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Definición.

El significado bíblico de fuego aparece en varios pasajes y


significa tanto un juicio como una prueba. Esta palabra es usada según el
contexto como un castigo y también como una prueba. Se relaciona
en ocasiones con la "ira de Dios" o en otras como una ofrenda como por
ejemplo cuando Dios envio fuego al cielo para consumir sus ofrendas en
muestra de su aceptación.

El significado bíblico de fuego está relacionado en ocasiones con todo


aquello que se renueva, que es purificado, aquello que constituye una nueva
era o vida. La gloria de Dios lleva su acompañamiento con el fuego. También
se habla del fuego cuando se dice que el Señor tiene ojos como llamas de
fuego en donde nos está diciendo su juicio o prueba en donde se está
pronunciando.

Esta palabra es pues una simbología, representa un significado u otro


dependiendo del contexto, entendiéndolo sobretodo como un acto de
gratitud, aceptación o castigo dependiendo del caso que estemos tratando.
Su contexto será determinante para una lectura u otra lectura.

El fuego de Dios hasta en los huesos


Jeremías 20: 7 – 11 Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste;
cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí. 8 Porque cuantas veces hablo, doy voces, grito:
Violencia y destrucción; porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día. 9 Y
dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un
fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude. 10 Porque oí la murmuración de
muchos, temor de todas partes: Denunciad, denunciémosle. Todos mis amigos miraban si claudicaría.
Quizá se engañará, decían, y prevaleceremos contra él, y tomaremos de él nuestra venganza. 11 Más
Jehová está conmigo como poderoso gigante; por tanto, los que me persiguen tropezarán, y no
prevalecerán; serán avergonzados en gran manera, porque no prosperarán; tendrán perpetua confusión
que jamás será olvidada.

Introducción
Jeremías pronunció estas palabras: “Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Yo traigo sobre
esta ciudad y sobre todas sus aldeas todo el mal que hablé contra ella, porque han endurecido su corazón
para no oír mis palabras.” (Jeremías 19:15). Pasur era gobernador del templo en ese tiempo. Y airado por
las palabras de Jeremías. Inmediatamente, se enojo tanto que le pego al profeta. Luego llamo a sus
asalariados y les mando que encerraran a Jeremías en el cepo. El profeta sabía que en él había un fuego
de parte de Dios.

Mateo 3:11Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo
calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y
fuego. Jeremías al ser atacado de esa manera era como que Satanás quisiera apagar el fuego de Dios,
pero no lo pudo apagar porque dicho fuego estaba metido hasta sus huesos.

I. Oposiciones ante el anuncio de la Palabra de Dios


El cepo era un instrumento de tortura; y Jeremías estaría en dolor constante por veinticuatro horas.
Primeramente, su cabeza estaría en cierta posición; su cuerpo estaba retorcido, con los brazos cruzados.
Él debía permanecer en esa posición torturante por una noche y un día. Dios ya le había dicho a
Jeremías: “No importa que dificultades enfrentes. No importa cuán mal te trate la gente o abusen de ti.
Tus amistades, tu familia, aun príncipes y reyes se volverán contra tuya. Pero ellos nunca prevalecerán.
He puesto muros y pilares poderosos alrededor de ti. ¡Yo estoy contigo para librarte!” Este es un gran
mensaje para todo creyente. El Apóstol Pablo dice de Dios: “Él nos salvó y llamó con llamamiento
santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo
Jesús antes de los tiempos de los siglos,” (2 Timoteo 1:9).

II. Las oposiciones se resisten cuando el fuego de Dios está metido


hasta nuestros huesos.

Pablo nos dice que muchos son llamados y que todos van a sufrir por ese llamado. El se cuenta entre
ellos: “De este evangelio yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles, por lo cual
asimismo padezco. Pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído y estoy seguro de que es
poderoso para guardar mi depósito para aquel día.” (2 Timoteo 1:11-12).
Las Escrituras nos muestran que Pablo fue probado como pocos ministros lo han sido. Satanás trató de
matarlo una y otra vez usando a la muchedumbre religiosa, lo dejaban semimuerto y abandonado. Pero
Pablo nunca estaba perplejo ante los hombres. El nunca estuvo desalentado o avergonzado ante el
mundo. Pablo nunca se canso hasta desmayar. En cada ocasión, él tenía una palabra ungida que
pronunciar de parte de Dios. Pablo nunca perdió su confianza en el Señor, al contrario, él testificó:
“…Yo sé a quién he creído y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.”
(2Timoteo 1:12). Pablo resistía todas las oposiciones porque el fuego de Dios en su vida estaba metido
hasta sus huesos, de lo contrario nunca lo hubiera resistido, Jeremías llego un momento donde la
oposición era tan fuerte que ya no quiso seguir predicando, pero él mismo vuelve a decir, que fue por el
fuego de Dios metido en sus huesos que volvió a reanudar el mensaje de Dios. Y Pablo por el contrario
en lugar de desmayar a causa de la oposición anima al joven Timoteo que hiciera lo mismo: “Retén la
forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús.” (1:13).

