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¿Qué es Pecado?
Introducción.-

El punto central, me parece a mi, que determina ambas direcciones de creencias - el fundamento y
la premisa de toda la controversia - es la interrogante: ¿Qué es el pecado? Después de todo, todo el
evangelio se centra en cómo somos salvados del pecado. Es el pecado lo que nos ha causado estar per-
didos, y el evangelio son las buenas dádivas de cómo somos redimidos del pecado. Ahora la mayoría de
nosotros parecería que hemos asumido, tal vez durante toda nuestra vida, que sabemos lo que es peca-
do, pero como es típicamente cierto de la mayoría de las cosas que nosotros hemos aceptado sin exami-
nar cuidadosamente, nuestras aseveraciones pueden ser simples suposiciones no probadas que necesitan
de un cuidadoso replanteamiento. Es justamente en este punto que el adventismo ha sido retado como
poseedor de una definición no precisa y errónea del pecado, la cual ha conllevado a posiciones erróneas
respecto a la justificación por la fe.
La pregunta crucial es ¿Cuál es la naturaleza del pecado por el cual el hombre es considerado cul-
pable, tan culpable que él debe morir en el fuego infernal a menos que sea rescatado por la gracia de
Dios? Debemos ser precisos al definir la naturaleza del pecado, de manera que podamos saber exacta-
mente de qué es que el Evangelio nos rescata. ¿De qué debemos ser perdonados? ¿Qué debe ser sanado
para que escapemos de la muerte eterna?
Cuando visitamos a un médico, él primero debe determinar con precisión, la naturaleza de la en-
fermedad que nos aflige antes que él pueda recetar una terapia o medicina que nos pueda sanar. Justa-
mente ocurre lo mismo con el pecado. Debemos saber donde reside nuestra culpa, de manera que po-
damos aplicar el evangelio para corregir la enfermedad.

1.- ¿Qué es Pecado?

La justificación por la fe es probablemente el tema más importante de todos los temas bíblicos y
se encuentra en la base de cualquier discusión de como los hombres y las mujeres son salvos. Pero,
¿Qué es justificación por la fe y cómo se relaciona con el evangelio? Hemos tenido mucha controversia
dentro de la iglesia Adventista sobre este tema. Es muy significativo que en el debate serio de este
asunto siempre somos dirigidos hacia un tema que está en la base de todos los otros temas:
¿Qué es pecado? ¿Por qué estamos tan preocupados por un tema que parece tan negativo? Sim-
plemente porque las conclusiones que uno tenga de lo que es la justificación por la fe dependen de la
definición que uno le de al pecado. ¿Por qué es el hombre culpable? ¿Por qué razón condena Dios al
hombre? ¿Por qué dice Dios que el hombre debe morir en el fuego del infierno? Lo que decimos de lo
que es pecado afecta cualquier otra decisión que tomemos sobre la naturaleza de la justificación por la
fe.
Demos una mirada hacia atrás y veamos el pecado con el cual comenzó todo el problema que te-
nemos en este mundo. Conocemos que Adán escogió pecar voluntariamente. Sabemos que él se volvió
culpable por su decisión. Pero, ¿qué de nosotros? ¿Somos culpables por el pecado de Adán, porque na-
cimos como descendientes de Adán? ¿Somos culpables porque heredamos la naturaleza caída de él? ¿O
somos culpables porque decidimos repetir el pecado de Adán?
Así que, volvamos otra vez a la pregunta sobre la naturaleza del pecado. ¿Qué debe perdonar y
sanar el Evangelio? La pregunta básica que debe ser contestada es esta: ¿Cuál es la naturaleza del peca-
do por el cual una persona se considera culpable, tan culpable que moriría en las llamas del infierno a
menos que Dios la perdone? ¿Cuál es la naturaleza de ese pecado?

2.- El Pecado Como Naturaleza.- (La mentira sobre el pecado)


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Ahora nosotros debemos comenzar con definiciones precisas. Muchas definiciones se han formu-
lado a través de los siglos. Un grupo dice que nuestra culpabilidad es el resultado inevitable de algo
llamado pecado original. De acuerdo a esta forma de pensar el pecado original no es la elección de
Adán de pecar. Lo que quiere decir es el estado o condición en la cual nacemos como resultado o por el
pecado de Adán, nacemos pecadores. Aunque el término pecado original ha sido usado por muchos teó-
logos, quizás necesitamos apartarnos del término como tal y hablar del asunto que está detrás del tér-
mino. Algunas veces los términos teológicos tienden a oscurecer en vez de clarificar. ¿Qué significa
realmente el término?
