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A- Los compositores de la llamada “tercera etapa” (1875-1890) se desarrollaron en

el seno de lo que Gesualdo denomina “periodo de organización nacional” que parte


desde 1852 -con la batalla de Caseros y la caída del gobierno de Rosas- y culmina
en 1880 -con la asunción de Roca-. Durante estos años se asistió a una expansión
de la estética del Romanticismo en los salones de Buenos Aires y el interior,
mientras que a la vez la ópera gozaba de un renovado impulso con la llegada de
nuevas compañías líricas al país. En este contexto, surge una nueva generación de
compositores (ya profesionalizados) que operan como puente entre la generación
de los “precursores” (Esnaola, Alberdi y Alcorta, músicos sin una formación
académica en música, multifacéticos) y la generación del '80 (decididos
nacionalistas estéticos, surgidos en consonancia con la segunda Revolución
Industrial, serán desarrollados en el próximo punto del presente trabajo). Esta
“generación puente” cultivó nuevos géneros musicales y brindó, ante todo, un
enorme impulso al teatro lírico, la ópera. Sus exponentes fueron: Demetrio Rivero
(primer argentino en componer una ópera), Francisco Hargreaves (primer argentino
en explorar y utilizar motivos tradicionales vernáculos en sus obras, algo que
anticiparía la generación siguiente), Saturnino Filomeno Barón, Miguel Rojas, Zenón
Rolón y los hermanos Beruti (Arturo y Pablo)

B- El nacionalismo musical de fines de s. XIX en Argentina deriva del mismo


principio que el resto de los nacionalismos europeos en desarrollo hacia aquellos
años: recuperación de las las raíces vernáculas de una cultura determinada
(lenguaje musical tradicional local, particular, específico) a fin de expresarla por
medio del lenguaje heredado del Romanticismo. De esta forma, se trataba de
incorporar los elementos locales y tradicionales a una estética universal que diera
lugar a nuevas manifestaciones musicales donde lo particular, “lo propio del pueblo”
fuese el centro de escena y de experimentación estética. La generación del '80
constituyó la manifestación argentina de este tipo de práctica, con Beruti (el primero
en aplicar este nacionalismo a la composición, sus óperas -Pampa, Yupanki, Horrida
Hox- abordaron motivos precolombinos), Williams (si bien inspirado en el esquemas
tradicionales, su estilo es mayormente universalista), Haregreaves (ya descripto en
el punto anterior) y Aguirre como exponentes principales.

Julián Aguirre, de una inmensa inspiración melódica, caracterizada por su


espontaneidad y su sencillez, no volcó su creatividad en los “grandes géneros” (esto
es, dramas líricos, poemas sinfónicos, etc) sino en las formas más pequeñas
(páginas vocales, piezas para piano, canciones infantiles), siempre impregnadas,
como señala Gomez Carrillo, de un “auténtico aroma autóctono”. Su música parte,
por lo general, de un tema de índole poética o un motivo tradicional vernáculo. Se
pueden apreciar, a grosso modo, dos grandes etapas de su producción: 1)
universalista, conformada por obras de su etapa de formación (música de cámara y
para piano, mayormente); 2) nacionalista o localista, conformada por su obras más
emblemáticas: Aires criollos, Aires populares, Tristes, y demás obras sinfónicas.

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