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RAMÓN MEZA BARROS

Profesor titular de Derecho Civil de la Escuela de Derecho de Valparaíso (Universidad de Chile)

MANUAL DE DERECHO CIVIL


DE LAS FUENTES DE LAS OBLIGACIONES

EDITORIAL JURÍDICA DE CHILE

e ​RAMÓN MEZA BARROS

O EDITORIAL JURÍDICA DE CHILE Áv. Ricardo Lyon 946, Santiago de Chile

Inscripción N° 44.782
Se terminó de imprimir esta 8 ​ edición de 1.500 ejemplares en el mes de abril de 1995
a​

IMPRESORES. Sal esunas

IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE

ISBN: 956-10-0221-2
NOTA A LA OCTAVA EDICIÓN

Esta edición contiene referencias a la legislación vi- gente en diciembre de 1994. Las referencias se
indican en nuevas notas, agregadas a pie de página con un asterisco, acompañadas de la sigla "N. del E."

EL ​EDITOR
INTRODUCCIÓN

1. Fuentes ​de ​las obligaciones.—Precisado el con- cepto de la obligación, analizadas sus diversas clases, ​sus ​efectos generales y la manera como se
extinguen, ​es me- ​nester examinar concretamente las causas que las generan. En otros términos, al estudio de las obligaciones ​en ​general debe,
lógicamente, seguir el estudio particular ​de ​sus fuentes.
El art. 1437 señala cuáles son las fuentes de las obli- gaciones: "Las obligaciones nacen, ya del concurso real ​de ​las voluntades de dos
o más personas, como en los ​con- tratos o​ ​convenciones; y​ a de un hecho voluntario de la persona que se obliga, como en la aceptación de una he- rencia o
legado y en todos los ​cuasicontratos; y​ a a conse- cuencia de un hecho que ha inferido injuria o daño a otra persona, como en los ​delitos ​y ​cuasidelitos; ​ya
por dispo- sición de la ​ley, ​como entre los padres y los hijos de fa- milia" '.

2. División de la materia.—La fuente normal y más fecunda de obligaciones es el contrato, esto es, el concierto de voluntades
encaminado a crearlas.
La preeminencia del contrato como fuente de obliga- ciones se refleja en el articulado del Código Civil, que des-

1​Véase "Manual de Derecho Civil' 'De las obligaciones' N* 10 ​y sgtes.


n traducción
8​

tina.a los principios generales que lo gobiernan y a las reglas que regulan los contratos más importantes, la casi totalidad de las
disposiciones del Libro IV.
Las restantes fuentes de las obligaciones tienen un carácter excepcional. Desuna el Código a los cuasicontra​ tos y a los delitos y
cuasidelitos solamente los Títulos XXXIV y XXXV. De las obligaciones legales no se ocupa sistemáticamente.
Es natural, por lo tanto, al abordar el examen parti​ cular de las fuentes de las obligaciones, iniciarlo con el estudio de los contratos.
Los actos ilícitos tienen, como fuente de obligaciones, una importancia considerable y creciente. Las cuestiones relacionadas con la
responsabilidad que resulta de la comi​ sión de un delito o cuasidelito son de las más delicadas y de mayor actualidad en el Derecho Gvil *. Su estudio
debe venir inmediatamente a continuación.
AI tercer término quedará relegado el estudio de los cuasicontratos y al cuarto el de la ley como fuente de obligaciones.

* Josscrand, "Cours de droit positif francais", t. II, N* 10.


SECCIÓN I

LOS CONTRATOS

Primera Parte

LOS CONTRATOS EN GENERAL

GENERALIDADES

3. Concepto del contrato.—Acto jurídico es la ma​ nifestación de voluntad realizada con la intención de pro​ ducir efectos jurídicos.
El acto puede ser la manifestación de una sola vo​ luntad o el resultado de un acuerdo de voluntades. En este último caso se denomina
convención.
Convención es, por tanto, una declaración bilateral de voluntad tendiente a producir determinadas consecuencias de derecho.
Pero nuestra atención deberá orientarse hacia una clase o tipo de convención: aquella que tiene por objeto crear obligaciones. A esta
convención generadora de obli​ gaciones se la denomina tradicionalmente contrato.
El contrato es, pues, la convención destinada a pro​ ducir obligaciones. El art. 1438 lo define de este modo: ​"Contrato o​ ​convención e​ s
un acto por el cual una parte se obliga para con otra a dar, hacer o no hacer alguna cosa". ​En doctrina, contrato y convención son conceptos cla​ ramente

diferenciados. La convención es «1 género y el contrato la especie. Ante la ley positiva, en cambio, las expresiones son sinónimas, como claramente se
advierte de los términos de los arts. 1437 y 1438.
Ramón Meza Barros
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4. ​Campo de acción del contrato.—El concepto de contrato abarca todo concierto de voluntades tendiente a crear obligaciones, tanto
en el campo de los derechos patri- moniales como de los derechos de familia, sin atender a sus resultados transitorios o perdurables.
£1 dominio del contrato no se limita a los bienes; se extiende también a las personas. El matrimonio ​y ​la adop- ción son contratos.
Para ciertos autores, el concepto de contrato compren- de sólo los actos destinados a producir obligaciones de carácter transitorio.
Desde que se trata de establecer un estatuto de carácter permanente, un ​modus vivendi, e​ l acto dejaría de ser un contrato para convertirse en una insti-
tución. ​Como observa con justicia Josserand, la gama de los contratos
​ es rica y variada; junto a las transacciones más humildes y fugitivas se encuentran
las más importantes y permanentes. Pero todas ellas presentan, aparte de sus inevitables particularidades, rasgos generales comunes *.

5. Elementos del contrato.—Según el art. 1445, "para que una persona se obligue a otra por un acto o declaración de voluntad", es
menester: 1? que sea legal- mente capaz; 2? que consienta en el acto o declaración y que el consentimiento no adolezca de vicios; 3? que recaiga sobre un
objeto lícito, y 4? que tenga una causa lícita.
En los contratos solemnes otra condición o requisito es aún indispensable: la observancia de las formas prescri- tas por la-ley.
La disposición legal citada ha omitido este requisito, porque ha señalado las condiciones generales que debe reunir todo contrato y
porque la observancia de las solem- nidades legales se confunde con el consentimiento. En los

» Ob. cit, t. II, N» 13.


Manual de Derecho Civil

contratos solemnes, el consentimiento de las partes se ma​ nifiesta o exterioriza a través del cumplimiento de las for​ malidades legales.

2. CLASIFICACIÓN DE LOS CONTRATOS

6. Diversas clases de contratos.—El Código ha for​ mulado una clasificación de los contratos: 1) contratos unilaterales y bilaterales; 2)
contratos gratuitos y onero​ sos; 3) contratos conmutativos y aleatorios; 4) contratos principales y accesorios, y 5) contratos consensúales, so​ lemnes y
reales.
A esta clasificación legal pueden agregarse: 6) con​ tratos nominados e innominados; 7) contratos de libre discusión y de adhesión, y 8)
contratos individuales y co​ lectivos.

7. Contratos unilaterales y bilaterales.—El art. 1439 previene: "El contrato es ​unilateral ​cuando una de las partes se obliga para con otra
que no contrae obligación alguna; y ​bilateral, ​cuando las partes contratantes se obli​ gan recíprocamente".
En esta clasificación de los contratos no se atiende al número de las obligaciones que se originan, sino a la circunstancia de que se
obligue una parte o ambas mutua​ mente. ​Ejemplo típico de contrato bilateral es la compraven​ ta,
​ en que una de las partes se obliga a dar una cosa y la otra
a pagarla en dinero. Tales son, también, la permuta, el arrendamiento, la sociedad.
Típico ejemplo de contrato unilateral es el mutuo; el mutuario se obliga a restituir otras tantas cosas del mismo género y calidad de las
que recibió en préstamo, mientras que el mutuante no contrae ninguna obligación.
A la misma categoría de contratos pertenecen el co​ modato, el depósito, la prenda.
2 ​Ramón Meza Barros

La distinción entre contratos unilaterales y bilaterales es la más fecunda en consecuencias jurídicas.


a) Con arreglo a lo prevenido en el art. 1489, en los contratos bilaterales va envuelta la condición resolutoria ​ de no cumplirse por una de las partes lo
s​

pactado.

Según los términos de la disposición, la condición re​ solutoria tácita sería inoperante en los contratos unilate​ rales*. ​b) Solamente en

los contratos bilaterales se plantea el


​ problema de los riesgos, que consiste en determinar si la extinción por caso fortuito de la obligación de una de las
partes extingue igualmente o deja subsistente la obli​ gación de la otra.
En los contratos unilaterales el caso fortuito extingue, como es lógico, las obligaciones de la única parte obligada. c) En fin, la regla del art. 1552
establece que en los contratos bilaterales la mora purga la mora, o, en otros términos, ninguna de las partes está en mora dejando de cumplir lo pactado,
mientras la otra no cumpla o esté pron​ ta a cumplir sus obligaciones recíprocas.

8. Contratos sinalagmáticos imperfectos.—Ciertos contratos generan obligaciones sólo para una de las partes contratantes, pero
circunstancias posteriores a su celebra​ ción determinan que se obligue también aquella parte que inicialmente no contrajo ninguna obligación.
Así ocurre en el comodato, en la prenda, en el depó​ sito. En el momento de perfeccionarse el contrato se obli​ gan únicamente el
comodatario, el depositario, el acreedor prendario, sustancialmente, a restituir la cosa que les ha sido entregada.
A posteriori, s​ in embargo, pueden resultar obligados el comandante, el depositante y el deudor prendario, espe-

« Véase "De las obligaciones", N* 123.


Manual de Detecho Civil ​3

raímente a reembolsar los gastos que haya ocasionado la conservación de la cosa (arts. 2191, 2235, 2396).
El Código no conoce esta distinción entre contratos bilaterales o sinalagmáticos perfectos e imperfectos. Los contratos sinalagmáticos
imperfectos son, en el criterio del legislador, contratos unilaterales.
Para apreciar la naturaleza del contrato es menester situarse en el momento en que se perfecciona; si, entonces, sólo una de las partes se
encuentra obligada, el contrato es unilateral.

Del contrato no ​nacen ​obligaciones sino para una de las partes, aunque pueden llegar a nacer obligaciones recí​ procas. ​9. Contrato*

gratuitos y onerosos.—Conforme al art. 1440, ​ "el contrato es ​gratuito o​ ​de beneficencia ​cuando sólo tiene por objeto la utilidad de una de las partes, su​
friendo la otra el gravamen; y ​oneroso, c​ uando tiene por objeto la utilidad de ambos contratantes, gravándose cada uno a beneficio del otro".
Contrato oneroso o a título oneroso, pues, es aquel en que cada parte paga la ventaja que reporta del contra​ to ​ , es decir, recibe un
B​

beneficio a cambio de una contra​ prestación actual o futura.


La compraventa es un contrato oneroso. Procura al vendedor una suma de dinero a cambio de desprenderse de una cosa, y al comprador
le brinda las ventajas de una cosa a cambio del desembolso de una suma de dinero.
Contrato gratuito o a titulo, en cambio, es aquel en que una de las partes se procura una ventaja sin que ello le demande un sacrificio,
porque no debe suministrar una contraprestación a cambio del beneficio que recibe. Son contratos gratuitos la donación y el comodato.

• Baudry-Lacantinerie, "Pieos de Droit Ovil", t. III, N* 789.


14 ​Ramón Meza Barros

De lo dicho resulta que los contratos bilaterales son siempre onerosos; al obligarse ambas partes reportan un beneficio y soportan el
gravamen que significa la obliga​ ción recíproca.
Los contratos unilaterales son generalmente gratuitos. En el comodato, por ejemplo, la gratuidad es de la esen​ cia del contrato. Pero
el contrato unilateral puede ser, también, oneroso; tal es el caso del mutuo a interés.
La clasificación de los contratos en gratuitos y one​ rosos ofrece, igualmente, considerable importancia práctica. a) La circunstancia de ser gratuito u
oneroso el con​ trato determina las condiciones en que es atacable por me​ dio de la acción pauliana.
Para que sean revocables los actos gratuitos ejecuta​ dos por el deudor, en perjuicio de los acreedores, basta la mala fe del deudor; los
actos onerosos son revocables a condición de que estén de mala fe el otorgante y el adqui- rente, esto es, que ambos conozcan el mal estado de los
negocios del deudor (art. 2468).
b) Importa la distinción para determinar el grado de culpa de que responde el deudor.
En los contratos onerosos, puesto que ambas partes obtienen mutuo beneficio, el deudor responde de la culpa leve. En los contratos
gratuitos responderá de la culpa gra​ ve o levísima, según si la gratuidad cede en provecho del acreedor (depósito) o del deudor (comodato).

10. Contratos conmutativos y aleatorios.—Esta cla​ sificación es, en verdad, una subdivisión de los contratos onerosos.
Dispone el art. 1441: "El contrato oneroso es ​conmu​ tativo, c​ uando cada una de las partes se obliga a dar o hacer una cosa que se mira
como equivalente a lo que la otra parte debe dar o hacer a su vez; y si el equivalente consiste en una contingencia incierta de ganancia o pér​ dida, se
llama ​aleatorio".
Manual de Derecho Civil ​5

En el contrato conmutativo, el beneficio que cada par​ te persigue se mira como equivalente al gravamen que soporta; las partes están en situación de
apreciar de inme​ diato la ventaja o la pérdida que el contrato les acarrea. El arrendamiento, por ejemplo, es un contrato conmu​ tativo. La obligación de
pagar el precio que pesa sobre el arrendatario se considera como equivalente de la que el arrendador contrae de procurar el goce de la cosa arren​ dada, y
las partes pueden apreciar, desde que el contrato se celebra, sus mutuos beneficios y sacrificios.
En el contrato aleatorio, el beneficio y el gravamen recíproco de las partes depende de un acontecimiento in​ cierto, de modo que no es
posible apreciar su magnitud hasta que el acontecimiento se verifique.
Son contratos aleatorios la renta vitalicia, el juego, la apuesta, el seguro, el préstamo a la gruesa.
La distinción entre contratos conmutativos y aleato​ rios tiene importancia para la rescisión por causa de lesión. La rescisión por lesión enorme sólo tiene
cabida en los contratos conmutativos, como que consiste en una gra​ ve desproporción de las prestaciones que las partes mira​ ron como equivalentes.
Los contratos onerosos, que excepcionalmente son res​ cindióles por causa de lesión, dejan de serlo cuando, en vez de ser conmutativos,
revisten el carácter de aleatorios. Tal es el caso de la compraventa de minas (art. ​77 ​del C. de Minería).

11. Contratos principales y accesorios.—Distingue aún el Código entre contratos principales y accesorios. Dice el art. 1442: "El contrato
es ​principal ​cuando sub​ siste por sí mismo sin necesidad de otra convención, y ​accesorio ​cuando tiene por objeto asegurar el cumplimiento de una
obligación principal, de manera que no pueda sub​ sistir sin ella".
Ramón Meza Barros
16 ​

El contrato principal, por tanto, es el que tiene una vida propia e independiente, como la compraventa, la so- ciedad, el arrendamiento.
El contrato accesorio, por el contrario, se caracteriza porque su finalidad es garantizar el cumplimiento de una obligación y por su
situación de dependencia con respecto a la obligación garantizada.
Los contratos accesorios se denominan, en general, cauciones (art. 46).
El interés de esta clasificación deriva de la aplicación del principio de que lo accesorio sigue la suerte de lo prin- cipal. El contrato
accesorio no puede subsistir sin una obli- gación principal: por consiguiente, las causas que extinguen la obligación principal extinguen igualmente las
que pro- vienen del contrato accesorio.
Por esto, "la nulidad de la obligación principal aca- rrea la de la cláusula penal" (art. 1536); la fianza se extingue total o parcialmente
"por la extinción de la obli- gación principal en todo o parte" (art. 2381, N? 3?); se extingue la hipoteca "junto con la obligación principal" (art. 2434, N?
1?) •.

