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LAS PAREJAS HOMOSEXUALES Y LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN

CRISTIANA
Por Mario Medina Balam

INTRODUCCIÓN

Las personas homosexuales, hombres y mujeres, siempre han existido. Pero parece que solo
desde la segunda mitad del siglo XX es cuando han comenzado a exigir que se les considere
como un grupo diferente, con derechos diferentes, al grado de influir para que algunas
instituciones, como el matrimonio y la familia, sean modificadas desde la legislación. Esta
situación presenta a la Iglesia lanecesidad de estar preparada, sobre todo en su disciplina, para
responder a situaciones que antes eran inéditas, como sería el bautismo de un hijo adoptado
por parejas homosexuales,1 o la pretensión de una pareja homosexual de fungir como
padrinos, o de que pretendan recibir la comunión.

No existe en el derecho canónico una normativa que directamente responda a estas


situaciones, pero ciertamente las normas existentes, equitativamente interpretadas, pueden ser
aplicadas con toda seguridad a dichas situaciones. Por su parte, la enseñanza del magisterio de
la Iglesia sobre la homosexualidad, con fundamento en las Sagradas Escrituras, ha sido
consistente.2

En cuanto a la pastoral, ésta tiene que fundarse en una doctrina sólida y en la moral católica,
acerca del fenómeno de la homosexualidad y de los actos homosexuales. Por ello,vamos a
exponer este tema a la luz de la moral cristiana y de la disciplina de la Iglesia en general.
Primero vamos a considerar la realidad, luego la doctrina moral del Magisterio de la Iglesia,
enseguida enunciaremos algunas normas del derecho canónico y finalmente haremos la
aplicación concreta.

El Papa Francisco ha convocado la Asamblea general extraordinaria del Sínodo de Obispos


para el mes de octubre de 2014, que abordará el tema de los desafíos pastorales sobre la
familia en el contexto de la evangelización.Posteriormente, se reunirá la Asamblea general
ordinaria del Sínodo de Obispos (2015) para buscar líneas operativas para la pastoral familiar.
Seguramente habrá propuestas nuevas sobre la pastoral familiar. Pero no creemos que se den
cambios sustanciales en la doctrina sobre el matrimonio y la familia ni, por consiguiente, en la

1
Por ejemplo, se reporta que por primera vez en Argentina, una pareja de homosexuales inscribió en el
registro civil como hijo de ambos a un bebé de tres semanas nacido en la India, gestado en un vientre de alquiler.
Parece ser que el pequeño fue registrado sin madre pero con dos padres. Ellos se acogieron a la ley, aprobada en
Argentina, en julio de 2010. No dudemos que derivada de una adopción, una pareja de homosexuales se presente
en alguna parroquia queriendo bautizar a su hijo adoptado. Cf. http://www.aciprensa.com/noticia.php?n=37761
(página visitada el 1 de agosto de 2012).
2
Cf. Lev 18, 22 y 20, 13, Gén 19, 1-11; 1 Cor 6, 9; Rom 1, 18-32; 1 Tim 1, 10.
disciplina eclesiástica. De cualquier manera, habrá que esperar los resultados de estas
Asambleas y las decisiones subsecuentes del Papa.

1. ANÁLISIS DE LA REALIDAD

Abordamos el tema de las parejas homosexuales en relación a los sacramentos de la iniciación


cristiana porque es un hecho que ha habido parejas dehomosexuales que piden estos
sacramentos para sí o para otros, o se prevé que lo harán.

Es evidente que entre los fieles católicos hay muchos homosexuales (hombres y mujeres), es
decir personas con una orientación sexual, afectiva, emocional y sentimental, hacia individuos
del mismo sexo. Unos esconden esta inclinación, otros la presumen, otros más la defienden o
la quieren defender, incluso jurídicamente. Entre los argumentos que estas personas exponen
para defender su postura está la de «la injusta discriminación» hacia ellos. Otro argumento se
refiere a que su condición viene de Dios, por lo cual no puede haber un desorden en ello, y se
tendría que aceptar las relaciones sexuales entre ellos, pues no habría pecado ya que se trataría
de una inclinación natural.3

Según la realidad,hay personas homosexuales que llevan una vida sexual activa, otras que
viven en pareja de modo estable, otras que mantienen una relación sentimental o sexual cuasi
estable, y otras que han dado alguna formalidad a su vida de pareja.Este último caso es el
menos frecuente, aunque va en aumento.

En nuestro país México únicamente los Códigos civiles de la Ciudad de México y del Estado
de Coahuila han dado formalidad jurídica a estas uniones, como lo examinaremos en
seguida.4Pero hay que recordar que en el país vecino del Norte, en 17 Estados es legal el
matrimonio gay (entre los cuales mencionamos: Nueva York, Connecticut, Massachusetts,
New Hampshire, Vermont, Maryland, Illinois, Minnesota, Rhode Island, Washington, el
Distrito de Columbia).

1.1. Las parejas de homosexuales en la Legislación civil de la Ciudad de México

En relación a este fenómeno, se han dado dos hechos fundamentales sucesivos. El primer
hecho fue la promulgación de la Ley de Sociedad de Convivencia para el Distrito Federal,

3
Un ejemplo de esta realidad es la Comunidad de San Elredo que actúa a favor de la homosexualidad, que
promueve el matrimonio homosexual, la adopción de niños, la seguridad social etc. Cf.
http://www.aciprensa.com/noticias/teologo-gay-agradece-presencia-hermana-de-mons-vera-durante-ponencia-en-
mexico/ (página visitada el 19 de septiembre de 2012).
4
Sin modificar su Código civil, otros Estados han permitido el matrimonio entre personas del mismo sexo, en
su territorio, como ha sido el caso de Yucatán, donde se celebró el primer matrimonio de esta naturaleza, el
pasado 8 de agosto de 2013, gracias a un amparo federal (n. 497/2013-I) contra lo dispuesto por el Código de
Familia para el Estado de Yucatán, art. 49, que define el matrimonio como una institución por la cual se establece
la unión de un hombre y una mujer. Otras parejas han pedido también el mismo amparo.

