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El documento describe el fuego como un símbolo de la presencia de Dios en la Biblia, incluyendo la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos. Argumenta que el fuego representa la iluminación, el calor y la purificación, pero que también puede propagarse y extenderse. Insta al lector a dejarse incendiar por el Espíritu Santo para propagar Su fuego y provocar cambios en el mundo.
El documento describe el fuego como un símbolo de la presencia de Dios en la Biblia, incluyendo la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos. Argumenta que el fuego representa la iluminación, el calor y la purificación, pero que también puede propagarse y extenderse. Insta al lector a dejarse incendiar por el Espíritu Santo para propagar Su fuego y provocar cambios en el mundo.
El documento describe el fuego como un símbolo de la presencia de Dios en la Biblia, incluyendo la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos. Argumenta que el fuego representa la iluminación, el calor y la purificación, pero que también puede propagarse y extenderse. Insta al lector a dejarse incendiar por el Espíritu Santo para propagar Su fuego y provocar cambios en el mundo.
Se les aparecieron unas lenguas como de fuego, que dividiéndose
se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del
Espíritu santo (Hech 2, 3-4). La Biblia describe a Dios como un “fuego consumidor” (Hebreos 12:29), así que no es sorpresa que el fuego aparezca a menudo como un símbolo de la presencia de Dios. Los ejemplos incluyen la zarza ardiente (Éxodo 3:2), la gloria Shekinah (Éxodo 14:19; Números 9:15), y la visión de Ezequiel (Ezequiel 1:4). El fuego ha sido muchas veces un instrumento del juicio de Dios (Números 11:1, 3; 2 Reyes 1:10, 12) y una señal de Su poder (Jueces 13:20; 1 Reyes 18:38). Por razones obvias, el fuego fue un elemento importante para los sacrificios del Antiguo Testamento. El fuego en el altar de las ofrendas fue un regalo divino, habiendo sido encendido originalmente por Dios Mismo (Levítico 9:24). Dios encargó a los sacerdotes que mantuvieran Su fuego encendido continuamente (Levítico 6:13) y les aclaró que el fuego de cualquier otra procedencia era inaceptable (Levítico 10:1-2). El fuego despliega una triple acción de — iluminación — calor — purificación. Pero el fuego tiende a propagarse. Está hecho para extenderse. No puede mantenerse en los propios límites. «He venido a traer fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!» {Le 12, 49). Hay necesidad, por eso, de alguien dispuesto a dejarse... incendiar. Alguien que no tenga miedo de quemarse. Que no se mantenga a una distancia de seguridad. Por favor, no confundas tu perezosa tibieza con el fuego devorador del Espíritu. Acércate a este fuego. Agrega tu pequeña llama a este inmenso incendio. Conquista su incandescencia. Soporta su altísima temperatura. No arrojes encima las cenizas de tu prudencia para mantenerlo a raya… pareciera que el mal es debido a la circunstancia de que el corazón se encuentra protegido contra el incendio del Espíritu por las cenizas del miedo, del cálculo, de la «razonabilidad», de la timidez. Hay corazones que se defienden del fuego, lo circunscriben, lo atenúan, intentan limitar los daños del mismo, en vez de lanzarse dentro de la llama. Sobre todo, debes de estar disponible a la dolorosa acción purificadora del Espíritu. El fuego, para transformar, debe purificar la materia de todas las impurezas, de la escoria, de las manchas. No hay conversión sin mutación y cambio, y no hay cambio sin purificación, y no hay purificación sin dolor. No hay transfiguración si no dejamos la acción del Espiritu Santo en nosotros. Debes confiarte al fuego si quieres que tu vida adquiera transparencia. «Todos han de ser salados con fuego» (Me 9, 49). ¿Estás dispuesto, pues, a no defenderte del fuego? ¿Aceptas en tu vida este incendio de Dios? Piensa que en este negocio poseer el Espíritu significa... manejar el fuego. Significa hacerse personas que no son nunca inocuas, delante de las que no se puede uno mantener indiferente. Personas que dejan huella, que marcan. La familiaridad con el fuego se expresa por medio de una fe contagiosa. Debes ser luz, sal (la sal quema, lleva fuego dentro), levadura. Tu misión no es la de dar seguridad, sino provocar. Provoca cambios, provoca risas, provoca paz, provoca a tu entorno, para no quedarnos en la comodidad de la espera a que pase algo, hagamos que pase algo! Incendiate del espíritu Santo para incendiar a este mundo que se esta congelando.