£1 contrato accesorio no puede ​subsistir s​ in una obligación principal, peto puede ​existir s​ in ella. En otros términos, se concibe el contrato
accesorio sin que exista aún la obligación principal; es inconcebible que sobreviva a la extinción de la obligación principal. La caución puede
constituirse para garantizar una obligación futura y, en tal caso, existirá la obligación accesoria antes que la principal​ . 7​

12., Contratos dependientes.—Ciertos contratos no caben en la definición legal de contratos accesorios, porque

* Por este motivo, el art. 2516 establece que la acción hipotecaria ​y demás que provienen de obligaciones accesorias, prescriben junto con la

obligación a que acceden. ​i ​Véanse los ara. 2339 y 2413.


Manual de Derecho Civil ​17

su finalidad no es asegurar el cumplimiento de una obli​ gación principal, pero manifiestamente dependen de otro contrato. Como respecto de los contratos
accesorios, no se concibe su existencia independiente.
Tal es el caso de las capitulaciones matrimoniales, cuyos efectos sólo habrán de producirse cuando se celebre el matrimonio.

13. Contratos consensúales, solemnes y reales.—Por último, el art. 1443 establece: "El contrato es ​real c​ uando, para que sea perfecto, es
necesaria la tradición de la cosa a que se refiere; es ​solemne, c​ uando está sujeto a la ob​ servancia de ciertas formalidades especiales, de manera que sin
ellas no produce ningún efecto civil; y es ​consensúa!, ​cuando se perfecciona por el solo consentimiento".
a) La regla general es que los contratos sean consen​ súales, esto es, que se perfeccionen por el solo acuerdo de voluntades, ​solo
consensu, c​ on prescindencia de todo requi​ sito de forma.
El otorgamiento de un instrumento que constate el acuerdo de voluntades puede tener importancia desde el punto de vista de la prueba.
La falta de un acto escrito, en caso de discusión, dificultará ciertamente la prueba, pero no obsta a que el contrato se encuentre perfecto.
Para el perfeccionamiento del contrato es indiferente que se hayan puesto en ejecución las obligaciones resul​ tantes. Así, una
compraventa será perfecta aunque el com​ prador no haya pagado el precio o el vendedor entregado la cosa.
b) El contrato solemne requiere la observancia de ciertas formas; no basta el consentimiento de las partes para que se repute perfecto. El
consentimiento de los con​ tratantes debe manifestarse o exteriorizarse mediante la observancia de las formas legales.
El cumplimiento de determinadas formas se justifica por diversos motivos. Pone a las partes a cubierto de un
Ramón Meza ​Barro»
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malentendido, atrae su atención acerca de la gravedad del contrato que concluyen y les suministra una prueba pre- constituida en caso de controversia.
Son contratos solemnes el matrimonio, la adopción, la hipoteca, la compraventa de bienes raíces.
• c) En los contratos reales tampoco es suficiente el solo consentimiento de las partes; es menester, además, la tradición o entrega de la cosa que es objeto
del contrato'. La existencia de esta clase de contratos está subordi​ nada al cumplimiento de una prestación previa de parte del futuro acreedor, y puesto
que consiste en la entrega de una cosa se les denomina reales.
A esta categoría de contratos pertenecen el comodato, el depósito, el mutuo, la prenda común.

Estos contratos generan todos la obligación de restituir, y la previa entrega de la cosa que ha de restituirte es, por lo tanto,
indispensable. La obligación de restituir no puede nacer antes de que la cosa se haya recibido. Tal era la opinión de Pothier.
Pero esu concepción del contrato real no resiste un examen serio. La obligación de restituir se concibe perfectamente sin que
preceda la entrega.
El arrendamiento es un contrato consensúa! que genera para el arrendatario la obligación de restituir la cosa arrendada. El
arren​ datario está obligado a restituir antes de que la cosa le sea entre​ gada; naturalmente que no estará -obligado a cumplir esta obligación ti
no ha habido entrega, o tea, no ha cumplido el arrendador su obligación recíproca de entregar.
El comodato, el mutuo, el depósito pueden ser concebidos como contratos en que una de las partes se obliga a entregar y la otra
a restituir.

1​El art. 1443 declara que' es necesaria la tradición de la cosa; asi ​ocurre en el mutuo. Pero en otros contratos reales, como la prenda y el

comodato, la entrega de la cosa no tiene el signifi​ cado de una tradición.


Manual de Derecho Civil ​19

En buena lógica, estos contratos deben considerarse como con​ tratos consensúales y sinalagmáticos.

14. Contratos nominados e innominados.—Contratos nominados son aquellos que tienen una individualidad acu​ sada y, por lo mismo,
un nombre y una reglamentación legal. ​Los contratos innominados, menos frecuentes en la práctica,
​ carecen de una denominación y, sobre todo, de una
especial reglamentación. Son creaciones de las partes que usan de su libertad de contratación.
Tales contratos son regidos por las estipulaciones de las partes, por los principios generales que gobiernan los contratos y por las reglas
legales dictadas para los con​ tratos afines.

15. Contratos de Ubre discusión y de adhesión.— El contrato de libre discusión supone que las partes con​ cluyen sus condiciones
como resultado de una libre deli​ beración. El contrato verdaderamente resume las volunta​ des convergentes.
Junto a éste tipo "venerable de contrato" ​ , ha ad​ quirido creciente auge el contrato denominado de adhesión. Una de las partes formula
9​

las condiciones del contrato y la otra se limita a prestar su aprobación o adhesión a di​ chas condiciones en block.
Esta forma revisten hoy el contrato de seguro, el de transporte, los de suministros de luz, agua, teléfonos, etc.

16. Contratos individuales y colectivos.—Contrato individual es aquel que requiere el consentimiento uná​ nime de las partes a quienes
dejará vinculadas. El contrato individual es el tipo normal de contrato.

» Josserand, ob. cit., t. ​II, N» 32.


Ramón Meza Baños
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Ni el número de las partes, ni la naturaleza de los intereses en juego determina que el contrato deba repu- tarse colectivo. El contrato
colectivo se caracteriza porque afecta a una colectividad o grupo de individuos, aunque no hayan concurrido a su celebración, por el hecho de pertenece;
a ese grupo o colectividad.
El ejemplo más típico es el contrato colectivo de tra- bajo, que obliga a todos los obreros del sindicato que lo ha celebrado y cuyas
estipulaciones se convierten en cláu- sulas obligatorias para todos los contratos individuales que se celebren durante su vigencia (arts. 17 y 18 del C. del
Trabajo).*

). COSAS QUE SE DISTINGUEN EN LOS CONTRATOS

17. Cosas de la esencia de los contratos, de su natu- raleza y accidentales.—Nuestro Código, siguiendo a Pothier, ha distinguido entre
cosas que son de la esencia de los con- tratos, cosas que son de su naturaleza y meramente acci- dentales.
El art. 1444 dispone: "Se distinguen en cada contra- to las cosas que son-de su esencia, las que son de su na- turaleza y las puramente
accidentales".
a) Son de la esencia del contrato "aquellas cosas sin las cuales o no produce efecto alguno, o degenera en otro contrato diferente".
Las cosas de la esencia del contrato le dan su fisono- mía propia y característica, le individualizan y distinguen de los demás.
La cosa y el precio son esenciales en la compraventa. A falta de cosa y precio, no hay contrato; si el precio no consiste en dinero, el
contrato será de permuta.
b) Son cosas de la naturaleza del contrato "las que no siendo esenciales en él se entienden pertenecer le, sin necesidad de una cláusula
especial".

H Código citado se encuentra derogado. En el actual Código del Trabajo ​(texto refundido fijado por el DFL N° 1 del Trabajo de 1994, publicado en el D. Of. el

24 de enero de 1994). vid. arts. 6 y 11 (N. del E).

Manual de Derecho Civil ​21

Las cosas de la naturaleza del contrato pueden ser su​ primidas o alteradas sin que pierda su fisonomía caracte​ rística; para ello hace
falta una cláusula formal. A falta de una expresa estipulación, tales cosas se subentienden y reputan incorporadas al contrato.
De esta dase de cosas es la obligación de garantía que pesa sobre el vendedor. Las partes no necesitan esti​ pular que el vendedor está
obligado al saneamiento y pue​ den convenir que no lo esté. Habrá siempre compraventa, pero una compraventa sin garantía.
c) En'fin, son cosas accidentales del contrato "aque​ llas que ni esencial ni naturalmente le pertenecen, y que se le agregan por medio de
cláusulas especiales".
Las cosas accidentales, por lo tanto, sólo pertenecen al contrato por acuerdo especial de las partes contratantes. Por ejemplo, es cosa
accidental del contrato la estipulación de un plazo par» efectuar el vendedor la entrega de la cosa vendida o la facultad del comprador de pagar el precio
por cuotas.

4. EFECTOS DE LOS CONTRATOS

18. Distinción.—El contrato arranca su fuerza obli​ gatoria de la voluntad de las partes. Es lógico, por consi​ guiente, que sus efectos
queden limitados o circunscritos a las personas que consintieron.
El viejo adagio ​res Ínter altos acta, alus nec nocere nec prodesse potest r​ esume estas ideas.
No ha establecido nuestro Código, como lo hace el Código francés, una disposición expresa que consagre el principio de que los
contratos no aprovechan ni perjudican a terceros ​ . l 0​

"> El art. 1165 del Código francés formula expresamente esta regla: ​"Las convenciones no tienen efecto sino entre las partes contra​ tantes; no

perjudican a terceros, ni les aprovechan sino en el caso previsto en el art. 1121".


Ramón Meza Barros
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No es dudoso, sin embargo, que el Código admite el mismo principio; se encuentra implícito en el art. 1545, que atribuye al contrato
legalmente celebrado el carácter de ley, pero sólo entre los contratantes.
En principio, el contrato no genera derechos ni im​ pone obligaciones a terceros; nadie puede resultar acreedor o deudor sin haber
consentido.
Sin embargo, junto a las partes se encuentran ciertas personas que aprovechan de los efectos del acto o sufren sus consecuencias. Por
esto, es menester enfocar los efectos del contrato desde el punto de vista de las partes y de los terceros, esto es, de los que no han sido partes en el acto.

1. ​EFECTOS ENTRE LAS PARTES

19. Concepto;de partes.—Son partes en un contrato las personas que intervinieron en su celebración, cuyo con​ sentimiento le dio vida.
Debe considerarse también como partes a aquellos que, sin intervenir personalmente en el contrato, actuaron debi​ damente
representados.
El mandante, por ejemplo, es parte en el contrato concluido por su mandatario, porque lo que una persona ejecuta a nombre de otra,
facultada por ella para repre​ sentarla, produce los mismos efectos que si hubiere con​ tratado el representado en persona (art. 1448).

20. La ley del contrato.—El art. 1545 precisa cuál es la fuerza que el contrato tiene entre las partes: "Todo contrato legalmente
celebrado es una ley para los contra​ tantes, y no puede ser invalidado sino por su consenti​ miento mutuo o por causas legales".
Las expresiones del art. 1545, tomadas del Código francés, indican de una manera singularmente enérgica la fuerza obligatoria del
contrato.
Manual de Derecho Civil ​23

Para los contratantes, el contrato constituye una ver- dadera ley particular, a la que deben sujetarse en sus mu- tuas relaciones del
mismo modo que a las leyes propia- mente dichas
Pero, al atribuir al contrato el carácter de una ley para los contratantes, el legislador no ha querido sólo va lerse de una fórmula vigorosamente expresiva
de su fuerza. Ha significado, además, que el legislador deja a las partes en libertad para señalar las normas que han de regir sus relaciones y que tales
normas tienen para ellas la fuerza de una verdadera ley.
Por lo mismo, las estipulaciones del contrato se im- ponen también a los jueces, quienes deben respetarlo para que sea acatada la
voluntad contractual.
El juez no puede, por tanto, alterar lo estipulado en el contrato celebrado legalmente, eximiendo a las partes de las obligaciones que les
impone, o atribuyéndole un di- verso significado del que los contratantes le atribuyeron.

21. Limitaciones al principio.—Tiene el carácter de una ley para los contratantes el contrato "legalmente cele- brado".
Por lo tanto, el contrato debe ser válido para que tenga la fuerza obligatoria de una ley particular entre los contratantes.
El contrato válido debe respetarse y cumplirse con dos únicas excepciones: a) que las partes acuerden abo- lirio; y b) que la ley autorice
expresamente dejarlo sin efecto por determinadas causas.

22. Infracción de la ley del contrato.—Corresponde a los jueces interpretar el contrato, en caso de controversia. En uso de esta facultad,
les incumbe determinar su sentido y señalar el alcance de sus estipulaciones.
Pero la calificación jurídica que corresponde atribuir al contrato, dados los hechos acreditados en el juicio y
Ramón Meza Barros
24 ​

cuya apreciación corresponde soberanamente a los jueces del fondo, es un problema de derecho.
Los jueces del fondo no pueden desconocer los efectos legales de una convención cuya existencia han constatado; la calificación jurídica
de un contrato y la determinación de sus obligadas consecuencias caen dentro del control de la Corte Suprema.
Del mismo modo, no es lícito a los tribunales, con el pretexto de interpretarlo, desnaturalizar las estipulacio​ nes del contrato, desconocer
lo pactado por los contratan​ tes y hacerle producir efectos no queridos por las partes o contrarios a los preceptos legales que lo rigen.
Al proceder de esta manera, se viola la ley del con​ trato o, mejor dicho, se infringe el gran principio que con​ sagra el art. 1545 de que los
contratos legalmente celebra​ dos-son una ley para las partes contratantes ​ .u​

23. Ejecución de buena fe.—El art. 1546 establece otra regla fundamental relativa a los efectos del contrato entre las partes contratantes:
"Los contratos deben ejecu​ tarse de buena fe, y por consiguiente obligan no sólo a lo que en ellos se expresa, sino a todas las cosas que emanan
precisamente de la naturaleza de la obligación, o que por la ley o la costumbre pertenecen a ella".
La ejecución de buena fe del contrato significa que debe cumplirse conforme a la intención de las partes y a las finalidades que se han
propuesto al contratar.
La buena fe contractual tiene como natural corolario que el contrato no sólo obliga a aquello que fue materia de una expresa estipulación.
Sin que sea necesario un expreso acuerdo de volun​ tades, se entienden incorporadas al contrato las cosas que

11​La Corte Suprema admite en la actualidad la procedencia del ​recurso de casación en el fondo por infracción de la ley del contrato.

Manual de Derecho Civil ​25

son de su naturaleza, aquellas que la ley indica supliendo el silencio de los contratantes y las que la costumbre con- sidera inherentes a la clase de contrato
de que se trata. Se comprende que la conclusión de un contrato sería un problema extremadamente complejo si las partes hubie- ran de prever todos sus
efectos y todas las consecuencias de su incumplimiento.
La regla del art. 1546 simplifica la tarea de las par- tes que contratan y hace posible que concreten su atención a las estipulaciones
fundamentales del contrato.
El art. 1546 establece, en suma, el gran principio de que las leyes relativas a los contratos son supletorias de la voluntad de las partes.

