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¿A qué somos fieles los traductores?

Algunas reflexiones teóricas sobre la dicotomía traducción


extranjerizante vs. traducción domesticante

Nuria Ponce Márquez e Inmaculada Mendoza García


Universidad Pablo de Olavide

1. Introducción

Tradicionalmente la traducción se ha concebido como el trasvase de un texto origen

(TO) a un texto meta (TM), entendiendo por este el calco sintáctico, gramatical y

semántico de todas y cada una de las unidades del texto de partida en el texto de

llegada. Esto es lo que se conoce como traducción literal y lo que durante décadas se ha

venido asociando con la idea de la fidelidad traductora.

A partir de los años 50, se comienza a reconsiderar el significado de la noción de

fidelidad en el terreno de la traducción: ¿Es lo mismo traducción literal que traducción

fiel? ¿Es este sentido tradicional de la noción de fidelidad traductora lo que consigue la

verdadera equivalencia entre el TO y el TM?

Este nuevo planteamiento sobre la interpretación de los conceptos de fidelidad y

equivalencia se ha convertido, desde entonces y durante las décadas posteriores hasta la

actualidad, en el debate central, y a su vez más polémico, del campo de la

Traductología.

El objetivo de este artículo es hacer un breve recorrido por algunas de las diferentes

aportaciones teóricas que diferentes autores han venido desarrollando sobre la

dicotomía traducción orientada al polo origen vs. traducción orientada al polo meta —

basada en las nociones más tradicionales de traducción literal vs. traducción libre— y

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su relación con los conceptos de fidelidad y equivalencia, así como aportar algunas

reflexiones al respecto.

2. Algunos enfoques traductológicos binarios y su proximidad


conceptual

2.1. Traducción directa o literal vs. traducción oblicua

En 1958, Jean-Paul Vinay y Jean Darbelnet, considerados como los precursores de

la escuela franco-canadiense —partiendo de la lingüística estructural saussuriana y de

la estilística comparada— hablan por primera vez de la existencia de dos enfoques

traductológicos diferenciados y a los cuales denominan traducción directa o literal y

traducción oblicua. La traducción directa o literal es el resultado de la correspondencia

absoluta, tanto semántica como formal, entre todos los elementos del TO y aquellos del

TM. Por el contrario, la traducción oblicua es aquella que se distancia de la traslación

directa o calco de los segmentos que aparecen en el TO (1958, pp.46-47).

Para estos teóricos, ambos métodos de traducción pueden ser, en principio,

igualmente lícitos. No obstante, reconocen que son muy escasas las ocasiones en las

que la traducción directa o literal puede ser aplicada toda vez que solo en contadas

situaciones los diferentes sistemas lingüísticos de las dos lenguas de trabajo y la forma

en la que ambas comunidades culturales interpretan una misma realidad

extralingüística así lo permiten (1958, pp.48-49). Por este motivo, para lograr la

equivalencia traductora, Vinay y Darbelnet proponen el método de traducción oblicua,

según el cual la equivalencia de la función comunicativa entre ambos segmentos

textuales prevalece sobre la correspondencia léxico-semántica y/o sintáctico-gramatical

(1958, p.51).

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En definitiva, para estos autores, cuando la traducción literal nos permite trasladar al

TM toda la carga semántica y pragmática del TO, es lícito recurrir a este método de

traducción. En caso contrario, podemos y debemos cambiar una situación comunicativa

dada en el TO, que solo cobra sentido en la cultura origen, por otra situación

comunicativa en el TM, que adquiera sentido en la cultura meta.

2.2. Correspondencia formal vs. equivalencia dinámica

Unos años más tarde, Eugene Albert Nida (1964, p.159) diferencia entre una

traducción orientada hacia lo que él denomina equivalencia formal y otra orientada

hacia lo que denomina equivalencia dinámica, y se muestra abiertamente a favor de la

segunda opción.

Es evidente la proximidad que se detecta entre las nociones de correspondencia

formal y correspondencia dinámica y los conceptos de traducción directa o literal y

traducción oblicua. Mientras que la equivalencia formal, al igual que la traducción

directa o literal, es aquella que calca el TO en todos sus aspectos, tanto formales como

semánticos, la equivalencia dinámica se asemeja a lo que Vinay y Darbelnet

denominan traducción oblicua. Al igual que ocurre con la traducción oblicua, la

equivalencia dinámica se aleja del trasvase formal y semántico de los elementos del TO

al TM, puesto que situacional y contextualmente el uso de este calco estructural y

semántico como propuesta de traducción, en la mayoría de los casos, no puede

funcionar de igual manera en una comunidad lingüística y en otra. Nida está mucho

más interesado por la equivalencia pragmática que por la equivalencia sintáctico-

gramatical y léxico-semántica entre los pares de segmentos de ambos textos. Lo que

persigue la equivalencia dinámica es que el TM produzca en los receptores de la

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cultura meta el mismo efecto pragmático que el TO produjera en el receptor de la

cultura original, o, como expresa el autor, “to produce something relatively equivalent

in the receptor language” (1964, p.163). Se trata de que la nueva comunidad receptora

perciba la traducción como si se tratase de un TO, es decir, que en ningún momento sea

consciente de que en realidad se encuentra ante una traducción.

