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Joshep Ratzinger
Sin que podamos comprenderlo, pero al mismo tiempo comprensible en sumo grado, se nos
manifiesta aquí la duplicidad de Dios: Dios como yo y como tú. A esta nueva experiencia
de Dios sigue una tercera: la del espíritu, la de la presencia de Dios en nosotros, en nuestro
ser íntimo; y también se concluye de aquí que este espíritu. No se identifica ni con el Padre
ni con el Hijo, pero tampoco es un tercero entre Dios y nosotros, sino el modo en que Dios
mismo se da a nosotros, en
El que Dios mismo entra en nosotros, de tal manera que está en el hombre y en su ser
íntimo, pero también está infinitamente por encima de él.
El tercer camino es la preocupación por tomar en serio la historia de Dios con el hombre.
Esto quiere decir que Dios, al presentarse como Hijo que dice .tú. al Padre, no representa
ante los hombres una obra de teatro ni se pone una máscara para salir al escenario de la
historia humana; todo esto es, por el contrario, expresión de la realidad.
Esto parece resolverse nuevamente por dos senderos que más bien se presentan como:
subordinacionismo y monarquianismo. Ambas soluciones parecen lógicas y ambas
perturban el todo con sus seductoras simplificaciones. Sin embargo la doctrinal eclesial,
afirma una renuncia a este misterio, ya que ninguna categoría, puede ahondar en ella. Per se
presenta aquí como un análisis de como se ha hecho.
El monarquianismo por su parte, afirma la unidad de Dios, pero dice que Dios al acercarse
a nosotros cambia; se presenta primero como Creador y Padre, luego como Hijo y Redentor
en Cristo y, por fin, como Espíritu; pero estas tres figuras son sólo las máscaras de Dios que
nos habla sobre nosotros mismos, no sobre él.
La solución es seductora pero, al final llega a la conclusión de que el hombre gira siempre
en torno a sí mismo y de que nunca penetra en lo propio de Dios.
Las consecuencias a las que lleva el monarquianismo, pues, eliminan, lo mismo que el
subordinacionismo, el camino de la fe, ya que en tal intuición se excluye la contra-posición
de libertades tan esencial en la fe; se excluye también el diálogo del amor y su
imprevisibilidad, la estructura personalista de la inteligencia con su mezcla de lo mayor y
de lo menor, de inteligencia que lleva al mundo y de criatura que busca la inteligencia.
Por otro lado la doctrina trinitaria, no significa que sus fórmulas sean formas gramaticales
impenetrables y vacías. Hemos de entenderlas como expresiones llenas de sentido que
aluden a lo inexpresable, pero no dicen que esto entre en nuestro mundo conceptual, y
explica en tres tesis el carácter alusivo de las fórmulas de fe.
Tesis Primera: La paradoja una essentia, tres personae, .una esencia en tres personas.
Los antiguos creían que sólo la unidad era divina; la multiplicidad, en cambio, les parecía
algo secundario, el desmoronamiento de la unidad. Para el cristianismo la multiplicidad no
es puro desmoronamiento; también ella cae dentro de lo divino; no nace por el puro
entrometerse del dyas, de la disgregación. Sino que responde a la plenitud creadora de Dios
que supera y comprende la unidad y la multiplicidad.
Tesis Segunda: La paradoja una essentia, tres personae, está en función del concepto de
persona, y ha de comprenderse como íntima implicación del mismo.
La fe cristiana profesa que Dios, la inteligencia creadora, es persona, conocimiento, palabra
y amor.
Tesis Tercera: La paradoja una essentia, tres personae está subordinada al problema de lo
absoluto y de lo relativo, y manifiesta lo absoluto de lo relativo.
El concepto de persona.
El concepto y la idea de persona surgieron en el espíritu humano cuando buscó la imagen
cristiana de Dios y explicó la figura de Jesús de Nazaret. De Dios sin embargo se habla de
lo Absoluto pero, cuando se revisa la Sagrada escritura se da una hay un diálogo en el ser
íntimo de Dios nos lleva a admitir en Dios un yo y un tú, un elemento de relación, de
diferencia y de afinidad. Por su forma, el concepto persona parece apto para expresar tal
elemento. Sin embargo el hablar de Dios como persona no se trata de algo como meramente
humano sino como algo superior pero que para nosotros es comprensible.