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Texto

1. SIGNIFICADO DE LA PALABRA DE DIOS. CENTRALIDAD.


(1ra parte)
Así comenzamos esta reflexión que introduce todo el estudio del Antiguo
Testamento, vamos a partir de la Palabra de Dios, por eso vamos a ver en esta
primera parte, el significado de Palabra de Dios, su centralidad, la Palabra
revelada, las diversas maneras de revelación; como la Palabra de Dios ha sido
escrita en los libros llamados la Biblia, el tema de la inspiración y vamos a
repasar rápidamente como se divide la Biblia.

Este momento es importante, implica dos cosas: una invitación a abrir nuestra
mente y nuestro corazón y en segundo lugar reconocer que la Palabra de Dios
está en el centro de la vida de todo creyente y por tanto de toda la Iglesia.

¿Cuál es el significado de este término la Palabra de Dios? Y con ello vamos a


introducirnos en la centralidad de la misma. Lo primero que tenemos que
recordar, si leemos toda la historia de la humanidad, y la historia de las
religiones, es que en un altísimo porcentaje de experiencias y de manifestaciones,
siempre Dios ha dirigido un mensaje a la humanidad. Este mensaje puede ser
como en el caso de la Biblia, revelado directamente o escrito a través de oráculos
o sencillamente a través de reflexiones hechas por tantas personas a lo largo de la
historia, incluso en las religiones de carácter politeísta, siempre vemos como hay
autores de la literatura, que reflexionan y hacen sentir lo que Dios quiere dirigir
como mensaje a la humanidad, muchas veces, sobre todo en el caso de las
divinidades greco-romanas o de otro tipo, vemos incluso expresiones negativas,
para nosotros en la actualidad, por qué son como mensajes de odio o mensajes de
revancha, o también, porque hay, sobre todo en algunas culturas, divinidades que
se identifican con lo que para nosotros seria el demonio. Lo que quiero con esto
indicar es que Dios siempre habla a la humanidad y la humanidad se dirige a
Dios a través de la oración, del culto y de otras diversas manifestaciones.

Entonces cuando empezamos a estudiar el término Palabra de Dios, lo primero


que debemos recordar es precisamente, que ya desde los principios de la
humanidad, Dios habla al ser humano. ¿Por qué y para qué habla Dios a la
humanidad? ¿Por qué? Porque es un ser personal, sea porque así se ha
manifestado, como es el caso del Antiguo y del Nuevo Testamento, o porque lo
reconocen aquellos que hacen ídolos; sin embargo, ese por qué tiene una
explicación en el término religión, religión viene de religare qué significa la
forma como la humanidad se une con Dios.
La expresión Palabra, habla de Dios hacia la humanidad es precisamente por esa
relación de unión, de intimidad, de culto, de alabanza, o de petición, o de
búsqueda de la seguridad; por eso podemos decir que Dios habla a la humanidad.
¿Para que Dios le habla a la humanidad? y todavía no hemos entrado en el campo
del Antiguo Testamento, es porque quiere dirigirle un mensaje. Un mensaje que
en muchos casos es positivo, para crecimiento, para alcanzar plenitud, o lo que
nosotros llamamos comúnmente la Salvación. 

¿Para qué habla Dios a la humanidad? También para regañarle, corregirle,


hacerle alguna reconversión, es decir, para manifestar algo que el ser humano
debe cambiar o debe corregir; pero también Dios le habla para castigar, para
amenazar, sobre todo en los casos que ya hemos mencionado el politeísmo, hay
divinidades que amenazan a la humanidad o a sus seguidores, según los escritos
que se suelen tener o las tradiciones que se van teniendo o se van dando a lo
largo y ancho de la historia de las religiones.

Dios pues, sea quien sea la forma en que se acceda a él, sea en el politeísmo o en
el monoteísmo, tiene esa característica de relación personal con la humanidad y
por tanto, esa relación personal implica el hablar, implica el que hay una
comunicación, y esto se entiende como ya lo señalamos, con el término religare,
de religión, religare que significa reafirmar, reunir, hacer realidad la unión entre
Dios y el hombre, a través después también de diversas manifestaciones.

Ya entrando más en materia, ¿Qué significa para nosotros el vocablo o el término


palabra? Y la primera cosa que quisiera recomendarles es que no la confundamos
con algunos términos, que muchas veces son muy propios de nuestra cultura, o
que han sido las maneras como se traduce el término original, no hay que
confundir el concepto o el término palabra, con el concepto o término vocablo;
para nosotros sobre todo en castellano, pero también en las lenguas romances,
como se suele decir, originarias del latín y del griego; muchas veces utilizamos
ese término palabra, para referirnos en la cotidianidad a vocablo, al conjunto de
sílabas, que tienen un sentido y que nos permiten la comunicación. Pero la
primera cosa que debemos evitar es no confundirlo con el término o con el
concepto vocablo.

También —como ya lo indiqué— hay que tener cuidado a las traducciones; en el


griego, por ejemplo, en el capítulo primero de San Juan, que nosotros traducimos
como la palabra, 

“en el principio existía la palabra, la palabra se hizo carne”; 


el griego utiliza la palabra logos y esto ha generado también algunas dificultades
posteriores, porque algunos piensan que el evangelio de San Juan fue escrito por
grupos gnósticos o grupos filosóficos, porque ellos utilizaban mucho la
palabra logos, que es un término que también se emplea con mucha frecuencia en
la filosofía griega y también en la filosofía latina, cuando se traduce por verbum;
la palabra logos traduce el hebreo dabar, que vamos a conocer dentro de un
momento.

Entonces no hay que reducir el concepto de palabra, que nosotros utilizamos,


como un término de origen o de connotación filosófica. Así mismo en latín, el
término dabar, que vamos a ver ahora, es traducido como verbum, y esa
palabra encierra ciertamente una connotación muy positiva, como es el
dinamismo, el verbo es aquello que se conjuga, aquello que manifiesta vida,
aquello que manifiesta intercomunicación; pero no hay que reducir la
palabra “palabra”, el vocablo “palabra” a un elemento gramatical,  partiendo
de la idea latina de verbo; de hecho, algunas Biblias católicas, que suelen traducir
quizás muy fielmente al latín, sobre todo cuando la traducción la hacen a partir
de la vulgata, como verbum, como el verbo o también como logos y esto se nota
también en algunas expresiones de tipo filosófico y teológico.

El concepto “palabra” originalmente, viene del hebreo dabar, d a b a r;


dabar, este término dabar, ha sido traducido en griego por logos, y en latín por
verbum, y nosotros en nuestros lenguajes modernos o coloquiales actuales,
también lo traducimos como “palabra”. ¿Qué significa dabar?  Esto nos va a
permitir entender entonces el significado de este vocablo, darse a conocer,
comunicarse, revelarse. Así pues, ya desde el hebreo y el arameo, nosotros
tenemos esta expresión, que significa revelación en el fondo; Dios que se da a
conocer, Dios que se comunica desde lo más íntimo de su ser y Dios que se
revela, se da a conocer, ciertamente con la mediación de humanas, y una de esas
mediaciones será el lenguaje, una de esas mediaciones será también la creación, o
su presencia en la historia. Por eso es importante, yo les invito a que no
solamente lo tengan presente, sino que lo hagan que muy presente, tanto en sus
meditaciones como en sus reflexiones, como en sus escritos. El concepto
“palabra” traduce el hebreo dabar, entonces significa: revelarse, darse a conocer. 

De allí podemos pasar entonces al significado del concepto Palabra de Dios.


¿Qué es esa idea Palabra de Dios? ¿Qué significa Palabra de Dios? Esa
expresión, significa —siguiendo lo que ya hemos indicado— que Dios se da a
conocer, que muestra su persona, que se muestra en su ser, Dios que se revela,
Dios que se revela incluso con su designio y con su intencionalidad y el designio
de Dios es la plenitud de su obra, la creación y de su obra más específica y más
querida, el ser humano el hombre y la mujer, hechos a su imagen y semejanza;
tan así que  les dio la capacidad, no solamente de escuchar, descubrir, sino de
convertirse también para Dios, en dabar, en revelación, como sucedió cuando que
Adán y Eva se sintieron desnudos a causa del pecado, tuvieron que decirle a
Dios, “estamos desnudos”, es decir, estamos como estamos por el pecado; refleja
la intencionalidad del designio de Dios, que después de la falta de los primeros
padres, es sencillamente la Salvación y la Salvación que implica, como bien lo
encierra el concepto de Palabra de Dios, el estar en comunión con Él.

