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Breve introducción a las nociones de legalidad y legitimidad.

Taller con perspectiva de Derechos Humanos. Ingreso 2023.

Habitamos al Mundo junto a otras personas y otros seres. Nunca somos


solos. La hipótesis de la absoluta soledad de un ser humano en el
mundo es, sencillamente, imposible. Así, podemos tener, por lo menos,
dos certezas: somos mortales, es decir, nuestro tiempo de existencia en
este mundo (habrá quien cree en otros mundos) es limitado; somos
juntos a otros. Una de las condiciones de la existencia humana es la de
vivir con otros. De con-vivir.

Vivimos junto a otros seres. Coexistimos junto a otros seres humanos y


no-humanos. Nuestra vida no es posible sin ello. No es siquiera
pensable una vida de otro modo. En la esquizofrénica (Porque la
civilización moderna y sus parámetros de acumulación han agotado al
mundo y en vez de revisar y aportar a ello se da a la aventura de una
“colonizacion” de nuevo tiempo) hipótesis, hoy posible, de algún
multimillonario viviendo en la Luna nunca llegaría solo. ¿O acaso una
nave de tecnología tal para viajar fuera de nuestro planeta se construye
en soledad en un garaje? ¿Y su experiencia de vida previa? ¿Su
formación en alguna disciplina?.

Esta con-vivencia (vivir con Otros) puede desarrollarse de diversas


maneras, alrededor de distintas instituciones. Durante la historia de la
humanidad en este planeta hemos encontrado diversos modos de
organizarnos para vivir juntos. Establecimos un orden. Si nos
detenemos solo en nuestro vínculo como seres humanos hemos
realizado acuerdos de creciente complejidad hasta llegar a las normas
jurídicas que nos dan uno de los marcos donde desarrollamos nuestros
vínculos. Supimos consensuar, es decir establecer acuerdos y luego
organizamos esa consensualidad. Cuando logramos darnos una vida
sedentaria y a trabajar de manera conjunta una delimitada extensión
de territorio pudimos crear instituciones políticas y económicas que nos
permitían previsibilidad en nuestras prácticas. Las primeras ciudades
de las que se tiene registro con un mínimo de organización política, es
decir, distribución de funciones de autoridad dentro de la comunidad,
ubicadas en un determinado territorio y acuerdos (normas) de cómo
coexistir y resolver conflictos datan de hace 12000 años y se ubicaban
en lo que hoy es el norte de Siria. En nuestros territorios las primeras
ciudades, por lo menos de las que se tenga registro, con organización
política podemos situarlas en el actual territorio mexicano y en la
Región andina, incluida Argentina, hace unos 4 mil. Es bueno resaltar
en esta mínima referencia histórica la evolucionada estructura política
del Tahantinsuyu Incaico, que tomaba parte del norte de Santiago del
Estero, alrededor del año 1400.

Estas culturas se dieron normas con las cuales establecer parámetros


objetivos para la ineludible condición inter-subjetiva de los seres
humanos. Es decir consolidaron referencias de como desenvolverse en
las múltiples y variadas esferas de la vida comunitaria: familiar,
económica, política. Podemos llamar a estas normas “legislaciones” a
pesar de que no se había producido aún la formación de cuerpos con
función de crear estas leyes sino hasta los Consejos de Ancianos en las
comunidades originarias. Las Instituciones y con ello los acuerdos
alcanzados fueron adquiriendo complejidad creciente a lo largo de la
historia de la humanidad. Fueron abarcando de un modo más preciso
situaciones que debían regular y regulando no solo a determinadas
situaciones sino también al modo adecuado de establecer esas normas,
al modo de elegir y desenvolver las autoridades. Acordando el como de
las propias Instituciones y el contenido de sus expresiones en leyes,
decretos, normas, disposiciones. Prescripciones que si bien eran las que
podíamos darnos según el tiempo en el que surgieron muchas veces no
eran todo lo adecuadas que podían ser.

