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DERECHO ROMANO.
A su vez, la idea de bilateralidad se hallaba vinculada con los contratos consensuales, originando
obligaciones y acciones contrapuestas, independientes, pero correlativas y paralelas.
De este modo, en la práctica de los negocios se impuso la costumbre de incluir en los contratos
de venta un pacto por el cual el vendedor se reservaba el derecho de resolver el negocio cuando
el comprador no pagase el precio en el plazo convenido.
sus frutos y accesorios. Si no podía hacerlo debía daños y perjuicios. Por su parte, el vendedor
debía restituir el precio pero no las arras.
En los contratos innominados, quien primero había realizado su obligación tenía el derecho de
demandar la restitución de su propia cosa, intentando contra su adversario negligente la condictio
ob rem dati, o causa data, causa non secuta.
Se pregunta la doctrina si la acción concedida por esta ley tiene efectos reales, es decir, si se
otorgaba al vendedor acción contra el tercero adquirente, cuando la restitución de la cosa
resultase imposible por haber el comprador dispuesto de ella. La opinión mayoritaria niega los
efectos reales, ya que el convenio era entre comprador y vendedor y no podía ser opuesto a
terceros; las acciones eran personales y solo podían ser ejercidas contra el comprador; se niega la
reivindicación al vendedor.
El vendedor podía solicitar la resolución del contrato, o exigir su cumplimiento, la opción era
excluyente.
DERECHO CANÓNICO.
Aceptar la noción del contrato sinalagmático como cambio de prestaciones asentadas en la buena
fe, supone afirmar la interdependencia de tales obligaciones, incluyendo tanto los contratos
consensuales como los innominados.
toda la vida del contrato. Son los artífices de la exceptio inadimpleti contractus y la resolución
por incumplimiento.
Las ideas de los canonistas son recibidas en Francia por Domat en el siglo XVII, y quedan como
principios dogmáticos en su obra, en la cual se acepta la noción de interdependencia y cambio
reciproco de prestaciones como características de los contratos bilaterales en los que una
obligación es causa de la otra.
Las enseñanzas de Domat pasaron a Pothier, y de este último jurista al Código de Napoleón.
Del mismo modo que se elaboró el concepto de bilateralidad, se fue ampliando el concepto de la
resolución contractual.
Los jurisconsultos de los siglos XVII y XVIII no hacían referencia al derecho canónico,
prefiriendo sustentar la regla de la resolución sobre la voluntad de las partes. Daban por
sobreentendido en todos los contratos una condición resolutoria, un “pacto comisorio tácito”.
Dispone el art. 1184 del código civil francés: “la condición resolutoria se sobreentiende en todos
los contratos sinalagmáticos para el caso de que una parte no cumpla su obligación. En este caso
el contrato no se resuelve de pleno derechos. La parte que no recibió la prestación a que se
obligó la otra puede optar entre obligar a esta a que la cumpla mientras sea posible, o reclamar la
resolución con daños y perjuicios.”
Nuestro Código Civil se apartó en este punto del modelo francés, adoptando, inexplicablemente,
una solución contradictoria, que en virtud del derogado art. 1204 actualizó reminiscencias del
sistema romano clásico al admitir la resolución del contrato solo mediando pacto comisorio
expreso.
La solución francesa fue, en cambio, aceptada casi al pie de la letra por el Código de Comercio
en su artículo 216.
EL DERECHO NACIONAL.
El rigor de esta última norma citada recordaba el viejo sistema del derecho romano clásico, en el
cual no existía una verdadera acción resolutoria y solo podía demandarse el cumplimiento del
contrato.
El Código de Comercio, por su parte, en el art. 216 (derogado) sancionaba un sistema opuesto,
de inspiración francesa, para los contratos comerciales disponiendo que “la condición resolutoria
se entiende implícitamente comprendida en todos los contratos bilaterales o sinalagmáticos, para
el caso en que una de las partes no cumpla su compromiso. Mas en los contratos que hay hechos
ya realizados, los que se han cumplido quedan firmes y producen, en cuanto a ellos, las
obligaciones del contrato. Siendo implícita la condición, el contrato no se resuelve ipso iure,
como cuando se ha pactado la condición resolutoria. La parte a quien se ha faltado puede optar
entre forzar a la otra a la ejecución de la convención, cuando es posible, o pedir la restitución con
daños y perjuicios. La resolución debe reclamarse judicialmente, y según las circunstancias,
pueden los tribunales conceder un plazo al demandado”.