La Palabra de Dios, significa darse a conocer, comunicarse y comunicarse


significa abrir las posibilidades de entrar en comunión, esto implicará como bien
lo sabemos, ustedes lo saben muy bien, y lo podemos ver a lo largo de la teología
a lo largo también de este estudio, para poder comunicarse y entrar en comunión,
se implica el reconocimiento de ese dabar, de esa Palabra de Dios, con la fe y
con una actitud muy concreta, que nace del mismo Dios que es amor.

Entonces resumiendo esta primera parte, el significado de la Palabra de Dios,


es la revelación, el darse a conocer como Dios, como Salvador, como Padre,
como Creador; para poder permitir que su designio de plenitud de la creación y
de la creación concreta del ser humano llegué a su cenit y a la vez se alcance la
salvación, que es la restauración de la comunión plena que se rompió en el
paraíso terrenal, con el pecado de Adán y Eva. Palabra de Dios significa
revelación de Dios.

1. SIGNIFICADO DE LA PALABRA DE DIOS. CENTRALIDAD.


Siguiendo adelante, sobre todo haciendo referencia a la centralidad de la Palabra
de Dios para nosotros, quisiera indicar dos cosas: una la Palabra de Dios ocupa
entonces — por lo que hemos visto anteriormente— un lugar central en la vida
de todo creyente, y a la vez junto con la Liturgia y sobre todo con la Eucaristía,
constituyen uno de los ejes de la vida de la Iglesia de los creyentes;  la Eucaristía
y la Liturgia que van muy vinculadas también a ella, y la Palabra de Dios son los
dos ejes, sobre los cuales se mueve la vida de la Iglesia y de los creyentes, porque
permite que ese relacionamiento, el religare de la religión, en este caso para
nosotros, con otras connotaciones mucho más precisas, se traduzca en comunión,
en camino, en crecimiento y en vida de plenitud.

En el Concilio Vaticano II, hubo una Constitución, quizás una de las más


bonitas, pero quizás menos conocida, “Dei Verbum” que trata sobre la Palabra
de Dios, y en el número 6, vamos a leerlo dice lo siguiente:

“La novedad de la revelación bíblica consiste en que Dios se da a


conocer el diálogo que desea tener con nosotros. La Constitución
dogmática Dei Verbum había expresado esta realidad reconociendo que
Dios invisible, movido de amor, habla a los hombres como amigos, trata
con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía”
 Fíjense bien esto es una cita de la Carta del Papa Benedicto XVI, Verbum
Domini, que hace referencia a la Dei Verbum, que es la Constitución a la cual
hacíamos mención ahora.

Quisiera insistir leyendo este texto, en que se trata de algo nuevo, insólito  en la
historia de la humanidad, “la revelación bíblica consiste en que Dios se da a
conocer” y abre un diálogo, un diálogo que implica comunión y es un diálogo
con los creyentes, pero también con los no creyentes, por qué Dios quiere
revelarse, darse a conocer incluso aquellos que no han conocido su misterio a
través de Jesucristo, y por eso en la de Dei Verbum, en la Constitución dice lo
siguiente “es una realidad concreta que reconocemos” ¿Cuál es la realidad? Que
Dios invisible, movido de amor, habla a los seres humanos, a los hombres y les
habla como amigos, como imagen y semejanza que son; pero a la vez aplicando
aquello del capítulo primero versículo 12 de San Juan, como hijos de Dios, que
han podido llegar a serlo, gracias a la acción de Jesucristo, el Dios revelador por
excelencia, que se hizo hombre, para hablarnos de Dios mismo, siendo él Dios y
de su misterio de salvación. Y por eso, en la Palabra de Dios como nos dice la
Dei Verbum “permite que la Palabra de Dios trate con los seres humanos, ¿para
qué? para invitarlos, convocarlos y recibirlos en su compañía y entrar en
comunión”. Volvemos a leer este texto bonito, el número 6 de la Verbum Domini
de Benedicto XVI, que cita un trocito de la Constitución dogmática Dei Verbum,
citó 

“La novedad de la revelación bíblica, consiste en que Dios se da a


conocer en el diálogo que desea tener con nosotros. La constitución
dogmática Dei Verbum, había expresado esta realidad, reconociendo
que Dios invisible, movido de amor, habla a los hombres como amigos,
trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía”
Ahora bien, la Palabra de Dios no es simplemente una especie de comunicación
lanzada al vacío, no, la Palabra de Dios, la revelación de Dios, la mostración de
Dios, Dios que se da a conocer a través de sus diversas expresiones —como lo
veremos— pero de manera particular a través de Jesucristo, la Palabra hecha
carne, es para ser escuchada, atendida y puesta en práctica; estas tres ideas
son fundamentales: la Palabra de Dios no se lanza al vacío, sino es para ser
escuchada. No resulta igual que cuando uno de pronto pasa por algún sitio y
están hablando y uno no les presta atención. 

La Palabra de Dios, la revelación de Dios, es para ser escuchada. Luego atendida,


atendida significa que se le presta atención, pero que se asimila y se pone en
práctica, posibilita el encuentro y el diálogo entre Dios y los hombres, estos
imagen y semejanza de Dios e hijos de Dios —como ya lo indicáramos hace un
momento— posibilita el encuentro y el diálogo entre Dios y los hombres, es decir
favorece la comunión y la comunión implica entonces dejarse llevar por la fuerza
de la Palabra de Dios que transforma, como lo dice muy bien en el evangelio de
San Juan, en el capítulo primero, si la Palabra es la que crea todas las cosas y la
Palabra es la que nos da a nosotros la posibilidad de ser hijos de Dios, es
porque es una Palabra que no es neutra o neutral, sino una palabra que tiene
—como ya lo indicamos— una intencionalidad, llevarnos a la plenitud y la
plenitud está en el encuentro definitivo con Dios, que ya podemos adelantar en la
tierra, con la comunión de vida, con el encuentro permanente con el Señor.

 La Palabra de Dios es revelación del misterio de Dios.


¿Qué significa la palabra misterio? La palabra misterio significa no algo oculto,
tenebroso sino una realidad ciertamente oculta, que se va dando a conocer, se va
descubriendo y en la medida que se va dando a conocer y es descubierta, pues
produce un cambio, una transformación. Esta palabra misterio, era utilizada sobre
todo en los primeros siglos de la Iglesia para hacer referencia al sacramento; la
palabra misterio se traduce como sacramento; porque es manifestación de un
misterio oculto, de una realidad oculta, que transforma y la revelación es eso, es
dar a conocer el misterio de Dios, ¿para qué? para que al ser escuchada la
palabra, atendida y puesta en práctica —como lo indicáramos— nos dé una
transformación, una transformación de tal modo que podamos llegar a
compararnos con Jesucristo, como hombres nuevos, mujeres nuevas; lo cual se
hace de muchas maneras, esta Palabra de Dios llega a su culmen con la
Encarnación del Hijo de Dios, “la Palabra se hizo carne y habitó entre
nosotros” nos dice el capítulo primero versículo 14 de San Juan; pero en los
primeros versículos de la Carta a los Hebreos, se nos recuerda “de muchas
maneras Dios habló antes de llegar Jesucristo y con Jesucristo ha llegado a su
culmen la revelación, la Palabra de Dios que se da a conocer”.

Toda la revelación tiene a Cristo como centro y culmen, incluyendo la del


Antiguo Testamento, incluyendo las revelaciones que a lo mejor no están
escritas, pero sí vividas en la creación, porque todas las cosas fueron creadas por
Cristo, por la Palabra hecha carne. Toda la revelación tiene a Cristo como centro
y culmen y el culmen en la medida en que vamos caminando al encuentro con el
Señor y entramos en comunión con él, entramos en comunión con lo que él
revela, el amor del Padre y la fuerza del Espíritu Santo; y así es como hay que
entenderla, incluso en sus manifestaciones más sencillas, a veces nos cuesta esas
manifestaciones sencillas porque a veces no entendemos algún libro de la Biblia,
o porque hay términos que son difíciles, oscuros, o quizás necesitamos estudiar
mucho más; pero todo, todo, todo, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento,
como la creación y las diversas manifestaciones históricas de Dios, tienen a
Cristo como centro y como culmen. Diría San Agustín “Cristo es todo y todo
Cristo se manifiesta para nosotros dando a conocer el misterio de Dios Padre”.