24. Principio de la autonomía de la voluntad.—El Código consagra el principio de la autonomía de la volun- tad. Las partes son libres
de señalar las proyecciones del contrato, su duración y, en general, sus efectos. El legisla- dor sanciona el acuerdo de voluntades, reputándolo una ley
para los contratantes.
La libertad de contratación no tiene más limitaciones, en general, que las que imponen las leyes en defensa de las buenas costumbres y
del orden público.
Esta tendencia, que atribuye a la voluntad un vasto poder creador de relaciones jurídicas, se refleja en múlti- ples aspectos.
Por de pronto, los particulares pueden celebrar toda suerte de contratos, aunque no sean de aquellos que la ley ha dotado de una especial
reglamentación, esto es, de con- tratos innominados.
Los contratos son generalmente consensúales; el solo consentimiento es bastante para que se perfeccionen, inde- pendientemente de la
observancia de formas externas.
Las partes pueden hacer solemnes aquellos contratos que son naturalmente consensúales y revestirlos de las so- lemnidades que juzguen
convenientes (arts. 1802 y 1921).
Ramón Meza Barros
26 ​

En la interpretación de los contratos debe atenderse, en primer término, a la intención o espíritu de los con​ tratantes.
En suma, las disposiciones legales que rigen los con​ tratos son regularmente supletorias de la voluntad de las partes y pretenden
interpretar esta voluntad que no ha llegado a manifestarse ​ . 1 S​

25. Limitaciones al principio de la autonomía de la voluntad.—Se percibe nítidamente una tendencia creciente de la legislación a
limitar el poder creador de la voluntad individual.
El principio de la autonomía de la voluntad descansa en la hipótesis optimista de la igualdad de los contratantes; éstos, libremente,
formularán las normas más adecuadas para satisfacer sus necesidades.
Pero desde que se reconoce que el contrato no es el fruto de un acuerdo de voluntades en que las partes actúan en un pie de igualdad, el
principio ha debido sufrir con​ siderable descrédito.
Una materia de tanta envergadura como el contrato de trabajo escapa a la libre discusión de los contratantes. La ley reglamenta la
duración del trabajo, la remunera​ ción y demás condiciones generales en que debe realizarse. El Código del Trabajo proclama la irrenunciabilidad de los
derechos que confiere (art. 665 del C. del Trabajo).*
Múltiples leyes regulan el precio de venta y arrenda​ miento de ciertos bienes, reglamentan las condiciones en que pueden introducirse
al país determinadas mercade​ rías, etc.
La estabilidad del contrato tiende a hacerse más pre-

12​Del mismo modo, las reglas de la sucesión intestada constituyen el testa​ ​mento licito del causante. La ley regla la sucesión cuando el testador no dispuso o, por

diversas causas, se fnutra la manifestación de voluntad. * El Código citado se encuentra derogado. En el actual Código del Trabajo (texto refundido fijado por el

DFL N° 1 del Trabajo de 1994, publicado en el D. Of. el 24 de enero de 1994), vid. art. 5 (N. del E.).

Manual de Detecho Ovil ​27

caria. El concepto de la lesión adquiere un desarrollo cre- ciente y de causal que justifica la invalidación de muy con- tados actos jurídicos, tiende a
convertirse en una causal capaz de invalidar toda relación jurídica que ocasione a una de las partes un grave daño pecuniario.
La teoría de la imprevisión plantea la posibilidad de que los tribunales puedan alterar o modificar las condicio- nes de un contrato,
cuando circunstancias posteriores a su celebración, imprevistas e imprevisibles, hacen variar las circunstancias vigentes al tiempo de su celebración y
origi- nan un grave desequilibrio en las prestaciones de las partes.

2. EFECTOS RESPECTO DE TERCEROS

26. Quiénes son terceros.—El principio de que el contrato no afecta a terceros, tan simple en su enunciación, plantea el problema de
averiguar quiénes son terceros.
Entre los no contratantes hay personas cuya situación es radicalmente diversa. Preciso es distinguir entre: a) los herederos o sucesores a
título universal; b) los sucesores a título singular; c) los acreedores de las partes; y d) los verdaderos terceros que la doctrina llama, para distinguir- los
con nitidez, ​penitus extrañe:.

27. Herederos o sucesores a título universal.—Los sucesores a título universal no pueden considerarse extra- ños al contrato, pese a que
no intervinieron en su cele- bración.
Los herederos representan a su causante, se identifi- can con él, le suceden en todos sus derechos y obligaciones transmisibles (art.
1097).
Por lo tanto, los herederos se convertirán en acree- dores o deudores, en los mismos términos que lo era su causante, de cuya
personalidad son la continuación y cuyo patrimonio recogen.
Ramón Meza Barros
28 ​

Para expresar sintéticamente estas ideas, se dice que quien contrata lo hace para sí y para sus herederos ​ . 1 1​

Los contratos, pues, aprovechan y perjudican a los herederos de modo que sus efectos pueden invocarse por ellos y contra ellos. Pero

​ celebran ​intuito personae, c​ omo el mandato, la sociedad,


esta regla tiene algunas excep​ ciones. ​a) Se exceptúan, desde luego, aquellos contratos que se

La muerte del contratante pone fin a los efectos del con​ trato. ​b) Exceptúanse, asimismo, los contratos de que deri​ ​van derechos personalísimos, como los
de habitación y uso. El derecho de usufructo tampoco es transmisible a los he​ rederos del titular.
c) Puesto que la ley no ha vedado una estipulación semejante, se exceptúan también los contratos en que las partes han convenido
expresamente que sus consecuencias no ligarán a sus herederos.

28. Sucesores a título singular.—Los sucesores a tí​ tulo singular adquieren de su causante determinados bienes o derechos; no le
suceden en el todo o en una cuota de su patrimonio.
Tales son el legatario, el cesionario, el comprador, el donatario.
El derecho del causahabiente a título singular se mide exactamente por el de su causante, de acuerdo con la re​ gla de que nadie puede
transferir más derechos que los que posee, ​nemo plus juris in alienum transferre potest quam ipse babel.
En otros términos, el sucesor a título singular adquiere

" El art. 1122 del Código francés establece expresamente esta ​regla: se considera que se estipula para sí y para los herederos y causahabientes, a

menos que se haya estipulado lo contrarío o resulte de la naturaleza de la convención.


Manual de Detecho Civil ​29

el bien tal como se encontraba en virtud de los contratos que, respecto de dicho bien, había celebrado el causante. Por consiguiente, los contratos por los
que el autor había consolidado, transformado, aumentado o disminuido su derecho, aprovecharán o perjudicarán al causahabiente a título singular ​ . 14​

£1 sucesor hace suyas las ventajas atribuidas por su causante al derecho que adquiere. Así, el cesionario de un crédito se beneficia con la
fianza, prenda o hipoteca que lo garantiza, y aprovecha de los contratos celebrados por el cedente para obtener estas cauciones que mejoran o ro- bustecen
su derecho.
Por la inversa, debe el sucesor soportar las consecuen- cias de las limitaciones impuestas por el causante con an- terioridad, como una
hipoteca o una servidumbre. El com- prador de un inmueble, por ejemplo, quedará ligado por la transacción que antes de la venta celebró su vendedor que
limitó su dominio del predio.
Pero los contratos que no afectan al derecho mismo, ni para mejorarlo, disminuirlo, consolidarlo o transformar- lo, no pueden ser
opuestos al causahabiente ni invocados por éste. Supóngase que se vende y transfiere un predio arrendado. Ni el arrendatario podrá prevalerse de los dere-
chos derivados del contrato contra el adquirente, ni éste podrá invocar el contrato contra el arrendatario ​ .
1 B​

Dos condiciones deben reunir los contratos que han de afectar a los sucesores a título singular:
a) deben ser anteriores a la adquisición, y b) deben referirse al bien mismo adquirido.

29. Acreedores de las partes.—El deudor conserva la facultad de gestionar libremente su patrimonio sobre que recae el derecho de
prenda general de los acreedores.

i« Baudry-Lacantinerie, ob. cit., t. II, N* 829. ​Véase el N* 355 y sgtes.


Ramón Meza Barros
30 ​

La prenda general se verá incrementada por las ad- quisiciones que haga el deudor y experimentará una dis- minución con las riuevas
obligaciones que contraiga.
En este sentido, los contratos celebrados por el deu- dor afectan a los acreedores y les son oponibles; los acree- dores, en suma, no son
partes pero tampoco se les puede considerar por completo terceros.
Estos principios sufren importantes excepciones. a) La confianza ilimitada que los acreedores han pues- to en su deudor, supone que éste les pague con
la misma moneda. Deben sufrir los resultados de sus negocios desa- fortunados, pero no las consecuencias de sus actos fraudu- lentos. ​Los acreedores,

reputados en tal caso terceros, pueden impugnar


​ los actos ejecutados por el deudor por medio de la acción pauliana o revocatoria.
b) Asimismo, los acreedores pueden desconocer los actos simulados del deudor.
Considerados para estos efectos como terceros, pue- den optar por atenerse a las apariencias del contrato osten- sible o impugnarlo,
demostrando la simulación.

30. Los terceros extraños.—Los verdaderos terceros, ​penitus extranei, s​ on aquellos a quienes no liga ni ligará en el futuro ninguna
relación con los contratantes.
Para estos terceros rige plenamente el principio de la relatividad de los efectos del contrato. El contrato no puede conferirles o quitarles
un derecho, convertirles en acreedores o deudores.
De acuerdo con el art. 1815, la venta de cosa ajena es válida, sin perjuicio de los derechos del dueño. Para el propietario, tercero
totalmente extraño al contrato, no produce éste ningún efecto, no puede menoscabar su dere- cho. Por esto podrá accionar, con completa prescindencia
del contrato, en contra del comprador y adquirente.
Manual de Derecho Civil ​31
31. Excepciones al principio de la relatividad de los efectos del contrato.—El principio de la relatividad de los efectos del contrato tiene
diversas excepciones.
Merece citarse, como ejemplo, el contrato de matri- monio; algunas de sus consecuencias se imponen aun a los extraños. La incapacidad
de la mujer casada, en el régimen de sociedad conyugal, se impone ​erga omnes; l​ os que con- traten con la mujer no podrán intentar eludir las conse-
cuencias de la incapacidad, a pretexto de que son extraños al contrato de matrimonio que le da origen.*
Pero ésta y otras análogas no constituyen propiamen- te una excepción al principio general, en el sentido de que los efectos del contrato
alcanzan a terceros porque así lo hayan querido las partes.
El contrato colectivo de trabajo, en cambio, constituye una excepción típica, porque se celebra con el propósito deliberado de crear
derechos y obligaciones para terceros. El art. 18 del Código del Trabajo declara que las estipu- laciones del contrato colectivo se convertirán en parte inte-
grante de los contratos individuales que se celebren du- rante su vigencia." *
Merecen un párrafo aparte la estipulación a favor de otro y la promesa por otro.

1. ​La estipulación a favor de otro

32. Precedentes históricos.—El derecho romano no admitió la estipulación a favor de otro, ateniéndose rígi- damente al principio de que
los contratos no producen efectos sino entre las partes. Nadie podía estipular por otro, ​alteri stipulari nemo potest.
La presión de las necesidades temperó el rigor de la regla; excepcionalmente se admitió que la donación con gravamen otorgaba al beneficiario una
acción para recla- mar la prestación impuesta por el donante al donatario. La tendencia románica adversa a la estipulación y la

• Derogado por la ley 18.802 (D. Of. 9 de junio de 1989) (N. del E.). ​** El Código citado está derogado. En el actual Código del Trabajo (texto refundido fijado por

el DR. N° I del Trabajo de 1994, publicado en el D. Of. el 24 de enero de 1994). vid. art. 11 (N. del E).
Ramón Meza Barros
32 ​

tendencia favorable del derecho germánico, culminan en una transacción que, a través de Pothier, adoptó el Código francés.
En efecto, el art. 1119 del Código francés establece que no se puede, en general, estipular a nombre propio sino por sí mismo. Pero el
art. 1121 añade que se puede estipular en provecho de un tercero, cuando tal es la con- dición de una estipulación que se hace por sí mismo o de una
donación que se hace a otro.
La jurisprudencia ha interpretado estas disposiciones del modo más liberal, admitido la estipulación en todos los casos en que se evidencia su utilidad
práctica y dejado en el olvido la regla caduca ​alten stipulari nemo potest. ​Nuestro Código se apartó de su modelo y consagra ampliamente el derecho de
estipular a favor de otro.

33. Importancia de la estipulación a favor de otro.— El interés de la estipulación a favor de otro deriva de que importantes contratos adoptan la forma de
tal estipulación. a) Adopta esta forma el contrato de seguro de vida. Asegurador y asegurado convienen que en caso de falleci- miento del segundo, el
primero pague una indemnización a un tercero que se designa.
El beneficiario del seguro es un extraño al contrato y, sin embargo, en favor suyo ceden sus estipulaciones. b) La forma de una estipulación a favor de
otro to- ma, también, el contrato de transporte, cada vez que el consignatario sea una persona jurídicamente extraña al con- signante. .
El contrato, celebrado entre el acarreador y el con- signante,, cede en favor de un tercero como es el consig- natario.
c) El mismo carácter reviste la estipulación que cele- bren el comprador y el vendedor de un establecimiento de comercio por la que el
segundo se obliga, por ejemplo, a conservar a su servicio al actual personal.
Manual de Derecho Civil ​33 34.
​ Personas que intervienen en la estipulación.— Intervienen en la estipulación tres personas: el estipulante, el
prometiente y el tercero beneficiario.
En el contrato de transporte, por ejemplo, el estipu- lante, el prometiente y el tercero beneficiario están repre- sentados,
respectivamente, por el consignante, el acarrea- dor y el consignatario. En el seguro, el asegurado es el estipulante, el asegurador es el prometiente y el
tercero beneficiario es la persona a quien debe pagarse la indem- nización convenida.

35. Nuestra ley positiva.—El Código Civil, como se dijo, reconoce valor a la estipulación a favor de otro, sin restricciones. El art.
1449 dispone: "Cualquiera puede es- tipular a favor de una tercera persona, aunque no tenga derecho para representarla; pero sólo esta tercera persona
podrá demandar lo estipulado; y mientras no intervenga su aceptación expresa o tácita, es revocable el contrato por la sola voluntad de las partes que
concurrieron a él".
La disposición destaca con nitidez los caracteres de la estipulación, a saber:
a) Una de las partes —el estipulante— que no tiene la representación del tercero, conviene que la otra —el prometiente— realizará en
favor de dicho tercero una de- terminada prestación.
b) El contratante no puede reclamar el cumplimiento de lo estipulado, derecho que sólo compete al tercero en cuyo beneficio ha
celebrado la estipulación.
c) La voluntad del tercero no interviene para adqui- rir el derecho, sino para hacer definitiva e irrevocable la estipulación que, mientras
no es aceptada, puede revocarse por las partes contratantes.

36. Es menester que el tercero sea extraño a la con- vención.—La estipulación a favor de otro requiere que el tercero beneficiario sea
realmente extraño a la convención de que arranca su derecho.
Ramón Meza Barros
34 ​

Por esto resulta indispensable que el estipulante no tenga derecho para representar al tercero. Si la persona qué estipula a favor de otra es
su mandatario o represen- tante legal, el beneficiario no es un extraño, sino que parte en el contrato. No intervendrían jurídicamente sino dos personas.
Tampoco podrá considerarse al beneficiario como un extraño cuando invista la calidad de heredero. Tal sería el caso del seguro en que el
beneficiario fuera la sucesión del estipulante.
Los herederos deberán invocar su calidad de tales para reclamar los beneficios de la estipulación y dicha calidad los identifica con el
estipulante ​ .
1 6​

37. Es preciso que el estipulante obre a nombre propio.—Pero no basta que el estipulante no tenga dere- cho para representar al tercero.
Es preciso que obre a su propio nombre.
En caso de obrar sin poder, pero a nombre del ter- cero, el estipulante será un agente oficioso. Jurídicamente no estipula para otro, sino a
nombre de otro.
Se aplicarán, entonces, las reglas de la agencia oficiosa. Mientras el tercero no ratifique, no se convertirá en acree- dor; desde que ratifica,
deja de ser un tercero y el acto se reputa ejecutado por él, porque el estipulante se con- siderará retroactivamente como su mandatario.

38. Sólo el tercero puede demandar lo estipulado.— El art. 1449 es terminante en el sentido de que única- mente el tercero "podrá
demandar lo estipulado".
La particularidad de la estipulación a favor de otro consiste, justamente, en que crea para el tercero un dere- cho exclusivo y directo.

