Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Eran las 06:30 de un domingo de febrero, cuando las familias Pérez y Santana salieron de
Santo Domingo para emprender su viaje a una playa de Samaná.
Las ocho personas, entre ellas cuatro hombres y cuatro mujeres, se dirigieron en carro
propio hasta ese balneario. Rodolfo, experto en el manejo, se encargó de llevarlos a esa
localidad.
Durante el viaje, la conversación entre los jóvenes y adultos duró poco, porque el sueño
los venció y a falta de desayuno el ruido y la brisa los arrulló.
Después de ponerse cómodos en sus trajes de baño colocaron dos parasoles en la arena,
cerca del mar y un poco apartado de las demás carpas.
Ric, Robert y Junior, el menor de todos, fueron los primeros en lanzarse al agua, mientras
el resplandor del sol calentaba sus cuerpos cubiertos con bloqueador solar. Ailin y Darla
se tomaban fotos entre ellas y a los demás.
Pili y Vero se unieron a los tres hombres y luego caminaron hasta el final de la playa
dividida por un afluente. Cuando regresaban a la carpa, Rey se adelantó y nunca llegó al
lugar donde estaba su papá. Sus hermanas, su madre y tíos salieron en su búsqueda por
tierra y por mar.
Minutos después Vero lo encontró desorientado porque no hallaba los parasoles. Pili
angustiada, pensaba lo peor, pero cuando lo vio se alegró y todos volvieron a disfrutar de
las olas y del sol.
Eran las 4:30 y las cuatro duchas que había en la playa no abastecían para los cientos de
turistas, que hicieron fila para bañarse por $ 100 pesos.