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HISTORIA DE LA SALVACION

INTRODUCCION

Licenciatura en Educación Religiosa

I. LA BIBLIA, LIBRO DE LA IGLESIA.

Vamos a iniciar el estudio de un libro que contiene los fundamentos de nuestra FE: la BIBLIA. No
se trata de un estudio con el que pretendamos simplemente "saber" y "conocer", sino de un estudio
que nos lleve a amar la Sagrada Escritura, y sobre todo a amar al Dios que se nos manifiesta a través
de ella. En efecto, la Biblia no es un libro cualquiera, que transmita sólo ideas y pensamientos, sino
principalmente un libro que nos habla de ALGUIEN que quiere establecer con nosotros una
relación personal: relación de amor y de entrega, es decir, la FE.

La Biblia es el libro de la IGLESIA, porque nos habla de su FUNDADOR y su protector:


JESUCRISTO. En ella encontramos ante todo la experiencia que tuvieron los apóstoles de su
Maestro y Amigo, Jesús de Nazareth. Allí encontramos la preparación de su venida, su obra, su
mensaje, su personalidad y su identidad, su muerte y resurrección.

En la Sagrada Escritura, la Iglesia encuentra quién es ella, cuál es su misión, cuál es el mensaje que
cree. Para saber QUIÉN ES, la Iglesia -y cada cristiano en particular- debe leer la Biblia.

Pero la Biblia es el libro de la Iglesia por otra razón muy importante: porque la Biblia fue entregada
a la Iglesia para que ella la CONSERVARA, la TRANSMITIERA a través de los tiempos, y la
INTERPRETARA. La Biblia fue colocada en manos de la Iglesia (depositada) para que ella la
enseñara y la interpretara correctamente; esto quiere decir que la lectura de la Biblia no es un asunto
individual y privado, como que cada cual la leyera y entendiera a su manera, sino que su verdadero
sentido es enseñado por la Iglesia.

II. LA BIBLIA: UN LIBRO ESPECIAL, UNA LECTURA ESPECIAL.

La Biblia no es un libro como todos. No lo es por muchas razones:


En primer lugar, porque su AUTOR no es un escritor cualquiera, sino el mismo Dios que se
manifestó a un pueblo y a unos hombres para que dieran testimonio de su amor divino y de su fe.

En segundo lugar, porque lo que comunica no es un mensaje cualquiera, sino la palabra de Dios.
En tercer lugar, porque lo que pretende no es dar a conocer ideas o cosas, sino ante todo invitar al
lector a responder a ALGUIEN que lo interroga e interpela en el amor: quien lee la Sagrada
Escritura no debe quedarse sólo en el contenido intelectual, sino que debe ENCONTRARSE
personalmente con el Señor que le habla y que lo ama.
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En cuarto lugar, porque la Biblia no fue escrita como los demás libros: fue escrita durante un
período largo de tiempo, aproximadamente mil años, en un ambiente cultural muy diferente del
nuestro, en un idioma diferente, con un estilo que para nosotros resulta algo extraño. Si pensamos
en las diferencias y dificultades que nos implica leer un texto antiguo, como por ejemplo el Poema
del Mío Cid o El Quijote, escritos en el castellano del S. XII o del XVI, nos haremos una idea de la
distancia que nos separa de unos textos escritos hace dos o tres mil años en unos idiomas tan
distintos del nuestro como el hebreo o el arameo y por autores de una cultura tan diferente de la
nuestra como lo es la oriental.

Ahora bien, eso no puede de ninguna manera desalentar la lectura de la Biblia, porque a pesar de
todo lo que hemos dicho, es un texto escrito para todos, aun para el más sencillo de los cristianos.

El deseo de conocer cada vez mejor la Palabra de Dios, ha conducido a la elaboración de muchos
métodos y técnicas que permiten llegar cada vez mejor a la intención del autor sagrado, llamado
"hagiógrafo", que es en el fondo el mensaje que Dios quiere transmitirnos. Mencionemos
rápidamente esas técnicas y métodos:

Tomemos la Biblia. Lo que tenemos entre manos es una edición moderna de una TRADUCCION,
puesto que la Biblia no fue escrita en español; fue necesario, entonces, que unos especialistas en
lenguas (hebreo y griego) la tradujeran al español; hoy podemos encontrar diversas traducciones
españolas de la Biblia. Tengamos en cuenta, además, que la Biblia ha sido traducida a cientos de
idiomas.

Pero ahí no para todo; pensemos qué fue lo que tradujeron los especialistas: ellos no tradujeron el
texto original, puesto que no se conserva el original de ningún libro bíblico: lo que se conserva son
COPIAS, y no copias propiamente del original, sino copias de copias. ¿Cómo saber cuál es el texto
legítimo, auténtico, dado que en muchas ocasiones hay diferencias entre una copia y otra del mismo
texto? Aquí entra en acción otro método o técnica: la CRÍTICA TEXTUAL, que se encarga de
establecer el texto auténtico a partir de las copias, comparando y evaluando los distintos
manuscritos. Aquí entra también el trabajo de los paleógrafos.

Pero todavía hay más: cuando alguien escribe, utiliza unas maneras, giros, expresiones, todo lo cual
conforma el estilo, que también es necesario identificar; igualmente, cuando alguien escribe usa los
llamados GÉNEROS LITERARIOS, entre los que encontramos por ejemplo la leyenda, la oda, el
relato épico, la crónica, el himno profano y el litúrgico, etc. El estudioso debe reconocer los estilos,
maneras y géneros literarios. A todo esto se le llama la CRÍTICA LITERARIA. Es clásico, a
manera de ejemplo, el caso del libro del profeta Isaías: en la Biblia tenemos un libro de 66 capítulos
con ese nombre, que se atribuía antiguamente a un solo autor. Pero los estudiosos, con ayuda de la
crítica literaria y la crítica histórica, descubrieron que en ese libro están reunidas tres obras de tres
autores diferentes; ellos encontraron tres estilos y tres épocas diferentes. Por eso se habla hoy del
"Primer Isaías" (o “proto Isaías” Is 1-39, del S. VIII), del "Segundo Isaías" (Is 40-55, del S.VI,
llamado también "Déutero Isaías"), y del "Tercer Isaías" o "Trito Isaías" (Is 56-66).
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Mencionamos arriba la CRITICA HISTORICA; ¿en qué consiste? Es el trabajo de conocer el
ambiente histórico, los acontecimientos y lugares de cada época, con el fin de identificar cuál fue el
contexto en el que nació y se escribió un texto, y cuáles los hechos a los que hace referencia. Sin
este trabajo, no sería fácil entender muchos apartes de los libros bíblicos.

No obstante estas precisiones, repitamos una vez más que el hecho de que no seamos especialistas
no nos impide leer, comprender y amar la Palabra de Dios.

PREGUNTAS PREVIAS

1. ¿Cuántos libros tiene la Biblia? ¿Cuántos el Nuevo Testamento? ¿Cuántos el Antiguo Testamento?
2. ¿Quiénes escribieron la Biblia?
3. ¿Cuándo se escribió la Biblia?
4. ¿Qué es HISTORIA DE LA SALVACIÓN?
5. Visite la BIBLIOTECA y busque 3 traducciones distintas de la Biblia. Referéncielas a continuación.

III. LA BIBLIA: PALABRA DE DIOS Y PALABRA DEL HOMBRE.

A. Revelación: La Biblia, palabra de Dios.

1. El conocimiento del otro. Palabra y revelación en perspectiva antropológica.

El ser humano es una INTERIORIDAD rica y dinámica. Esa interioridad está compuesta por todo
el cúmulo de sentimientos, gustos, pensamientos, deseos, recuerdos, proyectos, opiniones, ideales
etc. Esa interioridad está siempre en movimiento, es dinámica; aun el ser humano más silencioso
tiene una interioridad muy llena y activa; aun cuando dormimos nuestra interioridad es movimiento.

Ahora bien, esa INTERIORIDAD no se resigna a quedarse encerrada en el sujeto humano; por el
contrario, tiende a salir, a manifestarse, a expresarse, a EXTERIORIZARSE. Por eso decimos que
el ser humano no es sólo interioridad, sino que es también esencialmente EXTERIORIDAD.
Ningún ser humano puede quedarse mudo ni guardarse su riqueza para sí: necesita expresarse; de
hecho, cuando a alguien se le impide manifestarse y expresarse, termina por enloquecer.

Ese movimiento por medio del cual la INTERIORIDAD quiere manifestarse, lo llamamos
REVELACION. LA REVELACIÓN es la comunicación del propio misterio personal. En la
revelación y en la comunicación, el ser humano se entrega, él mismo, al otro; la revelación es una
autodonación: en la revelación, en efecto, lo que interesa comunicar no es una información, sino la
propia vida y el propio misterio; revelarse es darse.

Para que se dé la revelación, es necesario un canal de comunicación; ese canal es fundamentalmente


el CUERPO; la corporeidad es la única manera de comunicarnos con el otro; aun los sentimientos
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más puros y espirituales, como por ejemplo el amor de una madre, se expresan corporalmente: con
un beso, una mirada, una caricia. Ahora bien, como CANALES de comunicación corpóreo-
espiritual tenemos principalmente la PALABRA, el GESTO y el ACONTECIMIENTO: para
expresar mi amor a alguien, puedo hacerlo a través de palabras ("Te quiero mucho"), o de gestos (la
mirada o el abrazo) o el acontecimiento (me hago presente en su grado, lo visito en su lecho de
enfermo, me "hago sentir" cuando está deprimido o angustiado).

El canal de revelación tiene dos características fundamentales: en primer lugar, debe ser inteligible
para el otro, esto es, que el otro entienda el signo a través del cual yo me comunico; en segundo
lugar, el canal no es nunca totalmente transparente, es decir, siempre deja parte del misterio en la
opacidad; por eso decimos "no tengo palabras para expresarlo", o sea, mi sentimiento interior es
mucho más fuerte y rico de lo que pueden expresar estas palabras o estos gestos.

Ahora bien, ese movimiento humano total que llamamos "revelación" es PROGRESIVO, es decir,
es un proceso paulatino y lento; en la medida en que crece la confianza y el amor, la revelación se
va haciendo más profunda: si hay verdadero amor, cada día me daré más y cada día lo haré con más
sinceridad y generosidad.

¿Cuál es el FIN de la revelación? La finalidad y razón de ser de la revelación no puede ser otro que
la COMUNICACIÓN, la AMISTAD; me revelo para establecer con el otro una relación de amor
que se va convirtiendo en comunión y alianza.

2. Dios y el hombre: Revelación y palabra en perspectiva teológica.

Decíamos arriba que el ser humano es un MISTERIO, esto es, una realidad rica y profunda que no
es posible abarcar plenamente. Pues bien, DIOS es el MISTERIO por excelencia, puesto que él es
la plenitud de ser, la realidad plena. A esa realidad plena que es Dios, el evangelista San Juan la
definió así: "DIOS ES AMOR".

Ese Dios - Amor, por iniciativa propia, movido por un amor infinito se quiso comunicar a los seres
humanos: se quiso REVELAR al ser humano. Y para ello, debió "ponerse al nivel" del ser humano,
revelarse a la manera como los seres humanos se revelan y captan la revelación del otro. Por eso
Dios para revelarse:

• Se "metió" en la historia de los hombres


• Se reveló, no de una vez completamente, sino de manera progresiva
• Se reveló en términos que fueran inteligibles para el ser humano de una época, una cultura
y un lugar determinado.

Dios para revelarse hizo uso de los canales habituales de la revelación humana; ¿de qué otra forma
podría revelarse el Dios que quiso "meterse" en la historia humana? Lo hizo, por tanto, a través de
PALABRAS HUMANAS y ACONTECIMIENTOS de la historia humana.

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¿Cuál fue la FINALIDAD con la que Dios se reveló a los hombres? La finalidad fue ENTRAR EN
RELACIÓN amorosa con ellos, establecer una COMUNICACIÓN, realizar una relación de
ALIANZA. Con la revelación de Dios se produjo un ENCUENTRO de Dios con el hombre; esos
ENCUENTROS se fueron repitiendo, de tal manera que se fue tejiendo una HISTORIA DE
AMOR, una HISTORIA DE SALVACIÓN.

Por ello la AMISTAD ENTRE DIOS Y EL HOMBRE tiene unas etapas, recorre un proceso:
Comienza con Abraham y los patriarcas, continúa con Moisés, luego con los JUECES, los REYES,
los PROFETAS... hasta que llega a su momento decisivo y pleno que es JESUCRISTO. La fase de
preparación está contenida en el ANTIGUO TESTAMENTO; la fase de realización y de
prolongación está en el NUEVO TESTAMENTO.

3. La Biblia: expresión escrita de la Revelación de Dios a los hombres. Revelación en la


historia.

Cuando alguien se revela, su revelación deja unas "huellas" que quedan como expresión y recuerdo
suyo en la vida del otro. Esas huellas pueden ser de muchas clases: objetos materiales, cartas,
recuerdos, fotografías, inscripciones en un "diario" personal... Esas huellas quedan como testimonio
de la revelación y contienen el sello personal de aquel que se reveló. Al volver sobre esas huellas y
repasarlas, se renueva el encuentro revelador y se revive de alguna manera la experiencia vivida.

Dado que Dios se ha querido encarnar en la historia humana, también de su revelación han quedado
huellas: templos, altares, monumentos, acciones sagradas o rituales, memoria histórica de un
pueblo, y la huella por excelencia que es el libro sagrado: la BIBLIA.

En la Sagrada Escritura ha quedado grabada la revelación de Dios a los hombres: los


acontecimientos a través de los cuales Dios se ha revelado, sus palabras, sus enseñanzas etc. Por eso
decimos que la Biblia es la expresión escrita de la revelación de Dios a los hombres.

B. Experiencia de Dios: La Biblia, palabra humana.

1. Acogida de la revelación del otro. Experiencia del otro en la historia.

Para que el proceso de la revelación se consuma, no basta con que el otro se ofrezca a mí y se me
abra en su interioridad: es necesario que yo acoja esa revelación; de lo contrario, no hay encuentro
sino palabra lanzada al aire, en el fondo, palabra muda por la falta de escucha y acogida.

Acojo la revelación del otro cuando me abro a escucharlo, a conocerlo, cuando acepto su expresión
y la hago mía. Pero no sólo eso: acoger la revelación del otro no es sólo escucharlo; es hacer de su
vida algo que cuenta en la mía; es tener experiencia del otro: desde ahora ya hay un capítulo en mi
vida que cuenta con la vida del otro. Acá entra el factor afectivo, la amistad, la simpatía: se ha
producido el ENCUENTRO.
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Ese encuentro, en principio uno solo, se va repitiendo y así la experiencia del otro se va haciendo
historia: historia escrita por dos, en la que hay inicio, desarrollo, altibajos, crisis, cercanías y
lejanías. Con el otro, si hay verdadera experiencia de él, no hay sólo un encuentro, hay una historia
de repetidas presencias.

Lo que yo he conocido del otro, lo que he vivido con él, lo que he sentido, lo que pienso de él, todo
ello queda consignado, "escrito" (en mi mente, en mi diario...); allí queda expresada la manera
como yo he captado y entendido al otro; yo consigno mi experiencia del otro, traduzco a mi propio
lenguaje y a mi propio estilo lo que el otro me ha "dicho" de él: en mi idioma, con mis palabras,
desde mi punto de vista. Por ello, si alguien quiere saber quién es esa persona a través de mí, tiene
que hacer un esfuerzo para distinguir lo que yo he dicho y experimentado, de lo que el otro es en
realidad: tiene que "interpretar".

2. La acogida de la revelación de Dios: la experiencia de Dios en la historia.

En forma semejante sucede la experiencia de la revelación de Dios: si Dios habla, es con la


intención de que alguien escuche: el hombre. Y sólo se consumará ese proceso cuando y en la
medida en que el hombre acoja esa revelación.

Acá se trata de escuchar, de oír a Dios; pero aun más: se trata de que, a partir del momento en que
acojo su revelación, él empieza a ocupar un lugar especial en mi vida. Su presencia y su palabra no
me son indiferentes, ni me dejan inconmovible. Algo ha pasado que ha dejado huella en mi propia
existencia, en mi experiencia de la vida. A partir de ese momento, él empieza a estar presente, y de
tal manera, que ya mi vida en ningún momento será una historia que escribo en solitario; siempre
será una historia – con – Dios, una vida - con - Dios.

Por ello, empieza una historia nueva: la historia de una relación, de una amistad; con apogeos,
crecimientos, decrecimientos, crisis, rupturas...

Así fue en Israel: ese pueblo escuchó la revelación de Dios, tuvo una experiencia, y a partir de allí
su historia quedó marcada, y su sentido, decidido. Fue, pues, en la historia de un pueblo donde
quedó marcada esa primera experiencia de Dios. En la historia con su acontecer social, económico,
político, cultural; en sus logros y fracasos, en sus derrotas, sus avances... Y comenzó también,
obviamente, la historia de una amistad, de una relación.

3. La Biblia: expresión escrita de la experiencia de Dios.

La Biblia no es, pues, sólo la expresión escrita de lo que Dios dijo, como si fuese un libro escrito
por su "mano" directamente; es la expresión de la experiencia que Israel tuvo de Dios: experiencia
que tuvo un comienzo, un desarrollo, unos altibajos... Y que contiene, no sólo lo que Dios dijo, sino
la forma como, progresivamente, su palabra fue comprendida por los israelitas.

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De semejante manera a como suceden las cosas en el campo interpersonal humano, suceden
también en el caso de la Biblia: Israel fue comprendiendo poco a poco la persona y el mensaje de
Dios; y eso lo fue escribiendo en su propio idioma, con sus dificultades, limitaciones, mentalidad...
En la Biblia también encontramos escrito cómo Israel fue entendiendo a Dios. Y eso requiere un
esfuerzo para distinguir lo que Dios dijo, de la manera como Israel lo entendió y escribió: se
requiere de la interpretación.

¿Quién es, entonces, el AUTOR de la Biblia? Indudablemente, Dios; pero a través de seres
humanos, de un pueblo. Y escrita, no a la manera perfecta como Dios "escribe", sino a la
manera de los hombres: en su idioma imperfecto, en sus categorías, con su forma humana de
pensar, tal como el pueblo iba sintiendo y aceptando su presencia, parcial y paulatinamente. La
Biblia se escribió en una “matriz cultural” muy precisa: la de Israel entre los siglos XVIII a.C. y
I d.C.

¿Cuál es el contenido de la Biblia? La respuesta resulta clara: no sólo lo que Dios dijo, sino la
experiencia -como ya dijimos- progresiva de Israel (Cfr D.V. 11 y 12 1).

4. Texto y contexto.

Todo escrito humano adquiere una forma gráfica precisa que llamamos texto. Pero ese texto no es
escrito en el aire, injustificada y gratuitamente; no se reduce a la materialidad de sus signos
gráficos: un texto es escrito en circunstancias especiales, por autores que viven, sienten, piensan,
tienen preocupaciones particulares, están relacionados con personas, cosas y acontecimientos: todo
texto tiene un con-texto. El contexto es parte fundamental del texto, pues se expresa a través de él;
si no se conoce el contexto y se parte de él, el texto es ininteligible, incomprensible.

El contexto de la Sagrada Escritura es, fundamentalmente, la experiencia que los israelitas tuvieron
de Dios. Es, pues, la historia de Israel. Forman parte del contexto de la Biblia, la cultura, la
organización social, las relaciones políticas internas e internacionales, las circunstancias históricas,
la forma particular del lenguaje, la visión de la vida y del mundo.

El contexto bíblico está constituido, entonces, por un ESPACIO: el territorio comprendido entre el
Mar Mediterráneo (occidente de Asia) y los ríos Tigris y Éufrates (Mesopotamia); al norte, la
Península de Asia Menor y Siria; al Sur, la Península del Sinaí y la Península Arábiga; al
suroccidente, en el Continente africano, el país de Egipto.

El otro elemento constitutivo del contexto, es el TIEMPO; el tiempo en el que se desarrollan los
sucesos narrados en la Biblia va del Siglo XVIII a. C. al Siglo I d. C. Para contabilizar el tiempo
anterior a la venida de Cristo, como bien sabemos, se procede regresivamente: del S. XVIII se va

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La Constitución dogmática DEI VERBUM es un documento muy importante promulgado por el Concilio
Vaticano II, en el que se expone la doctrina católica sobre la revelación en general y sobre la Sagrada Escritura en
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avanzando hasta llegar al S. I.; terminado este siglo, se comienza a contabilizar el tiempo
progresivamente. El conjunto de diez años se denomina década, el conjunto de cien años se
denomina siglo, y al conjunto de mil años se le denomina milenio. La composición de la Biblia
propiamente dicha, se inició en el S.X a.C. y se terminó hacia fines del S.I d.C.

El SUJETO es otro elemento del contexto; en el caso de la Biblia, es el pueblo de Israel, un


pequeño país del occidente asiático, sin gran desarrollo ni importancia política o económica; es un
pueblo de raza semita, muy similar en su cultura al pueblo árabe.

Las LENGUAS en la cuales se escribió la Sagrada Escritura fueron principalmente el hebreo, en la


cual se compuso la mayor parte de los libros del A.T.; en arameo se compusieron algunos pocos
textos; el griego fue usado hacia fines de la era precristiana para componer algunos libros del A.T.
Todo el nuevo Testamento se compuso en el griego popular de la época, llamado "koiné".

La MENTALIDAD también forma parte del contexto bíblico; la mentalidad de los israelitas eran
muy distinta de la nuestra; nuestra mentalidad está profundamente marcada por el pensamiento
greco-romano, y la llamamos "occidental"; es una mentalidad muy racionalista, con tendencia a la
abstracción, inclinada al individualismo, fría y calculadora; la mentalidad "oriental", por el
contrario, es mas expresiva y concreta, atenta a los detalles, muy vivencial, con una fuerte
valoración del elemento comunitario. Para saber leer la Biblia es importante tener en cuenta todos
estas consideraciones.

Como CONCLUSIÓN de estas reflexiones iniciales, podríamos decir simplemente: la Biblia es la


Palabra de Dios en palabras humanas; lo que Dios quiso decirnos acerca de su persona y de su
mensaje, nos lo ha dicho en el idioma de seres humanos de la antigüedad, pertenecientes a una
cultura particular, y con un grado de civilización muy diferente del nuestro. Por ello, para entender
la Sagrada Escritura y lograr llegar al mensaje que Dios quiso comunicarnos, es necesario hacer un
esfuerzo de INTERPRETACION, para lo cual se requiere el auxilio de la EXÉGESIS y de la
HERMENÉUTICA.

GUÍA PARA LA AUTOEVALUACIÓN

1. Explique con sus propias palabras:


• ¿Por qué decimos que la Biblia es un “libro especial”?
• ¿Qué es la revelación en sentido humano (antropológico) y qué es la revelación en sentido religioso
(teológico)?
• ¿Por qué decimos que la Biblia es Palabra de Dios?
• ¿Por qué decimos que la Biblia es palabra humana?
• ¿Qué es el contexto?
2. Dibuje el mapa geográfico del espacio bíblico.
3. ¿Cuál debe ser la actitud del creyente al leer la Biblia para que el proceso de la revelación se
consume?

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PREGUNTAS PARA LA REFLEXION:

1. ¿Qué importancia tiene la lectura de la Biblia para su fe y seguimiento de Cristo?


2. ¿Qué propósitos concretos quiere hacer usted ahora en relación con la lectura de la Biblia?

Mapa de la región de la Biblia (Asia occidental, norte de África, Asia menor y Grecia)

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P R I M E R A P A R T E: GENERALIDADES

I. Breve esquema de la historia de Israel

PREGUNTAS PREVIAS

¿Conoce usted hace cuánto comenzó la historia de Israel?


¿Recuerda Usted los relatos de la creación, Adán y Eva, Caín y Abel, la Torre de Babel, el Diluvio
universal? ¿Sabe Usted con cuál intención se compusieron?

Época patriarcal

La historia de Israel se remonta al S. XVIII, aproximadamente; el pueblo recuerda a unos


personajes de esa época, que eran los jefes de clanes familiares que nomadeaban por una amplia
región del occidente de Asia (Mesopotamia y Canaán). A estos personajes, que son los antepasados
de la fe de Israel, los conocemos con el nombre de patriarcas, entre cuyos nombres la Biblia
recuerda a Abraham, Isaac, Israel, Jacob y sus hijos.

Esclavitud y Éxodo

Durante varias décadas y hasta fines del S. XIII, algunos descendientes de los patriarcas vivieron
esclavos en Egipto y, bajo el liderazgo de Moisés, lograron liberarse cruzando el mar. Luego
peregrinaron por el desierto durante algunos años y en el Monte Sinaí sellaron un pacto con
Yahveh, pacto que los unía con su Dios y los integraba como pueblo.

La conquista de la tierra prometida

Luego de peregrinar por el desierto, los israelitas lograron conquistar la tierra que recordaban que
Dios le había prometido a sus padres, y se instalaron allí; se conformaron como “liga anfictiónica” y
así vivieron durante cerca de doscientos años. Durante esa época, fueron liderados por los jueces. A
finales de esta época, aparece un personaje carismático de gran importancia para Israel, llamado
Samuel. A él le corresponde ungir al primer rey la nación israelita.

La época monárquica

Luego de haber vivido durante varias décadas como liga anfictiónica, los israelitas se organizaron
como monarquía. Su primer rey fue Saúl (S. X) y su segundo rey fue David. Durante el reinado de
David, Israel progresó admirablemente y logró conquistar un vasto territorio. A la muerte de David,
el reino es asumido por Salomón, cuyo estilo de gobierno desencadenó rupturas entre el norte y el
sur, que culminó con la división de Israel cuando el rey murió en el año 931 a. C. El norte, que se
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llamó Israel, eligió un rey propio, llamado Jeroboam; el sur, que se llamó Judá, aceptó el gobierno
del hijo de Salomón, Roboam. El Reino que había consolidado David, ya no es a partir de este
momento una nación unidad, sino dos reinos en conflicto.

En el año 722 a. C., el Reino del Norte es destruido por los asirios. El Reino del Sur (Juda) continuó
existiendo gobernado por los descendientes del Rey David.

Los Profetas

En el S. VIII a. C. surgió en los reinos de Israel y de Judá, una institución de gran importancia para
la vida y la fe del pueblo: los profetas. Recordamos los nombres de muchos de ellos: Amós, Oseas,
Isaías, Jeremías, Ezequiel, Ageo, Zacarías y otros. Los profetas están presentes en Israel hasta el S.
V a. C. Contribuyeron admirablemente al desarrollo de la fe y de la nación.

El Exilio

A comienzos del S. VI a. C. también cae el Reino de Judá (Sur) a manos de los Babilonios, quienes
se llevan cautivo a un grupo importante de israelitas. Este grupo vive disperso durante cerca de
cincuenta años fuera de su tierra. A esta época se le conoce con el nombre de “exilio”,
“deportación” o “cautividad”. Durante este período, el pueblo aprendió mucho y reflexionó
intensamente: recapacitó sobre sus equivocaciones y pecados. En el año 538 el rey persa Ciro, que
había derrotado a los babilonios, promulgó un edicto permitiendo el regreso de los judíos a su tierra.

Epoca Persa. La restauración y el post - exilio

A su retorno al país, los judíos reconstruyeron la nación y las instituciones. En esta época
intervinieron de manera muy significativa los profetas Ageo y Zacarías, el gobernante Nehemías y
el sacerdote Esdras.

Época Griega

Aproximadamente en el año 333, el Reino de Judá es conquistado por los griegos, comandados por
Alejandro Magno. Durante este tiempo, la cultura griega influyó de manera importante sobre la vida
y cultura de Judá. En la primera mitad del S. II a. C., los judíos se sublevan contra el imperio de los
seléucidas, descendientes de Alejandro.

Época Romana

En el año 63 a. C. un nuevo amo se tomó a Jerusalén y al país de los judíos: Roma. Durante el
dominio romano nació Jesús (aproximadamente en el año 7 o 6 a. C.).

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La época cristiana

A fines del S. I nace Jesús de Nazareth, en quien se cumple la promesa hecha a Israel y acontece la
salvación. Él es la plenitud de la Historia de la Salvación; en él se realiza todo lo que esperó Israel y
tiene cumplimiento el plan salvador de Dios. En torno a él, luego de su muerte y resurrección, se
congregan comunidades con quienes han aceptado a Jesús como Señor y Salvador; estas
comunidades reciben el nombre de “ekklesiai” (iglesias). Durante el siglo I se desarrolla la
comunidad cristiana y se compone el Nuevo Testamento.

En las últimas páginas de la Biblia (en especial la Biblia de Jerusalén) aparece la cronología de la
historia de Israel. Examínela brevemente.

Durante todas estas épocas se fueron escribiendo los distintos libros de la Biblia. Antes del rey
Salomón no hubo una notable actividad literaria en Israel; las tradiciones se conservaban oralmente,
aunque probablemente se escribieron algunos pequeños relatos. En la época de Salomón se
compuso la obra del “yahvista”, una de las que sirvió más adelante para la redacción del Pentateuco.
Más adelante aparecieron las obras del “Elohísta”, el “Deuteronomista” (autor de Jueces, Samuel y
Reyes) y el “Sacerdotal”. Estas cuatro obras son la base de los cinco primeros libros de la Biblia
(Pentateuco), que alcanzó su redacción definitiva aproximadamente en el S. V.

En la época de la monarquía encontramos los libros proféticos y probablemente muchos salmos. En


el postexilio se compone la obra del Cronista (Crónicas, Esdras y Nehemías). En esa misma época
se redactaron probablemente Proverbios, Job, Cantar de los Cantares, Rut, Jonás, Tobías y muchos
salmos.

En la época griega se compusieron los libros de Esther, Eclesiástico, Sabiduría, Daniel, Macabeos y
Judith.

II. Las fuentes de la historia bíblica.

La ciencia histórica tiene como objeto de estudio los acontecimientos del pasado, esto es, hechos
que no tenemos directamente a nuestro alcance. Para poder conocerlos, necesitamos de testimonios
externos que obtenemos por el estudio de las fuentes. En el caso de la historia bíblica, estas fuentes
son de tres tipos: las fuentes bíblicas, las fuentes extrabíblicas - éstas dos consisten en documentos
escritos- y las fuentes no escritas.

A. Las fuentes bíblicas son aquellas que están contenidas en la Sagrada Escritura: relatos históricos
ofrecidos por los libros de los Reyes, las Crónicas, Macabeos, Samuel y algunos oráculos
proféticos; textos legales que nos ofrecen datos sobre las costumbres, organización socio-política,
jurídica y económica de Israel.

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B. La documentación extrabíblica consiste en textos elaborados por otros pueblos distintos de
Israel; entre ellos sobresalen:

1. Documentación egipcia: En numerosos textos egipcios se hace referencia a Israel o a sus vecinos.
Los reyes y funcionarios de palacio acostumbraban consignar por escrito sus campañas y
realizaciones. Entre los principales, tenemos los "Textos de execración", datados entre los años
1800-1750 a.C., en donde se habla de los príncipes de Palestina y se los execra (condena o
maldice). Tenemos, además, los Anales y textos de los Faraones, que hablan de Moab, Edom,
Israel, los hebreos y las victorias sobre los filisteos; también contienen narraciones novelescas sobre
la vida de los faraones, informaciones de estrategia militar y sobre las funciones de los ministros.

2. Fuentes cuneiformes: textos compuestos en escritura cuneiforme (forma de escritura utilizada en


Mesopotamia). Entre las principales tenemos:

a. "Textos de Mari": Dan a conocer la civilización y actividad de los amorreos (semitas


occidentales) antepasados de los hebreos: correspondencia y hechos administrativos del gobierno;
informan acerca de movimientos de nómadas en la zona. Datan de los S. XIX y XVIII a. C.

b. Tablillas de Ugarit: dan a conocer archivos, literatura y textos religiosos que arrojan luz sobre la
religión cananea (1400 a 1200 a.C.).

c. Cartas encontradas en Tell-el-Amarna (Egipto), del S. XIV a.C. Correspondencia internacional


entre los reyes de la zona y los de Palestina, Siria y Mesopotamia. Hablan de los ataques de los
hapiru (jabiru).

d. Anales de los reyes de Asiria: hablan de enfrentamientos con los arameos (S. XIV a.C.) y con los
israelitas guiados por el rey Ajab (S. XI a.C.), refieren hechos de la época del profeta Isaías (S. VIII
a.C.).

e. Documentos del tiempo de Nabucodonosor rey de Babilonia, que informan sobre el exilio y el
posterior ascenso al poder del rey persa Ciro.

C. Las fuentes no escritas son, fundamentalmente, las que provienen de los descubrimientos
arqueológicos, y nos ofrecen objetos, restos, ruinas que iluminan los acontecimientos de la
historia.

III. Los primeros once capítulos del Génesis.

La historia de Israel propiamente dicha, y de sus relaciones con Dios, están contenidas a partir del
capítulo doce del libro del Génesis. Esta historia de Israel o Historia de Salvación, que comienza
con Abraham, esta precedida o prologada por una reflexión religiosa, una literatura y unas
narraciones sobre los problemas humanos más acuciantes para Israel (y en el fondo para todo ser
13
humano), sobre los problemas más hondos de la existencia humana: origen y sentido de la vida y de
la muerte, nacimiento y origen del mundo, origen y sentido del sufrimiento y del mal, razón de ser
de la esperanza etc.

Estas narraciones y reflexiones están contenidas en los once primeros capítulos del Génesis.
Tratemos de entender su valor y significado.

El ser humano no sólo vive o disfruta del mundo; no se conforma ni está hecho sólo para
"estar ahí", sino que se interroga, pregunta, indaga, investiga, trata de entenderlo todo. Esa es una
característica esencial del ser humano: i n t e r r o g a r s e.

SÍ MISMO origen, sentido,


Se interroga sobre LA HISTORIA finalidad,
LA NATURALEZA
dinámica...

El ser humano necesita encontrar alguna respuesta a esos interrogantes. No lo logra plenamente,
pero lo intenta y en cada intento descubre alguna respuesta. Una de esas respuestas es la respuesta
religiosa: el hombre sabe que para esclarecer sus interrogantes, su propio misterio, para comprender
y encontrar sentido a su existencia, necesita de DIOS.

Pero ¿cómo hablar de esos problemas y cómo hablar de Dios en relación con ellos? Para hablar de
ello, el hombre necesita ubicar y hablar de Dios a partir de lo que conoce, de su propia realidad. Por
ello, para responder, el hombre recurre a las categorías fundamentales de su ser y de su existencia
histórica: el ESPACIO y el TIEMPO.
No podría hablar de otra manera; es la única que conoce. Pero eso no significa que al hablar de estas
realidades/interrogantes el hombre esté escribiendo historia. Más bien, está explicando realidades.

Por ello habla del tiempo, pero no de un tiempo cualquiera, sino del TIEMPO PRIMORDIAL, el
TIEMPO DEL ORIGEN ("in illo tempore", ab initio", "ab origine" son las expresiones más
comunes en los relatos de esta naturaleza). Ni se trata de cualquier espacio, sino de un ESPACIO
cualificado, sagrado: la montaña, el río, la ciudad santa, el paraíso, el "ombligo del mundo").

Las acciones que se suceden en este tiempo/espacio cualificados, se narran y así se constituye el
MITO. Para entender aquello que lo interroga de manera apremiante, para explicarlo, recurre a la
narración, al mito.

Para algunas mentalidades racionalistas, el mito equivale a una mentira, un engaño; pero, en
realidad, mito es algo muy diferente de leyenda, de falso, de mentira o de absurdo. MITO es una
narración por medio de la cual el hombre habla/responde a sus más profundos interrogantes: origen
y sentido de la vida, de la muerte, del mundo...

14
Todos los pueblos tienen mitos; Israel también los tuvo. Pero cuando Israel asumió mitos de otras
culturas o compuso los suyos propios, evitó introducir elementos que riñeran con su fe en un solo
Dios.

Génesis 1-11 es una colección de esas narraciones, y sirve de prólogo o preámbulo a la historia de
la salvación. Un poco como preparación a la narración acerca de lo que Dios hizo para salvarnos.

Con ese conjunto de narraciones, se trataría de decir en el fondo: a esos problemas que siempre nos
han acosado y cuya respuesta es Dios, el mismo Dios ha respondido eligiendo a Abraham y a Israel.

Veamos el contenido de esos once capítulos:

CONTENIDO TITULO TEXTO

Origen del mundo y del ser humano CREACION Gen 1,1-2,4a


2,4b-25
Origen del mal, del sufrimiento y de
la esperanza CAIDA Gen 3,1-24
Origen de la ruptura de la fraternidad CAIN-ABEL Gen 4,1-16
Relato historizante, eslabón DESCEND. Gen 4,17-5,32
Mito interpolado - maldad GIGANTES Gen 6,1-8
El mal, el castigo y la misericordia EL DILUVIO Gen 6,9-9,17
LA ALIANZA
Relato historizante DESC.NOE Gen 9,18-10,32
Origen del mal y de la ruptura entre
los hombres TORRE BABEL Gen 11,1-9
Relato historizante DESC. SEM Gen 11,10-26
Conexión con la historia de Abraham TARE Gen 11,27-32

PARA LA AUTOEVALUACIÓN

Leer los primeros once capítulos del Génesis, tratando de descubrir qué significan para la propia vida de
fe.
Alguien le dice a usted que el mito es una mentira o una fantasía absurda. ¿Qué le respondería usted?
Señale tres fuentes extrabíblicas que nos permiten conocer la historia de Israel.
¿Cuáles son los cinco libros que forman el Pentateuco? ¿Cuándo alcanzó su redacción definitiva?
¿Cuáles son las cuatro obras literarias que sirvieron de base para su redacción definitiva?