Una de las primeras leyes de las cuales se tiene registro es el “Código de


Hamburabi” un conjunto de normas vigentes en Babilonia (actual
territorio del Estado de Irak) y comunicadas a la ciudadanía a través de
grandes estelas (Monumentos de piedra) con las normas talladas
ubicadas en los ingresos a las Ciudades. Entre sus normas se
estableció la “Ley del Talión” como norma para limitar la reacción de
violencia de personas afectadas en su integridad, por ejemplo “un
hombre libre le rompía un hueso a otro hombre libre, se le rompería a él
también ese hueso.”. Este Código contenía una norma muy interesante
que disponía: “Para que el fuerte no oprima al débil, para hacer justicia
al huérfano y a la viuda en Babilonia (…), para hacer justicia al
oprimido, he escrito mis preciosas palabras en esta estela y la he
levantado delante de mi estatua de Rey de justicia”. La norma impone
una reafirmación de la autoridad del Rey y a igual tiempo pone un
parámetro de comprensión de las normativas y decisiones hacia dentro
de la sociedad donde rige. Lo interesante es notar como, expresamente,
se toma opción por los grupos de personas más débiles en la sociedad
de ese tiempo. La norma escrita, inveterada y casi rígida, toma una
amplitud que le da un sentido diferente. Lo legal comienza a dar paso a
lo legítimo.

Lo legal es imprescindible en nuestras sociedades. Es la condición de


existencia de ese conjunto de normas que acordamos como sociedad
para poder desenvolver nuestra existencia común que llamamos
Derecho. El Derecho posibilita que la coexistencia de los seres humanos
en el mundo sea previsible, cooperativa y, aunque no necesariamente,
para una mejor existencia.

Claro que muchas normas, e incluso muchos sistemas normativos


(conjuntos de normas), son legales pues han sido ordenadas por las
autoridades designadas al efecto y cumpliendo las condiciones para ello
pero perjudican injustificadamente a algunas personas, generan
discriminaciones, promueven violencias, erosionan ecosistemas o
promueven concentraciones de recursos. Y entonces nos surge
inevitable la pregunta ¿Son adecuadas esas normas? ¿No deberían
modificarse?. En ese momento nos comenzamos a interrogar sobre lo
adecuado de una norma, sobre si responde a las necesidades de la
población, sobre si nos permite vivir mejor. En suma nos preguntamos
por su legitimidad.

Solo a modo de introducción podemos pensar dos parámetros de


diferenciación entre lo legal y lo legítimo. El primero es pensar la norma
por su origen, analizar su “forma”. Y para ello tendremos que analizar si
su existencia obedece a una autoridad previamente designada y que ha
cumplido con una de sus funciones al establecerla. El otro mira al
contenido, analiza el “fondo” y busca darnos un parámetro para saber si
lo prescripto es adecuado. En este aspecto una referencia ineludible es
la justicia. Entendido por justa aquella norma que, tal como referíamos
antes del Código de Hamburabi, se ajusta a parámetros éticos, de
respeto a la dignidad humana. Y con esto podemos marcar la diferencia
entre lo legal y lo legítimo. Parámetros que no se excluyen
necesariamente. Pues una norma bien puede ser legal y legítima. Más,
en algunos casos, podemos criticar las normas por no ser legítimas
buscando con ello que los acuerdos que nos damos sean mejores. Más
justos.

Los ejemplos más patentes de normas ilegítimas se dieron durante los


procesos políticos más cruentos en nuestros territorios: la Conquista
española (1492) y la Dictadura (1976-1983). Las normas establecidas
en estos periodos políticos adolecen de un vicio de origen: son
establecidas por autoridades ajenas al Pueblo. En el primer caso por
invasores extranjeros, en el segundo por un Régimen militar que llega al
poder mediante por un golpe de Estado-de facto- es decir empleando el
uso de la fuerza. En el primer caso se impone al decir de Mariategui “un
régimen brutal de explotación. La conquista fue, ante todo, una gran
carnicería”. En el segundo se cancela la Constitución Nacional (Ley de
máxima autoridad en el ordenamiento jurídico argentino) y con ello
gran parte de las Instituciones Políticas como el Congreso de la Nación y
los Partidos Políticos. El Reglamento del Proceso de Reorganización
Nacional propiciaba un Régimen que decía basarse en “promover el
desarrollo enfatizando la moralidad, la idoneidad y la eficiencia”
mientras se establecía un plan sistemático de desaparición y muerte. El
Reglamento se estableció el 24 de marzo de 1976 por Ley N 21.256. Una
vez más la tensión entre lo legal y lo legítimo.