Hay diversas manifestaciones de esa Palabra, la creación es la más patente


que tenemos todos nosotros, incluso mirar la obra creadora nos lleva a reconocer
que Dios está allí presente, primero porque es el que la ha creado y segundo por
qué nos habla de su grandeza, de su belleza; pero también de cómo nosotros que
somos imagen y semejanza del Creador a su imagen y semejanza, participamos
de la creación para nuestro enriquecimiento y para entrar en comunión con él,
una de las finalidades de la Palabra de Dios. 

También la historia, donde se hace presente Dios, de una manera especial en


Jesucristo, pero también en el Antiguo Testamento, vemos como Dios se hizo
presente, a través de Abraham, de Moisés, de los profetas, de algunos hechos
concretos: como la creación o la intervención de Dios con Noé, para prometerle
que no iba a haber otro diluvio, y sobre todo la alianza, de la cual hablaremos a
su debido momento. La historia, pues, habla de Dios, en la misma vida de los
seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios, por eso una de las cosas
que nosotros insistimos mucho en la Iglesia, es que precisamente, al contemplar
al ser humano, no solamente deducimos los derechos o la dignidad que tienen,
sino que lo deducimos porque son imagen y semejanza de Dios, imagen
significa ícono, es decir, representación de Dios, retrato de Dios, y al hablar de
semejanza significa de que el hombre tiene la capacidad de entrar en comunión
con Dios, esa imagen y esa semejanza se rompió con el pecado, se rompió la
imagen y por eso el hombre tuvo que ser restaurado, gracias a Jesucristo, se
convirtió en algo más que una imagen, en hijo de Dios y cómo nos enseña San
Pablo, así como Cristo es imagen del Dios invisible, nosotros a través del
testimonio somos imagen del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y la semejanza
que no es otra cosa sino la comunión y la capacidad de entrar en diálogo, de
entrar en comunión, es lo que nos permite entonces poder dialogar, escuchar y
ser escuchados por Dios. 

También, junto a la historia, a la creación, la vida y creación de los seres


humanos, sobre todo en la persona de Cristo, que es el culmen de la
revelación, y ¿por qué es el culmen?, porque Dios, como dice San Pablo en la
Carta a los Filipenses, “no dudo de rebajarse de su condición divina, para hacerse
hombre y darnos a conocer el misterio de la Redención, es decir la voluntad del
designio salvífico de Dios, pero dándonos a conocer la esencia de Dios” y como
lo dice en el evangelio de San Juan, allá en los discursos del adiós, San Juan
recuerda aquellas palabras de Jesús a Felipe que le dice “oye, muéstranos al
Padre y Jesús le dice «tanto tiempo estás conmigo y no has visto que yo soy el
reflejo, el que me ve a mí ve al Padre»” y por supuesto, sobre todo en los
escritos bíblicos, podemos encontrar gran parte de la Palabra de Dios, no toda la
Palabra de Dios, no toda la revelación de Dios, está consignada en los escritos,
imposible ya San Juan lo decía, que faltarían muchos y muchos libros o se
llenarían muchas y muchas bibliotecas, si se pusieran por escrito sólo las obras de
Jesucristo, imagínense de escribir todas las obras de Dios, desde el inicio, desde
antes de la creación hasta el encuentro definitivo con él, de lo cual nos habla
también el Apocalipsis.

Y también en la Tradición de la Iglesia —que ya hablaremos— Tradición


significa todas aquellas enseñanzas, sobre todo en los tiempos de post-
apostólicos, en los primeros siglos de la Iglesia y que generalmente, están
consignados en los libros escritos de los Padres de la Iglesia, en los escritos de
la teología, de la liturgia, y que trasmiten o pusieron por escrito tradiciones
orales, es decir expresiones que no se conocían, porque no estaban escritas en la
Biblia, pero que sí se iban transmitiendo de generación en generación.

Por eso podemos nosotros perfectamente hablar de la importancia central de la


Palabra de Dios, que es para ser escuchada, atendida y puesta en práctica; y
que nos permite entonces no solamente entrar en diálogo, sino en comunión con
él, para conocer y ser conocidos también por Dios, aunque Dios todo lo sabe,
nosotros no tenemos que estar pensando qué le vamos a dar una noticia nueva,
pero Dios quiere que también nosotros, nos demos a conocer y todo eso se
hace a través del encuentro que nace de la Palabra de Dios.

1. SIGNIFICADO DE LA PALABRA DE DIOS. CENTRALIDAD.


(3ra y última parte)
Vamos a leer el número 2 de la Dei Verbum, que es la Constitución Apostólica
del Concilio Vaticano II, sobre la Revelación, sobre la Palabra de Dios, vamos a
leerlo y vamos a detenernos (en la diapositiva ustedes encuentran unas líneas que
están subrayadas, las he subrayado yo, sencillamente para enfatizar en algunos de
los elementos más resaltantes de este número 2 de la Dei Verbum) dice lo
siguiente 

“Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el


misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de
Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y
se hacen consortes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta
revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por
su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación
consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se
realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de
forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación
manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las
palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen
el misterio contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y
acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación en
Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación”. 
El número 2 de la Dei Verbum, vamos a reflexionar sobre ella.
Este número 2 de la Dei Verbum, tiene algunos elementos resaltantes que
quisiera compartir. Dispuso Dios en su sabiduría, es decir, Dios toma la
iniciativa, no está obligado, sino que en su sabiduría y la sabiduría no es otra cosa
sino todo su ser, todo su pensamiento —ciertamente— pero es toda esa
capacidad inmensa, creativa que tiene Dios. Dispuso él, voluntariamente y con su
propia iniciativa, revelarse, asimismo, es decir, darse a conocer y dar a conocer el
misterio de su voluntad, revelarse, ser Palabra, a través de hechos, de la creación,
de la historia —como ya lo mencionamos— de manera particular, como lo
veremos, a través de Jesucristo. Es decir, darse a conocer asimismo y el misterio
de su voluntad, es decir su designio de salvación, mediante el cual los hombres,
por medio de Cristo, Cristo es el centro y el culmen de la Revelación, la Palabra
Encarnada, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la
naturaleza divina. 

Aquí hay dos elementos importantísimos, a través de Jesucristo, mediador —


como lo veremos al final de esta cita del Dei Verbum número 2— Mediador
entre Dios y los hombres, todos nosotros, la humanidad de todos los tiempos,
puede llegar al Padre con la acción y la fuerza del Espíritu Santo, y se hacen
consortes de la naturaleza divina, es decir, participan de la naturaleza divina y por
eso como lo dice San Juan en el capítulo primero, versículo 12; nos ha dado la
capacidad de ser hijos de Dios, entonces la Palabra de Dios nos transforma de
tal manera, que podemos participar en comunión con él, ya dentro de su mismo
ámbito, dentro de la naturaleza divina, no somos dioses, como dirá el salmo
8, Dios no hizo casi como Dios, pero no somos dioses, pero si nos ha
introducido en su naturaleza, en consecuencia, dice “por esta revelación el Dios
invisible, hace posible el hablar a los hombres como amigos” a través de
diversas expresiones de la historia, la creación —como ya lo vimos— movido
por su gran amor y también habita con ellos para invitarles a la comunicación
consigo, la comunicación no es solamente dar a conocer; comunicar implica
abrir, abrirse; abrir la comunión y abrirse a la comunión, de parte de él, pero
también de parte del ser humano, abrirse a la comunión consigo y recibirlo en su
compañía, Dios abre su corazón, abre su sabiduría, abre su ser para entrar en
comunión, de tal manera de que recibe al ser humano en su compañía, lo
introduce en su ser divino, es decir, nos hace consortes de la naturaleza divina. 