PARA LA REFLEXIÓN

15
Leer Gen 1,26-31 y el salmo 8 y reflexionar sobre el significado de esos textos para su vida

Asuma usted su papel de maestro y formule dos preguntas que debería estar en capacidad de
responder el alumno que estudió el capítulo anterior:

Con frecuencia nos quedan dudas y confusiones sobre lo que estudiamos; también encontramos
dificultades que no pudimos superar. Señálelas a continuación:

16
SEGUNDA PARTE
DESDE ABRAHAM HASTA LA CONQUISTA DE LA TIERRA

No estudiamos la historia de Israel por un mero interés científico. La estudiamos, mejor aun, la
meditamos, porque es la historia de la salvación, de nuestra salvación, que comienza cuando Dios,
por amor e iniciativa suya, decide hacerse presente en la vida de los hombres, revelándose en el
devenir histórico de un pueblo que escogió como heredad para manifestar su persona y su salvación
a todos los hombres.

Lo hacemos, igualmente, porque el pueblo de Israel comprendió y acogió la revelación de Dios, y lo


hizo en su historia: en su origen, su formación como pueblo, su configuración como nación, su
acontecer, sus éxitos y sus fracasos, descubrió la presencia de Dios. Dios que se encarna en la
historia y un pueblo que acoge esa presencia en su historia: ese es tanto el punto de partida como la
razón fundamental de nuestro estudio.

Dios para dar inicio a esta historia de salvación, ELIGIÓ a un hombre: ABRAHAM.

Abraham era un semita, de la primera mitad del segundo milenio antes de Cristo, que
acogió/descubrió la llamada de Dios y se puso a su disposición. Dios lo escogió, y al hacerlo no lo
sustrajo de su cultura ni de su época, sino que lo tomó tal como era, con sus circunstancias y su
situación concreta. No le cambió su cultura, sino que se comunicó con él en medio de ella y a través
de ella: una cultura profundamente religiosa, no abstracta ni racionalista, de conocimiento más
vivencial que filosófico; una cultura muy distante y distinta de la nuestra. ¡Un hombre que vivió
hace cerca de 3800 años!

I. LOS PATRIARCAS.

PREGUNTAS PREVIAS

¿Qué información tiene usted acerca de Abraham, Isaac, Jacob, José?


¿Quiénes fueron los “patriarcas”? ¿En qué época vivieron? ¿Conoce algunos rasgos de su manera de
vivir?

Israel sólo se constituyó como nación en el S. XIII. Antes de constituirse como nación, sus
antepasados emigraron a Canaán desde Mesopotamia, y como seminómadas vagaron durante años
por todo el país, apoyados en la promesa de que un día esa tierra les pertenecería.

Todo lo que sabemos de esta etapa de la vida de Israel nos es conocido a través de los capítulos 12
al 50 del libro del Génesis (Gen 12-50); a esta etapa la llamamos "época de los patriarcas", y al
conjunto de los textos lo denominamos "narraciones patriarcales".

17
A. Las narraciones patriarcales

LO QUE NOS DICE EL LIBRO DEL GÉNESIS (12-50)

Abraham es invitado por Dios a salir de Mesopotamia y a dirigirse


a la tierra que le mostrará; Abraham obedece, y Dios hace con él un
pacto. Este jefe de clanes está casado con Sara, pero no tiene hijos.
Dios le promete un hijo y cumple su promesa: Isaac. Isaac tiene dos
hijos, Esaú y Jacob; este último tiene doce hijos, de cada uno de los
cuales saldrá una de las doce tribus que formarán el futuro Israel.
Después de estar un tiempo nomadeando por el territorio de
Canaán, los descendientes de Abraham bajan a Egipto y allí son
convertidos en esclavos por el faraón.

¿Es posible reconstruir la historia de los patriarcas a partir de estas informaciones bíblicas?
Enunciemos brevemente el problema que plantea esta pregunta:

En la antigüedad se supuso con toda naturalidad que los sucesos narrados en el libro del Génesis,
tanto en los once primeros capítulos como en los restantes, habían sido consignados por escrito por
un solo autor que, inspirado por Dios, tuvo un conocimiento cierto y fidedigno de los hechos; por
eso se deducía sin ningún reparo, que se trataba de acontecimientos reales narrados con toda
fidelidad. Al autor se le llegó a identificar con Moisés. Así se pensó, en general, hasta el S.XIX.

Pero en el siglo XIX, cuando se abrió paso definitivamente la crítica bíblica, se planteó por
primera vez este problema: el material literario que nos habla de los patriarcas (narraciones
patriarcales) no es contemporáneo a los sucesos; por el contrario, entre los acontecimientos y su
consignación escrita, pasaron entre seis y ocho siglos; por tanto, ¿qué fidelidad y exactitud se les
puede reconocer a unas narraciones elaboradas tan tardíamente?

Desde entonces se ha sostenido que en los cinco o seis primeros libros de la Biblia (Pentateuco o
Hexateuco) hay cuatro documentos que los componen; a esos documentos se les ha denominado
"Yahvista" o J, "Elohista" o E, "Deuteronomista" o D y "Sacerdotal" o P, y el más antiguo data del
S. X a.C. ¿Qué significaba esto? En la época se pensó que esto significaba que las narraciones
patriarcales debían mirarse con cierto escepticismo; se creyó que las instituciones, costumbres y
creencias religiosas, más que informar sobre la vida primitiva de Israel (S. XVIII, patriarcas), se
referían a la época en la cual fueron escritas, esto es, al S. X a.C.

Pero posteriormente hubo nuevas investigaciones y nuevos descubrimientos, que arrojaron luces
sobre este intrincado problema: a raíz de algunos hallazgos arqueológicos, se obtuvo, por otras
fuentes muy numerosas, un mejor conocimiento de la época en la cual vivieron los patriarcas, y se
descubrió que los datos que nos ofrece Gen 12-50 no son tan diferentes a los datos que
18
proporcionaron las investigaciones extrabíblicas.

Entre los textos extrabíblicos más importantes, están los de MARI (S.XVIII), CAPADOCIA
(S.XIX), textos pertenecientes a la primera dinastía babilónica (S.XIX-XVI), textos de NUZI
(S.XV), las tablillas de RAS SHAMRA (S.XV-XIII), textos de EXECRACIÒN y otros del Imperio
egipcio (S.XX-XVIII).

Esto permitió concluir que "las tradiciones patriarcales, lejos de reflejar circunstancias de tiempos
posteriores, se situaban precisamente en la edad de que pretenden hablar" 2. Por tanto, todos los
documentos del PENTATEUCO contienen material muy antiguo, que fue recordado por los
antepasados de Israel y transmitido de generación en generación por "tradición oral". Resultará
extraño para algunos que se logre conservar fielmente, por tantos siglos, unas tradiciones, en forma
oral, sin la ayuda de la escritura. Este hecho se entiende mejor si tenemos en cuenta que cuando un
pueblo no tiene escritura, desarrolla una capacidad especial de recordar, con el fin de conservar la
memoria de su historia.

Ahora bien, eso no significa que las narraciones patriarcales nos entreguen el recuento
pormenorizado y rigurosamente exacto de los hechos tales como sucedieron, puesto que la finalidad
de la Biblia no es la de transmitir información histórica, en el sentido moderno de la palabra, sino la
de comunicar una EXPERIENCIA DE FE, la de testimoniar la intervención de Yahveh en los
acontecimientos de la historia de Israel, con el propósito de suscitar en el hombre una respuesta
creyente.

Por este motivo, no es posible reconstruir en detalle la historia de los patriarcas; los sucesos fueron
en realidad mucho más complejos que la forma como las narraciones patriarcales nos los relatan;
hechos complejos de grupos, se atribuyeron a individuos; todos los israelitas aparecen como
descendientes de Abraham, cuando en realidad proceden de diferentes linajes -Isaac, Jacob, Israel
etc.-; Abraham es el Padre de todos, no en sentido carnal sino teológico.

No obstante, en la base de las narraciones patriarcales no hay una fantasía ni una transposición
histórica; lo que hay es la memoria de un pueblo, celoso por conservar sus tradiciones, que nos
testimonia la experiencia de unos hombres reales que tuvieron una profunda vivencia religiosa y
están en las raíces de nuestra propia fe.

B. Los Patriarcas y la historia

1. Las migraciones patriarcales

Los patriarcas, antepasados de Israel, fueron jefes de clanes o tribus que durante la primera mitad
del segundo milenio emigraron de Mesopotamia hacia Canaán.
2
BRIGHT, John. Historia de Israel, D. de B. 1981, p. 76
19
Las investigaciones críticas confirman, en efecto, que durante la primera mitad del segundo milenio
se produjeron numerosas oleadas de pueblos que se desplazaban de Mesopotamia a Canaán. Tres
argumentos esgrime la crítica para sustentar esta datación de los patriarcas:

a. Los nombres hebreos que aparecen en las narraciones patriarcales, concuerdan perfectamente
con los nombres de los amorreos de esa época, y que conocemos por la documentación extrabíblica:
Jacob, Abraham, Teraj, Leví, Benjamín etc.

b. Costumbres patriarcales: Muchos incidentes mencionados en las narraciones patriarcales, que


causaban algo de estupor en los lectores de la Biblia, se explican por las costumbres vigentes en el
segundo milenio, y conocidas a través de textos extrabíblicos de la época, en especial los textos de
Nuzi. Como ejemplos podemos mencionar los siguientes: En Gen 15,1-4 se nos habla del temor de
Abraham a que sea su siervo Eliécer quien lo herede; este temor se explica porque, como lo
testimonian los textos de Nuzi, era costumbre de la época en la región que si el jefe de una tribu
moría sin dejar hijos, lo heredara el más cercano de sus esclavos.

En Gen 16,2-4 se nos relata que Sara permite a Abraham que se una a Agar, la esclava, con el fin de
darle un hijo; en los textos de Nuzi se transcribe una ley de los contratos matrimoniales, que
obligaba a la esposa estéril a proporcionar al marido una sustituta para que tuviera hijos con ella.
Son, pues, numerosas las pruebas de que las narraciones patriarcales reflejan auténticamente las
costumbres sociales del segundo milenio.

c. Desplazamientos patriarcales: La Biblia nos narra que los patriarcas emigraron de la tierra de sus
padres hacia otro país; se sabe que en la primera mitad del segundo milenio hubo numerosas
migraciones desde Mesopotamia; ahora bien, los desplazamientos patriarcales y su modo de vida tal
como lo describe la Biblia, encuadran perfectamente en el mundo político y cultural del segundo
milenio: los patriarcas son seminómadas que viven en tiendas, hacen largos viajes desde
Mesopotamia hasta Egipto, no construyen ni se establecen en ciudades, no poseen tierra ni la
cultivan, se movilizan con asnos y no con camellos; este estilo de vida patriarcal narrado en el libro
del Génesis, coincide con el estilo de vida de la primera mitad del segundo milenio; sorprende que
la Biblia haya conservado todos estos detalles, y no los haya retocado para acomodarlos a la época
de composición.

La crítica, igualmente, ha obtenido datos que confirman que el origen de los patriarcas fue
Mesopotamia: La Biblia nos dice que Abraham provenía de Ur de Caldea y de Jarán (Gen 27,43;
28,10; 11,32; 12,5; 31,21). Los testimonios de la documentación extrabíblica nos proporcionan
argumentos para creerlo así: en los principios del segundo milenio, en el norte de Mesopotamia,
existía una población de la misma estirpe de los hebreos; las costumbres legales de los patriarcas
estaban en uso en ese lugar. Además, la ley del Pentateuco tiene numerosos paralelos con las leyes
de Mesopotamia, y los relatos de la Creación y el Diluvio son semejantes a las narraciones de
Mesopotamia, pero muy diferentes de las cananeas. Lo más probable es que los antepasados de
Israel trajeron de Mesopotamia todos estos elementos culturales.
20
2. Perfil histórico de los patriarcas

Los antepasados de Israel eran de raza predominantemente SEMITA occidental; pero hay también
elementos de otras razas. Los israelitas tienen una especial simpatía por su parentesco con los
ARAMEOS, esto es, los habitantes de ARAM NAHARAIM, pues probablemente su origen se
remonta a esta región de Mesopotamia (Gen 25,20; 28,1-7; Dt 26,5).

Gracias a las investigaciones históricas, tenemos conocimiento del intenso movimiento migratorio
que se produjo en la época en el occidente asiático; pues bien, los patriarcas llegaron a Canaán en
varias oleadas, y nomadearon por allí durante mucho tiempo.

La única información que poseemos sobre los patriarcas bíblicos, nos la proporciona la Biblia; por
ello no podemos reconstruir su "biografía" ni nada por el estilo; poseemos datos muy fragmentarios,
y además la Biblia no pretende en absoluto hacer biografía, sino comunicar una experiencia
religiosa. No obstante, conocemos algunos datos sobre su estilo de vida.

Los PATRIARCAS son jefes de clanes familiares, que incluyen no sólo a los padres y los hijos,
sino también a los parientes y a los esclavos. El núcleo social es, por tanto, el clan; la estructura era
estrictamente patriarcal: valía lo que el jeque determinara; era él quien decidía la dirección de los
desplazamientos; la mujer y los niños eran completamente dependientes; la continuidad del clan la
garantizaban los hijos varones, no las mujeres; éstas, al casarse, pasaban a formar parte del clan de
su marido, el cual debía pagar una indemnización al padre de la esposa. El liderazgo del clan era
heredado por el hijo mayor o "primogénito".

Era normal que, en algún momento, varios clanes se unieran para formar una TRIBU, y a su vez
varias tribus se unieran y formaran una CONFEDERACION TRIBAL. Cuando esto ocurría, era
normal que se unieran también las tradiciones, la historia y los antepasados de los diversos clanes, a
tal punto que todos empezaban a sentirse descendientes del "padre", aunque originalmente no
tuvieran ninguna relación de consanguinidad con él. Probablemente esto fue lo que sucedió entre
los descendientes de Abraham, Isaac, Jacob e Israel. En el caso de los israelitas, esta vinculación no
estuvo motivada sólo por factores sociales, sino ante todo por motivos religiosos. De esa manera, la
Biblia vinculó a los distintos antepasados, haciendo de Abraham el padre de todos los clanes; Isaac
fue su hijo, padre de Esaú y Jacob; Israel fue identificado con Jacob, quien era el padre de las doce
cabezas de las tribus israelitas.

La Biblia nos presenta a los patriarcas como personajes pacíficos que sólo eventualmente realizan
acciones guerreras. Son nómadas, y realizan largos viajes entre Mesopotamia y Egipto, en busca de
aguas y pasto para sus rebaños y alimento para su clan; algunos clanes se sedentarizaron primero
que otros, y se organizaron en ciudades- estado. En algún momento de la primera mitad del segundo
milenio unos clanes bajaron a Egipto, probablemente a causa del hambre en Canaán; allí fueron
21
recibidos inicialmente con hospitalidad, como era costumbre en la época, pero terminaron por
convertirse en esclavos del Estado.

Las investigaciones de este siglo se inclinan por considerar a los patriarcas como pertenecientes a
los "JABIRU" (o 'apiru, hapiru, habiru). ¿Quiénes son? Los jabiru no son una unidad étnica ni una
raza ni un pueblo; más bien son un estrato social, una clase de pueblo sin ciudadanía, sin lugar
determinado en la escala social, que lleva una vida seminómada. En ocasiones se alquilan para la
guerra, a cambio de cualquier ganancia, o se venden como esclavos. En la primera mitad del
segundo milenio presionaron vigorosamente tanto el occidente asiático como el territorio egipcio.
Los patriarcas pertenecieron a este tipo de grupo social.

3. La religión de los patriarcas.

¿Cuál era la religión de los patriarcas, cuáles sus creencias, cuál su Dios? No es fácil reconstruir
detalladamente la religión patriarcal; sabemos, eso sí, que es diferente del "Yahvismo", puesto que
éste sólo se configuró a partir de Moisés; en efecto, el nombre de YAHWEH sólo se conoció en la
época del éxodo. No obstante, la Biblia identifica desde el principio la fe de Abraham con la fe de
Moisés, identifica al Dios de Abraham con el Dios de Moisés (Gen 2,4; Ex 3,6), pero advierte que
el nombre de Yahveh es un nombre nuevo (Ex 6,3): La Biblia pretende insistentemente mostrar la
continuidad entre la experiencia religiosa de los patriarcas, y la experiencia religiosa posterior.
Veamos ahora cuáles son las conclusiones a las que ha llegado la crítica en relación con la religión
patriarcal.

a. El Dios del padre.

Al leer el Pentateuco, los exégetas han notado que se habla repetidamente de "el dios de mi/tu/su
padre" (Gen 31,5.29), o del "dios de nuestros/vuestros/sus padres" (Ex 3,13.15.16); en otras
ocasiones se emplean nombres propios, precisamente los nombres de los padres (patriarcas): "el
dios de Abraham" (Gen 31,53) o "el dios de tu padre Abraham" (Gen 26,24) o "el dios de Isaac"
(Gen 28,13; 32,10); en textos posteriores se habla ya de "el dios de Abraham, el dios de Isaac y el
dios de Jacob" (Ex 3,6.15.16). ¿Qué significado tienen todas estas expresiones? Veámoslo:

En los clanes patriarcales se rendía culto al "dios del padre"; cada clan tenía su dios familiar, y esa
era una característica esencial de la religión patriarcal. Si consideramos que los antepasados de
Israel provenían de varios clanes, podemos perfectamente deducir que tuvieron varios "dioses del
padre". cada clan veneraba al "dios de su padre", y no se preocupaba por los demás. No se trataba
todavía de un monoteísmo, sino más bien de una "monolatría", que no excluía el reconocimiento de
genios y divinidades menores; se adoraba a un dios: "el dios del padre". Esta es la forma más
antigua de la religión patriarcal, con la cual los antepasados de Israel llegaron a Canaán.

La variedad de expresiones así lo confirma; si notamos que en estratos más recientes de la tradición
se habla de "nuestros" padres, o del "dios de Abraham, Isaac y Jacob", en plural, esto se debió
22
probablemente a que cuando se unieron los clanes, unieron también su religiosidad y su culto.

¿Cuáles eran las características de esta religión? La crítica ha identificado ante todo dos: 1).El "Dios
del padre" no está vinculado a santuarios, sino al grupo humano; camina con él, lo acompaña. 2).
Ese Dios se reveló al antepasado y fue reconocido por él, estableciéndose entre ambos una especie
de parentesco, una relación la más estrecha y cercana posible (Gen 31,42.53). Se trata, por tanto, de
un Dios "nómada", como sus fieles (Gen 12,1.7), que se compromete con ellos mediante promesas:
promesa de posteridad y tierra (Gen 15).

b. El Dios 'El.

Cuando los antepasados seminómadas de Israel, en el curso de sus migraciones, entraron en


contacto con los pueblos sedentarios de Canaán, entraron también en contacto con una nueva forma
religiosa. Al lado del "Dios del padre", las narraciones patriarcales contienen otras expresiones con
las que se denomina a la divinidad: se trata de expresiones compuestas, en las que aparece un
sustantivo precedido del elemento 'el, todas ellas vinculadas a santuarios:

El Elyon: 'El Altísimo (Gen 14,18-22)


El Roí: 'El me ve (Gen 16,13)
El Shaday: 'El de la Montaña (Gn 17,1; 28,3)
El Olam: 'El es Eterno (Gen 21,33)
El Betel: 'El de Betel (Gen 31,13; 35,7)

¿Cómo se explica este hecho? En un principio se pensó que estas expresiones se referían a diversas
divinidades, y que por lo tanto los patriarcas eran politeístas o se tornaron politeístas en Canaán.
Pero ahora se tiene una explicación más precisa: No se trata de distintas divinidades, sino de un
mismo dios: el dios 'El, la divinidad principal del panteón cananeo. Los patriarcas, que traían desde
Mesopotamia su culto al dios del padre, al llegar a Canaán se encontraron con que allí se rendía
culto al dios 'El y entonces habrían realizado una asimilación de su "dios del padre" con este dios
que de alguna manera ofrecía unos atributos que lo asemejaban a aquél.

El caso más interesante para la crítica lo ha constituido el de "'El Shaday: 'El, el de la Montaña" o
"'El, el de la estepa": se trataría en este caso de un nombre del "dios del padre", traído por los
antepasados de Israel desde Mesopotamia, que se identificó luego con el dios 'El; "'El Shaday" no
parece estar vinculado con un santuario, lo cual da fuerza a esta hipótesis, si tenemos en cuenta que
el "dios del padre" tampoco lo estaba: los antepasados trajeron de Mesopotamia el culto al "dios del
padre", uno de cuyos nombres era "Shaday", y al encontrar en Canaán el culto al dios 'El,
combinaron ambas divinidades.

Dado que el dios 'El estaba vinculados a diversos santuarios, se puede decir que fue en torno al
santuario de Mambré donde Shaday, el "dios del padre" del clan de Abraham fue asimilado al dios
'El (Gen 18,1); de manera semejante se podría vincular cada figura patriarcal con un santuario
23
particular: Abraham con Mambré, Isaac con Bersheba (Gen 26,23), Jacob con Betel (Gen 28,13;
31,13), Israel con Siquem (Gen 33,20).

Se trata de antiguos santuarios cananeos donde los patriarcas encontraron el culto al gran dios 'El.
'El era el rey y padre de todos los dioses y los hombres, al que se le representaba sobre un trono
junto a su mujer Ashera, y que no estaba atado a un determinado lugar. Es el dios creador en el
antiguo Canaán, Señor del mundo, el poderoso; es una divinidad sedentaria que habita en un palacio
y está rodeada de otros dioses.

Pero cuando los patriarcas asimilaron el "dios del padre" al dios 'El, no abandonaron la religión del
"dios del padre", sino que más bien la enriquecieron, sobre todo con el atributo divino de "ser
poderoso".

Podríamos resumir el problema de la siguiente manera:


Los antepasados de Israel fueron en un tiempo paganos, como lo dice la Biblia misma (Jos 24,2-14).
No es fácil precisar la experiencia religiosa que indujo a Abraham a irse a una tierra extranjera; si
bien es cierto que hubo factores socio- económicos (hambre, sequía...), no se pude desconocer el
papel que jugó en esa salida la experiencia religiosa. Esa experiencia, como lo dice la Biblia, tuvo
un núcleo histórico que implicaba una promesa y una alianza.

Ni la promesa de la tierra y de la descendencia, ni la alianza, por los rasgos que revisten, parecen
haber sido una mera transposición de la promesa y de la alianza sinaítica.

La experiencia religiosa patriarcal, no obstante sus limitaciones y no obstante que no la podamos


dibujar con precisión, fue un factor fundamental en el delineamiento de la vida y experiencia
religiosa de Israel cuando se estableció como pueblo y nación en las tierras de Canaán. Israel, al
constituirse como nación en torno al Dios Yahveh, descubrirá y conformará una línea de
continuidad con la experiencia patriarcal, a tal punto que Yahveh será presentado como "el Dios de
Abraham, de Isaac y de Jacob".

Abraham, Isaac y Jacob se encuentran, en el sentido más auténtico, en los orígenes de la fe de


Israel. No sólo representan el movimiento que trajo a los antepasados de Israel a Canaán, sino que
sus experiencias religiosas ayudaron a delinear la fe del Israel posterior. "No carece, pues, de razón
histórica que los cristianos y judíos le reconozcan (a Abraham) unánimemente como Padre de toda
la fe (Gal 15,16; Rom 4,3; Heb 11,8-10)" 3.

C. La fe de Abraham y la nuestra. Reflexión espiritual.

Después de este análisis de la época de los patriarcas, tratemos ahora de descubrir qué significado
tiene su experiencia de fe para nuestra propia experiencia de fe. Para ello, tomemos el caso bien
representativo de ABRAHAM, a quien la tradición judía y cristiana llama "el padre en la fe".

3
BRIGHT, J. Historia de Israel, p. 109
24
1. Un hombre... simplemente

Abraham es un hombre común, dedicado a pastorear sus rebaños; deambula permanente con su clan
(esposa, parientes, siervos...). No tiene ninguna preocupación religiosa extraordinaria, distinta de la
que tienen usualmente sus contemporáneos; como todos los semitas de la época, aspira a tener una
numerosa descendencia y a poder disponer de tierra con agua para sus ganados; esos eran los
ideales de todos los orientales.

Si queremos poner algo de imaginación a la historia de Abraham, pensemos en este jeque ya viejo,
tal vez con el propósito de "sentarse" a disfrutar de lo que ha trabajado esforzadamente hasta el
momento. Ya está viejo, y quiere tomar un ritmo de vida más tranquilo. Pero este hombre no tiene
lo que todo oriental considera algo imprescindible para ser feliz: no tiene hijos.

2. Dios lo LLAMA.

En esas circunstancias, Dios lo LLAMA: Ese hombre común, cuyos antepasados le habían
participado una religión pagana (Cfr. Jos. 24), tiene una honda experiencia religiosa: el encuentro
con Dios - quien será identificado simplemente como el "dios del padre"- en el contexto de una
próxima migración de Mesopotamia a Canaán.

a. Ese Dios lo ELIGE gratuitamente, esto es, sin que Abraham lo mereciera, sin tener en cuenta su
riqueza, o su bondad, o su sabiduría. Había muchos hombres como Abraham en esa época y en esa
región, y Dios lo escogió a él porque quiso.

b. Dios lo LLAMA: Gen 12,1-3. "Sal de tu tierra". Fijémonos bien: Se trata de "salir" de la tierra
que se conoce, en la que se siente seguro, en la que se está con los parientes. Un llamado bien
comprometedor y exigente!

c. Dios le hace una PROMESA: tierra y descendencia. Gen 15,1-7.18; 18,1-3.8b-11. Dios responde
a las máximas aspiraciones del ser humano, en este caso de Abraham; se trata de la promesa de que
van a ser padres, a un hombre y una mujer que han intentado serlo durante toda su vida y ahora
están viejos.

d. Y Dios entabla con él una relación muy estrecha que los vincula con un vínculo cercano al
parentesco: Alianza. Gen 17,1-2.6-8.

3. Abraham responde.

Abraham RESPONDE a la palabra interpelante de Dios con una respuesta que reviste unas
características bien especiales:

25
a. Una DECISION RADICAL: Abraham responde inmediatamente a Dios; el texto lo dice muy
sobriamente: "Y salió Abraham, como se lo había dicho Yahveh" (Gen 12,4). Esa decisión es de tal
alcance y magnitud, que transforma toda la vida de Abraham; la Biblia, para indicar esta profunda
transformación nos narra el pasaje en el que Dios le cambia su nombre (Gen 17,3-5): Para un
semita, el nombre es algo más que un sonido con el que se distingue a alguien; el nombre expresa
lo que esa persona ES, su vocación más íntima, su misión; cambiar el nombre significa, en
consecuencia, el cambio de la vocación y de la misión de esa persona, un cambio en su mismo ser.
b. Responde con una actitud de CONFIANZA ABSOLUTA: Abraham deja de tener su seguridad
en la tierra, su parentela, su sabiduría, su fertilidad, y pone toda su confianza en Dios; en ese Dios
que le promete que su descendencia será tan numerosa como las arenas del mar, no obstante que se
sabe y su esposa es estéril; en ese Dios que lo invita a salir hacia lo desconocido.

c. Con una DONACION ABSOLUTA al Dios en quien confía. Esa actitud de entrega
incondicional es expresada por el autor del libro del Génesis con la narración del sacrificio de
Isaac: Dios le pide que le entregue su hijo, el que ama, su única posibilidad de ser padre de una
descendencia numerosa; Abraham obedece con una generosidad ilimitada (Gen 22,1-3.9-12). La
Carta a los Hebreos, reflexionará sobre esa respuesta y la identificará como respuesta de fe que se
constituye en paradigma de la fe cristiana (11,8ss).

4. Esa experiencia religiosa fue tan honda y decisiva, que marcó toda la vida y experiencia religiosa
de un pueblo... y toda una historia: la fe del Padre Abraham une hoy a un alto porcentaje de la
humanidad. También a los cristianos, que con razón lo llamamos "Padre en la fe" o "Padre de los
creyentes".

PREGUNTAS PARA LA AUTOEVALUACIÓN

1. ¿Cuál es la importancia de Abraham para nuestra fe?


2. Indique la época en que vivieron los patriarcas y algunos rasgos de su estilo de vida.
3. ¿Cuál era la religión de los patriarcas?
4. ¿Quién era el Dios ‘EL?

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL

A partir de lo que ha aprendido en el estudio sobre los patriarcas, haga una reflexión sobre la fe de
Abraham para un grupo de oración.
¿Qué invitación surge de la confrontación de la fe de Abraham con su fe?

Asuma usted su papel de maestro y formule dos preguntas que debería estar en capacidad de
responder el alumno que estudió el capítulo anterior:

26
Con frecuencia nos quedan dudas y confusiones sobre lo que estudiamos; también encontramos
dificultades que no pudimos superar. Señálelas a continuación:

II. EXODO Y CONQUISTA

PREGUNTAS PREVIAS

1. ¿Qué puede decir usted acerca de la salida de los israelitas de Egipto?


2. ¿Qué información tiene usted sobre Moisés?
3. ¿A qué se refiere la expresión “tierra prometida”? Exponga la noción que usted tiene de “alianza”.
4. ¿Cómo llegó Israel a ser dueño de la tierra de Canaán?
5. ¿Sabe usted cómo vivió el pueblo de Israel cuando llegó a la tierra de Canaán?
6. Para este capítulo deben leerse los capítulos 1 al 20 del libro del Éxodo.

Tal como lo han insinuado las reflexiones anteriores, los orígenes remotos de Israel se remontan
muy atrás en la historia; incluso los israelitas se sienten descendientes de antepasados que vivieron
muchos siglos antes de su constitución como pueblo; pero el nacimiento de Israel es muy posterior.
A estas alturas de nuestra historia, todavía Israel no es un pueblo ni mucho menos una nación;
tampoco se ha constituido propiamente su fe. La época patriarcal es sólo la época de los
antepasados.

Todos los datos nos confirman, más bien, que fueron los acontecimientos del éxodo y la conquista
los que dieron origen al pueblo israelita, y los que constituyeron la matriz en la cual se gestó la fe
que nació en la primitiva experiencia de Abraham cinco siglos antes. No es fácil reconstruir este
proceso, y es francamente imposible hacerlo pormenorizadamente. Los textos bíblicos que nos lo
refieren han tenido una compleja trayectoria de elaboración; no obstante, podríamos resumirlo
como sigue:

Después de haber nomadeado por algún tiempo por la región de Canaán, algunos descendientes de
los clanes patriarcales llegaron a Egipto; inicialmente fueron recibidos con hospitalidad pero pronto
fueron convertidos en esclavos.
27
La esclavitud se convirtió para estos grupos en una amenaza para su superviviencia, y constituía la
negación de lo que ellos recordaban que Dios había prometido a sus padres: una tierra y una
existencia como pueblo próspero y numeroso. Después de un largo proceso "diplomático" y
militar, en el que no faltó nunca la expresión e interpretación religiosa, estos grupos lograron
escapar de las manos de sus capataces.

Luego de una larga peregrinación por el desierto, durante la cual tuvieron la experiencia religiosa de
una alianza concedida por el Dios de sus padres, penetraron en Canaán y allí se instalaron como
nación, para lo cual debieron, en unas ocasiones, establecer pactos con los pueblos que habitaban el
país y, en otras, entrar en conflicto con ellos. La forma de organización que tuvo el pueblo al llegar
a Canaán, fue la de “liga” o “confederación de doce tribus”; fue ésta una forma organizativa
sumamente precaria, que con el tiempo entró en crisis y el pueblo debió entonces adoptar otro
sistema de organización política: la monarquía.

Los personajes sobresalientes de esta etapa fueron Moisés, Aarón y Josué, quienes lideraron al
pueblo en la salida de Egipto y en la peregrinación por el desierto; en los primeros tiempos de su
asentamiento en Canaán, fueron los ancianos y, sobre todo, los jueces, entre quienes podemos
mencionar a Débora, Gedeón, Sansón, Jefté.

Antes de ampliar esta historia, conviene que miremos la situación que se vivía en el ambiente en el
que se desarrollaron los acontecimientos.

A. La situación de Asia Occidental en el Bronce reciente (1550-1200)

1. E g i p t o

Entre los años 1700 y 1580 toda la Palestina y buena parte de Egipto estuvieron dominadas por los
HIKSOS; con el nombre de hiksos se designa un grupo de pueblos de origen palestinense, entre los
cuales había numerosos semitas; conquistaron y dominaron la región de Asia occidental y
establecieron la capital en Avaris. En el marco de estos acontecimientos podemos nosotros
comprender las narraciones bíblicas sobre José, el hijo de Jacob 4 (Gen 37; 39-45): se trata de un
personaje de origen semita que alcanzó una posición en la burocracia de los hiksos; no era
propiamente hikso, puesto que ni él ni los que lo acompañaron llegaron en plan de conquistar; más
bien llegó a la sombra de las invasiones de los hiksos.

En el bronce reciente entró Egipto en su período imperial, durante la cual se convirtió en la primera
potencia del mundo conocido. Los artífices de este imperio fueron los faraones de la XVIII
Dinastía, fundada cuando fueron expulsados los hiksos y que gobernó durante 250 años (1570-

4
Recordemos: Jacob tuvo doce hijos, uno de ellos José, por quien sentía una especial simpatía, cosa que despertó
los celos de sus hermanos; ellos resolvieron venderlo a unos ismaelitas, quienes a su vez lo vendieron a los
egipcios; allí este semita descendiente de Abraham se ganó el favor del faraón y llegó a ocupar un puesto en el
gobierno de Egipto.
28
1330).

Los hiksos fueron expulsados por Amosis (1550-1525); un sucesor suyo, el faraón Tutmosis III
(1490-1435) llevó a Egipto a su apogeo: por el norte su imperio se extendió hasta el Eufrates y por
el sur hasta el Nilo superior. El imperio se mantuvo firme hasta el S. XIV cuando una situación
turbulenta conocida como el período de Amarna amenazó con dividirlo: el faraón Amenofis IV
(1370-1350) quiso propagar el culto al dios Atón, el Disco Solar, y lo declaró como dios único, lo
cual ocasionó un grave conflicto con los sacedotes y seguidores del dios Amón. Incluso el faraón
cambió su nombre de Amenofis por el de Ejnaton o Akhenaton; nótese que se trataba de un dios
que tenía ya los rasgos de un monoteísmo: dios creador y único. Parece ser que Amenofis llevó
cautivos a Egipto a algunos jabiru y los utilizó como esclavos del Estado.

Las disputas internas pusieron en crisis al imperio e hicieron peligrar su poder en el exterior;
Palestina entra en rebelión contra su dominador; entre los factores perturbadores encontramos a los
jabiru, pueblo errante y sin ciudadanía que ejercía constantemente presión sobre ciudades y
poblados, dispuesto a aliarse con los adversarios del faraón. Según algunos especialistas, esta
presión de los jabiru representa una primera fase de la ocupación israelita de Canaán, distinta de la
narrada por el libro de Josué.

Con Amenofis IV la Dinastía llegó a su fin; fue sucedida por Tutankatón (1350-1346), cuya tumba
fue descubierta en 1922 y arrojó muchas luces sobre la cultura egipcia; Tutankatón cambió su
nombre por el de Tutankamón, hecho que indica que se regresó al culto al dios Amón. Su sucesor
combatió con crueldad lo que quedaba del culto al dios Atón y restableció la paz interna,
conjurando la crisis.

Gobierna posteriormente el general Ramsés, procedente de Avaris y que se consideraba


descendiente de los hiksos; a Ramsés lo sucedió Setis I, quien fundó la XIX Dinastía, la cual
pretendió reconquistar el poder en Asia. Ya en paz, su hijo Ramsés II (1290-1224 a. C.) se dedicó al
desarrollo interno del país: reconstruyó la ciudad de Avaris (llamada "Casa de Ramsés") para lo
cual utilizó jabiru como esclavos. Durante su reinado, Egipto estuvo bajo una significativa
influencia cultural asiática: palabras semitas entraron en la lengua egipcia, dioses cananeos fueron
adoptados por el panteón egipcio. Debemos identificar éste como el contexto de los
acontecimientos de la esclavitud, el éxodo y la conquista.

