidad filosófica. sino cómo lo intelectual es esa especie de suspe nsión del contenido
Asimismo da el ejemplo de aquel que dice : " He visto en mi sueño para la que no seda inconveniente en un lenguaje un poco bárbaro
a tal persona. Se p regunta usted quién puede ser. No era in dudab le. el término sublimación .!! Tal vez 10 que nace aqul es el pensamiento
mente mi madre." En cuyo caso, la cosa es clara, puede uno estar como tal; pero es to no es antes de que el contenido haya sido afecta­
seguro de que es dectivamente ella. do por un a denegación .
Cita también un procedimiento cómodo para uso del psicoanalista. Para recordar un texto filosófico (po r lo cua l pido excusas un a vez
pero asimismo, dirJamos nosotros, de cualquiera, para obtener una más, pero el doctor Lacan es aqu1 mi aval de semejante n ecesjd ad~.
claridad sobre lo que ha sido reprimido en una situ ación dada . "Dí­ al final de un capitulo de Hegel. se trata de sustitui r la negatividad
game lo que le parece, en esta situación, que debe considerarse Como verdadera a ese apetito de d es tru cción que se apodera del deseo y
lo más inverosimil de todo, lo que para usted e~tá a cien mil leguas." que se concibe aquí bajo un modo profundamente mítico mucho más
y el pacie nte, y también en nuestra opini ón el consultante ocasional, que psicológico, sustituir, decía, a ese apetito de destrucción que se
el del salón o de la mesa, si se abandona a la tra mp a y dice en efecto apode ra de l des eo y que es tal que en el resultado extremo de la lucha
lo que le parece más increíble, eso es lo que habrá qu e creer, primordial en que se afron tan los dos com batientes ya no habrá nadie
Tenemos pues aquí un análisis de procedimi entos co ncretos, gener a. para comprobar la victoria o la derrota del uno o del otro, una nega­
lizado hasta encontrar su fundamento en un modo d e presenta r lo ción ideal.
que se es en el modo del no serlo. Pues es exactamente eso lo que La denegación de que habla Freud aqut, en la medida en que es
lo co nstituye: "Voy a decirle Jo que no soy; cUldado, es exacta­ diferente d e la negación ideal en que se constituye lo que es jntelec­
mente lo qu e soy." Asf es como Freud se introduce en la funció n de tual. nos muestra precisamente esa especie de génesis cuyo vestig io, en
la denegació n y. para ello, emplea una palabra co n ]a cua l no he el momento de concluir, nos designa Freud en el negativismo que
podido evita r sentirme familiarizado, la palabra Aufhebung, que, como caracteriza a ciertos psicót icos.6
ustedes saben, ha tenido fortunas diversas; no me toca a mí decirlo ... y Freud va a darnos cuenta de lo que diferencia a ese momento de
LACA N. Claro que si. ¿a quién sin o a usted le tocarla? la n egativ idad, siempre hablando mfticamente.
HYPPQLlTE, Es la palabra dialéct ica de H egel, que quiere decir a 4 "Bei For tbestand des l,Vesentlichen an der Verdrangung" (G. W ,~ XIV~
la vez nega r, suprimir y co nserva r, y en el fondo leva nt ar. En la rea­ p. 12) lA. x,x, p. 254].
lidad, puede se r la Aufh ebu11g de una piedra, o tambi én ]a cesación 5 Pe nsa mos dar algún día a est e término su estricta definición para el
de mi suscripción a un periódico. Freud aquí nos dice: "La denega­ ana lista - cosa que todavía no se ha hecho (J . L./ 1955]. Promesa cumplida
ción es una Aufhebung de la represión, pero no por ello una acepta. d.,pués (1966).
'''Die allgemeine Verneinungslust. der Negativismus mancher Psychotiker,
ción de lo re primido." ist wahrscheinlich aIs Anzcichen der Triebentmischung durch Abzug der Ji ­
Aquf empieza algo verdaderamente extraordinario en el aná lisis bidin()sen Komponenten IU verstehen" ( G. W., XIV, p. 15) [A. XIX, p. 256-257 ].
862 CO M ENTAR.IO DE J EAN KYPI 'O LIT E SO BRE LA «V El t NCI NUNC" CO M E"'TARiO DE JEAN KYPPOLl1'E $ODRE LA "VERNEIN UNC" 8Gj

Es en mi opinión lo q ue ha y que admitir para co mprender aquel lo para captarlo de vuelta. En la génes is aquí desc rita, veo una especie
de lo qu e se habla propiamente en este art icu lo bajo el nombre de de gran müo; y detrás de la aparie n cia de la positividad en Freud
denegació n , aun cuand o esto no sea inm ed ia tame nte visible. De modo es tá es te gran mito que la sostien e.
parecido, hay que reconocer una disimetría expresada por dos pala­ ¿Qué qui ere decir esto? Detrás de la aHrmación,8 ¿qué hay? Hay
bras dife rentes en el texto de Freud, aun cuando las ha yan traducido la 1Ierrleinu.n g, que es Eros. Y detrás de la denegaciÓn (cuidad o, la
por la misma palabra en francés, ent re el paso a la afirmación a panir denegació n intelec tu al será algo más), ¿qué hay pues? La aparición
de la tendencia unifican te del amor, y la gé nesis, a pa uir de la ten· aquí de un símbol o fund ame ntal disimé tri co. La afirmación primor.
dencia destructivit. de es ta de negación que tiene la funci ón verdadera d ia l no es otra cosa que afirmar; pero negar es más que querer destruir.
de engendra r la intelige ncia y la posici ón misma d el pensamiento. El proceso qu e ll eva a ello, que se ha traducido por rechazo. sin que
P ero ca minemos más despacio. Freud use aquí el términ o V erwe rfung, es acentuado más fuertem ente
H emos visto que Freud planteaba lo intelectual como separado de aUIl. puesto que él pone aquí Ausslossu.ng,O que significa expulsión.
10 afec ti vo: añádase no obs tante la mod ificación deseada e n el análi· Te nemos en cierto modo aquí [la par eja formal de] dos fuenas pri.
siso " Ja aceptació n de lo reprimido" , y la re presió n no por ello queda meras; la fuerza de atracción 10 y la fu e rza de expu lsión, las dos, al
su primid a. Tratemos de represent arnos la situació n . parecer, bajo la dominación del principio de placer, cosa que no deja
Primera etapa: esto es lo que no soy. D e ell o se ha concluido lo que ele se r impresionante en eS le texto. u
soy. La re presión sigue subsistiendo, bajo la forma de la denegación. El juicio ri ene pues aqui su primera histo ria . Y aqu~ Freud distin·
Segunda etapa : el psicoa nalista me obliga a acep tar en mi inteli· gue en él dos lipos:
gencia lo que n egaba hace u n momento ; y Freud añade, despu és de Conforme a lo qu e lodos apre nd e mos de los elementos de la filo·
un guió n y sin más exp licaciones: "-El proceso de la represión mi smo sofí a, hay un juicio de atribu ció n y un juicio de exis tencia. " La fun.
no queda aón con ello levantado (a u fge hobett)." ción del juicio ... debe de un a cosa decir o desdecir una propied ad,
Lo cual me parece muy pro fund o ; 151 el psicoa nalizado acepta , des­ y debe de una represe ntació n confesa r o impugnar la existencia en
di ce su de negación, y con todo la represión sigue estando allíl Con. la real id ad. "
cluyo que ha y que dar a lo que se ha producido un nombre fi losófi co, y Freud muestra entonces 10 que hay detrás del juicio de atribución
que es un nombre que freud no ha e nunciado: es la negación de la y detrás del juicio de exi stencia. Me parece que para comprender su
negación. articulo, hay que considerar la negación del juicio at ributivo y la neo
Literalmente, lo que a parece aqu1 es la afirm ación intelectual, pe ro gació n del juicio de ex istencia como más acá de la negació n en el mo·
solamen te intelectual. en cu a nto negación de la n egación. Los térmi nos mento en que aparece en su función si mbóli ca. En el fondo, no h ay
n o se en cuentran en Freud , per o cr eo que no hacemos sino prolongar todavía juicio en ese momento de emergencia, h ay un primer mito
su pensami ento al formul arl o as í. Es esto sin duda 10 que quiere decir. del fu era y del dentro, y esto es Jo que se tra ta de co mprender.
Freud en ese momen to (pongamos a tención en un texto difícil) se Sienten ustedes qué alca nce tie ne este mito de la formació n del
ve capacitado para mostrar cómo lo intelectual se sepa ra (e n acto]7 fu era y de) dentro: es el de la e na jen ación qu e se funda e n estos dos
de lo a fec tivo, pa ra formular una especie de génes is del juicio, o sea términos. Lo que se traduce en su oposició n fonnal se convierte más
en defin iti va una génes is del pensa miento. allá e n e najenació n y hostilidad e ntre los dos.
Pid o disculpas a los psicó logos que está n aquí, pero no me gusta Lo que hace tan densas estas cuatro o cin co páginas es, como ven,
mucho la psicología positiva en si misma ; podría creerse que es ta que pon e n todo en tela de juicio, y que se va en ellas de esas observa.
génesis es psicología positi va; me parece más profunda en su alcan ce, ciones concr etas, tan menudas en apariencia y tan profur.das en su
por ser del orde n de la historia y del mito. Y pi enso, según el papel generalidad, ha sta algo que acarrea toda una filosofía, entiéndase toda
que Fre ud hace d esempeña r a lo afectivo primordial, en cuanto que un :l eStruclura del pensamiento.
va a engendrar la inteligencia, que hay qne ent end erlo corno lo en· Detrás del juicio de atribución, ¿qué hay? Hay el "qu ie ro apropia r
seña eL doclOr Lacan; es decir que la forma primaria de relación que (me), introyectar" o el "quiero expul sa r".
psicológicament e llamamos afectiva, es tá a su vez sit uada en el ca mpo H ay en el comienzo, parece d ecir Freud, pe ro en el comienzo no
d isti ntivo de la situación humana, y que, si engendra la inteligencia, qui ere decir a rra cosa que e n el mi to " habia un a vez..." En esta
es que comprende ya en su punto de partida una historicidad funda.
mental: no hay lo afectivo puro de un lado, enteralnente metid o en • Bejahung.
lo real, y lo intelectual puro del otro, que se desprendería de lo rea l o G. W ., X IV, p. 15 [A. X IX , p. 256].

lO Ein beziehu'1g.

1 Palabras añadidas. De ahora en adelante ser án indi cadas con los mismos II El se minario donde J. L. comeutó el artIculo "Más allá del principio de

cor chetes. placer " sólo tuvo lu gar en 195 4·55.