Véase el N* 27.
Manual de Derecho Qvíl ​35

39. Revocación de las partes.—De acuerdo con el art. 1449, mientras no intervenga la aceptación del tercero, "es revocable el contrato
por la sola voluntad de las partes que concurrieron a él".
La disposición deja en claro que la revocación es el resultado de un acuerdo de voluntades y no un acto uni​ lateral del estipulante ​ .
1 T​

Los efectos de la revocación variarán según el acuerdo de las partes. Podrá dejarse sin efecto íntegramente el con​ trato o sólo alterarse
sus términos, como si en el seguro se conviene que sea otra persona el beneficiario.
La revocación puede ejercitarse libremente, aunque no siempre en forma impune para el estipulante. Es evidente que el estipulante será
responsable al tercero si, obligado a entregar ciertas mercaderías, revoca la estipulación cele​ brada con un acarreador por la que éste se obligaba a en​
tregar dichas mercaderías. Pero, en verdad, la responsabi​ lidad no resulta propiamente de la revocación, sino del in​ cumplimiento de la obligación de
entregar que había con​ traído el estipulante.

40. Aceptación del tercero.—La facultad de las par​ tes de revocar la estipulación dura hasta que interviene la aceptación del tercero.
Esta aceptación puede ser expresa o tácita. El art. 1449 establece que "constituyen aceptación tácita los actos que sólo hubieran podido
ejecutarse en virtud del con​ trato". ​La aceptación puede prestarse en todo tiempo, mien​ ​tras las partes no hayan revocado la estipulación. Pero la
aceptación no es una condición para la adquisición del derecho por el tercero. El derecho nace para él directa​ mente de la estipulación.
17​ El art. 1121 del Código francés, al contrario, considera la revo​ ​cación como un acto unilateral del estipulante.
Ramón Meza Barros
36 ​

La aceptación, pues, no condiciona la incorporación del derecho al patrimonio del tercero, sino que hace irre- vocable el contrato. Por
la aceptación, el derecho revoca- ble del tercero se torna irrevocable.

41. Naturaleza jurídica de la estipulación.—La im- portancia creciente de la estipulación a favor de. otro ha movido a la doctrina a
buscar una explicación de sus pecu- liares efectos, que derogan el principio general de la rela- tividad dé los contratos.
Tres, explicaciones; o doctrinas .principales se han for- mulador a) la-de la oferta; b) la de la agencia oficiosa, ye) la del derecho directo
o creación directa de la acción.

42. Doctrina de la oferta.—La doctrina de la oferta supone que el estipulante ofrece al tercero el derecho de que se trata y éste lo
incorpora a su patrimonio por medio de la aceptación. Por este motivo, aceptada la oferta, pro- metiente y estipulante no pueden echar marcha atrás.
£1 estipulante adquiere para sí el derecho y lo incor- pora a su patrimonio; luego ofrece al tercero transmitirle el derecho, traspasarle
los beneficios de la estipulación, que le sustituya como acreedor del prometiente.

Aceptada la oferta, interviene un segundo acuerdo de voluntades para transferir el derecho del estipulante al ter- cero ​ . ​La teoría de la
1 8​

oferta ha sido abandonada por las gra- ves


​ consecuencias prácticas a que conduce:
a) Por de pronto, el derecho del tercero no nacería sino al intervenir su aceptación; mientras tanto, habría una simple oferta sujeta a
todas las contingencias de una poli- citación.
La oferta está expuesta a caducar, entre otras causas,

18​Esta doctrina ha sido preconizada por Laurent, "Principes du ​Droit Civil Francais", t. XV, N* 559 y sgtes.
Manual de Derecho Civil

por la muerte del proponente ​ , • circunstancia que sería fatal para el tercero. Piénsese en el seguro de vida. La aceptación se presta ordinariamente
1 9​

después de la muerte del estipulante, esto es, cuando ya habría caducado la oferta. b) Por otra parte, el tránsito del derecho por el pa- trimonio del
estipulante puede ser igualmente fatal para el beneficiario.
Los acreedores podrán hacer valer sus.créditos en el derecho nacido para el estipulante de la estipulación, por ejemplo,-en la suma
asegurada.
. Los. herederos del estipulante podrán considerar el derecho como parte del patrimonio hereditario y, repután- dolo una liberalidad,
exigir que se colacione o reduzca.
Los propósitos del estipulante obviamente se frus- tran; su intención, en el caso del seguro de vida, fue que el tercero recibiera, en todo
caso, el capital asegurado y he aquí que éste resultaría la presa de sus acreedores o de sus herederos ​ . 2 0​

43. Doctrina de la agencia oficiosa.—La doctrina de la agencia oficiosa considera al estipulante como un gestor de negocios y reputa
interesado al tercero.
£1 estipulante gestiona intereses ajenos y no los suyos propios. La aceptación no es otra cosa que la ratificación del interesado de una
gestión que le resulta beneficiosa. Los efectos de la ratificación se retrotraen al momento del contrato;, la ratificación convierte la gestión en un man- dato
y, én suma, se considera que. el tercero ha tratado directamente con el prometiente ​ . 2 1​

La doctrina de la agencia oficiosa posee, con relación a la anterior, una doble ventaja. En primer lugar, la ope- ración no tiene ya el
carácter precario que resulta de la

" Véase el art. 101 del C. de Comercio. ​-«» Josserand, ob. cu., t. II, N° 299. *» Planiol, "Traite Elementaire de Droit Civil", t. II, N"«- 1218 y

sgtcs.
Ramón Meza Barro»
38 ​
teoría de la oferta; la gestión puede ser ratificada aun des- pués de la muerte del gestor. En segundo lugar, el derecho no permanece en el
patrimonio del estipulante, antes de la aceptación, expuesto a la acción de acreedores y herederos. Pero la verdad es que median entre la
estipulación a favor de otro y la agencia oficiosa, diferencias profundas; la agencia oficiosa es excluyeme de la estipulación.
Por de pronto, el estipulante actúa a nombre propio, mientras que el gestor es un mero intermediario y obra a nombre del
interesado. Como consecuencia, permanece dueño de la situación, por lo menos mientras no intervenga la aceptación del tercero.
Por otra parte, no media entre el estipulante y el tercero ninguna relación; éste no podría reclamar cuentas a aquél. Entre tanto,
la gestión de negocios crea entre el gerente y el interesado un conjunto de relaciones jurídicas.

44. Doctrina de la creación directa del derecho.— La doctrina de la creación directa del derecho considera la estipulación a
favor de otro, francamente, como una derogación del principio general en cuya virtud los contra- tos no aprovechan a terceros.
Par excepción al principio, el contrato crea directa- mente un derecho para el tercero, como los que genera para las partes.
La doctrina así enunciada' más bien constata que ex- plica el resultado de la estipulación.
El crédito del tercero tiene su origen en una decla- ración unilateral de voluntad. Solamente el prometiente ha consentido en
obligarse. El derecho del tercero, ante que el futuro acreedor manifieste su voluntad, se origina en una declaración unilateral de la voluntad del
estipulante.

45. ​Efectos de la estipulación.—Los efectos de la estipulación han quedado anteriormente expresados. Para una mejor
comprensión, conviene estudiarlos desde un tri-
Manual de Derecho Ovil ​J9

pie punto de vista: a) entre el prometiente y el tercero; b) entre el estipulante y el tercero, y c) entre el estipu- lante y el prometiente.

46. Relaciones entre el tercero ​y ​el prometiente.— El tercero beneficiario, desde el momento de la estipula- ción, queda convertido en
acreedor del prometiente.
Como consecuencia, puede el tercero reclamar del pro- metiente el cumplimiento de la prestación debida. Todavía más, el art. 1449 es
concluyeme en el sentido de que sola mente el tercero puede demandar lo estipulado.
Pero, aunque investido del derecho de demandar eJ cumplimiento de la estipulación, el tercero no es parte en el contrato. No podría
demandar su resolución por incum- plimiento de" las obligaciones del prometiente. Es éste un derecho que compete sólo a los contratantes.

47., Relaciones del tercero con el estipulante.—El estipulante y el tercero permanecen extraños; no media entre ellos ninguna relación
jurídica derivada de la estipu- lación. ​El derecho del tercero nace directamente de la esti- pulación,
​ sin que primeramente se radique en el patrimo- nio del
estipulante.

48. Relaciones del estipulante con el prometiente.— Estipulante y prometiente son las partes contratantes.
a) La estipulación ofrece la peculiaridad de que el estipulante, pese a su condición de parte, no puede de- mandar el cumplimiento de
lo convenido. Este derecho corresponde sólo al tercero beneficiario.
Sin embargo, por una vía indirecta, puede el estipu- lante compeler al prometiente al cumplimiento de su pro- mesa. En efecto, el art.
1536 dispone que es eficaz la cláusula penal en que el prometiente "se sujeta a una pena para el caso de no cumplir lo prometido".
Ramón Meza Barros
40 ​

£1 estipulante que no está autorizado para reclamar el cumplimiento de lo estipulado puede, en cambio, deman- dar el pago de la pena y compeler al
prometiente a cumplir. b) Pero no es dudoso que el estipulante tiene dere- cho a pedir la resolución del contrato. Las reglas generales no han sido
derogadas a este respecto y, por lo mismo, conservan su imperio.

2. ​La promesa por otro

49. Concepto.—En la estipulación a favor de otro, un tercero adquiere un derecho en virtud de un contrato a que permanece extraño,
y el principio de la relatividad de los contratos sufre una importante excepción.
En cambio, el principio no admite derogaciones cuan- do, en vez de la adquisición de un derecho, se trata de la creación de una
obligación.
En suma, se puede ser acreedor sin haber consentido; pero sin haber expresado el propósito de obligarse no es posible convertirse en
deudor.
El art. 1450 dispone: "Siempre que uno de los con- tratantes se compromete a que por una tercera persona, de quien no es legítimo
representante, ha de darse, hacerse o no hacerse alguna cosa, esta tercera persona no contraerá obligación alguna, sino en virtud de su ratificación; y si
ella no ratifica, el otro contratante tendrá acción de per- juicios contra el que hizo la promesa".

50; La promesa no es una excepción al principio de la relatividad de los contratos.—La promesa por otro no constituye una
derogación al principio de la relatividad de los efectos de los contratos.
El tercero no contrae ninguna obligación sino en vir- tud de su ratificación, esto es, si no acepta imponérsela. Si el tercero ratifica, quedará obligado a
dar, hacer o no hacer aquello que constituye el objeto de la promesa.
Manual de Derecho Civil ​41

A la vez, el que prometió por otro habrá cumplido su promesa de hacer que el tercero asuma la obligación. En caso contrario, si el tercero rehusa ratificar,
no contrae ninguna obligación. Y el prometiente habrá violado su promesa de obtener que el tercero se obligue e incu​ rrirá en la responsabilidad
consiguiente. Esta infracción dará al otro contratante "acción de perjuicios contra el que hizo la promesa". (Art. 1450).

51. Estipulación de una cláusula penal.—El art. 1536 establece que si se promete por otra persona, imponiéndose una pena para el caso
de no cumplirse lo prometido, "val​ drá la pena, aunque la obligación principal no tenga efecto por falta del consentimiento de dicha persona".
La disposición es defectuosa, porque sugiere que es eficaz la pena sin que haya una obligación principal. La verdad es, entre tanto, que
si bien la obligación del tercero no llega a formarse por falta de su consentimiento, la obli​ gación del prometiente existe y, si no obtiene que el ter​ cero dé,
haga o no haga lo prometido, infringirá su obli​ gación y deberá indemnizar perjuicios. Estos perjuicios pue​ den ser avaluados por medio de una cláusula
penal.

3. ​Teoría de la inoponibiltdad

52. Concepto.—La inoponibilidad puede definirse co​ mo "la ineficacia, respecto de terceros, de un derecho na​ cido como consecuencia
de la celebración o de la nulidad de un acto jurídico" ​ .
2 2​

Puesto que el contrato no liga sino a los contratantes, parece ocioso que el legislador se preocupe de proteger a los terceros. Pero la
gama de los terceros es variada y su respectiva situación radicalmente diversa.

22​Tal es la definición de Bastían. Sobre esta materia, véase Baltra ​Cortés, "Ensayo de una teoría general de los actos inoponibles".
Ramón Meza Barros
42 ​

Los sucesores a título universal de las partes, sus he- rederos, no son propiamente terceros y, salvo excepciones, les afectan
activa y pasivamente las consecuencias del con- trato celebrado con el causante**.
​ l contrato no les afecta y serían inoficiosas las
Igualmente clara es la situación de los terceros extra- ños, ​pemtus extranei. E
medidas de protección que se adoptaran a su respecto.
Dichas medidas de protección se justifican respecto de los terceros que suelen ser alcanzados por los efectos del acto jurídico;
tales serían los sucesores a título singular de las partes y sus acreedores * ​ .4​

Estas medidas de protección consisten en la observan- cia de ciertas reglas de forma y de fondo para que el acto sea oponible a
-terceros. La inobservancia de estas reglas determina que el acto no sea oponible. Plenamente eficaz entre las partes, no empecerá a terceros,
como si no se hubiera celebrado.
Pero la inoponibilidad también protege a los terceros de las resultas de la declaración de nulidad de un acto, cuya vigencia les
interesa. La inoponibilidad, en tal caso, tempera el rigor de la nulidad. El acto es nulo entre las partes, pero plenamente eficaz respecto de
terceros.

53. ​Clasificación de las causas de inoponibilidad.— Las causas que determinan la inoponibilidad son numero- sas y variadas y
no resulta sencillo reducirlas a un sistema general.
En líneas generales, la inoponibilidad puede perseguir dos finalidades: a) la protección de los terceros de los efectos de un acto
válido, y b) la protección de los ter- ceros de los efectos de la declaración de nulidad de un acto.

*• Véate el N* 27. " Véante los N~- 28 y 29.


Manual de Derecho Civil ​41

La inoponibilidad que protege a los terceros de los efectos de un acto válido, proviene de circunstancias for- males o de fondo.
Entre las primeras, merecen mencionarse la inoponi- bilidad por falta de publicidad y por falta de fecha cierta. Entre las
inoponibilidades de fondo, pueden señalarse la inoponibilidad por fraude, por lesión de derechos adqui- ridos, por lesión de las asignaciones
forzosas, por falta de comparecencia.

54. Inoponibilidad por falta de publicidad.—Los re- quisitos de forma de que está revestido un acto jurídico se exigen
regularmente ​erga omnes y​ su omisión acarrea nulidad.
Pero la ley suele exigir la observancia de determina- das formas con el solo propósito de proteger a terceros; tales formas
tienden a dar publicidad al acto para hacerlo conocido de terceros.

La omisión de estas formalidades o medidas de publi- cidad no anula el acto, solamente lo hace inoponible a ter- ceros. ​a) El art.