Este plan de la revelación se realiza con hechos: la creación, la historia, con


palabras, a través de los mensajes que se dictan, a través de tantos mensajeros o
de aquello que se ponen por escrito en la Biblia y que están conexos entre sí, de
forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación, manifiestan
y confirman la doctrina y los hechos significados por esas palabras, por esos
hechos; las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio
contenido en ellas, por eso la importancia que la Iglesia le da ciertamente, a todo
aquello que se refiere a la investigación bíblica, investigar significa meterse
dentro de la palabra; la exégesis significa introducirse para que desde dentro de la
palabra, es decir dentro del Dios mismo que se revela, nosotros podamos no
solamente conocer mejor a Dios, sino conocer lo que él nos quiere decir. 

Y al final del número 2 de la Dei Verbum, se nos dice algo que es muy
importante “pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación
humana, se nos manifiesta de una manera muy especial y definitiva a través de
Cristo” se nos manifiesta por la revelación en Cristo, Palabra de Dios hecha
hombre, que es a un tiempo mediador, por ser sacerdote, por ser puente entre
Dios y la humanidad y lo puede ser porque se hizo hombre, sin dejar de ser Dios,
se hizo hombre para llevar los hombres a Dios y no dejó de ser Dios, para llevar
la divinidad a la humanidad, qué es a un tiempo mediador y plenitud de toda la
revelación. ¿Por qué es plenitud de toda la revelación? Porque él mismo con su
persona, con su historia, con su obra, sencillamente, nos da a conocer el misterio
de Dios, primero porque él es Dios y segundo porque está manifestando lo que
Dios Padre quiere que no es otra cosa, sino la Salvación, la plenitud de todo ser
humano. Volvemos a leer para terminar esta parte, este texto bonito de la Dei
Verbum, y les invito a que lo vayamos subrayando, interiorizando, o poniendo
énfasis en lo que más nos llama la atención, dice el número 2 de la Dei Verbum

 “Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el


misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de
Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y
se hacen consortes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta
revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por
su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación
consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se
realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de
forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación
manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las
palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen
el misterio contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y
acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación en
Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación”.
2. LA PALABRA REVELADA. DIVERSAS FORMAS DE
REVELACIÓN.
Podemos ver ahora algunas dimensiones particulares de la revelación, de la
palabra revelada, diversas maneras de revelación. Vamos a basarnos en el
documento bonito Exhortación Apostólica Verbum Domini del Papa Benedicto
XVI, en el número 20 “La economía de la revelación (la palabra economía
significa sobre todo aquello que implique todo lo relativo a la salvación, es decir
todo lo que implique la acción de Dios en la humanidad para la salvación, y
también la revelación) La economía de la salvación tiene su comienzo y origen
en Dios Padre. Su Palabra «hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos»
(Sal 33,6). Es Él quien da «a conocer la gloria de Dios, reflejada en Cristo» (2
Co 4,6; cf. Mt 16,17; Lc9,29). 

Dios, fuente de la revelación, se manifiesta como Padre en el Hijo «Logos hecho


carne» (cf. Jn 1,14), que vino a cumplir la voluntad del que lo había enviado
(cf. Jn 4,34), y lleva a término la educación divina del hombre, animada ya
anteriormente por las palabras de los profetas y las maravillas realizadas tanto en
la creación como en la historia de su pueblo y de todos los hombres. La
revelación de Dios Padre culmina con la entrega por parte del Hijo del don del
Paráclito (cf. Jn 14,16), Espíritu del Padre y del Hijo, que nos guía «hasta la
verdad plena» (Jn16,13). Y así, todas las promesas de Dios se han convertido en
Jesucristo en un «sí» (cf. 2 Co 1,20). De este modo se abre para el hombre la
posibilidad de recorrer el camino que lo lleva hasta el Padre (cf. Jn 14,6), para
que al final Dios sea «todo para todos» (1 Co 15,28). Número 20 de la Verbum
Domini, que es la Exhortación Apostólica sobre la Palabra de Dios, que escribió
el Papa Benedicto XVI. 

Fíjense que aquí el Papa nos está diciendo que son diversas las maneras de la
revelación, la creación de la cual ya hablamos, la creación del hombre, pero
también la historia, la historia de este pueblo de Dios, con las diversas
intervenciones divinas, la historia también de la humanidad, con diversas
expresiones de la intervención divina y también todos aquellos mensajes que
fueron, sobre todo en el Antiguo Testamento, preparando la venida, la llegada de
la Palabra que se hizo carne y por supuesto —como ya lo vimos anteriormente
— la plenitud, el centro de la de la revelación está en Jesucristo, que por otra
parte es la Palabra que se hizo carne, y se hizo de tal manera de que él, siendo
hombre, aun cuando eso es un misterio muy grande, a través de su persona, de su
naturaleza humana y de su persona divina, unida con su naturaleza también
divina, pues nos dio a conocer a Dios Padre, a Dios Espíritu Santo, nos dio a
conocer su obra a través de su entrega, de su palabra que revelaba o revela
todavía, por supuesto, el misterio del amor de Dios que todo lo puede. 
Pero a la vez hay un dato bien interesante, que nos refiere el Papa Benedicto
XVI, la revelación de Dios Padre culmina con la entrega por parte del Hijo de
Dios, es decir de Jesucristo del don del Espíritu Santo. Cristo subió al cielo, pero
nos dejó, nos dio la fuerza del Espíritu Santo y se lo dio a la Iglesia, para que la
Iglesia entonces sea también testimonio vivo, página viva de esa Palabra de Dios
y nos concedió a nosotros con el bautismo, con la confirmación, con nuestra
pertenencia a la Iglesia, la capacidad como hijo de Dios que somos, de ser
testigos, es decir con la fuerza del Espíritu Santo, de transmitir la Palabra de
Dios.

Fíjense lo interesante que es esto para tener en cuenta todo lo que vamos a ir
estudiando a lo largo de las próximas secciones sobre el Antiguo Testamento, el
Antiguo Testamento solamente lo podremos entender desde la perspectiva doble
de la revelación como Palabra de Dios, pero como Palabra de Dios que se cumple
en Jesucristo; incluso a veces uno puede pensar o porque le hacen esa pregunta,
caramba ¿Cómo es que ciertas cosas de la historia del pueblo de Israel, que a
veces no entendemos, que se revelaban contra Dios, que se peleaban, que
buscaban la venganza se cumplen en Jesucristo? Porque forma parte de la historia
de salvación que nunca prescindió de la forma humana, como ese pueblo de Dios
se iba acercando al mismo Dios creador, al mismo Dios que le había prometido la
salvación y le prometió que vendría el Salvador, el Mesías Redentor, en la
persona de Jesucristo y cómo después de que Jesús sube al cielo, no deja solos a
sus discípulos, sino que envía la fuerza de su Espíritu, del Espíritu del
Consolador, del Paráclito, del Espíritu Santo, para que tengan valentía,
entusiasmo de anunciar el evangelio, de edificar el Reino de Dios, proclamando
la palabra a tiempo y a destiempo, como la enseñara Pablo o le pedirá Pablo a
Timoteo, y  que  a ese tiempo y a destiempo se haga en todo lugar, hasta los
confines de la tierra, cómo nos pide el libro de los Hechos de los Apóstoles.