2
publicada en la Gaceta oficial del Distrito Federal, el 16 de noviembre de 2006. La
constitución de esta figura fue un instrumento para permitir a las personas del mismo sexo,
establecer una unión llamada Sociedad de convivencia, semejante al matrimonio. La Ley
define así esta figura:

«La Sociedad de convivencia es un acto jurídico bilateral que se constituye, cuando dos personas
físicas de diferente o del mismo sexo, mayores de edad y con capacidad jurídica plena,
establecen un hogar común, con voluntad de permanencia y de ayuda mutua» (art. 2).

En la misma Ley se establecen los derechos y obligaciones que los contratantes asumen entre
ellos mismos y ante el Estado. No los exponemos ahora por no ser el objeto de este estudio.
Pero la ratio legis era salvaguardar algunos derechos de los convivientes, a la manera de los
cónyuges.

Posteriormente, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó con 39 votos a favor, 20
en contra y 5 abstenciones, la modificación del art. 146 del Código civil del Distrito Federal,
para permitir el matrimonio de personas del mismo sexo, publicándose la nueva ley en la
Gaceta del Distrito Federal, el 29 de diciembre de 2009, para entrar en vigor el 4 de marzo de
2010. Anteriormente, la ley decía:

«Matrimonio es la unión libre de un hombre y una mujer para realizar la comunidad de vida, en
donde ambos se procuran respeto, igualdad y ayuda mutua con la posibilidad de procrear hijos
de manera libre, responsable e informada. Debe celebrarse ante el Juez del registro civil y con
las formalidades que esta ley exige» (Art. 146 del Código civil del DF).

La ley reconocía que el matrimonio era una unión de un hombre y una mujer, los cuales
podían procrear hijos. Pero estos dos elementos fundamentales le han sido despojados a la
institución matrimonial. Ahora, el matrimonio puede celebrarse entre dos personas
heterosexuales o del mismo sexo. Los hijos, como uno de los fines posibles del matrimonio
fueron suprimidos completamente. Con lo cual podemos afirmar que también la familia se
desliga del matrimonio. La definición actual del matrimonio quedó del siguiente modo:

«Matrimonio es la unión libre de dos personas para realizar la comunidad de vida, en donde
ambos se procuran respeto, igualdad y ayuda mutua. Debe celebrarse ante el Juez del Registro
Civil y con las formalidades que estipule el presente código» (art. 146).

A pesar de que la ley ha desligado la familia del matrimonio, contradictoriamente permite que
los cónyuges, tanto de parejas heterosexuales como de homosexuales, adopten hijos. Así lo
establece el Código civil, sin ninguna limitación: «Podrán adoptar [hijos]: I. Los cónyuges en
forma conjunta, que al menos tengan dos años de casados» (art. 391).

Por consiguiente, también los matrimonios de homosexuales podrán adoptar hijos. Es evidente
que los legisladores de la Ciudad de México no parece que hubieran discutido este asunto de la
adopción de hijos por parte de las parejas homosexuales. Simplemente no consideraron las
3
consecuencias negativas que ello puede traer a los niños y niñas, que tienen derecho a crecer
en un ambiente óptimo, que los ayude a desarrollarse integralmente.

1.2. Parejas de homosexuales en la Legislación civil del Estado de Coahuila

El Estado mexicano de Coahuila también ha modificado su Código civil, incorporando la


figura del Pacto civil de solidaridad, el 11 de enero de 2007, permitiendo, aunque no
exclusivamente, una cierta sociedad de parejas homosexuales.Así lo establece la Ley, que fue
aprobada con 20 votos a favor y 13 en contra:

«El Pacto civil de solidaridad es un contrato celebrado por dos personas físicas, mayores de
edad, de igual o distinto sexo, para organizar su vida en común. Quienes lo celebran se
considerarán compañeros civiles».

Los compañeros civiles se deben ayuda y asistencia mutua, consideración y respeto, así como
deber de gratitud recíprocos y tendrán obligación de actuar en interés común; de igual manera
tendrán derecho a alimentos entre sí» (artículo 385-1).

Se trata de una institución que permite a dos personas, de igual o distinto sexo, establecer un
contrato para llevar una vida en común, con ciertos derechos y obligaciones. Los legisladores
tuvieron cuidado de no equipararlo al matrimonio, por lo cual los contratantes llevan el título
de «compañeros civiles»; también incluyeron en la Ley una restricción a las parejas
homosexuales, en relación a la adopción de hijos:

«Los compañeros civiles del mismo sexo no podrán realizar adopciones en forma conjunta ni
individual. No podrán compartir o encomendar la patria potestad o guardia y custodia de los
hijos menores del otro. Es nulo de pleno derecho cualquier pacto que contravenga esta última
disposición» (artículo 385-7).

El mes de febrero de ese mismo año 2007, algunos diputados promovieron una acción de
inconstitucionalidad, ante el Tribunal Superior de Justicia, en contra de esta ley sobre el Pacto
civil de solidaridad, que les resultó contraproducente, pues los Magistrados resolvieron (10 de
noviembre de 2010) que la ley sí era constitucional, salvo el artículo 385-7, que se estimaba
inconstitucional. Entonces, ordenaron al Poder legislativo que suprimiera este último artículo
que prohibía la adopción a los compañeros del mismo sexo. La sentencia fue acatada el 11 de
febrero de 2014, lo cual significa que los compañeros civiles del mismo sexo sí podrán adoptar
hijos.