B64 COMENTARro DE JEAN HYPPO LITI:: SOBRE LA "vER~EINUNC" COMENTA RI O DE JEAN H YPPOLlTE SOBRE LA "VERNE INUNC" B65

historia había una vez uu yo (entiéndase aquí un sujeto) para el cual fu ente de la afirmación: por ejemplo. en el juicio de atribución, es el
no había todavía n ada extraño. hecho de ¡ntroyectar. de apropiarnos en lu gar de exp ulsar a(uer.:l.
La distinción de lo extraño y de él mismo es una operación, una Para la negación , no em plea la paJabra Ersatz, sino la palabra Nach­
exp ulsión. Lo cual hace comprensible una proposición que. por sur­ folge. Pero el traductor fran cés lo tradujo con la misma palabra que
gir bastante abruptamente, parece un instante contradictoria : Ersatz. . El texto alemán dice: la afirmación es el ErsatI. de la VeTei­
"Das Sch1echt, lo que es malo, das dem ¡eh Fremde, lo qne es ex­ nigung¡ y la nega ción el Nachfolge de la expulsión. o más exactamen­
(raño al yo, das Aussenbefindliche, ]0 que se e ncuentra fuera, ¡sl ihm te del instinto de destrucción (Destrukt ionstrieb ).
ztlnijchls idelttisch, le es primeramente idén tico," El asun to se vuelve pu es enteramente míti co: dos inst intos qu e
Ahora bien. justo antes, Freud acaba de decir que se introyecta y están por decirlo as'[ entremezclados en ese mito qu e lleva al sujeto:
que se expulsa, que hay roes una operación que es la ope ra ción de uno el de la unificación, el o lro el de la destrucci6n. Un gran mito,
expulsión y [sin la cual] la operación de introyección [n o tcodda sen· ya 10 ve n, y que re pite otros. Pero el pequefio matiz de que la afir­
tido]. Ésta es la operación en la que [se funda) lo que será el juicio de mació n no ha ce en cierto modo más q ue sustituirse pura y simplemente
atribución. a la unifi cación, mientras que la negación resul ta ulteriormente de
Pero lo que es tá en el origen del juicio de ex iste ncia es la relac ión la expu lsió n me parece que es el único capa7. de exp li car la frase que
entre la represe mación y la percepción. Y es aquí muy difícil no erra r sigue, donde se trata simplemente de negativismo y de instinto de des­
el sen tido en que Freud profundiza esta relaci ón. Lo importante es trucc ión. Es que efectiva mente eso explica sin duda que pueda haber
qu e "en el comienzo" es igual y neutro saber si hayo no hay. El su­ un placer de denegar, un negativismo que resulta simplemente de la
jeto reproduce su representación de las cosas de la percepción primi­ supresión14 de los co mponent es libidinales; es decir que ]0 que ha
tiva que ha tenido de ellas. Cuando ahora dice que eso existe, la cues­ d esa parecido en ese placer de n egar (desaparecido = reprimido) son
tión es saber (no]IZ si esa presenlación conserva todavía S\l estado en los componentes Jibidinales.
la rea lidad, sino si podrá O no podrá volverla a encontrar. Ta l es la ¿Por co nsiguiente el instinto de destrucción depende también del
relación que Freud acentúa [de la prueba] de la representació n co n rprincipio de] placer? Esto me parece muy im portante, capital para
la rea lidad, [la funda] en la posibilidad de volver a enContrar de nu evo la técni ca. u;
su objeto. E.ste resorte acentuado de la repetición prueba que Freud Sólo que, nos di ce Freud, "el cumplimiento de la función del juicio
se mueve en un a dimensión más profunda que aquella en qu e se sitúa sólo se hace posible por la. creación del simbolo de la negación",16
Jung, pues eSla última es una dimensión más propiamente de memoria)3 ¿Po r qué no nos dice Freud: el funcionamiento del juicio se hace
Aquí es donde no hay que perder el hilo de su análisis. (Pero temo posible por la a(jrmación? Es que la negación va a desempeñar un
hacérselo p erder a ustedes, hasta tal punto es diHcil y minucioso.) pa pel no como tend encia a la destrucción, como tampoco en el int e­
De 10 que se trataba en el juicio de atribn ción es de expulsar o de rior de un a forroa de l juicio, sin o en cuanto aC liwd fundam ental de
introye ctar. En el juicio de existencia, se trata de atribuir al yo, o más sim bolicidad explicitada.
bien al sujeLo (es más comprensivo) una represenlación a la que ya "Creaci6n del símbolo de la negación que permitió un primer grado
no corresponde, pero a la que ha correspondido en un retomo atrás, de independ encia respecto de la represi ón y de sus consecuencias y
su objeto. Lo que está aquí en cuest ión es la génesis "del ex terior por ende también de la eonstri cción (Zwang) del principio de placer."
y del int erior". Frase cuyo sentido no sería para mí un problema si no hubiera
Tenemos pues aquí, nos d,i ce Freud, "una vista sobre el na cimiento" ligado antes la tendencia a la destrucción con el principio de placer.
del ju ic io, "a par ti r de las ptl lsiones primarias". Ha y pues aqul una Pu es hay aquí una dificultad. ¿Qué signirica entonces esa di simetría
especie de "evolu ción finalizada de esa apropiación en el yo y de esa entre la afirm ación y la negación ? Significa que todo 10 reprimido
expulsión fuera del yo que son consecuencia del princi pio de placer". H Alemán: AbLUg: des falco. descueuto, retención, "lo que es desfalcado en
" Die Beiahun~ la afirmación -nos dice Freud-, als Ersalz der Ve­ el placer de negar son los componentes Iibidinales". La posibilidad de esto
reinigung; en cuanto qne es si mplemen te el equ ivalente de la nnifica­ es refe rida a la TriebentrniscJJUng que es una especie de retomo al estado
ción, geJ¡(irt dem Eros nn es cosa del Eros"; que es lo qu e está en la
7 puro, de decantación de las pubiones cuyo término traduce mny mediocre­
mente el uso con: desintricación de los instintos.
12 Palabra agregada por el redactor, conrorme al texlo de Freud: "Der ente l' La manera admirable en que la exposición del seOor Hyppolite ccrca
und n~ c h s le Zweck der Reali latsprü(ung ¡st also nicht ein dem Vorgeslellten aquí la dificultad no, parece tanto más significativa cuanto qnc no habla­
entspreche ndes Objekt in der realen Wahmehmung zu linden, sondern es mos producido todavla las tesis que habríamos de desarrollar el afio si­
wiederzuíiuden, sich zu überzeugen, dass es noch vorballden ¡st." G. W., XIV, guiente en nuestro come ntario del "MAs allá del principio de placer", sobre
página 14 [A. XlX, p. 255]. el instinto de mu erte, a la vez tan eludido y tan presente en este tcx(O_
11 ¿E l aUlor quiere indicar aquí la reminiscencia pl atónica) [J. L.] le Subrayado por Freud.
~

BG6 COMENTARIO DE JF. AN HYI'POUTE SOBRE LA "\ CRNEINUNC"

pucoe tomarse ele nuevo y volver a utiJi1.<lrse en una especie de sus­ 2


pensión, y que en cierto modo en lu g-d T de estar bajo el dominio de L A METÁFOR A DEL SUJ ETO I
Jos instimos d e íllracción y de expu lsión, puede producirse un mar­
ge n del pe nsamie nto. una aparición de l ser bajo la form a de l no se rio.
que se produce CO Il la de negació n, es decir donde el símbolo de la
negació n est.l lig3do a la actitud concreta de la denegilción.
Pues así es romo hay que comprender el texto. si se admite su con­
clusión que al principio me pilrec i6 un poco ex lraña.
"A esta ma nera de compre nd er la denegación correspo nde muy Este texto es la reescritura, realizada en junio de 1961, de una inter­
bien e l qu e no se descubra en e l análisis ningún 'no' a par tir del venc ión hecha el 23 de junio de 1961~ en respu.esta al seiior Pere/man,
in consciente. " quien argum entaba acerca de la id ea de racionalidad y de la regla de
Pero se encuent ra aHí ciertame nte destrucción. Por tanto es preciso JUSlicia, ante la Sociedad de FilOSO/f a.
absolutamente se parar e l in stinto de dest ru cc ión de la forma de de ..· Da testimonio de una cieTta anticipación, a pr-op6sito de la metá­
tru cció n, pues no se compre ndería lo qu e quie re decir Freud . Hay que fora ) de lo que formulamos después acerca de una l6gica del in­
ver e n la de negación una actirud concreta en el origen del símb olo consciente .
exp lI cito d e la negación, símbo lo explicito que es lo único que hate Debemos a Franrois R egnault habérnoslo recordado a tiempo para
posible algo que sea como la utilización del incon scie nte. a la vel. qu e a11adirlo a la segunda edici6n de este lJolumen.
mantien e la represión .
Tal me parece ser el sentido del fin a l de dicha frase de co ncl usió n:
".. .y que el reco nocimie nto del inconsciente de l lado del yo se expre· Los procedimientos de la argumen tación interesan al señor Pere lm a n
sa en una fórmula negativa." por e l desprecio e n que los tiene la tradiciÓn de la ciencia. Se h a visto
Éste es el res ume n : no se encuentra e n e l aná lisis ningú n " no" a así co nducido a nre un a Sociedad de Fi loso fía para prot estar contra
parlir del inconsciente, pero el reco nocimi ento del in co nscie nte de l Jado la eq uivocación.
del yo mu es tra que el yo es siem pre desconocimie nto; incluso e n el j\'lejor sería que pasara por sob re la defensa para llegar a un ú'nos
conocimien to, se encuentra siempre del lado del yo, en una fó rmula a el. tste es el sentido que llevará la observación q ue ya h e formu la­
negativa, la marca de la posibilid ad de detentar el incon sc iente a la do, es decir. que a partir de las ma nifes taciones del in co nscieme, de
vez que se lo rehúsa. las que me oc upo como a nalista, h e llegado a desa rrolla r una teoda
"Ninguna prueba más fu erte de que h emos llegado a descubrir el de lo s efectos del significante en que doy con la retórica; 10 arestigua
in co nsciente que si e l a nalizad o reaccio na co n esta frase: 'No pensé el hecho de que mis alumnos, leyendo sus libros. reconocen el brete
en eso', o incluso: 'Es toy lejo s de haber pensado (n un ca) en eso:" mismo en que los he met ido.
Hay pues en este texto de cuatro o cinco páginas de Freud, y pido Me veré pues. llevado a interrogarlo, no tanlO sobre lo que aquí
excusas si yo mismo mostr·é algu na dificultad e n e nco ntrar lo que me ha argumentado. tal vez con demasiada prude ncia, cuanto sobre de­
parece ser su hilo cond uctor, por una parte el a nálisis de esa. especie terminado punro en que sus traba jos nos llevan a lo más vivo del
de actitud concreta . que se d es pre nde de la obse rvació n misma de la pen samiento.
denegación ; por otra pane, la posibilidad de ver lo intelectual diso­ La metáfora, por ejemplo. acerca de la cual se sa be qu e a rticulo en
ciarse en [acto] de lo afectivo; finalmente y sobre lodo una génesis de e ll a una de las dos vertientes fund ament ales del juego del in conscie nte.
todo lo que precede en el nivel de lo primario, y por co nsiguie n te e l No dejo d e concordar co n la man er a en que Perelman la trat a al
origen de l juicio y del pensamiento mismo (bajo la forma del pensa· descubrir en ella una operación de cuatro términos y hasta con su
mien to como tal, pues el pen sa miento está ya m ucho antes, en [o justificación por el hech o de sepa rarla decisivamente de la imagen.
prim:.uio, pero no est¡i allí como pensamiento) cap(ado por in tenue­ No creo que tenga por ello run damen to para creer que Ja ha redu­
dio de la denegación. cido a la funci ó n de la an alogfa. 2
Si tenemos por adq uirido e n esta runción que las relaciones
A D
_ Y - se sostienen en su efecto propio por la h e terogeneidad mis-
B e
1 ~Cf. no la de la p. 509 del (.
1 de estos Escritos. AS1
~Véaflselas páginas, que nos permitimos calificar de admirables, del
Trail i de ¡'argumentation, PU F, 1. 1I, pp. 497-534.
(B67)
868 1-0\ MET ÁFORA DEL SUJ ETO LA MET ÁFORA DrL SUJETO 869
ma e n que se r eparten como tema y fora, este forma li smo ya no es dentro de la significación - la de una falsedad no captada por la im·
váJjdo para la metáfora, y la mejor prueba es que se esfuma en las pugn ació n- in sonda ble, onda y profundidad de un WtElQOC;5 d e lo
mismas ilustraciones apo rtada s por Perelman. imaginario en el que se hunde todo vaso q ue quisiera sacar algo d e alJí.
H ay, si se quiere. cuatro términos en la metáfora, pero su h etero­ D e "desper társela" en su frescura, es ta metáfora, corno cualquier
ge nei dad pasa por una línea divisoria -tres contra uno- y se di stin­ olra, revela ser 10 que es entre los su rrealistas.
gue por ser la del sign ifica nte al significado. La metáfora radical está dada en el acceso de r abia n arrado por
PaJa precisa r una fórmula que h e dado en un artícu lo ilHitulado Freud del niño, aun inerme en groserías, que fue su hombre de las
"La instancia de la letra e n e l inconsciente",S lo escribiré de es te modo: ra tas a ntes de co nsumar se en neuróti co obsesivo, el cu al in terpela a
su padre al se r co ntrari ado por éste: "Du Lampe, du Handtu ch, du
S S'2 1 T e Uer, usw." (T~I lámpara, tt'l serville ta, tl! plato... y qué más). En
- - -> S (-- ) lo cual el padre titubea e n a u tentifi car el crime n o el genio .
S'l x s"
y ta mbién nosotros en tendemos que no se pierde la dim e nsión de
La metMora es, r ad icalmente, el efe cto de la sustitu ción d e un sig­ injuri a en que se origina la metáfora. Injuri a más grave d e lo que se
nifica nte por otro dentro de una cadena, sin que n ada natural lo imagina reduciéndola a invectiva de guerra, pues de ella procede la
predestin e a la (un ció n d e fora, salvo que se tTate de dos significantes, injusticia gra tuitam ente hecha a todo sujeto co n un atributo mediante
reductibles, como tales. a una oposición fonemá tica_ el cual cualquier otro sujeto es animado a a tacarlo. "El gato ha ce
Para demostrarlo .con uno de los ejemplos mismos de Pere!man, gu au -guau, el perro ha ce miau-miau." He aqu í de qué modo deletre a
el que ha escogido alin adamente del tercer diálogo de Berkeley." esto el niño los poderes d el d iscurso e inaugura el pensamiento.
es, un océa no de falsa ciencia, se escribirá así, pues más vale resta nrar Pu ede uno aso mbrarse de sentir la necesidad de .ll eva r tan lejos las
lo qu e la traducción tiende ya a "adormecer" (para honra r, con Pe­ cosas a tine ntes a la metáfora.. Pero Perelma n me co ncederá que invo·
rel m an, una metáfora muy lindamente hallada por los retóricos): cando. p a ra sa tisfa cer su teoría analógica, las parejas del n adador y
el sab io y de la tierra firm e y la verd ad, y reconociendo q ue de este
an ocean fa lse 1 modo se las puede multiplicar indefinidamente, lo que él formula pone
- - - -- - o f - - - - - """""+ an occan (.. . :.) de manifiesto has ta la evidencia que todas ellas es tá n por igual fuera
learning x ? de foco y equivalen a lo que digo: que el hecho adquirido de ningun a
significación tiene nada que ver en el asu m o.
Learlli,tg "enseñanza" , no es, en efecto, cien cia, y sentimos aun Por supuesto, decir la desorganización co nstitutiva de toda enuncia­
mejor qu e este término tiene ta mo que ver co n el océa no como los ción no es d eci rlo lodo, y el ejemplo que Perelman r eanima de Aris­
ca bellos con la sopa. tóteles, O del atardecer de la vida para decir la vejez, nos indi ca sufi­
La catedral sumergida d e lo que h asta entonces se ha ense ñado re· cie ntement e la circunstancia de no mostrar tan sólo la represión de
la tivo a la mate ri a no reso nará, sin dud a, en vano a nuest ros oidos lo más d esa gradable del término me taforizado para ha cer surgir de
porque se reduzca a la alternancia de campatla sorda y campana :>0­ él un sentido de paz al que no impli ca en modo alguno en lo real.
nora co n qu e la fr ase nos penetra: lear-ning, lear-ning; pero no lo P orqu e si cuesti on amos la paz del atardecer. advertimos que no
h ace desde el fondo de un estrato líquid o, sino desde la falacia de sus ti en e otro relieve que el del tono bajo de las vocalizacion es, así se trate
propios a rgumen tos. del jadeo de los cosech adores o del alboroto de los pájaros.
El océano es uno de esos argumentos. y n ada más. Quiero decir: Después de lo cual, tendremos que recorda r que. por muy blablablá
literatu ra, a la que hay que restüuir a su época, gracias a la cual so-­ que sea esencialmen te el lenguaje, es de él sin emb argo que proced e n
porta el se ntido de que el cosmos en sus confines puede ll egar a ser el ten er y el ser.
un lugar de e ngaño. Significado. me diréis e nto nces, del que parte Sobre esto ac túa la me lifara por nosotros mismos eleg ida en el ar­
la metáfora. Sin duda , pero dentro del alcance de su e fecto franqu ea üculo recién citado,7 precisamente: "Su gavilla no era avara ni tenia
lo que alH no es más que recurrencia, pa ra apoyarse e n el sinse nlido odio" de Booz dormid o. No es cantar vano que evoqu e el vInculo que
de lo que sólo es un término enrre otro del mismo learni1lg. une en el rico, la posición de tener al rechazo inscrito en su ser. Por­
En cambio, lo que se p rod uce en el luga r del punto de inl erroga­ que ahf está el ca llejón sin salida del amor . Y su negación no haría
ció n en la segunda parte de nuestr a fórmul a es una especie nueva aquí nada más, 10 sabemos. que plantea rla, si la metáfora que intro·
¡ Véase " La iuslancia de la leLra en el inconsciente", pp. 473-509 del t. D [Ilimitado. AS)
1 de estos Escri l.os. • T1'aite de l'a1'gumenta:io'1I, p. 5~5 .

