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La Libertad (Prof.

Guillermo Tobar Loyola)


Libertad y responsabilidad

Comencemos por definirla como una propiedad de nuestra voluntad. Voluntad que, por su parte,
se manifiesta sobre todo a través de la capacidad de autodeterminación. En este sentido, la voluntad es
una facultad exclusiva del hombre por la cual elegimos una cosa más bien que otra sin que nadie nos
obligue a ello. Por la libertad el hombre es capaz de actuar con total responsabilidad, es capaz también
de actuar y guiarse por decisiones personales por encima de presiones o pseudodeterminismos. Será por
medio de sus elecciones que el hombre encontrará o no su felicidad, será por medio de su libre querer
que el hombre dará o no sentido a lo que es y a lo que tiene.
No cabe duda de que a través de la libertad el hombre tiene la responsabilidad y a la vez la
posibilidad de cambiar no sólo su propia vida, sino también cambiar el mundo. Por medio de sus
opciones, el hombre, puede emprender la tarea de la búsqueda de la verdad. Esta es la forma específica
de la existencia humana en contraposición a la existencia irracional del animal. Los animales no poseen
la capacidad de elegir “libremente” lo que quieren comer, o en qué momento descansar o en qué
momento escoger la posibilidad de parearse. Ellos están determinados a seguir las indicaciones de sus
instintos y afectos sensitivos. Cuando una gallina se convierte en madre defiende y cuida a sus pollitos en
base a lo que dicta su naturaleza. Sus sentidos los guían a un fin predeterminado por su naturaleza. Por
tanto, cuando el animal come, lo hace no porque “quiera” hacerlo en ese momento, simplemente se deja
llevar por los sentidos que en ese minuto le indican alimentarse. En cambio, el hombre cuando come no
sólo lo hace por un placer, también lo hace porque es consciente de la fatiga que le provocará el no
hacerlo, sencillamente “quiere” comer. Recordemos que, así como escoge comer, el hombre puede
escoger incluso no hacerlo.
Claramente se entrevé en esta línea la complementariedad que existe, o por lo menos debe
existir, entre libertad, por una parte, y responsabilidad, por la otra. De hecho, el doctor y psiquiatra
austriaco Viktor Frankl reflejó muy bien esta correlación en una de sus obras, cuando señaló que la
estatua de la Libertad en Nueva York exigiría la edificación de una estatua similar en la costa oeste, esta
vez, sin embargo, dedicada a la Responsabilidad. Con esto, Viktor Frankl quiso remecer la conciencia del
hombre moderno, el cual piensa que ser libre es hacer lo que se quiere sin límites ni prohibiciones de
ningún tipo, tal cual lo indica el escepticismo de corte nihilista. Pero, es la misma experiencia humana la
que nos señala que el hacer lo que se quiere sin límites ni restricciones, es encaminarse a un mundo
tapizado de rostros mustios y tristes atrapados en el goce amargo del propio egoísmo y desenfreno.
El hombre, con su capacidad de escoger y de rechazar; de hacer y deshacer tiene la posibilidad
de humanizar el mundo, de construir sociedades verdaderamente humanas y dignas, como también
levantar sociedades inhumanas plagadas de derechos que no son tales y de valores impuestos como
tales, sin ser más que pábulo para mentes sedientas de experiencias que calmen su malogrado y errado
deseo de felicidad. Parece oportuno citar a A. Dondeyne cuando define el comportamiento libre del
hombre y su consecuencia: “Obrar libremente, según el parecer de todos, es obrar sabiendo lo que se
hace y por qué se hace; es dar un sentido a la vida y asumir personalmente ese sentido. Pues bien,
nuestras acciones adquieren un sentido en la medida en que encarnan unos valores o contribuyen a
promover unos valores en el mundo. Por consiguiente, puede decirse que el comportamiento voluntario