1707 establece que las escrituras privadas que


​ hacen los contratantes para alterar lo pactado en una escritura pública, "no producirán efecto
contra terceros". Y añade la disposición: "Tampoco lo producirán las con- traescrituras públicas, cuando no se ha tomado razón de su contenido
al margen de la escritura matriz cuyas dispo- siciones se alteran en la contraescritura, y del traslado en cuya virtud ha obrado el tercero".
Las alteraciones a lo pactado tienen plena eficacia en- tre las partes, bien se hagan por escritura pública o pri- vada. Pero son
inoponibles a terceros las alteraciones que constan de escritura privada, o de escritura pública cuando no se han adoptado las medidas de
publicidad previstas. Para los terceros no existirán sino las estipulaciones de la primitiva escritura.
44 Ramón Meza Barros

Supóngase que en la compraventa de un bien raíz que A hizo a B se estipuló que se quedaría adeudando un sal​ do de precio de $ 120 y
que por escritura posterior los contratantes declaren que el precio sé pagó de contado. Omitidos los requisitos del art. 1707, para los terceros no existe
sino el texto primitivo del contrato y, por ejemplo, los acreedores de A podrán embargar el crédito contra B por $ 120.
b) La cesión de créditos nominativos se perfecciona entre el cedente y el cesionario por la entrega del título; pero "no produce efecto
contra el deudor ni contra ter​ ceros" si no ha sido notificada al deudor o aceptada por éste (art. 1902).
La falta de notificación o aceptación hace la cesión inoponible a terceros y al propio deudor. Como dice el art. 1905, "en general, se
considerará existir el crédito en manos del cedente respecto del deudor y terceros" ​ .
2 n​

c) La disolución de la sociedad no podrá alegarse con​ tra terceros, a menos que haya expirado por la llegada del plazo para que tenga
fin, sino cuando se ha dado noticia de la disolución por medio de tres avisos publicados en un periódico del departamento o de la capital de la provincia si
en aquél no lo hubiere, o se probare que el tercero ha tenido conocimiento de ella por cualquier medio (art. 2114). ​La omisión de estos requisitos de

publicidad o la fal​ ta-de


​ prueba, hará que los terceros consideren la sociedad como vigente.
d) Con arreglo a lo dispuesto en el art. 2513, la sen​ tencia judicial que declara una prescripción adquisitiva de bienes raíces o derechos
reales constituidos en ellos "no valdrá contra terceros sin la competente inscripción" ​ . 2<i​

a» Véase el N? 267. ​ Para una completa nómina de los casos de inoponibilidad de ​esta índole, véase Baltra, ob. cit., N- 55 y sgtes.
28​

Manual de Derecho Civil ​45

55. Inoponibilidad por (alta de (echa cierta.—La inoponibilidad puede producirse por la falta de fecha cierta. El art. 1703 establece que "la fecha de un
instrumen- to privado no se cuenta respecto de terceros", sino desde que han ocurrido hechos tales como el fallecimiento de alguna de las personas que lo
suscribieron, su presentación en juicio, etc.
El instrumento privado, reconocido o mandado tener por reconocido, hace fe de su fecha respecto de los que aparecen o se reputan
haberlo suscrito y de aquellos a quienes se han transferido sus derechos y obligaciones.
Pero para que adquiera fecha cierta respecto de ter- ceros, para que les sea oponible en este aspecto, es menes- ter que ocurra alguno de
los hechos que señala el art. 1703 ​ .
2 T​

56. Inoponibilidad por fraude.—El deudor conserva la libertad de gestionar su patrimonio; el acreedor debe soportar las consecuencias
de las alternativas que experi- mente el patrimonio del deudor y, en consecuencia, en este sentido, sus actos le son oponibles.
Pero los acreedores no están obligados a soportar las consecuencias de los actos de fraude del deudor y pueden impugnarlos por medio de la acción
pauliana o revocatoria. En verdad, la acción pauliana o revocatoria es una acción de inoponibilidad. El acto no es invalidado, sino respecto del acreedor
que dedujo la acción y en la medida en que lesiona sus intereses.

57. Inoponibilidad por lesión de derechos adquiri- dos.—La inoponibilidad opera igualmente como una me

27​El art. 419 del Código Orgánico de Tribunales añade que la ​protocolización da igualmente fecha cierta respecto de terceros al instrumento

privado.
Ramón Meza Barros
46 ​

dida de protección para impedir la lesión de derechos ad quiridos e incorporados en el patrimonio de una persona. a) El art. 94 establece que las personas
en cuyo favor se rescinde el decreto de posesión definitiva, "recobrarán los bienes en el estado en que se hallaren, subsistiendo las enajenaciones,
hipotecas y demás derechos reales consti​ tuidos legalmente en ellos".
La rescisión no afecta a los derechos adquiridos por terceros.
b) El restablecimiento de la sociedad conyugal, con arreglo al art. 165, restituye las cosas al estado anterior, ​comcV ​si no hubiera
existido la separación de bienes. Pero, no obstante, valdrán todos los actos legítimamente ejecu​ tados ​por ​la mujer, durante la separación, como si los
hubiera autorizado la justicia.
La mujer vuelve a ser incapaz, como si siempre hu​ biera permanecido casada en régimen de sociedad conyugal. El principio conduce a
reputar nulos los actos ejecutados por la mujer, con evidente perjuicio para los que contra​ taron con ella. La regla excepcional del art. 165 tiende a
proteger los derechos adquiridos por terceros y hace ino- ponible a su respecto el restablecimiento de la sociedad conyugal. *

58. Inoponibilidad por lesión de las asignaciones for​ zosas.—El testador debe respetar las asignaciones forzosas, esto es, aquellas que

está obligado a hacer y que se suplen aun con perjuicio de sus expresas disposiciones testamen​ tarias. ​Para obtener que se respeten las legítimas y la por​
ción conyugal, los legitimarios y el cónyuge disponen de la acción de reforma del testamento.
Mediante el ejercicio de esta acción se pretende mo​ dificar el testamento en la medida necesaria para que las legítimas y la porción
conyugal no resulten vulneradas.

* Derogado por la ley 18.802 (D. Of. 9 de junio de 1989). En la actualidad ​la separación de bienes es irrevocable (N. del E.).

Manual de Derecho Civil ​47

En definitiva, el testamento no es oponible al cónyuge y a los legitimarios, en cuanto atenta contra las asignacio- nes forzosas que les
corresponden. La acción de reforma es, pues, una acción de inoponibilidad.

59. Inoponibilidad por falta de concurrencia.—La inoponibilidad puede originarse en la falta de concurrencia de una persona.
a) El art. 1815 declara válida la venta de cosa ajena; pero se cuida de añadir que esto se entiende "sin perjuicio de los derechos del
dueño de la cosa vendida, mientras no se extingan por el lapso de tiempo".
La venta es válida entre el comprador y el vendedor; el contrato es inoponible al dueño y, con prescindencia absoluta de la venta, puede
reivindicar la cosa.
b) El mandante debe cumplir las obligaciones que el mandatario contraiga en su nombre, dentro de los límites del mandato (art. 2160).
Pero, excediendo el mandatario la órbita de sus atri- buciones, sus actos son inoponibles al mandante; éste no puede considerarse
presente en el acto.

60. Inoponibilidad de la nulidad de un ​acto.—La ​ley ha protegido igualmente a los terceros, mediante la inopo- nibilidad de las
consecuencias de la nulidad de ciertos actos. El acto será válido para los terceros, aunque entre las partes carezca de valor.
El art. 2058 establece que la nulidad del contrato de sociedad "no perjudica a las acciones que corresponden a terceros de buena fe
contra todos y cada uno de los aso- ciados", cuando la sociedad existiere de hecho.
En otros términos, para terceros la sociedad es válida y la nulidad sólo puede ser invocada por los socios entre sí.

El art. 357 del Código de Comercio expresa que la omisión de la escritura social y de su inscripción en el Registro de Comercio
Ramón Meza Barros
8​

produce nulidad absoluta "entre los socios"; y el art. 361 añade que los socios no podrán alegar la inobservancia de tales formalidades "contra
los terceros interesados en la existencia de la sociedad".

61. Sujetos activos y pasivos de la inoponibilidad.— Importa señalar, en términos generales, quiénes pueden prevalerse de la
inoponibilidad y contra quiénes puede in- vocarse.
a) La inoponibilidad protege a una multitud de ter- ceros: los sucesores a título singular, los acreedores, el deu- dor cedido.
Podrán invocar la inoponibilidad sólo aquellos terce- ros a quienes la ley ha intentado proteger, esto es, aque- llos a quienes perjudican
los efectos del acto o de la nu- lidad del mismo.
b) La inoponibilidad puede esgrimirse contra toda persona que pretenda prevalerse del acto o de la nulidad. £1 beneficiario queda amparado contra toda
tentativa de oponerle el acto o la nulidad de éste, tanto por las partes como por otros terceros.
Esta regla tiene algunas excepciones. Así, la inoponi- bilidad por fraude no alcanza a los terceros adquirentes a título oneroso, que están de buena fe (art.
2648, N? 1?). Del mismo modo, la inoponibilidad de la' nulidad de la sociedad sólo puede alegarse a los socios. Los terceros entre sí, pueden oponerse la
nulidad (art. 362 del C. de Comercio).

62. Forma de hacer valer la inoponibilidad.—Es de suma importancia establecer cómo, el tercero puede hacer valer la inoponibilidad
que le ampara.
Desde luego, conviene dejar en claro que la inoponi- bilidad es un beneficio concedido a los terceros que éstos pueden aprovechar o
renunciar.
Por regla general, la inoponibilidad se hará valer como una excepción.
Manual de Derecho Gvil ​49

Esta regla es aplicable sin duda a las inoponibilidades de forma, por falta de publicidad o de fecha cierta. El tercero contra quien se
invoque el acto se defenderá de sus efectos con la inoponibilidad.
Asimismo, la inoponibilidad se hará valer como excep- ción cuando el tercero pretenda eludir las consecuencias de la nulidad de un
acto.
En cuanto a las inoponibilidades por fraude o por le- sión de las asignaciones forzosas, es igualmente obvio que deben hacerse valer
como acción. El tercero deberá dedu- cir la acción pauliana o la de reforma de testamento, en su caso.
Por último, en las inoponibilidades por falta de con- currencia, no es posible formular una regla. Es manifiesto que el mandante podrá
invocarla como excepción para ex- cusarse de cumplir las obligaciones contraídas por el man- datario fuera de los límites del mandato; pero en el caso de
una venta de cosa ajena, la excepción no es suficiente y el dueño deberá deducir una acción que no será otra que la reivindicatoría.

63. Efectos de la inoponibilidad.—Los efectos de la inoponibilidad se traducen en que el acto no puede perju- dicar a terceros, pero si
aprovecharles.
La protección de terceros se logra privando al acto de los efectos que les sean perjudiciales, pero sólo en la me- dida en que les
perjudiquen.
Pero se concibe que el tercero pueda tener interés en aprovechar de los efectos del acto o de la nulidad. Nada obsta para que reporte el
consiguiente beneficio y renuncie a la inoponibilidad.
64. Extinción de la inoponibilidad.—La inoponibili- dad se extingue por diversas causas.
La inoponibilidad de forma se extingue por el cum- plimiento de las formalidades omitidas.
Ramón Meza Barros
50 ​

Se extingue la inoponibilidad por la renuncia del ter​ cero, ya que mira a su personal interés.
En fin, la inoponibilidad se extinguirá por prescripción en todos aquellos casos en que debe nacerse valer como acción; las excepciones
son generalmente imprescriptibles ​y, ​en consecuencia, no se extinguirá por la prescripción la inoponibilidad que deba hacerse valer de este modo.

65. Inoponibilidad ​y ​nulidad.—Difiere la inoponibi​ lidad de la nulidad en que no ataca el acto mismo sino sus efectos. El acto es válido,
produce efectos entre las partes, pero tales efectos no alcanzan a los terceros.
La nulidad destruye el acto ​erga omites; l​ a inoponi​ bilidad, entre tanto, deja subsistente el acto en la medida en que no lesiona a terceros.

5. INTERPRETACIÓN DE LOS CONTRATOS

66. Concepto.—Interpretar un contrato es determi​ nar el sentido y alcance de sus estipulaciones.


La interpretación del contrato tiene lugar cuando los términos de que las partes se han servido son oscuros o ambiguos; cuando, a pesar
de su claridad, son inconcilia​ bles con la naturaleza del contrato o con la evidente inten​ ción de las partes; cuando, en fin, la comparación de las diversas
cláusulas, consideradas en conjunto, hace surgir dudas acerca de su particular alcance.
Corresponde al juez interpretar el contrato para asig​ nar a la convención los erectos que las partes han querido atribuirle. ~
El juez en esta tarea debe poner a contribución la ló​ gica, el buen sentido, la experiencia; a la vez es una tarea de conciencia ​y ​buena fe.

67. Carácter de las reglas legales de interpretación.— Para orientar la labor del juez, el legislador ha formulado
Manual de Derecho Civil ​51

las reglas de interpretación de los contratos de los arts. 1560 a 1566.


La interpretación del contrato corresponde soberana​ mente a los jueces del fondo y escapa al control de la Corte Suprema. Si
el juez se equivoca al interpretar el contrato, más bien que las normas de que se trata, infringiría el contrato mismo.

68. Misión de la Corte Suprema.—Los jueces del fondo son soberanos para interpretar la voluntad de los contratantes, indagar
cuál ha sido su intención y el sentido que debe darse a las cláusulas de la convención.
La Corte Suprema sólo interviene cuando hay viola​ ción de ley, que se cometería en las siguientes hipótesis: a) Los jueces del fondo establecen la
existencia de un contrato determinado, pero le atribuyen consecuencias o efectos diversos de los que prevé la ley.
De este modo, desconociendo las necesarias consecuen​ cias del contrato, los jueces del fondo infringen la ley que le atribuye
tales efectos.
b) Los jueces del fondo, a pretexto de interpretar el contrato, no pueden desnaturalizarlo y rehacerlo. La Corte Suprema está autorizada para
actuar y hacer respetar el principio de que el contrato es ley para las partes contra​ tantes. ​69. Métodos de interpretación,—Dos métodos se con​
ciben para interpretar los contrato»: uno subjetivo y otro objetivo. ​ El primero de estos métodos se preocupa de indagar cuál es la voluntad real
—​

de los contratantes. Suelen las par​ tes emplear en la manifestación de su voluntad términos inadecuados; la forma de la declaración traiciona, a
me​ nudo, su pensamiento íntimo. Trátase de establecer el ver​ dadero pensamiento de los contratantes que debe prevale​ cer sobre la voluntad
dcclaradaT
Tal es el sistema que adopta nuestro Código, tomado del Código francés. €">• El segundo sistema adopta un criterio
radicalmente diverso. La declaración de voluntad tiene un valor en sí. independientemente de la intención de sus autores.
Para interpretar el contrato no debe indagarse, por lo tanto, cuál ha sido la intención de los contratantes sino el alcance que
corresponde atribuir a la declaración, según el uso corriente, las costumbres, las prácticas admitidas en los negocios. ​ Tal es el sistema del
r​

Código alemán.

70. La intención de los contratantes.;—Consecuente con su sistema el Código establece, como jregja fundamen- tal de
interpretación,: que la voluntad real de los contra" tantea prevalece sobre los términos en que se ha formu- lado dicha declaraciónT
El art. 1560. en efecto, dispone: "Conocida claramen- te la intención de los contratantes, debe estarse a ella más que a lo literal
de las palabras". ' ~ "
La disposición no significa que el intérprete debe de- sentenderse de los términos del contrato. Debe admitirse que las palabras,
por regla general, traducen con fidelidad el pensamiento. Si los términos son claros, lo será igual- mente la intención de las partes.
Sólo está autorizado el intérprete para apartarse del tenor literal del contrato, cuando contraría la intención de los contratantes
"conocida claramente".
Para conocer la intención de los que contratan, el Có- digo ha señalado diversas normas de interpretación.

​ e loa tértpjp/jt g*n*ralea del contrato.— El acuerdo de voluntades no puede referirse sino a la ma- teria que es
71. ​Akma d
objeto del contrato. A esta materia debe res- tringirse el alcance de las cláusulas contractuales, aunque estén concebidas en téiminos amplios o
generales.
Manual de Derecho Qvil ​53

El art. 1561 dispone: "Por generales que sean los tér- minos de un contrato, sólo se aplicarán a la materia sobre que se ha contratado".
De este modo, si las partes transigen un juicio y ex- presan que finiquitan toda dificultad entre ellas, actual o futura, la generalidad de
los términos de la transacción no hace que se entiendan transigidas sino las cuestiones plan- teadas en el juicio ​ .
2 8​

72. Interpretación del contrato en el sentido de que tus cláusula» produzcan efecto».—En esta investigación deT verdadero pensamiento
de las partes, es razonable suponer que no han querido insertar en el contrato cláusulas inúti- les y carentes de sentido.
Por este motivo, el art. 1562 dispone: "El sentido en que una cláusula puede producir algún efecto deberá pre- terirse a aquel en que no
sea capaz de producir efecto alguno".

73. Interpretación conforme a la naturaleza del con- trato.—Las cláusulas ambiguas de un contrato deben en- tenderse del modo que esté más acorde con
su naturaleza. El art. 1563 establece: "En aquellos casos en que no apareciere voluntad contraria, deberá estarse a la interpre- tación que mejor cuadre con
la naturaleza del contrato". Las cosas que son de la naturaleza de un contrato se entienden pertenecerle sin necesidad de estipulación si las partes no han
expresado lo contrario, se entiende que han querido incluir todas aquellas cosas que naturalmente per- tenecen al contrato.
El art. 1563, inc. 2?, previene: "Las cláusulas de uso común se presumen aunque no se expresen".
Es clásico el ejemplo de Pothier. Supóngase que se arrienda un predio rústico por cinco años en $ 1.000; debe

28​A propósito de la transacción, el art. 2462 reproduce esta regla.


