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Ilustraciones y consecuencias
El trayecto de la vida terrenal es pasar de malos a buenos y a mejores, y cambiar
nuestra naturaleza misma. El Libro de Mormón está repleto de ejemplos de
discípulos y profetas que conocieron, comprendieron y fueron transformados por
el poder habilitador de la Expiación al realizar ese trayecto. A medida que
lleguemos a entender mejor ese sagrado poder, nuestra perspectiva del Evangelio
se ensanchará y enriquecerá considerablemente; y esa perspectiva nos cambiará
de maneras extraordinarias.
Nefi es un ejemplo de alguien que conoció y comprendió el poder habilitador del
Salvador, y confió en él. Recordarán que los hijos de Lehi habían regresado a
Jerusalén para conseguir el apoyo de Ismael y de los de su casa. Lamán y otros del
grupo que viajaban con Nefi desde Jerusalén de regreso al desierto, se rebelaron,
y Nefi exhortó a sus hermanos para que tuvieran fe en el Señor. A esa altura del
trayecto, los hermanos de Nefi lo ataron con cuerdas y planearon su destrucción.
Presten atención a la oración de Nefi: “¡Oh Señor, según mi fe en ti, líbrame de las
manos de mis hermanos; sí, dame fuerzas para romper estas ligaduras que me
sujetan!” (1 Nefi 7:17; cursiva agregada).
¿Saben lo que probablemente hubiese pedido yo si mis hermanos me hubieran
atado? “¡Por favor sácame de este enredo AHORA MISMO!”. Me parece muy
interesante que Nefi no oró para que sus circunstancias cambiaran; más bien, oró
para tener la fortaleza de cambiar sus circunstancias. Y creo que él oró de esa
manera precisamente porque conocía, comprendía y había experimentado el
poder habilitador de la Expiación.
No creo que las ligaduras con las que Nefi estaba atado se cayeran por arte de
magia de sus manos y muñecas; más bien, sospecho que fue bendecido con
perseverancia así como con fortaleza personal más allá de su capacidad natural y
que después, “con la fuerza del Señor” (Mosíah 9:17) luchó, retorció y tiró de las
cuerdas hasta que al final, y en forma literal, pudo romper las ligaduras.
Lo que este episodio implica para cada uno de nosotros es bastante claro. A medida
que ustedes y yo lleguemos a comprender y a emplear el poder habilitador de la
Expiación en nuestra vida, oraremos para tener fuerza y la buscaremos a fin de
cambiar nuestras circunstancias en lugar de pedir que nuestras circunstancias
cambien. Llegaremos a convertirnos en agentes que actúan, en vez de ser objetos
sobre los que se actúe (véase 2 Nefi 2:14).
Consideren el ejemplo del Libro de Mormón cuando Amulón perseguía a Alma y a
su pueblo. La voz del Señor vino a esas buenas personas en su aflicción y les indicó:
“Y también aliviaré las cargas que pongan sobre vuestros hombros, de manera que
no podréis sentirlas sobre vuestras espaldas…
“Y aconteció que las cargas que se imponían sobre Alma y sus hermanos fueron
aliviadas; sí, el Señor los fortaleció de modo que pudieron soportar sus cargas con
facilidad, y se sometieron alegre y pacientemente a toda la voluntad del Señor”
(Mosíah 24:14–15; cursiva agregada).
¿Qué es lo que cambió en esta historia? La carga no fue lo que cambió; los desafíos
y las dificultades de la persecución no les fueron quitados de inmediato, sino que
Alma y sus seguidores fueron fortalecidos; y el aumento de su capacidad y
fortaleza aligeraron las cargas que llevaban. Esas buenas personas recibieron
poder por medio de la Expiación para actuar como agentes y producir un
impacto en sus circunstancias. Y “con la fuerza del Señor”, Alma y su pueblo fueron
guiados a un lugar seguro en la tierra de Zarahemla.
Es posible que con toda razón se pregunten: “¿Por qué este relato de Alma y su
pueblo constituye un ejemplo del poder habilitador de la Expiación?”. La respuesta
se encuentra al comparar Mosíah 3:19 y Mosíah 24:15.
“…se despoje del hombre natural, y se haga santo por la expiación de Cristo el
Señor, y se vuelva como un niño: sumiso, manso, humilde, paciente, lleno de amor y
dispuesto a someterse a cuanto el Señor juzgue conveniente imponer sobre él, tal
como un niño se somete a su padre” (Mosíah 3:19; cursiva agregada).
A medida que en el trayecto de la vida terrenal pasemos de malos a buenos y a
mejores, a medida que nos despojemos del hombre o mujer natural en cada uno
de nosotros y nos esforcemos por llegar a ser santos, y a medida que cambie
nuestra naturaleza, los atributos que se detallan en este versículo deberán
describir cada vez más el tipo de persona en que ustedes y yo nos estemos
convirtiendo. Llegaremos a ser más como niños, más sumisos, más pacientes y más
dispuestos a someternos.
Ahora comparen estas características en Mosíah 3:19 con aquellas que se
utilizaron para describir a Alma y a su pueblo: “…y se sometieron alegre
y pacientemente a toda la voluntad del Señor” (Mosíah 24:15; cursiva agregada).
Creo que el paralelismo que existe entre los atributos que se describen en esos
versículos es asombroso, y parece indicar que el buen pueblo de Alma se estaba
convirtiendo en un pueblo mejor mediante el poder habilitador de la expiación de
Cristo el Señor.
Recordarán la historia de Alma y Amulek que se encuentra en Alma 14. En ese
episodio, habían condenado a muerte a muchos fieles santos por fuego, y a esos
dos siervos del Señor los habían encarcelado y golpeado. Piensen en esta súplica
que ofreció Alma cuando oró en la prisión: “¡Oh Señor!, fortalécenos según nuestra
fe que está en Cristo hasta tener el poder para librarnos” (Alma 14:26; cursiva
agregada).
Vemos aquí otra vez el entendimiento que Alma tenía del poder habilitador de la
Expiación y la confianza que se reflejaba en dicha súplica. Y observen el resultado
de esa oración:
“Y [Alma y Amulek] rompieron las cuerdas con las que estaban atados; y cuando
los del pueblo vieron esto, empezaron a huir, porque el temor a la destrucción cayó
sobre ellos…