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UNIVERSIDAD PABLO GUARDADO CHÁVEZ.

LICENCIATURA EN CIRUJANO ODONTÓLOGO.

INMUNOLOGÍA Y GENÉTICA.

TAREA 5: PROYECTO DE INVESTIGACIÓN.

CATEDRÁTICA: MARIA DEL SOCORRO GOMEZ SÁNCHEZ.

ALUMNA: MIRIAM SOLEDAD CERVANTES SÁNCHEZ.

SEMESTRE Y GRUPO: 2 A5.


ÍNDICE.
INTRODUCCIÓN.
¿QUÉ ES EL SISTEMA INMUNITARIO?
Su sistema inmunitario es una compleja red de células, tejidos y órganos. Juntos
ayudan a su cuerpo a combatir infecciones y otras enfermedades.

Cuando los gérmenes como bacterias o virus invaden su cuerpo, atacan y se


multiplican. Esto se conoce como infección. La infección causa la enfermedad que
lo afecta. Su sistema inmunitario lo protege de la enfermedad combatiendo los
gérmenes.

PARTES DEL SISTEMA INMUNITARIO.

• Su piel: Puede ayudar a evitar que los gérmenes ingresen al cuerpo


• Membranas mucosas: Son los revestimientos internos húmedos de algunos
órganos y cavidades corporales. Producen mucosidad y otras sustancias que
pueden atrapar y combatir los gérmenes
• Glóbulos blancos: Luchan contra los gérmenes
• Órganos y tejidos del sistema linfático: Incluyen el timo, el bazo, las
amígdalas, los ganglios linfáticos, los vasos linfáticos y la médula ósea.
Producen, almacenan y transportan glóbulos blancos.
CAPÍTULO 1: SISTEMA INMUNOLÓGICO.
¿QUÉ ES EL SISTEMA INMUNOLÓGICO?
El sistema inmunológico es un complejo sistema formado por diversas estructuras
y células estas trabajan en conjunto y se encuentra dispersas por todo el organismo.

Interviene de diferentes maneras en el padecimiento de cualquier enfermedad. Su


función principal consiste en proteger al organismo de sustancias extrañas
potencialmente dañinas.
El sistema inmunitario distingue lo propio de lo ajeno y elimina del cuerpo las
moléculas y las células ajenas potencialmente nocivas. El sistema inmunitario
también puede reconocer y destruir células anormales derivadas de los tejidos del
huésped. Cualquier molécula capaz de ser reconocida por el sistema inmunitario se
considera un antígeno (Ag).
Su sistema inmunitario defiende su cuerpo contra sustancias que considera dañinas
o extrañas. Estas sustancias se llaman antígenos. Pueden ser gérmenes como
bacterias y virus; o sustancias químicas o toxinas. También pueden ser células
dañadas por el cáncer o quemaduras solares.

Cuando su sistema inmunitario reconoce un antígeno, lo ataca. A esto se le llama


respuesta inmune. Parte de esta respuesta es producir anticuerpos. Los anticuerpos
son proteínas que actúan para atacar, debilitar y destruir antígenos. Su cuerpo
también produce otras células para combatir el antígeno.

Luego, su sistema inmunitario recuerda el antígeno. Si vuelve a reconocerlo, puede


identificarlo y enviar rápidamente los anticuerpos correctos. Gracias a esto, en la
mayoría de los casos no nos enfermamos. A esta protección contra una
determinada enfermedad se conoce como inmunidad.
TIPOS DE INMUNIDAD.
Existen tres tipos de inmunidad:
Inmunidad innata.
La inmunidad innata (natural) se denomina así porque es congénita y no necesita
del aprendizaje que se obtiene tras entrar en contacto con un invasor. Por lo tanto,
proporciona una respuesta inmediata a los invasores. Sin embargo, los
componentes de este tipo de inmunidad tratan a todos los invasores de la misma
forma. Reconocen solo un número limitado de moléculas de identificación
(antígenos) en los invasores, aunque estos antígenos están presentes en muchos
invasores diferentes. La inmunidad innata, a diferencia de la inmunidad adquirida,
no tiene memoria de los encuentros, no tiene registro de los antígenos extraños
específicos y no ofrece ninguna protección constante frente a una futura infección.