A Ramsés lo sucedió su hijo Meneftá, bajo cuyo gobierno el país atravesó un período de confusión
que terminó con la XIX dinastía. Se sabe que este faraón emprendió una campaña en Palestina; una
estela erigida por él en el año 2120 a. C. y hallada recientemente menciona algunos pueblos
derrotados durante esa campaña, entre los cuales figura el del "pueblo de Israel”; esto nos permite
afirmar que ya por esta época las tribus israelitas estaban llegando a Canaán, y se encontraban
en proceso de sedentarización.

Meneftá debió también hacer frente a las invasiones de los "Pueblos del Mar": se trataba de pueblos
29
de origen egeo, contemporáneos de los eventos narrados en la Ilíada y la Odisea. Estos pueblos
serían después un constante adversario del Israel sedentario y se les conoce con el nombre de
"Pelesata" o "Filisteos".

Luego de algunos sucesores de Meneftá, la XIX dinastía cayó, y Palestina quedó prácticamente
libre del control egipcio; ese hecho favoreció indudablemente la instalación de los israelitas en la
región. Por su lado, también los hititas se derrumbaron por la misma época, y quedó en pie sólo el
poder de los asirios, que correría pronto la misma suerte.

2. Canaán en el S. XIII

a. La población y la cultura

Canaán es una franja de tierra situada entre la costa occidental de Asia en el Mar Mediterráneo y el
río Jordán; al sur se extiende hasta la península del Sinaí y al norte limita con Damasco. A los
habitantes de esta región, la Biblia los llama con los nombres de "amorreos" y "cananeos", según
vivan en la costa y la llanura, o en la montaña respectivamente; se trata de pueblos de la misma raza
semita noroccidental y de la misma lengua de Israel.

Además de estos pobladores, en Canaán había elementos raciales no semitas, conocidos y llamados
por la Biblia de muchas maneras, y que con el tiempo llegaron a ser cananeos: hititas, jiveos, jaritas,
jebuseos, guirgaseos, perezeos (Cfr. Ex 3,8ss).

No obstante su situación de atraso respecto de otros pueblos, Canaán fue una unidad cultural de
importancia; tenía ciudades muy bien construidas, mantenían una significativa actividad comercial,
(madera, textiles, teñido de la púrpura etc.), había conquistado la escritura e inventado el alfabeto
lineal.

b. La religión cananea

La religión de Canaán era una forma de paganismo muy envilecida, especialmente por lo
relacionado con el culto de la fecundidad. Se trataba de una religión politeísta, a la cabeza de cuyo
panteón estaba el dios 'El, un dios que había llegado a ser tan majestuoso y trascendente, que se
había convertido en una divinidad inoperante; por eso la principal divinidad activa era el dios
BA'AL, equivalente a "señor", título de Hadad, antiguo dios semita de las tormentas.

No sólo había divinidades masculinas, sino también femeninas; entre ellas sobresalen la diosa
Ashera (I Sam 7,3-4), Ashtarté y Anat; estas divinidades constituían el principio femenino del
culto de la fertilidad; se representaban como prostitutas sagradas o madres encintas.

Entre las representaciones mitológicas, sobresale el mito cananeo de la muerte y resurrección de


Ba'al, que corresponde a la muerte y resurrección anual de la naturaleza: Así como cada año la
naturaleza toda nace (primavera), llega a su plenitud (verano), envejece (otoño) y muere (invierno),
30
y así mismo como el día nace (aurora), madura (mediodía), envejece (crepúsculo) y muere (noche),
así también todas las realidades de la vida; todo eso se debe a que en la naturaleza se refleja lo que
pasa en el mundo de los dioses, y en especial de Ba'al: él muere y resucita, y con él muere y resucita
la naturaleza entera. Cuando el mito era actualizado en el rito, se pensaba que toda la fuerza de la
naturaleza era avivada, y se aseguraba la fertilidad de hombres, plantas y animales. Por ello
abundaban en el culto las prácticas sexuales como la prostitución sagrada, el homosexualismo y los
ritos orgiásticos.

Cuando Israel llegó a Canaán en el S. XIII, se encontró con esta forma religiosa, la cual constituiría
una permanente y atractiva tentación para él; de ahí que el pueblo estuviera expuesto
constantemente a "irse tras otros dioses", "irse tras los ba'ales" y serle infiel a Yahveh, y de ahí que
constantemente los líderes religiosos y los profetas tuviesen que luchar contra esta terrible
contaminación.

c. La situación política

Canaán no era una nación ni un país unificado, sino un mosaico de pequeños estados, vasallos del
faraón egipcio. Por la época de la ocupación israelita, el número de ciudades estado se duplicó, y
por tanto disminuyó su poder; la situación era aun más grave si tenemos en cuenta que, a causa de la
debilidad del imperio egipcio, estaban desprotegidas. Todas estas circunstancias favorecieron a
Israel cuando llegó para ocupar el país.

En la Transjordania (el territorio situado al este del río Jordán), después de un largo período en el
que no estuvo poblada por grupos sedentarios, en el S. XIII se establecieron los moabitas y los
edomitas y constituyeron sus respectivos estados; un poco más tarde llegaron los amonitas; a raíz de
la presencia de estas naciones, los clanes israelitas procedentes de Egipto no pudieron penetrar al
territorio cananeo por el sur y debieron dar un rodeo para entrar por el oriente.

B. Las tradiciones bíblicas y la historia. El acontecimiento del Éxodo

Veamos ahora cómo sucedieron presumiblemente los acontecimientos con base en las narraciones
bíblicas y los datos que nos ofrece la historia.

Las narraciones bíblicas del éxodo y la conquista no ofrecen un material que permita la
reconstrucción histórica de los hechos, pero sí nos permiten afirmar la existencia de un núcleo
histórico que los funda.

1. Esclavitud y éxodo

El hecho de la esclavitud y el éxodo es histórico con seguridad: de esa experiencia surge y vive
la fe de Israel y su sentido de nación. La existencia de muchos nombres egipcios en las tribus de
Israel (Moisés, Jofni, Aarón etc.) son indicio de la presencia de los antepasados de Israel en
31
Egipto; igualmente hay pruebas de la existencia de jabiru en el período del Imperio, llevados
como cautivos ya por Amenofis II (1435-1414 a. C.), y documentos atestiguan la existencia de
esclavos del Estado; lo más probable es que entre ellos se encontraran los componentes del
futuro Israel.

LO QUE NOS DICE LA BIBLIA (Éxodo)

Los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob llegaron a Egipto. El protagonista


de este suceso fue José, uno de los doce hijos de Jacob. Allí fueron tratados
inicialmente muy bien, pero luego fueron convertidos en esclavos. Entonces
Yahveh se apareció a Moisés en la zarza ardiente y le encomendó que guiara a su
pueblo hacia la libertad. Moisés vacila, pero finalmente debe aceptar la misión;
va, entonces donde el faraón para que permita marcharse a los hebreos; el faraón
se niega, y en consecuencia es castigado con las “plagas”. Ante esta situación
dramática, permite la salida de los hebreos. Al verlos salir, el faraón se arrepiente
y los persigue. La batalla crucial es al pie del mar: los hebreos quedan de pronto
acorralados entre el mar y los ejércitos egipcios. Yahveh hace soplar un fuerte
viento que seca las aguas, permitiendo así el paso de su pueblo, pero cuando trata
de pasar Egipto las aguas vuelven a su cauce y se ahoga.

Superado este obstáculo, Israel empieza una larga peregrinación por el desierto.
En el monte Sinaí sella una alianza con Dios con base en diez preceptos. Luego
avanza hacia la tierra prometida por Yahveh, bajo la guía de Josué. Bajo su
liderazgo deberá conquistar esta tierra que está en manos de los cananeos, lo cual
logra finalmente.

Probablemente, como dice la Biblia (Ex 1,11), los hebreos 5 (algunos clanes descendentes de los
patriarcas) fueron obligados a trabajar en la construcción de las ciudades de Pitom y Ramsés
(esta última, la ciudad de Avaris, capital del antiguo imperio hikso, reconstruida por Setis y
Ramsés II).

El Génesis nos presenta largas narraciones sobre José; si bien es cierto que estos relatos
presentan elementos folclóricos y literarios con propósitos edificantes, el relato es más que una
ficción: en su marco de conjunto y en algunos detalles coincide con la situación del II milenio.

Es muy probable que la presión del hambre obligara a la familia de Jacob a buscar refugio en
Egipto, donde era usual el permitir la entrada de gentes de Palestina cuando eran víctimas del
hambre. Como se trató de un establecimiento pacífico, no se puede decir que se trataba de parte
5
Hablamos de los hebreos, con cuyo nombre nos referimos al pueblo que se formó a partir de los patriarcas:
muchos clanes se instalaron en palestina y se volvieron con el tiempo grupos sedentarios; algunos bajaron a Egipto,
probablemente a la sombra de la conquista de los hiksos.
32
de la movilización de los hiksos, que llegaron como conquistadores; pero tal vez sí de que la
inmigración de los hebreos se hizo a la sombra de la movilización de los hiksos (1700 a. C.).
Algunos grupos de los que llegaron se remontaban a un tal José. La Biblia, como siempre,
pretende entregar a través de este relato, un mensaje religioso: Dios siempre está presente y
salva a aquellos cuya situación parece definitivamente perdida.

Estos grupos fueron después sometidos a trabajos forzosos, como sucedía frecuentemente en
Egipto con los seminómadas; esto sucedía por obra de los capataces más que del mismo faraón.
Para el Imperio se trataba de algo sin importancia, un asunto rutinario; pero para los hebreos era
algo de enorme trascendencia, puesto que se estaba en juego su supervivencia; por eso el
episodio es magnificado: el faraón es el enemigo y Dios el defensor.

Para Israel, pensando siempre en su amistad con Dios, todo lo que sucedió a Egipto durante la
contienda, como las catástrofes naturales (nubes de mosquitos o tempestad de arena del
desierto), era interpretado como la acción defensora de su Dios; éste es el sentido de las plagas
(Ex 6,8-11,10).

Esclavizados, los hebreos lograron salir y liberarse; algo que fue decisivo en la construcción de
su fe y de su nación, y que recordará Israel como el gran acontecimiento de su historia (Ex 15,1-
8; Dt 6,20-25).

Nada conocemos sobre este episodio distinto de lo que nos dice la Biblia: después de escapar de
Egipto, fueron acorralados entre el mar y el ejército egipcio, y ase salvaron cuando Dios “secó
el mar” e hizo perecer al faraón y sus carros y caballos (Ex14,1-31).

Es difícil localizar la trayectoria del éxodo. Si ubicamos a los hebreos en las cercanías de la
ciudad de Ramsés (Avaris), el paso fue probablemente a través del “mar de las cañas”, una
extensión de aguas al este de Avaris, y no propiamente por el Mar Rojo.

Sobre la fecha del éxodo ha habido muchos debates. Aunque no se puede establecer una fecha
exacta, con cierta probabilidad podemos situarla durante la primera mitad del S XIII a. C. En
efecto, si los hebreos trabajaron en la (re)construcción de Avaris, debieron haber estado en
Egipto al menos durante el reinado de Setis I (1309 – 1290 a. C.) y el de Ramsés II (1290 –
1224) bajo el cual se terminó la obra.

Por las pruebas arqueológicas, sabemos que Israel llegó a Palestina hacia fines del S. XIII: la
“estela de Meneftá” supone la presencia del pueblo de Israel en el año 1220, y además el rodeo
de los peregrinos israelitas por Edom y Moab supone la existencia de estos dos reinos, que no es
anterior del S. XIII. Por ello suponemos con cierta seguridad, que con Setis I empezó la
opresión de Israel y con Ramsés II se verificó el éxodo.

El éxodo no debió ser un acontecimiento históricamente trascendental: son algunos miles de


33
esclavos (la cifra de 600.000 que está en la Biblia tiene un sentido simbólico) que lograron huir
de una situación de opresión, que son perseguidos por tropas egipcias que pretenden hacerlos
regresar a su trabajo.

Lo que Israel recuerda con más insistencia y entusiasmo es el paso del mar: logran pasar los
hebreos, mientras los egipcios no, ahogándose un buen número de ellos. Esa victoria de un
puñado de débiles esclavos sobre el ejército de un Imperio tan poderoso, debió sentirse como un
acontecimiento sin par, a tal punto que Israel construye toda una leyenda en torno a él: el faraón
mismo es quien persigue, son muchos los combatientes en acción... ¡Se trata de la acción misma
de Dios!

2. La marcha por el desierto

Luego del paso del mar, Israel emprende una larga peregrinación por el desierto. No es posible
reconstruirla, pero indudablemente fue ésa la época en que Israel recibió su fe definitiva y llegó
a constituirse como pueblo. La Biblia coloca ese acontecimiento en un sitio preciso: el Sinaí. La
marcha por el desierto representó para Israel una experiencia de gran significación: transitar
durante años por la aridez, sin mayores posibilidades de agua y alimento, con altísimas
temperaturas en el día y muy bajas en la noche, con el peligro de plagas y animales venenosos,
con la incertidumbre de una tierra de la que sólo tienen el recuerdo remoto de la tradición de los
antepasados, todo eso debió causar grandes sufrimientos, temores, vacilaciones y desesperanzas.
Pero esa experiencia educó al pueblo y forjó tanto su carácter como su espíritu nacional y su fe.

El episodio del Monte Sinaí tuvo una trascendencia decisiva para la fe de Israel; allí recibió un
impulso fundamental para su configuración y en torno a ella y a su historia se fortalecieron los
lazos que luego darían origen a un pueblo. ¿Dónde se ubica el Sinaí? Varias hipótesis: unos
piensan en una montaña situada en el sur de la península del mismo nombre; otros lo ubican en
el noroeste de Arabia (Madián), pensando en que la narración de la alianza se asemeja a una a
una erupción volcánica (Ex 19,16-19); ahí en efecto existen algunos volcanes apagados.

Otros sugieren la parte norte de la península. Todas estas hipótesis se apoyan en datos de fácil
deducción; su variedad se debe a que la narración mezcla tradiciones de varios grupos que
huyeron de Egipto siguiendo trayectorias diferentes. La ubicación del Sinaí al sur de la
península, no obstante, es una tradición que se remonta a los orígenes del cristianismo. De todas
maneras, el problema no es de relevancia para la fe ni para la historia de Israel.

3. La figura de Moisés

Una cosa queda clara: fue en el Sinaí donde Israel recibió la ley y pactó la alianza que lo
constituyó como pueblo. Allí, indudablemente, se configuró el yahvismo. Éxodo y Sinaí están
vinculados estrechamente.

Sobre todos estos acontecimientos se levanta la figura de Moisés. De él no sabemos nada


34
distinto de lo que dice la Biblia, pero ciertamente fue la figura que fundó la fe de Israel. La
Biblia no nos ofrece una biografía, sino una semblanza de su personalidad frente a Dios quien lo
elige, llama y acompaña, y frente al pueblo, que es organizado y dirigido por él tanto en el
aspecto social como religioso.

El nombre de Moisés es egipcio, derivado de un verbo que significa “engendrar un hijo” y que
es raíz del nombre de muchos faraones: Tut Mosis, Ramés; el autor hebreo lo hace derivar del
verbo mashah (sacar del agua), lo cual no es más que un juego de palabras.

La tradición de Ex 2 de que Moisés recibió educación y creció en círculos egipcios, aunque


contiene elementos folclóricos, es muy probable: era costumbre preparar extranjeros para la
correspondencia del imperio con cortes extranjeras (en esta caso con Canaán).

Vincula también la Biblia a Moisés con Madián, lo cual es auténtico (Ex 2,15; 18,1.5), e incluso
coloca el primer encuentro suyo con Dios allí (Ex 3,1ss). Se ha pensado que fue en Madián
donde Moisés aprendió el nombre de Yahveh. Esto es probable, pues se nos dice que Jetró
(suegro de Moisés, madianita) era sacerdote (Ex 3,1) y aconsejaba a Moisés (Ex 18,13-27) y
ofreció sacrificios a Yahveh (18,10-12). Estos datos nos permiten suponer, aunque sin completa
certeza, que ya en ese tiempo Jetró era adorador de Yahveh.

Probable, igualmente, la teoría de que ya la familia de Moisés era adoradora de Yahveh, por
contacto con los madianitas. Así los datos, podemos pensar que el culto a Yahveh tuvo origen
kenita (clan madianita) pero ya Moisés lo conocía como Dios de su clan materno.

Sea esto cierto o no, lo que sí es seguro es que con Moisés el yahvismo adquirió un nuevo
contenido y se configuró con claridad: la fe y la historia de Israel comienzan con Moisés.

Luego del acontecimiento del Sinaí, sobre el que regresaremos, el pueblo continuó su camino:
seguramente intentaron fallidamente entrar a Palestina por el Sur, y luego debieron dar un gran
rodeo por Transjordania, pues se encontraron con el obstáculo que representaban las
fortificaciones de Edom y Moab. Así llegaron a las fronteras de Palestina.

Su trayecto por el desierto, que resultó exitoso no obstante las condiciones tan adversas, fue
visto por Israel como fruto de la protección maravillosa de Yahveh. De ahí que fenómenos
naturales hayan sido interpretados como acciones admirables de Dios: el encontrar agua (Ex
15,24-26; 17,2-7) o carne (en primavera y otoño en la península del Sinaí se levantan bandadas
de codornices que cansadas por el vuelo, luego se asientan sobre la tierra y son fácilmente
cazadas: Ex 16,1 ss) o alimento (el maná: líquido espeso y dulce que se forma en las hojas de
unos arbustos cuando los insectos pican las ramas tiernas: Ex 16,15 ss).

4. Significación del éxodo

35
Para la historia mundial, el hecho del éxodo no tuvo una gran significación: un reducido grupo
de esclavos huye del país opresor, deja su trabajo. No se trataba de una gran pérdida para un
imperio poderoso; no tuvo grandes repercusiones en el Estado, ni el faraón se vio comprometido
personalmente en los acontecimientos. No fue pues un disturbio de mayores proporciones.

Pero para el pequeño grupo de esclavos protagonista de los acontecimientos fue un hecho de
una significación inmensa:

Vivían una situación de esclavitud y opresión en la que su dignidad y sus derechos eran
conculcados; no poseían libertad ni posibilidades de participación y progreso; no tenían
nacionalidad ni tierra. Padecían una situación de miseria, hambre y estaban condenados a la
destrucción. Un grupo al borde de la aniquilación. Por otro lado, sus tradiciones religiosas
albergaban el recuerdo de su Dios, que había hecho una promesa a sus antepasados, una
promesa de tierra y de multiplicación de su descendencia, y la situación de opresión se
contradecía con la promesa

Con el acontecimiento de su liberación, se abren sus posibilidades de ser una nación:


constituirse como pueblo y poseer una tierra; realización de sus aspiraciones más sentidas de
libertad, paz, prosperidad, autodeterminación.

Por ello comprenden la necesidad de sacudirse de la esclavitud, de liberarse, de cambiar de


situación. Y, lo más significativo en el sentido religioso: ven en la situación de opresión una
situación que Dios no quiere; ven en la acción de liberación una exigencia y posibilidad que
vienen de parte de Dios; ven en su liberación la misma acción de Dios que “con mano poderosa
y brazo extendido” los libra de la opresión y les abre las posibilidades de ser pueblo y nación
(Dt26,8).

Una honda experiencia religiosa sentida y vivida en el acontecer de su historia; el


descubrimiento de la persona y el designio de Dios que se revela en los acontecimientos de su
vida. Allí descubrirán el amor de Dios, su protección y cercanía; allí descubrirán su vocación
histórica y el sentido de su respuesta a Dios.

No estuvo libre de vacilaciones esta gesta de liberación: ante las dificultades hubo serias
tentaciones de echarse atrás, de abandonar su proyecto de liberación y retornar a la seguridad de
Egipto en condiciones de esclavitud (Ex 16,2-3).

Pero la fe será más fuerte que la vacilación, y perseverarán en su proyecto, porque en él


descubren la presencia misma de Dios.

Con el éxodo se constituye Israel como pueblo: solidaridad en la misma historia, el mismo
pasado y el mismo porvenir; necesidad de emprender unidos la realización de su proyecto
nacional.

36
Con el éxodo se configura, igualmente, su fe: una experiencia de liberación en la que ven la
misma acción de Dios que los ha acompañado en todas sus circunstancias. Esa experiencia de
Dios será decisiva en la constitución de su nación y en la realización de sus aspiraciones más
profundas.

Entre el éxodo y la tierra prometida se extiende una especie de noviciado en el desierto. Es


prueba para el pueblo y para que conquiste desde dentro la libertad que le han regalado. Tiempo
de dilación, para templar el agente y cultivar la esperanza. Nace así un forcejeo entre el pueblo y
su libertador a través del mediador Moisés (cfr. Os 11,1; 13,4-6; 2,16).

5. La conquista de Palestina

Respecto a los acontecimientos de la conquista, la documentación externa es considerable.

a. La tradición bíblica

La Biblia nos ofrece dos relatos de la conquista; según el principal relato (libro de Josué), la
conquista fue una acción conjunta, repentina, sangrienta y total; los habitantes aborígenes
fueron totalmente exterminados y el país se repartió entre las tribus: Jos 1-20.

El otro relato, del libro de los Jueces, nos presenta la conquista como un largo proceso, lento,
logrado por los esfuerzos de clanes individuales, y sólo conseguido en forma parcial.

Algunos han pensado que en el caso del primer relato, se trata de una construcción literaria
tardía (de aproximadamente el S.- VII a. C.), realizada con intenciones teológicas y etiológicas:
la celeridad y magnificencia de la conquista reflejan el gran poder de Yahveh y la fidelidad de
Dios que cumple su promesa. No se trató, según ellos, de una invasión de conjunto en la que
participaron todas las tribus, sino de una operación lenta de infiltración, aunque no estuvo
exenta de enfrentamientos.

De todos modos, las pruebas arqueológicas dan testimonio de una invasión violenta en el país
palestino durante el S. XIII.

b. Las pruebas arqueológicas

No son muy precisas, pero nos dan informaciones de que en el S. XIII sucumbieron varias
ciudades por causas violentas; veamos algunos casos:

Según las pruebas arqueológicas, Betel fue destruida en el S. XIII, y reemplazada por otra
construcción muy pobre, atribuida a Israel. DEBIR, KYRYAT-SEFER y LAKISH: su conquista
es mencionada en la Biblia; las pruebas arqueológicas demuestran que fueron destruidas a
finales del S. XIII; lo mismo la ciudad de JASOR (Cfr. Jos 10,31.38). Los relatos de la
37
destrucción de las ciudades de Jericó y de Ay son más bien etiologías de autor sagrado para
explicar las ruinas de estas ciudades, destruidas antes de la llegada de Israel.

Si se debe aceptar que la conquista fue un proceso lento y gradual, no se puede ignorar que en el
S. XIII tuvo lugar una irrupción violenta en el país de Palestina.

Este hecho, como todos los hechos de su historia, no es leído por Israel como un acontecimiento
casual o meramente mundano. Es interpretado como la manifestación de Yahveh y el
cumplimiento de su promesa. La tierra que ahora se abre generosa ante sus ojos, no es otra que
la que Yahveh prometió Abraham y sus descendientes. Esta nueva oportunidad es entendida por
Israel como la manifestación de la fidelidad de Dios a su pacto.

C. La formación del pueblo de Israel

1. Complejidad de los orígenes de Israel

Israel se formó a partir de grupos humanos muy diversos; unos provenían del éxodo pero otros
se incorporaron durante la conquista, pues ya estaban asentados en Palestina desde la época
patriarcal.

a. Éxodo: Además de que ya hemos visto que el número de los habitantes que protagonizó el
éxodo no debió haber sido muy grande (el dato de Nm 1,46; 26,51 es simbólico: “todos los que
eran israelitas estaban allí”), es también seguro que todo Israel no provino físicamente de ellos,
aunque sí en sentido etiológico y teológico.

Por otro lado, no todos los protagonistas del éxodo eran descendientes de Jacob: eran una
multitud compleja, en la que probablemente hubo también algunos egipcios (Lv 24,10),
madianitas (Nm 10,29-32) y edomitas (Caleb y Otoniel): Israel en el desierto fue una reunión de
grupos de origen diverso, algunos incluso que no provenían ni de Egipto ni del Sinaí, sino que
se plegaron posteriormente.

b. Conquista: La Biblia nos presenta la conquista como un acontecimiento complejo, y a Israel


como un pueblo de composición mixta. Algunos grupos descendientes de los patriarcas que
estaban asentados en Palestina antes del éxodo, formaron parte de la liga anfictiónica. Pero
además, Israel no pudo ocupar ni la llanura costera ni la planicie del Esdrelón, y en la montaña
se mantuvieron algunos enclaves cananeos (Jerusalén, por ejemplo, sólo fue tomada en tiempos
de David, S. X: II Sam 5,6-10). Por ellos suponemos que el Israel posterior incluía gentes cuyos
antepasados no sólo no participaron en la conquista, sino que se opusieron a ella.

Igualmente vemos que Israel absorbió, sin aniquilarlos, grupos étnicos y ciudades cananeas
diversas: absorbió población no israelita. Y además, es seguro que varios grupos penetraron en
Palestina independientemente de la conquista principal y fueron absorbidos luego por Israel.

38
Es decir, Israel llegó a la existencia a través de un proceso muy complejo, que debemos tener en
cuenta al leer la Biblia y al pretender reconstruir la historia.

2. Reconstrucción de la ocupación de Canaán

a. Ocupación antes de la conquista: Los ocupantes de Canaán que luego formaron el pueblo de
Israel, no todos venían de Egipto. Antes de la conquista, se habían asentado grupos que luego
harían causa común con Israel y serían parte de él:

En primer lugar, muchos de los seminómadas amorreos que formaron parte de la gran migración
en la que estaban incluidos los patriarcas, formaron ciudades estado y adoptaron la cultura y la
lengua cananea. Además, otros elementos llegaron cuando fueron expulsados los hicsos de
Egipto. Otros, en fin, de la misma estirpe de Israel, no lograron sedentarizarse y, convertidos en
saqueadores (“jabiru”), harían causa común con él en la conquista.

Por estas razones, mucha parte de Palestina no tuvo que ser conquistada; simplemente se
reconoció de la misma estirpe y llegó con el tiempo, pacíficamente, a formar parte de Israel.

b. Esclavitud y éxodo: Como vemos, no todos los componentes del futuro Israel estuvieron en
Egipto ni participaron del éxodo. Pero ese grupo del éxodo sería el que, guiado por Moisés,
constituyó el núcleo fundamental de Israel; en su marcha al Sinaí recibieron una fe peculiar y
fueron organizados en alianza como pueblo de Yahveh. Por ello podemos perfectamente
conceder la razón a la Biblia cuando dice que todo Israel participó en ese acontecimiento
fundamental constitutivo.

c. Conquista y absorción: Después de la alianza del Sinaí, el núcleo de Israel se estableció en el


oasis de Cadés, y allí entró en contacto con otros grupos que frecuentaban la región o que
habían abandonado Egipto antes.

Luego de una tentativa de entrar por el sur, dio un rodeo por el occidente y tomó posesión de la
mayor parte de la altiplanicie de Transjordania. En este transcurso, muy probablemente se
convirtieron al yahvismo clanes enteros y se incorporaron a la estructura tribal de Israel.

Durante el S. XIII, como lo atestigua la arqueología, ocurrió un gran asalto por el oeste de
Palestina, sangriento y brutal, del que guarda recuerdo el libro de Josué.

Mucha parte de la tierra ocupada por Israel estaba densamente poblada y otra mucha parte
estaba habitada por elementos que hicieron causa común con Israel. Clanes y ciudades enteras
se adhirieron en masa, y fueron incorporados a su estructura por medio de un pacto solemne
(Jos 24).

39
PARA LA AUTOEVALUACIÓN

1. Preferentemente en su CIPA, explique qué fue el éxodo y cuál es su importancia tanto política
como religiosa tanto para Israel como para los cristianos.
2. Ubique en el mapa que dibujó al inicio, los siguientes lugares y regiones: Avaris, Madián,
Sinaí, Edom, Amón, Moab, Mar Rojo.
3. A partir de la lectura del siguiente texto, trate de describir la fe de Moisés: Ex 3,1-4,17.
Pregúntese en qué circunstancias tiene la experiencia de Dios, qué le dice Dios y qué le responde
Moisés, qué le replica Dios, que hace Moisés.
4. Confronte la fe de Moisés con la suya y trate de identificar las semejanzas y diferencias; piense
qué le sugieren estos textos a su vida de creyente.
5. Haga un gráfico de la composición de Israel.

Asuma usted su papel de maestro y formule dos preguntas que debería estar en capacidad de
responder el alumno que estudió el capítulo anterior:

Con frecuencia nos quedan dudas y confusiones sobre lo que estudiamos; también encontramos
dificultades que no pudimos superar. Señálelas a continuación:

III. CONSTITUCIÓN Y FE DEL PRIMITIVO ISRAEL

El éxodo, la marcha por el desierto, la conquista de la tierra y en general todos los


acontecimientos de la historia de Israel no fueron nunca acontecimientos de mayor
trascendencia para la historia mundial, y podrían haber pasado desapercibidos. No fue así por
una razón: con ese pueblo se inició una nueva fe, sin paralelo alguno en el mundo antiguo.

Esa fe que pertenece a las realidades más hondas de Israel, estuvo presente en todos los
acontecimientos de su historia, y fue también el factor decisivo en la constitución del primitivo
Israel, la confederación de tribus o anfictionía.

40
LO QUE NOS DICE LA BIBLIA (Jueces)

Luego de la conquista de Canaán, Israel se instala en su tierra y se


organiza como liga de doce tribus (anfictionía) 6. Esta unidad no se
soporta en un gobierno central ni posee una ciudad capital: se
fundamenta en la alianza. Israel es amenazado constantemente por sus
vecinos (filisteos, amalecitas, amonitas) y debe defenderse; para
organizar la defensa surgen los jueces. No obstante, esta forma de
organización socio – política es muy débil, y corre el peligro de
sucumbir. Surgen, entonces, nuevas ideas para consolidarse como nación.

Para esta sección, usted debe leer los capítulos 3 al 8 y 13 al 16 del libro
de los Jueces.

A. La fe del primitivo Israel

Una vez más nos encontramos con el problema inherente a la crítica literaria: conocemos la fe
de Israel a través de la Biblia; pero para delinear le fe en sus orígenes, nos encontramos con el
hecho de que los escritos son muy posteriores a los hechos que narran. ¿Será que se transponen
las creencias y formas religiosas de la época del escritor hacia los tiempos en que según la
tradición se originó el pueblo?

1. El problema

Antiguamente, en los albores de la investigación bíblica, se consideró que la religión del


primitivo Israel no pudo ser muy diferente a la de todos los pueblos de la región y de la época.
Así, alianza, monoteísmo etc. se consideraban como transposiciones al pasado de realidades
alcanzadas tardíamente. La religión del primitivo Israel se describía como un henoteísmo:
adoración exclusiva de una divinidad sin negar la realidad de divinidades de otros pueblos.

Pero esta presentación ya es insostenible. Sabemos que los textos bíblicos contienen con gran
fidelidad tradiciones muy antiguas. Apoyados en ellos podremos delinear mejor su fe.

2. La alianza

El Dios de Israel, desde el inicio de su historia es Yahveh. Pero de Yahveh, más que un

6
Anfictionía: “Término derivado del griego aplicado por M. Noth a la unión de las doce tribus en torno a un
santuario central durante el período de la Conquista y la sedentarización de los hebreos en Palestina. Se trata de una
federación tribal que, según otros (Albright, Bright), existía ya a partir de la Alianza del Sinaí”. “Anfictionía” en:
Flor Serrano, G. Y Alonso Schökel, L. Diccionario Terminológico de la Biblia. Cristiandad, Madrid, 1979, pg. 15.
41
concepto abstracto, Israel tiene una experiencia de vida: él fue quien lo sacó de Egipto “con
mano poderosa y brazo extendido” y lo eligió como pueblo haciendo con él una alianza.

La elección, el sentirse elegido y escogido, es para Israel una experiencia fundamental que
nunca olvidará y que siempre evocará: Yahveh Dios en el éxodo se escogió un pueblo para sí
(Dt 10,14-15).

Esa elección se inicia, remotamente, con Abraham: el hecho de la salida de Mesopotamia hacia
Cannán es mirado como la elección de Dios; y Abraham se siente elegido y responde a esa
elección poniéndose en camino. Esa elección se configurará más claramente con Moisés y el
éxodo, en donde se está cumpliendo la promesa hecha desde antiguo: Israel es rescatado de
Egipto (Ex 15,1-18) por un acto de amor de Yahveh, separado y salvado por Yahveh (Nm 23,9).
Y esa elección no ha sido motivada por mérito alguno de Israel: es motivada sólo por el amor de
Yahveh, que Israel no ha merecido.

Pero esa elección configura una vocación: si se es elegido es para algo: para cumplir una
misión. De esa vocación se irá tomando conciencia a través de la historia; lo que para Abraham
era sólo una vocación comprendida de manera elemental, con Moisés reviste el carácter de una
misión: ser el líder de su pueblo, unificarlo, llevarlo a la fe, organizarlo. Más tarde irá
adquiriendo nuevos contenidos e implicaciones: será vocación de todo un pueblo, de los
profetas, de los creyentes. La vocación tiene un carácter histórico: Dios elige y llama, y tanto la
vocación como la respuesta adquirirán rasgos peculiares de acuerdo con el momento y las
circunstancias. Notemos bien que tanto la elección como la vocación y la misión están
integradas en el marco más amplio de la alianza.

El concepto de alianza (berith) es también muy primitivo. La existencia de Israel se cimentó en


la creencia de que entre sus antepasados y Yahveh se pactó una alianza: Dios será su Dios ,
Israel será su pueblo. Así, elección y alianza se apoyarán en el recuerdo de los acontecimientos
que el pueblo conservará en su memoria.

Con la alianza quedó fundada una nueva sociedad, que no existía, basada no en los vínculos de
sangre sino en una experiencia histórica, de fe, y en una decisión moral. Por ello éxodo y Sinaí,
los acontecimientos centrales de la alianza, se convirtieron en la tradición constitutiva de todo
Israel.

¿Cuál es el carácter de esa alianza? En las relaciones entre los pueblos y naciones son comunes
las alianzas; pero no todas son de la misma clase; en efecto, hay unas alianzas que se pactan
entre dos pueblos iguales, que tienen la misma fuerza: pactan la paz y la colaboración mutua,
con el fin de no agredirse y de ayudarse. Este tipo de alianza no es el que se dio entre Yahveh e
Israel. La forma de la alianza que pacta Israel con Yahveh tiene paralelos con algunos pactos del
Imperio Hitita: el Gran Rey Hitita pactaba un tratado con sus vasallos, tratado por lo tanto
realizado entre un rey poderoso y un grupo débil protegido por aquél y sujeto a él con
obligaciones. No era una alianza que naciera del equilibrio de fuerzas de dos imperios
42
igualmente poderosos, sino una alianza que el Gran Rey le concedía a la pequeña nación con el
fin de protegerla, a cambio de que ésta le guardara lealtad. Veamos la forma de esta alianza y su
semejanza con la alianza entre Yahveh (el Gran Rey) e Israel (la pequeña nación), tal como
aparece en los textos de la Escritura:

En el preámbulo del tratado con el que se sellaba esta alianza, se trae el nombre y el título del
Gran Rey: “Yo soy Yahveh tu Dios” (Ex 20,2) y el recuerdo a sus vasallos de los actos de
benevolencia, que lo obliga a la gratitud perpetua: “que los saqué de la tierra de Egipto, de la
casa de la servidumbre” (Ex 20,2b). También se contienen las cláusulas que expresan las
obligaciones impuestas al vasallo y que éste debe aceptar: el decálogo (Ex 20,3ss). El vasallo
debe depositar su entera confianza en el Rey, presentarse anualmente ante él con tributos (Ex
23,17) y someter todas las controversias a él.

El tratado debe depositarse en el santuario local y leerse periódicamente en público (Dt 31,9-
13).

Esta forma de alianza configura también los rasgos de la fe israelita: los clanes aceptan la
absoluta soberanía de Dios, acogen sus preceptos que lo obligan a vivir en paz; lo otro sería
romper la alianza. Esto se funda en una acción gratuita de Dios que se ha manifestado en la
historia y que se seguirá manifestando.

Aceptar la soberanía de Dios significa aceptarlo como rey; de ahí que se elabore toda una
teología sobre el Reino de Dios, que hemos heredado los cristianos, y se represente a Dios como
el rey con un trono (el arca), cetro (la vara de Moisés). La alianza constituye la base de la
anfictionía posterior, y por ello la supervivencia del pueblo dependerá de su cumplimiento. Por
ello todas las generaciones deberán renovarla y aceptarla libremente.

La fe del primitivo Israel estuvo caracterizada por una confianza en las promesas divinas y una
expectación de sucesos favorables en el futuro. De esa esperanza provendrá luego en el
judaísmo y el cristianismo, la elaboración de toda una escatología. La promesa es característica
de la fe patriarcal, y de allí pasa a la fe israelita del éxodo: Dios se ha manifestado no para
mantener un statu quo de servidumbre, sino para llamar al pueblo a un futuro nuevo y de
esperanza.