'T raili d, l'a1'gume1ltalio1l, p. 537. ~ Cf. t. 1, p. 486.

870 LA M IITÁFO RA DE L .sUJ L.TO

duce la sustitución del sujeto por "su gavilla" no h iciera su r gi r el


único objeto del que el tenerlo necesita la carencia de serlo: el fa lo,
en torno del cual gira todo el poe ma h asta su última imagen.
Vale deci r que la rea lidad más seri a, y aun , p ara el hombre, la
úni ca seri a, si se co nsidera su papel en el soste ni m iento de la meto­
n imia de su deseo. s6lo puede ser r etenida en la meláfora.
,
¿A dónde quiero llegar sino a con ven ceros de que Jo que el in.
co nsciente trae a nu estro examen es la ley por la cual la enun ciación
1ndices
nun ca se redu cirá al en unciado de discu rso alguno ?
No diga mos que h e escogido mi s términ os, sea Jo que tenga que
deci r, bien que no sea vano record ar aquí q ue el di sc urso de la cien cia,
en la medi da en q ue se ria recomend able por la objelivid ad, po r la
ne utrali dad, por ]a gri sa lla y hasta por el gé nero sul picia no, es tan
desho nes to y ta n negro de intencio nes como cua lqui er otra rC lÓl-ic l.
Lo que h ay que decir es q ue el yo [je] de es ta elección n ace en una
parte di st inta el e aque ll a en la que se enuncia el discurso, precísa.
mente en el que lo escucha_
¿No es proporcionar e) es tatuto de los efectos de la retó rica cU;J odo
se mu estra q ue és tos se extienden a toda signiíicació n ? Si se nos o bjeta
que se detien en en el discurso m atemáti co, estamos tanto mas de
acuerdo cuanto q ue ap reciamos en el más alto grado este discurso por
11 0 sign ificar nada.
El ú ni co enun cia do abso luto fu e dicho por qu ien tenía de recho;
a sa ber : q ue n in gú n golpe d e dados en el sign ifica n te aboli rá allí
jamás el aza r, por la razó n, a ñadi remos po r nuestra parte, de que
n ingún azar existe si no en una determina ción de lenguaje, y esto, sea
cua l sea el aspe cto en que se 10 conjugue, de automa tismo o de
encuen tro.
íNDICE RAZONADO DE LOS CONCEPTOS PRINCIPALES

El leelor encontrará aquí un índice que quiere ser clave.


Ideado conforme a una obra que introduce menos de lo que pone
en cuestión, proPicia al lect or que se su.pone llega a ella desde y,n
punto más o m eHOs firme.
Si este punto es externo, la clave, com o debe ser, favorece esta
posici6n de aportar a él una medida int erna, en una actualidad que
puede ex tenderse desde lo qu.e el psicoandlisis renueva en la teorfa del
sujeto hasta prepararlo para hacer de él la prueba personal, sin falt ar,
en el abanico, los signos de acu-erdo para algunos especialistas.
Si este punto es interno, o sea desde donde se aPlica el psicoandlisis,
la mediaci6n se inv,'erte y aún es necesario d istinguir a los practicantes
que siguen nuestra enseñanza rfe aquellos que se abstienen de ella. Para
los primeros} será ocasión verosímil de m edir en él el exceso de un
texto del que conocen la experiencia. Oportunidad para los segun dos
de buscar qué hacer de él para la suya.
J. L.

ESC LAREC IM I ENTO

1. El lector encontrará en este indice} es tablecido siguiendo un orden


que hemos ins talado nosotros, los conceptos principales de la teoda de
Jacques Lacan, r eferidos a los lugares que dan sus definiciones esen.
ciales, las funciones y las propiedades principales.
2. En las páginas enljstadas a continuació n de los términos del ín.
dice debe buscarse el concepto, no la palabra. Hemos escogido para
designar lo implicito la expresión que nos pareció más adecuada y
más comprehensiva, procediendo por lo común por retroacción a par­
lÍr del último estad io de la teorla.
~. No se nos escapa que. mediante tal articulación, de hecho nos
enconCIamos proponiendo una interpretación. Así. nos ha parecido
oportuno explicarla en dos palabras con el [in de que se pueda, des·
pués de haber seguido nuestro razonamiento, descontarla del fardo
del índice.
4. Hemos lomado el partido de aislar los conceptos que, con res·
pecto a la teoría del sujeto, interesan, aunque sea por negar su no m­
bre, a las ciencias humanas en su conjunto -med iante la especificidad
de la experiencia analitica (en su definición Iacaniana: puesta en jue·
go de la rea li dad del inconsciente, in troducción d el sujeto en el len­
guaje de su deseo), por efec to de puntuación.
[873J
811 fN DICES INCitE RAZON ....DO 875

5. Si el significante es COllSLitllyCntC pllra el sujeto (1, A) I se puede T. EL ORDEN SIMfi()!.lCO


seguir, a través de sus desfiladeros, el proceso de la transformación
(de la mutilación ) que ha ce del hombre un sujeto, por el rodeo del A . LA SU PREMAcíA DEI. SICN IFICANTE
narcisismo (l~ u). Las propiedades de la sobrcdeterminaci6n simbólica (véase: El I1lga,r dd Otro)
explica n que el tiempo lógico de esta historia no sea lineal (r, e).
6. En seguid a <.I<:bcn tomarse en su simulwn cidad los elementos su­ 1. [~a exterioridad, la autonomía y el cle.r!,lazamie1ilo del signifi­
cesivamente presentados (11, A, R. e). Se observará que la topología I r'; sus desfilad eros
<lel sujeto no encuentra su <..'StatulO más que si se la relaciona con la n. La exterioridad : 5. Uf 11, 23·24,3)·)'/, se), 46, 51, 26)·26·1
geometría del Yo (M ui) ( 11 , n, <1 y JI, e, 3). De ahí se CSI" en posibili. b. Los desfiladeros: 46, 261, 398, 427, 450'451, 475,488 (y el
dad de captar el runcion~micnto de J<l conll1ui caci6n: en su estructura, nombre propio), 598.599, 632·631, 683, 791·792
encuentran su lug.u todas las piczas del juego (11, D) .
7. De la estructura de la comunicación se deducirá cnál es el poder 2. I .a ullidarl ~·ignific:arzle
de la cura, con qué oído escuchar al jnconsciente, qué forma ción dar a. Símbolo, letra, Sigllific:lIllC: 7, 1:1, 18, 20, 26, 51, 152,261 '265,
a los analistJs ( 111, A~ n). La última parte- (m, c) se centra en el sig­ 284 ,307,318,376,181,517'518,571, 607, 799
nificante emin ente del deseo. La sigu iente sección (IV) es clínica (el b. Arti cu lación: 397, 627·629
inventario es sucinto). l' . Materi al itknl y lugar (le la 1t 1ra : 16 · 21 ~ 289.475,638, M3·G44
8. En cuanto a la epistemología IJcaniana, según nosotros marca la
posición del psicoanálisis en el corle epistemológico. puesto que. a 3. La es tru ctura : lo simbólico, lo imaginario, lo real: 5 (suprema.
través del campo freudiano. el sujeto precluido de la ciencia regresa cía de 10 simb6lico sob re lo real y lo imaginario). 19 (lo
en 10 imposible de su discurso. Así. pues, sólo hay una ideologia de rc:~l "rtali.,>la" y lo n:al simbolizado), 25 (la siluación ima gi­
la que Lacan haga teoría: la dd "yo (moi] moderno", es decir, del
naria), 15 (toma de lo simbólico sobre lo rC<l I). 45 (defenni·
sujero paranoico de la civiliz:...cibn ciclttífica. del que la psicologla des· 1JaciÓn de lo imé"lginario por lo simbólico), 62·61 (el estadio
ca minada teoriza Jo imaginario. al seJVicio de la libre empresa.
dd espejo, regla tIe repartidón enlre lo imaginario y ]0 si m­
9. La densidad d e ciertos tex tos ha ce inútil su fra ccionamiento en
bólico) . 110 (p recedL"nda tIe lo im 'lginario so bre lo real), 265
el indice: uno d e ellos es Subversión del suieto y dialéctica del d eseo (p roducción de lo real mediante lo simhólico), 336-337 (lo ima'
(e l sujelo y el significante).
ginario distinto de lo ilusorio), 368-383 (intersecciones de lo
10. PermÍlasenos al1adir aquí que sabemos (erra do al entusia~Ulo d
simbólico y de lo real sin inlermedio imaginario: la alucinación,
discurso lacaniano. por haber reconocido en lo que se d a en llamar su
pasi6n dd sujeto, y el actjng-out. acción del suje to), 419 (sc:pa·
"apertura" el progreso de una sislema lÍzélción cUyél coherencia ha sido,
r:-tción de lo imagillí1rio y de lo simbólico), 445·416 (distribu.
para el discurso de Romél, dcfiuilivamentc establecida, y asegurada su
clausura. Por eIJo, segÍln cJ concepto <lue tenemos de esta Lectura, algo ci6n de lo imaginario, de lo real y de lo simbólico), 514·52J
se gana estudiándola como formándose en sis tema, a pesar de la elipse (é"llucinación), 528 (supremacía de lo simbólico sobre lo imagi·
del estilo, necesa ria , seg(m Lacan, a 13 formación d e los analistas. Por nario). 531-532 (supremada de 10 simbólico sobre lo real), 536
nuestra parte. no teniendo 'lue inquietamos por la dicac:ia de la leo· (intrusión de lo ima ginario en 10 real), 627·629 (la estrucrunl),
rla en este campo, alcnlarelllos al lector adel:wtándole que no exisl.e 619 (separa ción de lo im aginario y de lo !limbólico) , 699 (tIis'
Hmite exterior (es dccir, que no produ1.c.. a d fUllcioH;llllicn to del pc..'n. Irihución).707 (suprc:m;lLÍ;t de lo sim bóliro sobre lo imaginario)
sa miemo bajo la constricción de su ('s lructura) a la ex pansión de la
fonnalización en el campo del discurso. puesto que no hay lugar al· 1. [~ n Ju!)remada dd significante sorne el sig1iificn.do: 22-23, 25,
guno, en el que su pOlencia desf"JIez ca. del que no pueda cercar las 357 119-450, 17H·183, 491, 6G8, 673' 67-1,681
inmediaciones -y reducir el hueco, cambiando de sintaxis. A reserva de
vcr, mis adelante, volver a formarse su negativo. Apelamos <lquí <l O. 1.0S OES FIt.AOF.ROS un. S ICNIF IC:ANTE
Boole, a Carnap, a los estudios de M. Guéroult so bre Berkeley.
l . I,a géncsis riel Yo : In idrllli/imción imaginnria (véase: La fU11­
JACQtlES-ALAIN }.ULLErt (";ó" del Yo)
o. La simholi zación primordi:.d y la identifi c<¡ción primaria (h
d emanda de tlOlOr y el "Fort-Da"): 39·40, 306-307, 516·r,17,
571, 598, 670·67 /
876 í NDICES íNDI CE RAZONADO 877

b', El estadio d el espejo: 47, 63·61, 86,93, 17,' ,177, 2'10. 251 , n. LA FUNCIÓ N DEL YO