El pecado original puede ser definido de varias maneras. Algunos dicen que somos culpables
porque heredamos el pecado de Adán. Algunos dicen que somos culpables no porque heredamos la
culpabilidad, pero, a causa de que nacimos como hijos e hijas de Adán, y se nos imputa la culpa por ha-
ber nacido en una raza caída. Así la culpabilidad de Adán se nos imputa a nosotros.
Otra variación dice que no somos culpables porque se nos imputó como culpables o porque here-
damos el pecado, sino porque nacimos en una condición separada. Nacemos separados de Dios y esa es
nuestra culpabilidad. Y es por esta separación que somos culpables. Algunos hasta han llegado a decir
que no somos culpables personalmente, sino que nacemos condenados como parte de la raza caída.
Pero el común denominador en todas estas apreciaciones es que somos culpables o condenados
porque nacimos en la familia humana. Así que de cualquier manera en que se expliquen estos varios
puntos de vista, lo que se está diciendo es que la culpabilidad o condenación se heredan por naturaleza.
Nuestra naturaleza caída es nuestra culpabilidad.
Pero aún se dice más y esto es, que tenemos dos clases de pecado en nuestras vidas: 1) Que so-
mos culpables por nuestro nacimiento como parte de la raza, y 2) Que somos culpables a causa de nues-
tros propios pecados, nuestras propias decisiones y nuestros actos de rebelión. Ambos aspectos son pe-
cado. Así aunque hay dos aspectos del pecado, es decir, nuestro nacimiento en la raza caída y nuestras
decisiones rebeldes, ya estamos condenados a causa de nuestro nacimiento, antes de nuestras decisio-
nes. Esta es la base del término pecado original. Somos culpables o condenados en el momento en que
nacemos, por el pecado de Adán.
Las implicaciones de esta creencia se expresan en las siguientes declaraciones. “El pecado existe
en el ser antes que seamos conscientes de él”. “Hay culpa en los deseos malos aún cuando son resisti-
dos por la voluntad”. “El pecado es nuestra naturaleza depravada y todos sus frutos”. Así usted ve que
de acuerdo con esta definición, el pecado existe antes de la elección y aún antes del conocimiento. El
pecado existe en nosotros antes que podamos comprender y hacer decisiones referentes al bien y al mal.
El pecado mora en nosotros a causa de nuestro nacimiento en la raza caída.
Juan Calvino, uno de los más grandes teólogos sistemáticos, dijo esto acerca del pecado y la cul-
pa. “Todos nosotros entramos a este mundo con el contagio del pecado ... Estamos a la vista de Dios
contaminados y corrompidos. La impureza de los padres se transmite a sus hijos ... Todos son original-
mente depravados ... La culpa viene por naturaleza”. Calvino dice que la corrupción hereditaria y la de-
pravación de nuestra naturaleza es designada como pecado por Pablo. “Aún los infantes traen su conde-
nación con ellos del vientre de sus madres y sufren ... por sus propios defectos”. Y claro esto es peca-
minoso a la vista de Dios, porque Dios no condena sin culpa. “El hombre en su totalidad ... está lleno ...
que no hay una parte que permanezca ajena al pecado, y así, todo lo que sale de él se le imputa como
pecado ... los hombres nacen viciosos ... todos somos pecadores por naturaleza”. Juan Calvino, Institu-
ciones de la Religión Cristiana, Libro II, capítulo 1 Nº 5,6,7,8,9,10,27.
Usted ve que este entendimiento de pecado hace claro por qué la Iglesia católica, Martín Lutero y
Juan Calvino vieron la necesidad de bautizar a los niños pequeños. Si de hecho uno es culpable por na-
turaleza, es imprescindible que uno sea bautizado inmediatamente cuando nace para ser libre de este
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pecado, y ser limpio de la culpabilidad de nacer. El bautismo de los niños es extremadamente importan-
te para quienes tienen el problema del pecado original. Así Martín Lutero y Juan Calvino argumentaron
enfáticamente esta necesidad. Tan pronto nacen, los niños deben ser bautizados y hechos limpios del
pecado inherente en ellos. Lutero y Calvino estuvieron ambos de acuerdo y recibieron su entendimiento
del pecado original de San Agustín.

