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Cuando Oscar Muñoz llegó a vivir a Cali encontró una ciudad de 470.000
habitantes, luminosa y cálida, situada en el fértil y extenso Valle del Río
Cauca, a mil metros de altura, al lado de una cadena de montañas que la
separan del océano Pacífico y por donde entra la brisa que apacigua el calor
al caer la tarde. Finalizaba la década de 1950 y él tenía ocho años de edad.
Hacía poco, la ciudad había inspirado al poeta Eduardo Carranza a escribir:
“Cali es un sueño atravesado por un río”.
1
Oscar Muñoz. Entrevista con María Wills; catálogo Oscar Muñoz Protografías, Museo de
Arte del Banco de la República, Bogotá, 2011, p. 124.
2
Manifiestos nadaístas; Arango Editores, Bogotá, 1992, p. 12.
participación nutrida; allí, a la edad de 16 años Oscar pudo ver una obra
teatral escrita y dirigida por el escritor Andrés Caicedo.3
3
Oscar Muñoz. Entrevista con María Wills; op. cit., p. 118,
4
Muchos años después, en 1997, el TEC invitó a Oscar Muñoz para diseñar la escenografía,
el vestuario, el póster y el programa de mano de la 5ª versión de la pieza teatral A la
diestra de Dios Padre.
La ciudad había doblado ya el número de habitantes y, a pesar de los
esfuerzos oficiales, seguía su crecimiento desordenado; la brecha social
entre clases, además, se había profundizado. “Si el desarrollo técnico y la
industrialización trazaron el devenir de la ciudad en la fase de urbanización,
el desarraigo, la exclusión y la pobreza caminaron de su mano….La obra
artística vivificó estas tensiones. Precisamente en el ejercicio del
pensamiento independiente y en la actitud crítica y creativa que caracterizó
el espíritu cultural de Cali entre las décadas de 1960 y 1970 identificamos su
verdadera modernidad social y cultural.”5
5
Liliana Arias Ortiz, “Ciudad mutante: transiciones culturales de Cali durante la segunda
mitad del siglo XX”, en Historia de Cali. Siglo XX. Tomo III. “Cultura”; Universidad del Valle,
Cali, 2013, p. 423.
Arte Gráfico organizadas a partir de 1971 y con las que se construyó el sello
de identidad institucional de La Tertulia. 6 Inaugurado en 1968, el museo se
había construido sobre el relleno del “charco del burro” que formaba el Río
Cali en un recodo antes de entrar al centro de la ciudad, aprovechando así la
desviación que se hizo de su curso para prolongar la Avenida Colombia hacia
el occidente.
El documental Oiga Vea (1971) había sido auspiciado por Ciudad Solar,
una casa de cultura que acababa de abrirse en el centro de la ciudad bajo el
auspicio del fotógrafo y editor Hernando Guerrero, con la que se propició
una alternativa de expresión para un grupo de jóvenes artistas e
intelectuales marginados del poder cultural. Bajo su sombra, Andrés Caicedo
promovió el Cineclub de Cali que con sus funciones sabatinas de mediodía en
el Teatro San Fernando desempeñó un papel importante en la formación del
criterio y el gusto cinematográfico de toda una generación de caleños. La
galería de arte de Ciudad Solar, dirigida por Miguel González, presentó
exhibiciones de artistas colombianos consagrados, pero también permitió el
lanzamiento de varios jóvenes. Allí expusieron por primera vez Oscar Muñoz
(noviembre 1971) y el fotógrafo Fernell Franco (marzo 1972). Conformada
por obras realizadas mientras finalizaba sus estudios en la Escuela de Bellas
Artes, la exposición de Muñoz se tituló Dibujos morbosos, mientras la de
Franco, llamada Prostitutas, presentó una serie fotográfica captada en un
burdel de Buenaventura. Ambas muestras tuvieron fuertes repercusiones
tanto en el sector cultural de la ciudad como en la evolución de estos
artistas. Al año siguiente Oscar Muñoz fue invitado a exponer en el Primer
Salón de Artistas Jóvenes (1972) del Museo La Tertulia y seguidamente en el
Museo de Arte Moderno de Bogotá en el evento Nombres nuevos en el arte
de Colombia. Con sus obras de gran fuerza realista, donde el cuerpo de los
6
Ana María Gómez, “Museo de Arte Moderno La Tertulia. 1968-1990”, en Historia de Cali.
