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TRAFICO DE ESTUPEFACIENTES
BIEN JURIDICO
Parece oportuno destacar que la multiplicidad de acciones recogidas en los
convenios citados, requieren de un análisis, aunque sea muy breve, acerca del bien jurídico
tutelado por las normas que castigan el tráfico de drogas, con el propósito de dejar fuera de
la prohibición todas aquellas conductas que se oriental al autoconsumo de sustancia
estupefacientes, cuya punición resulta claramente inconstitucional cuando se
realizan sin trascendencia a terceros.
No parece posible abstraerse completamente de una mínima referencia a
la salud individual, como tampoco equiparar completamente una a la otra. Una referencia
a la salud individual es imprescindible, pues de lo contrario habría que referirse a algún tipo
de bien colectivo totalmente independiente a la salud de las personas. Que en ciertos casos
no pueda concretizarse la salud individual, no quiere decir que el norte de protección deba
dirigirse a ella.
También debemos evaluar en cada tipo penal en particular sobre la
posible afectación a la salud pública, teniendo en cuenta los plurales y diferentes
comportamientos que establece la ley represiva argentina. Más concretamente, hay que
analizar hasta que punto resulta tolerable conforme la Constitución el anticipo de la
protección penal en casos mediatos o remotos en que se pueda afectar la salud
pública.
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examinar la afectación del bien jurídico desde el prisma de la salud individual del
tenedor o de un tercero, que en un ámbito reservado recibiera parte de la droga
suministrada por el tenedor para consumirla en ese momento. De lo contrario estaríamos
frente a bien jurídico aparente.
Es que una concepción de bien jurídico basada en la libertad del ciudadano
no puede separar la idea de bien de la facultad de disposición que sobre éste tiene el titular
del mismo, por lo que el consumo de estupefacientes como cualquier otra actividad de
autopuesta en peligro, constituye una forma de ejercicio de la libertad protegida como
derecho fundamental (art. 2 apart. 1 de la Constitución alemana y de modo más amplio
todavía el art. 19 de la Constitución argentina), por lo que las medidas coactivas sólo serán
legítimas en la medida que falte capacidad para el ejercicio responsable de la libertad como
derecho fundamental.
Pero aún si no concibiéramos el posible consumo de un tercero como ejercicio
de la propia libertad de acción, el adelantamiento del castigo es doble, pues presupone que
el poseedor abandone la posesión, haga entrega de los estupefacientes a otro sujeto y que
éste se autoponga en peligro. En dicho caso el delito tendría el carácter de colaboración en
la autolesión, pero como sólo genera peligro para la salud individual, sin que exista peligro
en la difusión, el bien jurídico no se ve afectado.
Se afirma que “no interesa que lo sembrado sea en gran cantidad, poca
cantidad o mínima cantidad porque el bien jurídico en juego no se ofende por cantidades”
(Laje Anaya). Ello es cierto en el aspecto objetivo pero subjetivamente la siembra debe
tender a promover, favorecer o facilitar el tráfico de estupefacientes; la siembra es un
eslabón del tráfico y si se siembra una sola semilla con esa finalidad estaremos en presencia
de tráfico ilícito, de lo contrario no.
Debemos reafirmar que todas las figuras previstas en el art. 5to de la ley
23.737 son tipos de tráfico; requieren en el aspecto subjetivo la presencia de un elemento
subjetivo del tipo, de intención trascendente, toda vez que mira al futuro –fin de
promover, favorecer o facilitar el tráfico ilícito-.
La siembra exige un comportamiento material que admite la tentativa.
El cultivo es una infracción de consumación anticipada que se realiza en la
primera fase de producción agrícola o industrial. En un segundo período se distribuye el
estupefaciente producido.
La Convención Única de 1961 y el Convenio de 1988 restringen el cultivo al
de la adormidera, arbusto de la coca o de la planta de Cannabis, desconociendo que existen
otras numerosas plantas que pueden ser objeto de tal conducta.
Cultivar según el diccionario de la lengua española es “dar a la tierra y las
plantas las labores necesarias para que fructifiquen”; en puridad sólo se pueden cultivar las
plantas o especies botánicas de las que puedan obtenerse estupefacientes pero no la
materia prima.