109412, 531, 550, 552, 651 (véa$e: La génes is del Yo, La teoría de la ideo logia)

b'. El narcisismo: 27, 102-112, 394


b~. La agres ividad : 94-116, 13 ~ , 240, ))2 (véase: E l clI crpo frag­ L La ilusi6n de autonomfa
m entado) a. El desconocimiento: JI ·N, 49, 84 ,85, 92, 101,106, 155·156,
c', El superyó: 108·1 09, 122·129 (127 '129) , M6. 4 16, 599,633, 168· 181 , 239·240, )2)')24, 332, 333, 339, 358·359, 4]], 647·
662·663, 748 662,8]]
e' , El Yo·ideal: 87,617,661,788 b. La estructura paranoica del Yo (y del conocimiento huma­
no): 59, 89, 104, 4]]
2. La producción del slI.jelo: la identificación simbólica (véase: c. Las formaciones de l Yo (ideales de la persona): 647-661 (véa­
La es tructura del sujeto) se: El superyó, El Yo' ideal, El Ideal del Y o)
a. El ldeal del Yo, la intl'oyecci6n y la función del trazo o d , La puesta en escena: 6, 492·493, 617, 629, 752·753, 758·759
ra sgo unario: 49, 84, 450, 535, 620, G33, 635, 617,661, 732, (véase: El deseo y el jan truma)
788,789, 799 e. La defensa: 9\, 96,323·325, 644·645 (véase: La "frustración",
b. El Nombre-deI-Padre (i ns Lancia del Padre simbó li co, o mu er­ L a resis t ~ncia)
to) y la represión origi naria: 267, 538, 558,561, 792,793, 796, f, El amor y el od io: 47, 93, 253·254, 331, 421, 587, 598 (véase:
828 (véase: La preclusiórJ) La simbol ización prim ord ial, el narcisismo, el objeto a)
e. La Ley (el pano, la deuda simból icas) : 22, 25, 30·3 1, J 18,
261,265·268, 34 1, 416·117, 749 2. La proyección
d. El Edipo (la identificación secund aria, normali zacl.ora) : 91 J a. La identificación con el Olro, el transitivismo, la proyección,
107·]]2,' 172, 266, 536 la r elació n dual: 8·1 0, 14, 51,53, 69, 76,77, 95, 102, 170·1 7 / ,
202,33 1,406·407,635,748.749
C. LA CADENA SIGNIFICANTE b. El ani mal (la psico logla animal): 88-89, 177 ,182, 288, 329·
330, 332,333, 433, 465, 176, 533, 786·787
1. La repet ición (el automatismo de repet.ición, la insistencia de cl • Categoría s hegelianas : la luchJ. a muerte, el r econocimiento,
la cade na): 5,10, 23,24, 33, 37, 6 1, 63, 140, 306, 482-483, 539, el prestigio, el Amo absoluto: 27, 112.115, 139, 240, 302, 335·
637 (véase: La regresión) 336, 415, 655, 789·790
2. Los dos princiPios (realidad, pla cer): 61,62, 630,744,745 ,752,753 c~. La conciencia-de-sí. la infafuación, el alma bella, la ley del
3. La sobrede terminación y el tiempo lógico (anti cipación y re­ cOl'J.zó n. la asru cia de la r azón , el saber absoluto: 161-166 7
lroa cciónj aU1r~ en cuen tro y destino) : 45, 187-203 (201-203). 221, 280·282, 392, 397, 457, 469, 777-778, 810, 816
246,217, 276, 336, 376, 534, 536, 657·658, 787·788, 816
4. L a memoracíón la re m emoraciórl: 35-)6 (o pu esta a la memo ­
J
3, La "psicologia colectiv a": 13, 136· 137,156'457,470,619'620,714'
ria como propiedad de 10 vivo). 39 (su vínculo esencia l co n la 715 (véase: El Ideal del Yo, El trazo unario)
ley) , 414 (opuesta a la reminiscencia ima ginaria)
5. La muerte, la segunda muerte, la pulsión de mlurl e, lo real
4. La geo m etría del Yo (espac io imaginario): 64-65, 89, 114-115,
como imposible, el ser de l e"t e: 94, ]]5,]]6, 30009, 332-333,
173' 174, 178,298,406'107 (vé ase: La topología del suje t o)
335,336, 363·361, 368, 371·373, 412-413, '1 21 , 500,501, 533·
5J./, 554, 639, 734, 755, 790·791
C. LA 1·:S11WCTUR¡\. DEL SUJETO

l. El suje to v erdadero
\l . EL YO, EL SUJETO a. El sujeto de la cadena: 271·275, 356, 513,515, 5JJ, 635·636,
641·616,657·658
A. El, CUERPO, EL Y O~ EL SUJETO (EL ORCAN ISMO, EL CUER.PO PROPIO. EL ú', El sujeto de la ciencia : 270·272, 557, 773,774, 834·839 (véa.
CUERPO FRAGMENTADO) se: El psicoandLisis y la ciencia )
(véase: El es tadio del espejo. El sujeto de la cadena) ú', "Wo Es war, soll Ich werden": 399,401, 504, 650, 781, 796,
34,63,87,90,97·98, 140, 143, líO, 172. 252,253, 269, 289, 398, 491, 842·811
533·5J./, 590, 630, 638, 689'690, 705·706, 727, 782, 797,798, 826·827 ú' , "Cogito, (ergo) sum" : 153·151, 196'197, 789, 810, 813·844
878 INDICES fNOICF. RAZONADO 879
c:. El primar io, la rep resión, la negación, l;:¡ predusión
JUICIO 2. La retórica del itlco1iscienle
(véase en el lndice ele términos en alemán: Dejahung, Ver· a. La punta del deseo: 157· 158, 173, 248'252,256·260,363·364,

driingllngJ Vemeinung, Verwerfllng) 38'1, 448,452'453,489·503,600'603, 640-64 1

b' . La metáfora: 252 (opuesta a l•• n. logla), 186·487, 49H%,

2. La divúión, la escisión y el íading del sujeto: 4, 48. 88. 222,


538·539, 630, 687, 785

281, 321 , 353, 622, 635, 669, 688·690, 711,775,795'796,8/4·8/5,


b'. La metonimia: 64. 485,486, 495, 686

8/8··1123 (vé.,e: El d" eo y el Ion/asma)

n. LA EXPER IENCIA ANALÍTICA


3. La lapo logia del sujeto (es pacio simbólico): 4, 49,308·309,3 13,

35/·353,366,4/5,522,533'536,629,669,757 '758,784, 798 (véa. 1. a. La técnica: 61,75·8 1, 230,232·233,24), 247'248,276·277,348


se:: El lugar de la letra, La geometrfa del Yo, El rugar del otro, 11. La asoc iadón "li bre": 45.. 33, 7:', 151 (véa$e: T.a so/,,-rt!(' ln'

¡ J! me ldfora) min(l(.: ión)

D. LA COMUNICACIÓN INTERSUU]ETlVA 2. o. La palabra vacía (discurso de lo im<lgina rio): 78, 239, 2f.1,

333, 411 (véase: El narcisismo, La ilusió'l de autonomía)

1. Critica del positivismo b. Abyección de la teoría del Yo en e l análisis (desdoblamien ­


a. El lenguaje·signo : 12,13,285·286, 395,396, 477·178 to del Yo e idemif icaci6n con el analista): 48 (abyección),
b. El metalenguaje: 260,26 /, 338, 34 0, 478, 793, 846
242,243, 292,293, 31I (abyecció n), )24-326 331, 390 (abyec.

ción), 468, 63 1 (véase: La teoria de la ideologla)

2. La función del "y~" [jel y el sujeto de la enunciación: 110,


r. La "frustración": 239-240, 412·443
192· 193, / 97, / 98, 2.J1·242, 288, 393,394, 197, 517·52J, ,96, 641. ri . La resi.ltcllcia: 100, 11 0, 279·2RO, J21 ·J2 J, 355'357 , 36 1. 101·

647, 779·781 (vé;:J.!\c: La so{Jredelerminació11) 102, 4/5, 443·'114, 575, 701

3. El Olro 3. a. La neutralidad y la respuesta del ana lista : 99-/02~ 241, 291 ·

a. Fórmula de l a comuui caci()o: "El lengu aje humano con sti· 292, 295, 298, 333·334, 315 ,316, 412-113, 42 / , 569

tu ye una comunicación donde el emisor recibe del receptor b. La trans ferencia: 100· 101 (negati va), 204·2 15 (2 / 4), 257,

su propio mensaje b ajo una forma invertida" : 3, 34 -35, 2~7- 316,499, 502, 576-577, 582,592, 605, 8 16

238, 285, 286·287, 335, 340, 420, 454, 6/4


(. La demanda intransit iva y la reg resión: 239-247~ 316, 335~ 37) ·
b . El Olro y el o/ro : 2J.1, 412,413, 508, 785·786 (véase: l.a 1'ro· 376, 597-599, 615·6/9 (véase: El lugar del O /r o, Larepe /i·

yección) ción, necesidad, dunonda, deJeo)


c. El lugar del Otro: 46,260,413.416,420'42/,436,504·505,52.9·

535, 553, 556, 608, 635, 657, 779, 783'796 (vé.se: La ,,'pre·
4. a. La puntuación, la interp retación : 242, 282·283, 298~ 30/-302,
mada de lo sim bólico) 3/8·322, 325, 350, 358, 483, (,97 (véase: La repetici6,,)

d. "El inconsciente es el di$Curso clel Otro": 251 , 164, 450,531 ,


'J. El objetivo y el fin del an:ilisi~ (la palabTa plena, el lengu<l ­
60s, 612·611 , 634, 791, ,109, 8/[, (véase : "Ei deseo riel hom'
jc del deseo, la subjetivaci(ln de la muerte): 93,24/,282 -281.
bre e.f el deseo tI,"1 Olm")
290,309, 32R, 335, 366·367, 504, 656, 6 59. 6,,/,662, 665 (véase:

La mI/Ole, La (,lISlracióll)

5. l .a formación de los olIa lislas


Ill . EL DESEO Y SU INTERPRETACl óN
a. El saber de l anal ista y el pSll':oaná lisis didác tico: 2 19-224 , 281 ,

336,348,417,418,474 (véase: l .a epi,tcmologfa)

A. r.A$ FORMAC.IONF$ DEL IN('.()NSn~:NTt::


1, . Las soci( d. des "na¡¡tira" 228·23 1. 23 3-237, 318, 438'4/ 0, 45/ .

(vb 'ie; l.a (flmuni('artlÍlI)


.f72, !)(',r.-!ífl? , 'iOO (vbsc: l .a Ir·oría rle la id('ologla)
1. El sí11toma (lo (cm uro y la verdad; la .yeprc.fitÍn y el relorno
C:. El. FALO
de lo reprimido) : 13, 96, /57-158, 224·225, 250, 254, 258, 269·

270,282'283, 314-315, )57, 370·371, 400,40/ , 409, 128, 119, 485 ,


l . l.a.! pulsOo" e.!: 49. 08 ·/ 39, 330, 448, 525, 577, 637·647, 797.798,

508, 669, 681, 688·693 (véase: La verdad)


827·828, 830·833

-.

SSO 'NDlCES (r>lDICF. RAZONADO SS I


2. El objelo .: 39·40,535'536, 563·561, 580, 584·585, 592, 594, 609, tismo me nt a l), 65 (desperso nalización ), 158 (automatismo),
619·620, 636, 661-662, 742, 747, 75 3, 755, 760, 797·798, 805,807, 167, 177,42-1 (automat ismo), 506, 513·561
826·827 h. La pll"anoia (en el se ntid o kra epel iJ.l1o); 60. 91, 103 -101 ,
133, 159· 16 1
~. El
goce, la cnslTad" ,, : 29, 31, 33, 61 , 64, 222, 351·352, 37J.377,
414, 421, 536,538, 546,547, 588, 606,613, 662, 665,675, 693·694,
7JO·7 JI, 799·800 V. EP1STEMOLOGIA \' TEORL\ DE LA ID EOl.OGIA

1. El deseo A. EPISTEMOLOGíA
a. "El deseo del h ombre es el deseo del Otro": 91. 171 , 257~
268, 380, 673 l . El ,orte epis temoldgico (e l ejemPlo de la fúira): 80·81, 84. gG.
b. El deseo y la Ley; la necesidad, la demanda, el de­ 144, 273,384 , 5 13,690.691,776·777
seo y el fantasma: 498, 508, 586, 595, 602,603, 607·610, 6 14,
617, 620,621, 634, 663, 670·672, 708·709, 736, 738, 744·770, 2. La verdad
793,794. 805, 814·815 (l. La verda d como fi cció n, como secre to, co ma sin toma : ] l .
lJ · /4 (opuesta a la exac titud), 1 5~ 37. 62, 183,245·246,275
(op uesta" la exac titud), 301 (o pu esta a b exactitud), 35/ ~
IV. CUNICA 394, 433, 722·723, 787
b. E l psicoa n,íli sis y la cie ncia: 72 - 71~ 22 1-222.215,273, 277·2i8.
A. r:LfNICA fREUD 1ANA 347,366·367,493,507'508,702,834·856

1. Doro: 204·215. 278. 293·294, 576, 619 ~. La c01ljetura


2. El hombre de las ratas: 278·279. 290·29 1. 340, 576·578 n. Las ciencias co nje tura les ("huma nas"): 266, 2i3-278, 454,
3. El hom.bre de los 10/iUS: 2·16, 278, 289, 299,300, 370·377, 387. 475·478. 834·842
528. 644 b. La psicología como c ie ncia; su o bjeto: 21, 67,74 , 169, 178,
4 . El prr.Jiden te S,.hreber: 234,295, 5 18·5 19, 523,526, 529, 538·561, 40J-1 02, 680
844
5. El peq u eño Hons: 231, 500, 548 n. TEORíA DE LA IIH:OLoc I A
G. lrma (caso (le la inyecúón de): ID, 601 -606
7. Signorelli (ulvido del Homúre): %3-364, 428·,129 1. La ideologla de la li bertad: teoría del yo a utónomo, huma nis­
8. El sue,io de la caTllicrm: 600-609 mo. derechos de l hombre. res ponsabilidad, an tropomorfismo,
id e~ l es , maduración inst intiv a, etc.: 113-114, 119,129-01, 252­

U. CLiN ICA PSIQU I Á'rR ICA


254, 103. 16G, 471, 497, 557, 570·571, 750, 757. 762, 788, 845

l . L a neu rosis 2. La id eologla de la libre empresa: American way o ( li(e, hum .:m
a. En general: 28. 116, 140, 32 1, 132, 446. 500, 659; histeria: rel'l.l ions, human eng in ee ring, braintrust, success, ha ppin ess,
happy end, basic personalíty. partern, e lc.: 235-236, 322, 344,
91, 100·101 . 292, 433; lobia : 101, '130. 590,591, 661
360.379,381 '382,385' 386,399, 42H2·1, 457. 57 1. 58~, 812, 838
b. La ne urm i" o bsesiva : 90. ]0 1, 292, 302, 1 32-1 36, 538. 577·
578, 588·589, 593, fil3

2. '-ti perversión: t ll gcn<'r3 1: 19, 140, 330 - 3~ T. 536, 66 1; sadoma·


so<"¡ u ¡SIllO : 6 1, 112, 709; cscopto Gl ia: 11 2; homosex ual id ad: 11 2,
254. 7 13·7 11 (femen ina ). 726·731 (ma sculina )