Esto es lo que Nida entiende por equivalencia. La traducción, así, deberá adaptarse

al nuevo receptor, de manera que esta resulte lo más natural posible en la nueva

comunidad receptora. No importa que el sistema de reglas y normas lingüísticas del TO

no se corresponda con las convenciones lingüísticas del TM. Lo verdaderamente

importante es que la intención comunicativa que se pretende transmitir sea la misma,

haciendo uso, para ello, de las expresiones lingüístico-culturales correspondientes que

habitualmente se utilicen en la comunidad meta para representar esa misma situación

comunicativa y teniendo siempre en cuenta los contextos sociocultural e histórico

concretos de ambos textos.

2.3. Traducción patente vs. traducción encubierta

En la misma línea de los autores anteriores, en su obra Translation Quality

Assessment. A Model Revisited, Juliane House (1997, p.29) revisa los dos nuevos

conceptos traductológicos que ya presentara en su obra A Model for Translation

Quality Assessment (1981 [1977]), y que reflejan una cierta proximidad con las

nociones teóricas comentadas hasta el momento: la traducción patente (overt

translation) y la traducción encubierta (covert translation)1. La autora centra su

1
Como apunta House, la distinción entre traducción patente y traducción encubierta se remonta a la
distinción entre Verfremdende und einbürgernde Übersetzungen (traducción extranjerizante y traducción
naturalizante) de Schleiermacher (2001, p. 7).

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modelo en la noción de equivalencia. La siguiente cita de Vladimir Ivir describe

claramente lo que House entiende por equivalencia:

equivalence is [...] relative and not absolute, [...] it emerges from the context of situation as
defined by the interplay of (many different) factors and has no existence outside that context,
and in particular that it is not stipulated in advance by an algorithm for the conversion of
linguistic units of L1 into linguistic units of L2 (1996, p.155).

House (1997, p.29) defiende que el parámetro principal que rige todo acto de

traducción es su doble vinculación, por un lado, al TO y, por otro, a las condiciones

comunicativas del receptor meta. Según los enfoques lingüísticos textuales, esto es lo

que se denomina “relación de equivalencia”. Sin embargo, para House la equivalencia

puede interpretarse de forma diferente según estemos hablando de una traducción

patente o de una traducción encubierta. En una traducción patente los receptores deben

percibir la función inicial del TO, pero a través del uso de la lengua meta. Es decir, en

este tipo de traducción mantenemos en el TM la función del TO, solo que lo hacemos

mediante el uso de las convenciones lingüísticas propias de la lengua meta. Así,

respetamos en el TM la función del TO porque esta tiene un interés potencial en la

comunidad meta o, lo que es lo mismo, porque queremos que el receptor meta conozca

los aspectos culturales de la comunidad origen. No se trata de que el receptor meta no

sea consciente de que se encuentra ante una traducción, es decir, el objetivo no es crear

un segundo original. En definitiva, si optamos por una traducción patente, no es

necesario encontrar una equivalencia funcional. Por otro lado, en una traducción

encubierta el receptor no debe percibir que se encuentra ante una traducción, sino que

debe recibir el texto como si se tratara de un original. En este caso, por tanto, no nos

interesa que el receptor meta conozca los aspectos culturales de la comunidad origen,

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lo que perseguimos es que el receptor meta se identifique con las situaciones

comunicativas del texto que lee, para lo cual podemos y debemos tomarnos la licencia

de cambiar una situación comunicativa del TO que solo cobre sentido en la cultura

origen por otra situación comunicativa diferente en el TM que resulte familiar al

receptor meta. En otras palabras, si optamos por una traducción encubierta, es

necesario encontrar una equivalencia funcional entre ambos textos y, para lograr esta

equivalencia, será necesario que el TO pase por un “filtro cultural” que nos permita

cambiar las situaciones comunicativas descritas en el mismo y conseguir, de esta

manera, un efecto pragmático equivalente (1997, pp.29-30).