Permitir el matrimonio homosexual y la adopción de niños por homosexuales es atentar contra


el matrimonio y las familias, y supone un grave daño a los niños y a la sociedad entera. Ésta es
la conclusión valorativa de quienes no están de acuerdo con la legalización de las uniones de

4
homosexuales,al modo de un matrimonio, y la adopción de hijos por ellos. También yo me
adhiero a esta opinión.5

2. DOCTRINA MORAL DE LA IGLESIA SOBRE LA HOMOSEXUALIDAD Y LAS UNIONES DE


HOMOSEXUALES

De la doctrina constante de la Iglesia católica sobre la homosexualidad, dos puntos


importantes hay que señalar:

2.1. La diferencia entre condición homosexual y actos homosexuales

La doctrina moral de la Iglesia es constante en afirmar la distinción que hay entre la condición
o tendencia homosexual y los actos homosexuales. Así lo expone la CDF:

«Es necesario precisar, por el contrario, que la particular inclinación de la persona homosexual,
aunque en sí no sea pecado, constituye sin embargo una tendencia, más o menos fuerte, hacia un
comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral. Por este motivo la
inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada».6

Aunque la sola inclinación homosexual no constituya un pecado, hay que subrayar su


condición de desorden objetivo. De lo contrario, se podría, como de hecho algunos hacen,
admitir que la realización concreta de tal tendencia en las relaciones sexuales homosexuales
sea una opción moralmente aceptable.

Esta doctrina de la Iglesia está fundamentada en la antropología cristiana, que tiene en la


teología de la creación su fundamento. Así lo expone también la CDF:

«La teología de la creación, presente en el libro del Génesis, suministra el punto de vista
fundamental para la comprensión adecuada de los problemas puestos por la homosexualidad.
Dios, en su infinita sabiduría y en su amor omnipotente, llama a la existencia a toda la creación
como reflejo de su bondad. Crea al hombre a su imagen y semejanza como varón y hembra. Los
seres humanos, por consiguiente, son creaturas de Dios, llamadas a reflejar, en la
complementariedad de los sexos, la unidad interna del Creador. Ellos realizan esta tarea de

5
La Cadena CNN difundió el caso deThomas Lobel, un niño de 11 años al que sus madres adoptivas
(lesbianas) someten a un tratamiento hormonal de «cambio de sexo» desde que cumplió 8 años y ahora se hace
llamar Tammy, solo porque una de sus primeras palabras fue «soy una niña». Se trata de la triste historia de un
niño seriamente perturbado, que no ha podido alcanzar su identidad sexual porque ha carecido de los modelos
adecuados. Cf. http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=18129 (página consultada el 25 de
febrero de 2014).
6
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre la atención
pastoral a las personas homosexuales, 1 octubre 1986 (CDF, Carta a Obispos), n. 3. También el Catecismo de la
Iglesia Católica contiene la misma doctrina: «Son pecados gravemente contrarios a la castidad, cada uno según la
naturaleza del propio objeto: el adulterio, la masturbación, la fornicación, la pornografía, la prostitución, el
estupro y los actos homosexuales. Estos pecados son expresión del vicio de la lujuria. Si se cometen con
menores, estos actos son un atentado aún más grave contra su integridad física y moral» (CIgC 492).

5
manera singular, cuando cooperan con El en la transmisión de la vida, mediante la recíproca
donación esponsal» (CDF, Carta a Obispos, n.6).

El Catecismo de la Iglesia Católica sintetiza en tres los argumentos para reprobar los actos
homosexuales: son contrarios a la ley natural; cierran el acto sexual al don de la vida y solo se
abren a la autocomplacencia. Por consiguiente, no proceden de una verdadera
complementariedad afectiva y sexual (cf. nn. 2357-2359). Cuando los homosexuales se
empeñan en una actividad homosexual lo único que hacen es reforzar dentro de ellos una
inclinación sexual desordenada en sí misma, caracterizada por la auto-complacencia,
frontalmente opuesta a la auto-donación, que según el Evangelio es la esencia misma de la
vida cristiana.

Ciertamente hay una postura entre algunos teólogos (que ciertamente no es la postura católica)
que admite no solo la orientación homosexual sino también el comportamiento homosexual,
entre los cuales está el ex jesuita y homosexual John McNeill, en su libro TheChurch and the
Homosexual, BeaconPress, Boston19935. Su argumento más fuerte es que dicha condición no
se adquiere por decisión personal. Sin embargo, «también en las personas con tendencia
homosexual se debe reconocer aquella libertad fundamental que caracteriza a la persona
humana y le confiere su particular dignidad. Como en toda conversión del mal, gracias a esta
libertad, el esfuerzo humano, iluminado y sostenido por la gracia de Dios, podrá permitirles
evitar la actividad homosexual» (CDF carta a Obispos, n. 11). De aquí que «las personas
homosexuales, como los demás cristianos [heterosexuales], están llamadas a vivir la castidad»
(CDF, Carta a Obispos, n.12).

2.2. Limitar el ejercicio de ciertos derechos no es discriminación

La misma CDF advierte sobre el peligro de que los defensores de la homosexualidad y los
actos homosexuales utilicen el argumento de la discriminación injusta. Al respecto, la CDF
afirma:

«Las personas homosexuales, en cuanto personas humanas, tienen los mismos derechos que
todas las demás personas, incluso el derecho a no ser tratadas de una manera que ofenda su
dignidad personal (cf. n. 10). Entre otros derechos, todas las personas tienen derecho al trabajo, a
la casa, etc. Sin embargo, esos derechos no son absolutos. Pueden ser limitados legítimamente a
causa de un comportamiento externo objetivamente desordenado. Esto, a veces, no sólo es lícito,
sino también obligatorio; no sólo se impondrá a causa de un comportamiento culpable, sino
también en el caso de personas enfermas física o mentalmente. Así, se acepta que el Estado
puede limitar el ejercicio de los derechos, por ejemplo, en el caso de personas contagiosas o
enfermos mentales, con el fin de proteger el bien común». 7

7
CDF,Algunas consideraciones acerca de la respuesta a propuestas legislativas sobre la no discriminación
de las personas homosexuales, 23 julio 1993, n. 12.