Ramón Meza Barros
54 ​

entenderse que el precio es de $ 1.000 anuales, porque es de la naturaleza del arrendamiento que el precio se pa- gue por años (art. 1944, inc.
2°).

74. Interpretación armónica de las cláusulas del con- trato.—El contrato constituye un todo indivisible. Sus cláu- sulas se encadenan
unas a otras y es irracional considerar- las aisladamente.
El art. 1564, inc. 1?, previene: "Las cláusulas de un contrato se interpretarán unas por otras, dándose a cada una el sentido que mejor
convenga al contrato en su tota- lidad". ​75. Interpretación de un contrato por otro.—Las cláusulas
​ de un contrato "podrán interpretarse por las de otro
contrato entre las mismas partes y sobre ​T¡T ​misma materia" (art. 1564, inc."2?)".
Puede el juez, por lo tanto, buscar fuera del contrato mismo que se. trata de interpretar elementos para precisar su alcance. De otros
contratos que anteriormente ligaron a las partes puede fluir con claridad cuál ha sido su inten- ción al vincularse por un nuevo contrato ​ .
2 9​

76. Aplicación práctica del, contrato.—La aplicación práctica que los contratantes' han hecho de las estipuía- ciones del contrato, antes
de que surgieran discrepancias entre ellos, es decisiva j>ara precisar su genuino sentido y alcance.
Concuerdan estas reglas con las que el Código señala para la interpretación de la ley. El contexto de la ley servirá para ilus- trar sus partes, "de manera que
2 9 ​

haya entre todas ellas la debida correspondencia, y armonía"; asimismo, los pasajes oscuros de la ley "pueden ser ilustrados por medio de otras leyes, particu-
larmente si versan sobre el mismo asunto".

Manual de Derecho Civil ​55

El art. 1564, inc. 3?, establece que las clausulas con- tractuales podrán también interpretarse "o por la aplica" ción práctica que hayan
hecho de ellas ambas partes, o una de las partes con aprobación de la otra".
Tal es la interpretación denominada auténtica, cuya importancia real no destacan suficientemente las disposi- ciones del Código.

77. Casos especiales previstos en el contrato.—Para explicar el alcance de las obligaciones de las partes o para evitar dudas, suele el
contrato prever determinados casos o situaciones.
Por este solo hecho, no se entiende que las partes han querido limitar los efectos del contrato al caso o casos especialmente previstos. El
art. 1565 dispone: "Cuando en un contrato se ha expresado un caso para explicar la oblT^ «ación, no se entenderá por sólo eso haberse querido res- tringir
la convención a ese caso, excluyendo los otros a que naturalmente se extiendan

78. Interpretación de las cláusulas ambiguas cuando son inaplicables otras reglas interpretativas.—Prevé la ley, por último, que resulten
inaplicables todas las demás reglas de interpretación.
Las cláusulas ambiguas deben interpretarse en contra de aquel de los contratantes que las dictó y a quien, en
surat, puede j_mrjutarse esta^arñbígücdad.
H att. nr^Jnc.^^stabTcce que "las cláusulas am- nifiyas que hayan sido extendidas por una de las partes. aerecilora o deudora, se interpretarán contra ella,
siem- ,pre que la ambigüedad provenga de la falta de una expli-
cación que haya debido darse por ella'T"
Pero si la ambigüedad no es imputable a ninguna de las partes, "se interpretarán las cláusulas ambiguas a tavor del deudor" (art. 1566,
inc. 1?). '
56 ​Ramón Meza Barros

6. ​DISOLUCIÓN DE LOS CONTRATOS

79. Causas de disolución de los contratos.—El art. 1545 establece que el contrato legalmente celebrado cons- tituye una ley para los contratantes y no
puede ser inva- lidado sino por consentimiento mutuo o por causas legales. De este modo, el contrato puede tener fin por un acuerdo de las voluntades
que concurrieron ​a ​generarlo y por diversas causas que señala la ley.

80. Consentimiento mutuo o resciliación.—Por regla general todo contrato se disuelve por un acuerdo de vo- luntad de las partes. Es
natural que la misma voluntad que le dio origen pueda ponerle fin.
Esta regla tiene excepciones en un doble sentido: a) A veces la voluntad de los contratantes es impo- tente para disolver el contrato, como en el caso del
matri- monio. ​b) Otras veces, es suficiente para poner fin al con- trato
​ la declaración unilateral de voluntad de los contra- tantes como ocurre en el

mandato (art. 2163, N​ "- 3? y ​4?), ​en el arrendamiento (art. 1951), en la sociedad (art. 2108). ​81. Efectos de la resciliación.—Los efectos de la res-
0​

ciliación se extienden únicamente hacia el futuro, ​ex nunc. ​Como consecuencia de que no opera retroactivamente, la resciliación no afecta a terceros. Los
derechos que éstos adquirieron, mientras el contrato se mantuvo vigente, sub- sisten en su integridad.
De este modo, la circunstancia de que se deje sin efecto un contrato de compraventa, a que siguió la corres- pondiente tradición, no
afectará a los terceros a quienes el adquirente enajenó la cosa o a los terceros en cuyo favor constituyó una hipoteca u otro derecho real.
Manual de Derecho QvU ​57

Cuando el acuerdo de voluntades interviene antes que las estipulaciones de las partes se hayan cumplido, las obli- gaciones que genera
se extinguen. Suprimida la fuente de que emanan, las obligaciones no pueden subsistir. A este caso se refiere el art. 1567 que, entre los modos de extin-
ción, señala la convención en que las partes interesadas consienten en darlas por nulas.
Pero si el contrato se ha cumplido, el mutuo disenso no produce el efecto de extinguir las obligaciones, que ya se habían extinguido
mediante el pago. La ejecución del contrato libera a las partes de sus obligaciones. En tal caso, la abolición del contrato hace surgir nuevas obligaciones:
las que sean menester para deshacer lo hecho.

82. Resolución del contrato.—La resolución del con- trato es el efecto de una condición resolutoria cumplida, especialmente de la
llamada condición resolutoria tácita.
La ​i ​condición resolutoria opera retroactivamente; su- prime los efectos del contrato para el pasado y para el porvenir ​ .
so​

En los contratos de tracto sucesivo la resolución recibe el nombre especial de terminación; por la peculiar natura- leza de estos contratos,
la terminación produce únicamente efectos para el futuro ​ .5 1​

83. Nulidad y rescisión.—La nulidad y la rescisión suponen que el contrato adolece de vicios que lo hacen sucumbir.
La nulidad y rescisión suprimen los efectos del con- trato en el pasado y en el porvenir. Anulado o rescindido el contrato, deben volverse
las cosas al estado anterior, como si no se hubiera celebrado jamás.

»o "De las obligaciones' ​H' 1​ 43 y sgtes. ​» "De las obligaciones' N* 167.


Ramón Meza Barros
58 ​

Mientras la resolución .afecta sólo, por regla general, a los terceros de mala fe, la nulidad y rescisión afectan a los terceros sin
consideración a esta circunstancia y sus efec- tos, por lo mismo, son mucho más radicales * ​ .3​

84. Otras causas legales.—Merecen señalarse, todavía, como causas de disolución de los contratos, la muerte y el término extintivo:
a) La muerte de uno de los contratantes es un modo excepcional de disolución de los contratos; en principio, quien contrata lo hace
para sí y para sus herederos.

La muerte disuelve los contratos ​intuito personae, c​ omo el mandato (art. 2163, N? ​5°) ​y la sociedad (art. 2103). ​b) También el plazo

extintivo es causal de disolución. Así


​ ocurre en la sociedad (art. 2098) y en el arrendamien- to (art. 1950,N? 2). '

"De las obligaciones", N' 166.


SEGUNDA PARTE

LOS CONTRATOS EN PARTICULAR


Capítulo I

CONTRATOS CONSENSÚALES Y SOLEMNES

LA PROMESA

85. Concepto.​—Es lógico comenzar el estudio de los contratos en particular con la promesa de celebrar un con​ trato. La promesa de
celebrar un contrato es, ella misma, un contrato: el contrato de promesa.
Diversas circunstancias suelen hacer imposible o incon​ veniente a las partes celebrar, desde luego, un contrato proyectado, de modo
que sea necesario postergar su cele​ bración para un futuro próximo o lejano.
La necesidad de alzar un embargo que impide la ena​ jenación, de proveerse de los fondos necesarios para pagar un precio, de esperar el
fallo de un juicio, de practicar un minucioso examen preliminar de la cosa, son algunos de los múltiples obstáculos que obstan a la celebración inme​ diata
del contrato.
Si bien el contrato no puede celebrarse aún, interesa a menudo a las partes quedar desde ya comprometidas a celebrarlo, cuando sean
allanadas las dificultades presentes. Tal es el objeto de la promesa y la razón de su conside​ rable importancia práctica.
La promesa es un contrato en que una o ambas partes se obligan a celebrar en el futuro un determinado contrato.
Ramón Meza Barros
60 ​

86. La promesa es un contrato.—La promesa de ce- lebrar un contrato es un contrato que tiene una fisonomía propia. ​Difiere la promesa de

la simple oferta, policitación o propuesta.


​ Supone un acuerdo de voluntades aunque sólo una de las partes resulte obligada a celebrar el contrato"
prometido.
.Supóngase que A promete vender a B su casa, al. cabo di tres meses',.por-el precio de. $ 800.000. .Es ést$ una simple oferta' o.
policitación, que el oferente puede retirar a voluntad. •• •'• • . - '• •

Pero imagínese qué B manifiesta su conformidad con la


• * * • * • . . . •- , • • ​
​ propuesta y declara que está dispuesto a comprar, por el precio indicado, si al cabo del
plazo decide que le resulta conveniente el negocio. Hay concurso de voluntades y, por consiguiente, contrato. Pero el contrato no es compraventa porque
A se obligó a vender, pero B no se obligó a com- prar. El contrato es una promesa unilateral de compraventa. Supóngase, por último, que B acepta
comprar en el precio fijado, al cabo del plazo que se señaló. Esta vez ambas partes se han obligado recíprocamente, A a vender y B a comprar. Pese a que
las partes están acordes en la cosa y en el precio, no hay compraventa, porque el con- trato versa sobre bienes raíces y-requiere, por lo tanto, el
otorgamiento de escritura pública. El contrato es una pro- mesa bilateral de compraventa.

$1. ​Prome» y contrato prometido.—La promesa y el contrato prometido son dos actos jurídicos diferentes, aunque medie entre ambos una
​ a promesa tiene por.objeto celebrar otro contrato y produce el efecto de obligar a una de las partes o a ambas a celebrarlo. El
íntima conexión. i ​y L
contrato prometido puede tener los más variados objetos y producir los más diversos efectos, según su naturaleza.
Manual de Detecho Civil 61

Ambos contratos se suceden; la celebración del con- trato prometido importa el cumplimiento de la promesa cuyos efectos, en
consecuencia, se extinguen.
Sin embargo, ambos contratos suelen confundirse. Si el contrato prometido es consensual, como una compraven​ ta de bienes muebles,
la promesa puede equivaler al con​ trato prometido ​ . sa​

A promete a B venderle su automóvil en $ 150.000 y B promete comprar en ese precio. Esta promesa es equi​ valente a una
compraventa.
El Proyecto de 1853 establecía expresamente que, en caso de tratarse de un contrato de los que se perfeccionan por el soló con​

sentimiento de las partes, promesa y contrato prometido se iden​ tifican. ​Se ha creído ver en la diferente redacción del Proyecto y del Código
​ un
radical cambio de criterio; para el Código jamás la pro​ mesa y el contrato prometido llegarían a confundirse.
Pero es mas probable que esa modificación se deba a que se estimó inoficioso consagrar un hecho demasiado obvio.

88. Originalidad del Código Civil.—El Código Civil reglamenta la promesa, en general, sin referirla a un deter​ minado contrato.
En este punto el Código ha sido original. El Código francés, su habitual modelo, se ocupa sólo de la promesa de compraventa ​ . 3 4​

Las reglas legales son aplicables, pues,'cualquiera que sea el contrato que se prometa celebrar: compraventa, mu​ tuo, sociedad.
Con todo, la regla del art. 1554 no puede referirse sino a la promesa de celebrar un contrato real o solemne.

»» Barros Errízuriz, "Curso de Derecho Civil", t. III, N* 45. ​»« Véase el art. 1598 del C. francés.
Ramón Meza Barros
62 ​

Así se explica que el N? 4 establezca que debe especificarse cabalmente el contrato prometido, de modo que sólo falte para que sea
perfecto "la tradición de la cosa, o las solem​ nidades que las leyes prescriban" ​ .
8Í​

Si el contrato no es real ni solemne, la cabal especifi​ cación del contrato prometido, el completo acuerdo acerca de sus
estipulaciones, trae como consecuencia que el con trato quedará desde ya perfecto o, en otros términos, la promesa se identificará con el contrato
prometido.

89. Requisitos de la promesa.—El art. 1554 dispone: "La promesa de celebrar un contrato no produce obliga​ ción alguna; salvo que
concurran las circunstancias siguien​ tes: ​l* ​Que la promesa conste por escrito; 2* Que el con​ trato prometido no sea de aquellos que las leyes declaran
ineficaces; 3* Que la promesa contenga un plazo o condi​ ción que fije la época de la celebración del contrato; 4? Que en ella se especifique de tal
manera el contrato prometido, que sólo falten para que sea perfecto la tradición de la cosa, o las solemnidades que las leyes prescriban".

. Como antecedente de la disposición sólo se conoce el art. 1733 del Proyecto de 1833: "La promesa de celebrar un contrato,
especi​ ficándolo en todas sus partes, es una obligación de hacer, y está sujeta a lo dispuesto en el artículo precedente; a menos que el con​ trato
sea de aquellos que se perfeccionan por el solo consentimiento de los contratantes, en cuyo caso la promesa equivaldría al contrato mismo. La
promesa de un contrato que las leyes declaran ineficaz no tendrá valor alguno".

De la disposición transcrita resulta que la promesa requiere los siguientes requisitos:


a) que conste por escrito; b) que el contrato prometido sea válido;

»» Barros Errázuriz, ob. cit., t. III, N* 43.


Manual de Derecho Civil ​63

c) que se convenga un plazo o condición para fijar la época en que el contrato prometido debe celebrarse, y
d) que el contrato prometido se especifique de tal modo que para su perfeccionamiento falte sólo la tradición de la cosa o las
solemnidades legales.

90. La promesa debe constar por escrito.—Como la ley exige sólo la constancia escrita, bastará el otorgamiento de una escritura
privada.
Es suficiente una escritura privada aunque el contrato prometido requiera para su perfeccionamiento que se otor​ gue escritura pública.
La exigencia de una escritura pública, a pretexto de que la requiere el contrato prometido, im​ portaría crear una solemnidad no exigida por la ley.
El N? 4 del art. 1554 es concluyeme y pone de ma nifiesto que el legislador no ha intentado someter a las mismas solemnidades la
promesa y el contrato que se pro​ mete ••.
Por otra parte, cuando el legislador ha querido que la promesa conste por escritura pública, lo ha dicho expre​ samente. Así, el art. 1787
dispone que las promesas que se hacen los esposos, en consideración al matrimonio, "de​ berán constar por escritura pública".

El contrato de seguro constituye una importante excepción. El art. 515 del Código de Comercio dispone que "ajustado verbal-
mente vale como promesa, con tal que los contratantes hayan con​ venido formalmente en la cosa, riesgo y prima".

91. El contrato prometido debe ser válido.—La pro​ mesa requiere que el contrato prometido no sea de aquellos que la ley declara
ineficaces o, más exactamente, que sea válido, que no adolezca de nulidad.