Para House, ambos tipos de traducción pueden ser posibles. La conveniencia de

optar por un tipo de traducción u otra dependerá de las características del TO y del

criterio personal del traductor, pero también del propósito concreto que se persiga en la

traducción y del perfil y las expectativas de los nuevos receptores (1997, p.32).

2.4. Traducción adecuada vs. traducción aceptable

Unos años más tarde, Gideon Toury, en su obra In Search of a Theory of

Translation (1980), presenta dos nuevos conceptos que, una vez más, muestran una

clara proximidad con los dos enfoques traductológicos ya presentados anteriormente

tanto por Vinay y Darbelnet, como por Nida y Taber, y por House. Toury concibe la

traducción como una actividad gobernada por “normas”, siendo la “norma inicial” y

más importante aquella que se vincula a la decisión del traductor de acercarse a las

normas y relaciones textuales de la lengua original (traducción adecuada), a aquellas de

la lengua y la cultura receptoras (traducción aceptable), o a una combinación de ambas

100
(1980, pp.53-54), y basa su fundamentación teórica en la orientación hacia el polo

meta, la cual justifica de la siguiente manera:

Las traducciones surgen siempre en un determinado ambiente cultural y se diseñan para


responder a ciertas necesidades, y / u ocupar ciertos `espacios´ en dicha cultura [meta]. En
consecuencia, se puede decir que los traductores operan ante todo en interés de la cultura para
la que traducen, sea cual sea el modo en que conciben dicho interés (2004, p.48).

Así, el método de trabajo que propone Toury consiste en un protocolo de actuación

investigadora que concibe el estudio de las traducciones como una serie de pasos

ordenados lógica y cronológicamente, comenzando por situar los textos dentro del

sistema meta al que pertenecen y establecer qué lugar ocupa la traducción entre los dos

polos opuestos de adecuación y aceptabilidad (2004, p.23).

Toury identifica la aceptabilidad con “lo que en esa cultura [meta] están dispuestos a

(o se les permite) aceptar frente a lo que están obligados a modificar o a rechazar por

completo” (Toury 2004, p. 224). Es decir, para Toury el concepto de aceptabilidad se

refiere a las suposiciones previas por parte del traductor de considerar las posibilidades

de que un texto sea aceptado en la cultura meta. De esta forma, es el traductor el que

conscientemente se plantea el grado de aceptabilidad que tendrá una determinada

traducción en una determinada comunidad meta, asumiendo el rol de mero lector final.

En palabras de Toury:

Los traductores, en tanto que miembros de la cultura de llegada, o que asumen dicho papel de
manera circunstancial, conocen más o menos los factores que gobiernan las posibilidades de
que los textos y los fenómenos lingüístico-textuales sean aceptados o rechazados por una
cultura o por un sector de la misma. Si de manera deliberada o inconsciente deciden aceptar los
factores que favorecen la aceptabilidad y utilizar estrategias que la potencien, todo el acto de
traducción se desarrollará siguiendo la norma inicial de aceptabilidad (2004, p.230).

Según Toury, el problema que reside en los estudios del nivel de aceptabilidad de

toda traducción consiste en constatar de qué tipo de aceptabilidad se trata, es decir, si el

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lector meta considera aceptables los textos que se le presentan como traducciones o

como textos de su propia lengua (2004, p.292)2.

Así, Toury habla de ocupar “espacios” vacíos en la colección de textos en la

comunidad meta y que se suplen ubicando la traducción en esta nueva cultura. No

obstante, también admite que, aunque las traducciones “surgen para suplir necesidades

de la cultura meta, también es cierto que tienden a desviarse de los patrones

sancionados, a uno u otro nivel, sobre todo por el postulado de mantener invariables al

menos algunas de las características del texto origen” (2004, p.68). Con estas palabras,

Toury reconoce que, en ocasiones, las traducciones son concebidas como tal por los

lectores de la cultura meta, al considerarlas diferentes de los textos que no son

traducciones y abusar probablemente de la vertiente de fidelidad al TO, pero insiste en

que “las traducciones son hechos de las culturas meta; a veces tienen un estatus

especial, en ocasiones llegan a constituir (sub)sistemas por sí mismos, pero, en

cualquier caso, pertenecen a la cultura meta” (2004, p.69).