6
Por consiguiente, no aceptar un comportamiento contrario a la moral cristiana no es
discriminatorio; no aceptar el matrimonio entre personas homosexuales no es discriminatorio;
restringir el ejercicio de algunos derechos de los homosexuales o heterosexuales en la Iglesia
no es discriminatorio.

Por otro lado, la postura concreta de la Iglesia sobre las uniones homosexuales está claramente
expresada en esta declaración de la CDF:

«No existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las
uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia. El matrimonio es
santo, mientras que las relaciones homosexuales contrastan con la ley moral natural. Los actos
homosexuales, en efecto, «cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera
complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso». 8

Según el texto bíblico del Gen 1, 27, Dios creó al hombre, varón y mujer los creó, «a su
imagen y semejanza los creó». De aquí que la paternidad y maternidad humana, aunque se
asemeja biológicamente a los otros seres, pero tiene en modo esencial y exclusivo una
semejanza con Dios, sobre la que se funda la familia, entendida como comunidad de vida
humana, como comunidad de personas unidas en el amor.9

Al respecto, Juan Ignacio Bañares afirma: «Para mí, la realidad matrimonial se apoya sobre
dos pilares de estructura antropológica: el presupuesto de la alteridad y el presupuesto de la
heterosexualidad. En mi opinión, sin estos dos presupuestos pueden darse costumbres, usos o
conductas diversas, pero no el matrimonio, como realidad objetiva». 10

3. NORMAS DEL DERECHO CANÓNICO SOBRE LOS SACRAMENTOS DE INICIACIÓN CRISTIANA

Antes de hacer una aplicación concreta de la doctrina de la Iglesia y de la disciplina canónica a


las personas homosexuales y los sacramentos de la iniciación cristiana, vamos a recordar
algunos principios y normas generales aplicables a la recepción de estos sacramentos.

3.1. Derecho de los fieles

El Código de derecho canónico reconoce a todos los fieles el derecho de recibir de los pastores
los bienes espirituales, especialmente la palabra de Dios y los sacramentos. Así lo consagra el
c. 213: «Los fieles tienen derecho a recibir de los Pastores sagrados la ayuda de los bienes

8
CDF, Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas
homosexuales, 3 junio 2003, n. 4.
9
JUAN PABLO II, Carta a las familias, 2 feb 1994, en EV 14 (1994-1995), n.174-175.
10
JUAN IGNACIO BAÑARES, «Vínculo conyugal y complementariedad de mujer y varón», en Revista española
de derecho canónico 68 (2011), 13.

7
espirituales de la Iglesia, principalmente la palabra de Dios y los sacramentos». Lo cual
implica que hay una obligación correlativa de los pastores a predicar la palabra de Dios y
administrar los sacramentos.

Ciertamente este derecho de los fieles no es un derecho ilimitado, pues está moderado por
otras normas, como a continuación se explica.

3.2. Responsabilidad de los ministros

De acuerdo con el c. 843, «Los ministros sagrados no pueden negar los sacramentos a quienes
los pidan de modo oportuno, estén bien dispuestos y no les sea prohibido por el derecho
recibirlos» (§ 1). Entonces, los tres requisitos que deben darse simultáneamente para no negar
los sacramentos a un fiel, y que están íntimamente relacionados entre sí, son:

A. La petición de modo oportuno

Pedir un sacramento de manera oportuna implica el tiempo y el lugar. Por ejemplo, el Código
aconseja que los padres lleven a sus hijos a bautizar en las primeras semanas de nacidos (c.
867§ 1); el Código también aconseja que el bautismo se celebre el domingo o en la vigilia
pascual, aunque puede celebrarse cualquier día (c. 856). El lugar para el bautismo en
circunstancias ordinarias es la iglesia parroquial (cc. 857); y fuera del caso de necesidad no
puede administrarse el bautismo en casas particulares, ni en los hospitales (c. 860).

B. La buena disposición

La buena disposición se refiere a la preparación previa que debe tenerse, tanto catequética
como espiritual, según los sacramentos que se van a recibir. Cada sacramento exigirá una
determinada preparación. Por ejemplo, en relación al bautismo, éste se ha de preparar
convenientemente. Si se trata de un adulto, deberá ser admitido al catecumenado, el cual
implica el camino de catequesis y de conversión (cc. 851, 1º; 865 § 1). Si se trata de un
infante, sus padres y quienes asumirán la función de padrinos deberán ser convenientemente
ilustrados sobre el significado del sacramento y las obligaciones que lleva consigo (c. 851, 2º).

C. No tener ninguna prohibición del derecho

La prohibición a recibir los sacramentos puede ser de tipo penal, como por ejemplo en los
casos de la excomunión (c. 1331) y el entredicho (c. 1332), o simplemente de tipo
administrativo, como sería el caso,por ejemplo,de la prohibición de dar la comunión a quienes
permanezcan en un manifiesto pecado grave (c. 915) o la restricción de acercarse a recibir la
comunión a quienes tengan conciencia de pecado grave (c. 916).