El cultivo admite tentativa toda vez que es posible interrumpir el proceso
ejecutivo contra la voluntad del autor. (P.ej. se lo sorprende con la tierra arada y las semillas
recién esparcidas). Sin embargo en este caso la siembra estará consumada.
La grave pena con que se castiga el cultivo llevó a sostener antes de la
reforma de la ley 24.424 que la conducta incriminada en el artículo 5 de la ley 23.737 es de
tráfico de estupefacientes con independencia de la magnitud del cultivo, que debía tenerse
en cuenta la finalidad del agente.
En causa n° 3 caratulada “Beron Omar Enrique s/ cultivo de plantas
utilizables para producir estupefacientes” de trámite por ante el Tribunal Oral Federal
de Mar del Plata (13/10/1994), se resolvió en orden a la conducta en tratamiento que:
En el caso del inciso a), cuando por la escasa cantidad sembrada o cultivada y
demás circunstancias, surja inequívocamente que ella está destinada a obtener
estupefacientes para consumo personal, la pena será de un mes a dos años de
prisión y serán aplicables los artículos 17, 18 y 21. (Párrafo incorporado por art.
1° de la Ley N° 24.424 B.O. 9/1/1995)
que persigue el agente constituye un elemento importante para deslinar las conductas de
tráfico de aquellas orientadas al autoconsumo.
Por otra parte, puede resultar curioso que el párrafo agregado por la ley
24.424 (B.O. 9/1/1995) no haya contemplado como atenuante la guarda de semillas,
cuando esta estuviera destinada para su posterior consumo (o mejor dicho para su siembra
o cultivo para el consumo)
Esto sólo puede explicarse plausiblemente teniendo en cuenta que la guarda
de semillas es el primer eslabón de la cadena del tráfico de drogas, en la medida en
que exista intención de tráfico (Cfr. Falcone, Roberto A., Tráfico de estupefacientes.
Siembra, cultivo, guarda de semillas, producción y fabricación, Revista de Derecho Penal y
Procesal Penal, Andrés J. D ‘ Alessio/Pedro J. Bertolino (Dir.), Buenos Aires, 2008, nro. 10, p.
1692; ver también el citado pronunciamiento “Rattoni, Hugo R.”), pues de lo contrario el
peligro abstracto para el bien jurídico sería doblemente lejano (o mejor dicho un
peligro presunto). Este es el motivo más razonable por el cual el legislador no decidió incluir
a la guarda de semillas con fines ulteriores de consumo personal en el anteúltimo párrafo del
art. 5 de la ley de estupefacientes (al menos nada puede aclarar en este punto el Debate
Parlamentario previo a la sanción de la ley 24.424; ver Antecedentes Parlamentarios, La Ley,
t. 1996-A, La Ley, ps. 1074 y ss.)
De este modo el legislador ha resuelto no castigar la guarda de
semillas con fin de consumo y, por las mismas razones, tampoco lo ha hecho con
relación a lo que podríamos denominar “guarda neutra”. Si la tenencia neutra de
estupefacientes es castigada con una pena de prisión de uno a seis años (art. 14, 1°), no
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resulta lógico y proporcionado que se castigue con una sanción de cuatro a quince años a
quien simplemente guarde semillas (que no son estupefacientes), sin una ultrafinalidad de
tráfico. Francamente, ello resultaría absurdo.
Naturalmente, que el legislador argentino podría haberse esforzado en
concretar al máximo el contenido de las normas, colocándolas en un catálogo cerrado, pero
esta mayor precisión tiene como principal coste el riesgo de infrainclusión y de
sobreinclusión; es decir, si se es muy preciso se corre el riesgo de dejar fuera del ámbito de
lo punible lo que en realidad se desea sancionar, y si se es muy preciso al fijar las
propiedades que justifican que una conducta quede excluida y se pretende que el juez no
amplíe esa enumeración, se corre el riesgo de que queden incluidas conductas que no se
quiere sancionar. Como tradicionalmente se ha considerado más grave el riesgo de
sobreinclusión, se admite sin tapujos los recursos de la analogía favor rei o la reducción
teleológica de la ley (que son perfectamente adaptables al caso).