FUEGO
Al igual que en la actualidad, en tiempos bíblicos el fuego desempeñaba un papel muy
importante en la vida del hombre. Si bien la Biblia indica específicamente que se requería
para refinar, forjar y fundir metales, preparar alimento, calentar las casas, así como para
ofrecer sacrificios e incienso, también dice que, debido al poder destructivo de un fuego
incontrolado, se halla entre cuatro de las cosas que no han dicho “¡Basta!”. (Pr 30:15, 16.)
Seguramente por esta misma razón, Santiago comparó el uso impropio de la lengua a un
fuego devastador. (Snt 3:5-8; compárese con Pr 16:27.)
La primera pareja humana conocía el fuego, pues cuando Jehová los expulsó del jardín de
Edén, apostó al E. del jardín a los “querubines y la hoja llameante de una espada que
continuamente daba vueltas”. (Gé 3:24.) Cabe la posibilidad de que Caín y Abel
presentaran sus ofrendas a Jehová ante los querubines y que, si bien la Biblia no hace
ningún comentario específico al respecto, las quemasen en su presencia o esperasen que
las consumiese fuego procedente de los querubines. (Gé 4:3, 4.) Más adelante, Tubal-caín
debió emplear el fuego para conseguir altas temperaturas en la forja de herramientas de
hierro y cobre, teniendo en cuenta, sobre todo, que el hierro se funde a temperaturas de
1.535 °C. (Gé 4:22.) Aunque después del Diluvio se fabricaron adobes, también se hicieron
ladrillos por un “procedimiento de quema”. (Gé 11:3.) Tal vez debido a la dificultad que
entrañaba encender un fuego, llegó a ser costumbre trasladarlo de un sitio a otro una vez
hecho. (Gé 22:6; Isa 30:14.)
En relación con el propósito de Dios. El ángel de Jehová se le apareció a Moisés en una
llama de fuego que ardía en medio de una zarza sin que esta se consumiera. (Éx 3:2.)
También hubo una columna de fuego que condujo a los israelitas por el desierto cuando
viajaban de noche y que después se posó sobre el tabernáculo para indicar así la presencia
de Jehová. (Éx 13:21; 40:38.) Por otra parte, la manifestación de la gloria de Jehová en
fuego cuando se entregó la Ley al pueblo de Israel hizo humear el monte Sinaí. (Éx
19:18; 24:17.)
En relación con el tabernáculo y el templo. Se empleó el fuego en la adoración tanto en
el tabernáculo como más tarde en el templo. Todas las mañanas y entre las dos tardes, el
sumo sacerdote tenía que quemar incienso en el altar del incienso. (Éx 30:7, 8.) La ley de
Dios exigía que ardiera continuamente el fuego sobre el altar de la ofrenda quemada. (Le
6:12, 13.) El punto de vista judío tradicional de que en un principio Dios encendió
de manera milagrosa el fuego del altar, no tiene apoyo en las Escrituras a pesar de que
goza de amplia aceptación. Según las instrucciones iniciales que se le dieron a Moisés, los
hijos de Aarón habían de “poner fuego en el altar y poner en orden la leña sobre el fuego”
antes de colocar el sacrificio sobre el altar. (Le 1:7, 8.) Fue después de la instalación del
sacerdocio aarónico, por lo tanto con posterioridad a la presentación de los sacrificios de
la instalación, cuando el fuego de Jehová, que probablemente procedía de la nube que
estaba sobre el tabernáculo, consumió la ofrenda que había sobre el altar. De ahí que el
fuego milagroso no fuera para prender la madera que había sobre el altar, sino para
“consumir la ofrenda quemada y los trozos grasos que había sobre el altar”. El fuego que
luego siguió ardiendo probablemente era el resultado de la combinación del que provino
de Dios y del que ya había en el altar. (Le 8:14–9:24.) De la misma manera, un fuego
milagroso procedente de Jehová consumió los sacrificios una vez que Salomón concluyó la
oración al tiempo de la dedicación del templo. (2Cr 7:1; véanse también Jue 6:21; 1Re
18:21-39; 1Cr 21:26, donde se mencionan otros ejemplos relacionados con el fuego
milagroso que Jehová empleó cuando aceptó las ofrendas de sus siervos.)
Medidas legales; su empleo en ejecuciones. La ley mosaica prohibía que se encendiese