2.5. Traducción semántica vs. traducción comunicativa

En su obra Approaches to Translation (1981), Peter Newmark presenta dos nuevos

términos para referirse a las dos orientaciones de traducción anteriormente

desarrolladas por otros autores: traducción semántica y traducción comunicativa. En la

2
Esta noción de aceptabilidad coincide con la interpretación del parámetro de aceptabilidad que Robert-
Alain de Beaugrande y Wolfgang Ulrich Dressler describen en su obra Introducción a la Lingüística del
texto. Para estos téoricos, el parámetro de la aceptabilidad es también el factor que representa a los
receptores del TM. Es decir, para que se produzca el acto comunicativo en la traslación del mensaje, los
receptores del TM deben ser capaces de procesar la intención comunicativa del TM, para lo cual es
imprescindible que este contenga unos rasgos lingüísticos y textuales tales que permitan a los nuevos
receptores descodificar el mensaje e identificar la intención comunicativa del mismo. La aceptabilidad,
no obstante, no puede lograrse sin tener en cuenta otros seis parámetros textuales estrechamente
interrelacionados y vinculados entre sí y, por tanto, relacionados a su vez con el parámetro de la
aceptabilidad: la intencionalidad, la informatividad/situacionalidad, la intertextualidad, la coherencia y la
cohesión (1977, pp. 35, 37, 173, 201, 225, 249).

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traducción semántica, el TM se acerca a la lengua de partida, al autor original y a sus

receptores, mientras que en la traducción comunicativa el TM se centra en la lengua de

llegada y en sus receptores (1981, p.39). Así, la traducción semántica tiene un enfoque

lingüístico, mientras que la traducción comunicativa tiene un enfoque funcional (1981,

p.62).

No obstante, alejándose de la opinión de otros teóricos del momento, Newmark

defiende que, siempre que produzca el mismo efecto comunicativo y semántico, “in

communicative as in semantic translation […] the literal word-for-word translation is

not only the best, it is the only valid method of translation” (1981, p.39).

En esto —aunque es cierto que la postura de Newmark es mucho más radical—,

coincide con Vinay y Darbelnet en que, a menos que haya buenas razones semánticas y

pragmáticas para hacerlo, la desviación de la traducción literal no está justificada. De

hecho, más adelante en la misma obra se declara en contra de la “increasing

assumption that all translating is (nothing but) communicating, where the less effort

expected of the reader, the better” (1981, p.51).

Es importante resaltar, no obstante, que para Newmark la inclinación del traductor

hacia una forma de traducción u otra debe depender de la tipología textual con la que

se esté trabajando. Así, como expresa en su obra A Text Book of Translation, la

traducción semántica se aplicaría a textos expresivos, mientras que la traducción

comunicativa se aplicaría a textos informativos y vocativos (2003 [1988], pp.39-40;

47). Aunque, al mismo tiempo, afirma que la mayoría de los textos requieren más una

traducción comunicativa que una traducción semántica (2003 [1988], p.41).

Por otro lado, para el autor una traducción nunca es estrictamente semántica o

estrictamente comunicativa, sino que ambos enfoques se yuxtaponen y se

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complementan. La principal aportación de Newmark con respecto a otros teóricos

consiste en que una traducción puede ser más o menos semántica, más o menos

comunicativa:

Semantic and communicative translation must be seen as wholes. Semantic translation is


personal, follows the thought processes of the author, tends to overt-translate, pursues nuances
of meaning, yet aims at concision in order to reproduce pragmatic impact. Communicative
translation is social, concentrate on the message and the main force of the text, tends to under-
translate, to be simple, clear and brief, and it is always written in a natural and resourceful style
(2003 [1988], pp.47-48).

2.6. La teoría del Skopos

Aunque siguiendo la misma estela de otros autores hasta ahora citados —a

excepción de Newmark—, Katharina Reiss y Hans J. Vermeer (1996 [1984]) abogan

por una postura aún más radical sobre el enfoque pragmático de los métodos de

traducción comunicativos. Para Reiss y Vermeer, las decisiones del traductor deben

depender única y exclusivamente de la función comunicativa del TM. Tanto para

Vinay y Darbelnet como para Nida y Taber, el enfoque tradicional de la traducción es

un método de traducción alternativo y lícito en determinados contextos, aunque, dada

la limitada posibilidad de su aplicación en la mayoría de los casos debido a las

diferencias culturales entre ambas comunidades lingüísticas, estos teóricos se

posicionan a favor de la orientación pragmática del acto de traslación. Para Reiss y

Vermeer, no obstante, la traducción literal no tiene cabida alguna, bajo ninguna

circunstancia, en el proceso traductor. Para estos teóricos el único parámetro que debe

determinar todas y cada una de las decisiones del traductor es la función comunicativa

del TM. A partir de esta premisa, Reiss y Vermeer desarrollan la llamada teoría del