Es  una revelación continua a través de la evangelización y a través del


testimonio de vida, la palabra revelada es una palabra de vida, que ha sido
depositada en nuestras manos, para seguir adelante en la construcción del Reino
de Dios, en el adelanto del Reino de Dios definitivo y sobre todo para que las
generaciones —de generación en generación— como dice el Magníficat, sientan
la misericordia de Dios y la  sientan precisamente porque conocen a través del
ministerio, del servicio de la Iglesia y de los creyentes, la palabra revelada, es
decir conocen a Jesucristo, que es la Palabra de Dios hecha carne, que nos da a
conocer el designio amoroso y salvífico de Dios Padre, que nos ha dado la fuerza
del Espíritu Santo, el Espíritu del Padre y del Hijo qué nos guía hasta la verdad
plena, pero también ayudándonos a ser testigos, para que otros alcancen a través
de nuestra mediación pobre y pequeña, la verdad plena de Jesucristo, el Señor.
Continuamos nuestra exposición sobre la introducción a los estudios del Antiguo
Testamento y vamos a recordar lo que nos dice la Dei Verbum sobre
la Tradición, la tradición viene de entrega, aquello que se trasmite, transmisión y
que puede ser desde el punto de vista cultural o del punto de vista humano, una
cosa que nos enseña cómo vamos recibiendo de generación en generación,
algunas ideas, algunas costumbres, algunas acciones; podemos poner por ejemplo
aquí en Venezuela, como de generación en generación vamos transmitiendo
algunas cosas, como la receta por ejemplo de las hallacas, o de la forma de hacer
la arepa, o también manifestaciones religiosas, que son muy nuestras como el
Nazareno, o aquí en el Táchira la Virgen de la Consolación, el Santo Cristo;
pero la palabra Tradición con T mayúscula, forma parte del legado de la
Palabra de Dios, por qué es el conjunto de escritos, de ritos también en la
liturgia, y de acciones que se fueron transmitiendo sobre todo en la época
inmediata, sobre todo en el primero y segundo siglo, de la era cristiana, que
contenían ideas que no habían sido puestas en escritos bíblicos, pero que si
constituyen lo que se llama el contenido de la Palabra de Dios;  el número 8 de la
Dei Verbum nos dice lo siguiente:

 “Así, pues, la predicación apostólica, que está expuesta de un modo


especial en los libros inspirados, debía conservarse hasta el fin de los
tiempos por una sucesión continua. De ahí que los Apóstoles,
comunicando lo que de ellos mismos han recibido, amonestan a los
fieles que conserven las tradiciones que han aprendido o de palabra o
por escrito, y que sigan combatiendo por la fe que se les ha dado una
vez para siempre. Ahora bien, lo que enseñaron los Apóstoles encierra
todo lo necesario para que el Pueblo de Dios viva santamente y aumente
su fe, y de esta forma la Iglesia, en su doctrina, en su vida y en su culto
perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo lo
que cree”. 
Todo lo que ha recibido de los demás, antes del siglo II, y todo lo que nos
enseñan muchos de los Apóstoles, fíjense que incluso en la primera Carta a los
Corintios, en el capítulo 10, capítulo 12, San Pablo nos habla de la Tradición que
él ha recibido, no es una Tradición que tiene solamente algunos elementos
escritos como son las palabras de la Consagración, sino el hecho de la
celebración de la fracción del pan que genera comunión, por tanto no es
solamente enseñanzas sino también culto o acciones que reflejan la fuerza de esta
palabra, que desde el día de la Ascensión, se ha trasmitido por la evangelización.

Seguimos leyendo el número 8 de Dei Verbum 


“Esta Tradición, que deriva de los Apóstoles, progresa en la Iglesia con
la asistencia del Espíritu Santo: puesto que va creciendo en la
comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas, ya por la
contemplación y el estudio de los creyentes, que las meditan en su
corazón y, ya por la percepción íntima que experimentan de las cosas
espirituales, ya por el anuncio de aquellos que con la sucesión del
episcopado recibieron el carisma cierto de la verdad. Es decir, la
Iglesia, en el decurso de los siglos, tiende constantemente a la plenitud
de la verdad divina, hasta que en ella se cumplan las palabras de Dios”.
 Tradición que deriva de los apóstoles y que se va trasmitiendo, por eso
cuando nosotros estudiamos la Teología, decimos que tenemos que acudir a las
fuentes de esa teología como es la Palabra de Dios, ciertamente escrita, pero la
Palabra de Dios transmitida en la Tradición y en la Liturgia y que la conseguimos
sobre todo en los Padres de la Iglesia que luego, ambas la Tradición que incluye
los escritos, las reflexiones y también todo lo referente a la liturgia, junto con la
Palabra de Dios, provocan dos cosas importantes: el Magisterio de la Iglesia, es
decir, la enseñanza de la Iglesia a través de los obispos, a través de del Papa, a
través de los Concilios, a través de diversas manifestaciones, que todos
conocemos y allí entonces surge la Teología, la Teología que estudia y
profundiza la Palabra de Dios.

“Las enseñanzas de los Santos Padres —nos dice la número 8 de la Dei Verbum—
testifican la presencia viva de esta tradición, cuyos tesoros se comunican a la
práctica y a la vida de la Iglesia creyente y orante. Por esta Tradición conoce la
Iglesia el Canon íntegro de los libros sagrados, y la misma Sagrada Escritura se va
conociendo en ella más a fondo y se hace incesantemente operativa, y de esta
forma, Dios, que habló en otro tiempo, habla sin intermisión con la Esposa de su
amado Hijo; y el Espíritu Santo, por quien la voz del Evangelio resuena viva en la
Iglesia, y por ella en el mundo, va induciendo a los creyentes en la verdad entera, y
hace que la palabra de Cristo habite en ellos abundantemente (cf. Col., 3,16).”
Esto nos lo recuerda San Pablo en la Carta a los Colosenses, capítulo 3 versículo
16. Entonces de este número 8 de la Dei Verbum, deducimos que la Tradición es
el conjunto de tradiciones, celebraciones, de cultos y de algunos otros hechos que
han sido transmitidos, para profundizar en el contenido de la Palabra de Dios y
que nos permiten luego tomar una serie de decisiones, como el caso de algunos
Concilios, o también orientar al pueblo de Dios, como es el caso del Magisterio
del Papa y de los Obispos o sencillamente profundizarla en la Teología; por eso
la Teología tiene como fuentes la Palabra de Dios, la tradición viva y la Liturgia,
no entendida como rito solamente sino con ritos que tienen un contenido que
muchas veces aparecen en lo que solemos llamar los sacramentarios. 
Si nosotros tenemos en cuenta esto vamos a descubrir qué aquí hay un elemento
que nos diferencia de algunas denominaciones religiosas que se consideran
también cristianas, que no aceptan la Tradición, ellos piensan que sólo la
Escritura basta y sólo la Escritura es la que contiene la Palabra de Dios,
ciertamente que la Palabra de Dios está completamente presente en la Escritura,
pero también —como ya lo hemos indicado— del número 8 de la Dei Verbum,
también la Iglesia acepta, proclama y recibe como legado de la revelación, todo
aquello que tiene que ver con la Tradición, —que como ya lo indicamos hace un
momento— significa transmisión, entrega de generación en generación.

3. LA PALABRA DE DIOS ESCRITA: LA BIBLIA, LA


INSPIRACIÓN. (1ra parte)
En el número 11 de la Dei Verbum, se nos habla ya más detenidamente, de la
Sagrada Escritura. Sagrada Escritura es el conjunto —valga la redundancia—
escritos sea en forma de libros de historia, de profecías, de poesías, de oraciones
como los Salmos, de evangelios, de cartas y de apocalipsis que encontramos en la
Biblia. Entonces, parte de esa revelación fue puesta por escrito, —como ya lo
indicamos también— con lenguaje humano, que encierra la Palabra de Dios, la
palabra inmensa, eterna de Dios, se encierra en palabras humanas.  Del número
11 de la Dei Verbum escuchamos lo siguiente: 

“Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la


Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo” 
El autor sagrado fue guiado por el Espíritu Santo, no veamos esta guiatura del
Espíritu Santo con un sentido fundamentalista, literal, el Espíritu Santo no fue
que agarró la mano de los autores sagrados, sino que les orientó, les dio el
ambiente, les dio la información, les dio la gracia para poner por escrito, lo que
había que consignar, con su cultura, con su estilo y por eso es importante destacar
que el Espíritu Santo respeta la libertad de aquellos que escribieron la Sagrada
Escritura.

Según el número 11, de la Dei Verbum 

“La santa Madre Iglesia, según la fe apostólica, tiene por santos y


canónicos los libros enteros del Antiguo y Nuevo Testamento con todas
sus partes, porque, escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen
a Dios como autor y como tales se le han entregado a la misma Iglesia”.
 Fíjense tiene por santos y canónicos, santos significa que reconocen que son
Palabra de Dios y canónicos, significan que están en el Canon, en el
reconocimiento oficial de la Iglesia, ya desde los primeros siglos, como los
conocemos muy bien. Tienen a Dios como autor y como tales se le han entregado
a la misma Iglesia. “Pero en la redacción de los libros sagrados, —sigue la Dei
Verbum, Número 11— Dios eligió a hombres, que utilizó usando de sus propias
facultades y medios, de forma que obrando Él en ellos y por ellos, escribieron,
como verdaderos autores, todo y sólo lo que Él quería”. Por eso vemos las
dificultades que deben sortear también los exégetas, los estudiosos, y que nos
permiten ver como un libro puede tener elementos históricos, que algunos pueden
cuestionar, porque no tienen la precisión de estos tiempos modernos, pero no se
olviden que, en aquella época, todo se trasmitía de forma oral, no había los
recursos que hoy hay, pero se trasmitía, lo importante era que esa historia estaba
dentro del marco de la historia de la salvación.