Los glóbulos blancos que intervienen en la inmunidad innata son


• Monocitos: Los macrófagos se desarrollan a partir de un tipo de glóbulo blanco
denominado monocito. Los monocitos se convierten en macrófagos cuando pasan
del torrente sanguíneo a los tejidos.

Cuando aparece una infección, los monocitos se desplazan hacia los tejidos.
Allí, en un periodo de unas 8 horas, los monocitos aumentan de tamaño
considerablemente y producen gránulos en su interior, tras lo que se
convierten en macrófagos. Los gránulos están llenos de enzimas y de otras
sustancias que ayudan a destruir y a digerir las bacterias y otras células
extrañas.
Los macrófagos permanecen en los tejidos e ingieren las bacterias, las
células extrañas y las células dañadas y muertas (el proceso mediante el cual
una célula ingiere un microorganismo, otra célula o fragmentos celulares se
conoce con el nombre de fagocitosis y las células que los ingieren se
denominan fagocitos).
Los macrófagos segregan sustancias que atraen a otros glóbulos blancos al
lugar de la infección. Los macrófagos también ayudan a los linfocitos T a
reconocer a los invasores y, por lo tanto, también participan en la inmunidad
adquirida.

• Neutrófilos: Los neutrófilos, la clase de glóbulos blancos (leucocitos) más


abundante en el torrente sanguíneo, se encuentran entre las primeras células
inmunitarias que participan en la defensa frente a la infección. Son fagocitos, que
ingieren bacterias y otras células extrañas. Contienen gránulos que liberan enzimas,
las cuales ayudan a destruir y a digerir estas células.

Los neutrófilos circulan en el torrente sanguíneo y deben recibir señales para


salir de él y entrar en los tejidos. A menudo, la señal proviene de las propias
bacterias, de las proteínas del sistema del complemento o de los tejidos
dañados, todos los cuales producen sustancias que atraen a los neutrófilos
a la zona conflictiva. (El proceso por el que se utilizan sustancias para atraer
a las células a una zona determinada se denomina quimiotaxia).
Los neutrófilos también liberan sustancias que forman fibras en el tejido
circundante. Estas fibras atrapan bacterias, lo que evita que se diseminen y
las hace más fáciles de destruir.
• Eosinófilos: Los eosinófilos pueden ingerir bacterias, pero también atacan a
células extrañas que son demasiado grandes para poder ingerirlas.
Contienen gránulos que liberan enzimas y otras sustancias tóxicas cuando
encuentran células extrañas. Estas sustancias perforan las membranas de
las células atacadas. Los eosinófilos circulan por el torrente sanguíneo, pero
son menos activos contra las bacterias que los neutrófilos y los macrófagos.
Una de sus funciones principales consiste en adherirse a los parásitos y
facilitar así que queden inmovilizados y puedan ser destruidos.
Los eosinófilos ayudan a destruir las células cancerosas. También producen
sustancias químicas implicadas en la inflamación y en las reacciones
alérgicas. Cuando se padecen alergias, infecciones parasitarias o asma, el
torrente sanguíneo presenta más eosinófilos que cuando no se sufren estos
trastornos.

• Basófilos: Los basófilos no ingieren células extrañas. Contienen gránulos


llenos de histamina, una sustancia que participa en las reacciones alérgicas.
Cuando los basófilos encuentran alérgenos (antígenos que causan
reacciones alérgicas), liberan histamina. La histamina aumenta el aporte de
sangre a los tejidos dañados, lo que da lugar a hinchazón e inflamación.
Los basófilos también producen sustancias que atraen a los neutrófilos y a
los eosinófilos a la zona conflictiva.
• Células NK (linfocitos citolíticos naturales): Las células NK (linfocitos
citolíticos naturales) se suelen denominar células asesinas naturales porque
están listas para destruir en cuanto se forman. Estos linfocitos reconocen las
células infectadas o cancerosas, se adhieren a ellas, y después liberan
enzimas y otras sustancias que dañan las membranas externas celulares de
esas células. Son importantes en la defensa inicial frente a las infecciones
víricas.
Además, producen citocinas que regulan algunas de las funciones de los
linfocitos T y B y de los macrófagos.