libre es en el fondo un juicio de valor, reflejo y eficaz, que se encarna en una acción concreta” 1. En esta
misma línea J. Gevaert señala que “el obrar humano no es una actividad puramente espiritual que se
desarrolle en la interioridad de una conciencia cerrada. Es más bien el compromiso concreto de dar forma
a un valor concreto del encuentro con los demás en el mundo. Querer una cosa, obrar humanamente, es
moverse hacia la realización de ese valor”2. La libertad humana, desde esta perspectiva, necesariamente
se ha de entender como una donación de sí mismo, un desprenderse de sí. Viktor Frannkl explica esta
capacidad de desprenderse de sí mismo a través de la siguiente anécdota: “Durante la Primera Guerra
Mundial, un médico militar judío se hallaba sentada junto a su buen amigo, un aristocrático coronel, en
una trinchera, cuando comenzó un intenso bombardeo. El coronel dijo, en tono de broma: Está usted
asustado, ¿no es verdad? He aquí otra prueba de que la raza aria es superior a la semita. Desde luego
que estoy asustado –respondió el médico-. ¿Pero quién es superior? Si usted, querido coronel, estuviese
tan asustado como yo lo estoy, habría salido corriendo hace tiempo. Lo que cuenta no son nuestros
miedos y ansiedades en sí, sino la actitud que adoptamos. Esta actitud es libremente elegida”3.
Es fundamental a la hora de considerar la libertad presuponer la posibilidad real que el hombre
tiene de elegir. Pues, elegir una cosa más bien que otra es la capacidad de expresión que posee el
1
Citado en Joseph Gevaert, El problema del hombre, Ediciones Sígueme, Salamanca 1995, p.188.
2
Joseph Gevaert, El problema del hombre, Ediciones Sígueme, Salamanca 1995, p.189.
3
Viktor Frankl, Psicoterapia y humanismo, Fondo de Cultura Económica, México 1994, p.52.
hombre en función de su desarrollo personal. Ahora bien, para que esta capacidad de elección se ajuste
a las directrices de la propia naturaleza humana y no se desvíen de su natural finalidad, se necesitan
ciertos elementos que ordenen y guíen esta elección. Para lo cual, la conciencia toma un rol primario a
través del juicio que permite un discernimiento sobre los actos por realizar. Existe por lo mismo, una
relación estrecha entre libertad y moral. Es más, no se puede hablar de libertad sin mencionar la moral,
como tampoco se puede definir la libertad sin incluir los elementos básicos de la moralidad.
Si somos virtuosos o criminales, lo somos porque somos libres. Pero no somos libres de hacer
cualquier cosa, de hacer todo lo que se nos viene a la mente, pues quien así considera que es libre, en el
fondo está confundiendo la libertad con el libertinaje. La libertad tiene unos límites que la hacen ser lo que
realmente debe ser. La libertad absoluta no existe más que en Dios. Es aquí donde la moral se fusiona
perfectamente con la libertad, porque “la libertad humana requiere una causa final, un porqué, un sentido.
La libertad la tiene, el hombre para amar el bien y la verdad. Desconectada de esta finalidad, la libertad
degenera: esclaviza y desnaturaliza al hombre. Cuando la vida se establece como propiamente humana,
lo primero que hay que hacer es asumir la responsabilidad que la libertad comporta y excluir la
indiferencia, las reservas, el recurso al ya veremos más adelante”4.
En cada instante de nuestra existencia somos capaces de comprobar la verdad de nuestra
libertad. No hay momento en nuestra vida que no tengamos que elegir. Ante una situación especial puedo
decir la verdad como puedo ocultarla con la mentira. Puedo, eventualmente, rectificar, arrepentirme o
mantenerme en el error. Todo lo cual indica que somos efectivamente libres de hacer una cosa u otra. Y,
el gran testigo de esta realidad es nuestra propia conciencia que siempre está allí para indicárnoslo.