3.- El Pecado como Elección.- (la verdad sobre el pecado)


Enfoquemos la segunda definición de pecado, es decir, como elección. En esta definición estamos
diciendo muchas de las mismas cosas que han sido declaradas en las definiciones anteriores del pecado
original.
Nosotros creemos que en la naturaleza original de Adán nada hubo que estuviera en rebelión con-
tra Dios. Ningún deseo lo impulsó a estar fuera de la voluntad de Dios. Para Adán era natural hacer to-
do recto; para Adán era extraño hacer el mal. Pero con la caída, algunas cosas cambiaron en la naturale-
za de Adán, en la parte más profunda de su ser. La caída trajo para Adán una tendencia al mal. Su natu-
raleza estaba ahora distorsionada y torcida; ahora Adán quería hacer lo que antes odiaba, rebelarse con-
tra Dios. Ahora para Adán era natural pecar. Ahora era extraño hacer lo recto.
Así que cuando nosotros decimos que heredamos una naturaleza caída de Adán, nosotros debe-
mos entender a cabalidad lo que esto significa. Nosotros sí heredamos la maldad, la debilidad y la co-
rrupción de Adán. Nosotros tenemos deseos iguales a los que tuvo Adán en su estado pecaminoso. No-
sotros deseamos hacer el mal. Nosotros deseamos rebelarnos contra Dios. Es difícil para nosotros hacer
el bien. Es más natural para nosotros hacer el mal. Pienso que si somos honestos con nosotros mismos,
admitiremos que somos nuestros propios tentadores muy a menudo. Realmente no necesitamos que Sa-
tanás nos rodee y nos tiente con todo tipo de ideas, porque nosotros somos muy capaces de tentarnos a
nosotros mismos. Nuestra naturaleza nos descarría. El egoísmo parece estar en la raíz de nuestras vidas,
proponiéndonos cosas que sabemos que no debemos hacer. Así que, sí heredamos tendencias negativas
de Adán, que nos llevan a hacer el mal.
La diferencia entre esta definición y la definición anterior del pecado, es que nosotros no hereda-
mos culpa o condenación. Nosotros sí heredamos cada cosa que Adán pudo habernos legado. Hereda-
mos todas las propensiones, todas las tendencias, todos los deseos, y nacemos en una manera que real-
mente Dios no escogió para que el hombre naciera. Pero esta definición dice que el pecado personal
viene cuando decimos: El pecado, en sí mismo no es heredado. La culpa no es por naturaleza; pero
cuando nosotros decidimos rebelarnos contra la luz y el conocimiento del deber, entonces nosotros ve-
nimos a ser culpables. Nosotros decidimos hacer la decisión de Adán, la decisión de rebelarnos contra
Dios, y entonces somos culpables.
Debemos admitir que la naturaleza depravada hace fácil el pecar, tomar decisiones pecaminosas.
Pero el punto que yo quiero enfatizar, es que nosotros somos culpables cuando tomamos estas decisio-
nes, y no antes. Por lo tanto, creo que nosotros debemos distinguir cuidadosamente entre el concepto
del mal y de culpa. Hemos hecho un bosquejo de las dos definiciones básicas de pecado. Dependiendo
de la definición que decimos creer, la justificación por la fe estará iluminada de una forma diferente.
Las decisiones que tomemos sobre la justificación y santificación serán diferentes dependiendo de la
decisión que hagamos sobre la naturaleza del pecado.
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6.- Luz y Elección.-

¿Es realmente verdad que la culpa es el resultado de una decisión personal y no el resultado de
nuestro nacimiento como hijos de Adán? ¿Podemos nosotros sostener con la Biblia que el pecado y la
culpa vienen de una elección y no porque nosotros nacimos en la familia humana perseguidos por los
resultados inherentes del pecado? Miremos la evidencia bíblica.
