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Honrar los convenios nos arma con rectitud y con el poder de Dios en gran gloria.
Ruego que el Espíritu Santo nos ilumine y edi7que a todos al considerar juntos la
maravillosa obra de salvación y exaltación en la dispensación del cumplimiento de los
tiempos.
Cuando Moroni dio a conocer el Libro de Mormón a José Smith, se inició la obra de
salvación y exaltación de las personas de este lado del velo en la dispensación del cumpli‐
miento de los tiempos.
“He aquí, yo os revelaré el sacerdocio por medio de Elías el Profeta, antes de la venida
del grande y terrible día del Señor.
“Y él plantará en el corazón de los hijos las promesas hechas a los padres, y el corazón
de los hijos se volverá a sus padres. De no ser así, toda la tierra sería totalmente asolada
a su venida” 6.
Nuestro propósito al edi7car templos es poner a disposición los lugares santos en los
que se puedan administrar los sagrados convenios y ordenanzas necesarios para la
salvación y exaltación de la familia humana, tanto para los vivos como para los muer‐
tos. La instrucción de Moroni a José Smith sobre la función vital de Elías el Profeta y la
autoridad del sacerdocio expandió la obra de salvación y exaltación de este lado del velo
e inició, en nuestra dispensación, la obra por los muertos del otro lado del velo.
Casi exactamente siete años después, el 7 de abril de 1844, José Smith pronunció un
sermón que hoy se conoce como el discurso del funeral de King Follett. En aquel
mensaje él declaró: “La responsabilidad mayor que Dios ha puesto sobre nosotros en
este mundo es ocuparnos de nuestros muertos” 8.
Pero, ¿cómo es posible que ambas —la predicación del Evangelio y el ocuparnos de
nuestros muertos— sean el mayor deber y responsabilidad que Dios ha puesto sobre
nosotros? Creo que el profeta José Smith recalcaba en ambas a7rmaciones la verdad
fundamental de que los convenios, hechos mediante ordenanzas autorizadas del sacer‐
docio, pueden ligarnos al Señor Jesucristo y son el núcleo esencial de la obra de salva‐
ción y exaltación en ambos lados del velo.
La obra misional y la obra del templo y de historia familiar son aspectos complementa‐
rios e interrelacionados de una gran obra que se centra en los sagrados convenios y
ordenanzas que nos permiten recibir el poder de la divinidad en nuestra vida y, 7nal‐
mente, regresar a la presencia del Padre Celestial. Por tanto, las dos a7rmaciones del
Profeta que inicialmente podrían parecer contradictorias, en realidad recalcan el punto
central de esta gran obra de los últimos días.
Tomamos sobre nosotros el yugo del Salvador al aprender sobre los sagrados convenios
y ordenanzas, al recibirlos dignamente y al honrarlos. Estamos ligados 7rmemente al
Salvador y con Él conforme recordamos las obligaciones que hemos aceptado y hace‐
mos lo mejor que podemos por vivir de acuerdo con ellas; y ese vínculo con Él es la
fuente de fortaleza espiritual en cada etapa de nuestra vida.
Ne7 también “vi[o] que el poder del Cordero de Dios descendió sobre los santos de la
iglesia del Cordero y sobre el pueblo del convenio del Señor, […] y tenían por armas su recti‐
tud y el poder de Dios en gran gloria” 11.
Mis asignaciones como miembro de los Doce me llevan por todo el mundo, y he tenido
la bendición de conocer a muchos de ustedes y aprender lecciones memorables de parte
de ustedes. Testi7co que el pueblo del convenio del Señor hoy ciertamente tiene por
armas su rectitud y el poder de Dios en gran gloria. He sido testigo de fe, valor, visión,
perseverancia y gozo que exceden por mucho la capacidad terrenal, y que solo Dios
podría proporcionar.
Fui testigo de la rectitud y del poder de Dios en gran gloria recibidos mediante la 7deli‐
dad a los convenios y las ordenanzas en la vida de un joven miembro de la Iglesia que
quedó parcialmente paralizado en un terrible accidente automovilístico. Tras duros
meses de recuperación y adaptación que tuvo esa persona a un nuevo modo de vida con
movilidad limitada, me reuní y conversé con aquella alma 7el. Durante nuestra conver‐
sación le pregunté: “¿Qué te ha ayudado a aprender esta experiencia?”. La inmediata
respuesta fue: “No estoy triste; no estoy enojado. Todo estará bien”.