También vemos como hay estilos poéticos, diversos, los Salmos, los libros de la
sabiduría, Proverbios, el Eclesiástico, el Eclesiastés, el libro de la Sabiduría,
también los profetas que tiene cada uno su estilo, también responden —como lo
vamos a ver a su debido momento— a las circunstancias propias que estaba
viviendo el pueblo. Y luego en el Nuevo Testamento, los evangelios, los Hechos
de los Apóstoles, las cartas y el Apocalipsis. Seguimos en el número 11 de la Dei
Verbum

 “Pues, como todo lo que los autores inspirados o hagiógrafos


(hagiógrafo significa autor sagrado) afirman, debe tenerse como
afirmado por el Espíritu Santo, hay que confesar que los libros de la
Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que
Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación”
 Esto es importante tenerlo en cuenta, porque muchas veces en programas de
radio, de televisión, sobre todo en algunos programas de televisión que dicen ser
científicos, y terminan siendo seudocientíficos, hablan de errores de la Biblia, y
no son errores, sino son interpretaciones, sobre todo en el campo histórico, en el
campo geográfico, en el campo dijéramos en la trasmisión de una época a otra,
pues puede haber  alguna cierta debilidad, porque no se tenían en aquella época
los recursos que hoy tenemos; pero lo que quiere trasmitirse, aún en medio de
esos posibles “más que errores e imperfecciones” es la verdad, la verdad
revelada, la verdad que Dios quiso consignar en las Sagradas Escrituras, en
las sagradas letras para nuestra salvación. Allí está la finalidad de la
revelación, la salvación, la salvación de la humanidad.

En esto, cuando los estudiosos de la Escritura, sobre todo del Antiguo


Testamento, hacen sus interpretaciones, muchas veces se valen de algunas
ciencias que apoyan la investigación, como es la arqueología, la geografía, los
estudios  de otros libros también sagrados o santos de otras denominaciones, o lo
que llamamos  libros apócrifos, porque aportan datos interesantes para entender,
por ejemplo la situación histórica, localizaciones de sitios que han desaparecido,
etc., pero lo que importa es lo que hemos leído y lo vamos a volver a leer del
número 11 de la Dei Verbum “La verdad que Dios quiso consignar en las
sagradas letras para nuestra salvación” Así pues —dice el número 11— 

“toda la Escritura es divinamente inspirada y útil para enseñar, para


argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre
de Dios sea perfecto y equipado para toda obra buena” (2 Tim., 3,16-
17).
Hemos visto con esto, que la parte de esa revelación, a través de la inspiración
del Espíritu Santo, fue puesta por escrito, ciertamente con lenguaje humano, y ahí
está el trabajo de los estudiosos, de los exégetas, de los comentaristas y también
el nuestro, al final de este curso vamos a tener unos ejercicios, Dios mediante
para ver cómo podemos descubrir en el lenguaje humano, lo que quieren encerrar
la Palabra de Dios. Les recomiendo que, en cualquier momento, revisen este
número 11 de la Dei Verbum, para recordar que la Sagrada Escritura, contiene
todo lo que Dios ha querido decirnos y a esto se une lo que veíamos
anteriormente, con lo que se llama la Tradición. La Sagrada Escritura, la
Tradición con las enseñanzas que se recogen con los padres de la Iglesia y con
toda la teología litúrgica, que se ve en los sacramentarios, nos permiten entonces
tener una visión amplia de lo que Dios quiere de todos nosotros, que conociendo
la verdad alcancemos la salvación.

LA INSPIRACIÓN
Seguimos hablando de la Sagrada Escritura, ya hemos mencionado en varios
momentos el tema de la inspiración. La inspiración es la acción del Espíritu
Santo en los autores sagrados, el Espíritu es el que guía, el que ilumina. La
primera cosa que hay que tener en cuenta es que la inspiración no es una cosa
mecánica, no es que el Espíritu Santo haya agarrado de la mano, “usted tiene que
escribir esto porque es lo que hay que escribir”, no, el Espíritu Santo se vale de
muchas maneras, de muchos modos, para inspirar, puede ser por una inspiración
de contemplación, cómo puedes ser como es el caso por ejemplo de los
evangelios, que el autor sagrado va reuniendo, las diversas tradiciones, algunas
de ellas incluso puesta por escrito, que lo que se suele llamar las logias o el de
trasmitidas en las predicaciones de los Apóstoles, para luego con su estilo propio
cada uno de los evangelistas, como también de los profetas, transmitir lo que el
Espíritu Santo quiere que se transmita, la inspiración es pues acción del Espíritu
Santo, respetando la libertad del autor y por eso respeta su estilo, si fuera el
Espíritu Santo el que hubiera agarrado la mano de todos y cada uno de los
escritores sagrados, pues sencillamente tendría el mismo estilo, los mismos
vocabularios, las mismas organizaciones de todos los textos; por eso se respeta la
libertad del autor, su estilo, sus condiciones, su cultura y muchas veces, —como
bien lo veremos también a su debido momento en el correr de este curso—
muchas veces, más que un autor, es un conjunto de autores, propios, unidos en
una escuela, como es el caso por ejemplo de la carta a los Hebreos, que
posiblemente haya sido de varios discípulos, o de un discípulo que recogió
también la enseñanza de otros condiscípulos y de Pablo; como es el caso también
de las tres cartas y el evangelio de San Juan, que bajo inspiración del Espíritu
Santo y desde el Espíritu Santo con San Juan, se hizo conocer a través de las
expresiones propias de la comunidad eclesial joanica, o de San Juan.
También el Espíritu Santo, en esta acción de inspiración, respeta los aspectos
culturales e históricos. 

No es lo mismo escribir en la época de Amós, que es el primer libro de la


Escritura, hacia el siglo VII antes de Cristo, que en el siglo primero después de
Cristo; no es lo mismo escribir los libros sapienciales en un momento
determinado, que los libros históricos, que responden también a circunstancias
culturales e históricas; esto no le quita para nada la importancia, la centralidad y
la fuerza de la paz de la Sagrada Escritura como Palabra de Dios. La Palabra de
Dios, se expresa con palabras humanas; ese es el trabajo que tenemos nosotros
como exégetas, como investigadores, como contemplativos también de la
Palabra, descubrir lo que esas palabras humanas, nos van trasmitiendo.

Veíamos al inicio de este curso, como por ejemplo el concepto dabar Palabra, es
traducido en griego por logos, en latín por Verbum, porque no había formas
quizás en aquella época de traducirlo para transparentar el sentido de lo que
conlleva el término dabar, eso es el trabajo de un exégeta, y esto nos vuelve a
indicar que la Palabra de Dios se expresa con palabras humanas, gracias —
ciertamente— a la obra del Espíritu Santo, no es que la Sagrada Escritura haya
llegado del cielo, búsquela en determinado sitio o haya llegado como algunos
pretenden traída por extraterrestre; algunas denominaciones religiosas no
cristianas, incluso dicen que en su libro sagrado (que incluso consideran más
sagrado que en la Biblia) pues lo encontró el autor o el iniciador de su corriente
religiosa, en determinado sitio en unos papiros de cobre, eso no funciona, ni es
así como se realiza la inspiración de la Palabra de Dios, en palabras humanas en
nuestra Biblia.