** Claro Solar, "Explicaciones de Derecho Civil chileno y compa​ ​rado", t. XI, N? 1203; Alessandri, "De la compraventa", t. II, N* 2079 y sgtes.
64 ​Ramón Meza Barros

La ley se refiere ciertamente a la nulidad del contrato prometido por omisión de requisitos intrínsecos o de fon- do. Se comprende que
los requisitos de forma deberán ob- servarse cuando llegue el momento de su celebración.
Por esto, es nula la promesa de compraventa entre cónyuges no divorciados perpetuamente; la ley prohibe la celebración de dicho
contrato y éste adolece, por lo tanto, de objeto ilícito.
Pero es válida la promesa de compraventa de bienes de incapaces, celebrada sin autorización judicial. La autori- zación es- un
requisito de forma de la compraventa y deberá cumplirse cuando este contrato se celebre.

92. Promesa de compraventa de bienes embargados.— El art. 1464, N? 3, declara que hay objeto ilícito en la enajenación de bienes
embargados y el art. 1810 añade que no pueden venderse las cosas cuya enajenación está prohi- bida por la ley.
¿Es válida la promesa de compraventa de bienes em- bargados?
La promesa es válida y debe entenderse celebrada bajo la condición de que los bienes pueden ser enajenados en el momento de la
celebración del contrato prometido ​ .
8 7​

La existencia de un embargo será un motivo frecuente en la práctica para que las partes no puedan celebrar de inmediato la
compraventa y se vean obligadas a recurrir a una promesa.

93. Estipulación de un plazo o condición.—La pro- mesa supone que las partes no pueden o no quieren cele- brar de inmediato el
contrato que proyectan y que poster- gan su realización para un tiempo futuro. Las obligaciones del contrato de promesa siempre quedarán diferidas para
después de su celebración.

" Claro Solar, ob. cit., t. XI, N' 1207.


Manual de Derecho Civil 65

Es indispensable, por lo mismo, establecer cuándo de- berán las partes cumplir las obligaciones que la promesa les impone, en qué
momento debe celebrarse el contrato prometido.
Este tiempo puede señalarse de dos maneras: median- te la fijación de un plazo o por medio de la estipulación de una condición.
„ Pero no es preciso que el plazo o condición marque el instante preciso en que el contrato debe celebrarse; basta" que por medio de estas
modalidades se señale ia "época" de su celebración. "

94. Estipulación de un plazo para fijar la época de la celebración del contrato prometido.—La fijación de un plazo es la forma más certera para determinar
la época de la celebración del contrato prometido. El plazo es un he- cho futuro y cierto y, por lo tanto, posterga la celebración del contrato para un
tiempo que necesariamente ha de llegar. Se podrá estipular, por ejemplo, que el contrato se celebrará el día tal, al cabo de tantos meses, etc.
El plazo posterga la exigibilidad de las obligaciones derivadas de la promesa y es, por lo tanto, un plazo sus- pensivo. El contrato
prometido deberá verificarse una vez expirado el plazo* ​ .
8​

Vencido el plazo, por consiguiente, los contratantes podrán deducir las acciones pertinentes para obtener que se celebre el contrato
prometido.
La Corte Suprema se ha inclinado a considerar que el plazo es extintivo. Vencido el plazo, en consecuencia, que- darían extinguidas las
obligaciones y derechos derivados de la promesa y el contrato prometido definitivamente frus- trado '*.
SR​Alessandri, "De la compraventa", t. II, N* 2107. ​ » R. de D. y J., t. XLI. I, pág. )54 y t. XLV, pág. 554. ​En contra R. de D. y J., t. XLII, I, pág.
:l​

251.
Ramón Meza Barros
66 ​

Esta interpretación es inadmisible. Supóngase que se ha estipulado que el contrato prometido se celebrará en el plazo de tres meses.
Dentro del plazo, los contratantes po- drán aducir que disponen aún de un tiempo para cumplir y se verán impedidos para demandar el cumplimiento;
ven- cido el término, su derecho para reclamar que el contrato se cumpla se habrá esfumado.
El plazo no es más extintivo que si se conviene que el precio de una compraventa se pagará dentro de tres me- ses. Nadie ha pensado,
hasta ahora, que transcurrido el plazo se extingue el derecho del vendedor; al contrario, justamente porque ha vencido el plazo se hará exigible.
Podrá ciertamente -estipularse que el contrato deberá precisamente celebrarse dentro del plazo y que, expirado éste,- quedará ​sin ​efecto
bv ​promesa. Tal estipulación im- porta un pacto comisorio.

95. Estipulación de una condición para fijar la época de la celebración del contrato prometido.—Puede ocurrir que las partes no estén en
situación de prever con certi- dumbre cuándo se encontrarán en situación de celebrar el contrato que proyectan; en tal caso, pactarán una condición para
fijar la época en que debe celebrarse.
Pero la condición debe ser tal que sirva efectivamente para señalar esa época. La Corte Suprema ha resuelto, ge- neralmente, que esa
condición debe ser determinada, esto es, que deba realizarse dentro de cierto plazo. Ha negado valor a promesas en que se estipuló una condición inde-
terminada *°.

96. Especificación del contrato prometido.—Por úl- timo, la promesa requiere que se especifique de tal modo

«° R. de D. y J., t. XLV, I. pág. 176 y t. XLVI, I, pág. 906. Véase, sin embargo, R. de D. y J., t. XLI, I, pág. 506 y Claro Solar, ob. cit., t. XI, N? 1208.

Manual de Derecho Civil ​67

el contrato prometido que sólo falte para que sea perfecto la tradición de la cosa y las solemnidades legales en su caso. La especificación del contrato
significa que éste se individualice de tal modo que se sepa de qué contrato se trata y se precisen sus características para que no se con- funda con otro.
Si se promete celebrar un contrato de sociedad, deberá individualizarse a las partes, indicarse el objeto de la socie- dad, el capital de la
misma y cómo debe ser aportado, la forma de la administración, etc.
La especificación del contrato que se promete se jus- tifica sobradamente. La promesa, de otro modo, sería prác- ticamente ineficaz;
quedaría abierta la puerta para futuras discusiones acerca del alcance de lo estipulado. La especi- ficación del contrato garantiza el cumplimiento de la
obli- gación u obligaciones de las partes y hace posible, en su hora, recabar su ejecución compulsiva.

97. Promesa unilateral de celebrar un contrato bila- teral.—La doctrina ha discutido largamente sobre la validez de las promesas
unilaterales de celebrar un contrato bila- teral. ​La jurisprudencia se ha inclinado resueltamente por la nulidad
​ de tales promesas y parte de la doctrina la
acom- paña ​ . He aquí, someramente, sus argumentos:
4 1​

a) La ley exige que se especifique el contrato prome- tido de modo que sólo falte para su perfeccionamiento la tradición o las
solemnidades legales, y esta especificación no sería lo cabal que la ley exige si no consta en la pro- mesa el propósito recíproco de obligarse.
Prometida la celebración de un contrato de compra- venta de un inmueble, la promesa debe expresar que una

« Alessandri, "De la compraventa", t. II, N* 2114 y sgtes.; Barros ​Errázuriz, ob. cit., t. III, N* 45.
Ramón Meza Barios
68 ​

parte se obliga a vender y la otra a comprar; si así no fuera, faltaría, además de la solemnidad legal, el consentimiento recíproco de las partes, el mutuo
acuerdo sobre la cosa y ​i ​el precio, esencial en la compraventa.
b) La promesa unilateral en que una de las partes no contrae ninguna obligación y tiene la prerrogativa de acep- tar o no la celebración
del contrato prometido, sería nula conforme al art. 1478. Su obligación estaría sujeta a una condición potestativa dependiente de su sola voluntad.
La mayor parte de la doctrina es adversa a esta tesis ​ . a) La especificación del contrato prometido tiende a individualizarlo y hacerlo inconfundible con
4 2​

otro. En una promesa unilateral de compraventa, individualizadas las partes, señalada la cosa y fijado el precio, el contrato fu- turo queda especificado
suficientemente y no es posible dudar acerca de la clase de contrato de que se trata y del alcance de sus estipulaciones.
b) La exigencia de que las partes contraigan en la promesa las obligaciones que son propias del contrato pro- metido, importa asumir de
antemano las obligaciones de un contrato aún inexistente.
c) Si el legislador hubiera entendido que era menester que ambas partes en la promesa contrajeran obligaciones recíprocas, ciertamente
lo habría expresado, como lo hizo el art. 98 que define los esponsales como la promesa de matrimonio "mutuamente aceptada".
d) Es sabido que el Proyecto de 1853 establecía que la promesa y el contrato prometido consensúa! se identifi- can. Así ocurre, en
efecto, pero a condición d; que la pro- mesa sea bilateral. La promesa unilateral de compraventa

« Claro Solar, ob. cíe, t. XI, N* 1211: Urrutia (Leopoldo). ​"Promesas unilaterales de venta y de compraventa", R. de D y T., t. XVI, 1* pie., pág.

5; Silva Imperiali, "La promesa de celebrar un contrato", ​ti' 3​ 8 y sgtes.


Manual de Derecho Civil ​69

de bienes muebles no puede identificarse con el contrato prometido porque falta el acuerdo sobre la cosa y el precio. La aseveración del Proyecto
contenía, pues, una ver- dad sólo parcial. Su eliminación del texto definitivo del Código se ha debido probablemente a la comprobación dé este aserto. No
se identifican el contrato prometido con- sensúa! y la promesa unilateral de celebrarlo. Pero ¿para qué preocuparse de la promesa unilateral si, en
concepto del legislador, no fuera válida?
e) En fin, no se perciben razones morales o jurídicas para prohibir las promesas unilaterales que responden a una sentida necesidad en
la vida de los negocios.

Para sortear estas discusiones, movido por una imperativa ne- cesidad practica, el Código de Minería ha establecido en su art.
76, inc. 1*: "Será válido el contrato de promesa de venta de una perte- nencia o parte alícuota de ella, de acciones en una sociedad minera y, en
general, de cualquier otro derecho regido especialmente por el presente Código, aunque se estipule que es facultativo para el pro- mitente
comprador realizar o no la compraventa". *

98. Efectos de la promesa.—El art. 1554 concluye que, concurriendo los requisitos legales, "habrá lugar a lo prevenido en el artículo
precedente".
Esta referencia al art. 1553 pone de manifiesto que de la promesa nacen obligaciones de hacer. Por lo tanto, podrá el acreedor instar por que se apremie al
deudor para la ejecución del hecho convenido o para que se le indem- nicen los perjuicios derivados de la infracción del contrato. El art. 531 del Código
de Procedimiento Civil esta- blece que si el hecho debido consiste en la suscripción de un documento o en la constitución de una obligación, po- drá el
juez proceder a nombre del deudor, cuando éste es requerido y "no lo hace dentro del plazo que le señale el tribunal".

El Código citado está derogado. En el actual Código de Minería (ky 18.248; ​D. Of. 14 de octubre de 1983), vid. art. 169 (N. del E.).
Ramón Meza Barros
70 ​

2. LA COMPRAVENTA

GENERALIDADES

99. Concepto.—La compraventa encuentra su origen en el primitivo trueque o cambio directo de una cosa por otra que, mientras no se
conoció la moneda, fue el único medio de que los hombres se sirvieron para suplir sus necesidades.
Introducida la moneda como medida de valores, el trueque primitivo es reemplazado por el cambio de cosas por dinero que, facilitando
las transacciones, ha permitido que el intercambio adquiera las vastísimas proyecciones que exige el desenvolvimiento de la vida contemporánea.
La compraventa es, en la actualidad, "el principal motor del mundo económico" **.
Define el art. 1793 el contrato de compraventa: "La compraventa es un contrato en que una de las partes se obliga a dar una cosa y la otra
a pagarla en dinero".
£1 contrato de compraventa es, en suma, el cambio de una cosa por dinero.

100. Caracteres del contrato de compraventa.—El contrato de compraventa es un contrato bilateral, oneroso, regularmente conmutativo,
principal y normalmente con- sensual.
a) Puesto que las panes contratantes se obligan recí- procamente, el contrato de compraventa es bilateral (art. 1493). .
Señala la definición legal las principales obligaciones que las partes contraen: dar el vendedor la cosa vendida y pagar el comprador el
precio.
Tales son las obligaciones fundamentales que el con- trato genera para las partes; son de su esencia y sin ellas

41​Baudry-Lacantinerie, ob. dt., t. III, N* ​445.


Manual de Derecho Qvíl ​71

el contrato no produce efectos civiles o degenera en otro contrato diferente (art. 1444).
Si el vendedor se obliga a dar una cosa y el compra​ dor no contrae la obligación reciproca de pagarle un precio, o a la inversa, promete
el comprador pagar un precio sin que se le ofrezca una cosa en cambio, no hay compraventa. El contrato podría importar una donación de la cosa o del
precio. ​b) Debido precisamente a las prestaciones mutuas que engendra,
​ el contrato de compraventa es un contrato one​ roso. ​Cada parte reporta en el

contrato utilidad de la obli​ gación


​ que para con ella se contrae y se grava con la que toma a su cargo.
c) La compraventa reviste, por lo general, el carácter de un contrato conmutativo.
Las prestaciones a que respectivamente se obligan comprador y vendedor se miran como equivalentes (art. 1441). No obsta para que el
contrato tenga este carácter la circunstancia de que las prestaciones, en el hecho, no equivalgan. Importa solamente que las partes miren o con​ sideren sus
mutuas prestaciones como equivalentes.
Por excepción, el contrato puede ser aleatorio; la con- mutatividad, por tanto, no es de la esencia de la compra​ venta. Es aleatoria la compraventa de
cosas que no existen, pero se espera que existan, a que se refiere el art. 1813. d) La compraventa es un contrato principal porque subsiste por sí mismo,
sin necesidad de otra convención (art. 1442).
e) En fin, salvas las excepciones legales, el contrato de compraventa es consensual y se perfecciona por el solo consentimiento de las
partes (art. 1443).
El art. 1801 inc. ​1° ​expresa, en efecto, que la com​ praventa se reputa perfecta desde que las partes han con​ venido en la cosa y en el
precio.
72 ​Ramón Meza Barros

Por excepción la compraventa es solemne; la solem- nidad consiste, por lo común, en el otorgamiento de escri- tura pública, como
ocurre en los casos que prevé el inc. 2? del art. 1801. El solo consentimiento de las partes no es suficiente, en tales casos, para perfeccionar el contrato.

101. La compraventa es un título translaticio de do- minio.—De acuerdo con lo prevenido en los arts. 675 y 703, la compraventa es un
título translaticio de dominio, esto es, por su naturaleza sirve para transferirlo.
La compraventa, pues, no transfiere el dominio; el comprador no se hace dueño de la cosa vendida y el ven- dedor del precio en virtud
del contrato, sino de la tradi- ción subsiguiente. Mientras la tradición no se efectúe, com- prador y vendedor son solamente acreedores de la cosa y del
precio.
La adquisición del dominio, por tanto, se verifica por medio de dos actos diferentes: el contrato de compraventa que constituye el título
de la adquisición y la tradición que es el modo de adquirir.
Tal es el sistema, de filiación románica, adoptado por nuestro Código Civil y que el Mensaje sintetiza: "un con- trato puede ser
perfecto, puede producir obligaciones y de- rechos entre las partes, pero no transfiere el dominio, no transfiere ningún derecho real".
El contrato sólo genera obligaciones.
En el sistema adoptado por el Código francés el contrato de compraventa es- translaticio de dominio. El art. 1583 previene que
la venta "es perfecta. entre las partes ​y ​la propiedad es adquirida de derechos por el comprador respecto del vendedor, desde que se ha
convenido en la cosa ​y ​en el precio, aunque la cosa no ​haya ​sido ​aún ​entregada ni el precio pagado".
El contrato de compraventa crea obligaciones ​y ​transfiere el dominio; es, al mismo tiempo, título ​y ​modo de adquirir.
Manual de Derecho Ovil ​73

102. Elementos del contrato de compraventa.—La compraventa consiste, esencialmente, en un acuerdo de vo​ luntades sobre la cosa y
el precio.
Hay en el contrato de compraventa, pues, tres ele​ mentos esenciales: el consentimiento de las partes, una cosa y un precio, ​consensos,
res, pretium.
Las normas de carácter general que reglan la forma​ ción del consentimiento, los vicios de que puede adolecer y sus consecuencias son
aplicables al contrato de compra​ venta. ​Sin embargo, será menester examinar sobre qué debe recaer
​ el consentimiento de las partes y las formas que a
veces debe revestir.
La cosa y el precio constituyen el objeto, respectiva​ mente, de las obligaciones de vendedor y comprador y les son aplicables, en general, las normas de
los arts. 1460 y siguientes. Pero será preciso estudiar las reglas particulares que el legislador ha dado para el contrato de compraventa. Las personas que
celebren el contrato de compraventa deben ser legalmente capaces; son incapaces para celebrarlo, por de pronto, los que carecen de capacidad para
celebrar cualquier contrato.
Pero como el legislador ha establecido, además, nor​ mas peculiares que regulan la capacidad para comprar y vender, es indispensable
detenerse, también, a considerar la capacidad en relación con el contrato de compraventa.