3. ,-" psicosis (véase: JI erwerfung)


(l. La psicos is (eH ge neral): 16i-168, 177, 5IJ-564 ; 59 (a uloma­
TAJlLA COMENTADA DE LAS REPRESENTACIONES
GRÁFICAS

r\O\'l:;RTEN(;IA

Si es cieno que la percepción cdipsa a la eslrul.:luftt, infalibkJl1cllle


un esquema conducir{l al sujeto a "olvidar en una imnge n intuitiva
el anál isis qu e la sostiene" (EscTitos, JI) p. 555).
Al simbolismo lo ca prohibir la captura imagin aria -en lo cual su
di[kllllJd se deduce de la teoría.
En el mome nto de leer en los esquemas de La can cierlí15 ac1aracio­
lIes, conv iene recordar esta llamada de atención.
En lodo caso, eSla precaución pone de manifiesto la inadecuación
ele principio ele la r epresentació n gráfica a su ol;ljeto (el objeto del
psicoanálisis). en el espacio de la in zuición (defin id o. si se quiere,
por la eilttica kantiana). Por eso to'Jas las construcciones 3<]uí reco­
).;"ida s (CO Il excepc ión de las redes de la sobredcterminación, <lile run ­
(innan en el orden del signiric~nt() no tienen más que una función
cliel~ctica y maminen con la estructura una rel ación ele analogía.
En cambio, no hay ya ocultamiento ae lo simbólico en la topología
<I"C L.-.can sit ún desde ahora, ya que este espacio es ese mismo donde
se esq uematizan las r<:l acio nes de la lógica del suje to.
La inadecuación de las aualoglas ha sido señalada sin equívoco al­
guno por Lacan sobre el modelo óptico de los ide ales de la persona,
exaCtamente e n 1<1 ;Jusencia del objeto n simbólico_ Pueden apr end erse,
med ian te la nota a ñatlida al esquema fA (Escritos, It, pp. 535-536), las
reglas de transformación de la geometría intuiti va e n topología del
sujeto.
J--A. M.

L EL ~U ¡'; ~ IA VE LA III¡\t ,F.CTICA H'HUSUBJETlVA ( U ,A M ADO "F.sQUEM A L")

Esquema completo: E, p. 47; esquema simplificado: ll , p , !:I30. Repre­


sentación del esquema por la cadena L: 1, p . 49 ..

El esq uema pone en evi dencia que la relación dua l del -yo con su
proyección, aa' (indiferentemente su imagen y la del otro) obstruye
el advenimiento del suje to S al lugar tle su determin ación signiricante,
A, El cuatern ario es fundamental: "una estructura cuatripartita es
(Icsdc el inconscie nte sicmpre exigible e n la construcción de una orde­
n ación subjetiva" (11, p. 753). ¿Por qué? Porqu e restituir la relaci ón
imaginaria en la eS[rtlCtura que la escenifica entraí'ia b. duplicación
[883J
,r' 1 \( 10 ' 1 ~ ~%
884 f NDICE! 1 >,ULA Of. 1. 1\' 11.1 I'JlI 1;11. \ f! C "' ''

rle los térm inos: el peq ut:ñ o o tro elevado a gra n Otro, la anulaci ón del que el ~ Il a li s l ;\ (lt\ ~a posiliú n l'\I .¡ maH_;ul;1 por el l'~ pl'jo). IH': 1I1r.di ­
sujeto oe la cadena sign ifi cante vi en e a 'dupli car el yo. La si me lri;.1 o /:íll (lo!tl' como Otro ¡mabin ario. anula 1m efecto!' (Ic e'i pc jismo .prod ll'
reciprocidad perte nece al registro imagina r io, y la posició n riel Te rcero <.i<Ios p O I- cJ \ ujeto , '! en d qll l' ,:, l(: Ir.llltlu l'a la rela ció n dual ~ la
impl ica In del Cl1:lrto, q ue reci be, según los n iveJes del an:\ li sis. el nomo palabra \ ;Hía l)ar;1 pen.. ihir '11 im¡¡ g-cll real : alea n ¡¡l (.'1 kl1 g-u:'j(- (!C
bre de sujelo l3rhaLlo o el de mu erto (d. 11, p. 569, el brirlgc an alítico) . \ \1 deseo. El clc.'\\ aIl CcimieIlLO d e la i m ¡I ¡;l' 1I virtu al se iIlH:rp n:1a UI III O
la disolu l iún (le la inl ~l gc lI 1I ;l n i ,i ~ta , <llIe (010<::1 al ~ ujcto 1..:11 la pmi­
1. ibn {le la primera rj gm~, (,0 11 b s;{l\<cdad de qu e \ú lo h:l ~j<1o II C\':ldo

11. I::L M O DELO ÓPTI CO DE LOS Illf.ALES Ile LA P ERSONA . por J:¡ t\('~a J>jlli ci('lIl ,leI l" pcjo. plauo (y por Sil mel.l ia l i6n), y !l O hay
i¡t le o l.. . id ar d I'e,,¡ (\u o d t' I:t 0!Jcra t IÚ 'I: b nu eva im agl' n \, it lll:11 IjU l'
Figura 1: 11, p. 653; fj g ur:l 2: 1I ~ p. 654; fi gura 3: TI, p. 660. 'c \'lI t'h e ;¡ forma r {' 11 ('1 e~ p(' j() hOI ilOJ1I:1! y ~~ liab ( O!llO ficti r i:1 1.1
pertcpci(J11 (Iirecta.
Figura 1: "La ilusión del ramo inve rtido" en BOI1Q.sse. .\¡,í ('~ m mo " un p,i C'O. 1I1;íJi.l,i~ qu{' 'jllC¡!,:1 e l1 lo ~ imb{Jlic o ... S(!:l ca !)a/.
La ilusión consiste en la producción. por medio de un espejo es féri­ de n:loca r el yo. {Oll\l illlitlo (' 11 ~1I estatuto im:lgill:l rio" ( 11 . p. I ).~)I )).
CO, ct e la im agen real (inversa y simétrica ) de un ramo oculto, ima gen El modelo, qu e da la, lun ciones imagin :lri:ls y ceak~ t1d o h it.: lo (l.
qu e se sitú a en el cn ell o de un florero rea l qu e funci ona co mo apoyo II;HIa <I ice ti c \ 11 IlIllfi l'lIl \ imhblica (n , p _ 661 ) .
el e 3comodo.
E.,t.1 ilusión recibe. r etroac tivamen te su in terpretació n de la ~cg un ­
tla figura (n, p p. 654-656) : la imagen rea l. des ign ada desde en to nces 111. L A I· \ )K\ I( . I O K ,\ 1)1.1 \l )1': 10
por i (a) . representa la imagen especu lar del sujeto, mien tras qu e el
objelo rea l o so pona la [un ción del objeto parcia l, precipitando la Esquema R: 11. p. ;);\ 1: t:\qUt:IlI ,1 de Slhrt'hel' ( J) : 11. p. :1;13: l"H llt l' lllJ ~
formación del cuerpo. Aquf tenemos un a (ase am erior (según un orden de S;Hle_ 1: JI. p. ¡"»1 : 2: 11. p _ í .~JB .
de de pen dencia Jógic<l ) ;1} estadio del espejo -que supon e la presen­
cia del 0"0 real (11, p. 657) . '- (,'ow jJo.\iólJl/ dI' lu \jm!uílúo. dI' lo I lIIogill / l I i" " nI' In 1't'(I/ <"11­
I/tr/ll o " L~'~q ll t'lll(l
,gl")
Figura 2: Variación de la precedente . El esq uem;l !A esd h echo lit' la rellll i('JI} d t' d {)~ Ir i :i llg\L Jo~. tUll ;ll'in
En la segunda [¡gura, el r:tmo y el llo rera cambian sus papeles, ,imb óli co y tCl' ll i\f jO ¡magin :', la . ]lOr el lU; ldr.i n guJ o (Ic lo real . <kl i·
mi entras qu e, por la localización del observad or en el interior del mitad o en un cuadrado por la J¡;I~C (!c {;¡d :t UH O. Si el tri ;íu gul o <iI­
espejo es f~ ri co y la in terp osición de un espejo- plano A, se pr odu ce lo .~imhóli co ocupa por si so lo Lt mitad dd cuadran o, y 1:I S Olra '\ du:'>
una im age n virtu al. figllr a~ co mpan ell I ~I segun(la -c, porquc lI che recuhrirla s en d dihujo.
Es te montaje debe interpretarse as!: puesto qu e las (:SlT\l ctnr;t. En (llan to a la <¡ líneas de p\mto'i. incli c;111
l. La rea lid ad del [Jorero y su im agen real i (a) , ill visibles para el lo imagin ari o,
observador (y ause ntes de la representación), figur an la rea lid ad del Esta construcción exi ge \lna doble lectura:
cuer po y su im agen rea l, cerradas a la perce pción del sujeto_ l. pucde leerM' co mo r(' p re~e macj,)n de la C.~t álica del sujel o ; di s·
2, Sólo le es accesi ble la imagen virtual i' (a) de la ilusió n, reflejo tinguimo... pU éS en él: (JI el lri¡'¡ngulo ~ (Iu e descansa cn 1<1 rda ció ll
im agi nar io en el qu e se anticipa el desa rrollo de su cuerpo en una dual <lel Yo co n el OliO (n:trcí si.,mo, p royección , ca pt nció n), te ni end o
enajenación definiti va. Obsérvese que tanto la im agen real como la (Um o cim a cp. el falo. ohje Lo im aginario "cn el q ue el suj eto se id ent il i'
image n vinu al pertenecen ambas al registro imaginario, pero la se· <;l . .• con su '1e r vivo" (11, p, :,!l-l) , es de cir, especie ba jo l:l cual el :otlliclo

gunda (percepción medi ada por la relación con el Otro) duplica la ~ representa ~l '1í m ismo ; b1 el C:l mpo ~ : con las [res fun cione'i <I ~ I
ilusión de la prim era (percepción "directa" - co mo tal, fictici a) . Ideal d el Yo 1. don de tI suje\o l'll cu ent ra su referencia en el regi:'> lw
3, Finalmem e, el pun to I (punto del idea1 d el Yo, en el cual situ ar d e lo ~ im h{¡(ico ("c ase el modelo óptico), del s igni(ica llt~ del ohjcto
el trazo una rio) es el q ue go biern a pa ra el suj eto su imagen oe sí .\1. del Nombre· del·Panre r cn el lugar del Otro A. Pu ede consid craT'il'
(n, p. 659) . ' llI l' 1;1 HIll'a ni duplica la rel..cibn del sujeto co n eJ obje to del dl''\l'O
po r medi o de In cadena significante. rcl;-¡ci ón que el álgebra lacani J lla
Figura 3: Tran.sform ación de la precede n.te, esuibirá má~ \¡ude $ <> n (pero l;¡ Iínca se reveb en seguida _w n\u
La fi gura 3 se obtiene a partir de la precedente medi anle la rota­ !'epresent ación inadec uada) : ('1 el campo §i encuadrado y m:\lHellido
ción a 90° del espejo- plano A 'i el desplazamiento del suj eto hasta el por la relación imaginaria y la rebción \ imbótica,
punt o I. Ti ene por obj eto representar el moment o de la cur a en el ~ . Pero es tambi én la hi storia del \uje lo la t¡lll ' M! obser va ,II!1 d :


