Está en la página 1de 5

See discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.

net/publication/351277401

DESIGUALDAD. Anthony Atkinson y su propuesta para reducir la brecha.

Preprint · February 2020


DOI: 10.13140/RG.2.2.24513.48487

CITATIONS READS
0 24

1 author:

Francisco J. Lucero Bravo

22 PUBLICATIONS   0 CITATIONS   

SEE PROFILE

Some of the authors of this publication are also working on these related projects:

Book Reviews View project

Research Project View project

All content following this page was uploaded by Francisco J. Lucero Bravo on 03 May 2021.

The user has requested enhancement of the downloaded file.


DESIGUALDAD. Anthony Atkinson y su propuesta para reducir la brecha.

por Francisco J. Lucero Bravo


Sociólogo, Mg. en Política y Gobierno
fjlucerob@gmail.com

Anthony Atkinson es un economista inglés y uno de los principales referentes a nivel mundial
en el estudio de la desigualdad. En su libro Desigualdad: ¿qué podemos hacer?
(2015) desarrolla una serie de 15 propuestas que indican posibles caminos a seguir para
abordar de frente. Más allá de enlistar estas propuestas a modo de réplica, lo cual no
constituiría mayor aporte a la discusión, el presente artículo pretende extraer algunas
lecciones generales sobre el razonamiento de Atkinson, en términos de su pertinencia,
viabilidad y consistencia argumentativa.

Uno de los ámbitos evidentes a los cuales remite la discusión sobre la desigualdad es el de la
política fiscal. Si bien sus propuestas están más enfocadas en el diagnóstico de la situación
de su país de residencia (Reino Unido), el alcance de sus ideas trasciende límites geográficos.
Cuando aborda el problema de los impuestos y subsidios lo hace desde una mirada lo más
integral posible para superar eventuales desbalances en el presupuesto fiscal y, más aún, para
evitar que los cambios de regulación distorsionen los incentivos de mercado y, en el peor de
los casos, terminen por alejarse del objetivo final que es reducir la desigualdad.

Lo principal en cuanto a impuestos y subsidios es avanzar hacia una política tributaria más
progresiva, lo cual consiste en incrementar la tasa impositiva a medida que se asciende en la
escala de niveles de ingresos. En este sentido, no solo se trata de incrementar la tasa
impositiva máxima en relación a la existente (propone pasar de una tasa vigente cercana al
45% a una de 65%) sino también ampliar la base gravable, esto es, incorporar en el cálculo
del ingreso las entradas por concepto de riqueza y ganancias de capital (intereses, beneficios,
dividendos, renta, etc.) que en muchos países se encuentran exentas o levemente gravadas.

Al elevar el tope de la tasa de impuestos, se puede argumentar que el 1% más rico ve afectado
su ingreso bruto (antes de impuestos) y, por tanto, las entradas por recaudación de mayores
impuestos se enfrentan a un menor volumen de ingreso gravable, lo que puede terminar
siendo un contrasentido. Sin embargo, cuando se realiza este razonamiento, se hace en base
al cálculo de una elasticidad del ingreso bruto del 1% más rico (variación relativa del ingreso
de los más ricos) que establece un umbral a partir del cual el incremento de impuestos reduce
la recaudación final. De acuerdo a este cálculo, los reciente ajustes de la tasa impositiva
colocaban un techo en el 40% a partir del cual la recaudación comenzaba a mermar. Para
Atkinson este umbral no se ha calculado adecuadamente por diferentes razones. Una de ellas
es el margen de error del cálculo el cual establece un amplio rango de límites que fluctúa, por
ejemplo, entre 24% y 62%, lo que hace que el 40% sea solo un promedio algo conservador.
Otra razón es que el cálculo de la elasticidad del ingreso bruto en relación a la tasa impositiva
máxima se realiza principalmente en base al consumo interno, desestimando el volumen de
ingresos que se destina a ahorro o se filtra hacia el exterior. Por último, una razón más
consistente aún es la que considera que en una perspectiva histórica, en base a periodos en
que los impuestos fueron efectivamente más altos, estos actuaron como desincentivo a
negociar salarios gerencial es exorbitantes como los que vemos hoy en día en el sector
financiero en lo que Piketty llamó los superejecutivos (quizás te interese leer Thomas
Piketty: ideas generales de El Capital en el siglo XXI). En dicho contexto, en lugar de buscar
mayores ingresos salariales, los gerentes optaban por otras vías de compensación no
gravables asociados a la propiedad (obsequios lujosos, por ejemplo).