Siglo XX. Tomo III. “Cultura”; Universidad del Valle, Cali, 2013, p. 244.
personajes lleva el rol protagónico, continúa exponiendo en otros escenarios
colombianos hasta que, en 1976 su mirada se interna en el universo popular
y se adentra en las habitaciones de los barrios populares. A partir del año
siguiente comienza a ser conocido internacionalmente.
7
Cali ciudad abierta. Arte y cinefilia en los años setenta; archivo pdf suministrado por la
autora en julio de 2013.
Gordillo, Victoria de Bromet y Jairo Agudelo se produjeron también estos
portafolios colectivos.8
8
Miguel González, “Las artes visuales”, en Historia de la cultura del Valle del Cauca en el
siglo XX; Proartes, edición rústica, Cali, 2000, p. 50. Y, Oscar Muñoz, en Entrevista con
María Wills, op. cit., p. 124.
9
Adolfo Caicedo (Universidad de los Andes), “Bomba Camará de Umberto Valverde: el
barrio, microcosmos entre la voz antieufemística y el frenesí musical”; Memorias XV
Congreso de Colombianistas: Independencia e independencias, Universidad Nacional,
Bogotá, 1 al 4 de agosto de 2007.
10
Darío Henao Restrepo, “La ficción vallecaucana en el siglo XX”, en Historia de la cultura
del Valle del Cauca en el siglo XX, op.cit. p. 136.
puerto de Buenaventura, en el Pacífico, donde los marineros llegaban con los
acetatos más recientes adquiridos en el mercado del norte; pero fue la
industria de la radio la que se encargaría de difundirlos. La “zonas de
tolerancia” y los bares de los barrios populares fueron los primeros sitios en
donde se cultivó este género, pero rápidamente esta música conquistaría
también a las clases medias.11Fue así como los caleños, además de
escuchar, aprendimos a bailar estos sones como si fueran propios. Así
entraron el mambo, el chachachá y la pachanga en las décadas siguientes,
reforzadas tanto por las películas mexicanas de rumberas y las de Resortes y
Tin Tan, como por la forma de bailar de Fred Astaire y Gene Kelly en los
filmes estadounidenses. En la década de 1960, las fiestas en los barrios
caleños se organizaban fundamentalmente para bailar. En medio de ese
ambiente llegó la salsa de Nueva York y Puerto Rico, pero fue la visita de
Richie Ray a Cali durante dos de las decembrinas Ferias de la Caña de
Azúcar (1968-1969), lo que consagró la pasión por este músico
puertorriqueño en la ciudad. En los años setenta se incrementaron los
bailaderos de salsa en zonas populares y también fuera de la ciudad, sobre
todo en un puerto de negros sobre el Río Cauca a pocos minutos de Cali,
Juanchito, que ya contaba con larga tradición rumbera, y donde se
remodelaron en ese momento salones de baile para todos los gustos. Oscar
Muñoz no se sustrajo a esta pasión: no sólo coleccionaba discos sino que con
frecuencia recorría los bailaderos, en particular El Séptimo Cielo en el barrio
La Base, el Abuelo Pachanguero en Juanchito y el Honka-Monka en el barrio
San Nicolás. De esa época queda un grabado suyo en homenaje a un bolero
de Rolando Laserie: ¡Hola, soledad! (1978).
11
Alejandro Ulloa, La salsa en Cali; Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, 1989.
con la rumba y el baile. “Durante los años ochentas…llega una década de
quiebre y de crisis. Se acaba la fiesta y entonces viene la resaca. En Cali,
por lo menos, de alguna manera se desintegró el grupo que se había
formado sin proponérnoslo; cada uno regresó a su taller a trabajar de
manera individual en su propio proceso.”12
15
Donde Oscar Muñoz hace una rápida aparición en su rol de artista.
se vaciaron. Destrucción, escombros, vidrios estallados, charcos de sangre,
polvo, ceniza y el río rojo eran elementos frecuentes de la escena urbana, la
prensa y los noticieros televisivos.
16
Oscar Muñoz en Adiós a Cali, de Luis Ospina; documental producido por Universidad del
Valle Televisión-UV.TV y la Corporación para la Cultura, Cali, 1990.
ciudadanos colombianos parecía cambiar; pero mientras estas disposiciones
se reglamentaban y el voraz centralismo dejaba irrigar a las provincias la
“nueva cultura ciudadana”, en Cali continuaba la inercia de las décadas
pasadas. En los círculos artísticos de la ciudad persistían la misma
desconexión y la crisis institucional comenzada en los años ochenta; las
organizaciones de cultura habían perdido su conexión con el público.
Ramiro Arbeláez
Cali, 31 de octubre, 2013