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UNIVERSIDAD NACIONAL DE TUCUMAN

FACULTAD DE PSICOLOGIA

CATEDRA PSICOLOGIA DE LA PERSONALIDAD. AÑO 2023


FICHA DE CATEDRA:

Perspectiva pos freudiana de la psicopatología narcisista

Autora: Profesora Adjunta Regina Abete.

Uno de los principales planteos de los autores posfreudianos fue que la técnica psicoanalítica de la
asociación libre no funcionaba en algunos casos, cuestión que los llevó a reformular no solo lo
estratégico, sino también los núcleos teóricos, dentro de esto en particular la metapsicología y la
psicopatología. Aportes centrales de los estudiosos de las relaciones objetales fueron conceptos
como el de sí mismo y el de relacionalidad, entre muchos otros. ¿Por qué la conexión entre ambos?
El sí mismo se entiende como una subestructura del yo que refleja la integración de las
autoimágenes o autorrepresetaciones que se desarrollan a lo largo de todas las interacciones del
individuo con los otros. También ha sido ligado al carácter. Lo cierto es que en la clínica, aparece
como una especie de comunicante entre paciente y analista, dado que el yo como estructura no es
accesible mientras que la idea del self (en tanto autoimagen) sí lo es. Por otro lado lo relacional
refiere a ese desplazamiento que operó sobre los constructos freudianos como narcisismo
primario, constructos que no tomaron la mayoría de estos autores ya que, por definición, las
relaciones objetales constituyen matrices de la mente, formaciones producto de relaciones
interpersonales y no de herencias filogenéticas u ontogenéticas. De modo que lo relacional alcanza
el estatuto de estructurador a la vez que habilita un modelo de relación terapéutica más centrado
en lo vincular.
Dicho esto, identificamos qué tienen en común estas ideas sobre el narcisismo. Si bien hay vastos
desarrollos sobre la misma, lo cierto es que todas, a partir de su disidencia con respecto a lo
ortodoxo, parten de algunas premisas importantes de subrayar: 1) se trata de una libido en el self,
no en el yo, 2) este self es grandioso, 3) consecuentemente el cuadro queda desligado de la

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psicosis, situándose en una organización regresiva, anterior a la neurosis, pero superadora de la
psicosis y 4) esta concepción aborda fundamentalmente al narcisista desde la óptica de los déficits
y los fallos, como será explicado más adelante.
Distinguimos dos momentos del narcisismo: el infantil y el adulto
El narcisismo normal infantil consiste en la regulación de la autoestima por medio de una
satisfacción de las necesidades adecuadas a la edad que implica un sistema de valores, demandas y
prohibiciones infantiles normales (Kernberg, 2010).
El narcisismo normal adulto trata de una autoestima de relativa permanencia, de representaciones
objetales integradas, un superyó asimismo integrado, lo que redunda en una constelación de
relaciones estables, reguladas por un sistema de valores socialmente adecuados, con buenas
respuestas adaptativas, sin infiltración de elementos primarios y con procesos secundarios
prevalentes. En este sentido, se conecta al narcisismo infantil, remarcando que éste es
absolutamente necesario para la constitución del yo. Esa dosis de narcisismo normal permite
mantener una continuidad en la identidad, la constancia objetal, la empatía respecto a los demás,
justamente a partir de poder reconocer los aspectos positivos y negativos en sí mismos, en los
otros, en definitiva, en las situaciones. Capacidad que clínicamente la vemos en la posibilidad de
hacer autocrítica, balances saludables, capacidad de sentir culpa y tolerarla, tal vez sentir envidia
ocasionalmente y poder deponerla.
En 1919, Karl Abraham, en “Una forma particular de resistencia neurótica contra el método
psicoanalítico”, se enfoca en la resistencia que aparece en el tratamiento de algunos pacientes y la
identifica como proveniente de su narcisismo; a la larga esta resistencia conduce al fracaso
terapéutico, y se relaciona con las dificultades en la capacidad de amar. Esta dificultad, y un self
grandioso, son las características comunes de estos pacientes, más allá del marco teórico del que se
trate. Aparece como un obstáculo importante en la práctica la falta de adherencia al tratamiento,
producto de una conflictiva, o a veces imposible relación terapéutica.
Si pudiéramos generalizar para pensar en qué tiene en común este psicoanálisis posterior a Freud,
sin duda son varias cosas articuladas entre sí, pero hay algo que cruza sus construcciones: el interés
por pacientes no neuróticos.
El psicoanálisis se ocupó siempre de la vida interna, pulsiones y objeto. La segunda generación
apeló al psicodesarrollo, a la evolución, a la dinámica mundo externo mundo interno, lo que
permitió incluir también lo biológico y pensar un aparto síquico en formación progresiva, que va en