• Mastocitos: Los mastocitos están presentes en los tejidos. Su función se


asemeja a la de los basófilos en la sangre. Cuando detectan un alergeno,
liberan histamina, además de otras sustancias implicadas en las reacciones
inflamatorias y alérgicas.

• Sistema del complemento: El sistema del complemento está compuesto por más
de 30 proteínas que actúan en secuencia: una proteína activa a otra, que a su vez
activa a otra y así sucesivamente como defensa frente a la infección. Esta secuencia
se denomina cascada del complemento.

Las proteínas del complemento tienen varias funciones, tanto en la


inmunidad adquirida como en la innata:
• Destruir las bacterias directamente
• Ayudar a destruir las bacterias adhiriéndose a ellas y facilitando de
ese modo su identificación e ingestión por parte de los neutrófilos y de
los macrófagos.
• Atraer macrófagos y neutrófilos a la zona conflictiva.
• Neutralizar los virus.
• Ayudar a las células inmunitarias a recordar a invasores específicos.
• Promover la formación de anticuerpos.
• Aumentar la efectividad de los anticuerpos.
• Ayudar al organismo a eliminar las células muertas y los complejos
inmunitarios, que constan de un anticuerpo adherido a un antígeno.

• Citocinas: Las citocinas son las mensajeras del sistema inmunitario. La detección
de un antígeno activa la producción de citocinas por los glóbulos blancos
(leucocitos) y por otras células del sistema inmunitario. Existen muchas citocinas
diferentes, que afectan a distintas partes del sistema inmunitario:
• Ciertas citocinas estimulan la actividad; actúan sobre ciertos tipos de
glóbulos blancos (leucocitos) para que sean más eficaces en su acción
destructiva y atraigan a otros glóbulos blancos a la zona conflictiva.
• Otras citocinas inhiben la actividad, lo que permite poner fin a una
respuesta inmunitaria.
• Algunas citocinas, denominadas interferones, interfieren en la
reproducción (replicación) de los virus.
Inmunidad adquirida.
La inmunidad adquirida (adaptativa o específica) no es congénita; se aprende. El
proceso de aprendizaje comienza cuando el sistema inmunológico de la persona
encuentra a invasores extranjeros y reconoce sustancias no naturales (antígenos).
Seguidamente, los componentes de la inmunidad adquirida aprenden la mejor forma
de atacar a cada antígeno y comienzan a desarrollar una memoria respecto a ese
antígeno. La inmunidad adquirida se denomina también inmunidad específica
porque dirige su ataque a un antígeno específico que se ha encontrado con
anterioridad. Sus rasgos característicos son la capacidad para aprender, adaptarse
y recordar.
La inmunidad adquirida necesita tiempo para desarrollarse tras entrar en contacto
con un antígeno nuevo. Sin embargo, después el antígeno es recordado, y las
respuestas posteriores a ese antígeno son más rápidas y más eficaces que las que
se produjeron después de la primera exposición.
Los glóbulos blancos (leucocitos) responsables de la inmunidad adquirida son:
• Linfocitos (células T y células B):
Los linfocitos permiten al organismo recordar los antígenos y diferenciar lo
propio de lo extraño y peligroso, incluidos virus y bacterias. Los linfocitos
circulan por el torrente sanguíneo y por el sistema linfático y entran en los
tejidos cuando es necesario.
El sistema inmunitario puede recordar cada antígeno con el que se encuentra
dado que, después del encuentro, algunos linfocitos se transforman en
células de memoria. Estas células viven durante largo tiempo, años o incluso
décadas. Cuando las células de memoria encuentran un antígeno por
segunda vez, lo reconocen de inmediato y responden a él de forma rápida,
enérgica y específica. Esta respuesta inmunitaria específica a un antígeno
conocido es la razón por la cual no se padece varicela ni sarampión más de
una vez y la vacunación puede prevenir ciertas enfermedades.
Los linfocitos pueden ser células T o B. Los linfocitos T y B trabajan juntos
para destruir a los invasores.