En Rom. 7:7-9, Pablo habla acerca de la ley y nuestra relación con ella. Pablo dice: “¿Qué dire-
mos pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque
tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: no codiciarás. Mas el pecado tomando ocasión por el
mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto. Y yo sin la ley vivía
en un tiempo, pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí”. Aquí Pablo dice que conoci-
mos el pecado porque la ley nos lo señala, y si no conocemos la ley, realmente no tendremos ningún
conocimiento o entendimiento del pecado. Pablo llega a decir que sin la ley, el pecado está muerto. No-
sotros pecamos cuando entendemos y elegimos estar en contra de Dios.
En Juan 15:22-24, Jesús le dijo a sus discípulos, justo antes de su muerte: “Si yo no hubiera veni-
do, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado”. “Si yo no
hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora han visto y
han aborrecido a Mí y a mi Padre”. A causa de que la gente conoció a Jesús y lo que Él había hecho,
ellos fueron responsables por la manera como recibieron a Jesús. Por su venida y el conocimiento que
tenían de Él, si lo rechazaron, fueron culpables.
En Juan 9:41, Jesús responde algunas críticas de los fariseos. Él dice: “Si fuerais ciegos, no ten-
drías pecado; mas ahora porque decís vemos, vuestro pecado permanece”. Esto es si usted verdadera-
mente fuera ciego, si usted realmente no le hubiera conocido, entonces no sería culpable de pecado. Pe-
ro usted dice, vemos; entonces usted es culpable de pecado.
No parece claro aquí que el pecado y la culpa están unidos estrechamente al conocimiento, enten-
dimiento y la luz. Quizás el factor que hace la distinción entre las dos columnas que usamos primera-
mente (que nos ayudó a diferenciar el mal de la culpa) es el término bíblico luz. Porque lo que cambia
el mal en culpa es la luz o el conocimiento, o el entendimiento, y las decisiones hechas en base a la
nueva luz, o entendimiento.
El libro de Santiago nos da alguna luz sobre este problema. Santiago dice: “El pecado está en
aquel que sabe hacer lo bueno y no lo hace”. Quien conoce lo que es bueno y falla en hacerlo, para esa
persona eso es pecado. Otra vez el conocimiento y la culpa están estrechamente unidos. Santiago 1:15
dice: “Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado siendo
consumado da a luz la muerte”. Aquí vemos un desarrollo de la concupiscencia (deseo) hasta llegar al
pecado. El pecado no está necesariamente en el deseo en sí mismo. El pecado es lo que éste deseo pro-
duce. El pecado es la complacencia de ese deseo.
En el Antiguo Testamento, Ezequiel 18:2-4 se refiere a un proverbio usado por los hijos de Israel:
“Qué pensáis vosotros, los que usáis este refrán sobre la tierra de Israel, que dice: Los padres comieron
las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera? Vivo yo, dice Jehová el Señor, que nunca
más tendréis por que usar este refrán en Israel.
He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma
que pecare esa morirá. En el versículo 20 Ezequiel enfatiza el principio bíblico: “El alma que pecare
esa morirá. El hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo”. Responsabili-
dad individual para decisiones individuales. La libertad individual de elección.
Ahora, ¿Qué hace Dios con aquellos que ignorantemente están practicando la maldad y están en
desarmonía con la voluntad de Dios? ¿Cómo maneja Él esta situación? Pablo dice en Hechos 17:30:
“Pero Dios habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres
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en todo lugar, que se arrepientan”. En tiempos de ignorancia los hombres están haciendo maldad. Ellos
están haciendo lo que no está en armonía con la voluntad de Dios. ¿Cómo maneja Dios este problema?
De acuerdo con este versículo, Él pasa por alto el tiempo de la ignorancia. Él no perdona pero sí pasa
por alto. Pero cuando la luz y el conocimiento llegan, entonces el mal se convierte en culpa. Por ese pe-
cado hecho, a pesar del conocimiento, el pecador debe arrepentirse y buscar perdón.
La declaración del Señor en Mateo 11:21-24 se hace un poco más clara con este entendimiento:
“¡Ay de ti Corazín! ¡Ay de ti Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que
han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. Por tanto os
digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para tí”.