104
Skopos o Skopostheorie3. Esta teoría se centra en el concepto de la “adecuación”, esto

es, debemos “adecuar”, durante todo el proceso del trasvase traductor, todos y cada uno

de los elementos lingüísticos y culturales de la lengua y cultura origen al perfil y

expectativas del receptor meta, única y exclusivamente en función del skopos u

objetivo comunicativo del TM. Así, para Reiss y Vermeer, este concepto “se refiere a

la relación que existe entre el texto final y el de partida teniendo en cuenta de forma

consecuente el objetivo (escopo) que se persigue con el proceso de traducción” (1996,

p.124)4. Este objetivo no tiene que coincidir necesariamente con la finalidad que

tuviera el TO en su cultura origen. De esta forma, dependiendo de los distintos

objetivos comunicativos posibles que puedan determinarse para el TM, es posible crear

distintos textos de llegada a partir de un mismo TO (1996, p.36). Para estos autores,

por tanto, la equivalencia solo se produce “cuando la función entre el texto de partida y

el final se mantiene constante” (1996, p.125).

2.7. Traducción extranjerizante vs. traducción domesticante

En 1995, basándose en los conceptos que ya desarrollara el teólogo y filósofo

alemán Friedrich Schleiermacher (1992[1813])5 y partiendo de la premisa de que una

traducción nunca puede “adecuarse” por completo al TO, Lawrence Venuti (2008

[1995]) presenta dos nuevos términos —domesticación y extranjerización— para

referirse a los dos enfoques traductológicos tradicionalmente opuestos. Mientras que la

3
El modelo funcionalista de la traducción o teoría del skopos fue introducido por primera vez por Hans
J. Vermeer en 1978 (Vermeer, H. J., 1990).
4
Es necesario señalar que, aunque la nomenclatura terminológica utilizada por estos autores —
“adecuación”—, coincida con aquella utilizada por Toury, en la teoría de Skopos la “adecuación”
representa el enfoque justamente contrario a la noción de “adecuación” de Toury, para quien esta implica
la priorización de la lengua y cultura de partida en el proceso de traslación.
5
Véase Schleiermacher, F. (1992 [1813]) On the Different Methods of Translating. EN: Rainer Schulte
y John Biguenet eds. Theories of Translation. Chicago: University of Chicago Press, pp.36-54.

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extranjerización implica el refuerzo de los rasgos lingüísticos y culturales del TO con

la intención de acercar al nuevo receptor meta a la cultura origen, la domesticación

aboga por la necesidad de adaptar esos rasgos lingüísticos y culturales propios de la

comunidad origen a los nuevos valores de la comunidad meta con el objetivo de

facilitar la comprensión del mensaje al nuevo receptor.

Venuti opina que la opción del traductor por uno u otro enfoque se basa en una

actitud fundamentalmente ética. Por otro lado, añade que el principal parámetro

utilizado en la crítica de la traducción literaria es la “fluidez”, que se opone, a su vez, al

parámetro de la “resistencia”, y defiende que estos dos últimos criterios están

relacionados con los aspectos discursivos de las estrategias de traducción en función

del proceso cognitivo del receptor meta:

The terms “domestication” and “foreignization” indicate fundamentally ethical attitudes


towards a foreign text and culture, ethical effects produced by the choice of a text for
translation and by the strategy devised to translate it, whereas terms like “fluency” and
“resistancy” indicate fundamentally discursive features of translation strategies in relation to
the reader’s cognitive processing (2008, p.19).

Puesto que los conceptos de extranjerización y domesticación se centran en una

actitud ética del traductor, mientras que las nociones “fluidez” y “resistencia” se

vinculan con aspectos básicamente discursivos, el autor señala que estos dos binomios

conceptuales no tienen que establecer obligatoriamente una oposición dicotómica

claramente delimitada y superpuesta, como, según él, sí ocurre, sin embargo, con otras

teorías traductológicas anteriores:

the terms ‘domestication’ and ‘foreignization’ no dot establish a neat binary opposition that can
simply be superimposed on ‘fluent’ or ‘resistant’ discursive strategies”, nor can these two sets
of terms be reduced to the true binaries that have proliferated in the history of translation
commentary, such as ‘literal’ vs, ‘free’, ‘formal vs. dynamic’, and ‘semantic’ vs.
communicative (2008, p.19).

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No obstante, a pesar de las palabras del propio autor, no podemos dejar de percibir

una proximidad conceptual entre la extranjerización vs. domesticación y la traducción

directa o literal vs. traducción oblicua, traducción patente vs. traducción encubierta y

adecuación vs. aceptabilidad. Aunque sin olvidar la diferencia de matices que, en

mayor o menor grado, se detectan entre unas teorías binarias y otras, es obvio que el

fundamento base de todas ellas es la dicotomía traducción orientada hacia el polo

origen vs. traducción orientada hacia el polo meta.