“Estas características –elección y alianza, cláusulas de la alianza y sus promesas- constituyen la


estructura de la fe de Israel desde sus orígenes y así permanecieron a todo lo largo de su
historia. Aunque el transcurso de los años trajo consigo muchas mudanzas, la fe de Israel nunca
cambió esencialmente su carácter”.

3. El Dios de la alianza

La fe de Israel no se centró en una idea de Dios, sino en una experiencia. Toda afirmación
43
israelita sobre Dios está precedida de una experiencia vital de su persona, su acción, su palabra.
La experiencia fundamental fue la de Dios como salvador (éxodo).

a. La experiencia de Yahveh

La fe de Israel no se fundó en una idea de Dios sino en una experiencia de Dios en su historia.
De esa experiencia viva de Dios arranca toda la historia de salvación, y en torno a ella se
configura no sólo la fe de Israel, sino todo su ser como nación. Esa experiencia se vive como
llamado de Dios, a través de signos que se pueden interpretar como tales por la certeza que el
pueblo tiene de Dios y su presencia, y a la que corresponde una respuesta de los israelitas.

De esa experiencia surgen todas las nociones teológicas de Israel: elección, promesa, alianza. Y
en torno a ella se podrá interpretar la historia del pueblo como fidelidad o infidelidad. Por ello
hay un esquema de fondo que se repetirá en todo el acontecer de Israel como pueblo escogido:
• elección – promesa – alianza
• infidelidad del pueblo
• castigo
• acción salvífica de Dios – renovación de su promesa (fidelidad permanente a la alianza por
parte de Dios)

¿Quién es ese Dios del que Israel tiene una experiencia tan profunda? Y A H V E H.

b. El nombre de YAHVEH

Como hemos visto, el nombre es revelado por primera vez a Moisés. Es una forma del verbo
SER: “el que es” en el sentido no de una afirmación metafísica, sino existencial: “el que está
presente y actuante a favor de su pueblo”. Eficacia viva, fidelidad constante, sublime
independencia de Dios, inmutable voluntad salvadora, firme lealtad.

c. Sólo Yahve es Dios

Desde sus comienzos la fe de Israel prohibió la adoración de cualquier otro Dios fuera de
Yahveh (Ex 20,3; 22,20); esto está en consonancia con la naturaleza de la alianza: el vasallo
únicamente puede tener un señor supremo. Aunque Israel a través de su historia cayó
repetidamente en idolatrías, nunca se le excusó este pecado.

Dios es UNO, sin panteón ni diosa ni descendencia. Esto es lo que llamamos monoteísmo.
Últimamente se ha preguntado si la fe israelita, en sus orígenes, fue auténtico monoteísmo: un
solo Dios, creador, afirmación explícita de que es el único y no hay otro.

Si bien es cierto que Israel en un principio no tuvo una noción tan clara del monoteísmo o una
concepción filosófica del mismo, ni negó explícitamente la existencia de otros dioses, sí
podemos llamar a su fe una fe monoteísta. Ahora bien: ese monoteísmo tuvo su evolución y se
44
fue perfeccionando lentamente hasta llegar al cristianismo; hubo ambigüedades, debilidades,
infidelidades, pero siempre cuestionadas por la fe en que Yahveh es el único Señor, y sólo a él
se puede dar culto. En la medida en que Israel reflexionaba su experiencia de Yahveh, los demás
dioses iban desapareciendo. En el Israel de los comienzos, sólo Yahveh es Dios, ya que sólo él
tiene el poder de obrar.

El monoteísmo era la espina dorsal de toda la fe israelita, y el legado más precioso al mundo
religioso, tan contaminado en la antigüedad por el politeísmo y la idolatría.}

d. Yahveh es Dios Santo, trascendente

“Santo” no en el sentido moral simplemente, sino en el sentido de que está por encima de todo,
el trascendente, que no se diluye en la creación ni se somete a las criaturas. Israel nunca
confundió a Dios con las criaturas como el politeísmo o la idolatría: su Dios es el Santo, el
inaprehensible, cuyos designios y caminos son inescrutables, y distintos de los de los hombres.
La santidad de Dios invita a la criatura, no a querer dominarlo o manipularlo (magia) sino a
colocarse frente a él como tal: como criatura, dependiente, pecadora. Por ello Israel se cuida
tanto de las imágenes: de Dios no se puede hacer imágenes (Ex 20,3), precisamente porque es lo
completamente otro, distinto de la criatura y totalmente por encima de ellas.

e. Yahveh es Dios cercano

Pero no por ser trascendente, Dios es lejano. El Dios Yahveh es el Dios comprometido en
alianza con su pueblo, siempre cercano y siempre fiel, que se revela y manifiesta en la historia
de los hombres, que está atento a los sufrimientos y debilidades de su pueblo (“he oído el
clamor de mi pueblo en Egipto” Ex 3).

Como dijimos, la característica de la fe israelita es su dimensión de experiencia: Dios que se


experimenta, en su santidad y trascendencia, cercano y solidario con su pueblo. Distinto del
Dios de los filósofos, un Dios de razón que muy fácilmente se convierte en mera “idea”, en
“noción”, en lejanía absoluta.

Ese Dios se manifiesta en la teofanía: se hace presente, “aparece”, pero nunca se identifica con
la criatura, ni siquiera con el hombre: no es el dios sol, luna, ni el dios tormenta, del politeísmo,
ni el dios antropomórfico de los griegos. Y sin embargo, presente y actuante en la historia:
vinculado a los acontecimientos de la historia y no primordialmente a los fenómenos de la
naturaleza aunque ella toda sea de su propiedad y dominio. De allí se derivan consecuencias
para la respuesta de la fe:

• Dios exige una respuesta personal y comunitaria (el politeísmo no).


• El culto a Dios no es para ganar su favor o para manipular su intervención, sino para
manifestar la fidelidad del pueblo.
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• El Dios de Israel no es un Dios del orden inmutable, sostenedor y justificador del statu quo,
sino un Dios que invita al compromiso en la historia, al cambio ya la conversión.
• Por ello, la concepción de “historia” en Israel no es la del eterno repetirse, sino la del
desarrollo permanente con una intencionalidad prevista y demarcada por Dios.

f. Yahveh Señor de la historia

Yahveh Dios es el Señor de la historia y la creación. Es el trascendente, que no tiene tiempo ni


principio ni fin, pero que es dueño de la historia de los hombres, no en cuanto coaccione su
libertad, sino en cuanto que actúa en la historia por pura iniciativa para llamar, elegir, salvar... y
así proponer a la libertad de los hombres su promesa y su alianza.

La concepción de la “historia” en Israel es distinta de la de los pueblos que lo circundan, y de


ella provienen rasgos decisivos de su fe. Veámoslas:

La concepción de historia del paganismo: Es una visión cíclica de la historia; todo se repite en
una ineluctable fatalidad: el ciclo del eterno retorno. El hombre está allí como encasillado,
atrapado, dominado, condenado. Su salvación consiste en evadirse de esa realidad, escapar de la
fatalidad de la historia, hacia la eternidad, la no-historia; en la historia no es posible la
salvación. Ni los dioses escapan a esa cruel realidad, y por ello nacen, mueren y resucitan.

La concepción de la historia en Israel: no es cíclica (eterno retorno) sino lineal; con comienzo,
desarrollo y consumación (plenitud). Es Dios su origen, y es él quien le ha dado un dinamismo
de salvación por su intervención a favor de los hombres. La salvación no es una conquista de los
hombres (visión histórica del humanismo ateo) ni un escaparse (paganismo) sino una acción
gratuita de Dios para los hombres, que deben acogerla y aceptarla activamente.

Por ello tiene unas etapas de desarrollo:

• creación
• preparación (A.T.)
• realización (Jesucristo)
• prolongación (Iglesia)
• consumación (escatología)

Comienzo, desarrollo y consumación: y en medio de ella, momentos, “tiempos” de gracia


porque Dios interviene favorablemente: kairoi, puntos cumbres, tiempos propicios, decisivos de
la acción de Dios.

Una historia, igualmente, centrada: en Jesucristo. Esta concepción de la historia llega a su


plenitud en el cristianismo.

Por eso decimos que la historia para Israel, y por él, para el cristianismo, es en espiral: se
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desarrolla según una intencionalidad, pero centrada en Jesucristo.

La concepción israelita de la historia

La historia de la salvación se desarrolla en el seno de la historia humana: es el misterio de la


presencia de Dios en el seno de la historia humana. Con inicio (creación) y consumación -
plenitud (escatología), con un centro (Jesucristo) y con una dinámica en espiral en la que los
“círculos” representan la vuelta constante a los arquetipos: alianza, promesa, vocación, pecado,
castigo, perdón, renovación de la alianza…

g. Yahveh creador

De la experiencia de Dios en la historia y de la reflexión sobre ella, Israel llegó a la idea de


creación: siendo que su fe y su hablar sobre Dios es de tipo vivencial, lo primero para Israel fue
descubrir a Dios como presente en su historia, esto es, como salvador, y por tanto como creador
del pueblo escogido.

Sólo después Israel se remontará hasta sus orígenes y de allí, retrospectivamente, irá más lejos
todavía y comprenderá que el origen de la iniciativa de Dios no se queda en los primeros pactos
sino que va más allá: la acción salvífica de Dios se inicia en la creación. Es un proceso que va
de la vivencia a la afirmación de Dios como creador.

B. Constitución del primitivo Israel: la anfictionía

1. La anfictionía

La organización de Israel como anfictionía duró doscientos años, y proporcionó la estructura


dentro de la cual adquirirán forma las tradiciones e instituciones de Israel.

Israel en la Biblia es presentado como una organización de doce tribus, que al federarse
conectaron su pasado y su futuro; luego fueron literariamente conectadas también con un
47
antepasado común: cada tribu proviene de uno de los doce hijos de Jacob: seis son hijos de
Jacob y su mujer Lía (Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón); dos, de Zilpa, esclava de
Lía (Gad y Aser); dos de su segunda mujer, Raquel (José y Benjamín) y dos de Bilhá, esclava de
Raquel (Dan y Neftalí). La concepción según la cual cada tribu proviene de un hijo de Jacob,
éste de Isaac e Isaac de Abraham, se origina en la mentalidad patriarcal de esa cultura: todo
pueblo o grupo proviene de un padre del cual toma su nombre; de esa misma forma Israel.

Este esquema refleja de algún modo el grado de parentesco entre los clanes. Aunque existieron
rivalidades, esto no significa superioridad de una tribu sobre otra: las doce tribus eran iguales.
Israel procuró siempre respetar la estructura del pueblo en doce tribus; en la elección de “doce
apóstoles” por parte de Jesús sigue teniendo importancia este esquema.

¿Cuál era la naturaleza de esta liga tribal?

El primitivo Israel no constituyó una unidad racial o nacional, sino una confederación de tribus
unida por un pacto con Yahveh. No fue en esa época (finales del S. XIII o comienzos del XII a.
C.) un Estado, ni tuvo un gobierno central, ni ciudad capital, ni burocracia administrativa ni
ejército. Las tribus gozaban de independencia cada una frente a las otras, aunque estuviesen
unidas por una fe y unas obligaciones.

No existía un gobierno central organizado, aunque los ancianos de las tribus gozaban de cierta
ascendencia y eran respetados en su función de resolver litigios entre las tribus. La
confederación tenía su punto focal en el alto donde residía el arca, primero Siquem y luego Silo.
Allí se reunían las tribus en los días de fiesta para renovar la alianza y dirimir algunos puntos de
controversia o de mutuo interés.

Este sistema en su estructura externa de doce miembros, no es exclusivo de Israel; también lo


encontramos en Grecia e Italia, y la Biblia menciona estructuras similares (Gen 25,13-16). El
número doce obedecía a que cada grupo se ocupaba del santuario central un mes al año, para
velar por su organización, financiación y cuidado del culto común. Lo característico de la
organización de Israel estriba en la peculiaridad de su fe, en la naturaleza del Dios que la
vincula.

En el libro de los jueces vemos el funcionamiento de la anfictionía israelita. Allí vemos clanes
viviendo precariamente, rodeados de enemigos y sin gobierno central. En el tiempo de peligro,
se levantaba un juez (shofet), esto es, un hombre sobre el que descendía el espíritu de Yahveh,
quien reunía las tribus y rechazaba al enemigo, pues Israel no tenía ejército permanente. Por eso
la palabra “juez” en Israel no aludía a su función judicial, sino militar: eran jefes militares por
tiempo limitado, y su autoridad espontánea se extendía a todas las tribus; la anfictionía, fundada
en la alianza, obligaba a las tribus a participar en la lucha contra los enemigos; en efecto, se
trataba de la guerra librada por el Gran Rey, Yahveh, a quien las unía un tratado.

Aunque los jueces gozaban de un gran prestigio, no eran reyes; su función era temporal, su
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autoridad no era absoluta ni su rango hereditario. Esta autoridad se fundaba en sus cualidades
personales, y por ello decimos que eran jefes carismáticos.

Todo eso coincide con la naturaleza de la alianza: Yahveh es el Rey, el juez sólo su
representante.

¿Cuándo comenzó esta liga tribal (anfictionía)? La anfictionía como organización definitiva se
consolidó luego de la conquista de Palestina, a comienzos del S. XII a. C. probablemente. El
relato de Jos 24 llamado “pacto de Siquem” nos proporciona el cuadro de este acontecimiento.
Es el momento en que todas las tribus se congregan en torno a la misma fe, a la misma historia,
al mismo proyecto.

Pero sería equivocado colocar allí la fuente y el origen de la liga de la alianza; ciertamente, en
Siquem se perfeccionó la liga y la estructura social de Israel; pero ya antes ha acontecido una
historia protagonizada por varios clanes y se ha sellado una alianza en el Sinaí; el
acontecimiento del éxodo y la alianza del monte eran, en fin de cuentas, el fundamento de la
liga tribal y del pueblo.

Es entonces en el Sinaí donde encontramos las raíces más profundas de la liga tribal, pues el
fundamento de la anfictionía es la alianza con Yahveh. Esta liga tribal o congregación de varios
clanes en torno a la misma fe no la podemos llamar estrictamente anfictionía, sino que es más
bien una confederación de pequeños clanes. Llegará el momento en que, ya en Palestina, a ese
núcleo se vincularon otros clanes que venían por otro camino o que ya estaban sedentarizados, y
entre todos se constituye la anfictionía: todas las tribus que van a formar el pueblo de Israel se
unen y reconocen su pasado en el éxodo y la alianza, aceptan a Yahveh como el protector en el
pasado y en el futuro, y acogen la misma fe.

Por ello debemos considerar la continuidad entre la alianza del Sinaí y la confederación de
Siquem.

2. Instituciones de la anfictionía

En el primitivo Israel, como en todas las sociedades, la religión se expresó a través de


instituciones. Las más importantes en Israel fueron: el santuario central de la anfictionía, el
culto con sus fiestas y la ley de la alianza.

a. El santuario central

El centro focal de la anfictionía fue siempre el santuario central, que contenía el arca de la
alianza, es decir, el trono de Yahveh invisible. El arca de la alianza era un cofre sagrado, y
constituía el signo visible de la presencia protectora de Yahveh; en ella se guardaban las tablas
de la ley, y por ello era una señal que recordaba a Israel las obligaciones de la alianza con Dios.
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El santuario era una tienda que tuvo sus orígenes en el desierto. Consistía en un armazón de
madera adornado con finas telas y pieles. Cuando se construyó el templo en tiempos de
Salomón (S. X), esta tienda perdió su importancia.

En el Pentateuco se llama al santuario la “tienda de la reunión”, es decir, el lugar de la asamblea


de la liga anfictiónica presidida por Yahveh; o se le llama simplemente “la tienda”, “el
tabernáculo”, expresando así la realidad sentida por Israel de que Yahveh acampa en medio de
su pueblo.

En Ex 25 – 31; 35 – 40 se describe el santuario, aunque esta descripción refleja más bien la


tienda – santuario erigida posteriormente por David (II Sam 6,17), que fue la sucesora del
santuario de la anfictionía. Esta forma del santuario contribuyó a mantener vivo el sentimiento
de que Yahveh vive entre los hebreos, “camina” en su historia.

Aunque hubo otros sitios de adoración, otros santuarios, el santuario del arca fue el santuario
oficial de la liga y el corazón de su vida social. El santuario, según la Biblia, (Jos 18,1; Ju
18,31) estuvo en Silo, después de la conquista. Pero es probable que antes hubiera estado en
Siquem y Betel.

b. Clero y culto

Al frente del santuario central había un clero, presidido por un sumo sacerdote, oficio
probablemente hereditario. Los santuarios locales estaban también servidos por un clero,
constituido por hombres de distintas tribus, pero poco a poco se fue especializando en este
oficio una rama de la tribu de Leví; eso no excluía que personas de otras tribus, que se
dedicaban al culto, fuesen consideradas también levitas.

Respecto a los sacrificios del primitivo Israel, poco se sabe, pues la documentación que
poseemos refleja costumbres posteriores. Pero por los textos de Rash Shamra y otros, sabemos
que el sistema sacrificial de Israel, aunque menos elaborado, tuvo numerosas semejanzas con
los cananeos en lo que toca a la forma externa, la ofrenda de animales y la terminología. Y es
lógico que con el establecimiento en Palestina y el consecuente contacto con otros pueblos
llevara a Israel a tomar algunos elementos de sus tradiciones y prácticas cultuales. Ciertamente
esto no estaba exento de peligros, pues se presentaba la tentación de asumir ritos y concepciones
paganos. Pero Israel no tomó indiscriminadamente esos elementos, y tendió siempre a elegir
aquello que fue compatible con su fe en Yahveh.

Pero el culto de Israel no se centraba en los sacrificios, sino en las fiestas. Ex 23,14-17; 34,18-
24 (el código de la alianza) menciona tres fiestas principales: la fiesta de los ácimos y la Pascua,
la de las semanas y la de la recolección; eran las fiestas más antiguas que Israel y, a excepción

50
de la Pascua, tenían un origen agrícola 7. No obstante, Israel las llenó de un sentido histórico y se
convirtieron así en ocasión para celebrar los favores de Yahveh en la historia. Éste es un
proceder muy peculiar de Israel: las fiestas no se relacionan principalmente con el mundo de la
agricultura, sino con la historia humana.

La fiesta de los panes ácimos se comenzó a celebrar después de la conquista de la tierra; como
caía en la misma fecha de la Pascua, se fundió con ella. La fiesta de la Pascua era la más
importante; en su origen se trataba de una fiesta de nómadas en la que se sacrificaba un animal
joven para implorar la fecundidad y prosperidad de todo el rebaño. Interpretada a la luz del
éxodo adquirió todo un nuevo sentido: un sentido histórico de memoria de la liberación frente a
los egipcios. Se celebraba en primavera.

La fiesta de las semanas se celebraba siete semanas después, como conclusión de la recolección
de los cereales. Corresponde a la fiesta de Pentecostés: fiesta de las primicias de los cereales
(cebada, trigo), cincuenta días (= siete semanas) después de la oblación de la primera gavilla
(“siete semanas después de que empieza a meterse la hoz en el trigo”).

La fiesta de la recolección se celebraba al final del año, cuando se había terminado la


recolección o la vendimia (uva, frutas), en el otoño (15 a 21 del mes de tishri, octubre). Se le
llamó también fiesta de las tiendas o los tabernáculos. Recordaba la permanencia y
peregrinación de Israel por el desierto. Todos los israelitas tenían que vivir durante estos días en
tiendas de ramas. Se rogaba al Señor que bendijera la cosecha. Se menciona en Jn 7,2.37ss.

Estas fiestas se celebraban tanto en los santuarios locales, como en Silo. Pero en Silo había una
gran fiesta anual a la que acudían todos los israelitas piadosos; en conexión con esta fiesta, se
tenía una ceremonia de renovación de la alianza (cada año o cada siete años) en la que se
presentaban tributos a Dios, se recitaban sus acciones a favor del pueblo, se leía la ley y se
renovaba el juramento de la alianza.

c. La ley de la alianza

Dado que la anfictionía constituía una sociedad fundada en la alianza, la ley de la alianza fue el
factor central de la vida de Israel.

En las cláusulas de la alianza se determinaban las exigencias del Señor a sus súbditos, y por
ellas se regulaban tanto las relaciones con Dios como las relaciones del pueblo entre sí. Como
tales exigencias debían aplicarse a las situaciones concretas, pronto se fue elaborando una
tradición legal, que tiene sus semejanzas con códigos legales de Mesopotamia (Hammurabi y
otros).

7
Las fiestas fueron inicialmente ritos relacionados con la vida pastoril y agrícola; cuando Israel, luego de
constituirse como liga anfictiónica, las asumió, les dio un nuevo significado: ya no eran fiestas para agradecer la
fecundad de la tierra o del ganado, sino para conmemorar hechos históricos.
51
Las leyes el Pentateuco en su forma se dividen en dos grandes categorías: apodícticas y
casuísticas. Las casuísticas tienen esta forma: “si un hombre... entonces...”, y no son peculiares
de Israel. Las apodícticas tienen la forma “harás... no harás...” y son las características de Israel;
es el caso del Decálogo.

Cuando llegó a Palestina, Israel entró en contacto con otros pueblos con sus tradiciones legales,
y necesitado de normas que expresaran el compromiso con Yahveh, asimiló algo de ellas.

En cuanto al procedimiento judicial, probablemente la justicia era dictada por los ancianos del
pueblo; los sacerdotes eran llamados a juzgar los casos más difíciles por medio del oráculo y la
ordalía.

Por todo ello debemos concluir que la anfictionía fue una sociedad basada en la ley.

C. Historia de la Anfictionía

Probablemente la ocupación israelita de Palestina se había consumado hacia finales del S. XIII,
y la anfictionía estaba ya formada por la misma época.

1. Situación del mundo en el S. XII

Egipto por esta época estaba en un momento de debilidad que terminó con el colapso de la
dinastía XVIII, y durante ese tiempo perdió el control efectivo sobre sus posesiones en Asia.

Luego la dinastía XXI restableció el orden del imperio y se empeñó en recuperar su fuerza en
Asia y restaurar el esplendor egipcio. Pero esto se lo impidió la confrontación con los Pueblos
del mar que lo dejó exhausto. Entre estos pueblos estaban los Peresata, es decir, los Pelasata o
filisteos; a duras penas Egipto logró defender sus fronteras, y se vio obligado a permitir a estos
pueblos el vivir como vasallos nominales en la costa de Palestina. De este modo los filisteos
(“pelesata”) – que le dan el nombre a Palestina - se hicieron presentes en el escenario israelita
muy poco después de la conquista.

La dinastía XX llegó pronto a su fin (aprox. 1065) y le sucedió la Dinastía XXI que también
resultó incapaz para restablecer el poder de Egipto en el extranjero; se acercaba el final del
imperio.

ASIA por su lado no presentaba por la época ningún imperio poderoso; el imperio hitita había
desaparecido y Asiria comenzó un período de decadencia que duraría 200 años. Así pues, Israel
no tuvo que preocuparse por defenderse de ningún imperio.

Por su lado Canaán, sin el apoyo de Egipto, se vio golpeado por la invasión de nuevos pueblos:
los israelitas ocupan la montaña y los “Pueblos del mar” la costa. Estos últimos, provenientes
52
del Egeo, asimilaron pronto la cultura cananea y perdieron la propia; fueron unos rivales
importantes de Israel.

2. Los dos primeros siglos de Israel de Canaán

El conocimiento de los acontecimientos de Israel en esta primera época de su vida en Canaán,


provienen del libro de los Jueces solamente, lo que hace imposible reconstruirlos en detalle. En
este libro vemos un pueblo de Israel en luchas defensivas constantes y en crisis internas
frecuentes.

Las posesiones de Israel en Canaán no constituyeron una perfecta unión territorial: aunque
ocupaban la mayor parte de la región montañosa, sobrevivían algunos enclaves no israelitas,
como por ejemplo la ciudad de Jerusalén 8, y la llanura que se extendía entre el norte y el sur no
había podido ser conquistada; algo parecido sucedía entre las tribus del este y del oeste.

El estilo de la anfictionía propiciaba el hecho de que cada tribu se preocupara más por sus
asuntos domésticos que por los comunes de las tribus; la lejanía del santuario central significó el
auge mayor de los santuarios locales. En esas circunstancias, la unión de las tribus estaba en
relación directa con la proximidad de algún peligro. Estos factores nos ayudan a comprender la
imagen de desunión que nos proporciona el libro de los Jueces: en definitiva, a no ser por el
poder espiritual de la liga de la alianza con sus instituciones, Israel a duras penas habría
conservado su unidad.

La época de los jueces constituyó para Israel una etapa de adaptación y consolidación. En este
período, en el que se produce la sedentarización y se pone en contacto Israel con una
civilización agraria, hubo notables progresos: utilización del camello, desarrollo comercial,
construcción de numerosas ciudades, uso del barro cocido. También en otros aspectos: Israel se
apropió de formas legales y sacrificiales nuevas aprendidas de los cananeos. En este punto, las
tensiones entre el yahvismo y las religión de Canaán fueron constantes; en efecto, muchos
grupos absorbidos por Israel eran de cultura y religión cananea, y esta situación incidía en la
forma de asumir la fe en Yahveh: muchos acogieron la alianza, pero en su corazón continuaron
siendo paganos; en muchos santuarios locales pre–existentes se mantuvieron prácticas religiosas
cananeas ajenas al yahvismo; Israel estuvo expuesto constantemente a la contaminación
religiosa y a confundir a Yahveh con Baal. El libro de los Jueces da testimonio de esta situación
de confusión teológica.

En cuanto a los jueces, poco sabemos más allá de lo que nos dice el libro del mismo nombre.
Surgen en momentos de peligro para liderar la defensa, pero nunca lograron unir a todas las
tribus. La personalidad de los diversos jueces era muy diferente:

Gedeón enfrenta, con profundo espíritu religioso, las incursiones madianitas que se veían
8
Jerusalén sólo fue conquistada en el siglo X por David.
53
favorecidas por el uso del camello; era ésa una situación desesperante, pues las incursiones de
los invasores se hacían en el tiempo de la recolección; si no hubiese surgido un jefe carismático
como Gedeón, Israel habría podido ser arrojado de la tierra. Gedeón adquirió gran prestigio, a
tal punto que algunos querían nombrarlo rey, a lo cual respondió Gedeón recordando la
soberanía exclusiva de Yahveh: sólo Yahve es Rey (Ju 8,22ss).

Jefté en cambio, era un saqueador, un japiru que ganó prestigio en la defensa de Israel frente a
los amalecitas. Sansón, por su lado, es presentado como un travieso y forzudo líder carismático
que alcanzó un prestigio legendario. El protagonizó los incidentes fronterizos con los filisteos
que prepararon el enfrentamiento abierto.

¿Qué grado de consistencia tenía la anfictionía? Con estas debilidades, sorprende que la
anfictionía durara tantos años; siempre las tribus permanecieron a la defensiva, sin campañas
para extender sus dominios; no pudo esta institución revigorizar la pureza del yahvismo, ni
llevar a Israel a una acción conjunta y organizada; subsistieron las rivalidades entre tribus, y la
única manera de hacer cumplir una ley ante una tribu rebelde fue la unión de las demás para
castigarla. Con razón el libro de los Jueces nos ofrece la imagen de una anfictionía en lucha
interna. Incluso parece ser que Israel tenía menos fortaleza como nación al final, que al
principio.

No obstante, no hubo en este período ningún movimiento para crear un estado o para imitar el
esquema de ciudades – estado cananeas. Todo porque se pensaba con rigidez y fidelidad que el
único soberano era Yahveh.

Pero la situación cambió cuando comenzaron los enfrentamientos con los filisteos e Israel se vio
en la necesidad de constituir una organización social distinta que le permitiera hacer lo que para
la anfictionía resultaba demasiado ambicioso.

PARA LA AUTOEVALUACIÓN

1. Indique con mucha precisión y profundidad qué es la ALIANZA y cuál fue su importancia para
la vida de Israel.
2. En grupo traten de caracterizar al Dios de Israel (Yahveh).
3. Definan que es la “anfictionía” y cuál fue su importancia para la FE y para la VIDA de Israel.
4. ¿Quiénes fueron los JUECES, cómo surgieron y cuál fue su papel en la vida de la confederación
anfictiónica?
5. A partir de una hojeada al libro de los Jueces, enumere los jueces de Israel.
6. ¿Cuáles fueron las circunstancias que pusieron en crisis la anfictionía?

Asuma usted su papel de maestro y formule dos preguntas que debería estar en capacidad de
responder el alumno que estudió el capítulo anterior:
54
Con frecuencia nos quedan dudas y confusiones sobre lo que estudiamos; también encontramos
dificultades que no pudimos superar. Señálelas a continuación:

55
TERCERA PARTE: DE LA CONSTITUCIÓN DE LA MONARQUÍA HASTA EL
EXÍLIO

I. NACIMIENTO DE LA MONARQUÍA

PREGUNTAS PREVIAS

1. Si Yahveh era tenido por el pueblo de Israel como SU REY, ¿de qué manera se dio la transición
del régimen anfictiónico a la monarquía?
2. ¿Puede usted decir algo acerca de la importancia de la figura del rey David para la historia y la fe
de Israel?
3. ¿Ha escuchado alguna vez acerca de la existencia de dos reinos en el pueblo hebreo? ¿Cuáles son y
cómo se denominan?
4. ¿Puede señalar en su mapa el territorio de dominaba Israel durante la anfictionía y el que dominaba
en tiempos de David?

Se recomienda leer I Sam 8,1-21; 16,1-13. II Sam 7,1-29; II Sam 11 y 12. I Re 5-6 y 11al 15

La crisis que provocó la caída de la organización anfictiónica se produjo en la última parte del
siglo XI a.C. Este hecho desencadenó una serie de acontecimientos que en menos de cien años
transformaron significativamente a Israel y lo convirtieron en una de las potencias más
vigorosas del mundo de la época.

Para el estudio de esta época se cuenta con fuentes muy útiles, completas y de un gran valor
histórico, pues son casi contemporáneas a los hechos que narran: se trata de los libros de Samuel
y del Primer libro de los Reyes (capítulo 1-11).

A. Inicios de la Monarquía: SAÚL

1. Los filisteos y la crisis de la anfictionía

Después de unos doscientos años, la anfictionía israelita sucumbió bajo la agresión filistea.
Como se dijo antes, los filisteos llegaron por la misma época en que Israel llegó a Palestina; por
eso se produjeron choques, ocasionales y aislados en un principio, pero luego los filisteos
emprendieron una agresiva campaña para conquistar a Israel.

La débil confederación israelita no pudo contener a sus enemigos filisteos; éstos no eran
numerosos, pero sí formidables guerreros con una larga tradición militar; gobernaban una
población predominantemente cananea, y cuando cayó el Imperio Egipcio vieron la oportunidad
para dominar a Israel. En la realización de ese propósito, los filisteos llegaron incluso a poner
en peligro la existencia misma de Israel.

56
Después de muchos incidentes fronterizos, el golpe decisivo fue propinado después del año
1050 a.C. (cfr. I Sam 4). Los israelitas, después de una derrota inicial, llevaron el Arca de la
Alianza desde Silo al campo de batalla, con la esperanza de que la presencia de Yahveh les
daría la victoria; pero el resultado fue una completa derrota: el ejército fue desbaratado y el arca
destruida; los filisteos procedieron a ocupar la tierra. Silo fue saqueada y el santuario destruido.

No obstante tan demoledora derrota sobre Israel, la ocupación filistea no fue total: dominaban el
Sur, gran parte de la región montañosa y el valle. Aunque Israel mantenía su ocupación
territorial, en la práctica estaba sujeto a los filisteos, sus fuerzas estaban dispersas y sus
sacerdotes desarticulados.

En este contexto, surge la figura de SAMUEL: Él es el conductor de Israel en estos días de


confusión. Samuel fue consagrado desde su nacimiento a Yahveh (voto de nazareato: Sam
1,11) y pasó su juventud junto al Santuario de la anfictionía. Cuando cayó Silo, regresó a su
antigua ciudad, Ramá, donde gozó de gran prestigio como santo y dador de oráculos (I Sam 9).
Pero Samuel no era sólo un “vidente”: en realidad, él heredó el liderazgo de los jueces
anteriores, que consistía en la administración de la ley y la regulación de las relaciones de
alianza entre las tribus. Vivía cerca de un santuario tribal y visitaba los demás santuarios
importantes para las otras tribus (I Sam 7,15-17). Fue, entonces, el gran trabajador de la época
para conservar la tradición anfictiónica.

No tenemos muchos datos sobre la época de la ocupación filistea; de cualquier forma, la


voluntad popular de resistir a la invasión permaneció viva y la tradición carismática perduró
gracias a las bandas de profetas extáticos que aparecieron por esta época. ¿Qué eran estas
bandas? Se trataba de grupos de piadosos que en medio de la danza y la música entraban en
éxtasis y profetizaban encendidos de celo por Yahveh y por el país. Samuel no perteneció a
estas bandadas, pero colaboró con ellas y sobre ellas tuvo ascendencia. La voluntad de
resistencia al invasor ocasionó numerosos choques con contingentes filisteos; pero, en realidad,
Israel no estaba en condiciones de emprender una campaña para arrojarlos del país: era
necesario un liderazgo más fuerte.

2. Saúl, primer rey

Ante una situación tan apremiante, que demandaba el liderazgo de un caudillo, Israel eligió su
primer rey: Saúl, de la tribu de Benjamín. El proceso que llevó esta decisión no fue muy
tranquilo. En efecto, Israel siempre había considerado que su único rey y Señor era Yahveh;
elegir un rey humano significaba para muchos una falta de fidelidad a la alianza; pero, por otro
lado, las circunstancias exigían un líder político y militar permanente. Las dos posiciones
pronto entraron en conflicto.

Sobre la elección de Saúl tenemos en la Biblia dos narraciones diferentes:

57
Una narración (I Sam 9,1-10,16) nos habla de una elección y unción privada de Saúl por parte
de Samuel; él toma la iniciativa, inspirado por Yahveh. La otra presenta a Samuel presidiendo la
elección de Saúl, después de ceder con dificultad a la petición del pueblo, que consideraba un
atropello contra Dios elegir un rey humano (I Sam 8;10,17-27). Las dos narraciones son, de
alguna manera, reflejo de la controversia.

De la observación de estas narraciones queda en claro que hubo discusiones en torno a la


adopción del sistema monárquico: los sectores más tradicionales miraron con recelo la iniciativa
porque constituía una amenaza contra la realeza de Dios, mientras los más realistas y
progresistas consideraban necesario adoptar la monarquía. Samuel intervino de una manera
decisiva en la cuestión.

La elección de Saúl fue por designación profética y por aclamación popular. La fama de este
personaje se hizo grande a raíz de la victoria sobre Ammón (I Sam 11), donde demostró poseer
dotes carismáticas similares a las de los jueces anteriores: después de conocer la invasión de los
amonitas, Saúl reaccionó impetuosamente y convocó a clanes y tribus para la defensa; Israel
alcanzó una gran victoria, después de la cual Saúl fue coronado.

Como rey, Saúl obtuvo numerosas victorias sobre los filisteos, lo cual alentó las esperanzas de
Israel. Todo su reinado estuvo colmado de combates.

¿Qué carácter tuvo el reinado de Saúl? A pesar de que Israel se inspiró en la institución
monárquica de sus vecinos, la monarquía israelita adquirió unos rasgos bien diferentes. Más
que un rey, Saúl fue un caudillo guerrero; pero no era un líder guerrero como los jueces, pues su
liderazgo tenía carácter permanente. El nuevo rey no hizo grandes modificaciones en la
estructura interna de Israel: no se desarrolló ninguna maquinaria burocrática administrativa,
tampoco Saúl tuvo harén ni oficiales ni corte espléndida. Sólo mantuvo un grupo de jóvenes
soldados a su alrededor, de carácter permanente, lo cual era el inicio de un ejército regular. Ya
Israel tenía, no un rey tribal, sino un líder de todas las tribus, y eso constituyó un motivo de
esperanza para el pueblo.

Pero el entusiasmo inicial pronto entró en crisis: aun con sus grandes cualidades, Saúl era un
hombre inestable, influenciable y muy variable; a esas limitaciones personales, se añadía una
situación difícil: todavía no se lograba una completa unidad entre las tribus, ni se tenía la fuerza
suficiente para vencer definitivamente a los filisteos. Todo eso fue causa de desaliento popular.

Para completar, el Rey tuvo enfrentamientos con Samuel cuando pretendió absorber el poder
religioso; en consecuencia Samuel le retiró su apoyo y Saúl fue perdiendo prestigio frente al
pueblo.

Una tercera causa del desprestigio del rey, fue su irracional persecución a David. David era uno
de aquellos jóvenes que Saúl mantuvo a su lado; se hizo famoso por algunas hazañas realizadas,
entre las cuales podemos contar su participación en la victoria contra los filisteos y su líder
58
Goliat (II Sam 17,1ss). La fama de David llenó de celos a Saúl, quien empezó a perseguirlo
rabiosamente, a tal punto que aquél se vio obligado a escapar. Como parte de esa persecución de
quien creía era su rival, el rey empezó a sospechar de todos y a reprimir a quien suponía su
enemigo: asesinatos, represalias que llegaron incluso hasta la ejecución de los sacerdotes (I Sam
22,17). Todas estas circunstancias le hicieron perder popularidad, mientras que crecía la de
David.