~8G 1i\J)JCJ:s TABlA DE LAS RF.I'R.ESENíAClO f\ H GIÜ flCA S 887
~()llI C el ~cgn\{: n(Q 1,\1 '\oC colotall hh li g ura:-- del <HlU ull:JgillarLo. (jUl' se tradu ce ... por ninguna rever'iió n de si rnetría sobre ningún eje o
udrninan en la figura tic la ma dre;.', Quo real, inscrita en lo simbólico centro cu al(luiera" (11, p . 757), expresa solamente e l d es plazamiento
hajo ti ~igniril.:ant c del objeto primordial. exterior primero del sujeto. de la fun ció n respelto de la causa, siguiendo el licmpo d el fantasm;t
tIlle e n Freud lIe"<I el ,Homhre <!c dUJ 1>ing (d. 1~.~(Tj/o.f, 11 , p. G ~Hi); sadiano.
:.o brc tl seg me llto m i se suceden I¡ts idelltificaciones imaginarias for­
m:ldoras del Yo del niño ha)¡la <p. e recihe su e~lalulo en In real de la
it!Clllificacióll !)imhólicl. Ellcontram()~, pues, una :-' ;llcr011b cspl'ófic.:a­ I V_ LAS RF.DES 011 LA SOBREDETERMI N AC IÓN
da del ternari o ~: el uiño el1 1 liC c.:Ott(:(.la con la madre en M. n)mo
deseo dc -'11 dCH'O: (:11 pmición lerrcnl, el Padre' \'ehkuI¡ulo por 1;1 Red 1-3: 1, p . 41; repartitorio A6; tabl as Q y O: 1, p . 43.
pal abra materna. Representación de la red I - ~: J, p. 50 ; redes a, ~, y, 5: 1, p. 50.
Laca n mue:,lr" en \ " nota de 19Gfi d .mo traducir csu.: tu adrad o en El montaje progresivo de las red es h ace surgir algunas d e hs pro·
\ U lopologí¡t. I... t M'p erfi<..ic fR dc he tomanc como la Planaádn dC' 1.. piedades de la sob redeterminaci ón:
ligur" que 'iC ohtendría uni endo i a I y ni <l ~ I , por b LOnió\l que 1. R ed 1-3: surgimiento de la a nticipació n simple por una red de
(;Ir;u:lcrilt] <..11 ti np;lcio compll'lo la b;'¡IHla de .\f()chi\l .~ : 1.1 prC'iCllt :¡ reparto disimétrico. en el que la memoria aparece como la le y ele­
<..jón elel c.\quel1l:l en do~ tlimcn!iion<:.~ debe rcferir ~<: pues al (Orte cJlu' mental de la repet ició n (gr,ífica co nexa y seudosimétrica) .
desplicg;1 la h:tnda . (;omprcndcmo\ :1!ií que la recia 1i\ 1 no PlICf!;¡ ~ . R e partitorio Añ. y cuadro: surgimi ento, por medio de un segun­
l emitir ,1 la rc!;¡cillll del !\ujelo co n el ohjelO del deseo : e l !\Iljcto 110 do r epar to disimétrico, de una anticipación compleja completada po r
e,> m,h que el COrlc ele b handa y lo que reSUll¡1 'oC llama objc lo rI, lo la retroacción_
(lUC verifica y <..omple la la fórmula ele ]call-CJuude Milner sobre 3. Representación de la red 1-3: tr ans formación de la precedente
"~O(/" : los "térm in o,> mn heterogé n e{)~ mienlr<:ls lJue h.,y homogcnc..:i­ en red o. ~. y. 5·
dad li gad:] a los lUg".lTes" (Cflhú:rs 110111' I'Anal)1.fI!. núm . :\ , p_ 9rl) . f:s('
e.o¡ d poder del ~¡ mbol o.
\'. 1.05 CR AFOS IlEL DESEO
2. F-sqw:J/w di' Se hrebrr.
"Esquem;¡ de la cslructurCl tlel .\ uj elo :1I término del proce."o P:'I · Grafo 1: IJ, p. 784; grilfo 2: 11, p. 788; grafo 3: 11, p . 795 ; grafo com­
( óti co." pleto: 11, p. 797.
Este esquema es llllil variación del <luterior: la rcC'uS¡¡Ó('lll del NOIII En el primer grafo puede lc('r'ie la inversión que co nstitu ye al sujeto
hrc·(lel-Padrc (,ulu1 P..), quc aCarrc:J )a ausen ei;¡ de la rcprcsc llladúlI ('n su travesía de la cadena sig nificarlte_ Esta inversión se hace por
tic! sujeto S por la imagen rúlica (~<]ui ~CI)' (Iescemra la rc!"dón la an ticipari ó'l, cuya ley impone en el primer cruce (sobre el vector
de los tTes campos: di ve rgencia de lo imaginario y <l e lo simhó lico. re· ->
ducción <le' lo rea l al uesajuste de éstos. SS ) la última palabríl (comprendiéndose también "palabra final", o
El puuto i del yo dcliraute .~ sustituye al suj et o. mi entra'i qu e sea , punlUaci ó n). y la Tf'/rOa cción, enunciada en la fórmu la de la co­
el id eal del Yo 1 toma el lugar del Otro. El tra yecto Sfla'A .,e lr¡lIh· muni caci6n ínters ubjNi va, que h;Icc necesa rio un segu ndo cruce en el
forma en lr<:lyecto ¡aa' f. cual sí tuar al rece ptor y a su bate ría. El segundo grafo compone, a
panir de la célu la eleme ntal, la identificación imagina ria y la iden­
(1 y 2)
1. t ;.H/uema.\ ti,. S(u¡" lificaci6n simbólica en la sincron\a subjetiva; la cadena significante
bquemas cleI falllil sma sétdi¡lIlo . recibe aqu í su especifi cación de palabra. Se vuelve vector de la pul.
Entran en juego cuatro términos : (/, ohjelo del cl e.';(~o C I1 el fallta~m:t sión, entre deseo y fanta smCl, en el grafo completo -mientras que el
S, ~t1 correlato (segú n $ 0 (1), e l [acf in.g <.!e l su jeLO: $: el sujeto lIam¡¡do grafo inte rmedio p untú a solame nte l;¡ pregunta del suje to al Otro:
"sujeto bruto del placer", del que pod emos adebntar qu e CQ IIIlO(<I CII " ¿Qué me quiere ?" , que ha de invcnirse en su retorno en "¿Qué me
lo imagina ri o al orgalli.~m() a panir de dOfH!e ha de nal'er el sujeto qui e rcs;".
tachad o d e la cadena ; finalmente , V, la volulluul co mo voluntad de
goce, que se eleva ~ohrc <:1 plal:<.: r co mo el sujeto ta chad o sobre lo
real. Se observa ni que la di"isiún cleI ~lljelo "no exige ser reunida e l!
un .~o l o cuerpo" (1 1, p . 758) , ya que 110 h:ly hom olog'Í<1 del cspa{ itl
simbólico co n el csp<l(:io de la intuición.
l.a trallsform :u ¡Úl) del primno en el :,<:gundo C~(l tt C IIJ:l , el c\I:II " 110
fNDICE DE TÉRMI NOS DE FREUD EN ALJ':MAN

Afíadimos aqu.í un i1Jdicc de los t érminos de Freud que son cilar/m / '/1

esle 'Vo lum ell en alemfÍn. Su senlido est á dado en el tex to~ cuando Ut}
se trata d(' Stl co mentario, es de cir, de un desarrollo so llfe la lradlll '
ción dellérmino o de la, fórmula. Aquí u trata de rem itir simPlem cntl:
(l su paginaci6n~ cómoda. quiz.d a qui:m quiera., d espués de la l ectUf(l,

volve rlos a ver.


J. L.

Ablchn ung: 328 Fo rl ! Da!: 307, 556, 574


Abzng: 865
!\usa tle: 693 Gcgenstück: 453
asyrnpto tisch : 553- Gegenwunsehtraume: 257
aufgehoben: 672, 862 ~ 1 eic h schw c bend c : 453
<lufhebt: 670 (. rund sprachc: 5 19
Au fheb ung: 615, 672 , 77 5, 816, 860
861 Jeh (das) : véase \Va Es war.. .
¡\usse n uud lnne n: 373 Jeh 10e:1 1: 170, 650s.
Auss lossung : 863 Tchspa llung: 821 , 8S5
AU SS Lo sw ng aus dcm Ieh: 373 Ideal ich: 87, 650s.

I\edingungen: 678 Kcrn unseres W esen: 498, 506, 567


Begehrcn (das): 670
Hejahung: 367, 372, 376, 539, 639, Masscn : 203
612 , 863, 864 Mensch: 665
Rildung: 41 2
Nachfalge: 865
Darstellbarkc it (R iick<;icht auf): 491 nacht diglich: 246 . 661, 818
Desl Tuktiol1!>trieb: SG!)
Ding (das): 636 Pr:i g'lltl~: 5, 414
durcharbcitcn: 238
]) lI rcha rbcírung: 610 Rc:lliUi!: 63

Einbeziehung: 863 Schauplatz (ci ne anderc): 530, GOR.


Einheziehun g jos 1ch: 373 669
endlich e (A nalyse): 624 -625, 66.15 Schuh ; 826
En 1stellung: 5. 491. 609. 641. 64-2 Schwarmere in: 752
Entwurf: 641 Spaltung: 6 14. 622, 669 , 671, G7:.!.
Erniedrigun g: 587, 674 67 3. 731, 796, 834
Ersatz: 859, 864
Es (das): 399·400. 503 (véase Wo Tagtra um: 492
Es war. ..) T rnumarbe it: 491
Espe ([W]e'pe), 644 Trau mdeu lun g: 490, 491 , 600, 692
Traumgedanke : 492
fix icrung; 6 15 Tri eb: 139, 577, 783. 828, 8:JO · 8~3

[889]
890 I NDlCES

T ri.ebentmischun g: 865
539, 540, 558, 559, 562, 563, 649·
íNDICE ONOMÁSTICO
650, 853

Vberich : 835
VorM eJJun g': 37.'l , 707

O bCT(Tagung: 502
Vo rQcllungs n·p ra'">CnI31l7. : 693

Unbehagen in der Kuhur (das): 270

unendliche (Ana l yse): 624-625


vVah rh eit: 722

Unglaubcn: 328
wied crge (unuell: 373

Urbild: 108, 170, 332, 411, 535

Wicdcrho lungslwang: 5. 39, :/39, 637

Urverdrangung: 670, 688, 796, 846


Ab crnclhy, John : BO
13enveniS le, .€mile: 13, 15- 16, 351

Wid e r ~ [ e h e n: 355

uTvcrdriingt : 672
Abhinavagupta: 28 3
Dergson, H enri: 116, 153

Wirklichk eit: 63­


A braham , Karl: ~ 90 , 584·586. 62 3,
Dernfeld , S.: 341

Ve rdichtung: 491
W;", 350, 363, 448, 488 , 502, 640,

667, 799
Bernheim, lI.: 362

verdrlingt: 539
819

Adtlison . Joseph : 488


Ribrin g, E.: 380

Verdrlingung: 5, 371, 672, 674 , 675,


Wo Es war, soll Ieh wcn.l cn: 399.

Aga Khan: 403


Bichat. M.·F.-X.: 304

853
400. 408. 504, 565. 781 , 821, 842,
Aga ta, santa: 827
Dinswa nger, Lud wig: 468

Vereinigung : 863. 864


843 ·
Ag'a lh6n: 805
llIake, W ilU a m : 7?l

Verliebtheit : 47
Wun{krhlock: 36
A.g'Tipa, Meneni o: 424, 656
D1och: 15, 685

Verneinung: 5. 92. 101, 132. 332.


WllllSC h : 600
Agripina: 157
llIondel, Ch.: l56

339, 350, 354· 383, 539, 575, 639,


Wuusch crfüllung : 492, 609
Agustin, sao : 107 , 171 , 449, 477 ,8 20,
Boehme, K .: 573

645, 853, 859·866


Wumeh gel1a nken: 831
843, 852
Doilca u , Nicolas: 404

Verschiebung: 491
Aichhorn, A,: 125, 134
Bolk: 176

Versagung: 442
7.r-iehen : 540
Aimée , caso: 59. 50, 133, 159
BoJo ni a, Escuela de: 130

Vers6hnung: 504. 5'l8 Zwang : 865


Ajuriaguerra, J. de: 144
llonapa r te, Maríe: 123, 167, 236

Verurr.eilung: 859
Zwangsbefür ch lung: 291
Alb y, Jean-Mar e: 550
BOllapan e, Napoleón: lúl · 153, 843

Vcrwerfung: 5. 846, 349, 371, 372,


Zwangsneurosc: 270
Al eald e, Ramón: 5-48
Donnarc, L.: 145

Ald biades: B05, 832


Donni e res, R obert de: 732

Alcxantler , E ,: 60. 122, 133


Uoo1e, C .: 276

AJimcna, Dernarl1ino: 126


Horel , Em ile: 259

Amlré-Thomas: 148
llorges. J o rge Luis: 17

An<.lreas-SalomC. Lou: 707


Bosco, J erónimo: 90, 98

Ann::l O., ca so de: ~44, 681, 701


Bossuet, J acques-Dénigne: 250

A l'io ~ lO , Ludo vico: 445


Doswell , J ames: 721

Ar ¡"ló fancs : 824


Boua sse, J .: 652

A l' j:.. tótelc ~: 33, 176. 277, 424 , 45 1.


Bonrn ísien : 167

555, 594, 818, 854-855 , 869


llousque (, J oe: 159

Al'Ilokl, DOltnt : 38 7
Boutonier . J.: 135

ASlrall<l Marin, L. : 67fi


llowlby. : 133

Brentano, Franz: 64-2

Aulio Celio: 228, 299, 342

Dreton , André: 89, 446. 590, 622

Am .lIld le J c un e: 296

Brcuer, J.: 244, 356. 681

Bro wnin g, Robe rt: 232

13ahinski , J.: 148

Brückc, Ern st : 680. 836

ilaklwil\, ]-: 86

Brueghel, Peter: 764

Da lint, Michael: 240, 252, 292, 334­


13runea u : 64-3

3%,316-347.412 , 587.66l
Druno, Ciordano: 395, 690

RUl'I1i , Ju\es R omai ll: 7-tu , 760, 7131 ,


Brun o !. Ferdinand: 64-3, 690

76:'
Bud,, : 756, 759

H a ~ lid c. R .: 62~
Buffo n, C .· L, conde d e: 3, 4

(\ ¡¡l:tiJlc . Ccorge~: !l64


nühJ er , Charlo ue : 91, 104, 170

Uu udelaire, Ch;\rl c~ : 5, 17, 22·23,


Buloz, F.: 756

27, 30. 530


Burlu cl, Luis: 770

Ik' n::lIY, M.: 146


Bnmouf, Eugene: 756

!:klllham, J e rt:my: I:W


Byron. G.: 540

{89l J
89Z íNDICES J NDlCE ONOMÁSTICO 893
Cailleux: 165
Del ay, J e:m: 719·74 3 J' rkdan , Delty: 8 11 78Z·784, 786, 789, 790, 799, 81ll­
Caillois. Roger: 89
Desearles, Rene: 144, 148-149, 153· Frietl Ja neJer. Kate: 12.5. 126, 133 81 J , 815-816, 860, 861
Calicles: 120
154, 157, 161, 166, 183, 199,835, Frisch, Karl \'on : 286 H ei degger, Manin: 15. 157, 306,
Campa nclla . Tommasso di : 14
844 Fromm, Erich: 65 1 351, 3n, 484, 508, 528, 691, 843
Ca nguilhcm, G.: 838
Deutsch He lenc: 6G7 H ein e. Heinrich: 742
Cannon , W.: 305
Dcvereux, Georges: 623 Calileo: 249. 275 Helmholtz, H . von: 680, 836
Cansi nos Aséns, Rafael: 5
Diuerot, Dennís: 59 Ca rda nacca. Jua n David: 484 Herácli to: 108. 484, 543
Ca nto r, G.: 848
D'Incarville, padre: 725 Carcon, MaurLce: 759 Hérau Ir oe Séchelles: 3
Carlos V: 764
Dióge nes: 427 Gar{bay, Ángel Maria: 719 HesíoeJo: 206
earuso, Igor: 387
Dosto ievski, Fedo r: 122, 303 Ca u llier. Jules de: 161 H esnareJ, Angelo: 128, 728
Casad, Otto: 54 1
DuBois.Reymonu, Emil : G80, 836 Cavarni, Su lp ice ClIillaume Che· HevyeT, C.: 518
Castelli, Enrico: 830 , 833
Dwelsh:Juvers, Ceorges: 809 Heym:w s, e.: 768
valicr: 541
Cénac. Michel: 117