Por otro lado, Venuti enjuicia la tendencia traductológica actual que parece

inclinarse más hacia un tipo de traducción domesticante. El autor rechaza el hecho de

que los textos deban pasar necesariamente por un proceso de aculturación según el cual

una traducción “fluida” o “aceptada” por el receptor es principalmente aquella que es

inmediatamente reconocible e inteligible, familiar, domesticada, y no

desconcertantemente extranjera (2008, p.5), y defiende la necesidad de aplicar

estrategias de “resistencia” para evitar así la “invisibilidad” de la mano traductora en el

producto meta final (2008, p.5)6. De esta forma, frente a la opinión de otros autores que

defienden la traducción domesticante, en la cual no debe percibirse la presencia del

traductor, Venuti se posiciona a favor de la “visibilidad” de la traducción

extranjerizante.

Según esta premisa, la “visibilidad” se vincularía, por tanto, a la traducción

extranjerizante, mientras que la “invisibilidad” se asociaría a la traducción

domesticante. A este respecto, planteamos aquí la posibilidad de invertir, en

determinadas circunstancias, la interpretación de Venuti que asocia la “invisibilidad”

6
Como el propio Venuti reconoce, existe una igualdad entre el concepto de “fluidez” y el concepto de
“naturalidad” de Eugene Nida, que, a su vez, implica claramente domesticación (2008, p. 16).

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con la traducción domesticante y la “visibilidad” con la traducción extranjerizante.

Siempre desde el terreno de los aspectos puramente culturales, cabe preguntarse si no

sería precisamente la traducción domesticante la que en algunos casos hace “visible” la

intervención del traductor. Es decir, en determinadas situaciones, ¿no es precisamente

la postura del traductor que no respeta el mensaje cultural implicítita o explícitamente

plasmado en el TO y que, por el contrario, domestica dicho mensaje en el TM la que

hace “visible” la mano del traductor? En otras palabras, ¿no resulta desconcertante

escuchar a un afroamericano que reside en el lujoso barrio de Bel-Air, en plena ciudad

de Los Ángeles, en California, hacer un chiste, por ejemplo, sobre un personaje tan

profunda y arraigadamente español y, por supuesto, completamente desconocido para

el público estadounidense, como el de “la Pantoja”? O lo que es lo mismo, ¿no resulta

evidente la intervención traductora, es decir, no se hace precisamente “visible” la mano

del traductor en un caso como el del ejemplo al que acabamos de aludir? Según este

enfoque, por tanto, desde el punto de vista cultural, la “visibilidad” podría darse

también en determinados casos de traducción domesticante.

2.8. La función, el encargo de traducción y su relación con el concepto de


“lealtad”

Siguiendo la tendencia comunicativa de la traducción, en su obra Text Analysis in

Translation (1991a), Christiane Nord, al igual que ya defendieran Reiss y Vermeer,

opina que la única postura lícita en el proceso traductor es la aplicación del enfoque

funcional del mismo. La autora postula que la única traducción aceptable es aquella

que se rige por las instrucciones del encargo de traducción, entre ellas, y sobre todo,

aquella que se centra en el propósito comunicativo o función del TM. De hecho, para

108
Nord, la noción de equivalencia solo cobra sentido si hablamos de la equivalencia

funcional (1991a, pp.8-9).

La nueva aportación de Nord con respecto a la Skopostheorie es el hecho de

vincular la función y el encargo de traducción al concepto de “lealtad” a los

participantes del acto comunicativo de la traducción. Mientras que para los

funcionalistas alemanes la fidelidad al TO es un criterio secundario, para Nord el

traductor adquiere un doble compromiso en el acto comunicativo de la translación. Por

un lado, debe ser “leal” al nuevo receptor meta o al cliente que le encarga la

traducción, pero, al mismo tiempo, también debe ser “leal” a la intención del autor del

TO (1991b, p.250)7. Este planteamiento de Nord es absolutamente coherente. Hay dos

fuerzas que tiran en dos direcciones opuestas en todo acto de la traducción y ambas

son, en principio, igualmente relevantes. La labor, y también el mérito, del traductor

consistirá en encontrar el mayor equilibrio posible entre ambas fuerzas. Al mismo

tiempo, cabe plantearse si la postura adoptada por el traductor debe o no ser una

decisión libre. El traductor deberá siempre amoldarse a las expectativas del receptor

meta y al objetivo comunicativo de la traducción, pero debe tenerse en cuenta que estos

dos factores no tienen por qué posicionarse necesariamente a favor de la priorización

del receptor y la cultura metas, sino que es igualmente posible que se pronuncien a

favor de un acercamiento hacia la intencionalidad del emisor y hacia los aspectos

culturales del TO. Por este motivo, siempre dentro del terreno cultural y no formal,

tanto la traducción orientada hacia el polo origen como la traducción orientada hacia el

polo meta son dos posiciones igualmente válidas en el proceso traductor.