• Linfocitos T (células T).
Las células T se desarrollan a partir de células madre en la médula ósea, y a
continuación se dirigen a un órgano situado en el tórax, denominado timo.
Allí, aprenden a distinguir los antígenos propios de los ajenos, para no atacar
los propios tejidos del cuerpo. Por lo general, solo los linfocitos T que
aprenden a ignorar a los antígenos del propio organismo (autoantígenos)
pueden madurar y abandonar el timo.
Potencialmente, las células T pueden reconocer un número casi ilimitado de
diferentes antígenos.
Los linfocitos T maduros se almacenan en los órganos linfáticos secundarios,
como los ganglios linfáticos, el bazo, las amígdalas, el apéndice y las placas
de Peyer en el intestino delgado. Estas células circulan en el torrente
sanguíneo y en el sistema linfático. Después de su primer encuentro con una
célula infectada o anómala, se activan y comienzan a buscar ese tipo
particular de células.
Por lo general, para ser activadas, las células T requieren la ayuda de otra
célula inmunitaria, que fragmenta los antígenos en distintas partes (lo que se
conoce como procesamiento de antígenos) y a continuación presenta el
antígeno de la célula infectada o anómala a la célula T. La célula T luego se
multiplica y se especializa en diferentes tipos de células T. Estos tipos
incluyen:
• Los linfocitos T citotóxicos se adhieren a los antígenos presentes en
las células infectadas o anómalas (por ejemplo, las malignas). A
continuación, los linfocitos T citotóxicos destruyen esas células
perforando su membrana e inyectando enzimas en el interior.
• Los linfocitos T cooperadores (colaboradores) ayudan a otras células
inmunitarias. Algunos linfocitos T colaboradores ayudan a los linfocitos
B a producir anticuerpos frente a antígenos extraños. Otros ayudan a
activar los linfocitos T citotóxicos, para que destruyan las células
infectadas o anómalas, o los macrófagos, de modo que estos puedan
ingerir las células infectadas o anómalas con más eficacia.
• Los linfocitos T reguladores (supresores) producen sustancias que
ayudan a poner fin a la respuesta inmunitaria o, en algunos casos, a
evitar que se produzcan ciertas respuestas nocivas.
Cuando los linfocitos T se encuentran por primera vez con un antígeno, la
mayoría de ellos realiza la función que tienen asignada, pero algunos se
convierten en células de memoria, que recuerdan el antígeno y responden
ante él con más fuerza cuando se vuelven a encontrar.
Algunas veces, por razones aún no bien conocidas, los linfocitos T no
distinguen lo propio de lo extraño. Este fallo funcional puede desembocar en
un trastorno autoinmunitario, en el que el organismo ataca sus propios
tejidos.
• Linfocitos B (células B):

Se forman en la médula ósea. Su superficie presenta lugares específicos


(receptores) a los que los antígenos se pueden adherir. Pueden aprender a
reconocer un número casi ilimitado de diferentes antígenos.

El objetivo principal de las células B es producir anticuerpos, que marcan un


antígeno para que reciba un ataque o lo neutralizan directamente. Las células B
también pueden presentar antígeno a las células T, que a continuación se activan.

La respuesta de los linfocitos B a los antígenos tiene dos etapas:

• Respuesta inmunitaria primaria: cuando los linfocitos B encuentran un


determinado antígeno por primera vez, el antígeno se adhiere a un receptor,
lo que estimula a los linfocitos B. Algunos linfocitos B se transforman en
células de memoria, que recuerdan a ese antígeno específico, mientras que
otros se convierten en células plasmáticas. Los linfocitos T cooperadores
ayudan a los linfocitos B en este proceso. Las células plasmáticas producen
anticuerpos específicos para el antígeno que estimuló su producción.
Después del primer encuentro con un antígeno, la producción de una
cantidad suficiente de un anticuerpo específico tarda algunos días. Por lo
tanto, la respuesta inmunitaria primaria es lenta.