Celb: 145. 152 I ljelmsle\', L. : 839


Cicerón : 15, 483
F.ckermann, J. P.: 721,721 C hil. RCllé: 241 Hobbes, Thoroas: 488
. Cla udel. Panl: 459, 740. 807 Eitingon: 455 ¡'loch heimer : 116
Citle, André: 453, 506. 719 ·743
C lausewiu. Ka rl van : 360 Eliot, 1', S.: 271 G itlc, Charl es: í26, 737 Hoff: 387
Cleopatra: 393 Elisabeth \'on R., caso <.l e: 619. 624­ Cide, Julicue: 736 Hoffer , W.: 326
Clerambaull, G. de: 59,60. 148. 158, Elu.'u<.l, Paul: 60, 159 Citle, MaeJeleine: vcme ROIHlcau x, Ho mai s: 167
164 Empédocles de Agrigenlo: 305·307, Madeleine Horuc:y, Karen : 667. 669
e leves, Marie de: 2 13 499, 822 Ghle, Mathildc: 736 H owc, Julia Ward : 432
Coctea ll , J ea n: 410. G87, 759 Eon, Ca halle ro eJe: 21 Gidc, Paul: í2G, 7!:1í HueJg ins, C. V.: 262
Cornte, Augllsle: 250 Epictelo: 750 G ilberl, C. M .: 127 Hugo, Vict.or: 186, 487
Copérnico, Nicolás: 384, 497 . 776, Et'lsmo de Rotteru :Jm: 507 (alclson, Max: 345 Hnrne. Da\'id: 818
777 E{che\'elTY, J osé L\l i..: 71)8 C IO\'cr, EeJward : 125,289,3 13,3 15, BUllI e r, Richard : 5 18
Cornford: 854 EuL'lpides: 323 , 7J9 323, 573, 574, 625 Husserl. Edmund : 153
Courtclin e, Ccorges Moinaux: 739 Ey, !-Ienri: 142·181. 311 , 5!;(i, 80R Lob :lleau. J.-A. oc : 1::12 Hu yghclls , Christian : 27.5, 301
Courtena y. Baudovin de: 449 Ezequie l: 432
Gnclel, K .: 840 H yppolile, Jean: 162-163 , S50, 354­
Cousin, Victor: 322
¡:argue, L.·P.: 159 Cocl he, 1- W . von: 5,252, 305, 427, 383, 859·866
Crebi ll on, Prospcr Jolyol de, padre:
h .'clLner, G. T : 530 486, 72 1, 7~4, 737
9
J :H;ksO ll, 1-1. : 143. 145. 148
Federn, P.: 656 Cold.~lcill, K. : 145, 148, 1!>2
Cl"eve l. R.: 59. 159
J:lcob, Max: 183
Hllélon, F. eJe Savigllac: 322 Góngo ra, Luis de: 448
Cyrano de Bcrgcrac: 660
Jakobson, R OlDan; 475, 486, 5 17,
Fe uiche l, OUo : 249·250, 323.324, Coya, Fran cisco de: 40, 255
Graci:\n, Daltas¡¡ r : 13A, 389 580, 779, 839
Ch amfort, N.·S.: 14 448, 50J , 547, 65 1, 7 11 ]anef, Pierre; 103.292.294, 727
Cham isso, A. van: 410 Fcnouillard: 462 (; rcen . Anoré: 558
Crenie r . Rogl.:r : 13 1 Jan in, Jutes: 758·759
Champolllo n, J ean- Fran ~ojs: 282, Ft:rt:nczi. Salloor: ~22. 2::13, 3:!6·3:!8, J a nkél év it ch: 169
491 346, 455·456, 587, 589. 592·593, Críboui lle: 730
Crosrichard, A.: M J a rr y. AlfreeJ: 589, 640
C ha ndr.t Pand ey, Kanri : 283 623, 678 J:.ISpers. Kar/: 407, 453. 519, 615.
Charco t, E.: 532 Fich tc, 1- C.: 393 C;l'olj¡¡ hn , M.: 127
Cn ild enste rn : 486 631, 846
Chasteller, Madamc de: 157 r'-Jedlsig, PauJ-t.mile: 526,540,561. Jawol'ski, H elan: 252
Ch:aeaubriand, R. <.le: 28 563 G uiraud. Pan) : 14 3, 158. 165
Cuil.Ot, F.: 322 Je remía s: 430, 432
Chauvin , R.: 180 Flie:t.S, Robert: 39, 289, 4-15, 489, J cspersen, O.: 474, 517
Chicago, escuela de: 104 539, 600, 624. 611, 650 J esucristo: 253, 255, 499, 712, 767,
H aeckei, Erns{: 54 1
Cho isy, Frau\ois Timo leo n de: 49 Fo llin , S.: 145 Halle , Moni s: 175 799
Chomsky. Noam : 839 FonteneJle. Derna rd le Uov ie r de: Harri S!ion: 179 1oh nson, Samu el : 721
HZ, 76 J lI a rtmalln , H e illL: 401 , 471. 579. Jonc~, Ernesl: 174, 222, 28:1. 4!í1.
Dalbicl, Roland: 442
Foucault, M ichel: 60, 312 455-456, 466, 537, 667, 676,703,
1125, 63 1
D:JIí, Sahador: 59
Francisco de Salc~ , san: 5U4 707-708,7 11,71 3,7 14
lIe:l l y: 12G
f)amoure ttc: 789, 796
Francisco 1: 761 ¡l ~-ca(:n. H.: 144, 14 5 JO}'cc, JalDes: 19
Dante Alighieri : 11 .5. 734
Fl'ank , De rnard: 740 Juan Crisóslomo, san: 718
Hegel, C. W. F.: 113. I lri , 132, 149 .
Darwin. Charles: 11 3, 68G, 776
Fl'ank, Hans: 127 lG2- 163, 171 , 183, Z24 , 270, 280, Juan Evangelista , s;m : 255
Davenauf, W,: 488
Fl'cud, Ann a: 91. 92, 133, 323, 33 1. 281, 30Z, 33Z , 359, 389, 392, 397­ Juana de Arco: 167
Dédalo: 445
403, 584. 623 700 398, 4;,7, 761. 773-774, 777·778, Ju lio César: 79
894 íNDICES lNDICl'. ON OMÁS'JICO 895
Jung. C. J., 386, 425, 450, 455, 532, Luis II ele naviera: lGI Obe rndorf, C. 1.: 260 ROllllea nx, M~de l ei n e : 723, 732,
573 , 679·680, 697, 836, 864 Luis XIV; 725 735-736, 739-742
Pahlo, san: 118, 769 Rondeaux d e Monrbra y: 725
Kant. l rnmanuel: új, 274, 462 · 4G~, Mac:.a l piue, Ida : 518, :l2G, ;;27, 528. Pandora: 245 R o.~cncra nt7: 486
663, 744·770 537, 542, 514-546. 555, 562-563, l'apin, caso <le l a~ hermall:1s: .~9. Rallan , Juli en: 113
Katan, M.: ri24 597, 625 133 ROll~se l , Raymond: 430
Kep1cr, J.: 690 M:lcDrunswick, Ruth: 300 Parménides: 183 Ro)'cr-.Collanl, P.-P.: 762
Kicrkegaa rcJ . Só rc n : 39, 11 6, 282. M alcbranche, Nicolas: 161. 544·:'4;; P:lsc;li, Blaise: 253, 272. 406, 5.~8, Russell. Bertrand: 173
353, 695 Malinoswski, Bronisb.w; lIS Ti8. 790 RU WCl, Nicolas: 475
Kle in , Mcla nie: G~, 102, IOi· IOR, M:t Il al'mé, Sté pha ne: 03, 241 , 781, Pavlov, 1. p. : 797 Ry ~~e lb ergh e, Mme. van: 740
128. 332, 536, 594, 6 L7, 647 , (j(;7, 8r>9 l'CTelman; 509, 867-8 i O
673, 682, 700, 707 , 730, 827 Ma ll et , Robe re 740 Sadl~, Hans: 455, 678, 688
Pi3 gC ! , .l ea n : 632 . 838-839
Klossowski , Pi e rr~: 7G8. 769 M;lOnoni , O .: 362 Ph:hon. tdoll<lnI: 75, 149, 2 18, 548. Sa(k , Marqués de: 744-770
Kuig h t, R. P.: 342 M:lIIU cio, Alelo: 738 SaiIlL-Fond: 755
7R9. 796
Ko hl er, E isa: 104, 170 Maq ui avclo, N ieeoló; H , 127 Sa int-Just, Louis de: 594, 765, 845
Pí e rcl': tí I7
Kó llll: l , W .: 86 M;u 'iva u x. PielTe eh.:: 72~ Sa inte - Beuve, Charles - AugusLin:
l'i w:I, P.: 167, 7fi2
Kojcve. Alcx amlre: Hi3 Ma rkov. A. A.: 44 7~1, 723
P latón: 11 3, 137, ~56, 28 1-2 82, 306,
Koyré, Alcxand rc: 275 , 30 1. 690, Ma rlin o u Ca ro , Roge r : 734 376. 389. 461, 471 , 775 , 805, 8 15· S,lld, Hugues: 546
834 M,II'x, Ka rl : 183,224,250. 423, 466. Samara n ch, Fl-anósco de P.: 85,1
81i, 824 , 632
Kraepdi n , f..: 60 <172. 847 S<lll'ón : 800
Po<: , Ed gar Allall: 3-55, 467 , 735
Kris, Ernst: 284, 377·382, 471, 579· M;¡ssc rmann, Julcs H .; 2G2, 263 Po incaré, H e nri: 44 Sapir, E dwanl: 474
580 581, 589, 625, 63 1 Maleo, sa n : 253 I'o li uc r, C.: 1::'2 S;'¡rlre, Jean-Pau l: ll2, 776, 791
Malu s~c k . P:lul : 665 Po li xeno: 150 .~~lU ssur e. Ferdinant! de: 396, 428,
La bro, san Benito: 769 Maur iac. Frall ~ois; 507, 622. 734 4-t 9, 477. 482, 483 . 491, 603 , 7i9.
Po lo llio; 157
La Druyere, J ean de: 14 Mauss, Ma reel: 124,268 , SO l . 803 814
POlI ge, Fra llcl:': 3 10
La FO[1[aine, J ean de : 430 Maycl·. J.-R.: 848 Saussure, R. de: 369
Po pe, Alcxllld er: <lR8, 7m
Lagache , Daniel: 12::;, 204, 20G, 316, Merleau-Pollry. Ma lll' icc: 169, 369 .'<.:h illcr, F.: 163, 45 1
Po rché, Fran('oi ~ : 742
582. 625. 627·654 ~1 ér)'e m: 726 Pra j:l páti: SIO ~ch l umh l.'rgcr. J{';jn: 7 ¡!J, 734-735,
Larncnnai s, F. de: 837 Me)'cnon, J::mil e: 80 i39-74 1
I'ré"U l, j acqucs: 26,' , 562
La M o th e le Vayer, F.: 766 Michel e t, Jules: 446 Sth m iede hc rg, Meli tla: 127 , 380,
JlmU$f . M :ncel: 72 1
Laplanchc. Jea n: 808. 813, 843 Miguel, Rnimllndo de: 820 57!!, 580, 626
La Roch e(oucanld , F. de: 14. 100, Moebiu s, A.: 536, 835, 840 Sdll e be r . caso del preside nte: 234,
Q tI<: n c<l U, Ra ym ond: 68 1
Ill , 150, 253. 389 Mo iscs: 799 2!!5. 394, 5 18-526, 529 , 538-564,
Q uill oc, Mau rice: 723
Las Cases, E. de: 162 M oli ere (J. B. Poque\in): 163-IG1, ~44 .
Quincey , T ho mas de: 296
Lcclaire, Scrge: 625. 808. 813, 813 741. 7GB Schn'bcr, Daniel Cottlob Moril7:
Quilltiliano: 148. 449, 485, [i0 1
Leen han lt , Mauriee: 261 MOllg -Tse ( !'Ifelll.. ío): 478 :)G2
Lcfebvre, caso ele la se liol':l: l2 ~ ')d¡rebcr. j o hann -C hris tia n -Da niel
M Olll <l ig ll e, Michcl E)qllern: 169, Rabclais , F r30cois: 268 , 450, .1)02
Ldebvre, M.: 173 '\-011 : 544
Leiris, Miche!: 157
724 R ad ll e. JClll: 483
!\1 () Il( ~'S qlli c l! , Charle~ de Seconda!: !'icgO\ ia , To m:\s: 508
Rank, OltO: 455. fi78, 688
Lc1y, Gilben: 758 S{'[ r y de: 725
44 1 Rt:i<.h, WiltJellll: :270, :Hl4, 32.'). :l29·
Le nin , V. L: 847 S h a k e:) pe~re,
Willilm : 2R·1, 483. 186.
Le u wen, Lu den : 157 Monde A. de: 175 330
640, 75B
Lévi-Stra uss, Cl aude: 41, 66 . RS, Miillcr. .Jo.~ine : 709 Reik. ThcoJor: :1411, 1!'í3
Sha r pe, E lla: 593. 626
268, 274. 628, 732. 80 1, 810, B38 · M)'ers, F. W. H.: 77G RCllan, Ernest: 7:36. 767
Signarelli: 364, 429
852 RCL7., Patl I d e Co n di. Clrdell:l1 de: Silberer: 504. 680, 683, 686, 692.
L6 .y-Brnh l, 1. ~ l fi c lI : 194, 838, 8~9 Na,io, Juan Daviu: 388 251
ü96-697
Lhcrmittc. l : 1<1 8. J75 7'!<.:HJ nall . j ohJl Henry: 8-11 Richards, 1. A.: 4i R
S¡¡e~ius, Angelus: 844
Lidllc llhc rg, G. Ch.: 232. 269, 28'2, j'\jt' wtO Il, Isaac: 690 Ri ckm:lIl: 2011, 41~
Sócra res: 99. 120, l j l. 183, 280-282,
301 N ic(\c!la lld , W. C.; rt48 , Sti4, 56 1, Riguel, j acques: 16
768. 805 -806 . 8 15

