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Guía de lectura de: Munilla Lacasa, María Lía, “Siglo XIX: 1810-1870”, en

Burucúa, José Emilio (Director) (1999), Nueva Historia Argentina. Arte, sociedad
y política, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, pp. 195.160.

1) Buscar en la web referencias académicas y profesionales sobre la autora.

2) “Despuntar de un nuevo orden”. Mencionar los factores más determinantes


en el cambio del sistema simbólico de la imagen del arte que, según la
autora, se produjo con el nacimiento de un nuevo régimen de gobierno.

3) “Nuevos artistas, nuevas técnicas, nuevas demandas”. Explicar cómo influyó


el contexto de progreso y de paz del primer período independiente en la
actividad artística local en cuanto a técnicas, géneros y artistas relevantes.

4) “De la pintura de caballete a la cámara fotográfica: aspectos iconográficos


del rosismo”. Explicar la relación del artista Carlos Alberto Pellegrini con la
nueva actividad político-festiva del período poscolonial. Identifique los
aspectos más relevantes que la autora destaca en la actividad de Mauricio
Rugendas en nuestro país.

5) “La actividad artística después de Caseros”. Explicar el proceso de


expansión y complejización de los espacios destinados al arte en los años
posteriores al rosismo ¿Qué aspectos destaca la autora en relación a
Prilidiano Pueyrredón?

María Lía Munilla Lacasa es Licenciada en Artes por la Universidad de Buenos Aires y
Doctora en Historia por la Universidad Torcuato Di Tella. Realizó estudios doctorales en
la Universidad de California, Berkeley, U.S.A.

Desde 2016, es Profesora de la Universidad San Andrés y la Directora de la carrera


Licenciatura en Humanidades.

Entre los años 2005 y 2007 fue la Directora del Espacio de Arte de la Fundación OSDE.

Es investigadora en el área del arte y la cultura argentinos del siglo XIX. Ha publicado
numerosos artículos sobre su especialidad en publicaciones periódicas de Argentina,
Brasil, Francia y Estados Unidos. Su tesis doctoral titulada Celebrar y gobernar: un
estudio de las fiestas cívicas en Buenos Aires, 1810-1835 fue publicada por la editorial
Miño y Dávila en 2013.

Despuntar de un nuevo orden: la Revolución de Mayo trajo consigo no solamente la


ruptura de un orden colonial y político, sino un cambio en lo simbólico. Los patriotas y
revolucionarios necesitaban ser representados, la producción artística introdujo el
género costumbrista, retrato y pinturas de batallas, monumentos con los hombres
ilustres de la época. Los retratos históricos usurparon el lugar de las pinturas religiosas;
en 1811 se erige en conmemoración de la Revolución de Mayo la Pirámide de Mayo.
Fue levantada cerca del Cabildo, en la Plaza de la Victoria, por el artista Francisco
Cañete, era un obelisco de ladrillos con base y rematada por una esfera, en las cuatro
caras debían figurar inscripciones relacionadas a la Revolución de Mayo.
Esto significó para el arte de nuestro territorio un momento importante, ya que
significó la transformación del panorama plástico a partir del rompimiento con España.
No fue sino hasta 1821, después de sucesivos fracasos, que se instala la Catedra de
Dibujo a la cabeza de Guth, en la Universidad de Buenos Aires. La característica de esta
escuela era puramente técnica derivada de la enciclopedia.
Guth, uno de los pintores viajeros, permitió el arribo de otros artistas, quienes llegaban
a la luz de un nuevo orden plástico y con perspectivas económicas, pues los héroes
revolucionarios y los hombres ilustres de principio de SXIX, querían dejar sus imágenes
y figuras perpetradas en el tiempo: surge de esta manera el mercado de los grabados.

Obras del artista correntino: Manuel Pablo Núñez de Ibarra: San Martín y Belgrano
Los retratos mencionados y citados arriba sirvieron para las pintura y retratos
ecuestres de san Martín y Belgrano, realizados por litografía por Theodore Gericault,
quien también trabajó con las obras de la batalla de Chacabuco y Maipú. Otra de las
manifestaciones artísticas de la época fue la miniatura, cualquier dama de sociedad
debía poseer una (hay una colección importante en el Museo de Bellas Artes).