Durante su época de fugitivo, David llevó una existencia precaria como jefe de bandas
desordenadas, en gran parte de mercenarios, que atacaban a los filisteos. Con su astucia logró
ganarse el apoyo de parte de la población y de ese modo empezó a consolidar su liderazgo.
Luego se convirtió en aliado - vasallo de los filisteos, más por jugada táctica que por otra cosa.
La división interna y la debilidad del rey Saúl dieron ocasión a los filisteos para atacar a Israel,
y fue así como en el monte de Gelboé, al norte del país, el rey fue derrotado completamente y,
herido, se suicidó (I Sam 31, 1ss).

B. La Monarquía unida en Israel: El rey David (1000-961 a.C.)

El desastre de Gelboé dejó a Israel en manos de los filisteos, quienes ocuparon otra vez gran
parte del país. La suerte de Israel era desesperada, pero pronto se levantó hasta llegar a
convertirse en la primera nación de Palestina y Siria. El artífice de esta obra fue David.

1. Elección de David.

A la muerte de Saúl, su hijo Ishbaal heredó los derechos de su padre; no obstante, se trataba de
un hombre sin autoridad, y además el principio de sucesión por herencia (o dinástica) no era aun
reconocido; por eso su débil reinado duró muy poco.

Entre tanto, David se constituyó en rey de JUDÁ (al Sur) y fue proclamado como tal en la
ciudad de Hebrón (II Sam 2, 1-4). Para ello necesitó el consentimiento de los filisteos, puesto
que era su vasallo; éstos no tuvieron ningún inconveniente, puesto que sabían muy bien que la
división les convenía para mantenerse como dominadores. La gente de Judá, por su lado, lo
recibió muy bien, pues se trataba de uno de los suyos.

Este hecho tuvo un significado bien importante: se trataba de que una parte de la confederación
tribal tomaba una decisión tan seria independientemente del resto de las tribus. Este hecho tan
novedoso, unido al hecho de que David incluía bajo su poder otras poblaciones no israelitas,
favoreció el que la región surgiera como una formación política consistente y autónoma: el
Estado de Judá apareció como una entidad separada dentro del conjunto de Israel, separación
que conservaría siempre la distancia entre el Norte y el Sur.

Por su lado Ishbaal demostraba su incapacidad para gobernar, lo que trajo como consecuencia
que muchos se alinearan con David; pronto perdió todo apoyo y, finalmente, fue asesinado por
59
sus mismos oficiales.

De esta manera, David quedaba como líder de mayor importancia, y en esas circunstancias fue
consagrado como rey de todo Israel en Hebrón. Se confirmaba de esa forma el peso de la
tradición carismática 9 (II Sam 5, 1ss).

El nuevo orden que comenzaba estaba muy alejado del orden antiguo; la base del poder ya no
era la anfictionía, y la integración del Norte y el Sur estaba herida por las rivalidades anteriores,
situación que continuó a pesar de los esfuerzos de David por subsanarla.

2. Consolidación del Estado y nacimiento del Imperio.

Para unificar el país, la primera tarea de David fue derrotar a los filisteos; primero, fueron
arrojados del territorio israelita, y luego fueron derrotados en su propio territorio, convirtiéndose
en tributarios de Israel.

Libre ya de las amenazas externas, el Rey se dedicó a consolidar su poder en el interior del país;
después de gobernar algunos años en Hebrón, David conquistó Jerusalén y trasladó allí su
residencia: la ubicación de la ciudad, en el centro del país, permitía estar cerca tanto del Norte
como del Sur; además, como no pertenecía a ninguna de las dos regiones, no despertaba
resentimientos. Jerusalén era una ciudad jebusea, y dado que la población no fue destruida ni
desterrada cuando David la conquistó, continuó siendo no israelitas en su mayoría; ese hecho
era algo inusitado en Israel (II Sam 5,6s).

David no sólo hizo de Jerusalén la ciudad capital, sino que también la constituyó como centro
del culto israelita: trasladó allí el arca de la alianza y construyó una tienda-santuario, en medio
de gran pompa y regocijo (II Sam 6). Esta medida del Rey significó una habilidosa maniobra:
unir la nueva ciudad y el nuevo orden con la secular tradición religiosa del pueblo, de tal
manera que se ligaron el antiguo orden y el Estado naciente.

Además de Jerusalén, David obtuvo el control de las demás ciudades–estado cananeas


existentes en Palestina. Así quedó consolidado el poder sobre el territorio: el nombre de Israel
que designaba antes a una confederación tribal algo dispersa, ahora designaba un nuevo
territorio unificado.

Solucionado el problema de la unidad interior, David emprendió la tarea de conformar un


imperio mediante la conquista y el dominio de los vecinos, ampliando de esta manera las
fronteras de Israel como nunca en la historia: conquistó Ammón y se hizo rey de este dominio,
gobernando por medio de un delegado nativo; de esta época data el episodio de David con

9
La elección de un líder (en este caso un rey) puede hacerse por dos caminos: por línea hereditaria o dinástica,
que consiste en que el nuevo líder es hijo o descendiente del que muere; o por línea carismática, que consiste en
que el pueblo aclama a aquél que por sus cualidades y su personalidad (“carisma”) se gana el favor del pueblo que
lo elige.
60
Betsabé, que empañó su vida y su memoria y que fue duramente recriminado por el profeta
Natán (I Sam 11,2-12; 12,1-3); es la palabra del profeta un juicio permanente de Dios sobre la
conducta de los reyes de Israel.

Posteriormente conquistó Moab, que pasó a ser estado vasallo, y a Edom. Finalmente, se
extendió hacia el norte dominando Zoba y Damasco, y al noroeste haciendo un pacto con Tiro.

3. El Estado de David

Con las rápidas conquistas de David, Israel se transformó en la principal potencia de Palestina y
Siria y tal vez la más fuerte del mundo contemporáneo. Eso implicaba también la renovación de
toda la estructura y el orden antiguo.

Las dimensiones del Imperio eran respetables: incluía toda Palestina, desde el desierto (este)
hasta el Mar (oeste); por el sur llegaba hasta el desierto del Sinaí; todo el sur de Siria estaba
incluido en el imperio. Ya Israel no era una confederación tribal dirigida por un líder
carismático, sino un complejo imperio. La confederación tribal no equivalía ya a “Israel”, ni
éste era su mayor parte, pues muchos dominios no hebreos también lo conformaban. El centro
no era la estructura tribal, sino David mismo, y la ciudad capital era su posesión personal. Todo
anunciaba un nuevo orden.

El rey estructuró una burocracia administrativa, que demandaban las nuevas circunstancias,
siguiendo en parte el modelo egipcio, pero él mismo presidía activamente el gobierno; censó la
población, estructuró la organización fiscal y revisó la organización militar; en materia
religiosa, apoyó el santuario de Jerusalén como institución oficial del estado; protegió el culto y
lo enriqueció musicalmente; su corte, aunque no tan pomposa como lo sería la de su hijo
Salomón, tuvo una considerable magnitud. Estos cambios suscitaron resistencias por parte de
los que veían en el nuevo orden una traición al pacto con Yahveh y a la federación tribal, pero
David supo manejar las cosas acertadamente para garantizar una continuidad en la novedad.

4. El final del reinado de David. Elección de Salomón

David terminó de construir su imperio aún siendo joven y gobernó hasta su vejez; pero los
últimos años de su reinado no fueron pacíficos: se presentaron intrigas, enfrentamientos y
rebeliones, causadas entre otras cosas por la cuestión de la sucesión al trono. El problema de la
sucesión era difícil tanto porque era un problema nuevo para la joven monarquía, como porque
no era sencillo reemplazar un líder de una personalidad como la de David.

David mismo nunca preparó el imperio para eso: varios de sus hijos tenían pretensiones de
sucederlo en el trono, lo mismo que los descendientes de Saúl. Además, existían muchas
personas y grupos inconformes con la administración: reprochaban la intromisión del Estado en
la independencia de las tribus, criticaban la corte, los privilegios de los partidarios de David, el
61
reclutamiento para el ejército, las fallas en la administración de justicia. Es decir, se fraguaba un
ambiente propicio para la revuelta.

La primera y más grave crisis la desató Absalón, hijo de David, quien estaba resentido con su
padre (II Sam 13,2). Hábilmente se buscó la estima de muchos y en el momento que consideró
que tenía suficiente corriente, se hizo ungir rey en Hebrón y marchó sobre Jerusalén para
conquistarla. David, que no estaba prevenido, logró huir; pero el apoyo que tenía Absalón era
escaso y, derrotado, fue asesinado por el general del ejército real (II Sam 13-19). Cesó así la
rebelión, y todas las regiones de Israel renovaron su apoyo al rey David.

Inmediatamente estalló otra rebelión, esta vez ocasionada por las fricciones entre las tribus del
norte y las del sur. La patrocinó un líder del norte, pero falto de apoyo, fracasó. Finalmente, otro
hijo de David, Adonías, se proclamó rey. David, que tenía como candidato para la sucesión a su
hijo Salomón, al saber del hecho, lo hizo ungir como rey y la decisión se impuso fácilmente.

Ya Israel tenía nuevo rey; pero Salomón nunca se había destacado como líder, lo cual
significaba un hecho nuevo: la antigua norma para elegir gobernante, fundamentada en el
carisma, había desaparecido.

5. Significado político religioso de David y la monarquía

La imagen que hoy tenemos de David, a través de la Biblia, es en gran parte efecto de la
idealización. El hecho de haber sido el fundador de la monarquía y del nuevo Estado, de haber
contribuido a la organización y centralización del culto, hizo que la posteridad lo recordara
como el líder más importante de la historia del Israel sedentario: Yahveh siempre estuvo con él.

A partir de allí, la esperanza de Israel estuvo relacionada con el retorno de un descendiente suyo
que haría del pueblo una gran nación (II Sam 7). Con el tiempo, esta esperanza se convertiría en
la espera del mesías, que traería para Israel todo lo que formaba parte de sus aspiraciones más
sentidas. Será el ungido (mesías) de Yahveh, el instaurador de un nuevo orden. Después de él, el
pueblo esperará la venida de un “nuevo David”. De ahí que a Jesús se le considere como “hijo
de David”, y la genealogía de los evangelios (Lucas y Mateo) pretendan relievar su ascendencia
davídica: “Hossana al que viene en nombre del Señor, hossana al hijo de David”.

En la nueva situación consolidada por David, la alianza llegó a tener el carácter y revestir la
forma de un Reino. Para Israel, a diferencia de los otros pueblos, el rey no tenía rasgos divinos;
es dependiente de Dios, siervo de Dios. La Biblia, al recordar la humanidad del Rey, reconoce
que tiene fallas. Es el representante del pueblo de Dios, y para ello tiene que contar con el
profeta; en efecto, al lado de cada rey encontramos un profeta que comunica la voluntad de
Dios, cuestiona y critica el comportamiento del rey y de su pueblo: Samuel llamó la atención a
Saúl, Natán se la llamó a David (II Sam 12); el rey debe aceptar la palabra y la crítica del
profeta.

62
La acción histórica de Israel por constituirse como monarquía no es interpretada por el pueblo
de la alianza como un mero hecho político; entra dentro de la estructura propia de la obra de
Dios, será una nueva experiencia de la presencia salvífica de Dios y de su amor.

Pero la promesa de Dios, que en la monarquía se manifestaba ante todo como progreso político
y prosperidad económica, pronto desbordará esas limitaciones; además, los fracasos que
experimentará Israel y sus desilusiones frente a los reyes y la monarquía, harán que se ponga la
esperanza en realidades más profundas. En el S. VI la monarquía desapareció, con el exilio
babilónico; después del retorno, entonces, la esperanza del Reino se transformó: la esperanza a
partir de allí era que Dios mismo reinaría sobre Israel (Is 52,7): los profetas empezaron a
anunciar, más que el reino de un rey terrenal, el de Dios. Un reino en el que la guerra, la
injusticia, los enfrentamientos y enemistades desaparecerían. Será un reino donde la salvación
se manifestará plenamente (Is 2,3-4; 11,6-9).

Jesucristo en el centro de su mensaje anunció el Reino (Mt 3,2; 4,17). Pero no será un Reino
político (“Mi Reino no es de este mundo” Jn 18,36), sino obra de Dios que exige una decisión
radical. Reino que implica toda la interioridad del hombre, Reino que lo compromete en la
totalidad de su existencia. Reino universalista que congregará a hombres y mujeres de toda raza,
pueblo y nación. Quien se comprometa con ese Reino serán llamados discípulos de Cristo.

PREGUNTAS PARA LA AUTOEVALUACIÓN

1. Describa brevemente la situación crítica que vivió la confederación anfictiónica en su etapa final.
2. ¿Cuáles eran las dos tendencias que existían en el momento de discutir el asunto de la monarquía
en Israel?
3. Indique cuáles fueron las causas del desprestigio del rey Saúl.
4. ¿Cómo se produjo el ascenso de David al poder real?
5.Enumere brevemente las obras realizadas por David.
6. Explique cuál fue el significado religioso de David.

Asuma usted su papel de maestro y formule dos preguntas que debería estar en capacidad de
responder el alumno que estudió el capítulo anterior:

Con frecuencia nos quedan dudas y confusiones sobre lo que estudiamos; también encontramos
dificultades que no pudimos superar. Señálelas a continuación:

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C. El reinado de Salomón

La figura y personalidad de Salomón es a la vez desconocida y contradictoria: al mismo tiempo


que demostró una sorprendente sagacidad para sacar económicamente adelante el país y
consolidar y mantener el imperio heredado de su padre, demostró también una gran ceguera e
ineptitud en otras cuestiones. La tarea de Salomón no fue fundamentalmente guerrera, como lo
fue la de David, pues no existieron graves amenazas durante su reinado, sino que fue la de
mantener y desarrollar el reino.

1. Consolidación del poder

Salomón no tuvo que enfrentar adversarios durante su reinado; su poder y autoridad eran tan
indiscutibles, cuando aún vivía su padre, que no necesitó hacer frente a ningún enemigo. A la
muerte de su padre, sin embargo, terminó violentamente con cualquier amenaza potencial,
asesinando a los que podían poner en peligro su autoridad. Con Salomón, como lo dice el libro
de Reyes, “el reino se afirmó” (I Re 2,46).

El imperio que recibió Salomón estaba suficientemente consolidado; al nuevo rey le


correspondía la tarea de mantenerlo y desarrollarlo: las fronteras de Israel habían sido
extendidas de manera significativa, y por tanto Salomón no necesitó realizar campañas de
conquista. Lo que hizo fue fortalecer los lazos con los vecinos, mediante alianzas, tratados y
convenios comerciales, de tal manera que el país pudiera desarrollarse en paz.

Dado que muchas alianzas se sellaron mediante matrimonios con mujeres de la familia real de
otros estados, el harén de Salomón tenía muchas de ellas, la principal de las cuales fue la hija
del faraón egipcio; este hecho demuestra la importancia que tenía Israel en la zona.

No obstante que no existían amenazas del extranjero, Salomón constituyó un numeroso ejército
que nadie se atrevía a desafiar ni desde el exterior ni desde el interior. Dotó al ejército de carros
de combate (1400 carros, 4000 pesebreras, 12000 hombres para manejarlos. I Re 10,26).

Si bien Salomón tuvo éxito en la conservación del reino, éste quedó más débil de lo que lo había
recibido. Dos disturbios tuvo que conjurar: el primero protagonizado por el príncipe de Edom (I
Re 11,14 ss) confrontación que, aunque logró vencer, ocasionó continuos problemas al rey de
Israel; el segundo, del sur de Siria donde un hombre se proclamó a sí mismo como rey y nunca
fue totalmente sometido. Salvo estas dos dificultades, el imperio se mantuvo en paz.

2. Actividad comercial

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Salomón fue un genio en los asuntos relacionados con el comercio y la industria; con su
sagacidad, supo percibir la importancia que tenía la posición estratégica de Israel y sus
relaciones con Tiro. Sus empresas comerciales fueron numerosas, y de ellas provenían en gran
parte los ingresos del estado.

Salomón extendió sus actividades comerciales por el Mar Rojo hacia el Sur, de donde
provinieron riquezas y productos exóticos. Igualmente, estableció intensas actividades
comerciales con Arabia, tal como lo indican las narraciones de la visita de la Reina de Saba (I
Re 10,1-10).

Desarrolló también el rey la industria del cobre, tanto para atender a las necesidades internas
como de exportación, para lo cual acudió a la colaboración de los fenicios. Finalmente, Salomón
también se constituyó en un comerciante monopólico de carros egipcios y caballos de Cilicia,
que importaba para sus necesidades militares y para exportar a otros sitios.

3. La edad de oro de Israel

En la Biblia se describe el reinado de Salomón como una edad de sin igual prosperidad para
Israel; el Estado gozó de una seguridad y abundancia material como no se había visto antes ni se
vería nunca más. Esto permitió el florecimiento cultural del país.

La paz que caracterizó el reinado de Salomón permitió un enorme progreso económico: el rey
era inmensamente rico gracias al monopolio del comercio; el nivel de vida de la población se
elevó considerablemente; se multiplicaron las fuentes de trabajo, gracias a los proyectos del rey,
lo que elevó el poder adquisitivo de los habitantes; crecieron las ciudades, y en el campo,
gracias al uso generalizado del arado de hierro, aumentó la productividad agrícola.

En lo que respecta a los proyectos arquitectónicos del rey, además de la construcción de


instalaciones militares e industriales, la edificación del templo fue la más importante.

El Templo fue construido por un arquitecto de Tiro (I Re 7,13 ss) según un modelo usado en
Siria y Palestina. Tenía forma rectangular, y constaba de tres partes: un vestíbulo en primer
término, luego la sala principal del santuario (el “lugar santo”) y al fondo el “santo de los
santos”, pequeña cámara sin ventanas donde reposaba el arca; allí se consideraba entronizado
Yahveh, custodiado por dos grandes querubines. El templo fue comenzado aproximadamente en
el 956 a. C. y concluido siete años más tarde.

El templo tenía dos funciones: a la vez que era la capilla real, cuyo sumo sacerdote era elegido
por el rey y formaba parte del gobierno, y el santuario nacional del pueblo israelita. Dado que se
construyó con base en modelos extranjeros, muchos de sus simbolismos reflejaban un fondo
pagano, lo que, no obstante que los círculos oficiales interpretaban desde el yahvismo,
constituía un riesgo de contaminación religiosa. Además del templo y cerca de él, se hallaban
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otras construcciones de Salomón: el palacio real, la armería (construida de cedro), la sala de
justicia y el palacio para la hija del faraón.

Junto con la prosperidad económica, como sucede generalmente, hubo un florecimiento cultural
de importancia: en el campo de la escritura, se desarrolló la crónica real y la literatura
comercial; pero más importante aún, la actividad propiamente literaria, centrada en el Templo;
en esta época, con el despertar de la inquietud por consignar los hechos de la historia, se produjo
abundante material de carácter histórico: parte de los libros de II Sam y I Re; los relatos
heróicos de David, Saúl, Samuel alcanzaron su forma literaria definitiva. Y como máximo
representante de la producción literaria, la obra del Yahvista (“J”), que selecciona, elabora y
arma las tradiciones épicas del comienzo de Israel (patriarcas, éxodo, conquista) para contar a
su pueblo las acciones salvíficas de Yahveh, sus promesas y su cumplimiento. El Yahvista
constituye la base de la narración del Hexateuco y es una de las obras maestras de la Biblia.

Además, durante el reinado de Salomón florecieron la música, la salmodia y la tradición


sapiencial.

4. Crisis Social

La visión positiva del reinado de Salomón, tal como la hemos descrito hasta ahora, no define a
cabalidad esta época: la edad de oro que se produjo con su reinado no fue enteramente
favorable; si bien significó riqueza para muchos, significó también pobreza y esclavitud para
otros y, para todos, incremento de los poderes estatales y cargas socioeconómicas que no se
había tenido nunca en el Israel sedentario. El primer problema que tuvo que afrontar Salomón,
fue el de la crisis fiscal: con toda la riqueza e ingenio de Salomón, no era suficiente para
sufragar los gastos y conjurar la crisis. En efecto, durante su reinado se multiplicaron los gastos
a causa de las construcciones, la burocracia y administración del nuevo estado.

Durante el reinado de David los gastos eran menores y se alcanzaban a sufragar con las rentas
personales del rey y los tributos de los súbditos, sin necesidad de recurrir a tasas de su pueblo.
En las nuevas circunstancias, Salomón por el contrario, se vio obligado a tomar drásticas e
impopulares medidas (I Sam 8,10-18).

La primera medida, fue dividir el Reino en doce distritos administrativos con fines fiscales; se
trataba, no de las doce tribus del inicio, sino de nuevas secciones que incluían población y
ciudades cananeas. Cada distrito debía proporcionar provisiones para la corte durante un mes
del año, cosa que para algunos representaba un gran sacrificio.

Además, con esta medida, Salomón buscaba debilitar la independencia de las tribus e integrarlas
con la población cananea del estado.

Esto significaba, además de un duro peso a las economías tribales, el ocaso del antiguo orden
anfictiónico: en lugar de las doce tribus confederadas para el sostenimiento del santuario
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central, ahora había doce distritos para mantener la corte del Rey.

Pero ésta no fue la única medida: Salomón también debió recurrir al reclutamiento obligatorio
para trabajo del reino. Si David había recurrido a esclavos para sus trabajos, los había reclutado
entre los pueblos conquistados. Salomón extendió la práctica a las poblaciones cananeas de
Palestina, obligándolas a aportar levas de esclavos (I Re 9,20-22), y posteriormente incluso
introdujo esta práctica en Israel: reclutamiento para cortar madera y levantar construcciones,
para las minas de cobre y otros trabajos. Esto producía muerte, penalidades y,
consecuentemente, amargura e inconformismo. Los esclavos eran tomados de los estratos no
israelitas de la población.

Más significativa aún fue la gradual transformación de la estructura interna de Israel: poco
quedó de la antigua estructura. La confederación tribal con sus instituciones sagradas y sus jefes
carismáticos, cedió el puesto al Estado dinástico que centralizaba todo a su alrededor.

En cuanto a la estructura tribal, las tribus en cuanto tales ya no volvieron a figurar a escala
nacional; la independencia tribal había terminado. Si antes sólo tenían compromisos
ocasionales, ahora eran distritos, con tasas, reclutamiento y obligaciones. El orden anfictiónico
estaba quebrado, la alianza no era ya la base de la unidad, sino el Estado. Esto significaba que la
ley de la alianza iba perdiendo mucha de su antigua importancia para los asuntos cotidianos.

Igualmente, la estructura social entraba en un período de transformación: ya no era un país de


agricultores, sino que el comercio y la industria ocupaban un lugar preponderante; esto significó
migración del campo a las ciudades, crecimiento de éstas y desarrollo de una cultura urbana
antes desconocida. La integración de la población cananea representaba la presencia de patrones
culturales distintos y la incorporación de personas y grupos que nada sabían de la alianza con
Yahveh.

Finalmente, todo esto produjo una seria división de clases: existían proletarios, asalariados y
esclavos, al lado de una aristocracia económica y política que consideraba al resto de la
población como súbditos y mano de obra (I Re 12,1-15; cfr. vv. 4). El culto, por su parte,
tampoco escapaba a esta transformación y centralización.

De Salomón la Biblia dice que murió a los cuarenta años de su reinado (922 a. C.) y pasó a la
posteridad como modelo de un rey que, aunque sabio, desoyó a Yahveh (Dt 17,14-17; I Re 11,1
ss). Su gobierno hizo que al final de su reinado, ya el norte se hubiera alejado enteramente de la
casa de David.

II. División del Reino (922 hasta la mitad del S. VIII)

Muerto Salomón (922 a. C.), inmediatamente se resquebrajó la maltrecha unidad entre el Norte
y el Sur: así, aparecieron dos estados rivales sin importancia, después de que hubo un Estado
67
unido y poderoso. Los dos nuevos reinos vivieron en medio de rivalidades unas veces y de
alianzas otras, hasta el año 722 en que los asirios destruyeron el reino del Norte.

Después de Salomón, pues, se inició un período deprimente para Israel, sin notables
realizaciones ni gran importancia. Una época que se sitúa entre el esplendor y la lucha trágica,
que terminará con la destrucción del antiguo pueblo de la alianza.

Sobre la época tenemos buena información: la fuente principal es el libro de los Reyes, que
forma parte de una gran obra histórica compuesta en años anteriores a la destrucción de
Jerusalén (ocurrida en el S. VI), y cuya intención era evaluar teológicamente la historia del
pueblo; su material los toma de los anales oficiales de los dos reinos; la otra fuente es la obra del
Cronista, que repite y añade información de gran valor. Además, los libros de Amós y Oseas
ofrecen información sobre el final de este período.

A. La División de la Monarquía (922 – 876 a. C.)

La política salomónica de opresión y de innovaciones condujo a que, en los años de su reinado


mismo, el Norte se distanciara significativamente del Rey; si no hubo rebelión, fue por el poder
firme de Salomón. Pero cuando este poder se debilitó, el reprimido descontento estalló.

1. El hecho de la división y sus consecuencias

El relato bíblico de la división (I Re 12,1-20) da la impresión de que ésta se hubiese podido


evitar si el sucesor de Salomón hubiera tenido capacidades y tacto para hacerle frente al
inconformismo.

A Salomón lo sucedió su hijo Roboam; el nuevo rey fue aceptado fácilmente por Judá (reino del
Sur) que ya había asimilado el principio de la sucesión dinástica; pero, para ser aceptado por
Israel (el reino del Norte), el nuevo rey debió subir a Siquem y someterse a la aclamación de las
tribus del norte. Éstas le exigieron al rey que aliviara las pesadas cargas de tributos económicos
y humanos impuestas por Salomón, pero, mal aconsejado, Roboam actuó de una manera
equivocada y torpe, rechazando la petición de los norteños.

En esas condiciones, el Norte acogió y eligió a Jeroboam, un antiguo adversario de Salomón


que regresaba de su exilio en Egipto. El cisma significaba tanto la vigencia de tendencias
independentistas entre las tribus que habían sido sometidas a un rígido sistema de
centralización, como su protesta y rechazo a la unión con su antiguo adversario, el Sur.

Las causas de la ruptura las podemos encontrar tanto en la administración de Salomón, drástica
e impositiva, como en la supervivencia de sentimientos contrarios a la implantación de un nuevo
orden, tan distinto del antiguo sistema anfictiónico: centralización y violación de la
independencia de las tribus, cultos extranjeros y contaminación religiosa, pérdida de fuerza de la
alianza, sucesión dinástica, estatización del culto. Entre los inconformes estaban también
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numerosos profetas, que interpretaron positivamente la separación (I Re 11,29-39; 12,21-24). Se
trataba, pues, de un deseo de volver al orden anterior.

Con la división, vinieron graves consecuencias para el Imperio: se perdió de una manera
acelerada; ninguno de los reinos estaba en capacidad ni le interesaba retener sus dominios; la
liberación de los territorios sometidos por David se fue dando con gran facilidad: Damasco se
independizó y se convirtió en un peligro para Israel; lo mismo algunas ciudades filisteas;
Ammón, Edom y Moab, por su parte, se constituyeron en territorios libres. De esta forma, el que
fue gran imperio pasó a ser dos pequeños estados. Esto trajo graves consecuencias económicas:
no existían ya los tributos de los territorios dominados, ni tampoco el monopolio comercial.

2. Rivalidad y conflicto entre los dos Estados

Roboam, que conocía sus condiciones de inferioridad y la animadversión que tenía en el Norte,
no intentó nunca reconquistar el reino. Además, Judá no tenía ánimos guerreros, y Jeroboam
contaba con fuerzas suficientes para mantener su independencia. No obstante, hubo choques
fronterizos principalmente relacionados con la disputa sobre la pertenencia de Benjamín al
Norte o al Sur.

Los conflictos importantes fueron, por el contrario, con los imperios vecinos. La primera
invasión a la que debió hacer frente Roboam fue la del faraón Soshaq, fundador de la XXII
dinastía, que representaba el resurgimiento del imperio egipcio. El invasor actuó con una
audacia devastadora: atacó Jerusalem y sólo la abandonó después de que le pagara un enorme
tributo; la campaña de Soshaq (I Re 14,25) afectó tanto al Norte como al Sur, lo que obligó a
ambos a olvidarse por el momento de sus disputas. Pero el poder egipcio no era entonces tan
fuerte y los ejércitos debieron abandonar pronto las conquistas.

Durante el reinado de los sucesores de Roboam, Abías y Asá, se reanudaron los problemas
Norte – Sur, pero otra invasión protagonizada por tropas egipcias, hizo que el rey Asá se
ocupara de enfrentar al invasor, el cual fue derrotado: con este episodio cesó por siglo y medio
la intervención egipcia en Palestina.

Posteriormente, Baasá, sucesor de Jeroboam, invadió el territorio de Benjamín, poniendo en


peligro a Jerusalem; Asá de Judá, apoyándose en el rey de Damasco, enfrentó la invasión y
fortificó la frontera para preservar la capital. Por los hechos, ambos estados comprendieron que
ninguno podía imponerse sobre el otro y desistieron de sus pretensiones.

3. Situación interna de los dos reinos (922 – 876)

La política y administración de Jeroboam (931 – 910) debió ser una empresa heróica: sin
capital, sin maquinaria administrativa ni militar y sin culto oficial, se enfrentaba con la
construcción de un Estado a partir de cero... y lo logró en gran medida.
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El rey del Norte comenzó por hacer a Siquem capital del Estado; se trataba de una ciudad
neutral, que no suscitaba resistencia entre las tribus del Norte. En cuanto a la organización
administrativa, copió a Salomón, de quien había sido súbdito cercano.

Pero su obra más notable fue la relacionada con el culto. ¿En qué consistió? El culto israelita
estaba centrado en Jerusalem, capital del Reino del Sur (Judá). Jeroboam necesitaba por lo tanto
establecer un centro de culto para su reino, por tres razones: la vida política de Israel estaba
ligada estrechamente al culto, y el rey necesitaba por tanto dar una justificación religiosa a su
Estado; en segundo lugar, los israelitas del norte, de una fe muy arraigada, estaba tentados a
seguir mirando a Jerusalem como el lugar de expresión y celebración de su fe; finalmente, el
culto de Jerusalem estaba centrado en la alianza, que en ese momento se interpretaba como
alianza y promesa de Dios a David y su linaje, y por ello miraba como ilegítimo cualquier
gobierno no davídico.

Por ello Jeroboam levantó dos templos oficiales en Betel y Dan (sur y norte de su territorio); en
Betel organizó el rey una fiesta anual en el octavo mes (para competir con la fiesta del sur: I Re
8,2).

El libro de los Reyes, que representa una visión de las cosas desde la perspectiva del reino del
Sur, mira este culto como un culto idolátrico contaminado, sobre todo porque Jeroboam erigió
en los templos becerros de oro (I Re 12,25-33) que para los judíos eran ídolos; pero, si bien es
cierto que el gesto del rey arriesgó la pureza de la fe, no se trataba de ídolos sino de pedestales
sobre los que se suponía que Yahveh estaba entronizado (no eran imágenes de Yahveh ni de
otros dioses), algo similar a lo que eran los querubines en el templo de Jerusalem. Los círculos
proféticos del Norte, en todo caso, no aceptaron la obra religiosa de Jeroboam.

Con la muerte de Jeroboam salió a la luz la debilidad e inestabilidad del Reino del Norte: el no
reconocimiento de la sucesión dinástica, estimulaba la de personas que usurpaban el trono y
devastaban la familia del rey; esto es, prevalecía aún la tradición carismática. De ahí que los
primeros cincuenta años de Israel estuvieron llenos de violencia y rebeliones.

En el Sur, por el contrario, la sucesión dinástica era admitida como un hecho, y no se


presentaron problemas de esta índole. El problema grave fue la existencia de dos tendencias: la
de la aristocracia, que era sincretista y poco respetuosa de la tradición yahvista, y la popular,
que era fiel a la tradición.

Durante el reinado de Roboam y su hijo Abías dominó la aristocracia y la contaminación del


culto fue intensa: florecieron ritos paganos, homosexualismo y prostitución sagrados (I Re
14,21-24). Pero cuando Asá asumió el poder, implantó una reforma que libró a Juda del
paganismo y el país prosperó económicamente y vivió en paz (I Re 15,9ss).

PREGUNTAS PARA LA AUTOEVALUACIÓN


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1. Describa brevemente cuál fue la obra realizada por Salomón. Señale sus éxitos y sus fracasos
como rey.
2. ¿Cuáles fueron las circunstancias que produjeron la división entre el Reino del Norte y el del Sur?
¿Cuáles fueron las consecuencias de esta división?
3. Indique cuál fue la obra que le correspondió realizar a Jeroboam.
4. Señale los acontecimientos más importantes que sucedieron en esta época en el Norte y en el Sur.

Asuma usted su papel de maestro y formule dos preguntas que debería estar en capacidad de
responder el alumno que estudió el capítulo anterior:

Con frecuencia nos quedan dudas y confusiones sobre lo que estudiamos; también encontramos
dificultades que no pudimos superar. Señálelas a continuación:

B. Los dos reinos en la primera mitad del siglo IX (876 hasta 842)

1. Desde Jeroboam hasta la dinastía Omrí.

Jeroboam murió en el año 911. Lo sucedió Nadab, su hijo, asesinado dos años después por Basá
(910-887). El rey del sur, Asá se apoderó de parte del territorio de Israel, y lo mismo Damasco.

El rey Asá es mirado con simpatía por el libro de los reyes (I Re 15,9-24): intentó purificar el
Yahvhismo, contaminado de politeísmo cananeo; por eso destruyó los ALTOS, santuarios
establecidos en una altura, cerca de las ciudades, por la religión cananea y luego asimilados por
el yahvismo.

En el Norte, a causa de que no se aceptaba la sucesión dinástica, fueron frecuentes los


derrocamientos de los reyes y por eso siempre vivió una situación de inestabilidad política: a
Basá lo sucedió su hijo Elá quien después de los años fue asesinado por Zimrí (I Re 16,8-22);
Zimrí fue desconocido por el pueblo y en su lugar fue colocado Omrí, jefe del ejército. Con el se
71
estableció una dinastía que duró casi 50 años.

Omrí fue una gran rey, no obstante lo que dice el libro de los Reyes (I Re 16,23-27: este libro
fue escrito desde la visión del Reino del Sur y por eso no tiene interés en hablar bien de los
reyes del norte): con él se estableció una dinastía y se devolvió al reino la estabilidad y la
prosperidad; su obra principal fue la construcción de Samaria, nueva capital de Israel. Omrí fue
un rey muy habilidoso que siguió el modelo político de David y Salomón: restableció la paz
interna, aseguró la externa y recuperó antiguas posesiones (Moab). A Omrí lo sucedió su hijo
Ajab. El enfrentamiento más serio que tuvo Ajab fue con Salmanasar III de asiria (859-824), del
que salió triunfal gracias a su coalición con reyes vecinos. Pero eso ya presagiaba lo que sería
el poder de los asirios.

Durante el gobierno de la Dinastía omrita, se vivió una época de prosperidad económica,


prosperidad, no obstante, que agudizó inmensamente las desigualdades: los campesinos se
empobrecieron terriblemente a causa de que en tiempos difíciles debieron hipotecar sus tierras a
los ricos a cambio de semilla o dinero; pero como no podían pagar, perdían la tierra o debían dar
a sus hijos como esclavos del acreedor; en ese contexto podemos entender la narración de II Re
4,1. Debido a la cada vez mayor influencia de la cultura y los valores extranjeros, la casa real
estuvo expuesta a ideales de lujo y de ambición; el caso que nos describe la Biblia en I Re 21 (la
viña de Nabot) muestra cómo el rey desconocía el derecho judío y la ley de respeto de los más
débiles.

A la par con la crisis social, una crisis religiosa afectó al país en este período: en su pacto con Tiro,
Ajab tomó por esposa a Jezabel, hija del rey; con la llegada de esta extranjera, llegó también otro
culto que fue protegido por el rey, y que por la reina trató de imponer a costa de la fe yahvista;
además, los antiguos cananeos integrados por David y Salomón al Estado israelita sólo acogieron la
fe yahvista nominalmente; durante el reinado de los omritas fueron tolerados y protegidos. Se
multiplicaron entonces los profetas de Baal, mientras que los profetas de Yahveh eran perseguidos y
obligados a complacer al rey; el profeta Miqueas (I Re 22, 1-28) es un ejemplo de lo que sucedió a
los profetas que quisieron permanecer fieles al yahvismo.

2. Elías.

La acción violenta de Jezabel deizmó la resistencia de los yahvistas fieles, pero en su corazón
permaneció el inconformismo. A pesar de los logros de la casa de Omrí en muchos aspectos,
sus reyes quisieron mezclar dos cultura bien diferentes, la israelita y la cananea, y permitieron
que se desdibujara el auténtico yahvismo. Entre los israelitas inconformes, sobresale Elías, una
figura que pronto se hizo legendaria y simbolizó la verdadera fe en Yahvéh: no es posible adorar
al mismo tiempo a Yahvéh y a Baal, el Dios del Exodo reclama absoluta fidelidad.

