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A lo largo de nuestras carreras, sea cual sea nuestro oficio o profesión, siempre nos veremos

enfrentados a situaciones donde, la que parece una pequeña decisión, puede condicionar nuestro
desarrollo profesional.

Los servicios que prestamos, tanto los diseñadores como los abogados, tienen varios elementos en
común, siendo uno de estos, el hecho de que solemos trabajar en contacto directo con nuestros
clientes.

Ese contacto directo con las personas, nos hace no sólo ser intérpretes de sus sueños, deseos y
esperanzas, sino que además, nos entrega la gran responsabilidad de muchas veces decidir, cual es
la solución más adecuada o ética, frente a un problema o necesidad.

Uno de cada cien clientes puede llegar a poner a prueba nuestros valores o principios, haciendo
con esto que una pequeña decisión, puede reafirmar o bien cambiar totalmente lo que nosotros
consideramos como correcto o no.

Esta es una situación en que no necesariamente el cliente puede tener la razón, puesto que lo que
pide puede ser desde algo poco ético, hasta incluso delictual.

No es lo mismo el cliente que quiere que un diseñador industrial le haga una pieza para un juguete
de su colección que se rompió, al cliente que le pide a ese mismo diseñador industrial, que le haga
un molde de caucho de cada una de las piezas de ese juguete, para poder reproducirlo y vender
sus copias.

Mas allá de las implicancias legales que puedan producirse, siempre como prestadores de
servicios, nos veremos ante situaciones en donde debemos sopesar lo que se nos pide y/o ofrece a
cambio, con las necesidades reales que podemos tener y sobre todo, el perfil profesional que
deseamos proyectar.

Ese pequeño momento, en que debemos decidir, si aceptamos hacer o no ese molde, puede
marcar la diferencia, pues el día de mañana quizás, el mismo cliente volverá a pedir más moldes, o
bien, nos puede recomendar a otras personas que necesitan el mismo servicio, encontrado con
esto una fuente de ingresos permanente, que nos permitiría pagar las cuentas y hasta darnos
pequeños lujos, pero, ¿estamos haciendo lo correcto? ¿qué es lo correcto?
La cuestión acá es invitarlos a reflexionar, cuales son nuestros límites, o bajo que circunstancias
estaríamos dispuestos a transar nuestros valores, principios o creencias.

¿Como reaccionaríamos ante situaciones como clonar un juguete, el utilizar una foto sin permiso
de quien la capturó, o en mi caso, defender o no una persona que violó a otra? estas pueden ser
ofertas, que económicamente pueden resultar atractivas, pero que tienen temas de fondo que van
mucho mas allá del dinero y será nuestra responsabilidad decidir, si el cliente tiene o no la razón
en lo que quiere o pide.

El plantearse estas incertidumbres puede parecer un juego, pero en verdad es un buen ejercicio,
que nos puede ayudar a anticipar nuestras reacciones y sobre todo, a darnos cuenta el tipo de
profesional y sobre todo de persona, que somos en este momento, ya que por lo general como
seres humanos que somos, solemos ser muy buenos para emitir juicios de valor a terceras
personas, sin darnos cuenta, lo que nosotros hacemos en el día a día.

Julio Mejías G. /Abogado

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