Retrato realizado por Goulu, Jean Philippe: miniatura retrato sobre marfil 7,9 x
6,3 cm (Museo Nacional de Bellas Artes)

Las miniaturas con el correr del tiempo fueron reemplazadas por el Daguerrotipo, que
ofrecía una copia real de la figura; fue el encargado de reproducir la memoria social y
el recuerdo.
Amadeo Gras, de origen francés, en 1848 instala en Montevideo un taller de
daguerrotipos, después de haberse dedicado a la pintura por años.

Nuevos Artistas, Nuevas Técnicas, Nuevas Demandas: la década del ’20, fue desde el
punto de vista artístico una época de grandes progresos.
Desde las técnicas hasta la incipiente creación (idea de creación) de museos; una
exposición realizada en el Colegio de Ciencias Morales (San Ignacio), diversos artistas
itinerantes, fue para Buenos Aires la posibilidad de ver obras pictóricas fuera de la
Iglesias.
La disolución de del Directorio y el Congreso, posibilitó la caída del gobierno central,
abriendo la posibilidad de la creación de estados provinciales autónomos.
La asunción de Juan Manuel de Rosas en 1829, como Gobernador de la provincia,
posibilitó un cambio de pensamiento y la necesidad de cambiar la realidad y
transformarla, se necesitaron ante este panorama: técnicos, y técnicas nuevas, así
llegaron entre otros: Carlos Pellegrini, Octavio Mossotti, Pedro de Angelis y Carlo
Zucchi.
Se introdujo en Buenos Aires nuevos procedimientos, como la litografía (Europa ppios.
de SXIX). Las litografías tuvieron gran éxito entre la aristocracia de la época, siendo los
primeros en trabajar dicha técnica: Jean Baptiste Douville, sobre la figura de Guillermo
Brown.

Guillermo Brown
La aceptación fue tal que abrió un taller “Douville et Laboissiere”, y gran parte de la
población solicitó sus servicios.
César Bacle, su esposa Andrea Macaire y Arthur Onslow, crean la empresa Bacle y Cía.
Impresores Litográficos del Estado; empiezan a imprimir las primeras obras de Carlos
Pellegrini, los retratos más ilustres de la época.

Peinetones en casa, retrata la costumbre de las señoras de usar peinetones, de gran


tamaño.
Los peinetones fue otra muestra artística, en este caso del experto Manuel Masculino.

Llegada a la Catedral del cortejo fúnebre del coronel Dorrego

Lamentablemente la circulación de obras fue parcial, y los consumidores de arte


fueron unos pocos expertos, dada la falta hasta ese momento de museos.

De la Pintura de Caballete a la Cámara Fotográfica: Aspectos Iconográficos del


Rosismo: en 1829 asume el Restaurador de las Leyes, con un mandato de pocos años y
ejerciendo poder absoluto, hacia el final de ese mandato surgen disputas políticas y es
ahí que ante la división política imperante la figura de Rosas toma fuerza y su dictadura
se sucede por más de 15 años.
Los proyectos de Rivadavia (previo a Rosas) se sumen en el olvido y con él las figuras
artísticas que habían llegado al Río de la Plata a bosquejar una ciudad, tal el caso del
Ingeniero Carlos Pellegrini, sin embargo, gracias a sus conocimientos de dibujo y
perspectiva se dedicó a la pintura y a la técnica retratista.
Litografía de La Catedral (Carlos Pellegrini)

Retrato Ana Pellegrini de Galeano (Carlos Pellegrini)

Los paisajes de Buenos Aires, nos describen y muestran cómo era Buenos Aires en
aquella época, es un documento arquitectónico de la ciudad.
En 1835, lanzó su álbum “Recuerdos pintorescos y fisionómicos del Río de la Plata”, era
una serie de retratos de hombres ilustres y escenas gauchescas, junto a vistas urbanas
de la ciudad.
Parte del trabajo de Carlos Pellegrini

Estas piezas son documentos de gran valor iconográfico, pues nos da muestra de la
vida cotidiana de la época, la arquitectura y la sociedad. Nos describe los personajes
que integraban las galas porteñas, mujeres con atavíos, ropas llamativas y varones
galantes.
Con respecto a los retratos, también ponían gran énfasis en los atavíos, y las
condecoraciones de los personajes ilustres, especialmente Rosas, que fue retratado
por Cayetano Descalzi, con sus atributos militares.