Elías es descrito como un hombre solitario, vestido con una piel, de temperamento guerrero y
decidido; se presentaba allí donde había que defender la fe y yahvista: en el Carmelo, frente a
los profetas de Baad, enfrentándose a Ajab por el robo de la viña de Nabot. Perseguido por
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Jezabel, huyó al Horeb, el monte de la alianza, el fin de sus días “fue arrebatado en un carro de
fuego” (II Re 2,11).

Elías fue, juez, quien encarnó la antigua fe yahvista del Sinaí; impulsó el movimiento “sólo
yahveh”; denunció y lucho contra Ajab y su reino; a veces se le ve rodeado por los profetas
extáticos, sin ser uno de ellos, al igual que Samuel. Pero su papel fue también la defensa de los
pobres y de los derechos de los débiles: representa a los pobres de Israel contra una aristocracia
y unos comerciantes poderosos y abusivos. Es, pues, fiel al principio de que el mundo Dios lo
ha creado para todos y no para unos pocos, y de que a los ojos de yahveh todos los hombres
gozan de los mismos derechos.

Con el tiempo, la leyenda en que fue convirtiéndose la memoria de Elías, generó la creencia de
que el sería el mensajero del Mesías, y que regresaría para preparar su camino; por ello se fue
formando la idea de su futuro retorno: así como fue arrebatado, así regresará (Cfr Mc 9,2-
4;15;33-35; Mt 16,14; Lc 1,17; Jn 1,21) (I Re 17-21).

3. Caída de la casa de la casa de Omrí. Eliseo.

Ajab murió en una batalla con los arameos (Damasco) y fue sucedido primero por Ococías y
luego por Jorám (I Re 22,52; II Re 3,1ss), quien intentó infructuosamente introducir algunas
reformas para mejorar la contaminación de Israel; durante su reinado Israel perdió a Moab. Por
su lado, en Judá el rey Josafat fue sucedido por Jorám, quien perdió a Edóm y las minas del Sur.

Es explicable, lo que hemos visto, que existiera suficiente descontento en Israel como para una
rebelión. En la oposición encontramos en primer termino a los Neebim. ¿Quiénes eran?

Se trata de los “profetas extáticos”, hombres que viven en común, sostenidos por las ofrendas
de los devotos, vestidos peculiarmente con un manto de piel; pronunciaban sus oráculos y
sentencias transportados al éxtasis (frenesí) por la música y la danza. Eran patriotas, que
acompañaban a Israel en sus batallas para infundirle ánimo.

En todas las religiones antiguas, se presentaba un fenómeno similar; devotos hasta el máximo,
tienen una función religiosa. En Israel eran los representantes y defensores de la tradición
yahvista, anfictiónica y carismática; al parecer, aceptaron paulatinamente la monarquía, pero
mantuvieron una significativa participación política y en muchos casos una actitud crítica ante
el rey y el estado (véase la crítica de Natán II Sam 12; 24 designan jefes en nombre de Yahveh:
I Re 11,29).

En la época que estamos viendo, a pesar de que una gran mayoría se había dejado absorber por
el rey israelita 10, muchos conservaban una posición de inconformismo y resentimiento. Ante las
10
En efecto, los “profetas profesionales” o extáticos con frecuencia eran absorbidos por el rey para que formaran
parte de su corte y participaran en la política oficial. Muchos profetas, no obstante, no se dejaron absorber y por el
73
derrotas, la contaminación religiosa y la crisis social en el momento oportuno engrosaron las
filas de los revoltosos.

Además de los nebiim, en la rebelión participaron elementos del ejército estimulados por el
descontento popular. Llegado el momento, en el año 842, Eliseo envió a los nebiim para ungir
rey a un general, Jehú: otra vez triunfó la tradición carismática y la designación profética para
determinar la elección del rey de Israel.

Jehú, con una violencia y crueldad injustificadas, asesinó a Jorám de Israel y a Ococías de Judá
que se encontraban con él , a Jezabel y a los profetas de Baal, arrasando por completo el templo
de Samaria.

Como vemos, Eliseo en la línea de su predecesor Elías, tuvo una importante actuación religiosa,
aunque su mensaje era ante todo político; en nombre de Dios intervino en los asuntos del estado,
no sólo en Israel, sino incluso en Damasco.

4. El Reino de Judá (873-837 a. C.)

Sucesos similares, pero menos violentos que en el norte, sucedieron en Judá. Josafat, sucesor de
Asá, es presentado como un rey recto que hizo lo agradable a Yahveh; esto impidió la
propagación del culto pagano (I Re 22,41-51). Fue un hombre justo y realizó una reorganización
de la administración de justicia; a su muerte asumió el trono su hijo Jorám, casado con Atalía,
de la casa de Omrí (Norte); se trataba de una mujer imperiosa que introdujo el culto a Baal en
Jerusalén. Muerto Jorám y luego muerto su hijo Ococías a manos de Jehú de Israel, Atalía se
apoderó del trono y fortaleció más aun el culto a Baal: se trataba de una mujer proveniente de un
ambiente paganizado (Israel). Cuando llegó a los siete años de edad el único hijo de Ococías
que sobrevivió, fue coronado rey; Atalía fue ajusticiada, los templos paganos fueron demolidos
y asesinados los sacerdotes de Baal. Así, Judá tenía un nuevo rey: Joás. (II Re 11,1ss).

Joás reina cerca de cuarenta años, y muere asesinado. Su reinado es juzgado de manera
contradictoria por la Biblia: según el libro de los Reyes, fue recto a los ojos de Yahveh; según el
libro de las Crónicas, se apartó de Dios (II Re 12, 1ss; II Cr 24,1ss).

C. Israel y Judá desde la mitad del siglo IX hasta la mitad del siglo VIII. El Profetismo.

1. Decadencia.

No obstante que Jehú purificó parcialmente el Estado y el culto, la situación que protagonizó
debilitaría a Israel. En estas condiciones, Damasco invadió a Israel, y Judá se libró de esa
invasión a cambio de un tributo. En Judá la situación fue también de debilidad y
contaminación.

contrario mantenían una posición crítica ante el rey y su sistema.


74
2. Resurgimiento.

El siglo VIII trajo en cambio una situación de prosperidad, gracias a sus gobernantes y a que
Damasco cayó por obra de los asirios; por su parte, los asirios no tenían fuerza suficiente para
dominar.

En Israel (Reino del Norte), un nieto de Jehú (Joas de Israel) recobró las posesiones que se
habían perdido con Damasco, y además redujo a Judá a una situación de inferioridad, aunque
sin llegar a someterlo (II Re 14,1-14).
El resurgimiento fue protagonizado por Jeroboám II (Israel) y Ozías (ó Azarías: Judá) en el
siglo VIII.

En el Norte, Jeroboám II extendió las fronteras casi a las dimensiones que tenían con Salomón.
Ozías, en el Sur, hizo algo semejante. A mediados del siglo VIII ambos reinos estaban casi de
las dimensiones de la época salomónica. Todo esto produjo una gran prosperidad, la cual se
manifestó en el lujo exagerado de la aristocracia israelita (Am 6,1ss). Judá e Israel estaban
viviendo una situación de prosperidad; este hecho indujo a un gran optimismo y a una excesiva
confianza en las promesas de Dios. Pero el problema serio estaba en la organización interna de
los reinos: sobre todo en el Norte, se vivía una situación de descomposición social, moral y
religiosa (véanse los libros de Amós y Oseas).

a. Desintegración social en el Norte

A través del libro de Amós se puede ver la situación del Reino del Norte: injusticia y
desigualdad extremas entre ricos y pobres.

El campesino, de recursos bien limitados, se encontraba forzado a hacer a préstamos; estos


préstamos, en las calamidades graves, se traducían en hipotecas y finalmente en embargo. Así se
crecían las propiedades y riquezas de los ricos. Esto se veía agravado por las injusticias en el
comercio, en el que se falsificaban las pesas y medidas, y por la corrupción legal y la venalidad
de los jueces; de esta manera, los pobres se encontraban indefensos.

En todo tiempo, en Israel hubo violaciones a la ley de Dios. Pero si antes cuando se quebrantaba
la fidelidad a la alianza y a ley, existía una severa censura, ahora la existencia de una clase
privilegiada, sorda a la alianza y a la ley, y la presencia creciente de cananeos que no entendían
nada ni aceptaban los mandamientos de Yahveh, configuraban una situación en al que la ley ya
no era la de Yahveh: la ley de la alianza llegó a significar muy poco en la vida del Reino 11.

11
Recordemos que no toda Palestina estaba poblada por creyente en Yahveh. Por eso, cuando los reyes lograron
conquistar esos territorios y unificaron el país, muchos no creyentes empezaron a ser israelitas sin haber asimilado
la fe ni tener conocimiento de la alianza. Eran políticamente israelitas, pero no lo eran en el sentido religioso. Por
tanto, tampoco conocían los mandamientos ni la ética del yahvismo. Por su lado, las clases privilegiadas pronto se
75
b. Descomposición religiosa

De la mano con la desintegración social, estaba la descomposición religiosa: si bien los


santuarios eran frecuentados y las fiestas y lo ritos se multiplicaban, ya el culto yahvista no era
el de antes: se había paganizado.

Además de la pérdida de significado y peso de la ley de la alianza, las instituciones religiosas


estaban llenas de corrupción: los sacerdotes eran semipaganos, los grupos de profetas se habían
dejado absorber por el Estado y en lugar de mantener su espíritu crítico se habían convertido en
profesionales al servicio del sistema y amigos de las prebendas y gratificaciones (véase Amós
7,10 12).

A pesar de esta situación, existía entre la población un falso optimismo: dada la prosperidad
económica, muchos consideraban que se estaban cumpliendo las promesas de Yahveh. Esto
demostraba que se había la conciencia de que de que la alianza implicaba para el pueblo unas
obligaciones morales, y se creía que el compromiso con Dios era meramente cultual: un templo
fastuoso y muchos sacrificios.

En lo que tenía que ver con el futuro y la esperanza, se confiaba en que la intervención de Dios
a favor del pueblo sería un mayor apogeo del Imperio, y así se fue formando la idea de que
llegaría el “Día de Yahveh”: así como en otros días Yahveh había intervenido a favor de su
pueblo, llegaría un día en que intervendría de manera suprema, excelente y extraordinaria. ¿Qué
se esperaba? Podemos suponerlo fácilmente: más riqueza, comodidad, bienestar, sin importar la
justicia y la equidad. Por ello podemos concluir que la fe yahvista estaba en un alto grado de
paganización y prostitución.

3. La protesta profética

PREGUNTAS PREVIAS

1. ¿Con sus propias palabras explique qué es un PROFETA?


2. Con la ayuda de una Biblia, enumere los principales profetas de Israel.

En este contexto aparecen los primeros profetas cuyas palabras nos transmite la Biblia: Amós
yOseas.

vuelven tan materialistas, que les importa más su riqueza que su fe.
12
Amasías es un sacerdote al servicio del santuario de Betel, en el Reino del Norte; tiene un compromiso con el
Rey, que es la autoridad religiosa de Israel. Amós es un campesino del Reino del Sur, que por llamado de Dios es
enviado a profetizar en el Norte; no es un profeta profesional, no es descendiente de profetas, no trabaja por
dinero... es un profeta distinto. Muy distinta es la situación de muchos profetas profesionales del Norte, que estaban
comprometidos con el sistema y el poder.
76
AMÓS intervino como profeta a mediados del S. VIII en el Reino del Norte; no pertenecía a los
grupos de profetas, sino que su misión la había abrazado a raíz de un sentimiento profundo de
haber sido llamado a hablar en nombre de Yahveh (7,14s). Su mensaje profético estaba libre de
presiones del Estado, y de ahí que se le prohibiera profetizar en el santuario de Betel.

Amós critica y denuncia la crueldad y deshonestidad con que los ricos aplastaban a los pobres
(2,6; 5,10-12; 8,4-6); la inmoralidad y la búsqueda desaforada de riquezas (6,1-6); todas estas
actitudes las interpretaba el profeta como pecados que Dios castigaría.

Amós atacaba la falsa seguridad que surgía de una interpretación amañada de la elección divina:
la idea de que la respuesta a esa elección se limitaba al culto (5,21-24), y no implicaba un
comportamiento ético; el sentirse “elegidos” generaba en muchos israelitas una actitud de
arrogancia y presunción. El profeta denunciaba, por lo tanto, que el culto se había convertido en
un lugar de pecado.

La única salida de Israel sería convertirse de corazón, cosa a la que no hacían caso los israelitas;
por eso el profeta anunció el juicio inminente de Dios, la ruina del Reino y, un “día de Yahveh”
de juicio y de castigo: el “día” que esperaban los israelitas no sería un día de prosperidad y
gozo, sino de castigo (5,2.18-20).

Amós con sus denuncias quería mostrar que Dios sería el que tomaría venganza del pueblo
infiel con él e injusto con los pobres.

OSEAS profetizó por la época de Jeroboam, pero sobre todo en la época siguiente.

Sea ficción o realidad, Oseas compara la situación de Israel con la de su propia casa: lsu mujer
lo ha traicionado y se ha entregado a la prostitución; él optó por divorciarse. Así mismo, Israel
ha traicionado a Yahveh, su esposo, y se ha entregado como prostituta a otros dioses; es un
pueblo adúltero, y por lo tanto Dios se divorciará (2,2-13).

Oseas denuncia la paganización del yahvismo y sus consecuencias morales (6,8-10): Israel ha
olvidado las acciones amorosas de Dios y ya no es su pueblo.

El profeta ve al pueblo tan cerrado en su pecado y tan opuesto a la conversión, que, igual que
Amós 13, anuncia la ruina (7,13-16). Claro que, así como su amor le ha llevado al profeta a
perdonar a su mujer, así Yahveh perdonará a su pueblo y restablecerá la alianza (11,8-11). El
escenario de ese reencuentro es descrito por el profeta como el “desierto”: en efecto, así como el

13
En realidad, al respecto hay una gran diferencia entre ambos. En Amós la esperanza en una conversión de Israel
es más bien remota y débil, a tal punto que el profeta en sus oráculos anuncia ante todo el castigo por el pecado del
pueblo. Por el contrario, Oseas constantemente hace alusión al deseo que tiene Yahveh de volver a buscar a Israel y
enamorarla, “hablarle al oído” y cantarle su amor.
77
noviazgo de Yahveh con Israel fue en el desierto, luego de la salida de Egipto, así Yahveh
volverá a enamorar a esa esposa infiel y esquiva (2,16ss). No obstante, siempre habrá castigo.

4. El profetismo del pueblo de Israel

Hemos visto cómo en Israel desde la época de la anfictionía hubo un liderazgo religioso de
importancia: los profetas (nebiim). Esta institución, que se dejó corromper muy pronto, tiene
paralelo en todos los pueblos del medio Oriente.

Pero el fenómeno característico de Israel está constituido por el llamado profetismo clásico, o
profetas escritores, pues encontramos libros con sus oráculos y profecías en la Biblia.

Aunque no fueron ellos los que introdujeron el monoteísmo en Israel, si fueron los que con sus
profecías lo fortalecieron y enseñaron al pueblo cuáles eran los compromisos de la alianza. Su
importancia para la fe israelita es absolutamente trascendental.

a. Confrontación con el profetismo anterior

Los profetas clásicos mantuvieron siempre una actitud crítica ante los profetas profesionales y
los desautorizaron permanentemente porque sus oráculos optimistas y complacientes no
representaban la voluntad de Yahveh.

Los profetas clásicos no actuaban en estado de éxtasis como los profesionales, sino movidos por
la fe y por la conciencia de haber sido llamados por Dios; que entregaban sus mensajes en forma
de poemas y bellas elaboraciones de gran valor literario. Transmitidos públicamente, sus
mensajes fueron recordados por los oyentes y transmitidos en forma oral o escrita hasta
configurar posteriormente un libro.

Aunque profetizaron en santuarios y utilizaron imágenes tomadas del culto, no actuaron como
personas adscritas al culto. Eran de todos los estratos sociales y sentían que su misión se
derivaba de un llamado gratuito y exigente de Yahveh, al cual no era posible resistirse aunque
quisieran. Sus oráculos brotaban de un profundo sentido religioso, pero apuntaban a toda la vida
del pueblo: religiosa, social, política, si bien no fueron propiamente activistas políticos como los
profesionales.

No obstante las diferencias, hay también semejanzas: son llamados “nabí” (plural nebiim) y
tienen la misma función de hablar en nombre de Dios. Como aquellos, los profetas clásicos
fueron adversos a las alianzas con naciones extranjeras e idealizaron las tradiciones, a la luz de
las cuales interpretaron el presente (Am 2,9-12; Os 11,1; 12,9s; Jer 2,2s). Como ellos antes de
corromperse, presentan dos rasgos fundamentales en su profecía: rechazo tajante a la adoración
de otros dioses y a la violación de la ley de la alainza. Es decir, los profetas clásicos continúan
una tradición que se remonta al pasado.

78
b. Papel de los profetas escritores (clásicos)

El objetivo de la palabra profética era reavivar la memoria, ahora olvidada, de la alianza


sinaítica. Intervinieron, como antes otros hombres fieles, en nombre de Dios, pero ahora para
anunciar su juicio. La crítica profética se fundaba en la fidelidad a la alianza mosaica, y con
base en ella rechazaron la falsa seguridad del pueblo y reducción de la respuesta de fe al mero
culto.

Recordaban que el pueblo de Israel no encontraba sum raíz de su unidad ni en la tierra ni en la


raza, sino en Yahveh; que la alianza comprometía al pueblo a aceptar a Yahveh como único
Señor y a los otros como hermanos. La alianza para ellos, es el fundamento de la vida social y
política del pueblo, y su incumplimiento conllevaba un juicio severo por parte de Dios. Fueron
los profetas clásicos los que permitieron una revitalización de la fe israelita cuando los dos
reinos estaban en las postrimerías de su independencia.

c. Características del profetismo israelita

• Actúan no en virtud de un cargo sino de un llamado irresistible que establece una relación
especial con Yahveh (Jer 1,4-10). Ese llamado es obra de Dios, y está acompañado de una
promesa: “Yo estaré contigo”.
• No es el profeta propiamente el que habla, sino Dios, quien lo ha enviado: no se puede
reducir el profetismo a un fenómeno sicológico subjetivo; así lo podemos ver en Jer 20.
• Su obra se refiere al presente, para juzgarlo a la luz del compromiso con Yahveh, e incluye
tanto al dimensión cultual como sociopolítica.
• Cuestionan la idolatría y la confianza mágica en la eficacia del culto.
• Siempre llaman a la conversión, pero cuando el pueblo no acepta el llamado, anuncian el
castigo; en un principio ese castigo viene de la historia misma (la invasión de los asirios, los
caldeos...) pero en la última etapa adquiere rasgos escatológicos: Dios juzgará al final a
todos los pueblos.
• Su profecía siempre se abre en perspectiva salvífica: Dios reprende y castiga, pero al final
siempre ofrece una oportunidad de salvación.
• El mensaje profético, aunque incluye una palabra sobre el futuro, consistente en el
cumplimento de la promesa, no busca predecir ni adivinar: se orienta principalmente hacia el
presente y hacia la esperanza.
• El carácter de denuncia y protesta de su profecía implica para el profeta el riesgo y la
persecución.

PARA LA AUTO EVALUACIÓN

1. Muy brevemente narre qué pasó luego de la división del Reino de Israel.
2. Describa cuál era la situación del Reino del Norte en el S. VIII
3. Explique quiénes eran los profetas y señale sus principales características.
79
4. ¿Cuál fue el papel de los profetas ante la crisis?
5. Se debe leer: Is 6,1ss; 7,1-17; 10,1-4; 20,1 ss.

Asuma usted su papel de maestro y formule dos preguntas que debería estar en capacidad de
responder el alumno que estudió el capítulo anterior:

Con frecuencia nos quedan dudas y confusiones sobre lo que estudiamos; también encontramos
dificultades que no pudimos superar. Señálelas a continuación:

II. LA CONQUISTA ASIRIA Y LA CAIDA DE SAMARIA

PREGUNTAS PREVIAS

1. ¿Qué conoce acerca del Imperio Asirio? En caso de que no tenga información, consulte en alguna
enciclopedia o manual de historia.
2. ¿Quiénes fueron Isaías y Miqueas?
3. A partir de la lectura de la Biblia, describa al rey Ezequías y su reinado.
4. ¿Sabe usted quién fue Josías?
Para este capítulo se requiere la lectura de II Re 14-25; II Cr 27-36

A mediados del siglo VII comenzaron a producirse acontecimientos en Judá e Israel, que
llegaron a cambiar profundamente su historia: hasta ahora tenemos dos reinos independientes, a
pesar de sus guerras, crisis y sometimientos temporales; ahora empieza una época que llevará al
Reino del Norte (Israel) a su destrucción, y al Reino del Sur (Judá) a un período de
subyugación. Las fuentes bíblicas principales para conocer esta época están constituidas por los
libros de Reyes y Crónicas, ayudadas por las memorias de los reyes asirios.

A. Surgimiento de Asiria. Caída de Israel.

Con la muerte de Jeroboam II, el reino de Israel entra en un momento de tempestuosa


inestabilidad política; sale así a la luz la debilidad del Estado, la anarquía interna y el ambiente
80
de intriga que caracterizan la situación de Israel, precisamente en el momento más crítico de su
historia: la amenaza del recuperado Imperio Asirio.

En el mismo año de la muerte de Jeroboám, tenemos cuatro reyes en el Norte: Jeroboam,


sus sucesores Zacarías y Salum que sólo gobiernan meses, y Menajem quien llegó al poder tras
el derrocamiento de Salum. Fue a él a quien le tocó enfrentar la campaña de conquista del
Imperio Asirio, liderado por Teglatfalasar III (Tiglat-pileser).

Asiria siempre miró con codicia el occidente asiático, por sus riquezas y su ubicación estratégica.
En la segunda mitad del siglo VIII se lanza a la tarea del engrandecimiento y la conquista, bajo la
dirección de Teglatfalasar III (745-727); se trata de un habilidoso rey, poderoso y firme, que ya en
año 738 había sometido a Tiro, Damasco, Hamat y el norte de Palestina, incluido Israel. La política
expansionista de Asiria era distinta a la de los otros imperios: no aceptaba dejar ninguna autonomía
política a los países vencidos, sino que los integraba completamente a su reino. Inicialmente
otorgaba un pequeño margen de autonomía, pero si el país sometido se rebelaba, lo incorporaba a su
territorio o lo entregaba al gobierno de un vasallo fiel; si persistía la rebeldía, deportaba a los
principales líderes, disolvía el Estado, convertía el país en una provincia asiria y repoblaba la región
con extranjeros produciendo así una mezcla que llevará a la pérdida de la identidad del país
sometido. De esa manera conjuraba definitivamente cualquier surgimiento nacionalista.

La situación de Israel en esta época era de profunda crisis: sucesión de golpes y asesinatos de
reyes, inestabilidad política. Uno de sus reyes pagó tributo a Asiria, otro se coaligó con países
vecinos para enfrentarlo (Pécaj). En su aspecto interno, la situación revestía características muy
graves: el estado estaba a la deriva y las confabulaciones e intrigas eran el pan de cada día (Os
7,5; 8,4; 10,3; 12,1; 5,13); la situación social y moral era igualmente desastrosa (Os 4,1-3):
corrupción generalizada y crisis de valores A esto se añade el paganismo cada vez más
difundido y poderoso (Os 4,11-14): olvidada la ley de la alianza, las relaciones se caracterizaban
por la envidia, el rencor y el desenfreno (Is 9,19s). En esas condiciones, el profeta Oseas
presagió el final y anunció crudamente la destrucción (9, 11-17; 13, 8-16). Por ello, para él no
queda sino la intervención renovadora de Dios, que después del castigo recomenzará la historia:
Yahveh establecerá una nueva alianza y realizará nuevo éxodo (14, 1-7).

El movimiento o la jugada política que desencadenó los acontecimientos decisivos para el reino
de Israel, fue la coalición de su rey con Damasco: ambos se unieron y pretendieron que el reino
de Judá se aliara con ellos para rebelarse contra Asiria; el rey judío Acaz se negó, y entonces
aquellos, por el norte, y Edom por el Sur trataron de conquistarlo para imponer una dinastía
amiga (Is 7, 1ss). A raíz de esa invasión algunas posesiones de Judá aprovecharon para
liberarse; la situación era crítica para el reino del Sur.

Ante esa situación, el rey Acaz se vio tentado a pedir ayuda de los asirios; el profeta Isaías
intervino para oponerse enérgicamente a esa alianza y asegurarle que sólo si se afirmaba en
Yahveh alcanzaría firmeza y fortaleza (Is 7, 1ss; especialmente v. 9). Es en este contexto donde
81
se proclama la profecía del Emanuel, que siglos más tarde se aplicará a Jesús, pero que
inicialmente se refería a Ezequías, el hijo de Acaz (cfr Mt 1,23). El rey de Judá no hizo caso a
los consejos de Isaías, y persistió en solicitar la ayuda de Asiria.

En esas circunstancias, Teglatfalasar embistió contra la coalición sirio-efraimita (Damasco e


Israel) y atacó a Israel con todo su poder: saqueó grandes regiones, destruyó ciudades y deportó
parte de la población; habría acabado con el reino del Norte, de no ser porque un tal Oseas
destronó a Pécaj y empezó a pagarle tributo a los asirios; pero mucha parte del antiguo territorio
israelita había sido anexado al Imperio, y el estado había quedado reducido a su mínima
expresión.

Pero tampoco Oseas pagó tributo por mucho tiempo; a la muerte de Teglatfalsar, buscó aliarse
con Egipto y dejó de pagar tributo a Asiria. No obstante, luego de que en Asiria se superó la
crisis de la sucesión, Salmanasar V asumió el poder, capturó al rey Oseas y se apoderó
finalmente de Samaria; deportó a partir de esa fecha (722 a. C.) a gran parte de la población
israelita a Mesopotamia y repobló al territorio del norte con gentes de otros pueblos; se produjo
así una mezcla de razas, culturas y religiones; algunos piensan que ese es el origen remoto de
los samaritanos. El Reino del Norte llegó a su fin.
Este episodio fue sumamente doloroso para todo el antiguo Israel, y tanto en el norte como en el
sur será recordado a través de los tiempos como un desastre terrible: los asesinatos, violaciones,
torturas cruelísimas, quedaron grabados en la memoria de los israelitas para siempre (Cfr II Re
17,5 ss).

¿Qué pasó, entre tanto, en el reino de JUDA?

Ozías (o Azarías), contemporáneo de Jeroboam II de Israel, fue el protagonista del


resurgimiento de Judá en el siglo VIII: gobernó en tiempo de paz, y eso le permitió restablecer
económica, política y urbanísticamente el país: (II Re 14,21; II Cr 26). Al final de sus días cayó
leproso, y fue sucedido por su hijo Jotam. Este rey continuó la obra de su padre y desarrolló
extraordinariamente el país (II Re 15,32-38; II Cr 27); no obstante, parece que con él empezó la
guerra sirio-efraimita.

A Jotam lo sucedió Acaz (Ajaz); gracias a que él se negó a participar en la coalición sirio-
efraimita y se alineó con Asiria, se libró de la destrucción; pero siguió existiendo como un reino
vasallo de los asirios. Este hecho trajo consecuencias graves para la fe yahvista: dado que la
política de sometimiento implicaba en Oriente el reconocimiento –no exclusivo, ciertamente-
de los dioses del Imperio dominante, esto produjo una mayor contaminación religiosa, en la que
tomó parte el rey Acaz, puesto que en lugar de oponerse al fenómeno, cedió ante él: de esa
manera, florecieron prácticas paganas y cultos supersticiosos (Cfr II Re 16,3 s); incluso el rey
parece que ofreció su hijo al Dios Molok y erigió altares a los dioses asirios en Jerusalén. Su
reinado será recodado por la Biblia como el modelo de la apostasía y la infidelidad. Por esta
época, como vimos, profetizó Isaías (1-39: esta es la sección del libro de Isaías que se conoce
con el nombre de “primer Isaías” o “proto Isaías”).
82
En su ordenamiento interno, si bien la situación no fue tan grave como en el Norte, también
revistió características alarmantes: crisis económica, debido a la pérdida de las posesiones y al
impuesto que debió pagar a Asur; la moral ya no se fundaba en la ley de la alianza, sino que
sufría un proceso de descomposición: opresión y explotación de los pobres (Is 3,13-15);
corrupción de los jueces (Is 1,21-23), lujo exagerado de los ricos que permanecen indiferentes
ante la pobreza (Is 3,16 ss); las instituciones religiosas estaban también corrompidas
(sacerdocio, profetas) y la idea generalizada era la de que las obligaciones con Yahveh se
reducían a las prácticas cultuales (Is 1,10-17).

B. El rey Ezequías y la lucha por la independencia (715-687)

Un fenómeno de esta naturaleza en un pueblo que sentía profundamente la alianza, no podía


menos que suscitar reacciones e inconformismo. Ezequías hijo de Acaz (el “Emanuel”) parece
que comulgaba con esos resentimientos y cuando ocupó el trono les dio salida.

Dos factores motivaron, pues, su política: el primero, la conciencia de la alianza y el


inconformismo ante la manifestación del paganismo patrocinado por Ajaz, inconformismo que
alentaron los oráculos proféticos. El segundo, relacionado con el anterior, era la conciencia
nacionalista que esperaba el resurgimiento de Israel y sobre todo que sabía que la situación
religiosa no tendría remedio si no se conquistaba la independencia frente a Asiria.

Ambas cosas se vinculaban estrechamente, con base en la teología del Reino, de la dinastía
davídica, de la ciudad de Sión y del mesianismo (Is 9,2-7; 11,1-9; Miq 5,2-6); esta teología
estimulaba una cruda crítica a la situación presente, y una esperanza renovada en la presencia de
Yahveh.

Todo este ambiente estuvo favorecido por las preocupaciones militares del Sargón II (sucesor de
Salmanasar V): rebeliones, conquistas, peligros en su territorio. Por ello, después del 721, este
rey no realizó ninguna campaña en Palestina; por otro lado, Egipto se recuperaba y motivó a
todos a coaligarse para enfrentar a Asiria. En Judá, por su parte, las posiciones eran
encontradas: entrar o no en la coalición; Isaías la rechazó y, al parecer, su postura predominó, ya
que Judá no fue atacada cuando Asiria se recuperó.

Ezequías emprendió una ambiciosa reforma cúltica y religiosa, predecesora de lo que casi cien
años más tarde realizaría el rey Josías de Judá: limpió el templo de muchos objetos sospechosos,
incluso algunos que databan de los primeros tiempos; intentó cerrar los santuarios locales de
Yahveh, porque estaban especialmente expuestos a la contaminación con prácticas paganas,
pero ante la reacción popular en contra de ello, no tuvo mucho éxito; invitó a los sobrevivientes
de Israel a unirse al culto de Yahveh en Jerusalem (II Cr 30,1-2; II Re 18,1ss).

83
Ezequías no sólo buscaba la independencia de Judá, sino la unificación con Israel y al
reafirmación de los derechos dinásticos: la unificación cultual sería, pensaba él, el inicio y la
base de la unidad política. Pero el esfuerzo, muy ambicioso, fracasó.

Ezequías probablemente implementó reformas sociales: en efecto, un retorno al auténtico


yahvismo implicaba una renovación de las estructuras sociales. No sabemos cuáles fueron esas
reformas, pero sí puso el rey barreras a la explotación y al ansia desbordada de lucro.

Como vemos, durante el reinado de Sargón, Judá no se enfrentó a Asiria; pero cuando llegó
Senaquerib al poder en Asiria, la revolución se extendió por todos lados (Siria, Filistea,
Edom...).

Judá entró en negociaciones con Egipto (Is 31,1-3) y se unió a la rebelión; para ello fortificó las
ciudades y construyó el célebre túnel de Siloé.

Asiria reprimió violenta y cruelmente la rebelión, con un poder inmenso como el que tenía, y en
esas condiciones Ezequías se vio obligado a rendirse y ofrecerle tributos (Is 1,5ss; II Re 18,13).
Estamos en el año 701.

Años después, en el 688 a. C., Ezequías, animado nuevamente por Egipto, emprendería una
nueva aventura de rebelión. Pero el poder asirio era muy fuerte, y Judá sólo se vio libre de la
destrucción por razones no militares que obligaron a los asirios a retirarse (tal vez una epidemia
o noticias acerca de problemas internos en el reino II Re 19,35; 19,7). En todo caso, la situación
era tan grave para Judá, que incluso el profeta Isaías apoyó la campaña (Is 17,12-24).

La aventura de Judá terminó cuando el hijo de Ezequías, Manasés, renunció a la rebelión e hizo
la paz con los asirios (687 a. C.): el intento de independencia había fracasado.

C. Los profetas de fines del S. VIII a. C.

La historia de esta época no se entendería completamente si no se refiriera a la intervención de


los profetas: su participación e importancia en este período fueron de grandes dimensiones.

Conocemos ya la crisis general que azotaba el Reino de Judá: crisis social, política y económica.
Pero una crisis todavía más honda: la crisis espiritual; el olvido de la alianza y la reducción de
Yahveh a un mero Dios protector nacional (y no el Señor de la vida que reclamaba actitudes
éticas a sus fieles) quien se complacía con la mera solemnidad de las fiestas.

Todo esto degeneró en la creencia de que la protección de Yahveh y su promesa a la dinastía


real estaba garantizada no importaba cuál fuera la conducta del pueblo, y esto justificaba un
actitud de exagerada seguridad (cfr. Sal 72,8-11) que no tomaba en cuenta la justicia y la
rectitud.

84
En este contexto, el culto estaba al servicio del tal “teología nacional”: su finalidad era asegurar
el bienestar nacional mediante los sacrificios y las ofrendas, y se convertía en factor de
justificación y sostenimiento del orden existente.

Los sucesos que acontecieron en el S. VIII eran una contradicción de esa esperanza y de la
confianza en la alianza. Si éstas no desaparecieron, fue por la acción de los profetas. Dos
sobresalen en este época: Isaías (1-39) y Miqueas.

ISAÍAS: Comenzó su ministerio profético en 742 a. C. en el Reino del Sur, y actuó durante
cincuenta años en el escenario político y religioso de Judá, guiando a la nación en un período de
inmensa crisis; parece que pertenecía a una familia noble, pero le correspondió casi siempre
criticar con dureza la política del Estado.

Su mensaje es una crítica implacable contra los desórdenes del Reino: a los nobles y poderosos,
a los jueces corruptos e injustos (1,21-23; 5,2ss; 3,14s; 10,1-4); denunció el lujo despiadado de
las clases altas (3,16-4,1).

Era consciente de que hablaba a un pueblo ciego e impertinente, incapaz de convertirse (5,1-7) y
por ello anunció que sería abandonado por Yahveh al igual que es abandonada al
enmalezamiento la viña improductiva (5,1ss); del pueblo sólo quedará un resto 14. Denunció
igualmente el culto falso e hipócrita que no conocía el derecho y la justicia (1,10ss).

• El primer enfrentamiento con la política del Reino ocurrió cuando la crisis ocasionada por la
negativa del Rey Ajaz a formar parte de la coalición sirio-efraimita 15: conociendo la
intención del Rey Ajaz de pedir ayuda a Asiria, el profeta Isaías lo conminó a confiar en el
poder de Dios y no en el engañoso poder de los asirios (7,1-9) y le ofreció el signo para que
reconociera la voluntad divina de protegerlo; ante la negativa hipócrita de Ajaz, le señaló el
signo del Emmanuel (7,10ss), el nacimiento de un niño 16; ése sería el signo de que Dios
cumpliría la promesa. No obstante, Ajaz, manifestando su falta de fe, prosiguió sus planes
de buscar el respaldo de Asiria.

Pero Isaías, de una fe inquebrantable, sabía que la conducta del rey no frustraría los planes de
Dios, y continuó anunciando la promesa: la promesa hecha a David se cumpliría (9,1-6; 11,1-9)
y un vástago de su linaje establecería la justicia y la paz (11,6-9). El profeta entendía, a la luz de
la promesa, la crisis de este momento como un castigo de Dios que purificaría al pueblo (4,2-6).
De la tragedia surgiría un resto purificado (10,20).

14
La figura del RESTO tuvo una gran importancia en la teología y la fe israelita: del pueblo elegido Dios sólo
escogerá a un resto, constituido por los verdaderos creyentes que abren su corazón dócilmente a la palabra y
responden con fidelidad a la alianza.
15
Nos referimos a la alianza que hicieron el Reino del Norte y el Reino de Siria (Damasco). Véase lo que se dijo
anteriormente.
16
Se trataba de un hijo de la esposa del Rey, probablemente Ezequías.
85
• Una segunda intervención del profeta ante la política del Estado, la encontramos frente al
rey Ezequías, hijo de Ajaz, quien fue invitado a aliarse con Egipto contra Asiria: Isaías
rechazó esa alianza, porque creía que la única seguridad verdadera era la que se encontraba
en la fuerza de Yahveh (14,32).