fuego en un día de sábado. (Éx 35:3.) También se prescribió que si una persona iniciaba un
fuego que luego no podía controlar y como consecuencia ocasionaba algún daño en los
sembrados de su vecino, tenía que compensarle por los daños ocasionados. (Éx 22:6.)
Había que quemar las prendas o artículos de piel en los que apareciese y persistiese la
plaga de la lepra. (Le 13:53-58.) En determinados casos de transgresión de la ley divina, se
lapidaba al transgresor y luego se quemaba su cadáver. (Le 20:14; 21:9;Jos 7:15, 25.) Si una
ciudad israelita apostataba, se tenía que pasar a filo de espada a todos sus habitantes y
quemarla con todos sus despojos. (Dt 13:12-16.)
En sus campañas militares, los israelitas quemaron algunas de las ciudades enemigas. (Nú
31:10; Jos 6:24; 11:11-13.) También fueron pasto de las llamas las imágenes esculpidas y los
postes sagrados. (Dt 7:5, 25; 12:3.) Cuando tomaban despojo, solían pasar los metales por
el fuego, y de este modo los esterilizaban. (Nú 31:22, 23.)
Jehová ejecutó con fuego literal a los transgresores de su ley en numerosas ocasiones. (Nú
11:1; 16:35; 2Re 1:10-12; Jud 7.) Con motivo de la destrucción del reino apóstata de Judá y
su ciudad capital, Jerusalén, a manos de Babilonia en 607 a. E.C., se dice que la furia de
Jehová se derramó “justamente como fuego”. Aquella fue una expresión de ira en la que
hubo fuego literal. (2Re 25:9; Lam 2:3, 4.) La Biblia dice que Juan el Bautista advirtió a los
líderes religiosos de su día que experimentarían un bautismo de fuego, bautismo que llegó
sobre Jerusalén en 70 E.C., cuando los ejércitos romanos destruyeron la ciudad y quemaron
el templo. (Mt 3:7-12.)
Empleado por los opositores de la voluntad divina. También los opositores de la
voluntad divina emplearon el fuego; lo usaron como medio intimidatorio, en crueles
ejecuciones y en sacrificios. Los enfurecidos efraimitas amenazaron a Jefté, diciéndole: “A
tu misma casa la quemaremos sobre ti con fuego”. De manera similar, los treinta
compañeros de boda de Sansón amenazaron a su prometida con quemarla a ella y a la
casa de su padre si no conseguía que Sansón le revelase la solución al enigma que les
había propuesto y luego les daba la respuesta. Cuando Sansón envió 300 zorras a los
campos de grano filisteos con antorchas atadas a sus colas, los filisteos ejecutaron la
amenaza antedicha. (Jue 12:1; 14:15; 15:4-6.) Con el fin de poner a Job a prueba, Satanás el
Diablo empleó fuego “de los cielos” con permiso del Altísimo. (Job 1:12, 16.)
Las naciones que residían en Canaán tenían por costumbre quemar a sus hijos en el fuego
como ofrenda a sus dioses falsos. Y aunque Jehová había prohibido específicamente esta
práctica, so pena de muerte, el Israel apóstata llegó a sacrificar a sus hijos en el fuego en el
valle de Hinón. (Le 20:2-5; Dt 12:31; 2Cr 28:1-3; Jer 7:31; 19:5.) Sin embargo, el fiel rey
Josías puso fin a esta horrible costumbre y convirtió Tófet, situado en el valle de Hinón, en
un lugar inadecuado para dicho culto. (2Re 23:10; véase MÓLEK.)
Uso figurado. Tanto la palabra fuego como los términos afines (arder, encender,
llamaradas, etc.) se relacionan figurativamente con el amor (Can 8:6), la pasión (Ro
1:27;1Co 7:9), la ira y el juicio (Sof 2:2; Mal 4:1), así como con las emociones fuertes (Lu
24:32; 2Co 11:29). Cuando Jeremías intentó dejar de hablar la palabra de Jehová, se dio
cuenta de que le resultaba imposible, porque esta era como un fuego ardiente encerrado
en sus huesos. (Jer 20:9.) Las Escrituras se refieren a Jehová como un fuego consumidor
debido a su limpieza, pureza y exigencia de devoción exclusiva, así como debido a su
poder para aniquilar a los que se le oponen. (Dt 4:24; 9:3.) Su ardor y su furia queman
como el fuego, y también como un fuego son su “lengua” y su palabra. (Sl 79:5;89:46; Isa
30:27; Jer 23:29.) Asimismo, Jehová hace a sus ministros angélicos un fuego devorador, y
por el fuego de su celo toda la “tierra” será devorada. (Sl 104:1, 4; Sof 3:8; véase
