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ESCULTURA REPUBLICANA DEL ECUADOR

“ESTILOS Y ACABADOS”

No todo cambia en este mundo, pero las transformaciones históricas


profundas algo cambian, más en la superficie unas veces, más en el fondo en
otras ocasiones. Pero la verdad es que la Historia se nutre de estos cambios y,
por qué no decirlo, también de lo permanente. Decimos esto porque es usual
creer que con la emancipación política los pueblos hispanoamericanos,
convertidos en estados de derecho, amanecieron originales, limpios de culpa y
pena, renovados de los pies a la cabeza, echando al olvido un lastre histórico
muy importante: el de la era prehispánica no por indeterminadamente
cronológico, menos verdadero- y el clarísimo e imposible de renegar, o sea el
de la era hispánica. Las nuevas repúblicas amanecieron, pues, cargadas de
pasado, aunque llenas de futuro. En verdad, las repúblicas hispanoamericanas,
a pesar de toda la literatura derrochada en torno de Ellas, no nacieron niñas.
Fueron herederas de la Historia, herederas de experiencias, de ordenamientos
sociales, de modos de hacer las cosas, de técnicas, de artes, de artesanías...

Asimismo es usual escuchar que durante las contiendas independentistas, o


sea durante tres décadas -finales del siglo XVIII y comienzos del XIX-, el
ejercicio de las artes se interrumpió, anuló o, simplemente, murió; que en ese
lapso los ánimos no estuvieron dedicados a la creación, pues había cosas más
importados, la fijación de la política, la siembra de lo administrativo. En verdad,
aquéllas fueron faenas altísimas, de la mayor importancia histórica, pero no
lograron absorber totalmente la existencia social, que vacaran las artes o las
horas del espíritu se aniquilaran.

Hubo artistas que entregaron sus talentos a la causa emancipadora: se


necesitaban grabadores, metalúrgicos artesanos de todas clases Por ejemplo:
artistas del oro y de la plata se convirtieron en fundidores de bronce y en
constructores de cañones, corno los Sangurima en el Azuay. Estos mismos
batían cobre y fabricaban desde clarines hasta armas para el combate. Dichos
industriales bélicos, antes de la contienda fueron dibujantes, pintores,
escultores; y después, apenas llegada la paz, dejaron su momentánea
artesanía de guerra para tornar a las artes de la vida civil. Casos como el citado
abundaron en las repúblicas bolivarianas y en otros tugares del continente
sudamericano. Lo cual demuestra que las artes no estuvieron en reposo o en
denigrante ociosidad.
Artes plásticas en la Época Republicana

Su resonancia no ha sido tan nítida y generalizada como la de la pintura, voz


de primera clase sostenida por un grupo extraordinario de artistas que han
demostrado ascendencia en el Ecuador como la escuela quiteña.

Cada cual en su rango, la escultura, la arquitectura, el dibujo, el grabado, la


cerámica, etc.-, marchan durante el siglo XX hallando técnicas nuevas o
expresando con originalidad urgencias colectivas o ideas personales. Quizás
un poco menos comprometidas con la ideología política y con la lucha por la
justicia social, han sabido, sin embargo, traducir el espíritu del tiempo.

Luego de haber dominado largamente la madera y el bronce, la escultura se


enfrentó con el hierro y demostró posibilidades inéditas. Las formas espaciales
llenas o vacías, tan peculiares de nuestra época, tuvieron en la escuela quiteña
cultivadores distinguidos. Esta manera de escultura, de modelamiento con el
espacio, llegó al Ecuador no sólo por imitación. Llegó cuando la enseñanza de
las matemáticas superiores invadió la enseñanza medía.

Hay algo muy importante que destacar: si la plástica religiosa pareció agotada
después de Joaquín Pinto y tras la solitaria intención innovadora de Mideros, si
la pintura piadosa -simplemente piadosa-, lo mismo que ¡a escultura de igual
género, se nutren de la importación de productos en serie.