En términos de cantidad de obras malas, yo estoy seguro que Sodoma aventajó a Capernaum. Pe-
ro la condenación fue mayor para Capernaum. ¿Por qué? Capernaum tuvo más luz. Ellos tuvieron el
privilegio de aceptar a Jesús mismo. Claro está que Sodoma había hecho cosas malas, pero muchas de
esas cosas malas las había hecho con poca luz. Ellos no entendieron el camino de Dios para ellos. A
causa de su ignorancia no fueron tan culpables como fue la gente de Capernaum, que habían rechazado
mayor luz. Así Capernaum fue más culpable que Sodoma, porque ellos tenían más luz. Su decisión fue
basada sobre un conocimiento más completo. Salmo 87:4-6 sugiere que el Señor toma nota donde nace
un hombre. Él hará juicio sobre la base de donde un hombre está, que pasado ha tenido, y cuanto enten-
dimiento ha tenido de la voluntad de Dios.
Elena de White hace algunas declaraciones importantes sobre el pecado y la culpa: “Es inevitable
que los hijos sufran las consecuencias de la maldad de sus padres, pero no son castigados por la culpa
de sus padres, a no ser que participen de sus pecados ... Por herencia y por ejemplo, los hijos llegan a
ser partícipes de los pecados de sus progenitores. Las malas tendencias, los apetitos pervertidos, la mo-
ralidad depravada, además de las enfermedades y la degeneración física, se transmiten como un legado
de padres a hijos hasta la tercera y cuarta generación” Patriarcas y Profetas: 313-314.
Note lo que se transmite como resultado del pecado de Adán. Malas tendencias, apetitos perverti-
dos, depravación moral, como también las enfermedades y la degeneración física. Todo esto lo hemos
recibido de parte de nuestros padres y progenitores. Pero también debemos fijarnos en la muy importan-
te declaración que dice: “Los hijos no son castigados por la culpa de sus padres, a no ser que participen
en los mismos pecados”. Esta es una evidencia bastante concluyente sobre la doctrina de que el pecado
y la culpa vienen por elección a la luz de un conocimiento completo del bien y del mal.
“No seremos tenidos por responsables por la luz que no alcanzó nuestra percepción, pero sí por
aquella que hemos rechazado y resistido”. “Un hombre no puede aprender una luz que nunca se le pre-
sentó, por esta razón no puede ser condenado por la luz que nunca tuvo” 5SDABC: 1145. La culpa per-
sonal se demanda solamente sobre la base de la luz y el conocimiento. No somos condenados por las
cosas buenas o malas que hagamos hasta que lleguemos a entender, en algún grado de conocimiento,
que tales cosas son incorrectas. “Nadie será condenado por no seguir la luz y el conocimiento que nun-
ca tuvo” Idem:1145. Parece claro que ella fundamenta la condenación sobre el entendimiento, sobre de-
cisiones voluntarias. “La luz pone de manifiesto y corrige los errores escondidos en las tinieblas; y al
aparecer ella, la vida y el carácter de los hombres debe cambiar de una manera correspondiente, para es-
tar en armonía con ellas. Los pecados que eran una vez pecados de ignorancia, debido a la ceguera de la
mente, no pueden ser ya practicados sin culpa” OE:170. Una vez que conocemos que nuestros actos son
malos, venimos a ser culpables si nos complacemos en estos pecados. Antes que conociéramos no éra-
mos culpables; después que conocemos, somos culpables. La culpa se une así al conocimiento y a las
decisiones que hagamos.
“Había todavía muchos entre los judíos que ignoraban lo que había sido la obra y el carácter de
Cristo. Y los hijos no habían tenido las oportunidades ni visto la luz que sus padres habían rechazado ...
Los hijos no fueron condenados por los pecados de sus padres; pero cuando, conociendo plenamente la
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luz que fuera dada a sus padres, rechazaron la luz adicional que a ellos mismos les fuera concedida, en-
tonces se hicieron cómplices de las culpas de los padres y colmaron la medida de su iniquidad” CS:31.
A causa de su participación personal, la culpa les fue imputada.
“El pecado de hablar iniquidad comienza con acariciar malos pensamientos ... Un pensamiento
impuro tolerado y un deseo no santificado acariciado, y el alma es contaminada, su integridad compro-
metida” 5T:177. Por favor, note la diferencia. Es la tolerancia del pensamiento impuro, el acariciar el
deseo lo que constituye la contaminación y el pecado. No es el deseo ni el pensamiento en sí mismo.