La misión del Hijo y del Espíritu Santo son inseparables y constituyen una única
economía de la salvación, es decir un mismo misterio de salvación, el mismo
Espíritu que actúa en la Encarnación del Verbo, de la Palabra, del Logos —según
las traducciones que tengamos— en el seno de la Virgen Maria, es el mismo que
guía a Jesús, a lo largo de toda su misión, y que será prometido a los discípulos,
el mismo Espíritu que habló por los profetas, sostiene e inspira a la Iglesia en la
tarea de anunciar la Palabra de Dios y en la predicación de los Apóstoles, es el
mismo Espíritu finalmente, quien inspira a los autores de las Sagradas Escrituras,
esto lo vemos en el Verbum Domini número 15 escrito por el Papa Benedicto
XVI, fíjense que con palabras sencillas nos está indicando el sentido de esa
inspiración. Es una inspiración guiada por el Espíritu Santo, que incluso a la
Palabra que se hizo carne, lo acompañó para poner en práctica lo que el profeta
había anunciado y que el Hijo de Dios en la sinagoga de Nazaret, como lo
recuerda el capítulo 4 de San Lucas, se auto arrogó “El Espíritu del Señor está
sobre mí, me ha enviado para anunciar el evangelio y dar la salvación, etcétera,…
y todo esto se cumple hoy”. Bueno es el Espíritu Santo el que guía también, en
compañía de comunión, lo que el Padre quiere del Hijo qué es el anuncio vivo
como Palabra Encarnada de la Salvación.

El Espíritu Santo, por otra parte, inspira a la Iglesia y a los creyentes para
aceptar y escuchar la Palabra, no podemos pensar que la inspiración se acabó,
no; se acabó en cuanto que ya se cerró el canon de las Escrituras, pero la
inspiración sigue, ya desde otra perspectiva porque el Espíritu Santo le da a la
Iglesia y a todos los creyentes y a los hombres de buena voluntad que
también interpretan rectamente la Sagrada Escritura, la capacidad para
aceptar y escuchar esa palabra de salvación.

3. LA PALABRA DE DIOS ESCRITA: LA BIBLIA, LA


INSPIRACIÓN. (2.ª parte)
En el número 16 de Verbum Domini leemos lo siguiente, para hacer referencia a
la acción del Espíritu Santo, 

“Conscientes de este horizonte pneumatológico, (explico la


penumatológico significa todo aquello que tiene que ver con el Espíritu
Santo, viene de pneuma = espíritu) los Padres sinodales han querido
señalar la importancia de la acción del Espíritu Santo en la vida de la
Iglesia y en el corazón de los creyentes en su relación con la Sagrada
Escritura” 
Fíjense bien, la Iglesia quiere señalar la importancia también del Espíritu Santo
que a lo largo de la vida de la Iglesia y en el corazón de los creyentes permite no
solamente aceptar que la Biblia, la Sagrada Escritura, es Palabra de Dios,
también la Tradición, sino que le da la capacidad para entender como fue escrita
la Palabra de Dios, cuento con la ayuda de comentaristas, de investigadores, de
científicos, etc.,.
Seguimos en el número 16 de la Verbum Domini “Sin la acción eficaz del
«Espíritu de la Verdad» (Jn14,16) no se pueden comprender las palabras del
Señor”. Ese es el Espíritu de la Verdad, recordemos que verdad significa
bíblicamente la Revelación, lo que se trasmite de parte de Dios.

No se pueden comprender las palabras del Señor si no se tiene en cuenta la


acción eficaz del Espíritu de la Verdad. 

“Como recuerda san Ireneo: «Los que no participan del Espíritu no


obtienen del pecho de su madre (la Iglesia) el nutrimento de la vida, no
reciben nada de la fuente más pura que brota del cuerpo de Cristo».
Puesto que la Palabra de Dios llega a nosotros en el cuerpo de Cristo,
en el cuerpo eucarístico y en el cuerpo de las Escrituras, mediante la
acción del Espíritu Santo, sólo puede ser acogida y comprendida
verdaderamente gracias al mismo Espíritu”.
 Así lo dice el Papa Benedicto XVI.
Quisiera subrayar una idea muy bonita que él manejó a lo largo de su vida de
profesor y también como de Santo Padre, el Papa, fíjense que él habla que la
Palabra de Dios llega a nosotros en el cuerpo de Cristo, que se encarnó y luego
permanece para nosotros en el Cuerpo Eucarístico y en el Cuerpo de las
Escrituras, esto va a llevar a hablar de la sacramentalidad también de la Palabra
de Dios. Todo esto nos permite entonces reforzar esa idea que ya vimos
anteriormente, que es que el Espíritu Santo sigue guiando a la Iglesia para que
conozca la Palabra de Dios, no solamente la conozca, sino que la interprete, y no
solamente que la conozca y la interprete y la ponga a funcionar en sus obras, en
su acción en su evangelización, sino que sea capaz de nutrirse como alimento de
vida eterna.

Hace un momento hacíamos referencia de la sacramentalidad de la Palabra de


Dios, Sacramento es aquel signo sensible de la gracia, que nos permite no
solamente disfrutar de la palabra, de sus efectos, de la gracia de Dios, sino que
nos conduce a la Salvación, esto es fundamental y por eso la Palabra de Dios
tiene esa dimensión de Sacramento, no al estilo de los siete sacramentos,
ciertamente, pero sí con la fuerza de la sacramentalidad propia de la Iglesia,
Cristo es el Sacramento del Padre porque nos da a conocer el misterio de Dios
con su revelación, como palabra encarnada y este conocimiento muy bien
sabemos, por la Escritura es sencillamente, fuente de salvación.
“Un concepto clave para comprender el texto sagrado, como Palabra de Dios,
en palabras humanas, es ciertamente el de inspiración”. Nos vamos a referir
con esto al número 19 de Verbum Domini que es la Carta, la Exhortación
Apostólica post-sinodal de Benedicto XVI, sobre la Palabra de Dios. 
Volvemos a decir, un concepto clave para comprender la Escritura el texto
sagrado, es reconocer que en esas palabras humanas ha habido inspiración.
“También aquí podemos sugerir —nos dice el Papa— una analogía: así como el
Verbo de Dios se hizo carne por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen
Maria, así también la Sagrada Escritura nace del seno de la Iglesia por obra del
Espíritu Santo. La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios, en cuanto escrita por
inspiración del Espíritu Santo”—nos lo recuerda el Papa— “De este modo, se
reconoce toda la importancia del autor humano, ——llamado autor sagrado o
hagiógrafo— que ha escrito los textos inspirados y al mismo tiempo a Dios como
el verdadero autor”. 

Trabajan en comunión, trabajan mancomunadamente y aunque la palabra humana


del autor sagrado sea débil, sea limitada, sea escrita incluso a veces con posibles
imprecisiones, contiene lo más grande, que es la Palabra de Dios; cuando digo
que con ciertas imprecisiones, en porque tenemos que recordar que la Palabra de
Dios fue escrita en un tiempo donde no había los recursos que hoy tenemos y
para nosotros pueden ser imprecisiones y sin embargo, para ellos no es
imprecisión y por otra parte hay que ver también un elemento, vamos a poner un
ejemplo para que ustedes lo vean claramente, muchas veces nosotros queremos
hacer una interpretación fundamentalista de textos, que tienen un contenido
teológico mucho mayor. 

Voy a poner el primer ejemplo, un ejemplo que a lo largo de nuestro curso pues
irán surgiendo, fíjense ¿Qué fue lo primero que creo Dios en el libro del Génesis?
La luz, y cuatro o cinco días después, habla de que creó en el cielo las estrellas, el
sol, las luminarias para iluminar a la humanidad; entonces ¿ahí hay un elemento
contradictorio? No, porque la luz de la cual habla que el autor sagrado, es la luz
de la vida; del caos, de la oscuridad plena, de la nada, surge la creación y surge
como luz, un concepto que luego en la Sagrada Escritura, se va a desarrollar,
porque implicará la verdad de Dios y la salvación. Si nosotros acudimos, como
muchas veces se acude, pensando que éste es un libro científico, vamos a decir
que no es un libro científico, aunque contenga algunos elementos que puedan ser
de carácter científico, pero en este caso fíjense que la palabra humana va por un
lado de lo que puede ser la interpretación fundamentalista, rigorista, literal del
texto de la Escritura.

El Espíritu Santo nos ha dado sus dones, con los cuales podemos escuchar lo que
él inspiró a los autores sagrados, dones para interpretar, como es el caso de los
tres dones del entendimiento, de la sabiduría y de la ciencia; dones para ponerlos
en práctica a través de nuestra conducta, como es el caso del consejo y de la
fortaleza y dones que nos permiten orientar no solamente nuestra vida, sino hacer
que entonces que esta vida esté centrada en Dios que se revela de manera
especial en la Palabra de Dios, que son el don de la piedad y el don del temor de
Dios. Así pues, por el Espíritu Santo, nosotros reconocemos la importancia del
autor humano que ha escrito, sus diversos escritos —valga la redundancia— que
ha escrito sus expresiones de libros, de poesías, etcétera, con la inspiración del
Espíritu Santo.