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algunos autores desde un punto cero a un terminalidad integrada… comienza a tomar
protagonismo la verdad material.
Los teóricos del yo y de las relaciones de objeto, no niegan los elementos originales del
Psicoanálisis, es más, no les es posible sustraerse a la segunda tópica por ejemplo, pero les quita el
lugar de determinantes, y ponen el sesgo de lo cultural, del lenguaje, de su sociedad de
pertenencia, del discurso de su era y de su lugar, historizándolo, de un modo más constructivista
que racionalista.
De ahí surgió el Psicoanálisis relacional. Al respecto dice Kohut (1984) siguiendo a los psicoanalistas
de la modernidad que, en contraste con la organización neurótica abordada por Freud, la psique del
hombre contemporáneo está fragmentada y en desarmonía, de modo que abordarlos con un
modelo de conflictos inconscientes, simplemente no es útil. De esta diáspora resultaron ciertas
confrontaciones: cuerpo erógeno versus biológico, diván versus frente a frente, lógica versus
cronología, mundo externo generando mundo interno, desplazando lo proto y poniendo lo primario
en otros lugares. Incluso lo traumático tiene una forma distinta de ser procesado. Es lo que este
escrito quiere mostrar.
Sobre el planteo de diferenciar borderlines de narcisistas. André Green, referente absoluto de la
tercera generación psicoanalítica (más contextual y existencial), sostuvo que el narcisista es un tipo
de borderline, cuya diferencia es la orientación pulsional: hacia el objeto en los borderlines y
orientadas hacia el yo en los narcisistas. Pero la inestabilidad, las dificultades de adaptarse, los
mecanismos base, el rechazo que padecen, el sufrimiento ligado al vacío, esto es común entre
ambos. Me parece una distinción muy clara, aun cuando este autor es más cercano a la actualidad
que los que hoy abordamos.
“Si el neurótico era el paciente típico de la época de Freud, el borderline es el paciente problema de
nuestro tiempo”, escribió André Green. Los nuevos problemas clínicos están ligados al pasaje del
antiguo predominio de cuadros neuróticos al de nuevas y más graves patologías mentales, como las
estructuras “borderlines” o “casos-límites”, las adicciones y los trastornos psicosomáticos entre
otros. Los que Freud consideró no psicoanalizables.
Cuatro autores nos ocupan hoy: Mahler, Kernberg, Kohut, Rosenfeld
Margaret Mahler (1897-1985), fue una pediatra y psicoanalista austríaca nacionalizada
estadounidense. No se enfocó directamente sobre el narcisismo como organización, pero
contribuyó a la comprensión de los comportamientos de aquellos, así como de los borderlines.
Considera que tanto narcisistas como borderlines interrumpen su desarrollo antes de la neurosis.

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Margaret Mahler trabajó sobre 3 fases: autismo normal, simbiosis normal y separación /
individuación; fases modificadas y desagregadas luego por Otto Kernberg.
A medida que el niño avanza hacia la fase de separación-individuación, se espera que adquiera una
mayor conciencia de los demás y desarrolle la capacidad de empatía. Sin embargo, si el proceso de
separación-individuación se ve obstaculizado o perturbado, puede llevar a dificultades en el
desarrollo de un sentido saludable de identidad y a la persistencia de patrones narcisistas en la vida
adulta.
Una de las cuestiones más valiosas, controvertidas y criticadas de la autora, fue su investigación y
observación permanente de la primera infancia, sobre todo la interacción madre- hijo. Estos
estudios se caracterizaron por ser rigurosos, apegados a un método científico, lo que con el tiempo
le permitió hipotetizar sus conclusiones a partir de la observación y trabajo con un número muy
importante de casos.
Fue también una teórica acerca de las relaciones objetales y de las patologías severas, como suelen
ser estos autores, pero de los niños pequeños. Fue pionera en el tratamiento de los infantes.
Su modelo teórico (que es el que utiliza Otto Kernberg pero en forma ampliada), apela al desarrollo,
y supone tres fases. La primera de ellas autista, la segunda simbiótica y la tercera de separación-
individuación mostrando esta impronta de progresión como aparecen en estos teóricos. Coincide
con Freud en la etapa inicial, llamada fase autística, fase en la que se encuentran los precursores
(término que usó Hartmann). Afirma que mientras lo biológico madura, lo psíquico no es paralelo;
es más lento y complejo. Es decir, coincide con Freud en que la fase autista es algo biológico, de
absoluto desamparo y conectado al narcisismo primario. Es en la fase simbiótica donde comienzan
las relaciones objetales. El crecimiento intrapsíquico va desde esta etapa a la separación
/individuación y cuando hay interferencia en esta línea de evolución, particularmente en la última,
se producen los trastornos psicóticos y borderlines. La gran tarea del niño es lograr su propio self.
Algunas cuestiones importantes que marcó López de Parada, Herminia (2012), respecto a Margaret
Mahler:
a-La calidad de los vínculos: es distinto el del niño psicótico que, en el neurótico, ya que la
incapacidad del niño psicótico de usar a la mamá como auxiliar es un defecto constitucional, de ahí
la restricción de su mundo.
b- A partir de esto crea una barrera alucinatoria negativa para defenderse de los estímulos.
c- En la mayor parte de los casos de psicosis autista, la superficie corporal está poco catectizada.

