Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Lo primero que debemos hacer es aprender a diferenciar cuando el hambre es real y cuando
el hambre es emocional:
Cuando nos sentimos con ansiedad, con preocupaciones de algún tipo, con miedos sobre el
futuro o respecto algo, el cerebro busca respuestas para mitigar o reducir esas emociones de
inseguridad. Y una de las más primitivas formas en las que nuestro cerebro busca un falso
alivio (aunque sea temporal) es a través de la comida. ¿Cuál es el inconveniente? Que cuando
el estómago se vacía, vuelve la ansiedad y el problema sigue ahí.
RECOMENDACIONES:
1. Bebe más agua. Muchas veces se confunde la sed con el hambre. Cuando el cuerpo
pide hidratación cometemos el error de no beber agua y, en su lugar, acudir al café o
a estimulantes que empeoran la situación. Así que cuando te entren ganas de comer
algo a deshoras, sin aparente motivo, bebe un gran vaso de agua. Y si realmente crees
que tienes hambre (real), come una pieza de fruta o frutos secos. Las infusiones
calientes también nos ayudan a sentirnos más saciados.
3. Menos azúcar y más nutrientes. Los alimentos con azúcar nos sacian por un
momento, pero pronto volverá el hambre y las indeseadas calorías extra. Las frutas
contienen su propia “azúcar”, ayudando a calmar el antojo. Si tu ansiedad se refleja
en alimentos salados, los frutos secos y las cotufas son una excelente opción.
4. Tómate tu tiempo. Come sin prisas, no añadas más ansiedad. Disfruta el momento
y mastica más los alimentos, le harás un gran favor a tu estómago y a tu salud en
todos los sentidos. No lo dudes: harás mejor la digestión y aumentará tu sensación de
saciedad.