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Además, también implica que las sanciones penales se han de aplicar solo a
las infracciones más graves.
Por lo tanto, los comportamientos que son relevantes solo para la moral o no
afectan a bienes jurídicos especialmente protegidos quedan fuera del ámbito
del derecho penal.
Esto implica que se pueden utilizar como una herramienta para la interpretación
del derecho. En algunos casos podría dar lugar a absoluciones, incluso cuando
los actos cometidos por el autor se encuentren tipificados en el Código Penal.
La causa es la exigencia de sancionar penalmente hechos realmente graves,
con la exclusión del resto, que podrían componer la cuantía a sancionar pero
resultan irrelevantes para la causa principal.
Cuando el legislador analiza los factores para decidir las penas que merece
cada delito, aparecen la necesidad de justicia y utilidad. Ambos conceptos se
entrelazan entre sí y con el principio de proporcionalidad.
El principio de justicia tiene que ver con el marco normativo adecuado para el
hecho, respetuoso de los derechos fundamentales. El legislador deberá
atender a la gravedad de la infracción, al bien jurídico protegido y a la
naturaleza del resultado.
El criterio de utilidad es el que permite justificar la pena según los efectos que
puede producir. El objetivo es que genere más beneficios que daños. Es la
utilidad una de las que define si un hecho merece ser considerado como
punible. En el Derecho Penal la utilidad se valora según su eficacia para evitar
delitos.
Competencia
Culpables: solo será para aquellos autores de delitos que han obrado con
culpabilidad y solo una vez para cada delito.
Conclusión