Existencia de la voluntad

Hemos comenzado diciendo que la libertad es una propiedad de la voluntad. Pero ¿qué es la
voluntad?
La voluntad es una facultad o potencia de la afectividad intelectiva (conocimiento intelectual).
También se le llama a esta facultad vida volitiva cuyos actos se llaman voliciones o actos volitivos.
La voluntad se manifiesta sobre todo en la capacidad de autodeterminación. Siendo, el
entendimiento una facultad exclusiva del hombre, éste puede obrar conscientemente y de modo libre, de
acuerdo con distintas direcciones u opciones consideradas como buenas o convenientes para él.
Sócrates negaba la libertad arguyendo que cuando el hombre pecaba o caía en el error no era libre de
hacerlo. Sin embargo, y muy contrariamente a la opinión de Sócrates la existencia de la voluntad en el
hombre se prueba mediante la propia experiencia interna de cada uno de nosotros y mediante la
observación de la conducta de los demás hombres a nuestro alrededor. Somos conscientes de nuestra
capacidad de elegir, como también la capacidad de los demás hombres que eligen seguir diversos
caminos muy distintos a los míos.
La naturaleza de la voluntad se puede conocer a través de sus objetos. La voluntad puede querer
todas las cosas, como el intelecto puede conocer todo. En este sentido el objeto material de la voluntad,
son todas las cosas materiales.
Sin embargo, el objeto llamado formal o común de la voluntad es el bien. En este sentido se
aprecia el bien querido por sí mismo. Rechazamos categóricamente la enfermedad por que se opone a la
salud, siendo ésta para nosotros un bien en sí misma. De la misma manera odiamos la enfermedad como
contraria a la salud. El mal, en este sentido, es solamente objeto impropio y secundario de la voluntad.
Los actos volitivos hacia el mal son siempre secundarios y nunca queridos por sí mismos, sino que están
condicionados por los actos positivos hacia el bien; odiamos la muerte porque amamos la vida, odiamos
la enfermedad porque nos gusta la salud…
La voluntad para querer u odiar una cosa, es necesario que la conozca antes, para lo cual se sirve
de la inteligencia que nos presenta la realidad de las cosas. Nadie ama lo que no conoce, como tampoco
se odia lo desconocido.
La voluntad siempre tenderá a buscar el bien percibido y presentado por nuestro intelecto. La
búsqueda de la verdad y del bien se identifica con la anhelada felicidad que a diario intentamos poseer.
Por ejemplo; es conveniente estudiar cada día la materia de la asignatura para progresar efectivamente
en mis estudios. Esto es lo que me presenta el intelecto, el siguiente paso es aceptarlo (si lo considero un
bien para mí) o rechazarlo si lo considero inconveniente. Este segundo paso lo damos con la voluntad. Si
aceptamos haré un programa para poner a estudiar todos los días una hora a pesar del cansancio o
desagrado que me puedan presentar dichos estudios, pues se trata de un bien para mi futuro
profesional…, lo que constituye sin duda alguna una gran satisfacción personal (felicidad).
Por la voluntad el hombre es capaz de querer a una persona o a un ser querido, es capaz también
de querer una cosa o simplemente de desear o aspirar a otra. Es el mismo hombre el que ejecuta
4
Juan Cardona Pescador, Los miedos del hombre, Editorial Riald, Madrid 1989, p.95.
diversos actos volitivos sin dejar de ser él mismo. La voluntad parece actuar de diversas maneras. En el
capítulo dedicado a la libertad del libro de los autores Ricardo Yepes y Javier Aranguren hay un apartado
que titulan “Los usos de la voluntad o los cinco modos de querer” 5. Resulta interesante tratar la voluntad
desde estos cinco puntos de vista. Por ejemplo, el uso primero de la voluntad será en forma de deseo, es
decir como inclinación hacia un bien racionalmente captado. Luego será la elección voluntaria que puede
ser doble, primero si se orienta al pasado adopta la forma de aprobar o rechazar. Si se orienta al futuro se
le puede llamar dominio o poder, pues se pude decidir sobre lo que será el futuro. Un cuarto uso de la
voluntad será denominado voluntad creadora que se aplica a todas las acciones técnicas y artísticas, en
las cuales doy forma a una materia. Y el último uso de la voluntad será el amor que consiste en el
reconocimiento y afirmación de una realidad por la que en sí misma es y vale.