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Otto Kernberg (n.1928) se aboca a dos cuestiones: profundizar, jerarquizar y definitivamente
otorgar un estatuto al paciente borderline. Lo segundo: crear un instrumento, la entrevista
estructural, diseñando un modelo que permite hacer un diagnóstico diferencial, basado en criterios
clínicos.
Algo importante, y que nos ocupa, es el tema de la gravedad de la patología, en este punto
Kernberg trabaja lo dimensional y lo categorial, estableciendo grados de enfermedad. Por eso, va a
asociar la gravedad a algunos parámetros, que desarrollo a continuación, y que se sitúan en el
espectro del borderline.
Kernberg, saliendo de la nosografía clásica, trabaja con una clasificación combinada, en la cual
articula la estructura de la personalidad y la disposición para otros tipos de psicopatología. Ejemplo,
narcisista con rasgos antisociales, de modo que es la organización base, la que determina el modo
de enfermar, la forma de defenderse, y la forma de reponerse o adaptarse. La insistencia en lo
cómorbido trabajado por este autor, es una anticipación de la complejidad de cuadros en nuestra
época, donde ansiedad y depresión son fenómenos que al entrar en relación con estructuras de
base regresivas, producen inestabilidad en el psiquismo. Kernberg hace una clasificación de
acuerdo a niveles. Estos niveles van de una buena integración a una disociación cada vez mayor.
Superior, medio e inferior, ubicando en el superior las patologías más neuróticas y trastornos
asociados, en el medio la mayor parte de los narcisistas y en el inferior, los borderlines y los
narcisistas severos, siendo más graves y regresivos, los narcisistas del último grupo, por la
comorbilidad y por características estructurales específicas, como el desvanecimiento de los límites
superyoicos y la mayor infiltración de las tendencias instintivas.
El narcisismo acá se aparta de la psicosis (superando la división freudiana entre neurosis y neurosis
narcisistas, éstas últimas no pasibles de ser analizadas), y se ubica dentro del espectro borderline.
Recordemos que este paciente tiene la escisión como mecanismo central y presenta debilidad del
yo, pero conserva la prueba de realidad, aunque con alteraciones en la interpretación y
sentimientos hacia la misma.
El comportamiento autodestructivo es parte de la organización límite. Y lo es básicamente porque
la escisión desgasta al yo. La activación de relaciones objetales de distinto valor, la ausencia de
canales sublimatorios y la falta de constancia objetal, provocan que la persona actúe de acuerdo a
cómo perciba la experiencia en ese momento (de acuerdo a la activación de las relaciones
objetales). Es, por lo tanto, inestable. Hay fuerte déficit de control de impulsos. Fíjense, la