Ambas soluciones legales eran contradictorias. La agilidad de los negocios, la fluidez del tráfico
comercial, exigen un procedimiento rápido para concluir las relaciones contractuales que se
tienen con un mal pagador. Es natural que si una de las partes no cumple, la otra pueda
demandar; bien sea el cumplimiento, bien sea la resolución.
Frente a las numerosas críticas efectuadas por la doctrina, existía absoluta coincidencia sobre la
necesidad de reforma.
De este modo, se llega a la sanción del decreto-ley 4777/1963 (ratificado por ley 16978), que
modificó el art. 216 del Cód. Com. estableciendo el pacto comisorio implícito, con operatividad
plena ipso iure, que la doctrina también ha denominado “resolución por autoridad del acreedor”.
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Dr. Raúl Rivas
Dicho precepto ha sido adoptado con un contenido idéntico por la ley 17.711 de 1968 que
modificó el art. 1204 del Cód. Civil. Por efecto de tales reformas legislativas ha quedado
unificado en este aspecto el régimen de resolución de los contratos por autoridad del acreedor
para las materias civil y comercial. El molde utilizado para la elaboración de la norma es el
Código Civil italiano de 1942.
CONCEPTO.
-LA EQUIDAD: Para algunos la resolución contractual que se presenta como una razón de
derecho es siempre una consideración de equidad.
Es imposible negar que la bondadosa templanza habitual, la idea de justicia natural, existe como
fundamento necesario de todo el ordenamiento jurídico. Es una fundamentación remota. Es otro
el basamento técnico específico e inmediato de la resolución por incumplimiento.
Se critica esta posición ya que si las partes realmente lo hubieses convenido, habrían previsto la
resolución de pleno derecho expresamente.
Se critica ya que parece poco verosímil que las partes hayan tenido en miras al contratar el
supuesto de inejecución, en cuyo caso no hubieren contratado. Además el mecanismo de la
resolución difiere del concerniente a la condición resolutoria.
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Dr. Raúl Rivas
Se critica esta corriente expresando que la Teoría de la Causa aparece como inútil en la materia
ya que afirmar que la obligación de la parte no culpable carece de causa ante el incumplimiento
de la otra, importa olvidar que, con tal tesis, resultaría en su caso imposible exigir el
cumplimiento forzoso de la prestación, nadie puede demandar en juicio el cumplimiento de una
obligación sin causa.
- La noción de causa.
En los contratos con prestaciones reciprocas, cada parte se obliga frente a la otra a cumplir con
una prestación, y lo hace para obtener la contraprestación estipulada. La contraprestación es, a
juicio de cada parte, el exacto equivalente de su propia prestación, en lo que siempre es decisiva
su propia valoración. No es esencial a las nociones de bilateralidad, onerosidad o reciprocidad en
las prestaciones la equivalencia estricta, ni la absoluta correspondencia de las prestaciones,
medidas con arreglo a una escala objetiva y general; pero si es esencial el respectivo
cumplimiento.
Un contrato con prestaciones reciprocas presupone siempre que cada uno obtenga por su
prestación una equivalente, la cual, objetivamente considerada, puede ser inferior o superior en
valor, bastando con la equivalencia subjetiva y el estricto cumplimiento de ella conforme a lo
convenido, para que el contrato realice su función y logre la finalidad perseguida por los
contratantes que el ordenamiento jurídico tutela. Por lo tanto, el incumplimiento de la prestación
debida altera el desenvolvimiento funcional de la contratación y determina la ruptura de la
relación de reciprocidad e impide que el contrato alcance el fin propuesto.