Diversos tipos de libertad

Considero oportuno tratar la libertad bajo diversos prismas, pues la experiencia diaria nos
proporciona matices en la ejecución de la libertad. Aun cuando no tengamos claros conocimientos de
psicología, de política o de moral, somos capaces de advertir que no estamos hablando del mismo tipo de
libertad cuando decimos que mi pensamiento político debe ser respetado, que cuando en conciencia
debo respetar la vida del otro (libertad moral). Una cosa es estar privado de liberta física (como el que
está en la cárcel) y otra cosa es la liberad interior que incluso estando en la cárcel puedo seguir siendo
libre. Consideremos a continuación diversos tipos de libertad:
1. Libertad física
Consiste en no tener obstáculos materiales para obrar. Es decir, es una libertad sin trabas que
permite que nos movamos de un lugar a otro. Este tipo de libertad la compartimos con los animales
salvajes, pues el Ciervo en la jungla va de una llanura a otra “libremente” siempre y cuando no se lo
impidan cazadores u otros animales igualmente salvajes, no así el Ciervo en cautiverio. Del mismo modo,
esta libertad nos permita a los seres humanos optar por un paisaje en vez de otro, de caminar por un
sendero polvoriento o por una calle pavimentada. También nos hace capaces de dar una respuesta
coherente y recatada (pues somos libres de pronunciar palabras, frases y oraciones) ante una situación
cualquiera, como también podemos responder de forma soez e irresponsable. Otra forma de ser libres
físicamente es la de tomar un cuchillo para cortar un trozo de carne y cocinar algo rico, o por el contrario
tomar ese mismo cuchillo para enterrarlo a alguien. Aquí no estamos haciendo una valoración del acto en
sí mismo (si es bueno o malo), sino únicamente constatando la capacidad o libertad de empuñar un
cuchillo.
2. Libertad moral
Es la capacidad que posee el ser humano a través de su razón de elegir entre diversos medios
aquellos que considera conducen más expeditamente a un bien determinado. La libertad moral
presupone siempre la libertad física o psicológica e implica el obrar de acuerdo con las normas morales.
Por ejemplo, para yo desarrollarme profesionalmente como periodista debo antes cursar esta carrera.
Tengo dos opciones, la primera estudiar en jornada diurna tomando un crédito con aval del Estado que
tendré que pagar al finalizar la carrera varios años después o trabajar durante el día y estudiar en jornada
vespertina asumiendo los costos familiares y personales que pudiese tener esta última opción. Ambas
posibilidades son lícitas y moralmente justas, pues cada una por un camino distinto aspira llegar a un
mismo destino tenido como un bien, es decir, titularse como periodista. Nos referimos con este tipo de
libertad a la libertad interior o espiritual con la cual el hombre decide lo que quiere ser por medio de
diversas opciones lícitas y buenas. Es el hombre el que escoge de una amplia gama de medios e
instrumentos los que considera más indicados para alcanzar más rápido y mejor los nobles ideales que
tiene como aspiración o meta en su vida. No se trata aquí de escoger entre el bien y el mal. La libertad
moral es elegir siempre el bien, no somos libres moralmente hablando de elegir el mal, éste es sólo un
objeto impropio de la voluntad. Nadie es libre de matar a alguien, de ofender o de engañar. Cuando se
escoge el bien, se es plena y totalmente libre. Quien escoge el mal, se halla prisionero de su propio
egoísmo y subalterno de sus instintos más bajos y perversos.
Por una parte, aparece la libertad física como la capacidad que posee el hombre de obrar sin
restricción externa alguna. Por lo que, en este sentido podemos afirmar que el hombre es “libre” de matar,
de golpear o de calumniar a alguien. Libre en el sentido de que puede hacerlo, de que tiene poder físico
para hacerlo o por que no tiene ningún impedimento externo que se lo impida, tal cual ocurre con el
asesino que en la oscuridad de la noche comete su crimen o aquel que desde su automóvil en
movimiento insulta a un transeúnte. Sin embargo, no somos libres moralmente para hacerle mal a nadie.
El ladrón puede robar, pero no es libre de hacerlo porque es contrario a la ley natural del hombre. Nadie

5
Cfr. R.Yepes, J. Aranguren, Fundamentos de Antropología, Eunsa, Pamplona 1999, pp.119-120.
en su sano juicio puede sentirse con derecho a matar o maltratar a alguien. Ningún humano es libre para
hacer el mal.
Hay ciertas condiciones que guían e iluminan nuestro desarrollo como personas. Es aquí donde
cobran sentido las leyes. Las normas o mandatos sean civiles o eclesiásticas orientan nuestra conducta,
permitiéndonos encontrar armonía en lo personal y en lo comunitario a través del cumplimiento de los
mandatos emanados por la autoridad lícitamente constituida. Por lo mismo, la obligatoriedad de la ley sea
ordenando o prohibiendo no es capaz de destruir ni tampoco condicionar nuestra libertad física, se trata
de un mandato a nuestra conciencia no una camisa de fuerza. Lo que sí afecta es nuestra libertad moral,
pues con la ley el ser humano se ve sujeto al deber u obligación.