• Respuesta inmunitaria secundaria: pero, a partir de entonces, cada vez que


un linfocito B se vuelve a encontrar con un antígeno determinado, los
linfocitos B de memoria lo reconocen de inmediato, se multiplican, se
transforman en células plasmáticas y producen anticuerpos. Esta respuesta
es veloz y muy eficaz.
Otros participantes en la inmunidad adquirida son
• Células dendríticas: Las células dendríticas residen en la piel, en los ganglios
linfáticos y en tejidos de todo el organismo. La mayoría de las células
dendríticas son células presentadoras de antígenos. Es decir, ingieren,
procesan y presentan antígenos, lo que facilita que los linfocitos T
cooperadores (colaboradores) reconozcan el antígeno. Las células
dendríticas presentan los fragmentos de antígeno a los linfocitos T en los
ganglios linfáticos. En los ganglios linfáticos se encuentra otro tipo de célula
dendrítica, la célula dendrítica folicular, que presenta el antígeno no
procesado (intacto) que se ha relacionado con el anticuerpo (complejo
anticuerpo-antígeno) a las células B. Las células dendríticas foliculares
ayudan a las células B a responder a un antígeno.
Los linfocitos T y B se activan después de la presentación de antígenos.
• Anticuerpos: Cuando un linfocito B se encuentra con un antígeno, empieza a
madurar para convertirse en una célula plasmática o en un linfocito B de
memoria. Luego, las células plasmáticas liberan anticuerpos (también
llamados inmunoglobulinas o Ig). Existen 5 clases de anticuerpos: IgM, IgG,
IgA, IgE e IgD.
Los anticuerpos protegen el organismo de las siguientes maneras:
o Ayudan a las células a ingerir antígenos (las células que ingieren
antígenos se denominan fagocitos).
o Inactivan sustancias tóxicas producidas por las bacterias.
o Atacan directamente a las bacterias y a los virus.
o Evitar que bacterias y virus se adhieran a las células y las invadan.
o Activan el sistema del complemento, que tiene muchas funciones
inmunitarias.
o Ayudan a ciertas células, como las células NK (linfocitos citolíticos
naturales), a destruir las células infectadas o las cancerosas.
Los anticuerpos son esenciales para combatir ciertos tipos de infecciones
bacterianas y fúngicas. También ayudan a combatir los virus.
Los anticuerpos se adhieren al antígeno para cuyo reconocimiento han sido
formados y forman un inmunocomplejo (complejo anticuerpo-antígeno). El
anticuerpo y el antígeno se ajustan perfectamente el uno al otro, como las
piezas de un rompecabezas. A veces, un anticuerpo se puede unir a otros
antígenos si estos se parecen mucho al antígeno que el anticuerpo formó
para reconocerlo y adherirse a él.
Cada molécula de anticuerpo consta de dos partes:
• Parte variable: esta parte varía y está especializada en adherirse a un
antígeno específico.
• Parte constante: esta parte es una de las cinco estructuras distintas que
determinan el tipo de anticuerpo: IgM, IgG, IgA, IgE, o IgD. Esta parte es
la misma en cada tipo y determina la función del anticuerpo.
Un anticuerpo puede cambiar su parte constante y convertirse en un tipo
diferente, pero su parte variable no cambia. Por tanto, siempre puede
reconocer el antígeno específico al que se adhiere.
• IgM:
Este tipo de anticuerpo se produce cuando se encuentra un antígeno
determinado por primera vez (como un antígeno de un microorganismo
infeccioso). La respuesta desencadenada por el primer encuentro con un
antígeno es la respuesta inmunitaria primaria. A continuación, el anticuerpo
IgM se adhiere al antígeno, activa el sistema del complemento y hace que el
microorganismo sea más fácil de ingerir.
Por lo general, el anticuerpo IgM está presente en el torrente sanguíneo, pero
no en los tejidos.
• IgG:
Es el tipo de anticuerpo más frecuente y se produce al volverse a encontrar
un antígeno particular. Se producen más anticuerpos en esta respuesta,
llamada respuesta inmunitaria secundaria, que en la respuesta inmunitaria
primaria. Además, la respuesta inmunitaria secundaria es más rápida y los
anticuerpos que se producen (sobre todo, el anticuerpo IgG) son más
eficaces.
El anticuerpo IgG protege de las bacterias, de los virus, de los hongos y de
las sustancias tóxicas.
Está presente en el torrente sanguíneo y en los tejidos. Es el único tipo de
anticuerpo que pasa de la madre al feto a través de la placenta. El anticuerpo
IgG de la madre protege al feto y al recién nacido hasta que el sistema
inmunitario de este sea capaz de producir sus propios anticuerpos.
Además, es el tipo de anticuerpos que más se usa en los tratamientos. Por
ejemplo, el concentrado de inmunoglobulinas (anticuerpos obtenidos de la
sangre de personas con un sistema inmunitario sano) se compone
principalmente de IgG. La inmunoglobulina se utiliza para tratar algunos
trastornos de inmunodeficiencia y trastornos autoinmunitarios.
• IgA:
Estos anticuerpos colaboran en la defensa frente a la invasión de
microorganismos a través de las superficies corporales recubiertas por una
membrana mucosa, como la nariz, los ojos, los pulmones y el tubo digestivo.
La IgA está presente en:
o Torrente sanguíneo
o Secreciones producidas por las membranas mucosas (como lágrimas
y saliva)
o Calostro (el líquido producido por las mamas durante los primeros días
tras el parto, antes de la leche)
• IgE:
Estos anticuerpos desencadenan reacciones alérgicas inmediatas. El
anticuerpo IgE se une a los basófilos (un tipo de glóbulo blanco) en el torrente
sanguíneo y a los mastocitos en los tejidos. Cuando los basófilos o los
mastocitos con IgE unida a ellos se encuentran con alérgenos (antígenos que
causan reacciones alérgicas), liberan sustancias, como la histamina, que
producen inflamación y dañan los tejidos circundantes. De este modo, la IgE
es el único tipo de anticuerpo que a menudo es más perjudicial que
beneficioso. Sin embargo, ayuda en la defensa frente a ciertas infecciones
parasitarias frecuentes en algunos países en vías de desarrollo.
Pequeñas cantidades de IgE están presentes en el torrente sanguíneo y en
la mucosidad del sistema digestivo. Estas cantidades son mayores cuando
se padece asma, fiebre del heno (rinitis alérgica) y otros trastornos alérgicos,
o infecciones parasitarias.
• IgD:
El anticuerpo IgD está presente, sobre todo, en la superficie de los linfocitos
B inmaduros y contribuye a su maduración.
En el torrente sanguíneo se encuentran pequeñas cantidades de estos
anticuerpos, pero no se conoce con precisión la función que desempeñan en
el torrente circulatorio, si es que tienen alguna.