7
El nuevo concepto de “lealtad” de Nord difiere, así, de la noción tradicional de fidelidad a la forma del
texto de partida (Nord, Ch. 1991b, pp. 91-109).

109
3. Conclusiones

La equivalencia en el campo de la traducción es, sin duda, una de las nociones

centrales y más polémicas que se han venido estudiando a lo largo de toda la historia

de la Traductología. Por otra parte, no es posible analizar este concepto sin centrarnos,

a su vez, en la noción fidelidad. Ambos conceptos se encuentran intrínsecamente

relacionados entre sí y han sido evaluados por numerosos autores desde todo un

abanico de perspectivas diferentes. Por un lado, ambos conceptos se han investigado

desde los planos léxico-semántico, sintáctico-gramatical, cultural, pragmático y

funcional. Por otro lado, algunos autores centran el estudio de estas nociones en la

palabra, otros, en pares de oraciones o segmentos textuales y otros, en el texto

entendido como un todo.

No obstante, en todas las teorías aportadas por los distintos autores sobre las

nociones de fidelidad y equivalencia se identifican dos orientaciones claramente

opuestas. En líneas generales, podemos decir que para algunos la equivalencia ocurre

cuando se es fiel al autor, texto, contexto, cultura y función comunicativa originales,

mientras que, por el contrario, para otros la equivalencia se da cuando el traductor es

fiel al receptor, contexto cultural y función comunicativa meta. Así, aunque sin pasar

evidentemente por alto la diferencia de matices que, en menor o mayor grado, se

detecta entre los conceptos desarrollados por los diferentes teóricos, dentro del primer

enfoque traductológico se percibe un acercamiento nocional entre traducción directa o

literal, correspondencia formal, traducción patente, adecuación (según Toury),

traducción semántica, aceptabilidad o traducción extranjerizante. Por otro lado, dentro

de la segunda tendencia se detecta una proximidad conceptual entre traducción oblicua,

equivalencia dinámica, traducción encubierta, aceptabilidad, traducción comunicativa,

110
adecuación (según Reiss y Vermeer), traducción domesticante o equivalencia

funcional.

A pesar de la aparente imposibilidad de llegar a un consenso universal sobre las

distintas posturas teóricas adoptadas por los distintos autores en relación con los

conceptos de equivalencia y fidelidad, a partir de los años cincuenta parece detectarse

en la literatura traductológica una progresiva inclinación hacia el segundo enfoque: lo

más importante es hacer llegar el mensaje al nuevo receptor meta con la mayor claridad

y naturalidad posibles, para lo cual, parece que todos los elementos del TO —no solo

los estrictamente lingüísticos sino también los culturales— deban someterse a una

especie de proceso de “lavado”, de manera que podamos crear un nuevo producto

textual “limpio” de todas las características tanto intratextuales como extratextuales del

TO y que se acerque y se adapte por completo a los nuevos receptores y a una nueva

situación comunicativa en el entorno meta.

No obstante, resulta imprescindible apuntar que ambas nociones —equivalencia y

fidelidad — y, por ende, ambas tendencias traductológicas —extranjerización y

domesticación— deben analizarse y evaluarse de manera diferente, según estemos

tratando con aspectos estrictamente sintáctico-gramaticales o con aspectos pragmático-

culturales.

En el terreno sintáctico-gramatical, cuando la cercanía entre las dos lenguas de

trabajo permite trasladar de forma literal toda la carga pragmática del TO al TM, sería

lícita la aplicación de la traducción literal. En principio, no parece haber ningún motivo

consistente para rebatir este argumento. El problema radica, no obstante, en que esta

posibilidad muy raramente se da y, en todo caso, la literalidad solo puede aplicarse si

nos centramos en palabras aisladas o en frases cortas, pero nunca si nos referimos al