El libre albedrío

Lo esencial de la libertad en el hombre es que éste es libre frente a sus instintos. El animal,
recordemos lo que hemos señalado antes, está condicionado a seguir sus instintos, pues esta es la forma
que tiene de desarrollarse como tal. Su naturaleza animal le impone un comportamiento determinado que
contiene en sus actos una finalidad específica. El animal cuando siente hambre simplemente busca
comer, cuando siente sed simplemente busca tomar agua. El comer y el tomar agua en el hombre es
mucho más que seguir sus instintos, en ellos se cumplen verdaderamente actos humanos.
El hombre posee lo que algunos autores como san Agustín, san Anselmo y Tomás de Aquino
entre otros han llamado liberum arbitrium (libre albedrío), es decir, que el hombre en cuanto ser racional
es capaz de elegir. Esto, porque tiene una inteligencia que por medio de la razón le hace ver y percibir el
bien y la realidad de las cosas, por una parte, y por la otra, posee una voluntad que le hace escoger
“libre” y “soberanamente” sin ninguna supuesta obligación o coacción externa. Aquí pareciera ser que
para algunos autores no siempre coincidiría la libertas (libertad) con el liberum arbitrium (libre albedrío).
La libertas vendría a ser la imposibilidad de elegir el mal, en otras palabras, es la capacidad de elegir el
bien, en este sentido se identificaría con la libertad moral. Por el contrario, el liberum arbitrium vendría a
ser la posibilidad de elegir en el hombre el bien o el mal. De hecho, san Agustín define el liberum arbitrum
como “la facultad de la razón y de la voluntad por medio la cual es elegido el bien, mediante auxilio de la
gracia, y el mal, por la ausencia de ella”6. En esta misma línea comenta Gilson lo siguiente: “la oposición
es, pues, clara entre el libre albedrío del hombre cuyo mal uso no destruye la naturaleza, y la libertad, que
es justamente el buen uso del libre albedrío… debe confesarse que hay en nosotros libre albedrío para
hacer el mal y para hacer el bien”7.
Tratándose de un tema que implica directamente la dignidad del ser humano y por tratarse de un
elemento fundamental de la moral que rige, guía y fundamente su actuar, Tomás de Aquino reservó un
buen número de páginas de su Suma Teológica para tratar el libre albedrío. En la cuestión 83 de la
primera parte de su obra, Tomás de Aquino plantea la siguiente pregunta, “El hombre, ¿tiene o no tiene
libre albedrío?”
Como es característico en el desarrollo de los artículos de la Suma Teológica, después de
presentar las posibles objeciones al tema, ofrece las soluciones que a continuación transcribo: “En el
hombre hay libre albedrío. De no ser así, inútiles serían los consejos, las exhortaciones, los preceptos, las
prohibiciones, los premios y los castigos. Para demostrarlo, hay que tener presente que hay seres que
obran sin juicio previo alguno. Ejemplo: una piedra que cae de arriba; todos los seres carentes de razón.
Otros obran con un juicio previo, pero no libre. Ejemplo: los animales; la oveja que ve venir al lobo juzga
que debe huir de él, pero lo hace con un juicio natural y no libre, ya que no juzga analíticamente, sino con
instinto natural. Así con los juicios de todos los animales. En cambio, el hombre obra con juicio, puesto
que, por su facultad cognoscitiva, juzga sobre lo que debe evitar o buscar. Como quiera que este juicio no
proviene del instinto natural ante un caso concreto, sino de un análisis racional, se concluye que obra por
un juicio libre, pudiendo decidirse por distintas cosas. Cuando se trata de algo contingente, la razón
puede tomar direcciones contrarias. Esto es comprobable en los silogismos dialécticos y en las
argumentaciones retóricas. Ahora bien, las acciones particulares son contingentes, y, por lo tanto, el juicio
de la razón sobre ellas puede seguir diversas direcciones, sin estar determinado a una sola. Por lo tanto,
es necesario que el hombre tenga libre albedrío, por lo mismo que es racional”8.

6
De libero arbitrio, 1. Citas tomadas de Diccionario de filosofía de bolsillo Ferrater Mora, Alianza Editorial, Madrid 1995, voz
Albedrío.
7
Cita tomada de Diccionario de filosofía de bolsillo Ferrater Mora, Alianza Editorial, Madrid 1995, voz Albedrío.
8
Tomás de Aquino, Suma Teológica I, q.83 a. 1.

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