Retrato de Juan Manuel de Rosas, Cayetano Descalzi

Son los atributos propios de su rango militar y el poderío que desplegó en su época.
Otros artistas de la época que también retrataron a Rosas, fueron García del Molino y
Morel, miniaturistas, retratistas y dibujantes.

Juan Manuel de Rosas, Retrato de F. García del Molino


García del Molino “El retratista de la Federación”

Morel, a diferencia de García del Molino, contribuyó a pintar y mostrar imágenes


costumbrista y paisajes. Publica un conjunto de ocho litografías que llevan el título de
Colección de escenas y vistas del país.

Combate de la caballería
Retrato de Rosas (miniatura)

La calle larga de Barracas

Rugendas, fue otro de los pintores viajeros que recorrieron y visitaron la ciudad. El
paisaje con el que se encuentra el artista dista mucho de su paisaje natal Baviera; se
encuentra con un paisaje “salvaje”, llano de pampa sin frontera, y “El rapto de la
Cautiva” sin lugar a dudas fue su trabajo más importante, temática que gustó y
disfrutó pintar.

El Malón (Rugendas)
El rapto de la Cautiva (Rugendas 1845)
Estas obras representaban la dialéctica entre Civilización y Barbarie, dando cuenta de
la influencia de Esteban Echeverría en las obras de estas características.
En 1845, Rugendas pinta una romántica Mariquita Sánchez de Thompson, quien
tiempo después fue protagonista del daguerrotipo de la mano de Jhon Elliot, un
norteamericano, retratista que inaugura una galería en Buenos Aires.
María Sánchez de Mendeville (Mauricio Rugendas)

María Sánchez (daguerrotipo)

Las fotografías y la litografía constituyeron un factor importante en la difusión de las


imágenes. Nace de esta forma un nuevo proceso histórico.

La Actividad Artística después de Caseros: con el final de era Rosista, hubo un


desarrollo económico importante; en paralelo en Europa habían finalizado los procesos
revolucionarios y las guerras. Los productos americanos, eran requeridos y trajo
consigo el crecimiento en las Américas.
La finalización del gobierno de Juan Manuel de Rosas, cambió en los artistas, que ya no
pintaban lo que el funcionario quería, sino a la demanda de los acaudalados
terratenientes que emergían en esta nueva economía.
Los salones eran el nuevo entretenimiento de los porteños, los cafés, los clubes; se
desarrollaban discusiones intelectuales, que hasta el momento habían sido
censuradas.
Surgen las ópticas panorámicas, donde en salones circulares se mostraban imágenes y
el público las observaba desde una tarima en el centro. Los cuadros se exponían en los
salones con un fin comercial, periódicos de la época dan testimonio de lo ocurrido.
Prilidiano Pueyrredón se destacó como arquitecto, ingeniero y urbanista; su padre fue
el General Juan Martín de Pueyrredón. Prilidiano estudió en el Instituto Politécnico de
París, es el arquitecto (ideó) de la actual Residencia de Olivos; también es el artífice del
retrato de Manuelita Rosas (hoy en el Museo Nacional de Bellas Artes), quien una
comisión le solicitó dicho encargo.
Prilidiano Pueyrredón. Manuela Rosas de Terrero: Museo Nacional de Bellas Artes

Comentario sobre Retrato de Manuelita Rosas (Por Roberto Amigo)