111
texto como una unidad global. Por tanto, cuando las diferentes convenciones

lingüísticas de ambas comunidades no permiten trasladar nítidamente toda la carga

semántica y pragmática del texto, sería forzoso domesticar, esto es, reemplazar los

rasgos lingüísticos del TO por aquellas características propias de la lengua meta. De no

ser así, el TM podría incluso llegar a resultar un producto ininteligible para el receptor

de la lengua de llegada. Es evidente que si no adaptamos las convenciones lingüísticas

del TO a las normas y preceptos lingüísticos del TM, será imposible lograr la

naturalidad, la fluidez y la aceptabilidad requeridas para que el nuevo receptor pueda

descodificar el producto meta final. Por otra parte, si nos centramos en los aspectos

pragmático-culturales, no consideramos forzosa la domesticación o reemplazamiento

de los elementos culturales propios de la comunidad origen por otros elementos

culturales propios de la comunidad meta en todo momento y bajo toda circunstancia. Si

nos movemos en el terreno de los aspectos culturales, entendemos que tanto la

extranjerización como la domesticación pueden resultar igualmente lícitas en

determinadas situaciones. Estamos de acuerdo con el enfoque de la traducción

funcional, que defiende que todo depende de la función o intencionalidad comunicativa

de la traducción, pero entendemos que esta puede ser tanto acercar al lector meta a la

cultura origen como distanciarlo de esta con el objetivo de que los nuevos receptores se

identifiquen con situaciones con las que se encuentren familiarizados en su propia

cultura. Por otra parte, ¿acaso no se escriben versiones originales de obras que relatan

historias inmersas en otras culturas diferentes a la cultura del receptor del TO y se

explican en ellas los conceptos culturales foráneos precisamente para que el lector

origen conozca una realidad cultural diferente a la suya? ¿Acaso no podemos

presuponer que el receptor meta pueda estar interesado en conocer otras culturas?

112
¿Acaso no es productivo y enriquecedor que el receptor meta adquiera conocimientos

sobre otras realidades culturales diferentes a la suya propia?

Así, desde el punto de vista cultural, la “fluidez” puede conseguirse aplicando tanto

un tipo de traducción como otra. La aceptabilidad por parte del receptor meta

dependerá de sus expectativas e intereses personales, que pueden ser tanto conocer los

aspectos culturales del entorno origen, como sentirse identificado y familiarizado con

las situaciones comunicativas y los aspectos culturales descritos en el texto.

Finalmente, nunca será posible lograr un TM —entendido este como un todo—

estrictamente extranjerizante o estrictamente domesticante, sino que, dentro de cada

texto dado, para cada una de las unidades o segmentos del mismo, será más o menos

conveniente —o, incluso, más o menos viable— recurrir a un tipo de traducción u otra.

Cada caso específico dentro de un mismo texto está condicionado por numerosos

factores diferentes, tanto intratextuales como extratextuales, —sin olvidar además el

factor de la personalidad del traductor— que condicionarán inevitablemente la elección

del traductor.

Hay quienes defienden que la traducción es una ciencia gobernada por un conjunto

de normas prescriptivas. Otros consideran la traducción un arte. La Traductología

puede erigirse como una ciencia capaz de normalizar toda una serie de métodos,

técnicas y estrategias de traducción, así como de justificar y defender la idoneidad o

conveniencia de producir una traducción extranjerizante o una traducción

domesticante. No obstante, cabe preguntarse si en la práctica de la traducción es

posible aplicar todos estos principios de forma sistemática y, por ende, si es posible

posicionarse categóricamente a favor de uno u otro método de traducción. Las

diferentes orientaciones teóricas nos ayudarán a tomar una decisión determinada para

113
cada situación concreta, pero no parece posible aplicar uno u otro enfoque de forma

rígida y extrapolable a cualquier texto ni a todas y cada de las situaciones dadas dentro

de un mismo texto. Las alternativas para el traductor ante una situación determinada no

solo suelen ser numerosas y variadas, sino que, además, cada una de las decisiones que

tomemos serán probablemente únicas y, por tanto, intrasferibles a otras situaciones

textuales concretas.

Por todo ello, concluiremos este artículo con la siguiente cita de Roberto Mayoral

Asensio (2001), con la cual no podríamos estar más de acuerdo:

Se han propuesto teorías de la traducción a las que se les ha atribuido una capacidad explicativa
y predictiva plena. […] La realidad muestra de forma palmaria que la intervención del hombre
en un proceso introduce elementos de creatividad, de subjetividad (factor humano) que hacen
que las soluciones o output ante un determinado elemento a traducir estén sometidas a
variación, resultando imposible predecirlas con certeza. […] Aunque fijáramos todos los
parámetros susceptibles de ser fijados en un encargo de traducción, el resultado seguiría siendo
imprevisible. […] En el caso del estudio de la traducción, la utilización de métodos empíricos
no supone la posibilidad de emplear cualquier metodología científica propia de otro tipo de
procesos y, en caso de que se utilice, la posibilidad de extrapolar los resultados fuera de la
muestra utilizada es nula o tremendamente limitada.

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