• Estrategias de ataque: Distintos tipos de microorganismos invasores son


atacados y destruidos de maneras diversas.
Los fagocitos (como los neutrófilos y los macrófagos) reconocen
directamente a algunos microorganismos, que a continuación son ingeridos
y destruidos.
Sin embargo, los fagocitos no pueden reconocer directamente ciertas
bacterias, porque estas están rodeadas por una cápsula. En estos casos, los
linfocitos B deben ayudar a los fagocitos en el reconocimiento. Los linfocitos
B producen anticuerpos contra los antígenos contenidos en la cápsula de las
bacterias. Los anticuerpos se adhieren a las cápsulas. Entonces, el fagocito
puede reconocer a la bacteria.
Algunos microorganismos no se pueden eliminar por completo. Para
defenderse de estos microorganismos, el sistema inmunitario construye una
pared alrededor de ellos. La pared se forma cuando los fagocitos, sobre todo
los macrófagos, se adhieren unos a otros. La pared en torno al
microorganismo recibe el nombre de granuloma. Algunas bacterias
aprisionadas de ese modo pueden sobrevivir en el organismo de forma
indefinida. Si el sistema inmunitario se debilita (incluso 50 o 60 años más
tarde), las paredes del granuloma se desmoronan y las bacterias empiezan
a proliferar, lo que da lugar a síntomas.
Características principales de las respuestas inmunitarias adaptativas:
Las propiedades fundamentales del sistema inmunitario adaptativo reflejan las
características de los linfocitos que median estas respuestas.