8
3.3. La necesidad del bautismo para la salvación

No se ha de soslayar la importancia de recibir el bautismo, «cuya recepción de hecho o al


menos de deseo11 es necesaria para la salvación» (c. 849). De suyo, esta doctrina es la ratio
legis que se ha de tener en cuenta para interpretar toda la disciplina bautismal.

3.4. Canonización de las leyes civiles

En algunos supuestos, el derecho canónico no regula ciertas materias, remitiendo a las leyes
civiles para que se apliquen también en el ámbito canónico. Pero esta figura se aplica bajo dos
condiciones: que las leyes civiles no sean contrarias al derecho divino y que no se disponga
otra cosa en el derecho canónico (cf. c. 22). Uno de los casos de canonización de leyes civiles
es la adopción. Según el c. 110 «los hijos que han sido adoptados de conformidad con el
derecho civil, se consideran hijos de aquel o aquellos que los adoptaron». Y las normas
complementarias de la CEM dicen sobre el registro en el Libro de bautismos: «En el acta de
bautismo de los hijos adoptivos se inscribirán solamente los nombres de los padres
adoptivos…» (c. 877 §3). Al respecto, hay que decir que en el contexto de la doctrina de la
Iglesia, cuando se habla de padres adoptivos, se entiende un padre y una madre, no una pareja
homosexual. Por consiguiente, pretender que se anote en el Libro de bautismos a dos
homosexuales como padres o madres del bautizado no es legítimo, pues va en contra de la
recta interpretación de la norma y de la misma doctrina de la Iglesia.

4. LAS PAREJAS HOMOSEXUALES Y LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA

Refiriéndose a las personas homosexuales, la CDF invita a que «la dignidad propia de toda
persona siempre debe ser respetada en las palabras, en las acciones y en las legislaciones»
(CDF, Carta, n. 10). Pero como apuntamos al principio, una correcta pastoral tiene que
fundarse en la doctrina sólida, en la moral católica. Lo cual significa que en cuestiones
relacionadas con los sacramentos no se debe claudicar, no se debe sacrificar la verdad, solo
por un falso pastoralismo o por el falaz argumento de no discriminación de ciertos grupos
homosexuales.

El reto pastoral está en encontrar el equilibrio entre el imperativo de salvaguardar los


principios de igualdad, libertad y dignidad de las personasen el trato a los homosexuales («[los
homosexuales] deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a
ellos, todo signo de discriminación injusta»), y la firmeza de obrar conforme a las enseñanzas
de la Iglesia en relación a ellos («Tales personas están llamadas, como los demás cristianos, a
vivir la castidad. La inclinación homosexual es «objetivamente desordenada», y las prácticas

11
La recepción del bautismo de deseo se aplica a los casos de infantes que mueren sin haberse bautizado, pero
que cuyos padres desearon hacerlo, o el caso de adultos que deseaban bautizarse pero que murieron antes de
llevarlo a cabo.

9
homosexuales «son pecados gravemente contrarios a la castidad», como lo enseña la CDF y lo
reafirma el Catecismo de la Iglesia Católica. 12

La CDF recomienda actuar de modo diferente ante el fenómeno de la homosexualidad, según


se trate de una situación de hecho tolerada, o se trate de la legalización de las uniones
homosexuales o la equiparación legal de estas uniones al matrimonio. En el primer caso,
habría que, por ejemplo, señalar la ideología que pueda estar detrás y afirmar claramente su
carácter inmoral. Y en relación al segundo supuesto, es decir, donde hay reconocimiento legal
de las uniones homosexuales, o la equiparación legal de éstas al matrimonio con acceso a los
derechos propios del mismo, es necesario oponerse en forma clara e incisiva.13 La misma
Congregación expone los argumentos de tipo racional, biológico y antropológico, social y
jurídico para oponerse a la legalización de estas uniones.14

4.1. Las parejas homosexuales y el sacramento del bautismo

Para el bautismo, tres asuntos hay que considerar en relación con las parejas homosexuales: el
supuesto de un adulto homosexual que se quiere bautizar o de padres adoptivos que llevan a su
hijo a bautizar, el supuesto de una pareja de homosexuales que quieren ser padrinos, y el
registro de nombres en el Libro de bautismos.

A. El bautismo de un adulto homosexual

En este supuesto, entendemos que se trata de una persona que tiene una evidente tendencia
homosexual, o que tiene una pareja homosexual, o que lleva una vida homosexual activa. Para
que esta persona sea bautizada se requiere que manifieste su deseo de ser bautizada, esté
suficientemente instruida en las verdades de la fe y las obligaciones cristianas, y haya sido
probada en la vida cristiana mediante el catecumenado. Implícitamente, la norma supone que
el camino de conversión que implica el catecumenado llevará al individuo a confrontar su
estilo de vida con el evangelio y a comprometerse a vivir de acuerdo a él. En caso de que el
individuo no acepte llevar una vida conforme a la moral cristiana como, por ejemplo, que no
quiera abandonar a su pareja o la vida homosexual activa, se emplazará el sacramento para
otro momento. En este caso, atrasar el bautismo no sería una discriminación, pues las mismas
condiciones se ponen para una persona adulta heterosexual que pida el bautismo.

B. Requisitos de licitud para bautizar a un infante

El Código (c. 868 § 1) establece dos requisitos de licitud para bautizar a un infante:

12
CIgC, nn. 2357-2359, 2396; CDF, Carta a Obispos, n. 12.
13
Cf. CDF, Consideraciones (2003), n. 5.
14
Cf. CDF, Consideraciones (2003), nn. 6-9.

10
- el consentimiento de los padres o al menos de uno de los dos, o de quienes legítimamente
hacen sus veces (1º);

- Que haya esperanza fundada de que el infante va a ser educado en la religión católica (2º).