también Da 7:9, 10.)
Probar, refinar, purgar. Al “mensajero del pacto” se le compara con el fuego de un
refinador que purifica el oro y la plata. En consecuencia, el que Jehová pruebe como por
fuego a “los hijos de Leví” mediante el mensajero del pacto resulta en que estos sean
purificados. (Mal 3:1-3; véase REFINAR, REFINADOR.) El fuego también pone de manifiesto
la calidad de un material, y así lo indica el apóstol Pablo cuando da énfasis a la importancia
de edificar sobre Jesucristo con materiales incombustibles. (1Co 3:10-15.)
El fuego y la sal se relacionan en la Biblia con los sacrificios que se ofrecían en el templo.
(Le 2:9, 13; Eze 43:24.) La sal representaba la incorrupción y era símbolo de la lealtad
perdurable, concepto que se halla recogido en la expresión “pacto de sal”. (2Cr 13:5.) ¿De
qué era símbolo el fuego?
El apóstol Pedro se refiere a las pruebas o a los sufrimientos como un “fuego” que prueba
la calidad de la fe del cristiano. (1Pe 1:6, 7.) Después compara el hecho de sufrir por causa
de la justicia a un incendio, cuando dice a sus compañeros cristianos: “No estén perplejos a
causa del incendio entre ustedes, que les está sucediendo para prueba, [...] son partícipes
de los sufrimientos del Cristo, para que también durante la revelación de su gloria se
regocijen y se llenen de gran gozo”. (1Pe 4:12, 13.) El apóstol Pablo señala que tal
sufrimiento por causa de la justicia tiene un efecto provechoso cuando dice: “La tribulación
produce aguante”. (Ro 5:3.) El que supera una prueba difícil, comparable a un “incendio”,
adquiere más fuerza y firmeza como resultado de su aguante. (Hch 14:22; Ro 12:12.)
Destrucción. En tiempos bíblicos, el fuego era el mejor medio para destruir algo por
completo. (Jos 6:24; Dt 13:16.) Por eso Jesús empleó el término “fuego” de manera
ilustrativa para referirse a la destrucción completa de los inicuos. (Mt 13:40-42, 49, 50;
compárese con Isa 66:24; Mt 25:41.) En una ocasión, Jesús previno a sus discípulos del
peligro de dejar que la mano, el pie o el ojo les hiciesen tropezar de tal modo que llegasen
a ser víctimas del Gehena, y seguidamente añadió: “Todos tienen que ser salados con
fuego”. Con estas palabras, Jesús debió querer decir que “todos” los que hiciesen aquello
acerca de lo que se les prevenía serían salados con el “fuego” del Gehena, es decir, de la
destrucción eterna. (Mr 9:43-49; véase GEHENA.)
Pedro escribió que “los cielos y la tierra que existen ahora están guardados para fuego”. El
contexto de este pasaje y otros textos muestran que este fuego no es literal, sino que
significa destrucción eterna. Así como el Diluvio del día de Noé no destruyó los cielos ni la
Tierra literales, sino únicamente a las personas impías, de la misma manera la revelación de
Jesucristo con sus poderosos ángeles en fuego llameante resultará en la destrucción eterna
tan solo de los inicuos y del sistema de cosas del que forman parte. (2Pe 3:5-7, 10-13; 2Te
1:6-10; compárense con Isa 66:15, 16, 22, 24.)
Aún hay otros ejemplos en los libros de Revelación y Ezequiel en los que el fuego se
emplea como símbolo de destrucción eterna. En el primero se menciona que los “diez
cuernos” y la “bestia salvaje” se volverán contra Babilonia la Grande y la quemarán por
completo con fuego. (Rev 17:16, 17.) En Ezequiel se indica que el ataque de Gog y sus
huestes contra el pueblo de Dios provoca Su ira, de modo que Jehová hace llover sobre
ellos fuego y azufre; el despojo de todo su equipamiento bélico se usará para encender
fuegos durante siete años. (Eze 38:19, 22; 39:6, 9, 10.) El fuego devorará a las naciones que
se rebelen cuando Satanás sea soltado al fin del reinado milenario de Cristo, y el Diablo y
todos aquellos cuyos nombres no se hallen escritos en el libro de la vida serán arrojados al
lago de fuego, que representa la muerte segunda. (Rev 20:7-10, 15; 21:8; véanse HINÓN,
VALLE DE; LAGO DE FUEGO.)

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