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XIII.

Propagación del uso de estupefacientes y su uso público


El artículo 12 establece “Será reprimido con prisión de dos a seis años y multa de
seiscientos a doce mil australes: a) El que preconizare o difundiere públicamente el uso de
estupefacientes, o indujere a otro a consumirlos; b) El que usare estupefacientes con ostentación y
trascendencia al público”
El primero de los inicios (a) prevé tres acciones típicas distintas. Por un lado, preconizar el
uso de estupefacientes, que no es otra cosa que tributar elogios públicamente sobre las drogas,
considerándolas buenas o adecuadas para ciertos y determinado fines. En cuanto a difundir consiste
propagar o divulgar el consumo de tóxicos. Ambas conductas tienen el propósito implícito de que
personas indeterminadas consuman estupefacientes, circunstancia que para el legislador pone en
riesgo al bien jurídico protegido. Por tal motivo, el tipo penal exige que las acciones deben llevarse
a cabo en público, de lo contrario no existiría un riesgo que justifique existencia del tipo penal. La
difusión o preconización que se realiza privado resulta atípica.
Las conductas deben tener la capacidad de contribuir a la propagación del uso de sustancias
prohibidas. En este sentido, deben ser de cierta entidad como para motivar al consumo de
estupefacientes. No se prevén medios específicos para llevar a cabo la conducta (televisión, radio,
prensa escrita, internet, entre otros).
Des del punto de vista subjetivo las acciones deben tener por finalidad que los destinatarios
del mensaje consuman estupefacientes.
En cuanto a la acción de inducir, comprende al estímulo o influencia sobre una persona para
que consuma estupefacientes. En este caso no resulta necesario que la conducta sea llevada a cabo
en público.
Desde el punto de vista subjetivo, el autor debe tener conocimiento del alcance de sus actos
y propósito de que el sujeto consuma estupefacientes.
El delito no requiere que el sujeto activo logre efectivamente que el sujeto pasivo concrete el
consumo de droga, basta con llevar a cabo acciones tendientes al fin propuesto.
Por su parte, el inicio b) prevé la conducta de quien consume estupefacientes en público, de
manera ostentosa y con trascendencia al público. La acción prohibida parecería estar enderezada a
evitar la inducción indirecta al consumo de estupefacientes, frente al peligro que exista imitación
por parte de quien observan la conducta; decisión político criminal que al menos resulta
cuestionable en el marco de un derecho penal liberal.
Hacer uso de estupefacientes implica consumirlos de cualquier modo (fumando,
inyectándose, inhalando, entre otras maneras). La acción no implica tener o poseer la droga, que es
un delito autónomo (art. 14, segundo párrafo), que claramente queda absorbido por esta figura al
darse una relación de consunción. Tampoco abarca el hecho de haber consumido, circunstancia que
puede constituir una contravención o formar parte de una calificante de un delito en particular, a
raíz de los efectos que produce sobre la conciencia que lo tornan peligroso para llevar adelante
ciertos actos. Ahora bien, no basta con el consumo de la sustancia para que configure el delito, el
uso debe realizarse de manera ostentosa y con trascendida al público, es decir llamando la atención
o de manera evidente frente a un número de personas indeterminadas.
Desde el punto de vista subjetivo la acción debe realizarse con la finalidad de que el público
en general perciba el consumo.
El delito se consuma en el mismo instante que se realiza la conducta, no exigiéndose que las
personas que perciban el uso del tóxico tiendan a imitar el consumo.
Todas las acciones que fueron analizadas deben realizarse sobre estupefacientes, conforme a
la definición oportunamente dada.
Más allá de potencialidad de las acciones típicas para poner realmente en peligro el bien
jurídico Salud Pública, el alcance de las conductas tipificadas como delito debe interpretarse sin













descuidar la posible tensión que puede generarse con el derecho a la libertad de pensamiento y
expresión, como componentes indispensables en el ejercicio de la democracia. Como es sabido,
estos comprenden el derecho a buscar, recibir y difundir ideas e informaciones de toda índole, como
así también el de recibir y conocer la información e ideas difundidas por los demás.
Claramente en una sociedad democrática la discusión sobre el consumo de estupefacientes
no debería encontrar ningún tipo de censura. Sin embargo, la libertad de expresión y pensamiento
no constituyen un derecho absoluto, por tal motivo debe analizarse en cada caso concreto el alcance
y contenido del mensaje. Respecto a la entidad del injusto no debe escapar del análisis que la
conducta que es objeto de la preconización o difusión es el consumo de estupefacientes, actividad
que no constituye delito dentro de nuestro ordenamiento jurídico; situación jurídica que incrementa
aún más el grado conflictividad de la figura delictiva analizada. No se trata de un ciudadano que
preconiza o difunde acciones delictivas; en realidad la conducta sobre las que recae el mensaje se
trata de una acción que si bien puede considerarse nociva para la salud, en sí misma no es ilícita.