En relación al segundo requisito, si falta por completo dicha esperanza, entonces el bautismo
debe diferirse, que no negarse, según las disposiciones del derecho particular, comunicando a
los padres estas razones.

En el supuesto de que una pareja de homosexuales manifieste su deseo de bautizar a un niño,


como padres adoptivos o como tutores, se ha de aplicar la misma regla que para los hijos de
padres divorciados y casados de nuevo por el civil o de cuantos viven en uniones irregulares.
Es decir, si al menos uno de ellos garantiza la educación católica de su hijo, o algún pariente
cercano, o los padrinos, entonces no hay que diferir el bautismo. Pero el párroco debe hacer
ver a estas parejas la contradicción de su petición, pues con su vida niegan lo que piden, es
decir una nueva vida para el niño. Lo que importa es asegurar un mínimo de esperanza de que
el niño va a ser educado en la religión católica (que no va a carecer de la educación en la
religión católica o de que no va a ser educado en una religión acatólica). Esta seguridad podrá
asegurarla alguno de la pareja homosexual, algún familiar del niño e, incluso, el padrino, que
deberá ser elegido con mayor cuidado. En conclusión, no se niega el bautismo de los hijos
adoptivos de parejas homosexuales, siempre y cuando llenen los requisitos establecidos en el
c. 868 § 1).

Otra solución al bautismo de hijos adoptivos de parejas homosexuales es el retraso o


diferimiento del bautismo, a una edad más avanzada, generalmente a partir del uso de razón de
los niños, lo cual se justificaría por la falta de «garantías» o por ausencia de «esperanzas
fundadas» de educación en la fe que ofrezcan los padres, dando tiempo para que los padres
revisen su actitud y, al mismo tiempo, dando oportunidad a la comunidad de un
acompañamiento pastoral a los mismos padres. No se trata de un solo retrasar el bautismo,
sino de un acompañamiento a los padres a la conversión. Pero en última instancia, se podrá
admitir al bautismo dichos niños con la condición de que se elija padrinos que sí llenen los
requisitos establecidos por el derecho y que examinaremos a continuación.

C.¿Puede una pareja de homosexuales o alguno de la pareja ser padrinos?

Según el Código, la designación de padrinos no es un requerimiento absoluto. Más bien, habla


en términos de «en la medida de lo posible… se le ha de dar un padrino» (c. 872). Pero en el
supuesto de que se designe padrino o madrina, las reglas son las siguientes:

a). Tener un solo padrino o una sola madrina, o uno y una (c. 873). Por consiguiente, los dos
que forman la pareja de homosexuales no podrán ser padrinos, pues debe ser «un padrino y

11
una madrina», pero tampoco uno solo de ellos, porque no llena uno de los requisitos que se
explica enseguida.

b). Requisitos para que alguien sea admitido como padrino (c. 874)

Con frecuencia se escucha aquella expresión: «no se elige a los padres pero sí puede elegirse a
los padrinos». La elección de los padrinos no es una cuestión de mero trámite o de formalismo
social; no se eligen padrinos por razones de parentesco o de amistad o prestigio social, sino
por un sincero deseo de asegurar a los hijos unos padrinos que sean capaces de influir
eficazmente en su educación cristiana. Por eso, el Código de derecho canónico establece unos
requisitos de idoneidad para los padrinos:

1º - Sea elegido por quien va a bautizarse o por sus padres o por quienes ocupan su lugar o,
faltando estos, por el párroco o ministro; y que tenga capacidad para esta misión e intención de
desempeñarla;

2º - Haya cumplido 16 años, a no ser que el Obispo diocesano establezca otra edad, o que, por
justa causa, el párroco o el ministro consideren admisible una excepción;

3º - Haya recibido los sacramentos de la iniciación cristiana como católico y lleve, al mismo
tiempo, una vida congruente con la fe y la misión que va a asumir;

4º - No esté afectado por una pena canónica, legítimamente impuesta o declarada;

5º - No sea el padre o la madre de quien se ha de bautizar.

De estos cinco requisitos establecidos por el derecho, subrayamos dos:


1) Capacidad para cumplir la misión de padrino e intención de desempeñarla. El padrino o
madrina debe comprender la naturaleza de la obligación que asume y aceptarla libremente. No
podría ser padrino quien no tuviera la intención de cumplirla misión o no pudiera
comprometerse (porque por su situación personal no la podría cumplir). La función del
padrino está descrita en el c. 872: asistir al bautizando adulto en su iniciación cristiana; si el
bautizando es un niño, entonces la función del padrino es, además de presentarlo juntamente
con los padres, procurar que después lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y
cumpla fielmente las obligaciones inherentes al mismo.
2) Llevar una vida congruente con la fe y la misión que va a asumir. Este requisito está
íntimamente ligado al anterior, es decir, el padrino debe llevar una buena vida cristiana,
congruente con la fe católica, para que pueda cumplir la función que le corresponde como
padrino. Por consiguiente, no se admitirá a quienes notoriamente llevan una vida incongruente
con la fe, es decir, a los pecadores notorios, aquellas personas que han provocado escándalo
público por su vida o conducta inmoral, etc.Los que forman una pareja homosexual caen en

12
este grupo, lo mismo que los divorciados vueltos a casar, o los que viven en unión libre, o los
que han abandonado notoriamente la fe católica. Una especificación o aplicación de este
requisito podrá ser objeto de legislación particular. En conclusión, ni como pareja homosexual
ni individualmente podrán ser padrinos.