Mientras se fraguaba la coalición, Isaías realizó un gesto profético: recorrió Jerusalem descalzo
y vestido con un saco, como prisionero de guerra, para anunciar el desastre que produciría la
alianza con Egipto. Todo parece indicar que Judá no participó en la confabulación (20,1ss).

• Pero esto no duró mucho tiempo: a la muerte de Sargón, rey de Asiria, y la posesión de su
sucesor Senaquerib, Judá se alió con Egipto y participó en la rebelión abiertamente. Isaías
denunció duramente esta actitud y predijo sus consecuencias devastadoras (31,1-3). La
posición de Isaías fue atacada, el profeta fue objeto de burla, y se le pidió que se marginara
del asunto. Isaías, tiempo después, al ver la derrota, miraría este hecho como una muestra
del carácter incorregible del pueblo.

• La última intervención de Isaías se produjo cuando Ezequías se rebeló de nuevo y fue


invadido el país por los asirios. Isaías, vio que la crueldad y violencia de Asiria se habían
excedido y su ansia de poder era inadmisible: en este contexto, anunció la derrota de Asiria,
porque Yahveh había agotado ya su paciencia ante los excesos del Imperio invasor; Yahveh
rescataría de nuevo a Israel, como lo hizo en Egipto (10,24-27; 14,24). El profeta, entonces,
acompañó al Rey Ezequías en su soledad y su angustia, animándolo para que permaneciera
firme (29,5-8).

En la misma línea de Isaías, el profeta Miqueas criticó a los acaparadores (2,1-11), a los falsos
profetas (3,5ss) y anunció la ruina de Sión, de Jerusalem y del templo (3,12). Pero Miqueas
conservó la esperanza y mantuvo su fe en la promesa hecha a David: Jerusalem caerá, pero Judá
será liberado y lo gobernará un príncipe de paz, procedente de Belén 17 (5,1).

2. Consecuencias de la predicación profética

Podemos enunciar tres aportes de la predicación profética:

a. Interpretación de la crisis y renovación de la teología de la promesa

Vimos como, en el pueblo, la alianza sinaítica y sus exigencias éticas fueron suplantadas por la
teología nacional fundada en la promesa davídica 18, que afirmaba la ayuda incondicional de

17
Belén fue la ciudad donde nació el rey David.
18
La promesa hecha por Dios a su pueblo fue malinterpretada por el pueblo: creyó que por ser el pueblo elegido a
quien Dios le había prometido siempre su auxilio, tenía asegurada su protección, sin importar cómo viviera. A esta
forma de la promesa la llamamos “teología nacional”, en contraposición con la interpretación adecuada de la
promesa, que implicaba de parte del pueblo un comportamiento justo y una actitud de fidelidad a Yahveh.
86
Dios y daba una excesiva seguridad. El papel de Isaías en la interpretación de la alianza y la
promesa, consistió en descubrir al pueblo el sentido de la crisis que se vivía.
Esto lo hizo de varias formas:

• Denunciando la falsa seguridad del pueblo y su idea equivocada del carácter incondicional
de la promesa; interpretaba la promesa davídica a la luz de la del Sinaí: Dios exige a su
aliado, Israel, actitudes y compromisos.
• Renovando la confianza absoluta en Dios: si el pueblo se acoge a él, el Señor lo salvará. La
respuesta a Dios no es meramente cultual; el culto debe estar acompañado de actitudes.
• Interpretando el momento actual como oportunidad de conversión y purificación (Asiria es
mirada como “vara de castigo” de Dios 10,5-19).

b. Animación y participación en la reforma

Isaías y Miqueas apoyaron a Ezequías en su tarea de reforma; aunque ésta no tuvo completo
éxito, los profetas concientizaron un discipulado que seguiría actuando como movimiento
crítico y como depositario de su visión. Los profetas escribieron algunos oráculos, otros se
transmitieron oralmente, y de esa forma se llegó a la redacción de los libros que hoy tenemos.

c. Los Profetas y la esperanza de un nuevo Israel

Isaías y Miqueas anunciaron la crisis como castigo y la supervivencia de la promesa en un resto;


así transformaron la esperanza nacional y le dieron su forma clásica y definitiva. La promesa se
mantenía, pero se proyectaba más allá de la nación existente: esta nación, infiel e impenitente,
será juzgada; quedará un resto para el que el “Día de Yahveh” (día de juicio) significaría el
preludio del cumplimento de la promesa. Por ello la esperanza nacional sobrevivió a la caída de
la nación y se abrió a nuevas posibilidades. En Isaías se encuentra el comienzo de esta búsqueda
de un nuevo Israel y del anhelo por el mesías que habría de venir: el redentor, el nuevo rey. Los
cristianos, con base en esta teología, hemos comprendido a Jesús como el Mesías, el Hijo de
David (Is 9,2ss).

PARA LA AUTOEVALUACIÓN

1. Narre brevemente los acontecimientos y circunstancias que condujeron al final al Reino del Norte.
2. Describa la situación que por la época se presentaba en el Reino del Sur.
3. ¿Cuál fue la obra realizada por Ezequías?
4. Señale cuál fue el papel que desempeñó el profeta Isaías en estas circunstancias.
5. ¿Cuáles fueron las tres consecuencias de la predicación de los profetas en esta época?
6. ¿A qué nos referimos cuando hablamos del “resto”?

Asuma usted su papel de maestro y formule dos preguntas que debería estar en capacidad de
87
responder el alumno que estudió el capítulo anterior:

Con frecuencia nos quedan dudas y confusiones sobre lo que estudiamos; también encontramos
dificultades que no pudimos superar. Señálelas a continuación:

IV.CAÍDA DE ASIRIA. EL REINO DE JUDÁ

Después de la muerte de Ezequías, bastaron cien años para que Jerusalem cayera en manos de
los babilonios (año 687-587 a. C.). Este tiempo estuvo lleno de dramatismo para Judá, y su
existencia experimentó enormes cambios.

Las fuentes bíblicas para conocer esta época, son muy escasas (II Re 21-25; II Cr 33-36), pero
están complementadas por los libros proféticos (Jeremías especialmente, y Ezequiel, Sofonías,
Nahum y Habacuc) y fuentes babilónicas.

PREGUNTAS PREVIAS

1. ¿Quién fue Josías?


2. ¿Qué sabe acerca del Imperio de Babilonia? Comparta la información que tiene sobre este pueblo
3. Leer Jer 1,4-10; 3,6-18; 7,21-28; 13,1-11; 16,14-15; 20,7 ss; 31,3134.

A. El fin de Asiria

1. Judá

El sucesor de Ezequías, su hijo Manasés, se sometió a Asiria como vasallo. Por la época
(primera parte del S. VII a. C.) Asiria alcanzó el clímax de su poder, cuando Asurbanipal (669 –
627 a. C.) puso fin a las pretensiones expansionistas de Egipto.

Manasés (687 – 642 a. C.) permaneció siempre como vasallo del Imperio asirio. La política de
este rey fue completamente opuesta a la de su padre, lo que trajo graves consecuencias
especialmente en lo que concierne a la fe y la religión judías. Como vasallo, dio culto a los
88
dioses asirios: erigió altares, aun en el mismo templo, repudió el movimiento reformista de su
padre, restauró los santuarios locales, permitió el florecimiento del culto y las prácticas paganas,
entre ellas la prostitución sagrada, la magia, la adivinación y el sacrificio de seres humanos (II
Re 21,1-9).

Ciertamente en el campo de la religiosidad popular, esta situación no era extraña: en efecto, en


vastos sectores se había olvidado a tal punto la fe yahvista, que no se distinguía claramente entre
Yahveh y los dioses paganos; el pueblo estaba a las puertas del politeísmo y habría sucumbido
ante él de no haberse producido años después una reforma; este olvido de la fe y la alianza de
Yahveh, trajo no pocas consecuencias en el aspecto de la justicia y el respeto de los derechos.
Por ello Manasés fue recordado en la Biblia como el peor de los reyes (Jer 15,4-1).

2. Fin de Asiria

La cruda violencia que acostumbraban ejercer los asirios, la grandeza de su imperio, que lo hacía
difícil de controlar, y el surgimiento de nuevas potencias, hicieron muy difícil el mantenimiento del
imperio.

Fue así como a mediados del S. VIII Asiria debió afrontar una rebelión general (protagonizada por
Babilonia , gobernada por un hermano de Asurbanipal y por Egipto, Palestina etc.); el imperio
aplastó la rebelión, pero no pudo reconquistar a Egipto. De todos modos, hubo a partir de este
momento un período de paz. En este tiempo de paz, Asurbanipal se dedicó a impulsar obras no
militares, entre ellas la gran biblioteca descubierta en el siglo XIX, donde se encontraron
narraciones babilónicas de la creación y del diluvio universal.

Pero al morir este emperador, en el año 627 a. C., comenzó el final del Imperio. Por esa época los
medos (bajo el rey Ciajares) empezaron la ofensiva; Babilonia, capitaneada por el príncipe caldeo
Nabopolasar (fundador del imperio neo-babilónico) derrotó a Asiria en el exterior, y poco después,
en el 612 a. C. la conquistó, de tal forma que el imperio asirio sucumbió definitivamente.

B. Reinado de Josías (640 – 609 a. C.)

Cuando Asiria perdió el control del Imperio, Judá fue alcanzando paulatinamente su independencia.
El rey Amón de Judá, entonces vasallo de Asiria, fue asesinado por elementos antiasirios; el pueblo
no aceptó al usurpador del trono, lo ejecutó y coronó como rey a Josías.

Josías, muy pronto, planeó y ejecutó un cambio en la política nacional: aprovechando la debilidad
de Asiria, empezó a soltar ataduras y se movilizó para apoderarse de las provincias en las que los
asirios habían dividido el Israel del Norte. Fue así como alcanzó la independencia hacia el año 622
a. C.

89
Paralela a su campaña de independencia, Josías emprendió una reforma interna como no hubo
ninguna en la historia de Judá. La reforma se describe ampliamente en II Re 22,3-23,25 y II Cr
34,1-35,19; a tal punto se considera en la Biblia esta reforma como la obra más importante de
Josías, que cuando narra la historia de este rey sólo se habla de ella.

Según II Re, la reforma se emprendió a raíz del encuentro de un libro cuando se adelantaban
trabajos de reparación del templo; el rey quedó tan conmovido con esta obra, que ordenó
inmediatamente una serie de medidas.

Históricamente, sin embargo, lo más probable es que la reforma ya había comenzado cuando fue
hallado el libro, y la reparación del templo era parte de ella. Muy probablemente la reforma se
empezó en el 632 a. C. (octavo de Josías) y duró varios años. Fue una reforma amplísima y radical:

Purgó a fondo los cultos extranjeros, comenzando por la fuerte religión asiria; purificó el templo y
condenó a muerte a los sacerdotes eunucos, protagonistas de la prostitución sagrada; desechó todos
los cultos solares y estelares, tanto los que se introdujeron bajo Manasés como los más antiguos;
suprimió la adivinación y la magia; los santuarios locales, igualmente, fueron cerrados, no sólo en
Judá sino también en Israel (especialmente Betel). El rey ordenó la celebración de la Pascua, casi
como una renovación de la alianza. Como podemos ver, se trataba de una recuperación de la fe
auténtica centrada en el pacto con Yahveh y la fidelidad a los compromisos que Israel había
contraído.

Nunca se llevó a cabo en Israel una reforma tan a fondo. Lo que Ezequías no alcanzó, fue realizado
por Josías. ¿Cuáles fueron los antecedentes y cuál el significado de la reforma?
El libro de la ley hallado por Josías era alguna forma del libro del Deuteronomio19. Con toda
seguridad, la reforma estuvo inspirada por este texto en muchos puntos: centralización del culto y
destrucción de los santuarios locales (Dt 12,13 ss); feroz ataque a la idolatría como un crimen
capital, cosa que explica la severidad con que Josías trató los santuarios y sacerdotes idólatras (13,2-
4.7-17).

Pero la reforma no se logra explicar toda a partir del libro del Deuteronomio; hubo, en efecto, otros
factores que la motivaron:

• Las ansias por el resurgimiento nacional, condición necesaria para la purificación de la fe 20.
• Unificación política del país como base de la unificación cultual y religiosa.
• Sentimiento generalizado de inseguridad y crisis, que motivaba la aparición de un deseo de
volver a las antiguas tradiciones, fundamento de la nacionalidad.
• Actividad e iluminación por parte del movimiento profético, que veía la situación de crisis y
denunciaba sus raíces, las cuales estaban en su opinión en el olvido de la alianza y la infidelidad
a Yahveh. El movimiento profético anunciaba la salvación de Dios, la nueva alianza y la
19
Se trataba de una primera redacción del Deuteronomio, pues este libro sólo alcanzó su forma definitiva en la
época del destierro (primera mitad del S. VI a. C.), cuando fue retocado ampliamente.
20
El culto asirio era símbolo de la humillación nacional.
90
teología del resto 21, todo lo cual inspiró la reforma de Josías.

En este contexto, la ley deuteronómica cayó como un llamado severo a la conciencia de los judíos.
Se trataba de una colección homilética de leyes antiguas que se derivaban en último término de la
tradición anfictiónica. Esta colección se conservó y transmitió en el Norte, pero después de la caída
de Samaria fue llevada al Sur, y en la época que analizamos se incluyó en el programa reformador.
No se trataba, entonces, de leyes nuevas, pero dada la situación de olvido de la alianza y de
desconocimiento de la ley, aparecía como algo nuevo 22.

Si existía un sentimiento de que la crisis sólo se resolvería volviendo a la antigua tradición, la ley
deuteronomista dio elementos para retomar los hilos tradicionales: se trataba nada menos que de un
redescubrimiento de la tradición mosaica. La reforma, entonces, llevó al pueblo de la seguridad
ilusa en la alianza davídica 23, a la fidelidad exigente de la alianza sinaítica, y colocó al pueblo ante
sus obligaciones.

¿Qué resultados tuvo el gobierno y la reforma de Josías?

Durante su reinado, Judá mantuvo su independencia y logró reconquistar algunas regiones.


Igualmente, durante su reinado se mantuvo la reforma, que trajo enormes beneficios: la exclusión de
las prácticas paganas fue un bien para todo el país; la moralidad se elevó de su estado de
decadencia; el culto se centralizó, y la centralización24 se mantuvo con cierto rigor.

Pero también hubo factores negativos:

• Oposición por parte de algunos, que no aceptaron la reforma ni le ayudaron a tener éxito.
• Creación paulatina de un monopolio sacerdotal en Jerusalem.
• Vacío religioso y cultual en las regiones más apartadas, que tendió a ser llenado bien o mal.
Dado que todo estaba concentrado en Jerusalem, los habitantes de las regiones lejanas suplieron
sus necesidades religiosas de cualquier manera.
21
La teología del resto consiste en que se piensa que el pueblo o la nación israelita no es, sin más, el destinatario de
la promesa y, por lo tanto, no puede sentir que tiene garantizada la salvación: la salvación no se tiene asegurada por
el hecho de pertenecer al pueblo por razón de raza. En efecto, muchos israelitas están alejados de Yahveh y no han
guardado la fidelidad a la alianza. Por ello, los judíos que sí permanecen fieles serán convocados en un resto que es
a partir de ahora el destinatario de la promesa.
22
Es esta circunstancia la que explica de alguna manera el nombre griego del libro, que conservamos actualmente:
Deuteronomio significa “segunda ley”, entendido esto como una nueva ley dada a los israelitas como un
recomienzo y una segunda oportunidad. El autor de este libro es también el autor de Josué, Jueces , Samuel y
Reyes, y se lo conoce como el “deuteronomista”.
23
La promesa o alianza davídica consistía en la promesa de que siempre en el trono de Israel habría un
descendiente de David, lo que garantizaría prosperidad y grandeza. Como vimos antes, esta promesa terminó
convirtiéndose en una seguridad excesiva que suponía que por el solo hecho de poseer la promesa se tenía
garantizada la protección divina, sin importar los compromisos y al fidelidad por parte del pueblo.
24
La estrategia de centralizar el culto en Jerusalem obedecía a la necesidad de acabar con los santuarios locales,
que representaban un peligro de contaminación permanente de la fe yahvista.
91
• Reducción de muchos aspectos de la reforma a su dimensión externa, sin tocar lo más profundo
de la vida espiritual. Esto condujo a un aumento de la actividad cultual y a una excesiva estima
de la ley (“legalismo”), pero no siempre a una auténtica conversión (Jer 6,16-20).
• Además, la seguridad que dio la posesión de la ley, hizo olvidar la necesidad de la profecía; de
esta manera, lo que presagiaba ser un retorno a la auténtica alianza, se redujo frecuentemente al
sometimiento de la nueva–antigua tradición a la seguridad de la promesa davídica.

C. Imperio Babilónico y últimos años de Judá

Después de la caída de Asiria, el imperio egipcio empezó a extenderse sacando provecho del vacío
de poder en la zona. La independencia de Judá se vio, entonces, amenazada; el rey Josías murió en
el año 609 a. C., cuando salía a enfrentar el ejército del faraón. Judá, en consecuencia, quedó
sometida a Egipto, que colocó como rey a un hijo del difunto rey y le dio el nombre de Yoyaquim.

En estas circunstancias, se disputaron la zona dos imperios en ascenso: Egipto y Babilonia. A la


postre, venció este último, y el rey de Judá debió sometérsele muy a su pesar, pues era partidario de
continuar como vasallo de los egipcios.

En este contexto, las opiniones en Judá se dividieron entre quienes, como Jeremías, sugerían
permanecer sometidos a Babilonia, y quienes preferían ser súbditos de Egipto.

Jeremías, que tomó esta posición porque veía más ventajoso para Judá la sumisión a Babilonia, fue
tildado de traidor, apresado y azotado; incluso, el rey ordenó quemar sus escritos.

No obstante su oposición, el rey de Judá 25 rompió con Babilonia, creyendo encontrar en esa
aventura el apoyo de los egipcios. En el año 597 a. C. el rey babilónico Nabucodonosor conquistó
Jerusalem y deportó al rey y a su hijo junto con gran parte de la clase dirigente: este suceso se
conoce como la primera deportación a Babilonia. El nuevo amo de Judá colocó como rey vasallo a
un descendiente de David, Sedecías.

Pero la controversia continuó: algunos persistieron que la idea de que Judá debía rebelarse contra
Babilonia y someterse a Egipto. Jeremías, consecuente con su posición inicial, aconsejó continuar
sometidos a Babilonia. Al fin, el rey se rebeló nuevamente y en el año 587 a. C. fue reprimida la
insurrección: fue saqueada la ciudad de Jerusalem y destruido el templo; fue deportado el resto de la
clase dirigente y Judá pasó a ser provincia babilónica: esta fue la segunda deportación.

En Judá fue puesto cono gobernador un judío llamado Godolías, amigo del profeta Jeremías, pero
pronto fue asesinado. Los protagonistas del hecho huyeron a Egipto con parte de la población y, al
parecer, obligaron a Jeremías a acompañarlos. Después de este suceso no se conoce nada de la
suerte del profeta ni de la reacción de Nabucodonosor.

25
En realidad, el rey Yoyaquim ya se había rebelado contra Babilonia. La rebelión duró hasta el reinado de su
sucesor, Joaquim, quien se rindió a los tres meses de su posesión.
92
Jeremías, como vemos, estuvo muy ligado a esta época. De clase alta, debió enfrentarse con
firmeza a la política real y correr con una suerte de persecución y ultraje. El profeta sintió
hondamente en carne propia la situación de crisis de su pueblo, por lo que sus profecías están llenas
de angustia (8,18-22). En ocasiones, el profeta pareciera querer rebelarse contra la misión que
Yahveh le encomendó, pero siente que el llamado es superior a sus fuerzas y debe perseverar en su
duro ministerio (Jer 20,7 ss). Anuncia una “nueva alianza” (31,31-34), ya no fundada en los
mandamientos escritos en tablas de piedra, sino en el corazón, una alianza que empezará por
transformar el alma de los judíos para que sean capaces de fidelidad y amor a Yahveh. En esa
misma línea, reinterpreta la promesa davídica (33,14 ss).

A esta altura de los acontecimientos, encontramos judíos en muy diversas regiones: en Judá, en
Samaria, en Babilonia deportados y en Egipto. Todos ellos siguen vinculados de alguna forma a la
fe yahvista, pero la trayectoria de su existencia desembocará en situaciones diferentes.

PARA LA AUTOEVALUACIÓN

1. Describa brevemente los hechos que condujeron al destierro.


2. Explique quién fue Josías, cuál fue la importancia de su reinado y en qué consistió la reforma que
realizó em Judá.
3. ¿Cuál fue la importancia de la reforma de protagonizó Josías?

Asuma usted su papel de maestro y formule dos preguntas que debería estar en capacidad de
responder el alumno que estudió el capítulo anterior:

Con frecuencia nos quedan dudas y confusiones sobre lo que estudiamos; también encontramos
dificultades que no pudimos superar. Señálelas a continuación:

93
CUARTA PARTE: DESDE EL EXILIO HASTA JESUCRISTO

PREGUNTAS PREVIAS
1. Qué situación se conoce con el nombre de exilio, deportación, destierro o cautividad en Babilonia?
2. Con la ayuda de la sección precedente, reconstruya la situación que precipitó el acontecimiento del
exilio.
3. ¿Quién es el “déutero Isaías” (o “segundo Isaías”)? ¿Qué conocemos acerca de este profeta y de
Ezequiel?
Se recomienda la lectura de: Is 40; 41,8-20; 42,1-7; Ez 34; 37.

I. EL EXILIO Y EL RETORNO

A. Consecuencias del exilio y teología de la época

1. Pocas experiencias dolorosas recordó Israel con tanta intensidad como la del Exilio: el desplome
de las esperanzas que muchos vieron en este acontecimiento, produjo huellas imborrables en el
pueblo y también elaboraciones literarias de trascendental importancia.

El pensamiento profético, sobre todo de Jeremías, en medio de la angustia logró descubrir también
la esperanza: este período de prueba significaría que el resto deportado sería la semilla nueva a
partir de la cual Dios recrearía una nueva situación.

En esta época se reunieron cuidadosamente los recuerdos del pasado de Israel, se pusieron por
escrito las tradiciones y se repensó a fondo la teología de la historia y de la promesa. Los
deportados, aun siendo considerados una población de segunda categoría, tenían libertad para
moverse, casarse, construir casas y reunirse en asamblea para sus prácticas religiosas, donde leían
las tradiciones.

Indudablemente, muchos judíos no resistieron la presión de una cultura diferente y se dejaron


absorber; pero un gran número permaneció fiel a su fe y a su cultura, y constituyó así la base para la
reconstrucción de Israel y la composición de la Biblia. Fue, pues, este período un tiempo propicio
para la reflexión, para la fundamentación de la fe y la conciencia de elección.

El Israel deportado se encontró frente a muchos interrogantes relacionados con su historia, su futuro
y la promesa. Sintiendo hondamente la situación, se preguntaron por los hechos que estaban
viviendo y los elaboraron a la luz de la fe:

Leyendo los oráculos proféticos a la luz de los acontecimientos que vivían, reinterpretaron la
promesa davídica y elaboraron la reflexión sobre el Mesías. El exilio empezó a entenderse como un

94
castigo merecido de parte de Dios 26: si el Dios de Israel, ante el cual los otros dioses son nada y
falsedad, permitió que sucediera este hecho (el exilio), es porque quiere ofrecer una oportunidad de
purificación; a la luz del exilio, los israelitas comprendieron mejor su monoteísmo.

Miraron la centralización del culto en Jerusalem como un ideal e interpretaron que la violación de
esta principio había sido una de las causas de su desgracia. De ahí que surgiera, sobre todo en
medios sacerdotales, el proyecto de una reestructuración del templo y el culto.

Entre quienes aportaron a la reflexión teológica sobre la historia de la época, se encuentran Ezequiel
y el Déutero Isaías.

Ezequiel formaba parte del grupo de los que habían sido deportados, pues al parecer pertenecía a la
aristocracia. Se estableció en una ciudad cerca de Babilonia, y recibió su vocación profética en 593
a. C., ejerciéndola durante veinte años. El libro que contiene sus oráculos, de difícil lectura por las
repeticiones y datos contradictorios, representa de todas maneras las ideas de los sectores más
importantes de la deportación.

En sus oráculos animaba al pueblo, que vacilaba ante la tardanza del cambio de situación. Su idea
de Dios no es ya la del Dios guerrero o el rey supremo; es el Dios del más allá, trascendente y
supraterreno. Su idea acerca del pueblo, se funda en la idea tradicional del “resto santo”: aunque el
pueblo esté desplomándose, el resto sobrevivirá y será la semilla de la que brote un pueblo “nuevo”
(Ez 37,1 ss: sobre todo v.v. 1-6.11ss). El rey hace un drástico cuestionamiento a los reyes y líderes
del pueblo, porque en lugar de apacentar al pueblo se han apacentado a sí mismos (Ez 34): ellos son
los culpables de esta aterradora dispersión de las ovejas.

Sus escritos ofrecen numerosas visiones, para nosotros en gran parte incomprensibles, que
responden a la necesidad de resolver los acuciantes interrogantes del pueblo. La situación de Israel
en el destierro es comparada con un campo regado de huesos (Ez 37) que sólo podrán recuperar su
forma viva por la intervención de Yahveh.

Con el Déutero Isaías, al mismo tiempo que se renueva la esperanza y la idea de la misión de
Israel, se amplía el horizonte: Israel debe mirar más allá de sus fronteras y ser el instrumento de una
convocación universal. El profeta era un creyente animado por una firme esperanza, y por eso en
medio del destierro anuncia una “nueva creación”: es que la situación es tan lamentable, que sólo el
poder de Dios creador logrará reconstruir al pueblo, en una acción tan grandiosa y majestuosa como
la primera creación. El profeta sólo nos es conocido por sus oráculos (Is 40-55), que forman parte

26
Ésa es precisamente una de las funciones de los profetas: tratar de entender qué está pasando, interpretar los
acontecimientos y anunciarlos al pueblo para que se fortalezca en su fe y recupere la esperanza. En este caso, una
acontecimiento tan dramático y desolador como el exilio, fue interpretado por los profetas a la luz de la promesa y
de la fe: no es que Dios haya sido derrotado por los dioses de Babilonia, ni tampoco que se haya desentendido de
la suerte de Israel, sino que es un llamado de atención de Dios y una nueva oportunidad para recomenzar la
historia: nuevo éxodo, nueva alianza, nueva creación.
95
del actual libro de Isaías, y por eso se le llama “segundo o déutero Isaías”. Es uno de los más
grandes profetas del Antiguo Testamento. Entre sus oráculos sobresalen los llamados “poemas del
Siervo de Yahveh” que el Nuevo Testamento y la reflexión cristiana primitiva aplicarán a Jesús.

2. Situación de la Región

El imperio babilónico duró lo que duró Nabucodonosor; a su muerte, el rey persa Ciro sometió
amplias regiones, entre ellas a Babilonia (539 a. C.): comenzó así en la historia de Israel la “época
persa”, que duraría 200 años, hasta las conquistas de Alejandro Magno a fines del siglo IV. La
presencia de Ciro es mirada por el pueblo con esperanza, a tal punto que la Biblia lo llama “ungido
de Yahveh” (Is 44, 28; 45,1 ss).

Es interesante advertir en este momento algo acerca de la suerte de los judíos en Egipto: allí se
concentró un buen número de judíos, al que, cien años después de Jeremías y la migración, lo
encontramos en Elefantina (isla del Nilo) donde erigió un templo a Yahveh asociado probablemente
a la diosa Anath.

B. El retorno de Israel

El rey de Persia Ciro, en la época amo y señor de la media luna fértil 27, impulsó una política
imperial de talante muy distinto a la de los asirios: convencido del carácter erróneo de mantener en
esclavitud a pueblos de distinta procedencia, fe y cultura, toleró su organización y la conservación
de sus tradiciones y su culto, e incluso les permitió regresar a su país de origen.

Es de esta forma como procede con los judíos: en el “cilindro de Ciro” dice que “devolvió a las
ciudades sagradas del otro lado del Tigris... las imágenes que habían vivido en ellas y les estableció
santuarios permanentes” 28. En efecto, en el año 538 a. C. Ciro publicó un edicto en el que permitió
el regreso de los deportados judíos. En la Biblia encontramos dos versiones del Edicto, una en
hebreo (Esd 1,1-4: lengua tradicional de Israel) y otra en arameo (6,3-5). En el Edicto, ordenó
además la reconstrucción del templo y la devolución de los tesoros del culto. El autor de la versión
hebrea ve en Ciro un instrumento de la acción salvífica de Dios y por eso dice que “Yahveh el Dios
de los cielos ordenó”, pero en el original dice “Marduk” fue quien le dio a Ciro el dominio sobre el
mundo.

La lengua aramea es una lengua muy antigua, de la familia del hebreo; con el tiempo se impuso
como lengua propia de las relaciones internacionales, e incluso llegó a ser la lengua de Israel en el
postexilio. A tal punto, que el hebreo era la lengua clásica y el arameo la lengua vulgar, del tal
modo que la Biblia hebrea necesitó estar acompañada de los “targum”, una versión libre aramea del

27
Con este nombre de “media luna fértil” se conoce en historia la región comprendida por Mesopotamia, Palestina
y Egipto.
28
Se trata de una inscripción hecha en un cilindro de arcilla y descubierta en las excavaciones arqueológicas de la
región. “Devolver las imágenes” hace relación a la autorización de Ciro a los judíos para que regresaran a su patria
con sus propios símbolos religiosos y pudieran además reconstruir el santuario.
96
texto, para poder ser entendida por el pueblo.

Como acabamos de anotar, los judíos, gracias al Edicto de Ciro, pudieron regresar a su tierra. Quien
encabezó el regreso fue un hijo Joaquim, rey de Judá: Sheshbasar, descendiente por tanto de David.
A Sheshbasar lo sucedió después Zorobabel, descendiente también de David. La nueva
oportunidad de reconstrucción fue interpretada por Israel con un desbordado optimismo, a tal punto
que muchos creyeron que los anuncios proféticos, especialmente del Déutero Isaías, se cumplían
plenamente con el retorno.

Las figuras descollantes de la época fueron: Zorobabel, cabeza de la reconstrucción del templo;
Nehemías, gobernador que reconstruyó la cuidad de Jerusalem; Esdras, sacerdote, quien reorganizó
el culto. Además, lo profetas Ageo y Zacarías.

1. El Cronista (S. IV a. C.)

El dominio persa sobre Palestina duró unos doscientos años (550 a 330 a. C.) y constituyó un
capítulo importante de la historia de Israel. La Biblia nos relata esta época en los libros de Esdras y
Nehemías, pero en forma incompleta.

Esdras y Nehemías son en la Biblia actual dos libros, pero en un principio fueron uno solo y, aún
más, formaban parte de una obra más amplia que incluía I y II Crónicas. La división en dos libros
(Esd y Neh) fue realizada por San Jerónimo en el S. IV d. C., al traducir la Biblia al latín 29.

En toda esta obra (Cr, Ed, Neh) se observan la misma teología y el mismo estilo; su autor, que sólo
podemos identificar con el nombre de “Cronista”, era probablemente un miembro (¿o un grupo?)
representativo de la clase sacerdotal.

Además de la obra del Cronista, las otras obras históricas que sirvieron de base para la composición
del Antiguo Testamento, son: la historia deuternomista (Dt, Re)
Los relatos de “J” (Yahvista), “E” (Elohista) y “P” (Sacerdotal)
La obra del Cronista

La obra deuteronomista sabemos que fue escrita desde una perspectiva peculiar: lee toda la historia
de Israel desde la tradición de la alianza sinaítica.

La obra del Cronista fue escrita desde el punto de vista del judaísmo de postexilio y va hasta el año
400 a. C. El autor interpreta toda la historia pasada desde su perspectiva, y para ello utiliza distintos
materiales, atribuyéndose amplia libertad para omitir, añadir y modificar.

¿Cuál es su perspectiva? Está dominada por una idea central: Israel está llamado a ser una
29
Con el nombre de “Vulgata” se conoce la traducción que hizo San Jerónimo de la Biblia, a la lengua vulgar (del
vulgo, es decir, del pueblo), que era en su época el latín.
97
comunidad de culto, un reino de sacerdotes; un pueblo cuya vida debía ser toda un liturgia; el centro
de esa comunidad debía ser el templo y la ciudad santa. De ahí que interprete tanto el Edicto de Ciro
cuanto el retorno, como una vuelta para reedificar el templo y reorganizar el culto. Israel no vuelve
sólo para ser una nación, sino una comunidad religiosa.

2. Profecía y culto

El éxodo judío de Babilonia a Jerusalem no fue un éxodo masivo; fue un número reducido el que
retornó, puesto que muchos de israelitas se habían establecido y organizado en Babilonia y no se
animaron a regresar.

De todos modos, poco tiempo después del retorno permitido por Ciro, encontramos en Jerusalem
una pequeña comunidad bajo el mando del sacerdote Josué y el gobernador Zorobabel. Su primera
obra fue levantar un altar, organizar a los levitas (sacerdotes) y poner los cimientos del nuevo
Templo.

En torno a la construcción del templo, se dio una tensión entre samaritanos y judíos, que conduciría
posteriormente a la construcción de otro templo en el monte Garizim, al norte, pues sus habitantes
seguían viendo en el de Jerusalem un símbolo del nacionalismo judío 30 (del Sur).

La construcción del templo, no obstante su interrupción, se culminó en el 515 a. C. durante el


reinado del persa Darío I el Grande. En esa obra jugó un papel importante la palabra de los profetas
Ageo y Zacarías, que la animan y la interpretan como el fundamento del nuevo pueblo.

El nuevo templo no fue tan esplendoroso como el de Salomón, pero aun en su modestia fue el
corazón de la vida de Israel en el postexilio; era el lugar donde estaba el trono de Yahveh, símbolo
de su presencia; era el lugar donde se educaba el nuevo Israel como comunidad de culto.

Pero, a causa de las distancias, el templo no era suficiente: los judíos que habitaban lejos de
Jerusalem necesitaban un lugar de encuentro. Por ello se empezó a imponer la institución de las
sinagogas, lugares donde se leía la ley y se estudiaba la palabra. Estas sinagogas se extendieron
incluso a los territorios de la diáspora 31 (San Pablo hace alusión a ellas), sin llegar por supuesto a
sustituir el templo. Sus orígenes se remontan al exilio, cuando empezaron a tenerse reuniones de
culto y lectura de las tradiciones, si bien en ese entonces no se puede hablar todavía de asambleas
organizadas.

3. El papel de Nehemías y Esdras

Setenta años después de reconstruido el templo, se emprendieron importantes reformas para

30
En el pasaje de la samaritana narrado por el Evangelio de San Juan, se pueden encontrar todavía las huellas de
esta aguda controversia (Jn 4,19-20).
31
“Judíos de la Diáspora” son aquellos que se dispersaron en algunas épocas y empezaron a vivir fuera del
territorio israelita, conservando, no obstante cierta cultura judía y los elementos fundamentales de la fe.
98
preservar la unidad del país y la fe mosaica. Nehemías, en el año 445 a. C., llegó como gobernador
a Jerusalem; poco después llegó otro personaje, Esdras.

Nehemías emprendió actividades para fortalecer la unidad judía frente a las amenazas de los
pueblos circundantes: el gobernador de Samaria, los edomitas y los amonitas que veían con temor la
reconstrucción del Reino de Judá; el gobernador debía, además, afrontar la tendencia de la clase alta
a unirse a los extranjeros incluso en matrimonios mixtos. Todo ello era en síntesis, el temor a perder
la identidad nacional y religiosa 32. Nehemías, entonces, trazó unas políticas para definir la
nacionalidad del judío y diferenciarlo tanto de los samaritanos como de los gentiles. Estableció unos
criterios:

• Debía poder demostrarse la ascendencia judía. Se prohibían los matrimonios mixtos.


Probablemente en esta época se escribe el libro de Rut, que algunos interpretan como
una reacción crítica a las reformas de Esdras y Nehemías.
• Lealtad a la Torah (le Ley) y ayuda al sostenimiento del templo: observancia del sábado,
establecimiento de un culto regular en el templo.

Su interés era doble: garantizar la supervivencia del país y preservar la identidad de la fe.

Poco después, como dijimos, llegó Esdras: le es permitido a este “escriba muy versado en la ley de
Moisés” (Esd 7,6) regresar a su tierra con el fin de contribuir a la organización del culto y la fe.

Esdras trajo de Babilonia una copia del “libro de la ley de Moisés”, al parecer una copia del
Pentateuco, y en una asamblea popular durante la fiesta de los Tabernáculos, fue leído
solemnemente; se hizo una solemne renovación de la alianza (Neh 8-9), fue firmado el libro por los
representantes del pueblo, y todos prometieron obediencia a su ley. Algo similar, entonces, a lo que
se hiciera en tiempo de Josías.