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numerosa sintomatología que el paciente presenta y que la considera Kernberg: les llama neurosis
polisintomática , fenómenos caracterizados por su intensidad y coexistencia en simultáneo.
Kernberg dice que la capacidad de elaborar pérdidas y realizar duelos es un indicador de salud, y
André Green sostiene que pese al dolor, en la mayoría de los casos, las personas tendemos a las
pulsiones de vida y uno hace el duelo, la libido se impone. Porque se trata de la represión, del
olvido. Pero, señala, cuando no funciona o funciona mal la represión, este duelo no tiene fin, no se
trata de amor sino de resentimiento, de odio. Y llegan pacientes que expresan toda la repetición,
todo el acting en sus vidas, y dicen yo al duelo ya lo hice, afirmación que es otra vez una negación.
Sucede con algunos narcisistas. Del mismo modo que no experimentan verdaderamente la
depresión, su tristeza, sino más bien el dolor de la frustración.
Kernberg, a los pacientes narcisistas los presenta en tres estadios de gravedad: los primeros,
parecidos a los neuróticos, presentan síntomas significativos relativos a lo infantil no satisfecho.
Muestran un funcionamiento bueno en general, con dificultades en las relaciones significativas a
largo plazo. El siguiente nivel de gravedad es el síndrome narcisista, se trata de la identificación con
el objeto, pero con una simultánea proyección del sí mismo sobre ese objeto (identificación
proyectiva), es por tanto más regresivo, más confuso a nivel objetal.
El nivel más grave, alejándose de lo neurótico, funcionan en lo que Kernberg llama nivel
expresamente borderline, tiene presencia del self grandioso, con carencia de tolerancia a la
ansiedad y control de impulsos, disminución de las funciones sublimatorias e infiltración de
procesos primarios, con predominio de dificultades a nivel relacional más acentuado que en los
otros niveles, y más extendido. Un cuarto nivel, el narcisismo maligno, del que habla el autor, pero
que no es tema de esta exposición: trata del paciente narcisista cuya combinación con lo antisocial
y paranoide, lo hace particularmente rayano en lo perverso.
Kernberg menciona uno de los problemas más graves de los narcisistas: la incapacidad para
depender del terapeuta, para ellos es humillante. En los borderlines se afianza la dependencia, pero
en términos de terror al abandono. El narcisista lo expone al terapeuta, rivaliza con él en vez de
cooperar: en definitiva, una forma de sabotear el tratamiento. En ambos casos, afecta la
transferencia en la medida que dispone de todo un arsenal de conductas para actuar, más que de
pensamientos que elaborar.
Muchos narcisistas tienen mejor integración, relativo control de impulsos y un funcionamiento
social relativamente bueno, que lo diferencia en este punto, del fronterizo. Suele suceder,

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justamente, que muestran un moderado control para sostener su figura grandiosa, y suelen ser
inteligentes, pero también sus relaciones son superficiales.
Heinz Kohut (1913-1981) escribe sobre Psicología del self. Sus influencias directas: Freud,
Hartmann, Kris, Lowestein, Winnicott.
Un aporte personal de Kohut que ha sido ampliamente discutido es el referente a la postulación de
una doble línea libidinal, narcisista y objetal; la primera es aquella que inviste al self y a sus objetos.
Es importante recalcar que la línea correspondiente al narcisismo no excluye los objetos, sino que
por el contrario los destaca primordialmente ya que de las relaciones del sujeto con los objetos
tempranos derivará el logro o no de la cohesividad del "self." La experiencia de un "self" nuclear
cohesivo determina el sentimiento de identidad perdurable (Lagomarsino, 1997).
Para Kohut, la personalidad narcisista se diagnostica a partir de dos tipos de transferencia: la de
idealización y la de reflejo. La primera se refiere a la activación de una imagen paternal idealizada,
que deriva a su vez, de un autoobjeto idealizado: el paciente se siente vacío cuando se separa de
este objeto. Kohut relaciona la intensidad de la dependencia de ese objeto con el deseo del
paciente de sustituir con ello una parte faltante de la organización psíquica. El sí mismo grandioso
se reactiva en la situación analítica, y con eso aparece la transferencia de reflejo, en la que el
paciente percibe al analista como significante, pero solo si le sirve a los fines de reactivación de su sí
mismo grandioso (Kernberg, 1986).
El origen de la psicopatología narcisista está en la falla traumática de la empatía de la función
materna, lo que provoca que los procesos de idealización se desarrollen en forma perturbada y que
a su vez producen una detención del desarrollo fijándose el sí mismo arcaico infantil.
Entonces lo que se espera es que el paciente reviva en el análisis las experiencias tempranas y
traumáticas, con un psiquismo más maduro y equilibrado. Esto se puede lograr porque el analista
posibilita la transferencia idealizadora, la empatía y la cercanía con el paciente, sin interrumpir este
proceso con intervenciones interpretativas tempranas. Este enunciado forma parte del que luego
los terapeutas modernos llaman experiencia emocional correctiva. Es decir, la posibilidad de que el
terapeuta, se ofrezca/aparezca, como una oportunidad para reparar ese vínculo, esa experiencia
negativa, pero a partir de lo actual: para esto plantea la empatía por sobre la neutralidad.
Lo que plantea Kohut es interpretar las conductas y necesidades del paciente, como reactivación
de frustraciones primitivas, y no de la pulsión de muerte, es decir, como una nueva oportunidad
para el desarrollo, esto posibilita que las funciones psíquicas que no se pudieron desarrollar en el
pasado, se desarrollen ahora. No se centra en los conflictos que trae fracaso de la satisfacción de