Real Cedula de Carlos I. 1546

“os mandamos (a los Virreyes) que luego entendáis en hacer la memoria


de los pueblos e indios de esa Nueva España y de las calidades de ellos,
y asimismo la memoria de los conquistadores que están vivos, y de las
mujeres e hijos de los muertos y la de los pobladores casados y otros, y
de las calidades de ellos, y hecho esto haréis el repartimiento de los
indios, como os pareciere que conviene, ni más ni menos que lo
haríades estando Yo presente, señalando a cada uno lo que les
conviene, y está bien teniendo consideración a las calidades de sus
personas y servicios que nos han hecho (…)

Lo legal, para el territorio de las llamadas en ese tiempo por los


conquistadores “Indias españolas” buscaba a igual tiempo regular la
vida social y política de la Colonia, sobre todo la vinculación con la
Iglesia y una regulación paralela que tenía como destinataria a la
población indígena en un vínculo de autoridad que no era ni siquiera el
de súbdito sino de total subalternacion. Así coexistieron legislaciones de
corte moderno destinadas a la población blanca para regular sus
relaciones y dirimir sus conflictos de moderno capitalismo comercialista
naciente, incluso contando con tribunales de justicia para entuertos de
numerosa cuantía; junto a una legislación diseñada para la opresión y
consolidación de un sistema parasitario que aseguraba, aunque más no
sea ello, metales para la realeza española al tiempo que esclavizaba y
exterminaba las comunidades originarias.

El proceso de Genocidio de la dictadura argentina que sucedió, con


particular intensidad, durante el periodo entre 1976/1983 aunque
comienza a gestarse tiempo antes y se extiende en sus efectos, aun hoy,
tuvo sus normas. Se desarrolló enmarcado en cierta legalidad. Son
paradigmáticas, por su expreso contenido de violencia y por su expresa
finalidad, las normativas, presidenciales y militares de 1975 y los
posteriores decretos-ley de 1976 ya en desarrollo el Proceso de
Reorganización Nacional.

Ley 20.840. 1974

ARTICULO 3º — Se impondrá prisión de dos a cinco años:

Al que use o posea emblemas, insignias o distintivos que distingan o


representen a organizaciones notoriamente destinadas a realizar las
conductas previstas en el artículo 1º

Nos podríamos preguntar ¿Cuáles eran esos notorios emblemas? ¿quien


estaba encargado de delimitar lo notorio del emblema? ¿Que implica
notorio? ¿Cómo y quién establecía que ese emblema notorio tenía una
finalidad práctica? ¿no podía usárselo en sentido identitario o por mero
gusto?

En estos dos momentos de nuestra historia la ilegitimidad de lo legal


surge patente. Lo legal y legítimo están en una tensión constante. Si
bien hoy es difícil dar con normas en las cuales la distancia entre estos
parámetros sea tan radical son muchas las normas, en los distintos
ámbitos en las cuales se establecen (provincial, municipal,
universitario), que podemos analizar en su legitimidad, aunque su
legalidad, en principio, sea adecuada.

El campo de los Derechos Humanos es la expresión de principios éticos


de dignidad humana para nuestro tiempo y ha consolidado de modo
legal valores que propician una mejor existencia común. La humanidad
ha sabido darse un conjunto de normas que son expresión de lo que
entendemos adecuado y necesario para todo ser humano. Lo hemos
acordado así. El inicio puede situarse en el hito histórico de la
Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, y a partir de allí,
conocer los paulatinos avances por mejores derechos que hemos
conseguido como humanidad, hasta hoy. Desde este aspecto los
Derechos Humanos y los valores que promueve como la igualdad en la
diversidad y la libertad en la solidaridad son un parámetro para
analizar la legitimidad de las normas con las cuales coexistimos en
nuestras familias, en nuestra Provincia y en la propia Universidad.

Analizarlo es una tarea compleja pero necesaria. Como decíamos las


legislaciones ya no tienen un contenido ilegítimo tan burdo como los
ejemplos de los párrafos anteriores. Tenemos que agudizar la
percepción y desde los Derechos Humanos, con el lente de esa norma
ética del Código de Hamburabi (sin su derivación patriarcal), pensar la
legalidad que nos contiene y enmarca parte de nuestra vida.

Ejemplos de normas legales ¿ilegítimas?

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