Prilidiano Pueyrredón regresó de Europa en 1851, se había alejado de Buenos Aires en 1835. Su padre
Juan Martín de Pueyrredón, ex Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, figura
central en el proceso revolucionario independentista, había optado por el exilio ante la Suma de Poder
Público otorgada a Juan Manuel de Rosas. Esta decisión permitió que Prilidiano obtuviera una formación
europea, sumada al conocimiento de las manifestaciones artísticas de la corte imperial brasileña
durante una estadía entre 1841 y 1843. Regresaron en 1849, ante la enfermedad del padre, fallecido en
marzo del año siguiente. Poco después de la ejecución del retrato de Manuelita, Pueyrredón viajó a
España. Se instaló definitivamente en Buenos Aires en 1854. De la primera estadía como artista solo se
conocen este retrato de Manuelita Rosas, el inacabado de Magdalena Costa, su amor rechazado, y
probablemente un primer trabajo sobre el retrato de su padre. Un conjunto afectivo, si consideramos la
versión de una antigua amistad infantil entre el artista y la retratada.
Es plausible que la muerte paterna haya permitido que el joven Pueyrredón recibiera el encargo, ante su
insistencia, del retrato de Manuelita de una comisión formada ad hoc por Juan Nepomuceno Terrero,
Luis Dorrego y Gervasio Ortiz de Rozas. Esta comisión definió el color del traje y la posición “más análoga
a la moral y al rango” (1). El vestido, entonces, debería ser el “colorado de la patria federal” y la
retratada “con expresión risueña” en el “acto de colocar sobre su mesa de gabinete una solicitud dirigida
a su tatita. De este modo se representaba la bondad de la joven, en su sonrisa; y su ocupación de
intermediaria entre el pueblo y el Jefe Supremo, en la solicitud que colocaba sobre la mesa”.
En este gran retrato de aparato, el rojo es utilizado en distintas variantes para pintar la mayoría de los
objetos representados, desde el vestido a la moda reciente cortado en terciopelo, la alfombra, el
cortinado, el sillón hasta el ramillete del florero isabelino. La retratada, entonces de 34 años, de cuerpo
entero, está levemente perfilada hacia la derecha contrastando poco con el fondo verdoso. Los encajes
blancos de la falda, discusión del artista con la comisión para mejorar el efecto visual, otorgan
luminosidad en la uniformidad cromática. Un detalle es la sorpresiva nota blanca del escarpín de seda.
Luce un destacado conjunto de joyas de brillantes: una diadema sobre el peinado en bandeaux que
acompaña el faccioso moño punzó, collar resaltado por el espacio abierto del escote “berthe” (2),
caravanas y prendedor, además de pulseras de oro con piedras preciosas y anillos en ambas manos.
El encargo tenía como objetivo su exhibición en el baile de gala en su honor, organizado por otra
comisión integrada por Baldomero García, Eustaquio José Torres y Juan Manuel de Larrazábal, en el que
además se proyectaba distribuir litografías del mismo a los asistentes. Un esbozo, con pequeñas
variantes en el vestido, posiblemente haya sido presentado por el artista para su aprobación. El modelo
es el retrato de la nobleza europea, al estilo de los que realizaban Federico de Madrazo y Carlos Luis de
Ribera en España (3).
Luego del Pronunciamiento contra Rosas en mayo de 1851, los federales porteños estaban obligados a
potenciar sus “expresiones federales” habituales en el funcionamiento del régimen (4). El retrato de
Manuelita, aunque pertenece al universo de estas prácticas políticas, expresa, sin embargo, un cambio
en el uso de las imágenes hasta entonces ocupado por la efigie omnipresente de Rosas. La imagen de
Manuelita –persona estimada hasta por los propios unitarios– era postulada como la intermediaria
entre el pueblo y el gobierno, es decir, auguraba la apertura a un mayor consenso. Sutilmente,
Pueyrredón incorporó la presencia de Rosas no solo en la solicitud que deja Manuelita en el gabinete del
padre sino también en el sillón Luis XV: en el tapizado rojo bordada en oro la inicial “R”. Este retrato es la
afirmación de Manuelita como ejemplo federal del amor filial y la piedad, virtudes privadas que si eran
públicas, nunca tan necesarias como ante el próximo fin del régimen.
Por ese entonces, Prilidiano no era un pintor reconocido en el género del retrato, el
comité que lo designa, le trasmite los requerimientos color, posición del cuerpo* de
Manuelita, y la armonización con el conjunto.
*Manuelita aparece aquí como intercesora del pueblo ante su padre.
El pintor también incursionó en los temas históricos, y también en los desnudos, que
se destacan por su armonía con el ambiente, y una gran característica: no son
personajes mitológicos. El Baño, (1865) MNBA
Prilidiano Pueyrredón, La Siesta (1865) (Museo Nacional de Bellas Artes)

Ambas imágenes representan mujeres, comunes en un momento de intimidad, están


lejos de las diosas paganas retratadas en la época.

Quinta Presidencial de Olivos (Casa de los Azcuénaga)

Paralelamente a Prilidiano, trabajaron en Buenos Aires, otros pintores extranjeros:


Ignacio Manzoni y Baltasar Verazzi; León Palliere, el escultor Joseph Dubourdieu, entre
otros.

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