El régimen legal vigente unificado en este aspecto para las materias civil y comercial se
estructura sobre la base de un sistema doble de soluciones:
Resolución Judicial
La cláusula comisoria expresa e implícita tiene su origen en los antiguos arts. 1203 y 1204 del
Código Civil y del art. 216 del Código de Comercio.
Sobre dicho instituto enseñábamos que estaba constituido por una cláusula legal o convencional
de los contratos con prestaciones recíprocas —o bilaterales— en virtud de la cual la parte
cumplidora del contrato, frente al incumplimiento culpable de la contraria, tenía una opción de
exigirle el cumplimiento o plantear la resolución del contrato.
Asimismo, al igual que en el nuevo Código Civil y Comercial, la cláusula en cuestión constituye
un efecto propio de los contratos bilaterales.
El instituto es, en esencia, la resolución de un contrato por voluntad de la parte cumplidora y ante
el incumplimiento de la otra.
Debemos aclarar también, que como ya lo hemos expresado y de conformidad con la definición
legal de contrato, entendemos que el contrato no es sólo creador de obligaciones, sino que
también puede extinguirlas, modificarlas o aún constituir mediante él, derechos no creditorios.
Asentado lo anterior, cabe precisar que actualmente los arts. 1086 y 1087 del CCC son los
sucesores de los arts. 1203 y 1204 del Código Civil (ley 340) que preveían el pacto comisorio
expreso y el tácito y situaciones que nos detendremos a analizar seguidamente.
Tratándose de la cláusula resolutoria expresa, el art. 1086 del CCC establece que: "Las partes
pueden pactar expresamente que la resolución se produzca en caso de incumplimientos genéricos
o específicos debidamente identificados. En este supuesto la resolución surte efectos a partir que
la parte interesada comunica a la incumplidora en forma fehaciente su voluntad de resolver".
Esta última característica se precisa en el art. 1084 del CCC que prevé que: "A los fines de la
resolución, el incumplimiento debe ser esencial en atención a la finalidad del contrato". Y será
considerado tal cuando:
i) El cumplimiento estricto de la prestación resulte fundamental dentro del contexto del contrato.
ii) El cumplimiento tempestivo de la prestación sea condición del mantenimiento del interés del
acreedor.
v) El incumplimiento haya sido anunciado por una manifestación seria y definitiva del deudor al
acreedor.
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En otro orden, también corresponde puntualizar que al optarse por la vía extintiva de la
resolución esta podrá ser total o parcial. Así se prescribe en el art. 1083 del CCC y corresponde
puntualizar que ambas acciones (resolución total o parcial) son excluyentes entre sí. Se podrá
elegir una u otra pero el hecho de optar por una inhabilita automáticamente el progreso de la otra.
Desde luego, si se optase por la vía judicial, para considerar operada la resolución será el
magistrado quien deberá consagrarla mediante sentencia.
De conformidad con lo establecido en el art. 1087 del CCC, "En los contratos bilaterales la
cláusula resolutoria es implícita y queda sujeta a lo dispuesto en los arts. 1088 y 1089.
De modo que tratándose de un contrato bilateral o de prestaciones recíprocas, aunque las partes
nada digan se entenderá implícita la facultad de resolver el negocio.
En este caso, también se requerirá que quien plantee este particular modo de disolución se trate
de la parte cumplidora o que sin haberlo hecho se encuentre en una situación de poder hacerlo.
Por otro lado y de conformidad con el art. 1088 del CCC se requerirá:
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i) Un incumplimiento esencial (art. 1084 del CCC) y si el incumplimiento fuese parcial que
tuviese suficiente entidad en razón de las expectativas que la parte cumplidora ha tenido en el
negocio.
ii) La mora del deudor, lo que es lógico y fundamental. Se requerirá que exista un incumplidor
como presupuesto de ejercicio de la cláusula tácita extintiva.
iii) Que el acreedor (parte cumplidora) emplace al deudor (incumplidor) bajo apercibimiento
expreso de la resolución total o parcial del contrato, a que cumpla en un plazo no inferior de
quince días, excepto que de los usos, o de la índole de la prestación, resulte la procedencia de
uno menor.