Otro ámbito crítico para abordar la desigualdad es el mercado del trabajo. Los cambios
acaecidos en las últimas décadas asociados a la flexibilización del trabajo, su mayor grado
de informalidad y, por supuesto, la aparición del desempleo como fenómeno relativamente
reciente (principios del s. XX) exigen una especial sensibilidad para abordar su regulación.
En este sentido, Atkinson propone intervenciones del gobierno para apuntar al pleno empleo,
un salario mínimo digno y límites a la brecha salarial entre mínimo y máximo. En cuanto a
la reducción del desempleo, se espera que esto se aborde mediante la generación de empleos
públicos, lo que implica mayor inversión estatal en áreas críticas como infraestructura,
cuidados asistenciales e infantiles, medidas para contrarrestar el cambio climático, entre
otros. El salario mínimo digno y los límites a las remuneraciones más altas se debiesen
regular a través de una política nacional de remuneraciones que involucre a un Consejo
Económico y Social (organismo compuesto por ONG's, sindicatos, representantes
corporativos, expertos, entre otros).

En este punto, es interesante el argumento ofrecido por Atkinson para enfrentar eventuales
críticas con respecto a la fijación de un salario mínimo por sobre el salario de mercado
determinado por oferta y demanda de trabajo. Plantea que a diferencia del modelo estándar
reduccionista, que pone una serie de condiciones improbables y poco realistas para que el
modelo funcione correctamente, la curva de oferta (ascendente de izquierda a derecha) y
demanda (descendente de izquierda a derecha) de trabajo no tiene un solo punto de equilibrio,
sino que incluso puede tener hasta tres o más. Esto se entiende considerando que a medida
que aumentan los salarios, las personas paulatinamente pueden incorporar más tiempo libre
en sus vidas, (lo que eventualmente podría quebrar la curva de oferta hacia la izquierda) pero
a medida que el salario sigue aumentando, éstas podrían nuevamente verse atraídas a trabajar
(lo que quebraría nuevamente la curva hacia la derecha). Enfoques más realistas y complejos
como este que concibe la curva de oferta de trabajo con una forma de "S" en lugar de "/",
permiten contradecir el escepticismo imperante en determinados sectores con respecto a la
fijación de un salario mínimo basado en sus posibles distorsiones en el mercado laboral.

Sin embargo, Atkinson es enfático en poner el acento en la reducción del desempleo


involuntario entendido como una falla de mercado más que en la maximización del empleo,
considerando que mientras el Estado tiende a sacralizarlo de algún modo como un "bien de
mérito", en última instancia aún se trata de una decisión de las personas cuando éstas cuentan
con alternativas de ingresos (becas de estudios, rentas de propiedad, herencias, economías de
escala familiar, entre otras). Además, cabe señalar que la medición del desempleo cuenta con
serios inconvenientes metodológicos que tienden a subestimar su alcance real. Las jornadas
parciales, la precarización, los regímenes de cero horas (solo se paga cuando se presta el
servicio y este no siempre se requiere) exigen que se considere mediciones basadas en trabajo
mensual y no en horas como acostumbra a hacerlo tanto el Estado como el empleador.

Un tercer ámbito a destacar es el del progreso técnico y su incidencia en la transformación


de los mercados, la sociedad y la vida de las personas. El enfoque de Atkinson es que se debe
promover un sesgo más humano del progreso técnico velando por una mejora en la
cualificación de los individuos y el carácter humano de los servicios. El autor se apega a la
noción colectiva de la innovación defendida por la economista italiana, Mariana Mazzucato
(se sugiere leer Mariana Mazzucato: El debate moderno sobre el valor de las cosas) con lo
cual el Estado y la sociedad en su conjunto tienen mucho que decir con respecto a la
definición del curso a seguir por el progreso técnico.