D. Registro de nombres en el Libro de bautismos

De acuerdo con las normas del derecho canónico, los datos que deben anotarse en el Libro de
bautismos son: nombre de los bautizados, nombre del ministro, los padres, padrinos, testigos,
si los hubo, el lugar y día en que se administró el sacramento, y el día y lugar de nacimiento.
El nombre del bautizado que se anota debe ser conforme al acta de nacimiento (nombre y
apellidos). En cuanto al nombre de los padres, no podrá anotarse los dos nombres de una
pareja de homosexuales, aun cuando presenten acta de matrimonio civil o que en el
documento de adopción aparezcan sus nombres. El c. 877 §§ 1 y 3 debe entenderse como
padre y madre que adoptan, porque las normas de la Iglesia no pueden contradecir la doctrina
de la Iglesia, como se ha explicado más arriba. A este respecto, los Obipos de Québec
establecen que, cuando se trate del registro del bautismo de un infante presentado por dos
personas del mismo sexo, y hasta que la Santa Sede no haya dado normas al respecto, debe
consultarse a la cancillería diocesana, pero que bajo ninguna circunstancia debe anotarse, en el
Libro de bautismos, a dos padres o dos madres.15 En conclusión, en el Libro de bautismos se
anotará solo el nombre de uno de los que forman la pareja homosexual, es decir, un solo papá
adoptivo o una sola mamá adoptiva; no podrá anotarse a dos papás o a dos mamás. El otro
nombre podrá anotarse en el Libro solo como testigo.

4.2. Las parejas homosexuales y el sacramento de la confirmación

Lo dicho sobre las parejas homosexuales y el sacramento del bautismo también se aplica al
sacramento de la confirmación. Únicamente hacemos algunas matizaciones.

Se entiende que si una persona homosexual adulta recibió el bautismo, bajo las condiciones
señaladas en el sacramento del bautismo, entonces no habría problema que recibiera la
confirmación y la comunión. Pero en el supuesto de que el adulto que desea recibir el
sacramento de la confirmación haya recibido el bautismo de pequeño, entonces ahora habrá
que discernir si cumple las condiciones que establece el c. 889: fuera del peligro de muerte,
para recibir lícitamente la confirmación, se requiere que esté convenientemente instruido, bien
dispuesto y pueda renovar las promesas del bautismo. Es decir, la buena disposición implica

15
«Whenfacedwiththerecording of thebaptism of a childwho has beenpresentedbypersons of thesame sex, and
untilclearguidelines are receivedfromtheHolySee, thediocesanchancery office should be consulted.
Under no circumstancesshouldtwofathersortwomothers be inscribed as such in theregister». ASSEMBLY
OF QUÉBECCATHOLICSBISHOPS, Canonical and Pastoral Guide of Parishes, Wilson and Lafleur, Montréal 20063,
I-16.

13
estar dispuesto a llevar una vida congruente con la fe, lo cual resultará en un evitar la actividad
homosexual y la vida de pareja homosexual.

A diferencia del bautismo, para el sacramento de la confirmación solo se requiere un padrino,


que de preferencia sea el mismo del bautismo. Su misión consiste en procurar que el ahijado
«se comporte como verdadero testigo de Cristo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes
al sacramento» (c. 892). En este caso aparentemente no hay conflictosi un homosexual va a ser
padrino. De cualquier forma, lo dicho sobre los requisitos para los padrinos de bautismo se
aplica igualmente para la confirmación (c. 893).

4.3. Las parejas homosexuales y la comunión

De la comunión del cuerpo de Cristo nos interesan únicamente los cc. 915 y 916, que se
refieren a la posibilidad de negar la comunión a ciertas personas y a la abstención que un fiel
debe hacer de acercarse a la comunión en ciertas circunstancias.

A. Negar la comunión

La norma del c. 915 se dirige a los ministros, ordinarios o extraordinarios, de la comunión:

«No deben ser admitidos a la sagrada comunión los excomulgados y los que están en entredicho
después de la imposición o declaración de la pena, y los que obstinadamente persistan en un
manifiesto pecado grave».

La disciplina sobre la prohibición a celebrar o recibir los sacramentos de parte de los


excomulgados y en entredichoestá claramente regulada en los cc. 1331 y 1332. Ahora nos
enfocamos a la última parte del canon.

Para ilustrar la cuestión, ponemos en su conocimiento el caso de una mujer lesbiana, en la


Arquidiócesis de Washington. El mes de febrero del año 2012, en el funeral de su madre, esta
mujer se acercó al sacerdote en la sacristía y le presentó con orgullo a su pareja, a lo cual el
sacerdote le advirtió que viviendo en esa situación no se acercara a la comunión. Pero contra
lo esperado, la mujer se acercó a la comunión y en ese momento el sacerdote se la negó. La
mujer enseguida se acercó al ministro extraordinario de la comunión de quien sí recibió la
comunión porque éste no conocía la situación. De todos modos, la mujer acusó al sacerdote
ante el Obispo, razón por la cual al sacerdote le fue prohibido el ejercicio del ministerio,por
desarrollar un «comportamiento intimidatorio con los miembros de la parroquia» que es
«incompatible con un correcto ministerio sacerdotal»,hasta que se aclarara la situación.16 ¿Actuó
el sacerdote correctamente al negar la comunión a esta mujer?

16
http://www.aciprensa.com/noticias/arquidiocesis-de-washington-cesa-a-sacerdote-que-nego-comunion-a-
lesbiana-budista/(página consultada el 18 de septiembre de 2012).