Reseña Histórica de la Escultura Republicana del Ecuador

Desde el 10 de Agosto de 1809, en que estallo el Primer Grito de libertad


política, hasta el 24 de Mayo de 1822 en que se consumó la Independencia,
Quito vivi6 un ambiente de inquietud, nada favorable al desarrolla de las Bellas
Arte,. Esta etapa de intranquilidad hay que prolongarla hasta el 6 de Marzo de
1845, fecha de la caída del general Juan José Flores.

Shaftesbury, nutrido de las ideas del neoplatonismo, estableció una intima


dependencia entre los ideales políticos de libertad Y el desarrollo y
florecimiento de la cultura. Según é1, sólo en un estado Libre pueda
asegurarse una alta cultura espiritual, era que florezcan las Bellas Artes.

El paso de la dependencia a la libertad política se dejó sentir en todo el


ambiente social de la nueva República. Como contribución directa se impuso el
dos por ciento de los haberes individuales. En el Registro correspondiente a
1825, se hace constar la lista específica de los contribuyentes. Ahí figuran los
pintores escultores y los plateros.
Entre los escultores figuraban Manuel Puente, Manuel Jara y Torilbio Escorza,
el primero con doscientos cincuenta y los dos restantes con doscientos pesos y
la cuota de cinco y cuatro, respectivamente.

Los maestros plateros constaban todos con tres pesos de impuesto, que
correspondían al haber de ciento cincuenta. Eran Antonio Ruiz, Miguel Solís,
Juan Mogro, Eugenio AguÍrre, José Solis y AIdana, José Antonio Mogollón y
Andrés Solano.

El 31 de Enero de 1852 debe tenerse como una fecha simbólica para el Arte
Ecuatoriano. Ese día memorable se inauguró la sociedad llamada Escuela
Democrática de Miguel de Santiago (2). Con el nombre del máximo pintor de la
Colonia se organizó una entidad social, que propiciaba el cultivo del arte, pero
que no pudo prescindir del ambiente político, que anhelaba la liberación
definitiva del influjo del General Flores. Como objetivo de la sociedad se
señalaba "cultivar el arte del dibujo, la Constitución de la República y los
principales elementos del Derecho Público", bajo el lema de Libertad, Igualdad
y Fraternidad.

Otro artista de renombre que trabajó durante el siglo XIX fue Juan Pablo
Sanz, quiteño de nacimiento. Figuró como Secretario del jurado calificador en
la Exposición de 1852 y obtuvo el segundo premio por su dibujo del templo de
la Compañía, Dotado de gran capacidad artística, aprendió sucesivamente la
pintura, el grabado, el dorado y la arquitectura. Con profundo sentido social
estableció en 1847 una escuela de dibujo, colaboró en 1849 en la organización
de la Escuela Democrática de Miguel de Santiago y enseñó dibujo y
perspectiva en el Convictorio de San Fernando. En 1852 dirigió la Exposición
artística de la Escuela Democrática y abrió una escuela de pintura y
arquitectura.

Por fin el 2 de Mayo de 1872, García Moreno instaló la Escuela de Bellas


Artes, bajo la dirección de Luis Cadena, quien con Rafael Salas se encargó de
la enseñanza de la pintura. Para la escultura comprometió al escultor español
José González y Jiménez, domiciliado en Roma. Además para contar con
profesores nacionales en el futuro, envió becario a Roma a Rafael Salas (1).

Sus obras se hallan dispersas en la Catedral de Ibarra, en la iglesia de


Atuntaqui y en colecciones particulares de Quito.
Durante el siglo XIX la Escultura tuvo sus cultivadores, que se limitaron al
tema religioso. Entre ellos se mencionan a Manuel Benalcázar, maestro de
Domingo Carrillo, que labró el grupo de San Francisco de Paula, que se halla
en el retablo dedicado al Santo en el templo de San Francisco; la imagen de
San Juan de Dios para la capilla del Hospital y San Joaquín y Santa Ana con la
niña María para uno de los retablos del Carmen Antiguo. Firmado por José
Domingo Carrillo y la data de 1865 se conserva una hermosa Inmaculada en el
Colegio de los Sagrados Corazones. Carrillo murió prematuramente en
Guayaquil en 1883.