No se exige que la acción de distribuir esté presidida por ánimo de lucro; pero
sí cabe exigir que la finalidad de la misma se oriente a promover, favorecer o facilitar el
tráfico ilícito.
TRAFICO DE ESTUPEFACIENTES
1. INTRODUCCIÓN.
modo alguno”. En cambio la posesión dependerá del plan del autor; de la decisión de
emplear el objeto de modo peligroso.
3) Por ser coautor, junto con el que posee materialmente la droga, aunque
carezca momentáneamente de disponibilidad efectiva sobre la misma, siempre que la
ejecución del plan se mantenga dentro de lo acordado.
Si bien este delito sigue siendo de competencia federal, y aun cuando los
delitos relacionados con materias primas y plantas en ningún supuesto de tráfico se delegan
en la jurisdicción provincial, corresponde realizar un análisis de sus elementos
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subjetivo del tipo no se da por acreditado cabe apreciar la tenencia neutra prevista en el art.
14 de la ley 23.737, delito de competencia provincial según la ley 26.052.
A quí también cabe señalar que si bien este delito es de competencia federal,
en general se asienta sobre la tenencia del estupefaciente, motivo por el cual debemos
referirnos a las exigencias del tipo legal a fin de evitar innecesarios conflictos de
competencia.
Este delito se comete por medio del traslado del estupefaciente como acto
constitutivo del ciclo económico del tráfico ilícito previo a la distribución o venta. Y puede
llevarse a cabo por cualquier vehículo o medio de locomoción, ferrocarril, automóvil,
embarcación, bicicleta o también mediante las llamadas “mulas”, hombres o mujeres
portadoras que disimuladas debajo de sus ropas o en su organismo llevan la droga.
comercio se lleve efectivamente a cabo, resulta delito consumado. Este delito debe
ser interpretado como un acto de tentativa de comercio con independencia de que la
punibilidad no requiera la lesión del objeto de protección. Para quienes entendemos que la
tentativa es admisible aún en los delitos de pura actividad ya que de lo contrario cabría
enrolarse en la teoría formal objetiva cuyas derivaciones han sido rechazadas
mayoritariamente por la doctrina, no existiría ningún impedimento para entender que lo
determinante es el peligro que para el bien jurídico supone la tenencia de estupefacientes
con determinados fines; este es el signo exterior, real, no imaginario que autoriza su
punición.
Este delito ahora es de competencia provincial cuando la droga se
encuentra fraccionada en dosis para ser directamente entregadas al consumidor
(ley 26.052). Entenderlo de otro modo llevaría al absurdo de habilitar la jurisdicción
provincial cuando el vendedor fuera detenido luego de cobrar la droga y derivarlo a la
justicia federal si es sorprendido antes de hacerlo. Esto es cuando el tenedor de la sustancia
con fines de comercio sea sorprendido en un momento antes de que el comercio se
consume. Nada más alejado de la idea del legislador nacional; la sanción de la ley 26.052
confiere a las provincias la facultad de perseguir el tráfico de drogas en pequeña escala en
todas las modalidades que conducen al comercio ilícito, sean éstas tentadas o consumadas.
Repito si el comercio es de jurisdicción provincial cuando el estupefaciente se encuentra
fraccionado en dosis para ser entregados al consumidor, también la tenencia con dicha
finalidad, que responda a las mismas características,(dosis fraccionadas) será de
competencia provincial.
Este temperamento fue adoptado por la C.S.J.N. en las causas “Echeverría”
del 27/12/2006 y “Castro” del 20/2/2007; ver Martínez Astorino, “La Competencia Federal y
local en la ley de Estupefacientes” (ley 26.052) en la doctrina de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación”, Lexis Nexis, Revista de Derecho Penal y Procesal Penal, Nº 8, año
2007, p. 1473 y ss.
Que el legislador castigue con la misma pena una conducta que todavía
puede avanzar en la lesión del objeto de protección no puede llevarnos a confusión; la
tenencia de estupefacientes no admite la tentativa.