La innovación tecnológica surge como resultado de esfuerzos conjuntos de una red de actores
involucrados desde la investigación básica hasta su comercialización, pasando por su
detección, fase experimental, incubación, aceleración, licenciamiento, entre otros aspectos.
En muchos de estos ámbitos el Estado ha jugado un rol fundamental mediante la provisión
de fondos estables, infraestructura, articulación de actores y más. Por su parte, la sociedad
contribuye con su conocimiento, su fuerza de trabajo, aportando señales de mercado y
consumo final. Comprender el cambio tecnológico de manera colectiva promueve esfuerzos
de co-gestión y co-propiedad de los resultados y aquí es donde el autor cita la frase "¿a quién
pertenecen los robots?" para hacer alusión a la importancia de relevar la dimensión humana
de los avances que se asoman en un horizonte cercano y que han de revolucionar la forma en
que vivimos.

El promover el rol del Estado como inversionista en los procesos de cambio tecnológico se
relaciona directamente con otra propuesta presente en el libro de Atkinson, relacionada con
la creación de un Fondo de Riqueza Soberana como los hoy existentes en muchos países
petroleros tales como Noruega, Emiratos Árabes o Kuwait. Estos fondos permiten que el
Estado opere como receptor de beneficios de un portafolio de capital y riqueza. Se trata
específicamente de una Autoridad de Inversión Pública que opera como tenedor de activos y
no como gestor, lo cual se diferencia en el grado de control que se tiene en la administración
de la inversión. Este fondo permite crear una fuente de entrada fresca y permanente de
recursos de los cuales un porcentaje de las ganancias puede ser destinado a complementar el
financiamiento de medidas de reducción de la desigualdad. Estas medidas pasan desde un
subsidio infantil universal y gravable, una pensión mínima garantizada y una dotación de
capital (herencia) hasta transferencias de seguridad social (pensiones y subsidio de
desempleo) y un ingreso de participación donde cada una de estas exige contar con paquetes
presupuestarios que incurren en gasto público.

Cabe señalar que algunas de estas medidas propuestas por Atkinson son difíciles de
implementar, ya sea porque requieren de un grado de voluntad y consenso político hoy
inexistente en algunos países, o simplemente porque no convencen en lo más mínimo. Esto
es lo que ocurre, por ejemplo, con la dotación de capital que eventualmente se asignaría una
vez alcanzada la edad adulta de los individuos con la esperanza de que inicien algún proyecto
de inversión (en educación, iniciar un negocio, etc.). frente a la cual, el ganador del Premio
Nobel de economía, Robert Solow, se muestra bastante escéptico en términos de su viabilidad
y pertinencia. No así con respecto a la preocupación sobre la temática de la desigualdad y el
diagnóstico de esta realizado por Atkinson.

El debate entre la brecha del 1% y el 99% restante tiene una vasta evidencia empírica y teórica
tanto en la economía como en otras disciplinas pertinentes como la sociología económica, la
historia social y la geografía urbana. La desigualdad es un fenómeno social, político y
económico que colinda permanentemente con el estudio del marco institucional y regulatorio.
Atkinson expresa que se debe aprender de episodios de la historia moderna en que la
desigualdad efectivamente disminuyó. Los gráficos de largo plazo muestran una curva que
desciende en el periodo de postguerras para luego revertir su curso en los 80 con las llegada
de Thatcher y Reagan al poder y desde ahí no ha dejado de ascender. También vemos que a
medida que la riqueza diverge dentro de los márgenes de un país, la tendencia entre países es
hacia la convergencia (a los países que alcanzaron el desarrollo gracias al progreso técnico,
hoy les es más difícil crecer a tasas elevadas mientras que a otros en vías de desarrollo les va
mejor por razones de transferencia de este progreso técnico).

Finalmente, la conclusión general al que invita el libro de Atkinson es a tener un rol activo
en el propósito de reducir la desigualdad, puesto que sus causas -a diferencia de lo que
piensan quienes tienden a normalizarla y aceptarla como una externalidad de la globalización
y el progreso económico- son fundamentalmente endógenas y por tanto abordables desde
diversos ámbitos como los arriba expuestos.

View publication stats

También podría gustarte