De no escaso mérito fue asimismo el escultor Juan Díaz, a quien se debió la


estatua de la Constitución, que se hallaba en el palacio de gobierno y las
imágenes del Corazón de Jesús y de Santo Domingo, para la iglesia
dominicana.

Mientras en Quito se atenúa y casi extingue la tradición de escultura


imaginera, surge en Cuenca un movimiento que florece durante el siglo XIX. La
raigambre es de hondo sentido religioso, que se desarrolla bajo el signo de las
letras. El Padre Solano, en su Defensa de Cuenca, publicada en 1851, exalta la
memoria de Gaspar Zangurima, autor de una guitarra, que se creía de factura
española, y anota que '"vivía en tiempo del señor Caldas y dejó hijos y
discípulos muy hábiles".
Cuando estuvo el Libertador en Cuenca, apreció debidamente te la habilidad
de Zangurima por un retrato que le dibujó al vuelo y le gratificó con la pensión
vitalicia de treinta pesos mensuales, mediante un decreto del 24 de Septiembre
de 1822.

Además, con el propósito de aprovechar de las cualidades del maestro en


bien de la juventud cuencana, dispuso la creación de una Escuela de Artes y
Oficios, en que Zangurima sería el Director de las "nobles artes de Pintura,
Escultura y Arquitectura y de las mecánicas de carpintería, relojería, platería y
herrería". De acuerdo con Zangurima el Gobernador Tomás de Heres redactó
un Reglamento, en que constaban las directivas para Ia marcha del Instituto. El
Libertador dio su aprobación el 26 de Octubre de 1822.

De este apellido figuraron, además de Gaspar, Cayetano y José Maria


Zangurima, como insignes orfebres. Gaspar se distinguió por sus Cristos de
variados tamaños, que se encuentran en el Museo Municipal de Cuenca. A su
gubia se atribuyen el Calvario "del Sagrario de Quito y el Cristo de la parroquia
de San Alejo de Guayaquil.
Continuador de la tradición cuencana fue José Miguel Vélez, cuya Biografía
publicó el doctor Alberto Muñoz en el número primero de la Unión literaria (Abril
de 1893). Nació en Julio de 1829. Inició su formación artística en el taller del
maestro Eusebio Alarcón. Vinculado al matrimonio a la edad de diecinueve
años estableció su taller propio y definió su personalidad artística, sin más
estímulos que su genio creador y su constante dedicación. Se especializó en
los Cristos de talla clásica parco en llagaduras, de encarnado mate, de actitud
noblemente serena y los danos de delicada honestidad. También consagro su
habilidad al tallado de la figura del Niño Dios, con las manecillas alzadas, las
mejillas de color vivo, los labios frescos y el cabello ensortijado. Se distinguió
asimismo en la escultura de los bustos de personajes célebres, como Bolívar,
Sucre y Olmedo i de conocidos y amigos como el Padre Solano, don Benigno
malo, el doctor José María Rodríguez y don Miguel Córdoba. Ocurrió a varias
Exposiciones dentro y fuera del país, obteniendo Ios primeros premios y el
reconocimiento de la calidad de su ate.

Fue, además, un excelente maestro que formó escuela en su ciudad natal. A


su taller concurrieron Antonio Castro, Ángel María Figueroa, Belisario Arce,
Tomás Díaz, José Velasco y el más aprovechado de todos, Daniel Alvarado, en
cuyo estudio se conservaban algunas obras de Vélez, a quien sucedió en la
hechura de Calvarios y escultura de bustos de personalidades del lugar.

Otro centro de producción imaginera fue San Antonio de Ibarra. Recordamos


que en Septiembre de 1884 se fundó ahí una Escuela de Bellas Artes, para
estimular la habilidad de sus moradores. Hoy esa escuela lleva el nombre de
Daniel Reyes, padre de una familia de escultores, que han trabajado en Quito y
Colombia, y maestro de una generación de artistas, que han conservado para
el pueblo la fama de ser el emporio de la imaginería y el tallado.

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