No está bien decir que hay pecado en el deseo de pecar, si ese deseo es rechazado inmediatamente.
“Todo pensamiento impuro debe ser rechazado inmediatamente”. “Ningún hombre puede ser forzado a
transgredir. Su consentimiento debe ser ganado primero. El alma debe proponerse el acto de pecado an-
tes que la pasión domine sobre la razón o la iniquidad triunfe sobre la conciencia. La tentación, no im-
porta cuan fuerte sea, nunca es una excusa para pecar” Idem:177. Las inclinaciones del corazón natural
no son en sí mismas pecado, hasta que no se acarician, hasta no ser deseadas. Al consentir a los malos
pensamientos cruzamos la frontera entre el mal y la culpa. La inclinación es mal, pero no somos culpa-
bles por la inclinación hasta que escojamos actuar de acuerdo a ella.
Si la luz viene, y ésta luz es puesta a un lado o rechazada, entonces viene la condenación y la des-
aprobación de Dios. Pero antes que la luz llegue no hay pecado, porque no hay luz para que ellos la re-
chacen” 1T:116. Parece bastante claro que el pecado está ligado muy de cerca con el conocimiento y el
entendimiento.
“Hay pensamientos y sentimientos sugeridos y despertados por Satanás, que molestan aún a los
mejores hombres. Si ellos no son acariciados y son rechazados como odiosos, el alma no se contamina-
rá con la culpa y ningún otro es contaminado por su influencia” RH, 27 de Marzo de 1898. Esos pen-
samientos y sentimientos, si no son acariciados no contaminarán con la culpa. Los pensamientos y sen-
timientos están mal. Pero están ahí a causa del mal que hay en este mundo a causa de la naturaleza caí-
da que tenemos. Pero no nos contaminan a menos que escojamos acariciarlos o realizarlos.
En Consejos sobre la Salud, en la página 81, Elena de White muestra que usar el tabaco daña el
cuerpo, pero Dios es misericordioso con aquellos que usan el tabaco en ignorancia. Únicamente des-
pués que llega la luz son considerados culpables por el uso del tabaco. Ahora el tabaco tendrá sus efec-
tos negativos. Quizás se desarrolle un cáncer, pero hasta que la luz venga no se imputará culpa. Con-
traer cáncer no significa que una persona es culpable y que ha pecado contra la luz de la verdad.
En conclusión, yo creo que la culpa reside únicamente en las facultades superiores que son res-
ponsables de la elección del mal, y no en las facultades inferiores que sufren los efectos de la ley natu-
ral, y que son parte del ciclo del pecado en esta tierra. La culpa no puede residir en un mundo sin moral,
sino solamente en el hombre que es responsable por las perversiones de la ley moral. La culpa no se
aferra a las facultades animales del hombre, sino a aquellas facultades morales que tienen que ver con el
ejercicio del poder de la elección.
El pecado en sus raíces, es amor propio. Así el pecado es determinado más por motivos que por
actos. Es la elección de colocar primero el “yo”, cualquiera que sea la forma que tome. El pecado es la
decisión de separarse de Dios, por colocar el “yo” primero. Es la elección de acariciar el mal. Es la
elección de permanecer ignorante de la voluntad de Dios. Es la elección de ser descuidados con las ha-
bilidades y responsabilidades que se nos han dado.
En el fundamento de las divisiones teológicas sobre la justificación por la fe, entre los Adventis-
tas, se encuentran diferentes creencias sobre la naturaleza del pecado y la culpa. El real debate es sobre
la naturaleza del pecado. Este interrogante debe ser claramente respondido: ¿Por qué somos culpables y
por qué debemos ser perdonados?
La respuesta que le demos a esta pregunta afecta directamente nuestra percepción de la forma
como Cristo vino a este mundo. ¿Qué naturaleza tomó Cristo? ¿Qué poderes usó? ¿Cómo venció el pe-
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cado? Estas preguntas recibirán respuestas diferentes dependiendo de las conclusiones que tengamos
sobre la naturaleza del pecado.

Autor: Dennis E. Priebe

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