Siempre desde la óptica del reclamo extrajudicial, el cumplidor debe intimar al incumplidor a
que "cumpla". Aquí la gran diferencia con la cláusula resolutoria expresa. Mientras que en esta
última al contarse con la estipulación sólo basta con la comunicación que la hace efectiva y opera
de pleno derecho, en la cláusula implícita la ley prevé un procedimiento especial.
En efecto, si bien se admite como implícita (tácita) en todo contrato bilateral la ley exige un
proceso particular para que pueda admitirse la resolución total o parcial del negocio jurídico. Se
debe dar una última chance de cumplimiento al deudor de la prestación (parte incumplidora). El
plazo para el mentado cumplimiento no podrá ser inferior a los 15 días. Aquí se debe reparar que
la ley no dice 15 días precisamente sino "no menor" a dicha cantidad. Por tanto, el plazo siempre
podrá ser mayor (ej. 30, 159, 999 días). Lo que nunca puede ocurrir, al menos como principio,
que se trate de un plazo inferior a esos 15 días que, en definitiva, el legislador ha considerado
como plazo mínimo que se le debe otorgar al incumplidor para que revea su conducta y pueda (si
así lo desea) honrar la palabra empeñada y cumplimentar su prestación.
No obstante, este plazo no inferior a 15 días tendrá sus excepciones: En primer lugar admitirá un
término menor según los usos (usos y costumbres) o atendiendo a la índole de la prestación. Este
último caso es el que tanto la doctrina y la jurisprudencia referían a la obligación de "plazo
esencial". Pues si la novia se casaba en 8 días y no se le entregaba a tiempo el vestido para tan
trascendente ocasión ¿de qué le servía intimar al diseñador por un plazo no inferior a 15 días?
Aun optando por el mínimo (15 días) resultaba totalmente en vano toda vez que el matrimonio y
su celebración acaecían en un plazo menor. De este modo, bien podrá la novia intimar de modo
fehaciente por un tiempo inferior al término mínimo legal por tratarse del cumplimiento de una
obligación de plazo esencial.
iv) Transcurrido el plazo no inferior a 15 días o los supuestos de excepción, la resolución operará
de pleno derecho. Para ello, se requerirá de un emplazamiento fehaciente (ej. carta documento)
mediante el cual la parte cumplidora intime a la incumplidora a que haga efectiva su prestación
en el plazo que se determine (que como se vio no podrá ser menor a 15 días) bajo apercibimiento
de que transcurrido tal plazo se considerará resuelto el negocio de manera automática. Por tanto,
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v) Por otra parte, cabe precisar que el art. 1088 del CCC admite, a manera de excepción, que
tratándose de la cláusula tácita que se admita la resolución de pleno derecho con la notificación y
recepción por parte del incumplidor y ocurrirá cuando: 1) Si ha vencido el plazo esencial para su
cumplimiento (véase el ejemplo anterior del vestido de la novia para la noche de bodas); 2) si la
parte incumplidora ha manifestado su decisión de no cumplir; 3) si el cumplimiento resulta
imposible (ej. por desaparición o pérdida de la cosa que debe entregarse).
El art. 1089 del CCC prevé que: "El requerimiento dispuesto en el artículo 1088 no es necesario
en los casos en que la ley faculta a la parte para declarar unilateralmente la extinción del
contrato, sin perjuicio de disposiciones especiales".
En este caso, la ley viene a precisar que existirán casos en los que la ley admita la extinción
unilateral y en los que no será necesario brindar con el emplazamiento un plazo no inferior a 15
días para el cumplimiento. Bien podría tratarse de una rescisión unilateral en un contrato de larga
duración (suministro por ejemplo) donde se admita la posibilidad que alguna de las partes deje
sin efecto el negocio anoticiando previamente a su cocontratante (art. 1183 del CCC). O incluso
mediando la revocación de una donación por incumplimiento de un cargo; la frustración de la
finalidad de un negocio, etc. En todos estos casos no operará el procedimiento previsto para la
cláusula resolutoria implícita.