La obra de Esdras llegó a ser tan importante, que a él se le ha llamado el “padre del judaísmo”,
puesto que a raíz de su actividad la religión judía se (re)modeló conforme a la Torah.

Por su lado, los samaritanos también tuvieron una copia del Pentateuco; sus diferencias con los
judíos no provenían de tener libros distintos, sino de la interpretación que hacían de ellos; después
del exilio, las diferencias se agudizaron, y los samaritanos llegaron así a construir su propio templo
en Garizim, cerca de Siquem.

4. La interpretación sacerdotal de la historia (“P”)

Durante la primera etapa del exilio, un sacerdote llamado Ezequiel, concibió la organización del

32
Téngase en cuenta que se trata de unos hombres y mujeres que vienen de una tierra extranjera, que se van a
convertir en el núcleo del pueblo reconstruido, que han estado bajo influencia de otra cultura; por ello se requiere
garantizar la identidad cultural.
99
nuevo Israel como un “reino de sacerdotes”, una comunidad litúrgica presidida por los sacerdotes
(clero de Jerusalem); también así lo hizo el Cronista.

Es ésta una manifestación de la influencia de la jerarquía sacerdotal en la fe y la historia de Israel,


asi como en su manera de comprenderlas. Esta visión se encuentra diseminada en el actual libro del
Pentateuco y, junto con los escritos de “J”, “E”, y “D”, forma todo un conjunto.

Siendo “P” el último redactor, su importancia es grande, pues es quien proporciona el marco
definitivo de comprensión de la historia de Israel.

¿Cómo surgió esta tradición sacerdotal (“P”)? Ya sabemos que su redacción definitiva data de
finales del exilio. Pero el grupo sacerdotal existía desde muchos años antes, y por tanto también su
visión de la fe y al historia.

Por ello “P”, siendo redacción del exilio, contiene material que nos ofrece tradiciones antiguas que
se desarrollaron a partir de las prácticas cultuales el tiempo de Moisés y de la anfictionía,
conservadas y transmitidas por el grupo sacerdotal. En efecto, “P” pretende demostrar que el
sacerdocio se remonta a los tiempos del Sinaí.

Así pues, “P” no es el fruto de una generación, sino de muchas generaciones asociadas al templo.
Estas tradiciones, orales o escritas, fueron puestas a disposición del grupo sacerdotal que redactó el
documento definitivo.

Con base en estas tradiciones y en los materiales escritos disponibles (“J”, “E”, “D”), el redactor
sacerdotal dio forma definitiva al Pentateuco. Lo que hizo “P” no fue dar forma a un material
disperso: por el contrario, ya existían bloques unitarios, tales como la “épica de loas antepasados”.

Su labor puede describirse así: después de la caída del Reno del Norte, el documento “J”
(compuesto en el Sur) y “E” (compuesto en el Norte) se reunieron: J E; posteriormente, después de
la caída del Reino del Sur (exilio), se fue agregando la historia deuteronomista (“D”), resultando así
una versión más amplia: J E D; finalmente, el redactor sacerdotal intercaló en esta obra las
tradiciones cultuales, dando así forma final al Pentateuco, con una visión sacerdotal de la historia de
Israel (esta fue probablemente la obra que leyó Esdras delante de la asamblea del pueblo).

¿Cuál es la visión de la historia de “P”?

Toda su visión gira en torno a la historia de Israel como culto y adoración de Dios. No narra
hazañas, sino que difunde instrucciones cultuales sobre la forma como se debe adorar a Dios y
realizar la liturgia, de acuerdo con lo que entendían los sacerdotes de Jerusalem.

El escritor “P” reflexiona desde esta perspectiva todo el pasado de Israel, y concibe la historia como
el desarrollo de la revelación de Dios según su plan y designio; ve en ese desarrollo cuatro etapas,
caracterizada cada una por favores de Dios y obligaciones del pueblo:
100
• La creación: la primera etapa comienza con la creación y va hasta las narraciones sobre Noé. El
relato de la creación (Gen 1,1-2,4ª) es una narración solemne y majestuosa, distinta de la
pintoresca narración yahvista (Gen 2,4bss), y con un marcado acento teológico.

El autor no pretende ofrecer datos científicos sobre el comienzo del universo, de la vida o del
homo sapiens, sino una visión de fe acerca del mundo y el hombre; el relato está formulado en
las categorías cosmológicas del momento, y por tanto no se debe poner en paralelo con el saber
científico.

El relato “P” de la creación (Gen 1,2-2,4ª) busca afirmar la grandeza de Dios y su omnipotencia:
todo depende de Dios y se sostiene por su fuerza. En el relato sobre la creación del hombre, el
autor pretende responder a la pregunta “¿qué es el hombre (y la mujer) y cuál es su misión en el
mundo? Él es “imagen y semejanza” de Dios, y eso se manifiesta en la capacidad que tiene de
dominar la naturaleza por medio del trabajo, lo cual lo hace “co – creador” (comparte con Dios
el dominio del mundo). Desde su perspectiva sacerdotal, busca sustentar la institución del
sábado a partir de la voluntad de Dios y por ello remonta su origen hasta la creación33.

• La Alianza con Noé: el autor sacerdotal ve cómo la humanidad se corrompe, y coloca esta
realidad como la causa de la destrucción del diluvio. Sólo se salva el justo Noé: con él comienza
la segunda etapa, la alianza con Noé; Dios promete que nunca más se destruirá el mundo, y
coloca un signo de esa promesa: el arco iris. Si antes (relato de la creación) se prohibía comer
carne de animales, ahora se permite, a condición de que esté desangrada (9,1-5), pues la sangre
es la vida que pertenece a Dios.

Una prohibición está contenida en el relato: derramar la sangre de otro (9,6). Es una alianza con
todos los pueblos.

• La alianza con Abraham: la tercera etapa comienza con la alianza Dios – Abraham: a él se le
promete que será el padre de multitudes (cambio de nombre) y que poseerá el país de Canaán
perpetuamente. Para “P” esta alianza es gratuita, libre iniciativa de Dios, y se sella con un rito:
la circuncisión, institución fundamental en la religión judía según la visión sacerdotal.

• La Revelación del Sinaí: con Abraham comienza la elección del pueblo de Israel; por eso “P”
no trae un relato propio de la alianza sinaítica: en el Sinaí la entrega de la ley significa la
ratificación de la alianza con Abraham. En Moisés se empieza a cumplir la promesa hecha a
Abraham.

El pueblo elegido deberá -según “P”- ser un pueblo libre de impurezas morales o rituales, pues allí
Dios hará su tienda. Por eso trae numerosas prescripciones cultuales y litúrgicas, regalo de Dios
33
El sábado es una institución sumamente importante para Israel. Lo que hace el escritor “P” es remontar su origen
hasta la creación, con el fin de subrayar su importancia y darle mayor trascendencia.
101
para su pueblo.

“P” representa, pues, la visión que Israel alcanzó de su historia después de muchos años de lectura e
interpretación, y después de la dolorosa experiencia del exilio.

PARA LA AUTOEVALUACIÓN

1. ¿Qué es el exilio? ¿Cómo se produjo?


2. ¿Qué significó el exilio para el pueblo de Israel? ¿De qué le sirvió a Israel la experiencia del exilio?
3. ¿Cómo se produjo el retorno de Israel y quiénes fueron los protagonistas de este acontecimiento?
4. ¿A quién se le conoce con el nombre del “Cronista? ¿Cuáles eran los principales elementos de su
pensamiento? ¿Cuáles son sus escritos?
5. ¿Quiénes fueron Nehemías y Esdras?
6. Explique quién es el escritor “P”, cuál fue su obra y cuáles sus ideas religiosas?
7. Describa brevemente cómo se compuso el Pentateuco.

II. ÉPOCA GRIEGA

PREGUNTAS PREVIAS

1. ¿Quién fue Alejandro Magno?


2. Haga memoria de sus estudios sobre Grecia y diga qué sabe usted de su pensamiento.
3. Con la ayuda de la lectura de I Mac 1 y 2, explique quiénes fueron los macabeos.
Se recomienda leer I Mac 1-2 y II Mac 7; 9.

A. Surgimiento del Imperio

Las pretensiones del imperio persa chocaron pronto con otro imperio en gestación: Grecia. Al
principio los griegos se limitaron a contener las incursiones persas en su territorio, pero a raíz del
ascenso al poder de Alejandro Magno (356-323 a. C.) se desató una campaña de conquista de
grandes dimensiones.

Hacia el 326 a. C. Alejandro ensanchó las fronteras de su imperio de manera impresionante, y llegó
a dominar toda la media luna fértil.

Alejandro no fue sólo un líder político – militar, sino también un ferviente impulsor de la cultura
griega: educado por Aristóteles, era un gran conocedor de esta cultura y pretendió difundirla por
102
todo el imperio. Una de sus más importantes obras fue la biblioteca de Alejandría (Egipto), de
notables dimensiones.

A su muerte en el año 323 a. C., el imperio de Alejandro fue heredado por dos de sus generales:
Seleuco, que gobernaba Siria y Palestina, y Tolomeo, que gobernaba Egipto, con capital en
Alejandría.

Las pretensiones de Alejandro de penetrar todo el mundo con la cultura griega, eran compartidas
por todos los griegos; también Seleuco y Tolomeo continuaron esa obra: construyeron gimnasios,
teatros, estadios, academias, y compitieron entre sí para hacer de su respectiva capital una Atenas en
el exterior.

De esta manera fue surgiendo una visión del mundo que permeaba todas las culturas y se imponía
con gran fuerza. Esto es lo que conocemos con el nombre de “helenismo”, y sus rasgos
característicos eran:

B. La cultura helenista y la helenización

La cultura de Israel, su manera de ver el mundo, sus representaciones, sus pautas de


comportamiento, es muy particular y se diferencia enormemente de la cultura griega. Cuando
Alejandro conquistó Israel y posteriormente sus sucesores lo gobernaron, no se redujeron a obtener
tributos y a conservar posesiones, sino que intentaron comunicar su cultura. A raíz de la conquista,
la cultura helénica se encontró con la cultura semita, la de Israel, y la influyó de manera importante.
De esta manera, asistimos desde el siglo II a. C. a un proceso nuevo en el país de los judíos.
Veamos las características fundamentales de la cultura griega y la forma como influyó en la cultura
judía:

• La cultura griega tenía una mentalidad supranacional: pretendió influir las culturas y países que
conquistaba.
• Religión universal: las religiones orientales era miradas por los griegos como superstición, y la
religión griega como la única válida, llamada a imponerse sobre aquellas. Naturalmente, esto
produjo choques intensos con el judaísmo.
• Tendencia individualista: mientras para Israel el hombre es ante todo el miembro de un pueblo,
para los griegos es una persona autónoma.
• Dualismo cuerpo – alma: mientras que para los judíos el ser humano es uno y no es posible
separar en él un componente espiritual y un componente material, para los griegos el ser
humanos es un compuesto de cuerpo y alma; esta última es la dimensión preponderante,
mientras que el cuerpo es mirado como un lastre que impide al alma remontarse al
conocimiento superior.
• Mentalidad abstracta y no mentalidad concreta como la de los semitas.
• Pérdida de la perspectiva histórica: para la mentalidad griega, importa más la eternidad que el
tiempo. Por ello todo el carácter histórico de la fe de Israel se fue perdiendo y las creencias y
103
promesas se hicieron abstractas, suprahistóricas y supraterrenales.

Estos rasgos definen tendencias de la cultura griega, que se van infiltrando por doquier y terminan
por imponerse. Indudablemente, su aporte fue muy importante, aunque provocó transformaciones
de relevancia para la fe y el modo de pensar judíos. El vehículo de esta penetración cultural fue la
lengua: la kioné, el griego popular.

C. La resistencia

Inicialmente los judíos no vieron peligro en la cultura helénica. De hecho, ya en Elefantina se había
tenido la experiencia del encuentro de culturas, se hablaba el griego (koiné), se compusieron obras
literarias (por ejemplo el libro de la Sabiduría) y con el apoyo de Tolomeo se había traducido la
Biblia al griego (versión llamada de (los setenta” 34).

Poco después de la división del Imperio de Alejandro, los Tolomeos asumieron el control de
Palestina (300 a. C.); ellos, a diferencia de los Seléucidas, eran tolerantes en materia religiosa, por
lo que muchos judíos de clase alta aceptaron la cultura helenista. Pero pronto se vio en Israel la
tensión entre la cultura extranjera y la religión yahvista, como antes en Canaán. Por ello empezó a
conformarse un círculo de celosos de la ley y de la lealtad estricta a la ley y la esperanza de la
dinastía davídica.

Este círculo se vigorizó sobre todo entre los hasidim (piadosos, fieles) predecesores de los fariseos,
provenientes de medios rurales. Este movimiento cobró fuerza sobre todo cuando Palestina pasó al
dominio de los Seléucidas (200-142 a. C.).

En el año 198 a. C. el rey de Siria (de la dinastía seléucida) venció a los Tolomeos. Su sucesor,
Antíoco IV, fue quien impuso una severa política de helenización. Se llamó a sí mismo “Epifanes”
porque se consideraba la “manifestación de Dios”. Si teóricamente permitía la religión judía, exigía
que se manifestar la lealtad al Imperio por medio de culto a Zeus y la sumisión a la autoridad
absoluta del Epifanes.

Esto produjo inconformismo entre los judías, inconformismo que estalló en revuelta cuando
Antíoco se entrometió en los asuntos religiosos colocando por la fuerza como Sumo Sacerdote al
hombre de su conveniencia. Ante la rebeldía popular, declaró ilegal la religión judía, prohibió la
circuncisión, ordenó quemar copias de la Torah, proscribió la guarda del sábado y, finalmente,
profanó el templo erigiéndole un altar a Zeus y sacrificando en él cerdos; en todas partes se ordenó
levantar altares a Zeus.

El episodio que dio lugar al estallido de la revuelta es narrado en I Mac 2,15ss. Matatías se fue al
monte con sus cinco hijos a la manera de una guerrilla. En el año 166 a. C., en su lecho de muerte,
encomendó a su hijo Judas continuar la lucha; él asestó tanto golpes a los enemigos, que se le llamó
34
Corresponde este nombre a la leyenda de que Tolomeo convocó a setenta sabios para traducir la Biblia hebrea al
griego.
104
“macabeo” (“martillo”).

A tal punto llegó su fuerza, que pudo imponer un tratado de paz; en el año 165 a. C. purificó el
templo y restableció el culto judío.

Las guerras macabeas, lideradas por Judas, Jonatán y Simón, llegaron a asegurar la independencia
del país durante cien años, hasta la llegada del general romano Pompeyo (63 a. C.). Durante este
siglo se estableció una dinastía política en Jerusalem, la de los asmoneos (descendientes de Simón).
El país llegó a extender sus fronteras como en tiempos de David, pero de una manera sangrienta y
brutal, lo que produjo un gran descontento entre el pueblo.

4. La Apocalíptica

Durante esta época se pueden identificar tres actitudes y mentalidades religiosas fundamentales:

1.La esperanza política de un resurgimiento de Israel. Esta mentalidad es encarnada por los
macabeos y los celotes. Estos últimos son judíos que emprenden una lucha abierta contra el
invasor romano; se organizan a la manera de guerrillas o bandas para asaltar los soldados
romanos.
1.
2. La reflexión sapiencial, que ante la crisis política y social y ante la corrupción de las
instituciones, vuelve los ojos a los problemas individuales como la muerte, el mal, el
sufrimiento.

3. La apocalíptica: es una corriente de pensamiento y religiosa que interpreta que la grave


situación del momento, constituida especialmente por la presencia los invasores extranjeros que
han profanado la fe y el templo (en especial los seléucidas), es una acción de Dios mismo que se
cansó de esperar la conversión del pueblo; en consecuencia, ha decidido acabar con este mundo
desordenado y a partir de sus cenizas, iniciar una era distinta. La ira de Dios se manifestará en
las invasiones de los extranjeros, los ajusticiamientos, el volcamiento de las montañas, el
oscurecimiento del sol, la transformación de las aguas en sangre. Sólo quienes permanezcan
incontaminados y limpios se salvarán.

IV. ÉPOCA ROMANA

PREGUNTAS PREVIAS

1. ¿Cuál era el Imperio que dominaba a Israel en tiempos de Jesús?


2. Enumere los grupos que menciona el Evangelio. ¿Qué sabe de ellos?
3. Recuerde los nombres de las principales autoridades que mencionan los Evangelios en tiempos de
Jesús.
105
En el año 63 a. C. otro amo se apoderó del país de los judíos: Roma. El protagonista de este
episodio fue el general romano Pompeyo. En esta época nació Jesús (aproximadamente en el año 7
ó 6 a. C.). Los nombres de los personajes de este época nos son bien conocidos: Herodes, Herodes
Antipas, Poncio Pilato, Anás, Caifás.

A. La conquista de Israel por Roma

La primera noticia acerca de la presencia romana en Asia data del S. II a. C.; los romanos se
pusieron del lado de los macabeos en su sublevación contra Antioco IV (164 a. C.). Su acción
directa en Asia, no obstante, comenzó con el general Pompeyo: en el año 64 a. C. se apoderó de
Siria y la convirtió en Provincia Romana.

Los judíos, divididos a causa de intrigas y rivalidades internas 35, solicitaron su intervención para
que arbitrara en las discordias. En el año 63 a. C. el general conquistó Jerusalem.

Al conquistar Jerusalem, Pompeyo vinculó Judea a las Provincia de Siria, pero dejó a Hircano II,
sucesor de los macabeos (él asmoneo) con autoridad sobre Judea, Perea y Galilea, con la obligación
de pagar impuesto a Roma.

Por esta época algunos prisioneros judíos fueron llevados a Roma y formaron, al parecer junto con
otros judíos llegados allí en el S. II, el primer núcleo hebreo en la capital del Imperio.

Posteriormente Pompeyo conformó, junto con César y Craso, el triunvirato en Roma.

En Judea, Hircano II fue perdiendo poder, y su autoridad se redujo a los asuntos meramente
religiosos, y fue nombrado Antípater, un idumeo, como administrador de Judea.

Por este mismo tiempo, el gobernador de Siria (a cuya provincia pertenecía Judea) empezó a
fustigar más y más a los judíos, dando inicio a la resistencia judía contra Roma.

En el año 48, César derrotó a Pompeyo, y tanto Hircano como Antípater, que echaron mano de sus
habilidades políticas, fueron aceptados por el nuevo dueño: Hircano fue confirmado como Sumo
Sacerdote y nombrado además etnarca de Judea, sin autoridad civil efectiva, porque fue nombrado
Procurador de Judea. El Procurador era el administrador de un territorio en el que los romanos
habían permitido que continuara gobernando la dinastía nativa, en este caso los asmoneos. Así pues,
la autoridad civil efectiva la ejercía el Procurador, e Hircano sólo ejercía el Sumo Sacerdocio.

Entre tanto, César, para congraciarse con los judíos, declaró la religión judía como “religio licita”
35
La revolución macabea (S. II a. C.) tuvo éxito por algún tiempo, pero sus sucesores (asmoneos) se corrompieron
posteriormente y se entregaron a toda clase de intrigas, tráfico de influencias en torno al Sumo Sacerdocio etc.
106
(religión lícita, es decir, permitida) en todo el Imperio; eso equivalía a autorizar a los judíos para
celebrar libremente su culto, para organizar comunidades, para construir sinagogas etc.

Antípater hizo nombrar a su hijo Herodes en el gobierno de Galilea (como “estratego”). Poco a
poco Herodes fue ganando poder, lo cual despertó muchos temores entre los miembros del
Sanedrín, dado que se trataba de un idumeo (vale decir, un extranjero).

En el año 42 a. C. Marco Antonio se tomó el poder y gravó con más impuestos a los judíos, creando
aún mayor malestar.

En el año 40 a. C., Antígono, un asmoneo, depuso a Hircano, conquistó el trono e hizo huir a
Herodes a Roma, donde moviendo sus influencias e intrigando, éste se hizo nombrar rey de Judea
(año 39 a. C.). Con este título, se lanzó a la reconquista del poder, lo cual logró en el año 37 a. C.;
Herdoes hizo ejecutar a Antígono y a muchos miembros del Sanedrín.

B. Los protagonistas de la época romana

Herodes era un extranjero (idumeo) amigo de Roma, que gobernó en su nombre. Granjeándose
luego el favor de Octavio, vendedor de Marco Antonio, Herodes fue confirmado y se le dio el título
de “amigo y aliado de Roma”; en el año 30 a. C. fue asesinado Hircano II y Herodes se empecinó
en perseguir a todos los asmoneos, potenciales aspirantes al poder, incluida su propia esposa,
sobrina de Hircano, a quien hizo ejecutar (año 29 a. C.), y después a sus propios hijos (año 7 a. C.) y
a Antípater (5 a. C.; léase en este contexto Mt 2,16ss: la muerte de los niños de Belén 36).

El gobierno de Herodes estuvo permanentemente amenazado por revueltas y sublevaciones; por ello
asumió un estilo tiránico y despótico frente a los judíos, a quienes reprimió constantemente. Su
gobierno fue brutal y sanguinario.

Por estos años Herodes no dependía ya de Siria, sino del propio Octavio; recibió potestad para
nombrar al Sumo Sacerdote y asumió un estilo marcadamente helenista.

Entre los que reprimió más violentamente estaban los fariseos. Pero para congraciarse con los
judíos y darle esplendor a su gobierno, realizó grandes obras de construcción: reconstruyó el
templo, aunque mezcló en él muchas imágenes y símbolos paganos; el palacio, dedicado a Antonio
(de ahí el nombre de “torre Antonio”) y un hipódromo en Jerusalem. En el año 27 a. C. organizó los
primeros juegos olímpicos en Jerusalem. Además reconstruyó Samaria (la llamó Sebaste) y edificó
la nueva ciudad de Cesarea.

Como se dijo, Herodes fue siempre un filo – helenista que aparentaba ser judío. Fue, en síntesis, un

36
Sabemos que este relato de Mateo no es histórico, sino literario con intenciones teológicas; pero el telón de fondo
corresponde al estilo de Herodes. Como quien dice: no corresponde a hechos realmente sucedidos, pero dado el
carácter de Herodes, pudo serlo perfectamente.
107
tirano que a costa de injusticias y gravámenes excesivos realizó grandes obras materiales.

Al morir Herodes, no dejó sucesor. Se desató entonces una rebelión; el legado de Siria debió,
entonces, intervenir, y crucificó a centenares de rebeldes: la cruz era un castigo para los revoltosos.
A causa de todo esto, creció la antipatía contra Roma.

Así las cosas, Augusto dividió el reino entre lo hijos de Herodes: a Arquelao lo hizo etnarca de
Judea, Samaria e Idumea; a Herodes Antipas lo nombró tetrarca de Galilea y Perea, y a Herodes
Filipos y Salomé le dio otros dominios.

No hubo más rey en Israel.Pronto Roma asumió el control total por medio de la administración
directa. La máxima autoridad militar y judicial era el Procurador, que vivía en Cesarea y tenía
incluso el poder de nombrar Sumo Sacerdote.

Arquelao fue desterrado y duró poco en su puesto. Pero Herodes Antipas conservó su tetrarquía
hasta el año 39 d. C.

Herodes Antipas: Es conocido en el Nuevo Testamento por su matrimonio escandaloso con


Herodías, la mujer de su medio hermano Herodes Filipo: Herodías, ambiciosa y hábil, le hizo
repudiar a su antigua mujer. Animó a Herodes a solicitar para ella el título de Reina al Emperador
Calígula (año 37 d. C.) pero en lugar de eso, encontraron la deportación (39 d. C.).

Herdoes Antipas fue un gran constructor; por ejemplo, construyó la ciudad de Tiberíades en honor
de Tiberio: era una ciudad lujosa, con aguas termales, pero difícil de poblar porque se edificó
contigua a un cementerio (tierra impura para la cultura judía); en esta ciudad construyó una
sinagoga, pero decoró su palacio con estatuas paganas. De él se habla en Mc 6,14ss como alguien
que tiene curiosidad de conocer a Jesús; Herodes participó en el proceso contra Jesús (Lc 23,6).

Herodes Filipo: fue un buen gobernante; construyó Cearea (de Filipo: léase Mc 8,37). Murió en el
año 34 d. C.

Poncio Pilato: Cuando Arquelao fue depuesto, Judea pasó a depender directamente del gobernador
de Siria, Quirino (Lc 2,1-2); el gobernador tenía un fuerte ejército (36000 hombres), pero sólo
intervenía en Palestina en caso de extrema necesidad.

Palestina era una provincia “independiente”, confiada a un Procurador, que disponía de tropas
reclutadas entre la población no judía, tropas que con frecuencia trataban brutalmente a los judíos.
El Procurador vivía en Cesarea, que era entonces la capital administrativa.

Cuando el Procurador iba a Jerusalem, probablemente residía en el palacio construido por Herodes,
convertido en Pretorio. Allí fue el proceso contra Jesús. El Procurador debía mantener la
convivencia pacífica entre diversas y a veces opuestas clases de población: judíos, samaritanos,
idumeos y helenistas. Además, su trabajo era continua fuente de inconformismo por el cobro de
108
impuestos 37, que era graves y numerosos.

El Procurador más conocido es Poncio Pilato, quien empezó su administración en el año 26 d. C. y


terminó en el 36 d. C. Sobresalió por su hostilidad hacia los judíos: enarboló en Jerusalem los
símbolos romanos 38, utilizó los tesoros del templo para construir el acueducto de Jerusalem, acuñó
monedas con símbolos paganos. Es decir, hizo algo que antes nadie se había atrevido a hacer. Estas
medidas provocaron rebeliones, que el Procurador sofocó violentamente crucificando a los
cabecillas.

C. Los grupos políticos y religiosos

En este período encontramos nosotros en Israel diversos grupos político – religiosos, de los cuales
hablan abundantemente los Evangelios: fariseos, saduceos, publicanos, celotes, esenios,
samaritanos.

Los fariseos eran un grupo político – religioso muy importante en Israel. Se caracterizaban por el
cumplimiento estricto de la ley, lo que para ellos constituía el camino de la salvación. La ley en esta
época abarca un número amplio de normas que era observadas por los fariseos con el máximo rigor.
Al contrario de lo que popularmente se piensa, los fariseos eran sumamente piadosos en su
observancia; sólo que, convencidos de que el cumplimiento de la ley era el medio de salvación, con
frecuencia se limitaban a cumplirla literalmente y se olvidaban de su espíritu. Igualmente, a
diferencia de lo que se piensa generalmente, los fariseos eran más progresistas que otros grupos:
aceptaban algunas creencias religiosas novedosas como la existencia de los ángeles y la
resurrección39 de los muertos. Eran enemigos de Roma, pero no practicaban una resistencia activa
contra el Imperio.

Los saduceos eran la casta sacerdotal. Como casta, se consideran los mejores y tratan por todos los
medios de conservar su poder. De ahí que, frente a los invasores romanos, adoptaron una actitud
más bien de colaboración: respetaban su autoridad con tal de que los romanos respetaran la de ellos.
Se trataba de un grupo más bien conservador, enemigo de las novedades doctrinales y sujetos a la
tradición. Consideran que el camino de la salvación es, ante todo, el culto.

Los celotes eran un grupo cercano a las convicciones de los fariseos, pero a diferencia de ellos,
practicaban una lucha activa y militante contra los invasores romanos: son una especia de
bandoleros que, en la forma de guerra de guerrillas, hostigan y golpean constantemente a las
37
Eran de varias clases: 1) Impuesto personal o impuesto del censo, para todos los varones entre los 14 y 65 años y
para las mujeres entre los 12 y los 65. 2) Impuesto sobre las cosechas. 3) tasa, para gravar la circulación de
mercancías (que cobraban los publicanos) y otros.
38
Como sabemos, la ley judía prohibía severamente hacer imágenes y preveía un castigo para quien lo hiciera;
cómo no sería de escandaloso que estas imágenes fueran paganas.
39
La creencia en la resurrección es relativamente tardía en Israel; podemos datar su aparición en el silgo II, en el
marco de la resitencia Macabea (II Mac 7). En la época de Jesús, no todos aceptaban la creencia en la resurrección
de los muertos. Los fariseos creen en ella, pero los saduceos la rechazan como una novedad inaceptable.
109
cuadrillas de soldados romanos.

Los esenios, por su parte, consideraban que toda la oficialidad judía (sacerdotes, fariseos, templo)
estaba corrompida y que, por lo tanto, era necesario alejarse de ella y vivir incontaminados; por ello
se retiraron al desierto y adoptaron un estilo de vida similar al monacal. Su concepción de la
salvación, enmarcada en la visión apocalíptica, consistía en llevar una vida de penitencia, austeridad
y oración en espera del fin del mundo: un final catastrófico y terrible protagonizado por Dios, que
pretendía destruir el viejo orden y dar paso a una nueva era.

Los samaritanos, como ya se tuvo oportunidad de ver, surgieron a raíz de la destrucción de Samaria
por parte de los asirios; el imperio asirio, como se recuerda, tenía la estrategia de llevarse a otras
tierras a los principales habitantes del país invadido, y repoblarlo con extranjeros. De ahí que se
produjera un buen grado de contaminación y relajación social y cultural. Si a eso añadimos la vieja
rencilla de los habitantes del Norte con los judíos, entenderemos muy bien que éstos los consideren
impíos e infieles.

Los publicanos forman otro grupo importante en Israel: cuando Roma dominó el país de los judíos,
empezó a cobrarles tributo; pero esta operación no la hacía el Imperio directamente, sino a través de
una especia de contratistas reclutados de entre los judíos mismos: los publicanos. A ellos les
correspondía cobrar los impuestos a los judíos, sus coterráneos, para el Imperio de Roma. Por esta
razón, los publicanos son mirados por los judíos como traidores: en el evangelio se pude ver como
se les consideraba como los pecadores por antonomasia.

PARA LA AUTOEVALUACIÓN

1. Explique quiénes eran y cuál era el pensamiento de los fariseos, los saduceos, los esenios y los celotes.
2. ¿Quiénes eran los publicanos?
3. Exponga las principales acciones de Herodes el Grande, Herodes Antipas y Poncio Pilato.

110
CRISTO: PLENITUD DE LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

ELECCIÓN En Cristo hemos sido elegidos por Dios desde la


LLAMADA creación. En él hemos sido llamados Ef. 1,3-6 II Pe 1,10

PROMESA Por Cristo, Dios ha cumplido todas sus promesas: es el


"SÍ" de Dios. II Cor 1,19-20 Rom 8,31-55

ALIANZA Con su muerte y resurrección, Cristo ha sellado una


alianza NUEVA y ETERNA. I Cor 11, 23-27 Mt 26, 26-29
(par)
LIBERACIÓN
La liberación del éxodo sólo fue un anticipo de la
liberación definitiva que nos trajo Cristo. Gal 5, 1; 4,3-5

NUEVO PUEBLO Con Cristo todos podemos llegar a formar un pueblo,


aunque no seamos israelitas: La Iglesia I Pe 2, 9-10

REY (REINO) Jesús es el REY, el inaugurador del Reino y del reinado


MESÍAS de Dios. Mt 4, 17 Jn 18, 33-37; 12, 13. Es Mesías Mc 8,
27

REVELACIÓN Cristo es la plenitud de la revelación de Dios. Jn 1, 1


Heb 1, 1-3

NUEVA CREACIÓN Con Cristo se ha recreado toda la naturaleza, el hombre,


la historia. El es el hombre por excelencia. Jn 19, 5 En él
somos hombres NUEVOS. Ef 4, 20-24

SALVACIÓN CRISTO ES EL SALVADOR, EL ÚNICO SALVADOR Jn.


4, 40-42 Act 4, 10-12

BAUTISMO

CONFIRMACIÓN

PENITENCIA

111
CRISTO CENTRO DE LA VIDA Proyectos - Decisiones - Compromisos
- Tareas - Ideales

HISTORIA PERSONAL DE Hacer de la historia, historia de


SALVACIÓN salvación

112
ÍNDICE

Introducción
I. La Biblia, libro de la Iglesia
II. La Biblia: un libro especial, una lectura especial
III. La Biblia: palabra de Dios y palabra del hombre
A. Revelación: La Biblia, palabra de Dios
1. El conocimiento del otro. Palabra y revelación en perspectiva antropológica
2. Dios y el hombre: revelación y palabra en perspectiva teológica
B. Experiencia de Dios: la Biblia, palabra humana
1. Acogida de la revelación del otro. Experiencia del otro en la historia
2. La acogida de la revelación de Dios: la experiencia de Dios en la historia
3. La Biblia: expresión escrita de la experiencia de Dios
4. Texto y contexto

PRIMERA PARTE: GENERALIDADES

I. Breve esquema de la historia de Israel


II. Las fuentes de la historia bíblica
III. Los primeros once capítulos del Génesis

SEGUNDA PARTE: DESDE ABRAHAM HASTA LA CONQUISTA DE LA TIERRA

113
I. Los Patriarcas
A. Las narraciones patriarcales
B. Los patriarcas y la historia
1. Las migraciones patriarcales
2. Perfil histórico de los patriarcas
3. La religión de los patriarcas
a. El Dios del padre
b. El Dios ‘El
C. La fe de Abraham y la nuestra

II. Éxodo y Conquista


A. Situación de Asia occidental en el Bronce reciente (1550-1200)
1. Egipto
2. Canaán en el S. XIII
a. La población y la cultura
b. La religión cananea
c. La situación política
B. Las tradiciones bíblicas y la historia. El acontecimiento del Éxodo
1. Esclavitud y éxodo
2. La marcha por el desierto
3. La figura de Moisés
4. Significado del éxodo
5. La conquista de Palestina
C. La formación del pueblo de Israel
1. Complejidad de los orígenes de Israel
2. Reconstrucción de la ocupación de Canaán

III. Constitución y fe del primitivo Israel


A. La fe del primitivo de Israel
1. El problema
2. La alianza
3. El Dios de la alianza
a. La experiencia de Yahveh
b. El nombre de YAHVEH
c. Sólo Yahveh es Dios
d. Yahveh es Dios Santo, trascendente
e. Yahveh es Dios cercano
f. Yahveh Señor de la historia
g. Yahveh creador
B. Constitución del primitivo Israel: la anfictionía.
1. La anfictionía
2. Instituciones de la anfictionía
a. El santuario central
114
b. Clero y culto
c. La ley de la alianza
C. Historia de la anfictionía
1. Situación del mundo en el S. XII
2. Los dos primeros siglos de Israel en Canaán

TERCERA PARTE: DE LA CONSTITUCIÓN DE LA MONARQUÍA HASTA EL EXILIO

I. Nacimiento de la monarquía
A. Inicios de la monarquía : Saúl
1. Loa filisteos y la crisis de la anfictionía
2. Saúl, primer rey
B. La Monarquía unida en Israel : El rey David (1000-961 a.C.)
1. Elección de David
2. Consolidación del Estado y nacimiento del Imperio
3. El Estado de David
4. El final del reinado de David. Elección de Salomón
5. Significado político religioso de David y la monarquía
C. El reinado de Salomón
1. Consolidación del poder
2. Actividad comercial
3. La edad de oro de Israel
4. Crisis social
II. División del Reino. Historia (922 hasta la mitad del S. VIII a. C.)
A. La división de la monarquía (922 – 876 a. C.)
1. El hecho de la división y sus consecuencias
2. Rivalidad y conflicto entre los dos estados
3. Situación interna de los dos reinos (922-876 a. C.)
B. Los dos reinos en la primera mitad del S. IX a.C.
1. Desde Jeroboam hasta la dinastía de Omrí
2. Elías
3. Caída de la casa de Omrí. Eliseo
4. El Reino de Judá
C. Israel y Judá desde la mitad del S. IX hasta la mitad del S. VIII. El Profetismo
1. Decadencia
2. Resurgimiento
3. La protesta profética
4. El profetismo del pueblo de Israel
III. La Conquista Asiria y la caída de Samaria
A. Surgimiento de Asiria y caída de Israel
B. El rey Ezequías y la lucha por la independencia (715-687 a. C.)
C. Los profetas del S. VIII a.C.
115
1. Isaías y Miqueas
2. Consecuencias de la predicación profética
IV. Caída de Asiria. El reino de Judá
A. El fin de Asiria
1. Judá
2. Fin de Asiria
B. Reinado de Josías (640-609 a. C.)
C. El imperio babilónico y últimos años de Judá

CUARTA PARTE: DESDE EL EXILIO HASTA JESUCRISTO


I. El exilio y el retorno
A. Consecuencias del exilio y teología de la época
1. Una experiencia dolorosa
2. Situación de la región
B. El retorno de Israel
1. El Cronista (S. IV a. C.)
2. Profecía y culto
3. El papel de Nehemías y Esdras
4. Interpretación sacerdotal de la historia
II. La época griega
A. Surgimiento del imperio
B. La cultura helenista y la helenización
C. La resistencia
D. La apocalíptica

III. La época romana.


A La conquista de Israel por Roma
B. Los protagonistas de la época romana
C. Los grupos políticos y religiosos

CONCLUSION : Jesucristo, centro y culmen de la Historia de la Salvación

116
BIBLIOGRAFÍA

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