La caracterización de los actos de ejecución y su diferencia con los actos
preparatorios en estos delitos ha sido siempre problemática. Por lo tanto la tentativa de la
posesión o tenencia requiere que el autor haya comenzado a poseer. Las dificultades para
establecer el comienzo de ejecución, no son pocas.
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Casos particulares.
a) Tentativa.
Por ello es que se presentan casos que se sitúan en el nivel más bajo de la
punibilidad, en el umbral de los actos preparatorios como cuando el vendedor luego de
acordar la entrega de la droga y el pago del precio con el comprador no puede
hacerlo ante la presencia policial. En tal supuesto debe considerarse, incluso, la
posibilidad de apreciar tentativa inacabada si no llegaron a realizarse todos los actos que
constituían el plan de los autores, por ej. pago del precio, como condición necesaria para la
entrega de la droga. Esto último visto desde la situación del adquirente de la sustancia para
la posterior venta, porque respecto del vendedor, en la legislación actual, la posesión con
fines de tráfico se castiga como delito consumado.
quisieron adquirir la droga y por razones ajenas a su voluntad no pudieron hacerlo, se dan
en el caso, todos los elementos de la tentativa dado que no han llegado a tener la droga a
su disposición.
Por ello es que en este caso la autoría se establece de conformidad con las
reglas de <<comisión por omisión>>; para el titular de un ámbito que se encuentra bajo su
dominio constituye un delito de infracción de deber, que produce un resultado de
peligro. La ley ordena evitar un resultado de peligro, el comercio de
estupefacientes, por difundir una práctica dañina para la salud de la población en
general. Esta omisión de actuar, de interferir un curso lesivo, produce una
conmoción en el mundo exterior. No se trata de la omisión de un cualquiera sino de la
de un garante. El autor tiene la obligación de evitar un peligro evitable.
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Y ello es importante que sea destacado toda vez que si alguien aplica
estupefacientes a otro para evitarle los sufrimientos y angustias del síndrome de
abstinencia, o como parte de un tratamiento de deshabituación gradual, no podrá
sostenerse que dicha conducta se encuentra atrapada en el inciso “e” del art. 5to. de la ley
23.737.
Resulta obvio además que la aplicación del estupefaciente debe realizarse con
el consentimiento del usuario; en caso contrario la conducta se desplaza a la agravnte
que preve el art. 11 inc. “b” de la ley 23.737.
En este caso la grave pena, como ya se dijo más arriba con relación a la
aplicación, con que se castiga la facilitación -4 a 15 años de prisión o reclusión- exige que la
misma esté presidida por un elemento subjetivo de injusto -promoción, favorecimiento o
facilitación del tráfico ilícito-; ello así porque se trata de una conducta de tráfico.
Este delito admite tentativa y por las mismas razones expuestas respecto de
la aplicación de estupefacientes no admite el dolo eventual.
Debe enfatizarse que en todos los casos contemplados en el art. 5to. de la ley
23.737 el destinatario del reproche penal es el traficante, no el adicto, verdadera víctima de
una compulsión irreprimible al consumo de drogas.
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El art. 1ª de la ley 26.052 incorpora como último párrafo del art. 5ª de la ley
23737 el siguiente:
“Los delitos previstos y penados por esta ley serán de competencia de la justicia
federal en todo el país, excepto para aquellas provincias y la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, que, mediante ley de adhesión, opten por asumir su competencia en
las condiciones y con los alcances que se prevén a continuación:
6. Artículos 204, 204 bis, 204 ter y 204 quater del Código Penal. (Sumnistro de
sustancia medicinales no correspondiente en sus modalidades dolosas,
culposas y omisivas)
La provincia de Bs. As. mediante la ley 13392 (B.O. 2-12-2005) adhirió sin mas a la
ley nacional. En igual sentido lo han hecho Catamarca, La Rioja, Entre Rios,
Misiones y ahora Córdoba, esta última mediante la ley 10067. Sin embargo, a
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El art. 3 de la citada ley dispone que conocera la justicia federal en los casos de
conexidad subjetiva. Y el art. 4 estalece que en caso de duda sobre la
competencia entenderá la justicia federal.
No obstante, la aparente claridad de la ley no han sido pocos en el ámbito bonaerense los
conflictos suscitados con la jurisdicción federal.