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esas necesidades sino directamente en ellas mismas. Está más centrado en el yo actual, sus
carencias y debilidades que en los orígenes y en lo pulsional, esto último considerado secundario
por Kohut.
Lo que mueve la terapia es la organización en función de las carencias, la privación, lo que no se
logró, las fallas, el estancamiento en la evolución. La terapia debe ayudar a encontrar esos objetos
(sostén, confianza). Pone toda la teoría en función del vínculo con los padres, en las experiencias
reales de vinculación. Es decir, los daños del yo, los defectos en la estructuración del sí mismo,
tienen una nueva oportunidad de repararse, y el yo un contexto nuevo para desarrollar lo que no
pudo en el pasado para eso necesita que el analista ocupe un lugar distinto al de la ortodoxia. Ese
lugar es el de continente, y aquí Kohut toma la posición de estos autores que estudiaron la función
continente del terapeuta, como Bion y Balint.
Herbert Rosenfeld (1910/1986) fue un psicoanalista que desarrolló el concepto de “narcisismo
maligno”. Fue Erich Fromm, en 1964, quien así denominó a un tipo de pacientes que presentaban
una enfermedad grave y destructiva (incluso le agregó “inhumana”). Otto Kernberg se refirió al
mismo como el más complejo y grave de los niveles de patología, con presencia de una defensa
extrema contra la ansiedad y la desintegración, y señalando la presencia de agresión egosintónica,
sadismo y destrucción.
Rosenfeld fue paciente de Melanie Klein. Se abocó a las consideraciones sobre la esquizofrenia,
cuadro del que rescató el mecanismo de identificación proyectiva (que es la proyección en otros de
aspectos rechazados y percibidos como si fueran de esos otros), indicando que este mecanismo
interviene también en el narcisismo patológico.
Rosenfeld desarrolló su trabajo basado en Melanie Klein y en Abraham. Estos pacientes, afirma,
tienen una imagen omnipotente altamente idealizada y niegan cualquier intento de destitución de
la misma; han introyectado en forma omnipotente un objeto parcial.

“Coincidiendo con las ideas de Meltzer sobre el poder de la organización narcisista destructiva y su tiranía
seductora sobre el self dependiente, Rosenfeld mostró cómo las partes destructivas del self pueden adquirir
una alta organización como un grupo similar a la mafia. Sus miembros hacen un trabajo destructivo,
poderoso e idealizado. El cambio o la ayuda son vividas como debilidad y fracaso. A veces la erotización
perversa de esta organización destructiva aumenta su poder de seducción y dominio sobre el resto de la
personalidad. La destructividad se manifiesta como una resistencia crónica al análisis y el self libidinal es

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demasiado débil para oponerse a la destructividad. Es esencial acceder al self libidinal y analizar la
naturaleza infantil y el sentido de los procesos omnipotentes”

Guilermo Bordner (1914)

Consideró que la envidia (como manifestación de un instinto de muerte innato) juega un papel muy
importante en las identificaciones omnipotentes y en el desarrollo del narcisismo libidinal y
destructivo.
Rosenfeld propone la existencia de dos tipos de pacientes narcisistas: los pacientes de “piel fina”
(frágiles, vulnerables, sensibles, con dificultad para enfrentar situaciones traumáticas) y los
pacientes de “piel gruesa”. En contraste con estos pacientes, los pacientes narcisistas de “piel
gruesa” son duros, insensibles a sentimientos profundos, inaccesibles, se caracterizan por una
intensa envidia que produce una desvalorización del analista y del análisis, así como de cualquier
situación de dependencia. Rosenfeld vio al narcisismo como una gran organización defensiva.
Aunque en menor medida, Winnicott y Kernberg coinciden con él en este punto.
Rosenfeld agrega que al producirse el proceso de autoidealización en estas organizaciones, se
idealizan las partes destructivas del sí mismo y la infiltración de esta agresión primitiva les da una
cualidad de violenta autodestructividad, de modo que hay un odio inconsciente hacia lo que puede
ser bueno o valioso, tanto en lo externo como en sí mismo. En casos extremos estos pacientes se
sienten triunfantes cuando han frustrado los esfuerzos de aquellos que los aman. El sí mismo
grandioso de estos pacientes producen una resistencia muy difícil de resolver (Kernberg, 1986).
Rosenfeld creyó que el psicoanálisis era el tratamiento adecuado para los pacientes borderlines y
narcisistas, punto de diferencia con respecto a Kernberg, aunque al final de sus estudios sostuvo
que en caso de alto predominio de la agresión no convenía proceder con este tipo de terapia.
Por otra parte, toma las formulaciones de Melanie Klein sobre las cualidades patológicas en la
posición equizoparanoide, como por ejemplo la envidia excesiva y la identificación proyectiva
intensa y agresiva. Muchos autores kleinianos en los años 80, influidos por Rosenfeld describen
organizaciones patológicas desarrolladas con el fin de atemperar las destrucción temprana
(Bordner, 2014).
Hay una serie de términos distintos pero que aluden a lo mismo. Se trata de varios autores que
ponen nombre, cualidades a estos pacientes: Paulina Kernberg les llamó hombres holográficos;
Steiner, acuñó el término de ausencias psíquicas, referidas a la distancia emocional; Hinshelwood