• Especificidad y diversidad. Las respuestas inmunitarias son específicas


frente a los distintos antígenos y a menudo de diferentes porciones de un
solo complejo proteínico, de un polisacárido o de cualquier otra
macromolécula.
• Memoria. La exposición del sistema inmunitario a un antígeno extraño
favorece su capacidad para responder de nuevo a ese mismo antígeno. Las
respuestas a esta segunda exposición y a las sucesivas, llamadas
respuestas inmunitarias secundarias, suelen ser más rápidas, de mayor
magnitud y más amplias que la primera respuesta inmunitaria a ese antígeno,
o primaria, y a menudo son cualitativamente diferentes.
• Falta de reactividad frente a lo propio (tolerancia de lo propio). Una de las
propiedades más destacadas del sistema inmunitario del sujeto normal es su
capacidad para reconocer muchos antígenos extraños (ajenos), responder a
ellos y eliminarlos sin reaccionar contra las sustancias antigénicas del mismo
individuo (propias). La insensibilidad inmunitaria también se denomina
tolerancia.
Inmunidad humoral y celular:
Existen dos tipos de respuestas inmunitarias adaptativas, llamadas inmunidad
humoral e inmunidad celular, en las que intervienen componentes diferentes del
sistema inmunitario y que sirven para eliminar microbios de distintos tipos (ver
infografía).
• La inmunidad humoral cuenta con unas moléculas presentes en la sangre y
en las secreciones mucosas, que reciben el nombre de anticuerpos,
producidas por los linfocitos B. Los anticuerpos reconocen los antígenos
microbianos, neutralizan la infecciosidad de los microorganismos y los
marcan para su eliminación por los fagocitos y el sistema del complemento.
La inmunidad humoral es el principal mecanismo de defensa contra los
microbios extracelulares y sus toxinas (p. ej., en las luces de los sistemas
digestivo y respiratorio y en la sangre) debido a que los anticuerpos
secretados pueden unirse a ellos y contribuir a su destrucción.

• La inmunidad celular queda a cargo de los linfocitos T. Muchos microbios son


ingeridos por los fagocitos y sobreviven en su interior, y algunos microbios,
sobre todo los virus, infectan a varias células del hospedador y se replican
en ellas. En estos lugares los microbios son inaccesibles a los anticuerpos
circulantes. La defensa contra estas infecciones corresponde a la inmunidad
celular, que fomenta la destrucción de los microorganismos residentes en los
fagocitos o la eliminación de las células infectadas para suprimir los
reservorios de la infección.