Loch, j oh n: 70, 545 562 Rimball(l , Arthur: lJO , 237


Sófocles: 394 . 755

Loewcostcin , R.: <17 1, 626, 631, 683 N i cl'l~ he, Fricd rLe h : 389, 5~9, 743 R ivi e rc . .l;lcCl ues: 728
Sokolnicka. Madame: 728

Longo, Lu igi: 649, 666 Nodct, C h .· f-I.: 567 ROII(]C;lU:>., Al'Ilolphe: 72í
Soh'e r: 3

Lncr cr io: 15 :\' uo bcl'g, 11.: 65 1 RO lld e..lllx, f;Jl)uartl: 725


SOll che, MOllsieur de la: 725

896 íNDICES

~p; IIO"la, Da lllch : 14:;, 118, 8-11


'1 u rc Jure , los: 725
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS EN ORDEN
Sudm , J ose!: 396, 476
CRONOLóGICO
SI:l rolJinski , J (':\ n : 483
V:tlér)', Paul: 275,461. 484 , 735, 800

SlauIJ: 60. 122


\"lIl1 d en $ tcin cn: J la

$lcrb::l, R .: 325
, 'i'ra : 162

Slokcs, Ccorgc Ca b riel: 826


\lillon. Fr:lIl~oi.~: 270

Slrathey, J. : 587
\ 'iurí, Leonardo (I:l: 255, 473. 621

SI r::lI1S~, Léo: 189


Virgilio: j l, 738

SUll Y:lL·sen : 137


'·oltaire. Fram:ois-Maric ArOlle!: :}

SlIsini, M.: 387

El ~sladio del espejo


Swill, JonaLh:l.ll: 447 , 48 1
Wnh!, J ea n: 66, 773
Sustentado por primera vez en el XIV Co ngreso psicoanalítico in·
Szasl, Thoma s S.: 677

W:'.i Id er, Roben: 229


ternacional ce lebrado en Mar ¡ e nb~d del 2 a l 8 de agosto de 1936.
' fa ill<.', Hyppolilc : 70 . 148

Walloll , H.: 105, 175


bajo la pres id encia de Ernes t J ones. Hicimos la co muni cación e n
Wart l.Hlrg. Walter von: l!í, 685
la segunda sesión cien tífi ca. el 3 de ago slo a las 15 lt 40. CL Th e
T:nd<.', Cabr iel d e: 130. 605

Wh iu;head , A. N.: 757


lnternalional J ournal of Psychoanalysis, voL IS, parle 1, enero de
T:mli clI , J ea n: 487

T e ilh::lf(1 de Chardif), I'iene: 663


Wkkesteetl : 854
1937 , donde esta co municación fue inscrita bajo la rúbri ca "The
Thom:lS, DyJ:¡n: 790
Wi lli ams, J. D. : 626

looking'glass phase".
Ticpoto, G. )) .: 827
Winni cou, D. W .: 592. 62li

'1'011\:\5 de Aquino, ~anto : 778


Wi lll<.TSI<: in . Alfrcd : :lS4

W:licls. hant: 132

MnJ allá del "principio de realidad"


T Oyllbce, Arnold : 250
Marie nbad·No irmoulier , agosto-octubre de J936. Aparecido e n L'Évo'
Tl(~ncl: 158

Trislan rHermiuc; (¡(lO Zacchi:J , P:lOlo: 136


111l;011 psychialrique, 1936. fa'icículo 111 , número especial de estu·
TrullZ, Erich: 427 . 486
I.cigarni k : 204
dios rre udia nos, p p. 67·S6.
Tudclides: 265
len os, Chrislian: lR7

Tuda\. An toine : 27R 1. ilhoorg. Crcgory: 229


El li~ mpo lógico y el aserIo de rerl.idurnhe anticipada
Redactado en marzo de 19'15. Apareci do en Les Cahien d'Arl: " 1944·
1945".

Vl agresivido.d en psicoanálisis
Informe teórico presentado a l Xl Congreso de psicoanalistns de len·
gl1a francesa reu nid o en Bruselas a mediad os de mayo de 1948. Apa.
recido en la ReiJUe FY(m~aise dc Psychorlolyse, Ol'Jffi, 3, julio.sep ti em­
bre de 194·8, pp . 367·388.

El es tad.io d el espejo como formador de la {unciÓ1l del yo


Comunicación nI XVI Congreso Intern acional de Psicoa nálisis e n
Zu ri ch el 17 de julio de 1919. Aparecido e n la Reilue Franfaisr. de
Psychanal)'se, núm . 1 , octubre· diciembre de 1919. pp: 449-155.

In trodu cción teórica (l las funciones del psicoanálisis en crimi,wlogla


Comunicación para la X liI Conferencia de psicoa na li stas de le ngu<l
francesa (29 de mayo de 1950), en colaboraci6n con Mi chel Cénac.
Aparecida en la Revue Franraise dr Psychanalysc, tomo IV. núm. 1.
cllc>ro·m;lI7.0 de 1951, pp. 7·29.

rl arra (le lo. causalidad psíquica


Pron un ciado el 28 de septiembre de 194-6 en las Jornadas psiqu ':l'
tricas de Bonne val. Publicado en Le probleme de la psyrhogane.\·f:
des nevroses el des ps)'c/¡ oses, por Luci en Bonnafé, Henri Ey, Sven
[897J
B0B íNDICES REnRf Nc lAS RIRLIOCRAFICAS 899
follill, J.l cqucs Lélc;m y Julicn Rouart, DcscJéc de Brouwer, 1950, T.o ins l.anúa dc la letra en el illconscicnte ° la razón dcsde Freud
pp. 123· 165. Pronunciado el 9 de mayo de 1957 en el anfiteatro Descartes de la
Sorba na. por petición del grupo de filoso fJa de la Fédération (Ic.~
Interoencilm sobre fa transferencia éltld ian ( S es Lettres. Redacción fechada el )1· 1G de mayo de 1957.
Prollunciado en el Congreso llamado de los psicoana listas de len­ PlIblicado en el volumen 3 de l .a Psychanol)'Jc (sobre el tema Psy·
gua romance de J951. Aparecido en la Revue Frarl~oisc de Psycha. t..haTla/yse eL scicnces de l'homme) , PUF, 1957. pp. 47-81.
nalyse, tomo XVI, núm. 1-2, c nero--junio de 1952, pp. 154: 163.
Ve una cucstión prelimina., a todo tratamiento IJosible de l(l. l Júro .l"i.\·
Función y ca mpo dt' la palabra y del lenguaje I'!'n psicoanálisis Envío al se minario de los dos primeros f;emesues de! año 1955·:)6.
Inform e del Co ngreso de Roma llevad o a ca bo en el Istituto di Psi­ RedacciÓn: diciembre de 1957·enero de 1953. Aparec ido en La P.l )'­
cologia dclla Universitá di Roma el 26 y 27 de septiembre de 1953. ('licnaly,e, vo l. 4, PUF, J959, pp. 1-50.
Publicado en La J>,¡ychnnaly5e, PUF, vo l. 1, 1956, pp. 8J-166.
Juventud de Gide o In letra)' el deseo
Introduccir) n al comentario de Jean H yppolilC sobre la Vernc inung Aparecido cn el núm . 131 de la revista Criliqll/', :-abri l <le 1%8. pp.
de Frcud
291 -5 J5.
R espuesta al come nta rio de Jeon H y ppolil e sobre la Verneinung de
Freu d
Seminario de técnica freudi a na del 10 de febrero de 1954, que tuvo La significacióTl del f(l.lo (Uie R C'defltll ng d("f Plltllllls)
lugar en la clínica de la Facultad del hosp ital Sai nte-Ann e y con­ Conferencia pronunciada en alemán el 9 de moyo de 1958 (' n t'i
sa grado durante el año 1953-1954 a los escritos técnicos de Freud. lnstitut I\'fax Planek dc MUllich por invit3 t:: ión del profesor Palll
Aparecido en La P,I)'cI,analy,c, PUF, vol. l , J956, pp. J7-28 Y 41 ·19. r-.·fatu.ssek .

J.'rulant(>s de la cura·tilJO La dirección dc la cura y [OJ principios de su podcr


Redact:loo en Pa ~c lla de 1955. Aparecido en la Ell cydoPédie m t! dl~co· Primer informe del Coloquio internacional de Ro ya um out, rCllllido
chirurgiCflle, Psychiat rie, lOmo II 1, 2·1955, fascículo 378 12-c1O. del 10 al 13 de julio de 1~58 por invitació n de la Sodé lé fr ;¡l1/Sélis('
Suprimido en 1960. dc Psychanalyse. Aparecido en Ln PJycJ¡nn(l.lyse~ vol. 6. PU F. 1961 .
pp. 149-206.
El um inario so bre" La carla robada"
Pronunciado el 26 de abri l de 19!i!i. Escrito (y (echado en Cuitran· Ob srrvn cióll so bre ('1 iTlforme de Daniel Lag(l.che: "Psit.oanrilisis y

co un-San Casciano) de mediado s de mayo a mediados de ag"Oslo d e estruct ura de {(l. IJersonalidad"

]956. Aparecido en 1.a Psychana l)'se, PUF, vol. 2. 1957, pp . 1-44. Inrorme al Coloqu io de Royaumont. 10·I B de julio de 1958. Redac·
ción definiti va: Pasc ua de ]960. Publi cado en l.n P.~)'cf¡n/l a'ys(" vol.
l .a (0.\(1. frc'udian7í o spntido del rclomo a Freud crl psicoanálisis 6, PUF, 196 1, pp . lI1 -J47.
Ampli41dón de una co nfcrencia pronun ciada en 1:.. clínica\. neunf­
psiqui:hrica de Vi ena, el 7 <k novi embre de 1955. Ap:m:c..illo CIl E ll mcmoria de Em('st Jones: sobre Jtl teorja del úmbolinno
L' J~vol uLio,., Ps )'chi<J lrir¡ lI t', núm. 1, 1956, pp. 22S·252. GuitranCOUf[. em:ro·marzo de 1959. Aparecido en Lo PS1'r/;.(H1QIy.w'~
vol. 5, PUF, 1960, pp. J-20.
Si/u(lción del pSiC()a nli/iús )' formación del IJúcoanalisla en 1956
La segun d::. vers ión apan:ciú eJl Les Élud.cs PhiloJOIJhiques , número Ideas directivas para un co ngreso so bre la sexualidad femenina
cs pecüll de oct ubre·d iciembre <le 1956 para la co nmemor;.,ciÓn del Coloquio internacional de psicoanálisis del 5 a l 9 de septiembre ele
ce ntenario dd na cimienlo <k FI<:tltl. La primera versión ~ólo existe 1960 en la Universidad municipOll de Amsterdam. Escrito dos años
en sep¡¡rata. antes del congreso. Aparecido en el núm. 7 de T~(J Psy€ analyse,
PUF, 1962, pp_ 3·14.
F.l Im'coandlisis y su eus erlonzn
Com uni cació n prescnt:.ad a a la Sociélé Frall~ise de Philosophie cn Srlbvers ión del sujeto )' dialéc tica del deJeo en el in consciente freudiano
su sesión del 23 de fehrero de 1957. Aparecida en el /Julleún de la Co muni cació n a un congreso reunido en Royaumont bajo los aus­
Soci¿lé Frall~(lis(.' de f'hilosophic, lema Xf.lX, 1957, pp, G5·85. picios de los "Colloques phiJoso phiques internationaux" b;¡jo el

;s
900 tNDlCES

titulo de La dialectique, por invitación de Jean ,.y;tlll, del 19 al 23


de septiembre de 1960.

Posici6n del inconsciente


Congreso reunido en el hospital de Bonneval bajo el tema del in·
consciente freudian o del .30 de octubre a l 2 de noviembre de 1960.
Intervencioues conde nsadas a pedido de Henri Ey para el libro
sobre El in consciente, publicado po r Desclce de llrouwer en 1956
y por Siglo XXI en 1970.

Kant r01l 5ade


Debía servir como prefacio a La philos oPhie dans le bou.doir (Éd .
d u Cercle du Livre Précieux, 1963, 15 vals.). R , G. septiembre de
1%2. Aparecido en la rev ista Critique, núm. 191, abril de 1963,

Del "Ttieú" de Freud y del deseo del pst'coa nalista


Resumen de las intervenciones en un co loq uio convocado por el
profesor Enri co Cas tell i bajo el título de "Técnica y casufslica" de)
7 al 12 de enero de 1964 en la Universidad de Roma. Publicado en
Aai del co lloquio internazionale su " T ecnica e caJislica"J Roma ,
1964.

f.o ciencia y la verdad


Estenografía de la lección de apertura del seminario llevado. a cabo
en el aílo 1965·66 en la École Normale Supérieure sobre El objeto
del psicoa nálisis, como encargado de co nferencias de la Éco le Pra­
tique des Hautes É[Udes (VI sección) el ] de diciembre de 1965,
J

Aparecido en el primer número de los Cahiers pour l'A7Jalyse, pu·


blica dos por el Cerc1e d'Épistémologie de (' tcole Normale Supé·
rieure eu enero de 1966.

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