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habló de personalidades inaccesibles. Killigmo les llama patologías del déficit. Otros denominan
patologías primitivas. Más específico y más del lado de la personalidad, Kernberg los pone dentro
de los trastornos graves.
Fíjense cómo cambia desde aquí la tarea terapéutica. En las neurosis, el conflicto es parte central
de la vida representacional a través de la represión y entonces el paciente trae material
interpretable, cosa que acá en el déficit (sobre todo en casos vinculados a adicciones y
psicosomática), el terapeuta, como propone el Dr. Fiorini, tendrá que construir, convertirse en
algunos casos en estructurante.
Diversos autores, misma concepción, misma coincidencia que definen estas patologías en términos
de fragilidad, de gigantescas defensas. En la clínica, aparecen problemas en la transferencia,
conductas desafiantes, manipulación, ideaciones suicidas, envidia al analista.
Son los casos no analizables que consideró Freud. La modificación del dispositivo tiene que ver con
la severidad del cuadro, siempre atento a lo vincular de la relación terapéutica.

Bibliografía consultada

 Lagomarsino, Julieta (1997) Orígenes y evolución del psiquismo, según Heinz Kohut. En
https://querencia.psico.edu.uy/revista_nro4/julieta_lagomarsino.htm
 Guilermo Bordner (1914) El Narcisismo en el Pensamiento kleiniano actual. En
https://www.temasdepsicoanalisis.org/2014/07/11/el-narcisismo-en-el-pensamiento-
kleiniano-
actual/#:~:text=Se%20basa%20en%20la%20idealizaci%C3%B3n,al%20objeto%20del%20que
%20depende.
 Fernández de Gamboa Constanza(2010) Trastorno de personalidad narcisista (Kernberg
2010) En: http://www.aperturas.org/articulo.php?articulo=0000758
 Lopez de Parada, Herminia (2012), Margaret Mahler. En
https://teoriaspsicologicas2.files.wordpress.com/2012/10/herminia-lc3b3pez-de-parada-
mahler-margaret.pdf
 Fiorini Héctor (1992) Teoría y Técnica de Psicoterapia. Editorial Nueva Visión. Buenos Aires

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 Bicego, M. L.; Calleri, V. S.; Galainena, M. L. y Juaneu, L. 105 Abordaje psicoanalítico de los
trastornos del narcisismo: especificidades y modificaciones técnicas. Tesistas: María Laura
Bicego; Vanesa Soledad Calleri; María Laura Galainena en Revista Tesis 2012, Nº 1. pp. 105-
119. En https://revistas.psi.unc.edu.ar/index.php/tesis/article/view/2876
 Kernberg, Otto (1988) Cap. 1 Derivados estructurales de las relaciones objetales y Cap. 2
Desarrollo normal y desarrollo patológico. En: La teoría de las relaciones objetales y el
psicoanálisis clínico (pp. 17-69). Buenos Aires, Editorial Paidós.
 Kernberg. Otto (1988) Cap. 1 Diagnóstico estructural y Cap. 2 La entrevista estructural. En:
Trastornos graves de la personalidad (pp. 1-45). México, Manual Moderno. d- Kernberg,
Otto (2007). El paciente narcisista intratable. En Aperturas Psicoanalíticas. Revista
Internacional de Psicoanálisis. En http://www.aperturas.org/articulo.php?articulo=0000836
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Lic. Regina Abete

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