14
Al respecto, la Iglesia ha enseñado constantemente que los casados por la Iglesia, divorciados
y vueltos a casar civilmente no pueden acceder a la comunión eucarística mientras persista
esta situación (CIgC, 1650). La razón, fundada en la Sagrada Escritura, estriba en que se
encuentran en una situación que contradice objetivamente a la ley de Dios. Además, dice San
Juan Pablo II:

«Recibir la comunión eucarística riñendo con la comunión eclesial es, por lo tanto, algo en sí
mismo contradictorio. La comunión sacramental con Cristo incluye y presupone el respeto,
muchas veces difícil, de las disposiciones de la comunión eclesial y no puede ser recta y
fructífera si el fiel, aunque quiera acercarse directamente a Cristo, no respeta esas
disposiciones». 17

El Consejo Pontificio para los Textos Legislativos ha hecho pública una interpretación
declarativa del canon. Y explica que la fórmula «y los que obstinadamente persistan en un
manifiesto pecado grave» es clara, y aplica cuando se dan las tres condiciones siguientes:
«a) el pecado grave, entendido objetivamente, porque el ministro de la Comunión no podría
juzgar de la imputabilidad subjetiva;
b) la obstinada perseverancia, que significa la existencia de una situación objetiva de pecado que
dura en el tiempo y a la cual la voluntad del fiel no pone fin, sin que se necesiten otros requisitos
(actitud desafiante, advertencia previa, etc.) para que se verifique la situación en su fundamental
gravedad eclesial;

c) el carácter manifiesto de la situación de pecado grave habitual». 18

Sin embargo, los divorciados vueltos a casar civilmente no se encontrarían en situación de


pecado grave habitual si, no pudiendo satisfacer la obligación de separarse por razones de
peso, asumen el compromiso de vivir en continencia perfecta (vivir como hermanos), y en
base a ese propósito reciben la absolución sacramental de los pecados; entonces podrían
recibir la comunión solo si evitan el remoto escándalo, que podrían hacer comulgando en
iglesias donde su situación no sea conocida.19

El mismo Consejo Pontificio señala que habrá que explicar a los fieles que se encuentran en
esta situación que se abstengan de acercarse a recibir la comunión, pero que si no hay

17
Cf. JUAN PABLO II, Exh. Ap. Familiarisconsortio, n. 84; CDF, Carta a los Obispos de la Iglesia católica
sobre la recepción de la comunión eucarística por parte de los fieles divorciados que se han vuelto a casar, 4
septiembre 1994, nn. 4 y 9.
18
CPTL, Declaración sobre el acceso a la comunión de los divorciados vueltos a casar, 4 junio 2000, n. 2, en
Communicationes 32 (2000), 160-161.
19
Cf. Ibidem.

15
abstención de acercarse, el ministro de la Comunión debe negarse a darla a quien sea
públicamente indigno.20

No existe una declaración magisterial que prevenga de dar la Comunión a las parejas
homosexuales como la que se refiere a los divorciados vueltos a casar civilmente. Sin
embargo, se les aplica la misma disciplina anterior. Es decir, los homosexuales que vivan en
pareja, estén casados civilmente, o hayan establecido un pacto civil de solidaridad, o sean
homosexuales activos, se encuentran en un manifiesto pecado grave. Sólo podrán acceder a la
comunión si, arrepentidos de su situación (no de su condición) se acercan al sacramento de la
penitencia y se comprometen a vivir la abstinencia sexual, y evitan el remoto escándalo, por
ejemplo, asistiendo sin la pareja a la celebración eucarística y comulgando donde no conozcan
su situación de vivir en pareja. Ahora bien, al negarles la comunión se hará con caridad y la
mayor discreción posible.

B. Abstenerse de recibir la comunión

El c. 916, complementario del canon anterior, se dirige directamente al fiel, a quien


corresponde la decisión de acercarse o no a recibir la comunión eucarística.

«Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave, no celebre la Misa ni comulgue el cuerpo
del Señor sin acudir antes a la confesión sacramental, a no ser que concurra un motivo grave y
no haya oportunidad de confesarse; y en este caso, tenga presente que está obligado a hacer un
acto de contrición perfecta, que incluye el propósito de confesarse cuanto antes».

Los ministros de la Comunión eucarística desconocen el fuero interno de los que se acercan a
recibir la Comunión y presumen que todos los que se acercan están bien dispuestos. Por eso, el
canon apela directamente a la conciencia de los fieles. Cada fiel es consciente de su estado
espiritual: quien tenga conciencia de estar en pecado grave no debe acercarse a recibir el
cuerpo de Cristo. Si ésta fuera la situación, el fiel requiere arrepentirse de sus pecados y
acercarse al sacramento de la penitencia para que después pueda comulgar. Ciertamente esta
norma presupone en los fieles una conciencia bien formada.

Por consiguiente, las parejas homosexuales y quienes son homosexuales activos deben
abstenerse de acercarse a comulgar, pues su situación es de pecado manifiesto, como hemos
explicado anteriormente. Sin embargo, el ministro de la comunión no puede negar la
comunión a una persona solo porque tenga apariencia de homosexual; le tendría que constar
que dicha persona se encuentra en un manifiesto pecado grave para negarle la comunión.

20
Cf. Ibidem, n. 3, en Communicationes 32 (2000), 161.

16
CONCLUSIÓN

Una adecuada pastoral implica fidelidad a la doctrina de la Iglesia y respeto por la disciplina
canónica. Por consiguiente, hay que decir que al no aceptar a parejas homosexuales como
padrinos de bautismo o de confirmación, o negarle la absolución a un homosexual que no
manifiesta arrepentimiento de sus actos homosexuales, o negarle la comunión a una persona
que abiertamente promueve la homosexualidad, no constituye una discriminación, pues se les
trata como a todos y se les exige lo que a todos.

Ciertamente las próximas Asambleas del Sínodo de Obispos, la extraordinaria (2014) y la


ordinaria (2015),abordarán la cuestión de las uniones de personas del mismo sexo y de la
adopción de niños por estas parejas, desde el punto de vista de su atención pastoral y de la
transmisión de la fe. Estaremos atentos para ver si habrá algún cambio en la disciplina en
relación a dichas parejas y los sacramentos.

17

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