Fui testigo de la rectitud y del poder de Dios en gran gloria recibidos mediante la 7deli‐
dad a los convenios y las ordenanzas en la vida de miembros de la Iglesia recién bauti‐
zados y con7rmados. Esos conversos estaban deseosos de aprender y servir, dispuestos
pero a menudo inseguros en cuanto a cómo dejar de lado viejos hábitos y fuertes tradi‐
ciones y, sin embargo, gozosos de llegar a ser “conciudadanos con los santos, y miem‐
bros de la familia de Dios” 12.
Fui testigo de la rectitud y del poder de Dios en gran gloria recibidos mediante la 7deli‐
dad a los convenios y las ordenanzas en la vida de una familia que cuidó con ternura de
un cónyuge y padre que tenía una enfermedad terminal. Esos valientes discípulos
describieron momentos en los que la familia se sintió muy sola y ocasiones en las que
supieron que la mano del Señor los elevaba y fortalecía. La familia expresó un agradeci‐
miento sincero por las difíciles experiencias terrenales que nos permiten crecer y llegar
a ser más como nuestro Padre Celestial y nuestro Redentor, Jesucristo. Dios socorrió y
bendijo a esa familia con la compañía del Espíritu Santo e hizo de su hogar un lugar de
refugio tan sagrado como el templo.
Fui testigo de la rectitud y del poder de Dios en gran gloria recibidos mediante la 7deli‐
dad a los convenios y las ordenanzas en la vida de una miembro de la Iglesia que expe‐
rimentó la aVicción del divorcio. El sentimiento de injusticia relacionado con la viola‐
ción de los convenios de su cónyuge y de la ruptura del matrimonio agudizó la angustia
espiritual y emocional de aquella hermana; quería justicia y que se rindieran cuentas.
Mientras esa 7el mujer luchaba con todo lo que le había sucedido, estudió y meditó la
expiación del Salvador más concienzuda e intensamente que nunca en su vida. Poco a
poco, destiló sobre su alma un entendimiento más hondo de la misión redentora de
Cristo: el sufrimiento de Él por nuestros pecados y también por nuestros dolores, debi‐
lidades, desilusiones y angustia; y se sintió inspirada a plantearse una penetrante
pregunta: Ya que se ha pagado el precio de esos pecados, ¿pedirás tú que se pague dos
veces? Comprendió que tal pedido no sería ni justo ni misericordioso.
Promesa y testimonio
Las promesas y bendiciones de los convenios son posibles solamente gracias a nuestro
Salvador, Jesucristo. Él nos invita a mirar hacia Él 13, venir a Él 14, aprender de Él 15 y
unirnos a Él estableciendo obligaciones 16 mediante los convenios y las ordenanzas de
Su evangelio restaurado. Testi7co y prometo que honrar los convenios nos arma con
rectitud y con el poder de Dios en gran gloria; y testi7co que Jesucristo, el Señor vivien‐
te, es nuestro Salvador. De estas verdades testi7co con gozo en el sagrado nombre de
Jesucristo. Amén.
Notas
1. Véase José Smith—Historia 1:29.
7. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith 2007, pág. 350; véase
también discurso de José Smith, 6 de abril de 1837, en “Anniversary of the
Church of Latter Day Saints”, Latter Day Saints’ Messenger and Advocate, tomo
III, nro. 7, abril de 1837, pág. 487, josephsmithpapers.org/paper-
summary/discourse-6-april-1837/1.
8. Enseñanzas: José Smith, pág. 506; véase también Discurso de José Smith, 7 de
abril de 1844, en “Conference Minutes”, Times and Seasons, tomo V, nro. 15,
15 de agosto de 1844, pág. 616; josephsmithpapers.org/paper-summary/mi‐
nutes-and-discourses-6–7-april-1844-as-published-by-times-and-seasons/14.
9. Mateo 11:29–30.