Respuesta inmunitaria.
La defensa inmunitaria satisfactoria requiere la activación, regulación y resolución
de la respuesta inmunitaria.
Activación.
Las células del sistema inmunitario se activan cuando un antígeno (Ag) extraño es
reconocido por los receptores de la superficie celular. Estos receptores de la
superficie celular pueden ser
Ampliamente específicos (p. ej., receptores de reconocimiento del patrón como los
receptores de manosa, los depuradores (Stavanger) y del tipo Toll en células
dendríticas y otras células).
Anticuerpos altamente específicos (anticuerpos expresados sobre las células B o
receptores de células T expresados sobre las células T)
Los receptores de especificidad amplia reconocen patrones moleculares asociados
con microorganismos patógenos comunes como los lipopolisacáridos
gramnegativos, los peptidoglucanos grampositivos, la flagelina bacteriana, los
dinucleótidos de citosina-guanina no metilados (motivos CpG) y el RNA viral de
cadena doble. Estos receptores también pueden reconocer moléculas que son
producidas por células humanas sometidas a estrés o infección (llamadas patrones
moleculares asociados al daño).
La activación también se produce cuando los complejos antígenos-anticuerpos y
complemento-microorganismo se unen a los receptores de superficie de la región
del fragmento cristalizable (Fc) de la IgG (Fc-gamma R) y a C3b e iC3b.
Una vez reconocidos, el antígeno, el complejo antígeno-anticuerpo o el
complemento-microorganismo son internalizados. La mayoría de los
microorganismos mueren después de ser fagocitadas, pero otros inhiben la
capacidad de destrucción intracelular del fagocito (p. ej., las micobacterias que han
sido incorporadas por un macrófago inhiben la capacidad de matar células). En tales
casos, las citocinas derivadas del linfocito T, sobre todo el interferón-gamma (IFN-
gamma), estimula al fagocito para que produzca más enzimas líticas y otros
productos microbicidas y por lo tanto potencia su capacidad para destruir o
secuestrar al microorganismo.
A no ser que el antígeno sea fagocitado rápidamente y degradado por completo (un
acontecimiento inusual), se desencadena una respuesta inmunitaria adquirida a
través del reconocimiento del antígeno por receptores altamente específicos sobre
la superficie de las células B y T. Esta respuesta se inicia en:
• El bazo para los antígenos en circulación.
• Ganglios linfáticos regionales para antígenos tisulares.
• Tejidos linfoides asociados a mucosas (p. ej., amígdalas, adenoides, parches
de Peyer) para los antígenos mucosos.
Por ejemplo, las células dendríticas de Langerhans de la piel fagocitan antígenos y
emigran a los ganglios linfáticos locales: allí se expresan los péptidos derivados del
antígeno se expresan en la superficie de las células dendríticas dentro de las
moléculas del complejo mayor de histocompatibilidad (MHC) clase II, que presentan
el péptido a los linfocitos T helper o colaboradores (Th) CD4. Cuando el linfocito Th
se une al complejo MHC-péptido y recibe diversas señales coestimuladoras (que
pueden ser inhibidas por algunos fármacos inmunodepresores), la célula expresa
receptores para la citocina interleucina (IL)-2 y secreta varias citocinas. Cada
subgrupo de linfocitos Th secreta diferentes combinaciones de sustancias, y por
ende ejerce distintas respuestas inmunitarias.
Las moléculas MHC de clase II suelen presentar péptidos derivados de antígenos
extracelulares (exógenos) (p. ej., de muchas bacterias) a los linfocitos CD4 TH; por
el contrario, las moléculas del CMH de clase I presentan péptidos derivados de
antígenos intracelulares (endógenos) (p. ej., de virus) a los linfocitos T CD8
citotóxicos. El linfocito T citotóxico activado mata entonces a la célula infectada.
Regulación
La respuesta inmunitaria debe regularse para impedir que dañe al propio huesped
(p. ej., anafilaxia, tormenta de citocinas, síndrome de liberación de citocinas, y
destrucción tisular generalizada). Los linfocitos T reguladores (la mayoría de los
cuales expresan el factor de transcripción Foxp3) ayudan a controlar la respuesta
inmunitaria mediante la secreción de citocinas inmunodepresoras, como la IL-10 y
el factor del crecimiento transformante-beta (TGF-beta), o a través de mecanismos
dependientes del contacto celular.
Estas células reguladoras ayudan a impedir respuestas autoinmunitarias y
probablemente ayuden a resolver respuestas activas frente a antígenos ajenos.
Resolución
La respuesta inmunitaria termina cuando el antígeno es secuestrado o eliminado
del cuerpo. Sin un estímulo por parte del antígeno, la secreción de citocinas cesa y
los linfocitos T citotóxicos activados sufren apoptosis. La apoptosis marca a una
célula para su inmediata fagocitosis, lo que evita el vertido del contenido celular y el
desarrollo de la consiguiente inflamación. Los linfocitos B y T que se han
diferenciado en células de memoria se libran de este destino.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.
Generalidades sobre el sistema inmunológico - Psicoanalista Madrid. (2015c,
October 13). Dra. Alejandra Menassa.
https://alejandramenassa.com/psicoanalisisymedicina/generalidades-sobre-el-
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