FORMAS DEL CONTRATO DE COMPRAVENTA

103. La regla general.—El contrato de compraventa es un contrato consensual, salvas las excepciones legales, y se perfecciona, por
tanto, por el solo consentimiento de las partes.
El art. 1801, inc. 1?, dispone: "La venta se reputa perfecta desde que las partes han convenido en la cosa y en el precio; salvas las
excepciones siguientes".
Ramón Meza Barros
74 ​

El acuerdo de las voluntades debe existir, pues, rela​ tivamente a la cosa y al precio; debe existir, además, al decir de Potbier,
relativamente a la venta, esto es, las par​ tes han de estar acordes en que el contrato que celebran es de compraventa.
a) El consentimiento debe recaer, en primer término, sobre la cosa que es objeto del contrato. No existirá acuer​ do sobre la cosa vendida
cuando los contratantes padezcan de error, bien sobre la identidad de la cosa específica de que se trata (art. 1473), o sobre la sustancia o calidad esencial
de la misma (art. 1454).
b) El acuerdo de voluntades, en seguida, debe versar acerca del precio y se operará cuando el precio en que una parte entiende comprar
sea el mismo en que la otra en​ tiende vender.
c) Finalmente, el consentimiento debe recaer sobre la venta misma, esto es, será preciso que una de las partes quiera vender y la otra
comprar.
Faltará el consentimiento al respecto cuando sean las partes víctimas de un error sobre la especie de acto o con​ trato que se celebra,
como si una de las partes entiende vender y la otra que se le hace una donación (art. 1453).

104. Consentimiento en las ventas forzadas.—El con​ sentimiento de las partes debe manifestarse libre y espon​ táneamente; si es el
resultado de la fuerza, el contrato ado​ lece de nulidad.
Sin embargo, suele ocurrir que el consentimiento en el contrato de compraventa no se manifieste espontánea y libremente. Tal cosa
ocurre en las ventas forzadas como cuando, a instancias de un acreedor, se venden bienes del deudor para pagarse con el producto.
Verdad es que el ejecutado vende a su pesar, porque el tribunal le obliga a ello, a petición del acreedor. Pero, por el hecho de obligarse,
el deudor ha consentido de ante-
Manual de Derecho Civil 75
mano en las consecuencias de la obligación, que otorga al acreedor un derecho de prenda general sobre sus bienes e,
implícitamente, ha autorizado al acreedor para hacerlos vender, si la deuda no es pagada.
El ejecutado no consiente en la venta al tiempo en que se realiza; ha consentido antes, al tiempo de constituirse en deudor.
La venta forzada, pues, es una verdadera compraven- t a ​ .
44​

105. Por excepción la compraventa es solemne.—El contrato de compraventa, de ordinario consensual, suele ser solemne. El
carácter excepcional de las solemnidades apa- rece claramente de manifiesto en el art. 1801.
No será suficiente, entonces, que las partes convengan en la cosa y en el precio para que el contrato se repute perfecto. Menester
será, además, que se cumplan las so- lemnidades o requisitos de forma que la ley prescribe.
106. Diversas dases de solemnidades.—Las solemni- dades de que está revestida la compraventa pueden ser es- tablecidas por la
ley o por las partes contratantes. En otros términos, pueden ser legales o voluntarias.
Las solemnidades legales ordinarias son aquellas de que por la lev está revestida la compraventa de cierta clase de bienes, por
ejemplo, los bienes raíces.
Las solemnidades legales especiales ​gga ​unidlas ​guc ​la, lev exige para la compraventa en atención a la» circuns- tancias
particulares en que se celebra o a las personas que intervienen. Tales son las solemnidades que acompañan la venta de bienes
pertenecientes a incapaces.
** El are. 671 dispone que, "en las venta* forzadas que se hacen ​por decreto judicial a petición de un acreedor, en pública

subasta", el juez inviste la representación legal del deudor.


76 Ramón Meza Barros

LAS ​solemnidades voluntarias son las que establecen las partes, sea añadiéndolas a las que establece la ley, sea para hacer
solemne una compraventa que es naturalmente consensual.

107. Solemnidades legales ordinarias.—Las solemni- dades legales ordinarias consisten en el otorgamiento de escritura .pública.
La escritura pública es, a la vez, requisito para el per- feccionamiento del contrato y el único medio de probar su. <nci«tmrifl​L

F.1 art ​|2M ​T ​ » ​ mentó público no puede suplirse por otra prueba "en los actos y contratos en que la ley requiere esa solemnidad" y su
1​ U(aUa​

omisión hará que los actos se miren "como no ejecu- tados o celebrados".

108. Caaos en que la ley exige escritura pública para la validez de la venta.—El art. 1801, inc. 2?, previene: ( "La venta de los bienes raíces,
servidumbres y censos, y la de una sucesión hereditaria, no se reputan perfectas ante la ley, mientras no se ha otorgado escritura pública".
al Es solemne, pues, |a compraventa de bienes raíces. La importancia de esta clase de bienes justifica la exi- gencia de que la compraventa debe
revestirse de formas que la constaten fehacientemente. Por otra parte, la tradi- ción de los inmuebles vendidos debe verificarse por la ins-
cripción en el Registro del Conservador de Bienes Raíces; tal inscripción ha de hacerse mediante la exhibición de un título auténtico

** El art. 57 del Reglamento del Conservador previene que, para ​llevar a cabo la inscripción, "se exhibirá al Conservador copia auténtica del

título respectivo".
Manual de Derecho Ovil
109. ​Compraventa por mtermedio de mandatarios.— ¿ Deberá constar por escritura pública el mandato para cele- brar el
contrato de compraventa de los bienes a que se refiere el art. ​1801 ​inc. ​2?? ​~~ ti examen de las normas legales pertinentes lleva a la conclusión de
que no es necesario oue el mandato revis- ta las mismas formas que el contrato encomendado al man- datario.
El art. 2123, que gobierna la materia, destaca el ca- rácter generalmente onnsensual del mandato, v añade que no se admitirá
para acreditarlo la escritura privada cuando las leves requieran un instrumento auténtico. El mandato debe constar de escritura pública cuando
la lev exige esta formalidad^ como ocurre con el que se otorgue para con- traer matrimonio o para parecer en juicio.
De este modo, la pretensión de que conste por escri- tura pública el mandato para comprar o_vender los bienes
Ramón Meza Barros
78 ​

que señala el art. 1801, inc. 2?, importa la exigencia de una solemnidad no prescrita por la lcy**T
Sin embargo, la doctrina generalmente estima que es necesaria la forma pública ​ y la jurisprudencia se ha pro- nunciado sistemáticamente
47​

en el mismo sentido ​ .
4 8​

110. La inscripción no es requisito de la compra- venta de bienes raices <—La inscripción del contrato en el Registro de Propiedades del
Conservador de Bienes Raíces del departamento no es solemnidad de la compraventa.
£1 contrato está perfecto desde que las partes, conve- nidas en la cosa y en el precio, otorgan la correspondiente escritura pública. íjgg La
inscripción es la manera de efectuar la tradición de la cosa vendida, si esta es un bien inmueble; en otros términos, es la, forma cómo el vendedor cumple con
la principal obligación que el contrato le impone.

111. Es solemne sólo la venta de inmuebles por su naturaleza.—Únicamente es solemne la compraventa de bienes inmuebles por su
naturaleza.
a) El art. 1801, inc. 3 ​ . previene: "Los frutos y flo- res pendientes, los árboles cuya madera se vende, los ma- teriales de un edificio que va
?​

» derribarse, los materiales que naturalmente adhieren al suelo, como piedras y sus- tancias minerales de toda clase, no están sujetos a esta excepción".
De este modo, es meramente consensúa! |¡a compra- ​venta <U ​bienes muebles por anticipación, bienes que se reputan tales, aun antes de
su separación, para los efectos

*• Véase los N«- 577 ​y ​578; en el mismo sentido Stitchkin, ​"El mandato civil", N' 80, págs. 154 y sgtes. ​*f B
​ arros Errázuriz, ob. cit., t. III, N* 253,

pág. 325. *« R. de D. y J., t. XX, I, pág. 37 y t. XXII. I, pág. 1085.


Manual de Derecho Civil ​79
de constituir un derecho en favor de otra persona que el dueño (art. 571).
17) Es también consensual la venta de los bienes in- muebles por destinación, esto.es, ios que se encuentran permanentemente
destinados al uso, cultivo y beneficio de un inmueble.
Vendidos separadamente del inmueble y puesto que dejan de estar destinados al uso, cultivo y beneficio del mismo, recobran su
calidad natural de bienes muebles.
Por este motivo es consensual la compraventa de los animales o aperos de labranza de un fundo.

112. Solemnidades legales especiales.—La ley reviste de solemnidades especiales la compraventa por las circuns- tancias en que se
celebra el contrato o la calidad de las personas que lo estipulan.
a) Así, se someten a formalidades especiales las ven- tas forzadas ante la justicia. La venta se hace, previa tasa- ción del inmueble y la publicación de
avisos, en pública subasta, ante el juez (arts. 485 y sgtes. del C. de P. Ci- vil) **. ​El art. 495 del Código de Procedimiento Civil dispone que del

remate debe levantarse un acta en' el registro especial que, con tal objeto, debe llevar el secretario del juzgado que no sea notario. La disposición
dice textualmente: "El acta de remate de 1» clase de bienes a que se refiere el inc. ​2° ​del art. 1801 del Código Civil, se extenderá en el registro del
secretario que intervenga en la subasta, y será firmada por el juez, el rematante y el secretario. Esta acta valdrá como escritura pública, para el
efecto del citado

Las normas indicadas rigen para la venta de los bienes embargados en el ​juicio ejecutivo; son aplicable* en caso de quiebra y, con alguna* varian- tes, a

la-venta de bienes comunes, en el juicio de partición (art*. 101 de la Ley de Quiebras y 658 del C. de P. Civil). La ley citada se encuentra derogada. En la

actual Ley de Quiebras, N° 18.175, D. Of. de 28 de octubre de 1982, vid. art. 122. (N. del E.)
Ramón Meza Barro*
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artículo del Código Civil; pero se extenderá sin perjuicio de otor- garse dentro de tercero día la escritura definitiva con inserción de
los antecedentes necesarios y con lo* demás requisitos legales",
El acta hace provisoriamente las veces de escritura pública para el perfeccionamiento del contrato; pero la compraventa debe
reducirse a escritura pública, en el plazo perentorio indicado.

La escritura deberá ser suscrita por el rematante y por el juez, como representante legal del vendedor. Para los efectos de la inscripción,
no admitirá el Conservador sino la escritura definitiva de compraventa (art. 497 del C. de P. Civil).
b) En las ventas de bienes pertenecientes a personas incapaces las solemnidades que comúnmente acompañan la venta son la
autorización judicial y la subasta pública (arts. 255, 393, 394, 484, 488, 489, 1754).
Las solemnidades referidas suelen ser aplicables, tam- bién, a los bienes muebles.

2. Solemnidades voluntarias

113. Solemnidades estipuladas por las partes.—Las partes pueden someter el contrato de compraventa a las solemnidades que deseen.
Prácticamente la solemnidad con- sistirá en el otorgamiento de escritura pública o privada cuando la compraventa es puramente consensual.
Prevé el art. 1802 esta situación: "Si los contratantes estipularen que la venta de otras cosas que las enumeradas en el inc. 2? del
artículo precedente no se repute perfecta hasta el otorgamiento de escritura pública o privada, podrá cualquiera de las partes retractarse mientras no se
otorgue la escritura o no haya principiado la entrega de la cosa vendida".
Es menester que las partes estipulen expresamente que el contrato de compraventa, cuando éste es consensual,
Manual de Derecho Civil ​81

no se repute perfecto, sin embargo, si no se otorga escri- tura pública o privada.


Mientras no se otorgue la escritura, el pacto verbal es un simple proyecto; la facultad de retractarse las partes es una lógica
consecuencia de que el contrato no se ha perfeccionado.
La facultad de retractación se mantiene hasta que ocurra alguna de las dos circunstancias siguientes:
a) hasta que se otorgue la escritura pública o privada porque, perfecto el contrato, no es licito a las partes de- jarlo unilateralmente sin
efecto, o
b) hasta que haya principiado la entrega porque el cumplimiento del contrato, sin que se haya otorgado la escritura prevista, importa
una tácita derogación de la esti- pulación que lo hizo solemne.

3. ​Las arras

114. Concepto de las arras y sus clases.—Consisten las arras en una cantidad de dinero u otras cosas muebles que se dan en garantía de la celebración del
contrato, o bien ​en ​parte del precio o en señal de quedar convenidos. Las arras, por lo tanto, pueden ​sei ​de dos clases ​y ​tener una doble finalidad: a)
sirven como garantía de la celebración o ejecución del contrato, y b) se dan como parte del precio o en señal de quedar las partes convenidas.

115. Las arras como garantía.—Las arras, dadas en garantía de la celebración o ejecución del contrato, signi- fican que las partes no
han entendido ligarse definitiva- mente, sino que mutuamente se reservan la facultad de desdecirse perdiendo su valor.
En efecto, el art. 1803 dispone: "Si se vende con arras, esto es, dando una cosa en prenda de la celebración o ejecución del contrato, se
entiende que cada uno de los
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contratantes podrá retractarse; el que ha dado las arras, perdiéndolas; y el que las ha recibido, restituyéndolas do- bladas".
Las arras de esta clase ponen de manifiesto la fragi- lidad del contrato, puesto que no son sino un medio de poner a las partes en
situación de desistir de él. £1 con- trato se celebra bajo una condición negativa y suspensiva, que consiste en que las partes no hagan uso de la facultad
de retractación.

116. Tiempo en que las partea pueden retractarse.— La facultad de retractarse no dura indefinidamente. El art. 1804 señala el plazo y
demás condiciones que limitan esta facultad: "Si los contratantes no hubieren fijado plazo den- tro del cual puedan retractarse, perdiendo las arras, no
habrá lugar a la retractación después de los dos meses sub- siguientes a la convención, ni después de otorgada escri- tura pública de la venta o de
principiada la entrega" ​ .
M​

a) La facultad de retractarse, por lo tanto, tiene un límite en el tiempo. Sólo puede ejercitarse en el plazo fi- jado por las partes ​y, ​a falta
de estipulación, en el plazo de dos meses contados desde la convención.
b) Pero la facultad de retractarse puede extinguirse antes de los plazos indicados, cuando el contrato se reduce a escritura pública o ha
comenzado a efectuarse la entrega.

117. Las anas en señal de quedar convenidos o co- mo parte del precio.—Esta clase de arras constituyen un testimonio de la celebración
definitiva del contrato; en otras palabras, constituyen un medio de prueba de su cele- bración.
Las partes carecen de la facultad de retractarse por-

50​La regla del art. 1804 es aplicable, en todas sus partes, sola- ​mente a las ventas consensúales.

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