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Capítulo 1.

Introducción o planteamiento

Planteamiento
La sociedad global actual se desenvuelve en medio de un desarrollo y
crecimiento acelerados, donde los modelos de subsistencia inciden de manera
determinante en la vida de los ciudadanos, quienes se ven obligados o impulsados
a dedicar mucho tiempo a las actividades productivas, por lo que es un común
denominador observar que las familias se vean desplazadas en términos de
atención y dedicación de momentos de encuentro entre padres e hijos, parejas y
demás miembros del grupo familiar.
Lo anterior, sin duda puede afectar significativamente el desarrollo,
expresión de las emociones y su regulación, siendo los más afectados los niños,
niñas y adolescentes.
De acuerdo con la UNICEF (2012) desde que nace el niño/a está dotado de
la capacidad primordial para relacionarse socialmente, sin embargo, estará
supeditada en su desarrollo a las atenciones que reciba de sus cuidadores
primarios, en este caso los padres quienes son los responsables directos en la
formación de vínculos afectivos iniciales que servirán de base para establecer
relaciones posteriores
En este orden de ideas, Suárez y Vélez (2018) consideran que la familia es
un vehículo cargado de valores y conocimientos que resultan claves para el
bienestar emocional y provee elementos fundamentales que estarán presentes en
el niño, la niña y el adolescente para el resto de su vida.
En correspondencia con lo expresado, los mismos autores argumentan que
los padres cumplen funciones sumamente relevantes para la regulación
emocional, tales como:
 Preparación para ocupar roles sociales
 Control de impulsos y valores
 Desarrollo de fuentes de significado (Ej. la selección de objetivos de
desarrollo personal, socialización)
Es por ello por lo que, la familia es una red de apoyo para que estén
construidas en valores y principios que fortalezcan su formación integral, no
obstante, como se mencionó inicialmente en este planteamiento, actualmente la
mayoría de las actividades productivas demandan mucho tiempo de los padres lo
cual genera repercusiones en cuanto a la reducción de la atención real destinada
al cuidado de sus hijos, incluyendo esto el impacto en el campo de las emociones
y su regulación.
Por su parte Soler, Aparicio, Díaz, y Rodríguez (2016) indican que desde la
infancia nuestro bienestar emocional está determinado por las relaciones positivas
y constantes con los padres y otros miembros de la familia.
Al reflexionar al respecto, se entiende que el rol que desempeñan los
padres es concomitante con el desarrollo humano en su máxima expresión, al
respecto Balabarca, (2018) plantea que los padres deben trabajar en el desarrollo
emocional de sus hijos e hijas con lo cual coadyuvan en su bienestar integral
marcando significativamente su identidad personal y social.
Esta investigación plantea la preocupación de los padres observada en
consulta con respecto al poco tiempo que comparten con los hijos y la carencia de
estrategias o herramientas efectivas para modelar las competencias emocionales,
asimismo está orientada a reflexionar en el rol de los padres y el fortalecimiento
del desarrollo emocional de los hijos.
Para efectos de la presente investigación se coincide con Melgosa (2017)
en cuanto a que las emociones que el niño, la niña y el adolescente recibe son
útiles para la supervivencia y el adulto está llamado a enseñarle desde temprana a
edad a reconocer las emociones y las consecuencias que acarrea para la persona
y los demás, cuando ellas son negativas.
Asimismo, Márquez y Gaeta (2017) señalan que los padres por ser un
factor clave en la regulación emocional, requieren de herramientas para poder
llevar a cabo acciones con sus hijos e hijas que les permitan el desarrollo de
competencias emocionales,
Desde este estudio, se reafirma este planteamiento y se considera que,
herramientas como el mindfulness pueden ser contundentes y efectivas en para el
apoyo de una educación emocionalmente sana especialmente en las primeras
etapas del ciclo vital, considerando la correspondiente regulación emocional y
trabajo en la elaboración de respuestas adecuadas con el medio.
Es importante destacar que Rhys Davids acuña el término mindfulness, por
primera vez, que etimológicamente significa memoria, sin embargo, el significado
de dicha palabra ha variado con los años.
Posteriormente, de acuerdo con Bodhi (2011), Jon Kabat-Zinn hace surgir
el mindfulness como una disciplina al introducir en la “University of Massachusetts
Medical Center” un programa basado en las prácticas budistas, un programa
enfocado en la reducción del estrés: “Mindfulness-Based Stress Reduction
(MBSR).
Por su parte, Hayes y Hofmann (2017), esta disciplina corresponde a un
grupo de terapias llamadas terapias de tercera generación, centradas en
conceptos como la aceptación, los valores, las emociones o la metacognición.
El mindfulness aborda la terapia proponiendo un cambio en la relación del
paciente con su sufrimiento, a través del entrenamiento en reconocer la
experiencia en el presente, usando la atención plena de pensamientos,
emociones, sensaciones corporales, del ambiente circundante, de las personas
que se encuentran en su entorno, de los olores, del sonido y demás fenómenos
que suceden a cada instante.
Evidentemente, no todos los padres o familias manejan o conocen este tipo
de herramientas, precisamente por su estado acelerado en cuanto a las
actividades productivas y de subsistencia y la desatención de los aspectos
emocionales de sus hijos e hijas. Según Germer (2004), este estado se manifiesta
al llevar a cabo su rol sin estar atentos, cuando no notan sus propios sentimientos
o de sus hijos y otros familiares, o al encontrarse más preocupados por el futuro o
por el pasado o cuando comemos sin darnos cuenta de que estamos comiendo, o
sin prestarle atención.
Para Van Dam y otros (2017), al plantear el mindfulness como una
herramienta para el trabajo de la regulación emocional entre padres e hijos es
importante tener un conocimiento preciso, para evitar un mal uso lo cual sería
contraproducente y no aportaría mayores beneficios, incluso pudiendo ser
perjudicial. Esto se debe a que el término mindfulness se emplea en ocasiones
como técnica, otras se emplea como un estado mental y algunas otras veces se
utiliza como un rasgo estable de la personalidad, esta diversidad semántica puede
generar confusión y obstaculizar su uso operativo.
La idea de la presente investigación está centrada en resolver un poco esta
confusión y situando una propuesta de trabajo para mejorar la relación y
regulación emocional entre padres e hijos/as, de acuerdo con lo que plantean
Shapiro, Carlson, Astin y Freedman (2006) quienes presentan un modelo del
mindfulness (IAA) basado en tres axiomas:
1. Intención (motivación, autorregulación, autoexploración y autoliberación)
2. Atención (ubicada plenamente en el momento presente)
3. Actitud (apertura, curiosidad, amabilidad y paciencia)

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