¿Cómo llega esa inspiración? Bueno, es un don, una gracia, que no es medible,
que no es cuantificable, pero que ciertamente existe. El Espíritu Santo nos ha
dado pues sus dones, —ya lo hemos dicho— con los cuales podemos escuchar lo
que él inspiró a los autores sagrados. Fíjense bien, el Espíritu Santo que inspira a
los escritores, a los autores sagrados, también nos da a nosotros la capacidad para
entender. Para comprender o para dejarnos guiar por la fuerza, por el dinamismo
interno, que él mismo ha creado en y con los autores sagrados; por analogía
entonces podríamos decir, que si leemos, cómo debemos hacerlo con fe y
atención a la inspiración del Espíritu Santo, lo que fue escrito, eso que fue
escrito, nos permite convertirnos en lectores sagrados. Esto hay que tenerlo en
cuenta, somos lectores sagrados, de libros escritos por autores
sagrados, lectores sagrados significa que nos dejamos llevar por la fuerza del
Espíritu Santo, que nos dejamos llevar por la fuerza de la revelación, que nos
dejamos llevar por esa Palabra de Vida Eterna.

La Sagrada Escritura, libros escritos con términos humanos, con la fuerza


del lenguaje humano, pero con la fuerza mayor del Espíritu Santo que
inspira para que se puedan conocer en esos escritos, la verdad que Dios
quiere transmitirnos y que en el fondo, por esa dimensión sacramental de la
Palabra de Dios nos produce un efecto concreto, la Salvación, como lo diría
también Jesús en el evangelio, es Palabra de Vida Eterna.

4. LOS LIBROS DE LA BIBLIA.


La Sagrada Escritura se encuentra en la Biblia, esa escritura la Biblia, es el
conjunto de libros inspirados, que nos transmiten la palabra revelada y
reveladora de Dios; hay que unir estos dos términos, es palabra revelada por qué
ha sido consignada, pero es reveladora porque revela —valga la redundancia—
es por eso que hablamos palabra revelada y reveladora de Dios. Y como bien lo
sabemos, está dividida en dos partes, el Antiguo y Nuevo
Testamento. Testamento aquí es concebido como en dos sentidos, como la
herencia que se nos da, pero como una herencia que tiene que ver con la alianza.

En el Antiguo Testamento se nos presenta todo lo referente a la primera


alianza, que luego vamos a estudiar a su debido momento, con el que el sentido
de alianza, que es pacto, que es alianza, que es unión, que es comunión entre
Dios y su pueblo y por eso todo lo que transmite antes de la llegada de Jesucristo,
se considera el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento que es todo lo que
se escribe después de la Encarnación de Jesús, para transmitir su mensaje,
su persona, su verdad reveladora. El centro y culmen de la Sagrada Escritura
es Cristo. En él se cumplen todas las Escrituras, las del Antiguo y del Nuevo
Testamento, Él es el que le da sentido a todo, aun aquellas cosas que
aparentemente pueden ser sencillas e informaciones de carácter histórico o
geográfico, todo apunta a Cristo, que luego se hizo hombre y como hombre,
Palabra Encarnada, nos dio a conocer todo lo referente a la voluntad de Dios y
cómo nos enseña el evangelio de San Juan, en los discursos del adiós, el que ve a
Jesús, ve al Padre; el que ve su persona, sus dichos, los comparte, los acepta, los
asume, los contempla; pues está contemplando el misterio de Dios, que no es otra
cosa sino aquello para lo cual vino Jesús, pero el misterio de Dios, también
presentado como voluntad, como designio de salvación. Por eso, Cristo es el
centro y culmen de toda la Escritura, porque es el que viene a cumplir todas
las promesas, toda la historia de la salvación iniciada en el Antiguo
Testamento, todo lo que se prometió con la llegada de un Mesías, que iba a
derrotar al demonio y a la vez iba a recuperar la imagen y semejanza que se había
roto con el pecado original. 

Esta Sagrada Escritura, con los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, decimos
que está encerrada en lo que se llama el Canon de la Iglesia. El Canon de la
Iglesia, ya es una decisión posterior —ciertamente— motivada, dirigida, guiada
por el Espíritu Santo, para determinar cuáles son los libros que verdaderamente
se componen o que componen la Sagrada Escritura. Algunas denominaciones
protestantes no aceptan todos los libros, por qué consideran que algunos no son
completamente de la Palabra de Dios y por eso en las biblias, muchas veces,
sobre todo las biblias que han sido traducidas por equipos ecuménicos, se hablan
de los libros canónicos y deuterocanónicos, deuteros que significa en un
segundo momento, deuterocanónicos, es decir, reconocidos posteriormente
como canónicos.

La actitud con la que hay que acudir a la Biblia, la Palabra de Dios, pues es una
actitud dijéramos triple: De fe, porque vamos a encontrar Palabra viva de Dios,
no podemos acudir a la Biblia como si se tratara de un libro histórico, un libro
religioso más, como algunos pretenden y por eso muchas veces cuando hay
algunas interpretaciones, vamos a llamarlas así “haladas de los cabellos” como
décimo en el lenguaje popular, es porque no hay fe o porque no se ve la Biblia
como Palabra de Dios, que la fe que me lleva también a poner en práctica pues
esa palabra, palabra de vida eterna.

Por otra parte, hay que leerla con la actitud de Dios y la actitud de Dios está
definida en el capítulo 4 versículo 8 de la primera Carta de San Juan DIOS ES
AMOR. La Sagrada Escritura transmite el amor de Dios a la humanidad,
tan grande y tan extremo, que envió a su Hijo, como nos lo dice el capítulo 3
de San Juan, para dar la salvación a la humanidad, el amor, es decir hay que
verla con amor.

Una tercera actitud, que tiene mucho que ver con la esperanza, es ver el porqué
y el para qué de la Palabra de Dios. ¿El por qué? Dios que quiere revelarnos
¿Para qué? Para dar la salvación; por tanto con una actitud de esperanza, pero una
actitud de esperanza no demasiado inmanente, “vamos a aguardar a ver si llega
otra vez alguien que nos dé la salvación”, no ya la salvación se realizó y Jesús
vendrá al final de los tiempos, como nos dice la Palabra de Dios, pero vendrá al
final de los tiempos sencillamente para cumplir, para darle plenitud a esto que ha
sido anunciado en la Palabra de Dios y por eso la mejor actitud, para leer la
Palabra de Dios, cuando la estudiamos, cuando preparamos alguna charla, o
una catequesis, cuando preparamos una homilía, o cuando la utilizamos
para la lectio divina, es la actitud de la contemplación, para descubrir en esas
palabras humanas, que a lo mejor en un texto determinado que estamos
estudiando, que estamos orando, que estamos reflexionando nos pueda introducir
en el ámbito de la vida eterna, de la inspiración que Dios nos da; por eso
contemplar en el fondo es convertirse en lector sagrado, como veíamos hace un
momento.

Con esto terminamos esta parte introductoria de este curso, que implica tener
bien en cuenta todo esto, para descubrir en todos los escritos del Antiguo
Testamento, el anuncio de la llegada de la Salvación, en quien desde luego se
hizo Palabra Encarnada, que es Jesucristo. Por eso les invito, que de ahora en
adelante, teniendo en cuenta estas y otras ideas que podamos profundizar en
nuestros estudios personales, y que con el enriquecimiento de lo que cada uno de
los facilitadores va a dar, veamos el Antiguo Testamento, no como un libro de
historia antigua, sino un libro que contiene elementos de historia antigua,
pero en el marco de la historia de la salvación, es decir, que apuntan a la
salvación de todos los seres humanos.
Por otra parte, que lo veamos con actitud de contemplación para
enriquecernos y así también fortalecer nuestra tarea evangelizadora,
nuestra actitud de testimonio, para que otros a través de nosotros también
puedan llegar al conocimiento de Dios, con la palabra de Salvación.

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