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Carol Gilligan y el desarrollo moral.

Con Carol Gilligan se abre una comprensión de las “experiencias de las mujeres” ligada al desarrollo
moral. Profesora de psicología, se interesó en el “desarrollo de la identidad y de la conciencia del
adulto joven”. Procedió a través de encuestas realizadas a veinticinco estudiantes hombres y mujeres
que habían hecho estudios universitarios y a los que interrogó en tres ocasiones a lo largo de cinco
años. Ese trabajo de investigación con esas personas la llevó a poner en duda la aplicabilidad
universal de los seis estadios del desarrollo moral propuestos por Laurence Kohlberg. Gilligan afirma
con claridad que “los datos de desarrollo que se obtienen al estudiar la vida de las mujeres, trazan el
perfil de una concepción de la moral diferente de la descripta por Freud, Piaget o Kohlberg, y se
impone una descripción del desarrollo”.

En efecto, la mayoría de los teóricos, hombres, tienen tendencia a proyectar una imagen masculina
sobre la vivencia de las mujeres, a interpretarla según sus similitudes y los apartamientos
comprobados. El hombre es reconocido como la norma, la forma, la perfección, mientras que la
mujer es percibida como la desviación, la materia, la imperfección, según la concepción aristotélica
de la generación vehiculizada hasta la Edad Media, que tiene repercusiones aún hoy en la mentalidad
patriarcal. Freud, Piaget y Kohlberg no escapan a ella. Carol Gilligan hace notar de manera
insistente: “En lo que a Kohlberg concierne, las mujeres no existen en los trabajos de investigación
sobre los que funda su teoría”.

La investigación empírica llevada a cabo por Kohlberg se hizo con ochenta y cuatro varones cuyo
desarrollo siguió durante más de veinte años, lo que le permitió definir los seis estadios del
desarrollo del juicio moral desde la infancia a la edad adulta. Sin embargo, esta escala apreciativa,
comprobó C. Gilligan, no permite dar cuenta del desarrollo moral de las mujeres, en las que
predomina netamente la importancia acordada a las relaciones con el prójimo. Apoyándose sobre las
investigaciones de Nancy Chodorow, Gilligan subraya cómo los niños se afirman por la separación
de sus madres, mientras que las niñas conocen más bien una experiencia de apego.

Los psicólogos masculinos se inclinan a identificar el proceso de maduración con el de la separación


y a ver los apegos como obstáculos para el desarrollo, lo que tiene gran peso en su evaluación del
comportamiento moral de las mujeres. Como contrapartida, analistas femeninas, como Nancy
Chodorow, otorgan valor positivo a esa no-necesidad que tienen las niñas de renegar de su apego al
progenitor del mismo sexo. El desarrollo moral de las niñas está marcado por esta experiencia que
las lleva a otorgar gran importancia a las relaciones con el prójimo.

Carol Gilligan lo observó en la siguiente situación: el dilema de Heinz. Este dilema, concebido por
Kohlberg con el fin de evaluar el desarrollo moral de los adolescentes, los enfrenta a la resolución de
un conflicto entre dos normas morales. El dilema es el siguiente: un hombre, Heinz, se pregunta si,
para salvar la vida de su mujer, no debe robar la medicina que no está en condiciones de comprar. Se
plantea entonces esta pregunta: ¿Debe Heinz robar la medicina?

Jake, un niño de once años, responde que Heinz debería robar la medicina; examinó el conflicto, que
le pareció provenir de dos valores, la propiedad y la vida. Su argumentación se basa sobre la
prioridad lógica de la vida, aun cuando haya señalado que la ley es importante, por cierto, para el
mantenimiento del orden social, pero que está hecha por los hombres, sujeta, en consecuencia, a
error, y que puede ser cambiado. Construyó su respuesta como una ecuación a resolver, ya que el
dilema moral es para él “una suerte de problema matemático con seres humanos”.

Por el contrario, la respuesta de una niña, Amy, es más evasiva e insegura. Al preguntársele si Heinz
debe robar la medicina, ella se expresa de este modo:

Bueno, creo que no. Hay tal vez otros medios de arreglárselas, sin tener que robar el medicamento:
podría pedir prestado el dinero, por ejemplo; pero realmente no debería robar el medicamento... pero
tampoco su mujer debería morir”.

La niña trata de explorar otras vías, ya que la preocupa mucho la relación entre Heinz y su mujer y
los efectos que puede tener un robo sobre las relaciones entre ellos:

Si robara la medicina, salvaría tal vez la vida de su mujer, pero se arriesgaría entonces a ir a la cárcel.
Si, como consecuencia de ello, su mujer volviese a enfermar él ya no podría procurarle el
medicamente y la vida de la mujer estaría nuevamente en peligro. Ellos deberían discutir a fondo el
problema y hallar un modo de conseguir el dinero.

Y Carol Gilligan comenta: “Amy no concibe el dilema como un problema matemático sino más bien
como un relato de relaciones humanas cuyos efectos se extienden en el tiempo, tal como las
relaciones entre Heinz y su mujer, entre Heinz y el farmacéutico.

Según la escala establecida por Kohlberg, las respuestas de Jake serían una mezcla de las etapas
tercera y cuarta, mientras que las de Amy, una mezcla de las etapas segunda y tercera; la niña tendría
entonces un nivel de desarrollo moral menos avanzado.

Martha J. Reineke ha hecho una severa crítica del estudio de Carol Gilligan, reprochándole perpetuar
el discurso patriarcal. Aun cuando se oponga a Kohlherg, Gilligan comparte su concepción del
desarrollo: el despliegue natural de la vida humana como un ciclo; ella no pone en cuestión el
modelo mismo de desarrollo. Además, su observación de las diferencias entre las mujeres mantiene
el dualismo patriarcal de los sexos: a los hombres, el espíritu y la racionalidad; a la mujer, la
naturaleza y el sentimiento. Carol Gilligan ha adoptado una ética individualista que le impide tener
en cuenta factores sociales que influencian la conducta de las mujeres. Las reflexiones de Carol
Gilligan no sólo se sitúan en el contexto patriarcal, sino que contribuyen a recuperar el discurso
patriarcal y caen en un “romanticismo debilitante”. Por ejemplo, la función del lenguaje como
tributario de un sistema cultural, debería ser analizada para captar mejor a la vez elementos
liberadores y sus estructuras de opresión social.

Esta crítica de investigación de Carol Gilligan nos señala la necesidad de tener en cuenta diferentes
coyunturas que rodean la emergencia del concepto “experiencia de las mujeres”. Sumergidas en una
cultura patriarcal, las mujeres viven valores acordados a ese condicionamiento y, sin embargo, no
aspiran a otros valores, no están en vías de hacer aparecer otras orientaciones.

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