XIV. Uso de estupefacientes para cometer otros delitos


El artículo 13 establece “Si se usaren estupefacientes para facilitar o ejecutar otro delito, la
pena prevista para el mismo se incrementará en un tercio del mínimo y del máximo, no pudiendo
exceder del máximo legal de la especie de pena de que se trate”.
La norma no se trata de un delito autónomo, por el contrario constituye una agravante
genérica aplicable a cualquier delito de nuestro ordenamiento jurídico penal, que no contenga dicha
circunstancia como elemento integrante del tipo base o calificado.
Se sostiene que la figura no comprende el uso personal de estupefacientes por parte del autor
para cometer delitos bajo sus efectos (para darse valor, potencia o euforia), toda vez que el consumo
personal resulta impune. En realidad nuestro ordenamiento jurídico si prevé agravantes que
comprenden el consumo personal de estupefacientes, como es el caso del homicidio culposo
cometido por conducción de vehículo a motor bajo los efectos de estupefacientes (art. 84 bis,
incorporado por ley 27.347). En este caso la agravante no prevé una negligencia o imprudencia
generada por el uso de drogas, sino el uso de manera intencional para producir determinados efectos
que facilitan o permiten la ejecución del delito.
Por tal motivo, queda comprendido el uso propio del estupefaciente y el empleo del tóxico
sobre el sujeto pasivo del delito. En el primer supuesto el uso puede vincularse para darse vigor,
euforia o como anestésico. En el otro caso, se utiliza los estupefacientes para generar en la víctima
ciertos efectos que producen las drogas con el propósito de ser aprovechados para cometer el delito,
como puede ser vencer la resistencia de la víctima o confundirla para realizar ciertos actos. Tanto
para el casa del uso de estupefacientes sobre la persona del autor, como en un tercero, deberá
demostrarse que las sustancias surtió los efectos característicos de la misma. Desde el plano
objetivo debe existir una relación causal entre el uso del estupefaciente, los efectos que produce la
sustancia y la ejecución del delito de acuerdo al plan que incluye las reacciones esperadas por el uso
del tóxico. A partir de ello, puede distinguirse aquellos casos de quienes delinquen bajo los efectos
de estupefacientes, pero cuya intención no fue utilizarlos como medio para cometer el delito.
Desde el aspecto subjetivo, el uso debe realizarse conociendo los efectos y con la voluntad
de usarlos de manera concreta en la ejecución del delito conexo.

XV. Uso de estupefacientes en actividades deportivas

1. Doping en competencias deportivas


El artículo 11 de la ley 24.819 de preservación de la lealtad y el juego limpio en el deporte,
establece que “Será reprimido con prisión de un mes a tres años, si no resultare un delito más







severamente penado, el preparador físico y/o psíquico, entrenador, director deportivo, dirigente,
médico y paramédicos vinculados a la preparación y/o a la participación de los deportistas, y/o
todo aquel que de alguna manera estuviera vinculado a la preparación y/o a la participación de los
deportistas; que por cualquier medio facilitare, suministrare y/o incitare a practicar dóping. Si las
sustancias suministradas fueran estupefacientes la pena será de cuatro a quince años.
El uso de estupefacientes en prácticas deportivas con la finalidad de practicar doping se
presenta como una agravante, tanto si se suministra a seres humanos como animales.
Conforme a la definición del Comité Olímpico Internacional, doping es la administración o
uso por parte de un atleta de cualquier sustancia ajena al organismo o cualquier sustancia fisiológica
tomada en cantidad anormal o por una vía anormal con la sola intención de aumentar en un modo
artificial y deshonesto su performance en la competición.
En el caso del suministro de sustancia a seres humanos, se trata de un delito especial propio
que sólo puede ser cometido por sujetos que ostenten ciertas calidades: “el preparador físico y/o
psíquico, entrenador, director deportivo, dirigente, médico y paramédicos vinculados a la
preparación y/o a la participación de los deportistas, y/o todo aquel que de alguna manera
estuviera vinculado a la preparación y/o a la participación de los deportista”. No se criminaliza la
práctica personal de doping.
El suministro consiste en proveer a un consumidor la droga que necesita. Se requiere la
entrega de la sustancia a quien la requiere. La facilitación no implica traspaso o entrega. La
conducta consiste en proporcionar el material, hacer fácil o posible que el destinatario pueda
proveerse de la droga. Incitar implica influir o estimular la decisión de otra persona para que
practique doping.
En el caso que nos ocupa, el uso de estupefaciente agrava el tipo básico. Sin embargo, la
facilitación, suministro o incitación debe tener por propósito practicar doping, es decir aumentar en
un modo artificial y deshonesto su performance en la competición, cualquier otro propósito que se
persiga queda al margen del delito analizado. No se prevé como conducta típica el uso personal por
parte del deportista de sustancias prohibidas para aumentar su rendimiento.

2. Suministro de sustancias prohibidas a animales


Por su parte el artículo 12 de la misma ley dispone que “Será reprimido con prisión de tres
meses a tres años, si no resultare un delito más severamente penado, el que suministrare a un
animal, por cualquier vía, sustancias que puedan modificar la aptitud o rendimiento de éste, en
competencias deportivas, tanto sean estimulantes como depresoras. Si la sustancia suministrada se
tratare de estupefacientes, la pena será de tres a cinco años de prisión. La misma pena será
aplicada a quienes dieren su consentimiento para que se utilizaren y/o le suministraren estas
sustancias a los animales para una competencia, con conocimiento de esta circunstancia. La
clasificación de dichas sustancias será la indicada en los listados de grupos de I a IV de las Leyes
17.818 de estupefacientes y 19.303 de psicotrópicos, así como también los listados actualizados de
la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de las Naciones Unidas”.
En este caso la acción consiste en la aplicación a animales de sustancias que puedan
modificar su aptitud o rendimiento en competencia deportivas. Quedan comprendidos los
entrenamientos cuyo rendimiento se corona en la competencia específica.
En el caso de suministro de estupefacientes a animales, la aplicación del tipo no se
circunscribe a ninguna persona en particular; cualquier sujeto que tenga materialmente posibilidad
de ejecutar las conductas puede ser autor del delito.
Las acciones típicas son las de suministrar o consentir que otra persona lleve a cabo la
conducta. En este último caso, el sujeto activo debe tener la custodia del animal.









Desde el punto del aspecto subjetivo debe conocerse la sustancia que se suministra, los
efectos que genera y la voluntad de suministrarlos con el objetivo de alterar la aptitud y rendimiento
del animal.

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